Está en la página 1de 420

Nota

Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.

Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que


suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.

Algunas autoras ya han descubierto los foros que traducen sus libros
ya que algunos lectores los suben al Wattpad, y piden en sus páginas
de Facebook y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga,
grupos y foros.

¡No subas nuestras traducciones a Wattpad!

Es un gran problema que están enfrentando y contra el que luchan


todos los foros de traducción. Más libros saldrán si no se invierte
tiempo en este problema. Igualmente por favor, no subas capturas de
los PDF a las redes sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus
páginas a pedir la traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha
hecho, no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus libros, ni subas
capturas de las portadas de la traducción, recuerda que estas tienen el
logo del foro o del grupo que hizo la traducción.

No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedaras sin

Wattpad, sin foros de traducción y sin sitios de descarga!


Staff
Sinopsis

No soy una buena persona. De hecho, soy una verdadera perra.


Si se presenta la oportunidad, me follaré a tu marido, le daré el
mejor sexo que haya tenido nunca, y me reiré a tus espaldas una
vez que haya terminado con él. No me doy aires de grandeza.
Simplemente tomo lo que quiero cuando lo quiero.

Soy la abusada que se ha convertido en la abusadora. Vivo por


el poder, porque todo el poder me fue arrebatado durante años.
Ahora que lo tengo de nuevo, me alimento de el como si fuera mi
principal sustento, y no me importa a quién hiera en el proceso.

Todas las mujeres me odian, pero ¿sabes qué? Me importa una


mierda.

No les voy a gustar. No estoy aquí para caerles bien. ¿Quieres


conocer mi historia? No te voy a impedir que me juzgues. Solo
tienes que saber que una vez que haya terminado contigo,
ninguna ducha -por muy caliente que esté- me sacará de tu piel.

Advertencia:

Si buscas nubes rosas y esponjosas, arco iris y finales


felices, este libro no es para ti. Estas páginas contienen
escenas de abuso infantil en todas sus formas (física, sexual y
emocional), así como BDSM y otros temas tabúes. El amor no
vive en este libro. Aquí solo prosperan obsesiones oscuras,
retorcidas y enfermas.

Tú. Has. Sido. Advertido.


Índice
Playlist Capítulo 14 Capítulo 30

Scarlet Capítulo 15 Capítulo 31

Prólogo Capítulo 16 Capítulo 32

Capítulo 1 Capítulo 17 Capítulo 33

Capítulo 2 Capítulo 18 Capítulo 27

Capítulo 3 Capítulo 19 Capítulo 28

Capítulo 4 Capítulo 20 Capítulo 29

Capítulo 5 Capítulo 21 Capítulo 30

Capítulo 6 Capítulo 22 Capítulo 34

Capítulo 7 Capítulo 23 Capítulo 35

Capítulo 8 Capítulo 24 Capítulo 36

Capítulo 9 Capítulo 25 Capítulo 37

Capítulo 10 Capítulo 26 Capítulo 38

Capítulo 11 Capítulo 27 Capítulo 39

Capítulo 12 Capítulo 28 Nota & Agradecimiento

Capítulo 13 Capítulo 29
Sobre el autor
Playlist

Clown by Emeli Sandé


Unsteady by X Ambassadors
Titanium (Acoustic Version) by Madilyn Bailey
Treat You Better by Shawn Mendes
This is What You Came For by Calvin Harris ft. Rihanna
Maneater by Nelly Furtado
Iris by Goo Goo Dolls
Dangerous Woman by Ariana Grande
Under the Influence by Elle King
Take Me Home by Jess Glynne
Scarlet
Baja a la oscuridad conmigo,

toma mi mano y te llevaré allí


allí.

Baja a la oscuridad conmigo,

donde te guiaré a mi guarida.

Baja a la oscuridad conmigo,

lo que encuentres te absorberá.

Baja a la oscuridad conmigo,

para presenciar libertinaje, placer y pecado.

Baja a la oscuridad conmigo,

te hará sentir tan mal, que es


estará bien.

Baja a la oscuridad conmigo,

abre tus ojos y toma un vistazo.

Baja a la oscuridad conmigo,

te haré sentir el rey del mundo.

Baja a la oscuridad conmigo,

donde todo lo que se ha almacenado, será revelado.

Baja a la oscuridad conmigo,

nunca creerás lo que ven tus ojos.


Baja a la oscuridad conmigo,

te espera una deliciosa sorpresa.

Baja a la oscuridad conmigo,

tu cabeza dará vueltas y nunca se detendrá.

Baja a la oscuridad conmigo,

una vez que bajes. Nunca subirás.


Prólogo

Estoy de pie junto a la tumba de mi padre, limpiando las


lágrimas que amenazan con caer sobre el suelo bajo mis pies.
Llevo un vestido negro, el corte es justo por encima de la rodilla, y
un par de zapatos de tacón Louboutin nuevos, negros y rojos.
Grito clase, pero también
mbién soy la imagen perfecta de una hija en
profunda tristeza por la muerte prematura de su padre.

Y qué muerte tan prematura fue.

Me aprieto el pecho, lanzando sollozos de dolor mientras me


inclino para depositar nuevas flores en su tumba. He estado
viniendo
ndo aquí todos los días, trayendo nuevas flores para
reemplazar las viejas. Recojo las flores de ayer y las arrojo a un
lado mientras trazo la línea del nombre de mi padre en su lápida.

Aquí yace Richard Valentine, amoroso

padre de dos hijas. Nacido el 26 de

enero de 1970, fallecido el 15 de julio de 2016.

Eso fue hace tres semanas. Su cuerpo fue encontrado enterrado


en Virginia Water, en Surrey, a solo 30 kilómetros más o menos de
donde vivo. Estaba enterrado a gran profundidad, pero una
tormenta hace dieciséis días desenterró su cuerpo en
descomposición. Tenía una herida de arma blanca en la espalda
que se determinó como la causa de su muerte. Fue un asesinato,
por supuesto, y es solo ahora que la policía está investigando.

Al principio, pensaron que se había escapado, que tal vez había


conocido a una chica, que había sido arrastrado y que estaba
viviendo en la playa, bebiendo cócteles con una rubia muy
atractiva. Sin embargo, mi hermana siguió con el caso. Intentó
decirles que no era propio de él desaparecer sin al menos
mantenerse en contacto. Yo la respaldé ante la policía, pero
también le recordé aquella vez que él desapareció durante un año
sin dejar rastro y volvió tan repentinamente como se había ido. Yo
sabía la verdadera razón, pero no se la conté a mi hermana ni a la
policía. Ese pequeño secreto era solo entre papi y yo. Los dos
oficiales de policía se miraron el uno al otro, de una forma que
decía:

—Sí, no hay juego sucio aquí. —Solo pensaron que había


encontrado a la chica de sus sueños y estaba ocupado actuando el
papel de novio cariñoso con su nuevo juguete.

Mientras pienso en esto, acaricio su tumba con ternura y barro


las hojas que han caído de los árboles cercanos. Tengo que
asegurarme que está limpio y ordenado antes de arrodillarme
sobre su tumba y echar los brazos encima la lápida. Con los
brazos protegiéndome de cualquiera que pueda estar mirando,
tomo un largo y profundo suspiro. Una sonrisa de satisfacción
aparece en mi cara mientras pronuncio las palabras:

—Siempre te gustó que te abrazara, ¿verdad? —Suspiro y me


acerco a su lápida antes de escupir sobre su tumba—. Espero que
estés disfrutando de tu estancia en el infierno, papi.
Capítulo 1

Mayo 10 de 2016, Londres.

Nunca he querido ni he afirmado ser una persona agradable.


Claro, actúo el papel, pero me he acostumbrado a actuar. De
hecho, soy malditamente buena en ello. He tenido años para
perfeccionarlo de tal manera que incluso me deja impresionada.
¿Qué puedo decir? Me amo a mí misma. Soy la diez perfecta en
todos los sentidos.
tidos. Por eso los hombres me desean. Es por eso que
los hombres prácticamente caen sobre sus rodillas para tener un
pedazo de mí. Solo les doy lo que quieren si me beneficio de ello a
cambio. Mira por ejemplo a este hombre que veo frente a mí: lleva
un traje
aje de tres piezas, con el pelo perfectamente peinado y una
mano protectora colocada en la espalda de su esposa. Está
charlando con otra pareja mientras se ríen de sus chistes. Él es
un MP1, así que, por supuesto, se ríen. Apuesto a que los chistes
son una mierda, pero se ríen de todos modos. Odio los chistes de
mierda y en lugares como este, el hedor de mierda llena el aire,
dándome ganas de vomitar. Pero bueno, soy una dama.

1
Miembro del Parlamento (MP) es el título que se da a las personas elegidas para
servir en la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido.
Solo vomito arco iris.

Pero esa no es la razón por la que estoy mirando. Estoy mirando


porque durante los últimos veinte minutos él apenas ha apartado
sus ojos de mí. No lo culpo, por supuesto. Soy alta y curvilínea
con piernas que se extienden por kilómetros. Tengo pechos doble
D, cabello largo y castaño, y los ojos verdes más claros que se
puedan ver. Me han dicho que puedo hipnotizar a un hombre con
mis ojos y con cada oportunidad que tengo, lo hago. Una mirada
enviada en forma correcta y sus pollas se ponen duras para mí.
Diablos, ni siquiera tengo que intentarlo. Solo soy yo. No puedo
evitar ser yo, y para ser honesta, no lo querría de otra manera.

Preparándome para actuar, tomo un sorbo de mi champán,


apoyando mi mano en mi pierna desnuda. Llevo un vestido rojo
con una abertura en el costado, así que sentarme en el taburete
con las piernas cruzadas es dar a todos la oportunidad de una
mirada a solo uno de mis muchos atractivos. Puedo ver a todas
las mujeres frunciendo el ceño y a todos los hombres babeando.
Todos quieren follarme, pero solo uno podrá hacerlo esta noche.

Para apresurar un poco las cosas, sonrío seductoramente hacia


el MP cuando me mira de nuevo. Puedo ver que me observa
fijamente mientras se excusa para irse y se acerca a la barra. Me
doy la vuelta para mirar hacia la barra y espero a que ocurra lo
inevitable.

Los hombres son tan predecibles

—Nunca te he visto por aquí antes, y créeme cuando digo que lo


sabría si alguna vez viera una cara bonita como la tuya. ¿Puedo
preguntar tu nombre? —Paso los dedos por la copa de cristal y me
giro para mirar a mi víctima. Sonrío una vez más antes de fijar
mis ojos en los suyos. Ya sé qué mirada dirigir. La he
perfeccionado a lo largo de los años—. Vaya, vaya, eres realmente
impresionante.
Me inclino más cerca, haciéndole saber que lo que voy a decir
no debe ser escuchado.

—¿Quieres descubrir lo impresionante que puedo ser? —Él


asiente con seriedad, su respiración agitada es evidente. Ya lo he
excitado, y ni siquiera he empezado con él—. Encuéntrame en los
baños para discapacitados en sesenta segundos. Estaré contando.
Si no estás allí antes que se acabe el tiempo, me habré ido.
¿Entendido? —Él asiente de nuevo, dejando que me deslice
lentamente de mi taburete y dirigirme hacia los baños. Ya estoy
mojada por lo que va a ocurrir. Me encanta la emoción; me
encanta la persecución, sabiendo que en una fracción de segundo,
los hombres casados durante meses o incluso años están
dispuestos a tirar todos esos meses y años por unos segundos de
revolcón en los lavabos.

Qué patético.

Me dirijo tranquilamente al silencioso pasillo y localizo el baño


para discapacitados. Veo la marca de lápiz de labios rojo que me
indica que todo está listo. Sonrío abriendo la puerta para entrar.
El inodoro está en la esquina más alejada, y un lavabo con un
espejo aparece a la izquierda de la puerta. La cierro tras de mí y
tomo unos segundos para mirarme en el espejo. Tengo los labios
carnosos y con la cantidad justa de labial rojo oscuro. Mi
delineador de ojos negro tiene la forma perfecta para acentuar mis
llamativos ojos verdes. Compruebo el lavabo y me doy cuenta que
está en una buena posición. El lugar perfecto para follar conmigo.

Justo cuando pienso esto, llaman a la puerta y la abro con


cuidado para dejarle pasar. Él parece a punto de estallar. Puedo
decir, que él aun no puede creer su suerte. ¿De verdad cree que lo
haría sin un motivo? Algunos hombres pueden ser tan
decepcionantes a veces.
Cerrando con llave la puerta, se aproxima a mí. Su respiración
es agitada cuando se acerca a mis labios y coloco mi dedo sobre
los suyos.

—No, no. No tan rápido, grandulón.

Me mira con el ceño fruncido.

—¿Tienes una regla de no besar o algo así? ¿Por qué me elegiste


a mí de todos modos?

Sonrío, agarrando su mano y haciéndola subir por mi pierna


hacia mi coño.

—Comprueba lo mojada que estoy para ti, y quizá veas el por


qué. Yo no beso, señor Caruthers. Solo me gusta follar.

Sus ojos se abren de par en par cuando se da cuenta que no


llevo bragas. Lentamente, él acaricia mi montículo antes de
deslizar sus dedos entre mi húmeda hendidura.

—Mierda, estás mojada. Sabes mi nombre, así que obviamente


sabes quién soy. ¿Qué es lo que quieres, cariño?

Llevo mi mano a su polla y sonrío al sentir lo grande que es.


Tiene un tamaño adecuado, lo suficiente para complacerme si
sabe cómo usarla. Está duro como una roca, por lo que sé que él
esta tan ansioso por empezar como yo.

—Eres un hombre poderoso y eso me excita mucho. Me encanta


ser follada por hombres poderosos.

Su ceja se levanta.

—¿Así que eso es lo que es? —Asiento con la cabeza mientras le


bajo la cremallera del pantalón y meto la mano dentro. Le acaricio
la polla y una oleada de placer me recorre al ver su reacción. Vivo
para esto. En cierto sentido, tengo razón en que el poder me
excita, pero es el poder que tengo sobre ellos lo que realmente
hace que me moje.

Queriendo acelerar las cosas, meto la mano en el bolso y saco


un condón.

—Vamos a ponerte algo más cómodo, ¿te parece?

—Maldición, sí —dice mientras abro el paquetito con la boca y


procedo a colocar el condón sobre su polla. Él parece que ya está a
punto de correrse.

Una vez está puesto, me coloco sobre el lavabo y abro las


piernas para él.

—Fóllame tan fuerte como puedas.

Al principio, se queda maravillado con mi coño antes de


encontrarse con mis ojos. Lo tengo atrapado con esa sola mirada.
Sin tiempo que perder, empuja hacia delante colocando su polla
en mi entrada. Se desliza con firmeza, y noto la mirada de placer
que lleva en toda su cara.

—Te sientes increíble. —Él llega hasta el fondo, gimiendo


mientras apoya su cabeza en mi hombro—. Estás tan apretada. —
Me besa el cuello y empieza a moverse, pero es demasiado lento.

—Más fuerte, grandulón. ¡Fóllame más fuerte! —grito, mientras


mantengo mi posición con una mano e intento apretar sus
caderas hacia mí con la otra. Con una sorprendente fuerza, me
penetra duro y rápido, haciendo que mi orgasmo aumente más
rápido de lo que esperaba. No es tanto lo que está haciendo... Es
la emoción y me encanta la emoción. Eso solo me lleva hasta la
mitad del camino. Gimo en voz alta, y estoy a punto de decirle que
siga porque me voy a correr, cuando de repente grita con fuerza y
se pone rígido.

—¡Mierdaaaaaa! —exhala en la base de mi cuello.


Qué decepción.

Casi suspiro de disgusto, pero me contengo. En su lugar, espero


a que se calme de lo que obviamente fue el orgasmo que supera
todos los demás orgasmos. No tengo ninguna duda al respecto.

Después de unos segundos, se desliza fuera de mí y me mira


como si fuera la única mujer del mundo.

—Tengo que volver a verte. Eso fue realmente... Me faltan las


palabras.

Sonrío con mi mejor sonrisa ganadora y le ayudo a quitarse el


condón antes de tirarlo por el inodoro.

—Yo también lo he disfrutado.

Se sube la cremallera.

—¿Me das tu número? —Se lo doy como he hecho mil veces


antes con los demás. Es un número falso, por supuesto, pero él no
lo sabrá hasta más tarde—. No creo haber oído tu nombre.

Sacudo mi cabeza.

—Nunca lo dije. Es Jenny.

No es Jenny.

Observo cómo lo teclea antes de inclinarse para besar mi


mejilla.

—Definitivamente te llamaré.

Se dirige hacia la puerta, la abre y mientras desaparece, digo:

—No tengo ninguna duda al respecto.

Todo queda en silencio durante unos segundos, y me tomo mi


tiempo para respirar profundamente. Sigo insatisfecha y eso me
molesta. Mientras pienso esto, él da un paso fuera y cierra la
puerta tras de sí.

—Dejó a mi nena insatisfecha. No podemos tener eso ahora,


¿verdad?

Sonrío al único hombre que he amado, pero que no puedo tener.


También es el único hombre al que le permito tener poder sobre
mí. Él lo sabe y lo utiliza para su ventaja. Con 1,80 metros de
altura, hombros anchos, cabello negro recortado y una mandíbula
pronunciada, Reid Marks es todo lo que una mujer podría desear,
y vaya si lo desean. Es el chico malo tatuado que mis padres
desaprobarían y eso hace que lo desee aún más. Lo he intentado.
Vaya si lo he intentado.

Clavo mis ojos en sus profundos iris marrones. Así como todos
los hombres dicen que se pierden en los míos, yo me pierdo
igualmente en los suyos.

—Estaba a punto de correrme, cuando él...

Me impide hablar colocando su dedo en mi labio.

—Te haré sentir mejor.

Cierro los ojos en un gemido cuando siento su mano deslizarse


por mi vestido. Encuentra mi entrada y desliza un dedo que
rápidamente es seguido por otro.

—Bésame —me ordena, y no lo dudo. Le doy mis labios,


saboreando su sabor mientras me folla con sus dedos. Me pongo
de pie con las manos aferradas al lavabo mientras él me penetra
con sus dedos una y otra vez.

En un instante tiene su pulgar contra mi clítoris y presiona con


fuerza haciéndome gritar.
—Quiero que te corras diciendo mi nombre. Solo mi nombre,
nena. —Su pulgar empieza a dar pequeños golpes en mi clítoris,
pero justo cuando mi orgasmo empieza, retira su pulgar y
comienza a bombear sus dedos con fuerza dentro de mí. La palma
de su mano empieza a golpear mi clítoris con cada sacudida de su
mano maestra. Muy pronto, el orgasmo llega de nuevo, y esta vez
sé que no hay vuelta atrás.

—Dámelo. Scarlet, Ahora.

Exploto a su alrededor, gritando su nombre como la buena


chica que sabe que soy. Nunca me folla, pero se asegura que tenga
los mejores orgasmos que sabe que jamás tendré. Ya me ha dicho
una y otra vez que él no comparte. Nuestro pequeño acuerdo
funciona, porque nos conviene a los dos. Nos hemos
acostumbrado a un cierto estilo de vida juntos, y ciertamente no
es barato.

Cuando Reid desliza sus dedos fuera de mí, los lame lentamente
haciendo que yo esté toda caliente y mojada para él de nuevo.

—Lo haces a propósito.

Me agarra por la parte de atrás de mi cabello y me empuja hacia


él.

—Prueba lo malditamente increíble que eres. —Pega sus labios


a los míos, deslizando su lengua dentro de mí, para que pueda
obtener toda la fuerza de mi sabor. Se aparta de repente.

—No tenemos mucho tiempo. —Me empuja hacia abajo, hasta


ponerme de rodillas, agarrando su gran polla mientras me
posiciono en el suelo. Con su puño todavía en mi cabello, me jala
hacia adelante esparciendo su pre semen en mis labios—. Esos
labios son míos y solo míos. —Hala mi cabeza hacia delante,
haciendo que mis labios se separen para meterlo en mi boca. No
es gentil. Nunca lo es, pero me importa una mierda. Él es el único
hombre al que dejo que me trate como lo hace, porque es el único
hombre que realmente me cuida... que me ama de la única
manera que sabe que yo anhelo.

Cuando él empieza a tomar ritmo, suena un golpe en la puerta.

—¡Vete a la mierda! —Reid grita, mientras su ritmo se vuelve


frenético—. Maldición, ojalá tuviera tiempo para saborearte —
gruñe, apretando más mi cabello y empujando su polla más
profundamente en mi boca. Él es implacable mientras golpea más
rápido y más fuerte en la parte posterior de mi garganta—.
Mierda, Scarlet, voy a correrme. —Sacude violentamente sus
caderas, y siento cuando el líquido golpea la parte posterior de mi
garganta. Lo trago todo, dejando que se deslice hacia abajo—. Eso
es, nena. Trágame. Traga todo de mí. —Oigo su suspiro de
satisfacción mientras lo limpio.

Una vez termino, él se sube la cremallera y me ayuda a ponerme


en pie. Con una mano alrededor de mi cuello, me hace mirarle a
los ojos.

—Sabes que nadie puede amarte como yo, ¿verdad? —Asiento


con la cabeza, pero empiezo a ahogarme un poco cuando pone
presión en mi cuello. Pero tan pronto como la aplica, retira su
mano—. Vamos a limpiarnos e irnos. —Se gira, recogiendo el
ambientador colocado en la esquina de la habitación, el que tiene
una cámara dentro, mientras yo me aliso el cabello y aplico un
poco más de labial en mis hinchados labios.

Una vez que ha terminado, Reid hace un gesto hacia la puerta.

—Las damas primero.

Sonrío, asintiendo en su dirección mientras salgo por la puerta.


Me deja salir primero para que me pierda entre la multitud.
Cuando salgo, un hombre al otro lado me mira y está a punto de
entrar cuando ve a Reid. Sus ojos se abren de par en par cuando
se da cuenta de lo que pudo haber pasado allí dentro. Yo solo
sonrío y sigo adelante.

Ahora hay mucha más gente riendo y emborrachándose.


Mientras me abro paso, me doy cuenta que todas las mujeres
fruncen el ceño en mi dirección mientras sus maridos o novios me
miran. Me limito a sonreír con la cabeza alta mientras me dirijo a
la salida. Una vez allí, me doy la vuelta y encuentro al señor
Caruthers en la barra con la cabeza gacha mientras teclea algo en
su teléfono. Sin duda me está enviando un mensaje de texto, pero
nunca sabré lo que dice el mensaje. Sin embargo, él no ha oído lo
último de mí.

Pronto deseará no haberme conocido.


Capítulo 2

Perdí la virginidad a los catorce años, pero no con cualquiera.


Se podría decir que fui violada. De hecho, el saber que yo no
quería cuando él obviamente lo quería, sería un claro indicio. Pero
el tiempo cambió las cosas. Seguí adelante y me convertí en la
persona que soy hoy. Aprendí a vivir con mi abuso y pronto lo
convertí en mi arma.

Con una sonrisa sensual, miro a los ojos de mi violador al otro


lado de la habitación. Es el cumpleaños veintiocho de mi hermana
mayor. Asísí que, naturalmente, él estaría aquí para celebrarlo. Mi
padre tenía dieciocho años, y mi madre solo dieciséis cuando
tuvieron a Amber. Tengo que reírme para mis adentros cuando
pienso en esto. La historia ac
acabó
abó repitiéndose más adelante.

Su cariñoso marido, Porter, permanece diligentemente a su lado


mientras charlan con sus amigos. Porter aún no se da cuenta,
pero tiene una marca en su cabeza, y la tiene desde el día en que
él y Amber se casaron. No estoy segsegura
ura de cuándo voy a actuar.
Solo estoy esperando la oportunidad perfecta para atacar, segura
que mi día llegará. Es solo cuestión de tiempo.

—Veo
Veo que trabajar en investigaciones realmente está bien
pagado. —Mi Mi hermana sonríe, pero estoy segura que puedo
detectar
tectar una pizca de celos en su voz. Tiene todo el derecho a
estarlo. Puede que no conozca realmente el origen de toda mi
riqueza, pero la parte de las investigaciones no es una mentira.
Reid realmente ya no se dedica mucho a su antiguo trabajo
porque gana un montón de mierda más haciendo lo que hace
conmigo.

—Gran parte de nuestra clientela es de clase alta, Amber. De


ninguna manera es un negocio barato.

Noto nuevamente el recorrido de sus ojos desplazándose desde


mi vestido blanco ajustado de Chanel hasta mis zapatos negros de
tacón de Prada. Realmente vale la pena estar así de bien.

—¿No hay nada en ti que no sea de marca?

Sonrío.

—Amber, si no te conociera mejor, diría que estás celosa.

Ella se ríe y está a punto de responder cuando su marido se


acerca y besa mi mejilla.

—Scarlet, me alegro de volver a verte. Ha pasado mucho tiempo.


¿El trabajo te mantiene ocupada?

Me aseguro de darle mi mega sonrisa mientras acaricio


seductoramente su brazo cuando él se aleja de mí. Amber no se da
cuenta, pero por la mirada de estudiante de preparatoria en la
linda cara de Porter, él sí lo hizo. El rubor de sus mejillas es
evidente, haciendo que la lujuria corra por mis venas. Maldición,
¡podría hacerle cosas perversas!

—Está funcionando bien, gracias. ¿Cómo es la vida en los


ordenadores? —Él es un típico nerd, y mi hermana es profesora de
primaria. Hace un par de años que quieren tener hijos, pero aún
no hay noticias al respecto.

—Es lo mismo de siempre. No se puede decir mucho de mi


trabajo. Bastante aburrido comparado con el tuyo. —Todos nos
reímos.

Él no tiene ni idea.
—¿Recibiste mi regalo? —pregunto, mirando hacia la mesa
donde están todos los regalos.

Ella sacude la cabeza.

—No. Iré a buscarlo ahora. —Se apresura a ir, dejándonos


momentáneamente a Porter y a mí solos. Él parece tímido de
repente, lo que es bastante tierno. Eso lo convierte en un desafío
aún mayor.

Mientras pienso esto, miro hacia mi abusador una vez más y


puedo ver que sigue observándome. Nunca ha podido apartar sus
ojos de mí. Ha pasado al menos un año desde que nos vimos por
última vez, así que, sin duda, aun tendrá curiosidad sobre mí.
Puedo ver la mirada depredadora que me dirige mientras me
observa. Aún no la ha perdido.

—¡Aquí está! —dice Amber alegremente mientras agita la caja


rectangular frente a nosotros. Ella sonríe antes de abrirla. Porter
y yo esperamos pacientemente mientras arranca el papel de la
cajita y cuando levanta la tapa, jadea al ver la pulsera Tiffany de
plata con diamantes incrustados. Me costó una fortuna, pero oye,
me lo puedo permitir. Puede que ella sea una perra, pero sigue
siendo mi hermana.

Y mi hermana tiene algo que yo quiero.

—Oh, Dios mío, Porter, mira esto —grita, casi llorando. Ella
mira hacia mí—. Es demasiado.

Sacudo mi cabeza.

—Para mi hermana no lo es.

Veo esa mirada de culpabilidad cruzar su rostro mientras se


muerde el labio. Se apresura por un abrazo.

—Es precioso. Gracias.


Le acaricio la espalda con ternura.

—No es nada. Lo vi y supe que debía ser tuyo.

Ella se aparta y me pone la pulsera en la cara.

—¿Puedes ponérmela? —Puedo ver el brillo en sus ojos cuando


agarro la pulsera.

Un puñado de diamantes y ella es masilla en mis manos. Los


hombres son predecibles, pero las mujeres también lo son.

Como la hermana cariñosa que debo ser, abrocho la pulsera


alrededor de su pequeña muñeca y observo como ella y Porter
hacen ooh y ahh.

—Es muy dulce de tu parte —dice Porter con una suave sonrisa.

Oh, cariño, no soy nada dulce.

—Hace tiempo que no los veo, y debo admitir que me siento un


poco culpable por eso. Somos una familia y deberíamos pasar más
tiempo juntos. Hablando de eso, ¿dónde está mamá? —En el
cumpleaños de mi padre, en enero del año pasado, me puse en
contacto con mi familia por primera vez en mucho tiempo.
Definitivamente fue una noche que mi padre y yo no olvidaremos.
Tenía un plan entonces para acercarme, pero desapareció durante
un tiempo. He mantenido el contacto con mi madre y mi hermana,
pero no me he esforzado mucho. Ahora que él ha vuelto, ellas
verán mucho más de mí.

Amber, que parece sorprendida por lo que he dicho, tartamudea


un poco.

—Mmmm, ella dijo que llegaba un poco tarde del aeropuerto.


Ella y David están volando de vuelta desde París hoy, pero los
controladores aéreos están de nuevo en huelga. Esperan estar
aquí en una hora. Te quedarás a verlos, ¿no?
Sonrío, pensando que esto será perfecto. Tendré a los dos
hombres que me he follado, en la misma habitación. Verás, la
pequeña y perfecta mamá con su siempre perfecto esposo, no se
da cuenta que David solía follarme en la casa de la piscina cuando
vivía con ellos hace un par de años atrás. En cada oportunidad
que tenía, me follaba. ¿Me pregunto qué dirían sobre eso mamá
perfecta y papi?

—Por supuesto. No me perdería verlos por nada del mundo.

Amber me sonríe alegremente.

—Qué bien. Mamá te mencionó el otro día. Dijo que ella y David
te echaban de menos.

Sí, seguro que David echa de menos algo de mí.

Mientras pienso esto, vuelvo a mirar en su dirección y todavía


puedo verle mirándome fijamente. Amber se da cuenta a dónde
estoy mirando.

—¿Ya han hablado ustedes dos?

Sacudo mi cabeza.

—No, pero estoy segura que lo haremos en algún momento. —


De hecho, estoy contando con ello. Conociéndolo, no podrá
resistirse. Nunca ha podido.

—¿Quieres otro trago? —pregunta Porter, cambiando de tema.


Creo que sabe de nuestra situación y elige intervenir en la
conversación por mi bien. Qué amable de su parte.

—Sí, gracias. Eso sería agradable.

Él agarra mi vaso y se va, dejándonos a Amber y a mí juntas. No


pasa mucho tiempo antes que una amiga de ella esté chillando
cuando observa la pulsera en su muñeca.
—Me lo ha regalado Scarlet —afirma.

Su amiga me mira con una sonrisa.

—Vaya. ¿Te he dicho alguna vez que soy tu hermana perdida de


Brighton? —Todo el mundo se ríe, así que me uno como debería.
Es difícil mantener las apariencias.

—He oído hablar mucho de ti.

Me vuelvo hacia la voz y me encuentro con otro hombre de


aspecto pretencioso de unos veinte años. Lleva el cabello
engominado en un estilo que a algunas mujeres les gustaría, pero
a mí no me gusta.

—¿Disculpe?

Él sonríe y me ofrece la mano.

—Lo siento. Me llamo Kevin. Soy un colega y amigo de Porter.

Eso explica muchas cosas.

—Scarlet —digo, estrechando su mano—. Pero quizá ya lo


sabías.

Kevin se ríe.

—Sí, Porter me dijo que Amber tiene una hermana menor. Él


dijo que eras hermosa, pero no me di cuenta de lo hermosa que
eres en realidad.

Esto me sorprende.

—Oh, lo hizo, ¿verdad? Eso es muy halagador de su parte. —


Justo cuando digo esto, Porter me devuelve mi bebida—. Gracias.
Kevin me ha puesto al corriente de lo mucho que sabe de mí.

Kevin se ríe.
—Solo decía que la habías mencionado, pero no lo hermosa que
es en realidad: ella es impresionante —dice, recorriendo sus ojos
sobre mí.

Sonrío y vuelvo a mirar a lo lejos. No puedo evitarlo. Está ahí,


en el rincón, todavía pensativo, con aspecto de estar a punto de
saltar. Tal vez debería subir la temperatura un poco.

Empiezo a reírme como una colegiala y pongo mi mano en el


hombro de Kevin.

—Oh, que encantador —digo mientras veo cómo sube el rubor


en su cara.

—Voy a ver si Amber está bien. —Porter señala con el dedo a


Amber. Me doy cuenta que de repente se siente incómodo y quiere
dejar nuestra pequeña interacción.

Asiento con la cabeza y me giro, colocando mi brazo alrededor


del de Kevin.

—Entonces, cuéntame más sobre ti.


Capítulo 3

Tras otros diez minutos de conversación con Kevin, me doy


cuenta que quedarse en casa viendo Mastermind habría sido una
aventura mucho más emocionante que esto. Lo he hecho
únicamente para molestarlo.

Y estoy segura que ha funcionado.

Mientras Kevin sigue hablando, espero una oportunidad en la


que sé que me está observando antes de excusa
excusarme.

—Kevin,
Kevin, necesito usar el baño de damas. —No digo que volvería
por él. No tengo intención de conocer las sagas diarias de Kevin
con el portátil, o sobre las noches de bingo con su madre cada
jueves.

Dejo mi bebida sobre la mesa y me abro paso entre la multitud


y salgo al vestíbulo. No miro, pero sé que está observando cada
uno de mis movimientos, y sé que va a seguirme. Subo las
escaleras,, eligiendo deliberadamente usar el baño de arriba. No
habrá nadie allí arriba, así que sé que tendremos mucha
privacidad para hablar. Al fin y al cabo, eso es lo que quiere
Amber.

Mientras doy un paso tras otro, meneo las caderas sabiendo


que, si está mirando,
ando, ya estará sudando. Casi puedo oír sus
jadeos desde aquí. Llego al baño tan rápido como puedo y voy a mi
bolso para sacar el ambientador. Reid se enfadaría conmigo si
supiera que estoy haciendo esto, pero esta es mi primera
oportunidad en mucho tiempo de conseguir la prueba que
necesito sobre la clase de persona que este hombre realmente es.

Coloco el ambientador en la posición perfecta y me giro para


mirar mi cabello en el espejo. Hoy está recogido con un par de
mechones sueltos que acarician mis mejillas. Tengo la cara
enrojecida por el alcohol, pero también por la adrenalina que me
recorre. Debería tenerle miedo, pero ya no lo tengo.
Eventualmente, he aprendido el poder que tengo sobre él, así
como él también cree que tiene el poder, pero la niña asustada
creció rápido y empezó a aprender una cosa o dos.

Cuando empiezo a cerrar la puerta, aparece un pie que me hace


jadear. Algo de esto es actuado, pero otras no. Solo necesito
provocarlo de la manera correcta para conseguir la grabación que
necesito.

Doy un paso atrás, permitiéndole entrar y me presiono contra la


pared.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto cuando entra y cierra la


puerta tras de sí. Veo la sonrisa de satisfacción cuando hace clic
en la cerradura. Recuerdo ese sonido de hace años. Solía traerme
pesadillas, pero de alguna manera, hoy me calma.

—Ha pasado más de un año, Scarlet. ¿No se me permite tener


un rato a solas contigo para preguntarte cómo te va? —Sus ojos
recorren todo mi cuerpo antes de encontrarse con los míos—. Veo
que te va bien. Amber me dijo que trabajabas en una empresa de
investigación.

Él da un paso más cerca y permito que mi respiración se


acelere. Quiero que vea que estoy nerviosa, pero lo único que
siento es el fuego. Todo lo que siento es la humedad que se
acumula entre mis piernas. Es una enfermedad, pero la idea en
que tengo poder sobre él, para variar, me hace suplicar ser follada.
Estoy segura que puede olerlo en mí. Sus ojos siguen siendo
depredadores... aún manteniendo ese brillo de excitación que sé
que tiene cada vez que me hace esto.

—Ayudo a dirigirlo con alguien. Y ese alguien se enfadaría


mucho si supiera que me estás acosando aquí de esta manera. Él
sabe de ti.

Su ceja se frunce mientras da un paso adelante.

—¿Y este alguien, sería tu novio?

—Sí, y es muy protector conmigo. Te matará si me tocas.

Él sonríe, dando un paso adelante de nuevo. Puedo ver que esto


lo está excitando. Cuanto más desafío, mucho mejor. Él es un
enfermo, pero esa enfermedad la ha pasado a mí.

—¿Es eso cierto? —Vuelve a dar un paso adelante hasta quedar


a centímetros de mí. Vuelvo la cabeza hacia otro lado, pero puedo
ver con el rabillo del ojo que está inhalando mi olor. Oigo cuando
agarra una bocanada de aire antes de soplar el calor de su aliento
contra mi cuello. Solía sentirme mal cuando él hacía eso, pero
ahora, puedo encenderme y apagarme como un interruptor—.
Todavía hueles como antes. Eso es lo único que no ha cambiado.
Además, tu cuerpo se ve más firme de lo normal. ¿Has hecho
ejercicio?

Todavía no me ha tocado, pero sé que es cuestión de tiempo.

—No deberías preguntarme eso. ¿Sabes lo inapropiado que es?

Él comienza a reír, una risa malvada y gutural. Puede que haya


envejecido un poco, y su cabello esté canoso, pero sigue
dominando la habitación como antes. Sigue teniendo ese aire de
poder que una vez me hizo temblar de miedo.

Pero ya no más.
—Después de todo lo que hemos hecho juntos, ¿quieres sacar a
relucir mis comentarios inapropiados?

Vuelvo la cabeza hacia él y veo su sonrisa de satisfacción.

—No todo lo que hemos hecho juntos. Todo lo que tú me has


hecho. Ya no puedes hacerme eso. He crecido y he conocido a
alguien con quien soy feliz. Ya no puedes herirme más. —Le
escupo en la cara, consiguiendo la reacción que busco. En un
segundo, tiene su mano alrededor de mi garganta mientras me
golpea contra la pared.

—Escucha pequeña zorra, tú no haces las malditas reglas. Las


hago yo. Yo te hice mi puta. Robé tu inocencia y te hice mía para
siempre. Ningún maldito hombre podrá quitarme eso. Quienquiera
que sea, que piense que tiene derecho sobre ti, puede pensarlo de
nuevo. —Me golpea la cabeza contra la pared y me aprieta el
cuello un poco más. Tras el escozor inicial sonrío, y de repente, se
me escapa una carcajada—. ¿De qué mierda te ríes?

Sorprendiéndolo aún más, coloco mi mano sobre su dura polla.

—Todavía no puedes evitarlo, ¿verdad? Incluso ahora que he


crecido, sigues queriendo follarme hasta la sumisión. Sigues
queriendo tener poder sobre mí. Bueno, te diré otra cosa, papi. —
Inclino la cabeza hacia delante y, sorprendentemente, me deja
acercarme a su oído para susurrarle—. Ya no soy una niña.

Cuando alejo la cabeza, soy testigo del momento en que lo ve.


Sabe que estoy tan enferma como él. Piensa que yo creo que él es
mi verdadero padre, pero no sabe que le escuché aquel día en el
hospital cuando estaba hablando con mi madre. El día que me
sometió y trató de hacer como si todo fuera culpa mía. Fingí que
estaba durmiendo, pero escuché cada palabra. Amber es suya,
pero mi madre tuvo una aventura con otro hombre cuando ella y
mi supuesto padre se habían separado. Al final volvieron a estar
juntos, pero mi madre descubrió que estaba embarazada de mí.
Supongo que el motivo de su forma de ser conmigo viene de ahí
mismo. Él fue incapaz de evitar que mi madre se embarazara de
otro hombre, así que lo usó contra mí. Él nunca tocó a Amber.
Ella era la mayor, y al principio, no podía entender cómo la dejaba
en paz y se metía conmigo. Ese día en el hospital, descubrí por
qué y desde entonces, todo cambió para mí.

Oigo su respiración acelerada mientras le masajeo la polla a


propósito a través de su pantalón. Cuanto más lo hago, más me
mojo. Finalmente, soy yo la que consigue la reacción de él, y
nunca me he sentido tan excitada.

—¿Qué estás haciendo? —me pregunta.

Enfoco mis ojos en los suyos. Sin duda, él puede ver la lujuria
que corre por ellos.

—¿No lo sabes, papi? Esto es lo que quieres, ¿no? Es por lo que


viniste aquí. No me has tocado desde aquel día, ¿verdad?
Seguramente, debes echarlo de menos. Seguramente, debes
extrañar la forma en que solías correrte tan fuerte dentro de mí.
Recuerdo bien todas esas veces... especialmente la última vez.

—Maldita perra —escupe, levantando mi vestido. Todavía tiene


su mano alrededor de mi cuello mientras se desabrocha el
pantalón con la otra. Sé lo que va a ocurrir a continuación, pero
esta vez estoy preparada para ello.

Esta vez, lo deseo.

Y muy pronto, descubrirá cuánto.

Una vez que su polla está libre, levanta mi pierna y empuja mis
bragas a un lado antes de introducirse profundamente en mí.

—¡Mierdaaaaaa! —grita, jadeando contra mi cuello. Empieza a


empujar con fuerza dentro de mí contra la pared—. ¿Qué mierda
está mal en ti? —pregunta, golpeando dentro de mí, una y otra
vez.

¡¿Él está Preguntando qué está mal en mí?! Eso es gracioso.

—Esto es lo que quieres. Es lo que siempre deseas. ¿No soy una


buena chica? —pregunto, gimiendo mientras él golpea el final de
mi cuello uterino. Puedo sentir el clímax que se avecina. Este será
el segundo que tengo con él. El último hizo que desapareciera, y
no lo había vuelto a ver desde entonces. Me permito disfrutar de
ello porque el sexo es ahora mi arma.

No la suya.

Puedo sentir la presión de su mano apretando mi cuello, pero


en lugar de hacerme daño, actúa como combustible para mi
orgasmo. Llega más rápido, subiendo a medida que mi cuerpo se
tensa.

—¡Me corro! —grito antes que se desborde a través de mí.


Mientras mi orgasmo continúa, él me muerde con fuerza en el
hombro, gruñendo su propia liberación.

Nos quedamos así contra la pared, con nuestras respiraciones


calmándose. Aún no me ha soltado el cuello. Todavía cree que
tiene el poder.

—¿Qué mierda ha sido eso? —pregunta. Se aparta, mirándome


como si de repente me hubiera convertido en algo extraño para
él—. Eres una zorra enferma. Una maldita puta —escupe.

Me subo la chaqueta del vestido por encima del hombro


expuesto que ha mordido y le sonrío.

—A papi no le gusta cuando hace que me corra.

El dorso de su mano viene de la nada impactando con fuerza


contra mi mejilla derecha. Sin embargo, no me inmuta. Estoy
adormecida ante cualquier dolor que inflinja en mí. En cambio,
me sujeto la mejilla, pero le sonrío mientras se sube los
pantalones. Una vez que ha terminado, se acerca a mí sosteniendo
un dedo en mi rostro.

—Eres una perra venenosa. Haznos un favor a todos y vete


antes que llegue tu madre. —Se gira para irse, así que agarro el
ambientador de la esquina y salgo corriendo detrás de él. Cuando
está a punto de bajar las escaleras, me acerco a él y le susurro.

—Creo que mi padrastro se alegrará de verme. De hecho, la


última vez que viví con él, me folló en el jacuzzi de atrás mientras
mamá estaba en la parte delantera de la casa cultivando el jardín.
A David le gusta la emoción de ser atrapado, pero por supuesto,
tú sabes todo eso, ¿no es así? ¿No estás orgulloso de mí, papi?

Paso junto a él, notando la conmoción y la ira en su rostro.


Cuando llego a la mitad del camino, me doy cuenta que quiere
decir algo, pero cuando mi madre aparece y grita:

—¡Scarlet, ahí estás! Te he buscado por todas partes

Él se calla de repente.

—He estado arriba charlando con papá.

Ella sonríe, mirando hacia arriba.

—Oh, qué bien. Ya era hora que hablaran de nuevo. —Ella me


abraza y yo la acepto como la buena hija que soy. Me doy cuenta
que David está detrás de ella, así que mientras mi madre saluda a
mi padre, yo paso adelante y me acerco a abrazar a David. Lo beso
en la mejilla seductoramente, y él me ronronea al oído:

—Estás más hermosa que nunca. —Dejo que me rodee la


cintura con su brazo, y todo el tiempo observo la reacción de
papá. La furia es la única palabra que describe lo que está escrito
en su cara.
Bueno, realmente ¿Qué esperaba él?

—Hacía años que no estábamos juntos así. Me alegro que hayan


podido venir. Ha pasado demasiado tiempo.

Sé que mi madre se está refiriendo a mí por haber perdido el


contacto este último par de meses, pero todo pasa por encima de
mi cabeza.

—Lo siento. He estado ocupada con el trabajo y otras cosas,


pero me he dado cuenta recientemente de lo importante que es la
familia.

Mi madre me mira con una sonrisa de orgullo sobre su rostro.

—Eso es maravilloso, cariño. ¿Significa eso que te veremos


más?

Siento a David apretar mi cintura.

—Me encantaría volver a verte más.

Sí, seguro que sí.

Miro brevemente a mi padre y veo que le sale una vena del


cuello. Sé que no le gusta la idea que nadie me toque más que él,
pero ya no soy la niña que él puede controlar. Debo admitir, sin
embargo, que el pequeño diablillo que hay en mí le encanta verle
retorcerse por una vez. De hecho, daría cualquier cosa por follar
con alguien delante de mi papá. Tal vez debería enviarle un video.

—Me encantaría visitarlos. El trabajo es una locura, pero estoy


tratando de encontrar más tiempo libre ahora.

Mi mamá me aprieta el brazo.

—Debes venir más por la casa ahora que vuelve el verano.


Recuerdo lo mucho que te gustaba la piscina cuando vivías con
nosotros.
Siento que David vuelve a apretarme y me esfuerzo por ocultar
mi sonrisa. La piscina era la sede de muchas fiestas sexuales cada
vez que David podía ponerme las manos encima.

Pienso en la vez, cuando mi madre estaba hablando por teléfono


en el salón y David y yo estábamos en la cocina. Al segundo en
que ella dijo "Hola" a quienquiera que estuviera en la línea, David
corrió hacia mí, me empujó sobre la mesa del comedor, y me folló
sin piedad. Estaba muy excitado. Ella Podría haber entrado en la
habitación en cualquier momento, y la emoción de ello le excitó
tanto que se corrió en cuestión de segundos. Le reprendí por ello y
le hice que me comiera el coño, mientras mamá seguía hablando
por teléfono. Le follé la cara como si no hubiera un mañana. Si
había una cosa en la que David era bueno, era en comer coños.

—Eso sería agradable. Hace mucho tiempo que no nado. Ahora


voy al gimnasio para mantenerme en forma.

Mi madre me recorre con la mirada.

—Ya veo. Te ves tan hermosa y saludable.

—Gracias.

—Mi número sigue siendo el mismo. Llámame y acordaremos


algo. ¿Tal vez el próximo fin de semana?

Asiento con la cabeza.

—Sí, eso sería perfecto.

Mi madre, obviamente satisfecha con mi respuesta, se dirige


hacia mi padre.

—Entonces, ¿cómo estás, Richard? Hace tiempo que no te


vemos.

Mi padre aparta de mala gana sus ojos de mí para mirar a mi


madre.
—Estoy bien, gracias. El trabajo me llevo a Francia durante un
año, y hace poco que he vuelto.

Mi madre sonríe.

—Eso me ha dicho Amber. Dice que te ha echado mucho de


menos. —La cara de mi padre se ilumina ante eso. Amber siempre
ha sido la niña de los ojos de papá.

—¿Cómo está yendo la escritura? He oído que tu nuevo thriller


fue un gran éxito.

—Está yendo bien. De hecho, tengo otro que saldrá la próxima


semana. Aproveché mi estancia en Francia para escribir. He
escrito más libros en un año que en toda mi carrera de escritor. —
Luego me mira—. Pero echaba demasiado de menos a mis chicas.

No puedo resistir el gruñido que le dirijo. Nadie me ve mientras


disparo dagas al hombre que me arruinó por dentro. Antes me
importaba, pero ya no. No puede hacerme daño mientras mi muro
de acero se mantenga firme en su sitio.

Veo cuando mira la mano de David alrededor de mi cintura, y el


gruñido se convierte en una sonrisa. Me doy cuenta de lo que está
pensando. Puede que mi madre y mi hermana hayan estado
siempre ciegas a su Mr. Hyde oculto, pero yo sé muy bien de lo
que es capaz. Él se atreve a enfadarse porque otro hombre me está
tocando, pero supongo que lo estaría, teniendo en cuenta que ese
hombre está casado con mi madre. La idea casi me hace reír a
carcajadas.
Capítulo 4

Me fui después de otra hora. Era demasiado agotador fingir ser


la hija y hermana cariñosa de su adorable familia. Poco lo saben,
pero odio a cada uno de ellos. Sin embargo, lo actúe por todo lo
que valía la pena. Coqueteé delante de mi padre todo lo que pude,
dejando que David m
mee tocara cada vez que tenía la oportunidad.
David ya no me importa. Fue útil una vez cuando vivía con ellos,
pero no tengo ganas de volver allí de nuevo. Reid no me dejaría, de
todos modos.

Mientras pienso en esto, mi mente se regresa a la fiesta cuando


sentí
ntí una gota de semen resbalando por mis piernas. Cuando
nadie estaba mirando, miré a los ojos de mi padre, puse un dedo
en el interior de mi muslo y me lamí el dedo. Pude ver el fuego en
sus ojos, y me hizo hervir la sangre de deseo. Hace años, me
habría alejado de él, pero hoy, me encontr
encontraba atraída hacia él
como una polilla a la llama. Como la persona enferma y pervertida
en la que me he convertido, me alimenté de su energía,
necesitando ser follada suciamente. Me encantó que él me lo
diera. Me encantó q
que
ue tuviera un elemento de poder sobre él.
Supongo que las malas compañías realmente corrompen la buena
moral.

Es curioso cómo cambian las cosas cuando vuelvo a la realidad.


Regreso a mi casa en Kingston upon Thames, Londres, y en
cuanto atravieso la puerta, corro hacia el inodoro y vomito.
Imágenes de mi padre atándome a la cama, mordiéndome, y
forzándose en mí, chocan en mi mente. Nunca fue gentil. Siempre
que podía, me producía dolor. Era casi como si se excitara con mi
dolor. Cuando me meto en la ducha después de haber vomitado,
una imagen de mí siendo arrojada a la ducha después que mi
padre me violara, se estrelló en mi cabeza. Él entro y me meó
encima mientras yo sangraba por una de sus mordeduras.
Mientras dejo que el agua caiga en cascada por mis hombros, me
miro el interior de mi muslo a la cicatriz descolorida con la que me
marcó. La mayoría de la gente no sabría lo que es, a no ser que
miraran de verdad. Pero yo lo sé. Trazo las líneas que la rodean,
enfadándome cada vez más al pensar en lo que me hizo. Me
vienen recuerdos de cuando le rogaba de niña que no me hiciera
daño. Siento que las lágrimas me escuecen, pero estoy decidida a
no dejarlas caer. No le dejaré ganar. Nunca le dejaré ganar.

Actuando en piloto automático, hago algo que no he hecho en


años. Empiezo a restregarme. Pongo el agua tan caliente como
puedo soportar y froto mi piel hasta que está roja y en carne viva.
Temprano, lo único que quería era que cada centímetro de él me
invadiera. Ahora, tengo que sacarlo de mí a toda costa. Tengo que
lavarlo como si fuera una enfermedad, frotar mi piel hasta que
sangre. Es cierto lo que dicen. Si te acuestas con perros, cogerás
pulgas. Esta soy yo ahora, limpiándome de él. ¿Qué tan loco es
eso?

—¿Qué mierda? —Salto al oír la voz de Reid. Me mira fijamente


con ojos furiosos y muy abiertos mientras recorre mi piel que
parece quemada—. Sal de la maldita ducha, ahora. No me hagas
decírtelo otra vez. —Se hace a un lado para que salga, y lo hago
después de cerrar el agua. Sé que está enfadado y sé por qué.

Una vez fuera de la ducha, agarro una toalla y me envuelvo con


ella cuando Reid da un paso hacia adelante, me agarra por los
hombros y me empuja contra la pared.

—Te lo has follado, ¿verdad?

—Reid, yo...

—No puedo creer esta mierda. —Cierra los ojos mientras sacude
la cabeza. Puedo sentir la rabia que sale de él. Nunca lo había
visto tan enojado—. Dime —dice mirándome a los ojos—. Mírame
a los ojos y dímelo.

—Él estaba en la fiesta de cumpleaños de Amber y no podía


dejar de mirarme y yo jugué un poco con él.

Los labios de Reid se fruncen de rabia.

—Le diste celos, y eso te excitó. —Asiento con la cabeza—. ¿Y


luego qué?
—Él me siguió hasta el baño. Subí deliberadamente para que
me siguiera.

Reid me golpea contra la pared haciéndome gritar.

—¿En qué mierda estabas pensando?

—No lo entiendes —respondo con voz temblorosa—. Tenía la


cámara conmigo. Ahora tengo pruebas del tipo de hombre que
realmente es. Tengo la ventaja.

Me agarra del brazo y me acerca al espejo. Señala mi piel roja.

—¿Valió la pena, Scarlet? ¡Mírate!

Me alejo de él con rabia.

—Me importa una mierda. Fui allí con un propósito, y conseguí


lo que buscaba. Puedes comprobarlo si no me crees.

Reid se pone delante de mí y me agarra la barbilla, jalando mi


cabeza hacia él.

—¿Por qué mierda querría ver a esa escoria con sus manos en
ti? Lo mataré, maldita sea, lo juro, Scarlet. Le arrancaré las tripas.

Sacudo la cabeza.

—No, no. Juro que no lo volveré a hacer. —Pero sé que le estoy


mintiendo.

—¿Por qué lo estas protegiendo?


Mis ojos se entrecierran con rabia.

—No lo estoy protegiendo. Te estoy protegiendo a ti. Mi vida no


sería nada si te enviaran a la cárcel por él. Me disgusta pensar
que pudieras cumplir una condena por el asesinato de mi padre.
El padre que solía violarme repetidamente cada vez que podía. Me
mataría. No dejaré que me toque de nuevo. Lo juro por mi vida.
Por favor.

Él busca en mis ojos como si tratara de encontrar la verdad.


Cuando mira a mis labios, suspira.

—Si te vuelve a tocar, lo mato. —Asiento con la cabeza, porque


al menos puedo concederle eso—. ¿Has visto a David? —Asiento
con la cabeza de nuevo—. ¿Dejaste que te tocara?

Niego con la cabeza.

—No. Sabes que nunca lo haría sin tu permiso.

Él me aprieta un poco más la barbilla.

—Solo recuerda eso, maldición. —Sus ojos miran al suelo—. De


rodillas. —Hago lo que me dice y veo cómo Reid saca el cinturón
del pantalón. Una vez que ha terminado, camina detrás de mí—.
Pon tus manos en la espalda. —Hago lo que se me indica, y me
ata las manos con firmeza antes de volver a ponerse delante de
mí. Veo cómo se desabrocha el pantalón y saca su polla erecta.
Parece enfadado mientras se masajea delante de mi rostro. Me
inclino hacia delante, dispuesta a metérmelo en mi boca, pero
Reid me agarra por el cabello y me tira hacia atrás—. Hoy no. Me
has desobedecido. Ahora es el momento de tu castigo.

Cierro los ojos porque sé lo que va a ocurrir. Ya me hizo esto


una vez cuando me sorprendió coqueteando con alguien en un
club nocturno. Era un coqueteo inofensivo, pero a Reid no le
gustó. Él es el que elige los blancos. La única excepción será el
esposo de mi hermana. Dijo que al menos me daría eso.

—Abre tus malditos ojos. —Los abro de golpe y veo como Reid
bombea su polla delante de mi rostro. El impulso de lamerlo es
abrumador, pero él lo sabe. Sabe que el deseo que me atraviesa es
más profundo que cualquier océano, cualquier arroyo o cualquier
río. Muero por ser tocada, muero por tocar, y muero por ser
follada en formas que harían que la gente se cuestionará mi
cordura. El sexo es mi arma, y necesito usarlo tan a menudo como
sea posible. Vivo de él y me alimento de las necesidades de otras
personas por mí. Si te deseo, te voy a tener. Es tan simple como
eso.

—No te atrevas a girar la cabeza —advierte Reid mientras sigue


bombeando. Puedo ver la tensión en su cuerpo mientras jala su
polla hacia adelante y hacia atrás. Veo cómo su prepucio se
mueve hacia arriba y luego hacia abajo mientras se ordeña la
polla. Puedo oír su respiración entrecortada mientras bombea más
fuerte y más rápido—. Voy a correrme sobre ti.
Siento que mi coño palpita ante sus palabras. Estoy deseando
que me folle, pero sé que no lo hará. Nunca lo ha hecho. Sabe que
esto me vuelve loca, así que lo aprovecha al máximo.

Estoy siendo castigada por follar con mi padre.

Oigo a Reid gemir, y sé que está cerca. Estoy en sintonía con su


cuerpo. Agarra mi cabello en su puño, jalando ligeramente mi
cabeza hacia atrás mientras bombea su polla sobre mi rostro.

—¡Mierda! —grita mientras su cuerpo se mueve en sintonía con


su mano—. Me voy a correr. —Explota, tirando de mi cabeza
hacia delante y hacia atrás mientras me cubre la cara y el pecho
con su semen. Una vez que ha terminado de bombear lo que
puede, me lo restriega por los labios, por el cuello y por el pecho—.
No debes lavarte esto hasta mañana. ¿Entendido? —Jala mi
cabeza hacia atrás, haciendo que lo mire. Asiento con la cabeza—.
Bien. Ahora, lámeme hasta limpiarme.

Me pongo a trabajar lamiendo alrededor de sus bolas y su polla


semi erecta, mientras él acaricia mi cabello.

—Eso es. Límpiame bien. —Una vez que está satisfecho, me


aparta la cabeza—. Es suficiente.

Empieza a subirse el pantalón antes de levantarme del suelo. Él


me tira del brazo hasta que salimos del baño y bajamos a la
planta baja en el comedor. Me coloca frente a la mesa del comedor
y me empuja hacia delante para que una de mis mitades esté
sobre la mesa.
—Abre las piernas. —Hago lo que me dice y mi respiración se
empieza a agitar por la anticipación. No puedo verlo porque está
detrás de mí, así que intento girarme cuando siento el escozor
contra mi culo.

—¡Ahh! —grito mientras me azota.

—¿Qué te he dicho una y otra vez? —ladra.

—Tú dices cuándo y tú dices con quién.

Me vuelve a azotar, haciéndome chillar.

—Así es. Entonces, ¿por qué me desobedeces?

—¡Para tenerlo en cámara! —grito.

Me vuelve a azotar.

—Pero no es solo eso, ¿verdad? Dímelo. —Me azota de nuevo y


cierro los ojos para combatir el dolor.

—Quería el poder sobre él. Quería que supiera que podía hacer
que me follara y no al revés. Me alimenté de su necesidad de
follarme. Yo lo deseaba. ¿Es eso lo que buscas? ¡Quería su polla!

No necesito una bola de cristal para saber lo que va a hacer a


continuación. El escozor me dice lo malditamente enfadado que
está conmigo.

—Nunca más. ¿Me oyes?


—¡Sí! —grito, esperando el azote de nuevo, pero me sorprende
cuando nunca llega. En su lugar, siento su mano acariciando mi
espalda desnuda con tiernas caricias. Gimo, buscando su
contacto y tratando de empujarme contra él.

—No te muevas —me dice, colocando su dedo entre mis


húmedos pliegues—. Estás malditamente empapada para mí.

—Por favor —chillo, empujándome contra su dedo.

Vuelvo a sentir el escozor.

—Te he dicho que no te muevas, maldición.

A estas alturas, todo mi cuerpo está en llamas. El escozor junto


con las tiernas manos y dedos de Reid acariciando mi cuerpo me
hace temblar de una necesidad tan intensa, que estoy deseando la
liberación y Reid lo sabe.

Espero en agonía cuando aparta su mano y la sustituye por algo


que vibra contra mi entrada. Empuja un poco dentro de mí y el
placer se dispara por mi columna vertebral.

—¿Más? —me pregunta.

Asiento con la cabeza.

—Por favor.

Vuelve a empujar, esta vez un poco más profundo, mientras


utiliza la otra mano para frotar la vara contra mi clítoris.
—¡Oh, Dios! —grito, queriendo desesperadamente moverme,
pero sabiendo que no puedo porque estoy restringida. Esto es lo
que quiere. Esto es lo que él anhela.

Y él es el único hombre al que le dejaría hacerme esto.

—Te gusta esto, ¿eh? ¿Te gusta cuando te follo así? ¿Deseas que
fuera mi polla?

—¡Sí! —grito. Él sabe que daría cualquier cosa porque me follara


así de verdad. Quiero sentirlo cuando empuje con fuerza dentro de
mí, follándome como sabe que deseo. Quiero que me folle una y
otra vez hasta que ya no pueda más. Quiero sentir cuando se
corra dentro de mí, cubriéndome con su semilla y marcándome
como sé que nadie más puede hacerlo.

Él sigue empujando el vibrador dentro de mí y frotando la vara


contra mi clítoris. Mi cuerpo se pone rígido mientras una ola tras
otra de placer me invade. Gimo, gritando el nombre de Reid
mientras me folla con más fuerza.

—Eso es. Di mi nombre. Solo. Mi. Maldito. Nombre. —Él retira


la vara, golpeándome una vez más. Vuelvo a gritar cuando el dolor
junto con el placer hace que mi orgasmo comience a crecer.

—Reid, voy a...

Saca el vibrador de mí, dejándome al borde del orgasmo.

—Yo digo cuando puedes correrte.


Gimo, sabiendo que este es mi verdadero castigo. Reid conoce
cada pulgada de mi cuerpo. Sabe que robarme un orgasmo me
destruirá.

—Reid, por favor. Necesito correrme.

—¿Sabes lo hermosa que te ves tendida en la mesa de esta


manera? Tu coño está hinchado y rojo. Está suplicando, Scarlet.
Quiere mi polla.

—Por favor —suplico de nuevo—. Por favor, fóllame. Quiero que


me folles. No el vibrador. Tú.

Veo movimiento por el rabillo del ojo, y Reid aparece,


masturbando su dura polla con las manos. Cierro los ojos en un
gemido. Lo más probable es que la haya sacado desde que empezó
a follarme con el vibrador.

—Mírame. —Abro los ojos y lo encuentro inclinado frente a mí—


. Ya te lo he dicho una y otra vez. Cuando te folle, seré el último
hombre que lo hará. —Se levanta y me coloca en el borde de la
mesa—. Ahora, dependiendo de lo bien que hagas esto determina
si te doy el orgasmo que tu cuerpo está buscando
desesperadamente. ¿Entendido? —Asiento con la cabeza y abro la
boca para aceptar su dura polla. Comienza a embestirme,
mientras yo no puedo moverme, pero hago lo que puedo, girando
mi lengua alrededor de él y tomándolo todo lo que puedo.

—Eso es, nena. Ya sabes lo mucho que me gusta eso —jadea.


Después de un rato de bombear su polla en mi boca, me agarra la
cabeza. su respiración haciéndose más pesada—. Voy a correrme,
y tú te lo vas a tragar. —Empuja violentamente una última vez y
siento cuando su líquido golpea el fondo de mi garganta. Trago
como me ha indicado y cierro los ojos cuando siento que me
acaricia mi cabello—. Eso ha estado bien, nena. Ahora te toca a ti.

Él desaparece de nuevo detrás de mí y espero con ansia el


vibrador. Siento cuando lo desliza dentro, pero me sorprendo
cuando en lugar de la vara, siento su lengua esta vez.

—¡Mierda! —grito, sabiendo que voy a explotar antes de lo que


esperaba. Todavía estoy reprimida por el orgasmo perdido hace
unos minutos y mi cuerpo está más que listo para ello.

—Móntame —me indica Reid. Su mano se queda quieta, así que


empiezo a mover mis caderas arriba y abajo, yendo al ritmo que
quiero. Mientras me muevo, siento la lengua de Reid deslizándose
por mi clítoris. Sensaciones como ninguna otra empiezan a subir
por mis entrañas. Estoy desesperada mientras me muevo más
rápido, mi respiración se vuelve más agitada con cada movimiento
que hago. Puedo sentir cómo aumenta, puedo sentir el placer
trascendental que recorre mis venas. Mi cuerpo tiembla y los
vellos de todo mi cuerpo se erizan mientras mi orgasmo se prepara
para el crescendo que acabará con todos los crescendos.

Sabiendo que se acerca, aprieto al rededor del vibrador con un


último gran empujón y exploto, dándole a Reid lo que quiere. Grito
su nombre una y otra vez, mientras mi orgasmo empieza
empañarme la vista. Puede que él nunca me haya follado antes,
pero me da los mejores orgasmos que he experimentado sin duda
alguna.

Cuando mi cuerpo tembloroso se calma, siento que el vibrador


se desliza fuera de mí.

—Malditamente hermosa —murmura Reid mientras me levanta


de mi posición. Me tambaleo ligeramente, sintiendo que el
cansancio abrumador inunda mi cuerpo. Reid me agarra—. Te
tengo, nena. Siempre te tengo. —Deshace su cinturón de mis
muñecas y me levanta en sus brazos. Me lleva al segundo piso y
me pone suavemente en la cama. Se acuesta a mi lado y nos
cubre a los dos antes de acurrucarnos en la posición que él sabe
que me gusta. Odio la intimidad, pero con Reid, la anhelo. Puede
que me haya castigado, pero ahora me recompensa con su
bondad.

Siento cuando sus labios tocan mi hombro, y suspiro con una


sonrisa.

—Duerme, nena. Mañana tenemos que hablar.


Capítulo 5

13 de mayo del 2007

Hay un chico en la escuela que me gusta mucho. Se llama


Stuart. Es un par de meses mayor que yo, con el cabello rubio
ondulado y los ojos azules más brillantes. Mucha gente piensa que
haríamos una pareja increíble. El problema es que no puedo tener
una relación.
elación. No me lo permiten. Si mi padre se enterara, me
mataría.

Pero no es por falta de intento por parte de Stuart.

Él ha estado tratando de llamar mi atención y encontrar


excusas para venir y hablar conmigo durante la escuela. Hoy,
cuando me iba, caminó hacia mí y me mostró esa sonrisa infantil
que tanto me gusta. Yo le correspondí con mi propia sonrisa, y vi
el momento en que supo que él también me gustaba. Fue obvio
por la forma en que mis mejillas se sonrojaron cuando colocó un
mechón de cabello detrá
detráss de mi oreja cuando hablábamos. Estaba
enamorada y no me quedaban excusas.

—Hace
Hace tiempo que quería hablar contigo.

Mantengo mi sonrisa, pero miro a mi alrededor para ver si él


puede estar mirando. A veces me sigue. Él es así de malo. Incluso
ha esperado enn la puerta del colegio unas cuantas veces para
asegurarse que fuera a casa sin nadie más. No puedo tener
amigos y no me permite salir a ningún sitio. Hace un año le dije a
mi hermana que nuestro padre me tocaba en lugares que no
debía. Se enfadó y le dijo a mamá que me estaba inventando cosas
por ser vengativa. Sabían que no me llevaba bien con mi padre,
pero no saben qué clase de monstruo hay dentro de él. Soy la
única persona que ha estado en contacto con él. La única persona
que conoce sus verdaderos colores.

Basta con decir que me sentaron y hablaron conmigo sobre mis


mentiras. Tuve que decirles que lo inventé porque papá estaba
siendo malo conmigo. ¿Cómo podría contarle a mi madre y a mi
hermana las cosas que hace si no me creen? He sido la oveja
negra de la familia desde entonces.

Un paria en mi propia casa.

—¿Estás esperando a alguien?

Vuelvo a girar la cabeza hacia Stuart y sacudo violentamente la


cabeza.

—No, yo... Es solo que a veces mi padre me recoge. Estaba


comprobando... por si acaso.

Su boca se levanta un lado, dándome esa sonrisa linda y torcida


que a todas las chicas del colegio les gusta tanto. Él es popular y
muchas chicas lo desean. Sin embargo, por alguna razón sigue
persiguiéndome.

—Me he dado cuenta que te recoge de vez en cuando. Entonces,


¿es protector con su hija?

No le devuelvo la sonrisa. No hay nada por lo que sonreír


cuando se trata de mi padre.

—Podría decirse que sí.


Se acerca un poco más.

—Entonces, ¿se opondría fuertemente si le pidiera a su hija


salir? ¿Tal vez este sábado? Podríamos ir a ver una película si
quieres. Acaba de estrenar Spiderman 3.

Las mariposas comienzan en mi estómago. No hay nada que no


daría por salir con Stuart Solomon al cine este sábado. Daría
cualquier cosa por poder hacer cosas normales de adolescente,
con adolescentes normales. El problema es que yo no soy normal.
Mi padre se ha asegurado de ello.

—Me encantaría...

—¿Por qué percibo un "pero" venir? —Suspiro, y es entonces


cuando veo la frustración en sus ojos. Realmente quiere salir
conmigo—. Vamos, Scarlet. Hace tiempo que quiero salir y tengo
la sensación que quieres venir, así que ¿qué es lo que te retiene?
¿Es tu padre? Porque podría preguntarle...

—¡No! —grito un poco demasiado fuerte. Él puede ver el pánico


en mis ojos, así que miro dócilmente hacia otro lado—. Eso no
será necesario.

Me toca el brazo con ternura y me estremezco. No es mi


intención estremecerme. Es que cada toque lo asocio al dolor, al
sufrimiento y a llorar hasta quedarme dormida por la noche.

—Scarlet, ¿va todo bien en casa?

Las lágrimas me pican en los ojos, pero las reprimo. No puedo


dejar que me vea así. Sabrá que algo pasa. Cuando mi padre se
enteró que le había contado cosas a mi madre y a mi hermana, me
hizo pagar por ello.

—Todo está bien. —Me sale el tiro por la culata—. Me


encantaría salir contigo el sábado.
Lo digo antes que mi cerebro se ponga en marcha, pero en el
momento en que veo su gran sonrisa, todos mis temores sobre las
repercusiones se evaporan. Le debo gustar mucho para esforzarse
tanto en conquistarme de esta manera. A pesar de lo
increíblemente guapo, parece amable y dulce.

—¡Genial! —exclama—. Aquí está mi número. —Me da un trozo


de papel y lo miro con una sonrisa irónica—. He anotado el
número por si acaso —dice tímidamente.

Me muerdo el labio y le doy las gracias. Es entonces cuando se


inclina y me besa la mejilla. Sus labios se sienten cálidos contra
mi piel, haciendo que se me ponga la piel de gallina. Ahora mismo,
en este momento, no me importa lo que pueda pasar mañana.
Solo quiero vivir este momento para siempre.

—Llámame —dice, apartándose y apretando mi brazo antes de


irse. Mientras se aleja mira hacia atrás y me guiña un ojo. Lo
único que puedo hacer es sonreírle como una idiota.

Cuando me doy cuenta que parezco una estúpida aquí de pie,


me doy la vuelta y comienzo a caminar a casa. Solo vivimos a
veinte minutos a pie, pero para mí esos veinte minutos son una
tortura. Mi madre es una contadora, así que a veces trabaja hasta
tarde. Mi hermana está en la universidad estudiando la carrera de
docencia. La mayoría de las veces, se queda con su novio, así que
la mayoría de las veces cuando llego a casa, estamos solos mi
padre y yo. Podría intentar quedarme fuera hasta que mamá
llegue a casa, pero el castigo por ello supera con creces tragarme
la bilis y dejar que me haga lo que quiera. Si obedezco, él es
amable, pero solo si obedezco.

Así que agarro el papel que me dio Stuart y doy los pasos hacia
mi casa. Pienso en que tengo que esconderlo, así que abro mi
carpeta del colegio y lo deslizo dentro de uno de los clips. Estoy
segura que mi padre revisa mi bolso, pero no creo que revise mi
carpeta. Tendré que asegurarme de esconder el papel antes que él
vaya a rebuscar en él más tarde. Cuando llego a la última
esquina, agarro aire. Hago esto todos los días porque sé sin lugar
a dudas lo que me esperará una vez que llegue a casa. Dice que la
culpa es mía porque no puede resistirse a mí. No tengo idea de lo
que eso significa. Solo deseo que deje de hacerlo. Cierro los ojos
mientras meto la llave en la cerradura, pero no tengo tiempo de
girarla cuando la puerta se abre de golpe y mi padre se queda allí,
con la mirada más enfadada que nunca. En un instante, me
agarra del brazo, me mete dentro y cierra la puerta de golpe,
detrás de nosotros.

—¡Maldita zorra!

No sé lo que he hecho para que se enfade tanto, pero cuando me


quita la carpeta de mis brazos y jala el trozo de papel del clip, mi
mundo se derrumba.

Mira el papel y vuelve a mirarme antes de romperlo y dejar que


los trozos caigan al suelo. Al principio creo que me va a gritar,
pero de la nada, se abalanza sobre mí, me agarra de la nuca y la
golpea contra la pared. Grito mientras destellos de color bailan
ante mis ojos y mi cabeza me escuece por el impacto. No tengo
tiempo para pensar en lo que acaba de hacer porque en el
momento en que me aparta la cabeza, me agarra por el cabello y
me sube por las escaleras.

Grito y mis sollozos se me escapan. Apenas puedo respirar.

—Papi, por favor, no. Por favor no lo hagas. Haré todo lo que
quieras. Pero no me hagas daño.

Cuando llegamos a la cima de las escaleras, me empuja a mi


habitación, y yo aterrizo en el suelo con un ruido sordo. Cuando
me doy la vuelta, le veo de pie desabrochando su cinturón. Se me
llenan los ojos de lágrimas, sabiendo lo que va a suceder a
continuación. Me maldigo a mí misma por haber bajado la guardia
y haber pensado que podría ser feliz con un chico normal.
Mientras mi padre esté cerca, nunca podré tener una vida normal.
Nunca podré amar y tener a alguien que me ame de vuelta. Sería
mortal para los dos.

—¿Cuántas veces tenemos que repasar esto hasta que se te


meta en la maldita cabeza? —Observo con horror cómo saca el
cinturón y lo encaja en sus manos.

—Lo siento, papi. Él me lo acaba de dar. Si no lo tomaba él


habría... hubiera sospechado. Por favor. Te prometo que no
volveré a hablar con él.

Se cierne sobre mí con el cinturón en alto.

—Tienes la maldita razón, no lo harás. Me aseguraré de ello. —


Su mano vuela hacia abajo, y con ella, yo siento el escozor del
cinturón contra la parte superior de mis muslos y mi torso. Con
cada latigazo del cinturón, grito, pero puedo decir por la mirada
en sus ojos que esto le está excitando más que nunca. Me obligo a
callar. Me hago un ovillo y espero a que la paliza termine. Después
de dos golpes más lo hace, y espero y rezo para que haya
terminado conmigo. No me atrevo a levantar la vista por si vuelve
a empezar. Me limito a mantenerme en esta bola apretada con la
esperanza que se vaya y me deje sola.

—Quítate la ropa. —Está respirando con pesadez, así que sé lo


que ocurrirá a continuación. Sin embargo, no vacilo ya que sé que
recibiré otra paliza si lo hago. En lugar de eso me desenrosco, y
sin mirar en su dirección, empiezo a quitarme mi chaqueta. Una
vez que me deshago de ella, desabrocho rápidamente los botones
de mi camisa antes de tirarla a un lado—. Levántate y quítate el
resto. Y mírame cuando lo hagas.

Hago lo que me dice, con todo el esfuerzo que puedo reunir, me


levanto y empiezo a bajarme la cremallera de la falda. Me obligo a
mirarlo, y todo lo que puedo ver es hambre en sus ojos. Todo lo
que veo es hambre cuando me mira. Tiro la falda a un lado y me
quito los zapatos y las medias. Una vez que me los he quitado, me
pongo delante de él con solo el sujetador y bragas.

—¿Por qué dudas? Quítatelas.

Con manos temblorosas, me desabrocho el sujetador y me bajo


las bragas. Nunca me he sentido tan desnuda y tan vulnerable en
toda mi vida. Sé que el dolor está a punto de llegar, pero con el
tiempo me he acostumbrado a insensibilizarme cuando él se abre
paso dentro de mí.

Señala mi escritorio.

—Ponte ahí y agáchate. Tengo que darte una lección.

Nunca había sentido un dolor así en mi vida. Mi padre se aseguró


de enseñarme una lección y vaya si funcionó. No solo sangré, sino
que también tuve que correr al baño después, antes de cagarme en
mis bragas. Tuve que bañarme durante más de una hora solo para
detener el escozor. Todo el tiempo en el baño lloré y lloré, hasta que
no pude derramar otra lágrima.

Mi padre me dijo después que lo volvería a hacer si alguna vez le


desobedecía. Así que, desde ese día, si alguna vez se me acercaba
un chico correría hacia el otro lado, lo cual no me dejaba otra opción
con Stuart. Al día siguiente le dije que nunca me había gustado y
que me dejara en paz.

Funcionó porque a partir de ese momento me clasificaron como


una perra de corazón frío en la escuela. Papi me quería para él, y
durante mucho tiempo me tuvo.

Todavía me tiene.
Capítulo 6

Estiro mis brazos, bostezando, y sintiendo la tensión en mi culo.


Sonrío, recordando el castigo de Reid. Siempre acabo sintiéndome
renovada, cada vez que Reid me folla como lo hace. Solo deseo que
se entregue a mí. Todo a su tiempo, supongo.

—El desayuno está


stá listo.

Miro hacia arriba, y Reid está de pie, usando solo jean. Él se ve


perfecto así, pero supongo que lo sabe. Su cabello está despeinado
por el sueño, pero sus ojos marrones claros brillan con energía.
No puedo evitar recorrer con la mirada su cuerpcuerpoo bronceado y
musculoso. Mis ojos casi bailan sobre cada línea de sus perfectos
abdominales. Oh, las cosas que le haría si me dejara. Dudo que
haya planeado pasar la noche conmigo, pero supongo que después
de lo que pasó, sintió que era necesario. Él conoc
conocee algunas partes
de mi pasado, pero no todo. Sabe que nunca tendré sexo anal con
nadie, y creo que sabe por qué. Solo que nunca le dije la razón
real.

—Lo
Lo que sea huele bien.

—Son solo tostada. Vamos... y trae tu encantadora desnudez


contigo.

Él sonríe y me
e quedo sentada unos segundos
segundos, después que
desaparezca sonriendo. Reid es el único hombre que puede
hacerme sonreír de verdad. Reservo todas las sonrisas más
brillantes para él.

Una vez levantada agarro mi bata de seda. Mientras me hago el


nudo, entro en la cocina y me encuentro con Reid poniendo un
gran sobre blanco en la mesa.

—Caruthers ha pagado.

Frunzo el ceño, agarro el sobre y veo el fajo de billetes de 50


libras.

—¿Tan pronto? —pregunto, volviendo a levantar la vista.

Reid coloca unas tostadas delante de mí y una taza de buen


café negro humeante.

—Se lanzará para la alcaldía. No quiere que esto salga a la luz


antes que empiece su campaña. Lo arruinaría.

—Entonces, ¿lo hicimos bien?

Él asiente con una brillante sonrisa.

—Lo has hecho muy bien. —Se acerca, plantando un beso en la


parte superior de mi cabeza—. Sin embargo, siempre lo haces. Si
esto sigue así, seremos capaces de tener nuestro propio club en
los próximos meses. —Cuando se aleja, mira mi bata. Con un
dedo, jala del cinturón y observa cómo se abre. Con el mismo dedo
recorre una línea desde mi vientre hasta mi pecho antes de tocar
mis senos—. Mierda, me encantan estas —dice pellizcando mi
pezón endurecido con el pulgar y el índice. Se inclina y me besa
profundamente antes de apartarse. Los dos estamos jadeando y
sin aliento, pero sé que no va a hacer más.

—Cómete el desayuno. —Señala la tostada y se sienta frente a


mí para comer—. Sabes, he estado pensando. ¿Por qué no nos
mudamos una vez que tengamos todo el dinero? No necesitamos
comprar un club aquí. Podemos alejarnos y empezar de nuevo.
Sería bueno para los dos.

Me siento con la cabeza ladeada mientras contemplo esa idea.


Tengo tantos recuerdos viviendo aquí, pero en su mayoría no son
los mejores. Reid lo sabe, y supongo que lo sugiere por mi bien.

—Ya no estoy asustada por él. Puedo vivir aquí sabiendo que
está ahí fuera. No importa lo lejos que vaya, él siempre estará
cerca.

—¿Crees que él te seguiría?

Me río.

—No me sorprendería. Todavía me ve como su propiedad. —La


aguda inhalación de Reid es lo que hace darme cuenta de lo
estúpido que fue revelar lo que hice en la última frase. Él ya se
siente asesino por lo que he hecho. No necesitaba echárselo en
cara también—. No debería haber dicho eso.

Sus ojos afilados se clavan en mí.

—Si es lo que dijo, entonces me alegro que me lo hayas dicho.


¿Él sabe sobre mí?

Asiento con la cabeza.

—Es lo que le hizo decirlo.

Cierra los ojos y aprieta los puños.

—No va a estar cerca de ti de nuevo.

Coloco mi mano sobre su puño apretado.

—Lo sé...

—Lo digo en serio, Scarlet. No lo dudaré si te toca.


Comienzo a acariciar su mano tratando de calmarlo.

—Lo sé. Es lo que amo de ti. —Le dedico una sonrisa descarada,
y veo cómo su cara pasa de la ira a la frustración.

—Todo esto es un gran juego para ti, ¿no?

—Por supuesto que lo es. He tenido muchos años para


practicar. No me voy a disculpar por ello. Es lo que soy.

—Es en lo que él te convirtió —se burla.

Me doy cuenta que esto puede escalar y escalar rápidamente.

—¿Podemos no hablar de él ahora? Si lo hacemos, entonces él


es el que está ganando.

Veo que sus hombros caen. Está más tranquilo.

—Por supuesto. Él no se lo merece. —Sacude la cabeza—. De


todos modos, te estaba haciendo una pregunta.

—¿Sobre la mudanza al extranjero? —Asiente con la cabeza—.


¿A dónde iríamos?

Se encoge de hombros.

—No lo sé. He oído que a los españoles les gustan las fiestas. El
clima es agradable y la comida es buena. Podríamos estar en la
playa todo el día y festejar toda la noche.

La forma en que lo hace sonar es maravillosa. Un mundo aparte


de la vida que hemos llevado.

—Es ciertamente tentador.

Termina de masticar un bocado de su tostada y traga.

—Entonces, ¿por qué no?


—¿Y qué hay de aprender el idioma y esas cosas? No sé ni una
palabra de español. ¿Y tú?

Sus hombros se hunden.

—No estás siendo entusiasta con esto. ¿Qué hay aquí para
nosotros ahora? A la mierda todo.

—Si me fuera contigo, empezaría de nuevo. ¿Significa esto que


finalmente seré tuya?

Me mira fijamente por un momento antes de levantarse de su


asiento. Sin una palabra, se acerca a donde estoy sentada. De
repente, tiene su mano en mi coño apretándolo hasta que jadeo.

—Esto, un día será mío y solo mío. Cuando estés preparada,


nuestro día llegará.

Mi corazón empieza a latir en sintonía con su mano que me


aprieta. Estoy deseosa por él y lo sabe.

—Ya estoy lista ahora —digo sin aliento.

Retira su mano, sacudiendo la cabeza mientras se ríe.

—Nena, no estás ni de lejos preparada. Tienes demasiados


demonios con los que lidiar antes de someterte completamente a
mí. Pero no te preocupes. No me importa por ahora... mientras yo
pueda elegir.

Hambre es lo único que siento por Reid. Nunca dejaría que


ningún hombre me hablara o tratara de la forma en que él lo hace,
pero no puedo evitar sentir este enorme peso de necesidad
palpitante cada vez que está conmigo. No sé si es porque no quiere
tener sexo conmigo. Tal vez es el desafío que encuentro tan
seductor. Sea lo que sea, él tiene el poder... y lo sabe.

Por ahora.
—Hablando de eso, me pregunto cómo voy a tener la
oportunidad de estar con Porter a solas. Le he pedido a mi
hermana que se reúna conmigo para almorzar hoy... solo para que
yo pueda intentar construir nuestra relación un poco más.

Su labio se convierte en un gruñido.

—No me gusta esto. Ella no se merece una relación contigo


después de la forma en que ella y tu madre te trataron.

Vuelvo a poner mi mano sobre la suya. Me encanta lo protector


que es conmigo. Nunca tuve eso en mi padre. La única 'P' que
recibí de él fue su posesividad. Pero con Reid, puedo decir que se
preocupa profundamente por mí. De hecho, él no lo admite, pero
sospecho que está tan obsesionado conmigo como yo con él. Puede
ser lujuria, puede ser encaprichamiento. Todo lo que sé es cómo
me siento cuando estoy con él.

—Sí, pero no es real, ¿cierto? Solo estoy fingiendo. Las odio


tanto como tú. Esto es solo hasta que pueda conseguir todo lo que
necesito.

—Antes de dejar la destrucción a tu paso.

Asiento con una sonrisa.

—Precisamente. Deberían poner mi nombre a un huracán.

Reid se ríe de mi broma.

—Categoría cinco de principio a fin, nena.

Le guiño un ojo.

—Esa soy yo. —Sigo comiendo mi tostada mientras miro


fijamente a Reid. No es difícil de mirar. De hecho, es muy
agradable a la vista. La primera vez que lo conocí fue hace tres
años en un bar. Yo solo tenía veintiún años, no podía mantener
un trabajo, y había empezado a prostituirme para salir adelante.
El problema era que nada sobre todo el proceso me entusiasmaba.
Reid cambió todo eso y se convirtió en mi salvador. No sé qué
haría ahora sin él.

Mientras pienso en esto, vuelvo a recordar cuando nos


conocimos:

—Sabes, estás haciendo todo esto de manera equivocada.

Estoy sentada en la barra frotándome los pies. Estoy enojada por


la forma en que la noche ha ido, así que no necesito a este tipo al
azar tratando de coquetear conmigo. No lo miro cuando respondo.

—Sí, ¿qué es eso entonces, rayito de sol? —Se ríe, y su sonido


hace que mi estómago se revuelva. Sexy.

—Eliges a los hombres equivocados. No pueden darte lo que


necesitas.

Me río, sacudiendo la cabeza. Apuesto a que usas esa frase con


todas las chicas.

—Oh, y tú puedes, ¿no es así? —Giro la cabeza en ese momento,


e inmediatamente, mis ojos se fijan en los ojos marrones más sexys
que he visto nunca. Me han dicho una y otra vez lo hipnotizantes
que son mis ojos, y ahora puedo ver de qué va todo el alboroto. Sus
ojos de "ven a follarme" se clavan en mí, haciéndome querer hacer
cosas que no he hecho en mucho tiempo. Definitivamente hay algo
familiar en ellos que me hace querer saber más.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —me pregunta con una


sonrisa descarada.

Sí, el imbécil sabe que me afecta. Eso es genial. Siempre he


sobrevivido teniendo la sartén por el mango, y así es como me
gusta. Inmediatamente, mi lujuria se convierte en un ceño fruncido.

—Idiota —murmuro en voz baja.


El sexy extraño se lleva la mano a la oreja.

—¿Qué dijiste? No te he oído bien.

—¡Barman! —grito, tratando de llamar su atención, para no tener


que seguir hablando con este hombre. El barman se da cuenta y se
acerca con una sonrisa. En cuanto llega, el sexy extraño le entrega
un billete de diez libras y dice:

—Tomará un vodka tonic con hielo y limón, por favor.

El camarero asiente y yo giro la cabeza para mirar a este


desconocido. La audacia del hombre.

—Puedo pedir mi propia bebida. ¿Qué tal si no quiero eso?

—Lo pides todo el tiempo, ¿no? Si no lo quieres dilo, pero date


prisa porque te lo está preparando ahora.

Suspiro en voz alta, haciéndole saber lo frustrada que estoy con


él.

—¿Quién eres tú? ¿Y cómo sabes tanto de mí?

Él inclina su cabeza hacia adelante, y no puedo evitar mirar


hacia abajo a esos deliciosos y húmedos labios suyos. Están listos
para ser besados. Me dan ganas de pedirle que saque la lengua,
para ver qué clase de lengua tiene. Apuesto a que podría hacerme
gritar con ella si se lo pidiera.

—Sé mucho sobre ti... Scarlet.

Cierro los ojos en un gemido.

—No eres policía, ¿verdad? No estaba haciendo nada. —Es


mentira, pero él no necesita saberlo. Acabo de llegar de hacerle una
paja a un hombre en el baño de hombres. El tipo estaba casado y
pensó que no sería un engaño si era una simple paja. Puse los ojos
en blanco ante eso. De todos modos, nunca me ha importado.
Mientras tenga mi dinero, pueden seguir diciéndose eso hasta que
las vacas vuelvan a casa. Fueron cuarenta libras fáciles, pero no
hay ninguna emoción para mí en ello. De hecho, todo el proceso es
aburrido.

—No, no soy un policía. Soy, sin embargo, una forma de dar un


giro a tu vida.

Empiezo a reír. La cantidad de veces que he escuchado eso de los


hombres. He tenido mi cuota justa de propuestas, y estoy segura
que, si hubiera agarrado alguna de ellas en sus ofertas, ahora
estaría casada con un hombre extremadamente rico. La razón por la
que no lo he hecho es porque soy demasiado libre. Me gusta tener
opciones y no puedo soportar que me las quiten. Me gusta follar, y
me gusta ser la que tiene siempre el control. La mayoría de las
veces, a los hombres no les importa, pero nunca podría
comprometerme con un solo hombre. No lo tengo en mí. Además, mi
padre fue un excelente ejemplo de lo jodida que está la llamada
santidad del matrimonio. ¿Por qué debería casarme?

—Oh, sí. ¿Y cómo es eso? ¿Me vas a ofrecer el mundo? Y a


cambio, todo lo que tengo que hacer es follar contigo, ¿verdad?

Mi bebida es depositada en la mesa, y el barman agarra el


dinero con un gesto de agradecimiento. Sin embargo, el extraño no
le presta atención. Está demasiado ocupado en mirarme con sus
ojos de "ven a follarme".

—No, voy a ofrecerte una salida de esta vida monótona que


llevas, y a cambio todo lo que pido es una parte de tus honorarios.

Frunzo el ceño.

—¿De que estas hablando ahora? —Niego con la cabeza, incapaz


de comprender lo que está pasando. ¿Es el loco del lugar?

Me ofrece de nuevo esa risa sexy antes de responder.


—He estado observándote por un tiempo, y creo que tú y yo
podríamos ganar mucho dinero juntos. Lo estás haciendo todo mal,
y sé que es frustrante para ti. Lo que puedo ofrecerte es la
excitación que necesitas con mucho más a cambio. —Mueve su
brazo para agarrar una bebida, y es entonces cuando su camisa
blanca se abre un poco, revelando un tatuaje para mí. No puedo
distinguir lo que es, pero parecen como plumas. Tal vez un ala de
ángel.

—Entonces, déjame entender esto. ¿Dices que puedes hacerme


ganar un montón de dinero? ¿Por hacer qué?

El barman le devuelve el cambio y el extraño le da las gracias


antes de dirigirse a mí.

—Por hacer lo que estás haciendo ahora. Solo que yo elijo quién
es, y la parte monetaria la tengo que cobrar yo. La forma en que lo
estás haciendo ahora, está mal. Tienes que ir por gente más
poderosa. La emoción del ciudadano promedio no te sirve de nada.
Ve tras los actores casados, los políticos, y los directores generales
de alto rango, y te dará el zumbido que te falta ahora. Además, las
recompensas por cobrar son más prósperas. Solo tienes que actuar
como la sirena sexy que eres, y los hombres caerán a tus pies. El
único problema es que les morderás en el culo una vez que hayas
terminado con ellos.

Me quedo sentada, parpadeando un par de veces, mientras lo


miro fijamente. Este extraño, quienquiera que sea, parece saberlo
todo sobre mí, incluso sabe lo que siento. Estoy aburrida. Estoy en
una rutina. He estado esperando mi tiempo, esperando a que llegue
el golpe adecuado. Sin embargo, desconfió. Un extraño al azar en
un bar, que obviamente me ha estado observando, me ofrece el
mundo en una bandeja de plata. Tiene que haber una trampa en
alguna parte.

Y había una trampa. Tenía que cederle el control. Luché contra


él al principio, pero Reid es un hombre paciente. También es el
hombre más fuerte que he conocido. No acepta mi mierda. De
hecho, la primera noche que lo conocí, él solo estaba siendo
educado. Terminé mi bebida de una sola vez después de su
pequeño discurso antes de lanzarle un billete de cinco libras y
darle las buenas noches. Me di cuenta de la sonrisa que tenía en
la cara cuando me fui. Sabía que me tenía y yo solo estaba siendo
terca. Solo cuando llegué a casa esa noche, a mi pequeño y
húmedo apartamento de mierda, que no era lo suficientemente
grande para que viviera un perro, me di cuenta al meter la mano
en el bolsillo de mi abrigo que me había dejado una tarjeta dentro.
En ella figuraba Reid Marks, investigador privado, con un número
de teléfono fijo y número de teléfono celular. Fue entonces cuando
me di cuenta que no era de extrañar que supiera tanto sobre mí.
Lo que no podía entender era, "¿Por qué yo?" Nunca he podido
responder realmente a esa pregunta, y me pregunto si alguna vez
lo haré. Basta con decir que lo ignoré por dos días antes que mi
curiosidad se apoderara de mí.

—¿Alguna vez te preguntas dónde estaríamos si nunca nos


hubiéramos conocido? —pregunto de repente.

Reid frunce el ceño ante mi pregunta por un momento antes de


hablar.

—Supongo que seguirías siendo una puta de mierda o estarías


casada con un imbécil rico ahora. Yo, todavía estaría siguiendo a
hijos de puta cuyas esposas me hubieran contratado para
atraparlos en el acto. Mi sueño de dirigir un club estaría mucho
más lejos de lo que está ahora. —Me mira de nuevo, todavía con el
ceño fruncido—. ¿Por qué lo preguntas?

Me encojo de hombros, trazando el borde de mi taza de café.

—Solo estaba recordando la primera noche que nos conocimos,


y me puse a pensar, eso es todo. —Sonrío, recordando el día en
que lo llamé y cómo en cinco minutos estaba arreglando una cita
para vernos. Ese fue el primer día en que Reid tuvo todo el poder
sobre mí. Y en más de tres años, hemos recorrido un largo
camino. Estoy viviendo en una lujosa casa de dos dormitorios en
Kingston upon Thames con los mejores muebles que el dinero
puede comprar. Mi jefe me trata bien.

—¿Cuánto dinero hemos ganado ahora?

Reid recoge nuestros platos con residuos de tostadas y los


coloca en el fregadero antes de dirigirse a mí.

—Lo suficiente como para salir ahora e irnos a España, pero sé


que eso no va a ocurrir todavía. Tu objetivo era medio millón, y ya
estamos a más de cuatrocientos cincuenta mil. Solo necesitamos
unos pocos golpes más y estaremos listos.

Puedo ver el brillo en sus ojos cuando lo dice. Sé lo importante


que es este club para él, y debo admitir que estoy emocionada por
un nuevo comienzo. Supongo que por el momento estoy
demasiado ocupada amando la vida que tenemos ahora,
alimentándome de ese zumbido que tengo cuando damos un
golpe. Es difícil de explicar, pero es como una droga. Cómo voy a
ser capaz de vivir una vida normal dirigiendo un club en España,
está más allá de mí, pero lo intentaré. Estoy esperando ese día en
que Reid se entregue a mí por completo. Quizá entonces me sienta
satisfecha.

Al menos, eso es lo que espero.

Vuelvo a recorrer su cuerpo con la mirada, haciendo evidente


que lo estoy mirando lascivamente.

—Eres el hombre más sexy que he conocido —lo digo porque es


verdad, pero otra razón es porque sé que le encanta que lo
mencione.

Se acerca a mí con una sonrisa y me rodea la cintura con su


fuerte brazo.
—¿Es cierto?

Le miro a los ojos y lo recorro hasta sus labios antes de posarme


en el tatuaje que tanto me fascinó el día que lo conocí. Con un
dedo, trazo el contorno de las alas en su pecho antes de volver a
encontrarme con sus ojos.

—Nadie puede compararse contigo, Reid. Lo sabes.

Con un fuerte agarre, me sujeta la barbilla y me besa con fuerza


en los labios, obligándome a abrirle la boca. Gimo, permitiendo
que deslice su lengua y me posea de una manera que solo él
puede hacer. Durante unos segundos, estamos abrazados,
agarrando todo lo que podemos de cada uno sin permitir que vaya
más allá. Sé que no lo hará, así que hace tiempo que renuncié a
insistir. Un día haré que se quiebre... aunque sea lo último que
haga. Reid es la única cosa en mi lista de deseos.

Solo tengo que tenerlo.

Cuando se aleja, nuestras respiraciones son pesadas uno contra


el otro mientras nos quedamos quietos por un momento. Acaricia
mi cabello con ternura, dándome estos pocos preciosos momentos
de dulzura que solo le permito a Reid. Pero tan pronto como
empieza, se detiene. Su mano se aferra a mi cabello y me jala la
cabeza hacia atrás para que nuestros ojos se encuentren.

—No dejes que nadie te folle hoy. —gimo, asintiendo con la


cabeza antes que se acerque para darme un último beso. Me da
una palmada en el culo y se dirige a la puerta—. Nos vemos esta
noche, nena —dice antes que oiga el sonido de la puerta cerrarse.

Siempre tengo las mejores intenciones cuando se trata de Reid,


pero llevarlas a cabo es otra cosa. Cuando me ordena así, me deja
con un deseo permanente de ser follada. No creo que se dé cuenta
de esto, pero no pienso decírselo. Aparte de mi padre, siempre he
mantenido mis promesas a él. Lo ve como que soy fiel cuando él es
el que ordena los golpes. Por eso anoche fue tan difícil para él.
Quería castigarme, pero debido a la persona con la que me acosté,
creo que eligió no ir demasiado lejos. Creo que mi tortura habría
durado mucho más tiempo si hubiera sido cualquier otra persona.
De hecho, no sé lo que haría si me acostara con cualquier otra
persona con la que él no estuviera de acuerdo. Por ahora, acataré
sus deseos... Pero una chica solo puede esperar cierto tiempo.
Capítulo 7

Reid: Tu hermana y su marido no pueden quedarse


embarazados. Los óvulos de Amber no son viables. ¿Tal vez
esto podría ser su punto débil?

Frunzo el ceño ante el mensaje de texto de Reid, antes de


responder.

Yo: ¿Cómo es eso?

Reid: Ofrécete a ser su madre de alquiler. No lo harás, pero


puede darte la oportunidad que necesitas para acercarte a
Porter.

Sonrío ante su mensaj


mensaje.e. Por eso estoy con él. Siempre está lleno
de ideas y la mayoría de las veces, tiene razón.

Yo: Sabía que había una razón por la cual te amo.

Reid: Es el último hombre al que dejaré correrse dentro de


ti. No más después de este. Piensa en esto como mi regalo
para ti.

Sacudo la cabeza riendo, mientras me dirijo por la calle hacia el


café. Hoy ha salido el sol y trae consigo un brillo cálido y fresco.

Yo: Puede que a él yo no le guste.

Reid: Oh, lo hará. Créeme.


Me muerdo el labio, intentando reprimir una sonrisa, mientras
paseo por la calle. Reid sabe que Porter es mi último golpe para mi
familia. Si me rechaza, no sé qué haré. Supongo que tendría que
admitir la derrota, pero no lo admitiré con gracia. He trabajado
muy duro para llegar a donde estoy hoy día, así que esto
terminaría siendo una gran mella en mis planes.

Mientras camino tranquilamente, vuelvo a guardar mi celular en


el bolso y observo a todos los compradores. Un par de hombres
pasan y sonríen mientras sus ojos se pasean por mi cuerpo. Como
de costumbre, hoy voy vestida para impresionar con mi traje de
falda gris de Armani. Una vez más, me queda justo por encima de
la rodilla, lo que permite a los hombres ver un poco de mis
piernas, lo suficiente para que quieran ver más. Llevo mis Jimmy
Choos negros, y colgado del brazo el último diseño de bolso de
Michael Kors. Llevo el cabello recogido en un moño con solo un
par de mechones que cubren mis pómulos altos. También llevo
mis gafas de sol Gucci favoritas, que resaltan el pintalabios rojo
brillante que llevo. Cuando no estoy trabajando, no suelo vestirme
así, pero hoy hago una excepción para intentar enfadar a mi
hermana.

Al pasar por todas las tiendas, me fijo en un indigente sentado


en la esquina de uno de los apartamentos. Tiene el cabello largo y
desaliñado, sus mejillas están negras de suciedad. Lleva
demasiada ropa, más de la necesaria con el calor de hoy. Tiene la
cabeza agachada cuando paso por delante, pero, como si sintiera
que alguien le observa, levanta la vista y me mira directamente.
Aparte de los ojos de Reid, los de este tipo son los únicos que han
sido capaces de mantener mi atención. Al pasar junto a él, ambos
nos seguimos mirando, pero entonces no tengo otra opción que
apartar la mirada.

Al llegar a la cafetería de la esquina, encuentro a mi hermana


sentada y esperándome junto a la ventana. Me saluda con la
mano, y sus rizos de cabello rubio rebotan hacia arriba y hacia
abajo. En ese momento, veo lo mucho que se parece a nuestra
madre. Yo no me parezco a ella, así que debí heredar mi aspecto
de mi padre... sea quien sea ese pobre diablo.

—Scarlet —dice, levantándose para darme un beso. Lleva un


vestido de flores que va con su personaje floral. Todo en ella grita
inocente, pero yo sé lo contrario. Recuerdo a la zorra interior de mi
infancia.

—Amber, estás hermosa. —Nos besamos las dos mejillas


mientras nos sentamos, un camarero se acerca a preguntar qué
queremos ordenar. Pido una copa de Pinot Grigio junto con una
pequeña ensalada. Como he desayunado antes con Reid, sé que
no querré comer demasiado. Me gusta que mis comidas sean
ligeras durante el día.

—Entonces, ¿cómo está todo? No tuvimos la oportunidad de


hablar ayer.

Sonrío.

—Todo va muy bien... sobre todo ahora que tengo mi familia de


vuelta. Eso, por supuesto, si me aceptan —bromeo.

Amber se inclina y me da unas palmaditas en la mano.

—Por supuesto. Eres parte de la familia y eso no te lo pueden


quitar. Eso es lo bueno de las familias. Están ahí pase lo que pase
y te darán la bienvenida sin importar el tiempo que hayan estado
separados. Un vínculo así nunca puede romperse.

Pienso en el vínculo que tengo con su padre. Me pregunto hasta


qué punto ella encontraría eso cierto si alguna vez supiera lo que
realmente ocurrió a puerta cerradas. Pienso brevemente en el día
de ayer y en lo que sucedió. Pase lo que pase, no puedo sacarlo de
mi piel. Por mucho que me restriegue, no podré sacarlo. Es como
una cicatriz o un tatuaje grabado permanentemente en mi piel y
en mis recuerdos. Antes luchaba contra los monstruos que
venían. Ahora, les doy la bienvenida y los atraigo a mi trampa.

—Nunca he oído palabras más ciertas.

Amber sorbe su café un momento antes de responder.

—Debo admitir que cuando te vi el año pasado, me pregunté si


seguirías siendo la chica resentida con la que una vez crecí.
Quería darte el beneficio de la duda, y me alegro de haberlo hecho.
Viniste y prácticamente te disculpaste, no solo eso, sino que
tuviste una buena y larga charla con papá ayer. Es todo lo que
siempre he querido.

Me muerdo la lengua antes que salga mi veneno. Sigo siendo


esa chica resentida, pero actuar como la hermana e hija cariñosa
es la única manera de volver a entrar. La cantidad de cosas que
quiero y necesito decirle tendrán que esperar. Por ahora, tengo
que actuar como la hermana perfecta.

—Se puede decir que hemos aclarado las cosas. —Sonrío,


pensando que las palabras son ciertas para mí, pero supongo que
no tanto para papá. La idea de él estando confundido como el
infierno me hace sonreír. Además, la parte enferma de mí se excita
con la idea que se masturbe pensando en mí. Apuesto a que lo
hizo anoche antes de irse a la cama. La imagen me moja, y sé que
no debería. Sigo preguntándome si volveré a ser esa debilucha,
como lo fui ayer en la ducha. Una parte de mí quiere hacerlo y
seguir haciéndolo hasta que él no me afecte ni un poco más. No
quiero que los recuerdos me persigan. En cambio, quiero
abrazarlos.

—Entonces, ¿vas a verlo de nuevo?

Todavía no había llegado tan lejos. Me doy cuenta que puedo ver
más de él ahora que ha vuelto, pero sé que va a enojar a Reid. Él
estará vigilándome más de cerca, así que tengo que tener más
cuidado en el futuro. Si no lo hago, no será tan suave conmigo la
próxima vez.

—No hemos hecho ningún plan, pero estoy segura que lo


haremos en algún momento.

Ella asiente con la cabeza.

—Bien... Porque él mencionó una fiesta la semana que viene. Su


libro sale a la venta el jueves, así que quiere invitar a unas
cuantas personas al Scarlet´s en Richmond.

Levanto la ceja.

—¿Scarlet?

Se echa a reír.

—Sí, supongo que lo ha elegido por eso. Él siempre te ha


amado, sabes. Supongo que lo que tú considerabas amor duro no
parecía amor para ti, pero él está continuamente hablando de ti.

—¿De verdad? —Esto me impacta. En ese momento, el


camarero llega con mi Pinot y mi ensalada. Amber tiene una papa
rellena y de inmediato coloca su tenedor dentro.

—Sí. Siempre ha preguntado cómo te iba y le molestaba cuando


teníamos reuniones familiares y no estabas allí.

Esto me sorprende un poco, pero supongo que es su actuación.


Probablemente me echaba de menos, pero no de la manera que
Amber quiere decir. Me han dicho una cantidad de hombres que
soy el mejor sexo que han tenido. Sospecho que papi siente lo
mismo. Solo echaba de menos mi coño obediente.

—Bueno, ahora estoy aquí y decidida a ponerme al día con todo


lo que me he perdido.
Amber sonríe alegremente antes de sacar una tarjeta de su
bolso.

—Eso es genial, porque tengo tu invitación. Me la dio para que


te la entregara.

Acepto la invitación, mirando brevemente la inmaculada


escritura dorada en el papel escarlata. Incluso cuando elige las
invitaciones, piensa en mí. Siempre le he gustado de rojo.

Están invitados a celebrar el lanzamiento del nuevo


libro de Richard Valentine, “A Prayer to be
Answered”, el jueves 12 de mayo de 2016 a las 20:00
horas.

Vestimenta: Elegante/Casual.

Me río por dentro de su última elección de título para su nuevo


libro. Le gusta escribir thrillers con un toque sexy. He leído
algunos de ellos y puedo reconocer algunas de las escenas de
sexo. Creo que le gusta representarlas conmigo de vez en cuando.
Maldito bastardo.

—¿Puedes ir?

Mi cabeza se levanta hacia Amber. Asiento con la cabeza.

—Sí, estoy segura de poder ir.

Se muerde el labio y sé que quiere preguntar algo, pero no está


segura si debe o no.

—¿Vas a… traer a alguien contigo?

Ah, está pescando para saber si tengo una relación. Esto es


difícil porque no quiero hablarle de Reid. Ya me ha dicho que no
quiere tener nada que ver con mi familia, así que decírselo sería
inútil. Ella solo querrá conocerlo, y eso solo traerá demasiadas
preguntas.
—No estoy saliendo con nadie en especial. —Veo su decepción y
me pregunto si decirle eso es una buena idea. Puede que no
quiera a Porter cerca de mí si piensa que estoy disponible.

¡Mierda!

—Así que ningún hombre te ha movido el piso todavía, ¿eh?

De repente, un rayo cae, dándome una idea que seguramente


tranquilizará a mi hermana.

—No, ningún hombre puede hacer eso. Una mujer podría, sin
embargo.

Sus ojos se abren de par en par ante mi confesión.

—¿Eres... eres gay?

Me río.

—No te hagas la sorprendida. Es algo que ocurre.

Agita la mano.

—Lo sé, lo sé. Es que... Pensé que... —Ella sacude la cabeza—.


No importa. Supongo que no lo vi venir, pero ahora que lo has
dicho, todo tiene sentido.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué lo dices?

—Porque nunca te he visto con un novio. Me acuerdo de aquel


chico de la escuela que estaba obsesionado contigo. Lo rechazaste.
También era muy guapo y todas las chicas lo amaban.

Una breve oleada de tristeza me invade al pensar en el chico que


alejé. Él habría sido mi primera oportunidad de tener una relación
normal. Ahora, sé que nunca la recuperaré.
A pesar de la tristeza, la hago a un lado y pongo una gran
sonrisa.

—Así que, ahora ya lo sabes. Espero que no cambie tu opinión


sobre mí.

Ella jadea.

—No, por supuesto que no. Algunos de mis amigos y los de


Porter también... son gays. Son personas fabulosas por dentro, y
eso es todo lo que cuenta, ¿verdad?

Asiento con la cabeza, estando de acuerdo con su afirmación,


pero secretamente sonrío en mi interior. Si ella pudiera abrirme y
tomarse medio segundo para verme por dentro, se apartaría con
asco. Sé que soy fea por dentro, pero me importa una mierda. Soy
como la flor de loto, he florecido a partir de aguas fangosas. Puedo
parecer hermosa a primera vista, pero si ves de dónde vengo, no
me encontrarías tan seductora.

—Así que, ¿ninguna mujer te ha movido el piso todavía? —


Sacudo la cabeza—. ¿Ha habido alguien serio?

Intento pensar en qué decir mientras doy un sorbo a mi vino.


Entonces, algo se me ocurre.

—Acabo de salir de una relación de dos años. Se llamaba


Jennifer, estaba enamorada de ella. Por desgracia, ella no sentía lo
mismo. Hace un mes, llegué a casa temprano y la encontré en la
cama con otra persona. La terminé allí mismo. —Miro hacia abajo
con tristeza y siento la mano de mi hermana sobre la mía.

—Siento mucho oír eso. Ella fue la que perdió. No tú.

Levanto la vista, asintiendo con la cabeza.


—Lo sé. Ella quiere volver conmigo, pero no puedo tolerar a
alguien que me engaña. Siempre estaría preguntando si está con
otra persona. No puedo pasar por ese tipo de celos y angustia.

—Por supuesto que no. Te mereces a alguien que te ame de


verdad. Quiero decir, yo nunca, ni en un millón de años pensaría
que Porter me engañaría, pero si lo hiciera. —Señala con el pulgar
detrás de ella—. Lo echaría más rápido que una bala a velocidad.

Interesante.

—Estoy segura que él nunca lo haría. Porter adora el suelo que


pisas. Todo el mundo puede verlo. —Ella sonríe ensoñadoramente.
Es evidente que ella lo ama mucho.

Qué pena.

—Sí, él ha sido mi roca... sobre todo últimamente.

Frunzo el ceño.

—¿Por qué lo dices? —pregunto, comiendo un bocado de mi


ensalada.

—Llevamos mucho tiempo intentando tener un bebé. Hace poco,


descubrí que no puedo tener hijos. Estamos devastados, hemos
estado tratando de averiguar qué hacer ahora. No podemos
decidirnos. Seguimos pasando de la subrogación a la adopción. No
sabemos qué es lo mejor. Si elegimos la subrogación, al menos el
niño será de Porter biológicamente... La cosa es que soy
básicamente infértil... La calidad de mis óvulos es aparentemente
insuficiente o alguna tontería así.

¡Bingo!

—Nunca tendré hijos, así que siempre puedes usarme si


quieres. —Empiezo a reírme como si fuera una broma, pero sé que
he plantado la semilla ahí. Solo necesita que la riegue un poco.
Me mira por un momento con el tenedor a medio camino en el
aire. Creo que ella puede estar en shock. Cuando no dice nada,
intento quitarle importancia.

—Lo siento. No pretendía escandalizarte. Solo pensé que, qué


mejor manera para criar a un bebé que cuando sabes que es de tu
propia sangre, es todo. —Sus ojos se abren de par en par—. Mira,
olvida lo que he dicho.

Deja el tenedor, saliendo del estado en el que se encontraba.

—No, no, no es eso. Yo... No sé qué decir. ¿Estás bromeando?

Niego con la cabeza, masticando.

—Nunca bromearía sobre algo así. Si me lo pidieras, por


supuesto que diría que sí. También lo haría por mamá, si
estuviera desesperada por tener un bebé. Para eso están las
familias, como dijiste. —Le sonrío, pero me dan ganas de reírme
tanto de su expresión. Esto será una buena conversación cuando
Reid venga más tarde—. ¿Qué harías con el trabajo si tuvieras un
bebé?

Quiero dejar de lado el tema de yo siendo una madre de alquiler


por ahora. Me encantaría presionarla, pero quiero que esta sea su
decisión. No la mía. Estoy segura que cuando llegue a casa, ella lo
procesará por un par de días y sin duda volverá a sacar el tema si
es lo que quiere. Por ahora, quiero construir el sueño para ella.

—Quiero quedarme en casa, pero en cuanto el bebé pueda ir a


la escuela, podré empezar a trabajar de nuevo. Ser profesora es
genial porque puedes trabajar al mismo tiempo que tu hijo va a la
escuela. Sería perfecto.

Pongo una sonrisa falsa. Es tan difícil hacer de buena persona.

—Y estoy segura que tú y Porter serían unos padres


estupendos. Puedo verlos a los dos sentados en su casa,
arrullando a su pequeño paquete de alegría. Los dos vivirían para
eso.

Ella me mira por un momento y puedo ver los engranajes


trabajando en su cerebro. Ella quiere esto, me doy cuenta.

—¿No quieres un hijo propio?

Niego con la cabeza.

—No. Supongo que soy demasiado independiente. Además, amo


a las mujeres demasiado y ellas no tienen el equipo necesario. —
Empiezo a reír y también lo hace Amber.

—Aunque eso no se lo ha impedido a muchas parejas del mismo


sexo.

Asiento con la cabeza.

—Sí, lo sé. No me malinterpretes. Me encantan los niños. Pero


sé que no estoy hecha para ser madre. Preferiría dejar eso a las
personas que sí lo están. —Le sonrío alegremente, y sé que sigue
mirándome. Todo esto le fascina. Me doy cuenta de lo que está
pensando ahora mismo:

"Mi hermana está dispuesta a llevar a mi bebé, y no solo eso,


sino que no formará un vínculo emocional porque no quiere ser
madre".

—Sin embargo, apuesto a que te sentirías diferente si fuera


tuyo.

Tal como esperaba. Ella está pescando.

—Realmente no lo creo. No tengo ningún lado maternal en


absoluto. Nunca he sido melancólica. No entiendo por qué tanto
alboroto. Supongo que el hecho de que te cueste creerme es lo
mismo que siento yo por el hecho de que quieras tanto un bebé.
Puedo entender que la vida es así, pero realmente no tengo deseo
de procrear y criar niños. Simplemente no me gusta.

Termino mi ensalada y veo que Amber sigue escudriñándome.


Me doy cuenta que está tratando de averiguar si todo esto es
cierto. La mejor parte es que es cierto, pero yo mentía cuando
decía que amaba a los niños. Dejan reguero por todas partes. No
puedo ver cómo eso es adorable.

Cuando el camarero viene para recoger nuestra mesa, le agarro


del brazo con ternura.

—Lo siento. ¿Te importaría que pidiera una hamburguesa con


papas fritas para llevar? Puedes traer la cuenta con ello.

Asiente con la cabeza y me guiña un ojo.

—Por supuesto. Enseguida.

Mi hermana frunce el ceño.

—¿Te has dado cuenta de repente del hambre que tienes?

Me río.

—No. Es para mi jefe. Un poco de edulcorante porque he estado


almorzando más tiempo del que me correspondía.

Ella mira su reloj.

—¡Oh, mierda! ¿Te vas a meter en problemas?

Sacudo la cabeza.

—No, estaré bien. ¿Por qué crees que pedí la comida? Puedo
decir que estaba esperando.

Se ríe.

—Bien pensado.
—También lo creo.

Nos sonreímos y sé que en ese momento ella está pensando en


lo cerca que estamos ahora. Le doy esa ilusión. De hecho, estoy
orgullosa de mí por haberlo conseguido tan bien.

—He disfrutado mucho hoy. Debemos hacerlo más seguido.

Asiento con la cabeza.

—Estoy de acuerdo. Es hora de que volvamos a ser hermanas.

—Definitivamente. Tienes que venir a almorzar un domingo


algún día. A Porter y a mí nos encantaría tenerte.

—Por supuesto. Eso es muy amable.

Durante los siguientes diez minutos, nos sentamos a charlar,


así que cuando llega la hamburguesa, y yo insisto en pagar la
cuenta, tengo más que prisa por irme. Jugar a la señorita buena
es agotador.

Cuando me levanto, Amber se acerca para darme un beso.

—Te llamaré antes de la fiesta de lanzamiento de papá.

—Lo espero con ansias.

Sonreímos, nos separamos y me dirijo por la calle hacia casa. Al


llegar al hombre en la esquina, me acerco a él y me mira.

—¿Tienes hambre? —le pregunto. Asiente con la cabeza sin


decir nada. Le ofrezco la bolsa, y noto que sus fosas nasales se
agitan ante el olor de la hamburguesa y las papas fritas—. Toma,
por favor agarra esto. Estoy segura que te vendrá bien una buena
comida. —Todavía no lo sabe, pero también metí cien libras en la
bolsa. Puedo ser una perra de corazón frío, pero solo con la gente
que me hace daño. Ves, a veces puedo ser una santa.
Capítulo 8

—Tengo
Tengo otro blanco para ti. —Reid
Reid deja una fotografía sobre la
mesa, así que la recojo. Es un hombre de mediana edad con
cabello gris y ojos marrones
marrones, tiene
iene mandíbula cincelada y una
bonita sombra de barba incipiente. A pesar de su aspecto limpio,
parece bastante sexy en un sentido indirecto.

—Me
Me resulta familiar. ¿Quién es?

—EsEs Justin Travers, juez del tribunal superior del centro de


Londres. Está asistiendo a un seminario de arte en un hotel de
Chelsea mañana por la noche. Ya te he conseguido una habitación
allí.

Levanto la vista de la fotografía hacia Reid.

—¿Quieres
¿Quieres que lo lleve de vuelta a la habitación?

Sonríe, sentándose
se a mi lado.

—Solo
Solo hasta que le des lo que él quiere. —Levantando
Levantando la mano,
me pasa un dedo por la mejilla
mejilla—.. Y yo no quiero que te corras.
Tienes que reservarlo para mí.

Con sus palabras y su tacto, mi respiración se acelera.

—¿Y
¿Y si él es bueno?
Reid me mira a la cara como si estuviera haciéndome el amor.
Odio cuando hace eso, ya que mis hormonas nunca reaccionan de
forma tranquila.

—Sea bueno o no, querrás correrte. Te encanta la emoción. Lo


supe desde el primer día que te vi. Te excita la persecución, la
emoción, el peligro. —Tira de su corbata y la desenreda de su
cuello—. Tengo una sorpresa para ti. —Se levanta—. Quítate toda
la ropa.

Hago inmediatamente lo que me pide porque ya estoy bajo su


hechizo. Él me mira, con el deseo iluminando sus ojos mientras
me desnudo. Solo con mirarlo me siento preparada me hace estar
lista, y aún no me ha tocado.

Una vez completamente despojada de toda mi ropa, Reid me


rodea antes de colocar la corbata ante mis ojos. Me deja a ciegas,
atando un nudo apretado alrededor de mi cabeza antes de agarrar
mi mano.

—Ahora, ven conmigo. Tengo la sensación que te va a encantar


esto. —Me conduce fuera del salón y hacia las escaleras. Me doy
cuenta una vez arriba, que no me lleva a mi habitación, sino a la
segunda habitación que a veces uso como oficina. Oigo cómo se
abre la puerta, y una vez que hemos entrado, me lleva a la
esquina más alejada de la habitación—. Brazos arriba en el aire.
—Hago lo que me dice y oigo el sonido de las cadenas.

—Reid, ¿qué pasa?

—Shh —me susurra al oído—. Confía en mí. Es mi sorpresa


para ti. —Él sujeta mis muñecas con fuerza. Una vez que está
satisfecho, siento que ata algo sobre mi pecho y luego mis
caderas. No podría moverme, aunque quisiera—. Estás
jodidamente increíble así... completamente a mi merced.
Antes que pueda decir nada, me pone boca abajo, lo que me
hace gritar de sorpresa. Reid me agarra las piernas,
manteniéndome quieta y las envuelve sobre sus hombros.

—Vamos a corrernos juntos, nena. —Oigo cuando se


desabrocha la cremallera del pantalón y siento cuando su polla
golpea mi cara—. Métela en tu boca —me ordena.

Hago lo que me dice y casi me dan arcadas cuando me mete la


polla hasta el fondo.

—Mierda, Scarlet. Tu boca es increíble. —Le oigo tomar una


profunda respiración—. ¿Y sabes qué más es increíble? El olor de
tu coño. Podría comerlo todo el día. —Siento cuando su lengua
golpea mi clítoris y su nariz se entierra profundamente dentro de
mi coño. Gimo, pero mi voz está restringida por el movimiento de
la polla de Reid en mi boca. Nuestras respiraciones son agitadas
mientras él empuja más y más profundamente dentro. Mueve su
cara sobre mí, enterrando su lengua en lo más profundo,
lamiendo y chupando mi coño hinchado. Quiero gritar, pero no
puedo. Una parte de mí detesta la restricción, pero otra parte de
mí la adora.

Mientras me lame y mordisquea suavemente el clítoris, se me


escapa un gemido bajo y profundo, reverberando a través de su
polla.

—Mierda, qué sexy. Vas a hacer que me corra pronto, Scarlet.


Puedo llevarte allí conmigo. —Vuelve a enterrar su cara, dándome
todo lo que puede. Sus movimientos se vuelven frenéticos
mientras la carrera por encontrar su propia liberación es palpable.
Él puede sentir que estoy allí cuando mis piernas se aprietan
alrededor de su cabeza, anticipando mi clímax. Cuando vuelve a
introducirse profundamente en mi boca, gime haciendo que mi
clímax llegue más rápido. Su agarre alrededor de mi torso se hace
más fuerte mientras se apresura a capturar su propia liberación.
Entonces, de repente, los dos estamos allí. Me estremezco y me
corro en su cara mientras él lame mis jugos. Siento cuando se
corre y su semen llega a mi garganta y gimo, tragando hasta la
última gota que me ofrece.

—¡Mierda, esto ha sido otra cosa!

Al bajar de mi clímax, me siento mareada. Esta es la primera


vez que me he corrido al revés, y qué sensación tan extraña es.

Mientras sigo tomando aire, Reid hace girar lo que sea que me
tiene atada hasta que estoy derecha.

—Las cosas que podría hacerte, cariño. Te haría gritar.

Al oír sus palabras, mi respiración tranquila vuelve a ser


agitada.

—Por favor —digo, desesperada por sentir que me folle como


sabe que quiero. Sé que nunca cruzará esa línea, pero eso no me
impide suplicar.

Siento cuando se inclina, agarrando y pellizcando mi sensible


pezón mientras lo hace. Grito, amando la sensación.

—Un día —bromea, mordisqueando el lóbulo de la oreja.

Siento un tirón y pronto estoy libre de todas mis ataduras. Me


desata la corbata y tengo que parpadear un par de veces para
orientarme. Una vez que recupero la vista, me giro y veo lo que
parece ser una monta carga de Bondage de dos metros. Es de
madera con diferentes cadenas y correas de cuero.

—También viene con un columpio —me dice Reid con gran


placer.

Me vuelvo hacia él con una sonrisa de satisfacción.

—Bueno, es una pena que no estés dispuesto a probarlo


conmigo, ¿verdad?
Reid se acerca y me agarra por la cabeza.

—Siempre es sexy cuando suplicas, pero no lo hagas


demasiado. De hecho, puede ser un factor de rechazo. —Él me
mira a los ojos, sonriendo.

—Vete a la mierda —me quejo. Él choca sus labios con los míos,
y por un momento, dejo que me devore. Pero cuando le muerdo el
labio, se separa de mí.

—¡Maldita perra! —Me río, y el ceño fruncido que tenía antes se


convierte en una sonrisa mientras se limpia la sangre del labio—.
Eres la única maldita perra a la que le dejaría que me hiciera esta
mierda.

Paso junto a él, pasándole el dedo por el pecho.

—Eso es porque me amas.

Oigo el profundo estruendo que sale de su pecho y me hace


sonreír. Sé que está desesperado por mí, así que no sé por qué se
resiste. Me vuelve loca, pero él lo sabe. Yo tengo el poder de
tentarlo, pero él tiene el poder de mantenerme en suspenso. Creo
que eso lo excita secretamente.

Cuando llego a mi habitación para agarrar mi bata de seda,


Reid se mantiene firme en la puerta, mirándome.

—Por cierto, a Justin Travers le gustan las mujeres dominantes.


Tenlo en cuenta cuando intentes seducirlo.

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—¿Cómo te enteras de estas cosas?

Se encoge de hombros con una sonrisa.

—Soy investigador privado. Es mi trabajo saber estas cosas.


Me estremezco cuando dice esto. Él sabe que estoy a punto de
entrar en la vida de mi padre de nuevo, pero también sé que cada
vez que se lo diga se enfadará.

—¿Qué? —pregunta, notando que estoy tensa.

Suspiro, sentándome en mi cama.

—Cuando estaba comiendo con mi hermana hoy, ha


mencionado la firma de libros de papá y la posterior fiesta.

Noto la mirada de disgusto cuando cruza el umbral y se sienta a


mi lado.

—¿Por qué tengo la sensación que no me va a gustar lo que vas


a decir ahora?

Me vuelvo hacia él con un suspiro.

—Sabías que al entrar en esto, él empezaría a entrar de nuevo


en mi vida.

Aprieta los dientes.

—Sí, pero eso fue antes de entrar a casa ayer y te encontrara


restregando tu piel en carne viva.

Me levanto y me dirijo a mi armario.

—Lo manejaré mejor la próxima vez.

—Sí, lo harás... porque no habrá una próxima vez.

—Sabes a lo que me refiero —replico, sacando mi suéter blanco


de cachemira y jean.

—Te he dicho que no debes volver a tener sexo con él.

Me giro, subiendo mi jean por encima de mis caderas.


—Y te prometí que no lo haría. —Me pongo el suéter de
cachemira sobre la cabeza y lo miro fijamente. Aún sigue
enfadado, puedo sentir la frustración que sale de él. Conozco a
Reid. Le gusta el poder, como a mi padre, pero nunca me
obligaría. Si yo le dijera "para", se detendría de inmediato, sin
hacer preguntas.

—Mira, sabíamos que integrarme de nuevo en sus vidas


resultaría en funciones familiares aburridas, etcétera. No quiero ir
con ellos más de lo que tú quieres, pero si necesito volver a estar
bien con ellos, tengo que hacerlo. —Toco su cara y lo beso
tiernamente en los labios—. Tú tienes tu objetivo y yo tengo el
mío. No te impediría alcanzar tu sueño, así que por favor no me
pidas que deje de alcanzar el mío.

Me mira fijamente a los ojos y sé que está cediendo. Realmente


no tiene otra opción. Reid sabe que lo amo, pero si tuviera que
elegir entre él y mi objetivo, elegiría mi objetivo, y Reid lo sabe. Él
me necesita, porque sin mí, no tiene ninguna ventaja con la que
ganar todo el dinero que hemos ganado desde que empezamos
nuestra pequeña aventura. Mi único deseo en el mundo es tener
mi venganza contra todos los que me hirieron, no creyeron en mí,
y me convirtieron en la mala de la película. Después de eso, no lo
sé... Pero, ahora mismo, nada en el mundo importa más que mi
venganza.

Y voy a amar cada enfermo y retorcido minuto de ella.

—Odio lo que estás haciendo, pero no te detendré. Tengo miedo


que pueda romperte de nuevo, y no puedo ver si eso sucede.

Sacudo la cabeza.

—¿Quién dice que me voy a romper? Ya no soy una niña


pequeña, Reid. Puedo cuidar de mí misma.

Él resopla.
—Lo dice la chica que todavía tiene arañazos en los brazos, por
arañarse ella sola. —Señala mis brazos y, a pesar del calor que
hace en esta casa, me bajo las mangas.

—Lidiare con ello —digo con desprecio. Me mira como si no me


creyera—. Lo haré. Lo prometo. Fue un simple contratiempo, uno
que me aseguraré que no vuelva a ocurrir. Ahora, ¿quieres ver
una película antes de pedir algo de comida? Supongo que piensas
quedarte un rato más. —Sé cuándo Reid tiene prisa por irse, y
ahora no es una de esas veces.

Me mira por un rato antes de responderme. Puedo decir que


está tratando de entenderme. Debe pensar que soy una muñeca
de porcelana, pero si lo fuera, la porcelana estaría reforzada con
acero. Puede que haya tenido cinco minutos de debilidad en esa
ducha, pero solo fue eso. Soy una perra fría como una piedra, sin
corazón, y esa es la forma en que se mantendrá.

—De acuerdo. Vamos abajo —responde antes de levantarse y


salir de la habitación.
Capítulo 9

27 de Julio de 2007

—¿Tenemos
¿Tenemos que tener esta maldita conversación de siempre,
Wendy? Eres como un disco rayado.

—No
No quieres hablar conmigo. No me dices lo que está pasando.
Han pasado meses, Richard, y nada. ¿Es alguien más? ¿Estás
viendo a alguien a mis espaldas?

Respiro entrecortadamente mientras me paro frente a la puerta


de mi habitación. Mi hermana está fuera, pero mis padres están
abajo discutiendo... otra vez.

—¡¿Cuántas
¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no hay nadie?!

—Bueno,
Bueno, tal vez deberías ver a un médico.

No sé qué hacer. Estoy desesperada por salir... por ir a la


biblioteca y luego al parque a leer. Es un hermoso día afuera, y no
quiero perdérmelo. Mientras sig siguen
uen discutiendo, siento que la
mejor manera de salir de esto es simplemente pasar a hurtadillas
por delante de ellos. Ni siquiera se darán cuenta si están
demasiado absortos. Empiezo a caminar con cuidado mientras
ellos siguen gritando.

—¿Quieres
¿Quieres que nos s
separemos? ¿De eso se trata?
Estoy a dos pasos del umbral, pero me detengo ante las
palabras de mi madre. ¿Podría ser esto? ¿Podría ser este
finalmente el día en que ella lo eche? He notado que ha empezado
a beber mucho últimamente y me pregunto si tiene que ver con el
hecho que su matrimonio sea difícil.

Lo oigo suspirar.

—Por supuesto que no. Te amo. Es solo que... No sé... Tal vez
sea el trabajo. Mi editor está fijando un plazo imposible de
alcanzar, y siento la presión. Eso es todo. Lo intentaré. Sé que no
es mucho, pero lo intentaré.

Mis hombros se hunden ante la noticia. No quiere irse. De


hecho, creo que intentará cualquier cosa para no irse. Debería
haber adivinado que eso hubiese interferido con él para llegar a
mí. Eso es lo que ha querido todo el tiempo. No sé por qué soy tan
especial.

Cierro los ojos, pero empiezo a caminar hacia la puerta.

—¿A dónde crees que vas vestida así?

Me doy la vuelta para encontrar a mi padre de pie en el pasillo,


mirándome con desconfianza. Mira mi atuendo, que consiste en
un vestido corto de verano. No es corto, pero muestra un poco
más de pierna que de costumbre.

—¿A qué viene tanto alboroto? —pregunta mi madre, mirando


por encima de su hombro—. No hay nada malo en lo que lleva
puesto. Está muy guapa. —Veo la cara de mi padre en llamas.
Parece que quiere golpear a mamá por atreverse a interferir.

—Es demasiado corto —insiste mi padre con los ojos


encendidos. Me lanza una mirada de advertencia, y estoy a punto
de darme la vuelta y subir las escaleras para cambiarme cuando
mi madre habla.
—No seas tan tonto, Richard. He visto a muchas chicas, incluso
más jóvenes que Scarlet, con menos ropa que la que lleva ella.
Creo que está adorable. Se está convirtiendo en una mujer. Deja
que abra sus alas.

—No sus malditas piernas.

—¡Richard! —Mi madre grita incrédula—. ¿Qué demonios te ha


pasado?

¿Por qué ella no puede verlo? ¿Por qué no puede ver el


monstruo oculto que vive dentro de él? Está ahí de pie, de
espaldas a mi madre, pero me está mostrando esa maldad. Me
está mostrando el monstruo que está deseando salir. Sé lo que
haría si mamá no estuviera allí, así que estoy tan agradecida que
ella lo esté, pero lo que no puedo entender es lo ciegas que están
ella y mi hermana sobre él. Es casi como si él pudiera caminar
sobre el agua en lo que a ellas respecta.

—Me cambiaré si es un problema —digo tímidamente. Pase lo


que pase, no quiero ser la que se meta en problemas por esto.

Mi papá parece más contento con esto, pero mi madre no tarda


en rodear a mi padre y poner un brazo a mi alrededor.

—No seas tonta. Estás muy hermosa. Tu padre y yo hemos


discutido y ahora está de mal humor. No le hagas caso. Sal.
Diviértete. Es un hermoso día.

Sonrío a mi madre asintiendo con la cabeza y miro hacia mi


padre. Inmediatamente deseo no haberlo hecho. Parece a punto de
explotar. Quiero cambiarme sin más, pero entonces mi madre
hará un escándalo. Sé que pagaré por esto más tarde, pase lo que
pase, pero por ahora solo quiero salir y disfrutar del sol.

—Nos vemos luego. —Sonrío, volviéndome hacia la puerta. Sé


que mi padre debe estar deseando decir algo, pero se calla. Pase lo
que pase, no puedo mirarle. Si lo hago, sé que cederé.
Rápidamente cierro la puerta principal detrás de mí y
prácticamente salto a la calle. No hay muchos días en los que
pueda caminar libremente de esta manera. Camino por nuestra
tranquila calle y me maravillo con las hermosas y vibrantes flores
que florecen en los jardines de los vecinos. Hay tantas que su
fragancia me llega a la nariz y me hace inhalar con fuerza. Cierro
los ojos, saboreando la belleza. No hay muchos días en los que
pueda decir que la belleza me rodea, pero este día es una
excepción. Voy a vivir este momento porque sé que cuando llegue
a casa tendré que ocuparme de mi padre.

Me dirijo a la biblioteca, donde me tomo mi tiempo para mirar


todos los libros que ofrecen. No viene mucha gente por aquí,
aparte de los pocos a los que les gusta sentarse a leer su Kindle en
paz y en tranquilidad. No lo entiendo porque tenemos muy pocos
días bonitos y, si por mí fuera, estaría por ahí aprovechando todo
lo que pudiera.

Elijo algunos libros que despiertan mi interés, entre ellos El


diario de Noa. No suelo leer romances, pero hoy me siento
inspirada para hacerlo. Además, he oído hablar muy bien de este
libro.

Satisfecha, los llevo al mostrador y la señora me sella la tarjeta.


Noto que sonríe cuando ve uno de mis artículos.

—¿Es bueno? —le pregunto.

Ella aparta la mirada del libro y me lo devuelve.

—Es uno de los pocos libros que me han hecho llorar. En serio,
me comí un litro de helado Ben y Jerry's mientras lo leía. —
Después suspira, sacudiendo su cabeza.

—Tendré que recordarlo cuando empiece a leerlo entonces.

Sonríe alegremente.
—Hazlo. También aconsejaría tener una caja de Kleenex a
mano. —Me guiña un ojo, me devuelve la tarjeta y me voy
sintiéndome aún más alegre. Miro mi reloj y veo que tengo al
menos cuatro horas de lectura en el parque.

Con energías renovadas voy a la tienda, compro una bebida y


un bocadillo, por impulso, compro un helado en la furgoneta de
los helados del parque. Ya tengo todas mis bolsas de golosinas, así
que estoy lista.

Sonriendo y comiendo mi helado, encuentro un lugar medio a la


sombra bajo un árbol y decido ponerme cómoda. A pesar que me
encanta el sol, sé que solo conseguiré quemarme si paso
demasiado tiempo bajo de el. Me acomodo, saco el libro "El diario
de Noa" y empiezo a leer mientras me termino el helado. Solo voy
por la mitad del primer capítulo cuando siento una sombra que se
cierne sobre mí. Levanto la vista y mi respiración se entrecorta
cuando veo quién es.

—Arriba. Ahora —me ordena.

No lo dudo. Agarro todas mis cosas y sigo a mi padre mientras


él dirige el camino hacia el lugar al que vamos. No dice nada, pero
no tiene que hacerlo. Su cuerpo rígido me lo dice todo.

En poco tiempo, llegamos a su Porsche, y él abre el lado del


pasajero para que yo pueda entrar. Su rostro es inexpresivo
mientras paso por delante de él y me deslizo en mi asiento. Espero
ansiosa mientras él da la vuelta al otro lado y se sube. Él sigue sin
decir nada, pero noto la ira que desprende. Esto no es bueno, de
ninguna manera es bueno.

Una vez que llegamos a nuestra casa, se detiene en el bordillo,


se baja, y rápidamente corre a mi lado para dejarme salir. Espero
que mamá esté en casa, pero lo más probable es que no esté.
Coloca la llave en la cerradura y abre la puerta. Una vez que
entro, me agarra del brazo y me tira al suelo. Grito, pero entonces
siento una patada en el estómago que me roba el aire

—Maldita zorra. ¿Cuántas veces?, ¿eh? ¡¿Cuántas?! —grita,


dándome otra patada.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras cubro mi


barriga.

—Por favor. Lo siento. Nunca pretendí hacerte enfadar.

Siento que su mano me jala con fuerza. Parece que no puedo


ponerme de pie, pero sé que, si no lo hago, me castigará más.

—¡Levántate de una maldita vez! —ruge. Me levanto un poco


insegura sobre mis pies y le miro a regañadientes—. ¿Ves lo que
me has hecho hacer? Si no te hubieras ido de zorra, nada de esto
habría ocurrido. Ahora, sube las escaleras.

Mis piernas tiemblan incontrolablemente, pero las subo por


miedo a su represalia. Ya sé lo que va a ocurrir, pero estoy
acostumbrada. De hecho, estoy empezando a ser capaz de
desconectarme de ello.

—Al baño —me ordena. Hago lo que me dice, y una vez allí,
arranca mi vestido de mi cuerpo, seguido de mi sujetador y mis
bragas—. Métete en la ducha. —Me meto y una vez de pie, abre el
grifo, pero el agua está helada. Grito, intentando salir—. Quédate
ahí, o te haré pagar de otras maneras. Tal vez pienses que está
bien salir con aspecto de puta lista para ser follada, pero eso no va
a suceder. Tengo que darte una maldita ducha fría para que dejes
de comportarte como una perra en celo.

No puedo soportarlo. Hace demasiado frío. Empiezo a sollozar


incontroladamente, diciéndole que lo siento y que no lo volveré a
hacer.

—Mamá... ¡Papá!
El sonido de la voz de mi hermana desde el piso de abajo es
bienvenido. Los ojos de mi padre se abren desorbitadamente antes
de apagar la ducha y me jala del cabello.

—No digas nada, maldita sea, o te arrepentirás. Vete a tu


habitación y finge que estás enferma. —Suelta mi cabello y me
desplomo en la bañera. Estoy temblando, pero no puedo moverme.
Cada parte de mi cuerpo quiere apagarse.

—¡Ya voy, cariño! —grita papá con alegría en su voz antes de


volverse hacia mí en la puerta—. No he terminado contigo. —
Cierra la puerta tras él y yo me quedo en la bañera, temblando y
sollozando en silencio. No quiero llorar, por si Amber me oye, pero
no puedo evitarlo. Estaba pasando un día tan maravilloso y
despreocupado en la biblioteca y el parque, comiendo helado y
capturando esas preciosas horas en las que intentaba perderme
en otro mundo.

Sigo sin poder moverme, pero el sonido de la voz de mi padre me


hace reaccionar.

—Me alegro que te lo hayas pasado bien comprando con tus


amigas. ¿Vas a salir esta noche? —Oigo a mi padre preguntar a
Amber.

¿Por qué no puede ser así conmigo? ¿Por qué soy yo la que tiene
que sufrir? Suena egoísta, pero no puedo entender por qué mi
padre se mete tanto conmigo. He visto la forma en que mira a
Amber como si fuera la única hija en el mundo para él. Y luego me
mira a mí. Todo lo que veo es odio y un hambre allí que ningún
hombre debería tener por su hija. Soy una buena chica. Voy a la
escuela, tengo buenas notas y no me meto en problemas. No tengo
amigos, y nunca salgo a ninguna parte, así que ¿por qué me trata
así? Con las manos temblorosas, consigo poner cuidadosamente
una pierna sobre la bañera y luego la otra. Agarro una toalla y me
la pongo sobre los hombros, temblando de nuevo por la suavidad.
—¿Dónde está Scarlet? —pregunta Amber.

—No se siente muy bien.

—Oh no. ¿Debería ir a verla y ver si necesita algo?

—Yo la dejaría sola un rato. Acaba de darse un baño y quiere


dormir. Vamos a darle un par de horas.

Suelto el aliento que contengo y abro temblorosamente la puerta


del baño. Con la toalla bien envuelta, me dirijo rápida pero
silenciosamente a mi habitación y cierro la puerta. Una vez allí,
aprieto la espalda contra la puerta y el escozor de las lágrimas
frescas se acumula en mis ojos. Todo lo que puedo pensar es en la
forma en que él es conmigo. No sé qué es peor: él con sus manos
sobre mí... o esto.

Me dirijo a mi cama. Las lágrimas corren por mi cara mientras


me cubro completamente bajo mis mantas. Es curioso lo seguro
que uno puede sentirse bajo la cubierta de las propias sábanas.
Es casi como si hubiera una capa de protección que nadie puede
penetrar.

Sin embargo, sé que es diferente. Lo sé por todas las veces que


me ha despertado mientras dormía y me ha violado. Lo sé por
todas las veces que he tratado de esconderme aquí debajo para
alejarme de él, solo para que las arranque de mí.

Agotada, me pesan los ojos, pero sé que no podré dormir. Lo


único que oigo son las palabras de despedida de mi padre antes de
dejarme sola y helada en el baño. Todo lo que puedo oír es el tono
de voz que usó para amenazarme mientras yo me acobardaba en
un rincón como un niño asustado.

"No he terminado con contigo".

"No he terminado con contigo".


"No he terminado con contigo".
Capítulo 10

Es curioso cómo puedo mirar hacia atrás en mi vida, digamos,


hace diez años más o menos, sin el miedo y el desprecio que una
vez tuve. Recuerdo haber tenido todas las emociones de miedo,
devastación, aprensión y desesperanza. De todos esos
sentimientos, la vulnerabilidad era el más difícil de sobrellevar.
Aprendí a sobrellevar el miedo y la ansiedad después de un
tiempo. Fue el sentimiento de impotencia lo que no podía lidiar.
Me despojaron de toda la libertad que tenía. Cada decisión que
tomaba por mí, me la arrancaban. No estaba viviendo. Solo estaba
existiendo. Se podría decir que Reid está haciendo lo mismo, pero
solo porque yo se lo permito. Solo porque confío plenamente en él.
Ha estado ahí desde el primer día cuidando de mí, prometiéndome
el mundo siempre
mpre y cuando él pueda elegir con quién me acueste.

Reid es así de jodido. Le gusta el control y puedo ver lo mucho


que arde por controlarme, pero hay una cosa que Reid no se da
cuenta de mí.

No puedo ser controlada.

No le diré esto, por supuesto. Le sigo el juego y le doy lo que me


pide porque saber que en el fondo, soy yo la que mueve
secretamente todos los hilos, me excita más que cualquier
hombre. No me avergüenzo de ser la persona que soy. Es más fácil
de esta forma, que dejar que un hombre entre en tu corazón y que
lo aplaste como si el mundo que le diste no significara una
maldita cosa. No quiero ese tipo de vida. Me rehúso a tener ese
tipo de vida.

Pero, habiendo dicho todo esto, todavía anhelo a Reid de una


manera que nunca antes había anhelado a un hombre. Sigue
llamándome a pesar que mi corazón, mi cuerpo y mi alma
intentan resistirse a él en todo momento. Sigo diciéndome a mí
misma que una vez que lo tenga, esta pequeña obsesión mía
desaparecerá y volará hacia ninguna parte. Ahí es donde sé que
Reid y yo nos dirigimos. Podría decir que tendremos nuestro
"felices para siempre" juntos. Tal vez, un día lo tengamos. Pero por
ahora, seguiré jugando su juego, esperando mi tiempo de
venganza, y fingiré ser la hermana e hija cariñosa que sé que mi
familia desea que sea.

Si ellos pudieran verme ahora. Mancharía el nombre de la


familia y sería una vergüenza para todos ellos. ¿Cómo no iban a
hacerlo, viendo que estoy siendo la puta y la zorra que siempre
pensaron que era?

Estoy en la habitación del hotel después de haber conseguido


seducir a un tal señor Travers. No me costó mucho, nunca lo
hace, pero la emoción de capturar a mi presa me deleita de todos
modos. La emoción de saber que nos están observando hace que
la anticipación me recorra por dentro.

Tengo al señor Travers esposado a mi cama. Llevo puesto un


vestido en corsé negro de cuero que va con mis botas negras de
cuero. Tengo una fusta, y la uso con el señor Travers cuando
siento la necesidad de hacerlo. Estoy montando su polla. Es de
tamaño promedio, pero es suficiente para hacer el trabajo.
Flexiono mis caderas hacia atrás y veo como su cara se convierte
en la imagen de la euforia. Esto es para lo que vivo. Esto es lo que
anhelo. Necesito obtener esa emoción de él porque soy yo quien
elige dársela. Yo soy la que decide el ritmo, eligiendo lo rápido y lo
lento que voy. Al verle, sé que se va a correr pronto, así que
empiezo a ir rápido para terminar con esto. Reid quiere ser el que
me haga correr después, y ciertamente no lo decepcionaré. Sé que
mi orgasmo con Reid superará con creces el que tendría con este
patético perdedor.

—¡Jenny! ¡Jenny! ¡Jenny! ¡Jenny! —él grita mientras su


respiración se vuelve más pesada—. ¡Me corro! ¡Me estoy
corriendo! ¡Oh, mierda! ¡Eres tan malditamente buena!

—¿Qué tan buena? —pregunto, azotándolo con mi fusta—.


¡Dime qué tan malditamente buena!

Cierra los ojos y un profundo ceño sexual aparece en su frente.

—La mejor. La maldita mejor del mundo. ¡Jenny! —grita


finalmente antes de estremecerse. Observo su rostro,
capturándolo en mi mente. Todavía tiene los ojos cerrados, y me
doy cuenta que está reteniendo el momento el mayor tiempo
posible. Creo que le he dado el mejor orgasmo que jamás haya
experimentado.

—Eso fue... —dice, tratando de respirar—. Vaya. —Sonríe ante


esa última palabra antes de abrir los ojos—. Eres una dama
increíble.

Sonrío, gustándome que me llame una dama. Yo, sin embargo,


sé que soy todo menos eso.

—Vaya, gracias, señor Travers.

—Por favor, llámame Justin. Creo que después de esto,


podemos tutearnos con seguridad.

Me bajo de él y le quito el condón de la polla.

—Vamos a quitarte esto, grandulón. —Siempre les llamo


"grandulón" o "muchachote", porque sé lo mucho que les sube el
ego. Secretamente les encanta. De nuevo, los hombres pueden ser
muy predecibles. Inflan sus egos como inflar el tamaño de su
polla, y se convierten en masilla en tus manos.

Puedo ver que ha funcionado porque después de regresar de


haber tirado el condón en el inodoro, puedo ver la sonrisa en su
cara. Parece tranquilo y dichoso después de lo que le acabo de
hacer. Es una pena que no pueda decir lo mismo porque no he
podido tener mi liberación.

—Realmente necesito verte de nuevo —dice suavemente


mientras lo libero de las esposas.

Le sonrío, pero frunzo el ceño cuando me pone las manos


encima. Le agarro las muñecas y se las aprisiono a los lados.

—¿He dicho que puedes tocarme? —Estoy a centímetros de sus


labios, y puedo notar lo desesperado que está por besarme.

—No, ama —dice en un gemido.

Podría sacarle fácilmente una segunda ronda, pero siempre


estoy ansiosa por deshacerme de mis marcas una vez que tengo lo
que necesito de ellos.

—Entonces mantén tus malditas manos para ti. No te lo volveré


a decir. Debería follarme tu cara por ser tan insubordinado.

Cierra los ojos en un gemido de nuevo.

—Por favor —susurra—. Haría cualquier cosa por ti.

Sonrío, pero la frustración de necesitar mi liberación empieza a


afectarme.

—Vístete. Hoy no tengo tiempo para esto, pero lo haré en otro


momento.

—¿Cuándo? —él pregunta ansioso.


—Te llamaré cuando lo necesite, así que asegúrate de dejarme
un número para contactarte.

Observo cómo se levanta y se viste, pero mientras tanto, no


puede apartar sus ojos de mí. Mi cabello está recogido en una
coleta alta para acentuar mis altos pómulos. Llevo los ojos
ahumados para resaltar mi iris verde claro. Mi apariencia grita
"ven y fóllame" en todo el sentido de la palabra. No me extraña que
no pueda apartar sus ojos de mí. ¿Quién podría culparlo?

Me recuesto en la cama, sonriendo, mientras él pasa su


cinturón por la última trabilla. Bien. Saldrá de aquí en unos
segundos.

Una vez hecho esto, levanta la vista y me sonríe como si fuera la


única mujer del mundo. Es una pena que estos hombres no
sientan lo mismo por sus esposas. De nuevo, es patético. Pero sin
ellos, no gano mi dinero. Sin ellos, no consigo esa emoción que
siempre persigo.

Se acerca a mí y saca una tarjeta del bolsillo. Me la da,


dándome todos sus números, su dirección de correo electrónico...
todo. Puede que sea un hombre inteligente, pero su sentido
común es malditamente deplorable.

—Aquí está mi tarjeta. Ponte en contacto conmigo de día o de


noche. Estaré esperando ansiosamente tu llamada.

¡Apuesto a que lo harás!

Sonrío antes que se incline.

—¿Puedo besarte? —pregunta.

Suspiro.

—Ya te lo he dicho. Nada de besos. —Señalo mi coño—. Pero


puedes besarme ahí.
Sus ojos se iluminan mientras me deslizo hasta el borde de la
cama y abro las piernas. Me mira mientras yo lo veo bajar
lentamente de rodillas antes de estar frente a mi coño. Puedo
sentir su aliento caliente, y por un momento, mientras se inclina
para besarme allí, echo la cabeza hacia atrás con anticipación.
Todavía necesito mi liberación, así que cada parte de mí está
zumbando.

Siento cuando sus labios tocan mi clítoris, y tengo que acudir a


toda mi voluntad, para que cada parte no reaccione. Cuando su
lengua sale y me lame allí, intento por todos los medios no gemir.
En lugar de eso, le agarro del cabello y le tiro de la cabeza hacia
atrás.

—¿Dije que podías lamerme?

—No, ama —gime.

—Entonces, ¿por qué lo has hecho?

Le jalo del cabello y me encanta la emoción que me produce ver


que su cara refleja una imagen de dolor y euforia.

—Porque no pude evitarlo, Ama. Hueles increíble. Fue un


momento de debilidad.

Le suelto el cabello, y lo aparto de mí.

—La próxima vez, yo digo cuándo. ¿De acuerdo? No lo vuelvas a


hacer.

Asiente con la cabeza, levantándose del suelo. Hago un gesto


con la cabeza hacia la puerta.

—Ya puedes irte.

Espero con seriedad mientras lo veo alejarse de mí a


regañadientes. Ya está enamorado de mí, el pobre diablo. Cuando
oigo el clic de la puerta, no pierdo tiempo en abrir la puerta de la
habitación contigua. Cuando se abre, encuentro a Reid desnudo
en la cama con su portátil al otro lado. Ha estado observando y
por la evidencia de su estómago, puedo decir que le ha gustado el
espectáculo.

Cuando él sonríe, yo sonrío, y me hace señas para que me


acerque. Sé lo que quiere que haga, así que me arrastro
diligentemente sobre él y lo limpio con mi lengua.

—¿Ves lo que me haces? —me pregunta mientras sigo lamiendo


y saboreando la salinidad de él.

—Mi nena se ha quedado insatisfecha otra vez. Debo remediar


eso ahora. Ven aquí. —Me da un tirón por el brazo e
inmediatamente dejo de lamer. Cada parte de mí ha vuelto a la
vida sabiendo que finalmente obtendré mi recompensa. Mi corazón
late y mi cuerpo se estremece en una dulce agonía. Estoy
desesperada por ser follada por Reid, pero por supuesto él lo sabe.
Solo en estos preciosos pocos minutos, él tendrá ese poder al
menos.

—Sube más alto para que pueda olerte. —Subo sobre sus
hombros y una sacudida de deseo me atraviesa cuando siento sus
manos en mis caderas—. Conociendo a mi nena, voy a hacer que
se corra rápido. Estás empapada. Malditamente hermosa. —
Inhala con un gemido, haciéndome gemir en voz alta también.
Estoy desesperada por que me lama, desesperada por follar su
cara como sé que podría follar al idiota de Travers si quisiera—.
Baja, para que pueda lamer ese coño mío. Parece malditamente
ansioso.

Mi respiración se acelera al bajarme, pero se entrecorta cuando


siento su suave y cálida lengua en mi entrada. Al principio, él es
lento lamiendo y burlándose, pero luego acelera el ritmo y no
puedo evitar flexionar mis caderas al ritmo de su lengua. Estoy
gimiendo, gritando y chillando su nombre como sé que él quiere.
—¡Reid, voy a correrme! —grito, pellizcando mis pezones y
follando su cara—. ¡Joder! —grito mientras exploto a su alrededor.
Reid lame mis jugos mientras mi cuerpo tembloroso es sostenido
por el agarre de sus manos masculinas. Estoy agotada, y en esos
pocos segundos que Reid me adora, me permito el júbilo que me
da. Me permito sentir.

—Vaya —digo, sabiendo que estoy imitando la misma palabra


que Travers usó. Reid sonríe.

—Te dije que te cuidaría, ¿no? —Sonrío, y estoy a punto de


bajarme de la cama cuando me hace un gesto con la mano para
que vaya hacia él—. Ven aquí... solo por unos minutos.

Me deslizo por la cama hacia él y me rodea con sus brazos.


Durante un rato, nos quedamos en silencio mientras me acaricia
el cabello, pero pronto me besa la parte superior de mi cabeza.

—Lo has hecho bien esta noche, Scarlet. Muy bien. Muy pronto,
podremos irnos juntos y todo esto será un recuerdo lejano. —Él
besa mi cabeza de nuevo, y puedo oír la sonrisa en su voz. Yo, sin
embargo, no siento nada. No sé si sonreír o no. No sé si debo estar
feliz o triste. Pero es un vacío al que estoy acostumbrada.

Un vacío que agradezco.


Capítulo 11

—Hola,
Hola, Scarlet. ¿Cómo estás? Espero que no te importe que te
llame así de repente.

Es Amber, y puedo decir que suena un poco ansiosa por algo.


Me hace sonreír.

—Por
Por supuesto que no. ¿Qué pasa?

—¿Estás
¿Estás libre para venir esta tarde? Digamos, ¿a eso de las
cuatro? Si quieres quedarte, puedo prepararte la cena.

—De
De acuerdo, eso sería genial. Nos vemos entonces.

Colgamos y miro la hora. He estado tumbada en la cama,


posponiendo ir al gimnasio, pero sé que no puedo posponerlo
mucho más. Solo tengo tres horas para hacer ejercicio, tomar un
café y cambiarme en casa.

Con un gemido, dejo mi última revista de moda y salgo de la


cama. Tomo mi equipo de entrenamiento -siempre
siempre pone a Reid
caliente y duro- y mi bolsa de deporte. Me pongo una camiseta de
tirantes ajustada sobre mi sujetador de apoyo. Me encanta este
sujetador, ya que no solo me sujeta cuando ndo corro, sino que
también deja entrever a todo el mundo lo que se esconde debajo.
Me miro el culo en el espejo y me encanta lo mucho que se curvan
mis manos sobre él a medida que avanzo.

Esta es la razón por la que voy al gimnasio.

Agarro una cinta para el cabello y me lo recojo en una coleta


apretada antes de bajar corriendo las escaleras.
Este entrenamiento de una hora no ha sido como cualquier
otro. Hoy me he esforzado más de lo normal porque ayer no pude
ir. Después de tomar mis cosas para salir, me dirijo a la cafetería
local para pedir un americano antes de sentarme a leer un
periódico. Estos son los momentos que me gustan porque puedo
estar sola. Puedo aislarme de todo y perderme en mi café y mi
periódico. Nunca tuve la oportunidad de tener momentos como
estos cuando era niña, así que los aprovecho cada vez que puedo.

Pero, como todas las cosas en la vida, mi momento de


tranquilidad se interrumpe cuando siento una presencia que se
alza sobre mí. Suspiro, pero no levanto la vista, esperando que
quien sea capte la indirecta y se vaya.

—Pensé que eras tú. —Cierro los ojos cuando oigo la voz del
hombre. No lo identifico como alguien conocido, así que continúo
ignorándolo.

—Scarlet. Eres tú, ¿verdad?

Esta vez levanto la cabeza para verle, y cuando lo hago, casi se


me corta el aire. Tiene el mismo aspecto, pero más varonil. Ha
crecido, pero lleva gafas. Tiene ese aspecto de profesor de escuela,
pero junto con la sombra de una barba y un físico musculoso, lo
hace parecer francamente sexy. El color de su cabello ha
cambiado. Ahora es más oscuro de lo que recordaba, pero sigue
teniendo esos rizos deliciosos con los que soñaba pasar mis
manos cuando era más joven.

—¿Stuart? —pregunto, dejando el periódico a un lado.

Veo cómo me observa con una mirada de sorpresa y felicidad.

—Vaya. Pensaba que eras hermosa cuando éramos más jóvenes,


pero ahora eres absolutamente impresionante.

Suelto una risita y tengo que reprenderme por eso. Ya no soy


una adolescente y no estoy en la escuela. Stuart nunca me hizo
daño directamente después que yo le hiciera daño, pero sus
amigos sí. Sus amigos eran una puta pesadilla.
—¿Cuántos años han pasado? —pregunta, señalando la silla—.
¿Puedo sentarme?

Probablemente debería decir que no, pero por alguna razón,


asiento. Estoy siendo demasiada complaciente con este imbécil.

Se sienta y me doy cuenta que su mirada se posa en mi escote


antes de volver a mirarme a los ojos.

—Me pareció verte el otro día en la calle Prince. Estabas


hablando con un vagabundo y entregándole una bolsa. Me quedé
asombrado y no pude evitar preguntarme por qué una mujer tan
hermosa, que llevaba unos anillos que superaría el sueldo anual
de la mayoría de la gente, se molestaba en darle algo de comer a
un indigente.

¿Acabo de oírle bien? Pensé que era dulce en la escuela, pero


ahora puedo ver que es un culo arrogante.

—¿Por qué un vagabundo no merece mi tiempo? Que tú pienses


poco de él no significa que yo lo haga. Puede que tenga todo el
dinero al que te refieres, pero eso no significa que apeste a mi
propia importancia.

Stuart extiende las manos con una sonrisa divertida.

—¡Whoa, whoa, whoa! No quería que saliera así. Lo siento.


Obviamente me expresé mal, y ahora te has ofendido. Esto no ha
empezado bien, ¿verdad? —gruño y él ve mi frustración—. Mira, lo
siento, ¿bien? Lo que quería decir es que no era algo que se viera
normalmente todos los días. Destacabas entre la multitud por tu
acto de bondad. De hecho, iba a hablar contigo en la calle, pero
cuando te giraste y pude ver quién eras, me quedé paralizado.
Siempre me pregunté por ti, porque te fuiste de la escuela tan
abruptamente, y nadie volvió a saber de ti. Es increíble pensar que
en esta ciudad viven más de ocho millones de personas y sin
embargo, me encuentro contigo. —Me siento más tranquila ahora
que me ha explicado, pero sigue sin ser la mejor de las
presentaciones—. Entonces, ¿cómo estás?

Doy un sorbo a mi café antes de hablar. Quiero que vea que ya


no me afecta como antes. Ningún hombre lo hace.
—Estoy bien, gracias. Estoy trabajando en investigaciones. Mi
socio y yo estamos planeando dirigir un club también en breve.

¿Por qué le estoy diciendo esto?

—Me he equivocado de trabajo —me dice, negando con la


cabeza. Otra burla a mi riqueza.

Como si me importara una mierda.

—¿Qué haces entonces? —Mi voz tiene un aire de indiferencia


cuando hablo. Por muy sexy que siga pareciendo, no puedo olvidar
la forma en que sus amigos me trataron mientras él no hizo nada
al respecto.

—Estoy en fusiones y adquisiciones.

—Y tienes la desfachatez de sacar a relucir mi riqueza —señalo,


riendo. Sonríe, y yo no puedo evitar hacerlo. Su sonrisa es
bastante contagiosa.

—Touché —murmura—. Entonces, ¿este socio tuyo es un


hombre o una mujer?

Frunzo el ceño.

—¿Por qué lo preguntas?

Sonríe.

—Sígueme la corriente. Estoy llegando al punto.

—¿Estamos en un tribunal? —bromeo.

Se ríe a carcajadas, y por un segundo o dos, me olvido de dónde


estoy. De repente vuelvo atrás nueve años, a cuando era una
adolescente enamorada.

¡Contrólate, Scarlet!

—Mi compañero es un hombre —bromeo.

Deja de reírse y se inclina sobre la mesa. Huelo su loción de


afeitado y me invade los sentidos. Incluso huele sexy.
—¿Solo son socios en los negocios o también en otras cosas?

Me inclino hacia delante, igualando su postura.

—Dijiste que ibas al punto.

Levanta una ceja y sonríe.

—Bien. ¿Sales con alguien? ¿Incluso casada? —Señala mi


mano—. Si estás casada, entonces sí que estas siendo una chica
traviesa.

Miro mi mano y veo el anillo que falta en ese dedo en particular.


Un dedo que nunca tendrá un anillo.

—No. No me he casado y no hay ningún hombre en mi vida.

—¿Joven, libre y soltera?

—Podría decirse que sí. —Lo miro fijamente un poco más de lo


que debería. Una parte de mí quiere echarle el anzuelo que sé que
enganchará, pero no es un blanco. No obtengo nada por
acostarme con Stuart más que cumplir una fantasía de colegiala,
e incluso eso estaría manchado. Él me recuerda tiempos a los que
no quiero ni deseo volver.

A pesar de contenerme, puedo verlo en sus ojos. Quiere


follarme, pero está perdiendo el tiempo.

Se aclara la garganta y sonrío ante su evidente confusión.

—¿Puedo preguntar qué te pasó hace tantos años? ¿Por qué te


fuiste tan repentinamente? Siempre he querido saberlo. De hecho,
he tenido muchas preguntas desde aquel día en que me
rechazaste.

Resoplo ante el enfado de su voz. Tiene cierta desfachatez para


enfadarse conmigo después de cómo me trataron sus amigos.

—Cambié de opinión. Una chica puede hacer eso, ya sabes.

Niega con la cabeza con vehemencia.

—No. No me lo creo. No lo creía entonces y no lo creo ahora.


—¿Qué importa? De todos modos no te importaba una mierda.

Frunce el ceño, sacudiendo la cabeza.

—¿De qué estás hablando? Claro que me importaba una


mierda. Me dolió que me rechazaras de esa manera.

Dejo escapar una risa sarcástica.

—Sí, tanto que tuviste a todos tus amiguitos para hacer de mi


vida un infierno.

Su ceño se frunce.

—¿De qué estás hablando?

Suspiro exasperada. ¿Por qué me molesto con él? No es que


vaya a volver a verlo.

—No importa. —Empiezo a recoger mis cosas cuando siento una


mano sobre la mía. Me paralizo un momento antes de volver a
mirarle.

—Sí importa. ¿Qué ha pasado, Scarlet?

Me encojo de hombros.

—Después de lo que pasó con nosotros, tus amigos… en cada


oportunidad, me llamaron escoria, puta o perra. Mi favorita era
"coño".

Hace una mueca de dolor ante esa palabra.

Sí, ahora ya sabe cómo se siente.

De repente sacude la cabeza, molesto.

—Te juro que no tuve nada que ver con eso. Sí, estaba enfadado
contigo por haberte ido de esa manera, pero después de un tiempo
me di cuenta que te empujé. Obviamente estabas teniendo
algunos problemas en casa...

—¿Quién ha dicho que los tuviera? —pregunto, asustada.


Suspira.

—Scarlet, puede que hayas sido capaz de engañar a todo el


mundo, pero a mí no me has engañado ni una sola vez. Sabía que
pasaba algo, y tenía la sensación que tenía que ver con tu padre.
Vi las veces que te recogía de la escuela... La forma en que te
miraba... Me daba escalofríos.

Con mi corazón latiendo rápidamente, agarro el resto de mis


cosas.

—Tengo que irme. —Me apresuro a salir de mi asiento, sin


mirar atrás para despedirme. Debería haber sabido que no lo
dejaría ahí.

—Scarlet —dice, agarrando mi brazo—. Mira, lo siento. No


sacaré el tema a menos que quieras. Supongo que siempre me he
preguntado por ti. Puedo preguntar... ¿Estás bien? Quiero decir,
¿realmente bien? ¿Eres feliz?

Nunca seré feliz. Mientras tenga todo el dolor, las mentiras y la


traición rondando en la cabeza, nunca seré feliz.

—Lo soy —digo, dándole la sonrisa que sé que busca.

Suelta visiblemente el aliento que está conteniendo.

—Eso es bueno. Me alegra oírlo.

Oigo la sinceridad en su voz, y eso me excita.

—Stuart, lo que hice... Si sirve de algo, lo siento.

Levanta la mano en el aire.

—No hace falta que te disculpes. Sé que tenías tus razones, y


respeto que no quieras decírmelo. Solo quiero que sepas que no
tuve nada que ver con el comportamiento de mis amigos. Les dije
que te dejaran en paz, lo juro. Creo que incluso dije que habría
consecuencias.

Una gran sonrisa se dibuja en mi cara.


—Me alegro de oírlo —bromeo.

Sus ojos recorren mi cara antes de hablar.

—Entonces, ¿puedo llevarte a cenar para compensarte? Me


gustaría saber más de ti. —Me ve dudar y me sujeta la mano—.
Vamos, Scarlet. Si no hay nadie que te retenga ahora, ¿por qué
no? Llevo diez años esperando esto. Por favor, no me dejes esperar
ni un día más.

Observo mi mano en la suya. Un acto tan sencillo. No estoy


acostumbrada a este nivel de intimidad, y no estoy segura de
cómo me siento al respecto. Stuart solo sería una distracción si
saliera con él, y normalmente diría que no, pero tiene razón.
Siento que le debo esa cita perdida.

—Bien —digo finalmente, sorprendiéndome a mí misma. Es solo


una cita. ¿Qué daño puede haber?

Observo cómo una gran sonrisa ilumina su rostro. Detrás de


esas gafas sigue estando ese chico de dieciséis años del que me
encapriché.

—Genial. ¿Me das tu número?

Me muerdo el labio, ya que normalmente nunca daría mi


número real. Las únicas personas que lo tienen son Reid, mi
madre y mi hermana. No estoy segura que mi padre lo tenga
todavía, pero no me sorprendería que de alguna manera lo haya
obtenido de Amber.

—Claro —digo, porque no puedo decir que no ahora que he


aceptado esta cita. Saca su celular y le digo mi número. Lo teclea
y me lo lee. Una vez que sabe que lo tiene, me mira con una
sonrisa.

—¿Puedes salir conmigo este sábado?

Me pongo a pensar y no se me ocurre nada. Reid y yo nunca


tenemos más de dos salidas a la semana porque de lo contrario,
podría resultar peligroso. Dudo que tenga planeado otro hasta al
menos el lunes.
—Claro, el sábado estaría bien.

Me toca el brazo. Es un gesto sutil, pero me dice que es una


persona táctil. No estoy acostumbrada al tacto.

—Me pondré en contacto contigo para decirte la hora y el lugar,


pero debo insistir en recogerte. Si no, no sería un caballero. —Me
limito a asentir, notando que su tacto me está quemando el brazo.

—De acuerdo, lo espero con ansias.

Sonríe. Es evidente que le gusta mi respuesta.

—Yo también. —Se inclina y me besa en la mejilla, y noto que se


queda ahí un poco más de lo necesario. Por alguna razón, no me
importa. Por alguna razón, me gusta.

—Hasta el sábado —dice antes de darse la vuelta y marcharse.


Capítulo 12

Fue una estupidez de mi parte aceptar una cita cuando sé que


nunca irá a ninguna parte. Fui una tonta al dejar que la culpa se
impusiera a la lógica. Desde el momento en que llegué a casa y me
cambié para visitar a mi hermana para cenar, prácticamente
estuve discutiendo conmig
conmigo
o misma. Al final, me hice una
pregunta.

¿Cuál es el problema?

¿Por qué tiene que ser un gran problema? Es solo una cita, por
el amor de Dios, y sin embargo estoy actuando como si estuviera a
punto de entrar en una relación a largo plazo. Al final de nuest
nuestra
cita, ambos podemos irnos a casa satisfechos de haber cumplido
con esa oportunidad perdida. Los lazos se cortarán, y la vida
seguirá entonces. No debería darle importancia.

—Me
Me alegro que hayas venido —dicedice mi hermana, cerrando la
puerta tras de mí—.. Es
Estás preciosa, como siempre. —Pasa
Pasa la vista
por encima de mis jeans más informales y mi camiseta de tirantes.
Quiero que sepa que no estoy aquí para estar sexy para nadie... y
menos para su marido. Si me veo así, entonces me verá como una
amenaza menor.

Miro
o su sencillo cárdigan blanco y su larga y vaporosa falda
azul marino.

—Tú
Tú también estás preciosa.

—¡Scarlet, hola! —
—Porter
Porter saluda con entusiasmo mientras se
acerca para darme un beso en la mejilla.
—Qué bonita bienvenida —bromeo, y noto que se ríen
nerviosamente. Definitivamente, algo pasa.

—Por favor, pasemos al salón. Sé que es un poco temprano,


pero tengo una botella de vino helando para nosotros. —Se dan la
vuelta y entran en el salón, y yo los sigo. Observo la habitación en
la que mi padre me folló con los ojos la última vez que estuve aquí,
y de repente me siento rejuvenecida.

—Siéntate —me dice mi hermana, muy cordialmente. Se diría


que soy una invitada especial y no su hermana. Me da una copa
de vino blanco y la tomo, dando las gracias.

De repente, Porter señala la puerta.

—Tengo que hacer una llamada telefónica... Volveré dentro de


un rato.

Frunzo el ceño al verlo salir por la puerta y me vuelvo hacia


Amber. Ella toma un gran trago de su vino antes de dejarlo.
Observa que me he dado cuenta y sonríe nerviosa.

—Lo siento. Hoy estoy un poco alterada.

Doy un sorbo a mi vino antes de dejarlo suavemente sobre la


mesa de café.

—Ya veo. ¿Qué te pasa? ¿Hay algo que pueda hacer?

Desvía la mirada por un momento antes de volver a encontrar


mis ojos.

—Sigues sin salir con nadie, ¿verdad?

Me rio.

—¿En el espacio de un par de días? No. —Vuelvo a reír, pero


pienso en otra cosa que decir—. No has conocido a una chica que
crees que sería perfecta para mí, ¿verdad? Porque no me gusta
que me engañen.

—No, no —dice, recuperando un poco la postura—. No tiene


nada que ver con eso en absoluto. Es que... —Suspira, y sé que
está luchando—. ¿Recuerdas nuestra conversación del otro día
sobre que no puedo tener hijos? —Asiento—. Bueno, ¿recuerdas
que dijiste que estarías dispuesta a tener el bebé de tu hermana?
—Baja la mirada, negando con la cabeza—. Dios, eso salió mal.

Sonrío porque ella no puede verme, pero sé que tendré que decir
algo.

—Lo estás haciendo bien, Amber. ¿Lo digo por ti? Al menos lo
que creo que insinúas. —Levanta la vista asintiendo, pero no dice
nada—. Quieres pedirme que sea tu vientre de alquiler.

Suelta el aliento que ha estado conteniendo y asiente.

—Sí. Sé que es mucho pedir, pero nunca lo había pensado


hasta que me lo ofreciste. Entenderé completamente si es un no,
pero me atormentaré para siempre si no lo pido al menos.

Tomo mi vino de la mesa y doy un sorbo tranquilamente. Me


dan ganas de reír porque esto va mejor de lo previsto. Debe estar
realmente desesperada por ese bebé.

—De acuerdo —digo simplemente.

Sus ojos se disparan hacia los míos.

—De acuerdo, ¿qué?

Sonrío.

—Lo haré por ti. Te dije que no pensaba tener ninguno, y si


estás desesperada, ¿quién sería yo si no pudiera ayudar a mi
hermana?

Se le llenan los ojos de lágrimas mientras se sienta en el borde


del sofá.

—¿De verdad? ¿Lo dices en serio? —Asiento y veo cómo se


levanta de la silla—. ¡Dios mío, gracias! —Me rodea con los brazos
y me da un gran abrazo—. ¡Porter, ven aquí! —grita, y de repente
me doy cuenta del por qué ha puesto una excusa para irse.
En un abrir y cerrar de ojos, está en la puerta con una mirada
nerviosa y anticipada.

—¡Ha dicho que sí! —chilla Amber antes de lanzarse hacia él.

Abre la boca sorprendido antes de besar a Amber en los labios.


Inmediatamente después, levanta la vista hacia mí.

—¿Estás dispuesta a hacer esto... por nosotros?

—Quieres tener una familia, así que si puedo contribuir de


alguna manera a ayudarte a conseguirlo, entonces ¿por qué no?
Son una familia, y la familia se mantiene unida.

Amber no solo tiene lágrimas en los ojos. Está llorando a


cántaros.

—Eres la mejor hermana.

Me encojo de hombros.

—Ah, me esfuerzo —bromeo, sonriendo a los dos.

Amber se muerde el labio, intentando en vano ocultar su


felicidad. Me doy cuenta de que llevan mucho tiempo deseando
esto, y ahora me ven como su única esperanza. Casi me da pena
que no lo vayan a conseguir.

—Tenemos que sentarnos y planificar esto —dice con un aire de


excitación. Agarra la mano de Porter y se apresura a sentarse en
el sofá con él—. Puedo concertar una cita con el médico y a partir
de ahí nos ponemos en marcha.

Agito la mano con indiferencia.

—No te preocupes por los médicos por ahora. Solo te cobrarán


un dinero excesivo por hacer lo que podemos hacer entre
nosotros.

Frunce el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Miro a Porter antes de volver a mirar a Amber.


—Bueno, es un poco embarazoso decir esto, pero estoy segura
que, estando los dos casados, Porter ha visto y oído esto mil veces.
—Tomo aire—. Soy muy regular, así que ya conozco mis patrones.
Todo lo que creo que necesitaremos son unos cuantos kits de
ovulación y algunos... mmm... frascos de muestras para Porter.
Como solo vives a diez minutos de distancia, deberías tener
tiempo suficiente para dejar lo que necesitas... Puedo avisarte
cuando esté ovulando, y todo lo que tú o Porter tendrán que hacer
es dejarme la muestra.

Se miran entre sí antes de volverse hacia mí.

—De acuerdo, pero creo que será sobre todo Porter si es durante
el día. Él es el que va hacer todo el trabajo. —dijo "hacer todo el
trabajo" entre comillas. Casi me atraganté con el vino.

Porter parece nervioso, pero asiente.

—Bien. Creo que podemos llegar a un acuerdo.

Sonrío y bebo otro sorbo de mi vino. Esto no podría haber salido


más perfecto.

Amber se aclara la garganta.

—Entonces, ¿cuándo crees...? —Porter le da un codazo como


para que se calle.

Me rio.

—Está bien, Porter. Sé lo mucho que significa esto para los dos,
y me doy cuenta que Amber está deseando empezar. Lamento
mencionar el tema de nuevo, pero me vino el periodo hace una
semana, así que imagino que debería ser muy pronto. Al menos en
los próximos días.

Veo a Amber apretando la mano de Porter.

—Eso es genial. —Mira a Porter con adoración antes de volver a


mirarme—. Realmente no sabes lo agradecida que estoy.

Agito la mano.
—No es nada. En serio.

—Oh, pero lo es. No hay muchas hermanas que acepten algo


así.

—Seguro que las hay —protesto—. De hecho, hace unas


semanas vi un programa sobre esto mismo.

Sus ojos se iluminan.

—¿De verdad? ¿Dónde fue? Me encantaría verlo.

—No estoy muy segura. Creo que fue en el Canal 4, o algo así.
Búscalo en internet. Estoy segura que encontrarás muchos sobre
el mismo tema.

Asiente.

—Lo haré, gracias. —Se levanta de repente—. Voy a ir a las


tiendas a comprar los tests. —Se levanta antes que Porter y yo
podamos reaccionar. Pronto sale por la puerta y Porter y yo nos
quedamos mirándonos el uno al otro.

Se ríe.

—A veces puede ser un poco entusiasta.

Me rio.

—Ya veo.

Me sorprende acercándose a donde estoy sentada antes de


deslizarse a mi lado. Lo siguiente que sé es que tiene mi mano
entre las suyas.

—Lo que estás haciendo... Es algo increíble. Sé que Amber está


asombrada sobre ti ahora mismo, pero yo también lo estoy. Eres
increíble. —Él fija sus ojos con los míos, y esa oleada de calor que
tengo cuando estoy a punto de dar en el blanco se apodera de mí.
Pero se trata de Porter, así que sé que tengo que bajar el ritmo. De
lo contrario, todo puede estallar en mi cara. Me sorprende lo fácil
que está resultando esto.
Finjo que me pongo nerviosa por su comentario.

—Gracias, pero realmente no tienes que...

—Sabes, para ser una mujer hermosa, no aceptas muy bien los
cumplidos.

Le doy un codazo en el brazo.

—¿Crees que soy hermosa?

Ahora es su turno de sonrojarse.

—Lo siento. Eso ha sonado inapropiado.

—Bueno, teniendo en cuenta lo que estamos a punto de hacer,


creo que el hecho de que me llames hermosa es lo menos
inapropiado. —Me rio, y se ríe conmigo.

—¿No se te va a hacer raro esto? ¿Tener un bebé juntos?

Le aprieto la mano.

—Solo será tan raro como tú y yo lo hagamos. —Suspiro—.


Escucha, prometo hacer lo que sea necesario siempre que tú
también lo hagas. No hay un solo yo en la ecuación. —Hay un
indicio de mi intención en mis palabras, pero si Porter sabe o no
de lo que estoy hablando, no lo demuestra.

Me aprieta la mano de vuelta.

—Lo prometo.
Capítulo 13

15 de agosto de 2007

Hoy es el cumpleaños de mi madre, así que vamos a celebrar


una gran fiesta en el jardín. Todos los años celebramos una gran
fiesta para mi madre porque la mayoría de las veces está
garantizado que será un día agradable y caluroso. Hoy no es una
excepción. La semana pasada dijeron en la radio que iba a llegar
una ola de calor, y vaya si ha llegado. Desde ayer, estamos en los
treinta y tantos pero en realidad
realidad, parece que estamos en los
cuarenta con
on esta humedad.

Este año es especialmente bueno, ya que para su cumpleaños,


mi padre le compró una piscina. Le oí mencionarlo a Amber una
vez, así que sabía que iba a llegar. L La esperaba con impaciencia,
ya que me encanta nadar. Hoy no solo son los treinta treint y cinco
cumpleaños de mamá, sino también el día de la gran inauguración
de la piscina. Mi padre consiguió una gran cinta blanca para e esto
y la hizo cortar delante de todos los invitados.

Las sonrisas abundaban mientras un montón de gente se


bañaba en la piscina. Observo bajo la sombra cómo mamá se
acercaba a mí.

—¿Por
¿Por qué no te cambias y te metes en la piscina?

Me encojo de hombros.

—No
No tengo traje de baño.
Sonríe, acercándose a mí.

—En realidad, sí lo tienes. Mira debajo de tu almohada. —Me


guiña un ojo, se levanta y se acerca a mi padre, que está hablando
con un par de compañeros de trabajo de mamá.

A toda prisa, subo las escaleras y miro debajo de la almohada


para encontrar un precioso bikini negro con plateado. Parece caro.
Me siento culpable porque es el cumpleaños de mamá y terminó
comprándome un regalo.

Sonrío mientras me cambio, y solo me doy cuenta cuando me


miro en el espejo de lo mucho que he crecido. Parece que me estoy
llenando de las famosas curvas de reloj de arena de las que todo el
mundo habla. Mis tetas ahora encajan en una copa D, así que me
alegro que mi madre se haya dado cuenta. El conjunto encaja
perfectamente.

Cuando estoy lista, tomo una toalla y bajo a la fiesta. Todo el


mundo se ríe y se emborracha. Incluso mi padre está bebiendo, y
casi nunca lo veo beber.

Una vez fuera, mi hermana silba como un lobo.

—Vaya, mírate. Realmente tienes una figura bajo toda esa ropa
holgada que llevas.

Lo dice en voz tan alta que casi todo el mundo se gira para
mirar. Mi cara se pone roja cuando todos me miran. Me siento de
repente como un fenómeno de circo y me encuentro agarrando la
toalla que tengo delante.

Pero eso no es lo peor. Lo peor es ver a mi padre de pie,


agarrando con fuerza una bebida entre sus manos. Lleva gafas de
sol, así que no puedo verle los ojos, pero por la forma en que
frunce los labios me doy cuenta que está enfadado. Y lo que
empeora la situación es que uno de los hombres con los que está
hablando dice algo, y en ese momento sé que se esfuerza por
mantener la calma. Quiero darme la vuelta y correr hacia el
interior. De hecho, casi lo hago cuando siento una mano en mi
brazo.
—Sabía que esto te quedaría muy bien. Te queda perfecto. —Mi
madre tiene hipo, así que sé que ya está borracha. Se pone muy
risueña cuando ha bebido un poco.

Intento sonreír, pero después de ver la reacción de mi padre, el


entusiasmo que tenía antes se ha desvanecido.

—Gracias por esto, mamá. Me encanta.

Me empuja hacia delante.

—Bien. Ahora, vete a nadar. Te ves muy caliente y molesta. —Se


ríe, levanta su copa en señal de salud y me hace señas para que
avance.

Dando pasos tímidos hacia adelante, respiro profundamente,


sabiendo que mi padre está observando cada uno de mis pasos. Lo
último que quiero es hacerle enfadar de nuevo. Parece que este
tipo de cosas siempre lo enfadan.

Al llegar a la piscina, coloco la toalla en una de las tumbonas


cercanas y me siento para meter los pies. Una vez que me meto, el
frío me golpea, haciéndome tomar aire.

—Hace mucho frío cuando te metes, pero una vez dentro es


estupendo. —Miro hacia el sonido de la voz y veo a un chico un
par de años mayor que yo sonriendo.

—Oh, Scarlet —dice mi madre, acercándose al borde de la


piscina—. Este es Mitch. Es el hijo de Crystal. Mitch, esta es mi
hija, Scarlet. —Crystal es una colega a la que he oído mencionar a
mamá de vez en cuando.

Mitch me tiende la mano para que la estreche, y mi reacción


inicial es mirar a mi padre. Nos está observando... tal y como
pensé que haría.

—Bueno, pues adelante. Dale la mano. —Siento que mi madre


me empuja para que avance, así que hago lo más educado y le doy
la mano—. ¿No crees que es guapo? —me pregunta mi madre,
susurrando.
Dios, está haciendo de casamentera. Eso es todo lo que
necesito. Sí, Mitch es guapo. Tiene ese aire de surfista rubio y de
ojos azules, y parece que tiene el cuerpo perfecto de un surfista.
Pero no importa lo lindo que sea, nunca podría entretenerme con
este chico. Mi padre nunca me lo permitiría.

—Encantado de conocerte —dice Mitch, dedicándome una


sonrisa pícara. Baja la mirada hacia mi escote durante una
fracción de segundo, hasta que probablemente se da cuenta que le
están observando. No debería hacerlo tan descaradamente. Mi
madre está aquí mismo.

—Mitch está estudiando biología en la universidad local. Quiere


ser microbiólogo.

Bueno, eso es más de lo que esperaba.

—Suena interesante —digo, más por tener algo que decir que
porque esté realmente interesada.

Sonríe.

—Así es.

—Bueno, los dejo con eso —dice mi madre, poniéndose de pie.


Se aleja y veo que papá se acerca a ella. Tengo la sensación que
esto no va a acabar bien.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer una vez que obtengas


tu título? —le pregunto porque no quiero parecer descortés, pero
por el rabillo del ojo veo a mi madre y a mi padre peleando. Ambos
me miran, y el movimiento de manos de mi madre es lo que me
pone en alerta.

—Deja de ser tan autoritario, Richard. Tus hijas tienen que


crecer alguna vez. —Se aleja, agitando de nuevo la mano mientras
sonríe y se acerca a Crystal.

—Parece que tu padre no confía en mí.

Dirijo mi mirada hacia Mitch.

—¿Qué?
Hace un gesto con la cabeza hacia mi padre.

—Tu padre. ¿Es del tipo sobreprotector?

Me rio nerviosamente.

—Sí, se podría decir que sí. Cree que todos los chicos van detrás
de mí.

Noto que Mitch vuelve a mirar mi escote antes de encontrarse


con mis ojos.

—Ya veo por qué.

No digo nada. No quiero hacerlo. Si sigo hablando con este


chico, solo lo animaré.

—Hospital —suelta de repente.

—¿Qué? —pregunto, frunciendo el ceño.

—Quiero trabajar en el hospital una vez que obtenga mi título.


—Cuando me doy cuenta de lo que está diciendo, asiento—. ¿Y tú?
¿Qué quieres ser?

—Quiero ser médico. —Es cierto que quiero ser médico. Pero no
lo veo posible si me voy a ir pronto de casa.

Sus ojos se abren ampliamente.

—¿De verdad? ¿No es una coincidencia? Puede que los dos


trabajemos en el hospital algún día. Quizá podríamos ser
compañeros de café —se ríe.

Sonrío, pero de forma forzada. No me gusta hablar de la escuela


ni de mi futura carrera. Antes me encantaba hablar de eso, pero
ahora me deprime porque me hace pensar en algo que he perdido.
Es una estupidez, ya que no se puede llorar lo que nunca se ha
tenido, pero nada me gustaría más que ayudar a la gente que está
mal a recuperarse.

—Tengo un grupo de amigos que van al cine el sábado por la


noche. ¿Quieres venir?
Vuelvo a mirar a mi padre sin poder evitarlo. Saber que está ahí
mirándome me hace sentir como si hubiera un foco de atención
sobre mí.

—Tengo planes el sábado por la noche. Lo siento.

Parece decepcionado.

—Oh. Bueno, ¿tal vez otra noche?

—Tal vez —digo, pero sé que no iré a ninguna parte.

Sonríe alegremente, y en ese momento sé que he cometido un


gran error.

—Bien. Te daré mi número antes de irme esta noche.

Asiento y vuelvo a mirar a mi padre. Me observa atentamente


con la misma mirada severa.

—Voy a nadar un poco, si te parece bien. Es mi primera vez en


la piscina, así que quiero aprovecharla al máximo.

—Claro —dice sonriendo—. Nadaré contigo.

Gimo por dentro porque quiero que se vaya. ¿No se da cuenta,


por mi lenguaje corporal, que no quiero tener nada que ver con él?
Suspiro, pero empiezo a nadar y él me sigue a mi lado.

—Ha sido muy amable tu padre al comprar esto para el


cumpleaños de tu madre. Ojalá mi padre nos comprara algo así.

—Sí, ha sido muy bonito —digo con rotundidad. ¿Por qué este
chico no deja de hablar?

Doy unas cuantas vueltas más, pero este Mitch no deja de


parlotear en mi oído sobre enfermedades infecciosas e
intoxicaciones alimentarias. Sé que este tipo quiere ser
microbiólogo, pero no necesito saber los pormenores de todo eso.

Después de diez vueltas, no puedo aguantar más. Sé que mi


padre se enfada más cuanto más tiempo estoy aquí, así que decido
presentar mis excusas y marcharme. Mitch parece decepcionado,
pero sé que me está mirando mientras salgo de la piscina y agarro
mi toalla.

No pierdo tiempo en entrar en la casa y subir las escaleras para


cambiarme. Con suerte, una vez que me haya puesto mi vestido
largo y vaporoso, mi padre dejará de mirarme.

Una vez en mi habitación, estoy a punto de cerrar la puerta


cuando veo que un pie familiar se asoma para detenerme. Dejo
libre la puerta y retrocedo unos pasos, sabiendo que mi padre está
a punto de entrar.

Respiro cuando lo veo de pie con unas tijeras. Cierra la puerta


tras de sí y mi corazón empieza a martillear. Nunca hace nada
cuando sabe que mi madre y mi hermana están en casa. Es muy
cuidadoso, así que nunca lo han sorprendido.

—Mamá me lo compró —digo para explicar por qué lo llevo


puesto—. Ella me dijo que me lo pusiera.

No dice nada. Se queda parado mirándome. No sé qué hacer. No


puedo moverme, pero estoy desesperada por huir.

De repente, camina hacia mí y me encuentro dando un paso


atrás. No pasa mucho tiempo antes que mis piernas choquen con
la cama y no pueda ir más lejos. En un segundo, tiene las tijeras
colocadas bajo los cordones de mi bikini, y no mucho después,
todo cae al suelo. Me dan ganas de llorar porque me encantaba
ese bikini. Fue un regalo de mamá y no es frecuente que me haga
regalos sin motivo.

Sin embargo, lo último en lo que pienso es en el bikini cuando


mi padre coloca de repente las tijeras alrededor de mi pezón.

—Por favor —digo con voz temblorosa. Se me llenan los ojos de


lágrimas y se me corta la respiración cuando empieza a mover las
tijeras—. Lo siento —lo digo y lo siento en serio. Con las tijeras tan
cerca de mi pezón, lo siento todo—. No lo volveré a hacer. Lo
prometo. —Sigue sin hablarme, pero se acerca un poco más y
percibo el olor a whisky en su aliento. Respira con dificultad, así
que sé que está excitado. Seguramente no hará nada. Tenemos
una casa llena de invitados.
De repente, retira las tijeras y mis pulmones empiezan a
llenarse de aire.

—Siéntate en el borde de la cama —me ordena.

Vuelve a invadirme el pánico, sin saber qué va a hacer. Pronto


lo descubro cuando me empuja hacia abajo y sostiene mis piernas
en el aire. Se desabrocha los jeans y entra con fuerza.
Inmediatamente, me cierro, no quiero estar en esta habitación. En
su lugar, me concentro en la charla y las risas de fuera...
deseando ser una de ellas. No sé por qué ha decidido hacer esto
aquí porque sabe que es peligroso. Mi madre o mi hermana
podrían entrar en cualquier momento, pero a mi padre no parece
importarle. Está gruñendo, haciendo mucho ruido mientras siento
su aliento caliente contra mi cuello. Debe de estar borracho,
porque esto es diferente. No me muerde como de costumbre y no
es tan brusco.

Por suerte, acaba rápido y me mira tumbada en la cama


mientras se sube los jeans. No me dice nada. Simplemente se da
la vuelta, se va y cierra la puerta tras de sí.

Dejo escapar un suspiro, incapaz de comprender lo que acaba


de suceder, pero no tengo tiempo para pensar en eso, ya que tengo
que asearme. Se retira en el último momento porque no quiere
dejarme embarazada. Refunfuña al respecto y dice que no puede
esperar a que cumpla los dieciséis años. Sé lo que quiere decir y
estoy decidida a no dejar que eso ocurra.
Capítulo 14

Stuart me recogerá en unos minutos para llevarme a cenar.


Técnicamente ya estoy lista, pero en ningún sentido estoy
realmente preparada. Por alguna razón, me siento nerviosa y tengo
que recomponerme. Nunca me pongo nerviosa cuando quedo con
los hombres, así que no sé por qué estoy armando tanto alboroto
por esto. Es una cena
cena… no una cita. Después de esto, no tendré
que volver a verlo.

Me vuelvo a inspeccionar en el espejo. Me veo bastante


conservadora con mi vestido negro de Vera Wang. Me encanta
porque sigue mostrando mis curvas de forma sexy, pero
sofisticada. Quiero que Stuart me vea sexy, pero de ninguna
manera quiero que piense que va a echar un polvo esta noche.

Mientras meto los pies dentro de mis tacones rojos Louboutin,


inspecciono mi pintalabios rojo oscuro y me esponjo un poco el
cabello. Esta noche lo llevo suelto en u una
na masa de curvas
onduladas. A Reid le encanta que lo lleve suelto, ya que le encanta
sentir las cosquillas cuando se lla chupo.

Pensando en Reid, tuve que mentirle sobre esta noche. Le dije


que iba a salir de copas con mi hermana. Mañana domingo voy a
ir a comer a casa de mi madre, así que la veré allí, pero le dije que
necesitaba acercarme a ellos para que me volvieran a querer. A
Reid no le quedó más remedio que apartarse y dejarme hacer.
Puede que me mande en el dormitorio, pero no dicta toda mi vida.

El sonido del timbre de la puerta me pone en movimiento.


Agarro el bolso y las llaves y me apresuro a abrir la puerta.
Normalmente me pondría un abrigo, pero esta noche hace un
calor inusual.

—Guao —dice Stuart cuando abro. Parece que se ha quedado


sin palabras.

—Me lo tomo como un buen guao.

Asiente observándome.

—Definitivamente un buen guao. ¿Estás lista? —Asiento y me


ofrece su brazo. Es algo inusual, ya que no estoy acostumbrada a
que alguien sea tan caballeroso—. Tengo reservas en Donella's en
Richmond. Espero que esté bien.

Había oído que Donella's era uno de los mejores restaurantes de


Londres. Al parecer, es difícil conseguir una reserva allí a menos
que seas digno de ella.

—Está bien —respondo, sonriendo mientras nos acercamos a


un Bentley Continental GT negro. Me abre la puerta y corre
rápidamente hacia el otro lado. Aprovecho ese momento para
observarlo. Lleva un traje beige, corbata gris y camisa blanca. Es
fresco para el verano, pero también sexy. Vuelve a llevar esas
gafas que me pusieron cachonda la última vez que lo vi. Me
recuerda a Tom Keen de The Blacklist. Tiene el mismo color de
cabello, la misma sombra de barba y los mismos lentes.

—Así que las fusiones y adquisiciones realmente pagan a lo


grande, ¿eh? —Miro alrededor del auto y luego a Stuart. Me sonríe
descaradamente.

—Lo siento. Estoy presumiendo, ¿no? No era mi intención.


Quizá debería haber traído el Aston.

Jadeo y se echa a reír.

—¿Y no crees que eso sería presumir?

—Quizá, pero supongo que eres el tipo de chica que no se deja


impresionar por cosas así. —Pone en marcha el auto con solo
apretar un botón, y no puedo evitar mirarlo.
—Estás adivinando bien. Me gusta vestir bien, pero hasta ahí.
Me visto así simplemente por los clientes que tenemos. Esperan
clase, así que tengo que proyectarla.

Al salir a la calle, me mira a mí y luego al vestido.

—Pero esta noche no sales con un cliente. —Luego sonríe—.


Entonces, supongo que esto es solo para impresionarme... ¿o me
equivoco?

De repente se me traba la lengua. Está coqueteando conmigo, y


hasta este momento, supongo que yo le devolvía el coqueteo, pero
no puedo animarlo. No sería justo.

—No —digo finalmente, girando la cabeza hacia otro lado.

—Ah, puedes decírmelo. Te prometo que no se lo diré a nadie. —


Vuelvo a mirar hacia su sonrisa descarada y siento cuando la mía
coincide con la suya. Sus sonrisas son definitivamente
contagiosas.

—Ya te lo he dicho. Solo me gusta estar elegante.

Asiente.

—Bien, dejaré que te salgas con la tuya... Pero tú y yo sabemos


lo contrario.

—Estamos tan llenos de nosotros mismos, ¿no?

Comienza a reírse de nuevo.

—Me estás rompiendo el corazón.

—Vaya, Stuart Solomon, no sabía que tenías uno. —Empiezo a


reírme y se gira para mirarme con una sonrisa.

—Tienes la risa más hermosa y junto con mi nombre entre tu


lengua, siento que he muerto he ido al cielo.

El aire es repentinamente espeso y los dos nos quedamos en


silencio. Sigue sonriéndome antes de girar la cabeza hacia la
carretera. No estoy acostumbrada a esto. Todos estos cumplidos y
observaciones sobre mi risa. Claro, estoy acostumbrada a que la
gente diga lo sexy que soy y lo buena que soy para follar, pero
¿elogios sobre mi risa y sobre cómo digo el nombre de alguien?

Cuando llegamos al restaurante, el valet se lleva el Bentley y de


nuevo, Stuart me sostiene del brazo y me lleva al restaurante. El
maître se dirige a Stuart por su nombre de pila, así que al instante
sé que frecuenta este lugar.

—Esta es mi amiga, Scarlet —le dice Stuart al hombre que


ahora conozco como Michael.

—Qué mujer tan hermosa —dice, tomando mi mano y besando


el dorso de la misma—. Yo en tu lugar me aferraría a esta. —Me
sonrojo al instante por Stuart, pero él solo se queda sonriendo—.
Por aquí, Stuart. He preparado una mesa especial en la esquina
con una vista perfecta del río.

—Gracias —dice Stuart al llegar a nuestros asientos. Michael


tiene razón. La vista del río Támesis es perfecta desde aquí.

—¿Quieres lo de siempre? —pregunta Michael mientras nos


sentamos.

—Por favor —responde Stuart.

Michael se va rápidamente y tomo el menú para echarle un


vistazo. Mis ojos se abren de par en par cuando veo los precios.

—No lo estoy haciendo muy bien aquí, ¿verdad? —Levanto la


vista y veo la cara de preocupación de Stuart. Parece realmente
molesto consigo mismo—. ¿Quieres que nos vayamos? No me
ofenderé si lo haces.

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—No, por supuesto que no. Realmente aprecio todo este


esfuerzo, pero...

—¿No es necesario? —Sonrío—. ¿Habrías preferido que te


llevara a Burger King?

Empiezo a reírme.
—No es mala idea.

—Lo recordaré para la próxima vez.

Se me cae el estómago. ¿Quiere que haya ya una próxima vez?


Se suponía que solo iba a ser una cita.

Mientras pienso en esto, Michael vuelve con una botella de


champán y nos sirve una copa.

—¿Están listos para pedir?

Stuart me mira. Me doy cuenta de que ya sabe lo que quiere,


pero no he tenido la oportunidad de mirar el menú.

—¿Qué hay de bueno aquí? —pregunto, con la esperanza de


obtener algo de inspiración.

—Nuestros Spaghetti Alla Carbonara son nuestro plato más


popular.

Le entrego el menú.

—Lo tomaré entonces.

—Excelente elección. ¿Y para ti, Stuart?

Stuart me sonríe. Ni siquiera le mira cuando dice.

—Lo de siempre. —Antes de devolver el menú.

—Muy bien —dice Michael y se aleja diligentemente de nuevo.

Stuart toma su copa de champán y la levanta. Hago lo mismo.

—Por conseguir esa primera cita.

Comienzo a reírme antes de chocar con su copa.

—Por conseguir esa primera cita. —Tomo un sorbo y cierro los


ojos mientras la primera gota fría se desliza por mi garganta. Es
un champán muy seco, pero no tiene ese aguijón amargo que
tienen algunos vinos secos—. Así que —digo, dejando la copa en la
mesa de forma despreocupada—. ¿Cuál es lo de siempre aquí,
señor Solomon?

Se inclina hacia delante y se aclara la garganta.

—No me juzgues, pero tengo una relación especial con sus


albóndigas. —Me echo a reír y se inclina más sobre la mesa—.
Shh. ¿No sabes que tengo una reputación que mantener?

Dejo de reír.

—Bien. Lo siento. No quisiera arruinar tu... reputación —lo digo


con un poco más de coquetería de lo que pretendía.

—Te lo agradezco —responde Stuart con una sonrisa de


satisfacción.

—¿Sigues viendo a mucha gente de la escuela?

Stuart sacude la cabeza.

—La verdad es que no. Veo a Tobey de vez en cuando, pero el


resto hemos perdido el contacto. No he visto ni sabido nada de
Stanley desde aquel incidente. Sin embargo, he oído que está bien.
Se mudó al extranjero, a Francia, creo.

Me estremezco al escuchar eso. Sé todo sobre el incidente al que


se refiere. Fue en ese momento cuando cambié, y lo hice
radicalmente. Fue ese momento el que me hizo convertirme en la
mujer que soy hoy.

—¿Y tú?

Mis pensamientos se alejan de Stanley mientras miro a los ojos


de Stuart. Se ven más suaves con esta iluminación, con una
inocencia casi infantil. Es agradable.

—No he visto a nadie. Nunca me llevé bien con la gente en la


escuela. Ya lo sabes.

—Hmm —dice, y sé que quiere decir más, pero se está


conteniendo la lengua. Dijo que no iba a sacar el tema de mi
padre, pero sus palabras tácitas lo dicen todo. Tendría razón, por
supuesto. Es curioso que un chico que apenas me conocía sea el
único que se dio cuenta de que algo iba mal en casa. Aun así,
Stuart nunca decidió hacer nada al respecto. Por alguna razón,
pensar en eso me enoja mucho.

—Entonces, ¿te dedicas a las investigaciones? ¿Capturas a


gente que está en el acto, por así decirlo?

Asiento.

—Esa es una de las muchas cosas que hacemos. Ayudamos a


encontrar a personas desaparecidas y también a localizar a niños
adoptados. Al parecer, ha sacado a relucir la parte más sórdida.

Hace una mueca.

—Más o menos lo he hecho, ¿no? —Me rio y asiento—. ¿Lo


disfrutas?

Si tan solo supiera.

—Sí, lo disfruto. Disfruto mucho haciendo realidad los deseos


de los clientes. Normalmente están más que satisfechos con los
resultados. —Sonrío, con una frase llena de insinuaciones.

—Seguro que sí. —Sonríe y sé que hemos vuelto a coquetear.


Por alguna razón, es tan fácil caer en esto con él.

—¿Cómo es que ningún hombre te ha conquistado?

Bebo otro sorbo de mi champán.

—Yo podría preguntarte lo mismo.

—Bueno, Chris Hemsworth lo intentó, pero le dije que por muy


sexy que sea, yo no me muevo por ahí.

Vuelvo a reírme. Me doy cuenta que me está mirando. Me


contempla como si fuera la única mujer en el restaurante. He visto
muchas mujeres bonitas en este restaurante, pero ni una sola vez
ha desviado su atención de mí. Es agradable.
—Me encanta oír tu risa. Recuerdo que lo hiciste una vez en el
colegio, y entonces pensé que deberías reírte más a menudo. Creo
que esa vez fue la única.

—¿Cuándo fue eso?

—¿Recuerdas aquel día en que Pete Tomlin se metió con aquella


pobre chica del noveno curso, y cuando pasó por delante de mí, le
metí el pie? Corrió un poco hacia delante, tropezando varias veces
con los pies antes de caer de bruces.

Me echo a reír.

—Me había olvidado de todo eso.

—Lo viste todo y soltaste una carcajada. Desde entonces, me


esforcé por hacerte reír así de nuevo.

Nos quedamos en silencio un momento, mirándonos fijamente


mientras seguimos bebiendo el champán. Ya siento un ligero
vértigo. El champán nunca es una buena bebida para mí porque
me pone cachonda, y eso es lo último que necesito esta noche.

Poco después llegan nuestros platos y, tras dar mi primer


bocado, me doy cuenta de cómo algunas personas pueden decir
que se han enamorado de la comida. Es absolutamente delicioso.
Stuart prueba la mía y luego procede a darme algunas de sus
albóndigas.

—Tus bolas son deliciosas —digo, tomando otro sorbo de


champán. Creo que se me está subiendo a la cabeza.

Stuart casi se atraganta con mi comentario, haciéndome reír de


nuevo. A pesar de estar en un restaurante tan elegante, me siento
completamente a gusto con Stuart.

De repente, levanta la mano.

—La cuenta, por favor —dice bromeando—. Creo que


definitivamente ha sido la primera vez para mí.
—¿Por qué?, ¿qué pasa Stuart? ¿Te da vergüenza hablar de tus
bolas? Parece que te gustan mucho. —Se producen más ahogos y
risas.

—Nunca he conocido a nadie como tú.

Frunzo un poco el ceño al verlo.

—No estoy segura de si eso debe ser algo malo o bueno.

—Oh, definitivamente bueno. Es que las mujeres con las que


salgo normalmente son un poco... ¿Cómo decirlo? Atascadas.

Que diga eso de repente me hace querer saber más.

—¿Has tenido alguna vez una relación seria?

—Una —dice rápidamente—. La conocí hace unos cuatro años y


me comprometí un año después. Al año siguiente, nos separamos.

—Lamento escuchar eso.

Sacude la cabeza, riendo.

—Yo no. Descubrí que se estaba follando a mi mejor amigo.


Basta con decir que ambos están bien fuera de mi vida ahora.

—Eso es horrible. Supongo que eso te ha alejado de las


relaciones de por vida.

Me mira y espera masticar su comida antes de responder.

—Lo hizo durante un tiempo, pero he tenido dos años para


reflexionar sobre eso. Como he dicho, he intentado salir con
alguien, pero nadie ha encajado todavía. —Deja el tenedor un
momento para dar un sorbo a su champán—. ¿Y tú? ¿Alguien
serio?

Sacudo la cabeza.

—Nadie.

Parece sorprendido.
—¿Nadie
¿Nadie en absoluto?

—No.
No. No tengo tiempo para eso
eso.

—¿Ni
Ni siquiera unas cuantas citas?

Tal vez este es el momento de cortarlo suavemente. No sé si


quiere que esto vaya a alguna parte, pero sería cruel hacerle cre
creer
que podría.

—En
En realidad no salgo mucho. He salido algunas veces, pero
nunca he pasado de la segunda cita. Supongo que no estoy
preparada para ese nivel de compromiso.

Le miro, esperando encontrar decepción en su rostro, pero no


parece haberla. En camb
cambio,
io, me mira con curiosidad, como si fuera
un rompecabezas difícil de resolver.

Terminamos la comida y la botella de champán, pero rechazo el


postre. En su lugar, nos dan una copa de champán gratis a cada
uno una vez que pedimos la cuenta.

—Ha sido una vela


velada encantadora. Gracias por traerme.
traerme

Stuart sonríe alegremente.

—De
De nada. ¿Puedo llevarte a otro sitio para el postre?

¿Está coqueteando conmigo otra vez? En este momento, no


parece importarme. El champán se me sube a la cabeza bastante
bien. Sé que debería
ía rechazar su oferta e irme a casa, pero por
alguna razón, le doy otra respuesta.

—Te
Te diré algo. ¿Qué tal si te llevo yo?
—Cuando dijiste que me ibas a llevar por el postre, ni por
asomo pensé que sería por un McFlurry de Oreo.

Le doy un codazo mientras paseamos por la orilla del río.

—¿Estás hablando de McFlurry? Te aseguro que son el mejor


helado del mundo.

Su ceja se levanta.

—¿Es así?

Asiento.

—Sí, así es.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Dispara —murmuro, intentando con todas mis fuerzas no


escupir mi helado al hablar.

—¿Sabes que en el restaurante dijiste que no salías con nadie?


—Asiento, pero creo que sé a dónde va esto—. ¿Sigue siendo así
ahora?

Dejamos de caminar y nos quedamos de pie junto al río. Me


vuelvo hacia él, de modo que nos miramos directamente.

—Siento decir esto, Stuart, pero si buscas una relación, me


temo que no soy la adecuada para ti. Todavía no puedo
comprometerme con nadie. Simplemente no lo tengo en mí. —Es
cierto lo que digo, pero la razón principal es que no puedo tener
distracciones mientras llevo a cabo mi plan. Simplemente no las
necesito—. Lo siento si no es lo que quieres oír.

Se encoge de hombros.

—Admito que estoy un poco decepcionado, pero no hay razón


para que tú y yo no podamos ser amigos... ¿verdad? —Esta vez me
da un codazo con una sonrisa, así que le devuelvo la sonrisa.

—No, supongo que no. —Doy otro bocado a mi helado, pero me


estremezco cuando la brisa golpea mi piel.
—¿Tienes frío? —pregunta Stuart.

Niego con la cabeza, pero le miro mientras se quita la chaqueta


y me la pone sobre los hombros.

—Ya está —dice, envolviéndome con fuerza—. Ya está mejor.

Me quedo congelada en el sitio mientras le miro fijamente. Sus


ojos bailan sobre mí, notando que el aire que nos rodea ha
cambiado de repente. No se aparta. Sigue rodeándome con sus
brazos. Su cara sigue estando a escasos centímetros de la mía. Es
casi como si uno de los dos estuviera esperando a que el otro se
aparte primero. Sé que debería hacerlo, pero mis músculos no
quieren moverse. Sin quererlo, miro sus labios y me lamo los
míos. Nunca he tenido el deseo de besar a alguien. A Reid, sí, pero
siempre fue la excepción. Besarlo sería algo tan normal al final de
la cita. Pero, ¿podría hacerlo después de darle ese gran discurso
sobre que no salgo con nadie?

De mala gana, alzo la vista hacia sus ojos y, en mi neblina


borracha, le dirijo esa mirada. Es como si mis entrañas se
hubieran despertado de repente... Normalmente, soy yo quien
despierta el deseo en los demás. Ahora, sin embargo,
naturalmente quiero besarlo. Naturalmente, quiero tocarlo.

Veo el momento en que el deseo parpadea en sus ojos, y de


repente, estoy en llamas.

No es un blanco, por el amor de Dios. Es tu enamorado de la


escuela. ¡Contrólate!

No tengo tiempo para pensar en ello, ya que muy pronto los


labios de Stuart están sobre los míos, separando mis labios
mientras desliza su lengua en mi boca. Es suave y gentil, cálido y
embriagador. No se parece en nada a los besos rápidos y
apasionados que me da Reid.

Gimo en su boca y siento cómo su dureza se clava en mi


estómago. Tengo unas ganas irrefrenables de sentirlo ahí abajo, de
acariciarlo, de masajearlo. Quiero llevarlo a mi boca y
complacerlo... dejar que me complazca.
Mis pensamientos se dispersan mientras me provoca con su
lengua. Me siento mareada por la lujuria, y sé que él también la
siente. Puedo sentir el hambre en su interior. Sé que desea
desesperadamente presionar, pero se está conteniendo. Como si
fuera una señal, se aparta y cierra los ojos.

—Vaya —es todo lo que dice mientras se esfuerza por


normalizar su respiración—. Eso es algo que definitivamente
puedo tachar de mi lista de deseos.

—¿Me tienes en una lista de deseos?

Abre los ojos con una sonrisa y asiente.

—Siempre he soñado con lo que sería besar a Scarlet Valentine.

Me muerdo el labio, mirando sus labios antes que sus ojos.

—¿Y fue todo lo que pensaste que sería?

Niega con la cabeza, y cuando frunzo el ceño, me sonríe.

—Fue más... mucho, mucho más. Tú, mi niña, serás el fin de


alguien. Nunca he sentido un beso así.

—¿De verdad?

¿Por qué demonios he preguntado eso? Estoy actuando como una


adolescente en su primera cita. Soy una mujer de veinticuatro años,
por el amor de Dios. ¿Qué demonios me pasa?

—Sí, de verdad. —Sonríe—. Tu vulnerabilidad es bonita.

Juego a darle un golpe en el estómago y disfruto mucho


viéndolo encorvarse.

—Bien, bien. Me rindo —dice, levantando las manos—. No eres


nada vulnerable.

—Gracias.

Stuart sacude la cabeza con una sonrisa, pero me acerca


mientras empezamos a caminar juntos por la calle.
—Me lo he pasado muy bien esta noche —dice, mirándome.

Siento que mi cara se ilumina con una sonrisa.

—Yo también.

Y, por primera vez en mi vida, puedo decir honestamente que


estoy diciendo la verdad.
Capítulo 15

9 de septiembre de 2007

—¿Estás
¿Estás segura que todo está bien, Scarlet? —meme pregunta la
señorita Carter mientras jugueteo con mi mochila.

—Todo está bien —


—tartamudeo nerviosa.

—Es
Es que... Me he enterado de lo que pasó antes del verano y
hoy he sorprendido a Stanley Cooper llamándote de una forma
bastante desagradable. Le he llamado y le he reprendido por su
comportamiento.

Empiezo a entrar en pánico.

—En
En realidad, preferiría que no lo hubiera hecho —protesto.
protesto.

—No
No deberías aguantar esto, Scarlet. No se tolera en este
colegio.

Suspiro.

—Lo
Lo sé. Es que no quiero causar un escándalo. Cuanto más
alboroto se cause, peor será. Me aferro al hecho que alguien más
será el próximo chisme, y entonces me olvidarán.

Parece molesta por eso.

—Nadie
Nadie debería soportar el acoso, señorita Valentine. Y estoy
esto
segura que usted no querría que otra persona pasara por lo
mismo.
Intento hablar, para defenderme, pero no me salen las palabras.
Siento que la culpa me invade. Por supuesto que no quiero que
otra persona sufra lo mismo, pero solo quiero que se acabe.

—Lo siento —digo al final—. No era mi intención. —Miro al


suelo y vuelvo a levantar la vista—. ¿Puedo irme ya? Mi padre me
estará esperando.

Sigue pareciendo preocupada, pero asiente.

—Claro, nos vemos mañana.

Le dedico una media sonrisa y salgo por la puerta. Una vez que
la cierro, paso junto a Tim Foster, uno de los mejores amigos de
Stuart.

—Perra.

Cierro los ojos, pero ignoro la voz envenenada. Pensaba que un


verano sin escuela habría puesto fin a los insultos, pero no es así.
Sigo siendo la zorra que cortó a Stuart de la forma más cruel
posible. Insistió al día siguiente de invitarme a salir. Entré en
pánico, le grité y le dije que me dejara en paz delante de toda la
escuela. No era mi intención hacerlo público, pero me hirió tanto
que lo solté. Tampoco ayudó que le llamara "patético".

Gimo mientras salgo por la puerta del colegio. Mi familia no


sabe nada de mis problemas, así que tengo que guardarme cada
palabra cruel, cada palabra despectiva que salgan de sus bocas
para mí. Cuando llego a casa trato de escapar con la esperanza
que mi padre no sepa que he llegado, pero al final me encuentra y
me ordena que me desnude, que me ponga de rodillas o que le
suplique. Eso es lo que le gusta últimamente. Le gusta que le
suplique.

Sacudo la cabeza, apretando mis carpetas con fuerza contra mi


pecho. Dentro de cuatro meses cumpliré dieciséis años y luego me
iré. Todavía no sé a dónde, pero cualquier lugar es mejor que
donde estoy y lo que tengo que soportar ahora. Mientras pienso en
eso, recorro la calle en dirección a mi casa, preparándome
mentalmente para lo que sé que va a pasar después. Aparte de
algún que otro viaje para firmar libros, mi padre siempre está en
casa... esperándome. Mientras esté allí, no tengo más remedio que
hacer lo que me dice. Sé que dejó de tener relaciones sexuales con
mamá hace un tiempo, ya que la escuché quejarse de eso con una
de sus amigas una vez que vino a tomar el té. Dijo que él le
echaba la culpa a la escritura y que a veces estaba despierto la
mitad de la noche concentrado en su trabajo. Sé cuál es la
verdadera razón, pero esperaba que mamá se hartara y le pidiera
que se fuera. Si él ya no estaba allí, entonces no sería un blanco
cada vez que entrara por esa puerta.

Cuando llego a la puerta que da acceso a mi casa, respiro


profundamente y la atravieso. El portón chirría, haciéndome
estremecer por el ruido. Sabrá que estoy en casa incluso antes
que atraviese la puerta. Esa teoría se confirma cuando la puerta
se abre de repente y deja ver a mi padre cuando me acerco.
Inmediatamente, detecto que algo va mal. Al principio no dice
nada. Solo se queda ahí mirándome... Observándome mientras me
acerco.

Una vez que estoy en el umbral, me indica con la cabeza que


entre.

—Al salón.

Asiento, pero frunzo el ceño al pasar a su lado. Normalmente,


me ordena que vaya al dormitorio de inmediato, así que me
sorprende cuando me ordena que entre allí.

—Siéntate —me dice por detrás. No lo dudo. Dejo caer el bolso y


me siento en el sofá, esperando a que hable. Lo miro y sé que es lo
que espera que haga. Una vez que fija su mirada en la mía, se
sienta frente a mí. No sé qué es peor... Que me ordene subir y me
obligue a desnudarme o que se siente aquí tan tranquilo. Al
menos, cuando me ordena ir a mi habitación, sé lo que va a pasar
después.

Respira profundamente antes de hablar.

—Acabo de hablar por teléfono con tu subdirector.

Mis ojos se abren un poco, y juro que puedo oír los latidos de mi
corazón. Me empiezan a sudar las palmas de las manos y me
tiemblan las rodillas. Puedo suponer por qué lo menciona, pero no
quiero adivinar lo enojado que está conmigo. Sin duda, pase lo
que pase, mi padre lo tergiversará para que acabe siendo culpa
mía. Todo lo que hago es culpa mía, ya sea en la escuela o en
casa.

—¿Por qué no me dijiste que te estaban acosando?

Mi labio tiembla ligeramente, pero me recupero rápidamente.

—Lo siento... Es que no quería...

—¿Quién es?

—¿Qué? —pregunto, sorprendida.

—¿Quién es el chico que se ha estado metiendo contigo? ¿Cómo


se llama?

Frunzo el ceño. No sé por qué me pregunta eso. ¿Es otro de sus


juegos enfermizos?

—Se llama Stanley Cooper. —Hay otros, pero Stanley es sin


duda el cabecilla.

—¿Cómo te llama? —no respondo de inmediato—. No me hagas


preguntarte de nuevo.

—Zorra, perra y puta —suelto.

Me mira fijamente durante un momento, con el fuego bailando


en sus ojos. Sus labios se fruncen y sus manos, que estaban
colocadas despreocupadamente en los brazos del sofá, ahora se
cierran con rabia. Mi respiración se acelera, preguntándome si me
va a pegar por decir esas palabras tan feas. Intento pensar en qué
decir para salir de esta, porque lo único que puedo pensar es en el
resultado de lo que acabo de decir.

Finalmente, se levanta y, naturalmente, mi postura se hunde


un poco. Espero que se acerque a mí y me ordene algo, pero en
lugar de eso, se dirige a la puerta.
—Voy a salir. Si no he vuelto para cuando tu madre llegue a
casa, dile que voy a visitar a un amigo.

No espera mi respuesta. En su lugar, toma las llaves y sale


directamente por la puerta. Poco después, oigo que su auto se
pone en marcha, así que me apresuro a asegurarme de que lo que
estoy oyendo es correcto. Efectivamente, está en su Porsche 911
acelerando el motor con una mirada desafiante en su cara. Poco
después, se aleja con el chirrido de los neumáticos.

Y, por primera vez, me quedo sola.


Capítulo 16

Hoy es el día de la presentación del libro de mi padre, y la


posterior fiesta se celebra en el club Scarlet's. Siempre sonrío
cuando pienso en eso. Estoy segura que es la forma especial que
tiene mi padre de hacerme saber que nunca estoy lejos de su
mente. Sé que no lo estoy
estoy, porque admitámoslo, soy lo mejor que
ha probado.

En los últimos días, he seguido con mis deberes, con Stuart


nunca lejos de mi mente. Al final de la cita, le dije que estaba mal
que lo besara después de haberle dicho que no quería engañarlo
de ninguna manera. Stuart no pareció inmutarse. De hecho, dijo dijo:

—¿Por
¿Por qué no podemos ser amigos que se besan de vez en
cuando?

Nos hemos estado envi


enviando
ando mensajes de texto a menudo, pero
no lo he visto desde nuestra cita... o como quiera que se llame. No
ha mencionado volver a salir, pero quizá eso sea algo bueno. Tal
vez está esperando a ver si le pregunto primero. Debo admitir que
una parte de mí quiquiere
ere hacerlo, pero la mayor parte de mí se
pregunta "¿Por qué?" cuando sé que nunca irá a ninguna parte.
¿Por qué?
Creo que la razón por la que quiero volver a verlo es porque
porque, solo
por esa noche, por las pocas horas que estuve con él... pude
escapar de la realidad de mi vida. Pude escapar de mi padre, de
mi madre, de mi hermana e incluso de Reid. Solo por esas pocas
horas, me sentí normal por primera vez en mi vida. Llámame loca,
pero ahí está la verdad. Yo, por mi cuenta, sé que nunca podré ser
normal. Tal vez solo me gustaba actuarr de forma diferente... ser
un "tono" diferente de Scarlet. ¿Qué es lo que dicen? "¿Un cambio
es tan bueno como un descanso?
descanso?"
Basta con decir que todo eso debo dejarlo a un lado ya que
estoy aquí esta noche por una razón y solo una razón. Es increíble
lo mucho que todo lo demás puede parecer irrelevante cuando
tienes un enfoque específico en tu mente. Mi padre siempre ha
causado esto. Tiene la extraña habilidad de hacer que solo piense
en él cuando está cerca.

Estoy en un taxi con un vestido rojo largo con una abertura en


un lado de la pierna. Me encanta este vestido, ya que se curva
alrededor de mis pechos y me abraza en todos los lugares
adecuados. Alrededor de mi cuello están los cordones del vestido
hechos de diamantes. Gracias a ellos, no necesito llevar un collar.
Tengo los dos en uno. Llevo el cabello recogido esta noche en un
moño apretado y unos pendientes largos de plata y diamantes. Me
he asegurado de llevar un maquillaje ahumado, ya que voy a
impresionar a una persona y solo a una persona.

El hecho de pensar en eso me produce escalofríos de deseo por


la columna vertebral. No importa lo que haya pasado en la ducha
hace un tiempo, todavía no puedo evitar desearlo más que el aire
que respiro. Sigo sintiendo esos cosquilleos en la piel cuando
pienso en hacer que me desee... en hacer que se desespere por
mí... en hacer que me anhele más que el aire que respira.

Una vez que el taxista se detiene frente al club, le pago y salgo


lentamente del auto. Llevo mis Louboutin favoritos esta noche, así
que tengo que tener cuidado. No hay nada más lamentable que ver
a una mujer de aspecto elegante caer de culo.

Llego a la puerta y veo que la gente se arremolina fuera. Todos


me miran, pero estoy acostumbrada a eso dondequiera que vaya.
Saludo con la cabeza al portero, que me abre la puerta y me
dedica una sonrisa arrogante y una evidente mirada de reojo
cuando paso. Ya oigo música, así que me doy cuenta de que la
fiesta está en pleno auge. Al llegar al siguiente grupo de puertas,
las abro y me encuentro con una gran sala oscura y llena de
humo, con un bar a la izquierda. Lo primero que observo al entrar
es lo colorinamente iluminada que está la zona del bar, pero lo
que más llama la atención es la letra roja brillante que hay en la
pared sobre la barra. Dice "Scarlet", por supuesto, y eso me hace
sonreír de nuevo.
Cuando empiezo a caminar hacia el bar, oigo que me llaman por
mi nombre desde arriba. Alzo la mirada y veo a Amber de pie con
una copa de champán en la mano. Está con Porter y mi padre.
Todos me miran: Amber y Porter con una sonrisa y mi padre con
la misma mirada de calor a la que estoy acostumbrada.

—Sube aquí —grita—. Hay una copa con tu nombre. —Sonríe


alegremente, y puedo ver que ya está un poco borracha. Señala
una zona un poco más abajo de mí y, cuando miro, veo unas
escaleras. Al acercarme, veo una flecha que señala la zona VIP.
Subo despacio y con cuidado y noto que un par de hombres pasan
por delante de mí mientras subo. Ambos me miran y sé que me
observan por detrás. Pueden echar un buen vistazo, pero nunca
llegarán a tocar.

—Ahí estás —dice Amber alegremente al final de la escalera—.


Esperaba poder llamarte hoy para hacer arreglos para... ya sabes.
—Está sola, así que supongo que se ha excusado para hablar en
privado conmigo un momento.

—Ah —digo con una sonrisa de reconocimiento—. Yo también


esperaba encontrarme contigo. Creo que mañana sería un buen
momento para empezar. Tal vez puedas traer la muestra por la
tarde... digamos sobre las dos.

—Eso sería estupendo, pero mañana no puedo llegar a esa hora.


Tengo que ir a la fiesta de cumpleaños de una amiga. Estaré fuera
todo el día. Aunque puedo hacer que Porter te lo lleve.

Asiento.

—De acuerdo entonces.

Esto no podría ir más perfecto de lo que va. Ya sabía lo de la


fiesta de cumpleaños porque Reid ha estado siguiendo todos sus
movimientos. Es bueno así.

—Ven —dice, tirando de mí—. Vamos a conseguirte esa copa. —


Me tira del brazo con entusiasmo, y en ese momento sé lo feliz que
está realmente. Cuando nos acercamos a un rincón agradable,
acogedor y muy privado con dos sofás y una mesa en el centro,
Porter y mi padre se ponen de pie—. Estás preciosa —dice Porter,
inclinándose para darme un beso en la mejilla.

—Gracias —respondo.

—Scarlet —dice mi padre, y la habitación se vuelve de algún


modo pesada. Nos miramos fijamente, desafiando al otro a decir
algo primero. Obviamente, Amber se da cuenta, así que se aclara
la garganta y tira de Porter.

—Porter, vamos a pedir otra botella en el bar, ¿bien?

Obviamente, nos está empujando juntos con la esperanza de


que arreglemos cualquier historia que haya entre nosotros. Lo que
ella no sabe es que nuestro padre y yo estamos tan retorcidos que
no hay nada lo suficientemente fuerte como para arreglarnos.
Estamos maravillosamente torcidos juntos.

Cuando se van, me adelanto y mi padre señala la copa de


champán que tengo delante.

—Estás muy hermosa, como siempre. Siempre me has gustado


de rojo.

Sonrío, tomando un sorbo de mi champán. Me observa como si


fuera su presa. Siempre ha tenido ese poder sobre mí. Antes, me
daba miedo. Ahora, quiero abrazarlo.

—Pensé en hacer un esfuerzo...

—¿Por mí? —me interrumpe.

—¿No es siempre por ti? —Me dedica una sonrisa arrogante,


pero no dice nada—. Por cierto, felicidades. Me he enterado que tu
libro ya es número uno en las listas del Reino Unido y de Estados
Unidos.

—¿Te has enterado o has mirado?

Tomo otro sorbo de mi champán y cruzo deliberadamente la


pierna frente a él. Al hacerlo, la abertura cae dejando al
descubierto mis piernas. Él mira, por supuesto, pero eso es lo que
yo buscaba. Su reacción es también la que buscaba, ya que la
humedad se acumula entre mis piernas. Yo misma no sé por qué
tengo esta reacción ante él. Es casi como si tuviera una adicción, y
es mi droga preferida. No puedo evitar tirar de sus hilos, apretar
todos sus botones y hacer que quiera y necesite cosas que puedo
elegir darle o negarle. Todos esos años, nunca tuve elección. Pero
ahora la tengo, y debería burlarme de él y marcharme, pero sé que
será más fácil decirlo que hacerlo.

—Puede que haya mirado. —Por fin aparta los ojos de mis
piernas y me mira a los ojos. No puedo evitarlo. Le dirijo mi
famosa mirada porque quiero que se vuelva loco de deseo cuando
sé a ciencia cierta que no puede hacer nada al respecto.

Estrecha los ojos hacia mí durante un segundo.

—¿A qué estás jugando, Scarlet?

Respiro profundamente y, con una sonrisa, doy un sorbo


tranquilo a mi bebida.

—Estás más tranquilo de lo que recordaba. Cuando te vi la


semana pasada, estabas muy tenso. ¿Qué ha cambiado?

Sus ojos siguen clavados en mí y, por un momento, pienso que


podría volver a hacer su pregunta, pero me sorprende
respondiendo a la mía en su lugar.

—Quizá he tenido tiempo para pensar en las cosas.

Dejo escapar una pequeña carcajada mientras coloco mi copa


sobre la mesa.

—¿De verdad? ¿Y qué podrían ser esas cosas? ¿Podrían ser


todas las veces que me azotaste con tu cinturón? Siempre tuviste
mucho cuidado de no dejarme marcas en la cara o en los brazos,
¿verdad, papi? Siempre fuiste muy bueno para no dejarlas. ¿O
podrían ser todas las veces que me inclinabas, me follabas y te
corrías en mi espalda? Te encantaba frotar tu semen en mi piel,
¿verdad?

—¡Cállate la boca! —se queja, inclinándose hacia delante—. No


te he invitado aquí para eso.
Recojo mi copa y vuelvo a dar un sorbo, solo para que sepa que
ya no me afecta.

—Entonces, ¿por qué me has invitado? ¿Me extrañas?

—Te gustaría que dijera que sí, ¿verdad?

Sonrío.

—Por supuesto que sí. Al fin y al cabo, somos una familia. —


Hago hincapié en la palabra "familia", para que entienda el
verdadero significado de la palabra—. Hace mucho tiempo que tú
y yo no estamos a solas. Aparte del otro día en el baño de Amber,
por supuesto. —Le guiño un ojo. No puedo evitarlo. Mi padre saca
lo peor de mí.

—¿Por qué has venido aquí? —pregunta, sorprendiéndome.

—Tú me has invitado.

—Puede que te haya invitado, pero no tenías que venir.

—¿Te habrías decepcionado si no lo hubiera hecho?

—Eso no viene al caso.

—¿De verdad? ¿Es mucho pedir que respondas a una pregunta?

Enarca una ceja.

—¿Lo es para ti?

—Touché —respondo, levantando mi copa hacia él en señal de


salud. Cuando bebo un sorbo, me fijo en el reloj que le compré por
su cuarenta y cinco cumpleaños. Lo señalo—. Veo que todavía lo
llevas puesto. —Mira su reloj y luego vuelve a mirarme. Frunce el
ceño y, por un momento, veo en él una mirada de hombre bueno.
Es curioso, porque nunca he conocido esa faceta suya. Mi madre y
mi hermana siempre lo vieron, pero yo nunca pude ver más allá de
la maldad que lo poseía.

—¿Qué te ha pasado?
Su pregunta me sorprende un poco, pero estoy más que
preparada para la respuesta.

—Tú has pasado —me limito a responder, mirándole fijamente a


los ojos—. Fui el producto de... ¿cuál es la palabra? —Me pongo el
dedo en la sien como si estuviera pensando—. No puedo decir
abuso porque nunca me permitieron usar esa palabra en nuestra
casa. —Sacudo la cabeza como si estuviera pensando
profundamente—. No, ¿qué era? —Jadeo, sonriendo—. Oh, sí...
amor paternal.

Se inclina hacia delante como si no le molestara mi respuesta.

—¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Es dinero?

Empiezo a reírme, pero le sorprendo levantándome de mi


asiento y caminando hacia el otro lado para sentarme a su lado.
Sus ojos no se apartan de los míos. Es casi como si estuviera tan
fascinado como yo. No hay nadie más aquí, aparte de él y yo. Así
era hace años, y así sigue siendo ahora.

Me siento a su lado y me inclino ligeramente para que no nos


vea nadie que pase por nuestro pequeño puesto. Con la mesa
también protegiéndonos, agarro su mano y la atraigo hacia el
interior de mi muslo. No se aparta como esperaba. En cambio, me
acaricia antes de apretar con fuerza. Mi respiración se acelera y la
suya también. Veo lo mucho que me desea y le demuestro lo
mucho que también lo deseo.

Con mi mano todavía en la suya, le empujo más hacia mi coño.


Le hago tocarme ahí, para que sepa lo mojada que estoy por él.
Con un dedo, lo desliza por mi humedad, y noto que sus ojos se
ensanchan cuando lo hace.

—¿Sientes lo mojada que estoy? ¿Te excita saber lo mucho que


quiero que me folles? —Su respiración es ahora áspera mientras
hunde su dedo en mi interior. Gimo, cerrando los ojos.

—¿Qué mierda me estás haciendo? —Mientras me pregunta eso,


su dedo continúa con su tortura. Cualquiera podría acercarse a
nuestra mesa y vería lo íntimos que somos, pero no nos
apartamos. No podemos alejarnos.
—Me deseas. No puedes evitarlo. ¿Sientes lo caliente y húmeda
que estoy? ¿Te dan ganas de hundir tu polla en mi interior hasta
hacerme gritar? Quiero gritar tu nombre cuando me corra. —Me
inclino hacia delante, gimiendo mientras él vuelve a hundir su
dedo dentro de mí—. Richard —susurro.

Esto provoca la reacción que buscaba y me penetra


profundamente, haciéndome gemir. Mira a nuestro alrededor, pero
no se detiene. Está tan metido en esto como yo. Lo único que me
sorprende es que sea él quien me dé placer a mí y no al revés.
Nunca me había acariciado así, y ese pensamiento es el que
provoca un orgasmo en mi interior. Cierro los ojos y sé que me
está observando atentamente. Mi cuerpo se pone rígido ante mi
inminente orgasmo. Sabe que me estoy acercando y me pregunto
si retirará su mano de repente, pero no lo hace. En lugar de eso,
va más rápido y hace que mi orgasmo se acelere. Vuelvo a gemir,
explotando sobre su mano y mirándole profundamente a los ojos.
Nuestra conexión es palpable. De repente me siento perdida en él,
y sé que también lo siente. Tenía razón al pensar que hay una
cosa que ningún otro hombre podría quitarle, pero perdió una
pieza vital: Nuestro vínculo. Puede que sea un vínculo jodido, pero
es un vínculo de todos modos. Compartimos algo juntos que es
nuestro y solo nuestro. No puedo explicarlo, y supongo que él
tampoco.

Sin apartar los ojos de mí, aparta la mano, pero la agarro.

—No te laves las manos esta noche —le ordeno—. De hecho,


quiero ver cómo te hueles los dedos. Hazlo por mí.

Creo que va a decir "Jódete" y se alejará de mí, pero no lo hace.


De hecho, hace lo que le he pedido, se lleva la mano a la nariz.
Inhala bruscamente y veo cómo cierra los ojos. De repente, vuelvo
a estar en llamas. Un orgasmo de su parte no es suficiente. Por
una vez, tengo este poder sobre él, y por eso, nunca me había
excitado tanto en mi vida.

Llevo mi mano hacia delante, agarrando su polla. Es sólida


como una roca, lo que no hace más que avivar mi fuego. Lo froto y
disfruto de la mirada que pone cuando lo hago.

—¿Qué quieres de mí? —vuelve a preguntar.


Lo froto un poco más y me inclino para susurrarle al oído.

—Quiero que me lo supliques. —Me alejo por completo y veo la


expresión de sorpresa en su cara. Hacía tiempo que no me divertía
tanto.

Bebo un sorbo de mi champán y disfruto del subidón que me


produce además de mi orgasmo. Todavía estoy en un estado de
euforia y mi cuerpo disfruta de cada momento. Miro por encima
del hombro, pero no veo a nadie detrás de nosotros. Mi padre ha
elegido la cabina más apartada del club, y me pregunto por qué.

De repente, mi padre me agarra por la muñeca y me atrae hacia


él. Estamos a escasos centímetros el uno del otro mientras suelta
las palabras.

—Nunca te suplicaré.

Aparto mi brazo y digo algo que sé que romperá nuestro


hechizo.

—Amber volverá en cualquier momento para ver cómo estamos.


Ahora, puedes besarme como sé que estás desesperado, y
arriesgarte a ser atrapado por tu hija, o puedes dejarlo ir.

Con ira en el rostro, se aparta, y no puedo evitar bajar la vista


para observar su dureza una vez más mientras sonrío y me alejo
de su mirada lasciva.

Mi padre es un hombre testarudo, pero yo soy igual de


testaruda. Diría que lo he heredado, pero como no es mi verdadero
padre, creo que tal vez sea un rasgo que he adquirido al vivir con
él. Sé que no suplicará, pero el reto de obligarlo a eso no hace más
que aumentar con esas palabras. Por mucho que sé que está
desesperado por follar conmigo ahora mismo, me iré sin darle ese
placer esta noche. Lo deseo, pero como está siendo un tonto
obstinado, no lo conseguirá.

Que comience el desafío.


—He conseguido más champán —canta Amber, mirándonos
sentados juntos. Parece que ha ganado la lotería, está muy
contenta.

Miro hacia ellos, sonriendo, y no puedo evitar girarme para ver


la cara de mi padre. También les sonríe, pero es una sonrisa
forzada. Ahora tendrá una erección por mí toda la noche, pero
esta noche, por primera vez, no podrá utilizarme para aliviarse.
Me iré de aquí en plena noche sin despedirme y me alejaré a la luz
de la luna. Mi padre se irá de aquí frustrado y enfadado... y así es
como lo quiero.

—Papá, hay algunas personas que quieren saludarte. Los conocí


en el bar. Creo que pueden ser fans tuyos. —Le sonríe
alegremente, y me doy cuenta que todo esto le resulta difícil.

—¿Quieres que me aparte para que puedas ir a verlos? —Le


dedico una sonrisa malvada, y me doy cuenta que quiere fruncir el
ceño.

—Creo que me quedaré aquí un momento y disfrutaré de una


copa de champán con mis hijas antes de ir a mezclarme un poco.

—Qué bien —digo, guiñándole un ojo. Sé que está diciendo


tonterías. No puede moverse porque tiene una furiosa erección
que, mientras esté aquí burlándome de él, no bajara pronto.

Amber y Porter se sientan frente a nosotros y mi padre procede


a rellenar nuestras copas de champán. Pobre diablo. Lo está
intentando todo para no pensar en el hecho de que estoy aquí, y
que acaba de follarme con la mano. Me doy cuenta que está
usando su otra mano para servir el champán. Tal vez tiene
paranoia de que la gente me huela en él.

Vaya, vaya, realmente está en un aprieto.

—Entonces, papá, ¿cuándo es tu próximo lanzamiento? —


pregunta Amber alegremente.

Le sonríe con adoración, una mirada que nunca he recibido de


él. Nunca me mirará así, y una parte de mí le odia y a Amber por
ello, pero otra parte de mí celebra el hecho que compartamos algo
que él y Amber nunca compartirán.

—Casi he terminado otro libro.

—¡Ooh! ¿De qué se trata? —pregunta Amber.

Me mira brevemente antes de volver a centrar su atención en


Amber.

—Se trata de un acosador que está obsesionado con una mujer.


Se mete deliberadamente en su vida y destruye todo lo que se
interpone en su camino. —Mi ceja se arquea mientras él vuelve a
mirarme rápidamente.

—Vaya. Suena intrigante. Pero no es el tipo de libro que escribes


normalmente, ¿no?

Niega con la cabeza.

—No, pero digamos que algo ha despertado recientemente la


idea en mi cabeza. —Me mira de nuevo, y sé que esa mirada lo
dice todo. ¿Está diciendo que está obsesionado conmigo? Supongo
que, al pensarlo, todo tendría sentido si ese fuera el caso. Se
enfadó cuando le dije que estaba con otra persona. De hecho,
puso cara de asesino cuando me agarró en el baño y me dijo que
era suya.

—Bueno, yo por mi parte, estoy deseando leerlo —dice Amber.

Miro a Amber antes de volver a mirar a mi padre.

—Yo también —digo levantando mi copa—. Por el nuevo libro de


papá. —Todos sonríen mientras chocamos las copas, y no puedo
evitar reírme de lo jodido que es todo esto.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta Amber.

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—Nada. Solo estaba pensando en lo bonito que es que estemos


todos juntos aquí como ahora. Ha pasado mucho tiempo.
Amber asiente.

—Desde luego que sí. —Sus ojos se abren de par en par, como
si se diera cuenta de algo—. Oye, ¿has estado en la nueva casa de
papá en Barnes? Es preciosa.

Sacudo la cabeza, mirándole.

—No, no he ido. Aunque me gustaría hacerlo. —Los ojos de mi


padre se abren ampliamente ante mi respuesta. Supongo que no
estaba preparado para eso.

—Papá, ¿por qué no invitas a Scarlet un día?

Levanto una ceja.

—Sí, papá, ¿por qué no lo haces? —Sonrío en su dirección, y me


doy cuenta que quiere devolver la sonrisa. Nunca había bromeado
así con él. No sé si me gusta o no.

Mi padre, agarrando un bolígrafo del bolsillo de su traje con una


mano y una servilleta en la mesa con la otra, empieza a escribir.
Después, me la entrega.

—Esta es mi nueva dirección. No dudes en venir cuando


quieras.

Tomo la servilleta de su mano y la miro. Conozco muy bien


Barnes, ya que vivíamos cerca de él cuando era más joven.
Levanto la vista de la servilleta y miro a mi padre.

—Puede que lo haga. —Señalo unos números en la parte


inferior y sonrío—. ¿Qué es eso?

—Es el código de acceso para pasar las puertas de seguridad.

En ese momento, sé con certeza que nunca estoy lejos de su


mente. Sonrío cuando veo los números, y la razón por la que lo
hice fue porque eran 15, 01, 96: mi cumpleaños.

—Creo que puedo aprovechar esta oportunidad para mezclarme


un poco ahora.
Lo tomo como una señal para moverme, para que pueda salir.
Me muevo sin prisa y le dejo ver mi culo mientras me levanto. Una
vez que se levanta, sonrío, y creo que se va a ir, pero antes de que
lo haga, me agarra de la muñeca y me susurra al oído.

—No te vayas a ninguna parte.

Sus palabras tienen un matiz de advertencia que hace que mi


piel se enrojezca. Sé por qué no quiere que me vaya, pero no
puede decidir.

Una vez que se ha ido, Amber me sonríe alegremente.

—Me alegro de volver a verlos tan cerca. Creo que nunca los
había visto así de unidos. Es bonito.

Tomo asiento, sonriendo a los dos. Mirando a Porter, me


pregunto cuánto sabe de nuestro pasado. ¿Se lo habrá contado
Amber?

—Amber me contó lo de mañana —dice Porter.

Por un momento, mi cara muestra confusión. Pero una vez que


lo recuerdo, me reprendo por haberme distraído. Había estado tan
metida en mi padre que me había olvidado por completo de mis
planes para Porter.

Poniendo de nuevo mi cara de devoción, le sonrío.

—Sí. Creo que mañana sería un buen momento para empezar.

Sacudo los pensamientos errantes de mi cabeza. Estoy con mi


hermana y Porter, así que mi padre debería estar más lejos de mi
mente. Le dejé ver un momento de debilidad, pero estoy decidida a
no dejar que lo vuelva a ver.

Respiro profundamente, deslizándome con naturalidad hacia la


conversación con Amber y Porter. Qué felices están los dos.
Viéndolos, no tardo en olvidarme de mi padre por un momento.
Parecen tan felices, y en el fondo tengo la sensación de que todo se
debe a mí.
Una chispa de energía renovada me golpea cuando me excuso
para ir al servicio de señoras. Digo que no me encuentro muy bien
y Amber se ofrece a acompañarme al baño. Acepto, ya que sé que,
de lo contrario, mi padre me seguirá. Este era mi plan desde el
principio. Sé que no puedo quedarme aquí mucho más tiempo, ya
que estoy segura que si me atrapa, cederé. Necesito que se
desespere un poco mientras pienso en mi próximo plan de acción.
Ya había tenido la idea cuando me mostró su dirección, pero
primero tendré que ir allí y ver por mí misma antes de actuar.
Decido que buscaré su casa mañana temprano. No entraré, pero
veré si puedo echar un vistazo mientras estoy allí.

—Lo siento. No sé qué me ha pasado de repente. Quizá sea el


calor. —Me abanico mientras estamos en el baño. Amber tiene su
mano en mi brazo y parece preocupada mientras respiro
profundamente—. Escucha, ¿te importa si me voy ahora? Creo
que voy a ir directamente a casa y a la cama. Anoche no dormí
bien, así que quizá mi cuerpo esté protestando ahora.

Amber frunce el ceño, pero me frota el brazo.

—Claro que puedes, pero ¿estarás bien? Puedo ir contigo, si


quieres.

Niego con la cabeza y le tomo la mano.

—No, por favor, quédate. Papá se decepcionará si nos vamos las


dos. Además, lo único que voy a hacer cuando llegue a casa es
irme directamente a la cama.

—De acuerdo —dice, apretando mi mano— pero me enviarás un


mensaje en cuanto estés en casa.

Asiento.

—Lo haré. Por favor, discúlpame a Porter y a papá de mi parte.

—Lo haré.

Antes de salir, le doy un abrazo y salgo por la puerta. Por


suerte, estamos cerca de la salida, así que puedo irme a toda
prisa. Una vez fuera, llamo rápidamente a un taxi y empiezo a
enviar mensajes de texto a Reid cuando estoy de camino a casa.

Yo: Porter vendrá mañana a las dos.

Mi celular no tarda en sonar y sé que es Reid que quiere saber


lo de esta noche. Se ha vuelto paranoico desde que mi padre ha
vuelto a mi vida.

—¿Dónde estás?

Empiezo a reírme.

—¿No me saludas primero?

Le oigo suspirar y sé que se ha calmado después de escuchar mi


voz. No sueno estresada como la última vez que vi a mi padre.

—Solo estoy preocupado por ti. ¿Sigues en el club, Scarlet?

—No. Estoy en un taxi de camino a casa. Estuve allí el tiempo


suficiente para felicitar a mi padre y ser la hija y la hermana
cariñosa, pero después de un tiempo, se hace bastante pesado.

Todo mi cuerpo zumba cuando pienso en esta noche. Todavía


puedo sentir su invasión dentro de mí, pero no me repugna. Al
contrario, quiero más.

—Entonces, ¿estás bien?

Me rio de nuevo.

—Reid, estoy bien. Deja de tratarme como una muñeca de


porcelana.

—No puedo evitarlo, Scarlet. Odio saber que estás con él y tener
que sonreír y fingir que no te ha arruinado.

Sonrío.

—¿Quién dice que estoy arruinada?

Le oigo suspirar de nuevo.


—No vamos a discutir.

—Entonces, no lo hagamos. ¿Por qué no hablamos de mañana


en su lugar?

—Estaré a la una para preparar las cosas.

Sonrío.

—Bien. Nos vemos entonces.

—Sueña conmigo esta noche.

—Mientras sueñes conmigo.

Me cuelga, así que meto el celular en el bolso. Al hacerlo, sin


embargo, me llega un mensaje. Saco el celular y veo un número
que no reconozco. Por curiosidad, pulso la notificación y leo lo que
dice.

Número desconocido: ¡Te dije que no te fueras a ninguna


parte!

Una gran sonrisa se dibuja en mi cara mientras ignoro el


mensaje y vuelvo a colocar el celular en mi bolso. Ahora mismo,
me siento inmensamente satisfecha sabiendo que esta noche se
irá a casa con un par de pelotas azules. Sin duda, podría follarse a
cualquiera de esas mujeres que están pendientes de él esta noche,
pero de alguna manera, sé que no lo hará. Soy yo en sus dedos.
Todavía soy yo quien está en su mente. Casi puedo imaginarlo.
Estará frustrado toda la noche, y cuando vuelva a casa, su mayor
caso de bolas azules lo pondrá en acción. Sin duda, se hará una
paja, y sin duda, estaré en su mente mientras lo hace. Sin
embargo, si piensa que eso me borrará de alguna manera de su
mente, puede pensarlo de nuevo.
Capítulo 17

10 de septiembre de 2007

Es el día después que mi padre saliera por la puerta, y no lo


volví a ver hasta dos horas después. Estaba en el salón, pero no
vino a buscarme como pensaba. En su lugar, subió las escaleras
hasta su estudio/dormitorio y cerró la puerta.

Era la primera vez en mucho tiempo que me dejaba sola. Me


sentí aliviada, pero también curiosa por saber cuál era la causa de
su repentino cambio.

Hoy he descubierto por qué.

En cuanto sonó el timbre de la escuela, nos hicieron pasar al


auditorio y nos dijeron quque e tenían que darnos una noticia
preocupante. Todos nos sentamos en un silencio absoluto, y me di
cuenta que era el mayor silencio que se había producido en una
asamblea. Todo el mundo podía sentir que algo iba mal y estaba
ansiosa por escuchar lo que la di
directora
rectora tuviera que decir.

—Anoche
Anoche recibí una llamada de la madre de Stanley Cooper —
dijo—.. Desgraciadamente, Stanley fue atacado anoche y ahora
está luchando por su vida en el hospital.

Al principio me sentí mal por él


él, a pesar de la forma en que me
había tratado. Sin embargo, debo admitir que una pequeña parte
de mí quería que le doliera después de todos estos meses de
abusos. Luego, al pensar en el día de ayer y en cómo e estaba mi
padre, sumé dos y dos. Todo el color de mi rostro se drenó
mientras mi mente corría para encontrar la lógica de sus acciones.
Para entonces, ya sabía con certeza que mi padre estaba detrás de
esto, pero no tenía ni idea de por qué lo hacía... por qué le
importaba. Él abusaba de mí, así que ¿por qué le importaba que
otro chico hiciera lo mismo? Sé que están a kilómetros de
distancia el uno del otro, pero todavía no podía entenderlo.

Esa tarde, cuando volvía a casa desde el colegio, un torrente de


emociones me recorría. Debería odiar a mi padre por hacer daño a
ese chico, pero una parte de mí no podía evitar celebrar el hecho
que lo hiciera porque quería protegerme.

Sin embargo, ¿seguro que no lo hizo? ¿Seguro que no golpeó a


Stanley casi hasta la muerte porque en realidad estaba enfadado
porque alguien se había metido conmigo?

Cuando llego a la puerta de mi casa, respiro profundamente.


Algo dentro de mí ha cambiado de repente y no sé muy bien cómo
manejarlo. Tengo todos estos nuevos sentimientos en mi interior y
no sé qué significan. Sacudo la cabeza confundida, mientras
espero que abra la puerta. No lo hace. Permanece cerrada, lo que
hace que mis emociones se desborden aún más. Pienso en el día
de ayer y en su forma de comportarse. La forma en que salió
corriendo con nada más que ira en su rostro. Pienso en lo que he
descubierto hoy y en todo lo que ha hecho por mi culpa a este
chico que no había sido más que una carga durante estos últimos
meses. Debería sentir culpa en alguna parte, pero no llega. Lo
único que siento... la única palabra que puedo elegir para
describir esta emoción es... agradecimiento.

Cuando la puerta sigue sin abrirse, sigo moviendo mis pies


hacia adelante, sabiendo lo que estoy a punto de hacer. Mi
corazón late rápidamente con adrenalina mientras coloco la llave
en la puerta y la empujo hacia adelante. Espero que esté allí una
vez que abra la puerta, pero me sorprende aún cuando no está.
Todo está en calma. El pasillo está en un silencio sepulcral
mientras dejo mi bolso en el suelo y cierro la puerta.

Con una mano temblorosa, subo las escaleras, dando cada paso
con renovada anticipación. Cuando llego a la cima de la escalera
no está, pero de alguna manera sabía que no lo estaría. Cuando
llego arriba, voy a mi habitación y me quito toda la ropa. Agarro
mi bata, me envuelvo con ella y salgo por la puerta de mi
habitación.

Doy unos pasos hasta la habitación de mi padre y pongo la


mano en el pomo de la puerta. No llamo a la puerta. En su lugar,
vuelvo a respirar profundamente y empujo la puerta hacia
delante.

Cuando entro, levanta la vista de su escritorio. Es evidente que


ha estado escribiendo, así que no sé si quiere que esté aquí o no.
No dice nada mientras miro sus nudillos magullados e hinchados.

No tengo ni idea de cómo va a reaccionar cuando haga lo que


vine hacer. Nunca en mi vida me habría planteado esto antes,
pero algo ha cambiado hoy. Algo ha cambiado definitivamente.

Con las manos aún temblorosas, cierro la puerta tras de mí y


me dirijo a su cama. Nunca he estado aquí antes, así que no estoy
segura si me va a echar. Pero no lo hace. Observa en silencio cómo
me acerco a su cama y me pongo de espaldas a ella, de cara a él.
Se gira en su silla para observarme, y me doy cuenta que no
puede creer lo que está pasando, pero aun así, no dice nada.

Mientras ambos seguimos mirando, desato los lazos de mi bata


y la dejo caer al suelo. Estoy completamente despojada frente a
él... completamente desnuda.

Se levanta y espero que mi corazón palpite dentro de mi pecho


por el miedo, pero no llega. En cambio, lo contemplo mientras él
me observa. Hay algo denso en el aire entre nosotros. No sé lo que
es, pero en este momento lo acepto. En este momento, dejo que
me inunde porque sentir esto es diez veces mejor que sentir el
dolor, la frustración, la rabia y la traición que se agolpan en mi
pecho cada vez que estoy sola en una habitación con este hombre.

Sigue sin decir una palabra. En lugar de eso, se queda parado


durante unos segundos observándome. Empiezo a preguntarme si
me dirá que me mueva o me pegará por atreverme a entrar en su
espacio personal.
De nuevo, no lo hace. En lugar de eso, empieza a caminar hacia
mí, y mi respiración se entrecorta en previsión de lo que va a
hacer. No me muevo cuando se acerca. En cambio, lo acepto.
Estoy aquí por esa palabra. Estoy aquí porque no puedo evitar
actuar y abrazar estos nuevos sentimientos que me inundan por
dentro.

No me muevo porque sé lo que va a pasar a continuación, pero


esta vez no lucho. Esta vez, no lloro.

Esta vez, lo deseo.


Capítulo 18

Me encuentro en la puerta de la casa de mi padre, pensando en


aquel recuerdo de hace casi nueve años. El día que entré en la
habitación de mi padre fue el día en que todo cambió para mí. La
antigua yo murió ese día y fue sustituida por la mujer en la que
mee he convertido hoy. Ese día fue la primera vez que no me
mordió, pegó, azotó o arañó. A partir de entonces me pareció
mucho más fácil, ya que iba hacia él y no al revés. Mientras fuera
obediente, estaba bien. El problema fue que, después de un
tiempo, me volví demasiado complaciente. Me metí en mi papel
con tanta facilidad que empezó a formar parte de mí. De hecho,
diría que se impuso por completo.

Son las diez de la mañana y he decidido salir a correr. Mi padre


vive a seis millas de mí, así que es un viaj
viaje
e bastante largo. Me
tomo mi tiempo, así que es realmente agradable correr en una
mañana tan fresca.

Una vez en casa de mi padre, decido aprovechar la oportunidad


para recuperar el aliento. Camino, respirando profundamente
mientras observo su casa. Es tan grandiosa como lo que esperaba
tras esas puertas de seguridad de hierro forjado. Una parte de mí
está tentada de introducir el código, pero ver su flamante y
brillante Ferrari rojo delante de su casa me detiene. Es evidente
que está dentro,
o, así que es mejo
mejor que no entre.. Él y yo sabemos lo
que pasaría si lo hiciera.

En lugar de eso, me tomo mi tiempo para pasearme de un lado


a otro, mirando de vez en cuando hacia la casa. Empiezo a estirar
los brazos y a utilizar la reja de hierro para estirar las piernas.
Todo es una estratagema para poder o observar la gran casa de
ladrillo sin levantar sospechas. Tiene tres ventanas en el piso de
abajo y tres en el de arriba, lo que me hace pensar que tiene al
menos cuatro o incluso cinco dormitorios. No tengo ni idea de po
por
qué alguien que vive solo necesita tantas habitaciones. Tal vez
tiene muchos invitados que se quedan a dormir... Gente a la que
puede engañar para que se vendan más libros. Mientras miro
fijamente, me pregunto si estará en su estudio escribiendo su
nuevo libro, el que obviamente es sobre mí. La idea me hace
sonreír mientras empiezo a alejarme y a trotar ligeramente de
vuelta a casa.

Por alguna razón, siento que hoy va a ser un buen día.

Tardo algo más de una hora en llegar a casa. No me presiono


porquee sé que voy a necesitar mi energía para cuando venga
Porter. Tengo los músculos tensos, pero me estiro todo lo que
puedo antes de meterme en la ducha. Acabo de comer y me estoy
secando el cabello cuando suena el timbre. Miro el reloj y veo que
es la una enn punto. Si Reid se caracteriza por algo, es por su
puntualidad.

Cuando abro la puerta, Reid me observa con una mirada de


hambre. Llevo una camisola de seda rroja
oja con una bata roja a
juego.

—Póntela
Póntela cuando venga. Sé que se correrá en cuanto te vea.

Le sonrío y le dejo cruzar el umbral. Lleva un bolso al hombro y


lleva unos jeans informales con un polo azul. Cuando cierra la
puerta tras de él, deja caer momentáneamente el bolso y me toma
en sus brazos para darme un beso cautivador. Cuando me suelta,
los
os dos respiramos con dificultad. Me pellizca el pezón,
haciéndome gemir en voz alta.
—Esto es algo para empezar —me dice en los labios. Lo beso de
nuevo, con un hambre renovada que crece mientras él me aprieta
el pecho. Estoy desesperada por llevar esto más allá, pero sé que
eso es exactamente lo que él busca. Quiere que me vea y actúe
como una diosa del sexo para cuando llegue Porter. No tengo ni
idea si todo esto funcionará, pero ciertamente voy a intentarlo.
Puede que corra una milla cuando le pida que haga algo por mí,
pero valdrá la pena el riesgo. Solo tendré que hacer mi papel
extremadamente bien.

Reid es el primero en alejarse, recogiendo su bolsa mientras


entra en mi salón. Coloca la bolsa sobre la mesa y saca todo el
equipo de la cámara.

—¿Dónde quieres colocarla? ¿En tu habitación o aquí?

—¿Crees que me seguirá hasta mi habitación?

Se queda pensando en esto.

—Hmm... Tal vez no. Entonces colocaré la cámara aquí.

Se acerca a mi vitrina y coloca un marco de fotos mía con mi


familia de hace unos cinco años. No me había dado cuenta que
faltaba.

Una vez satisfecho que esté en su sitio, saca su iPad y lo pone.


Inmediatamente, estamos en la cámara, y también la mesa y mi
sofá. Una posición perfecta.

—Estaré en tu habitación mirando —dice con una sonrisa


maliciosa. Sé lo que significa, y tengo la repentina sensación de
saber lo que pasará cuando Porter se vaya—. Voy a llevar todo
esto arriba por si acaso llega pronto. —Se va rápidamente,
llevándose todas sus cosas, y no puedo evitar que el diablillo que
hay en mí empiece a hacer un pequeño striptease delante del
cuadro. Sé que Reid está mirando y sé que lo volverá loco.

Una vez que estoy completamente desnuda y bailando un poco,


Reid aparece de repente con una sonrisa en la cara.

—Ha montado un buen espectáculo, señorita Valentine.


Me quedo de pie, completamente desnuda delante de él.

—Hmm —suspiro—. Si me dejaras mostrarte más. —Le doy una


sonrisa burlona, y en poco tiempo, Reid está de pie frente a mí. Me
agarra del cabello, me tira hacia atrás para que quede mirando
hacia él y coloca su dedo en mi clítoris.

Gimo mientras sus dedos rodean tranquilamente mi endurecido


clítoris.

—Vas a querer correrte, pero no te voy a dejar.

—Entonces, ¿por qué no paras? —pregunto sin aliento.

—Porque esto te mostrará lo malditamente caliente que eres en


realidad.

Intento no dejar que lo que está haciendo me afecte de ninguna


manera, pero Reid domina mi atención. Siempre ha tenido una
forma de hacerlo. Mi padre puede ser mi primera droga de
elección, pero Reid es definitivamente la segunda. Tanto si quiero
como si no quiero que Reid me toque, siempre consigue
doblegarme a su voluntad.

Una vez que siente que mi cuerpo se pone rígido por un


orgasmo inminente, se detiene, robándome lo único que necesito,
sabiendo que me enfadará el resto de la tarde.

—Imbécil —respiro contra sus labios. Reid sonríe y me besa con


avidez. Al principio, intento girar la cabeza para rechazarlo, pero
Reid me agarra del cabello y me obliga a abrir la boca a la suya.
Quiero resistirme, pero no puedo. Mi cuerpo aún zumba por el
clímax perdido.

Después de un rato, me tira del cabello y me separa de él.

—Vístete. Puede que llegue pronto. —A regañadientes, hago lo


que me pide y me pongo la camisola y la bata.

Mientras ignoro la cara arrogante de Reid, subo las escaleras


para retocarme el maquillaje y arreglarme el cabello. Cuando
vuelvo a bajar, llaman a mi puerta.
Reid me agarra del brazo.

—Puedes hacerlo —dice antes de guiñar un ojo y subir


corriendo las escaleras. Le observo con una sonrisa y espero a oír
cómo se cierra la puerta de mi habitación antes de abrir la puerta
principal.

Porter está de pie con un bolso masculino colgado del hombro y


una expresión de sorpresa en la cara. Ha visto más que de sobra
lo que llevo puesto y es evidente que se ha puesto nervioso. Me
esfuerzo por no sonreír.

—Entra —le digo, haciéndole un gesto para que pase.

Entra y cierro la puerta.

—¿Quieres que te traiga una bebida o algo?

Sacude la cabeza, observando la decoración de mi salón.

—No, está bien, gracias. Probablemente debería ir a casa


pronto.

Le hago un gesto hacia el sofá para que se siente. Se aclara la


garganta y se sienta, abriendo su bolso.

—Tengo la muestra aquí para ti.

Me siento a su lado y le pongo la mano encima.

—No hay prisa, ¿verdad? Es que... No sé... Parece un poco


extraño y tan clínico que vengas, dejes esto y te vayas.

Se relaja un poco con un suspiro.

—Lo siento. Supongo que estoy muy nervioso con todo esto. No
sé qué se supone que debo hacer o no hacer. Amber sigue
diciéndome que me calme, pero todavía se siente un poco raro.

—¿Qué quieres decir? ¿Porque vas a tener este hijo conmigo y


no con mi hermana? Biológicamente, quiero decir.

Me mira por un momento.


—Supongo que sí. Creo que una parte de mí está preocupado
por lo mucho que te afectará.

Vuelvo a poner mi mano sobre la suya, y él la mira antes de


encontrarse con mis ojos.

—No hay necesidad de preocuparse. Soy una chica grande.

Sonríe un poco.

—Lo sé. Solo me preocupa que te resulté difícil cada vez que se
celebre un cumpleaños o en Navidad... Cosas así.

—Sé lo que quieres decir, pero en serio, estaré bien. No dejaré


que me afecte. Simplemente me alegraré de formar parte de su
vida. Prometo que seré la mejor tía que pueda ser sin dejar que el
pensamiento de quién soy realmente para el niño se interponga. —
Desvío la mirada por un momento como si estuviera en una
profunda reflexión.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —pregunta, sabiendo que hay algo que no


esta bien.

Mantengo la cabeza desviada mientras la sacudo.

—No... no puedo decírtelo. Es embarazoso.

Esta vez, Porter me agarra la mano.

—Por favor, dímelo. Te prometo que no se lo diré a nadie.

Sigo negando con la cabeza.

—No. No, no puedo. Es demasiado embarazoso. Amber ni


siquiera lo sabe. Ambos se enfadarán conmigo si lo hacen.

Me tira de la mano, haciendo que lo mire. Ahora está mucho


más cerca, pero supongo que lo ha hecho sin querer. Lo tengo
justo donde quiero.

Lo miro fijamente a los ojos un momento, dejándole ver mi


vulnerabilidad. Busca en mis ojos una respuesta, así que le hago
saber lo que pasa de la forma más delicada posible.
—Me da miedo.

Frunce el ceño.

—¿Miedo a qué?

Vuelvo a apartar la mirada.

—Ves, te dije que esto era una tontería.

Siento su mano en mi cara mientras tira de mi cabeza para que


me encuentre con él.

—Por favor, cuéntame. Te prometo que te ayudaré pase lo que


pase.

Sonrío.

—¿Lo prometes?

Asiente.

—He dicho que lo que sea necesario, ¿no?

Suspiro, asintiendo con la cabeza, pero miro al suelo.

—No puedo hacerlo yo misma. Creía que podía, pero todo esto
me asusta. —Levanto la vista hacia su cara de confusión y veo
cuando por fin se le enciende la bombilla.

—¿Te refieres al esperma? ¿No puedes introducirlo tú misma?

Asiento y él suspira, reclinándose en el sofá.

—Esto es un gran problema.

Le toco la rodilla.

—Lo sé, y lo siento mucho. He intentado ser valiente y he estado


todo el día convenciéndome que podía hacerlo. Pero... Pero cuando
llegaste a la puerta y vi que metías la mano para agarrarlo, entré
en pánico. —Me doy la vuelta de nuevo—. Lo siento mucho. Debes
odiarme de verdad.
—No te odio. Solo desearía que me lo hubieras dicho antes.
Supongo que deberíamos intentar concertar una cita con el
médico mañana.

Suspiro.

—Pero eso parece un desperdicio cuando tienes una muestra


aquí mismo.

Se rasca la cabeza.

—Lo sé.

Nos quedamos en silencio un momento, y sé que está sumido en


sus pensamientos. Le doy unos momentos y lo dejo creer que yo
también estoy pensando en una solución. Me pregunto si debería
aprovechar la oportunidad y decir algo ahora. Pensando en solo
que muerda el anzuelo, voy por ello.

—A menos que... —Empiezo, y veo que su postura se acentúa—.


Esto va a parecer una locura, pero no veo que sea un problema a
menos que ambos lo hagamos.

Se inclina hacia delante con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres decir?

—No. Es demasiado embarazoso de nuevo, y sé que dirás que


no.

Sacude la cabeza, con cara de confusión.

—He dicho que lo que sea necesario. ¿Qué idea tienes?

Suspiro, mirándole. Ahora es él quien se ha cavado este hoyo.

—A menos que lo hagas por mí.

Sus ojos se abren de par en par al asimilar lo que he dicho. Me


señala.

—¿Quieres decir que inserte...?

Asiento.
—Sé que parece una locura, pero si se tiene en cuenta que los
médicos hacen esto todo el tiempo, no debería convertirse en algo
grande. Además, ¿qué mejor persona para hacerlo que el papá?

Puedo ver que lo está contemplando antes que finalmente


sacuda la cabeza.

—No, eso es mucho... simplemente demasiado. Amber no lo


vería así.

Vuelvo a poner mi mano sobre la suya.

—Amber no necesita saberlo. Te prometo que no le daré


importancia si no lo hace. El asunto puede ser completamente
clínico. Podemos hacerlo ahora mismo en este sofá. Lo único que
tienes que hacer es usar la jeringa que hay en mi baño, y en
cuanto lo hagas, todo habrá terminado en cuestión de segundos.

Se levanta de repente y creo que está a punto de irse, pero en


lugar de eso, se limita a pasearse por la sala, pasándose las
manos por el cabello.

—Esto es demasiado.

Vuelvo a mirar al suelo.

—Lo sé. Lo siento mucho. No volveré a sacar el tema. Fue un


error por mi parte.

Suspira, pero deja de pasearse. Después de unos segundos


más, habla.

—Está bien.

Levanto la vista.

—Está bien, ¿qué?

Cierra los ojos.

—Está bien, lo haré.

—¿De verdad? —Me levanto atónita y veo cómo sacude la


cabeza como si no pudiera creer lo que está a punto de hacer.
—¿Dices que la jeringa está en el baño? —Asiento—. Bien.
Llevaré la muestra allí conmigo. Túmbate en el sofá, pero intenta
taparte todo lo que puedas. Vuelvo en un rato.

Toma su bolso y se va de prisa, y me dirijo al marco de fotos. Le


hago un pequeño guiño a Reid, ya que sé que lo está viendo todo.
Sin duda, se está excitando con esto.

Me apresuro a ir al sofá, me tumbo y me tapo todo lo que


puedo. Quiero que Porter se excite conmigo, pero no quiero
asustarlo del todo. Me quedo sentada un rato y sé que Porter debe
estar en el baño, incapaz de comprender lo que está a punto de
hacer. Me pregunto si saldrá y dirá que ha cambiado de opinión,
pero de repente está allí y esconde la jeringa con un pañuelo de
papel.

¿No es dulce? Lo está escondiendo de mí. Bendito sea.

—No puedo creer que esté haciendo esto —dice, caminando


hacia mí. Se sienta junto a mis caderas y me mira—. ¿No deberías
estar... lubricada?

Es tan adorable cuando está avergonzado. Lo que no se da


cuenta es que ya estoy mojada de tanto juego previo. Me encantan
los retos.

—En realidad lo hice mientras estabas en el baño.

—Oh —dice, mirando mis piernas. Las tengo levantadas con los
pies apoyados en el sofá. Estoy lista para la acción, pero no estoy
segura que Porter lo esté.

Le agarro la mano, dándole un apretón tranquilizador.

—Puedes hacerlo. Solo piensa... Podrías estar a punto de


dejarme embarazada. Concéntrate en eso y en nada más.

Con determinación en su rostro, Porter asiente y mueve su


mano hacia mi entrada. Una vez allí, aparta el pañuelo y siento
cuando la jeringa está allí.

—Avísame cuando estés lista.


—Ya está. Solo tienes que empujarla con cuidado.

Siento como empieza a deslizarse dentro, y gimo un poco. No lo


suficiente para que piense que esto me excita, pero tampoco tanto
como para que piense que me duele.

—¿Estás bien? ¿Quieres que pare?

Exhalo, negando con la cabeza.

—No. Por favor, sigue. Te avisaré cuando estés ahí.

Sigue empujando y le digo que se detenga una vez que llega al


lugar que puedo tomar cómodamente. Oigo sus jadeos. No estoy
segura de si esto le excita, pero puedo aventurar que sí.
Acompaño mi respiración a la suya, para que pueda reflexionar
sobre si estoy excitada o no. Debe estar pensándolo. Si le
estuviera masajeando lentamente la polla, estoy segura que se
excitaría.

—¿Estás lista? —me pregunta.

Asiento y muevo deliberadamente la parte superior de mi cuerpo


para que la bata se abra ligeramente. Me doy cuenta que mis
pezones están duros, así que quiero que Porter se haga una idea
completa.

—Bien, después de tres. Uno, dos, tres. —Siento la presión


mientras la empuja hacia dentro, y gimo un poco.

Finalmente, la bata se abre revelando mi pezón muy erecto. Él


mira, por supuesto, y me doy cuenta que esto le está afectando
más de lo que quisiera. Sin duda, esta noche se irá a casa y
aliviará un poco la presión. O eso o Amber tendrá el mejor sexo
que ha tenido esta noche.

—¿Estás...? ¿Estás bien? —tartamudea. Asiento con una


sonrisa, y él saca la jeringa—. Quédate aquí y me desharé de esto.
Tienes que tumbarte durante diez minutos.

Asiento con la cabeza y veo cómo se levanta y desaparece. No


tarda en volver y arrodillarse frente a mí.
—Espero haberlo hecho bien.

Tomo su mano y la aprieto un poco. Puede que esa decisión


haya sido un poco precipitada por mi parte, pero teniendo en
cuenta lo que acabamos de compartir, sentí que podía sobrepasar
un poco los límites.

—Lo has hecho muy bien. —Sonrío alegremente—. Piensa que


ahora mismo podría estar ocurriendo un milagro dentro de mí. —
Tiro de su mano y la pongo sobre mi estómago. Él no se aparta. Al
contrario, la mantiene ahí e incluso la frota un poco. Veo un
atisbo de sonrisa en su cara. Está tan desesperado por esto como
mi hermana. No es de extrañar que estuviera dispuesto a llegar a
los extremos que llegó.

—¿Quieres sentarte conmigo unos minutos?

Me mira con una sonrisa.

—Por supuesto.

Nos quedamos así un rato con su mano en la mía. No intenta


apartarse ni una sola vez porque creo que la incesante charla de
bebé lo tiene aturdido. Estoy segura que puedo utilizar esto a mi
favor, así que sé lo que debo hacer la próxima vez que venga.
Ahora compartimos un vínculo. Si Amber pudiera ver esto, creo
que esto dolería más que la infidelidad que está por venir.
Afrontémoslo... ya ha cruzado una línea conmigo, pero como fui
tan clínico al respecto, él simplemente se dejó llevar.

Tonto.

Después de quince minutos más o menos, le digo que creo que


es hora de levantarme. Parece reacio a irse a casa, pero asiente y
toma su bolso.

—¿Quieres hacer esto a la misma hora mañana? ¿O tal vez un


poco antes? ¿Tal vez incluso las dos cosas? —Empiezo a reírme
mientras me mira—. Cuantas más veces, mejor, ¿no? Podrías
venir una vez por la mañana y luego quizás una vez por la tarde.
Depende de ti, pero mañana estaré por aquí todo el día.
No dice nada durante un momento, así que sé que se lo está
pensando. Finalmente suspira.

—Bien. ¿Qué te parece a las diez y luego a las tres?

Asiento con una sonrisa ansiosa.

—Claro, me parece perfecto.

Me hace un breve gesto con la cabeza y se dirige a la puerta.

—Nos vemos mañana entonces. Sin duda, Amber te llamará


más tarde.

Le pongo la mano en el hombro.

—Le diré que has venido, que has tomado una taza de té y que
has dejado la muestra antes de irte.

—Eso sería genial. —Abre la puerta y mira hacia atrás mientras


pasa—. Adiós, Scarlet.

—Adiós, Porter.

Cierro rápidamente la puerta y prácticamente salto las escaleras


hacia Reid. Abro la puerta y, efectivamente, está en la cama,
desnudo, con la polla erecta y esperándome. Se levanta de repente
y camina hacia mí.

—Tienes la corrida de otro hombre dentro de ti. —Asiento—.


Arrodíllate, joder.

Hago lo que me dice y Reid me folla la boca. Es áspero y rápido,


pero no pasa mucho tiempo antes que se corra en el fondo de mi
garganta. Estoy segura que ha estado jugando consigo mismo
mientras nos miraba a Porter y a mí.

Cuando termina, me deja frustrada en el suelo. Sabía que lo


haría porque este es mi castigo. Pero eso no ayuda a que la
necesidad me suba por la espalda. Sigue sin impedir que me
invada desde dentro hacia fuera. Una parte de mí quiere ir a ver a
mi padre esta noche, pero la otra parte sabe que sería demasiado
pronto.
Supongo que el único amigo que tendré esta noche es uno que
vibra.
Capítulo 19

16 de enero de 2008

Ayer fue mi cumpleaños, pero de ninguna manera tenía ganas


de celebrarlo. Normalmente, los jóvenes de dieciséis años reciben
dinero, joyas o ropa elegante por su cumpleaños. ¿A mí? Me
dieron un test. Un test que miré fijamente y que tenía dos líneas
azules.

Estoy embarazada, y es la peor noticia del mundo.

Le echo la culpa a ese día de hace cuatro meses. El día que fui a
él en vez de al revés. No salió como normalmente lo hacía, y no lo
ha hecho desde entonces.

Ayer, cuando me senté a mirarlo, quise llorar


desesperadamente. No pude, ya que se suponía que todos nos
estábamos preparando para llevarme a comer. En lugar de es eso,
volví a colocar el test en la caja, lo envolví bien en la bolsa de
plástico y lo puse en mi papelera.

Eso fue un error.

Hoy llego a casa del colegio y mi padre no está abajo. Creo que
está escribiendo en su habitación, pero cuando abro la puerta de
mi habitación,
abitación, está sentado en mi cama, mirando el test. El
contenido está esparcido por toda la cama, y puedo decir, sin que
ni siquiera me mire, que está enfadado.
Mi ritmo cardíaco se dispara sin saber lo que está a punto de
hacer. Ya había reservado mi cita para la clínica de abortos para el
sábado por la mañana. No hay necesidad que entre en pánico.

—Lo estoy arreglando —digo un poco sin aliento.

Gira su cabeza hacia la mía.

—¿Arreglándolo? ¿Qué diablos significa eso?

Mi pánico aumenta.

—Significa que lo estoy solucionando. El sábado ya no será un


problema.

Se levanta de repente y no me da tiempo a reaccionar cuando se


lanza hacia mí y me golpea en la cara con el dorso de la mano.
Grito y caigo al suelo. Las lágrimas me escurren de inmediato
mientras me doy la vuelta y veo cómo se acerca a mí. Me aprieta el
cabello con las manos y me hace gritar de nuevo. Hace más de
cuatro meses que no me pega. De hecho, ha sido bastante amable
hasta este momento. Ahora, parece que está a punto de matarme.

—No vas a asesinar a nuestro hijo.

Mis ojos se abren de golpe. ¿En serio me ha dicho eso?

—Pero... Pero, no podemos... ¿Seguro que es ilegal o algo así? ¿Y


si nace con una anomalía?

—Estará bien.

—Pero cómo...

Me tira del cabello, haciéndome gritar.

—Lo sé, joder, ¿bien? Solo confía en mí. Me encargaré de todo.


Puedes decir que tuviste una aventura de una noche y que te
quedas con el bebé. Tu madre y yo te ayudaremos a criar al bebé
juntos. Tal vez incluso tenga el hijo que siempre he buscado.

Las lágrimas corren por mi cara. No puedo creer lo que estoy


escuchando.
—Solo tengo dieciséis años. —Lloro lágrimas frescas, y su
mirada enfadada se suaviza mientras me acaricia el cabello.

—Shh. Está bien. Todo saldrá bien. Cuidaré de ti y del bebé. Te


lo prometo. Recuerda que tu madre solo tenía dieciséis años
cuando estaba embarazada de Amber. Estarás bien. Me aseguraré
de eso. —Se inclina y me besa suavemente en los labios antes de
tumbarse a mi lado en el suelo. Empieza a besarme el cuello y a
bajar sus manos hasta mi estómago. Me frota allí repartiendo
besos a lo largo de mi mandíbula—. Tenemos a nuestro bebé ahí
dentro. Nuestro pequeño milagro. Nada ni nadie puede
quitárnoslo. Por fin estamos unidos, tú y yo. —Continúa besando
mi cuello. Todo el tiempo, estoy temblando debajo de él. Si se da
cuenta, no dice nada. En su lugar, se acerca a mi oído y susurra—
. Nunca te escaparás de mí.

Cierro los ojos mientras siguen cayendo lágrimas calientes.


Quiero que esto sea un mal sueño. Quiero despertarme sudando y
saber que todo esto no es más que una horrible pesadilla. Tal vez
lo hizo deliberadamente. Tal vez esperaba secretamente que me
quedara embarazada a los dieciséis años porque, para entonces,
sería legal para mi edad. Para entonces, él sabría que sería suya
para siempre. No abro los ojos, pero puedo oír su fuerte
respiración. La idea que estoy embarazada de su hijo lo excita.
¿Seguro que no puede querer esto? Seguro que sabe que esto está
mal a muchos niveles. ¿Y si el bebé está deformado de alguna
manera? Es enfermizo, pero también debería haberme dado
cuenta de lo enfermo que es mi padre.

Me tumba de espaldas y sigue besándome a través de la ropa.


Cuando llega a mi vientre, me sube el jersey y empieza a besarme
por toda la barriga y al pasar la mano por ella con una sonrisa. De
repente estoy en la Dimensión Desconocida. ¿Seguro que esto no
es real?

Con una mano en la parte posterior de mi cabeza, empieza a


desabrocharme los jeans con la otra. Le dejo que lo haga porque,
al menos, el hecho que sea suave es mejor que la paliza que
podría haber recibido. Hace tiempo que aprendí que es inútil
oponer resistencia. Así que, en lugar de eso, me quedo tumbada
con los ojos puestos en el techo que tengo encima. Me encierro
porque también he aprendido que es mejor así.

Mientras me quita las bragas, se cierne sobre mí y me limpia las


lágrimas de los ojos.

—Ahora voy a ocuparme de ti —susurra antes de entrar en mí.


Capítulo 20

Esta mañana, cuando Porter vino, fue muy parecido a lo de ayer


por la tarde, pero esta vez, hubo una carga sexual entre nosotros.
Puede que me equivoque, pero estoy segura que Porter ha estado
pensando en mí desnuda y preguntándose cómo sería intentar
dejarme
rme embarazada físicamente.

Por eso, cuando vino a las tres de la tarde, sentí que podía estar
lista para él. Esta vez, Porter aceptó una taza de té, e incluso
charlamos un rato. Fui muy sutil con mis movimientos. Le toqué
el hombro aquí y le di una palmad
palmada a juguetona allá. Me miró con
esa sonrisa... una sonrisa que significaba mil palabras para mí.

Por supuesto, está enamorado. ¿Por qué no iba a estarlo?

—¿Quieres
¿Quieres volver a tumbarte en el sofá?

Asiento y me pongo en posición. El corazón me late en el pecho,


pero junto con él hay energía sexual. No estoy segura de cómo va
a reaccionar Porter cuando haga lo que estoy a punto de hacer.

Porter lo prepara todo antes de volver a sentarse junto a mis


caderas. Coloca la jeringa en mi entrada y me mira.

—Estoy lista —le


le digo, sonriéndole.

Empieza a empujarla dentro, y es entonces cuando actúo.


Coloco mi mano entre mis piernas y empiezo a frotar mi clítoris.
Cierro los ojos en un gemido y me lamo los labios, saboreando la
sensación. Nunca había imaginado cuánto me iba a excitar esto.
Me siento desesperada por que Porter me folle, pero sé que esto
será suficiente. No puedo evitar sobrepasar los límites en todo lo
que hago.

Cuando abro los ojos, Porter me mira con los ojos muy abiertos.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta desconcertado.

¿Qué tan lindo es?

Continúo frotándome mientras le respondo. Mi voz esta sin


aliento y excitada. Él se da cuenta, y sé que su polla debe estar
tiesa como una tabla. No sabía si se apartaría, pero aún no lo ha
hecho.

—Aparentemente, se supone que debo tener un orgasmo. Ayuda


a mantener el esperma dentro.

—¿Lo hace? —exclama. Asiento, gimiendo mientras me toco—.


Pero esto es... No deberíamos...

—Mételo y sácalo —ordeno con los ojos entrecerrados—. Hazlo,


Porter, para que pueda correrme. —Veo cómo se queda mirando,
con la boca abierta por la sorpresa. Traga con fuerza y veo que su
pequeña nuez de Adán sube y baja mientras lo hace.

Se mueve un poco en su asiento, me agarra la rodilla con una


mano y empieza a mover la jeringa con la otra.

No puedo creer que haga lo que le pido.

Sonrío cuando empieza a moverla dentro y fuera, y no puedo


evitar empujarla un poco más. Empiezo a gemir mientras sigo
frotando. Sé que Porter debe estar desesperado por tocarme. Para
hacerlo aún más incómodo, empiezo a jugar con mi pezón a través
de la camisola. Está sólido como una roca mientras aprieto y
acaricio mi pecho.

Porter no dice nada, pero por la forma en que respira con


dificultad y me aprieta la rodilla me doy cuenta que le afecta
verme.

—¡Oh, Dios, eso es! Continúa. Quiero que me llenes con tus
bebés —grito.
—Mierda —grita Porter, pero no se aparta. De hecho, sus
movimientos se vuelven más rápidos cuando empieza a hundir la
jeringa dentro de mí, hacia adelante y hacia atrás... hacia adelante
y hacia atrás.

Puedo sentirlo venir... Siento la subida del orgasmo mientras


llega cada vez más alto. Gimo, gritando el nombre de Porter, pero
a estas alturas no me importa. Está ahí conmigo. Estoy segura
que me follaría si se lo pidiera.

—Joder, Porter, me voy a correr. Voy a... ¡Dios mío, Porter! —


grito—. ¡Ahora! Dame tus bebés ahora. —Introduce la jeringa con
un gruñido, y me muevo, arqueando la espalda y ahuecando mis
pechos.

Cierro los ojos con una sonrisa, en parte porque estoy


saboreando la sensación después de mi orgasmo y en parte
porque sé que Porter necesitará un minuto. Sigue apretando mi
rodilla y su respiración es agitada. Ni siquiera se ha acordado de
sacar la jeringa.

Abro los ojos y miro a Porter. Parece dispuesto a saltar sobre mí


después de eso. Le toco el brazo y me mira la mano.

—Gracias —digo con una sonrisa—. Ya puedes salir de mí.

Me mira confundido.

—¿Qué? —pregunta.

Me rio un poco.

—Todavía tienes la jeringa dentro de mí. Ya puedes sacarla.

Sacude la cabeza como si intentara escapar de la niebla en la


que se encuentra.

—Oh, lo siento. —La saca y se remueve en su asiento—.


Discúlpame un momento. —Se levanta, haciendo lo posible por
ocultar su evidente excitación y sale rápidamente hacia el baño.

Suelto una carcajada una vez que se ha ido, pero me quedo


donde estoy. Sigo con el tema de esperar diez minutos antes de
levantarme. Cuando pasan cinco minutos sin Porter, empiezo a
sonreír.

—Porter, ¿estás bien ahí dentro? —grito.

—Saldré en un minuto —me responde gruñendo, y sé con


certeza que intenta ocultar que se está masturbando. Está tan
excitado que no puede esperar a llegar a casa. Obviamente juzgué
mal a Porter. Es más débil de lo que parece.

Oh, bueno. Siempre hay una próxima vez... Y ahora sé


exactamente lo que voy a hacer.

Espero otros cinco minutos antes que Porter llegue. No digo


nada y él tampoco. Creo que ya sabe que sé lo que estaba
haciendo ahí dentro.

—¿Estás bien? —me pregunta mientras se sienta a mi lado.

Asiento y le tomo la mano.

—Sí. Después de esto, estoy muy bien. Haciendo esto será más
fácil quedarme embarazada.

Me agarra la mano y creo que la va a apartar, pero en lugar de


eso, la acaricia.

—Tienes unas manos preciosas. —Se queda mirando mis manos


un momento antes de volver a hablar—. Espero que nuestro bebé
se parezca más a ti que a mí. Eres perfecta, y yo tengo la nariz
rechoncha y las orejas grandes. —Se ríe un poco, pero yo no me
rio.

—No te menosprecies así. Eres muy guapo, Porter. Si no me


gustaran tanto las mujeres y mi hermana no hubiera llegado a ti
primero, yo misma te habría conquistado.

Me mira con una gran sonrisa.

—¿De verdad?

Asiento.
—Sí, de verdad. Así que deja de hablar de narices rechonchas y
orejas grandes. Estoy segura que, entre los dos, podemos hacer
un bebé perfecto. —Me mira a los labios y sé que está desesperado
por besarme. Puedo ver el hambre en sus ojos, pero se contiene.
De todos modos, no podría besarlo. Reid no lo permitiría, y sé que
está mirando.

Así que hago lo necesario y empiezo a levantarme.

—Creo que han pasado más de diez minutos.

Me suelta la mano de mala gana y se levanta.

—Oh, sí... Será mejor que me ponga en marcha entonces.


¿Crees que seguirás ovulando mañana?

Con una mano, me levanta del sofá para que esté de pie frente a
él.

—Estoy en mi mejor momento, así que sí. Mañana puede ser el


último día, así que será mejor que lo aprovechemos. —Llevo su
mano a mi estómago—. Lo conseguiremos. Estoy segura de eso.

Comienza a acariciar mi vientre con una sonrisa, así que miro


su mano. Algo llama mi atención, así que miro más abajo, y
efectivamente, Porter tiene una erección de nuevo. Dios, este
hombre es insaciable. Creo que me voy a divertir con él mañana.

Si se da cuenta que lo he visto, no dice nada. En cambio, se


aclara la garganta y aparta la mano.

—Amber llegará pronto a casa, así que será mejor que me vaya.

Asiento.

—De acuerdo. Salúdala de mi parte y dile que hablaremos


pronto. Sin duda querrá preguntarme como veinte veces sí creo
que ya estoy embarazada. —Pongo los ojos en blanco y Porter se
ríe.

—¿A qué hora quieres que esté por aquí mañana?

Me lo pienso un poco.
—¿Qué tal por la tarde otra vez? ¿Sobre la una? Necesito salir a
correr por la mañana y resolver algunas tareas de la casa antes de
volver a trabajar al día siguiente.

—Te agradecemos mucho que te tomes el tiempo libre para


hacer esto.

Hago un gesto de desdén con la mano.

—Ni lo menciones. Sé lo mucho que significa para ustedes. —Me


dirijo a la puerta y le abro. Se inclina, me besa la mejilla y se
despide.

—Hasta mañana —le digo con un guiño antes de cerrar la


puerta.

Con un suspiro, subo las escaleras y encuentro a Reid sentado


en el borde de la cama. Ya se ha corrido, lo que me decepciona un
poco.

—Lámeme hasta que quede limpio —me ordena, y me arrodillo y


empiezo a lamerle el semen—. Debería castigarte por hacer que
me corra con mi propia mano. Deberías haber sido tú quien lo
hiciera. —Me obliga a echar la cabeza hacia atrás y me agarra la
barbilla—. Ves, esto es lo que me haces, joder. —Me empuja y
vuelvo a caer al suelo. No sé si está enfadado conmigo o no. No
dice nada mientras se abrocha los jeans.

Me levanto del suelo y me sorprendo cuando empieza a recoger


sus cosas.

—¿No te vas a quedar?

Reid se gira para mirarme fijamente, y no tarda en acercarse,


reclamando mi boca e introduciendo su lengua. Como siempre
cuando se retira, ambos estamos sin aliento.

—Tengo que reunirme con un cliente en veinte minutos, pero


volveré a venir mañana a las doce. —Empieza a alejarse, pero se
detiene al llegar a la puerta. Se gira, se lleva la mano al bolsillo y
me entrega un pendrive—. Creo que querrás ver esto. —Se aleja,
sin despedirse ni sonreír.
—¿Qué es esto? —pregunto a nadie. Ya ha bajado las escaleras.
Oigo cuando abre la puerta y, una vez que se va, corro hacia mi
portátil y lo enciendo. Una vez que ha cargado, meto el pendrive y
abro el archivo adjunto. Es mi baño de abajo. El muy hijo de puta
ha colocado una cámara dentro de mi baño.

Observo con fascinación cómo Porter entra, cierra la puerta tras


de sí y empieza a desabrocharse frenéticamente los jeans. Se saca
la polla y me maravilla su tamaño. Es un chico bastante grande.
No me extraña que Amber se haya casado con él.

Cierra los ojos mientras mueve la polla de un extremo a otro.


Mientras la trabaja, empieza a oler la jeringa, y sé que está
inhalando mis jugos. Me desea. Puedo decirlo. No me había dado
cuenta que Porter era un pervertido de armario.

Su respiración empieza a hacerse más pesada mientras trabaja


su polla más fuerte y más rápido. Me doy cuenta que está
desesperado por encontrar su liberación, porque sabe que estoy
justo afuera. Oigo mi voz apagada llamándolo, preguntándole si
está bien, y sonrío cuando responde con ese gruñido que recuerdo
haber oído.

De repente empieza a frotar la jeringa por toda su polla, y me


excita pensar que quiere cubrirse con mis jugos.

—Scarlet —susurra, trabajando aún más rápido. Vuelve a


cerrar los ojos y veo el momento en que está a punto de correrse.
Vuelve a susurrar mi nombre y se corre en su mano. Se aferra al
lavabo mientras se sacude y se dobla por el clímax. Es uno
bueno... Me doy cuenta.

Estoy totalmente alterada mientras veo cómo se limpia


rápidamente y sale del baño. Entonces, un pensamiento me
golpea. Ahora sé por qué Reid se enfadó cuando entré en la
habitación. Se corrió al ver a Porter masturbándose por mí. Por
eso está tan molesto. De repente empiezo a reírme al pensar en
eso.

Saco el pendrive , voy al baño y me doy una larga y cálida


ducha. Son casi las seis cuando termino, así que decido ponerme
el pijama, pedir algo de comida china y ver qué hay en Netflix. No
tengo nada mejor que hacer hoy, así que puedo aprovechar mi
tiempo a solas.

Sin embargo, mi tiempo a solas se interrumpe cuando oigo el


timbre de la puerta al bajar las escaleras. Me pregunto quién será,
ya que sé que Reid está ocupado. Miro por la mirilla y veo que es
Stuart.

Abro la puerta.

—¡Stuart, hola! ¿A qué debo este honor?

Tiene las dos manos en la espalda y, de repente, saca una y veo


una botella de vino blanco.

—¿Aceptas la excusa que estaba por los alrededores y pensé en


pasarme por aquí? Casualmente he traído una botella de vino
blanco y este DVD de Spiderman 3. —Acercó su otro brazo y,
efectivamente, tenía el DVD de Spiderman 3.

Me echo a reír.

—Estás decidido a compensar la cita que perdimos, ¿no?

Se encoge de hombros con una sonrisa pícara.

—Otro más en la lista de deseos.

Enarco una ceja.

—¿Así es? —Abro un poco más la puerta y me hago a un lado—.


Supongo que eso significa que voy a tener que dejarte entrar
entonces.

Duda un momento.

—¿Estás segura? No te estoy molestando, ¿verdad?

Sacudo la cabeza.

—No. Estaba a punto de pedir algo de comida y ver Netflix, así


que me acabas de salvar de intentar buscar una película.
Pasa y se limpia los zapatos en la alfombra antes de entregarme
el vino blanco.

—Bueno, me alegro de haber podido venir al rescate. —Sonríe.

Me pongo una mano en el corazón mientras cierra la puerta


detrás de mí.

—Mi superhéroe personal.

Me guiña un ojo.

—Me esfuerzo al máximo.

Me sigue hasta la cocina, donde busco un sacacorchos.

—Toma, déjame hacerlo —me ofrece, tomando el sacacorchos.


Sonrío y le dejo continuar mientras veo cómo mete el sacacorchos.
Esta noche está muy elegante con sus pantalones chinos beige y
su polo azul marino. Sus músculos se flexionan mientras lo
introduce y luego lo saca. Por alguna razón, hay algo bastante
erótico en eso.

—¿Pido algo de comer? —pregunto, tratando de evitar las


miradas lascivas.

Me mira con una sonrisa.

—Claro, ¿qué pensabas pedir?

—Comida china —respondo, y lo veo cuando se fija de verdad en


mi atuendo—. No me voy a cambiar. Puedes tomarme como soy
esta noche.

Se echa a reír.

—Oh, nena, puedo tomarte como quieras.

Jadeo, tomo un paño de cocina y empiezo a golpearle con él. Se


ríe más y empieza a perseguirme por la cocina. Chillo cuando me
agarra y empieza a hacerme cosquillas hasta la saciedad. Grito,
pero me detengo cuando me levanta y me coloca sobre la encimera
de la cocina. Con mis piernas abiertas, se coloca cómodamente
entre ellas.

Nuestras respiraciones son agitadas mientras nos miramos


fijamente.

—No sabes lo difícil que me resulta no cruzar la línea de los


amigos y besarte ahora mismo.

Aprieto las manos para no animarle. A pesar de desear tanto


que me bese, no puedo dejar que otro momento de debilidad se
apodere de mí. Cuando no le contesto, mira de mis labios a mis
ojos.

—Me perdí tu llamada la otra noche.

A pesar de no habernos visto desde nuestra cita, habíamos


estado llamándonos por Skype y enviando mensajes de texto
prácticamente todos los días desde entonces.

—Estaba ocupada con una función familiar.

Baja la cabeza con un suspiro.

—¿Estaba tu padre allí?

Me sorprende que lo pregunte, pero creo entender por qué.

—Sí.

Empieza a frotarse la nuca con una mano, y me doy cuenta que


quiere preguntarme algo, pero le cuesta.

—¿Estaba... bien contigo? —pregunta finalmente, volviendo a


mirarme.

Sonrío, asintiendo.

—Estoy bien, Stuart. Ya no soy la niña que era antes. Puedo


cuidar de mí misma. Lo prometo.

Agarrando mi mano, asiente antes de besarme tiernamente allí.


Sus labios son cálidos y suaves, y no puedo evitar perderme en
este momento con él. No nací en un mundo de felicidad, pero
siento que ahora mismo, con Stuart aquí, se me está dando un
vistazo de ella. No es suficiente para cambiar mi vida, pero sí para
marcar la diferencia. Me conformaré con estos vistazos, ya que sé
que mañana temprano volveré a mi vida, y Stuart solo será el
recuerdo feliz de algo que una vez tuve.

Mi vistazo.

—Déjame pedir algo de comida —digo, tratando de romper


nuestro hechizo. Me está absorbiendo de nuevo, y no me gusta. No
me gusta cómo me hace sentir cuando estamos cerca.

Me suelta la mano y asiente antes de ayudarme a bajar de la


encimera de la cocina. Me acerco al celular, tomo un menú y veo
cómo Stuart nos sirve un poco de vino.

—¿Te parece bien el agridulce y el de judías negras? ¿Puedo


pedir pollo?

Stuart sonríe.

—Eso será perfecto.

Me pongo en marcha pidiendo unos rollitos de primavera, unas


tostadas de gambas y nuestros platos de pollo. Una vez hecho
esto, Stuart y yo entramos en el salón. Coloco el DVD dentro del
aparato y me giro para sentarme junto a Stuart.

Nos sentamos juntos, y a Stuart se le ocurre tirar de mí en sus


brazos cuando empieza. Me siento cómoda así, y me doy cuenta
que es la primera vez en mi vida que me siento con un chico a ver
una película sin que haya algo sexual en ella. Claro que he visto la
televisión con Reid, pero siempre acaba metiendo las manos en
mis bragas y ordenándome que se la chupe.

—¿Estás cómoda? —pregunta, apretándome más contra él.

—Sí, gracias.

Vemos cómo empieza la película y es entonces cuando recuerdo


cuál es.
—Oh, esta es en la que se vuelve negro. Me gusta más como
Spiderman negro.

—Oh, lo haces, ¿verdad?

Asiento.

—Oh, sí. Definitivamente me acostaría con el Spiderman negro


antes que con el rojo normal cualquier día.

—¿Con quién más te acostarías? ¿Villano o algo así?

Pienso en esto por un momento.

—¿Recuerdas al tipo grande y fornido de The Dark Knight Rises?


—Stuart asiente—. Con él. Aunque tendría que llevar la máscara
puesta.

—¿Alguien más?

Asiento.

—Me gusta Lobezno. Creo que sería un animal en la cama. —Me


rio un poco antes de girarme para mirar un poco más a Stuart—.
¿Y tú? ¿Con quién te acostarías?

—Bueno, aparte de ti, por supuesto... —Me sonríe antes de


volver a mirar hacia arriba para pensar—. Catwoman es realmente
sexy.

—¿Es la del catsuit de cuero que usa quien la interpreta?

Asiente.

—Posiblemente. Bueno, sí, eso es realmente.

—¿Eres un chico pervertido en el armario? ¿Te gustaría que


alguien se disfrazara de Catwoman para ti?

Vuelve a sonreír hacia mí.

—¿Te estás ofreciendo? Porque al infierno que sí a eso. Será otra


cosa que tachar de mi lista de deseos.
Me rio.

—¿Cuán larga es esta lista?

—Desde que te conocí... unas dos páginas. —Echo la cabeza


hacia atrás riendo. Me observa con una gran sonrisa—. Me
encanta oírte reír. —La risa se detiene mientras roza su nariz con
la mía—. Quédate conmigo, pequeña, y haré que te enamores de
mí. —Levanta la cabeza hacia el televisor y sigue viendo la película
como si lo que ha dicho no significara nada. Solo espero que esté
bromeando, porque no puedo ofrecerle nada más de lo que
tenemos. Si está pasando tiempo conmigo con la esperanza que
cambie de opinión, está perdiendo el tiempo. Quiero decirle que no
tengo amor dentro de mí para ofrecer. Estoy completamente vacía
de ese tipo de emoción. Una persona con amor se preocuparía por
la gente. Una persona con amor no se acostaría con los maridos
de su madre y de su hermana. Una persona con amor tampoco se
desviviría por hacerlo.

Vuelvo a ver la película e intento no darle demasiadas vueltas a


lo que ha dicho. Tal vez estaba bromeando y estoy aquí sentada
dándole importancia a esa mierda.

Alrededor de media hora después de la película, llega nuestra


comida china. Intento pagarlo, pero Stuart no me deja.

—Yo fuí quien la ordenó, así que debería pagar.

—Estoy siendo un caballero. Así me educaron.

Empezamos a comer en las cajas con nuestros palillos. No me


había dado cuenta del hambre que tenía.

—¿A qué se dedican tus padres? —pregunto por curiosidad.

—Mi madre es enfermera y mi padre es abogado.

—¿En serio? Vaya, es toda una mezcla.

Se ríe.

—Sí. Mi padre se rompió el brazo jugando al rugby y tuvo que ir


a urgencias. Allí conoció a mi madre. Dijo que fue amor a primera
vista. Al principio, ella no quería prestarle atención. Lo mantuvo
alejado, pero él siguió enviando flores hasta que ella cedió y
tuvieron una cita. La enamoró, y poco después se casaron y mi
madre se quedó embarazada de mí.

Sonrío.

—Es una linda historia. —Asiente, masticando algo de


comida—. Yo quería ser médico cuando era más joven.

Deja de masticar y me mira con expresión de sorpresa.

—¿De verdad? ¿Por qué no lo hiciste?

Me encojo de hombros.

—Me fui de casa antes de cumplir los diecisiete años y tuve que
conseguir un trabajo para mantenerme. —Hace una mueca y yo
sonrío—. No pasa nada. Estoy bien. —Agito las manos a mí
alrededor—. Solo mira dónde estoy. No me ha ido tan mal.

Mira a su alrededor mi cálida decoración con mis fotos


familiares, cómodos cojines y suaves muebles.

—Tu casa es como un hogar, lo cual no es nada que hubiera


esperado después de ver tu forma de vestir... Pero, claro, te juzgué
mal la primera vez. —Suspira un momento—. ¿Haces cosas así a
menudo? ¿Con el vagabundo, quiero decir?

—Sí. Intento ayudar a la gente que lo necesita


desesperadamente. Una vez fui un indigente y traté de encontrar
alguna forma de mejorar mi vida. Al final, conseguí un trabajo
interno cuidando a un señor mayor. Hasta que decidió que debía
ofrecer otros servicios a cambio de los pagos que recibía y del
techo que me cubría. —Stuart sacude la cabeza con disgusto. No
voy a decirle esto, pero sí, me acosté con ese anciano simplemente
porque me ofreció más dinero para cuidarlo. Lo necesitaba para
salir y encontrar mi propio lugar, así que lo aguanté mientras
duró. Al final, un día me encontré con mi madre y me ofreció una
salida.
—Qué asco. Lamento escuchar eso. —Suspira, y me doy cuenta
que siente pena por la vida que tuve cuando era más joven. Pero
no necesito su compasión. No necesito la compasión de nadie—.
¿Qué hiciste después de irte?

—Hice un par de trabajos de camarera, lo suficiente para salir


adelante. Estaba trabajando en un bar cuando conocí a mi jefe.
Me dijo que parecía que no debía estar detrás de la barra y me dio
su tarjeta. No he vuelto a mirar atrás desde entonces. —Es una
mentira, pero es lo más cercano a la verdad que le dejaré llegar.

—Entonces, este tipo para el que trabajas... ¿Es un buen jefe?


¿Te trata bien?

Sonrío porque sé por qué lo pregunta.

—Sí. Me trata muy bien. Gracias a él tengo todo esto. —Señalo


nuestro entorno—. Puede que no haya empezado bien, pero las
cosas mejoraron. Tengo un buen trabajo, un techo sobre mi
cabeza y mis facturas están al día y pagadas. Eso es todo lo que
podría pedir.

—Gritas materialista, pero te tengo pillada. Todo es una


actuación. Creo que en el fondo, anhelas secretamente la vida
hogareña. Matrimonio, dos o tres hijos... un perro.

Me rio.

—No hay que olvidar el perro. —Mastico mi comida antes de


responderle—. Pero te equivocas.

Levanta la vista de su comida con el ceño fruncido.

—¿En qué?

—Sobre que quiero casarme y tener hijos. No lo anhelo en


secreto. Puede que me gusten mis cosas caseras, pero eso es solo
porque me hacen sentir más cómoda. No soy material para
matrimonio, y ciertamente no soy maternal. De hecho, no tengo
ningún hueso maternal en mi cuerpo. —Al principio no dice nada,
y me pregunto si está decepcionado por mi afirmación. No es que
no lo supiera ya.
Por favor, vete. Ahórrate la angustia de enamorarte de mí porque
no soy una buena persona. Te desangraré porque me gusta estar
contigo y soy demasiado egoísta para alejarte. Vete ahora antes
que sea demasiado tarde. Vete antes que arruine a ese hermoso
hombre que llevas dentro.

—Supongo que a algunas personas les gusta su independencia.

—¿Perdón? —pregunto, la niebla se despeja.

—Lo que estabas diciendo. Eres ferozmente independiente.

—Oh... Sí. Me gusta no tener que responder ante nadie. —


Pienso en mi padre y en el control que me quitó cuando era más
joven—. Amo mi libertad, así que pedirle a alguien que acepte eso
sería demasiado. No puedo ofrecer un compromiso. Por primera
vez en mucho tiempo, puedo ser un espíritu libre... Me encanta. —
Sonrío, masticando un poco más de comida mientras él me mira
por un momento.

—Sabes, antes que muriera mi abuela, toda nuestra familia se


fue de camping un largo fin de semana cerca de las tierras altas
de Escocia. Eso fue cuando los veranos eran realmente calurosos.
—Se echa a reír, pero no le interrumpo—. Mi abuela estaba
cansada, pero estaba decidida a ir de excursión conmigo ese
sábado por la mañana. Nos llevó medio día, pero llegamos. Nos
sentamos en unas rocas y comimos bocadillos de jamón y bebimos
té de una petaca. Era una tarde preciosa, con el sol en lo alto del
cielo y una brisa fresca que nos golpeaba la piel. La vista desde
allí arriba era espectacular. Solo había filas y filas de montañas y
vegetación. Nunca había visto nada tan bonito. —Suspira, y me
doy cuenta que hay una pizca de tristeza en ese suspiro cuando
recuerda a su abuela—. Cerca, flotando salvajes y libres frente a
nosotros, había dos águilas. Mi abuela decía que le encantaban
las águilas porque eran los animales de espíritu más libre. Decía
que envidiaba a esos pájaros y cómo podían volar tan alto y
atravesar el viento sin preocuparse por nada. Recuerdo que la
observaba mientras las miraba. Cerró los ojos, sonrió y me dio las
gracias por haberla llevado a la cima de la montaña, donde se
sentía unida a las águilas. Donde sintió que volaba alto en el cielo
con ellas.
Observo a Stuart con atención, sin quitarle los ojos de encima
mientras mira su comida. Me doy cuenta que está luchando
contra las lágrimas mientras el recuerdo de su difunta abuela
inunda su mente.

—Pensé que mi abuela estaba descansando los ojos, así que


seguí comiendo mi sándwich. La dejé descansar un rato para que
pudiera disfrutar de la paz y la tranquilidad mientras durara.
Parecía tan tranquila que no quise molestarla. No fue hasta que
estaba recogiendo y le dije que creía que debíamos irnos que supe
que algo iba mal.

—Murió en la cima de la montaña.

Asintió.

—Hasta el día de hoy, creo que ella sabía que iba a morir, y
quería que fuera yo el que estuviera con ella cuando lo hiciera.
Era su único nieto, así que ella y yo estábamos muy unidos.

Extiendo la mano y lo agarro.

—Siento mucho oír eso, Stuart. Es evidente que te quería


mucho.

Respira hondo, resopla y trata de serenarse antes de mirarme.

—Solo te conté esa historia porque me recuerdas a ella. Lo


mucho que le gustaba ser libre. Mi abuelo murió cuando yo era
pequeño y mi abuela no volvió a casarse. Decía que era una mujer
muy determinada y que le gustaba no tener que responder ante
un hombre. —Se ríe cuando piensa en ella—. Creo que tú y ella se
habrían llevado bien.

Le aprieto la mano.

—Seguro que sí.

Mira las cajas vacías y luego vuelve a mirarme.

—Y en esa nota deprimente, ¿nos deshacemos de estas y vemos


el resto de la película?
Asiento, dedicándole una suave sonrisa.

—Por supuesto.
Capítulo 21

10 de febrero de 2008

No he podido dejar de pensar en ese día después de saber que


estaba embarazada. Desde entonces, han pasado casi otras cuatro
semanas. Son cuatro semanas más de estar embarazada. Cuatro
semanas más de tener a su bebé creciendo dentro de mí. Como si
no fuera suficientemente malo que esté constantemente en mi
cabeza, tiene que estar también en mi cuerpo.

No me ha perdido de vista desde entonces. Canceló la cita que


tenía y prácticamente me ha mantenido bajo llave. Debo admitir
que, de una manera enfermiza, estoy disfrutando de la fforma que
es conmigo ahora. Es más atento y cariñoso. Incluso me pregunta
si tengo antojo de algo y dice que, si necesito algo me lo
conseguirá. Lo único que tengo que hacer es pedírselo.

El sexo no ha cesado. Sigue exigiéndolo cada día que estamos


juntos a solas. Le dejo hacer lo que necesita, ya que le hace feliz, y
mientras él sea feliz, yo estoy en paz.

Sin embargo, he estado desesperada por encontrar el momento


adecuado para salir de casa y poder ocuparme de este bebé. No lo
quiero. ¿Cómo puedo criar a un bebé sabiendo quién es el padre?
No podría permitirle ser parte de su vida. Es un monstruo. Ningún
bebé debería nacer en el mundo con un padre como él.

Así que, cuando a mi madre se le escapó el otro día que mi


padre estaría en una firma de libros un dí
díaa después del colegio,
decidí actuar. Conseguí una cita de urgencia y me escapé allí en
cuanto terminé el colegio.

Allí es donde me encuentro ahora, aferrada a mi carpeta y mi


mochila. Me acompaña otra chica, un poco mayor. Nos dedicamos
una sonrisa triste. Pronto la llaman, y yo me quedo sentada,
haciendo girar nerviosamente los pulgares mientras espero que el
otro médico me llame a continuación.

—¿Señorita Valentine? —dice tímidamente una chica—. El


doctor Clarkson la verá ahora.

Con las piernas temblorosas, me levanto y me dirijo a la


consulta del doctor. Cuando entro, me recibe un hombre de unos
cincuenta años con el cabello canoso y unas gafas que cuelgan de
una cuerda de su cuello.

—¿Scarlet? —me pregunta, ofreciéndome la mano. Asiento y me


indica el asiento de enfrente—. Por favor, toma asiento. —Revisa
mis notas por un momento antes de volver a mirarme—. Viniste
aquí hace unas cinco semanas para programar un aborto, pero tu
padre te lo canceló.

Asiento y me retuerzo las manos. Quiero que esto acabe de una


vez.

—Sí, pero lo hizo sin mi permiso. Sigo queriendo el aborto. No


he cambiado ni cambiaré de opinión.

Se aclara la garganta.

—Bien, hay dos tipos de abortos que se pueden hacer. Uno es el


médico, por el cual, siempre que estés de menos de nueve
semanas, podemos darte una píldora llamada Prostaglandina. Es
una pastilla que rompe el revestimiento del útero y te hace
sangrar con la pérdida del bebé unas cuatro horas después. Sin
embargo, tendrías que quedarte para eso. Además, si has
superado las nueve semanas, que creo que acabas de pasar, es
posible que tengas que venir para una segunda dosis.

Sacudo la cabeza con vehemencia.


—Eso no es una opción. Tiene que ser hoy.

Me mira, y me doy cuenta que no está contento con mi evidente


estrés, pero no dice nada.

—Bueno, eso no deja otra opción que la cirugía entonces. Te


pondrán anestesia local y te introducirán un tubo por la vagina
hasta el útero antes de extraer el feto por succión.

—De acuerdo, vamos a hacerlo entonces.

—Tendrás que rellenar un formulario de consentimiento. —


Asiento y él se da cuenta que estoy deseando acabar con esto.
Llama a la enfermera y le pide que traiga los formularios antes de
tomar asiento y repasar todas las posibles complicaciones durante
el procedimiento—. ¿Qué hay de las opciones de anticoncepción
para después? ¿Quieres hablar de eso?

Asiento.

—Sí, quiero tomar la píldora.

—Muy bien. Podemos hablar de tus opciones después de la


intervención.

La enfermera entra en ese momento y me da un formulario para


que lo firme. Lo que hago enseguida y, antes de darme cuenta, me
llevan a una pequeña sala clínica con una cama y unos estribos.
Tengo que esperar un rato antes que entre el médico con guantes
quirúrgicos. Me dice que me tumbe y que coloque las piernas en
los estribos. La enfermera que ha venido con los formularios para
firmar me toma la mano y me acaricia el cabello. Estoy muerta de
miedo por lo que va a pasar, así que me alegro que esté aquí
conmigo.

—Vas a sentir un poco de incomodidad mientras coloco el


espéculo dentro. Intenta relajarte lo más posible. —Respiro
profundamente y siento cuando lo coloca dentro—. Ahora voy a
inyectarte la anestesia local. —Espero mientras el silencio sube
por las paredes y casi me estrangula. De repente, todas se me
echan encima a la vez.
Siento cuando la aguja entra, y nunca he sentido tanto dolor en
toda mi vida. Gimo y la enfermera sigue acariciándome el cabello.

—Ya
Ya está, ya está, en breve se acabará. Aprieta m
mii mano, ¿bien?
—Asiento
Asiento mientras las lágrimas pinchan mis ojos y empiezan a
caer por mis mejillas. Me clava la aguja un par de veces más y, a
estas alturas, siento que me voy a desmayar.

—Ahora
Ahora podemos empezar. —Comienza
Comienza a retirar al bebé, y yo
me quedo tumbada
mbada mientras lágrimas calientes caen por mi cara.

Pero, no todo está bien. Puedo sentirlo dentro de mí. De repente,


empiezo a sentirme mareada. Siento que mi cuerpo se apaga y mis
ojos se vuelven pesados.

—¡No
¡No deja de sangrar! —OigoOigo gritar al médico mientras
mie la
oscuridad se cierne sobre mí.

Cuando me despierto, oigo al médico hablar con alguien. No sé


con quién, pero le dice que he tenido una gran hemorragia y que,
por tanto, me han tenido que hacer un legrado con anestesia
general. Es entonces cuand
cuandoo oigo a mis padres dar las gracias al
médico, y sé que estoy en un puto problema.

—Ni
Ni siquiera sabía que tenía relaciones sexuales, y mucho
menos que estaba embarazada. ¿Por qué no pudo venir a nosotros
con esto? La habríamos ayudado.

Oigo a mi padre susp


suspirar.

—Lo
Lo sé. Estoy tan molesto como tú, pero tenemos que estar ahí
para ella ahora. Ha pasado por una experiencia traumática y nos
necesitará allí para que le demos la mano.
Tengo que esforzarme para no reírme a carcajadas de su falsa
preocupación. No me extraña que mi madre y mi hermana piensen
que es Dios. Incluso yo me lo habría creído si no lo supiera.

—Eres tan bueno con ella. No sé qué habría hecho sin que
vinieras a rescatarme hace tantos años.

¿De qué está hablando?

—Aceptaste asumir la responsabilidad de criarla como si fuera


tuya. A día de hoy, todavía me arrepiento que hayamos roto como
lo hicimos y que me haya quedado embarazada de esa manera. No
hay un día que no me sienta culpable por lo que te hice.

Me obligue a mantener los ojos cerrados, pero mi corazón late a


un millón de millas por hora. ¿Qué es lo que oigo? ¿No soy
realmente su hija?

¡Mierda, ahora todo tiene sentido! La forma en que me trata en


comparación con Amber. La forma en que fue tan reservado con
respecto a que yo tuviera su bebé. Sabía de sobra que no habría
anomalías porque ni siquiera es mi verdadero padre.

Mientras pienso en esto me calmo, recordando que por una vez,


tengo algo sobre él que no conoce. No le diré que lo sé, ya que ellos
mismos no han tenido la cortesía de decírmelo. Estoy enfadada.
De hecho, estoy jodidamente furiosa por haber tenido que vivir
como lo he hecho a manos de este hombre que solo creía que era
mi padre cuando todo el tiempo, fui el producto de lo que muy
probablemente fue una aventura de una noche.

—Tienes que dejar de castigarte por esto, Wendy. Es agua


pasada. Scarlet es mi hija. Simple y llanamente. Nadie puede
quitarme eso.
Capítulo 22

Al principio, no sé dónde estoy mientras mis ojos se abren. Pero


entonces me muevo ligeramente y siento que un brazo me rodea.
Mis ojos se abren de golpe y, cuando lo hacen, descubro que es de
día y que estoy tumbada encima de Stuart. Debemos de habernos
quedado dormidos viendo la televisión.

Levanto la cabeza y miro a Stuart, p pensando


ensando que aún está
dormido, pero no lo está. En cambio, me mira con una sonrisa.

—Buenos
Buenos días, preciosa.

Gimo.

—No son unos buenos días agradable. Estoy hecha polvo. Eres
una persona madrugadora, ¿no? —pregunto,
pregunto, levantándome. Pero
no llego a ninguna pa
parte,
rte, ya que Stuart me agarra, me atrae hacia
él y me aprieta en un gran abrazo. Grito, pero la risa brota de
forma natural.

—Eres
Eres tan sexy cuando estás malhumorada —dice, dice, besando la
parte superior de mi cabeza. Puedo sentir lo sexy que cree que soy
con su erección matutina clavándose en mi estómago. Sin
embargo, no me produce la reacción que pensaba. En lugar de
asustarme o excitarme, me siento feliz de estar en sus brazos. No
hay nada sexual en la forma en que me abraza. Simplemente se
siente... bien.
Sabiendo que no puedo quedarme así para siempre, levanto la
vista hacia su sonrisa ansiosa y sacudo la cabeza ante su alegría.

—¿Café?

—Pensé que nunca lo pedirías. —Me levanto y esta vez me deja.


Sé que me observa mientras salgo del salón y voy a la cocina.
Pongo la cafetera, busco dos tazas y Stuart no tarda en entrar por
la puerta.

Confundida por el motivo de su presencia, miro el reloj y veo


que son poco más de las nueve.

—¿No deberías estar trabajando?

Levanta una ceja.

—¿Intentas librarte de mí?

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—No. Es que es un día de semana. ¿No deberías estar


fusionando o adquiriendo algo?

Me sonríe mientras se inclina sobre el armario de la cocina.


Está muy sexy con el cabello alborotado por el sueño.

—Tengo una reunión a las once, así que hasta entonces no


tengo que estar en ningún sitio. —Asiento con la cabeza y sigo
preparando el café—. ¿Quieres volver a salir este sábado? Solo
como amigos, por supuesto. No sería una cita ni nada parecido.

Hago un mohín, negando con la cabeza.

—Por supuesto que no. Son solo dos amigos que salen, ¿no?

Él asiente.

—Exactamente.
Debería decir que no,, pero no puedo evitar abrazar estos
sentimientos que despierta en mí. Es casi como si me diera la
oportunidad de recuperar todos los años de adoleadolescencia que
perdí... Todos los momentos de besos robados, abrazos y el rubor
en mis mejillas cuando me hace un cumplido. Nunca he tenido
esto antes, y ahora, él me lo está ofreciendo desinteresadamente
en bandeja de plata. ¿Podría realmente hacerle esto, s
sabiendo que
nunca podré ser la mujer de la que él espera capturar el corazón?
Me doy cuenta que quiere algo más que una amistad, pero a pesar
de saber que debería terminar con él solo por esa razón, no puedo
evitar querer acceder a todo lo que me pide.

—Está
tá bien. Saldré contigo el sábado. —Su Su cara se ilumina de
repente, y noto la ráfaga de excitación en mi vientre al verla.

—Qué
Qué bien. Te recogeré sobre las ocho. Conozco el sitio ideal
para llevarte. —Me
Me dedica una sonrisa traviesa, una que me dice
que no vaa a decirme dónde en un momento dado.

Stuart se queda otra media hora y nos sentamos a charlar y a


beber nuestro café. Es increíble lo mucho que me puedo relajar y
lo fácil que es ser normal con él. No tengo que fingir ni sentir la
necesidad de esforza
esforzarme. Todo parece... natural.

Cuando se va de mala gana para volver a casa y cambiarse para


su reunión, recojo rápidamente mi ropa de correr y me pongo en
marcha. Empiezo a correr, pero no pretendo ir muy lejos. Solo
cuando termino en la puerta de la casa d de
e mi padre me doy
cuenta que he estado corriendo sin pensar.
Mientras me detengo a hacer mis estiramientos, recuerdo por
qué estoy haciendo todo esto de nuevo. Stuart es una distracción,
una buena distracción. Pero, es una que nubla mis pensamientos.
Tendré que quitármelo de la cabeza si quiero ser capaz de jugar el
juego tan bien como hasta ahora.

Mientras estoy de pie, mirando la casa, me recuerdo a mí


misma que hoy es el día en que por fin podré follar con el marido
de mi hermana. Sonrío, mirando hacia las ventanas de su casa.

—¿No estás orgulloso de mí, Papi? —susurro. Dejo escapar una


risita, sabiendo que la zorra ha vuelto y está deseando hacerlo.
Con este pensamiento, tengo energías renovadas mientras corro
los seis kilómetros de vuelta a mi casa.

Son casi las doce cuando llego, y no pierdo tiempo en meterme


en la ducha y prepararme. Cuando suena el timbre de la puerta,
aún no me he secado del todo. Miro el reloj y veo que son las doce.

—¡Maldito seas, Reid, por ser siempre puntual! —gruño.

Me envuelvo con la toalla y bajo las escaleras para encontrar a


Reid de pie con su "bolsa de trucos", como él la llama.

—¿Hoy es mi cumpleaños? —me pregunta, pasando por delante


sin esperar una invitación. Deja caer la bolsa, cierra la puerta y
me levanta en sus brazos. Me río a carcajadas cuando me quita la
toalla—. Tienes el cuerpo más increíble que he visto nunca —dice,
recorriendo tranquilamente sus dedos por mi brazo. Se me pone la
piel de gallina y sonríe al notar mi reacción.

Pero tan repentinamente como me acerca a él, se aleja.

—Vístete. Tenemos que hablar antes que llegue el chico amante.


—Se aleja de mí y entra en el salón. Me doy la vuelta, subo las
escaleras a toda prisa y me pongo una camisola. Hoy no me
molesto en ponerme la bata.
Una vez que estoy lista, vuelvo a bajar las escaleras para
encontrar a Reid preparando las cámaras.

—Tengo otro trabajo para ti.

—Ah ¿sí? —pregunto, sentándome en el sofá.

—Sí, un Lord Byron...

—¿Como el poeta? —interrumpo, sonriendo.

—Ah, tú conoces su historia —Sonríe—. Este Lord Byron es


muy prestigioso y muy respetado por sus iguales en la Cámara de
los Lores. Resulta que sé que le gustan las damas... especialmente
las morenas. —Me guiña un ojo y me lanza una foto de un hombre
que parece tener unos cincuenta años, tal vez sesenta. Parece
estar en buena forma y tiene el cabello gris y peinado hacia atrás.
No parece especialmente guapo, pero en realidad nunca se trata
de eso.

—Va a asistir a la inauguración de un nuevo club nocturno en


el Soho el sábado.

Mis ojos se dirigen a los suyos.

—¿El sábado?

—Sí. ¿Es un problema?

Mierda, Stuart. No puedo hablarle a Reid de él porque se


enfadará. Supongo que no tengo otra opción que cancelar nuestra
"cita".

—No... No hay ningún problema.

—Es importante terminar estos trabajos, Scarlet. Pronto nos


libraremos de todo, y podremos dirigir ese club que siempre
hemos querido.
Le doy una sonrisa brillante, y él deja su equipo para sentarse a
mi lado. Me levanta la barbilla para que me encuentre con él.

—Pronto tendrás el mundo, cariño. Quédate conmigo y no


habrá nada que no podamos hacer juntos.

Niego con la cabeza con una sonrisa y veo cómo se levanta y


sigue manipulando su equipo. Una vez que ha terminado, recoge
la foto de Lord Byron y la vuelve a meter en su bolsa.

Por alguna razón, la decepción se apodera de mí, pero consigo


apartarla rápidamente. No puedo dejar que Stuart se meta en mi
cabeza. Ningún otro hombre, aparte de mi padre y Reid, lo ha
hecho nunca, así que de ninguna manera voy a permitir que lo
haga un tercero.

—¿Quieres que use el segundo dormitorio hoy?

Levanto la vista, sonriendo.

—Por favor —es todo lo que digo mientras lo veo subir las
escaleras.

Respiro profundamente, dejando que la adrenalina corra por


mis venas. No hay nada como vengarse de la zorra de tu hermana
acostándose con su marido. De esto es de lo que he vivido durante
nueve años. Nueve malditos años de resentimiento, dolor y
venganza en mi mente. He vivido para esto.

Este es mi momento.

No pasa mucho tiempo antes que oiga el timbre, así que me


levanto y me dirijo tranquilamente a la puerta. No me cabe duda
que el corazón de Porter debe de estar retumbando en su pecho a
estas alturas.
—Porter, me alegro de verte de nuevo. Pasa. —Lleva el mismo
bolso, pero hoy va bastante informal, con una camisa azul pálido
abotonada y unos pantalones cortos azul marino holgados.

Me doy cuenta que sus ojos se abren un poco al ver mi atuendo.


Sabe lo que viene a continuación. Estoy segura que lo sabe. Pero
sigue aquí. Eso no le ha impedido llegar, y además un poco antes
de lo habitual.

Entra, así que cierro la puerta tras él y le pregunto si quiere una


bebida.

—¿Tienes cerveza?

Enarco una ceja con sorpresa. Parece que hoy está un poco
nervioso.

—Claro, deja busco para los dos. —Voy a la cocina, tomo dos
cervezas y vuelvo—. Toma —digo, entregándole su botella.

Toma un sorbo y me doy cuenta que intenta apartar los ojos de


mí, pero fracasa estrepitosamente. Se aclara la garganta.

—Amber quería saber si vendrías a comer el domingo.

Sonrío.

—Por supuesto. Dile que me encantaría.

—¡Genial! —dice con una sonrisa ansiosa. Sigue pareciendo


nervioso mientras prácticamente se bebe toda la cerveza de un
tirón.

—¿Quieres otra? Hoy pareces bastante sediento. —Me río y veo


que su postura se relaja un poco.

—Supongo que estoy un poco nervioso, ya que este puede ser el


último día. Parece que cuenta más... si eso tiene sentido.
Asiento con la cabeza.

—Por supuesto. No tengo ningún sitio al que ir, así que


mientras tú tengas tiempo, yo también. —Hago un gesto hacia su
cerveza terminada—. Entonces, ¿quieres otra? Tengo muchas en
la nevera.

—Sí, sería genial. Gracias.

—No hay problema. —Le quito la botella y le hago un gesto para


que se siente en el sofá—. Por favor, siéntate. Siéntete como en
casa.

Toma asiento, asiente con la cabeza y rápidamente le traigo otra


cerveza. Tal vez si está un poco achispado, le ayude a relajarse un
poco. Estoy segura que pronto estará más que relajado, pero
ayuda a preparar el terreno un poco.

Me apresuro a entregarle su cerveza. Me da las gracias mientras


tomo asiento a su lado.

—Hoy hace bastante calor ahí fuera —dice dando otro trago.

—Lo sé. He salido a correr esta mañana y hacía demasiado


calor.

—Yo también salgo a correr siempre que puedo por las


mañanas. A no ser que vaya a visitar a un cliente, siempre estoy
pegado a la mesa del ordenador, así que necesito el ejercicio.

Asiento con la cabeza.

—Sé lo que quieres decir. En mi trabajo ocurre lo mismo.

—¿Tienes muchos clientes?

Me lo pregunta mientras estoy dando un sorbo a mi cerveza, así


que asiento con la cabeza y espero a tragarme la cerveza antes de
contestar.
—Tenemos muchos. Mi jefe es muy conocido en su campo, así
que muchos clientes de alto nivel lo visitan cuando necesitan que
se haga algo privado y discreto. —Normalmente me hace reír
cuando lo pienso. Reid es un verdadero profesional en su trabajo.
Muy discreto. Sin embargo, no duda en chantajear a un tipo al
que me he follado.

—¿Sales con él a veces? ¿Como en las vigilancias y demás?

Me río.

—Sí, a vecés tengo que hacerlo. —Le doy un codazo—. Ves, esa
es otra razón para hacer ejercicio. Estar sentado en un auto todo
el día te pone muy... erm... tieso. —Hago énfasis en la palabra
"tieso" y cruzo deliberadamente las piernas al decirlo. Mi camisola
se levanta, dejando al descubierto mis largas y torneadas piernas.
Él mira, por supuesto, aunque se esfuerza por no hacerlo. Intenta
disimularlo engullendo un poco más su cerveza. Es evidente que
está bastante nervioso conmigo de repente.

Agarro su botella de cerveza y dejo la suya y la mía sobre la


mesa de centro. Parece un poco sorprendido y se vuelve hacia mí.

—Espero que no te importe que te lo diga, pero pareces un poco


tenso. —Me acomodo en el sofá—. Date la vuelta un momento. —
Hace lo que le pido, aunque parece confundido. Coloco mis manos
sobre sus hombros y empiezo a frotar—. Necesitas relajarte un
poco. Espero que esto esté bien.

—Hmm —responde mientras empiezo a masajear. Al instante,


se relaja ante mi tacto y baja sus defensas. Ya lo tengo donde
quiero, y el deseo de follarlo aumenta. Aplico más presión, y en la
boca del estómago se me antoja subirme a él cuando deja escapar
un suave gemido—. Eso se siente bien —murmura, apenas
comprensible.
—¿Estás casi listo para empezar? —susurro en su cuello. Miro
brevemente por encima de su hombro y veo lo que busco. Está
duro y preparado para mí. Muy pronto, no podrá resistirse.

—Bien. Estoy listo. ¿Quieres tumbarte mientras preparo las


cosas?

—Claro —respondo, colocándome en posición horizontal. Porter


se levanta rápidamente y toma la bolsa, prácticamente corriendo
hacia el baño. Mientras le espero, empiezo a acariciarme los
pechos para que estén bien duros para él. Cuando vuelva,
sobresaldrán. No tendrá más remedio que mirar.

—Estoy listo —afirma, volviendo a entrar en la sala de estar y,


efectivamente, casi se detiene en seco cuando me ve. Traga saliva
y, mientras camina, me doy cuenta que se esfuerza por no
mostrar lo excitado que está.

Tomando su posición habitual junto a mis caderas, coloca la


jeringa en mi entrada y la introduce lentamente. Gimo, me froto el
clítoris y me agarro el pezón. Lo pellizco solo para él, para que vea
lo excitada que estoy.

—Eso es... Empieza a meterla para mí. —Vuelve a tener la mano


apretada en mi rodilla, pero mientras la guía hacia dentro y hacia
fuera, su mano empieza a subir por mi muslo—. Mmm, qué bien
—digo, cerrando los ojos y flexionando las caderas para
encontrarme con él—. Sigue así. —Su respiración coincide con la
mía mientras me observa atentamente. Una oleada de placer me
golpea cuando me la mete—. Oh, Dios, Porter. Fóllame, Porter.
Eso es. Fóllame. —grito.

La mano que estaba en mi muslo desaparece mientras él


empieza a desabrocharse los pantalones. Este es el momento. Este
es el momento en que hago que se quiebre. No puede evitarlo. Lo
he puesto en un estado de frenesí, y todo lo que ha escuchado son
las palabras: "Fóllame, Porter".
Todo sucede en segundos. Saca la jeringa, se coloca entre mis
piernas y me penetra con fuerza. Los dos gritamos al mismo
tiempo. Yo por su tamaño y él porque, sin duda, acabo de enviarlo
al cielo.

—Fóllame. Fóllame fuerte —le ordeno, clavándole las uñas en


los brazos. Gruñe por el dolor que le he infligido, pero eso le
estimula. Me folla como un animal. No sabía que tuviera esa
capacidad. Le rodeo el culo con las piernas y lo empujo hacia
delante.

—¡Mierda! Te sientes malditamente increíble.

Echo la cabeza hacia atrás, gimiendo. Él también se siente bien.


Me sorprende un poco, pero me alegro que pueda darme placer de
la forma en que lo hace.

Con un tirón de mi camisola, libero mis pechos y tiro de su


cabeza hacia abajo.

—Chúpalos. —Él gime antes de llevarse un pezón a la boca. A


estas alturas, estoy ardiendo. Me folla como si no hubiera un
mañana: sus caderas se flexionan en breves y agudas ráfagas. Lo
controla tanto que el orgasmo llega más rápido de lo esperado.

—Porter, vas a hacer que me corra. Necesito que me llenes con


tus bebés. Que me dejes embarazada. Joder, te sientes tan bien.

Gruñe, dejando caer su cabeza al lado de mi cuello mientras su


ritmo se acelera.

—Voy a correrme, Scarlet. Voy a llenarte tanto de mi semen.

—Oh Dios, Porter. Me voy a correr. —Me deshago a su


alrededor, y no pasa mucho tiempo cuando se estremece,
liberándose dentro de mí. Se derrumba sobre mí y nos quedamos
así, con la respiración agitada. Sin duda, el sentimiento de culpa
empieza a aparecer una vez que la euforia de haberse corrido
dentro de mí, disminuye.

—¿Qué mierda acaba de pasar? —me pregunta, respirando


contra mi cuello.

Finjo ignorancia.

—No lo sé. Supongo que nos hemos dejado llevar un poco.

—Mierda —murmura antes de separarse de mí. Sacude la


cabeza como si no pudiera creer lo que acaba de hacer—. Eso no
debería haber ocurrido.

Asiento con la cabeza.

—Lo sé. No lo volveremos a hacer. Quizá debería ser la última


vez que lo hacemos. —Debo admitir que me siento un poco
decepcionada. Porter era mucho mejor en la cama de lo que
pensaba.

Tira del bóxer, subiéndoselo, pero no se los sube del todo. En


cambio, apoya la cabeza en las manos y sacude la cabeza.

—No sé qué me ha pasado.

Me incorporo, tirando de su brazo.

—Mira, vamos a olvidar por completo que todo esto ha pasado,


¿está bien?

Por fin levanta la vista hacia mí.

—¿De verdad puedes olvidarlo?

Me doy la vuelta como si estuviera avergonzada.

—De alguna manera, creo que no. Me avergüenza decir esto... —


Sacudo la cabeza—. No importa.
Se vuelve hacia mí.

—No, ¿qué? Puedes decírmelo.

Agito los párpados y le miro tímidamente.

—Fue una de las mejores experiencias de mi vida.

—¿De verdad? —pregunta con una sonrisa. Asiento con la


cabeza.

—Bueno, eso fue —dice señalando el sofá—, lo más increíble...


No puedo ni describirlo. —Le sonrío, pero enseguida veo que
vuelve el sentimiento de culpa—. Pero no podemos volver a
hacerlo.

—Por supuesto que no. ¿Quieres irte? No te culpo si quieres


irte.

Vuelve a mirarme.

—Realmente debería... ¿Quieres que me vaya? —Baja la mirada


hacia mis pechos expuestos, y ya puedo ver el hambre de nuevo
en sus ojos. Una parte de mí quiere jugar con él, pero otra parte
me dice que ya tengo lo que buscaba, así que ¿por qué ir por más?
Reid solo se enfadará conmigo si lo hago. Me tapo.

—Quédate y termina tu cerveza. No hay prisa. Que sepas que


cuando quieras irte, no me ofenderé.

Recogiendo su cerveza, se relaja un poco.

—A Amber se le rompería el corazón. —Parece triste mientras


mira hacia abajo, sumido en sus pensamientos.

—Ella nunca puede enterarse. Soy su hermana, Porter. Sería


aún peor para mí. Fue solo un momento de debilidad. Debo
admitir que... Aunque me gustan las chicas, siempre he estado un
poco enamorada de ti.
Su cara se ilumina inmediatamente.

—¿De verdad? —Asiento con la cabeza—. Tengo que admitir que


yo también sentí algo por ti. Eres un poco difícil de ignorar. —Me
mira por encima, y me doy cuenta que se pregunta qué aspecto
tengo completamente desnuda.

Señalo su cerveza vacía.

—¿Otra? —Asiente con la cabeza, así que me levanto y me dirijo


a la cocina. Estoy a punto de agacharme y agarrar otra cuando
siento una mano en mi muslo. No me muevo. En lugar de eso,
cierro los ojos y dejo que me acaricie la pierna, empujando mi
camisola hacia arriba a medida que avanza—. Eso se siente bien
—respondo, haciéndole saber que quiero más. No debería hacer
esto, pero no puedo evitarlo. Porter es sorprendentemente bueno
en todo esto.

—¿Podemos ir a algún lugar o debo follarte aquí mismo? —


susurra sin aliento.

Oh vaya, es muy bueno.

Dejo las botellas de cerveza en la nevera, cierro la puerta y me


giro para mirarlo. Sus ojos están entrecerrados y su polla resalta
entre los bóxeres. Desde luego, no ha tardado mucho en volver a
desearme.

—¿Prefieres que subamos? —Asiente, así que lo tomo de la


mano y lo conduzco a las escaleras. Veo la puerta cerrada del
segundo dormitorio, y sé que Reid ya está dentro escupiendo
fuego. La verdad es que no me importa. Quiero que Porter me folle
de nuevo.

Cuando llegamos a mi dormitorio, cierro la puerta tras nosotros


y me bajo los tirantes de la camisola. Cae al suelo y él me mira
con hambre.
—Desnúdate y túmbate en la cama —le ordeno. Ahora me toca
a mí divertirme un poco encima de él.
Capítulo 223

Porter era insaciable. Después de corrernos juntos conmigo


encima, me tumbé un rato en sus brazos mientras me acariciaba
el cabello. A esas alturas se había relajado por completo. Después
de otros veinte minutos más o menos, me colocó encima de la
cómoda y volvió a follarme con crudeza. El ruido que hacíamos era
ensordecedor mientras el tocador golpeaba contra la pared. Media
hora más tarde, me puso a cuatro patas. Debimos de pasar por
cinco posiciones diferentes antes de acabar derrumbados en la
cama, derrotados.
otados. Se acercaban ya las cuatro, y Porter sabía que
Amber llegaría pronto a casa, así que pidió usar mi ducha, se
vistió rápidamente y se fue.

Una vez que la puerta hizo clic, me tumbé en la cama esperando


lo inevitable. Efectivamente, se oyó un golpe cuando Reid abrió
violentamente la puerta del segundo dormitorio. Entró de una a la
mía y me miró fijamente.

—¿Qué
¿Qué mierda ha sido eso?

Me encojo de hombros.

—¿Qué
¿Qué puedo decir? E
Es malditamente
mente bueno en la cama. No
pude evitarlo.

Entra, respirando con difi


dificultad.
—¡Solo tenías que hacerlo una vez, no seis putas veces, Scarlet!
—Empiezo a reírme—. ¡No es gracioso!

—Oh, vamos. Relájate. Tienes que admitir que es un poco


divertido. Me he vengado y me he divertido un poco haciéndolo.
¿Dónde está el daño en eso?

Da un paso adelante hasta que se cierne sobre mí.

—No te lo vas a follar otra vez.

Casi pongo los ojos en blanco.

—Si me follaras, entonces no tendría motivos para hacerlo.

Me señala.

—Lo digo en serio, Scarlet. Ya es suficiente. Ya te he dicho mil


veces que no comparto.

Me siento de rodillas y me arrastro hacia él. Una vez allí, le beso


y empiezo a frotarle la polla.

—¿Te has corrido mientras nos mirabas?

—Sí —responde, respirando con fuerza contra mi boca.

—¿Cuántas veces te has corrido?

—Tres.

Enarco una ceja.

—¿Solo tres? —Asiente con la cabeza—. ¿Te gustó la forma en


que me abrió con su gran polla y me folló como un animal? ¿Te
gustó cuando me hizo gritar?

—Sí —susurra contra mis labios. Me besa con fuerza y yo gimo


contra él. Entonces me tira del cabello hacia atrás, haciéndome
gritar—. Dos golpes más, Scarlet, y entonces serás mía. No voy a
esperar más, joder. —Me empuja con tanta fuerza que caigo sobre
la cama.

—Imbécil —murmuro.

—Lo digo en serio. Esto es ahora. Se me debe después de todo


mi duro trabajo. Se me debe tu coño, y nadie podrá siquiera
mirarlo de nuevo, y mucho menos follarlo. He sido paciente todo
este tiempo, pero mi paciencia está disminuyendo.

Sale de la habitación como si no hubiera dicho nada. Nunca


antes había visto a Reid tan furioso, pero con tanto control.
Normalmente, me pega, me azota o me priva de un orgasmo.
Nunca lo había visto tan alterado como para marcharse. Tal vez
su paciencia está disminuyendo.

Un poco confundida, me levanto de la cama y lo sigo hasta el


segundo dormitorio. Cuando llego a la puerta, ya está recogiendo
sus cosas y volviendo a salir. No dice nada mientras lo sigo por las
escaleras hacia la puerta principal. Una vez allí, se vuelve hacia
mí, me agarra y me atrae bruscamente hacia él. Me besa con
fuerza y luego, igual de repentino, se aparta.

—Ve a ducharte... Apestas a él.

En un momento, me quedo sola y desconcertada por el


comportamiento de Reid. Siempre supe que podía ser un cretino
pervertido que se excitaba viéndome con otros hombres. Pero
últimamente, parece que su posesividad hacia mí está alcanzando
nuevas dimensiones. Debo admitir que una parte de mí está
encantada con la idea, pero otra parte de mí piensa que no tengo
mucho tiempo. Tengo planes para mi padre, planes que Reid no
conoce. Si lo supiera, me mataría a mí o a él... o a los dos. Quería
esperar unos días para dejarlo reflexionar, pero parece que ahora
tengo que actuar un poco antes de lo que había previsto.
Con ese último pensamiento en la cabeza, me dirijo a la ducha,
me doy un buen baño y, una vez lista con unos jeans informales y
una camiseta blanca de NY, levanto el teléfono para llamar a
Stuart. No tarda en ser el centro de atención... por mucho que no
lo quiera. Marco su número, ya que me parece que sería una
cobardía enviarle
rle un mensaje de texto. Me salta el buzón de voz,
así que supongo que está en una reunión o algo así.

—Hola,
Hola, Stuart. Soy Scarlet. Te llamo para decirte que, por
desgracia, no podré ir el sábado. Ha surgido de repente un asunto
de trabajo muy importante, a así
sí que tengo que atenderlo en su
lugar. Lo siento mucho. Realmente quería ir contigo. —Suspiro,
mostrando mi verdadera decepción—.. Espero que podamos
cambiar la cita. —Me
Me muerdo el labio, pensando si debería decir
algo más, pero decido no hacerlo
hacerlo—. Supongogo que hablaré contigo
pronto.

Cuelgo, gimiendo mientras me vuelvo a hundir en el sofá. Odio


dejar mensajes en esos aparatos, pero no podía no decir nada.
Respiro profundamente, el cansancio me golpea de repente con
toda su fuerza. Con la carrera de esta m mañana
añana y el apetito
sorprendentemente insaciable de Porter, estoy agotada. Pronto me
pesan los párpados y estoy fuera de combate.

Me despierto con un sobresalto. Juraría que he oído sonar el


timbre de la puerta. Me levanto del sofá, estirándome, y noto que
la habitación está un poco más oscura. Miro el reloj y veo que son
más de las ocho. Bostezo, moviendo la cabeza de un lado a otro
para estirar el cuello, cuando el sonido del timbre me vuelve a
alertar.
Frunciendo el ceño, me levanto para abrir la puerta y me
sorprende encontrar a Stuart de pie. Está muy guapo, pero
siempre lo está. Tiene el cabello un poco alborotado, así que
obviamente hace un poco de viento. Lleva un traje azul marino
oscuro con una camisa blanca y una corbata a juego. Se ve
sencillamente encantador.

Se da cuenta de mi evidente estado de desaliño y mira detrás de


mí.

—No te estoy molestando, ¿verdad? Es que te he llamado y no


has contestado.

Abro la puerta, bostezando.

—No, no. Por favor, entra. Ha sido un día muy largo y me he


quedado dormida en el sofá.

Cierro la puerta tras él, notando la gran sonrisa en su cara.

—Me pareció que tenías esa mirada familiar de recién levantada


de la cama. Muy sexy.

Me río.

—Es curioso que los dos sepamos cómo somos por la mañana y,
sin embargo, nunca hayamos tenido sexo. —Sus ojos se abren un
poco y se oscurecen al pensar en ello—. Uy. Quizá no debería
haber dicho eso.

—Que lo digas o no, no me impide pensar en ello.

Me cruzo de brazos.

—¿De verdad?

Asiente con la cabeza y se dirige al salón.


—Creo que hemos tenido sexo aquí un par de veces. —Señala el
sofá, y hago una pequeña mueca al pensar que hace solo unas
horas, Porter y yo estábamos teniendo sexo en él.

Se acerca a mi mesa de comedor.

—Debo decir, varias veces aquí.

Mi ceja se levanta.

—¿En serio?

Asiente con seriedad.

—Oh, sí. De hecho, es uno de los que vuelvo a visitar bastante.


No sé cómo es tu habitación, pero seguro que también la he
visitado varias veces. También —Se mueve hacia la cocina, así que
le sigo y golpea la mano en la encimera—, varias veces aquí. —
Sacude la cabeza—. Hay algo muy erótico en un poco de sexo en
la cocina.

Cambio mi peso para apoyarme en el mostrador.

—¿Crees que eso tiene algo que ver con el hecho que puedas
jugar con la comida mientras estás en ello? ¿Cosas como fresas,
mermeladas, crema y chocolate derretido?

Me lanza una mirada de advertencia.

—¿Estás tratando de hacerme rogar? Porque pronto lo haré si


sigues hablando así.

Le sonrío, pero no quiero incitarlo. Ya estamos entrando en


territorio peligroso.

—Siento lo del sábado.

Su sonrisa se desvanece, y con ella, un suspiro lo abandona.


—No puedo decir que no esté decepcionado, pero lo entiendo
perfectamente. A veces, el trabajo me lleva de un momento a otro.
Además, no era nada especial. Puedo llevarte ahora, a menos que
tengas otros planes.

Sonrío mientras un poco de emoción baila en mi vientre.

—Solo dame cinco minutos para cepillarme el cabello y los


dientes. Si quieres, puedes seguirme hasta allí para que veas
cómo es mi dormitorio realmente. —Le guiño un ojo y salgo. No sé
si me seguirá, pero me río del gemido que oigo cuando salgo al
pasillo.

—Vas a ser mi muerte, mujer.

Riendo, subo corriendo las escaleras, sola. Me cepillo


rápidamente el cabello y los dientes antes de rociar un poco de
perfume. Me retoco un poco el maquillaje y bajo corriendo las
escaleras una vez que he terminado. Después de mirarlo, me doy
cuenta que estoy realmente mal vestida para algo elegante.

—¿Tengo que cambiarme?

Stuart se ríe.

—No. Estás más que bien como estás. Además, cuanto más
cubierta estés, mejor para mí. —Paso junto a él, y sus ojos siguen
todos mis movimientos—. Dicho esto, tu culo en esos jeans...
Que me jodan.

Suelto una risita, tomo mi bolso y abro la puerta.

—Vamos, Romeo. Vamos.

Me sigue con una sonrisa y cierra la puerta. Una vez en la calle,


me señala un Range Rover Evoke rojo y negro antes de abrirme la
puerta.

—¿Vas a ir con el look menos vomitivo esta noche? —bromeo.


Una vez que estoy sentada, Stuart se acerca hasta que nos
separan centímetros.

—¿Qué se supone que significa eso?

Dios mío, este hombre no juega limpio. Sus ojos recorren mi


rostro como si quisiera hacerle el amor. Cada parte de él me pide
que actúe. Besarlo lentamente mientras paso mis dedos por su
cabello. Que vayamos al ritmo que ambos queremos. No se da ni
se toma el control. Solo dos personas que viven y respiran un
momento compartido tan intenso que sé que me dejará sin aliento.

—Tu Bentley —digo, un poco más sin aliento de lo que


pretendía—. Hace que la gente quiera vomitar cuando lo ve porque
el hombre que lo conduce debe ser rico.

Sonríe, mirando mis labios antes de subir a mis ojos.

—¿Es así?

El fuego en mi vientre se intensifica, y todo me pide que le dé


esa mirada. La misma mirada que me metió en problemas la
primera vez que salimos juntos.

—Sí —respondo, pero de algún modo consigo mantener la


compostura—. ¿A dónde me llevas? —pregunto porque no quiero
que este coqueteo entre nosotros continúe. Solo acabará en un
lugar, y ahí no es donde quiero estar. No después de haber estado
con otro hombre.

No sé de dónde ha salido esto de repente. Normalmente no me


importa haberme acostado con cinco hombres en un día, pero de
alguna manera, con Stuart, acostarme con él después de haber
estado con otro hombre no me parece bien. De todos modos, no
podemos dormir juntos porque sé que querrá llevar las cosas más
allá de lo que yo pueda dar.

Stuart se aparta, pero puedo decir que le costó mucho hacerlo.


—Ya verás cuando lleguemos. —Sonríe antes de cerrar mi
puerta y subir al otro lado—. No vamos a conducir muy lejos. —
Pone en marcha el auto y arranca. Llevamos unos cinco minutos
en la carretera cuando, de repente, se detiene en un autoservicio
de Burger King.

Empiezo a reírme.

—¿Aquí es donde me ibas a llevar el sábado?

Sonríe, mirando hacia mí.

—Sí, un poco... ¿Es eso una mierda de mi parte?

Vuelvo a reír negando con la cabeza.

—No, es perfecto. Solo que no pensé que realmente lo harías.

—Bueno, normalmente no haría esto con cualquiera, pero tú


eres especial.

Asiento con una risa.

—Ah, entonces quieres decir que no llevas a todas las chicas a


un lugar como este.

Sacude la cabeza.

—Nunca he traído a una chica aquí. Tú eres la primera.

Me pongo la mano en el corazón.

—Me siento honrada.

—Deberías —dice acercándose a la primera cabina—. ¿Qué


quieres?

—Un gran combo Whopper, por favor. Me muero de hambre.

Asiente rápidamente con la cabeza.


—Enseguida. —Hace el pedido y tenemos que esperar en la otra
cabina para recogerlo. Una vez hecho esto, Stuart nos lleva a la
orilla del río y estaciona—. ¿Qué tal?

—En realidad, está muy buena. Prefiero esto a la última vez que
salimos.

Abre la bolsa y me entrega el Whopper. Mi boca está


prácticamente salivando por el olor.

—Obviamente estoy haciendo todo mal. Tal vez puedas darme


algunos consejos. Obviamente eres una verdadera profesional en
esto.

Me río, abriendo el paquete.

—Está bien. No me importa enseñarte un par de cosas.

Me mira de arriba abajo.

—Apuesto a que sí.

Los dos damos una mordida a nuestras hamburguesas y


hacemos un sonido de mmm al hacerlo.

—No puedo recordar la última vez que comí en Burger King.


Esta Whopper está muy buena. —Doy otra mordida y veo que
Stuart me mira.

—Te ves sexy comiendo hamburguesa, pero ¿sabes qué es aún


más sexy?

—¿Qué? —pregunto con la boca llena de hamburguesa.

—Ver cómo la mayonesa gotea por tu boca.

Yo jadeo.
—¡No! —digo, bajando la visera para poder mirarme en el
espejo. Sin embargo, no hay mayonesa—. Pequeña mierda —digo,
golpeándolo.

Comienza a reírse.

—Está bien, está bien. Me rindo. —Pone las manos en alto en


rendición, así que dejo de golpearlo juguetonamente.

—Eres muy malo.

—Hago lo que puedo.

Pongo los ojos en blanco.

—Entonces, ¿cuándo fue la última vez que comiste en Burger


King?

—Hace una semana más o menos. Me gustan las


hamburguesas de aquí. —Mira como me inclino y agarro una de
sus papas fritas.

—¿Acabas de agarrar una de mis papas fritas?

—Creo que acabo de hacerlo. Puedes agarrar una de las mías si


quieres. —Me mira un momento y se inclina para agarrar una.
Entonces, yo, a su vez, agarro otra de las suyas—. Sabes que esto
va a quedar muy mal para cualquiera que esté fuera del auto
mirando hacia dentro.

Sacude la cabeza.

—No. Estarán mirando y pensando en lo afortunado que soy.

Sonrío ante su cumplido y nos tomamos unos minutos para


comer nuestras hamburguesas, mientras nos robamos las papas
fritas de vez en cuando.
Una vez que hemos terminado, Stuart lo envuelve todo en su
bolsa. Pienso en lo maravilloso que está siendo todo esto y en lo
relajada que estoy con él cuando hago algo que mata por completo
el momento entre nosotros.

Eructo... fuerte.

Tapándome la boca, mis ojos se abren de par en par mientras


Stuart me mira con asombro.

—¿Ese ruido tan grande a salido de ti? —me pregunta


juguetonamente. Todavía tengo la mano tapándome la boca, así
que no hablo. En su lugar, asiento con la cabeza. Mueve la cabeza
divertido y, de repente, me río. No sé por qué. Creo que puede
tener algo que ver con el hecho que, de lo contrario, siento que voy
a morir de vergüenza.

—Lo siento —logro decir finalmente mientras me calmo un


poco—. Eso no es propio de mí. Nunca había eructado delante de
un hombre... y menos así.

Stuart se ríe.

—Sí, eso fue definitivamente un eructo del tamaño de un


hombre si alguna vez escuché uno. Incluso yo estoy impresionado.
—Empiezo a reírme—. Pero, oye, cuando te ríes así, creo que
puedo perdonarte por apestar mi auto con los gases de las
hamburguesas.

—Oye —digo, dándole otra palmada.

Me agarra la mano.

—Solo estoy bromeando. —Toma mi mano y empieza a jugar un


poco con ella. Mira atentamente lo que está haciendo mientras
pone cuidadosamente mi mano sobre una de las suyas y empieza
a acariciar el dorso de la misma con la otra—. Tienes unas manos
tan bonitas. —Me besa con ternura y un fuego sin igual estalla en
mi interior. No puedo explicar lo que es estar con él... Ser una
chica normal que tiene citas normales con un chico normal. He
vivido mi vida como lo he hecho durante tanto tiempo que cambiar
lo que soy sería imposible.

Y, sin embargo, no puedo evitar serlo cuando estoy con él. No


puedo evitar que me guste como persona y que quiera saber
más... mucho más. Quiero follar con él, sí, pero para mí, de
repente se siente como algo más que eso.

Así que, cuando por fin me mira a los ojos y ve el momento en


que mis muros se derrumban para él, se inclina hacia delante. No
me alejo ni le digo que no está bien porque la parte egoísta de mí
quiere esto. La joven de quince años a la que invitaron a salir hace
tantos años está aquí, no la joven de veinticuatro años rota que
salió de casa hace más de una hora.

Como no me muevo, se inclina de nuevo y esta vez me


encuentro con él a mitad de camino. Siento que sus cálidos labios
tocan los míos y, de repente, me siento perdida. No me importa lo
que me depare el día de mañana o el siguiente, porque aquí
mismo -con mi enamoramiento adolescente del instituto- es
exactamente donde quiero estar.
Capítulo 224

3 de junio de 2008

Han pasado cuatro meses desde el aborto, y ha sido agonizante.


No es porque mi padre haya hecho de mi vida un infierno
golpeándome. Es todo lo contrario. Me ha dejado en paz.
paz

Y nunca me he sentido tan sola en mi vida.

Pensé que tenía un control de las cosas. Sé algo que mi padre


no sabe que sé. Este hombre... esta criatura infernal... me ha
estado golpeando
ando y violando durante más de dos años, y siempre
pensé que nuestra sangre estaba conectada.

La traición me dolió más de lo que pensaba. T Todo


odo tiene
t mucho
sentido, pero durante todo este tiempo, pensé que era porque me
odiaba. Que prefería a Amber antes que a mí, a juzgar por el amor
que le profesaba. Solo quería que me mirara con la misma
adoración que le otorgaba a Amber. Solo quería que me diera un
beso de buenas noches, que me metiera en la cama y que me diera
la mano cuando las cosas se pusieran difíci
difíciles.
les. Que me abrazara y
me dijera que todo iba a salir bien cada vez que estuviera enferma
o asustada. Eso era todo lo que pedía. Eso es todo lo que sigo
pidiendo.
Pero, por desgracia, es más profundo que eso. Por alguna razón,
lo extraño. Echo de menos la atención, por muy enferma y
pervertida que fuera esa atención. Al menos era algo. Al menos,
dentro de algunos de esos momentos dolorosos, me dio un atisbo
de su bondad... un atisbo de lo que compartía con Amber. A veces,
él no era el monstruo. A veces me abrazaba, me acariciaba el
cabello y me decía lo mucho que significaba para él.

Todos esos momentos han desaparecido, y es como si llorara la


pérdida de mi padre. Creía que siempre me había sentido sola.
Nunca me he llevado muy bien con mi madre y mi hermana, pero
al menos tenía la atención de él. Siempre pensé que, si me dejaba
en paz, sería tan feliz... tan eufórica al pensar que por fin podría
volver a respirar.

Ahora, me siento sofocada como si me estuviera asfixiando.


Parece que no puedo respirar porque, todo este tiempo, era mi
padre el que me daba el oxígeno que necesitaba.

Saber todo esto estos últimos meses me ha hecho darme cuenta


de algo fundamental: estoy enferma.

No debería anhelar la atención del hombre que abusó de mí. El


deseo no debería fluir por mis venas tan profundamente como lo
hace. Parece una locura, pero no puedo evitar lo que siento. Todo
lo que quiero hacer es gritar: "¡Estoy aquí! Por favor, ¡mírenme!
Estoy aquí".

Al final, decidí hacer el bachillerato porque, al menos, mientras


estoy en casa, puedo estudiar. Pero cuando llego a casa por la
tarde, mi padre está encerrado en su habitación. No sale nunca,
apenas me habla, y cuando lo hace, parece forzado. Su mirada de
disgusto y su frialdad son más profundas que cualquier otra cosa
que haya hecho durante esos más de dos años. Así que, en las
últimas dos semanas, he estado tratando de encontrar una
manera de hacer que se fije en mí. Es estúpido y peligroso por mi
parte, pero no puedo evitar pulsar esos botones. Ayer se me
ocurrió mencionar que iba a tener una cita con un chico la noche
siguiente. No sabía si él reaccionaría, pero cuando lo hizo, una
euforia sin igual explotó dentro de mí. Fue como si hubiera
revivido después de mucho tiempo en el infierno. La mirada que
me dirigió era de advertencia y de enfado a la vez.

Por eso, cuando al día siguiente volvía a casa después del


colegio, el corazón me latía rápidamente en el pecho. No sabía qué
pasaría cuando llegara. Puede que siga ignorándome, escondido
en su habitación, para evitar estar cerca de mí. O -y este es el
pensamiento que me asusta y me excita a la vez- puede que él
hable conmigo. Puede que se enfade y me pegue, pero sería mejor
que el silencio total. Aunque suene enfermizo, necesito saber que
sigue estando ahí para mí.

Llego a la puerta y, con manos temblorosas, introduzco la llave


en la cerradura. Como siempre, todo está en silencio cuando paso.
No hay nadie abajo, y me decepciona que no haya picado el
anzuelo.

Con el corazón encogido, subo las escaleras hacia mi


habitación, notando en el camino que la puerta de su habitación
está cerrada. Me duele, pero estoy segura que puedo hacer algo
más. No tengo una cita esta noche, pero estoy segura que podría
encontrar una si fuera necesario. Tal vez entonces, consiga la
reacción que busco.

Empujo la puerta para abrirla, y sentado en mi cama, con uno


de mis osos de peluche en la mano, está mi padre. Parece que ha
estado llorando. Al principio, no sé qué hacer. Me quedo quieta
como una estatua mientras él mantiene la mirada en el peluche.

—Matas a nuestro bebé y cuatro meses después, sigues como si


no hubiera pasado nada. —Puedo oír el odio en su voz y me duele.

En contra de mi buen juicio, voy hacia él y me siento en su


regazo. Le rodeo con mis brazos y empiezo a llorar con fuerza. Las
pesadas lágrimas, tanto de alegría como de pena, fluyen
libremente.

—Lo siento mucho, papi. —Mis lágrimas brotan con más fuerza
y, al principio, él me rodea con sus brazos mientras ambos
lloramos sobre los hombros del otro. Empiezo a subir por su
cuello y a acunar su cara con la mano y a besar sus mejillas. Sin
embargo, cuando llego a su boca, se aparta de un tirón y me
arroja de su regazo. Caigo con un golpe en el suelo. La confusión y
el dolor me inundan como un maremoto.

—No puedes volver a entrar en mi vida tan fácilmente. ¡Mataste


a nuestro bebé! Y luego, para echarle sal a la herida, vas y fijas
una cita con otra persona. Eres una puta de mierda.

Jadeo ante sus duras palabras, pero me levanto para intentar


explicarme.

—En realidad no tengo una cita. Estaba mintiendo para que


hablaras conmigo.

Debería habérmelo esperado, pero cuando llega la fuerte


bofetada que me atraviesa el rostro, me desconcierta por completo.
Corre hacia delante, me agarra por los hombros y me sacude.

—Eres una puta mentirosa y tramposa, nada más que una


asesina de bebés. ¿Cómo puedes vivir contigo misma?

El veneno en su voz me enfurece, así que tomo represalias.

—¿Cómo puedes vivir contigo mismo sabiendo la forma en que


me tomas cuando quieres? Nunca quise que me tocaras de la
forma en que lo haces, pero no tuve otra opción. El bebé fue
creado porque tú me obligaste.

Me agarra de nuevo por los hombros y aprieta con fuerza. Yo


grito.
—Viniste
Viniste a mí. Viniste a mi habitación y te ofreciste a mí. —Me
empuja de nuevo, pero esta vez e encuentro
ncuentro el equilibrio antes de
caer al suelo.

—Fue
Fue solo porque era mejor que ser golpeada. Era mejor que
ser forzada.

Se vuelve hacia mí y solo veo maldad en sus ojos. Grita,


precipitándose hacia delante, y sé que va a golpearme, así que
salgo corriendo de
e la habitación. Estoy muy enfadada. Es casi
como si estos años se hubieran acumulado, y ahora, todo lo que
quiero hacer es revelarme
revelarme.. Consigo acercarme a las escaleras
cuando me vuelvo hacia él y, sin pensarlo, le digo:

—Me
Me han dicho que era un niño.

Una ira sin comparación recorre su rostro mientras se lanza por


mí. Intento girar y correr, pero soy demasiado lenta. Me empuja y
acabo cayendo por las escaleras. Oigo el crujido de un hueso y un
dolor punzante como nunca antes había sentido me recorre el
brazo
zo izquierdo. Estoy cayendo y no puedo detenerme. Es como
una escalera interminable, y muy pronto voy a aterrizar, y puede
que me mate. Cuando me acerco al suelo, me golpeo la cabeza con
un escalón, y es entonces cuando me quedo inconsciente.

Me despierto
rto gimiendo mientras intento palparme la cabeza. Me
duele muchísimo.

—No
No te preocupes, querida. Estás bien. Estás en el Hospital San
Bernardo. Tu padre te ha traído. Dice que ha ido a buscarte ropa y
que volverá enseguida.
Intento abrir los ojos y, al principio, parece que los tengo
cerrados con alambre. Pero entonces, siento el dolor en mi brazo y
mis ojos se abren.

—Me duele todo —me quejo.

—Te has caído por las escaleras, querida. Fue una suerte que tu
padre estuviera en la casa. Si no, podría haber sido mucho peor.
Tal como están las cosas, tienes una conmoción cerebral, algunos
moretones y una fractura en el brazo. Sin embargo, con unos días
de descanso, te sorprenderá lo bien que te sentirás. Antes que te
des cuenta, estarás como una rosa. —Miro el yeso que tengo en el
brazo y cierro los ojos. Quería una reacción de mi padre, y una
reacción es lo que he obtenido. Pero no sabía que sería así.

Ahora sé que no puedo quedarme. Mientras siga sintiéndose así,


no puedo vivir bajo el mismo techo que él. Ha dicho cosas
imperdonables. Yo también lo hice al mentirle. No pude evitar el
veneno que brotó de mí.

—¿Puedo tomar un poco de agua?

—Claro que sí, cariño. —Me sirve un poco de agua y me deja


tomar un sorbo—. Voy a avisar al médico que estás despierta. Hoy
estamos muy ocupados ya que nos falta personal, pero estará por
aquí para verte. Tu padre se ha ido hace unos diez minutos, así
que seguro que vuelve pronto.

Asiento con la cabeza y veo cómo sale por la puerta. No puedo


quedarme aquí. No puedo volver a ver a ese hombre y fingir que no
ha pasado nada delante de mi hermana y mi madre. Sé que he
sido capaz de ocultar lo que ha pasado durante mucho tiempo,
pero una persona no puede aguantar para toda una vida.

Me levanto de la cama, pero tengo que agarrarme a algo por


balance un momento ya que mi cabeza late con fuerza. Una vez
que me calmo un poco, miro hacia la silla y me fijo en mi
chaqueta. La tomo y rebusco en los bolsillos. Me doy cuenta que
mi bolso está dentro. Sé que tengo unas treinta libras ahí dentro.
No es mucho, pero es suficiente para unos analgésicos, un viaje
en autobús y algo de comer.

Agarrando la chaqueta hacia mí, me dirijo a la puerta y me


asomo. Hay un montón de personal de enfermería corriendo de un
lado a otro, y parecen muy estresados. Espero ser lo último en lo
que piensen mientras paso y me dirijo apresuradamente a la
salida. Mantengo la cabeza baja para que no se note y me lanzo
hacia el ascensor antes que se cierren las puertas.

Mientras desciendo, trato de entender qué demonios voy a hacer


ahora. Tengo dieciséis años y no tengo hogar. No podría estar en
una posición más jodida que la actual. Cierro los ojos y frunzo el
ceño mientras me duele la cabeza. Probablemente no debería salir
del hospital en mi estado, pero tengo que irme.

Una vez fuera del ascensor, salgo y enseguida inhalo oxígeno a


mis pulmones. Me quedo un rato, con la mirada perdida mientras
observo a toda la gente que hace su vida cotidiana, corriendo y
mirando sus teléfonos. No me ven allí de pie. No ven a la
adolescente asustada, perdida y solitaria que está de pie en la
acera llorando. Nadie se fija en mí. A nadie le importa.

Estoy sola en el mundo.


Capítulo 225

Me quedé con Stuart otras dos horas riendo y bromeando y


robando algún que otro beso. Me encanta, pero odio lo vulnerable
que me siento cuando estoy cerca de él. Stuart me dejó hace unas
dos horas, y desde entonces lo único que he hecho es dar vueltas
en la cama. No puedo dormir porque los sentimientos por él nadan
en mi cabeza haciéndome sentir marea mareada.
da. No quiero sentir,
porque sentir solo trae dolor... Solo trae dolor de corazón y hace
que una persona sea débil.

Por eso, al final, me levanté, me cambié y salí de mi casa a las


dos de la mañana. Llamé a un taxi, le dije la dirección, y en el
camino, todo
do lo que podía pensar era cómo necesitaba recordarme
a mí misma la razón por la que estoy aquí. No estoy aquí para
enamorarme de un tipo. Eso solo puede terminar mal. No soy
buena para él, y lo más probable es que me joda de todos modos.
Estoy aquí para una
na cosa y solo una cosa.

Y eso será un recordatorio demasiado conmovedor esta noche.

Pago al conductor y, en cuanto oigo el débil sonido de un motor


que desaparece, me doy cuenta de lo inquietantemente silencioso
que está todo. Es de noche, así que todo el mundo duerme. Por el
aspecto de sus ventanas, él también está durmiendo. No veo
ninguna señal de vida en la casa. Todo lo que encuentro es
oscuridad.
Con la misma adrenalina que me gusta sentir cuando hago
cosas como ésta bombeando por mis venas, me dirijo al teclado,
tecleo mi fecha de nacimiento y escucho cómo se abre la puerta.
Una vez que la he atravesado, la cierro tras de mí y, con la
respiración tranquila, me dirijo hacia la imponente casa. No me
acerco a su puerta principal. En su lugar, no puedo evitar
caminar por la parte trasera de la casa como una criminal con
intenciones. Sí tengo intenciones, pero tendré que ver cómo me
desenvuelvo una vez que esté dentro.

Me doy cuenta, mientras camino, que tiene un jardín bastante


grande en la parte de atrás con una piscina. Brilla a la luz de la
luna y parece un lugar pintoresco. Nada de lo que sucede aquí es
pintoresco. Estoy aquí por mi eterna necesidad de tener poder.
Estoy aquí porque necesito hacerle decir la palabra. Estoy aquí
porque simplemente no puedo alejarme.

Cuando mi corazón empieza a latir con fuerza, también lo hace


mi coño. Puedo sentir cómo cobra vida con el conocimiento de lo
que estoy a punto de hacer. La emoción y la excitación de todo
esto es el mejor juego previo del mundo. No necesito que me
toquen para excitarme. Solo necesito tener esta sensación... este
delirio... este... poder.

Lo intento por la puerta trasera, pero está cerrada, así que


pruebo con las dos ventanas. Ambas están cerradas. Empieza a
invadirme el pánico, preguntándome si podré irme sin verlo, pero
estoy decidida a encontrar una manera, aunque tenga que entrar
a la fuerza.

Miro a mi alrededor y hacia las ventanas de arriba. Es entonces


cuando me fijo en unos visillos que se agitan con la brisa. Tiene
una ventana abierta porque esta noche hace calor, así que
supongo que debe ser su dormitorio.

Como un faro que me llama, me quito los zapatos, me paso la


correa del bolso por la cabeza y me dirijo a la canaleta que hay al
lado de su casa. Por suerte, está cerca de la ventana, así que estoy
segura de poder llegar hasta ella. Empiezo a trepar, pero tengo
que tener cuidado por si se desprende de la pared. Con un paso
cuidadosamente colocado tras otro, llego a la cima y me inclino
para ver si puedo ver el interior. Efectivamente, está ahí,
durmiendo boca arriba. Está desnudo por lo que veo, con solo una
ligera sábana cubriendo la parte que más me interesa.

Sabiendo que está dormido ahí dentro, empiezo a subirme a la


cornisa de la ventana y trepo al interior con un mínimo de ruido.
No se mueve en absoluto, así que debe estar profundamente
dormido. Recuerdo que mamá me dijo que era difícil despertarlo
por las mañanas.

Apuesto a que no tendré problemas con eso en breve.

Parada a los pies de la cama, lo observo mientras duerme. Tiene


un brazo levantado junto a la cabecera de la cama y el otro
descansa a su lado. Una pierna está recta y la otra está doblada y
abierta. Basta con levantar la sábana para ver lo que antes era mi
pesadilla, pero ahora es mi obsesión.

Lo observo mientras respira tranquilamente. Es casi hipnótico


verlo. Parece tranquilo e incluso infantil mientras duerme
plácidamente. Mirándolo ahora, uno nunca podría imaginar que
dentro de él vive un monstruo. Un monstruo que me enseñó bien.

Levantando lentamente la correa de mi bolso por encima de mi


cabeza, rebusco en su interior y saco dos juegos de esposas. Por
suerte, gracias a Reid, tenemos muchas. Coloco con cuidado el
bolso a un lado, me desvisto rápidamente y me dirijo hacia el lado
de la cama. Ahora estoy cerca de su mano. Lo único que tengo que
hacer es agarrarla y cubrirla con mi humedad. Ya no pienso en el
chico que una vez pudo robarme el corazón. Ya no soy la chica
que compartía patatas fritas y besos robados. Esto es lo que
realmente soy, y esta es la razón por la que necesito decirle adiós
a Stuart.
Con la nueva adrenalina corriendo por mis venas, aprovecho el
conocimiento de sus hábitos de sueño para envolver
cuidadosamente un extremo de las esposas en la mano más
cercana a la cabecera de la cama. El cabecero es de hierro forjado,
así que puedo fijarlo fácilmente, que es lo que hago a
continuación.

Una vez hecho esto, espero un poco, preguntándome si se


despertará, pero sonrío cuando ni siquiera se mueve. La siguiente
parte es la más complicada, así que primero coloco el otro juego
de esposas en la cabecera de la cama antes de agarrar su brazo y
levantarlo con mucho cuidado por encima de su cabeza. No hay
resistencia cuando lo subo. Gime un poco, pero no se mueve. Solo
cuando me apresuro a ponerle las esposas en la muñeca, abre los
ojos y tira de las ataduras.

—¡¿Qué mierda?! —grita asustado.

Me subo encima de él rápidamente y le pongo un dedo en los


labios.

—Shh. Solo soy yo. —No hay luces encendidas en esta


habitación, pero con las cortinas abiertas y la luz de la luna
brillando intensamente en la habitación, puede ver claramente mi
silueta y que estoy desnuda encima de él.

—Quítame estas esposas, Scarlet.

—No quiero hacerlo. Esto, aquí mismo, es mi sueño hecho


realidad. ¿Sabes cuánto tiempo he anhelado tenerte así? ¿Cuánto
tiempo he esperado para tenerte completamente bajo mi control?
Podría hacerte absolutamente cualquier cosa, y tú tendrías que
aceptarlo como un buen chico.

Vuelve a tirar de las esposas y gruñe.

—No estoy jodiendo. Sácame estas esposas ahora mismo.


Me inclino sobre él, trazando una línea en su labio inferior. Lo
lamo, maravillada por su sabor y lo mucho que me excita.

—Te quitaré las esposas, pero antes quiero jugar contigo. —Me
bajo de la cama para quitarle la sábana, y mis ojos se abren de
par en par cuando veo lo empalmado que está ya—. Hmm —digo,
tocando mis pezones y bajando la mano a mi húmedo coño—. Ya
estás preparado para mí. —Coloco un dedo dentro de mí, y una
vez que lo saco, me subo encima de él de nuevo y coloco mi dedo
en su nariz—. ¿Reconoces este olor?

—¿Qué vas a hacer? —Por primera vez, oigo una pizca de miedo
en su voz. Esto es para lo que vivo. Esto es lo que vine a hacer.

—No te preocupes, Papi. No te haré daño. Solo quiero divertirme


un poco. —Llevo mi dedo a su boca—. Abre y chúpalo. —Al
principio no lo hace, así que lo agarro del cabello y tiro de él—.
Abre la maldita boca. —Cede, me deja meter el dedo y al principio
lo chupa. Gimoteo por la sensación, pero poco después, me
muerde el dedo. Con fuerza.

Grito, dándole una fuerte bofetada en la cara y


afortunadamente, me suelta. Mi respiración es agitada y mi
cuerpo está vivo como el fuego.

—Dios, eso se siente bien. —Con mi mano todavía picando


agradablemente por la bofetada, empiezo a moverla por su
pecho—. Eso no ha sido muy bonito, ¿verdad? Lo único que quiero
es jugar contigo, y me lo estás poniendo muy difícil. —Me inclino
sobre él, besando su cuello y arrastrando besos a lo largo de su
pecho. Lo lamo por encima de sus pezones, y el fuego interior se
enciende cuando oigo sus suaves gemidos. No quiere disfrutar de
lo que le estoy haciendo, pero lo hace. Está desesperado por mí,
pero nunca lo admitirá.

—Te gusta eso, ¿eh? —Lamo desde su ombligo hasta su hombro


antes de clavar mis dientes en él. Grita y tira de las esposas.
—¡Maldita perra! —Puede que esté enfadado, pero su
respiración es caliente y pesada. Eso es algo que no puede negar.
Eso y su polla sólida como una roca.

Ignoro su pequeño ataque y sigo dándole besos por todo el


pecho antes de bajar a su estómago. Debe de estar empezando a
ponerse ansioso, ya que muy pronto me acercaré a su polla. No
sabe si se la voy a chupar o a morder, y la emoción de saberlo me
excita más que nunca. De hecho, nunca he estado tan
malditamente caliente en todos mis veinticuatro años.

Cuando llego a la zona de la ingle, empiezo a besar y lamer por


todas partes menos por donde él quiere. Lo estoy poniendo
deliberadamente en un estado de frenesí por una razón y solo una
razón.

Oírle decir esa única palabra.

Solo una palabra.

Le lamo las pelotas y cierro los ojos cuando oigo lo


malditamente excitado que está. Empieza a retorcerse debajo de
mí. Puede que no pronuncie las palabras, pero su cuerpo lo dice
todo.

—Deja de burlarte —dice sin aliento.

Con mi cabeza en su polla, levanto la vista para encontrarme


con él mirándome. Sonrío antes de lamerle la polla y veo cómo
cierra los ojos con un gemido.

—¡Chúpala! —me ordena.

Sonrío, me alejo de él y vuelvo a acercarme a su cara. Me tumbo


encima de él con las rodillas a un lado. Mi coño está pegado a su
polla y la sensación es increíble. Ahora puede sentir lo mojada que
estoy.
Empieza a flexionar las caderas y sé que está intentando entrar
en mí, así que me subo un poco más y sonrío contra sus labios.

—No vas a conseguir follarme hasta que te oiga suplicar. —Lo


beso con fuerza y él acepta mi lengua. Nos entrelazamos y
nuestras lenguas bailan a un ritmo perfecto y desesperado. Tengo
tantas ganas de follar con él, pero me contengo.

Me alejo y los dos respiramos con dificultad y pesadez.

—Scarlet —me advierte.

—No creo que estés en posición de darme advertencias,


¿verdad? —Lo beso de nuevo. Empieza a hacer fuerza contra las
esposas, desesperado por llegar a mí—. Una palabra. Es todo lo
que necesito oír. —Subo más hacia su cabeza y coloco mis piernas
a ambos lados. Tiene una visión clara de mi coño hinchado y
húmedo—. ¿Ves eso? ¿Ves lo jodidamente empapada que estoy?

Vuelve a tirar de las esposas.

—¡Scarlet, por el amor de Dios!

Me hundo más abajo hasta que prácticamente lo asfixio.

—Lámelo. Lame todos mis jugos. Son todos para ti. —No creo
que lo haga, así que me sorprendo cuando siento una cálida
lengua empujando mi entrada. Estoy tan excitada que su contacto
prácticamente me escuece el coño—. Más —digo, gimiendo—. Más.
—Empieza a mover su lengua hacia dentro y hacia fuera, y yo me
empujo contra su cara, gimiendo y gritando su nombre—.
¡Richard! —grito—. Fóllame, Richard. Lame todos mis malditos
jugos. —Me muevo para que pueda empezar a lamerme el clítoris.
Se lanza a la aventura moviendo su lengua alrededor del
endurecido clítoris. Estoy desesperada, fuera de sí, mientras un
clímax sin precedentes me desgarra. Me corro, gritando su
nombre y ordenando que me lama.
Una vez que siento que ha hecho su trabajo, me bajo de él y me
acuesto contra él. Pongo mi mano en su pecho y cierro los ojos,
sintiendo el latido de su corazón. Cada parte de mí es sensible, así
que hago balance durante un par de minutos, saboreando mi
orgasmo. Sorprendentemente, me deja mientras me recuesto
contra su pecho y juego con su cabello. Todavía puedo sentir lo
duro que está, pero aún no ha dicho la palabra. Se la sacaré esta
noche... aunque sea lo último que haga.

Con mi respiración un poco calmada, me preparo para el


segundo asalto. Coloco mis piernas a ambos lados de él y mi coño
contra su polla. Con mi humedad cubriéndolo, empiezo a rozarme
a lo largo de su eje. Lo justo para provocarlo sin meterlo dentro de
mí.

—Scarlet —susurra de nuevo, mitad advertencia y mitad


gemido.

—¿Sí? —pregunto, esperando que diga la única palabra.

Empujo con fuerza contra su polla y un grito estrangulado sale


de sus labios.

—Fóllame —suplica.

Cierro los ojos, amando el hecho que empiece a rogarme.

—Di la palabra, y lo haré. —Dejo de empujar y empiezo a


besarlo por todas partes. Se retuerce y gime debajo de mí. Sé que
está a punto de detonar, pero no puedo dejarlo tener lo que quiere
hasta que diga esa palabra.

—¡Joder! —brama mientras empiezo a rozarme contra su polla


de nuevo.

—Si quieres sentir mi coño a tu alrededor, todo lo que tienes


que decir es una palabra, y es todo tuyo. —Dejo de moverme, y él
grita improperios una vez que lo hago.
Con nuestras respiraciones agitadas contra la boca del otro, lo
beso ligeramente en los labios.

—Dime que me deseas. Dime que me necesitas. Ruega que te


folle. —Lo beso de nuevo y gime contra mis labios. Empiezo a
rozarme contra su polla de nuevo.

—¡Joder, Scarlet! —grita. Es un tonto obstinado, pero sé que se


está quebrando. Puedo oírlo en su voz.

—Dámelo —le ordeno, empujando con fuerza. Estoy tan


consumida por todo esto que casi estoy preparada para correrme
por segunda vez cuando la sensación de su polla me envuelve.

Tiene los ojos cerrados mientras mueve la cabeza de un lado a


otro. Está agonizando. Sé que, si sigo así, se va a correr antes que
tenga la oportunidad de conseguir lo que busco, así que vuelvo a
parar.

—¡Scarlet! —grita. Está a punto de estallar.

—Dilo y te lo daré.

Grita, tirando de las esposas y levantando la cabeza para


mirarme.

—¡Por favor! —grita. Vuelve a tumbar la cabeza en la almohada


y con voz más suave dice—: Por favor.

Cierro los ojos, saboreando el momento. Sabía que iba a estar


eufórica una vez que lo escuchara, pero nada me podía preparar
para lo mucho que lo estaría.

Vuelvo a abrir los ojos y, con mi coño palpitante, coloco la


punta de su polla en mi entrada. En el momento en que me
deslizo sobre ella, los dos nos venimos abajo como trozos de cristal
que se rompen. Al unísono, gritamos, liberando juntos nuestro
clímax. Nunca en mi vida algo se había sentido tan bien como
ahora.

Agotada, me recuesto sobre su pecho e intento recuperar el


aliento. Noto cómo su pecho sube y baja violentamente mientras
ambos nos tomamos un momento. Me doy cuenta que esto ha sido
tan emocionante para él como para mí. Él tampoco podrá
encontrar a nadie como yo. Soy la que siempre anhela. Soy la que
siempre desea.

Yo soy la que ama.

Una vez calmado, siento el tintineo de las esposas.

—Quítame esto. —Me sorprende su tono de voz. No es


autoritario, ni enfadado, ni intimidatorio. En realidad, es suave.

Levanto la cabeza para encontrar su mirada. Todavía está


dentro de mí. Espero que llegue la repulsión, pero esta vez no está
ahí. Esta vez, realmente me siento tranquila. Me hace sonreír.

—¿Qué va a pasar si te libero? ¿Vas a matarme a golpes?

—Te prometo que no te tocaré así. Solo suéltame.

—¿Todavía me odias por lo que hice?

Suspira y cierra los ojos. Me doy cuenta que, en cierto modo,


todavía lo hace, pero no es tan prominente como hace tantos
años.

—No, no te odio. Todavía me duele, pero no te odio. —Me sigue


sorprendiendo lo tranquilo y contenido que está siendo. Tal vez
sea porque lo tengo esposado, pero una parte de mí espera que no
sea eso.

—No tomo la píldora —miento.

Me hace un gesto con la cabeza.


—¿Qué?

—Podría estar embarazada de tu bebé ahora mismo.

—Deja de jugar estos malditos juegos, Scarlet, y suéltame.

—Es verdad. Dejé de tomar la píldora el día que te vi en la fiesta


de cumpleaños de Amber. He estado esperando el momento
adecuado para acercarme a ti. No estaba preparada hace ocho
años, pero ahora lo estoy.

No pensaba decirle esto. Supongo que mi única lógica era


apaciguarlo de alguna manera, para que cuando le quite las
esposas no se enfade tanto conmigo. Eso, y que me encanta
joderle la cabeza, por supuesto.

Bueno, él me lo hizo durante años, así que ¿por qué no puedo


devolverle el favor?

—Me has engañado, joder.

Jadeo.

—¿Estás diciendo que no quieres esto? Pensé que tu sueño era


tener un hijo. Soy lo suficientemente joven como para dártelo. ¿No
quieres? ¿No quieres ver la hinchazón de mi vientre, sabiendo que
fuiste tú quien puso tu semilla dentro de mí? Quiero un bebé, y
quiero que me lo des.

—¿Por qué?

Sonrío.

—Porque tú fuiste el primero. Dijiste que eso era algo que nadie
podía quitarte. Ahora, imagina cómo sería tener a tu bebé
creciendo dentro de mí. ¿No encajaría perfectamente con las
piezas?

—No quiero ser padre ahora.


Lo siento endurecerse dentro de mí.

—Creo que tu polla me está diciendo algo diferente. A tu polla le


está gustando mucho la idea de llenarme con su semilla.

—Quítame estas malditas esposas —vuelve a decir, pero esta


vez es casi una súplica.

Con el corazón acelerado, me inclino hacia delante y siento


cuando su polla se desliza fuera de mí. Vuelve a quedarse sin
aliento, y yo también... Pero esta vez, una parte de mí se pregunta
qué hará una vez que lo libere.

Tengo la llave alrededor del cuello, así que tengo que inclinarme
mucho para soltar una mano. Cuando la suelto, me sorprende que
la mantenga a su lado. Me dirijo al otro lado y lo suelto también.
Una vez que está completamente libre, espero con la respiración
contenida para ver lo que hará a continuación.

No tengo que esperar mucho.

Me agarra, me arroja a la cama y me inmoviliza las muñecas por


encima de la cabeza. Me penetra con fuerza y los dos gritamos
juntos. Empieza a penetrarme sin descanso una y otra vez. A
pesar de ser un poco mayor, sigue teniendo la adrenalina de un
joven.

—¿Por qué no puedo contenerme cerca de ti?

Cierro los ojos con una sonrisa. Ahí está de nuevo. Su debilidad.
Me está demostrando lo mucho que le afecto mientras gime
encima de mí. Con mis manos aún inmovilizadas, me sorprende
de nuevo soltando mis muñecas y enredando sus dedos entre los
míos. Es un acto tan íntimo que hace que el tercer orgasmo llegue
con fuerza.

Empiezo a echar la cabeza hacia atrás y a gritar su nombre.


Siento una cálida humedad a ambos lados de mi cabeza, y solo
entonces me doy cuenta que estoy llorando. ¿Cómo puedo estar
llorando? No he llorado desde el día en que me fui de casa. Desde
el día en que este hombre me partió el corazón en dos.

—Nunca podrás escapar de mí. Siempre estoy ahí en tu cabeza,


Scarlet. Puede que hayas conseguido que te ruegue, pero eso es
una pequeña victoria sobre lo que yo tengo sobre ti. —Con cada
empuje, grita las palabras—: ¡Tú. Eres. Mía!

No quiero correrme, pero él me lo exige. Con cada empuje de


sus caderas, lo saca de mí y me desafía a correrme. Intento
resistirme, pero cuanto más lo hago, más sube: más duro, más
rápido y más potente que nunca.

Con un último empujón, estallo en pedazos, dándole lo que


anhela. Inmediatamente después, me sigue, gritando mi nombre y
echando la cabeza hacia atrás en una dulce agonía.

Cae encima de mí, respirando con fuerza en la base de mi


cuello. Vuelvo a sentirme agotada, pero de algún modo
aterradoramente tranquila. Después de unos instantes, se separa
de mí y cambia su peso para no estar completamente encima, pero
lo suficiente como para mantenerme en su sitio. Hago que mis
piernas se muevan para poder irme. Ya no necesito estar aquí.
Tengo lo que buscaba.

Sin embargo, no creo que vaya a dejarme marchar de inmediato.


Como si sintiera que voy a correr, mantiene una pierna sobre la
mía en un fuerte abrazo. No pasa mucho tiempo hasta que siento
su suave respiración contra mi cuello. Empiezo a adormecerme.
Con toda la voluntad del mundo para mantenerme despierta,
parece que no puedo mantener los ojos abiertos.

No tardaré en sucumbir a lo inevitable.


Capítulo 226

Me tomó de nuevo una vez que nos despertamos por la mañana,


e inmediatamente después, ambos nos quedamos dormidos de
nuevo. Hasta bien entrada la mañana no me dejó abandonar su
cama. Quise llamar a un taxi, pero él insistió en llevarme a casa.
Sabía que no era una buena idea darle mi dirección, pero por
alguna razón, mi boca corrió antes que mi cerebcerebro.
ro. Ahora que
sabe dónde vivo, sé que no me dejará en paz.

Pero, fui allí por una razón, y obtuve lo que buscaba. Ya no


pensaba en Stuart. Él estaba lejos de mis pensamientos ahora que
había dejado que este hombre ante mí consumiera mi propio ser.

Una vez que se detuvo, inmediatamente intente marcharme,


pero me agarró del brazo.

—Lo
Lo de anoche no volverá a ocurrir —le
le digo. No lo miro. No
puedo.

—Tú
Tú y yo sabemos que eso es una mentira. Estoy dentro de tu
cabeza tanto como tú estás en la mía. Es para lo que ambos
vivimos.

Me separo de su brazo y salgo. No puedo dejar que las palabras


que suenan tan bien me devoren. Por lo que a mí respecta, he
conseguido lo que quería. Los años de maquinación y planificación
de mi venganza han terminado.
Me alejo, abro la puerta de mi casa e inmediatamente me hundo
en el suelo una vez dentro. Debería sentirme feliz, ¿no? ¿Dónde se
ha ido la euforia de anoche? Después de todos estos años, hice
que me rogará.

Lo hice rogar.

Me quedo sentada un rato, esperando que me vengan las ganas


de limpiarme, pero eso tampoco ocurre. Es como si hubiera
entrado en un reino nuevo completamente jodido. No puedo
comprender ni aprobar mis acciones. Todo lo que quería era oírlo
decir esa única palabra, y cuando lo solté anoche, pensé que
podría golpearme. Pensé que podría mostrarme el monstruo que
lleva dentro. Así que, en lugar de eso, cuando me agarró y sujetó
mis manos mientras me follaba, las emociones que nunca antes
había sentido me inundaron de golpe. Todavía puedo sentir su piel
sobre la mía, y todavía puedo saborearlo, pero la repulsión no
llega.

Entonces, ¿qué es lo que pasa?

No puedo explicarlo. Es casi como si me hubieran arrinconado y


no pudiera liberarme. Esta no soy yo. Esta no es la misma chica
que dejó el hospital hace ocho años. Soy mejor que esto. Más
fuerte que esto.

Soy una maldita perra.

Metiendo aire en mis pulmones, me levanto del suelo y me dirijo


a la ducha. Me doy un largo baño caliente, me visto con uno de
mis trajes de Chanel y me pongo mis zapatos fóllame. Solo hay
una persona que puede sacarme de mi estupor. Es la única
persona que me ha salvado de la destrucción.

Llamo a un taxi y, veinte minutos después, llega para llevarme a


la oficina de Reid. Trabaja justo al lado de la calle principal de
Richmond, escondido en un pequeño rincón. Hay que buscarlo
para saber que está allí.

No uso el timbre porque tengo una llave. Me dio una después de


haber trabajado para él durante un año. Subo las escaleras y, una
vez allí, oigo voces. Tiene un cliente con él, así que espero fuera a
que termine.

Unos cinco minutos después, se abre la puerta y salen Reid y


un hombre de unos sesenta años. Reid me ve, frunce el ceño, pero
estrecha la mano del hombre que lo acompaña.

—Me pondré en contacto en cuanto investigue un poco.

El otro hombre sonríe suavemente.

—Gracias. Estaríamos eternamente agradecidos.

Cuando se va, Reid se dirige a mí.

—Su nieta ha desaparecido. Se metió en un grupo de mala


muerte y empezó a drogarse.

Miro hacia la puerta por la que salió.

—Pobrecito.

—Sí. —Da una palmada, atrayendo mi atención de nuevo hacia


él—. Entonces, ¿a qué debo el placer?

Me levanto de mi asiento y camino hacia él.

—¿Puedes llevarme a tu habitación?

Levanta una ceja.

—¿Qué ha provocado esto?


No puedo decirle la verdadera razón, así que me acerco a él y
me maravilla la forma en que sus fosas nasales se encienden
cuando huele mi perfume.

—Porque soy una sucia puta que necesita ser castigada. Por
eso. ¿Tengo que darte una razón?

Me mira fijamente a los ojos como si tratara de encontrar algo.

—No lo has pedido en mucho tiempo.

Coloco mi dedo en su hombro y lo acaricio.

—Lo estoy pidiendo ahora. Además, lo echo de menos. Echo de


menos que lo hagas tú. Solo tú puedes hacer que ser tan mala se
sienta bien.

Veo que el fuego baila en sus ojos. No sé qué va a hacer, pero


cuando me toma la mano del hombro y me aprieta la muñeca, no
me sorprende.

—¿He dicho que puedes tocarme? —Sonrío, sabiendo que lo


tengo, pero también sé que eso lo enfadará. Me agarra la
barbilla—. Voy a borrar esa sonrisa de tu rostro. ¿Me oyes?

—Sí —digo sin aliento. La adrenalina de lo que está a punto de


ocurrir me retumba en los oídos. Esto es por lo que he venido.
Para esto es para lo que vivo. Muy pronto, todos los pensamientos
de todo el mundo estarán fuera de mi cabeza. Todo lo que sentiré
es dolor. Dulce y dichoso dolor.

Tirando de mi cabello, me hace volver a mirar hacia él.

—Sí, ¿qué?

—Sí, Amo.

—Eso está malditamente mejor.


Empujándome hacia el salón, nos aventuramos por otra puerta
hasta llegar a las escaleras. Bajamos y Reid nos abre la puerta.
Me empuja y aterrizo en el suelo.

—Quítate la ropa.

Primero me quito los zapatos antes de ponerme de pie. Me


desvisto rápidamente y, una vez que estoy desnuda ante él, Reid
se mueve a mi alrededor, observándome atentamente. El calor me
eriza la piel mientras la anticipación de lo que va a ocurrir a
continuación me recorre la columna.

—Ya sabes qué hacer —me susurra al oído.

Me vuelvo y miro hacia el marco de madera cuadrado. De él


cuelgan unas cadenas a las que Reid me ata rápidamente. Mis
brazos están ahora por encima de mi cabeza y estirados. Respiro
profundamente y cierro los ojos, preparándome para lo que va a
ocurrir a continuación. No quiero, pero no puedo evitar mirar de
reojo lo que hace Reid.

Saca un cajón y extrae un látigo de cuero negro con mango de


plata. Cerrando los ojos, levanto la cabeza hacia atrás para
esperar el primer golpe.

—Vas a tomar diez de estos, y los vas a tomar sin gritar. ¿Lo has
entendido?

—Sí, Amo.

Se desplaza frente a mí y me pellizca el pezón con fuerza. Me


hace gritar.

—No te escuché lo suficientemente fuerte.

—¡Sí, amo! —grito con voz forzada. Me suelta el pezón y respiro


el aire que tanto necesito.
Reid se toma deliberadamente su tiempo para rodearme, pero
no tarda en atacar. Me sobresalto, pero no grito. En realidad, está
siendo más suave de lo que sería normalmente. Hoy, eso me
frustra.

Me golpea de nuevo, y cierro los ojos, lo que hace que el aguijón


se recupere. Al sexto golpe, mi mente se libera y me siento viva de
nuevo. El viejo yo se filtra... saboreando el dolor, saboreando el
calor en mi piel y saboreando el momento.

—Más —grito, y me golpea de nuevo. Una sonrisa se dibuja en


mi rostro mientras las lágrimas se abren paso hasta mis ojos. Me
encantan los momentos así. No lo hago a menudo, pero cuando lo
hago, mi mente se separa de repente y me permite pensar con
claridad de nuevo.

Al décimo golpe, Reid se detiene, pero quiero que siga.

—Más —susurro, cerrando los ojos. Solo necesito un par más y


ya está.

—Tienes un cliente este sábado y tienes que estar lo mejor


posible. No más.

Así que por eso estaba siendo amable.

—Solo dos más, y prometo que seré buena

—Lo tienes mal, ¿verdad, chica sucia?

—Sí —digo sin aliento—. Por favor, amo. Haré todo lo que me
pida.

—Bueno, ya que lo has pedido tan amablemente.

Me golpea dos veces más en sucesión rápida. Fueron las más


duras y las mejores. Una vez que ha terminado, me siento
agotada, pero a la vez eufórica. Mi sonrisa se dibuja mientras me
permito saborear el momento. La gente no necesita drogas cuando
tiene esto. Este es el mejor jodido subidón sin drogas que se
puede pedir.

—¿Te sientes mejor ahora? —me pregunta Reid. Abro los ojos y
veo su cara sonriéndome.

—Mucho mejor. Gracias. —Asiente con la cabeza, se acerca a su


cómoda y vuelve a colocar el flogger dentro. Pronto vuelve con un
poco de crema y la extiende sobre mi sensible espalda. Una vez
hecho esto, me desata y mis brazos caen sobre sus hombros. Me
mantiene en su sitio, permitiéndome la comodidad. Como no me
muevo, me lleva a su sofá y se sienta conmigo en su regazo.
Respiro su aroma, dejando que llene mis sentidos. No está tan
duro como pensaba que estaría.

—No estás excitado —observo.

—Azotarte así no me excita, Scarlet. Es lo sumisa y vulnerable


que estás después lo que me excita. ¿Vas a decirme qué pasa?

No me separo de su cuello. Todavía estoy sintiendo el estado de


euforia de mi castigo.

—Esto... Esto es lo que pasa. Esto es por lo que me gusta. Me


siento como si estuviera flotando en las nubes ahora mismo.

Me aprieta más contra él y me besa la cabeza.

—Creo que hay más que eso, pero por ahora, te dejaré disfrutar
de tu subidón.

Sonrío, besando su cuello.

—Gracias.

—No supe de ti anoche.

Empiezo a jugar con su pecho, frotando mis dedos por su


camisa blanca.
—Anoche estaba cansada. Acabé durmiendo en el sofá a las
ocho.

Suspira y sé que eso significa que está a punto de decirme algo.

—Hemos tenido un pequeño problema. Uno de mis mayores


clientes me abandonó ayer. Puede que tengamos que hacer un par
de golpes más antes de movernos. Estoy pensando en dos meses
como máximo, así que asegúrate de estar preparada. No voy a
esperar más de dos meses. Además, para entonces será julio. Con
suerte, escogeremos un gran club nocturno y empezaremos justo
en el corazón del verano. De hecho, tengo algo de tiempo libre la
semana que viene y he pensado que sería una buena idea ir a ver
algunos sitios. ¿Quieres venir?

—No puedo. Todavía estoy esperando mi pasaporte.

—Joder. ¿Por qué tarda tanto?

—Creo que tienen un retraso. Les llamaré cuando llegue a casa.


Lo prometo.

—Será mejor que llegue pronto. Tenemos que formar un plan y


salir de aquí. Tu familia probablemente querrá echarte de la
ciudad una vez que lances la bomba sobre ellos.

Sintiéndome un poco más rejuvenecida, echo la cabeza hacia


atrás y le doy un ligero beso en los labios.

—Estoy deseando ver sus caras. —Sonrío con picardía.

Sí, la perra está definitivamente de vuelta.

Me sostiene la barbilla.

—Dos meses. Te conseguiré una cita, y una vez que la tenga,


podrás hacer lo que te dé la gana. Solo aguanta un poco más,
¿Está bien?
Una parte de mí está un poco enfadada por tener que esperar
ahora. Sería demasiado fácil huir de todos y de todo. Estaba bien
hasta que Stuart entró en mi vida y mi padre empezó a jugar con
mi cabeza.

—De acuerdo. Dos meses más. —Nos sonreímos el uno al otro, y


entonces él vuelve a besar mi cabeza.

—¿Cómo está tu espalda?

—No es tan malo, en realidad. Creo que me estabas ocultando


un poco.

—Quiero que estés lista para el sábado.

Suspiro profundamente y cierro los ojos. Todavía estoy un poco


eufórica por mi dosis.

—No te preocupes. Lo haré.


Capítulo 227

El día de ayer fue todo lo bien que cabía esperar. Fui al club con
Reid y me follé a Lord Byron en una de las salas VIP privadas. El
sucio imbécil quería que ladrara como un perro mientras me
follaba por detrás. No hace falta decir que Reid y yo nos reunimos
después, riéndonos en lugar de terminar el trabajo que Lord Byron
había empezado. No me hizo correrme, pero cuando estás
ladrando como un perro, resulta una distracción. Sin embargo, le
dio un pequeño giro a las cosas, y me fui a casa tarde esa noche
con una sonrisa.

Hoy es domingo y mi madre ha invitado a toda la familia a


comer. En principio ib iba
a a ir a casa de Amber, pero mamá se
empeñó en que todos fueran a la suya. Será la primera vez que
vea a Porter desde la semana pasada, cuando me folló los sesos.
Será raro para él, pero yo estaré tan fría como un pepino. De
hecho, el diablillo que hay en mí va a disfrutar del hecho que me
he acostado con dos hombres en la misma casa, ninguno de los
cuales tiene ni idea de la mujer que soy en realidad.

Hoy no me pongo nada de diseño. En su lugar, opto por un


vestido de flores que me queda por encima de la rrodilla. Dice
elegancia. Dice hija que está comiendo el domingo con su familia.

Me maquillo ligeramente, me pongo mis sandalias de tacón y


tomo el bolso. Si hay algo que no voy a sacrificar, son mis tacones.
Hacen que mis piernas parezcan más largas y torne
torneadas.
adas.
Llamo a un taxi. Una vez dentro, mi celular suena para
avisarme de un mensaje. Miro hacia abajo y veo que es de Stuart.
Me ha estado enviando mensajes de texto todos los días, pero he
estado tratando de evitar hablar con él. Sigo pensando que es
mejor así. Está preocupado por mí, y una gran parte de mí se
siente como una mierda por no responder. Nunca le dije que podía
darle algo más de lo que realmente puedo ofrecer, así que, ¿qué
espera él? Sé que suena como una excusa, pero le dije que no era
material para una relación...

Llego a la casa de mi madre y David, está tal y como la


recordaba. Hacía tiempo que no venía por aquí, así que es
agradable volver a un lugar que guarda tantos recuerdos, sobre
todo sexuales.

Pulso el timbre y las puertas no tardan en abrirse. Una vez que


he pasado, mi madre llega a la puerta, dispuesta a darme un gran
abrazo. David me sigue poco después. Sé que me echa de menos
en más de un sentido, pero se equivoca si piensa que voy a ir allí
de nuevo. He conseguido lo que necesitaba de él, y he tenido la
genial idea de grabarnos una vez. Lo tengo guardado en mi portátil
desde entonces.

—Scarlet, estás preciosa con ese vestido. Es tan agradable verte


en algo menos formal. Por favor, pasa. —Me hace un gesto para
que entre en la casa, donde noto que David me da un vistazo. No
sé cómo puede mantener sus ojos hambrientos sin que mi madre
lo vea.

—Amber y Porter están atrás disfrutando de una copa de vino.


¿Quieres una?

Asiento con la cabeza.

—Sí, por favor.


Se aleja, y muy pronto, David me agarra del brazo y lo pasa por
el suyo mientras camina conmigo. Con su otra mano, agarra la
mía y le da un pequeño apretón.

—Ha pasado mucho tiempo.

Le sonrío.

—Así es.

—Te he echado de menos. —Por su tono de voz me doy cuenta


de lo que quiere decir, pero no le correspondo.

—He estado un poco ocupada.

—Ah, sí. Tu jefe te ha mantenido alejada de nosotros. No sé por


qué no le invitas un día a cenar.

No lo hago porque Reid no quiere conocer a mi jodida familia.


Los odia tanto como yo.

—No tenemos ese tipo de relación. Es puramente profesional. —


Eso es pura mierda, pero David no necesita saberlo.

Al pensar en Reid, siento una pequeña punzada. Se va a


España esta tarde y no sé cuándo volverá. Va a ir a unos cuantos
sitios a echar un vistazo a algunos clubes. Está contento, así que
yo también lo estoy. Lleva mucho tiempo queriendo esto, y sé que
ya debería haber alcanzado su objetivo. Solo espero poder ser feliz
junto con él.

—Ah, algunos jefes pueden ser bastante duros. —Le sonrío


cuando llegamos a las puertas del patio. Antes de pasar, me
detiene—. Me gustaría volver a verte. —Casi me rio.

¿Este tipo es real? Al menos va al grano, supongo.

—Creo que ya no es una buena idea. Por mucho que me gustara


lo que tú y yo hicimos en el pasado, creo que hay que enterrarlo.
Estoy tratando de volver con mi familia. Espero que puedas
entenderlo.

Parece muy decepcionado por la noticia. No lo admite, pero soy


el mejor sexo que ha tenido.

—Pienso mucho en esos momentos, pero lo entiendo. —Sonrío


asintiendo, y estoy a punto de pasar cuando me detiene—. Erm...
tu padre... —Deja de hablar, así que sé que le cuesta. Frunzo el
ceño porque no sé a qué quiere llegar. Él puede ver mi expresión,
así que suspira—. Las cosas de las que lo acusaste... ¿Era cierto?

De repente me siento enfadada.

¡¿Todos estos años conociéndome, y decide preguntarme esto


ahora?!

No le muestro ninguna emoción cuando le respondo.

—Sí.

Veo como sus ojos se abren de par en par antes de salir a


saludar a Amber y Porter.

—Hola, hermanita, que ya no parece tan niña.

Riendo, la abrazo antes de dirigir mi atención a Porter.

—Hola, Porter.

Porter me rodea con sus brazos y me abraza.

—Estás preciosa —me susurra al oído.

Ah, el cuerno esta listo para el encuentro número dos. ¿Alguien


más quiere unirse a la fiesta?

—Estás casi radiante —observa Amber, mirando cada


centímetro cuadrado de mi rostro. Me doy cuenta que espera en
secreto que esté embarazada de ella y de Porter. No sabe que estoy
radiante por la paliza que me dio Reid hace unos días. Todavía me
siento embriagada por ello.

—Creo que es porque he estado aprovechando el sol durante los


últimos días. —Sonrío, mirando hacia la cocina. Me apetece
mucho esa copa de vino. Por desgracia, parece que David y mi
madre están discutiendo profundamente sobre algo. Supongo que
tendré que esperar un poco más.

—Bueno, sea lo que sea, tienes buen aspecto. Soy un desastre


agotado después de tratar con un grupo de niños de siete años
toda la semana. Juro que se van los fines de semana y piensan en
formas de molestar a la profesora la semana siguiente. —Toma un
sorbo de su vino antes de volver a hablar—. En fin, basta de
hablar de mí. ¿Cómo te ha ido en el trabajo?

—No está mal. Mi jefe se va hoy a España.

—Oh, qué bien. ¿Esto es por trabajo? —Asiento con la cabeza—.


¿Por qué no estás con él?

—Solicité mi pasaporte hace unas seis semanas y todavía no me


ha llegado. Al parecer, tienen un retraso.

Ella hace un mohín.

—Oh, eso es una mierda. España es hermosa... Bueno, lo es en


la mayoría de las partes. ¿Sabes a dónde va?

—Principalmente al sur... alrededor de Málaga. Creo que


también puede ir a Ibiza. Quiere comprar un club allí.

—Oh, vaya. Eso será genial. ¿Se mudará allí entonces?

Asiento con la cabeza.

—Sí, y quiere que vaya con él.

Sus ojos se abren de par en par.


—¿De verdad? ¿Y cómo te sientes al respecto?

—Estoy pensando en unirme a él, pero no será hasta dentro de


un tiempo —miento.

—Oh, wow. Suena emocionante. Tal vez una vez que te hayas
instalado, podamos ir unos días.

Todavía no he llegado y ella ya está planeando unas vacaciones.


No se da cuenta que pronto no podrá esperar para deshacerse de
mí.

—Tal vez —digo, y me siento tan aliviada cuando mi madre


finalmente sale con la copa de vino—. Gracias. —Me frota el
hombro con una sonrisa tensa. Tal vez ella y David estaban
discutiendo.

—¿Cuándo llega papá?

Todos los vellos de la nuca se me erizan al mencionarlo. Mi


madre no ha dicho nada que mi padre vaya a venir hoy. Miro a mi
madre y parece tímida de repente. Cuando miro a David, parece
enfadado. Tal vez esta es la razón por la que estaban discutiendo.

—Acaba de llamar. Ha dicho que se ha retrasado un poco, pero


que llegará en unos cinco minutos. —De repente, se me escapa el
aire. Estaba preparada para David y Porter, pero no para él.

Respiro profundamente, pensando que puedo hacerlo. De


hecho, será divertido. Esto solo significa que tendré a los tres
compitiendo por mi atención.

Pero sé que solo uno lo conseguirá.

Mi única solución a este problema es salir antes que los demás.


Si lo hago, entonces no tengo que estar a solas con él. Sé cómo es,
y sé que va a intentar todo lo que esté en su mano para tenerme a
solas en algún momento del día. No importa cuánto me resista, sé
que cederé ante él. Definitivamente tenía razón en una cosa. Los
dos estamos igual de obsesionados el uno con el otro.

—¿Estás bien? —me pregunta David. Asiento con la cabeza con


una sonrisa. Puedo hacerlo. Puedo enfrentarme a él y estar
tranquila. Puedo estar con él y lidiar con la constante atracción
que ejerce sobre mí. ¿Qué es lo peor que puede hacer? Estamos en
una casa llena de nuestra familia. Es imposible que pueda hacer
algo.

—Scarlet nos estaba diciendo que se va a España. —Miro


fijamente a Amber.

—¿Te mudas a España? —pregunta David con incredulidad. Me


doy cuenta que no le entusiasma la idea.

—Solo lo estoy pensando. Puede que nunca ocurra. —Suspiro,


mirando de nuevo a Amber. Es toda una agitadora de ollas.

—En España hace mucho calor en verano. Recuerdo haber


estado de vacaciones allí hace un par de años, y todos los días se
alcanzaban los 40 grados. Era demasiado. —Mi madre empieza a
abanicarse el rostro—. De todos modos, ¿por qué te vas a mudar?
¿Qué te lleva allí?

Estoy a punto de hablar, pero Amber se entromete de nuevo.

—Su jefe está buscando un club nocturno.

¿No puedo hablar por mí misma?

—Su sueño es tener uno. Todavía no sé si voy a ir. Solo sé que


querrá llevarme. Dice que soy una buena trabajadora. —Sonrío
para mis adentros. Si realmente supieran en qué consiste mi
trabajo.

—Nos lo harás saber, ¿verdad, cariño? Parece que acabamos de


recuperarte y ahora estás pensando en mudarte.
Me sorprende la reacción de mi madre, pero le sonrío.

—Por supuesto. Como digo, de momento es solo una idea. Nada


es definitivo hasta que encuentre algún sitio y yo diga que sí o que
no.

—¿Cuándo crees que lo sabrás? —pregunta Amber. Puedo ver


por qué lo pregunta. Está preocupada por el bebé.

—Si digo que sí, no será por mucho tiempo. Hay... ciertas cosas
de las que tengo que ocuparme aquí primero. —Le doy una suave
sonrisa, para que sepa de qué estoy hablando.

—Bueno, eso es bueno —dice David—. Nos da más tiempo para


hacerte cambiar de opinión.

—Pase lo que pase, levantemos nuestras copas. —Mi madre


levanta la suya, así que todos la siguen—. Por los nuevos
comienzos.

—Por los nuevos comienzos —repiten todos juntos.

—Si me disculpan, tengo que ir al baño —digo dejando el vaso


sobre la mesa. Atravieso las puertas del patio del salón y salgo al
pasillo. Voy rápidamente al baño y, una vez que he terminado, me
dispongo a salir de nuevo cuando oigo el timbre de la puerta.

Mi corazón da un vuelco al saber quién es, pero doy los pocos


pasos hasta la puerta. Cuando abro, está de pie con una botella
de champán en la mano. Hoy va informal, con unos pantalones
cortos azul marino y un jersey polo granate. Me mira de arriba
abajo antes de entrar.

—Scarlet —dice, relamiéndose los labios.

Intento que lo que hace no me afecte, pero no hace falta mucho


para que me rinda a su voluntad. Tampoco me sorprende que,
cuando lo dejo entrar -y cierra la puerta-, mire si hay alguien
antes de dejar la botella de champán y empujarme contra la
pared.

Con una mano en mi cuello y la otra subiendo por mi muslo,


ambos respiramos profundamente contra la boca del otro.

—Estaba deseando que llegara el día de hoy. —Pasa su mano


por mis bragas hasta llegar a mi coño—. Y por lo que parece, tú
también.

Le sonrío.

—Eso es porque David ha estado más que atento desde que


llegué.

Su sonrisa pronto se convierte en una mueca mientras me


aprieta el cuello con más fuerza. Empiezo a ahogarme por la
presión.

—Más vale que estés bromeando conmigo, Scarlet. Te he dicho


que no puedes acercarte a nadie más que a mí. Si descubro que
me has estado jodiendo, te mataré.

—¿Qué te hace pensar que eres mi dueño? No te he visto en


más de un año, ¿y crees que puedes volver a mi vida y continuar
donde lo dejaste? No funciona así, papi.

Aprieta un poco más.

—Solo recuerda que viniste a mí. ¿O es que lo has olvidado tan


fácilmente?

—Sí, pero creo que sabes cuál era mi propósito. Conseguí lo que
quería de ti.

Empuja su mano hacia arriba hasta llegar a mi estómago. Una


vez allí, pone la mano.
—¿De verdad? Es demasiado pronto para decirlo. —Suelta el
agarre que tiene su mano sobre mí y, en su lugar, coloca
suavemente su mano en mi mejilla—. Independientemente de si
estoy aquí o no. —Me acaricia el vientre—, siempre estaré aquí.
—Coloca un dedo en el costado de mi frente—. Y esa es la razón
por la que te vas a ir conmigo después que acabemos con este
maldito almuerzo monótono.

Empiezo a negar con la cabeza.

—Eso no va a pasar.

Está a punto de decir algo cuando se oye una voz.

—Oh, ahí estás. —Mi padre me suelta rápidamente y se gira


para encontrar a David de pie. Está sonriendo, pero es una
sonrisa forzada. No estoy muy segura de lo que ha visto, pero no
debe haber quedado muy bien. Estoy segura que a mamá o a
Amber le parecería un padre que pasa un buen rato con su hija, a
pesar de tenerla contra la pared.

—Nos preguntábamos dónde estabas. ¿Está todo bien?

—¿Por qué no iba a estarlo? —replica mi padre.

David, ignorando a mi padre, se acerca a mí y me rodea con un


brazo.

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza, pero trato de ocultar unas lágrimas


forzadas que están saliendo.

—Estoy... Estoy bien —digo con voz temblorosa. Levanto la vista


para ver la cara de mi padre y le guiño un ojo.

David se dirige a mi padre.


—No eres bienvenido en esta casa si vas a molestar a mis
invitados.

Mi padre parece que le va a estallar un vaso sanguíneo. Da un


paso adelante, señalando a David.

—No te atrevas a sermonearme sobre cómo debo ser con mi


propia hija. Podría partir fácilmente a un hombre como tú por la
mitad, así que será mejor que cuides tu boca.

Levanto una ceja hacia mi padre. No me cabe duda que podría


partir a David por la mitad. David es un tipo grande, pero no tiene
nada que envidiar a mi padre. Mi padre solía boxear en sus años
de juventud. Supongo que por eso le gustaba practicar conmigo de
vez en cuando.

Nunca me han gustado las bravuconadas masculinas, pero no


puedo evitar sentir una gran emoción al ver a mis dos padrastros
pelearse por mí. Hay algo bastante perverso y a la vez muy
excitante en ello. Mi mente piensa en David y en mi padre juntos,
y evoca un sándwich de padrastro. Eso sí que sería delicioso de
probar.

—Ahí estás, Richard. No he oído el timbre de la puerta.

El ceño fruncido de mi padre se desvanece rápidamente cuando


se gira para saludar a mi madre.

—Scarlet ha tenido la amabilidad de dejarme entrar. —La besa


en ambas mejillas—. Siento llegar un poco tarde.

Mi madre le dedica una sonrisa bobalicona. Ya está borracha, y


por eso no se da cuenta del ambiente que hay en la sala.

—Oh, no te preocupes. El almuerzo no estará listo hasta dentro


de diez minutos. Así que, por favor, sal y tómate algo con nosotros
mientras esperamos. Amber se muere por verte. —Ella le hace un
gesto para que se adelante y él empieza a seguirla. Sin embargo,
antes de hacerlo, se vuelve hacia David y le lanza una mirada de
advertencia. Es una que convierte todo mi cuerpo en hielo.
Recuerdo que me miró así antes que me hiciera algo que nunca
olvidaré.

Una vez que está fuera del alcance del oído, David me aprieta el
hombro.

—¿Estás bien?

Con una mirada un poco asustada, asiento con la cabeza.

—Sí, estoy bien. Solo fue un poco fuerte junto a la pared, y me


asustó un poco. Sé que he crecido, pero sigue siendo un hombre
grande. Puede aplastarme, y lo sabe. Creo que por eso le gusta
hacer cosas así. Sabe que tiene el poder sobre mí. Por un
momento, pensé que tenía catorce años otra vez.

David cierra los ojos antes de mirarme.

—¿Por qué nunca me lo contaste? Todos estos meses viviendo


con nosotros y nunca me contaste lo que pasó.

—¿Mamá no te lo contó? —pregunto.

—Ella mencionó alguna acusación. Dijo que era una rebelión


adolescente contra tu padre, y que para actuar, querías lastimarlo
fuerte. Dijo que fue cruel, y durante un tiempo, fue difícil
perdonarte por lo que hiciste. —Colocando una mano sobre su
cara, suspira—. Todo este maldito tiempo, estabas diciendo la
verdad, ¿no es así? —Asiento con la cabeza, pero me tambaleo por
lo que me ha contado. Mi padre abusó de mí durante más de dos
años y, sin embargo, ¿ella sentía que no podía perdonarme?
Bueno, que se joda.

Que se jodan todos.


—Esto es una mierda. —David me abraza. Quiere consolarme,
pero ninguna cantidad de afecto de su parte podría quitar lo que
mi familia me hizo. David es tan imbécil como el resto. No pensó
en nada cuando me abrí de piernas para él noche tras noche,
sabiendo muy bien que podía haber sido abusada por mi padre.
No soy una santa, pero soy responsable de mis actos. Todo lo que
hago, lo hago sabiendo que hay una consecuencia. Mi familia es
un maldito cerdo ignorante. Mientras mi madre tenga su gin
tonics en la garganta, mi padrastro reciba un polvo de mí, y mi
padre todavía pueda ponerme las manos encima, todo lo demás se
olvida o se deja de lado. Es como si viniera de la familia Stepford,
pero al revés.

Sin embargo, por mucho que quiera gritar a los cuatro vientos y
contarles todo esto, me muerdo la lengua y actúo como la hija
obediente.

—Mi madre no lo sabía, David. Lo oculté bien.

—Pero intentaste decírselo y prácticamente te llamó mentirosa.


Eso debió doler.

Duele... Todavía duele, joder.

—Es agua pasada. Por favor, por mí, déjalo pasar. —pido,
apartándome y mirándolo a los ojos—. Por favor.

Me acuna el rostro y asiente con la cabeza. Por un momento, no


se mueve, y me doy cuenta que quiere besarme, así que no me
sorprende cuando se inclina y pone sus labios sobre los míos. Se
lo permito porque, durante ese breve instante, se lo dedico a mi
madre y a mi padre, que están a pocos metros de mí.

Deslizando su lengua en mi boca, me acaricia el culo,


empujándome hacia su dureza. Ambos gemimos en la boca del
otro mientras nos exploramos mutuamente. Después de un rato,
me separo y ambos respiramos con dificultad.
—No debería haber ocurrido —digo, intentando recuperar el
aliento.

David solo sonríe y me acaricia la mejilla.

—Ahora entiendo por qué viniste por mí.

Tiene razón en lo que insinúa. He venido a él para decirle a mi


madre que se joda, pero no quiero que David piense eso de mí.
Bueno, todavía no.

Estoy a punto de discrepar cuando me pone un dedo en el labio.

—Shh. Está bien. Lo entiendo. Creo que hice lo que hice hace
un momento por la misma razón. —Sonríe, me suelta y me toma
de la mano—. ¿Vamos? —Asiento con la cabeza y me lleva al
jardín. Cuando salimos, todos miran hacia arriba. Mi padre parece
que va a matar a alguien, está tan enfadado. Pero, de nuevo, mi
madre y mi hermana son ajenas a su estado de ánimo.

—Ahí están ustedes dos. Estaba a punto de enviar un grupo de


búsqueda.

Nos acercamos, pero David no me suelta la mano. Mi padre se


da cuenta, por supuesto, y veo cuando su mandíbula se aprieta.
Estoy segura que David también lo ha visto, ya que me aprieta un
poco más la mano.

—Scarlet y yo estábamos charlando sobre su adolescencia. —


Mira a mi padre con desconfianza, y me doy cuenta que se
esfuerza por no reaccionar ante él.

—Ah, ¿sí?

—Me dijo que nunca tuvo la oportunidad de salir con chicos.

Mi madre se ríe a carcajadas de su borrachera.


—¿No tuviste la oportunidad? Oh, por favor. Los chicos hacían
cola en la puerta para salir con Scarlet, pero ella rechazó a cada
uno de ellos.

David mira a mi padre fijamente a los ojos.

—Hmm. Me pregunto por qué fue eso.

—Creo que lo sé —grita Amber. Pongo los ojos en blanco. Ella


también está borracha y sé exactamente hacia dónde va esto.
También lo sabe Porter, porque le da un codazo.

—Amber, cállate —susurra.

—¿Qué? —pregunta ella, molesta—. Ser gay no es algo de lo que


haya que avergonzarse.

—¡Gay! —gritan juntos mi madre, mi padre y David. Pronto,


David y mi padre se ríen de la idea, pero mi madre sigue con
expresión de asombro.

En un instante, su rostro cambia como si algo se le hubiera


ocurrido.

—Dios mío, ahora todo tiene sentido. —Me mira—. ¿Por qué no
dijiste nada?

Me encojo de hombros.

—No hay mucho que decir. Todavía no tengo una relación, así
que no he sentido la necesidad de explicarme antes que llegue la
persona adecuada.

—Mujer —dice Amber con un guiño socarrón. Cree que está


siendo divertida cuando en realidad está siendo una completa
zorra. Si fuera gay, saldría del armario cuando quisiera, no
cuando mi hermana decidiera sacarme del armario de forma no
tan elocuente.
La miro con fastidio y noto cuando Porter me dedica una
sonrisa de disculpa. Incluso él está viendo a la verdadera Amber
ahora.

—Señor y Señora. Bernstein, el almuerzo está listo.

Nos fijamos en su última empleada doméstica. Sea quien sea, es


nueva. Recuerdo que cuando vivía aquí, David despidió al menos a
dos. Una de ellas fue porque lo atrapó follando conmigo en los
baños de la piscina.

Nos reunimos todos en el comedor antes de tomar asiento. Hay


una gran cantidad de comida -pollo, arroz, pasta, patatas y
ensalada-, todo bien colocado en el centro de la mesa.

Cuando tomo asiento, veo que David, mi padre e incluso Porter


compiten por conseguir un asiento a mi lado. Al final, Porter y mi
padre ganan simplemente porque mi madre tira de David para que
se siente a su lado. Al sentarme, tengo que agachar un poco la
cabeza para ocultar mi sonrisa. Esta es la razón por la que he
venido hoy aquí. A pesar de algunas pequeñas molestias, me estoy
divirtiendo.

Empezamos a repartir en nuestros platos y poco después, mi


padre me pone la mano en la rodilla. Es suficiente para avisarme
que sigue ahí. Mientras muerdo algo de comida, coloco una mano
bajo la mesa, poco después, siento la mano de Porter sobre la mía.
Me aprieta suavemente, haciendo que lo mire.

—¿Estás bien? —susurra, mientras mi madre y Amber cacarean


de fondo.

Sonrío.

—Estoy bien —le susurro.

—Fue inapropiado... lo que dijo.


Me encojo de hombros.

—No es gran cosa. —Me mira como si no estuviera diciendo la


verdad—. En serio, estoy bien.

—Te echo de menos —susurra de repente—. Me moría por


llamarte, pero no sabía qué dirías al respecto. —Cuando no
obtiene una mala reacción, continúa—. ¿Puedo ir mañana?

Le sonrío.

—No. No creo que sea una buena idea. —Me doy cuenta que mi
padre ha dejado de hablar, lo que significa que probablemente
puede oírnos. Me aclaro la garganta y aprieto la mano de Porter en
señal de advertencia—. Esto es encantador, mamá. —Le sonrío,
intentando iniciar una conversación. No me apetece mucho
conversar con mi madre borracha, pero es mejor eso que mi padre
se entere de lo de Porter y yo. No me importará en un par de
meses, pero ahora no sería un buen momento.

—¿Ya se lo has dicho a papá? —pregunta Amber, sonriendo a


mi lado.

—¿Decirme qué? —pregunta, pareciendo muy interesado.


Cualquier cosa sobre mí le parece interesante.

—Que Scarlet se muda a España.

Ahí va otra vez corriendo su puta boca. Siento un repentino


deseo de sacar un pendrive , conectarlo a sus putos ojos y pulsar
PLAY.

Mi padre me aprieta la rodilla con fuerza.

—¿Cuándo se decidió esto? —Intenta sonar despreocupado al


preguntar, pero fracasa estrepitosamente.

—Sigo diciéndole que acabamos de recuperar a nuestra hija. —


Genial, ahora mi madre interviene.
—No he dicho que me vaya a mudar. Dije que posiblemente
tenía la oportunidad. Hay una gran diferencia.

—Sí. Deja a la pobre chica en paz —dice David en tono molesto.

—Creo que tú y yo tenemos que hablar más tarde —susurra mi


padre. David escucha y mira a mi padre.

Mi madre decide entonces hablar de vacaciones porque la


mención de España le hizo pensar que ella y David tenían que ir a
un crucero por el Mediterráneo. Era aburrido, pero al menos me
quitaba la presión de encima.

Una vez terminada la cena, nos tomamos un café y empezamos


a hablar de niños. Me puse paranoica al respecto, ya que pensé
que Amber podría desvelar que me estaban utilizando para
intentar tener un bebé. Ella dijo que quería dejarlo como una
sorpresa, y lo está cumpliendo. Al menos no soy la hermana
chismosa que está deseando contárselo a todo el mundo. No
quiero que se enteren tanto como ella.

Para cuando se termina el café, me siento un poco achispada


por el vino. Mi padre apenas ha dejado su mano de mi rodilla y, a
estas alturas, puedo sentir su calor penetrando en mi piel y
haciéndome cosas que no quiero.

—Creo que me voy a ir —digo, dejando la servilleta en el suelo y


levantándome del asiento. Mi padre tiene que soltar mi pierna de
mala gana—. Tengo que empezar temprano con un cliente por
la mañana. —No es cierto, pero es la mejor excusa que puedo usar
para irme.

—Te llevaré a casa. —Mi padre se levanta conmigo y mis ojos se


abren de par en par.

—No, está bien. Quédate y disfruta de una copa. No quiero


estropear tu diversión.
Me agarra del brazo y sonríe.

—Insisto.

De repente, David se levanta.

—Puedo llevarte a casa.

Mi madre empieza a reírse.

—David, ¿qué estás haciendo? Richard ya se ha ofrecido.

—Lo sé. Solo creo que debería llevarla a casa —responde con los
dientes apretados.

—No seas tan tonto. Richard es su padre y quiere llevar a su


hija a su casa. Deja de hacer el ridículo. —Vuelve a reírse, y de
nuevo no se da cuenta de la tensión en el aire mientras mi padre y
David se miran fijamente.

Puedo ver que esto se intensifica y se intensifica mal. No puedo


tener un enfrentamiento, no ahora. Así que hago lo que creo que
es mejor y me dirijo a David.

—Estaré bien, David. No te preocupes. Papá puede llevarme a


casa. —Le sonrío con un movimiento de cabeza, y él retrocede de
mala gana. Sé que quiere insistir, pero sabe que no podrá hacerlo
sin causar una gran escena.

Al final, todos se levantan y, uno a uno, nos abrazamos y nos


despedimos con un beso. Una vez que todo eso ha quedado atrás,
mi padre me lleva hasta su Ferrari y me acomoda antes de ir a su
lado. Una vez dentro, arranca el auto y se dirige a mí.

—¿España?

Sabía que esto iba a pasar, así que suspiro.


—Mi jefe se va a mudar ahí y me ha preguntado si consideraría
irme con él.

—No vas a ir porque no te dejaré.

—Sé que no lo harás.

—Entonces, ¿por qué lo mencionaste?

Sonrío.

—Para molestarte.

Mi padre inhala bruscamente.

—¿Sabes las ganas que tengo de pegarte ahora mismo? ¿Y qué


mierda fue eso de David?

Le dirijo una mirada poco impresionada.

—Qué esperabas, ¿eh? Me inmovilizaste contra la pared con tus


manos sobre mí. No sé lo que vio David al final, pero no pudo ser
bueno. Él sabe del pasado, y cuando vio eso, sumó dos y dos. Solo
quiere protegerme de ti.

Mi padre se ríe con rabia mientras se aleja de la casa y sale por


la puerta principal.

—Nadie puede protegerte de mí. Todo lo que he hecho es


protegerte de...

—¿Qué? ¿Otros monstruos como tú?

—Mejor, el diablo...

—¿Es esa tu excusa por la forma en que me criaste? ¿Llamas a


eso protegerme?

Me mira fijamente por un momento.


—¿Tengo que recordarte a cierto chico que te intimidaba en la
escuela?

No. Lo recuerdo muy bien. Stanley despertó del coma al final,


pero su médico dijo que siempre tendría una debilidad en el lado
izquierdo. Mi padre casi lo mata tratando de protegerme. No sentía
nada por hacerme todas esas cosas enfermas y retorcidas, pero en
el momento en que alguien intentaba hacerme daño, me protegía.
Stanley no fue el único chico que incurrió en la ira de mi padre a
lo largo de los años. Una vez, Amber me llevó a una tienda local
para comprar unos dulces, y el dueño coqueteó conmigo de mala
manera. A Amber le pareció divertido y cometió el error de
decírselo a mi padre. Por suerte, Amber le dijo que prácticamente
había salido corriendo, lo que evitó que viera el resultado de su
enfado. El dueño de la tienda, sin embargo, no tuvo tanta suerte.
Al día siguiente, su tío tuvo que hacerse cargo porque el dueño
estaba en el hospital con dos costillas rotas, un ojo morado y una
pierna rota. Cómo se libró mi padre de esas cosas es algo que
nadie sabe.

—No, no hace falta que me lo recuerdes —lo digo en voz baja, y


tiene la reacción que busco. Ahora parece más tranquilo y me
toma la mano. Es curioso, ya que casi nunca hacía eso conmigo
cuando era más joven.

—¿A dónde me llevas?

—A casa —dice simplemente. Sé que no es mi casa.

—Mi casa no está por aquí.

—No vas a ir a tu casa. ¿De verdad creías que te iba a dejar? —


Niego con la cabeza, y cuando lo hago, suelta su mano y empieza
a subirla por mi vestido. Con un dedo, lo coloca dentro de mis
bragas y empieza a frotar mi clítoris.
Gimo en voz alta. Me tiene justo donde quiere, y a juzgar por su
sonrisa arrogante, sabe que es cierto.

Cierro los ojos mientras él continúa. Cuando llegamos a su


casa, los dos salimos del auto y entramos en su casa en cuestión
de segundos, arrancándonos mutuamente la ropa. Ni siquiera se
molesta en llevarme arriba. En su lugar, me lleva al suelo y me
penetra sin cesar.

Le observo mientras él me observa. Mientras entra y sale de mí,


es casi como si nos desafiáramos a apartar la mirada. Pero
entonces, de repente, sisea de placer, y mis entrañas arden como
nunca antes.

—Te amo —dice suavemente.

Mis ojos se abren de par en par con incredulidad.

—No puedes decir...

—Te amo, joder, Scarlet. Yo. Te. amo. A ti —dice cada palabra
mientras se empuja dentro de mí, y con cada empuje, está
atrayendo mi orgasmo a la superficie. Lo dice de nuevo. Y de
nuevo, con cada sílaba, mi orgasmo sube a la más alta de las
alturas. En todos mis años de vida, lo único que he querido oír es
a mi padre diciéndome que me amaba.

—¡Te amo! —vuelve a gritar, mirándome fijamente a los ojos. Es


entonces, en ese momento en que lo veo en sus ojos, cuando mi
orgasmo se desploma sobre mí. Grito su nombre mientras tiemblo
bajo él. Poco después, su propia liberación se derrama dentro de
mí.

—No puedes escapar de mí —susurra.

"No puedes escapar de mí".

"No puedes escapar de mí".


Capítulo 228

Tres horas más tarde, cuando ya es de noche, mi padre me dejó


dej
salir de su cama. Me folló dos veces más después de eso, y cada
vez, me hizo correrme más fuerte que la anterior. No sé qué es lo
que tiene sobre mí. Hace años, todo lo que me daba era dolor, pero
ahora, la balanza se ha inclinado, y estoy recibiendo el otro
extremo del espectro.

El placer.

El amor.

El placer.

El amor.

Se las arregla para pulsar a través de mi cabeza hasta mis


pequeños dedos de los pies. Está en todas partes sobre mí como la
más suave de las sedas. Solo quiero enterrarme en él y él en mí. Él
lo siente. Yo lo siento. Y ninguno de los dos puede evitarlo.

—Un
Un día, no te dejaré ir a casa —dice
dice justo cuando me estoy
vistiendo.

Inmediatamente me dirijo a él.

—¿Y
¿Y cómo le explicarías eso a mamá y a Amber?

Parece que está a punto de decírmelo, pero de repente se calla


calla.
—Seguro que se me ocurre algo.

—Sí, porque que yo viva contigo de repente cuando obviamente


puedo cuidarme sola no parecería sospechoso en absoluto,
¿verdad? Tampoco lo sería que me quedara embarazada y que te
comportaras como un padre con nuestro hijo. —Estoy
presionando sus botones porque quiero que finalmente me mire a
los ojos y me diga. Quiero que admita que no es mi padre y que
nunca lo fue. Yo solo era su marioneta vengativa con la que le
gustaba jugar porque no podía desquitarse con la preciosa madre
que dio a luz a su preciosa hija, Amber.

—Como he dicho, ya se me ocurrirá algo. —Su voz se eleva, así


que sé que se está enfadando.

—¿Por qué me haz dicho lo que me dijiste abajo?

Me mira fijamente a los ojos.

—Porque es verdad.

No da más detalles, y no espero que lo haga. Una parte de mí


cree que es verdad, pero la mayor parte me dice que está siendo
un maestro de la manipulación. Conoce mi punto débil y utiliza
todo lo que puede para explotarlo.

—Me voy a casa —le digo con rotundidad.

Me mira fijamente de nuevo.

—Y por ahora, te dejo. —Se vuelve a poner la camisa y empieza


a abrocharse los botones mientras lo miro fijamente. Qué
doméstico parece todo esto. Aquí estoy, de pie en el dormitorio del
hombre que me crió, solo unos minutos después de haber tenido
sexo con él. Deberíamos estar en el programa de Jerry Springer.

Una vez que los ha abrochado todos, se acerca a mí, me besa


con hambre y me dice:
—Te dejé ir una vez, pero nunca más. De hecho, te dejé ir dos
veces. —Sacude la cabeza como si estuviera molesto consigo
mismo por ello.

Suspiro deliberadamente en sus brazos.

—Pero ahora me tienes.

Me atrae con fuerza hacia él.

—Y así seguirá siendo.

Me suelta y, sin decir nada, sale por la puerta del dormitorio.


Bajo corriendo tras él y recojo rápidamente mi bolso, que se me
había caído al suelo en el pasillo después de entrar. Supongo que
no me importaba ser ordenada cuando tenía las manos de este
hombre sobre mí.

Sin decir nada más, agarra las llaves de su Ferrari y me toma de


la mano. Parece que nunca quiere perderme de vista por miedo a
que huya de él. No sabe que cuando estoy con él, quiero hacer
todo menos correr.

No se habla mucho durante el viaje de vuelta a mi casa. Me doy


cuenta que está pensando en algo, pero no le pregunto qué. Solo
reacciona cuando se detiene junto a mi casa y vemos a Stuart
sentado en el escalón esperándome.

—¿Quién mierda es ese? —pregunta, mientras ve cómo Stuart


nos ve, frunce el ceño y se levanta de su asiento.

Empiezo a sentir pánico.

—Es solo un amigo.

Voy a salir por la puerta, pero me agarra de la muñeca y me


aprieta con fuerza.
—¿Quién mierda es, Scarlet? —Su cara se frunce en un ceño—.
Me resulta familiar.

Mi corazón empieza a latir con fuerza. Miro a Stuart y me doy


cuenta que ve que algo no va bien. Hace un pequeño movimiento
para acercarse, así que me dirijo a mi padre.

—Si no me sueltas, va a venir aquí y va a empezar a hacer


preguntas. Sabe que eres mi padre y va a querer saber por qué me
agarras así.

Aprieta los dientes, pero me suelta la muñeca.

—No debería ser así —dice con ironía.

—¿Qué quieres decir? —pregunto, sabiendo muy bien, pero


necesitando que diga las palabras.

—Nada —dice.

Mi padre tiene ahora un gran dilema. Para él, está teniendo una
aventura con su hijastra, la que lo acusó de abuso sexual cuando
era más pequeña. Si esto sale a la luz, no se verá bien para él.
Tanto si es consensuado entre nosotros como si no, seguirá
poniendo en duda a todos los que no me creyeron. Era una niña a
los catorce años, y él abusó de mi confianza. No solo eso, sino que
se suponía que era un modelo a seguir.

Un padre.

—Te llamo en una hora. Si no se ha ido para entonces, voy a


venir. ¿Me oyes?

Asiento con la cabeza.

—Te escucho.
Salgo del auto y, cuando cierro la puerta, mi padre se aleja a
toda velocidad con el chirrido de sus neumáticos. Me doy cuenta
de la mirada que lanza a Stuart mientras se aleja.

—¿Quién era ese? —pregunta Stuart, corriendo hacia mí.

Le doy una tímida sonrisa.

—Ese era mi padre.

—¡Joder! —se pasa los dedos por el cabello antes de agarrarme


por los hombros—. ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño? —me
pregunta, buscando cualquier signo que pueda tener.

Sacudo la cabeza.

—Estoy bien.

De repente parece dolido.

—¿Por eso no has aceptado mis llamadas ni has respondido a


ninguno de mis mensajes de texto? ¿Ha tenido él algo que ver?

Vuelvo a sacudir la cabeza.

—No. He estado ocupada, eso es todo.

Su expresión refleja una mezcla de dolor y rabia. ¿Por qué sigue


insistiendo en perseguirnos? Se merece algo mucho mejor que yo.

—¿Puedo entrar? —pregunta tímidamente.

Mi mente y mi corazón me dicen que esto es una mala idea. No


debería seguir alentando esto. Dije que terminaría las cosas con
Stuart, y es lo que debo hacer ahora.

Pero cuando me mira con esos profundos ojos azules que tiene,
mi corazón se derrite un poco por él.

—De acuerdo —digo, asintiendo con la cabeza.


Voy a ir al infierno por esto.
Capítulo 229

—He
He estado preocupado por ti.

Miro los ojos preocupados de Stuart y casi flaqueo. ¿Cómo


puede ser tan tentador cuando no me da más que dulzura y
amabilidad? Sin saberlo, también me está dando una oportunidad
de redención. Estoy más allá de la redención. No soy lo que él
quiere que sea, y eso -por encima de todo- me duele de una
manera que no debería. No he sido criada normalmente, así que
estoy mucho más allá de lo normal.

Sin embargo, aquí está, tentándome con su dulzura, su bondad


y el corazón más puro que me ofrece la redención que debo
buscar.

Pero cómo voy a hacerlo, si lo único que quiero es crueldad,


dolor y reivindicación por todos los males que me han hecho
recaer a mí y a nadie más.

A mí.

¿No se me permite necesitar este perverso sentido de la justicia


contra el mundo por todo lo que se me echó encima cuando solo
era una adolescente?

—No
No hay nada de qué preocuparse. —Le ofrezco mi mejor
sonrisa. Tengo años de práctica. Que esté jodid
jodida no significa que
todo el mundo pueda ver a través de mis grietas. Por lo que a mí
respecta, no tengo ninguna. Son herméticas. Selladas más allá de
la penetración. Nadie puede atravesarme. Soy como el acero. No
puedes quebrarme. Solo puedes sacudirme. Solo puedes moverme.
Muy pronto, retomaré la forma sólida y profunda que siempre he
tenido.

No puedes romperme, Stuart. No lo intentes. Solo acabaré


rompiéndote a ti.

Stuart se precipita hacia delante, agarrando mis hombros.

—No te creo. —Se aparta como si algo le hubiera dolido—.


Mierda, Scarlet. ¿Qué te ha pasado? Veo que algo ha pasado, pero
no entiendo por qué lo rechazaste... por qué negaste que algo
estaba mal.

Lo miro confundida.

—¿De qué demonios estás hablando?

Cierra los ojos y me agarra de nuevo por los hombros.

—Aquel día en que fuí a ti, y sospeché que algo andaba mal con
tu padre... Llamé a la policía y me dijeron a través de mis padres
que los servicios sociales fueron a hablar contigo un par de días
después. Que dijiste que amabas a tu padre y que solo te
inventaste esas acusaciones porque estabas enfadada con él. Al
final, informaron que venías de una familia cariñosa, que solo eras
una adolescente problemática y que me dejaba llevar por un
enamoramiento de colegial.

Casi me caigo al suelo. ¿Seguro que esto no puede estar


pasando? ¿Por qué me lo cuenta? Sé a ciencia cierta que nunca
fue nadie de los servicios sociales a visitarme.

—¿Por qué me mientes? ¿Es porque quieres librarte de la culpa


de lo que creías saber entonces? Si es así, no te preocupes. Yo te
exoneraré. No es necesario que te sientas culpable. No tienes que
inventarte historias sobre la visita de los servicios sociales.

Cierra los ojos y sacude la cabeza.

—Te juro que es verdad. Los llamé. Involucré a mis padres y


todo. Más tarde nos dijeron que habías dicho que solo estabas
actuando, la típica adolescente que no consigue lo que quiere. Me
sorprendió oírlo. Podría haber jurado que había algo ahí. ¿Por qué
mentiste, Scarlet? ¿Por qué?

No puedo respirar. De repente, todo el aire ha sido succionado


de mis pulmones.

—No lo entiendo. Nunca recibí una visita y nunca hablé con


nadie de los servicios sociales. Lo juro.

Me siento y Stuart se sienta conmigo.

—Entonces, si tú no hablaste con ellos, ¿quién lo hizo?

Como un rayo, me llega de repente.

—Amber.

Stuart frunce el ceño.

—¿Amber como tu hermana, Amber? —Asiento con la cabeza—.


¿Estás sugiriendo que ella estaba fingiendo ser tú?

Todo tiene sentido.

—No puedo pensar en nadie más que pudiera ser. Ciertamente


no fui yo, Stuart. Te lo puedo asegurar.

—¿Pero por qué?

Cierro los ojos. No debería meterlo en esto. Se merece algo


mucho mejor.
—Por favor, vete.

—¿Qué?

—Vete. Vete. Necesito estar sola. No sé por qué sigues viniendo


aquí. No soy una mujer para ti. Si sigues presionándonos, solo
acabaré rompiendo tu corazón. —Intenta agarrarme la mano, pero
me aparto y me levanto del asiento. De repente tengo ganas de
llorar a mares, y hace años que no lo hago—. Solo vete. Déjame y
no vuelvas nunca. No te quiero aquí. Nunca te quise aquí. Soy
veneno, Stuart. Estoy jodida y soy venenosa. —Veo lo molesto que
parece, y quiero apartar la mirada. No lo hago porque necesito ver
el tipo de dolor que puedo causar. No se merece esto, pero es su
culpa. Está a punto de decir algo cuando señalo la puerta—. ¡Vete!
—grito con más fuerza—. Vete.

Espero que me grite, que diga algo, lo que sea, pero no lo hace.
Hace lo que se le dice y se va rápidamente y en silencio. Cuando
oigo el clic de la puerta, me derrumbo en el sofá y, por primera vez
en años, dejo caer esas duras lágrimas. El pecho se me aprieta
con los sollozos que suelto.

Todos estos años sabiendo que mi familia se mantuvo unida por


el bien de mi angustia. Todos estos años, descreyendo de mí solo
para ir a mis espaldas y fingir que Amber era yo, para poder
encubrir el mal que hay dentro de mi padre. Todos estos años,
soporté sentirme completamente sola y perdida en el mundo. A
Stuart le importaba. Se preocupó lo suficiente como para enviar
gente a ayudarme, y yo nunca supe nada de ello. Él estaba
cuidando de mí, y todo lo que hice fue rechazarlo.

Cuando mis sollozos se calman, tomo el teléfono. Solo hay una


persona con la que puedo hablar ahora. Solo una persona puede
hacerme sentir mejor. No está aquí. Si no, lo visitaría. Pero al
menos puedo escuchar su voz. Al menos él lo entenderá.
Marco su número y suena un par de veces. Entonces, oigo una
voz.

—Hola —responde una voz femenina sin aliento.

Frunzo el ceño. ¿Quién mierda es esta?

—¿Puedes poner a Reid? Necesito hablar con él.

—Está en la ducha en este momento. —Puedo oír el placer en


su voz cuando me lo dice—. Si me dejas un mensaje, me
aseguraré que lo reciba.

No puedo creer esto. Reid tiene una puta en su habitación


cuando se supone que está buscando clubes nocturnos. Por
alguna razón, me siento traicionada. Pensé que era la única.

—No te molestes, maldición —respondo, colgando. Tiro el


teléfono al suelo y cierro los ojos. Me siento agotada. No sé si
quiero que alguien me dé una paliza o que me abrace.

Sabiendo que tengo que llamar a mi padre, recojo el teléfono del


suelo, llamo a su número y espero a que conteste. Contesta a la
primera llamada.

—No te preocupes. Estoy sola. —Contemplo la posibilidad de


pedirle que venga, pero en este momento estoy demasiado
enfadada con él. No se lo mostraré, porque sé que si lo hago, se
dará la vuelta en un santiamén.

—¿Quién es él?

Suspiro.

—Te lo dije. Es solo un amigo. Hemos salido un par de veces,


pero le he dicho que solo podemos ser amigos. Tampoco tendrás
que preocuparte más por eso porque le he dicho que se vaya esta
noche y no vuelva. Ahora me tienes toda para ti. Pero, de nuevo,
siempre lo has hecho, ¿no?
—Estaré en contacto. —Cuelga y, poco después, veo el número
de Reid parpadear en la pantalla. Mando la llamada al buzón de
voz y apago el teléfono. No quiero hablar con él después que haya
hecho Dios sabe qué con la zorra que ha contestado al teléfono.

No sé cuánto tiempo permanezco allí sentada, pero la oscuridad


no tarda en llegar y me quedo sola, con solo las luces del exterior
iluminando mi habitación. No estoy segura de cuánto tiempo he
estado inconsciente, pero cuando oigo el timbre de la puerta, me
obligo a levantarme. Le digo a quien sea que se vaya. No quiero
hablar con nadie en este momento.

Miro por la puerta y veo que es Stuart. Parece tan agotado como
yo mientras está de pie, jugueteando con la puerta.

—Scarlet, si no me dejas entrar, voy a tirar la maldita puerta


abajo. Abre la puerta.

Supongo que ha pensado en lo que he dicho y ahora está


enojado. Por supuesto que lo está. ¿Por qué no iba a estarlo
después de haberle gritado de la forma en que lo hice? No quiero
abrir la puerta, pero me duele el corazón. Sé que no me dará la
paliza que podría pedirle a Reid, pero sé que definitivamente
recibiré ese abrazo.

Así que, a pesar que hice bien en apartarlo, mi lado egoísta


vuelve a salir. Abro la puerta y, cuando ve que he estado llorando,
su expresión se ablanda y corre hacia mí. Me rodea con sus
grandes y fuertes brazos, dándome el consuelo que busco. Cuando
vuelvo a llorar, me toma en brazos, cierra la puerta y me lleva al
sofá. Me sostiene allí, dejándome llorar, dejándome explotar en
una bola de fuego emocional. Con ella vienen todos mis años de
dolor... Mis años de ser violada, golpeada y humillada. Todo sale
de mí como una cascada interminable.

—Lo siento —digo mientras intento recuperar el aliento.


Me aprieta con fuerza y me besa la cabeza.

—No tienes que disculparte. Entiendo por qué te sientes así,


pero no voy a ir a ninguna parte.

Levanto la cabeza de su pecho y lo miro a los ojos.

—Tienes que huir de mí, Stuart. Huye antes que sea demasiado
tarde. Tenía razón en lo que dije. Soy venenosa y solo acabaré
rompiendo tu corazón.

Me aparta un mechón de cabello del rostro.

—Tú lo vales.

Sacudo la cabeza.

—No deberías decir cosas así. No soy la chica dulce y sana que
necesitas que sea. Te mereces tener a alguien así.

Me limpia una lágrima de los ojos y sonríe.

—Te prefiero a ti antes que a lo dulce y sano cualquier día de la


semana. Además, lo dulce puede resultar un poco aburrido a
veces. —Se ríe un poco, haciéndome sonreír.

—No puedo creer... —Empiezo a sacudir la cabeza.

—¿Por qué tu hermana haría algo así?

—Porque cuando intenté decírselo, me acusaron de mentir. Para


ellos, era el marido perfecto y el padre perfecto. Yo sabía más de
ambos.

—¿Entonces nunca le pegó a tu hermana?

Cree que acaba de golpearme.

Sacudo la cabeza.
—Fue un padre cariñoso con ella porque Amber es suya. Yo fui
el resultado de una aventura, y me hizo pagar por ello. —Suspiro,
tratando de tragar el ardor en mi garganta. Es mejor que se lo diga
ahora—. Perdí mi virginidad con él en el momento en que cumplí
catorce años. Llevaba un año preparándome para ello y un día
decidió que ya era lo suficientemente mayor. Si intentaba
negarme, me pegaba.

Sus ojos se abren de par en par.

—Pensé que tal vez te golpeó algunas veces y que era demasiado
posesivo, pero nunca supe que fuera tan malo.

Lo miro a los ojos sorprendida.

—¿Cómo pudiste saberlo? Nadie lo sabía, salvo él y yo. Así es


como le gustaba... como le sigue gustando.

—Ahí fuera, en el auto. ¿Te hizo daño? ¿Te tocó?

Sacudo la cabeza.

—Me traía de vuelta de la comida del domingo en casa de mi


madre.

—Parecía bastante furioso cuando me vio. No sabía quién era y


no creía que me correspondiera acercarme al auto, pero quería
hacerlo. Quería asegurarme que estabas bien. Tal vez debería
haber escuchado la voz dentro de mi cabeza.

Sacudo la cabeza.

—Me alegro que no lo hicieras porque las cosas podrían haberse


puesto feas. Es un hombre grande, Stuart.

—Pues yo también —dice indignado.

Sonrío.
—Así que lo eres —respondo, acariciando su nariz.

—¿Te estás burlando de mí?

—Tal vez —me burlo.

De repente, me mira como si fuera la única mujer del mundo.


Se me corta la respiración. No se necesita mucho a su alrededor.
Por eso quiero alejarlo. Solo acabará odiándome si se queda.

Pero cuando me levanta del sofá y me lleva arriba, no digo nada.


Le dejo que me guíe hasta mi dormitorio. Dejo que se meta debajo
de las sábanas conmigo y que me abrace toda la noche.

Este hombre. Este hermoso hombre que pensé que terminaría


rompiendo. Estoy segura que su tiempo todavía vendrá, también.
Estoy segura que algún día lo quebraré. Pero nunca predije...
nunca anticipé... que él me rompería primero.
Capítulo 30

Pasan tres días y los paso absorta en todo lo que hace Stuart.
Durante tres días, vivo una vida perfectamente normal: desayuno
con él, voy a las tiendas con él y hago picnics en el parque con él.
Cosas domésticas tan normales que hacen las parejas. Antes me
burlaba de la gente así, y ahora vivo como ellos. Ahora, realmente
lo estoy disfrutando.

Cada momento disponible de Stuart lo pasaba conmigo. Cuando


Stuart no estaba en el trabajo, se quedaba conmigo. Anoche, me
quedé en su casa por primera vez. Dormía
Dormíamos
mos juntos, pero solo
abrazados. Era una sensación extraña: dormir con alguien en una
cama sin tener sexo. Por supuesto, lo deseaba, y supuse que
Stuart también lo deseaba, pero se estaba aguantando hasta que
hiciera los movimientos adecuados. Daría cualqu
cualquier
ier cosa por tener
sexo con Stuart, pero sé que si lo hiciéramos, no habría vuelta
atrás. No puedo arriesgarme, sabiendo que pronto me iré. Pronto
me iré y Stuart, podrá seguir viviendo su vida. Él puede encontrar
otra chica a la que pueda entregar su cora
corazón.

Por alguna razón, la idea de eso hace doler el mío.

Durante tres días, pude pasar cada día sin pensar en mi padre,
sin pensar en Reid y sin pensar en la venganza.

Hasta que, una vez que Stuart me dejó en casa, volví a encender
el celular.. Hoy tiene q
que
ue trabajar hasta tarde, así que no sé
cuándo lo volveré a ver. Dice que me llamará, y por eso he vuelto a
encender el celular.

Y entonces, la vida que normalmente llevaba se me viene


encima como una tonelada de ladrillos. Tenía mensajes de voz uno
tras otro de Reid diciéndome que contestara mi maldito celular. El
último mensaje que tengo es él diciéndome -no pidiéndome- que
me encuentre con él en el aeropuerto hoy al mediodía. Está
volando desde Ibiza.

Compruebo mi reloj. Son poco más de las diez. Entonces


compruebo los vuelos de Ibiza a Heathrow y veo que su avión
llegará media hora antes. Con un suspiro y el conocido
sentimiento de ira que corre por mis venas, me preparo para
encontrarme con Reid. Su auto estará en el aeropuerto, pero por
alguna razón, quiere que lo reciba. Por alguna razón, lo que sea
que tenga que decir no puede esperar hasta que llegue a casa.
Puedo adivinar que está enojado conmigo, pero voy a poner
resistencia cuando trate de mostrarme sus colmillos.

Llamo a un taxi para que venga a recogerme a las once y lo hace


puntualmente. Una vez en el aeropuerto, me dirijo a la zona de
llegadas y me quedo allí, esperando diligentemente a que Reid
salga. Hoy llevo un vestido de Vera Wang porque quiero que vea lo
que se ha perdido. Quiero que vea que, mire donde mire, nunca
conseguirá algo mejor que yo. Es un poco infantil de mi parte,
pero esto es lo que soy.

Tras diez minutos de espera, Reid sale arrastrando una


pequeña bolsa de mano. En cuanto me ve, estrecha los ojos, se
acerca para darme un beso en la mejilla y me aprieta la cintura
con fuerza.

—¿Dónde mierda has estado? —me susurra al oído.

—No fuera follando zorras, eso es seguro.


Me toma de la mano con rabia y recorremos la distancia hasta
el estacionamiento de larga estancia. Una vez en el auto, arranca
el motor y me mira.

—¿No quieres saber cómo me ha ido?

Así es como va a jugar. No quiere abordar el tema de la mujer


en su habitación de hotel.

—¿Cómo te ha ido? —pregunto con un aire de indiferencia.

—Muy bien, en realidad. Creo que he encontrado un club para


nosotros. Fui a muchos sitios por Málaga, pero no encontré nada
especial. Fue cuando tomé un vuelo a Ibiza cuando encontré el
que quiero. Es barato porque necesita una reforma, pero estoy
seguro que puedo bajar el precio aún más. Los actuales
propietarios quieren una venta rápida, así que estoy seguro que
podemos llegar a algo. Necesitaremos un mes o dos para hacerlo,
así que podemos ahorrar algo de dinero. Estoy seguro que
podemos vivir con lo que tenemos hasta entonces.

Reid entra en la autopista, pero no digo nada. En este momento,


su club es lo último en lo que pienso.

—¿No vas a decir nada?

Miro a Reid. Su expresión me dice que sigue enojado, pero que


intenta contenerse.

—¿No vas a decir nada sobre quién era esa mujer en tu


habitación de hotel?

Sonríe.

—Ves, eso no fue tan difícil, ¿verdad? ¿Me creerías si te dijera


que es la hermana del dueño del club y que estaba esperando a
que me preparara para cenar?

Sacudo la cabeza.
—No, porque si fuera puramente profesional, no habría forma
que ella estuviera en tu habitación mientras te duchas. La gente
no hace cosas así, y si estás tratando de hacerme ver esa línea,
entonces debo parecer más estúpida de lo que pensaba.

Simplemente se encoge de hombros.

—Valía la pena intentarlo.

—¿Qué hiciste con ella?

No quita los ojos de la carretera cuando responde.

—No creo que realmente quieras saberlo, así que ¿por qué
torturarte?

—Dime lo que hiciste.

Suspira.

—De acuerdo. Obviamente quieres seguir esta ruta. ¿Quieres


saber lo que hice? Me la follé, Scarlet. ¿No es eso lo que buscas?
Me follé su coño hasta que gritó.

Mi ira alcanza nuevas cotas. ¿Cómo ha podido?

—No me tocas y, sin embargo, ¿recoges a una desconocida al


azar y te acuestas con ella? ¿Sabes qué, Reid? Tú y tu club
pueden irse a la mierda porque no quiero tener nada más que ver
con esta mierda. Tú te quedas con tu mitad y yo con la mía. El
trato está hecho.

Reid da un brusco volantazo hacia una de las salidas, haciendo


que otro automovilista le toque la bocina.

—¿Qué mierda estás haciendo? —grito.

No me escucha. En lugar de eso, busca un lugar tranquilo bajo


un paradero y estaciona. Una vez que apaga el motor, sale, se
acerca a mi lado del auto, abre la puerta y me arrastra fuera. Me
empuja contra el auto y me agarra del cabello.

—Te atreves a pensar que tienes derecho a sermonearme


cuando dejas que tu propio padre te folle una y otra vez. —Mis
ojos se abren un poco y él sonríe—. Si no lo sabía antes, desde
luego lo sé ahora. Sospechaba que lo estabas haciendo, pero tus
ojos me lo han dicho todo. —Me sujeta la barbilla y me aprieta—.
Te he dicho una y otra vez que te follaré cuando tengas tu
pequeña venganza fuera de tu sistema. He sido un hombre
paciente dejándote abrir las piernas a cualquiera, pero no pienses
ni por un segundo que eso significa que puedes sermonearme
sobre a quién me follo. Esa mujer no significó nada para mí. Tú no
estabas allí, y yo tenía una picazón que necesitaba ser rascada. No
voy a mentirte, Scarlet, porque muy pronto seremos compañeros
en todo. Hasta entonces, no te atrevas a tener el descaro de
enfadarte conmigo por quién me follo.

Me suelta el rostro y se marcha enfadado. Está muy enfadado


conmigo. Puedo sentirlo, pero el dolor sigue ahí porque no me toca
y no lo ha hecho durante todo el tiempo que nos conocemos.

—Viene una chica y aletea sus pestañas, y le das la única cosa


que sabes que quiero. La única cosa que me dices que no puedo
tener.

Reid vuelve a acercarse a mí y me pasa la mano por el muslo.

—¿Quieres mi polla ahora? —Me agarra las bragas, las separa y


pasa su dedo por mis pliegues. Cubre sus dedos con mi
humedad—. Te daré mi polla ahora mismo, Scarlet. Solo tienes
que decirme una cosa y será tuya. ¿Has terminado? ¿Estás lista
para entregarte completamente a mí?

Mi respiración se acelera. Son muchas las emociones que pasan


por mi cabeza. Todavía me duele el hecho que haya estado con
otra persona, pero las cosas que sé que puede hacerle a mi cuerpo
me hacen arder en llamas por él. Tener a Reid dentro de mí es
todo lo que siempre he soñado... todo lo que siempre he querido.

¿Pero estoy preparada?

Destellos de mi padre y luego de Stuart cruzan mi mente. No


quiero que invadan mis pensamientos, pero lo hacen. Quiero
librarme de mi padre, pero por alguna razón no puedo dejarlo ir.
Parece que tampoco quiero dejar ir a Stuart.

Así de jodida estoy.

Cuando no digo nada, Reid se aparta con rabia.

—Ya me lo imaginaba. —Se aparta un momento antes de volver


y me señala con un dedo—. Ocúpate de cualquier mierda que
tengas en la cabeza y ocúpate de ella rápidamente. Mientras tanto,
no vuelvas a decirme cómo vivir mi vida. —Con eso, abre mi
puerta—. Entra en el maldito auto.

Parpadeo varias veces antes de moverme. ¿Qué me pasa de


repente? ¿Por qué no puedo dejar ir ni a Stuart ni a mi padre? Es
como si fuera adicta. Adicta a la enfermedad y la depravación que
mi padre puede darme, pero también adicta a la naturaleza dulce
y cariñosa de Stuart. Ambos me llaman en algún nivel
inconcebible.

Subo al auto, pero no digo nada. Me doy cuenta que Reid se


está calmando, así que le dejo que se calme un poco. Sé que tiene
razón. Es hipócrita por mi parte sermonearlo sobre con quién se
acuesta cuando estoy haciendo lo mismo, pero no puedo evitar
sentirme traicionada. No puedo evitar sentir que me ha engañado
de alguna manera.

—¿Quieres saber la verdad de todo esto? —pregunta de repente


una vez que estamos de nuevo en la autopista—. Esa chica del
hotel no significaba absolutamente nada para mí. No podía
compararse contigo. Te echaba de menos y estaba cachondo. La
única razón por la que aún no me he acostado contigo es porque
significas más para mí que cualquier chica del mundo. Mi madre
era una puta drogadicta a la que mi padre se folló unas cuantas
veces antes de dejarla para ocuparse de mí. Ella siempre me
culpaba que él la dejara. Tuve años y años de lidiar con esa
mierda. Me hacían sentir menospreciado, no deseado y como un
inconveniente. Crecí siendo acosado en la escuela y todos los que
me conocían me decían repetidamente lo inútil que era.

» Cuando llegué a los dieciocho años, ya había tenido suficiente.


Empecé a luchar contra todo y contra todos. Me convertí en un
luchador. Me convertí en el que tenía el poder. Era mi momento de
menospreciar a los que me menospreciaban. Me empeñé en
vengarme y por mis venas solo corría la ira. —Me mira por un
momento—. Hasta que te vi aquel día en el bar. Vi cómo
cautivabas a la gente con una sola mirada. Me di cuenta que
había una historia detrás de ti. Vi la vulnerabilidad. Vi el odio. Me
vi a mí. Y desde ese momento, supe que tenía que tenerte.

Pronto estaciona fuera de su despacho y se dirige a mí.

—No pongas nunca en duda mis sentimientos por ti. La única


razón por la que no te follo y lo he dicho una y otra vez es porque
sé que una vez que te tenga, no habrá nadie más para ti. —Abre la
puerta para salir, pero antes de cerrarla, se agacha—. Y tampoco
habrá nadie más para mí. —Sonríe suavemente en mi dirección,
se acerca a mi lado y me ayuda a salir.

—¿Por qué no me hablaste de tu madre? Tantas veces te lo


pregunté, pero nunca quisiste decirlo. ¿Por qué ahora?

Reid saca su maleta del maletero y cierra la puerta antes de


dirigirse a mí.

—Nadie lo sabe más que tú, Scarlet. ¿Te imaginas si dejara que
la gente supiera que una vez tuve una debilidad? ¿Que no pude
evitar el aguijón de las lenguas de todos y el dolor de sus puños?
Yo era un don nadie. Ahora, soy alguien. No quiero que pienses en
mí como algo diferente.

Suspirando, salgo del auto y voy hacia él. Lo beso suavemente


en los labios y sonrío.

—¿De verdad crees que después de todo lo que sabes de mí te


trataría de forma diferente? Conoces todos mis demonios y eres la
única persona que sabe cómo tratarlos.

Se queda quieto, respirando profundamente.

—Todavía estoy enojado por tu actitud.

Sonrío, tomando su mano.

—Y sé justo lo que te ayudará a desahogarte.


Capítulo 31

Dejé que Reid me atara y me azotara. En parte lo hacía por mí,


pero sobre todo por Reid. Me di cuenta que necesitaba que
renunciara al poder, y vi el momento en que ocurrió. Se dejó
llevar, azotándome una y otra vez. Yo bailaba sobre el fuego, allá
arriba en las nubes, tomando cada pedazo que él tenía que
ofrecer. Pero en algún momento, el dolor llegó más que el placer.
Como si lo sintiera, Reid se detuvo, pero vi el momento en que
respiró profundamente, su amplio pecho se expandió mientras
recuperaba el control
ntrol.

Después, curó mis heridas y me cuidó como solo Reid sabe


hacerlo. Esa noche dormí con él en su cama. No se realizó ningún
acto sexual, solo un dominante dando a su sumisa la única cosa
que ansía a cambio de dejar que la golpee. Amo a Reid tanto por
su dominio como por su aceptación, pero la aceptación es la mejor
sensación que me produce. Porque es la única persona que conoce
mis demonios, mis pensamientos enfermos y retorcidos y mis
obsesiones. Sin embargo, me acepta. Lo acepta todo. No le gusta,
pero
ro no tiene por qué hacerlo. Me quiere y me deja ser quien soy,
con ciertas condiciones. Sé que últimamente he estado rompiendo
las reglas, y él sabe que me he estado acostando con mi padre.
Supongo que también me castigó por eso, pero no ha sacado el
tema.. Yo tampoco lo he hecho porque sé que mi padre es un tema
delicado para él.

—Aquí
Aquí está el club.
Me siento en el regazo de Reid mientras me enseña fotografías
del club. Parece enorme, pero supongo que es porque está vacío.
En su estado actual, tiene paredes de color verde botella y espejos
anticuados de aspecto lúgubre. El bar parece haber visto días
mejores con su madera oscura y sus soportes para bebidas
oxidados. Es difícil ver más allá de eso, pero definitivamente
puedo decir que tiene potencial.

—Creo que vamos a tardar más de un par de meses en


conseguir que esto se vea como queremos.

—¿Pero puedes ver que quedaría muy bien?

Coloco mi brazo alrededor del suyo.

—Oh, sí, por supuesto. Veo que tiene mucho potencial, pero
necesitará mucho trabajo para conseguirlo.

Me da unas palmaditas en el culo para que me mueva, así que


me levanto con diligencia. Se dirige hacia una réplica del cuadro
El barco azul de Winslow Homer. El cuadro siempre me ha
fascinado porque los dos chicos sentados en la pequeña barca de
remos parecen estar mirando algo. Siempre me ha hecho
preguntarme qué era lo que les fascinaba tanto a ambos.

Tira del cuadro para que se abra hacia un lado y, tras él, se
descubre una caja fuerte. Introduce algunos números y sonrío
para mis adentros cuando parece que es mi cumpleaños. Supongo
que es lo único que tienen en común mi padre y Reid. Una vez
abierto, aparece un fajo de billetes y, con él, un sobre. El sobre me
intriga más que cualquier otra cosa que haya dentro.

—¿Qué es eso? —pregunto, señalando hacia él.

—No es nada —dice demasiado rápido—. Solo la escritura de


este lugar... Cosas aburridas.
Saca el dinero y se asegura de cerrar la puerta tras de sí. No
quiere que me entere del sobre, lo que hace que quiera saber aún
más sobre el. Sin embargo, no lo cuestiono. Tal vez algún día
llegue a saber lo que hay dentro.

—Tenemos aquí cerca de cuatrocientos sesenta mil. El dueño


del club pide doscientos sesenta, pero creo que puedo conseguir
que baje a doscientos veinte. Podríamos pagar en efectivo, que es
lo ideal para él. Dudo que rechace la oferta. Una vez pagado,
podemos reservar entre sesenta y setenta para la reforma y vivir
del resto. ¿Qué te parece?

Le sonrío.

—Parece que lo tienes todo resuelto.

Se acerca y me pone una mano en la espalda. Hago una


pequeña mueca de dolor, ya que todavía me duele lo de ayer.

—Lo siento —dice, moviendo su mano hacia mi cintura—.


Sigues conmigo en esto, ¿verdad? —Asiento con la cabeza—. En
algún momento, vas a tener que dejarlo ir, Scarlet. Es toxico.

Vuelvo a asentir con la cabeza, sabiendo que tiene toda la


razón.

—Lo sé. Al final lo conseguiré.

—Llegar allí implicará que les muestres las imágenes y que


cortes todos los malditos lazos mudándote conmigo y
convirtiéndote finalmente en mía. Tú y yo sabemos que tiene
sentido. —Me besa la cabeza y vuelve a sentarse.

Lo observo mientras mira de nuevo las fotografías mientras se


sienta en el borde de la mesa.

—He descubierto algo mientras estabas fuera. Fue la razón por


la que te llamé.
Su atención se aparta inmediatamente del portátil y se centra
en mí.

—¿Qué era?

—Hace unos días me encontré con un viejo amigo del colegio


mientras tomaba un café. Me dijo que sospechaba que pasaba
algo en casa y llamó a los servicios sociales.

La postura de Reid se pone rígida al mencionar que los


llamaron.

—¿Y qué pasó?

—Vinieron y hablaron conmigo. Sin embargo, no era realmente


a mí a quien le hablaban.

Reid frunce el ceño por un momento, pero entonces se le ocurre


algo. La ira pura aparece en su cara.

—¿Amber? —Asiento con la cabeza—. ¡Maldita perra! —Golpea


la mesa con el puño y se levanta—. Se aseguraron de cubrir todas
las bases, ¿no? En qué maldita familia te has criado. Pensaba que
la puta drogada de mi madre ya era bastante mala, pero tu familia
se lleva el premio mayor. —Se vuelve a sentar y me hace un gesto
para que me siente en su regazo. Hago lo que me pide, y él me
rodea la cintura con la mano y entierra su cabeza en el hueco de
mi cuello.

—Véngate y hazlo bien. No te contengas cuando les muestres


las imágenes. Todos ellos se merecen lo que se les viene encima.
—Suspira, alejándose—. Realmente me gustaría que pudieras
venir conmigo a Ibiza y ver el lugar. Necesito asegurarme que eres
feliz. Una parte de mí quiere esperar un tiempo hasta que sepa
que estás preparada, pero la otra parte, más grande, me dice que
tengo que alejarte de tu familia tóxica lo antes posible.

Lo rodeo con mis brazos.


—Haz lo que tengas que hacer. Estoy contigo al cien por cien.
No necesito ver el lugar. Mientras tú estés seguro, yo también.

Sonríe alegremente como un niño pequeño. Es difícil imaginar


en este momento que Reid tiene un lado oscuro.

—Tengo contactos para un abogado, y hay que hacer un estudio


arquitectónico. Quiero asegurarme que está bien antes de tomar
una decisión.

—Sabia elección.

—Me pondré en contacto con ellos hoy y veré si puedo poner en


marcha el asunto. ¿Quieres quedarte conmigo todo el día?

Sacudo la cabeza y me levanto.

—No, creo que me iré a casa. Tal vez debería hacer esa tan
necesaria limpieza antes que me lleves de repente.

Reid sonríe.

—Buena idea. —Reid se levanta y me atrae hacia él. En un


instante, sus labios están sobre los míos, dándome un beso
hechizante—. Solo recuerda que todo lo que hago, lo hago por
nosotros. Te amo, Scarlet. Nadie puede compararse. Somos la otra
mitad del otro.

Lo beso ligeramente en los labios.

—Yo también te amo, Reid. Tampoco hay nadie más para mí.

Y, en ese sentido, salgo de su despacho con el escozor de una


mentira quemándome los labios.
Capítulo 32

26 de enero de 2015

Hace poco más de dos semanas, volví a ponerme en contacto


con mi madre por primera vez en mucho tiempo. He tenido la
costumbre de desaparecer y reaparecer cada vez que surgía la
necesidad. A los dieciséis años me fui de casa y, tras unas
semanas viviendo en n un albergue para indigentes, encontré por fin
mi primer trabajo. Trabajaba para un viejo pervertido al que
parecía gustarle que le diera baños en ocasiones regulares. Los
baños pronto se convirtieron en manoseos,, que luego se
transformaron en pajas y lue
luego
go en follar con él. No me importaba,
ya que me pagaban un extra por estas pequeñas actividades.
Ahorré como una loca y al final conseguí hacer un depósito para
encontrar un lugar donde vivir. Entonces, me encontré con mi
madre por primera vez en años, y e ella,
lla, tras el shock de
encontrarme -yy una larga charla
charla- me contó todo sobre su vida con
su nuevo marido. Era el director general de una importante
empresa de marketing y, como tal, era muy rico. Tenía una casa
con piscina en la que yo era más que bienvenida a vivir, así que
aproveché la oportunidad. Me alegré que dejara a mi padre y me
intrigó más de la cuenta conocer a su nuevo marido.

A los veinte años, me fui de la casa de la piscina con todo el


dinero que había acumulado trabajando de camarera y de
barman. Al final, me conseguí mi propio lugar y empecé a hacer
trucos. Un año después, conocí a Reid, y él es la razón por la que
estoy aquí hoy.

Mi padre ha estado viendo mucho a Amber, pero no ha tenido


mucho trato con mi madre. Eso fue hasta que Amber se casó con
este tipo, Porter. Parece un poco tonto, pero sexy de todos modos.
Saber que era fácil de ver hizo que planear todo fuera mucho más
sencillo.

Estoy trabajando en mi regreso a la familia. Al principio no


demasiado, ya que quiero dar a todos una falsa sensación de
seguridad. Asistiré a alguna fiesta, evento o cena familiar solo
para mantener la pretensión. Por eso estoy aquí hoy.

Es el cuarenta y cinco cumpleaños de mi padre, y va a dar una


gran fiesta en un lujoso hotel del centro de Londres para
celebrarlo. Algunas personas han reservado habitaciones allí, pero
sé que no será necesario. Tengo el presentimiento de cómo va a
terminar esta noche, y estoy más que dispuesta. He tenido años
para practicar cómo actuaría una vez que por fin me reencontrara
con mi padre. Tengo la sensación que se va a sorprender con lo
que encuentre.

Con una sonrisa de oreja a oreja, me dirijo a las puertas del


enorme salón, que puede albergar hasta quinientos invitados. Una
joven me pregunta si tengo una invitación, así que, con una
sonrisa, la saco de mi bolso y se la enseño. Me sonríe y me hace
un gesto para que pase. Le doy las gracias y, con un movimiento
de caderas, atravieso las puertas dobles.

Echo un vistazo a mi alrededor. Hay mucha gente, pero de


momento no veo a mi familia por ninguna parte. Hay bastantes
parejas de mediana edad, y me doy cuenta que los hombres se
fijan en mí. Llevo un vestido rojo oscuro ceñido a la figura que
combina con mis tacones negros y rojos. A mi padre siempre le ha
gustado que me vista de rojo, así que esta noche es especialmente
para él. Voy a ser su regalo de cumpleaños perfectamente
envuelto.

Mientras me alejo, un hombre se acerca a mí con una bandeja


de champán. Recojo mi copa y le doy las gracias antes de volver a
centrar mi atención en la sala. Pronto veo a Amber hablando con
nuestro padrastro, David. Me hace sonreír que esté aquí. Muchas
veces ha intentado quedarse a solas conmigo, pero hasta ahora no
lo ha conseguido. Sé que volvería a tener una aventura conmigo
en un abrir y cerrar de ojos, pero ya no me interesa David. Él es
historia antigua. Es mi padre quien va a acaparar toda mi
atención esta noche, y esta noche la voy a aprovechar.

—Scarlet, me alegro que hayas podido venir —canta Amber. Ya


parece estar achispada—. Papá se alegrará mucho que hayas
venido. No te ha visto en mucho tiempo.

Me doy cuenta que David frunce el ceño, así que lo miro


especulativamente. ¿Qué puede saber él que yo no sepa? ¿Le
molesta la idea que mi padre se emocione al verme?

No tengo tiempo para pensar en esto, ya que Amber está


esperando algún tipo de respuesta por mi parte.

—Estaré deseando verlo entonces. —Amber sonríe, así que sé


que esta noticia la emociona de alguna manera. Nuestra familia es
extraña. Es casi como si tuviéramos que ser vistos como esta
familia perfecta en una burbuja perfecta para encajar en el mundo
perfecto. Nuestra familia está lejos de ser perfecta. Con el
abandono de mi padre, mi madre comenzó a beber y nunca miró
atrás. De hecho, estaba tan borracha la mitad del tiempo que no
sabía lo que pasaba bajo su propio techo. Amber era igual de
ignorante. Creía que el sol salía del culo de papá.

Miro a mi alrededor para parecer interesada.

—¿Dónde está entonces?


Amber mira a su alrededor conmigo, pero de momento no le
hemos visto.

—Tal vez esté mezclado con sus amigos corredores de apuestas.


Así es como los llamo. —Empieza a reírse. Sí, está bastante
borracha.

—¿Dónde está Porter?

Pone los ojos en blanco.

—Tuvo una emergencia informática en alguna empresa de


Whitechapel. Es molesto, pero le pagan bien por ir a las primeras
de cambio.

Sonrío.

—Obviamente tiene una buena reputación si lo querían


específicamente.

Da un sorbo a su bebida, moviendo la cabeza de un lado a otro


como si esto la aburriera.

—Eso es lo que supongo.

—Entonces, ¿cómo has estado? —pregunta David, cortando la


conversación.

Me giro hacia David y veo la concentración grabada en su


expresión. Es como si tratara de resolver un acertijo en su cabeza.

—He estado bien, gracias. Estoy más establecida en la vida. Por


fin tengo una dirección.

David sonríe, pero Amber interrumpe.

—Es bueno saberlo. Eras tan quisquillosa de pequeña. Siempre


tan malhumorada y callada. —Me muerdo el labio con tanta
fuerza que casi me sale sangre. Amber estaba tan jodidamente
ciega. Por supuesto que todo era culpa mía. Crecí pensando que
tenía algo malo en mí porque era yo quien elegía—. Y entonces,
ella simplemente se levantó y desapareció un día. Sin decir nada.
Ninguna llamada. Nada.

Frunzo el ceño.

—¿No te lo ha dicho papá?

—¿Decirme qué?

Aprieto los dientes.

—Lo que pasó el día que desaparecí.

Suspira como si la frustrara. Siempre se ponía así cuando


sacaba a relucir cualquier cosa remotamente mala sobre nuestro
precioso padre.

—Papá también desapareció. Mamá y yo pensamos que habían


salido juntos. Cuando llegó a casa, parecía frenético. Le
preguntamos a papá qué le pasaba y parecía algo confuso. Nos
preguntó si estabas en casa o si habías llamado. Cuando le
dijimos que no, dijo que habías desaparecido y que había estado
buscándote toda la noche.

Empiezo a reírme. No es mi intención, pero se me escapa.


Amber, molesta por mi reacción, resopla de repente.

—¿Qué? ¿Crees que esto es divertido? Has estado desaparecida


durante dos años, Scarlet. Dos años enteros. Todos estábamos
muy preocupados por ti... especialmente papá. ¿Cómo puedes ser
tan insensible?

Me detengo bruscamente. Tengo la imperiosa necesidad de


abofetear a mi hermana, pero me contengo. Necesito quedar bien
con ella. Estoy a punto de decir algo cuando David salta en mi
defensa.
—Amber, no conoces las circunstancias por las que Scarlet
huyó. Debe haber tenido una muy buena razón.

Amber toma un trago de su bebida y hace un gesto.

—No vamos a empezar otra vez con esa mierda que papá era
malo conmigo, ¿verdad? Pensé que habíamos superado eso hace
años.

El pecho de David empieza a subir y bajar como si sus


comentarios frívolos le enfadaran.

—¿No crees que estás siendo un poco cruel?

Ella empieza a reírse.

—Eso es gracioso...

Sé que esto se me está yendo de las manos, así que le pongo la


mano en el brazo. Ella se detiene inmediatamente, mira mi mano
y luego vuelve a mirarme.

—Por favor, Amber. Lo que pasó en el pasado no lo podré borrar


nunca, pero quiero decirte que, aunque no puedo darte mis
razones para irme, las razones eran auténticas. Por favor, no me
odies por hacer algo que no tenía otra opción. Quería ser médico,
¿recuerdas? Tiré todo eso por la borda. Piensa en preguntarte por
qué lo hice. La única explicación es que debía tener una buena
razón para huir.

Ella sacude la cabeza.

—Pero, ¿por qué? No lo entiendo.

Suspiré.

—Pensé que habíamos superado esto hace años. Me metí en


algo y todo se me fue de las manos. Tuve que huir. No te
preocupes. Lo que fue ya no me afecta ahora. He crecido, y la vida
que tenía antes ya no existe. Ya no voy a dejar que eso se
interponga entre mi futuro y yo. —Es una especie de mentira, pero
cualquier tontería que le diga y que se trague es suficiente para
mí.

Parece más tranquila ahora que ve la sinceridad en mis ojos.

—No te vas a ir otra vez, ¿verdad? Mamá y papá estaban fuera


de sí la primera vez, pero cuando te volviste a ir hace un par de
años, mamá dijo que sentía que te había perdido de nuevo.

Esto me sorprende un poco, pero sé que a pesar, querer


despotricar contra Amber, tengo que hacer como si todo esto fuera
culpa mía... Que soy yo la que busca el perdón.

—Tuve muchos demonios al crecer. Solo necesitaba mi espacio


para resolver las cosas. Una vez que lo hice, volví. Prometo que
esta vez, nos mantendré juntos como una familia. Aunque nos
mudemos, siempre estaremos en contacto. Sé que he sido egoísta
y que he tenido que madurar mucho, pero siento que por fin lo he
conseguido. Eso es todo lo que puedo decir. —Pongo mi mejor
expresión de humildad, y parece que funciona. Amber se ablanda
inmediatamente conmigo.

—Debo admitir que me alegro que hayas vuelto. Mamá y papá


parecen estar mejor por ello.

Miro a David y su cara de confusión se convierte en una


sonrisa.

—Tiene razón. Tu madre ha estado mucho más feliz estas dos


últimas semanas. Debo admitir que yo también.

Justo en ese momento, se oye una voz fuerte y chillona de


fondo.

—Ahí estás. —Mi madre aparece con una gran sonrisa y un gin-
tonic en la mano, tal y como siempre la recordaba—. Te he estado
buscando. Estaba en el bar y estuve hablando con Jack Barnes, el
famoso escritor de novelas de suspenso. Hay una gran selección
de autores aquí esta noche. —Me mira y sus ojos se iluminan—.
Cariño, ahí estás. —Se acerca, me abraza y me besa la mejilla—.
Estás muy linda. Tu padre siempre decía que te mirabas
impresionante de rojo.

Sonrío.

—¿Por qué crees que me lo puse?

Pone la mano en su corazón.

—Aww, le va a encantar eso.

Oh, apuesto a que lo hará.

—¿Dónde está, mamá? —pregunta Amber, mirando de nuevo


por la habitación.

—Lo he visto hace unos quince minutos. Dijo que tenía que
hablar con su agente sobre algo y que volvería pronto... —Se
detiene de repente, mirando a un lado—. Oh, ahí está.

De repente, mi cuerpo está en alerta máxima. Estaba preparada


para verlo esta noche, pero no estaba preparada para mi reacción.
El calor me punza rápidamente la piel, bailando delicadamente
por mi columna vertebral. Siento como si unas brasas calientes
trazaran líneas por todo mi cuerpo. Por si fuera poco, miro en la
dirección en la que mira mi madre, y es entonces cuando ocurre.
Nuestras miradas se cruzan, y así me tiene. Por un momento, me
siento como una niña de nuevo, atrapada en la mirada de mi
padre. Sonríe mientras se dirige hacia nosotros. Su cabeza se
inclina ligeramente hacia un lado mientras me mira. No me mira
de forma pervertida porque se cuida de no hacerlo. Pero lo veo en
sus ojos. El poder, el deseo y la necesidad imperiosa que siempre
tuvo de controlar siguen ahí.
Cuando se acerca, mi respiración se acelera y mi corazón
empieza a latir con fuerza. Con sus fríos y calculadores ojos
marrones, su cabello negro azabache y su traje negro -supongo
que de Armani-, domina la habitación con una elegancia que
nunca había visto.

Sin previo aviso, mi estómago se retuerce mientras la lujuria me


recorre. Estaba preparada para desearlo esta noche. Estaba
preparada incluso para disfrutarlo. Pero no estaba preparada para
que mi cuerpo reaccionara ante él de la forma en que lo hace. No
estaba preparada para buscarlo tan desesperadamente.

—Scarlet. —Siempre decía mi nombre así... Como si fuera un


símbolo musical bailando en su lengua. Se acerca para darme un
beso en la mejilla, tocando ligeramente mi codo en el proceso
cuando una corriente que no esperaba me atraviesa. El beso casi
me escuece en la mejilla, pero pronto lo olvido cuando aspiro su
aroma varonil y almizclado. Estoy segura que él también puede
sentirlo... la electricidad en el aire entre nosotros. No reacciona a
ello. El único indicio es que aparta brevemente la mirada y se
aclara la garganta—. Me alegro mucho que hayas podido venir.
Estás muy hermosa.

—Gracias —digo, sonriendo. Le entrego una pequeña bolsa de


regalo—. Feliz cumpleaños.

Su sonrisa se ilumina de nuevo. Es la misma sonrisa que le


permite salirse con la suya, la sonrisa de la mantequilla que no se
derrite en la boca.

—Gracias.

Mi padre abre la bolsa y empieza a descubrir una caja. La abre


y pone cara de sorpresa cuando ve el reloj Rolex que le he
comprado.

No se han escatimado gastos para papi.


Sacude la cabeza con una sonrisa.

—Vaya, esto es... muy considerado.

—Lee la parte de atrás —le digo.

Gira el reloj y todos miran instintivamente para intentar ver la


inscripción, pero mi padre la lee en voz alta de todos modos.

—Feliz cumpleaños. Con amor de tu hija, Scarlet.

Mi padre simplemente me mira, y mi madre empieza a moquear.

—Oh, Scarlet, es precioso. —Puedo ver las lágrimas en los ojos


tanto de Amber como de mi madre, pero no me importan sus
reacciones. Estoy esperando la suya.

—Gracias —dice, colocándolo en su muñeca y besándome de


nuevo en la mejilla.

—De nada —respondo tímidamente, y obtiene la respuesta que


busco. Le encanta verme vulnerable. Se alimenta de ello. Supongo
que su polla está dura como una piedra al pensarlo, pero no me
atrevo a mirar hacia abajo para confirmar mis sospechas.

—Scarlet se puso ese vestido de color para ti, Richard. Recuerda


que te gustaba verla de rojo.

Me enarca una ceja. Me doy cuenta que esto le agrada mucho.

—¿De verdad?

Me sonrojo, pero con la intención de hacerlo. De nuevo, sé que


va a estallar pronto. Hace varios años que no tiene este nivel de
poder sobre mí. Por ahora, quiero que lo tenga. Por ahora, quiero
que arda tanto con él que no tenga otra alternativa que actuar.

—¿Vamos a tomar algo al bar? —pregunta mi madre a David y a


Amber.
Amber asiente con entusiasmo, pero David parece reacio a irse.
Le sonrío, animándole para que se vaya. No sabe que en realidad
quiero estar a solas con mi padre. Hace tiempo que no tenemos
una pequeña charla padre-hija.

Mi madre se las arregla para arrastrar a un reticente David,


dejándome sola y a merced de mi padre. Al principio no dice nada.
En lugar de eso, se limita a mirarme fijamente, con la misma
mirada depredadora que antes me provocaba pesadillas. Ahora, lo
único que quiero es caer de rodillas y darle placer.

Mientras se acerca, intento controlar mi respiración. No quiero


que vea lo mucho que me está afectando sexualmente. Quiero que
vea el miedo, quiero que vea la ira y quiero que vea la niña
vulnerable que solía ser.

—Ha pasado un tiempo. —Asiento con la cabeza—. ¿Dónde has


estado?

—Estuve un tiempo en un albergue para indigentes hasta que


conseguí un trabajo cuidando a un anciano. Como sabes, un par
de años después, viví con mamá y David.

—Sí. No estaba mucho por aquí entonces.

—He oído que has pasado un tiempo en los Estados Unidos.

Asiente con la cabeza.

—Necesitaba viajar para investigar. Eso y el hecho que estaba


consiguiendo un agente por ahí.

—¿Cómo van tus libros?

Agarrando mi codo de nuevo, se acerca para susurrar:

—Aunque esta charla es agradable, sé que todo lo que estamos


haciendo es eludir el tema.
Fingiendo ignorancia, empiezo a tartamudear.

—¿Qué tema?

—Me dejaste. Justo cuando las cosas iban bien entre nosotros,
te fuiste.

Ahora es el momento de la ira.

—¿Crees que empujarme por las escaleras y casi matarme era


que estábamos bien juntos?

Haciéndome callar, me agarra del hombro con fuerza y me atrae


hacia él.

—¿Tengo que llevarte a un lugar más privado? —Niego con la


cabeza y veo cómo la decepción cruza por su cara—. Pues
entonces, baja la voz.

Cuando ambos estamos más tranquilos, vuelve a hablar.

—¿Vas a contarme lo que está pasando en tu vida?

—Estoy trabajando para alguien en una empresa de


investigación privada.

Parece aburrido.

—¿Estás viendo alguien?

Quiero sonreír, pero me las arreglo para no hacerlo.

—No, no estoy viendo a nadie.

—¿Has visto a alguien... desde que te fuiste de la casa?

Quiere decir desde él, pero nunca se atreve a pronunciar las


palabras.

—¿Qué es lo que quieres que diga?


Aprieta los dientes.

—No te pongas frívola conmigo. Solo responde a la pregunta.

—¿Por qué es tan importante para ti?

—Porque lo es, joder —gruñe, perdiendo un poco los nervios.


Una pareja que está a nuestro lado se da cuenta y se gira para ver
a qué viene el alboroto. Mi padre se endereza y se dirige a ellos con
una sonrisa—. Lo siento.

Vaya, vaya...

Parece que la frialdad de mi padre disminuye tras solo cinco


minutos en mi compañía. Me doy cuenta que tiene años y años de
frustración, ira y deseo reprimidos en la boca del estómago.

—No, no he estado con nadie más —miento. Quiero que piense


que durante los últimos años todavía le pertenezco de una forma
un tanto morbosa.

Me enorgullece la sonrisa que me dedica. Es casi una de logro...


de autoimportancia. Es narcisista de la manera más jodida
imaginable.

—¿Y tú? —Parece sorprendido cuando le pregunto. Me interesa


de verdad su respuesta.

Me mira fijamente durante un momento, y puedo ver la intriga y


la confusión. También se está preguntando si debe decírmelo o no.

—He tenido algunas citas con mujeres, pero...

—¿Ellas no eran yo? —respondo por él. Me estoy volviendo


atrevida y debería bajar un poco el tono. Parece que no puedo
evitarlo ahora que estoy aquí con él y estamos en un lugar
público. Es casi como si el pequeño demonio que hay en mí
quisiera presionar sus botones. Tengo que mantener la
concentración. Tengo que mantener la calma... incluso la
debilidad—. No debería haber dicho eso. Tal vez debería ir… —
Hago un movimiento para alejarme, pero él me agarra del brazo tal
y como esperaba.

—No sé qué pasa contigo, Scarlet. Pareces asustada, pero


también segura de ti misma. ¿Cuál es?

Me vuelvo hacia él y cierro brevemente los ojos.

—Intento ser fuerte ante ti. Ya no soy la niña que era antes.

Me mira con ojos de complicidad.

—No, definitivamente no lo eres.

Estoy a punto de decirle que lo que dice es inapropiado cuando


un hombre, que parece tener unos cincuenta años, se acerca a él.

—Richard, ahí estás, viejo amigo. Te he estado buscando. Tengo


un pequeño regalo que creo que te gustará. —Le sonríe
alegremente y luego se da cuenta que estoy allí—. Oh, me
disculpo. No me di cuenta que estabas ocupado.

La forma en que dijo "ocupado" fue como si mi padre estuviera


haciendo algo sucio conmigo. Mi padre sonríe, sacudiendo la
cabeza.

—Bill, esta es mi hija, Scarlet. Scarlet, este es un muy buen


amigo mío, Bill. Es el dueño de la editorial de mis libros.

Bill, girándose completamente hacia mí, toma mi mano y la


besa.

—Qué hija más bonita tienes. —Luego le da un codazo a mi


padre—. Apuesto a que defendías a los lobos cuando era una
adolescente, ¿eh?

Casi me ahogo con la bebida. Él ve la ironía y sonríe.


—Sí, podría decirse que sí.

Bill frunce el ceño.

—Sé que mencionaste que tenías otra hija, pero esta es la


primera vez que la veo. ¿Dónde se ha estado escondiendo?

Sonrío.

—He estado un poco ocupada, eso es todo. Ahora estoy


dedicando tiempo a la familia. Eso es lo que cuenta por encima de
todo.

Bill hace un gesto de reconocimiento.

—También tienes mucha razón. Sé que eres joven, pero nunca


debes olvidarte de los que amas. Conocí a un tipo, buen amigo
mío. Trabajaba hasta los huesos noche tras noche para mantener
a su familia. Un día, cuando iba en bicicleta al trabajo, tuvo un
repentino ataque al corazón y murió. —Sacude la cabeza—. Qué
desperdicio. —De repente, agarra el hombro de Richard—. De
todos modos, he venido a robarte cinco minutos. No te importa,
¿verdad?

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—No, claro que no. Por favor, hazlo.

Veo cómo se alejan y me doy cuenta que mi padre no quiere


dejarme ahora que me tiene.

Durante las siguientes dos horas, me mezclo mientras bebo un


par de copas de champán. Quiero estar un poco achispada, pero
no borracha. Necesito ser plenamente consciente una vez que
tenga a mi padre a solas. Cómo voy a hacerlo es una incógnita.

Pronto surge una oportunidad.


—¿Puedes venir conmigo a mi habitación de hotel? Quiero
enseñarte algo. —Una Amber muy borracha me agarra del brazo y
empieza a arrastrarme antes que tenga la oportunidad de
contestarle.

—No hay necesidad de arrastrarme. —Me rio mientras ella


pulsa el botón del ascensor.

—Estoy ansiosa por mostrarte.

Vuelvo a reírme.

—Me doy cuenta.

Entramos en el ascensor y ella pulsa el botón del último piso.


Levanto una ceja. Debe tener una de las habitaciones caras.

El padre debe de hacer todo lo posible por su hija.

Cuando la puerta del ascensor suena y se abre, me recibe un


pequeño pasillo y una sola puerta. Vuelvo a fruncir el ceño.

—¿Estás en la suite del ático? —Llama a la puerta y se gira


hacia mí—. No... pero papá sí.

—Cariño —dice, abriendo más la puerta—, gracias por traerla.

Le sonríe dulcemente y le besa la mejilla.

—De nada, papá. —Mientras se da la vuelta para alejarse, me


aprieta el hombro—. Solo quiere hablar contigo.

La observo mientras vuelve al ascensor y no puedo evitar


preguntarme lo ciega que es. Podría reírme, pero el hecho que me
haya traído hasta aquí, sabiendo que he acusado a nuestro padre
de cosas, es más que normal. Prácticamente me está ofreciendo en
bandeja al león que está en la puerta con el cuchillo y el tenedor
preparados.
—¿Vas a entrar? —Mi padre me hace un gesto para que dé un
paso adelante, pero dudo a propósito—. No te preocupes. No voy a
hacerte daño. Solo quería que tuviéramos la oportunidad de
hablar en privado. —Me muerdo el labio y me muevo
nerviosamente, señal inequívoca de nerviosismo. No estoy nada
nerviosa. De hecho, estoy en llamas.

Paso con cautela por el umbral y noto que mi padre respira


entrecortadamente. Ya está excitado con esto. Ya siente el control.
Una parte de mí quiere que actúe ahora, pero sé que querrá
trabajar un poco antes de hacerlo. Me pregunto cuánto tiempo
será capaz de aguantar antes de estallar.

Una vez que la puerta se cierra detrás de nosotros, contemplo la


extensión de la sala de estar con dos enormes ventanas con vistas
a Londres. Por un momento, me olvido de dónde estoy y me acerco
a ver las vistas que tengo ante mí. Puedo ver el Shard y el London
Eye con bastante claridad desde aquí arriba.

Se me pone la piel de gallina cuando mi padre se pone a mi lado


y me da una copa de champán.

—Es una gran vista, ¿verdad?

Asiento con la cabeza, mirando tímidamente al suelo y


arrastrando los pies.

—Sí, es preciosa —respondo, un poco sin aliento.

—Pareces nerviosa.

Finalmente lo miro.

—¿Puedes culparme?

Simplemente se encoge de hombros.

—Supongo que puedo concederte eso. —Mueve los hombros,


mostrando sus músculos bien definidos. Ya no tiene puesta la
chaqueta del traje. Está de pie con una copa de champán en una
mano, y su otra mano descansa muy despreocupadamente en su
bolsillo. Me doy cuenta que sigue llevando mi reloj. Odio decirlo,
pero le sienta bien. De hecho, todo su atuendo le sienta bien. Es
evidente que se mantiene en buena forma para un hombre de
cuarenta y cinco años.

—¿Es difícil de creer que simplemente quiero hablar?

Aparto mis ojos lascivos de su cuerpo. No puedo dejar que vea


que quiero que me folle. Sé que se muere por abalanzarse sobre
mí, pero hasta ahora se muestra reservado.

—¿Qué es lo que quieres que diga? ¿Qué hay que decir?

Da un sorbo a su bebida y la deja con cuidado sobre la mesa.


Todavía no hace ningún movimiento hacia mí, pero sé que se
muere por hacerlo.

—¿Me has echado de menos?

Me río un poco.

—¿Me has traído aquí para preguntarme eso? —Hago un


movimiento para irme, pero él se interpone en mi camino.

—¿Es una pregunta tan difícil de responder? Después de todo,


eres mi hija.

—El pasado es algo que me esfuerzo por olvidar.

Arquea las cejas.

—¿De verdad? ¿Acaso soy tan fácil de olvidar?

—Creo que sabes la respuesta a esa pregunta. —Todavía no ha


hecho ningún movimiento, y me pregunto por qué. Tal vez le gusta
prolongar la agonía un poco más. Tal vez, para él, esto es un juego
previo. Para mí también lo es, pero ya me está cansando. Necesito
que actúe pronto.

—¿Me crees cuando te digo que te he echado de menos? ¿Que a


menudo sigo pensando en ti? —Trago con fuerza y me lamo los
labios. Otro acto de nerviosismo, pero uno que quiero que vea. Mis
nervios y mi vulnerabilidad serán su afrodisíaco—. Todavía pienso
en lo que hiciste. Intento que no me enfade, pero lo hace. Ya
habría cumplido siete años. ¿Lo sabías? ¿Te has parado a pensar
en eso?

No pensé que mi padre tardaría mucho en sacar a relucir a


nuestro bebé.

—¿Y te has parado a pensar qué hubiera pasado si hubiera


tenido a nuestro hijo? Podría haber tenido anormalidades.

—No habría tenido ninguna.

—¿Cómo lo sabes?

Suspira con frustración.

—Simplemente lo sé, ¿de acuerdo? —Respira profundamente


otra vez, mirándome fijamente a los ojos—. Te llevaste algo que no
he podido recuperar.

Empiezo a retorcerme las manos... Mi jadeo es muy visible para


él ahora.

—¿Me dejarías ir si quisiera?

Hace un gesto hacia la puerta.

—Si eso es lo que deseas.

Dejo la bebida en el suelo y empiezo a caminar hacia la puerta,


pero cuando paso junto a él, me agarra del brazo y me aprieta con
fuerza. Me esfuerzo por ocultar la sonrisa que quiere surgir. La
bestia está creciendo. Por fin estoy viendo a su verdadero yo.

—Me dijiste que podía irme.

Mi respiración es agitada mientras él inhala mi aroma. Me


acerca, acercándose cada vez más a mi oído antes de susurrar:

—Mentí.

Jadeando, me quito el brazo de encima, pero pronto me rodea el


cuello con la mano y me empuja hacia la mesa del comedor. Una
vez allí, su agarre se intensifica mientras respira con fuerza contra
mi boca.

—¿Sabes cuánto tiempo he estado esperando esto?

—¿Por qué haces esto? —pregunto con voz temblorosa. Mi


adrenalina está bombeando y también mi coño. Esto antes me
asustaba, pero ahora estoy viva de deseo. Quiero que saque su
polla y me folle sin tapujos. De hecho, lo necesito.

—¿No te lo ha dicho nadie, Scarlet? Hoy es mi cumpleaños y tú


eres mi maldito regalo. Eres el único regalo que he querido esta
noche. Además, me lo debes. Me debes todo lo que me quitaste.

Empieza a besarme y a morderme el cuello, gimiendo a medida


que avanza. Está muy excitado, y yo también. Pero no se lo
demuestro. En lugar de eso, gimoteo, intentando disimular mis
gemidos.

Intento desenredarme de su agarre, así que me agarra de las


muñecas, forzándolas detrás de mi espalda. Grito y veo cómo se le
dibuja una sonrisa en la cara.

—Esto puede hacerse por las buenas o por las malas. ¿Qué vas
a elegir? —Dejo de forcejear y finjo ser el corderito asustado que él
espera que sea—. Sabia elección. —Mira hacia abajo y, con ambas
manos, empieza a subirme el vestido y a recorrer mis piernas con
sus manos—. Joder, he echado de menos estas piernas. —Se
separa de mí de repente y me mira fijamente. Estamos
completamente en sintonía mientras los dos respiramos con
dificultad mientras seguimos mirándonos a los ojos. Cree que mi
reacción se debe al miedo, pero pronto descubrirá lo equivocado
que está.

—Quítate el vestido. —Niego con la cabeza, haciendo que se


enfade—. Quítate el maldito vestido. Por las buenas o por las
malas, ¿recuerdas, Scarlet? Puede que ya no seas una niña, pero
todavía me perteneces. Quítate el vestido.

Obligando a mis manos a temblar delante de él, empiezo a


desabrochar lentamente la cremallera de mi vestido. Él observa
con interés cómo empiezo a bajar un lado de mi hombro y luego el
otro. Cuando le descubro mi sujetador de satén rojo, sus ojos se
abren de par en par con aprecio. Puede que intente parecer la
víctima, pero hay algo que no puedo ocultar, y es la humedad
entre mis piernas. Una vez que empujo el vestido al suelo, me
desprendo de él y me quedo solo con el sujetador, las bragas y los
tacones. Mi padre empieza a desabrocharse la camisa y hace un
gesto hacia la puerta de al lado.

—Ahí dentro. Ahora. —Mis ojos miran en dirección a lo que


debe ser la puerta del dormitorio, pero no me muevo—. No me
hagas repetirlo. —Se acerca a mí, me agarra por el cabello y me
empuja hacia su habitación. Con una patada a la puerta, la abre,
revelando una enorme cama king size. Este escenario habría sido
muy romántico si no lo hubiera sabido.

Dejo que me obligue a subir a la cama antes de girarme hacia


él. Se ha quitado la camisa y se está desabrochando los
pantalones. Pronto los tira al suelo y se me revela todo él. Miro
fijamente su polla. Es larga y dura, tal como la recordaba. Me
resisto a la tentación de lamerme los labios antes de volver a subir
los ojos para encontrarme con los suyos. Me sonríe con una
mezcla de lujuria y control bailando en sus ojos. Se acerca a mí,
me agarra de la pierna y me empuja hasta el final de la cama.
Grito, intentando alejarme de él, pero lo único que hace es
acercarme al borde.

—Por favor —le ruego—. Por favor, no lo hagas. —Las palabras


que sé que no significan nada para él salen de forma natural como
una obra de teatro cuidadosamente orquestada. Estoy donde él
quiere que esté: completamente a su merced.

Con mis piernas abiertas hacia él, mi padre me abre primero el


sujetador antes de agarrarme y apretarme el pezón. Grito, una
mezcla de placer y dolor que me abrasa. Empieza a perder la
calma cuando la lujuria se apodera de él. Su mano se mueve por
todo mi cuerpo, explorando cada pedazo de piel que no ha visto en
todos estos años.

Una vez que ha cubierto todas las bases, su mano baja,


agarrando mis bragas, y de un tirón, me las quita también. Lo
único que tengo puesto son mis tacones.

Mordiéndome el labio para ocultar mi sonrisa, uso mi pie


derecho para clavar mi tacón en su espalda y rascar desde sus
caderas hasta debajo de su brazo. Mi padre arquea la espalda,
gritando de dolor, y con un rápido levantamiento de la mano me
da una fuerte bofetada en el rostro.

Me agarra la garganta de nuevo, empujándome sobre la cama.

—Te lo dije, Scarlet. —Me agarra el pezón de nuevo, apretando


con fuerza. Grito, pero una mano pronto cubre mis gritos—.
Siempre quisiste luchar contra mí, pero ¿adivina qué? Sigo siendo
tu dueño. Soy dueño de cada parte de ti. Esto es solo un
calentamiento. Tengo planes para ti toda la noche.
Con esa última palabra, me penetra con fuerza y echa la cabeza
hacia atrás.

—¡Joodeer! —grita con un alarido prolongado. Yo también grito,


pero no de dolor. Es de pura felicidad sin adulterar.

Conmigo cuidadosamente situada en el borde de la cama, mi


padre se levanta, me sujeta las piernas y empieza a penetrarme.
Oigo sus gemidos y sus jadeos, y me desespero por igualarlos,
pero me mantengo firme.

—Detente —digo, mirando hacia otro lado.

—Mírame, Scarlet. —Mantengo la cabeza quieta—. Mírame. —


Giro la cabeza y nuestros ojos se fijan. Algo pasa entre nosotros.
No sé qué es, pero no me separo. Es casi como si me hubiera
hechizado—. ¿Sabes lo malditamente bien que te sientes? Este es
el lugar al que perteneces. Este es el lugar al que siempre has
pertenecido. —Sus movimientos son más rápidos y su respiración
también. Con cada empuje, gime, jura y dice mi nombre. Es casi
como si estuviera poseído por mí, y yo me deleito en esta burbuja
en la que estoy con él. Estoy flotando en lo alto de una nube
donde todo lo que puedo sentir es a él. Todo lo que quiero sentir
es a él.

El sexo, durante mucho tiempo, ha sido mi arma, pero esta


noche, he permitido que se cambien las reglas. Aunque
técnicamente lo estoy permitiendo, mi padre es de nuevo el que
tiene todo el poder. Sin embargo, en lugar de asustarme o
enfadarme, me hace explotar en un orgasmo, revelándole por fin
mis verdaderos sentimientos. Intento contenerme, pero cuanto
más empuja sus caderas dentro de mí y más oigo lo bien que le
sienta, menos puedo contenerme.

—Joder, Scarlet. Me voy a correr.


Sus palabras son como un catalizador que me hace estallar.
Pierdo el control, echo la cabeza hacia atrás y grito mi liberación.
Lo hago en voz alta, pero no puedo evitarlo. Llevo tanto tiempo
intentando contener lo que siento que mi cuerpo me está
alcanzando. Nos juntamos en perfecta armonía, y esta vez no
oculto lo que siento de verdad.

—¿Qué mierda? —pregunta, con la mirada perdida. Su


respiración es agitada mientras se cierne sobre mí. No puede creer
que haya tenido un orgasmo por su culpa.

Cierro los ojos, pero no dejo que mi sonrisa desaparezca.

—Vaya. Realmente no sabía lo que me estaba perdiendo,


¿verdad? Tienes que estar de acuerdo en que ha sido bastante
espectacular. Bien hecho. Has mejorado en esto.

Se aparta de mí y empieza a sacudir la cabeza. Me mira como si


me hubiera vuelto loca.

—¿Qué te pasa?

Levantándome para verle mejor, empiezo a reírme.

—Podría preguntarte lo mismo.

De repente, señala la puerta. Su respiración sigue siendo


agitada por el orgasmo. Sinceramente, no sé muy bien qué le
pasa.

—Fuera.

Con la cabeza echada hacia atrás, mis ojos se abren de par en


par.

—¿Tan pronto? ¿Pensé que íbamos a follar toda la noche?

Vuelve a señalar la puerta.


—Vete a la mierda antes que haga algo de lo que te arrepientas.

Sigo intentando ocultar mi sonrisa, pero es inútil. Giro mi


rostro, para que no me vea, y salgo con el vestido, el sujetador y
las bragas en las manos. Me visto rápidamente y, sin decir nada
más, salgo por la puerta.

Curiosamente, no volví a ver a mi padre hasta un año después.


Capítulo 34

Durante las siguientes dos semanas, todo empieza a ser


peligroso. Peligroso en el sentido que cada vez que estoy con Reid,
busco a Stuart después, y cada vez que dejo a Stuart, busco a mi
padre. Es como una adicción que tengo. Estar con uno me
confunde tanto que tengo que buscar al otro para aclarar mis
pensamientos. Al final, solo acaba por confundirme aún más. No
quiero tener los sentimientos que tengo por Stuart, así que me
acuesto con mi padre como s sii fuera una especie de recordatorio de
quién soy realmente. Cuando estoy con Reid, él me lo recuerda
claramente, y por fin siento que vuelvo a estar bien. Eso dura
hasta el momento en que Stuart me llama o envía un mensaje de
texto y me pide que salga con él o que vaya a su casa a tomar un
helado y ver una película. Él es un recordatorio de algo normal,
algo fácil, y algo que odio. Sin embargo, casi todos los días me
llama y voy corriendo. Es como si no pudiera evitarlo.

Miro fijamente las paredes mientras doy un sorbo a mi café. He


venido a la cafetería para tener cinco minutos a solas con mis
pensamientos. No estoy segura de qué voy a hacer, si es que voy a
hacer algo, pero cuanto más pienso en huir con Reid, más sencillo
y atractivo suena. Todavía está es esperando
perando la respuesta del
ingeniero estructural y del arquitecto. Sé que esto le está
molestando, pero le dije que tendría que acostumbrarse a eso allí.
Todo está hecho mañana. Mañana, mañana, como dicen.

—¿Scarlet? —pregunta
pregunta una voz familiar.
Levanto la vista y veo a Porter de pie con una taza de café en la
mano. Lleva un aspecto informal con unos jeans, una camiseta y
una gorra de béisbol. La verdad es que las gorras de béisbol le
sientan bien.

—Porter, ¿qué haces fuera tan tarde?

Sin que yo le invite, se sienta en la silla de enfrente y la acerca


un poco.

—Tenía un cliente en la calle Felmchurch. ¿Y tú? Pareces muy


pensativa.

Trato de pensar en una razón y una me golpea de inmediato.

—Estaba tratando de pensar en cómo decirles algo a ti y a


Amber. Me ha venido la regla. —Le dirijo mi mirada más
decepcionada, y me doy cuenta que lo siente de verdad.

—Es una pena. Estaba convencido que estábamos... con todo


el... ya sabes. —Siento una corriente de aire detrás de mí, y me
doy cuenta que alguien está sentado cerca, pero no miro. En lugar
de eso, acerco mi silla, dejando un poco más de espacio a quien
sea.

—Lo intentamos mucho, ¿no? —Me sonrojo.

De la nada, pone su mano sobre la mía.

—Siempre hay una próxima vez, ¿eh? Realmente me gustaría


que hubiera una próxima vez. Sé que dijiste que debíamos
olvidarlo, pero no puedo dejar de pensar en ese día. Fue
francamente lo más increíble que me ha pasado nunca.

Me muerdo el labio, intentando reprimir mi sonrisa. Es evidente


que tiene en poca estima a su mujer para hablar así conmigo. Me
inclino hacia delante e intento hacerme la hermana culpable.
—A mí también me encantó, pero no podemos. Amber es mi
hermana y se quedaría destrozada si se enterara de lo nuestro. —
Agacha la cabeza como si estuviera avergonzado, pero no siento
ninguna simpatía por él. De hecho, parece bastante patético.

—Lo sé. Solo que no sé cómo dejar de desearlo... de desearte.

Tengo ganas de suspirar por mi frustración. He venido aquí


para alejarme de toda esta mierda, pero, aun así, de alguna
manera me persigue. Con la decisión tomada, me levanto de
repente, chocando con el tipo que está detrás de mí.

—Lo siento —digo, pero vuelvo a centrar mi atención en Porter—


. Escucha, no puedo hacer esto. Vuelve con Amber. Tenemos que
olvidar lo que ha pasado. —Agarro mi bolso y me doy cuenta que
Porter quiere seguirme, pero no lo hace. Al menos me alegro de
ello.

Empiezo a caminar por la calle y llamo a un taxi para que me


lleve a casa. La brisa de la tarde golpea mi piel y me estremezco
cuando un taxi se detiene en la acera. Me dirijo a mi casa con la
cabeza en vilo. Ya es bastante agotador con mi padre, Stuart y
Reid, pero ahora tengo que lidiar con Porter. Empiezo a reírme. Yo
misma me lo he buscado.

—Perdona, amor, ¿has dicho algo? —pregunta el taxista.


Evidentemente, ha oído mi repentino arrebato.

—Nada en absoluto —respondo con una sonrisa.

Después de quince minutos, me deja y le pago al tipo. Entro en


mi casa, dejo mi bolsa y me pregunto qué haré por la noche. Miro
el reloj y veo que son más de las siete. Stuart está con su familia
esta noche y quería desesperadamente que me reuniera con ellos.
Me acobarde porque, admitámoslo, ¿por qué iba a conocer a sus
padres si no pensaba quedarme? Conocer a los padres parece algo
serio, y Stuart aún sabe que no puedo cruzar esa línea con él.
Sabiendo que Reid sigue con un cliente, resisto el impulso de
llamar a mi padre. En su lugar, me dirijo a la cocina para servirme
una copa de vino y pensar en qué cenar. A la mierda el café.
Necesito algo más fuerte.

Saco unas cuantas papas, empiezo a pelarlas y a cortarlas en


cubos. Estoy en el cuarto cuando suena el timbre.

Tomo un paño de cocina, me limpio las manos y me dirijo a la


puerta. Es mi padre. La abro para dejarle pasar cuando irrumpe,
cierra la puerta tras de sí bruscamente y me agarra por el cuello.

—¿Es cierto?

Mis ojos se desorbitan cuando me empuja hacia el salón y me


golpea contra la mesa del comedor.

—¿Es malditamente cierto?

—¿Qué? —pregunto, con la voz temblorosa. Parece un asesino.


La última vez que lo vi así fue cuando me empujó por las
escaleras.

—Tú y Porter.

Mis ojos se abren de nuevo, revelándole la verdad.

—¿Cómo has...?

Me agarra el cuello con más fuerza, casi ahogándome.

—La gente debería vigilar los trapos sucios que lavan en los
cafés —gruñe.

—¿Eras tú?

Me suelta el cuello y empieza a pasearse por el suelo.

—Dime por qué antes que te arranque la maldita cabeza.


Por primera vez en mucho tiempo, siento realmente miedo,
estando allí delante de mi padre. Me hace enfadar. Realmente
enfadada.

—Le dije a Amber lo que me hiciste y no hizo nada. Nada. —


grito.

Deja de pasearse y da dos pasos hacia mí. Sus ojos están llenos
de nada más que veneno.

—¿Así que decidiste follarte a su marido?

—Se lo merecía.

—¡Es mi maldita hija! —grita.

—¡También yo!

Se acerca más.

—No, no lo eres. Nunca fuiste mi hija. Fuiste el producto de una


aventura de una noche con un maldito delincuente. Y te has
vuelto igual que él, puta de mierda.

A pesar de mi miedo, me mantengo firme.

—¿Crees que no lo sabía? —Se gira hacia mí con interés—. Los


oí a ti y a mamá hablar en el hospital. Lo he sabido desde
entonces. Por alguna razón, siempre me lo ocultaste. Por alguna
razón, querías que me sintiera mal del estómago cada vez que me
forzabas —le gruño—. Me follé a David cada vez que pude.
También me follé a Porter, y me encantó cada maldito segundo. No
me importa si eso me convierte en una puta. Mi propia familia me
jodió, así que ahora es mi turno.

Su puño conecta con mi rostro antes que tenga la oportunidad


de reaccionar. Un dolor punzante me abrasa la mejilla mientras
caigo al suelo. Me agarra y me levanto pataleando y gritando,
intentando arañar su cara.
—¡Maldita perra! —Con un fuerte apretón de mi mano, empieza
a desgarrar mi vestido y luego mi sujetador y mis bragas—.
¿Recuerdas aquella vez que tuve que darte una lección? Ahora vas
a recibir esa puta lección, y una vez que haya terminado, te
vendrás a casa conmigo. No me importa si tengo que encerrarte en
mi casa para siempre. Eres mía y no volverás a desobedecerme.

El miedo me sube por la piel. Sé lo que va a hacer, y recuerdo el


dolor agonizante cuando lo hizo antes. No he dejado que nadie me
folle ahí porque solo pensar en ello me produce un miedo
indescriptible.

—¡No, no, no! —grito.

Agarrándome el rostro, me echa la cabeza hacia atrás hasta que


golpea contra la mesa. Todo se vuelve negro por un momento,
robándome la vista. Cuando vuelvo en mí, mi padre se desabrocha
los pantalones y me levanta las piernas para poder penetrarme.

Empiezo a llorar. Por primera vez desde que me enteré de la


traición de mi familia, empiezo a sollozar de pena. Vuelvo a tener
catorce años... Vuelvo a ser la adolescente solitaria y vulnerable
con nada más que sufrimiento en su corazón. Puede que haya
conseguido algún tipo de poder, pero fui estúpida al creer que
alguna vez podría ser yo la que mandara. Él está y siempre estará
al mando.

—¡Por favor, no! —Vuelvo a gritar cuando empieza a empujar


dentro de mí. Siento el pinchazo. Siento las calientes punzadas de
dolor cuando se abre paso dentro de mí. Intento apartarme,
intento moverme para alejarme de esta sensación. Es inútil, ya
que me tiene encerrada así.

—Estás tan malditamente apretada. —Pone una cara como si


también le doliera. Sin lubricación, debe estarlo. Estoy en agonía,
así que ¿por qué está haciendo esto?
—¡Detente! —jadeo mientras empuja más profundamente,
causando más dolor abrasador en mi columna.

—Eres mía, Scarlet. De nadie más que de mí, y hasta que te des
cuenta, te mantendré encerrada donde nadie pueda llegar a ti.
Nadie puede marcarte más que yo. He sido demasiado blando
contigo. —Me empuja más adentro, y grito de agonía.

Siento que mi mundo se vuelve negro. Estoy perdida, y me


esfuerzo por cerrarme... me esfuerzo por volver a meterme en ese
caparazón en el que solía esconderme tan bien. Lo intento en
vano, pero con cada empujón me resulta más difícil ignorar el
calor agonizante que me atraviesa.

Pero entonces, se detiene. De repente, sus ojos se abren de par


en par mientras empieza a ahogarse. Su agarre se libera de mí, y
da un paso atrás, aliviándome de la picadura. Estoy libre, pero no
sé por qué hasta que se desploma en el suelo, dejando ver a Reid
con un cuchillo ensangrentado en la mano.

—Reid. —Empiezo a temblar incontroladamente y él lo nota.

Se precipita hacia delante, me agarra y me estrecha en sus


brazos.

—Está bien, Scarlet. Estás a salvo. —Empieza a sacudirme


antes de agarrarme el rostro—. Mírame. —Me mira el ojo y aprieta
los dientes. Si mi ojo está tan hinchado como se siente, se dará
cuenta de lo mucho que se perdió antes de llegar aquí.

—Eres más fuerte que esto, Scarlet. ¿Me estás escuchando?

Empiezo a asentir con la cabeza, y él me atrae de nuevo para


abrazarme. Oímos a mi padre ahogarse, así que los dos nos
volvemos hacia él. Es entonces cuando veo el ensanchamiento de
los ojos de mi padre al ver a Reid. Frunzo el ceño. ¿Lo conoce?
—Esta no es la forma de tratar a una dama, ¿verdad? —Se
vuelve hacia mí y coloca sus cálidos labios sobre los míos. Puedo
sentir el cuchillo sobre mí, sentir el goteo de la sangre de mi padre
por mi torso.

Cuando se retira, Reid inspecciona el cuchillo antes de colocarlo


sobre la mesa. Ve la sangre en mí y la unta en mi piel.

—Voy a mejorarlo, cariño —me tranquiliza, pellizcando mi


pezón—. Quiero que vea cómo te corres al contacto de otro
hombre justo antes de morir.

Empiezo a sacudir la cabeza.

—Reid, no.

Me pone un dedo en el labio.

—Shh. Está bien ahora. Ya no puede hacerte daño. Todo lo que


vas a sentir es placer. —Empieza a rodear mi clítoris, aplicando
tanta presión que no tengo más remedio que obedecerle—. Haré
que el dolor desaparezca. Haré que todo desaparezca —gimo,
haciendo que Reid sonría—. Eso es, nena. Dámelo. Dame lo que
quiero. Dale lo que se merece. Un último acto de desafío. Él no ha
ganado, Scarlet. Tú lo has hecho. Deja que vea eso. Deja que vea
tu fuerza. Que lo vea antes de morir.

Con esa última palabra, sus golpes se vuelven más rápidos. Me


agarro al brazo de Reid con todas mis fuerzas. Estoy a punto de
estallar. No quiero hacerlo, pero me sale a borbotones. Reid no
solo está provocando mi orgasmo. Lo está forzando.

—¿Ves esa mirada en su cara? Solo debería tener esa mirada.


Placer. Solo placer... Y soy yo quien se lo da. ¡Yo! —Pasa su mano
por mi pecho y aplica más presión. Con eso, mi orgasmo estalla en
colores brillantes. Ya no pienso en el dolor que me provocó mi
padre hace unos minutos. Ahora, solo pienso en el subidón que
tengo.
—Eso es. Hermosa... Jodidamente hermosa.

Mi padre empieza a atragantarse un poco más mientras la


sangre gotea de su boca. Me mira por última vez, y es entonces
cuando veo lo indefenso que está de repente. Sus ojos me
imploran que le ayude, que vaya con él. No lo hago. Me quedo
quieta y observo cómo se da cuenta... Veo cómo el dolor de saber
esto pasa ante sus ojos antes que se vuelvan vidriosos, y el último
aliento que tomará abandona su cuerpo.

Como si volviera a la vida, exhalo violentamente. Reid me


sacude un poco.

—Scarlet, no voy a perderte ahora. Quédate conmigo. Escucha.


—Me sacude de nuevo hasta que le miro a los ojos—. Sube,
dúchate, tómate un Valium y vete a la cama. Yo resolveré todo
esto. —No me muevo. No puedo. Siento como si me hubieran
chupado el aire de repente—. ¡Scarlet! —Me sacude de nuevo, y
me doy cuenta que quiere darme una bofetada, pero se contiene
por mi ojo amoratado—. Ve arriba. Ahora.

Asiento temblorosamente con la cabeza y, con las piernas


temblorosas, pongo un pie delante del otro mientras paso junto al
cadáver de mi padre. No me atrevo a mirarlo. Ya he visto
suficiente.

Con las manos, me sostengo a la barandilla. Las piernas me


tiemblan demasiado, así que tengo que confiar en los brazos. Llego
a la cima y, con todas mis fuerzas, me doy una ducha, me meto y
me pongo bajo el chorro caliente. Veo la sangre de mi padre y, de
repente, empiezo a frotarme frenéticamente la piel. Enciendo la
calefacción y permanezco mucho tiempo bajo ella, restregándome
hasta que me deshago de él. No había hecho esto desde aquella
vez después de la fiesta de Amber, así que pensé que tenía las
cosas controladas. Esta vez, parece que no pude quitármelo de
encima. Parece que no pude liberarme de él.
No estoy segura de cuánto tiempo permanezco allí, soportando
el calor abrasador en mi piel, pero cuando finalmente cierro la
ducha, me miro a mí misma, y todo lo que veo es la piel roja y
manchada y un montón de pequeños arañazos acribillando mi
cuerpo.

Con una mano temblorosa, salgo de la bañera, me envuelvo en


una toalla y me dirijo a mi mesita de noche. Reid siempre solía
traerme Valium si tenía pesadillas. Hacía unos meses que no
tomaba ninguno, pero Reid sabía que esta noche lo necesitaría.

Me tomo tres pastillas y me meto bajo las sábanas de mi cama.


Aunque no hace frío, empiezo a temblar. Los recuerdos de mi
padre y de lo enfadado que estaba esta noche rondan mi cabeza.
Al principio, es lo único en lo que puedo pensar. Pero, a medida
que me calmo, recuerdo lo indefenso que parecía estar tumbado
en el suelo mientras moría, y lo vulnerable que parecía, para
variar, cuando me imploraba que le ayudara.

No sé cuánto tiempo permanezco tumbada antes que mis ojos


se rindan, pero pronto, las píldoras hacen efecto, y cuanto más
pesan mis ojos, menos puedo luchar.
Capítulo 34

Dos semanas después.

Reid quería huir después de haber matado a mi padre. Razoné


con él y le dije lo sospechoso que parecería. Mi padre ha estado
desaparecido durante dos semanas. Amber ha estado frenética, y
he tenido que intentar razonar con ella.

—Ya
Ya ha hecho esto antes, ¿ ¿recuerdas?
recuerdas? Desapareció durante
semanas y terminó en Francia. —Eso Eso fue después de nuestro
encuentro en su cuarenta y cinco cumpleaños... el día que se
enteró que yo estaba tan enferm
enferma como él.

A pesar de todo esto, he sido la hermana atenta.. He llamado -si


ella no lo había hecho
hecho- todos los días para ver si se ha enterado de
algo. Ya sabía la respuesta, pero tenía que parecer un poco
preocupada. Tras cinco días sin contacto alguno, Amber y yo
fuimos a la policía y denunciamos su desaparición. No parecían
tan alterados cuando les contamos lo de Francia, así que dudo
que se lo tomen en serio.

Desde entonces, Reid ha estado ansioso. Ha sido difícil tratar de


refrenarlo y hacerle ver la lógica que nos quedemos un tiempo. De
todos modos, se ha topado con un obstácu
obstáculo
lo y el propietario del
club ha cambiado de opinión. Reid está en Ibiza tratando de
solucionarlo, y yo me he es escapadoo a casa de Stuart porque,
egoístamente, es el único que me mantiene cuerda. Anoche me
quedé con él y, de nuevo, lo único que hicimos fue ab abrazarnos.
Creo que esta puede ser la única relación en la que he estado en
la que no ha habido algo sexual. Sé que Reid y yo no hemos tenido
sexo aún, pero hemos estado haciendo de todo menos eso.

Mi ojo morado fue el mayor obstáculo. Durante unos días tras la


muerte de papá, tuve que quedarme en casa con mucho hielo e
ibuprofeno. Cuando pasaron cuatro días, pude ocultar el
hematoma con mucho corrector. Para entonces tuve que mostrar
mi cara, ya que Amber se estaba poniendo nerviosa.

—¿Hay algo que quieras hacer hoy? La tormenta de anoche


parece haber pasado ya. —Echa un vistazo por la ventana al sol
que brilla en el exterior. Anoche vine en taxi justo cuando empezó
el viento y la lluvia. Al final, me quedé porque parecía empeorar a
medida que avanzaban las horas.

Tomo un sorbo de mi café y sonrío a Stuart. Tiene el pelo


alborotado por el sueño, lo que le hace parecer extremadamente
sexy. A pesar que son más de las diez, no llevamos mucho tiempo
despiertos. Por alguna razón, cuando estoy con él -envuelta en sus
brazos- duermo como un tronco.

Mis ojos recorren su torso desnudo.

—¿Tienes que andar sin camiseta? —No he respondido a su


pregunta porque me distrae demasiado. Debe tener los hombros
más anchos que he visto nunca. Se nota que hace ejercicio, pero
no es demasiado musculoso. Es musculoso y tonificado. Se ve
simplemente comestible.

Sonríe como si le hubiera hecho el mejor cumplido.

—¿Por qué? ¿Te cuesta concentrarte conmigo medio desnudo?

—Sí —respondo con sinceridad.

Se inclina sobre la isla de la cocina y se acerca a donde estoy


sentada.
—Bien, este es el trato. Me pondré una camiseta si te cubres
completamente con un saco.

Empiezo a reírme.

—¿Por qué demonios quieres que haga eso?

Suspira.

—Porque, cuando se trata de ti, cariño, eres una distracción


constante.

Intento desesperadamente ocultar la sonrisa de mi cara, pero es


inútil.

—Si no te conociera mejor, diría que estás intentando meterte


en mis bragas.

Se para mas derecho, y su postura se acentúa.

—Bueno, eso es un hecho. —Vuelvo a sonreír y cojo el celular


para consultarlo. Stuart se da cuenta—. Espero que no te
preocupes por él.

Mirando a los ojos de Stuart, puedo ver el enfado ante la sola


idea. Sabe más cosas sobre mi padre ahora que Reid.

—No, no por él. Solo me preocupa cómo se lo está tomando


Amber. —Es mentira, pero estoy un poco preocupada. Cada vez
que suena el celular, me pregunto si será la policía diciéndonos
que lo han encontrado. No sé qué hizo Reid con el cuerpo de mi
padre después, y realmente no quiero saberlo. Tengo la paranoia
que ahora que Reid se ha ido, su cuerpo aparecerá de repente. Es
gracioso porque parece que paso por días en los que realmente lo
lloro. Es estúpido, lo sé, pero él había sido una gran parte de mi
vida, una que es inamovible. Era mi violador que se convirtió en
mi amante. Solo en su último día brilló su verdadera naturaleza,
dándome una clara visión de mi pasado. Ese día me decepcionó. Y
esa es la razón por la que, otros días, simplemente le odio. Si
estuviera vivo ahora, lo único que querría hacer es darle una
patada y gritar: -¿Por qué a mí?- Sé que no era realmente su hija,
pero ¿tenía que desquitarse conmigo? Yo era inocente. Solo era la
que había nacido en este mundo sin elección.

—¿Quieres decir... tu hermana... la que se hizo pasar por ti para


proteger a su padre? ¿Esa Amber? —Miro hacia abajo y le oigo
suspirar—. Lo siento. Es que... ¿No te enfadas en absoluto? ¿No
quieres demostrarles de alguna manera lo malditamente enfermo
que fue para ti?

—Por supuesto que sí.

Es una gran tentación. Qué fácil sería decirle que me estoy


vengando, pero qué difícil sería contarle mis métodos. Stuart
parece haber construido una imagen perfecta de mí, pero si
conociera mi verdadero yo, su ilusión se rompería en mil pedazos.

Mirando de nuevo hacia abajo, veo a Stuart por el rabillo del


ojo, moviéndose alrededor de la isla de la cocina para estar cerca
de mí. Al minuto siguiente, estoy envuelta en sus brazos... los
brazos más seguros en los que me siento. Pensaba que siempre
me había sentido segura con Reid, pero nada se puede comparar
con esto.

—Lo siento. Estoy tratando de no dejar que esto me afecte. Es


que me enfado tanto por ti. —Se aleja, tomando mi cara. Se
inclina, besa mis labios suavemente y frunce el ceño como si le
doliera. Me doy cuenta que es difícil para él estar conmigo así y no
tenernos juntos como sé que quiere que estemos. Sin embargo,
sigo siendo egoísta. Parece que no puedo evitarlo.

—Lo entiendo —digo mientras las palabras no dichas flotan en


mi cabeza.

¿Por qué estás conmigo? Vete... antes que sea demasiado tarde.
Aléjame antes que te lleve al infierno conmigo.

Debo decirle que se aleje. Tengo que decirle que se aleje. Es que
cada vez que voy a hacer eso, mi boca se atasca en el momento en
que siento su tacto, su piel sobre la mía, y esos dulces labios
acariciando los míos. Simplemente me pierdo en él.

—Dime una cosa —me pregunta, exigiendo toda mi atención—.


¿Hay algo que no hayas hecho de niña y que siempre hayas
querido hacer?

Bueno. Qué manera de cambiar de tema. Funciona, sin


embargo, ya que vuelvo a sentirme mareada. No hace falta mucho
con Stuart.

Me muerdo el labio, intentando pensar en mi infancia. No había


muchas cosas que Amber hiciera y que yo tuviera que hacer. Esa
era otra cosa que no podía entender. Amber parecía tenerlo todo y
yo no. Ahora me doy cuenta que mi madre lo permitía porque solo
trataba de compensar su sórdido asunto.

Al pensar un poco más profundamente, recuerdo que Amber fue


a una fiesta de cumpleaños en un parque de trampolines. Estaba
desesperada por ir, ya que siempre me preguntaba cómo sería
saltar alto y sonreír como parecían hacer todos los demás niños.
Mi padre me dijo que era demasiado joven y que, por tanto, no
podía ir. No pude ir a las fiestas como Amber. No conseguía tanto
como Amber y punto.

—Trampolines.

Echando la cabeza hacia atrás, Stuart me mira con una sonrisa


confusa.

—¿Trampolines?

Me río entre dientes.


—Sí. Nunca he estado en un trampolín.

Los ojos de Stuart se abren de par en par.

—¿Qué? ¿Cómo es que nunca te has encontrado con un


trampolín?

Me encojo de hombros.

—De niña, nunca me invitaban a fiestas. Si lo hacían, se lo


decía a mi padre, y él se inventaba excusas de por qué no podía ir.

Stuart cierra los ojos con un suspiro, pero enseguida se pone en


marcha, cogiendo las llaves. Me pongo de pie, perpleja, y salgo de
la cocina para encontrar a Stuart poniéndose por fin una
camiseta. Verlo ahora es en realidad bastante decepcionante. Me
estaba acostumbrando a mirarlo medio desnudo.

—¿A dónde vas?

—Vístete. Vas a venir conmigo.

De repente me entra el pánico.

—Todavía no me he duchado.

—Podemos darnos una cuando volvamos. Ahora, ve. —Me hace


un gesto hacia su dormitorio, así que me apresuro a seguirle con
la camiseta puesta. Me doy cuenta que sus ojos me miran al pasar
y me dan escalofríos por la espalda. Tengo que controlar esto
porque si sigue así, voy a perder la cabeza.

Llego al dormitorio y me visto rápidamente. Me cepillo los


dientes y el pelo y, una vez hecho esto, vuelvo a salir y me
encuentro a Stuart tal y como lo dejé.

—Ni siquiera me he maquillado.

Mueve la cabeza con exasperación.


—Estás muy guapa. Siempre te ves hermosa. Diablos, ni
siquiera un saco me impediría saber lo hermosa que eres.

Me gustaría que dejara de hacerme cumplidos así. No hace nada


para evitar que mis partes femeninas cobren vida.

Tomamos el Evoke y conducimos durante cuarenta minutos


hasta llegar a Guildford.

—¿Por qué me traes aquí?

Stuart no me mira cuando responde.

—Ya lo verás. Ya casi hemos llegado.

En dos minutos, entra en un aparcamiento, y es entonces


cuando veo a dónde vamos. "Un parque de trampolines". Casi
aplaudo, estoy tan mareada.

¿De dónde ha salido eso?

Stuart sonríe al ver mi reacción.

—Esperaba que esto te gustara. Además, me da una excusa


para que te caigas mucho encima de mí.

Me río.

—Entonces, ¿ese es tu ruin plan?

Abre la puerta para salir, pero no antes de decir:

—Claro que sí. Esto es tanto para mí como para ti. Tengo mi
propia razón egoísta para traerte aquí.

Cierra la puerta tras de sí y viene corriendo a mi lado para


ayudarme a salir. Una vez que Stuart cierra las puertas, me coge
de la mano y me lleva al interior del edificio. Ya hay algunas
personas aquí, pero no tantas como pensaba. Quizá sea un poco
temprano.
Después de otros cinco minutos, tenemos nuestras entradas y
calcetines, así que guardamos los zapatos en una taquilla antes de
entregar las entradas. Una vez dentro, Stuart me toma de la mano
y me lleva hasta un conjunto de camas elásticas.

—Vamos a empezar aquí. Puedo sentarme en la banda y verte


saltar un rato.

De repente, me pongo nerviosa. Nunca he hecho esto antes. ¿Y


si no lo hago bien? Mi vacilación hace que Stuart frunza el ceño.

—¿Pasa algo malo?

Sacudo la cabeza.

—No, es una estupidez...

—No seas tonta. Dímelo. —Se levanta de su rincón y me toma


las manos.

—Nunca he hecho esto. ¿Hay alguna regla o algo así?

Se ríe, apretando fuertemente mis manos entre las suyas.

—Eres tan adorable.

Le tiro del brazo, molesta.

—Oye, no te burles de mí.

Él sacude rápidamente la cabeza.

—No lo hago. —Cuando no le devuelvo la sonrisa, se aclara la


garganta—. Bien, déjame empezar esto contigo, y luego veremos si
lo haces por tu cuenta durante un tiempo. ¿Te parece bien?

Asiento con la cabeza.

—Está bien. Solo tenemos que empezar a empujar un poco con


las piernas.
Sigo los movimientos de Stuart, y pronto, el trampolín se mueve
junto con nuestros movimientos.

Al principio solo nos movemos un poco, pero de repente Stuart


salta.

—Oh —digo, tratando de imitarlo. No pasa mucho tiempo antes


que estemos rebotando juntos con un ritmo perfecto.

—Ves, esto no es tan difícil, ¿verdad?

Su contagiosa sonrisa hace que la mía se eleve y, antes de


darme cuenta, no puedo evitar esa sonrisa. Muy pronto, estamos
saltando cada vez más alto en el trampolín. Nunca me he sentido
tan salvaje y libre como ahora. Es estimulante. Al poco tiempo,
empiezo a reírme y Stuart se ríe conmigo.

—¿Te estás divirtiendo? —me pregunta.

—Esto es fantástico, Stuart.

—¿Crees que ahora puedes brincar por tu cuenta?

Asiento con la cabeza.

—Claro que sí, puedo.

Se ríe, pero me suelta las manos y corre a un lado para


observarme. Estoy sonriendo. Él sonríe. Cuando me río, él se ríe.
Parece que no se cansa. Empiezo a ser más valiente y salto más
alto que nunca, gritando.

—¡Wee! —como si fuera una niña. Esta no soy yo. No hago


tonterías ni chiquilladas como esta y, sin embargo, no puedo
evitar sentirme tan increíble como lo hago. No he tenido muchas
cosas agradables en la vida, pero esto lo recordaré. Esto lo
agradeceré siempre. No voy a pensar demasiado en la verdadera
Scarlet por ahora. Hoy, solo quiero ser esa niña que nunca pudo ir
a las fiestas de trampolín y comer dulces con los otros niños. Solo
por un día, viviré mi infancia perdida. Solo un día.

—¡Dios mío, estoy tan loca! —grito, lanzando los brazos al aire.

Stuart empieza a reírse incontroladamente.

—Eres la cosa más tonta y adorable que he visto nunca.

Le dedico una sonrisa maliciosa.

—Apuesto a que no puedes atraparme. —Le reto con la mirada


mientras salto de un trampolín a otro. Mi adrenalina se dispara y
mi corazón empieza a palpitar cuando Stuart se levanta y empieza
a perseguirme.

—Te apuesto que puedo.

Uno a uno, salto al siguiente trampolín y al siguiente con Stuart


siguiéndome. Me río tanto que me cuesta recuperar el aliento,
pero no me importa. Sigo adelante, tratando de alejarme de él,
pero sabiendo que, en última instancia, voy a fracasar. Siento un
enorme subidón que no puedo explicar. Es estimulante y
liberador. Nunca me he sentido tan viva.

Damos vueltas, y cada vez que siento que Stuart se acerca,


retrocede un poco. Tengo la sensación que se muestra
deliberadamente indulgente conmigo porque sabe que me estoy
divirtiendo mucho. Es cuando lo acoso que las cosas cambian.

—No puedes atrapar a una chica —le digo, sacándole la lengua.

—Oh, Scarlet. Te lo he puesto fácil, pero ahora ya verás.

Chillo mientras él salta más rápido, acercándose a mí a la


velocidad del rayo. Salto a uno y luego a otro, y antes de darme
cuenta, él está en el mismo trampolín que yo, lanzando sus brazos
para atraparme. Los dos caemos juntos -un poco indignos-
rebotando al aterrizar, y no pasa mucho tiempo antes que Stuart
esté encima de mí, riéndose.

—Creo que nunca me he divertido tanto —digo, limpiando las


lágrimas de mis ojos—. Muchas gracias por traerme aquí, Stuart.
Nunca olvidaré esto.

Stuart deja de reír y me mira fijamente. Me acaricia la cara,


impidiéndome seguir hablando.

—De nada, preciosa.

Cualquier risa adicional se detiene mientras nos tumbamos en


medio del trampolín mirándonos el uno al otro. Estoy fascinada y,
a juzgar por Stuart, él también. Ninguno de los dos puede apartar
la mirada.

Stuart baja la mirada hacia mis labios y yo hago lo mismo,


dándole el permiso que busca. Pone sus cálidos labios sobre los
míos y, de repente, estoy ardiendo. Nos hemos besado antes, pero
nunca tan íntimamente como ahora. Nunca con él encima de mí,
clavando su dureza en mi estómago como lo está haciendo. Su
beso es suave, pero necesitado... apasionado, pero dulce. De
nuevo, estoy completamente perdida en él. Completamente
consumida por él. Si hubiéramos estado solos, no hay duda que
no habría sido capaz de decir que no si él me hubiera presionado.

Un recordatorio que, de hecho, no estábamos solos llegó pronto


cuando sonó un silbato. Al levantar la vista, nos encontramos con
un joven de unos veinte años que nos sonreía.

—Creo que tienes que bajar un poco al nivel PG-13. Los niños
están empezando a entrar en el parque.

Mi cara se enrojece mientras empujo a Stuart de encima.

—Lo siento.
El joven guiña un ojo.

—No hay problema.

Se va, y no pasa mucho tiempo antes que Stuart y yo estallemos


en carcajadas de nuevo. Una vez calmado, se levanta y me ofrece
la mano.

—Venga, vamos a hacer otro intento.

Nos quedamos otra media hora, saltando y riendo


constantemente.

—Me duele la mandíbula de tanta risa. —Stuart me observa


mientras tomo otra cucharada de mi McFlurry. Desde luego, hoy
se ha esforzado al máximo con el trampolín y el helado.

—Ha sido genial verte ahí fuera. Tenías un talento natural.

—Sí, hasta que hiciste trampa y me atrapaste.

Él jadea.

—No es mi culpa que no seas tan rápida como yo.

Estoy a punto de replicar cuando mi teléfono empieza a sonar.


Busco en mi bolso y lo saco. Es Amber, y parece que tampoco es
la primera vez que llama.

—¿Dónde demonio has estado? —grita en cuanto contesto.

—Estaba fuera y no pude conseguir una buena recepción —


miento—. ¿Qué pasa? —Miro hacia Stuart y él frunce el ceño,
poniendo una mano sobre la mía para apoyarme.

—La policía llamó aquí hace unos cuarenta minutos. Están de


camino para hablar conmigo. No puedo hacerlo sola, Scarlet. No
puedo.

Empieza a derrumbarse. Así que, con mucha calma, le digo:


—Bien. No te asustes. Estoy en camino.
Capítulo 35

Stuart y yo íbamos de camino hacia casa de Amber cuando le


dije que podía irse a casa, pero me dijo que no iba a ir a ninguna
parte. No tuve tiempo de pensar en las posibles implicaciones
porque estaba demasiado ocupada pensando en el hecho que la
policía había llamado y eso solo podía
ía significar una cosa. Sé que
no lo asesiné, pero estaba allí cuando ocurrió. Eso al menos me
convierte en cómplice.

Una vez que llego a la casa de Amber, empiezo a calmarme un


poco. Tal vez sea solo una pista. En realidad, podría ser cualquier
cosa.

—Scarlet,
rlet, gracias a Dios que estás aquí. Me estoy volviendo
loca. —Porter
Porter está junto a ella, ofreciéndole un brazo reconfortante
alrededor de los hombros. Pronto ve a Stuart conmigo
conmigo—. ¿Quién
es este?

Miro a Stuart, que parece un poco incómodo. Me doy cuenta


que no le gusta Amber.

—Stuart,
Stuart, esta es mi hermana Amber y su esposo, esposo Porter.
Amber, este es mi gran amigo, Stuart. En realidad, lo conocí en la
escuela.

Creo que en cualquier otro momento habría estado más curiosa,


pero puedo decir que solo quiere que todo esto acabe.
—La policía está esperando dentro, así que será mejor que
entremos. —Parece hiperactiva y un poco fuera de sí. Supongo que
yo también lo estaría si mi padre me hubiera dado la misma
atención que recibió Amber al crecer.

Entramos en su casa y el detective que vimos cuando


denunciamos la desaparición de nuestro padre está sentado,
bebiendo una taza de té y mordisqueando unas galletas Hobnob.
Cuando me ve, deja rápidamente la galleta y se levanta.

—¿Scarlet Valentine, si no recuerdo mal?

Asiento con la cabeza con una sonrisa.

—Sí, soy yo. He oído que tienes algunas noticias para nosotros.
—Pensé que era mejor ir al grano. Estoy segura que si fuera la hija
ansiosa que debería ser, así es como reaccionaría.

Él asiente.

—Sí. Por favor, tome asiento. —Hace un gesto hacia el sofá y


todos nos sentamos. Suspira visiblemente, lo que es un claro
indicio que se acercan las no tan buenas noticias. Stuart,
sabiendo esto, toma mi mano y la aprieta con fuerza.

—Esta madrugada se ha recuperado en Virginia Water un


cadáver que coincide con la descripción de tu padre. Es
demasiado pronto para saberlo, pero los primeros indicios nos
dicen que se trata de él.

De repente, Amber grita desesperada, haciendo que Porter se


aferre a ella. Stuart se limita a rodearme con un brazo mientras
pestañeo por la sorpresa. Ya sabía que estaba muerto, pero no
sabía dónde lo había puesto Reid.

Quiero las lágrimas, que al principio son difíciles de derramar,


pero luego pienso en todo lo que me ha hecho y, naturalmente,
llegan a mis ojos.
—¿Cómo... ¿Cómo puede estar tan seguro?

Inclinándose hacia delante, el oficial se retuerce las manos.


Parece que lleva tiempo en este juego, pero no se ha
acostumbrado a esta parte. Me doy cuenta que está incómodo. No
envidio el trabajo de la gente que tiene que decir a los demás que
sus seres queridos han muerto.

—Coincide con la edad, la altura y el aspecto... aunque ha


estado bajo el agua durante algún tiempo. El forense cree que
entre diez y quince días. La muestra de sangre de ADN nos dirá si
es él.

—¿Cuándo lo sabrán?

Se aclara la garganta.

—Deberíamos saberlo mañana por la tarde.

—Gracias, oficial. —Le ofrezco una sonrisa amable, pero no


puedo evitar pensar qué haría o diría si fuera inocente. Amber es
inútil en este momento. Lo único que hace es llorar en el hombro
de Porter—. ¿Es así... como murió? ¿Se ahogó en el agua?

El detective se mueve incómodo en su asiento, lo que hace que


Amber deje de llorar por un momento. La mira a ella antes de
volver a mí.

—El cuerpo tenía una única puñalada en la espalda, que


normalmente no sería mortal, pero perforó algunas arterias
importantes, provocando una hemorragia interna.

Amber empieza a lamentarse de nuevo. Yo simplemente asiento


con la cabeza. Todavía siento el shock. No sé por qué, pero desde
luego me está ayudando a parecer una hija muy angustiada.

—¿Puedes llamarnos en cuanto lo sepas?


El detective sonríe, pero es una sonrisa de alivio. Puede irse
ahora que nos ha dado la noticia.

—Por supuesto. —Se levanta—. Siento mucho darles esta


noticia, pero haremos todo lo que esté en nuestras manos para
averiguar lo que ha pasado.

Me limito a asentir y el detective se marcha rápidamente. Al


principio, no sé qué hacer o decir, pero entonces Amber lo hace
por mí.

—No es papá. No puede ser. Nadie que conozcamos haría algo


tan insensible como eso. ¿Quién querría apuñalar a papá por la
espalda? Es una locura. No me importa lo que diga, no es él. —
Amber se levanta rápidamente y corre hacia su cocina. Porter no
tarda en seguirla.

—¿Estás bien?

Me giro para mirar a Stuart.

—Estoy bien.

Colocando una mano en mi brazo, me frota allí un poco.

—Estábamos teniendo un buen día hoy.

Apoyo mi cabeza en su brazo.

—Lo sé.

—¿Crees que deberíamos dejar a tu hermana y a su esposo


solos?

Apartando la cabeza, le miro con una sonrisa.

—Sí, tal vez sea lo mejor. Ella necesita tiempo a solas para
procesar todo.
Ambos nos levantamos y, por mi cuenta, me dirijo a la cocina
para hablar con Amber. Está acurrucada fuertemente en los
brazos de Porter.

—Vamos a tener que decírselo a Mamá.

Amber moquea y simplemente asiente con la cabeza.

—No puede ser él.

—¿Puedes ocuparte de eso? —pregunta Porter, dándome un


respiro.

Simplemente asiento y me giro para salir por la puerta.

—Llamaré más tarde.

Tanto Stuart como yo nos retiramos rápidamente y en silencio.


De repente, me siento agotada. Ya sé lo que va a ocurrir a
continuación, y la idea me petrifica.

Me viene a la cabeza Reid, y enseguida sé que voy a tener que


llamarle. En todo caso, tengo que confirmar dónde ha puesto el
cuerpo, para saber con un cien por cien de certeza que es él.

—¿Te quedas conmigo unos días? —Stuart me pregunta


mientras volvemos al auto.

No debería querer hacerlo, pero lo hago. Me siento sola sin Reid


conmigo. Me encantaría pensar que echo mucho de menos a Reid,
pero también sé que no es solo eso.

Me limito a asentir con la cabeza.

—Tendré que recoger algunas cosas de mi casa.

—Pasaremos por ahí y podrás hacer la maleta. Voy a necesitar


visitar la oficina por unos minutos. Recibí un mensaje mientras
hablabas con tu hermana en la cocina.
—¿Pasa algo?

Stuart sonríe.

—No. Simplemente es más sencillo para mí entrar. Lo que me


llevará una hora por teléfono, me llevará cinco minutos si voy y lo
resuelvo yo mismo.

Cierro los ojos y me siento en la silla.

—Tómate el tiempo que necesites. Te estaré esperando.

Stuart se acerca y me toma la mano.

—Me gusta cómo suena eso. —Levanta mi mano y me besa con


ternura. No puedo evitar mirarlo mientras nos conduce. Es
incluso sexy haciendo eso. Me encanta la forma en que su mano
se apoya ligeramente en el volante mientras su codo se relaja en la
puerta. Su postura es recta, pero de alguna manera, lo hace de
una forma que le hace parecer relajado.

—¿Me estás mirando?

Desvío la mirada.

—No, claro que no.

Stuart se muerde el labio, asiente con la cabeza y se vuelve


hacia mí con una sonrisa descarada.

—Me estabas mirando a mí en ese momento. —Sacudo la


cabeza en señal de desafío—. No te preocupes. No se lo diré a
nadie.

No digo nada más y él tampoco. Solo cuando llegamos a mi casa


y estaciona el auto, se dirige a mí.

—¿Vas a estar bien?


—Por supuesto. Haz lo que tengas que hacer. Tómate todo el
tiempo que necesites.

—Lo sé. Solo prefiero llegar a casa contigo lo antes posible.


Quiero estar aquí para ti... si eso tiene sentido.

No deberías querer estarlo.

No digo las palabras en mi cabeza. En su lugar, como la cobarde


que soy, asiento con la cabeza.

—Lo sé, y te lo agradezco. Gracias. —Me despido rápidamente


con un beso en su mejilla y me apresuro a hacer la maleta. De
todos modos, no me entusiasma demasiado la idea de quedarme
en esta casa. Desde que apuñalaron a mi padre en el salón, no
tengo ningún deseo de volver aquí.

Ni siquiera entro en el salón. En su lugar, opto por subir


rápidamente las escaleras y tomar una maleta. Una vez que la
tengo, empiezo a hacer la maleta mientras marco el número de
Reid.

—¿Scarlet? —responde después de dos timbres.

—Han encontrado un cuerpo en Virginia Water.

—¡Mierda! —respira, y en ese momento sé que debe ser él—.


¿Qué ha dicho la policía?

—Dicen que están bastante seguros que es él, pero hasta que no
estén los resultados del ADN no lo sabrán con seguridad.
Mencionaron que fue apuñalado por la espalda.

Reid suspira.

—Todo esto se va a la mierda. Lo único que quiero es sacarnos


de ahí.
Siento que las lágrimas rebosan de algo. ¿De qué? ¿Culpa? Reid
está haciendo todo lo posible para protegerme, y sin embargo,
estoy haciendo una maleta para quedarme en casa de otro
hombre. Si Reid se enterara, estaría devastado. Cometió un
asesinato por mí, ¿y así es como le pago? Intento razonar conmigo
misma y decir que no le pertenezco a nadie. No estoy
comprometida con ninguno de los dos hombres, pero sé en mi
corazón que eso no es cierto. No tengo emociones, pero sin
embargo aquí estoy luchando una guerra dentro de mi cabeza y
mi corazón por dos hombres. Dos hombres que una vez fueron
tres hasta que Reid se deshizo de uno.

—Sé que lo haces. Te echo de menos, Reid.

Le oigo suspirar de nuevo.

—Yo también te echo de menos. Este maldito imbécil me está


poniendo de los nervios. Primero dijo que no quería venderlo, y
luego volvió con una contraoferta que estaba muy por encima de
lo que yo estaba dispuesto a dar. Si no quisiera tanto el club, le
diría que se lo metiera por el culo.

Sentada en mi cama, me río.

—Estoy segura que podrás convencerlo. Si no, dile que se lo


meta por el culo y que se busque otra cosa. De hecho, ¿por qué no
pides cita para ver un par de sitios más por si acaso? Puede que
se ponga nervioso.

Puedo oír la sonrisa en su voz mientras habla.

—Es una gran idea. Puede que lo haga.

—Llámame cuando vuelvas a casa.

—Lo haré. Te amo, cariño.

—Yo también te amo.


Capítulo 36

Otras tres semanas pasan como un torbellino. Llegaron los


resultados del ADN y, por supuesto, determinaron que era mi
padre. Abrieron una investigación de asesinato y me entrevistaron
entre muchos otros. Aparentemente, mi padre no era tan querido
como Amberr había pensado. Se ganó muchos enemigos en el
mundo editorial, lo que significaba que no seria la mas
sospechosa.. Además, ¿cómo podían pensar realmente que podía
hacer algo así? Al fin y al cabo, soy su cariñosa hija.

Hace cinco días, tuvimos el funeral, y desde entonces he venido


a visitar su tumba todos los días. Stuart ha estado ahí en todo
momento. Estuvo conmigo en el funeral y prácticamente todos los
días después. Reid tenía que permanecer en un segundo plano
porque su implicación conmigo podía levan levantar
tar sospechas. No
pensamos que fuera a ser un gran problema, pero más vale
prevenir que lamentar. De todos modos, Reid no quería tener nada
que ver con mi familia. Los desprecia a todos con pasión. Tiene
una razón para odiar a cada uno de ellos. A mi madre y a Amber
por hacer la vista gorda y a David y Porter por acostarse conmigo.

Dejo caer lágrimas falsas mientras estoy junto a la tumba de mi


padre. Debo admitir que aún lo añoro, pero cada día es un poco
más fácil. Creo que el hecho que viniera esa noche y me hiciera lo
que me hizo rompió un poco el hechizo que tenía sobre mí.mí Eso o
que Reid lo matara hizo el truco...
Ya no soy la víctima. En cambio, estoy sobre la tumba de quien
me victimizó. Él es ahora la víctima. Él es ahora el que está
enterrado a dos metros bajo tierra, para no volver nunca más.

Y ante ese pensamiento, acaricio su tumba.

—Te veré de nuevo mañana. Te gustaría, ¿verdad?

Me doy la vuelta rápidamente y me dirijo a la calle para llamar a


un taxi. Tanto Stuart como Reid están trabajando. Reid me dijo
que tiene un último trabajo que hacer antes que podamos
empezar a hacer un movimiento para España. El plan de buscar
en otra parte funcionó y el tipo cedió un par de días después.
Puede quedarse con el club y tiene previsto volar en un par de
días para pagar el dinero que se le debe. Le dije que tendría que
quedarme un tiempo, para que no pareciera demasiado
sospechoso que desapareciera. Reid aceptó a regañadientes, pero
sé que no podré retenerlo mucho tiempo.

Me han invitado a una reunión familiar en casa de Amber.


Quiere que mi madre y yo vayamos a celebrar la memoria de
nuestro padre. Es enfermizo, lo sé, pero no puedo no asistir.
Stuart tenía muchas ganas de venir, pero no podía salir del
trabajo, así que supongo que tendré que ir sola en esta ocasión.

Pido al taxi que me deje en la esquina de la calle de Amber, para


poder entrar primero en la tienda y comprar una botella de vino.
Una vez allí, tengo la tentación de comprar champán. Sin
embargo, no estoy segura que vaya a quedar muy bien en una
reunión conmemorativa. En su lugar, opto por una botella de
Sauvignon Blanc muy cara antes de caminar los cinco minutos
que me separan de la casa.

Amber abre la puerta. Está hecha mierda, pero últimamente lo


está. Echa de menos a su padre y no puede entender cómo un
padre tan cariñoso ha podido ser apuñalado por la espalda.
Pobrecita.

—Hola, Scarlet. Me alegro que hayas podido venir. —Al


principio, pienso que está siendo vengativa, pero no hay ningún
indicio de malicia en su voz.

—No me lo perdería —respondo, abrazándola.

—Mamá y David ya están aquí si quieres pasar.

Le doy a Amber la botella y me dirijo al salón. Seguro que Mamá


está allí con su gin-tonic simbólico. Por el aspecto de las cosas,
diría que ya es el segundo.

—Cariño —dice, levantándose de su asiento y acercándose a


abrazarme. Empieza a moquear en mi cuello, así que sé que está
llorando.

—Wendy —advierte David.

Ella se aparta.

—Lo siento. No puedo creer que se haya ido... Apenas te había


recuperado.

Le pongo una mano en el brazo.

—Lo sé, mamá. Yo tampoco puedo creerlo.

Empieza a llorar de nuevo y a indicarme dónde sentarme.

—Ven, ven... Toma asiento. Estábamos compartiendo algunas


fotos y viejos y felices recuerdos.

Ella señala la mesa, y efectivamente, hay álbumes de fotos


esparcidos por la mesa.

¡Impresionante!
Una vez sentada, Porter sale con una copa de vino blanco para
mí.

—¿Amber me ha dicho que quizá quieras esto?

Sonrío y le hago un gesto de cortesía.

—Gracias.

Amber aparece detrás de él y ambos se sientan juntos. El


incómodo silencio empieza a hacerme sentir incómoda hasta que
Amber hace un comentario sobre lo que llevo puesto.

—Acabo de llegar de visitar la tumba de papá. He estado


poniendo flores frescas todos los días.

—Oh, eso es encantador —dice mi madre borracha.

—Eso resuelve el misterio entonces. Ayer me di cuenta que


había flores frescas cuando la visité. Me preguntaba de dónde
venían. —Amber me mira con una expresión inexpresiva. No
puedo calibrar su estado de ánimo. Se ha vuelto repentinamente...
bastante aburrida.

—Estábamos revisando algunas fotografías, ¿no es así, cariño?

Amber se levanta y me entrega un álbum de fotos.

—Estábamos mirando estas viejas fotografías. Algunas de ellas


solo tienen diez años, pero ahora parecen un millón de años.

Abro el álbum y, en un instante, aspiro al aire cuando los


recuerdos capturados de mi pasado me golpean como una
tonelada de ladrillos. Fotos de nosotros en el comedor cenando.
Fotos de nosotros de vacaciones juntos en Cornualles. Fotos de
nosotros yendo de picnic, paseando en bicicleta y visitando
restaurantes. Todos sonreímos, pero solo una chica parece
realmente infeliz. Solo una adolescente de aspecto fantasmagórico,
de pelo castaño y ojos verdes inquietantes.
Mis ojos.

Puedo oír a mi madre y a Amber recordando en el fondo, pero


no puedo oírlas. Quiero silenciar todo el ruido e incluso mi vista.
No quiero ver las fotografías que tengo delante, pero, por alguna
razón, no puedo apartar la vista. Solo cuando llego a la siguiente
página se me para el corazón.

—¿Te acuerdas de aquella fiesta de cumpleaños, mamá? ¿El día


que papá te regaló la piscina?

—Ah, sí —responde ella—. ¿Te acuerdas de ese chico, Scarlet?


Ahora ni siquiera recuerdo su nombre. Se quedó prendado en
cuanto te vio.

Me quedo mirando un poco más la fotografía en la que estoy en


la piscina hablando con ese chico. Ni siquiera sabía que había
sido tomada. En la foto, miro hacia una figura que solo se ve a
medias, pero ya sé de quién se trata. El miedo en mis ojos es
palpable, pero obviamente, mi madre y Amber no lo ven.

Cerrando el libro, miro a mamá.

—Sí, lo recuerdo. —Lo recuerdo muy bien. Fue el día en que mi


padre decidió jugar a las tijeras conmigo.

—Pero no te interesaba, ¿verdad? —Amber se burla—. Creo que


todos sabemos por qué. —Amber, como si se tratara de un
interruptor, ha cobrado vida. Me guiña un ojo con descaro, pero
luego jadea—. Pero, espera. ¿Quién es ese misterioso Stuart el que
te ronda últimamente? No hemos tenido mucho tiempo para
hablar de él.

Todas las miradas se dirigen a mí por diferentes motivos. Mamá


y Amber parecen intrigadas, mientras que David y Porter parecen
tensos.

—Es un muy buen amigo. De hecho, fui al colegio con él.


—¿Ah, sí? —pregunta mamá con su vocecita cantarina—.
Cuando lo vi en el funeral, pensé que tú y él hacían una hermosa
pareja.

—Oh, ¿no es así? —interviene Amber.

Empiezo a moverme un poco.

—Solo es un amigo.

Mamá resopla.

—He visto cómo te miraba, Scarlet. No era en absoluto


amistoso. Está enamorado de ti. —Empiezo a negar con la cabeza,
pero mi madre no lo acepta—. Te digo que está loco por ti.
Cualquiera tendría que estar ciego para no verlo.

—Wendy, deja a la pobre chica en paz. Ha dicho que solo son


amigos. Ahora, déjala.

Mi madre se traga el resto de su vaso y se levanta para tomar


otro.

—Solo digo. —Agita su vaso hacia el resto de la sala—. ¿Alguien


más necesita un poco más? —Todos decimos que no. Apenas he
tocado el mío.

Mamá vuelve rápidamente y empezamos a hablar de la muerte y


de cómo el cáncer parece estar matando a todos los que
conocemos. Mi madre y Amber hablan como si el resto no
estuviera en la habitación. Ya me he bebido un vaso de vino
cuando mi madre se ha bebido dos gin-tonics más. Amber no está
tan lejos de mi madre por la forma en que va.

—Sabes, hablando de cáncer, recuerdo que Scarlet quería ser


médico cuando era más joven. —Señalándome con el dedo, mamá
mira a David y luego de nuevo a mí—. ¿Por qué no te quedaste en
casa y seguiste tu sueño?
Me encojo de hombros, sin querer entrar en esta conversación.

—Es solo la forma en que se dieron las cosas.

—Era una niña tan rebelde cuando era adolescente. Siempre


haciendo acto de rebeldía. —Sintiendo que la ira aumenta, me
muerdo la lengua. Solo le decía a la gente la verdad, y lo único que
conseguía era que me etiquetaran como una niña problemática.

David, sintiendo mi malestar, le pone una mano en el brazo.

—Cariño, creo que tienes que dejarlo estar. —Ella le hace un


gesto con la cabeza—. ¿Por qué? Solo digo la verdad. Scarlet
siempre estaba callada, pero cuando hablaba, era de cosas
indecibles. —Parece que la lengua ebria de mi madre se está
soltando. Es curioso cómo los sentimientos pueden ser revelados
por unas gotas de alcohol.

—Wendy —advierte David.

—Y entonces los servicios sociales llamaron a la puerta.


¡Servicios sociales! —grita ella, empujando su bebida al aire y
derramando la mitad de ella.

—Nunca supe nada de eso hasta hace poco —digo bruscamente.


Mis emociones, que antes estaban bajo control, ahora se
tambalean ante la mención de la llegada de los servicios sociales y
que mi familia les mintió sobre mí—. ¿Cómo es que nunca me
hablaron de ello? —Miro a mamá y a Amber. Amber se sonroja,
pero mi madre solo parece estar alterada.

—Hablamos con ellos y se dieron por satisfechos. Dijiste que


todo era mentira de todos modos, así que ¿qué daño hizo?

Me doy cuenta que David quiere controlar la situación porque


me pone una mano encima y otra a mi madre. Esto me enfurece
aún más. Me pongo de pie.
—Te digo qué daño hizo. Hizo que una niña de quince años se
rompiera. Hizo que una chica de dieciséis años se fuera de casa
después que su padre la empujara por las escaleras tras enterarse
que había abortado a su bebé.

Los jadeos colectivos en la sala pronto fueron ahogados por la


estridente voz de mi madre.

—¿Lo ven? Esto es lo que soportamos. ¿Por qué no podías ser


normal como Amber? ¿Por qué siempre querías inventarte
mentiras?

—Porque eran la verdad. Todo lo que te dije era verdad, pero


nunca pudiste ver más allá, ¿verdad? Fui el producto de una
aventura de una noche, y tu marido me hizo pagar por ello diez
veces más.

Los ojos de Amber se abren de par en par mientras mira a


nuestra madre.

—Mamá, ¿es esto cierto?

Mi madre baja la mirada, revelando su culpabilidad.

—Mira, puedes acusarme de mentir, pero hay algunas cosas


que no puedes callar. Hay cosas que sabes que son ciertas. A
Amber la trataron como la hija bonita porque era su hija. Yo...
solo era un inconveniente para todos. Incluso para ti, mamá.
Hiciste la vista gorda a todo lo que hizo porque te sentías culpable,
¿no? Te sentías culpable de haberte acostado con otra persona y
que yo fuera el producto de ello.

Amber mira a mamá.

—Está mintiendo, ¿verdad? —Luego se dirige a mí—. ¿Por qué


siempre mientes?

Resoplo.
—No me hagas hablar de ti.

Sus ojos se abren de par en par.

—¿Yo? ¿Qué he hecho?

—Sé que te hiciste pasar por mí cuando llamaron los servicios


sociales. No intentes negarlo.

Amber no dice nada, así que Porter se dirige a ella.

—¡Di que no has hecho eso, Amber?

Ella me señala con el dedo.

—Ella estaba diciendo cosas malas sobre papá, y alguien tenía


que acláralas.

—¿Por qué? ¿Asustada por lo que diría si hablaban conmigo?

—¡Sí! —grita—. Eras una pequeña zorra, y lo sigues siendo.


Papá no era más que dulce, amable y cariñoso. Nos adoraba.

Eso fue todo. Ya había escuchado suficiente. Recogiendo mi


bolso, saqué mi pequeño pendrive, me dirigí a la televisión y lo
conecté.

—¿Quieres ver lo amable y cariñoso que era tu precioso papá?

Enciendo el televisor y encuentro el archivo que busco. Hago


clic en PLAY y me quedo parada mientras aparece una imagen
mía. Estoy en el baño de mi hermana y estoy a punto de cerrar la
puerta cuando la abren de un empujón.

—¿Qué haces aquí? —Empuja la puerta y la cierra tras de sí


antes de encerrarnos.

—Ha pasado más de un año, Scarlet. ¿No se me permite tener un


rato a solas contigo para preguntarte cómo te va? Veo que te va
bien. ¿Amber me dijo que estabas trabajando en una empresa de
investigación?

—Ayudo a dirigirla con alguien. Alguien que se enfadaría mucho


si supiera que me estás acosando aquí de esta manera. Él sabe de
ti.

Todos observamos cómo se acerca a mí.

—¿Y este alguien sería tu novio?

—Sí, y es muy protector conmigo. Te matará si me tocas.

Vuelve a dar un paso al frente y yo vuelvo la cabeza hacia otro


lado. Se ve cuando aspira mi aroma.

—Todavía hueles como antes. Eso es lo único que no ha


cambiado. Además, tu cuerpo parece más firme de lo normal. ¿Has
estado haciendo ejercicio?

Veo que mi madre y Amber me miran con horror. Por fin están
viendo al marido y al padre que siempre fue. Por fin tengo la
oportunidad de mostrarles al verdadero hombre que había debajo
de esa maravillosa imagen exterior que siempre llevaba.

—No deberías hacerme preguntas así. ¿Sabes lo inapropiado que


es?

Comienza a sonar una risa malvada y gutural.

—Después de todo lo que hemos hecho juntos, ¿quieres sacar a


relucir mis comentarios inapropiados?

En el vídeo, giro la cabeza hacia él.

—No todo lo que hemos hecho juntos. Todo lo que me has hecho.
Ya no puedes hacerme eso. He crecido y he conocido a alguien con
quien soy feliz. Ya no puedes hacerme daño. —Le escupo a la cara
y, en un segundo, me rodea la garganta con la mano mientras me
golpea contra la pared.

—¡Apágalo! —grita mi madre—. Apágalo.

No lo apago. Solo lo pongo en pausa.

—¿Qué? ¿Es demasiado para ti? Supongo que no quieres ver lo


que me hace a continuación, ¿verdad?

—¡Para! —grita, tapándose los ojos.

—Está bien. ¿Tal vez algo más? Cambiemos de canal, ¿bien? —


Vuelvo a pulsar PLAY, y a estas alturas, mi corazón late
desbocado. Les muestro las imágenes de David y yo antes de
pasar a Porter y a mí. Cuando Amber ve a Porter diciéndome que
me va a llenar con sus bebés, rompe a llorar.

—¡Puta! —grita—. ¿Lo has matado tú? ¿Fuiste tú quien lo hizo?

Mis ojos arden ante ella. Me siento como si estuviera en llamas.


Toda la rabia y el dolor reprimidos se liberan ahora en un gran
maremoto. Siento el inmenso alivio de haberlo liberado todo
mientras mis entrañas arden de venganza.

—No, pero ojalá lo hubiera hecho.

Ella sacude la cabeza, apartando a Porter de su camino.

—Sal de mi maldita casa. Ahora.

Dejo el mando a distancia y saco el pendrive del televisor antes


de dirigirme a ella.

—Con mucho gusto. —Echo un último vistazo a todos los que


están en la habitación antes de salir. Mi madre se cubre la cara
mientras llora, Porter parece estupefacto y David parece
decepcionado, pero en cierto modo aliviado.
Me vuelvo hacia la puerta, y cuando lo hago, mi firme decisión
se cae al suelo cuando veo a Stuart de pie, mirándome con la
mirada más perdida que jamás haya visto.

No sé cuánto tiempo lleva ahí, pero supongo que bastante. No


me quedo para preguntar. Dejo a mi familia gritando y llorando
entre sí mientras salgo por la puerta con frialdad. Solo cuando
estoy fuera con Stuart me vuelvo hacia él, con la cara llena de una
mezcla de ira, remordimiento, rabia y devastación por lo que ha
visto.

—Te lo dije, pero no me escuchaste, ¿verdad? No me


escuchaste. No me arrepiento de nada de lo que hay ahí, ¿y en
qué me convierte eso?

Vuelvo la cabeza hacia otro lado, disgustada. Sigo pensando que


va a gritar, a chillar, a mandarme a la mierda, pero no lo hace.

—Te convierte en humano. Lo que te hizo tu familia fue


imperdonable.

Levantando la cabeza, me doy cuenta que tengo lágrimas en los


ojos. ¿Por qué estoy llorando de repente?

Señalo la casa, tratando de enfatizar mi punto. ¿No lo ve? ¿No


ve la maldad que hay en mí?

—Me he follado a los maridos de mi madre y de mi hermana,


Stuart. ¿No lo entiendes? —Hago una mueca, haciéndome sentir
como una mierda, pero ¿qué esperaba?— Te dije que no era lo
suficientemente buena para ti. Ahí tienes la prueba. Entre las
citas contigo, me follaba a mi padre y a Porter.

Retrocede, sorprendido, pero esto es lo que quiero, ¿no? Este es


el resultado que busco. Entonces, ¿por qué me siento como una
mierda? ¿Por qué siento que mi corazón está siendo destrozado?
Soy una cáscara vacía de emociones. No siento dolor, ni pena, ni
alegría. Entonces, ¿por qué cuando recuerdo nuestras citas, todo
lo que puedo sentir es esa ráfaga de felicidad que me han dado?
¿Por qué ahora -cuando miro los ojos llorosos de Stuart- solo
puedo ver mi dolor reflejado en mí?

En esos preciosos segundos, veo lo mucho que voy a echar de


menos al niño que lleva dentro. Lo mucho que echaré de menos su
sonrisa sensual, sus anécdotas arrogantes y su carácter dulce...
todo ello desperdiciado en mí. No soy la chica para él. Se merece
algo mucho mejor que yo.

Así que, con la voz entrecortada, le doy el último golpe.

—Solo eras un poco de diversión para pasar el tiempo. —Sacude


la cabeza, dando un paso hacia mí, pero levanto las manos para
detenerlo—. Te dije que dejaras de perseguirme. Te dije que
acabaría rompiendo tu corazón. Te lo advertí. Te lo advertí, joder
—grito como si estuviera enfadada con él, pero la única persona
con la que estoy enfadada es conmigo misma. Poco a poco, veo
que le estoy rompiendo, y poco a poco, me estoy rompiéndo
también. No quería que él me importara, pero ahora me doy
cuenta que sí. Ahora me doy cuenta que puedo sentir, y es una
mierda... Me está matando.

Abrazándome a mi misma, la agonía me desgarra por dentro.


Oigo un grito estrangulado, y al principio pienso que es Stuart
hasta que me doy cuenta que ese sonido emana de mí. ¿Qué me
pasa? Se supone que soy más fuerte que esto. Se supone que debo
dejar que Stuart vea el monstruo que hay en mí... el que le está
rompiendo el corazón.

Se acerca para estrecharme entre sus brazos, pero vuelvo a


apartarme de él.

—No me toques. No me toques nunca.

Va a decir algo, pero le hago callar. Tengo que acabar con esto,
y tengo que hacerlo ahora.
—No te acerques a mí. No me llames ni vengas a visitarme. —
Empiezo a retroceder aún más—. No quiero volver a verte.

Me doy la vuelta y empiezo a caminar tan rápido como puedo


por la calle, pero no es lo suficientemente rápido, así que me quito
los zapatos y empiezo a correr. Todo está borroso mientras paso
por delante de las casas, las tiendas y la gente. Todos pueden ver
mi dolor, pero por una vez, no me importa.

Llamo a un taxi y pronto llega uno a rescatarme. Mientras me


arrastro, le doy mi dirección y me doy cuenta que me mira por el
espejo retrovisor.

—¿Estás bien, cariño?

Enjugándome los ojos, intento serenarme. Como me dice Reid,


soy más fuerte que esto.

—Estoy bien. —Respiro profundamente un par de veces.

En el transcurso del viaje, me convenzo que esto ha sido lo


mejor. Stuart se merece una chica buena y de buen corazón. Una
que sea fiel y cariñosa y que le dé todos los bebés que se merece.

Por una vez, trato de convencerme que al dejarlo ir... al darle


una oportunidad de amor real, que tal vez... solo tal vez... no soy
tan egoísta después de todo.
Capítulo 37

—¿Me
¿Me estás escuchando?

Levanto la cabeza para encontrar a Reid mirándome desde su


escritorio, empiezo a preguntarme dónde ha estado mi mente. Han
pasado dos días desde mi gran arrebato y posterior colapso, y
durante dos días, todo lo que he sentido es que estoy
oy perdida en
este mundo. Intenté
ntenté luchar contra las lágrimas que me vinieron
después de hablar con Stuart de la manera en que lo hice, pero
una vez que llegué a casa -a a la soledad de nada más que cuatro
paredes y malos recuerdos
recuerdos- todo lo que pude hacer fue llorar. Me
fui a la cama y lloré hasta quedarme dormida. Solo cuando me
desperté, me dije que tenía que levantarme y ponerme las bragas
de niña grande.

A pesar de todo esto, no he dejado de mirar el celular de vez en


cuando ni he impedido que mi mente divague por lugares que no
debería.

Me levanto del escritorio y trato de abrir más los ojos. Estoy


como un zombi.

—Lo
Lo siento. No he dormido mucho.

Reid suspira y se gira un poco en su silla antes de responder.

—Si
Si te preocupa que vayan a la policía, seguro que ya lo
habrían hecho.
Asiento con la cabeza.

—Lo sé.

Reid se levanta y camina hacia mi lado antes de sentarse frente


a mí.

—No tienen ningún maldito argumento en el que apoyarse. Si te


acusan de su asesinato, van a tener que explicar sus razones.
Saben que tienes las pruebas. Ellas lo han visto con sus propios
ojos. Tú no eres la que tiene la culpa aquí, Scarlet. Nunca la
tuviste. Si tu madre hubiera dejado de beber durante cinco
minutos, entonces tal vez se habría dado cuenta de lo que le
estaba pasando a su propia hija... bajo su propio maldito techo.
Espero que la culpa se la coma viva hasta que no quede nada. No
se merece nada menos porque se suponía que era tu madre. Se
suponía que debía estar ahí para protegerte, y falló
miserablemente.

Giro en mi silla y sonrío. No me apetece sonreír, pero necesito


que Reid vea que estoy bien a pesar de sentir que me muero por
dentro.

—Ha sido un buen discurso.

—Levántate —me ordena de repente. Hago lo que me dice y me


atrae entre sus piernas. Una vez ahí, me pasa los dedos por la
línea de la mandíbula antes de pasarlos por el pelo. Me agarra un
puñado.

Me echa la cabeza hacia atrás para que nuestros ojos se


encuentren y sonríe antes de besarme a lo largo de la mandíbula.
Cierro los ojos, disfrutando de la sensación de sus labios en mi
piel. A pesar de mis sentimientos por Stuart, no puedo evitar la
atracción que ejerce Reid. Al igual que mi padre, me tiene bajo
una especie de hechizo cada vez que me toca.
Cuando sus labios se detienen en mi cuello, siento su aliento
caliente contra mi piel, haciéndome temblar.

—¿Tienes frío? —me pregunta.

—Sabes que no es eso. —Mi voz es jadeante con deseo. Debe


saber lo que me hace. Cuando levanta la cabeza, una sonrisa
victoriosa se dibuja en su rostro.

—Mañana nos vamos a España. No me importa lo que parezca.


Si la policía quiere hablar contigo, bien. Vuelve a casa y habla con
ellos, para que no sospechen. Pero esto está sucediendo. Tu
familia sabía de esto mucho antes que tu padre muriera. —Me
lame el labio inferior, haciéndome temblar ligeramente—. Mañana
por la noche, cuando lleguemos a España, te voy a tomar por
primera vez. Mañana por la noche, serás mía. Nadie más podrá
tocarte. ¿Entendido? —Asiento con la cabeza, pero él me agarra el
pelo con más fuerza, tirando de mí—. No puedo oírte.

—Lo tengo, Reid. Te he oído alto y claro.

—¿A quién perteneces?

Con un susurro cansado, digo:

—A ti.

—¿Quién es el único hombre que puede tocarte?

—Tú.

—¿Quién es el único hombre que amas y amarás?

Por primera vez, mi mente vuelve a pensar en Stuart. No quiero


pensar más en él. Estoy harta. En contra de mi voluntad, siento la
aparición de lágrimas en los ojos, pero me resisto a ellas. En su
lugar, encuentro mi valor y desafío antes de responderle.

—Tú.
Hace tres horas, que dejé a Reid solo para que se ocupara
ocup del
trabajo. Tiene un último trabajo que hacer antes de reunirnos
mañana por la tarde para nuestro vuelo a España. Una parte de
mí está encantada que finalmente nos vayamos. Una parte de mí
lo desea más que nada porque Reid ha sido una parte muy
importantee de mi vida. Después de todo su trabajo duro, ahora le
debo... Me debo a él. Y finalmente, después de todo lo que he
hecho, siento que yo también se lo debo. Él es tan mío como yo
soy suya. Ambos hemos estado trabajando por este día, el día en
que finalmente
nte podemos estar juntos. El día en que nos
convertimos en iguales. El día en que nos convertimos en uno.

A pesar de esto, en mi paseo de tres horas, me encuentro de


repente fuera de la casa de Stuart. No sé qué me ha llevado hasta
aquí, pero alguna fuerza invisible me ha empujado en su
dirección. Ha empezado a llover hace cinco minutos, pero por
alguna razón, no puedo mover los pies. En su lugar, miro
fijamente las ventanas de su casa, intentando grabarlo todo en mi
memoria. Me vienen a la mente recuerdo de e nuestro tiempo
juntos, de los helados en el McDonald's, de las charlas nocturnas
con películas y de mi favorito, el trampolín. Sé por qué estoy aquí,
y ya debería haberme ido, pero mis pies siguen sin poder moverse.

Mientras la lluvia cae por mi cara, ta


también
mbién lo hace el calor de
mis lágrimas. Apenas lloro, pero cada vez que pienso en Stuart y
en lo que le hice, parece que no puedo evitar que las lágrimas
caigan.

Todas estas emociones. Parece que no puedo lidiar con ellas. No


quiero sentir que mi corazón s
see hace pedazos. No quiero sentir el
dolor agonizante de saber que no volveré a verlo. Y ciertamente no
quiero sentir que sin su toque -sin su mera presencia- todo mi
mundo parece que se va a desmoronar.

¿Qué es lo que estoy sintiendo? ¿Qué es lo que podría ser? ¿Es


otra obsesión como la que tuve con mi padre... como la que tengo
con Reid? Mi cabeza está tan confundida. Sé que es diferente, pero
no puedo determinar cuál es esa diferencia.

Cerrando los ojos, suspiro. Tengo que irme. Solo estoy


prolongando la agonía si me quedo aquí. Necesito despedirme de
todo esto y volver a la vida que he llevado durante tantos años. Es
a lo que estoy acostumbrada.

Es lo que soy.

—Adiós —susurro, dándome la vuelta para irme, pero entonces


una voz me detiene en seco.

—¿Scarlet?

No puedo moverme. Cada músculo de mi cuerpo se ha tensado.


No sé cuánto tiempo permanezco así, pero cuando siento su mano
en mi hombro, me giro para mirarlo.

Parece perdido. Sus ojos están tristes y parece no haberse


afeitado desde el día en que le revelé mi verdadera naturaleza.
Ahora soy yo el monstruo.

Yo le hice esto.

—Habla conmigo, por favor. Entra.

Su pelo está empezando a empaparse por la lluvia.

—Entra. Te vas a congelar aquí fuera.

—¿Y qué hay de ti? Entra y hablaremos.


Se acerca a mí, así que me alejo.

—Ya dije todo lo que tenía que decir el otro día. ¿Qué queda por
decir?

Aprieta los dientes y, por primera vez, veo verdadera rabia y


desesperación en sus ojos.

—Sé que eso no es cierto. Sé que puedes sentirlo porque yo


también lo siento. Por eso estás aquí. —Empiezo a retroceder de
nuevo, pero entonces sus palabras me detienen en seco—. Estoy
enamorado de ti.

¡No, no, no, no! Esto no puede estar pasando. Empiezo a


sacudir la cabeza como si sacudiéndola fuera a eliminar sus
palabras, pero ahora me resuenan en los oídos.

—No, no lo estás. Estabas enamorado de la idea de mí. Estabas


enamorado de la Scarlet que comía helados contigo, veía películas
contigo y se reía y bromeaba contigo. Ella no es quien está aquí
frente a ti. Nunca fui esa persona.

Rápido como un rayo, se adelanta y me agarra por los hombros.

—No te creo. Quien vi era la verdadera Scarlet. La que iba al


colegio, la que se sonrojaba cuando la felicitaba y la que me hacía
sentir el más afortunado de los bastardos por respirar el mismo
aire que ella. La Scarlet en la que te convertiste nació del dolor y el
sufrimiento. La verdadera Scarlet sigue ahí dentro. Sé que lo está.
Ella es la verdadera tú. Ella es la que es más fuerte porque es la
que enfrenta su dolor y lucha por lo que cree. Lucha por nosotros,
amor. Lucha, maldición.

Intento alejarme, pero él todavía me tiene agarrada. Antes que


tenga la oportunidad de respirar, sus labios están sobre los míos,
desafiándome a actuar. Intento luchar contra lo inevitable, pero
cuando siento sus tiernos labios separando los míos, me
derrumbo bajo él. El movimiento de sus labios y su lengua
deslizándose dentro de mi boca me tienen hechizada.

Me aprieta más y gemimos contra los labios del otro mientras


nuestras bocas siguen explorando. Tengo el mismo fuego en el
estómago, pero esto es diferente. Esto se amplifica de alguna
manera.

Cuando su beso se ralentiza, me toma la cara con ternura y


apoya su frente en la mía.

—Dime que no lo sientes tú también. Dime que solo estoy


inventando lo que tenemos entre nosotros... que todo es un
dichoso sueño.

Siento su respiración agitada contra la mía y trago con fuerza


para evitar que se me salgan las lágrimas. No quiero que sus
palabras me afecten, pero es como si se abriera paso en mi
corazón, y no puedo detenerlo. ¿Qué fuerza de la naturaleza es él
para hacerme sentir así? Como si la idea de separarme de él me
llenara de un temor tan agonizante que siento que voy a explotar.

La cabeza me da vueltas. Sé que no debería decir las palabras,


pero es como si mi estómago las hiciera subir por el esófago hasta
la garganta antes que finalmente salgan de mi boca.

—Yo también lo siento. —Me derrumbo en sus brazos como si


estas palabras me hubieran agotado. La liberación es tan grande
que ya no puedo hacer una cosa tan sencilla como estar de pie.

Stuart -sintiendo mi debilidad- aprovecha la ocasión para


cogerme en brazos y llevarme a su casa. Una vez cerrada la
puerta, me lleva a su habitación y me pone de pie.

—Tenemos que secarte.

No quiero estar seca. Quiero estar mojada. Ya estoy mojada por


ese beso, el mejor de todos los que he recibido.
Mirándome fijamente a los ojos, Stuart me aparta tiernamente
el pelo mojado de la cara, y ese pequeño acto hace que me
pregunte cómo he podido alejarme de él.

No queriendo esperar más, lo atraigo hacia mis labios y empiezo


a rociar de besos toda su cara y su cuello. Oigo su gemido y mis
entrañas empiezan a arder como nunca.

—¿Hazme el amor? —le pregunto, y cuando las palabras salen


de mis labios, me doy cuenta que nunca se lo había pedido a un
hombre. Por primera vez, quiero que me adoren.

Quiero que me amen.

Agarrándome por la nuca, Stuart me atrae hacia él y nos


besamos mientras empezamos a quitarnos la ropa mutuamente.
Una vez desnudos, Stuart se detiene un momento y sus ojos
recorren mi cuerpo.

—Eres tan hermosa.

Mis ojos recorren su físico. Sus anchos hombros se alzan


orgullosos y me dan ganas de morderlos, besarlos y
mordisquearlos por completo. Al seguir por su vientre plano, noto
la V perfectamente formada, y todo apunta en una dirección. Su
polla es grande, circuncidada y perfecta.

—Te amo —dice, rompiendo mis pensamientos lujuriosos.


Stuart se acerca y pone una mano en mi mejilla—. Creo que
siempre he estado enamorado de ti.

Una sola lágrima cae por mi cara y Stuart la limpia. Unas


mariposas se agolpan en mi estómago cuando un sentimiento
nuevo, como ningún otro, se apodera de mí, llenándome de su
calidez. Es entonces cuando me doy cuenta que he sido una tonta
al pensar que podría huir de esto. Una tonta al pensar que podría
vivir otro día sin Stuart en él.
—Yo también te amo.

Las palabras salen de mí con tanta naturalidad que es como si


el peso del mundo se hubiera levantado. Siempre pensé que era
libre, pero me estaba engañando a mí misma. Nunca fui libre. Solo
me encerré entre mis muros con tanta fuerza que, a lo largo de los
años, conseguí convencerme que podía ser feliz viviendo así.

Nunca había estado viviendo.

Pasando su pulgar por mis labios, Stuart cierra


momentáneamente los ojos.

—¿Sabes lo malditamente sexy que resultan esas palabras al


salir de tus labios? Quiero ir despacio contigo, pero estás haciendo
que me sea imposible contenerme.

Le tomo la mano, acercándola a mi corazón.

—Déjame amarte primero. Dame esta vez, y después podrás


tenerme como quieras. —Asiente con la cabeza, así que le doy la
vuelta y le empujo suavemente hacia la cama. Me pongo a
horcajadas sobre él y empiezo a darle besos por todo el cuerpo.
Quiero montarlo tan rápido que me arden las entrañas, pero
quiero que este momento dure todo lo que pueda. Quiero sentir
cada segundo de lo que es esto con él.

Mientras lo beso por todas partes, sus gemidos rebotan en las


paredes, haciendo que me ardan las entrañas. Después de un
rato, nos corremos juntos. Me ocupo de él como debe hacer
alguien enamorado. Nos cogemos de la mano mientras lo monto,
nuestro placer va y viene de su cuerpo al mío. Saboreo cada
momento. Cada sensación de él, la atesoraré. He oído el término
"hacer el amor" y ahora sé lo que se siente.

Ahora sé lo que es sentirse la mujer más querida y amada del


mundo.
Y nadie, ni siquiera mi padre, podrá quitarme eso.
Capítulo 38

Me despierto entre una maraña de brazos y piernas y sonrío al


darme cuenta de quién es la cama en la que me he despertado...
De quién es la cama en la que quiero despertarme todos los días.

—Buenos días —le


le oigo decir con una sonrisa en la voz.

Me giro para ver si estoy en lo cierto, y efectivamente, me está


mirando con la sonrisa más chulesca en la cara.

—Buenos días — —le respondo—.. Con esa mirada, la gente


pensará que anoche follaste.

Con un giro, me tiene debajo de él, clava


clavando
ndo su dureza en mi
estómago.

—Anoche hice algo más que follar.

—¿Ah,
¿Ah, sí? Cuéntame más.

—Bueno,
Bueno, esta mujer a la que prácticamente he amado desde el
décimo año en la escuela me dijo que me correspondía anoche. No
solo eso, sino que me dio el mejor y más alucinante sexo que he
tenido nunca. Es decir, pensé que sería explosivo entre nosotros,
pero lo de anoche fue nuclear.

Frunzo el ceño.

—Nuclear, ¿eh?
Estudia mi cara como si fuera una joya preciosa.

—Ella aún no lo sabe, pero voy a pedirle que se mude conmigo.

Reid pasa por mi mente, haciendo que mi sonrisa se


desvanezca. Él se da cuenta, por supuesto, y se aparta de mí.

—¿Qué pasa?

Sentándome, me apoyo en las rodillas mientras Stuart me


observa con cara de preocupación.

—No te he contado todo.

—Continúa —dice, ansioso que se lo cuente.

Tomando su mano, la estrecho con fuerza entre las mías.

—Tienes que saber que ahora soy tuya, sin duda. Te amo y
quiero estar contigo. Comprometerme contigo y solo contigo.

Respira aliviado.

—Para mí, eso es lo único que importa.

Cierro los ojos, para disparar la bala.

—Hay alguien más.

Parpadea un par de veces confundido.

—¿Alguien más, como alguien más que estás viendo?

Suspiro. ¿Cómo puedo explicar esto sin herirlo aún más?

—Más o menos... Quiero decir, estamos juntos, pero no hemos


tenido sexo. Es mi socio... El que me ha estado ayudando a
vengarme de mi familia. Ha estado conmigo en mis días más
oscuros y prometió ayudarme siempre y cuando después le diera
algo a cambio.
Dejando caer los hombros, Stuart suspira.

—Tú.

Asiento con la cabeza.

—Sí, yo. Ahora que he completado mi venganza, quiere que me


vaya con él a España, que sea suya para siempre. No me dejará ir,
Stuart. Sé que no lo hará.

Stuart se sienta y me agarra la mano. Tiene una mirada de


desafío en su rostro.

—No dejaré que haga eso. Has tomado tu decisión y él tendrá


que aceptarla.

Sacudo la cabeza.

—No. No entiendes de lo que es capaz. Él es... —Se me traba la


lengua en la boca.

—¿Mató a tu padre? —Obviamente, Stuart es mucho más


astuto de lo que yo creía. Me limito a asentir.

De pie, Stuart se pone el pantalón del pijama y empieza a


pasearse por el suelo.

—¿Sabes lo conflictivo que estoy? Una parte de mí quiere ir a la


policía... para sacarlo de tu vida. Pero otra parte de mí se alegra
que lo haya hecho. Ojalá hubiera sido yo, pero me alegro que tu
padre esté muerto.

Hundo la cabeza en mis rodillas por un momento. Esto es tan


jodido. No sé qué hacer.

—Nunca me dejará ir. ¿No lo ves? Ahora se lo debo.

Stuart se apresura a agarrarme de los hombros.


—No le debes nada. Puede que te haya ayudado, pero ¿qué
esperaba a cambio?

Hago una mueca.

—Realmente no quieres saberlo.

Apretando los dientes, inclina la cabeza hacia delante antes de


encontrarse con mis ojos.

—¿Nunca te has acostado con él?

Niego con la cabeza.

—No. Éramos socios en los negocios y hacíamos cosas juntos,


pero nunca tuvimos sexo.

Stuart levanta la mano.

—No quiero saberlo.

Por primera vez, me siento avergonzada de mí misma.

—No... realmente no quieres.

Desplomándose en la cama, Stuart guarda silencio por un


momento.

—Este otro tipo... ¿Dónde está ahora?

—Dijo que estaría haciendo un último trabajo antes que nos


encontremos a última hora de la tarde. Nuestro vuelo sale a las
nueve.

Se vuelve hacia mí.

—¿A qué hora se supone que se van a encontrar?

—Me espera en su oficina a las cinco.

Stuart mira su reloj.


—Ya son las once. —Se pasa los dedos por el pelo

Antes de subirse a la cama y tirar de mí hacia él. Una vez en


sus brazos, me abraza con fuerza y me besa la cabeza.

—Ya sé lo que hay que hacer. —Me separo de él y le miro a los


ojos—. Tengo un barco atracado en Southampton. Tendré que
hacer algunas llamadas y empaquetar algunas cosas, pero
podemos estar en él para la hora en que se supone que te
encuentras con... quienquiera que sea. Podemos navegar durante
unos días. Nadie podrá encontrarnos. Para cuando volvamos, con
suerte estará en España y se olvidará de ti.

Sacudo la cabeza con una sonrisa.

—Sé que eso no ocurrirá. No conoces a Reid.

Aprieta los dientes.

—Ni quiero hacerlo.

Lo beso suavemente en los labios.

—Lo siento.

Me abraza más fuerte contra él y sacude la cabeza.

—Tú lo vales mucho. Estás pegada a mí, señorita Valentine...


con verrugas y todo.

Enarco una ceja.

—¿Verrugas, eh? Creo que puedo verme bien con verrugas.

—Creo que estarías guapa con cualquier cosa. —Sacude la


cabeza—. Se supone que estamos hablando seriamente y tú me
estás distrayendo.

Coloco un dedo en su pecho y lo hago girar en círculos.


—Me gusta distraerte.

Stuart gime.

—Para, Scarlet. Tenemos que hablar de esto. ¿Qué vamos a


hacer?

Mi sonrisa desaparece cuando la realidad no tarda en


golpearme.

—Creo que no tenemos otra opción que seguir tu idea. Puedo


llamarle y explicarle una vez que estemos en camino. Le debo al
menos eso. Solo que no sé qué vamos a hacer en el futuro.

Stuart me besa la cabeza.

—Una cosa a la vez. Concentrémonos primero en el presente. No


voy a estar en paz y feliz hasta que pongas un pie en mi barco y
soltemos la cuerda.

Pensando en el dinero en la oficina de Reid, me siento. Sé que


será lo último que recoja esta tarde cuando me reúna con él, así
que el dinero debería estar todavía allí.

—Voy a necesitar hacer algunas cosas antes de irnos. Tengo


algo en la oficina de Reid que necesito, y tendré que volver a casa
para hacer la maleta.

Stuart maldice.

—Yo también tengo algunas cosas que hacer, pero me va a


llevar algo de tiempo. No quiero dejarte.

Coloco mi mano en su pecho.

—Yo tampoco quiero dejarte, pero si queremos hacer esto,


tendremos que separarnos y reunirnos más tarde.

Levantándose, Stuart toma mi mano.


—De acuerdo. Hagamos lo que tenemos que hacer, y te recogeré
en tu casa digamos. —Mira su reloj— ¿a las tres?

Asiento con la cabeza, y los dos nos duchamos y nos vestimos


juntos a toda prisa. Una vez listos, Stuart insiste en dejarme al
menos en la oficina de Reid antes de irse a hacer lo que tiene que
hacer. Cuando aparca junto a la calle principal, me inclino y me
despido de él con un beso apresurado.

Antes de irme, me agarra la mano.

—No dejaré que te pase nada. Te amo. Lo sabes, ¿verdad?

Sonrió, asiento con la cabeza mientras me besa la mano.

—Lo sé. —Salgo del auto y, antes de cerrarlo, grito—: ¡Y yo


también te amo! —Cierro la puerta, riendo, y veo cómo me lanza
un beso antes de marcharse.

Tengo que ponerme en marcha. Ya son más de las doce, así que
no tengo mucho tiempo. Cuando llegue a casa, tendré que meter
lo que pueda en un par de maletas y esperar lo mejor. Por ahora,
necesito entrar en la oficina de Reid, y necesito entrar en esa caja
fuerte. En ella está mi mitad del dinero... la mitad por la que
trabajé duro mientras Reid me convertía en su anzuelo.

Saco la llave de mi bolso y entro. Todo está tranquilo mientras


subo las escaleras una a una. Llego a la puerta de su despacho,
que está cerrada. La abro poco a poco por si acaso está allí, pero
cuando la atravieso, solo me encuentro con paredes blancas, un
gran escritorio de caoba y una silla de cuero negro enfrente de mí.

Paso y me dirijo rápidamente al cuadro. Lo abro de un tirón y


respiro profundamente y marco la fecha de mi cumpleaños. Para
mi alegría, se abre con un clic y veo que el dinero sigue allí. Me
apresuro a tomar unas veinticinco mil libras. Puede que haya
ganado la mitad, pero quiero que Reid siga teniendo su sueño de
tener un club. Solo quiero tomar lo mínimo, dejando lo suficiente
para que Reid pueda comprar el club y las renovaciones que
quiera hacer.

Solo cuando estoy a punto de cerrar la puerta me doy cuenta


del sobre que hay a un lado. Debería irme, pero me llama para
que lo abra. Sea lo que sea, Reid quería tenerlo a buen recaudo
ahí dentro por alguna razón.

Con mi curiosidad a flor de piel, saco el sobre y me siento en la


silla de Reid. Abro apresuradamente el sobre y saco su contenido.
Enseguida, un par de fotos caen al suelo. Una es de mí unos años
más joven... más o menos cuando Reid y yo nos conocimos. Es
una foto mía en la calle. Debe haberla tomado sin que yo mirara.

La otra foto hace que se me ericen los pelos de la nuca. Es de mi


padre. Está junto a su Ferrari y, por lo que parece, está a punto
de subirse a él.

Al apartarlas, veo un documento de aspecto antiguo. Cuando lo


abro, veo que es un certificado de nacimiento. Es de Reid. Por
alguna razón, me dijo que era un par de años mayor de lo que
realmente es. Al ver su fecha de nacimiento, me doy cuenta que
solo es un par de meses mayor que yo. Su madre se llama Bridget
Marks, y su padre se llama...

Se me hiela la sangre cuando veo su nombre. Mis pensamientos


se revuelven y me mareo. Pero entonces, a través de la nube, todo
se vuelve claro. Ahora, todo tiene sentido. Por qué me sentí tan
atraída por Reid desde el momento en que lo conocí. Por qué dejé
que me dominara como lo hizo. No era solo porque él simplemente
tenía un don para ello. Su fuerza era fuerte porque, todo el
tiempo, mi subconsciente lo sabía.

De tal palo, tal astilla.

Al final, mi padre realmente había conseguido el hijo que


siempre había querido. Solo que él no lo sabía.
Mientras pienso en esto, recuerdo a mi padre mirando a Reid
como si lo conociera. Me hace preguntarme si papá realmente
sabía que existía.

No sé cuánto tiempo estoy allí sentada, pero cuando Stuart


vuelve a entrar en mi mente, me pongo de pie, metiendo todo de
nuevo en el sobre antes de correr hacia la caja fuerte y cerrar la
puerta. Ahora no tengo tiempo para esto. Me enfurece que Reid no
me lo haya dicho, pero ¿por qué debería importarme ahora? Ya no
va a estar en mi vida.

Y menos mal, porque solo ahora -después de sentirme bañada


en amor- me doy cuenta que es veneno.

Como mi padre.

Metiendo el dinero en el bolso y cerrando todas las puertas tras


de mí, salgo a la calle principal para llamar a un taxi. Cuando
llega uno rápidamente, le digo mi dirección. En este momento,
llegar a casa no puede ser lo suficientemente rápido.

Cuando el conductor se acerca al bordillo, le lanzo un billete de


veinte y me bajo. Casi tropiezo, pero consigo recuperar el
equilibrio antes de caminar hacia mi puerta.

Respiro profundamente, tratando de calmarme antes de girar la


llave en la cerradura. Como era de esperar, todo está tranquilo
cuando entro. Todo está como lo dejé ayer.

Dejo caer el bolso al suelo y subo rápidamente a mi dormitorio.


Las cortinas están echadas, así que está oscuro. Tomo una maleta
y la tiro sobre la cama, pero antes de empezar a hacer la maleta,
necesito algo de luz. Empiezo a acercarme a las cortinas cuando
se enciende el interruptor de la luz.
Capítulo 39

Se me escapa toda la sangre de la cara cuando veo a Reid


sentado en el rincón más oscuro de mi habitación. Me ha estado
esperando. No sé desde cuándo. Quizá no quiera saberlo.

—Reid —digo
digo con un poco de sorpresa en mi voz—.
voz Llegas
temprano. Creía que habíamos quedado en tu despacho. —Trago
nerviosamente mientras me dirijo a mi bolsa para comenzar a
empacar.

—MeMe las arreglé para conseguir lo que buscaba un poco antes


de lo que había previsto.

¿Por
or qué el sonido de eso me ha subido a la columna vertebral?

—¿Ah, sí? —NoNo le miro. En su lugar, mantengo la cabeza baja


mientras sigo metiendo ropa en mi maleta.

Siento que cuando está más cerca se me erizan los pelos de la


nuca. Soy muy consciente de él. Siempre lo he estado. Supongo
que ahora sé por qué. Cuando me aparta un mechón de pelo del
cuello e inhala mi olor, me estremezco.

—Pareces
Pareces nerviosa.

—Estoy
Estoy deseando ponerme en marcha, eso es todo. —No puedo
dejar que me vea, pero estoy en pánico. ¿Cómo voy a salir de esto
ahora? Siento que las paredes se derrumban sobre mí. Estoy
atrapada y no veo la manera de salir.
—¿Estás segura que eso es todo? —Siento su aliento caliente
contra mi cuello, y la sangre fría me recorre. Algo le pasa a Reid...
y no me gusta.

—Por supuesto. ¿Qué otra cosa podría ser?

Vuelve a apartarme el pelo -esta vez de la espalda- y se inclina


hacia mí.

—¿Dónde has estado toda la noche?

En la última palabra, oigo el veneno en su tono. Lo sabe. Por


supuesto que lo sabe.

—Ese último trabajo que tuviste que hacer...

Se aparta, caminando hacia donde estaba sentado y saca algo


de su bolsa junto a su asiento. Es un sobre. Saca el contenido y lo
deja caer sobre la cama.

Cierro los ojos mientras mi corazón se desploma. Una imagen


tras otra de Stuart y de mí fuera de su casa la noche anterior se
extienden por la cama para que las veamos. En las fotos se ve la
angustia, el dolor y el amor que siento cuando Stuart me mira a
los ojos. Obviamente, Reid también lo ve porque esa es la foto que
toma.

Acercándola a mi cara, Reid se acerca a mí.

—¿Qué mierda parece esto, Scarlet? Por favor, dímelo porque, si


no me equivoco, parece que lo estás mirando como deberías
mirarme a mí. —Me acerca aún más la foto a la cara—. ¡A mí! —
gruñe antes de dejar caer la foto a mis pies.

—No he planeado esto. Lo prometo. Solo me dejé llevar por el


momento. Eso es todo.
Me hace girar y me abofetea, haciéndome saltar. Reid ya me
había golpeado antes, pero no por odio... no por una furia y eso
me hace hervir.

—Deja de mentirme, joder.

Sintiendo que la rabia se apodera de mí, me mantengo firme.

—¿Quieres hablarme de mentirosos? Bueno, ¿y de ti, eh? ¿Qué


pasa con que te has perdido un detalle muy importante sobre tu
filiación conmigo?

Sus ojos se abren un poco antes de recuperar la compostura.

—Nada de eso importa.

Sacudo la cabeza.

—¿Nada de eso importa? Eres mi hermano.

—Hermanastro.

—Eso no importa. Lo que importa es que eres el hijo de mi


padre, y que nunca sentiste la necesidad de decírmelo.

Caminando rápidamente hacia mí, Reid agarra mis muñecas,


manteniéndolas en su lugar.

—Eso no significa nada. Quería saber quién era mi padre y


quién era su familia. Solo cuando supe que tenía una hija
separada empecé a buscarte. Cuando supe que había una
acusación en los servicios sociales, empecé a indagar. Encontré
tus registros del hospital y empecé a buscarte a partir de ahí.

Las lágrimas empezaron a nublar mis ojos.

—¿Sabía de ti?
—Iba a decírselo, pero después de descubrir lo que te hizo, se lo
oculté. En lugar de eso, fui a verle y le amenacé. Le dije que lo
mataría si volvía a ponerte la mano encima.

Sacudo la cabeza.

—¿Por qué no me lo dijiste? ¿No lo ves? Todo tiene sentido.

Me atrae hacia sus brazos y me abraza con fuerza. Antes me


reconfortaba, pero ahora solo siento miedo y temor.

—Por eso no te lo dije. No me parezco en nada a él. Nunca seré


como él.

Intento apartarlo.

—No. Es que no puedes verlo. Ya lo eres.

Empieza a sacudirme.

—No me parezco en nada a él, maldición. Tú y yo somos el uno


para el otro.

Vuelvo a sacudir la cabeza, y sé que él puede sentirlo mientras


me empuja contra su pecho.

—Estábamos juntos por nuestra mutua obsesión con mi padre.


Estabas conmigo porque, al igual que él, no podías evitarlo... y yo
tampoco.

Se queda quieto, y eso me asusta más que nada.

—¿Lo amas?

Cerrando los ojos, me pregunto si puedo mentirle. Mi silencio lo


dice todo mientras él me abraza con rigidez.

—Estoy enamorada de él. —No se mueve por un momento, pero


luego empieza a apretarme tan fuerte que no puedo respirar—.
Reid, no. No puedo respirar.
—No puedes amarlo. Me perteneces a mí. Solo a mí. —
Apartándome, se queda ahí, con los puños apretados, respirando
con fuerza—. Quítate la ropa. —Me alejo, negando con la cabeza—
. Quítate la maldita ropa.

Las lágrimas empiezan a caer por mi cara.

—No, Reid. Por favor, no.

Corre hacia delante, arrancándome la camiseta.

—Si tú no lo haces, lo haré yo. —Me arranca el sujetador antes


de tirar de mi falda. Intento huir, pero me agarra y me tira a la
cama. Rápidamente me sigue, colocándose entre mis piernas—.
Querías que te follara. Ahora lo vas a conseguir. Ahora, voy a
hacerte mía. De nadie más. Mía.

Mis ojos se abren de par en par ante sus palabras. Durante


años, he deseado esto, pero ahora que lo está poniendo delante de
mí, no quiero nada más que correr.

—Así no. Por favor —le ruego, intentando en vano apartarlo de


mí. Pero no me escucha.

Besando mi cuello, empieza a recorrer mis pechos y comienza a


chupar mis pezones. No quiero que reaccionen, pero con Reid
siempre lo hacen, quiera yo o no. Sonríe una vez que se da cuenta
de lo fruncidos que están antes de arrancarme las bragas—. Voy a
follarte ahora. Y tú te vas a correr. Te dije que iba a ser el último
hombre con el que follaras, y me voy a asegurar que lo sepas.

Agarrándome del cuello, siento que se tira de los pantalones y,


en un instante, está dentro de mí, empujando hasta la
empuñadura. Los dos gritamos al unísono cuando el momento
que hemos estado esperando se abalanza sobre nosotros como
una ola gigante. A pesar que no me sentía preparada, ha
conseguido entrar a la fuerza.
Mientras empieza a empujar con fuerza dentro de mí, hago lo
posible por quedarme en blanco como solía hacer con mi padre.
No quiero sentir esto porque sentirlo sería destruir el recuerdo de
Stuart y yo. Sentir esto significaría que he defraudado al único
hombre que realmente ha significado algo para mí.

Pero por mucho que lo intente, mi cuerpo reacciona a todo lo


que hace Reid. Cada empuje de sus caderas provoca olas de placer
mientras aplica más presión en mi cuello.

A medida que Reid se adentra en ese lado oscuro de sí mismo,


me arrastra más profundamente con él. Y cuando oigo sus
gemidos y gritos de placer, no puedo evitar igualarlos. Sé que Reid
va a matarme por mi traición, pero ahora mismo no me importa.
Ahora mismo, pienso en todos esos años en los que lo he deseado
como lo tengo ahora. Reid puede haber ganado la guerra, pero yo
gané algunas de las batallas. Le gané a él. Finalmente logré que
cediera a su deseo por mí.

Y todo lo que hizo falta fue que me enamorara.

Mientras mi orgasmo aumenta, pienso en Stuart como si fuera


un recuerdo lejano. De todos modos, las cosas nunca habrían
funcionado entre nosotros. Me engañaba a mí misma pensando
que podría haber tenido algún tipo de relación normal con él. Yo
era de Reid y siempre lo seré. Esto es lo que he querido todo el
tiempo. Es todo lo que he soñado.

Mientras sigue asfixiándome, mi orgasmo se desgarra mientras


le miro fijamente a los ojos. Solo cuando miro realmente puedo
verlo... Son los mismos ojos que solo ahora se parecen a los de
otra persona. Son los mismos ojos que me perseguían de niña.

Mi padre realmente tuvo a su hijo, el mismo hijo que está


cogiendo mi último aliento y mientras él se viene dentro de mí. Es
un hermoso producto de mi irresistible monstruo. Sonrío para mis
adentros mientras la oscuridad me ahoga.
Papi estaría realmente orgulloso.
Nota & Agradecimiento

Voy a ponerme en plan cliché y decir: "Tuve un sueño". No, en serio,


tuve un sueño. Un viernes por la mañana, no hace mucho tiempo, soñé
con una mujer que era una zorra devoradora de hombres. De las que se
comen a los hombres y los escupen. Todo el día de ese viernes en
particular, todo lo que podía pensar era en esta mujer. Me atormentaba
durante ell día y me daba pensamientos perversos por la noche. Me
consumía tanto que, muy pronto, estaba sentada en mi escritorio -con
la lapto abierta- y había empezado a teclear.

Y tecleé. Tecleé, y tecleé, y tecleé. A veces, no podía parar... a pesar de


tener que hacer cosas como comer, ducharme, hacer la cena, o lavar y
planchar, etc. Todas las tareas normales de la vida diaria que hacen
que una casa funcione bien, para mí, pasaban a un segundo plano
porque solo tenía que terminar.

Cuatro semanas más tarde, Siren nació junto con la mujer que había
consumido todos mis pensamientos durante los veintiocho días
anteriores. Ahora, lo más probable es que estés pensando que sueño
algunas mierdas pervertida
pervertidas.

Sí, probablemente tengas razón.

No puedo evitar lo que sueño. D Deviant


eviant partió de un sueño, así que
espero que Siren tenga la misma (si no mejor) reacción. Es ciertamente
más oscuro que Deviant, y es definitivamente mucho más retorcido.

En fin, ya basta de mis tonterías sobre mis sueños. Tengo que dar las
gracias a algunas
nas personas. Especialmente a mi familia por todas las
razones que he mencionado anteriormente. Creo que las pizzas y
hamburguesas para llevar se convirtieron en un tema habitual durante
el tiempo que estuve escribiendo este libro. Te aseguro que desde
entonces hago comidas caseras. Bueno, a veces...

Quiero dar las gracias a mi editora, Shannon Steed, por haber editado
esto en circunstancias no muy buenas. Sabía que le resultaba difícil,
pero perseveró, y se lo agradezco mucho. Dudo que el tema de mi libro
haya ayudado, así que hay que chocar los cinco aún más en ese
sentido.

También a Tee, que corrigió Siren. Gracias por estar ahí para ayudar y
enviarme un mensaje a altas horas de la noche para decirme que iba a
llorar si Scarlet estaba muerta. Mi respuesta fue: "Err, quizás no
debería decir nada..."

Los siguientes son mis lectores beta, Sally-ann Hall, Claire Lamb,
Cassie Wildman, Sonya Paul y Anne Milne. Muchas gracias por
ayudarme con el borrador. Les estoy muy agradecida porque me han
ayudado mucho. Sostodas unas mujeres encantadoras. Xoxo

A Dave Kelly, de Dave Kelly Artistics, que me proporcionó la


impresionante fotografía de Siren, y a Kellie Dennis, de Book Cover By
Design, por hacerme una portada increíble. Creo que esta es mi favorita
hasta ahora.

A Gel, de Tempting Illustrations, por diseñar unos teasers increíbles


para Siren. Has captado los momentos a la perfección, así que muchas
gracias. Eres una auténtica campeona con tus diseños. Te quiero,
chica.

También quiero dar las gracias a mis acosadores de mi equipo de calle,


Jaimie's Stalkers. Tengo un montón de gente estupenda ahí, que me
apoyan en todo lo que pueden. ¡Los quiero muchísimo! Estamos todos
un poco locos, pero ¿dónde estaría la diversión si no lo estuviéramos?

Agradezco especialmente a Amanda Perrie, Cheyenne Davis, Clayr


Catherall y Dawn Vickers por promocionar mis libros y los teasers, etc.,
con regularidad. Aprecio todo el tiempo y el esfuerzo que ponen en todo
lo que hacen. Son lo máximo.

También a mis pequeños #HashtagMinxes, que leyeron los seis


primeros capítulos de Siren y me animaron a seguir adelante... Este
libro es muy retorcido, así que sabía que a ustedes les encantaría la
idea ;) Muchas gracias.

Tengo que dar otro gran "gracias" a Joanne Swinney e Isa Jones de
JoandIsaLoveBooks por organizar el tour del blog, el tour de reseñas, el
día de lanzamiento y el Thunderclap para Siren. Ustedes, damas, van
más allá para ayudar a los autores. Realmente no sé cómo lo hacen.
Siempre están ahí cuando se necesita una mano amiga, y por eso les
estoy eternamente agradecida.

Y por último, a todos los lectores de amor y romance: Gracias por darle
una oportunidad a Siren, y espero que lo hayan disfrutado. Estoy
segura que vendrán muchos más, así que están atentos a Facebook,
Amazon y Goodreads.

Amor y paz para todos,

Jaimie xx
Sobre la Autora

Jaimie Roberts nació en Londres, pero se trasladó a Gibraltar en


2001. Está casada y tiene dos hijos, y en su tiempo libre escribe.

En junio de 2013, Jaimie publicó su primer libro, Take a


Breath, y el segundo salió a la venta en noviembre de 2013. Con
las críticas, Jaimie se tomó un tiempo para leer y aprender a ser
mejor escritora. Disfruta enormemente escribiendo, y aún más
con los comentarios que rerecibe.

También podría gustarte