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Holis, ¿cómo andás?

Yo acá, leyendo, tratando de pensar antes de


escribir, cosa que no hago siempre. Pero esta vez lo amerita. No sé
si ya lo viste, pero en Cenital salieron una serie de notas sobre
astrología. Esta de mis queridas colegas Eugenia López y Julieta
Elffman habla sobre los sesgos cognitivos y la influencia que
tienen en creer en los astros. Esta de nuestra newslettera María
Esperanza Casullo se centra en la relación entre los políticos y la
astrología. Y esta de Natalia Aruguete habla sobre el mercado
digital de las apps astrológicas. Todas son excelentes y me
motivaron a agregar mi punto de vista sobre este tema. Así que
pienso.

En enero de 2020, cuando la pandemia todavía estaba en la fase


“chico introvertido” que tantas estrellas de Hollywood adjudican a
su adolescencia, escribí un post sobre astrología y feminismo. Me
encantaría decir que fue porque me fasciné con el espesor
sociológico del tema, pero no, fue por hartazgo. Quería tener un
link para revolear cada vez que se arma escándalo por alguna
declaración, curso, o taller relacionado con la astrología. Si te soy
sincera, las discusiones en loop me dan pereza cognitiva (un buen
tip que me dejó el podcast Ocultonas para propiciar el diálogo de
una forma respetuosa y no tajante es el siguiente: cuando alguien
me pregunta de qué signo soy, contesto ¿qué es lo que querés
saber de mí con ese dato? Realmente funciona).

Sin embargo, con los feminismos me pasa lo contrario. A pesar de


que muchas veces también me canso de ciertas discusiones que
siento que se repiten, no se profundizan o que el discurso
mediático al respecto se queda con que hablar de sexismo es un
avance en sí mismo, pensar nuestra acción política a partir del
conocimiento que construimos me resulta siempre apasionante. Y
ante la proliferación de ciertos “revisionismos astrológicos”, que
plantean que las narrativas derivadas de la observación de las
posiciones de los astros pueden incorporar elementos de los
feminismos y de las ciencias sociales, me encontré
refrescantemente interesada en las discusiones sobre el rol de la
astrología en la esfera pública.

Sin duda lo salen a combatir por un mundo ideal


De ese post pasaron dos años. El debate sigue vigente. A diferencia
de otros, fue ganando espesor. Y yo ya no estoy conforme con tener
un texto con lineamientos básicos en los que junto un tema que no
me interesa con uno que sí para tener algo más o menos coherente
a mano, cada vez que Twitter decide hacer de la astrología la
cuestión del día. Así que hoy me propongo revisar ese texto con
vos y darle un poco de actualidad, pero de la verdadera, la de la
ampliación de la perspectiva, no la de la potencialidad del refrito.
Arranco (lo que está entre comillas y en cursiva son fragmentos del
post original).

“Desde hace un tiempo, diversos espacios feministas fomentan


actividades relacionadas con la astrología. Al respecto,
proliferan opiniones, agresiones y ataques personales. ¿Pero qué
argumentos podemos rescatar en la discusión que genera la
inclusión de una disciplina relacionada a lo esotérico en lugares
de construcción de estrategias para la ampliación de derechos?

Durante mucho tiempo, los saberes no existieron delimitados por


áreas específicas tal como hoy. Quienes observaban el cielo a fin
de identificar parámetros en el movimiento de los cuerpos
celestes que permitieran cosas como planificar las cosechas (a
quienes hoy llamaríamos astrónomos), eran los mismos que
buscaban esos parámetros en conductas y experiencias humanas
(a quienes hoy llamaríamos filósofos). Podríamos pensar que era
lógico que en algún momento esos conocimientos se cruzaran,
que se establecieran correlaciones y naciera la astrología, que
intentó explicar ciertas características de las personas
atribuyéndoles una influencia astral”.

Respecto a esto, hay algo que me comí y que todas las notas de
nuestro especial rescatan. La necesidad de creencias en común
para generar cohesión social. Unidos nos sostenemos, divididos
nos caemos.

Tomando los datos de la nota de Julieta y Eugenia, que dice que
quienes creen en la astrología son cada vez más y los que creen en
cuestiones místicas más tradicionales como Jesús o el Gauchito Gil
son cada vez menos, me cae la ficha de cómo se me escapó
mencionar algo tan evidente y central para la cuestión. Soy
moderna. Creo que la afirmación de la muerte de dios dio lugar a
otro tipo de relatos que satisfacen esa necesidad de aglutinamiento
social, particularmente a esa creencia llena de saltos de fe que no
deja de aferrarse a cierta noción de realidad. Esa que queremos
tanto y llamamos ciencia. Pero no. O sí, pero no para todos.

Tiene perfecto sentido que en un mundo cada vez más desigual


despreciemos las falsas promesas. El conocimiento universal no
trajo universalidad. Y al estar institucionalizado es lógico que se
asocie con el accionar institucional. Que la herramienta del amo
no desarma la casa del amo es una que nos sabemos todos.

Entonces, para quienes entendemos la necesidad imperiosa de


revertir la atomización contemporánea y generar identidades
colectivas se presenta de suyo la obligación de construir
alternativas a las formas que tenemos de concebir el mundo, dado
que determinan gran parte de nuestras acciones en él.

En los feminismos, muchas creemos que ese espacio son las


mismas ciencias. Sostenemos que sus métodos y estructuras son lo
mejor que tenemos para producir conocimiento y, a la vez, que ese
sistema debe reformarse radicalmente para servir a propósitos de
emancipación. Trabajamos para que sea una actividad cultural con
fines políticos explícitos que no se limitan a la erradicación del
sexismo, porque entendemos que las desigualdades no se pueden
fragmentar, que están absolutamente interrelacionadas en
sistemas de dominación complejos que hay que estudiar para
restablecer. No queremos destruir la casa del amo con sus
herramientas. Queremos sacárselas de las manos, agregarles
puntas y filos, descuartizarlo, quemar la casa, enterrarlo en los
cimientos y edificarle una universidad pública encima para que no
vuelva a salir.

Pero entrar al feminismo piromaníaco no es tan fácil. Hay que


saber sobre ciencia, sobre feminismo y sobre ciencia feminista,
requisitos que cumplimos muy pocas cuando todas tenemos
necesidades comunitarias. Y, como cuenta Natalia en su artículo,
las congregaciones astrológicas están a un clic de distancia y a
años luz de financiamiento respecto a los estudios feministas.
Sería muy burdo decir que nuestras fallas son el espacio que se
deja para sus aciertos. Hay algo de las necesidades subjetivas de la
actualidad que la astrología está captando muy bien y los
feminismos también. Las ciencias, en cambio, tienen una relación
complicada, casi simbiótica e intrínseca con las condiciones que
generan esas necesidades y carencias. Las cosas que los astrólogos
hacen bien tienen que ver con el bien que hacen, con el alivio real
que proporcionan y esto no es necesariamente una consecuencia
de las ciencias fallando en este propósito, sino más bien de poca
ciencia con este propósito.

Retomando a Natalia, no podemos encontrar una cosa por un lado


y otra por otro. “No es tan fácil establecer distinciones tajantes
entre racionalismo e irracionalismo cuando se piensa en los
astros”. Cosa que queda clara en los párrafos anteriores: estamos
todas juntas en el mismo propósito y separadas en el mismo lugar.

Karina Felitti, doctora en Historia y especialista en Estudios de


Género, se dedica a estudiar la relación entre salud, espiritualidad
y política feminista. Para esta edición, le hice algunas consultas
sobre qué pasa con los saberes no-científicos en la construcción
del movimiento feminista:

¿Qué relaciones encontrás entre las investigaciones


feministas sobre conocimiento ligado a prácticas
esotéricas/místicas/espirituales y las reivindicaciones o
reclamos políticos que se instalaron en las calles?
Las mujeres interlocutoras de mi trabajo se definen como
espirituales y la mayoría también se nombra feminista. Este
involucramiento con la política y el activismo en las calles
comenzó con Ni Una Menos en 2015 y no paró más. Mis hallazgos
muestran un encuentro entre una agenda de derechos y por eso
secular, que apela al desarrollo personal, la autoestima, el placer,
la soberanía corporal, la solidaridad entre mujeres; y propuestas
de espiritualidad femenina que también ponen el acento en
procesos de subjetivación con estas características y cuyas
reflexiones también se hacen colectivamente en los círculos de
mujeres, en talleres y en las calles.

Para no perder nuestra costumbre, entonces, un resumen de este


agregado a mi post original:

 Las
sociedades necesitan creencias en común para
mantenerse cohesivas.
 En la modernidad, las ciencias fueron presentadas como el
reemplazo racional y definitivo de las creencias místico-
espirituales-esotéricas. 150 años después, el mundo es
cada vez más desigual y las ciencias, al estar
institucionalizadas, tienen una relación inextricable con
esta desigualdad.
 Lalucha contra la desigualdad requiere el re-
establecimiento de lazos comunitarios. Los feminismos
conforman un movimiento político que apunta a la
eliminación de cualquier tipo de dominación. Para ello,
plantean como punto de inflexión un cambio radical en las
formas de producir conocimiento. La astrología feminista
y la epistemología feminista abordan esta problemática
desde puntos de vista muy distintos, pero se encuentran en
los mismos propósitos políticos.
 Lasdisciplinas esotérico-espirituales y las racionalistas
pueden presentarse como mutuamente excluyentes en los
estudios científicos, pero no están separadas de facto en el
movimiento político feminista. Hay reivindicaciones
basadas en el paradigma de derechos humanos que
muchos grupos sostienen acorde a su caracterización
convencional en el conocimiento formal y que abordan
desde prácticas no comprendidas (y en gran parte
rechazadas) por él.

Contra las fuerzas demoníacas


Dicho esto, seguimos:

“El primer contrapunto en la relación entre feminismo y


astrología entonces es la idea de que existe una esencia (concepto
muy cercano al del alma) que nos constituye desde que nacemos.
El decir «sos impulsiva porque sos de Sagitario» se parece
bastante a «sos sensible porque sos mujer», en ambas hay algo
inmutable, determinante. Se podría discutir, por supuesto, que a
las personas que nacemos con vagina se nos educa para que nos
comportemos de cierta manera y a la gente que nace con plutón
en casa 8 no. Y es cierto, pero no hay que desconocer que el
discurso astrológico está claramente dirigido a mujeres y
feminidades. ¿Por qué se relaciona con reuniones feministas o
revistas de chismes y no con deportes u otros espacios
típicamente masculinos?
*El meme dice: el libertarianismo es astrología para varones

Entre las respuestas que aparecen a esta pregunta, surge la


necesidad de recuperación de saberes ancestrales en un
movimiento de reivindicación histórica del rol de las mujeres. El
reclamo por el reconocimiento de los aportes de mujeres,
lesbianas, travestis y trans para subvertir su invisibilización
sistemática es fundamental en el feminismo. En este sentido, una
frase recurrente es esa que dice que «las brujas fueron las
primeras científicas». Como mencionamos al principio, los
saberes no estuvieron siempre compartimentados, y en las
actividades esotéricas de esas mujeres perseguidas, torturadas y
asesinadas por considerarse paganas y herejes podemos
reconocer experimentos y producción de conocimiento.”

*El meme dice: si no sos una persona que hace 400 años la iglesia
hubiera matado, ¿estás siquiera viviendo?

El meollo de la cuestión de hoy va a ser profundizar un poco sobre


el tema de la ancestralidad como argumento. Releyéndome, me di
cuenta de que es el punto en el que fui más general, no por
simplificación, sino por desconocimiento de los estudios al
respecto. Así que lo llamé a Vladimir Chorny, uno de los pocos
abogados que es doctor de verdad y mi camarada del Grupo de
Epistemología Feminista de la Sociedad de Análisis Filosófico. Él
estudia la injusticia epistémica respecto de los pueblos originarios
en los procesos judiciales y me pareció que sus saberes podían ser
útiles para aclarar los tantos.

¿Qué es la injusticia epistémica y cómo se aplica a los


pueblos originarios?
La injusticia epistémica es un tipo particular de injusticia social, es
una forma radical de desigualdad que permite y perpetúa la
jerarquización (las relaciones de poder) injustificada de algunos
grupos sociales sobre otros y es el resultado del proceso de
objetivización que las distintas estructuras de opresión
(patriarcado, colonialismo, capitalismo, etc.) llevan a cabo para
separar y dominar a los grupos que oprimen.
Pero es una injusticia que debe estudiarse de forma independiente
a otras injusticias por la forma que tiene de materializarse y
porque es relativamente nueva para las discusiones sobre la
justicia social. En este caso, la objetivización resulta de excluir a
ciertos sujetos de las prácticas, procesos o dinámicas de
producción de conocimiento válido en determinada sociedad. La
mecánica de esta exclusión se da en dos pasos: primero, al asociar
una persona a un “tipo social” particular, por ejemplo al de ser
mujer o ser indígena (o ser mujer indígena), y asignar los
prejuicios “identitarios” del tipo en cuestión (por ejemplo el de que
las mujeres son irracionales o el de que los indígenas son salvajes e
incivilizados); segundo, al excluir de las prácticas y espacios que se
consideran legítimos para producir conocimientos a esas personas
o grupos (tal como pueden ser las instituciones científicas, pero
también las políticas o las educativas) precisamente porque no se
les considera sujetos con capacidades plenas para participar ahí
(son más objetos que sujetos). La negación de la subjetividad plena
implica el desconocimiento de la capacidad de comunicación de
esos grupos, ya sea por restarles credibilidad a sus testimonios o
por rechazar sus formas de expresarse (no sólo en cuanto a sus
lenguajes sino también a la concepción del mundo sobre los que
estos actúan). Los pueblos originarios representan uno de los
casos más claros de objetivización epistémica y de la negación a
considerarlos interlocutores legítimos y valiosos para hablar sobre
sus intereses y sobre las cuestiones que afectan sus derechos y sus
realidades, tal como pueden ser aquellas relacionadas con la
defensa de sus territorios y del medio ambiente. En estos casos, la
relación especial que los pueblos tienen con sus territorios en
particular y con la tierra en general ha sido ridiculizada desde el
imperialismo cultural de la modernidad, que concibe a la
naturaleza como un objeto apropiable sin límites que está al
servicio del desarrollo ilimitado del ser humano, para luego
negarle reconocimiento jurídico y político casi por completo. La
construcción del marco moderno de los derechos humanos (y sus
instituciones) se estableció como un lenguaje en extremo
individualista que excluyó las demandas de justicia de estos
pueblos y rechazó su participación y visión del mundo (relacional y
colectiva). Todo esto al mismo tiempo de despreciar sus saberes y
prácticas de producción de conocimiento, que se conciben
usualmente como pensamiento mágico, irracional o como simples
mitos de culturas salvajes que nada tienen que ver con el
conocimiento que se considera válido en la sociedad.

Acá, entonces, podemos observar en cámara lenta cómo la pifié:

“Por otro lado, la validación del conocimiento es dinámica y


concomitante y que algo sea ancestral o no tiene poco que ver con
esa validación. El yoga, por ejemplo, tiene orígenes muy antiguos
y sus beneficios para la salud en tanto actividad física están bien
documentados. En el caso de la astrología, hoy conocemos la
magnitud de las fuerzas gravitatorias y sus efectos como para
saber que no es posible que causen cambios en la personalidad.
En cambio, algunos estudios que registraron correlaciones entre
el momento del año en el que se dio el nacimiento y tendencias del
estado de ánimo, hipotetizan sobre la posible influencia de la
exposición a luz solar, virus estacionales contraídos durante la
gestación o bullying debido a ser menor que el promedio de lxs
estudiantes del mismo curso.”

Digamos que lo que dije está mal pero no tan mal. Lo antiguo que
sea un saber no tiene relación directa con su validación, pero la
legitimidad de ese saber tiene bastante relación con quién lo
produce y lo ancestral está directamente relacionado con quién
produce estos saberes.
Ahora bien, en el caso de la astrología zodiacal no hay un pueblo
oprimido que podamos identificar de forma concreta y delimitada.
Y acá entra su enclave con otros saberes, porque frecuentemente
no la encontramos sola y aislada, sino en un conjunto de prácticas
y reivindicaciones místicas, esotéricas o espirituales.

Cuando lanzan su ataque


Como señalé antes, la astrología, su crecimiento y aceptación
vienen de la mano de una propuesta de reconstrucción de lazos
comunitarios, por lo que conforman una cierta demografía (sobre
la aceptación está buenísimo esto que dice María Esperanza en su
nota: que cuando Nancy Reagan dijo que consultaba a un
astrólogo en 1988 fue un escándalo en el que se cuestionó su rol
público, hoy cuando los políticos lo dicen a lo sumo se los burla).
No es que se cree en la astrología y nada más, como en todo, hay
una serie de asociaciones con otros intereses que se verifica en
tendencias grupales. Yo, por ejemplo, me formé en el punk. Es
esperable que sienta una especial adscripción al nihilismo, que sea
vegevegana, que use campera de (no)cuero con corte ramonero y
que sea antifascista. No todas las personas que se constituyeron en
un sótano inundado de birra encajan en esta serie ideológica y de
consumos, pero yo no dejo de ser un cliché.

Entonces, hablando del estímulo comunitario de otras prácticas


que generalmente se solapan con la astrología, Karina señala que
“por ejemplo, las redes de acompañamiento de mujeres al
momento del trabajo de parto habían comenzado a quebrarse
porque muchas trabajaban fuera del hogar y no tenían
disponibilidad para acompañar a otras en esos procesos. En ese
sentido, la hospitalización ayudó a las que contaban con menos
recursos materiales y humanos, les quitó poder, ese contacto con
otras mujeres y sus saberes, pero les aseguró una comida y una
cama (…) Además, estos saberes ancestrales hoy se estudian, se lee
sobre ellos en libros, circulan parcialmente por las redes sociales,
se comparten en determinados eventos como los ENM, y,
nuevamente, en el caso de las mujeres de sectores medios urbanos,
se adaptan a sus situaciones y estilos de vida”. Entonces, no se
trata solo de astros, sino de una forma de cuestionar qué procesos
han descartado esos saberes, muchas veces estudiándolos desde
las ciencias formales.

“Muchas veces, el problema con la apelación a la ancestralidad


como reivindicación feminista es la ahistoricidad. En su
momento, esos saberes tenían el mismo rigor que los producidos
por varones. Podemos discutir, incluso, si no tenerlos en cuenta
retrasó el avance de las ciencias preguntándonos, por ejemplo, si
los fármacos abortivos hubieran surgido mucho antes si las
investigaciones hubieran tomado como punto de partida los
ungüentos brujeriles. Podemos recuperar ejemplos de ignorancia
deliberada, podemos incluir esos aportes en la historia de la
medicina. Lo que no podemos es pensar que la reparación de la
injusticia es reinstaurar esos saberes como legítimos en el mundo
de hoy”.

Veo que mezclo validez (un problema científico que habla de la


capacidad probatoria de un saber) con legitimidad, que tiene que
ver con reconocer ciertas caracterizaciones del mundo como
conocimiento valioso para comprender las interacciones sociales.
Mala mía.

Ahora bien, el tema de reinstaurar estos saberes tiene un problema


grande sobre el que Karina advierte al hablar de la
institucionalización del parto: “Hoy en día la doula retoma esta
tarea (la del parto acompañado) pero lo hace de una forma
mercantilizada porque estamos en un sistema que lo requiere y
porque desde los feminismos venimos sosteniendo que las tareas
de cuidado son trabajo”. El saber, claro, no es independiente del
contexto y la reivindicación no es lo mismo que la reinserción.
Ya me conocés: mercado, conocimiento y mercantilización del
conocimiento, mis tres pasiones. Así que le pedí a Vladimir que se
explaye un poco más sobre el tema:

¿Tomar estos saberes y comercializarlos en la cultura


occidental constituye también algún tipo de injusticia
epistémica o algún mecanismo similar?
Yo diría que sí (*inserte meme de los Simpsons*). El capitalismo
tiene una capacidad enorme de quitarle filo a las demandas de
justicia, de acomodarse a su forma (ya desafilada) y ceder para
que, aunque algo cambie, la estructura permanezca en pie.
No es nuevo que existan acciones de reconocimiento de los saberes
y las prácticas de los pueblos originarios que lleven a folclorizarlos
y a romantizarlos para luego apropiárselos y quitarles su carácter
radical; para ponerlos de moda e incluirlos en el discurso
mainstream, no sólo de los gobiernos (tanto progresistas como
reaccionarios) sino de las marcas, los medios de comunicación y
los líderes espirituales de “toma de conciencia” individualista (esa
que sólo te exige vibrar más alto, alcalinizar tu cuerpo y no
consumir plástico para cambiar el mundo). Pero en este proceso
de cambio superficial, la base que produce y sostiene la opresión
no cambia, e incluso las medidas de reconocimiento en este
sentido pueden terminar por reproducir la injusticia epistémica
aunque esta vez de manera escondida, subrepticia, políticamente
correcta.
Una frase que recuerdo mucho siempre que pienso sobre estos
problemas es de Gayatri Spivak en una entrevista en la que
aclaraba el sentido de su idea de los subalternos y su posibilidad
de hablar, y decía: “Tú no le das voz a los subalternos, tú trabajas
para los subalternos, trabajas en contra de la subalternidad”. El
problema, pues, no es de habla sino de escucha, de nuestra cultura
y nuestras instituciones, de nuestras prácticas y nuestras
limitaciones. Entonces quienes no pertenecemos a esos grupos
debemos saber que ellos han estado ahí desde mucho antes que
nosotros, que tienen voz y que nuestro trabajo, desde el lugar que
sea que ocupemos, debe ser el de remover los obstáculos para que
puedan participar de manera igualitaria y ser finalmente
escuchados.

Volviendo a la astrología, pienso entonces en qué rol cumple el


dinero en esta intención de recuperación de saberes ancestrales.
No creo que sea lo mismo considerar el conocimiento producido
por los pueblos originarios a la hora de definir cuestiones que
atañen a los territorios que ocupan que ofrecerle una carta natal a
un particular.

En ambos casos hay alguien que detenta autoridad. Pero en uno


eso intenta revertirse y en el otro no. ¿Por qué pagaría uno si no
considera que el otro sabe más, si lo pudiera hacer solo? ¿Qué va a
buscar alguien que hace una consulta con un astrólogo?
Probablemente herramientas para lidiar con su vida de una forma
más satisfactoria. Esta persona lleva preocupaciones a alguien que,
en el mejor de los casos, no las interpreta desde la creencia de que
los astros influyeron sobre su destino sino desde un lenguaje,
¿pero qué onda que te hablen de momentos propicios para tomar
ciertas decisiones, o de tu personalidad, basados en algún tipo de
interpretación de la posición de los planetas?

En la nota de María Esperanza hay una reflexión muy útil sobre


esto. Cuenta que en Babilonia la astrología tenía un interés público
ya que servía, por ejemplo, para anticipar eventos como
inundaciones o granizos. “Era pública, con fines mundanos,
orientada a garantizar el bienestar del estado, del monarca, y de
los habitantes”. Luego, dice que a través de los siglos, el consumo
de la astrología se privatizó y pasó a ser una predicción de alcance
individual.
El conocimiento siempre es situado. No es lo mismo pensar en
prácticas que hacen a la identidad colectiva de un pueblo oprimido
en un movimiento emancipatorio como el feminismo que hacer
una apelación a la ancestralidad para fines particulares. En un
caso, los lazos comunitarios se buscan como producto de la
inclusión de los pueblos originarios en la noción misma de
comunidad, en otro, en la pertenencia al mismo nicho de mercado,
en la coincidencia del algoritmo.

Guardianes del universo al triunfar el mal


“Esa legitimidad (y dale con la legitimidad hermana) muchas
veces es vista como imposición, y se reduce a pensar que la crítica
hacia la astrología o su impugnación se basa en que no es ciencia.
Sin embargo, el arte tampoco lo es y nadie piensa que es un saber
poco valioso que no debiera incluirse en las luchas sociales. Nadie
diría que un tipo de conocimiento es obsoleto solo porque no es
científico”.

Respecto al valor que pueden aportar estos saberes a las luchas


sociales, Karina dice: “Desde la historia de los feminismos se habla
de una nueva ola o de un nuevo momento/etapa y, como toda
situación de origen, se requiere de una genealogía y a la vez de una
ruptura. Veo que ahí se ubica la apelación a los saberes
ancestrales, como una forma de generar lazos de continuidad, y al
traerlos a la sociedad actual se produce una ruptura y apropiación
que da lugar a lo nuevo”. No hay entonces un deseo de vuelta a un
pasado pre-científico, sino una intención de futuro poniendo un
freno al presente.

Dentro de este orden de ideas, siempre hay que poner el ojo en lo


que el mercado hace con ello. La semana pasada, Victoria de Masi
me contactó para esta nota sobre prácticas esotéricas de salud
sexual entre las que menciona “Huevos de piedra que,
introducidos en la vagina, “limpian linajes ancestrales”; el mismo
huevo, pero para fortalecer los músculos de la pelvis (…) el huevo
de obsidiana es de color negro y “nos pone en contacto con
nuestras ancestras”; el de cuarzo verde “trabaja en la
desintoxicación”; el de cuarzo rosa “amplía la energía y abre
el chakra corazón”. Se consiguen en tiendas online por $6.500
cada uno”. Cuando me preguntó cuándo creo que empiezan a ser
peligrosas estas recomendaciones le dije: “Creo que es peligroso en
sí mismo. Hablamos de prácticas en las que se recomiendan y
promueven intervenciones corporales que pueden ser sumamente
perjudiciales, que dañan la microflora vaginal, producen
desgarros, aumentan los riesgos de infección (…) Muchas veces
estos espacios instan a compartir experiencias de abuso sin que
haya personas con formación en salud mental que puedan
contener a la persona. Ni hablar, por ejemplo, de un shock
anafiláctico derivado de una reacción alérgica por el contacto de la
mucosa vaginal con alguna sustancia”.

La dicotomía científico válido/no científico inválido no funciona


para describir el fenómeno de apelación a los discursos ancestrales
y su relación con la idea de razones públicas para estructurar las
reivindicaciones sociales. En relación con ello, Vladimir me dice:

¿Dónde están los límites y diferencias entre reconocer


estos saberes como razón pública en, por ejemplo, un
juicio e instalarlos como razón pública por fuera de estas
comunidades, por ejemplo, como alternativa a la “ciencia
convencional”? ¿Es lo mismo reivindicar estos saberes
en la arena jurídica a la hora de garantizar los derechos
de estos pueblos que reivindicarlos como un conjunto de
prácticas que sería beneficioso incorporar en todas las
sociedades?
Creo que el andamiaje de la teoría de la injusticia epistémica nos
ayuda a entender que los saberes y conocimientos de los grupos
oprimidos no son solo ítems o bienes apropiables (valores,
principios, métodos), sino también prácticas y relaciones sociales
concretas de las que se puede aprender para repensar nuestra
forma de relacionarnos con el mundo. Sirven como alternativas a
la idea totalizante de que el presente como lo conocemos es todo
lo que tenemos y es todo lo que podemos tener. No tengo dudas de
que ese reconocimiento es no solo beneficioso socialmente sino de
que varias de las alternativas más potentes para enfrentar
algunos de los problemas más difíciles de nuestro presente están
ahí al menos en parte (el colapso ecológico, el consumismo
ilimitado, la cosificación de la vida, la erosión democrática, etc.).
Pero para lograr ese reconocimiento es condición necesaria
remover obstáculos institucionales que han sido parte -
intencional o circunstancialmente- de esa objetivización y
marginalización histórica. En las democracias liberales
modernas, los obstáculos institucionales están presentes en dos
de sus pilares centrales: la ciencia y el derecho. En ambos casos,
la exclusión de los pueblos originarios (y otros sujetos
subalternizados, como las mujeres en general) a partir de la
negación de su subjetividad y de su exclusión en las prácticas
institucionalizadas de creación de conocimiento (científico o
jurídico) son el correlato claro de la injusticia epistémica.
El caso del derecho y la política es particularmente claro porque
la razón pública ha sido el ariete institucional para arrojar
afuera de las instituciones democráticas muchas de sus
demandas de justicia, sea porque “no eran parte del lenguaje
público del derecho” o porque “eran intereses o visiones extrañas
al lenguaje de los derechos humanos” (en el que, de nuevo, no
fueron incluidos para su creación y que muchas veces se utilizó
para pasar por encima de sus luchas colectivas). En parte por
esto, creo que la razón pública liberal debe rechazarse por
insuficiente, romperse y reformularse para incorporar a los
sujetos que fueron históricamente excluidos y recrear otro tipo de
razón (que podríamos llamar intercultural) que incluya sus
valores, principios, saberes y prácticas en la esfera institucional;
que reformule al Estado reconociendo el carácter colectivo de los
pueblos originarios (su autonomía) y al carácter colectivo de sus
derechos, así como su visión relacional con sus territorios y todos
los conocimientos que pueden y deben tomarse para pensar en
modelos de producción, de consumo y de desarrollo distintos a los
que el capitalismo permite (porque la justicia social y epistémica
para ellxs -y para nosotras- es imposible dentro del capitalismo).

Entonces, tanto en el trabajo de Karina como en el de Vladimir,


vemos a las ciencias en acción para incorporar saberes no
científicos. Hace unos párrafos, vimos que estos saberes
ancestrales se insertan en un marco de reclamos aceptado
formalmente, de manera secular. O sea que también hay una
incorporación efectiva de saberes científicos a marcos no-
científicos.

Sin embargo, este amalgamamiento está ausente en los discursos


de muchos científicos y astrólogos. En el primer caso, está
mayormente relacionado con la disociación que aún existe entre la
producción de conocimiento formal y el quehacer político. Si no
hay una pregunta sobre eso es muy fácil reducir el tema a
validación/no validación sin preguntarse por la legitimidad. Y acá
para mí no hay discusión alguna: los planetas no tienen ningún
tipo de influencia sobre la personalidad al momento de nacer y
cobrar por hacer predicciones o brindar algún tipo de terapia
basado en ello es una estafa, un peligro y en muchos casos
intrusión profesional. Esto genera un rechazo de cuajo a cualquier
tipo de conocimiento no-científico que es bastante fácil de
entender.

Ahora bien, ¿qué tipo de discurso sobre el conocimiento científico


se da en los ambientes astrológicos?
“En su último video, hablando de un tema muy distinto, la
youtuber ContraPoints identifica un movimiento retórico
particular entre abstracción y esencialización. Ciertos
feminismos han hecho con la afirmación «las ciencias son
influidas por una cultura androcéntrica que sesga sus resultados,
merma su calidad y anquilosa las injusticias y esto puede
observarse en numerosos casos documentados», primero un
movimiento de abstracción en el que se quitan todas las
particularidades y detalles «las ciencias presentan problemas
ligados al género» y luego uno de esencialización que atribuye
estos problemas a lo que las ciencias son, a su conformación
intrínseca «las ciencias son patriarcales». Esto se suma a un
relativismo general que a partir de la aseveración general «las
ciencias no son la verdad absoluta» entiende «las ciencias son
igual de válidas que cualquier saber». Así, el problema señalado
se desdibuja y los esfuerzos por encontrar soluciones colectivas
para generar un acervo de conocimiento que tenga en cuenta la
diversidad de sujetos se fragmenta”.

Acá estoy sorprendentemente de acuerdo conmigo. Además hay


algo que no me cierra, ¿por qué se podría reformar la astrología
con mirada feminista pero no la ciencia? Es medio un absurdo,
¿no? En mi experiencia, las veces que hice esta pregunta me
contestaron cosas como que “los argumentos son la forma de
validación del imperio”. O sea que las ciencias, por su misma
estructura, no pueden ser antiimperialistas. Deben ser de tauro.

Como vimos hasta ahora, la reivindicación de saberes ancestrales


no tiene por qué oponerse a los saberes científicos e inclusive se
puede dar como fenómeno científico si se los piensa en términos
de aporte a las luchas sociales.

Creo que el de la astrología es un caso especial en el que se está


queriendo insertar una práctica esotérica dentro de una narrativa
que va por otro lado. Una cosa es que las cosmovisiones de los
pueblos originarios hayan sido un motivo para deslegitimar (ahora
bien usado) sus reclamos territoriales, otra que los feminismos
recuperen en clave histórica los saberes que, por dificultar el
control de la sexualidad o la hegemonía del mercado, fueron
reprimidos o declarados obsoletos. Yo veo bastante clara la línea
entre esto y decirle a alguien que su angustia está ligada a que
mercurio está re trolo.

Entonando fuerte su canción


Tal vez esa apelación a lo ancestral de la astrología tenga que ver
justamente con insertarse en este fenómeno tan complejo sobre el
que acabamos de hablar a fin de generar un negocio (no lo digo
como teoría conspirativa, eh, sino como interpretación del
fenómeno). De lo que no hay dudas es de que funciona. Y muy
bien.

“¿Por qué las propuestas con talleres de astrología agotan


entradas y las ciencias ni aparecen entre las actividades de la
grilla en muchos festivales feministas? En mi opinión, esto tiene
que ver con que la comunicación pública de la ciencia falla en
fomentar la participación. Esto se ve claramente en la forma de
definir la relevancia de la socialización de uno u otro
conocimiento. En el caso de las ciencias, la importancia de su
comunicación pública está predefinida, como si esa definición
pudiera darse por fuera de la apropiación efectiva por parte de la
comunidad de estos saberes. Somos lxs comunicadorxs científicos
quienes consensuamos que la circulación de estos conocimientos
es sustancial y desde allí lo transmitimos. En el caso de la
astrología, en cambio, lo que se destaca es su imposición en
agenda desde un proceso inverso. Los públicos son quienes se
apropian de esa información y la reproducen y transforman.
Esto también se expresa en una comunicación científica
sumamente orientada a la vocación.

En general, las formas en las que las ciencias se dan a conocer a


públicos no científicos son explicativas, el saber está en manos de
quien diserta y el objetivo es suscitar el interés para generar
incorporaciones a la comunidad científica. En otros casos, lo que
se busca es la reproducción de lo que se escuchó/leyó/vio para
generar la difusión del conocimiento y su valoración a fin de
reconocer la necesidad de la inversión en ciencias. En ninguno de
los dos casos, se considera que gente por fuera de la comunidad
científica pueda hacer aportes valiosos a las ciencias (en el
primero se busca que formen parte y en el segundo que funcionen
como reproductores).

En mi intervención en la Feria del Libro Feminista (2018)


ejemplifiqué esto con el siguiente relato. En 2018, una científica
de materiales que había desarrollado un filtro que permitía
detectar contaminantes pesados en el agua ganó un prestigioso
premio. La forma tradicional de comunicar esto podría ser, por
ejemplo, un video en el que se muestre cómo funciona el
dispositivo o un titular del tipo «científica argentina desarrolla
un filtro que potabiliza el agua». Ambas cumplen con incentivar
vocaciones y fomentar la curiosidad. Sin embargo, dejan afuera
la parte asociada al ejercicio de la ciudadanía, ¿cómo y cuándo
ese filtro va a estar en manos de quiénes no tienen acceso a agua
potable? En una entrevista pública, le pregunté a esta científica
cuál creía que era el mayor impedimento para que su desarrollo
llegue a su público objetivo. «El sistema de patentes», me
contestó. «Acá los institutos son quienes tienen los derechos para
hacer transferencia tecnológica y eso supone muchas trabas
burocráticas, para cuando sale la patente ya hay algo más nuevo
y mejor. En EEUU, Obama sacó una ley que permite que sean los
científicos y científicas quienes patenten su trabajo y así se
agiliza la cuestión».

Yo me pregunto, entonces, si la tarea de articular con


organizaciones de base no es parte de la comunicación pública de
la ciencia. ¿Qué pasaría si en vez de reclamar por otra ley de
patentes desde la comunidad científica, porque somos los que
entendemos lo que pasa, esto fuera un reclamo popular? ¿Por qué
quiénes serían beneficiarios de estos filtros (y de tantas otras
cosas) no tienen la información para incorporar en sus
plataformas que el conocimiento producido en el marco del
Estado se traduzca en una industria nacional que efectivice que
estos desarrollos lleguen donde tienen que llegar? Las ciencias se
verifican a sí mismas, es razonable pensar que alguien que no
trabaja en un área no pueda definir sus protocolos
experimentales, pero eso no quiere decir que las ciencias se
reduzcan a los papers. ¿Por qué insistimos en un modelo de
comunicación científica que explica y no invita, que no genera
dispositivos de participación ni reconoce la necesidad de aportes
de otro tipo?

La preocupación que genera el interés por los talleres de


astrología y su asociación con otras pseudociencias no se
combate con argumentos y descalificaciones, porque no surge de
la racionalidad. Necesitamos generar espacios de pensamiento
crítico que sean igual de atractivos, no desde su contenido, sino
desde su dinámica, en los que no invitemos a escuchar sino a
compartir e involucrarse. Lo llamativo del esoterismo no son solo
las respuestas simples y lineales, es sentirse relevante y poder
hacer. Mientras lo único que ofrezcamos sea sentarse a escuchar
o hacer algún experimento, pero no haya propuestas de
colaboración y construcción colectiva que reconozcan la
necesidad de aportes no científicos a las ciencias, la astrología va
a seguir agotando entradas”.
Guardan siempre en su corazón coraje para vencer
Creo que pensar que nuestro trabajo es oponernos a la astrología
implica asumir que estamos haciendo bien lo que hacemos. Pero
antes de invitar hay que hacer una fiesta a la que los demás
quieran ir. La astrología tiene un living con hogar a leña lleno de
futones y nosotros una choza de madera sin burletes. Y la casa del
amo no se desarma si eso implica dejar de tener dónde vivir.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las refes de este news tienen, para mí, olor a pan con manteca
y la cara de mi mamá haciéndose la que no veía cuando le
agregaba azúcar

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