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primera vez que sus consejeros le animen a que tome esposa y no será

tampoco la primera vez que Alejandro lo rechace.


Es curioso este comportamiento del rey que se aleja por completo del
que había tenido su padre a este respecto y que provocará que, en el mo-
mento de su muerte, aunque inesperada por la edad que aún tenía Ale-
jandro, no hubiese nacido aún el que, al final, será su heredero, Alejandro
IV. Aunque Filipo, a pesar de sus siete matrimonios, solo engendró, que
sepamos, dos hijos varones –Arrideo y el propio Alejandro– nadie en Ma-
cedonia podía olvidar cómo la estirpe de Amintas III había sobrevivido
en Filipo II y en Alejandro gracias a que había tenido tres hijos varones
con Eurídice, sin contar a los otros tres que tuvo con Gigea. Esos eran
los ejemplos que los fieles a Alejandro esperaban que siguiera el rey. No
sabemos los motivos por los que Alejandro no siguió la recomendación
de sus consejeros, personas de probada lealtad como Parmenión, que ha-
bía ayudado a Alejandro a desembarazarse de Átalo o, sobre todo, como
Antípatro que sin duda fue su principal mentor en el terreno político.
Las interpretaciones han sido múltiples y abarcan muchas posibilidades
–incluyendo las relativas a las posibles inclinaciones sexuales de Alejan-
dro–, pero ninguna de ellas es del todo convincente. Lo más que, creo,
podemos decir es que Alejandro no parece haber tenido la intención de
demorarse mucho en Asia puesto que parece fuera de duda que los objeti-
vos de su campaña no eran, en un primer momento, la conquista total del
Imperio persa (luego volveremos sobre ello); a su vuelta podría ocuparse
de ese asunto así como de mantener bajo control no tanto a su eventual
esposa sino, sobre todo, a sus familiares.
Hacía poco que Alejandro había sufrido en sus propias carnes los des-
precios que Átalo le había hecho, con la aprobación de Filipo, durante
su boda con Cleopatra, porque emparentar con la familia real significaba
alcanzar una preeminencia evidente sobre el resto de la aristocracia. Si
atendía a las peticiones de sus dos generales, que posiblemente tenían can-
didatas propias para ocupar el puesto de esposa del rey, tendría que abrir
un nuevo frente de preocupación en casa cuando se enfrentaba a una tarea
difícil. En ese sentido, su padre había sido más sagaz puesto que, al casarse
con mujeres no macedonias, había limitado la influencia de sus respectivas
familias en el interior del reino; solo al final cayó ante las presiones de la

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AlejandrolibroFINAL.indb 66 22/05/13 12:03

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