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Medios y elite: ¿Quién usa a quién? El rol político de la comunicación estratégica


en la relación medios-poder

Article  in  Cuadernos.info · January 2011


DOI: 10.7764/cdi.26.8 · Source: OAI

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Pedro Santander
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
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América Latina: el análisis de la comunicación política y del discurso de
los medios en contextos de cambio social.

Pedro Santander Molina


Pontificia UCV

I.- INTRODUCCIÓN

En más de una ocasión he hecho la siguiente pregunta a mis diferentes


alumnos en la Escuela de Periodismo de la P.UCV. “Veamos ¿cuánto saben
acerca de Napoleón y cuánto acerca de Simón Bolívar?” Lo que viene, sin dejar
de asombrarme nunca, ya no es sorpresa: la figura histórica del emperador
europeo es muchísimo más familiar que la del libertador americano para estos
estudiantes universitarios chilenos. Saben, por ejemplo, de la muerte del
francés en el destierro y de su posible envenenamiento, pero poco han
escuchado acerca de la tuberculosis y la soledad en que muere Bolívar cuando
partía lejos de su patria. Incluso en el plano anecdótico, saben del caballo
blanco de Napoleón, pero nunca han escuchado que a Bolívar los llaneros le
llamaban culo de hierro, por su capacidad de aguantar largas cabalgatas.

Situaciones parecidas en relación con el conocimiento no sólo afectan a


estudiantes universitarios, también a los académicos latinoamericanos. Es
común observar cómo los criterios de la agenda investigativa y teórica tanto
europea como estadounidense, es decir, de “Occidente”, orientan parte
importante de la nuestra discusión científica. En ese sentido, gran parte de las
miradas científicas latinoamericanas están influidas e incluso incentivadas por
las preocupaciones de la comunidad académica occidental.

Decimos incentivadas pues en un inmenso número de universidades


latinoamericanas y en prácticamente todas las chilenas, se han establecidos
parámetros “objetivos” para medir el desempeño académico y la productividad
científica. Estos criterios siempre premian más y mejor todo lo que sea
reconocido por Occidente. Formar parte de un comité editorial de una revista
europea o estadounidense tiene un mayor valor “objetivo” que serlo de una
latina. A su vez, a una revista latina le interesa que figuren y formen parte de
su comité editorial científicos europeos o estadounidenses, a modo de sello de
calidad.

Una publicación en una revista de esa parte del mundo obtiene un puntaje
“objetivo” mucho mayor que una en el sur; lograr que un artículo circule en
una revista con idexación ISI asegura al autor un mayor incentivo económico
de la universidad. En Chile, además, las universidades reciben de parte del
estado dinero en el marco del llamado Aporte Fiscal Directo (AFD) por cada
artículo ISI que anualmente publiquen sus académicos. Esto, a su vez,
configura un ranking “objetivo” que permite comparar la calidad de la
productividad entre universidades. Y claro, la gran mayoría de las revistas ISI
están en Europa o EE.UU y publican en inglés. En este contexto es común que
para desde “acá” poder publicar “allá” haya que trabajar sobre temas que
interesan a esa comunidad académica y, por lo mismo, con marcos teóricos y
metodológicos ad hoc.

Se trata de una estructura productiva y material que se ha ido consolidando en


los últimos 20 años en América Latina, en el marco de la instalación del
neoliberalismo en nuestro continente y de la contrarreforma universitaria
puesta en marcha a partir de la década del ´80 (Pinochet en Chile, Menem en
Argentina, Fujimori en Perú, Carlos A. Pérez en Venezuela, etc.) y que ha
consistido en limitar la autonomía y los recursos financieros de los que
disponen las universidades. Siguiendo las recomendaciones del FMI y del
Banco Mundial, se han reducido las rentas básicas de los académicos y se han
aumentado los ítems variables y los incentivos de acuerdo a parámetros de
productividad como los señalados (Borón, 2006).

A pesar de que estamos ejemplificando con situaciones de los últimos 30 años,


desde el punto de vista histórico, no se trata, sin embargo, de algo nuevo. Más
allá de su expresión particular, situaciones como las descritas se enmarcan
dentro de un largo proceso histórico en el cual, como explica Quijano, se ha
instalado una “elaboración de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento”
(Quijano; 2000: 203). Hace cientos de años que se fuerza a las poblaciones de
los continentes conquistados, y con particular fuerza a los de América, a
aprender la cultura de los dominadores en todo lo que es útil para la
reproducción de la dominación, no importa en qué área, y, ciertamente, la
científica no es una excepción a eso. “Europa también concentró bajo su
hegemonía el control de todas las formas de control de la subjetividad, de la
cultura y, en especial, del conocimiento y la producción de conocimiento”
(Quijano, 2000: 209)

Como señala y advierte Borón (2006), esta colonialidad y el racismo implícitos


en los criterios de productividad y funcionamiento científico, han tenido un
efecto devastador sobre el pensamiento crítico de nuestro continente, efecto
que se acentuó a partir de los ’80. “El riesgo que corremos es el de
subordinarnos a una agenda de investigación que nada tiene que ver con
nuestra realidad social, y, de ese modo, crear en la periferia otro gueto
academicista que nos aísle por completo de los problemas que afligen a
nuestras sociedades” (Borón, 2006: 6).

Resistencia y creatividad intelectual ayer y hoy

Este movimiento histórico de subordinación no siempre ha sido uniforme. La


resistencia intelectual a esta perspectiva colonial y a esta imposición de
agenda ha tenido momentos de alta creatividad y autonomía en América. Tras
la II Guerra Mundial, en las décadas del cuarenta y cincuenta comienza a
tomar forma y a madurar una teoría social latinoamericana, fundamentalmente
centrada en el debate en torno a las nociones de modernidad, desarrollo y
subdesarrollo. Se trata de un fértil momento de productividad intelectual,
empírica, teórica y metodológica. Emergen teorías producidas por grupos de
académicos que, conociendo bien los marcos teóricos europeos y
estadounidenses, autonomizan su observación, su heurística y sus discursos y
dotan a la ciencia social latinoamericana de una batería de conceptos y
categorías propias y específicas para los contextos históricos y culturales de
nuestros países.

Las críticas a la teoría de la modernización que comienzan a formularse sobre


la base de hipótesis propias, la aparición de la Teoría de la Dependencia, de la
Teoría de la Liberación, el uso de la concepción centro-periferia, etc. son
muestras de originalidad intelectual que sirven de fundamentos para sostener
que la modernización de nuestro continente no implica necesariamente una
occidentalización de nuestras sociedades, y también para cuestionar teorías
que nos hablan de un punto ya definido de llegada, ayer la modernidad, hoy la
globalización (Correa, 2008).

Este fértil momento de la creación intelectual latinoamericana fue frenada vía


manu militari en los años setenta, mediante golpes de estados en
prácticamente todos los países de Sudamérica, golpes que contaron con el
apoyo de importantes actores políticos y económicos de Europa y EE. UU.

En adelante se debilita el proceso de acumulación teórica que se había venido


gestando en las ciencias sociales latinoamericanas y también los
cuestionamientos de una perspectiva histórica hegemónica que, como
señalamos, implica un control de la producción de conocimiento.

A partir de los ´80 y ’90 los académicos latinoamericanos nos formamos en el


marco de la arremetida neoliberal. Esta formación se caracteriza, entre otros,
por una carencia generacional sustentada tanto en el desconocimiento de ese
proceso anterior de autonomía y originalidad científica como en una
desvinculación acrítica con éste (Rovira, 2008). Viene pues un retorno denso
de lo que Quijano (2000) llama la colonialidad del saber.

Se trata de un período en el que se vuelve a instalar la dependencia académica


y en el cual, como Borón (2000) lo demuestra, la productividad científica
latinoamericana muestra gran cantidad de generación y acumulación de datos
empíricos, los que, sin embargo, son teorizados con categorías, conceptos y
preocupaciones propios de una agenda de investigación que a menudo más
tiene que ver con intereses y preocupaciones de “allá” que de nuestro
contexto.

Lo anterior ocurre, a mi modo de ver, con una parte importante de la


investigación en torno a los medios y la comunicación política que se realiza
actualmente en América. Acerca de eso discutiremos en las siguientes páginas.

CAMBIO DE ÉPOCA

Como ha dicho en más de una oportunidad el Presidente ecuatoriano, Rafael


Correa, quien tiene una destacada trayectoria académica, estos primeros años
del siglo XXI no representa para América Latina sólo una época de cambios
sino, sobre todo, un cambio de época. En los últimos diez años América Latina
ha experimentado cambios políticos de gran magnitud que, sin embargo, no se
reflejan en el análisis social predominante. Me refiero al giro a la izquierda de
una parte importante de los gobiernos del continente. Estos gobiernos han
dado muestran de una autonomía política pocas veces antes vista en el
continente frente a Europa y EE.UU. : han cerrado bases militares
estadounidenses (Ecuador)1 y expulsado a embajadores de ese país por su
injerencia en políticas internas (Venezuela y Bolivia), cerraron las puertas al
tratado de libre comercio continental (ALCA) el 2005 en Mar del Plata,
Argentina, reemplazándolo por la Alianza Bolivariana para las Américas
(ALBA); han nacionalizado los recursos naturales afectando a importantes
empresas europeas, etc.

Sin embargo, y como también el mismo presidente Correa ha sostenido, “la


comprensión del mundo que realizan las ciencias sociales, en muchos casos
niega la experiencia social y los cambios sociales que están aconteciendo”
(Correa, 2008: 284). Como señalábamos anteriormente, la dirección hacia
donde los científicos sociales latinoamericanos dirigen su mirada (o no la
dirigen) y la aproximación explicativa que formulan, están influidas por
elementos históricos e intereses políticos. “Los espacios académicos son
espacios de disputa ideológica en pos de construir hegemonía de unos
intereses por sobre otros, de unas visiones del mundo por sobre otras”
(Correa, 2008: 282).

Y es innegable que el actual contexto político, social y económico en América


Latina es como nunca propicio para realizar una observación científica
independiente y original, pues originales son los cambios sociales que nuestro
continente está experimentando. Podemos sostener que América Latina es la
única parte del mundo que está planteando una respuesta de dimensión y de
carácter continental a la globalización capitalista y esto en todos los frentes: en
el militar, el discursivo, el comunicacional, el económico, el cultural, el político,
etc.

Sin embargo, en el plano intelectual y de producción de conocimiento, se


observan escasas formulaciones de hipótesis sociales que podrían enriquecer
los acontecimientos históricos que estamos viviendo en este presente y, a la
vez, enriquecer una teoría social. Ello a pesar de que los acontecimientos que
están ocurriendo en América Latina son una respuesta empírica contundente
que refutan y muestran la ridiculez de proclamas hegemónicas acerca del fin
de la historia o del fin de las ideologías; son hechos que han vuelto a mostrar
que los sujetos pueden cambiar e influir el curso de la historia y por eso, el
discurso antiutópico de la globalización y su TINA (there is no alternative) es
un discurso que pierde legitimidad en un continente donde parte importante de

1
Es lo que también iba a llevar a cabo el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, con la base militar
estadounidense Soto Cano el año 2009, para convertir dicha base en un aeropuerto civil, con fondos del
ALBA. El golpe de estado que sufrió ese mismo año impidió ese propósito.
sus habitantes creen que deben haber otras alternativas políticas y
económicas.

II) El análisis de los medios de comunicación y la comunicación


política: elementos comunes y recontextualización.

Aproximarse en estos contextos tan dinámicos y propios de nuestra realidad a


objetos de estudio, es un ejercicio que demanda independencia intelectual de
los cánones de validación del conocimiento establecido por Europa y EE.UU.

En el caso del estudio de los medios y de la comunicación política, por ejemplo,


frecuentemente se establecen generalizaciones acerca de la relación entre los
medios y los sistemas políticos que más bien son aplicables a the more stable
Western capitalist democracias y que no han sido testeados en contextos
dinámicos como los señalados (Porto y Hallin, 2009).

Claramente existen elementos que compartimos con Europa y EE.UU. y que


deben también formar parte del análisis, pero ese análisis debería ser
enriquecido con los elementos que son propios de nuestro contexto histórico.
Es lo que intentaremos hacer en las siguientes líneas en relación con el análisis
del campo de los medios en América Latina.

Para ello iniciaremos este análisis identificando dos elementos de contexto que
ocurren tanto en nuestro continente como en Europa y EE. UU., para luego ver
cómo éstos se recontextualizan en América Latina y cuáles son los desafíos
para las ciencias sociales de esa recontextualización.

En cuanto a los elementos compartidos, me refiero en primer lugar a la


concentración de la propiedad y en segundo a la llamada retirada mutua.

II.1 Concentración de la propiedad

La concentración económica de la propiedad de los medios de comunicación es


una tendencia objetiva, uniforme y transcontinental que afecta a las
democracias capitalistas a lo largo del planeta.

Es interesante constatar que tanto para los países que se liberaron de


dictaduras militares en América Latina (en los ‘80), como para los que en
Europa del Este se liberaron de las socialistas (también en los ‘80), la
democracia trajo consigo –entre otros- la concentración de medios,
fundamentalmente en forma de oligopolios.

Igualmente interesante es señalar que se trata de una tendencia muy


poderosa y vertiginosa; avanza rápidamente con masivas fusiones y
adquisiciones, ha llevado a que emergieran en Europa lo que Dragomir
(2007:73) llama “un pequeño grupo de Goliats de los medios”, que, además,
surge y se consolida a pesar de la existencia de legislaciones antimonopólicas
en todos esos países, pero que resultan inoperantes. Italia es uno de los
ejemplos más sobresalientes, aquí el grupo Mediaset perteneciente al actual
Jefe de Estado, Silvio Berlusconi, es propietario de los tres canales más
importantes del país que juntos concentran más del 40% de la audiencia
(Dragomir, 2007).

En América Latina la situación es similar. Vemos un mercado medial altamente


concentrado. En Chile, por ejemplo, existe un duopolio en la prensa escrita que
implica también una concentración del avisaje publicitario. Otro tanto ocurre en
el ámbito radial, área que se había salvado de esta concentración. El año 2008,
sin embargo, el grupo español Prisa adquirió diez radios, lo que significa el 60
por ciento de la audiencia total. La misma concentración medial la vemos en
México, Colombia, Bolivia, Ecuador o Venezuela.

II. 2. La retirada mutua

El concepto de retirada mutua es utilizado por Mair (2007) para referirse al


modo en que se establecen las relaciones entre sociedad política y sociedad
civil, en el marco de las democracias occidentales. Tiene que ver con que los
partidos políticos ya no conectan con los ciudadanos y éstos, a su vez, son
cada vez más reacios a relacionarse con los partidos (ya sea a través de la
militancia, la participación espontánea o incluso en voto). Mair (2007), habla
de un fracaso de los partidos y una desconfianza hacia ellos que provoca una
retirada mutua:

“Los ciudadanos se retiran hacia su vida privada o hacia formas más


especializadas de representación y los partidos se retiran hacia las
instituciones. El terreno tradicional de la democracia de partidos,
considerado como la zona de encuentro de los ciudadanos con sus
dirigentes políticos, está quedando abandonado”. (Mair, 2007:29).

También Garretón (2007) describe esta situación en América Latina al señalar


que se ha producido un distanciamiento entre “lo político como búsqueda de la
sociedad buena, de la política como actividad profesional restringida a un cierto
sector, llamada la clase política”.Es muy interesante constatar que, tal como lo
señalábamos respecto de la concentración de la propiedad de los medios, la
retirada mutua es también una tendencia transcontinental. Sea en Italia, Chile,
Perú o Inglaterra, la distancia entre los partidos y los ciudadanos se amplía
progresivamente, mientras la distancia entre los propios partidos se reduce. En
gran parte de los países occidentales, todas las cifras demuestran una caída
sostenida de las afiliaciones a los partidos, de los niveles de participación en
las elecciones, etc. (Mair, 2007).

Como resultado de este movimiento divergente entre sociedad civil y sociedad


política, de esta retirada mutua, se genera una zona vacía, abandonada, que
es hoy ocupada de manera importante por los medios.
Mientras los ciudadanos en las democracias han pasado de participantes a
espectadores en el marco de una videopolítica o democracia de audiencias, la
elite política gana más espacio y a sus integrantes les resulta más fácil
conseguir los intereses que comparten. De este modo, sobre una zona
abandonada, los medios participan de la comunicación política y se han
convertido en una importante instancia mediadora entre la sociedad civil y la
política.

II. 3- Respondiendo a la concentración económica y discursiva.

La concentración de la propiedad de los medios ha significado un desafío de


orden ideológico mayor para los presidentes de izquierda, sobre todo, para
Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Hugo Chávez (Venezuela). En
Venezuela, en Bolivia y en Ecuador la industria mediática está fuertemente
concentrada, tanto en términos de la propiedad como en el ámbito discursivo
de la transmisión de una determinada ideología. En Bolivia la prensa de modo
permanente ha descalificado cultural y socialmente al Presidente Evo Morales,
lo ha vinculado al narcoterrorismo, ha insistido en recordar su falta de
educación formal, lo ha denostado por su origen racial, por su pasado sindical,
etc. En Ecuador y como el mismo Presidente Rafael Correa lo ha denunciado,
seis de los siete canales de TV con cobertura nacional son propiedad de la
banca y opositores activos al gobierno. En Venezuela el 80 por ciento de los
medios es de oposición al gobierno de Hugo Chávez y no ha dudado en apoyar
sabotaje e intentos de golpe de estado en su contra. Frente a esta realidad, los
gobiernos de izquierda han debido crear respuestas en el plano de la
comunicación política que valen la pena ser observados empíricamente para
enriquecer la teoría mediática.

En el caso de la clausura discursiva que la concentración de la propiedad


provoca, Venezuela lidera el intento más creativo de responder a ese
fenómeno. A diferencia de lo que los medios de comunicación occidentales
suelen informar, la respuesta ante esta concentración de la propiedad y del
discurso no pretende limitar la libertad de expresión, sino ampliarla
socialmente y volverla participativa. Para ello se ha establecido un apoyo a la
comunicación local y a los medios comunitarios que es inédito en las
experiencias mundiales. La Ley Orgánica de Telecomunicaciones (art. 191)
incentiva el desarrollo de estos medios comunitarios (como radiodifusión o
televisión abierta comunitaria) e impide expresamente su concentración de la
propiedad. Pues la concesión para operar un medio comunitario no es otorgada
a privados, sino a una “fundación comunitaria”, es decir, una fundación
participativa, plural y local, esto obliga a la comunidad a organizarse en torno
a la problemática de la comunicación.

Además, se establece un quiebre en la tradicional relación emisor - receptor y


esto es lo que resulta de lo más sorprendente para la teoría de la comunicación
y la teoría medial: el Reglamento de Radiodifusión Sonora y TV Abierta
Comunitaria exige que el contenido, es decir, la programación de un medio
comunitario sea producido en un 70% ¡por la audiencia local! La estación por sí
misma, o sea, los periodistas o comunicadores profesionales, sólo puede
producir un máximo de 15 % a 20% del contenido, por lo que el resto tiene
que ser producido por miembros de la propia comunidad.

De este modo ocurre una situación no prevista por los estudios y las
experiencias clásicas de comunicación: la propia audiencia se convierte en
emisores de sus medios, de hecho, está por ley obligada a serlo si quiere que
su medio de comunicación funcione y que la concesión no sea revocada. Esta
idea de que para poseer un medio, la audiencia local tiene que generar la
mayoría del contenido, es decir, ser emisor y, a su vez, formar parte de la
comunidad que lo recepciona, es revolucionaria.

Tradicionalmente en los medios pocos (los periodistas y comunicadores)


producen mensajes para muchos (la audiencia) y esos muchos están
estructuralmente impedidos de acceder al polo de la producción de mensajes,
por lo tanto, de influir en el contenido de manera directa. Eso lo que algunos
autores como Thompson (1998) o Fairclough (1997) denominan asimetría
estructural. Estas experiencias rompen con dicha asimetría.

En ese contexto se han otorgado desde el año 2000 frecuencias para más de
25 estaciones de televisión comunitarias y más de 150 estaciones de FM
comunitarias. Cabe, eso sí, señalar que a pesar de ello la estructura de la
industria mediática no se ha visto alterada en profundidad, el 80 por ciento de
los medios venezolanos, sigue perteneciendo a corporaciones privadas.

II.4 Enfrentando la retirada mutua

Como veíamos, la noción de retirada mutua que sirve para caracterizar ciertos
comportamientos de la sociedad civil y política en las democracias capitalistas,
nos indica la existencia de un espacio que hoy es ocupado, en parte
importante, por los medios de comunicación. Actualmente los partidos
desarrollan su comunicación política de manera estratégica a través de los
medios y desde ahí se comunican con sus electores. Los medios han adquirido
el carácter de necesario en el dominio político (Mazzoleni y Schulz, 1999), los
políticos necesitan de su capacidad difusora y los medios actúan como canales
de interlocución entre los miembros de la elite política, entre ellos y las
audiencias.

Y en los países americanos que tienen gobiernos de izquierda como Venezuela,


Ecuador y Bolivia, este rol central de los medios en la comunicación política
muestra dinámicas muy distintas de las que, por ejemplo, pueden ser
observadas en las democracias occidentales de los países europeos que
actualmente tienen un sistema político más estable y homogéneo. Para
describir esa dinámica, pongamos en relación los siguientes datos.

En estos países podemos observar dos hechos objetivos:


a) Los principales medios de comunicación se han convertido en actores
políticos explícitos de la oposición; desde ellos y con ellos se lleva a cabo
una oposición activa, permanente y militante a los gobiernos de
izquierda. Lo interesante es que los triunfos de los nuevos gobiernos de
izquierda han significado la desarticulación del antiguo sistema político,
incluido los partidos que lo sustentaba. La oposición venezolana,
ecuatoriana o boliviana ya no cuenta ni con líderes ni con orgánicas
partidarias lo suficientemente sólidas como para articular la oposición
política. Ocupando ese vacío, los medios se han convertido en el lugar
natural de articulación política y de agitación de la derecha, y en
reemplazo de los partidos tradicionales han asumido la conducción
política de la oposición. En ese contexto podemos entender lo dicho por
Evo Morales luego de su triunfo en el referendo de octubre de 2008, “en
el referendo la más derrotada ha sido la prensa. Semejante prensa
contra Evo y semejante apoyo del pueblo: 67%”.2

b) El segundo dato lo constituyen los consecutivos triunfos electorales en


esos países latinoamericanos de los gobiernos de izquierda. Estos tres
presidentes han ganado en los últimos 10 años prácticamente todos los
eventos electorales que han tenido lugar en el marco de elecciones con
alta participación ciudadana. En realidad, han ganado siempre, excepto
en un referéndum de reforma constitucional que el Presidente Chávez
perdió el 2008 por 50 mil votos, derrota que reconoció el mismo día.

Estos dos hechos puestos en relación hacen surgir la legítima y necesaria


pregunta en relación con el poder de los medios y con la comunicación política
que a través de ellos se realiza: ¿por qué, a pesar de la constante y activa
oposición mediática, a pesar de un flujo discursivo adverso, de informaciones
mayoritariamente negativas sobre sus gobiernos, de programación contraria,
estos presidentes triunfan una y otra vez? ¿Qué pasa con el efecto sobre las
audiencias? pues vemos que el discurso de los medios va por un lado y el voto
popular por otro. Dicho de otro modo, el efecto medial deseado apunta en una
dirección y la actitud de la audiencia en otra muy distinta.

III. Haciendo teoría desde la historia latinoamericana

En este contexto descrito, tenemos el privilegio de observar situaciones


históricas concretas y acontecimientos que abren nuevas potencialidades
teóricas y empíricas al problema de los efectos de los medios, de la
comunicación política y que permiten la formulación de nuevas preguntas de
investigación e hipótesis.

Los constantes llamados de los principales medios a no apoyar a los gobiernos


progresistas no logran efectividad en el comportamiento electoral. Por el
contrario, los reiterados y consecutivos triunfos en las urnas de estos tres

2
Entrevista al diario argentino Página 12; 19 de octubre de 2008.
presidentes permiten sospechar que las audiencias incluso han desarrollado
una suerte de inmunización ante el discurso ideológico de los medios. Ello
porque lo que no ha variado es el alto consumo de medios de parte de las
personas. No hay, en ese sentido, un castigo de la audiencia ni un cambio de
conducta como podría ser un abandono de la pantalla o del canal, ni una curva
decreciente en las sintonías, en las lectorías, en los rating, etc. No hay, por
ejemplo, un comportamiento de descuelgue o desenganche de la audiencia que
permitiría pensar que los medios no logran el efecto deseado simplemente
porque ya no se los consume.

Entonces, si vemos que no han variado ni la orientación ideológica del discurso


medial, ni la concentración de la industria, ni los hábitos de consumo de la
audiencia, las preguntas e hipótesis que puedan surgir para explicar lo descrito
tienen que explorar fuera del ámbito del discurso y de la propiedad de los
medios y centrar su indagación en el otro actor: la audiencia.

Esto quiere decir que más que en el contenido de los mensajes de los medios,
vale la pena fijarse en el tipo de receptor que en este tiempo se ha ido
conformando en los países que viven procesos de cambios revolucionarios.
Estamos ante receptores que han desarrollado una actitud frente a los medios
que llama la atención en relación con el poder que podríamos suponer que los
medios tienen para influir con visiones de mundos y preferencias políticas
sobre ellos.

Entonces, sabiendo que en los medios mismos poco ha variado, surge la


siguiente pregunta: ¿qué ha variado en la audiencia?

La vuelta de la política

Llegados a este punto y antes de esbozar respuestas, señalemos, a modo de


resumen, lo siguiente:

 Hay una clara y evidente divergencia entre el discurso ideológico que


entregan mayoritariamente los medios de comunicación en los países
mencionados (A) y la actitud política mayoritaria de la audiencia (B). Lo
primero (A) se evidencia en el discurso medial, lo segundo (B) en el
comportamiento electoral de las personas.
 Lo anterior nos plantea serias dudas respecto de la efectividad de los
medios en contextos como los señalados, es decir, en contextos de
transformación social (C). Esta última sería una variable nueva a
considerar en el estudio de la comunicación política y del efecto de los
medios.
 Se mantiene el alto consumo medial por parte de la audiencia.
 Las posibles respuestas o hipótesis no hay que buscarlas analizando sólo
los medios, hay que explorar el modo en que la audiencia interpreta y se
apropia del discurso de los medios. Ahí parece haber una variación.
¿Cuáles son los fundamentos de esa variación? A modo de hipótesis, y
considerando la variable C, podemos plantear que lo que ha variado en el
transcurso de los últimos años es que los procesos de profundo cambio social
que se desarrollan en Venezuela, Ecuador y Bolivia, han politizado a las
personas.

Se ha producido una clara y creciente politización de los sectores populares,


los mismos que según todos los estudios son los que más consumen televisión
y radio. Esta politización se evidencia en las permanentes movilizaciones
sociales, en el surgimiento de nuevas organizaciones de base, en la creación
de nuevas instancias de poder popular y también en las masivas concurrencias
a las urnas. Por ejemplo, en la última elección boliviana, el referéndum de
enero de 2009, hubo una concurrencia del 91 por ciento de los inscritos. Al
igual que en el resto de las democracias occidentales, también en estos países
la indiferencia y la abstención electoral era un fenómeno corriente. Hoy eso ha
cambiado, no sólo se trata de procesos que logran una y otra vez más del 50%
de aprobación, sino que también movilizan a los electores de forma masiva,
registrándose una concurrencia a las urnas de los mayores de 18 años que
suele también estar por encima del 60 por ciento.

Estos procesos de transformación social que está viviendo nuestro continente


en varios países, además de movilizar a sectores que han estado
desinteresados en las contiendas electorales formales –como los jóvenes, los
marginales, los trabajadores del sector informal, los indígenas, etc. – han
logrado politizar a las personas. Y un ciudadano politizado es un receptor
cualitativamente distinto. Ya no es un consumidor pasivo del discurso de los
medios, su vulnerabilidad ante el contenido ideológico de los medios baja, sus
niveles de alerta suben, su apropiación de los mensajes se vuelve más
autónoma y crítica. Puede seguir entreteniéndose sin problemas con la
banalidad televisiva, reírse con las comedias gringas, asombrarse con los
efectos especiales de Hollywood, incluso seguir la información a través de los
tradicionales noticiarios de referencia. Pero ocurre que gran parte de su
formación ciudadana y política ahora también se construye y se desarrolla
fuera de los medios, lejos de la pantalla, en medio de procesos revolucionarios
que le demuestran, por ejemplo, que si hay una vuelta atrás en el proceso,
hay mucho que perder.

Palabras finales: una hipótesis

Para finalizar, y de acuerdo a lo hasta aquí señalado, quisiera plantear la


siguiente hipótesis correlacional: a mayor politización del ciudadano, menor
influencia ideológica de los medios, o, a la inversa, a menor politización del
ciudadano, mayor influencia ideológica de los medios.

Por lo tanto, la comunicación política que se desarrolla a través de los medios,


depende mucho del contexto político y su estudio debe considerar la
politización de las personas como una variable densa. Y en ese plano, América
Latina tiene mucho que informar.

Bibliografía:

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 Thompson, J. 1998. Los media y la modernidad. Barcelona: Paidós
Comunicación.

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