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Araceli Espinosa Márquez

Elsa Herrera Bautista


Coordinadoras

COLECCIÓN DESARROLLO
5

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico
Centro de Estudios para el Desarrollo Estratégico
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología - CONACYT
Fundación Junto Con las Niñas y los Niños – JUCONI A.C.
Alianza por la Infancia y sus Familias - AIFAM
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
José Alfonso Esparza Ortiz
Rector
José Jaime Vázquez López
Secretario General
Ygnacio Martínez Laguna
Vicerrector de Investigación y Estudios de Posgrado

Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico


José Antonio Meyer Rodríguez
Director

Esta investigación, para ser publicada, fue arbitrada


y avalada por el sistema de pares académicos

Comité Científico: Román López Villicaña, Miguel Reyes Hernández, Jorge


Luiz Da Cunha, Enrique Cárdenas Sánchez, María Eugenia Ibarraran Viniegra,
Carlos Raúl Etulain, Romolo Santoni, Germán A. Forero Medina y Patricia
Ávila García

Cuidado de la edición: Carlos Enrique Ahuactzin Martínez


Diseño editorial: Ivan Velasco Vega

Este es un producto del Proyecto Catedra Conacyt 294724: Prevención de la


violencia familiar en contexto de pobreza. Clave en la gestión del desarrollo.

Primera edición, 2017


ISBN (versión impresa): 978-607-525-452-4
ISBN (versión electrónica): 978-607-525-453-1

© Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


4 sur 104, Centro Histórico, Puebla, Pue. C.P. 72000

Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico


Av. Cúmulo de Virgo s/n. Acceso 4, CCU. Puebla, Pue. C.P. 72810
www.icgde.buap.mx

Impreso y hecho en México


Índice

Violencia en contexto de pobreza y exclusión México, Introducción


Araceli Espinosa Márquez y Elsa Herrera Bautista

Aproximaciones a la Violencia Familiar desde la Psicología Social:


Pautas para su análisis, investigación e intervención.
Nicolás Martínez Villaseñor y Anahí De Los Santos Gómez
• Esquema Conceptual Referencial y Operativo (ECRO)
A. El Sujeto y su modo de vida
B. La articulación de los procesos y su función mediadora
entre las relaciones y los medios de vida.
• Violencia Familiar
A. Niveles de análisis de la violencia familiar.
• Naturalización y familiarización: La legitimación y
actualización de las relaciones.
A. A. La objetivación
B. B. El anclaje
• Representaciones sociales, relaciones de poder y violencia
familiar
A. El concepto de poder
• Conclusiones

Violencia contra mujeres de la tercera edad en Mazahuacán, Hidalgo.


Una violencia estructural.
Lorena Martínez Zavala, Araceli Jiménez Pelcastre y Eva Alonso Elizalde
• Un acercamiento a la concepción de vejez
• El desmantelamiento del Estado benefactor
• Las abuelas de Mazahuacán, Hidalgo
• Conclusiones
Violencia de género hacia las mujeres. Estrategias de las mujeres
indígenas en los procesos de prevención, atención, sanción y
erradicación de la violencia. La experiencia del Refugio Temporal
para Mujeres, el Centro de Defensa de los derechos de las mujeres y
la Casa de la Mujer Indígena en Cuetzalan, Puebla.
Adriana Paola Palacios Luna y Susana Mejía Flores
• Colonialidad del poder/ saber y violencia de género
• Acumulación y violencia de género en la región
• El camino entre el dolor y la esperanza
• El contexto, la teoría y la acción ante la violencia
• Ante la incertidumbre, servicios de atención que brindan
certezas
• Senderos que se bifurcan, la incidencia
• Hombres que se adhieren por la equidad
• Conclusiones

Migración y Violencia entre dos fronteras: Violencia Económica,


Verbal y Física en familias transnacionales de Atencingo, Puebla.
Dra. Araceli Espinosa Márquez
• Migración de Puebla a Nueva York
• Atencingo, una villa del Municipio de Chietla en Puebla
• La vida Familiar en Atencingo
• Familia y migración
• Violencias y estrategias de superación Atencingo
• Conclusiones

La violencia familiar y sus implicaciones en el ejercicio y la formación


de ciudadanía.
Efrén Jiménez Rojas
• Introducción
• La violencia familiar y sus representaciones generales
• Algunos datos estadísticos sobre la violencia familiar
• La violencia familiar, un asunto público dentro de la esfera
privada
• La ciudadanía y su formación en la cotidianidad familiar
• Las características de la familia en Colipa
• Violencia familiar y ciudadanía mermada en Colipa
• Familia, cotidianidad y formación de ciudadanía
• Conclusiones

Violencia doméstica y exclusión social en Nayarit: Un breve análisis


de sus implicaciones desde la gestión de políticas para el desarrollo
social.
Héctor Ramón Ramírez Partida y Luis Fernando Pérez Varela

• Violencia Doméstica y exclusión social: obstáculo para el


desarrollo económico
• Gestión de políticas sociales: una búsqueda de su eficacia
• La Pobreza y exclusión social y la violencia doméstica, el caso
de Nayarit, México
• Conclusiones

La intervención terapéutica en el tratamiento de familias que


enfrentan violencia y pobreza: el modelo JUCONI.
Elsa Herrera Bautista y Erika Cruz Torres
• Violencia y pobreza: temas vigentes en el México
contemporáneo
• La población atendida: Retrato de la pobreza
• Carencia por calidad y espacios en la vivienda
• Acceso a servicios básicos
• La intervención terapéutica: Tratar la violencia familiar y sus
secuelas en los territorios de la pobreza y la exclusión
• La población atendida: Violencia que disminuye
• Conclusiones

Encerradas. Violación al derecho a la convivencia familiar y


comunitaria y alternativas de solución.
Gaudencio Rodríguez Juárez
• El derecho a la convivencia familiar y comunitaria
• Niñas, niños y adolescentes privados de cuidados parentales y
encerrados

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• Consecuencias individuales y sociales de la privación de
cuidados parentales y de la institucionalización
• Las voces de las y los protagonistas
• Alternativas para el restablecimiento del derecho a la
convivencia familiar y comunitaria
• Reflexión final: sin familia y comunidad no hay humanidad

Emprendimientos sociales como alternativas para la Integración


familiar y disminución de la violencia en México
Ariadna Hernández Rivera

• Introducción
• El comienzo social de los emprendimientos
• Las cooperativas como principal actor de la Economía Social
y Solidaria: casos específicos y su impacto en las familias
mexicanas
• Conclusiones

Violencia, Pobreza y Exclusión en México.


Araceli Espinosa Márquez

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Violencia en contexto de
pobreza y exclusión México
Introducción

Elsa Herrera Bautista1


Araceli Espinosa Márquez2

Este volumen es fruto de una iniciativa de Fundación JUCONI AC y


la Alianza por la Infancia y sus Familias3 (AIFAM), ambas entidades
comprometidas con la promoción del fortalecimiento familiar como
medio para garantizar los derechos de niños y niñas. La convocatoria
para integrar este proyecto fue emitida en conjunto con el Instituto de
Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico de la BUAP, institución
que acompañó parte del proceso, pero que por causa de su dinámica
interna, no llegó a la conclusión del mismo. Recopilar diferentes mira-
das en torno a la violencia familiar, la pobreza y la exclusión es impor-
1 Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Coordinadora de incidencia en Fundación
JUCONI AC email: elsa@juconi.org.mx simedetengomealcanzo@gmail.com
2 Catedrática de CONACYT adscrita al Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social Sede Occidente. Miembro del Sistema Nacional de
Investigadores, nivel C. email: aespinosama@conacyt.mx y araceli.espinosa@ciesas.edu.
mx.
3 La iniciativa provino de la Alianza por la Infancia y sus Familias (AIFAM), que
es un colectivo de organizaciones civiles que se unen en el desarrollo de múltiples eventos
para unir esfuerzos en torno a la reducción de pobreza en México. Para conocer más sobre
sus actividades y aliados puede consultarse el sitio: http://www.aifam.org.mx/

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tante porque la conjunción de estos fenómenos, es caldo de cultivo de
grandes problemas sociales y no se ha calibrado con justeza el valor
de su prevención y atención.
En México, tanto la pobreza como la violencia, son problemas es-
tadísticamente significativos y ambos, por separado, han merecido
un grueso volumen de recursos para su tratamiento. En lo relativo a la
pobreza, desde 1997 la estrategia se ha basado en las transferencias
monetarias directas a familias de comunidades marginadas. La salud, la
alimentación y la educación son los tres vértices a partir, de los que se
articulan estos programas. Los gobiernos han buscado contribuir a la
reducción de la transmisión intergeneracional de la pobreza partiendo
de bajar los niveles de desnutrición, la mortalidad infantil, la tasa de
fertilidad y la deserción escolar4. Estos son elementos necesarios, y los
programas de transferencias monetarias directas gozan de instrumen-
tación y reconocimiento internacional. En México estos programas han
sido evaluados positivamente en algunos contextos y también se han
hecho evidentes sus límites, sobre todo en lo relativo a la dificultad
para focalizarlos de manera adecuada.
Por otra parte, la prevalencia del crimen organizado y las difi-
cultades del Estado para enfrentarlo, han hecho de la violencia una
realidad cotidiana en muchas ciudades y vidas mexicanas. La violencia
que irrumpe en los medios de comunicación es una de tipo criminal y
comunitario que suele ser tratada mediante el despliegue de fuerzas
militares y la creación de cuerpos policiacos de élite. Al mismo tiempo
y menos visible, está la conciencia de que la prevención debe darse en
zonas especialmente marginadas y con sujetos y grupos altamente
sensibles: los niños y niñas, los adolescentes y las mujeres que viven
en los polígonos calificados como de alta marginación. Esto se esta-
blece en el Programa Nacional de Prevención Social de la Violencia y la
Delincuencia y da fe de que para erradicar la violencia se demanda un
enfoque preventivo, más que un enfoque de carácter punitivo. En este
sentido, la prevención y atención de la violencia familiar, entendida

4 La estrategia nacional de combate a la pobreza ha cambiado de nombre, que no


de esencia, tres veces, que coinciden con los cambios del partido en el poder. De 1997 a
2000 se denominó PROGRESA, de 2000 a 2012 cambió a OPORTUNIDADES y actualmente
tiene el nombre de PROSPERA.

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como la construcción de espacios familiares en los que haya seguridad,
respeto y protección para cada uno de los integrantes, es una tarea en
la que deberían estar invirtiendo recursos de calidad óptima.
El objetivo de este libro, no es desarrollar un análisis sobre los
alcances de estos programas y los precipicios, que aparecen cuando
se salta de los discursos a las prácticas concretas. Más bien, nuestra
apuesta es evidenciar que cuando la violencia familiar y la pobreza
convergen en un núcleo familiar determinado o en una comunidad es-
pecífica, es menester tratar ambos problemas integralmente, es decir:
para combatir la pobreza hay que prevenir y atender efectivamente la
violencia familiar, y viceversa.
La violencia familiar es una condición que agudiza la exclusión
social y la vulnerabilidad de quienes la enfrentan, por tanto, debe ser
considerada como un freno para el desarrollo social, humano y ser
atendida integral y profesionalmente. Consideremos el caso de niños
y niñas que crecen en el seno de una familia en la que hay violencia y
pobreza extrema, será difícil establecer si el maltrato físico, la negli-
gencia anteceden o suceden a las carencias sanitarias, educativas o
alimentarias, sin embargo, es un hecho que son violatorios de derechos
y merman el bienestar de manera flagrante.
Por supuesto, sería un yerro afirmar que en todas las familias po-
bres hay violencia, reiteramos que la propuesta es tratar integralmente
estos fenómenos cuando aparecen conjugados en la realidad. Cifras
oficiales nos hablan de que más de la mitad de la población experimen-
ta alguna carencia social y, aún sin contar con datos que muestren de
modo fidedigno la recurrencia de las diferentes facetas de la violencia
familiar, la Encuesta Nacional de Dinámica de Relaciones en los Hoga-
res (ENDIREH, 2011) revela que casi la mitad de las mujeres mayores
de quince años, que han estado casadas o unidas ha sufrido violencia a
manos de su pareja. Respecto al maltrato infantil, a la violencia que se
ejerce entre hermanos o hacia las personas de la tercera edad, existe
menos información. No obstante, desde los medios de comunicación
hasta los trabajos académicos, señalan que la violencia está presente
en la cotidianidad de amplios sectores de la población.
La violencia familiar, igual que la pobreza, suele transmitirse de

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manera intergeneracional y reconfigurarse cómodamente en el seno
de la política social y económica vigente. Los trabajos comprendidos
en este texto nos ayudan a pensar sobre ello. El camino hacia la preven-
ción y la erradicación de la violencia es uno muy intrincado, pero como
sociedad estamos impelidos a recorrerlo hasta el final, y las familias
son un ámbito urgente.
Si un niño o niña crece en un entorno familiar violento, su desarro-
llo neurológico, cognitivo y socioemocional tiene altas probabilidades
de ser inadecuado, con consecuencias nocivas en todos los planos, des-
de el individual hasta el social. Cuando esta condición se combina con
factores de exclusión como la edad, el género y/o el origen étnico, nos
encontramos en un terreno francamente árido para el desarrollo. De
hecho, la inversión en primera infancia (y su bienestar integral implica
una familia capaz de satisfacer necesidades físicas y emocionales) está
considerada como una de las inversiones más inteligentes que puede
hacer un gobierno. Partiendo de este conocimiento, es fundamental
que la violencia familiar se vuelva un tema prioritario no sólo en la
agenda pública, sino en la agenda de investigadores e investigadoras
de diferentes disciplinas científicas, tales como la economía, la socio-
logía, la antropología y otras que tradicionalmente le han prestado
poca atención.
Los artículos que componen este libro dan cuenta de varias dimen-
siones de la violencia familiar: desde los distintos sujetos que involucra,
hasta los elementos culturales y políticos que la determinan. Se llega
a reflexiones y propuestas de intervención para articular una política
social y económica que contribuya de manera efectiva a la prevención
y atención de este fenómeno, conectado con el desarrollo económico y
el fortalecimiento de la democracia. En suma, se ha tratado de indagar,
desde diferentes perspectivas, cómo la violencia familiar se relaciona
con la pobreza y la exclusión en el México actual.
Nicolás Martínez Villaseñor y Anahí de Los Santos Gómez, expo-
nen la necesidad de pensar a la violencia familiar como resultado de
una serie de relaciones entre los sujetos en diferentes contextos cultu-
rales, sociales y económicos. Se han ocupado de desarrollar un marco
analítico para comprender e intervenir sobre la violencia familiar. Este

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marco se articula a partir de la teoría de las representaciones sociales
y permite entender la violencia familiar como un fenómeno insertado
en el modo de vida de los individuos y mediado por diferentes proce-
sos psicosociales, evidenciando que no es un objeto puro, sino que la
ideología, los medios de comunicación, los valores etc. contribuyen a
su naturalización y permiten su producción y reproducción. Afirman
que la familia se concibe como un espacio de poder, en el que rigen
las relaciones de desigualdad y dependencia, y proponen repensar el
poder a través del constructo de empoderamiento, esto es, “el pro-
ceso de construcción de relaciones igualitarias, que permitan que los
individuos ganen control sobre la satisfacción de sus necesidades, sean
éstas económicas, psicoafectivas o de cualquier otro orden”. Pensar la
familia como un espacio de empoderamiento implica, necesariamente,
la reducción y erradicación de la violencia, pero esto significa rebasar
las concepciones clínicas que conciben al victimario como un individuo
enfermo al que hay que curar, y colocar el énfasis en los elementos
contextuales – contenidos también en los individuos- que hacen po-
sible que la violencia se presente. Se trata de determinar qué hay en
la comunidad, en los medios de comunicación y en la estructura social
y política que permite que los individuos integren la violencia en sus
modos de vida.
En el siguiente capítulo Lorena Martínez Zavala, Araceli Jiménez
Pelcastre y Eva Alonso Elizalde, visibilizan la relación entre violencia y
pobreza señalando, desde una perspectiva estructural, la violencia que
padecen las mujeres en la tercera edad cuando no tienen acceso a una
pensión o ingreso propio y son las encargadas de proveer las labores
de cuidado a los miembros de sus hogares. Estas mujeres, debido a
la desprotección social que implica el estado neoliberal, carecen de
recursos económicos que les permitan independencia y tienen que
integrarse a un modelo familiar, en el que sus hijas trabajan fuera de
la comunidad y ellas quedan encargadas de sus nietos y de la casa. En
esta situación, es frecuente que los nietos adolescentes ejerzan vio-
lencia verbal y emocional en su contra, que experimenten sobrecarga
de trabajo, problemas de salud y algún tipo de violencia económica. En
su análisis, queda muy claro cómo la violencia que ocurre en el espacio

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doméstico se conecta con la violencia estructural, en un sistema que
no garantiza medios de subsistencia para un significativo sector de
la población que envejece en un escenario comunitario deteriorado.
En el tercer capítulo Adriana Paola Palacios Luna y Susana Mejía
Flores exponen un estudio realizado en el Centro de defensa de los
derechos de las mujeres y la Casa de la Mujer Indígena en Cuetzalan,
Puebla1. Las autoras señalan la realidad de las mujeres en una comuni-
dad donde el derecho positivo y el derecho consuetudinario son domi-
nados por los varones, de modo que la violencia ha sido interiorizada
y minimizada por los funcionarios públicos y los líderes comunitarios.
Las autoras describen su experiencia de trabajo en la Sierra Norte del
Estado de Puebla y cómo el acompañamiento de las organizaciones
civiles se vuelve fundamental para que las mujeres indígenas tengan
acceso a sus derechos, sobre todo en lo referente a la procuración
de justicia. Asimismo, refieren que para avanzar en la reducción de
la violencia contra las mujeres se requiere trabajar, en primer lugar,
con ellas mismas, pero también con las autoridades y a nivel comuni-
tario, revisando aquellos elementos culturales que pueden ayudar a
promover la igualdad de género. Si bien, este artículo es el menos or-
todoxo en su forma, hemos decidido integrarlo, precisamente porque
se refiere a uno de los grupos cuya voz es constantemente omitida en
los discursos que dominan la academia como la política. Las autoras
dejan escuchar los testimonios de diferentes hombres y mujeres de la
comunidad de Cuetzalan y otras localidades indígenas aledañas. Nos
ha parecido fundamental que este sea un espacio para proyectar esas
voces, que describen fragmentos de una realidad local que debe ser
importante para todas y todos.
En otro estudio de caso, Araceli Espinosa Márquez describe las
formas de violencia que padecen las familias transnacionales de la mix-
teca poblana en la vida cotidiana entre México y Estados Unidos. En

1 El Centro de Asesoría y Desarrollo entre mujeres (CADEM), es una organización


civil que está integrada por un grupo de profesionistas que ha desarrollado su trabajo en
comunidades pobres de la Sierra Norte de Puebla y que se enfoca en generar proyectos
de desarrollo rural, a través de tres ejes fundamentales: el desarrollo humano sustentable,
los derechos humanos y la cultura de la paz y el fortalecimiento organizativo. Para mayor
información sobre la ubicación, misión, visión y valores de ésta organización se puede
consultar el sitio web de la organización es http://cadem98.wix.com/cadem-ac-cuetzalan

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ella explora las formas de violencia que la vida cotidiana toma en la
migración de Puebla con destino a Nueva York. En el texto delinea la
manera en que en la vida cotidiana los habitantes de la localidad de
Atencingo, enfrentan diversas formas de violencia y que alcance tiene
el marco jurídico vigente en el Estado de Puebla.
En su aportación, Efrén Jiménez Rojas aborda la violencia familiar
en su relación con la formación y el ejercicio de la ciudadanía, mostran-
do cómo es una de las prácticas cotidianas que obstruyen y repercuten
el proceso de formación de ciudadanía. Partiendo tanto de un marco
conceptual y estadístico general, como de datos recolectados en un
trabajo de campo realizado en la comunidad de Colipa, el autor propo-
ne que la violencia familiar es una fuerza que estorba la formación de
ciudadanía, pues socava habilidades directamente relacionadas con la
misma. Asimismo, analiza una serie de criterios formativos de ciuda-
danía que, en contextos familiares libres de violencia, pueden adquirir-
se y practicarse. La familia pues, debería ser el escenario privilegiado
para que los individuos aprendieran desde la niñez a tomar decisiones,
dialogar, participar organizadamente, reconocer la autoridad, respe-
tar normas con las que se sientan identificados, buscar el consenso y
promover el bien común; prácticas todas que componen el ejercicio
pleno de la ciudadanía y que un contexto familiar violento no permite.
Desde este análisis, se concluye que prevenir y atender adecuadamente
la violencia familiar, es una condición necesaria para formar individuos
capaces de practicar una ciudadanía plena, que contribuya al desarrollo
y a la estabilidad social. En otras palabras, cuando la violencia fami-
liar ejerce una influencia negativa en la formación de ciudadanía, los
procesos institucionalizados (clases de formación cívica y ética, por
ejemplo) tienen pocas probabilidades de ser efectivos.
Héctor Ramón Ramírez Partida y Luis Fernando Pérez Varela
sostienen que la violencia doméstica constituye un obstáculo para el
desarrollo económico, pues cuando se combina con los bajos ingresos,
agudiza la exclusión y esto condiciona la perpetuación de la pobreza.
La violencia doméstica es un factor que merma el capital social, por
tanto se requieren políticas sociales que contribuyan a su prevención
y disminución. Este capítulo problematiza el concepto de familia, po-

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niendo de manifiesto que es un sitio en el que se juegan la colabora-
ción y la solidaridad, tanto como relaciones de poder que deben ser
mediadas. La propuesta es entender a la familia como una institución
en constante intercambio social y cultural, atravesada por diferencias
de género y generación que colocan a ciertos individuos en condicio-
nes de vulnerabilidad. Señalan que la composición demográfica es un
factor, que influye directamente en las necesidades de la familia y en
las posibilidades de recurrencia de la violencia y, haciendo una rápida
revisión de los programas de combate a la pobreza y de las estadísticas
sobre violencia de género, los autores establecen que la violencia do-
méstica debe contemplarse entre los factores que producen exclusión
social y vulnerabilidad, pues se vinculan a la transmisión de la pobreza.
La contribución de Elsa Herrera Bautista y Erika Cruz Torres ex-
pone un modelo de intervención que busca atender integralmente la
violencia familiar, la pobreza y la exclusión: el modelo JUCONI. Este
modelo básicamente terapéutico, es decir, su objetivo principal es que
los participantes superen las secuelas de sus experiencias traumáticas
y desarrollen vínculos de apego seguro que les permitan: 1) entablar
relaciones libres de violencia y 2) buscar, desarrollar y aprovechar
oportunidades para acceder a una mejor calidad de vida. JUCONI in-
tenta fortalecer a las familias para que se conviertan en entornos de
protección y seguridad para niños, niñas y adolescentes fundamen-
talmente para detener la transmisión intergeneracional de la pobreza
y la violencia. Las autoras hacen un recorrido por diferentes concep-
tualizaciones de pobreza y variables asociadas para caracterizar a la
población intervenida por JUCONI. También ofrecen datos derivados
de un monitoreo interno sobre funcionamiento familiar y, a través de
algunos casos y fragmentos de entrevistas, dibujan con nitidez lo que
significa vivir entre violencia y pobreza. La aproximación resulta no-
vedosa y, aunque se concentra en restaurar el mundo subjetivo de los
participantes, no deja de lado la consideración del contexto político y
social, pues el texto finaliza con un listado breve de condiciones para
la efectiva superación de la pobreza, entre las que se cuentan: trabajo
digno, opciones de recreación en la comunidad, programas de apoyo
al cuidado infantil de alta calidad y asesorías sobre crianza. Esto nos

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habla de que no sólo hace falta trabajar a un nivel profundo y terapéu-
tico con los individuos, sino incidir para lograr condiciones generales
más favorables.
Gaudencio Rodríguez Juárez aborda una de las consecuencias más
dramáticas e invisibles de la violencia familiar: la infancia sin cuidados
parentales y, en particular, la situación de los niños y niñas instituciona-
lizados. Rodríguez hace un recorrido por la normatividad internacional,
regional y nacional aplicable a la protección del derecho a la convi-
vencia familiar, centrándose en resaltar que los niños deben recibir la
protección y asistencia necesarias para poder asumir plenamente, sus
responsabilidades dentro de la comunidad. Hacen falta datos confiables
sobre la materia, se cuenta solamente con estudios escasos y parciales
que no hablan sobre la cantidad exacta de niños, niñas y adolescentes
que están en instituciones, por qué motivos y en qué circunstancias.
La revisión deja claro que este sector de la infancia sufre violencias
importantes derivadas, en primer lugar, de la vulneración de su dere-
cho a la convivencia familiar y comunitaria, consagrado en diferentes
instrumentos internacionales y también en las leyes nacionales. Asi-
mismo, resultan importantes las precisiones que hace respecto a que
el crecer fuera, de un ambiente familiar estable y protector imposibi-
lita a los individuos para desarrollar vínculos emocionales saludables.
La falta de amor, en términos llanos, es condición para lo antisocial,
de ahí que haya un vínculo importante entre la ausencia de cuidados
parentales y el ingreso de niños, niñas y jóvenes a las filas del crimen
organizado. También en este artículo encontramos voces comúnmente
omitidas, los niños hablan sobre su derecho a vivir en familia y sobre
cómo quieren vivir. Escucharlos y escucharlas es, ya no sólo por sentido
común, sino también por ley, obligación de los adultos encargados de
su protección y del resguardo de sus derechos. De suma importancia
es considerar que muchos ingresos de niños y niñas a instituciones
podrían evitarse apoyando a las familias con servicios integrales, y que
la reintegración familiar sin diagnósticos adecuados, sin trabajo de re-
habilitación de los cuidadores y sin estrategias de re-vinculación, suele
tener resultados desfavorables. Finalmente, Ariadna Hernández Rivera
explora cómo los emprendimientos sociales pueden ser considerados

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alternativas de integración familiar y disminución de la violencia con
base a que la experiencia internacional proporciona, elementos funcio-
nales de trabajos comunitarios que han logrado impulsar actividades
productivas para reducir el desempleo, la migración y la violencia. Para
cerrar el texto con un capitulo de conclusiones donde Araceli Espino-
sa Màrquez expone la vulnerabilidad entendida como un proceso de
acumulación de desventajas, en un marco estrucutral que se combina
con activos particulares en cada hogar, son desicivos para el desarrollo
de estrategias de afrontamiento y superación de la vulnerabilidad en
contextos de pobreza y violencia.
En general hablar de violenza y familia en contextos de pobreza, es
dificil de ahi que el proceso para conformar este volumen ha sido largo
y complejo, pero buscamos abonar a la comprensión de la violencia
familiar como un factor que se vincula directamente a la pobreza, vul-
nerabilidad y exclusión social, por lo cual no debe dejarse fuera de las
políticas públicas y los programas que busquen incidir en la reducción
de estos fenómenos. Se presentan diversos argumentos que sin duda
nos llevan a pensar en nuevas preguntas de investigación y a desarro-
llar nuevas hipótesis, pues entender la violencia familiar, la pobreza y
la vulnerabilidad es imprescindible para lograr un país cada vez más
inclusivo y equitativo. De este modo, se agradece a todas y cada una de
las instituciones que hizo posible este proyecto académico, en primer
lugar al Consejo Nacional de Ciencia y Tegnología, en particular la cola-
boración de la Dra. Anahely Medrano Buenrostro, miembro del Sistema
Nacional de Investigadores y quien se encargó de la coordinación de
los arbitrajes a doble ciego realizado a cada una de las colaboraciones
de este texto y fue la titular del Proyecto Catedra Conacyt 294724:
Prevención de la violencia familiar en contexto de pobreza. Clave en la
gestión del desarrollo. Es esa misma línea agradecemos a la ahora ya
acaecida Alison Lane, fundadora de la Fundación Juconi A. C. y de la
Alianza por la Infancia y sus familias que es un conglomerado de aso-
ciaciones civiles que trabajan en 4 diferentes estados de la República
mexicana. En especial a la Lic. Gabriela Escobar del Razo, y a todos
aquellos que desde la sociedad civil o desde las instituciones de edu-
cación superior, facilitaron el desarrollo de este proyecto; todas en

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equidad de importancia que evitamos mencionar una a una, por obvio
de espacio. Lo mismo que a la Benemerita Universidad Autónoma de
Puebla por facilidades prestadas para la conclusión del mismo, lo mis-
mo que a los investigadores del Instituto de Ciencias de Gobierno y
Desarrollo estratégico y a Lennica Díaz Macareno antropóloga social
quien cuido la edición del mismos y a todos los que colaboraron de
forma entusiasta en el mismo.

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Aproximaciones a la Violencia
Familiar desde la Psicología Social:
Pautas para su análisis,
investigación e intervención.

Nicolás Martínez Villaseñor 2 y Anahí De Los Santos Gómez3

Resumen

A lo largo de este escrito, nos hemos propuesto construir un es-


quema conceptual útil y funcional, con el cual reconocer las fuentes
inmediatas y mediatas de la construcción social de la violencia familiar.
Para el logro de este objetivo, tomaremos en consideración el trata-
miento conceptual de la psicología social y su visión de la realidad, la
violencia familiar y el conjunto de procesos psicosociales que se ge-
neran en su interior. El acercamiento que vamos a realizar comprende
algunos planteamientos que podríamos caracterizar como epistemo-
lógicos, por ejemplo: violencia familiar, naturalización, familiarización
y poder. Estos conceptos nos orientarán hacia una visión y explicación
articulada del fenómeno y sus múltiples repercusiones en los distintos
2 Psicología social BUAP, nicolasmartinezv51@gmail.com
3 Psicología Social, BUAP, psi.anahisg@gmail.com

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niveles de integración humana.
Palabras claves: modo de vida, procesos psicosociales, represen-
taciones sociales, poder y violencia familiar.

Introducción

En este escrito daremos a conocer el esquema conceptual, referen-


cial y operativo con el cual nos orientamos hacia la construcción teó-
rica y conceptual de elementos que expliquen, visibilicen, cuestionen
y permitan disminuir el fenómeno de la violencia familiar fenómenos
tan complejos como lo es el de la violencia familiar.
Para este esquema, es necesario partir de lo que consideramos el
fundamento de las relaciones: la necesidad/satisfacción. Esta fórmula
nos lleva a conceptualizar, los modos de vida y las relaciones que se
establecen para la satisfacción de necesidades. En este sentido, en-
tran en juego conceptos como el de las representaciones sociales y
niveles de análisis que darán cuentan sobre las formas de explicación
e intervención que proponemos para explicar, analizar y disminuir la
violencia familiar.
Asimismo, consideramos que es pertinente hacer una revisión y
reflexión epistemológica sobre los conceptos que consideramos que
sostienen, reproducen y legitiman la violencia familiar. Los concep-
tos son poder, entendido desde una perspectiva auto organizativa;
naturalización y familiarización, que son mecanismos que actualizan
las relaciones que se establecen dentro y fuera de la familia; y por
supuesto, el de violencia familiar, en donde proponemos un concepto
articulador basado en las estructuras de poder vigentes.

Esquema Conceptual Referencial y Operativo (ECRO)

Para el desarrollo de este capítulo, es necesario partir de un esque-


ma que permita la apertura de canales de comunicación entre inves-
tigadores, gobierno, asociaciones civiles y todos aquellos interesados
en el estudio del complejo fenómeno de la violencia familiar, en todas

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sus variantes. Por ello, consideramos pertinente definir el ECRO con
el que operamos. Entendiendo a éste como el fundamento del campo
de una psicología social que aprehende a las personas, a los grupos,
a las comunidades, a las organizaciones y en su conjunto, al sistema
societal en su vida cotidiana. La caracterización del ECRO de acuerdo
con Pichón Riviere y De Quiroga (1977) es el “conjunto organizado
de nociones y conceptos generales, teóricos, referidos a un sector de
lo real, a un universo del discurso, que permite una aproximación ins-
trumental al objeto particular concreto….”(p.205) y el vehículo que
lo acerca a ese objeto concreto, es el tipo de análisis que parte de las
relaciones cotidianas que permiten develar los principios que organizan
las posiciones de los actores sociales entre sí, dentro de un conjunto de
relaciones sociales. Este tipo de análisis forma parte del método gené-
tico de inspiración dialéctica que nos permite identificar la bipolaridad,
las contradicciones que son fuente configuradora de la dinámica de los
procesos. Desde esta perspectiva, la psicología social que inscribimos
en este trabajo se refiere a la crítica de la vida cotidiana, entendiéndola
“…como análisis de nosotros, sujetos, en nuestras condiciones concre-
tas de existencia” (Riviere y De Quiroga, 1977, p.205)

El Sujeto y su modo de vida

El sujeto del que estamos hablando somos nosotros, seres vivos,


de necesidades, que mantenemos un intercambio constante y estrecho
con el medio, y ese medio es otro sujeto individual, grupal, comunal,
institucional o una ideología, una idea, un concepto, una tarea. Por
ello, el contexto o el medio está articulado a la vida misma del sujeto
y éste se encuentra dotado biológica y socialmente de los recursos o
instrumentos conceptuales que le permiten mantener ese intercambio.
Esos recursos son sus representaciones, sus pensamientos, su lenguaje,
ordenadores todos ellos de la subjetividad que reconstruye su realidad
externa.
Siendo el sujeto un ser de necesidades, su satisfacción implica re-
lacionarse con otros y con el medio natural. En esta doble relación
(satisfacción-necesidad) va conformando lo que se denomina el modo

23
de vida. Esta configuración no está exenta de contradicciones, de con-
flictos, de tensiones, puesto que la relación con los otros puede ser de
cooperación o no. Ello está marcado por el lugar que ocupan ambos
elementos (yo/otro) en la estructura de esa relación y por la percep-
ción que ambos tienen de dicha relación.
En este sentido, Cohen DeGovia (1979) define el modo de vida en
los siguientes términos: “…el modo en que cada persona en particular
produce o se procura los bienes materiales del alimento, el vestido, la
vivienda y los bienes psicosociales[…]necesarios para que pueda vivir y
desarrollarse” (p.33) y, más adelante, el autor precisa algo sustancial-
mente relevante que señala la diferencia con otras visiones de sujeto
y se refiere a la capacidad que éste tiene para producir o procurarse,
esos bienes (conducta encaminada al cumplimiento de una finalidad).
En este proceso, se van creando simultáneamente los instrumentos
o recursos (tales como su cuerpo biológico, los conocimientos, las
experiencias y las necesidades/motivación) que hacen posible dicha
producción o procuración de bienes. La propuesta de Cohen DeGovia
hace eco al paradigma en el que se reconoce la capacidad del ser huma-
no para construir y producir su vida. Al respecto, el autor nos plantea lo
siguiente: “Los seres humanos siempre han convivido y coproducido su
vida. En este proceso de coproducción vital las personas se relacionan
[…] formando una vasta e intricada red de vínculos directos e indirec-
tos…” (DeGovia, 1979 p.33).
Por tanto, el modo de vida está conformado por los medios: nece-
sidades (de afecto, pertenencia, etc.), los instrumentos culturales (va-
lores, normas), instrumentos del cuerpo biológico y por las relaciones
de vida (es aquí en donde entran las relaciones de familia, pero también
las escolares, laborales y de convivencia). Las necesidades se estable-
cerán según las fases de la edad evolutiva de las personas. Insistimos,
dicha articulación entre los medios y las relaciones se caracterizan por
las tensiones y contradicciones, que se generan cuando las relaciones
de vida no corresponden con la necesidad y satisfacción del sujeto.
Un ejemplo de lo anterior, es el de aquella familia que establece una
relación de dependencia aun cuando sus miembros se encuentran en
condiciones favorables para producir sus bienes. Este tipo de relación

24
se transformará en un obstáculo para el crecimiento y desarrollo de
sus integrantes. Es aquí donde adquiere importancia otro elemento
del modo de vida que es crucial, porque logra articular los medios y
las relaciones vitales del sujeto. Nos referimos a la ideología, misma
que comprende las diversas modalidades de pensamiento social tales
como las actitudes, los estereotipos, los prejuicios, las representaciones
sociales, así como la comunicación verbal y no verbal, los signos, etc.
En otras palabras, es la concepción sistemática que el sujeto tiene de
sí y del otro. Las fuentes que generan estos procesos psicosociales se
encuentran en las relaciones sociales, es decir, hablamos de sujetos
con capacidad para producir su vida.

La articulación de los procesos y su función mediadora entre las


relaciones y los medios de vida.

Un primer aspecto a considerar es que los procesos psicosociales


se producen en un tiempo y en un espacio, y es en estos donde se arti-
culan aún cuando, sean heterogéneos (Zemelman, H. 1987). El objeto
social, la situación, el evento, el acontecimiento con el que se vincula
el sujeto, no se genera de manera directa, son los procesos psicosocia-
les los que juegan un papel mediador. Un ejemplo de ello, es cuando
algún integrante de la familia en situación de violencia se cuestiona
sobre la conducta del miembro o miembros que ejercen violencia. Para
responder al cuestionamiento se activan procesos básicos y de mayor
complejidad, según la fase en la que se encuentra la familia. Lo mismo
sucede cuando se cuestiona la situación de pobreza y/o de exclusión
en la que se encuentran las familias.

Con el objetivo de mostrar la afirmación anterior, presentamos la


siguiente figura:

25
Con ello queremos decir que la concepción del objeto, en este caso
la violencia familiar, estará mediada por el alter. El sujeto no puede
mantener una relación directa y “pura” con el objeto, éste siempre va
a estar influido por un tercer elemento, que en este caso es el alter.
Por ejemplo, la violencia simbólica que se ejerce sobre la educación de
los niños y niñas (jugar con muñecas o sentarse de ciertas maneras),
pasa por el sujeto a través de lo que dicen los medios de comunicación
que debe ser una niña o un niño, o sobre las creencias (donde entra la
cultura) que tienen los sujetos sobre el comportamiento “adecuado”
de éstos. De esta forma, el sujeto en cuestión (ego), generará una serie
de prejuicios, valores y creencias sobre el objeto, posicionándose en
contra o a favor de ese tipo de prácticas.
Como se puede observar, los fenómenos psicosociales y sus co-
rrespondientes mecanismos de producción, adquieren una complejidad
singular que dificulta establecer la transición entre el mundo latente y
su paso al manifiesto, del mundo simbólico al fenoménico. Por tanto,
la psicología social se propone develar la realidad a partir de la defini-
ción de procesos básicos y complejos ubicados en espacios y tiempos
diversos.

Violencia Familiar

Hablar sobre violencia familiar resulta una tarea compleja debido a


las diferencias conceptuales sobre el tema. Diversos autores, desde sus
disciplinas y enfoques correspondientes, han elaborado definiciones
más o menos puntuales que dan cuenta de lo que se debería entender
por violencia familiar. Sin embargo, las definiciones hasta ahora ela-
boradas, parten del entendimiento del problema desde una vertiente
individual, es decir, dejan de lado las relaciones y estructuras sociales
que facilitan o inhiben la aparición de los hechos violentos. Para tener
un concepto realmente operativo de fenómeno, es necesario partir de
lo que las propias familias entienden como violencia, las causas y con-
secuencias. Esta definición, a la vez, deberá integrar conceptos como
el de poder para dar explicación a las modalidades del fenómeno que

26
se sustentan en esta relación: los del poder vs los sin poder.
A falta de un concepto con tales características (lo cual no sig-
nifica que no estemos trabajando en la construcción de un concepto
integrador), hemos decidido retomar el que aporta la Organización
Mundial de la Salud, que nos dice que la violencia familiar es “el uso
deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza
o efectivo, contra uno mismo, otra persona o grupo o comunidad que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, da-
ños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (OPS, 2003).
Decidimos retomar este concepto, ya que nos da cuenta de un
abuso de poder en las relaciones que se establecen entre los miembros
que componen a la familia4. Es decir, el concepto anterior, muestra un
tipo de relación que se basa en la desigualdad que mantiene y sustenta
relaciones, justificándose en la idea de proteger a los más débiles, aún
a costa de las propias necesidades del sujeto como ente individual pero
también como elemento de un grupo.
¿Por qué la inconformidad sobre el concepto de violencia familiar?
En principio, porque consideramos que las investigaciones que se han
hecho al respecto, aíslan el fenómeno de todos los elementos que lo
integran. Se pretende entender la violencia familiar como un fenómeno
con origen individual, interno a los sujetos, como consecuencia, solo se
centran en establecer las secuelas en mujeres, niñas, niños, adolescen-
tes y adultos mayores, y establecer modelos que permitan “identificar”
al victimario. Los efectos de situarnos a nivel individual para tratar de
responder preguntas como: ¿Por qué la esposa permite que la maltrate
el esposo? ¿Por qué el padre golpea a sus hijos pequeños cuando éstos
alteran la paciencia del padre con su llanto? ¿Por qué el hermano golpea
a la hermana como una medida de corrección de comportamiento por
no realizar la actividad doméstica asignada? ¿Por qué la madre censura
a los hijos (varones) cuando lloran o muestran “debilidad”? nos atan y

4 Dar un concepto de familia es una tarea igual de difícil, debido a los cambios
estructurales que tiene hoy en día la unidad familiar. No podemos hablar de un solo tipo
de familia, ni características únicas y compartidas. Por tanto, nos hemos conformado con
definir a la familia como aquel conjunto de personas que comparten lazos sanguíneos
o simbólicos y establecen una relación significativa. La actividad de este conjunto de
personas se realiza en torno a una tarea definida y significativa para los miembros (De Los
Santos, 2013).

27
reducen nuestro universo de causas y respuestas. Por ello, la propuesta
que realizamos es aproximarnos al fenómeno contemplando los diver-
sos niveles que lo integran, niveles que se articulan y no se excluyen
entre sí. Los niveles a los que nos referimos son los propuestos por
Doise (1983).

A. Niveles de análisis de la violencia familiar.

Doise (1983) plantea la existencia de cuatro niveles de análisis:


Procesos intraindividuales. Al respecto, los modelos que confor-
man este nivel “describen la manera en que los individuos organizan
su percepción, su evaluación del entorno social y su comportamiento
en relación con dicho entorno” (Doise, 662 p.1983). Lo importante
son los mecanismos que lleva a cabo el individuo para organizar su
experiencia. En este sentido, de preocupación son el procesamiento
de la información, su evaluación y con ello, la organización cognitiva
del comportamiento. En este nivel de análisis se sitúan las investiga-
ciones que explican el fenómeno de la violencia familiar a través de las
percepciones de los individuos, de los comportamientos generados
por los estímulos y la forma en que los individuos reducen la disonan-
cia producida por las creencias y comportamientos a nivel individual.
De esta forma, estas investigaciones aíslan elementos de corte social,
quedando solo en explicaciones psicológicas
Procesos interindividuales generados en una situación dada: son
todas aquellas posiciones que se ocupan dentro de los marcos de esas
situaciones. El modelo teórico, con el que podemos ejemplificar este
nivel de análisis es el de la atribución. Su estudio se centra en las inte-
racciones interindividuales para dar cuenta de las atribuciones, esto
es, las explicaciones causales de las intenciones de los individuos inte-
ractuantes, dichas explicaciones se centran en los factores del entorno
o en las intenciones del actor que observa. Por ejemplo, las investi-
gaciones que tratan de encontrar una relación entre los elementos
contextuales, entre ellos la familia de origen de la víctima o victimario,
el medio en el que se desarrollan, las redes de apoyo con las que se
cuenta, la capacidad cognitiva y afectiva del sujeto, y la conducta de

28
éste. Este nivel de análisis aún excluye elementos como la cultura, las
normas, los vínculos, la posición social, entre otros.
Posiciones sociales diferenciadas que se generan antes de la inte-
racción, que existen entre las diferentes categorías de personas. En lu-
gar de centrar la atención en los factores del entorno o en las intencio-
nes del sujeto que observa, la preocupación está en las diferencias de
posición social ante un objeto social determinado. Al respecto, Doise
(1983) menciona que: “La inserción y posiciones sociales respectivas
de los sujetos que participan en una experiencia, que son funciones de
relaciones sociales preexistentes a ella, pueden tener distintos grados
de correspondencia con las dinámicas propias a su inserción específica
en una situación dada” (p.664). Por tanto, el objeto las explicaciones
sociológicas son características de este nivel, articuladas a las expli-
caciones del nivel dos. En este nivel existe una articulación, y sólo por
esta, se explican los comportamientos sociales. Al respecto, la rela-
ción entre las representaciones colectivas y las imágenes o represen-
taciones sociales, dentro de los marcos de una información sobre un
objeto social o de una situación específica, permite determinar los
mecanismos de tal relación. En este nivel se sitúan las investigaciones
que intentan hacer una aproximación a la construcción de prejuicios y
estereotipos acerca de la violencia familiar.
Ideología: “Cada sociedad desarrolla ideologías, sistemas de creen-
cias y de representaciones, de evaluaciones y de normas, que deben
justificar y mantener un orden establecido de relaciones sociales” (Doi-
se, W. 1983 p.664). En este sentido, la preocupación de este nivel es
el referente al análisis de las ideologías. En este caso, los ámbitos de la
actividad humana, por ejemplo, la enseñanza, los negocios, la iglesia,
el gobierno, por mencionar algunos, se legitiman por los valores y las
necesidades de la sociedad, pero también, son aceptados por los suje-
tos en la medida en que éstos los consideran como inherentes al mun-
do en el que han nacido y en el que viven” (Milgram 1974 p.178 en
Doise, W. 1983 p.187). Los procesos de los juicios, específicamente,
el de la categorización de opiniones y las representaciones colectivas
que diferencian a los sujetos y a los grupos de sujetos y la universali-
dad inherente en los juicios de valor de los individuos. Un ejemplo, de

29
los procesos que se ponen en juego en este nivel, es la convicción de
que en el mundo en que viven es justo y que las personas que sufren
merecen de alguna manera su suerte. Por tanto, los sufrimientos, las
sanciones no se distribuyen arbitrariamente (Doise, 1991).
Con lo expuesto anteriormente, no pretendemos indicar que un
nivel es el más adecuado que el resto. Más bien, de lo que se trata es
de mostrar que la psicología social, y los investigadores de cualquier
disciplina, cuentan con modelos teóricos, estrategias metodológicas
y de análisis precisos para dar cuenta de la violencia familiar, y así
se permita, según el nivel de análisis, hacer un acercamiento a este
fenómeno.
Naturalización y familiarización: La legitimación y actualización
de las relaciones.
Para explicar los mecanismos de naturalización y familiarización de
la violencia familiar es necesario contextualizarlos. Ambos conceptos
se desprenden de lo que Moscovici (1979) nombra como representa-
ciones sociales, que de manera precisa son “formas de pensamientos
y comportamientos que las personas generan en su vida cotidiana
y están constituidas de contenidos cognitivos, afectivos y simbólicos
[…]” (Araya, U.S., 2002 p.11), todo ello con la función de orientar
los comportamientos individuales y la comunicación interindividual
y grupal. En las representaciones sociales identificamos estereotipos,
prejuicios, creencias, normas y valores que determinan las posiciones
sociales de los sujetos.
Las representaciones sociales están estructuradas por tres dimen-
siones (Moscovici, 1971): información, actitud y campo representacio-
nal. Dichas dimensiones permiten su especificidad en la medida en que
se genera la ruptura entre el conocimiento científico y el de sentido
común, y con ello, una discontinuidad, un salto, condición necesaria
para que los conocimientos científicos se descontextualicen, precisa-
mente para socializarse y, con ello, puedan penetrar en la sociedad.
Tales conocimientos adquieren un nuevo estatus epistemológico, ad-
quiriendo la forma de representaciones sociales.
La información se refiere a la “organización de los conocimien-
tos que posee un grupo con respecto a un objeto social (Moscovici,

30
1971)”. En ciertos grupos familiares, por ejemplo, los de clase media,
la información con que cuentan es más consistente, permitiéndose una
mayor conciencia de la presencia de la violencia familiar. Por tanto,
existe una relación importante que es necesario destacar, en cuanto a
la correspondencia existente entre la cantidad y calidad de la informa-
ción y el nivel social del grupo. Entre las fuentes de información con la
que cuentan los grupos familiares tenemos, las revistas, la televisión,
la radio, las conferencias y pláticas sobre la violencia familiar, etc.
La actitud destaca la orientación global de la relación con el objeto
representacional. Implica una toma de posición favorable o desfavo-
rable, respecto a la violencia familiar por parte de los grupos y las
relaciones interpersonales que se generan en su interior. Tales dimen-
siones, juegan un papel importante para realizar análisis comparativos
sobre el contenido y el sentido de la representación entre un grupo,
que pertenece a un nivel social con otro. Por ello, estas dimensiones y
su análisis comparativo nos permiten determinar el grado de estruc-
turación en cada grupo. De las tres dimensiones, es el de la actitud la
más frecuente. El grupo al relacionarse con el objeto social, esto es,
la violencia en la familia, toma una dirección: en primer lugar se toma
posición respecto a la violencia; en segundo lugar se adquiere infor-
mación sobre la violencia y; en tercer lugar se concretan los elementos
en la medida en que se organizan jerárquicamente, es decir, se logra
representar la violencia.
El campo de representación se refiere al modelo social, esto es, al
conjunto de elementos concretos y jerarquizados tales como, los jui-
cios sobre la violencia familiar o tipologías de las familias que recurren
a la violencia.
Como se puede observar, el vínculo entre el sujeto y el objeto,
en términos de los ejes, nos permite destacar el papel significativo
del sujeto en la generación de la representación del objeto, y no es el
objeto el que la genera.

31
La comparación de contenido y coherencia de la información del
campo de la representación y de la actitud, nos orienta para definir los
diversos grupos con los que se está trabajando, por ejemplo grupos que
se definen por criterios socioeconómicos y su carga cultural: sectores
económicos primario, secundario, terciario y de servicios.
Como podemos observar, cada uno de los ejes que estructuran
los componentes de las representaciones sociales juega su papel para
resolver una tensión propia del proceso, que consiste en la hetero-
geneidad de los elementos y la necesidad de funcionar como unidad,
puesto que todos los elementos que circulan para ingresar a la repre-
sentación social lo logran, aunque algunos son dispares e inconexos y
solamente ingresarán cuando se constituyen como unidad funcional
(Ibáñez, G. T. p.1988).

La objetivación

La objetivación es aquel proceso que materializa los elementos


conceptuales en imágenes concretas y lo logra con tres fases diferen-
ciales: la construcción selectiva, esquematización estructurante y la
naturalización.
La construcción selectiva: Se refiere a la retención de elementos
que son seleccionados y posteriormente reorganizados con respecto
a un objeto social que ha alterado la atención ordinaria del sujeto. Tal
selección no, sé réplica tal como se encontraba en la fuente de donde

32
se extrajo; se descontextualiza, esto es, se abstrae de sus condiciones
de producción o del aparato ideológico.
Esquematización estructurante: Una vez que se han selecciona-
do los elementos del objeto social con el que se establece un vínculo
específico, dichos elementos se reorganizan con base a ciertos princi-
pios, tales como la conformación de categorías ordenadas jerárquica-
mente. Algunas de las cuales tienen mayor peso que otras, siendo las
primeras las que logran darle sentido y establecimiento de relaciones
a las segundas, en otras palabras, las primeras adquieren el estatus
de conceptos, de categorías centrales, mientras que las segundas de
categorías asociadas.
La naturalización: Los elementos referentes y asociados, es decir,
los conceptos y las categorías asociadas que se generaron en el esque-
ma figurativo, dan un salto importante. De elementos conceptuales,
abstractos, se transforman en la expresión directa del fenómeno. La
violencia conceptualmente estructurada en la fase anterior, se naturali-
za en esta fase. El fenómeno es lo que pienso de él y, por tanto, es real.
En otras palabras, los conceptos y las categorías asociadas se trans-
forman en categorías del lenguaje que definen directamente la reali-
dad del fenómeno de la violencia. De nociones conceptuales, ya sean
científicas o ideológicas, como anotan Moscovici y Hewstone (1984,
citado por Darío Páez, 1987), los conceptos se “ontologizan”, con lo
cual adquieren ciudadanía en la realidad. En el caso de la violencia, el
victimario está asociado a la biologización o la enfermedad mental para
lograr el control dominante en diversos niveles de integración social,
llámese familia, organizaciones laborales, escolares, etc. En la fase de
naturalización, la representación social se estabiliza, en la medida en
que los elementos de dicho esquema logran aterrizar en un espacio
adquiriendo una forma tangible o material como parte de la realidad.
En términos generales se puede decir que la naturalización y la
clasificación son las dos operaciones esenciales de la objetivación;
mientras que la naturalización “[…] convierte lo real en símbolo...
[La clasificación] da a la realidad un aspecto simbólico” (Moscovici,
S. 1979 p.77).

33
B. El anclaje.
El otro proceso fundamental para la formación de las representa-
ciones sociales es el anclaje, entendido como el proceso por medio del
cual se insertan las representaciones sociales en las relaciones entre los
grupos, así como en las representaciones preexistentes.

El anclaje constituye una red de significados alrededor del esque-


ma figurativo relacionándola con otros universos simbólicos, como
pueden ser los valores morales y culturales. Por tanto, comprender lo
novedoso implica clasificarlo y explicarlo aplicando los sistemas cogni-
tivos preexistente. En esto consiste la familiarización de experiencias
nuevas y extrañas. El procedimiento de aplicación corresponde al uso
de un prototipo de rasgos con el cual los nuevos objetos sociales son
clasificados. La clasificación implica las conductas de los sujetos que
deben realizar. Ante ello, están dadas las condiciones para que se ge-
nere la explicación, esto es, la causalidad.
El enraizamiento social es un mecanismo que se inserta en la es-
tructura social, y las principales nociones con las cuales se desarrolla

34
son la identidad grupal, la actitud, los modos de vida, las relaciones
entre grupos, las intervenciones, la normalidad, la cura y los valores,
por mencionar algunos. Por ejemplo, al victimario de la violencia fami-
liar se define como un enfermo, entonces la posición de los que están
participando de esa situación definen un conjunto de actividades que
tenga como objetivo la cura del victimario. En este sentido, se actualiza
aquel paradigma biológico con el cual la violencia implica un enfermo.
Y, en ese sentido, la naturalización, la materialización de la violencia y la
clasificación del victimario como un enfermo, como cualquier enfermo,
debe ser atendido médicamente y esta es una manera de hacer frente
a la violencia familiar.
Con todo ello, las representaciones sociales son otra forma de
pensar, con una lógica natural y de un sujeto social que actúa y piensa
en interacción, a diferencia del sujeto óptimo, el cual produce cosas
dependiendo de las normas preestablecidas e invariables (Guimelli,
Christian. 2004).
Por ello, son significativas para la vida cotidiana, ya que interpretan
y ubican culturalmente las actitudes. Las representaciones sociales
evidencian las actitudes sobre la violencia familiar, ya que determinan
acciones al problema o bien, estimulan o no a las víctimas en la bús-
queda de ayuda.
Aquellas sociedades donde la violencia ha sido sancionada o con-
denada a través de las normas legales, y donde, de la misma manera
ha pasado a formar parte de las políticas públicas, ilustran la materia-
lización de las representaciones sociales.

Representaciones sociales, relaciones de poder y violencia familiar.

Educación superior.

Con lo expuesto hasta ahora, se va haciendo presente la colo-


cación de un concepto, que desde nuestro punto de vista, controla
y prescribe las normas de comportamiento en el seno familiar. Por
supuesto, hablamos del poder de dominio. Este poder se basa en la
posesión, el dominio y la exclusión. De aquí la importancia de formu-

35
lar conceptos puntuales, sobre la estructura y dinámica de los grupos
familiares, según sus contextos económicos y socioculturales.

El concepto de poder.

El grupo familiar es una situación social en la cual, regularmente,


alguno de sus miembros determina y condiciona las conductas del
resto de la familia, por no decir, impone, aún en contra de la voluntad
del resto de los integrantes. Por ello, el poder como concepto está
asociado a los siguientes términos: dominación, coacción, mando, obe-
diencia, fuerza y otros. El concepto poder se caracteriza por una alta
cantidad de definiciones. Cabe mencionar que existe una diferencia
entre el paradigma tradicional de la política y la nueva perspectiva
desde el paradigma científico autoorganizativo.
Según Montbrun, A. (2010), las diversas definiciones sobre el po-
der, desde un enfoque político reduccionista comparten las siguientes
características:
Es una relación social o entre personas;
Una relación asimétrica: uno manda y otra obedece, es unidirec-
cional;
En la vida social el poder ha sido visto como la posibilidad de impo-
ner la voluntad propia a los demás a través de un medio específico: el
conocimiento, la inteligencia, la fuerza, la riqueza, el dogma o cualquier
factor que sirva para impulsar o constreñir a otros a hacer lo que en
otras circunstancias no harían;
La obediencia tiene matices que van desde las respuestas basadas
en la convicción de la legitimidad del mandato o de la conveniencia en
consentirlo, hasta la percepción de una amenaza en caso de desobe-
diencia o directamente el puro acatamiento forzado.
Como se puede observar, las características que se señalan den-
tro de los marcos del paradigma dominante, respecto al concepto de
poder, fragmentan los elementos constitutivos interactuantes de la
unidad cognoscitiva. Este modelo define dos elementos en el concepto
de poder: el sujeto y el objeto. De aquí, que las características arriba
señaladas, tienen una sola dirección. A excepción de la primera carac-

36
terística, el resto son unilaterales, se definen a partir de un sujeto que
ejerce el poder, manda e impone; no dejando espacio activo al otro
elemento de la supuesta “interacción”: el que obedece y al que se le
impone la voluntad ajena.
Desde estas observaciones, el presente trabajo se plantea la nece-
sidad de construir un concepto de poder que rompa con los reduccio-
nismos y la falsas interacciones, en la medida en que los protagonistas
de la situación familiar: los esposos, los padres de familia, los hijos,
los hermanos y otros parientes, se conceptúen como elementos de
una unidad, con discrepancias y con capacidad de resolverlas. En este
sentido, el concepto de poder se relaciona con un constructo de la
psicología comunitaria, el del empoderamiento. Este concepto corres-
ponde históricamente a la lucha de las mujeres orientadas a identificar
mecanismos y condiciones para establecer un nuevo equilibrio con los
hombres.
Desde la perspectiva del empoderamiento los esfuerzos concep-
tuales, teóricos y de estrategias de intervención han ido desarrollán-
dose, en primer lugar, construyendo un esquema conceptual integral
de manera multidisciplinaria, para poder reconocer la configuración
del empoderamiento en sus niveles de análisis. Ello implica un concep-
to de realidad en el que los procesos son heterogéneos y articulados
entre sí, de acuerdo con los diversos campos sociales, tales como los
económicos, sociales y psicoculturales. En este sentido, la psicología
social y otras ciencias como la antropología social, la sociología, la
economía social, etc., permiten destacar los campos que abarca el em-
poderamiento. Por ejemplo, en el nivel psicológico en donde el poder
dominante y burocrático ha arrebatado al sujeto, individual y colectivo,
la estima de sí, le hace creer que solamente la relación dependiente
con el que ejerce el poder dominante logrará satisfacer sus necesidades
psicoafectivas y materiales. Por ello, el empoderamiento se propone la
construcción de un tejido social e institucional que incluya a las perso-
nas, grupos sociales y sus organizaciones.
Desde el empoderamiento, la concepción de poder se define como
la construcción de relaciones sociales democráticas y, por tanto, un
poder compartido. El empoderamiento se construye y en consecuencia

37
es de un poder generativo que se flexibiliza, de acuerdo al desarrollo
psicogenético y psicosocial, económico, político y sociocultural que
han logrado los actores sociales, puesto que en el desarrollo hacia una
dirección determinada, definido por los propios agentes, se reconfi-
gura un nuevo escenario, con problemas y desafíos de la fase de ese
desarrollo.

V. Conclusiones.

A lo largo de este texto, hemos querido transmitir a los lectores


nuestra postura hacia la violencia familiar y los modos de investigar,
intervenir y analizar el fenómeno. Consideramos esencial partir de un
concepto de realidad que permita entender a la violencia familiar como
un fenómeno integrado por diversos elementos que coexisten. Es decir,
la violencia familiar no se puede ni podrá explicar, basándose sólo en la
contemplación de elementos aislados, como los culturales, sociales o
económicos. Más bien, se trata de articular todos esos elementos que
transforman al individuo día a día y que a su vez el individuo transfor-
ma. Articular y mirar al fenómeno desde los puntos que lo integran
permitirá a los investigadores, asociaciones civiles y organizaciones,
diseñar proyectos orientados a la disminución, atención y prevención
de la violencia. Asimismo, nuestra propuesta se encamina a contemplar
a la familia como una unidad, en donde los integrantes se encuentran
en una relación de interdependencia y de influencia mutua. Es en este
tipo de relaciones en donde tenemos que incidir para poder cuestionar
y transformar los tipos de relación que limitan y someten a los indivi-
duos, tanto a la víctima como al victimario.
Otro postulado que es relevante integrar a nuestra visión de la vio-
lencia familiar es el nuevo concepto de poder desde la definición misma
del empoderamiento. Es una condición propia para promocionar la
salud de la persona y de los grupos, específicamente los familiares,
las comunidades y sus organizaciones para dar cuenta del fenómeno
de la violencia en todas sus formas y tipos. Hay que emprender los
estudios necesarios, utilizando el concepto de poder, desde el cons-

38
tructo empoderamiento, para enfocar el fenómeno en cuestión con
otra racionalidad, con una nueva racionalidad científica del poder con
y para los actores de la sociedad.

Referencias

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para su discusión. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales
(FLACSO). Costa Rica (ISSN: 1409-3677).
Cohen DeGovia, Guillermo C. (1979). La psicología en la salud pública.
Editorial Extemporáneos, 2ª. Edición, México.
Doise, W. (1991). Imágenes, representaciones, ideologías y
experimentación psicosociológica. En: Juan Antonio Pérez y Gabriel
Mugny (Coordinadores) El Conflicto estructurante. 20 años de
psicología social experimental de la escuela de Ginebra (1970-
1990). Edit. Anthropos, Barcelona.
Doise, W. (1983). Tensiones y explicaciones en psicología social
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NUM. 2. Abril-junio 1983 Institución de investigaciones sociales/
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40
Violencia contra mujeres de la
tercera edad en Mazahuacán, Hidalgo.
Una violencia estructural.

Lorena Martínez Zavala5, Araceli Jiménez Pelcastre6 y Eva Alonso Elizalde7.

Resumen

Se analiza el caso de mujeres de la tercera edad de Mazahuacán,


Hidalgo, quienes son violentadas por sus cuidadores. La falta de los
recursos económicos para satisfacer necesidades básicas de salud, vi-
vienda y alimentación las somete a ejercer un trabajo no remunerado
cuidando a sus nietos. La violencia que sufren las abuelas tiene como
telón de fondo una violencia estructural en dos aspectos fundamen-
tales: 1) la reducida capacidad del Estado neoliberal para fungir como
institución rectora y protectora de las necesidades de la población y
2) la división sexual del trabajo que asigna a las mujeres como cuida-
doras, naturalizando e invisibilizando dicho trabajo. Esta investigación
es cualitativa y de corte transversal; centrada en los estudios de caso
y la observación participante.
5 Benemérita Universidad Autónoma de Puebla caramelo108@hotmail.com
6 Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del
Estado de Hidalgo aracelijip@hotmail.com.
7 Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del
Estado de México ealoneli@hotmail.com

41
Palabras Clave: Vejez (mujeres abuelas); División sexual del tra-
bajo; Estado benefactor versus Estado neoliberal; Violencia estructu-
ral; Mazahuacán, Hidalgo.

Un acercamiento a la concepción de vejez

La vejez es una etapa de la vida que ha generado reflexiones desde


la filosofía, la poesía, la literatura, la psicología, la demografía, la antro-
pología, la sociología, el trabajo social, la medicina y demás disciplinas
que abordan la complejidad humana.
Platón consideraba que la vejez era la etapa superior del ser
humano, pues este alcanzaba la sabiduría acumulada por los saberes
y experiencias generadas a lo largo de la vida. Opinaba que “para el
hombre de vida virtuosa, la vejez es la culminación de su vida, ‘liberado
de las pasiones’ juveniles podrá disfrutar de los placeres del espíritu”
(Polo y Martínez, 2001 p.19).
A diferencia de esto, Aristóteles concebía ésta, como la etapa
de la decadencia, para dicho filósofo “la vejez no es garantía de sabi-
duría ni de capacidad política, […] pues la decrepitud física conlleva la
espiritual” (Polo y Martínez, 2001 p.19).
Una de las obras más representativas que abordan el tema de la
vejez, es sin lugar a dudas, la obra de Cicerón: Sobre la vejez. En este
tratado, Cicerón converge con las ideas platónicas y señala a dicha
etapa como la fase en que el ser humano goza de la energía necesaria
para emprender tareas y acciones, pero además con la capacidad de
reflexionar y llevar a cabo un proceso de introspección de sus pasiones,
pensamientos y actos. En palabras de Cicerón:
La vejez, no sólo no es debilitada y vulnerable, sino que por el
contrario, la vejez es laboriosa y lleva siempre algo entre manos con
igual inquietud que en las etapas anteriores de su vida (2005 p. 15).
La vejez no busca el placer con excesivo deseo. Se abstiene de los
banquetes, de las indigestiones, de las frecuentes orgías, por tanto de
la embriaguez, y de los insomnios. Sin embargo, si algo debe adjudi-
carse al placer, ya que difícilmente nos resistimos a sus caricias, es el

42
poder disfrutar con sus contertulios porque la vejez se abstiene de los
desmesurados banquetes (2005 p.21).
La concepción de la vejez depende del entorno social, de la ideo-
logía y cultura predominante. En la sociedad capitalista actual la con-
cepción de vejez es más próxima a los planteamientos aristotélicos,
pues no se le concibe como una etapa de virtud espiritual, sino de
deterioro y dependencia. Como señalan Polo y Martínez (2001, p.
20) “las sociedades en las que se rendía de una forma u otra culto a la
belleza o la fuerza física, manifiestan mayor desprecio por la vejez”. De
manera concordante Quintanar Guzmán plantea que “el adulto mayor
no es más el depositario de la sabiduría y la historia como en épocas
anteriores, sino al contrario, es el más alejado de los conocimientos
modernos” (2010, p.9).
La vejez en consecuencia, es considerada la última etapa de
la vida. Es aquella en la que existe una disminución de las capacidades
fisiológicas y psicológicas, lo cual limita al individuo en el ejercicio de
sus prácticas cotidianas. “Envejecer es un proceso de declive funcional,
cognitivo, social, económico y político, el cual culmina con la muerte”
(Robles, 2006, p.45).
De acuerdo con Satorres Pons, las primeras definiciones plan-
teadas desde el ámbito científico se llevaron a cabo a partir de los
años 50, del siglo XX. En dicho periodo, Medawar definió vejez como
“el cambio fisiológico que sufre el individuo, cuyo término inevitable-
mente es la muerte” (2013, p.13).
Aranibar (2001) ofrece dos parámetros utilizados para determinar
el periodo de vejez. Uno consiste en la edad cronológica o de calen-
dario, la cual delimita la vejez a partir de los 60 o 65 años de edad. El
segundo aspecto, retoma la edad fisiológica. Esta se refiere a los aspec-
tos biológicos, sus modificaciones y la disminución de su capacidad y
funcionalidad. Esta concepción abarca aspectos como “la pérdida de las
capacidades funcionales y la disminución gradual de la densidad ósea,
el tono muscular y la fuerza, que se produce con el paso de los años”.
Martínez Martínez (2005) coincide con los parámetros ante-
riores, a los cuales agrega el criterio socio-laboral. Este se refiere a la
etapa en la que los individuos finalizan su periodo laboral y se jubilan.

43
Esta característica está determinada por la edad de los individuos y
por los años de servicio. La jubilación es una fase de improductividad
laboral, en la que los individuos viven con una remuneración instituida
legalmente.
Como todos los procesos humanos, la vejez es una fase com-
pleja, cuya definición debe abordar la multiplicidad de aspectos que
se generan en esta. Marín ofrece una visión de envejecimiento que se
aproxima a una concepción integral. Dicho autor plantea:
Se debe entender la vejez como una fase más de nuestro ciclo vital
(como la infancia, la adolescencia o la madurez), con sus característi-
cas propias, unas más agradables y otras menos, que se irán presentan-
do de forma progresiva, en función de factores intrínsecos individuales
(genéticos, hereditarios), actitudes personales y circunstancias que
han rodeado nuestra vida (2003, p.28).
Las definiciones y concepciones de vejez han sido abordadas
primordialmente desde tres aspectos: el biológico, el psicológico y el
social. Sobre el primer elemento hicimos referencia anteriormente, y
describe la concepción de vejez a partir de referentes cronológicos y
de las modificaciones físicas y morfológicas del ser humano. El criterio
psicológico se refiere a las trasformaciones en los procesos mentales y
de personalidad de los individuos envejecidos. Finalmente, el aspecto
social, que aborda tópicos relacionados con los cambios demográficos
a partir del aumento o la disminución de la población; así como tam-
bién, aspectos relacionados con la integración de la población mayor
en las cuestiones políticas y los procesos económicos de la sociedad
(Satorres, 2013, p.12).
Desde esta visión social, la vejez en el sistema capitalista neo-
liberal es una etapa de la vida que no es vista como la cúspide de la
sabiduría, ni como la fase superior del ser humano. A diferencia de
esto, la vejez es vivida y experimentada como una etapa de declive y
dependencia. “Hoy en día, la mayoría de los adultos mayores son vícti-
mas de la soledad, el abandono, la pobreza y el maltrato” (Quintanar,
2010, p.7).
Un sector de la población de la tercera edad subsiste en con-
diciones de vulnerabilidad. Cuando hablamos de vulnerabilidad nos
referimos a la población que no cuenta con las condiciones sociales,

44
ambientales, políticas y económicas para satisfacer adecuadamente
necesidades esenciales. La edad, el grupo étnico y su situación terri-
torial son algunos aspectos compartidos por personas que viven en
condiciones de vulnerabilidad.
De acuerdo con un estudio sobre adultos mayores en México
elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI),
“se considera que los adultos mayores forman parte de estos grupos,
dado que muchos están en situación de dependencia, no cuentan con
una definición de roles y muchas veces son excluidos de las decisiones”
(2005, p.27).
La condición de vulnerabilidad de las personas de la tercera
edad se acentuó a partir del desmantelamiento del Estado Benefactor,
pues este proceso representó un recorte importante de la protección
social ofrecida por las instituciones estatales. El sistema neoliberal mer-
cantilizó servicios como la salud y la educación; cambios que resarció
estableciendo políticas públicas basadas en programas asistenciales
que no siempre se otorgan a la población más vulnerable.

El desmantelamiento del Estado benefactor

Cuando hablamos de Estado nos referimos “al conjunto de insti-


tuciones es decir, organizaciones y reglas, donde se concentra la facul-
tad para tomar decisiones válidas para toda la comunidad” (Crespo,
2006, p.7). El Estado no debe concebirse como una entidad estática
e inmodificable; más bien, como un proceso dinámico cuyos cambios
responden a aspectos globales.
En el caso mexicano, el proceso revolucionario de 1910 generó
la destitución de la élite porfirista e instauró, una nueva estructura
dominante que buscó consolidarse como hegemónica “institucionali-
zando las relaciones con la sociedad”. Es decir, el Estado posrevolucio-
nario mexicano consolidó instituciones que le permitieron ejercer un
control, político y social, encauzando y conteniendo las divergencias.
Este poder dominante se consolidó, de igual manera, instaurando una
ideología basada en el nacionalismo y en una política económica, re-
gida por la intervención estatal en dicho ámbito (Portilla, 2005: 108;

45
Revueltas, 1993, p.219).
En la década de los treinta del siglo XX, se gestaron institucio-
nes como la Secretaría de Economía, bancos de crédito como Banco
Nacional de Crédito Agrícola, Nacional Financiera, Banco Ejidal, etc.,
y además, surgieron las primeras empresas paraestatales como Ferro-
carriles y Pemex. La instauración de estos organismos surgieron bajo
un proyecto o política económica que buscaba que “el Estado [fuera]
un agente activo de gestión y ordenación de los fenómenos vitales
del país; no un mero custodio de la integridad nacional, de la paz y el
orden público” (Revueltas, 1993, p.219).
En la década de 1940 se impulsó un proyecto económico con
una imagen de protección social. El accionar del Estado iba dirigido a
establecer políticas de bienestar social fundando instituciones cuyo
objetivo consistía en ofrecer servicios asistenciales a la población
(Alonso, 2012,p.87; Revueltas, 1993, p.220). Pero el Sistema de Segu-
ridad Social solamente apoyó a quienes se incorporaron a los procesos
de industrialización y urbanización e inmediatamente se observaron
desigualdades entre la población asegurada y la no asegurada. Por la
falta de cobertura, a este proceso se le ha denominado primer siste-
ma de inequidades. Los grupos que no se beneficiaron del Sistema de
Seguridad Social fueron los trabajadores rurales, los que no realizan
trabajos asalariados y los asalariados en precarias condiciones labo-
rales (Díaz-Tendero, 2012). De este modo, el periodo del “milagro
mexicano” que transcurrió de 1941 a 1972 benefició a los trabajadores
asalariados urbanos pero nunca llegó a los trabajadores del campo,
como habría sido su intención, de realizarse una cobertura progresiva,
hasta llegar a ser universal (Ordóñez, 2009). De manera concordante,
Tello (2010) plantea que:
En los años siguientes, los que van de 1970 a 1982, se buscó poner
en práctica una nueva política económica, distinta a la que organizó el
proceso de expansión de la economía durante el periodo del desarrollo
estabilizador (1954 a 1970), para dar mayor solidez al crecimiento
de la economía nacional y hacer, por la vía de cuantiosos y extensos
programas de bienestar social, más equitativo el proceso de desarro-
llo. A final de 1942 el Congreso de la Unión aprobó […] la creación

46
del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En 1943 inició sus
operaciones con tres tipos de seguro: enfermedades no profesionales
y maternidad; de invalidez, vejez, cesantía y muerte, y de accidentes
de trabajo y enfermedades profesionales (Tello, 2010, pp. 202- 203).

En la década de 1970, el Estado benefactor atravesó una profunda


crisis que algunos economistas consideraban resultado del excesivo
gasto que generaban las políticas de seguridad social. Para solucionar
dicha crisis se llevaron a cabo cambios estructurales, disminuyendo
el papel interventor del Estado en el ámbito económico, delegando la
actividad productiva al sector privado. Estos cambios se encauzaron
en 1982; sin embargo, tuvieron mayor impulso en la década de 1990,
durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Dichos ajustes y tras-
formaciones implicaron “una gran austeridad en el gasto público que
tuvo como efecto una severa caída del nivel de vida para las mayorías,
pues el gasto social pasó de 4.4% del PIB en 1975 a 2.5% en 1985”
(Portilla, 2005, p.106; Revueltas, 1993, p.217).
El Estado neoliberal mexicano no ha logrado instaurar condi-
ciones de vida adecuadas para la población, más bien, ha generado un
aumento considerable en los niveles de desempleo, ha polarizado a
los sectores de la sociedad concentrando la riqueza en un porcentaje
mínimo de población y manteniendo en condiciones de pobreza a un
amplio sector; es decir, ha acentuado la desigualdad en el país.
Parte de los postulados del neoliberalismo consisten en la pri-
vatización de las empresas paraestatales. Esto ha generado que los
servicios para la población pasaran de ser una obligación del Estado,
a una mercancía que solo podrán adquirir quienes cuentan con los
recursos necesarios para acceder a ellas.
El Estado neoliberal está constituido por una política de exclusión,
selectividad y temporalidad. Es exclusiva porque únicamente considera
a un sector de la sociedad que no necesariamente es la más desfavo-
recida o necesitada. Es selectiva porque su accionar es focalizado y
temporal porque los programas de asistencia social tienen un tiempo
establecido y finito (Portilla, 2005, p.112).
En el neoliberalismo, el Estado tiene una participación reduci-

47
da en la aplicación de políticas sociales relacionadas con los ámbitos
educativos, de vivienda, salud y demás; quedando-- bajo la demanda
de las fuerzas del mercado (Portilla, 2005, p.100). Este retraimiento
en las funciones del Estado, ha generado “la pérdida de los referen-
tes tradicionales que les brindaban [a los individuos] seguridades, lo
cual genera una sensación de resquebrajamiento del tejido social y
se acompaña a menudo de sentimientos de inseguridad, angustia y
vulnerabilidad social y económica” (Aparicio, 2002, p.55).
Indudablemente, estos cambios estructurales han afectado las
condiciones de vida de las personas de la tercera edad, pues en una
etapa de completa dependencia del otro, están desprotegidas del con-
junto de instituciones que deberían de proporcionarles los medios y
condiciones necesarias para vivir con una adecuada calidad de vida
como lo establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos
y como lo plantean los Planes de Acción Internacional sobre el Enve-
jecimiento, producto de las Asambleas Mundiales realizadas en Viena
y Madrid, en 1982 y 2002, respectivamente.
En el caso de México, las personas de la tercera edad se encuen-
tran en condiciones de vulnerabilidad, en 2012, los habitantes con
60 años y más fue de 10.9 millones lo que representa el 9.3% de la
población total. De ellos, 43.2% de los adultos mayores se encuentran
en situación de pobreza multidimensional (INEGI, 2013), a su vez,
3.3 millones de ancianos viven en localidades clasificadas con un alto
grado de marginación y con un reducido índice de desarrollo social.
Dicha vulnerabilidad se agudiza en el caso de las mujeres, pues a “la
desigualdad regional y de la tercera edad se le aúna la inequidad de
género” (Aparicio, 2002, p.168).
Las políticas asistencialistas excluyentes, focalizadas, temporales
y clientelistas que impulsa el Estado neoliberal, generan en las per-
sonas de la tercera edad una sensación de desprotección e incerti-
dumbre tanto en la esfera económica como en el ámbito de la salud.
De acuerdo con los datos recabados por la Encuesta Nacional sobre
Malestar Social (EMAS, 2002), ante la reducida capacidad del Estado
para proporcionar protección y seguridad social a las personas ancia-
nas, “la familia emerge como una importante, y en ocasiones la única

48
fuente de soporte para las personas de la tercera edad”. A la inversa,
las personas de la tercera edad, también contribuyen como soporte
para sus descendientes. Estas son estrategias de sobrevivencia que se
activan en las familias de escasos recursos, para hacer frente a las crisis
económicas (González de la Rocha, 2004).
Como veremos en el apartado siguiente, en la localidad de Ma-
zahuacán, Hidalgo, las abuelas que se ocupan de cuidar a sus nietas y
nietos, son víctimas de la violencia que éstos ejercen contra ellas, sin
embargo, no debemos perder de vista que dicha violencia intrafamiliar
tiene de fondo una violencia estructural. Es decir, la desprotección
del Estado y la incapacidad de este para garantizar una vida digna
a las personas de la tercera edad, genera que ante la condición de
vulnerabilidad, desprotección y dependencia, las abuelas se sometan
a la realización de una actividad no remunerada, cuidar a los nietos/
as, como un medio para acceder a recursos con los cuales solventar
sus necesidades. Como señala Quintanar “los cambios en los valores
y en el sentido de vida pueden contribuir a que las personas mayores
se sientan desfasadas no sólo del conjunto de la sociedad, sino incluso
en el seno de su propia familia” (2010, p.11).

Las abuelas de Mazahuacán, Hidalgo

Mazahuacán es una localidad perteneciente al municipio de Lo-


lotla, en el estado de Hidalgo. Dicho municipio se localiza en una re-
gión montañosa de la entidad. Al norte colinda con los municipios
de Tepehuacán de Guerrero y Tlanchinol, al sur, con el municipio de
Xochicoatlán, al oeste con los municipios de Molango y Tepehuacán
de Guerrero y al este los municipios de Tlanchinol y Calnali. Lolotla
cuenta con 49 localidades. Para llegar a Mazahuacán se utiliza una vía
angosta y sin pavimentación que se construyó en 1987.
Los pobladores de Mazahuacán cuentan con servicio de elec-
tricidad, el cual se instaló en 1997, y con servicio de drenaje que se
colocó en 2008; sin embargo, cabe agregar que la instalación de dicho
servicio está subutilizado por la población, ya que ésta no cuentan con

49
agua potable en las viviendas y los requerimientos se cubren utilizando
manantiales y arroyos de la localidad.
Los habitantes de Mazahuacán son dueños de las propiedades
que habitan, dichas viviendas están constituidas en su mayor parte, por
la cocina y una o dos habitaciones que se utilizan como dormitorios. A
pesar de encontrar algunas construidas con block y cemento, predo-
minan las casas hechas con madera y barro, pisos de cemento como
producto de algunos programas sociales y techos de láminas de zinc y
cartón. Las condiciones de vida son precarias y al igual que en muchas
localidades clasificadas con alto grado de marginación, utilizan fogones
para cocinar, los cuales se encuentran al interior de las habitaciones.
La población cuenta con una propiedad donde vivir y con tierras
que les permite cultivar para consumo personal y de manera mínima
para venta. Sin embargo, esos dos elementos son insuficientes para
que los pobladores cubran sus necesidades, por lo que hay un impor-
tante índice de emigración, el 33.84% de las casas están deshabitadas
(Jiménez, 2012), debido a que los pobladores de dicha localidad han
emigrado en búsqueda de trabajo a los municipios cercanos y a dife-
rentes ciudades del país, como Monterrey, Nuevo León; Guadalajara,
Jalisco; ciudad de México, D.F.; Poza Rica, Veracruz; Pachuca, Hidalgo;
La Paz y Cabo San Lucas, Baja California Sur; Toluca, Estado de México
y Puebla. La migración internacional no es representativa, ocasional-
mente algunos hombres han viajado por temporadas cortas a Estados
Unidos de América y han vuelto. La economía en dicha localidad gira
en torno a dos vertientes centrales: la agricultura y el dinero que envían
los pobladores que emigraron a otros estados.
En cuanto a servicios educativos, la localidad cuenta con una
institución preescolar y con una primaria, ambas son unidocentes.
Aquellas personas que deseaban estudiar el nivel secundaria, hasta el
2012 debían trasladarse a comunidades cercanas, porque no existía
en la localidad una institución que atendiera ese nivel educativo, du-
rante dos ciclos escolares el Consejo Nacional de Fomento Educativo
(CONAFE), asignó a una persona para prestar el servicio, quedando
suspendido nuevamente en agosto de 2014. De igual manera, los ser-
vicios de salud son un ámbito insatisfecho en la localidad. Para acceder

50
a la atención ofrecida por la Secretaria de Salud, a través del Seguro
Popular, deben desplazarse al Centro de Salud asignado, que se en-
cuentra a 8 kilómetros de distancia, aproximadamente.
Además de lo anterior, en la localidad, los espacios para el de-
sarrollo de actividades recreativas y de ocio son limitados. Debemos
recordar que Julio Boltvinik (2003) plantea la necesidad en los seres
humanos de tener un tiempo recreativo y de ocio, aspecto que junto
con los servicios de salud, educación, alimentación, empleo, etc., ge-
neran un florecimiento humano. Los aspectos religiosos y tradicionales
son un elemento importante en esta localidad para el esparcimiento
colectivo, y se desarrolla mediante la organización de las fiestas patro-
nales y posadas. De manera individual, los habitantes se entretienen
escuchando la radio y/o viendo la programación de los dos canales
televisivos que tienen recepción en esa región.
En un censo realizado a principios de 2010, momento en el que
se tuvo el primer contacto con la localidad, con fines de investigación,
se encontró que Mazahuacán tenía una población de 162 habitantes8,
de los cuales 77 eran hombres y 85 mujeres. Por rangos de edad, los
menores de 24 años sumaron 75 personas, 25 personas entre los 25
y 49 años y 62 personas mayores de 50 años. El menor número de
pobladores que habitan la localidad son aquellos que se encuentran
en un rango de edad de 25 a 49 años; pues como señalamos anterior-
mente, la población emigra a otros municipios o estados en búsqueda
de trabajo y, prácticamente, desde la década de 1980 abandonaron
las actividades agrícolas; con lo cual la población perdió la capacidad
de producción de maíz, frijol, calabazas, café, caña de azúcar, horta-
lizas y frutas, que tuvo en épocas anteriores, cuando las familias eran
autosuficientes y no tenían que comprar esos productos.
Debido a la escasa escolaridad alcanzada, las mujeres emigran-
tes trabajan como obreras y empleadas en hogares, en las ciudades.
La baja remuneración y la falta de prestaciones laborales 9 -entre las

8 La cantidad incluye a las personas que por razones laborales o de estudio


permanecen fuera durante la semana y vuelven los fines de semana, considerando que
no han cambiado de residencia. Este total difiere del dato que consigna el XIII Censo de
Población y Vivienda realizado por INEGI en 2010, que es de 141 habitantes.
9 La Organización Internacional del Trabajo en la 100ª Conferencia realizada en

51
que se incluyen restricciones para utilizar los servicios de los centros
de atención infantil- las han obligado a delegar el cuidado de sus des-
cendientes a sus madres. Este proceso de ayuda mutua y de redes
sociofamiliares de apoyo está enraizado en las nociones de obligación
moral y afectiva hacia los miembros con dependencia, como lo define
Marcel Mauss (1971). Las circulaciones monetarias, como parte de las
obligaciones morales, muestran cómo los mundos sociales afianzan
ciertas valoraciones de género, donde las personas, particularmente
la mujeres que cuidan a sus nietos y nietas, son medidas –o valoradas–
en función del cumplimiento de determinadas obligaciones, que en
apariencia reconocen capacidades o virtudes, pero que en realidad las
estatizan en los roles socialmente determinados. Además, los bienes no
circulan sin estar acompañados del trabajo moral específico de imponer
y cumplir dichas obligaciones (Wilkis y Partenio, 2010).
El 37.20 % de las familias de esta localidad están constituídas
por abuelas, nietos/as y otros familiares que viven en la misma casa. De
dicho porcentaje, solamente en el 9.20% de los casos las madres con-
viven en el mismo espacio y no desempeñan actividades remuneradas
que les impidan ocuparse de sus descendientes, esto quiere decir que
el 28% de los grupos domésticos están conformadas por familias en las
cuales las abuelas fungen como cuidadoras exclusivas de los nietos/
as, mientras que las madres y padres realizan visitas esporádicas o se
comunican vía telefónica ocasionalmente.
Balza (2002) plantea que las mujeres son “las asistentas sociales
privadas gratuitas del Estado neoliberal”, deben ocuparse de las
tareas de reproducción, subordinando su bienestar al de otros miem-
bros de la familia. Las mujeres son las que más realizan actividades de
cuidado, en beneficio de otras personas. “La división sexual del trabajo
se caracteriza, por un lado, por la asignación prioritaria de los hombres
a la esfera productiva, y de las mujeres a la esfera reproductiva; y por
el otro, por el acaparamiento por parte de los hombres de las funcio-
nes con un alto valor social agregado. Esta forma de división social es
regida por dos principios organizadores: el principio de preparación
junio de 2011, incorporó al Convenio 189 una Norma para la protección de quienes realizan
trabajo doméstico, porque la informalidad es alta y conlleva a abusos, discriminación y
explotación por parte de los empleadores.

52
(hay trabajo de hombres y trabajos de mujeres) y el principio jerárqui-
co (un trabajo de hombres “vale” más que uno de mujer)” (Kergoat,
2003, p. 847).
Como planteamos anteriormente, estas mujeres atraviesan por un
proceso de violencia, que denominaremos violencia pública (por parte
de los nietos e hijas) y una violencia subterránea (violencia estructural)
basada en una distribución sexual del trabajo, en la cual a ellas se les
asignan actividades basadas en “la capacidad para relacionarse, la dul-
zura, el “instinto” materno, la abnegación, la minuciosidad” (Kergoat,
2003, p.849). Dichas actividades son desdeñadas y mal remuneradas.
El cuidado de los infantes se realiza mayoritariamente por mujeres,
mismas que “han estado invisibles y han sido ignoradas. Situación que
refleja y refuerza la falta de poder social de este colectivo” (Villalba,
2002, p.54). De manera general, las abuelas que cuidan a nietos y
nietas, en Mazahuacán están inmersas en un espiral de violencia que
atraviesa su existencia, y que es determinante en su vida actual. Este
sector de estudio es sumamente vulnerable por tres condiciones: son
mujeres, ancianas y pobres, es decir, carentes de los medios para sa-
tisfacer necesidades esenciales.
El trabajo de las abuelas de Mazahuacán es una actividad precaria
que socialmente no se valora como trabajo, sino como apoyo a sus
hijas, y como una obligación por ser mujeres y madres, pues el trabajo
doméstico y el cuidado de los niños son actividades que históricamen-
te se han asignado al género femenino. Como señala Martha Lamas
(1996, p. 344). “La cultura marca a los seres humanos con el género y
el género marca la percepción de todo lo demás; lo social, lo político,
lo religioso, lo cotidiano. La lógica del género es una lógica de poder,
de dominación”.
Las abuelas que cuidan a sus nietos/as en Mazahuacán, Hgo.; vi-
ven en condiciones de precariedad, presentan un bajo nivel de esco-
laridad y hay casos de analfabetismo. No desempeñaron actividades
laborales remuneradas, que les permitieran registrarse en el sistema
de Seguridad Social y sus parejas tampoco estuvieron dentro de ese
esquema, por tanto, no poseen pensiones. En el momento de la inves-
tigación no tenían ingresos por actividades remuneradas, solamente

53
en algunos casos se beneficiaban con el apoyo del programa social “70
y más”10. Por otro lado, el programa de “Oportunidades” (Prospera a
partir de 2014) no está extendido, por ser de asistencia social está
focalizado únicamente en las personas con mayores carencias, por lo
cual las y los receptores deben comprobar la inexistencia de otros me-
dios para subsistir. Fuera de estas excepciones los gastos de los grupos
familiares se cubren con el dinero que envían las madres emigrantes
para sus hijos, constituyéndose en ocasiones en el único o el principal
medio a través del cual las mujeres mayores obtienen dinero, ya que
la mayoría son viudas.
La salud de las mujeres de la tercera edad, que fueron en-
trevistadas durante la investigación, oscila entre regular y delicado,
consideran que el trabajo doméstico representa una sobrecarga para
su edad y refieren cansancio, agotamiento, alteraciones del sueño y
la vigilia, pérdida de tranquilidad, sensación de ocupación constante,
miedo cuando los nietos/as crecen y no pueden controlarlos, ansiedad,
nerviosismo, pérdida de paciencia y tensión, entre otros síntomas, pero
difícilmente atienden sus problemáticas de salud, porque ni ellas, ni el
personal médico las consideran urgentes.
Lo anterior se encuentra en relación directa con la edad de las
mujeres mayores y el tiempo que llevan cuidando a nietos y nietas. En
algunos casos comenzaron apoyando a sus hijas pronto, haciéndose
cargo de sus nietos/as recién nacidos/as, cuando ellas aún no habían
cumplido los 50 años de edad y paulatinamente el apoyo se ha ido
extendiendo a otras hijas e incluso nietas, que están repitiendo un
ciclo de vida similar a la de sus madres, dando como resultado que
algunas abuelas tengan más de 25 años acumulados cuidando a sus
familiares (Jiménez, 2012). En algunos casos también se han ocupado
de la crianza de primos simultáneamente y es común que a medida que
los infantes crecen o las condiciones de los progenitores11 radicados
en las ciudades mejoran, son llevados con ellos. A la inversa, algunos

10 En 2013 cambió la denominación por Programa de Pensión para Adultos


Mayores y proporciona recursos monetarios, a partir del momento en que las personas
cumplen 65 años.
11 Se observa monoparentalidad en el 66.6% de los casos de las mujeres que
demandan cuidados para sus hijos e hijas, por parte de las abuelas.

54
adolescentes pasaron sus primeros años bajo el cuidado de sus propios
padres, pero la situación se transformó y hubo necesidad de llevarlos
con las abuelas más tarde.
La convivencia de varias generaciones dentro de una familia no
garantiza la existencia de relaciones efectivas entre todos los miem-
bros, ya se trate de relaciones afectivas, financieras o de ayuda mutua
(Pérez, 2003). Con lo anterior se reconoce que en el trato cotidiano
aparecen conflictos y en este estudio de caso se pudo observar que
la violencia de los nietos/as contra las abuelas se despliega en mayor
medida cuando estos últimos se encuentran en la adolescencia; y es
más frecuente aún entre los nietos/as que durante su infancia no vi-
vieron con las abuelas. Lo anterior coincide también con la disminución
de las capacidades físicas de las mujeres mayores, que sobrepasan los
70 años. A pesar de que algunas de ellas consideran que ya no pueden
hacerse cargo de este trabajo, lo aceptan con resignación para que
no se interprete como una negación de su parte y que al separar a los
nietos/as del hogar también se retire el flujo económico que sus hijas
proporcionan de manera regular y que constituye el principal medio
para cubrir los gastos del grupo familiar a su cargo.
Cuando hablamos de violencia nos referimos a una acción ra-
cional que comprende un medio y se realiza para obtener un fin; dicho
fin consiste en doblegar la voluntad del otro y destruir su autonomía
(Engels, 1972, p.170; Sánchez Vázquez, 1998, p.11). La Organiza-
ción Mundial de la Salud (OMS, 1991) define violencia como el “uso
deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza
o efectiva contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad”.
La violencia en las personas de la tercera edad se contempla
en nueve ámbitos. El primero es el maltrato físico, entendiéndose éste
como aquellas acciones agresivas que se realizan con el cuerpo, algún
objeto, arma o sustancia con la finalidad de inmovilizar o dañar a otra
persona. El maltrato emocional se refiere a conductas que insultan,
ofenden verbalmente, prohíben, imponen, intimidan, humillan, ridicu-
lizan, aíslan y devalúan el comportamiento, creencias o pensamientos
de una persona, generando que dichas acciones desencadenen estrés y
ansiedad en la víctima. De igual manera, se puede presentar maltrato

55
sexual, el abuso patrimonial o económico, negligencia, abandono, vio-
lencia medicamentosa, violación de sus derechos humanos y maltrato
estructural o societario.
En los casos que se exploraron ninguna de las abuelas manifes-
tó ser víctima de violencia física por parte de sus nietos/as; más bien,
el tipo de violencia que ejercen contra ellas es de tipo económico, ade-
más de que se explota su capacidad de trabajo en el ámbito del hogar,
no pueden disfrutar de los recursos monetarios porque los destinan
principalmente para los gastos de los infantes.
A lo anterior se suma la violencia verbal y emocional. Por ejemplo,
los nietos ofenden a las abuelas diciéndoles viejas, desacreditando su
autoridad, burlándose de sus creencias e ideas y amenazándolas con
crear quejas falsas con sus madres. Una de nuestras entrevistadas co-
mentó:
El niño me decía: “le voy a decir a mi mamá que no nos das de
comer, para que te regañe” o “le voy a decir que nos pones a trabajar”,
porque le pedí que trajera leña o acarreara agua, trabajitos que podía
hacer. (Entrevistada de 65 años).
Por otro lado, también se han sentido poco atendidas por sus fa-
miliares cuando han enfermado, pero al estar atrapadas entre el sen-
tido del deber y la necesidad de ser útiles a los demás, predomina la
dignidad y el pudor que les lleva a asumir cargas de trabajo pesadas,
sin expresar ninguna queja o si lo hacen es de manera sutil, que no im-
pacta y no sirve para llamar la atención de las personas de su entorno,
situación que Guijarro (2001) denomina síndrome de la abuela esclava.
Como señalamos anteriormente, las abuelas de Mazahuacán,
con nietas y nietos a su cargo, viven un doble proceso de violencia.
Es decir, en un primer plano son víctimas de la violencia que ejercen
los infantes sobre ellas, al desautorizarlas, humillarlas y ridiculizarlas,
generando niveles de ansiedad y estrés ante estas condiciones de vida.
En segundo plano, a nivel estructural, las abuelas son víctimas
de una violencia social que las sitúa en una posición de vulnerabilidad
y dependencia. La ineficaz capacidad del Estado de fungir como la
institución rectora, protectora y garante de la vida de la población,
conforma un sector que a una edad avanzada debe seguir buscando de
manera individual los caminos o vías, para satisfacer sus necesidades

56
básicas. La decadencia y debilidad va cerrando las posibilidades labora-
les de las abuelas, provocando que estas se coloquen en una dinámica
de violencia, dependencia, sumisión y dominación.
Kraus (2011) ha señalado que si bien ha aumentado la espe-
ranza de vida, esto no significa que haya mejorado la calidad de vida
de la población envejecida. La realidad en México es que las personas
llegan a la vejez sin contar con seguridad económica, médica, de cui-
dado y compañía. De acuerdo con datos estadísticos, 8 de cada 10
adultos de la tercera edad viven con algún tipo de carencia social; as-
pecto que se suma al maltrato que ejercen sus familiares contra ellos.
Es necesario resaltar la condición vulnerable que viven las personas de
la tercera edad en México, pues “4 de cada 5 [adultos mayores] carecen
de pensión que les permita vivir con tranquilidad en la vejez y apenas
15 por ciento cuentan con seguridad social” (Enciso, 2009).
Si a esto se agrega que en México, desde la década de 1970,
el Estado ha ido renunciando a su responsabilidad social y limitado
su capacidad de respuesta, en un momento en el que hubo mayor
incorporación de las mujeres al trabajo extradoméstico, estableciendo
políticas sociales que han excluido a amplios sectores de la población
de los beneficios del desarrollo, especialmente los que radican en áreas
rurales y para los que se crean programas compensatorios, pero no se
atienden sus necesidades ampliamente, con lo cual se están gestando
nuevas vulnerabilidades, porque aún no se ha prestado atención a lo
que va a ocurrir cuando las abuelas cumplan con su ciclo funcional y
ya no puedan cuidar a otros ni cuidarse a sí mismas.
En este sentido, en la Primera Asamblea Mundial sobre el En-
vejecimiento se planteaba que “los gobiernos, las organizaciones no
gubernamentales y todos los interesados tienen una responsabi-
lidad especial hacia los senescentes más vulnerables, en particular las
personas pobres, muchas de las cuales son mujeres, y las procedentes
de zonas rurales” (ONU, 1982, p.12), que es donde se concentraban
las tres cuartas partes de personas mayores, en las regiones en desa-
rrollo, en ese momento.

57
Conclusiones

Existen dos formas de concebir a las personas mayores, por un lado


están las nociones centradas en el reconocimiento, mediante el cual les
otorgan un estatus elevado por su experiencia y sabiduría, y por otro,
las definiciones que conciben ese periodo de la vida como decaden-
te. La exclusión social está asociada con el segundo punto de vista y
corresponde fundamentalmente a lo que ocurre en México, donde el
sistema económico neoliberal, aparta a los individuos que considera
improductivos o están fuera de la lógica del mercado, situación que
desemboca en pobreza y marginación de las personas mayores y espe-
cialmente de las mujeres de la tercera edad que llegaron a la vejez sin
consolidar una seguridad económica que les garantice una adecuada
calidad de vida durante esta etapa.
El género y la edad son las principales condicionantes que con-
llevan a la vulnerabilidad de las mujeres mayores que cuidan a nietos
y nietas. La dedicación a las tareas del hogar a lo largo de sus vidas,
dictaminada por el desempeño de roles de género tradicionales, les
impidió su inserción laboral en otros ámbitos, teniendo como resulta-
do que actualmente dispongan de menos recursos y dependan de los
que provienen de sus hijas, a las que apoyan mediante el cuidado de
sus descendientes.
No obstante, las transferencias económicas, están condicionadas a
las voluntades y obligaciones morales que se adquieren individualmen-
te y que prácticamente obligan a la convivencia en hogares multigene-
racionales, donde se mantiene estático el rol femenino de cuidadoras.
Precisamente el factor de cohabitación o corresidencia genera que en
las relaciones cotidianas se presenten problemas de violencia de par-
te de los nietos y nietas hacia las abuelas. El rechazo y el trato hostil
como parte de la violencia psicológica son factores ligados al sistema
económico de inutilidad y obsolescencia.
El problema, lejos de resolverse, muestra una tendencia contraria,
porque las mujeres que actualmente fungen como proveedoras, tam-
poco gozarán de pensiones en la vejez, debido a que realizan traba-
jos informales. Si a esto se agrega que las proyecciones demográficas

58
señalan un aumento de los años de vida, junto con el descenso en las
tasas de natalidad, para las próximas décadas, los recursos familiares no
serán suficientes para atender las demandas de un sector poblacional
en aumento y será necesario que el Estado modifique sus criterios de
asistencia social.
Se requieren sistemas de seguridad social para la atención a la
dependencia, tanto en la infancia como en la vejez, para contribuir al
bienestar de quienes, hasta ahora, han desarrollado una importante
aportación que el Estado aún no reconoce y para que mediante las po-
líticas públicas se reparare la falta de equidad en que se encuentran las
personas cuidadoras. El cuidado de otras personas puede constituirse
en una fuente de empleo, para que quienes así lo deseen, obtengan
por esta vía un sustento, ya sean hombres o mujeres. Garantizando de
este modo, su seguridad social y el acceso a un retiro y pensión que les
permita solventar sus gastos de manera autónoma en la vejez.

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62
Violencia de género hacia las mujeres.
Estrategias de las mujeres indígenas en
los procesos de prevención, atención,
sanción y erradicación de la violencia.
La experiencia del Refugio
Temporal para Mujeres, el Centro de
Defensa de los derechos de las
mujeres y la Casa de la Mujer
Indígena en Cuetzalan, Puebla

Adriana Paola Palacios Luna12 y Susana Mejía Flores13.

Resumen

La fiabilidad de las instituciones para la administración e imparti-


ción de justicia, en el México contemporáneo tiene poco sustento y
se inserta en un marco de desconfianza y violencia social en general
y violencia de género en particular. El presente texto intenta explorar
las estrategias de acción, que realizan mujeres en una región indígena

12 Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, E-mail: lunamorada7@yahoo.


com
13 Centro de Asesoría y Desarrollo Entre Mujeres, CADEM, AC, en la región
de Cuetzalán, Puebla; por sus siglas CADEM A. C., https://cademac.wordpress.com/ y
correo electrónico: susanamej62@gmail.com

63
de la Sierra Norte de Puebla, desde la perspectiva cualitativa; a partir
de un proceso de prevención atención y erradicación de la violencia de
género. Se buscó visibilizar las respuestas de las mujeres ante prácticas
violatorias a sus derechos humanos, en procesos personales, familiares
y comunitarios.
Palabras clave: Mujeres indígenas, prevención y atención de la
violencia, género, interculturalidad y derechos humanos.

Colonialidad del poder / saber y violencia de género 14

Tenemos una herida que no ha cerrado, el mundo moderno/co-


lonial y su diferencial del poder (Mignolo, 2006). El nacimiento de
América Latina es la historia del imperialismo en ascenso de Europa. La
lógica de la colonialidad se ha filtrado en la médula de muchos procesos
sociales en Nuestra América. De tal modo que podemos observar en la
región de Cuetzalan, como en muchas otras comunidades indígenas,
el modo en que las formas de dominación se continúan reproduciendo
para beneficio del capital.
El mestizaje posicionado desde los criollos, va blanqueando el
imaginario colectivo de lo que significa ser mestizo, como identidad
que niega cualquier otra previa a la colonia. El color de la piel, la clase
social y el género son clasificaciones, creadas y perpetuadas en la lógica
de la colonialidad como estrategias para la dominación15. Ya lo diría
Eduardo Galeano en el Libro de los abrazos, los indios16, los nadies, no
hacen cultura, sino folklore. No hacen arte sino artesanías, no profesan
religión sino superstición (Galeano, 1993). Así se presenta la negación
de unos y unas por los otros, la contradicción en las relaciones socia-
les en tensión, la condición de subordinación de una clase que apela
a una sociedad sin clases. La negación de unos por sí mismos, pues
14 Estas primeras reflexiones son resultado del ensayo Pautas para la reflexión de
Nuestra América, desde el Feminismo y la Crítica a la Economía Política, elaborado por
Adriana Paola Palacios Luna en Diciembre de 2015 como parte del DEPD – BUAP.
15 Sobre la Colonialidad del Poder y la Clasificación Social, se recomienda revisa a
Anibal Quijano
16

64
ser indio sigue siendo vergonzoso ante los ojos del amo. Así, el modo
de producción capitalista irrumpe con violencia en la vida de las y los
desposeídos, hasta lograr la negación. El nombre de América Latina,
construida desde la mirada que añora Europa, oculta la diversidad y se
somete a los designios del imperialismo (Rouquié, 2007).
Así penetra la violencia, y se monta en la estructura arcaica
pero útil, del patriarcado. Somete a la vida, a la naturaleza, a las per-
sonas. Las mujeres son también subordinadas y la violencia es una he-
rramienta para la dominación. La violencia irrumpe y, ya sea de forma
estrepitosa o sutil, el resultado tangible es equivalente: la fractura del
aliento, el temor, la condición de indefensión. Sin embargo, sumergidas
en una condición de oscuridad perversa, logran quebrantar la espesura
del silencio para decidir comenzar a sanar. Los rostros de las mujeres
indígenas se desdibujan, sus siluetas entre la neblina reclaman ser vis-
tas y sus voces comienzan a ser escuchadas, primero como susurros y
posteriormente se elevan hasta convertirse en un estruendoso alarido
de dolor y dignidad que clama por la justicia. Así, entre neblina, lluvia
y enmarcada en una enigmática belleza natural, se disfraza la miseria
y se invisibiliza la opresión que el sistema de acumulación capitalista
va filtrando por todos los rincones a escala global.
Los saberes se imponen como estrategia para la dominación
y control de los cuerpos. La colonialidad niega la sabiduría ancestral y
la rechaza como brujería. Las mujeres van olvidando cómo sanar. Sin
embargo, se organizan e intentan recuperar su historia y sus expresio-
nes alternas de poder.
La violencia llega, se instala de tal modo que la interiorizamos
para posteriormente corporeizarla en nuestras prácticas cotidianas,
pero no es la violencia un ente aislado que se cuela por la ventana para
integrarse en la vida de las personas, es una construcción social elabo-
rada perversamente para imponer formas de control y dominación con
plena intencionalidad. Su presencia tan naturalizada tiende a minimi-
zarse, se oculta, se miente, es un acto vergonzoso que se desdibuja y
legitima como práctica social. Pero la violencia esparcida ampliamente,
desgarra la dignidad y el cuerpo de las personas. Rostros desfigurados,
ojos con mirada perdida, mutismos por causa de la pavura.

65
El ejercicio de la violencia evidencia una vertiente dolorosa de la
existencia, las formas de dominación y subordinación en los espacios
más íntimos y cotidianos. Se expresa como traición, pero también se
asume como práctica cultural.
Este concepto comprende varios aspectos a ser detallados, es
decir, al señalar “el uso deliberado” refiere la existencia de un perso-
na responsable de ejercer intencionalmente la violencia, aplicando la
fuerza “física o el poder” ya sea de forma velada, como una amenaza,
o de modo franco, directamente sobre la persona receptora de la vio-
lencia, es decir, una víctima y/o sobreviviente de la violencia que vivirá
en carne propia las expresiones de dicha violencia. Ya sea “contra una
persona, grupo o comunidad”, esta violencia, genera daños en la salud
de la persona receptora de la violencia. La violencia se ejerce con la
finalidad de mantener o imponer el control.
La violencia no es un acto natural, como lo es la agresividad, que
no es sinónimo de violencia. Tampoco es un mero resultado sociocul-
tural que puede resolverse con educarnos a todas y todos en relacio-
nes de buen trato. El origen fundamental de la violencia es de carác-
ter estructural, resultado de un sistema económico, político, social y
cultural hegemónico, en donde se despliegan una serie de técnicas y
estrategias para la dominación de unos sobre otros, como una forma
de ejercicio del poder. Al respecto, considero importante reflexionar
lo que Michael Foucault señala con relación al uso de la categoría vio-
lencia y su articulación a la categoría poder:
Cuando se habla de violencia, en efecto – y la noción me fastidia
en este aspecto -, siempre se tiene en mente algo así como una especie
de connotación relacionada con un poder físico, un poder irregular, pa-
sional: un poder desatado, por decirlo de alguna manera. Sin embargo,
la noción me parece peligrosa porque, por un lado, al esbozar así un
poder físico, irregular, etc., deja suponer que el buen poder o el poder
a secas, no atravesado por la violencia, no es un poder físico. Por mi
parte, empero, creo al contrario que lo esencial en todo poder es que
su punto de aplicación siempre es, en última instancia, el cuerpo. Todo
poder es físico, y entre el cuerpo y el poder político hay una conexión
directa. (Foucault, 2005).

66
No todas las expresiones de poder son necesariamente violen-
tas, pero todas las expresiones de poder serán corporeizadas, y toda
expresión de violencia es, efectivamente, una forma de poder para la
dominación.

Acumulación y violencia de género en la región

La violencia de género que se vive en una comunidad indígena


adquiere matices y particularidades que son necesarios indagar. Las
mujeres reclaman su derecho a no aceptar las expresiones de violencia
de género como parte de la “costumbre”. La violencia de género ha
sido categorizada principalmente como un problema de salud pública
y de derechos humanos que tiene repercusiones económicas, por la
cantidad del gasto social que debe invertirse para reducir o atender sus
efectos. Sin embargo, poco se reconoce la interrelación de la violencia
de género con el modelo de acumulación de capital, y las formas en que
éste ha logrado montarse en la estructura patriarcal para beneficiarse
de la misma, sometiendo a las mujeres a formas de discriminación y
violencia que cada vez más adquieren niveles de barbarie. De esta for-
ma, el espacio de la reproducción queda invisibilizado por convicción.
La violencia de género es parte del complejo entramado de
dominación patriarcal y acumulación de capital, subsumido en el modo
de producción capitalista, hetero-patriarcal, a escala global. Sin em-
bargo, la correlación de fuerzas cuestiona, modifica y fortalece la par-
ticipación de las mujeres para hacer audible sus voces, sus cantos, sus
cuentos y susurros que narran la posibilidad de construir la vida de
forma diferente.
Mis ojos despiertan a una realidad doliente y ante ello, y siguien-
do la tradición de Marx, Martí, Mariátegui, Luxemburgo, refrendo mi
compromiso social y político, que es una opción que asumo ante la in-
terpelación y por aceptación de lo que Walter Benjamin refiriera como
la autoridad moral de las y los que sufren. Por ello creo indispensable
un análisis con un enfoque de clase, género y etnia.

67
La violencia de género es entonces una forma de extracción de
beneficios económicos, políticos y sociales para la acumulación de ca-
pital. Y en el caso de las regiones indígenas como lo es Cuetzalan, la
violencia se encuentra legitimada y construida socialmente. La violen-
cia de género hacia las mujeres se encuentra enmarcada en relaciones
de poder, en un contexto de dominación – subordinación, donde una
persona en un campo social dominante (asumiéndose más poderoso y
fuerte) intenta someter y controlar, mediante el ejercicio de la fuerza,
a otra persona a quien considera más débil. En el caso de la violencia
de género hacia las mujeres, esta representación de la desigualdad
en los campos sociales es atribuida por la diferenciación socialmente
construida, en donde uno y otro sexo debe cumplir ciertos roles que
limitan el desarrollo pleno de las personas y restringen sus formas de
hacer mundo, pero ¿qué subyace a estas diferenciaciones que estraté-
gicamente han sido impuestas y naturalizadas?. Este reparto de funcio-
nes nos conduce a una sociedad patriarcal, donde el hombre disfruta
de todas las esferas de la vida, tanto de la pública como de la privada,
mientras que la mujer se ve limitada al ámbito privado o doméstico.
La consecuencia más inmediata es la consideración de la mujer como
un objeto propiedad del hombre. No se trata de una forma aleatoria o
aislada de la violencia, que pueda ser explicada como normal, sin em-
bargo, en el contexto al que me refiero, efectivamente prevalece un
proceso de naturalización de la violencia, que dificulta el abordaje de la
misma desde los diversos planos y acciones en que se pretende incidir.
Algo grave en la región es que la violencia de género hacia las
mujeres, se explica como una característica anormal de quien la ejerce
o de quien la recibe. Otra respuesta recurrente, principalmente desde
el ámbito del funcionariado, es atribuirla a familias disfuncionales, de
tal modo que se recurre incluso a teorías psicológicas para explicarla.
Teorías que además, están subordinadas a la colonialidad del saber,
bajo esquemas impuestos, lejanos e inservibles para el contexto in-
dígena. Se omite además el aspecto central de la violencia de género
hacia las mujeres, como un mecanismo de control, donde la inequidad
de género es la clave para comprender todas las formas que asume el
maltrato contra la mujer, en el marco del capitalismo patriarcal. Así,

68
pues las dimensiones de poder se presentan como ámbitos en disputa
para la emergencia revolucionaria. (Aguinaga, 2011).
Respuestas y resistencia, que promueven las mujeres indígenas
ante la violencia de género en la región de Cuetzalan Puebla, y cómo
éstas se articulan con procesos sociales más amplios en la construcción
de alternativas desde Nuestra América
En este momento, quiero centrar fundamentalmente la reflexión
en los puntos coyunturales que posibilitan la transformación. Las pa-
labras se resignifican o se ponen en tensión. Categorías como desarro-
llo, se cuestionan y dinamizan desde el feminismo se hace una crítica
profunda a esta categoría y se plantea la posibilidad de pensarnos más
allá del desarrollo.
Las voces subalternas se cuelan en el viento, irrumpen y de-
searían quizás tomar la voz cantante, pero no, no es así, aún limitadas
por diversos modos de dolor y opresión, la violencia permea su realidad
cotidiana. Sin embargo, ante ella las mujeres se articulan para hacer
escuchar sus demandas. No son peticiones más fuertes o importantes
que otras, pero son voces que deciden hablar, mujeres que deciden
actuar.
Las mujeres indígenas reclaman su lugar en la historia, si bien,
la condición de explotación y empobrecimiento la comparten con los
hombres, la subordinación patriarcal que se subsume al capitalismo la
padecen ellas. Se cuela cual viento frío por entre las paredes de chi-
namil17. La mirada indígena y femenina, apela a la sostenibilidad de la
vida.
La violencia es la dominación y el control del cuerpo de las
mujeres. El cuerpo de las mujeres como la tercera colonia. (Aguinaga,
2011). Ante esta dominación, las mujeres despliegan discursos y ac-
ciones que potencializan el construir una epistemología desde el sur.
(De Sousa Santos, 2009).
Sus expresiones sin embargo, tropiezan con estereotipos, con
formas añejas de discriminación tanto institucional como comunitaria
y social. En Cuetzalan, aproximadamente el 10 % de la población es
mestiza, sin embargo, han logrado imponer lo que De Sousa Santos
17 Varas estrechas que se entretejen para formar los muros de las casas más
empobrecidas.

69
denominaría un Fascismo societario = Pluralista (a la vez local – glo-
bal). (De Sousa Santos, 2009). Que se expresa de diversos modos,
hoy en día, las mujeres no sólo luchan contra la violencia doméstica o
comunitaria, sino que la trata, el feminicidio y la explotación se vuelven
cada vez más, prácticas de terror que limitan y subsumen el cuerpo y
la vida de las mujeres. Las mujeres y los jóvenes bien responden a lo
que Boaventura señala del fascismo societario:
Formado por una serie de procesos mediante los cuales grandes
segmentos de la población son expulsados, mantenidos irreversible-
mente fuera de cualquier tipo de contrato social. Rechazados, exclui-
dos y arrojados a una suerte de estado de naturaleza hobbesiana. (De
Sousa Santos, 2009).
En ese contexto las mujeres reclaman y aportan a la necesidad de
“construir nueva pauta de relaciones sociales basadas en principios
de retribución (equidad) y en el principio de reconocimiento (diferen-
cia).” (De Sousa Santos, 2009). Y el ethos barroco que el autor señala
es interesante como forma de hacer vida, de crear, de recuperar la
posibilidad del goce, la risa y la esperanza.
Así las mujeres indígenas en Cuetzalan, construyen proyectos
de vida y felicidad desde la resistencia a las expresiones más cotidia-
nas de violencia, en donde se organizan para generar sus procesos de
sanación en concordancia con su cultura y su modo de hacer mundo,
rompiendo con los saberes impuestos desde la dominación que, en
un intento por integrarlas, intentan enviar psicólogas o médicas que
violentan sus prácticas de salud emocional desde lo comunitario, des-
de el conocimiento de sus cuerpos y la naturaleza a través del uso de
plantas.
Lo multicultural, inteligentemente usado por el capitalismo,
coloca un diminuto cuarto de salud tradicional en el gran edificio blan-
co del hospital general de la región, en ese diminuto cuartito, puede
haber una o un chamán, partera, curandera, que recibirá a las mujeres
para posteriormente canalizarlas con el biomédico. El famoso refrán
“entro con la tuya para salirme con la mía” aquí se pone de ejemplo
adecuadamente. Como señala el Dr. Jaime Ornelas (2015) “Toda alter-
nativa que se muestre en los límites del capitalismo, puede ser coop-

70
tada. Y lo que no destruye al capitalismo lo fortalece”. Sin embargo
las mujeres indígenas se movilizan, claman por la diversidad, pero se
desmarcan de aquello que las subsume. Participan activas en la trans-
formación de su realidad, y podría decir que tienen la “necesidad de
transformar sus estrategias de sobrevivencia en fuente de innovación,
creatividad, transgresión y subversión”. (De Sousa Santos, 2009).
Por su parte, retomo la propuesta de Lowy en la posibilidad de
construir procesos participativos de planificación democrática. (Löwy,
2009). Las mujeres indígenas en Cuetzalan, parten de la defensa del
cuerpo como el primer territorio por defender, pero se articulan a pro-
cesos más amplios como es la lucha contra los proyectos de muerte,
que efectivamente se presentan para poner en riesgo la vida. Asimis-
mo, se vinculan a procesos de propiedad social, comunitaria y disputan
espacios para la toma de decisiones. Cercanas a la construcción de
prácticas comunitaristas o desde la comunalidad, que pueden vincu-
larse a proyectos sociales de escala mayor, se proponen como sujetos
sociales para la transformación. Y así como cita Löwy a la comuna de
París, “los trabajadores no pueden tomar posesión del aparato estatal
capitalista y ponerlo a trabajar a su servicio, deben quebrarlo y rem-
plazarlo por una radicalmente distinto, una forma de poder político
democrático”. (Löwy, 2009).
Las mujeres indígenas cuestionan el concepto de desarrollo no
desde la academia, sino desde la práctica concreta que las subsume y
las mantiene discriminadas y en explotación. Como señalarán las pro-
puestas feministas, (Aguinaga, 2011) el feminismo, diverso como es,
se ha cuestionado la categoría de desarrollo, cuestiona el patriarcado
que subordina y oprime. Propone una relación diferente con la natura-
leza, misma que no se puede dar en el marco del modo de producción
capitalista, que observa la naturaleza cosificada como un recurso a ser
explotado.
Las mujeres indígenas de Cuetzalan, se autodenominan femi-
nistas indígenas, no podría dar una definición de la categoría, pero
puedo describir algunas cosas que he observado. Las mujeres apelan
a su cultura para modificar aquello que las subordina y fortalecer las
prácticas de respeto entre personas y con la naturaleza. Cuestionan las

71
formas actuales de organización social, al servicio de la acumulación de
capital y proponen acercamientos con el buen vivir, que se construye
desde Nuestra América. Promueven la propiedad colectiva y el desuso
de la moneda – dinero –. Cuestionan al derecho positivo y la psicolo-
gía occidental, en contraparte, generan herramientas culturalmente
pertinentes para acceder a la justicia, y aunque existen aún muchas
limitaciones estructurales, las mujeres van cimentando formas diferen-
tes de hacer mundo, formas alternativas que no impliquen ni refuercen
las relaciones de dominación y subordinación, sino que promuevan la
autonomía y la construcción del poder popular en los espacios más
cotidianos, pero con miras a articularse y/o articulándose a espacios
más amplios para la toma de decisiones y disputa de los espacios de
poder. El caminar de las mujeres no es sencillo, ni absoluto, pero abre
la posibilidad de incidir en la construcción de relaciones sociales y co-
munidades más justas, libres, dignas y felices.
El camino entre el dolor y la esperanza
Como se ha mencionado, la violencia de género no es únicamente
un problema de salud pública y derechos humanos, sino una herra-
mienta para favorecer la explotación, el empobrecimiento y la domi-
nación en el marco del capitalismo neoliberal. En un contexto de in-
certidumbre, donde el discurso del estado mexicano expresa violencia
e inseguridad, las instituciones resultan arcaicas y deficientes en los
procesos para prevenir, atender y erradicarla violencia y garantizar la
seguridad no sólo pública, sino humana. Todo esto, enmarcado en una
serie de reformas estructurales (energética, hacendaria, educativa y
laboral, entre otras), las personas en general y las mujeres en particu-
lar, vamos perdiendo los referentes que en otros tiempos implicaran
sentirse en un ambiente de confianza y seguridad.
Bajo ese panorama, la violencia de género se recrudece y toma
nuevas formas de expresión, más sutiles, más crueles y con profundas
repercusiones en la salud física y emocional de las mujeres, sus hijas y
sus hijos. Más aún, cuando sabemos que la violencia hacia las mujeres
es una violación a los derechos humanos de alcance universal, pero que
está mediada, en cada caso, por aspectos de la identidad que van más
allá del género como: la clase, religión, orientación sexual, situación

72
geográfica y origen étnico.
Ante esta problemática, en el Centro de Asesoría y Desarrollo En-
tre Mujeres, CADEM, A.C., consideramos importante identificar y visi-
bilizar, las respuestas locales que se promueven en pro, de los derechos
de las mujeres indígenas de la región de Cuetzalan Puebla, México.
Fue a mediados de los años 80 que surgió un proceso organizativo de
mujeres nahuas de la región, en diálogo y coordinación con un grupo
de mujeres asesoras feministas rurales, que por diversos motivos se
establecen en la sierra Nororiental de Puebla. De ese proceso, surgen
diversas organizaciones de mujeres indígenas y asociaciones civiles con
el objetivo de buscar una mejor vida, para las mujeres indígenas y sus
pueblos. Destaca el proceso de la organización de mujeres indígenas
Maseualsiuamej Mosenyolchicauanij y del grupo de asesoras que con-
forman el Centro de Asesoría y desarrollo entre Mujeres CADEM A.C,
de dónde se derivan las organizaciones, centros de promoción, defensa
de los derechos de las mujeres, los centros de prevención y atención a
la violencia de género, como La Casa de la Mujer Indígena “Maseual-
siuat Kali” (CAMI), el Refugio para Mujeres indígenas “Griselda Tirado
Evangelio" que surgen en 2003- 2004 y más reciente el Centro de aten-
ción y defensa de los derechos  de las mujeres (Ceddem) en el 2010,
organizaciones y centros que trabajan articuladamente por el respeto
de los derechos de las mujeres indígenas y mestizas de la región.
En CAMI, como señalan sus representantes: “se atienden los pro-
blemas de las mujeres indígenas en los que no se han respetado sus de-
rechos y principalmente los que tienen que ver con violencia doméstica
o hacia las mujeres”. Al frente de este espacio se encuentran mujeres
indígenas que se han capacitado en diferentes temáticas, que tienen
que ver con la problemática de género de las mujeres en la región como
son: derechos humanos, violencia de género, salud sexual y reproduc-
tiva, entre otros, y desarrollan su trabajo de promoción y atención a
través de tres áreas: salud, defensa y apoyo emocional. Esta Casa se ha
convertido en un espacio de referencia para las mujeres indígenas de
la región, a donde acuden a tratar diferentes problemáticas, así como
a dirimir sus conflictos de género y donde encuentran apoyo en su
propia lengua, así como comprensión, respeto y confianza, desde un

73
enfoque de género, interculturalidad y derechos humanos. Una acti-
vidad importante en esta experiencia comunitaria, es el modo en que
se integra la cosmovisión indígena en diálogo o incluso en contraste,
con las prácticas occidentales en los procesos de atención de la vio-
lencia. El acompañamiento en procesos legales priorizando el derecho
consuetudinario, así como, en el área de apoyo emocional a través de
los “Grupos de reflexión” que son parte de una metodología feminis-
ta propuesta por COMALETZIN, AC. Y adaptada a las características
culturales del contexto de la región, han favorecido a una mirada y un
actuar indígenas para y desde las mujeres indígenas.
Por su parte, el Refugio Temporal para mujeres indígenas en situa-
ción de violencia de género "Lic. Griselda Tirado Evangelio" es impulsa-
do en el  2004,  por el  CADEM, AC, y su objetivo es brindar un espacio
adecuado, seguro, confiable y afectuoso para la protección, sanación y
defensa de mujeres indígenas en situación de alto riesgo por violencia
de género. En él, se desarrollan procesos de sanación integral, apoyo
emocional, y defensa de sus derechos, para que las mujeres encuentren
estrategias para reintegrarse a su vida de manera plena, con su familia
y/o comunidades, estableciendo relaciones equitativas y de respeto
para ellas, sus hijos e hijas.
En este refugio se fortalecen procesos de fortalecimiento de la
autonomía de las mujeres indígenas y a través de la atención integral y
socio culturalmente pertinente. Asimismo, se pretende que las mujeres
además de poder establecer nuevas relaciones con equidad y respeto,
desarrollen estrategias de protección para sí mismas, así como para
sus hijos e hijas. Esto con base en el quehacer cotidiano de mujeres
indígenas y no indígenas que conforman equipos de trabajo trans-
disciplinario y multicultural, que se han formado constantemente en
estrategias para la transformación de la realidad social en que inciden:
Violencia de género contra las mujeres, e integrando constantemente
los conocimientos, saberes y prácticas tradicionales de la región para
los procesos de sanación de las mujeres. Una estrategia fundamental
es el uso de la lengua materna, misma que favorece la comprensión
de la situación en que acuden las mujeres en busca de la atención de
sus casos. Otro aspecto fundamental es que varias de las participantes
son mujeres que han o hemos vivido alguna situación de violencia, por

74
lo que la empatía y la solidaridad se hacen evidentes constantemente.
El análisis estructural de las causas de la violencia, es un eje im-
portante en los procesos formativos para brindar los servicios que
requieren las mujeres, ya que posibilita la incidencia social y política,
trascendiendo lo asistencialista en los procesos de atención.
El CEDDEM, es el centro de atención externa del refugio, mismo
que se encarga de dar seguimiento a los casos de las mujeres que han
egresado del refugio. Esto posibilita el acompañamiento a su proyecto
de vida a través de asesoría legal, psicológica, trabajo social y psico-
pedagogía infantil.  El CEDDEM también es responsable de promover
procesos de prevención mediante capacitaciones con jóvenes, funcio-
nariado, y diversos espacios comunitarios.

El contexto, la teoría y la acción ante la violencia

Los proyectos de atención a mujeres indígenas en situación de


violencia de género, se sitúan en el municipio de Cuetzalan del Pro-
greso, Puebla. La complejidad de origen de la violencia de género,
en una comunidad indígena adquiere matices diversos, que implican
enfoques teóricos y metodológicos que fundamenten una acción ade-
cuada y eficiente que permita brindar servicios con calidad, calidez y
culturalmente pertinentes.
Las mujeres, al intentar denunciar la violencia que viven, se topan
con varios obstáculos enmarcados en los valores y creencias del siste-
ma de dominación masculina, que obstaculiza el derecho de las muje-
res para acceder a la justicia. Se ha observado la necesidad de incidir
en los diferentes espacios de impartición de justicia, para favorecer el
acceso de las mujeres a servicios en condiciones más equitativas. Las
instancias de justicia tanto del derecho consuetudinario como del de-
recho positivo, se encuadran en la visión androcéntrica de la cultura
patriarcal. Los compadrazgos entre las autoridades comunitarias, la
“solidaridad de gremio” entre servidores públicos y varones acusados;
así como una serie de barreras que incluyen la distancia, la lengua, los
costos económicos y, principalmente, el racismo y sexismo, delinean
una realidad compleja en la que, la CAMI, el Refugio y el CADEM han

75
tenido que generar estrategias ad hoc para que las mujeres sean respe-
tadas, escuchadas, y las autoridades realicen su trabajo de manera ade-
cuada e imparcial. Como podemos observar en el siguiente testimonio
de un Juez de Distrito, las autoridades contribuyen a la reproducción
de la violencia desde su ámbito de trabajo.

Sí llegan estos chismes hasta acá, y pues le tengo que aplicar al


indiciado una sanción mínima, tomando en cuenta su situación econó-
mica y la gravedad del delito, y sobre todo debo procurar la integración
familiar. Estos problemas (de maltrato), se dan porque las mujeres no
cumplen sus obligaciones; no saben ni moler, ni lavar y ahí vienen los
problemas. Si las mujeres de la Sierra trabajaran, tendrían una vida
mejor (Martínez y Mejía, 1995).

Las responsables de CADEM, CAMI, Refugio y CEDDEM, decidie-


ron que como defensoras de los derechos de las mujeres, es necesario
dar seguimiento a estos problemas, tanto por la vía del derecho posi-
tivo, como a través del derecho indígena, desarrollando un método de
atención que han denominado: “Hacía  una Conciliación Intercultural
con Perspectiva de Género”, estrategia  que retoma del sistema indí-
gena la conciliación a través del diálogo y  la toma de acuerdos entre 
las partes, así como la reparación del daño. Se trata de incorporar la
visión de género, en la búsqueda de soluciones conjuntas a los proble-
mas de la pareja, para lograr una mejor convivencia familiar, basada
en el respeto y la equidad, cuando las condiciones lo permitan, y sin
poner nunca en riesgo la integridad física y emocional de las mujeres.
Esta experiencia ha resultado tan exitosa, que instituciones como
la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), de la
cual han recibido financiamiento para el desarrollo de sus actividades,
replica su modelo, impulsando nuevas Casas de la Mujer en distintas
regiones indígenas del país.

Ante la incertidumbre, servicios de atención que brindan certezas

Los servicios de atención que se brindan a las mujeres indígenas

76
en la Casa de la Mujer Indígena Maseualsiuat Kali, AC, Refugio y CED-
DEM, suponen para la mujer una puerta de entrada en la búsqueda de
soluciones. La posibilidad de construir, entre mujeres, certezas en sus
nuevos proyectos de vida como respuesta a las incertidumbres que la
violencia ha tenido en su vida. Es fundamental, promover una praxis
dialéctica históricamente situada y culturalmente pertinente, que se
fundamente en los enfoques metodológicos de equidad de género,
interculturalidad y derechos humanos.
El trabajo en red, la coordinación y la colaboración entre estos
centros especializados e integrales en la atención a mujeres indígenas
en situación de violencia, debe darse y orientarse hacia una adecuada
intervención y su posterior seguimiento. De manera general, sobresa-
len dos aspectos que consideramos fundamentales en  sus estrategias
de atención: La incorporación de la visión holística de la salud de los
pueblos indígenas, el uso de la medicina tradicional, prácticas alterna-
tivas en la generación de procesos de sanación física y emocional de las
mujeres. Así como, la incorporación del derecho y la justicia indígena
en los procesos de diálogo conciliatorio, reparación del daño, negocia-
ción, mediación o separación, que se llevan a cabo para salvaguardar
los derechos de las mujeres, así como de sus hijos e hijas.
Con el objetivo de que las mujeres puedan conocer, vivenciar y
exigir el cumplimiento de sus derechos humanos, el CADEM a través
de la CAMI, el Refugio y el CEDDEM, ha generado procesos amplios
e integrales en distintos ámbitos de la vida de las mujeres, tanto a
nivel personal como comunitario, pasando por la articulación con las
instituciones gubernamentales con quienes se elaboran convenios de
colaboración, se realiza presión social para que el funcionariado inter-
venga de manera adecuada, en los procesos de atención a mujeres en
situación de violencia de género. Se promueve que las autoridades se
apeguen al marco de derecho, conociendo y utilizando los instrumen-
tos jurídicos en materia de prevención y atención de la violencia de
género y se ha logrado incidir de forma positiva en el reconocimiento
y respeto de los derechos de las mujeres indígenas.
Un ejemplo de esto, es la existencia misma de la CAMI, el Refugio y
el CEDDEM, centros de atención que mediante una estrategia integral,
atienden a las mujeres que se encuentran en situación de violencia

77
de género, pero también participan en acciones de prevención, tanto
con las mujeres como en el ámbito comunitario, realizando talleres,
foros, utilizando los medio de comunicación, etc. con el fin de difundir
y promover los derechos de las mujeres y prevenir la violencia.
La organización, desde sus áreas de atención (defensa legal, salud,
apoyo emocional, promoción y trabajo social), ha realizado acciones
para incidir al interior de las instituciones, en relación con la exigibilidad
de los derechos de las mujeres, estableciendo acuerdos para la mejor
atención de las mujeres. Con años de esfuerzo y trabajo cotidiano de
exigencia, presión social, capacitación y sensibilización al funciona-
riado por parte de la CAMI, el Refugio y el CEDDEM, como proyectos
integrales del CADEM, se ha hecho un recorrido complejo que no es
total, pues existen diversos factores estructurales que obstaculizan
aún el reconocimiento, el respeto y el ejercicio pleno de los derechos
de las mujeres en la región.
Se ha transitado por largas horas de espera para una atención
médica o legal por parte del funcionariado, por acuerdos que van favo-
reciendo que las instancias de salud reconozcan el trabajo de medicina
indígena que promueve la CAMI, y cuando es necesario canalizar a una
institución de medicina alópata, se pueda tener un servicio de calidad
para las mujeres. Desafortunadamente, esto sucede cuando está de por
medio la presencia y acompañamiento de las mujeres que participan
en la CAMI o el Refugio, y aún no como una práctica cotidiana de las
instancias de salud pública en apego a la aplicación de la norma 046.
En el área legal por su parte, existe una relación de colaboración
entre CAMI y Refugio con el Juzgado indígena y autoridades comunita-
rias, en donde se han podido impulsar acuerdos de colaboración, para
la resolución de la situación de violencia que viven las mujeres desde el
marco legal indígena. Sin embargo, algunas autoridades comunitarias
se solidarizan con el agresor en tanto su identificación machista ante
la situación. Por otra parte, el ministerio público (MP) cada vez más
reconoce el trabajo de las mujeres de CAMI y Refugio, sin embargo,
desde el derecho positivo las instancias de justicia, no logran aún ar-
ticular un enfoque de interculturalidad y género para los procesos de
atención de las demandas de las mujeres indígenas.

78
Senderos que se bifurcan, la incidencia

La incidencia social y política es fundamental, pues si bien los ser-


vicios de atención que se brindan directamente a las mujeres indígenas
que viven en situación de violencia repercuten de forma directa, en sus
procesos de autonomía y toma de decisiones, esto sería insuficiente si
no se logra también incidir en los factores estructurales, que permiten
que la violencia de género se produzca y reproduzca, de tal modo que
en un doble andar, se han tenido logros y dificultades en los diálogos o
confrontaciones, con el engranaje gubernamental y macro social que
permea la acción por los derechos de las mujeres.
En la región de Cuetzalan, por un lado se han promovido acciones
de coordinación con autoridades comunitarias y por otro con institu-
ciones públicas con el objetivo de capacitar y sensibilizar en aspectos
de derechos de las mujeres y la equidad de género, desde perspectivas
interculturales. Asimismo, se insiste en la necesidad a conocer y aplicar
las leyes y tratados internacionales en relación a los derechos de las
mujeres, y la prevención y atención de la violencia de género; de esta
manera, se han desarrollado estrategias como los Foros- Talleres con
jueces indígenas, y el impulso de una Red Interinstitucional denomi-
nada RED RECOVI, Red Regional Contra la violencia de la Sierra Norte
de Puebla, entre otros.
Los Foros–talleres son espacios de encuentro y diálogo entre las
organizaciones de mujeres defensoras de los derechos y autoridades
comunitarias, principalmente jueces de paz, pero también presiden-
tes auxiliares, comités de salud y de educación, auxiliares y/o promo-
toras(es) de salud, entre otros. Los jueces comunitarios, continúan
siendo una figura de prestigio en la comunidad y juegan un papel fun-
damental en el mantenimiento de las buenas relaciones comunitarias,
aunque con cierta pérdida de su presencia comunitaria debido a la
cada vez mayor injerencia del Estado y la normativa organizada desde
el derecho positivo.
Estos encuentros se llevan a cabo a través de una metodología par-
ticipativa y dialógica, buscando promover la reflexión y sensibilización
de las autoridades en materia de equidad de género, buen trato y no

79
Capítulo dos

violencia entre las personas, las familias y las relaciones comunitarias


en general. Los encuentros son temáticos y con diversas técnicas como
la exposición, el intercambio de experiencias y el diálogo en mesas de
trabajo. Así se intenta llegar a conclusiones y acuerdos de colabora-
ción entre las instancias participantes y las organizaciones de mujeres,
principalmente con la Casa de la Mujer Indígena a la que cada vez más
reconocen y respetan.
En el municipio de Cuetzalan ha sido fundamental la existencia del
juzgado Indígena Municipal18 que surgió en el 2002, como respuesta
Estatal, para el reconocimiento de los derechos de los pueblos indíge-
nas. Si bien, surge a la par de otros juzgados en el marco de anular los
Acuerdos de San Andrés a nivel federal, en Cuetzalan se ha convertido
en un espacio apropiado para vivir la justicia desde la cultura indíge-
na, ya que en cierto modo ha sido apropiado por las organizaciones
de derechos humanos, de mujeres indígenas y mestizas de la región,
dónde se desarrolla una estrategia sui generis en la que se nombra un
consejo del juzgado integrado por representantes comunitarios y de
organizaciones sociales, reconocidos por su trayectoria de trabajo y
honestidad en favor de las comunidades, el respeto y la justicia. Este
consejo, al que se integran compañeras de la CAMI y del CADEM AC
se ha encargado de generar, junto con el juez indígena nombrado por
el Consejo, las estrategias de atención en las que se ha rescatado los
principios de la justicia indígena tradicional como el diálogo, el respeto
y el acuerdo, complementados por las visiones de las organizaciones
de mujeres de la región.
De esta manera, el juzgado indígena municipal ha resultado ser un
aliado muy importante y estratégico, tanto en las acciones de preven-
ción de la violencia, la promoción de los derechos y la sensibilización
de autoridades comunitarias, como en la atención de casos específicos
en los que se realiza una buena coordinación, para garantizar el respeto
de los derechos de las mujeres indígenas. Para dar cuenta de esto, se
analizan las expresiones del Juez indígena y algunos integrantes del

18 Actualmente ha sido propuesta por las organizaciones de mujeres y aceptada


la propuesta por la estructura organizativa del Juzgado indígena, a una de las compañeras
promotoras de la CAMI, como Jueza Indígena, entrando en vigor en sus actividades a partir
de enero de 2016.

80
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

Consejo del juzgado indígena quienes participaron en una entrevista


colectiva o grupo focal.
Participantes: Ignacio Rivadeneira, integrante del Consejo del juz-
gado indígena, radica en la localidad de San Miguel Tzinacapan. Hermi-
lo Diego Mendoza, Juez propietario del juzgado indígena, originario de
la localidad de Ayotzinapan.  Luis Félix, mediador del juzgado indígena,
originario de San Miguel Tzinacapan, Rufina Edith Villa Hernández,
integrante de la organización Maseualsiuamej Mosenyolchicauanij  y
parte del consejo del juzgado indígena, originaria de la comunidad de
San Andrés Tzicuilan.
Algunos testimonios vertidos por integrantes del Consejo enfa-
tizan que:
El maltrato que se da hacia la mujer encierra muchas cosas, por
ejemplo: la falta de oportunidades. Una mujer se ve mucho más limi-
tada en  lo que puede hacer, tiene más carga de responsabilidades de
trabajo. Y la violencia no son sólo golpes, también hay otras formas
como el negar el permiso a la mujer para que vaya a algún lugar, el
que se le critique la forma de vestir, la forma de comportamiento (…)
también es violencia cuando el hombre, aunque  no la maltrata con
golpes a veces lo hace con un gesto, con un ademan de sometimiento
aunque sea con la mirada, para mí eso es la violencia.
Don Ignacio comenta que ha observado desde su participación en
el juzgado indígena y en las comunidades;
Algunas personas creen que la cultura dice que el hombre puede
someter a la mujer. Sin embargo, tú  [dirigiéndose a don Hermilo] ya
vas haciendo conciencia para decir que realmente culturalmente no
se  promueve la violencia hacia las mujeres. [Enfatizando que no es
una característica del ser indígena, sino, en todo caso, de una cultura
patriarcal]La  causa de la violencia de género es el machismo, es lo que
lleva muchas veces a entender el rol de la mujer sometida y el rol del
hombre como el que somete. 
Reconocemos entonces un elemento estructural en torno a los
mandatos de género, desde la dominación masculina. Sobre las ex-
presiones de la violencia en la región, las caracterizan del siguiente
modo: Don  Luis Félix, retoma lo que comentaba doña Rufina en torno

81
Capítulo dos

a diversos tipos de violencia y complementa:


El hablar mal de la mujer, no tomarla en cuenta en las decisiones,
darle más derecho al hombre que la mujer en los hogares, esto se ha
aprendido socialmente, creer que la mujer vale menos que el hombre,
porque el hombre va a trabajar al campo de sol a sol y la mujer está ahí
en la casa cuidando a los hijos, no se reconoce su trabajo.
Hermilo señala la condición de clase, donde los mestizos “riquillos”
de Cuetzalan, reproducen formas de violencia y discriminación contra
las mujeres y de modo más profundo con las mujeres indígenas en don-
de se expresan además discriminaciones racistas, clasistas y sexistas.
El modo en que el Juzgado indígena ha trabajado en casos de violencia
de género, ha sido a través de la integración de expedientes con base
en la denuncia que pone la mujer que se encuentra en situación de
violencia de género. Señala que la mayoría de los casos, el alcohol ha
sido un elemento constante, y comenta que por esa razón muchas
personas creen aún, que el alcohol es causa de violencia. Reconoce
que desde el trabajo de CAMI se ha ido modificando esta percepción,
“porque gracias a la información que las promotoras de CAMI reali-
zan, ahora sabemos que el alcohol no es el causante, puede hacer que
explote más, pero no es la causa” reconociendo así, al alcohol como
un elemento potencializador y no causal. También, comenta Hermilo
que en caso de que el Juzgado indígena no pueda resolver la situación
de inmediato mediante acuerdos familiares y comunitarios, se canaliza
a CAMI, en donde “sabemos que ellas dan buena asesoría y atención
para las mujeres y si es necesario regresan aquí después de un proceso
y ya se llegan a acuerdos”. Desde el juzgado indígena “se puede hacer
la conciliación, pero si la mujer sufre de mucho maltrato, no podemos
permitir que viva así, porque sabemos que si la violencia es mucha es
peor para la mujer y sus hijos, no cambia el hombre”. En ocasiones,
las mujeres no logran separarse del agresor debido a la dependencia
económica, enfatizando en que esa es relativa, pues el agresor suele
seguir con la violencia y tan solo aportar raquíticamente a los gastos
de manutención, por ejemplo, porque las mujeres dicen “aunque sea
borracho trae un kilo de azúcar cada cuanto”. Sin embargo, es cada
vez más recurrentes que sea el trabajo de las mujeres -ya sea como
artesanas, trabajadoras domésticas o en otros servicios- el que genera

82
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

los ingresos de manutención.  Pero, señala don Hermilo “no podemos


intervenir en sus decisiones de la mujer, pero si ella decide la separación
nosotros apoyamos para que se acuerde la manutención para los hijos,
y si el caso no está en nuestro alcance lo canalizamos con el agente
del ministerio público”
Doña Rufina comenta que algo importante en el juzgado indíge-
na es “el trato de respeto que se da a las mujeres, el hablarles en su
lengua materna, porque entonces les pueden explicar mejor todo lo
necesario para resolver si situación”.  Por otra parte, señala que desde
el juzgado indígena, no se visualiza una situación de castigo, sino que
se promueve un proceso de reflexión y concientización hacia la mujer
y el hombre, para que cada uno reconozca  y respete los derechos de
las mujeres. Hermilo señala que “se le dice a la persona, si no sabía, que
lo que está haciendo está mal, que la costumbre de nuestros pueblos
siempre habla del respeto a la madre tierra, a las personas. Y en caso
de que decidan otorgar  el perdón, le decimos al hombre que no debe
reincidir”. 
Enfatizan en que las actividades de CAMI de atención han sido
muy importantes, pero también las de promoción mediante talleres,
foros y con materiales de difusión de los derechos de las mujeres. Sin
embargo, también enfatizan en que las autoridades no están haciendo
lo suficiente.
Por otra parte, podemos identificar otra línea de acción para la
incidencia y colaboración con instituciones gubernamentales, a través
de la conformación de la  Red RECOVI en la que se fomenta la partici-
pación de personal de instituciones de salud, educación y  justicia, así
como integrantes de gobiernos municipales y sus instancias de aten-
ción a la familia (DIF) Desarrollo Integral de Familias; con quienes se
trata de coordinar acciones de prevención y atención de la violencia de
género; con el objetivo de dar una respuesta adecuada a las mujeres
indígenas con eficiencia, calidad y calidez así como con perspectiva de
género y pertenencia cultural.
Esta Red se impulsa desde el año 2000 y se conforma en el 2006
con reconocimiento institucional a nivel estatal, con apoyo de la CDI
federal y estatal, en el marco de  las acciones y convenio establecido

83
Capítulo dos

con la CAMI, estableciendo como Misión “Ser una red conformada por
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de la Sierra
Norte de Puebla, que promovemos acciones coordinadas de preven-
ción y atención de la violencia familiar, para mejorar la calidad de vida
de las familias de la región”.
De entonces a la fecha, a decir de las organizaciones: “ha funcio-
nado con altibajos, nos ha costado mucho a las organizaciones
impulsarla y sobre todo hacer que sus participantes se comprome-
tan realmente”. Una de sus principales limitantes han sido los cambios
continuos de los representantes institucionales. De esta manera, en
ciertos momentos y con ciertas personas se han logrado acuerdos
de colaboración importantes en la atención y seguimiento a casos,
principalmente en aspectos de justicia y de salud, como se señala a
continuación:
Sí hemos logrado avanzar con algunas autoridades, nos ha ayu-
dado mucho el representante de asuntos indígenas a nivel estatal y
también, con algunos representantes del ministerio público de Cuet-
zalan y Zacapoaxtla. Se han logrado acuerdos y que realmente sí nos
apoyen o más bien que sí cumplan con sus funciones y se les dé cauce
a los casos como debe ser, respetando a las mujeres y sus derechos,
pero sí nos ha costado mucho trabajo y todavía a veces cambian a los
representantes a los MP y entonces hay que volver a empezar a sen-
sibilizarlos y darles a conocer las leyes en las que nos basamos, pues
muchas veces ni ellos las conocen (Anita Hernández , abogada de la
Casa de la Mujer Indígena e integrante del CADEM AC).
En otros ámbitos, como el de la salud, se observa que aún falta
mucho para que las instituciones respeten los acuerdos tomados en las
reuniones de la RED y cumplan con sus lineamientos para la atención
adecuada a las mujeres indígenas en situación de violencia, ya que aun-
que se avanza en ocasiones en la toma de acuerdos en las reuniones,
estos no siempre son comunicados y respetados por todo el personal,
así señala por ejemplo, la curandera del refugio.
En coordinación con instituciones de salud, sí se avanza a través
de la Red RECOVI ya que en ella participan algunos representantes de
la Secretaria de Salud, pero como que tampoco hay mucha comuni-

84
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

cación e injerencia de ellos, en la atención que se les da a las mujeres,


y aunque en las reuniones nos ponemos de acuerdo y analizamos la
norma 046 y cómo se debe dar la atención a las mujeres en situación
de violencia, en la práctica es muy distinto y a veces si nos tienen en
el hospital todo el día esperando con la usuaria, cuando muchas veces
ella está en situación de riesgo, y luego, si por ahí andan los agresores
es riesgoso, pero ahí nos dicen que no nos pueden dar preferencia, que
ahí todos son iguales, pero nosotras decimos no son preferencias, se
trata de que cumplan con las normas, pero no nos hacen caso (Lucía
Carreón, curandera del Refugio para Mujeres Indígenas).
En síntesis, parece ser que a las instituciones públicas de la re-
gión aún les falta mucho para realmente atender las problemáticas
de violencia y derechos de las mujeres  y cumplir con los lineamientos
y acciones que se derivan de las leyes nacionales y de los convenios
internacionales que han sido ratificados por nuestros gobiernos, como
la Convención Internacional sobre la eliminación de  toda forma de dis-
criminación hacía la Mujer (1979) y la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar  la violencia contra la mujer de 1994; así
como la Ley de Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, que
aunque fue anunciada con bombo y platillo en el 2007, en la práctica no
se ha podido aplicar, aún con las fallas de origen sobre todo en cuanto
a la situación específica de las mujeres indígenas.

Hombres que se adhieren por la equidad

Es importante señalar que si bien el CADEM, CAMI, Refugio y CED-


DEM han incidido tanto con autoridades, en la vida de las mujeres y en
la comunidad, aún prevalecen estereotipos, concepciones simbólicas
y culturales que naturalizan las expresiones de la violencia de género
en la región.
Lo que puede observarse en entrevistas a población general en las
comunidades, en las que identificamos que si bien los hombres y mu-
jeres reconocen la existencia y pertinencia de los servicios y acciones
de la CAMI, existen en varios hombres concepciones estereotipadas en

85
Capítulo dos

torno a los roles de género, legitimando formas de violencia. El siguien-


te testimonio es un ejemplo claro de la concepción de los hombres en
torno a los mandatos de género:
Los problemas empiezan en casa cuando llega uno del trabajo y
la mujer no tiene lista la comida, si hay violencia aquí en San Miguel
está cabrón para que se termine con la violencia en toda la república
mexicana, la violencia se da por el alcoholismo, cuando se agarran de
amigos en bola y empiezan a tomar, llegan a la casa le pegan a la mujer.
Luego el gobierno prohíbe el cigarro cuando debía de haber prohibido
el alcohol. Porque si llegas de loco a la casa […] En la casa depende de
quién tome las decisiones, por eso, como dije que el hombre tiene que
salir a trabajar y la mujer tiene que estar atenta en preparar el lonche
si el marido va a trabajar o no, pero la mujer tiene que pararse tem-
prano, ese ya es problema de él si va o no pero llega sábado y la mujer
le tiene que decir “¿sabes qué? necesito estas cosas para la cocina” Es
su responsabilidad de él, por eso dicen que tanto como los hombres y
como las mujeres tienen derecho. Tampoco, la mujer tiene que estar
metida sola en la casa si no que llega domingo el hombre le tiene que
decir a la mujer “¿sabes? vamos a ir a pasear a Cuetzalan, hacer sus
compras, que platiquen y así que no haya problemas, sin que se estén
peleando. Es lo que yo hacía cuando estuve viviendo con mi esposa,
ya no vivo con ella. Se fue de la casa, sólo vivo con mis hijos, se fue
cuando estuve en el CERESO.
Por otra parte, una experiencia positiva ha sido la coordinación que
se tiene con la Asociación Masculina de Atención y Capacitación AC,
que es un grupo de hombres indígenas y mestizos, mayores de edad,
constituidos legalmente desde el  año 2006, cuyo objetivo es incidir
en la disminución de la violencia doméstica en la región Sierra Norte
de Puebla, a partir de la sensibilización y la prevención. Su principal
actividad es realizar sesiones de intervención con hombres aplicando
modelos efectivos y culturalmente pertinentes con sencillez y calidez,
a partir de tres niveles de acción: 1-. Control de ira. 2.- Re-significación
de la violencia (entender el porqué de mi mal carácter) y 3.- Apren-
diendo a conciliar y negociar conflictos sin maltrato. Sus sesiones de
intervención son colectivas y las realizan de forma semanal, son gra-

86
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

tuitas e intentan ser culturalmente pertinentes. Sus principios básicos


son: Respeto, discreción, ayuda y apoyo a los hombres que viven algún
conflicto que se ha expresado en formas de violencia hacia las mujeres.
El hecho de que esta organización trabaje de forma coordinada con
CAMI, CADEM, Refugio y CEDDEM ha favorecido el proceso integral
de atención a mujeres y hombres cuando deciden establecer acuerdos
familiares de conciliación.
De esta manera, hombres que han cometido actos de violencia
hacia su pareja y que durante el proceso de atención participan de ma-
nera voluntaria en talleres de reflexión con AMAC, se han involucrado
propositivamente en el proceso de pareja con intención de transformar
sus prácticas violentas, analizar y modificar el modo en que las han
aprendido desde la estructura patriarcal. Esto tiene efectos positivos
en sus percepciones y prácticas sobre la violencia, así como en la vida
de las mujeres y sus familias.

Conclusiones

La trayectoria de las organizaciones que han emprendido accio-


nes para prevenir, atender e incidir en materia de violencia de género,
permite constatar la importancia de influir en los procesos de justicia,
a través de la coordinación con autoridades indígenas y no indígenas
para mejorar la atención a mujeres en situación de violencia. Mediante
los servicios de calidad, calidez, y la no discriminación, se ha favoreci-
do a que muchas mujeres recuperen el control de sus vidas, desde un
marco de equidad de género, interculturalidad y derechos humanos,
aspectos que consideramos fundamentales. Asimismo, el enfoque de
la cultura del buen trato ha sido de gran utilidad y aceptación por parte
de las mujeres, sus familias y las autoridades. Por otro lado, se observa
que la influencia en instancias gubernamentales ha sido más difícil para
las organizaciones, debido tanto a razones personales, como laborales
y estructurales. Sin embargo, se han tenido avances y creemos que
es importante seguir impulsando este tipo de acciones en distintos
niveles de la vida social.

87
Capítulo dos

Los aprendizajes

- La importancia de incidir tanto en el ámbito personal de las


mujeres, como en los espacios comunitarios, los ámbitos del Es-
tado y de la justicia indígena, desde un enfoque que promueva la
interculturalidad, la equidad de género y la justicia comunitaria.
- La importancia y necesidad de intervenir con autoridades tradi-
cionales y comunitarias como los jueces de paz, de tal modo, que
sean sensibles a la problemática y estén informados y capacitados
en torno al marco legal vigente en materia de violencia de género.
- La importancia de retomar la justicia tradicional reflexionando y re-
cuperando los elementos que apoyan los derechos de las mujeres y la
equidad de género; cuestionar y favorecer la transformación de aque-
llos elementos que refuerzan el autoritarismo patriarcal y la violencia
de género.
- La importancia de abrir espacios de debate entre mujeres y hom-
bres, sobre el tipo de relaciones que se desean y son adecuadas en los
tiempos actuales; incluyendo la relación con los hijos e hijas.
- La necesidad de trabajar con los hombres buscando diferentes
estrategias terapéuticas y sociales que impulsen la reflexión y la trans-
formación de las identidades masculinas y el establecimiento de rela-
ciones de respeto y equidad entre hombres y mujeres.
- La relevancia de construir ideas propias y consensadas sobre lo
que significan la equidad, el género, la justicia, el respeto, la buena vida
y el buen trato.
Asimismo, es necesario señalar que a pesar de los diversos esfuer-
zos de las organizaciones de mujeres indígenas y de la sociedad civil
que trabajan en la región, así como de los loables esfuerzos de grupos
de mujeres, de feministas y legisladoras a nivel nacional, tenemos que
reconocer que las mujeres indígenas, al menos las de esta región, aún
no encuentran alternativas eficaces,  de calidad y calidez con perti-
nencia cultural para salir de las situaciones en las que se encuentran.
Algunos de los obstáculos vienen dados por las ideologías ma-
chistas y discriminatorias, que ya se mencionaron y que fueron referi-

88
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

dos por las mujeres indígenas como violencia, ya que siguen presentes
en la forma de pensar y actuar de algunos servidores públicos e insti-
tuciones que debieran ser de apoyo a las mujeres y que muchas veces
en lugar de ello las re-victimizan. La magnitud, gravedad y complejidad
del problema de la violencia hacia las mujeres, la falta de reconocimien-
to, respeto de sus derechos como mujeres indígenas requiere de una
intervención urgente y coordinada de las instituciones públicas, en la
que necesariamente deben de participar de manera conjunta al menos
las instancias de salud, de procuración de justicia y de educación, en
coordinación con la sociedad civil y las organizaciones de mujeres in-
dígenas que a través de su experiencia y capacitación han  acumulado
un gran capital social con relación al tema.
Cabe señalar que en la región, la Red promovida en 1999 y que
funcionó hasta el 2001, fue sostenida por las organizaciones de muje-
res, debido principalmente a la falta de sensibilidad del funcionariado
hacia la problemática. Esta Red se reactivó en el 2004 y a la fecha sigue
funcionando con altibajos y con una escasa participación de las institu-
ciones gubernamentales responsables de atender la problemática. Esta
experiencia también sirve para hacer un cuestionamiento a las políticas
públicas, en materia de violencia de género, en las que podemos ver 
claramente que su discurso sobre la promoción de los derechos de las
mujeres, se queda sólo en palabras y su actuación contraviene tanto
discursos políticamente correctos, como el marco jurídico vigente en
materia de violencia hacia las mujeres. En las instituciones, el discurso
de los derechos humanos se convierte en una herramienta para anular
las prácticas tradicionales de los pueblos indígenas, aunada a manejos
institucionales que en repetidas ocasiones atentan contra los derechos
fundamentales de las personas y los pueblos, así como contra los de-
rechos de las mismas mujeres, a quienes en teoría se defiende.
Finalmente, podemos señalar que la acción efectiva para atender
y prevenir la violencia de género hacia las mujeres indígenas y no in-
dígenas, sólo será posible si se asume como una tarea de toda la so-
ciedad a través del trabajo en las redes locales, consolidando espacios
de reflexión que permitan comprender la magnitud real del problema.
Es necesario ponderar las implicaciones de la violencia y sobre todo la

89
Capítulo dos

capacidad tanto del Estado como de la sociedad, de reaccionar frente a


la misma, diseñando estrategias interinstitucionales adecuadas a cada
contexto socio cultural. Existe una necesidad urgente de incorporar en
las políticas públicas, leyes estatales y nacionales, perspectivas inte-
grales y holísticas, transversalizando los enfoques de interculturalidad,
género y derechos humanos para ir construyendo certezas y confianza
en la vida y seguridad de las mujeres.

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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

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91
Capítulo dos

92
Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

Migración y Violencia entre


dos fronteras: Violencia Económica,
Verbal y Física en familias transnacionales
de Atencingo, Puebla

Dra. Araceli Espinosa Márquez

Resumen

Esta investigación tiene por objetivo examinar los procesos de


ayuda y solidaridad que han desarrollado las mujeres de la tercera edad,
que dentro de grupos familiares transnacionales han desarrollado para
apoyar a quienes sufren violencia, a partir del concepto de vivir trasna-
cional y señalar cuáles son las características que toman las prácticas
sociales que en esas familias o grupos, toman para sobreponerse a las
diversas formas de violencia que experimentan. Los grupos familiares
transnacionales analizados fueron 9 a los que se les dio seguimiento, en
la localidad de origen con diversas estructuras y por diferentes ciclos
de vida familiar, que tienen por característica que los padres iniciaron
su trayectoria migratoria entre los 15 y los 25 años solteros o empare-
jados y que procrearon hijos durante su trayectoria migratoria con la
condición de retornar después, de un periodo mayor o igual a 10 años.
Las familias entrevistadas mantuvieron sus relaciones de vida entre la
localidad de Atencingo en el Municipio de Chietla en México y la ciu-

93
Capítulo dos

dad de Nueva York, Estados Unidos. Es un estudio de corte cualitativo,


desarrollado a partir la realización de una estancia en la localidad de
Atencingo, durante 8 meses donde se tuvo la oportunidad de realizar
42 entrevistas a profundidad entre mayo del 2012 y septiembre del
2015. Atencingo, es una localidad cañera cuyo cultivo permite que
al menos por 6 meses del año las personas se mantengan trabajando
en el campo, realizando actividades de corte agrícola y los siguientes
seis meses, el trabajo sea industrial, dentro del ingenio de la localidad,
procesando la caña y produciendo azúcar. La localidad desde los años
ochenta mantuvo una expulsión masiva de hombres primero, mujeres
y familias después; y que durante los últimos 5 años ha sido objeto
del retorno de grupos familiares que incluyen niños, adolescentes y
jóvenes nacidos en Estados Unidos y nacidos en México que retornan
después de haber vivido al menos por 10 años en Nueva York.
Palabras clave: Violencia, Migración, Familia transnacional

Migración de Puebla a Nueva York

Existe un consenso entre los diferentes académicos que han tra-


tado el tema, respecto a que la migración de México a Estados Unidos
es una migración que tiene relevancia; debido a la permanencia del
fenómeno y a las características que ha ido desarrollando a lo largo
del tiempo. Para Puebla, una entidad federativa del centro del país;
los principales lugares de destino identificados que desarrolló esta
población en los Estados Unidos son California, Chicago, Minnesota,
Filadelfia, Carolina del Norte, Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut
(Osorno Velázquez, 2012, p.46). En ésta última área resalta el número
de oriundos del valle de Atlixco- Izúcar de Matamoros y de la Mixteca
poblana, en particular se resalta que en este documento se presentan
los resultados del trabajo realizado en la localidad de Atencingo, en el
Municipio de Chietla, dentro de dicha región. Como se observa en el
siguiente mapa del índice de intensidad migratoria de Puebla, la zona
aludida tiene mayor coloración en rojo, debido al dinamismo en el flujo
migratorio, donde en un círculo amarillo encontramos al municipio de

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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

Chietla, el que alberga a la localidad de trabajo.

Imagen 1. Intensidad Migratoria Municipios de Puebla

Fuente: Índice de intensidad migratoria


México- Estados Unidos 2010 (CONAPO, 2010)

Atencingo, una villa del Municipio de Chietla en Puebla

Chietla, el municipio donde se encuentra la localidad de Atencin-


go, ocupa el tercer lugar con mayor intensidad migratoria del Estado
y mientras el promedio nacional de migración circular está por debajo
del 1% (CONAPO, 2010); en este municipio se triplica, lo que indica
que la calidad migratoria, toma relevancia en las prácticas y dinámicas
de las familias involucradas en la migración, donde el tema del retorno,
hoy es una opción que muchos atencinguenses en Nueva York han
valorado.
La localidad de Atencingo, se desarrolló en torno a la hacienda
del mismo nombre y creció en torno al ingenio a los dos extremos del

95
Capítulo dos

camino que le vinculaba con Izúcar de Matamoros y Axochiapan, More-


los. Atencingo cuenta con una población total de 10,879 personas, de
las cuales 5245 son del género masculino y 5634 del femenino19. El día
de hoy es considerada por el INEGI una localidad de carácter urbano,
Atencingo concentra al 32% del total de la población del municipio.

Imagen 2. Indicadores sobre migración a


Estados Unidos por municipio 2010.

Fuente: Índice de intensidad migratoria México- Estados Unidos


2010 (CONAPO, 2010).

Los flujos migratorios de Atencingo se han mantenido de forma


exitosa debido a que la localidad colinda con el área de expulsión del
Estado de Morelos y Guerrero, que también son consideradas de media
y alta migración; además, de ser flujos principalmente de migración
indocumentada. En el Mapa que a continuación se muestra, se señala
la colindancia con ambos estados que tienen una tradición migratoria,

19 Según los datos del INEGI, según el Censo de Población y Vivienda 2000.
Los nombres de las localidades se recabaron en campo a través del formato Registro
de Actualización de Localidades (IT-03) y validada por las Autoridades Municipales.
Consultado el 14 de abril del 2012, Disponible en línea en el sitio web: http://www.inegi.
org.mx/geo/contenidos/geoestadistica/catalogoclaves.aspx

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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

que supera los treinta años y que por lo tanto ya poseen redes consoli-
dadas de apoyo a dicha actividad. Por lo tanto, la localidad se encuentra
entre áreas de expulsión, que conforman un corredor de migración
masiva, con destinos nacionales e internacionales, redes consolidadas
y condiciones de pobreza que se han mantenido con cierta estabili-
dad al menos durante los últimos 40 años. Adicionalmente, durante
el último quinquenio el 9.13% de los hogares tienen algún migrante
de retorno, lo cual está tres veces por encima del parámetro nacional
en el mismo periodo. Es importante señalar que la región esta prin-
cipalmente dedicada a la producción agrícola de la caña de azúcar,
el sorgo como cultivos comerciales y a la producción de azúcar en el
ingenio de Atencingo.

Imagen 3. Localización de la zona de estudio.


Fuente: Elaboración propia a partir de Google Maps 2012.

De hecho, Atencingo comparte con varias comunidades de la re-


gión la migración interna de carácter agrícola, respecto de cultivo de
la uva en Baja California; desde donde varios vecinos de la localidad
han llegado a la frontera y con el salario por una temporada de trabajo,
pagan por el cruce ilegal a los Estados Unidos. Más de uno de los en-
trevistados, refirió que esa fue la forma en que consiguieron el capital

97
Capítulo dos

necesario para iniciar su trayectoria migratoria. En el perfil migratorio


de los poblanos en Estados Unidos, se ha señalado el carácter emer-
gente de su migración en la década de los ochentas y la masividad que
en la década siguiente implicó también una circularidad en algunas
poblaciones. Además, se ha mostrado que el nuevo siglo, implicó un
cambio en la tendencia creciente de la movilidad circular, incrementó
el retorno y se provocó el paulatino abandono de dicha circularidad,
debido al cambio en la política migratoria de algunos estados de la
unión americana.

La vida Familiar en Atencingo

Se parte del supuesto, de que las transformaciones al interior de


la familia como resultado de la separación y la reunificación de sus
miembros, son un elemento de tensión y conflicto en las familias cu-
yos miembros salen de sus comunidades de origen y se insertan en
ciudades que, como Nueva York, constituyen un entorno urbano. Esta
situación condiciona el tipo de relaciones sociales que establecen y
retornan a contextos tradicionales, generando una gama de situacio-
nes intermedias entre el predominio del contexto rural y el urbano,
que van permeando en la vida cotidiana, a partir de prácticas sociales
que dan sentido a sus respuestas, ante las situaciones sociales no ex-
perimentadas antes, lo que podemos identificar como circuito social
transnacional en el que el conflicto al interior de las familias se com-
parten en ambos lados de la frontera.
En Atencingo persiste el modelo de familia tradicional, donde el
varón es el proveedor y la mujer debe cuidar a los hijos y a los suegros
ya viejos, tanto para los que trabajan en el campo, como los que tra-
bajan en el ingenio. No son ni el 15% de mujeres las que trabajan en el
ingenio, la mayoría en áreas administrativas. Se puede cosechar la caña
cada 11 o 16 meses después de la plantación (INGENIO ATENCINGO,
2012). Se ha intentado utilizar máquinas para cosechar la caña; sin
embargo, la mayor parte de la zafra se sigue haciendo a mano.
La vida familiar en la mayor parte de los hogares de Atencingo, se

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Papel del capital social en la democracia y el desarrollo

organiza en torno a la jefatura que ejercen los varones. Se mantiene


el principio de heredar a los varones y organizar la vida familiar en
torno al ejercicio del poder de ellos. Es común, observar a las familias
caminar por el centro de la localidad y el varón camina adelante de las
mujeres y los niños. Se mantiene un patrón patrivirilocal, mediante el
cual las mujeres se trasladan a vivir a la casa de la suegra, donde co-
laboran con el trabajo agrícola y del hogar. En su jornada se incluye el
hacer tortillas para el almuerzo, preparar el plato principal en el mismo
y traer al mundo a los hijos. La suegra es la encargada de asignar labo-
res y corregir el trabajo de las mujeres de la casa, incluyendo el de las
nueras. La mayoría de las mujeres cuidan a los menores en casa y por
ello muchos de ellos no se inscriben a la educación preescolar, aunque
la educación primaria es considerada por la mayoría de la población
de suma importancia. La mayoría de los menores asiste a ella y sólo
39 menores no acuden dentro de la localidad, de los cuales 22 son va-
rones y 17 mujeres (INEGI, 2010). Sin embargo, las mujeres siempre
son involucradas en las actividades propias de la limpieza y cuidado,
acompañan a las madres y a las abuelas. Los varones, se involucran en
las labores agropecuarias a partir de su asistencia a la primaria. Una vez
concluida la educación primaria, el destino de los menores es participar
en la educación secundaria20. Habitualmente, las madres preparan a
sus hijas para las labores de cuidado, que en la secundaria practican
las mujeres con sus hermanos menores o primos hermanos, pues por
lo general habitan en el mismo hogar más de dos núcleos familiares.

Familia y migración

Las familias que cuentan con migrantes internacionales en la lo-


20 En el 2010 únicamente 61 personas en edad de asistir a estos servicios educativos
no lo hicieron, en el caso de las mujeres el dato arrojado es de 31 personas. Entre las causas
por las que no lo hicieron principalmente se encuentran: la falta de apoyo económico
para continuar con dichos estudios, el inicio de una vida sexual y embarazo adolescente,
y la deserción escolar debido a la necesidad de incorporarse al mercado de trabajo. Esta
última, también resultó una causal para los varones. Es de resaltar que en promedio 400
personas entre los 15 y 17 años, asisten a la escuela de nivel medio superior, lo que indica
la preocupación constante de los jóvenes y los padres por obtener un oficio que les permita
incorporarse al mercado laboral (INEGI, 2010).

99
calidad de Atencingo son en su mayoría extensas. El modelo de familia
extensa, donde el varón es el proveedor único y la mujer está dedicada
a las actividades de reproducción, es el característico de las familias de
la localidad. De hecho, la familia en Atencingo, por lo general se orga-
niza en torno a un jefe de familia, por lo general varón, quien otorga
a sus hijos una fracción de terreno en el solar familiar21, para que una
vez que han establecido su unión, “levanten su casita”, tal y como lo
refiere Clara, que explica:
“Ya ve nosotros aquí, todos vivimos en este solar, yo con mi Chu-
cho; Ruth y Rafael. Rafael vive aquí al fondo, por atrás, pues sus herma-
nos aquí aún están los dos solteros y no necesitan, pero él ya tiene mujer
y 3 hijos, ese si necesita su lugarcito, desde que se vino de Nueva York,
agarró la borrachera y ya se ve va componiendo pues mejor que este por
aquí, las criaturas están bien chiquitas…. A Minerva le dimos un lugar,
nomás porque mi yerno es rebueno y le cae bien a mi señor; por eso le dio
el otro sitio completito más allá abajo, para que él y sus hijos se levanten
pues después de todo, ahora que lo echaron de vuelta de Manassas, debe
tener su propia casa ya con su mujer y sus hijos. Pero él tuvo la culpa
por pelearse con mi hijo en Nueva York, ya ve nomas llego a Virginia y
lueguito lo echaron para acá, y ya tuvieron que venirse todos aquí… ”
(Clara, 65 años, madre de migrantes, esposa de trabajador del ingenio
y agrícola, vendedora de comida y frutas).

En el testimonio se puede advertir que las familias extensas pro-


porcionan a los retornados y sus familias, un fuerte soporte que les per-
mite durante los primeros años la adaptación. En el caso de este hogar,
explica la entrevistada que 4 de sus 6 hijos vivieron en Estados Unidos
y que uno de ellos establecido en Nueva York, les ha servido de ancla
a tal país, facilitando su hospedaje y viaje, como en el caso de muchos
21 El solar familiar, se refiere a la fracción del ejido de uso habitacional que a cada
familia le es asignado para fincar su hogar. En el caso de las familias de Atencingo, por lo
general los hijos llevan a sus esposas y concubinas a vivir a casa del padre a menos que
formen una familia neolocal. La familia neolocal no produce una familia extensa, es decir,
es un sistema familiar en donde no conviven en el mismo hogar miembros de adultos de
diversas generaciones. La familia nuclear, que está compuesta por el esposo, la esposa y los
hijos, es decir un núcleo familiar no integrado al de los padres o suegros (Esteinou, 2008,
p.334).
otros grupos familiares. Adicionalmente, muestra este testimonio que
el apoyo que los padres brindan a los retornados no es solo emocional
sino monetario, pues el padre otorga una fracción de terreno a la fami-
lia de la hija, también migrantes de retorno para facilitar su inserción en
la localidad. Esta región además, durante las oleadas migratorias que
desarrolló durante los noventas modificó las dinámicas de los grupos
familiares, pues entre 1995 y 2000 alrededor de tres cuartas partes
de estos migrantes poblanos fueron varones; de los cuales ocho de
cada diez tenían entre 15 y 34 años (Cortés, 2004). De este modo,
los Padres u hombres solos (D’Aubeterre, 2000; 2005; Marroni, 2008;
2011; Marroni y D’Aubeterre, 2002), se fueron y después les siguieron
los hijos varones mayores, después los más pequeños, y paulatinamen-
te a las esposas e hijas. Este proceso se mantuvo e incluso las nuevas
parejas se formaron teniendo como única estrategia de supervivencia,
para esas nuevas parejas era la migración. Sin embargo, las mujeres
que se fueron no siempre migraron con sus esposos, en muchos de
los casos fue para huir de ellos. De este modo, podemos distinguir en
la población de la región involucrada en el fenómeno migratorio de la
región, no son sólo los adultos o los jóvenes, sino que también involu-
cró a los niños, que fueron llevados por ambos padres o al menos uno
de ellos a los Estados Unidos, que viven en grupos familiares junto a los
niños que han nacido “allá”, y que han nutrido este flujo migratorio
(Rossenbaum, 2004).
Es importante mencionar, que los flujos migratorios de la mixteca
poblana se alimentan de personas procedentes de localidades rurales,
caracterizadas por tener redes localizadas en el sur y en los Valles Cen-
trales de Puebla, que para el quinquenio 1995-2000 representaba has-
ta en un 70.8% de dichos flujos (Cortés, 2004). Estos datos, permiten
inferir, que la conformación de los hogares de mexicanos y no solo de
poblanos, ha sido marcado por la ilegalidad de la migración mexicana
en la década de los noventas. Dato que se confirma cuando revisamos
el número de hogares familiares encabezados por mexicanos, en los
Estados Unidos para el 2007 fue de 4.1 millones de los que sólo 33 por
ciento estaba formado exclusivamente por nativos, lo que implicaba
que los hogares restantes asentados en aquel lado de la frontera ya

101
Capítulo tres

incluían personas de segunda y tercera generación (CONAPO: 2010).


Aunado a ello, en dichos hogares conviven personas, que pueden tener
diferentes calidades migratorias y nacionalidades, pues algunos pueden
ser migrantes indocumentados o residentes22, y otros más ciudadanos
-con nacionalidad estadounidense por nacimiento-. Y que en muchos
casos, las familias se han mantenido unidas a partir del intercambio
de remesas -mercancías y/o dinero-, como un elemento que asegura
la supervivencia de los que se quedaron o regresaron a México. En
este escenario, en razón de las diferentes oleadas migratorias, en las
comunidades se fueron quedando mujeres sin hijos, que por miedo o
porque debían cuidar a los nietos, quienes después también se fueron
al iniciar su periodo de reproducción. Varios autores (González de la
Rocha, 2006; González de la Rocha y Latapí, 2009; Quecha Reyna,
C., 2014; Mummert, 2011; entre otros) ya registraba la existencia en
la Zona Metropolitana de Guadalajara de hogares que se encontraban
compuestos por abuelas y nietos, debido a que los padres o madres
se habían trasladado a Estados Unidos. En el caso de Puebla, al ser
sus olas migratorias posteriores a las registradas en Jalisco, y debido
a que sus primeras oleadas fueron primordialmente de corte rural, las
evidencias empíricas registradas en trabajos de corte académico se
recogieron principalmente al inicio de este nuevo siglo (D’Aubeterre,
2000; 2005; Marroni, 2008; 2011; Marroni y D’Aubeterre, 2002) y en
ellos que pone de manifiesto, que a pesar de que en el ámbito rural se
pueden mantener los vínculos con la comunidad y los hogares, estas
22 La población inmigrante documentada o con residencia legal en los Estados
Unidos considerada para este trabajo, son todos aquellas personas a quienes se concedió
la residencia permanente legal, asilados, refugiados o admitidos como no-inmigrantes para
una estancia temporal en los Estados Unidos no obligados a salir al 2012. Los residentes
“no-inmigrantes” es una categoría jurídica que se aplica en los Estados Unidos a ciertos
extranjeros que han sido admitidos conforme a las legislaciones migratorias especificadas,
tales como estudiantes y trabajadores temporales. Los inmigrantes indocumentados son
todos aquellos que han realizado su ingreso al país sin cumplir con los requisitos establecidos
para la migración documentada por lo general son personas que residen en el territorio
de los Estados Unidos de forma permanente, es decir que pudieron ingresar al país sin
documentos válidos o llegaron con visas válidas, pero se quedaron más allá de su fecha
de vencimiento de visa o de otra manera ha violado los términos de su admisión. Según
Fernández de Castro et. al (2007), para el 2005, de los 2450 municipios de México, son en
93 municipios no se había establecido un vínculo con migrantes en estados Unidos, pues
alrededor del 10% de la población mexicana se encuentra viviendo en los Estados Unidos,
lo que ha ocasionado el establecimiento de oficinas de atención al migrante al menos en 28
estados de la república, permitiendo que las entidades federativas implementen programas
de atención a los migrantes y sus familias.

102
Sobre la medición del capital social

relaciones no siempre son de armonía y de paz.


Bajo este contexto las familias transnacionales, además de man-
tenerse entre dos fronteras, lo mismo que muchos de los grupos fa-
miliares de mexicanos, experimentan la violencia al interior, ya sea de
género y/o entre generaciones (Espinosa, 2013), misma que se supera
de forma individual y/o colectiva, cómo lo exploraremos a través del
análisis cualitativo realizado al conjunto de entrevistas realizadas. En
el siguiente apartado iremos describiendo la conformación de los ho-
gares y nos centraremos en las situaciones de violencia que padecen
y la forma en que se sobre ponen a las mismas.

Violencias y estrategias de superación Atencingo

La Estructura de los hogares analizados es diversa: el primero, un


hogar extenso con jefatura femenina, donde la abuela es la matriarca,
que ha incorporado a las nueras, a las hijas, y a los nietos y nietas, don-
de las remesas invertidas en el campo de caña, es la principal fuente
de ingresos. En este tipo de hogar, la abuela es la que ejerce el poder
de decisión sobre el dinero, el tiempo de dedicación a los trabajos do-
mésticos, la contratación de los servicios etcétera. En este tipo 1 de
hogar la violencia, la ejercen principalmente las mujeres sobre otras
mujeres. La vigilancia de la sexualidad de las nueras queda a cargo de
las hijas y la suegra, quien en razón de su buen comportamiento asigna
a ese grupo familiar, beneficios dentro del hogar respecto de quienes
tienen acceso a la comida y sobre todo en las medidas, las cantidades
son importantes. La nuera y los hijos de la nuera sobre la que recae, la
duda no tienen acceso a la misma cantidad de comida, ni tiene posibili-
dad de decidir el tiempo de recreo de sus hijos y mucho menos pueden
ser objeto un regalo, la ropa y zapatos que tienen son producto del
envío del padre desde el lugar de origen, lo mismo que los celulares y
la posibilidad de tener “crédito” o saldo en el teléfono para hablar con
el padre de sus hijos. Además, de la violencia económica ejercida, el
lenguaje que se utiliza entre ellos es diferenciador y generalmente es
para agredir a los hijos del varón, en comparación con los hijos de la

103
Capítulo tres

hija, con lo que la diferencia y el estigma, pasa a los hijos menores: “a


mí ni me quiere la abuela, sólo tiene ojos para mi primo y eso está bien,
así no tengo yo que estarle sobando los pies en la noche... Ya cuando
regrese mi papá yo creo que nos irá mejor”; (Mario, 9 años).
Es esta formación, las mujeres jóvenes por las que cae la sospecha,
por lo general presentan formas de superación de la violencia, de forma
individual, la primera de ellas se refiere a hablar con su pareja: “textean-
do o por el face”, es decir, por mensaje de texto o por Facebook, pero
la mayoría de ellas reconoce que es poco efectiva.
“Yo le escribía y le escribía, entonces después de muchos meses ya
con él bebe de dos años, cómo su mamá no me quiso dar mis papeles
para llevar al niño al seguro y él bebe con la fiebre y yo sin dinero, que
me escapo con mi mamá a la clínica. Mi mamá primero no me quería
dar nada, fue ella a hablar con mi suegra y nada, así que después de que
estuvo bien mi niño, mi señor me llamó y me dijo que ya no habría pro-
blema. Entonces mi suegra que me echa llave dos días y me escondieron
mi teléfono, me dejó sin comer, pero yo tenía en mi cuarto comida y agua
que mi mamá me compró cuando fuimos al hospital… (Rosy, 17 años)”
En este ejercicio individual, las mujeres en ocasiones esperan y
no es sino, hasta que logran tener a los hijos por encima de los 6 años
es que deciden quejarse ante el juez de paz de la localidad, quien ar-
chiva estas quejas bajo el rubro de “Constancia de hechos” y que en
muy pocas ocasiones se traduce en un procedimiento judicial, debido
a que carecen de un señalamiento concreto o a que el juez de paz por
desconocimiento o con el afán de no dañar el buen nombre de las
personas, evita asentar en el acta las diversas formas de violencia. Adi-
cionalmente, no existía una norma que sancionará las diversas formas
de violencia y no sólo la física. De ahí, que muchos de los convenios del
juez de paz a pesar de que eran para resolver situaciones de conflicto
familiar, no fueron registrados de esa manera, es decir, se levantaban
constancias de hechos donde la suegra se compromete a dar a la nuera
dinero por el trabajo de ella y sus hijos en cañaveral y por la remesa,
para que ella lo administre e incluso bienes muebles esenciales para la
supervivencia, como latas de leche, refrigeradores, camas, etcétera.
En una variación de este tipo de hogar, que en termino de acceso

104
Sobre la medición del capital social

a derechos entre sus miembros es diferenciada, pues algunos de ellos


adquieren la ciudadanía por nacimiento, algunos otros por procesos
como el IRCA, pero debido a que consideran que es mejor que los
menores crezcan en México o debido a lo largo de proceso de regula-
rización y el retraso en la atención, se separan y uno se mantiene en el
“pueblo”. En Puebla, conforme a los datos del censo 2010, el 3.25 % de
las viviendas reciben remesas. Además, 2.28 % de las mismas viviendas
recibió migrantes de retorno23 de Estados Unidos y durante el período
2005-2010, y el 1.72 % tenía emigrantes; lo que permite asegurar que
la conformación familiar atraviesa las dos fronteras nacionales, inclu-
so el 0.79%, manifestó tener migrantes circulares lo que implica una
constante movilidad de diferentes miembros de la familia (CONAPO,
2010). De este modo, aunque pocos, en los hogares donde los niños
eran estadounidenses pero que no tenían pasaporte estadounidense y
tampoco, actas de nacimiento con doble nacionalidad y donde la madre
por lo general tampoco era originaria de la misma localidad del asen-
tamiento, la violencia se encrudece pues no poseen redes de apoyo:
“Yo cuando llegué, nadie que me ayudará… mis cuñadas nomás me
quitaban mi ropa, se la robaban de los tendederos y luego se metían a mi
cuarto y no solo me quitaron mis ropa, sino hasta mis anillos y medallitas
que me traje de Iguala… a mis hijos nomás les pegaban y yo sin poder
irme para con mi familia a California. Una vez, vino mi hermana y nomás
la corrieron, le dijeron que me había ido con otro yo… Ahora, ya que se
enfermó mi suegra y que sus hijas se le fueron también ya pude ir yo a re-
23 Respecto de la migración de retorno, existen diferentes estudios y tipologías,
que en el caso de los estudios relacionados con los Estados Unidos, se han desarrollado
con mayor intensidad en a partir de la última década. Previamente, destacan estudios
realizados en Europa principalmente, una revisión amplia del estado del arte, sobre los
estudios de migración de retorno la podemos encontrar en: Artículo, donde señala el
proceso en el que emergen los estudios de retorno, las metodologías y la forma en que
los científicos sociales principalmente europeos aprehenden al retorno y hacen diferentes
tipologías de los retornados. Importante señalar, como estos estudios sociales, visibilizan
las transformaciones sociales que en torno al retorno se generan en las localidades de
origen, de los cuales como pioneros en el área señala a Massey (1993,1998) y Espinosa
(1997, 1998), Navarro Ochoa (2003) y Duran (2005). En estas investigaciones se dan
cuenta sobre las transformaciones ocurridas en México, sobre todo en localidades que
tienen una migración consolidada. Lo más relevante, de estos documentos, es considerar a
los migrantes de retorno como agentes de cambio social.

105
Capítulo tres

coger el dinero con ella y lo primero que quiero, es que yo y mis dos niños
tengamos su pasaporte americano… aquí nomás venimos a perderlo todo,
en este pueblo polvoriento, allá ya hasta mi marido hubiera arreglado…
Linda, 17 años y madre de dos menores de 4 y 2 años respectivamente.
En este caso, en México al igual que en Estados Unidos estos ho-
gares diferenciados en derechos, el poseer la nacionalidad estadou-
nidense de nacimiento se convierte en la principal herramienta para
mantenerse a flote y salir del ámbito de influencia de su victimario.
Es importante señalar que se considero como hogares de retorna-
dos, a los conformados por personas que después de tener un periodo
igual o mayor a los diez años de permanecer en Estados Unidos deciden
regresar a México, para establecerse de forma definitiva, en compañía
de sus familias, ya sea en una misma ciudad o en distintas ciudades
del territorio estadounidense. Estos hogares, por lo general incluyen
menores nacidos también en Estados Unidos, pero los padres también
regresan después de largas trayectorias migratorias, lo que supone una
desconexión con el lugar de origen.
Es este caso, los padres y los hijos pasan por un proceso de aco-
modo, donde inicia la vida en el lugar de origen. Específicamente, con
la jefatura femenina de la abuela, los hijos se subsumen a su poder y
facilitan el ejercicio de la violencia sobre ellos mismos, lo que incluye
que las nueras y los hijos acepten el poder de la abuela sobre ellos.
El dinero enviado les da un techo, pero el conflicto y la tensión eco-
nómica, vienen en relación a las tierras y los modos de producción.
En general, el incorporarse a la producción en el campo en México
es un proceso complejo por las condiciones estructurales del país y
este proceso se hace mucho más complejo, al tener que enfrentar y
confrontar a la madre por las decisiones financieras. Aquí el sistema
normativo tiene mucho que ver, pues la mayoría de los bienes adqui-
ridos fueron adquiridos por la madre, quien es propietaria y con ello,
no existe posibilidad de ser acusada de “robo o despojo”. De esta
madre dominante dependen los grupos familiares de los hijos. En
muchos de los casos, los hijos de estas madres dominantes a pesar de
no estar conformes con la violencia verbal, que ejercen estas madres
en contra de sus esposas e hijos, la justifican: “es que así debe uno

106
Sobre la medición del capital social

aprender disciplina en México” Román 39 años. En estos casos, por lo


general después de unos años se interrumpe la violencia ya sea debido
a que el grupo familiar sale del predio familiar, después de recuperar
algunos de los bienes obtenidos durante la migración por consenso
o por la adquisición de bienes producto del trabajo, de los cónyuges.
Otra salida común, es la ruptura del grupo familiar, debido al poder
que ejerce la madre sobre el hijo y la constante sumisión obligada que
debe tener la nuera. Puebla además es una entidad federativa, en la
cual el entorno rural se ha ido transformando, donde las familias no se
han quedado atrás y han experimentado transformaciones asociadas
a la difícil situación económica, en particular, durante las últimas tres
décadas. Conforme a lo anterior, destaca que el perfil del migrante
poblano, al igual que el grueso de la migración mexicana en los Estados
Unidos posee una baja escolaridad, pues para el 2012, compuesta en
su mayoría por personas de las cuales 84% tiene 12 o menos grados
escolares BANCOMER-CONAPO, 2012, p.49). Razones por las cuales,
estas personas al retorno no se insertan en trabajos bien remunerados
y por ello, tienen grandes problemas para incorporarse a trabajos bien
remunerados, de ahí que prefieran tolerar y negociar para hacerse de
algunas “tareas” o fracciones de terreno para garantizar la subsistencia
de dichos grupos familiares, por lo que la evidencia de la superación
de estas formas de violencia no queda registrada en el juzgado de paz,
sino en la oficinas del ingenio, donde se levantan convenios de cesión
de derechos, sobre las ganancias de las tierras o en su caso se celebran
contratos de arrendamiento, es decir que se autoriza a hijos, o nueras
a ser las titulares para el ingenio de dichas fracciones de terreno.
Es de resaltar que más allá de que el sistema normativo en Puebla,
posea un capítulo en el código civil para garantizar la subsistencia de
los menores, los oriundos de la localidad en el retorno se sirven de fi-
guras jurídicas, como el arrendamiento, con la que la madre autoritaria
se mantiene como propietaria y sólo se dé por un tiempo determinado
al retornado el uso y el disfrute de la ganancia sobre el cañaveral. De
este modo, la madre dominante puede mantener el poder y el control
sobre el amplio grupo familiar, que en el mejor de los casos, solo tendrá
uno o dos cuartos para su uso.

107
Capítulo tres

El segundo tipo de estructura familiar, es el hogar extendido de


jefatura masculina con hijos de más de una unión, nueras, yernos y
nietos. En ellos, la disciplina del padre en la tercera edad, por lo general
este varón es acompañado de la última pareja. En estos hogares las
mujeres, que por lo general son muy jóvenes en comparación con los
varones, en la mayoría de los casos la diferencia de edad es mayor a los
20 años, lo que ocasiona que los hijos mayores ejerzan violencia verbal
y la vigilancia sobre el ejercicio de la sexualidad de ellas.
“yo creo que siempre les he caído mal, su hijo el mayor siempre
estuvo en contra mía, cuando mi mamá me trajo aquí, empezó a pre-
guntarle a él si era virgen o no, pues si yo no le había cumplido él no
tenía por qué cumplirme, pero la verdad, es que ya estaban las tareas a
nombre mío y de mi mamá… y siempre molesta en que si mi hijo es suyo
o de alguno de mis novios, pero bien que sabe que no tengo ninguno, pues
si no le hice caso antes a un chamaco sin nada, menos ahora… aquí vivo
con mi mamá y mis hermanos le mandan a mi mama, pues ellos viven
allá en Estados Unidos” Rita, 19 años.

En estos hogares, conformados con padres e hijos con experiencia


migratoria que han retornado y que se han establecido en sus predios
familiares, sobre todo debido a que los recursos obtenidos de la mi-
gración, se mantuvieron en el predio familiar y se incrementaron los
predios dedicados a la producción de la caña y con ello las ganancias
anuales son repartidas entre los grupos familiares de los hijos, que
volvieron para establecerse y el nuevo hogar del padre. Dichos hogares
crecen, sus hijos del nuevo hogar y sus nietos, en algunos son más de
tres. Se mantienen unidos en torno a los padres, debido a que anual-
mente el ingenio hace dos pagos semestrales, por la cosecha de la caña
que facilita el inicio de un nuevo ciclo productivo y la supervivencia
de los grupos familiares. La supremacía del nuevo emparejamiento se
mantiene mientras el padre está vivo y se traduce, no en un matrimo-
nio civil o religioso, pero una práctica regular, es tomar por concubina
a la mujer y reconocer a los hijos como propios del padre. Todos los
beneficiarios del padre, mantienen una vigilancia para no aumentar
el número de hijos y aunque los primogénitos son los que ejercen el

108
Sobre la medición del capital social

poder, y las decisiones sobre el trabajo en el cañaveral y las huertas


familiares, no poseen autonomía económica. Debido a lo anterior, la
violencia verbal y física se ejerce entre hermanos, los mayores golpean
y corrigen a los menores como a sus hijos, e incluso a la nueva pareja
del padre. Los problemas jurídicos, comienzan a la muerte del padre o
en la enfermedad y por lo general, al caer enfermos una práctica regu-
lar es el hacer ante un notario público un “Poder General para pleitos y
cobranzas” a favor del hijo mayor. Esta decisión es recurrente debido
a que el ingenio sólo entrega el cheque al titular o a quien éste regis-
trado como su representante. La mayoría de los adultos mayores en
esta situación no realizan testamentos, por lo que a la muerte de estos
patriarcas, la violencia en contra de la nueva pareja y sus hijos se vuelve
mayor y en muchas ocasiones los problemas jurídicos en relación a la
sucesión la hace insoportable. E ejercicio de los derechos a la sucesión
por parte de los hijos o por la concubina, es la única forma de superar
la violencia económica, sin embargo, la baja escolaridad de los titulares
de dichos derechos, aunado a lo largo y costoso de dichos procesos
judiciales, les acumula desventajas y provoca que sean más vulnera-
bles. Debido a todas esas complicaciones, es que prefieren realizar las
sesiones de derechos o los arrendamientos en las oficinas del ingenio,
pues a pesar de la muerte del padre, los arrendamientos se mantienen
hasta la resolución de la sucesión y con ello, las ganancias del cultivo
de la caña aseguran la supervivencia del grupo familiar.
El último modo de estructura familiar analizado, es el de los ho-
gares unipersonales, de mujeres de la tercera edad. Éstas mujeres,
son las que se quedaron en el pueblo y sus hogares incluyen casas
construcciones de ladrillo y grandes habitaciones, reciben en algunos
casos remesas, llamadas telefónicas y visitas anuales, pero se mantie-
nen solas a lo largo del año. Estas mujeres organizan su vida social en
torno a la iglesia, donde trabajan en acciones de limpieza, apoyo a los
más pobres. Las mujeres, se reúnen cada miércoles por las tardes para
ayudarse unas a otras. La reunión es para organizar quién irá a bañar
a la mujer más anciana del pueblo, que sus hijos dejaron en el abando-
no y confirmar el turno de cada una de ellas para darle de comer. La
higiene personal de esa mujer se ha deteriorado desde que perdió su

109
Capítulo tres

movilidad y no se levanta de su cama. Alguna de las vecinas pasa y la


levanta de la cama para sentarla en la calle al sol, pero éste grupo de
mujeres pasa de forma diaria, a darle de comer y asearla, aunque una
de ellas debe bañarla al menos semanalmente.
“Yo la verdad ya me cansé, ya no la aguanto para meterla a la tina.
Lo malo es que se le va olvidando quienes somos y con eso ya casi nadie
la puede tocar… y tampoco quiere comer si no voy yo…” Bertha, 81 años.
En estos hogares unipersonales, la superación del abandono y la
precariedad se realiza de forma colectiva. Unas a otras realizan las la-
bores de cuidado, la atención a la salud, a la alimentación y la higiene
se convierten en acciones básicas para la supervivencia que deben ser
proveídas entre ellas. Entre ellas, la red de apoyo, se convierte en un
todo. Las mujeres que se quedaron en su mayoría no reciben remesas,
pero las que sí las reciben les proveen de alimento, en la casa de una
de ellas se elabora la comida y se lleva a la iglesia.

Conclusiones

Entre las familias transnacionales, al igual que entre las familias no


trasnacionales en México, la violencia y la tensión son una constante.
A diferencia de las familias sin experiencia migratoria, la violencia eco-
nómica y física es común. A lo largo del texto, se mostró que el tipo
de violencia y las diferentes formas que ésta asume, va íntimamente
ligada al ciclo o etapa por la que pasa el grupo familiar. De igual modo
dos extremos de edad, al inicio y al final de la vida, los seres humanos
se hacen más vulnerables y propensos a ser víctimas de la violencia
económica y física. En ambos casos, las estrategias de superación o
interrupción de la violencia sobre los sujetos, está íntimamente rela-
cionada con la capacidad individual de ejercer un mínimo de derechos.
En las familias transnacionales la violencia económica y verbal ocurre
entre ambos lados de la frontera, sin embargo, es el abandono y el
olvido la práctica más recurrente que padecen los adultos mayores,
en el lugar de origen. Las formas de violencia que sufren las mujeres y
los menores en dichas familias, fueron mostradas en el presente texto.
En este texto, quedó delineado, que el marco jurídico es incapaz de

110
Sobre la medición del capital social

atender a todas esas formas de violencia que padecen estos grupos


familiares. Es indudable, que el marco jurídico, en particular el código
civil de Puebla debe adecuarse para atender a los grupos familiares
transnacionales.

Referencias

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Sobre la medición del capital social

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Iberoamericana Puebla.

113
Capítulo tres

114
Sobre la medición del capital social

La violencia familiar y sus


implicaciones en el ejercicio y la
formación de ciudadanía

Efrén Jiménez Rojas24

Resumen

En este artículo, se analizará a mayor detalle las implicaciones de


la violencia familiar en lo ciudadano a partir de dos sentidos; por un
lado las implicaciones que repercuten en el ejercicio y goce de la ciu-
dadanía plena de las personas víctimas de violencia familiar, que ven
negado sus derechos ciudadanos; por otro lado, las implicaciones de
la violencia familiar en el proceso formativo de ciudadanía, principal-
mente en los sujetos de edades tempranas, pues al ser la violencia una
práctica cotidiana en muchos de los hogares, contribuye a naturalizar,
perpetuar y legitimar la violencia hacia las mujeres, las niñas, los niños,
adolescentes y adultos mayores.

Palabras clave: Violencia familiar, ciudadanía, formación de ciu-


dadanía.
24 Lic.  Efrén Jiménez Rojas, es Director de Incidencia de MATRACA A. C. En
Veracruz, Maestro en Antropología Social por el CIESAS GOLFO EN 2014 y tiene por
correo electrónico: efren.jimero@gmail.com.

115
Capítulo tres

Introducción

La ciudadanía, entendida desde un sentido amplio, no es una con-


dición adquirida únicamente mediante el reconocimiento de derechos
y obligaciones ligados a ciertos criterios formales exigidos por las le-
yes como la edad, el modo honesto de vivir o la consanguinidad. La
ciudadanía representa un proceso fluido y contingente, que se cons-
truye y reconstruye a través de las experiencias y las prácticas que los
individuos van realizando a lo largo de su historia de vida (Benedicto
y Morán 2007). Implica ejercer una serie de virtudes que se van cons-
tituyendo como elementos intrínsecos de la persona en la medida en
que va adquiriendo, conciencia de su papel en la sociedad en que vive
(Muñoz Gonzales y Muñoz Gaviria, 2008).
De esta manera, la formación en ciudadanía es la transformación
del pensamiento y la acción, para ejercer los roles que demanda la
concepción del sujeto. Requiere de procesos educativos que lo for-
men de manera individual y colectiva, para cumplir cabalmente con el
propósito de lo ciudadano. De esta manera, la formación ciudadana y
el ejercicio de la ciudadanía constituyen la estrategia o el medio para
alcanzar procesos de justicia social y equidad (Alvarado y Carreño,
2007).
La formación de ciudadanía exige así, una práctica continua que
puede ser institucionalizada mediante la educación formal y no for-
mal a través, de los organismos del estado como las escuelas y las
dependencias encargadas de fortalecer y garantizar la democracia
como el Instituto Nacional Electoral. También, se forma ciudadanía
con los proyectos que la sociedad civil organizada desarrolla mediante
acciones de promoción a la participación política de los sujetos. Este
tipo de formación ciudadana requiere además una reflexión continua
e inducida, sobre esa práctica para mejorarla, corrigiendo los errores y
fallos (Domínguez, 2005). Sin embargo, la formación ciudadana insti-
tucionalizada no ha sido suficiente para construir una base ciudadana
adecuada, eficaz y conveniente a los problemas de nuestra sociedad.
Paralelamente suponemos la existencia de procesos de “formación
de ciudadanía no institucionalizada” que se constituyen de manera

116
Sobre la medición del capital social

emergente, a partir de los actos y escenarios de la vida ordinaria y sin


mediación de un proceso planificado. Este razonamiento permite su-
poner que la formación de ciudadanía requiere ser fortalecida, a partir
de escenarios y prácticas comunes que no sean programadas bajo nin-
guna orientación formativa institucionalizada, pero que se desarrollan
desde la cotidianidad.
Sin embargo, la cotidianidad también contiene elementos que
abonan en detrimento de un proceso de formación de ciudadanía. La
violencia familiar es uno de esos elementos que en algunas familias,
forman parte de los actos y escenarios que se desarrollan con natura-
lidad y que se encuentran arraigados en las costumbres, las prácticas,
las ideas y las actitudes de quienes conviven en esos espacios.
Para dar un panorama general sobre la violencia familiar, sus impli-
caciones y el impacto que ésta representa para la sociedad, se hará una
breve introducción que permita conocer las definiciones conceptuales
e indicadores de algunos estudios que se han venido realizando. Tam-
bién, se plantea un análisis desde una perspectiva social y jurídica que
permita reflexionar, sobre la gravedad de las implicaciones en las viola-
ciones a los derechos humanos de las víctimas de la violencia familiar.
Considerando la pertinencia de ejemplificar las situaciones de vio-
lencia, al interior del espacio familiar, se recurre a los casos específicos
documentados en el trabajo de campo desarrollado en el municipio
de Colipa, ubicado en la zona centro-norte del Estado de Veracruz.
De esta manera, se analizan las formas en que los casos de violencia
familiar son tratados tanto en la esfera pública como privada, así como
el papel y los vacíos de las instituciones y sus autoridades para abor-
dar la problemática. Recurrir a estas situaciones servirá además para
dar cuenta de la naturalidad y la frecuencia con que estas situaciones
ocurren, así como la relevancia de sus implicaciones para el ejercicio
de la ciudadanía y de su proceso formativo.
Finalmente, se describen algunas características que podrían con-
tribuir a contrarrestar las prácticas violentas en los hogares, con la
finalidad de generar mejores formas de tratar los conflictos, y de esta
manera, fortalecer relaciones sanas al interior de las familias y conse-
cuentemente las relaciones con los demás miembros de la sociedad.

117
Capítulo tres

Estas características, nos ayudan a identificar una serie de criterios


formativos de ciudadanía que podrían fomentarse desde los actos y
escenarios familiares cotidianos.

La violencia familiar y sus representaciones generales

La violencia familiar es una problemática social que se relaciona


directamente con la salud pública, la procuración de justicia, la segu-
ridad, el bienestar y el respeto a los derechos humanos. Se le clasifica
en función del sujeto pasivo, es decir, sobre el que se ejerce el acto de
violencia. Así, tenemos dentro de las manifestaciones más comunes
de la violencia familiar, a la violencia sobre menores, la violencia entre
la pareja, la violencia sobre los ancianos y la violencia sobre personas
con discapacidad (Cruz Santos, 2006, p.114).
La violencia sobre menores, se define como: “cualquier acción u
omisión no accidental que provoque un daño físico o psicológico a un
menor de edad por parte de sus padres, custodios tutores, acogedores
o, en general, toda forma de cuidadores”. Por su parte, la violencia en-
tre miembros de una pareja se entiende como: “los maltratos físicos y
psicológicos que ocurren entre cónyuges, concubinos o personas que
viven a manera de tales”. En su caso, la violencia sobre ancianos es
entendida como: “cualquier maltrato que provoque un daño físico o
psicológico a una persona mayor de 60 años. Incluye agresión verbal,
física, descuido en su alimentación, abuso financiero y amenazas por
parte de los descendientes o de otros miembros de la familia” (Cruz
Santos, 2006, p. 114). Finalmente, la violencia ejercida sobre personas
con algún tipo de discapacidad, representa formas específicas de vio-
lencia ligadas a la discapacidad. Estas formas específicas de violencia
son causadas por “complejas convicciones individuales, sociales y cultu-
rales, estrictamente interrelacionadas” que actúan a diferentes niveles
sobre las personas que la padecen (Filippini y otros, 2004, p.10). Por
el momento y para los fines de este artículo, nos centraremos en las
situaciones de violencia o maltrato a menores y la violencia de género
o violencia contra la mujer en el ámbito familiar.

118
Sobre la medición del capital social

La violencia de género, se define ampliamente enfatizando los


rasgos que colocan, mantienen y perpetúan la subordinación femeni-
na, tanto en el ámbito doméstico como en el social (Castro y Riquer,
2006). Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas defi-
nió en 1993 a la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia
basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener
como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para
la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la priva-
ción arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o
privada”. Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud establece
que el maltrato infantil es “todo maltrato o vejación hacia los menores
que comprende distintas formas de violencia: abuso sexual, descuido
o negligencia o explotación comercial o de otro tipo, que originen un
daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia, desarrollo
o dignidad en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza
o poder” (SSA, 2006, p.20).

Algunos datos estadísticos sobre la violencia familiar

A pesar de que no es el objetivo fundamental de este artículo,


profundizar en datos estadísticos, es necesario contextualizar la pro-
blemática numéricamente para dimensionar la gravedad de la situación
a la que nos referimos. Así por ejemplo, tenemos que la Organización
Mundial de la Salud en su Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud,
refiere que en el año 2000 hubo alrededor de 57,000 defunciones atri-
buidas a homicidios en menores de 15 años de edad. Las estimaciones
de los homicidios de niños/as a nivel mundial, indican que los lactantes
y los/as niños/as muy pequeños/as corren un riesgo mayor, con tasas
en el grupo de 0 a 4 años de edad que equivalen a más del doble de
las observadas en los/as niños/as de 5 a 14 años (OPS, 2002). Este
mismo estudio, refleja una indudable relación entre la prevalencia del
maltrato infantil con la pobreza, ya que según sus resultados, el riesgo
de maltrato mortal de los/as niños/as varía según el nivel de ingreso
del país y la región del mundo. En los/as niños/as menores de 5 años

119
Capítulo tres

que viven en los países de ingreso alto, la tasa de homicidios es de 2.2


por 100,000 para los varones y de 1.8 por 100,000 para las niñas. En
los países de ingreso mediano o bajo, las tasas son de dos a tres veces
más altas: 6,1 por 100,000 para los niños y 5,1 por 100,000 para las
niñas. Las tasas más altas de homicidios de menores de 5 años de edad
se encuentran en la Región de África de la OMS: 17.9 por 100 000 para
los varones y 12.7 por 100 000 para las niñas. Se presentan las tasas
más bajas en los países de ingreso alto de las regiones de la OMS de
Europa, el Mediterráneo Oriental y el Pacífico Occidental.
En México, para el 2010 se registraron 17,915 casos comproba-
dos de maltrato infantil, de los cuales solo el 18.2 por ciento fueron
presentados ante el Ministerio Público, según estimaciones de la Red
por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). Otros datos, los
arroja la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los
Hogares (ENDIREH) que se han venido actualizando en sus reportes
de 2003, 2006 y 2011. En su primer reporte la encuesta mencionó
que el 14% de las mujeres ejercen violencia emocional sobre sus hijos
y/o hijas y el 30% violencia física (INEGI, 2004). Otro reporte similar
es el que elaboró el Instituto Federal Electoral con los resultados de la
Consulta Infantil y Juvenil. Este informe menciona que al menos uno
de cada diez participantes de entre 6 y 15 años de edad respondió ser
objeto de maltrato en su ámbito familiar (IFE, 2012). En este mismo
sentido, podemos decir que existe una relación muy estrecha entre
el maltrato infantil y el maltrato a las mujeres en el seno familiar. La
Encuesta Nacional sobre la Violencia contra las Mujeres 2006, señaló
que el 29% de las mujeres fueron humilladas y el 33.3% fueron golpea-
das por algún familiar cuando eran niñas (SSA, 2009). Por otra parte,
algunos estudios revelan que las mujeres violentadas, son más propen-
sas a reproducir el mismo comportamiento con sus hijos. Un estudio
realizado por el Colegio de la Frontera Norte en 2009, reveló que los
hogares sin violencia de pareja hacia la mujer reflejaban menor índice
de maltrato infantil de estas a sus hijos, con un porcentaje de 23.99 %,
mientras que en los hogares en donde si existe violencia de pareja hacia
la mujer, esta cifra se incrementaba a 39.81% (López Estrada, 2009).
La violencia contra las mujeres refleja cifras verdaderamente pre-

120
Sobre la medición del capital social

ocupantes, tal como lo mostró la ENDIREH en su versión de 2011. Esta


encuesta reveló que en México, 47% de las mujeres de 15 años y más
sufrió algún incidente de violencia por parte de su pareja (esposo o
pareja, ex-esposo o ex-pareja, o novio) durante su última relación; 4
de cada 10 (43.1% ) han sido humilladas, menospreciadas, encerradas,
les han destruido sus cosas o les han prohibido salir del hogar, vigiladas,
amenazadas con irse la pareja, corridas de la casa o quitarle a sus hijos,
amenazadas con algún arma o con matarlas o matarse la pareja. Por
otro lado, económicamente también son víctimas del maltrato pues
2 de cada 10 mujeres en México (24.5%) han recibido reclamos, por
parte de su pareja por la forma en que gastan el dinero, les han prohi-
bido trabajar o estudiar, o les han quitado dinero o bienes (terrenos,
propiedades, etc.). En lo que respecta a agresiones físicas y sexuales,
la encuesta mostró que a 14 de cada 100 mujeres (14.0%) su pareja
la ha golpeado, amarrado, pateado, tratado de ahorcar o asfixiar, o
agredido con un arma, mientras que a 7 de cada 100 (7.3%) les han
exigido o las han obligado a tener relaciones sexuales sus propias pa-
rejas, sin que ellas quieran, o las han obligado a hacer cosas que no les
gustan (INEGI, 2012)
Por su parte, el estudio del maltrato a personas adultas mayores
apenas y devela algunas cifras que no dejan de ser preocupantes y sin
duda conservadoras. De estos pocos estudios, uno es el realizado en la
Unidad de Epidemiología del Instituto de Geriatría de la Secretaría de
Salud, que identificó que uno de los grupos más vulnerables para sufrir
maltrato es el de las personas mayores de 60 años. Este estudio refiere
que en México, existen 10 millones de personas mayores de 60 años,
de las cuales cerca del 17 por ciento, sufre algún tipo de violencia. La
forma más común de maltrato es el físico, seguido del psicológico. Por
su parte la Secretaría de Salud a través de su Sistema de Notificación
Semanal, registró 1,625 casos de personas de 60 años de edad y más
que podrían haber sufrido violencia intrafamiliar en 2010, siendo los
estados de Guanajuato, Chihuahua y Querétaro los que mayores casos
reportaron con 314, 220 y 170 respectivamente.
De las distintas variantes de la violencia familiar, ésta última, el
maltrato a personas adultas mayores, se agrava por una serie de con-

121
Apéndice II

diciones y elementos recurrentes en estas edades. Los datos y estudios


realizados nos indican que hay una mayor prevalencia de maltrato,
hacia las mujeres adultas mayores (Barrón Tirado y otros, 2002) y
que se agudiza cuando influyen otros factores, como la dependencia
económica o algún tipo de adicción o discapacidad física o mental
(Sánchez y Ruipérez, 2004).
Sin lugar a duda, que la manifiesta violación de los derechos hu-
manos y el impacto social desde un enfoque de salud pública, son las
vertientes del problema que más preocupa a la sociedad y al Estado,
porque implica, por supuesto, daños graves a la salud con secuelas físi-
cas, psíquicas y emocionales, incluyendo la muerte. Esta situación que
degrada la condición humana y pone en riesgo la salud y el bienestar
de las personas, exige que se atienda desde una perspectiva científica,
que la erradique de manera inmediata y efectiva (Villatoro y otros,
2006). Sin embargo, la violencia familiar contribuye en un sentido más
amplio a desgastar el tejido social, no sólo por las implicaciones de la
violencia trasladada del espacio familiar a lo comunitario, sino porque
repercute en los procesos relacionales de los individuos con los demás
en su sociedad, y de estos con el Estado y sus instituciones.
En este artículo, se pretende evidenciar la forma en que la violencia
familiar influye en los procesos formativos, de goce y ejercicio de la ciu-
dadanía. Es necesario antes reflexionar en torno a la violencia familiar,
como un asunto de interés público que se gesta desde el ámbito de lo
privado, lo que obstruye las oportunidades de incidir para prevenirlo,
atenderlo y erradicarlo.

La violencia familiar, un asunto público dentro de la esfera pri-


vada

La discusión entre la libertad y el respeto, para decidir las formas


de educación y disciplina al interior de las familias, utilizando los mé-
todos que los adultos consideren más adecuados, siempre ha genera-
do un debate intenso agudizado por los recientes acontecimientos de
violencia social y escolar, en los que se han visto involucrados jóvenes

122 122
Apéndice II

adolescentes. Este debate se centra fundamentalmente entre los ar-


gumentos de respeto, a los asuntos de la vida privada por un lado, y
por el otro, a la demanda del Estado de intervenir y regular el espacio
privado con miras a proteger y salvaguardar los derechos y la integri-
dad de las personas.
Existe una equívoca concepción de los asuntos que acontecen
dentro del espacio familiar. Las relaciones de poder desigual, que se
establecen al interior del mismo, responden a una visión tutelar que
prevalece con mucha frecuencia en algunas familias. Se considera que
el jefe de familia representa la autoridad responsable de criar, educar
y proteger a los miembros que la integran. Por lo tanto, en él recae la
responsabilidad de “corregir” conductas que considere que sean con-
trarias al interés común o, en el peor de los casos, contrarias a la moral
y a los esquemas tradicionales de convivencia y comportamiento. En
esta lógica, los integrantes más jóvenes de las familias y regularmente
también las mujeres, pasan a ser considerados como una especie de
sujetos tutelados del jefe de familia. Son relegados por su autoridad y
quedan expuestos a la disciplina, los correctivos y las decisiones que se
tomen, con pocas o ninguna posibilidad de cuestionar o contradecir su
voluntad. El espacio de lo familiar se vuelve así en muchas ocasiones,
un escenario exento del cuestionamiento público, que para algunas
sociedades tradicionalistas debe respetarse y quedar al margen de la
intromisión de los demás actores ajenos a las familias.
En lo que respecta al trato entre las parejas, la violencia y el maltra-
to hacia las mujeres dentro de las relaciones en el hogar, se ha logrado
avanzar en la denuncia, el tratamiento, las medidas de protección y las
sanciones para los agresores. En estos casos específicos de violencia
familiar, se ha logrado romper el cerco de lo privado para volver el tema
de la violencia contra la mujer en el hogar como un asunto público,
que ha permitido legislar e intervenir en las relaciones del ámbito fa-
miliar. A pesar de los avances al respecto, aún continúan existiendo,
lamentablemente y con mucha frecuencia, casos de violencia de pareja
hacia las mujeres, tal como vimos en los datos en el apartado anterior.
La violencia familiar es así una situación cotidiana en muchas de las
familias mexicanas. Representa una situación que normativiza, justifica

123
Apéndice II

e insensibiliza en muchos sentidos la violencia que se manifiesta en


otros ámbitos como la calle, la escuela y los espacios laborales. Esto se
pudo observar y analizar a partir de algunos ejemplos registrados de
recurrente violencia familiar contra mujeres y niños durante el trabajo
de campo etnográfico de la investigación realizada en el municipio de
Colipa en Veracruz, a finales de 2012. El objetivo de registrar tales
situaciones, fue evidenciar las injusticias y atropellos a los derechos
humanos, fundamentalmente de las mujeres, niñas y niños, pues esto
representaba uno de los elementos más mermados de la ciudadanía
en Colipa, que era el sentido fundamental del estudio.
La mayoría de los casos representaban situaciones de violencia,
ejercida por parte de los varones a sus parejas, pero también se regis-
traron casos de maltrato de las propias mujeres hacia sus hijos e hijas,
o a menores dejados a cargo como consecuencia de la migración que
es muy recurrente en la comunidad. Estos casos reflejan distintas ma-
nifestaciones de maltrato como el abandono, la violencia psicológica,
económica-patrimonial, física y sexual. Retomar la violencia cotidiana
en los hogares permite contextualizar el entorno social, carente de
justicia, de negación y de ausencia de derechos ciudadanos de mujeres,
niñas y niños. Al mismo tiempo, monta el escenario familiar cotidiano
en donde la formación de ciudadanía se ve influida por situaciones
violentas, que indiscutiblemente permean las conductas ciudadanas.

La ciudadanía y su formación en la cotidianidad familiar

La tesis fundamental del estudio realizado, plantea que además


de los procesos institucionalizados de formación de ciudadanía que
surge de un proceso programado, inducido y orientado a la reflexión,
mediante técnicas y metodologías específicas de intervención edu-
cativa, existe un proceso paralelo de formación no institucionalizada
en el que los sujetos van formándose como ciudadanos, a partir de las
prácticas y los escenarios comunes desarrollados en su vida diaria y
que se constituye de manera emergente, sin mediación de un proce-
so planificado. Este proceso, no sustituye al proceso de formación de

124 124
Apéndice II

ciudadanía institucionalizada sino que lo complementa y lo fortalece


(Jiménez, 2014).
La definición más específica encontrada al concepto de formación
de ciudadanía, es la de Rodríguez Mc Keon (2009), quien la entiende
como:
“[…] el proceso de aprendizaje e interiorización de valores, símbo-
los, actitudes y procedimientos de larga duración a través de los cuales
se propicia que el sujeto se reconozca a sí mismo como ciudadano, lo
que genera determinados comportamientos relacionados con dicho
ejercicio.” (Rodríguez Mc Keon, 2009, p.62)
Basándonos en el enfoque performativo y tomando como refe-
rencia los ensayos sobre fenomenología y teoría feminista de Judith
Butler (1990), podemos decir que la ciudadanía –al igual que el géne-
ro- responde a una identidad definida por los actos configurados de las
prácticas cotidianas, a partir de las formas comunes en que los gestos
corporales, los movimientos y las palabras son reactuados o redrama-
tizados, en la vida diaria y mundana del sujeto. Los actos que uno hace
o ejercita, como los actos de la ciudadanía, son en cierto sentido, actos
que ya fueron llevados a cabo antes de que uno llegue a actuarlos en
el escenario de la cotidianidad. Por lo tanto, la ciudadanía o los actos
de ciudadanía se asemejan a actos, que ya estuvieron ensayados e
interpretados por otros actores sociales (Butler, 1990, pp.306 - 307).
Esto sin lugar a duda, ocurre con las prácticas cotidianas contrarias
a lo ciudadano. Es decir, los actos de violencia al interior de las familias
influyen en una serie de comportamientos, que se van naturalizando
performativamente en palabras, actitudes, gestos y ademanes que se-
rán reproducidos en el escenario social donde se desenvuelva el sujeto
ciudadano. En lo anterior, se centra la importancia de este artículo,
en posicionar las prácticas violentas en el espacio familiar como una
condición que abona en detrimento del proceso formativo ciudadano,
pero que además contrarresta la ya de por sí, mermada ciudadanía de
sus víctimas.
Más adelante, analizaremos como la performatividad de los actos y
escenarios de violencia familiar en Colipa, ha impactado en el ejercicio
ciudadano y en el proceso formativo. Antes es necesario describir las

125
Apéndice II

características de las relaciones familiares, en esta comunidad rural.

Las características de la familia en Colipa

La familia en Colipa ha experimentado importantes reconfigura-


ciones como consecuencia de los procesos migratorios, que ha vivido
en los últimos 30 años. La integración de los núcleos familiares, se ha
conformado con parentescos de segunda y tercera línea que se han
agrupado ante la ausencia de los padres e hijos migrantes. Esta recon-
figuración en la estructura familiar ha generado modos distintos de
organización, en los que los roles asumidos son condicionados, no sólo,
por el papel de cada miembro basado en sus capacidades y aptitudes,
sino además en la asimilación de éste y de los demás miembros res-
pecto a los deberes y compromisos con el grupo familiar. Es decir, que
mientras que en otros tiempos los miembros de las familias asumían
los roles que se les asignaba en base a la capacidad y los conocimien-
tos para desarrollarlos, en la actualidad, esto se establece además por
el sentido de pertenecía y reconocimiento del sujeto frente al grupo
familiar.
En las entrevistas a un grupo de estudiantes, estos manifestaron
que en algunos casos no se sentían tan comprometidos con el hogar,
porque asumían que quienes lo integraban no eran familiares cercanos,
sino tíos, abuelos, primos u otras personas con las que habían sido
encargados por sus padres. Algunas respuestas externaban desagra-
do, rechazo e indiferencia a la convivencia familiar como por ejemplo:
“Convivimos muy poco y casi la mayoría del día cada quien está en sus
ocupaciones”, “No tengo buena comunicación con mis tíos”, “Hay cosas
que casi no me gustan”, “No platicamos en familia. Cada quien tiene su
mundo, su vida y pues yo tengo a mis amigos. Con ellos convivo más.
Ellos son mi familia”.
Estas respuestas muestran una actitud ante la ausencia de com-
promiso con la familia en la que viven, o incluso de no sentirse iden-
tificados con ellas, pues no asumen voluntariamente o con agrado
deberes o compromisos en los asuntos familiares. En otros casos, ma-

126
Apéndice II

nifestaron que sentían que no gozaban de los mismos derechos que los
otros miembros, porque consideraban que no eran “miembros reales”
de la familia. Mencionaron, por ejemplo, que no se les consultaba para
temas como las mejoras a la vivienda y la distribución de los espacios,
las siembras, negocios u otras actividades de subsistencia o las festivi-
dades dentro de la familia. Por el contrario, en otros casos se asumían
como quienes debían decidir cuestiones importantes para la familia,
sobre todo en el caso de los varones que vivían con la madre porque
el padre había migrado.
De acuerdo con los datos obtenidos de la aplicación de una en-
cuesta, el 53% de los jóvenes vivía en una familia a cargo de ambos
padres; 26% lo hacía en una familia a cargo solo de la madre, y 2% solo
del padre; el 12 % vivía con uno o ambos abuelos, y 4% con alguna tía
o tío. El resto de ellos vivía solo o en unión con su pareja. Para darnos
una idea de la configuración de las familias con jefaturas femeninas,
podemos decir que el 43% de los encuestados vivían a cargo de una
figura femenina (solo la madre, abuela o tía). Aunque, en la mayoría
de estos casos la razón de que los jóvenes no vivan con ambos padres
es la migración, en muchos casos ésta ya no es la causa principal del
distanciamiento. No son pocos los casos en que los padres regresaron
después de un tiempo, pero los hijos decidieron continuar viviendo con
los tíos o abuelos con quienes quedaron a cargo. En otros, la migración
fue la causa de la ruptura matrimonial y los hijos quedaron bajo la tu-
tela de otros familiares o con uno solo de los padres, aun cuando éstos
se encuentran nuevamente viviendo en la comunidad.

Violencia familiar y ciudadanía mermada en Colipa

Primero que nada, debemos entender que el espacio privado en


una sociedad como la colipeña, se encuentra expuesto al enjuiciamien-
to de una estructura de poder controlada por una élite local que repre-
senta una serie de intereses y valores tradicionales y conservadores.
Esta estructura de poder regula tácitamente el comportamiento de
los colipeños, tanto en la esfera pública como privada, a través del juz-

127
Apéndice II

gamiento de las prácticas que son socialmente rechazadas. Al mismo


tiempo, existe una estructura de Estado constituida y representada por
diferentes instancias y niveles de gobierno como el Ayuntamiento, las
oficinas del Ministerio Público y demás dependencias e instituciones
oficiales, que en el papel deberían garantizar el respeto de los derechos
humanos de ambas esferas. Sin embargo, lo que sucede es que am-
bas estructuras han establecido una estrecha relación, que refuerza el
ejercicio del poder y se sirven para resolver conflictos, que se dirimen
tanto en la vida pública como privada.
Un caso muy particular, de influencia y control de la estructura de
poder, en los casos de violencia familiar es el de una mujer que des-
pués de sufrir maltrato físico por parte de su esposo durante mucho
tiempo, decidió abandonarlo y regresar a casa de sus padres. El esposo
preocupado y molesto por el “escándalo” que eso implicaba ante la
comunidad, acudió a la Agente del Ministerio Público (MP) para exigir
que la obligara a regresar a vivir con él. Para ello, el esposo entregó
algunos regalos y una cantidad de dinero a la Agente del MP. La Agente
del MP envió a la policía a traer a la esposa y una vez presentada fue
reprendida por su comportamiento y por el daño que había ocasiona-
do a su marido al abandonarlo y “exponerlo” ante la comunidad. La
convenció de volver a su casa, “portarse bien” y cuidar a su esposo y
a sus hijos. Al final la mujer regresó con el esposo y el asunto quedó
“resuelto” para la autoridad. Este ejemplo, muestra cómo la estructura
del poder oficial no solo sirve a la estructura de poder tradicional, sino
que se subyuga y utiliza los recursos del Estado para preservar el orden
que establece la matriz social identitaria.
Esta situación ha generado, que en constantes situaciones se re-
fleje la deficiente impartición de la justicia y la vulnerabilidad de los
derechos humanos. Muestra además, el grado de impunidad y corrup-
ción del sistema de procuración e impartición de justicia.
Específicamente, las situaciones de injusticias y atropellos a los
derechos humanos, fundamentalmente de las mujeres y de la infancia,
representan uno de los elementos más mermados de la ciudadanía
colipeña. La mayoría de los casos, reflejan la violencia ejercida por los
varones, aunque también se encontraron casos de abusos de mujeres
hacia sus propias hijas e hijos, o a menores dejados a cargo. Esta vio-

128
Apéndice II

lencia, también se da por parte de las autoridades como funcionarios


del Ayuntamiento, policías y ministerios públicos, hacia la población en
general. Una ciudadanía lacerada en las más elementales condiciones
de seguridad y bienestar a los derechos humanos, genera que los actos
de violencia, maltratos y atropellos a la dignidad de las personas, co-
metidos tanto en el círculo familiar, en la escuela, o en la comunidad se
“normalicen”, dando como resultado la indiferencia y la insensibilidad
hacia esas situaciones y reproduciendo además las conductas violentas
en el futuro.
Así, un elemento ciudadano que se ve reducido en la ciudadanía
colipeña es el sentido de la justicia en los casos de violencia familiar.
Generalmente, el ciudadano es capaz de reflexionar sobre las situa-
ciones injustas, por ejemplo en los casos de maltrato a las mujeres, las
niñas o los niños. Sin embargo, en muy pocas ocasiones estas injusticias
son cuestionadas o se interviene con acciones concretas para evitarlas
o exigir que se castiguen.
En algunos casos, la ciudadanía se manifiesta indignada pero se
reserva intervenir o cuestionar a los agresores, porque considera que
los problemas familiares competen a la esfera de lo privado y es respe-
tuosa de no entrometerse en ello. La violencia familiar hacia mujeres,
niñas y niños es cuestionable pero permisible si se justifica, que atenta
contra la moral de la familia tradicional de Colipa.

Familia, cotidianidad y formación de ciudadanía.

Los actos y escenarios cotidianos, contribuyen a la formación de


la ciudadanía a través de un proceso performativo, que permite al su-
jeto adiestrarse, ejercitarse y perfeccionarse día a día. Estos actos y
escenarios cotidianos deben corresponder a una base de principios,
valores éticos y políticos que contrarrestan prácticas arraigadas en
los comportamientos, contrarias a la dignidad, a la justicia, a la de-
mocracia y al respeto a los derechos humanos. La violencia hacia las
mujeres, niñas y niños en el hogar son una de estas prácticas arraiga-
das, que en la misma lógica se reproducen cotidianamente, las cuales

129
Apéndice II

son necesarias eliminar definitivamente. De esta manera, los actos y


escenarios cotidianos deberían cubrir ciertos criterios que enriquez-
can y contribuyan a desarrollar capacidades en el sujeto y le permitan
modificar las conductas y actitudes violentas. Esto permitirá formar
sujetos ciudadanos conscientes, responsables y comprometidos con la
seguridad y el bienestar propio y el de los demás ciudadanos.
Estos criterios constituyen la base para una convivencia sana y
respetuosa que fomenta valores y principios democráticos en las rela-
ciones al interior de las familias. No solo fortalecen las capacidades y
las actitudes para relacionarse dentro del contexto familiar, sino que
además, trasciende al escenario público. De esta manera, estos crite-
rios formativos de ciudadanía contribuyen a la consolidación de una
sociedad que respete, garantice y proteja los derechos ciudadanos de
todas y todos sus integrantes. En una sociedad con un tejido social
frágil y desgastado esto toma especial importancia, ya que al disminuir
y erradicar las actitudes violentas en el hogar, se plantea la posibilidad
de crear ciudadanos consientes y responsables de sus acciones.
La manera en que se presentan, no implica un orden específico
sino, que más bien su presencia corresponde a la particularidad del
escenario o del acto formativo. Esa particularidad también influye en la
vinculación de un criterio, con otro u otros más. Así tenemos entonces
el primero de ellos, la capacidad de agencia.

1.- Capacidad de agencia

La capacidad de agencia se ejercita regularmente cuando los su-


jetos, se enfrentan a situaciones en las que deben poner en práctica
habilidades reflexivas-deliberativas. Es decir, situaciones o escenarios
de confrontación con situaciones que consideren injustas o inadecua-
das y que implica buscar un cambio o una transformación del esta-
do actual. Pero también, el sujeto ejerce agencia en situaciones no
necesariamente conflictivas, sino que más bien lo posicionan ante la
toma de decisiones, por ejemplo, al decidir cumplir la norma ante la
oportunidad de no cumplirla.

130
Apéndice II Apéndice II

De esta manera, la agencia en el proceso formativo ciudadano


del individuo, dentro del entorno familiar, se desarrolla a partir del
acto deliberativo y de la acción consiente, intencionada, responsable
y programada. Se manifiesta además, cuando los sujetos se identifican
y reconocen con el recurso del poder para controlar e influir en el con-
texto en otros actores. El poder, refleja una doble acepción cuando se
habla de agencia, el poder como capacidad, y el poder como dominio.
En este sentido, la agencia se desarrolla en los sujetos en formación,
cuando estos enfrentan situaciones que implican poner en práctica la
capacidad para dominar, influir y controlar el contexto en que viven y
a otros actores con los que convive. Desde luego, que esta capacidad
en las relaciones familiares se piensa para enfrentar situaciones, que
posicionan a los miembros en desigualdad de recursos para el ejercicio
del poder, es decir, entre hombres y mujeres, entre adultos e infantes,
entre proveedores y dependientes, etc.

2.- Orientados al bien común

El conflicto de intereses de grupos, que conviven en un mismo


contexto es la razón por la que requerimos establecer un bien común,
que medie la balanza entre dichos intereses. En principio y por demo-
cracia, todos tenemos el mismo derecho de manifestarlos, defenderlos
y preservarlos, es por eso existen límites a la defensa de los intereses
particulares. Este límite, diría Tomas de Aquino, es el bien más común y
general (Martínez Barrera, 1993). De esta manera, en una democracia
no se justifica que un bien particular, acabe prevaleciendo sobre el bien
más común y general de la sociedad, y tampoco se puede justificar
defender los intereses de una persona o colectivo causando perjuicios
a terceros. Entonces, el reto del ejercicio ciudadano con el bien común,
es hacer compatible el bien particular de un colectivo con el bien más
común y general de la sociedad. De esta manera, el bien común se
encuentra en todas las acciones formativas cotidianas, que se centran
en la dimensión ética del sujeto.
Las prácticas colectivas comunitarias y familiares representan un

131 131
Bibliografía

buen escenario formativo de la ciudadanía, que resaltan los beneficios


del bien común. En la elaboración de comales y artesanías de barro por
ejemplo, los integrantes de las familias colipeñas ocupan parte de su
tiempo libre para realizar actividades de preparación, elaboración y
comercialización de los productos, debido a que esta actividad gene-
ralmente representa una actividad complementaria del ingreso econó-
mico de las familias. La disposición de los integrantes de las familias,
en estas actividades muy rara vez es forzada o cuestionada porque se
reconoce la importancia de sacrificar ciertos derechos individuales,
como el descanso y la recreación. Los miembros de las familias, en-
tonces generan una conciencia de disposición a la suma de esfuerzos
y sacrificios colectivos, bajo la premisa de mejorar las condiciones de
vida que podría traducirse, en una mejor vivienda o en la adquisición
de bienes de uso colectivo.

3.- Reconocer la autoridad, las normas y las consecuencias

El criterio formativo que refiere al reconocimiento de la autoridad,


las normas y las consecuencias, al igual que la agencia, se encuentra
estrechamente ligado al recurso del poder y a la acción política del
sujeto. Por eso, es común que la formación de ciudadanía se halle con
frecuencia, en situaciones que implican una confrontación de los suje-
tos con la autoridad. Estas situaciones, que en la cotidianidad familiar
se manifiestan como la inconformidad, el cuestionamiento y la des-
obediencia a las normas, la autoridad o al jefe de familia, en realidad
reflejan un carácter formativo, en la medida en que dicha relación de
conflicto se nutra, en un sentido pedagógico, de elementos que van
más allá de la simple conducta transgresora. El desafío a la autoridad y
la desobediencia a las normas, deben ir acompañado por la reflexión,
la autonomía, la conciencia y la responsabilidad de los actos, el posi-
cionamiento y el discurso político.
En los espacios como la escuela y la familia, las normas constituyen
un factor esencial que establece márgenes de convivencia y compor-
tamiento para las relaciones armónicas, de quienes en esos espacios

132 132
Bibliografía

conviven. Esta es, una primera condición que los sujetos en formación
ciudadana deben reconocer. Paralelo a esto, deben asumir la necesi-
dad de una figura de autoridad que preserve dicho orden, garantice el
cumplimiento de las normas y ejecute las sanciones por desobedien-
cia, promoviendo la legalidad bajo los principios de justicia, equidad y
transparencia.
Sin embargo, el sujeto en formación debe desarrollar su propio
criterio para definir y mediar las tensiones, entre las normas y leyes
con la conciencia, la tradición y la cultura de su grupo social (Mockus,
2005). Es aquí, donde el criterio de reconocimiento de la autoridad, las
normas y consecuencia centra su argumento formativo de ciudadanía,
puesto que, implica además de reconocer elementos de autoridad,
tener la capacidad para disentir de las reglas y plantear argumentos
convincentes de su desacuerdo. Implica además, proponer cambios
sustanciales que reformen las normas vigentes y eliminen las situa-
ciones de injusticia.
En el plano familiar, el criterio se encuentra en distintas situaciones
que establecen niveles de confrontación con la autoridad, que puede
ser representada por el jefe de familia.
Los jóvenes pueden increpar decisiones familiares, relacionadas
con los gastos y el uso de los recursos económicos, las actividades
recreativas y de esparcimiento, las prácticas religiosas, las decisiones
relacionadas con los cultivos, las técnicas de producción o las estra-
tegias de comercialización de los productos. En todos estos casos de
desacuerdo, con la autoridad es posible adoptar una actitud insubor-
dinada, que implica a la vez que se asuman las consecuencias de los
actos de desobediencia. Así, el joven que decide no participar en ac-
tividades religiosas por ejemplo, manifiesta su inconformidad de algo
que considera injusto o inapropiado para su persona y se responsabiliza
por las consecuencias de su decisión. Esta actitud representa un com-
portamiento transgresor, que en realidad define un discurso político
con el propósito de evidenciar su desacuerdo, con las reglas actuales.
A la vez, convoca a que otros miembros de la familia asuman el mismo
comportamiento, para generar un mayor impacto en su manifestación
de inconformidad. El propósito que busca este comportamiento, es

133
Bibliografía

obligar a la autoridad a cuestionarse respecto a las normas vigentes y


a modificarlas o negociarlas.

4.- Promover la participación organizada

Una de las características fundamentales de la ciudadanía, es que


sugiere un proceso de relación entre Estado y sociedad, además de las
relaciones cotidianas entre los propios conciudadanos. La ciudadanía,
se produce en la relación entre los sujetos, y entre estos y la sociedad,
mediante la cual se crean redes de apoyo, de confianza, sobrevivencia,
se impulsan alternativas de participación y se fortalecen los lazos socia-
les, frente a escenarios de adversidad y exclusión (Rodríguez Cortés,
2012). Se puede decir, entonces que la formación de ciudadanía implica
el reconocimiento y el encuentro del otro a partir del cual se gestan iden-
tidades, se comulgan principios, se dirimen diferencias y se comparten
intereses de grupo, dando forma a procesos de organización colectiva.
Ahora bien, dado que la ciudadanía se construye a partir de la
participación política, ésta no es resultado de la acción individual de
los sujetos en la vida privada, sino que toma forma en la participación
de los asuntos públicos. Lo público, es entonces el escenario en donde
se fundamentan las prácticas ciudadanas, relacionadas con la organi-
zación colectiva. Es ahí donde los problemas sociales, las diferencias
y las relaciones con los demás y con el Estado mismo, a través de un
proceso organizativo, encuentran cauce para zanjar las diferencias y
fortalecer el tejido social.
Sin embargo, la participación organizada surge desde las primeras
experiencias del sujeto en el círculo familiar. El carácter formativo del
criterio, que implica la participación organizada, se sustenta así, pri-
meramente en las relaciones con otros sujetos, en el plano familiar y
posteriormente con el Estado y con otros ciudadanos con el propósito
de encontrar soluciones a problemas sociales, que se dirimen en el
ámbito de la esfera pública. Incluso, esto supone los casos en que los
sujetos identifican las situaciones de conflicto, originados en lo priva-
do –como los casos de violencia familiar- para después posicionarlos

134
Bibliografía

como asuntos de interés público.


Finalmente, es importante mencionar que las situaciones familia-
res que ameritan promover la participación organizada de los sujetos,
adquieren un carácter formativo siempre que se conjugue con alguno
de los otros criterios, para poder ser considerado como un proceso
formativo ciudadano. Esto es que no toda participación organizada,
dentro o fuera de la familia es formativa de ciudadanía, sino que debe
además estar orientada al bien común, debe desarrollar la capacidad
de agencia u algún otro de los criterios que aquí se proponen. Al mis-
mo tiempo, muchos de los escenarios formativos se relacionan con la
participación organizada, debido a que la ciudadanía es asunto que
implica directamente las relaciones con la colectividad del sujeto, y
de éste con el Estado.

5.- Ejercitar el diálogo y la búsqueda del consenso

Ejercitar el diálogo y la búsqueda de consenso es un criterio forma-


tivo de ciudadanía que encuentra elementos similares con otros criterios
que ya se han visto como el bien común, la participación organizada, y
algunos que más adelante se abordaran, como el de la inclusión social
y el reconocimiento de las diferencias para que los sujetos compartan
en una sociedad códigos distintos, ideologías y creencias opuestas o
divergentes e intereses encontrados. Esto tiene mucho que ver, a decir
de López Rizzo (2007), con “las segmentaciones sociales, efecto de
diversas políticas sociales que con las intenciones propias de los suje-
tos afecta, además, la posición que los sujetos tienen con relación a las
políticas públicas, es decir a la ciudadanía.” (López Rizzo, 2007, p. 1).
De esta forma, los sujetos que no logren aprender formas adecua-
das de manifestarse quedarán impedidos de participar directamen-
te en el diálogo, para la construcción del consenso, y por ende para
ejercer su derecho ciudadano. La incapacidad discursiva en definitiva,
imposibilita a los miembros de una sociedad a ejercer directamente su
derecho ciudadano, a expresar sus opiniones e intereses y a establecer
formas de interlocución con el Estado y con los demás ciudadanos. La

135
Bibliografía

búsqueda del consenso, implica entonces poner en práctica habilida-


des discursivas, deliberativas y de negociación. Por eso se considera
que, las situaciones que entrenan al sujeto en el diálogo y la búsqueda
del consenso dentro del espacio familiar, forman parte de un criterio
formativo de la ciudadanía. Estos escenarios de la cotidianidad familiar
que generan ejercicios de diálogo y consenso son formativos, porque
obligan al sujeto a desarrollar sus habilidades para manifestar su opi-
nión, debatirla y defenderla de manera pacífica. Es aquí, en donde la
negociación y el diálogo se entrenan a partir de la disputa entre los
hermanos y también con los padres en la demanda de mayores privi-
legios; lo entrenan y sensibilizan además para el reconocimiento, el
trato y la aceptación de otras formas de pensar y de actuar distintas
a las suya, sin recurrir a la violencia. Así en las relaciones familiares
sanas y pacíficas se comienzan a gestar desde los primeros momentos
de socialización del sujeto, y estos comportamientos se trasladan a la
convivencia con los demás en el espacio público.

6.- Desarrollar el sentido de justicia social

Desarrollar el sentido de justicia social es una condición que se


considera necesaria para la formación de los ciudadanos, puesto que
apela a la construcción de una sociedad más, justa en donde las des-
igualdades se medien por los principios de igualdad y equidad. Esta
mediación se sustenta además, en una base de derechos y deberes
asignados a los ciudadanos, con lo que se busca equiparar las oportuni-
dades para desarrollarse social, económica, política y humanamente en
igualdad de circunstancias. Busca entonces, además, crear conciencia
de las desigualdades y aportar elementos para reducir las brechas que
dividen a unos con otros como la de género, la generacional, la tecno-
lógica, la educativa y la étnica entre otras.
En este sentido, el criterio formativo que corresponde al desarrollo
del sentido de justicia social en los miembros de las familias colipeñas,
llevaría a plantearse escenarios de concientización, sensibilidad y res-
ponsabilidad ética de los sujetos para poder comprender, en primer
lugar, las situaciones de desigualdad e injusticia, y reflexionar en torno

136
Bibliografía

a las causas que las originan. Estos escenarios, también se orientan a


disminuir las conductas individualistas para plantear una actitud de res-
ponsabilidad, con los demás para solidarizarse a las causas que buscan
reducir las desigualdades e injusticias sociales.
Como en los demás criterios, el papel de los adultos para esti-
mular el sentido de justicia social es fundamental, porque es a partir
de las experiencias familiares y escolares que los jóvenes aprenden a
identificar situaciones de injusticia, ya sea por las condiciones propias
de desventaja o porque identifican en los otros estas circunstancias.
Una forma clara de identificar situaciones de injusticia, es la violencia
contra las mujeres, niñas, niños o personas adultas mayores. Educar y
formar desde la familia con un sentido de justicia social, logrará además
erradicar la visión que considera a la violencia familiar, como un asunto
exclusivo de la esfera privada.

7.- Promover la inclusión y la igualdad social

De la mano con el criterio formativo anterior, promover la inclu-


sión y la igualdad dentro de la familia contribuye al reconocimiento, al
respeto y la aceptación de las distintas condiciones y características de
quienes la integran. Esto a la vez, abona a la consolidación de una so-
ciedad más justa, equitativa y democrática porque permite la apertura
a nuevas y distintas formas de pensar, de ser y de dialogar. Implica la
aceptación y el reconocimiento de la diferencia para ejercer derechos
y asumir responsabilidades.
El proceso de formación ciudadana, se debe contener en la cotidia-
nidad familiar porque desde el hogar se contribuye a la creación de las
bases de una sociedad, donde todas y todos puedan considerarse con
derechos ciudadanos, plenos y ejercerlos sin importar las diferencias.
Paralelo al proceso de reconocimiento y aceptación, es necesario exigir
al Estado las acciones que permitan erradicar las desigualdades, que
mermen la condición ciudadana y que implemente los mecanismos
jurídicos, económicos, políticos y sociales para ello.
En este punto, es necesario resaltar la diferencia entre la inclusión
y la igualdad, puesto que la primera, si bien abre la puerta a la acep-

137
Bibliografía

tación y el reconocimiento de los grupos diferentes, al mismo tiempo


refleja un sentido que marca la diferencia en sí. La igualdad refleja una
asimilación similar para todos, aun a pesar de la diferencia. Siempre
será mejor hablar de un trato igualitario, que un trato incluyente pues-
to que lo primero da por hecho la ausencia de diferencias, mientras que
lo segundo marca una línea entre lo endógeno y lo exógeno. Si bien es
cierto, que la inclusión abre la oportunidad a un trato igualitario, no
deja de señalar la diferencia entre incluyentes e incluidos.

8.- Fomentar la solidaridad y el compromiso social

Con frecuencia, los padres piden la ayuda de los hijos en las activi-
dades de la casa, como contraprestación de los esfuerzos y sacrificios
que ellos hacen para su bienestar. Para algunos autores, cuando se
plantea esta exigencia no se fomenta la ayuda, sino que al contrario,
se niega y se confunde con la retribución o el pago suponiendo que
ésta debe surgir del deseo de dar, de servir, de sintonizarse con las
necesidades y el mundo del otro (Fultz y Cialdini, 1991). Algo similar
sucede con la visión de contrapartida de los derechos y deberes de
la ciudadanía con el compromiso social y la solidaridad. Por su parte,
García Roca (2012) expone que la solidaridad es resultado entre otros,
de un factor político que se configura en torno al derecho de ciuda-
danía, por el cual se garantizan y reconocen bienes comunes como
despliegue de la dignidad, liderado por el Estado. Cuando los bienes
comunes como la educación, la salud o los servicios públicos entran en
cuestionamiento, no se pueden ignorar. Aquí es donde la solidaridad, se
hermana con la justicia social y el bien común en favor de la ciudadanía.
La solidaridad y el compromiso social forman un criterio formativo de
ciudadanía en los escenarios de cotidianidad familiar porque a través
de ellos, el sujeto en formación se sensibiliza y compromete con los
demás y con sus causas. De hecho, este último criterio detona otros
más como la participación organizada, el sentido de justicia social, la
inclusión y la igualdad.
Pero la solidaridad observada en el trabajo de campo se acompaña
de un proceso de reciprocidad con el que Fultz y Cialdini (1991) no

138
Bibliografía

estarían de acuerdo. La ayuda solidaria efectivamente se fundamenta


en la confianza en que la ayuda se corresponderá en situaciones si-
milares. Eso no demerita la esencia de criterio formativo. Los jóvenes
que se han sumado a la ayuda en situaciones de infortunio como de-
sastres naturales, accidentes o enfermedades de algunas personas de
la comunidad o de comunidades vecinas han generado una conducta
sistemática por apoyar esas causas, y esto les ha fomentado la solida-
ridad y el compromiso social. Otro ejemplo, muy común se da en las
situaciones de muerte de algún habitante. El que las familias se coor-
dinen para apoyar en casi todos los sentidos, a los familiares en duelo,
por ejemplo con los trámites legales –o en los casos de migrantes
para el traslado del cuerpo-. También han sido comunes las campañas
de recolección de víveres en las escuelas, iglesias y oficinas públicas
para apoyar a damnificados por las inundaciones, de las áreas costeras
de la región. Generalmente estas acciones se pasan por alto, pero en
realidad contienen un alto carácter formativo de ciudadana. Generan
en el individuo un sentimiento de responsabilidad ética para con los
demás y despierta la conciencia de solidaridad no solo en desgracias
naturales sino también, en causas como las luchas y los movimientos
sociales y la reivindicación de derechos de grupos específicos.
De esta manera, en las familias o en las escuelas, la solidaridad y el
compromiso social se fomentan tácitamente en situaciones contingentes.
Los padres y maestros deberían explotar las situaciones que ameritan la
ayuda, de los demás para instruir y dar sentido a los actos solidarios y
enmarcarlos en un contexto de ejercicio ciudadano, que indudablemente
generaran una sociedad cohesionada y fortalecida en sus lazos sociales.

Conclusiones

La violencia familiar genera repercusiones en las dimensiones éti-


cas y políticas de la ciudadanía. Repercusiones éticas, que se reflejan
en los comportamientos y actitudes ciudadanas y repercusiones polí-
ticas que manifiestan la incapacidad y la ausencia de elementos para
establecer relaciones sanas y armoniosas con los demás, por ejemplo

139
Bibliografía

en la toma de decisiones consensuadas, el diálogo con respeto y la re-


solución de conflictos de manera pacífica. La violencia familiar atenta
de manera contundente a los principios y valores democráticos en el
seno de lo familiar. Estas actitudes, trascienden sustancialmente a la
esfera pública y contribuye a una cultura de violencia, donde las rela-
ciones de poder se valen del recurso de la fuerza y de la dominación.
Al representar la violencia familiar escenarios y actos performativos
cotidianos, se desarrollan actitudes que normativizan y arraigan la prác-
tica del ejercicio del poder, mediante la violencia hacia mujeres, niñas, ni-
ños, personas adultas mayores y con alguna discapacidad. Sin embargo,
es posible modificar estas conductas y actitudes agresivas y violentas si
modificamos las condiciones en que se establecen, las relaciones al in-
terior de las familias. Para ello, es necesario desarrollar y fomentar actos
y escenarios de la cotidianidad familiar que se enriquezcan con algunos
criterios formativos de ciudadanía. En la medida en que estos criterios
se hagan presentes en las relaciones familiares, se contribuirá a formar
ciudadanos consientes y responsables consigo mismos y con los demás
y se fortalecerán los lazos que nutren el tejido social.

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142
Bibliografía

Violencia doméstica y exclusión social en


Nayarit: Un breve análisis de sus
implicaciones desde la gestión de
políticas para el desarrollo social

Héctor Ramón Ramírez Partida25 y Luis Fernando Pérez Varela.26

Resumen

Las políticas de desarrollo económico buscan incrementar el bien-


estar social y generar un entorno igualitario y equitativo de los benefi-
cios del desarrollo. La violencia y la exclusión pueden representar una
amenaza al logro y consolidación de los objetivos del desarrollo, así las
prioridades incluidas en el diseño de las políticas de desarrollo se dilu-
yen durante la implementación. En particular, la violencia doméstica
interviene negativamente en el desarrollo integral de los individuos y
es factor de retroceso en los procesos de avance social. En este con-
texto, este trabajo investiga las implicaciones teórico-conceptuales
de la violencia doméstica y la exclusión social sobre los fundamentos
del desarrollo. Este análisis se hará desde la perspectiva de la gestión

25 Universidad Autónoma de Nayarit. hector_2093@hotmail.com.


26 Universidad Autónoma de Nayarit, luisperez.varela@gmail.com.

143
Bibliografía

para la implementación de políticas sociales, con el fin de definir las


implicaciones de estos fenómenos para el caso del estado de Nayarit,
y establecer bajo cuales condiciones estas implicaciones son genera-
lizables a otros casos.

Palabras clave: violencia, exclusión social, desarrollo económico,


gestión del desarrollo

Introducción

El documento que se presenta a continuación, realiza un análisis


teórico sobre las implicaciones de la violencia doméstica y la exclusión
social en los procesos del desarrollo social. Se ha divido en dos sec-
ciones, la primera aborda una discusión conceptual sobre la violencia
doméstica y la exclusión social y su relación con los elementos que
actúan alrededor de los conceptos para establecer una definición de su
impacto en el desarrollo social, integrando la visión de la generación de
capital social como una necesidad en los procesos de la gestión eficaz
de las políticas de desarrollo, en el que intervienen todos los actores
sociales interesados en los procesos de desarrollo económico y social
de características locales. En la segunda sección del documento, se
concluye con un apartado en el que se presenta un panorama de la
situación y sus implicaciones hacia el desarrollo social en el estado de
Nayarit.

Violencia Doméstica y exclusión social: obstáculo para el desa-


rrollo económico local

La familia como institución, donde se dan las primeras relaciones


sociales de todo individuo es, por una parte, colaboración y solidaridad
para la generación de oportunidades referente a mejores condiciones
de vida de los integrantes, pero también es disputa y relaciones de
poder, que en condiciones de poca conciliación para la toma de de-

144
Bibliografía Bibliografía

cisiones, pueden derivar en lo que se denomina violencia doméstica.


La violencia doméstica para efectos de éste documento, es definida
como todo acto de agresión física, emocional o psicológica de parte
de un miembro de una familia sobre uno o más miembros de la misma
que coindicen con éste en un hogar, es en general ejercida por aquellas
personas que son proveedoras o que cuentan con la autoridad econó-
mica, otorgada por la obtención de recursos en un hogar.
El estudio de la violencia doméstica, encuentra el primer obstá-
culo, precisamente en la definición de familia, pues como argumentan
Salles y Tuirán (1997), existen evidencias que permiten sostener que
junto a la familia nuclear conyugal, coexisten nuevos y viejos modelos
de familia, lo que precisa que no puede la dinámica colectiva ser en-
marcada en formas aparentemente uniformes y monolíticas. La diver-
sidad de la composición familiar, hace igualmente diversas las formas
en que la violencia doméstica puede ser ejercida; así, el tema complejo
en que se convierte su estudio, se vuelve aún más trascendental si se
incluye en la discusión el vínculo de la familia como institución en un
contexto de intercambio social y cultural.
Para Salles y Tuirán (1997) las familias se conforman por relacio-
nes sociales de naturaleza íntima donde conviven e interactúan per-
sonas emparentadas, de género y generaciones distintas, González
(2006) plantea que la unidad doméstica es contradictoria y combina
elementos de afecto, solidaridad y cohesión con intereses en conflicto,
negociaciones en ocasiones violentas y acceso desigual a los recursos.
En este sentido, las consideraciones teóricas y conceptuales presenta-
das respecto a la violencia doméstica, brindan elementos de análisis
para el entendimiento de los problemas domésticos en la micro visión
del desarrollo, como factor causal de los problemas sociales en una
visión macro del desarrollo.
Aunque, la violencia doméstica aparece en todos los sectores y es-
tratos sociales, estudios como los de Moore (1997) (citado en Purvin,
2007), Tolman y Raphael (2000), demuestran que hay un alto grado
de asociación entre las variables -violencia doméstica y el abuso físico
en los hogares, y los bajos ingresos familiares-, lo anterior tiene efectos
de corto y largo plazo sobre el desarrollo familiar en primera instancia,

145 145
y el desarrollo económico social en segunda. Si bien es cierto, que el
tipo de relaciones que suceden en la familia, emanan de sus propias
situaciones culturales, económicas y sociales, también responden a los
diversos contextos y la adaptabilidad de las mismas ante los cambios
demográficos, políticos y contextuales que generan oportunidades de
inclusión hacia condiciones de desarrollo económico y social.
“Los hogares pueden estar formados por varias unidades conyu-
gales” (González, 2006, p. 68), la estructura del grupo familiar, se verá
influida por un sinnúmero de elementos, pero existe uno que jugará
un papel determinante en la dinámica de dicho hogar: su composición
socio demográfica, pues ésta determina en gran medida las necesida-
des del núcleo doméstico (Villagómez, 2006). Tal composición inter-
viene directamente tanto en el ciclo doméstico, como en el ejercicio
del poder y la violencia doméstica. A partir de tal composición de los
hogares, se limita o acrecienta la vulnerabilidad de los mismos, ante la
violencia doméstica y los violentadores. Personas en los hogares con
menores oportunidades (sea por edad económicamente activa de uno
sus miembros o de la mayoría de ellos, capacidades, etc.) hacia la ob-
tención de recursos, son más vulnerables a ser víctimas de la violencia.
Se mencionaba anteriormente que aunque la violencia doméstica
no es un fenómeno exclusivo de ningún estrato social, un hogar en
el que la generación de recursos es responsabilidad de una o pocas
personas (de acuerdo a la estructura específica del hogar), es más
vulnerable tanto a la pobreza y a la exclusión social, como a la violencia
doméstica.
La marginación social a su vez, no es un fenómeno que esté exclu-
sivamente detonado por la pobreza, pues existen diferentes elementos
en los específicos contextos sociales que contribuyen a acrecentar la
marginación, hacia ciertos grupos que se consideran vulnerables (Ro-
dríguez, 2001, Weller, 2009). La vulnerabilidad pues, no es solamente
una condición frente a un evento puntual, es también una condición de
riesgo en una situación estructural (Weller, 2009). Así, la vulnerabili-
dad es una posición de desventaja respecto a las condiciones mínimas
necesarias de desarrollo, para grupos que tienen como denominador
la generación y/o transmisión de la pobreza.

146
¿Qué elementos intervienen en la generación y transmisión de la
pobreza? Si bien la transmisión de la pobreza no es un fenómeno ho-
mogéneo en los hogares pobres, si es una constante en gran número
de ellos, situación que deriva de la falta de relaciones y oportunidades
sociales, que les permitan a los miembros menores de tales hogares, en
la formación de un nuevo hogar, romper esta cadena de pobreza y en-
caminarse hacia mejores condiciones de vida para ellos y sus próximos
compañeros en su nuevo hogar. ¿Cómo se logra romper la cadena de la
pobreza en condiciones de vulnerabilidad? macro programas sociales
como PROGRESA-OPORTUNIDADES, han trabajado en la eliminación
de la transmisión de la pobreza (González, 2006; 2008), pero al igual
que la transmisión no es un fenómeno homogéneo, la pobreza tiene
diferentes matices en las diferentes regiones y localidades del territo-
rio nacional, por lo tanto se considera que la formulación de políticas
en esfuerzos más locales, podría ser un embrión que contribuya a la
generación de mejores oportunidades y permita la inserción social de
los miembros de hogares vulnerables hacia una situación de cohesión
permanente. En este contexto, esta investigación busca establecer
las implicaciones teórico-conceptuales de la violencia doméstica y la
exclusión social como fenómenos que impactan los fundamentos del
desarrollo económico local.
Se considera necesaria la inclusión hacia mejores oportunidades a
grupos vulnerables, pues del desarrollo de cada particular caso, contri-
buye sin duda al desarrollo social en general, (Sen, 1998), observa ésta
situación como una oportunidad en la generación de capital humano
y la expansión de la capacidad humana, relaciones fundamentales en
los procesos del desarrollo económico y social. Para Sen es importante
recalcar el papel instrumental en la expansión de la capacidad humana,
para generar el cambio social, ésta capacidad está centrada en la habi-
lidad de una persona en llevar un tipo de vida, que considera valiosa e
incrementar sus niveles reales de elección (Sen, 1998). Así, la violencia
doméstica en relación con la pobreza, al disminuir las capacidades de
inserción social de las familias o personas que la padecen, limita las ca-
pacidades de desarrollo social y genera un impacto sobre los procesos
de desarrollo económico y social, en primera instancia en su núcleo

147
social más cercano, su localidad.
La violencia doméstica, entonces cuando se presenta en condi-
ciones de pobreza, coloca en una posición de fuerte vulnerabilidad a
los miembros de las familias, sobre los que se ejerce tal violencia en
cualquiera de sus formas, frente la exclusión social. Para Domínguez
y Núñez (2009), Si una persona no puede participar en las actividades
básicas, sociales y económicas de su localidad, se le debe considerar
como socialmente excluida.
Las familias o personas excluidas socialmente ven deteriorado su
estado de bienestar: “Los pobres llevan una forma de vida que está
inmersa en condiciones desfavorables de participación de los benefi-
cios sociales: acceso a la vivienda, educación, salud, justicia, o libertad
de expresión” (León y Nuñez., 2010, p.11). La anterior definición es
adoptada en un sentido metodológico, pues si bien la exclusión social
está ligada comúnmente a cuestiones de dificultad en la obtención de
recursos económicos, es complejo definir cuál es el punto en que se
puede considerar pobreza.
El combate a la pobreza y a la exclusión social, ha sido un tema
recurrente en la implementación de políticas sociales y de desarrollo, el
que existan personas que no gocen de las libertades que les permitan
desarrollarse plenamente en un sentido social y comunitario, realza las
necesidades de intervención de parte de los agentes interesados en el
desarrollo económico y social, pero la forma en que se han planteado
las políticas parece quedar corta respecto a los retos que exige intentar
reducir la pobreza y la exclusión, pues la formulación de políticas se
ha dado a partir de consideraciones de asistencia y protección social,
propias de sociedades industriales, enfoque que se va superando cada
vez más, lo que deja de lado nuevas realidades que van adoptando
las situaciones de exclusión (Subirats, 2004). La exclusión social es
entonces un fenómeno que, derivado de una serie de elementos entre
los que podemos considerar niveles bajos de ingreso, pocas oportu-
nidades de empleabilidad en el sector formal, entre otros factores, es
de naturaleza estructural, por tanto, una política angosta de limitados
alcances, como mucho hace visible el problema y su realidad, pero no
acaba con sus efectos en el mediano o largo plazo.

148
La dificultad en el desarrollo de políticas que buscan erradicar
la pobreza y la exclusión social es de acuerdo con Subirats y Blanco
(2009) que tales condiciones, son mucho más un conjunto de procesos
que una situación estable, y son de geometría variable. No afectan sólo
a grupos predeterminados concretos, más bien al contrario, afectan
de forma cambiante a personas y colectivos de acuerdo a los distintos
grados de vulnerabilidad en función de las condiciones cambiantes
de su entorno (Subirats y Blanco, 2009, p.50), lo que exige acciones
estratégicas y no intervenciones a priori. En México particularmente,
las estrategias de políticas sociales para el desarrollo en las últimas dé-
cadas han sido variables, han pasado del liberalismo social a las trans-
ferencias monetarias condicionadas (CCT por sus siglas en inglés),
sin que se observen resultados de cambio estructural que permitan
creer que los planteamientos de política de desarrollo han sido y son
los correctos.
El enfoque del liberalismo social, que más que una política pública
era una ideología partidista coyuntural, trataba de separase del esta-
do de bienestar “a la mexicana” sin lograrlo realmente. El problema
que muchos expertos le atribuyen, es que era más liberal que social
(Bolívar, 1993; Borge, 1993; Villarreal, 1993; Cabello, 1999). En el
enfoque de transferencias monetarias condicionadas, se desarrollan
programas que transfieren ingresos directamente a las familias pobres
con la condición de que mantengan a sus hijos en las escuelas, visiten
de forma regular las instalaciones de los servicios de salud, y asistan
a talleres informativos periódicamente, intentando romper así con el
círculo vicioso de la pobreza intergeneracional, programas como PRO-
GRESA- OPORTUNIDADES, encabezan éste tipo de macro políticas de
desarrollo (Tetreault, 2012).
¿Cumplen con el objetivo planteado éste tipo de macro políticas
de desarrollo? Aunque es difícil argumentar al respecto, por la gran
cantidad de elementos que se relacionan y que intervienen en los pro-
cesos de políticas tan ambiciosas, se han hecho evaluaciones a fondo
(Escobar y González, 2000; Hernández, Hernández y Urquieta, 2006;
SEDESOL 2008), que hablan de resultados parciales en los logros del
programa; con las primeras generaciones de graduados, de la lista de

149
beneficiarios de los programas, se concluye que en general, el elevar
los niveles de educación, salud y alimentación de los beneficiarios ha
impactado positivamente en las opciones de inserción laboral, aunque
en términos de mejora de la situación de los hijos sobre la situación de
los padres, no se ha encontrado efectos positivos sobre la mejora sala-
rial, el empleo en trabajos formales o de ocupaciones mejor calificadas
(Rodríguez y Freije 2008).
Por tanto, se puede sostener que aunque este tipo de políticas
tuvieron cierto éxito en países desarrollados, esto no significó la su-
peración de los problemas en la implementación del programa, ni su
totalmente apropiado diseño para el caso de México (Escobar y Gon-
zález, 2000). En relación al planteamiento de una correcta política de
desarrollo, cada actor tiene su percepción de la realidad respecto de la
situación que desea mejorar, y tendrá a su vez una idea de mejora, lo
que puede ser tanto una dificultad como una oportunidad. De acuerdo
con Subirats y Blanco (2009) Una política es pública porque su decisión
está en manos de los poderes públicos, pero ello no quiere decir que
la esfera pública sea patrimonio exclusivo de las instituciones, pues
sin duda el potencial verdadero en la implementación de una política
se encuentra en el soporte e implicación de los actores sociales que
consiga (Subirats y Blanco (2009; 49).
Así, la violencia doméstica y la exclusión social, son condiciones
de retroceso en los procesos de avance social. Ante las oportunidades
que ofrece el desarrollo en un mundo tan heterogéneo, por supuesto
es necesario buscar mejores condiciones de bienestar para el goce del
total de los ciudadanos, de condiciones de desarrollo y todo lo que
ello implica, de una manera equitativa; sin embargo, la elaboración
e implementación de las políticas sociales en un enfoque tradicional
(de arriba hacia abajo), parece haber sido rebasada por situaciones
concretas en un mundo con tantos matices y tan específicas nece-
sidades, por lo que se vuelve necesario el planteamiento de nuevos
enfoques y participación en los procesos del desarrollo por un mayor
número de actores sociales locales (Pírez, 1995), quienes son los más
interesados en los cambios estructurales hacia mejores condiciones y
oportunidades para el bienestar social.

150
Gestión de políticas sociales: una búsqueda de su eficacia

El diseño e implementación de políticas para el desarrollo centra


sus objetivos en la mejora de las condiciones generales de vida de los
individuos en una sociedad. Las políticas de desarrollo económico, por
ejemplo, buscan generar un entorno que incremente el bienestar social
como una precondición para ofrecer un estado de igualdad de oportu-
nidades que permita homogeneizar a los miembros de la población, es
decir, que el entorno sea incluyente para el disfrute igualitario y equi-
tativo de los beneficios del desarrollo. Sin embargo, de la formulación
de una política a la implementación, hay elementos que nos remarcan
que tal proceso no se da de forma automática, por el contrario, uno de
los principales objetivos de una política es generar cambios sociales y
el cambio social requiere un serio compromiso de parte del conjunto
de actores locales, de tal forma que si la delegación de las responsa-
bilidades en la gestión de las políticas recae en un sólo actor de los
procesos, el escenario más probable es una política de corto alcance.
La gestión de las políticas que se mencionaba anteriormente en
el texto, se ha dado a partir de los poderes públicos generalmente, sin
que exista un involucramiento notorio de los actores locales, quienes
debieran ser los principales interesados en los procesos de desarrollo
para la mejora estructural en las condiciones de bienestar y oportuni-
dades. Una de las mayores debilidades en los procesos del desarrollo
económico y social, descansa en la falta de capacidad y las ineficiencias
en la gestión de las políticas sociales donde se puede agrupar lo refe-
rente a ejecución y cumplimiento de actividades, presupuesto, toma
de decisiones en la acción y participación social en la gestión (Saenz,
2006).
Las instituciones públicas son las responsables de generar espa-
cios propicios para el debate. Sin embargo, numerosas experiencias de
todos los niveles (mundial, nacional, regional) muestran la necesidad
de participar activamente en los proceso de desarrollo social locales,
por tanto, para una gestión eficaz de los procesos del desarrollo es
necesario compartir la responsabilidad de la gestión (Spagnolo, 2011).
Actores como las instituciones públicas, en coordinación con la socie-

151
dad civil organizada y los actores del sector privado, deben plantearse
nuevos paradigmas de intervención hacia las problemáticas sociales,
entre ellas, las que circulan alrededor de la violencia doméstica y la
exclusión social.
No existe una fórmula que asegure que un planteamiento de po-
lítica, a partir de una gestión eficaz de los procesos del desarrollo,
funcione. La organización para la cooperación y el desarrollo econó-
mico OCDE (2006), enlista una serie de principios que sirven como
herramientas para una eficaz gestión del desarrollo: 1) centrar el
diálogo en los resultados en todas las fases del proceso, 2) alinear la
programación, monitoreo y evaluación con los resultados, 3) mante-
ner la medición y la información sencilla, 4) gestionar para y no por
resultados, 5) usar la información de los resultados para aprender y
para la toma de decisiones. Se debe agregar a las consideraciones, el
involucramiento en todo el ciclo de las políticas al total de los actores
locales del desarrollo.
Los planteamientos y recomendaciones de la OCDE (2006) se
basan en cuestiones de comunicación, confianza e información para
la toma de decisiones y pueden ser aplicables a la implementación de
políticas más locales con una gestión, basada en la eficacia de dichos
procesos. Lo anterior lleva a considerar que si bien, es fundamental
el involucramiento de todos los actores locales en la implementación
de política, éstos no tienen áreas amplias de oportunidad mientras no
tengan las capacidades mínimas para que el involucramiento sea efec-
tivo y sus aportes en los procesos del desarrollo social sean notorios,
es decir, la generación efectiva de capital social.
¿Cómo podemos definir el capital social? Para Woolcock y Nara-
yan (2000) capital social son todas las normas y redes que permiten
la acción colectiva. Las definiciones de capital social tienen varias di-
mensiones, pues incorporan diferentes niveles y unidades de análisis,
por tanto el logro de una definición única es una tarea probablemente
imposible (Woolcock y Nayaran, 2000). La medición del capital social
o los niveles del mismo, sólo es factible en cuestión de percepción y
de acumulación de logros, en este caso, respecto al desarrollo social.
Pero en general, ¿Cuál es la relación entre la gestión eficaz de

152
políticas, capital social y la violencia y exclusión social? Mientras que
para muchas personas, la violencia doméstica es una cuestión privada
y en muchas ocasiones invisible, cuando un miembro de la sociedad es
víctima de violencia en cualquiera de sus formas, entonces el problema
de la violencia se convierte en uno de orden público, en éste punto
la gestión eficaz de políticas sociales se vuelve fundamental para la
disminución de la violencia y exclusión social.
Propiciar un ambiente de equidad en la consecución de logros
sociales, es parte de la acumulación de capital social. Muchas de las
consideraciones y estudios que se hacen sobre los pobres, dan prio-
ritaria atención a la construcción de redes sociales, pues la única ma-
nera que tienen de solventar situaciones de vulnerabilidad es con la
creación de lazos sociales entre ellos (Woolcock y Narayan, 2000), de
ahí la consideración de Dordick (1997) (Como se cita en Woolcock y
Narayan 2000; 30), cuando asegura que “los pobres sí tienen algo que
perder, unos a otros”.
En este contexto, el paso siguiente es el análisis de las políticas
implementadas para generar propuestas de política basadas en la in-
formación para la toma de decisiones razonadas, pues si bien toda
política social busca el desarrollo equitativo de la sociedad, no todas
logran los propósitos planteados en su formulación, por lo que la par-
ticipación de los actores sociales en las decisiones de políticas públicas
debe ser incentivada, pero ante todo razonada y basada en una serie de
principios metodológicos y estratégicos, pues ante el constante cam-
bio en las administraciones públicas (con ideologías y características
particulares), dejar el control total a tales actores de los procesos del
desarrollo, sería renunciar a una delegación de responsabilidad que sólo
puede ser efectiva con el involucramiento de todos los actores sociales.

La Pobreza y exclusión social y la violencia doméstica, el caso de


Nayarit, México

De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la


política de desarrollo social CONEVAL (2012), en México para el año

153
2010, la pobreza alcanzó a 52.1 millones de personas, lo que represen-
tó el 46.3% de la población total. De esta población, 12.8 millones de
personas se consideraron en situación de pobreza extrema, equivalen-
te al 11.4% de la población total de México, (CONEVAL, 2012). En este
contexto, para el mismo año de análisis, Nayarit ocupó la posición 19
con población en situación de pobreza y la 17 en situación de pobreza
extrema, (posiciones 1 al 32 en orden ascendente). Aunque Nayarit
se encuentra en el año 2010 dentro de los 15 estados con menores
índices de pobreza, la población que ha presentado algún tipo de ca-
rencia social es de 449, 981 de un total de 1,089, 174 habitantes.
Los municipios de El Nayar, Huajicori, La Yesca, Ruiz y Jala fueron los
municipios con mayor porcentaje de población en pobreza extrema
(CONEVAL, 2012).
La situación de pobreza en Nayarit del año 2008 al año 2010
presentó un aumento en el volumen de la población en situación de
pobreza, de 441,140 personas en el año 2008, a 449, 011 en 2010,
para el mismo periodo el porcentaje de población en pobreza extrema
aumentó de 6.1 a 7.6 por ciento, lo que significó un aumento de 64,386
a 83,008 personas, de 2008 a 2010 en Nayarit la situación de pobreza
extrema aumentó en 18,622 personas (CONEVAL, 2012). Panorama
que si bien es producto de cambios demográficos particulares en algu-
na medida, no deja de ser preocupante, pues muestra que los cambios
estructurales esperados a partir de la implementación de la política de
desarrollo, no se están viendo reflejados en un sentido cuantitativo.
Respecto a la evolución de carencias sociales, los datos que mues-
tra CONEVAL (2012) considerando las variables 1) rezago educativo
2) acceso a los servicios de salud 3) acceso a la seguridad social 4)
calidad y espacios de la vivienda 5) acceso a los servicios básicos de
vivienda y 6) acceso a la alimentación, son los siguientes:
Correspondientes a los logros de política social, se encontró que
en variables como rezago educativo, acceso a los servicios de salud y
acceso a la seguridad social, la carencia disminuyó en 5,083; 76,688 y
28,329 personas respectivamente; la carencia por calidad y espacios
de la vivienda aumentó de 2008 a 2010 en 6,135 personas. Respecto
a los servicios básicos de la vivienda, la carencia se redujo en 7838

154
personas. Por último, los datos que brinda CONEVAL respecto al acceso
a la alimentación son preocupantes, pues la carencia aumentó 64, 706
personas (CONEVAL, 2012).
De igual forma, de acuerdo a datos de CONEVAL en su Anexo
estadístico de Pobreza en México en el período 2010-2012, se regis-
tró un incremento en las personas en situación de pobreza extrema
en once estados, figurando Nayarit como el estado que incrementó
mayormente su porcentaje de pobreza extrema, pasando de 7.6 por
ciento en 2010 a 11.9 por ciento en 2012, cayendo tres lugares en
el ranking de la pobreza extrema en México, del lugar 17 en 2010 al
lugar 14 en 2012.

Gráfica 1. Medición de la pobreza, Estados Unidos Mexicanos,


2012 Porcentaje de pobreza moderada y extrema, según entidad
federativa.Fuente: CONEVAL con base en el MCS-ENIGH 2012. Re-
cuperado de http://www.coneval.gob.mx/Medicion/PublishingIma-
ges/Pobreza%202012/Botones%20anexo%20estad%C3%ADstico/
btn_ae_anexoestadistico.jpg

155
Al observar tales cifras, pareciera que las prioridades incluidas en
el diseño de las políticas de desarrollo en México y particularmente en
Nayarit, se diluyen durante su implementación, pues a pesar de que
en algunas de las variables observadas en lo relativo a la evolución de
las carencias sociales en el estudio de CONEVAL (2012), hay avances,
éstos no son tan significativos como para hablar de erradicación de la
pobreza y mejoras de equidad hacia los procesos de desarrollo social;
por el contrario, el aumento en algunas de las carencias sociales, y de
la pobreza extrema para el año 2012 en más de cuatro puntos por-
centuales, colocan en situación de plena desventaja y vulnerabilidad a
quienes padecen tales carencias y los alejan de las condiciones mínimas
necesarias para el logro del desarrollo social.
En referencia a la violencia doméstica, de acuerdo a datos de INEGI
en Nayarit en el año de 2009, se registraron 537 denuncias de abusos
en los hogares hacia menores de edad, de las cuales fueron comproba-
das 28, situación que se incrementó para el 2010, al ser denunciados
681 casos y comprobados 520, es decir, los casos comprobados de
violencia doméstica contra menores de edad fueron prácticamente los
mismos que los casos denunciados en 2011. El porcentaje de aumento
de casos del año 2009 respecto al año 2011 se muestra en la Gráfica
siguiente.

156
Gráfica 2. Número de casos de violencia infantil comprobados Na-
yarit en los hogares en el periodo 2009-2011.
Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI. Recuperado de:
http://www3.inegi.org.mx/sistemas/sisept/default.aspx?t=m-
vio03&s=est&c=22616

La violencia de género contra las mujeres de 15 años o más en


Nayarit, de acuerdo a datos del INEGI para el año 2011, fue de 392,305
casos, siendo el cuarto estado con menor incidencia de denuncias por
éste tipo de violencia en los hogares. A pesar del decoroso cuarto lugar
con menor incidencia de violencia de género, la cifra es muy alarman-
te, aún más si analizamos los aspectos cualitativos del problema; la
Gráfica 3 nos describe el porcentaje por tipo de violencia de género
en el hogar. Esto refleja la situación de vulnerabilidad en la que viven
muchas mujeres en el contexto doméstico, lo cual en detrimento de
los procesos del desarrollo social.

Gráfica 3. Porcentaje de violencia contra las mujeres de quince


años o más por tipo Nayarit en los hogares en 2011.
Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI. Recuperado de:
http://www3.inegi.org.mx/sistemas/sisept/default.aspx?t=m-
vio47&s=est&c=26521

157
Los datos presentados pertenecen a un espectro no mayor a seis
años, con la intención de dar un panorama de los resultados y la evolu-
ción de la pobreza y violencia doméstica en Nayarit, y sus implicaciones
en la exclusión social, aunque los análisis bajo ninguna circunstancia
intentan ser concluyentes, brindan elementos que son útiles para las
consideraciones planteadas en efecto de éste texto. Se decidió mostrar
los elementos presentados dadas las características y la disponibili-
dad de la información para éste tipo de temas; así, se considera que
la principal contribución es la de resaltar las implicaciones que tiene
la violencia doméstica y la exclusión social sobre los procesos del de-
sarrollo social, en el contexto del desarrollo económico y la equidad.

Conclusiones

La violencia doméstica se presenta como fenómeno en todos los


estratos sociales. Sin embargo, agudiza la condición de exclusión social
cuando se presenta en un entorno de pobreza y carencia de oportuni-
dades, lo que actúa en detrimento del logro de las condiciones mínimas
necesarias que todo individuo por derecho posee para lograr un de-
sarrollo integral. En este sentido, el balance de la evidencia analizada
para el caso de Nayarit, resalta las implicaciones que tienen la violencia
doméstica y la exclusión social sobre los procesos del desarrollo eco-
nómico y social, y hace visible la necesidad de una gestión eficaz de
las políticas sociales a partir del involucramiento de los actores en las
localidades. De este modo, las políticas formuladas tienen mayores
probabilidades de contribuir al desarrollo social equitativo, condición
necesaria para el desarrollo económico.

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La intervención terapéutica en el
tratamiento de familias que enfrentan
violencia y pobreza: el modelo JUCONI

Elsa Herrera Bautista elsa@juconi.org.mx


Erika Cruz Torres soyerikatorres@gmail.com

Resumen

Este artículo aborda los efectos que la intervención terapéutica


tiene en la reducción de la violencia familiar y en las condiciones de
vida de niños, niñas y familias altamente marginadas en la ciudad de
Puebla. A partir de las teorías del apego y del trauma, el modelo JU-
CONI sostiene que la violencia intergeneracional deja secuelas en los
individuos, que dificultan que mejoren efectivamente su situación, aún
si se generan oportunidades a su alrededor. Con datos derivados de un
sistema de monitoreo y evaluación semestral, en el primer apartado
se analizan las condiciones materiales de las familias atendidas por
JUCONI, considerando distintas conceptualizaciones y dimensiones
de la pobreza. En un segundo momento se describen la dinámica de
las familias y algunos rasgos esenciales del modelo, para concluir con
propuestas respecto a los componentes de una política pública que
atienda integralmente la pobreza y la violencia.
Palabras clave: intervención terapéutica, pobreza, violencia fa-
miliar, apego, escala de funcionamiento familiar.

163
Violencia y pobreza: temas vigentes en el México contemporáneo

Las concepciones en torno a la pobreza han ganado complejidad


a través del tiempo: de aquellas que se limitaban a medir el ingreso
económico, pasamos a las que revisan la satisfacción de necesidades
específicas y la cobertura de derechos determinados. Así, podemos
dibujarnos distintas imágenes acerca de lo que significa ser pobre: si
se vive con menos de dos dólares (33 pesos) al día, si se pueden cubrir
las necesidades de alimentación, vestido y educación, o si por más
que se gaste todo el dinero que llega a una familia no alcanza para la
alimentación adecuada de sus integrantes. La pobreza, concretamente
su reducción y su combate, constituye una prioridad en la agenda de
la mayoría de los gobiernos y suele destinársele un grueso volumen
de recursos. En México, con la creación de la Coordinación General
del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (CO-
PLAMAR) en 1977, se iniciaron los esfuerzos sistemáticos para acabar
con la pobreza.
Asimismo, recientemente la lucha contra la violencia se ha con-
vertido en una prioridad nacional. Con la declaración de la guerra con-
tra el narcotráfico en el sexenio del presidente Felipe Calderón (2006-
2012), el auge del crimen organizado y los grupos de autodefensa, la
violencia armada se ha vuelto común y corriente en varias ciudades.
En 2014 se pone en marcha el Programa Nacional de Prevención Social
de la Violencia y la Delincuencia (Gobierno de la República, 2014),
estrategia que pretende abonar a la pacificación del país a partir de
intervenciones en polígonos clasificados como de alta marginación
y conflictividad. La escuela, la familia y la comunidad aparecen como
escenarios para llevar a cabo acciones preventivas y los planteamientos
del programa acusan la comprensión de la complejidad del problema,
sin embargo la instrumentación queda a cargo de los gobiernos locales
y municipales que frecuentemente carecen de conocimientos teóricos
y técnicos sobre la prevención y el tratamiento eficaz.
La pobreza y la violencia constituyen problemas sociales, que a
menudo aparecen unidos aunque entre ellos no media una relación
lineal de causa y efecto. La pobreza, en tanto implica la carencia de

164
condiciones materiales básicas de bienestar (agua potable, alimentos,
viviendas seguras, falta de higiene, falta de acceso a servicios de sa-
lud), puede bien entenderse como una forma de violencia estructural,
es decir, los pobres viven en un ambiente hostil, violento de por sí.
La violencia, por su parte, es una forma corriente de relación social,
enraizada en la cultura de manera diversa. Prevenir y atender estos
dos fenómenos de manera conjunta es clave para lograr un desarrollo
social basado en la equidad y en la justicia. El modelo JUCONI consti-
tuye un esfuerzo por avanzar en este sentido y es una propuesta para
intervenir, de manera integral, en las vidas de niños, niñas y familias
que enfrentan pobreza, violencia y exclusión.
En México viven 53.3 millones de personas pobres (CONEVAL,
2013), por lo que es imprescindible mirar el fenómeno de la pobreza
en sus detalles más finos y atender todos los aspectos, pues eviden-
temente hay algo que ha hecho falta en estos casi cuarenta años de
programas de combate y reducción del problema. Lo mismo sucede
con la cuestión de la violencia, es menester preguntarse ¿qué condi-
ciones son necesarias para prevenirla y erradicarla? El modelo JUCONI
contiene elementos que contribuyen a la construcción de estas res-
puestas a nivel local.

La población atendida: Retrato de la pobreza

En el estado de Puebla, 3, 546, 621 personas viven en condiciones


de pobreza, esto es, el 61.2% de la población total. El 17.6% de los
habitantes enfrentan lo que se denomina pobreza extrema (INEGI,
2010), esto quiere decir que tienen un ingreso inferior a la línea de
bienestar y que viven con al menos tres carencias sociales (educación,
alimentación, salud, servicios básicos, etc). Como lo apuntaron Feeny
y Boyden (2003), la pobreza afecta diferencialmente a los distintos
miembros de un hogar, sobre todo en función de condicionamientos
generacionales y de género que inciden adversamente en las mujeres,
los niños y las niñas. En el estado de Puebla, de la población infantil, el
67.6% experimenta algún tipo de carencia, en tanto que a nivel nacio-
nal 53.8 % del total de los niños, niñas y adolescentes viven en condi-

165
ciones de pobreza (IMPLAN- UNICEF, 2014).En la República Mexicana,
la ciudad de Puebla es el municipio que nominalmente tiene el mayor
número de personas pobres, al superar los 732 mil 154 habitantes,
los pobres representan el 39.9 % de la población total de la localidad,
misma que asciende a 1 millón 539 mil 819 personas (INEGI, 2010).
JUCONI atiende anualmente un promedio de 350 niños y niñas y 120
familias que viven en este municipio. A continuación presentamos
los datos recabados entre la población de JUCONI durante el primer
semestres de 2013, respecto a la pobreza, carencia social y rezago
social según las definiciones de CONEVAL (2012) y la Ley General de
Desarrollo Social.
La clasificación que el Banco Mundial hace de la pobreza está
relacionada con la cantidad de dólares con los que una persona vive
al día. Vivir con menos de un dólar al día se denomina pobreza extre-
ma, vivir con más de un dólar pero menos de dos, constituye pobreza
moderada. Para el análisis de las familias que JUCONI atiende, se tomó
el ingreso mensual total del hogar y se dividió entre el número de
personas que lo habitan. Este resultado, a su vez, se dividió entre los
30 días de un mes. De esta forma se calculó cuántos dólares usan para
vivir al día por persona. El tipo de cambio usado fue de junio de 2013
que, según la Secretaría de Economía, fue de 12.94 pesos por dólar.
De este cálculo resultó que el 56% de las personas atendidas
en JUCONI durante el 1er. semestre de 2013 viven en pobreza, de ellas
el 12% vive en pobreza extrema y el 44% en pobreza moderada.

Pobreza extrema

Menos de 1 dólar diario. Pobreza moderada


1-2 dólares diarios 2-3 dólares diarios 3-4 dólares diarios
Más de 4 dólares diarios
12% 44% 25% 12% 7%
Tabla 1. Ingreso diario en dólares por persona población JUCONI
2013. Elaboración propia.
La medición oficial de la pobreza en México está a cargo del Con-
sejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), y según sus parámetros las

166
personas pueden clasificarse, de acuerdo a su ingreso y al número de
sus carencias sociales, en:
Pobres multidimensionales. Población con ingreso inferior al valor
de la línea de bienestar y que padece al menos una carencia social.
Vulnerables por carencias sociales. Población que presenta una
o más carencias sociales, pero cuyo ingreso es superior a la línea de
bienestar.
Vulnerables por ingresos. Población que no presenta carencias
sociales y cuyo ingreso es inferior o igual a la línea de bienestar.
No pobre multidimensional y no vulnerable. Población cuyo in-
greso es superior a la línea de bienestar y que no tiene carencia social
alguna.

Línea de Bienestar mínimo

Según CONEVAL (2012), la Línea de Bienestar Mínimo se cal-


cula usando el valor de la canasta alimentaria por persona al mes. En
este caso, se calculó cuantas familias atendidas por JUCONI eran ca-
paces de adquirir una canasta alimentaria por persona al mes. De este
cálculo resulta que 102 de 127 familias atendidas no tienen la capaci-
dad de adquirir una canasta alimentaria por persona mensualmente,
lo cual representa el 80.3% del total de las familias atendidas en el 1er.
semestre de 2013

Línea de Bienestar

La Línea de Bienestar es el valor total de la canasta alimentaria


y de la canasta no alimentaria por persona al mes. Según CONEVAL
(2012), el valor de la canasta alimentaria y la canasta no alimentaria
por persona al mes fue de 2,404.04 pesos en junio de 2013, con este
dato se calculó cuántas familias atendidas por JUCONI eran capaces
de adquirir una canasta alimentaria y no alimentaria por persona al
mes. Del total de las familias, solamente el 2.4% alcanza la línea de
bienestar, el otro 97.6% no tiene la capacidad de cubrir una canasta
alimentaria y no alimentaria por persona al mes. A continuación, se

167
presenta una tabla resumen del porcentaje, número de personas y
carencias promedio por indicador de pobreza.
Carencia social Porcentaje
Población con una 58%
carencia social
Población con al menos 94%
tres carencias sociales
Rezago educativo 75%
Carencia por calidad 58%
y espacios de la vivienda
Carencia por acceso 63%
a servicios básicos
Carencia por acceso 82%
a la alimentación
Tabla 2. Privación social, población JUCONI 2013. Elaboración
propia.

Carencia por calidad y espacios en la vivienda

Esta clasificación está hecha con base en el art. 4º de la Constitu-


ción de los Estados Unidos Mexicanos, donde se establece el derecho
de toda familia a tener una vivienda digna y decorosa; aunque adolece
de las especificaciones mínimas que definen esta condición. La Comi-
sión Nacional de Vivienda (CONAVI) establece dos sub dimensiones:
El material de construcción de vivienda y sus espacios. De acuerdo a
esto, se considera como población en situación de carencia por cali-
dad y espacios de vivienda aquella que presenta al menos una de las
siguientes características:
El material del piso de la vivienda es de tierra.
El material del techo de la vivienda es de lámina de cartón o de-
sechos.
El material de paredes o muros de la vivienda es de embarro o
bajareque de carrizo, bambú o palma, de lámina de cartón, metálica o
asbesto, o material de desecho.

168
La razón de personas por cuarto es mayor a 2.5.

Según los datos obtenidos del Reporte de hogar, la población que


atiende JUCONI presenta las siguientes carencias:

Tipo de carencia Sí No
Hacinamiento 58% 42%
Material de paredes y 13% 87%
techo
Piso de tierra 0 100%
Tabla 3. Carencia por calidad y espacio de la vivienda, población
JUCONI 2013. Elaboración propia.

Acceso a servicios básicos

La CONAVI considera como carencia respecto al acceso a los ser-


vicios básicos, cualquiera de las siguientes características:
El agua se obtiene de un pozo, río, lago, arroyo, pipa o bien, el
agua entubada se obtiene por acarreo de otra vivienda, o de la llave
pública o hidrante.
No contar con servicio de drenaje, o el desagüe tiene conexión a
una tubería que va a dar a un río, lago, mar, barranca o grieta.
No tener energía eléctrica. Usar leña o carbón sin chimenea como
combustible para cocinar o calentar los alimentos.
Según esta clasificación encontramos que el 63% de las familias
atendidas por juconi en 2013 experimentan alguna carencia respecto
al acceso a servicios básicos, mientras el restante 37% tienen agua
entubada, drenaje, luz eléctrica y gas en el interior de sus viviendas.
Partiendo de estos datos, podemos afirmar que las familias
atendidas por juconi se incluyen en las estadísticas sobre pobreza que
se manejan oficialmente. Las mayores carencias sociales corresponden
al rezago educativo y a la falta de acceso a servicios básicos. Es notable
que el 97.6% no pueden satisfacer mensualmente y por completo sus
necesidades de alimentación, vestido, transporte y educación. En los

169
siguientes apartados exploraremos algunos de los rasgos más sobre-
salientes tanto del modelo juconi, como de los niños, las niñas y las
familias con las que se trabaja.

II. La intervención terapéutica: Tratar la violencia familiar y sus


secuelas en los territorios de la pobreza y la exclusión

En el apartado anterior describimos las condiciones objetivas de


las familias que participan en el programa JUCONI, determinando que
la mayoría, efectivamente, viven en condiciones de pobreza, cualquiera
que sea el enfoque que se adopte para conceptualizarla. A continuación
describiremos un caso particular para abordar el marco conceptual
que sustenta este modelo de intervención, así como sus elementos
esenciales.

El caso de José Pérez.

Las educadoras de JUCONI conocieron a la señora Susana y


a José en un crucero, mientras vendían dulces. Ellos vivían, junto con
una hija y dos nietos de la señora Susana, en un cuarto redondo, de
ladrillo y con techo de lámina, en una zona periférica de la ciudad. El
ingreso que obtenían de la venta callejera se gastaba principalmente
en transporte y alimentos que se consumían fuera de casa.
La estructura de esta familia es compleja, cabe resaltar el he-
cho de que José prácticamente no tuvo relación con sus padres bio-
lógicos y que la señora Susana–quien se ha hecho cargo de él desde
que era muy pequeño- es madre de su padrastro, es decir, no guarda
con el niño ningún lazo de consanguinidad. Alrededor de los padres de
José hay una trama de explotación sexual y prostitución poco clara, y
la historia de la señora Susana contiene mucha violencia, varias parejas
y problemas con el consumo de alcohol.
Al contacto inicial con JUCONI, José gastaba mucho tiempo en
la calle, a veces trabajando en compañía de la señora Susana (a quien
llama mamá) y a veces jugando con sus amigos. Cuando los terapeu-

170
tas de JUCONI conocieron a José, tenía 12 años, sabía leer y escribir
a medias, no asistía a la escuela porque su documentación estaba en
desorden (fue registrado tardíamente y la fecha en su acta de naci-
miento estaba alterada).
Las salidas de José a la calle y su regreso a casa a altas horas de
la noche angustiaban a la señora Susana, quien trataba de corregirlo
mediante golpes, castigos, amenazas y gritos, tornándose la relación
entre ambos especialmente violenta. A raíz de una fuga de José que
duró varias semanas y culminó con la canalización del niño a un alber-
gue estatal, las educadoras de JUCONI, la señora Susana y el mismo
José, decidieron su ingreso a la Casa JUCONI, un Centro de Cuidado
Residencial en el que el ambiente y las actividades están encaminadas
al procesamiento de experiencias traumáticas, la disminución de con-
ductas violentas y el aprendizaje de nuevas formas de resolver con-
flictos y expresar las emociones.
Mientras José estaba en Casa JUCONI, una diada de terapeutas
visitaba quincenalmente a la señora Susana, su hija y sus nietos, para
realizar trabajo terapéutico. Con un pasado colmado de violencia, la
señora estaba convencida de que no podía dar ni recibir cariño, por lo
que se requirieron varias sesiones para que modificara su autoimagen.

Una terapeuta comenta los aspectos más relevantes del proceso


familiar:
Es muy importante lograr que se sientan confiados, que sepan que
serán escuchados sin ser juzgados. Devolverles su voz. A doña Susi,
por ejemplo, estoy segura de que nadie antes la había escuchado, y
en cambio todo mundo la criticaba. Se necesita construir un espacio
seguro, éste se establece desde la misma rutina de la sesión. Ellos ya
saben que vas a llegar a cierto día y a cierta hora, que cuando empieza
la sesión les vas a preguntar cómo están, saben que se va a hacer el
trabajo y que antes de irte les vas a preguntar que cómo se quedan.
Somos predecibles, lo predecible es seguro. Ellos tienen que ver y sentir
una estructura, un orden, que es lo que muchas veces no han tenido en
su vida. Este orden poco a poco ellos lo van incorporando, por ejemplo,
si primero llegabas a la casa y estaba todo un caos, poco a poco van

171
haciendo cambios y nuestra labor no es dar indicaciones, es reforzar,
alentar, reconocer esos cambios. Por ejemplo: Si primero no había ni
donde sentarse, y después ya vas a encontrar escombradito y aunque
sea cuatro cubetas volteadas para que nos sentemos. Esas cosas hay
que reconocerlas, no dejarlas pasar por alto ni exagerarlas, pero sí
reforzarlas. El orden externo tiene un efecto en cómo nos sentimos,
en cómo pensamos (Terapeuta familiar, comunicación personal, 20
de abril de 2012).
Al trabajar con familias que no sólo se desenvuelven en contex-
tos de franca precariedad, sino que exhiben las secuelas de una violen-
cia intergeneracional y estructuras inestables o claramente riesgosas
para sus integrantes, el modelo JUCONI se enfoca principalmente en
la reconstrucción del mundo interior y las relaciones de los sujetos a
través de un proceso terapéutico, entendido como el propósito especí-
fico de ayudar a todos los integrantes de una familia a comprender sus
experiencias, desarrollar su autoestima, bienestar emocional y a cons-
truir relaciones saludables que les permitan reajustar sus respuestas al
estrés y sustituir las estrategias de adaptación dañinas con elecciones
más efectivas (SFSC, 2012). En este sentido, toda acción, no importa si
es educativa, asistencial o de asesoría, tiene una finalidad terapéutica.
En el caso de José, por ejemplo, además de la dimensión tera-
péutica se trabajó en la regularización de sus documentos de identidad
y en su incorporación al sistema educativo formal, lo que implicó un
importante apoyo que se intensificó durante su estadía en Casa JU-
CONI. La señora Susana participó en un curso de capacitación para el
autoempleo, con el fin de que contara con mayores herramientas que
le permitieran dejar el trabajo de calle.
Debemos remarcar que en el modelo JUCONI, la separación del
niño y su familia se visualiza como un proceso transitorio, que ocurre
mientras se construye una relación segura entre el niño, sus cuidadores
y los demás miembros de su familia. El modelo JUCONI se fundamen-
ta en las teorías del trauma y el apego. La palabra apego se refiere al
tipo de vínculo que une emocionalmente a dos personas. Según John
Bowlby (1999), quien formuló esta teoría, el apego se forma dentro
de los primeros años de la vida, por lo que la relación entre el recién

172
nacido/ lactante y sus cuidadores determina la forma en que los indi-
viduos se vincularán con los demás y con su entorno en la adolescencia
y en la edad adulta. Si la respuesta del cuidador es inconsistente, vio-
lenta o indiferente, el recién nacido/a no contará con una base segura
para relacionarse y, probablemente desarrolle conductas nocivas para
sí mismo y/o para los demás. En estos casos, el establecimiento de
una relación segura, del tipo que describe la terapeuta líneas atrás,
puede ayudar a que se cuestione el patrón de apego establecido y,
eventualmente, se modifique. La labor de los terapeutas en JUCONI
es desarrollar vínculos de apego seguro entre las niñas, los niños y los
cuidadores participantes (SFSC, 2012), lo que cobra sentido cuando
miramos de cerca relaciones e historias como las de la señora Susa-
na y José. Los niños, niñas y cuidadores con quienes trabaja JUCONI
se han desarrollado en ambientes en donde, junto con la violencia y
negligencia, privan las carencias que implica la pobreza: vivienda en
condiciones inadecuadas, falta de acceso a servicios, ingreso insufi-
ciente para cubrir necesidades básicas, etc. Las experiencias de aban-
dono, maltrato o negligencia son comunes entre las poblaciones que
enfrentan pobreza y exclusión, por lo que conocer las maneras en que
éstas afectan el desarrollo integral de los seres humanos es de gran
utilidad para establecer estrategias exitosas de atención. Al revisar las
historias familiares de los niños y niñas con quienes trabaja JUCONI
encontramos acumulaciones de trauma.
En general, en los campos de la psiquiatría y la psicología el tér-
mino trauma hace referencia a una experiencia emocionalmente do-
lorosa e impactante que tiene efectos físicos y mentales de largo pla-
zo, los cuales inciden directa o indirectamente en el comportamiento
y las relaciones de los individuos. Una experiencia traumática, si no
se cuenta con suficientes recursos para procesarla, puede mermar
profundamente la capacidad del individuo para confiar en sí mismo
y en los demás (Bloom, 1999). La falta de seguridad hace aparecer el
mundo exterior como una amenaza y con frecuencia se desarrollan
mecanismos destructivos para eludirla, tales como adicciones u otras
conductas de riesgo o antisociales que generan graves costos no sólo
para el individuo sino para la sociedad. Cuestiones como el consumo

173
abusivo de sustancias, la deserción y el rezago escolar o el embarazo
adolescente, encuentran en las relaciones violentas y poco saludables
durante la infancia una parte importante de su explicación.

Las primeras etapas de la vida son cruciales para el desarrollo físi-


co, psicológico y social de los individuos, no sólo a nivel emocional, sino
biológico. Durante los primeros años se integran y conectan circuitos
cerebrales básicos (Mustard, 2005) y hay evidencia científica de que
el cerebro se desarrolla mejor cuando además de recibir estimulación,
es protegido del estrés traumático, esto es, cuando el individuo crece
en un ambiente libre de experiencias que amenazan o quebrantan su
sentido de seguridad (Bloom, 1999). Por ello, en JUCONI se trabaja
sobre la construcción de ambientes que fomenten la superación del
trauma, es decir, el programa JUCONI se compone de acciones que
fomentan la expresión y el manejo saludable de las emociones, el es-
tablecimiento de relaciones seguras, el procesamiento de experiencias
traumáticas y la solución no violenta de conflictos.

III. La población atendida: Violencia que disminuye

Además de la pobreza y la exclusión, la violencia es un factor


importante que marca la dinámica de las familias con las que se trabaja
en JUCONI. Para conocer a fondo las relaciones en un grupo familiar y
las condiciones particulares de sus miembros, se aplica semestralmen-
te una batería de diez instrumentos. En este apartado exploraremos
los datos derivados de la Escala de Funcionamiento Familiar (Espejel,
2008) que incluye cuarenta reactivos que exploran nueve áreas de la
dinámica familiar. En la escala, las áreas se definen como sigue:
Territorio o centralidad: Es el espacio que cada quien ocupa en la
familia.
Roles: Expectativas (conscientes o no) que cada uno se forma
respecto a la conducta de los demás.
Jerarquía: Poder para tener el mando, para imponer obediencia,
tomar acciones o hacer las decisiones finales.

174
Alianzas: asociación directa o encubierta entre dos o más miem-
bros de la familia.
Comunicación: intercambio de información, conjunto de mensajes
verbales y no verbales que circulan entre los miembros de la familia.
Modos de control de la conducta: Patrones para manejar los im-
pulsos y mantener modelos de lo bueno y de lo malo.
Afectos: Manifestaciones verbales y no verbales de bienestar y
malestar.
Psicopatología: se habla de psicopatología cuando los conflictos
no se resuelven debido a la rigidez de la interacción.
Estas áreas, a su vez, se conjugan para definir nueve funciones
familiares, que son lo que se califica y reporta como resultado de la
aplicación del instrumento. Estas funciones son: autoridad, orden, su-
pervisión, afecto, apoyo, conducta disruptiva, comunicación, afecto
negativo y recursos. Cada reactivo se evalúa en una escala del 1 al
4 (1 disfuncional, 2 poco funcional, 3 medianamente funcional y 4
funcional) y para cada ítem hay una descripción de lo que implican
los distintos niveles de funcionalidad. La exploración de estas áreas y
funciones ofrece una imagen bastante clara respecto a la dinámica de
las familias, y la aplicación semestral de la escala permite identificar
aquellas funciones en las que se han logrado mayores avances.
Dos condiciones son esenciales para aplicar la Escala de Fun-
cionamiento Familiar de manera efectiva, a saber, el conocimiento que
el entrevistador tenga acerca del instrumento y el rapport o relación
de empatía y confianza que logre entablar con los miembros de la fa-
milia. La aplicación de la Escala toma aproximadamente una hora, es
recomendable que participen dos evaluadores (alguien que formule las
preguntas y alguien que registre las respuestas y haga observaciones
sobre el proceso de aplicación) y todos o la mayoría de los integrantes
del grupo familiar, incluyendo los niños y niñas pequeños/as.
A continuación se muestran los resultados obtenidos por las
familias atendidas cuando recién ingresaron al programa. Notamos
que el mayor grado de funcionalidad lo obtuvieron en supervisión y
apoyo, en tanto que conducta disruptiva y afecto negativo aparecen
como las funciones más problemáticas. La conducta disruptiva tiene

175
que ver con el manejo de conductas no aceptadas socialmente, tales
como adicciones, problemas con la autoridad, etc. y el afecto negativo
evalúa la presencia de emociones y sentimientos de malestar dentro
de la familia.

Función Funcional Disfuncional


Autoridad 28% 72%

Control 22% 78%

Supervisión 51% 49%

Afecto 23% 73%

Apoyo 45% 55%

Conducta 15% 85%


disruptiva
Comunicación 28% 72%

Afecto negativo 14% 86%

Recurso 30% 70%

Tabla 4. Escala de funcionamiento familiar/ Población JUCONI


de nuevo ingreso/ 2009.
Elaboración propia.

En estas familias frecuentemente el ejercicio de la autoridad y


el control involucran diferentes formas de violencia debido a que los
padres, madres y cuidadores no cuentan con herramientas que les per-
mitan relacionarse de otra manera. En la gran mayoría de las familias
atendidas, la violencia doméstica es un problema intergeneracional que
ha dejado secuelas emocionales importantes entre los integrantes, lo

176
cual dificulta su desempeño en todos los ámbitos, no sólo dentro del
hogar, sino en el trabajo, en la escuela, etc.
Después de seis meses de participación en el programa JUCONI
notamos que las familias tienden a adquirir un mayor nivel de funcio-
nalidad en todas las áreas, siendo la conducta disruptiva y el afecto
negativo las áreas en las que se presentan los mayores cambios. Esto
quiere decir, que hay una disminución de los problemas derivados de
la conducta antisocial y de los sentimientos de malestar en la familia,
asimismo, lo relativo a la disciplina y al ejercicio de la autoridad toma
una forma más efectiva.

Función Funcional

Autoridad 46% 64%

Control 40% 60%

Supervisión 51% 49%

Afecto 41% 59%

Apoyo 52% 48%

Conducta 52% 48%


disruptiva
Comunicación 52% 48%

Afecto negativo 52% 48%

Recurso 52% 48%

Tabla 5. Escala de funcionamiento familiar, población JUCONI,


segundo semestre 2009. Elaboración propia

177
El proceso que siguen las familias en el programa JUCONI abarca
el fortalecimiento de cuatro áreas: desarrollo físico, cognitivo, social
y emocional. Todas las acciones se planean con una intención tera-
péutica. En el caso de José y la señora Susana, fue muy importante el
acompañamiento que se les brindó para que:
José procesara la ausencia de su madre y la señora Susana asumiera
y manejara la necesidad que el niño tenía de ella.
Clarificar los roles de la señora Susana como protectora y provee-
dora, y de José, como hijo.
Aprender a expresar y manejar sus emociones sin agredirse.
Reconocerse como personas valiosas, con fortalezas y virtudes.

Cabe mencionar que en este proceso la familia identificó ne-


cesidades materiales que solventaron con sus propios recursos. Espe-
cíficamente, la familia identificó que una fuente de tensión era la falta
de espacio, así que la señora Susana hizo un ahorro y construyó, con
apoyo de sus hijos, una pieza en la parte de arriba de la casa: el cuarto
de José. Además asistió a un curso de microfinanzas y esto le sirvió
para administrar mejor sus ingresos.
El hecho de que los niños, niñas y jóvenes que pasan por el
programa JUCONI mejoren la relación con sus padres y se desenvuelvan
en un ambiente familiar libre de violencia tiene importantes implicacio-
nes. El Estudio de Experiencias Adversas durante la infancia establece
una correlación muy fuerte entre una niñez acaecida en un ambiente
familiar adverso y diferentes problemas en la edad adulta. El ACE con-
templa las siguientes experiencias:

1. Abuso físico recurrente


2. Abuso emocional recurrente
3. Abuso sexual de contacto
4. Algún miembro del hogar que abusa del alcohol o de otras dro-
gas
5. Encarcelamiento de algún miembro del hogar
6. Algún miembro del hogar que padece depresión crónica u otro
trastorno mental o ha sido recluido en alguna institución

178
7. Trato violento a la madre
8. Falta de madre, padre o ambos
9. Abandono emocional o físico

Al realizar un seguimiento entre 17 mil personas, el estudio ACE


determina que quienes durante su niñez estuvieron expuestos a cuatro
o más factores de la lista anterior tienen altas posibilidades de desarro-
llar alcoholismo, tabaquismo, depresión, abuso de sustancias ilícitas,
embarazo precoz, enfermedades del corazón o del hígado, entre otras.
Mientras mayor es el número de experiencias adversas, mayor es el
riesgo de desarrollar estos problemas y las ACES tienden a transmitirse
de manera intergeneracional. Los niños y las niñas atendidas por JUCO-
NI tienen, por lo común, más de cuatro experiencias adversas y esta
misma condición describe a sus padres, madres y cuidadores primarios.
El modelo JUCONI busca desarrollar las habilidades de expresión
emocional y comunicación de los participantes, fortalecer la autoesti-
ma y hacer que los cuidadores, padres y madres tengan mejores herra-
mientas para tratar a niños y niñas. El siguiente testimonio nos habla
del largo trecho que debe ser recorrido antes de que una mujer pueda
ser una madre empática, protectora y comprensiva:
E: ¿Cómo cambió a raíz del contacto con JUCONI?
L: Cambié en todo, con las pláticas cambié mucho. Antes yo
ni me peinaba, ni me arreglaba, nada más así andaba, me iba a tra-
bajar y regresaba en la noche. Veía que los chamacos no habían
hecho el quehacer, que no habían comido y a veces les hablaba, los
regañaba, y a veces no, nada más me iba a dormir. Ya con las pláticas,
empecé a ver que podía hacer más cosas, por ejemplo, ya me daban
ganas de cocinar porque me decían “guisa bien rico” y ya empecé a
hacer mejor de comer. Me comencé a peinar, a arreglar, a decir “yo
puedo estar bien” y como fue, empecé a hablar más con mis hijos, a
platicar. A la fecha no sé cómo le he hecho pero ya construí un baño,
porque antes no teníamos baño, y ya, poco a poco he ido arreglando
mi casa (L. Gómez, comunicación personal, 13 de junio de 2013).
En este caso y en el de José, se hace patente cómo la construc-
ción de una relación en la que los participantes puedan revalorarse y

179
fortalecer la imagen que tienen de sí mismos ayudó a que mejoraran
sus viviendas. La biografía de Leonora contiene elementos comunes
a la vida de muchas mujeres mexicanas en condiciones de pobreza:
no completó la educación básica, comenzó a vivir en pareja siendo
muy joven, se embarazó a temprana edad y tanto sus padres como su
marido la maltrataron. Leonora trabajaba jornadas extensas en una
comunidad muy alejada de su casa y no tenía días fijos para descansar.
Además de fortalecer su autoestima y ayudarle a procesar su pasado
de maltrato, el hecho de que Leonora se ubicara en un trabajo más
cercano a su casa, sin duda fue básico para mejorar las relaciones en
esta familia. Los ingresos de la familia se estabilizaron gracias a que
los hermanos mayores de Jano comenzaron a trabajar, al principio del
proceso el trabajo de la madre era el único ingreso familiar.
Básicamente, el modelo JUCONI se propone atender las necesi-
dades emocionales de los participantes y suprimir la violencia, como
condición ineludible para avanzar en la erradicación de la pobreza y
sus fenómenos derivados.

Conclusiones

El proceso familiar en JUCONI, que toma entre dos y tres años,


ha probado ser efectivo para mejorar las relaciones en contextos de
pobreza y exclusión, lo que propicia el que las familias promuevan
mejoras en sus condiciones materiales de vida. No obstante, es claro
que el contexto en el que se desenvuelven es de mucha precariedad y
que hacen falta programas y políticas públicas integrales que soporten
los movimientos que hacen los individuos para integrarse a la sociedad
en términos más dignos. De acuerdo a la experiencia de JUCONI, las
familias necesitan tener alrededor las siguientes condiciones mínimas
para superar efectivamente la pobreza:
a. Fuentes de ingreso con una remuneración y un trato digno.
La falta de supervisión e incluso el maltrato que viven muchos niños y
niñas en condiciones de pobreza devienen, por lo menos en parte, del
hecho de que sus padres y madres laboran extensas jornadas a cambio

180
de salarios precarios. Además, no son pocas las ocasiones en las que
lo hacen en condiciones de violencia interpersonal y esto tiene una
repercusión en los niveles de tensión y frustración de los sujetos. Un
participante en JUCONI, que trabaja como intendente en una fábrica,
señala:
Yo le digo a su hijo de catorce años que estudie ¿O qué? si no, el
día de mañanava a tener que trabajar como burro igual que yo. No es
fácil aguantar que te estén diciendo “pendejo” o “apúrate güevón” o
que te dé órdenes alguien que a lo mejor sabe menos que tú, pero que
es tu patrón (M. Roldán, comunicación personal, 17 de julio de 2013).

b. Proyectos de fomento cultural y opciones de recreación en


la propia comunidad. Uno de las experiencias más apreciadas entre los
muchachos que han estado en la Casa JUCONI es la participación en
viajes, campamentos y actividades deportivas y artísticas. De vuelta a
sus casas y a su comunidad, resalta la falta de opciones para utilizar el
tiempo libre. En muchas comunidades sólo hay dos posibilidades: jugar
futbol en una cancha improvisada o ingerir alcohol y otras sustancias
en ese mismo lugar.
c. Programas de apoyo al cuidado infantil y asesoría sobre
crianza: Las estancias infantiles en zonas de pobreza deberían contar
con los mejores y mayores recursos, y considerar las necesidades y
condiciones de vida de los padres y las madres. Asimismo, son necesa-
rios programas de apoyo y acompañamiento para papás y mamás de
acuerdo a las diferentes etapas del desarrollo infantil. Los programas
de visitas domiciliarias han probado ser efectivos en diferentes con-
textos alrededor del mundo, tanto para reducir la brecha entre niños
pobres y niños ricos, como para mejorar las relaciones y el trato de los
cuidadores hacia sus hijos/as (Eming Young y Fujimoto, 2004).
Para que este tipo de apoyos sean aprovechados al máximo es
necesario que quienes han enfrentado violencia hayan podido resolver
y superar las secuelas de la misma a través de un proceso de acompa-
ñamiento terapéutico. En otras palabras, para erradicar la violencia y
la pobreza hay que trabajar en todos los niveles: individual (biológico,
emocional, cognitivo), interpersonal (familia, escuela, comunidad) y

181
social (contexto económico y político). Las intervenciones centradas
en factores externos (servicios básicos, infraestructura, piso firme)
tendrán poco o nulo efecto, si no se trabaja a la par sobre las necesi-
dades de los individuos desde un enfoque integral y si no se garantiza
un contexto propicio para su desarrollo, es decir, ambientes escolares,
laborales y comunitarios libres de violencia.

Referencias

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de 2014 www.sanctuaryweb.com.
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182
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SFSC Safe families, safe children (2012) Rompiendo el ciclo de la
violencia: construyendo un futuro para los más excluidos. México,
JUCONI.

183
184
Encerrad@s.
Violación al derecho a la
convivencia familiar y comunitaria y
alternativas de solución

Gaudencio Rodríguez Juárez

Sumario: Introducción. I. El derecho a la convivencia familiar y


comunitaria. II. Niñas, niños y adolescentes privados de cuidados pa-
rentales y encerrados. III. Consecuencias individuales y sociales de la
privación de cuidados parentales y de la institucionalización. IV. Alter-
nativas para el restablecimiento del derecho a la convivencia familiar
y comunitaria. V. Reflexiones finales: sin familia y comunidad no hay
humanidad.

Introducción

¿Qué quieres ser cuando crezcas? –le preguntó la educadora a un


niño de cuatro años de una casa cuna.
Hijo —respondió con seguridad y firmeza.

185
En nuestro país tenemos un serio problema: el Estado mexicano
carece de información precisa sobre el número de niñas, niños y ado-
lescentes albergados en instituciones de acogida y sus condiciones de
vida. El primer censo de la historia de México de albergues públicos
y privados, realizado por el Sistema Nacional DIF en el 2011, reportó
la cantidad de 18 mil 533 menores de edad viviendo en 633 centros
asistenciales en 30 entidades federativas del país. Siete años antes,
la estudiosa del tema de la adopción, Norma Mendoza (2004), había
calculado que para entonces vivían en algún albergue 34 mil 650; casi
el doble.
El pasado 2012 el titular de la Comisión Estatal de Derechos Hu-
manos de Jalisco, Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, reconoció que de
acuerdo con dos diagnósticos elaborados por dicha Comisión para
valorar en qué condiciones laboran y el grado de cumplimiento de los
derechos humanos en los centros infantiles, el primer problema fue el
desconocimiento del número real de albergues. Aun así, establecieron
la cantidad de 6 mil 500 menores de edad institucionalizados tan sólo
en ese estado; considerando el margen de confianza, esta cifra po-
día aumentar hasta los 7 mil. “Ni siquiera tenemos definido con toda
certeza cuántos niños institucionalizados hay en Jalisco”, concluyó el
comisionado (Comunicación Social del Congreso del Estado de Jalis-
co, 2012). O sea, que en una sola entidad federativa se calcula casi la
mitad del total de menores de edad que estimaba el censo del Sistema
Nacional DIF del 2011.
El problema radica en que si no se tiene identificado con precisión
cuántos son, dónde están y en qué condiciones viven, tampoco puede
haber supervisión y seguimiento efectivo de los casos.
Tal escenario motivó la observación número 37 del Comité de
los Derechos del Niño de la ONU del año 2006, donde dejó clara su
preocupación al respecto y recomendó a nuestro país: reforzar las me-
didas vigentes para impedir la separación de los niños de sus familias,
adoptar medidas eficaces para evaluar el número y la situación de los
que viven en instituciones, lo mismo que aprobar un programa para
reforzar y aumentar las oportunidades para que tengan otros tipos
de tutela, por ejemplo, promulgando leyes eficaces, fortaleciendo las

186
estructuras existentes como la de la familia extensa, capacitando mejor
al personal y asignando más recursos a los órganos correspondientes.
A siete años de dicha recomendación, los esfuerzos no han sido
suficientes. A pesar de las acciones emprendidas por nuestro Estado
mexicano, la situación de este sector de la población infantil sigue
siendo grave, sobre todo ante la carencia de información y ante la falta
de una política pública encaminada al restablecimiento del derecho a la
convivencia familiar y comunitaria de estas niñas, niños y adolescentes
encerrados. Esto puede constatarse al revisar el Informe de México:
avances y desafíos en materia de derechos humanos, publicado en el
2011. En él podemos observa el reporte de importantes iniciativas
implementadas por parte de nuestro Estado en temas de salud, edu-
cación y protección: acciones especialmente dirigidas a niñas y niños
indígenas, migrantes o en situación de calle, pero no hacia quienes
perteneciendo a este grupo etario se encuentran privados del cuidado
de sus padres y viviendo en ámbitos residenciales; al respecto solo se
informa del trabajo realizado en materia de adopción, alternativa in-
suficiente porque dicha institución no es una opción para todas estas
niñas y niños.
En el presente trabajo constataremos, pues, que como Estado
carecemos de información precisa, suficiente y fidedigna acerca de la
situación de las niñas, niños y adolescentes sin padres e instituciona-
lizados. Comprobaremos también que quienes ingresan a los ámbitos
residenciales viven ahí un segundo abandono, un segundo maltrato
—ahora institucional—, una segunda culpabilización, una segunda
violación a sus derechos que obstruye su desarrollo humano al impe-
dir la conformación de una identidad sólida y una personalidad bien
integrada. Afirmo que el encierro los excluye de la sociedad; su acceso
a la justicia queda obstaculizado por las paredes que los confinan e
invisibilizan, condenándolos además a la privación de la vida en familia
y en comunidad. Expondré las causas y consecuencias que tal situación
tiene para estas niñas, niños y adolescentes, así como para la sociedad
en su conjunto, y lo más importante, señalaré alternativas y líneas de
acción para su solución.

187
El derecho a la convivencia familiar y comunitaria
No puede haber una tarea más noble que la de dar a todos los
niños un futuro mejor.
Declaración Mundial sobre la Supervivencia, la Protección y el De-
sarrollo del Niño

Con la reforma constitucional en derechos humanos publicada el


10 de junio de 2011 los tratados internacionales en la materia, se con-
virtieron en un referente obligado para quienes imparten justicia. En
su artículo 1° establece que todas las personas gozan de los derechos
reconocidos, tanto en la Constitución como en los tratados interna-
cionales ratificados por el Estado mexicano.
Numerosos tratados internacionales y regionales de derechos hu-
manos, así como las declaraciones e instrumentos complementarios
vinculantes y no vinculantes, formulan principios que enfatizan la im-
portancia de la familia y la comunidad para el sano desarrollo de las
niñas, niños y adolescentes.
En los tratados e instrumentos internacionales
El derecho a la convivencia familiar y comunitaria está consagrado
en la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, y
que entró en vigor el 2 de septiembre de 1990 en México. Desde su
Preámbulo se reconoce “que el niño, para el pleno y armonioso desa-
rrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un
ambiente de felicidad, amor y comprensión”. Por lo que “la familia,
como grupo fundamental de la sociedad y medio natural para el cre-
cimiento y el bienestar de todos sus miembros, y en particular de los
niños, debe recibir la protección y asistencia necesarias para poder
asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad”.
El artículo 5, de la Convención traza la línea de responsabilidad en
cuanto al cuidado infantil se refiere, teniendo como prioridad en todo
momento a los padres y a los miembros de la familia ampliada o de la
comunidad, según establezca la costumbre local, luego a los tutores u
otras personas encargadas legalmente del niño.
El derecho a ser cuidado por unos padres está signado en el artícu-

188
lo 7; la obligación común de ambos o, en su caso, de los representantes
legales, se encuentra en el 18.1, lo mismo el interés superior del niño
como preocupación fundamental de aquellos. En el inciso siguiente
se establece que los Estados Partes prestarán la asistencia apropiada
para el desempeño de las funciones parentales en lo que respecta a la
crianza del niño, y velarán por la creación de instituciones, instalacio-
nes y servicios para su cuidado.
De la mano del anterior viene el artículo 27, en cuya fracción
1 señala que a los padres u otras personas encargadas del niño les
incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de sus
posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida que sean
necesarias para el desarrollo del niño, y en su fracción 2 que los Esta-
dos parten de acuerdo con las condiciones nacionales y con arreglo a
sus medios, adoptarán medidas apropiadas para ayudar a los padres
y a otras personas responsables por el niño a dar efectividad a este
derecho y, en caso necesario, proporcionarán asistencia material y
programas de apoyo, particularmente con respecto a la nutrición, el
vestuario y la vivienda.
El derecho a la convivencia familiar y comunitaria se encuentra
asentado también en los instrumentos internacionales en que se apoya
la Convención sobre los Derechos del Niño: en la declaración de los de-
rechos del niño encontramos que éste, para el pleno y armonioso desa-
rrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión, y que siempre
que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de
sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad
moral y material. Salvo circunstancias excepcionales no deberá sepa-
rarse al niño de corta edad de su madre. “La sociedad y las autoridades
públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin
familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia”.
En el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se recono-
ce a la familia como el elemento natural y fundamental de la sociedad y
que tiene derecho a la protección por parte de la sociedad y del Estado.
Asimismo todo niño tiene derecho “a las medidas de protección que
su condición de menor requiere, tanto por parte de su familia como
de la sociedad y el Estado”.

189
Los Estados Parte del Pacto Internacional de Derechos Econó-
micos, Sociales y Culturales, “reconocen que se debe conceder a la
familia, que es elemento natural y fundamental de la sociedad, la más
amplia protección y asistencia posibles, especialmente para su cons-
titución y mientras sea responsable del cuidado y la educación de los
hijos a su cargo”.
En la Convención Americana sobre Derechos Humanos —Pacto
de San José de Costa Rica—, se reconoce a la familia como el elemento
natural y fundamental de la sociedad. En su artículo 19 queda asen-
tado que todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su
condición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad
y del Estado.
En la Declaración Mundial sobre la Supervivencia, la Protección
y el Desarrollo del Niño, aprobada el 30 septiembre de 1990 en la
Cumbre Mundial en favor de la Infancia, se reconoce a la familia como
grupo fundamental y entorno natural del crecimiento y el bienestar
de los niños, por lo que se debe dar toda la protección y la asistencia
necesarias. En ella el compromiso 20.5 expresa que “nos esforzaremos
porque se respete la contribución de la familia al cuidado de los niños
y prestaremos apoyo a los esfuerzos de los padres, las demás personas
que se ocupan del cuidado de los niños, y las comunidades, por criarlos
y atenderlos desde las primeras etapas de la infancia hasta el fin de la
adolescencia. También reconocemos las necesidades especiales de los
niños separados de su familia”.
En el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, el artículo 15.1 también reconoce a la familia como el ele-
mento natural y fundamental de la sociedad y que debe ser protegida
por el Estado, quien deberá velar por el mejoramiento de su situación
moral y material. Y en el artículo 16 reconoce que “todo niño sea cual
fuere su filiación tiene derecho a las medidas de protección que su con-
dición de menor requieren por parte de su familia, de la sociedad y del
Estado”, así como también “tiene el derecho a crecer al amparo y bajo
la responsabilidad de sus padres; salvo circunstancias excepcionales,
reconocidas judicialmente, el niño de corta edad no debe ser separado
de su madre”.

190
Las Directrices sobre las modalidades alternativas de cuidado
de los niños, establecen pautas adecuadas de orientación política y
práctica con el propósito de promover la aplicación de la Convención
sobre los Derechos del Niño y de las disposiciones pertinentes de otros
instrumentos internacionales relativas a la protección y al bienestar de
las niñas y niños privados del cuidado parental o en peligro de encon-
trarse en esa situación. Y aunque aún no es un documento vinculante,
el Comité de los derechos del Niño de las Naciones Unidas ya elabora
sus informes para los Estados miembros, tomando como medida de
evaluación los estándares que de ahí resultan.

En el marco jurídico nacional

A partir de la reforma constitucional del 10 de junio de 2011, el ar-


tículo 1° mandata: en los Estados Unidos Mexicanos todas las personas
gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y
en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte,
así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá
restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones
que esta Constitución establece.
Significa, pues, que el derecho a la convivencia familiar y comuni-
taria debe ser garantizado para cada niña y niño mexicano, toda vez
que —continúa el párrafo segundo—, “las normas relativas a los dere-
chos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución
y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo
tiempo a las personas la protección más amplia”.
A partir de la reforma constitucional que se realizó al artículo 4°
en el año 2000 quedó establecida la obligación del Estado de proveer
lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de niñas y niños y
el ejercicio efectivo de sus derechos, con énfasis en el cumplimiento
del principio del interés superior de la niñez (sic), el cual guiará el
diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas
dirigidas a este sector; instituye el deber de los ascendientes, tutores
y custodios de preservar esos derechos, y determina la obligación del

191
Estado de otorgar facilidades a los particulares para que coadyuven al
cumplimiento de tales derechos.
El derecho a vivir en familia merece un capítulo completo con 14
artículos en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adoles-
centes, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 4 de diciembre
de 2014. Su artículo 22 deja claro que la falta de recursos no podrá
considerarse motivo suficiente para separar a los niños, niñas y adoles-
centes de su familia de origen o de los familiares con los que convivan,
ni causa para la pérdida de la patria potestad. El derecho a convivir o
mantener relaciones personales y contacto directo con sus familiares
de modo regular, cuando sus familias se encuentran separadas, así
como cuando sus familiares se encuentren privados de la libertad que-
da garantizado en el artículo 23 y el establecimiento de las normas y
los mecanismos necesarios para facilitar la localización y reunificación
de la familia de niñas, niños y adolescentes, cuando hayan sido privados
de ella, siempre y cuando no sea contrario a su interés superior, en el
artículo 24, mientras que el artículo 26 describe las medidas especiales
de protección de niñas, niños y adolescentes que hayan sido separados
de su familia de origen por resolución judicial que el Sistema Nacional
DIF o los Sistemas de las Entidades, deberán otorgar; de conformidad
con la legislación civil aplicable, según sea el caso, se asegurarán de
que niñas, niños y adolescentes:
-Sean ubicados con su familia extensa o ampliada para su cuidado,
siempre que ello sea posible y no sea contrario a su interés superior;
-Sean recibidos por una familia de acogida como medida de pro-
tección, de carácter temporal, en los casos en los cuales ni los proge-
nitores, ni la familia extensa de niñas, niños y adolescentes pudieran
hacerse cargo;
-Sean sujetos del acogimiento pre-adoptivo como una fase dentro
del procedimiento de adopción, que supone la vinculación de niñas,
niños y adolescentes, respecto del cual ya se ha declarado la condición
de adoptabilidad, con su nuevo entorno y determinar la idoneidad de
la familia para convertirse en familia adoptiva;
-En el Sistema Nacional DIF, así como los Sistemas de las Entidades
y Sistemas Municipales, en el ámbito de sus respectivas competencias,

192
deberán registrar, capacitar, evaluar y certificar a las familias que resul-
ten idóneas, considerando los requisitos señalados para el acogimiento
pre-adoptivo, o
-Sean colocados, dadas las características específicas de cada caso,
en acogimiento residencial brindado por centros de asistencia social
el menor tiempo posible.
-Esta medida especial de protección tendrá carácter subsidiario,
priorizando las opciones de cuidado en un entorno familiar.
-La autoridad competente deberá tener en consideración el interés
superior de la niñez para determinar la opción que sea más adecuada
y, de ser el caso, restituirle su derecho a vivir en familia.
La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación promue-
ve las condiciones para que las niñas y niños, puedan convivir con sus
padres o tutores; así como “la recuperación física, psicológica y la
integración social de todo menor víctima de abandono, explotación,
malos tratos o conflictos armados”.
Con el fin de desalentar el tráfico de niñas y niños, la Ley General
para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata
de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos
Delitos, en su artículo 26 impone “penas de 20 a 40 años de prisión y
de 2 mil a 20 mil días multa, al padre, madre, tutor o persona que tiene
autoridad sobre quien se ejerce la conducta que entregue o reciba de
forma ilegal, ilícita, irregular o incluso mediante adopción, a una per-
sona menor de dieciocho años con el fin de abusar o explotar de ella
sexualmente o cualquiera de las formas de explotación a que se refiere
el artículo 10 de la presente Ley”. Así como una pena de 3 a 10 años
de prisión y de 500 a 2 mil días multa “al que entregue en su carácter
de padre o tutor o persona que tiene autoridad sobre quien se ejerce
la conducta o reciba a título oneroso, en su carácter de adoptante de
forma ilegal, ilícita o irregular, a una persona menor de dieciocho años”.
Finalmente, los Códigos Civiles y Familiares de las entidades fede-
rativas contienen los aspectos en materia familiar al ser esta, prepon-
derantemente, del fuero local.
Niñas, niños y adolescentes privados de cuidados parentales y
encerrados

193
—Que los que nos traen al albergue no digan que nos traen solo
por unos días y después nunca más los volvemos a ver.
Adolescente de 15 años, internado desde los 4.
¿Cuál es la situación? ¿Cuál es la dimensión del problema? Sin te-
ner cifras exactas —y éste es el primer problema— sino solo apro-
ximaciones, se calcula que en México existen más de 412 mil niños,
niñas y adolescentes que viven sin el cuidado de sus padres (Red La-
tinoamericana de Acogimiento Familiar, 2010). De esta cantidad, y
de acuerdo con cifras del Sistema Nacional DIF, entre 18 mil 533 y
29 mil se encuentran en instituciones residenciales, y sus principales
causas de ingreso son: abandono, maltrato y exposición. De ahí que
las preguntas sean: si los padres no tienen las competencias para la
crianza o si los han maltratado, o abandonado en un albergue ¿por
qué no pueden tener una nueva familia? ¿Por qué en los casos en que
no han sido maltratados y cuentan con familia tienen que vivir largos
años encerrados?, ¿por qué no se les reintegra a su familia?
Existen leyes e instrumentos jurídicos para la protección de las
niñas y niños, desde la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos hasta los códigos civiles y penales estatales, pasando por
tratados y documentos internacionales vinculantes y no vinculantes.
Desafortunadamente dichos instrumentos no se aplican, o se aplican
con criterios dispares y desde la perspectiva del adulto, que muchas
veces termina por hacer primar los derechos de los padres/madres
sobre los derechos de las niñas y niños. El adultocentrismo y la doctrina
de la situación irregular aún corren por las venas de las y los responsa-
bles de velar por el interés superior del niño que está desprovisto de
cuidados parentales.
Por otro lado, la reintegración con la familia de origen o la extensa
y la adopción son las únicas dos alternativas formales a las que suele
recurrirse en nuestro país para sacarlos del internamiento. Ambas figu-
ras tienen prácticas ineficientes que fueron reconocidas por el propio
Sistema Nacional DIF en su Diagnóstico de la Adopción en México
(2009) —en el caso de la adopción. Por su parte la reintegración tie-
ne resultados funestos cuando no se elaboran diagnósticos de riesgo
precisos, cuando no se trabaja en la rehabilitación de las habilidades

194
parentales o cuando no existen estrategias para que la revinculación
del niño con la familia sea benéfica. Es por estas deficiencias en las
intervenciones que el estudio de la Secretaría de Seguridad Pública
Federal sobre Maltrato y Abuso Infantil en México: Factor de Riesgo en
la Comisión de Delitos (2010) encontró que “debido a que la mayoría
de los niños maltratados son devueltos a sus progenitores, muchos
casos terminan con la muerte del menor por las lesiones infringidas”.
El destino de muchas niñas, niños y adolescentes es la institucio-
nalización permanente en lugares que, es necesario decirlo, no siempre
cuentan con las condiciones suficientes para garantizar la seguridad y
el desarrollo infantil debido a la carencia de recursos humanos, profe-
sionales y materiales, masificación, internación de bebés, ausencia de
proyecto de vida y en ocasiones incluso de expedientes, entre otros.
Muchas niñas y niños fueron internados en centros de atención
originalmente para protegerlos de los abusos de sus padres. Con tal
medida las autoridades les garantizaron el derecho a una vida libre de
violencia. Pero la falta de seguimiento redunda en violación de otros
de sus derechos, por ejemplo a la convivencia familiar y comunitaria,
a la salud, a la educación, a la participación, a la no discriminación, a la
justicia (Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar, 2010).
El Sistema Nacional DIF mantiene un cierto control de la situa-
ción de los menores de edad a su cargo en instituciones residenciales
gracias a que cuenta con diversas casas hogar y casas cuna, así como
convenios con instituciones privadas. No obstante, cada estado de
la República tiene su propia realidad caracterizada por el exceso de
responsabilidades y de trabajo, falta de personal, acciones, programas
y políticas públicas específicas para el restablecimiento de la vida en
familia de este sector de la población infantil que carece del cuidado
de sus padres.
Causas de la pérdida de cuidados parentales, y de la instituciona-
lización excesiva e injustificada
Las razones por las que existen en nuestro país miles de niñas,
niños y adolescentes viviendo en instituciones son múltiples. Por ejem-
plo, las modalidades por las que ingresan a los centros de atención del
Sistema Nacional DIF son a solicitud de: a) instituciones públicas tales

195
como, Procuraduría General de Justicia del DF, Instituto Nacional de
Migración, Tribunal Superior de Justicia del DF, Sistemas Estatales y
Municipales DIF, Procuraduría General de la República; b) instituciones
privadas; c) los familiares: padres, abuelos, hermanos, tíos, en tanto
se resuelve una situación psicosocial y/o familiar; d) por exposición
voluntaria: padres que ingresan a sus hijos para que sean dados en
adopción.
Aunque separar de su familia a una niña o niño, e ingresarlo a
una institución debe ser una intervención de último recurso, la realidad
nacional es otra. Mientras que algunos son rescatados de la violencia
familiar, el abandono o la situación de calle e internados para su pro-
tección, otros ingresan a solicitud de los propios padres y familiares.
En estos últimos casos, el problema radica en la falta de análisis de las
causas del internamiento en cuestión, pues muchos de ellos se podrían
evitar si a las familias se les apoyara de otras maneras para que no
tengan que separarse de sus hijas e hijos.
Otro problema es la falta de seguimiento a cada uno de los casos,
una vez que ingresan al ámbito residencial, lo cual redunda en la falta
de una estrategia para que la estancia sea temporal.
¿Cómo llegamos a tal punto? ¿Por qué tenemos decenas de miles
de niñas, niños y adolescentes internados? Las siguientes son algunas
de las problemáticas que contribuyen a esta realidad nacional (con
base en Rodríguez, 2007):
1. En muchos casos se sigue considerando que el problema de la
niña o del niño violentado o en situación de abandono queda resuelto al
colocarlo en una institución. Aunque la separación del medio familiar es
útil y necesaria en los casos donde la violencia o el descuido ponen en
riesgo su vida, de ninguna manera resuelve la situación. Las Directrices
de las Naciones Unidas sobre las modalidades alternativas de cuidado
de los niños, enfatizan la importancia de que la institucionalización sea
una medida de último recurso y con estancias breves; cuando se trata
de lactantes o niños muy pequeños, las modalidades de atención basa-
das en la familia deberían ser la única opción, a través de, por ejemplo,
el acogimiento familiar, padrinazgo, crianza compartida, entre otras.
2. Falta de un proyecto de vida. El objetivo de todos los involu-

196
crados en la atención de un niño separado de sus padres debe ser el
de elaborar —junto con la misma niña o niño y en función de su nivel
de desarrollo—, lo más pronto posible, un proyecto de vida definitivo
dentro de una familia. Naturalmente dicho proyecto de vida se debe
determinar solo después de hacer una amplia, ágil y sólida investigación
psico-social-familiar. De acuerdo con UNICEF y el Servicio Social Inter-
nacional (2004), para que el proyecto tenga éxito necesita basarse
en determinados criterios y ser llevado a cabo por personal calificado,
en amplia consulta con los padres y el niño y, por supuesto, las opcio-
nes deben ser propuestas viables. De acuerdo con estos organismos
internacionales, en muchos países esto no siempre se lleva a cabo. El
nuestro es uno de ellos, lamentablemente.
La falta de un proyecto de vida que apunte a reintegrarse pronto
a la comunidad y bajo el cobijo de una familia trae como consecuencia
el encierro duradero de muchos bebés, niñas y niños pequeños que
ahí se convierten en jóvenes. La promoción de las condiciones para “la
integración social de todo menor víctima de abandono, explotación,
malos tratos […]” del artículo 11, fracción IV de la Ley Federal para
Prevenir y Eliminar la Discriminación no se cumple con ellos.
3. Aumento en la demanda de acogimiento residencial. La po-
breza, la violencia en general y el maltrato infantil en particular, son
factores que predisponen a las niñas y a los niños a la pérdida de los
cuidados parentales. Ambos fenómenos van a la alza en nuestro país y
a ellos hay que sumarles la falta de alternativas de cuidados parentales
para los niños que se han separado de sus familias. Al ser la institu-
cionalización una de las pocas opciones, la demanda de protección
y asistencia a las víctimas infantiles rebasa por mucho a la capacidad
instalada, con dos consecuencias: 1) el poco personal queda rebasado
por el sobrecupo y la sobrecarga de trabajo; 2) las autoridades dejan
de rescatar a más niñas y niños ante la falta de opciones residenciales
y entonces éstos permanecen en familias y lugares peligrosos. Para-
fraseando a Fontana (1989) diré que si no hay una maquinaria para
efectuar el salvamento, si no hay los adecuados y suficientes servicios
preventivos, protectores y curativos, y si no hay suficiente personal
adiestrado para cumplir el mandato, las leyes son palabras vacías.

197
4. Una vez que los niños son rescatados y llevados al ámbito resi-
dencial, ahí viven el abandono. Miles de jóvenes cruzaron las puertas
de la institución cuando tenían pocos meses o años de vida, y ahí cum-
plieron la mayoría de edad sin que nadie hiciera algo por restablecer su
derecho a vivir en familia. Entraron bajo el supuesto de que su estancia
sería provisional, pero el tiempo pasó y crecieron sin que nadie los
vinculara a unos padres, a una familia ni a la comunidad. Todo debido
a que en los hechos, la institución sigue siendo considerada como un
sistema válido y definitivo.
Para estos jóvenes hoy resulta complicado dar el salto de la insti-
tución donde crecieron hacia la sociedad donde nadie los espera. Para
ellos alcanzar la mayoría de edad no es atractivo, sino atemorizante y
angustiante, porque salir de la casa hogar significa salir hacia la nada…
y solo.
“Un caso de estancia prolongada por lo general es un caso
de estancia breve que ha sido mal manejado”, dijo un funcionario
inglés hace más de medio siglo (en Bowlby, 1979). Y el problema con-
tinúa repitiéndose. De estos casos siguen habiendo muchos en nuestro
país. ¿Quién hace justicia a estos jóvenes con infancias robadas? ¿Quién
se responsabiliza por estos malos manejos? ¿Por qué suceden? ¿Por qué
tienen que crecer asilados de manera permanente?
Con relación a la última pregunta, Chantal Saclier (1999) del Ser-
vicio Social Internacional, proporciona, sin rodeos, un listado de las
principales causas: falta de seguimiento a los procesos de los niños
por parte de las autoridades, burocracia, falta de recursos humanos
que realicen los trámites correspondientes para proporcionar alter-
nativas familiares, así como por ideologías contrarias a la adopción (y
a otras alternativas familiares y comunitarias como el acogimiento,
por ejemplo), falta de responsabilidad individual de los profesionales
cuando ejercen sus funciones, el que los niños desamparados son una
población rechazada por la sociedad y el temor de dar prioridad a los
derechos del niño sobre los derechos de los padres abandonantes o
maltratadores.
Muchas veces las funcionarias y funcionarios de los ministerios
públicos, DIF, juzgados, encargados de la protección y atención no

198
conocen físicamente a las niñas y niños durante todo el proceso. Si
los conocieran podría aumentar la empatía y sensibilidad hacia sus
asuntos porque, definitivamente, el compromiso es diferente cuando
lo que se ve es un expediente sobre un frío escritorio que cuando se
ve directamente al niño y sus circunstancias.
En otras ocasiones quienes conocen las vicisitudes de las y los
internados, es decir, quienes cuidan de ellos en las instituciones, muy
pocas veces fungen como portavoz ante la autoridad correspondien-
te para hacer llegar las demandas y necesidades de niñas y niños; en
ocasiones por desconocimiento de las leyes, reglamentos y responsa-
bilidades del Estado; otras veces por falta de tiempo para realizar tal
acercamiento, pues la carencia de personal termina por consumirlos.
Insuficiente articulación de los programas entre las instituciones y
entre las y los profesionales de las áreas de la salud, educación, justicia
y del sector privado. El avance que se ha tenido suele reflejarse en el
aumento de las denuncias y detección de casos de maltrato infantil
por parte de la ciudadanía, el servicio sanitario o educativo, y su res-
pectiva derivación al Ministerio Público o a los centros de atención a
la violencia de los sistemas DIF y de éstos a los albergues (vale decir
que una mínima proporción de estos casos son consignados ante una
autoridad judicial. Entonces las niñas y niños una vez internados, no
cuentan con mecanismos para llegar a los ámbitos de justicia). Pero el
acto de denunciar sigue siendo una acción parcial, aislada, fragmenta-
da, sin suficiente articulación entre sus actores, ni con protocolos de
intervención suficientes. Todo esto a pesar de que cuando se identifica
una niña o un niño en riesgo se opera una respuesta coordinada para
garantizar su protección efectiva, y la evaluación de la víctima infantil
y de su familia se hace con los aportes y la participación de diferentes
sectores que hayan tenido contacto con el niño o la familia.
El Informe Mundial sobre la Violencia contra los Niños y Niñas
(2006), sugiere que para minimizar el riesgo de que un niño o niña
“se pierda entre los entresijos” del sistema, los diferentes sectores con
responsabilidades de protección deben compartir la información acerca
de casos individuales de violencia familiar.
Pero también, debe haber claras líneas de responsabilidad en la

199
actuación, y mecanismos para la rendición de cuentas por los fallos del
sistema. Tales cosas no suceden en nuestro país. Aquí aún no contamos
con la elaboración de diagnósticos eficientes, tampoco con articula-
ción suficiente ni información compartida; aquí la responsabilidad se
difumina entre las y los trabajadores del Estado y de las instituciones
privadas; por lo mismo la rendición de cuentas sólo es un verso. Al día
de hoy nadie se responsabiliza por el encierro excesivo -y muchas veces
injustificado- de miles de niñas, niños y adolescentes, ni por obstruirles
—voluntaria o involuntariamente— el acceso a la justicia.
6. Cuando la adopción se desvirtúa. Como consecuencia de las
fallas e inconsistencias del proceso de adopción, no todas las niñas
y niños que necesitan una adopción la tienen, y no todos los que la
tienen la necesitaban. Me explico: existen niños que son maltratados
gravemente y que por seguridad y protección deberían ser separados,
vía judicial, de sus familiares agresores, recurrir al depósito judicial de
persona, y una vez garantizada su seguridad, trabajar un proyecto de
vida que contemple la integración a un ámbito familiar que le garantice
su sano desarrollo. Sin embargo, nadie toma la iniciativa. Por lo que su
vida termina por transcurrir en el internado.
|Otros niños, en cambio, se fueron en adopción sin antes haber
agotado las posibilidades para que pudieran ser criados por sus proge-
nitores o por la familia extensa. Generalmente, se trataba de casos de
pobreza y que fueron desvinculados de sus padres, criminalizando, de
esta manera, la miseria, en lugar de proporcionarles asistencia social;
y no hay que olvidar que la pobreza no es un delito, sino una violación
a los derechos humanos (Smith & Castleman, 2006). Dichas personas
no necesitaban que les retiraran a sus hijos —o no de manera defini-
tiva— sino que el Estado cumpliera con su obligación de proveerles
la protección y asistencia social, necesarias para que pudieran asumir
plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad, tal y como
lo exige nuestra Constitución Política. La creencia de que las familias
biológicas que pasan por periodos de dificultad, conflicto o disfuncio-
nalidad no tienen remedio, provoca que se les descarte con prontitud, y
entonces se prefiera la adopción, dando la impresión de que la postura
es: “para qué trabajar tanto con una familia rota si en otro lado existen

200
muchas familias, parejas o individuos adoptantes estables y con recur-
sos suficientes para darle una buena vida a un niño”. Cambiar al niño de
una familia disfuncional a una funcional sin que medien diagnósticos
e intervenciones de fortalecimiento familiar deviene en injusticia y
violación de derechos.
7. Discriminación en la adopción. A pesar de que los tratados inter-
nacionales y las leyes nacionales y estatales estipulan que la adopción
es una institución para las niñas y niños sin padres y no una práctica
para dotar de hijos a los padres que no pueden tenerlos de manera bio-
lógica, la realidad es que aún se sostiene la selectividad en la adopción.
Acaso menos burda que en décadas anteriores, cuando los adoptantes
se daban el lujo de escoger al niño; ahora la selectividad es más sofis-
ticadas y, por lo mismo, en ocasiones imperceptible. Se evidencia en
el hecho de que en los últimos años el Sistema Nacional DIF reporta
decenas de niñas y niños liberados jurídicamente y que podrían irse
en adopción, pero que siguen viviendo en las instituciones debido a
que no coinciden con las expectativas de los adoptantes (y lo mismo
sucede en los sistemas DIF de los diferentes estados de la República y
en las instituciones privadas). Se trata de niñas y niños grandes, grupos
de hermanos, con alguna enfermedad o discapacidad, o de aquellos que
tienen una característica muy poco reconocida en la sociedad —pero
quienes participamos en la gestión de adopciones encaramos constan-
temente—: las niñas y los niños feos.
La selectividad, o para ser más preciso, la discriminación que se
refleja en la preferencia por la adopción de bebés o niños muy peque-
ños, sanos, blancos y que cubren los estándares de belleza contem-
poráneos, es una evidencia de que la adopción en muchos casos sigue
siendo más para los adultos que para las niñas y niños. Las instituciones
se convierten en cómplices de los adoptantes cuando entregan niños
“a la carta”, es decir, cuando las asignaciones parten de las peticio-
nes específicas de éstos, y no de la búsqueda del interés superior de
aquellos, o cuando no ponen “atención a la conveniencia de que haya
continuidad en la educación del niño y a su origen étnico, religioso,
cultural y lingüístico”, tal y como establece la Convención sobre los
Derechos del Niño en su artículo 20 fracción 3, pervirtiendo de esta

201
manera el principio del “interés superior del niño” al transformarlo en
el “interés de los adoptantes”.

Falta de enfoque de derechos

Las causas de la pérdida de cuidados parentales y de la institucio-


nalización excesiva e injustificada arriba expuestas tienen otra raíz: en
el desconocimiento o en falta de reconocimiento de los derechos de
las niñas y niños. La investigadora Valeria Llobet (2010) afirma que
si bien la Convención introdujo el problema de los derechos humanos
como un prisma para considerar los problemas de la infancia, parece
estar lejano el momento en que este paradigma sea la matriz en la que
se construyen los significados sobre tales problemas.
El discurso y las prácticas no caminan de la mano. La postura im-
perante que dejan ver los procedimientos implementados en la aten-
ción y protección infantil siguen siendo, predominantemente, de corte
asistencialista, de ahí que sean consideradas como caridad otorgada
a niñas y niños necesitados de ayuda. Ante la escasez de recursos se
priorizan solo las necesidades infantiles más urgentes, por ejemplo:
alimento, techo y vestido, pero no las de vinculación, afectivas o de
una familia; las metas de atención son parciales, no hay proyectos de
vida a mediano y largo plazo, solo tratan los problemas en su superficie
sin ir a su origen.
En ocasiones en el marco del asistencialismo, las personas
encargadas de las instituciones residenciales —públicas o privadas—
tienen necesidades emocionales no resueltas que suelen cubrir con el
cariño que las niñas y niños les prodigan.
En otros casos se les mantiene encerrados en ámbitos residencia-
les no por desconocimiento de sus derechos, sino simple y lamentable-
mente para satisfacer necesidades económicas, sociales o psicológicas
de los directivos o del personal de las instituciones —sobre todo de
las privadas cuando carecen de supervisión por parte del Estado—, o
para poner en práctica creencias o ideologías que muchas veces están
lejos de los intereses y necesidades de desarrollo de los niños. “Secues-

202
tro filantrópico” lo llama el neuropsiquiatra y terapeuta infantil Jorge
Barudy (2005, p.102), secuestro que trae como consecuencia “una
idealización patológica y una dependencia de los niños hacia estos
personajes carismáticos y narcisistas que impide que estos se sepan
víctimas de este maltrato institucional”. Muchas de estas niñas y niños
no tendrán una alternativa familiar porque intereses de estos líderes
se verían afectados si regresaran con sus padres biológicos -que solo
habían pedido apoyo mientras superaban sus problemas-, o si fueran
asignados en adopción —cuando los bio-padres han perdido la patria
potestad—. En este sentido, Casitas del Sur es un caso emblemático y
ampliamente documentado (Martínez, 2009).

III. Consecuencias individuales y sociales de la privación de cui-


dados parentales y de la institucionalización

Hay niños que tienen cariño de hijos porque son de “sangre pura”,
nosotros no tenemos de ese cariño de los que nos cuidan porque no
somos de “sangre pura”.
Joven de 17 años, internado a los 8
La importancia de la familia en el desarrollo del individuo quedó
ampliamente probado a partir del siglo XX gracias a los aportes de la
medicina, la psicología y el psicoanálisis. Burlingham y Freud (1967),
Spitz (1990), Winnicott (1956), Mahler (1972), Ainsworth y Bowlby
(1979) e innumerables integrantes de la comunidad científica demos-
traron las consecuencias negativas que provocan las separaciones tem-
pranas.
En la tercera sesión de la Comisión Social de las Naciones Unidas,
que se celebró en abril de 1948, se decidió hacer un estudio de las
necesidades de los niños sin hogar. El doctor John Bowlby fue el en-
cargado de tal tarea que comenzó en 1950, de donde se desprendió el
informe: Cuidado maternal y salud mental. Ahí quedó documentada la
afectación emocional de los niños criados en instituciones, el retraso
en el desarrollo físico, intelectual y social y la aparición de síntomas de
padecimientos físicos y mentales como consecuencia de la falta de cui-

203
dado materno (sic). La separación temprana, a largo plazo, trae como
resultado el deterioro de la capacidad de establecer y mantener lazos
afectivos significativos, profundos y duraderos (“carácter insensible”,
fue como lo calificó Bowlby), y en cuanto a los procesos intelectuales
se refiere, las afecciones aparecen sobre todo en el área de lenguaje y
en la capacidad de abstracción.
En las siguientes décadas se continuaron registrando los efectos
negativos de la separación y la institucionalización, los cuales configu-
ran una larga lista: detención del desarrollo cerebral, afectivo y cogni-
tivo; perturbaciones somáticas: vulnerabilidad a las infecciones y en-
fermedades frecuentes; trastornos psicosomáticos: anorexia, enuresis;
trastornos del sueño; síntomas depresivos, baja autoestima y depre-
sión clínica; dificultades para la adaptación a la escuela y trastornos de
comportamiento; sentimiento de profunda soledad, de incomprensión
y rechazo. Afecciones debidas a la internación excesiva que provoca
relaciones interpersonales desorganizadas, inseguras, ambivalentes o
disruptivas...
Los estudios sobre el tema en el presente siglo ratifican los resul-
tados antes mencionados. Por ejemplo, el Informe Mundial sobre la
Violencia contra los Niños y Niñas (2006) concluye que el uso excesivo
de la institucionalización genera grandes costos para los menores de
edad, sus familias y la sociedad, tales como una salud física deficiente,
graves retrasos en el desarrollo, discapacidad y daño psicológico poten-
cialmente irreversible. Los efectos son más severos cuanto más tiempo
se prolongue la institucionalización y cuanto más deficientes son las
condiciones de los centros de atención. Un estudio de instituciones
residenciales en Europa incluido en el Informe advierte que los niños
pequeños (0-3 años) institucionalizados y sin progenitores corrían el
riesgo de sufrir trastornos de la vinculación, retraso en el desarrollo y
atrofia neuronal en el cerebro en proceso de desarrollo, concluyendo
que el descuido y el daño causados por la privación temprana de los
progenitores es equivalente a la violencia contra un niño pequeño.
Disminución del funcionamiento social y psicológico, la incapacidad
de cuidarse a sí mismos y de crear relaciones afectuosas, deterioro de
la condición física, auto-agresión, junto con la afirmación de que las

204
niñas y niños institucionalizados tienen mayor probabilidad de hacerse
daño a sí mismos, ser agresivos con otros, involucrarse en el crimen,
ser víctimas de explotación sexual o abusar de sustancias son otras
consecuencias reseñadas por el Informe.
En México llama la atención el aumento de niños y jóvenes (prin-
cipalmente varones, aunque no exclusivamente) que participan acti-
vamente en actividades del narcotráfico: “batos de 13, 14, 15 y hasta
21 ó 23 años, actúan alucinados y con feroz valentía en levantones,
asesinatos, decapitaciones, transporte de droga y secuestro” (Valdez,
2011: contraportada). ¿Quiénes son estos niños? ¿Qué tienen en co-
mún? ¿Qué los convierte en blanco del crimen organizado? Con base
en la documentación y seguimiento de decenas de casos, el periodis-
ta Javier (Valdez, 2011, p. 13) concluyó que terminan metiéndose
en esta vida brutal “por una profunda falta de amor, por abandono,
por la asfixia de vivir en familias disfuncionales, por arrastrar un alma
descoyuntada y sin afecto, por saber que pueden vivir de lujo algunos
años sin importar la violenta factura, para tragarse de una buena vez
tanta jodida tristeza y miseria, hambre y falta de afecto, no importa
que se atraviesen las balas”.
A través de testimonios grabados y de lectura de documentos
sobre decenas de adolescentes en conflicto con la ley, el periodista Julio
Scherer constató lo mismo que Valdez, es decir, que el abandono llevó
a las y los adolescentes por él estudiados “a la tragedia de la drogadic-
ción, el alcoholismo, el robo, el secuestro, el crimen” (Scherer,2013,
p.7-8). “Sus delitos se confunden, de tan parecidos que son entre sí.
Pero cada uno entraña una tragedia personal, familiar y social. Una
línea los marcas: el abandono. Y un afán los identifica: ser ellos mismos,
así sea vaciándose, muriendo” (2013, p.55-56).
Los periodistas dedujeron lo mismo que las y los estudiosos del
comportamiento humano. Por ejemplo, la especialista en neuropsi-
cología, Feggy Ostrosky (2011), afirma que es frecuente hallar que
entre las mentes criminales, exista una falta de atención paterna y que
la relación que tuvieron con la madre esté marcada por la frialdad, la
distancia y el abandono, y por la falta de calor emocional o contacto
corporal.

205
El trauma ocurre ante los eventos adversos que no pueden ser
expresados, simbolizados y dotados de un sentido. De un grupo de
ocho jóvenes de entre 15 y 21 años que llevan viviendo entre 4 y 16
años en una institución residencial, solo la mitad ha podido darle un
sentido a aquella experiencia de vida que los llevó a la internación.
Ante la inminente mayoría de edad que anuncia el próximo egreso de
la institución, sus principales e intensas preocupaciones están relacio-
nadas con la incertidumbre, de no saber por cuánto tiempo más les
proporcionarán apoyo, temor a que los echen sin estar preparados, con
no saber qué harán al salir de ahí, el desempeño escolar, el manejo del
enojo y de la impulsividad. Su temor a la muerte y “a que las cosas se
salgan de control” es excesivo, y comprometen el pronóstico de auto-
nomía, debido a que, de acuerdo con Bourdieu, “quienes no tienen un
mínimo control sobre el presente no serán capaces de reunir el coraje
necesario para controlar el futuro” (en Bauman, 2006, p.178).
Las instituciones pueden cubrir las necesidades fisiológicas y de
resguardo de las y los internos de manera suficiente: vestido, alimenta-
ción, descanso, salud y todas aquellas cosas necesarias para garantizar
su sobrevivencia. Lo que no pueden cubrir adecuadamente son las
necesidades de afiliación, de reconocimiento, de autorrealización. Es
decir, aquellas más elevadas en la escala de las necesidades humanas,
me refiero al afecto, la intimidad, el autorreconocimiento, la confianza,
la seguridad, la identidad, el éxito, la resolución de problemas comple-
jos, la trascendencia.

Las voces de las y los protagonistas

A pesar de que las niñas, niños y adolescentes tienen el derecho a


participar en todos aquellos asuntos que les afectan, la voz de quienes
viven institucionalizados se ahoga entre las cuatro paredes que los
encierran. Encierro que termina por excluirlos de la sociedad. Exclu-
sión que resulta peligrosa, porque los convierte en un ente invisible,
inexistente —probablemente ese sea uno de los motivos por los que
a la fecha ni siquiera sabemos, con exactitud, cuántos son—. Los mu-

206
ros de las instituciones los excluyen, los apartan de la sociedad, los
desaparece de la vista de las personas. Acaso existen como un grupo
con quien se puede practicar la caridad, a quienes hay que tutelar o
proteger de manera paternalista, recluirlos para que no manchen el
paisaje urbano como a la fecha sigue ocurriendo, sobre todo en ciuda-
des grandes cuando se convierten en anfitrionas de eventos nacionales
o internacionales, controlarlos para que no sean un peligro para la
sociedad el día de mañana; todo esto aún al estilo de la doctrina de la
situación irregular.
No obstante, escucharlos es la obligación de las y los encar-
gados de garantizar su protección porque, ¿quién mejor que ellos, los
niños, para saber qué necesitan? ¿Quién mejor que ellos para dotar de
sentido el principio multinombrado: “interés superior del niño”? Resul-
ta esclarecedor e impresionante lo que pueden hacer y decir cuando se
les proporciona el espacio para la expresión en un ámbito de libertad
y confianza que estimula su participación:
“No nos deben sacar de nuestras casas cuando hay problemas
y llevarnos a un albergue, sin antes investigar y explicarnos bien qué
pasa; porque sentimos que nos están robando”.
“En ocasiones sí nos deben llevar a un albergue porque nuestra
vida corre peligro en la casa”.
“Necesitamos una familia para aprender, para tener alguien
con quien platicar, alguien que nos quiera y nos dé amor”.
“Nos deben preguntar qué queremos: si vivir en una institución
bonita o quedarnos en nuestra casa aunque esté fea”.
“Ni los abogados ni los psicólogos ni nadie sabe más que nosotros
acerca de lo que nos pasa”.
“Necesitamos espacios donde nos escuchen”.
También es necesaria la creación de sistemas sencillos, accesibles
y seguros para que puedan informar la manera en que son tratados en
los ámbitos residenciales sin riesgo de sufrir represalias. Deben tener
oportunidades para expresarse libremente y manifestar verbalmente
sus preocupaciones.
Los niños, las niñas y sus familias también deben tener derecho a
apelar si no están satisfechos con la respuesta a su queja.

207
Las siguientes son las voces de algunos adolescentes institucionali-
zados. Me las compartieron para que fuera su portavoz en el Congreso
Nacional sobre la Situación de Niños, Niñas y Adolescentes Institucio-
nalizados. “Mi derecho a la convivencia familiar y comunitaria”. Hoy,
a través de este ensayo, pueden llegar aún más lejos:
“En algunos albergues te pegan. Te saliste de donde te golpeaban
para caer en lo mismo aunque peor, porque de tu casa te podías esca-
par a la calle si te pegaban pero del albergue ni eso puedes hacer, no
te puedes escapar”.
“Lo peor es cuando te separan de tus hermanos. El vínculo con
ellos era todo lo que yo tenía. No nos separen”.
“Algunas personas que nos cuidan no fueron personas felices
y se desquitan con nosotros (…) Pedimos que se les demande y se
les corra del albergue, para que ya no se pasen de lanzas”.
“Les pedimos que traten bien a los niños albergados; no los traten
como animales”.
“Los niños de los albergues no son sus hijos, ¡no los maltraten!,
¡ayúdenlos!”

IV. Alternativas para el restablecimiento del derecho a la convi-


vencia familiar y comunitaria

A las autoridades les pedimos que cuiden a los niños que están en
las calles y cambien su manera de pensar; no dejen de esforzarse en
recuperar al chavo que está en una situación difícil como las adicciones,
y necesita de su ayuda. No olviden que vale la pena intentarlo pues sí
cambiamos para bien.
Joven de 17 años, internado a los 8
Con la finalidad de brindar una protección integral y adecuada
a las niñas, niños y adolescentes en situación de maltrato y privados
del cuidado de sus padres, es necesaria la aplicación de diversas ac-
ciones y estrategias por parte de todas las instituciones públicas y
privadas, comprometidas con la atención y protección de este sector
de la población, así como de la implementación de políticas públicas

208
específicas. Su situación exige dar un viraje significativo consistente
en dejar de pensar en la institucionalización, la reintegración familiar
y la adopción como los únicos recursos para ellas y ellos, pues esta es
una visión que se queda corta ante una realidad que hoy exige más.
La protección integral, la búsqueda del interés superior del niño, debe
ser la nueva vía porque eso es lo que mandata nuestro marco jurídico,
que si bien no es un marco acabado, sí contiene bases amplias para
mejorar las prácticas de atención y protección integral. Se requiere,
también, fomentar una cultura de la legalidad entre todas las personas
del sector público y privado implicados.
México es un país caracterizado por el altruismo y la solidaridad
con las personas en situación de vulnerabilidad. De ahí que la atención
hacia este sector infantil haya sido constante a través de la historia, y
que al día de hoy la mayoría de los centros de acogimiento residencial
sean de la sociedad civil, para ser precisos el 72%, de acuerdo con DIF
Nacional. No obstante, estamos atascados en una tradición que se tra-
duce en prácticas asistencialistas, de asilamiento, tutelaje y minoridad
que, aun de manera involuntaria, termina por perpetuar el desamparo
(Gómez & Zanabria, 2013).
Afortunadamente existen recomendaciones puntuales de orga-
nismos internacionales, nacionales, gubernamentales y de la sociedad
civil que dan las pautas a seguir para logar un cambio de paradigma
ahora basado en un enfoque de derechos. Es decir, no estamos en
cero sino en marcha. De tal manera, a continuación haré un compilado
de las alternativas para la erradicación de la internación prolongada
e injustificada de niñas, niños y adolescentes, que se suman a las ya
mencionadas páginas atrás. Las siguientes propuestas son producto
del trabajo de muchas personas y de décadas de labor en el tema. Se
trata de alternativas que posibilitan garantizar el ejercicio pleno de los
derechos en cuestión. Algunas pueden sonar reiterativas en este ensa-
yo, reiteración que decido conservar intencionalmente para evidenciar
la urgencia de las mismas.
Las primeras recomendaciones las encontramos en el Informe
Mundial sobre la Violencia contra los Niños y Niñas (2006):

209
Separar un niño o niña de su familia debe ser una intervención de
último recurso, solo se deben considerar alternativas a largo plazo.
El cuidado alternativo se puede proporcionar tanto de manera
formal (a través de la colocación en un hogar sustituto o de guarda, el
acogimiento familiar y la adopción) como informal (la colocación de
un niño con su familia extensa).
Tres principios deben guiar las decisiones relativas a las alternati-
vas de cuidado para los niños y niñas: 1) normalmente las soluciones
basadas en la familia son preferibles a la colocación en una institución;
2) las soluciones sostenibles con vocación de permanencia, pero con
supervisión regular, son preferibles a las temporales; 3) las soluciones
basadas en el propio país del niño o niña generalmente son preferibles
a aquellas que involucran a otros países (por ejemplo, la adopción in-
ternacional).
Todas las formas de cuidado alternativo implican riesgo para el
niño o niña, incluido el riesgo de sufrir más violencia, explotación y
otras violaciones de sus derechos. Es importante, por lo tanto, que los
Estados registren y regulen todas las formas de cuidado alternativo,
con vigilancia continua de la situación y el trato hacia los niños y niñas
y con la plena participación de éstos.

Otras recomendaciones concretas del Informe son:


Asegurar que la institucionalización sea siempre el último recurso.
Asegurar la calidad del personal y de la capacitación.
Sensibilizar a la policía, agencias de referencia, abogados, jueces,
administradores de las instituciones y a todo el personal que trabaja
en ellas.
Revisar las medidas de protección y las decisiones de internamien-
to de manera regular.
Asegurar la existencia de mecanismos efectivos, sencillos, segu-
ros y accesibles para los niños y niñas, de denuncia, investigación y
aplicación de la ley.
Asegurar la supervisión a las instituciones.
Registro y recopilación de datos de los niños y niñas internados.
Apoyar a los progenitores para que puedan cuidar de sus hijas e

210
hijos para reducir las tasas de abandono e institucionalización, dando
prioridad a las familias de niños y niñas con discapacidades y a los de
alto riesgo de abandono o institucionalización.
Declaratoria del Primer Congreso Nacional sobre la Situación de
Niños, Niñas y Adolescentes institucionalizados. “Mi derecho a la con-
vivencia familiar y comunitaria”
Dicho congreso se llevó a cabo el 16 y 17 de agosto de 2012 en
Guanajuato capital. Su objetivo general fue sensibilizar a las personas
involucradas en programas de atención a niños, niñas y adolescentes
privados del cuidado de sus padres y que viven en los albergues, para
generar estrategias puntuales que deriven en acciones, programas o
políticas públicas que promuevan su derecho a la convivencia familiar y
comunitaria. Uno de los frutos del congreso fue una declaratoria don-
de se presentan los ejes rectores sobre los que habremos de trabajar
autoridades, grupos de la sociedad civil y todas y todos los involucra-
dos, a favor de este grupo en riesgo. Las siguientes son algunas de sus
cláusulas y dan pistas sobre el rumbo a tomar:
- Trabajar por el cambio del modelo asistencialista que prevalece
actualmente en nuestro país, por un modelo que promueva la cultura
de derechos humanos y el interés superior del niño, con énfasis en el
derecho a la convivencia familiar y comunitaria.
- Apoyar los esfuerzos para que los niños, niñas y adolescentes
permanezcan bajo el cuidado de su propia familia, o que se reintegren
a ella; y si esto no es viable ni posible por atentar contra sus intereses,
trabajar para encontrar otra solución apropiada y permanente, inclui-
das la adopción, el acogimiento familiar y aquellas prácticas de cuidado
comunitario, padrinazgo, crianza compartida u otras que forman parte
de la identidad cultural de nuestra región latinoamericana.
- Que se desarrolle una política nacional para el cumplimiento del
derecho a la convivencia familiar y comunitaria y la promoción de la
desinstitucionalización, y que las entidades federativas se adhieran a
ella.
- Que para la implementación de la estrategia nacional se cuente
con los recursos materiales y humanos necesarios para capacitación
de los responsables del sector público y privado que atienden esta

211
problemática.
- Que la autoridad a quien le corresponde la atención de los niños,
niñas y adolescentes en situación de riesgo, establezca lineamientos
técnicos y garantice su aplicación a través de mecanismos de monito-
reo y supervisión constantes.
- Que se generen acciones de prevención de la separación de las
niñas y niños de sus padres a través del fortalecimiento familiar.
- Que se brinde la provisión de cuidados alternativos adecuados.
- Que se tenga una base de datos actualizada de los niños, niñas y
adolescentes en cuidado alternativo tanto de tipo familiar como ins-
titucional.
- Que se tome en cuenta la participación de las comunidades en
la resolución de las problemáticas familiares.
- Que se garanticen espacios de participación de los niños, niñas
y adolescentes.
- Que exista una articulación entre los distintos actores de go-
bierno y sociedad civil para lograr el fortalecimiento de las redes de
atención de personas y organismos que trabajan con niños, niñas y
adolescentes privados de cuidados parentales.

El Llamado a la Acción

Otra alternativa consiste en apoyar el Llamado a la Acción lanzado


el 18 de octubre de 2013 por parte de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, el Movimiento Mundial por la Infancia de América
Latina y El Caribe, la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar, la
Representante Especial del Secretario General de la ONU sobre Violen-
cia contra los Niños y UNICEF para acelerar la reintegración al ámbito
familiar y poner fin a la colocación de niñas y niños menores de tres
años en instituciones de protección o cuidado en América Latina y El
Caribe.
El Llamado a la Acción fue originado debido a que en la mayoría de
los países de esta región —nuestro país incluido— se advierte una uti-
lización desmedida de la institucionalización de niñas y niños menores

212
de tres años por razones de protección, pese a que debería recurrirse
a ella únicamente en casos excepcionales y de forma provisional, pues
está comprobado que una institucionalización precoz y prolongada
tiene graves efectos, sobre todo en las niñas y los niños más pequeños,
que pueden llegar a ser irreversibles. Tres evidencias preocupantes:
1) por cada año que una niña o un niño de corta edad reside en una
institución, pierde cuatro meses de desarrollo; 2) la violencia en las ins-
tituciones es seis veces más frecuente que en los hogares de acogida;
3) la violencia sexual es seis veces más frecuente que en las alternativas
de protección basada en el cuidado familiar.
La propuesta a los Estados consiste en poner fin a la instituciona-
lización de niñas y niños muy pequeños, lo cual implica implementar
reformas inmediatas en sus sistemas de protección a través de las si-
guientes acciones:
- Aprobar legislaciones pertinentes para limitar la internación de
niñas y niños menores de tres años en instituciones de protección o
cuidado, incluida su protección frente a todas las formas de violencia.
- Asignar recursos técnicos y financieros para priorizar la protec-
ción de la primera infancia, apoyar a las familias en el cuidado y crianza
de los niños y desarrollar programas específicos para prevenir la se-
paración de niñas y niños de sus familias; así como para implementar
programas de cuidado alternativo de tipo familiar con personal com-
petente para el cuidado de niñas y niños en riesgo de ser privados de
su familia.
- Establecer programas y medidas para la reunificación de niñas
y niños con sus familias, su inclusión en programas de acogimiento
familiar o su incorporación definitiva a un medio familiar.
- Desarrollar estándares y protocolos de actuación para regular la
práctica hacia niñas y niños en riesgo de separación familiar.
- Llevar a cabo campañas de información y sensibilización públicas.
- Establecer mecanismos de monitoreo y evaluación de las condi-
ciones y programas de cuidado alternativo de niñas y niños separados
de sus familias.

213
Implementación de las Directrices de las Naciones Unidas sobre
el cuidado alternativo de los niños

Para que las medidas y los cuidados proporcionados a las niñas,


niños y adolescentes privados de cuidados parentales sean adecua-
das, apegadas a los derechos humanos y realmente benéficas, deben
considerar los procedimientos previstos en las Directrices, pues pro-
porcionan criterios puntuales para una toma de decisión apegada a
sus derechos.
El objeto de las Directrices es promover la aplicación de la Conven-
ción sobre los Derechos del Niño y de las disposiciones pertinentes de
otros instrumentos internacionales, relativos a la protección y al bien-
estar de los niños privados del cuidado de sus padres o en peligro de
encontrarse en esa situación. Han sido concebidas, entre otras cosas,
para apoyar los esfuerzos encaminados a lograr que el niño perma-
nezca bajo la guarda de su propia familia o que se reintegre a ella o, en
su defecto, a encontrar otras soluciones apropiadas y permanentes,
incluidas la adopción y la kafala. Asimismo, velar porque mientras se
buscan esas soluciones permanentes, se determinen y adopten, en
condiciones que promuevan el desarrollo integral y armonioso del niño,
las modalidades más idóneas de acogimiento y cuidados alternativos.

Mejorar la adopción

La adopción ha tenido avances significativos en los últimos años.


Aún así persisten fallas y limitaciones. El Diagnóstico de la Adopción
en México, elaborado por el Sistema Nacional DIF (2009), concentra
múltiples propuestas que marcan una ruta precisa para su corrección,
lo cual exige que cada estado de la República haga sus respectivas
adecuaciones para hacerla viable, accesible, ágil y benéfica para el
adoptado:
Promover Ministerios Públicos y Juzgados para adopciones y capa-
citarlos en el tema, así como sensibilizarlos en cuanto a la importancia
e implicaciones de tiempo y atención respecto de las partes involucra-
das en el proceso.

214
Mayor coordinación técnica entre los tres niveles del sistema DIF
(y estos con las instituciones privadas que albergan a los niños).
Crear consejos técnicos de adopciones a nivel estatal o municipal
para evaluar los procedimientos internos y externos de adopción.
Promover la adopción de niños y niñas mayores de seis años y/o
con discapacidad.
Facilitar procedimientos para padres y madres biológicas que de-
seen ceder hijos en adopción y ofrecerles apoyo psicológico.
Capacitar al personal de los tres niveles de DIF para que conozcan
a detalle el trámite y se sensibilicen sobre la importancia del mismo,
gestión de mayores recursos humanos y sobre todo de especialistas
para agilizar el trámite de adopción.
Permitir la intervención de organismos ciudadanos que contribu-
yan a la transparencia de los trámites adoptivos.
De la investigación Discriminación en las instituciones de cuidado
de niñas, niños y adolescentes (Luna, 2013: 51) se desprende el llama-
do para que los gobiernos tomen medidas adecuadas para erradicar
las prácticas discriminatorias de sus sistemas de adopción, las cuales
se expresan en la selección a la que son sujetos los niños al momento
de ser adoptados. Esto quiere decir que las entidades responsables por
las adopciones, deben actuar con el fin de contrarrestar la selección
discriminatoria de las características del niño que son aceptadas o no
por sus futuros padres adoptivos, promoviendo la adopción de niños
más allá de su etnia, su edad o su condición psicofísica.

Para evitar la revictimización

Atender de manera individualizada la situación de cada niña o


niño, abordar caso por caso, exige dedicación y personal suficiente
y especializado. Las decisiones que las autoridades y demás personas
que participan en la asistencia, protección e impartición de justicia
son de importancia crítica. La falta de madurez física y mental pone
fácilmente a las niñas y a los niños en situaciones de vulnerabilidad,
por lo mismo toda violencia es grande y destructiva para ellos. De ahí
que errar, postergar u omitir una decisión traiga como consecuencia

215
no solo violaciones a sus derechos sino la exposición a peligros lamen-
tables, por ejemplo, cerrar una investigación sin resolver la situación
parental o familiar del niño, no encontrar pruebas o testigos que expli-
quen las lesiones y reintegrarlo a los agresores por esta razón, tipificar
erróneamente el delito, minimizar el daño —producto de revisiones
médicas y psicológicas superficiales, insuficientes o apresuradas—, pro-
longarle su situación de espera o incertidumbre u olvidarlo sin futuro
digno en una institución (Rodríguez, 2007).
La complejidad y delicadeza del tema requiere que el perfil de las
personas encargadas de auxiliar y procurar asistencia, protección y jus-
ticia sea muy específico. Deben ser adultos responsables, compasivos y
reflexivos que hablen en favor de las niñas y niños indefensos (Fontana,
1989), que estén dispuestos a darle prioridad a los asuntos de éstos,
tal y como manda la ley; con suficiente experiencia, capacitación y de-
dicación, además de contar con un adiestramiento especial no solo en
temas jurídicos, sino también en temas de infancia, familia y desarrollo
humano. La juez de lo familiar, Lorena Rábago (2007), advierte que si
como Jueces no respetamos los derechos fundamentales de los niños,
consagrados inclusive en la ley; si no prestamos especial atención a
los asuntos que tengan que ver con ellos; si no aplicamos leyes que
favorezcan al menor en lugar del adulto; si no tomamos conciencia
y agilizamos los procesos; si no nos involucramos, si no visitamos los
albergues donde van a parar los niños abandonados, que son sujetos
de algún proceso judicial, y escuchamos a las personas que los cuidan y
nos damos cuenta de lo que viven; si no logramos sensibilizarnos ante
tales situaciones; si no tomamos en cuenta el interés superior del niño
sobre el interés de los adultos, incurrimos en maltrato institucional.
Aunque las decisiones en la protección de niñas, niños y adoles-
centes que han sido violentados y privados del cuidado de sus padres
son complejas y de importancia crítica, suelen aclararse cuando se
tiene presente que la responsabilidad de los adultos, es la búsqueda del
interés superior del niño. Cuando dejamos de verlos como propiedad
de sus padres y reconocemos sus derechos como independientes de los
de los progenitores, cuando nos convencemos de que no hay violencia
pequeña, cuando se cuenta con formación, experiencia, empatía y co-

216
nocimiento del proceso evolutivo infantil y de los vínculos humanos,
cuando se tiene presente la importancia de dar agilidad a los procesos
jurídicos y administrativos para evitar los efectos negativos que en el
desarrollo de las niñas y niños tiene la separación de sus padres y la
institucionalización prolongada, cuando existe apego a las leyes, re-
glamentos y protocolos, cuando el depósito judicial de niñas y niños
se utiliza como excepción y tomando en cuenta el principio de mínima
separación de su padre y de su madre (Suprema Corte de la Nación,
2013), pero sobre todo, cuando nos convencemos de que tener una
vida llena de amor, felicidad y comprensión es su derecho, y hacerlo
realidad, nuestra obligación. Tal cosa suele ocurrirle principalmente
a las personas que tienen la convicción de que “el futuro de nuestros
niños y el futuro de nuestro mundo son una sola cosa” (Kempe &
Kempe, 1998).

V. Reflexión final: sin familia y comunidad no hay humanidad

Para un año, plantad cereales.


Para una década, plantad árboles.
Para una vida formad y educad a la gente.
Comisión de las Comunidades Europeas

La formación y educación de los seres humanos, es un proceso


donde la presencia de vínculos humanos seguros, constantes y dis-
ponibles es condición necesaria. Si en nuestra sociedad existen altos
niveles de destructividad humana son, en gran parte, porque estamos
violentando a las niñas y a los niños. No debemos olvidar que los cri-
minales de hoy, son los niños que ayer tuvieron un arranque de vida
caracterizado por la violencia, el descuido, el abandono. Fueron niños
carentes de vínculos humanos que los humanizaran.
Los procesos de institucionalización afectan los procesos de cons-
trucción identitaria (Di Iorio & Seidmann, 2012). El neurólogo, psi-
quiatra y fundador de la etología humana, Boris Cyrulnik (2005), nos
recuerda que así como un mono no puede llegar a serlo sin la presencia

217
de otro mono, un hombre (o una mujer) sin alteridad humana no pue-
de desarrollar sus promesas genéticas, no se puede humanizar.
Al nacimiento biológico le sigue el nacimiento humano. El primero
ocurre en el perímetro de la progenitora, el segundo en la familia y en
la comunidad. Por eso la convivencia en estos ámbitos es uno de los
derechos fundamentales de niñas y niños. Porque sin familia y comu-
nidad no hay humanidad, no hay civilización, no hay vida.

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221
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222
Emprendimientos sociales como
alternativas para la Integración familiar y
disminución de la violencia en México
Dra. Ariadna Hernández Rivera27

Resumen

El capitulo explora cómo los emprendimientos sociales pueden ser


considerados como alternativas de integración familiar y disminución
de la violencia, con base a que la experiencia internacional proporciona
elementos funcionales de trabajos comunitarios que han logrado, im-
pulsar actividades productivas para reducir el desempleo, la migración
y la violencia. Al mismo tiempo, que se crean nuevas oportunidades de
crecimiento y desarrollo económico en las regiones. De esta manera,
se expone cómo los emprendimientos sociales están relacionados con
diferentes variables, que impactan positivamente la calidad de vida de
la población y por tanto ayudan a disminuir los factores de riesgo de
los hogares.

27 Profesora-Investigadora de la Facultad de Economía de la Benemérita


Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), miembro del Sistema Nacional de Investigadores
(SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) e integrante del Grupo
de Trabajo: Fronteras, Integración Regional y Globalización del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (CLACSO).

223
Palabras clave: Emprendimientos sociales, integración familiar,
desarrollo económico.

Introducción

En los países de todo el mundo se presenta un sistema económico,


mayoritariamente capitalista, injusto e ineficiente, que genera diferen-
tes problemas socioeconómicos y no logra el bienestar general de la
población. Sin embargo, hay naciones donde esta situación se acentúa
de sobremanera, como es el caso de México, donde la brecha de in-
gresos entre los ricos y pobres, es cada vez más grande, provocando
exclusión y pobreza.
De acuerdo al Consejo de Evaluación de la Política de Desarrollo
Social (CONEVAL, 2016), para el 2014 en México había 55.3 millo-
nes de personas en estado de pobreza, lo que equivale al 46.2% de la
población, que coexiste junto a un 10% del país que recibe ingresos
promedios 30 veces mayores (Forbes, 2017). Esta desigualdad, hace
vulnerable al menos a la mitad de la nación, propensa a ser excluida
en sectores como el educativo, financiero, médico, al mercado laboral,
alimentación, entre otros.
Debido a la problemática anterior, se ha formado un estado de
inconformidad y desasosiego entre los mexicanos. Los ciudadanos, al
verse impotentes y olvidados, toman medidas drásticas como la mi-
gración, la delincuencia y la violencia, factores que pueden presentarse
aislados o conjuntamente, que de igual forma, afectan negativamente
tanto a su comunidad, entorno familiar, como a ellos mismos (Alonso
y Castellanos, 2006; Delucca y González, 2010).
Por otra parte, las dificultades en el núcleo familiar, como la desin-
tegración y la violencia, descienden de una entramada rama de otros
conflictos sociales y económicos, que se manifiestan de múltiples ma-
neras de acuerdo a las diferentes realidades de pobreza y de exclusión
de cada persona y hogar, presentando grados de afectación distinta.
Sin embargo, hay factores de riesgo comunes que profundizan la vul-
nerabilidad y los hacen caer dentro de esta problemática, como lo son

224
el hacinamiento, embarazos adolescentes, deserción escolar, desem-
pleo, movimientos migratorios, adicciones, discapacidades, bajo apoyo
comunitario, estigmatización, exclusión de actividades comunitarias,
vivir en condición de pobreza, etc. (Hein, 2004).
Como reacción a las tendencias dañinas mencionadas, han surgido
diversos intentos a través de organizaciones, programas, herramientas
y servicios, que buscan mejorar la situación que vive la población más
perjudicada, algunas de estas propuestas son los emprendimientos so-
ciales. Santos et. al. (2013), afirman que la globalización y su entorno
competitivo han brindado las condiciones para la formación de una
novedosa tendencia a la economía del emprendimiento (entrepreneu-
rial economy), perteneciente a la Economía Social.
Los emprendimientos se distinguen como una iniciativa para cubrir
las necesidades que los gobiernos muchas veces no pueden cobijar.
De manera que complementan la dinámica económica de su entorno,
llegan a aprovechar nichos de mercado o llevar a cabo actividades con-
vergentes a las vocaciones productivas de su región, pues de acuerdo
a Gooptu (2009), estas formas de organización se componen de in-
dividuos proactivos, optimistas, creativos, que buscan oportunidades,
autonomía y autorealización.
En este sentido, diversos autores (Perrini, 2006; Thompson, 2002;
Thompson y Doherty, 2006; Yunus, 2012; Gupta, 2016) plantean que
son diferentes las áreas de actividad de los emprendimientos sociales,
que están directamente relacionadas con una mejora en la calidad de
vida. Algunos resultados son el aumento del empleo, la equidad de
género en el trabajo, la atención a grupos vulnerables, la inclusión
financiera, el cuidado y conservación del medio ambiente
Es por ello, que la hipótesis de este capitulo propone que fomentar
los emprendimientos sociales trae consigo mayores oportunidades de
empleo, disminución de la desigualdad y un mayor crecimiento eco-
nómico, lo que propicia la disminución de los factores de riesgo para
el desarrollo de problemas como la violencia o desintegración familiar.

El comienzo social de los emprendimientos


El término de Economía Social (ES), surge en Francia en 1830,

225
cuando Charles Dunoyer publicó el Tratado de Economía Social que
defendía un enfoque moral de la economía. Posteriormente hubo otros
autores que emplearon este término, como Constantin Pecquer en
Économie Sociale des intérêts du commerce, de l’industrie, de l´agricul-
ture, et de la civilisation en général, sous l’influence de l’application de
la vapeur en 1839, asimismo, Ramón de la Sagra publicó Lecciones de
Economía Social en 1840, Auguste OTT con su Traité d’Economie so-
ciale en 1892 y Benoît Malon con Traité d’Economie sociale en 1883.
Estos autores pusieron énfasis en el cooperativismo, como princi-
pal organización de la Economía Social. Monzón (2016), afirma que
son el alma mater de la economía social, la matriz social e intelectual
a partir de la cual se han producido los planteamientos teóricos de la
economía social.
La primera cooperativa fue la de Rochdale de Inglaterra, fundada
en 1844, cuyos principios eran: libre adhesión y libre retiro, control
democrático, neutralidad política y religiosa, ventas al contado, de-
volución de excedentes, interés limitado sobre el capital y educación
continua (Instituto Nacional de la Economía Social, 2016). Estos fun-
damentos tuvieron influencia en organizaciones de todo el mundo y
son aplicados hasta la fecha, trayendo con su aplicación, beneficios
sociales y económicos para los integrantes de estas instituciones, que
se ven menos expuestos, por esto mismo, a los factores de riesgo de
la desintegración y/o violencia familiar.
Por otra parte, la Economía Social y Solidaria (ESS) es un concepto
mucho más reciente, se deriva de la Economía Solidaria que surgió en
América del Sur y en las zonas de habla francesa (Francia, Bélgica y
Quebec). Fue acuñado en 1937 por Felipe Lorda de Aliaz en su obra
Por Una Economía Solidaria entre el Campo y la Ciudad, con una mayor
difusión a partir de los años 2005 a 2007 (Poirier, 2014).
La historia del Sector Social de la Economía en México, tiene un
camino identificable de aproximadamente 150 años, desde los movi-
mientos de organización social entorno a la economía bajo esquemas
modernos de producción (Diagnóstico del Programa de Fomento a la
Economía Social, 2013). En nuestro país, se reconoció formalmente
este sector en 1983 en el Artículo 25° de la Constitución Política de

226
los Estados Unidos Mexicanos, que establece lo siguiente:
“…Al desarrollo económico nacional concurrirán, con responsa-
bilidad social, el sector público, el sector social y el sector privado,
además, la Ley establecerá los mecanismos que faciliten la organi-
zación y la expansión de los ejidos, organizaciones de trabajadores,
cooperativas, comunidades, empresas que pertenezcan mayoritaria o
exclusivamente a los trabajadores.”
En cuanto a organizaciones con las características de una coope-
rativa, encontramos como antecedentes históricos a la Gran Asamblea
de Tejedores del Valle de México, fundada en 1862; el Gran Círculo
obrero socialista de México en 1872 y más recientemente, la Caja de
Ahorro Popular desde 1951. Todas ellas, organizaciones exitosas que
alcanzaron en su momento los objetivos de crecimiento solidario de
sus socios y de su comunidad.
La iniciativa global de los emprendimientos sociales como creador
de equilibrios
Es necesario considerar en el estudio la clasificación de las em-
presas sociales, para analizar su impacto económico. Generalmente,
se gestionan de acuerdo a su grado de independencia financiera: si no
cubren costos, ya que dependen de ayudas públicas o filantrópicas,
se considerarán de no mercado (como las ONG tradicionales), y si
además de cubrir costos, generan ingresos, entonces son de merca-
do, los que a su vez pueden tener fines de lucro o no. En este último
caso, entran algunos emprendimientos sociales, como el del Grameen
Bank (2016), que podría considerarse la microfinanciera más exitosa
en todo el mundo, la cual, para enero del 2015, tenía 21 mil 651 em-
pleados, 2 mil 568 sucursales que daban servicio a 81 mil 362 aldeas
y 8.81 millones de miembros, con un total de activos de 2 mil 592
millones de dólares.
Entre otros casos exitosos, tanto con fines de lucro como sin ellos
podemos encontrar a Oliberté, que apoya a los trabajadores de África
Subsahariana. El 100% de sus productos están fabricados con prácticas
éticas y ecológicas, además de crear empleos para las mujeres; Social
Bite, empresa sin fines de lucro en el Reino Unido que ayuda a las
personas sin hogar o homeless, las emplea y las provee de alimentos,

227
dona todas sus ganancias a la causa; Reliefwatch, creada por Daniel
Yu, ayuda a las clínicas médicas en los países en desarrollo a llevar un
óptimo control de sus inventarios.
Es por ello que a nivel internacional, se impulsan acciones para la
consolidación de los emprendimientos sociales a través de diferentes
medios. Por ejemplo, en Europa, estas novedosas estrategias están
incluidas en la iniciativa política de la Comisión Europea de 2008, Small
Business Act for Europe, que busca crear un vínculo más estrecho entre
emprendedores y empresas ya establecidas para generar oportunidad
de negocio y el crecimiento de pequeños negocios en los países de la
Unión Europea.
América Latina en las últimas décadas ha experimentado una
fuerte migración rural a ciudades urbanas, provocando que el 75%
de la población establecida en las metrópolis genere problemas de
desempleo (Salinas Ramos, F., y Osorio Bayter, L., 2012). Asimismo,
lo anterior induce a que las zonas rurales tengan baja competitividad,
ineficacia en los negocios y familias abandonadas, por lo que se hace
imperante impulsar estrategias que promuevan el surgimiento de em-
prendedores sociales.
En este sentido Aramis Rodríguez (2013), en su tipología de los
emprendedores menciona a los emprendedores sociales como “crea-
dores de nuevos equilibrios sociales, necesarios en la presente y
generalizada inequidad, sobre todo en zonas en desarrollo”. De esta
forma, se intensifica su importancia, puesto que buscan soluciones y
alternativas a los problemas económicos que no han sido atendidos
por las instituciones públicas o privadas.
El contexto mexicano: presencia de organizaciones sociales, la
desintegración y violencia familiar del s. XXI
En México el fomento a las organizaciones sociales se dio a través
de la Coordinación General del Programa Nacional de Apoyo para las
Empresas en Solidaridad (FONAES), fundada en 1991, que funcionó
hasta el 2012, cuando de acuerdo al Decreto del 23 de mayo, se or-
denó su transformación en el Instituto Nacional de la Economía Social
(INAES), que opera hasta la fecha. Como parte del INAES, se creó el
Programa de Fomento a la Economía Social, ubicado en el Ramo 20

228
de Desarrollo Social. Este programa, de acuerdo al Presupuesto de
Egresos de la Federación 2017, recibió recursos por 2.01 mil millones
de pesos para este año.
Por lo anterior, el apoyo a las iniciativas sociales se hace latente,
tanto por parte del gobierno como por la población, y su impacto
va haciéndose visible sobre todo en el sector menos favorecido. Las
familias obtienen acceso a oportunidades para lograr el desarrollo, la
inclusión, y al mismo tiempo, evitan caer en escenarios que propicien
su desintegración. Para lograr esto, no solo se han creado programas
e instituciones, también leyes que regulan y supervisan este sector
de la economía.
La reglamentación de las Empresas Sociales y Solidarias recae en
La Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS), la cual busca establecer
las normas necesarias para el correcto funcionamiento de las empresas
sociales en México y así, optimizar sus efectos en la población. En el ar-
tículo 4° de la LESS, se menciona que las formas de organización social
son ejidos, comunidades, organizaciones de trabajadores, sociedades
cooperativas, empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamen-
te a los trabajadores y en general, todas las formas de organización
social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicio
“son”socialmente necesarios (DOF, 2015).
Para obtener una imagen clara de la posición en la que se en-
cuentra el país, se realizó una búsqueda del número de organismos de
cada uno de los componentes de la LESS anteriormente listados. Sin
embargo, no hay una fuente única para este tipo de organizaciones y
los años de publicación de los datos son distintos para cada una de las
diferentes formas que toman, de ahí que existe una falta de estandari-
zación para medirlos, según lo señala el Observatorio del Sector Social
de la Economía en México 28.

28 El Instituto Nacional de la Economía Social (INAES) fue creado por decreto de


la Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS), Reglamentaria del Párrafo Séptimo del
Artículo 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en lo referente al
sector social de la economía, publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 23
de mayo de 2012. La LESS faculta al INAES para la creación del Observatorio del Sector
Social de la Economía en el artículo 14, fracción XVI. El Observatorio es el instrumento

229
Cuadro . Número de cada una de las Formas que toman
las Empresas Sociales y solidarias en Mexico según lso datos
del Observatorio del Sector Social de la Economía en México
Sociedades cooperativas 132
Ejidos y Comunidades 31,514
Organizaciones de Trabajadores 3,784
Uniones de ejidos 6,426
Asociación rural de interés colectivo 928
Grupos para la producción 4,337
Sociedades de producción rural 2,187
Sociedades de solidaridad social 1,744
Sociedades mercantiles 340
Otras formas de asociación 1,493
No reportan formas de organización 17,785
Total de organizaciones sociales 70,670

Fuente: Elaboración propia con datos del IX Censo Ejidal de INEGI


y la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (2017).

Se encontró que en México el número de Organizaciones Sociales


es aproximadamente 70 mil 670, cada una de las cuales contribuye a
la creación de empleos, a la oferta de servicios educativos, de salud,
y de financiación, a la inclusión de marginados, etc. Sin embargo su
impacto es diferente en cada estado de la República, como se observa
en la siguiente gráfica que muestra su distribución.

adecuado para la sistematización y difusión de las experiencias nacionales del sector.  El


Observatorio del Sector Social de la Economía en México (OSSE) que está orientado a la
identificación y visibilización del Sector Social de la Economía (SSE). Ello implica precisar
quienes integran al sector, cuáles son sus organismos y sus actores. Se puede conocer sus
objetivos y estudios en su sitio oficial disponible en; http://osse.org.mx/

230
Fuente: Elaboración propia con datos del IX Censo Ejidal del Instituto
Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI y la Secretaría
de Trabajo y Previsión Social, STPSS (2017).

Los estados como Veracruz y Chiapas, donde la gran parte de la


población vive en condiciones de exclusión, con 58% y 76% de sus
habitantes en condición de pobreza (CONEVAL, 2014), es dónde se
promueve más el emprendimiento social. Esto sucede así, en respuesta
a los efectos de la desigualdad económica, que es mucho mayor en
comparación con otros estados, lo que comprueba la importancia del
desarrollo de este sector de la economía principalmente en contextos
donde la población, debido a la pobreza, es propicia a caer en factores
de riesgo de desintegración y/o violencia familiar.
En cuanto al escenario sobre la violencia intrafamiliar en México,
se expone el número de casos probables por estado, publicados en el
Sistema de Notificación de Casos nuevos de Enfermedades. La correla-
ción entre el número de organizaciones sociales y el nivel de violencia
intrafamiliar demuestra que un mayor número de emprendimientos en
la entidad podría ser un factor de menor riesgo que llevan a la violen-
cia en las familias, atribuible al esquema de valores que impulsa y las
modificaciones en panorama socioeconómico de la población.

231
Fuente: Elaboración propia con datos del Consejo Nacional de Pobla-
ción (CONAPO, 2010), a través de la Dirección de Cultura Demográfi-
ca, el IX Censo Ejidal del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática, INEGI y la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, STPSS
(2017).

Al buscar una relación entre el número de organizaciones sociales


y el número de caso de desintegración familiar, se muestra que los
estados con menor incidencia en este problema mantienen un número
de entidades sociales, con un alto número de emprendimientos.

232
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de Esta-
dística, Geografía e Informática, INEGI y la Secretaria de Trabajo y
Previsión Social, STPSS (2017).

En cuanto al impacto que tendrían las OSSE en los factores de


riesgo de la desintegración y/o violencia familiar la correlación aun
no es visible, ya que las organizaciones sociales aún son muy pocas
en comparación con la vasta población que viven situaciones como
la migración y la deserción escolar. A pesar de esto, al ser ya recono-
cidos los emprendimientos sociales como herramienta para menguar
situaciones de exclusión, los estados de la República Mexicana que
presentan una mayor desigualad, pobreza, desempleo, y factores de
riesgo de la desintegración y violencia familiar, etc., son a la vez, donde
se presentan gran número de organizaciones sociales.
Las cooperativas como principal actor de la Economía Social y
Solidaria: casos específicos y su impacto en las familias mexicanas
Según la International Co-operative Alliance (ICA, 2015), las coo-
perativas son las organizaciones de la Economía Social de las cuales
se tiene más información y que ejemplifican la importancia del sector.
A nivel mundial, se estima hay más de 2.6 millones de cooperativas y
con más de mil millones de miembros que representan el 14% de la
población mundial, generando hasta 250 millones empleos y teniendo
las 300 cooperativas más grandes, ingresos anuales por 2.2 billones
de dólares.
Los sectores en los que las cooperativas tienen más presencia son:
agricultura y agroindustria (27%), banca y servicios financieros (21%),
seguros y mutualidades (19%), así como el comercio de mayoreo y
minorista (16%) de acuerdo al World Co-operative Monitor Report (ACI,
2015). La participación de estas sociedades en diversas áreas permite
beneficiar a la población excluida, ofreciéndoles bienes y servicios que
de otra manera les sería difícil obtener.
Según los datos recabados, el número de sociedades cooperativas
en México asciende a aproximadamente 13 mil 452. Además, de acuer-
do con la Organización Mundial de Cooperativas en la Industria y los
Servicios (CICOPA, 2014), las cooperativas juegan un papel relevante

233
para el empleo en el mundo y en México, donde se emplean 41,184
personas por medio de estas organizaciones. Esta creación de empleo,
permite a los trabajadores y a sus familias salir adelante, aumentar
sus ingresos, continuar sus estudios, evitar la migración en busca de
trabajo, y en general, mejorar su calidad de vida.
En México, el INAES (2016), en su ABC de la Economía Social,
menciona algunas agrupaciones cooperativas exitosas en el país, de
las cuales unas reciben apoyo por parte de esta institución como se
muestra en las siguientes tablas:

Cuadro .
Cooperativas con
mayor impacto
en México
Inicio Giro IMPACTO
Tosepan ti- Productora 34000 familias
tataniske (apoya- 1977 de café, pimienta náhuatles y totonacas
da por el INAESS) y miel orgáni- 26 municipios
ca en Puebla
2000 produc-
Chicza Consorcio tores
(apoyada 2009 Chiclero 100% na- Comercializa en 25
por el INAES) tural y biodegra- países de la comuni-
dable en Yucatán dad europea, medio
oriente y Australia.
Comunidad Genera más de
indígena nuevo Manejo 1200 empleos
san juan paranga- 1979 forestal comunita- Beneficia 6000
ricutiro (apoyada rio en Michoacán personas
por el INAES)
Cooperativa Producción Beneficia a
la cruz azul, s.c.l. 1933 cementera en 5000 familias
todo el país

234
Cooperativa 1350 socios
de trabajadores Producción Salario promedio de
democráticos 2004 y exportación 20,000 pesos
de occidente de neumáticos Exporta con
TRADOC EUA y Brasil
Sociedad
Cooperativa Finan- Caja de 2,173,714 socios
ciera, Caja Popular Ahorro y Préstamo 462 sucursa-
Mexicana, S.C de les en el país
A.P de R.L de C.V
Yomol Produc- 250 productores
a´tel 2002 tora de café y Presencia en 50
Mielen Chiapas comunidades
Coordinado- Productora 20,000 produc-
ra estatal de pro- 1989 y exportadora de tores
ductores de café café en Oaxaca 43% de sus miem-
de Oaxaca CEPCO bros son mujeres
220 productores
La casa del Producto- 160 empleados
aguacate (apoya- - res aguacateros Exportan a Fran-
da por el INAES) en Nayarit cia, España, Holanda,
Canadá y Alemania.

Café mix- Producción


teco de Coatzos- - de Café Orgá- 170 socios
pam (apoyada nico en la sierra
por el INAES) de Oaxaca
Fuente: Elaboración propia con datos del Instituto Nacional de la
Economía Social, (INAES, 2016) e información de cada página oficial
de las cooperativas.

Todas estas cooperativas y las no mencionadas aquí, han tenido un


impacto positivo en la zona, disminuyendo los factores de riesgo que
llevan a la población a la desintegración y/o violencia familiar. Esto se
ha dado por medio de la oferta de empleo, de servicios financieros, la

235
educación, el cuidado medioambiental y la inclusión de mujeres; ade-
más de aplicar principios de igualdad y democracia entre sus socios,
que son algunos de sus objetivos planteados desde su establecimiento
(Maguirre et. al., 2016).
Las empresas sociales brindan la oportunidad de un trabajo formal,
que cumplen con las prestaciones establecidas por la ley, generan-
do estabilidad económica para las familias (Fonteneau, 2011; Padilla
et. al., 2016). Otros estudios en México (Winters et. al., 2001; Gitter
et. al., 2012; McCarty et. al., 2016), dan cuenta de que los lazos so-
ciales fuertes y desarrollados localmente reducen la migración y que
emprendimientos en comunidades rurales permiten empoderar a los
pobladores, a la vez que promueven el incremento de la participación
de mujeres y reducen los niveles de marginación.
Entre los estímulos para estas acciones se encuentra la flexibili-
dad de políticas fiscales y de las diferentes regulaciones administra-
tivas, pues con ello se facilita la entrada al mercado (y la salida), así
como, mejorar el entorno para su crecimiento. Dado que el gobierno
desempeña un papel clave, en la creación de las condiciones para un
emprendimiento productivo en un contexto de transición avanzada,
sería importante que los responsables de la formulación de políticas,
adoptaran medidas para reducir estas barreras para el desarrollo de
las empresas (Palacios, 2010; Enciso et. al.,2012, Rodríguez y Ojeda,
2013).
Se ha reconocido que las organizaciones sociales en México tienen
que presentar tendencias, para competir internacionalmente al incre-
mentar su productividad, como el resto de las entidades cooperativas
en el mundo. Sólo de esta manera es posible garantizar la reducción
de los índices de pobreza, debido a que ofrecen ventajas competitivas
que a su vez permiten fortalecer al sector y apuntalar el éxito de las
organizaciones (Baumol, 1993; Padilla et. al., 2016).

Conclusiones

Como se puede apreciar, los intentos en todo el mundo por im-

236
pulsar el crecimiento de los emprendimientos sociales son ya muchos,
pero aún no suficientes para lidiar con los problemas socioeconómicos
a los que se enfrenta la población global. Sin embargo, ya constituyen
una herramienta para menguar los efectos negativos del capitalismo y
la globalización, ya que cuentan con el potencial para proporcionarle a
los grupos más vulnerables las oportunidades con las que no contaban.
En general, a nivel Internacional se presentan problemas y solucio-
nes, la población sufre social, económica, política, y psicológicamente,
por ello busca la manera de salir adelante. Las familias se ven expuestas
al desempleo, la pobreza, la migración, un bajo nivel educativo y otros
factores que impiden que sus integrantes se desarrollen correctamen-
te. La desintegración y la violencia en el núcleo de la sociedad son solo,
la consecuencia lógica de una balanza que no está equilibrada, y donde
los emprendimientos sociales buscan compensar la diferencia.
La transformación hacia la sociedad inclusiva será posible a través
del compromiso y cooperación de los gobiernos en sus diferentes nive-
les, la comunidad y sus instituciones (Salinas Ramos y Osorio Bayter,
2012). La supresión de la inequidad económica debe atacarse desde
todos los ángulos posibles, y no dejar toda la tarea al gobierno. Toda
la sociedad debe tener la determinación de distribuir los recursos de
manera equitativa. El capitalismo y la globalización no están peleados
con la equidad, si se abordan desde una perspectiva ética.
Además, se ha demostrado un impacto positivo entre el creci-
miento de OSSE y el aumento de empleo, aumento de ingresos entre
los socios, y en general, una mejor calidad de vida. La población que
pertenece a este tipo de organizaciones ha logrado salir del estanca-
miento, a la vez que proporcionan a la sociedad bienes y servicios de
alta calidad.
Es por ello, que podemos admitir al emprendimiento social como
una estrategia que contribuye a alcanzar la equidad económica, con
acciones concretas como:
a) La superación de la pobreza, especialmente a aquellas pobla-
ciones más vulnerables, y que aportan al sector primario de la econo-
mía.
b) Fomentar y apoyar la asociatividad empresarial, la producti-

237
vidad y la competitividad, y con ello, reducir el número de migrantes
que busquen oportunidades en otro lugar que el de su lugar de origen.
c) La mejora en el desarrollo económico regional y nacional a
través de herramientas innovadoras.
d) La creación de empleo y la generación de oportunidades para
la población tradicionalmente excluida.
e) El mejoramiento en la calidad de vida de jóvenes, adultos ma-
yores, mujeres madres solteras, entre otros.
f) Disminuir los factores de riesgo que llevan a la desintegración
y/o violencia familiar.
Es importante entonces enriquecer y empoderar a los agentes con
menos recursos a través del emprendimiento social, que le permita a
este sector de la población empezar a hacerlo por sí mismo, e impactar
positivamente a su comunidad. En este sentido, generar incentivos y
apoyos financieros accesibles desde las políticas públicas logrará apun-
talar el progreso de los hogares.
Porque con el aumento de organizaciones de emprendimiento, se
puede modificar la dinámica de las relaciones sociales y económicas de
la población, para mejorar los indicadores de bienestar de las familias.

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242
Violencia, Pobreza y Exclusión en México

Araceli Espinosa Márquez29

A manera de conclusión, es conveniente decir que este libro es


producto de una iniciativa de las diferentes organizaciones civiles30
que trabajan arduamente desde diferentes entidades federativas en
México en torno al tema de la violencia y la pobreza en México. El
trabajo publicado responde a una serie de artículos31 que incluyan una
reflexión teórica sobre el concepto de violencia y otros que exponen
con base en evidencia empírica la necesidad de entender a la violencia
vinculada a la pobreza en México.
29 Catedrática CONACYT adscrita al Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social Sede Occidente. Miembro del Sistema Nacional
de Investigadores, nivel C. Correo electrónico: aespinosama@conacyt.mx y araceli.
espinosa@ciesas.edu.mx.
30 La iniciativa provino de la Alianza por la Infancia y sus Familias (AIFAM), que
es un colectivo de organizaciones sociales que surge con la colaboración que fundan:
RIKIKI Intervención social S.C.; Fundación JUCONI, A.C.; MATRACA A.C.; el Patronato
Pro-Hogar del niño de Irapuato A.C. (Villa infantil) y SAVE THE CHILDREN, MEXICO.
Quienes se unen en el desarrollo de múltiples eventos para unir esfuerzos en torno a la
reducción de la pobreza en México. Y este texto, se desarrolla como una de las acciones de
incidencia en el desarrollo de políticas públicas orientadas a la prevención y la atención a
la violencia familiar. Para conocer más sobre sus actividades y aliados puede consultarse el
sitio: http://www.aifam.org.mx/
31 La convocatoria para recibir colaboraciones fue publicada en el 2014 y tuvo
una buena acogida entre académicos y organizaciones sociales, lo que implicó un largo
proceso de arbitraje doble ciego y dictaminarían de más de 35 colaboraciones. Este trabajo
estuvo coordinado por el Instituto de ciencias de Gobierno y desarrollo estratégico de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

243
A lo largo de este texto, encontramos diferentes enfoques y for-
mas de pensar a la violencia, en el primer capítulo encontramos la
exposición de un modelo de abordaje para la violencia familiar, donde
desde la Psicología social Nicolás Martínez Villaseñor, y Anahí De Los
Santos Gómez, exponen la necesidad de pensar a la violencia familiar
como resultado de una intrincada y compleja serie de interrelaciones
entre los sujetos en diferentes contextos culturales, sociales y eco-
nómicos. De su propuesta resalta que es la articulación de diferentes
disciplinas y enfoques lo que permitirá a los investigadores, asociacio-
nes civiles y organizaciones, abordar de manera integral el problema
y reta a la comunidad a diseñar proyectos orientados a la disminución,
atención y prevención de la violencia en México.
Su propuesta incorpora a la vida cotidiana y a las situaciones que
en ella diariamente permiten la reproducción de la vida social y con-
ceptualiza de manera relacional y no armónica a la familia, donde las
jerarquías establecen relaciones de poder e influencia mutua entre sus
diferentes miembros. Y expone al poder desde el empoderamiento,
ligándolo con una nueva racionalidad científica del poder, con y para
los diferentes actores de la sociedad.
En el siguiente capítulo Lorena Martínez Zavala, Araceli Jiménez
Pelcastre y Eva Alonso Elizalde visibilizan la relación entre violencia y
pobreza, señalando desde una perspectiva estructural, la violencia que
padecen las mujeres en la tercera edad cuando no tienen acceso a una
pensión o ingreso propio y sin las encargadas de proveer las labores de
cuidado a los miembros de sus hogares. Para lo cual, realizan trabajo
de campo en una comunidad del estado de Hidalgo, donde el debilita-
miento del estado benefactor impacta todos los hogares pues expone
que en ella existe un periodo intensivo de expulsión de trabajadores a
otros lugares y un paulatino abandono de la agricultura de autocon-
sumo. En la descripción de los hogares señala que la pobreza y la baja
preparación académica, y una jefatura femenina principalmente de
las abuelas, marca y define a la dinámica familiar, donde éstas abuelas
han provisto cuidados a hijos, nietos e incluso bisnietos; ya que los pa-
dres laboran en otro país o en otra ciudad. Estas autoras, parten de la
premisa de que la salud de las mujeres en la tercera edad se mantiene

244
frágil y en muchos casos, esta condición asociada a la pobreza les pone
en suma situación de mayor vulnerabilidad a otros adultos mayores.
Tal vez la aportación central del este capítulo, es que producto de
la evidencia empírica expones que la violencia en las personas de la
tercera edad se observa principalmente como maltrato físico, el mal-
trato emocional y el maltrato sexual; a los cuales se les suman otras
prácticas sociales que van desde el abuso patrimonial o económico, la
negligencia (activa o pasiva), el abandono, la violencia medicamen-
tosa, y maltrato estructural o societario32, todas ellas constituyendo
una violación de sus derechos humanos. Y al igual que en otros grupos
vulnerables, las mujeres mayores son víctimas de violencia física por
parte de sus nietos y nietas; y económica principalmente por parte de
sus hijos e hijas porque las dejan sin remesas y los pocos ingresos por la
ayuda de los programas gubernamentales los destinan a los alimentos
de los menores que cuidan. Respecto de la violencia emocional son
también los menores con quienes comparten la vida cotidiana quienes
ejercen el papel de victimarios.
De este modo, y siguiendo la línea de pensamiento que Jiménez
Pelcastre (2012) desarrolla, en este capítulo insiste en que las políticas
de seguridad social y sus planes y programas de apoyo a adultos mayo-
res debe ser enfocada a la relación de dependencia de éstas personas
con sus proveedores de cuidados, sin que a la fecha se haya garantizado
que posean condiciones de bienestar, ni acceso efectivo a sus derechos
humanos, en particular el de la salud, pues carecen de las condiciones
que les permitan solventar la vida cotidiana en la vejez.
En el tercer capítulo Adriana Paola Palacios Luna y Susana Mejía
Flores exponen un estudio realizado en el Centro de defensa de los de-
rechos de las mujeres y la Casa de la Mujer Indígena en Cuetzalan, Pue-
bla33 donde visibilizan el trabajo que desde la sierra norte de Puebla,
32 Jiménez Pelcastre (2012:22-23 y 28-29) caracteriza cada una de esas prácticas y
enfatiza que cuando en la dinámica familiar las abuelas cuidan a adolescentes la violencia
está más enfocada a ser de carácter psicológico, mientras que cuando son menores, están
más orientadas a la violencia económica.
33 El Centro de Asesoría y Desarrollo entre mujeres (CADEM), es una organización
civil que está integrada por un grupo de profesionistas que ha desarrollado su trabajo en
comunidades pobres de la Sierra Norte de Puebla y que se enfoca en generar proyectos
de desarrollo rural, a través de tres ejes fundamentales: el desarrollo humano sustentable,

245
se realiza en una comunidad donde el derecho positivo y el derecho
consuetudinario, es dominado por los varones y el ejercicio de la vio-
lencia ha sido interiorizado y minimizado por los funcionarios públicos
y los líderes comunitarios. En lo que llaman “solidaridad de gremio” han
identificado la práctica de encubrimiento que realizan los servidores
públicos y varones acusados; que consiste en el establecimiento de
una serie de barreras que van desde la necesidad de sacar múltiples
fotocopias a cargo de la denunciante, el hacer dar varias vueltas a
las usuarias que por lo general tienen sus viviendas en las diferentes
rancherías del municipio y que deben desplazarse una larga distancia,
el problema de la comunicación debido a que muchas mujeres sólo
se expresan en la lengua indígena, hasta los costos económicos y la
discriminación por su baja escolaridad y pertenencia a los diferentes
grupos indígenas de la región. De ahí que las estrategias ad hoc, que se
han desarrollado en sí mismas es una aportación importante, pues en
ella confluyen los mecanismos alternativos de solución de conflictos
reconocidos en materia civil y familiar por el código civil en Puebla y
el sistema de justicia indígena. La estrategia la denominan: “Hacía una
Conciliación Intercultural con Perspectiva de Género” y permite la
conciliación a través del diálogo y la toma de acuerdos entre las partes
con la ayuda de un tercero conciliador, así como la reparación del daño,
incorporando la visión de género al buscando soluciones conjuntas a
los problemas de la pareja pues se busca una mejora cualitativa en la
dinámica familiar a partir del respeto y la equidad, y sin poner en riesgo
la integridad física y emocional de las mujeres.
Asociada a dicha estrategia el trabajo comunitario ejemplifica que
es necesario también promover la interculturalidad, la equidad de gé-
nero y la justicia comunitaria; además de sensibilizar a las autoridades
tradicionales y civiles. Otro elemento importante, es que señalan que
la vulnerabilidad de estas mujeres no está dada únicamente por su
condición de ser pobres e indígenas, sino por las condiciones materiales
en las que se tiene acceso a las instituciones encargadas de impartir
justicia y por la perspectiva de género con la que realizan el servicio
los derechos humanos y la cultura de la paz y el fortalecimiento organizativo. Para mayor
información sobre la ubicación, misión, visión y valores de ésta organización se puede
consultar el sitio web de la organización es http://cadem98.wix.com/cadem-ac-cuetzalan

246
público los funcionarios de dichas instituciones. A lo largo del artícu-
lo, se expone la necesidad de diseñar estrategias interinstitucionales
adecuadas a cada contexto socio cultural, además de incorporar en las
políticas públicas y en los marcos normativos los enfoques de intercul-
turalidad, género y derechos humanos.
Siguiendo con esa línea de pensamiento, el capítulo referido a la
migración y a la familia trasnacional señala la incapacidad del sistema
jurídico vigente para atender las diversas formas de violencia verbal y
física de los miembros de los grupos familiares de una pequeña locali-
dad de la mixteca poblana. Y señala, cómo las fronteras nacionales y la
adquisición de un tipo de derechos por nacimiento hacen una diferen-
cia de corte cualitativo que permite a los sujetos salir y sobreponerse
a situaciones donde son victimizados. Y señala también cómo en la
práctica si no existe una norma, se buscan de forma práctica la reso-
lución de un conflicto tal vez no de forma definitiva, pero siempre se
busca una mejora para la superación de la vulnerabilidad. Los adultos
mayores y los menores, son los grupos que son señalados cómo los
que acumulan una mayor cantidad de desventajas y por lo tanto, en
un contexto migratorio son más vulnerables.
Efrén Jiménez Rojas en su capítulo muestra la forma en como los
actos cotidianos contribuyen a un proceso de formación de ciudada-
nía paralelo al proceso de formación en la escuela. Y muestra cómo la
violencia familiar es una de las prácticas cotidianas que obstruyen y
repercuten el proceso de formación de ciudadanía. Para ello, su apuesta
está centrada en hacer visible con evidencia empírica es que los sujetos
que viven la violencia familiar en un espacio privado, al denunciar se
ven expuestos al enjuiciamiento de una estructura de poder, que en la
localidad donde se desarrolló el estudio está controlada por una élite
local que responde a una serie de intereses y valores asociados a un
pensamiento conservador. Por lo que a pesar de que existe una estruc-
tura de Estado que incluye diferentes instancias y niveles de gobierno
para garantizar el respeto de los derechos humanos se ha establecido
una estrecha relación entre sus funcionarios y esas elites por lo lejos
de cumplir con ese objetivo, la estructura del poder oficial se une a la
estructura de poder tradicional y utiliza los recursos del Estado para

247
mantener dicho orden social, por encima del Estado de Derecho, en
una cadena interminable de ejercicio de actos de violencia, maltratos
y atropellos a la dignidad de las personas, que se desarrollan en la vida
cotidiana, ya sea en el ámbito familiar, la escuela o la comunidad que se
“normalizan”, y producen indiferencia e insensibilidad en los individuos.
Sin embargo, el autor señala que es posible modificar estas con-
ductas si se modifican las condiciones en las que se desarrollan y esta-
blecen las relaciones al interior de la familia. Por lo que la vulnerabili-
dad de los miembros de un grupo familiar, además de estar constituida
por una condición de pertenencia a un grupo indígena, determinada
condición de pobreza, género o nivel de educación, también está per-
meada por las condiciones en las que se establecen relaciones al inte-
rior de la familia y por las condiciones en las que se establecen.
En el siguiente capítulo Héctor Ramón Ramírez Partida y Luis
Fernando Pérez Varela aborda la relación violencia- pobreza y exclusión
al hacer un análisis sobre el papel de las políticas de desarrollo económico
para el caso del estado de Nayarit. Para ello, hace un recorrido por la
literatura que sobre el combate a la pobreza y a la exclusión social, se ha
desarrollado en México.
Enmarca su argumento en torno a la exclusión social, como un
fenómeno que es producto de la conjunción de diversas condiciones que
afectan a diversos grupos poblacionales de acuerdo a distintos grados de
vulnerabilidad34 en entornos dinámicos. De ahí que desde su planteamien-
to la violencia doméstica y la exclusión social, son condiciones de retroceso
en los procesos de avance social. Por lo que debe ser atendida como una
cuestión de orden público donde la generación efectiva de capital social a
los pobres les permite solventar muchas de las situaciones de vulnerabili-
dad. En su capítulo, los autores ofrecen un panorama de resultados donde

34 Aday (1994) ya señalaban que algunos cambios mayores de vida y la falta de


recursos personales y sociales básicos (estatus social, capital social y capital humano)
suponen mayor riesgo a nivel individual. Shi y Stevens (2005) han señalado que todos los
modelos de vulnerabilidad reconocen su naturaleza multifacética, sin embargo su enfoque
puede ser individual o social, el primero se enfatizan las conductas humanas como las que
llevan el peso de la morbilidad y mortalidad, mientras que en los modelos de naturaleza
social, son consideradas dichas actividades en el contexto que se desenvuelven, y cómo
constituyen factores de riego para ciertos grupos poblacionales.

248
presentan la evolución de la pobreza y violencia doméstica en Nayarit, y
sus implicaciones en la exclusión social.
En el penúltimo capítulo, abordando también la relación entre
violencia, pobreza y exclusión Elsa Herrera Bautista y Erika Cruz Torres se
proponen explicitar cómo un ambiente familiar deteriorado sirve de caldo
de cultivo para la acumulación de circunstancias para la exclusión social,
donde la violencia, la pobreza, la deserción escolar, el uso no terapéutico
de sustancias tóxicas e ilícitas, se suman para incrementar la vulnerabilidad
de los miembros de dichos grupos familiares. En dicho contexto, el modelo
de atención que propone esta organización de la sociedad civil, se basa en
un acompañamiento terapéutico de largo aliento, que busca restaurar las
relaciones familiares y la esfera de las emociones de sus miembros.
En el capítulo las autoras consideran que en contextos de pobreza
y exclusión no es suficiente que las familias trabajen para obtener mejoras
en sus condiciones materiales de vida, sino se trabaja de forma paralela
establecer relaciones familiares saludables en todos los aspectos. Donde
los proyectos lúdicos que involucren actividades artísticas y culturales son
los grandes ausentes en los espacios donde se desarrollan los niños y los
jóvenes. Es importante señalar, que su trabajo también da muestra de
cómo los espacios deportivos proporcionados por el Estado también sirven
como espacios de reclutamiento y promoción de actividades ilícitas, como
pretexto para ingerir alcohol y otras sustancias tóxicas al término de cada
partido. En dicho trabajo, las autoras exponen que los programas de apoyo
al cuidado infantil y asesoría sobre crianza son esenciales para atender
a éstas familias entendiendo que deben ser pertinentes a las diferentes
etapas del desarrollo infantil. Este artículo, expone que no hay soluciones
de corto aliento, que no involucren el trabajo para mejorar las condiciones
materiales de los miembros de dichas familias, que sea suficiente si no se
acompaña de un trabajo terapéutico individual que involucra el desarrollo
de condiciones propicias para la inclusión social.
En el último capítulo Gaudencio Rodríguez Juárez se centra en la vio-
lación al derecho a la convivencia familiar y comunitaria de los menores y
en sus alternativas de solución. Para ello, en su capítulo el autor hace un
recorrido por la normatividad internacional, regional y nacional aplicable a
la protección del derecho a la convivencia familiar, centrándose en resaltar

249
que los niños deben recibir la protección y asistencia necesarias para poder
asumir plenamente sus responsabilidades dentro de la comunidad. Por lo
que es de interés público la asistencia para el desempeño de las funciones
parentales por lo que es responsabilidad del Estado crear instituciones y
proveer instalaciones y servicios el cuidado de ellos. El texto expone la des-
vinculación entre los marcos normativos internacionales y el desarrollo y
operación de las instituciones nacionales, exponiendo la poca articulación
que existe entre el marco normativo vigente en México para atender a los
menores y la realidad social. Y utiliza la figura de “encerrados” para hacer
visible la exclusión social a la que se les destina a los menores que han sido
institucionalizados y lejos de ser orientados a ser incluidos, son relegados
por tal inoperatividad de los marcos normativos.
El texto pone de manifiesto que el sistema de atención a los menores
debe tener por principio a la institucionalización como último recurso y
sobre todo debe constar con un sistema fiable de información, y condi-
ciones donde se asegure el respeto a los derechos humanos y crecimiento
intelectual de los mismos, donde los padres sean conscientes del cuidado
que deben brindar a los menores para disminuir el riesgo de instituciona-
lización. Pues estos menores ya víctimas de hogares donde la violencia,
la pobreza y la exclusión son parte de la cotidianidad, al ser instituciona-
lizados se incrementan su vulnerabilidad35.
Florencia Luna (2009:129, y 2004) refiriéndose a la utilización del
concepto vulnerabilidad para poblaciones en investigaciones bioéticas
expone que desde su punto de vista el funcionamiento del concepto de
vulnerabilidad es dinámico y relacional, donde a partir de la metáfora ca-
pas nos da la idea de algo “flexible”, que puede ser múltiple que puede
ser removida de capa en capa donde algunas capas pueden estar relacio-
nadas con algunas características individuales, mientras que otras están
relacionadas con las circunstancias sociales. Es interesante la exposición
que hace de la metáfora de la vulnerabilidad, pues explica que la condición
de mujer no implica ser vulnerable, aunque viviera en un país intolerante
35 Shi y Stevens (2005) han señalado que todos los modelos de vulnerabilidad
reconocen su naturaleza multifacética, sin embargo su enfoque puede ser individual o social,
el primero se enfatizan las conductas humanas como las que llevan el peso de la morbilidad
y mortalidad, mientras que en los modelos de naturaleza social, son consideradas dichas
actividades en el contexto que se desenvuelven, y cómo constituyen factores de riego para
ciertos grupos poblacionales

250
con los derechos reproductivos pues en ese momento tendría una capa de
vulnerabilidad. Sin embargo, una mujer con educación y recursos superará
las consecuencias a partir de su capacidad socioeconómica de comprar an-
ticonceptivos, aun si debe recurrir a un aborto ilegal, éste probablemente
sea más seguro que si acude a una curandera. Mientras que, una mujer en
situaciones de pobreza probablemente no tendrá acceso a anticoncepti-
vos de emergencia y por lo tanto, se incrementa su posibilidad de tener
un embarazo no deseado o a consecuencias físicas por carecer de acceso
al sistema de salud, situación que se agravará si es analfabeta. Y en ese
sentido, probablemente también tenga una mayor dificultad para conocer
sus derechos y la forma en que puede hacerlos válidos al no saber leer ni
escribir. Esta situación, tendría una capa más si se encuentra en tránsito
o si pertenece a un grupo indígena (Luna, F., 2009, p.129).
En estas líneas, entonces se han buscado exponer el conjunto de
características que en cada uno de los capítulos, los autores a partir de
evidencia empírica explican las condiciones particulares en las que se con-
figura la vulnerabilidad de diversos grupos de personas, con en diferentes
contextos y condiciones individuales. En conclusión, podríamos afirmar
que en el ámbito académico existen muchas maneras de abordar el fe-
nómeno, en el texto se da muestra de lo necesario de un abordaje inter y
transdisciplinario, que facilite una visión amplia e integral del fenómeno
para el desarrollo de políticas públicas de atención. Además, se expone
la necesidad de pensar a la Violencia familiar en contextos de pobreza
como un problema de urgente atención en el país, a fin de garantizar
relaciones más equitativas y sostenibles entre los miembros de dichos
grupos familiares.
A lo largo del texto, se exponen las condiciones en que enfrentan la
violencia diferentes grupos poblacionales, señalando las características
que la mirada étnica, el género y las generaciones impone al ejercicio y
superación de la violencia, y se muestra la necesidad de incluir esas mi-
radas en el diseño de las políticas públicas. Otro aspecto relevante, es el
desarrollo de una planeación y por consecuencia el desarrollo de presu-
puestos enfocados a la atención de la violencia, que incluyan la mejora
de la infraestructura de los espacios para la atención y el desarrollo de
capacidades en el personal involucrado, sobre todo a nivel local. Espacios

251
donde se deja casi por completo que actúen las organizaciones de la so-
ciedad civil en apoyo al Estado, donde sus esfuerzos son a veces limitados
por el acceso a los recursos finitos con los que desarrollan sus actividades.
¿Cómo mejorar las condiciones en que se atiende el fenómeno desde la
perspectiva gubernamental? ¿Existen presupuestos acordes para la aten-
ción del fenómeno por parte del Estado? ¿Cómo la estructura económica,
social y política inhibe o facilita el ejercicio de la violencia en contra de las
mujeres, los ancianos, o los niños en México? ¿Qué se puede mejorar en el
desarrollo de la actividad de las organizaciones civiles enfocadas a atender
el fenómeno de la violencia? En el texto entonces se presentan diversos
argumentos, que sin duda nos llevan a pensar en nuevas preguntas de
investigación generales como las expresadas líneas arriba y al desarrollo
de nuevas hipótesis, sobre todo en un contexto de crisis económica y de
cambio social, pues indagar sobre violencia, pobreza y vulnerabilidad es
sin duda, una actividad imprescindible para lograr un país cada vez más
inclusivo y equitativo como el que se requiere en estos tiempos, con res-
peto a los derechos humanos de todos sus habitantes, reconociendo la
riqueza y pluralidad cultural existente.

Referencias

Aday LA. (1994) Health Status of Vulnerable Populations, Annu Rev


Public Health. 1994; 15:487-509. Review. Annual Review of Public
Health Vol. 15: 487-509 (Volume publication date May 1994)
Jiménez Pelcastre, Araceli; (2012). Violencia en la vejez: el caso de las
abuelas que cuidan a nietos y nietas en una localidad rural en el
estado de Hidalgo. El Cotidiano, Julio-Agosto, 19-32.
Luna, F. (2004). Vulnerabilidad: la metáfora de las capas. Journal of
Bioethics, 4(3), 44-49
Luna, F. (2009). Elucidating the concept of Vulnerability: Layers not
labels. Journal of Feminist Approches to Bioethics, Vol.2, No.1
Transnational Dialogues, University of Toronto Press. Pp.121-139.
Shi, L., & Stevens, G. D. (2005). Vulnerability and the receipt of
recommended preventive services: the influence of multiple risk
factors. Medical care, 193-198.

252
Listado de Siglas

A.I.F.A.M ºAlianza por la Infancia y sus Familias


AMAC Asociación Masculina de Atención y Capacitación A.C
BANCOMER Banco de Comercio
BUAP Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
CADEM, A.C. Centro de Asesoría y Desarrollo entre Mujeres
CAMI Casa de la mujer Indígena Maseualsiuat Kali
CDI Comisión para el Desarrollo los Pueblos Indígenas
CEDDEM Centro de Atención y Defensa de los Derechos Humanos
CERESO Centro de Readaptación Social
CONAFE Consejo Nacional de Fomento Educativo
CONAPO Comisión Nacional de Población
CONAVI Comisión Nacional de Vivienda
CONEVAL Consejo Nacional de Evaluación. De la Política de Desarrollo
Social
COPLAMAR Coordinación General del Plan Nacional de Zonas
Deprimidas y Grupos Marginador
DIF Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia
ECRO Esquema Conceptual Referencial y Operativo
EMAS Encuesta Nacional sobre el Malestar. Social
ENDIREH Encuesta Nacional de Dinámica de Relaciones en los Hogares
Fundación JUCONI Juntos con las niñas y los niños
IMPLAN Instituto Municipal de Planeación
IMSS Instituto Mexicano del Seguro Social
INEGI Instituto Nacional de Estadística y Geografía
ICGDE Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico
INE Instituto Nacional Electoral
MP Ministerio Público
OMS Organización Mundial de la Salud

253
ONU Organización de las Naciones Unidas
OPS Organización Panamericana de la Salud
OCDE Organización para la cooperación y el Desarrollo Económico
REDIM Red por los Derechos de la infancia en México
RED-RECOVI Red Regional Contra la Violencia de la Sierra Norte de
Puebla
Refugio para Mujeres Indígenas
SEDESOL Secretaría de Desarrollo Social
SSA Secretaría de Salubridad y Asistencia
SFSC Safe families safe children
UNICEF United Nations International Children's Emergency Fund
(Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unida
Comisión Estatal de Derechos Humanos
RELAF Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar
SSI Servicio Social Internacional

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VIOLENCIA Y FAMILIA EN CONTEXTOS DE POBREZA Y EXCLUSIÓN

Araceli Espinosa Márquez y Elsa Herrera Bautista


(Coordinadoras)

Se terminó de imprimir el mes de diciembre de 2017


en los talleres de El Errante editor S.A. de C.V.
Sitio: Privada Emiliano Zapata no. 5947, Col. San Baltazar Campeche
C.P. 72550 Puebla, Pue. Tel. 01 222 404 7360.

El tiraje consta de 1000 ejemplares.

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