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Evelyn Daniela Forero Obando 201518294

El miedo y la política spinozista

El manejo acertado de los asuntos de los hombres depende del criterio. Pero como
es este una veleta o más bien una barca en la alta mar, nos atamos a maleficios y
supersticiones que estabilicen la balanza de nuestros designios entre el miedo, el valor y la
buena fortuna. La vida converge a diario entre urgencias y peligros, enmudecemos antes las
fauces de cerbero o nos atamos a la avaricia ante la mano de Caronte, vacilando
constantemente entre cavilaciones y opiniones soporíferas, angustiándonos
estrepitosamente entre lo incierto. Aferramos nuestras lenguas a nuestros ideales y nuestras
manos a nuestros bienes mientras sentimos el gélido aliento de lo efímero recorrernos con
la certeza de que nada permanece. La mayoría de nosotros nos sentimos sobre la cresta de
la ola propensos a cualquier movimiento de duda, el más mínimo soplo nos lleva de un lado
para el otro obsesionados por la esperanza y el miedo como ya lo cita Espinoza. No
obstante, cuando nos alzamos sobre estos vericuetos surgimos en las alas de la jactancia y
el engreimiento convertido en tristes marionetas del ego. Con tristeza al igual que Espinoza
afirma en las primeras líneas de su trabajo muchas son los que no ignoran estas cosas antes
mencionadas, pero también es cierto que somos muchos los que nos ignoramos a nosotros
mismos. Solo que cuando nos va bien alojamos de forma ficticia una onírica sabiduría que
nos hace incapaces de acoger bajo nuestro seno consejo alguno. Contrario a esto cuando el
viento no está a favor cual hoja que se lleva el viento buscamos suplicantes quien alivio
nuestro martirio con palabra alguna.
Al igual que los barcos se tambalean en sus viajes nosotros nos dejamos zarandear por las
motivaciones personales y por los sentimientos más inverosímiles, así como los navíos
necesitan de un faro en la tormenta nosotros nos apresuramos al miedo y a la esperanza
dependiendo de las circunstancias. Citando a un ejemplo textual de Espinoza: Y así, si
mientras son presas del miedo les ocurre algo que les recuerde un bien o un mal pasado,
creen que les augura un porvenir feliz o desgraciado, y aunque cien veces les engañe, no
por eso se dejaran de considerarlo como un augurio venturoso o funesto. Así de
aferrados estamos a las supersticiones y poderes sobre naturales que nos brinden esperanza
o nos llenen de miedo que bautizamos los sucesos más catastróficos o maravillosos como la
ira o el amor de los dioses, regocijándonos en invenciones que terminan siendo una
explicación sencilla para algo que ignoramos una palabra que deseamos escuchar, pero
nadie nos ha dicho. Muy en lo profundo de nuestro ego llegamos a decir barbaridades en
contra de la razón y nos alejamos del camino llano para adentrarnos en el follaje de lo
incierto, ataviado de supersticiones y de mentiras, cuando corremos peligro nos vamos tras
una espada si no por el contrario lloramos porque hemos sido víctima de la mala suerte.
Con esto entonces afirmo que solo los ávidos por las cosas inciertas son consumidos por las
supersticiones conducidos por un detonante único el miedo.
La ciudad, y todo lo que precede al entramado de afectos que articula, es ese horizonte en
que el filósofo es acometido por la pregunta por el origen, sentido y finalidad de la vida en
común. Cuando Spinoza hizo constar que el orden de lo político está dominado por la
pasión de durar, pudo encontrar algunas de las claves de mayor poder explicativo en la
teoría política moderna pero, al mismo tiempo, supo mantener algunos de los valores más
radicales de su filosofía. En esta condición original no hay otra cosa que cálculo de utilidad,
deseo y una forma de individualidad que sólo sobrevive a expensas de la mera fuerza y de
la violencia del mundo pre-social. A menudo, el poder explicativo de la teoría se construye
con el sacrificio de los valores y las causas que la movilizan, pero en Spinoza hay una
notable forma de explicación y, al mismo tiempo, una implacable vindicación de éstos. Esta
parte de su obra interviene en una de las expresiones más comunes del reino de la duración,
una zona en que las pasiones y los intereses se ponen al frente de la vida más inmediata, se
ocupa de evaluar situaciones vitales en las que los individuos y sus asociaciones definen
temores, esperanzas y sentido de la justicia. El temor y la esperanza aporta algunas claves
de interpretación de los más grandes tópicos de la filosofía política de Spinoza. Los lectores
interesados en el filósofo de Ámsterdam podrán descubrir una introducción a su filosofía
política y, al mismo tiempo, se encontrarán con un libro que propone interpretar al pensador
en su vocación más republicana y libertaria.
Desde antaño existe una amplia literatura donde se propone y/o se plantea un constante
progreso humano. A la vez, contamos también con perspectivas que sostienen lo contrario,
es decir, una suerte de permanente decadencia de los seres humanos. Con todo, no fue hasta
el siglo XVI donde la “idea de progreso“ adquiere un impulso y un status cuasi religioso.
En efecto, son innumerables las teorías filosóficas que, fundamentadas por una “evidente” e
irrenunciable fe en el progreso humano, amparan e inducen a determinadas acciones
sociopolíticas, asumiendo muchas veces que las consecuencias negativas de tales medidas
son pequeños daños colaterales, procesos ineludibles dentro del derrotero que implica el
progreso humano.
Ahora bien, todas aquellas teorías que desde el siglo XVI nos vienen acompañando se nos
presentan bajo presupuestos inadmisibles para aquellos que coincidimos con la filosofía de
Spinoza: desde sostener una causa teleológica en la naturaleza o prever un designio divino,
hasta revestir a los seres humanos de libre albedrío, nos encontramos con ideas que, según
nuestro autor, pertenecen al primer género de conocimiento, el imaginativo. ¿Podremos
pensar en un virtual progreso humano sin apelar a ideas imaginarias? Esta es la propuesta
que nos proponemos dilucidar a través de las lentes del filósofo holandés.
Dice Spinoza que las dos emociones básicas de los seres humanos son el miedo y la
esperanza. La incertidumbre es la vivencia de las posibilidades que surgen de las múltiples
relaciones que pueden existir entre ambas. Puesto que estas relaciones son diferentes, los
tipos de incertidumbre también lo son. El miedo y la esperanza no se distribuyen por igual
entre todos los grupos sociales o épocas históricas. Hay grupos sociales en los que el miedo
supera de tal modo a la esperanza que el mundo sucede ante sus ojos sin que ellos puedan
hacer que suceda. Viven en espera, pero sin esperanza. Hoy están vivos, pero en tales
condiciones que mañana podrían estar muertos. Hoy alimentan a sus hijos, pero no saben si
mañana podrán hacerlo. La incertidumbre en la que viven es descendente, porque el mundo
les pasa de formas que dependen poco de ellos. Cuando el miedo es tanto que la esperanza
desaparece por completo, la incertidumbre descendente se vuelve abismal y se convierte en
su opuesto: en la certeza del destino de tener que sufrir el mundo por injusto que sea.

Bibliografía:

- Spinoza, Tratado teológico-político. Traducido por Atilano Domínguez, Madrid, Alianza,


1989.

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