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OFF THE RECORD

Iván Schargrodsky
Información, ideas y apuntes sobre política y justicia.

07/12/2021

Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. 

Hagamos un trato que podamos sostener


-aquí- al menos un rato
El plazo, forma y conveniencia del eventual acuerdo con el
Fondo Monetario Internacional sigue siendo el principal
ordenador de las discusiones políticas de fondo en Argentina.
Si bien la directora gerente del organismo, Kristalina
Georgieva, dijo públicamente que todavía es bastante lo que
queda por acordar con las autoridades argentinas, cerca del
Presidente argentino esperan poder aprobar antes de Navidad
el presupuesto, instancia previa del plan plurianual que, para
la mirada de las autoridades locales, será la base de la carta de
intención que sustente el acuerdo. En ese escenario, el
entendimiento con el Fondo podría materializarse, para los
más optimistas, antes de fin de año.
No hay cálculos que contemplen un escenario de no acuerdo,
como preferirían algunos sectores de peso relativo en el Frente
de Todos. El motivo es sencillo: la alternativa es peor.
Argentina debe enfrentar un escenario de escasez de divisas y
no existe ningún actor interesado en aportarlas que, por el
motivo que sea, no exija el acuerdo como condición necesaria.
Ya sean acreedores institucionales, inversores o terceros
países, todos mantienen el acuerdo como condición para
seguir adelante con sus planes en relación a la Argentina. Un
escenario financiero como el proyectado en ausencia de un
acuerdo pondría al país en las puertas de lo desconocido en
materia de inflación, ajuste del sector externo y valor del peso.

Entre quienes sostienen la posibilidad -y hasta la conveniencia


de no acordar-, algunos enfatizan que, con o sin acuerdo, esta
Argentina hiperendeudada no tendrá acceso al crédito
internacional, por lo que el entendimiento sólo aportaría
condicionamientos. Si bien esos planteos son necesarios desde
el punto de vista político -para equilibrar un sentido común
que se vuelca hacia la ortodoxia-, la hipótesis desconoce,
además de las condiciones en que se  activarían las escasas
fuentes de divisas posibles para el país en el corto plazo, el
cambio cualitativo que puede significar para Argentina -a nivel
no solo económico sino también político- una eventual
situación de incumplimiento. Que no haya antecedentes de
países de ingresos medios que incumplieran con el organismo
es una muestra elocuente de la significación política de dichas
dificultades. Por otro lado, la apuesta a modificar
alineamientos geopolíticos como forma de enfrentar
problemas estructurales omite las pésimas experiencias de
búsqueda de financistas alternativos en coyunturas críticas,
como la que enfrentó Grecia hace seis años o la que siguió al
desplome venezolano. Incluso en un marco de enfrentamiento
directo con los Estados Unidos -donde podrían haber entrado
en juego consideraciones de índole geopolítica- el gobierno de
China con sus enormes empresas estatales se dedicó a reducir
su exposición a los activos venezolanos al mismo tiempo que
daba apoyo político a Nicolás Maduro. Es más: es el gigante
asiático el que le exige a la Argentina un acuerdo con el Fondo
para liberar el financiamiento de las represas como ya se contó
en esta entrega.

Si no parece haber alternativa al acuerdo, se corre el riesgo de


caer en la postura opuesta, que supone al mismo como una
baza que acomodará las enormes dificultades que arrastra la
economía local. Como sugirió Carlos Melconián y semantizó
Emmanuel Agis, hay dos tipos de acuerdos con el Fondo:
malos y muy malos. La búsqueda del gobierno es de los
primeros. De ocurrir será una economía con los mismos
problemas a la que se sumarán los condicionamientos que
suelen traer aparejados los programas entre el organismo de
crédito y las naciones soberanas, y que condicionarán
especialmente al país en el terreno fiscal. Los problemas
estructurales de la economía argentina, con una estructura
productiva, territorial y laboral desequilibrada seguirán allí.
Aun peor: los vencimientos de deuda con acreedores privados
-que comenzarán a vencer en relativamente pocos años- hoy
aparecen imposibles de refinanciar, con tasas de interés reales
que, para la Argentina, rondan el 30% aun después del acuerdo
que alivió en 37 mil millones la carga de endeudamiento y
obtuvo una aceptación superior al 98% de los acreedores.

El laberinto requiere, para esbozar una salida, de cambios


estructurales en la economía argentina, que deberá
reformularse sobre la base de desarrollar su potencial
exportador. Esta reformulación requerirá, forzosamente,
reformas que van a modificar el mapa de ganadores y
perdedores de una forma agnóstica en relación al énfasis
fiscalista del Fondo Monetario Internacional. Las posibilidades
de hacer algo así en un marco de acuerdo nacional son pocas.
Las recientes advertencias de la presidenta del PRO, Patricia
Bullrich -"no vamos a acompañar cualquier acuerdo"- y del
diputado radical Martín Tetaz -"no puede aumentar ningún
impuesto"- dan cuenta de una oposición que desconoce sus
responsabilidades incluso en el último ciclo de endeudamiento
que pasó la situación argentina de una de importantes
problemas estructurales a una de crisis de difícil salida.

Entre los escasos activos con que cuenta la Argentina ante esta
coyuntura crítica, su estabilidad democrática en un continente
cada vez más complejo es uno que se ha mencionado en esta
entrega de forma recurrente. La invitación de Joe Biden a la
Argentina a la cumbre internacional de democracias que
reunirá a más de 100 países es la última manifestación,
envenenada, de aquella realidad. Si, como dijo recientemente
Mauricio Macri, Argentina fuera percibida como una forma
más violenta del populismo, el convite no hubiera existido. La
cumbre, sin embargo, apunta expresamente a China -rival
sistémico de los Estados Unidos y socio comercial preferencial
de la Argentina y de decenas de otros países participantes de la
cumbre- lo que se manifiesta incluso de forma expresa en la
participación del gobierno de la isla de Taiwán al cual ni
siquiera los Estados Unidos reconocen como un estado
soberano. Según pudo saber #OffTheRecord, Alberto
Fernández participará del encuentro. El presidente argentino
grabó su mensaje de tres minutos en el que destacó el
potencial de la democracia como fuente de paz entre los
estados, pero también cuestionó fuertemente el rol de la OEA y
de su secretario general, Luis Almagro. Además, en el discurso
hizo hincapié en la resiliencia de la institucionalidad boliviana
y cuestionó la idea de que la democracia puede exportarse o
imponerse mediante sanciones. Las complejidades y
contradicciones para sostener posiciones soberanas y alejadas
de la bipolaridad cada vez más rígida del sistema internacional
son evidentes.

Mientras tanto, la política argentina se debate en aspectos más


rupestres. La propuesta de resolver a través de una norma
aclaratoria la reelección de los intendentes tuvo un primer
capítulo virtuoso para los jefes comunales: el viernes, por una
presentación de una concejala del Frente de Todos, un juez de
San Martín dictó una medida cautelar que le permite a la edil
volver a presentarse en 2023. La posibilidad que se sancione
una nueva ley antes de fin de año recoge diversas opiniones; el
camino de ese proyecto, no: todos los consultados
por #OffTheRecord creen que el fin de las reelecciones
indefinidas no tiene vuelta atrás y que el mejor escenario para
los intendentes es que la interpretación de la norma sea a
partir del mandato siguiente a la sanción de la ley propuesta
por María Eugenia Vidal y Sergio Massa. Esto implicaría que a
los que se les termina su vida en el ejecutivo municipal en
2023, tendrían la posibilidad de intentar reelegir un mandato
más. El último. Uno de los intendentes que está explorando su
alejamiento del municipio para poder competir en dos años si
es que la iniciativa no prospera es Gustavo Menéndez, que
buscaría un lugar en el ejecutivo provincial al igual que su par
de Escobar, Ariel Sujarchuk, en el nacional, a quien siempre se
le reconoció su habilidad de gestor eficiente, pero se
desconocía su expertise en vías navegables.

La oposición, por su parte, atraviesa un momento complejo


por los socios minoritarios del frente Juntos: la UCR y la CC. Si
bien fue -o tal vez por eso- al menos menos protagonista
compartido de la elección, el partido que comanda
formalmente Alfredo Cornejo está en un proceso de
reconfiguración interna motorizado por el esquema de Martín
Lousteau y Emiliano Yacobitti. Estos escarceos públicos ayer
tuvieron un episodio privado. En un encuentro al que convocó
Cornejo para limar asperezas, la discusión entre Gerardo
Morales y Lousteau se elevó a tal punto que el jujeño rompió
un vaso de vidrio que impactó cerca de un boina blanca
anticoagulado. Un peligro. Un episodio anterior ocurrió en la
elección de la Juventud Radical donde la candidata del
gobernador de Jujuy y Gustavo Valdés, según le dijeron desde
ese espacio a #OffTheRecord, se impuso frente a la oficialista
de Evolución. El entorno de Lousteau lo niega y asegura que no
había quórum. “Los nuestros pecaron un poco de verdes, pero
están las actas; creo que se va a convocar a una nueva elección
o se va a judicializar, pero eso habría que evitarlo porque si no
va a terminar igual la de los mayores”, analizó un dirigente
ante este medio. “Los mayores” es la elección del comité
nacional que, con tino, los correligionarios movieron del 20 al
17 de diciembre.

Ojalá hayas disfrutado de este correo tanto como yo. Estoy


muy agradecido por tu amistad que, aunque sea espectral, para
mí no tiene precio.

Iván

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