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COMUNICACIÓN:

• Lee el testimonio:

EL NIÑO QUE SE HIZO ARTESANO


Enrique era un niño ayacuchano que obtenía
las mejores notas en la escuela cuando se
trataba de hacer dibujos y pintar paisajes. En
los mercados, había observado numerosas
piezas del arte de Ayacucho: retablos, tablas
de Sarhua, esculturas en piedra de
Huamanga, mates burilados y otros. A él le
gustaban, particularmente, los retablos y,
desde pequeño, les comentó a sus papás:
“Cuando sea grande, voy a ser un maestro
retablista”. Había escuchado decir que estos
maestros también eran personalidades, como
Joaquín López Antay, quien tuvo muchos
ahijados y fue un hombre muy querido en los
pueblos de Ayacucho.
Así que Enrique estaba fascinado no solo por
el arte del retablo, sino también por el rol que
desempeñan estos maestros en la sociedad.
Sabía que los pueblos y las comunidades
encargaban sus trabajos a los maestros que tenían una conducta responsable y
sabían aconsejar a las personas. Todos los domingos iba con sus padres al
mercado de artesanos y contemplaba las diversas formas de los retablos. Veía
las piezas y figuras que representaban escenas bíblicas, la vida agrícola de la
región, la herranza, los bautizos, los matrimonios, etc. De tanto ir al mercado y
conversar con los artesanos, Enrique fue haciendo amigos y aprendiendo
algunas cosas sobre la fabricación de los retablos.
Aprendió, por ejemplo, que los artesanos tienen que saber muchas técnicas y no
solo sobre el retablo. En realidad, los artesanos retablistas son expertos también
en hacer cruces para las festividades, baúles, candelabros de hojalata, entre
otros. Pero, sobre todo, aprendió la importancia que estos objetos tienen en los
pueblos y las comunidades rurales. Allí, las cruces y los retablos tienen una función
mágica, pues son usados en rituales y fiestas en las cuales se solicitan buenas
cosechas y lluvias. En época de herranza del ganado, es decir, cuando se les
pone una marca en la oreja u otra parte del cuerpo para distinguir a sus
propietarios, los campesinos dedican ofrendas a los wamanis o cerros. Estos
rituales llaman a la fertilidad y a la buena salud de sus ganados.
“Cuando cumplió quince años, Enrique se dirigió al taller del maestro retablista
Ernesto Palomino y le dijo: “Maestro, lo que más deseo es convertirme en
retablista”. Ernesto Palomino, después de apreciar la convicción de Enrique, lo
aceptó como ayudante. Luego del colegio, asistía al
taller de este artista y lo ayudaba a preparar la masa
para hacer las figuritas. Esta masa se logra mezclando
papa con yeso para hacerla más moldeable y, después,
se hierve. Con esa masa, sobre una estructura de
madera, se moldean las figuras de hombres, animales y
árboles que van dentro del retablo. Luego, se las deja
secar hasta el día siguiente para poder pintarlas. Para
esto, se usan pinceles muy finos y se trabaja en un nivel de detalle muy preciso.
Pero como no todo el año había pedidos de retablos, pues estos se solicitaban
en época de fiestas, Enrique también ayudaba a pintar y adornar baúles, a
hacer cruces y refaccionar los altares de las iglesias. Al cabo de varios años,
Enrique se convirtió en un experto maestro retablista. Era el retablista más joven
y decidió independizarse. Su maestro, Ernesto Palomino, le regaló un batán y sus
primeros pinceles. Al principio, no tuvo muchos clientes, pero con el paso de los
meses, se fue haciendo famoso por sus bellas piezas de arte y los dibujos y formas
que iba creando.
A los veinte arlos, se casó con Florencia Hurtado.
A veces, su esposa lo ayudaba, pero cuando salió embarazada contrató a un
ayudante. Tuvo cuatro hijos. La gente y sus amigos lo reconocían como un artista
muy especial. Cuando cumplió cincuenta años, le organizaron una fiesta para
celebrarlo. Habían pasado treinta y cinco años desde la primera vez que entró
al taller de su maestro Ernesto Palomino.
Pensó que era mucho lo que había aprendido en este tiempo sobre el arte del
retablo, pero, sobre todo, era consciente de que su
trabajo le había permitido conocer a mucha gente y
viajar a todos los pueblos de Ayacucho. Enrique se había
convertido en un hombre sabio, al cual muchos venían a
pedir consejo. Su vida había sido la de un hombre recto y
solidario. Siempre había ayudado a las personas.
Luego, Enrique trabajó con sus hijos. Cada vez que le
preguntaban: “¿Eres feliz, papá?", él siempre contestaba:
“Cada segundo de mi vida". Su familia, su trabajo y el
respeto de la gente lo llenaban de goce. A todo el que
iba a su taller le decía: “¡Nunca olvides conservar la
identidad y la cultura ayacuchana!”. Alguna vez, una persona le replicó: “¿Por
qué cree eso, maestro?”. Enrique respondió: “Lo mejor que se le puede dejar a
nuestros hijos es la conciencia de pertenecer a una extraordinaria cultura".
PERSONAL SOCIAL:

• Leen los siguientes testimonios:

Testimonio de la abuelita de
Rosita
La abuelita de Rosita tiene 90 años, le contó
que cuando era muy joven y tenía tan solo 17
años, en el año de 1947, se pensaba que lo más
importante para una mujer era aprender a
cocinar, bordar, lavar y planchar, pues esas
eran las labores de una buena esposa; mientras
que, por su parte, los varones eran quienes
estudiaban, trabajaban y buscaban el sustento
para la familia, ese era su deber.
Por otro lado, las mujeres no podían votar en
elecciones de presidentes ni de alcaldes, era
un derecho solo de los hombres, solo ellos eran
considerados capaces de tomar decisiones importantes.

Testimonio de la mamá
de Nico
La mamá de Nico, que tiene 35 años,
cuenta que cuando tenía 17 años, en
el año 2002, decidió seguir la carrera
de Derecho y Ciencias Políticas,
carrera que estudió en la universidad
de su ciudad natal, con el apoyo de
sus padres. Actualmente ejerce el
cargo de jueza, labor que ejerce con
mucho orgullo.
Ella cuenta también que, cuando se
casó con el papá de Nico, él la
apoyó siempre para lograr sus metas.
Hoy en día, ambos trabajan y comparten responsabilidades del hogar, es decir,
cocinan, asean la casa y cuidan a sus hijos. Cuando ella tiene mucho trabajo,
su esposo se encarga de las labores del hogar. También, la mamá de Nico está
pensando en postularse como alcaldesa, pues piensa que puede contribuir y
realizar mejoras en la ciudad, decisión que muchos de sus vecinos apoyan
porque confían en ella.
• Leen la siguiente información sobre los roles de género:

Los roles de género son el conjunto de papeles y expectativas diferentes para mujeres y hombres que
marcan la diferencia respecto a cómo ser, cómo sentir y cómo actuar.
Estos roles son asignados por la sociedad en que vivimos y, como consecuencia de ello, las
personas se desarrollan como mujeres o como hombres identificándose con los roles que por su
sexo le han sido asignados.
El concepto de "Roles de Género" es fundamental para entender algunos procesos que se Inter
relacionan en la vida cotidiana. Su transformación podría ser un paso importante para conseguir
vivir en una sociedad más equitativa.
La igualdad de oportunidades requiere la reformulación de los roles femeninos y masculinos en función
de sus necesidades actuales. Estos roles se plasman, por ejemplo, en actitudes y planteamientos
tradicionales tales como los que se muestran a continuación:
• Asociar el ser mujer u hombre a unas actividades, potencialidades, limitaciones y actitudes
determinadas.
"Los hombres son fuertes e inteligentes mientras que las mujeres son débiles, cariñosas y habladoras"...
• Calificar algunas actividades como "de mujeres" o de "hombres".
"Llorar es de mujeres",
"los hombres son los que tienen que trabajar",
"conquistar es de hombres",
"las mujeres deben ser pacientes"...
• Asignar tareas "propias" de las mujeres y otras de los hombres.
"El hombre debe ser el cabeza de familia y el principal proveedor de la economía familiar"
"La crianza de hijas e hijos es cosa de las madres"
• Dar a una misma actividad una importancia diferente.
"Un chef o un modisto tienen más prestigio social y económico que una cocinera o modista".

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