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Voces: DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA ~ CONSTITUCIONALIDAD ~ TENENCIA DE

ESTUPEFACIENTES PARA CONSUMO PERSONAL ~ ESTUPEFACIENTES ~ TENENCIA DE


ESTUPEFACIENTES ~ CONSUMO DE ESTUPEFACIENTES ~ PRINCIPIO DE RESERVA LEGAL ~
DERECHO A LA INTIMIDAD ~ BIEN JURIDICO PROTEGIDO ~ SALUD PUBLICA ~ CONSTITUCION
NACIONAL ~ TIPICIDAD ~ COMERCIALIZACION DE ESTUPEFACIENTES ~ LEY DE
ESTUPEFACIENTES
Título: Tenencia, consumo y ostentación de estupefacientes
Autor: Bouvier, Hernán G.
Publicado en: LA LEY 01/12/2009, 01/12/2009, 4 - LA LEY2009-F, 800
Fallo comentado: Corte Suprema de Justicia de la Nación (CS) CS ~ 2009-08-25 ~ Arriola, Sebastián y otros s/causa n° 9080
Sumario: 1. Introducción. 2. Los puntos relevantes del fallo "Arriola". 3. Análisis de los argumentos. 4.
Algunas oportunidades perdidas. 5. Conclusiones.
1. Introducción
La Corte Suprema de Justicia de la Nación argentina se ha expedido sobre la cuestión de la
constitucionalidad de la tenencia de estupefacientes para el consumo. Concretamente, resolvió una queja
presentada en causa 9080 por el defensor oficial de Fares, Acevedo, Villarreal, Medina y Cortejarena quienes
fueron encontrados en posesión de entre 1 y 3 cigarrillos de marihuana (dependiendo el caso). Estas personas
fueron detenidas en la calle, cerca de un lugar de compra "al menudeo", y con los cigarrillos entre sus ropas. Por
tal hecho fueron procesados por tenencia para el consumo (art. 14 párr. segundo de la ley 23.737 —Adla,
XLIX-D, 3692—) y condenados en la Cámara Federal de Rosario. En la misma causa fueron condenadas otras
personas por tráfico de estupefacientes, pero la resolución de la Corte no las alcanza. La cuestión relevante a
resolver es si, y en qué medida, la punición de la tenencia de estupefacientes para el consumo puede
considerarse constitucional. Como se sabe, la Corte se ha ocupado varias veces de esta cuestión, con resultados
discordantes entre sí. En el fallo Bazterrica (de los '80 y bajo la Corte así denominada "de Alfonsín") se optó por
declarar la inconstitucionalidad de la punición de la tenencia. Por su parte, en el fallo Montalvo (de los '90 y
bajo la denominada Corte "de Menem") se declara a tal tipo penal (art. 14 párr. 2, ley 23.737) como regular
desde el punto de vista constitucional.
Lo que pretendo hacer en este trabajo es lo siguiente: en primer lugar identificar los puntos más salientes o
relevantes de la resolución. Como se verá existen —al menos— cuatro argumentos relevantes en el fallo de la
Corte. En segundo lugar, analizar cada uno de los argumentos y ensayar algunas críticas. En especial intentaré
mostrar que algunos de los argumentos no son ni necesarios ni suficientes para el propósito de la Corte. En
tercer lugar, pretendo mostrar algunos de los problemas que presentan los argumentos entre sí. Dicho de otro
modo, se analizarán los problemas de cada argumento y los problemas entre argumentos. Por último, trataré de
indicar algunos problemas del fallo en su totalidad que considero importantes. Con ello sólo pretendo indicar lo
que podría denominarse una especie de oportunidad perdida, y algunas cuestiones que deberían integrar
—según entiendo— el debate público sobre las drogas.
2. Los puntos relevantes del fallo "Arriola"
Puntualmente el fallo puede ser resumido a las siguientes consideraciones:
a. Se remite en términos generales a la doctrina Bazterrica, a saber: en virtud del principio de reserva y
defensa de la autonomía individual consagrado en el 19 CN, la tenencia de estupefacientes para el consumo
forma parte de los actos autónomos de los individuos en los cuales el Estado no puede interferir. La sentencia
vincula, además, la autonomía con el derecho a la privacidad (pto. 17) introduciendo un problema que será
analizado más adelante. Citando a Dworkin (pto. 32) se sostiene que aquello que decide la mayoría (a través de
una ley ordinaria) no debe contravenir o vulnerar los derechos del individuo. El individuo tiene un derecho
inalienable a sostener un proyecto de vida propio, en la medida que no lesione a terceros (ptos. 29 y 31 entre
otros). Este primer argumento podría ser llamado el argumento de respeto de la autonomía.
b. Un segundo argumento presente en la sentencia es el de la inutilidad de la ley en cuestión para cumplir
con sus razones subyacentes. Según se expone en el fallo, la ley 23.737 fue diagramada, entre otras cosas, para
mejorar la capacidad del Estado de luchar contra el narcotráfico. Se consideró que una de las formas de cortar
tal cadena de comercialización era incriminar al tenedor-consumidor. Estos dos elementos explicarían un
artículo como el 14, segundo párrafo. Sin embargo, sostiene la Corte, es claro que a los fines de "reducir el
narcotráfico", la ley no ha sido un buen medio para el fin buscado (ptos. 14, 15 y 16). Lejos de disminuir el
tráfico, ha aumentado. Podría llamarse a este argumento el de la inadecuación del medio (técnico) para el logro
del fin.
c. El tercer argumento se centra en el bien jurídico protegido por la normativa sobre estupefacientes. Según
indica la Corte, el bien jurídico abstracto que se pretende proteger con la ley es el de la salud pública (con
remisión a la doctrina sentada en Bazterrica). Esto parece indicar que las conductas que no afecten claramente
ese bien jurídico protegido son atípicas. Dado que las conductas de los involucrados no son lesivas a terceros,
y/o no afectan el bien jurídico protegido por la ley, deben ser consideradas como no punibles. Este argumento

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posee un problema con respecto a lo que podría denominarse la dirección justificativa de los argumentos. No es
claro si se considera que dado que no lesiona la salud pública no es lesiva a terceros; si dado que no es lesiva a
terceros no vulnera la salud pública; o si las nociones de lesividad y bien jurídico protegido (i.e. salud pública)
son independientes. En todo caso, y prescindiendo de este problema podemos llamar a este argumento el de la
atipicidad por inocuidad de la conducta.
d. Como cuarto argumento se encuentra la idea de que bajo ciertos aspectos, quien consume drogas (y no las
comercializa) es más bien una víctima del narcotráfico antes que un victimario. Dado que por los tratados
internacionales con rango constitucional existe un compromiso de velar por la protección de la víctima de un
delito, criminalizar a la víctima resulta problemático. Resulta un argumento usual en la doctrina y la
jurisprudencia el sostener que los procesos penales "revictimizan" a los involucrados. Para el caso concreto, y
aceptado que quien consume drogas es o puede ser una víctima del "flagelo de las drogas", someterlo a un
proceso implicaría agravar su situación, revictimizarlo, y someterlo a una instancia que no ayuda a la persona a
superar su condición (pto. 19).
e. Por último, la Corte enfáticamente remarca que esto no implica legalizar la droga y abdicar del
compromiso institucional de la Argentina en la lucha contra el narcotráfico (ptos. 27 y 28)
3. Análisis de los argumentos
En la reconstrucción anterior no se encuentran todos y cada uno de los argumentos esgrimidos por la Corte,
aunque sí los que aparecen como centrales. Tales argumentos —al menos como vienen presentados por la
Corte— poseen algunos puntos problemáticos y dignos de mención.
En primer lugar, en cuanto refiere al argumento de respeto a la autonomía y su vinculación con el respeto a
la privacidad caben las siguientes consideraciones. Como se sabe, el artículo 19 CN hace referencia a las
acciones privadas de los hombres. Sin embargo, la expresión "privacidad" y "privado" es ambigua. Es claro que
hay algunos actos que, intuitivamente, pueden ser llamados "privados" y que no se encuentran exentos de la
autoridad de los magistrados. Si por "privado" se entiende algo que se realiza en cierto ámbito (v.g. domicilio,
en una fiesta privada, un vehículo particular, o algo similar), es claro que surge un problema. Pues no parece
que cualquier acto realizado en tales lugares esté exento de la autoridad de los magistrados (o de la injerencia
del Estado). Suele ser útil distinguir actos privados vs. actos en privado. No todo acto en privado está protegido
por la norma constitucional (o al menos así se lo considera). Es posible en privado cometer un homicidio, pero
también perpetrar una estafa, o un robo. No parece que la normativa constitucional proteja también esas
actividades. Por otra parte, la asociación entre "privado" y ciertos lugares identificables en términos más o
menos físicos (domicilio, automóvil, oficina o lo que se pretenda) hace difícil entender qué función cumpliría un
artículo como el 18 de la CN ("el domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los
papeles privados"). Esto querría decir que hay buenas razones para disociar el concepto de "actos privados"
contenido en el 19 de la CN, de la idea de "actos domésticos y epistolares" (por llamarlos de algún modo). Por
tanto, podría sugerirse lo siguiente: a. Distinguir entre actos privados y actos en privado, b. No confundir los
actos privados (protegidos por el 19 de la CN) con los "domésticos y epistolares". Esto es, con aquellos
realizados en ciertos ámbitos físicos ("domésticos") o de una cierta clase especial ("epistolares") ya protegidos
por otra normativa. Aunque esta distinción es útil (pese a ser relativamente laxa), debe tenerse en cuenta lo
siguiente.
Sostener que el artículo 19 CN no puede estar refiriéndose a los actos en el domicilio, o a la correspondencia
epistolar porque el 18 CN los regula no es un argumento concluyente. Podría sostenerse que ambos artículos son
redundantes, o que ha habido un defecto legislativo al regular dos veces el mismo tipo de situaciones. En esta
línea, podría sostenerse que existe algún tipo de solapamiento (parcial o total) entre el art. 18 y el art. 19 de la
CN. Podría decirse que el art. 19 ya incluye la inviolabilidad de domicilio o la protección de la correspondencia.
(1) Sin embargo, se suele asumir que la forma en que está redactado uno y otro da una razón para distinguir entre
actos privados (protegidos por el 19 CN) e inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia etc. Dicho de
manera deliberadamente amplia, la Constitución protege, por un lado, actos que intuitivamente podríamos
denominar "domésticos y epistolares" y por el otro los actos privados. (2)
Si se aceptan las distinciones propuestas, y se distingue entre actos en privado y actos privados, cabe
preguntarse cuál es el ámbito exclusivo de respeto a la privacidad. Suele sostenerse que lo que se encuentra por
detrás de "las acciones privadas de los hombres" es el principio de autonomía. Una forma de interpretar tal
principio, prescinde de la carga intuitiva que tiene la expresión "privado" como referente a un ámbito físico o
reservado a un uso íntimo, e indica que cuenta como ejercicio de la autonomía incluso algunos actos que pueden
desarrollarse en ámbitos abiertos o públicos.
En conclusión: "privado" a los fines del 19 de la CN parece no ser equivalente a un cierto espacio físico (si
se considera que el 18 CN no es redundante); hay acciones en privado que no parecen estar protegidas por el 19
CN y, por último, si se vincula el 19 con el ejercicio de la autonomía, entonces algunos actos que intuitivamente
llamaríamos "públicos" (elegir qué música escuchar o qué leer en una plaza, pero también con qué personas
encontrarse en la vía pública y sobre qué cosas dialogar) valen como "privados" en el sentido de "autónomos".

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Ahora bien, la Corte no parece dejar en claro hasta dónde considera que debe ser respetada la autonomía en
el caso en cuestión o qué entiende por ella. Si se considera que todo individuo es autónomo para decidir si
ingerir drogas (hasta un cierto límite), cabe preguntarse si hace alguna diferencia jurídica el hecho de que
alguien que posee estupefacientes para su consumo, los consuma en público. La Corte no se expide sobre esto
(en la parte "concurrente"). Sin embargo, en el voto de la Dra. Argibay (pto. 14) parece sugerirse que si alguien
"ostenta" de alguna manera la tenencia (por ejemplo, fumando en la vía pública) podría verse afectada la salud
pública, podría haber perjuicio para terceros, y por tanto no cabría protección constitucional. Expresamente
sostiene "En efecto, según se ha dado por cierto en la sentencia, la escasa cantidad de droga incautada estaba
destinada al consumo personal y el hallazgo no fue producto de la realización de cualquier otro acto con la
droga que excediese una tenencia reservada, vedada al conocimiento de terceros, y que los imputados
mantuvieron así hasta ser requisados por el personal policial. En estas condiciones, la tenencia de droga para el
propio consumo, por sí sola, no ofrece ningún elemento de juicio para afirmar que los acusados realizaron algo
más que una acción privada, es decir, que ofendieron a la moral pública o a los derechos de terceros." Esto
introduce una cierta inseguridad jurídica acerca de los alcances del fallo. Dicho de otra manera, esto abre la
posibilidad de una multiplicidad de interpretaciones del fallo. Algunas de sus interpretaciones posibles serán
enumeradas al final de este trabajo.
En segundo lugar, se encuentra el argumento de la inadecuación del medio (técnico) para el logro del fin.
Resulta dudosa la atendibilidad de tal argumento por dos razones. Por un lado, una determinada ley puede ser un
medio inadecuado para satisfacer un determinado fin, propósito o razón subyacente para su dictado (suponiendo
que efectivamente existía) y esto por sí solo no la hace inconstitucional. Si no hay razones alternativas para
cuestionar o la ley, o sus propósitos o razones subyacentes, entonces puede ser cierto que la ley es un mal medio
para el fin propuesto, pero que no sea inconstitucional en absoluto. Por otra parte, una ley puede ser adecuada
para satisfacer el fin propuesto o que tenían en mente los legisladores y ser, no obstante, inconstitucional. Esto
quiere decir que el argumento que aquí se analiza no es ni necesario, ni suficiente para lo que pretende la Corte.
Aun cuando se demostrase que perseguir al tenedor funciona concretamente para "eliminar al narcotráfico",
puede ser cierto que tal persecución sea dudosa desde el punto de vista constitucional. A la inversa, puede ser
cierto que tal medio no sirva para eliminar el narcotráfico, y que todavía se considere constitucional perseguir el
narcotráfico y/o la tenencia.
Para ilustrar la idea aquí expuesta bastan tres ejemplos. Nadie dudaría que matando y/o torturando a una
franja de la población se reduciría drásticamente el índice de, al menos, un tipo de delitos (no, ciertamente, el
índice de torturas y homicidios, claro está). Nadie niega que tal medio (torturar o matar) sea apropiado para el
fin propuesto, esto es, para reducir el índice de ciertos delitos. Que este medio sea adecuado para el fin no
alcanza para mostrar que tal medio o que tal fin sea constitucional por sí sólo. Es evidente que el medio es
inconstitucional. Inversamente, no creo que nadie niegue que el Estado puede intervenir, con ciertos límites, en
el patrimonio de los individuos, exigiendo el pago de ciertos impuestos. Si una ley impositiva, para satisfacer
este fin, se limitara sólo nombrar a funcionarios que pidan encarecidamente a las personas que entreguen una
parte de su patrimonio, sería evidente que tal medio no cumpliría con el fin recaudatorio. El fin recaudatorio
(dentro de ciertos límites) no resulta inconstitucional, el medio resulta inapropiado para maximizar el fin
propuesto y, sin embargo, eso no hace al medio técnico (la ley) por sí mismo, inconstitucional. En el primer
caso, el medio es apropiado para el fin, pero inconstitucional. En el segundo, el medio es inapropiado para el
fin, pero no se ve cuál sería el reproche constitucional del fin (ni del medio). Por último, un ejercicio análogo
puede realizarse con respecto a "fines inconstitucionales-medios apropiados para satisfacerlos". Supóngase el
propósito de eliminar el debate democrático: un medio adecuado es eliminar las elecciones. El medio es
apropiado para el fin, pero el fin es inconstitucional.
El argumento de la protección de la autonomía parece ser suficiente para sostener aquello que la Corte
pretende. La discusión es si la decisión de consumir estupefacientes constituye un ejercicio de la autonomía, no
si su persecución es un buen o mal medio para lograr desterrar al narcotráfico. Por otro lado, y como segundo
problema de tal argumento, corresponde decir lo siguiente: si se asume que algo (una ley) no es un buen medio
para lograr un determinado fin propuesto (y asumiendo que ni el medio, ni el fin son inconstitucionales), no se
ve muy bien por qué el Poder Judicial debería interceder corrigiendo estos defectos de técnica legislativa.
En tercer lugar, se encuentra el argumento de atipicidad por inocuidad de la conducta. Cabe aclarar, desde el
inicio, que bajo cierta forma de entender este argumento, resulta o bien superfluo, o bien independiente del
argumento de la autonomía. Una cosa es decir que la conducta en cuestión es típica (esto es, subsumible en una
figura penal) pero que tal figura penal es inconstitucional, otra diferente decir que no es tan siquiera típica. Por
supuesto, esta distinción colapsa si se considera que el alcance de toda figura penal viene determinado por
aquello que diga la Constitución. En todo caso, al menos argumentativamente, parece que las dos cuestiones
pueden ser tenidas por separado. En lo concreto, dentro de este argumento de la Corte parecen venir mezcladas
varias cosas.
O bien puede considerarse que la conducta de tener estupefacientes (sin ostentación) no es típica, porque no
viola la salud pública, pero si lo hiciese sería legítimo perseguirla; o bien que aun cuando viole tal bien jurídico
protegido (sea por ostentación o simple tenencia) la persecución de tales conductas es inconstitucional.

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En el primer caso el argumento parecería ser algo como lo siguiente: si Ud. Tiene estupefacientes y no los
ostenta, entonces esto no vale como tenencia para consumo. Así la tenencia para consumo punible es igual a:
tenencia ostensiva. Tal movimiento argumentativo restringe el alcance de "tenencia para el consumo
considerada punible". La propiedad relevante, entonces, sería la tenencia ostensiva. Si está presente (si se
verifica), la conducta es punible; si está ausente, la conducta está permitida (o es indiferente desde el punto de
vista penal). Sin embargo, esto es diferente a decir, por ejemplo, que efectivamente la conducta es típica, pero el
bien jurídico vulnerado (salud pública) compite con el respeto de la autonomía de las personas (y pierde). Si la
Corte ha dicho lo primero, entonces ha restringido o especificado el alcance del tipo penal. Para eso no parece
necesario declarar inconstitucional el artículo. Lo primero equivale a decir que sólo la tenencia ostensible es
penalmente relevante.
En cambio, si ha dicho lo segundo, y sostiene que bajo ciertas circunstancias el respeto a la autonomía es
más importante que la protección de la salud pública, entonces no habría por qué restringir necesariamente la
inconstitucionalidad de la ley en cuestión a los actos no ostensibles. Esto, si y sólo si, se interpreta el fallo como
sosteniendo que la salud pública cede frente a la autonomía. El punto es sumamente relevante para entender cuál
es la concepción de autonomía que se está manejando y cuál es su peso relativo con respecto a otros valores
protegidos por la Constitución. Una cosa es decir que el alcance del tipo no abarca los actos de tenencia no
ostensibles, por lo cual la tenencia ostensible es punible. Otra diferente es decir que la tenencia (ostensible o no)
es típica, y que dado que supondría el ejercicio de la autonomía, compite con otros valores como el de la salud
pública. Desde el punto de vista argumentativo es diferente restringir el alcance del tipo penal a conceder que
ciertas conductas son típicas pero inconstitucionales.
Por último, cabe agregar una breve consideración con respecto al argumento de la victimización y la
revictimización. Este argumento parece entrar en colisión, al menos prima facie, con el argumento del respeto
de la autonomía. Si se sostiene que la elección por el consumo de drogas es un acto de un individuo autónomo
(digamos, libre y consciente) entonces parece contradictorio sostener que en el caso de la drogadicción el
individuo es víctima y rehén de una práctica que, por así decirlo, lo somete. Por supuesto, puede sostenerse que
hay víctimas autónomas. Pero al menos en principio, si se considera que los actos analizados son llevados por
sujetos en pleno uso de sus facultades físicas, psíquicas y políticas, no parece sensato conjugar tal argumento
con la idea de que esa misma persona, al menos en algún sentido, no puede dirigir completamente sus acciones.
4. Algunas oportunidades perdidas
Del análisis precedente puede colegirse que el fallo acarrea algunas dificultades internas y otros puntos
externamente criticables.
En primer lugar, no queda claro el alcance de lo que entiende la Corte por "autonomía" o "actos privados".
La interpretación menos arriesgada o temeraria del fallo debería seguir la siguiente línea: dado que el caso al
que se refiere la Corte es uno en que los involucrados tenían la droga entre sus ropas, dado que no ha aclarado
explícitamente que también los actos ostensibles (fumar en la vía pública) caen bajo la protección del 19 CN, y
dado que uno de los integrantes de la Corte sugiere abiertamente que los actos ostensibles de consumo de drogas
sí son punibles, conviene sostener que aquí la Corte se ha decantado por un sentido restringido o débil de
autonomía. Esto valdría como una primera oportunidad perdida, pues hubiera sido deseable que, sea cual fuera
la interpretación de la Corte sobre el asunto, hubiese quedado claro qué concepción de autonomía maneja.
Como se dijo, una interpretación no temeraria del fallo, parece indicar un sentido bastante débil de la defensa de
la autonomía de los individuos. En todo caso, y como se indicó más arriba, éste parece ser el único argumento
relevante que necesita la Corte para llegar a la conclusión que llega. Los otros tres argumentos resultan, en
principio, superfluos.
En segundo lugar, y suponiendo que esto es lo que ha hecho la Corte (i.e. (adoptar un sentido débil de
autonomía), surgen otros ítems dignos de crítica. El contenido de tales críticas ya no es estrictamente interno o
técnico (por así decirlo), sino más bien externo. Se refieren, en concreto, a la oportunidad de instalar en el
debate público ciertas cuestiones sobre las drogas que la Corte parece haber evitado. Por supuesto, puede
considerarse que hay buenas razones para que la Corte haya evitado evaluar casos más espinosos a su
disposición, en cuyo caso habría que explicitar qué razones hay para tal afirmación.
En efecto, en primer lugar cabría discutir abiertamente (y no se ve porqué la Corte no podría haberlo hecho)
la objetable inclusión de la marihuana dentro de la lista de estupefacientes prohibidos. Resulta llamativo que
desde el punto de vista jurídico-formal, la marihuana reciba un trato semejante a otras drogas cualitativamente
diferentes como el conocido "paco", el opio, la heroína o la cocaína.
En segundo lugar, resulta preocupante que dentro y fuera de la Corte no se discuta la irrazonabilidad del
"pánico moral" frente a la marihuana. Al menos, la irrazonabilidad de que tal pánico sea semejante al que
generan otras drogas. No parece razonable discutir bajo el rótulo genérico de "narcotráfico y estupefacientes"
fenómenos tan disímiles como el consumo de marihuana y el de paco u otras drogas sintéticas. Todas las drogas
(legales o no) tienen un impacto a nivel de la salud, de la conciencia y repercuten en algún sentido en nuestro
actuar (piénsese en los ansiolíticos, cuyo uso se ha extendido de manera exponencial). Pero del hecho que todas
las drogas tengan algún tipo de efecto sobre nuestro actuar, no se sigue que todos los efectos sean semejantes o

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deban ser analizados con el mismo criterio. Como se sabe, del hecho que todos los hijos tengan una madre no se
sigue que existe una madre de todos los hijos. Lo mismo debería ser obvio para analizar fenómenos tan
disímiles como los indicados.
5. Conclusiones
La Corte ha desarrollado, básicamente, cuatro argumentos para declarar la inconstitucionalidad del artículo
que pena la tenencia de estupefacientes para el consumo personal. En primer lugar el argumento de la
autonomía, aunque no ha dejado en claro cuál es el alcance de tal idea ni qué interpretación ha dado
exactamente al artículo 19 de la CN. En segundo lugar el argumento de la inadecuación de la ley para el
propósito que pretende perseguir. Como se vio, tal argumento no es ni necesario ni suficiente, en el caso
analizado, para demostrar la inconstitucionalidad de la ley. Algo (una ley) puede ser un mal medio para un fin
determinado y eso por sí sólo no lo transforma en inconstitucional. En tercer lugar, el argumento de atipicidad
por inocuidad de la conducta. Una vez más aquí no queda claro si lo que ha hecho la Corte es restringir el
alcance del tipo penal, y declarar que los actos no ostensibles de tenencia no son punibles o, en cambio, sostener
que el bien jurídico protegido (salud pública) compite en este caso con el de la autonomía y resulta vencido. En
cuarto lugar, el argumento de revictimización del tenedor que parece entrar en colisión, prima facie, con la idea
según la cual los actos analizados son llevados a cabo por sujetos libres, conscientes y en pleno uso de sus
capacidades físicas, psíquicas y políticas. Por último, se indicó que desde el punto de vista político o de
discusión política (del cual la Corte no tiene por qué estar excluida a priori) quedan en el tintero algunas cosas
que discutir. A saber, la inclusión de la marihuana en pie de igualdad con otras drogas cualitativamente
diferentes, y la impugnación del "pánico moral" que pretende tratar cosas distintas como si fuesen iguales.
Dependiendo de cómo se conciba al Estado de Derecho, puede considerarse que la Corte no tiene competencia
para entrar en tales discusiones. Esto es discutible. Pero seguramente, aún concediendo que la Corte no deba
discutirlas, esto no implica que nosotros tampoco debamos. Podemos y debemos.

Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)


(1) Dicho de otra manera, podría tratarse de un caso de redundancia normativa.
(2) No pretendo atribuir demasiada relevancia al término "doméstico" aquí. Con él simplemente quiero
indicar que si (y sólo si) se entiende que el 18 y el 19 de la CN regulan cuestiones diferentes, y el 18 refiere al
"domicilio", entonces podría constituir un buen rótulo para diferenciar los ámbitos protegidos, utilizar el rótulo
"doméstico". Por supuesto que no se me escapa que mientras que la relación entre "domicilio" y "doméstico" es
bastante estrecha, la "protección de la correspondencia y papeles privados" no remite a un ámbito intuitivamente
físico y doméstico (aunque tampoco lo excluye). Por eso adopto la expresión "doméstico y epistolares" (que no
es idéntica a "doméstico-epistolares"). Con la terminología intento proponer un rótulo que indique, de manera
intuitiva, una de las cosas que pretende defender el 18 de la CN y que parece no ser idéntica a lo que protege el
19. Pero no intento indicar que sea la única cosa. Además, como se indicó, se puede doblar la apuesta
interpretativa y decir que todos estos ámbitos (doméstico y epistolar) ya estaban protegidos por la normativa del
19.

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