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contrainsurgencia
Argumentos contra la colaboración con el enemigo
En el anuncio que se hizo para esta presentación, aparece que soy un comu-
nista antiestatal de la región llamada Suiza. Suiza es una imagen perfecta
de un Estado montañoso en el centro de Europa. También es un importante
centro imperialista. Suiza es una bestia demoniaca que funciona como un
importante centro para el comercio internacional de materias primas. Tam-
bién está explotando una población migrante considerable en su territorio.
Muchos chilenos viven en Suiza. La principal exportación de Suiza es el oro
refinado y la sangre refinada. Se nota en su bandera una vez que la miras.
Es fácil explicar por qué la ideología del antifascismo sirve a los objetivos
de la contrainsurgencia en Suiza. El antifascismo en Suiza es una doctrina
de Estado en este país, desde la segunda guerra mundial. Ante la amenaza
de invasión por parte de la Alemania nazi, los partidos de derecha y libera-
les de Suiza formaron un gobierno de unidad con los socialdemócratas. Esta
unidad en el gobierno adoptó una doctrina para −lo que ellos llamaron− la
defensa espiritual de la nación. Y aunque esta unidad de partidos de derecha
e izquierda está en constante cambio de composición −aun así−, continua
hasta hoy gobernando el país sin ninguna oposición. Suiza es un Estado im-
perialista, corporativista y proteccionista, postfascista. Es un país en el que la
población nativa ha sido promovida para ser trabajadores del capital al man-
do de mano de obra migrante. Estos capataces, predominantemente suizos,
viven en condiciones relativamente seguras y bien remuneradas. Mientras
que la base material de este estilo de vida está siendo pagada por las masas
oprimidas del mundo.
A primera vista, la democracia tiene mucho sentido. Parece ser buena para
nosotros y para nuestros intereses. Dentro de la democracia existe una obli-
gación ideal de atribuir el poder al pueblo. Sin embargo, al mismo tiempo
existe una pretensión real de la oligarquía de gobernar sobre el pueblo. Esto
lleva a una contradicción general. La contradicción existe entre la pretensión
individual de gobernar y el contenido de las sociedades modernas, que son
sociedades de masas basadas en la división del trabajo. Por lo tanto, en las
sociedades modernas todo Estado debe dar cuenta de las masas en su terri-
torio. Darles una expresión. Una Constitución hace precisamente eso. Para
una Constitución democrática burguesa, Karl Marx, a quien cito aquí, está
criticando una contradicción que las engloba. Escribe:
Con una Constitución existe, sin embargo, una ampliación formal de las liber-
tades civiles, pero el contenido de estas libertades es restringido. Porque para
las masas también puede existir la posibilidad de reclamar el poder político,
pero el poder político está separado del poder social. La extensión del poder
social de la clase significaría la politización de las relaciones de producción.
Pero en estas relaciones de producción es donde se asienta el poder social de
la burguesía. Por lo tanto, el Estado burgués simplemente no puede otorgar el
poder a las masas, está atado al propósito de asegurar la propiedad privada.
Hoy, el mercado de la vivienda y con él, los conflictos sociales van en aumen-
to. Cito al grupo autónomo Los Amigos y Amigas de la Sociedad sin Clases
sobre la situación de la vivienda en Berlín, con su texto, “Ningún barco nos
vendrá a salvar”:
“Durante muchos años, los alquileres de la ciudad eran más bajos que en la mayo-
ría de los lugares alemanes, por no hablar de otras capitales europeas como Londres
o París. Sin embargo, en los últimos diez años, la población de Berlín ha crecido en
400.000 personas −más del diez por ciento− y el gobierno local prácticamente ha
dejado de construir viviendas asequibles. Esto ha llevado a que los alquileres au-
menten considerablemente: un cuarenta y dos por ciento (para nuevos arriendos)
desde 2016, más que en cualquier otro lugar del país. Y con una tasa de propiedad
de la vivienda de apenas el quince por ciento, este problema afecta a una enorme
parte de la población.
[¡Pero!]
La única opción sana que nos queda es recuperar esta lucha política como
una lucha social revolucionaria contra el Estado. Porque al final −como ar-
gumentan Los Amigos y Amigas− ningún barco vendrá a salvarnos. Pero si
esto ocurre, si el proletariado rechaza la difusión política de su interés social
inmediato, una vez que la comuna de Berlín brote finalmente, la amenaza
del fascismo y de una guerra sangrienta sería segura. En cuanto a la clase
dominante, el Estado debe ser fuerte y la economía libre. Porque lo que la
burguesía teme, es la politización de su base social después de haber perdido
su garantía política para gobernar. El fascismo promete que, si la despolitiza-
ción de la sociedad y el estilo tecnocrático de gestión política son cuestiona-
dos por el proletariado, este objetivo puede ser alcanzado mediante el terror
organizado contra las masas. Pero gracias a la pasividad actual de las masas,
gracias a la eficacia de la propaganda electoral y constitucional, para la clase
dominante hoy en día, simplemente no hay necesidad todavía de organizar e
incurrir en el coste improductivo de un terror estatal extendido contra ellas.
4 Fue un politólogo “marxista” germano-italiano. Señaló que el Estado es una agencia del
capitalismo, una organización que transforma los intereses estrechos de los capitalistas indivi-
duales en el interés de un capitalista universal ideal (el ideelle Gesamtkapitalist), que explica la
existencia de la explotación. [N. de VHLV]