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Cristologia en El Medioevo Hoy
Cristologia en El Medioevo Hoy
Santo Tomás [1225 – 1274] consagró toda su vida al amor de la sabiduría, dedicándose a
la teología especulativa, pretendía “comunicar a los demás lo que había contemplado”.
Para ello ideó una grandiosa síntesis del plan de salvación de Dios respecto a la
humanidad, en Cristo. El punto de partida es la vida trinitaria, de cuyo modelo toma
origen la creación, la cual a su vez, por mediación de Cristo y de la Iglesia, y gracias al
Espíritu Santo, vuelve al seno del Padre: es el círculo de la creación – redención que tiene
su origen y su meta en el misterio trinitario. El Verbo encarnado es el punto central de
toda la teología de Santo Tomás: ve en la humanidad de Jesús, íntimamente unida a la
divinidad como su “libre instrumento unido”, el punto de irradiación en la historia de la
gloria y de la gracia del Dios – Trino, que introduce libremente al hombre es su íntimo
círculo de amor.
En los siglos del alto medioevo todo se centra en el monaquismo a la hora de buscar la
experiencia de Jesús y de sus misterios.
El monaquismo, centrado totalmente en el “seguimiento de Cristo”, fija su atención de
modo especial en la imagen de Cristo que se encuentra en la lectio divina de las Escrituras
y en la participación a la liturgia. Merece especial mención las meditaciones sobre Cristo
como Imagen del Padre, Buen Pastor y Médico de las almas, se mira a Cristo como al
Maestro.
Meditación, contemplación, devoción, compasión son las formas características de
acercamiento al misterio de Cristo, pero sobre todo la imitación del Maestro. El monje
esta llamado a unirse con Cristo, por lo que se le da la importancia a la Eucaristía.
No hay duda que el misticismo femenino sabe captar con un gran amor el significado de
la humanidad de Cristo.
Beata Angela de Foliño o Cristocéntrismo de la pasión.
El Cristo de la Beata Angela de Foliño [1248 – 1309], es aquel Hombre – Dios
atormentado que ella reconoce y adora en el Crucificado. Toda su vida espiritual se
encamina hacia la identificación con el Crucificado. “Ve el camino de la cruz marcado
por dos etapas, una con una función purificadora...., la otra con finalidad transformativa.
La meta es la santidad, de lo cual se deduce uno de los principios de su espiritualidad: Si
buscas ser perfecto en la vida de Dios, no tardes en correr tras la cruz de Cristo”.
La experiencia de Cristo crucificado es la puerta para adentrarse en la mística de la
Trinidad.
La mirada del pueblo esta fija en el Cristo Hombre – Dios, con una acentuación particular
de su humanidad en el misterio del nacimiento y de la infancia, y en la pasión y muerte.
La devoción a la Eucaristía
En esta época se consolida la fe en la presencia real y personal de Cristo en la Eucaristía,
se desarrolla la devoción hacia la Eucaristía con el deseo de “ver la hostia”, Nace así la
piedad eucarística dirigida más hacia la adoración que hacia la comunión.
De hecho la teología y la piedad de los siglos posteriores acentuarán: el realismo de la
presencia, unido a la imagen realista de Cristo según la carne; y el personalismo de la
presencia de Cristo: es Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el que está presente, el
que debe ser adorado en la Eucaristía.
Es una cristología que tiene hondas raíces bíblicas, la radicaliza en muchos puntos y la
orienta hacia lo subjetivo y existencial. El interés del reformador se concentra en las
relaciones entre el creyente individual y Cristo: Cristo se orienta a nuestra
justificación, hablar de su persona sólo tendrá sentido en la medida en que hace
intelegible su ser para mí: “Cristo tiene dos naturalezas. Y eso ¿qué me importa a mí?
El hombre desde el nacimiento está atado por el pecado. Solo mediante un acto de amor
obediente se puede restablecer la recta relación con Dios y reconciliarnos con El. Cristo
ha hecho propio nuestros pecados muriendo en la Cruz. Cristo “se sacrifica a sí mismo,
para reconciliar a Dios y para que, por él, tengamos confianza en Dios”.
La otra cara del mismo acontecimiento es la redención del hombre, arrancándonos del
poder de la muerte, del pecado y del diablo. Dios se da al pecador en el Crucificado como
justicia y justificación a la vez.
¿Cómo podemos participar de esa obra salvífica? Por la palabra predicada y por la fe
personal. Donde Cristo es aceptado como don y regalo de Dios, allí libera para su
seguimiento e imitación. De este modo se convierte en modelo.
2. Doctrina de Juan Calvino sobre el Mediador y su Triple
oficio.
Así como Lutero, Calvino arranca de la Sagrada Escritura, mantiene el dogma de la
Iglesia antigua. Su cristología es más sistemática.
Desde la eternidad Dios ha impuesto un orden a la creación (sobre todo moral). Pero
desde la culpa de Adán la humanidad está hundida en la culpa original. La radical
separación de Dios hacía necesario un redentor, un mediador entre Dios y el hombre.
Tenía que ser verdadero Dios y verdadero hombre.
Calvino mantiene la unión hipostática, concibe las dos naturalezas radicalmente distintas.
La idea de Mediador propuesta por 1Tim 2,5, la convierte en el aspecto general y
determinante de su cristología. Calvino destaca la obediencia libre y activa, por la que
Cristo “en el puesto de Adán” se somete a la voluntad del Padre: esta obediencia personal
es el principio rector de toda la obra mediadora de Cristo.
B] Contrareforma
A la Reforma protestante corresponden dos grandes hechos en el catolicismo: el Concilio
de Trento y los místicos españoles.
1. Concilio de Trento
Trento no habla directamente de cristología; indirectamente presenta la cristología al
hablar de la justificación del hombre: El Decreto de la justificación (1546).
Las dos categorías sotereológicas claves del Concilio para explicar la Obra de Cristo son:
la del mérito y la de la satisfacción.
Nuestra justificación es resultado de la justicia que Cristo nos ha merecido. Somos
justos no por la sola imputación, o la sola remisión de los pecados, o el solo favor de
Dios, sino por la gracia y caridad que es derramada en nuestros corazones por el Espíritu
Santo y queda inherente a la persona.
La figura de Cristo en San Ignacio tiene las siguientes características: Cristo es el centro
de todo, del universo y de la historia, como mediador que une a los contrarios; es
necesario que entremos en su misterio, a través de la contemplación, el amor, la
asimilación de sus sentimientos, especialmente la obediencia a los designios del Padre,
para realizar, en la Iglesia y con la Iglesia, esta consiente cristificación de todo. Por este
motivo San Ignacio en los Ejercicios quiere llevar el alma a Cristo, y por Cristo y en
Cristo al Padre; y para entrar en Cristo y seguir su método, se debe salir de todo aquello
que no sea conforme a Cristo y que no lleve a El.
Otro aspecto que pone de relieve es el cristocentrismo cósmico, la relación de todas las
cosas con Cristo; y finalmente enseña que Cristo lleva a los hombres a una comunión
de vida con la Trinidad, a vivir por amor y por participación dentro de la misma
vida trinitaria, para ello crea grandes símbolos que expresan el itinerario del hombre
hasta Dios, su encuentro con él, la purificación de sí y su transformación en él: la subida,
la noche, la fuente, la llama.
A partir del siglo XVIII, la figura de Jesús salta las fronteras de la Iglesia. La presentación
dogmática de Cristo verdadero Dios y verdadero hombre le resulta difícil aceptar a una
filosofía cada vez más autónoma ante la idea de una revelación. Se empieza a interpretar a
Jesús a partir de la razón. La ilustración reduce la figura de Jesús a dimensiones
puramente humanas, exaltando la calidad ejemplar de su humanidad: Jesús es un sabio,
una maestro sublime de virtud, el filósofo por excelencia.
Hegel parte de una profunda exigencia de unidad entre Dios y el hombre, entre fe y razón,
entre espíritu y cuerpo. El gran as nhelo de Hegel es superar esa separación propuesta
por Kant para alcanzar la unidad.
David F. Strauss (1835) habla del “mito” Jesús; Ernest Renan (1863) convierte a Jesús
en un predicador liberal. HarnacK (1900) establece oposición entre el Jesús que
predica y el Jesús predicado, entre el mensaje de Jesús y el dogma cristiano, para él
Jesucristo es el maestro incomparable de una moral fundada en el reconocimiento
de la paternidad divina.