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INTRODUCCION

El inicio de la vida y la muerte han sido históricamente 2 situaciones que han planteado
importantes problemas éticos. Ambas constituyen los 2 momentos más importantes de la
vida, compartiendo todavía algo de misterio y solemnidad. El aborto en el Perú siempre ha
estado criminalizado. Si se revisa los Códigos Penales de 1863, 1924 y 1991, se evidencia
que el aborto ha sido tipificado como delito, estableciendo en su articulado las conductas
sancionadas, las penas y las circunstancias agravantes y/o atenuantes.

Si bien la interrupción voluntaria del embarazo es una práctica común en todo el mundo, el
tema es sumamente controversias ya que en él se conjugan aspectos fundamentales como el
inicio de la vida humana, el derecho de las mujeres a controlar su propio cuerpo, la
sexualidad, la naturaleza de las responsabilidades del Estado para interferir en este terreno y
las tensiones entre las visiones seculares y religiosas sobre la vida. 

En ese sentido, a pesar de que en muchos países existen leyes que penalizan el aborto, el
asunto nos remite al terreno de principios morales y éticos contrapuestos. Particularmente
los problemas éticos al inicio de la vida han ocasionado actitudes muy polarizadas con
dificultades para llegar a acuerdos sociales.
CONCEPTO DE ABORTO

 Aborto es una palabra de origen latino (ab-orior) que significa fallar en el intento, en el
origen, y también morir, extinguirse, etc. Así, por ejemplo, abortar un crimen significa
cortar o interrumpir el flujo de acontecimientos que darían lugar a la ejecución de un
crimen. Este significado se ha ido restringiendo, poco a poco, hasta hacer referencia, sobre
todo, a la interrupción del desarrollo de un embrión o feto, interrupción que impide que éste
llegue a ser aquello a lo que está destinado: un ser vivo independiente, biológicamente
hablando, del cuerpo materno, límite que se suele considerar dado en el nacimiento. Se
sobreentiende, en tal caso, que el aborto no es simplemente una interrupción del embarazo,
provocando un adelanto del parto (parto prematuro), sino una interrupción que provoca la
muerte del producto de la concepción. Aunque se habla de diferentes tipos de aborto
(eugenésico, terapéutico, espontáneo, etc.), desde el punto de vista de la responsabilidad
moral (y legal), cabe hablar tan sólo de dos tipos de aborto: el aborto voluntario (ya sea
directo o indirecto) y el involuntario (bien por motivos naturales, o bien causado por
accidente humano).

 Si estamos hablando sobre el tema legal o moral del aborto, nos referimos a la primera
intención es decir el aborto provocado voluntariamente. La pregunta sería ¿es legal o no
provocar un aborto?

CLASES DE ABORTO

ESTADÍSTICAS MUNDIALES

Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 50 millones de abortos


tienen lugar en el mundo anualmente. De estos, alrededor de 20 millones son abortos
ilegales, cuyas condiciones insalubres y poco seguras resultan en la muerte de más de
78,000 mujeres al año. Para América Latina, se estima que aproximadamente 4 millones de
mujeres se someten cada año a abortos ilegales.
Si bien en países, como el nuestro, donde la Iglesia Católica tiene un fuerte dominio
ideológico que se traslada hasta el ordenamiento jurídico, la práctica de la interrupción
voluntaria del embarazo puede aparecer en el imaginario colectivo como un delito y hasta
como un pecado, la verdad es que 62% de la población mundial vive en países donde el
aborto inducido se puede practicar sin restricciones o es permitido por una amplia gama de
razones. Las legislaciones de los diferentes países del mundo están determinadas por
principios éticos, legales y morales muy diferentes, que reflejan la diversidad de visiones y
posiciones sobre la vida humana, la persona, la sexualidad y el derecho al control del
cuerpo de las mujeres.

 LA IGLESIA CATÓLICA FRENTE AL ABORTO

 La actual controversia en relación con la interrupción voluntaria de un embarazo está


jugando un papel fundamental las posiciones morales, de conciencia o ideológicas. Se trata
entonces, más bien, de una discusión en el campo de la ética. Sí ha existido una oposición
constante en a jerarquía católica y sus ideólogos a todo acto que separe la sexualidad de su
función procreadora; esto no ha cambiado en toda su historia.

Esta es la razón por la que se condena los métodos de planificación familiar no naturales
que bien conocemos en la actualidad. A la vez que se construía este consenso en la Iglesia
Católica sobre el aborto como un pecado sexual, se producía un debate, histórico por su
longitud y significado, acerca de la hominización del feto. Es decir, acerca de cuándo un
feto se puede considerar una persona.

Esta es otra gran sorpresa que nos depara la historia del pensamiento católico, pues
significa que no ha habido consenso en tomo a este punto a pesar de que las posiciones
actuales del Vaticano, su firmeza e intransigencia, parecerían indicar lo contrario. Sin
embargo, los fetos siguen, en general, sin ser considerados seres humanos ya que no se les
bautiza ni se les aplica extremaunción, no se dice misa de difuntos cuando hay un aborto
espontáneo y no se les registra como personas. Sólo opera el criterio de considerarlos seres
humanos cuando se trata de condenar un aborto inducido.
EL ABORTO EN EL PERÚ ¿UN PROBLEMA JURÍDICO O UN DILEMA ÉTICO?
Actualmente, el principal argumento en contra del aborto es que el feto es una persona y
que la eliminación del mismo constituye un homicidio, el cual debe ser tipificado y
sancionado como un delito en el Derecho Penal, por lo que estos sectores sostienen que la
definición de concebido no está sujeta a interpretaciones porque refleja los valores de la
sociedad; por ello, solo es válido aplicar el marco legal, incluso el internacional, cuando
coincida con estos valores.
Por otro lado, esta postura tiene algunos matices, de ahí que los abortos pueden ser
catalogados en aceptables o inaceptables dependiendo si responden a buenas o malas
razones. De esta manera, esta postura defiende absolutamente la vida del concebido por ser
moralmente correcta; sin embargo, al establecer excepciones, no queda claro si realmente
defienden la vida del concebido, o un orden moral basado en lo “bueno” y lo “malo” que
impide a la mujer ejercer sus derechos reproductivos e interrumpir la gestación.
Ciertamente, cuando se aborda el delito de aborto no sólo debe hacerse el análisis desde la
protección del derecho a la vida del concebido, sino también es importante considerar los
derechos de la mujer involucrados, como por ejemplo el derecho a la vida, el derecho a la
salud física y psíquica, los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a la no
discriminación, lo cual ha sido reconocidos por los instrumentos internacionales de
derechos humanos y los organismos internacionales supervisores de estos.
Sin embargo, como se ha visto, la criminalización del aborto se ha mantenido en nuestra
legislación, en parte, por la presión de algunos sectores de la sociedad para quienes el
aborto debe seguir siendo un delito en la medida que es una conducta “inmoral”. Al
respecto, el profesor Luiggi Ferrajoli señala que el tratamiento del aborto se puede abordar
desde dos posiciones: la primera, que confunde la perspectiva moral y jurídica, sostiene que
la inmoralidad del aborto es razón suficiente para su prohibición y punición, y tiene como
su principal promotor a la Iglesia Católica; y, la segunda que separa las cuestiones morales
de las jurídicas, afirma que la reprobación moral de un determinado comportamiento no es,
por sí sola, razón suficiente para que caiga sobre aquel una prohibición jurídica.
En consecuencia, el aborto es un problema jurídico en la medida que se ha tipificado está
conducta como un delito en nuestro ordenamiento jurídico penal, estableciendo la conducta
típica, así como sus atenuantes o agravantes y las penas a imponer por la comisión del
mismo. Sin embargo, aun cuando represente un dilema ético, puesto que, como se ha
indicado, la moral impuesta, específicamente la moral cristina, ha conllevado que un sector
de la sociedad no permita que se flexibilicen las leyes en esta materia, ya no debería influir
en la legislación de un Estado Constitucional de Derecho.

EL PROBLEMA MORAL

El problema ético del aborto se plantea por el conflicto entre 2 valores. La autonomía
procreativa de la mujer y la inviolabilidad de la vida humana. Si ambos valores se plantean
de forma absoluta no existe posibilidad de una solución equilibrada.

En un extremo del absolutismo se sitúan los grupos «pro life» que parten de la
consideración de la vida como valor absoluto sin excepciones y de que el inicio de la vida
humana se produce en el mismo momento de la concepción.

En el otro extremo los grupos «pro choice» que consideran la concepción y gestación como
apéndices del organismo femenino y solo ella debe tener capacidad para tomar decisiones
hasta la desvinculación orgánica del feto respecto al cuerpo de la madre.

En el origen de las posiciones polarizadas antes enunciadas se encuentra la ausencia de


consenso sobre el momento biológico, dentro del proceso de desarrollo embrionario, en que
podemos considerar la existencia de una persona. En este proceso hay grandes diferencias
sobre cuál sería el punto crítico; la fecundación, el momento de la anidación, el inicio de la
actividad cerebral, el final de la diferenciación de órganos y aparatos vitales o la existencia
autónoma fuera del vientre materno. Cada una de estas opciones conlleva posiciones
morales diferentes que resulta complejo conciliar.

No obstante, hay opciones que recogen líneas de pensamiento integradoras. Que si bien
reconocen que la vida humana es inviolable, y debe ser además un bien de especial
protección por la sociedad, existen excepciones que deben determinar una actuación
distinta. Que si bien reconocen la necesidad de proteger la vida del embrión o el feto no
consideran a la mujer como medio exclusivo para el fin de la reproducción (subordinada a
la finalización de un embarazo) y sí como persona como fin en si misma. Que si bien
reconocen la libertad y autonomía de la mujer como parte de su dignidad personal,
entienden que la decisión de abortar debe ser responsable, coherente y, a partir de
determinada semana del proceso de desarrollo fetal, compatible con preceptos legales de
protección del feto.

Desde posiciones de ética civil integradora nadie duda que el aborto debe ser despenalizado
y regularizado. No obstante, no debería considerarse nunca como un método contraceptivo
ni como una opción recomendable. En todo caso la regulación del aborto no fomenta su
uso, ni obligar a ninguna mujer a adoptar una interrupción no deseada o una decisión en
contra su conciencia

Descender el número de abortos depende del acceso a los anticonceptivos y de la


implicación del sector educativo y sanitario, no de las restricciones que se impongan a su
despenalización.

Moralmente la regulación de la interrupción de embarazo debe justificarse por la teoría del


mal menor y socialmente ha de considerarse un fracaso y un estímulo para prevenir
embarazos no deseados.
CONCLUSIONES
1. Debido a diversas razones, entre ellas la falta de acceso a métodos anticonceptivos,
el aborto inducido es una práctica a la que recurren mujeres de todo el mundo para
interrumpir un embarazo no deseado. Las legislaciones restrictivas que prohiben
esta práctica no logran disminuir el número de abortos inducidos.
2. La penalización de la interrupción voluntaria del embarazo coloca a las mujeres en
graves riesgos de salud y de seguridad al tener que recurrir a abortos que se vuelven
inseguros por tener que realizarse en la clandestinidad, sin condiciones adecuadas.
Una de las consecuencias es el aumento en las tasas de mortalidad por aborto y las
tasas de mortalidad materna.
3. La penalización del, aborto inducido discrimina a las mujeres frente a los hombres,
pues ellas no pueden eludir las consecuencias de proseguir un embarazo no deseado
y sólo sobre ella recaen los riesgos de salud y de sanción penal en caso de que lo
decida interrumpir. Discrimina asimismo a unas mujeres frente a otras por razones
económicas, ignora las necesidades y derechos de las mujeres, y las trata como
meros entes biológicos, como incubadoras destinadas a procrear por el sólo hecho
de tener la capacidad natural de hacerlo.
4. La penalización del aborto inducido representa, además, un irrespeto a la diversidad
de concepciones, visiones y opiniones que coexisten en una sociedad, impone los
criterios de conciencia de un sector sobre el resto que no los comparte, y fomenta la
intolerancia y el fanatismo.
5. Finalmente, la penalización del aborto inducido viola derechos fundamentales de las
mujeres, como el derecho a la salud, a la autodeterminación, y el derecho a una
maternidad libre y voluntaria. En definitiva, la penalización de la interrupción
voluntaria del embarazo y la negación del derecho de las mujeres a decidir sobre su
propio cuerpo muestra cómo, en algunos países, grupos poderosos son capaces de
imponerle al resto sus concepciones morales, incluso utilizando la fuerza de ley, lo
que se convierte en un obstáculo para la aspiración y demanda creciente de construir
una sociedad que respete la diversidad que de hecho existe y que fomente la
tolerancia como un valor fundamental de la convivencia humana.
LINKOGRAFIA

https://www.elsevier.es/es-revista-atencion-primaria-27-articulo-nueva-ley-del-aborto-mas-
S0212656710001605#:~:text=El%20problema%20%C3%A9tico%20del%20aborto,posibilidad
%20de%20una%20soluci%C3%B3n%20equilibrada.

https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1409-00152002000200008

https://www.polemos.pe/el-aborto-en-el-peru-un-problema-juridico-o-un-dilema-etico/

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