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TITULO: El himno que cantaron los ángeles

TEXTO: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para
todo el pueblo” (Lc 2:10)

LECTURA BIBLICA: Lucas 2:8-20

INTRODUCCION. En Navidad las multitudes vienen a la iglesia a celebrar la gloriosa fiesta de


Navidad, pero tantos otros brillan por su ausencia.
Quiero recordarles que el milagro de la Natividad no ocurrió a las once de la mañana. Aquel
primer culto de Navidad se celebró de noche. No tuvo lugar en una iglesia o sinagoga o en el
templo. Sucedió en las montañas de Judea. La reunión no fue iluminada por medio de velas
o lámparas. La escena fue iluminada por las estrenas y la gloria de Dios. La congregación no
se componía de gente rica, famosa y privilegiada. Un grupito de humildes pastores componía
el auditorio. Pero el coro era un coro celestial. No se cobró la entrada. Los mejores regalos
de Dios son accesibles a todo el mundo sin dinero y sin precio.
Era de noche en Belén. Había también noche, noche de pesimismo y desesperación en el
mundo entero. Había paz en la tierra, pero era la paz del cementerio, pues Roma tenía a la
nación elegida de Dios bajo su bota. Los hombres añoraban una paz que fuese duradera.
Dios entonces les envió un príncipe de paz, un príncipe eterno.
Hay una ciencia hoy día que se llama “comunicaciones”. Trata de las técnicas para trasmitir
un mensaje. El mundo de los comerciantes gasta cientos de millones de dólares en hacer
llegar sus mensajes al público. Utilizan todo el conocimiento y habilidad disponibles para
tener el éxito en su propósito.
Dios tenía un mensaje para entregar al mundo. Eran buenas noticias. Eran buenas nuevas de
gran gozo. ¿Cuál sería la mejor manera de trasmitirlas? Por medio de un predicador. El
predicador era un ángel. Aprendió su teología ante el trono de Dios. Hizo el anuncio más
electrificante, sensacional que jamás se oyera. Un niño había nacido en Belén y su nombre
era Jesús. Era el Hijo encarnado de Días. Era el Mesías prometido. Había de salvar su pueblo
de sus pecados.

I. ERA EL SALVADOR
Vino a salvar a los pecadores de sus pecados. El pecado es la mayor maldición de la raza
humana. El pecado ha hecho una separación entre el hombre y Dios. Jesús vino para
reconciliar a Dios con el hombre.
Jesús no vino en primer lugar como reformador. No quería ser conocido solamente como uno
que obraba milagros. Insistía que era más que profeta.

II. EL ERA EL CRISTO


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Cuando Jesús preguntó acerca de su propia identidad, Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente” (Mt 16:16). Era el ungido de Dios. Israel añoraba un Mesías. Lo
esperaba. Con tristeza observamos que cuando vino se negaron a reconocerle y a recibirle.

III. ERA EL SEÑOR


Jesús vino no sólo para servir, sino para ser servido. No sólo vino para morir por nuestros
pecados, sino también para vivir en nuestros corazones. El gobierna en los corazones de sus
hijos, pero no gobierna por la fuerza, sino por el amor. Tiene autoridad pero no ejerce esa
autoridad sin nuestro permiso y deseo. Un día “toda rodilla se doblará... y toda lengua
confesará...” (Ro 14:11). “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus
enemigos debajo de sus pies” (1 Co 15:25). “Aleluya, porque el Señor nuestro Dios
Todopoderoso reina” (Ap 19:6).
El mensaje de Navidad es un mensaje misionero. Son buenas nuevas para todo el mundo.
Hay noticias que son buenas para unos y malas para otros. Las buenas noticias de que una
guerra se ha ganado son malas noticias para los perdedores. Buenas noticias de la victoria de
un conjunto deportivo son malas noticias para el equipo perdedor. Las buenas noticias de
unas elecciones ganadas son malas noticias pata los otros candidatos. El evangelio son
buenas noticias para todo el mundo. Son buenas nuevas para el pobre lo mismo que para el
próspero. Son buenas nuevas para el ignorante como para el instruido. Son buenas nuevas
para el niño lo mismo que para el adulto. Son buenas noticias para todos en toda nación y de
todo color, edad y condición económica.
“Id a todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr 16:15), Cristo nos manda.
Sus palabras de despedida fueron, “Por tanto, id (y haced discípulos) a todas las naciones...”
(Mt 28:19).

CONCLUSION. El mensaje de Navidad es un mensaje misionero. El mensaje misionero es el


mensaje de Navidad. Jesús nació y vivió; murió y resucitó, y ascendió al Padre. Volverá, y
ello podría ocurrir hoy. Seamos celosos y urgentes en nuestra mayordomía para comunicar el
mensaje a todo el mundo.

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