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Implica incorporar el modo en que las asimetrías sociales entre varones y mujeres determinan
diferencialmente el proceso salud-enfermedad- atención de ambos grupos genéricos.
Asimetrías jerárquicas entre los géneros que, articuladas con otras diferencias entre las
personas que también son fuentes de inequidad en nuestras sociedades: edad, etnia y clase
social, establecerán perfiles de morbimortalidad específicos así como modelos de gestión de la
enfermedad diferencial.
¿Cómo operan entonces estas asimetrías sociales entre varones y mujeres en el proceso
salud-enfermedad-atención de cada género en tanto colectivo?
Con respecto al modo de vivir de las mujeres, que impactará en el modo de enfermar, para
nuestra región latinoamericana, aun cuando ellas han avanzado mucho en su presencia en el
espacio público, se espera que continúen siendo las principales cuidadoras de la familia y las
agentes del sistema de salud en los hogares, basándose en su capacidad empática, receptiva y
comprensiva. Por lo tanto existe en simultáneo y casi sin entrar en crisis una mayor aceptación
de la entrada masiva de las mujeres al mercado de trabajo asalariado, pero sin una
legitimación de la redistribución de las tareas domésticas. Esto implica que las mujeres
trabajadoras, tienen como mínimo, dos jornadas de trabajo, la cual se incrementa a tres
jornadas si hay algún familiar enfermo o que necesita cuidados que siempre son realizados por
las mujeres de la familia.
En lo relativo a las mujeres como usuarias directas del Sistema de Salud, podemos decir que
éstas son las que realizan la mayoría de las consultas, puesto que es habilitado socio-
subjetivamente para el género femenino, el expresar y consultar por su malestar en salud, con
lo cual suelen hacer consultas más precoces que los varones.
En lo que respecta a los varones, estos deben cumplir con un rol de proveedor económico y
social, siendo sancionados cuando no pueden o quieren cumplir con dicho rol. Esto genera
perfiles epidemiológicos específicos por sobrecarga laboral y por empeoramiento de las
condiciones de su concreción. Para que los varones puedan cumplir las expectativas relativas a
su rol social, su socialización primaria les inhibe la capacidad de registro de sus propios
malestares, lo cual tiene efectos nefastos en la detección primaria de enfermedad. Los varones
llegan a los Servicios de Salud cuando ya no dan más, por lo tanto con cuadros más avanzados
lo cual complejiza su pronóstico (Tajer D., 2009).
• La entrega de una atención igual para ambos sexos cuando las necesidades no son iguales.
Algunos de los niveles en los que la diferencia entre los géneros se transforma en inequidad en
salud son:
Una dificultad para articular Género y Enfermedad Coronaria radica en la ausencia de una línea
de reflexión que articule modos “generados” de vivir, con modos de enfermar, consultar, ser
atendidos y morir (Tajer D., en prensa). Al faltar estas líneas de entramado, acontece que en
paralelo con la gran cantidad de conocimientos desarrollados en los Estudios de Género en el
campo de las Ciencias Sociales en lo que refiere a la construcción de las masculinidades y las
femineidades en la modernidad, la mayoría de los/as especialistas en el campo médico, suelen
ser insistentes en explicar los fenómenos de la diferencia entre los géneros únicamente con
argumentos provenientes de la biología, produciendo lo que en epistemología podemos
denominar “biologicismo”.
Estos argumentos que sólo anclan en la biología, sin intercambio con otras determinaciones,
focalizan en el hecho de que las mujeres, hasta la menopausia, estarían protegidas
hormonalmente por los estrógenos, los cuales, al declinar su presencia, las dejarían
susceptibles a las cardiopatías isquémicas en “igual condición” que los varones (Eaker E. y col.,
1993). Explicando, de este modo, la “demora” en 10 años en la presentación de este tipo de
patología en mujeres (con respecto a los varones) resulta correcto pero insuficiente, dado que
no se incorpora la especificidad de este tipo de patología en cada uno de los géneros (Jneid H.,
Thacker H.L., 2001) y los modos particulares por género de construcción de la vulnerabilidad.
Una línea de trabajo que pudiera ir contribuyendo al desarrollo de un diálogo necesario entre
disciplinas, es profundizar el estudio del peso que pueden adquirir las modalidades
diferenciales y específicas de construcción de la subjetividad de varones y mujeres ligadas a las
condiciones de vida incorporando elementos al indicador “estrés” relativos a la construcción
de género y subjetividad.
Esta opción no desconoce los efectos que las diferencias biológicas entre varones y mujeres
presentan en la construcción del riesgo diferencial, intentando contribuir a contar con más
conocimiento de los modos psicosociales por género y su impacto en el cuerpo en la
construcción de la vulnerabilidad de este tipo de patologías que permita avanzar en la
reducción de este factor en la construcción general del riesgo (Rozanski A. y col., 2001).