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Frecuentemente y a primeras luces, la ontología deleuziana se aparece como un canto a

la alegría, una ontología inundada por lo feliz.

Se trata, pero que sin duda encuentra asidero en la obra deleuziana -y su probable
génesis en la recepción deleuziana de Spinoza-.

de una imagen saturadamente feliz de Deleuze que ya es un lugar común en la exégesis


de su obra y de la manera en que la afirmación especulativa que su ontología presenta
parece suponer (y también proponer) a la alegría ética como el correlato práctico
obligatorio.

Una ontología en la cual la afirmatividad o positividad especulativas (que hacen de la


Diferencia el principio positivo y genético de lo real y que se resiste a ver en lo negativo el
motor, fundamento o dinamismo de todo lo que hay) se traduciría inmediatamente en una
filosofía práctica centrada en la noción de alegría: aprender a cultivar las pasiones alegres
y eliminar o reducir al mínimo las pasiones tristes vendría a ser, en pocas palabras, su
imperativo ético principal. Moreover,

la alegría es asociada por Deleuze a la capacidad de pensar, al punto de equipararla con


la potencia de la filosofía misma (por ejemplo, cuando en Diferencia y repetición, la
presenta como una empresa crítica destructiva de la Imagen dogmática del pensamiento,
también llamada imagen ortodoxa y moral).

Entiendo que la génesis de esa correlación puede encontrarse en la recepción deleuziana


de Spinoza. Y es por esa razón que me propongo revisitar esa relación tan estudiada.

La Ética de Spinoza se presenta a primera vista como una vía de salvación afectivo-
gnoseológica por la que el hombre deviene libre, activo, expresivo, un ser de razón. Esa vía
se presenta a primera vista como un dispositivo de maximización de la alegría que busca
aumentar la potencia por la acumulación o el incremento de las pasiones alegres que se
experimentan. Aprender a cultivar las pasiones alegres y eliminar o reducir al mínimo las
pasiones tristes vendría a ser, en pocas palabras, su imperativo ético principal

Pero es la alegría hoy el afecto que preside el devenir-activo? Es aún el afecto que nos
permite incrementar nuestra capacidad de percibir, comprender y accionar ante lo que
sucede? No se ha constituido acaso en el estandarte de un sentido común que apaña todo
tipo de atrocidades?

En línea con algunos cuestionamientos recientes (como los de Culp, Pal Pelbart, Villani)
y a la luz de algunos de sus despliegues contemporáneos más siniestros, considero que
la noción de alegría contiene ambigüedades que la tornan peligrosa a la hora de intentar
establecer a partir de ella un pensamiento práctico potente (capaz de habilitar estrategias
colectivas de resistencia hacia lo intolerable del presente).

el afecto que alimenta de nuestra sumisión voluntaria?

Se trata, pero que sin duda encuentra asidero en la obra deleuziana -y su probable
génesis en la recepción deleuziana de Spinoza-.

de una imagen saturadamente feliz de Deleuze que ya es un lugar común en la exégesis


de su obra y de la manera en que la afirmación especulativa que su ontología presenta
parece suponer (y también proponer) a la alegría ética como el correlato práctico
obligatorio.

La pregunta ética spinozista es si de hecho somos capaces de experimentar ese tipo de


afecciones activas (que extrañamente ahora pareciera coincidir con la pregunta de si acaso
somos capaces de pensar).

Sin embargo,

la imagen saturadamente feliz de Deleuze que ya es un lugar común en la exégesis de su


obra, y con la manera en que la afirmación especulativa que su ontología presenta
parece suponer (y también proponer) a la alegría ética como el correlato práctico
obligatorio.

la imagen saturadamente feliz de Deleuze que ya es un lugar común en la exégesis de su


obra, y con la manera en que la afirmación especulativa que su ontología presenta
parece suponer (y también proponer) a la alegría ética como el correlato práctico
obligatorio.

El sentido de la alegría deleuziana pareciera, o quizás debiera, encontrarse abierto de


algún modo a la disputa.

La Ética de Spinoza se presenta a primera vista como una vía de salvación afectivo-
gnoseológica por la que el hombre deviene libre, activo, expresivo, un ser de razón. Esa vía
se presenta a primera vista como un dispositivo de maximización de la alegría que busca
aumentar la potencia por la acumulación o el incremento de las pasiones alegres que se
experimentan. Aprender a cultivar las pasiones alegres y eliminar o reducir al mínimo las
pasiones tristes vendría a ser, en pocas palabras, su imperativo ético principal

La pregunta ética spinozista es si de hecho somos capaces de experimentar ese tipo de


afecciones activas (que extrañamente ahora pareciera coincidir con la pregunta de si acaso
somos capaces de pensar).

La lectura deleuziana de Spinoza es y ha sido trabajada y estudiada muy extensamente En


el presente trabajo nos proponemos revisitar esa relación desde un interés práctico
concreto, ya que entendemos algunos lineamientos y conclusiones que habitualmente se
desprenden de esa lectura resultan ineficaces a la hora de potenciar maneras de percibir,
comprender y accionar ante las urgencias de esta intolerablemente dolorosa Argentina que
nos toca.

En línea con algunos cuestionamientos recientes (como los de Culp, Pal Pelbart, Villani)
y a la luz de sus siniestros despliegues contemporáneos, consideramos que la noción de
alegría contiene ambigüedades que la tornan peligrosa a la hora de intentar establecer a
partir de ella un pensamiento práctico potente (capaz de habilitar estrategias colectivas
de resistencia hacia lo intolerable del presente).

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