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Anexos

 Bruguera/EdicionesB, Caracas 2013.


 Eduardo Sánchez Rugeles.
 Fragmentos eliminados de Blue Label/Etiqueta Azul por Eduardo Sánchez Rugeles:

La tala… uno de los momentos más gratos y, al mismo tiempo, más complicados del
oficio. La supresión, en gran medida, determina la forma, la musicalidad, la coherencia, la
verosimilitud. A veces, los dedos sueltos sobre el teclado arriesgan demasiado. Habrá
otros criterios y otros estilos pero, particularmente, creo que la decisión en torno a lo que
se elimina es una parte fundamental de la creación literaria. Citaré, a continuación,
algunos fragmentos que decidí excluir de “Blue Label/Etiqueta Azul”. Encontré este
archivo por accidente. Limpiaba el escritorio y apareció un documento Word llamado
“Eliminados”.

Las razones por las que borré estos párrafos del archivo original son variables:
redundancias, impertinencias, pobreza, incomodidad, desagrado. Quizás, algunos de los
lectores de la novela puedan entretenerse con estas posibilidades literarias que se
quedaron por fuera.

FRAGMENTO 1: Sobre la amistad de Eugenia con Vadier. 

No sé por qué volé este párrafo. Objetivamente, no me disgusta. Muestra a la


Eugenia infeliz, intolerante, amarga. Creo que lo eliminé por un asunto de redundancia;
me pareció que, en alguna otra parte, Eugenia decía lo mismo con otras palabras.

"Meses después Titina Barca diría una frase que, en conjunto, ilustra parte de mi vida: «la
amistad es un espejismo». Conozco muchas personas pero tengo pocos amigos. Es difícil
pensar en voz alta, decir lo que se siente y lo que se piensa en compañía de segundos y
terceros. He procurado acercarme a personas con las que, a primera vista, percibo
afinidades de carácter. El desengaño, sin embargo, ha sido una constante. La soledad
estimula el fraude. No sé qué busco en los otros; no sé qué buscan las personas en los otros:
¿Risas, palabras, afecto, contacto? Hace mucho tiempo dejé de sentirme cómoda entre
extraños. La amistad adulta exige ciertas condiciones; la confianza, por lo general, es una
pantomima. No sé si exista alguna lógica en las relaciones humanas. Si Luis, en aquel viaje,
no hubiese estacionado detrás del Fiat Uno de Mel, probablemente, todo habría sido
diferente. Mel fue a comprar cervezas y un Vadier, drogado y ausente, decidió
acompañarlo. La batalla de pueblo motivó su aparición en el Fiorino. La relación de
amistad más sólida que he mantenido en mi vida fue totalmente azarosa; una especie de
argumento a favor de lo que Luis, más adelante, definiría como teoría de las coincidencias.
Vadier fue un accidente. Cuando apareció cantando Todo mi amoren la maleta del carro
nunca imaginé que se convertiría, poco a poco, en uno de mis mejores amigos.
FRAGMENTO 2: Episodio gótico en Altamira de Cáceres con chistes de Vadier.

Esto es muy malo; esto salió por malo, por impertinente. Siempre tuve la
percepción de que este fragmento era un ensayo. Es curioso… la carta de Alfonso -el
enigma de Altamira- siempre fue un plan B. En principio, en los borradores iniciales
dispersos en cuadernos, Eugenia sí lograría tener noticias sobre su abuelo, noticias
directas. La idea era construir una especie de episodio gótico en Altamira de Cáceres pero,
afortunadamente, ninguna alternativa me convenció. No sólo me parecía pobre –
estéticamente- sino que alejaba el relato de su núcleo: la historia de amor entre Luis y
Eugenia. Los chistes de Vadier, además, si bien son acordes con el personaje, no me
convencieron del todo. A esta opción A le faltó mucho trabajo... demasiado. La descarté
inmediatamente. La carta de Alfonso se convirtió en la mejor alternativa por lo que no
volví a tomar en serio –ni a revisar, siquiera- la posibilidad de aquel borrador de novela
gótica en Altamira de Cáceres... Nunca me sentí a gusto con el chiste racista. Se supone
que Vadier es un adolescente atolondrado que podría decir cosas como esa y cosas mucho
peores. Tuve la impresión, además, de que mis compañeros del MEEL (Estudios
Latinoamericanos) podían denunciarme ante el tribunal La Haya. Lo que en Venezuela
puede ser un chiste convencional y popular no necesariamente le simpatiza a todo el
mundo. En fin, el contexto general era muy malo y, sin conflicto, me lo volé.

"Carlos Varela nos hizo entrar a La casa de Herminia por el portón principal: una reja de
metal oxidado que, por el sonido chirriante, daba la impresión de que no se había abierto en
mucho tiempo. El cielo era una cobija negra sin una sola estrella. Vadier y Luis entraron.
Caminé hasta la puerta repasando las palabras de Pedro (PERSONAJE SUPRIMIDO). Una
figura, al otro lado de la plaza, llamó mi atención: el barrendero sordomudo (PERSONAJE
SUPRIMIDO). Me observaba con los ojos abiertos. Lo ignoré. Los temores sobrenaturales
de Vadier ya eran suficiente amenaza. Carlos Varela, sosteniendo un anacrónico candil, nos
llevó al segundo piso. En una habitación repleta de polvo y telarañas pudimos ver una cama
vieja. «Pueden quedarse aquí», el baño está al fondo del pasillo. Escuchamos, entonces, el
sonido de una puerta que se cerró. «¿Hay alguien más en la casa?, —pregunté—. «No,
ustedes son nuestros únicos huéspedes».

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«Ya deja la mariquera, no va a pasar nada», le dije a Vadier. Hacía frío. El destartalado
cuarto parecía una sala de rancho. «Coño, Eugenia, ¿Es que no has visto suficientes
películas? En cualquier momento, ese carajo nos irá liquidando a todos uno por uno.
Además, como ustedes son la pareja me matarán a mí primero. Es un formato clásico».

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«¿Puedo dormir con ustedes? —dijo Vadier quien yacía echado en una desvencijada
colchoneta. Nadie respondió—. Por favor», dijo suplicante. Luis soltó una carcajada de
admisión. Vadier se colocó entre los dos y nos besó las mejillas. Hacía frío. Nos arropamos
con una sábana asquerosa. Luis hizo chistes sobrenaturales, burlas tremendistas sobre el
fantasma de mi abuelo. Estaba tranquilo. El Tratado de Calderas parecía haber despejado
todas las dudas sobre nuestra romance. «Vadier, cuenta chistes crueles», dijo Luis lanzando
su revista sobre la cama. «No, —replicó Vadier—, es paja. Este lugar me da miedo». «¡Qué
carajo!, cuéntalos». Mis pensamientos se ausentaron del cuarto. Mi memoria trazó un
triángulo imperfecto entre los rostros de Daniel, Alfonso y Lauren.... «Mamá, mamá —dijo
Vadier simulando un timbre infantil— ¡En mi fiesta de quince años quiero tener un vestido
largo, muy largo, muy largo, muy largo, muy largo, muy largo! —Luego concluyó—: Sí,
mi amor. Tenemos que buscar alguno que te tape la silla de ruedas». A Luis le explotó el
pecho por la carcajada, parecía retrasado y feliz. Vadier contó dos o tres barbaridades
parecidas. Estaba relajada, cómoda. La atmósfera turbia del pueblo fantasma se disipaba en
compañía de mis amigos. «Cuenta chistes racistas», dijo Luis. Vadier, sentándose en
posición india, obedeció: «Un conejito y un cochino se encuentran en medio de la selva. Es
luna nueva. No hay luz. Los dos animales chocan en la oscuridad. ‘Coño e’la madre’, dice
el cochino. ‘Verga, qué coñazo’, dice el conejo sobándose. Los animales tenían miedo el
uno del otro ya que pensaban que podía tratarse de algún depredador. El conejo fue el
primero que propuso: ‘Mi hermano, hagamos algo, para saber qué somos, propongo que
nos palpemos con nuestras patas y así adivinemos qué carajo es el otro. ¿Te parece?’. ‘De
pinga’, dijo el cochino. ‘Yo empiezo’. El cochino empezó, entonces, a tocar al conejo. ‘Tú
eres chiquitico, tienes la piel suavecita, tienes las orejas largas, ¿Qué vaina es esta? Una
zanahoria, tienes la nariz pequeña y húmeda. No joda, tú eres un conejo’. Hurra,
celebración, saltos. ‘Sí, sí, soy un conejo’. Arrechísimo. ‘Ahora me toca a mí’. El conejo
empezó a tocar al cerdo. ‘Tú tienes esa piel áspera, las uñas gruesas, ¿Qué es esta vaina que
tienes acá? Un mojón; tienes la nariz chata, hueles a mierda… tú eres un negro’». El ataque
de risa de Luis fue totalmente desproporcionado. Las carcajadas fueron contagiosas.
Nuestra hilaridad, sin embargo, fue interrumpida por tres golpes en la pared. Nos quedamos
con la risa en la boca. Vadier se metió debajo de la sábana."

FRAGMENTO 3: Hotel 5 estrellas en Mérida.

Esta alternativa no funcionó, nunca me gustó. Había contemplado meter al trío


protagónico en un hotel 5 estrellas en la Ciudad de Mérida. Finalmente, me sentí más a
gusto en el ranchito que aparece en la edición definitiva. Lo único sólido que tenían estos
ensayos eran las intervenciones de Vadier que, sin duda, hacían menos malo lo malo.

"«Les brindaré un hotel cinco estrellas», dijo Vadier al llegar a la ciudad. Luis, demacrado,
jugando con mi cabello, se mostró escéptico. «Vadier, es viernes santo. No habrá una sola
habitación en todos los hoteles de Mérida». «En eso te equivocas, —dijo el tetrapolar—.
Debes tener en cuenta las contingencias». Peter Pan de El Canto del Loco sonó por
enésima vez. El negocio de la sucesión funcionó: desde que salimos de Apartaderos
iniciamos un tolerante 3x3, Dylan y mi I-pod, alternativamente, sirvieron de score al
paisaje. Vadier continuó su exposición: «debes tener en cuenta a los que se mataron en la
carretera; es la verdad, en Semana Santa siempre hay muertos. Seguro que esa gente tenía
reservada alguna habitación en El Chama o en La Pedrogosa.  Los venezolanos suelen
viajar en gambote, por lo tanto, el tío o el primo del infeliz que se cayó por el barranco debe
estar alojado en otra habitación. Cuando le avisen que su familiar se despeñó abandonará el
hotel y por ahí tendríamos otra habitación disponible. Ten presente, también, a los
pelabolas, aquellos que reservaron pensando que les pagarían antes de vacaciones y, a
última hora, les dieron un cheque en blanco. Esa reserva se canceló y las habitaciones, en
este sentido, deben estar libres. Es viernes, Luis, ten en cuenta al caraqueño prudencial.
Mucha gente se toma la semana santa desde el fin anterior y, para evitar el tráfico de sábado
y domingo regresa a Caracas los viernes, es decir, hoy. Así que para pagarles el transporte
me gustaría brindarles una habitación en la Pedregosa. Tengo real, así que no le paren, —
metió la mano en su bolso y sacó un fajo de billetes—. Estos reales, en realidad, son de Mel
pero no se preocupen que yo luego se los pago».

Vadier tenía razón. Una familia de Valencia había abandonado el hotel esa tarde. Sólo
quedaba una cabaña-suite, pagué sin ver el precio. Me pidieron mi cédula de identidad y
entregué el plástico chimbo que, alguna vez, me había tramitado Natalia y que me
acreditaba como mayor de edad. Luis, por supuesto, se negó a interactuar. Permaneció
oculto en el Fiorino mientras me entrevistaba con un señor gocho. La ruta Apartaderos-
Mérida es difusa, mi memoria registra silencio, canciones: Dylan y el Canto del loco
acompañados de variopintos teloneros. Cuando dije que pagaría en efectivo el hostelero
sospechó. Los billetes de Vadier estaban arrugados y húmedos. Conté una historia sueca
que implicaba a delincuentes, carteristas, robo de carros, enfermedades de parientes y no sé
qué otro despropósito. Mi cara de niña buena, de alguna forma, convenció al viejo verde y,
tras firmar un par de papeles, me entregaron la llave."
 Poemas de Blue Label/Etiqueta Azul:

Sé de buena fuente que la noche de la fiesta, mientras Eugenia padecía su


fascinación por Luis Tévez, su amigo José Miguel estaba muy nervioso. El Gordo se
debatía entre la lectura de dos peoemas: “El Romance en McDonald’s” o el “Canto al
onanismo”. El Gordo decidió sacrificar la lectura del Romance; pensó que aquellos versos
podían delatarlo, que Titina, su habitual compañera de almuerzos, podría llegar a
incomodarse. Esa noche, tal como relata Eugenia, José Miguel prefirió leer el “Canto al
onanismo”. Mel Camacho, por su parte, improvisó un peoema dedicado a una novia sifrina
que al parecer, por lo que cuenta Vadier Hernández en sus Memorias Bobas, pretende
incluir en un próximo libro titulado Antología de las letrinas. (Eduardo Sanchez Rugeles.
2017, 23 de marzo).

ROMANCE EN McDONALD’S

A Titina

Ansío la fragancia de tu combo de pollo:

La lechuga vencida, el tomate de plástico, el pepinillo falso.

Como haragán en manos del empleado del mes,

Tu recuerdo golpea mis rodillas:

Y perdido en la más inmensa soledad

(En el segundo piso del McDonald’s de Santa Fe),

Añoro tu mayonesa de bolsita,

La Coca-Cola tibia de tus ojos,

El cupón de descuento de tu risa,

La cajita feliz de mi tristeza.

¡Tú!... Mi cuarto de libra, mi sundae sin maní.

Dibujo en servilletas, con la punta de un pitillo empapado en Nestea,

El sueño de morir

Ahogado en tu piscina de pelotas.

Por José Miguel


SIN TÍTULO

A una novia sifrina

Me gustas porque eres sifrina, muy sifrina.

Amo tu ridiculez y tu esnobismo,

Adoro tu clasismo y tu racismo tácito.

Me enloquecen tus sostenes de marca,

Velados por la transparencia de una blusa importada.

Recito en soledad la jerga de tus muletillas:

Tus anyway, tus whatever, el canto sacro de tus loser.

Me gustas cuando dices que no soportas el olor del cambur.

Cuando, con cara de asco, le quitas el quemao a las arepas.

Cuando me pides que te bese con cuidado

Porque la saliva te pica

Y mi lengua te da cosita.

Por Mel Camacho.


A mis padres, por apoyarme y oír mis quejas.

A Angélica, por recomendarme “Piedra de Mar” de Francisco Massiani y de esta forma


ayudarme a encarrilar mi proyecto.

A Amanda, por confiarme por tanto tiempo el libro de Blue Label/Etiqueta Azul de
Eduardo Sánchez Rugeles.

A Martín, por conectar los puntos de la historia y adaptarlos a nuestra locura.

A mi tía Suleima, por ayudarme a decidir.

A mi prima Fernanda, por servir de ejemplo.

A mi abuela Nelly, por ayudarme y guiarme durante este proceso.

Y Finalmente a Eduardo Sánchez Rugeles, que a pesar de su sincero pesimismo y sus


lecturas negras, me ayudo a observar la realidad y que cada persona lleva un infierno
dentro.

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