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¿De aniversario su iglesia?

Le puedo sugerir un tema…

«Destruid este templo»

                                                                                                          Juan 2:20-21
La frase en mención se enmarca en la primera acción de Jesús de limpiar el templo. Por
alguna razón se genera todo una revuelta con la acción de Jesús.  Su casa andaba mal,
por lo tanto había que hacer una reingeniería. Este templo era el orgullo de los judíos y la
alianza más estratégica de Herodes con los líderes de Israel. Es obvio que ellos estaban
muy orgullosos de su majestuosa construcción. De hecho en una ocasión saliendo del
templo sus discípulos expresaron: “Maestro ¡mira que piedras y que edificios más
hermosos” Jesús les respondió ¿ves estos grandes edificios? Pues de ellos no va a
quedar  en pie ni una pared. Todo será destruido.” (Marcos 13:1-2) ¿Por qué tenemos la
tendencia como iglesias a enamorarnos de las construcciones? Quizás las “las piedras
sobre piedras” nos llenan de satisfacción y orgullo. Así como con un sentido de
realización. Creo que esos son los trofeos más valiosos para los evangélicos. ¡Vean!,
dicen la mayoría, ¡Cómo hemos puesto piedra sobre piedra, y se ven hermosas! Algunas
iglesias incluso depositan “manuscritos” de los que estuvieron poniendo la primera piedra,
y luego las entierran en los fundamentos del edificio.

La iglesia que intento pastorear creo que va a cumplir 46 años, y una vez más nos
estamos preparando para celebrar el aniversario. Lo hacemos como todas las
celebraciones de aniversario de los evangélicos. Recordando a los muertos, a los
ancianos que fueron pioneros de la obra que se celebra, seleccionando predicadores
dinámicos que vengan a inyectar vigor a ese pasado que recordamos. Alistamos el dinero
para las suculentas viandas, y por supuesto no deben faltar los invitados especiales,
como cantantes, grupos de alabanza famosos, etc., etc.  ¿Por qué somos así para
celebrar los aniversarios? Las celebraciones de aniversarios de las iglesias y
organizaciones son actividades muy regulares en las iglesias evangélicas.  Es común
escuchar de congregaciones o misiones que celebran su aniversario número 15 o 20
como congregación y hacen una gran fiesta.  Lamentablemente, no pueden ver la tristeza
que deberían tener por no haber llegado a ser constituidos como Iglesia en tantos años.
Creo que  nuestra tendencia en los aniversarios  es celebrar el pasado y no ver hacia al
futuro. Por otro lado, el futuro no es tema de discusión en muchas iglesias; sobre todo el
futuro a largo plazo.  La reflexión y planeación de muchas Iglesias sólo llega hasta el
futuro inmediato: la próxima semana, el próximo mes, y en el mejor de los casos, el
próximo año. Muy pocas iglesias tienen una estrategia bien definida para afrontar el
futuro y avanzar el reino de Dios. El pasado es importante porque aprendemos de los
aciertos y sin sabores de otros, encontramos identidad en nuestra historia y nos
animamos a seguir adelante.  Pero para avanzar el reino, nunca será suficiente con
celebrar el pasado sin soñar con el futuro.  Lo que fue, puede ser todavía mejor.  Lo que
ha sido, tiene que avanzar y florecer.  Si queremos una iglesia diferente tenemos que
cambiar esta tendencia de deleitarse sólo en el pasado.  Tenemos que comenzar a
soñar, planear y actuar para que las siguientes generaciones reciban una iglesia
evangélica mucho más sólida y fortalecida.

Hay algo que me pareció muy interesante en la frase que Jesús dice. Note que el pasaje
dice: “El amor que siento por tu templo me quema como un fuego” (TLA). Jesús tenía un
celo por algún tipo de “templo”, ¿era el templo de Herodes? Pienso que no. Entonces los
líderes le dijeron:” ¿Con que autoridad haces esto?” Observe lo que dice Jesús:
“Destruyan este templo y en sólo tres días volveré a construirlo” Una vez menciona la
expresión templo. ¿A qué templo se refiere? Vuelvo a preguntar. Los líderes se asustan,
porque les toca lo más valioso para ellos: Su templo. Y dicen 46 años fueron necesarios
para construir este templo y ¿tú crees poder construirlo en tres días? Luego añade: “Pero
Jesús estaba hablando de su propio cuerpo? Varias cosas puedo entender en este
pasaje que creo que sería una guía valiosa para celebrar nuestros aniversarios de
“piedras sobre piedras hermosas”

Primero, mientras los aniversarios  se mueren por presentar su pasado e historia,
Jesús está interesado en los retos del futuro. Fíjense que los fariseos están
enfocados en su templo (edificio) mientras que Jesús está enfocado en su templo
(cuerpo). Es decir el templo de ellos y su historia representaba prestigio, así que había
que celebrar ese prestigio, mientras que el templo de Jesús representaba su poder y se
enfoca en el protagonismo futuro. Hay muchas iglesias que en sus aniversarios podrán
festejar su prestigio pero Dios está más interesado en su protagonismo futuro. A nivel
nacional, existe una gran cantidad de templos evangélicos.  La iglesia tiende a estar muy
centrada en el edificio.  En muchas iglesias la actividad se reduce en recaudar fondos
para construir un aula más o completar la remodelación de la fachada.  En otras, el
trabajo consiste en quién limpiará el templo, quién traerá las flores o quién podará el
pasto.  Por supuesto, todas estas acciones son necesarias para el buen mantenimiento
de las instalaciones, pero debemos dejar de tratar al edificio como un fin en sí mismo.
¿Por qué necesitamos edificios? Después de todo, Dios no nos ordenó construir y
mantener edificios.  Los necesitamos para cumplir mejor nuestra misión: hacer discípulos.
Remodelar el edificio o agregar un aula más, no es la misión de la iglesia.  La misión es
reconciliar a las personas con Dios; es guiarles a una relación creciente con el Padre; es
avanzar el Reino hasta lo último de la tierra. Lamentablemente, muchos evangélicos
pierden de vista la esencia de la misión y se centran en el edificio.  En esa mentalidad,
los edificios contemporáneos vienen a ser el equivalente del templo de Jerusalén.  Los
edificios son reverenciados casi como los israelitas, en el Antiguo Testamento, lo hacían
con el templo de Jerusalén. Se exhiben listas de prohibiciones que deben observarse al
entrar a los edificios. El templo de Jerusalén era una especie de punto de contacto entre
la dimensión celestial y la terrenal.  Era como la “puerta del cielo”.  En él había puesto
Dios “Su Nombre”, es decir el acceso directo ante su presencia.  La Biblia nos enseña
que el templo era una figura o “fotografía” que apuntaba hacia Cristo.  Con la venida de
Cristo, la fotografía o anticipo queda en desuso. De hecho, en el año 70 D.C. el templo de
Jerusalén fue derrumbado para nunca más ser reedificado.   Ahora en Jesucristo está el
“Nombre”. En el nombre de Jesús ahora llegamos confiadamente al Padre.  En Su
nombre somos salvos (Hch 4:12).  Ante su nombre se dobla toda rodilla en el cielo y en la
tierra (Fil 2:9). Cristo, quien tiene el “nombre”, ha venido, ya no hay necesidad de un
templo como el de Jerusalén.  De hecho, en la Nueva Jerusalén, no hay templo porque
Dios y el cordero son el templo (Ap 21:22).  Por lo tanto, seguir aferrándonos a la idea de
un templo como el de Jerusalén, equivale a decir que Jesucristo es insuficiente y
necesitamos todavía un lugar específico para poder tener acceso a Dios. No cabe duda
que los edificios donde se reúne la iglesia son  necesarios  para el desarrollo del
ministerio, pero no son equivalentes al templo de Jerusalén, ni son un fin en sí mismos. 
Entonces, debemos cambiar el énfasis.  En vez de centrarnos en construir más y mejores
templos como finalidad de la iglesia, debemos concentrarnos en fortalecer y edificar
mejores ministerios, que sin duda, requerirán buenas instalaciones para desarrollarlos
óptimamente.

Segundo, mientras los aniversarios están muy inclinados a mantener, Jesús está
más interesado en alcanzar. Observe que la gente dice: “46 años nos costó levantar
este templo”. Esa es razón suficiente para no moverse. Es decir hemos invertido tanto,
nos costó tanto, nos emocionó tanto que,  cómo se le ocurre a Jesús botar algo tan bonito
y tan significativo en términos económicos y emocionales. Y es que quizás sin excepción
(yo no he conocida ninguna iglesia hasta hoy). La preocupación de muchas iglesias es
mantener a los que ya están. Esto, por supuesto, no está mal.  El problema empieza
cuando los líderes no sueñan con los que podrían alcanzar, sino se conforman con
mantener a los que ya están. Casi siempre las decisiones se toman con base en la
comodidad y preferencias de los que ya son creyentes, sin desafiarlos a esforzarse a ser
“todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles” (1 Co 9:22
NVI).  Se habla de evangelizar y de alcanzar al perdido, pero no somos capaces de
cambiar nuestras cómodas costumbres con tal de acercarnos al que necesita de Cristo.
No estoy sugiriendo que no evangelizamos.  Por supuesto que sí lo hacemos.  El
problema está en que consideramos el evangelismo como algo más que hacemos en la
iglesia, en vez de ser una actitud  que se refleje en todo lo que hacemos. Esta realidad es
evidente en el descontento que producen algunos intentos de ser más sensibles con los
invitados. Si proyectamos la letra de los cantos en la pantalla como una cortesía para
todos los invitados que no tienen himnarios, algunos creyentes se muestran descontentos
porque dicen que está mal ajustarse a los incrédulos.  Dicen: “Si quieren ser cristianos,
tienen que ser como nosotros y hacer lo que nosotros hacemos”.  Algunos creyentes
encuentran ofensiva la solicitud de ceder su asiento para algún invitado. Estacionamos
nuestro automóvil en el lugar más cercano al edificio, en lugar de dejar ese lugar para
algún invitado. Los sermones se preparan pensando sólo en los de casa y hablamos
usando el “código” evangélico que sólo los de adentro comprenden.  En fin, no sabemos
ser anfitriones porque tenemos la mentalidad de que la iglesia es como un club para
“santos”.  Nos interesa mantener el status quo del club; los pecadores vendrían a
estropear nuestro club y sus prácticas tradicionales.  Necesitamos romper con este falso
concepto de lo que es la Iglesia.  La Iglesia es la estrategia de Dios para alcanzar al
mundo.  Debemos ser una comunidad que atraiga a los pecadores, que reciba a los que
necesitan al Señor; una comunidad que se esfuerza por compartir, con sus palabras,
acciones y actitudes, las mejores noticias jamás conocidas: el Evangelio.

Tercero mientras los aniversarios adoran la edad, Jesús promueve la calidad. Hace


poco compartía con una iglesia que va a cumplir 100 años de existencia. Por alguna
razón Dios me ha permitido presenciar la celebración de 100 años en cinco eventos
diferentes. Primero presencié la celebración de 100 de la Iglesia Central de la Misión
Centroamericana de El Salvador, luego los 100 años de esa misión. Después presencie
los 100 años de la Misión Centroamericana de Guatemala. Luego presencié la
celebración de los cien años de la iglesia Bautista en El Salvador y estoy presenciando
los 100 años de la primera iglesia Bautista de El Salvador. Sin excepción, he notado que
al igual que los fariseos del tiempo de Jesús cuando dicen “46 años” costó construir este
templo, cómo si el tiempo representa avance y madurez. Lo único que representa es
presencia y costumbre en la sociedad de ver el templo y su ubicación geográfica.
¿Porque en los aniversarios nos encanta hablar de la edad, de los viejos, de los
fundadores? Algunos hasta miran ese pasado con nostalgia porque quisieran que el
presente se pareciera a esa pasado que añoran. En cambio observe que Jesús en
términos de tiempo su medida no son 46 años, sino que son 3 días. ¿Pero quien
construye mejor los fariseos o Jesús? ¿De qué sirve ser viejo sin ser añejo? La calidad
de vida se viene cuando Jesús construye su templo, y no cuando nosotros los
construimos. Para muchos evangélicos es de suma importancia conservar la tradición
recibida del pasado.  De acuerdo con esta mentalidad, lo que se ha hecho en el pasado
se vuelve la norma para definir lo que se puede o debe hacer en el presente.  El tiempo y
la repetición van dejando la idea de que las prácticas ministeriales tradicionales son
necesariamente la única manera aprobada por Dios para realizar el trabajo de la Iglesia.
Toda propuesta que atente contra la tradición ministerial del pasado es considerada
liberal, peligrosa y fuera del orden evangélico. No cabe duda que la tradición es
importante porque nos conecta con los santos del pasado, provee el sentido histórico de
nuestra identidad y es un freno amigable para nuestras tendencias extremosas.  Sin
embargo, la tradición simplemente es una manera en la que la Iglesia ministró en un
contexto cultural particular, en cierta época de la historia, atendiendo necesidades y
personas específicas.  No necesariamente es la única manera endosada por Dios para el
ministerio. Por lo tanto, es necesario considerar el contexto cultural, social, político y
religioso en el que ministramos para determinar cómo la herencia del pasado nos ayuda o
nos distrae para servir en las circunstancias actuales.  No se trata de rechazar del todo la
tradición, sino evaluarla y ajustarla al entorno presente para poder ser relevantes en
nuestra cultura. Cómo seremos relevantes con nuestro ministerio femenil, por ejemplo, en
una cultura urbana donde las mujeres forman parte activa de la fuerza laboral y tienen
horarios tan variados. Cómo alcanzaremos con el evangelio a una juventud que está
creciendo en la era del ciberespacio y multimedia. Cómo ministraremos en una época en
la que la familia compuesta por papá, mamá e hijos es una especie en extinción. Cómo
seremos relevantes a estas nuevas condiciones de ministerio. La tradición es muy buena,
pero nunca olvidemos que somos llamados a ministrar relevantemente en un contexto
diferente.  Los propósitos bíblicos para el ministerio nunca cambian, no obstante, las
estrategias específicas para lograrlos pueden variar de cultura en cultura, de lugar en
lugar y de época en época.

Cuarto mientras los aniversarios nuestros temas son atractivos el tema de Jesús
es destructivo.  Si hay una cosa que siempre me ha atraído de Jesús, la cual admiro
mucho es su capacidad de generar caos  e incomodidad. Cada vez que me reúno con
comisiones, directivas, y otras hierbas para escoger el énfasis del aniversario suceden las
mismas cosas. Por lo general estamos pensando o que tema puede ser bonito y de
bendición para la iglesia o que tema puede ser para retar a la iglesia. Nadie piensa en
términos de que el tema sea “ofensivo” o destructivo para la cosmovisión de club que
muchas iglesias tienen. De esa cuenta que los temas son: “Familias fuertes en un mundo
adverso” “Estrategias para mantener la unidad”, “Instrumentos en manos de Dios”, etc.,
etc.  Si observamos el texto, los fariseos y aún los discípulos decían: “¿Te fijaste en el
templo que hermoso?” o “La obra más linda hecho en 46 años”. ¡Qué temas más
impresionantes! Y que dice Jesús: “Destruid este templo” Me imagino que el tema de su
aniversario sería algo así: “Destruyendo lo de 46 años para levantar lo de 3 días” ¿Cómo
se te ocurre Jesús? Esos temas no son de aniversario. Cuando llegará el día en que de
veras “le meteremos el diente” a lo que en realidad necesita ser “derribado”, sin lástima,
sin emociones, sin tradiciones chantajistas. Les garantizo que un gran porcentaje de la
gente de la iglesia sabe que hay muchas cosas que ya no funcionan y que deberían ser
echadas al trasto de la basura, pero se siguen manteniendo. ¿Por qué? Porque muchas
de esas estructuras le dan poder a los pocos que mandan en las iglesias y que le han
robado a Jesucristo su autoridad. Entonces las necesitamos para seguir controlando,
mandando y gobernando. Si quitamos y destruimos eso muchos se quedaran sin sus
cuotas de poder. Por eso es que Jesús cayó mal en ese momento, y le preguntaron
“¿Con qué autoridad dices eso? La respuesta de Jesús  es yo puedo destruir y construir
más rápido que sus “famosos templos de 46 años”. Siempre me ha llamado la atención 
un versículo en el libro de Jeremías 1:10: “Mira  que te he puesto este día sobre naciones
y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y
plantar”. La versión PDT dice: “Hoy te he elegido a ti para llevar a cabo una tarea que
afectará naciones y reinos. Los removerás y provocarás su caída,  los harás
desaparecer y los destruirás y también los reconstruirás  y los plantarás de
nuevo». Qué yo sepa este versículo no es lema de ningún aniversario. ¿Sería aceptado
si se propone?

¿Cómo me gustaría celebrar un aniversario a mí? ¿Qué es lo que sugiere este pasaje?

Primero me gustaría empezar escogiendo un tema que venga de la voluntad de


Dios y no de mi gusto. El tema de los fariseos fue “el templo hermosos de 46 años” y el
tema de Jesús era el templo victorioso de tres días. Este es un reto con la conexión a la
visión de Dios. Qué triste sería tener toda una semana de conferencias con un tema que
no es de Dios sino de la necesidad o del conferencista invitado.

Segundo me  obligaría a pensar más hacia adelante que hacia atrás. Para serles
honestos (y creo que mucha gente conmigo) ya nos sabemos la historia de los
fundadores, de donde empezaron, de las casas que alquilaron, de cómo, cuándo y
quiénes pusieron las primeras piedras. De los misioneros que mandaron las ofrendas,
etc. Del primer siervo que duró 40 años y que todavía es el estándar para comparar a los
que le siguieron (Pero nunca dan la talla de ese caballero errante y quijotesco). Estoy
cansado de ver las fotos en blanco y negro de los pioneros de la iglesia. (Esto no quiere
decir que desestimo lo que hicieron). Estoy cansado de ver los aniversarios en donde con
solemnidad les declaran a los niños y a los jóvenes que son el futuro de la iglesia, pero
no tienen ninguna participación en el presente, porque los que les dicen que son el futuro
son dueños del pasando, del presente y no están muy convencidos de soltar el poder en
manos de las nuevas generaciones. ¿Cuándo nos convertiremos en modelos de
espiritualidad ante las nuevas generaciones, con el propósito de hacernos a un lado y
darles ese futuro que le prometemos pero que con cada año se desvanece como una
promesa de campaña electoral?

Tercero me esforzaría más por edificar que construir. No podemos pensar que la
edificación es sinónima de construir, de hacer más grande la nave de la iglesia, de
comprar las casas alrededor de nuestro vecindario. Edificar es hacer crecer a los santos,
es enfrentarlos con su propósito y responsabilidad en este mundo. Entonces nuestros
aniversarios serían plataformas para el cambio. Es en esos eventos donde ya
deberíamos presentar los planes futuros, los desafíos generacionales, y por sobre todo
sería el momento de de anunciar que vamos a destruir, que vamos a derribar, que vamos
a arruinar para poder edificar y plantar al estilo de Jeremías. Muchos ven el aniversario
como el impulso para planificar, pero yo lo veo tal como Jesús lo veía, el anuncia algo
que ya tenía  planificado con su Padre en la intimidad y que nadie sabía, a saber, la
resurrección. Ese tema era el importante porque salía del corazón de Dios y de la
intimidad con su Padre. Nuestros  temas de aniversario no deben ser  el impulso para
planificar después. Es decir no respondes a la pregunta ¿Después del aniversario qué?
El aniversario debería ser la culminación de todo un proceso de búsqueda de Dios, y de
ser sensible a su tema, y de la convicción que  se debe  cambiar. Responde a la pregunta
¿En el aniversario qué? Es el evento para culminar con lo que Dios ha dicho en privado a
su liderazgo. Si hay que cerrar programas que no abonan a la visión de Dios, pues hay
que hacerlo. Si hay que derribar prácticas que no están respaldadas por la Biblia
entonces hay que derribarlas. Si hay que arruinar culturas por muy populares que sean
hay que arruinarlas. Pero sobre todo debería ser el momento de presentar que se va
edificar y que se va  a plantar.

Cuarto, apostaría más por la simplicidad que la complejidad. Increíble lo complejos


que somos para celebrar aniversarios. Reuniones aquí, contactar al predicador invitado,
informes, dinero para pasajes, traer al extranjero. Hacer los programas, etc., etc. Tal
parece que intencionalmente complicamos las cosas.  Aunque a veces hay buenos
caminos que simplificarían ciertos trámites dentro de la iglesia, tenemos la tendencia a
complicarlos.  Cartas con doble copia, llenar dos formularios, esperar meses para obtener
la respuesta a una petición, rechazo de buenos proyectos por causa de fallas en
tecnicismos y detalles insignificantes, son algunas de las prácticas comunes que en
nombre del “orden” complican el ministerio de la Iglesia.        Las reuniones de algunos
cuerpos de gobierno eclesiástico duran horas y horas porque tienen que tomar decisiones
sobre cada asunto de la Iglesia.  Asuntos como el uso de las instalaciones, el color de la
nueva pintura para el edificio, el uso del mobiliario o los utensilios de la cocina, bien
podrían ser atendidos por personas autorizadas y habilitadas por el mismo cuerpo. Esto
dejaría tiempo valioso para discutir asuntos trascendentales como la dirección y la
estrategia de la Iglesia para desarrollar el ministerio. Por supuesto que el orden es
necesario, pero el orden debe facilitar la vida, no complicarla.  Debemos establecer
procesos de orden que avancen el ministerio, que hagan ágil el desarrollo de los
proyectos que nos lleven a cumplir nuestro propósito como iglesia.  En el proyecto de
Jesús no se necesita edificio y sólo  se usan tres días, en el proyecto de los fariseos se
necesita una gran maquinaria y 46 años de manejo. Creo un buen tema de un
aniversarios sería como hacer más sencilla la vida de la iglesia y como destruir la
burocracia eclesial. Sin embargo será difícil ver algo así.

 Quizás algunos podrían pensar: ¿Bueno si esa es tu idea porque no lo haces? La verdad
es que la respuesta es un poco más compleja que la pregunta. Muchos de nosotros que
servimos en el ministerio como obreros estamos inmersos en culturas tradicionales y
denominacionales agresivas. Cada día luchamos con gente fuerte y poderosa que se
oponen a cosas como las que he mencionado. Hay una feroz oposición ante la opción del
cambio radical. Algunos aceptan un cambio cosmético, pero no el cambio de raíz. En ese
sentido muchas veces nos vemos atados e incapacitados para una toma de decisiones.
Sin embargo pienso que la respuesta vendrá de parte de Dios, y deberemos esperar el
momento de Dios. En el texto ese templo hermoso de 46 años  al final fue derribado por
Dios, y su templo ahora está disperso en todo el mundo. Pienso que este es un tiempo de
guardar el aceite como las vírgenes prudentes. Porque para cuando Dios haga el cambio
las imprudentes tendrán la lámpara (¿esquema?) pero no el vigor (aceite) porque no se
prepararon para el tiempo final. La iglesia del tiempo final será como esas vírgenes
prudentes que no solo tendrá lámpara sino la provisión de aceite para que no se apague
y pueda celebrar con el novio en la intimidad de su aposento. Hasta el momento en que
Dios derribe este esquema lo que nos queda es ir acumulando la reserva espiritual de su
palabra y su dirección para que la iglesia que se aproxima y ya viene sea una iglesia con
lámpara y aceite. Y todos los que se prepararon para ese evento serán conocidos por el
esposo y los que no el esposo les dirá: “No os conozco”.  Hasta ese momento sólo nos
queda esperar en la tardanza y quizás por el cansancio y el tedio muchos cabeceemos y
durmamos como las 10 vírgenes, pero cuando el esposo aparezca despertaremos de ese
letargo y brillaremos porque guardamos el aceite de su pasión.  ¡Maranata!

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