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C o n secu en ciaci a s
d e l p rag
ra g m a t i sm o
Richard Rorty
CONSECUENCIAS
DEL PRAGMATISMO
RICHARD RORTY
CONSECUENCIAS
DEL PRAGMATISMO
Traducción de
JOSÉ MIGUEL ESTEBAN CLOQUELL
té
télaos
Título original:
Consequences
Conseque nces ofPragm atism (Ess ays: 1972-1980).
(Essays:
Licensed by de U niversit
niversity
y o f Minnesota Press,
Minnesota Press,
Minneapolis, Minnesota, USA
D iseñ o d e cubie
cubierta:
rta:
Joaquín Gallego
Impresión de cubierta:
Gráficas Molina
Prin
Pr inted
ted in Spain. Impreso en España por Rigorma.
Spain.
Pol. Industr
Industrial
ial Alparra
Alparrache.
che. Na valca m ero (Madrid).
(Madrid).
A J a y
ÍNDICE
SOBR
SO
7. ¿HAYBR EALG
DER ÚNR IPROBLEMA
D A ..............
....................
.............
..............
CON ..............
EL..............
.............
DISCURSO .............
..............
..............
DE ..............
FIC..............
CIÓ .............
N?.............
..........
... 182
159
..........
10. EL ESCEPTICISMO
ESCEPTICISMO EN C A V E L L 258
..........................................................................
12. L A FIL
FILOS
OSOFOFÍA
ÍA H O Y E N AM ÉR ÉRIC ICA A ........
...........
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
... 297
29 7
ÍND ICE D E N O M B R ES Y C O N C E P T O S ...... ..........
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
...... 319
31 9
[9]
PRÓLOGO
PRÓLOGO DEL AUTOR DE LA PRESENTE EDICIÓN
con el trabajo
Quine, Davidson deyfilósofos
Putnam. analíticos contemporáneos
En otros, intento como Sellars,
establecer vínculos entre
la tradición pragmatista en el área de la filosofía y la tradición de
Nietzsche
Nietz scheHeid
Heidegger
eggerDe
Derrida
rrida dentro del pensa
pensamie
miento
nto europeo; trad
tradi-
i-
ción que, al decir de ensayos como «El idealismo del siglo xix y el tex
tualismo del xx», es mayormente conocida en América bajo el rótulo
de «teoría literaria»
literaria».. (Por llas
as razones indicadas en «La filosofía
filoso fía hoy en
América», la brecha entre la filosofía anglófona, analítica, y lo que los
anglófonos denominan filosofía «continental» sigue aún abierta. De
suerte que escribir en inglés acerca de esta última comporta
com porta dirigirse a
una audiencia integrada, más que por profesores de filosofía, por pro-
fesores de literatura, política e historia.)
En estos escritos,
escritos, y en todos los que vinieron después, defiendo
def iendo que
el giro
giro que la filosofía eeuropea
uropea tomó con Nietzsch
Nietzschee — el alalejamiento
ejamiento
del principio socrático según el cual (como dice Nietzsche een n la duodé-
cima sección de E Ell nacimient
nac imiento tragedia) «Alies muss verstae
o de la tragedia) verstaending
nding
sein,
sein, um schoen zu sein»1
sein »12— tamb
también
ién lo imprim
imprimieron
ieron los pragm
pragmatistas
atistas
1 Richard
Richard Rorty,
Rorty, La filos
fil osof
ofía
ía y el es
espejo
pejo de la natura leza, trad.
naturaleza, trad. de J.
J. Fernández,
Fernández , Cáte
dra, Madrid, 1989. (N. del I )
2 En alemán en ele l original:
original: «T odo tiene
t iene que ser inteligible
int eligible para
para ser bello » (Friedrich
(Friedrich
Nietzsche, E
Ell nacimiento
nac imiento de la trage dia, trad. de A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid,
tragedia,
1973, p. 111). (N.delT.)
[11]
que, en
trato deensayos
mostrarcomo «Superando
que James la ttradición:
y Dewey radición:
están en Heidegger
Heid
mejor egger y Dewey»,
Dewey
situación »,
para
superar esa tradición que autores como Nietzsche
Nietz sche y Heidegger. A mi
modo de ver, la respuesta oportuna a Darwin no es la esperanza
nietzschiana
nietzschia na en la venida de una nueva especie
especie sobrehuma
sobrehumana,na, sino el
el
reconocimiento pragmatista de que la búsqueda de la verdad no
difiere de la búsqueda de la felicidad humana, sino que es parte de
esta última.
Darwin
Darw in nos enseñó a vemos como una especie biológica entre otra otrass
muchas, sin que ello nos hiciese peores
peores.. Nos
N os hizo ver
v er cómo la evolución
cultural —y, en particular, la evolución hacia sociedades tolerantes,
igualit
igualitarias
arias y biológica.
la evolución democráticas—
Desdepodía entenderse
el punto de vistacomo u
unn desarrollo
darwiniano de
en el que
James y Dewey concurrían, el paso de una cultura que cifra el objetivo
objetivo
de la investigación
investigación en aprehender cómo son las cosas en sí mismas a otra
que lo hace en la consecución de mayores cotas de felicidad humana,
constituye un ascenso evolutivo, al igual que el paso de una cultura
esclavista a otra que aborrezca la esclavitud. En la utopía pragmática
que se encuentra al final de esta secuencia evolutiva, nadie cree que la3
la 3
más útiles
racción condelalas cosas. Tales
naturaleza descripciones
no humana, y con posibilitan modos que
nosotros mismos, de inte-
nos
hagan cada vez más felices. Pensando en estos términos, uno puede
entender por qué William James dedicó su libro Pragmatismo a «la
memoria de John Stuart Mili, de quien primero aprendí la amplitud
pragmática
pragm ática de la mente y a quien me gusta im imagina
aginarr como guía nuestro
si viviera hoy»4.
Mili era utilitarista a la vez que empirista. La filosofía anglófona
contemporánea se ha desembarazado con creces del empirismo. Las
críticas
críticas pragmatistas de las teorías de la verdad como correspondencia
c orrespondencia
y de las del conocimiento como «copia» contribuyeron a su extinción.
Pero el utilitarismo sigue conservando toda su pujanza y, según creo, la
mejor forma
fo rma de entender el pragmatismo es a modo de utilitarismo apli-
cado a la epistemología.
epistemología. Como ocurre con c on el empirismo, el utilit
utilitarismo
arismo
sigue siendo
siendo despreciado po porr numerosos filósofo
filósofoss europeos que, bajo la
égida de Heidegger, están convencidos de que, como este último dijo en
cierta ocasión, «la concepción americana del americanismo en térmi-
nos del pragmatismo permanece en las afueras del reino metafísico».
Pienso
Pien so que las doctrinas que Mili defiend
defiendee en Sobre lala libertad y E l uti
uti
Ric h a r d R o r t y
25 de octubre de 1994
PREFACIO
[15]
N o he inclu
No incluido
ido algunos
algu nos otros artí
artículos
culos es
escritos
critos en ese período — los
de carácter predom
predominantem
inantemente
ente polém
polémico
ico o técnico— . Sólo he da dado
do
entrada a ensayos que puedan tener interés para lectores no filósofos.
Manifiesto
Ma nifiesto mi agradecim
agradecimiento
iento a los lecto
lectores
res de mi libro La filo
fi loso
so fí
fíaa y el
naturaleza que me sugirieron la conveniencia d
espejo de la naturaleza dee tener más
fácil acceso a unos ensayos que tratasen con mayor detenimiento dis-
tintos temas
tem as que en ese libro me limlimité
ité a b
bosqueja
osquejar.
r.
Para acabar, doy las gracias a Pearl Cavanaugh, Lee Ritins, Bunny
Romano y Ann Getson, a Laura Bell por su paciente trabajo mecano
gráfico
grá fico y a David Venell
Venellan
an por sus valiosos cconsejos
onsejos para la edición.
edición.
Los ensayos proceden de las siguientes fuentes. Mis más sinceras
gracias a todos y cada uno de los editores y de las editoriales de las
revistas
revist as y las compilaciones
compilaciones abajo enumeradas por perm permitirme
itirme reimpri-
mirlos.
El ensayo 1, «El mundo felizmente perdido» («The World Well
Lost»), fue leído ante la Ea
Easte
stern Divis ión de la American Philosophical
rn División
Asso
As socia tion en diciembre de 19
ciation 1972
72,, con los comenta
comentarios
rios de Bruce Auné
y Milton Fisk. Apareció en Th Thee Journal
Journ al o f Philos ophy, LXIX (1972),
Philosophy,
pp. 649665.
El ensayo
ensayo 2, «Conservando la pureza de la filosofía» («Keeping Phi-
losophy Puré»), apareció en The YaleReview, LX LXV V (1976), pp. 336356.
El ensayo 3, «Superando la tradició
tradición:
n: Heide
Heidegger
gger y Dewey» («Over
coming the Tradition: Heidegger and Dewey»), fue mi contribución a
un congreso sobre Heidegger que tuvo lugar en la Universi Universidaddad de Cali-
fornia, San Diego, en 1974. Apareció en The Review o f Metaphysi cs,
Metaphysics,
XXX (1976), pp. 280305.
El ensayo
ensayo 4, «L«Laa profesionalizac
profesionalización
ión de la filosofía y la cultura trans
cendentalista» («Professionalized Philosophy and Trascendentalist Cul-
ture»), fue leído ante el Bic
Bicen
enten
tennia
niall Sympos
Sym posium
ium o f Philosophy organi-
zado por la City University ofNew York en 19 1976
76.. A
Apareció
pareció po
porr vez pri
pri--
mera en The Georgia Review, XXX (1976), pp. 757769, y más tarde
(con el título «Genteel
« Genteel Synt
Syntheses,
heses, Professional Anal
Analyses,
yses, and Trascen-
dentalist Culture») en las actas del Bic
Bicente
entenn
nnial Sympo sium Two Cen-
ial Symposium
mente ingenuo» del nihilismo técnico que, en el tercer ensayo del presente libro, Rorty
adscribe a Heidegger: «La versión d eweya na de la hi historia
storia de la filos ofía tiene por obje
to depurar
depurar nuest
nuestra
ra autoimagen de cualquier resto
resto procedente de otr
otras
as épocas de la histo
ria de la m etafísica, de todo recuerdo de una era a
ante
nterior
rior a la supremacía de la técnica.»
técnica.»
PREFACIO 17
INTRODUCCIÓN:
PRAGMATISMO
Y FILOSOFÍA
1. PLATÓNICOS,
PLATÓN ICOS, POSITIVISTAS
POSIT IVISTAS Y PRAGMATISTAS
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 23
sófico entre
litigio y que platónicos
la mejor manera de dar sentido
y positivistas a las cosas
y abandonar así lasespresuposicio-
retirarse del
nes de la Filosofía.
Filosofía.
Una de las dificultades que tienetiene el pragmatista a la hora de clarifi-
car su posición es puespue s que debe disputar con el positivista el puesto
puesto de
radical antiplatónico. Quiere atacar al platónico
platónic o con armas
arm as distintas de
las del positivista, pero a primera vista no parece nada más que otra
variedad de positivista.
positivista. Comparte con c on el positivista la concepción baco
niana y hobbesiana
ho bbesiana según la cual el conocimiento
conocimiento es poder, un instru-
mento para habérselas con la realidad. Pero lleva esta idea baconiana
hasta su extremo, cosa que no hace el positivis
positivista.
ta. Renuncia
Re nuncia por entero a
la noción de verdad como correspondencia con la realida realidad,
d, afirmando
no que la ciencia moderna nos permite hacer frente a la realidad porque
guarde correspondencia con ella, sino que simplemente nos permite
hacerle frente. El pragmatista argumenta
argume nta que varios siglos de esfuerzos
no han servido para dar un sentido digno de interés a la noción de
«correspondencia» (de los pensamientos o de las palabras con las
cosas).
cosas ). Para
P ara el pragmatista,
pragmatista , la moraleja de esta desale
desalentadora
ntadora historia es
que la afirmación
afirma ción «las oraciones verdaderas
verdaderas funcionan porque corres-
pond
po nden
en con
co n el mod
modoo de ser de las cosas»
co sas» no
n o es más
má s iluminad
ilu minadora
ora que
qu e la
afirmación «algo es bueno porque cumple la Ley Moral». Ambas
observaciones, a su modo de ver, son vacuos cumplidos metafísicos:
inocuos en tanto que palmaditas retóricas
retór icas en la espalda del investigador
o del sujeto agente exitoso, pero importunos cuando se toman en serio
y se «clarifica
«clarifican»n» filosóficamente.
filosóficamen te.2
2. EL PRAG
PRAGMATISMO
MATISMO Y LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁ
CONTEMPORÁNEA
NEA
físicos). Con
físicos). C on todo, su antiplatonismo no es lo suficientemen
suficien temente te riguroso
para
pa ra los filósofos analíticos
analíticos ni lo
lo suficiente
suficientemente
mente radical
radical para
par a los noana-
noan a-
líticos.
líticos. De ac
acuerdo
uerdo con la tradición que arranc
arr ancaa del positivismo lógico, los
ataques pragmatistas sobre la filosofía «transcendental» cuasiplatónica
requieren la agudeza de un u n análisi
análisiss más meticuloso y pormenorizado de
nociones como «verdad» y «significad
«sign ificado»'.
o»'. Según
Según la tradición antifilosó-
fica del
del pensamiento francfrancés
és y alemán que tiene como punto de partida
la crítica nietzscheana de ambas ramas del pensamiento decimonónico
—lo
— lo mis
mismo
mo de lal a positivista
positiv ista que
qu e de la tran
transcend
scendenta
ental—
l— los pr pragm
agmati
atis-
s-
tas americanos son pensadores que en realidad jamás jam ás rompieron
rom pieron con el
positivism
posit ivismo,
o, por
p or lo que
q ue tampoco
tamp oco ro romp
mpier
ieron
on con
co n la Filo
Fi loso
sofía
fía22.
Creo que ninguna de ambas actitudes de rechazo está justifica-
da.. Según el
da el panorama de la filosofía analítica
analítica que ofrecí
ofrecí en L Laafilo
sofía
sofí a y el espej
espejo o de la naturaleza1 3, la histori
2 hist oriaa de este movim
m ovimiento
iento ha
ha
venido marcada por po r una «pragmatización» gradual de los principios
originarios del positivismo
positivismo lógico.
lógico. Según el panorama de la filoso- filos o-
fía «continental» reciente que espero ofrecer en un próximo libro
sobre HeidH eidegegge
ger4r4,, las críticas de James y Nietzsche
Nietzsc he al pensamie
pens amiento nto
decimonónico son paralelas. paralelas. Es más, la versión de James es preferi-
ble,, pues
ble pu es el elud
udee los elem
el emenento
toss «met
«m etafafís
ísic
icos
os»» del
de l pens
pe nsamamie ient
ntoo de
Nie
N ietz
tzscschh e que
qu e H eide
ei degg
gger
er cr
crit
itic
icaa y, d
dich
icho
o sea de paso
pa so,, los el
elem
emenentotoss
«metafísicos» del pensamiento de Heidegger que critica D Derri
errida
da5 5. A
mi modo de ver, ver, James y Dewey no sólo estaba estaban n aguard
aguardandoando al final
fina l
del camino dialéctico recorrido por la filosofía analítica, sino tam-
bié
b iénn del
d el que,
qu e, p o r ejem
ej emplplo,
o, Fouc
Fo ucauault
lt y Del
D eleu
euze
ze en la act
a ctuu al
alid
idad
ad rec
r ecoo-
rr e n 6.
Pienso que la filosofía analítica culmina en Quine, el segundo Wit Witt t
genstein, Sellars y Davidson, lo que equivale a decir que se ttranscien
ransciende
de
y se cancela a sí misma
misma.. Estos pensadores ttuvieron
uvieron el acierto de borrar
libro de A. J. Ayer, Th
1 El libro Thee Origi
Originsns o f Pra
Pragm
gmatis
atism,
m, Freeman, Cooper, San Francis
co, 1968, es un buen ejemplo de dicho punto punto de vista.
vista.
2 Con respecto a esta a acti
ctitud,
tud, véase la crícrítica de Habermas a Peirce en Conocimiento
tica
e interés, Taurus, Madrid, 1980, cap. 6, y también la cita de Heidegger en la nota 66 del
tercer
terc er ensay o d el presente libro.
libro.
3 Ric
Richar
hard Rorty, La fil
d Rorty, filo
o sofí
so fía
a y e l esp
espejo
ejo de la nnatur
aturalez
aleza,
a, Cátedra, Madrid, 1989.
al segundo vo lum en de sus Ph
4 El autor se refiere al Philo
iloso
soph
phica
ica l P ap ers,
er s, Es
Essa
says
ys on H
Hei
ei
de g ge
gerr an d Others, Cambridge University Press, Cambridge, 1991. (N. del I )
5 Desarrollo esta aafirmaci
firmaciónón en los ensay os 6 y 8 del presente
presente lib
libro
ro..
6 V éas e el parágrafo
parágrafo final
final del ensa yo 11 del presente
presente libro.
libro.
ju n to en rrela
jun elació
ción
n co
conn aalg
lgun
unaa otr
otraa co
cosa
sa a la q
que
ue se ap
aplic
licaa o p
par
araa la ccual
ual
es un medio con vistas a un fin. Las artes y las ciencias, y la filosofía
en tanto que su autorreflexión
auto rreflexión e integración, constituye ese proceso de
ampliación y robustecimiento. Pero la Filosofía, el intento de decir
«cómo
«cóm o el lenguaje se relaciona con el mundo mundo» » estableciendo quéqu é es lloo
que hace que ciertas oraciones sean verdaderas o que ciertas acciones
y actitudes sean racionales o buenas, es, desde esta perspectiva, algo
imposible.
Es una
un a imposible tenta
tentativa
tiva de desp
despojamos
ojamos de nuestra piel —de las
tradiciones, lingüís
lingüísticas
ticas y no lingüísticas, en cuyo seno llevamos a cabo
nuestro
nuest ro pensamient
pensamiento o y nuestra autoc
autocrít
rítica
ica—
— para comp
comparamos
aramos con algo
absoluto. Este apremio platónico por escapar de la finitud de nuestro
tiempo y de nuestro luga
lugar,
r, de los aspectos «meramente convenci
convencionales»
onales»
y contingentes de nuestra vida, es responsable de la originaria distinción
distinción
platón
pla tónica
ica entre dos géngénero
eross de orac
oraciones
iones verdad
verdaderas.
eras. Ata
Atacan
cando
do esta
última distinción, la tendencia holística y «pragmatizadora» de la filo- fil o-
sofía analítica nos ha ayudado a ver cómo o opera
pera el impulso metafísico,
común a whiteheadianos divagantes y a «científicos realistas» de alta
precisión
prec isión.. H
Haa fomen
fomentad
tado
o nuestr
nuestroo escep
escepticism
ticismoo con resp
respecto
ecto a la idea de
que cierta
c ierta ciencia especial (digamos que la física
física)) o que cierto género
literario
literario (digamos q que
ue la poesía romántica o la filoso
filosofía
fía tra
transcendental)
nscendental)
nos proporciona
propo rciona aquella especie de oración verdadera que no es tan sólo
una oración verdadera, sino un fragmento de la mismísima Verdad.
Aunque
Aunq ue de hecho tales oraciones pueden ser muy útiles, no va a haber
unaa explicación Filosófica de su u
un utilida
tilidad.
d. Esa explicació
explicación, n, al igual que
la just
justifica
ificació
ciónn ini
inicial
cial de la ora
oración,
ción, será cuestión parroquial, cierta
comparación de esa oración con otras oraciones alternativa
alternativass formuladas
en el mismo vocabulario o en otros. Mas tales comparaciones son cosa
del físico o del poeta, por ejemplo,
ejemplo, o quizá del filósofo
filósofo,, no d del
el Filóso-
fo, del externo experto en la utilidad o en la función o en el estatuto
metafísico del Lenguaje o del Pensamiento.
El ataque de Wittgenstein, Sellars,
Sellars, Quine y Davidso
Davidson n contra los dis-
tingos entre clases
clases de oraci
oraciones
ones representa la particu
particularlar aportación d dee
la filosofía analítica a la insistencia antiplatónica en la ubicuidad del
lenguaje. Esta insistencia caracteriza tanto al pragmatismo como al
reciente filosofar
filo sofar «continental».
«continental». HHee aquí algunos ejemplos
ejemplos::
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 27
se la vuelta y decir
decir:: N o quieres decir nada que no te hayam os enseñado,
enseñ ado, y sólo
lo haces
hac es cuan
cuandodo ttrat
ratas
as a al
alguna
guna palabra
palabra co
com
m o intérprete
intérprete de tu pensa
pensamient
mientoo
[...] (Peirce)9.
[...] el nom
nominalis
inalismo
mo psico
ps ico ló
lógic o, de acuerdo con el cual toda
gico, toda consciencia
de géneros, semejanzas, hechos, etc., en resumen, toda conciencia de entida
des abs
abstrac
tractas
tas — y, en realidad
realidad,, hasta toda con ciencia
cienc ia de particular
particulares—
es— es una
cu
cuestió
estiónn lingüística
ling üística (Sellar
(S ellare)1
e)111.
Sólo en el lenguaje uno puede querer decir una cosa por medio de otra
(W ittge
ittgens
nstein
tein)1
)122.
La experiencia
ex periencia humana es esencialm ente lingüística (Gad am er)13
er)13.
[..
[...]
.] e l hombre se
s e halla en el trance de perecer mientras que el ser del lelenn
guaje sigu e brillando cada vez más
má s sobre nuestro horizonte (Fou cau lt)14
lt)14.
der allende del lenguaje hasta algo que lo «basa», o algo que éste
«expresa», o algo a lo cual cabe esperar que se «adecúe», han fraca-
sado. La ubicuidad del lenguaje tiene que ver con su desocupación,
favorecida poporr el
el fracaso de ttodos
odos los variopintos
variopintos candidatos al pues-
pues -
to de «puntos de partida naturales» del pensamiento, anteriores e
independientes de las maneras de hablar, presentes o pasadas, de
cierta cultura. (Entre los candidatos a tales puntos de partida cabe
incluir las ideas claras y distintas, los sense-data, las categorías del
entendimiento puro, la lass estructuras
es tructuras de la consciencia prelingüística y
cosas por el estilo.) Peirce, Sellars y Wittgenstein nos dicen que el
regreso de la interpretación no puede detenerse gracias al tipo de
«intuición» asumida por la epistemología cartesiana. Gadamer y
Derrida afirm
a firmanan que nues
nuestratra cultura
cultura ha estad
estadoo bajo el dominio de la
noción de «significado
« significado trascendental
trascendental», », la cu
cual,
al, deteni
deteniendo
endo ese regre-
so, nos liberaría de la contingencia y de la convención para condu-
cimos a la Verdad. Foucault nos dice que nos estamos desasiendo
gradualmente del «confort metafísico» proporcionado por la tradi-
ción Filosófica, de esa imagenima gen del Hombre en la que éste cuenta con
un «doble» (el alma, el Yo Yo Nouménico
Nou ménico)) que emplea
em plea el verdadero
verdad ero le len-
n-
guaje de la Realidad y no el mero mero vocabulario propio de uuna na época y
un lugar.
lugar. Por último, Heidegger nos advierte que si intentamos ccon- on-
vertir
ver tir eell lengua
lenguaje
je en un nuevo tópico
tópico de investigación FiloFilosófic
sóficaa sólo
conseguiremos recrear los viejos e interminables enigmas Filosófi-
cos que solíamos plantear en torno al Ser o al pensamiento.
Esta última consideración equivale a decir que no debemos debem os tomar
toma r lo
que Gustav Bergmann
Bergm ann llamaba
llamab a «giro lingüístico»
lingüístico» como lo hicieron
hicieron los
positivis
posit ivistas,
tas, com
comoo si nos
no s pper
ermi
mities
tiesee rresp
espon
onde
derr pr
pregu
egunta
ntass kkan
antian
tianas
as sin
tener
sobreque p isar el terrenoo la
pisar
la «experiencia» de«conciencia».
los psicolo
psicologistas,
«concienci gistas,
a». É sasólo
Ésa fue,con hablar
hablar,,lacon
de hecho, Kant,
motiva-
ción inicial
inicia l del ««gi
giro
ro»1
»166, pero
per o (gracias
(g racias al holismo y al pragm
pragmatism
atismoo de
los autores citados) la filosofía
filos ofía analítica pudo ir más allá de es esta
ta moti-
vación kantiana y adoptar una actitud naturalista, bbehaviorista,
ehaviorista, hacia el
lenguaje.
lenguaj e. Ta
Tall actitud la ha lleva
llevado
do a los mmismos
ismos derroteros pporor los que
camina la reacción «continental» contra la tradicional problemática
kantiana, reacción que encontramos en Nietzsche y Heidegger. Esta
16 a s e H a n s S l u g a , Fre
V ééa Frege,
ge, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1980, «Introduc
ción » y cap. 1, con respecto a las mo tivacione s neokantianas y anti
antinatu
natural
ralista
istass de Frege.
INTRODUCCIÓN:: PRAG
INTRODUCCIÓN PRAGMATISMO
MATISMO Y FILOSOFÍA 29
Antes de pasar a hacer conjeturas sobre el aire que tendría una cul-
tura postFilosófica, debo aclarar que mi descripción de la presente
escena Filosófica es deliberadamente simplista. Por el momento he
ignorado el contragolpe antipragmatista. He bosquejado cómo se veían
las cosas
cosas unos diez años atrás,
atrás, al menos para un pragmatista henchido
de optimismo. En uno y otro lado del canal, la década siguiente ha pre-
senciado
senci ado una reacción favor
favorabl
ablee al realismo, término
térm ino que ha llegado
llegado a
convertirse en sinónimo de «antipragmatismo». Esta reacción cuenta
con tres diferentes motivos:
motivos: 1) la la opinión según la cual los modernos
modern os
refinamientos técnicos de la filosofía
filosof ía del
del lenguaje han puesto en duda
las tradicionales
tradicionales críticas
críticas del pragmatismo hacia
ha cia la «teoría de la verdad
comomatista
prag
pragma correspondencia»,
tista respo
res pond o, como
ndaa a ciertas
cier mínimo,
tas cuestiones
cuest ha n hecho
han cadass necesario
iones intrincada
intrin técn icasque
y técnicas el
antes
de seguir adelante; 2) la sensación de que la «profunda» significación
humana del libro de texto Los problepro blemamass de la filo of ía se ha subesti-
fi loss ofía
mado, de que los pragmatistas han amontonado problemas reales y
pseudop
pseu doprob
roblem
lemasas en una
un a frívola
frívol a orgía
or gía que conduc
con ducee a su «disolución»;
«disolu ción»;
3) la sensación
sensación de que sufriríamos
sufriríamos una importante pérdida si la Filoso-
fía, como disciplina autónoma, como Fach, d desaparecies
esapareciesee de la escena
cultural (tal y como ha sucedido con co n la te
teología).
ología).
Este tercer motivo
motivo —el temor
tem or a lo que suced
sucedería
ería si nos quedásemos
q uedásemos
sólo con la filosofía y no con la Filosofía—
Filosofía— no representa
repre senta simp simplemen-
lemen-
te una reacción defensiva de especialistas ante la amenaza del desem-
pleo. Es la convic
con vicció
ciónn de que una
un a cultur
cu lturaa sin Filoso
Filo sofíafía sería
serí a «irra
«ir racio
cio--
Derrida,
departamentos Gadamer, Foucault,
británicos por ejemplo)
y americanos son mejor
de literat
literatura recibidos yen
ura comparada los
cien-
cia política,
política, pongam
pongamos os por cas
caso,
o, que en los departamentos de filos filosofía.
ofía.
En ambos continentes exist existee el temor de que la filosofía pierda su tra-
dicional aspiración a un est estatuto
atuto científico y de que quede relegada a
algo «meramente literario».
Más tarde me extenderé con detalle acerca de este temor, cuando
hable de las perspectivas que ofrece una cultura en la que la distinción
ciencia/literatura haya perdido su importancia. Me centraré aho ahora
ra en los
dos primeros motivos recién enumerados, ligados a dos grupos huma-
nos enteramente distintos. El primero es propio de filósofos del len-
guaje como Saúl Kr Kripke
ipke y Michael Dummett, mientras que el segundo
lo es de escritores menos especialespecializados
izados y con mayor variedad de inte-
reses, como Stanley C Cavel
avelll y Thomas Nagel. Llamaré «realistas técni-
cos» a quienes se sirven de las tesis de Kripke acerca de la referencia
para
pa ra lo
loss ffin
ines
es de un
unaa epi
epistem
stemolo
ología
gía rea
realis
lista
ta (p
(por
or ejem
ejemplo
plo,, H
Har
artr
tryy Field,
Richard Boyd y, en ocasiones, Hilary Putnam). A Cavell, Nagel (y
otros, como Thompson Clarke y Barry Stroud) los llamaré «realistas
intuitivos
intu itivos». ». E
Estos
stos últimos objetan que las disoluciones
disolucione s pragmatistas de
los problemas tradicionales son «verificacionistas»:
«verificacionistas»: o sea, que los prag-
matistas creen que nuestra incapacidad de establecer lo que valida o
invalida determinada solución de un problema constituye una razón
para
pa ra de
dejar
jar de lado el probl
problema.
ema. AdAdopoptar
tar este pupunto
nto de vis
vistata es, según
Nage
Na gel,
l, no llleg
legar
ar a ve
verr que «el que un prob
problem
lemaa sea irreso
irresolub
luble
le no si
signi-
gni-
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 31
fica
fi ca que sea irre
irreal
al»1
»177. Los realistas intuitivo
intuitivoss enj
enjuici
uician
an al
al prag
pragmati
matismo
smo
porr sus frutos, aleg
po alegando
ando que la creen
creencia
cia pragma
pragmatist
tistaa en la ubicu
ubicuidad
idad del
lenguaje aboca a cierta minusvalía
minusvalía a la hora de reconoce
reconocerr que los pro-
blemas
blem as fil
filosó
osófic
ficos
os surgen precprecisam
isamente
ente allí dond
dondee el leng
lenguaje
uaje no se
adecúaa a los hechos. «Mi realismo con respecto al dominio de lo subje-
adecú
tivo
tiv o en cua
cualquiera
lquiera de sus formas — —afirm
afirmaa Nagel— conl conlleva
leva la creenc
creencia
ia
en la existencia de hechos que se encuentran fuera del alcance de los
concep
co nceptos
tos hu
humm a n os
os»» 18.
Los realistas ttécnicos,
écnicos, por el contrario, consideran que el prag pragma-
ma-
tismo es erróneo no porque aboque a un rechazo superficial de proble-
mas profundos,
profundos, sino porque se basa en una filosofía del lenguaje «fal-
sa», verificacionista. No les disgusta eell «verificac
«verificacionismo
ionismo» » por sus fru-
tos metafilosóficos, sin sino o porque ven en éste una malcomprensión de la
relación entre el lenguaje y el rpundo. En su opinión, Quine y Witt
genstein se equivocaron al al seguir la tesis de Frege según la cual el sig-
nificado
pal
palabra
abra———algo
—det
algo
determ determinado
ermina poria,laslointenciones
ina la referenc
referencia, intenciones
que la pal de aquien
palabr
abra selecemplea
cionaa enuna
seleccion el
mundo. Según el ellos,
los, sobre la base de la «n «nueva
ueva teoría de la referencia»
creada por Saú
Saúll Kripke estamos en situaci
situación
ón de pode
poderr construir una des-
cripción mejor,
mejor, noffegeana, dé las re relaciones
laciones palabramu
palabramundo.ndo. Mientras
que Frege, al igual que Kant, pensaba que nuestros conceptos fraccio-
naban una multiplicida
multiplicidad d indiferenciada de acuerdo con nuestros inte-
reses (tesis que aboca de manera bastante directa al «nominalismo psi-
cológico» de Sellars y a la indiferencia goodmaniana hacia la ontolo
gía), Kripke veía el el mund
mundoo como algo previame
previamente
nte dividido no sólo en
particulare
parti culares,
s, sin
sinoo en ggéner
éneros
os nat
naturales
urales de parti
particula
culares
res e inclu
incluso
so en rras-
as-
gos esenciales
gunta y accidentales
sobre la verdad de «X es
de deφ»dichos génerosdescubriendo
se responde y particulares. La es
cuál pre-
la
referencia de «X» —en tanto que hecho físico, y no por obra de las
intenciones de alguien— para
par a más ttarde
arde des
descubrir
cubrir si ese particular
partic ular o ese
género es φ. Sólo mediante dicha teoría «fisicalista» de la referencia,
afirman los realistas técnicos, puede preservarse la noción de «verdad
como correspondencia con la real realidad»
idad».. La respuesta del pragmatista a
esta pregu
pregunta
nta es bien distinta: investigar si, teniendo en cue
cuenta
nta cuantos
17 Thomas Nagel, M
Mor tal Questions, Cambridge Un
ortal University
iversity Press,
Press, Cambridge,
Cambridge, 1979,
p. xii.
18 Ibíd., p. 171.
INTRODUCCIÓN:: PRAGMATISMO
INTRODUCCIÓN P RAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 33
güística; otro aspecto, que no pue
puede
de reducir
reducirse
se a l primer
primeroo [cursiva añadi
añadida],
da], resi
de en cuáles son
so n los objetos o propiedades fí
físicas
sicas que caen bajo el término 72.
Con todo,
todo, no está claro en qué podrían consistir esos procedimien-
tos técnicos, no intuitivos.
intuitivos. Pues falta poporr aclarar cuáles son los datos que
la filosofía del lenguaje debe explicar. El dato citado con mayor fre-
cuencia consiste en que la ciencia es operativa, logra resultados: nos
permi
per mite
te curar
cura r enferm
en fermedad
edades,
es, borra
bo rrarr del mapa
ma pa ciudades,
ciudad es, y cosas porpo r el
estilo.
estilo. ¿Cómo
¿C ómo sería esto posible, preguntan los realistas, si ciertos enun enun- -
ciados científicos no correspondiesen al modo de ser de las cosas en sí sí
mismas? Pero, replica el pragmatista, ¿cómo es que eso vale como una
explicación? ¿Qué otras otras especificaciones
especifica ciones de la rrelación
elación de «correspon-
«co rrespon-
dencia» pueden darse para que esta explicación tenga más valor que el
recurso a la virtus dormitiva (a la que el doctor de Moliere apelaba para
explicar por qué el opio provocaba el sueño)? ¿Qué cosa corresponde
en este caso, valga la expresión, a la microestructura
microestru ctura del opio? ¿Cuál es
la microestructura de esa «correspondencia»? El aparato tarskiano de
condiciones de verdad y de relaciones de satisfacción no resuelve la
papeleta,
papele ta, ya que dicho aparato
apara to se ajusta
ajust a igualmente
igua lmente bien
bie n a las teorías
fisicalistas «cimentadoras»
«c imentadoras» tipo Field como a las teorías coherentistas,
holísticas y pragmáticas
pragmá ticas tipo Davidson.
Davidson. Cuando
Cua ndo los realistas como Field
arguyen que la teoría de la verdad de Tarski es un mero armazón, al
igual que la teoría
teoría del «gen» de Mendel, que q ue requiere una «reducción»
fisicalistaa «a términos
fisicalist términos no semánticos»2
semán ticos»2 23los prag
pragmati
matistas
stas replic
re plican
an (jun-
(ju n-
to a Stephen Leeds) que «verdad» (como «bueno» y a diferencia de
«gen») no es una noción
noc ión explicativ
explic ativa2
a24. (O que, d dee serlo, la estructu
estru ctura
ra de
las explicaciones en las que se emplea
em plea requiere mayor análisis.)
22 Har
Hartry
try Field, «Mea
«Meaning,
ning, Lo gic and Conceptual Ro le», Jou Journ
rnal
al o f Ph
Philos
ilosoph
ophy,
y,
LXXTV
LXXT V (197
(1977),7), p. 398.
23 Field, «Tarski’s Theory o f Truth»
Truth»,, Jo
Jour
urna
nall o f Ph
Philos
ilosop hy,, LX IX (1972), p. 373.
ophy
24 En su libro
libro Me
Mean
aning
ing aand
nd the M
Mororal
al Scie
Science s, p. 16, Putnam at
nces, atribuye
ribuye esta opinión
a Leeds. Cabe presumi
presumirr que Field responderí
responderíaa que sí es una noc ión explicati
explicativa
va por cuan
to usamos las creencias
creencias de llaa gente com o índices del mod o de ser de las cosas en el mu n
do. [Con respecto a este argumento, véase «Tarski’s Theory o f Truth» Truth» y también el ar
tículoo de Field «M ental Represe
tícul Representat
ntations
ions»,
», en N ed Bloc k (ed.), Re Read
adin
ings
gs in Ph
Philo
iloso
soph
phica
ical
l
Psych
Ps ycholo gy,, vol. 2, Harv
ology Harvard
ard University
Unive rsity Press
Press,, Cambridge, Mass., 1981, p. 103. 103.]] E l prag
matista debería
debería responder
responder a su ve z que nuestra
nuestra pos
postura
tura no consiste
cons iste en afirmar
afirmar «Aceptaré
lo que Jones dice como, cet
ceteris
eris pa
parih
rihus
us,, un indicio fiable del modo de ser del mundo»,
sino en
e n afirma
afirmarr «Haré mías, cet
ceter
eris
is pa
parih us,, las afirmaciones de Jones».
rihus
S es verdadero
verdadero si y sólo
sólo si puede asev
as ever
erars
arsee ....
Afirmar S es
es lo mejor
mejo r que puede hacerse en C si
si y só
sólo
lo s i ....
25 D e hecho,
hecho, numero
numerosos
sos prag
pragmamatitist
stas
as (en
(entr
tree los que
que me cuento
cuento)) no siemp
siemprere han
han teni
tenidodo
la pmde ncia suficiente para zafarse
zafarse de este ardid
ardid.. A menudo, el pragmatista
pragmatista ha visto en la
definición de verdad de Peirce — la verdad verdad com o e l punto de convergen cia futu futura
ra de la
investigac ión— una buena manera de captar captar la intuición realista
realista por la cual L a Verdad es
Una. Pero e l pragmatista
pragmatista no cuenta con más razones para para intent
intentar
ar asi
asimilar
milar esta intuición
que para
para acepta
aceptarr la intuición por la
la cual, en cualquier situación, existe siempre L a Ac ció n
Moralmente Correcta
Correcta a Realizar.
Realizar. T amp oco cuenta co n razones para creer creer que una cien cia
co m o la poes ía, en la que proliferan
proliferan sin cesar nue vos vo cabularios, sería inferior
inferior a otra
otra en
la que todos los investigadores
investigadores se com unican sirviéndose
sirviéndose del Lenguaje de la Ciencia U ni
ficada.
ficad a. [He d e dar las gracias a Putnam,
Putnam, quien m e persuadió a no dejarme seducir por la la
definic ión de Peirce, aunque, claro
claro está,
está, las razones de Putnam
Putnam no coin ciden co n las mías.
H e de dar
dar igualm
igualm ente las gracias a Sim ón Black bum por su reciente artícul artículoo «Truth,
«Truth, Rea-
Theory», M
lism, and the Regulation o f Theory», Mididwe
westst Stu
Studies
dies in Philo
Philoso
soph
phy,
y, V (1980), pp.
pp. 353-
371 , en el que subraya que «Pudiera ser ser que la idea d e revisión (de nuestras
nuestras teorías) basta
basta
se para interpretar comentarios relativos a la posible incorrección de nuestra teoría predi
lecta, pero que no bastase para
para justificar la idea de un lím ite de la inves tigación » (p. 138).]
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 35
una petición de principio.
principio. LLaa cuestión es precisamente si «lo verdad
verdade-
e-
ro» es algo más que lo que William James defi definía
nía como: «el nombr
nombree de
todo aquello cuya creencia demuestra ser beneficiosa, y además por
razoness defin
razone definidas
idas y sseña
eñalad
ladas»
as»226. En op
opinión
inión de James, «verdadero» se
asemeja
cumplidoa «bueno» o a a«racional»
que se hace en cuanto
las oraciones nocióncumplir
que parecen normativa,
cum como do
plir su cometiun
cometido
y que encajan con otras oraciones que también
tam bién lo hacen. En su opinión,
creer que La Verdad
Verdad está «ahí fuera» cuadra perfectamente con la con-
cepción platónica según la cual El Bien está «ahí fuera». Pensar que
caemos en el “irracionalismo” siempre y cuando no abriguemos «Lo
que la verdad es, Aquello cuyo conocimiento complace a nuestras
almas, aunque nos haga perecer» es como pensar que caemos en el
«irracionalismo» siempre y cuando no nos complazca pensar que La
Ley Moral resplandece en el mundo nouménico, pese a todas las vicisi-
tudes de nuestras vidas espaciotemporales. Para el pragmatista, la
noción de «verdad»
confusión entre como algo «objetivo» proviene simplemente de la
y
(II) Ademá
Ademáss del mundo, existe ahí fuera algo llamado «la verd verdad
ad
sobre el mundo» (lo que James llamaba con sarcasmo «un ter-
tium quid intermediario
intermediario entre los hechos p se , por un lado,
pee r se,
y nuestro conocimiento
con ocimiento de éstos, por el otro»
otr o»)2
)27.
26 W illiam James,
James, Pr
Pragm
agm ati
atism
sm an d the M ean ing ofT ruth , Harvard
ofTruth Harvard Universit
Un iversityy Press,
(III)
(III) La verdad sobre
sobre el mu
mundo
ndo consiste en una relación
relación de
de
«correspondencia» entre determinadas oraciones (muchas
de las cuales, sin duda alguna, están por formular) y el mun-
do mismo
el pragmatista sólo puede contentarse con decir, una vez más, que
durante siglos y siglos las tentativas de definir qué es la «correspon-
dencia» han demostrado ser fallidas, sobre todo a la hora de explicar
cómo y por qué el vocabulario último de la física acabará por ser el de de
La Naturaleza, aquél que, al fin y al cabo,
cabo, nos permite formular oracio-
nes que se ciñen a lo que la propia Naturaleza piensa de sí misma
misma..
Estas razones impiden que el pragmatista piense que, por muchas
otras cosas que pueda hacer
hace r la filosofía del lenguaje, ésta vaya a cul-
m inar en una definición de «verdadero» que supere a la de JJames. ames. No
tiene inconveniente en conceder que la filosofía del lenguaje puede
realizar otras muchas tareas. Puede, pongamos por caso, seguir a
Tarski y ejemplificar cómo sería la definición de un predicado veri
tativo para un lenguaje dado. El pragmatista puede aceptar con
Davidson que definir dicho predicado —desarrollar una teoría de la
verdad para oraciones
oraciones del inglés
inglés,, digamos— serí seríaa una buena mane-
m ane-
ra, y quizá la única, de presentar el lenguaje a modo de estructura
recursiva,, susceptibl
recursiva susceptiblee de ser aprendi
aprendida,
da, ofreciendo así una teoría ssis-
is-
temática
tem ática del ssigni
ignificad
ficado
o para tal len gu
guaje
aje2
28. Pero tambié
tambiénn concuerda
conc uerda
28 O bservemos
bservemos que que la pr
preg
egun
unta
ta po
porr la pos
posibi
ibili
lidad
dad de u
una
na «teo
«teorí
ría
a sis
siste
temáti
máticaca de
dell sig
nificado para un lenguaje dado» se emplaza en una zona ambigua, entre la pregunta
«¿Podemos dar cuenta sistemáticamente de todo aquello que el usuario de cierto len
guaje natural tendría que saber para tener competencia lingüística?» y la pregunta pregunta
«¿Po dem os lograr
lograr una semántica filos ófic a que sirva de fundamento al resto resto de la filo
sofía?». M ichael D um mett aúna des desconcertantemente
concertantemente ambas preg preguntas
untas cuando afirma
afirma
que la concep ción m etafilosófica de W ittgenste
ittgenstein,
in, la que niega la pos
posibilidad
ibilidad de que la la
filoso fía sea sistemática, la que presupone
presupone la imp osibilidad de una «teoría
«teoría si sistemática
stemática
del significado» (Dumm ett, Tru Truth
th an d O ther Enigmas, Harvar
Harvard d Univers ity Press, Cam
bridge, Ma ss., 1978, p. 45 3). D umm ett ac aciert
ierta
a al afirmar
afirmar que W ittgenstein ha de admi
tir
tir que «el hech o de que todo aquel que dom ine determinado lenguaje es capaz de enten
der un número infinito de oraciones de e se lenguaje...
lenguaje... difícilm ente puede explicarse sin
recur
rec urri
rirr al supuesto por el cual cada hablante
hablante d ispone de una com prensión implícita de de
cierto número de principios gener ales que rigen el u so de las palabr palabras
as en las oraciones
oraciones
del lengu aje» (ibíd., p p.. 45 1) y que con ello W ittgenstein se decanta hacia dicha «teoría «teoría
sistemática».
siste mática». Pero conceder que ésta sea la única única explicación del hecho en cuestión no no
le obliga a uno a creer, con Dummett, que «la filosofía del lenguaje es el fundamento
38 CONSEC
CON SECUEN
UENCI
CIAS
AS DE
DELL PR
PRAG
AGIV
IVLA
LATI
TISM
SMO
O
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 39
res ultad
result ados
os»3
»30
0. Llegados a este punto, el pragm
pragmatista
atista hac
hacee uso de su
valija de gambitos dialécticos de probado
probad o ac ie
iert
rto
o 31. Se dispone a
argumentar que no hay ninguna diferencia pragmática, ningunaningun a dife-
rencia que marque
m arque efectivamente
efectivamente un
unaa diferencia, entre «d«daa resul
resultado
tado
30 Sobre la prete
pretensión
nsión de que el pragmatismo no pued e dar razón de los lo gros de la la
ciencia (desarrol
(desarrollad
ladaa con m ás detalle en un próximo lilibro
bro de Richard
Richard Boyd) véase Simón
Blackb um , «Tru
«Truth,
th, Realism, and tthe
he Regulation o f Theory» (citado anter
anteriormen
iormente,
te, en la
la
nota 25), en partic
particula
ularr pp. 35 6-360 . Estoy de acuerdo
acuerdo con la co nclusión final de Blac k
bum: «en los co ntenciosos sob sobre
re mor
moral,
al, condicionales, ccontraf
ontrafácti
ácticos
cos y matemáticas,
matemáticas, elel
realismo sólo es digno de defensa bajo una interpretación que lo convierta en una pero
grullada»
grull ada» (p. 370 ).
31 Esta valija de ardides contie ne cantida
cantidad
d de valiosa s antigüedades, algunas de las las
cuales fueron legadas al pragmatista por Berkeley a tra vés de los idealistas británicos.
británicos.
Dich a asociación del pragmati
pragmatismo
smo con los argumento
argumentoss de Berkeley en favor del fenom e
nalism o ha llevad o a mu chos realistas (Lenin, Putna Putnam)
m) a sugerir
sugerir que el pragmatismo es:es:
a) una mera variante del fenomenalismo, b) intrínsecamente «reductivista». Pero argu
mentar
ment ar en fav
favor
or de u un
n fenom enalismo tipo Berkeley no só lo ex ige la máxima pragmát
pragmátii
ca por la la cual las cosas son com o son conocidas, sino también la tesis (jus (justamente
tamente crcriti
iti
cada por Reid, Green, W ittgenstein, Sellars, Austin et al.) de que pode m os dar sentido a a
la noción de «idea» debiddebidaa a Berkeley. Sin esta últúltima
ima noción, no p odem os proseguir en en
la dirección marcada por la tesis del idealist
idealista
a británi
británico
co por la cual « la realidad es de natu
raleza espiritual»
espiritual».. E l fracaso a la hora de distingui
distinguirr entre
entre las premisas d e Be rke ley es res
ponsable buena parte de la retórica realista acerca de la creencia del pragmatista en la
«maleabilidad» de la realidad, de su incapacidad para apreciar el carácter en bruto del
mu ndo material y de su parecido habitual
habitual con lo s idealistas al no darse cuenta de que «la
relación entr
entree las cosas físicas y las mentes es extema». Con todo, hay que reconocer q que
ue
W illiam James dijo dijo a vec es cosas a laslas que podía acachaca
hacarse
rse tales
tales acusaciones. (Véa se,
se,
p. e., el desastroso y frívolo texto de la página 125 de su obra Pra Pragm
gmatis
atism.
m. En el quinto
quinto
ensayo del pres
presente
ente llibro
ibro cri
critic
tico
o a D ew ey por sus oca sionales extravíos por iidénticos
dénticos se n
deros.) Con respecto al «redu ctivismo» , la defensa del pragmati
pragmatista
sta ante tal acusación co n
siste en afirmar que ya que en su opinión todos los vocabularios son herramientas para
cumplir ciertos propó sitos y no representaciones del ver verdadero
dadero modo de ser de las cosas,
cosas,
no le e s posible afirmar que «Todo X es en
afirmar en realida d Y », aunque sí pu
aunque p u ed e decir q ue, para
para
ciertos propósitos, resulta
resulta más prove choso hablar
hablar en términos de Y que en términos de X.
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMAT
PRAGMATISMO
ISMO Y FILOSOF
FILOSOFÍA
ÍA 41
que ciertas diferencias pueden ser reales sin que marquen una dife-
rencia, que en ocasiones el ordo essendi es diferente del ordo cognos-
cendi, que en ocasi
ocasiones
ones la naturaleza de X no nos prueba
prueb a la presencia
de la Xidad. Y así sucesivamente.
Según creo, nuestra conclusión debe ser que el realismo técnico se
hunde en el realismo intuitiv
intuitivo:
o: que la única cuesti
cuestión
ón debatible que obra
en poder del realista es su convicción de que la emergencia de los vie-
joss y entrañable
jo entrañabless pro
problem
blemas
as mmetafísic
etafísicos
os (¿hay realmente universales?,
¿hay realmente objetos con poder causal, o sólo los po postu
stula moss?) obe-
lamo
decía a un buen fin, traía algo a la luz, tenía su importancia. Pero lo que que
el pragmatista desea someter a debate es precisamente esto. No desea
discutir sobre las condiciones necesarias y sufici
suficientes
entes para que una ora-
ción sea verdadera, sino que pre precisa
cisame nte desea discutir si la práctica
mente
que aspira a encontrar una manera Filosófica
F ilosófica para aislar la esencia de
La Verdad
Verdad ha cum
cumplido
plido de he
hecho
cho su cometido. D Dee modo que la polémi-
polém i-
ca entre elenpragm
práctica, pragmatista
cómooatista
cóm abo y ellarealista
abordar
rdar his intui
intuitivo
historia
toria detivo reside enLa
la Filosofía. cómo
ve abordar
verdad
rdadera esa-
era con
con-
troversia gira en tomo al puesto de la Filosofía en la filosofía occiden-
tal, al puesto que en la historia intelectual de Occidente ocupocupaa determ
determi-
i-
nada serie de textos que suscitan los «profundos» problemas Filosófi-
cos que el realista quiere preservar.
4. LA REACC
REACCIÓN
IÓN REALISTA (I
(II)
I):: REA
REALISMO
LISMO INTUITI
INTUITIVO
VO
En realidad,
realidad, el tema a debate ent
entre
re el pragmatis
pragmatista
ta y el realista intui-
algo no
tivo es que
más si tenemos
la mera intuiciones que vienen
afirmabilidad» o que «ena decir que «la interviene
los dolores verdad es
algo más que los estados cerebrales» o que «hay una pugna pug na entre la físi-
ca moderna
modern a y nuestro sentido de responsab
responsabilidad
ilidad moral». Por supuesto
que tenemos esas intuiciones. ¿Cómo podríamos dejar de tenerlas? Se
nos ha educado en el seno de una tradición intelectual rodeada de ese
tipo de declaraciones,
declaraciones, y de otras como «Si Dio Dioss no existe, todo está per-
mitido», «La dignidad del hombre reside en sus lazos con el orden
sobrenatural» y «No debemos mofamos de las cosas sagradas». Pero
decir que debemos hallar una concepción ffilos ilosófic
óficaa que «capture» esaesass
intuiciones constituye
constituye una petición de principio en lo referente al deba deba- -
te entre el pragm
pragmatista
atista y el realis
realista.
ta. El pr
pragma
agmatista
tista nos apremia a hacer
todo lo que podam
podamos
os para dejar de tener esas intuiciones y a desarrollar
una nueva tradición intel
intelectual
ectual..
pod
podem
emos,
os, logros
mediante me
median
diante
te actosendevez
poéticos creación,
creació n, más
má s que
de Filosóficos. Nodees descubrim
des cubrimiento,
probable iento,
que la
cultura que transcienda,
transcienda, y por tanto unifique, al Este y al Oeste, a mun-mun -
danos y a galácticos,
galácticos, haga justici
justiciaa a todos por
p or igual;
igual; dicha cultura evo-
cará ambos polos
po los con la divertida condescendencia
condescendencia típica de las nue
nuevas
vas
generaciones cuando recuerdan a sus antepasados. De manera que la
reyerta del pragmatista con el realista intuitivo debería centrarse en el
estatuto de las intuiciones —en su derecho a ser rrespetadas—
espetadas— y no en
cómo determinadas intuiciones
intuiciones podrían ser «sintetiz
«sintetizadas»
adas» o «explica-
das». Para dar el debido trato a su oponente, el pragmatis
prag matista
ta debe empe-
emp e-
zar por admitir
adm itir que las intuiciones
intuiciones reali
realistas
stas en cuestión son tan profun-
das y compulsivas como el realista dice, para después intentar cambiar
de tema preguntando: Y qué hemos de hacer con con dichas intuiciones,
¿extirparlas
¿extirparlas o hallar un vocabulario
vocabulario que les haga
ha ga justicia?
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 43
Désde el punto de vista del pragmatista, adscribir «profundidad» a
los temas que los libros de texto decimonónicos compendiaban como
«los problemas de la filosofía» es sólo una form formaa de decir que no enten-
deremos determinado período de la historia de Europa a no ser que nos
hagamos una idea de qué com comportaba
portaba la preocupación por tales temas. temas.
(Pensemos en declaraciones análogas acerca de la «profundidad «profundidad» » de los
problemas
prob lemas relativos al patripasia
patri pasianismo
nismo,, al arrianism
arria nismo, o, etc., discutid
discutidos
os
porr algunos P
po Padres
adres de
d e la Iglesia.) El pr
pragm
agmatis
atista
ta está incluso
inc luso dis
dispuesto
puesto
a ir más allá para afirmar, con Heidegger,
Heidegger, que no entenderemo
entenderemoss Occi-
dente a nos ser que entendamos qué significaba preocuparse de temas
como los que preocupaban a Platón. Los realistas intuitivos, antes que
«retrotraerse» al modo historicista de Heidegger y Dewey, o al modo
cuasiantropológico de Foucault,
Foucault, se dedican a salvaguard
salvaguardar ar la tradición,
a hacemos plenamente occidentaoccidentales.
les. Su manera de hacerlo queda ejem-
plific
pli ficad
adaa por
p or los intentos de Clarke y Cavell de interpre inte rpretar
tar «el legado
del escepticismo» no como el problema de si tenemos la seguridad de
no estar soñando sino como el problema de qué tipo de ser podría pod ría hacer-
hace r-
se esa preg
pr egun
untata3
32. Amb
Ambos os hac
hacen
en uso de la existencia
existe ncia de figura
fig urass como
Descartes a modo de indicios de algo importante acerca de los seres
humanos, y no simplemente acerca del Occidente moderno.
El mejor ejemplo de esta estrategia es la manera que Nagel tiene de
actualizar a Kant,
Kant, reuniendo toda una un a serie de problemas aparentemente
dispares
dispar es bajo la rúbrica «subjetivoobje
«subjetivoobjetivo»
tivo»,, al igual que
q ue Kant
K ant reunió un
conjunto de problemas parcialmente coincidentes bajo la rúbrica rú brica «con
dicionadoincondicionado»
dicionadoinco ndicionado».. Nagel
N agel se hhace
ace eco de Kant al afirmar:
Bie n pudier
Bien pudieraa ser que alg
algunos
unos problemas filosófico
filosó ficoss carezcan de solución.
Sospecho
Sosp echo que
q ue esto es así cuando de los más antiguos y profundos se trat trataa. Éstos
nos muest
muestran
ran los límites de nuest
nuestro
ro entendimiento. En eese se caso nuestra capa
cidad de penetración
penetración depende de d e que n os aferre
aferremos
mos firmemente al problema
problema
en vez de abandonarlo, y de que lleguemos a entender por qué fracasa cada
nuevo
nue vo intento de solucionarlo y por qué fracasaron
fracasaron los anteriores
anteriores intentos.
intentos. (D e
ahí que
que estudiemos las obrobrasas de filósofo s com o Platón y BerBerkeley,
keley, cuyas op opii
nion es nadie acepta
acepta.).) Los prob
problemas
lemas insolu bles no son por ello irreales3
irreales333.
33 Nag el, M
Mor
ortal
tal Questio ns, p. xii.
Questions,
Para hacemos
hacem os una idea de lo que Nagel tiene en e n mente, examinemos
su ejemplo del problema del «azar moral»,moral», del hecho de que uno sólo sólo
puede
pu ede se
serr elogiado
elogia do o culpabiliz
culp abilizado
ado moralme
mora lmente
nte de aque
aquello
llo que está bajo
su control, aunque en e n la práctica
prác tica nada lo esté.
esté. Como
C omo dice Nagel:
Na gel p
Nagel pien
iensa
sa que tenem
te nemos
os a nuestro
nue stro alcance
alca nce un
unaa «solución
«solu ción»
» típica
típ ica-
-
mente llana,
llana, verificaci
verificacionista,
onista, para este proble
problema.
ma. Podemos llegar a esta
solución (la de Hume) entrando en detalles relativos a los tipos de fac-
tores extemos que en nuestra opinión cuentan o no a la hora de restar
mérito moral a una acción
acción::
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGM
PRAGMATISMO
ATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 45
[...] en cierto modo e l problema
[...] problema carece de solución , puesto que hay algo eenn la
idea de acción que resul
resulta
ta in
incompatib
compatible
le con que las acciones sean sucesos o
que las personas
person as sea
seann co sa s3
s377.
otro
Ya que
gámoslo a las
así, personas
hemos no les queda con remedio
de conformamos que ser
una intuición, cosas,
que di-
nos se-
ñala «los límites de nuestro entendimiento»
en tendimiento» y, po
porr tanto,
tanto, de nuestro
nues tro len-
guaje.
Comparemos ahora la actitud de Nagel hacia «la naturaleza del ju i-
cio moral» con la de Iris Murdoch. Murdoch considera que el intento
kantiano de aislar un sujeto agente que no sea un objeto espaciotem-
poral
por al constituye
constituy e un viraje desafortu
desaf ortunado
nado y contum
con tumaz az del pensam
pen samiento
iento
occidental. Dentro de cierta tradición postkantiana, dice Murdoch
37
Ibíd., p. 37.
38
Reco miendo
Recomien do renunciar
renunciar a la incorregibili
incorregibilidad
dad de todo tipo de dolor, y de
hecho a tod as las característi
todas características
cas «esen
«es enciale
ciales»
s» del
d el dolor, para
para ceder los estados
dolorosos a cualesquiera «géneros naturales» de estados cerebrales que los
científicos que
q ue investigan el cerebro
cerebro descubran
descubran ( si es que llegan a descubri
descubrirr
alguno) que en condiciones normales ocasionan los efectos normales [...].
Una de nuestras
nuestras intuiciones
intuiciones referentes
referentes al dolor consiste en e n que algo sea o no
un dolor
dolor es un hecho bruto
bruto y no algo que quepa decididecidirr en fon dó n de lo que
convenga
conve nga al teórico.
teórico. M e op ongo al intento
intento de preservar
preservar esta intuición,
intuición, y aun
que usted discrepe, toda teorí
teoríaa que yo dé a luz, por predictiva
predictiva y elegante que
sea, no será bajo su punto de vista una teoría del dolor, sino sin o s ólo una
u na teoría de
lo que, ilícitamente,
ilícitamente, yo he decidido llamar dol dolor.
or. Pero si, com
c om o he afirmado,
afirmado,
las intuiciones
intuiciones que llegado el caso tendríamos
tendríamos que respetar
respetar no forman un con
ju
junt
quentoningún
o co
ningcons
nsis
úniste
tent
nte,
robot e,ni
nno p ue
uede
i ningún deordenador
haber
ha ber una
un apodría
t eoría
teo
podríría ve
verda
rdader
deraaladverdadera
a instanciar el do
dolor
lor,, deteoría
maner
ma nera
dela
Emplee la imagen que emplee para representar esta idea, me parece que que
sé q ué sign ifica que dichas co sas tengan una natural
naturaleza,
eza, y que el q ue sean o
o
no conscientes depende de cuál sea esta na natu
tural
raleza
eza,, y no de la posibilidad
posibilidad de
de
extrapolar adscripciones mentales basándonos en una evidencia análoga al al
caso humano. Los estados mentales conscientes son estados en los que algu
na cosa se encuentra, se trate de los míos o de los de alguna extraña criatura.
Tal v ez la perspectiva wittgensteiniana pueda dar
dar cabida a esta intuición, pe
pero
ro
de mom ento ignoro cóm o hac erlo4
erlo43
34
.
decadencia.
De manera que la pregunta por la conveniencia de tal cultura
post
po stF
Filo
ilosó
sófi
fica
ca tam
tambié
bién
n pued
puedee fo
form
rmul
ular
arse
se d
del
el m
mod
odoo que
qu e sigue:
sigu e: ¿cabe
¿ca be
tomar francamente en serio la ubicuidad del lenguaje? ¿Podemos
autoconcebimos como seres sin contacto alguno con la realidad sal
vo cuando optamos p o r una descripción, com como o seres que, como dice
Goodman,
Good man, co construy
nstruyen
en mund
mundos os en vez de de descscub
ubrir
rirlos
los447? Esta pr
pre-
e-
gunta no tiene nada que ver ve r con el «idealismo», con la sugerencia de
que el hecho de que la rrealidad
ealidad sea «de naturaleza espiritual» puede
o debe servimos de consuelo metafísico. Se trata más bien de pre-
guntarnos si podemos renunciar a lo que Stanley Cavell llama «la
po
posi
mísibi
bilid
mis lidad
mismo, ad haya
mo, de que,
unaadeque
un ent
entre
re eldiga
me sinfín
sin fín dende
quié
quién desc
scrip
soy ripci
yocion
» ones
48. es
Lave
verd
rdad
ader
espera eras
esperanzaas de
nza de
que una de ellas responda precisamente a esta pregunta constituye el
impulso que, en la cultura de nuestros días días,, lleva a los
los jóv
jóvenes
enes a ele-
gir sus lecturas en las bibliotecas y que les hace proclamar que han
encontrado El Secreto que lo deja todo claro, y que permite que
serios
serios científico
científicoss y eruditos alberguen en sus días postre postreros
ros la espe-
ranza dede que su obra tiene «implicaciones filosó filosóficas
ficas» » y una «pro-
funda significación humana». En una cultura postFilosófica, sería
alguna otra esperanza la que nos hiciese elegir nuestras lecturas en
las bibliotecas y añadir nuevos volúmenes a nuestras elecciones.
Sería probablemente la esperanza de legar a nuestros descendientes
un modo de describir los modos de descripción que han salido a nue nues-
s-
tro paso, una descripción de las descripciones que la raza ha ideado
hasta ahora. Si uno considera «nuestra época» como «nuestra con-
cepción de las épocas pasadas»,
pasadas», de modo que, en buena lógica hege hege
liana,
lian a, cada época recapitula todas las anter anteriores,
iores, entonces una un a cultu
cultu--
47 V éase
éa se N. Good
Goodman
man , Ways o f Worldmaking,, Hackett, Indianapolis, 1978. Pienso
Worldmaking
que el
e l tro
tropo
po de G oodman acerca de la «pl
«plurali
uralidad
dad de mundos»
mu ndos» induce a err
error
or y que no
basta con la noción de «pl
basta «plural
uralida
idadd de descripciones
descripciones del m ismo m undo» (sie
(siempre
mpre y cuan
do uno pregunte «¿Y cuál es ese mundo?»). Pero su insistencia en la imposibilidad de
comparar
compa rar descripciones
descripcione s del mundo en cuanto a su adecuación, c osa que deja patepatente
nte en
los d os primeros capítulos de su lib
libro,
ro, me parece crucial.
crucial.
48 Stanley Cavell, The Claim ofReason,, Oxford Un
Claim ofReason University
iversity Press, Oxford, 1979, p. 388.
cuyo legado
ran legar proes efímero. verdaderas,
proposiciones
posiciones Por el contrario,
verdad eras, cuyapositivistas
v
verdad
erdad quede y platónicos
establecida
establecidaespe-
espe
por-
siempre jamás,
jamá s, que sean la herencia de todas las generaciones venide-
ras de la raza humana. El temor y la desconfian
desco nfianza
za que inspira el «histo
ricismo» —su insistencia en la mortalidad de los vocabularios en los
que se expresan esas verdades presuntamente inmortales— hacen que
Hegel (y, más recientemente, Kuhn y Foucault) sean bétes noires para
los Filósofos,
Filósofos, y sobre todo para los voceros de la «cultu
«culturara científica» de
la que nos habla
ha bla Snow
Sn ow5 50. (Cierto
(Ciert o es que el propio Hegel
Hege l tuvo sus desli-
desli -
ces Filosóficos, aunque la temporalización de la racionalidad que pro-
puso fue un pas
pasoo únic
únicoo y decisivo que dio a para
p ararr en la descon
des confian
fianza
za
pragmati
prag matista
sta hacia
hac ia la Filosofía.)
La oposición entre vocabularios mortales y proposiciones inmorta-
les queda reflejada en la oposición entre la comparación
comp aración inconclusa
incon clusa de
vocabularios (por
(po r la q
que
ue todos tratamos de aufheben las demás maneras
de expresar las cosas) propia de la cultura literaria, y la argumentación
rigurosa: el procedimiento que caracteriza a las matemáticas, a lo que
Kuhn llama ciencia «normal» y al derecho (al menos al derecho con-
suetudinario). La comparación entre vocabularios da lugar a nuevos
vocabularios, sintéticos. La argumentación rigurosa da lugar al consen-
so sobre proposiciones. Lo que resulta verdaderamente exasperante
50 La oposici
oposición ón eent
ntre
re llas
as ccul
ultu
tura
rass ccient
ientíf ífica
ica y lit
liter
erar
aria ia esta
estable
blecicida
da por Snow (en Th Thee
Two Cultures and the Scientific Revolution, Cambridge University Press, Cambridge,
1959) es, en mi opinión, más importante de lo que el propio Snow creía. Viene a coinci
dir
dir con la oposición entre quie quienes
nes s e conside
consideranran prodproducto
ucto de su tiempo, e pisodios e fím e
ros de una incesante conversación, y quienes confían en aportar su granito de arena de la
playa newtoniana a una estructura permanente. Se trata de un debate que no puede zan
ja
jars
rsee insta
ins tand
ndoo a los
lo s cr
críti
ítico
coss literar
lite rarios
ios a le
leer
er físi
fí sicc a o a lo s f ís
ísic
icoo s a lee
leerr rev
r evist
istas
as litera
literarias.
rias.
La opo sición ya ex existía
istía en tiempos de Platón, cuando la la Poesía y la Filosofía compartían
compartían
la pri
primacía.
macía. (Creo, dicho sea de paso paso,, que quienes criti critican
can a Snow
Sn ow aduciendo que «n o hay
sólo do
doss cult
culturas,
uras, sino muchas»
mu chas» pasan por al alto
to este punto. Si aalguien lguien des
desea
ea obtener una una
nítida dicotom ía entr
nítida entree las dos cultura
culturass de las que habla Sno
Snow,
w, só
sólo
lo tiene qque
ue pre
pregunt
guntar
ar a
cualquier censor de la Europa del Este qué libros producidos en Occidente pueden ser
importados en su país.
país. Su divisoria afectar
afectaráá a campos cocom
m o la historia
historia y la filosofía, pero
casi siempre dejará
dejará iintact
ntactaa la física y mar
margin
ginará
ará las novelas cultas
cultas.. L os libro
libross que no se
pueden imp
import
ortar
ar se
serán
rán aquellos con la posibilidad
posibilidad ddee sugerir nuev
nuevosos vocabularios
vo cabularios par
paraa la
descripción de uno mismo.)
la suya. A parti
tendremos partirr de entonces,
merecido. eell fascism
En realidad
realidad, o será
, las co sas lanverdad
serán
será verdad
com o edel hombre,
l hombre ha yquerido
nos
n osido
quer lo
que sean53.
ja ríaa la
jarí la disputa. Pero que el debate sea intrinc
intrincado
ado no es razó
razónn pa
para
ra deses-
des es-
timarlo. No menos intrincado fue el debate entre religión y seculariza-
ción, y sin embargo fue importante llegar a resolverlo del modo que se
hizo.
De haber dado correcta cuenta de la escena filosófica contemporá-
nea en estos ensayos,
ensayos, la polémic
polémicaa en tomo a la verdad del pragmatismo
reproduce la polémica que las evoluciones culturales de mayor impor-
tancia a partir de Hegel coinciden en poner sobre el tapete. Pero, como
su predecesora,
predecesora, no va a resolverse gracias a un nuevo y repentino
repentin o des-
cubrimiento del verdadero ser de las cosas. Se decidirá, si es que la his-
toria nos concede la suficiente
su ficiente calma, sólo gracias a una pausada y dolo
rosa elección entre imágenes
imágen es alternativa
alternativass de nosotros mismos.
1. EL M U ND O FELIZMENTE PERDIDO
Desde Hegel,
H egel, la idea de un marco conceptual alternativo viene sien-
do un tópico de nuestra cultura.
cultura. El historicism
historicismo
o hegeliano nos hizo ver
cómo podía darse una auténtica innovación en el desarrollo del pensa-
miento y de la sociedad. Mirando hacia atrás podemos ver que dicha
concepción historicista del pensamiento y de la moral fue posible gra-
cias a Kant, el menos historicista de los filósofos. Pues fue Kant quien
perfeccio
perf eccionó
nó y cifró las do
doss distin
distinciones
ciones neces
necesarias
arias pa
para
ra dar fo
form
rmaa a la
noción de un «marco conceptual alternativo», la distinción entre la
espontaneidad
espontane idad y la receptividad y la distinción ent
entre
re verdad necesaria y
verdad contingente. Desde Kant, hallamos casi imposible no concebir
la mente dividida en facultades activ
activas
as y pasi
pasivas,
vas, emplean
empleandodo las prim
prime-
e-
ras conceptos para «interpretar» lo que «el mundo» impone sobre las
últimas. También encontramos difícil evitar la distinción
distinción entre aquellos
conceptos de los que la mente a duras penas puede prescindir
pres cindir y aquellos
otros que puede adoptar o abandonar, y concebimos las verdades acer-
ca de los primeros conceptos a modo de verdades «necesarias», en el
sentido más justo y paradigmático del término. Mas tan pronto como
nuestra atención se centra en esta imagen de la mente, se nos ocurre,
como se le ocurrió a Hegel, que todos eesos
sos conceptos a priori de máxi-
ma importancia, los que determinan cuál será nuestra experiencia o
nuestra moral, podrían haber sido diferentes. Naturalmente, no pode-
mos imaginar
im aginar cóm
cómo o sería una experiencia o una práctica con esas dife-
rencias, pero podemo
pod emoss sugerir en abstracto que los hombres del Siglo de
Oro, o los pobladores de las Islas Afortunadas, o los dementes, podrían
verter nuestras intuiciones de propiedad común en moldes diferentes y
tener pues consciencia de un mund
mundo o «diferente».
«diferente».
Diversos asaltos a la contraposición entre lo observacional y lo teó-
rico (por
(p or ejemplo, los de Kuhn, Feyerabend y Sellars) han desembo
desembocado
cado
en una
un a nueva apreciación de la tesis kantiana según la cual efectuar un
cambio en nuestros conceptos conllevaría
conllevaría cambiar lo que experimenta-
mos, cambiar nuestro «mundo fenoménico». Pero dicha apreciación nos
aboca a poner
pon er en duda la familiar distinc
distinción
ión ent
entre
re espontaneidad y recep-
tividad. La posibilidad de diferentes esquemas pone de manifiesto el
[60]
EL MUNDO
MU NDO FELI
FELIZME
ZMENTE
NTE PERDIDO 61
1 T. S. Kuhn,
Kuhn, «Reflect
«Reflection
ionss on
on My Crit Critic
ics»
s»,, een
n I. Laka
Lakato
toss y A. Musgra
Musgrave
ve (eds.), Cri-
(eds.),
ticism an
and
d the G
Grow
rowth
th o fK
fKno
now
w led ge
ge,, Nueva York, Cambridge, 1970, p. 276, afirma que
«quienes participan en un diálogo roto responden a los mismos estímulos, so pena de
solips ism o» para
para luego d ecir que su «programación» también ha de ser la mism a, ya que
los hom bres comparten «una histori
historiaa [...]
[...] un lenguaje , un mundo cotidiano y buena par
te de uno cien tífico». Según la concep ción a la que quisiera
quisiera adheri rme, tod
adherirme, todoo el empuje del
antisolipsismo llega tras soltar el lastre de la «programación» y de los «estímulos» (al
igual que de las intuiciones noumé nicas sin sintetizar
sintetizar).
). Cuando un estímulo se considera
de alguna manera
manera «neutral»
«neutral» en relación con diferentes esquem
esquem as con ceptuales, sólo p ue
de serlo, diría yo, transformándose en «una rueda que pueda girarse sin que con ella se
mueva el resto»
resto» (cf. L udwig W ittgenste in, Inv
ittgenstein, Investi
estigac
gacion
iones
es Filo
Filosófi
sóficas,
cas, Crítica, Barcelo
na, 1 9 88 ,1,
,1, p. 271).
descubrimiento
cebirlo en funciónde las disposiciones
de esencias de habla
mentales foráneas
(ideas, en lugar
conceptos, de con-
láminas de
la estructura cristalina del pensamiento), le será imposible distinguir
con claridad cuándo
cuándo el foráneo emplea palabras cuyo significad
significadoo difie-
difie -
re de cualesquiera palabras de nuestro lenguaje y cuándo profe
profesa
sa nume-
nume -
rosas creencias falsas. Podemos y debemos optar por descartar traduc-
ciones torpes en vez de adscribir creencias anómalas, y a la inversa, pero
pero
jam
ja m ás llegaremos
llegarem os al caso límite en el que todas
toda s o casi todas las creen-
cree n-
cias del
del foráneo deben considerarse falsas siguiendo un esq
esquema
uema de tra-
ducción que establezca la identidad semántica entre todos o casi todos
4 Tuv
Tuvee po
porr pr
priimera
mera vez noti
notici
ciaa de est
estee argu
argumen
mento to y de la iimp
mpororta
tanc
ncia
ia de los temas
temas
que aquí discuto leyen do la sexta de las Lo Locke
cke Le
Lect
ctor es que D avidson pronunc
ores pronuncióió en Lon
dres en 1970. Ésta aún no se había public
publicado
ado cuando redacté este libro, por lo que le doy
m is más efu sivas gracias a D. D avidso
avidsonn por hab
haberme
erme permi
permitido
tido leer ttanto
anto este man
manuscri
uscri
to como el de sus Conferencias en la Universidad de Londres en 1971, y más aún por
cuanto quiero hacer uso de su argumento para fines que no le harían mucha gracia. Tras
leer todo
todo e ste materi
material
al inédito [D avidson recopiló e l materi
materialal del que nnos
os habla el auto
autorr
en su ensayo «On the Very Idea o f a C Concept
onceptual
ual Schem e», en D. Davidson:
Davidson: In Inqu
quine into
iness into
Truth and Interpretation, Claren
Clarendon
don Press, Oxford, 1984, pp. pp. 183-19 8 (N. del T.)] leí
leí la
versión que Bar
Barry
ry Stroud ofrecía de un argumento bas bastante
tante pareci
parecido
do en «Co
«Conventiona-
nventiona-
lism and the Indeterminacy
Indeterminacy o f TrTransl
anslati
ation»,
on», en D . Davidson
Da vidson y J. Hin
Hintikka
tikka (eds.), Words
Words
an d Objec
Objection
tions:
s: E
Essa ys on the Work ofW . V Quine, Reidel, Dordrecht,
ssays Dordrecht, 1969, sobre todo
pp. 89-96. Stroud y Davidson coinciden en desestimar la noción de «marco conceptual
aitemativo», aunque Davidson
Dav idson va m ás allá, extrayendo la conclusión
con clusión radical ddee que «la
mayoría
mayo ría de nuestras creencias ddeben
eben ser verdaderas». En este artículo me
m e centr
centraré
aré en esta
última
última conclusión.
con clusión.
todo —por
—po r redondear el argument
argumento—o— para mostrar dicha
dicha incoherencia
tendríamos que probar pormenorizadamente que ningún cúmulo de
conducta nolingüística
nolingüística del foráneo bastaría para subscribir una tradutraduc-
c-
ción en la que todas o la mayoría de sus creencias resultasen
re sultasen ser falsa
fa lsas6
s6..
Pues, por ejemplo, podría ocurrir
ocurr ir que el foráneo interactuase con los ár-
boless al emit
bole emitir
ir ciertos sonidos de un
u n modo que impusie
imp usiera
ra la traducción
traducc ión
de algunas de sus proferencias
proferencia s como «Tales cosas no son árboles», y lo
mismo vale para cualq
cualquier
uier otra cosa con la que se relacione. Cabría
Cabrí a tra-
ducir algunas de sus proferencias del modo m odo que
q ue sigue: «Yo
«Yo no soy una
persona»,
perso na», «Cuando
« Cuando hablo no digo palabras»,
palab ras», «Jamás
« Jamás hemos
hem os de emplear
emplea r
el modu ponenss para obtener argumentos válidos», «Incluso si estu-
moduss ponen
viera pensando, y no es así, ello no probaría que existo». Podríamos rati-
ficar estas traducciones mostrando que sus formas nolingüísticas de
tratarse y de tratar a los demás indicaban que de veras abrazaba creen-
cias tan paradójicas. La única manera de probar que esta situación no
puedee darse sería en realidad
pued realid ad narra
na rrarr toda
to da la histori
his toriaa de este hipotético
hipoté tico
foráneo.
foráne o. Ésta podría mos
mostrar
trar que ttodas
odas estas creencias falsas son cohe-
rentes entre sí y con sus acciones, pero también podría no hacerlo.
Demostrar que Davidson y Stroud estaban en lo cierto sería demostrar
que, de hecho, tal historia es inenarrable.
inenarrable.
Creo que pasar por alto estas posibles historias es la manera más
concisa de decidir la solidez de este argumento a priori contra la posi-
bilidad
bilid ad de que existan
exista n marcos
marc os conceptu
conceptuales
ales alternativos. Pero ser incon-
incon -
cluyente constituye un rasgo que este argumento comparte con todos
los argumentos verificacionistas
verificacionista s antiescépticos de interé
interés.s. El argumen-
argume n-
to se ajusta al siguiente modelo:
modelo: I) el escéptico da a entender que nue nues-
s-
tras propias creencias (sobre las mentes de los demás, las mesas y las
sillas,
sillas, o sobre cómo traducir el francés, por ejemplo) cuentan cu entan con alter-
alter -
nativass viables que, por desgracia, si alguien las tuviese, jamás
nativa jam ás podría-
po dría-
mos saberlo, y que aún así justifican la suspensión del juicio; II) el
antiescéptico replica que el el propio significa
s ignificado
do de los términ
términosos emplea-
emp lea-
dos prueba
prueb a que las alternativas sugeridas no son sólo dudosas, sino inve
rificables en principio,
principio, por
po r lo que en modo
m odo alguno constit
constituyen
uyen alterna-
tivas razonables;
razonables; III) el escéptico
escéptico contesta que el verificacionismo
verificac ionismo con-
funde ordo essendi y ordo cognoscendi, y que bien podría darse el caso
6 Michael
Michael Fri
Fried
edman
man me señal
señaló
ó la impo
import
rtan
anci
cia
addee este
este punt
punto.
o. Tamb
Tambié
ién
n he
he de agr
agrad
adee
cer a M ichael W illiams sus críticas
críticas de mis línea s generales de argumentación.
argumentación.
EL MU NDO FELI
FELIZMENT
ZMENTE
E PERDIDO 67
de justificar
alternativo
alte ». todavía
rnativo». Y aun asínuestro deseo
debemos de hablar
admitir de un
que hasta las«marco conceptual
reparaciones rela-
tivamente menores del barco que han tenido lugar en los pasados dos
mil años bastan para planteamos auténticas dificultades incluso a la
hora de traducir algunas oraciones del griego y de explicar la «raciona-
lidad» de los cambios habidos. De nuevo, las diversas mutaciones que
han tenido lugar en nuestra forma de abordar los objetos de las creen-
cias manifiestamente «compartidas» con los griegos (resultantes, por
ejemplo, del desarrollo de otras malas hierbas, de nuevas formas de
esclavi
esc lavitud,
tud, de nuevos modos de producir percepciones cromáticas y de
nuevass explicaciones del sonido de los truenos y de la luz de los rel
nueva relám
ám--
pagos)) nos
pagos no s hacen
h acen dudar
dud ar que compartam
comp artamosos creencias. N os hacen
h acen sentir
que también aquí, más que describir la historia, podemos estar dictán-
dola.
dol a. Permítasenos ahora una extrapo
extrapolación
lación que nos lleve desde nuestra
cultura hasta una civilización galáctica del futuro que, supongamos, ha
resituado
resituad o y reformad
refo rmado o 1050 planchas
planch as del barco en el que navegamos,
mientras que desde tiempos de Aristóteles, sólo hemos logrado cambiarcam biar
unas 1020. En este caso parece que sugerir una interpretación de estas
alteraciones en términos de una secuencia de cambios racionales de
opiniones en tom tomoo a un mismo tema resulta un poco forzado,
forzado, al tiempo
que resulta lógico temer que ni siquiera el más eminente de los histo-
riadores galácticos de la ciencia «llegue a comprendemos». Por tanto,
concluye nuestro escéptico, no basta afirmar con Davidson y Stroud
que describir en detalle las creencias de la civilización galáctica signi-
fica convertirlas automáticamente en meras teorías alternativas perte-
necientes a un marco común. Aun A un haciendo tal concesión, sigue siendo
racional esperar que vuelvan a haber nuevos casos incomunicables e
ininteligibl
inint eligibles,
es, aun cuando, ex hypothesi, no podamos
poda mos ni escribir ni leer
un relato de cienciaficción que describa la civilización galáctica. Por
consiguiente, nos hallamos ante un caso en el que de veras existe una
diferencia entre el ordo cognoscendi y el ord ordo essend i y que imposibi-
o essendi
lita la aplicación de cualquier argumento verificacionista.
Para que la antinomia a la que aquí nos enfrentamos
enfrentamos adquiera mayor
solidez, concedamos, por mor del argumento, que una condición necesa-
ria para que una entidad sea una persona es que tenga
teng a o haya tenido capa-
cidad para articular creencias
creencias y deseos
deseos cuya cantidad y complejidad sean
equiparables a las nuestras. Estas restricciones son imprescindibles a la
citan para
apenas recibir
cabe tantos estímulos
sorprendemos de que ylapara r esponder
responder
sintaxis de tantas maneras,
y los predicados básicos
de sus lenguajes no guarden relación algualguna
na con los nue
nuestros.
stros.
Que esta última posibilidad tenga cabida puede ser indicio de que
algo no anda bien.
bien. Quizá no debiéramos habernos
haber nos mostrado ta
tann prestos
prestos
a admitir la posibilidad de extrapolar. Quizá nos hayamos precipitado
un tanto al creer que las atribuciones
atribuciones de huma
humanidad
nidad y de creencias arti-
culadas eran inseparables, pues lo cierto es que sabemos de buenas a
primeras
prim eras que las maripo
ma riposas
sas no son pers
persona
onass y, po
porr tanto
tanto,, que no abrigan
creencias que expresar. No obstante, por lo que a mí respecta, no veo
nada erróneo en la extrapolación propuesta, ni tampoco veo lo que la
locución «saber de buenas a primeras que algo no es una persona»
podría
pod ría sign
signific
ificar
ar cuando se aplica a las mari
mariposas,
posas, salvo el que la mari-
ma ri-
posaa no tiene la ap
pos aparien
ariencia
cia de un ser humano.
huma no. Pero n nada
ada en p partic
articular
ular
puedee h
pued hace
acemm os pen
pensar
sar que nues
nuestros
tros lejanos ancestro
ancestross o n nuestr
uestros
os des
des--
cendientes pareciesen tan poco humanos como los murciélagos. Aun-
que la noción de persona sea tan compleja y multicriterial como nos
plazca,
plejo desigo sin v
ver
creencias ery que pu
pued
deseos eda
ena mutu
despren
desprenderse
mutua derse de la
a conexión, nide unesta
que escon
conjunto
juntoacom
ta últim
última com-
pu
pue--
e-
da separarse de la de la capacidad de hablar un lenguaje tra traducibl
ducible.
e. Así
pues, creo qu
quee dec
decretar
retar la ex
exclusión
clusión de las m
marip
ariposas
osas equivale a decre-
tar la exclusión de loslos seres galácticos o del hombre de Neanderthal, y
que dar cabida a la posibilidad de extrapolar hasta estos últimos equi-
vale a dar cabida a la posibilidad de que incluso hoy día las mariposas
abracen las mismísimas creencias que en el futuro abrazarán nuestros
descendientes galácticos. Podemos seguir en nuestros trece y afirmar
que términos como «persona», «creencia», «deseo» y «lenguaje» son a
fin de cuentas tan deícticos como «aquí», «ahora» o «moral», de tal
maneraa que en cada caso
maner caso nos remitimos necesariamente a nuestras cir-
ias. Pero ésa es llaa única manera de excluir a los seres galácti-
cunstancias.
cunstanc
cos, y por ende la única ma manera
nera de excluir a la mariposa.
mariposa.
Si esto nos parece enigmático, creo que lo parecerá menos si trae-
mos a cuento algunos paral paralelismos.
elismos. Supongamos que los habitantes de
la Patagonia
Patagonia carecen de poesía y que los del d el planeta Mongo de morali-
dad. Supongamos también que algunos nativos de cada uno de estos
lugares,
lugar es, poniendo objeciones a nu nuestra
estra estrechez de miras, nos aclar
aclaran
an
que sí tienen poesía, astronomía
astronom ía o moral, según el caso, aunq
aunque
ue sea de
otro tipo. Para
P ara los habitantes de la Pa
Patagonia,
tagonia, ni Homero, ni She
Shelle
lley,
y, ni
Mallarmé, ni Dryden
D ryden son siquier
siquieraa poet
poetas.
as. Con todo, adm
admiten
iten que Mil
Mil
ton y Swinbume guardan un remoto parecido, del que sólo cabe una
vaga descripción, con los poetas paradigmáticos
paradigm áticos de la Patagonia.
Patagonia. A sus
ojos, esos poetas paradigmáticos cumplen en su cultura algunas de las
fúnciones que nuestros poetas
poeta s cum
cumplen
plen en la nuestra, aunque no todas.
cometas y al Sol.
cuerpos está Sus relatos relacionado
estrechamente en tomo al movimiento de estos serie
con una intrincada últimosde
relatos en tom o a la divina providencia
providencia y la curación de enfermedades,
mientras que sus rel relatos
atos en tom o a la estrellas tienen que ver exclusi-
vamente con el sexo. Los habitantes del planeta M Mongo
ongo parecen escan-
dalizarse de que las personas digan la verdad a sus iguales y les causa
sorpresa y risa que se abstengan de torturar a vagabundos indef indefensos
ensos..
No
N o pa
pare
rece
cenn te
tene
nerr ning
ningún
ún ti
tipo
po de tab
tabúe
úess sexuales,
sexua les, pe
pero
ro sí parec
par ecen
en te
tener
ner
un alto número cuando de alimentos se trata. Sin embargo, los habi-
tantes de Mongo confiesan la repugnancia que les causa el que los
terráqueos no comprendamos el punto de vista moral y que aparente-
mente confundamos la moralidad con la etiqueta y con expedientes
que garanticen
gara nticen el orde
ordenn socia
social.
l.
En los tres casos recién citados resulta obvio que carece de impor- impo r-
tancia responder a la pregunta «¿Se trata de otro tipo de poesía (o de
astronomía, o de moralidad) o sencillamente carecen de ella?». Pienso
que «¿Son los seres galácticos, o las mariposas personas distintas de
nosotros o no son en absoluto personas?». E En
n lo
loss tres casos menciona-
dos, podemos prolongar indefinidamente el argumento entrando en
mayores detalles. No ocurre lo mismo en el caso global, en el que ex
hypothesi ningún esquema
es quema de traducción cumplirá su propósito.
propósito. Pero en
el caso global (de creencias tout court) como en el caso particular de
creencias astronómicas o de creencias en tomo to mo a lo que está bien y a lo
que está mal, lo único que anda en
enjue
juego
go es qué manera de prpredecir,
edecir, con-
trolar y,
y, en general, de h
habérnoslas
abérnoslas con las entidades en cuestión, es la
mejor. En el curso de dicha decisión, tropezamos con algunos de los
arduos problemas a los que antes
antes me refería — con dificultade
dificultadess que sur-
gen al hacer frente a casos inciertos, como los referentes a fetos, criatu-
ras prelingüísticas, ordenadores y dementes— : ¿Ti ¿Tienen
enen derechos civi-
les? ¿Debemos intentar justificamos ante ellos? ¿Tienen creencias o
simplemente responden
responde n a estímulos? ¿A
¿Asignan
signan sentido a las palabras
palabras,, o
simplemente repiten un sonsonete? Dudo que haya muchos filósofos
que sigan creyendo que los procedimientos para dar respuesta a estas
pregun
pre guntas
tas rresid
esidan
an en «
«nue
nuestro
stro lleng
enguaje
uaje»
» a la esp
espera
era de ser des
descub
cubiert
iertos
os
mediante el «análisis co conceptual».
nceptual». Y si ya no lo creemos, tal vez pod poda-a-
mos contentamos con decir que el caso global equivale a la pregunta
«¿Es posible que existan marcos conceptuales alternativos al nuestro,
EL MUNDO
MUN DO FELIZ
FELIZMEN
MENTE
TE PERDIDO 71
8 Para
ara una
una for
formula
mulacición
ón recie
reciente
nte de dich
dichaa objec
objeción
ión,, véase
véase Joh
John
n L
L.. Pollock,
Pollock, «Per
«Perce p-
cep-
tual Knowledge», Ph
Philo
iloso
soph
phica
icall Review
Re view , LXXX, 3 (julio de 1971), pp. 290-292.
das deamodificar
vistas aum entar ligeramente
aumentar nuestro
nuestra capacidad deactual
predi acervodedeseducción,
predicción,
cción, creencias ocon
de
lo que usted disponga. El punto que Davidson y Stroud subrayan nos
trae a la memoria, entre otras ccosas,
osas, que sólo una pequeña proporción
de nuestras creencias sufren una alteración cuando nuestros paradig-
mas físicos, poéticos o morales cambian, y nos hace notar qué pocas
podr
po dría
íann cambiar. Nos hace damos cuenta de que el número de creen-
cias de las clases cultas de Europa que han sufr sufrido
ido camb
cambiosios es ridicu-
lamente pequeño en comparación con el número de las que han que-
dado intactas.
intactas. De mane
manerara que eeste
ste argumento nos permite afirm afirmar:
ar: da
la casualidad de que no existen sistemas globales de creencias cohe-
rentes y «alternativos». Es del todo cierto que siempre habrá áreas de
investigación donde existan sistemas de creencias incompatibles que
se «estorben mutuamente». Pero el el hecho de que buena parte de nues-nues -
tras creencias seguirán siendo verdaderas por siempre jamás —y de
que, presumiblemente, estarán pues «en contacto con el mundo» la
mayoría de las veces— hacehac e que la anterior observación parezca algo
filosóficam
filosóf icamente
ente inocuo. En concreto, la tesi
tesiss por la cual
cual,, dado que La
Verdad
Verda d es U na — y que, por lo tanto, consiste en una «correspon
«corresponden-den-
9 Este tip tipo
o de preg
pregunt
untaa se hall
hallaa en la ra
raíz
íz de lla
a ttent
entat
ativ
iva
addee di
dist
sting
inguir
uir entre
ntre una «teo
ría
ría de la verdad» y una «teoría de la evidenc ia» a m odo de respuesta a teóricos d e la ver-
dad-afirmabilidad
dad-afir mabilidad com o Sella Sellars;
rs; véase la críti
crítica
ca de Harman a Sellars sobre este punto en
«Sellars’ Semantics», Ph Philo
iloso
soph
phica
icall Rev
Review
iew,, LXX IX, 3 (julio de 1970), pp pp.. 404- 419 , esp.
p p. 4 0 9 s s . , y 4 1 7 s s .
EL MUNDO
MUN DO FEL
FELIZMEN
IZMENTE
TE PERDIDO 73
cia»
cia»—
— debemos resucitar una epistemología
epistemología ñindamentalista que
explique «cómo
« cómo es posible el conocimi
co nocimiento»,
ento», deviene o ci
cioo sa 10.1 Nos
encontraremos (la mayoría del
del tiempo) «en contacto con el mundo» sin
pen sarlo
pensar lo dos veces,
veces , dis
dispon
pongam
gamosos o no de enuncia
enu nciados
dos incorregi
inco rregibles,
bles,
bási
bá sico
coss o de cuacu a lq
lqui
uier
er otr
otro
o tip
tipoo pr
priv
ivile
ilegi
giad
ado
o o fund
fu ndac
acio
iona
nall que
qu e
proferir.
Pero es fácil que este modo de hacer frente a la pretensión de que
«es el mundo el que decide
dec ide la verdad de las cosas» parezca
pare zca fraudulento.
Pues, tal y como la he empleado, la concepción de Davidson y Stroud
parece
pare ce valerse del ardid
ard id de subs
substituir
tituir la noción
noc ión de la «incues
«incuestionab
tionable
le
mayoría de nuestras creencias» por la noción de «mundo». Nos hace
pensa
pen sarr en te
teorías
orías coheren
coh erentistas
tistas como la de Royce,
Royc e, quien
quie n afirm
afi rmab
abaa que
nuestra noción de «mundo» equivale exactamente a los contenidos
idealmente coherentes albergados por una mente idealmente absoluta,
o en la noción pragmatista de «experiencia asentada», aquellas creen-
cias que en el momento presente no están sujetas a revisión, dado que
no presentan problema alguno y que nadie se ha preocupado en pensar
alternativa
altern ativas.
s. En estos casos —Davidson
— Davidson y Stroud
Stroud,, Royce, Dewey— bien
puede
pue de parece
par ecerr que simplemente
simpl emente se ha esqui
esquivado
vado el problem
prob lemaa de la ver-
ve r-
dad.
da d. Pues nuestra noción de mundo — —se
se nos dirá— no es la de creen-
cias indiscutidas,
indiscutidas, o indiscutibles o idealm
idealmente
ente coherentes, sino más bien
la de un étre-en-soi sólido, indómito y yerto que se mantiene a distan-
cia y que muestra una sublime indiferencia aunque lo colmemos de
atenciones. El verdadero creyente realista sospechará tanto los idealis-
mos y los realismos tanto como el verdadero creyente en el Dios de
nuestros padres sospechará, por ejemplo, del discurso de Tillich acerca
del «objeto de nuestras mayores inquietudes»
in quietudes» n.
Ahora bien,
bien, por poner
pon er mis cartas sobre
sobre la mesa, pienso que la noción
de mundo que abraza el verdadero creyente realista tiene más de obse-
sión que de intuición. Pienso asimismo que Dewey estaba en lo cierto
cuando consideraba que la única intuición que tenemos del mundo
10 Véase Pollock, op. cit., qu ien defiend e que , tras
tras desestimar una teoría coherentista
coherentista
de la justificació n, e s necesaria una explicació n en términos fundam entalistas.
entalistas.
11 En «Platform John Wild (ed.), The
«Platform o f the Asso ciation for Realistic Ph ilosophy», en John
Retu
Re tum
m to Rea
Reason,
son, Henry Regnery, Chicago, 1953, y en «Program and First Platform of
Six Realists», en Edw in B. Ho lt et al., Th
Thee Ne
Neww Realism, MacMillan,
MacMillan, Nueva York, 1912,
pp. 417 ss., podrán hallarse
hallarse ejemp los de la pasión programática
programática que el realismo puede ins
pirar.
12 Si digo «cual
«cualqui
quier
er re
refe
fere
rent
ntee hoy día
día asignab
asignable
le»
» en vez de «cualq
«cualqui
uier
er refer
referen
ente
te»
» es
para
para mantenerme al m argen de cierta po lém ica que los partidario
partidarioss de una «teoría causal
de referencia» podrían suscitar.
suscitar. Dic ha teoría podría dar
dar a entender que ho y d ía hablamos
de hech o (n os referim os) de alg o a lo que en un futuro
futuro harán
harán referencia los seres ga lácti
cos , si bien es tos últim os podrían saber
saber de qué se trat
trata
a al tiempo que no sotros lo ignorá
sem os. (M ichael Friedman y Fred Dretske me hiciero n ver la importancia de dicha teoríateoría
de la referencia.) Mi propia tesis, que m e es imp osible desarrollar
desarrollar aquí, es que intentar
intentar cla
ri
rifi
ficar
car cuestiones ep istemológ icas haciendo referencia
referencia a la noción d e «referencia»
«referencia» co n
ducirá siempre a explicar lo obscuro mediante algo más obscuro, a explicar nociones
(com o « conoc imien to» y «verdad»)
«verdad») que tienen
tienen cierta
cierta base en el habla común en términos
términos
de una noción filosó fica artifi
artificia
ciall y siempre contro
controver
verti
tida.
da. V éase el ensayo 7 de este m is
m o libro.
libro.
r ea
eali
list
staa 13. Éste pide prec
precisam
isamente
ente lo que
qu e el argumento
argu mento de Davidson
David son y
Stroud le impide
impide obtener: la noción de un mundo
mund o tan «independiente
«ind ependiente de
nuestro conocimient
conocimiento»
fiestamente de todaso» lasque, pora lo
cosas lasque
quesabemos, podría creído
siempre hemos carecerreferir-
mani-
ma ni-
nos. Quiere inferir «todas las cosas a las las que nos referimos podrpodrían
ían ser
completamente distintas
d istintas de lo que pensamos»
pens amos» a partir
par tir de, valga el ejem-
plo, «podríam
«po dríamosos esta
estarr equivoca
equivocados
dos en lo referente
referen te a la naturale
natu raleza
za de las
estrellas». En vista de este salto desde «lo condicionado» hasta «lo
incondicionado», en términos
término s kantianos, no es sorprendente que smjan smja n
antinomias con
co n tanta facilidad.
La noción de «el mundo» tal y como se emplea en frases del tipo
«diferentes esquemas conceptuales desmenuzan el mundo de diferen-
tes modos» debe ser equiparable a la noción de algo que ni tiene ni
admite
mos especificaelción,
especificación,
a concebir mundoy, a en
decir verdad,
verdad,de
términos a laátomos
cosaensí. En cuanto
y vacío, couanto pasa-
pas a-
de sense-
data y de la consciencia que de éstos tenemos, o de cierto tipo de «es-
tímulos» propensos
propensos a impactar en cierto tipo de órganos,
órganos, hemos rebau-
reb au-
tizado el juego. Pues por ahora nos va bien con cierta teoría particular
particular
del mundo. Pero, cuando nos proponemos desarrollar una teoría de la
verdadcorrespondencia
verdadcorrespo ndencia que me merezca
rezca ser discutida y que no sea trivial,
trivial,
sólo valdrá una caracterización
ca racterización de lo más vaga del estilo de «la causa de
los impactos sobre nuestra receptividad» y de «el objeto de nuestra
facultad de espontaneidad». Las nociones de «verdad», en el sentido de
«verdad desligada de toda teoría», y de «mundo», entendido como «lo
que determina dicha verdad» (al igual que los términos «sujeto» y
13 Desearí
Desearía
a que no se pensase
pensase que
que estoy
estoy sugir
sugirie
iendo
ndo que
que la
la tteo
eorí
ría
a semánt
semántic
ica
a de Tar skii
Tarsk
es trivial,
trivial, aunque teoría no m e parece epistem ológica me nte relevante (salvo quizá,
aunque dicha teoría
com o D avidson sugiere, a mo do de epistemo logía del aprendiza
aprendizaje
je lingüístico). Tendría a
lingüístico). Tendría
Tarski
Tar ski como alguien que funda
funda una nueva área y no com o alguien que resuelve un viejo
nueva área
problema. Pien so que Da vidso n está en lo cierto cuando afirmaafirma que, en la medida en que
la teoría
teoría de Tarski
Tarski es una teoría de la correspondencia, «ni e l teórico d e la corresponden
cia ni sus adversarios han ganado el combate, ni tampoco éste se ha declarado nulo»
[«Truee to the F acts», Jou
[«Tru Journ
rnal
al ofP hilos
hi losop
ophy noviembre de 1969), pp. 748-
hy,, LXV I, 21 (6 de noviembre
764, esp. p. 761]. La controvertida teoría filosófica de la «verdad-correspondencia»,
cuyas presuntas alternati vas son las teorías pragmáticas y coherentistas, no es la teoría en
alternativas
la cual, según Strawson (citado por Davidson, op. ci t., p. 763), «afirmar que un
cit.,
enunciado es verdadero equivale a afirmar que cierto episodio lingüístico guarda cierta
relación
relaci distinto de este enunciado». Pu es, así las cosas,
ón convencional con algo del mundo distinto
Blanshard
Blanshar d o D ew ey, p or ejemp lo, adoptarí
adoptarían
an gustosamente es te último punto de vi vista.
sta.
«objeto», «lo dado» y «la consciencia») son tal para cual. Ninguna de
ambas puede
pued e sub
subsistir
sistir sin la otra.
otra.
A modo de resumen, lo que quiero decir es que la noción de «el
mundo» o bien se reduce a la de causa inefable de nuestra sensibilidad
o bien es el nombre que damos a aquellos objetos que, por el momento,
la investigación no tiene en cuenta: de aquellas
aq uellas planchas del barco que,
porr el momento
po mom ento,, sigu
siguenen en su sitio. A mi modo
mo do de ver, desde
de sde Kant, la
epistemología ha oscilado entre estos dos significados del término
«mundo», al igual que, desde Platón, la filosofía ha oscilado entre «El
Bien» como
com o nombre
nombr e de una inefable piedra
pied ra de toque de la investigación
que podría abocar al rechazo de todos nuestros presentes criterios
criterios mora-
m ora-
les y como nombre de una síntesis idealmente coherente de tantos
criterios como sea posible. En mi opinión, dicho equívoco posibilita la
postu
po stura
ra de los filósof
filó sofos
os que ven en el «realism
«rea lismo»
o» o en la «teoría
«teo ría
de la verdadcorrespondencia» tesis apasionantes o merecedoras de
discusión.
Para evitar del todo la tentación «realista» de emplear la palabra
«mundo» en un sentido tan vacuo como el anterior, tendríamos que
renunciar de una vez por todas a toda una galaxia de nociones filosófi- filos ófi-
cas promotoras
promo toras de tal uso, y, en particular, las distinciones
d istinciones kantian
kantianas as que
discutía al principio. Pues supongamos que disponemos de una teoría
porr la que el tercer
po terc er ojo, el de
d e la mente, ttien
ienee o no tiene
tie ne un
unaa clara
clar a visión
visió n
de la naturaleza de las cosas, el tipo de teoría que encontramos, ponga-
mos por
p or caso, en algunas partes
partes de los Segundos Analíticos de Aristó-
teles. En ese caso, la noción de series alternativas de conceptos no ten-
dría mucho sentido. El noüs no pue
puede
de errar. Sólo cuando nos hacemos
hac emos
cierta idea de que la mente está esci
escindida
ndida en «ideas simples» o «intui-
ciones recibidas pasivame
pasivamente»,
nte», por una
un a parte, y en un rosario de ideas
ideas
complejas (algunas de las cuales significan esencias reales y otras sólo
nominales) empiezan a parecer plausibles ora la teoría de la verdad
coherencia ora las típicas objeciones a ésta. Sólo entonces cobra
c obra plau
sibilidad la idea de que la investiga
sibilidad investigación
ción consis
consiste
te en dar debida
d ebida forma a
nuestras «representaciones»
«representaciones» y no simplemente en describir el mundo.
mundo.
Si dejamos de concebir el conocimiento
conocimiento como resultado de la manipu-
manipu -
lación de Vorstellungen, creo que podemos restituir la sencilla noción
aristotélica
aristotéli ca de verdad como una
u na corresponden
correspondencia
cia con la realidad de la
que tenemos clara conciencia,
conciencia, pues entonces demostrará ser la indiscu-
tible trivialidad que de hecho
hec ho es.
Para desarrollar esta tesis sobre la naturaleza del vínculo que la epis-
temología kantiana mantiene con la idea de una teoría notrivial
notrivial de la
la
demás.
m ás.alusiones
las En
E n vez dehistóricas
eso, me gustaría concluir
que he hecho a lotrayendo
tralargo
yendo a colación
del colació
camino,n con
algunas
vis-
tas a (como dice Sellars)
Sellars) situar mis conclusiones en el espacio filo filosóf
sófi-i-
co. Decía al principio que la noción de «marco conceptual» y, con eella, lla,
la de «marco conceptual alternativo» dependían
depend ían de la presuposición
presupo sición de
ciertas distinciones kantianas al uso. Estas distinciones han sido blanco
común de Wittgenstein,
Wittgenstein, Quine, Dewey y SellarsSellars.. Ahora
Aho ra estoy en situa-
s itua-
ción de expresar el el mismo punto afirm
afirmand
andoo que la noción de «mundo»,
como correlato de la noción de «marco conceptual», se reduce a la
noción
noció n kantiana de cosaensí, y que la disolución deweyana de las dis-
tinciones kantianas entre receptividad y espontaneidad, necesidad y
contingencia, aboca
aboc a desenvueltamente a la disolució
disolución n de la idea que el
verdadero creyente realista tiene del «mundo». En resumidas cuentas,
si partimos de la epistemología kantiana iremos a parar a la metafísica
transcendental de Kant. Como antes sugería, Hegel conservó la episte-
mología kantiana, si bien intentando renunciar a la cosaensí, convir-
tiéndose a sí mismo —y, en términos generales, a todo el idealismo—
en pasto para la reacción realista. Pero el sentido hegeliano de la histo-
ria —en el cual nada, incluyendo los conceptos a priori, es inmune al
cambio cultural— fue la clave clave del
del ataque de Dewey sobre la epistemo-
epistem o-
logía que Hegel compartía
comp artía con Kant.
Kant. Dicho ataque se debilitó por cau-
sa del uso que Dewey hacía del término «experiencia» a modo de con-
juro
ju ro co
contra
ntra toda
tod a posible
posib le distinción. De modo que fue imposible apreci apreciarar
la vigencia de su tesis de que la «experiencia asentada» era el «valor de
cambio» de la noción de «mundo» hasta que Wittgenstein, Quine y
Sellars formularon críticas mucho más directas.
directas. Pero
Pero,, una vez asumidas
dichas críticas, quizá haya llegado el momento de intentar recobrar la
versión «naturalizada» que Dewey diera del historicismo hegeliano.
Según esta versión historicista, las artes, las ciencias, el sentido del bien
y del mal y las instituciones sociales no constituyen intentos de encar-
nar o formular la verdad, la bondad o la belleza. Son intentos de sol-
ventar problemas, de modificar nuestras creencias, deseos y de forma
tal que nos hagan más felices de lo que ahora somos. Desearía poner
pon er de
relieve que este cambio de perspectiva es la natural consecuencia de
renunciar a las distinciones entre la espontaneidad y la receptividad,
entre la intuición y el concepto y, en términos más generales de aban-
donar la concepción del hombre que Dewey denomina «teoría del
espectador»
especta dor» y Heidegger «identificación de ph
phys is e idea». Dado que
ysis
los idealistas
idealistas conservaron esta tesis general y se dedicaron a red
redefinir
efinir el
objeto de conocimiento, mancharon la reputación del idealismo y de la
«teoría de la correspondencia»,
correspondencia», y enaltecieron la de realismo y la «teo-
ría de la correspondencia». Mas, si alcanzamos a ver la teoría de la
correspondencia y la de la coherencia como trivialidades norivales,
quizá por fin
f in podamos
podam os ir más
má s allá del real
realismo
ismo y del idealismo.
idealismo. Tal vez
vez
lleguemos a un punto en el que, en términos wittgensteinianos, poda-
mos dejar de hacer filosofía
filoso fía cuando queramos.
queramos.
2. CONSERVANDO LA PUREZA
PUR EZA DE LA FILOSOF
FILOSOFÍA
ÍA::
ENSAYO SOBRE WITTGENSTEIN
Tras la conversión
conversión de la filosofía
filoso fía en una disciplina profesionalizada
y consciente de su estatuto, en tiempos de Kant, los filósofos se han
dado el gusto de hacer un distingo entre su temática y la de disciplinas
que no «van más allá», comcomo o la ciencia, el arte y la rel
religión.
igión. Los filó
filóso-
so-
fos nunca dejan de proclamar haber descubierto métodos libres de pre-
suposiciones, o absolutamente rigurosos, o transcendentales, sea como
fuere, más puros que los de los nofilósofos. (O, de hecho, que los del
resto de filósofos, salvo ellos mismos, sus correligionarios y sus discí-
pulos.)
pulos .) La m
mayorí
ayoríaa de las veces, los filó
filósof
sofos
os que trai
traicion
cionan
an este ideal
gnóstico (Kierkegaard y Dewey, por ejemplo) no contaban como «ver-
daderos filósofos».
En un principio,
principio, Ludwig Wittgenstein pensaba que ha había
bía purifica-
do la filosofía hasta tal punto que la formulación de sus problemas abo-
caba a su solución o a su disolución, por lo que creía que la filosofía
había llegado a su fin. Al parecer, las proposiciones de su Tractatus
Logico-Philo
Logico -Philosoph icus se hallaban tan alejada
sophicus alejadass d e l mundo y de sus avaava
tares como las de la mismísima lógica; eran proposiciones que mostra-
ban aquello de lo que no se pue puedede hablar. Es posi
posible
ble hablar de los hechos
hecho s
en purida
puridad,
d, pero, en su opini
opinión,
ón, la tarea de llaa filosof
filosofía
ía era mostrar la for-
ma de todos los hechos posibles. Una vez que el acto de mostrar des-
bancase
ban case al de decir, lalass disp
disputas
utas fil
filos
osóf
ófic
icas
as (y llaa pro
propia
pia filo
filosofí
sofía)
a) esta
esta--
rían fuera de lugar. Aun así, Wittgenstein terminó por mofarse de su
propia
pro pia ob
obra
ra y
y,, en concret
concreto,o, de su an
ansia
sia de pureza. Pero aunqaunqueue se burla
burla- -
ra de su intento (en el Tractatus) de «mostrar» la forma de todos los
hechos posibles mostrando la forma de todos los lenguajes posibles,
seguía ansiando «mostrar»
«mostr ar» algo de lo que no se pue puede
de hab
hablar:
lar: el origen
de la filosofía, el inefable cambio de perspectiva que puede hacer del
árido manual de «los problemas de la filosofía» algo legítimo y con-
vincente. El Tractatus había dejado constancia de la imposibilidad de
una legítima disciplina discursiva que se ocupara de temas rotulados
«los problem
problemasas de la filosof
filosofía»,
ía», pues en
e n él se establecían los límites del
lenguaje y por consiguiente de la investigación discursiva. Las Invest Investii
[79]
CONSERVAN
CONSE RVANDO
DO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 81
¿Cuánt as opiniones son p
¿Cuántas posibles?
osibles? ¿Tres? ¿Cuatro? ¡Ya lo te
tengo!
ngo! Son
sólo cuatro ¿Adoptaré una de estas cuatro? Más original será situarme
en una instancia superior, una especie de Vermittelungsansicht entre
entre
todas ellas. Así
A sí que haré esesto
to último, etc., et
etc.
c.»1
»1.)
En esta situación se dibuja una escisión entre, en boca de David
Pears,
Pears, la «filoso
«filosofía
fía lingüística sistemática
sistemática»,
», po
porr un lado, y la «filosofía
wittgensteiniana», por
po r otro
ot ro2
2. La primera, que incluye posturas cada vez
más extendidas dentro de la filosofía contemporánea, como las de
Donald Davidson, Richard Montague y Gilbert Harman, se diferencia
en forma y origen de la de autores «wittgensteinianos», como T. S.
Kuhn y Stanley Cavell3
Cavell3.. Para el filósofo del primer
prim er tip
tipo,
o, la estructur
estructuraa de
nuestro lenguaje, nuestra capacidad para aprenderlo y su anclaje en el
mundo integran
integra n una serie de problemas «tradicionalmente» filosóf filosóficos
icos
(que quizá se remonten a Parménides), que, no obstante, les permite
presta rse a argum
prestarse argumenta
entarr discursivam
discursivamente
ente y posib
posiblem
lemente
ente a darles una
solución exacta. Estos autores se inspiran en parte en el primer Wittg
genstein, el autor del Tractatus. Ven en la lógica la clave para erigir la
filosofía en una disciplina cuasicientífica que pueda resolver problemas
reales acerca del lenguaje al tiempo que eluda el conjunto de pseudo
problemas
proble mas motivados
motivad os por
po r las distinc
distinciones
iones cartesi
cartesianas
anas entre sujeto y
objeto, mente y materia. Cuando estos filósofos se pronuncian sobre
Wittgenstein,
Wittgens tein, tienden a aprobar
aprob ar su crítica a la tradición cartesiana, aun-
que creen que tiene pocas cosas relevantes que decir (por lo menos en
las Invest
Investigac
igacione s) en tomo a la filosofía del lenguaje, disciplina a la
iones)
que ahora reducen la metafísica, cuando no toda la filosofía. Por otra
parte, los filósofos
filóso fos que se creen ocupa
ocupados
dos en exp
explica
licarr en qué
q ué situación
nos ha dejado Wittgenstein,
Wittgenstein, tienden a ver en la desintegración
desintegració n de la pro
pro-
-
blemática
blem ática car
cartesi
tesiana
ana no sólo una m
mane
anera
ra de d
desen
esenma
mascara
scararr unos cu
cuan-
an-
tos pseudoproblemas filosóficos, sino también de transformar la filo-
sofía, y tal vez el pensamiento y la vida misma. Para estos autores, la
destrucción del marco de referencia común a Descartes y a Kant no
1 Carta
Carta de James a Karl Stumpf, 6 de febrero de 1887, en H enry James (ed.), Lett ers
Letters
ofW
of W illi
illiam
am Jam es, Norto
J ames, Norton,n, Boston, 1920, pp.pp. 263-264 .
2 David Pea Pears
rs,, Lu
Ludw ig Wittgenstein, Nueva York, Viking, 1969, p. 34. Traducción
dwig
castellana de José Planells, Grijalbo, Barcelona, 1973, p. 55.
3 Pero
Pero véase el décimo e nsayo de este libr libroo («El escepticismo
escepticismo en Cavell»), donde me
lamento de que el propio CavellCave ll muestra
muestra demasiado respeto por lo que yo llamo «proble
«p roble
mas de manual».
manual».
autor
poc
poco de gún
o ningú
nin aforismos.
movimAun
n movimient oasí,
iento filosno
fil osófi voy
ófico a abordar
co postwittg
postw dichos
ittgenst
ensteini peligros,
einiano.
ano. Mi alusni ión
tam-
a lusión a
dicho cisma tiene como único fin trazar un transfondo sobre el que
abordar
abord ar el problema
proble ma que con él emergiera: ¿Tiene sentido decir dec ir que una
nueva concepción filosófica
filosóf ica tra
traee consigo la muerte de la filosofía? En
concreto, ¿tiene sentido decir que, Dios sabe cómo, la filoso filosofía
fía ha sido
superada,
superad a, ha
h a dejado de estar de moda o ha quedado vista para sentencia,
sentencia,
gracias a cierto descubrimiento wittgensteiniano de lo que se ha dado
en llamar ciertos «hechos lingüísticos»? ¿Es posible escabullirse del
dilema:
dilema: o bien Wittgenstein se limitaba a proponer otra dudosa teoría
filosófica
filosó fica o bien ni siquie
siquiera
ra estaba «haciendo
«haciendo filosofía»?
En su libro sobre Wittgenstein, Pears se sumerge en estas cuestiones
y elabora una tesis acerca de lo que él denomina «antropocentrismo»
wittgensteiniano, la cual, en mi opinión, constituye el tratamiento más
profun
pro fundo
do y más
má s agudo del método
méto do y el prop
propósit
ósito
o de las Invest
Investigac iones
igaciones
de los hasta ahora
ah ora publicados. Con todo, creo que Pears se equivoca al
interpretar
interp retar a Wittgenstein dentro del marco de una serie de distinciones
(«hechos lingüísticos» versus hechos nolingüísticos, convención ver
suss naturaleza, necesidad absoluta versus necesidad relativa,
su relativa, filosofía
versus ciencia, sentido versus sinsentido, «conocimiento fáctico» ver
suss otros ámbitos de discurso) que son residuos del Tractatus y de las
su
que no cabe hacer uso sin perpetuar al mismo tiempo el concepto de
filosofía como Fach propiamen
propiamente
te dicha. Después de todo, no es posible
disponer de una Fach sin obrar en poder de distinciones
distinciones que la demar-
dem ar-
quen
que n de otras de idéntico o meno
menorr rango. Mas, cuan
cuando
do aceptamos
aceptamo s estas
distinciones, nos enfrentamos con la pregunta de Pears: ¿Cómo demo-
CONSERVANDO
CONSERV ANDO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 83
nios podemos saber si Wittgenstein estaba en lo cierto al adherirse al
antropocentrismo? ¿Qué piedra filosofal podrá decantamos hacia el
antropocentrismo wittgensteiniano o, por el contrario, hacia el «rea-
lismo» o el «objetivismo»? Si aceptamos todas las distinciones
procedentes
proced entes del Tractatus de las que se sirve Pears, éstas pasarán a ser
problemas
proble mas cuya solución
solució n corra a cargo de la Fach del filósofo. Si las
rechazamos, apenas veremos en la obra de Wittgenstein algo que que-
pa llamar
lla mar con
concepción
cepción filos
filosófic
ófica,
a, pu
pues
es ¿cu
¿cuál
ál ssería
ería el objeto de es
esta
ta con-
con -
cepción?
Pearss es bien consciente de este dilema. Recapitula
Pear R ecapitula el «radicalan
«radicalan
tropocentrismo» de Wittgenstein
Wittgenstein afirma
afirmando
ndo que
Seg ún la doctrina de
Según dell segundo
segund o W ittgenstein, el pensar y la palabr
palabraa huma
nos, n o pueden fundarse
fundarse sobre ningún elemento objetivo exterior e indepen
diente, y la significación y la necesidad se preservan sólo dentro, dependen
enteramente de la práctica lingüística de la que son inseparables. Su función
só lo es
e s preservada por las reglas
reglas que
q ue dan a esta práctica cierta estabil
estabilidad,
idad, pero
las reglas mismas
misma s non o pueden suminis
suministra
trarr un punto de referencia fijo y estable,
estable,
pues siempre permiten interpretaciones
interpretaciones divergentes.
divergente s. La estabilidad
estab ilidad en la prác
tica del lenguaje
lengu aje es resultado tan sólo de nuestro acuerdo en la interpretac
interpretación
ión
de las reglas. Sin
S in duda podríamos decird ecir que este acuerdo es para nosotros
nosotr os una
grann suerte,
gra suerte, pero sería un poco
poc o com
c om o si se dijese que es una suerte
suerte par
paraa noso
nos o
tross que las condiciones de la vida estén de acuerdo con la com posició
tro posiciónn de la
atmósfera te terr
rres
estr
tre.
e. Lo
L o que deberíamos
d eberíamos simplemente
simplemen te decir es que en el len
guaje hay ciertas condiciones
cond iciones de estabilidad4.
estabilidad4.
N o e s fácil describir
describir de una manera
manera fácil e imparcial
imparcial el movimiento
mov imiento co n el
que evolucionó Wittgenstein en dirección al antropocentrismo. Cualquier
descripción del mismo debe mencionar el hecho de que su punto de partida
era el objetivismo,
ob jetivismo, lo que haría
haría pensar que el sentido de la ev olució
oluciónn no er
eraa
tan previsible como hemos dejado suponer y que su posición final no está
determinadaa con tanta precisión. H em os de
determinad d e suprimir
suprimir esta impresión si quere
mos entender a Wittgenstein. Wittgenstein no rechazó el objetivismo para
proponer una teoría rival.
rival. En tal caso,
cas o, la utilización del
d el término «antro
«antropocen
pocen
trismo» podría
podría parecer
parecer errón
errónea,
ea, no por el hecho
he cho de q ue tuviésemo
tuviése mo s un térmi
no más apropiado,
apropiado, sino porque la co ncepción
ncep ción de
d e W ittgenstein podría
podría pare
parecer
cer
así confrontada
confrontada con una concepción
con cepción rival,
rival, y que, según las normas habitual
habituales,
es,
deberíamos esperar un enfrentamiento filosófico. Es, por lo tanto, esencial,
recordar hasta qué punto podían ser diferentes las intenciones de Wittgens-
4 Pear
Pears,
s, o p . c i t ., p. 179
179;; p. 25
2577 de la traducción cas
castellana.
tellana.
tein. Pe
Pens
nsab
abaaqque
ue p a r a fi j a r lo
loss lím ites d el leng
lenguaje,
uaje, e l único mméto
étodo
do consis
tía en definir
definir un movim iento de o scilac ión entre dos puntos fijos. fijos. En tal caso,
el objetivismo debía permitir definir el límite extemo, esforzándose en dar a
nuestra práctic
nuestra prácticaa un punto
punto de a poyo exterior e independiente, y e l punto lím i
te intemo debía estar constituido por una descripción de las formas del len
guaje tal
tal com o las utilizamos, descripción que sería comp letamente insulsa si
no se destacase sobre el fondo de esta concepción de la naturaleza objetiva.
Piensa que el límite extem o es, de hecho, purament
puramentee ilusorio,
ilusorio, y que só lo es
verdadera la perspectiva interna que debe, sin embargo, ser aprehendida por
la persp ectiv a externa. Se puede emplea
emplearr ju
justa
sta m en
ente
te eell términ
términoo «an
«antro
tropoc en-
pocen-
tris mo» p a r a desig
trismo» de signa
narr e l pu
punn to de vis
vista
ta interno, a concondició
diciónn de no cr eerr
cree
noss im
no impo
pone
ne e le g ir en
entre
tre esta
es tass d os do ctri
ct rina
na s co
conn tr
trar
aria
ias:
s: ob je
jetiv
tivis
ismmo y
antropo
antr opocentr
centrismismo.
o. W ittgenstein
ittgenstein piensa que la única forma de objetivismo que
podríamos considerar debe venir a fundarse y a desaparecer en el antropo
centrismo. A sí, sería
sería preferib
preferible
le decir que la única teoría
teoría filosó fica q ue se p ue
de descubrir
descubrir aquí es la que con siste en ver en las prácticas
prácticas lingüísticas reales
la única forma de realidad
realidad [cursiva añ adida]5
adida]5..
5 Ibíd
Ibíd.,
., pp. 18
181
1 -182; pp. 2
260-
60-262
262 de la tra
traducció
ducción
n cas
castella
tellana.
na.
CONSERVANDO
CONSERV ANDO L
LAA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 85
guaje».
sofía ha Sería
hechoreconfortante pensar
progresos, y que mque,
ejoren
la mejor los últimos
maner
manera tiempos,
a de describir la filo-
la diferen-
cia entre el quehacer de los filósofos anglófonos de vanguardia y el de
sus antecesores (o el de los filósofos contemporáneos a la antigua) con-
siste en hablar del «Giro Lingüístico» y de una «Nueva Forma de
Hablar».
Hablar ». Pero nadie ha podido explicar qué puede decirse recurriendo a
las palabras antes que a las cosas, ni por qué el «modo formal» cama
piano
pia no disfru
disfruta
ta de mayor profu
profundid
ndidad
ad fil
filosó
osófic
ficaa que su «modo
«mod o material».
Cuando uno cree (como Wittgenstein creía en el Tractatus) en la exis-
tencia de una presunta «forma de todo lenguaje posible», puede esfor-
zarse en derivar la ontología de la lógica. Pero, aun así, Wittgenstein
habría encontrado
«Los límites de midificultades
dilenguaje
ficultadessona la
loshora
los de diferenciar
límitesd de
iferenciar suo»
mi mundo»
mund célebre eslogan
eslogan
de la afirma-
afir ma-
ción opuesta «Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje». lenguaje».
Tras abandonar la noción de «ontología» —como Wittgenstein hiciera
en las Investiga ciones — se intensific
Investigaciones inten sificaa la para
paradoja
doja originada
orig inada por la inve
inve
rificabilidad
rificabilid ad de la idea de «lenguaje».
«lenguaje». Los intentos de dotarla de verifi
cabilidad han dado por po r rresultado
esultado un sinnúmero de discursos acerca de la
necesidad
necesid ad de distinguir las cuestiones
cuestiones «conceptuales» (o «gramaticales»
o «semánticas»)
«semánti cas») de las «empíricas». Se ha llegado a decir, a veces por po r el
propio
prop io Pears,
Pears, que par
partete de la originalidad
origina lidad de las Invest igacioness reside en
Investigacione
la demostración de que algunas de las conjeturas de los clásicos de la
filosofía (por ejemplo, la conjetura humeana de que es posible que dos
persona
pers onass tengan
ten gan la mism
m ismaa sensación
sensació n cuantitativamente) confunden las
posibilida
posibi lidades
des que «nuestro lenguaje permite»perm ite» con las que n o 6. A decir
verdad,
ver dad, Pears
Pears afirm
a firmaa que en las Investigaciones,
[Wittgenst
[Wittgenstein]
ein] seguía pensando
pensando que el m étodo que con viene a la filosofía con
siste en reunir
reunir conjuntos
conjuntos de hecho s sign ificativos c on respecto al lenguaje, pero
no por razón
razón de su interés
interés específico ni com o paso previo a la construcción de
cierta
cierta teoría científica,
científica, com o la que determina
determina la ex istencia d e una estructurac
estructuración
ión
comú n a todos los lenguaje
lenguajes.
s. Tales hecho s deben ser reuni
reunidos
dos porque
porque designan
o se orientan hacia algo que sobrepasa su significación. Jalona
Jalonann los cam inos que
ha seguido el pensamiento críticrítico
co en el curso
curso de los dos últimos s ig lo s7 .
basa
basarse
rseestá
re, no en un acopio
claro cómode hech
hechos
os relativos
distinguir entreaambas
las cosas y que, sea
críticas. Perocomo fue-
primero
quiero allanar el camino
camino a este arg
argumento
umento sirviéndome de un com comenta-
enta-
rio acerca del cisma de la filosofía postwittgensteiniana al que antes
aludía.
alud ía. El cisma se profundiza
profund iza cuando uno piensa que Wittgenstein «se
dedica a acopiar hechos relativos
relativos al lenguaj
lenguaje».
e». Pues parece nonormal
rmal pre
pre--
guntar:
gunt ar: si éste es el métod
método o apto para la filosofía, ¿por qué no practicarlo
científicamente? ¿Por qué no substituir el olfato wittgensteiniano para
las analogías certeras (o el oído de Austin para las distinciones punti-
llosas)) por, p
llosas pongam
ongamos os por caso
caso,, un progra
programama inform
informático
ático cuyos inputs
sean banalidades cotidianas y cuyos outputs enunciados acerca del sig-
nificado de lasdepalabras?
senda segura la cienciaEste afán
se ha de traer deenvuelta
ramificado a la serie
toda una filosofía a la
de pro-
gramas de filosofía del lenguaje de los últimos tiempos, de los cuales
sólo unos pocos tienen una estrecha relación con los intereses propios
de Wittgenstein
Wittgenstein.. Ello preocupa
preoc upa a Pears, hasta el punto de preguntarse «s«sii
la filosofía puede evitar convertirse en una ciencia» y si debe hacerlo.
Pearss ssimpatiza
Pear impatiza con la «resistencia» wittgensteiniana «frente a la cien cien--
cia», pero no está seguro de tener derecho a ello. Por un lado, es difícil
disponer de una Fach sin disponer de de una ciencia; los artistas, por ejem-
plo, no disponen
dispone n de Fach alguna, sino sólo de técnicas o tal vez de inge-
nio.. Por o
nio otro,
tro, la filoso
filosofía
fía siempre se ha jact
jactado
ado de ser más profunda, o
más elevada,
elevada, o más pura, que la ciencia empírica, mas ¿qué otra ciencia
sino la empírica se ocuparía de «hechos relativos al lenguaje»? De
manera que el descubrimiento wittgensteiniano del «método apto para
la filosofía» parece abocar a una lingüística engreída o a la proclama-
ción de nuestra capacidad de descubrir
descub rir «hechos» nolingüísticos «rela-
tivos al lenguaje»
tivos lenguaje».. O bien la «filosofía
«f ilosofía será absorbida por la ciencia de
la lingüística»8o bien se convertirá en una especie de arte. Pero «si la
filosofía es en realidad comparable con una actitud artística, la impre-
sión que puede produc
producir
ir un ejemplo lingüístico no podría definirse con
ayuda de una fórmula
fórmu la de ge
generalizac
neralización»9
ión»9.. ¿E
¿Ess posible llamar «
«filoso-
filoso-
fía» a algo que carezca de toda fórmula
fórmul a general?
general?
8 Ibíd.
Ibíd.,, p.
p. 110; p. 157 de la
la traducción castellana.
castellana.
9 Ibíd.
Ibíd.,, p.
p. 196; p. 282 de
d e la traducción castellana.
Ibíd., p. 111; p
p.. 158 de la traducción castellana.
CONSERVANDO
CONSERVAN DO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 89
el intento de conservar
cons ervar la pureza de la filosofía, aunque, a dec
decir
ir verdad
verdad,,
dicho intento ya nos ha h a hecho malgastar demasiadas fuerzas.
fuerzas.
En el fondo, el debate acerca de la utilidad de la noción de «necesi-
«n ecesi-
dad» equivale al debate entre el holismo que, según Pear Pears,
s, caracteriza a
las Inve
Investiga
stigacio nes , y el atomismo característico del Tractatus. El holis-
ciones
mo, como ocurre en Duhem, Quine y Kuhn, se apoya en la existencia
de una amplísima
amplísim a gama de posibilidades de revisar nuestros hábitos lin- lin -
güísticos para que den cabida a un descubrimiento científico inespera-
do (o una perplejidad filosófica, o a una experiencia religiosa). Dada
esa amplísima
amplísim a gama, podrán surgir dudas (sobre tod todo,
o, el tipo de dudas
a las que se ha unido el nombre de Quine) sobre cómo distinguir cuáles
de estos cambios coloquiales expresan cambios «de creencia» y cuáles cuáles
afectan «al significado
signific ado asignado a ciertos términos». A d hoc, y frente a
determinada
determina da audiencia, tal vez nos contentemos con decir «Aún quere-
mos decir
dec ir con “X” lo que siempre quisimos decir,decir, aunque hemos de
deja-
ja-
do de creer que todo X es Y» (o, por el contrario, «Nuestro concepto de
“X” ha cambiado, la palabra ya no signific
significaa lo mismo para nosotr
nosotros»).
os»).
Pero ello
ello es cuestión
cue stión de retórica y no de demarcación entre «el conoci-
co noci-
miento fáctico», por un lado, y «la filosofía», por otro. Así pues, el
holismo siembra dudas (como las sembrara
sem brara en DeDewey
wey y en Hegel) sobre
las dicotomías necesidad versus contingencia, lenguaje versus hecho y
filosofía versus ciencia.
Pears ve en el último Wittgenstein a un «antropocentrista» porque
porqu e él
mismo sigue adhiriéndose a ideas que tenían sentido a la luz del pro-
grama atomista deldel Tractatus pero que parecen haber perdido todo inte-
rés
Perocuando adoptamos
Pears no
Pears hac e nadalaque
hace perspectiva
el propio holística Investigacio
Inve
de lano
Wittgenstein stigaciones.
hubiera nes.
hecho.
Las ideas del Tractatus siguen reapareciendo en contextos en los que el
propio
pr opio Wi
Wittg
ttgens
enstei
tein
n par
parece
ece sumirse
sumi rse en la perplejid
perp lejidad,
ad, ign
ignora
orando
ndo si abra-
abr a-
zarlas o ridiculizarlas.
ridiculizarlas. Sospecho,
Sospecho, aunque no puedo dar prueba prueb a de ello,
ello,
que tanto Pears como Wittgenstein se aferran a distinciones del Tracta
tus que las Inve
Investiga
stigacion es transcienden porque ambos apuestan
ciones apuesta n por la
pure
pu reza
za de la
l a filosof
filo sofía.
ía. Ambo
Am boss querr
que rrían
ían que
q ue «filos
«f ilosofía
ofía»» ffuer
ueraa el nombr
nombree
de algo distinto y fuera de lo común; quizá no una Fach, pero sí, en boca
de Pears, «algo fuera de la vida ordinaria y de sus ideas». También se
resistirían a la conversión de la filosofía en lo que para Dewey ya era:
pensam
pen samien
iento
to crítico
crít ico elevado
eleva do a un nivel
niv el de
d e gene
g enerali
ralidad
dad superi
sup erior
or sólo en
grado al resto de la investigaci
investigación.ón. Sus preocupaciones acerca de la natu-
raleza de la filosofía no obedecen a las dificultades implícitas en las
ideas de «necesidad»
«nec esidad» y de «hecho lingüístico»;
lingüístico»; por
po r el contrario,
contrario, si estas
estas
CONSERVANDO
CONSERVAND O LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍ
OFÍA
A 93
sianos haa,
psicologí segregado
psicología, historia unlas
hist oria de sinnúmero delos
ideas) pero nuevas disciplinas
problem
prob lemas (lógica
(lóg
as siguen ica formal,
estando don-
don -
de estaban: todo avance que parezcan haber experimentado se desesti-
ma sin más, atribuyéndolo a la confusión de problemas «puramente
riorme
riormente
nte despertaran
el desplazamiento esos
desde pro
problemas
blemas..hacia
la «teología» La mejor
mejo
«el restudio
analogía
deedisponible
d dilasponible es
religión».
religión».
La gracia, la salvación
sa lvación y la Naturaleza de Dios eran anteriormente ob obje-
je-
tos de estudio;
estudio; en el presente, la religión está a merced de la psicología,
la historia, la antropología y de cualquier otra disciplina que tenga a
bi en terciar.
bien terciar . Tiempo atrás
atrá s tuvimos
tuvim os una
u na imag
im agen
en del hom
h ombre
bre al que
q ue Dios
D ios
llevabaa de la mano y una disciplina
llevab d isciplina que abordaba las distintas alternati-
vas de descripción de ese hecho. Con posterioridad (cuando, según
Comte, el estado «metafísico» sucedió al estado «ontológico») obtuvi-
mos una imagen del hombre como mente, espírit espíritu,
u, origen de la consti-
tución de los objetos en el mundo, o ensamblaje de contenidos senso-
riales.
riales. Disponíamos
Disp oníamos de una
un a disciplina que discutía todas estas alternati-
alter nati-
vas, jam ás en duda que había algo de suma
vas, sin poner jamás sum a importancia y qpe
era necesario decir con respecto a la relación entre el hombre y la natu-
natu -
raleza: algún puente que ten
tender,
der, cierto dualismo que transcender,
transcender, algún
CONSERVANDO
CONSERV ANDO LA PUREZA D
DEE LA FILOSOFÍ
FILOSOFÍA
A 95
hueco que cubrir. Si la filosofía toca a su fin, será porque esta imagen
nos es tan ajena como la imagen del hombre comocom o hijo de Dios. Si ese
día llega, resultará tan extravagante tratar el conocimiento de un hom-
bre a mo
mododo de rela
relación
ción especial entre su mente y su objeto ob jeto como
co mo lo es
hoy tratar su bondad a modo
mo do de relación especial
espec ial entre su aalma
lma y Dios.
Dios.
Si concebimos
concebimos el finf in de la filosofía en dichos términos, resulta bien
claro que no es algo que quepa invocar desenmascarando algunas con-
fusiones, o demarcando los límites de las áreas de discurso, o haciendo
ver algunos «hechos relativos al lenguaje».
lenguaje». El positivismo lógico ad adqui-
qui-
rió mala reputación por calificar de «sin sentido» a la religión y a la
metafísica y reducir
reduc ir la Edad de la Fe Fe a un uso incauto del lenguaje. Id
Idén-
én-
tica reputación adquirirían las Inve
Investigac iones si se pensase
stigaciones pensas e que atribu-
yen la filosofía
filosof ía cartesiana a una «confusión» parecida. Todos estos ttér- ér-
minos
sentadodan a entender
nteque
tranquilamente
tranquilame a laexiste
esperaalgo denominado
de teólogos y filó «nuestro
filósofos lenguaje»
sofos (pero no, pre-
sumiblemente, de científicos o poetas) que creen «confusiones», igno-
ren sus complejidades y, por lo demás, hagan de éste un uso indebido.
Pero no hay quien de veras se lo crea; teólogos y filósofos aportan a
nuestro lenguaje tanto como el resto, y si los filósofos cartesianos se
impusieron sobre los tteólogos
eólogos no fue porque su lenguaje fuera menos (o
no tan obviamente) confuso, sino porque decían cosas que lograban
captar la atención de la audiencia. «Nuestro lenguaje» tiene tan pocos
visos de poder explicar la verdad o la necesidad como Dios o la estruc-
tura de la realidad o cualquiera de las explicaciones
explicacio nes al por mayor de la
adquisición del conocimiento ofrecidas por la tradición cartesiana. No
se trata de que, como sugiere Pears, nuestro lenguaje no pueda hacer
frente a las demandas que la filosofía impone porque sólo nos dote
necesidades «condicionales» (a diferencia de las necesidades «absolu-
tas» de las que presuntamente nos dotan la «lógica» y las filosofías
«realistas»), sino más bien de que «nuestro lenguaje» es sencillamente
«realistas»),
otro de los nombres
nombre s que recibe el mecanismo
mecan ismo que supuestamente ha de
permi
per mitim
timos
os salvar la brecha
brech a cartesian
cartes ianaa entre la men
mente
te y su objeto.
Aunquee convengamos en ello, resta explicar a qué se debe la impor-
Aunqu
tancia que las Inve
Investigac iones de hecho disfrutan. Si no nos proporcio-
stigaciones
nan un nuevo método filosófico
filosó fico de mayor pureza
purez a y autoridad,
autoridad, si no nos
ofrecen una nueva tesis acerca de la necesidad, ¿a qué obedece su
impacto? Creo que en parte se debe a que es la primera de la grandes
obras polémicas contra la tradición cartesiana que no adopta la postura
consistente
consis tente en afirmar
afirm ar «Desde Descartes,
Descartes, los filósofos han pensado que
la relación entre la mente y el mundo es de tal o cual modo, y yo les
demuestro que es de este otro modo». Las tentativas de anular los pro-
blemas
blem as tradi
tradiciona
cionales
les de la filo
filosof
sofía
ía m
mod
oder
erna
na han
h an cobrado
cobra do típica
típicament
mentee
la forma
te form a de
dichos propuestasEn
problemas. relativ
relativas
sus as a un
u n modo
mejores normati
normativo
momentos, vo de pensar no
Wittgenstein queduda
evi-
en hacer caso omiso de la crítica construct
constructiva iva y en atenerse a un unaa acen-
drada sátira. Se limita a most
mostrar
rar mediante ejemplos cuán cuá n insolubles son
los problemas tradicionales, cómo están basados en una terminología
que parece tener el abierto propósito de imposibilitar su solución, cómo
suscitan preguntas que sólo pueden formularse en esa terminología, y
cuán patético es pensar que contamos con nuevos pimíos para coser
antiguas brechas (habida cuenta de que dichas brechas han sido abier-
tas de modo que vuelvan a descoserse lo suficiente como para hacer hace r que
todo nuevo intento de sutura resulte inútil). Wittgenstein no nos acon-
seja dejar de concebir el hombre como un ser separado del objeto por
un velo perceptivo para pasa
pasarr a concebirlo en otros términotérminoss [por ejem-
plo, como un ser que constituye el mu mundo
ndo (Kant, HussHusserl)
erl) o un ser
escindido en el en-soi y el po pour
ur-so i, más bien que en mente y cuerpo
-soi,
(Sartre), o un ser que ha adoptado como existencia básica el in-der-
Welt-Sein, o un ser que infiere de los contenidos sensoriales las propie- pro pie-
dades de su construcción lógica (positivismo lógico)]. Y tampoco afir-
ma: la tradición ha creado la imagen de un mundo repleto de rupturas,
mas aquí muestro
m uestro qué apariencia tendría un mundo sin ééstas. stas. En vez de
esto, Wittgenstein se limita a ridiculizar la idea de que haya aquí algo
que requiera
requ iera explicación.
¿Pueden unos cuant
cuantosos volúmenes satí satíricos
ricos tirar por tierra una tradi-
ción de trescientos años? Desde luego que no. no. Expuls
Expulsarar la teología de la
vida intelectual de Occidente
Occident e no fue el el logro de un libro, ni de un hom-hom -
bre, ni de un
unaa gener
generación,
ación, n
nii de un siglo. El fin fi n de la filo
filosof
sofía
ía (en tanto
que sucesora
suce sora de la tteología),
eología), de una disciplina «pura» en la que se abor-
dan problemas de hondura mediante métodos debidamente puros, no
llegará en nuestra época. DeD e hecho nadie sabe si ha de lleg
llegar
ar algún día,
día,
si llegará el día en que advenga lo que Comte llama «el estado positi-
vo». Y, aunque dicho estado llegase, no sería tal y como Comte lo ideó;
no sería una época en la que todo ha pasado a ser «científico».
«científico». La cien-
cia como fuente de la «verdad
«verdad» » —de
— de un valor cuyo rango supera la mera
bondad
bon dad de la virtud mo
moral
ral y la me
mera
ra bel
bellez
lezaa del arte— es una de las ide
ide-
-
as cartesianas que se desvanecen con el ideal de «filosofía como cien-
cia estricta».
estricta». Si la imagen cartesian
cartesianaa del
del hombre se desmoronase algu-
na vez, arrastraría
arrastr aría consigo la idea de que cuando adscribimos «inverifi
cabilidad» a las afirmacion
afirm aciones
es de la moral y de la religión, decimos algo
CONSERVANDO
CONSER VANDO LA
L A PUREZA DE LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 97
Dewey
«verdad»
«verda llevó
d» el holismo
y «necesida
«necesidad»d» dehasta su extremo,
costumbr
costumbre,e, mostró criticó
cuán los paradigmas
alejadas de
de llaa vida
real estaban las distinciones cartesianas, hizo todo lo que pudo por
desenmascarar la pureza de la filosofía
filoso fía y la idea tradicional de necesi-
dad, rompió las distinciones entre disciplinas y formas culturales e
intentó
inten tó elaborar una visión de la vida en la que el valor culmen era esté-
tico y no cognitivo.
cognitivo. Tan
Tanto
to o más que cua
cualquie
lquierr otro filósofo
filósofo,, Dewey insi-
nuó qué aspecto ttendría
endría una cultura postcartesiana. Y aun así su obra ob ra se
plegab
ple gabaa a la form
formaa de un
unaa explica
explicación
ción det
detallad
alladaa de po
porr qué las nocio
nocionesnes
de «experiencia» o «naturaleza» o «lógica» no eran como la tradición
las había concebido, sino como él las concebía. En resumen, produjo
una nueva teoría filosófica
filosófic a en la línea tr
tradicional
adicional.. Engendró así, como
dice Pears, «un conflicto filosófico dirimido según las viejas reglas», y
solemnes discusiones acerca de lo acertado o lo erróneo de su «defini-
ción» de «experiencia». Si interpretamos al segundo Wittgenstein
siguiendo las distinciones empleadas por Pears, creo que ocurrirá lo
mismo. Tendremos solemnes debates sobre la necesidad absoluta ver
suss la necesidad relativa, sobre las distintas variantes del convenciona-
su
lismo,, sobre la dis
lismo distinción
tinción entre «regla» e «interpretación», y cosas por
el estilo.
Quizá no haya forma de evitar estos debates, y quizá vengan exigi-
dos por la responsabilidad intelectual. Pero sería una lástima que el
impulso a conservar la pureza de la filosofía fuese tan fuerte que nos
apartase por entero de la sátira wittgensteiniana y del del intento de cons-
truir nuevas
nuevas formas de ver aspectos de nuestra vida sin ver espectáculo
espectáculoss
cartesianos.
cartes ianos. Libros como el de Irish Murdoch Th Thee Sovereign
Sovereignit Good
ityy o f Good
y el de Nelson Goodman Lang
Languag
uages A r t creo
es o f Ar creo que muestran la pos posi
i
teiniana
comentariosindeintentar
Murdoch,repetirla
«lo queonos explicarla. Aquí viene
libera es nuestro apegoa acuento
lo q
que el
ue no
alcanza el mecanismo de la fantasía,
fantasía, y no el escrutinio del propio
propio meca-
m eca-
nismo» u. A mi modo de ver, ver, la pujanza
pujan za de la obra de Wittgenstein
Wittgenstei n resi-
de en el vislumbramiento de un punto en el que «podamos dejar de
hacer filosofía cuando queramos». De forma parecida, los libros de
Murdoch y de Goodman
Goodm an nos hacen ver cómo serían serían la virtud moral y el
arte tras dejar de preguntamos qué cuestiones sobre moral y arte son
«puramente filosóficas» y qué cuestiones no lo son. En estos libros,
como en las Inv
Investi
estigac
gacion es , pasam
iones pasamos
os de la pureza que es característica
de una Fach a la purificación
purificac ión que uno siente cuando se ha liberado de la
necesidad
necesid ad de contestar
con testar preguntas incontestables.
incontestables.
Iris Murdoch, Th
Thee Sovereignit
Sovereignityy o f Good, Schocken, Nu eva York, 1971, p.
p. 67.
3. SUPERAND
SUPER ANDO
O LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN:
HEIDEGG
HEIDEGGER
ER Y DEWEY
DEWE Y
Los filósofos
filóso fos que sienten envidia de
de los científicos creen
cree n que la filo-
sofía sólo debería abordar problemas formulados
form ulados en términ
términosos neutrales,
en términos satisfactorios para todos quienes defienden soluciones
rivales.
rivales. Al parecer,
parecer, sin problemas comcomunes
unes y sin argumentación, no dis-
d is-
pond ríamos
pondríam os de una disciplin
disc iplinaa profesiona
pro fesional,
l, y ni siqui
siquiera
era de un método
métod o
para
pa ra disc
discipli
iplinar
nar nuestros
nuestr os pensamientos.
pensam ientos. Presumible
Presu miblemente,
mente, sin discipli-
disc ipli-
na, caeríamos en el misticismo, o en e n la poesía, o en la inspiración;
inspiración; sea
como fuere, en algo que nos permitiría eludir nuestras responsabilida-
des intelectuales.
intelectuales. A Heidegger
Heideg ger suele achacársele esto último. Sus parti-part i-
darios responden que Heidegger no ha eludido la responsabilidad del
pensador,, sino simplemente
pensador simpl emente la trad
tradición
ición de la «metafís
«m etafísica»
ica» o la «onto
logía».
logí a». Examinemos
Exam inemos este típico pasaje:
pasaje:
Pero la ontología
onto logía,, sea transcendental o precrítica, no eestá
stá subordinada a lala
crítica
crítica porque piensa el ser del ente y, ahí, empuja el ser al concepto
concepto,, sino
sin o por
que no piensa la verdad
verdad del ser y desc onoce que hay un pensa pensarr que es m ás
riguroso que el pensar conceptual
concept ual (...
(... un dso verke
verkennt
nnt dass es ei
ein
n Denke
Denken
n gibt
dass str
da stren
enge
gerr is
istt ais d as B
Begrif flichee) '.
egrifflich
1 «B ri
rief
ef ü be r den
den ““H
H um
um aani
niss m uuss ”», e n M.
M . H ei
ei de
degg
ggee r, WM
WM,, Klostermann, Francfort,
1967,, p. 187; tr
1967 trad.
ad. ingle
inglesa
sa en Ba
Basic
sic Writings o f He Heide
idegg
gger W),, ed. de Da vid Kre
er (B W) Krell
ll,, Nue
va York, Harper
Harper and Row , 1977, p. 2235. 35. Traducción españoespañolala de Rafael Gutiérrez,
Gutiérrez, Tau-
rus, Madrid, 1970, p. 157.
Em pleo las siguien
siguientestes abreviat
abreviaturas
uras con referencia a estas otras obras obras y tradu
traducciones
cciones
de Heidegger.
VA = Vortr age undAu satze (Neske,
Vortrage (Ne ske, Pfullinge, 1954); H W = Ho lz lzwe ge (Klostermann,
wege
Francfort, 1952); S Z = Sein und Zeit (7.a ed., Niemeyer, Tubinga, 1953) y B BT
T =
= traduc
ción ing lesa de McQuarri
McQuarriee y Robinson (Being and Time
Time,, SC M Press, Londres, 196
1962) 2) (t
(tra
ra
ducción española de José Gaos, FEC, Mé xico, 1959)1959);; US = Unterwegs zur Sprache (Nes
ke, Pfulli
Pfullingen,
ngen, 1960) y OWL - traducció
traducciónn inglesa de Peter D. Hertz y Joan Stambaugh
Stambaugh,,
On the Way to Language (Harpe
(Harperr and Row,
Ro w, N ueva
uev a York, 1971); N = Nie
Nietzs chee (2 vols.,
tzsch
[99]
100
100 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
nativas abiertamente
mitifícación— «irresponsables»
identificándolo —del
con el rigor misticismo,
en la del arte,
argumentación.
argumentación. Perodesig-
la
nifique lo que signifique strenger en
en la cita anterio
anterior,
r, poco tiene que ver
v er con
el significado que Kant, Camap
Cam ap o Husserl daban a este término; no guar-
da relación alguna con la argumentación,
argumentación, ni con la «Philosophie ais stren-
ge Wissenschaft ». De modo que cabe presumir que strenger significa significa algo
así como «más difícil». Desde este ángulo heideggeriano, la ontología es
la salida más fácil; cualquiera puede dar su opinión sobre un inveterado
problema ontológico
ontológico.. En realida
realidad,
d, tampoco es muy difícil
difícil idear nuevos sis-
temas o «programas de investigación» ontológicos. Mas Heráclito, valga
el ejemplo, no hizo nada
na da parecid
parecido,
o, sino algo mucho más arduo. arduo. Así pues,
Heidegger quiere evitar la discusión
discusión con sus camaradas los filósofos y rea-
firmarse
firmar se en la mayor dificultad de su quehacer filosófico.
Podríamos sentimos tentados a decir que Heidegger tiene todo el
derecho del mundo a no llam llamar
ar «Pensamiento»
«Pensamiento» a todo lo que se le antoje. antoje.
Pues, con
c on toda seguridad
seguridad,, el «pensar» debe ser el polo opuesto de algo; tal
vez no a la «emoción», pero ciertamente a algo que tiene que ver más con
las artes que con la ciencia, más con la religión que con la filosofía. No
cabe duda de que el quehacer
quehace r de Heidegger está más próximo a eso. Pero
Heidegger cree que todas esas distinciones son obra de la metafísica
arquitectónica. Y puesto que, por lo general, toda distinción entre disci-
plinas y toda división de la vida humah umanana son producto de los escritores
que integran
integra n «la tradición de la ontología occidental»
occidental»,, a duras penas pode-
pod e-
mos emplea
e mplearr dichas distinciones
distinciones a la hora de «ubicar» la obra de un hom
Neske, Pfullingen, 1961); E EP P = The End
En d ofP hi hilo
loso
soph
phy,
y, trad. de Stambaugh (Harper and
Row , Nu eva York, 1973), selección de textos de N con una traducción de Überwindung
d
der
er M
Meta
etaph
physiysikk d e VA; IM = Introduction to Metaphy
Meta physics,
sics, trad
trad.. de Mannheim (Y ale U ni-
versity Press
Press,, N ew Haven, 1959), trad trad.. española de Emilio Estiú (Nova, B ueno s Aires,
1970), y EM
E M = = el original, Einfiirhung ir irtt d er Metap
Me taphys
hysikik (Niemeyer, Tubinga, 1953);
BR = Bri
B riee f an Richard
Richardson,
son, publicado en alemán e inglés en las pri primeras
meras páginas en W . J.
J.
Richardson, H Heieide
degggger
er Through PhenPh enomomen enolo
ology
gy to Thoug
Thought ht (Nijhoff, The Hague,
1963), pp. vii-xxiii; QT = The The Ques
Questio
tion
n Conceming
Concem ing Technology
Technology and Other Essays, trad.
de Wil liam L ovitt (Harper (Harper and Ro w, N uev a York, 1977), «La pregunt preguntaa por la
la técnica»,
traducción de Adolfo P. Carpió del ensayo que da título al volumen anterior, en Suple
men tos An
mentos Anthr
thropo
opos,
s, n.
n.°° 14, Antrophos, Barcelona, 1989, pp. 14-15; ZSD = Zur Sache
Sa che des
d es
Denken
Den kenss (Niemeyer, Tubinga, 1969), y TB = OfTim e and Be Being
ing,, traducción parcial de
ZSD debida a Staumbaug (Harp (Harper
er and
and Ro w, N uev a York, 1969).
SUPERANDO LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER
HEIDEGGER Y DEWEY
DEW EY 101
bre cuyo propós
propósito
ito era superar la tradición. Así y todo, u
unn pued
puedee seguir
sintiendo
sintiendo cierta exasp
exasperación
eración.. Tiene que habe
haberr algún criterio con el que
juzg
ju zgar
ar a He
Heidegger,
idegger, algún adversario que comp
compitaita en la mis
mismama carrera.
Sin embargo,
embargo, Heide
Heidegger
gger re
repite
pite hasta llaa saciedad que nuenuestra
stra exas-
perac
pe ración
ión es se
sencill
ncillame
amente
nte un
unaa conse
consecue
cuenci
nciaa má
máss de la ide
ideaa de la filo
fi loso
so--
fía en cuanto litigio entre argumentos,
argumentos, idea que heredamos de Platón y
que, dos mil años después, desemboca
desem boca en el positivismo y en el nihilis-
mo. Para libramos de ella hemos de liberam
liberamos os primero de lo que él lla-
ma «la interpretación técnica del pensar». Para Heidegge
Heidegger, r,
2 B W, pp. 194-195 ( WM
WM,, pp. 146-
146-147
147),
), p. 8 de la trad
trad.. española, Carta sobre
sob re el huma
nismo.
3 V éa
é a se
se BW, p.
p. 220 (WM, pp. 170), pp.. 20 de la trad
trad.. española, Carta sobre el huma
nismo, en relación
re lación co n la incapacidad
incapacida d de Husserl
Husse rl y Sart
Sartre
re para entender este punto y sobre
el m otivo por el cual «la conc epción marxista
marxista de la histori
historiaa supera cualquier
cualquier otraotra mane
manera
ra
de enfocar el pasado». V Véase
éase también BR, p. xiv.
4 BW, pp. 196 (WM, p. 168), p. 10 de la trad. española, Carta sobr s obree eell huma
humanis
nismo.
mo.
102
102 CONSECUENCIAS DEL PRAGIVLATISMO
aguardado
nión pacientemente
pacientemente
al respecto.
respecto que
. Heidegger Heidegger
afirm
a firma llegase para
a que, cuando corregir
Platón nuestra
o Aristóteles,opi-
Aristóteles, por
ejemplo, se representab
representaban
an al Ser como idea o energeia, «estas doctrinas no
eran obra del azar, sino palabra del Ser»S er»55. De nin
ningún
gún modo podem
podemosos acer-
camos al Ser retrotrayéndonos hasta antes de Platón para empezar con
buen pie.
pie. Heidegger n nos
os dice que su propia definición d del
el Ser (c
(como
omo das
transcendens schlechtin) en Sei Sein n und Zeit no no representaba la pretensión
«de comenzar desde el principio y dar por falsa toda la filosofía preceden-
te»6
te »6.. Considera que la id
idea
ea de «la unida
unidad d inva
invariable
riable de las determinaciones
subyacentes
suby acentes del Ser» es «tan sólo una ilusión bajo cuya protección la meta meta--
física acontece comocom o historia del SSer
er»7
»7.. De mo
mododo que no se trata de que
podamos comparar la metafísica de Platón a Nietzsche, por un lado, y Hei-
degger,
degg er, por otro, respecto de un tópico común — —el el Pensar o el Ser— para
más tarde decidir quién da mejor cuenta de és éste.
te.
En resumen, podemos concluir
concluir que Heidegger ha realizad realizadoo la labor
de poner a sus críticos potenciales a la defensiva tan bien como cual-
quier otro filósofo a lo largo de la histor
historia.
ia. No hay
h ay rasero por el que pue-
da medirse sin incurrir en una petición de principio en su contra. Sus
comentarios sobre la tradición y las limitaciones por ella impuestas
sobre el vocabulario y la imaginación de sus contemporáneos, tienen el
taumatúrgico
taumatúr gico propósito de hacem
hacemos os sentir ridí
ridículos
culos a la hora de buscar
un territorio comú
c omúnn desde el ququee empezar
emp ezar una dis discusión
cusión..
II
5 TB
TB,, p. 9 (ZSD, p. 9).
6 BW, pp. 194-195 (WM, pp. 146-147), p. 38 de la trad. española, Carta sobre el
humanism
hum anismo o; véa se tam bién OWL, pp. 38 ss. (US, pp. 113 ss.).
7 EP, p. 11 (N, Π , p.
p. 411). La idea
idea de que «
«aun
aun cuando
cuando cambie la formulaci
formulación
ón lin
güística de los constituyentes esenciales del Ser [...] éstos permanecen inalterables» que
Heidegger discute
discute en este texto queda bi bien
en ejemplif
ejemplificada
icada por llaa tendencia de nuevos his
toriadores
toriadores de la filoso fía a ver en lo s problemas de la filos ofía a lgo recurre
recurrente
nte en la histo
ria
ria del pensam iento.
SUPERANDO
SUPERA NDO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 103
dad. Heidegger lleva genialmente hasta sus extremos una táctica que
todo filósofo original emplea.
emplea. H eidegger no fue el primero en inven-
tar un vocabulario destinado a disolver los problemas que ocupaban ocup aban
a sus predecesores,
predecesores, y no a proponer nuevas solucione
soluciones.
s. Pensemos en
lo que hicieron Hobbes o LockeL ocke con los problemas de la escolástica,
escolástica,
o Camap y Ayer con los «pseudoproblemas». Heidegger no fue el
prim
pr imero
ero en deci
de cirr de toda
to da m od
odali
alida
dadd de ar
argu
gumm en
entac
tación
ión qu
quee los fi
filó
ló -
sofos hubieran empleado hasta sus días que era un extravío. Pense-
mos en lo que dijo Descartes sobre eell método y H Hegel
egel sobre la nece-
nece -
sidad del pensamiento dialéct
dialéctico.
ico. La
L a aparente arrogancia de H Heideg-
eideg-
ger al proclamar que la tradición había agotado todas sus posibilida-
d es 8se limita a radicalizar
radicalizar esa impacie
impaciencia
ncia que a veces ma manifiestan
nifiestan
filósofos perfectamente
perfectamen te corteses en comen
comentarios
tarios del tipo «Todos loslos
argumentos
ba
basta
stant a favor
ntee antes
ant es y en contra
de 1900» o «Todo del el
utilitarismo
prob
pr oble
lemm a ya
de fueron
la ex
existdiscutidos
isten
encia
cia del
mundo externo resulta de confundir tener una sensación con obser-
var un objeto
ob jeto »9.
»9. A la hora de reco
recomenda
mendarr nuevos vocabularios para
formular cuestiones filosóficas, o nuevosnuevos paradigmas de argumenta-
ción, el filósofo no puede apelar a criterios judicativos anteriores,
pero
pe ro sí pued
pu edee logr
lo grar
ar un éxi
éxito
to sin pre
prececeden
dente
tes.
s. El vo
vocacabu
bular
lario
io es
esco
co--
lástico
lástico jam ás se sobrepuso al sarcasmo del siglo xvn. xvn . L a mitad de la
filosofía escrita después de Hegel ensayó triunfantes síntesis dialéc-
ticas como las que brinda la Fenomenología. Quizá muchos de los
contemporáneos de Descartes y Hegel no los considerasen «verda-
deros filósofos», y, aunque así fuera, ellos suscitaron nuevos proble-
mas que reemplazaron los antiguos, mantuvieron la pujanza de la
filosofía por su ejemplaridad
ejem plaridad y,y, mirando hacia atrá atrás,
s, d
descollan
escollan como
hitos en un desarrollo progresivo.
Parece difícil
difícil creer que H
Heidegger
eidegger llegue
llegue a ocupar la mism
mismaa posi-
ción, pero es porque tampoco dice lo mismo que Descartes, Hegel,
Husserl y Camap: «Hasta ahora la filosofía ha sido eesto;
sto; en adelante
adelante,,
sea esto otro», sino, por el contrario, lo mismo que Nietzsche, Witt
8 N, II, p. 201.
20 1.
9 Cuan
Cuandodo tales
tales comentarios
comentarios se hacen indi
indiscri
scriminad
minadamente
amente (como hacen W isdom,
Bouwsma, y el R yle de los Dil Dilem
emma s) tienden a ser desestimad os por facilones y autoin-
mas) autoin-
dulgentes, carentes
carentes de la paciencia y d el esmero de lo negativo.
nega tivo. Pero ni siquiera
siquiera sus pe o
res enem igos vacilarían
vacilarían en emplear dichos términos heideggerianos; lo que intenta
intenta hacer
puede ser imposible o perverso, ma s no fácil.
104
104 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
a esos
ral
ral. falsos
. Estas supuestos
minorías son o confusos
tratadas conconceptos,
tratadas desdén pordeaquellos
ver la realidad al natu-
otros filósofos
que pretenden saber qué futuro aguarda a la filosofía. El estilo literario
literario
del último Heidegger alimenta su desprecio ante alguien que, sencilla-
mente, se ha cansado de argumentar y que, refugiándose en la mística,mística,
ni siquiera intenta defender
de fender su obra anter
anterior,
ior, que, de cua
cuanto
nto hizo, era lo
único mínimamente respetable. Pero hasta filósofos como Dewey y
Santayana, quienes al igual que Heidegger, no vieron qué futuro no
anodino podría tener una disciplina llamada «filosofía», han sido apar-
tados de «los verdaderos filósofos» por este mismo mot motivo
ivo:: n
noo abrigar
esperanza alguna en la culminación de lo loss viejos «programas de inve inves-
s-
tigación»
debe tenerniunsugerir
poco deotros nuevos.
lealtad haciaSe
sudiría que para
profesión, sersifilósofo
como a uno nouno
le
estuviera permitido dar carpetazo a un antiguo problema filosófico
filosóf ico sin
tener
ten er otro que pon
poner
er sobre la m e s a 10. Con
Co n todo, existe un
unaa manera
mane ra
obvia de distinguir críticos de la tradición como Dewey y Heidegger,
Heidegger,
frente al amateur, el filist
filisteo,
eo, el místico o el petulante: la pro
profund
fundidad
idad y
el alcance de sus comentarios sobre aspectos particulares de la tradi-
ción.. Cualquier primerizo puede tildar al «pensamiento occidental» de
ción
«meramente
«meram ente conceptual», pero ahí acaba la cosa. No es tan fácil fácil expli-
car a qué equivale ser conceptual,
conceptual, y que tienen en comcomúnún los distintos
10 Est
Estaa re
reacc
acció
ión
n defe
defensi
nsiva
va es pa
partrtiicula
cularm
rmen
ente
te ccomún
omún en las dis
discusi
cusiones
ones de la o
obr
bra
a de
dell
segundo Wittgenstein. Examino esta reacción ante Wittgenstein en « Conservando la
za de la filosofía » (ensayo 2 , sup
pureza
pure supra).
ra).
III
En lo que si sigue,
gue, me propongo trazar el perfil que Dewey presu-
miblemente
miblem ente cobraría
cob raría a ojos de Heidegger, y viceversa. Este modo de
enfocar el tema dejarád ejará patente cómo es posible la coexistencia de un
amplísimo grado de acuerdo en lo tocante a la necesid necesidad ad de «destruir
«destrui r
la historia de la ontología occidental» con una idea totalmente dis-
tinta del posible relevo de la «ontología».
«ontología». Confío
C onfío en que también
tambié n nos
pro
p ro p o rc
rcio
ionn e u n p lata
la taff o r m a d esd
es d e la qu
quee « situ
si tuar
ar»» a H ei
eide
degg
gger
er,,
haciéndonos ver que, incluso llegados al convencimiento de que la
tradición
tradici ón filosó
f ilosófica
fica ha agota
agotado do todas sus posibilidades,
posibilidades, resta aún un
amplio margen de maniobra. Las frecuentes acusaciones de arrogan- arrogan -
cia vertidas contra Heidegger resultan resultan en parte de sus escasas alusio-
nes a los «pensadores» de sus días;
días; He
Heidegger
idegger nos deja con la impre-
sión de que si existen otras cimas, en la actualidad son la morada
mo rada de
los poetas. Con todo, la perspectiva de una cultura en la que la filo-
sofía no sea ni profesión, ni arte, ni neg
n eg o ci
cio1
o12y en la que la técnica
no sea una
u na «repetida
«rep etida convulsión»
convu lsión» 13, difícilmente
difícilm ente puede
pu ede deberse
debe rse
exclusivamente a Heidegger, pues es algo que Dewey intentó hacer-
nos ver durante
du rante toda su vida. Dewey puede unirse a Heidegger cuan-
do éste afirma:
SUPERANDO
SUPERAND O LA TRADICIÓ
TRADICIÓN:
N: HEIDEGGER Y DEWEY 1077
10
Pero el comentario que Heidegger hace acto seguido sobre dicho
«envolvimiento»
«envolvimiento » («pensando alcanzar
al canzar y junta
ju ntarr lo que en un sentido ple-
no es ahora el ser»), sería para Dewe
Dewey, y, como todo
tod o el discurso heidegge
riano sobre el Ser,
Ser, otro disfraz de la metafísica
me tafísica cristiana.
cristiana. A su vez, resul-
ta fácil considerar la obra de Dewey Ex Expeperien
riencia natura leza como una
cia y naturaleza
variante de la metafísica materialista: una tímida reivindicación del
triunfo del nihilismo.
Para no caer en estas manifestaciones superficiales de mutuo des-
precio, examinem
exam inemosos algunos puntos
punto s en los que ambos am bos autores obvia-
mente coinciden. Aludiré al paralelismo de las posturas que adoptan
ante cuatro cuestiones:
cuestiones: 1) la distinción
distinción entre contemplación
contempl ación y acción en
la filosofía antigua; 2) los tradicionales problemas cartesianos
cartesian os que inte-
gran el escepticismo epistemológico; 3) la distinción entre filosofía y
ciencia, y 4) la distinción entre estas dos últimas y «lo estético».estético».
Dewey abre
abre su tratamiento de la distinción entre teoría y la práctica
abordando la distinción entre el ámbito de lo «sagrado» y el ámbito de
la «vent
«ve ntura
ura»1
»15. Piensa
Pien sa que la religión, y su heredera,
hered era, la
l a filosofía,
filoso fía, se ocu-
pan
pa n del primero,
prime ro, mientras
mie ntras que la artesaní
arte saníaa y su heredera,
here dera, la técnica,
técnic a, se
ocupan del segundo.
segundo. Dado que la filosofía «heredó el ámbito del que la
religión se había
hab ía ocupa
ocu pado
do»1
»16no pudo sino adoptar «la idea que ha regi- reg i-
do la filosofía ya desde el tiempo
tiempo de los griegos,
griego s, a saber,
saber, que el conoci-
miento tiene por cometido dejar al descubierto la realidad anteceden-
te» 17. Teniendo
Teniendo en cuenta
cuen ta que la filoso
filo sofía
fía también
tam bién heredó
he redó de la religió
rel igiónn
la premisa «sólo lo que está totalmente determinado y no está sujeto a
cambio alguno puede ser
se r real» es natural «que la búsque
búsqueda da de la certe-
za haya determinado
determin ado las bases de nuestra
nues tra meta
me tafís
físic
ica»
a»118. «La
«L a metafísic
meta físicaa
viene a reemplazar a la costumbre como fuente y garante de los más
altos valores morales
mora les y ssoc
ocia
iale
les»
s»1
19, función que cump
cu mplirá
lirá hasta
has ta que
reconozcamos que «el cometido, el problema y el objeto propios de la
15 Véase Dew ey, The Qu est for Certainty (QC), Capricom Boo ks, Nuev a Yor
estfor York,
k, 1960,
p. 11
11.. Otras abrevi
abreviaturas
aturas de libros de D Dew
ew ey: (RP Philosophy,, Dover,
(RP)) Reconstruction in Philosophy
Nueva York, 1958; (AE) (AE) Art a ass Experience, Capricom Boo ks, Nuev a York York,, 1958;
1958; (EN)
(EN)
Experíe
Exp eríence
nce a nd Natu
Nature,re, Dover, Nueva York, 1958 1958..
16 QCQC,, p. 14
14.. Cf. Heidegg
He idegger, er, IM, p. 10
1066 (EM, p. 80),
80 ), p. 144 de la tr
trad
ad.. de Em ilio Est
Estiú:
iú:
«N ietzsch
ietzschee dijo con razón que el crist cristianismo
ianismo es un platonismo par paraa el pueblo»; cf. tam
bién EP
EP,, p
p.. 24 (N, II,
II, pp.. 4427
27).
).
17 QCQC,, p. 17.
18 QCQC,, pp. 21-22.
19 RP
RP,, p. 17.
108
108 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
20 RP
RP,, p . v .
21 RP
RP,, p. xxxi.
22 RP
RP,, p. 25.
23 Cf. EP
EP,, pp
pp.. 55 -56 (N, Π , pp.
pp. 458-459). Ver Wemer Marx,Marx, H
Hei
eide
degg
gg er a
ann d the Tra-
ditions,
dition s, Northwestern University Press, Evanston, 111., 1971, p. 126.
24 Cf. IM, p
p.. 69 (EM, p. 28) , p. 110 de la tr
trad Estiú; cf. IM
ad.. de Em ilio Estiú; IM,, pp. 57 ss. {EM,
pp.
pp. 43 s s .), pp. 91 ss. de la tra
trad.
d. de Emilio Estiú.
Estiú.
25 IM, pp. 62-63 {EM, p. 48), p. 99 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
SUPERANDO LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1099
10
hom bre lib
hombre libre
re y el esclavo2
escla vo26, sino más
má s bien com
como o algo
al go que emerge
em erge de
d e una
primera
prim era escisión
escis ión en ununaa conscienci
cons cienciaa origin
originaria
ariamen
mente te unida
unida,, esci
escisión
sión
que, presumiblemente, ha de tomarse como fa fatu
tumm , como palabra del
Ser, y no como un acontecimiento que haya de explicarse en términos
causales, como resultado de cierto entorno natural o de cierto orden
social. Con todo, Dewey y Heidegger coinciden en que esta primera
adopción de la idea del conocimientoespectador y de su objeto ha
determinado
determi nado el desarrollo de la historia de la filosofía.
filosofía. La afirmación
afirm ación
que Heidegger hiciera en Ser y Tie Tiemp
mpo,o, a saber, que el problema carte-
siano de la existencia del mundo externo
extern o tiene su origen en el olvido del
Zuha
Zu hand
nden
ense in 27gua
sein 7guarda
rda cierto pparalelismo
aralelismo con la insistencia
insistenc ia de Dewey
en que «el caldo de cultivo
cultivo de los dualismos» que apareci
aparecieron
eron en el si-
glo xv
x v n se generó a partir de esa primera escisión entre el objeto objeto inal-
terable de contemplación
contempl ación y los objetos maleables
m aleables del artea rtesa
sano
no2
28. Para
ambos autores, la idea de objeto en cuanto objeto de contemplación y
representación
representació n condujo al subjetivismo.
subjetivismo.
110
110 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
Finalmente, la sub
subiec
iectit
titas
as afirma
afirma:: lo s seres s on subie
subiectum
ctum en e l sentido del
hipokeimen
hipok eimenon
on que se distingue por ser p
prr o te ousía
o usía cuando lo real se hace pre
sente. En su historia en cuanto metafísica , el Ser es sub
subiec
iectit
titas
as de principio a
fin. Mas donde la su
subie
biectit
ctitas
as deviene subjetividad, el subie
subiectum
ctum por excelen
cia desde Descartes, el eg o, prima
prima sobre todas las
las co sa s 3
30
0.
30 EP
EP,, p. 47 (N, Π , p. 4 51
5 1 ).
).
31 Vé ase la discusión sobre el predominio de la «epistem ología» en la era era moderna en
EP,, p. 88 (VA, p. 67).
EP
32 Véase What is a Thing?,
Thing?, traduc
traducción
ción de Barton y D eutsch, H. R egne y Co., C hica
go, 1967, p. 27 (Die Frage nach nach Dem Ding, Niem eyer, Tubinga, 1962, p. 20).
33 QC , p
p.
. 41; cf. RP
RP,, pp
p
p. 49-51.
34 QC , p. 233.
35 Cf., por ejemplo, TB, p. 7, y el tratamiento
tratamiento de la relación entre cristianismo,
cristianismo, verdad
com o certeza moderno» en EP
certeza y el «período moderno» EP,, p. 22 (N, II, p. 424).
SUPERANDO LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 111
ción con
co n la naturaleza
natura leza huma
hu mana»
na»3 36. Observ
Observemos
emos también
tambié n la tímida
tím ida nega-
tiva de Dewey a tratar significado y verdad a modo m odo de relaciones entre
entre
algo que se da en la «experiencia» y algo presente
prese nte en la «natural
«nat uraleza»
eza»3 37.
Cuando discuten la relación filosofíaciencia, ambos conciben las
tentativas cartesianas,
cartesianas, husserlianas y positivistas de « «hacer
hacer cientí
científica
fica la
filosofía» como un fatal abandono de la función propia de la filosofía.
Dewey afirma que «la filosofía se ha arrogado la función del conoci-
miento de la realidad.
realidad. Este hecho la convierte ene n una rival de la ciencia,
ciencia,
y no en su aliada». Acto seguido se adhiere a la descripción que James
hiciera
hicie ra de la filosof
filo sofía
ía como «visi
«v isión
ón»3
»38. Ya hemos
hem os citado
cit ado la adverten
adve rtencia
cia
heideggeriana
heideggeria na de que la filosofía, een
n su intento de «elevarse al rango de
la ciencia»,
ciencia», renuncia a la esencia del pensamiento.
pensamie nto. Para ambos autores
36 Heidegger, Di
Disco
scour
urse Thinking, traducción de A nderson y Freund
se on Thinking, Freund,, Harpe
Harperr and
Ro w, Nuev a Yor
York,
k, 1966, p. 84 ( Gelassenheit, Ne ske, Pfullingen, 1960, p. 66).
37 Cf., por ejemplo,
ejemplo, EN, pp. 321 ss., y RP, pp. 156 ss.
38 QC
QC,, p. 309. Existe, empero, ootr
traa faceta
faceta de D ew ey en la que la
la filosofía no es visión
visión
sino algo mu cho más e specífico, una críti
crítica
ca de la sociedad siguiendo e l método d e la cien
sino algo mu cho más e specífico, una críti crítica
ca de la sociedad siguiendo e l método d e la cien
cia con la esperanza de poner la moral y las instituciones en línea co n el espírit espírituu de la cien
cia y de la tecnología. Véase RP RP,, p. xxiii. Esta noción se contrapone con el tipo de afir
maciones que D ew ey hace cuando concibe la tarea tarea de los filósofos com o «un iimpor mportatante
nte
historial
histori al de los esfu erzos de los hombres por formular
formular los aspe ctos de la exper
experiencia
iencia a los
que tienen una profunda y apasionada
apasionada estima
estima»» (RP, p. 25). Más adelante discuto breve
mente esta otra
otra fa
faceta
ceta de De w ey en el contexto de una polémica interp interpret
retaci
ación
ón heideg ge
riana
riana de su pensamiento
pensamiento.. P ienso que D ew ey es m ás lúcido cuando subraya subraya llasas semejan
zas entre la filosofía y la poesía
po esía que cuando subraya las las de la filosofía
filos ofía y la ingeni
ingeniería,
ería, aun
que en
e n este artículo
artículo no pu
puedo
edo aborda
abordarr este punto.
39 Cf. EN, pp. 37-38: «En cual cualqui
quier
er caso, una filosofía empíric
empíricaa es una espec ie de d es
nudamiento intelectual
intelectual [...]. Si lo s capítulos que sigue
siguenn contribuyen a un unaa inocenc ia y a
una simplicidad
simplicidad cultivadas, hab habrán
rán cumplido
cump lido su propósito.» N o obstante, De w ey cree co n
Heidegger que « el cultivo de la iingenuida
ngenuidadd [...]
[...] sólo pued e darse con un pensamiento rigu
roso y disciplinado
disciplinado».». V éase el artíc
artícululoo de J. Glenn Gray «The Splendor o f the Sim ple»,
en su On Understanding Violence Philosophically and Other Essays, Harper and Row ,
Nu eva York, 1970, esp. pp. pp. 50 ss.
112
112 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
diarios, lo científico
diarios, c ientífico y lo emotivo
emotivo serán copermeables, la práctica y la
imaginación podrán armar armarse.se. L
Laa poesía y la religión serán la floración
floración
natural de la vida
v ida»4
»40. Su esperanza es que la filoso
f ilosofía
fía se alíe con la poe-
po e-
sía en la «crítica
«cr ítica de la vida»
vid a» ddee la que hablaba
habl aba AmA m o ld
ld441. Según Heideg
ger,
ge r, «sólo la poesía comparte
com parte el rango de la filosofía», pues só sólo
lo en ellas
ellas
los seres
sere s no se hallan
hal lan en relación
rela ción con
co n otros seres, sino co conn el Ser
S er4
42.
Por otra parte,
parte, ambos aborrecen la idea de que la supuesta función
de la poesía es ofrecemos
ofrecem os «valores»
«valores» en cuyo polo opuesto están «los
hechos» que la ciencia nos descubre. Para ambos, la distinción
hecho/valor procede de la distinción sujeto/objet
sujeto/objeto, o, y es tan peligrosa
como ésta.
ésta. H
Heidegger
eidegger cree que la idea entera de «valor» «valor» representa un
torpe intento por parte del metafísico para proporcionar un Vorhanden
40 RP
RP,, pp. 212-213.
41 EM
EM,, p . 2 0 4 .
42 Cf. IM, p. 26 (EM, p. 20 ), p. 43 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
Estiú.
43 BT, p. 133 (SZ, p. 100). En IM, pp. 47-48 (EM, p. 36 ), p. 84 de la tra
trad.
d. de Emilio
Estiú, Heideg ger afirma que, cuando «el espíritu,
espíritu, así falsificado en inteligen cia, se degra
da hasta desempeñar el papel de instrumento puesto al servicio de otra cosa», entonces
«retroceden los poderes del acontecer espiritual, la poesía y el arte plástico, la constitu
ción del Estado y la religión a unun posible cultivo y planificación con
conscie
sciente s. A l mismo
ntes. mismo
tiempo, se reparten en dominios [...]. Esos dominios se convierten en campos de libre libre
acción , la cual, dentro del s ignifica do que ella justame nte alcanza, se pon e criterios
criterios a sí
mism a. A tales criterios,
criterios, propios de una valide z que rige para
para la elaboración y los u sos, s e
los d enominan valores. L os valor es de una cultura
cultura sól o se aseguran significa ción, dentro
dentro
del tod o de una cultura
cultura,, al limitarse a su propia validez: la poesía, en virtud de la poesía;
poesía;
el arte,
arte, en virtud del arte; virtud de la cienc ia». Cf. la polé m ica que en AE
arte; la ciencia, en virtud
D ew ey entabla
entabla contr
contraa la noción de «bellas artes»
artes» (cap.
(cap. 1) y contra
contra el aislamiento kantia
kantia
no d e lo estético frente
frente a la experiencia y al conocimiento (pp. 252 ss.), así com o sus tena
ces intentos de romper todo dualismo entre disciplinas o facultades (arte/ciencia, (arte/ciencia,
razón/imaginación, etc.). En filosofía moral, sería conveniente comparar la insistencia
deweyan a en que lo s valores son obra obra de la práctic
práctica,
a, y no algo encontra
encontrado
do o contem pla
do, c on la réplica
réplica de Heidegg er a Beaufret
Beaufret en lo tocante
tocante a la relación
relación entre
entre ontología y éti
ca. Cf. BW
BW,, pp. 231 ss. (WM, pp. 183 ss.). A l igual q ue lo sería comparar
comparar la protesta hei-
hei-
deggeriana en e ste último tex to contra la distinción tradicional
tradicional entre
entre ética,
ética, lóg ica y física
con la insistenci
insistencia
a de D ew ey (por ejemplo, RP
(por ejemplo, RP,, cap
cap.. 7) en que no existe algo así como una una
«filoso fía moral» a la
la búsqueda
búsqueda de «valores universales
universales» » o «leye s morales». De w ey con -
cidiría de buena gana con H eidegger (BW, p. 232; WM
cidiría WM,, p. 184) en que las tragedias
tragedias de
de
«preservan el ethos má s primordialmente
Só focle s «preservan primordialmente que la Ét Étic
icaa de Aristóteles».
SUPERANDO
SUPERAND O LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1133
11
llamada «estética» es otro de los desastrosos resultados de nuestras
distinciones entre lo sensible y lo suprasensible, entre sujeto y objeto,
y demás distinciones que manan del tratamiento originariamente pla-
tónico de la f fii s i s y de la idea44. Dewey estar
estaría
ía de acuerdo por comple-
com ple-
to sobre este punto, al igual que sobre cualquier cualq uier otra tentativa de maman-
n-
tener «lo estético» y «lo «lo rel
religioso»
igioso» fuera de «lo científico
científico»» o «lo emp
empí-í-
rico», y retrotraería la noción de «valor objetivo» y de «juicio pura-
mente estético» hasta las mismas raíces históricas a las que Heidegger
las retrotrajo. Los dos entienden que la poesía y la filosofía tienen
lugar allí donde no se plantea la distinción entre contemplación y
acción, distinción que, donde rige, rige, las empeq
empequeñece
ueñece y despoja de sen-
tido45.
Traer a colación todas estas semejanzas entre Dewey y Heidegger
tal vez parezca un tour de fo forc é. El interés radica en las diferencias.
rcé. diferencias. AAun
un
así, soy de la opinión de que es importante darse primeramente cuenta
de las semejanzas.
semejanzas. O Obrando
brando así, mostram
mostramos os que ambos autores intentan
integrar la secuencia que abarca desde Platón y Aristóteles a Nietzsche
y Camap, para arrinconarla en el olvido y ofrecer algo nuevo, o al
menos lal a esperanza de algo nue nuevo.
vo. Por lo demás, son casi los únicos que
en nuestro siglo han hecho algo así; son filósofos únicos, originales,
inclasificables e historicistas hasta la médula. Ambos han sido erró-
neamente equiparados con escuelas filosóficas ajenas al historicismo.
Amontonar a Dewey con Peirce, James y Quine significa olvidar que
Dewey fue arrebatado por un nuevo mundo intelectual, gracias a las
concepciones
concep ciones hegelia
hegelianasnas y comtianas
comtia nas de nue
nuestro
stro prop
propio
io pas
pasad
ado4
o46
6. Dec
Decir
ir
que Heidegger era un fenomenólogo y meterlo en el mismo saco que
Husserl, o decir que era existencialista y meterlo en el mismo
mism o saco que
(ell joven) Sartre,
(e Sartre, significa — como el propio H Heidegger
eidegger ha señal
señalado—
ado—
ignorar precisam
precisamente
ente la perspectiva histórica que Heide
Heidegger
gger orgullos
orgullosa
a
114
114 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
me nte com
mente c ompartía
partía con
co n Mar
Marx
x y que ambos
am bos toma
tomaron
ron de Heg
H egel
el4
47. Ambos
autores entienden lo que Heidegger denomina «la historia unificada
unificad a del
Ser, que da comienzo con el carácter esencial del Ser en cuanto idea y
culmina
culm ina en la esencia
esen cia moderna
mod erna del Ser en cuanto Voluntad de Po Poder»
der»4 48
como un único acontecimiento prolijo
prolijo y de largo alcan
alcance.
ce. Heidegger
H eidegger ve
en Nietszche
Nietszch e nuestro destino final e irrevocable siemp
siemprere que, siguiendo
siguiendo
a Platón, consideremos
considere mos el Ser en cuanto pre
presenc
sencia
ia o represe
rep resentac
ntación4
ión49 9.
Los seguidores
seguidores de Dewey tienden a ver en Nietzsche una reacción des-
medida ante la toma de conciencia de que jamás cumpliremos la exi-
gencia platónica de certeza y de «racionalidad» en el ámbito de la
moral. Dicha toma
tom a de conciencia nos hace bascular entre la desespera-
ción ante el hecho de que en el mundo no haya
h aya otra cosa que po
p o d e r y
y la
embriaguez
filóso
filósofo que siglo,
fo de este provoca
connuestra propiaexcepción
la probable posesión de
de Wittgenstein,
poder.
poder. Ningúnseotro
otro
ha
distanciado tanto de los supuestos y de los problemas
problem as comunes
com unes a Platón
y a Nietzs
Nietzsche.
che.
Si Hegel es el autor
aut or que les une, sus diferencias em
empiezan
piezan ya en sus
respectivas ideas en tomo a qué uso darle a este autor. Dewey, como
Marx, quiere
qu iere un Hegel desposeído del Espíritu.
Espíritu. Quiere
Quier e que el
el hombre y
47 Cf. su
supr
pra,
a, nota 3. El lector hallará
hallará un certero
certero tratami
tratamiento
ento del historic ismo h eide g-
geriano y de su relación con Hegel en Stanley Rosen, Nih Nihilism
ilism,, Yale University Press,
N ew Haven, 1969. Los exégetas de la evolución de Heidegger no se ponen de acuerd
acuerdoo en
si el proyecto de «destrucción de la ontología de O ccidente» pervive tras
tras el «giro», aun
que las siguientes observaciones de Stambaugh parecen resumir acertadamente la
po sición de H eidegger ante la primera
primera versión de su proyecto:
proyecto: «L a “destrucci
“destrucción”
ón” que en
principio
princip io concibiera iba a ser fenom enológica, en términos de una hermenéutica
hermenéutica trans
trans
cendental. En Ser y Tiempo, Heidegger vincula indisolublemente estos elementos
— fenom enología, hermenéutica y filosofía transcende
transcendental
ntal—— precisamente
precisamente los tres a los
que d esea renunciar en su p ensam iento ulteri
ulterior.
or. La destrucción q ue ha de llevarse a cabo
ya no tiene la impront
improntaa de estos elementos, pues son estos m ism os los que constituyen
constituyen la
la
historia de la ontolog ía, co n lo que en m odo alguno sirven para
para “destrui
“destruir”
r” o desha cer esa
historia.
historia. La destru cción de la historia de la on tolog ía debe basarse en la historia
historia del Ser y
concebirse desde la Apropiación» («Introducción» a EP EP,, p. ix). Con todo, aunque creo
que Stambaugh da cumplida cuenta de las intenciones de Heidegger, sospecho que la
conce pción «desde la Apropiación» es una actividad
actividad demasiado purispurista,
ta, exquisita
exquisita y pri
vada c om o para consum ar cualquier ta rea destructiva y que ésta se lleva a término gracias
tarea
a algo que Heidegger llama despectivamente «historiografía conceptual», como la que
ejemplificada en lo s textos de N q
queda ejemplificada ue Stambaugh traduce en EP
que E P (cf. su
supr
pra,
a, nota 11).
11).
* EP
EP,, p. 48. (N, II
II,, pp.
pp. 45 2-45 3).
49 Cf. «L a doctrina plató nica d e la verdad » (WM, pp. 139 ss.).
50 C f-
f- ρ ρ . 4 99-- 5 11..
51 IM, p. 45 (EM, p. 34), 34 ), p. 83 de la ttra
rad.
d. de Em ilio Estiú.
52 BW, p. 194(J?M,pp. 147-148).
116
116 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
podr
po dría
ía haber
hab er pensado
pens ado que el dram
dramaa de la Europ
Eu ropaa del siglo xx
x x guardab
guar dabaa
una relaciónpasaje,
el siguiente esencial
pasaje, encon el Volle
el que Vollendu
ndung
ngse
Heidegger der Metaphysik?
esfuerza Examinemos
en explicar «en qué
medidaa semejante preguntar la pregunta ontológica,
medid ontológica, en sí histórica
histórica,, tie-
tie -
ne interior correspondencia con la historia universa
universall de la Tierra»:
Tierra»:
53 Μ , p
p.. 45 (EM, p. 28 ), p. 82 d e la tr
trad
ad.. de Em ilio Estiú.
Estiú.
54 Cf. IM, pp pp.. 19 y 50 (EM, pp. 15 y 3 8), pp. 34 y 89 d e la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
Estiú.
SUPERANDO
SUPERAND O LA TRAD
TRADICI
ICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1177
11
Dios y la Gracia. A menos que Heidegger
H eidegger conecte la historia del Ser con
la de los hombres y las naciones sirviéndose de locuciones loc uciones del tipo «la
relación del ser con una nación (ei (eine
ness vo
volk s) » 55, conectando así
lkee s)» así la his-
toria de la filosofía con la historia
historia en general,
general, sólo podría afirmarafirm ar lo que
ya afirmara Kierkegaard, a saber, que aunque aplicásemos todos los
avances
avanc es de la civilización moderna,
moderna , perfeccionásemos
perfeccionásem os y pusiésemos
pusiésemo s en
práctic
prá cticaa todos
todo s los ardides de la dialéctica
dialécti ca hegelia
heg eliana na e interrela
inte rrelacion
cionáse-
áse-
mos todos los aspectos de la vida y de la cultura mediante cualesquieracualesqu iera
conceptos cuya evolución quepa imaginar, no nos habríamos acercado
ni un solo paso a lo que es strenger ais das Begriffliche. Sin hacer refe-
da s Begriffliche.
rencia a la historia de las naciones, resulta obvio que nos queda quedamosmos úni-
ún i-
camente con todo aquello que, según Versény Versényi, i, ya teníamos: «un pen-
samiento de la unidad absoluta, demasiado vacío y form formal, al, aunque con
unaa frecuente carga
un ca rga emocional, místic
m ísticaa y re
relig
ligios
iosa»
a»556. Si
Si hacemos
hacem os refe-
refe -
rencia a dicha historia,
historia, parece que al menos disponemos
dispone mos de algo análo-
go a una Cristiandad de tipo escatológico y agustiniano, y no a la espe-
ranza protestante y privada que abrigaba Kierkegaard, a saber, que la
Gracia haría de él un Nuevo Ser,
Ser, capaz de creer
cre er en la doctrina autocon
tradictoria de la Encamación.
Puedo resumir esta concepción cuasideweyana del pensamiento
de Heidegger
Heide gger del modo queq ue sigue. Todo lo que nos dice sobre el Ser, Ser,
el Pensamiento y la diferencia ontológica
ontológic a lo argumenta
argume nta por po r negación.
negación.
Aprehender lo que son equivale a aprehender su ausencia de relación
con la metafísica. Esta última abarca todo pensamiento conceptual,
causal y de nuestro propio ser dentro
dentro de una pluralidad de entes en rela
ción causal, un pensamiento ajeno al pensamiento científico o técnico
referente
referente a un tema
tem a en concreto.
concreto. La
L a única manera de explicar la metafí-
sica consiste en poner de manifiesto su historia, mostrando de qué
modo las gentes
gentes han creído hablar sobre el Ser mientras
mientr as que han acaba-
acab a-
do por hablar de los entes. Hasta
H asta aquí, Dewey y Heidegger
Heide gger pueden ave-
nirse.. Dewey cree que la moraleja a extraer es que, agotadas sus posibi-
nirse
lidades, el legado de la metafísica es tan sólo una mayor sensibilidad
hacia nuestros problemas concretos, hacia los entes. Mas Heidegger
118
118 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
piensa
pie nsa que la ima
imagen
gen hist
históric
óricaa aq
aquí
uí plas
plasma
mada
da nos per
permm ite vislumb
visl umbrar
rar
algo distint
distinto.
o. C
Con
on tod
todo,
o, nad
nadaa más nos dice al respecto, con lo que la vía
negativa al Ser por la destrucción de la ontología nos conduce a unos
entes sin Se
Ser,
r, sin tener la más remota
remo ta idea de cuál podría ser el objeto
del Pensamiento.
Pensamiento. Tod Todo
o lo que nos q queda
ueda es el vacío dejado por la des-
trucción de todo pensamiento
pensamien to metafísico.
metafísico. De form
formaa que
que,, al parec
parecer,
er, da
igual que concibamos la historia de la filosofía al modo de Dewey
(como la cristalización de diver
diversos
sos procesos causales en una un a «superes-
tructura» intelectual) o al de Heidegger (como palabra del Ser). El
vacío es todo lo que les queda
q ueda a ambos. Según Dew Dewey,
ey, éste ha de cub
cubrir-
rir-
se con una atención concreta
co ncreta a las ccosas;
osas; a las explotaciones mineras a
cielo abierto, por
po r ejempl
ejemplo.
o. Según Heidegge
Heidegger,r, éste es un claro del Ser.
En
tar este
una punto, ¿h
¿hay
visión de ay
la algo en lodeque
historia ambos puedan
la filosofía como discrepar?
la que DeweyTrasyadop-
Hei-
degger comparten, ¿qué cabe decir de lo que resta? De acuerdo con
Dewey,
Dewe y, seguir hablando sobre el «Pensamiento» es repe repetir
tir que el fin de
la metafísica no debería representar el el fin de la filosofía, sin decir por
qué no debería serlo. De acuerdo con Heidegger, afirmar que la filo-
sofía se ha convertido en algo obsoleto representa sucumbirsucu mbir a una ver-
sión vulgarizada del Ser como Voluntad de Poder. Tal vez quepa ver
todo fenómeno concre
concreto to —un poema, una revoluci
revolución,
ón, un
unaa persona—
reducido a eso, o tal vez como un claro del Ser. Q Quizá
uizá nuestro modo de
ver las cosas depende de ios filósofos
f ilósofos que hayamos leído últimam
últimamente
ente
y deAdoptar
nuestra esta
jerg
jergaaactitud
predile
predilecta.
cta.
esteticista y relativista (que roza la de Tillich)
es tomar
tom ar posición jun
juntoto a Dewey y contra Hei Heidegg
degger.
er. A estas alturas
alturas,,
sobra decir que me deca
decantonto por esa
es a actitud y esa posici
posición.
ón. Con todo,
antes de adoptarla explíc
explícitament
itamente,
e, me gustaría volver
volver a intentar mirar el
asunto con ojos heideggerianos. Creo que es importante tener presente
que, para Heidegger,
Heidegger, el pecado capital de Dewey no es la primacía que
concede a la práctica, sino precisamente su adopción de una actitud
estéti
est ética5
ca57. Heidegger
Heidegg er piensa
pie nsa que la époc
épocaa técnica prec
precipita
ipita en «el mu
mun-n-
do en cuanto Imagen» y que la actitud est estética
ética hacia los
los sistemas filo-
sóficos, una actitud que Dewey comparte con Santayana, es la expre-
sión definitiva de dicha actitud. «El acontecimiento fundamental de la
57 Sob
Sobrere el tr
trat
atam
amiien
ento
to h
hei
eideg
degger
geria
iano
no de la invers
inversió ión
n de Nietzs
Nietzsche
che de la je
jera
rarq
rquí
uía
a pla
pla
artee y matemática, véa se V ersényi, op. cit.,
tónica entre art cit ., pp. 72 ss.
SUPERANDO
SUPERA NDO L
LAA TRADI
TRADICIÓ
CIÓN:
N: HEIDEGGER Y DEWEY 1199
11
modernid
mod ernidad
ad es la conqu
conquista
ista del m
mundo
undo en cuanto image
im agen»
n»558. Al parecer,
cuando Dewey elogia nuestro actual modo de entender la naturaleza
más como objeto de utilización que como objeto de contemplación, se
limita a dejarse llevar
llevar por la técnica moderna en su afán por ver «en la
corteza terrestre
terrestre una mina de carbón,
carbón, en el sue
suelolo un yacimiento mine-
mine -
ra l» 59. Pero cons
constatar
tatar esto es simple
simplemente
mente ser realista
realis ta y no, ni siquiera
desde la postura de Heidegger, objeto de crítica. Heidegger sólo diría
vade retro cuando Dewey pasa a ver en las fi filo
loso fíass —en el pensa-
sofía
miento de Platón, de Thomas,
Thoma s, de Hegel— lo que el ingeniero ve en las
regiones del globo: fuentes de recursos. Abordar el pensamiento de
Hegell como una Weltanschauung significa ver en él un objeto de explo-
Hege explo -
tación y no una posibilid
posibilidad
ad de revela
revelación.
ción. Significa consid
considerar
erar llas
as filo
filo--
sofías como
com o si fuer
fueran
an medio
medioss para fo
fortale
rtalecer
cer la vida hum
h uman
ana6
a60. El hum
huma-a-
nismo de Dewey es simplemente, según Heidegger, la encamación de
la conciencia moderna, contra la ccual
ual de nada vale protes
protestar;
tar; salv
salvo
o cuan-
do se niega la mis
misma
ma posibilidad de Pensar,
Pensar, cosa que ocurre cuando tra- t ra-
tamos a los filósofos que ejemplifican el Pensar como meros medios
con vistas a una mutua recomposición de los entes. El sentimiento hei
deggeriano de la vulgaridad de nuestra época —de la trivialización de
todo lo sagrado— se exacerba cuando lo que se trivializa es la historia
de la metafísica. Pues esta historia
historia no es otra que
qu e la del Ser,
Ser, y convertir-
la en algo que sirva de lección para el hombre m modern
oderno o representa con-
vertir al mismísimo Ser en instrumento a nuestro servicio y en objeto de
explotación.
explotación. Tratar «al mund
mundoo como im agen y al hombre como subiec-
imagen
tu m »61no es más que
q ue bailar al son de los tiempos, pero tratar a los gran
des filósofos a modo de jalones, o elegir entre ellos al igual que elegi-
mos nuestros cuadros favoritos, es burlarse del Ser. Para Heidegger, los
bosquejo
bosq uejoss que Dewey hace de la hist
historia
oria de la filosofía
filoso fía son, en el mejo
mejorr
de los casos, ejemplos patéticos de la futilidad
fu tilidad del intento de superar la
metafísica con el vocabulario de la metafísica («experiencia» y «natu-
raleza», por
po r ejem pl
plo)
o)6
62. Para Heidegger, inclu
incluso
so su prim
primer
er intento de
120
120 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
superación
superación — su redescripción del Da sein con vistas a allanar el cami-
Dasein
no que
q ue pe
perm
rmitaita reabr
reabrir
ir la pregun
pregunta ta por el Ser— se trunc
truncaa por sí mis
mismm o6
o633.
En ocasiones sugiere que idéntico destino hallaría cualquier superación superación
de la metafísica, y de hecho, cualquier alusión a esta historia: historia: «Incluso
en el intento de superar la metafísica subsiste cierta atención atenc ión hacia ella.
ella.
Por ello, nuestra tarea es abandonar todo intento de superación, dejan-
do la metafísica
me tafísica abando
abandonadanada a su ssue uerte
rte»6
»64.
Aun así
así,, Heidegger
H eidegger insis
insistete en Ser y Ti
Tiem
empopo en que al menos él tenía
en mente la ccuestió
uestiónn del Ser cuando reemplazaba las «categorías» de la
tradición por Exis
Existent iale,, y sigu
tentiale siguee creyendo que para dar un primeprimerr paso
paso
necesita
nec esitamo
moss algo porp or el eest
stilo
ilo665. Ba
Bajo
jo el enfoq
e nfoque
ue de Heidegger,
Hei degger, Dewey,
cons tituyese la b
bar
arre
rera
ra que no s im pide ir m ás allá de la línea, esto e s, superar
superar el n ihilis
mo ?» Sobre la ffutil
utilidad
idad de la metafísica de Dew ey, v éase la polém ica Santayana-Dewey
e n Th
Thee Philosophy ofJohn Dew ey, ed. de Schilpp, Northwestern University Press, Evan s- s-
ton, 111., 1939. Intento desarrollar la tesis de Santayana en «La metafísica de Dewey»,
infra, ensayo 5.
63 Algunas tesis en tom o a SZ han puesto de manifiesto las semejanzas eentr ntree las redes
cripciones heideggerianas
heideggerianas y anticart
anticartes
esian
ianas
as del hombre y las de Ryle. A m odo de ejem
plo, v éase la observación de Richar
Richard d Schmitt ( Martin
Ma rtin He ideg
id egge
gerr on Be
Bein
ing
g Human, Peter
Peter
Smith, Gloucester,
Gloucester, M e, 1969, p.16)
p.16):: « lo que los filóso fos an glófonos llaman análi
análisis
sis de
de
revisionista se halla muy próximo a lo que [en SZ\ H eidegger llama “ontología”»
tipo revisionista “ontología”»..
Con respecto a la posible deuda de Ryle para con Heidegger, véase Michael Murray, Murray,
humana
que (o peor,
aún es com
peo r,ohab
lo har
haría
ría ía
habría añaRyle,
dido com
añadido o un
Heideg modo
Heidegger,
ger, s i SZd enomos
mostra
trar
nos r la inse
pone insensatez
nsatez
en la de Descar
direcciónDescartes).
corre tes).
correcta Y, lo
cta,, pod lo
e
mos creer que el «segundo Heidegger» se limita a ofrecemos fragmentos de una jerga de de
mayo r novedad e int interé
erés,
s, con lo que seguiríamos esta estando
ndo ta
tan
n sordos ant
antee el Ser com o sie m
pre. Vé ase OWL, p. 47 (US, p. 145), en lo refere
pre. referente
nte a la inqui
inquietud
etud que Heide
Heidegge
ggerr sentía ante la
la
posibilidad de que su terminología fuese «corrompida
«corrompida con vistas a signifisignificar
car un concepto».
SUPERANDO
SUPERAN DO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER
HEIDEGGER Y D
DEWEY
EWEY 121
pese a qu
quee ta
tambié
mbién
n quie
quiere
re d
dota
otamo
moss de u
una
na nueva
nu eva jerg
je rgaa q
que
ue reemp
r eemplace
lace
las nociones
cartes, tendrádela«substancia» y «sujeto»
traza de un autor «sujet
queo»
secomun
comunes
engañaesa asíAristóteles
mismo y caey a en
Des-
su
propia
pro pia trampa. Si uno lee a Dewey con lentes heidegheideggerianas
gerianas,, ve que su
pensamie
pensa miento
nto está tan plag
plagado
ado de conce
concepcion
pciones
es tradicio
tradicionales
nales que no
puedee ofre
pued ofrecer
cer una noción de Pensamie
Pensamiento
nto alternativa a la metafísica. E Enn
consecuencia, Dewey olvida la subordinación de la verdad verda d a la belleza
propugn
prop ugnada
ada po
porr Peirce y pie
piensa
nsa q
que
ue la «ciencia»
«cienc ia» ddee algún
algú n mod
modo o susti-
tuye a la filosofía
filosof ía o que ésta deviene «científica».
«científica». La versión deweyana
de la historia de la filosofía
filosof ía tiene po
porr objeto depura
depurarr nuestra autoim
autoimagen
agen
de cualquier resto procedente de otras épocas de la historia de la meta-
física,
física, de todo recuerdo de una era anterior a la supremacía de la técni-
ca. Visto
Vist—
nerada
nerada— o así, Dewey
etapa de la eess un perfecto
filosofía ejemplo
«human ista»,de
«humanista», la últim
última
descrita a —y
por más d
dege-
Heideggerege-
en
los siguientes términos:
En la época de la consumación
consumac ión de la metafísica, la filosofía es antropolo
gía. Poco impo
importa
rta que la denom inemos antropología «filosófica » o que no lo
hagamos. Ent
Entret
retanto
anto la
la filosofía se ha convertido en antropología
antropología y con
c on ello
en presa de todos los suced
sucedáneos
áneos de la metafísi
metafísica,
ca, es decir,
decir, de la física en el
sentido más lato, que incluye la física de la vida y del hombre, la biología y la
psicología. Con su conversión en antropología, la filosofía sucumbe en la
metafísica".
V
Dejemos aquí el tratamiento deweyano de Heidegger y el heideg
geriano de Dewey. Sería grato concluir con una síntesis imparcial y
benévola. Pero no dispo
dispongo
ngo de una perspe
perspectiva
ctiva más global
glo bal que ofrecer.
A mi modo de ve
ver,
r, ambos auto
autores
res sonju n to con Wittgen
Wittgenste
stein,
in, los filó-
sofos más fértiles y originales de nuestro tiempo, y no tengo la más
mínimaa idea de cómo super
mínim superarlo
arlos.
s. Lo más que puedo hacer es agudizar
agudizar* *
“ EP
EP,, p. 99 (VA, pp. 78-79). Cf. QT, p. 153 (HW, pp. 10 103-104
3-104 ), por lo que hace a llaa
desestimación heideggeriana del pragmatismo: «El americanismo es algo europeo. Es
una suerte de titanismo aún sin comprender, un titanismo rudimentario y que en modo
alguno se origi
origina
na a par
parti
tirr de la esencia completa
comp leta colegida de la época modern
moderna.a. La inte
interr
pretación americana del americanismo debida al pragmatismo sigue estando fuera de la
esfera de la metafísica.»
me tafísica.»
122
122 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
SUPERANDO
SUPERAN DO LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER Y D
DEWEY
EWEY 123
123
124
124 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
tianos piensan
pien san que
q ue es6
e s69
9. El Ser es lo que Nietzsche, portavoz
portavo z del mome
mo men-n-
to que consuma la dialéctica de los dos últimos siglos, decía que era:
«un vapor y una falaci
fal acia»
a»770. Para Heidegger la pregunta es «¿Es “ser” “ ser”
una mera
me ra palabra cuyo significado
significad o es vapor o es el destino espiritual del
mundo
mun do Occi
O cciden
dental
tal?»7
?»711. Pero la alternativa aquí sugerid
su geridaa represe
repr esenta
nta sim-
sim -
pleme
ple mente
nte un intento de revivir nuestro interés
inte rés por
po r el Ser dando a enten-
ente n-
der que los problemas de nuestro presente se deben en cierto modo mod o a la
tradición que comprende desde Platón hasta Nietzsche. Lo único que
Heidegger puede hacer para justificar un interés en la tradición que
transciendaa el corporativismo académico es afirmar
transciend afirm ar que fue en su sseno
eno
donde se formuló la pregunta por el Ser. Ser. Todo lo que puede
pued e hacer para
impedir que restemos importancia al Ser, considerándolo como un
vapor y una falacia es afirmar que nuestro destino se halla de algún
modo ligado a esa tradición.
tradición.
69 Com o la comparación
comparación da a entender
entender,, creo que V ersényi no anda
anda desencaminado
cuando subraya la frase frase «dan
«danss ganzA ndere» com o algo gratuito
gratuito (US, p. 128; cf. Versén
yi, op. cit., pp. 135 ss. y 163). Mehta, ThThee Philosophy o f Marti
Martin
n Heidegger, Harper and
Ro w, N uev a York, 1971, p. 119, critica
critica a Versény i por sacar la frase
frase fu
fuera
era de contexto ,
aunque
aun que yo creo que los siguientes comentarios
comentarios de V ersényi están perfectamente
perfectamente justifi
cados: «E n su intento de dejardejar patente qué es la Absoluta Otredad
Otredad y d e ha cem os entr
entrar
ar en
una dimen sión enteramente distinta
distinta,, Heideg ger cae en una espec ie de teo logía neg ativa y
de misticismo: hace una serie serie de declaraciones sibilinas cuyo únic o propósito concreto es
el rechazo de toda experiencia e intuición
intuición humanas» (p. 163). «He idegg er es perfecta
men te consc iente del hech o de que cualquier
cualquier justifica ción de su ele cció n de determinadas
determinadas
obras y de su interpretación que apele a la tradición filosófica o a la reflexión racional
sobre la experiencia cotidiana só lo lograría
lograría exponer su pensam iento a sus propias acusa
cion es de humanism o. Para Para escapar
escapar a esta
esta dificultad
dificultad filosófic a, da el único p aso q ue aún
le e s lógica m ente po sible dar: adoptar
adoptar la posició n d el profeta
profeta y reclamar
reclamar la intuición m ís
tica [...]» (p. 162). Au n así, uno puede decir todo esto de Heide gger sin tener que adoptaadoptarr
lo que Mehta describe
describe acertad
acertadamen
amentete como «posición neoclásica» de Versényi. D esde un
punto de vista afín a Dewey, lo malo de Heidegger no es que, como Versényi sugiere,
abandone la «reflex ión racional», sino que pr pretenda
etenda haber alcanzado
alcanzado de algún m odo una
posición desde la que llevar a término lo que la reflexión racional no pudo. Cualquiera
que sea la labor tradicionalmente
tradicionalmente encomend ada a la argumentación filos ófica que la intui
ción mística (o la mera intuición, que para el caso es igual) lleve a cabo, el fin común a
ambas es algo tan impreciso como «dar significado a la vida». Lo que cabe objetarle a
Heid egge r es que no se contenta con este fin «humanista» e imp reciso. Quiere part partici
icipar
par
en una empresa comú n a Platón y a He gel — pronunciar
pronunciar la palabr
palabra a del Ser— que no sea
se a
simplem ente un nombre ornamental
ornamental aplicado a la empresa en la que todo todo s nosotros, f iló
sof os y labrado
labradores,
res, poetas y ministros de estado,
estado, participamos.
participamos.
70 IM, p. 36 (EM, p. 27), p. 60 de la trad. de Emilio Estiú.
71 IM, p. 37 (EM, p. 28) , p. 61 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
SUPERANDO
SUPERA NDO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 125
Para terminar:
terminar: tanto Heidegger como Dewey anhelaban una mane-
ma ne-
ra de ver
sofar las cosas
cosasque
historicista
historicista quesucedió
nos alejase en buena
a Hegel, bue
al na medida
med
igual q idaéste
que
ue del nos
mundo dellleva-
había filo
filo--
do allende de la filosofía de corte epistemológico del siglo xvni. Dewey
encontró lo que quería desviándose por completo de la filosofía en
cuanto actividad con marchamo propio y acercándose al mundo coti-
diano, a los problemas de los hombres, vistos bajo nueva luz una vez
anuladas las distinciones desarrolladas por la tradición filosófica. Hei-
degger confiaba
conf iaba en la reapertu
reaperturara de nuevas sendsendas.
as. Pero creía que sólo
alcanzaríamos a verlas si nos desentendíamos de los problemas huma-
nos; quizá
quiz á rrodeados
odeados poporr ese silencio podam
podamos os oír el logos del Ser. Entre
ambas actitudes, la que uno adopte depende de la devoción que sienta
porr la idea de «filoso
po «filosofía».
fía». La debil
debilidad
idad de Heid
Heidegg
eggerer radic
radicaba
aba en su
imposibilidad de pensar que los problemas de los filósofo filósofoss no eran más
que eso, problemas de filósofos —en su aferramiento a la idea de que
el ocaso de la filosofía significaba el ocaso de Occidente—.
Pero Heidegger no debería ser criti criticado
cado po
porr querer algo strenger ais
das Begriffliche. Pocos escapamos a ello. Si de algo cabe criticarlo, es
de hacer lo posible
posible por mantenem
mantenemos os bajo la égida de la idea plat platónica
ónica
que afirma
afirm a la existencia de algo característico
característico llamado «f «filosofía»
ilosofía» y que
tenemos la oblig
obligación
ación de ente
entender
nder.. C
Cabría
abría decir de He
Heidegger
idegger lo mismo
que él dijo de Nietzsche: llev llevado
ado a engaño por una co comprens
mprensiónión super-
ficial de las ideas platónicas, trató de reemplazarlas, pero, en lugar de
eso, sólo logró trad
traducir
ucir el platon
platonismo
ismo en un unaa nueva je rg a 72. Ofrecién
Ofre ciéndo-
do-
nos «la apertura al ser» como substituto del «argumento filosófico»,
Heidegger ayuda a preservar lo peor de la tradición que esperaba
supe ra r73.
sophy,
sop hy, Nijhoff, La Haya, 1970, pp
73 Conste mi agradecimientopp.a. Maqorie
131-132.
Maq orie Grene, Joan
Joan Stambaugh, Laszlo V ersény
ersényii y
mi antiguo
an tiguo coleg a Walter Kaufmann ppor
or sus valiosos
valios os comentarios de una pri
primera
mera versión
versión
de este artículo, así como a Frederick Olafson y Edward Lee, cuya invitación como
ponente en una conferencia sobre Heidegger
Heid egger celebr
celebrada
ada en La Jol
Jolla,
la, 1974, m e llev
llevóó a escri
bir este artíc
artículo.
ulo.
4. LA PROFESIONALI
PROFESIONALIZACIÓN
ZACIÓN DE L A FILOSOFÍ
FILOSOFÍA
A
Y LA CULTURA TRANSCEND
TRANSCENDENTALI
ENTALISTASTA
1 George Sa Santa
ntayana
yana,, Wi
Wind
ndss o f Do
Doctr
ctrin e, J.
ine, J. M. Dent, Londres, 1913, p. 214 .
2 Ibíd.
Ibíd.,p.
,p. 188.
188.
[126]
LA PROFESIONALIZACIÓN
PROFESIONALIZACIÓN DE LA
L A FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 1277
12
este sentido cabía considerar femenino el espíritu académico de 1911:
«La tradición gentil ha pervivido en el espíritu académico a falta falt a de algo
que ocupe
ocup e su lugar»
lug ar»3
3.
Podemos permitimos tomamos
tomam os todo esto a risa, a la vista de los aca-
démicos viriles, agresivos y semejantes a los hombres de negocios de
nuestros días.
días. Hace tiempo que la academia am americana
ericana descubrió el pla-
cer de hacer «crecer»
«crecer» su propia empresa, «de organizaría mejor, mejor, de trans-
formarla en un motor más potente para la vida en general». El profesor
bien
bie n remune
remunerado
rado que vuelve en j jee t a
a casa tras
tras pasar
pasa r el día aconsejando a
potentados,, es la envidia del catedrático adjunto de provincias. Si aún
potentados a ún
existe una tradición como la «gentil»,
«gentil», no cabe cab e identificarla con
c on «el espí-
ritu académico».
académico». La mayoría de los académicos dan clase hoy en los ras-
cacielos. El público ya no asocia nuestra profesión ccon
cacielos. on el gusto exquisi-
to y epiceno, sino con la violencia política, el libertinaje sexual o los
maquiavélicos consejeros presidenciales. Si existe algo con un lejano
parecido
pareci do a aquello de lo que hablaba Santayana, es la cultura
cultu ra esp
específi
ecífica-
ca-
mente intelectual, la cultura
cultur a que produce
produ ce poemas, teatro, novelas, crítica
literaria
literaria y que, a falta de un término mejor, podemos llamar «crítica de
la cultura».
cultura». Algunos intelectuales
intelectuales habitan en la academia, la mayoría en
los departamentos de literatura,
literatura, aunque no son gente poderosa dentro del
ámbito académico.
académico. No consiguen becas;becas; tienen
tien en discípulos y no progra-
mas de investigación; habitan cualesquiera mansiones que aún pueden
ocultarse entre los rascacielos académicos. Aquellos de sus colegas que
están más en la línea de los hombres de negocios los tratan con la defe-
rencia que los tenderos deben a los clérigos y con el desprecio que el
hombre de éxito siente hacia el hidalgo harapiento.
¿En qué lugar de la ajetreada academia moderna hallamos a los pro-
fesores de filosofía?
filosofía? Para
P ara abordar esta
esta cuestión debidam
debidamente
ente hemos de
echar un vistazo a los avatares
avatares de la filosofía desde los tiempos de San-
tayana, y dividirla en dos períodos.
períodos. El de entregu
entreguerras
erras fue un período de
profe
pr ofecía
cía y lideraz
lide razgo
go mo
moral
ral,, la época
épo ca hero
he roica
ica del pragm
pra gmatiatism
smoo de
Dewey, durante el cual la filosofía desempeñó un papel en la vida del
país que Santayana posiblemente
posibl emente habría admirado.
admirad o. A parti
pa rtirr de la Segun-
Segun -
da Guerra Mundial la filosofía se ha profesionalizado y los filósofos
han abdicado deliberadamente
d eliberadamente de ese papel.
papel. EEn
n el período anterior a la
Primera Guerra
Gu erra Mundial, en tiempos de Santayana, la filosofía se defi
3 Ibí
Ibíd.,
d.,p.
p. 212.
212.
128
128 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
nía por
po r su relación con la religión.
religión. En tiempos de Dewe
Dewey,
y, por su rela-
ción con las ciencias sociales. A comienzos del período de profesiona
lización, los filósofos intentaron (sin demasiada convicción) definir su
actividad
activida d tomando como referencia las matemáticas y las ciencias natu-
rales.. Lo cierto es que, pese a todo,
rales todo, dicho período ha estado marcado por
su reclusión frente al resto
resto de la academia y de la cultura,
cultura, por la insis-
tencia en la autonomía de la filosofía
filosofía..
La pretensión de que la filosofía es y debe ser una disciplina técni-
ca, de que su reciente profesionalizac
profesionalización
ión es un logro importante, no sue-
le defenderse directamente, haciendo
haciend o ver con orgullo la iimp
mportanc
ortancia
ia de
los temas que discuten los filósofos o los paradigmas de investigación
filosófica. Su defensa es más bien indirecta y se centra en el desdén
4 Tr
Trato
ato este tema más extensame
extensamente
nte en el ensayo 12 de este li
libr
bro.
o.
LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILOSOFÍ
FILOSOFÍA
A 129
129
130
130 CONSECUENCI
CONSECUENCIAS
AS DEL P RAGIM TISMO
LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA
L A FILOSOFÍA 131
las cuestiones
cuestiones sociales y morales desapareció casi por completo. Duran
Duran--
te cierto tiempo, los cursos de filosofía moral no fueron más que ridi
culizaciones epistemológicas de la conciencia moral común. Los con-
tactos de los filósofos con sus colegas en el campo de las ciencias socia-
les fueron siendo tan escasos y fortuitos como los que tenían con sus
colegas
cole gas en el campo de la liteliteratu
ratura.
ra. Dewey había predicho que la filo- filo -
sofía se apartaría
apa rtaría d
dee la tensió
tensiónn que, en el siglo X
XVVII, existía entre la físi
físi--
ca matemática y el mundo del sentido común, pasando a ocuparse de
nuevos problemas planteados p por
or las ciencias sociales y las artes. Pero
esta predicción no dio en el blanco
blanco.. Por el contrario, todos los insepara-
bles problem
problemas as cartesi
cartesianos
anos de los que Dewey creía haberse desemd esembara-
bara-
zado, volvieron
volvieron a plan
plantearse,
tearse, reformulado
reformuladoss en el modo formal de hablar
y rodeados de nuevas
No obstante, dificultades
nes surgidas
las predicciones
prediccio surgida s conhabía
que Dewey el formalismo.
formali
habí smo.o para
a efectuado
efectuad pa ra la
filosofía americana se cumplieron en otros lugares:
lugares: en la filosofía con-
tinental y en la cultura literaria americana. El sello distintivo del inte-
lectual era la atención que prestaba a la interpretación
interp retación frent
frentee a la v
verifi-
erifi-
cación, a lo que las «ciencias del hombre» tenían en común. Uno de los
resultados —el de mayor importancia para los fines que ahora persi-
go— fue que la historia de la filosofía empezó a correr a cargo de los
intelectua
intelectuales.
les. Mie
Mientras
ntras que los filósofos profesionalizados
profesionaliza dos insistían en
tratar a los grandes filósofos del pasado como fuentes de hipótesis o
como ejemplos aleccionadores, los intelectuales seguían tratándolos al
viejo modo, como héroes o villanos. Dewey aún había intentado ofre-
cer una reconstrucción general de filosofía desde Platón hasta él, mas
los filósofos del período de la profesionalización recelaban de estas
reconstrucciones,, considerá
reconstrucciones considerándolas
ndolas carentes de «cientificidad» y «espe
«espe
cializació
cialización».
n». Lo cual es cierto, pero también lo es que forman un géne-
gé ne-
ro de escritura del todo indispensable. Aparte de la necesidad de pre-
guntar por la verdad o la validez de la inferencia de determinadas
determinad as pro-
posiciones
posicio nes formul
formuladas
adas po
porr A
Aristóteles
ristóteles o Lock
Lockee o Ka
Kant
nt o K
Kierkegaard
ierkegaard,,
existe
exi ste también la necesidad de adoptar una actitud hacia estos hombres,
al igual
igual que uno hhaa de adoptar una actitud hacia Alcibíades y Eurípides,
Eurípides,
Cromwell y Milton,
Milton, Proust y Lenin. Dado que los escritos de los gran-
des filósofos del pasado forman un entresijo de secuencias dialéctica
dialécticas,
s,
debemos adoptar actitudes hacia muchos de ellos para justificar nues-
tra actitud hacia los demás. La actitud que uno tome ante Kant, por
ejemplo, tampoco es independiente de la que tome ante Wordsworth y
Napoleón. Tomar actitudes hacia las autoridades
autori dades muertas
mue rtas y hacia sus
rivales vivos —dividir el panteón en divinidades y demonios— es el
132
132 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLVriSMO
solo propósito
propósito de la cultura intelectual.
intelectual. La cita
ci ta de nombres, el cambio
rápido de contexto
tura propugna
propug contex
na van to en
y lacontra
renuncia
renunci deatodo
a aguardar una disciplina
lo que una respuesta que estaica
académica
académ cul-
y
profe
pr ofesio
sional
naliza
izada
da represe
rep resenta.
nta. Por norm
no rmaa general,
gene ral, el conf
conflicto
licto entre
entr e la
academia
academ ia y esta cultura puede quedar implícito.
implícito. Pero cuando de filoso-
filo so-
fía se trata tiene que aflorar forzosamente, aunque solamente sea por-
que ni siquiera el filósofo
f ilósofo más
má s profesionalizado puede dejar deja r de verse,
verse, si
no como el vicario contemporáneo de Platón y de Kant, Kant, al menos como
su comentador
comen tador autorizado.
autorizado. De modo que nos hallamos ante el conflicto
que he descrito al comienzo de este ensayo: el mutuo recelo entre el
intelectual y el filósofo académico, cada cual reincidiendo en ver la paja
en el ojo ajeno.
ajeno.
Quisiera dejar constancia de que no tenemos por qué inquietamos
p
poo r este confli
co nflicto
cto ni intenta
inte ntarr dirimirlo. Si entendem
enten demos os su trasfond
trasf ondoo his-
his -
tórico, podemos convivir con su probable efecto, a saber, saber, que la filoso-
filo so-
fía como disciplina académica y técnica siga tan alejada de la cultura
intelectual como la paleontología o la filología clásica. clásica. De cara a defe
defen-n-
der esta actitud,
actitud, deseo constat
constatar ar acto seguido los motivos
motivos que me m e hacen
pens
pe nsarar que la apro
a proxim
ximaci
ación
ón a los grand
gr andes
es filóso
fil ósofos,
fos, prop
pr opia
ia de la cultu
cu ltu--
ra intelectual, es indispensable y que conviene no confundir co nfundir esta cultu-
ra con la tradición gentil de la que Santayana se lamentaba. Intentaré
hacerlo bosquejando la historia de la emergencia de la cultura intelec-
tual, fenómeno que me parece inconfundiblemente decimonónico, al
igual que la Nueva Ciencia y la problemática por po r ella creada eran fenó-
menos propios
propios del
del siglo
siglo x v n \
Desde los tiempos de Goethe, Macauley, Carlyle y Emerson, ha
venido desarrollándose un género de escritura que no consiste en una
evaluación de los respectivos méritos de las producciones literarias, ni
de la historia del pensamiento, ni de la filosofía
fil osofía moral, ni de la episte-
mología, ni de la profecía social, sino que aúna todos estos campos. Este
género aún suele denominarse «crítica literaria», obedeciendo a una
razón de peso. Dicha
D icha razón radica en que, a lo largo del siglo xix, la ima-
ima -
ginación literaria
literaria reemplazó
reemplazó a la religión
religión y a la filosofía a la hora de con-
formar
form ar y consolar la conciencia desgarrada
d esgarrada de la juventud. Las novelas
novelas
y los poemas son hoy por hoy los principales medios por los que la5 la 5
6 San
Santa
taya
yana
na,, op. cit.,
cit ., pp. 193-194.
134
134 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
do nes.
done s. Por un ladlado,
o, es la ausenci
ausenciaa de seri
seriedad
edad que Platón atribuí
atribuíaa a los
poetas,
poet as, la «negativ
«negatividad»
idad» que KeaKeatsts apr
apreciab
eciabaa en Shakespeare. Por otro,
otro,
es el sentido del absurdo del que Sartre nos hablaba y en el que, según
Arthur Danto, podemos
p odemos caer tratrass abandon
abandonar ar la teoría pictórica del len-
guaje y la concepción pl platónica
atónica de la verdad como exactitud repres represen-
en-
tativa. En el segundo Wittgenstein, era la admisión sardónica de que
cualquier cosa tiene sentido siempre que uno se lo dé. En Heidegger,
quien lo odiaba, era el fuero de la modernidad, de lo que llamaba «la
época de la imagen del mundo». En E n Derrida, es la renuncia al «mito de
un lengua
lenguaje je puramente materno o paterno perteneciente a la patria del
pensam
pen samiento
iento ya perdida
perdida».». Este punto de vist
vistaa cuaja en el intento de Fou
cault de «escribir para quitarse la máscara».
En este sentido, el transcendentalismo representa la justificación
intelectual
intelec tual de quien no desea ser un científico o un profesional y no cree
que la honestidad intelectual exija lo que Kuhn llama una «matriz disci-
plinar». Es lo que permpermite
ite la actitud intelectual hacia la cien
ciencia
cia que pre-
coniza
con iza C. P
P.. Snow
Snow:: la concepción de la mecámecánica
nica cuántica, pongamos
pongam os por
caso, como un u n poem
poemaa de notoria grandeza aunque del todo intr intraducib
aducibie,
ie,
escrito en un lenguaje lamentablemen
lamentablemente te obscuro.
obscuro. El transcendentali
transcendentalismosmo
es lo que da sentido a la misma idea de «intelectual», una idea postro-
mántica y postkantiana. En el siglo xvni existían hombres de ingenio,
hombres
hombr es doctos y hombres dev devotos
otos,, ma
mass no intele
intelectuale
ctuales.
s. N
Noo hasta que
los románticos escribieron libros libros tan vari
variopintos
opintos como para foqar
foq ar lecto-
res conscientes de que no había marco alguno que los englobase, ni otro
punto de referencia que los libros a los que uno po
podía
día ser fiel hoy y trai-
cionar mañana. No hasta que Kant hizo que la filosofía destruyera la
ciencia y la teología para dar cabida a la ley moral, ni hasta que
q ue Schiller
logró convencemos de d e que era posible que el arte ocupase el lugar con-
quistado para la moralidad. Lo
L o que perseguía Santayana al datar los orí-
genes del transcendentali
transcendentalismo
smo (bien eentendido)
ntendido) en Kant, era converti
convertirr el
tratamiento kantiano de la verdad científica en un medio que hiciese de
la ciencia una manifestación
m anifestación cultur
cultural
al más entre otra
otrass muchas. Pero,
Pero, habi-
da cuenta de que desde el sigl
siglo
o xvn la verdad científica vviene
iene siendo el
modelo de la verdad filosófica, el tratamiento kantiano de la primera
desemboca en la actitud que el propio Santayana mantenía frente a la
segunda.
daban Er a este
Era
abiertas sentido
el que, de lapensab
según relatividad
pensaba, y de las posibilidad
a, deberíamos posibilidades
admirar enesEmerson,
que que-
esa faceta de Emerson que se asemeja más a Whitman que a Royce. Y
fue precisamente la imposibil
imposibilidad
idad de manten
mantener
er esta espléndida postura
aristocrática lo que hizo que la tradición gentil se quedara en mero ges-
dedicado exclusivamente
resultado a cuestiones
de esa reinterpretación estrictamente
fue derogar profesionales.
la vigencia del pasadoEl y
desvincular a los profesores de filosofía de sus alumnos y de la cultura
transcendentalista. Poco importa
imp orta que algún día los vínculos de la cultu-
ra transcendentalista con los departamentos de filosofía lleguen a ser
fiel reflejo de los que actualmente
actualmente la unen con los departamentos aca-
démicos de literatura. Podría ocurrir que la filosofía americana siguie-
se preocupándose más porp or desarrollar una matriz disciplinar que por su
suss
antecedentes o por su papel cultural. Ello no sería pernicioso, antes al
contrario. Los dramas
dram as dialécticos que vieron la luz con Platón seguirán
representándose, si no por quienes perciben un sueldo por dar clases
sobre Platón, sí por otros. Puede que estos últimos no reciban el nom-
bre de «filóso
«f ilósofos»
fos»,, sino alg
algún
ún otro, posibl
posibleme
emente
nte «críticos». O quizá el
nombre que reciban nos parezca tan extrañ extrañoo como nuestro uso del tér-
mino «crítico» le habría parecido al Dr. Johnson, o como nuestro uso
del término «filósofo» le habría parecido a Sócrates.
Tall es la conclusión con la que quiero acaba
Ta acabarr mi rrepaso
epaso de lo acon-
tecido en la filosofía americana desde los tiempos de Santayana. Lo
cual viene a ser decir que independi
independientemente
entemente de que la filosofía pro-
fesionalizada se una
un a o no se una a la cultura transcendentalista, conven-
dría que no intentase vapulearla. Terminaré volviendo una vez más a
Santayana y alabando la segunda de las virtudes que en un principio le
atribuía. Me refiero a su capacidad para no dejarse convencer de que
Am érica era el destino final de la historia, como si fuese
América fuese cosa de llos
os filó-
fil ó-
sofoss am
sofo americanos
ericanos dar voz al genio de la nación
nación y describi
describirr una virtud tan
genuinamente
genuinam ente am
americana
ericana como las secoyas
secoyas o las serpientes de cascabel.
cascabel.
Este laxo chovinismo estaba en boga en tiempos de Dewey y de vez en
cuando seguimos sintiendo su nos nostalgia.
talgia. Pero, pa
p a ce Niebuhr, la filoso-
LA PROFESIONALIZACIÓN
PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILO
FILOSOFÍ
SOFÍA
A 1377
13
fía deweyana no partía
partí a del supuesto de q que
ue la Revolución industrial y la
Revolución americana, mano a mano, habían hecho de la conciencia
angustiada algo obsoleto.
obsoleto. D Dee hech
hecho,
o, a pesar de la carga retórica y opti-
mista detectable en Dewey y sus discípulos, tampoco enseñaba que la
combinación de las instituciones americanas y del método científico
daría como resultado
resultado la Vida Buena para el hombre. La m mejor
ejor expres
expresiónión
de su actitud se debe a un artículo de Sidney Hook titulado «El Prag-
matismo y el sentimiento trágico de la vida», en él acaba diciendo: diciendo: «El
pragmatism
pragm atismo o [..
[...]
.] es la teorí
teoríaa y la prápráctica
ctica de engr
engrand
andece
ecerr la liber
libertad
tad
humana
huma na en un mundo precario y trágico gracias al arte del control socia sociall
practicado
practic ado con inteligencia. Puede que se trate de una cau causa
sa perdida,
pero no conozco
conoz co nin ningun
gunaa m mejejor
or»8
»8.. Y en ver
verdad
dad no hay otr
otraa mejor, y la
nostalgia de la época
époc a profética
profétic a deweyana que los filósofos
filós ofos de
d e la edad de
la profesionalización vienen sintiendo tiene su origen en su sentimien-
to de no estar haciendo todo cuanto pueden en favor de esta causa. Pero
la formulación
formulac ión de principios morales es de impo importancia
rtancia secund
secundaria
aria para
la defensa de dicha causa, como también lo es la elección y la defensa
de una causa para la educación
educac ión moral.
moral. Es más, aunque Am América
érica pasará
a la historia
historia por defender esta causa más fférreamen érreamente te que cualesqu
cualesquieraiera
otros imperios habidos
habidos has hasta
ta ahor
ahora,
a, no existe ninguna razón en conc concre-re-
to por la que los filósofos de una nación, o más bien sus intelectuales,
hayan de ser juzgad
juz gadosos poporr el mismo
mism o rasero histórico que sus institucio-
nes políticas y sociales.
sociales. No hay po porr qué creer que el sueño de la dem demo- o-
cracia americana se cumplirá fina
finalmente
lmente en América, como
com o tampoco la
hay para creer que
que el derecho romano alcanzó su máx máxima
ima expresión en
el Imperio Romano o que la cultura literaria lo hiciera en Alejandría.
Tampoco exiten demasiados motivos para creer que nuestra cultura
intelectual se asemejará a la alcanzada por cualquier otro imperio, o
que, cuando ésta advenga, los profesores de filosofía moral edificarán
sus sistemas a partir de principios que hoy están en proceso de formu-
lación. Aun cuando, gracias a un increíble golpe de suerte, América
sobreviva sin que su libertad sufra mella alguna y se convierta en un
punto
pun to de encuen
encuentro
tro para
pa ra los dem
demás
ás paíse
países,
s, la supe
superior
rior cultur
culturaa de un
mundo indiviso no tiene que centrarse en tomo a algo genuinamente
americano.
americano. Y de hecho no tiene más nec
necesidad
esidad de centrarse en tomo a
8 S id n e y H o o k , Pr
Pragm
agm atis
atismm and
a nd the Tra
Tragic
gic Sens ife,, Ba sic Books, Nue va Yor
Sensee ofL ife York,
k,
1974, p. 25.
138
138 CONSECUENCIAS DEL PRAGMA^SMO
5. LA METAFÍSI
METAFÍSICA
CA DE DEWEY
DEW EY
Casi al final de
d e su vida, Dewey espera
esperababa escribir una nueva edición
de Exp
Experi
eriencia
encia y naturaleza
naturaleza, «cambiando tanto el título como su tem temá-
á-
tica, en vez de Na
Naturaleza
turaleza y exp
experiencia
eriencia (sic), N
Natura
aturaleza
leza y cultura». En
unaa carta a Bentley,
un Bentley, Dewey confiesa:
1 Cf. Jo
John
hn D ew ey y Arthu
Arthurr F. Bentley, A Philo
Ph iloso
soph
phica
icall Cor
Corres
respon
ponde
denc
ncee 1
193
932-1
2-1951
951,,
ed. por S. Ratn
Ratner
er y J. Altman,
Altman, Rutgers University Press, N ew Brunswick,
Brun swick, 1964, p. 643
643,,
en relación con el cambio de título sugerido. Cf. «Experience and Existence: A Com-
ment», Ph
Philos
ilosoph
ophyy a nd PPhen
henom
omeno
enolog
logica
icall Res
Resea rch,, 9 (1949), pp. 712 ss., en relación
earch
con la renuncia
renuncia a llaa «m etafísica».
2 Por ejemplo, Ar Arth
thur
ur E. Murp
Murphy,
hy, «D ew ey ’s Epistem ology and Metaphysics», en
Thee Phi
Th losophy ofJohn Dew ey, P. A. Schilpp, Tudor Publishing Co ., Evanston/Chicago,
Philosophy
1939, p. 219.
[139]
140
140 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLVTISMO
remos tentados a equipararlo con algo que, a falta de un nombre nom bre mejor,
mejor,
podem
po demos llam ar histori
os llamar historiaa de las idea
ideass: con obras como
com o el libro primero
de la M etafísica
etafísica,, la «anfibologí
«anfibología» a» kantiana de «los conceptos de refle-
xión», la Fenomenología de Hegel, la Gr Gran
an cadena de se r de
dell ser de Lovejoy
y E l orden
o rden de las cos as de Foucault. Asumida dicha equiparación, es
cosas
posible
pos ible ente
entend
nderer el libro no como
com o una
un a «metafís
«me tafísica
ica empírica»,
empí rica», sino como
un estudio histórico y sociológico de un fenómeno cultural llamado
«metafísica». Puede entenderse como otra versión de la controvertida
crítica de la tradición que Dewey lleva a cabo en La reco reconstruc ción de
nstrucción
la fi
filo so fía y en La búsqu
loso búsqueda
eda de la ce
certeza.
rteza.
Pero durante la mayor parte de su vida Dewey habría renegado de esta
equiparació
equipa ración.n. Para bien o para mal, Dewey quería d dejar
ejar escrit
escrito o un siste-
siste-
ma metafísico. Durante toda su vida, Dewey péndulo entre una actitud
terapéutica hacia la filosofía y otra actitud del todo distinta,
distinta, con arreglo
arr eglo a
la cual la filosofía devendría «científica», «empírica» y se ocuparía de
algo serio, sistemático, importante y constructivo. En ocasiones Dewey
describía la filosofía a modo de crítica de la cultu cultura,
ra, aunque nunca se con- co n-
tentaba con verse como un vqyeur, un terapeuta o un historiador intelec-
tual. Deseaba
Deseab a ambas
ambas cosas
cosas.. Cuando Santayana, en su recensión de Ex Expe
pe
riencia
rienci a y natural eza, advertía que una «metafísica naturalista» era una
naturaleza,
contradicción en los té térm
rmino
inos3
s3, Dewey respon
respondía
día como sigue:
sigue:
He aquí el alcance y el método de mi «metafísica»: el vasto número de
3 «D ew ey’s Natural
Naturalis
isti
ticc M etaphysics
etaphysics»,
», reimpreso Schilpp, op. cit
reimpreso en Schilpp, cit.,
., p. 245.
Naturalism», Jo
4 D ew ey, «Half-Hearted Naturalism», Jour
urna
nall ofP h ilo
iloso
so ph y, 24 (1 927), p. 59.
LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEW
DEWEY
EY 141
uso de mi propia (y eficaz) invención, la aplicación del método cientí-
fico y empírico
em pírico en el ámbito de la filosofía». Pero dos generaciones
generacione s de
exégetass no han sabido
exégeta sabido precisar cuál era ese método que permitiría
perm itiría «for-
mular los rasgos genéricos manifestados por todo tipo de seres, inde-
pendiente
pendi entemen
mente
te de su pa
partic
rtición
ión en seres mentale
men taless y físico
fís icos»
s»5y
5y que al
mismo tiempo no difiriese «ni un ápice» del que emplean los científi-
cos de laboratorio. Tampoco ha quedado mucho más claro cómo la
manifestación de tales rasgos genéricos podría pasar por alto alto o disolver
los problemas tradicionalmente filosóficos.
Con todo, hay otro
otro modo de plasmar la tensión existente en el pen-
samiento de Dewey, como el que Sidney Hook sugiere al describir el
puesto
pues to que
q ue Dewey asigna
asig na a la filos
filosofía
ofía een
n el conjunto
conj unto de la cultura:
5 D e w eeyy , Ex
Exper
perien
ience
ce a
and
nd N at
atu re , W. W . Nort
u re, Norton,
on, Nu eva York, 1929, p. 412.
6 Sidne
Sidneyy Hook,
Hook, John Dew ey , Joh
D ew ey, Johnn Day, Nuev a York, 1939, ppp.
p. 34-35.
142
142 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
po ne de man
pone m anifie
ifiesto
sto «los rasgos
rasg os genéric
g enéricosos de todo
tod o tipo
ti po de
d e seres». Aun-
Au n-
que Dewey pu ies e explicar lo que E
p u d iese Exp
xperien
eriencia na turaleza tiene de
cia y naturaleza
«observacional y experimental», sus propios comentarios sobre la
observación y la experi
experimentación
mentación en cuanto herramientas para par a solven-
tar cierto problema
proble ma social que involucra valores deberían ocupar ocup ar hacer-
se resaltar dentro de su obra. Si, como vengo diciendo, el contenido
efectivo de E Exp
xperie
eriencncia na turaleza consta de una serie de análisis en
ia y naturaleza
tomo a la emergencia de «pseudoproblemas filosóficos» (como el de
sujetoobjeto o mente versus materia) y a su posible disolución, la natu-
raleza del proyecto queda clara. Pero también queda claro que el dis-
curso en tomo a «la observación y la experimentación» es tan irrele-
vante para el cumplimiento del proyecto como lo era para el principal
precede
pre cedente
nte de las obras
obra s filo
f ilosóf
sófica
icass de crítica
crític a de la cultura,
cult ura, la Fenome
nología de Hegel.
La contraposición
cont raposición que Hook Ho ok establece entre la actitud de los positi-
vistas hacia los problemas
problemas filosóficos y a la del propio Dewey acierta a
pone
po nerr de relieve este
es te punto:
Dewey había mostrado que la mayoría de los problemas tradicionales de de
la filoso fía no eran sino
sino pseudoproblem as, es decir, problemas que no podían
podían
solventarse ni siquiera
siquiera en sus propios términos. Los empiristas lógic os h icie
ron lo mismo, si bien mucho más formalmente, y se quedaron ahí. Pero, en
ve z de contentarse
contentarse con demostrar
demostrar la futilidad
futilidad de seguir polem izand o acerca de
ve z de contentarse
contentarse con demostrar
demostrar la futilidad
futilidad de seguir polem izand o acerca de
de
form ulaciones q ue en principio jam ás podían ajustars
ajustarsee a cualesquiera proble
ma s concretos, De w ey dio un paso m ás, preguntá
preguntándose
ndose cuáles er
eranan los ver
daderos con flicto s que suby acen a las estériles disputas
disputas verb ales 7.
de
las «pseudo»
virtudes detenían los
sus vi «pseudoproblemas».
vicios.
cios. L o que hoy día (a laEllo
Lo luz se las
luz de debía a quedetenían
críticas Qui-
7 Ibíd.,
Ibíd., p. 44.
LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEW EY 143
ne y Sellars
Sellars)) vemos como dogmati
dogmatismosmo y artificialidad en el movimien-
to del empirismo lógico fue precisamente lo que le permitió su crítica
acerba y eficaz
efica z de la tradición. Siguiendo el deseo kantiano de poner pon er la
filosofía en la senda segura de la ciencia, y escribiendo como si Hegel
no hubiera vivido, los empiristas lógicos llevaron los supuestos comu-
nes a Descartes,
Descartes, Locke y Kant hasta su consecuencia lógica, reducien-
do así al absurdo
absurdo la problemática tradicional de la filosofía. Mostran
Mostrandodo
las implicaciones de la búsqueda
búsqued a de la certeza y la incapacidad
incapacida d de resis-
tirse a las conclusiones de Hume una vez adoptada la teoría cartesiana
del conocimientoespectador
conocimientoesp ectador y llo o que Austin denom
denominaba
inaba «la ontología
de la multiplicidad de lo sensible», mostraron
mostra ron a las claras lo que Dewey
no había podido mostrar:
mostrar: sencillamente, por qué debían de abandonar-
aband onar-
se las
las descripciones compartidas por po r los grandes filósofos.
Pero al hacerlo, los empiristas lógicos lograron su propia
pro pia destrucción,
como Austin recriminaba
recrim inaba a Ay
Ayer
er,, y el segundo Wittgenstein a Russell, a
Moore y al primer Wittgenstein
Wittgenstein.. La «filosofía
«filo sofía de Oxford», un movimien-
to cuya vida fue incluso más corta
cor ta que la del empirismo lógico, nos hizo
ver que el empirismo lógico había sido la reductio ad a d absurdum de una
tradición y no lo que sus integrantes pensaban, la crítica de la tradición
desde el punto de vista de una magistral neutralidad «lógica». La estre-
chez y la artificialidad de los dualismos que los empiristas lógicos asu-
mían les permitían llevar a cabo lo que Dewey,
Dewey, debido precisam
precisamente
ente a la
amplitud de su enfoque y a su capacidad d
amplitud dee ver la tradición
tradición en perspecti-
va, no había podido hacer. La investigación
investigación deweyana
deweyana acerca
acerc a «los verda-
deros conflictos que subyacen
sub yacen a las estériles
estériles disputas verbales» tenía
te nía los
vicios de sus virtudes:
virtudes: hiz
hizoo perder de vista el modo en que, en sus propios
términos, los supuestos cartesianos, huméanos y kantianos
kantian os se autorrefu
taban. Los positivistas,
positivistas, y más tarde los «filósofos
«filósofo s oxonienses», sacaron a
la luz dichas contradicciones internas mucho mejor que Dewey y sus
seguidores,
seguid ores, debido precisamente a su mayor estrechez de miras.
La interpretación
interpretación de Hook también explica el actual resurgimient
resurgimiento o
del interés por Dewe
Dewey.y. Hoy en día, ya estamos familiarizados con lo que
de «pseudo» tienen los pseudoproblemas. Los filósofos gustarían de
hacer algo nuevo. Como suele ocurrir cuando se secan sus fuentes de
inspiración, los filósofos de habla inglesa buscan nuevas ideas en el
continente, encontrando allí lo que Dewey esperaba. En 1930, Dewey
afirmaba
afirm aba lo que sigue:
sigue:
La profecía intele
intelectual
ctual eentr
ntraña
aña gran
gran pel
peligro;
igro; pero, s i m i lectura de los sig
nos epocales es correcta, la síntesis filosófica venidera verá la luz cuando la
reflexión, al igual que tiempo atrás sucediera con las ciencias matemáticas y
físicas, y cuando se capte todo
todo su sentid o8
o8..
8 «From Absolutism
Absolutism to Experimentali
Experimentalism»sm» (1930 ), reimpres
reimpreso o en John D ew ey on on
Experie
Exp erience,
nce, Nat
N atur
uree a n d Fr
Freed
eedomom,, Richard
Richard J.
J. B em stein, The Library
Library o f Liberal
Liberal Arts
Arts,, N ue
va York, 1960, p. 18.
9 The Quest fof o r Certa
Ce rtainty
inty,, Minton/Balch, Nueva York, 1929, p. 309. Busco las ana
logías entre esta
esta línea del pensamiento de D ew ey y la críti crítica
ca heideggeriana
heideggeriana a la
la «m etafí
tercer ensayo, sup
sica» e n el tercer supra.
ra.
LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE D
DEWEY
EWEY 1455
14
debemos renunciar
nalmente hemaos
como hemos la renunciado
noción de «metafísica
un a «tesisempírica»
a una tan incondicio-
transcendental
transcendental acerca
ac erca de
la posibilidad de la experiencia».
experiencia». No veo cómo reconciliar textos como el
anterior, que, a mi modo de ver, representan lo mejor de Dewey, con su
réplica a Santayana, con su discurso sobre «rasgos genéricos». Según
creo, los expositores que simpatizan con co n la faceta metaf
metafísica
ísica de Dewey
—como
— como Hofstadter, quien
qu ien describe «el objeto de la metafí
metafísica
sica en cuanto
teoría general de la existencia» en términos del «descubrimiento de los
tipos básicos
bási cos de implicación
implica ción y de sus relac
re lacion
iones
es»1
»10— no puede
p uedenn explicar
porr qué necesitamos una disciplina de
po de tal grado de generalidad
generalidad,, ni tam-
poco cómo tales «descubrimientos» pueden pued en dar por
po r resultado algo que no
sea trivia
trivial.
l. ¿Estaría alguien —incluyendo al propio Dewey— verdadera-
mente dispuesto a creer en la existencia de una disciplina que, de algún
modo, se ocupase de «los tipos básicos
básicos de implicación», de algo que los
novelistas, los sociólogos, los biólogos, los poetas y los historiadores
hayan dejado
dejado por
po r hacer? La única tarea que desearíamos encomendar
encome ndar al
filósofo es sintetizar las novelas, los poemas, los relatos históricos y
sociológicos
sociológ icos de sus días en alguna unidad más má s global. Pero tales síntesis
se dan por doquier,
doquier, en cualquier disciplina.
disciplina. Ser un intelectual, más que
limitarse a hacer «investigaciones», consiste precisamente en aspirar a
tales síntesis. Nada, salvo el mito de que existe algo sui generig eneriss llamado
«filosofía» que sirve de paradigma de toda disciplina sintética y un
u n per
sonaje llamado «filósofo» que es el paradigma del intelectual, nos hace
pens ar que la obra del filósofo
pensar filóso fo profesional queda incomp
incompleta
leta a menos que
haya confeccionado una lista de «los rasgos genéricos
genér icos de todo ser» o que
descubra «los tipos
tip os básicos
bási cos de implicac
impli cación
ión»1
»11.
Lo que hasta aquí he venido afirmando es que tenemos pocas pro-
babilid
bab ilidades
ades de encontr
enc ontrar
ar en Ex
Exper
periencia natura leza algo que quepa
iencia y naturaleza
llamar «metafísica de la experiencia» por contraposición a un trata-
10 Al
Albe
bert
rt Hofs
Hofsta
tadt
dter
er,, «Concemin
«Concemingg a Cert
Certaiainn Deweyan Con Concep
ceptition
on of Met
Metaphy
aphysisics
cs»,
»,
en Sidney Hook (ed.), John De Dewe
wey:
y: Ph
Philos
ilosoph
opherer o f Scie
Science
nce an d Fr
Free dom , Dial Press,
eedom
Nu eva York, 1949, p. 269. El lector hallará
hallará una críti
crítica
ca de este tipo de conce pción en el
debate entre Hook y Randall, St. Martin’s Press, Nueva York,
1961, pp. 163 ss. The
Th e Question o f Being,
" V olvem os a encontramos aquí ccon on una analogí
analogíaa con H Heidegger
eidegger de gran ut utili
ilidad
dad.. La
idea de que conviene de
descub
scubrir
rir «los tipos básicos de implicación» e s precisamente la que lle
vó a Heidegger a confeccionar una lislista
ta de Existentiale en e n Sein und
un d Zeit. E n ssu
Zeit. u obra tar
tardía,
día,
cuando se dio cu
cuenta
enta de que ésta forma pa
parte
rte de la tradición de la metafísica
metafí sica «humanista»
«human ista» de
la que quería desembarazarse,
desembarazarse, Heidegger
Heideg ger renunció a cualquier proyecto de tal índole.
1466
14 CONSECUENCIAS DEL PRAGhLVTISMO
miento terapéutico
terapéutico de la tra
tradició
dición,
n, habida cuenta de que la propia con-
cepción deweyana
deweyana de la naturaleza y la función de la filosofía lo impo-
sibilita. Para confirmarlo, uno sólo tiene que examinar lo que Dewey
verdaderamente dice de la experiencia en dicho libro, cosa que haré en
breve. Pero antes deseo interintercalar
calar un
unaa digr
digresió
esiónn ace
acerca
rca de un
unaa de las
tesis del jove
joven n Dewey:
Dewey: la concepción de la «filo «filosofía
sofía com
como o psi
psicología»
cología»
que abrigaba en la década
d écada de 181880
80,, sobre la cual giraba
girab a su disputa con
Shadworth Hodgson. A mi parecer, volviendo la vista hasta los inicios
de la carrera filosófica
filosóf ica de Dewey entend
entenderemos
eremos por qué concedía tantatanta
importancia a la «redescripción de la experiencia» al tiempo que nos
hará ver por
po r qué se sentía tentado
tentado a describi
describirr esa redescri
redescripción
pción com
como o «la
filosofía
filoso fía en su conjunto».
conjunto». DDewey
ewey tenía más de erizo que de zorro; pasó
su vida int
intentando
entando articular y reformular una ú única
nica visi
visión.
ón. Los esc
escritos
ritos
de su treintena manifiestan ya la tensión que creo hallar en las postri-
merías de su obra.
Hodgson reacciona con indignación a la afirmación del joven
Dewey por la cual «la psicología
psicología representa la consumación del mé méto-
to-
do filosófico, pues en ella la cienci
cienciaa y la filos
filosofía,
ofía, el hecho y la ra
razón,
zón,
son una y la misma cos cosa».
a». A
Afirm
firmaa Hodgson:
Hodgson:
El pasaje [perteneciente
[perteneciente a los artículos de D ew ey]
ey ] que más se acerca a una
descripción del método
métod o de la psic olog ía es el siguiente:
siguiente:
M as la p ro p ia esen
esencia
cia ddee la psico
ps ico logí
lo gía
a en cua
cuanto
nto méto do eess su trtratam
atamien
ien
to de la expe
experien
riencia
cia en su absolu
ab solutata totali
totalidad, tod o
dad, sin tom ar la pa r te p o r e l todo
(como hacen nuestros fisico
fis ico s evolutivos, p o r ejemplo), ni, con todo, intentan
do deter
d etermin
minar ar su naturaleza
natura leza dedesd
sdee un pu
punt
ntoo extern
externo o allende
alle nde d
dee sí, como, po n
gamo
ga moss p o r caso, han hecho nu nuestro
estross pr
presu
esu ntos
nt os ps
psic
icól
ólog
og os empíricos.
empír icos.
La descripci
descripciónón del método es aquí
aquí exclusivamente
exclusivamente neg ativa Éste consiste en
preceptos
preceptos que eviten los fallos
fallos que por un lado cometen los lo s fisicos evolutivos y
por otro los psic
p sicólo
ólogo
goss empíricos. Pero,
P ero, cuando ses e trat
trataa de una didirectriz
rectriz positiva
posit iva
sobre el modo
mod o de investigar debidamente,
debidamente, sólo
só lo resta
resta el vacío. Es todo lo que cabe
esperar
esperar de la identificación
identificación de la psicología con la filosofía transcendental n. n.
A mi ente
entender,
nder, la crítica de Hodgson está enteramente
enteram ente justificad
justificada.
a.
Tiene su paralelo en
e n la crítica de Santayana
Santayana con respecto a la posibili1
posibili12
12 Shad
Shadwor
worth th Hodgson,
Hodgson, «Ill
«Illuso
usory
ry Psychology»,
Psychology», artíartícul
culo que
que const
constit
ituye
uye un
un ataq
ataque
ue a
otro que D ew ey anteriorme
anteriormente
nte publi
publicara
cara en M
Min d (1886
ind (1886 ), reeditado
reeditado en The E arly Works
arl y Works
ey , 1, Southern
o f John D ew ey, Southern Illinois University Press, Carbondale,
Carbondale, 1969. Este pasaje se
encuentra
encuent ra en la p. Ivi,
Ivi, mientras
mientras que las dos
do s citas de D ew ey se encuentran
encuentran en las pp. 157-
158 y 161-162 , respecti
respectivamente
vamente..
cia y autoconciencia,
la que ninguna de estases el de la «psicología»,
«psicología
separaciones », la disciplina
es posible.discip lina que
Lo cierto nos en
es que, seña-
su
réplica a Hodgson, Dewey nunca da respuesta a su pregunta, a sabe saber,
r, cuál
podría
podr ía ser eell método de la psicología, sino que afir
afirm
m a mansamente:
Cuando afirmo
afirmo que no tengo con ocim iento de un orden perceptivo
perceptivo sepa
radamente de un orden conceptual, ni de un agente o un portador separada
mente del
d el contenido que comporta,
comporta, no hablo ene n términos de un transcenden-
transcenden-
talista germanófilo, sino según mis humildes luces de psicólogo. Como tal,
ve o la posibilidad de analizar
analizar en abstracto
abstracto el uno
u no a parti
partirr del otro y a la inver
sa, y si fuera tan aficionado a reificar los resultados del análisis como Mr.
Hodgson
Ho dgson cree que soy, te
tendr
ndría
ía que dar
dar por sentado que tales resultados
resultados se coconn
cretan realmente en experiencias distintas. Mas, ateniéndome a lo que la Psi
148
148 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
colo gía m e enseña, d ebo decir que son aspectos que resultan
resultan del análisis
análisis de la
realidad
realida d existente, de la experiencia c on sc ien te 15.
15 E
Ear
ariy
iy Works, l,pp. 171-172.
16 Cf. T. H. Green, Works, 1, Londres
Londres,, 1885, pp.
pp. 13-19. D ew ey explícita el punto que
Green subray
subrayaa en este pasaje
pasaje en uno de los ensayo s que Hod gson critica
critica («The Ps ych o-
logical Standpoint», E Ear
ariy
iy Works, 1, p. 153). Obsérvese también que Dewey frecuente
tributo a Green ( Eari
m ente rinde tributo Eariyy Works, 1, p. 153) en lo q ue respecta al principal
principal argu
argu
mento d e Green y D ew ey contra contra un Hum e modernamente
modernamente remaquillad
remaquillado,o, véanse Sellar
Sellare,
e,
«Em piricism
piricism and the Philosoph y o f Mind», parágraf
parágrafo (reimpreso en Science, Percep-
o VI (reimpreso
tion a n d Re
Real
ality
ity,, Ro utledge and Kegan Paul, Londres,
Londres, 1963), y J. Bennett, Loche, Berk
B erke-
e-
ley, Hume, Ox ford Un ivereity Press, Oxford, 1971 , parágraparágrafo fo 4.
17 E
Ear
ariy
iy Works, l,p . 152.
152.
LA METAFÍSICA DE DEWEY
D EWEY 1499
14
sin control
ción— alguno,
en una formaúltima cuando
posibilitada poradquiere mayor
las métodos pauta
y los y significa-
resulta
resultados
dos de la
experiencia
exper iencia reflexiv
refle xiva»1
a»18. Lo que sacaba de quicio a Hodgson
Hod gson en
e n la déca-
d éca-
da de 1880
1880 iiba
ba también a sacar de quicio a otra generación
gene ración de críticos
en la década de 1930
1930.. Dichos críticos
críticos dieron una calurosa bienvenida a
las sugerencias deweyan
deweyanas as en tomo
tom o a la causa de y al remedio para
p ara los
empirismos y racionalismos tradicionales, pero no pudieron ver qué
sentido tenían sus propios intentos «constructivos» de cara a articular
una jerga filosófica libre de dualismos, o su pretensión de tener un
método más «empírico» que sus adversarios.
Para finalizar esta inspección de la primera formulación programá-
tica y metodológica
m etodológica de Dewe Dewey, y, creo que, a partir
pa rtir de los pasajes citados,
citados,
podem
pod emos os ente
e ntende
nderr lo fácil que
qu e le había
hab ía sido, una
un a vez «desamar
«des amarrad
radoo del
hegelia
heg elianis
nismo
mo»1»19, haber hecho
hech o jus
justic
ticia
ia a la creencia
creenc ia que de joven
jov en abriga-
ab riga-
ba, a saber, que
q ue la crític
cr íticaa que
qu e Kant, Hegel
Hege l y Green
Gre en hacía
h acían
n del empiris
emp iris--
mo era la clave para entender
entende r al hombre, y a su creciente desconfianza
en la filosofía
f ilosofía como visión
visi ón del universo
universo sub specie aetem
ae temit atis. Su reso-
itatis.
lución del conflicto venía a decir: decir: ha de haber un punto de vista desde
el que contemplar
contemp lar la experiencia ate ateniéndonos
niéndonos a ciertos «rasgos genéri-
cos» que, una vez reconocidos, nos imposibilita una descripción de la
experiencia en términos tan engañosos como para generar dualismos
18 Ex
Exper
perien
ience
ce a
and ,p.. 15.
nd N a tu re ,p
19 La fras
frasee procede del ensayo autobiográfico «From Abso lutism to Experiment E xperimenta- a-
lism», reimpreso
reimpreso en Bem stein, op. c i t , p. 12. En la misma pági página,
na, De w ey comenta que
«Jamáss se m e hubier
«Jamá hubieraa ocur
ocurrido
rido iigno
gnorar,
rar, y m ucho me nos desestimar, lo que un crític
críticoo astu
to en ocasiones llama “un nuevo descubrimiento”, que el contacto con Hegel ha dejado
una profunda
profunda huella en m i pensamiento».
150
150 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
del tipofilosófica
sujetoobjeto o mentemateria, tópicos
vista insulsos desub
la contro-
versia tradicional. Tal punto de no estaría specie
aetemitatis, puesto que haría precisament
precisamentee hincapié en la temporalidad
y la contingenci
contingenciaa que San Agustí
Agustín
n y Spinoz
Spinozaa intentaban exclui
excluirr recu-
rriendo al ttérmino
érmino eternidad. Aun así, se asemejaría a la metafísica tra-
dicional como fuente de una matriz neutral para investigaciones veni-
deras. Tal metafísica naturalista establecería: «He aquí el verdadero
aspecto de la experiencia, tal como eraer a antes de que el análisis dualista
cumpliese su funesta misión».
misión». Una filosofía de tal índole nos permiti-
ría beneficiam
benef iciamosos de «la liberación y el desprendimiento
desprendimie nto sin pa
par»
r»220que
el joven Dewey hallaba en Hegel,
Hegel, al tiempo que nos impediría
impe diría caer en
la tentación
Algo así del «transcendentalismo
subyace al proyecto en elgermánico».
que Dewey se embarcó al escri-
b
bir
ir E
Exp
xperien
eriencia na turaleza, hacer justici
cia y naturaleza, justiciaa por igual a Hegel y al «natu-
ralismo», y confío en que este examen retrospectivo del joven Dewey
ayude a aumentar
aumen tar la plausibilidad de las críticas que quiero pasa pasarr a hacer
de ese libro. La primera
prim era crítica,
crítica, de lo más general, se limita
lim ita a repetir la
acusación de Santayan
Santayanaa con arregl
arreglo o a la cual una «metafísica naturalis-
naturalis-
ta» es una
un a contradicci
contradicciónón en lo
loss términos.
términos. TaTall vez quepa form
formular
ular mejor
este punto,
punto, afirmando que n nadie
adie puede servir a la vez a Locke y a Hegel Hegel..
Nadie
N adie puede pretender
preten der dar cuenta «empírica
«empíricamenmente»
te» de algo llamado
llama do «la
total integridad de la “experiencia”», ni tomar dicha «unidad integral
como punto
pu nto de pa
partid
rtidaa del pensamiento filo
filosóf
sófico
ico»2
»21, si al mismo tie
tiem-
m-
po conviene con
co n Hege
Hegell en que el pun
punto
to de par
partid
tidaa del pensam
pen samiento
iento fil
filo-
o-
sófico ha de ser obligatoriamente el momento dialéctico en el que nos
sentimos atados al período histórico qu quee nos ha tocado vivir, a los pro-
blemas
blem as de los hombres
hom bres de nuestr
nuestro
o tiempo. Sólo algu alguien
ien que piense,
piense ,
siguiendo a Locke, que podemos liberamos de nuestros problemas
diarios y proceder de acuerdo con un «método históri histórico
co liso y llano»
a la hora de examinar la emergenci
emergenciaa de experienci
experiencias as complejas a partir
de experiencias simples, habría escrito lo siguiente:
siguiente:
Es inn egable que el organismo fis ioló gico , incluye ndo su estr
estructu
uctura,
ra, tr
trá
á
tese del hombre o de animales de inferior
inferior escala, lucha por ada
adapta
ptarse
rse y hace
hace
uso d e la mater
materia
ia de car
cara
a a su conservación e n el p roceso vital. E l cerebro
cerebro y elel
sistema nerv ioso son ante todo órganos destinados a la acción; desde un pun
LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEW EY 151
to de vista biológ ico cabe afumar sin caer en una contradicc
contradicciónión que la exp e
riencia originaria
originaria tiene el carácte
carácterr de una correspo
correspondencia.
ndencia. D e ahahíí que, de no
abrirse
abr irse una brecha en el continuo histó
histórico
rico y natura
natural,l, la experien
exp eriencia
cia cogn
cognitiva
itiva
deba brotar
brotar de otro tipo de eexper
xperiencia
iencia no co gn itiv
itiva2
a222.
De nuevo, sólo alguien que piense que dando debida cuenta de los
«rasgos genéricos» es posible traspasar
traspasa r la frontera entre la fisiologí
fisiologíaa y
la sociología — entre los procesos causales y las creencias e inferencias
que posibilitan— habría
hab ría escrito el capítulo de E Exp
xperien cia y naturaleza
eriencia
titulado «Naturaleza, vida y mentecuerpo» o habría intentado formu-
lar una jerga
jer ga aplicable igualmente a las plantas, a los sistemas nerviosos
y a los sistemas físic
fí sicos
os223. Pero este regreso
regre so a mo
modos
dos de pens
pe nsar
ar lockea
nos, bajo la égida de Darwin, traicionaba
tr aicionaba precisamente la intuición que
Dewey debía a Green:
Green: nada
nad a obtendremos de cara a enten
entender
der al hombre
si emparejamos los vocabularios en los que describimos los anteceden-
anteced en-
tes causales del conocimiento con aquéllos en los que justificamos
nuestras pretensiones de conocimiento. La metafísica naturalista de
Dewey confiaba
conf iaba en elimin
eliminar
ar los problem
problemas
as epistemológicos ofreciendo
una versión actualizada del «método histórico liso y llano» propio de
Locke. Mas lo que Green
Gree n y Hegel habían entendido, y lo que el propio
Dewey entendía perfectamente, excepto cuando se andaba por las
ramas haciendo «metafísica», era que podem
podemosos eliminar
elimina r loslos problemas
epistemológicos eliminando el supuesto por el cual la jus
justific
tificaci
ación
ón debe
estribar enPara
humanas. algoafirmar,
distinto como
de lasDewey
prácticas sociales
desea, y de las conocimien-
que adquirir necesidades
tos es solventar problemas, no es necesario hallar
hall ar «continuidades» entre
el sistema nervioso y las personas, o entre la «experiencia» y la «natu-
raleza». No es necesario justificar nuestra pretensión de saber, ponga-
mos por caso, cuál es la mejor manera de actuar, al igual que tampoco
es necesario señalar que las partículas que componen el cerebro están
actuando por sí mismas. En resumen, Dewey confunde dos maneras
distintas de rebelarse contra los
los dualismos filosóf
filosóficos.
icos. La primera con-
siste en señalar que el dualismo viene impuesto por la tradición y obe-
dece a razones culturales específicas. Esta es la manera propia de
Hegel, la que Dewey hace suya en su «examen empírico de los empi-
rismos». La segunda consiste en una descripción nodualista del fenó-
22 Ibíd., p. 23.
23 El tipo de jerga a la que Dew ey y B entley aspi
aspira
raban
ban en Kn
Know
owin
ingg an
andd the Known.
152
152 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
Kant, K
Kri
ritik
tik d er rreinen
einen Vemunft, A271 = B327.
LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEWE Y 1533
15
también sentimientos consisten en dolores, placeres, aromas, ruidos, tonali
dades, aunque sólo en potencia y por prolepsis.
prolepsis. Provistas de lenguaje, se dis
criminan
criminan e identifican. Más tarde
tarde se «reifican»; son
so n los ra
rasgos
sgos inm ediatos de
las cosas. Dicha «reificación» no resulta de una milagrosa proyección del
organismo o del alma en las cosas e xtem as, ni de una ilusoria
ilusoria adscripción de
entidades psíquicas a las cosa
cosass físicas. Las
L as cualidades nunca estuvieron «en»
el organismo; son siempre cualidades de las interacciones entre cosas ex
traorgánicas y org anism
an ism os2
os255.
Exper
Ex perien
ience
ce a
and
nd Natu re, pp
Nature, pp.. 258 -259.
mayoría
Por serde sus otras (y mejores)
«hegeliano» entiendoobras.
aquí tratar los desarrollos culturales
(cuya preservación y protección, según Kant, era el cometido com etido de la filo-
filo -
sofía)) ssimplemente
sofía implemente como estadio
estadioss transitorios del Welt-Geist. Kant creía
que en la filosofía
filo sofía existían tres data inalter
inalterables:
ables: 1) la física newto
newtoniana
niana
y la concepción resultante de una ciencia unificada y centrada en las
la filosofía
plo, obt
obten ertiene
ener u na por
una teo objeto
teoría
ría de lasolve
solventar
re
relacntar
ión problemas
lación ent
entre
re la eexp filosóficos
xperi
erien
encia
cia sen(por
sensibleejem-
sible y el
conocimiento teorético que reconcilie a racionalistas y empiristas, o una
teoría de la relación entre la mente y el cuerpo que reconcilie a mate-
rialistas y a pansiquistas). Pensaremos que tiene por po r objeto dejdejar
ar de lado
las distinciones que, en primer lugar, lugar, perm
permitieron
itieron la formu
formulación
lación de los
problem
pro blemas.as. Co
Como mo ant
antes
es sugería
sugería,, Dewey no fue tan ta n bbuen
uenoo a la hohora
ra de
disolver problemas como lo fueron los seguidores del primer o del
segundo Wittgenstein,
Wittgenstein, aunquaunquee tenía en mente un objet objetivo
ivo de más largo
alcance.
alcanc e. D
Deseab
eseabaa realizar un bosquejo de una cultura que cesase de dar
lugar una y otra
otr a vez a nuevas version
versioneses de los viejos problemas, d dejan-
ejan-
do de establecer las distinciones entre la Ve Verdrdad
ad,, la Bo
Bondad
ndad y la Belle-
za que los engendraban.
A la
l a hora de acometer esta tarea de mayor alcance, su principal ene-
migo era la ideideaa de Ver
Verdad
dad en cuanto exactitud represent
representativa,
ativa, idea a la
que más tarde harían
h arían frente He Heidegg
idegger,
er, Sartre y Fouc
Foucault
ault.. Dewey esta-
ba conve
convencid
ncidood dee que si pod
podía
ía da
darr al traste con d dich
ichaa idea, si el co
conocí
nocí
miento científico
cientí fico podía entenderse en términos de ad adaptación
aptación y de con
frontamiento y no de copia, quedaría patente la continuidad entre la
ciencia, la moral y el arte. Dejaríamos de preguntam
pregun tamosos por la «pureza»
de las obras de arte o de las experiencias que tenemos de ellas. ellas. A
Acoge-
coge-
ríamos ideas como la de Derrida, conforme a la cual el lenguaje no es
un mecanismo de representación de la realidad, sino una realidad en
cuyo seno vivimos
vivimos y nos movemos. Acogeríamos
A cogeríamos los diagnósticos de la
tradición filosófic
filos óficaa que Sartre y Heidegger nos proc
procuran:
uran: la filosofía en
cuanto intento de escapar del tiempo hacia lo eterno, de la l a libertad hacia
la necesidad,
necesidad, de la acción hacia la contemplación. Veríamos las ciencias
sociales no como intentos desesperados e infructuosos de imitar imi tar la ele-
gancia,
ganci a, la certeza
ce rteza y la neutralidad
neutralidad axiológica del físico, sino como suge-sug e-
rencias de cara a convertir las vidas humanas en obras de arte. Enten-
deríamos la física moderna tal como la entienden Snow —como el
mayor logro
logro humano del siglo—
siglo— y Kuhn, como un episodio más dentro
de una serie de crisis
crisis y de entreactos calmos,
calmos, de una
un a serie que jam
jamásás ter-
minará con «el descubrimiento de la verdad»,
verdad», la representación
representació n final y
exacta de la realidad.
Para acabar,
acabar, podríamos dejar de cobijamo
cobi jamoss bajo la som
sombra bra de la idea
kantiana de que se necesita algo denominado «metafísica de la expe-
riencia» como «base filosófica» de la crítica de la cultura, para damos
cuenta que la crítica de la cultura que realiza el filósofo
filóso fo no es más «cien-
tífica», «fundamental» o «profunda» que la de los líderes sindicales, los
críticos literarios o los estadistas eméritos. Los filósofos dejarían de
pare cer espectadores
parecer espec tadores de toda
tod a época y de la eternid
et ernidad
ad o (como
(co mo los cie
cien-
n-
tíficos sociales) malas copias de las ciencias físicas, dado que ya no
veríamos en los propios científicos espectadores o representadores.
Cabría ver en los filósofos gentes ocupadas en la historia de la filosofía
y en los efectos contemporáneos de las ideas que se ha dado en llamar
«filosóficas»
«filosó ficas» sobre el resto de la cultura, de los restos de las tentativa
tentativass
de describir «los rasgos genéricos de la existencia».
existencia». ÉÉsta
sta es una empre-
emp re-
sa modesta y limitada, tan modesta como el labrado de la piedra o el
hallazgo de partículas más elementales. Pero en ocasiones consigue
grandes logros, y la obra de Dewey es uno de éstos.
éstos. Su gran
grandeza
deza no resi-
de en quedenos
genéricos proporcioneo de
la naturaleza, unala experiencia,
representación
o deexacta
la cu de los
cultura,
ltura, o derasgos
ccual-
ual-
quier otra cosa, sino en sus provocativas sugerencias sobre cómo des-
prende
pre ndemo
moss de nuestro
nuestr o pasado
pas ado intelectual
intelect ual y cómo trat
tratar
ar este últim
últimoo a
modo de material para una investigación lúdica y no como algo que q ue nos
impone deberes y responsabilidades. La obra de Dewey nos ayuda a
158
158 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
[159]
160
160 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
Y he
tienen aquí más
suerte, otra: cuanto
frém más perviven
esis pueden adquirlos
adquirir, hombres
ir, m
más o las culturas,
ás sensibilidad si
hacia los
demás, una tipología más esmerada de cara a describir a sus prójimos y
a sí mismos. Mezclarse
M ezclarse con los demás sirve de ayuda; ayuda; tamb
tambiénién lo hace
la discusión socrática; pero desde la época de los románticos, nuestra
mayor ayuda han sido los p poetas,
oetas, los novelistas y los ideólogos. Desde
que la Fenom
Fenomenologí
enología a de
d e espíri tu nos hizo ver la historia, no sólo de la
es píritu
filosofía, sino ddee toda Europa, como fragmentos de un Bildun Bildungsro
gsrom an,,
m an
ya no nos afanamos por conseguconseguir ir un conoci
conocimiento
miento moral en forma de
episteme. Antes bien, hemos entendido las autodescripciones de Euro-
pa y de noso
nosotros
tros mism
mismos,os, no como algo ordenaordenadodo con arreglo
arreg lo a una
temática, sino como dibujos de un tapiz que seguirán tejiendo tras nues-
tra muerte y la de Europa.
Europa.
He aquí una manera de enfocar la filosofía: desde un principio, la
filosofía
filoso fía se ha ocupado de la relación entre el pensamipensamiento
ento y su objeto,
objeto,
entre la representación y lo representado.
representado. Los diversos tratamientos del
antiguo problema de la referencia de lo inexistente, por ejemplo, han
sido insatisfactorios por cuanto no distinguían cuestiones estrictamente
e strictamente
filosóficas acerca del significado y la referencia de cuestiones ajenas
motivadas por inquietudes científicas,
científicas , éticas y reli
religiosas.
giosas. CCon
on todo, tras
el debido aislamiento de dichas cuestiones, podemos concebir la filo-
sofía como un campo cuyo centro es una serie de cuestiones acerca de
las relaciones existentes entre las palabras y el mundo. La reciente (y
pur ificado
purific adora)
ra) trans
transición
ición desde
d esde el dis
discurso
curso sobre ideas al discu
discurso
rso sobr
sobree
significados ha disipado el escepticismo epistemológico que motivaba
la mayoría de la filosofía pretérita. Ello ha confinado a la filosofía en
un área de investigación mucho más restringida, pero también más
consciente de sí, más rigurosa y más cohe coherente.
rente.
Y he aquí otra: la filosofía partió de una confusa combinación de
amor a la sabidur
sabiduría
ía y am
amoror y afición a la polémic
polémica.
a. Nació con la idea
platónic
pla tónicaa por la cual el rrigo
igorr de la argum
argumenta
entación
ción matem
ma temátic
áticaa ponía
poní a de
manifiesto (y podía servir de correctivo para) las pretensiones de polí-
ticos y poetas. Con el cambio y la expansión del pensamiento filosófi-
co, inseminado de ese eros ambivalente, germinaron retoños que echa-
ron raíces
ficaron
ficaro pode
por
n más r sílosol
solos.
os.Platón
que Tanto soñara.
la sabiduría
soñara.HHabida
abidacomo la polémica
cuentapolémic a se diversi-
de complicaciones
decimonónicas como el Bildun
Bildungsro
gsrom an , las geometrías noeuclídeas, la
m an,
historiografía ideológica, el dandy literario y el político anarquista, no
es posible aislar la filosofía de forma que ocupe un lugar propio, que
tenga un objet
objetoo propio o que proceda con arreglo a un método prop propio
io..
Ni siquiera
siqui era(pues
académico pode
p odemo
(pu es moss bu
antesbuscscar
ar la esencia
tendríamosesen ciaescoger
que de la filoso
filo sofía
fíacuyo
el país en cuanto
catálogoFach
de
universidades hemos de examinar). Las escasas definiciones escolásti-
cas de «filosofía» debidas a los propios filósofos se reducen a trucos
dialécticos, destinados a excluir del campo
campo de honor a quienes tienentien en un
pedigrí
ped igrí no reconocido.
reconoc ido. Pero únicamen
únic amentete pod
podem
emosos ide
identi
ntific
ficar
ar a «los
filósofos» del mundo contemporáneo tomando nota de quienes se dedi- d edi-
can al comentario de ciertas figuras históricas. La «filosofía», en e n cuan-
to rótulo de un sector de la cultura, se reduce tan sólo a «un discurso
sobre Platón, San Agustín, Descartes, Kant, Hegel, Frege, Russell... y
gente de esta suerte».
suerte». La
L a mejor manera de entender la filosofía es como
género de escritura.
escritura. Sus límites,
límites, como los de cualquier género literario,
literario,
no vienen
viene n impuestos por la forma o la materia, sino por po r la tradición: una
novela cuyos
cuyos personajes son, digamos, el Padre Parménides, el viejo y
honesto Tío Kant
Kan t y el hermano díscolo Derrida.
Existen, pues,
pues, dos maneras
mane ras de enfocar
enfoc ar cosas muy diversas
diversas.. MiM i for-
mulación ha hecho de ellos mementos de las diferencias entre una tra-
dición filosófica que, poco más o menos, tuvo su origen en Kant, y otra
que, poco más o menos, partió de la Fenomenología de Hegel. La pri-
mera de ellas concibe la verdad como una relación vertical entre la
representación y lo que representa.
representa. La segunda
se gunda lo hace horizontalmen-
horizontalme n-
te, como la reinterpretación
reinterpretación que culmina la reinterpretación que nues-
tros predecesores hicieron de la reinterpretación que dieron sus prede-
cesores... y así sucesivamente. Dicha tradición no se pregunta por la
relación entre las representaciones y lo que no representa, sino por la
posible interrelació
interre lación
n de las representac
representaciones.
iones. No se trat
trataa de una
un a dife-
rencia entre teorías de la verdad como «correspondencia» y como
«coherencia», si bien las teorías así llamadas expresan parcialmente
esta contraposición.
contraposición. Antes bien, se trata de una diferenc
diferenciaia en lo tocante
a la verdad
verdad,, la bondad y la b belleza
elleza en cuanto objetos eternos
eterno s que tra
trata-
ta-
mos de ubicar y revelar
revelar,, y a su status como artefactos cuyas líneas fun-
damentales hemos de revisar con frecuencia. La primeraprime ra tradición hace
de la verdad científica la mayor
mayor preocupación filosófica
filosó fica (y hace caso
omiso de la idea de la inconmensurabilidad de las cosmovisiones cien-
tíficas). Se pregunta en qué medida otros campos de investigación se
ajustan al modelo de la ciencia.
ciencia. La segunda tradición con considera
sidera la cien-
cia como un sector
se ctor más de la
l a cultura (sin ning
ningún
ún privilegio o interés par-
ticulares), el cual, como todos los demás, sólo tiene sentido visto desde
una perspectiva históric
histórica.
a. La
L a primera se complace en presentarse como
una tentativa científica, sin rodeos y con los pies en el suelo, de com
1622
16 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
pr ender
prend er debidam
debi damente
ente las cosas. La seg
segund
undaa nece
n ecesita
sita presenta
pres entarse
rse obli-
cuamente, sirviéndose de multitud de palabras ajenas y de tantas alu-
siones y de citas como sean p posibl
osibles.
es. Los filósofos neokantianos como
Putnam, Strawson
Strawson y Rawls disponen de argumentaciones y tesis conec-
tadas con las de Kant mediante una serie de transformaci
transformaciones
ones abierta-
mente «purificadoras», transformaciones que, que, según se piensa, propor-
cionan enfoques cadacad a vez más claros de problemas perpetuos. Para los
filósofos no kantianos no hay problemas perpetuos, con la posible
excepción de la existencia de los kantianos. Filósofos no kantianos
como Heidegger y Derrida son figuras emblemáticas que no sólo no
solventaron problemas, sino que tampoco disponían de argumentos o
de tesis.
tesis. Su parentesco cocon
n la tradición
tradición no reside en temáticas o mé méto-
to-
dos comunes
comu nes sino en el «aire
«aire de familia» que emparen
emparentata a los comenta-
comen ta-
dores recién llegados de una secuencia integrada
integrada por comentadores
com entadores de
comentadores con miembros más antiguos de la misma secuenci secuencia.a.
Para entender a Derrida, hemos de ver en su obra el último estadioestadio
de esta tradición no kantiana, dialéctica:
dialéctica: el último intento de los dialéc-
dialéc -
ticos de acabar con la imagen que los kantianos tienen de sí mismos
como filósofos
f ilósofos que representan fielmente el verdadero
verdadero modo de ser de
las cosas.
cosas. Derrida
De rrida habla mucho del lenguaje y se siente
siente tentado a defi-
de fi-
nirse como un «filósofo del lenguaje» cuya obra podríamos comparar
provecho
prove chosame
samente
nte con otra
otrass investigac
investigaciones
iones en tomo
tom o a las relaci
relaciones
ones
entre el lenguaje y el mundo. Pero induciría
induciría a menos errores afirm
a firmar
ar que
sus escritos sobre el lenguaje
leng uaje son tentativas de cara a mostrar
mos trar la incon-
veniencia de toda filosofía del lenguaje '. En
E n su opinión, el lenguaje es
el último refugio de la tradición kantiana,
kantiana, de la idea de que existe algo
algo
eternamente presente ante la mirada humana
hum ana (la estructura del univer-
so, la ley moral,
moral, la natural
naturaleza
eza del lenguaje)
lenguaje) y que
q ue la filosofía
filo sofía nos per-
mite ver
ve r con mayor clarida
claridad.
d. La «filosofía de lenguaje» es ilusoria por
1 Con rresespe
pect
ctoo a llaa rel
relac
aciión de
de De
Derr
rriida con llaa fi
filo
losof
sofía
ía del
del llen
engu
guaj
ajee cont
contem
empo
porá
ráne
nea,
a,
y en par
parti
ticula
cularr con
co n W ittgenstein, véase el prefacio de N ew ton Garver a la obra de Jacques
Derrida, Speech andPhenomenon, a nd Others Essays in Hus serl’ss Theory ofS igns , tra
Husserl’
ducción
ridaade
«Derrid
«Der on David B. Allison,
Rousseau ritNorthwestern
on W riting»,
ing», Jo
Jour
urna University
nall ofP
ofPhi
hilo loso
so ph Press, Evanston,
y, 74 (19
phy, 77), pp. y su artículo
pp. 663-673; véa
se también Maqorie Grene, «Life, Death and Language Language:: Som e T houghts on Wittgenst
Wittgenstein
ein
and Derrida»,
Derrida», en Ph
Philo
iloso
soph
phyy in a nd ou to
tofE ro pe,, University o f Calif
fE u rope California
ornia Press, Berke-
ley/Los Á ngeles: 1976, pp. 142-15 4, y el debate entr entree John
John Sear
Searle
le y Derr
Derrida
ida en los dos
primeros
primeros volúm enes de Glyph; Richard Rorty, «Derri «Derrida da on Language,
Langua ge, Be ing and Abnor
Abn or
mal Philosophy», Jo Jour
urna
nall ofP
ofPhil
hilos
osop hy,, 74 (1977), pp.
ophy pp. 671-681.
kantiana,
la misma
como algorazón
más que
que lo
unes la filosofía:
género la filosofía
de escritura. Según Derrida, laelfilosofía
intento
(propio de nuestro
nuestro siglo
siglo)) de purifica
puri ficarr la teoría general kantia
kantiana
na sobre la
relación entre las representaciones y sus objetos transformándola en
filosofía
filoso fía del lenguaje ha de contrarrestarse hacien haciendo
do de la filosofía
filosof ía algo
todavía más impuro: algo menos profesional, más m ás divertido, más lleno
de alusiones, más provocativo y, y, sobre todo, más «escrito». Así pues, su
actitud,
act itud, por
po r ejemplo, hacia la minitradición
mini tradición que se extiende desde Fre
ge a Davidson,
Davidson, coincide con c on su actitud hacia el tratamiento husserliano
del lenguaje. A grandes rasgos, con arreglo a dicha actitud, la mayor
parte
pa rte del interés de nuestro
nuestr o siglo po
porr la filo
filoso
sofía
fía del lenguaje
len guaje equivale a
una filosofía kantiana in extremis, un u n último y desesper
d esesperado
ado intento de
llevar a cabo a escala patéticamente reducida de lo que Kant (y, antes
que él, Platón) trató de hacer a gran escala: demostrar cómo la verdad
atemporal puede alojarse en un medio espaciotemporal, regularizar la
relación entre el hombre y el objeto de su búsqueda exponiendo su
«estructura», congelando la sucesión histórica de reinterpretaciones,
sonsacando la estructura
estruc tura de toda interp
interpretación
retación posible.
posible.
Por tanto, Derrida tiene poco que decimos acerca del lenguaje y
mucho acerca de la filosofía. Para habérselas con su obra, podríamos
imaginárnoslo contestando a la siguiente pregunta: «Dado que la filo-
sofía es un género de
d e escritura,
escritura, ¿por qué cuesta tanto re
reconocerlo?»
conocerlo?» En
su obra, esta pregunta cobra una forma algo más concreta: ¿En qué
consiste escribir los
deben pensar que consiste los filósofos que ponen objeciones
objeciones a
una caracterización de su trabajo que tan ofensiva les parece? Mientras
que Heidegger, la gran figura paterna de Derrida, füe el primero en
«emplazar» (o, si se prefiere, en «transcender» o «castrar») a Hegel
dando una caracterización histórica del del historicismo hegeliano, Derrida
Derrid a
desea «emplazar» (o lo que fuere) a Heidegger explicando su descon-
fianza
fian za hacia la escritur
escritura.
a. Cierto es que Heidegger
Heidegge r escribió mucho, pero
siempre (tras el «giro») con el propósito de apremiamos a permanecer
callados y a la escucha de un único verso, del propio logos griego.
Derrida sospecha de la preferencia heideggeriana
heideggeriana por la simplicidad y
el esplendor del sermón pronunciado desde la montaña, como sospecha
de su desprecio
desprecio por la nota a pie de página
págin a garabateada en lo hondo del
calabozo. Según piensa, dicha preferencia delata una fatal infección
kantiana, la «metafísica» platónica «de la presencia». Pues es caracte-
rístico de la tradición kantiana, independientemente de cuánto deje
escrito, negar que la filosofía haya de ser «escrita»
«escrita» en mayor medida
que cualquier otra ciencia. La escritura es un mal necesario; lo verda-
164
164 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO
II
LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CUANTO
CUA NTO GÉNERO DE ESCRITURA
ESCRITURA 1655
16
ocupe
der, sude su relación
modo de dar con los escritos
cumplidaescritos dede
cuenta otros
otros—
esta—respuesta
, peor
peo r será.
será.
nosA ayudará
mi
m i enten-
a
entender por qué escribir sobre la escritura es de utilidad para «decons-
truir» la manera kantiana de ver las cosas. Para empezar, examinemos
el siguiente pasaje:
Hay, por lo tanto, una escritura buena y una mala: la buena y natural, la
inscripción divina en el e l corazón y el alma; la perversa y artificiosa,
artificiosa, la técnica,
exiliada en la exte
exteriori
rioridad
dad del cuerpo. M odifica ción int interi
erior
or al esquem a pla
tónico,
tón ico, escritura del alma y escri
escritura
tura del cuerpo,
cu erpo, escritura del adentro y esc ri
tu
tura
ra del afuera,
afuera, escrit
escritura
ura de la conc iencia y escr
escritur
ituraa de las pasio nes, así com o
existe una voz del alma y una voz del cuerpo [...]. [...].
La buena escritur
escrituraa si
siempre
empre fue comprendida. Comprendida com co m o aquello
aq uello
m ism o que debía ser comprendi
comprendido: do: en e l inte
interi
rior
or de la natural
naturaleza
eza o de una ley
natura
natural,l, crea
creada
da o n o, pero pensada ante todo en una presen presencia
cia ete
eterna
rna.. Co m
prendida,
prend ida, por lo tanto,
tanto, en el int
interi
erior
or de una totalidad
totalidad y envuelta en un volum
v olum en
o un libro. La idea del libro es la idea de una totalidad, finita o infinita, del sig s ig
nificante;
nificante; esta totali
totalidad
dad del ssignificante
ignificante no pu ede ser lo q ue es, una tota
totali
lidad,
dad,
salvo si una total
totalidad
idad de significado constituida llee preexiste, v igila su inscrip
ción y sus sign os, y e s independiente de ella en su ideal idealidad.
idad. La iidea
dea del lib
libro,
ro,
que remite siempre a una totalidad natural, es profundamente extraña al sen
tido de la escri
escritur
tura.a. [...]
[...] Si distinguimos el texto del libro, diremos
diremos qqueue la des
trucción del libro,
libro, ttal
al com o se anuncia, descubre la superficie del tex to 2.
2 Der
Derri
rida,
da, O f Grammat ology,, traducción al inglés de Gayatri Chakravorty Spivak,
Grammatology
Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1976, pp. 17-18. Traducción al español de
Óscar del Barco y Conrado Ceret
Ceretti,
ti, Siglo XX I, Bu
Bueno
enoss Aires, 1971, p. 24.
3 Ibíd.
Ibíd.,, p. 158; p. 202 de la traducción
traducción españ
española.
ola.
166
166 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLATISMO
transmiti
transmitido
cimiento do enpor
poelrcerebro—
definición justifica
oste
ostensiva
nsivasuo por
po r introducción
empleo directa
de cualquier de cono-
texto en la
interpretación de otro. Lo más escandaloso de su obra —incluso más
escandaloso,
escandalos o, aunque
au nque no más cómiccómico,o, que su interpretación sexual de la
historia de la filosofía— es su uso de jueg juegosos multilingüísticos
multilingüísticos de pala-
pal a-
bras, de etimologías
etim ologías chistosas,
chistosa s, refer
referenc
encias
ias desde
desd e dondeq
don dequie
uiera
ra hasta
has ta
dondequiera
dond equiera y triquiñue
triquiñuelaslas fónicas y tipográficas. Se diría que de veras
piensa
pie nsa que el hecho
hech o de que, por po r ejemplo,
ejemp lo, «Hegel»
«Heg el» suene en francés
como «aigle», es importante de cara a comprender el pensamiento de
Hegel. Pero Derrida no quiere comprender los libros de Hegel; quiere
jug
ju g a r con él. No qu
quiere
iere escrib
es cribir
ir un libro
lib ro ac
acerca
erca de la nat
naturale
uraleza
za del len-
le n-
guaje;; quiere juga
guaje ju garr con textos de otras
otras personas que creían haber estado
escribiendo sobre el lenguaje.
lenguaje.
En este punto cabe imaginar a filósofos seri serios
os de ambos lados del del
Canal murmurando acusaciones
acusaciones de «idealismo».
«idealismo». Los filósofos kantia-
nos temen sobremanera cierto riesgo para la salud relacionado con su
trabajo: el filósofo, tras una extenuante investigación sobre nuestra nues tra rela-
ción con el mundo, puede perder a la vez sus nervios, nervios, su razón y su mun-
do. Ello se debería a su ensimismamiento en un mundo de ideas, de
representaciones, e incluso, Dios nos salve, de textos. Para no dejamos
caer en esta tentación,
tentación, nos
no s aconsejan los filósofos kantianos, debemos
tener presente que sólo un idealista transcendent
transcendental al puede ser un realis-
ta empírico. Sólo el hombre que comprende la relación entre la repre-
sentación y lo representado
representado — —aa la manera ardua pero científica y rigu-
rosa del epistemólogo del siglo pasado y del filósofo del lenguaje del
siglo presente— puede ser estrictamente transcendental. Pues sólo él
puede
pue de repres
rep resenta
entarr exact
exactamen
amente
te el propio rep
represe ntar.. Sólo dicha des-
resentar
cripción transcendental
transcendental y precisa de la relación de representación pue- pu e-
de mantener en contacto SujetoSujeto Cognoscente y Objeto,
Objeto, palabra y m mun-
un-
do, científico y partícula, filósofo moral
m oral y ley,
ley, filosofía en sí y realidad
en sí.
sí. Así pues, cuandoquiera
cuandoqu iera que los dialécticos empiezan a desarrol
desarrollar
lar
sus concepciones coherentistas e historicistas, los kantianos diagnosti-
can otro triste
triste caso de la Enfermedad
Enfermed ad de Berkele
Berkeley,y, cuya única
únic a cura con-
siste en otra descripción de la representación aún mejor, más convin-
cente e iluminadora y de mayor transparencia filosófica.
Cuando se les acusa de idealistas, los filósofos dialécticos suelen
responder como Berkeley respondía a sus críticos: aclarando que se
limitan a señalar los
los errores de determinada escuela filos
filosófic
óficaa y que en
realidad no dicen nada inaceptable para el hombre de la calle. Como
Austin dijo en esta tesitura: « A veces dices y a veces te desdices.» Lo
bu
bueno
nireno
«sude Derri
De rrida
dacon
filosofía»
filosofía» es que no sedodesdice.
el sentido
senti común. No No tien
tienee interés
inte résescribir
le interesa alguno
algu nouna
escribir en
e n filo-
ave-
sofía.. Tampoco está dando cuenta de nada, ofreciendo un
sofía unaa visión abar-
cante. No se queja de los errores de una escuela filosófica. Con todo, todo,
protest
pro testaa contra la idea de que
q ue la filos
fil osof
ofía
ía del lenguaje
le nguaje,, practic
pra cticada
ada «con
realismo», en cuanto estudio del anclaje del lenguaje en el mundo, es
algo más que un reducido y peculiar género literario, es filosofía pri-
mera. Pero su protesta no se debe a que tenga otro candidato al puesto
de «filosofía primera»; su protesta se dirige precisamente contra esta
noción.
noci ón. Si quisiese
quisiese,, podría
p odría decir que también
tamb ién él puede expresar juicios
en este género: que hay filosofías «realistas» del lenguaje mejores y
peo
peores
res yStrawson
en que que coincide
coinci
y de con todos
Searle losmuy
estaban filósofos
filóso fos del lenguaje
lengua
equivocados en jelopuestos
pue
questos al día
respecta
a los referentes de los nombres
nom bres propios, y así sucesivamente. Pero lo que
de hecho quiere decir es:es: «Bien, ustedes tienen por costumb
costumbre re conceder
gran importancia a la determinación del significado y la referencia, referencia, y a
cosas así.
así. Pero no la tienen.
tienen. Si se
se la conceden
conced en es p o rqu
rq u e .....»
.» Cabría com-
com -
pararlo
para rlo con el seglar que no afirm
afi rmaa «Dios
«Dio s no existe», sino más bien
«Todo este discurso acerca de nuestra relación con Dios está interpo-
niéndose en nuestro camino».
camino». Cuando
Cuando James afirmaba
afirm aba «lo verdadero es
lo bueno para con la creencia»
creencia» lo único que intentaba es desacreditar la
la
epistemología; no estaba
estab a ofreciendo una teoría de la verdad». Tampoco
Derrida, cuando afirma
una concepción afir ma «il n’
ontológica; n ’está
y a pas de horstexte»,
horstex
intentando te», está proponiendo
desacreditar proponi endo
la filosofía
kantiana en términos
términ os generales.
Ahora bien, cabría replicar, Derrida s i se está desdiciendo. Pues
admite que todo lo que dice acerca de la inexistencia de cosas tales
como la exactitud de la representa
representación
ción es metafórico , sólo
sólo una forma de
hablar.
hablar. Pero
Pero ¿por
¿p or qué no dice lo que quiere decir? ¿Por qué no hhabla abla con
franqueza y nos dice qué es lo que piensa del lenguaje y de la realidad?
Frente a esto sólo cabe reiterar que Derrida se halla en la misma situa-
ción ante el lenguaje que muchos de nosotros, en cuanto laicos, ante
Dios. No se trata de que creamos o no creamos
cr eamos en
e n Él, o de que hayamos
suspendido nuestro juicio acerca de Dios, o que consideremos que el
Dios del teísmo es un mal símbolo
símbolo de nuestras más profundas inquietu-
des; se trata sólo
sólo de que desearíamos no habern
h abernos
os visto obligados a abri-
gar una concepción
concepció n de Dio
Dios.
s. No se trata de que sepamos que «Dios»« Dios» es
una expresión carente
carente de significado cogniti
cognitivo,
vo, o que su papel en el jue
ju e -
go del lenguaje no es establecer hechos, etc. Tan sólo nos lamentamos
del uso abusivo de dicha palabra. Lo mismo piensa Derrida del voca
168
168 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO
bu lado
bula do de la fil
filos
osof
ofía
ía kantiana. Su actitud
actitu d ante largos
largo s siglos
siglo s de fijaci
fij acio-
o-
nes en la relación
relació n sujeto y objeto,
objeto, representa
representación
ción y realidad,
realidad, se asemeja
a la actitud que la Ilustración mantuvo
mantuvo ante no menos siglos de obsesión
porr la relació
po relación n entre Dios
D ios y el hombre,
hom bre, la fe y la razón. De h hecho,
echo, tanto
para
pa ra Der
Derrid
ridaa como para
par a Heidegger,
Heidegg er, todas estas preocup
preoc upacio
aciones
nes son
so n una
un a
y la misma: la posibilidad de perder de vista ciert ciertas
as exigencias que con-
forman la totalidad de las obligaciones
obligaciones del hombr
hombre.e. Y tanto para Derri-
Der ri-
da como para Freud, todo ello no son sino formas de la preocupación
porr n
po noo defraud
defr audar ar a nue
nuestro
stross padres. Es más, tanto para
pa ra D errid
err idaa como
para
pa ra Sartre, todo ello no son sino las form formas
as que cobra
cob ra el intento
inten to de
autotransformamos en objeto de conocimiento, en un étre-en-soi que
obedece las leyes de su género.
Así pues, recapitulando mi comentario de los textos de Derrida
antes citados, Derrida intenta hacer por nuestra cultura intelectual lo
que los intelectuales laicos del siglo xix intentaron hacer por la suya.
Derrid
De rrida
a sugie
sugierere qu
quéé apari
aparienci
encia
a pod
p odrí
rían
an ten
tener
er las cosas tene r
cos as de no tener
incrustada la filos
fil osof
ofía
ía kantiana en la estructura
estructura de nuestr
nuestraa vida inte
lectua
lectual,
l, as
asíí como sus pr predeceso
edecesores
res sugirier
sugirieron
on qué apariencia podría
podríann
cobrar las cosas de no tener incrustada la religión en la estructura de
nuestra vida moral. Los laicos de los que hablaba sufrían el continuo
ataque de la pregunta:
pregunta: «¿Qué argumento tienen para no creer en Dios?»
Lo mismo ocurre con Derrida
Der rida y con la pre
pregunta:
gunta: «¿Qué argumento tie-
nes
fuerapara
delafirm
af irmar
propioartexto?»
queo?»
text no Ninguno
deberíamos de buscar una referencia
ambos tiene para que
un argumento el texto
sea
de interés, ya que tampoco siguen las mism mismasas reglas que sus oponentes.
Intentan
Intent an establecer
establece r nuevas regl
reglas.
as. La
L a poca seriedad, en el sentido een n que
se la atribuía a Derrida, es sencillamente
s encillamente su negativa a tomarse en serio
la reglas
reglas al uso, sumada a su negativa a dar clara respuesta a la pregun-
ta:
ta: «¿Se trata de otra manera
mane ra de jug ar el antig
antiguo
uo juego
jueg o o de un nuevo
juego
jue go?»
?»
Sin embargo, Derrida es de hecho muy serio en otro sentido, tan
serio como los profetas de la laicización. Es serio con respecto a la nec nece-
e-
sidad de operar un cambio en nosotros mismos, mismos, es serio con respecto a
lo que él llama «deconstrucción».
«deconstru cción». Y Y,, así,
así, nos advierte que no eequipar
quipare-e-
mos «gramatología»
«gramatología» con el nombre de un nuevo programa de investi- investi-
gación,, como un
gación u n intento de hacer
hac er algo constructivo
constructivo y progresis
progresista,
ta, cuan-
c uan-
do habla de la «tachadura reglada
reglada del origen y la transformación de la
semiología general en gramatología, la encargada de practicar un traba- trab a-
jo crítico sobre todo
to do aque
aquello
llo que, dentro
den tro de la
l a semiolo
sem iología
gía e incluso del
concepto matricial
ma tricial de ésta, el de signo,
signo, retenía presupuestos
presupue stos metafísicos
LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN C
CUANTO
UANTO GÉNERO DE ESCRITURA 169
III
Para explicar
explicar dó
dónde
nde y po
porr qué D
Derrida
errida parece un filósofo construc-
tivo, necesito volver a lo que antes apuntaba sobre su actitud ante «la
filosofía del lenguaje». Cabe entender la tentativa derridiana de
«deconstruir la mayor totalidad»
totalidad» como unu n intento de d
desembarazarse
esembarazarse de
la idea del lenguaje como conato de representación de algo nolingüís-
tico. Derrida radicaliza la doctrina wittgensteiniana que Sellars deno-
mina «nominalismo psico
psicológico»,
lógico», la doctrina según la cual «toda aper-
4 «Differance», en De
Derr
rrid
ida,
a, M
Marg
arg es de la Phil
Philoso
osoph ie, Parí
phie, París,
s, 1972, p. 16. Traducción
del francés de Manuel Jiménez Redondo.
5 O f Grammat ology,, p. 46; p. 60
Grammatology 6 0 de la traducción española.
170
170 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
Sellare, Scie
6 V éas e Wilfrid Sellare, Science,
nce, Perception an
andd Reality, R outledg e and Kegan Paul,
Lond res/Nueva York, 196 3, pp. 160 ss.ss.
7 O f Grammat
Grammatolog
ology,
y, p. 6
LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CU
CUANTO
ANTO G
GÉNERO
ÉNERO DE ESCRITURA 171
ción» o «suplemento». Su solución apela a nociones como huella,
noción que, recientemente, sus seguido
seguidores
res han convertido en algo muy
próximo
próx imo a una nuev
nuevaa «temática». Pero al desarro
de sarrollar
llar esta
es ta alternativa
altern ativa se
acerca de modo peligroso a una filosofía del lenguaje, y con ello a un
regreso a lo que él y Heidegger denominan
denom inan «la tradición de la ontoteo
ontoteo
logía». Dicha tradición se mantiene en marcha gracias al siguiente
movimiento dialéctico: en primer lugar uno cobra consciencia de que
algo omniabarcante e incondicionado está siendo equiparado con otra
más de las cosas limitadas y condicionadas. Después explica que ese
algo tiene un perfil tan
ta n singular que su descripción exige un vocabula-
rio enteramente distin
distinto,
to, y pasa
pas a a crear ese vocabulario. P
Por
or último,
último, su
suss
discípulos se sienten tan aturdidos por ese nuevo vocabulario que creen
c reen
que ha inventado un nuevo campo de investigación, y vu vuelta
elta a empezar.
Esto ocurrió con «Dios» cuando el platonismo y los Padres de la Igle-
sia elevaron
elevaron lo divin
divino
o po
porr encima del espacio y del tiempo e insistieron
en su consecuente inefabilidad.
inefabilidad. Y así Dios se convirtió en una paloma
par a los Doctore
para Doctoress de la Iglesia que hab
habían
ían leído a Aristótele
Aristóteles;
s; éstos
explicaban cómo, a finfi n de cuentas, lo inefable p
poo d ía ser dicho, aunque
sólo analógicamente. Lo mismo ocurrió con la «Mente» cuando Kant
explicaba (en los «Paralogismos») que el sujeto no era una substancia,
substancia,
permitien
perm itiendo
do con ello a Fichte y al siglo x i x defe
defender
nder que en realidad
realid ad
había mucho que decir en tomo al Sujeto, aunque sólo transcendental
mente. En ambos casos alguien (San Agustín, Kant) nos aconseja no
intentar describir lo incondicionado mientras que algún otro (Santo
Tomás dede Aquino, Fichte) idea una técnica especial con co n vistas a ese pro-
pósito en concreto. Si tengo razó
razón
n een
n sospe
sospechar
char de Derrida,
Derri da, corre
corremomoss el
el
riesgo de ver este
este mismo patrón en Heidegger
Heid egger y Derrida. Podemos sor-
prende
pre ndemo
moss pensan
pensando
do que lo que p para
ara Heid
Heidegg
eggerer era
e ra inefable en reali-
reali -
dad podía ser dicho,
dicho, au
aunque
nque sólo sea gramatológicamente.
Heidegger se pasó la vida explicando que todos sus predecesores ha-
bían ignorado
ignorado la «diferenci
«diferenciaa ontológ
ontológica»
ica» eentre
ntre el
el Ser y los eentes
ntes,, para ter-
minar sugiriendo emocionado que deberíamos limitamos a transcribir la
palabra Ser*. Heidegger siguió intentando defenderse de aquéllos de sus
discípulos que le exhortaban: «Ahora que tenemos claro cuál es la dife
172
172 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
Pensar el ser sin el ente sign ifica pensar el ser sin preocupar
preocuparse se de la meta
física, sin hacer refere
referencia
ncia a ella. Tal p reocupación y referencia
referencia predominan
predominan
aún en el caso en que se efectúan con la intención de su supe
perar
rar lla
a metafísica. D e
ahí que se a mejor presc
prescindir
indir incluso de tal superac
superación,
ión, abandonan
abandonando do la meta
física a sí misma.
Si sigue siendo necesaria una superación, ésta no concernirá sino a ese
pensamien to aque
de « decirlo» parse
tirrdeja
parti de é linte
interes
resar
y en a él. llamamos el Er
ar por lo que
dirección Ereig
eignis
nis,, con e l fin
Incesantemente hay que trabajar para superar obstáculos que fácilmente
pueden convertir a tal decir
decir en insufici
insuficiente.
ente. U n ob stáculo de es e tipo es tam
bién e l hablar y el decir de es e Ereig
hablar E reignis
nis en forma de conferencia. En una con
ferencia sólo se habla en oraciones enun ciativas9
ciativas9..
Pero, naturalmente, Er
Erei gnis par
eignis parec
ecee se
serr otro no
nomb
mbre
re má
máss ref
referen
erente
te
al objeto de nuestras investigaciones. Este retroceso del pensamiento
heideggeriano desde algo inefable hasta otro algo inefable (por ejem-
plo,, des
plo desde
de el «Ser
«Ser»» ha
hast
staa la «Apro
«Apropiapiació
ción»)
n») que se da en el mis mismo
mo
momento en que se empieza a hablar de dell primer inefable
inefable,, puede enten
enten--
derse como un intento de hallar algo que no pueda ser objeto de comen- comen -
tario, algo que no pueda
pu eda ser objet
objetoo de un
unaa investigac
investigación
ión sobre «la doc-
trina heideggeriana del Ereign is». Derrida cree, o al menos eso creía
Ereignis».
cuando empezó a escribir D Dee la Gramma
Grammatolog ie, que la única forma de
tologie,
solventar el
el problem
problemaa era despegarse de la terminología adoptada de la
imaginería visual y auditiva de anteriores autores e inventar una nueva
vía que se atenga exclusivamente a la escritura. Podemos notar este
impulso en el siguiente p pasaje:
asaje:
LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNE
GÉNERO
RO DE ESCRITURA
ESCRITURA 173
La evidencia tranquilizadora en que debió organizarse y en la que debe
aún vivir la tradición
tradición occidental es la siguiente. El orden del sign ificado nnun un
ca es contempor
contemporáneo áneo del orde
ordenn del significan
significante;te; a lo sumo es su rever
reversoso o su
paralelo
paral elo,, suti
sutilmente
lmente de
desplaz
splazado
ado — el tiempo
tiempo de un soplo— . Y e l signo debe
ser la
la uni
unidad
dad de una het
heterogeneidad,
erogeneidad, puesto qu quee el ssignificado
ignificado (sentido
(sen tido o cosa,
noem a o real
realidad)
idad) no eess en sí un significante, una huella: en todo ca so no está
constituido en su sentido
sen tido ppor
or su rel
relación
ación con la huella posible. La esen cia for
mal del significado
significado es la pr pres
esen
enci a, y el privilegio
cia, privilegio de su proxi
proximidad
midad al logos
logos
como ph phonon é es el privilegio de la presencia. Respuesta ineluctable desde el
mom ento en que se preguntpreguntaa «¿qué es el signo?» , es decir, decir, cuando se som e
te al signo a la pregunta por la esencia, al «ti esti». La «esencia formal» del
signo n o puede determina
determinarse rse sino a par
parti
tirr de la presencia. N o es pposible
osible ev i
tar
tar esta respue
respuesta,
sta, salvo recusando la forma misma de la pr pregunta
egunta y com en
zando a pensar
pensar que el signo ^ esa §aga§aga mal nombra
nombrada, da, la única que escapa a
la pregunta insti
institutora
tutora de la filosofía: «¿Qué
«¿Q ué e s ...?
... ? » 10.
O f Grammatology, pp. 18-19; pp
pp.. 225-2
5-2 6 de la traducci
traducción
ón española.
Ibíd., p. 167; p. 21 2 de la traducción española.
174
174 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
sonido ina
i na rticu
rti culad
lad o»1
o» 12. Mas esto no im
impedir
pediríaía que alguien
alguie n escribie
escribiera ra
una tesis sobre cualquier
c ualquier sonido que emita.
Y sin embargo, afortunadamente, Derrida es el primero en preve-
nimos
nim os de la tentación que acabo de describir:
describir: la tentación
tentación de divinizar
divinizar
la huella, y tratar la escritura como «uno de los representantes de la hue- hu e-
lla en general,
general, pero no como la huella misma» (pasaje que parece con-
vertir la huella en uno de los invisib
invisibilia
ilia D ei, el cual p
Dei, pee r ea quae
qu ae fac ta e
fa c tae
sunt
su nt cognosc untur). En «Différanc
cognoscuntur). «Différance»,
e», publicado justo
jus to después de D Dee la
gramatología , Derrida identifica la diferencia que confía encontrar
entre «el signo», lo único que escapa a la pregunta fundacional de la
filosofía, y el resto de candidatos malogrados a dicho puesto, con la
«diferencia
«difere ncia ontológica» de Heidegger.
Heidegger. En este ensayo,
ensayo, Der
Derrida
rida se trans-
forma en algo peligrosamente
peligrosamente parecido a un filósofo del lenguaje,
lenguaje, en un
filósofo de la filosofía, donde filosofía es tan sólo la autoconsciencia de
estar representando cierto género de escritura. Dife rencia,, po
Diferencia porr contra-
posic
po sición
ión a huella, no guarda mayor relación con los signos que con las
cosas, los dioses, las mentes o cualesquiera otras cosas que la filosofía
kantia na prete
kantiana pretendía
ndía dotar de condiciones incondicionadas. Dife rencia es
Diferencia
el nombre de la situación
situac ión de la que parte el filósofo
filós ofo dialéctico: el deseo
de rebelarse contra la conversión del vocabulario actual en algo eterno
y cosmológico mediante la creación de un nuevo vocabul vocabulario
ario que impi-
da formular las preguntas de antaño. En «Différance», Derrida escribe
un pasaje que representa
represen ta una buena reprimenda contra Heidegger y con-
tra su antiguo yo
yo::
Wittgenstein, Ph
12 Lud wig Wittgenstein, Philo
iloso
soph
phica
icall In
Investig
vestigation
ations,
s, MacMillan, N ueva York/Lon-
York/Lon-
dres, 1953, pt. 1, secc. 261.
LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CU
CUANTO
ANTO GÉNERO DE ESCRITURA 1755
17
pensamiento. A l contrari
contrario,
o, hay que afirmarl
afirmarlo,
o, en e l sentido en que Nietzsc
Nietzsche
he
pone en juego la afirmación, con una cierta risa y con un cierto paso de
danza13.
IV
Pasemos a abordar
abor dar lo que parece ser el mayor problem
problemaa que se des-
prende
pren de de lo que has
hasta
ta aho
ahora
ra he dicho: el que D erri
errida
da sea el últim
últimooy
más cargado racimo de la vid que brotó con la Fenomenología del Espí Esp í
ritu ¿no es mera muestra de la necesidad de acabar con esta amenaza
creciente? ¿No podemos ver mejor que nun
creciente? nunca
ca la necesidad de amputar
todas las ramas gangrenadas de esa hiedra parasitaria que cubre y ocul-
ta las paredes y los techos del magno edificio kantiano aún por termi-
nar? Dado que, si todo este aparente desatino que niega que el lenguaje
sea un sistema de representaciones fuese cierto, Derrida tendría que
haber extraído de él algunas consecuencias de interés, ¿no podemos
curam os en salud y afirm
curamos afirmar
ar que es fa
falso
lso y que la filosofía haría bien en
volver a la tarea paciente y trabajosa de entender cómo es posible la
representación?
En mi opini
opinión,
ón, la respue
respuesta
sta dialéctica
dialéctica debería bifur
bifurcarse.
carse. E
Enn primer
lugar, cabe replicar que nadie (kantiano o nokantiano) sabe decir si el
lenguaje es o no un sistema de representaciones, de modo que el quid
de la cuestión no puede residir ahí.
ahí. No se trata de dirimir si la locución
«el lenguaje es un sistema de representaciones» representa correcta-
mente el modo de sser
er de las co
cosas.
sas. En segundo luga
lugar,
r, cabe replicar que,
sin duda alguna, y para múltiples propósitos, puede ser útil concebir el
lenguaje como un sistema
sistem a de represen
representaciones,
taciones, al igual que
q ue es útil ver la
teoría física como
como un
unaa aproximación al enfoque que podríamos obtener
si nos sumergiésemos entre los quanta, la filosofía moral como una
aproximación a la Ley Moral, y la filosofía como la búsqueda de una
respuesta mejor y más pura a las preguntas que la tradición plantea.
Todo lo que tenemos q que
ue hacer para convertir cualquiera de estos enfo-
ques
actualenetapa
algo (o
provechoso y productivo
clase, sociedad es adoptar
o academia) el vocabulario
histórica de su
y operar en la
seno.. Tras instalamo
seno instalamoss cómodamente
cómodamen te en dicho jue
juego
go de lenguaje, cobra-
Derrida, M
Mar
arge
gess de la Ph
Philos
ilosoph ie, Par
ophie, París,
ís, 1972, pp. 28-29.
28-29 .
176
176 C O N S E C U EN C I A S D E L Κ Α ϋ Μ Α Ή β Μ Ο
da»,de
da»
tes , podremos
polas
dremos construir
expresiones unatodos
a sus explicación
explicació n de
y de las la contribución
contribuci
condiciones queónjusde lasarían
justific par-
tificaría n
su empleo por parte de un usuario del lenguaje.
lenguaje. Sólo
Sólo caemos en un errorerro r
cuando recurrimos
recurrim os a dicha explicación
explicación para mostrar nuestra indiferen-
cia o nuestro desconcierto ante afirmaciones como «el fluido calórico
es simplemente una serie de partículas en movimiento», «el lenguaje
hablaa al hombre»
habl hom bre» o «la esencia
esen cia de Dios es Su existencia». Si acto segui-
do intentamos
intentam os llevar a cabo calcos o reducciones sistemáticas hablando
de «lo literal versus lo metafórico» o de «los usos no enunciativos de las
oraciones enunciativas»
enunc iativas» o de cosas porpo r el estilo,
estilo, la filosofía
filosofí a del lengua-
j
jee parece
par ecerárá empe
empezar
zar a cobrar
cob rar relevan
relevancia
cia para
pa ra la epistemología,
epistem ología, a ser algo
polémic
polé mico o y esencial
esen cial para
pa ra nuestra
nue stra autocompr
autoc omprensión.
ensión. También
Tamb ién parece
par ecerá rá
entrar en conflicto con cosas como las que Heidegger y Derrida nos
dicen.. Y, lo que es peor, estas últimas parecerán
dicen parecer án rivalizar con lo que afir a fir-
-
man Frege,
Frege, Cama
Ca map p y Russell, por ejempl
ejemplo.o.
Tall rivalidad no existe.
Ta existe. No
N o hay ningún tópico —y — y, en particular,
particular, nada
referente a la relación entre el signo y lo significado, el lenguaje y el
mundo— por el que quepa medir las diferen diferencias
cias entre
entre Derrida y los filó-
filó -
norm
normalal que
cogedor queproduce
hace delelcomentario
que cada cosa estéalgo
verbal en su sitio,
sitio, unida
superfluounid a al
y fu
fuera
eraeco
eco
desobre-
sobr e-
lugar.
lugar.
La escritura,
escritura, como afirma
afirm a Derrida en su crítica de Rousseau, represen-
ta para este género de «comprensión
«com prensión simple y adecuada» lo que la mas- ma s-
turbación representa para el sexo rutinario, sin inquietudes ni fisuras.
De ahí que se piense que los escritores son seres degenerados si se les
compara con los científicos —los «hombres de acción» de un tiempo a
178
178 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
esta parte—
parte— . Es importante observar que la diferencia entre ambos tipo tiposs
de actividad no estriba en su temática —por
—p or ejemplo, no se trata
trata de una
diferencia entre
entre las pétreas partículas
partículas de la ciencia dura y la conducta
permis
per misiva
iva de las blandas—
bland as— , sino que viene detedeterminad
rminada a p o r la norma
lidad y la anormal idad. La normalidad, en este sentido, consiste en
anormalidad.
aceptar a pie juntillas la escenificación del lenguaje que legitima la
demostración (científica u ostensiva). Los científicos revolucionarios
necesitan escribir,
escribir, a diferencia de los científicos normales. Los políti-
cos revolucionarios necesitan
neces itan escribir,
escribir, a diferencia de los políticos pa
par-
r-
lamentarios. Los filósofos dialécticos como Derrida necesitan escribir,
a diferencia de los filósofos
filós ofos kantianos.
A mi
m i parecer,
parecer, la distinción ff
ffeudiana
eudiana entre lo normal y lo anormal,
trazada con la concreción con la que Derrida
Derrid a pone de manifiesto
m anifiesto el tono
sexual
sexu al de gra
grann parte del debate metafilosófico, es justo lo que necesita-
mos para
par a abordar
aborda r lúdicamente la diferencia
diferencia entre kantianos y dialécti-
cos. Cuando uno concibe esta diferencia como la habida entre los par-
tidarios de la Eternidad y los del Tiempo, o entre los de la Teoría y los
de la Práctica, los de la Naturaleza
Natura leza y los de la Historia, los de la Perma-
nencia
nen cia y los del Cambio, los del Intelecto y los de la Intuición, los de las
Ciencias y los de las Artes, parece algo demasiado serserio,
io, como si en rea-
lidad hubiese algo de suma importancia sobre lo que discutir. A mi
modo de ver,
ver, el debate entre la filosofía kantiana y la filosofía no kan-
tiana es tan serio como el debate entre prácticas sexuales normales y
prá cticas
práctic as sexual
s exuales
es desvi
desviadas.
adas.
A buen seguro, los hombres pueden perfectamente sentir que su
identidad y su integridad dependen de ese debate.debate. (Los «hombres», y no
las «personas», ya que definirse en términos del comportamiento
com portamiento en la
cama parece ser un rasgo típicamente
típicamente masculino.) De modo que el que
sea poco serio
serio no significa que carezca de importancia. Pero el debate
no es serio en el sentido de que sea decidible, de que ambas partes ten-
gan mucho que alegar
alegar.. No es un debate en el que todos debamos parti- pa rti-
cipar e intentar zanjarlo (discursivamente, y no aplastando a la oposi-
ción). De hecho, es preferible no hacerlo. Pues si llegara a zanjarse, no
podr
po dría
ía habe
ha berr más
má s filosofía
filosofía.. (Y ni siquiera
siqu iera má
máss escritura
escritu ra de interés. A fin
de cuentas, la filosofía
filosof ía es dominatrix discipl inarum aunque haya deja
disciplinarum deja--
do de ser regina scientiarum; en realidad,
realidad, nadie escribe
escrib e «escritos» sin la
más leve
leve esperanza de que lo que escribe tenga «implicaciones filosó-
ficas».) De modo parecido, si la diferencia entre sexo normal y sexo
desviado llegara
l legara a anularse —no aplastando
apla stando una de las alter
alternativas,
nativas, sino
demostrando racionalmente
r acionalmente la superioridad
superioridad moral de una un a sobre la otra,
o su equivalencia moral— n no
o sabemos si el sexo tendría la importancia
que hoy tiene. Cuando Freud
Fre ud nos decía que tenía que agradece
agr adecerr la repre
repre--
sión sexual a los temores de los neuróticos que crearon la cultur
culturaa europea,
europea,
se refería literalmente a eso. Si Derrida no anda desencaminado en su
tratamiento post-gramatológico de los textos filosóficos, podemos
decir algo más concreto acerca del modo en que esta cultura se nutrió
de una sexualidad sublimada. La contraposición entre lo kantiano y lo
nokantiano se asemeja ahora a la habida entre el hombre que quiere
tomar (y ver) las cosas tal como son, asegurándose así de que cadacad a cosa
está en su sitio, y el homb
hombrere que quiere cambiar
cam biar el vocabulario del que
se hace uso para aislar cosas y sitios.
sitios. Ello nos ayuda a entender
entend er por qué
la dialéctica de lo condicionado y lo incondicionado, lo decible y lo
indecible, despierta tantas pasiones. Las posibilidades indecibles, los
actos innombrables son aquellos que se dicen y se nombran
nom bran en el voca-
bulario
bulari o nuevo, revolucionario,
revoluci onario, hegelia
hegeliano,
no, anormal.
anorm al. La eexplica
xplicación
ción sar
treana del intento del filósofo
filósof o de convertirse en Dios recreándose como
un po
pour-
ur-soi-
soi-en-
en-soi
soi se alía con la de Freud, sugiriendo ambas que la tra-
dición kantiana desempeña en la reciente cultura europea el papel del
hombre normal,
normal , cuyo respeto por la ley le lleva a desear que la ley natu-
ral y la ley moral sean una y la misma cosa.
Este giro ffeudiano también puede ayudamos a entender por qué,
aunque
pong
pongam todo
amos polor caso,
os por que dice
d ice Derridaossea
no podem
podemos sercompatible
cond
condescen con
escendien lo
tesque
dientes dice Quine,
y dejar Quine
a cada,
cual lo suyo. No podemos ser imparciales ante los géneros kantianos
(autoeliminativo) y hegeliano (en autodespliegue) de escritura. Dicha
actitud conciliadora obscurecería el hecho de que cada una de estas
tradiciones vive la muerte de la otra, y viceversa, de que mantienen la
misma relación que el sexo normal mantiene con el sexo anormal. El
dialéctico siempre ganará si sabe esperar con paciencia, pues con el
tiempo la norma kantiana se convertirá en algo tedioso, repleto de
excepciones y anomalías. Por otrootro lado, el kantiano
k antiano elude la trivialidad
trivialidad
y alcanza la autoidentidad y el orgullo autoconsciente sólo contrapo-
gra ndes logros a las meras palabras del dialéctico. É l no es
niendo sus grandes
un parásito decadente, sino alguien que contribuye al levantamiento
imparable y acompasador del edificio del conocimiento humano, de la
sociedad humana, de la Ciudad de los Auténticos Hombres. Quien no
es kantiano sabe que llegará el día en el que el edificio mismo se
deconstruyaa y los grandes logros se reinterprenten un
deconstruy unaa y otra vez.
vez. Pero,
evidentemente, el filósofo no kantiano es un parásito: la vid dialéctica
no podría engendrar racimos
racimos de no habe
haberr un edificio en cuyas grieta
grietass
7. ¿HAY ALG
ALGÚN
ÚN PROBLE
PROBLEMA
MA
CON EL DISCURSO DE FICCIÓN?
1. PRELIMINARES
[182]
¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN?
FICCIÓN? 183
contraposición heideggeriana entre la verdad como Unverborgenheit
versus la verdad ccomo
omo adaequatio intellectus et rei. rei.
Los caminos
camino s que conducen desde los temas técnicos hasta los temas
más generales, imprecisos e interesantes son enrevesados. Es más,
podemo
pode moss saltá
saltárnosl
rnoslos
os todos lim
limitándon
itándonos
os a fija
fijarr de anteman
antemanoo qué solu-
ciones pueden ser válidas dentro de determinado programa de investi-
gación semántico. No estoy afiliado a ninguno de tales programas, de
modo que no defenderé las virtudes de determinada solución del pro-
blemaa acer
blem acerca
ca de Glads
Gladstone
tone o Sherlock Holm Holmes es y memenos
nos aún que esta
solución dicte o venga dictada por una conc concepción
epción general sobre el len-
guaje o la verdad. Por el contario, examinaré cuatro soluciones a dicho
problem
prob lemaa apar
aparecidas
ecidas en la literatur
literaturaa reciente, co
conn eell fin de averiguar qué
presuposici
presu posiciones
ones abriga
abrigann loS
loS filósofos
filóso fos que optan por po r éstas. Defen
Defenderé
deré
que las cuatro
cuatro tiene en com
común ún un núcleo de presuposicion
presuposiciones es «parmení
deas». No acepto estas presuposici
deas». presuposiciones,
ones, si bien me par
parecen
ecen demasiado
abstractas para alegar razones en su contra.
contra. DDee modo que me limitaré a
intentar mostrar cómo quedarían las cosas sin estas presuposiciones.
Terminaréé señalando la importancia de actitud parmenídea
Terminar parmen ídea para las fic-fic -
ciones que tengan conciencia
concie ncia de ser constructos y no hallazgos, es dec decir,
ir,
paraa las obras de ficción
par ficc ión qu
quee subrayen la iimp
mporta
ortancia
ncia de se r ficticias.
ser ficticias.
Las cuatro soluciones del problema de Gladstone y HolmesH olmes que voy
a abordar son las siguientes:
siguientes: i) la cconcepció
oncepciónn canónica de Russell, por
la cual «al hablar de Holmes en realidad hablamos de los relatos de
Conan Doyle», ii) el concepto de «afirmación pretendida» debido a
John Searle, iii) la concepción «fisicalista» de la referencia de lo ine-
xistente que Keith Donellan aduce en contra de la concepción común com ún a
Russell y a Searle, según la cual la referencia queda determinada
determ inada por las
intenciones del hablante, y iv) una versión reciente del «meinongianis
mo» —la
— la concepci
concepciónón por la cua
cuall podemos referimos a cualquier ob objeto
jeto
intencional— debida
de bida a Terenc
Terencee Pars
Parsons.
ons. Las tres última
últimass son reacciones
contra algún que otro elemento de la concepción russelliana, concep-
ción que ha sido «canónica» durante muchos años y que constituye el
trasfondo común
com ún sobre el que discutir este tóp
tópico.
ico.
2. RUSS
RUSSELL:
ELL: LA SEMÁNTICA COMO EPISTEMOL
EPISTEMOLOGÍA
OGÍA
184 CONSECU
CONSECUENCI
ENCIAS
AS DEL PRA GNU mSM O
1) Todo referente
refe rente debe existir
3) «conocimiento
Sólo podemos
podem os hablar de lo que nos(en
por familiaridad» es
es dado directamente
idéntica medida que en el
el
intelecto está «familiarizado» con
co n los universal
universales
es y los sentidos
con los sense-data)
lo que conlleva que
4) Cabe analizar todos los enunciados en término
términoss de enunciados
que contengan «nombres propios» (por ejemplo, «nombres
lógicamente
lógicame nte propios» como el demostrativo «éste
«éste»).
»).
En defensa
defe nsa de 1), Russell propone su «teoría de las descripciones»,
en la cual expresiones aparentemente referenciales como «la cuadratu-
ra del círculo» y «la montaña de oro» se reconstruyen en términos de
expresiones predicativas.
predicativas. El análisis de los enuncia
enunciados
dos en los que apa-
a pa-
recen tales expresiones los descompone en afirmaciones explícitas
sobre la existencia de entidades que hacen verdaderos los predicados
que hagan al caso («ser circular y ser cuadrado», «ser de oro y ser una
montaña»). Ello implicaba que, según Russell, todos los enunciados
acerca de inexistentes resultaban ser falsos,
falsos, afirmación
afirm ación que, durante lar-
go tiempo, nadie adscrito a la filosofía analítica se atrevió a desafiar,
hasta que Strawson argumentó que
La montaña
mo ntaña de oro se encuentr
encuentraa en África
más que asever
aseverar presupo nía que
ar presuponía
¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA
PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FIC
FICCIÓ
CIÓN?
N? 185
ju nto
junt o con el respaldo
respa ldo que Searle intenta
inte nta darle; baste
bas te ahora
aho ra con hacer
hac er
notarr que,
nota que, dejando provisionalmente de lado 3) y 4), la tesis 2) de Rus
sell «solventa el
el problema acerca del discurso de ficción»
ficció n» analizando
como
y
El calórico tiende a expandirse
186
186 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO
1 Keith
Keith Donnell
Donnellan,
an, «Speaki
«Speaking Nothing», Ph
ng o f Nothing», Philo
iloso
soph
phica
icall Revie
Re view
w , 83 (1974), p. 11.
¿HAY ALGÚN
ALG ÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 187
2 Ludwig WittWittgens
genstei
tein,
n, Ph
Philos
ilosoph
ophica
icall Inv
Investiga tions, MacMillan, Londres, 1953.
estigations,
Traduccción española de A lfon so GarcíaGarcía Suárez y U lises M oulines, Inv
Investig
estigacio
aciones
nes fi lo
sóficas, Grijalbo, Barcelona, 1988, parte 1, sección 46.
3 Joh
Johnn R
R.. Searle
Searle,, Speech Acts, Cambri
Cambridge
dge University Press,
Press, Ca mb ridge, 1969, p. 162
188
188 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
La montaña
m ontaña de oro se encuentra en África
4 Loe. cit.
5 Ibíd.
Ibíd.,, p. 160.
¿HAY ALGÚN
ALG ÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN
FICCIÓN?? 189
5) Si un predicado es verdadero de
de un objeto también
tambié n lo es de todo
lo que sea idéntico a dicho
dicho objeto, independie
independientemente
ntemente de qué
expresiones
expres iones empleemos para referimos a éste
y el «axioma de identificación»
6) Si el hablante se refiere
refi ere a un o
objeto,
bjeto, identifica
iden tifica o puede acceder
a la demanda
demand a del oyente
oyente de identificar
iden tificar ese objeto de entre todos
los dem
de m ás7
ás 7.
la existencia o de la inexistenc
inexistencia.
ia. Dich
Dichoo de otro modo, las conversacio-
nes acerca
ac erca de Holmes o del calórico
calórico en las que intervienen
intervien en personas que
creen que dichas entidades existen realmente, se asemejan, qua juegos,
6 Ibí
Ibíd.,
d., pp. 170-171.
7 Ibí
Ibíd.,
d., pp. 77-79.
190
190 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
exist e una serie sistemática de relaciones entre los sig nificad os de las palabras
palabras
y de las oraciones que proferi
proferimos
mos y los actos ilocucionarios que realizamos
realizamos al
proferirlas.
A sí pues, la existen cia del discurso de ficció n no represent
representa
a problema algu
no para
para todo aquel que sostenga esta tesis [...].
[...]. ¿ Cóm o es po sible que las pala
brass y los dem ás elem entos del relato
bra relato de ficción con serven su significa do usual
y que no s e cumplan las reglas que los gobiernan y determinan su significado ?9 ?9..
Searle pasa
pas a a decimos
decim os que la respuesta debe radicar en que «en el habla
de ficción, las reglas semánticas quedan de algún modo modificadas
modificad as o sus-
pendidas». Para entender este proceso, hemos de entender primero que «el
autor de una obra
obr a de ficción
ficció n pretende realizar una serie de actos ilocucio-
narios, normalmente de tipo representativo»,
representativo», y se
seguidamente
guidamente que
8 Ibí
Ibíd.
d.,, p.
p. 78.
9 Searle, Status o f Fictional Discourse» , N
Searle, «Th e Lo gical Status New
ew LiLiter
terar
aryy Hi
Histo
sto ry, V
(1974), p. 319. Véase Stanley Fish, Is There a Text in the Class Class?,
?, Harvard Univeristy
Press, Cam bridge, Mass ., 1980, cap. 9, cuya s crític
críticas
as a este artículo
artículo son análogas a las que
vo y a hace
hacer.
r.
¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN
FICCIÓN?? 19 1
penden el funcionamiento normal de las reglas que vinculan los actos ilocu-
cionarios con e l mundo. En este sentido, y ha ciendo uso de la jerga de W itt-
genstein, narrar relatos es en realidad un juego de lenguaje independiente;
para jugarlo se requiere una serie independiente de convenciones, aunque
éstas no sean reglas semánticas;
semánticas; y dicho jueg o de
d e lenguaje no guarda
guarda pari
paridad
dad
con los jujuego
ego s de lenguaje ilocucionarios, sino que es parasi
parasitari
tarioo con respec
resp ec
to a é s to s 10.
ejemplo,
verd ad la
la verdad deregla quesición
establece
establece
la proposici
propo ón que que
ésta«quien
eexp
xpre hace
resa »12. una afirmación
sa»1 afirm ación asume
Esta solución al primer problema que Searle plantea es bastante
sensata. Con
sensata. C on ttodo,
odo, parecerá
pare cerá tri
trivial
vial si pensam
pensamos os que la «determ
«determinación
inación
del significado» determina a su vez «las relaciones entre las palabras
y el mundo». SearlSearlee nos dice que las palabr
palabras
as puede
pueden n conservar su sig-
nificado aun cuando cambien las reglas que rigen su uso, puesto que
preten
pre tendem
demos os obobed
edec ecer
er las ant
antigu
iguas
as reglas.
regla s. Pero si las pr prete
etensio
nsione
ness
valen tanto como las realidades, podemos albergar dudas con respec-
to a la afirmación
afirma ción de la que partíamos, a saber, saber, que las reglas que vali-
dan los actos de habla determinan
determ inan el significado. Para ver el problem problemaa
con mayor claridad, examinemos la tesis de Searle con arreglo a la
cual «una de las condiciones para lograr logr ar realizar un acto de habla refe
rencial es la obligada existencia de un objeto al que se refiera el
habl
ha blan
ante
te»1
»13. Searle se v vee obligado a afafirm
irm ar que esta
es ta condi
condición
ción pued
puedee
cumplirse en el discurso de ficción: «Puesto que el autor ha creado
esos personajes
personajes de ficción, podemos, por n nuestra
uestra parte, proferir enun-
ciados verdader
verd aderos os ace
acerca
rca de ellos en cuanto
cu anto per
person
sonajes
ajes d
dee ffic
icci
ció
ó n » 14.
Así las cosas, «el mundo» cuyo nexo con las palabras queda estable-
cido por las reglas para realizar actos de habla es un mundo que con-
tiene objetos de ficción «Yo no pr pret
eten
endí a referirme a un Sherlock
día
Holmes de carne y hueso; en realidad realid ad me refer ía a un Sherlock Hol
refería
mess de ficc
me fi cc ión
ió n » 15.
10 Searle, op. cit.,
cit ., pp
pp.. 325-32 6.
11 Ibíd., p. 326.
326 .
12 Ibíd., p. 322.
32 2.
13 Ibíd., p. 330.
330 .
14 Ibíd., p. 329.
32 9.
15 Ibíd., p. 330.
33 0.
192
192 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO
y defender, con Searle y contra Russell, que «en realidad nos estamos
refiriendo» a Holmes? Pues bien, al menos existe la siguiente
siguiente diferen-
cia. Al formular 1), Russell intentaba servirse de «análisis» como el
anterior para ponerlo a salvo de contr
contraejemp
aejemplos.
los. Pero,
Pero, por razones ya ya
examinadas, una teoría de los actos de habla no puede recurrir
rec urrir a la estra-
tegia de un «análisis eliminativo» de expresiones referenciales moles-
tas. De modo que Searle se ve obligado a introducir las nociones de
«existencia ficticia» y de «referencia en el discurso de ficción» para
suplir dichos análisis
análisis sin tener que renunciar aall ) . Pero el
el precio de pre-
servar 1) es la ambigüedad y la trivialidad. Por «existencia», Russell
entendía la existencia espaciotemporal
espaciotemporal pura y dura (añadiendo condi-
ciones que permitan dar entrada a los objetos matemáticos,
matemáticos, cuyo cono-
cono -
cimiento, en su opinión,
opinión, dependía de familiaridad directa con los uni-
versales «lógicos»). Si hemos de admitir que los resultados de la crea-
ción de personajes de ficción satisfacen
satisfacen 1) tendremos
tendremos que afirma
af irmarr que
«existencia»
«existenc ia» ha pasado a significar algo así como «existencia
«existencia espacio
espacio
temporal o susceptibilidad de ser referente en un juego de lenguaje
parasit
par asitario
ario con resp
respecto
ecto al discur
discurso
so acer
acerca
ca del mundo
mun do real (espacio
(espacio
temporal),, cuyos hablantes sepan distinguirlo de este último discurso».
temporal)
(La última restricción es necesaria para impedir que los químicos que
creen en la realidad del calórico hagan de éste un objeto referencial;
cabe presumir que sólo sería tal cuando los historiadores de la ciencia
afirma
afir
una mann «elque
teoría calórico
no acetiende
aceptan .) a expandirse» en el contexto de discusió
ptan.) discusión n de
El problema de revisar 1) ampliando el sentido de «existir» es que
nos vemos obligados
obligados a responder la pregunta que anteri
anteriormente
ormente formu-
fo rmu-
laba con respecto a los enfoques basados en los juego
jue goss de lenguaje: ¿hay
realmente
realmen te alguna
algu na diferencia entre 1) y 6), entre los aaxioma
xiomass de existen-
cia y de identifica
identificación,
ción, respectivamente? Pues la «capacidad
«capacida d de referir-
se a X» en el discurso de ficción
ficció n (o en cualquier
cualquie r otro
otro juego
jue go de lenguaje
¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FIC
FICCIÓ
CIÓN?
N? 193
alguien
guntamosque«¿Cuál
creyese
es que es un personaje
la condición histórico.
suficiente Enuna
para que general, si pre-
descripción
identificadora satisfaga el axioma 6) de Searle?»,
Searle?», la respuesta parecería
ser que tal descripción tendría al menos que damos una idea de lo que
tiene relevancia
relevancia a la hora de responder preguntas acerca del refe referent
rente.
e.
Peroo ello viene a ser afirmar
Per afirm ar que uno puede lograr refe
referirse
rirse a cierta
c ierta cosa
si sabe cómo ju juga
garr el jue
juego
go de lenguaje al uso con
co n respecto a esa cosa.
cosa.
(Aunque ese juego de lenguaje puede variar con el tiempo, como el
ejemplo del calórico pone de manifiesto.)
La conclusión a la que quiero llegar es que las mismas conside-
raciones que llevaron a SearleSearle a apartarse de la imagen russellian
russellianaa del
lenguaje como algo cuyo anclaje anclaje en el mundo depende de «nombres
prop
pr opios
ios»» y a apro
ap roxim
ximars
arsee a un en
enfo
foqu
quee del mism
mi smoo en térm
té rmino
inoss de
«juegos de lenguaje», le imposibilit
impos ibilitan
an do
dotar
tar de un sentido no trivial
a su «axioma
«axio ma de existencia», el principio 1) de Russell. Su intento es
perf
pe rfec
ectam
tamen ente
te vá
válid
lidoo cua
cuand
ndoo se conf
co nfor
ormm a co
conn es
estab
tablec
lecer
er la ex
exist
isten
en-
-
cia de convenciones que nos perm permiten
iten hablar de algo como si creyé-
semos que existe, aunque no lo creamos. Pero esta sensata afirma-
ción no tiene
tiene su
suficiente
ficiente peso como para ser parte de una teoría gene-
ral acerca de la «relación entre las palabras y el mundo» o del «sta
tus lógico» de los diferentes géneros de discurso. Todo lo que su
enfoque le permite afirmar es que las palabras se relacionan con el
mundo gracias a que son fichas empleadas en los juegos de afirmar
oconvenciones
negar, dondeque
ninguno de éstoslas
nos indican queda excluido
jugadas por cuanto
a realizar. Pero,existen
si no
hubiese nada más que decir (cosa que de hecho creo), nadie habría
soñado con una disciplina denominada «filosofía del lenguaje» que
diese cuenta del funcionamiento del lenguaje.
lenguaje. Searle vacila entre pre-
servar la noción russellian
russellianaa del lenguaje que,
que, en parte, 1) define con
textualmente,, y renegar de llaa idea russellian
textualmente russellianaa de «afirm
«afirmación
ación implí-
cita»
cita» acerca del mundo espaciotemporal.
194
194 CONSECUENCI
CONSEC UENCIAS
AS DEL PRAGMA
PRAGMATCS
TCSMO
MO
4. DONNELLAN
DONNELL AN Y LA SEMÁNTICA FISICAL
FISICALIS
ISTA
TA
semejante al idealismo
idealismo en la medida en que cree que la referencia que-
da establecida por «algo sitio en la mente del hablante». En concreto,
dicho error
err or le llevó
llevó a desmembrar la «referencia» de la conexión pala-
brasm
bra smund
undoo y,
y, por
po r tanto,
tant o, a emp
emplaz
lazar
ar err
erróne
óneame
amente
nte el «nexo» entre
entr e pala
pa la-
-
brass y mund
bra m undo o en la noció
no ciónn episte
epi stemoló
mológic gicaa de «familar
«fa milaridad
idad»,
», la noción
noci ón
que dio lugar a la teoría notoriamente obscura e inoperante de Russell
según la cual sólo los demostrativos como «éste» eran verdaderamente
«nombres».
«nomb res». Donnellan
Don nellan quiere preservar la concepción que él denomina
«natural», a la que Russell intentó adherirse recurriendo a esta última
noción, pero siendo consistente con las tesis centrales de su propia
«explicación histórica». Según ésta ésta,,
En ausencia de una conexión histórica entre una entidad individual y el
uso q ue un hab
hablante
lante hace de un nombre, y por m uy correcta
correctass que sean las des
cripcion es que el hablante hace ddee esa entidad, esta última no es el refer
referente
ente;;
[...] por otra
otra part
parte,
e, determinada conex ión histó
histórica
rica entre el uso de un nombre
y una enti
entidad
dad individual puede hac
hacer
er de ésta e l referente
referente aun cuando las d es
cripcion es que haga el hablant
hablantee no singularicen esa enentid
tidad
adllf>.
Si N es un nombre ppropio
ropio que ha sido em pleado e n enunciados predicati
predicati
vos con la intención de referirse a determinada entidad individual, entonces
«N no e xiste» es verdade
verdadero
ro si y só lo si la hhisto
istoria
ria de esos u sos tropieza con un
obstáculo*19
Ibíd., p. 18.
Ibíd., p. 19.
196
196 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
20 Ibíd.,p. 23.
23.
21 Ibíd., p. 11
11..
22 Ibíd.,
Ibíd., p. 21, n.
¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBL
PROBLEMA
EMA CON EL DISCURSO DE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 197
a) debemos aceptar la idea contraintuitiva
contraintuitiva de que nuestro cono-
cimiento de la referencia
referenc ia depende de la investigación histórica;
tí) debemos dejar de equiparar «Saber qué proposición expresa S»
con «Saber cuáles son las condiciones de verdad de S».
i) la noción de referencia
referenc ia ha de ser complementad
comple mentadaa con «análisis»
de aquello sobre lo que realmente versan las oraciones
ii) la noción d
dee referencia que especifica
especific a «el
«el nexo entre las pala-
bras y el mundo
mu ndo»
» no pued
p uedee aplicarse
apli carse a enuncia
en unciados
dos verd
verdader
aderos
os e inteli-
in teli-
gibles como «Holmes
«Ho lmes no existió».
existió».
198
198 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO
7) El cconocimiento
onocimiento nos proporcio
proporciona
na una imagen de la realidad
física.
23 a s e H i la r y P u tn am , Me
V ééa Meani
aning
ng an d the M oral
or al Scienc
Sciences,
es, Routledge and Kegan
Paul, Londres/N ueva York, 1978.
5. EL MEINONGIANISMO
MEINONGIANISM O Y LOS «OBJETOS INCOMPLETOS»
1 ’) Todo referente
nte debe se
ser un objeto
porr el principio
po prin cipio russellia
russ elliano
no
1) Todo referen
refe rente
te d
debe
ebe existir.
24 Vé ase Ror
Rorty,
ty, «Realism and Ref Reference»,
erence», The Moni st, 59 (1976), y Phil
Monist, Philoso
osophy
phy a nd the
Mirr
M irror
or ofNa
ofNatur e, Princeton University Press, Princeton, 1979, cap. 6. Traducción españo
ture,
la de Jesús Fernández, La fil filoso
osofía dee la naturaleza, Cátedra, Madrid, 1989. Véa
fía y el espejo d
se también
también Donald D Davidson,
avidson, «R ealism Witho
Withoutut Reference», en Reference, Tru Truth
th and
an d Rea-
lity, Mark Platts (ed.), Ro Routled
utledge
ge and Keg
Keganan Paul, Londres, 1980, pp. 13 1311 -140.
25 Terence Parso
Parsons,
ns, «A Prolegom enon to Meinongian Sem antics», Jou Journa
rnall o f Ph ilo
hy, 71 (1974), pp. 551-560, y « A M einongian
sophy,
sop einongian Analysis o f Fictional
Fictional Objects»,
Objects», Grazer
Philos
Phil osop
ophishische
che Stu dien, 1 (1974), pp. 73-86.
Studien,
¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICCIÓN
FICCIÓN?? 201
Pasando alegremente por po r alt
alto
o los detalles y las dificu
dificultades
ltades de la dis-
tinción entre lo medular
medu lar y lo extramedular,
extramedular, me ocuparé acto seguido de
la aplicación de la teoría de Parsons
Parsons a los personajes de ficción. Parsons
cree
cr ee227que dich
dichaa aplicación conf
confirm
irmaa la verdad de su tesi
tesis.
s. A su enten-
der, la intuición de que el discurso acerca de objetos de ficción debe
«ser objeto de un análisis eliminativo
eliminativo [...] que dé por resultado una un a pará-
frasiss que sólo haga referencia a objetos reales, quizá a novelas o a ora-
frasi
ciones pertenecientes a éstas [...]» es una «idiosincrasia de la filosofía
angloame
angloa merican
ricanaa reci
re cien
ente
te»2
»28
8. Parsons insis
insiste
te en que dicha
dic ha concepción
concep ción
nos permite afirmar m muchas
uchas cosas que la tradición russell
russelliana
iana prohib
prohibía:
ía:
porr ejemplo, que H
po Holm
olmeses es u
unn detective, Pegaso un caballo
c aballo alado, etc.
A su modo de ver,
[en] el caso de «Sherlock Holmes» nos hallamos frente a un objeto incom
pleto,, posible
pleto posib le e inexistente,
inexisten te, entre
entre cuyas propiedades
prop iedades medulares se encuentran:
encuentran:
ser un detective,
detec tive, atrap
atrapar
ar a criminales, fumar en pipa, etc. Lo típico
típic o es
e s que los
objetos de ficción sean incompletos, pues el corpus literario en cuestión no
determina
deter mina todas sus propiedades;
propiedades; no es cierto que, según las novelas de Conan
Doyle, Holmes tuviese un lunar en su pierna izquierda, como tampoco lo es
que, según esas mismas novelas, no lo tuv iese [...].[...]. Holm es es un ser indeter
minado
mina do con resp
re spec to a esa propiedad29.
ecto
Parsons, «Meinongian
Parsons, «Meinon gian Analysis» , p. 74.
Ibíd., p. 77.
Ibíd., p. 80.
ral afirmar: sólo el primero. Pero aunque sea natural, también parece
arbitrario. Una vez convenimos en que existe la verdad como corres-
pond
po nden
encia
cia con
co n un objeto
obje to por
p or lo que a Holme
Ho lmess respec
res pecta,
ta, ¿qu
¿quéé nos
n os hace
h ace
pens
pe nsar
ar que
qu e Cona
Co nann Doyle conocía
con ocía totodas
das estas
esta s verdad
ver dades?
es? Supong
Sup ongamoamoss
que tratamos de evitar los objetos incompletos. Podríamos limitamos
a construir un objeto completo basándonos en las propiedades que a
Holmes se le atribuyen
atribuyen en los relatos.
relatos. P
Para
ara cada pregunta sensata que
pued
pu edaa formu
for mular
larse
se razo
razonab
nablem
lement
entee en to
tomm o a Hen
H enry
ry James
Jam es (¿co
(¿ conoc
nocíaía a
Gladstone?, ¿se afeitaba dos veces al día?) hay una respuesta, pese a
que por lo general la ignoremos.
ignoremos. De ahí que Henry Jam Jameses sea un obje-
to completo. Si, p e r impos
impossibi
sibile,
le, enum
enumeramos
eramos todas las preguntas que
pode
po demo
moss form
f ormula
ularr ace
acerca
rca de James,
Jam es, las aplic
a plicam
amosos a Holme
Ho lmess y asign
as igna-
a-
mos respuestas arbitrarias, obtendremos un objeto completo. Por
desagracia, el argumento de Lewis también
tamb ién es válido aquí, claro está.
Si damos una respuesta arbitraria a una pregunta diferente a la antes
dada, obtendremos un objeto completo diferente.
diferente. Con vistas a afirmar
que existen tales objetos, la imposibilidad práctica de enumerar todas
las preguntas no tiene por qué ser un obstáculo mayor que la imposibi-
lidad práctica de tener en mente todas las propiedades que los relatos
atribuyen a Holmes.
H olmes.
Pienso que lo que nos incomoda
incom oda a la hora de considerar estas
estas con-
secuencias de la teoría de Parsons es precisamente que el placer de
pode
po derr afirm
afir m ar «Holmes
«Holm es es un detective» y «Pegaso es un caballo
caball o alado»
sin tener que concebir estas expresiones a modo de abreviaturas russe
llianas
llianas de enunciados referentes
referentes a relatos queda
qued a disminuido por la pro-pro -
pensió
pe nsiónn a consid
con siderar
erar que la verdad
ver dad sobre Ho
Holme
lmess resid
residee en una
un a relación
rela ción
entre una oración y un objeto. Si dejamos que el objeto sea sencilla-
mente
men te «aquello de lo que sólo son verdadera
verdaderass todas las oraciones pe perte-
rte-
necientes a los relatos», como hace Parsons, tal propensión
prope nsión no existirá.
Pero,, tan pronto como vemos qué difícil es determinar cuál es el objeto
Pero
que hace que las oraci
oraciones
ones sean verdaderas, parece no haber lugar para
la noción de verdadcorrespondencia.
verdadcorrespondencia. Lo mismmismo o ocurre con la noción
de «correspondencia con un objeto incompleto», sobre todo porque,
aun cuando añadamos billones de propiedades adicionales con la
esperanza de obtener un Holmes completo, jamás construiremos un
objeto que se ajuste po
porr completo al contexto del Londres de
decimon
cimonóni-
óni-
co (a todos los intervalos espaciotemporales en los que, para nuestra
desgracia, pueblan otros muchos objetos). Para construir tal objeto,
tendríamos que crear todo un mundo nuevo, en el que ningún intervalo
espaciotemporal sea idéntico a cualquier otro del mundo real. Pero
¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICC
FICCIÓN
IÓN?? 203
cuando pensamos en erigir un «nuevo» espaciotiempo hemos de
habérnoslas con todas las intuiciones que Kant reclutó en la «Estética
transcendental»: no puede haber más que un espacio o un tiempo. La
estrategia en la que
que se basa Meinong, a sabe
saber,
r, sustituir
s ustituir haces de propie-
dades por entidades individuales, se viene abajo en cuanto abordamos
relaciones espaciotemporales.
Podrían decirse varias cosas de corte meinongiano para aplacar
estos escrúpulos, y la mayoría de ellas insisten en que no confundamos
confundam os
«ser un objeto de referencia» con «ser un objeto espaciotemporal».
Para fines meinongianos, necesitamos un concepto de «objeto» que al
menos sea tan vago como el uso que Wittgenstein hace del término
Gegenstand en el Tractatus. Si uno piensa que nociones semánticas
como «verdad» y «referencia» pueden aplicarse tanto a las ecuaciones
matemáticas
matem áticas como a las crónicas de acaecimientos espaciotemporales,
necesitará
necesitará una noción de verdadcorres
verdadcorrespondencia
pondencia con la realidad desa-
marrada
ma rrada de la construcció
construcciónn de imágenes lingüísticas de la realidad físi-
ca. Por lo que tendrá que disociar 1) de la «concepción natural» que
Donnellan describe: de una concepción que subraya la posibilidad de
«términos singulares que no introduzcan cuantificadores», de limitar-
nos a «identificar
«ide ntificar algo» sin «generali
«generalizar».
zar». O, como m
mínimo,
ínimo, tend
tendrá
rá que
disociar
«aislar laesta noción
región de «identificación»
espaciotemporal de la actividad
pertinente» de la quemás
uno común de
habla. La
«identificación» tendrá
ten drá que inclu
incluir,
ir, por ejemplo, la identif
identificación
icación de un
mundo posible, o un ítem del «espacio lógi lógico».
co».
No
N o obsta
obstante,
nte, en lug
lugar
ar de exa
examin
minarar ha
hasta
sta dón
dóndede pode
p odemo
moss llegar en
defensa deldel meinongianismo, me con contentaré
tentaré con esta escueta descrip-
ción del tipo de objeciones y réplicas que generan las propuest propuestas
as mei
nongianas.
nongian as. E
Enn el siguiente parágraf
parágrafo,o, pas
pasaré
aré a d
discutir
iscutir en términos
términos mmás
ás
generales si (y cómo) la noción de verdadcorrespondencia (y, por lo
tanto,, la noción de «referencia» como condición necesaria para expli-
tanto
car la correspondencia en cuestión) puede disociarse del fisicalismo,
de la intuición de que, de un modo u otro, toda verdad es una verdad
acerca de la configuración espaciotemporal del mundo físico. Argu-
mentaré que las nociones de «correspondencia» y «referencia», en los
sentidos en que las usan los cuatro autores discutidos, no pueden pued en diso-
ciarse y que, en este punto, Donnellan está en lo cierto. Así pues,
defenderé que sólo tenemos dos salidas: un enfoque «puro» en térmi-
nos de juego
juegoss de lenguaje que prescinda por completo de estas nocio-
nes o un enfoque rígi rígido
do y fisicalista que las interprete en términos de
causalidad física. Dicho sea en términos del tema que me ocupa: la
¿HAY ALGÚN
ALGÚ N PROBLEMA CON EL DISCURSO DE
D E FICCIÓN
FICCIÓN?? 205
las ficciones
ficcio nes y
y,, a mi entender, correcta. Lo que s í sirve de ayuda a la hora
de reflexionar en tomtomo o a las ficciones es, creo yo
yo,, preguntamo
pregun tamoss por qué
existe el fenómeno de la filosofía analítica del lenguaje, o, más exacta-
mente, por
po r qué 1) llegó a ttomarse
omarse en seri
serio.
o. ¿Por qu
quéé la tesis epistemo-
epistem o-
lógica perfectamen
perfectamente te razonable según la cual
La mejo
m ejorr maner
maneraa de averig
ave riguar
uar cosas
cosa s acerca
acerc a de Sher
Sherloc olm es es
lockk H olmes
leer los relatos de Conan Doyle
Bueno, quizá por las mismas malas razones que hicieron que el enun-
ciado
La mejor
me jor manera
maner a de averig
ave riguar
uar cosas
cos as en tom
to m o a las estrell as es
estrellas
emplear nuestros sentidos
reciente
una descrseipción
da unde
descripción intento autoengañ
autoengañoso
su actividad queoso de
la re ocultar
reduce
duce a unaeste motivo gracias
explicación a
del fun-
cionamiento de la mente o del lenguaje, pero dicha descripción delata
invariablemente la necesidad de da darr respuesta al escéptico que pregun-
ta: si todo fuese un sueño, si todo fuese un constructor si si no hubiese
nada que representar, ¿en qué cambiarían las cosas? ¿Cuál es la dife-
rencia entre obtener conocimientos y hacer poemas o nar narrar
rar relatos?
relatos?
Sólo el deseo apremiante de responder a dichas cuestiones mantie-
ne vivo un principio ccomo
omo 1), oo,, más exactamente, hachacee creer a los filó
filó-
-
sofos que, además
ademá s de la noción ordinaria
o rdinaria de «hablar sobre algo», existe
una noción
no ción digna de interés denom
denominada
inada refe
referencia.
rencia. Pues sólo la idea
idea de
que dónde hay verdad hay «correspondencia
«correspon dencia con un objeto» pudo llevar llevar
a Searle a pensar que para entender el juego de lenguaje relativo a
«Sherlock Holmes», por ejemplo, era necesario el concepto de «exis-
tencia ficticia». Sólo esa misma idea hace que aparentemente merezca
la pena desafiar los «análisis» russellianos introduciendo «objetos»
meinongiano
meino ngianoss en vez de li
limitándonos
mitándonos a elim
eliminar
inar 1), y con éste, los prin-
prin -
cipios 2), 3) y 4) de Russell. Sólo esa idea hace plausible la tesis de Don
nellan, a saber, que «Santa Claus viene esta noche» no expresa propo-
sición alguna, o que no sabemos qué proposición
propos ición expresa «Santa
«San ta Claus
no exi
existe»
ste».. Pues únicamente la desesperación y el miedo a que el len-
guaje pierda el contacto
contacto con el mundo podría hacem os creer que «saber
qué proposición expresa “S”» no tiene nada que ver con saber cómo
usar «S» y tiene mucho que ver con identificar en el mundo algo que
haga verdadera a «S». La insistencia en preservar 1) sólo puede expli-
carse como una expresión de la cautivadora imagen que Wittgenstein
traza en el Tractatus:
El objeto es simple.
Tod o aserto
aserto sobre complejo s puede descom ponerse en un aserto sobre sus
partes
part es constitutivas y en aquellas prop osiciones que describen comp letam en
te el complejo.
33 M ar ti n H e i d e g g e r , Introd
Introduction
uction to Meta
Metaphys
physics,
ics, Yale University Pres
Press,
s, N ew Haven,
1959, p. 180. Traducción
Traducción española de Emilio Estiú, No va, Bu enos Aires, 1970, p. 216.
¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓ
FICCIÓN?
N? 209
Lo decisivo no consiste en general en que la f is is se caracterice como
fis
idea, sino en que ésta aparezca como la única y decisiva interpretación del
s^ r 34
no conce
co ncedede plena significati
significatividad
vidad a los lenguajes que nnoo repres
representen
enten perfect
perfectaa
y definitivamente la realidad. La verdadera teoría del mundo cognoscible,
esto es,
es , del mundo de las For
Formas,
mas, no só
sólo
lo carece de verdaderos precedentes,
sino también de verdaderas alternativas37.
confiar simpleme
simplemente
nte en dar con algo co
cogno
gno scib
scible,
le, sin tener que preocupamos
de si éste responde a una investigación previa o de cómo describirlo en tér
m inos a los que estemo
este mo s hab
habitua
ituados.
dos.
S i w es el nombre de a, entonces w es e l único nombre que a posee, y a es
es
el único objet
objetoo que w n
nom
om bra3
br a39
9.
Neham
Ne hamas
as es
establec
tablecee el mism
mismoo pu
punto
nto cuando af
afirm
irm a que P
Platón
latón
38 Ibíd.
Ibíd.,, p. 230.
39 Alexander Neham as, «Self-Predica
«Self-Predication
tion and Plato’
Plato’ss Theory o f Forms», Am
Forms», Americ an
erican
Ph iloso
ilo soph
phic
icalal Qua
Q uarte
rterly
rly,, 16 (1979), p. 101.
40 Ibíd., p. 100.
¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓ
FICCIÓN?
N? 211
7. FISICAL
FISICALISMO
ISMO Y FACTICIDAD
FACTICIDAD
En ese caso, ¿qué dictamen cabe emitir sobre el éxito del fisicalis
mo a la hora de satis
satisfacer
facer nuestros
nuestros deseos parmenídeos? Si concebimos
concebimos
la semántica tal y como algunos de sus adalides la conciben —como
prolegó
pro legóme
meno
no a una
un a epistemolo
epist emología
gía «realista»— sus persp
perspectiv
ectivas
as son
pocoo halagüeñas
poc halag üeñas.. Pues
Pue s nuestra
nue stra capacid
cap acidad
ad de dar cuenta
cue nta en términos
térm inos
causales (por ejemplo, en términos evolutivos) de cómo llegamos a
hacer uso de las palabras que de hecho usamos, y a afirm
af irmar
ar las proposi-
ciones que de hecho afirmamos,
afirma mos, no puede determinar si estamos
estamos repre-
sentando adecuadam
ade cuadamente
ente la realidad. Cualquier comunidad
comunidad con un len-
guajeimaginativa
tante razonablemente podrácompleto
ddar y una
ar cuenta cosmovisión
de cómo científica
llegó a tener lo basy
el lenguaje
las creencias que de hecho tiene. tiene. Lo que Putnam
Putn am llama «realismo inter-
no» —la capacidad de la ciencia de volver sobre sus propios pasos y
explicar su propia génesis— es absolutamente
absolutamente ajeno a la necesidad par
menídeaa de sentir que la realidad nos ha obligado,
meníde obligado, o va camino de obli-
gamos,
gamo s, a elegir La Verdadera
Verdadera Representación de sí misma (a lo que Put- P ut-
nam denomina «realismo metafísico», que ha dado en considerar in-
cohere
coh erente
nte)4
)411. El deseo
des eo cartesiano
cartesi ano y kantiano
k antiano de inflirtar
inf lirtar un fundamento
filosófico en nuestra ciencia o en nuestra cultura no se verá cumplido
gracias a una semántica fisicali
fisicalista.
sta.
Sindeseo
ta del embargo, dicha
dich a ssemántic
de encontrar emántica a s í cumplirá
una diferencia
diferenci cum plirá
a en otro tipo
principio de deseo.
entre cienciaSey no
tra-
ciencia, entre un discurso pictórico de primer prime r orden y otro nopictórico
y de segundo, entre hablar
habl ar sobre el el mundo y hablar sobre lo que hemos
«constituido»
«consti tuido».. Aunque
A unque la semántica fisicalista no pueda garantizamos
una correcta
co rrecta comprensión del mundo, al menos men os puede disipar nuestro
temorr a que la ciencia misma
temo mism a sea simplemente una form formaa de fabular,
fabular, el
temor a que no exista distinción
distinción alguna entre episteme y po poies is. Éste es
iesis.
el temor que inspiran tanto
tanto el idealismo como el enfoque basado ente-
ramente en los «juegos de lenguaje», el temor a que, sencillamente, no
haya nexo alguno
algun o entre el lenguaje y el mundo,
mundo , a que divaguemos sobre
nuestras propias creaciones en vez de sometemossometem os al mandato de la ver-
dad. Frente a esto, una semántica fisicalista da cuenta de la distinc distinción
ión
entre episteme y po
poie siss en términos de la noción de una Explicación
iesi
Causal Ideal de la Conduc
Con ducta ta Lingüística.
Lingüística. Tal explicación
explicaci ón forma
form a parte de
la Exp
Explicación
licación Ideal de Todos los Acaecimientos: es la parte par te que expli-
V éase Putnam, Me
Mean
aning
ing a
and
nd the Mo ra l Scienc
Sciences,
es, parte 4.
ca por qué los seres humanos dicen las cosas que dicen. Algunas de
estas cosas han de explicarse partiendo de la base de que la realidad es
como ellos afirm
af irman
an que es. Otras han de explicarse de distintos modos.
Las primeras constituyen el discurso de primer orden, descriptivo; las
últimas constituyen
con stituyen el discu
discurso
rso de,segundo orden, toma
tomado
do com
comoo juego.
juego .
Intuitivamente,
Intuitivamente, la idea es que allí donde existen líneas causales entre las
expresiones referenciales y las entidades mentadas en la Explicación
Ideal, disponemos de una descripción.
descripción. Cosa que no ocur
ocurre
re donde no los
hay, donde el trazado de las trayectorias causales tropieza con lo que
Donnellan denomina «obstáculos». Los enunciados verdaderos que
contienen expresiones «sin acceso» a la realidad son «verdades de fic-
ción», verdades de un juego de lenguaje, enunciados cuya verdad es
mera afirmabilidad avalada.
La exposición más explícita
exp lícita de las intuiciones fisicalistas al caso se
debe a Dagfin
Da gfinnn Follesdal, en su intento de explicar cuál es el objeto de
la misteriosa doctrina quineana de la «doble indeterminación
indetermin ación de la tra-
ducción», de la tesis según la cual «la totalidad de las verdades de la
naturaleza, conocidas e ignoradas, observables e inobservables, pasa-
das y futuras, mantienen intacta la indeterminación de la traducción».
Según Quine,
Quine, la pregu
pregunta
nta «¿Es cierto que “rouge” ssignifica
ignifica rojo? no es
decidióle
infra
in frade
dete ni inad
ni
term
rmin siquiera
ada»
a»442.
dentro de una teoría de la naturaleza abiertamente
Follesdal hace el siguiente comentario al respecto:
En mi opinión
opinión,, ahí radica llaa diferencia
diferen cia entre teoría de la natural
naturaleza
eza y tra
ducción,
duc ción, y , por tanto, la razón de indeterm inación de la traducción
tradu cción443.
El principio por
po r el cual la única piedra
pied ra de toque de la exactitud o la
inexactitud son entidades a las que recurrimos
recurrimo s «a la hora de formu
formular
lar la
teoría más simple que explique toda esta evidencia» equivale a la tesis
de que la Explicación Causal Ideal determina los límites del discurso
descriptivo.
descrip tivo. Existe una
un a infinida
infinidadd de cosas sobre las que cabe decir cosas
verdaderas —por ejemplo, los significados de las palabras y el valor
moral de las acciones— pero esos enunciados verdaderos no describen
la realidad en mayor medida que el enunciado «Holmes vivía en Ba Bake r
ker
Street». Son verdaderos en virtud
virtu d de algo
algo distinto del Modo de Ser del
Mundo.
Esta pequeña satisfacción de las necesidades parmenídeas nos
permite
perm ite dar algún sentido a la tesis según la cual los enunciados que no
versen sobre «los átomos y el vacío» son sólo «verdaderos por conven-
ción». La relación de «referencia» —el anclaje entre mundo y
palabra— que dicho fisicalismo depara se reduce a satisfacer la condición
10) Toda referencia debe ser el tipo de objeto sobre el que tene
tene--
mos que hablar con vistas
vistas a dar una Explicación Causal Ideal
de lo que decimos.
Estos
serán objetos,
ciertas si las esperanzas
contrapartidas reduccionistas
modernizadas se venycumplidas,
de «los átomos el vacío».
Donnellan, Kripke y otros fisicalistas no pretenden basar 10) en un
argumento que fu
fun
n dam en te esta antigua intuición que se remonta a
da m ente
Demócrito; se limitan a ofrecer una forma de explicar esta intuición
dentro de determinado vocabulario filosófico.
8. LA DEU
DEUDA
DA DEL POETA CON PARMÉNI
PARMÉNIDES
DES
¿HAY ALGÚN
ALGÚ N PROBLEMA
PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 215
Desarrollo má
máss este tema en el ensayo
ensay o 6, infra.
216 CONSECUE
CONSECUENCIA
NCIAS
S DEL PRAGM AnSM O
8. EL IDEAL
IDEALISMO
ISMO DE
DELL SIGL
SIGLO
O XIX
Y EL TEXTUALI
TEXTUALISMO
SMO DEL X X
I
En el siglo pasado hubo filósofos que mantenían que todo cuanto
había eran ideas. En el nuestro hay autores que escriben como si no
hubiera
hubie ra otra cosa que textos.
textos. Entre estos autores, a ququienes
ienes denominaré
«textualistas», cabe incluir, por ejemplo, la llamada «Yale School» de
crítica literaria, agrupada en tomo a Harold Bloom, Geoñfey Hart
mann, J. H. Hillis Miller y Paul De Man, pensadores «postestructura
listas» franceses como Jacques Derrida y Michel Foucault, historiado-
res como Haydan White y científicos sociales como Paul Rabinow.
Algunos de estos autores toman a Heidegger como punto de partida,
aunque, por lo general, los filósofos ejercen un influjo relativamente
remoto. El movimiento intelectual integrado por dichos autores no gra- gra -
vita sobre la filosofía,
f ilosofía, sino sobre la crítica literaria.
literaria. En este ensayo me
propong
pro pongo o establecer
establ ecer las semejan
semejanzas
zas y las diferen
diferencias
cias existentes
existe ntes entre
este movimiento y el idealismo decimonónico.
La primera semejanza residereside en que ambos movimientos son con-
trarios a la ciencia natural. Los dos sugieren que la figura
fig ura del científico
científic o
natural no debería dominar toda la cultura, que el conocimiento cientí-
fico no es lo más importante. Ambos hac hacen
en hincapié en la existencia de
otro punto de vista que, de un modo u otro, se sitúa por encim encimaa del de la
ciencia
cie ncia.. Nos aconsejan guardamos de pensar
pens ar que el pensamiento huma-
no culmina con la aplicación del «método científico». Ambos dotan a
la «cultura literaria», tal como la llamaba C. P. Snow, de una imagen
pro pia y de una
propia un a serie de recursos
rec ursos retórico
retóricos.
s.
Ambos
Amb os movimientos también se asemejan en un segundo sentido, a
saber, en su insistencia a la hora de negar toda posible comparación
entree el lenguaje o el pensamiento
entr pensamiento huma
humanos
nos y una
u na realidad en bruto, no
mediada. Los idealistas partían
pa rtían de la tesis
tesis de Berkeley, con arreglo a la
cual nada puede asemejarse
asem ejarse a una idea salvo otra idea. Los textualistas
parte
pa rten
n de la tesis de que todos
todo s los problemas,
proble mas, tópico
tóp icoss y distincione
disti ncioness son
relativos
relativ os al lenguaje; son resultad
resultadoo de nuestra dec
decisión
isión de utilizar deter-
[217]
EL IDEAL
IDEALISMO
ISMO DEL SIG
SIGLO
LO XIX Y EL TEXTUALI
TEXTUALISMO
SMO DEL XX 219
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL XX 221
II
Como Mandelbaum
Ma ndelbaum sub
subraya
raya,, para no abrigar dudas respecto de esta
concepción, hay que creer que podría existir algo como «la naturaleza
última de la realidad». Asimismo, hay que creer que la ciencia jamás
dirá la última palabra sobre el asunto,
asunto, incluso sin salimo
salimoss de «la expe-
riencia natural humana» y sin buscar fuentes de información sobrena-
turales.
turales. Pero ¿por qué alguien habría de abrigar ambas creencias? ¿Qué
pu
pudo
do lleva
haber llevar
algorllamado
a algu
alguien
ien«metafísica»?
a pen
pensa
sarr que adem
además
ás de llaa cien
ciencia
cia tam
tambié
bién n po
podr
dría
ía
Si,, de súbito, planteamos a alguien la pregunta «¿Cuál es la natura-
Si
leza última de la reali
realidad?»,
dad?», no sabrá por dónde empezempezar.ar. Es necesario
saber qué valdría como posible respuesta.
respuesta. E
Enn este punto, la Ilustración
se había limitado a señalar las difediferencias
rencias entre la imagen tomista
tomi sta y dan-
tesca del mundo y la l a imagen ofrecida por Newton y La Lavois
voisier
ier.. Se dij
dijo
o
que la primera
prime ra era producto de la superst
superstición,
ición, la segunda de la razón razón..
Antes de Kant, nadie pensó en una tercera alternativa denominada
«filosofía». Los llamados «filósofos modernos» anteriores a Kant no
estaban haciendo algo claramente diferenciable de la ciencia. ciencia. Algunos
eran psicólogos,
psicólogos, a llaa manera de Locke y Hume, que ofrecían lo que Kant
llamaría una «psicología del entendimiento
entendimiento humano» con la esperanza
de hacer
hac er en el espacio interior lo que Newton había hecho en el exteri exterior,
or,
con una concepción cuasimecánica del funcionamiento d dee nuestras 1
1 M a u r ic e M a n d e lb a u m , His
History,
tory, Man a
and
nd Reaso
Reason,
n, Johns Hopkins U niversity Press,
Baltimore, 1971, p. 6.
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TE
TEXTUALISMO
XTUALISMO DEL X X 223
2 George Pi
Pitcher, Ber
tcher, Berkele
keley,
y, Ro utledge and Ke gan Paul,
Paul, Londres, 1977, p. 4.
3 Davi
David Hume, Treatise, I, ii, 4.
d Hume,
pro poner
propo ner un
unaa reconstrucc
recons trucciónión demasia
d emasiadodo «
«precip
precipitada
itada y ddesaseada
esaseada» » del
rompecabezas en el que encajar cada idea con el objeto que se le ase-
meja, a saber, que «nada puede ser semejante a una idea excepto otra
idea».. A sus contemporáneo
idea» contemporáneoss les resultó chocante, como tamb también
ién resul-
ta chocante
chocant e para los biólogos evoluevolutivo
tivoss de hoy la tesis panpsiquista de
que toda
tod a la materia
ma teria está viva.
viva. Pero el
el problema
problem a no reside en que la idea
sea una majadería, sino que es tan abstracta y vacía que, sencillamante,
no ayuda a resolver nada.
No obstant
obstante,e, la fi
figu
gura
ra de BBerkeley
erkeley es im
importa
portante
nte pa
para
ra ent
entende
enderr por
qué el idealismo llegó a tomarse en serioserio,, aun cuan
cuandodo su propia versión
sea una mera curiosidad. El idealismo de Berkeley no es otra trans-
mundaneidad platónica, sino una respuesta sobria a una pregu pregunta
nta cien-
tífica, el problema
problem a lockeano en tomo a la semejanza de las ideas con sus
objetos.
objeto s. Hume
Hum e llegó a generalizar el problem
problemaa de Locke, planteando si
teníamos algún
a lgún derecho a hablar siquiera de «objetos», cosa que permi-perm i-
tió a Kant
Kan t convertir una cuestión científica, la relativa
relativa a lo
loss mecanism
mecanismosos
psicofis
psic ofisioló
iológic
gicos,
os, en una
un a cuestió
cuestiónn de iure,
iure, la relat
relativa
iva a la legitimidad de
la propia ciencia. Y lo hizo estableciendo tres puntos:
puntos:
científica limitándonos
limitándonos
do transcendentalmente
transcendentalmen teaideal,
afirm
afirmar
ar que la ciencia
construido corresponde
y no hallad
hallado.
o. a un mun-
b) Es posible explicar la diferencia entre construir y halla
hallar,
r, entre
la idealidad transcendental y realidad transcendental, limitándonos a
contraponer el uso de las ideas en el conocimiento con el uso de la
voluntad en
en la acción
acción:: ciencia versus moralidad.
c) La filosofía transcendental, como disciplina que puede elevar-
se tanto sobre la ciencia como sobre la moralidad para asignarles sus
respectivas esferas, sustituye a la ciencia en tanto que disciplina que
determina
determ ina la naturaleza última de la realida
realidad.
d.
la moralidad
límites y la razón.
de la mera religión.
religión. Ambas
A mbas
Pues podían
la filos
filosofía hallarse
ofía habí
había ahora o
a descubierto
descubiert dentro
que elde los
radio
de acción de la razón era mayor que el de la ciencia, con lo que había
probado
prob ado ser una especie
es pecie de super-ciencia o ciencia primera.
Hasta este momento, mi argumentación ha girado en tomo a la
necesidad del idealismo transcendental
transcendental a la hora hacerhace r plausibl
plausiblee la idea
de que una disciplina
disciplina llamada «filosofía» pudiese pudies e transcender tanto la
religión como la ciencia,
ciencia, dándonos un tercer y definitivo punto de vis-
ta sobre la naturaleza última
últim a de la realidad.
realidad. A mi modo de ve ver,
r, el siste-
ma kantiano empezó por adueñarse del prestigio de la ciencia dando
solución
solu ción a un problema científico, para después hacer pasar a la ciencia
a un segundo plano dentro del conjunto de las actividades del hombre.
Pasó la filosofía a un primer plano, demostrando cómo obtener lo mejor
de la religió
religiónn y de la ciencia,
ciencia, mirando a ambasamb as por encima
enc ima del hombro.
El idealismo cobraba así el aspecto
aspecto de un unaa tesis científica — de una tesis
porr la que verda
po ver dader
deram
amente
ente podí
po díaa abogarse — graciagra ciass a un núcl
núcleoeo
común a Berkeley y a Kant, Kant, a saber,
saber, su preocupación
preocupación p por
or el problema
psicológic
psic ológicoo heredad
her edadoo de Locke,
L ocke, la relac
re lación
ión de las sensacio
sen saciones
nes con sus
objetos. La filosofía se convirtió así en una especie de sw/?erciencia:
gracias al núcleo común a Kant y a Hegel, a saber, su solución al pro
ble ma de la relació
blema rela ción
n eentre
ntre la ciencia y el aarte,
rte, la moral y la religión. UUna
na
de las corrientes del idealismo transcendental
transcende ntal vuelve sobre los pasos de
Newt
Ne wton
on y Locke,
Locke , sobre la forma
form a ddee las ideas y el prob
pr oblem
lemaa de la per
p er-
-
cepción. El resto se vuelca hacia Schiller,
Schiller, Hegel y el romanticismo. E Esta
sta
doble vertiente nos ayuda a explicar po porr qué el idealismo transcendental
pudo
pu do parece
par ecerr una
u na ver
verdad
dad demos
demostrable
trable en las primera
prim erass déc
década
adass del si-
glo xix. También
También nos ayuda a explicar por po r qué la filosofía
filoso fía transcenden-
tal pudo parecer una contribución radicalmente nueva y decisiva, tal
como pudo parecerlo
p arecerlo la ciencia newtoniana un siglo
siglo atrá
atrás.
s. Ambas
A mbas ilu
siones fueron posibles
posibles gracias a que uno de los polos kantianos se adue-
ñó del prestigio del otro. El carácter
caráct er argumentativo
argumentativo que la primera
prime ra Crí
tica comparte con los Principia de Newton y el Es sayy de Locke creó un
Essa
aura de Wissenschaftlichkeit que
que se extendió sobre las Críticas segunda
y tercera, y que incluso
inc luso alcanzó a Fichte
Fichte..
Con todo, el siguiente paso en el desarrollo del idealismo fue el
princip
prin cipio
io del fin
fi n del idealismo
idealis mo y de la filosofía.
filoso fía. Hegel
Hege l decidió
decid ió que la
filosofía tenía que ser especulativa, y no meramente reflexiva; cambió
de nombre al Yo Transcendental, denominándolo «La Idea» (sic) y
expuso la concepción de la ciencia galileana como como un unaa figura
figu ra más de la
consciencia, como uno de los muchos modos de autoexpresión de la
Idea. Si Kant hubiera vivido
Idea. uficiente como para leer la Fenomeno
vivido lo ssuficiente
logía, se habría percatado de que la filosofía se las había arreglado para
perm
pe rman
anece
ecerr en la segura
segu ra send
sendaa de la ciencia
cienc ia durante
dur ante veinticinco
veinti cinco años.
Hegel retuvo el nombre de «ciencia» privando a ésta de su sello distin-
tivo: la voluntad de aceptar un vocabulario neutral en el que formular
los problemas y posibilitar
posib ilitar así la argumentación. A All abrigo de la inven-
ción kantiana, una nueva superc
superciencia
iencia llamada filosofía, Hegel inau-
guró un género literario
literario en el que no había
h abía indicio alguno de argumen-
tación, pero que reclamaba obsesivamente para sí el título de System
der Wissenschaft, Wissenschaft der Logik o Encyklopadie der
philos
ph ilosop
ophis
hische
chen
n Wissensch
Wissenschaften.
aften.
Entetiempos
gigan
gigante tenía losde Marx
pies y Kierkegaard,
Kierkega
de barro; q ue, ard,
que, todo el
sea como mundo
fuere, decía
de cía queera
el idealismo el
una tesis indemostrable, pseudocientífica. A finales de siglo (en
tiempos de Green y de Royce), el idealismo fue devuelto a su forma
fichteana, una serie de vagos argumentos kantianos sobre la relación
entre sensibilidad y juicio, con el añadido de un intenso fervor
moral. Pero donde Fichte encuentra una verdad demostrabl
dem ostrablee y el ini-
cio de una nueva era en la historia del hombre, Green y Royce hallan
con desconsuelo la mera opinión de un grupo de profesores. A fina- fin a-
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL X X 227
les de siglo la palabra «filosofía» ya era lo que hoy es: tan sólo el
nombre, como «lenguas clásicas» y «psicol
«psicología»
ogía» de un departamen
depar tamen- -
to académico donde se conservan como bien preciado los recuerdos
de la esperanza propia
prop ia de los jóven
jóvenes
es y sobrevi
sobrevive
ve la melan
melancolía
colía en el
anhelo de recuperar glorias pasadas. Kant y Fichte representan pa-
ra nosotros, los profesores de filosofía, lo que Scaliger y Erasmo
representan para nuestros colegas de «lenguas clásicas», o lo que
Bain y Spencer representan para nuestros colegas los psicólogos.
psicólogos. La
La
filosofía
filosof ía es una disciplina académica autónom a que pretende erigir
se en arquitectónica de la cultura en su conjunto, y no porque poda-
pod a-
mos justificar su autonomía o sus pretensiones, sino por lo que los
idealistas alemanes proclamaron, a saber, que en dicha disciplina
residía la esperanza
esperanz a de la humanidad. Pero hoy en día, cuando el idea-
id ea-
lismo ha dejado de ser
se r una opinión
opinió n de cualquiera, cuando la polémi-
ca entre
entre realismo e idealismo sól sólo
o puede aaprenderse
prenderse en los libros de
historia, los filósofos ya no se sienten tan seguros como para poder
hablar de la naturaleza última de la realidad. Presienten que, por
naturaleza, tienen derecho a presidir el resto de la cultura, mas no
imaginan cómo justjustifica
ifica r dicha pretens
pretensión.
ión. Si mi explicación histó-
rica resulta acertada, los filósofos no podrán restablecer dicho pri-
III
de esta
un sitioúltima.
relativaHegel
mentehabía
relativamente hab
bajoía. puesto
bajo. el estudio
Hegel también de lademostrado
había naturaleza en quesupuede
sitio,
sitio,e
pued
haberr racionalidad sin arg
habe argumentaci
umentación,ón, una racionalidad que opera fuera
de los límites de lo que K Kuhn
uhn llama «matriz discip
disciplinar»,
linar», en un arrebato
de libertad espiritual. Pero la astucia de la razón se sirvió de Hegel para
ir en contra de sus intenciones y redactar los fueros de nuestra cultura
literariaa moderna, cultura ésta qu
literari quee pretende haber retomado y reform reforma- a-
do todo cuanto era digno de conservar een n la cienci
ciencia,
a, la filosofía
filo sofía y la reli-
gión, mirando a las tres por encima del ho hombro.
mbro. Se ererige
ige en guard
guardián
ián del
bien
bie n público, en «pastor de la nación», según la expresió
expresión n de Coleridge
Coleridge..
Dicha cultura abarca desde Carlyle a Isiah Berlín, desde Matthew
A m old a Lionel Trillin
Trilling,
g, desde Heine a Sart
Sartre,
re, desde Baudelaire a Nabo
kov, desde Dostoievski a Doris Lessing, desde Emerson a Harold Bloom.
Su exhuberante complejidad no puede expresa expresarse
rse acudiendo a términos
como «poesía», «novela» o «cultura literaria». La ilustración jamás
podría
pod ría hab
haberer anticipad
anticipadoou unn fenóm
fenómeno
eno como éste. Ka Kantnt no le reserva un un
lugar en su división ttripartita
ripartita de toda posible activida
actividad d humana
humana:: el cono-
cimiento científico, la acción moral y el libre jue juego
go de las facultades cog
nitivas en el goce estético. Pero se diría que Hegel conoc conocía ía perfec
perfectamen
tamen- -
te esa cultura
cu ltura incluso antes de nacer.
nacer.
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL X X 229
no pretendieron
mirar por encimaformular una nueva
del hombro posiciónAntes
al idealismo. filosófi
filo sófica
ca abandonaron
bien, desde la cual
la búsqueda de un punto arquimédico desde el que con contemplar
templar la cul-
tura. Renunciaron a la filosofía como ciencia primera. Aplicaron las
metáforas «constructivistas» de Kant y Hegel (frente a las tradiciona-
les metáforas «heurísticas» y realistas), y no sólo a Kant y a Hegel,
sino también a sí mismos. Como afirmaba Nietzsche, fueron la pri-
mera generación convencida de no poseer
posee r la verda
verdad.d. Así pues, no les
importaba no tener respuesta
respue sta a la pregunta: «¿Quién
«¿Q uién te autoriza a decir
ticas
Edward
Edw bien
ard distintas.
Said
Said,
, en La primera
e n aproximarse al tede
xtoestas tácticas consiste, citando a
texto
4 Μ . H. Abra
Abrams,
ms, «How to D o Thin
Things
gs with Texts», Pa
Texts», Part
rtis
isan
an R eview
ev iew , 46 (1979).
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL X X 231
tr
trañ
añar
ar;; por o
otra
tra part
parte,
e, el tex to s e con vierte en una cau sa efi cien te que pro duce
determinadoss efec tos en un (presunto)
determinado (presunto) lector ide al5
al5..
5 Ed
Edwawardrd Sa
Saiid, «Road
«Roadss Take
Takenna and
nd Not TaTakeken
n iin
n Cont
Contem
empo
pora
rary
ry Crit
Critic
icis
ism», Contem-
m», Contem-
p
poo ra ry L
Lit
iter
eraa ture
tu re ^ n (verano de 197 6), p. 33 7. En est e artículo, Said traza una distinción
entre
ent re auto
autores
res com o B loo m y Foucault (y otro otros,
s, com o Bate y Lukács), por una una par
parte
te,, y
críticos textualistas que ejemplifican el enfoque descrito en el pasaje citado, por otra.
Grosso modo
modo,, esta distinción es análoga a la que yo establez co entre textualis
textualistas
tas nato
natoss y
textualistas
textuali stas débiles, aunque Sa id formula lla a distinción en términos de «formalidad versusversus
materialida
materia lidad»
d» y no en términos de «pragmatismo tota totall versus pragmatismo parcial».
232 CONSECUENCIAS
CONSECUENCIAS DEL PRAGMAT
PRAGMATISMO
ISMO
la crítica es antes
antes descubrimiento
descubrim iento que creación. Al retorcido nato no le
preocu
pre ocupa
pa la distinc
dis tinción
ión entre desc
descubrir
ubrir y crear, h
halla
allarr y construir. Com
Como o
James y Nietzsche, no cree que esta distinción sea útil útil.. C
Critica
ritica par
paraa ver
qué es lo que puede
pu ede sacar,
sacar, no por la satisfacción que pueda deparar una
comprensión correcta.
Quizá me haga entender mejor si reformulo la diferencia en cues-
tión. El crítico «humanista» del que nos habla Abrams cree que existe
un vocabulario extenso, omniabarcante
omnia barcante y comú
común n con el que d describir
escribir la
temática de las obras literarias. El primer tipo de textualista —el tex-
tualista débil— piensa que cada obra tiene su propio vocabulario, su
pro pio código secreto, que no admite com
propio compara
paración
ción co
con
n ning
ningún
ún otro. El
textualista
textuali sta del segundo tipo —el textualista nato—
nato— dispone de su pro-
pio voca
vocabula
bulario
rio y no se preocu
pre ocupa
pa de si algu
alguien
ien má
máss lo com
comparte.
parte. Se-
gún la explicación que vengo ofreciendo, el verdadero heredero de
Nietzsc
Nie tzsche
he y James,
James , y p
por
or ta
tanto
nto de Ka
Kant
nt y Hege
Hegel,l, es el tex
textual
tualista
ista nato.
El textualista
textualista débi
débill — el decodificador— es simplemente o otra
tra víctima
del realismo, de la «metafísica de la presencia». Está convencido de que
si perma
permanece
nece dentro de los lílímites
mites de un texto, lo glosa y mue
muestra
stra cómo
opera, habrá escapado de «la soberanía del significante», hab habrárá roto con
el mito del lenguaje como espejo de la realidad, etc. Pero lo cierto es que
está
pa ra haciendo
para críticaa cuanto
la crític y a quepuede
todosspara
todo veanimitar a ladescif
que ha cie
ciencia
ncia:
descifrado: aspira
rado a un método
el código. Bu sca
Busca
consuelo en el consenso aunque sólo sea el consenso de d e los lectores de
revistas literarias, el mismo consenso que busca el biólogo molecular,
aunque sólo sea el consenso de otros trescientos biólogos moleculares
que entienden su jer jerga
ga y se interes
interesan an por su pr
problema
oblema..
El textualista nato intenta vivir sin ese consuelo. Admite lo que
Nietzsc
Nie tzschehe y James
Ja mes y yaa admitie
admitieron,
ron, a saber, que la ide
ideaa de método presu-
ponee la idea de un vocabula
pon vocabulario privilegiado,, de un vocabulario que cap-
rioprivilegiado
ta la esencia del objeto y que expresa sus verdaderas propiedades, y no
las que nosotros leemos en él. Nietzsche y James afirmaban que ese
vocabulario
vocabul ario no era más que un mito, mito, que inclus
incluso o cuando hacemos cien-
cia, al igual que cuando hacemos la filosofía, nos limitamos lim itamos a buscar un
vocabulario que nos perm p ermita
ita lograr nuestros propósitos.
propósitos.
En resumen: el idealismo metafísico sólo fue una etapa de transi-
ción en la emergencia del romanticismo. La idea de que la filosofía
podía
po día ser la vversió
ersión
n laic
laicaa de la rereligió
ligión
n no fue má
máss que u una
na impo
importan
rtante
te
etapa de transición en el derrocamiento
derrocamie nto de la ciencia y la entronización
de la literatura en el reino de la l a cu
cultura.
ltura. El romanticismo fue aufgehoben
porr el pragm
po pragmatism
atismo,o, por
po r la tesis de que la impoimportan
rtancia
cia de los nuevos
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL X
XXX 233
que
cuantoestablecía
hay sonalideas
comienzo,
idea s y afirm aarsaber,
afirmar la analogía
que todo entreson
cuanto hay afirmar
texto
textos. que
s. El todo
úni-
co textualista
textualista que (a diferencia de Derrida, a quiequien n se debe la autoría de
este movimiento
movimiento)) defdefiende
iende seriam
seriamente
ente esta última afirmación, que sue-
na un tanto metafísica, es el textualista débil: los críticos que creen
haber dado por fin con el verdade
verdadero ro método de análi
análisis
sis de obras litera-
rias,
rias, puesto que han dado por fin ccon on la problemática fundamental sobre
la que éstas versan. Lo que posibilita este tipo de afirmación es que
dichos críticos
críticos no han comprendido que, desde un pu punto
nto de vista abier-
tamente pragmatista, no hay una diferencia importante entre mesas y
textos,
text os, protones y poemas. Para un pragmatista, todas estas cosas son
simplemente permanentes posibilidades
posibilidades de uso, y po porr consiguiente, de
redescripción, reinterpretación y manipulación. Mas el textualista
débil cree, con Dilthey y Gadamer, que hay una gran diferencia entre
el quehacer
queha cer de los científico
científicoss y el quehace
quehacerr de los crít
crítico
icos6
s6.. Cree que el
hecho de que, po porr lo g
general,
eneral, exista un consenso eentre
ntre los primero
primeross pero
no entre los segundos revela algo sobre la nat naturalez
uralezaa de sus respectiva
respectivass
materias o sobre las particulares dificultades epistemológicas de sus
respectivos métodos. El textualista nato se hace la misma pregunta con
respecto a un texto que el ingeniero o el físico con respecto a un objeto
físico problemático: ¿Cómo he de describirlo para que concuerde con
los fines que persigo? En contadas ocasiones, surge un gran físi físico
co o un
gran crítico y nos presenta un vocabulario
vocabulario que nos perm
permite
ite obrar un sin-
número de nuevos prodigios. En ese momento podemos jactamos de
haber averiguado
averiguado la verdadera naturaleza de la materia, de la poesía o
de cualquier otra
otra cosa
cosa.. Pero el espíritu de Hegel
Hegel,, enc
encamado
amado en la filo
filo--
sofía romántica de la ciencia de Kuhn o en la filosofía de la poesía
6 Vé an se m is críti
críticas
cas a las opiniones diltheyianas
diltheyianas de Charles Taylor en «A reply to
Dre yíus and Taylor», ThThee Rev
Review
iew ofMe
ofMetaphysics,
taphysics, 33 (19 80), pp. 36-46, e infra, ensayo 11
pp. 11..
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TE
TEXTUALISMO
XTUALISMO DEL X X 235
7 A s í p u e s , cu
cu a n d o en
en el de Dec
el p r e f a c i o de Decons
onstruc
truction
tion and
an d Criticism,
Critic ism, The Seabury
Seabury
Press, Nu eva Y ork, 1979 , p. 6, Geoff rey Hartman afirma que la interacción entre la críti
ca literaria y la filosofía daría buenos frutos, me da en la nariz que se limita a mostrarse
condesce ndiente ante un enem igo derrotad derrotado. o. Pero tal
tal vez quepa interp
interpret
retarl
arlo
o de mo do
do
que afirme, con toda razón, razón, que result
resultarí
aría a útil
útil que la gente m uy leída en filosof ía s e un ie
se con la gente
gente m uy leída en poesía de m odo que ambas corri corrient
entes
es de textos confluyesen,
confluyesen,
estableciénd ose nex os entre entre ellas.
IV
entre
entre la tesis de que e l lenguaje no p uede guardar
guardar correspondencia alguna con
la realidad,
realidad, y la actual tendencia interpreta
interpretativa especia lizada e n leer toda obra
tiva
literaria como un comentario sobre su propia problemática epistemológica,
só lo dista un corto p a so 10.
EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL XX 237
La escrit
escritura
ura,, para conseguir sus fines, ha d e emanar de una filos ofía de la
para
vida coherente y convincente, o, al menos, del aspecto de la vida del que se
En mi opinión,
opinión, G raff se equivoca
equivoca con respecto a la capacidad de la
literatura para conseguir sus fines. Nos colocaría ante la disyuntiva
entre afirmar
afirma r que Baudelaire o Nabokov no lograron sus fines y afirm afirmar
ar
que su ironía expresaba «una filosofía de la vida coherente y convin-
cente».
cente ». Ninguna
N inguna de ambas
am bas alternativas
alternativas resulta atractiva.
atractiva. Creo que tam-
poco sabe bien qué se requiere para pa ra desesti
de sestimar
mar la verda
v erdad
d del realismo.
No es necesario propone
prop onerr una teoría «objetiva» con respecto a la verda-
dera naturaleza de la realidad, del conocimiento o del lenguaje. Para
derrotar al oponente, no necesitamos adoptar su vocabulario, su méto-
do o su estilo.
estilo. Hobbes
Ho bbes no disponía de argumentos contra la cosmovisión
dantesca;
dante sca; el único argumento científico que Kant Ka nt adujo para demostrar
el carácter fenoménico de la ciencia resultó ser pésimo; Nietzsche y
James no tenían argumentos epistemológicos en favor del pragmatis-
mo. Todos y cada uno de estos pensadores nos presentaron una nueva
forma de vida intelectual, rogándonos apreciar qué ventajas tenían
sobre las antiguas.
antiguas. Los
L os textualistas
textualistas de nuestros días nos presentan otra
nueva forma de vida. Buscar argumentos epistemológicos en su favor
tiene tan poco sentido como pretender que nos ofrece una nueva nuev a y mejor
manera de hacer epistemología.
epistemología.
En mi opinión, las objeciones
objeciones de peso contra el textualismo no son
de carácter epistemológico,
epistemológico, sino moral. Escritores com
comoo Lionel Trilling
T rilling
y Μ . H. Abrams se unirían a Graff
Gra ff a la hora de formular tales
tales objecio-
objecio-
nes. Abrams
A brams se adhiere a Bloom a la hora
hor a de oponerse al proyecto
proyecto de1
11 Ibíd .,p. 11
11..
Este comentario
comen tario lleva implícito el punto de vista moral que Abrams
Abram s
comparte
com parte con
c on Trilling,
Trilling, a saber,
saber, que cuando todo pasa, cuando
cuand o a los inte-
lectuales se les agotan sus triquiñuelas, la moralidad
moralida d queda,
queda, como obje-
o bje-
to de reflexión, ampliamente
ampliam ente compartida, comcomoo algo susceptible de des-
cubrimiento,
cubrimient o, que no de creación,
creación, pues oobra
bra ya dentro de la conciencia
común de cada cual. Es esta creencia kantiana la que, en mi opinión,
condujo a Trilling a oponerse a uno de los rasgos más característico
característicoss del
romanticismo y de
los escritores en «finuestra
guras», cultura
«figuras», términoliteraria, su capacidad
que define
d efine de convertir a
como sigue:
sigue:
zas ocultas,
ocultas, que hacen de ella
ella algo más que lo que, en un sentido vago y gen e
ral, llamamos literatura, en incluso que lo que creemos es buena literatura,
acercándola a la máxima sabiduría sacra que pueda lograrse en nuestra cul
tura14.
pragTa
Tal
pragmatil objeción
matista moral
sta de que todocontra el textualismo
vocabulario, nclusoseel aplic
iincluso aplicaa también
de nuestra
nues tra imagainación
la tesis
imaginación
y nuestra
nues tra consciencia liberal,
liberal, es un mero alto en el camino histórico. Se
dirige también contra la indiferencia de la cultura ordinaria respecto a
los asuntos normales
normal es del común de los mortales. Condena
C ondena a Nietzsche,
Nabokov,
Naboko v, Blo
Bloom
om y Foucault, quienes logranlogr an sus fines
fin es a costa de una un a
excesiva meng
menguaua moral.
moral. En términos de d e coste, al gusto del pragmatista,
pragmatista,
viene a decimos que las interpretaciones del intelectual retorcido, su
búsque
bús quedada de un
unaa sabidu
sabiduría
ría sacra, sirve de estím
estímulo
ulo a su imaginaci
ima ginaciónón
moral privada,
privada, pero pagando uunn alto precio:
precio: la separación de sus seme-
jantes
jan tes 15.
Pienso que en esta objeción moral reside la verdadera importancia
del debate en tomo
tom o al textualismo y al pragmatism
pragmatismo. o. No tengo ninguna
manera
man era de deshacerme de ella.
ella. Debería hacerlo distinguiendo dos tipos tipos
de textualistas
textualistas natos
natos,, Bloom y Fou
Foucau
cault,
lt, por ejemplo. BloBloom
om es un prag-
matista tipo James, mientras que Foucault es un pragmatista tipo
Nietzsche.
Nie tzsche. En Ja
James
mes y en Bloom
Bloom,, el pra
pragma
gmatism
tismo o af
aflora
lora en su iden
id entifi
tifi--
cación con las luchas que libran los hom
hombres
bres en su finitud. En Foucault
y en Nietzsche, en el desprecio de su propia finitfinitud,
ud, en su búsqueda de
cierta fuerza todopoderosa
todopoderosa y sobrehumana a la que uno hace entrega de
su propia identidad.
identidad. BBloom
loom aborda los textos preservando nuestr nuestroo sen-
tido de finitud común a los hombres, oscilando
oscilando entre el poeta y su poe-
po e-
ma, mientras que Foucault lo hace con vistas a eliminar al autor —y, a
decir verd
verdad,
ad, con vistas a eliminar la mism
mismísima
ísima idea de «hombre
«hombre»— »—
hasta
has ta que no quede rastro de éél.
l. No tengo el men
menoror deseo de defender el
antihumanismo de Foucault, mas sí de alabar la idea de comunidad
humana que Bloom abraza. Pero ignoro cómo defender esta opción
aduciendo argumentos, ni siquiera dando una relación precisa de las
diferencias relevantes entre ambas opciones. Para hacerlo tendría que
ofrecer un tratamiento exhaus
exhaustivo
tivo de la posibilidad de com
combinar
binar la satis-
facción personal, la autorrealización
aut orrealización privada, con la moral pública, o, lo
que es lo mismo, tendría que ofrecer una teoría de la justicia.
9. PRAGMATISMO, RELATIVISMO
EIRRACIONALISMO