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La estulticia, el error, la ruindad y el pecado
nos habitan el alma y nos roen el cuerpo,
y el amable dolor de pecar sustentamos
al igual que mendigos que alimentan piojos.
Los pecados son tercos, el pesar inconstante,
exigimos buen precio por decir nuestras culpas,
y gozosos volvemos al camino enfangado
con vil llanto creyendo lavar todas las manchas.
En la almohada del mal Trimesgisto Satán
sin cesar mece el alma hechizada por él,
y ese noble metal que es materia de nuestra
voluntad ,como sabio alquimista evapora.
¡Mueve el Diablo los hilos que nos dan movimiento!
Descubrimos encanto en lo más repugnante;
día a día al Infierno paso a paso bajamos
sin horror, a través de tinieblas que hieden.
Como un pobre vicioso que devora y que besa
todo el pecho ulcerado de una vieja ramera,
de pasada robamos un placer prohibido
que exprimimos igual que una seca naranja.
En un vasto hormigueo de millones de helmintos
se solaza en la mente la legión de demonios,
respiramos y un río invisible de Muerte
baja a nuestros pulmones entre sordos lamentos.