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Martinez
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CONCEPTO DE SALUD
Índice:
1. EL CONCEPTO DE SALUD EN LA ACTUALIDAD.
2. LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD
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A. Martínez-Donate y V. Rubio ENFOQUE BIO-PSICO-SOCIAL DE LA SALUD
desde 1900 hasta la década de los 80, la esperanza de vida de la población blanca
aumentó en un 56% (de 47,6 hasta 74,4 años) y en un 119% para la población
perteneciente a distintas razas (de 33 hasta 70 años) (Matarazzo, 1984).
De este modo, la población vive ahora hasta edades muy avanzadas y las causas
de su muerte son bien distintas a las que se daban en épocas anteriores. Es decir,
mientras los avances en los terrenos de la química, la fisiología, la biología, etc., han
producido el descenso de enfermedades infecciosas (tuberculosis, sarampión,
poliomelitis, etc.), en la actualidad el aumento del cáncer, las enfermedades
coronarias, el abuso de drogas y alcohol, o los accidentes de tráfico, se han convertido
en el principal azote de la población (Matarazzo, 1994). Si se analizan desde el punto
de vista etiológico y evolutivo, estos factores están en gran medida relacionados con el
comportamiento y los estilos de vida de los individuos que conforman las sociedades
modernas.
Por otra parte, los avances de la medicina han conllevado una serie de
repercusiones en la práctica médica. Con anterioridad al desarrollo de fármacos
eficaces, la figura del médico, y anteriormente la del curandero, ejercía en muchos
casos atendiendo a la importancia de la psicología como parte integral de sus prácticas
con el enfermo. Así, como expresa Matarazzo (1994), en ausencia de fármacos, la
empatía, la compasión y la transmisión de sentimientos de esperanza hacia los
individuos enfermos constituían, con pocas excepciones, la única terapia que los
cuidadores de la salud pudieron ofrecer durante cientos de años a los enfermos. Sin
embargo, los avances farmacológicos y quirúrgicos en los siglos XIX y XX permitieron
que se olvidaran estos importantes aspectos de la relación médico-paciente, y que ésta,
junto con los aspectos psicológicos de la enfermedad, se desatendiera enormemente.
Todavía mayor fue la pérdida de esta perspectiva cuando a principios del siglo XX
se inició lo que se denomina “medicina especializada”, que provocó que los estudiantes
de medicina fueran instruidos en el tratamiento de enfermedades concernientes a
determinados sistemas u órganos corporales, con poca o ninguna integración de
dichos conocimientos que facilitase la observación del “paciente completo”.
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psico-social de la salud”. Este modelo insiste en que los factores biológicos son
condiciones necesarias pero no suficientes en el inicio de una enfermedad. Cualquier
enfermedad, desde este modelo, es el resultado de complejas interacciones entre
variables biológicas, psicológicas y sociales, las cuales, conjuntamente explican las
variaciones que se producen en el inicio, la severidad y el curso de la misma (Engel,
1977).
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3. LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD
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Todo ello ha contribuido a aumentar la comprensión del papel jugado por diversas
variables comportamentales sobre la etiología y la progresión de la enfermedad, por
una lado, de forma directa, a través de la influencia de variables como el estrés sobre
el sistema nervioso, inmunitario, endocrino, etc., y del efecto de técnicas como el
biofeedback, la relajación, etc., sobre los mismos. Por otro, de forma indirecta, a través
de su influencia sobre los hábitos de vida (tabaco, alcohol, dieta, ejercicio, etc.)
(Matarazzo, 1991), la percepción de los síntomas o la búsqueda de ayuda médica
(Mechanic, 1972; Miller y cols., 1988)o la ejecución de conductas de autocuidado
(entre ellas la adhesión terapéutica) (Caldwell y cols., 1983; Hanson y cols., 1989) y el
diseño de programas dirigidos a su modificación.
Con respecto al primer punto, esto es, la influencia directa de las variables
psicológicas sobre la vulnerabilidad de los individuos a la enfermedad, hay que
destacar el desarrollo de una nueva y prometedora área de investigación de carácter
eminentemente interdisciplinar denominada Psiconeuroinmunología (Ader, 1981). Ésta
se centra específicamente en el estudio de la relación entre eventos psicológicos y
alteraciones en parámetros endocrinos e inmunitarios, mediante el descubrimiento de
puntos de conexión entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario, y del análisis
de su influencia sobre la salud, especialmente en trastornos como cáncer, SIDA,
artritis reumatoide, alergias, etc., estrechamente relacionados con la eficacia del
funcionamiento inmunológico (Ader, Felten y Cohen, 1991).
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Por otra parte, bajo la premisa de que las conductas de salud, como cualquier otro
tipo de comportamiento, son susceptibles de ser aprendidas o modificadas, bien por
vía directa, bien por la influencia de modelos sociales relevantes, los modelos teóricos
ofrecen las claves para establecer dichos cambios conductuales, mostrando los
factores determinantes de dichas conductas, incluyendo, no sólo las condiciones
individuales, sino también las de carácter social, que son necesarias para ese cambio.
Dentro de estos modelos, y sin detenernos en su descripción, cabría destacar el
Modelo de Creencias sobre la Salud (Rosenstock, 1974; Maiman y Becker, 1974;
Becker y Maiman, 1982), la Teoría de la Acción Razonada (Fishbein y Ajzen, 1975;
Ajzen y Fishbein, 1980), la Teoría de la Acción Social (Ewart, 1991; Leventhal, 1970;
Leventhal y cols., 1980) y el Modelo Psicológico de la Salud de Ribes (1990).
Como se ha venido diciendo, es un hecho aceptado desde hace varias décadas que
los hábitos de salud practicados por los individuos van a determinar en gran medida el
grado de salud que éstos exhiban, estando dichos comportamientos en la base
etiológica de las enfermedades con mayor prevalencia en nuestros días.
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Pero estas prácticas de salud han de entenderse en el sentido amplio del término y
por tanto teniendo en cuenta que no incluyen únicamente aquellas acciones dirigidas
a la prevención primaria, sino también a la prevención secundaria y terciaria. Así,
cuando una patología ya ha “debutado”, las pautas de autocuidado que el individuo
ponga en marcha van a ser importantes determinantes de la evolución del trastorno.
En el caso del asma bronquial, por ejemplo, la adhesión terapéutica que presente el
asmático, la desalergenización del hogar o la evitación del contacto con
desencadenantes de síntomas, entre otros, constituyen medidas indispensables para
asegurar el control del trastorno y la calidad de vida del individuo.
Sin duda, las demandas psicosociales a las que se enfrentan las personas, en
interacción con los recursos de que disponen para acometer las mismas, incluyendo
dentro de éstos tanto las estrategias de afrontamiento, como factores de personalidad
o el apoyo social con que cuentan, pueden asimismo originar una serie de
consecuencias fisiológicas, cognitivas y motoras que afecten a su estado de salud.
En este sentido, los hallazgos sobre los puntos de conexión entre sistema nervioso
e inmunitario quedan lejos de la especulación, constituyendo la comunicación entre
ellos un hecho probado, aunque todavía quede por resolver la cuestión de la magnitud
de la influencia ejercida por cada uno de ellos sobre el otro (Kemeny y cols., 1992;
Maier y cols., 1994). En concreto, las evidencias sobre la existencia de puntos de
contacto entre S.N. y S.I. se derivan de tres tipos de observación:
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En definitiva, estos hallazgos han roto con la vieja visión del sistema inmunitario
como órgano cerrado y autorregulado, activado únicamente por agentes externos, y
sugiere, en cambio, la existencia de procesos de regulación recíproca entre los
sistemas nervioso, endocrino e inmunitario, abriendo así una vía de influencia directa
desde los fenómenos psicológicos y sus correlatos fisiológicos hasta la salud de los
individuos.
Por último, los problemas de salud, especialmente los de tipo crónico, pueden
constituir estresores en sí mismos que ocasionen, en interacción con los factores antes
mencionados, es decir, las demandas percibidas por el individuo, y los recursos de que
dispone, consecuencias emocionales, cognitivas y motoras que se sumen a las
anteriores y que, a través de las vías comentadas, impacten sobre la evolución de la
enfermedad.
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