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Extracto del Documento DGMUJ (2007) “Análisis de la situación de vulnerabilidad coronaria y

género en la ciudad de Buenos Aires” Coordinadora D. Tajer

Figura en bibliografía ampliatoria de este módulo completo.

1.4 Marco teórico general y específico. Equidad de género en Salud

a) ¿Qué significa incluir una mirada de género en Salud?

Implica incorporar el modo en que las asimetrías sociales entre varones y mujeres determinan
diferencialmente el proceso salud-enfermedad- atención de ambos grupos genéricos.

Asimetrías jerárquicas entre los géneros que, articuladas con otras diferencias entre las
personas que también son fuentes de inequidad en nuestras sociedades: edad, etnia y clase
social, establecerán perfiles de morbimortalidad específicos así como modelos de gestión de la
enfermedad diferencial.

¿Cómo operan entonces estas asimetrías sociales entre varones y mujeres en el proceso
salud-enfermedad-atención de cada género en tanto colectivo?

Estableciendo vulnerabilidades diferenciales relativas a los roles sociales que mujeres y


varones pueden y deben cumplir en el marco del patriarcado. Lo cual determina modos
diferentes de vivir, enfermar, consultar, ser atendidos/as y morir (Tajer, Editorial Lugar 2012).

Con respecto al modo de vivir de las mujeres, que impactará en el modo de enfermar, para
nuestra región latinoamericana, aun cuando ellas han avanzado mucho en su presencia en el
espacio público, se espera que continúen siendo las principales cuidadoras de la familia y las
agentes del sistema de salud en los hogares, basándose en su capacidad empática, receptiva y
comprensiva. Por lo tanto existe en simultáneo y casi sin entrar en crisis una mayor aceptación
de la entrada masiva de las mujeres al mercado de trabajo asalariado, pero sin una
legitimación de la redistribución de las tareas domésticas. Esto implica que las mujeres
trabajadoras, tienen como mínimo, dos jornadas de trabajo, la cual se incrementa a tres
jornadas si hay algún familiar enfermo o que necesita cuidados que siempre son realizados por
las mujeres de la familia.

En lo relativo a las mujeres como usuarias directas del Sistema de Salud, podemos decir que
éstas son las que realizan la mayoría de las consultas, puesto que es habilitado socio-
subjetivamente para el género femenino, el expresar y consultar por su malestar en salud, con
lo cual suelen hacer consultas más precoces que los varones.

En lo que respecta a los varones, estos deben cumplir con un rol de proveedor económico y
social, siendo sancionados cuando no pueden o quieren cumplir con dicho rol. Esto genera
perfiles epidemiológicos específicos por sobrecarga laboral y por empeoramiento de las
condiciones de su concreción. Para que los varones puedan cumplir las expectativas relativas a
su rol social, su socialización primaria les inhibe la capacidad de registro de sus propios
malestares, lo cual tiene efectos nefastos en la detección primaria de enfermedad. Los varones
llegan a los Servicios de Salud cuando ya no dan más, por lo tanto con cuadros más avanzados
lo cual complejiza su pronóstico (Tajer D., 2009).

b) Hacia un nuevo enfoque: equidad de género en la calidad de atención:

Si definimos a la inequidades en la atención, a las diferencias y similitudes injustas e


innecesarias en el grado de satisfacción de necesidades (Whitehead, 1990), se puede destacar
que los problemas de género en la calidad de la atención pueden basarse en:

• La entrega de una atención igual para ambos sexos cuando las necesidades no son iguales.

• La entrega de atención diferente cuando las necesidades son iguales.

• Un trato que refuerce los estereotipos de género.

Si queremos abordar la salud de mujeres y varones desde una perspectiva de equidad de


género, nos percataremos que los problemas femeninos están basados en su mayoría en
cuestiones relativas al empoderamiento y carencia de recursos. Por su parte las problemáticas
de los varones son del orden de los costos de poder sostener o no la hegemonía, por lo tanto
son cuestiones más ligadas a los excesos y a la exposición a riesgos (Tajer D., 2009).

Algunos de los niveles en los que la diferencia entre los géneros se transforma en inequidad en
salud son:

• La distribución de los riesgos y el relevamiento de necesidades en Salud.

• El acceso y la calidad de la atención el tipo de cobertura y la forma del financiamiento.

• Las costas de género de los cuidados profesionales y domésticos en Salud.

• La invisibilización de los cambios en los tipos de familia y de la relación con el sistema


sanitario.

• El área de la Gestión y la toma de decisiones (Tajer D., Editorial Lugar 2012).

c) Género y Enfermedad Coronaria. De qué estamos hablando:

Una dificultad para articular Género y Enfermedad Coronaria radica en la ausencia de una línea
de reflexión que articule modos “generados” de vivir, con modos de enfermar, consultar, ser
atendidos y morir (Tajer D., en prensa). Al faltar estas líneas de entramado, acontece que en
paralelo con la gran cantidad de conocimientos desarrollados en los Estudios de Género en el
campo de las Ciencias Sociales en lo que refiere a la construcción de las masculinidades y las
femineidades en la modernidad, la mayoría de los/as especialistas en el campo médico, suelen
ser insistentes en explicar los fenómenos de la diferencia entre los géneros únicamente con
argumentos provenientes de la biología, produciendo lo que en epistemología podemos
denominar “biologicismo”.

Estos argumentos que sólo anclan en la biología, sin intercambio con otras determinaciones,
focalizan en el hecho de que las mujeres, hasta la menopausia, estarían protegidas
hormonalmente por los estrógenos, los cuales, al declinar su presencia, las dejarían
susceptibles a las cardiopatías isquémicas en “igual condición” que los varones (Eaker E. y col.,
1993). Explicando, de este modo, la “demora” en 10 años en la presentación de este tipo de
patología en mujeres (con respecto a los varones) resulta correcto pero insuficiente, dado que
no se incorpora la especificidad de este tipo de patología en cada uno de los géneros (Jneid H.,
Thacker H.L., 2001) y los modos particulares por género de construcción de la vulnerabilidad.

Aportando de este modo a la construcción de un imaginario por el cual la enfermedad


coronaria, en términos generales y por lo tanto en lo referente a su riesgo psicosocial, es
“igual” en varones y en mujeres, sólo que, en estas últimas, se produce “10 años más tarde”.
Como señalamos en otro trabajo (Tajer D. y col, 2002, 2003), el costo por ser “tomadas en
serio” como pacientes suele ser la invisibilización de los modos particulares de enfermar,
consultar y morir (Healy B., 1991) y la asimilación de la igualdad a “enfermarse como los
hombres”.

Una línea de trabajo que pudiera ir contribuyendo al desarrollo de un diálogo necesario entre
disciplinas, es profundizar el estudio del peso que pueden adquirir las modalidades
diferenciales y específicas de construcción de la subjetividad de varones y mujeres ligadas a las
condiciones de vida incorporando elementos al indicador “estrés” relativos a la construcción
de género y subjetividad.

Esta opción no desconoce los efectos que las diferencias biológicas entre varones y mujeres
presentan en la construcción del riesgo diferencial, intentando contribuir a contar con más
conocimiento de los modos psicosociales por género y su impacto en el cuerpo en la
construcción de la vulnerabilidad de este tipo de patologías que permita avanzar en la
reducción de este factor en la construcción general del riesgo (Rozanski A. y col., 2001).

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