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COLECCIÓN DESARROLLO
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• Consecuencias individuales y sociales de la privación de
cuidados parentales y de la institucionalización
• Las voces de las y los protagonistas
• Alternativas para el restablecimiento del derecho a la
convivencia familiar y comunitaria
• Reflexión final: sin familia y comunidad no hay humanidad
• Introducción
• El comienzo social de los emprendimientos
• Las cooperativas como principal actor de la Economía Social
y Solidaria: casos específicos y su impacto en las familias
mexicanas
• Conclusiones
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Violencia en contexto de
pobreza y exclusión México
Introducción
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tante porque la conjunción de estos fenómenos, es caldo de cultivo de
grandes problemas sociales y no se ha calibrado con justeza el valor
de su prevención y atención.
En México, tanto la pobreza como la violencia, son problemas es-
tadísticamente significativos y ambos, por separado, han merecido
un grueso volumen de recursos para su tratamiento. En lo relativo a la
pobreza, desde 1997 la estrategia se ha basado en las transferencias
monetarias directas a familias de comunidades marginadas. La salud, la
alimentación y la educación son los tres vértices a partir, de los que se
articulan estos programas. Los gobiernos han buscado contribuir a la
reducción de la transmisión intergeneracional de la pobreza partiendo
de bajar los niveles de desnutrición, la mortalidad infantil, la tasa de
fertilidad y la deserción escolar4. Estos son elementos necesarios, y los
programas de transferencias monetarias directas gozan de instrumen-
tación y reconocimiento internacional. En México estos programas han
sido evaluados positivamente en algunos contextos y también se han
hecho evidentes sus límites, sobre todo en lo relativo a la dificultad
para focalizarlos de manera adecuada.
Por otra parte, la prevalencia del crimen organizado y las difi-
cultades del Estado para enfrentarlo, han hecho de la violencia una
realidad cotidiana en muchas ciudades y vidas mexicanas. La violencia
que irrumpe en los medios de comunicación es una de tipo criminal y
comunitario que suele ser tratada mediante el despliegue de fuerzas
militares y la creación de cuerpos policiacos de élite. Al mismo tiempo
y menos visible, está la conciencia de que la prevención debe darse en
zonas especialmente marginadas y con sujetos y grupos altamente
sensibles: los niños y niñas, los adolescentes y las mujeres que viven
en los polígonos calificados como de alta marginación. Esto se esta-
blece en el Programa Nacional de Prevención Social de la Violencia y la
Delincuencia y da fe de que para erradicar la violencia se demanda un
enfoque preventivo, más que un enfoque de carácter punitivo. En este
sentido, la prevención y atención de la violencia familiar, entendida
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como la construcción de espacios familiares en los que haya seguridad,
respeto y protección para cada uno de los integrantes, es una tarea en
la que deberían estar invirtiendo recursos de calidad óptima.
El objetivo de este libro, no es desarrollar un análisis sobre los
alcances de estos programas y los precipicios, que aparecen cuando
se salta de los discursos a las prácticas concretas. Más bien, nuestra
apuesta es evidenciar que cuando la violencia familiar y la pobreza
convergen en un núcleo familiar determinado o en una comunidad es-
pecífica, es menester tratar ambos problemas integralmente, es decir:
para combatir la pobreza hay que prevenir y atender efectivamente la
violencia familiar, y viceversa.
La violencia familiar es una condición que agudiza la exclusión
social y la vulnerabilidad de quienes la enfrentan, por tanto, debe ser
considerada como un freno para el desarrollo social, humano y ser
atendida integral y profesionalmente. Consideremos el caso de niños
y niñas que crecen en el seno de una familia en la que hay violencia y
pobreza extrema, será difícil establecer si el maltrato físico, la negli-
gencia anteceden o suceden a las carencias sanitarias, educativas o
alimentarias, sin embargo, es un hecho que son violatorios de derechos
y merman el bienestar de manera flagrante.
Por supuesto, sería un yerro afirmar que en todas las familias po-
bres hay violencia, reiteramos que la propuesta es tratar integralmente
estos fenómenos cuando aparecen conjugados en la realidad. Cifras
oficiales nos hablan de que más de la mitad de la población experimen-
ta alguna carencia social y, aún sin contar con datos que muestren de
modo fidedigno la recurrencia de las diferentes facetas de la violencia
familiar, la Encuesta Nacional de Dinámica de Relaciones en los Hoga-
res (ENDIREH, 2011) revela que casi la mitad de las mujeres mayores
de quince años, que han estado casadas o unidas ha sufrido violencia a
manos de su pareja. Respecto al maltrato infantil, a la violencia que se
ejerce entre hermanos o hacia las personas de la tercera edad, existe
menos información. No obstante, desde los medios de comunicación
hasta los trabajos académicos, señalan que la violencia está presente
en la cotidianidad de amplios sectores de la población.
La violencia familiar, igual que la pobreza, suele transmitirse de
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manera intergeneracional y reconfigurarse cómodamente en el seno
de la política social y económica vigente. Los trabajos comprendidos
en este texto nos ayudan a pensar sobre ello. El camino hacia la preven-
ción y la erradicación de la violencia es uno muy intrincado, pero como
sociedad estamos impelidos a recorrerlo hasta el final, y las familias
son un ámbito urgente.
Si un niño o niña crece en un entorno familiar violento, su desarro-
llo neurológico, cognitivo y socioemocional tiene altas probabilidades
de ser inadecuado, con consecuencias nocivas en todos los planos, des-
de el individual hasta el social. Cuando esta condición se combina con
factores de exclusión como la edad, el género y/o el origen étnico, nos
encontramos en un terreno francamente árido para el desarrollo. De
hecho, la inversión en primera infancia (y su bienestar integral implica
una familia capaz de satisfacer necesidades físicas y emocionales) está
considerada como una de las inversiones más inteligentes que puede
hacer un gobierno. Partiendo de este conocimiento, es fundamental
que la violencia familiar se vuelva un tema prioritario no sólo en la
agenda pública, sino en la agenda de investigadores e investigadoras
de diferentes disciplinas científicas, tales como la economía, la socio-
logía, la antropología y otras que tradicionalmente le han prestado
poca atención.
Los artículos que componen este libro dan cuenta de varias dimen-
siones de la violencia familiar: desde los distintos sujetos que involucra,
hasta los elementos culturales y políticos que la determinan. Se llega
a reflexiones y propuestas de intervención para articular una política
social y económica que contribuya de manera efectiva a la prevención
y atención de este fenómeno, conectado con el desarrollo económico y
el fortalecimiento de la democracia. En suma, se ha tratado de indagar,
desde diferentes perspectivas, cómo la violencia familiar se relaciona
con la pobreza y la exclusión en el México actual.
Nicolás Martínez Villaseñor y Anahí de Los Santos Gómez, expo-
nen la necesidad de pensar a la violencia familiar como resultado de
una serie de relaciones entre los sujetos en diferentes contextos cultu-
rales, sociales y económicos. Se han ocupado de desarrollar un marco
analítico para comprender e intervenir sobre la violencia familiar. Este
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marco se articula a partir de la teoría de las representaciones sociales
y permite entender la violencia familiar como un fenómeno insertado
en el modo de vida de los individuos y mediado por diferentes proce-
sos psicosociales, evidenciando que no es un objeto puro, sino que la
ideología, los medios de comunicación, los valores etc. contribuyen a
su naturalización y permiten su producción y reproducción. Afirman
que la familia se concibe como un espacio de poder, en el que rigen
las relaciones de desigualdad y dependencia, y proponen repensar el
poder a través del constructo de empoderamiento, esto es, “el pro-
ceso de construcción de relaciones igualitarias, que permitan que los
individuos ganen control sobre la satisfacción de sus necesidades, sean
éstas económicas, psicoafectivas o de cualquier otro orden”. Pensar la
familia como un espacio de empoderamiento implica, necesariamente,
la reducción y erradicación de la violencia, pero esto significa rebasar
las concepciones clínicas que conciben al victimario como un individuo
enfermo al que hay que curar, y colocar el énfasis en los elementos
contextuales – contenidos también en los individuos- que hacen po-
sible que la violencia se presente. Se trata de determinar qué hay en
la comunidad, en los medios de comunicación y en la estructura social
y política que permite que los individuos integren la violencia en sus
modos de vida.
En el siguiente capítulo Lorena Martínez Zavala, Araceli Jiménez
Pelcastre y Eva Alonso Elizalde, visibilizan la relación entre violencia y
pobreza señalando, desde una perspectiva estructural, la violencia que
padecen las mujeres en la tercera edad cuando no tienen acceso a una
pensión o ingreso propio y son las encargadas de proveer las labores
de cuidado a los miembros de sus hogares. Estas mujeres, debido a
la desprotección social que implica el estado neoliberal, carecen de
recursos económicos que les permitan independencia y tienen que
integrarse a un modelo familiar, en el que sus hijas trabajan fuera de
la comunidad y ellas quedan encargadas de sus nietos y de la casa. En
esta situación, es frecuente que los nietos adolescentes ejerzan vio-
lencia verbal y emocional en su contra, que experimenten sobrecarga
de trabajo, problemas de salud y algún tipo de violencia económica. En
su análisis, queda muy claro cómo la violencia que ocurre en el espacio
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doméstico se conecta con la violencia estructural, en un sistema que
no garantiza medios de subsistencia para un significativo sector de
la población que envejece en un escenario comunitario deteriorado.
En el tercer capítulo Adriana Paola Palacios Luna y Susana Mejía
Flores exponen un estudio realizado en el Centro de defensa de los
derechos de las mujeres y la Casa de la Mujer Indígena en Cuetzalan,
Puebla1. Las autoras señalan la realidad de las mujeres en una comuni-
dad donde el derecho positivo y el derecho consuetudinario son domi-
nados por los varones, de modo que la violencia ha sido interiorizada
y minimizada por los funcionarios públicos y los líderes comunitarios.
Las autoras describen su experiencia de trabajo en la Sierra Norte del
Estado de Puebla y cómo el acompañamiento de las organizaciones
civiles se vuelve fundamental para que las mujeres indígenas tengan
acceso a sus derechos, sobre todo en lo referente a la procuración
de justicia. Asimismo, refieren que para avanzar en la reducción de
la violencia contra las mujeres se requiere trabajar, en primer lugar,
con ellas mismas, pero también con las autoridades y a nivel comuni-
tario, revisando aquellos elementos culturales que pueden ayudar a
promover la igualdad de género. Si bien, este artículo es el menos or-
todoxo en su forma, hemos decidido integrarlo, precisamente porque
se refiere a uno de los grupos cuya voz es constantemente omitida en
los discursos que dominan la academia como la política. Las autoras
dejan escuchar los testimonios de diferentes hombres y mujeres de la
comunidad de Cuetzalan y otras localidades indígenas aledañas. Nos
ha parecido fundamental que este sea un espacio para proyectar esas
voces, que describen fragmentos de una realidad local que debe ser
importante para todas y todos.
En otro estudio de caso, Araceli Espinosa Márquez describe las
formas de violencia que padecen las familias transnacionales de la mix-
teca poblana en la vida cotidiana entre México y Estados Unidos. En
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ella explora las formas de violencia que la vida cotidiana toma en la
migración de Puebla con destino a Nueva York. En el texto delinea la
manera en que en la vida cotidiana los habitantes de la localidad de
Atencingo, enfrentan diversas formas de violencia y que alcance tiene
el marco jurídico vigente en el Estado de Puebla.
En su aportación, Efrén Jiménez Rojas aborda la violencia familiar
en su relación con la formación y el ejercicio de la ciudadanía, mostran-
do cómo es una de las prácticas cotidianas que obstruyen y repercuten
el proceso de formación de ciudadanía. Partiendo tanto de un marco
conceptual y estadístico general, como de datos recolectados en un
trabajo de campo realizado en la comunidad de Colipa, el autor propo-
ne que la violencia familiar es una fuerza que estorba la formación de
ciudadanía, pues socava habilidades directamente relacionadas con la
misma. Asimismo, analiza una serie de criterios formativos de ciuda-
danía que, en contextos familiares libres de violencia, pueden adquirir-
se y practicarse. La familia pues, debería ser el escenario privilegiado
para que los individuos aprendieran desde la niñez a tomar decisiones,
dialogar, participar organizadamente, reconocer la autoridad, respe-
tar normas con las que se sientan identificados, buscar el consenso y
promover el bien común; prácticas todas que componen el ejercicio
pleno de la ciudadanía y que un contexto familiar violento no permite.
Desde este análisis, se concluye que prevenir y atender adecuadamente
la violencia familiar, es una condición necesaria para formar individuos
capaces de practicar una ciudadanía plena, que contribuya al desarrollo
y a la estabilidad social. En otras palabras, cuando la violencia fami-
liar ejerce una influencia negativa en la formación de ciudadanía, los
procesos institucionalizados (clases de formación cívica y ética, por
ejemplo) tienen pocas probabilidades de ser efectivos.
Héctor Ramón Ramírez Partida y Luis Fernando Pérez Varela
sostienen que la violencia doméstica constituye un obstáculo para el
desarrollo económico, pues cuando se combina con los bajos ingresos,
agudiza la exclusión y esto condiciona la perpetuación de la pobreza.
La violencia doméstica es un factor que merma el capital social, por
tanto se requieren políticas sociales que contribuyan a su prevención
y disminución. Este capítulo problematiza el concepto de familia, po-
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niendo de manifiesto que es un sitio en el que se juegan la colabora-
ción y la solidaridad, tanto como relaciones de poder que deben ser
mediadas. La propuesta es entender a la familia como una institución
en constante intercambio social y cultural, atravesada por diferencias
de género y generación que colocan a ciertos individuos en condicio-
nes de vulnerabilidad. Señalan que la composición demográfica es un
factor, que influye directamente en las necesidades de la familia y en
las posibilidades de recurrencia de la violencia y, haciendo una rápida
revisión de los programas de combate a la pobreza y de las estadísticas
sobre violencia de género, los autores establecen que la violencia do-
méstica debe contemplarse entre los factores que producen exclusión
social y vulnerabilidad, pues se vinculan a la transmisión de la pobreza.
La contribución de Elsa Herrera Bautista y Erika Cruz Torres ex-
pone un modelo de intervención que busca atender integralmente la
violencia familiar, la pobreza y la exclusión: el modelo JUCONI. Este
modelo básicamente terapéutico, es decir, su objetivo principal es que
los participantes superen las secuelas de sus experiencias traumáticas
y desarrollen vínculos de apego seguro que les permitan: 1) entablar
relaciones libres de violencia y 2) buscar, desarrollar y aprovechar
oportunidades para acceder a una mejor calidad de vida. JUCONI in-
tenta fortalecer a las familias para que se conviertan en entornos de
protección y seguridad para niños, niñas y adolescentes fundamen-
talmente para detener la transmisión intergeneracional de la pobreza
y la violencia. Las autoras hacen un recorrido por diferentes concep-
tualizaciones de pobreza y variables asociadas para caracterizar a la
población intervenida por JUCONI. También ofrecen datos derivados
de un monitoreo interno sobre funcionamiento familiar y, a través de
algunos casos y fragmentos de entrevistas, dibujan con nitidez lo que
significa vivir entre violencia y pobreza. La aproximación resulta no-
vedosa y, aunque se concentra en restaurar el mundo subjetivo de los
participantes, no deja de lado la consideración del contexto político y
social, pues el texto finaliza con un listado breve de condiciones para
la efectiva superación de la pobreza, entre las que se cuentan: trabajo
digno, opciones de recreación en la comunidad, programas de apoyo
al cuidado infantil de alta calidad y asesorías sobre crianza. Esto nos
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habla de que no sólo hace falta trabajar a un nivel profundo y terapéu-
tico con los individuos, sino incidir para lograr condiciones generales
más favorables.
Gaudencio Rodríguez Juárez aborda una de las consecuencias más
dramáticas e invisibles de la violencia familiar: la infancia sin cuidados
parentales y, en particular, la situación de los niños y niñas instituciona-
lizados. Rodríguez hace un recorrido por la normatividad internacional,
regional y nacional aplicable a la protección del derecho a la convi-
vencia familiar, centrándose en resaltar que los niños deben recibir la
protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente, sus
responsabilidades dentro de la comunidad. Hacen falta datos confiables
sobre la materia, se cuenta solamente con estudios escasos y parciales
que no hablan sobre la cantidad exacta de niños, niñas y adolescentes
que están en instituciones, por qué motivos y en qué circunstancias.
La revisión deja claro que este sector de la infancia sufre violencias
importantes derivadas, en primer lugar, de la vulneración de su dere-
cho a la convivencia familiar y comunitaria, consagrado en diferentes
instrumentos internacionales y también en las leyes nacionales. Asi-
mismo, resultan importantes las precisiones que hace respecto a que
el crecer fuera, de un ambiente familiar estable y protector imposibi-
lita a los individuos para desarrollar vínculos emocionales saludables.
La falta de amor, en términos llanos, es condición para lo antisocial,
de ahí que haya un vínculo importante entre la ausencia de cuidados
parentales y el ingreso de niños, niñas y jóvenes a las filas del crimen
organizado. También en este artículo encontramos voces comúnmente
omitidas, los niños hablan sobre su derecho a vivir en familia y sobre
cómo quieren vivir. Escucharlos y escucharlas es, ya no sólo por sentido
común, sino también por ley, obligación de los adultos encargados de
su protección y del resguardo de sus derechos. De suma importancia
es considerar que muchos ingresos de niños y niñas a instituciones
podrían evitarse apoyando a las familias con servicios integrales, y que
la reintegración familiar sin diagnósticos adecuados, sin trabajo de re-
habilitación de los cuidadores y sin estrategias de re-vinculación, suele
tener resultados desfavorables. Finalmente, Ariadna Hernández Rivera
explora cómo los emprendimientos sociales pueden ser considerados
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alternativas de integración familiar y disminución de la violencia con
base a que la experiencia internacional proporciona, elementos funcio-
nales de trabajos comunitarios que han logrado impulsar actividades
productivas para reducir el desempleo, la migración y la violencia. Para
cerrar el texto con un capitulo de conclusiones donde Araceli Espino-
sa Màrquez expone la vulnerabilidad entendida como un proceso de
acumulación de desventajas, en un marco estrucutral que se combina
con activos particulares en cada hogar, son desicivos para el desarrollo
de estrategias de afrontamiento y superación de la vulnerabilidad en
contextos de pobreza y violencia.
En general hablar de violenza y familia en contextos de pobreza, es
dificil de ahi que el proceso para conformar este volumen ha sido largo
y complejo, pero buscamos abonar a la comprensión de la violencia
familiar como un factor que se vincula directamente a la pobreza, vul-
nerabilidad y exclusión social, por lo cual no debe dejarse fuera de las
políticas públicas y los programas que busquen incidir en la reducción
de estos fenómenos. Se presentan diversos argumentos que sin duda
nos llevan a pensar en nuevas preguntas de investigación y a desarro-
llar nuevas hipótesis, pues entender la violencia familiar, la pobreza y
la vulnerabilidad es imprescindible para lograr un país cada vez más
inclusivo y equitativo. De este modo, se agradece a todas y cada una de
las instituciones que hizo posible este proyecto académico, en primer
lugar al Consejo Nacional de Ciencia y Tegnología, en particular la cola-
boración de la Dra. Anahely Medrano Buenrostro, miembro del Sistema
Nacional de Investigadores y quien se encargó de la coordinación de
los arbitrajes a doble ciego realizado a cada una de las colaboraciones
de este texto y fue la titular del Proyecto Catedra Conacyt 294724:
Prevención de la violencia familiar en contexto de pobreza. Clave en la
gestión del desarrollo. Es esa misma línea agradecemos a la ahora ya
acaecida Alison Lane, fundadora de la Fundación Juconi A. C. y de la
Alianza por la Infancia y sus familias que es un conglomerado de aso-
ciaciones civiles que trabajan en 4 diferentes estados de la República
mexicana. En especial a la Lic. Gabriela Escobar del Razo, y a todos
aquellos que desde la sociedad civil o desde las instituciones de edu-
cación superior, facilitaron el desarrollo de este proyecto; todas en
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equidad de importancia que evitamos mencionar una a una, por obvio
de espacio. Lo mismo que a la Benemerita Universidad Autónoma de
Puebla por facilidades prestadas para la conclusión del mismo, lo mis-
mo que a los investigadores del Instituto de Ciencias de Gobierno y
Desarrollo estratégico y a Lennica Díaz Macareno antropóloga social
quien cuido la edición del mismos y a todos los que colaboraron de
forma entusiasta en el mismo.
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Aproximaciones a la Violencia
Familiar desde la Psicología Social:
Pautas para su análisis,
investigación e intervención.
Resumen
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niveles de integración humana.
Palabras claves: modo de vida, procesos psicosociales, represen-
taciones sociales, poder y violencia familiar.
Introducción
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sus variantes. Por ello, consideramos pertinente definir el ECRO con
el que operamos. Entendiendo a éste como el fundamento del campo
de una psicología social que aprehende a las personas, a los grupos,
a las comunidades, a las organizaciones y en su conjunto, al sistema
societal en su vida cotidiana. La caracterización del ECRO de acuerdo
con Pichón Riviere y De Quiroga (1977) es el “conjunto organizado
de nociones y conceptos generales, teóricos, referidos a un sector de
lo real, a un universo del discurso, que permite una aproximación ins-
trumental al objeto particular concreto….”(p.205) y el vehículo que
lo acerca a ese objeto concreto, es el tipo de análisis que parte de las
relaciones cotidianas que permiten develar los principios que organizan
las posiciones de los actores sociales entre sí, dentro de un conjunto de
relaciones sociales. Este tipo de análisis forma parte del método gené-
tico de inspiración dialéctica que nos permite identificar la bipolaridad,
las contradicciones que son fuente configuradora de la dinámica de los
procesos. Desde esta perspectiva, la psicología social que inscribimos
en este trabajo se refiere a la crítica de la vida cotidiana, entendiéndola
“…como análisis de nosotros, sujetos, en nuestras condiciones concre-
tas de existencia” (Riviere y De Quiroga, 1977, p.205)
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de vida. Esta configuración no está exenta de contradicciones, de con-
flictos, de tensiones, puesto que la relación con los otros puede ser de
cooperación o no. Ello está marcado por el lugar que ocupan ambos
elementos (yo/otro) en la estructura de esa relación y por la percep-
ción que ambos tienen de dicha relación.
En este sentido, Cohen DeGovia (1979) define el modo de vida en
los siguientes términos: “…el modo en que cada persona en particular
produce o se procura los bienes materiales del alimento, el vestido, la
vivienda y los bienes psicosociales[…]necesarios para que pueda vivir y
desarrollarse” (p.33) y, más adelante, el autor precisa algo sustancial-
mente relevante que señala la diferencia con otras visiones de sujeto
y se refiere a la capacidad que éste tiene para producir o procurarse,
esos bienes (conducta encaminada al cumplimiento de una finalidad).
En este proceso, se van creando simultáneamente los instrumentos
o recursos (tales como su cuerpo biológico, los conocimientos, las
experiencias y las necesidades/motivación) que hacen posible dicha
producción o procuración de bienes. La propuesta de Cohen DeGovia
hace eco al paradigma en el que se reconoce la capacidad del ser huma-
no para construir y producir su vida. Al respecto, el autor nos plantea lo
siguiente: “Los seres humanos siempre han convivido y coproducido su
vida. En este proceso de coproducción vital las personas se relacionan
[…] formando una vasta e intricada red de vínculos directos e indirec-
tos…” (DeGovia, 1979 p.33).
Por tanto, el modo de vida está conformado por los medios: nece-
sidades (de afecto, pertenencia, etc.), los instrumentos culturales (va-
lores, normas), instrumentos del cuerpo biológico y por las relaciones
de vida (es aquí en donde entran las relaciones de familia, pero también
las escolares, laborales y de convivencia). Las necesidades se estable-
cerán según las fases de la edad evolutiva de las personas. Insistimos,
dicha articulación entre los medios y las relaciones se caracterizan por
las tensiones y contradicciones, que se generan cuando las relaciones
de vida no corresponden con la necesidad y satisfacción del sujeto.
Un ejemplo de lo anterior, es el de aquella familia que establece una
relación de dependencia aun cuando sus miembros se encuentran en
condiciones favorables para producir sus bienes. Este tipo de relación
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se transformará en un obstáculo para el crecimiento y desarrollo de
sus integrantes. Es aquí donde adquiere importancia otro elemento
del modo de vida que es crucial, porque logra articular los medios y
las relaciones vitales del sujeto. Nos referimos a la ideología, misma
que comprende las diversas modalidades de pensamiento social tales
como las actitudes, los estereotipos, los prejuicios, las representaciones
sociales, así como la comunicación verbal y no verbal, los signos, etc.
En otras palabras, es la concepción sistemática que el sujeto tiene de
sí y del otro. Las fuentes que generan estos procesos psicosociales se
encuentran en las relaciones sociales, es decir, hablamos de sujetos
con capacidad para producir su vida.
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Con ello queremos decir que la concepción del objeto, en este caso
la violencia familiar, estará mediada por el alter. El sujeto no puede
mantener una relación directa y “pura” con el objeto, éste siempre va
a estar influido por un tercer elemento, que en este caso es el alter.
Por ejemplo, la violencia simbólica que se ejerce sobre la educación de
los niños y niñas (jugar con muñecas o sentarse de ciertas maneras),
pasa por el sujeto a través de lo que dicen los medios de comunicación
que debe ser una niña o un niño, o sobre las creencias (donde entra la
cultura) que tienen los sujetos sobre el comportamiento “adecuado”
de éstos. De esta forma, el sujeto en cuestión (ego), generará una serie
de prejuicios, valores y creencias sobre el objeto, posicionándose en
contra o a favor de ese tipo de prácticas.
Como se puede observar, los fenómenos psicosociales y sus co-
rrespondientes mecanismos de producción, adquieren una complejidad
singular que dificulta establecer la transición entre el mundo latente y
su paso al manifiesto, del mundo simbólico al fenoménico. Por tanto,
la psicología social se propone develar la realidad a partir de la defini-
ción de procesos básicos y complejos ubicados en espacios y tiempos
diversos.
Violencia Familiar
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se sustentan en esta relación: los del poder vs los sin poder.
A falta de un concepto con tales características (lo cual no sig-
nifica que no estemos trabajando en la construcción de un concepto
integrador), hemos decidido retomar el que aporta la Organización
Mundial de la Salud, que nos dice que la violencia familiar es “el uso
deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza
o efectivo, contra uno mismo, otra persona o grupo o comunidad que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, da-
ños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (OPS, 2003).
Decidimos retomar este concepto, ya que nos da cuenta de un
abuso de poder en las relaciones que se establecen entre los miembros
que componen a la familia4. Es decir, el concepto anterior, muestra un
tipo de relación que se basa en la desigualdad que mantiene y sustenta
relaciones, justificándose en la idea de proteger a los más débiles, aún
a costa de las propias necesidades del sujeto como ente individual pero
también como elemento de un grupo.
¿Por qué la inconformidad sobre el concepto de violencia familiar?
En principio, porque consideramos que las investigaciones que se han
hecho al respecto, aíslan el fenómeno de todos los elementos que lo
integran. Se pretende entender la violencia familiar como un fenómeno
con origen individual, interno a los sujetos, como consecuencia, solo se
centran en establecer las secuelas en mujeres, niñas, niños, adolescen-
tes y adultos mayores, y establecer modelos que permitan “identificar”
al victimario. Los efectos de situarnos a nivel individual para tratar de
responder preguntas como: ¿Por qué la esposa permite que la maltrate
el esposo? ¿Por qué el padre golpea a sus hijos pequeños cuando éstos
alteran la paciencia del padre con su llanto? ¿Por qué el hermano golpea
a la hermana como una medida de corrección de comportamiento por
no realizar la actividad doméstica asignada? ¿Por qué la madre censura
a los hijos (varones) cuando lloran o muestran “debilidad”? nos atan y
4 Dar un concepto de familia es una tarea igual de difícil, debido a los cambios
estructurales que tiene hoy en día la unidad familiar. No podemos hablar de un solo tipo
de familia, ni características únicas y compartidas. Por tanto, nos hemos conformado con
definir a la familia como aquel conjunto de personas que comparten lazos sanguíneos
o simbólicos y establecen una relación significativa. La actividad de este conjunto de
personas se realiza en torno a una tarea definida y significativa para los miembros (De Los
Santos, 2013).
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reducen nuestro universo de causas y respuestas. Por ello, la propuesta
que realizamos es aproximarnos al fenómeno contemplando los diver-
sos niveles que lo integran, niveles que se articulan y no se excluyen
entre sí. Los niveles a los que nos referimos son los propuestos por
Doise (1983).
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éste. Este nivel de análisis aún excluye elementos como la cultura, las
normas, los vínculos, la posición social, entre otros.
Posiciones sociales diferenciadas que se generan antes de la inte-
racción, que existen entre las diferentes categorías de personas. En lu-
gar de centrar la atención en los factores del entorno o en las intencio-
nes del sujeto que observa, la preocupación está en las diferencias de
posición social ante un objeto social determinado. Al respecto, Doise
(1983) menciona que: “La inserción y posiciones sociales respectivas
de los sujetos que participan en una experiencia, que son funciones de
relaciones sociales preexistentes a ella, pueden tener distintos grados
de correspondencia con las dinámicas propias a su inserción específica
en una situación dada” (p.664). Por tanto, el objeto las explicaciones
sociológicas son características de este nivel, articuladas a las expli-
caciones del nivel dos. En este nivel existe una articulación, y sólo por
esta, se explican los comportamientos sociales. Al respecto, la rela-
ción entre las representaciones colectivas y las imágenes o represen-
taciones sociales, dentro de los marcos de una información sobre un
objeto social o de una situación específica, permite determinar los
mecanismos de tal relación. En este nivel se sitúan las investigaciones
que intentan hacer una aproximación a la construcción de prejuicios y
estereotipos acerca de la violencia familiar.
Ideología: “Cada sociedad desarrolla ideologías, sistemas de creen-
cias y de representaciones, de evaluaciones y de normas, que deben
justificar y mantener un orden establecido de relaciones sociales” (Doi-
se, W. 1983 p.664). En este sentido, la preocupación de este nivel es
el referente al análisis de las ideologías. En este caso, los ámbitos de la
actividad humana, por ejemplo, la enseñanza, los negocios, la iglesia,
el gobierno, por mencionar algunos, se legitiman por los valores y las
necesidades de la sociedad, pero también, son aceptados por los suje-
tos en la medida en que éstos los consideran como inherentes al mun-
do en el que han nacido y en el que viven” (Milgram 1974 p.178 en
Doise, W. 1983 p.187). Los procesos de los juicios, específicamente,
el de la categorización de opiniones y las representaciones colectivas
que diferencian a los sujetos y a los grupos de sujetos y la universali-
dad inherente en los juicios de valor de los individuos. Un ejemplo, de
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los procesos que se ponen en juego en este nivel, es la convicción de
que en el mundo en que viven es justo y que las personas que sufren
merecen de alguna manera su suerte. Por tanto, los sufrimientos, las
sanciones no se distribuyen arbitrariamente (Doise, 1991).
Con lo expuesto anteriormente, no pretendemos indicar que un
nivel es el más adecuado que el resto. Más bien, de lo que se trata es
de mostrar que la psicología social, y los investigadores de cualquier
disciplina, cuentan con modelos teóricos, estrategias metodológicas
y de análisis precisos para dar cuenta de la violencia familiar, y así
se permita, según el nivel de análisis, hacer un acercamiento a este
fenómeno.
Naturalización y familiarización: La legitimación y actualización
de las relaciones.
Para explicar los mecanismos de naturalización y familiarización de
la violencia familiar es necesario contextualizarlos. Ambos conceptos
se desprenden de lo que Moscovici (1979) nombra como representa-
ciones sociales, que de manera precisa son “formas de pensamientos
y comportamientos que las personas generan en su vida cotidiana
y están constituidas de contenidos cognitivos, afectivos y simbólicos
[…]” (Araya, U.S., 2002 p.11), todo ello con la función de orientar
los comportamientos individuales y la comunicación interindividual
y grupal. En las representaciones sociales identificamos estereotipos,
prejuicios, creencias, normas y valores que determinan las posiciones
sociales de los sujetos.
Las representaciones sociales están estructuradas por tres dimen-
siones (Moscovici, 1971): información, actitud y campo representacio-
nal. Dichas dimensiones permiten su especificidad en la medida en que
se genera la ruptura entre el conocimiento científico y el de sentido
común, y con ello, una discontinuidad, un salto, condición necesaria
para que los conocimientos científicos se descontextualicen, precisa-
mente para socializarse y, con ello, puedan penetrar en la sociedad.
Tales conocimientos adquieren un nuevo estatus epistemológico, ad-
quiriendo la forma de representaciones sociales.
La información se refiere a la “organización de los conocimien-
tos que posee un grupo con respecto a un objeto social (Moscovici,
30
1971)”. En ciertos grupos familiares, por ejemplo, los de clase media,
la información con que cuentan es más consistente, permitiéndose una
mayor conciencia de la presencia de la violencia familiar. Por tanto,
existe una relación importante que es necesario destacar, en cuanto a
la correspondencia existente entre la cantidad y calidad de la informa-
ción y el nivel social del grupo. Entre las fuentes de información con la
que cuentan los grupos familiares tenemos, las revistas, la televisión,
la radio, las conferencias y pláticas sobre la violencia familiar, etc.
La actitud destaca la orientación global de la relación con el objeto
representacional. Implica una toma de posición favorable o desfavo-
rable, respecto a la violencia familiar por parte de los grupos y las
relaciones interpersonales que se generan en su interior. Tales dimen-
siones, juegan un papel importante para realizar análisis comparativos
sobre el contenido y el sentido de la representación entre un grupo,
que pertenece a un nivel social con otro. Por ello, estas dimensiones y
su análisis comparativo nos permiten determinar el grado de estruc-
turación en cada grupo. De las tres dimensiones, es el de la actitud la
más frecuente. El grupo al relacionarse con el objeto social, esto es,
la violencia en la familia, toma una dirección: en primer lugar se toma
posición respecto a la violencia; en segundo lugar se adquiere infor-
mación sobre la violencia y; en tercer lugar se concretan los elementos
en la medida en que se organizan jerárquicamente, es decir, se logra
representar la violencia.
El campo de representación se refiere al modelo social, esto es, al
conjunto de elementos concretos y jerarquizados tales como, los jui-
cios sobre la violencia familiar o tipologías de las familias que recurren
a la violencia.
Como se puede observar, el vínculo entre el sujeto y el objeto,
en términos de los ejes, nos permite destacar el papel significativo
del sujeto en la generación de la representación del objeto, y no es el
objeto el que la genera.
31
La comparación de contenido y coherencia de la información del
campo de la representación y de la actitud, nos orienta para definir los
diversos grupos con los que se está trabajando, por ejemplo grupos que
se definen por criterios socioeconómicos y su carga cultural: sectores
económicos primario, secundario, terciario y de servicios.
Como podemos observar, cada uno de los ejes que estructuran
los componentes de las representaciones sociales juega su papel para
resolver una tensión propia del proceso, que consiste en la hetero-
geneidad de los elementos y la necesidad de funcionar como unidad,
puesto que todos los elementos que circulan para ingresar a la repre-
sentación social lo logran, aunque algunos son dispares e inconexos y
solamente ingresarán cuando se constituyen como unidad funcional
(Ibáñez, G. T. p.1988).
La objetivación
32
se extrajo; se descontextualiza, esto es, se abstrae de sus condiciones
de producción o del aparato ideológico.
Esquematización estructurante: Una vez que se han selecciona-
do los elementos del objeto social con el que se establece un vínculo
específico, dichos elementos se reorganizan con base a ciertos princi-
pios, tales como la conformación de categorías ordenadas jerárquica-
mente. Algunas de las cuales tienen mayor peso que otras, siendo las
primeras las que logran darle sentido y establecimiento de relaciones
a las segundas, en otras palabras, las primeras adquieren el estatus
de conceptos, de categorías centrales, mientras que las segundas de
categorías asociadas.
La naturalización: Los elementos referentes y asociados, es decir,
los conceptos y las categorías asociadas que se generaron en el esque-
ma figurativo, dan un salto importante. De elementos conceptuales,
abstractos, se transforman en la expresión directa del fenómeno. La
violencia conceptualmente estructurada en la fase anterior, se naturali-
za en esta fase. El fenómeno es lo que pienso de él y, por tanto, es real.
En otras palabras, los conceptos y las categorías asociadas se trans-
forman en categorías del lenguaje que definen directamente la reali-
dad del fenómeno de la violencia. De nociones conceptuales, ya sean
científicas o ideológicas, como anotan Moscovici y Hewstone (1984,
citado por Darío Páez, 1987), los conceptos se “ontologizan”, con lo
cual adquieren ciudadanía en la realidad. En el caso de la violencia, el
victimario está asociado a la biologización o la enfermedad mental para
lograr el control dominante en diversos niveles de integración social,
llámese familia, organizaciones laborales, escolares, etc. En la fase de
naturalización, la representación social se estabiliza, en la medida en
que los elementos de dicho esquema logran aterrizar en un espacio
adquiriendo una forma tangible o material como parte de la realidad.
En términos generales se puede decir que la naturalización y la
clasificación son las dos operaciones esenciales de la objetivación;
mientras que la naturalización “[…] convierte lo real en símbolo...
[La clasificación] da a la realidad un aspecto simbólico” (Moscovici,
S. 1979 p.77).
33
B. El anclaje.
El otro proceso fundamental para la formación de las representa-
ciones sociales es el anclaje, entendido como el proceso por medio del
cual se insertan las representaciones sociales en las relaciones entre los
grupos, así como en las representaciones preexistentes.
34
son la identidad grupal, la actitud, los modos de vida, las relaciones
entre grupos, las intervenciones, la normalidad, la cura y los valores,
por mencionar algunos. Por ejemplo, al victimario de la violencia fami-
liar se define como un enfermo, entonces la posición de los que están
participando de esa situación definen un conjunto de actividades que
tenga como objetivo la cura del victimario. En este sentido, se actualiza
aquel paradigma biológico con el cual la violencia implica un enfermo.
Y, en ese sentido, la naturalización, la materialización de la violencia y la
clasificación del victimario como un enfermo, como cualquier enfermo,
debe ser atendido médicamente y esta es una manera de hacer frente
a la violencia familiar.
Con todo ello, las representaciones sociales son otra forma de
pensar, con una lógica natural y de un sujeto social que actúa y piensa
en interacción, a diferencia del sujeto óptimo, el cual produce cosas
dependiendo de las normas preestablecidas e invariables (Guimelli,
Christian. 2004).
Por ello, son significativas para la vida cotidiana, ya que interpretan
y ubican culturalmente las actitudes. Las representaciones sociales
evidencian las actitudes sobre la violencia familiar, ya que determinan
acciones al problema o bien, estimulan o no a las víctimas en la bús-
queda de ayuda.
Aquellas sociedades donde la violencia ha sido sancionada o con-
denada a través de las normas legales, y donde, de la misma manera
ha pasado a formar parte de las políticas públicas, ilustran la materia-
lización de las representaciones sociales.
Educación superior.
35
lar conceptos puntuales, sobre la estructura y dinámica de los grupos
familiares, según sus contextos económicos y socioculturales.
El concepto de poder.
36
terística, el resto son unilaterales, se definen a partir de un sujeto que
ejerce el poder, manda e impone; no dejando espacio activo al otro
elemento de la supuesta “interacción”: el que obedece y al que se le
impone la voluntad ajena.
Desde estas observaciones, el presente trabajo se plantea la nece-
sidad de construir un concepto de poder que rompa con los reduccio-
nismos y la falsas interacciones, en la medida en que los protagonistas
de la situación familiar: los esposos, los padres de familia, los hijos,
los hermanos y otros parientes, se conceptúen como elementos de
una unidad, con discrepancias y con capacidad de resolverlas. En este
sentido, el concepto de poder se relaciona con un constructo de la
psicología comunitaria, el del empoderamiento. Este concepto corres-
ponde históricamente a la lucha de las mujeres orientadas a identificar
mecanismos y condiciones para establecer un nuevo equilibrio con los
hombres.
Desde la perspectiva del empoderamiento los esfuerzos concep-
tuales, teóricos y de estrategias de intervención han ido desarrollán-
dose, en primer lugar, construyendo un esquema conceptual integral
de manera multidisciplinaria, para poder reconocer la configuración
del empoderamiento en sus niveles de análisis. Ello implica un concep-
to de realidad en el que los procesos son heterogéneos y articulados
entre sí, de acuerdo con los diversos campos sociales, tales como los
económicos, sociales y psicoculturales. En este sentido, la psicología
social y otras ciencias como la antropología social, la sociología, la
economía social, etc., permiten destacar los campos que abarca el em-
poderamiento. Por ejemplo, en el nivel psicológico en donde el poder
dominante y burocrático ha arrebatado al sujeto, individual y colectivo,
la estima de sí, le hace creer que solamente la relación dependiente
con el que ejerce el poder dominante logrará satisfacer sus necesidades
psicoafectivas y materiales. Por ello, el empoderamiento se propone la
construcción de un tejido social e institucional que incluya a las perso-
nas, grupos sociales y sus organizaciones.
Desde el empoderamiento, la concepción de poder se define como
la construcción de relaciones sociales democráticas y, por tanto, un
poder compartido. El empoderamiento se construye y en consecuencia
37
es de un poder generativo que se flexibiliza, de acuerdo al desarrollo
psicogenético y psicosocial, económico, político y sociocultural que
han logrado los actores sociales, puesto que en el desarrollo hacia una
dirección determinada, definido por los propios agentes, se reconfi-
gura un nuevo escenario, con problemas y desafíos de la fase de ese
desarrollo.
V. Conclusiones.
38
tructo empoderamiento, para enfocar el fenómeno en cuestión con
otra racionalidad, con una nueva racionalidad científica del poder con
y para los actores de la sociedad.
Referencias
39
handle/123456789/725/9275315884. pdf.
Páez, Darío. (1987) Características, funciones y procesos de formación
de representaciones sociales, en Darío Páez. Pensamiento, individuo
y sociedad. Editorial Fundamentos, España.
Pichon-Riviére, E. y de Quiroga, A. (1977). Aportaciones a la didáctica
de la psicología social. En: Enrique Pichon-Riviére, El proceso grupal.
Del psicoanálisis a la psicología social Vol. I Ediciones Nueva Visión,
Bs. As.
Zemelman, H. (1987). Conocimiento y sujetos sociales. Contribución al
estudio del presente. Edit. Del Colegio de México, México.
40
Violencia contra mujeres de la
tercera edad en Mazahuacán, Hidalgo.
Una violencia estructural.
Resumen
41
Palabras Clave: Vejez (mujeres abuelas); División sexual del tra-
bajo; Estado benefactor versus Estado neoliberal; Violencia estructu-
ral; Mazahuacán, Hidalgo.
42
poder disfrutar con sus contertulios porque la vejez se abstiene de los
desmesurados banquetes (2005 p.21).
La concepción de la vejez depende del entorno social, de la ideo-
logía y cultura predominante. En la sociedad capitalista actual la con-
cepción de vejez es más próxima a los planteamientos aristotélicos,
pues no se le concibe como una etapa de virtud espiritual, sino de
deterioro y dependencia. Como señalan Polo y Martínez (2001, p.
20) “las sociedades en las que se rendía de una forma u otra culto a la
belleza o la fuerza física, manifiestan mayor desprecio por la vejez”. De
manera concordante Quintanar Guzmán plantea que “el adulto mayor
no es más el depositario de la sabiduría y la historia como en épocas
anteriores, sino al contrario, es el más alejado de los conocimientos
modernos” (2010, p.9).
La vejez en consecuencia, es considerada la última etapa de
la vida. Es aquella en la que existe una disminución de las capacidades
fisiológicas y psicológicas, lo cual limita al individuo en el ejercicio de
sus prácticas cotidianas. “Envejecer es un proceso de declive funcional,
cognitivo, social, económico y político, el cual culmina con la muerte”
(Robles, 2006, p.45).
De acuerdo con Satorres Pons, las primeras definiciones plan-
teadas desde el ámbito científico se llevaron a cabo a partir de los
años 50, del siglo XX. En dicho periodo, Medawar definió vejez como
“el cambio fisiológico que sufre el individuo, cuyo término inevitable-
mente es la muerte” (2013, p.13).
Aranibar (2001) ofrece dos parámetros utilizados para determinar
el periodo de vejez. Uno consiste en la edad cronológica o de calen-
dario, la cual delimita la vejez a partir de los 60 o 65 años de edad. El
segundo aspecto, retoma la edad fisiológica. Esta se refiere a los aspec-
tos biológicos, sus modificaciones y la disminución de su capacidad y
funcionalidad. Esta concepción abarca aspectos como “la pérdida de las
capacidades funcionales y la disminución gradual de la densidad ósea,
el tono muscular y la fuerza, que se produce con el paso de los años”.
Martínez Martínez (2005) coincide con los parámetros ante-
riores, a los cuales agrega el criterio socio-laboral. Este se refiere a la
etapa en la que los individuos finalizan su periodo laboral y se jubilan.
43
Esta característica está determinada por la edad de los individuos y
por los años de servicio. La jubilación es una fase de improductividad
laboral, en la que los individuos viven con una remuneración instituida
legalmente.
Como todos los procesos humanos, la vejez es una fase com-
pleja, cuya definición debe abordar la multiplicidad de aspectos que
se generan en esta. Marín ofrece una visión de envejecimiento que se
aproxima a una concepción integral. Dicho autor plantea:
Se debe entender la vejez como una fase más de nuestro ciclo vital
(como la infancia, la adolescencia o la madurez), con sus característi-
cas propias, unas más agradables y otras menos, que se irán presentan-
do de forma progresiva, en función de factores intrínsecos individuales
(genéticos, hereditarios), actitudes personales y circunstancias que
han rodeado nuestra vida (2003, p.28).
Las definiciones y concepciones de vejez han sido abordadas
primordialmente desde tres aspectos: el biológico, el psicológico y el
social. Sobre el primer elemento hicimos referencia anteriormente, y
describe la concepción de vejez a partir de referentes cronológicos y
de las modificaciones físicas y morfológicas del ser humano. El criterio
psicológico se refiere a las trasformaciones en los procesos mentales y
de personalidad de los individuos envejecidos. Finalmente, el aspecto
social, que aborda tópicos relacionados con los cambios demográficos
a partir del aumento o la disminución de la población; así como tam-
bién, aspectos relacionados con la integración de la población mayor
en las cuestiones políticas y los procesos económicos de la sociedad
(Satorres, 2013, p.12).
Desde esta visión social, la vejez en el sistema capitalista neo-
liberal es una etapa de la vida que no es vista como la cúspide de la
sabiduría, ni como la fase superior del ser humano. A diferencia de
esto, la vejez es vivida y experimentada como una etapa de declive y
dependencia. “Hoy en día, la mayoría de los adultos mayores son vícti-
mas de la soledad, el abandono, la pobreza y el maltrato” (Quintanar,
2010, p.7).
Un sector de la población de la tercera edad subsiste en con-
diciones de vulnerabilidad. Cuando hablamos de vulnerabilidad nos
referimos a la población que no cuenta con las condiciones sociales,
44
ambientales, políticas y económicas para satisfacer adecuadamente
necesidades esenciales. La edad, el grupo étnico y su situación terri-
torial son algunos aspectos compartidos por personas que viven en
condiciones de vulnerabilidad.
De acuerdo con un estudio sobre adultos mayores en México
elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI),
“se considera que los adultos mayores forman parte de estos grupos,
dado que muchos están en situación de dependencia, no cuentan con
una definición de roles y muchas veces son excluidos de las decisiones”
(2005, p.27).
La condición de vulnerabilidad de las personas de la tercera
edad se acentuó a partir del desmantelamiento del Estado Benefactor,
pues este proceso representó un recorte importante de la protección
social ofrecida por las instituciones estatales. El sistema neoliberal mer-
cantilizó servicios como la salud y la educación; cambios que resarció
estableciendo políticas públicas basadas en programas asistenciales
que no siempre se otorgan a la población más vulnerable.
45
Revueltas, 1993, p.219).
En la década de los treinta del siglo XX, se gestaron institucio-
nes como la Secretaría de Economía, bancos de crédito como Banco
Nacional de Crédito Agrícola, Nacional Financiera, Banco Ejidal, etc.,
y además, surgieron las primeras empresas paraestatales como Ferro-
carriles y Pemex. La instauración de estos organismos surgieron bajo
un proyecto o política económica que buscaba que “el Estado [fuera]
un agente activo de gestión y ordenación de los fenómenos vitales
del país; no un mero custodio de la integridad nacional, de la paz y el
orden público” (Revueltas, 1993, p.219).
En la década de 1940 se impulsó un proyecto económico con
una imagen de protección social. El accionar del Estado iba dirigido a
establecer políticas de bienestar social fundando instituciones cuyo
objetivo consistía en ofrecer servicios asistenciales a la población
(Alonso, 2012,p.87; Revueltas, 1993, p.220). Pero el Sistema de Segu-
ridad Social solamente apoyó a quienes se incorporaron a los procesos
de industrialización y urbanización e inmediatamente se observaron
desigualdades entre la población asegurada y la no asegurada. Por la
falta de cobertura, a este proceso se le ha denominado primer siste-
ma de inequidades. Los grupos que no se beneficiaron del Sistema de
Seguridad Social fueron los trabajadores rurales, los que no realizan
trabajos asalariados y los asalariados en precarias condiciones labo-
rales (Díaz-Tendero, 2012). De este modo, el periodo del “milagro
mexicano” que transcurrió de 1941 a 1972 benefició a los trabajadores
asalariados urbanos pero nunca llegó a los trabajadores del campo,
como habría sido su intención, de realizarse una cobertura progresiva,
hasta llegar a ser universal (Ordóñez, 2009). De manera concordante,
Tello (2010) plantea que:
En los años siguientes, los que van de 1970 a 1982, se buscó poner
en práctica una nueva política económica, distinta a la que organizó el
proceso de expansión de la economía durante el periodo del desarrollo
estabilizador (1954 a 1970), para dar mayor solidez al crecimiento
de la economía nacional y hacer, por la vía de cuantiosos y extensos
programas de bienestar social, más equitativo el proceso de desarro-
llo. A final de 1942 el Congreso de la Unión aprobó […] la creación
46
del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En 1943 inició sus
operaciones con tres tipos de seguro: enfermedades no profesionales
y maternidad; de invalidez, vejez, cesantía y muerte, y de accidentes
de trabajo y enfermedades profesionales (Tello, 2010, pp. 202- 203).
47
da en la aplicación de políticas sociales relacionadas con los ámbitos
educativos, de vivienda, salud y demás; quedando-- bajo la demanda
de las fuerzas del mercado (Portilla, 2005, p.100). Este retraimiento
en las funciones del Estado, ha generado “la pérdida de los referen-
tes tradicionales que les brindaban [a los individuos] seguridades, lo
cual genera una sensación de resquebrajamiento del tejido social y
se acompaña a menudo de sentimientos de inseguridad, angustia y
vulnerabilidad social y económica” (Aparicio, 2002, p.55).
Indudablemente, estos cambios estructurales han afectado las
condiciones de vida de las personas de la tercera edad, pues en una
etapa de completa dependencia del otro, están desprotegidas del con-
junto de instituciones que deberían de proporcionarles los medios y
condiciones necesarias para vivir con una adecuada calidad de vida
como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos
y como lo plantean los Planes de Acción Internacional sobre el Enve-
jecimiento, producto de las Asambleas Mundiales realizadas en Viena
y Madrid, en 1982 y 2002, respectivamente.
En el caso de México, las personas de la tercera edad se encuen-
tran en condiciones de vulnerabilidad, en 2012, los habitantes con
60 años y más fue de 10.9 millones lo que representa el 9.3% de la
población total. De ellos, 43.2% de los adultos mayores se encuentran
en situación de pobreza multidimensional (INEGI, 2013), a su vez,
3.3 millones de ancianos viven en localidades clasificadas con un alto
grado de marginación y con un reducido índice de desarrollo social.
Dicha vulnerabilidad se agudiza en el caso de las mujeres, pues a “la
desigualdad regional y de la tercera edad se le aúna la inequidad de
género” (Aparicio, 2002, p.168).
Las políticas asistencialistas excluyentes, focalizadas, temporales
y clientelistas que impulsa el Estado neoliberal, generan en las per-
sonas de la tercera edad una sensación de desprotección e incerti-
dumbre tanto en la esfera económica como en el ámbito de la salud.
De acuerdo con los datos recabados por la Encuesta Nacional sobre
Malestar Social (EMAS, 2002), ante la reducida capacidad del Estado
para proporcionar protección y seguridad social a las personas ancia-
nas, “la familia emerge como una importante, y en ocasiones la única
48
fuente de soporte para las personas de la tercera edad”. A la inversa,
las personas de la tercera edad, también contribuyen como soporte
para sus descendientes. Estas son estrategias de sobrevivencia que se
activan en las familias de escasos recursos, para hacer frente a las crisis
económicas (González de la Rocha, 2004).
Como veremos en el apartado siguiente, en la localidad de Ma-
zahuacán, Hidalgo, las abuelas que se ocupan de cuidar a sus nietas y
nietos, son víctimas de la violencia que éstos ejercen contra ellas, sin
embargo, no debemos perder de vista que dicha violencia intrafamiliar
tiene de fondo una violencia estructural. Es decir, la desprotección
del Estado y la incapacidad de este para garantizar una vida digna
a las personas de la tercera edad, genera que ante la condición de
vulnerabilidad, desprotección y dependencia, las abuelas se sometan
a la realización de una actividad no remunerada, cuidar a los nietos/
as, como un medio para acceder a recursos con los cuales solventar
sus necesidades. Como señala Quintanar “los cambios en los valores
y en el sentido de vida pueden contribuir a que las personas mayores
se sientan desfasadas no sólo del conjunto de la sociedad, sino incluso
en el seno de su propia familia” (2010, p.11).
49
agua potable en las viviendas y los requerimientos se cubren utilizando
manantiales y arroyos de la localidad.
Los habitantes de Mazahuacán son dueños de las propiedades
que habitan, dichas viviendas están constituidas en su mayor parte, por
la cocina y una o dos habitaciones que se utilizan como dormitorios. A
pesar de encontrar algunas construidas con block y cemento, predo-
minan las casas hechas con madera y barro, pisos de cemento como
producto de algunos programas sociales y techos de láminas de zinc y
cartón. Las condiciones de vida son precarias y al igual que en muchas
localidades clasificadas con alto grado de marginación, utilizan fogones
para cocinar, los cuales se encuentran al interior de las habitaciones.
La población cuenta con una propiedad donde vivir y con tierras
que les permite cultivar para consumo personal y de manera mínima
para venta. Sin embargo, esos dos elementos son insuficientes para
que los pobladores cubran sus necesidades, por lo que hay un impor-
tante índice de emigración, el 33.84% de las casas están deshabitadas
(Jiménez, 2012), debido a que los pobladores de dicha localidad han
emigrado en búsqueda de trabajo a los municipios cercanos y a dife-
rentes ciudades del país, como Monterrey, Nuevo León; Guadalajara,
Jalisco; ciudad de México, D.F.; Poza Rica, Veracruz; Pachuca, Hidalgo;
La Paz y Cabo San Lucas, Baja California Sur; Toluca, Estado de México
y Puebla. La migración internacional no es representativa, ocasional-
mente algunos hombres han viajado por temporadas cortas a Estados
Unidos de América y han vuelto. La economía en dicha localidad gira
en torno a dos vertientes centrales: la agricultura y el dinero que envían
los pobladores que emigraron a otros estados.
En cuanto a servicios educativos, la localidad cuenta con una
institución preescolar y con una primaria, ambas son unidocentes.
Aquellas personas que deseaban estudiar el nivel secundaria, hasta el
2012 debían trasladarse a comunidades cercanas, porque no existía
en la localidad una institución que atendiera ese nivel educativo, du-
rante dos ciclos escolares el Consejo Nacional de Fomento Educativo
(CONAFE), asignó a una persona para prestar el servicio, quedando
suspendido nuevamente en agosto de 2014. De igual manera, los ser-
vicios de salud son un ámbito insatisfecho en la localidad. Para acceder
50
a la atención ofrecida por la Secretaria de Salud, a través del Seguro
Popular, deben desplazarse al Centro de Salud asignado, que se en-
cuentra a 8 kilómetros de distancia, aproximadamente.
Además de lo anterior, en la localidad, los espacios para el de-
sarrollo de actividades recreativas y de ocio son limitados. Debemos
recordar que Julio Boltvinik (2003) plantea la necesidad en los seres
humanos de tener un tiempo recreativo y de ocio, aspecto que junto
con los servicios de salud, educación, alimentación, empleo, etc., ge-
neran un florecimiento humano. Los aspectos religiosos y tradicionales
son un elemento importante en esta localidad para el esparcimiento
colectivo, y se desarrolla mediante la organización de las fiestas patro-
nales y posadas. De manera individual, los habitantes se entretienen
escuchando la radio y/o viendo la programación de los dos canales
televisivos que tienen recepción en esa región.
En un censo realizado a principios de 2010, momento en el que
se tuvo el primer contacto con la localidad, con fines de investigación,
se encontró que Mazahuacán tenía una población de 162 habitantes8,
de los cuales 77 eran hombres y 85 mujeres. Por rangos de edad, los
menores de 24 años sumaron 75 personas, 25 personas entre los 25
y 49 años y 62 personas mayores de 50 años. El menor número de
pobladores que habitan la localidad son aquellos que se encuentran
en un rango de edad de 25 a 49 años; pues como señalamos anterior-
mente, la población emigra a otros municipios o estados en búsqueda
de trabajo y, prácticamente, desde la década de 1980 abandonaron
las actividades agrícolas; con lo cual la población perdió la capacidad
de producción de maíz, frijol, calabazas, café, caña de azúcar, horta-
lizas y frutas, que tuvo en épocas anteriores, cuando las familias eran
autosuficientes y no tenían que comprar esos productos.
Debido a la escasa escolaridad alcanzada, las mujeres emigran-
tes trabajan como obreras y empleadas en hogares, en las ciudades.
La baja remuneración y la falta de prestaciones laborales 9 -entre las
51
que se incluyen restricciones para utilizar los servicios de los centros
de atención infantil- las han obligado a delegar el cuidado de sus des-
cendientes a sus madres. Este proceso de ayuda mutua y de redes
sociofamiliares de apoyo está enraizado en las nociones de obligación
moral y afectiva hacia los miembros con dependencia, como lo define
Marcel Mauss (1971). Las circulaciones monetarias, como parte de las
obligaciones morales, muestran cómo los mundos sociales afianzan
ciertas valoraciones de género, donde las personas, particularmente
la mujeres que cuidan a sus nietos y nietas, son medidas –o valoradas–
en función del cumplimiento de determinadas obligaciones, que en
apariencia reconocen capacidades o virtudes, pero que en realidad las
estatizan en los roles socialmente determinados. Además, los bienes no
circulan sin estar acompañados del trabajo moral específico de imponer
y cumplir dichas obligaciones (Wilkis y Partenio, 2010).
El 37.20 % de las familias de esta localidad están constituídas
por abuelas, nietos/as y otros familiares que viven en la misma casa. De
dicho porcentaje, solamente en el 9.20% de los casos las madres con-
viven en el mismo espacio y no desempeñan actividades remuneradas
que les impidan ocuparse de sus descendientes, esto quiere decir que
el 28% de los grupos domésticos están conformadas por familias en las
cuales las abuelas fungen como cuidadoras exclusivas de los nietos/
as, mientras que las madres y padres realizan visitas esporádicas o se
comunican vía telefónica ocasionalmente.
Balza (2002) plantea que las mujeres son “las asistentas sociales
privadas gratuitas del Estado neoliberal”, deben ocuparse de las
tareas de reproducción, subordinando su bienestar al de otros miem-
bros de la familia. Las mujeres son las que más realizan actividades de
cuidado, en beneficio de otras personas. “La división sexual del trabajo
se caracteriza, por un lado, por la asignación prioritaria de los hombres
a la esfera productiva, y de las mujeres a la esfera reproductiva; y por
el otro, por el acaparamiento por parte de los hombres de las funcio-
nes con un alto valor social agregado. Esta forma de división social es
regida por dos principios organizadores: el principio de preparación
junio de 2011, incorporó al Convenio 189 una Norma para la protección de quienes realizan
trabajo doméstico, porque la informalidad es alta y conlleva a abusos, discriminación y
explotación por parte de los empleadores.
52
(hay trabajo de hombres y trabajos de mujeres) y el principio jerárqui-
co (un trabajo de hombres “vale” más que uno de mujer)” (Kergoat,
2003, p. 847).
Como planteamos anteriormente, estas mujeres atraviesan por un
proceso de violencia, que denominaremos violencia pública (por parte
de los nietos e hijas) y una violencia subterránea (violencia estructural)
basada en una distribución sexual del trabajo, en la cual a ellas se les
asignan actividades basadas en “la capacidad para relacionarse, la dul-
zura, el “instinto” materno, la abnegación, la minuciosidad” (Kergoat,
2003, p.849). Dichas actividades son desdeñadas y mal remuneradas.
El cuidado de los infantes se realiza mayoritariamente por mujeres,
mismas que “han estado invisibles y han sido ignoradas. Situación que
refleja y refuerza la falta de poder social de este colectivo” (Villalba,
2002, p.54). De manera general, las abuelas que cuidan a nietos y
nietas, en Mazahuacán están inmersas en un espiral de violencia que
atraviesa su existencia, y que es determinante en su vida actual. Este
sector de estudio es sumamente vulnerable por tres condiciones: son
mujeres, ancianas y pobres, es decir, carentes de los medios para sa-
tisfacer necesidades esenciales.
El trabajo de las abuelas de Mazahuacán es una actividad precaria
que socialmente no se valora como trabajo, sino como apoyo a sus
hijas, y como una obligación por ser mujeres y madres, pues el trabajo
doméstico y el cuidado de los niños son actividades que históricamen-
te se han asignado al género femenino. Como señala Martha Lamas
(1996, p. 344). “La cultura marca a los seres humanos con el género y
el género marca la percepción de todo lo demás; lo social, lo político,
lo religioso, lo cotidiano. La lógica del género es una lógica de poder,
de dominación”.
Las abuelas que cuidan a sus nietos/as en Mazahuacán, Hgo.; vi-
ven en condiciones de precariedad, presentan un bajo nivel de esco-
laridad y hay casos de analfabetismo. No desempeñaron actividades
laborales remuneradas, que les permitieran registrarse en el sistema
de Seguridad Social y sus parejas tampoco estuvieron dentro de ese
esquema, por tanto, no poseen pensiones. En el momento de la inves-
tigación no tenían ingresos por actividades remuneradas, solamente
53
en algunos casos se beneficiaban con el apoyo del programa social “70
y más”10. Por otro lado, el programa de “Oportunidades” (Prospera a
partir de 2014) no está extendido, por ser de asistencia social está
focalizado únicamente en las personas con mayores carencias, por lo
cual las y los receptores deben comprobar la inexistencia de otros me-
dios para subsistir. Fuera de estas excepciones los gastos de los grupos
familiares se cubren con el dinero que envían las madres emigrantes
para sus hijos, constituyéndose en ocasiones en el único o el principal
medio a través del cual las mujeres mayores obtienen dinero, ya que
la mayoría son viudas.
La salud de las mujeres de la tercera edad, que fueron en-
trevistadas durante la investigación, oscila entre regular y delicado,
consideran que el trabajo doméstico representa una sobrecarga para
su edad y refieren cansancio, agotamiento, alteraciones del sueño y
la vigilia, pérdida de tranquilidad, sensación de ocupación constante,
miedo cuando los nietos/as crecen y no pueden controlarlos, ansiedad,
nerviosismo, pérdida de paciencia y tensión, entre otros síntomas, pero
difícilmente atienden sus problemáticas de salud, porque ni ellas, ni el
personal médico las consideran urgentes.
Lo anterior se encuentra en relación directa con la edad de las
mujeres mayores y el tiempo que llevan cuidando a nietos y nietas. En
algunos casos comenzaron apoyando a sus hijas pronto, haciéndose
cargo de sus nietos/as recién nacidos/as, cuando ellas aún no habían
cumplido los 50 años de edad y paulatinamente el apoyo se ha ido
extendiendo a otras hijas e incluso nietas, que están repitiendo un
ciclo de vida similar a la de sus madres, dando como resultado que
algunas abuelas tengan más de 25 años acumulados cuidando a sus
familiares (Jiménez, 2012). En algunos casos también se han ocupado
de la crianza de primos simultáneamente y es común que a medida que
los infantes crecen o las condiciones de los progenitores11 radicados
en las ciudades mejoran, son llevados con ellos. A la inversa, algunos
54
adolescentes pasaron sus primeros años bajo el cuidado de sus propios
padres, pero la situación se transformó y hubo necesidad de llevarlos
con las abuelas más tarde.
La convivencia de varias generaciones dentro de una familia no
garantiza la existencia de relaciones efectivas entre todos los miem-
bros, ya se trate de relaciones afectivas, financieras o de ayuda mutua
(Pérez, 2003). Con lo anterior se reconoce que en el trato cotidiano
aparecen conflictos y en este estudio de caso se pudo observar que
la violencia de los nietos/as contra las abuelas se despliega en mayor
medida cuando estos últimos se encuentran en la adolescencia; y es
más frecuente aún entre los nietos/as que durante su infancia no vi-
vieron con las abuelas. Lo anterior coincide también con la disminución
de las capacidades físicas de las mujeres mayores, que sobrepasan los
70 años. A pesar de que algunas de ellas consideran que ya no pueden
hacerse cargo de este trabajo, lo aceptan con resignación para que
no se interprete como una negación de su parte y que al separar a los
nietos/as del hogar también se retire el flujo económico que sus hijas
proporcionan de manera regular y que constituye el principal medio
para cubrir los gastos del grupo familiar a su cargo.
Cuando hablamos de violencia nos referimos a una acción ra-
cional que comprende un medio y se realiza para obtener un fin; dicho
fin consiste en doblegar la voluntad del otro y destruir su autonomía
(Engels, 1972, p.170; Sánchez Vázquez, 1998, p.11). La Organiza-
ción Mundial de la Salud (OMS, 1991) define violencia como el “uso
deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza
o efectiva contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad”.
La violencia en las personas de la tercera edad se contempla
en nueve ámbitos. El primero es el maltrato físico, entendiéndose éste
como aquellas acciones agresivas que se realizan con el cuerpo, algún
objeto, arma o sustancia con la finalidad de inmovilizar o dañar a otra
persona. El maltrato emocional se refiere a conductas que insultan,
ofenden verbalmente, prohíben, imponen, intimidan, humillan, ridicu-
lizan, aíslan y devalúan el comportamiento, creencias o pensamientos
de una persona, generando que dichas acciones desencadenen estrés y
ansiedad en la víctima. De igual manera, se puede presentar maltrato
55
sexual, el abuso patrimonial o económico, negligencia, abandono, vio-
lencia medicamentosa, violación de sus derechos humanos y maltrato
estructural o societario.
En los casos que se exploraron ninguna de las abuelas manifes-
tó ser víctima de violencia física por parte de sus nietos/as; más bien,
el tipo de violencia que ejercen contra ellas es de tipo económico, ade-
más de que se explota su capacidad de trabajo en el ámbito del hogar,
no pueden disfrutar de los recursos monetarios porque los destinan
principalmente para los gastos de los infantes.
A lo anterior se suma la violencia verbal y emocional. Por ejemplo,
los nietos ofenden a las abuelas diciéndoles viejas, desacreditando su
autoridad, burlándose de sus creencias e ideas y amenazándolas con
crear quejas falsas con sus madres. Una de nuestras entrevistadas co-
mentó:
El niño me decía: “le voy a decir a mi mamá que no nos das de
comer, para que te regañe” o “le voy a decir que nos pones a trabajar”,
porque le pedí que trajera leña o acarreara agua, trabajitos que podía
hacer. (Entrevistada de 65 años).
Por otro lado, también se han sentido poco atendidas por sus fa-
miliares cuando han enfermado, pero al estar atrapadas entre el sen-
tido del deber y la necesidad de ser útiles a los demás, predomina la
dignidad y el pudor que les lleva a asumir cargas de trabajo pesadas,
sin expresar ninguna queja o si lo hacen es de manera sutil, que no im-
pacta y no sirve para llamar la atención de las personas de su entorno,
situación que Guijarro (2001) denomina síndrome de la abuela esclava.
Como señalamos anteriormente, las abuelas de Mazahuacán,
con nietas y nietos a su cargo, viven un doble proceso de violencia.
Es decir, en un primer plano son víctimas de la violencia que ejercen
los infantes sobre ellas, al desautorizarlas, humillarlas y ridiculizarlas,
generando niveles de ansiedad y estrés ante estas condiciones de vida.
En segundo plano, a nivel estructural, las abuelas son víctimas
de una violencia social que las sitúa en una posición de vulnerabilidad
y dependencia. La ineficaz capacidad del Estado de fungir como la
institución rectora, protectora y garante de la vida de la población,
conforma un sector que a una edad avanzada debe seguir buscando de
manera individual los caminos o vías, para satisfacer sus necesidades
56
básicas. La decadencia y debilidad va cerrando las posibilidades labora-
les de las abuelas, provocando que estas se coloquen en una dinámica
de violencia, dependencia, sumisión y dominación.
Kraus (2011) ha señalado que si bien ha aumentado la espe-
ranza de vida, esto no significa que haya mejorado la calidad de vida
de la población envejecida. La realidad en México es que las personas
llegan a la vejez sin contar con seguridad económica, médica, de cui-
dado y compañía. De acuerdo con datos estadísticos, 8 de cada 10
adultos de la tercera edad viven con algún tipo de carencia social; as-
pecto que se suma al maltrato que ejercen sus familiares contra ellos.
Es necesario resaltar la condición vulnerable que viven las personas de
la tercera edad en México, pues “4 de cada 5 [adultos mayores] carecen
de pensión que les permita vivir con tranquilidad en la vejez y apenas
15 por ciento cuentan con seguridad social” (Enciso, 2009).
Si a esto se agrega que en México, desde la década de 1970,
el Estado ha ido renunciando a su responsabilidad social y limitado
su capacidad de respuesta, en un momento en el que hubo mayor
incorporación de las mujeres al trabajo extradoméstico, estableciendo
políticas sociales que han excluido a amplios sectores de la población
de los beneficios del desarrollo, especialmente los que radican en áreas
rurales y para los que se crean programas compensatorios, pero no se
atienden sus necesidades ampliamente, con lo cual se están gestando
nuevas vulnerabilidades, porque aún no se ha prestado atención a lo
que va a ocurrir cuando las abuelas cumplan con su ciclo funcional y
ya no puedan cuidar a otros ni cuidarse a sí mismas.
En este sentido, en la Primera Asamblea Mundial sobre el En-
vejecimiento se planteaba que “los gobiernos, las organizaciones no
gubernamentales y todos los interesados tienen una responsabi-
lidad especial hacia los senescentes más vulnerables, en particular las
personas pobres, muchas de las cuales son mujeres, y las procedentes
de zonas rurales” (ONU, 1982, p.12), que es donde se concentraban
las tres cuartas partes de personas mayores, en las regiones en desa-
rrollo, en ese momento.
57
Conclusiones
58
señalan un aumento de los años de vida, junto con el descenso en las
tasas de natalidad, para las próximas décadas, los recursos familiares no
serán suficientes para atender las demandas de un sector poblacional
en aumento y será necesario que el Estado modifique sus criterios de
asistencia social.
Se requieren sistemas de seguridad social para la atención a la
dependencia, tanto en la infancia como en la vejez, para contribuir al
bienestar de quienes, hasta ahora, han desarrollado una importante
aportación que el Estado aún no reconoce y para que mediante las po-
líticas públicas se reparare la falta de equidad en que se encuentran las
personas cuidadoras. El cuidado de otras personas puede constituirse
en una fuente de empleo, para que quienes así lo deseen, obtengan
por esta vía un sustento, ya sean hombres o mujeres. Garantizando de
este modo, su seguridad social y el acceso a un retiro y pensión que les
permita solventar sus gastos de manera autónoma en la vejez.
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62
Violencia de género hacia las mujeres.
Estrategias de las mujeres indígenas en
los procesos de prevención, atención,
sanción y erradicación de la violencia.
La experiencia del Refugio
Temporal para Mujeres, el Centro de
Defensa de los derechos de las
mujeres y la Casa de la Mujer
Indígena en Cuetzalan, Puebla
Resumen
63
de la Sierra Norte de Puebla, desde la perspectiva cualitativa; a partir
de un proceso de prevención atención y erradicación de la violencia de
género. Se buscó visibilizar las respuestas de las mujeres ante prácticas
violatorias a sus derechos humanos, en procesos personales, familiares
y comunitarios.
Palabras clave: Mujeres indígenas, prevención y atención de la
violencia, género, interculturalidad y derechos humanos.
64
ser indio sigue siendo vergonzoso ante los ojos del amo. Así, el modo
de producción capitalista irrumpe con violencia en la vida de las y los
desposeídos, hasta lograr la negación. El nombre de América Latina,
construida desde la mirada que añora Europa, oculta la diversidad y se
somete a los designios del imperialismo (Rouquié, 2007).
Así penetra la violencia, y se monta en la estructura arcaica
pero útil, del patriarcado. Somete a la vida, a la naturaleza, a las per-
sonas. Las mujeres son también subordinadas y la violencia es una he-
rramienta para la dominación. La violencia irrumpe y, ya sea de forma
estrepitosa o sutil, el resultado tangible es equivalente: la fractura del
aliento, el temor, la condición de indefensión. Sin embargo, sumergidas
en una condición de oscuridad perversa, logran quebrantar la espesura
del silencio para decidir comenzar a sanar. Los rostros de las mujeres
indígenas se desdibujan, sus siluetas entre la neblina reclaman ser vis-
tas y sus voces comienzan a ser escuchadas, primero como susurros y
posteriormente se elevan hasta convertirse en un estruendoso alarido
de dolor y dignidad que clama por la justicia. Así, entre neblina, lluvia
y enmarcada en una enigmática belleza natural, se disfraza la miseria
y se invisibiliza la opresión que el sistema de acumulación capitalista
va filtrando por todos los rincones a escala global.
Los saberes se imponen como estrategia para la dominación
y control de los cuerpos. La colonialidad niega la sabiduría ancestral y
la rechaza como brujería. Las mujeres van olvidando cómo sanar. Sin
embargo, se organizan e intentan recuperar su historia y sus expresio-
nes alternas de poder.
La violencia llega, se instala de tal modo que la interiorizamos
para posteriormente corporeizarla en nuestras prácticas cotidianas,
pero no es la violencia un ente aislado que se cuela por la ventana para
integrarse en la vida de las personas, es una construcción social elabo-
rada perversamente para imponer formas de control y dominación con
plena intencionalidad. Su presencia tan naturalizada tiende a minimi-
zarse, se oculta, se miente, es un acto vergonzoso que se desdibuja y
legitima como práctica social. Pero la violencia esparcida ampliamente,
desgarra la dignidad y el cuerpo de las personas. Rostros desfigurados,
ojos con mirada perdida, mutismos por causa de la pavura.
65
El ejercicio de la violencia evidencia una vertiente dolorosa de la
existencia, las formas de dominación y subordinación en los espacios
más íntimos y cotidianos. Se expresa como traición, pero también se
asume como práctica cultural.
Este concepto comprende varios aspectos a ser detallados, es
decir, al señalar “el uso deliberado” refiere la existencia de un perso-
na responsable de ejercer intencionalmente la violencia, aplicando la
fuerza “física o el poder” ya sea de forma velada, como una amenaza,
o de modo franco, directamente sobre la persona receptora de la vio-
lencia, es decir, una víctima y/o sobreviviente de la violencia que vivirá
en carne propia las expresiones de dicha violencia. Ya sea “contra una
persona, grupo o comunidad”, esta violencia, genera daños en la salud
de la persona receptora de la violencia. La violencia se ejerce con la
finalidad de mantener o imponer el control.
La violencia no es un acto natural, como lo es la agresividad, que
no es sinónimo de violencia. Tampoco es un mero resultado sociocul-
tural que puede resolverse con educarnos a todas y todos en relacio-
nes de buen trato. El origen fundamental de la violencia es de carác-
ter estructural, resultado de un sistema económico, político, social y
cultural hegemónico, en donde se despliegan una serie de técnicas y
estrategias para la dominación de unos sobre otros, como una forma
de ejercicio del poder. Al respecto, considero importante reflexionar
lo que Michael Foucault señala con relación al uso de la categoría vio-
lencia y su articulación a la categoría poder:
Cuando se habla de violencia, en efecto – y la noción me fastidia
en este aspecto -, siempre se tiene en mente algo así como una especie
de connotación relacionada con un poder físico, un poder irregular, pa-
sional: un poder desatado, por decirlo de alguna manera. Sin embargo,
la noción me parece peligrosa porque, por un lado, al esbozar así un
poder físico, irregular, etc., deja suponer que el buen poder o el poder
a secas, no atravesado por la violencia, no es un poder físico. Por mi
parte, empero, creo al contrario que lo esencial en todo poder es que
su punto de aplicación siempre es, en última instancia, el cuerpo. Todo
poder es físico, y entre el cuerpo y el poder político hay una conexión
directa. (Foucault, 2005).
66
No todas las expresiones de poder son necesariamente violen-
tas, pero todas las expresiones de poder serán corporeizadas, y toda
expresión de violencia es, efectivamente, una forma de poder para la
dominación.
67
La violencia de género es entonces una forma de extracción de
beneficios económicos, políticos y sociales para la acumulación de ca-
pital. Y en el caso de las regiones indígenas como lo es Cuetzalan, la
violencia se encuentra legitimada y construida socialmente. La violen-
cia de género hacia las mujeres se encuentra enmarcada en relaciones
de poder, en un contexto de dominación – subordinación, donde una
persona en un campo social dominante (asumiéndose más poderoso y
fuerte) intenta someter y controlar, mediante el ejercicio de la fuerza,
a otra persona a quien considera más débil. En el caso de la violencia
de género hacia las mujeres, esta representación de la desigualdad
en los campos sociales es atribuida por la diferenciación socialmente
construida, en donde uno y otro sexo debe cumplir ciertos roles que
limitan el desarrollo pleno de las personas y restringen sus formas de
hacer mundo, pero ¿qué subyace a estas diferenciaciones que estraté-
gicamente han sido impuestas y naturalizadas?. Este reparto de funcio-
nes nos conduce a una sociedad patriarcal, donde el hombre disfruta
de todas las esferas de la vida, tanto de la pública como de la privada,
mientras que la mujer se ve limitada al ámbito privado o doméstico.
La consecuencia más inmediata es la consideración de la mujer como
un objeto propiedad del hombre. No se trata de una forma aleatoria o
aislada de la violencia, que pueda ser explicada como normal, sin em-
bargo, en el contexto al que me refiero, efectivamente prevalece un
proceso de naturalización de la violencia, que dificulta el abordaje de la
misma desde los diversos planos y acciones en que se pretende incidir.
Algo grave en la región es que la violencia de género hacia las
mujeres, se explica como una característica anormal de quien la ejerce
o de quien la recibe. Otra respuesta recurrente, principalmente desde
el ámbito del funcionariado, es atribuirla a familias disfuncionales, de
tal modo que se recurre incluso a teorías psicológicas para explicarla.
Teorías que además, están subordinadas a la colonialidad del saber,
bajo esquemas impuestos, lejanos e inservibles para el contexto in-
dígena. Se omite además el aspecto central de la violencia de género
hacia las mujeres, como un mecanismo de control, donde la inequidad
de género es la clave para comprender todas las formas que asume el
maltrato contra la mujer, en el marco del capitalismo patriarcal. Así,
68
pues las dimensiones de poder se presentan como ámbitos en disputa
para la emergencia revolucionaria. (Aguinaga, 2011).
Respuestas y resistencia, que promueven las mujeres indígenas
ante la violencia de género en la región de Cuetzalan Puebla, y cómo
éstas se articulan con procesos sociales más amplios en la construcción
de alternativas desde Nuestra América
En este momento, quiero centrar fundamentalmente la reflexión
en los puntos coyunturales que posibilitan la transformación. Las pa-
labras se resignifican o se ponen en tensión. Categorías como desarro-
llo, se cuestionan y dinamizan desde el feminismo se hace una crítica
profunda a esta categoría y se plantea la posibilidad de pensarnos más
allá del desarrollo.
Las voces subalternas se cuelan en el viento, irrumpen y de-
searían quizás tomar la voz cantante, pero no, no es así, aún limitadas
por diversos modos de dolor y opresión, la violencia permea su realidad
cotidiana. Sin embargo, ante ella las mujeres se articulan para hacer
escuchar sus demandas. No son peticiones más fuertes o importantes
que otras, pero son voces que deciden hablar, mujeres que deciden
actuar.
Las mujeres indígenas reclaman su lugar en la historia, si bien,
la condición de explotación y empobrecimiento la comparten con los
hombres, la subordinación patriarcal que se subsume al capitalismo la
padecen ellas. Se cuela cual viento frío por entre las paredes de chi-
namil17. La mirada indígena y femenina, apela a la sostenibilidad de la
vida.
La violencia es la dominación y el control del cuerpo de las
mujeres. El cuerpo de las mujeres como la tercera colonia. (Aguinaga,
2011). Ante esta dominación, las mujeres despliegan discursos y ac-
ciones que potencializan el construir una epistemología desde el sur.
(De Sousa Santos, 2009).
Sus expresiones sin embargo, tropiezan con estereotipos, con
formas añejas de discriminación tanto institucional como comunitaria
y social. En Cuetzalan, aproximadamente el 10 % de la población es
mestiza, sin embargo, han logrado imponer lo que De Sousa Santos
17 Varas estrechas que se entretejen para formar los muros de las casas más
empobrecidas.
69
denominaría un Fascismo societario = Pluralista (a la vez local – glo-
bal). (De Sousa Santos, 2009). Que se expresa de diversos modos,
hoy en día, las mujeres no sólo luchan contra la violencia doméstica o
comunitaria, sino que la trata, el feminicidio y la explotación se vuelven
cada vez más, prácticas de terror que limitan y subsumen el cuerpo y
la vida de las mujeres. Las mujeres y los jóvenes bien responden a lo
que Boaventura señala del fascismo societario:
Formado por una serie de procesos mediante los cuales grandes
segmentos de la población son expulsados, mantenidos irreversible-
mente fuera de cualquier tipo de contrato social. Rechazados, exclui-
dos y arrojados a una suerte de estado de naturaleza hobbesiana. (De
Sousa Santos, 2009).
En ese contexto las mujeres reclaman y aportan a la necesidad de
“construir nueva pauta de relaciones sociales basadas en principios
de retribución (equidad) y en el principio de reconocimiento (diferen-
cia).” (De Sousa Santos, 2009). Y el ethos barroco que el autor señala
es interesante como forma de hacer vida, de crear, de recuperar la
posibilidad del goce, la risa y la esperanza.
Así las mujeres indígenas en Cuetzalan, construyen proyectos
de vida y felicidad desde la resistencia a las expresiones más cotidia-
nas de violencia, en donde se organizan para generar sus procesos de
sanación en concordancia con su cultura y su modo de hacer mundo,
rompiendo con los saberes impuestos desde la dominación que, en
un intento por integrarlas, intentan enviar psicólogas o médicas que
violentan sus prácticas de salud emocional desde lo comunitario, des-
de el conocimiento de sus cuerpos y la naturaleza a través del uso de
plantas.
Lo multicultural, inteligentemente usado por el capitalismo,
coloca un diminuto cuarto de salud tradicional en el gran edificio blan-
co del hospital general de la región, en ese diminuto cuartito, puede
haber una o un chamán, partera, curandera, que recibirá a las mujeres
para posteriormente canalizarlas con el biomédico. El famoso refrán
“entro con la tuya para salirme con la mía” aquí se pone de ejemplo
adecuadamente. Como señala el Dr. Jaime Ornelas (2015) “Toda alter-
nativa que se muestre en los límites del capitalismo, puede ser coop-
70
tada. Y lo que no destruye al capitalismo lo fortalece”. Sin embargo
las mujeres indígenas se movilizan, claman por la diversidad, pero se
desmarcan de aquello que las subsume. Participan activas en la trans-
formación de su realidad, y podría decir que tienen la “necesidad de
transformar sus estrategias de sobrevivencia en fuente de innovación,
creatividad, transgresión y subversión”. (De Sousa Santos, 2009).
Por su parte, retomo la propuesta de Lowy en la posibilidad de
construir procesos participativos de planificación democrática. (Löwy,
2009). Las mujeres indígenas en Cuetzalan, parten de la defensa del
cuerpo como el primer territorio por defender, pero se articulan a pro-
cesos más amplios como es la lucha contra los proyectos de muerte,
que efectivamente se presentan para poner en riesgo la vida. Asimis-
mo, se vinculan a procesos de propiedad social, comunitaria y disputan
espacios para la toma de decisiones. Cercanas a la construcción de
prácticas comunitaristas o desde la comunalidad, que pueden vincu-
larse a proyectos sociales de escala mayor, se proponen como sujetos
sociales para la transformación. Y así como cita Löwy a la comuna de
París, “los trabajadores no pueden tomar posesión del aparato estatal
capitalista y ponerlo a trabajar a su servicio, deben quebrarlo y rem-
plazarlo por una radicalmente distinto, una forma de poder político
democrático”. (Löwy, 2009).
Las mujeres indígenas cuestionan el concepto de desarrollo no
desde la academia, sino desde la práctica concreta que las subsume y
las mantiene discriminadas y en explotación. Como señalarán las pro-
puestas feministas, (Aguinaga, 2011) el feminismo, diverso como es,
se ha cuestionado la categoría de desarrollo, cuestiona el patriarcado
que subordina y oprime. Propone una relación diferente con la natura-
leza, misma que no se puede dar en el marco del modo de producción
capitalista, que observa la naturaleza cosificada como un recurso a ser
explotado.
Las mujeres indígenas de Cuetzalan, se autodenominan femi-
nistas indígenas, no podría dar una definición de la categoría, pero
puedo describir algunas cosas que he observado. Las mujeres apelan
a su cultura para modificar aquello que las subordina y fortalecer las
prácticas de respeto entre personas y con la naturaleza. Cuestionan las
71
formas actuales de organización social, al servicio de la acumulación de
capital y proponen acercamientos con el buen vivir, que se construye
desde Nuestra América. Promueven la propiedad colectiva y el desuso
de la moneda – dinero –. Cuestionan al derecho positivo y la psicolo-
gía occidental, en contraparte, generan herramientas culturalmente
pertinentes para acceder a la justicia, y aunque existen aún muchas
limitaciones estructurales, las mujeres van cimentando formas diferen-
tes de hacer mundo, formas alternativas que no impliquen ni refuercen
las relaciones de dominación y subordinación, sino que promuevan la
autonomía y la construcción del poder popular en los espacios más
cotidianos, pero con miras a articularse y/o articulándose a espacios
más amplios para la toma de decisiones y disputa de los espacios de
poder. El caminar de las mujeres no es sencillo, ni absoluto, pero abre
la posibilidad de incidir en la construcción de relaciones sociales y co-
munidades más justas, libres, dignas y felices.
El camino entre el dolor y la esperanza
Como se ha mencionado, la violencia de género no es únicamente
un problema de salud pública y derechos humanos, sino una herra-
mienta para favorecer la explotación, el empobrecimiento y la domi-
nación en el marco del capitalismo neoliberal. En un contexto de in-
certidumbre, donde el discurso del estado mexicano expresa violencia
e inseguridad, las instituciones resultan arcaicas y deficientes en los
procesos para prevenir, atender y erradicarla violencia y garantizar la
seguridad no sólo pública, sino humana. Todo esto, enmarcado en una
serie de reformas estructurales (energética, hacendaria, educativa y
laboral, entre otras), las personas en general y las mujeres en particu-
lar, vamos perdiendo los referentes que en otros tiempos implicaran
sentirse en un ambiente de confianza y seguridad.
Bajo ese panorama, la violencia de género se recrudece y toma
nuevas formas de expresión, más sutiles, más crueles y con profundas
repercusiones en la salud física y emocional de las mujeres, sus hijas y
sus hijos. Más aún, cuando sabemos que la violencia hacia las mujeres
es una violación a los derechos humanos de alcance universal, pero que
está mediada, en cada caso, por aspectos de la identidad que van más
allá del género como: la clase, religión, orientación sexual, situación
72
geográfica y origen étnico.
Ante esta problemática, en el Centro de Asesoría y Desarrollo En-
tre Mujeres, CADEM, A.C., consideramos importante identificar y visi-
bilizar, las respuestas locales que se promueven en pro, de los derechos
de las mujeres indígenas de la región de Cuetzalan Puebla, México.
Fue a mediados de los años 80 que surgió un proceso organizativo de
mujeres nahuas de la región, en diálogo y coordinación con un grupo
de mujeres asesoras feministas rurales, que por diversos motivos se
establecen en la sierra Nororiental de Puebla. De ese proceso, surgen
diversas organizaciones de mujeres indígenas y asociaciones civiles con
el objetivo de buscar una mejor vida, para las mujeres indígenas y sus
pueblos. Destaca el proceso de la organización de mujeres indígenas
Maseualsiuamej Mosenyolchicauanij y del grupo de asesoras que con-
forman el Centro de Asesoría y desarrollo entre Mujeres CADEM A.C,
de dónde se derivan las organizaciones, centros de promoción, defensa
de los derechos de las mujeres, los centros de prevención y atención a
la violencia de género, como La Casa de la Mujer Indígena “Maseual-
siuat Kali” (CAMI), el Refugio para Mujeres indígenas “Griselda Tirado
Evangelio" que surgen en 2003- 2004 y más reciente el Centro de aten-
ción y defensa de los derechos de las mujeres (Ceddem) en el 2010,
organizaciones y centros que trabajan articuladamente por el respeto
de los derechos de las mujeres indígenas y mestizas de la región.
En CAMI, como señalan sus representantes: “se atienden los pro-
blemas de las mujeres indígenas en los que no se han respetado sus de-
rechos y principalmente los que tienen que ver con violencia doméstica
o hacia las mujeres”. Al frente de este espacio se encuentran mujeres
indígenas que se han capacitado en diferentes temáticas, que tienen
que ver con la problemática de género de las mujeres en la región como
son: derechos humanos, violencia de género, salud sexual y reproduc-
tiva, entre otros, y desarrollan su trabajo de promoción y atención a
través de tres áreas: salud, defensa y apoyo emocional. Esta Casa se ha
convertido en un espacio de referencia para las mujeres indígenas de
la región, a donde acuden a tratar diferentes problemáticas, así como
a dirimir sus conflictos de género y donde encuentran apoyo en su
propia lengua, así como comprensión, respeto y confianza, desde un
73
enfoque de género, interculturalidad y derechos humanos. Una acti-
vidad importante en esta experiencia comunitaria, es el modo en que
se integra la cosmovisión indígena en diálogo o incluso en contraste,
con las prácticas occidentales en los procesos de atención de la vio-
lencia. El acompañamiento en procesos legales priorizando el derecho
consuetudinario, así como, en el área de apoyo emocional a través de
los “Grupos de reflexión” que son parte de una metodología feminis-
ta propuesta por COMALETZIN, AC. Y adaptada a las características
culturales del contexto de la región, han favorecido a una mirada y un
actuar indígenas para y desde las mujeres indígenas.
Por su parte, el Refugio Temporal para mujeres indígenas en situa-
ción de violencia de género "Lic. Griselda Tirado Evangelio" es impulsa-
do en el 2004, por el CADEM, AC, y su objetivo es brindar un espacio
adecuado, seguro, confiable y afectuoso para la protección, sanación y
defensa de mujeres indígenas en situación de alto riesgo por violencia
de género. En él, se desarrollan procesos de sanación integral, apoyo
emocional, y defensa de sus derechos, para que las mujeres encuentren
estrategias para reintegrarse a su vida de manera plena, con su familia
y/o comunidades, estableciendo relaciones equitativas y de respeto
para ellas, sus hijos e hijas.
En este refugio se fortalecen procesos de fortalecimiento de la
autonomía de las mujeres indígenas y a través de la atención integral y
socio culturalmente pertinente. Asimismo, se pretende que las mujeres
además de poder establecer nuevas relaciones con equidad y respeto,
desarrollen estrategias de protección para sí mismas, así como para
sus hijos e hijas. Esto con base en el quehacer cotidiano de mujeres
indígenas y no indígenas que conforman equipos de trabajo trans-
disciplinario y multicultural, que se han formado constantemente en
estrategias para la transformación de la realidad social en que inciden:
Violencia de género contra las mujeres, e integrando constantemente
los conocimientos, saberes y prácticas tradicionales de la región para
los procesos de sanación de las mujeres. Una estrategia fundamental
es el uso de la lengua materna, misma que favorece la comprensión
de la situación en que acuden las mujeres en busca de la atención de
sus casos. Otro aspecto fundamental es que varias de las participantes
son mujeres que han o hemos vivido alguna situación de violencia, por
74
lo que la empatía y la solidaridad se hacen evidentes constantemente.
El análisis estructural de las causas de la violencia, es un eje im-
portante en los procesos formativos para brindar los servicios que
requieren las mujeres, ya que posibilita la incidencia social y política,
trascendiendo lo asistencialista en los procesos de atención.
El CEDDEM, es el centro de atención externa del refugio, mismo
que se encarga de dar seguimiento a los casos de las mujeres que han
egresado del refugio. Esto posibilita el acompañamiento a su proyecto
de vida a través de asesoría legal, psicológica, trabajo social y psico-
pedagogía infantil. El CEDDEM también es responsable de promover
procesos de prevención mediante capacitaciones con jóvenes, funcio-
nariado, y diversos espacios comunitarios.
75
tenido que generar estrategias ad hoc para que las mujeres sean respe-
tadas, escuchadas, y las autoridades realicen su trabajo de manera ade-
cuada e imparcial. Como podemos observar en el siguiente testimonio
de un Juez de Distrito, las autoridades contribuyen a la reproducción
de la violencia desde su ámbito de trabajo.
76
en la Casa de la Mujer Indígena Maseualsiuat Kali, AC, Refugio y CED-
DEM, suponen para la mujer una puerta de entrada en la búsqueda de
soluciones. La posibilidad de construir, entre mujeres, certezas en sus
nuevos proyectos de vida como respuesta a las incertidumbres que la
violencia ha tenido en su vida. Es fundamental, promover una praxis
dialéctica históricamente situada y culturalmente pertinente, que se
fundamente en los enfoques metodológicos de equidad de género,
interculturalidad y derechos humanos.
El trabajo en red, la coordinación y la colaboración entre estos
centros especializados e integrales en la atención a mujeres indígenas
en situación de violencia, debe darse y orientarse hacia una adecuada
intervención y su posterior seguimiento. De manera general, sobresa-
len dos aspectos que consideramos fundamentales en sus estrategias
de atención: La incorporación de la visión holística de la salud de los
pueblos indígenas, el uso de la medicina tradicional, prácticas alterna-
tivas en la generación de procesos de sanación física y emocional de las
mujeres. Así como, la incorporación del derecho y la justicia indígena
en los procesos de diálogo conciliatorio, reparación del daño, negocia-
ción, mediación o separación, que se llevan a cabo para salvaguardar
los derechos de las mujeres, así como de sus hijos e hijas.
Con el objetivo de que las mujeres puedan conocer, vivenciar y
exigir el cumplimiento de sus derechos humanos, el CADEM a través
de la CAMI, el Refugio y el CEDDEM, ha generado procesos amplios
e integrales en distintos ámbitos de la vida de las mujeres, tanto a
nivel personal como comunitario, pasando por la articulación con las
instituciones gubernamentales con quienes se elaboran convenios de
colaboración, se realiza presión social para que el funcionariado inter-
venga de manera adecuada, en los procesos de atención a mujeres en
situación de violencia de género. Se promueve que las autoridades se
apeguen al marco de derecho, conociendo y utilizando los instrumen-
tos jurídicos en materia de prevención y atención de la violencia de
género y se ha logrado incidir de forma positiva en el reconocimiento
y respeto de los derechos de las mujeres indígenas.
Un ejemplo de esto, es la existencia misma de la CAMI, el Refugio y
el CEDDEM, centros de atención que mediante una estrategia integral,
atienden a las mujeres que se encuentran en situación de violencia
77
de género, pero también participan en acciones de prevención, tanto
con las mujeres como en el ámbito comunitario, realizando talleres,
foros, utilizando los medio de comunicación, etc. con el fin de difundir
y promover los derechos de las mujeres y prevenir la violencia.
La organización, desde sus áreas de atención (defensa legal, salud,
apoyo emocional, promoción y trabajo social), ha realizado acciones
para incidir al interior de las instituciones, en relación con la exigibilidad
de los derechos de las mujeres, estableciendo acuerdos para la mejor
atención de las mujeres. Con años de esfuerzo y trabajo cotidiano de
exigencia, presión social, capacitación y sensibilización al funciona-
riado por parte de la CAMI, el Refugio y el CEDDEM, como proyectos
integrales del CADEM, se ha hecho un recorrido complejo que no es
total, pues existen diversos factores estructurales que obstaculizan
aún el reconocimiento, el respeto y el ejercicio pleno de los derechos
de las mujeres en la región.
Se ha transitado por largas horas de espera para una atención
médica o legal por parte del funcionariado, por acuerdos que van favo-
reciendo que las instancias de salud reconozcan el trabajo de medicina
indígena que promueve la CAMI, y cuando es necesario canalizar a una
institución de medicina alópata, se pueda tener un servicio de calidad
para las mujeres. Desafortunadamente, esto sucede cuando está de por
medio la presencia y acompañamiento de las mujeres que participan
en la CAMI o el Refugio, y aún no como una práctica cotidiana de las
instancias de salud pública en apego a la aplicación de la norma 046.
En el área legal por su parte, existe una relación de colaboración
entre CAMI y Refugio con el Juzgado indígena y autoridades comunita-
rias, en donde se han podido impulsar acuerdos de colaboración, para
la resolución de la situación de violencia que viven las mujeres desde el
marco legal indígena. Sin embargo, algunas autoridades comunitarias
se solidarizan con el agresor en tanto su identificación machista ante
la situación. Por otra parte, el ministerio público (MP) cada vez más
reconoce el trabajo de las mujeres de CAMI y Refugio, sin embargo,
desde el derecho positivo las instancias de justicia, no logran aún ar-
ticular un enfoque de interculturalidad y género para los procesos de
atención de las demandas de las mujeres indígenas.
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Senderos que se bifurcan, la incidencia
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Capítulo dos
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Capítulo dos
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Capítulo dos
con la CAMI, estableciendo como Misión “Ser una red conformada por
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de la Sierra
Norte de Puebla, que promovemos acciones coordinadas de preven-
ción y atención de la violencia familiar, para mejorar la calidad de vida
de las familias de la región”.
De entonces a la fecha, a decir de las organizaciones: “ha funcio-
nado con altibajos, nos ha costado mucho a las organizaciones
impulsarla y sobre todo hacer que sus participantes se comprome-
tan realmente”. Una de sus principales limitantes han sido los cambios
continuos de los representantes institucionales. De esta manera, en
ciertos momentos y con ciertas personas se han logrado acuerdos
de colaboración importantes en la atención y seguimiento a casos,
principalmente en aspectos de justicia y de salud, como se señala a
continuación:
Sí hemos logrado avanzar con algunas autoridades, nos ha ayu-
dado mucho el representante de asuntos indígenas a nivel estatal y
también, con algunos representantes del ministerio público de Cuet-
zalan y Zacapoaxtla. Se han logrado acuerdos y que realmente sí nos
apoyen o más bien que sí cumplan con sus funciones y se les dé cauce
a los casos como debe ser, respetando a las mujeres y sus derechos,
pero sí nos ha costado mucho trabajo y todavía a veces cambian a los
representantes a los MP y entonces hay que volver a empezar a sen-
sibilizarlos y darles a conocer las leyes en las que nos basamos, pues
muchas veces ni ellos las conocen (Anita Hernández , abogada de la
Casa de la Mujer Indígena e integrante del CADEM AC).
En otros ámbitos, como el de la salud, se observa que aún falta
mucho para que las instituciones respeten los acuerdos tomados en las
reuniones de la RED y cumplan con sus lineamientos para la atención
adecuada a las mujeres indígenas en situación de violencia, ya que aun-
que se avanza en ocasiones en la toma de acuerdos en las reuniones,
estos no siempre son comunicados y respetados por todo el personal,
así señala por ejemplo, la curandera del refugio.
En coordinación con instituciones de salud, sí se avanza a través
de la Red RECOVI ya que en ella participan algunos representantes de
la Secretaria de Salud, pero como que tampoco hay mucha comuni-
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Capítulo dos
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Conclusiones
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Capítulo dos
Los aprendizajes
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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo
dos por las mujeres indígenas como violencia, ya que siguen presentes
en la forma de pensar y actuar de algunos servidores públicos e insti-
tuciones que debieran ser de apoyo a las mujeres y que muchas veces
en lugar de ello las re-victimizan. La magnitud, gravedad y complejidad
del problema de la violencia hacia las mujeres, la falta de reconocimien-
to, respeto de sus derechos como mujeres indígenas requiere de una
intervención urgente y coordinada de las instituciones públicas, en la
que necesariamente deben de participar de manera conjunta al menos
las instancias de salud, de procuración de justicia y de educación, en
coordinación con la sociedad civil y las organizaciones de mujeres in-
dígenas que a través de su experiencia y capacitación han acumulado
un gran capital social con relación al tema.
Cabe señalar que en la región, la Red promovida en 1999 y que
funcionó hasta el 2001, fue sostenida por las organizaciones de muje-
res, debido principalmente a la falta de sensibilidad del funcionariado
hacia la problemática. Esta Red se reactivó en el 2004 y a la fecha sigue
funcionando con altibajos y con una escasa participación de las institu-
ciones gubernamentales responsables de atender la problemática. Esta
experiencia también sirve para hacer un cuestionamiento a las políticas
públicas, en materia de violencia de género, en las que podemos ver
claramente que su discurso sobre la promoción de los derechos de las
mujeres, se queda sólo en palabras y su actuación contraviene tanto
discursos políticamente correctos, como el marco jurídico vigente en
materia de violencia hacia las mujeres. En las instituciones, el discurso
de los derechos humanos se convierte en una herramienta para anular
las prácticas tradicionales de los pueblos indígenas, aunada a manejos
institucionales que en repetidas ocasiones atentan contra los derechos
fundamentales de las personas y los pueblos, así como contra los de-
rechos de las mismas mujeres, a quienes en teoría se defiende.
Finalmente, podemos señalar que la acción efectiva para atender
y prevenir la violencia de género hacia las mujeres indígenas y no in-
dígenas, sólo será posible si se asume como una tarea de toda la so-
ciedad a través del trabajo en las redes locales, consolidando espacios
de reflexión que permitan comprender la magnitud real del problema.
Es necesario ponderar las implicaciones de la violencia y sobre todo la
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Referencias
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Resumen
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Capítulo dos
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Capítulo dos
19 Según los datos del INEGI, según el Censo de Población y Vivienda 2000.
Los nombres de las localidades se recabaron en campo a través del formato Registro
de Actualización de Localidades (IT-03) y validada por las Autoridades Municipales.
Consultado el 14 de abril del 2012, Disponible en línea en el sitio web: http://www.inegi.
org.mx/geo/contenidos/geoestadistica/catalogoclaves.aspx
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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo
que supera los treinta años y que por lo tanto ya poseen redes consoli-
dadas de apoyo a dicha actividad. Por lo tanto, la localidad se encuentra
entre áreas de expulsión, que conforman un corredor de migración
masiva, con destinos nacionales e internacionales, redes consolidadas
y condiciones de pobreza que se han mantenido con cierta estabili-
dad al menos durante los últimos 40 años. Adicionalmente, durante
el último quinquenio el 9.13% de los hogares tienen algún migrante
de retorno, lo cual está tres veces por encima del parámetro nacional
en el mismo periodo. Es importante señalar que la región esta prin-
cipalmente dedicada a la producción agrícola de la caña de azúcar,
el sorgo como cultivos comerciales y a la producción de azúcar en el
ingenio de Atencingo.
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Capítulo dos
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Familia y migración
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calidad de Atencingo son en su mayoría extensas. El modelo de familia
extensa, donde el varón es el proveedor único y la mujer está dedicada
a las actividades de reproducción, es el característico de las familias de
la localidad. De hecho, la familia en Atencingo, por lo general se orga-
niza en torno a un jefe de familia, por lo general varón, quien otorga
a sus hijos una fracción de terreno en el solar familiar21, para que una
vez que han establecido su unión, “levanten su casita”, tal y como lo
refiere Clara, que explica:
“Ya ve nosotros aquí, todos vivimos en este solar, yo con mi Chu-
cho; Ruth y Rafael. Rafael vive aquí al fondo, por atrás, pues sus herma-
nos aquí aún están los dos solteros y no necesitan, pero él ya tiene mujer
y 3 hijos, ese si necesita su lugarcito, desde que se vino de Nueva York,
agarró la borrachera y ya se ve va componiendo pues mejor que este por
aquí, las criaturas están bien chiquitas…. A Minerva le dimos un lugar,
nomás porque mi yerno es rebueno y le cae bien a mi señor; por eso le dio
el otro sitio completito más allá abajo, para que él y sus hijos se levanten
pues después de todo, ahora que lo echaron de vuelta de Manassas, debe
tener su propia casa ya con su mujer y sus hijos. Pero él tuvo la culpa
por pelearse con mi hijo en Nueva York, ya ve nomas llego a Virginia y
lueguito lo echaron para acá, y ya tuvieron que venirse todos aquí… ”
(Clara, 65 años, madre de migrantes, esposa de trabajador del ingenio
y agrícola, vendedora de comida y frutas).
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Capítulo tres
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Capítulo tres
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Capítulo tres
coger el dinero con ella y lo primero que quiero, es que yo y mis dos niños
tengamos su pasaporte americano… aquí nomás venimos a perderlo todo,
en este pueblo polvoriento, allá ya hasta mi marido hubiera arreglado…
Linda, 17 años y madre de dos menores de 4 y 2 años respectivamente.
En este caso, en México al igual que en Estados Unidos estos ho-
gares diferenciados en derechos, el poseer la nacionalidad estadou-
nidense de nacimiento se convierte en la principal herramienta para
mantenerse a flote y salir del ámbito de influencia de su victimario.
Es importante señalar que se considero como hogares de retorna-
dos, a los conformados por personas que después de tener un periodo
igual o mayor a los diez años de permanecer en Estados Unidos deciden
regresar a México, para establecerse de forma definitiva, en compañía
de sus familias, ya sea en una misma ciudad o en distintas ciudades
del territorio estadounidense. Estos hogares, por lo general incluyen
menores nacidos también en Estados Unidos, pero los padres también
regresan después de largas trayectorias migratorias, lo que supone una
desconexión con el lugar de origen.
Es este caso, los padres y los hijos pasan por un proceso de aco-
modo, donde inicia la vida en el lugar de origen. Específicamente, con
la jefatura femenina de la abuela, los hijos se subsumen a su poder y
facilitan el ejercicio de la violencia sobre ellos mismos, lo que incluye
que las nueras y los hijos acepten el poder de la abuela sobre ellos.
El dinero enviado les da un techo, pero el conflicto y la tensión eco-
nómica, vienen en relación a las tierras y los modos de producción.
En general, el incorporarse a la producción en el campo en México
es un proceso complejo por las condiciones estructurales del país y
este proceso se hace mucho más complejo, al tener que enfrentar y
confrontar a la madre por las decisiones financieras. Aquí el sistema
normativo tiene mucho que ver, pues la mayoría de los bienes adqui-
ridos fueron adquiridos por la madre, quien es propietaria y con ello,
no existe posibilidad de ser acusada de “robo o despojo”. De esta
madre dominante dependen los grupos familiares de los hijos. En
muchos de los casos, los hijos de estas madres dominantes a pesar de
no estar conformes con la violencia verbal, que ejercen estas madres
en contra de sus esposas e hijos, la justifican: “es que así debe uno
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Apéndice II
nifestaron que sentían que no gozaban de los mismos derechos que los
otros miembros, porque consideraban que no eran “miembros reales”
de la familia. Mencionaron, por ejemplo, que no se les consultaba para
temas como las mejoras a la vivienda y la distribución de los espacios,
las siembras, negocios u otras actividades de subsistencia o las festivi-
dades dentro de la familia. Por el contrario, en otros casos se asumían
como quienes debían decidir cuestiones importantes para la familia,
sobre todo en el caso de los varones que vivían con la madre porque
el padre había migrado.
De acuerdo con los datos obtenidos de la aplicación de una en-
cuesta, el 53% de los jóvenes vivía en una familia a cargo de ambos
padres; 26% lo hacía en una familia a cargo solo de la madre, y 2% solo
del padre; el 12 % vivía con uno o ambos abuelos, y 4% con alguna tía
o tío. El resto de ellos vivía solo o en unión con su pareja. Para darnos
una idea de la configuración de las familias con jefaturas femeninas,
podemos decir que el 43% de los encuestados vivían a cargo de una
figura femenina (solo la madre, abuela o tía). Aunque, en la mayoría
de estos casos la razón de que los jóvenes no vivan con ambos padres
es la migración, en muchos casos ésta ya no es la causa principal del
distanciamiento. No son pocos los casos en que los padres regresaron
después de un tiempo, pero los hijos decidieron continuar viviendo con
los tíos o abuelos con quienes quedaron a cargo. En otros, la migración
fue la causa de la ruptura matrimonial y los hijos quedaron bajo la tu-
tela de otros familiares o con uno solo de los padres, aun cuando éstos
se encuentran nuevamente viviendo en la comunidad.
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conviven. Esta es, una primera condición que los sujetos en formación
ciudadana deben reconocer. Paralelo a esto, deben asumir la necesi-
dad de una figura de autoridad que preserve dicho orden, garantice el
cumplimiento de las normas y ejecute las sanciones por desobedien-
cia, promoviendo la legalidad bajo los principios de justicia, equidad y
transparencia.
Sin embargo, el sujeto en formación debe desarrollar su propio
criterio para definir y mediar las tensiones, entre las normas y leyes
con la conciencia, la tradición y la cultura de su grupo social (Mockus,
2005). Es aquí, donde el criterio de reconocimiento de la autoridad, las
normas y consecuencia centra su argumento formativo de ciudadanía,
puesto que, implica además de reconocer elementos de autoridad,
tener la capacidad para disentir de las reglas y plantear argumentos
convincentes de su desacuerdo. Implica además, proponer cambios
sustanciales que reformen las normas vigentes y eliminen las situa-
ciones de injusticia.
En el plano familiar, el criterio se encuentra en distintas situaciones
que establecen niveles de confrontación con la autoridad, que puede
ser representada por el jefe de familia.
Los jóvenes pueden increpar decisiones familiares, relacionadas
con los gastos y el uso de los recursos económicos, las actividades
recreativas y de esparcimiento, las prácticas religiosas, las decisiones
relacionadas con los cultivos, las técnicas de producción o las estra-
tegias de comercialización de los productos. En todos estos casos de
desacuerdo, con la autoridad es posible adoptar una actitud insubor-
dinada, que implica a la vez que se asuman las consecuencias de los
actos de desobediencia. Así, el joven que decide no participar en ac-
tividades religiosas por ejemplo, manifiesta su inconformidad de algo
que considera injusto o inapropiado para su persona y se responsabiliza
por las consecuencias de su decisión. Esta actitud representa un com-
portamiento transgresor, que en realidad define un discurso político
con el propósito de evidenciar su desacuerdo, con las reglas actuales.
A la vez, convoca a que otros miembros de la familia asuman el mismo
comportamiento, para generar un mayor impacto en su manifestación
de inconformidad. El propósito que busca este comportamiento, es
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Con frecuencia, los padres piden la ayuda de los hijos en las activi-
dades de la casa, como contraprestación de los esfuerzos y sacrificios
que ellos hacen para su bienestar. Para algunos autores, cuando se
plantea esta exigencia no se fomenta la ayuda, sino que al contrario,
se niega y se confunde con la retribución o el pago suponiendo que
ésta debe surgir del deseo de dar, de servir, de sintonizarse con las
necesidades y el mundo del otro (Fultz y Cialdini, 1991). Algo similar
sucede con la visión de contrapartida de los derechos y deberes de
la ciudadanía con el compromiso social y la solidaridad. Por su parte,
García Roca (2012) expone que la solidaridad es resultado entre otros,
de un factor político que se configura en torno al derecho de ciuda-
danía, por el cual se garantizan y reconocen bienes comunes como
despliegue de la dignidad, liderado por el Estado. Cuando los bienes
comunes como la educación, la salud o los servicios públicos entran en
cuestionamiento, no se pueden ignorar. Aquí es donde la solidaridad, se
hermana con la justicia social y el bien común en favor de la ciudadanía.
La solidaridad y el compromiso social forman un criterio formativo de
ciudadanía en los escenarios de cotidianidad familiar porque a través
de ellos, el sujeto en formación se sensibiliza y compromete con los
demás y con sus causas. De hecho, este último criterio detona otros
más como la participación organizada, el sentido de justicia social, la
inclusión y la igualdad.
Pero la solidaridad observada en el trabajo de campo se acompaña
de un proceso de reciprocidad con el que Fultz y Cialdini (1991) no
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Conclusiones
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Referencias
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Resumen
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Introducción
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y el desarrollo económico social en segunda. Si bien es cierto, que el
tipo de relaciones que suceden en la familia, emanan de sus propias
situaciones culturales, económicas y sociales, también responden a los
diversos contextos y la adaptabilidad de las mismas ante los cambios
demográficos, políticos y contextuales que generan oportunidades de
inclusión hacia condiciones de desarrollo económico y social.
“Los hogares pueden estar formados por varias unidades conyu-
gales” (González, 2006, p. 68), la estructura del grupo familiar, se verá
influida por un sinnúmero de elementos, pero existe uno que jugará
un papel determinante en la dinámica de dicho hogar: su composición
socio demográfica, pues ésta determina en gran medida las necesida-
des del núcleo doméstico (Villagómez, 2006). Tal composición inter-
viene directamente tanto en el ciclo doméstico, como en el ejercicio
del poder y la violencia doméstica. A partir de tal composición de los
hogares, se limita o acrecienta la vulnerabilidad de los mismos, ante la
violencia doméstica y los violentadores. Personas en los hogares con
menores oportunidades (sea por edad económicamente activa de uno
sus miembros o de la mayoría de ellos, capacidades, etc.) hacia la ob-
tención de recursos, son más vulnerables a ser víctimas de la violencia.
Se mencionaba anteriormente que aunque la violencia doméstica
no es un fenómeno exclusivo de ningún estrato social, un hogar en
el que la generación de recursos es responsabilidad de una o pocas
personas (de acuerdo a la estructura específica del hogar), es más
vulnerable tanto a la pobreza y a la exclusión social, como a la violencia
doméstica.
La marginación social a su vez, no es un fenómeno que esté exclu-
sivamente detonado por la pobreza, pues existen diferentes elementos
en los específicos contextos sociales que contribuyen a acrecentar la
marginación, hacia ciertos grupos que se consideran vulnerables (Ro-
dríguez, 2001, Weller, 2009). La vulnerabilidad pues, no es solamente
una condición frente a un evento puntual, es también una condición de
riesgo en una situación estructural (Weller, 2009). Así, la vulnerabili-
dad es una posición de desventaja respecto a las condiciones mínimas
necesarias de desarrollo, para grupos que tienen como denominador
la generación y/o transmisión de la pobreza.
146
¿Qué elementos intervienen en la generación y transmisión de la
pobreza? Si bien la transmisión de la pobreza no es un fenómeno ho-
mogéneo en los hogares pobres, si es una constante en gran número
de ellos, situación que deriva de la falta de relaciones y oportunidades
sociales, que les permitan a los miembros menores de tales hogares, en
la formación de un nuevo hogar, romper esta cadena de pobreza y en-
caminarse hacia mejores condiciones de vida para ellos y sus próximos
compañeros en su nuevo hogar. ¿Cómo se logra romper la cadena de la
pobreza en condiciones de vulnerabilidad? macro programas sociales
como PROGRESA-OPORTUNIDADES, han trabajado en la eliminación
de la transmisión de la pobreza (González, 2006; 2008), pero al igual
que la transmisión no es un fenómeno homogéneo, la pobreza tiene
diferentes matices en las diferentes regiones y localidades del territo-
rio nacional, por lo tanto se considera que la formulación de políticas
en esfuerzos más locales, podría ser un embrión que contribuya a la
generación de mejores oportunidades y permita la inserción social de
los miembros de hogares vulnerables hacia una situación de cohesión
permanente. En este contexto, esta investigación busca establecer
las implicaciones teórico-conceptuales de la violencia doméstica y la
exclusión social como fenómenos que impactan los fundamentos del
desarrollo económico local.
Se considera necesaria la inclusión hacia mejores oportunidades a
grupos vulnerables, pues del desarrollo de cada particular caso, contri-
buye sin duda al desarrollo social en general, (Sen, 1998), observa ésta
situación como una oportunidad en la generación de capital humano
y la expansión de la capacidad humana, relaciones fundamentales en
los procesos del desarrollo económico y social. Para Sen es importante
recalcar el papel instrumental en la expansión de la capacidad humana,
para generar el cambio social, ésta capacidad está centrada en la habi-
lidad de una persona en llevar un tipo de vida, que considera valiosa e
incrementar sus niveles reales de elección (Sen, 1998). Así, la violencia
doméstica en relación con la pobreza, al disminuir las capacidades de
inserción social de las familias o personas que la padecen, limita las ca-
pacidades de desarrollo social y genera un impacto sobre los procesos
de desarrollo económico y social, en primera instancia en su núcleo
147
social más cercano, su localidad.
La violencia doméstica, entonces cuando se presenta en condi-
ciones de pobreza, coloca en una posición de fuerte vulnerabilidad a
los miembros de las familias, sobre los que se ejerce tal violencia en
cualquiera de sus formas, frente la exclusión social. Para Domínguez
y Núñez (2009), Si una persona no puede participar en las actividades
básicas, sociales y económicas de su localidad, se le debe considerar
como socialmente excluida.
Las familias o personas excluidas socialmente ven deteriorado su
estado de bienestar: “Los pobres llevan una forma de vida que está
inmersa en condiciones desfavorables de participación de los benefi-
cios sociales: acceso a la vivienda, educación, salud, justicia, o libertad
de expresión” (León y Nuñez., 2010, p.11). La anterior definición es
adoptada en un sentido metodológico, pues si bien la exclusión social
está ligada comúnmente a cuestiones de dificultad en la obtención de
recursos económicos, es complejo definir cuál es el punto en que se
puede considerar pobreza.
El combate a la pobreza y a la exclusión social, ha sido un tema
recurrente en la implementación de políticas sociales y de desarrollo, el
que existan personas que no gocen de las libertades que les permitan
desarrollarse plenamente en un sentido social y comunitario, realza las
necesidades de intervención de parte de los agentes interesados en el
desarrollo económico y social, pero la forma en que se han planteado
las políticas parece quedar corta respecto a los retos que exige intentar
reducir la pobreza y la exclusión, pues la formulación de políticas se
ha dado a partir de consideraciones de asistencia y protección social,
propias de sociedades industriales, enfoque que se va superando cada
vez más, lo que deja de lado nuevas realidades que van adoptando
las situaciones de exclusión (Subirats, 2004). La exclusión social es
entonces un fenómeno que, derivado de una serie de elementos entre
los que podemos considerar niveles bajos de ingreso, pocas oportu-
nidades de empleabilidad en el sector formal, entre otros factores, es
de naturaleza estructural, por tanto, una política angosta de limitados
alcances, como mucho hace visible el problema y su realidad, pero no
acaba con sus efectos en el mediano o largo plazo.
148
La dificultad en el desarrollo de políticas que buscan erradicar
la pobreza y la exclusión social es de acuerdo con Subirats y Blanco
(2009) que tales condiciones, son mucho más un conjunto de procesos
que una situación estable, y son de geometría variable. No afectan sólo
a grupos predeterminados concretos, más bien al contrario, afectan
de forma cambiante a personas y colectivos de acuerdo a los distintos
grados de vulnerabilidad en función de las condiciones cambiantes
de su entorno (Subirats y Blanco, 2009, p.50), lo que exige acciones
estratégicas y no intervenciones a priori. En México particularmente,
las estrategias de políticas sociales para el desarrollo en las últimas dé-
cadas han sido variables, han pasado del liberalismo social a las trans-
ferencias monetarias condicionadas (CCT por sus siglas en inglés),
sin que se observen resultados de cambio estructural que permitan
creer que los planteamientos de política de desarrollo han sido y son
los correctos.
El enfoque del liberalismo social, que más que una política pública
era una ideología partidista coyuntural, trataba de separase del esta-
do de bienestar “a la mexicana” sin lograrlo realmente. El problema
que muchos expertos le atribuyen, es que era más liberal que social
(Bolívar, 1993; Borge, 1993; Villarreal, 1993; Cabello, 1999). En el
enfoque de transferencias monetarias condicionadas, se desarrollan
programas que transfieren ingresos directamente a las familias pobres
con la condición de que mantengan a sus hijos en las escuelas, visiten
de forma regular las instalaciones de los servicios de salud, y asistan
a talleres informativos periódicamente, intentando romper así con el
círculo vicioso de la pobreza intergeneracional, programas como PRO-
GRESA- OPORTUNIDADES, encabezan éste tipo de macro políticas de
desarrollo (Tetreault, 2012).
¿Cumplen con el objetivo planteado éste tipo de macro políticas
de desarrollo? Aunque es difícil argumentar al respecto, por la gran
cantidad de elementos que se relacionan y que intervienen en los pro-
cesos de políticas tan ambiciosas, se han hecho evaluaciones a fondo
(Escobar y González, 2000; Hernández, Hernández y Urquieta, 2006;
SEDESOL 2008), que hablan de resultados parciales en los logros del
programa; con las primeras generaciones de graduados, de la lista de
149
beneficiarios de los programas, se concluye que en general, el elevar
los niveles de educación, salud y alimentación de los beneficiarios ha
impactado positivamente en las opciones de inserción laboral, aunque
en términos de mejora de la situación de los hijos sobre la situación de
los padres, no se ha encontrado efectos positivos sobre la mejora sala-
rial, el empleo en trabajos formales o de ocupaciones mejor calificadas
(Rodríguez y Freije 2008).
Por tanto, se puede sostener que aunque este tipo de políticas
tuvieron cierto éxito en países desarrollados, esto no significó la su-
peración de los problemas en la implementación del programa, ni su
totalmente apropiado diseño para el caso de México (Escobar y Gon-
zález, 2000). En relación al planteamiento de una correcta política de
desarrollo, cada actor tiene su percepción de la realidad respecto de la
situación que desea mejorar, y tendrá a su vez una idea de mejora, lo
que puede ser tanto una dificultad como una oportunidad. De acuerdo
con Subirats y Blanco (2009) Una política es pública porque su decisión
está en manos de los poderes públicos, pero ello no quiere decir que
la esfera pública sea patrimonio exclusivo de las instituciones, pues
sin duda el potencial verdadero en la implementación de una política
se encuentra en el soporte e implicación de los actores sociales que
consiga (Subirats y Blanco (2009; 49).
Así, la violencia doméstica y la exclusión social, son condiciones
de retroceso en los procesos de avance social. Ante las oportunidades
que ofrece el desarrollo en un mundo tan heterogéneo, por supuesto
es necesario buscar mejores condiciones de bienestar para el goce del
total de los ciudadanos, de condiciones de desarrollo y todo lo que
ello implica, de una manera equitativa; sin embargo, la elaboración
e implementación de las políticas sociales en un enfoque tradicional
(de arriba hacia abajo), parece haber sido rebasada por situaciones
concretas en un mundo con tantos matices y tan específicas nece-
sidades, por lo que se vuelve necesario el planteamiento de nuevos
enfoques y participación en los procesos del desarrollo por un mayor
número de actores sociales locales (Pírez, 1995), quienes son los más
interesados en los cambios estructurales hacia mejores condiciones y
oportunidades para el bienestar social.
150
Gestión de políticas sociales: una búsqueda de su eficacia
151
dad civil organizada y los actores del sector privado, deben plantearse
nuevos paradigmas de intervención hacia las problemáticas sociales,
entre ellas, las que circulan alrededor de la violencia doméstica y la
exclusión social.
No existe una fórmula que asegure que un planteamiento de po-
lítica, a partir de una gestión eficaz de los procesos del desarrollo,
funcione. La organización para la cooperación y el desarrollo econó-
mico OCDE (2006), enlista una serie de principios que sirven como
herramientas para una eficaz gestión del desarrollo: 1) centrar el
diálogo en los resultados en todas las fases del proceso, 2) alinear la
programación, monitoreo y evaluación con los resultados, 3) mante-
ner la medición y la información sencilla, 4) gestionar para y no por
resultados, 5) usar la información de los resultados para aprender y
para la toma de decisiones. Se debe agregar a las consideraciones, el
involucramiento en todo el ciclo de las políticas al total de los actores
locales del desarrollo.
Los planteamientos y recomendaciones de la OCDE (2006) se
basan en cuestiones de comunicación, confianza e información para
la toma de decisiones y pueden ser aplicables a la implementación de
políticas más locales con una gestión, basada en la eficacia de dichos
procesos. Lo anterior lleva a considerar que si bien, es fundamental
el involucramiento de todos los actores locales en la implementación
de política, éstos no tienen áreas amplias de oportunidad mientras no
tengan las capacidades mínimas para que el involucramiento sea efec-
tivo y sus aportes en los procesos del desarrollo social sean notorios,
es decir, la generación efectiva de capital social.
¿Cómo podemos definir el capital social? Para Woolcock y Nara-
yan (2000) capital social son todas las normas y redes que permiten
la acción colectiva. Las definiciones de capital social tienen varias di-
mensiones, pues incorporan diferentes niveles y unidades de análisis,
por tanto el logro de una definición única es una tarea probablemente
imposible (Woolcock y Nayaran, 2000). La medición del capital social
o los niveles del mismo, sólo es factible en cuestión de percepción y
de acumulación de logros, en este caso, respecto al desarrollo social.
Pero en general, ¿Cuál es la relación entre la gestión eficaz de
152
políticas, capital social y la violencia y exclusión social? Mientras que
para muchas personas, la violencia doméstica es una cuestión privada
y en muchas ocasiones invisible, cuando un miembro de la sociedad es
víctima de violencia en cualquiera de sus formas, entonces el problema
de la violencia se convierte en uno de orden público, en éste punto
la gestión eficaz de políticas sociales se vuelve fundamental para la
disminución de la violencia y exclusión social.
Propiciar un ambiente de equidad en la consecución de logros
sociales, es parte de la acumulación de capital social. Muchas de las
consideraciones y estudios que se hacen sobre los pobres, dan prio-
ritaria atención a la construcción de redes sociales, pues la única ma-
nera que tienen de solventar situaciones de vulnerabilidad es con la
creación de lazos sociales entre ellos (Woolcock y Narayan, 2000), de
ahí la consideración de Dordick (1997) (Como se cita en Woolcock y
Narayan 2000; 30), cuando asegura que “los pobres sí tienen algo que
perder, unos a otros”.
En este contexto, el paso siguiente es el análisis de las políticas
implementadas para generar propuestas de política basadas en la in-
formación para la toma de decisiones razonadas, pues si bien toda
política social busca el desarrollo equitativo de la sociedad, no todas
logran los propósitos planteados en su formulación, por lo que la par-
ticipación de los actores sociales en las decisiones de políticas públicas
debe ser incentivada, pero ante todo razonada y basada en una serie de
principios metodológicos y estratégicos, pues ante el constante cam-
bio en las administraciones públicas (con ideologías y características
particulares), dejar el control total a tales actores de los procesos del
desarrollo, sería renunciar a una delegación de responsabilidad que sólo
puede ser efectiva con el involucramiento de todos los actores sociales.
153
2010, la pobreza alcanzó a 52.1 millones de personas, lo que represen-
tó el 46.3% de la población total. De esta población, 12.8 millones de
personas se consideraron en situación de pobreza extrema, equivalen-
te al 11.4% de la población total de México, (CONEVAL, 2012). En este
contexto, para el mismo año de análisis, Nayarit ocupó la posición 19
con población en situación de pobreza y la 17 en situación de pobreza
extrema, (posiciones 1 al 32 en orden ascendente). Aunque Nayarit
se encuentra en el año 2010 dentro de los 15 estados con menores
índices de pobreza, la población que ha presentado algún tipo de ca-
rencia social es de 449, 981 de un total de 1,089, 174 habitantes.
Los municipios de El Nayar, Huajicori, La Yesca, Ruiz y Jala fueron los
municipios con mayor porcentaje de población en pobreza extrema
(CONEVAL, 2012).
La situación de pobreza en Nayarit del año 2008 al año 2010
presentó un aumento en el volumen de la población en situación de
pobreza, de 441,140 personas en el año 2008, a 449, 011 en 2010,
para el mismo periodo el porcentaje de población en pobreza extrema
aumentó de 6.1 a 7.6 por ciento, lo que significó un aumento de 64,386
a 83,008 personas, de 2008 a 2010 en Nayarit la situación de pobreza
extrema aumentó en 18,622 personas (CONEVAL, 2012). Panorama
que si bien es producto de cambios demográficos particulares en algu-
na medida, no deja de ser preocupante, pues muestra que los cambios
estructurales esperados a partir de la implementación de la política de
desarrollo, no se están viendo reflejados en un sentido cuantitativo.
Respecto a la evolución de carencias sociales, los datos que mues-
tra CONEVAL (2012) considerando las variables 1) rezago educativo
2) acceso a los servicios de salud 3) acceso a la seguridad social 4)
calidad y espacios de la vivienda 5) acceso a los servicios básicos de
vivienda y 6) acceso a la alimentación, son los siguientes:
Correspondientes a los logros de política social, se encontró que
en variables como rezago educativo, acceso a los servicios de salud y
acceso a la seguridad social, la carencia disminuyó en 5,083; 76,688 y
28,329 personas respectivamente; la carencia por calidad y espacios
de la vivienda aumentó de 2008 a 2010 en 6,135 personas. Respecto
a los servicios básicos de la vivienda, la carencia se redujo en 7838
154
personas. Por último, los datos que brinda CONEVAL respecto al acceso
a la alimentación son preocupantes, pues la carencia aumentó 64, 706
personas (CONEVAL, 2012).
De igual forma, de acuerdo a datos de CONEVAL en su Anexo
estadístico de Pobreza en México en el período 2010-2012, se regis-
tró un incremento en las personas en situación de pobreza extrema
en once estados, figurando Nayarit como el estado que incrementó
mayormente su porcentaje de pobreza extrema, pasando de 7.6 por
ciento en 2010 a 11.9 por ciento en 2012, cayendo tres lugares en
el ranking de la pobreza extrema en México, del lugar 17 en 2010 al
lugar 14 en 2012.
155
Al observar tales cifras, pareciera que las prioridades incluidas en
el diseño de las políticas de desarrollo en México y particularmente en
Nayarit, se diluyen durante su implementación, pues a pesar de que
en algunas de las variables observadas en lo relativo a la evolución de
las carencias sociales en el estudio de CONEVAL (2012), hay avances,
éstos no son tan significativos como para hablar de erradicación de la
pobreza y mejoras de equidad hacia los procesos de desarrollo social;
por el contrario, el aumento en algunas de las carencias sociales, y de
la pobreza extrema para el año 2012 en más de cuatro puntos por-
centuales, colocan en situación de plena desventaja y vulnerabilidad a
quienes padecen tales carencias y los alejan de las condiciones mínimas
necesarias para el logro del desarrollo social.
En referencia a la violencia doméstica, de acuerdo a datos de INEGI
en Nayarit en el año de 2009, se registraron 537 denuncias de abusos
en los hogares hacia menores de edad, de las cuales fueron comproba-
das 28, situación que se incrementó para el 2010, al ser denunciados
681 casos y comprobados 520, es decir, los casos comprobados de
violencia doméstica contra menores de edad fueron prácticamente los
mismos que los casos denunciados en 2011. El porcentaje de aumento
de casos del año 2009 respecto al año 2011 se muestra en la Gráfica
siguiente.
156
Gráfica 2. Número de casos de violencia infantil comprobados Na-
yarit en los hogares en el periodo 2009-2011.
Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI. Recuperado de:
http://www3.inegi.org.mx/sistemas/sisept/default.aspx?t=m-
vio03&s=est&c=22616
157
Los datos presentados pertenecen a un espectro no mayor a seis
años, con la intención de dar un panorama de los resultados y la evolu-
ción de la pobreza y violencia doméstica en Nayarit, y sus implicaciones
en la exclusión social, aunque los análisis bajo ninguna circunstancia
intentan ser concluyentes, brindan elementos que son útiles para las
consideraciones planteadas en efecto de éste texto. Se decidió mostrar
los elementos presentados dadas las características y la disponibili-
dad de la información para éste tipo de temas; así, se considera que
la principal contribución es la de resaltar las implicaciones que tiene
la violencia doméstica y la exclusión social sobre los procesos del de-
sarrollo social, en el contexto del desarrollo económico y la equidad.
Conclusiones
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162
La intervención terapéutica en el
tratamiento de familias que enfrentan
violencia y pobreza: el modelo JUCONI
Resumen
163
Violencia y pobreza: temas vigentes en el México contemporáneo
164
condiciones materiales básicas de bienestar (agua potable, alimentos,
viviendas seguras, falta de higiene, falta de acceso a servicios de sa-
lud), puede bien entenderse como una forma de violencia estructural,
es decir, los pobres viven en un ambiente hostil, violento de por sí.
La violencia, por su parte, es una forma corriente de relación social,
enraizada en la cultura de manera diversa. Prevenir y atender estos
dos fenómenos de manera conjunta es clave para lograr un desarrollo
social basado en la equidad y en la justicia. El modelo JUCONI consti-
tuye un esfuerzo por avanzar en este sentido y es una propuesta para
intervenir, de manera integral, en las vidas de niños, niñas y familias
que enfrentan pobreza, violencia y exclusión.
En México viven 53.3 millones de personas pobres (CONEVAL,
2013), por lo que es imprescindible mirar el fenómeno de la pobreza
en sus detalles más finos y atender todos los aspectos, pues eviden-
temente hay algo que ha hecho falta en estos casi cuarenta años de
programas de combate y reducción del problema. Lo mismo sucede
con la cuestión de la violencia, es menester preguntarse ¿qué condi-
ciones son necesarias para prevenirla y erradicarla? El modelo JUCONI
contiene elementos que contribuyen a la construcción de estas res-
puestas a nivel local.
165
ciones de pobreza (IMPLAN- UNICEF, 2014).En la República Mexicana,
la ciudad de Puebla es el municipio que nominalmente tiene el mayor
número de personas pobres, al superar los 732 mil 154 habitantes,
los pobres representan el 39.9 % de la población total de la localidad,
misma que asciende a 1 millón 539 mil 819 personas (INEGI, 2010).
JUCONI atiende anualmente un promedio de 350 niños y niñas y 120
familias que viven en este municipio. A continuación presentamos
los datos recabados entre la población de JUCONI durante el primer
semestres de 2013, respecto a la pobreza, carencia social y rezago
social según las definiciones de CONEVAL (2012) y la Ley General de
Desarrollo Social.
La clasificación que el Banco Mundial hace de la pobreza está
relacionada con la cantidad de dólares con los que una persona vive
al día. Vivir con menos de un dólar al día se denomina pobreza extre-
ma, vivir con más de un dólar pero menos de dos, constituye pobreza
moderada. Para el análisis de las familias que JUCONI atiende, se tomó
el ingreso mensual total del hogar y se dividió entre el número de
personas que lo habitan. Este resultado, a su vez, se dividió entre los
30 días de un mes. De esta forma se calculó cuántos dólares usan para
vivir al día por persona. El tipo de cambio usado fue de junio de 2013
que, según la Secretaría de Economía, fue de 12.94 pesos por dólar.
De este cálculo resultó que el 56% de las personas atendidas
en JUCONI durante el 1er. semestre de 2013 viven en pobreza, de ellas
el 12% vive en pobreza extrema y el 44% en pobreza moderada.
Pobreza extrema
166
personas pueden clasificarse, de acuerdo a su ingreso y al número de
sus carencias sociales, en:
Pobres multidimensionales. Población con ingreso inferior al valor
de la línea de bienestar y que padece al menos una carencia social.
Vulnerables por carencias sociales. Población que presenta una
o más carencias sociales, pero cuyo ingreso es superior a la línea de
bienestar.
Vulnerables por ingresos. Población que no presenta carencias
sociales y cuyo ingreso es inferior o igual a la línea de bienestar.
No pobre multidimensional y no vulnerable. Población cuyo in-
greso es superior a la línea de bienestar y que no tiene carencia social
alguna.
Línea de Bienestar
167
presenta una tabla resumen del porcentaje, número de personas y
carencias promedio por indicador de pobreza.
Carencia social Porcentaje
Población con una 58%
carencia social
Población con al menos 94%
tres carencias sociales
Rezago educativo 75%
Carencia por calidad 58%
y espacios de la vivienda
Carencia por acceso 63%
a servicios básicos
Carencia por acceso 82%
a la alimentación
Tabla 2. Privación social, población JUCONI 2013. Elaboración
propia.
168
La razón de personas por cuarto es mayor a 2.5.
Tipo de carencia Sí No
Hacinamiento 58% 42%
Material de paredes y 13% 87%
techo
Piso de tierra 0 100%
Tabla 3. Carencia por calidad y espacio de la vivienda, población
JUCONI 2013. Elaboración propia.
169
siguientes apartados exploraremos algunos de los rasgos más sobre-
salientes tanto del modelo juconi, como de los niños, las niñas y las
familias con las que se trabaja.
170
tas de JUCONI conocieron a José, tenía 12 años, sabía leer y escribir
a medias, no asistía a la escuela porque su documentación estaba en
desorden (fue registrado tardíamente y la fecha en su acta de naci-
miento estaba alterada).
Las salidas de José a la calle y su regreso a casa a altas horas de
la noche angustiaban a la señora Susana, quien trataba de corregirlo
mediante golpes, castigos, amenazas y gritos, tornándose la relación
entre ambos especialmente violenta. A raíz de una fuga de José que
duró varias semanas y culminó con la canalización del niño a un alber-
gue estatal, las educadoras de JUCONI, la señora Susana y el mismo
José, decidieron su ingreso a la Casa JUCONI, un Centro de Cuidado
Residencial en el que el ambiente y las actividades están encaminadas
al procesamiento de experiencias traumáticas, la disminución de con-
ductas violentas y el aprendizaje de nuevas formas de resolver con-
flictos y expresar las emociones.
Mientras José estaba en Casa JUCONI, una diada de terapeutas
visitaba quincenalmente a la señora Susana, su hija y sus nietos, para
realizar trabajo terapéutico. Con un pasado colmado de violencia, la
señora estaba convencida de que no podía dar ni recibir cariño, por lo
que se requirieron varias sesiones para que modificara su autoimagen.
171
haciendo cambios y nuestra labor no es dar indicaciones, es reforzar,
alentar, reconocer esos cambios. Por ejemplo: Si primero no había ni
donde sentarse, y después ya vas a encontrar escombradito y aunque
sea cuatro cubetas volteadas para que nos sentemos. Esas cosas hay
que reconocerlas, no dejarlas pasar por alto ni exagerarlas, pero sí
reforzarlas. El orden externo tiene un efecto en cómo nos sentimos,
en cómo pensamos (Terapeuta familiar, comunicación personal, 20
de abril de 2012).
Al trabajar con familias que no sólo se desenvuelven en contex-
tos de franca precariedad, sino que exhiben las secuelas de una violen-
cia intergeneracional y estructuras inestables o claramente riesgosas
para sus integrantes, el modelo JUCONI se enfoca principalmente en
la reconstrucción del mundo interior y las relaciones de los sujetos a
través de un proceso terapéutico, entendido como el propósito especí-
fico de ayudar a todos los integrantes de una familia a comprender sus
experiencias, desarrollar su autoestima, bienestar emocional y a cons-
truir relaciones saludables que les permitan reajustar sus respuestas al
estrés y sustituir las estrategias de adaptación dañinas con elecciones
más efectivas (SFSC, 2012). En este sentido, toda acción, no importa si
es educativa, asistencial o de asesoría, tiene una finalidad terapéutica.
En el caso de José, por ejemplo, además de la dimensión tera-
péutica se trabajó en la regularización de sus documentos de identidad
y en su incorporación al sistema educativo formal, lo que implicó un
importante apoyo que se intensificó durante su estadía en Casa JU-
CONI. La señora Susana participó en un curso de capacitación para el
autoempleo, con el fin de que contara con mayores herramientas que
le permitieran dejar el trabajo de calle.
Debemos remarcar que en el modelo JUCONI, la separación del
niño y su familia se visualiza como un proceso transitorio, que ocurre
mientras se construye una relación segura entre el niño, sus cuidadores
y los demás miembros de su familia. El modelo JUCONI se fundamen-
ta en las teorías del trauma y el apego. La palabra apego se refiere al
tipo de vínculo que une emocionalmente a dos personas. Según John
Bowlby (1999), quien formuló esta teoría, el apego se forma dentro
de los primeros años de la vida, por lo que la relación entre el recién
172
nacido/ lactante y sus cuidadores determina la forma en que los indi-
viduos se vincularán con los demás y con su entorno en la adolescencia
y en la edad adulta. Si la respuesta del cuidador es inconsistente, vio-
lenta o indiferente, el recién nacido/a no contará con una base segura
para relacionarse y, probablemente desarrolle conductas nocivas para
sí mismo y/o para los demás. En estos casos, el establecimiento de
una relación segura, del tipo que describe la terapeuta líneas atrás,
puede ayudar a que se cuestione el patrón de apego establecido y,
eventualmente, se modifique. La labor de los terapeutas en JUCONI
es desarrollar vínculos de apego seguro entre las niñas, los niños y los
cuidadores participantes (SFSC, 2012), lo que cobra sentido cuando
miramos de cerca relaciones e historias como las de la señora Susa-
na y José. Los niños, niñas y cuidadores con quienes trabaja JUCONI
se han desarrollado en ambientes en donde, junto con la violencia y
negligencia, privan las carencias que implica la pobreza: vivienda en
condiciones inadecuadas, falta de acceso a servicios, ingreso insufi-
ciente para cubrir necesidades básicas, etc. Las experiencias de aban-
dono, maltrato o negligencia son comunes entre las poblaciones que
enfrentan pobreza y exclusión, por lo que conocer las maneras en que
éstas afectan el desarrollo integral de los seres humanos es de gran
utilidad para establecer estrategias exitosas de atención. Al revisar las
historias familiares de los niños y niñas con quienes trabaja JUCONI
encontramos acumulaciones de trauma.
En general, en los campos de la psiquiatría y la psicología el tér-
mino trauma hace referencia a una experiencia emocionalmente do-
lorosa e impactante que tiene efectos físicos y mentales de largo pla-
zo, los cuales inciden directa o indirectamente en el comportamiento
y las relaciones de los individuos. Una experiencia traumática, si no
se cuenta con suficientes recursos para procesarla, puede mermar
profundamente la capacidad del individuo para confiar en sí mismo
y en los demás (Bloom, 1999). La falta de seguridad hace aparecer el
mundo exterior como una amenaza y con frecuencia se desarrollan
mecanismos destructivos para eludirla, tales como adicciones u otras
conductas de riesgo o antisociales que generan graves costos no sólo
para el individuo sino para la sociedad. Cuestiones como el consumo
173
abusivo de sustancias, la deserción y el rezago escolar o el embarazo
adolescente, encuentran en las relaciones violentas y poco saludables
durante la infancia una parte importante de su explicación.
174
Alianzas: asociación directa o encubierta entre dos o más miem-
bros de la familia.
Comunicación: intercambio de información, conjunto de mensajes
verbales y no verbales que circulan entre los miembros de la familia.
Modos de control de la conducta: Patrones para manejar los im-
pulsos y mantener modelos de lo bueno y de lo malo.
Afectos: Manifestaciones verbales y no verbales de bienestar y
malestar.
Psicopatología: se habla de psicopatología cuando los conflictos
no se resuelven debido a la rigidez de la interacción.
Estas áreas, a su vez, se conjugan para definir nueve funciones
familiares, que son lo que se califica y reporta como resultado de la
aplicación del instrumento. Estas funciones son: autoridad, orden, su-
pervisión, afecto, apoyo, conducta disruptiva, comunicación, afecto
negativo y recursos. Cada reactivo se evalúa en una escala del 1 al
4 (1 disfuncional, 2 poco funcional, 3 medianamente funcional y 4
funcional) y para cada ítem hay una descripción de lo que implican
los distintos niveles de funcionalidad. La exploración de estas áreas y
funciones ofrece una imagen bastante clara respecto a la dinámica de
las familias, y la aplicación semestral de la escala permite identificar
aquellas funciones en las que se han logrado mayores avances.
Dos condiciones son esenciales para aplicar la Escala de Fun-
cionamiento Familiar de manera efectiva, a saber, el conocimiento que
el entrevistador tenga acerca del instrumento y el rapport o relación
de empatía y confianza que logre entablar con los miembros de la fa-
milia. La aplicación de la Escala toma aproximadamente una hora, es
recomendable que participen dos evaluadores (alguien que formule las
preguntas y alguien que registre las respuestas y haga observaciones
sobre el proceso de aplicación) y todos o la mayoría de los integrantes
del grupo familiar, incluyendo los niños y niñas pequeños/as.
A continuación se muestran los resultados obtenidos por las
familias atendidas cuando recién ingresaron al programa. Notamos
que el mayor grado de funcionalidad lo obtuvieron en supervisión y
apoyo, en tanto que conducta disruptiva y afecto negativo aparecen
como las funciones más problemáticas. La conducta disruptiva tiene
175
que ver con el manejo de conductas no aceptadas socialmente, tales
como adicciones, problemas con la autoridad, etc. y el afecto negativo
evalúa la presencia de emociones y sentimientos de malestar dentro
de la familia.
176
cual dificulta su desempeño en todos los ámbitos, no sólo dentro del
hogar, sino en el trabajo, en la escuela, etc.
Después de seis meses de participación en el programa JUCONI
notamos que las familias tienden a adquirir un mayor nivel de funcio-
nalidad en todas las áreas, siendo la conducta disruptiva y el afecto
negativo las áreas en las que se presentan los mayores cambios. Esto
quiere decir, que hay una disminución de los problemas derivados de
la conducta antisocial y de los sentimientos de malestar en la familia,
asimismo, lo relativo a la disciplina y al ejercicio de la autoridad toma
una forma más efectiva.
Función Funcional
177
El proceso que siguen las familias en el programa JUCONI abarca
el fortalecimiento de cuatro áreas: desarrollo físico, cognitivo, social
y emocional. Todas las acciones se planean con una intención tera-
péutica. En el caso de José y la señora Susana, fue muy importante el
acompañamiento que se les brindó para que:
José procesara la ausencia de su madre y la señora Susana asumiera
y manejara la necesidad que el niño tenía de ella.
Clarificar los roles de la señora Susana como protectora y provee-
dora, y de José, como hijo.
Aprender a expresar y manejar sus emociones sin agredirse.
Reconocerse como personas valiosas, con fortalezas y virtudes.
178
7. Trato violento a la madre
8. Falta de madre, padre o ambos
9. Abandono emocional o físico
179
fortalecer la imagen que tienen de sí mismos ayudó a que mejoraran
sus viviendas. La biografía de Leonora contiene elementos comunes
a la vida de muchas mujeres mexicanas en condiciones de pobreza:
no completó la educación básica, comenzó a vivir en pareja siendo
muy joven, se embarazó a temprana edad y tanto sus padres como su
marido la maltrataron. Leonora trabajaba jornadas extensas en una
comunidad muy alejada de su casa y no tenía días fijos para descansar.
Además de fortalecer su autoestima y ayudarle a procesar su pasado
de maltrato, el hecho de que Leonora se ubicara en un trabajo más
cercano a su casa, sin duda fue básico para mejorar las relaciones en
esta familia. Los ingresos de la familia se estabilizaron gracias a que
los hermanos mayores de Jano comenzaron a trabajar, al principio del
proceso el trabajo de la madre era el único ingreso familiar.
Básicamente, el modelo JUCONI se propone atender las necesi-
dades emocionales de los participantes y suprimir la violencia, como
condición ineludible para avanzar en la erradicación de la pobreza y
sus fenómenos derivados.
Conclusiones
180
de salarios precarios. Además, no son pocas las ocasiones en las que
lo hacen en condiciones de violencia interpersonal y esto tiene una
repercusión en los niveles de tensión y frustración de los sujetos. Un
participante en JUCONI, que trabaja como intendente en una fábrica,
señala:
Yo le digo a su hijo de catorce años que estudie ¿O qué? si no, el
día de mañanava a tener que trabajar como burro igual que yo. No es
fácil aguantar que te estén diciendo “pendejo” o “apúrate güevón” o
que te dé órdenes alguien que a lo mejor sabe menos que tú, pero que
es tu patrón (M. Roldán, comunicación personal, 17 de julio de 2013).
181
social (contexto económico y político). Las intervenciones centradas
en factores externos (servicios básicos, infraestructura, piso firme)
tendrán poco o nulo efecto, si no se trabaja a la par sobre las necesi-
dades de los individuos desde un enfoque integral y si no se garantiza
un contexto propicio para su desarrollo, es decir, ambientes escolares,
laborales y comunitarios libres de violencia.
Referencias
182
de diciembre de 2014 http://www.unicef.org/mexico/spanish/
Estudio_Puebla_17enero_final(1).pdf
INEGI (2010) Censo Nacional de Población y Vivienda.
Mustard, J. Fraser (2005) Desarrollo del cerebro basado en la experiencia
temprana y su efecto en la salud, el aprendizaje y la conducta.
Obtenido el uno de julio de 2014 www.oas.org/udse/dit2/
relacionados/archivos/desarrollo-cerebral.aspx
SFSC Safe families, safe children (2012) Rompiendo el ciclo de la
violencia: construyendo un futuro para los más excluidos. México,
JUCONI.
183
184
Encerrad@s.
Violación al derecho a la
convivencia familiar y comunitaria y
alternativas de solución
Introducción
185
En nuestro país tenemos un serio problema: el Estado mexicano
carece de información precisa sobre el número de niñas, niños y ado-
lescentes albergados en instituciones de acogida y sus condiciones de
vida. El primer censo de la historia de México de albergues públicos
y privados, realizado por el Sistema Nacional DIF en el 2011, reportó
la cantidad de 18 mil 533 menores de edad viviendo en 633 centros
asistenciales en 30 entidades federativas del país. Siete años antes,
la estudiosa del tema de la adopción, Norma Mendoza (2004), había
calculado que para entonces vivían en algún albergue 34 mil 650; casi
el doble.
El pasado 2012 el titular de la Comisión Estatal de Derechos Hu-
manos de Jalisco, Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, reconoció que de
acuerdo con dos diagnósticos elaborados por dicha Comisión para
valorar en qué condiciones laboran y el grado de cumplimiento de los
derechos humanos en los centros infantiles, el primer problema fue el
desconocimiento del número real de albergues. Aun así, establecieron
la cantidad de 6 mil 500 menores de edad institucionalizados tan sólo
en ese estado; considerando el margen de confianza, esta cifra po-
día aumentar hasta los 7 mil. “Ni siquiera tenemos definido con toda
certeza cuántos niños institucionalizados hay en Jalisco”, concluyó el
comisionado (Comunicación Social del Congreso del Estado de Jalis-
co, 2012). O sea, que en una sola entidad federativa se calcula casi la
mitad del total de menores de edad que estimaba el censo del Sistema
Nacional DIF del 2011.
El problema radica en que si no se tiene identificado con precisión
cuántos son, dónde están y en qué condiciones viven, tampoco puede
haber supervisión y seguimiento efectivo de los casos.
Tal escenario motivó la observación número 37 del Comité de
los Derechos del Niño de la ONU del año 2006, donde dejó clara su
preocupación al respecto y recomendó a nuestro país: reforzar las me-
didas vigentes para impedir la separación de los niños de sus familias,
adoptar medidas eficaces para evaluar el número y la situación de los
que viven en instituciones, lo mismo que aprobar un programa para
reforzar y aumentar las oportunidades para que tengan otros tipos
de tutela, por ejemplo, promulgando leyes eficaces, fortaleciendo las
186
estructuras existentes como la de la familia extensa, capacitando mejor
al personal y asignando más recursos a los órganos correspondientes.
A siete años de dicha recomendación, los esfuerzos no han sido
suficientes. A pesar de las acciones emprendidas por nuestro Estado
mexicano, la situación de este sector de la población infantil sigue
siendo grave, sobre todo ante la carencia de información y ante la falta
de una política pública encaminada al restablecimiento del derecho a la
convivencia familiar y comunitaria de estas niñas, niños y adolescentes
encerrados. Esto puede constatarse al revisar el Informe de México:
avances y desafíos en materia de derechos humanos, publicado en el
2011. En él podemos observa el reporte de importantes iniciativas
implementadas por parte de nuestro Estado en temas de salud, edu-
cación y protección: acciones especialmente dirigidas a niñas y niños
indígenas, migrantes o en situación de calle, pero no hacia quienes
perteneciendo a este grupo etario se encuentran privados del cuidado
de sus padres y viviendo en ámbitos residenciales; al respecto solo se
informa del trabajo realizado en materia de adopción, alternativa in-
suficiente porque dicha institución no es una opción para todas estas
niñas y niños.
En el presente trabajo constataremos, pues, que como Estado
carecemos de información precisa, suficiente y fidedigna acerca de la
situación de las niñas, niños y adolescentes sin padres e instituciona-
lizados. Comprobaremos también que quienes ingresan a los ámbitos
residenciales viven ahí un segundo abandono, un segundo maltrato
—ahora institucional—, una segunda culpabilización, una segunda
violación a sus derechos que obstruye su desarrollo humano al impe-
dir la conformación de una identidad sólida y una personalidad bien
integrada. Afirmo que el encierro los excluye de la sociedad; su acceso
a la justicia queda obstaculizado por las paredes que los confinan e
invisibilizan, condenándolos además a la privación de la vida en familia
y en comunidad. Expondré las causas y consecuencias que tal situación
tiene para estas niñas, niños y adolescentes, así como para la sociedad
en su conjunto, y lo más importante, señalaré alternativas y líneas de
acción para su solución.
187
El derecho a la convivencia familiar y comunitaria
No puede haber una tarea más noble que la de dar a todos los
niños un futuro mejor.
Declaración Mundial sobre la Supervivencia, la Protección y el De-
sarrollo del Niño
188
lo 7; la obligación común de ambos o, en su caso, de los representantes
legales, se encuentra en el 18.1, lo mismo el interés superior del niño
como preocupación fundamental de aquellos. En el inciso siguiente
se establece que los Estados Partes prestarán la asistencia apropiada
para el desempeño de las funciones parentales en lo que respecta a la
crianza del niño, y velarán por la creación de instituciones, instalacio-
nes y servicios para su cuidado.
De la mano del anterior viene el artículo 27, en cuya fracción
1 señala que a los padres u otras personas encargadas del niño les
incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de sus
posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida que sean
necesarias para el desarrollo del niño, y en su fracción 2 que los Esta-
dos parten de acuerdo con las condiciones nacionales y con arreglo a
sus medios, adoptarán medidas apropiadas para ayudar a los padres
y a otras personas responsables por el niño a dar efectividad a este
derecho y, en caso necesario, proporcionarán asistencia material y
programas de apoyo, particularmente con respecto a la nutrición, el
vestuario y la vivienda.
El derecho a la convivencia familiar y comunitaria se encuentra
asentado también en los instrumentos internacionales en que se apoya
la Convención sobre los Derechos del Niño: en la declaración de los de-
rechos del niño encontramos que éste, para el pleno y armonioso desa-
rrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión, y que siempre
que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de
sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad
moral y material. Salvo circunstancias excepcionales no deberá sepa-
rarse al niño de corta edad de su madre. “La sociedad y las autoridades
públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin
familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia”.
En el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se recono-
ce a la familia como el elemento natural y fundamental de la sociedad y
que tiene derecho a la protección por parte de la sociedad y del Estado.
Asimismo todo niño tiene derecho “a las medidas de protección que
su condición de menor requiere, tanto por parte de su familia como
de la sociedad y el Estado”.
189
Los Estados Parte del Pacto Internacional de Derechos Econó-
micos, Sociales y Culturales, “reconocen que se debe conceder a la
familia, que es elemento natural y fundamental de la sociedad, la más
amplia protección y asistencia posibles, especialmente para su cons-
titución y mientras sea responsable del cuidado y la educación de los
hijos a su cargo”.
En la Convención Americana sobre Derechos Humanos —Pacto
de San José de Costa Rica—, se reconoce a la familia como el elemento
natural y fundamental de la sociedad. En su artículo 19 queda asen-
tado que todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su
condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad
y del Estado.
En la Declaración Mundial sobre la Supervivencia, la Protección
y el Desarrollo del Niño, aprobada el 30 septiembre de 1990 en la
Cumbre Mundial en favor de la Infancia, se reconoce a la familia como
grupo fundamental y entorno natural del crecimiento y el bienestar
de los niños, por lo que se debe dar toda la protección y la asistencia
necesarias. En ella el compromiso 20.5 expresa que “nos esforzaremos
porque se respete la contribución de la familia al cuidado de los niños
y prestaremos apoyo a los esfuerzos de los padres, las demás personas
que se ocupan del cuidado de los niños, y las comunidades, por criarlos
y atenderlos desde las primeras etapas de la infancia hasta el fin de la
adolescencia. También reconocemos las necesidades especiales de los
niños separados de su familia”.
En el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, el artículo 15.1 también reconoce a la familia como el ele-
mento natural y fundamental de la sociedad y que debe ser protegida
por el Estado, quien deberá velar por el mejoramiento de su situación
moral y material. Y en el artículo 16 reconoce que “todo niño sea cual
fuere su filiación tiene derecho a las medidas de protección que su con-
dición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del
Estado”, así como también “tiene el derecho a crecer al amparo y bajo
la responsabilidad de sus padres; salvo circunstancias excepcionales,
reconocidas judicialmente, el niño de corta edad no debe ser separado
de su madre”.
190
Las Directrices sobre las modalidades alternativas de cuidado
de los niños, establecen pautas adecuadas de orientación política y
práctica con el propósito de promover la aplicación de la Convención
sobre los Derechos del Niño y de las disposiciones pertinentes de otros
instrumentos internacionales relativas a la protección y al bienestar de
las niñas y niños privados del cuidado parental o en peligro de encon-
trarse en esa situación. Y aunque aún no es un documento vinculante,
el Comité de los derechos del Niño de las Naciones Unidas ya elabora
sus informes para los Estados miembros, tomando como medida de
evaluación los estándares que de ahí resultan.
191
Estado de otorgar facilidades a los particulares para que coadyuven al
cumplimiento de tales derechos.
El derecho a vivir en familia merece un capítulo completo con 14
artículos en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adoles-
centes, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 4 de diciembre
de 2014. Su artículo 22 deja claro que la falta de recursos no podrá
considerarse motivo suficiente para separar a los niños, niñas y adoles-
centes de su familia de origen o de los familiares con los que convivan,
ni causa para la pérdida de la patria potestad. El derecho a convivir o
mantener relaciones personales y contacto directo con sus familiares
de modo regular, cuando sus familias se encuentran separadas, así
como cuando sus familiares se encuentren privados de la libertad que-
da garantizado en el artículo 23 y el establecimiento de las normas y
los mecanismos necesarios para facilitar la localización y reunificación
de la familia de niñas, niños y adolescentes, cuando hayan sido privados
de ella, siempre y cuando no sea contrario a su interés superior, en el
artículo 24, mientras que el artículo 26 describe las medidas especiales
de protección de niñas, niños y adolescentes que hayan sido separados
de su familia de origen por resolución judicial que el Sistema Nacional
DIF o los Sistemas de las Entidades, deberán otorgar; de conformidad
con la legislación civil aplicable, según sea el caso, se asegurarán de
que niñas, niños y adolescentes:
-Sean ubicados con su familia extensa o ampliada para su cuidado,
siempre que ello sea posible y no sea contrario a su interés superior;
-Sean recibidos por una familia de acogida como medida de pro-
tección, de carácter temporal, en los casos en los cuales ni los proge-
nitores, ni la familia extensa de niñas, niños y adolescentes pudieran
hacerse cargo;
-Sean sujetos del acogimiento pre-adoptivo como una fase dentro
del procedimiento de adopción, que supone la vinculación de niñas,
niños y adolescentes, respecto del cual ya se ha declarado la condición
de adoptabilidad, con su nuevo entorno y determinar la idoneidad de
la familia para convertirse en familia adoptiva;
-En el Sistema Nacional DIF, así como los Sistemas de las Entidades
y Sistemas Municipales, en el ámbito de sus respectivas competencias,
192
deberán registrar, capacitar, evaluar y certificar a las familias que resul-
ten idóneas, considerando los requisitos señalados para el acogimiento
pre-adoptivo, o
-Sean colocados, dadas las características específicas de cada caso,
en acogimiento residencial brindado por centros de asistencia social
el menor tiempo posible.
-Esta medida especial de protección tendrá carácter subsidiario,
priorizando las opciones de cuidado en un entorno familiar.
-La autoridad competente deberá tener en consideración el interés
superior de la niñez para determinar la opción que sea más adecuada
y, de ser el caso, restituirle su derecho a vivir en familia.
La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación promue-
ve las condiciones para que las niñas y niños, puedan convivir con sus
padres o tutores; así como “la recuperación física, psicológica y la
integración social de todo menor víctima de abandono, explotación,
malos tratos o conflictos armados”.
Con el fin de desalentar el tráfico de niñas y niños, la Ley General
para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata
de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos
Delitos, en su artículo 26 impone “penas de 20 a 40 años de prisión y
de 2 mil a 20 mil días multa, al padre, madre, tutor o persona que tiene
autoridad sobre quien se ejerce la conducta que entregue o reciba de
forma ilegal, ilícita, irregular o incluso mediante adopción, a una per-
sona menor de dieciocho años con el fin de abusar o explotar de ella
sexualmente o cualquiera de las formas de explotación a que se refiere
el artículo 10 de la presente Ley”. Así como una pena de 3 a 10 años
de prisión y de 500 a 2 mil días multa “al que entregue en su carácter
de padre o tutor o persona que tiene autoridad sobre quien se ejerce
la conducta o reciba a título oneroso, en su carácter de adoptante de
forma ilegal, ilícita o irregular, a una persona menor de dieciocho años”.
Finalmente, los Códigos Civiles y Familiares de las entidades fede-
rativas contienen los aspectos en materia familiar al ser esta, prepon-
derantemente, del fuero local.
Niñas, niños y adolescentes privados de cuidados parentales y
encerrados
193
—Que los que nos traen al albergue no digan que nos traen solo
por unos días y después nunca más los volvemos a ver.
Adolescente de 15 años, internado desde los 4.
¿Cuál es la situación? ¿Cuál es la dimensión del problema? Sin te-
ner cifras exactas —y éste es el primer problema— sino solo apro-
ximaciones, se calcula que en México existen más de 412 mil niños,
niñas y adolescentes que viven sin el cuidado de sus padres (Red La-
tinoamericana de Acogimiento Familiar, 2010). De esta cantidad, y
de acuerdo con cifras del Sistema Nacional DIF, entre 18 mil 533 y
29 mil se encuentran en instituciones residenciales, y sus principales
causas de ingreso son: abandono, maltrato y exposición. De ahí que
las preguntas sean: si los padres no tienen las competencias para la
crianza o si los han maltratado, o abandonado en un albergue ¿por
qué no pueden tener una nueva familia? ¿Por qué en los casos en que
no han sido maltratados y cuentan con familia tienen que vivir largos
años encerrados?, ¿por qué no se les reintegra a su familia?
Existen leyes e instrumentos jurídicos para la protección de las
niñas y niños, desde la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos hasta los códigos civiles y penales estatales, pasando por
tratados y documentos internacionales vinculantes y no vinculantes.
Desafortunadamente dichos instrumentos no se aplican, o se aplican
con criterios dispares y desde la perspectiva del adulto, que muchas
veces termina por hacer primar los derechos de los padres/madres
sobre los derechos de las niñas y niños. El adultocentrismo y la doctrina
de la situación irregular aún corren por las venas de las y los responsa-
bles de velar por el interés superior del niño que está desprovisto de
cuidados parentales.
Por otro lado, la reintegración con la familia de origen o la extensa
y la adopción son las únicas dos alternativas formales a las que suele
recurrirse en nuestro país para sacarlos del internamiento. Ambas figu-
ras tienen prácticas ineficientes que fueron reconocidas por el propio
Sistema Nacional DIF en su Diagnóstico de la Adopción en México
(2009) —en el caso de la adopción. Por su parte la reintegración tie-
ne resultados funestos cuando no se elaboran diagnósticos de riesgo
precisos, cuando no se trabaja en la rehabilitación de las habilidades
194
parentales o cuando no existen estrategias para que la revinculación
del niño con la familia sea benéfica. Es por estas deficiencias en las
intervenciones que el estudio de la Secretaría de Seguridad Pública
Federal sobre Maltrato y Abuso Infantil en México: Factor de Riesgo en
la Comisión de Delitos (2010) encontró que “debido a que la mayoría
de los niños maltratados son devueltos a sus progenitores, muchos
casos terminan con la muerte del menor por las lesiones infringidas”.
El destino de muchas niñas, niños y adolescentes es la institucio-
nalización permanente en lugares que, es necesario decirlo, no siempre
cuentan con las condiciones suficientes para garantizar la seguridad y
el desarrollo infantil debido a la carencia de recursos humanos, profe-
sionales y materiales, masificación, internación de bebés, ausencia de
proyecto de vida y en ocasiones incluso de expedientes, entre otros.
Muchas niñas y niños fueron internados en centros de atención
originalmente para protegerlos de los abusos de sus padres. Con tal
medida las autoridades les garantizaron el derecho a una vida libre de
violencia. Pero la falta de seguimiento redunda en violación de otros
de sus derechos, por ejemplo a la convivencia familiar y comunitaria,
a la salud, a la educación, a la participación, a la no discriminación, a la
justicia (Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar, 2010).
El Sistema Nacional DIF mantiene un cierto control de la situa-
ción de los menores de edad a su cargo en instituciones residenciales
gracias a que cuenta con diversas casas hogar y casas cuna, así como
convenios con instituciones privadas. No obstante, cada estado de
la República tiene su propia realidad caracterizada por el exceso de
responsabilidades y de trabajo, falta de personal, acciones, programas
y políticas públicas específicas para el restablecimiento de la vida en
familia de este sector de la población infantil que carece del cuidado
de sus padres.
Causas de la pérdida de cuidados parentales, y de la instituciona-
lización excesiva e injustificada
Las razones por las que existen en nuestro país miles de niñas,
niños y adolescentes viviendo en instituciones son múltiples. Por ejem-
plo, las modalidades por las que ingresan a los centros de atención del
Sistema Nacional DIF son a solicitud de: a) instituciones públicas tales
195
como, Procuraduría General de Justicia del DF, Instituto Nacional de
Migración, Tribunal Superior de Justicia del DF, Sistemas Estatales y
Municipales DIF, Procuraduría General de la República; b) instituciones
privadas; c) los familiares: padres, abuelos, hermanos, tíos, en tanto
se resuelve una situación psicosocial y/o familiar; d) por exposición
voluntaria: padres que ingresan a sus hijos para que sean dados en
adopción.
Aunque separar de su familia a una niña o niño, e ingresarlo a
una institución debe ser una intervención de último recurso, la realidad
nacional es otra. Mientras que algunos son rescatados de la violencia
familiar, el abandono o la situación de calle e internados para su pro-
tección, otros ingresan a solicitud de los propios padres y familiares.
En estos últimos casos, el problema radica en la falta de análisis de las
causas del internamiento en cuestión, pues muchos de ellos se podrían
evitar si a las familias se les apoyara de otras maneras para que no
tengan que separarse de sus hijas e hijos.
Otro problema es la falta de seguimiento a cada uno de los casos,
una vez que ingresan al ámbito residencial, lo cual redunda en la falta
de una estrategia para que la estancia sea temporal.
¿Cómo llegamos a tal punto? ¿Por qué tenemos decenas de miles
de niñas, niños y adolescentes internados? Las siguientes son algunas
de las problemáticas que contribuyen a esta realidad nacional (con
base en Rodríguez, 2007):
1. En muchos casos se sigue considerando que el problema de la
niña o del niño violentado o en situación de abandono queda resuelto al
colocarlo en una institución. Aunque la separación del medio familiar es
útil y necesaria en los casos donde la violencia o el descuido ponen en
riesgo su vida, de ninguna manera resuelve la situación. Las Directrices
de las Naciones Unidas sobre las modalidades alternativas de cuidado
de los niños, enfatizan la importancia de que la institucionalización sea
una medida de último recurso y con estancias breves; cuando se trata
de lactantes o niños muy pequeños, las modalidades de atención basa-
das en la familia deberían ser la única opción, a través de, por ejemplo,
el acogimiento familiar, padrinazgo, crianza compartida, entre otras.
2. Falta de un proyecto de vida. El objetivo de todos los involu-
196
crados en la atención de un niño separado de sus padres debe ser el
de elaborar —junto con la misma niña o niño y en función de su nivel
de desarrollo—, lo más pronto posible, un proyecto de vida definitivo
dentro de una familia. Naturalmente dicho proyecto de vida se debe
determinar solo después de hacer una amplia, ágil y sólida investigación
psico-social-familiar. De acuerdo con UNICEF y el Servicio Social Inter-
nacional (2004), para que el proyecto tenga éxito necesita basarse
en determinados criterios y ser llevado a cabo por personal calificado,
en amplia consulta con los padres y el niño y, por supuesto, las opcio-
nes deben ser propuestas viables. De acuerdo con estos organismos
internacionales, en muchos países esto no siempre se lleva a cabo. El
nuestro es uno de ellos, lamentablemente.
La falta de un proyecto de vida que apunte a reintegrarse pronto
a la comunidad y bajo el cobijo de una familia trae como consecuencia
el encierro duradero de muchos bebés, niñas y niños pequeños que
ahí se convierten en jóvenes. La promoción de las condiciones para “la
integración social de todo menor víctima de abandono, explotación,
malos tratos […]” del artículo 11, fracción IV de la Ley Federal para
Prevenir y Eliminar la Discriminación no se cumple con ellos.
3. Aumento en la demanda de acogimiento residencial. La po-
breza, la violencia en general y el maltrato infantil en particular, son
factores que predisponen a las niñas y a los niños a la pérdida de los
cuidados parentales. Ambos fenómenos van a la alza en nuestro país y
a ellos hay que sumarles la falta de alternativas de cuidados parentales
para los niños que se han separado de sus familias. Al ser la institu-
cionalización una de las pocas opciones, la demanda de protección
y asistencia a las víctimas infantiles rebasa por mucho a la capacidad
instalada, con dos consecuencias: 1) el poco personal queda rebasado
por el sobrecupo y la sobrecarga de trabajo; 2) las autoridades dejan
de rescatar a más niñas y niños ante la falta de opciones residenciales
y entonces éstos permanecen en familias y lugares peligrosos. Para-
fraseando a Fontana (1989) diré que si no hay una maquinaria para
efectuar el salvamento, si no hay los adecuados y suficientes servicios
preventivos, protectores y curativos, y si no hay suficiente personal
adiestrado para cumplir el mandato, las leyes son palabras vacías.
197
4. Una vez que los niños son rescatados y llevados al ámbito resi-
dencial, ahí viven el abandono. Miles de jóvenes cruzaron las puertas
de la institución cuando tenían pocos meses o años de vida, y ahí cum-
plieron la mayoría de edad sin que nadie hiciera algo por restablecer su
derecho a vivir en familia. Entraron bajo el supuesto de que su estancia
sería provisional, pero el tiempo pasó y crecieron sin que nadie los
vinculara a unos padres, a una familia ni a la comunidad. Todo debido
a que en los hechos, la institución sigue siendo considerada como un
sistema válido y definitivo.
Para estos jóvenes hoy resulta complicado dar el salto de la insti-
tución donde crecieron hacia la sociedad donde nadie los espera. Para
ellos alcanzar la mayoría de edad no es atractivo, sino atemorizante y
angustiante, porque salir de la casa hogar significa salir hacia la nada…
y solo.
“Un caso de estancia prolongada por lo general es un caso
de estancia breve que ha sido mal manejado”, dijo un funcionario
inglés hace más de medio siglo (en Bowlby, 1979). Y el problema con-
tinúa repitiéndose. De estos casos siguen habiendo muchos en nuestro
país. ¿Quién hace justicia a estos jóvenes con infancias robadas? ¿Quién
se responsabiliza por estos malos manejos? ¿Por qué suceden? ¿Por qué
tienen que crecer asilados de manera permanente?
Con relación a la última pregunta, Chantal Saclier (1999) del Ser-
vicio Social Internacional, proporciona, sin rodeos, un listado de las
principales causas: falta de seguimiento a los procesos de los niños
por parte de las autoridades, burocracia, falta de recursos humanos
que realicen los trámites correspondientes para proporcionar alter-
nativas familiares, así como por ideologías contrarias a la adopción (y
a otras alternativas familiares y comunitarias como el acogimiento,
por ejemplo), falta de responsabilidad individual de los profesionales
cuando ejercen sus funciones, el que los niños desamparados son una
población rechazada por la sociedad y el temor de dar prioridad a los
derechos del niño sobre los derechos de los padres abandonantes o
maltratadores.
Muchas veces las funcionarias y funcionarios de los ministerios
públicos, DIF, juzgados, encargados de la protección y atención no
198
conocen físicamente a las niñas y niños durante todo el proceso. Si
los conocieran podría aumentar la empatía y sensibilidad hacia sus
asuntos porque, definitivamente, el compromiso es diferente cuando
lo que se ve es un expediente sobre un frío escritorio que cuando se
ve directamente al niño y sus circunstancias.
En otras ocasiones quienes conocen las vicisitudes de las y los
internados, es decir, quienes cuidan de ellos en las instituciones, muy
pocas veces fungen como portavoz ante la autoridad correspondien-
te para hacer llegar las demandas y necesidades de niñas y niños; en
ocasiones por desconocimiento de las leyes, reglamentos y responsa-
bilidades del Estado; otras veces por falta de tiempo para realizar tal
acercamiento, pues la carencia de personal termina por consumirlos.
Insuficiente articulación de los programas entre las instituciones y
entre las y los profesionales de las áreas de la salud, educación, justicia
y del sector privado. El avance que se ha tenido suele reflejarse en el
aumento de las denuncias y detección de casos de maltrato infantil
por parte de la ciudadanía, el servicio sanitario o educativo, y su res-
pectiva derivación al Ministerio Público o a los centros de atención a
la violencia de los sistemas DIF y de éstos a los albergues (vale decir
que una mínima proporción de estos casos son consignados ante una
autoridad judicial. Entonces las niñas y niños una vez internados, no
cuentan con mecanismos para llegar a los ámbitos de justicia). Pero el
acto de denunciar sigue siendo una acción parcial, aislada, fragmenta-
da, sin suficiente articulación entre sus actores, ni con protocolos de
intervención suficientes. Todo esto a pesar de que cuando se identifica
una niña o un niño en riesgo se opera una respuesta coordinada para
garantizar su protección efectiva, y la evaluación de la víctima infantil
y de su familia se hace con los aportes y la participación de diferentes
sectores que hayan tenido contacto con el niño o la familia.
El Informe Mundial sobre la Violencia contra los Niños y Niñas
(2006), sugiere que para minimizar el riesgo de que un niño o niña
“se pierda entre los entresijos” del sistema, los diferentes sectores con
responsabilidades de protección deben compartir la información acerca
de casos individuales de violencia familiar.
Pero también, debe haber claras líneas de responsabilidad en la
199
actuación, y mecanismos para la rendición de cuentas por los fallos del
sistema. Tales cosas no suceden en nuestro país. Aquí aún no contamos
con la elaboración de diagnósticos eficientes, tampoco con articula-
ción suficiente ni información compartida; aquí la responsabilidad se
difumina entre las y los trabajadores del Estado y de las instituciones
privadas; por lo mismo la rendición de cuentas sólo es un verso. Al día
de hoy nadie se responsabiliza por el encierro excesivo -y muchas veces
injustificado- de miles de niñas, niños y adolescentes, ni por obstruirles
—voluntaria o involuntariamente— el acceso a la justicia.
6. Cuando la adopción se desvirtúa. Como consecuencia de las
fallas e inconsistencias del proceso de adopción, no todas las niñas
y niños que necesitan una adopción la tienen, y no todos los que la
tienen la necesitaban. Me explico: existen niños que son maltratados
gravemente y que por seguridad y protección deberían ser separados,
vía judicial, de sus familiares agresores, recurrir al depósito judicial de
persona, y una vez garantizada su seguridad, trabajar un proyecto de
vida que contemple la integración a un ámbito familiar que le garantice
su sano desarrollo. Sin embargo, nadie toma la iniciativa. Por lo que su
vida termina por transcurrir en el internado.
|Otros niños, en cambio, se fueron en adopción sin antes haber
agotado las posibilidades para que pudieran ser criados por sus proge-
nitores o por la familia extensa. Generalmente, se trataba de casos de
pobreza y que fueron desvinculados de sus padres, criminalizando, de
esta manera, la miseria, en lugar de proporcionarles asistencia social;
y no hay que olvidar que la pobreza no es un delito, sino una violación
a los derechos humanos (Smith & Castleman, 2006). Dichas personas
no necesitaban que les retiraran a sus hijos —o no de manera defini-
tiva— sino que el Estado cumpliera con su obligación de proveerles
la protección y asistencia social, necesarias para que pudieran asumir
plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad, tal y como
lo exige nuestra Constitución Política. La creencia de que las familias
biológicas que pasan por periodos de dificultad, conflicto o disfuncio-
nalidad no tienen remedio, provoca que se les descarte con prontitud, y
entonces se prefiera la adopción, dando la impresión de que la postura
es: “para qué trabajar tanto con una familia rota si en otro lado existen
200
muchas familias, parejas o individuos adoptantes estables y con recur-
sos suficientes para darle una buena vida a un niño”. Cambiar al niño de
una familia disfuncional a una funcional sin que medien diagnósticos
e intervenciones de fortalecimiento familiar deviene en injusticia y
violación de derechos.
7. Discriminación en la adopción. A pesar de que los tratados inter-
nacionales y las leyes nacionales y estatales estipulan que la adopción
es una institución para las niñas y niños sin padres y no una práctica
para dotar de hijos a los padres que no pueden tenerlos de manera bio-
lógica, la realidad es que aún se sostiene la selectividad en la adopción.
Acaso menos burda que en décadas anteriores, cuando los adoptantes
se daban el lujo de escoger al niño; ahora la selectividad es más sofis-
ticadas y, por lo mismo, en ocasiones imperceptible. Se evidencia en
el hecho de que en los últimos años el Sistema Nacional DIF reporta
decenas de niñas y niños liberados jurídicamente y que podrían irse
en adopción, pero que siguen viviendo en las instituciones debido a
que no coinciden con las expectativas de los adoptantes (y lo mismo
sucede en los sistemas DIF de los diferentes estados de la República y
en las instituciones privadas). Se trata de niñas y niños grandes, grupos
de hermanos, con alguna enfermedad o discapacidad, o de aquellos que
tienen una característica muy poco reconocida en la sociedad —pero
quienes participamos en la gestión de adopciones encaramos constan-
temente—: las niñas y los niños feos.
La selectividad, o para ser más preciso, la discriminación que se
refleja en la preferencia por la adopción de bebés o niños muy peque-
ños, sanos, blancos y que cubren los estándares de belleza contem-
poráneos, es una evidencia de que la adopción en muchos casos sigue
siendo más para los adultos que para las niñas y niños. Las instituciones
se convierten en cómplices de los adoptantes cuando entregan niños
“a la carta”, es decir, cuando las asignaciones parten de las peticio-
nes específicas de éstos, y no de la búsqueda del interés superior de
aquellos, o cuando no ponen “atención a la conveniencia de que haya
continuidad en la educación del niño y a su origen étnico, religioso,
cultural y lingüístico”, tal y como establece la Convención sobre los
Derechos del Niño en su artículo 20 fracción 3, pervirtiendo de esta
201
manera el principio del “interés superior del niño” al transformarlo en
el “interés de los adoptantes”.
202
tro filantrópico” lo llama el neuropsiquiatra y terapeuta infantil Jorge
Barudy (2005, p.102), secuestro que trae como consecuencia “una
idealización patológica y una dependencia de los niños hacia estos
personajes carismáticos y narcisistas que impide que estos se sepan
víctimas de este maltrato institucional”. Muchas de estas niñas y niños
no tendrán una alternativa familiar porque intereses de estos líderes
se verían afectados si regresaran con sus padres biológicos -que solo
habían pedido apoyo mientras superaban sus problemas-, o si fueran
asignados en adopción —cuando los bio-padres han perdido la patria
potestad—. En este sentido, Casitas del Sur es un caso emblemático y
ampliamente documentado (Martínez, 2009).
Hay niños que tienen cariño de hijos porque son de “sangre pura”,
nosotros no tenemos de ese cariño de los que nos cuidan porque no
somos de “sangre pura”.
Joven de 17 años, internado a los 8
La importancia de la familia en el desarrollo del individuo quedó
ampliamente probado a partir del siglo XX gracias a los aportes de la
medicina, la psicología y el psicoanálisis. Burlingham y Freud (1967),
Spitz (1990), Winnicott (1956), Mahler (1972), Ainsworth y Bowlby
(1979) e innumerables integrantes de la comunidad científica demos-
traron las consecuencias negativas que provocan las separaciones tem-
pranas.
En la tercera sesión de la Comisión Social de las Naciones Unidas,
que se celebró en abril de 1948, se decidió hacer un estudio de las
necesidades de los niños sin hogar. El doctor John Bowlby fue el en-
cargado de tal tarea que comenzó en 1950, de donde se desprendió el
informe: Cuidado maternal y salud mental. Ahí quedó documentada la
afectación emocional de los niños criados en instituciones, el retraso
en el desarrollo físico, intelectual y social y la aparición de síntomas de
padecimientos físicos y mentales como consecuencia de la falta de cui-
203
dado materno (sic). La separación temprana, a largo plazo, trae como
resultado el deterioro de la capacidad de establecer y mantener lazos
afectivos significativos, profundos y duraderos (“carácter insensible”,
fue como lo calificó Bowlby), y en cuanto a los procesos intelectuales
se refiere, las afecciones aparecen sobre todo en el área de lenguaje y
en la capacidad de abstracción.
En las siguientes décadas se continuaron registrando los efectos
negativos de la separación y la institucionalización, los cuales configu-
ran una larga lista: detención del desarrollo cerebral, afectivo y cogni-
tivo; perturbaciones somáticas: vulnerabilidad a las infecciones y en-
fermedades frecuentes; trastornos psicosomáticos: anorexia, enuresis;
trastornos del sueño; síntomas depresivos, baja autoestima y depre-
sión clínica; dificultades para la adaptación a la escuela y trastornos de
comportamiento; sentimiento de profunda soledad, de incomprensión
y rechazo. Afecciones debidas a la internación excesiva que provoca
relaciones interpersonales desorganizadas, inseguras, ambivalentes o
disruptivas...
Los estudios sobre el tema en el presente siglo ratifican los resul-
tados antes mencionados. Por ejemplo, el Informe Mundial sobre la
Violencia contra los Niños y Niñas (2006) concluye que el uso excesivo
de la institucionalización genera grandes costos para los menores de
edad, sus familias y la sociedad, tales como una salud física deficiente,
graves retrasos en el desarrollo, discapacidad y daño psicológico poten-
cialmente irreversible. Los efectos son más severos cuanto más tiempo
se prolongue la institucionalización y cuanto más deficientes son las
condiciones de los centros de atención. Un estudio de instituciones
residenciales en Europa incluido en el Informe advierte que los niños
pequeños (0-3 años) institucionalizados y sin progenitores corrían el
riesgo de sufrir trastornos de la vinculación, retraso en el desarrollo y
atrofia neuronal en el cerebro en proceso de desarrollo, concluyendo
que el descuido y el daño causados por la privación temprana de los
progenitores es equivalente a la violencia contra un niño pequeño.
Disminución del funcionamiento social y psicológico, la incapacidad
de cuidarse a sí mismos y de crear relaciones afectuosas, deterioro de
la condición física, auto-agresión, junto con la afirmación de que las
204
niñas y niños institucionalizados tienen mayor probabilidad de hacerse
daño a sí mismos, ser agresivos con otros, involucrarse en el crimen,
ser víctimas de explotación sexual o abusar de sustancias son otras
consecuencias reseñadas por el Informe.
En México llama la atención el aumento de niños y jóvenes (prin-
cipalmente varones, aunque no exclusivamente) que participan acti-
vamente en actividades del narcotráfico: “batos de 13, 14, 15 y hasta
21 ó 23 años, actúan alucinados y con feroz valentía en levantones,
asesinatos, decapitaciones, transporte de droga y secuestro” (Valdez,
2011: contraportada). ¿Quiénes son estos niños? ¿Qué tienen en co-
mún? ¿Qué los convierte en blanco del crimen organizado? Con base
en la documentación y seguimiento de decenas de casos, el periodis-
ta Javier (Valdez, 2011, p. 13) concluyó que terminan metiéndose
en esta vida brutal “por una profunda falta de amor, por abandono,
por la asfixia de vivir en familias disfuncionales, por arrastrar un alma
descoyuntada y sin afecto, por saber que pueden vivir de lujo algunos
años sin importar la violenta factura, para tragarse de una buena vez
tanta jodida tristeza y miseria, hambre y falta de afecto, no importa
que se atraviesen las balas”.
A través de testimonios grabados y de lectura de documentos
sobre decenas de adolescentes en conflicto con la ley, el periodista Julio
Scherer constató lo mismo que Valdez, es decir, que el abandono llevó
a las y los adolescentes por él estudiados “a la tragedia de la drogadic-
ción, el alcoholismo, el robo, el secuestro, el crimen” (Scherer,2013,
p.7-8). “Sus delitos se confunden, de tan parecidos que son entre sí.
Pero cada uno entraña una tragedia personal, familiar y social. Una
línea los marcas: el abandono. Y un afán los identifica: ser ellos mismos,
así sea vaciándose, muriendo” (2013, p.55-56).
Los periodistas dedujeron lo mismo que las y los estudiosos del
comportamiento humano. Por ejemplo, la especialista en neuropsi-
cología, Feggy Ostrosky (2011), afirma que es frecuente hallar que
entre las mentes criminales, exista una falta de atención paterna y que
la relación que tuvieron con la madre esté marcada por la frialdad, la
distancia y el abandono, y por la falta de calor emocional o contacto
corporal.
205
El trauma ocurre ante los eventos adversos que no pueden ser
expresados, simbolizados y dotados de un sentido. De un grupo de
ocho jóvenes de entre 15 y 21 años que llevan viviendo entre 4 y 16
años en una institución residencial, solo la mitad ha podido darle un
sentido a aquella experiencia de vida que los llevó a la internación.
Ante la inminente mayoría de edad que anuncia el próximo egreso de
la institución, sus principales e intensas preocupaciones están relacio-
nadas con la incertidumbre, de no saber por cuánto tiempo más les
proporcionarán apoyo, temor a que los echen sin estar preparados, con
no saber qué harán al salir de ahí, el desempeño escolar, el manejo del
enojo y de la impulsividad. Su temor a la muerte y “a que las cosas se
salgan de control” es excesivo, y comprometen el pronóstico de auto-
nomía, debido a que, de acuerdo con Bourdieu, “quienes no tienen un
mínimo control sobre el presente no serán capaces de reunir el coraje
necesario para controlar el futuro” (en Bauman, 2006, p.178).
Las instituciones pueden cubrir las necesidades fisiológicas y de
resguardo de las y los internos de manera suficiente: vestido, alimenta-
ción, descanso, salud y todas aquellas cosas necesarias para garantizar
su sobrevivencia. Lo que no pueden cubrir adecuadamente son las
necesidades de afiliación, de reconocimiento, de autorrealización. Es
decir, aquellas más elevadas en la escala de las necesidades humanas,
me refiero al afecto, la intimidad, el autorreconocimiento, la confianza,
la seguridad, la identidad, el éxito, la resolución de problemas comple-
jos, la trascendencia.
206
ros de las instituciones los excluyen, los apartan de la sociedad, los
desaparece de la vista de las personas. Acaso existen como un grupo
con quien se puede practicar la caridad, a quienes hay que tutelar o
proteger de manera paternalista, recluirlos para que no manchen el
paisaje urbano como a la fecha sigue ocurriendo, sobre todo en ciuda-
des grandes cuando se convierten en anfitrionas de eventos nacionales
o internacionales, controlarlos para que no sean un peligro para la
sociedad el día de mañana; todo esto aún al estilo de la doctrina de la
situación irregular.
No obstante, escucharlos es la obligación de las y los encar-
gados de garantizar su protección porque, ¿quién mejor que ellos, los
niños, para saber qué necesitan? ¿Quién mejor que ellos para dotar de
sentido el principio multinombrado: “interés superior del niño”? Resul-
ta esclarecedor e impresionante lo que pueden hacer y decir cuando se
les proporciona el espacio para la expresión en un ámbito de libertad
y confianza que estimula su participación:
“No nos deben sacar de nuestras casas cuando hay problemas
y llevarnos a un albergue, sin antes investigar y explicarnos bien qué
pasa; porque sentimos que nos están robando”.
“En ocasiones sí nos deben llevar a un albergue porque nuestra
vida corre peligro en la casa”.
“Necesitamos una familia para aprender, para tener alguien
con quien platicar, alguien que nos quiera y nos dé amor”.
“Nos deben preguntar qué queremos: si vivir en una institución
bonita o quedarnos en nuestra casa aunque esté fea”.
“Ni los abogados ni los psicólogos ni nadie sabe más que nosotros
acerca de lo que nos pasa”.
“Necesitamos espacios donde nos escuchen”.
También es necesaria la creación de sistemas sencillos, accesibles
y seguros para que puedan informar la manera en que son tratados en
los ámbitos residenciales sin riesgo de sufrir represalias. Deben tener
oportunidades para expresarse libremente y manifestar verbalmente
sus preocupaciones.
Los niños, las niñas y sus familias también deben tener derecho a
apelar si no están satisfechos con la respuesta a su queja.
207
Las siguientes son las voces de algunos adolescentes institucionali-
zados. Me las compartieron para que fuera su portavoz en el Congreso
Nacional sobre la Situación de Niños, Niñas y Adolescentes Institucio-
nalizados. “Mi derecho a la convivencia familiar y comunitaria”. Hoy,
a través de este ensayo, pueden llegar aún más lejos:
“En algunos albergues te pegan. Te saliste de donde te golpeaban
para caer en lo mismo aunque peor, porque de tu casa te podías esca-
par a la calle si te pegaban pero del albergue ni eso puedes hacer, no
te puedes escapar”.
“Lo peor es cuando te separan de tus hermanos. El vínculo con
ellos era todo lo que yo tenía. No nos separen”.
“Algunas personas que nos cuidan no fueron personas felices
y se desquitan con nosotros (…) Pedimos que se les demande y se
les corra del albergue, para que ya no se pasen de lanzas”.
“Les pedimos que traten bien a los niños albergados; no los traten
como animales”.
“Los niños de los albergues no son sus hijos, ¡no los maltraten!,
¡ayúdenlos!”
A las autoridades les pedimos que cuiden a los niños que están en
las calles y cambien su manera de pensar; no dejen de esforzarse en
recuperar al chavo que está en una situación difícil como las adicciones,
y necesita de su ayuda. No olviden que vale la pena intentarlo pues sí
cambiamos para bien.
Joven de 17 años, internado a los 8
Con la finalidad de brindar una protección integral y adecuada
a las niñas, niños y adolescentes en situación de maltrato y privados
del cuidado de sus padres, es necesaria la aplicación de diversas ac-
ciones y estrategias por parte de todas las instituciones públicas y
privadas, comprometidas con la atención y protección de este sector
de la población, así como de la implementación de políticas públicas
208
específicas. Su situación exige dar un viraje significativo consistente
en dejar de pensar en la institucionalización, la reintegración familiar
y la adopción como los únicos recursos para ellas y ellos, pues esta es
una visión que se queda corta ante una realidad que hoy exige más.
La protección integral, la búsqueda del interés superior del niño, debe
ser la nueva vía porque eso es lo que mandata nuestro marco jurídico,
que si bien no es un marco acabado, sí contiene bases amplias para
mejorar las prácticas de atención y protección integral. Se requiere,
también, fomentar una cultura de la legalidad entre todas las personas
del sector público y privado implicados.
México es un país caracterizado por el altruismo y la solidaridad
con las personas en situación de vulnerabilidad. De ahí que la atención
hacia este sector infantil haya sido constante a través de la historia, y
que al día de hoy la mayoría de los centros de acogimiento residencial
sean de la sociedad civil, para ser precisos el 72%, de acuerdo con DIF
Nacional. No obstante, estamos atascados en una tradición que se tra-
duce en prácticas asistencialistas, de asilamiento, tutelaje y minoridad
que, aun de manera involuntaria, termina por perpetuar el desamparo
(Gómez & Zanabria, 2013).
Afortunadamente existen recomendaciones puntuales de orga-
nismos internacionales, nacionales, gubernamentales y de la sociedad
civil que dan las pautas a seguir para logar un cambio de paradigma
ahora basado en un enfoque de derechos. Es decir, no estamos en
cero sino en marcha. De tal manera, a continuación haré un compilado
de las alternativas para la erradicación de la internación prolongada
e injustificada de niñas, niños y adolescentes, que se suman a las ya
mencionadas páginas atrás. Las siguientes propuestas son producto
del trabajo de muchas personas y de décadas de labor en el tema. Se
trata de alternativas que posibilitan garantizar el ejercicio pleno de los
derechos en cuestión. Algunas pueden sonar reiterativas en este ensa-
yo, reiteración que decido conservar intencionalmente para evidenciar
la urgencia de las mismas.
Las primeras recomendaciones las encontramos en el Informe
Mundial sobre la Violencia contra los Niños y Niñas (2006):
209
Separar un niño o niña de su familia debe ser una intervención de
último recurso, solo se deben considerar alternativas a largo plazo.
El cuidado alternativo se puede proporcionar tanto de manera
formal (a través de la colocación en un hogar sustituto o de guarda, el
acogimiento familiar y la adopción) como informal (la colocación de
un niño con su familia extensa).
Tres principios deben guiar las decisiones relativas a las alternati-
vas de cuidado para los niños y niñas: 1) normalmente las soluciones
basadas en la familia son preferibles a la colocación en una institución;
2) las soluciones sostenibles con vocación de permanencia, pero con
supervisión regular, son preferibles a las temporales; 3) las soluciones
basadas en el propio país del niño o niña generalmente son preferibles
a aquellas que involucran a otros países (por ejemplo, la adopción in-
ternacional).
Todas las formas de cuidado alternativo implican riesgo para el
niño o niña, incluido el riesgo de sufrir más violencia, explotación y
otras violaciones de sus derechos. Es importante, por lo tanto, que los
Estados registren y regulen todas las formas de cuidado alternativo,
con vigilancia continua de la situación y el trato hacia los niños y niñas
y con la plena participación de éstos.
210
hijos para reducir las tasas de abandono e institucionalización, dando
prioridad a las familias de niños y niñas con discapacidades y a los de
alto riesgo de abandono o institucionalización.
Declaratoria del Primer Congreso Nacional sobre la Situación de
Niños, Niñas y Adolescentes institucionalizados. “Mi derecho a la con-
vivencia familiar y comunitaria”
Dicho congreso se llevó a cabo el 16 y 17 de agosto de 2012 en
Guanajuato capital. Su objetivo general fue sensibilizar a las personas
involucradas en programas de atención a niños, niñas y adolescentes
privados del cuidado de sus padres y que viven en los albergues, para
generar estrategias puntuales que deriven en acciones, programas o
políticas públicas que promuevan su derecho a la convivencia familiar y
comunitaria. Uno de los frutos del congreso fue una declaratoria don-
de se presentan los ejes rectores sobre los que habremos de trabajar
autoridades, grupos de la sociedad civil y todas y todos los involucra-
dos, a favor de este grupo en riesgo. Las siguientes son algunas de sus
cláusulas y dan pistas sobre el rumbo a tomar:
- Trabajar por el cambio del modelo asistencialista que prevalece
actualmente en nuestro país, por un modelo que promueva la cultura
de derechos humanos y el interés superior del niño, con énfasis en el
derecho a la convivencia familiar y comunitaria.
- Apoyar los esfuerzos para que los niños, niñas y adolescentes
permanezcan bajo el cuidado de su propia familia, o que se reintegren
a ella; y si esto no es viable ni posible por atentar contra sus intereses,
trabajar para encontrar otra solución apropiada y permanente, inclui-
das la adopción, el acogimiento familiar y aquellas prácticas de cuidado
comunitario, padrinazgo, crianza compartida u otras que forman parte
de la identidad cultural de nuestra región latinoamericana.
- Que se desarrolle una política nacional para el cumplimiento del
derecho a la convivencia familiar y comunitaria y la promoción de la
desinstitucionalización, y que las entidades federativas se adhieran a
ella.
- Que para la implementación de la estrategia nacional se cuente
con los recursos materiales y humanos necesarios para capacitación
de los responsables del sector público y privado que atienden esta
211
problemática.
- Que la autoridad a quien le corresponde la atención de los niños,
niñas y adolescentes en situación de riesgo, establezca lineamientos
técnicos y garantice su aplicación a través de mecanismos de monito-
reo y supervisión constantes.
- Que se generen acciones de prevención de la separación de las
niñas y niños de sus padres a través del fortalecimiento familiar.
- Que se brinde la provisión de cuidados alternativos adecuados.
- Que se tenga una base de datos actualizada de los niños, niñas y
adolescentes en cuidado alternativo tanto de tipo familiar como ins-
titucional.
- Que se tome en cuenta la participación de las comunidades en
la resolución de las problemáticas familiares.
- Que se garanticen espacios de participación de los niños, niñas
y adolescentes.
- Que exista una articulación entre los distintos actores de go-
bierno y sociedad civil para lograr el fortalecimiento de las redes de
atención de personas y organismos que trabajan con niños, niñas y
adolescentes privados de cuidados parentales.
El Llamado a la Acción
212
de tres años por razones de protección, pese a que debería recurrirse
a ella únicamente en casos excepcionales y de forma provisional, pues
está comprobado que una institucionalización precoz y prolongada
tiene graves efectos, sobre todo en las niñas y los niños más pequeños,
que pueden llegar a ser irreversibles. Tres evidencias preocupantes:
1) por cada año que una niña o un niño de corta edad reside en una
institución, pierde cuatro meses de desarrollo; 2) la violencia en las ins-
tituciones es seis veces más frecuente que en los hogares de acogida;
3) la violencia sexual es seis veces más frecuente que en las alternativas
de protección basada en el cuidado familiar.
La propuesta a los Estados consiste en poner fin a la instituciona-
lización de niñas y niños muy pequeños, lo cual implica implementar
reformas inmediatas en sus sistemas de protección a través de las si-
guientes acciones:
- Aprobar legislaciones pertinentes para limitar la internación de
niñas y niños menores de tres años en instituciones de protección o
cuidado, incluida su protección frente a todas las formas de violencia.
- Asignar recursos técnicos y financieros para priorizar la protec-
ción de la primera infancia, apoyar a las familias en el cuidado y crianza
de los niños y desarrollar programas específicos para prevenir la se-
paración de niñas y niños de sus familias; así como para implementar
programas de cuidado alternativo de tipo familiar con personal com-
petente para el cuidado de niñas y niños en riesgo de ser privados de
su familia.
- Establecer programas y medidas para la reunificación de niñas
y niños con sus familias, su inclusión en programas de acogimiento
familiar o su incorporación definitiva a un medio familiar.
- Desarrollar estándares y protocolos de actuación para regular la
práctica hacia niñas y niños en riesgo de separación familiar.
- Llevar a cabo campañas de información y sensibilización públicas.
- Establecer mecanismos de monitoreo y evaluación de las condi-
ciones y programas de cuidado alternativo de niñas y niños separados
de sus familias.
213
Implementación de las Directrices de las Naciones Unidas sobre
el cuidado alternativo de los niños
Mejorar la adopción
214
Mayor coordinación técnica entre los tres niveles del sistema DIF
(y estos con las instituciones privadas que albergan a los niños).
Crear consejos técnicos de adopciones a nivel estatal o municipal
para evaluar los procedimientos internos y externos de adopción.
Promover la adopción de niños y niñas mayores de seis años y/o
con discapacidad.
Facilitar procedimientos para padres y madres biológicas que de-
seen ceder hijos en adopción y ofrecerles apoyo psicológico.
Capacitar al personal de los tres niveles de DIF para que conozcan
a detalle el trámite y se sensibilicen sobre la importancia del mismo,
gestión de mayores recursos humanos y sobre todo de especialistas
para agilizar el trámite de adopción.
Permitir la intervención de organismos ciudadanos que contribu-
yan a la transparencia de los trámites adoptivos.
De la investigación Discriminación en las instituciones de cuidado
de niñas, niños y adolescentes (Luna, 2013: 51) se desprende el llama-
do para que los gobiernos tomen medidas adecuadas para erradicar
las prácticas discriminatorias de sus sistemas de adopción, las cuales
se expresan en la selección a la que son sujetos los niños al momento
de ser adoptados. Esto quiere decir que las entidades responsables por
las adopciones, deben actuar con el fin de contrarrestar la selección
discriminatoria de las características del niño que son aceptadas o no
por sus futuros padres adoptivos, promoviendo la adopción de niños
más allá de su etnia, su edad o su condición psicofísica.
215
no solo violaciones a sus derechos sino la exposición a peligros lamen-
tables, por ejemplo, cerrar una investigación sin resolver la situación
parental o familiar del niño, no encontrar pruebas o testigos que expli-
quen las lesiones y reintegrarlo a los agresores por esta razón, tipificar
erróneamente el delito, minimizar el daño —producto de revisiones
médicas y psicológicas superficiales, insuficientes o apresuradas—, pro-
longarle su situación de espera o incertidumbre u olvidarlo sin futuro
digno en una institución (Rodríguez, 2007).
La complejidad y delicadeza del tema requiere que el perfil de las
personas encargadas de auxiliar y procurar asistencia, protección y jus-
ticia sea muy específico. Deben ser adultos responsables, compasivos y
reflexivos que hablen en favor de las niñas y niños indefensos (Fontana,
1989), que estén dispuestos a darle prioridad a los asuntos de éstos,
tal y como manda la ley; con suficiente experiencia, capacitación y de-
dicación, además de contar con un adiestramiento especial no solo en
temas jurídicos, sino también en temas de infancia, familia y desarrollo
humano. La juez de lo familiar, Lorena Rábago (2007), advierte que si
como Jueces no respetamos los derechos fundamentales de los niños,
consagrados inclusive en la ley; si no prestamos especial atención a
los asuntos que tengan que ver con ellos; si no aplicamos leyes que
favorezcan al menor en lugar del adulto; si no tomamos conciencia
y agilizamos los procesos; si no nos involucramos, si no visitamos los
albergues donde van a parar los niños abandonados, que son sujetos
de algún proceso judicial, y escuchamos a las personas que los cuidan y
nos damos cuenta de lo que viven; si no logramos sensibilizarnos ante
tales situaciones; si no tomamos en cuenta el interés superior del niño
sobre el interés de los adultos, incurrimos en maltrato institucional.
Aunque las decisiones en la protección de niñas, niños y adoles-
centes que han sido violentados y privados del cuidado de sus padres
son complejas y de importancia crítica, suelen aclararse cuando se
tiene presente que la responsabilidad de los adultos, es la búsqueda del
interés superior del niño. Cuando dejamos de verlos como propiedad
de sus padres y reconocemos sus derechos como independientes de los
de los progenitores, cuando nos convencemos de que no hay violencia
pequeña, cuando se cuenta con formación, experiencia, empatía y co-
216
nocimiento del proceso evolutivo infantil y de los vínculos humanos,
cuando se tiene presente la importancia de dar agilidad a los procesos
jurídicos y administrativos para evitar los efectos negativos que en el
desarrollo de las niñas y niños tiene la separación de sus padres y la
institucionalización prolongada, cuando existe apego a las leyes, re-
glamentos y protocolos, cuando el depósito judicial de niñas y niños
se utiliza como excepción y tomando en cuenta el principio de mínima
separación de su padre y de su madre (Suprema Corte de la Nación,
2013), pero sobre todo, cuando nos convencemos de que tener una
vida llena de amor, felicidad y comprensión es su derecho, y hacerlo
realidad, nuestra obligación. Tal cosa suele ocurrirle principalmente
a las personas que tienen la convicción de que “el futuro de nuestros
niños y el futuro de nuestro mundo son una sola cosa” (Kempe &
Kempe, 1998).
217
de otro mono, un hombre (o una mujer) sin alteridad humana no pue-
de desarrollar sus promesas genéticas, no se puede humanizar.
Al nacimiento biológico le sigue el nacimiento humano. El primero
ocurre en el perímetro de la progenitora, el segundo en la familia y en
la comunidad. Por eso la convivencia en estos ámbitos es uno de los
derechos fundamentales de niñas y niños. Porque sin familia y comu-
nidad no hay humanidad, no hay civilización, no hay vida.
Referencias
218
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1959.
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222
Emprendimientos sociales como
alternativas para la Integración familiar y
disminución de la violencia en México
Dra. Ariadna Hernández Rivera27
Resumen
223
Palabras clave: Emprendimientos sociales, integración familiar,
desarrollo económico.
Introducción
224
el hacinamiento, embarazos adolescentes, deserción escolar, desem-
pleo, movimientos migratorios, adicciones, discapacidades, bajo apoyo
comunitario, estigmatización, exclusión de actividades comunitarias,
vivir en condición de pobreza, etc. (Hein, 2004).
Como reacción a las tendencias dañinas mencionadas, han surgido
diversos intentos a través de organizaciones, programas, herramientas
y servicios, que buscan mejorar la situación que vive la población más
perjudicada, algunas de estas propuestas son los emprendimientos so-
ciales. Santos et. al. (2013), afirman que la globalización y su entorno
competitivo han brindado las condiciones para la formación de una
novedosa tendencia a la economía del emprendimiento (entrepreneu-
rial economy), perteneciente a la Economía Social.
Los emprendimientos se distinguen como una iniciativa para cubrir
las necesidades que los gobiernos muchas veces no pueden cobijar.
De manera que complementan la dinámica económica de su entorno,
llegan a aprovechar nichos de mercado o llevar a cabo actividades con-
vergentes a las vocaciones productivas de su región, pues de acuerdo
a Gooptu (2009), estas formas de organización se componen de in-
dividuos proactivos, optimistas, creativos, que buscan oportunidades,
autonomía y autorealización.
En este sentido, diversos autores (Perrini, 2006; Thompson, 2002;
Thompson y Doherty, 2006; Yunus, 2012; Gupta, 2016) plantean que
son diferentes las áreas de actividad de los emprendimientos sociales,
que están directamente relacionadas con una mejora en la calidad de
vida. Algunos resultados son el aumento del empleo, la equidad de
género en el trabajo, la atención a grupos vulnerables, la inclusión
financiera, el cuidado y conservación del medio ambiente
Es por ello, que la hipótesis de este capitulo propone que fomentar
los emprendimientos sociales trae consigo mayores oportunidades de
empleo, disminución de la desigualdad y un mayor crecimiento eco-
nómico, lo que propicia la disminución de los factores de riesgo para
el desarrollo de problemas como la violencia o desintegración familiar.
225
cuando Charles Dunoyer publicó el Tratado de Economía Social que
defendía un enfoque moral de la economía. Posteriormente hubo otros
autores que emplearon este término, como Constantin Pecquer en
Économie Sociale des intérêts du commerce, de l’industrie, de l´agricul-
ture, et de la civilisation en général, sous l’influence de l’application de
la vapeur en 1839, asimismo, Ramón de la Sagra publicó Lecciones de
Economía Social en 1840, Auguste OTT con su Traité d’Economie so-
ciale en 1892 y Benoît Malon con Traité d’Economie sociale en 1883.
Estos autores pusieron énfasis en el cooperativismo, como princi-
pal organización de la Economía Social. Monzón (2016), afirma que
son el alma mater de la economía social, la matriz social e intelectual
a partir de la cual se han producido los planteamientos teóricos de la
economía social.
La primera cooperativa fue la de Rochdale de Inglaterra, fundada
en 1844, cuyos principios eran: libre adhesión y libre retiro, control
democrático, neutralidad política y religiosa, ventas al contado, de-
volución de excedentes, interés limitado sobre el capital y educación
continua (Instituto Nacional de la Economía Social, 2016). Estos fun-
damentos tuvieron influencia en organizaciones de todo el mundo y
son aplicados hasta la fecha, trayendo con su aplicación, beneficios
sociales y económicos para los integrantes de estas instituciones, que
se ven menos expuestos, por esto mismo, a los factores de riesgo de
la desintegración y/o violencia familiar.
Por otra parte, la Economía Social y Solidaria (ESS) es un concepto
mucho más reciente, se deriva de la Economía Solidaria que surgió en
América del Sur y en las zonas de habla francesa (Francia, Bélgica y
Quebec). Fue acuñado en 1937 por Felipe Lorda de Aliaz en su obra
Por Una Economía Solidaria entre el Campo y la Ciudad, con una mayor
difusión a partir de los años 2005 a 2007 (Poirier, 2014).
La historia del Sector Social de la Economía en México, tiene un
camino identificable de aproximadamente 150 años, desde los movi-
mientos de organización social entorno a la economía bajo esquemas
modernos de producción (Diagnóstico del Programa de Fomento a la
Economía Social, 2013). En nuestro país, se reconoció formalmente
este sector en 1983 en el Artículo 25° de la Constitución Política de
226
los Estados Unidos Mexicanos, que establece lo siguiente:
“…Al desarrollo económico nacional concurrirán, con responsa-
bilidad social, el sector público, el sector social y el sector privado,
además, la Ley establecerá los mecanismos que faciliten la organi-
zación y la expansión de los ejidos, organizaciones de trabajadores,
cooperativas, comunidades, empresas que pertenezcan mayoritaria o
exclusivamente a los trabajadores.”
En cuanto a organizaciones con las características de una coope-
rativa, encontramos como antecedentes históricos a la Gran Asamblea
de Tejedores del Valle de México, fundada en 1862; el Gran Círculo
obrero socialista de México en 1872 y más recientemente, la Caja de
Ahorro Popular desde 1951. Todas ellas, organizaciones exitosas que
alcanzaron en su momento los objetivos de crecimiento solidario de
sus socios y de su comunidad.
La iniciativa global de los emprendimientos sociales como creador
de equilibrios
Es necesario considerar en el estudio la clasificación de las em-
presas sociales, para analizar su impacto económico. Generalmente,
se gestionan de acuerdo a su grado de independencia financiera: si no
cubren costos, ya que dependen de ayudas públicas o filantrópicas,
se considerarán de no mercado (como las ONG tradicionales), y si
además de cubrir costos, generan ingresos, entonces son de merca-
do, los que a su vez pueden tener fines de lucro o no. En este último
caso, entran algunos emprendimientos sociales, como el del Grameen
Bank (2016), que podría considerarse la microfinanciera más exitosa
en todo el mundo, la cual, para enero del 2015, tenía 21 mil 651 em-
pleados, 2 mil 568 sucursales que daban servicio a 81 mil 362 aldeas
y 8.81 millones de miembros, con un total de activos de 2 mil 592
millones de dólares.
Entre otros casos exitosos, tanto con fines de lucro como sin ellos
podemos encontrar a Oliberté, que apoya a los trabajadores de África
Subsahariana. El 100% de sus productos están fabricados con prácticas
éticas y ecológicas, además de crear empleos para las mujeres; Social
Bite, empresa sin fines de lucro en el Reino Unido que ayuda a las
personas sin hogar o homeless, las emplea y las provee de alimentos,
227
dona todas sus ganancias a la causa; Reliefwatch, creada por Daniel
Yu, ayuda a las clínicas médicas en los países en desarrollo a llevar un
óptimo control de sus inventarios.
Es por ello que a nivel internacional, se impulsan acciones para la
consolidación de los emprendimientos sociales a través de diferentes
medios. Por ejemplo, en Europa, estas novedosas estrategias están
incluidas en la iniciativa política de la Comisión Europea de 2008, Small
Business Act for Europe, que busca crear un vínculo más estrecho entre
emprendedores y empresas ya establecidas para generar oportunidad
de negocio y el crecimiento de pequeños negocios en los países de la
Unión Europea.
América Latina en las últimas décadas ha experimentado una
fuerte migración rural a ciudades urbanas, provocando que el 75%
de la población establecida en las metrópolis genere problemas de
desempleo (Salinas Ramos, F., y Osorio Bayter, L., 2012). Asimismo,
lo anterior induce a que las zonas rurales tengan baja competitividad,
ineficacia en los negocios y familias abandonadas, por lo que se hace
imperante impulsar estrategias que promuevan el surgimiento de em-
prendedores sociales.
En este sentido Aramis Rodríguez (2013), en su tipología de los
emprendedores menciona a los emprendedores sociales como “crea-
dores de nuevos equilibrios sociales, necesarios en la presente y
generalizada inequidad, sobre todo en zonas en desarrollo”. De esta
forma, se intensifica su importancia, puesto que buscan soluciones y
alternativas a los problemas económicos que no han sido atendidos
por las instituciones públicas o privadas.
El contexto mexicano: presencia de organizaciones sociales, la
desintegración y violencia familiar del s. XXI
En México el fomento a las organizaciones sociales se dio a través
de la Coordinación General del Programa Nacional de Apoyo para las
Empresas en Solidaridad (FONAES), fundada en 1991, que funcionó
hasta el 2012, cuando de acuerdo al Decreto del 23 de mayo, se or-
denó su transformación en el Instituto Nacional de la Economía Social
(INAES), que opera hasta la fecha. Como parte del INAES, se creó el
Programa de Fomento a la Economía Social, ubicado en el Ramo 20
228
de Desarrollo Social. Este programa, de acuerdo al Presupuesto de
Egresos de la Federación 2017, recibió recursos por 2.01 mil millones
de pesos para este año.
Por lo anterior, el apoyo a las iniciativas sociales se hace latente,
tanto por parte del gobierno como por la población, y su impacto
va haciéndose visible sobre todo en el sector menos favorecido. Las
familias obtienen acceso a oportunidades para lograr el desarrollo, la
inclusión, y al mismo tiempo, evitan caer en escenarios que propicien
su desintegración. Para lograr esto, no solo se han creado programas
e instituciones, también leyes que regulan y supervisan este sector
de la economía.
La reglamentación de las Empresas Sociales y Solidarias recae en
La Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS), la cual busca establecer
las normas necesarias para el correcto funcionamiento de las empresas
sociales en México y así, optimizar sus efectos en la población. En el ar-
tículo 4° de la LESS, se menciona que las formas de organización social
son ejidos, comunidades, organizaciones de trabajadores, sociedades
cooperativas, empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamen-
te a los trabajadores y en general, todas las formas de organización
social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicio
“son”socialmente necesarios (DOF, 2015).
Para obtener una imagen clara de la posición en la que se en-
cuentra el país, se realizó una búsqueda del número de organismos de
cada uno de los componentes de la LESS anteriormente listados. Sin
embargo, no hay una fuente única para este tipo de organizaciones y
los años de publicación de los datos son distintos para cada una de las
diferentes formas que toman, de ahí que existe una falta de estandari-
zación para medirlos, según lo señala el Observatorio del Sector Social
de la Economía en México 28.
229
Cuadro . Número de cada una de las Formas que toman
las Empresas Sociales y solidarias en Mexico según lso datos
del Observatorio del Sector Social de la Economía en México
Sociedades cooperativas 132
Ejidos y Comunidades 31,514
Organizaciones de Trabajadores 3,784
Uniones de ejidos 6,426
Asociación rural de interés colectivo 928
Grupos para la producción 4,337
Sociedades de producción rural 2,187
Sociedades de solidaridad social 1,744
Sociedades mercantiles 340
Otras formas de asociación 1,493
No reportan formas de organización 17,785
Total de organizaciones sociales 70,670
230
Fuente: Elaboración propia con datos del IX Censo Ejidal del Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI y la Secretaría
de Trabajo y Previsión Social, STPSS (2017).
231
Fuente: Elaboración propia con datos del Consejo Nacional de Pobla-
ción (CONAPO, 2010), a través de la Dirección de Cultura Demográfi-
ca, el IX Censo Ejidal del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, INEGI y la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, STPSS
(2017).
232
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Esta-
dística, Geografía e Informática, INEGI y la Secretaria de Trabajo y
Previsión Social, STPSS (2017).
233
para el empleo en el mundo y en México, donde se emplean 41,184
personas por medio de estas organizaciones. Esta creación de empleo,
permite a los trabajadores y a sus familias salir adelante, aumentar
sus ingresos, continuar sus estudios, evitar la migración en busca de
trabajo, y en general, mejorar su calidad de vida.
En México, el INAES (2016), en su ABC de la Economía Social,
menciona algunas agrupaciones cooperativas exitosas en el país, de
las cuales unas reciben apoyo por parte de esta institución como se
muestra en las siguientes tablas:
Cuadro .
Cooperativas con
mayor impacto
en México
Inicio Giro IMPACTO
Tosepan ti- Productora 34000 familias
tataniske (apoya- 1977 de café, pimienta náhuatles y totonacas
da por el INAESS) y miel orgáni- 26 municipios
ca en Puebla
2000 produc-
Chicza Consorcio tores
(apoyada 2009 Chiclero 100% na- Comercializa en 25
por el INAES) tural y biodegra- países de la comuni-
dable en Yucatán dad europea, medio
oriente y Australia.
Comunidad Genera más de
indígena nuevo Manejo 1200 empleos
san juan paranga- 1979 forestal comunita- Beneficia 6000
ricutiro (apoyada rio en Michoacán personas
por el INAES)
Cooperativa Producción Beneficia a
la cruz azul, s.c.l. 1933 cementera en 5000 familias
todo el país
234
Cooperativa 1350 socios
de trabajadores Producción Salario promedio de
democráticos 2004 y exportación 20,000 pesos
de occidente de neumáticos Exporta con
TRADOC EUA y Brasil
Sociedad
Cooperativa Finan- Caja de 2,173,714 socios
ciera, Caja Popular Ahorro y Préstamo 462 sucursa-
Mexicana, S.C de les en el país
A.P de R.L de C.V
Yomol Produc- 250 productores
a´tel 2002 tora de café y Presencia en 50
Mielen Chiapas comunidades
Coordinado- Productora 20,000 produc-
ra estatal de pro- 1989 y exportadora de tores
ductores de café café en Oaxaca 43% de sus miem-
de Oaxaca CEPCO bros son mujeres
220 productores
La casa del Producto- 160 empleados
aguacate (apoya- - res aguacateros Exportan a Fran-
da por el INAES) en Nayarit cia, España, Holanda,
Canadá y Alemania.
235
educación, el cuidado medioambiental y la inclusión de mujeres; ade-
más de aplicar principios de igualdad y democracia entre sus socios,
que son algunos de sus objetivos planteados desde su establecimiento
(Maguirre et. al., 2016).
Las empresas sociales brindan la oportunidad de un trabajo formal,
que cumplen con las prestaciones establecidas por la ley, generan-
do estabilidad económica para las familias (Fonteneau, 2011; Padilla
et. al., 2016). Otros estudios en México (Winters et. al., 2001; Gitter
et. al., 2012; McCarty et. al., 2016), dan cuenta de que los lazos so-
ciales fuertes y desarrollados localmente reducen la migración y que
emprendimientos en comunidades rurales permiten empoderar a los
pobladores, a la vez que promueven el incremento de la participación
de mujeres y reducen los niveles de marginación.
Entre los estímulos para estas acciones se encuentra la flexibili-
dad de políticas fiscales y de las diferentes regulaciones administra-
tivas, pues con ello se facilita la entrada al mercado (y la salida), así
como, mejorar el entorno para su crecimiento. Dado que el gobierno
desempeña un papel clave, en la creación de las condiciones para un
emprendimiento productivo en un contexto de transición avanzada,
sería importante que los responsables de la formulación de políticas,
adoptaran medidas para reducir estas barreras para el desarrollo de
las empresas (Palacios, 2010; Enciso et. al.,2012, Rodríguez y Ojeda,
2013).
Se ha reconocido que las organizaciones sociales en México tienen
que presentar tendencias, para competir internacionalmente al incre-
mentar su productividad, como el resto de las entidades cooperativas
en el mundo. Sólo de esta manera es posible garantizar la reducción
de los índices de pobreza, debido a que ofrecen ventajas competitivas
que a su vez permiten fortalecer al sector y apuntalar el éxito de las
organizaciones (Baumol, 1993; Padilla et. al., 2016).
Conclusiones
236
pulsar el crecimiento de los emprendimientos sociales son ya muchos,
pero aún no suficientes para lidiar con los problemas socioeconómicos
a los que se enfrenta la población global. Sin embargo, ya constituyen
una herramienta para menguar los efectos negativos del capitalismo y
la globalización, ya que cuentan con el potencial para proporcionarle a
los grupos más vulnerables las oportunidades con las que no contaban.
En general, a nivel Internacional se presentan problemas y solucio-
nes, la población sufre social, económica, política, y psicológicamente,
por ello busca la manera de salir adelante. Las familias se ven expuestas
al desempleo, la pobreza, la migración, un bajo nivel educativo y otros
factores que impiden que sus integrantes se desarrollen correctamen-
te. La desintegración y la violencia en el núcleo de la sociedad son solo,
la consecuencia lógica de una balanza que no está equilibrada, y donde
los emprendimientos sociales buscan compensar la diferencia.
La transformación hacia la sociedad inclusiva será posible a través
del compromiso y cooperación de los gobiernos en sus diferentes nive-
les, la comunidad y sus instituciones (Salinas Ramos y Osorio Bayter,
2012). La supresión de la inequidad económica debe atacarse desde
todos los ángulos posibles, y no dejar toda la tarea al gobierno. Toda
la sociedad debe tener la determinación de distribuir los recursos de
manera equitativa. El capitalismo y la globalización no están peleados
con la equidad, si se abordan desde una perspectiva ética.
Además, se ha demostrado un impacto positivo entre el creci-
miento de OSSE y el aumento de empleo, aumento de ingresos entre
los socios, y en general, una mejor calidad de vida. La población que
pertenece a este tipo de organizaciones ha logrado salir del estanca-
miento, a la vez que proporcionan a la sociedad bienes y servicios de
alta calidad.
Es por ello, que podemos admitir al emprendimiento social como
una estrategia que contribuye a alcanzar la equidad económica, con
acciones concretas como:
a) La superación de la pobreza, especialmente a aquellas pobla-
ciones más vulnerables, y que aportan al sector primario de la econo-
mía.
b) Fomentar y apoyar la asociatividad empresarial, la producti-
237
vidad y la competitividad, y con ello, reducir el número de migrantes
que busquen oportunidades en otro lugar que el de su lugar de origen.
c) La mejora en el desarrollo económico regional y nacional a
través de herramientas innovadoras.
d) La creación de empleo y la generación de oportunidades para
la población tradicionalmente excluida.
e) El mejoramiento en la calidad de vida de jóvenes, adultos ma-
yores, mujeres madres solteras, entre otros.
f) Disminuir los factores de riesgo que llevan a la desintegración
y/o violencia familiar.
Es importante entonces enriquecer y empoderar a los agentes con
menos recursos a través del emprendimiento social, que le permita a
este sector de la población empezar a hacerlo por sí mismo, e impactar
positivamente a su comunidad. En este sentido, generar incentivos y
apoyos financieros accesibles desde las políticas públicas logrará apun-
talar el progreso de los hogares.
Porque con el aumento de organizaciones de emprendimiento, se
puede modificar la dinámica de las relaciones sociales y económicas de
la población, para mejorar los indicadores de bienestar de las familias.
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242
Violencia, Pobreza y Exclusión en México
243
A lo largo de este texto, encontramos diferentes enfoques y for-
mas de pensar a la violencia, en el primer capítulo encontramos la
exposición de un modelo de abordaje para la violencia familiar, donde
desde la Psicología social Nicolás Martínez Villaseñor, y Anahí De Los
Santos Gómez, exponen la necesidad de pensar a la violencia familiar
como resultado de una intrincada y compleja serie de interrelaciones
entre los sujetos en diferentes contextos culturales, sociales y eco-
nómicos. De su propuesta resalta que es la articulación de diferentes
disciplinas y enfoques lo que permitirá a los investigadores, asociacio-
nes civiles y organizaciones, abordar de manera integral el problema
y reta a la comunidad a diseñar proyectos orientados a la disminución,
atención y prevención de la violencia en México.
Su propuesta incorpora a la vida cotidiana y a las situaciones que
en ella diariamente permiten la reproducción de la vida social y con-
ceptualiza de manera relacional y no armónica a la familia, donde las
jerarquías establecen relaciones de poder e influencia mutua entre sus
diferentes miembros. Y expone al poder desde el empoderamiento,
ligándolo con una nueva racionalidad científica del poder, con y para
los diferentes actores de la sociedad.
En el siguiente capítulo Lorena Martínez Zavala, Araceli Jiménez
Pelcastre y Eva Alonso Elizalde visibilizan la relación entre violencia y
pobreza, señalando desde una perspectiva estructural, la violencia que
padecen las mujeres en la tercera edad cuando no tienen acceso a una
pensión o ingreso propio y sin las encargadas de proveer las labores de
cuidado a los miembros de sus hogares. Para lo cual, realizan trabajo
de campo en una comunidad del estado de Hidalgo, donde el debilita-
miento del estado benefactor impacta todos los hogares pues expone
que en ella existe un periodo intensivo de expulsión de trabajadores a
otros lugares y un paulatino abandono de la agricultura de autocon-
sumo. En la descripción de los hogares señala que la pobreza y la baja
preparación académica, y una jefatura femenina principalmente de
las abuelas, marca y define a la dinámica familiar, donde éstas abuelas
han provisto cuidados a hijos, nietos e incluso bisnietos; ya que los pa-
dres laboran en otro país o en otra ciudad. Estas autoras, parten de la
premisa de que la salud de las mujeres en la tercera edad se mantiene
244
frágil y en muchos casos, esta condición asociada a la pobreza les pone
en suma situación de mayor vulnerabilidad a otros adultos mayores.
Tal vez la aportación central del este capítulo, es que producto de
la evidencia empírica expones que la violencia en las personas de la
tercera edad se observa principalmente como maltrato físico, el mal-
trato emocional y el maltrato sexual; a los cuales se les suman otras
prácticas sociales que van desde el abuso patrimonial o económico, la
negligencia (activa o pasiva), el abandono, la violencia medicamen-
tosa, y maltrato estructural o societario32, todas ellas constituyendo
una violación de sus derechos humanos. Y al igual que en otros grupos
vulnerables, las mujeres mayores son víctimas de violencia física por
parte de sus nietos y nietas; y económica principalmente por parte de
sus hijos e hijas porque las dejan sin remesas y los pocos ingresos por la
ayuda de los programas gubernamentales los destinan a los alimentos
de los menores que cuidan. Respecto de la violencia emocional son
también los menores con quienes comparten la vida cotidiana quienes
ejercen el papel de victimarios.
De este modo, y siguiendo la línea de pensamiento que Jiménez
Pelcastre (2012) desarrolla, en este capítulo insiste en que las políticas
de seguridad social y sus planes y programas de apoyo a adultos mayo-
res debe ser enfocada a la relación de dependencia de éstas personas
con sus proveedores de cuidados, sin que a la fecha se haya garantizado
que posean condiciones de bienestar, ni acceso efectivo a sus derechos
humanos, en particular el de la salud, pues carecen de las condiciones
que les permitan solventar la vida cotidiana en la vejez.
En el tercer capítulo Adriana Paola Palacios Luna y Susana Mejía
Flores exponen un estudio realizado en el Centro de defensa de los de-
rechos de las mujeres y la Casa de la Mujer Indígena en Cuetzalan, Pue-
bla33 donde visibilizan el trabajo que desde la sierra norte de Puebla,
32 Jiménez Pelcastre (2012:22-23 y 28-29) caracteriza cada una de esas prácticas y
enfatiza que cuando en la dinámica familiar las abuelas cuidan a adolescentes la violencia
está más enfocada a ser de carácter psicológico, mientras que cuando son menores, están
más orientadas a la violencia económica.
33 El Centro de Asesoría y Desarrollo entre mujeres (CADEM), es una organización
civil que está integrada por un grupo de profesionistas que ha desarrollado su trabajo en
comunidades pobres de la Sierra Norte de Puebla y que se enfoca en generar proyectos
de desarrollo rural, a través de tres ejes fundamentales: el desarrollo humano sustentable,
245
se realiza en una comunidad donde el derecho positivo y el derecho
consuetudinario, es dominado por los varones y el ejercicio de la vio-
lencia ha sido interiorizado y minimizado por los funcionarios públicos
y los líderes comunitarios. En lo que llaman “solidaridad de gremio” han
identificado la práctica de encubrimiento que realizan los servidores
públicos y varones acusados; que consiste en el establecimiento de
una serie de barreras que van desde la necesidad de sacar múltiples
fotocopias a cargo de la denunciante, el hacer dar varias vueltas a
las usuarias que por lo general tienen sus viviendas en las diferentes
rancherías del municipio y que deben desplazarse una larga distancia,
el problema de la comunicación debido a que muchas mujeres sólo
se expresan en la lengua indígena, hasta los costos económicos y la
discriminación por su baja escolaridad y pertenencia a los diferentes
grupos indígenas de la región. De ahí que las estrategias ad hoc, que se
han desarrollado en sí mismas es una aportación importante, pues en
ella confluyen los mecanismos alternativos de solución de conflictos
reconocidos en materia civil y familiar por el código civil en Puebla y
el sistema de justicia indígena. La estrategia la denominan: “Hacía una
Conciliación Intercultural con Perspectiva de Género” y permite la
conciliación a través del diálogo y la toma de acuerdos entre las partes
con la ayuda de un tercero conciliador, así como la reparación del daño,
incorporando la visión de género al buscando soluciones conjuntas a
los problemas de la pareja pues se busca una mejora cualitativa en la
dinámica familiar a partir del respeto y la equidad, y sin poner en riesgo
la integridad física y emocional de las mujeres.
Asociada a dicha estrategia el trabajo comunitario ejemplifica que
es necesario también promover la interculturalidad, la equidad de gé-
nero y la justicia comunitaria; además de sensibilizar a las autoridades
tradicionales y civiles. Otro elemento importante, es que señalan que
la vulnerabilidad de estas mujeres no está dada únicamente por su
condición de ser pobres e indígenas, sino por las condiciones materiales
en las que se tiene acceso a las instituciones encargadas de impartir
justicia y por la perspectiva de género con la que realizan el servicio
los derechos humanos y la cultura de la paz y el fortalecimiento organizativo. Para mayor
información sobre la ubicación, misión, visión y valores de ésta organización se puede
consultar el sitio web de la organización es http://cadem98.wix.com/cadem-ac-cuetzalan
246
público los funcionarios de dichas instituciones. A lo largo del artícu-
lo, se expone la necesidad de diseñar estrategias interinstitucionales
adecuadas a cada contexto socio cultural, además de incorporar en las
políticas públicas y en los marcos normativos los enfoques de intercul-
turalidad, género y derechos humanos.
Siguiendo con esa línea de pensamiento, el capítulo referido a la
migración y a la familia trasnacional señala la incapacidad del sistema
jurídico vigente para atender las diversas formas de violencia verbal y
física de los miembros de los grupos familiares de una pequeña locali-
dad de la mixteca poblana. Y señala, cómo las fronteras nacionales y la
adquisición de un tipo de derechos por nacimiento hacen una diferen-
cia de corte cualitativo que permite a los sujetos salir y sobreponerse
a situaciones donde son victimizados. Y señala también cómo en la
práctica si no existe una norma, se buscan de forma práctica la reso-
lución de un conflicto tal vez no de forma definitiva, pero siempre se
busca una mejora para la superación de la vulnerabilidad. Los adultos
mayores y los menores, son los grupos que son señalados cómo los
que acumulan una mayor cantidad de desventajas y por lo tanto, en
un contexto migratorio son más vulnerables.
Efrén Jiménez Rojas en su capítulo muestra la forma en como los
actos cotidianos contribuyen a un proceso de formación de ciudada-
nía paralelo al proceso de formación en la escuela. Y muestra cómo la
violencia familiar es una de las prácticas cotidianas que obstruyen y
repercuten el proceso de formación de ciudadanía. Para ello, su apuesta
está centrada en hacer visible con evidencia empírica es que los sujetos
que viven la violencia familiar en un espacio privado, al denunciar se
ven expuestos al enjuiciamiento de una estructura de poder, que en la
localidad donde se desarrolló el estudio está controlada por una élite
local que responde a una serie de intereses y valores asociados a un
pensamiento conservador. Por lo que a pesar de que existe una estruc-
tura de Estado que incluye diferentes instancias y niveles de gobierno
para garantizar el respeto de los derechos humanos se ha establecido
una estrecha relación entre sus funcionarios y esas elites por lo lejos
de cumplir con ese objetivo, la estructura del poder oficial se une a la
estructura de poder tradicional y utiliza los recursos del Estado para
247
mantener dicho orden social, por encima del Estado de Derecho, en
una cadena interminable de ejercicio de actos de violencia, maltratos
y atropellos a la dignidad de las personas, que se desarrollan en la vida
cotidiana, ya sea en el ámbito familiar, la escuela o la comunidad que se
“normalizan”, y producen indiferencia e insensibilidad en los individuos.
Sin embargo, el autor señala que es posible modificar estas con-
ductas si se modifican las condiciones en las que se desarrollan y esta-
blecen las relaciones al interior de la familia. Por lo que la vulnerabili-
dad de los miembros de un grupo familiar, además de estar constituida
por una condición de pertenencia a un grupo indígena, determinada
condición de pobreza, género o nivel de educación, también está per-
meada por las condiciones en las que se establecen relaciones al inte-
rior de la familia y por las condiciones en las que se establecen.
En el siguiente capítulo Héctor Ramón Ramírez Partida y Luis
Fernando Pérez Varela aborda la relación violencia- pobreza y exclusión
al hacer un análisis sobre el papel de las políticas de desarrollo económico
para el caso del estado de Nayarit. Para ello, hace un recorrido por la
literatura que sobre el combate a la pobreza y a la exclusión social, se ha
desarrollado en México.
Enmarca su argumento en torno a la exclusión social, como un
fenómeno que es producto de la conjunción de diversas condiciones que
afectan a diversos grupos poblacionales de acuerdo a distintos grados de
vulnerabilidad34 en entornos dinámicos. De ahí que desde su planteamien-
to la violencia doméstica y la exclusión social, son condiciones de retroceso
en los procesos de avance social. Por lo que debe ser atendida como una
cuestión de orden público donde la generación efectiva de capital social a
los pobres les permite solventar muchas de las situaciones de vulnerabili-
dad. En su capítulo, los autores ofrecen un panorama de resultados donde
248
presentan la evolución de la pobreza y violencia doméstica en Nayarit, y
sus implicaciones en la exclusión social.
En el penúltimo capítulo, abordando también la relación entre
violencia, pobreza y exclusión Elsa Herrera Bautista y Erika Cruz Torres se
proponen explicitar cómo un ambiente familiar deteriorado sirve de caldo
de cultivo para la acumulación de circunstancias para la exclusión social,
donde la violencia, la pobreza, la deserción escolar, el uso no terapéutico
de sustancias tóxicas e ilícitas, se suman para incrementar la vulnerabilidad
de los miembros de dichos grupos familiares. En dicho contexto, el modelo
de atención que propone esta organización de la sociedad civil, se basa en
un acompañamiento terapéutico de largo aliento, que busca restaurar las
relaciones familiares y la esfera de las emociones de sus miembros.
En el capítulo las autoras consideran que en contextos de pobreza
y exclusión no es suficiente que las familias trabajen para obtener mejoras
en sus condiciones materiales de vida, sino se trabaja de forma paralela
establecer relaciones familiares saludables en todos los aspectos. Donde
los proyectos lúdicos que involucren actividades artísticas y culturales son
los grandes ausentes en los espacios donde se desarrollan los niños y los
jóvenes. Es importante señalar, que su trabajo también da muestra de
cómo los espacios deportivos proporcionados por el Estado también sirven
como espacios de reclutamiento y promoción de actividades ilícitas, como
pretexto para ingerir alcohol y otras sustancias tóxicas al término de cada
partido. En dicho trabajo, las autoras exponen que los programas de apoyo
al cuidado infantil y asesoría sobre crianza son esenciales para atender
a éstas familias entendiendo que deben ser pertinentes a las diferentes
etapas del desarrollo infantil. Este artículo, expone que no hay soluciones
de corto aliento, que no involucren el trabajo para mejorar las condiciones
materiales de los miembros de dichas familias, que sea suficiente si no se
acompaña de un trabajo terapéutico individual que involucra el desarrollo
de condiciones propicias para la inclusión social.
En el último capítulo Gaudencio Rodríguez Juárez se centra en la vio-
lación al derecho a la convivencia familiar y comunitaria de los menores y
en sus alternativas de solución. Para ello, en su capítulo el autor hace un
recorrido por la normatividad internacional, regional y nacional aplicable a
la protección del derecho a la convivencia familiar, centrándose en resaltar
249
que los niños deben recibir la protección y asistencia necesarias para poder
asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad. Por lo
que es de interés público la asistencia para el desempeño de las funciones
parentales por lo que es responsabilidad del Estado crear instituciones y
proveer instalaciones y servicios el cuidado de ellos. El texto expone la des-
vinculación entre los marcos normativos internacionales y el desarrollo y
operación de las instituciones nacionales, exponiendo la poca articulación
que existe entre el marco normativo vigente en México para atender a los
menores y la realidad social. Y utiliza la figura de “encerrados” para hacer
visible la exclusión social a la que se les destina a los menores que han sido
institucionalizados y lejos de ser orientados a ser incluidos, son relegados
por tal inoperatividad de los marcos normativos.
El texto pone de manifiesto que el sistema de atención a los menores
debe tener por principio a la institucionalización como último recurso y
sobre todo debe constar con un sistema fiable de información, y condi-
ciones donde se asegure el respeto a los derechos humanos y crecimiento
intelectual de los mismos, donde los padres sean conscientes del cuidado
que deben brindar a los menores para disminuir el riesgo de instituciona-
lización. Pues estos menores ya víctimas de hogares donde la violencia,
la pobreza y la exclusión son parte de la cotidianidad, al ser instituciona-
lizados se incrementan su vulnerabilidad35.
Florencia Luna (2009:129, y 2004) refiriéndose a la utilización del
concepto vulnerabilidad para poblaciones en investigaciones bioéticas
expone que desde su punto de vista el funcionamiento del concepto de
vulnerabilidad es dinámico y relacional, donde a partir de la metáfora ca-
pas nos da la idea de algo “flexible”, que puede ser múltiple que puede
ser removida de capa en capa donde algunas capas pueden estar relacio-
nadas con algunas características individuales, mientras que otras están
relacionadas con las circunstancias sociales. Es interesante la exposición
que hace de la metáfora de la vulnerabilidad, pues explica que la condición
de mujer no implica ser vulnerable, aunque viviera en un país intolerante
35 Shi y Stevens (2005) han señalado que todos los modelos de vulnerabilidad
reconocen su naturaleza multifacética, sin embargo su enfoque puede ser individual o social,
el primero se enfatizan las conductas humanas como las que llevan el peso de la morbilidad
y mortalidad, mientras que en los modelos de naturaleza social, son consideradas dichas
actividades en el contexto que se desenvuelven, y cómo constituyen factores de riego para
ciertos grupos poblacionales
250
con los derechos reproductivos pues en ese momento tendría una capa de
vulnerabilidad. Sin embargo, una mujer con educación y recursos superará
las consecuencias a partir de su capacidad socioeconómica de comprar an-
ticonceptivos, aun si debe recurrir a un aborto ilegal, éste probablemente
sea más seguro que si acude a una curandera. Mientras que, una mujer en
situaciones de pobreza probablemente no tendrá acceso a anticoncepti-
vos de emergencia y por lo tanto, se incrementa su posibilidad de tener
un embarazo no deseado o a consecuencias físicas por carecer de acceso
al sistema de salud, situación que se agravará si es analfabeta. Y en ese
sentido, probablemente también tenga una mayor dificultad para conocer
sus derechos y la forma en que puede hacerlos válidos al no saber leer ni
escribir. Esta situación, tendría una capa más si se encuentra en tránsito
o si pertenece a un grupo indígena (Luna, F., 2009, p.129).
En estas líneas, entonces se han buscado exponer el conjunto de
características que en cada uno de los capítulos, los autores a partir de
evidencia empírica explican las condiciones particulares en las que se con-
figura la vulnerabilidad de diversos grupos de personas, con en diferentes
contextos y condiciones individuales. En conclusión, podríamos afirmar
que en el ámbito académico existen muchas maneras de abordar el fe-
nómeno, en el texto se da muestra de lo necesario de un abordaje inter y
transdisciplinario, que facilite una visión amplia e integral del fenómeno
para el desarrollo de políticas públicas de atención. Además, se expone
la necesidad de pensar a la Violencia familiar en contextos de pobreza
como un problema de urgente atención en el país, a fin de garantizar
relaciones más equitativas y sostenibles entre los miembros de dichos
grupos familiares.
A lo largo del texto, se exponen las condiciones en que enfrentan la
violencia diferentes grupos poblacionales, señalando las características
que la mirada étnica, el género y las generaciones impone al ejercicio y
superación de la violencia, y se muestra la necesidad de incluir esas mi-
radas en el diseño de las políticas públicas. Otro aspecto relevante, es el
desarrollo de una planeación y por consecuencia el desarrollo de presu-
puestos enfocados a la atención de la violencia, que incluyan la mejora
de la infraestructura de los espacios para la atención y el desarrollo de
capacidades en el personal involucrado, sobre todo a nivel local. Espacios
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donde se deja casi por completo que actúen las organizaciones de la so-
ciedad civil en apoyo al Estado, donde sus esfuerzos son a veces limitados
por el acceso a los recursos finitos con los que desarrollan sus actividades.
¿Cómo mejorar las condiciones en que se atiende el fenómeno desde la
perspectiva gubernamental? ¿Existen presupuestos acordes para la aten-
ción del fenómeno por parte del Estado? ¿Cómo la estructura económica,
social y política inhibe o facilita el ejercicio de la violencia en contra de las
mujeres, los ancianos, o los niños en México? ¿Qué se puede mejorar en el
desarrollo de la actividad de las organizaciones civiles enfocadas a atender
el fenómeno de la violencia? En el texto entonces se presentan diversos
argumentos, que sin duda nos llevan a pensar en nuevas preguntas de
investigación generales como las expresadas líneas arriba y al desarrollo
de nuevas hipótesis, sobre todo en un contexto de crisis económica y de
cambio social, pues indagar sobre violencia, pobreza y vulnerabilidad es
sin duda, una actividad imprescindible para lograr un país cada vez más
inclusivo y equitativo como el que se requiere en estos tiempos, con res-
peto a los derechos humanos de todos sus habitantes, reconociendo la
riqueza y pluralidad cultural existente.
Referencias
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Listado de Siglas
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ONU Organización de las Naciones Unidas
OPS Organización Panamericana de la Salud
OCDE Organización para la cooperación y el Desarrollo Económico
REDIM Red por los Derechos de la infancia en México
RED-RECOVI Red Regional Contra la Violencia de la Sierra Norte de
Puebla
Refugio para Mujeres Indígenas
SEDESOL Secretaría de Desarrollo Social
SSA Secretaría de Salubridad y Asistencia
SFSC Safe families safe children
UNICEF United Nations International Children's Emergency Fund
(Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unida
Comisión Estatal de Derechos Humanos
RELAF Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar
SSI Servicio Social Internacional
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VIOLENCIA Y FAMILIA EN CONTEXTOS DE POBREZA Y EXCLUSIÓN
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