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Entre las sociedades europeas que hicieron vida en el África, luego de la dura etapa de la

esclavitud, se mantuvo la etapa de las diferencias raciales, la marcada diferencia de clase y la


servidumbre de la raza negra se hicieron una normalidad entre las casas de familias europeas.

Y entre las innumerables historias, anécdotas, mitos y leyendas que han quedado en la historia
de estas vivencias, la autora Doris Lessing hizo un enfoque valioso, referente a las cosas que el
dinero ni el poder pueden comprar, en este caso, una muy específica, las creencias, o como lo
dice la lectura, la brujería.

El valor de alegrarse por la felicidad de los demás, fue es y será un hecho que no pasa
desapercibido, y con este inicio se abre prácticamente la historia, no hay barrera social que
pueda dejar pasar gestos de amor, los gestos de amor suelen colocar por destellos a todos en
un mismo nivel, el nivel, el nivel donde entendemos que somos humanos, que podemos tener
los mismos sentimientos, las mismas miradas, incluso los mismos pensamientos.

Justo estos sentimientos de humanidad y gratitud se despertaron en la familia Farquar, al ver


a los nativos sirvientes de la casa mostrar sincera felicidad por la llegada de su tan esperado y
anhela hijo.

La gratitud es otro valor que se expresa de forma muy elocuentemente durante la lectura, es
un resultado natural de las expresiones de afecto, sobre todo lo que los padres sienten cuando
alguien muestra cariño sincero por sus hijos, tal como era el afecto que sentía aquel cocinero,
Gedeón, por “cabecita dorada” , que era el nombre cariñoso con lo que los nativos llamaban al
pequeño Teddy, Gedeón logro formar lazos especiales con el niño, al punto de manifestar
sentido de pertenencia, lo cual fue tomado con buenos ojos por los señores de la casa,
quienes de alguna exteriorizaban su gratitud con aumento de salarios.

A pesar que hay cosas que no tienen precio, la familia Farquar sentía la necesidad de muchos,
ser agradecidos, un buen trato y una ayuda en las necesidades más evidentes, la situación
económica, pareció ser una buena forma de mostrar aprecio.

No obstante, la cultura, la tradición, generalmente se impone sobre cualquier pensamiento, a


pesar que esta familia era una familia de valores, las marcadas diferencias raciales no pasaban
por alto, es propio de la condición humana creer que lo que hemos visto como “normal” está
bien, la autora lo resalta al enmarcar los sentimientos del pequeño Teddy , que a pesar de la
cercana y cariñosa relación con su cocinero nativo, a quien quería como se quiere a un tío o un
hermano mayor, podía ver con desprecio o inferioridad a otros nativos.
Y en esa extraña relación se desarrolla el clímax de la historia, lo que hace el amor y lo que no
puede hacer el dinero o el poder, el personaje Gedeón, a pesar de reconocer en “cabecita
dorada” su gen racista y hacer algo de distancia, no deja de quererlo, el afecto sincero
generalmente nunca deja de ser. Y el amor cuando se liga con el miedo causa un poco de
desesperación, ese fue el sentimiento que embargo a la señora Farquar y Gedeón, al
enterarse que los ojos de Teddy habían sido escupidos por una serpiente.

El diagnóstico y sus consecuencias no eran un misterio, ellos al instante sabían que el niño
perdería la vista, y en medio de la angustia el cocinero corre a hacer lo que sabían hacer, y fue
a buscar plantas curativas al campo, dejando con esa esperanza a la madre desesperada, y a
su llegada aplico sus conocimientos ancestrales y el niño sano.

Y más allá de la gran alegría y muestras de gratitud de la familia al cocinero amigo, paso lo que
normalmente pasa cuando algo “extraordinario” sucede, la noticia se corrió, en cualquier
época, aun sin computadoras ni redes sociales las noticias importantes transcienden las
paredes, las fronteras, es difícil callar los grandes acontecimientos, por diferentes motivos,
publicar un gran suceso es otro acto natural de la humanidad.

Por un motivo noble, se le solicita al nativo dar los secretos de la sanación a los ojos del niño,
se le ofrecen ventajas monetarias e incluso, se le explican los beneficios para la humanidad de
conocer semejante secreto ancestral, pero nada de eso pudo convencer al cocinero oriundo
del África de descubrir su herencia y creencias, algo que no sale en libros y que hace a su raza
una población especial, su idiosincrasia, el patrimonio de sus antepasados, su verdad y su fe,
no se puede vender.

El relato de Doris Lessing, nos recuerda todo aquello que es más valioso que el dinero, todos
tenemos algo que no tiene precio, los valores, las creencias, el amor, en la forma que se
manifiesten, todos tenemos algo que no se puede negociar, para Gedeón fueron sus
conocimientos ancestrales heredados, su brujería. Es bueno atesorar cosas que no tengan
precio.

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