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Holanda se mira en el espejo de

su pasado de esclavitud en el
Rijksmuseum
El museo nacional de arte e historia de Países
Bajos ha examinado durante cuatro años el
millón de piezas de su colección para arrojar luz
sobre su infame papel en las colonias de
ultramar
Isabel Ferrer
18 may 2021 - 11:00 CEST

El Rijksmuseum de Ámsterdam muestra varios cepos utilizados en la época colonial para inmovilizar por
los pies a los esclavos.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)

Una campana suena varias veces al entrar en la exposición titulada


Esclavitud, en el Rijksmuseum, el museo nacional de arte e historia
de Países Bajos, en Ámsterdam. No se trata de un saludo, sino un
aviso de lo que aguarda al visitante. El repique de campanas tiene
una función práctica para anunciar el rezo, bodas y funerales, o tal
vez la amenaza de inundaciones e incendios. En las plantaciones de
las colonias holandesas en África del Sur y Asia, en Brasil y el
Caribe, marcaba el principio y el fin de la extenuante jornada de
trabajo de los esclavos. Un retraso al amanecer era castigado con
severidad. En el ocaso, una cosecha con menos kilos de los
estipulados por el amo suponía un nuevo riesgo de sanción. El
pasado colonial holandés abarca los siglos XVII al XIX y no ha sido
examinado como merece. Por eso el Rijksmuseum dedica por
primera vez una muestra a un sistema que marcó la historia
económica y social del país. A través de la vida de 10 personas,
rastrea el proceso que permitió traer a Europa azúcar, tabaco, café,
algodón y cacao gracias al esclavismo.

El Rijksmuseum se ha preparado a conciencia durante cuatro años,


y por el camino ha aprendido a mirar de otro modo el millón de
piezas de su colección. La esclavitud es difícil de ilustrar desde el
punto de vista de los afectados, que no tenían derecho a leer y
escribir, carecían de posesiones y muy pocas veces figuraban en
cuadros o retratos. Hay libros de cuentas sobre las cifras del tráfico,
grabados de las explotaciones y cuadros de sus dueños, pero el
museo quería acercarse a los esclavos y ha buceado también en la
historia oral. “Hemos examinado las canciones y los relatos de sus
respectivas tierras de origen, que pasaron de una generación a otra.
Ahí compruebas que se les deshumanizó, pero ellos sabían que el
trato recibido era horrible y supieron conservar su propia dignidad”,
explica Valika Smeulders, una de las cuatro conservadoras de la
exposición.

Si bien la pandemia ha retrasado la apertura de la muestra hasta


junio, el rey Guillermo la inaugurará este martes. A partir de mañana
podrán verla los alumnos de secundaria y estará disponible también
una visita online. Durante un año, además, se explicará el lazo
colonial de 75 obras de la colección permanente con unas cartelas
fijadas junto a las mismas. Dadas las restricciones por el
coronavirus, la institución ha invitado antes a la prensa internacional
para visitar las salas. El recorrido corta el aliento en algunos
momentos y está montado para favorecer la reflexión.

La esclavitud es difícil de ilustrar; los afectados no tenían


derecho a leer y escribir

El anonimato y el desarraigo impuestos a los esclavos hacían casi


imposible la resistencia contra un gran negocio para Europa donde
participaron españoles, ingleses, portugueses, daneses, y también
los holandeses. Estos últimos transportaron entre 660.000 y 1,1
millones personas a la actual Indonesia y las granjas de Sudáfrica,
una ruta cubierta por la Compañía de las Indias Orientales, según
los cálculos aportados en la muestra. Por otra parte, del total de
12,5 millones de personas esclavizadas por mercaderes europeos,
los holandeses llevaron a la fuerza a unas 600.000 personas desde
África hasta América del Norte, Surinam, Brasil y el Caribe. En estos
casos, el control estaba en manos de la Compañía de las Indias
Occidentales.

Los retratos de Marten Soolmans y Oopjen Coppit, un matrimonio de comerciantes que generó su
fortuna gracias a la mano de obra esclava en Brasil, pintados por Rembrandt en 1634.RIJKSMUSEUM

Dice Smeulders que en el siglo XVII se abrió un debate sobre quién


podía ser esclavizado, y los cristianos fueron excluidos. Si alguno
caía en manos de mercaderes había que tratar de rescatarlo. “Hubo
rechazo a la esclavitud en la entonces República Holandesa, pero
cuando las dos Compañías necesitaron mano de obra en cantidades
ingentes para competir con españoles y portugueses, se consideró
que los africanos negros estaban predestinados a servir al blanco”.

Aunque cuenta con préstamos internacionales para la exposición, el


Rijksmuseum ha buscado en sus fondos y se ha encontrado objetos
que suscitan dudas inesperadas. Como un collar de latón de 1689,
decorado con hojas de acanto y el escudo de armas de una familia
patricia, donado en 1881. “En la ficha ponía que era de perro y no se
analizó de forma crítica, pese a que había collares similares en el
cuello de sirvientes africanos en cuadros de la época”, sigue
Smeulders.

Gente visitando la exposición 'Esclavitud', en el Rijksmuseum de Amsterdam el pasado 12 de


mayo.KENZO TRIBOUILLARD (AFP)

La esclavitud estaba prohibida en el país y permitida en las colonias.


En los archivos se ha encontrado también la historia de Paulus
Maurus, un criado negro de la casa del collar en cuestión. Él es uno
de los 10 personajes de la muestra, y la conservadora se pregunta si
fue comprado para trabajar en la metrópoli. No fue el único en su
situación, y en la tierra del patrón podían trabajar, casarse y formar
una familia. Si en ultramar se les marcaban a fuego en la piel las
iniciales de su dueño, “en suelo holandés el collar podía simbolizar
que todavía era visto como un objeto”, añade.

Aunque la esclavitud ha existido en todas las culturas y continentes


a lo largo de la historia, la llegada de los europeos a Asia y África
endureció y amplió el sistema en sus colonias. Las personas
arrancadas de su tierra eran separadas de sus familias y
comunidades, y podían ser trasladadas de un continente a otro.

La esclava Sapali huyó de una plantación de Surinam con


semillas de arroz escondidas entre su pelo trenzado

En una de las salas del museo hay un cepo con cadenas y cerrojos
para sujetar las piernas. Dispuesto en el suelo, no necesita
explicaciones y da paso a otra historia con un punto de realismo
mágico. Es la de Sapali, una esclava que huyó de una plantación de
Surinam con semillas de arroz escondidas entre su pelo trenzado.
“Un secreto fértil”, dice la audioguía. Los escapados como Sapali,
llamados maroons (cimarrones), formaron comunidades en la
jungla, algo que ocurrió también en Brasil, Colombia o Estados
Unidos. En Surinam, las mujeres llevaron consigo el alimento, y
Sapali está considerada como la fundadora de la memoria colectiva.
Su historia de valor y previsión no se había contado en los museos
holandeses, y en una vitrina hay un tallo de arroz de una variedad
bautizada con su nombre.
Grabado holandés de alrededor de 1850 que muestra a esclavos cavando zanjas y que forma parte de
la colección del RijksmuseumRijksmuseum

¿Y qué se sabía “en casa” de las condiciones de vida del esclavo?


La muestra señala que la prensa del siglo XVII hablaba poco de sus
penurias. Prefería centrarse en la lucha por las rutas comerciales.
Para ilustrarlo, se incluye a Oopjen Coppit y a su esposo, Marten
Soolmans, pintados por Rembrandt en 1634. Ambos retratos
cuelgan en el Rijksmuseum, y reflejan la historia de un joven
matrimonio cuya familia tenía una refinería de azúcar recogido en
Brasil por esclavos. La profusión de intermediarios hasta llegar al
mercado de abastos en Ámsterdam diluía la realidad de las
plantaciones, así que ellos presumieron de riqueza sin complejos.

La muestra juega con los espacios y los espejos, que “bloquean a


veces la visión para subrayar que hay cosas que pasaron
desapercibidas, o bien no querían mirarse”, apunta Eveline Sint
Nicolaas, otra de las conservadoras. A la salida, se anima al visitante
a contribuir con sus reflexiones a la confección de 10 esculturas con
las historias presentadas.

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