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PEDRO DE SALAZAR

Cuento V1
De cómo un caballero casó con una señora, la cual, después de él muerto, fue requerida de amores
por dos personas de mucha autoridad y lo que con ellos sucedió
[I] Vivió en tiempos pasados, en la ciudad de Trápana, del reino de Sicilia, un caballero
llamado Astrofen, en linaje noble y en riquezas bien bastecido, por lo cual en aquella ciudad
y fuera de ella le salían muchos y muy buenos casamientos con damas de muy clara sangre
y costumbres y en crecida hermosura, y aun opulentas otras. Mas Astrofen, que celosísimo
extremadamente era, temía tanto no le sembrase alguno en su tierra la simiente del serbal 2
pimpollo, que, si a tomar mujer se atreviera, su imaginación le pudiera hacer, no digo uno,
mas mil pasos de aquellos. Empero, deseando ver en su jardín tal mata de siempre viva,
con los mejores despidientes que él podía, se eximía de todos los que querían ser sus
casamenteros, los cuales despedidos, siempre quedaba diciendo:
–Hora no sé qué mal tan grande he yo hecho a estos que me quieren casar que tanta
solicitud ponen en acarrearme la muerte a casa, pues yo prometo que he de estar sobre el
aviso y que no vengan vez que no hallen las puertas de mi voluntad cerradas, porque no
entre por ellas cosa que ponga cada momento en rebato3 todos mis sentidos.
De esta manera se apartaba Astrofen de todos los casamientos que le traían, no echando
menos la legítima mujer, porque, a trueco de sus dineros, tenía por sus pecados tantas a su
voluntad, que, como abeja que la florida primavera anda picando en una flor y en otra, de la
misma manera Astrofen gozaba de esta y aquella y la otra. Y así pasó su juventud y aun
parte de la senectud, que no hubo más medio ni remedio para someterle al yugo
matrimonial que ella, y para traer al delatado4, al bravo y madrigado5 toro pasaba de esta
manera por Astrofen la mejor y mayor parte de su vida, siendo en los setenta años de su
edad, debiendo faltar la breve jornada que de ahí a la muerte le quedaba en limosnas y
oraciones, determinó hacer lo que nunca le había pasado por el pensamiento, que fue
recibir mujer.
Lo cual causó haberse enamorado grandemente de una doncella que vio en unos
desposorios, que en aquella sazón en Trápana se celebraron, a la cual llamaban Faustina,
dama de gran hermosura, gracia y gentileza, y de claros padres procreada, salvo que de
bienes de fortuna era tan falta, cuanto sobrada en los de naturaleza. Y esta fue causa que,
pidiéndola él a sus padres y prometiendo dotarla en seis mil escudos de oro, no se la
denegasen. Y así fue desposado y velado6 con ella, dotándola él primero en lo que tenía
prometido en recompensa de los años que le llevaba entregada Faustina a Astrofen.
Él la celaba y guardaba tanto que la tenía tan encerrada que ni la dejaba ver si el sol
corría, ni si la luna crecía o menguaba y siempre estaba en el aposento de ella, guardándola
como si guardara el monumento7. Y el viejo, que muy enamorado estaba, comenzó con
tanta gana a se meter8 en ella que, como las fuerzas con los años de la vejez y semejantes
trabajos de la mocedad estaban disminuidas y las venas no eran ya tan abundantes, con la

1
Pedro de Salazar, Novelas, ed. por Valentín Núñez Rivera, Madrid, Cátedra, 2014. He modernizado la grafía.
2
serbal: ‘árbol de la familia de las rosáceas, de flores blancas y cuyo fruto es la serba, una pera pequeña’; especie de pera
silvestre (it. sorbo). Alrededor de los arboles viejos suelen brotar muchos pimpollos (vástago o tallo nuevo de las
plantas).
3
en rebato: ‘en conmoción, ocasionada por algún acontecimiento repentino y temeroso’.
4
al delatado: ‘al descubierto’.
5
madrigado: se dice del macho de ciertos animales, que se ha unido con una hembra para fecundarla; ‘por asociación con el
toro cuando procrea, las acciones del mozo de vida licenciosa’.
6
velado: ‘hecho marido legítimo’.
7
monumento: ‘túmulo o altar que el Jueves Santo se forma en las iglesias con la forma que se habrá de consumir el Viernes’.
8
se meter: ‘frecuentar la casa y conversación de una persona’, en este caso en sentido erótico.

~1~
demasiada priesa que se dio, acabó por consumir lo uno y lo otro, y así, al cabo del primer
año del casamiento, cayó en la cama de mortal malherido, lo cual él sintiendo y no
habiendo aun en aquel punto perdido las buenas mañas de la celosa propiedad casi no le
pesaba tanto de verse morir, cuanto en pensar que su mujer se había de casar luego, por
quedar como quedaba moza y no pobre.
Y pensando cómo evitaría esto, quizá más que cómo se libraría de las penas infernales, a
que tan propincua su ánima estaba, si no salía en el estado que debía, le pareció dejarla por
su heredera de todos sus bienes, con gravamen que no se casase, creyendo que por no
perderlos dejaría de tomar segundo marido, no considerando que Dios había criado a la
mujer, para que por medio del matrimonio diese y produjese fruto de bendición, ni
advirtiendo que era darle ocasión para que le deshonrase sus huesos y perdiese el ánima,
gozando ilícitamente lo que conforme a la ley de Dios pudiera gozar sin deshonra de él,
permitiendo se casara. Porque cuando la mujer es moza y ha experimentado los medios de
la concepción9, especial gracia de Dios es menester para abstenerla10.
De esta manera instituyó Astrofen a su mujer y después a pocos días murió, por lo cual
Faustina hizo grandes extremos de sentimiento y tan estrenados que no le debieron de
llegar al medio del corazón, porque el oro que su marido la dejó era tan saludable para los
ojos que poco a poco la agotaba el humor que había menester para lágrimas.
En lo cual todo ella se apoderó por autoridad de la justicia, haciendo primero la caución
e hipoteca y fianza que el derecho requiere y, pasado el primer año sobre la muerte de su
marido, quedó tan libre de las penas que no se acordaba de él, sino para le orar, mal siglo 11,
por el aditamento con que los bienes le había dejado.
En este tiempo ya Faustina salía a misa, visitaba y consentía ser visitada, que hasta allí no
lo había hecho por cumplir con el qué dirán. Y algunos caballeros, heridos de su gracia y
hermosura, que estaba en aquellos luctuosos y groseros vestidos como piedra oriental
engastada en algún tosco y grosero metal, pretendían sus pasiones, lo cual ella sintiendo no
le pesaba, porque el hervor de la sangre moza la hacía sentir ya mucho la falta de compañía.
[II] En este comedio12 vino a la ciudad de Trápana un nuevo gobernador y adelantado,
llamado Tahuefo, gentil y muy gracioso y liberal caballero, el cual envió por gobernador de
aquel reino de Sicilia el emperador Valentiniano13, al tiempo que hubo de ir a poner
remedio en las guerras que le movieron los sajones y escotos14 y alemanes15 en la isla de
Britania y en las Galias y Panonias16. Y llegado Tahuefo a Trápana, un día en la iglesia
mayor vio a Faustina y se enamoró fuertemente de ella. Y como se sintió prendado, se lo
envió a hacer saber y a rogar de su parte le quisiese complacer y que, haciéndolo así, le daba
su palabra de se lo galardonar, como quien él era y se lo merecía.
Y siéndole dicho esto a Faustina, pensó en el negocio y, persuadiendo por una parte la
codicia por el grande interese que pensaba sacar de tan rico y liberal servidor y, por otra, el
gusanillo roedor de la sangre17, que a todas horas la comía, y, viendo tan bien la
oportunidad, aparejo y libertad que tenía por ser muerto su marido, no se hizo mucho de
rogar, lo cual fue causa que el adelantado no muchos días después que la vio, comenzó a

9
los medios de la concepción: es decir, ‘el ayuntamiento carnal’.
10
abstenerla: ‘contenerla o refrenarla, apartarla’.
11
mal siglo: ‘juramento muy frecuente, por ejemplo, mal siglo le dé Dios’.
12
comedio: ‘intermedio o espacio de tiempo que media entre dos épocas o tiempos señalados’.
13
Se trata de Valentiniano I (364-375).
14
escotos: ‘pueblo oriundo de la Hibernia, establecido posteriormente en la Caledonia, actual Escocia’.
15
En efecto, con este Emperador comenzaron los conflictos con los pueblos bárbaros, sajones y germanos.
16
Panonias: es el nombre de una región antigua de Europa Central, cursada por el río Danubio, que se correspondería hoy
con la parte occidental de Hungría y la oriental de Austria.
17
el gusanillo roedor de la sangre: referencia al apetito sexual de la dama.

~2~
gozarla y hallola tan dulce a su gusto y amola tanto cuanto otra jamás había amado. Y la
señora también gustaba en demasía de la conversación18 del adelantado, sintiéndole por
aventar19 a más esforzado20 que su marido había sido.
Pasados bien dos años que el adelantado gozaba de Faustina, la servían y pretendían
otros muchos amantes de diversos estados por su grande hermosura y gracia. Y, como
algunas veces acaece que aquellos en quien hay más conocimiento de las cosas vienen más
presto a caer en estos lazos del amor, sucedió que entre estos amantes había dos que en lo
secreto de sus corazones mucho más la amaban, aunque por su reputación, honestidad y
autoridad menos en lo público lo mostraban.
El uno de estos era el obispo de la iglesia de aquella ciudad, tenido por persona de muy
buena vida y celo. Y el otro, un fraile confesor y predicador del adelantado, hombre muy
docto en las sacras letras y muy afectado, facundo y agraciado al predicar y no menos
atrevido en el reprehender, así al adelantado en lo que le parescía ser digno de reprehensión
como a todos los demás, por lo cual de Tahuefo era muy estimado y reverenciado.
El obispo, que ardía como sarmientos muy secos y curados21 en amores de Faustina,
dudaba si le descubriría su pasión y decía, hablando consigo mismo:
–Yo no sé qué paroxismo22 es este que a la vejez me ha tomado y con tanta fuerza me
fuerza a poner en detrimento mi honra y fama y en tanto peligro mi vida y hacienda.
Verdaderamente, si esta rabiosa pasión que tengo me dejase abrir los ojos del
entendimiento para ver lo que me cumple, vería que no me conviene pretender lo que
pretendo, porque Faustina es moza y hermosa, tiene muchos servidores gentiles y mozos
hombres y muy galantes. Yo soy viejo que paso de los sesenta años. Tengo la cabeza
pelada, la cara arrugada, los dientes caídos y las fuerzas perdidas ¿Quién duda que ya que
ella tenía voluntad de tomar amores no quiera más un mozo gentilhombre, que sea para
hacer y parecer, que a mí, que ni soy para lo uno, ni para lo otro tengo fuerzas? Más con
todo esto, no será malo proseguir mi causa, que, saliendo con un buen partido de mis
riquezas, yo espero que la parte contraria vendrá a concierto. Quizá mis joyas y dineros me
poblarán la calva, teñirán las canas, suplirán las demás cosas que me faltan.
Y así, confiado en sus riquezas y pareciéndole que ellas son las que pueden y alcanzan
todo lo de los tejados abajo, teniendo primero comenzada a madurar a Faustina con
algunas buenas joyas, que con título de amor limpio le había dado, como el platero que,
ante que comience a labrar el fino diamante, lo unta primero con sangre de cabrón para
enternecer su dureza23, porque el obispo siempre entraba en su casa desde que murió
Astrofen su marido y la conversaba, se le descubrió, diciéndole que la fuerza de su gracia y
hermosura había podido más que la de su gravedad y reputación y que constreñido de ella
venía a la pedir remedio del mal que su belleza le causaba. Y suplicándola no se lo negase,
pues ella le había puesto en necesidad de mandárselo. Y al cabo, él hizo grandes ofertas y
promesas, entendiendo que no tenía otras ganzúas con que la abrir la puerta de la voluntad
sino estas.
Faustina estuvo muy atenta, escuchando al obispo y, comoquiera que de su plática no se
le pluguiese, por tener, como tenía, por amigo al adelantado, que era gentil caballero que la
había dado muchas riquezas y la podía dar más, no por eso mostró desdeñarle y por eso no

18
conversación: ‘trato carnal’.
19
aventar: ‘echar viento, por eufemismo tener relación sexual con una mujer’.
20
esforzado: ‘animoso, sexualmente hablando.
21
curados: ‘endurecidos’.
22
paroxismo: ‘exaltación extrema de los afectos y pasiones’.
23
Es tradición que documenta, por ejemplo, Plinio, Historia natural, XXXVII, de donde parten otros muchos autores,
incluido Covarrubias.

~3~
le volvió más la palabra, con fin de escoger lo que pudiese y hacerle alguna buena burla 24
con que diese al adelantado algún buen rato de pasatiempo25 y a él toda la vida de pena por
la culpa en que había incurrido y quería incurrir. Y así le dijo que holgaba mucho en saber
que de él era amada y que por entonces lo callase y que ella pensaría en ello. El obispo por
estas palabras la quiso besar las manos y ella no consintió, aunque en otras cosas se le
mostró favorable, y así el obispo se despidió de ella muy contento, teniendo por buenas
señales todas las que en Faustina había visto. Y ella quedó riendo muy de gana de los
tardíos amores y debilitados bríos del venerable obispo y pensando en cómo se los acabaría
de amortiguar con alguna afrenta y escarnio26 de su gravedad.
[III] El fraile, que no menos ardía en el amor de Faustina que el obispo, comenzó a
pensar cómo la hablaría para el efecto, de lo cual se le oponían su profesión y hábito, ser
confesor del adelantado y creer que si una cosa como esta se viniese a saber perdería su
gracia, en especial que él, por cierta sospecha que había concebido en sí de las confesiones
de él y de la fama de las gentes, y, como los amores de personas tan principales pocas veces
son secretos, que el adelantado tenía por amiga a Faustina. Y esta era la mayor pena que
sintía, temiendo que, como él se le descubriese, ella lo diría al adelantado y que, sabiéndolo,
él probaría menos, sino que para siempre le aborreciese. Mas amor, que provechosas
consideraciones no admite ni consiente, le hizo que de sí alejase el temor de estos
contrarios y con toda deliberación buscase su remedio.
Y, habiendo sobre esto mucho considerado, para entender por cuál vía más acertada lo
tentaría, acordó encomendarse a una doncella criada de Faustina para que, sin que lo dijese
a su señora, le metiese una noche dentro de su casa y aposento, en algún lugar secreto, que
viéndose él de noche y a solas con ella bien creía hacerle servicios merecedores de todo
perdón si a los principios se le enojase. Y más quería lo comenzar ejecutando que rogando.
Y con esta resolución de sus consideraciones, un día que fue a visitar a Faustina, lo cual
hacía muchas veces, porque ella se publicaba por muy señora suya, hallando oportunidad
para hablar a la doncella a solas, le dijo:
–Camila, hija, que así se llamaba, un secreto querría manifestaros en que yo ganaría y vos
no perderíades, sino que temo pierda el nombre de ese secreto, haciéndoos de él sabidora.
–Padre mío, dijo Camila, deseando saber que era vuestra reverencia, si fuere servido, lo
podrá confiar de mí y hacer cuenta lo echa en un pozo.
El fraile, no se confiando en estas palabras, la tomó juramento que no lo diría a persona
viviente. Y ella se lo prometió y juró, lo cual hecho, le sacó unos grillos y esposas para la
voluntad27 con una mordaza bien bastante para la lengua si en Camila no hubiera demasiada
malicia, las cuales prisiones y mordaza era una hermosa bolsa de carmesí con cincuenta
sueldos de oro dentro, que ella traía. Y diolo a Camila y aun quiso se lo recibir por fuerza,
aunque no con violencia, porque ella tuvo por bien recibirlo, antes que la cosa llegase a
tanta rotura. Lo cual por ella recibido, él la dijo:
–Camila, si Dios no hubiera puesto en vuestra señora tanta gracia y lindeza no me
hubiera hecho el amor participante de sus penas y tormentos al cabo de tantos años de
religión como por mí han pasado. Empero, su perfección es tan grande que no os puedo
dejar de decir muy abiertamente que muero por ella, pensado en manifestarla mi amor y
pena, pero no me he atrevido, temiéndome me desechará por ser de profesión religiosa. Y
por esta misma razón no os quiero, hija mía, negar que vos tampoco se lo manifestéis, mas
lo que os suplico es que una noche que vos veáis que haya mejor aparejo me escondáis

24
Esa burla constituye el eje argumental del cuento.
25
El adelantado funciona como reduplicación del lector.
26
La burla tiene la pretensión de deshonrar al obispo.
27
La personificación de esta potencia del alma es constante en el texto.

~4~
dentro del aposento donde ella duerme, porque allí yo la gane28 sin vergüenza, sabidora de
las penas que me causa y sin la confesar que vos me metiste dentro, para que si algún enojo
cobrare no os alcance parte. Y prométoos, hija mía, que, si esto hacéis por mí, yo os lo
perdonaré tan bien, que vos quedaréis galardonada y satisfecha.
Camila, espantada por una parte de oír tal cosa al fraile y, por otra, casi no pudiendo
detener la risa, con intento de le sacar toda la pluma y cañones29 que pudiese, le respondió:
–Padre mío, sin que me hubiera vuesa reverencia dado ni prometido cosa alguna, me
forzara la afición que le tengo a hacer lo que me manda y así digo que yo haré en ello todo
lo que en mí fuere, empero, será forzado aguardar oportunidad y coyuntura.
El fraile, agradeciéndole mucho la buena voluntad que mostraba, dijo que era contento
de aguardar oportunidad de tiempo y, tornándola a prometer galardón, y ella a se le ofrecer
de nuevo, él se volvió a su posada muy contento, que allí no había casa de su orden,
dejando a Camila con más alegría con los dineros que la había dado y prometido, que
voluntad de hacer por él lo que dicho había, porque no pensaba en ofender al adelantado,
de quien mercedes había recibido, ni menos enojar a su señora, porque sola ella dentro en
la casa había y encubría aquellos amores.
Y aquella noche, como fue acostada Faustina, estando en la cámara con ella a solas, le
dijo todo lo que el fraile le había dado y dicho y lo que ella le había prometido. Faustina
gustó mucho de ello y dijo:
–Pues ¿todo eso es lo que el padre predica y reprehende? Paréceme que es como el
cedazo que da la harina y quédase con los salvados30. Agora digo que tiene la iglesia de esta
ciudad y la consciencia del adelantado dos buenos gobernadores, si no son velas del
viento31. Bien será que a entrambos satisfagamos. Y hasta que pensemos el cómo, tú,
Camila, no dejes de traer al bendito padre en palabras y recibir de él las bendiciones que en
oro y plata y otras joyas te diere, que después yo le daré el pago que mereciere.
[IV] Habida esta licencia Camila de Faustina, hallándose otra vez con el fraile, le dijo
que muy presto ella daría orden cómo se cumpliese su deseo, por lo cual él la dio otro muy
más rico presente y ella le rescibió no de peor gana que el pasado. Y como ya de allí
adelante Faustina comenzase a ser muy molestada del obispo y la doncella del fraile, por
muchas veces se puso a considerar cómo les apagaría las llamas y el deseo que de la servir
mostraban. Y parecióle sería bien meterlos una noche que hubiese de venir el adelantado en
casa y mostrárselos, porque con este tiro mataba tres pájaros: uno ganar crédito con el
adelantado, otro abonarse32 con ellos y otro castigarles su locura.
Con esta determinación dio parte a Camila y enviándola el adelantado avisar un día que
se quería venir a holgar con ella, una mujer mandó a Camila avisase al fraile que aquella
noche viniese a las once y media. Y díjola el orden que había de tener con él.
Y viniendo luego allí un criado del obispo, que era el secretario y faraute33 de los amores
que se trataban, le dijo que avisase a su señor que viniese allí aquella noche a las once,
porque ya estaba tan fatigada de le ver penar por sus amores que no podía acabar consigo
no darle ya remedio. El criado sintió tanta alegría que apenas la acabó de oír por ir presto a
ganar las albricias de tal nueva y así fue con toda la priesa posible. Y, demandando las
albricias, le dijo al obispo todo lo que Faustina le había dicho, el cual se gozó tanto en lo oír

28
gane: ‘en el sentido de conquista amorosa’.
29
cañones: ‘plumas del ave cuando empiezan a nacer’. Aquí se hace referencia a que lo despluman o dejan sin dinero.
30
Hace referencia al acto de cerner.
31
velas del viento: ‘ilusiones lisonjeras con poco o ningún fundamento, como torre de viento o castillo de viento’.
32
abonarse: ‘afianzarse, llegar a un acuerdo’.
33
faraute: ‘encargado de llevar y traer mensajes’.

~5~
que le coló34 luego un beneficio curado35 que rentaba más de cien mil maravedís, sin tener el
criado, a quien hizo pastor de tanto ganado pasto espiritual, para apacentar una oveja.
Camila tampoco se descuidó en dar aviso al fraile, ni él se le trechó a le dar de los
sueldos que solía en pago de alguna obra que le quería hacer.
Avisados los dos buenos amantes y llegada ya la hora de las once, para la cual el obispo
por Faustina estaba citado, alzando el roquete y opa36, no lo quiso dejar y, cubierto con una
capa y un buen sombrero, fue para la posada de Faustina, llevando solamente consigo al
nuevo cura y su vieja locura y otro criado suyo, ambos bien aderezados, sin le dejar ver la
ceguedad y liviandad suya el peligro en que su ánima, honra y reputación iba yendo.
De esta manera llegó a la casa y, por paso que llegó a la puerta, fue oído de Camila, que,
por mandado de su señora, ya le aguardaba. Y, como le sintió, abrió la puerta sin luz y
recibiole dentro a él y a sus criados, y díjole:
–Señor mío, aun tu venida es temprana, porque no es desocupada mi señora de tratar
con las de su casa. Vente conmigo, que yo te llevaré donde por agora estarás sin que seas
visto de alguno, hasta que sea hora que yo para ella te lleve.
–Dices muy bien –dijo el obispo– y vamos donde a ti te pareciere y guíame.
Y tomando ella por la mano, le llevó a un aposento alto de la casa y metiole dentro con
los dos criados. Y díjole:
–Señor, aguardadme aquí y hasta que por vos vuelva, que no pasará mucho tiempo.
Y saliose y cerró tras sí la puerta, que era de golpe, dejándole como ratón en la ratonera,
aunque le pudiera abrir por la parte de adentro, si quisiera.
[V] El reverendo fraile, que no menos esperanza tenía de gozarla, pensando convertir y
atraer a Faustina a su amor con la primera parte de su sermón amoroso que le hiciese, no se
dejó de poner en la orden que convenía, cogiendo en altos el escapulario y túnica, que
tampoco quiso dejar del todo sus hábitos. Tomó un espada y capa y fuese para casa de
Faustina, diciendo:
–Otrosí, aun si agora alguno me saliera de paso de este camino que voy, yo, que me he
arremangado los hábitos, mostrarle iba cómo tiñe y retiñe mi espada. Y, aun de tal manera,
que por aventura le pareciese tener los pies de plomo.
Y, llegada junto a la casa de Faustina, Camila que asimismo velaba, le sintió y bajó para
allí y abriole la puerta. Él la dijo:
–Hija, Camila, es tanto lo que te debo que no sé cómo te dé las gracias.
–Señor –dijo ella– tú mereces más y lo hecho es nada en comparación de lo que por
hacer queda.
Con estas palabras, y diciendo que Faustina no era acostada, le llevó a otro aposento,
donde le dejó como toro en corral encerrado. Y, así como había hecho al obispo, diciendo
que no pasaría mucho que por él no volviese, y fue a su señora, y díjole:
–Señora, ya los dos conejos están en las conejeras37. Sabed los echar el hurón38 de
manera que paguen el atrevimiento de se haber salido al ojeo39 de vuestro servicio.
–Está bien, dijo Faustina, si lo que querrían comer no lo escotasen.

34
coló: ‘confirió canónicamente un beneficio eclesiástico’.
35
beneficio curado: ‘con cargo espiritual sobre las almas’.
36
opa: ‘la abertura del manto religioso’.
37
Referencia figurada a los dos amantes.
38
hurón: parece apelativo relacionado con la metáfora continuada de la caza, que le aplica a su ama. * Mamífero carnívoro
de pequeño tamaño y cuerpo alargado, patas cortas y pelaje gris rojizo, que se emplea en la caza de conejos [it.
‘furetto’].
39
salido al ojeo: ‘lo mismo que echar un ojeo, o cazar ojeando’.

~6~
El adelantado, que aquella noche había ya enviado la vendría a ver, vino a la hora de las
doce, y habiéndole ella bien recibido y dado colación y tenido un rato de pasatiempo con él,
determinó de le descubrir las dos celadas que en casa había.
Al obispo y fraile, según estaban deseosos de se ver con la señora, les parecía cada
momento un año y el obispo se cuitaba y decía:
–Oh, ánima mía, y cómo si algún bien de ti tengo de recibir me lo haces primero
comprar a deseo.
Y el fraile decía:
–Por mi hábito y corona40, señora Faustina, que, si con vos escaramuza41 esta noche, yo
haga de manera que no tardéis mañana tanto en me demandar batalla.
[VI] Faustina, que no trataba de complacerlos, dijo al adelantado:
–Señor, no solo sois vos a quien he parecido hermosa, porque, sabed que me han
remanecido otros servidores, de los cuales he sido tan importunada con mensajes, cartas y
dádivas, que no me puedo defender de ellos. Y siendo muy mal atormentada de dos de
ellos, los he mandado esta noche venir a mi casa. Para mostrároslos, si verlos queréis, os
llevaré donde están. Besándola, el adelantado le dijo:
–Veámoslos, que mucho holgaré verlos.
Y tomando ella en la mano un candelero de plata con una vela de cera ardiendo,
siguiéndola el adelantado, le llevó al aposento donde estaba el obispo y, abriendo la puerta,
entró dentro, con cuya entrada y vista no sintió menos alegría el obispo que el cazador,
viendo entrar al pájaro en la red. Pero, viendo entrar luego al adelantado, sintió lo que el
pájaro cuando ve entrar a la comadreja42 en su agujero.
Y Faustina, porque el obispo creyese que ella había enviado a hacerle saber al adelantado
lo que con él pasaba y él a solo eso había venido, volviéndose contra el adelantado,
haciendo muy de la enojada, se le comenzó a quejar del obispo, diciendo la había requerido
de amores y sobre ello molestado tanto que ya no había podido dejar de hacer lo que había
hecho para que su excelencia lo viese y remediase. El adelantado se espantó de ver al
obispo y díjole:
–Obispo, ¿un hombre de orden sacro como vos y a quien yo tenía por bueno y justo, y
por tal de vos se hizo relación cuando os proveyeron en el obispado en que estáis, no
mirando vuestra dignidad y ancianidad, andáis agora en estas liviandades, no estuviérades
mejor agora en el coro de vuestra iglesia, cantando maitines con vuestros canónigos, que en
esta cámara encerrada, aguardando cosa con que Dios había de ser tanto deservido y
vuestra autoridad y reputación tan menoscabada?
El obispo, habiendo oído, los ojos bajos, las palabras del adelantado no le turbó la
vergüenza, aunque fue grande tanto el juicio que no se pudiese aprovechar de sus
raposías43, que tenía muchas. Y así, no mostrando tristeza en el rostro y poca turbación en
el sentido, le respondió de esta manera:
–Excelente señor, bien creo que vuestra excelencia no juzgará bien alguno de mí,
hallándome en tal lugar y a tal hora, y no me maravillaré de ello, porque, como sea
especialidad de la sabiduría divina conocer lo que los hombres tienen en los corazones, no
podemos los humanos juzgar sino por las señales que exteriormente vemos, las cuales
causan que a cada uno juzgamos conforme al hábito y lugar en que le hallamos. Y así creo
vuestra excelencia habrá sospechado lo que Dios, que como dicho tengo, es el que todo lo
alcanza, no me pondrá por cargo el día que fuere servido tomarme cuenta de las ovejas que

40
corona: ‘tonsura sacerdotal’.
41
escaramuza: de nuevo el empleo de vocabulario bélico con connotaciones eróticas.
42
comadreja: it. “donnola”.
43
raposía: ‘raposería’, astucia del zorro; ardides y mañas del hombre semejantes a los del zorro.

~7~
a mi pastoril báculo sometió. Y para que vuestra excelencia vea que debajo de profano
manto he traído intención buena y santa le quiero contar la causa de mi venida a este lugar,
porque, aunque lo he guiado por los medios que Faustina a vuestra excelencia ha dicho, el
fin en donde iban encaminados es muy diferente del que ella ha creído y vuestra excelencia
ha sospechado.
»Y así digo, y por estas manos consagradas, que no mentiré en cosa que aquí dijere, que
ha más de seis meses que cierta persona, y aun personas bien calificadas de esta ciudad y
muy fidedignas me dijeron que un canónico de la santa iglesia de ella tenía amores con
Faustina, lo cual oído, entendiendo me lo decían con buen celo, y como a pastor que era
obligado a guardar mis ovejas y apartarlas de las ponzoñosas yerbas y pastos malos, rescibí
mucha pena de ello y, mandado llamar a mi cámara este canónigo, le dije en secreto lo que
de él me habían dicho y le rogué y encargué y amonesté se apartase de hacer a Dios tan
grande ofensa. Él me lo negó y dijo que me habían hecho relación muy falsa y que lo
habían dicho algunas personas que mal le querían por le poner conmigo en mala opinión. Y
disimulando con él aquella vez, le dije que en parte no le dejaba de creer, empero que por
amor de Dios le rogaba, si aquello era verdad, mirase lo que le iba en se apartar de ello. Y
con esto le despedí, creyendo que, aunque lo había negado, se apartaría del pecado.
»Mas teniendo él el enemigo, según me han hecho relación, todavía en él obstinado y
prendado y viendo como antes aquellas personas volvieron a mí y me lo dijeron y
encargaron la conciencia se lo retase44 y reprehendiese y, adoliéndome mucho la ceguedad
de esta oveja, por segunda vez le invié a llamar y delante de una de aquellas personas, por
hacer la segunda corrección conforme al texto evangélico, se lo torné a reprehender y
amonestar saliese de aquel maldito lazo. Él, como la primera vez, lo negó y aún se despidió
de mí, mostrando algún enojo.
»De ahí a muchos días me dijeron otra vez las mismas personas que persevera en su
desventura y que le veían entrar en esta casa muchas noches, mudado el hábito y a horas
sospechosas. Y no sabiendo yo qué remedio me tener para que no se publicase este pecado,
pensando en ello, consideré que, si yo le pudiese tomar con el hurto en las manos, habría
mucho efeto mi reprehensión, porque como él no me pudiese negar el delito procuraría
apartarse de él y así, para este efeto, determiné fingir amores con Faustina, no hallando otro
medio como atraerla a que me metiese acá una noche para tomar dentro al canónigo, lo
cual puse por la obra. Y, dándole algunas joyas que la he dado por la atraer a mi voluntad,
que bien sabía yo no lo había de hacer por mi floreciente edad, ni gentileza y al fin me dio
el sí, aunque según ha mostrado con tanto fingimiento como yo se le demandaba.
»Dado, yo aguardaba a saber cuándo había de venir acá el canónigo para entonces venir.
Y queriendo hoy enviar acá este criado mío, a quien me he descubierto con esta demanda,
porque había sabido que el canónigo, que fuera de aquí ha estado, había de venir esta noche
y creyendo, como creo, que Faustina no lo sabe y que le quería venir a verla, me quería
hallar acá. Él me dijo que no era menester porque hoy había estado acá y le habían dicho
que yo viniese esta noche. Y así vine con estos dos criados, para que fuesen testigos de la
tercera corrección que pensaba hacer al canónigo. Y me metió aquí una doncella y agora
estaba esperando para salir, cuando me pareciese tiempo y sintiese que el canónigo entraba.
»Si es verdad lo que me han dicho, que sí creo que es, porque él había dado parte a
Faustina de lo que con él he pasado y como yo después fingiese intentar esotro, ella por
consejo de él habrá fingido amarme, para, teniéndome en el lazo que agora me tiene, dar
aviso a vuestra excelencia, como le ha dado, para afrentarme. Y por la consagración mía
juro que no es otra la causa de mi estada en este lugar de tal manera y a tal hora.

44
retase: ‘imputase’.

~8~
Faustina, habiendo oído las palabras del obispo, quedó muy corrida y enojada, creyendo
que el adelantado las ternía45 por verdaderas y santiguándose muchas veces, como si al
diablo viera delante, y él orando, como a las semejantes nunca les falta humor en los ojos
para hacer lágrimas todas las veces que las quieren, dijo:
–Líbreme, Dios, de tan mal hombre que gran mentira y falsedad ha dicho de mí.
Y volviose a quejar de nuevo al adelantado, diciendo que no era ella mujer de quien se
había de sospechar tal cosa, ni con quien se había de hacer tales pruebas. El adelantado,
habiendo oído las palabras del obispo y viendo la vergüenza que mostraba, y considerando
la graveza de su edad y la buena opinión de buen pastor en que estaba, porque cierto de
todos era por tal tenido, no le fue muy duro de creer que él hubiese entrado allí para el
efeto que le había dicho, y más viéndole con su opa y roquete, y sospechó podría ser
verdad lo del canónigo con Faustina, considerando que no hay que fiar en la mujer que a
errar con uno se determina. Aunque todavía queriendo volver por ella, dijo al obispo:
–Íos, obispo, a vuestra casa y no creáis que Faustina tiene en tan poco su honra que
haría tal afrenta como esa a sí y a sus padres y a los huesos de su defunto marido, ni deis
más oídos a los que con tales nuevas os fueren.
El obispo respondió:
–Si Faustina está inocente de este pecado suya será la ganancia y si yo he hecho esto no
ha sido por afrentarla, sino por descargar mi conciencia y así la acabo de descargar agora
ante vuestra excelencia con rogarla por amor de Dios y amonestarla. Si esto es verdad, sea
parte de ello, pues le va tanto en hacerlo.
Así Faustina, oyendo esto sobre lo más que había dicho, quería morir de pesar y estaba
tan encendida en ira contra el obispo que, si no fuera por la presencia del adelantado, se
atreviera a poner en él violentas manos y no le dejara pelo en la barba, ni cabello en la
cabeza. Y no pudiendo su cólera sufrir la flema con que el adelantado tomaba aquel
negocio ni las palabras del obispo, muy enojada, llorando, se salió de la cámara y se fue a su
aposento, dejándoselos al adelantado y al obispo con sus dos criados y con Camila, que allí
había venido, y se quedó por ver el fin del negocio y para si el adelantado quisiese ver al
otro enamorado mostrársele.
[VII] El cual había oído y entendido todo lo que había pasado y conocido al adelantado,
porque estaba en otra cámara junto a la del obispo, que no había sino una delgada pared de
ladrillo entre ambos. Y no en poca confusión se halló el reverendo padre, cuando conoció
al adelantado y oyó las quejas de Faustina contra el obispo y entendió lo demás. Por muy
cierto tuvo que era burlado y que luego Faustina y Camila habían de traer al adelantado a la
cámara donde él estaba, como le habían llevado a la del obispo. Y si pensara poder salir de
aquella casa sin ser visto, le hiciera a salto de mata46 por no haber menester ruego de
hombres buenos, mas no se atrevió a salir y así estaba el hombre más perdido y turbado del
mundo, hasta que oyó cómo Faustina se fue enojada, con lo cual el astuto fraile volvió
sobre sí y, dándole la necesidad consejo, le pareció sería mejor salir de la cámara y ir donde
el adelantado con el obispo estaba y ayudarle, de manera que, ayudando al obispo, se
ayudase a sí mismo para sacar a su buena opinión del gran peligro en que estaba. Y
determinado con brevedad en esto, dejó la espada, abrió su cámara, que también se podía
abrir por de dentro, y salió de ella. Y pasándose a la otra, donde el adelantado con el obispo
había quedado, luego se fue. Faustina hizo al adelantado su acatamiento y dijo:
–Crea vuestra excelencia que el fin con que el obispo entró en esta casa es el que ha
dicho y no otro, porque ha días me lo tiene a mí comunicado y yo vine también para el
mismo efeto, porque, hallándonos entrambos juntos, le pareció se haría más operación.
45
ternía: ‘tendría’.
46
salto de mata: ‘huida o escape por temor al castigo’.

~9~
El obispo, viendo y conociendo al fraile y entendiendo la buena ayuda que le haría tan
sin pensar, no la dejó caer en el suelo, antes acudió luego, y dijo:
–Por cierto, padre, yo no había querido decir a su excelencia que vos estábades acá
porque no sospechase algún mal de vos, como de mí.
El adelantado, que vio y oyó a su confesor y predicador, al cual él tenía por persona que
obraba como predicaba y en opinión de hombre muy celoso del servicio de Dios, acabó de
perder la duda, si alguna tenía, en lo que el obispo había dicho y creyó que entrambos
habían venido para coger al canónigo y reprehenderle y no para el efecto que Faustina
había creído.
Y, acabándosele de confirmar la sospecha del canónigo con Faustina, pareciéndole que
dos personas de tanta autoridad y de tan buenas vidas como el obispo y el fraile no se
habían movido a venir para el efecto que decían sin estar bien certificados de la amistad del
canónigo y Faustina, dijo:
–Padre, yo tengo al obispo en la reputación que su persona y autoridad demandan y creo
lo que decía. Por tanto, vámonos a reposar que es hora.
Y diciendo estas palabras, salió de la cámara y el obispo y fraile tras él. Camila a todo lo
que oyó calló y no contradijo en cosa al buen fraile, porque la presencia de él y las dádivas
que la había dado fueron aval para su lengua. El adelantado, muy airado contra Faustina
por la sospecha que había concebido, se salió de su casa sin hablarla ni verla y con
propósito de no la ver más en sus días. Y, en saliendo a la calle, dijo al obispo y fraile, que
le querían acompañar, se fuesen a sus casas y él se fue a su palacio, acompañado de dos
gentileshombres suyos que le aguardaban.
[VIII] Ido el adelantado, como Faustina lo supo de Camila y lo que más había pasado
con el fraile después que ella se salió, creyendo que el adelantado iba enojado, y aun
temiendo habría creído que ella tenía conversación con el canónigo, que el obispo y fraile
habían dicho, recibió tanta pena y enojo que se levantó a Camila y la mesó toda la cabeza y
avino muy mal la cara y diola tantos golpes que la hizo venir la sangre a las narices,
diciendo que la había engañado fingiendo que el fraile la amaba mucho por alcanzar de ella
licencia para se le meter en casa para el efecto que había sucedido. Y aun no le dejó de
pasar por el pensamiento, después que oyó lo que el fraile había dicho, que quizá sería
verdad que los amores del obispo habían sido fingidos y el fraile y él venían de concierto
para el efeto que dijeron al adelantado, porque, como sospechó que, como el adelantado
entraba en su casa muchas noches a horas sospechosas disimulado, algunos que le habrían
visto entrar o salir sospecharían que era un canónigo de la iglesia pariente de ella que la
visitaba y estos se lo habrían dicho al obispo y estaba tan airada de ver como por burlar a
los otros se había burlado47, así que a la cuitada Camila no la aprovechaba dar voces, ni
derramar lágrimas, ni hacer juramentos, que nunca tal había sabido ni entendido para que
los nublados de los enojos dejasen de descargar sobre ella. Hasta que Faustina se cansó de
la golpear no la dejó y la triste de Camila salió de sus manos peor que si la hubieran pasado
por rueda de navajas48.
Los dos reverendos fueron juntos hasta las casas del obispo, el cual en el camino dio las
gracias al fraile por la ayuda que le había hecho. Y por abonarse tan bien con él le certificó
que no había sido otro su fin, sino tomar allí el canónigo, lo cual el fraile no dejó de creer,
considerando su mucha edad y buena reputación.
Y aun lo que consideró Faustina que algunos que hubiesen visto entrar y salir de noche
al adelantado, creyendo que fuese el canónigo, lo habrían dicho al obispo, que también el
padre procuró abonarse con el obispo y le dijo que a él le habían informado que el
47
Se trata de la explicitación del mecanismo del burlador burlado.
48
rueda de navajas: instrumento para torturar a los condenados, que se ataban a una rueda de agudos cuchillos.

~ 10 ~
adelantado tenía amores con Faustina y fuera de confesión se lo había reprehendido y el
adelantado se lo negaba y que, siendo avisado aquel día por el mismo que había informado,
que era un criado del mismo adelantado, hombre de buen celo, que sabía los negocios que
el adelantado estaba aplazado para ir a aquella noche en casa de Faustina, fue allí y con
ayuda e industria del mismo criado se metió sin que nadie le viese en una cámara que estaba
junto a la en que a él habían metido para salir, cuando sintiese entrar al adelantado en casa y
tomarla en la fragancia49 del hecho, para que no se lo pudiese negar y su corrección hiciese
más efeto. Y que, como oyó lo que entre el adelantado y él y Faustina habían pasado,
determinó salir a ayudarle por acabar de salir al adelantado de sospecha, si alguna le había
quedado después que oyó su descargo.
El obispo no sabía lo que entre el fraile y Camila había pasado y había oído muchas
veces de la amistad del adelantado con Faustina. Como los amores pocas veces sean
secretos y menos los de las personas principales y conocía al padre por muy atrevido en el
reprehender las cosas que contra el servicio de Dios se cometían, creyole y dijo:
–Padre, roguemos a Dios nos libre de malas mujeres.
Y quedándose el obispo en sus casas, el fraile se fue a su posada acompañándole los
criados del obispo. E iba muy enojado de la burla que la Camila y su ama a él habían hecho,
aunque, por otra parte, consolado y alegre por la disimulación que se le había ofrecido para
salir de la peligrosa afrenta que tan aparejada estaba, y entre sí iba diciendo:
–Escarmentado me habéis, Faustina y Camila, para nunca dar crédito a mujeres. Yo os
digo que pusisteis en cuentos50 mi fama y opinión, mas si os ha ido muy bien de ello torná a
querer burlarme: quizá ternéis más ventura la segunda vez. La confianza de su saber hace
caer a muchos en ciegos errores. Y así agora, vos, señora Faustina, confiada en vuestras
mañas y las de vuestra criada, quisisteis burlar a quien ha más de veinte años que sube a
predicar en los púlpitos. Hazaña fue de la cual no creo os lo haréis ogaño. Por tanto, no
pretendáis burlar a nadie, que muchas veces permite Dios las burlas se conviertan en
escarnio de los que desean hacerlas a otros.
Diciendo estas palabras, llegó a su posada y entró dentro muy diferente del que salió,
porque el sobresalto restringió de tal manera que el amoroso fuego él traía ya convertido en
yelo y en toda su vida no tornó a levantar más llama en su pecho.
El obispo también estaba muy corrido y pesante de la burla que Faustina le había
ordenado, aunque con algún consuelo, como el fraile, en que había salido bien de ella, pero
sin intención ni deseo de volver a los amores, ni entrar en aquella casa más que en la fogosa
boca del monte Etna. Y decía entre sí:
–Malditas sean tan malas hembras y quien en ellas fía. Mirar en qué trance me habían
puesto si me faltara buena lógica para responder a los argumentos del adelantado. Yo te
prometo, Faustina, de hoy más yo te conozco y santiguo desde lejos tus largas tocas51 y aun
tus mañas locas.
El adelantado, endureciéndose en su pecho la sospecha que contra Faustina concibió de
las palabras del obispo y fraile, la dejó y olvidó, de manera que nunca más ella le vio en sus
brazos ni en su casa, de lo cual quedó muy dolorosa y desconsolada, viendo que por burlar
a los otros se burló a sí misma52, si burla se puede decir aquella de que resultaron tan
buenos efetos que el adelantado y ella se apartasen de más ofender a Dios y el obispo y el
fraile dejasen sus dañados propósitos.

49
en la fragancia: ‘in fraganti, en el mismo momento de la unión delictiva’.
50
pusistes en cuentos: ‘expusiste a un riesgo o peligro’.
51
toca: prenda de lienzo, que llevaban las viudas y algunas veces las mujeres casadas.
52
Argumento vertebral de innumerables cuentos, y por eso muchos de los de Boccaccio, del burlador burlado.

~ 11 ~
Mucho gustó el rey de las salidas que el obispo y fraile hallaron para los afrentosos lazos
que armados les estaban y dijo:
–Necia fue Faustina en querer cazar dos tales raposas y mayormente siendo viejos, que
ternían las raposías dobles.
–Señor –dijo el duque de Cantabria– a ella le parecería que la fuerza de su hermosura
bastaba para los derribar y la presencia del adelantado para turbarlos y, confiada en estas
dos armas, se atrevería a ponerse en la parada53, mas yo fio que nunca le pasó más por el
pensamiento echar los lebreles de sus cautelas a orejas de semejantes toros54.
«Bien lo creo», dijo el rey riendo.

53
ponerse en la parada: ‘salirle a alguien a la parada o adelantarse’.
54
Uso del lenguaje figurado a partir de comportamientos animales, como hace tantas veces el autor.

~ 12 ~

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