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Caso Clínico

Luis tiene 21 años al comienzo del tratamiento. Tenía 15 años cuando al aparecer las
primeras lesiones en la piel empezó a ser atendido en el Servicio de Dermatología del
Hospital donde le diagnosticaron una dermatitis atópica. En esa oportunidad fue
derivado para hacer psicoterapia porque, además, presentaba frecuente ansiedad en
su vida cotidiana: « a nadie le gusta tener un enfermo en la casa”, comenta apenado,
pero sólo asistió a algunas sesiones.

A los 21 años, en un episodio agudo de la dermatitis que ya era crónica, fue derivado
nuevamente y comenzó el tratamiento. Relata que vivía con los padres y una hermana
menor. El padre y la madre vivían en la misma casa aunque estuvieran separados. Los
recursos económicos eran escasos, el padre hacía changas, la madre vendía
cosméticos y la hermana trabajaba. Luis no estudiaba ni trabajaba. Había llegado a 5°
año del colegio secundario pero no recordaba nada de esos años. Pasaba la mayor
parte del tiempo acostado porque era la posición en la que menos le dolían las
lesiones de la piel: « Vivía tirado en la cama, acostado era como menos dolor sentía,
sabe? ».

Se lo veía decaído y con dificultades para hablar porque tosía, y las costras y
sequedad de la piel del rostro le restaban movilidad pero el discurso era interesante y
evidenciaba un pensamiento normal.

Al comenzar el tratamiento y durante 18 meses, se presentó desaliñado, con la ropa


avejentada. Las lesiones en la piel cubrían casi todo el cuerpo, eran evidentes a
primera vista y emanaban un olor desagradable. El rostro presentaba costras y la piel
estaba tan seca que había perdido flexibilidad, lo que casi impedía la gesticulación.
Tenía ojeras, no miraba a los ojos al hablar y hacía ruidos desagradables y tosía. El
estado de las lesiones le dificultaba la locomoción y toda posición en la que no
estuviera extendido. Debido a la picazón de las lesiones y las múltiples ampollas
dormía con interrupciones.

El discurso era interesante y el vocabulario variado. No recordaba nada de su vida


entre los 15 y los 18 años. Cuando tenía 15 años se separaron los padres. Luis se
sintió abandonado, desamparado. Las lesiones en la piel comenzaron en esa época.
Durante las primeras entrevistas, al preguntársele «¿qué te gustaría en este momento
de tu vida», respondía: «quiero dormir, quiero caminar, no quiero que me duela». Y
dijo sobre él mismo que «Soy una persona dentro de un cuerpo muerto».

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