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El grupo de Boedo: orígenes de una literatura militante

Por Leonardo Candiano y Lucas Peralta*. A 90 años del surgimiento del emblemático Grupo de
Boedo, un repaso por sus concepciones políticas e ideológicas. El arte de los trabajadores para los
trabajadores.

Noventa años pasaron desde aquel primer número de la revista Extrema Izquierda, y la llama -
tantas veces apagada- humea aún. Hablar de la práctica artística de los escritores nucleados bajo
el hoy poco recordado “Grupo de Boedo” es meterse de lleno en la historia cultural nacional.

Más allá de los gustos artísticos que cada uno pueda tener, lo producido por Boedo durante la
década del veinte del siglo pasado se convirtió en una de las experiencias culturales más
relevantes de la izquierda argentina. En primer lugar, por su carácter fundacional, pues nunca
antes en la historia de nuestro país había existido un movimiento desde el cual sus integrantes
pretendiesen participar en el seno de la lucha de clases a través de sus propias especificidades
artísticas. En segundo término, por la notable recepción que tuvieron sus obras en su tiempo, lo
que convirtió a este Grupo en un espacio de referencia para amplios sectores de la población.
Tercero, por el hecho de que fue uno de los actores fundamentales de la renovación estética
argentina de ese entonces, que fijó para siempre lo urbano como escenario literario en nuestro
país. Cuarto, porque a sus integrantes se les debe la constitución de uno de los primeros teatros
independientes de la República Argentina, el Teatro Libre, en 1927. Y quinto, por haber formado
parte activa del crecimiento y consolidación de uno de los proyectos editoriales más significativos
que tuvo el país, el de Claridad, que con sus ediciones de magnitudes inéditas y a precios
populares logró una expansión sin precedentes desde los humildes barrios del sur porteño hacia
toda Sudamérica.

Por todo esto, su actividad marcó un verdadero hito, un mojón imprescindible para analizar el
desarrollo de nuestra cultura. 

La historia

Boedo fue un movimiento que desarrolló su praxis estética entre julio/agosto de 1924 y mediados
de 1927 a través de tres publicaciones: Extrema Izquierda, Los Pensadores y Claridad. Sus autores
más representativos fueron los narradores Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta y Roberto Mariani,
el editor Antonio Zamora, los poetas Álvaro Yunque y César Tiempo y los dibujantes Abraham
Vigo, Facio Hebecquer y José Arato. Junto a ellos, una nutrida y variada cantidad de colaboradores
le dieron forma e identidad a este proyecto que además de la publicación de las revistas
mencionadas editó la colección de libros “Los Nuevos” con el objetivo de apuntalar a los escritores
jóvenes comprometidos socialmente.

Este Grupo se asentó manifiestamente en una larga práctica social, cultural e ideológica que nació
en la Argentina de finales del siglo XIX y se desplegó en las primeras décadas del siglo XX. Se afirmó
en dos tradiciones que, aunque interrelacionadas, tienen desarrollos y particularidades propias:
una fue la lucha obrera bajo dirección anarquista y socialista; la otra tiene carácter literario. Ésta
última, a su vez, se vincula por un lado con la primera a través de los textos de Payró, Ghiraldo y
Barret, autores representativos del socialismo y el anarquismo, y por el otro fue producto de la
necesidad de nuevas representaciones estéticas a causa del crecimiento urbano y de la influencia
de la tradición literaria europea, fundamentalmente, la rusa.

Los años en los que se desempeña la actividad del Grupo de Boedo coinciden en nuestro país con
la presidencia radical de Alvear, quien durante su mandato estrechó vínculos con sectores
conservadores tanto nacionales como extranjeros. En el plano internacional fueron los tiempos en
que se profundizó la batalla Revolución/Contrarrevolución. El triunfo de la URSS generó la simpatía
de amplios y heterogéneos sectores de masas y el temor de las clases dirigentes que veían
amenazados sus intereses. El progreso del fascismo en Italia, de Primo de Rivera en España y del
nazismo en Alemania eran claros signos de la respuesta de la reacción mundial contra el avance
del socialismo internacionalista. 

En este contexto, donde el mundo se desangraba en continuas luchas por imponer diversos
sistemas políticos-económicos y sociales; ya sean comunistas, fascistas o liberales, los autores de
Boedo no sólo tomaron partido por una de estas tendencias, sino que, más bien, se organizaron
activamente dentro de las filas del bando proletario. Los hubo anarquistas, los hubo comunistas,
los hubo indecisos entre ambas posturas, y hasta socialistas y cristianos, pero siempre como
representantes de las capas más bajas del pueblo y en pos de su liberación cultural, política y
económica. 

La estética

El Grupo de Boedo desarrolló una literatura militante de estilo realista con un sentido pedagógico
mediante la cual se consideró el propio accionar cultural como una forma de participación política.
Esta manera de entender el hecho artístico se relacionó estrechamente con una visión
determinada sobre el arte y un rol específico asignado al escritor dentro de la sociedad y en la
lucha de clases.

Boedo se posicionó manifiestamente en el campo de los trabajadores. Buscó incluso construir


una literatura proletaria. Esa posición antecede a toda discusión formal o interna referente al
hecho artístico.

Por todo esto las obras ficcionales boedistas se destacaron, ante todo, por sus descripciones
minuciosas, la preponderancia de un ambiente urbano y marginal, la utilización de protagonistas
obreros o excluidos por el sistema capitalista que sufrían maltratos constantes, la explotación
laboral, la maquinización del hombre producto del mundo moderno y la deformación de los
cuerpos por causa del trabajo.

Estas situaciones se desarrollaron bajo un tono pesimista marcado por la desilusión, el lugubrismo
y los finales desesperanzadores propios de una literatura sin utopías; todo esto mediado por el uso
de recursos narrativos como la exageración y la ironía, un lenguaje directo y popular, con poca
utilización de metáforas, el coloquialismo y la aparición constante del discurso religioso, lo que el
crítico Nicolás Rosa llamó “anarquismo crístico”.

Estas producciones estéticas se legitimaron en cada autor a través de sus propias experiencias
vitales, que se convirtieron en condición necesaria y valor primario para la escritura. Ellos podían
escribir lo que escribían porque habían vivido y sufrido situaciones semejantes. No
escribían paralos obreros sino que eran parte del proletariado.

La denuncia social fue la característica más saliente del corpus de obras boedistas. A diferencia de
algunas producciones estéticas de izquierda, la propaganda revolucionaria casi no tuvo espacio en
estos textos. No se trató de poner énfasis en las esperanzas que otorga la posible llegada de un
mundo socialista, sino de un ataque a los modos de vida del capitalismo desde una visión clasista
que pretendió abarcar las situaciones de trabajo desde todo escenario posible; desde el campo a
la ciudad, desde una oficina a la calle.

El trabajo, justamente, rigió los textos del Grupo prácticamente en todos sus planos
multiplicándose por los distintos niveles de los textos. Imperó en el plano del narrador y en el de la
representación de los personajes, ya que generalmente quienes narran y protagonizan las obras
son obreros o seres desclasados. Estructuró además el plano de las acciones, ya que la mayoría de
los relatos tienen preponderancia de escenas laborales o situaciones de injusticia social. Esto se
relacionó también con el plano de la representación del espacio, pues en general han sido las
fábricas, las oficinas, el puerto, la calle y los suburbios los lugares donde transcurrían las acciones
que desarrollaban los personajes.

Sus características literarias y posiciones teóricas respecto del arte y la cultura hicieron de Boedo
un grupo homogéneo dentro del cual cada autor buscó con diferente éxito su propio estilo. Más
allá de que hayan respondido ideológicamente al anarquismo, al comunismo, al socialismo o a
cualquier otra corriente, sus postulados y sus prácticas respecto del hecho artístico permiten
hablar de una línea estética definida y de un Grupo, en cierta medida, uniforme.

Contra el arte consolatorio y pasatista que había ganado terreno entonces, contra el arte que se
iba volviendo “el opio de los pueblos”; Boedo reaccionó alzando su voz con una literatura del
desconsuelo, de la opresión, con un arte-arma en pos de la transformación social. Contra el arte
desinteresado, contra el arte por el arte, Boedo levantó las banderas de una militancia cultural
revolucionaria. Contra la torre de marfil, la calle; contra el arte para minorías, el arte por y para el
pueblo. En lugar de utilizar un lenguaje experimental que no usaba nadie para nada, Boedo eligió
el lenguaje sencillo que usaban todos para  todo. Surgió como un Grupo organizado alrededor de
una concepción un tanto utilitaria del arte que priorizó la realidad material de los desposeídos por
sobre todo artificio.

A la par de esta visión, sumó la imagen de otro mundo respecto del creado por un arte generado
por las capas medias y altas: el del trabajo. Si bien no todos sus miembros provenían de la clase
obrera, sí eran ajenos y refractarios a la elite cultural de la época, y más allá de su origen
socioeconómico, todos creían en el poder revolucionario del proletariado y en su capacidad
intelectual. Boedo propuso a la clase obrera como aquella que debía producir su propia cultura, así
como debía llevar a cabo su propia revolución. No sólo la incluyó, por lo tanto, dentro del hecho
artístico, sino también como productora del mismo, un lugar que hasta entonces, en aquellos años
veinte del siglo pasado, le era negado.
 
* Autores de Boedo: Orígenes de una literatura militante. Historia del primer movimiento cultural
de la izquierda argentina (Ediciones del CCC, 2007).

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