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Es en la Edad Moderna cuando los reyes, la Iglesia y los nobles comienzan a desarrollar
esta clase de ocio con el fin de reunir, rodearse y disfrutar de todo tipo de objetos, pero
especialmente en aquellos ejemplares bellos, raros o valiosos del mundo natural,
arqueológico, numismático, medallas u objetos de uso cotidiano, dándoles un fin para el
que nunca fueron concebidos.
Unos dos siglos después, filósofos como Platón en su Academia o Aristóteles en su Liceo
reunieron colecciones de libros para mejorar sus enseñanzas (Escolar, 2001). Sin embargo,
fueron los reyes helenísticos los que crearon las bibliotecas más grandes de su tiempo. En
principio perseguían el mismo fin que los asirios, reunir el conocimiento, mucho más
teniendo en cuenta que aquellos macedónicos debían gobernar en territorios
desconocidos para ellos, con religiones, lenguas y pueblos muy diferentes a los suyos y
poseer colecciones de libros con información útil para saber gobernar aquellos nuevos
reinos.3
Es durante el siglo XVI cuando se amplía el ámbito del coleccionismo a todo tipo de
objetos bellos, raros y valiosos. Son los reyes, la Iglesia y los nobles quienes realizan esta
labor, incluso compitiendo por la obtención de piezas extremadamente raras o
magníficamente conservadas. Pero con la caída del Antiguo Régimen, la llegada de la
burguesía y la decadencia de las antiguas aristocracias cuando esas colecciones son
compradas o donadas a los estados. De estas colecciones privadas nacerán muchos de los
museos actuales como El Prado, Louvre, el Ermitage o los Vaticanos.
El coleccionismo puede ser muy variado,2 pero hay algunos temas muy populares que han
creado un mercado propio en el que se compran, venden e intercambian objetos de la
colección.