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Capítulo V

BASES PARA UNA AUTENTICA DEMOCRACIA *

NECESIDAD DE ACUERDO SOBRE UN CONCEPTO COMÚN DE


DEMOCRACIA

La expresión democracia carece hoy de precisión. A fuerza de abusar de


ella, muchas tendencias políticas, sociales y económicas la emplean en un
sentido diverso. Es posible que la definición original: "gobierno del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo" fuera demasiado abstracta y diera por ello
cabida a conceptos de democracia que no pueden ser tenidos como
exactos. Hoy hablan también de democracia los elementos reaccionarios.
Los capitalistas, algunos de ellos tal vez de buena fe, pretenden aceptar la
vida democrática. La mejor prueba de la ambigüedad del término está en
que para muchos grupos influyentes que hacen sentir su peso a través de
los medios masivos de comunicación social, ni Cuba ni Nicaragua de hoy
deberían ser incluidas entre las democracias. A veces se dice que el origen
de la vocación democrática en América Latina proviene de la Revolución
Francesa, omitiéndose que también el capitalismo encuentra justificación
política en las ideas de esa Revolución. En la imposibilidad de extendernos
a consideraciones generales de esa especie, nos limitaremos a sentar
algunas afirmaciones elementales con las que queda explicado nuestro
pensamiento: a) el concepto de democracia desborda el plano político y ha
de penetrar abiertamente en el económico; b) la libertad e igualdad que
constituyen el supuesto previo de la democracia política, no pueden existir
en la práctica entre individuos cuya capacidad económica es gravemente
desigual; c) no hay democracia verdadera si todos los miembros de la
sociedad no tienen acceso a trabajo estable y bien remunerado, a todos los
grados de la educación y a las manifestaciones superiores de la cultura;
esto significa que una sociedad con grupos marginales no es democracia;
d) la democracia es algo más que la entrega de un voto para elegir a
gobernantes o a representantes del pueblo: ella exige una participación
activa y consciente de todos en el examen y decisión de los problemas
sociales y en el cumplimiento de los acuerdos producidos; e) la democracia
supone un elevado contenido ético, un cabal reconocimiento de los
derechos humanos y respeto por las ideas de quienes sustentan opiniones
minoritarias o disidentes, lo cual no impide la adopción de restricciones de
sus derechos para todos aquellos que están dispuestos a abusar de la
democracia o a acabar con ella: la democracia debe defenderse; f) dentro
de la democracia los derechos sociales, económicos y culturales son tan
valiosos e importantes como los derechos individuales civiles y políticos.
EL CAPITALISMO Y SU NECESARIA CONSECUENCIA: LA
PLUTOCRACIA

La Revolución Francesa proporcionó la ideología que iba a ser utilizada por


los económicamente poderosos para tomar el mando de la sociedad. La
concepción individualista del hombre hizo que los más afortunados, y
muchas veces los más audaces y codiciosos, tomaran ventaja sobre los
demás y, mediante la apropiación de los recursos naturales y la explotación
del trabajo ajeno, consolidaran su unilateral conquista de la riqueza.
Entretanto los otros, disgregados y atomizados por obra del individualismo,
debían conformarse con vender su trabajo a los ricos, a cambio de un
salario apenas suficiente para mantener su vida y la de sus familias. Las
doctrinas económicas liberales contribuyeron a afirmar esa ideología y la
usaron en su beneficio, pues conforme a sus principios la producción de los
bienes necesarios para los seres humanos y para el progreso general de la
sociedad solamente puede desarrollarse dentro de un ambiente de
completa libertad de industria y comercio, en el que cada empresario obre al
impulso de su libre iniciativa en actividades económicas que el libre
mercado regulará automáticamente, especialmente por efecto de la ley de
la oferta y de la demanda. Con ello surgió la actual sociedad capitalista en
la que el espíritu de lucro es el motor de las actividades económicas, en la
que los capitalistas incrementan cada vez más su riqueza y en la que el
trabajo humano se valora tan solo como un insumo necesario para la
producción de bienes. Como resultado se llegó a estructuras sociales que
permiten a algunos la acumulación ilimitada de cantidades enormes de
bienes y que sitúan a los demás en la triste condición de tener que
venderles su capacidad de trabajo pese a ser esta una nobilísima
manifestación de la personalidad humana como una simple mercancía. Esto
explica que la libertad y la igualdad, que se colocaban como soporte de la
ideología política capitalista, se tragaran totalmente a la fraternidad y, no
solo eso, sino que, además, se convirtieron en "justificaciones" para hacer
perdurar tan inhumano sistema; en adelante, la apelación abstracta a la
libertad e igualdad se va a usar por el capitalismo como pantalla destinada a
encubrir la desigualdad abismal que existe entre capitalista y trabajador en
la celebración del contrato de trabajo, medio que permite hacer fortuna a los
empresarios y sobrevivir a los desposeídos. De este modo, una libertad y
una igualdad puramente teóricas, dadas las profundas y graves diferencias
económicas existentes han venido a servir para ocultar la desigualdad real y
la sujeción del obrero a un sistema económico esclavizante. El astuto
acierto de los capitalistas estuvo en que a lo largo de mucho tiempo
consiguieron identificar a la libertad -que tan deslumbrante efecto tiene para
los oprimidos y explotados- con la ausencia total de leyes éticas y jurídicas
que regularan sus actividades económicas, y a la igualdad -de no menor
fulgor- con una falsa equivalencia jurídica entre quienes celebran el contrato
de trabajo.

LA DEFORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y LA FALAZ


UTILIZACIÓN DEL DERECHO POR EL CAPITALISMO

Aun cuando en el momento presente la irrupción de nuevas ideas de


organización social, sean ellas revolucionarias o simplemente reformistas,
haya eliminado en muchos el señalado espejismo, no Puede negarse que la
clase económicamente poderosa ha logrado desarrollar una conciencia
social deformada bastante amplia en apoyo de las estructuras político-
económicas que la favorecen, al punto que en diferentes tiempos y lugares
se ha visto a oprimidos hacer causa común con sus opresores, impulsados
por la defensa de esa supuesta libertad, que no es sino la libertad de
explotar a los más débiles. Los eficaces recursos técnicos que puede
proporcionar el dinero bajo la forma de medios masivos de comunicación, el
manejo de la educación y otros arbitrios sociales han sido puestos al
servicio de la formación de una cultura viciada, que confunde los conceptos
y que equivoca las conveniencias. En los países en desarrollo el fenómeno
se ve agravado por la influencia cultural del imperio y por la ayuda de todo
orden que el gran capital monopólico internacional otorga a la clase
dominante interna para el mismo fin. 60 De esta forma, todo queda
dispuesto en la vida social para que el sistema capitalista imperante, pese a
lo injusto que es, sea presentado a los dominados como un modelo social
insuperable, que asegura un progreso ilimitado, suficiente para poner
término en definitiva a la miseria y que no puede ser alterado sino al precio
de los mayores desastres económicos y sociales. A través de la literatura, la
prensa, la radio y la televisión, el modo de vida altamente consumista,
ayuno de ideales y de valores trascendentes, afanoso por la máxima
posesión de bienes, de que disfruta la metrópoli, es exhibido como el
paradigma más apropiado para resolver la felicidad de los pueblos. Se lo
liga, asimismo, con los más altos valores generalmente reconocidos y se lo
vincula con los más sublimes símbolos religiosos, morales y nacionales. La
alternativa es clara: o paciencia para soportar una pobreza cuya
desaparición se promete hacia el futuro, o la amenaza de un caos absoluto,
pintado de la manera más inhibitoria e intimidante. Desde el punto de vista
específico que nos concierne, que es el jurídico, habremos de mostrar
esquemáticamente la forma como los plutócratas han manejado y continúan
manejando el derecho de modo altamente provechoso para la preservación
de sus intereses. La ley y el derecho se usan como los más convincentes
argumentos para la perduración del régimen, aprovechando el milenario
prestigio y fascinación de que gozan. Mediante ellos no solo se logra
imponer de hecho un orden social coercitivo destinado a preservar el
dominio de los menos, sino que, además, se obtiene hacer penetrar en la
mentalidad popular nociones que serán utilísimas para asignarle al régimen
capitalista un carácter sagrado e intocable. El mito de lo jurídico gana con
ello una función bien precisa, que se logra extender hasta aspectos muy
generales de la organización social. Por ejemplo, la acartonada democracia
representativa se confunde con participación directa del pueblo en el
gobierno; la aceptación indiscriminada de mecanismos electorales
establecidos, con respeto de la voluntad de las mayorías; la renuncia total a
la violencia, con el espíritu cristiano de amor y de paz; la sumisión al
ordenamiento socio-económico que favorece a unos pocos, con patriotismo,
disciplina y sentido del orden; el Estado, con un ente abstracto y superior
que observa neutralidad frente a los antagonismos sociales y se dedica a
imponer respeto a los derechos de todos; el monopolio de los medios de
comunicación social por los grandes empresarios, con la libertad de
información, etc. Se presentan como principios y reglas indiscutidas y
universalmente válidos de la ciencia jurídica, a proposiciones que
pertenecen exclusivamente a la inspiración liberal-individualista en que se
asienta el sistema. Así ellas adquieren lustre y pasan a ser tenidas por la
generalidad como las únicas instituciones posibles para una vida social
encauzada por vías de orden y de progreso. En tal sentido se emplean
postulados como la propiedad privada absoluta, la autonomía de la voluntad
en la actividad contractual, la libertad de industria y comercio, la
irretroactividad de la ley y la venta del trabajo personal. La noción de
persona -en su sentido jurídico restringido de sujeto de derechos- es
aprovechada para brillantes lucubraciones relativas a la libertad y capacidad
del ser humano, pero en definitiva será utilizada principalmente para
legitimar la cesión por el trabajador de su actividad productiva a un
empresario privado. Todo esto envuelve una mistificación abierta, porque
significa presentar como un régimen socialmente justo, conforme a
supuestas conclusiones jurídicas teóricas, a lo que no es sino un plan
plutocrático de ganar ventaja para su sistema propio por la vía de confundir
la más pura juridicidad con la ideología liberal-individualista. Y se muestra
como único sistema jurídico de alcurnia a lo que no es sino la resurrección
de las más arcaicas fórmulas romanas de comienzos de nuestra era.

LOS MECANISMOS JURÍDICOS EMPLEADOS

La ideología liberal-individualista permitió al capitalismo estructurar


sociedades compuestas de individuos aislados, a cada uno de los cuales
era otorgado un radio personal de acción en lo jurídico y en lo económico,
que les marcaba un ámbito exclusivo. Por cierto que el ámbito de quien
poseía grandes riquezas era mucho más 61 dilatado, de hecho, que el de
quien poseía escasos bienes o no poseía ninguno. Dentro de este ámbito
cada individuo tenía la más completa libertad de decisión. Su actuación era
libre, además, en todo el campo no ocupado por ámbitos exclusivos de
otros, pues su única limitación consistía en no chocar con el marco de otro y
en no traspasarlo jamás. Las relaciones entre los diversos ámbitos se
generaban por medio de contratos libremente celebrados y por la
competencia económica. De este modo se construía una sociedad
atomizada, en la que los poderosos, librados a su afán de lucro y a su
ambición, con el empleo del libre contrato, lograban ir aumentando
permanentemente su ámbito propio a expensas de los pequeños.- Era una
libre competencia destinada a hacer cada vez más rico al poseedor de
bienes y cada vez más pobre al desposeído, según lo han demostrado
nítidamente los hechos sociales posteriores (véase figura 1). FIGURA 1 El
cuadro representa una sociedad organizada al modo individualista. Los
círculos corresponden a los ámbitos privados desiguales de los individuos
que conviven dentro de ella, constituidos por sus derechos subjetivos. Esos
ámbitos privados se erigen en verdaderos reductos que se prohíbe
franquear a los demás. Allí el individuo se encierra para sí mismo. El
derecho evita los choques e invasiones de un ámbito con otro. Entretanto
ellos no se produzcan los hombres están en paz entre sí (derecho estático).
El derecho entra en acción en los casos de conflictos. La sociedad así
concebida es una suma o yuxtaposición de individuos. Para esta ideología,
las posibilidades individuales de actuación son muy amplias y sin otra
restricción que las que ya hemos señalado. Lo prohibido viene a surgir tan
solo cuando un individuo ocasiona, con dañada intención, un perjuicio
efectivo a otro. El derecho queda reducido a una normativa estática que
protege los derechos adquiridos de cada uno, que establece los plenos
efectos de la voluntad de contratantes individuales y que sanciona al que
traspone el ámbito ajeno. Sirve fundamentalmente para poner cerco
defensivo a lo de cada uno (suum cuique) y para conciliar voluntades libres
en conflicto cuando este llega a surgir dentro del campo de libre actividad
económica entre particulares. Es el derecho de los propietarios y de los
industriales, en el sentido de que ampara sus bienes y sus convenciones y
castiga a quienes intentan vulnerarlos. La faena de crear un sistema jurídico
específico destinado a reproducir y a preservar indefinidamente este
régimen liberal-individualista tan útil para su florecimiento, fue ya una
notable labor del capitalismo, por mucho que este viera facilitada su tarea
con el simple trasiego del derecho privado romano de inicios de esta era,
por cuanto ajustaba como anillo al dedo a sus designios. Pero su triunfo
indiscutible consistió en haber formado a tantas generaciones de juristas
convencidos de que ese era el único derecho que realmente representaba
la justicia en la vida de los hombres o, en el peor de los casos, el único
derecho posible. Es lo que aún en nuestros días es denominado con unción
como "Derecho" (así, con mayúscula). Nuestra tarea es la de demostrar que
ese es un derecho enteramente unilateral y, por consiguiente, parcial,
clasista, destinado a proteger los intereses de un sector reducido de la
sociedad y que vela casi exclusivamente por estos; no obstante que se le
proclame como la máxima expresión de la sabiduría humana de siglos
aplicada a la 62 regulación de las relaciones sociales de los hombres entre
sí. Esta es la razón por la cual no puede concebirse una democracia
auténtica que no realice previamente su crítica total, que no revise todos
sus pretendidos "principios" desde sus más recónditas raíces y que no
busque normas diferentes a las suyas, realmente igualitarias y de pleno
beneficio social. Descubrir los mecanismos montados por el capitalismo
para sostener sus intereses particulares valiéndose de la ley y del derecho,
no es difícil si se efectúa un análisis de los propósitos bastante ostensibles
que él perseguía. Estos eran, obviamente, por una Parte, conservar el
sistema que había permitido a los suyos tomar el control económico y
político de la sociedad y, por la otra, cerrar el paso a todo cambio que otros
intereses intentaren alguna vez introducir. Para lo primero, el capitalismo
forjó las ideas de persona (en el sentido jurídico estricto de sujeto de
derechos); de libertad de contratación, concedida sin restricciones a
cualquier individuo; de autonomía de la voluntad, como poder absoluto
determinador de los lazos jurídicos que vinculan a los hombres entre sí, y
de derechos subjetivos principalmente el de propiedad privada sobre
cualquier clase de bienes como facultades absolutas que corresponden a
aquellos sujetos de derechos. En principio, todo individuo es tenido por
sujeto de derechos, lo que significa que puede adquirir bienes y disponer
libremente de lo suyo. La libertad de contratación permite a todo individuo
entrar en relación con otros y celebrar con ellos toda clase de convenciones
cuyo efecto es determinado soberanamente por las propias voluntades. Los
derechos subjetivos expresan las atribuciones personales que se reconocen
a cada individuo, las cuales dependen de los bienes que poseen y de los
derechos que llegan a obtener mediante la libre contratación. De esta
manera queda cerrado un armonioso círculo en el que todos son personas,
todos tienen un patrimonio y todos están en igual aptitud para decidir por su
propia voluntad acerca de las relaciones, compromisos y ventajas u
obligaciones que pueden ligarlos con otros. Si todo este mecanismo
funcionara en el vacío o en una sociedad de individuos dotados de
condiciones económicas, aptitudes y necesidades equivalentes, nada
habría de objetar. Pero aplicado a la sociedad realmente existente sirvió
para cubrir con respetable manto de juridicidad y legitimidad a las mayores
injusticias. Porque los desposeídos, que son los más, están obligados a
vender su fuerza de trabajo, único patrimonio suyo, a los poseedores de la
tierra y de los medios de producción. Su condición teórica de sujetos de
derechos no impide que el empresario quede en situación de ostensible
ventaja al celebrar con ellos el correspondiente contrato de trabajo, el cual
va a quedar consagrado como suma expresión de la justicia por haber sido
celebrado entre "sujetos de derechos" nominalmente iguales, que
"voluntariamente" acordaron sus términos. Como consecuencia de ello, se
otorga sello jurídico a relaciones efectivamente desiguales que quedan
cubiertas con apariencias de equidad y de justicia, lo cual permite el
legítimo traspaso de lo que el trabajador produce a poder del empresario,
siempre afanoso por pagar el menor salario posible. El resultado es,
inevitablemente, el enriquecimiento cada vez mayor de los capitalistas y un
agudo deterioro económico progresivo de los débiles. En cuanto a las
medidas de aseguramiento contra cualquier cambio que pueda alterar ese
conjunto de normas jurídicas tan beneficiosas para el capitalismo, los
mecanismos empleados por este en plano jurídico semejaron a un eficiente
cerrojo que impide cualquier penetración de corrientes renovadoras en el
ámbito de ese derecho unilateral. Los principales fueron: la propiedad
privada absoluta, ilimitada en cantidad y en la clase de bienes sobre los que
puede recaer; la irrevocabilidad de los derechos adquiridos y la
irretroactividad de la ley. El derecho de propiedad privada fue sacralizado y
elevado a la categoría de máximo valor social, equiparable a la libertad
humana (véase la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano); se le asignaron fundamentos en la voluntad divina y se le
declaró regido por ineludibles exigencias de la naturaleza misma del
hombre y de la sociedad. Derecho tan sacrosanto no podía ser desconocido
ni limitado por autoridad alguna y aseguraba a su titular una plenitud de
facultades en relación a las cosas que le pertenecían. Por ello es que dentro
de lo suyo el propietario podía hacer lo que quisiera, sin que poder humano
pudiera impedirlo, cualesquiera que fueran las 63 necesidades o
pretensiones de otros individuos. La propiedad, bajo el ala protectora del
derecho se convertía en absoluta, perpetua e ilimitada en su cantidad para
los afortunados que la obtenían. Estos, además, podían trasmitirla a sus
sucesores por los siglos de los siglos mediante la herencia. La
irrevocabilidad de los derechos adquiridos obra conjuntamente con la
irretroactividad de la ley y permite concluir que derechos que han entrado al
ámbito privado de un individuo en conformidad con la legislación existente
en el momento de su adquisición, no pueden ser desconocidos jamás por
nadie, cualesquiera que sean las variaciones de la vida social y las
modificaciones que la historia traiga para las condiciones económicas y las
necesidades de los otros individuos, sin importar la urgencia de aquellas o
el número de estos. Ni siquiera el legislador, expresión suprema de la
"voluntad general" según la ideología y, por tanto, poseedor de la plena
soberanía correspondiente a una sociedad humana organizada, podía
introducir restricción, cambio o reducción algunos en los derechos ya
consolidados en cada uno de los individuos que los habían adquirido; de
aquí la doctrina de la irretroactividad de la ley, destinada a impedir que
quienes aparecen como representantes y mandatarios de la sociedad toda,
pudieran modificar o alterar los derechos adquiridos por los individuos antes
de cualquier ley progresista que intentara introducir una nueva ordenación
económico-social. Como se ve, el propósito claro era tener por intangible
absolutamente la situación económico-social que cada uno obtuviese dentro
del régimen capitalista, asegurarle una vigencia ad aeternum y tener
argumentos "jurídicos" para alegar violación del "Derecho", cada vez que un
legislador más sensitivo procurare hacer algún reajuste que reparara
siquiera en parte las injusticias producidas. Fue un designio de
consolidación perpetua de un régimen inicuo, como forma de no perder ni
en mínima parte las injustas ventajas logradas dentro de él. Con tal objetivo
se luchó por presentar como único derecho posible y como único régimen
social justo, ordenado y humano, a un conjunto de instituciones, principios y
normas deliberantes seleccionados y que no eran sino expresión de los
intereses de un reducidísimo sector social. Es cierto que tanta mistificación
y falacia no conservan plena vigencia en nuestros días. Es cierto que como
resultado de la desigual lucha que han asumido las clases más débiles,
varias de las instituciones, principios y normas pregonados y alzaprimados
por el capitalismo han cedido o han debido soportar alteraciones
considerables. Es cierto que al impulso de tendencias reformistas se ha
hecho bastante para limar las aristas más ofensivas de esa elaboración
reaccionaria. Pero errarían gravemente quienes pensaran que eso ya no
subsiste y que el derecho que se predica, se estudia y se desarrolla en los
países de cultura legal europeo occidental (entre ellos, los países de
América Latina), ha logrado sacudirse de tanta y tan interesada distorsión.
Porque la verdad -aunque apenas un puñado de juristas modernos tenga
conciencia de ello- es que el derecho que se aplica preponderantemente en
estas sociedades, el que aún se halla en-quistado en sus más hondas
raíces y el que se tiene como objeto del estudio más científico que se
realiza en los institutos jurídicos, sigue siendo ese derecho teñido de liberal-
individualismo, que repugna toda inspiración social y que se opone a todo
cambio estructural de algún alcance. Y lo prueba el hecho de que cada vez
que se propone alguna medida legislativa progresista, abundan las
objeciones en contra de ella mediante argumentos jurídicos que se
esgrimen como impedimentos insalvables.

LA MITOLOGÍA JURÍDICA HA PENETRADO HASTA LO MÁS


PROFUNDO.

No se crea que la engañosa elaboración jurídica que denunciamos es un


escollo fácil de remover o que bastaría formar plena conciencia de ella para
que los grupos más progresistas, por lo menos, se dieran cuenta de sus
falsos fines y propósitos. 64 Porque la elaboración ha sido muy inteligente y
ha logrado comprometer extenso apoyo a ella por medio de la invocación de
conceptos filosóficos y hasta de ideas que se tienen por vinculadas a las
creencias religiosas. Ponerla en evidencia significa, por ello, no solo
plantear la impugnación en el campo técnico-jurídico, sino también en uno
mucho más vasto, álgido y profundo, colmado de implicancias que llegan a
íntimos rincones de la interioridad humana. Si puede afirmarse que en el
pensamiento político la humanidad ha pasado desde formas míticas a
formas racionales al impulso de la secularización de ideas,
representaciones y conceptos que, siendo originariamente eclesiásticos,
fueron posteriormente transferidos al campo político, no puede llegarse a
conclusión semejante respecto del pensamiento jurídico. Lamentablemente
el derecho, tal vez por su naturaleza propia tendiente a menudo a la
estabilización y permanencia de las reglas, ha estado siempre dominado
por juristas conservadores que han puesto todo su esfuerzo en procurar el
mantenimiento de sus pretendidos principios fundamentales y en oponerse
a todo intento de modernizarlo. En este sentido puede señalarse, como un
ejemplo apropiado, la vasta labor de Georges Ripert en la primera mitad de
este siglo. Son los juristas de fines del siglo XVIII y del siglo XIX los que
crean el derecho tradicional que persiste hasta hoy, cuyo rostro no puede
considerarse rejuvenecido por ligeros maquillajes que en él han logrado -
que no otra cosa son- los esfuerzos de juristas en alguna medida
renovadores. Para corroborar lo expuesto basta recordar algunos hechos
demostrativos: a) para jueces y abogados el derecho que marca huellas en
lo más profundo de su formación, es el derecho privado; precisamente la
rama jurídica que menos significación tiene en la vida social moderna, pero
que en épocas precedentes instiló la más pura esencia de la ideología
liberal-individualista dentro de la ciencia del derecho; b) asimismo, la casi
totalidad de las facultades y escuelas de derecho de nuestros países
destina la mayor parte del tiempo de estudios al conocimiento y
profundización de esa parte del derecho, por considerarla la más
sólidamente fundada en lo teórico, la que mejor desarrolla la lógica jurídica
y la más apta para formar el criterio del jurista; c) la enseñanza actual del
derecho reclamaría, por el contrario, una primacía de los derechos público y
social, la que no se da debido a esta anacrónica aunque no inconsciente
preferencia por el derecho privado; d) hasta en la formación de los
especialistas en derecho público y derecho social puede apreciarse cómo
los criterios inspiradores se buscan siempre en el derecho privado, pese a
que este sector de los estudios jurídicos está asentado en principios
claramente antagónicos a los de las otras partes citadas; esto envuelve una
"privatización" de las otras ramas jurídicas con efecto desnaturalizador de
estas y con encubierta infiltración en ellas de la ideología liberal-
individualista. Hasta la filosofía jurídica mejor elaborada está inficionada
hasta sus raíces por el virus liberal-individualista y por supuestos principios
que favorecen la mantención del status. La idea medieval de que por sobre
el derecho positivo humano existe un derecho de origen divino con validez
superior a aquel, vale decir, la superposición de un derecho natural
obligatorio para el legislador humano y para todo hombre, es uno de los
mitos que ha tenido mayor influencia conservadora dentro de los conceptos
jurídicos a lo largo de la historia. Para ello se argumenta que la legislación
tradicional, que ha regido durante tantos siglos, se ciñe en todas sus
grandes líneas a ese pretendido derecho natural, por lo que todas sus
instituciones básicas, en especial la propiedad privada y la libre
contratación, deben tenerse por tan eternas e inmutables como se sostiene
que es dicho derecho. El oculto fin es desprestigiar todo intento de alterar la
legislación tradicional y toda búsqueda de otra forma de organización social
diversa de 65 la que conocemos. Cualquier cambio esencial contravendría
el derecho natural y habría de ser tenido como ilegítimo. Otro de los mitos
ha sido la idea de que el derecho tiene un contenido propio dirigido a
establecer una forma de vida social concreta basada en la justicia y en la
paz. No es esta la verdad, sin embargo, porque el derecho no pasa de ser
por sí mismo sino una técnica encaminada a obtener la mayor eficacia de
ciertas reglas de conducta con el mínimo de esfuerzo de los mecanismos
sociales disponibles. El contenido de dichas reglas y el esquema de
ordenación social al cual ellas tienden está fuera del derecho: corresponde
a las diversas concepciones políticas, económicas y sociales que se
disputan la dirección de una sociedad determinada. El derecho es,
propiamente, un instrumento técnico al servicio de dichas concepciones,
que no se confunde con ninguna de estas. La función del derecho es
instrumental y no final. De aquí se desprende que los principios
verdaderamente jurídicos son apenas formales; el contenido con el que se
les llena en la vida práctica de la legislación es imbuido por las ciencias de
organización social como la política, la economía o la sociología. Al
infundirse en la filosofía del derecho la falsa idea de que es el derecho el
que decide y responde por una determinada forma de organización social,
se logró revestir a la unilateral ideología liberal-individualista con todo el
prestigio y el respaldo que puede proporcionar un derecho mítico.

EL DERECHO QUE UTILIZARÁ UNA AUTÉNTICA DEMOCRACIA

La construcción de una sociedad auténticamente democrática es


inconciliable con el predominio de esa errónea e interesada concepción del
derecho. Esto trasforma al esclarecimiento de lo que es verdaderamente el
derecho en una de las tareas indispensables y previas para la construcción
y el establecimiento de una democracia verdadera. Si es democracia el
régimen de organización social que reconoce la dignidad humana de sus
miembros, que respeta y ampara sus derechos humanos, que admite la
participación de aquellos en todos los aspectos de la vida social y que
distribuye equitativamente entre todos el producto material y espiritual de
una forma armónica de asociación humana, ella deberá ser conformada
mediante reglas de conducta que estén imbuidas de espíritu solidario, de
respeto a la condición humana de cada uno, de participación general en las
tareas de dirección y de repartición igualitaria de los beneficios sociales.
Mientras en la sociedad organizada al modo capitalista cada individuo actúa
en competencia con los demás, velando egoístamente por la seguridad de
lo suyo, una democracia auténtica habrá de estar centrada en las
conveniencias generales, que prevalecerán sobre las particulares de cada
individuo y hacia ellas tenderán los esfuerzos fraternales y solidarios de
cada uno de sus miembros (véase figura 2). FIGURA 2 66 El círculo
ondulado representa a una sociedad organizada a base de solidaridad
social. Su centro representa el bien colectivo. Cada individuo tiene un
ámbito propio, pero ese ámbito tiene tres características: a) proporciona a
cada uno la conveniente independencia, pero no es cerrado; b) los
individuos no rehúyen contacto con los demás sino que, por el contrario, se
unen codo a codo para emprender tareas de bien colectivo en cumplimiento
del deber social; c) cada individuo mira hacia el bien colectivo (centro del
círculo) como meta de sus deberes para con la sociedad. Es preciso
comprender que el contenido que el liberal -individualismo asignó al
derecho, no es el que corresponde a este inherentemente. Todas las ideas
en las que se basa una concepción realmente democrática de la sociedad
pueden ser sostenidas y apoyadas, a su vez, por normas jurídicas nuevas y
válidas, conformadas a la realización de una sociedad humana más
satisfactoria. Una forma de organización auténticamente democrática de la
sociedad que imponga un modelo de vida solidario y participativo para todos
y que para ello requiera la derogación de todos los privilegios y ventajas que
injustificadamente han alcanzado unos pocos en desmedro de los más, no
se encuentra en pugna con el derecho ni huella principio jurídico alguno.
Por el contrario, todo intento de instaurar una organización social más justa
y más armónica, podrá valerse instrumentalmente de los principios y
normas del derecho, cuya más plena realización no puede ser otra que el
establecimiento de una ordenación social impecable. Deliberadamente
hemos omitido en esta explicación entrar en precisiones mayores,
determinados por un espíritu de unidad democrática. Pues desde los
sectores reformistas avanzados hasta los sectores integralmente socialistas
pueden aprovechar esta tesis y no aspiramos nosotros a ser los árbitros de
una posible diferencia de formas o de objetivos políticos, sino poner
nuestros conocimientos jurídicos al servicio de todos aquellos que repudian
el status actual y que luchan por una sociedad auténticamente democrática.
De una manera inevitable, sin embargo, quedamos obligados, para que
nuestro empeño sea útil, a mostrar las líneas más generales de bases
normativas que puedan ser empleadas prácticamente para el éxito de una
auténtica democracia. Es un paso indispensable para que esta explicación
trascienda el plano de la pura teoría y pueda proyectarse a un sistema
social realizable.

ALGUNAS IDEAS BÁSICAS PARA UNA LEGISLACIÓN DEMOCRÁTICA


Sin pretensión alguna de agotar la materia, sugerimos algunas ideas
centrales que podrían inspirar a la legislación de una democracia auténtica.
Mantenemos en ellas la amplitud necesaria para que puedan ser aceptadas
tanto por posiciones reformistas como por las revolucionarias. 1) La regla
central que debe estar en la base misma de toda organización democrática
es la de que el interés general tiene predominio sobre el interés particular
de alguno o de varios miembros de la sociedad, razón por la cual este
último debe ceder cuando se encuentre en contraposición con aquel. Esto
es fundamental para marcar que el derecho se pone al servicio de toda la
sociedad y no se presta a su manipulación por un determinado sector de
ella. 2) Debe entenderse que la ley del Estado tiene el poder para remover
toda situación injusta o inconveniente para el interés social, aun cuando esa
situación haya sido alcanzada por un particular con arreglo a disposiciones
legales precedentes. No hay derechos adquiridos que puedan detener el
progreso social o que puedan oponerse al interés social general. 3) En el
caso de que la necesidad de corregir injusticias sociales o de hacer
prevalecer los intereses generales haga necesario despojar a algún
particular de bienes o de 67 derechos de que antes hubiera estado
gozando, habrá de contemplarse por la ley correspondiente una
compensación en dinero o en especie en su favor, siempre que la medida
afecte a bienes suyos que haya adquirido mediante legítimo trabajo propio.
4) Todos los ciudadanos han de participar en el examen y decisión de los
más altos problemas sociales, sin perjuicio de que en lo relativo a la
administración ordinaria de la sociedad puedan ellos delegar tales
facultades en representantes suyos. Estos representantes serán revocables
en cualquier momento. 5) Toca al Estado, como organización jurídica
suprema de la sociedad, asumir la tutoría y gestión normales del interés
general. El Estado está encargado de regular las actividades económicas
de la nación con miras al bien colectivo. El Estado también debe promover y
sostener todas las actividades que estimulen y faciliten la solidaridad y la
fraternidad entre los hombres y las naciones, que desarrollen la educación y
la cultura de todo el pueblo, que tiendan a la unidad nacional y que procuren
el mayor bienestar de todos los habitantes. 6) La asunción por el Estado de
atribuciones tan amplias y generales, hace necesario el establecimiento de
un régimen de control de sus autoridades, funcionarios y agentes, que
permita imponer en todos ellos una conducta honesta dirigida a asegurar el
cumplimiento de las necesidades y conveniencias generales y una sujeción
estricta al régimen jurídico vigente. La burocracia debe estar al servicio de
los ciudadanos. 7) Los derechos humanos deben ser objeto de una especial
protección. Ésta será encomendada a representantes populares dotados de
las facultades y medios apropiados para investigar los actos que los
vulneren y para obtener la sanción de sus violadores. 8) Si bien los
ciudadanos gozan de derechos, también pesan sobre ellos deberes hacia la
comunidad, especialmente aquellos que consisten en la subordinación de
sus actividades e intereses al interés general y que señalan su necesaria
solidaridad con todos los hombres. 9) El trabajo humano debe ser respetado
como expresión relevante de la personalidad del hombre. Solamente podrá
ser cedido a otros hombres en cuanto aseguren ese respeto y compensen a
quien lo realiza de manera congruente con su alto valor social y con las
necesidades humanas del que lo presta. 10) Se reconocerá propiedad
privada sobre los bienes que un individuo ha adquirido con su trabajo
personal y que le son necesarios para su perfeccionamiento humano y para
el bienestar de su familia, en tanto ello no limite derechos equivalentes de
otros. En todo caso, esa propiedad habrá de ser ejercida siempre de
manera compatible con el interés general. No se admitirá acumulación de
bienes de cualquier especie que excedan a las necesidades indicadas o a
las exigencias de un sistema de organización económica que cuente con el
consenso social. 11) Los particulares pueden celebrar entre ellos contratos
patrimoniales relativos a los bienes de que legalmente pueden disponer,
con tal que con ello no menoscaben el interés general o los derechos de
terceros. 12) Se tenderá a que las actividades económicas de mayor
importancia para el interés general sean asumidas directamente por el
Estado. Las demás habrán de ser cumplidas prioritariamente por equipos
humanos organizados como cooperativas de trabajadores o empresas de
autogestión. En principio, debe rechazarse que los medios de producción
sean de propiedad de particulares, salvo aquellos que pueden ser
empleados por los miembros de una misma familia.

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