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DESDE 8 AÑOS

ALFAGUARA INFANTIL

Cuentos de Ada
PePe Pelayo Ellustraciones de Alex Pelayo

Cuentos de Ada PePe Pelayo


Ilustraciones de Alex Pelayo
Por raro que parezca, en estos Cuentos de Ada no hay varitas
mágicas, duendes, castillos, ni nada que se convierta en otra cosa.
Pero sí son cuentos de Ada, porque todo lo que aquí se narra le
ocurre al pobre Adalberto: desde insólitos problemas, por tener que
cuidar a su hermanito menor o conquistar a su chica, hasta enfrentar a
Orco, un grandulón contra el cual le hace falta la varita mágica, que no
aparece en estos relatos.

www.pepepelayo.com

956239-258-9

ALFAGUARA
INFANTIL
97895623925871

ALFAGUARA INFANTIL
ALFAGUARA

© 2003, Del texto: PePe Pelayo O De las ilustraciones: Alex Pelayo

Cuentos de Ada
O De esta edición:
2003. Aguilar Chilena de Ediciones S.A. Dr. Aníbal Ariztia 1444. Providencia
Santiago de Chile
PePe Pelayo Ilustraciones de Alex Pelayo
• Grupo Santillana de Ediciones S.A.
Torrelamuna 60, 28043 Madrid, España # Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A. de
C.V.
Avda. Universidad, 767. Col del Valle, México D.F. C.P. 03100.
• Aguilar, Altea, 'Turus, Alfaguara S.A. de Ediciones
Avda. Leandro N. Alem 720, C1001 AAP, Buenos Aires, Argentina, Sanullana S.A.
Avda. Primavera 2160. Santiago de Surco. Lima, Perú. Ediciones Samillana S.A.
Constitución 1889, 11800 Montevideo, Uruguay.
• Santillana S.A.
C/Rio de Janeiro, 1218 esquina Frutos pane Asunción, Paraguay. * Santillana de
Ediciones S.A.
Avda. Aree 2333, entre Rosendo Gutiérrez y Belisario Salinas, La Paz, Bolivia,
ISBN: 956 239 258.9 Inscripción N" 132.641 Impreso en China/Printed in China
Primera edición: julio 2003 Septima edición junio 2008

Manuel Estrada

in de propi sample

ALFAGUARA

A Sebastián por su gran sentido del


humor y a Martin por su risa de los
Pelayos
PRIMERA PARTE
LIVE

EL HERMANITO

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LB by
AME
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NLB
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COMPTE

Las vacaciones

¡Ada! i:Qué?!
-;Ada...! ¡Adalberto!
¡Sí, mami!
-Ven aquí. Necesito un favor tuyo, tesorito.
Se me erizaron los pelos. Siempre que mi madre me llama tesorito es para
pedirme algo desagradable. Deseé que el favor no fuera algo muy
complicado, por que me había hecho amigo de varios mu chachos y habíamos
quedado en salir a re mar y la mañana estaba fantástica. Me encanta este
balneario. Debo convencer a mi papá para que nos traiga siempre a ve ranear a
este lugar.
-Mira, Adalberto, hace dos días que llegamos y todavía no me he podido
bañar en la playa. ¿Tú podrías entretener
a Yoyito mientras tu padre y yo nos da mos un chapuzón?
-Pero, mamá...
-Escucha, tesorito, estábamos pen sando en comprarte una tabla de surf,
pero no sé...
¡Guao! ¡Ella sabe perfectamente que esa tabla me obsesiona! Es muy
inteligente y pícara mi madre. Por esa tabla yo soy ca paz de cualquier cosa. Y,
la verdad, pensé que me iba a pedir algo más difícil. Porque, aunque
latoso, cuidar por un par de horas a mi hermano chico no es un precio tan alto.
-Está bien -le dije-. Pero un rato nada más porque tengo cosas que hacer.
De esa manera me responsabilicé del enano y decidí hacerlo con profesio nalismo.
Para empezar, me puse a recor dar cómo era yo cuando tenía esa edad. Por eso supe
que me iba a ser fácil mane jarlo. Aposté a que si me evaluaban como niñero me daban el
máximo de puntos. Por ejemplo, yo sé que a los niños hay que tratarlos con
dulzura. La entonación, so bre todo, es muy importante.

-Oye, si te portas bien, te voy a lle var a andar bicicleta.


Enseguida me lo prometió. ¡Qué satisfacción! Hay que usar psicología in
fantil. ¡El máximo de puntos para mí!
-¡Ya! -dijo-. Vamos. ¡Dale, vamos!
Eran las nueve de la mañana. Tenía ganas de nadar y correr un poco por la playa
antes de encontrarme con mis ami gos, pero ya no me podía echar atrás. Además, a
los niños chicos hay que cum plirles siempre lo que se les promete.
A pocas cuadras de allí hallamos una tienda donde arrendaban bicicletas.
-Necesito arrendar una bicicleta.
-Sí, dame tu carné -me dijo la en cargada del local.
-No tengo ningún carné –le con
Nos demoramos porque Yoyito quiso que lo llevara en hombros, pero lle
gamos, aunque algo cansado, debo reco nocerlo. Y comenzamos el trámite.
-¿Usted se queda con el carné? -pregunté.
-Sí, mi'jito. Yo me quedo con el carné –me dijo la mujer-. Es una garan
tía. Cuando traigas de regreso la bicicleta te lo devuelvo.. .
Escogí la mejor bicicleta. Con esa gente hay que estar atentos, dice siempre mi
tío Matías. Él podrá ser un chiflado, como alega mi mamá, pero sabe
mucho de estas cosas.
No había nadie en la calle. Nos su bimos y así, sin impulso y en zig zag, to
umbo desconocido por las calles del balneario.
testé.
-Entonces no puedes arrendar bi cicletas.
Tuvimos que volver a la cabaña. Por suerte, mis padres no se habían ido toda
vía y papá me prestó su carné de condu cir. Regresamos a la tienda.
Eran las once y media, cuando pa ramos bajo una palmera.
-Bueno, Yoyito, ya has paseado bastante. Más de dos horas. Ahora,
regre semos a la cabaña.
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-Hola. ¿Me puede decir dónde es tá el que arrienda los caballos?


-Hace un rato que se fue -me con testó–. Lo vi guardar los caballos, cerrar con llave y
subirse en una bicicleta.
-¡Pero no es posible! Yo todavía tengo uno de sus caballos. ¡Él tiene mi bi
cicleta! -grité.
-Ah, era tuya? Por eso me extrañó. Él nunca ha tenido una.
-¿Usted sabe dónde vive? -quise saber.
-No; sé que es por la costa, pero dónde exactamente, no te podría decir.
¡Lo que me temía! Desde el princi pio me cayó mal ese tipo. Qué se puede esperar
de un hombre que no se preocu pa por un caballo y se roba una bicicleta. LA BICICLETA!
tienda y explicarlo todo. A lo mejor en tendían y me
Ahora tenía que ir a la
devolvían el carné de mi pa pá. Además, la empleada, esa si parecía
buena gente.
-Vamos, flaco. Monta rápido, que nos vamos.
Oye, yo me quiero ir a casa.
-Sí, Yoyito, después. Ahora, vamos a devolver el caballo.
-No, yo quiero irme ahora porque tengo hambre.
-Espérate, primero tenemos que re solver esto.
-Yo quie... - ¡Que te subas!! ;:Me oyes?!
A veces hay que obligar a los niños chicos. Quizás de diez, me daban
ocho o nueve puntos si me evaluaban en ese mo mento, pero no podía hacer otra cosa.
El ruido de un motor me hizo mi rar al cielo. Era un avión volando a poca altura
con un letrero desplegado en la co la. Los chicos en la playa gritaban y lo sa
ludaban con las manos. Vi a lo lejos va rios botes deslizándose por las pequeñas
olas que se movían con la débil brisa. ¡Y pensar que yo podría haber estado allí di
virtiéndome con mis nuevos amigos!
Nos apuramos. La tienda aún esta ba abierta y la misma empleada atendía.
-Buenas tardes -le dije-. Mire, le voy a explicar. Yo no traigo la bicicleta...
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17

-¡Ah, no trajiste la bicicleta! ¿Y pa ra cuándo lo vas a dejar? Es tarde ya.


-Sí, es que... --me costaba trabajo, pe ro tuve que decirlo-. Mire, resulta que a mi
hermanito se le antojó andar a caballo y yo no tenía el carné, ya que lo dejé
aquí. En tonces, hablé con el hombre de los caballos y le expliqué la situación. Al
no tener carné, imagínese, era difícil arrendar así... Y se nos ocurrió que si
yo, como garantía...
(Aquello no fue fácil. Y tuve que decirlo, aunque me salió en un susurro).
-...dejé allí la bicicleta por el caballo.
i¿Qué?!-gritó.
-Sí –traté de terminar la explica ción-. Entonces, cuando fui a devolver el
caballo, el hombre no estaba.
-Pero, y la bicicleta?-me preguntó.
-¡Se lo estoy explicando! -la inte rrumpi-. No la traje. Pero, fíjese... esto se puede
resolver... -le propuse, no muy convencido-. Mire, ahora ustedes se que dan con el
caballo como si fuera la bici cleta, me entiende? Entonces, mañana se resuelve todo.
- A nadie se le puede ocurrir eso! ¿Dónde vamos a meter un caballo?
-¡Yo qué sé! Pero entienda: ;y yo? ¿Qué hago con el animal? Yo no soy de
aquí.
-Lo siento. Ese es tu problema. Mi ra, lo mejor que puedes hacer es irte con tu caballo, y
mañana veremos
Ya eran la dos de la tarde. Nos fui mos los tres para la cabaña. Amarré el ca
ballo en el jardín. Estaba seguro de que mi madre comprendería todo este lío. Su
calma y serenidad me hacían mucha falta en ese momento.
-j¿Dónde rayos se metieron?! – vo ciferó al abrirnos la puerta, Mira ese ni ño
como está! ¡¿Sabes qué hora es?!
Aplastado, intenté explicarle todo. Ni me dejó terminar. ¡Y cómo se puso mi padre
por su carné!
Me prohibieron ir a la playa por el resto de las vacaciones.
Pero fue al otro día fue cuando en realidad
me dolió el castigo. Recuerdo
que Yoyito se paró en la puerta y comen
19

La mentira
zó a sacarme la lengua y a reírse. Agarré la almohada para tirársela por la
cabeza, pe ro me aguanté. Esa no era la mejor mane ra de tratar a un niño chico.
Lo miré y no le hice nada. Si me evaluaban me tendrí an que dar diez puntos.
Cuando se fueron, me desahogué: grité diez veces que odiaba a mi hermano. Después
lancé la almohada hacia el techo con toda mi rabia. Tuve mala suerte. Dio contra
la lá:npara, y ésta me cayó encima.
Me pusieron tres puntos en la fren te... con esos puntos, seguro desaprobé la
evaluación.
Hace como quince días, el tío Matías me llevó a pescar al río. Caminamos y..
caminamos. Y de repente, sin : darnos cuenta, estábamos en medio de un desierto.
Un cactus y el esqueleto de un camello, fue lo único que vimos en diez kilómetros a
la redon da. No habíamos comenzado a transpirar cuando, de pronto, de la arena
surgieron cuatro osos polares y nos rodearon. El tío Matías, con su gran
agilidad mental, me agarró de un brazo y pegó un salto tan descomunal que caímos
al borde de un precipicio, situado frente a una selva re pleta de serpientes, leones,
gallinas y mos quitos. No nos quedó más remedio que, con el impulso, rebotar
dando otro salto, y caer en la cima de un volcán en erup ción. Nos tomamos
unos minutos para

mera
U
.
ou

Matías, agradecido, les obsequió un fras co de


mayonesa que llevaba en el bolsillo, y yo les regalé mi
boomerang...
-¡Mentira, Ada! ¡Eso es mentira!
-No hables tan alto, Yoyito. ¡Vas a despertar a todo el barrio!
¡Qué pasa ahora?
-¡Que es mentira lo del boome rang, porque me lo regalaste a mí!
retomar el ritmo de nuestra respiración. Después, al observar el
lugar, nos dimos cuenta de que el volcán no era tal, sino
un gigantesco hormiguero. Decidimos en tonces continuar
saltando, cuando un temblor de tierra nos hizo rodar cuesta
abajo. Como la nieve aún estaba algo du ra, formó una bola alrededor
nuestro. Ca si al llegar abajo, ya la bola medía la altu ra de un
edificio de tres pisos más o menos. Por suerte, caímos en
una playa y la nieve se derritió. Medio mareados to davía, nos
vimos en la necesidad de bus car un refugio, porque unos
vientos hu racanados nos empujaban hacia un enorme hoyo
negro entre las rocas. Llega mos con dificultad a una cueva. Y para
sorpresa nuestra, allí se encontraban ju gando dominó, un indio
apache y un cos monauta. El tio Matías les preguntó por el
camino más corto para regresar a casa y le respondieron que si
seguíamos dos ki lómetros caminando por debajo del
río, que desembocaba a unos metros del lu gar, podríamos llegar
en un año. El tío
LLL
KODIWARI
ryte

El sárdwich
-¿Y qué importa eso, flaco? ¿No me dijiste que querías un cuento para
dormir?
--;Mentiroso! ¡El boomerang me lo diste a mí!
-Yoyito, no grites, vas a lograr que papá...
-¡Mentiroso! -Mira... -¡Mentiroso! -Yoyito, ¡cómo te odio...! -¡Mentiroso!
-;Mamá!! ¡¡Papá!! ¡¡Yoyito no me deja dormir!!...
UE

plate

-Mentiroso...
Ese día me preparé el sándwich más rico y gran de que se haya visto jamás.
Tenía la boca hecha agua.
Me lo serví en un
plato para comérmelo con tranquilidad en el patio. Pero, de pronto, recordé que
estaba solo en casa con Yoyi to. Y si me veía y se le antojaba la mitad del
sándwich? Decidi entonces comérme lo encerrado en el baño...
Sólo contemplarlo era una locura. Dos tapas de pan apretaban una hambur guesa
doble, hojas de lechuga, cebollas, pepinillos, dos capas de rodajas de toma tes,
un huevo frito, varias lascas de queso, y sobredosis de mayonesa, mostaza y
ket chup... De nuevo se me hizo la boca agua.
Pero había un problema. O me co mía uno a uno los ingredientes por sepa
rado, o aplastaba los panes y me lo comía todo a mordiscos,
abriendo la boca lo más posible. Sí, porque el sándwich
media unos centímetros más que una estiradísi ma boca
promedio. Y la mía no era tan grande... Dudé.
Y en esa vacilación estaba cuando Yoyito, al no encontrarme por
ningún la do, comenzó a llamarme a gritos.
No lo pensé dos veces. Que me per donara mi hermanito, pero no
podía compartir aquella delicia. Abrí tan desme suradamente la
boca que sonaron los hue sos de mi mandíbula. Sentí un dolor
agu do, pero enseguida se me pasó. Sin embargo, una
sensación de parálisis me invadió la cara. Tocándola con mis
dedos lo pude comprobar: ¡se me había trabado la quijada!
¡No podía cerrar la boca! Era increíble! ¡Tenía que ir al médico
lo más pronto posible!
Pero sentí miedo. ¡Y ji salía y se burlaban de mí en la calle? Era muy
fácil reírse si me comparaban con un buzón, por ejemplo. O si un
gracioso me metía un papelito arrugado como si mi boca fuera un
basurero. ¿Y qué diría Cary si me viera así? Nunca más se
interésaría por mí.
Y lo que era peor! ¡Si el pesado de Orco me llenaba la boca con
agua sacada de cualquier lugar! ¡O un hombre; sin darse
2001
2002

CLUB

22
FA
HP

27
--Pues cómetelo tú, hijo mío -dijo mi madre-. Te lo mereces.
En ese instante sentí que se me ha cía la boca agua. Y sentí también un pro fundo
odio por mi hermanito...
cuenta, me apagaba un cigarrillo en la bo ca confundiéndola con un cenicero!
No, no podía salir así... ¿Pero qué podía hacer?
Intenté cerrarla a la fuerza, con una mano en la cabeza y otra debajo de la mandíbula.
Nada. Entonces se me ocurrió una idea estrambótica, pero era mi única
oportunidad: me golpearía la quijada con el puño cerrado. Comencé suavemente.
Nada. Continué con más fuerza. Nada.La tercera vez, me concentré pensando en
que golpeaba la cara de Orco..
El knock-out fue fulminante...

Percibí un fuerte olor a alcohol. Po co a poco se me fue aclarando la vista y


comprobé que me encontraba en un hos pital. Reconocí a mis padres parados
de lante de la camilla. Entonces escuché el to no alto y agudo de la voz de mi hermanito:
-... y sentí un estruendo. Empujé la puerta y vi que era Ada. Entonces llamé a la
ambulancia, como ustedes me enseña ron, y lo trajeron para acá. Ah, y también
recogi su sándwich...

29

SEGUNDA PARTE
EL ROMANCE

Oro
CALL
7

Primer intento
KERAAR

TODE

TO
22

Ya llegó la ON música. Cary está lindísima. ¡Qué manera de gus


tarme! ¡Tengo que bailar con ella! ¡Es más, hasta pue do preguntarle si
quiere ser algo más que mi amiga! Pusieron un tema suave. Es mi
oportunidad...
Mi único problema es que he comi do ensalada con mucha cebolla. ¿Qué de bo
hacer? Tengo dos posibilidades:
* Me arriesgo a sacarla a bailar así. * O me olvido del asunto.
Pero, y si yo le gusto?... Sí, me arriesgo. ¡Debo apurarme y sacarla a bai-
- lar rápido! ¡Sí! Aunque, no... no sé. Las decisiones hay que analizarlas muy
bien. Si me acerco y la invito a bailar, tengo dos posibilidades:
* Baila conmigo. * O no baila conmigo.
Si no baila conmigo, está todo cla ro: no le gusto. Pero si acepta, tengo dos
posibilidades:
*Que bailando le haga la pregunta de si quiere ser algo más que mi
amiga.
* O que bailando no le haga la pregunta.
está todo claro: soy un imbécil
Si bailando no le hago la pregunta,
cobarde por no tener valor. Pero si le hago la pre gunta, tengo dos
posibilidades:
* Que me diga que sí. *O que me diga que no.
Si me dice que no, esté todo claro: no le gusto. Pero si me dice que
sí, tengo dos posibilidades:
* Que me deje bailar muy cerquita de ella.
* O que no me deje bailar muy cer quita de ella.
Si no me deja bailar muy cerquita de ella, está todo claro: no le gusto
tanto. Pero si me deja bailar muy cerquita de
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a sacar a bailar! ¿Cómo? ¡El Pocho se me adelantó y la
sacó! Ahora no tengo ningu na posibilidad...
ella, tengo dos posibilidades:
* Que se de cuenta de mi aliento a cebolla y no siga
bailando.
* O que se de cuenta de mi aliento a cebolla y siga
bailando.
Si se da cuenta de mi aliento a ce bolla y no sigue
bailando, está todo claro: no le gusto tanto. Pero si se
da cuenta de mi aliento a cebolla y sigue bailando,
ten go dos posibilidades:
* Que ella también haya comido cebolla y no me
huela.
* O que ella no haya comido cebo lla, pero le gusten
los malos olores.
Si a ella le gustan los malos olores, a está todo claro: no
me gusta
y no sigo bailando. Pero si ella también comió ce
bolla, eso significa que comparte mis gustos. Por lo
que vamos a ser algo más que amigos y muy felices.
Por lo tan to, ¡ya lo decidí! ¡La voy
COVENANT
CO
CECISSORS
SELLESTI.
A2

34
Segundo intento
ta. Frente a frente me costaba mucho de cirle lo que
sentía.
Ahora, sólo tenía que esperar la res puesta. Entonces, me
senté a comer mis dulces en el banco del parque, por donde
debía pasar Cary.
Comencé a prepararme para el en cuentro. Cerré los ojos,
mientras me la imaginaba a ella corriendo hacia mí con el
pelo suelto y cara de felicidad...
AN

Me sentía feliz. En la nota que le envié a Cary pude resu


mir mis sentimientos sin caer
en los extremos. Pero me costó
mucho trabajo, es verdad. A veces, al redactarla, ponía
cosas como: «desde el día que te conocí comprendí
que lo eres todo para mí, bla, bla, bla... >> Y rompía el
papel. Aquello parecía una declaración de esas que salen
en las abu rridas películas de amor que ven mis pa dres.
En otras, me iba hacia el otro extre mo: «Oye,
Cary, tienes que enamorarte de mí, entiendes? Y bla,
bla, bla...» Ha cía mil pedazos la hoja. Un poco más,
y le decía que si no se enamoraba de mí, la iba a castigar.
Pero, al final, logré redac tarla con mucho tacto;
sencilla y bonita. ¡Hasta la rocié con unas gotas de perfu
me! Fue una buena solución la de la no
S.

ARRO
TITA

Último intento

A16?
Siempre me embelesaba de esa ma nera al pensar en nuestra relación. Por eso di un salto de
sorpresa cuando me gritó al oído.
-¡Oye, bruto! ¿Quién te crees que soy yo?
-¡Cary! No entiendo...
-¡Escúchame, Ada! ¿Cuándo te he prestado alguna rodillera sucia? ¿Cuándo tú me has
dado una pelota de fútbol!
-i¿Cómo?!
-Y te digo más: ¡no permito que te dirijas a mí en ese lenguaje! ¿Por qué ra zón
me enviaste esto, Adalberto?
-Déjame ver esa nota... ¡Ay, mi ma dre! ¡Es el papelito que le mandé a Pocho!
¡Disculpa, Cary, esto no era para ti! ¡La que te escribí...! ¡Ay, mi madre! ¡Me
voy antes de que el Pocho la lea!... ¡Chao!
Te
esta.

-¿Alo? ¿Estará Cary?


-¿Estará dónde?
-No, sólo pre- og gunto si ella está.
-¿Si está dónde? -Ahí, en su casa. -Ah, sí. Está aquí en su casa. -¿Y podría hablar con
ella?
-Supongo que sí. Si los dos saben, hablar no veo por qué no...
-Por favor, me refiero a que si po dría hablar con ella en este momento.
-En este momento no lo creo, por que estamos hablando usted y yo. Si ella hablara ahora
también, no nos entende ríamos. Por otro lado, no tengo interés ahora en hablar con
ella. Yo lo hago casi todo el día.

-Sí.
-Bueno pues... deseo decirtelo ahora. -Dime entonces.
-Cary... Yo he intentado varias ve ces decirte esto... Pero no es fácil.
No quiero que me malinterpretes. Mira... no sé... ¡Ya! ¡Sea lo que
sea! ¡Yo quiero que tú y yo seamos algo más que amigos!
CZ
AN

-Perdón, pero ¿con quién hablo?


-Con la madre, de la madre, de la madre de Cary.
-Con la madre... ¡Usted es la bisa buela de Cary!
-Así es.
-Mucho gusto. Yo soy Adalberto. ¿Podría hablar con su bisnieta, por
favor? Claro, después que terminemos de hablar usted y yo
-Sí, como no. Enseguida... Aquí está. Hasta luego.
-Chao. -¿Aló? -¿Aló? ¿Cary? -Sí. -Cary, soy Ada.
-¿Soyada? No conozco a nadie con ese nombre.
-No, Cary. Te habla Ada. Adalberto. -¡Hola, Ada! -Hola, Cary. -
¿Para qué me llamas?
-¿Recuerdas que te dije ayer que te nía que conversar una cosa contigo?

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-A ver si entiendo: ¿tú quieres ser súperamigo mío?


-No, algo más. -¿Hiperamigo? -No, más que eso. -¿Un megamigo?
-¡Más que un súperhipermegami go tuyo!
-Un hermano entonces? Pero Ada, eso tendrías que hablarlo con mis padres a ver si te
quieren adoptar. Si no, lo veo imposible.
-Cary, me refiero a que quiero ser... - Aló? ¿Con quién hablo?
-¿Cómo? ¡No, señora! ¡Está equivo cada! Parece que la línea se cruzó.
-¡Yo no me he cruzado con nadie! ¿Con quién hablo, por favor?
-¡Abuelita, estás hablando con Ada, un amigo mío! Disculpa Adalberto, es mi abuela otra
vez. ¡Abuela corta por alla!
-¡Ah, eres tú hija mía! Disculpen...
¡Qué increíble! No le hagas caso, Ada. Ella a veces se pone... ¿Qué me esta bas
diciendo?
.-Te decía que por lo que he senti do últimamente, yo quisiera que tú
y yo...
--¿Aló? ¿Con quién desea hablar?
-¡Abuela, ya te dije que estoy ha blando! ¡Cuelga, por favor!
-Pero si yo sólo quería...
¡Oye, Ada! Yo soy la que voy a col gar. Así no se puede hablar. Termina de decirme
esto mañana. ¿Está bien? Chao.
-No, Cary, espera...
-¡Cary, hija mía! ¿Eres tú? ¿Aló, quién habla?
-¡Señora! ¡Por favor! ¡Estuve a punto...! -¿De qué, mi niño? -¿Cómo?
-¿Que estuviste a punto de qué? Ay, hijo, puedes decírmelo a mí, yo pue do ser tu
bisabuela también...
-Gracias, señora. Disculpe, pero no... Buenas tardes...

TERCERA PARTE
EL ENEMIGO

AT
132.31
ALLA

were
42
AN
18

Bere

La renuncia
que fue un accidente. Por eso te mojó ahora tu cabezota.
¡Por justicia!¡Y porque tú no puedes hacerle nada,
grandulón! Porque si se te ocurre hacernos algo, te vas a
buscar un tremendo lío. Sí, porque el Pocho no dudará
en delatarte, Orco...
Pog
-
A
SA

¡Suelta al Pocho, Orco! ¡Suéltalo!


Sí, soy yo: Adalberto. ¡Si Pocho te echó el vaso de agua
en la cabeza fue porque te lo mereces! Porque el Pocho
no te va a aguantar ni una más... ¿Tú no eres el
que lo empapas con el agua de la fuente del patio
delante de todas las niñas? ¿Eh? Tú no eres el
que nos mojas con la mangue ra cuando pasamos
por delante de tu ca sa? ¡Eh? ¡Tú no fuiste el que me
llenó la mochila con el agua de la pecera? ¿Eh? Si,
Orco, tú eres ese abusador. ¡Cobarde! ¿Por qué no le
haces esas cosas a los de tu ta maño? ¿Y sabes por
qué el Pocho te lo hi zo ahora, Orquito? Porque te vio
cuando, adrede, diste vuelta el agua del florero en el
portafolio de la maestra y después dijiste
HONEY

TUTTE
WITHIUL
C-311
LLLLLLL
LLLL

en

46

El acto heroico
NOTE

-¡Ada! ¡Pero si no está lloviendo! ¿Por qué estás: -- were


así?
-Oye, Ada, espérate. -¿Qué pasa, Pocho? ;Déjame terminar!
-No, lo siento, Ada. Yo no le voy a echar ningún vaso de agua a Orco.
-¿Cómo? ¡No, tú no puedes echar te para atrás ahora, flaco! Ya lo ensayamos dos
veces.
-No, no puedo, Adalberto.
-¿Pero no viste cómo me aprendi todo el discurso?
-Sí, está bien, pero...
-Oye, pero si yo voy a llegar a tiem po. En cuanto Orco te levante por la ca misa
como siempre te hace...
-No, que va... -Pero si... -¡No, Adalberto, no! -¡Pocho! ¡No te vayas! ¡Flaco!
-¡No me pasó nada, Pocho! -En serio, Adalberto, ¿qué te pasó?
-Bueno... te lo voy a decir, flaco, aunque me es difícil contarlo. Tú sabes que a mí no
me gusta hacer alardes... La cosa fue que estaba pasando por delante de un
banco, cuando cinco enmascarados me empujaron hacia adentro y me toma ron
como rehén. A esa hora no había mu cha gente y les fue muy fácil reducirnos a todos.
Entonces comenzaron a cargar el dinero en varias bolsas de cuero. Todo es to
amenazándonos con pistolas y cúchi Ilos! Pero ahora viene lo bueno: en un
momento de distracción, parece que qui se hacerme el valiente, y le di una patada

48

La venganza
SENTES
STUUDET
EN

al que tenía más cerca. Después salté por encima del mesón y caí sobre
otro. Le es taba apretando el cuello para asfixiarlo, cuando de pronto,
ya tenía los otros tres a mis espaldas. Entonces me amarraron, me
metieron en uno de sus sacos de cue ro, ¡y me encerraron en la
caja fuerte del banco! ¡Qué calor, Pocho! ¡Qué manera de transpirar!
Por eso me ves así, empapa do. Sin embargo...
-Te volvió a mojar Orco, ¿verdad, Ada?
-Sí.
-¡Dale!;Dale! ¿No puedes más? Lle vas rato corriendo, ¿eh? ¿Qué le
pasa al grandulón y fuertote? ¿Te estás aflojando, Orco?
¡Sigue! Demuestra ahora que eres el duro...
(Me costaba gritarle por la falta de aire. Siete cuadras corriendo a
esa veloci dad no era poca cosa. Por suerte, hacía viento y soplaba en
dirección contraria a nuestra carrera. Eso me refrescaba algo. La gente
me gritaba al vernos pasar, pero yo no entendía bien lo que decían. Yo

lo pensaba en él y en cómo
lo humillé delante de todos. Pero aque
llo no había e acabado.
• Todavía
podía fasti diarlo más).
717
50

-Así te quería ver. ¡Corre! ¿Te acuerdas, flaco, de todo


lo que me has he cho? Yo lo soporté, bestia asquerosa...
Por eso me gusta verte sudar...Eso es... ¡Dale, corre! ¡Por el
Pocho! ¡Por todos mis com pañeros! ¡Y por mí, flaco!
¡Corre ahora!
.
23

(Las piernas me pesaban mucho, pero tenía que alcanzar


mi objetivo. Ya habíamos salido de los límites de la ciu
dad. El sol se ponía más deprisa que de
costumbre. Chorros de sudor me corrían por todo el
cuerpo. No sé hasta dónde podría soportar. Pero
era la resistencia de él contra la mía. Me concentré en
mi ob jetivo: todavía podía fastidiarlo más).
-¡Ahora grita, abusador! ¡Suda! ¡Co rre!; Hoy me tocó a mí,
flaco! ¿Te sorpren dí, eh? ¿No te gustó el hielo que te
colé por dentro de la camisa y delante de to das las
niñas? Eh? ¡Ahora corre! ;Sigue co rriendo, Orco!
Así te quería ver, humilla do totalmente. ¡Corre!
(Que no me vas a alcanzar nunca más! Claro, si todos los
pañan y me ayudan... Si después
Santos me acom
del hie lo que le eché delante de todos, logro
de cir que nunca me pudo pillar, cumpliría mi
objetivo de fastidiarlo completamen te, Dios mío,
que se canse el primero! Que se canse él
primero!;Que se canse!).
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CUARTA PARTE
EL FINAL
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La batalla decisiva

-¿Y qué hacen uste-( des en el parque? -lee ft pregunté a los chi quillos.
-Yoyito nos dijo por teléfono, de parte tuya, que es tuviéramos aquí a esta
hora -respondió Pocho hablando por los otros cuatro.
-¿Yoyito? -me extrañó mucho. Y mirando a mi hermanito le increpé -¿Tú hiciste
eso?
-Sí –contestó Yoyito-. Porque va mos a hacer una guerra de agua.
-¿Una guerra de agua? ¿Y entre no sotros seis? No, eso no tiene gracia, ¿ver dad,
Ada? -comentó Pocho.
-Si va a tener gracia, porque se van a enfrentar a alguien poderoso y que
odian -aseguró Yoyito.
-¿A quién? -quise saber.
--A ese que viene por ahí –respon dió mi hermano.
Todos nos volteamos y una sorpre sa mezclada con susto se reflejó en nues tras caras.
Orco hizo su aparición.
-Así que eres tú el que quiere en frentarse conmigo en este parque? -
rugió. el grandulón, dirigiéndose a mí.
-¿Yo...? - balbucié.
-Sí, y dice que te va a humillar de lante de todos -saltó Yoyito.
-¿Delante de ustedes? -se burló Orco.
-Sí, delante de nosotros - continuo hablando Yoyito, porque los demás no en
contraban todavía el valor para hacerlo-. Pero también delante de las niñas que
vie nen por ahí con el armamento.
Y, en efecto, un grupo de quince ni has llegaban cantando y riendo con Cary a la
cabeza. Cada una traía dos bombas de agua en las manos.
-¡Ah! ¡Esto se pone bueno! --se jac to Orco-. Creo que me voy a divertir mu
cho esta tarde.

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-¡Pero, flaco! ¿Qué has hecho? -su surré, casi sin mover la boca.
-Bien-habló Yoyito sin responder me-. Ahora vamos a dividirnos en dos
bandos.
-¡Nada de dos bandos! -bramó Or co-. Todos ustedes contra mí.
i -¡No! ¡Tú y yo contra todos ellos! – afirmó decidido Yoyito.
-¿Tú conmigo? –gruñó el grandu lón-El hermano del gusano
este?
-¡Yoyito! -exclamaron todos los niños.
-Sí, porque lo odio a muerte - con testó mi hermanito, mirándome, y quie ro
verlo destruido.
-Bueno, está bien -aceptó Orco Todos los gusanos contra el
piojo este y yo. ¡Y empecemos ya!
-¡Claro que sí! -saltó de alegría Yo yito. Y señalando hacia mí y después
ha cia mis amigos, continuó-. ¡Ustedes se lla marán Los Gusanos y Ada
será El Gran Gusano! Nosotros somos Las Aguilas, por tanto, mi jefe es
La Gran Águila!
-¡Me está cayendo bien el piojo es te! -dijo para sí Orco, caminando
hacia las niñas para buscar sus bombas, pero yo lo escuché.
Antes de irse con su jefe, Yoyito me hizo un guiño extraño, como
de complici dad. La verdad es que me dejó más confuso.
Ya no podíamos echarnos para atrás. Y menos delante de las niñas, que
WA
es

58

-
-
-
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divirtiéndose, continuaban palmoteando y cantando. Decidi entonces salir de


aquello con la mayor dignidad posible. Fui con mis amigos a recoger
las bombas y casi ni miré a Cary. Hubiera preferido que no estuviera
allí.
Después, cada bando tomó por su lado en el extenso parque.
Había una sola regla que respetar: el grupo perdía la batalla cuando uno
de sus hombres era blanco de un bombazo. Todo lo demás estaba
permitido.
-¡Aplastaremos a esos malditos! -les arengué a mis guerreros-. ¡No
podrán con nosotros! ¡Somos invencibles!
Yo sabía que ésa era la misión de un líder. Y aunque lo necesitaba más
que na die, decidí darles ánimos y prepararlos pa ra la victoria. Pero los
nervios comenza ron a afectar a mis soldados. Nunca habían
participado en tan peligroso jue go, y menos siendo los contrincantes de
Orco. ¡Con el miedo que le tenían!
-¡Atiendan aquí, flacos! -les orde né- Conozco bien a Orco. Él piensa
que
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atacaremos por detrás. Pero lo engañare mos. Vamos a arrastrarnos hasta aquella
zanja que está a unos metros de la cerca de ladrillos. En esa trinchera esperaremos. ¡Esta
es una acción comando sorpresa! ¿Entendieron?
-;Afirmativo, jefe! -gritó Pocho.
-Sí, más o menos... -asintieron los otros cuatro.
Por su parte, Orco y Yoyito se ins talaron, precisamente, detrás del muro de ladrillos a
reloj,
unos metros uno del otro. Des pués de acomodar sus bombas y mirar el
Orco imitó como pudo el graznido de un águila, y cuando al fin Yoyito
le pu so atención, lo llamó con su mano.
-Oye, piojo, mira por el agujero aquel que hay en el muro, y dime si ves
algún movimiento -le ordenó.
Mi hermanito fue agachado hasta el hoyo que le habían indicado, no sin
an tes detenerse para sacar una piedra peque ña que entró en su zapatilla.
Observó con calma y vio cómo Los Gusanos (es decir, nosotros), estábamos
tensos, en silencio y
listos para entrar en acción con nuestras bombas en las manos. Regresó corriendo hasta
su jefe:
-Es la hora de atacar! ¡Están todos distraídos, sentados y discutiendo entre ellos
sin atender la guerra!
Entonces, Orco soltó una risa de sa tisfacción. Decidió comenzar la batalla. El dispararía.
Y él, como siempre, humi María a esos gusanos (es decir, nosotros). ¡Estaba a
punto de realizar otra de las ha zañas que más le complacían! ¡Todos y ca da uno de
los chiquillos le iban a temer aún más! ¡Y las niñas se derretirían de ad miración ante
su presencia!
-¡Quédate aquí, piojo! –gritó.
Se incorporó lo más ágil que pudo. Agarró una bombita en cada mano. Subió a ha
cerca de ladrillos dando un feroz alarido.
- Aaaaaaaahhhhhhh!!
Entonces, lo que se vio en aquel parque fue espectacular.
Cinco bombas de agua, salidas de nuestras manos, fueron a explotar direc
ente en la cabeza del grandulón. La

63

6.

UN
er tretto
WHERE

imagen de pollo mojado y tiritando de La Gran Águila, quedó


por siempre en la memoria de todos.
Orco no atinó a reaccionar. Sólo quiso huir de aquella humillante
situa ción. Nos demoramos en darnos cuenta que habíamos
triunfado. Después, noso tros (es decir, Los Gusanos), comenzamos a
cantar y bailar festejando la victoria, acompañados de las niñas.
En medio de aquel regocijo, Yoyito se me acercó con una caja de
cartón en la mano.
-¿Y esto, Yoyito?
-Es un cachorrito de perro Chihua hua -contestó.
-¿Y para qué me lo das a mí? -qui se saber.
-Ya verás -fue la respuesta.
En ese momento, Cary llegó hasta nosotros.
-Estoy muy orgullosa de ti, Ada me dijo-. Yoyito me contó cómo des afaste
a
Orco por mí.
-Este...
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pendientes de lo que haríamos, ella me... (Lo siento, no quiero
seguir contando... Me da vergüenza).

ITTO

-¡También me contó cómo le arre bataste mi cachorro! El imbécil


se lo robó cuando se lo presté a Yoyito. ¿Puedes cre erlo?
¡Qué abusador! ;Verdad?
Lo comprendí todo. Mi hermanito había preparado el
espectáculo. Citó a to dos para esa hora, inventó la guerra
de agua y había hecho perder a Orco. Y, por último, con
su astucia logró que Cary se muriera de admiración por mí.
¿Quién dijo que Yoyito era un niño odioso? Al contrario,
¡cómo amaba a mi hermanito!
-Oye, Adalberto, yo creo que aho ra sí podemos ser algo más
que amigos. ¿Estás de acuerdo? -me dijo la niña con mucha
coquetería.
Sentí que mi cuerpo era recorrido por un repentino calor. No
sabía qué ha cer ni qué decir. Entonces se me ocurrió
acariciarle el pelo a mi hermanito. Pero el me empujó hacia
Cary, y mi rostro que dó muy cerca del de ella.
Dicen que nuestras caras se tiñeron de un rosado intenso.
Parecía el final de un Cuento de Hadas. Así, con todos
FASE
66

PEPE PELAYO

Matanzas, Cuba (1952), residente en Chile desde 1991. Es escritor, comediante,


guionista, director escénico, espe cialista en humor e ingeniero civil. Ha obtenido varios
premios en concursos internacionales por su obra. Fue fundador y director de la
reconocida compañía La Seña del Humor en su país natal. Actualmente imparte
cursos y talleres sobre Crecimiento Personal, Pedagogía y Animación a la Lectura a
través del Humor, y Narra ción Oral. Le han publicado más de una veintena de libros en
Cuba, Argentina, Uruguay, Ecuador y Chile, entre los que se encuentra El chupacabras
de Pirque (2003), El secreto de la cueva negra (2004) y En las garras de Los Mataperros
(2005), en coautoría con Betán; Ni un pelo de tonto (2005) y Draguito y el dragón
(2006), en coautoría con Alex Pelayo. Además, de sus libros Pepito, el señor de
los chistes (2002), Pepito y sus libruras (2004), Los teatropellos de Pepito (2007),
Los diálocos de Pepito (2008) y Cuentos de Ada (2003), todos publicados por Alfaguara.
Es el creador del Concurso Nacional de Humor Infantil en Chile y Uruguay, que lleva el
nombre de su personaje Pepito.

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