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C o n secu en ciaci a s  
d e l p rag
ra g m a t i sm o
Richard Rorty
 

CONSECUENCIAS  
DEL PRAGMATISMO
 

RICHARD RORTY

CONSECUENCIAS 
DEL PRAGMATISMO

Traducción de
JOSÉ MIGUEL ESTEBAN CLOQUELL

 té
 télaos
 

Título original:
Consequences
Conseque nces ofPragm atism (Ess ays: 1972-1980). 
(Essays:
Licensed by de U niversit
niversity
y o f Minnesota Press, 
Minnesota Press,
Minneapolis, Minnesota, USA

D iseñ o d e cubie
cubierta:
rta:
Joaquín Gallego

Impresión de cubierta:
Gráficas Molina

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de libertad
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reprodujeren
eren o plagiaren, en to do o en par
te, lina obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte

© University Minnesota, 1982 


University o f Minnesota,
© EDITORIAL TECNO S, S.A., 1996 1996 
n Ignacio Lúea de Tena, 15 - 28 02 7 Madrid 
Juan
Jua
ISBN: 84-309-2780-8  
Depósito
Depósito Lega
Legal:
l: M- 42 9 59 -19 95

 Prin
 Pr inted
ted in Spain.  Impreso en España por Rigorma. 
Spain.

Pol. Industr
Industrial
ial Alparra
Alparrache.
che. Na valca m ero (Madrid).
(Madrid).
 

 A J a y
 

ÍNDICE

PRÓLOGO DEL AUTO R A LA PRESENTE EDICIÓN  Pág.. 


 Pág
................................ 11
PREFACIO............................................................................................................................... 15
INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCI ÓN: PRAGM ATISMO Y FILOSOFÍ FILOSOFÍA A  
.............................................. 19
1. EL MU ND O FELIZMENT
FELIZMENTE E PERDIDO  
.............................................................. 60
2. CONSER VAND O LA PUREZA DE LA FILOS FILOSOFÍ OFÍA: A: ENSA YO SOBRE
W ITTG
IT TG EN ST STEI EIN N .......
..............
.............
.............
..............
..............
..............
.............
.............
..............
..............
..............
.............
.............
..............
........... 79
3. SUPERAN DO LA TRAD TRADIC ICIÓ IÓN: N: HEIHEIDEGGER
DEGGER Y D E W E Y  
........................ 99
4. LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA FI FILOSOFÍA
LOSOFÍA Y LA CULTURA
T R A N SC E N D E NT A LI LISTST A .................
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
........ 126
5. LA METAFÍSICA DE DEW EY  
................................................................................ 139
6. LA FILOSOFÍ
FILOSOFÍA A EN CU ANT O GÉNERO DE ES ESCRITURA:
CRITURA: EN SAY O

SOBR
SO
7. ¿HAYBR EALG
DER ÚNR IPROBLEMA
D A ..............
....................
.............
..............
CON ..............
EL..............
.............
DISCURSO .............
..............
..............
DE ..............
FIC..............
CIÓ .............
N?.............
..........
 ... 182
159
..........

8. EL IDEALISMO DEL SI SIGLO


GLO XIX Y EL TEXTU ALISMO DEL X X 217
9. PRAGMATIS
PRAGMATISMO, MO, RELATI
RELATIVIS VISMO MO EIR RA CIO NA LISM O   241
24 1
...........................

10. EL ESCEPTICISMO
ESCEPTICISMO EN C A V E L L   258
..........................................................................

11. MÉTODO, CIENCI


CIENCIA A Y ESPERA NZA SOCIAL   274
..............................................

12. L A FIL
FILOS
OSOFOFÍA
ÍA H O Y E N AM ÉR ÉRIC ICA A ........
...........
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
... 297
29 7
ÍND ICE D E N O M B R ES Y C O N C E P T O S ...... ..........
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
.......
.......
.......
......
.......
...... 319
31 9

[9]
 

PRÓLOGO
PRÓLOGO DEL AUTOR DE LA PRESENTE EDICIÓN

Estos ensayos fueron redactados durante los años que dediqué a


escribir La fil
filoo sofí
so fía naturale za \  Algunos son rei
a y el espejo de la naturaleza reimpre-
mpre-
siones procedentes de revistas
revistas filosóficas,
filosó ficas, si bien la mayoría represen-
tan mis primeros intentos encaminados a dirigirme a una audiencia no
reducida a profesores de d e filosofía.
filosofía.
Resolví titular el libro Consecuenc
Consecuenciasias del prag matismo  tras darme
d el pragmatismo
 perfecta
 perf ecta cuen
cuenta ta de la gra
grann deuda que la posic
posición
ión que en él form
formulab
ulabaa
había contraído con William James y John Dewe Dewey.y. E
Enn algunos de estos
ensayos
ensa yos trato de poner en relación los argumentos de ambos pensadores

con el trabajo
Quine, Davidson deyfilósofos
Putnam. analíticos contemporáneos
En otros, intento como Sellars,
establecer vínculos entre
la tradición pragmatista en el área de la filosofía y la tradición de
 Nietzsche
 Nietz scheHeid
Heidegger
eggerDe
Derrida
rrida dentro del pensa
pensamie
miento
nto europeo; trad
tradi-
i-
ción que, al decir de ensayos como «El idealismo del siglo xix y el tex
tualismo del xx», es mayormente conocida en América bajo el rótulo
de «teoría literaria»
literaria».. (Por llas
as razones indicadas en «La filosofía
filoso fía hoy en
América», la brecha entre la filosofía anglófona, analítica, y lo que los
anglófonos denominan filosofía «continental» sigue aún abierta. De
suerte que escribir en inglés acerca de esta última comporta
com porta dirigirse a
una audiencia integrada, más que por profesores de filosofía, por pro-
fesores de literatura, política e historia.)
En estos escritos,
escritos, y en todos los que vinieron después, defiendo
def iendo que
el giro
giro que la filosofía eeuropea
uropea tomó con Nietzsch
Nietzschee — el alalejamiento
ejamiento
del principio socrático según el cual (como dice Nietzsche een n la duodé-
cima sección de E Ell nacimient
nac imiento tragedia) «Alies muss verstae
o de la tragedia) verstaending
nding
sein,
sein, um schoen zu sein»1
sein »12— tamb
también
ién lo imprim
imprimieron
ieron los pragm
pragmatistas
atistas

1 Richard
Richard Rorty,
Rorty, La filos
fil osof
ofía
ía y el es
espejo
pejo de la natura leza,   trad.
naturaleza, trad. de J.
J. Fernández,
Fernández , Cáte
dra, Madrid, 1989. (N. del I )
 2 En alemán en ele l original:
original: «T odo tiene
t iene que ser inteligible
int eligible para
para ser bello » (Friedrich
(Friedrich 
Nietzsche, E
 Ell nacimiento
nac imiento de la trage dia,  trad. de A. Sánchez Pascual, Alianza, Madrid,  
tragedia,
1973, p. 111). (N.delT.)

[11]
 

12 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

americanos. EnE n mi opinión, dicho princip


principio
io socrático es corolario de la
tesis que hace del conocimiento — en el senti
sentido
do de representación exac-
ta de la naturaleza intrínseca de
de la realidad— el núcleo de la naturaleza
humana. Esta tesis socrática,
socrática, platónica y aristotélica encamaba, desde
la óptica de James y Dewey, la funesta tentativa de conceder mayor

importancia a nuestra relación con lo nohumano que a nuestras rela-


ciones con los demás seres humanos. Como intento establecer en Con
cia, ironía y solidaridad*,  la reflexión filosófic
tingencia,
tingen filosóficaa debería centrar-
se principalmente
principalmente en la solidaridad
solidaridad humana, y no en un género de obje-
tividad más allá de la intersubjetivida
intersubjetividad.d.
En mi opinión, es de lamentar que la rebelión nietzschiana contra
las doctrinas centrales del socratismo y del racionalismo griego fue-
se acompañada por cierto desdén idiosincrásico
idiosincrásico hacia la dem democracia
ocracia
y el cristianismo. James y Dewey no compartían dicho desdén, si
 bien
 bi en des
d esco
confnfia
iabb an con
c on Niet
N ietzs
zsch
chee del plat
pl aton
onism
ism o y de la tradi
tra dici
ción
ón que
q ue
Heiddeger llama «metafísica» y Derrida «falogocentrismo», por lo

que, en
trato deensayos
mostrarcomo «Superando
que James la ttradición:
y Dewey radición:
están en Heidegger
Heid
mejor egger y Dewey»,
Dewey
situación »,
para
superar esa tradición que autores como Nietzsche
Nietz sche y Heidegger. A mi
modo de ver, la respuesta oportuna a Darwin no es la esperanza
nietzschiana
nietzschia na en la venida de una nueva especie
especie sobrehuma
sobrehumana,na, sino el
el
reconocimiento pragmatista de que la búsqueda de la verdad no
difiere de la búsqueda de la felicidad humana, sino que es parte de
esta última.
Darwin
Darw in nos enseñó a vemos como una especie biológica entre otra otrass
muchas, sin que ello nos hiciese peores
peores.. Nos
N os hizo ver
v er cómo la evolución
cultural —y, en particular, la evolución hacia sociedades tolerantes,

igualit
igualitarias
arias y biológica.
la evolución democráticas—
Desdepodía entenderse
el punto de vistacomo u
unn desarrollo
darwiniano de
en el que
James y Dewey concurrían, el paso de una cultura que cifra el objetivo
objetivo
de la investigación
investigación en aprehender cómo son las cosas en sí mismas a otra
que lo hace en la consecución de mayores cotas de felicidad humana,
constituye un ascenso evolutivo, al igual que el paso de una cultura
esclavista a otra que aborrezca la esclavitud. En la utopía pragmática
que se encuentra al final de esta secuencia evolutiva, nadie cree que la3
la 3

3 R ich a rd R o rty , Contingenc


Contingencia,
ia, ironía y solidarida
solidaridad,
d,   trad. de A. E. Sinnot, Paidós, 
Barcelona, 1991. (N. del T)
 

PRÓLOGO DEL AUTOR A LA PRESENTE EDICIÓN 13


realidad tenga una naturaleza intrínseca —un ser en sí— ni tampoco
que ciertas razas o ciertas naciones sean intrínsecamente superiores a
otras.
otras. En semejante civilización ut
utópica,
ópica, la investi
investigación,
gación, sea en física
o en ética, se entendería en términos de proyectos participativos enca-
minados a desarrollar concepciones que fomenten la felicidad general
(por medio de mejoras tecnológicas o de costumbres sociales más tole-
rantes y magnánimas).
Desde que escribí estos ensayos, he llegado al convencimiento de
que la doctrina central del pragmatismo representa la propuesta de
reemplazar
reemplaz ar la distin
distinción
ción entre apariencia y realidad —y entre la natura-
natur a-
leza intrínseca de algo y sus «características meramente relacióna-
le
les»—
s»— p por
or la distinción entre descripciones más ú útiles
tiles y descripciones
menos útiles de las cosas. Dicha doctrina supone que el progreso inte-
lectual y moral no comporta
com porta la converge
convergencia
ncia hacia la representación fiel
de la naturaleza intrínseca de algo (sea de la naturaleza
natu raleza no humana
hum ana o de
nosotros mismos), sino más bien el hallazgo de descripciones cada cad a vez

más útiles
racción condelalas cosas. Tales
naturaleza descripciones
no humana, y con posibilitan modos que
nosotros mismos, de inte-
nos
hagan cada vez más felices. Pensando en estos términos, uno puede
entender por qué William James dedicó su libro Pragmatismo  a «la
memoria de John Stuart Mili, de quien primero aprendí la amplitud
 pragmática
 pragm ática de la mente y a quien me gusta im imagina
aginarr como guía nuestro
si viviera hoy»4.
Mili era utilitarista a la vez que empirista. La filosofía anglófona
contemporánea se ha desembarazado con creces del empirismo. Las
críticas
críticas pragmatistas de las teorías de la verdad como correspondencia
c orrespondencia
y de las del conocimiento como «copia» contribuyeron a su extinción.
Pero el utilitarismo sigue conservando toda su pujanza y, según creo, la
mejor forma
fo rma de entender el pragmatismo es a modo de utilitarismo apli-
cado a la epistemología.
epistemología. Como ocurre con c on el empirismo, el utilit
utilitarismo
arismo
sigue siendo
siendo despreciado po porr numerosos filósofo
filósofoss europeos que, bajo la
égida de Heidegger, están convencidos de que, como este último dijo en
cierta ocasión, «la concepción americana del americanismo en térmi-
nos del pragmatismo permanece en las afueras del reino metafísico».
Pienso
Pien so que las doctrinas que Mili defiend
defiendee en Sobre lala libertad y E l uti
uti

4 W il lia m Jam es, Pra


 Pragma
gmatis mo,   tr
tismo, trad
ad.. de L. Rodríguez, Aguilar,
Aguilar, Buenos
Bue nos A ires, 1961. 
(N. del T.)
 

14 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

litarismo5(dos tratados en mutua depend


dependencia
encia y ligazón) representan la
mejor manera de desembarazamos de lo que Heidegger denomina
«metafísica»
«metafí sica»,, la mejor m
manera
anera de iniciar la próxima estrofa de lo que él
llamaba
llama ba «el poem
poemaa del Ser
Ser,, el hombre».

Ric h a r d  R o r t y
25 de octubre de 1994

5 il i, Sobre la libertad, Alianza, Madrid, 1970, y El


J o h n Stuar t M il  E l utilitarismo
utilitarismo,,  Agui-  

lar, Bu eno s Aires, 1955. (N. del T)


lar,
 

PREFACIO

Este volumen contiene ensayos escritos entre 1972 y 1980. Su orden


viene a ser el de sus fechas de redacción. Salvo la «Introducción», ninguningu--
no es inédito. Los reedito ahora con ligeros retoques que afectan desde
algunas palabras sueltas en los primeros ensayos hasta unos cuantos párra-
fos en los últimos.
últimos. He actualizado
actualizado las referencias de las notas a pie de pági-
na allí donde he creído particularmente conveniente
conveniente hacerlo
hacerlo.. Así y todo, la
mayoría de las veces no he puesto ningún empeñ
empeño o en referirme a la litera-
tura aparecida tras la primera
prim era publicación del artículo en cuestión (excep-
ción hecha de las referencias
referencias internas a otros ensayos del volum
volumen).
en).
 No doy por
po r bueno todo lo que dije en estos ensayos, sobre todo en los
que escribí a comienzos de los setenta.
setenta. Tampoco son perfectamente co con-
n-
sistentes entre sí.
sí. Con todo, los reedito porque, quitando
quitan do uno, la tenden-
tenden -
cia general de todos ellos aún parece válida. La excepción es el tercer
ensayo,
ensa yo, una comparación
com paración entre Heid
Heidegger
egger y Dewe
Dewey.y. Hoy por
po r hoy creo que
mi visión de Heidegger
Heide gger en las páginas que cierra
cierrann el ensayo era excesiva-
excesiva-
mente negativa. No obstante, lo reedito con la esperanza de que las pri-
meras páginas sean de algún interés. Confío ofrecer una interpretación
más ecuánime y provechosa en mi próximo
próxim o libro sobre Heidegger
Heideg ger *.

* D icho libro jam ás lle gó a publicarse,


publicarse, si bien cuatro de sus en sayo s integran
integran la
la pri
pri
mera parte del segundo volumen de los  Ph  Philo
iloso
soph
phica
ica l Pap er
erss  de Rorty,  Ess
 E ssay
ayss on H ei
 degg
 de gg er a nd Others,   Cambridge University Press, Cambridge, 1991; Richard Rorty, 
 Ensa
 En sayos
yos so brbree H ei
eide
degg
gg er y ot
otro
ross pe
pens
nsad
ad ores
or es con
contem
tempoporá
ráneo
neos,s,   traducción de Jorge 
Vigil, Paidós, Barcelona, 1994. Con todo, esos ensayos sí ofrecen una interpretación  
men os negativa de H eidegger que la de las páginas páginas finales del tercer
tercer ensayo del presente
presente 
libro, «Superando la tradición: Heidegger y Dewey». Limitándonos a su revisión de la  
relación
relació n entr
entree Heidegger y D ew ey, en el primero
primero de los ensay os citados, «Heidegger, con
tingencia y pragmatismo», Rorty s e adhiere a ciertas ciertas lecturas pragmatist
pragmatistas as de Ser y Ti
Tiem
em
 p
 poo ,   el libro
libro que D ew ey describió
describió diciendo «que parece una descripción
descripción de la “situaci
“situación”
ón” 
trascendental» (op. cit.,  p. 55). M ás adelante
en alemán trascendental» adelante,, Rorty defiende que De w ey tenía 
tan
tan pre
present
sentee co m o H eidegger el peligro de que la técnica nos hicier
hiciera a seres acomoda ticios 
«incapacess de escuchar el estruen
«incapace estruendodo tecno lógico» (op.  cit.,  p. 75) cotejando ciertas sec
ciones de las obr as de Dew ey  A Common Faith   y A
obras  Art
rt a
ass Ex
Experie
perience.
nce.  D e modo que tam
poco aparece la interpretación de Dewey como paradigma «provinciano y extremada

[15]
 

16 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 N o he inclu
 No incluido
ido algunos
algu nos otros artí
artículos
culos es
escritos
critos en ese período — los
de carácter predom
predominantem
inantemente
ente polém
polémico
ico o técnico— . Sólo he da dado
do
entrada a ensayos que puedan tener interés para lectores no filósofos.
Manifiesto
Ma nifiesto mi agradecim
agradecimiento
iento a los lecto
lectores
res de mi libro La filo
 fi loso
so fí
fíaa y el  
naturaleza  que me sugirieron la conveniencia d
espejo de la naturaleza dee tener más

fácil acceso a unos ensayos que tratasen con mayor detenimiento dis-
tintos temas
tem as que en ese libro me limlimité
ité a b
bosqueja
osquejar.
r.
Para acabar, doy las gracias a Pearl Cavanaugh, Lee Ritins, Bunny
Romano y Ann Getson, a Laura Bell por su paciente trabajo mecano
gráfico
grá fico y a David Venell
Venellan
an por sus valiosos cconsejos
onsejos para la edición.
edición.
Los ensayos proceden de las siguientes fuentes. Mis más sinceras
gracias a todos y cada uno de los editores y de las editoriales de las
revistas
revist as y las compilaciones
compilaciones abajo enumeradas por perm permitirme
itirme reimpri-
mirlos.
El ensayo 1, «El mundo felizmente perdido» («The World Well
Lost»), fue leído ante la Ea
 Easte
stern Divis ión  de la American Philosophical 
rn División
 Asso
 As socia tion  en diciembre de 19
ciation 1972
72,, con los comenta
comentarios
rios de Bruce Auné
y Milton Fisk. Apareció en Th Thee Journal
Journ al o f Philos ophy, LXIX (1972),
Philosophy,
 pp. 649665.
El ensayo
ensayo 2, «Conservando la pureza de la filosofía» («Keeping Phi-
losophy Puré»), apareció en The YaleReview, LX LXV V (1976), pp. 336356.
El ensayo 3, «Superando la tradició
tradición:
n: Heide
Heidegger
gger y Dewey» («Over
coming the Tradition: Heidegger and Dewey»), fue mi contribución a
un congreso sobre Heidegger que tuvo lugar en la Universi Universidaddad de Cali-
fornia, San Diego, en 1974. Apareció en The Review o f Metaphysi cs, 
Metaphysics,
XXX (1976), pp. 280305.
El ensayo
ensayo 4, «L«Laa profesionalizac
profesionalización
ión de la filosofía y la cultura trans
cendentalista» («Professionalized Philosophy and Trascendentalist Cul-
ture»), fue leído ante el Bic
 Bicen
enten
tennia
niall Sympos
Sym posium
ium o f Philosophy  organi-
zado por la City University ofNew York  en 19 1976
76.. A
Apareció
pareció po
porr vez pri
pri--
mera en The Georgia Review, XXX (1976), pp. 757769, y más tarde
(con el título «Genteel
« Genteel Synt
Syntheses,
heses, Professional Anal
Analyses,
yses, and Trascen-
dentalist Culture») en las actas del Bic
 Bicente
entenn
nnial Sympo sium   Two Cen-
ial Symposium

mente ingenuo» del nihilismo técnico que, en el tercer ensayo del presente libro, Rorty  
adscribe a Heidegger: «La versión d eweya na de la hi historia
storia de la filos ofía tiene por obje
to depurar
depurar nuest
nuestra
ra autoimagen de cualquier resto
resto procedente de otr
otras
as épocas de la histo
ria de la m etafísica, de todo recuerdo de una era a
ante
nterior
rior a la supremacía de la técnica.»
técnica.»  

(N. del T.)


 

PREFACIO 17

America, Peter Caws (ed.), Blackwell, Oxford,


turies o f Philosophy in America,
turies
1980, pp. 228239.
El ensayo 5, «La metafísica de Dewey» («Dewey’s Metaphysics»),
fue una conferencia de un ciclo dedicado a la filosofía de John Dewey
celebrado en la Universidad de Vermont en en 19
1975
75 y patrocinado por la
 Joh n Dewey
 John Dew ey Foundation.  Apareció en Ne  New w Studies
Studie s in the Philosop
Philo sophy
hy o f  
 John
 Joh Dewey ,  Steve
n Dewey, Stevenn M. Cahn (ed.), University Press o f New Engla England,
nd,
Hanover, NH
NH,, 1977
1977,, pp. 4574.
El ensayo 6, «La filosofía en cuanto género de escritura: ensayo
sobre Derrida» («Philosophy as a Kind of Writting: Essay on Derri
da»), apareció en Ne
 Neww Literary Histor y,  X (19781979), pp. 141160.
Litera ry History,
El ensayo 7,
7, «¿Hay algún problem
problemaa con el discurso de ficcficción?»
ión?» («Is
There a Problem about Fictional Discourse?»), es un artículo escrito
con ocasión de la décima bienal del Ar  Arbe
beitsg
itsgru
rupp
ppee Poetik
Poe tik und Her me-- 
u nd Herme
neutik, celebrada en Bad Homburg
Hom burg en 19 197979.. Se publicó en Funktionen 
Fictiven: Poetik und Hermeneutik,  X (Fink Verlag, Múnich, 1981).
des Fictiven:

El ensayo 8, «El idealismo del siglo xix y el textualismo del xx» 


(«Nineteenth Century Idealism and TwentiethCentury Textualism»),
fue escrito para un congreso en honor de Maurice Mandelbaum cele-
 brado en la Jo
 Johnhnss H opkin Uni versity  en 19
op kinss University 1980
80 y patrocin
patrocinado
ado po
porr la Mat-  
chetteFoundation. Apareció en TheMonist,  L  LXIV
XIV (1981), pp. 155174.
155174.
El ensayo 9, «Pragmatismo, relativismo e irracionalismo» («Prag
matism, Relativism and Irrationalism»), fue mi discurso presidencial
 paraa la E
 par  Eaa st Divi sión  de la  Am
stee m División  Amererica
ican
n Phil
P hiloso
osophphica
icall Assoc
As sociatio
iationn  en
1979. Apareció en Procee Proceedings
dings o f the American Philosophical Ass Assoo
ciation,  LUI (1980), pp. 719738.
El ensayo 10, «El escepticismo en Cavell» («Cavell on Skepti
cism»),, apareció en Th
cism») Thee Review
Review o f Metaphysi
 Metap hysics,cs,  XXXIV (19801981),
 pp. 759774.
El ensayo 11, «Método, ciencia y esperanza sociales» («Method,
Social Science and Social Hope»), es una versión revisada de un ar-
tículo escrito con ocasión de un congreso sobre «Ciencia social y valo-
res» celebrado en la Universidad de California, Berkeley, en 1980. La
versión original
original aperecerá en Valúe alúess and
an d the
th e Social S ciences,  Norman
Soc ial Sciences,
Hahn, Robert
Rob ert Bellah y Paul Rab Rabinow
inow (eds.), con el título «Method and
Morality». La versión que aquí presento apareció en The Canadian 
 Journ
 Jou al o f Philosophy, XI (1981), pp. 569588.
rnal
El ensayo
ensayo 12, «La filo filosofía
sofía ho
hoyy en América» («Philosophy in Ame-
rica Today»), fue leído con Alasdair Maclntyre en un simposio sobre
«La naturaleza y el futuro de la filosofía» en el encuentro anual de la
 

18 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

Western División de la Am Americ


erican
an PhPhiloiloso
soph
phica
icall Associati on.   También
Asso ciation.
fue una conferencia dentro
dentro de un ciclo dedicado a «Las humanidades
en los ochenta: algunos debates de actualidad» organizado por el
 Huma
 Hu manitie
nitiess Cen
Center
ter o f Sta
Stanfor
nfordd University.  Apareció (en una traduc-
ción alemana) en An
 Analalys
ysee u nd
ndKK ri
riti k  en
tik   en 1981
1981 y en The American Scho- 
lare n
  1982.
 

INTRODUCCIÓN:
PRAGMATISMO  
Y FILOSOFÍA

1. PLATÓNICOS,
PLATÓN ICOS, POSITIVISTAS
POSIT IVISTAS Y PRAGMATISTAS

Los ensayos que integran este libr


libroo tratan de extraer consecuencias
de una teoría pragmatista acerca de la verdad. Esta teoría nos dice que
la verdad no es la clase de cosa sobre la que quepa
quep a esperar una teoría de
interés filosófico. Para los pragmatistas, «verdad» es simplemente el
nombre de una propiedad que todos los enunciados verdaderos com-
 parten,, lo que tienen
 parten tien en en común
comú n «Bacon
«B acon no escribió las obras de Sha-
kespeare», «Ayer llovió», «E=mc2», «Es mejor hacer el amor que la
guerra», «La Alegoría de la Pintura fue la obra maestra de Vermeer»,
«Dos más dos es igual a cuatro» y «Existen
«E xisten infinitos noenumerables».
Los pragmatistas dudan que haya mucho que decir sobre este rasgo
común, al igual que dudan que haya mucho que decir sobre el rasgo
común que comparten acciones moralmente encomiables como que
Susan deje a su marido, que
q ue América intervenga
inter venga en la guerra
guer ra contra los
nazis y se retire de Vietnam, que Sócrates no escape de la cárcel, que
Roger limpie el sendero de desperdicios o que los jud judíos
íos se suiciden en
Masada.. Creen que ciertas acciones son buenas y que, bajo determ
Masada determina-
ina-
das circunstancias,
circunstancias, me
merece
rece la pena realizarlas, pero ddudan
udan que haya algo
general y útil que decir sobre lo que las hace buenas. Aseverar cierta
oración —o adoptar la disposición a aseverarla, adquirir consciente-
mente una creencia— son acciones justificables y dignas de elogio en
determinadas circunstancias. Con todo, a fortiorí, no es probable que
haya algo general y útil que decir en tomo
tom o a lo que las hace buenas, en
tomo al rasgo común de todas las oraciones que uno debiera estar dis-
 puesto
 pues to a aseverar
aseverar..
Los pragmatistas piensan
piensa n que la historia de los conatos de aislar lo
Verdadero o lo Bueno, o de definir los términos «verdadero» o «bue-
no», refuerza su sospecha de que todo lo que se hag hagaa en dicha área care-
ce de interés.
interés. Ni que decir tiene que las cosas podrían haber
hab er sido distin-
tas.. Por
tas
decir enex
extraño
trañoaque
tomo parezca,delalagente
la esencia ha encontrado
Fuerza algo interesante
y a la definición que
de «número».
[19]

20 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Lo mismo podría haber ocurrido con la esencia de la Verdad. Pero lo


cierto es que no ha sido así. La historia de estos conatos y de sus críti-
cas viene a ser
se r la histor
historia
ia del géner
género
o literario que llam
llamamos
amos filosofía,
filo sofía, el
género que Platón fun fundara.
dara. De mod
modo o que los pragma
pragmatistas
tistas cconsideran
onsideran
que la tradición platónica ha dejado de tener utilidad. Ello no significa
que dispongan
disponga n de una nueva serserie
ie de respuestas noplatónicas a las
las pre-
pre -
guntas platónicas; lo que más
má s bien creen es que deberíamos d dejar
ejar de for-
mular esas preguntas de una vez por todas. Pero al sugerir que no for-
mulemos
mule mos pregun
preguntas
tas acerca de la Verdad
Verdad o ddee la Bondad no apelan a una
teoría de la naturaleza
naturalez a de la realidad o del conocimi
conocimiento
ento por la cual «n
«noo
existen cosas tales» como la Verdad o la Bondad. Ni tampoco defien-
den una teoría «relativista» o «subjetivista» de la Verdad o la Bondad.
Les gustaría cambiar de tema, eso es todo. Su posición es análoga a la
de los
los laico
laicoss que insisten een
n que la investigación en tomo a la Natura-
Na tura-
leza o la Voluntad de Dios no nos lleva a ninguna parte. Dichos laicos
no afirman exactamente que Dios no exista; no tienen claro lo que sig-
nificaría afirm
afirmarar Su exist
existencia
encia y por consiguiente tampoco ven por qué
negarla.. Tampoc
negarla Tampoco o tienen ununaa visión particul
particularmen
armente te herética y estram-
 bótica
 bót ica de DDios.
ios. Se conte
contentan
ntan co
con n dudar qu
quee tenga
tengamomoss que uusar
sar el voca-
voc a-
 bulario
 bula rio de la teología. DDee igual ma manera,
nera, los pragm
pragmatis
atistas
tas in
intenta
tentann una y
otra vez encontrar la manera d dee formular obser
observaciones
vaciones antifilosóficas
en un lenguaje no filosófico. Pues se enfrentan a un dilema: si su len-
guaje es demasiado ajeno a la filosofía, demasiado «literario», se les
acusará de estar hablando de otra cosa; si es demasiado filosófico,
encamará
encam ará presupuestos plat platónicos
ónicos que imposibilitarán
imposibilitarán que el pragma-
tista formule la conclusión que desea.
Todo esto se complica aún más por el hecho de que «filosofía»,
como «verdad» y «bondad», es un término ambiguo. Sin mayúsculas,
«verdad» y «bondad» nombran propiedades de las oraciones, o de las
acciones y de las situaciones.
situaciones. Con
C on mayúsculas, son nombnombres
res propios de
objetos
obj etos:: metas o cánones que pueden amarse de todo corazón y con toda
el alma, objetos de preguntas últimas. De modo parecido, «filosofía»
 puede
 pu ede sig
signi
nifica
ficarr sencil
sencillam
lamente
ente lo que Sellars llam
llamaa «el intento de ver
cómo las cosas, en el sentido más lato del término, se relacionan entre
sí, en el sentido más lato del término». Peric Pericles,
les, pongam
pongamos os po
porr caso
caso,, le
daba este sentido cuando alababa a los atenienses por «filosofar sin
afectación» (philosophein aneu malakias). En este sentido, Blake Blak e es tan
filósofo como Fichte,
Fichte, y HHenry
enry Adams más que Frege. Nadie abrigaría
sospechas respecto de la filosofía, así entendida. Pero la palabra puede
también denotar algo más especial
especializado
izado y verdaderamente
verdaderamente sospechos
sospechoso.
o.
 

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 21

En este segundo sentido, puede significar


signific ar seguir elel ejemplo de Platón y
de Kant, formulando preguntas sobre la la naturaleza
naturalez a de ciertas nociones
normativas («verdad», «racionalidad», «bondad», por ejemplo) con la
esperanza de obedecerlas mayormente. La L a idea es creer más verdades o
hacerr el mayor bien o ser más racional sabiendo más sobre La Ve
hace Verda
rdad,
d,
La Bondad o La Racionalidad. Me serviré de las mayúsculas cuando
hable de la «filosofía»
«filosofía» en este segundo
segundo sentido para poner de manifies-
manif ies-
to que La Filosofía, La Verdad, La Bondad y La Racionalidad son
nociones platónicas interconectadas.
interconectadas. Los pragmatistas
pragm atistas afirman
afirm an que la
mejor esperanza para la filosofía es abandonar la práctica de La Filos Filoso-
o-
fía.. Creen
fía Cree n que para decir algo verdadero de nada na da sirve pens
pensarar en La Ver-
Ver-
dad,
da d, como tampoco sirvesirve de nada pensar
pen sar en LLaa Bondad para
p ara actuar bien,
bien,
ni pensar en La Racionalidad
R acionalidad para ser más raciona
racional.l.
Por el momento, sin embargo, mi descripción
descri pción del pragmatismo no ha
tenido en cuenta una importante distinción. Dentro de la Filosofía ha
habido una tradicional diferencia de opinión sobre la Naturaleza de la
Verda
erdad,
d, una batalla entre (en palabras de Platón) dioses y titanes. Por un
lado estaban los Filósofos transmundanos, como el mismo Platón, ali-
mentados de esperanzas últimas. Éstos insistían
ins istían en que los seres humanos
eran únicamente dignos de autorrespeto porque tenían ten ían un pie más allá dedell
espacio y del tiempo.
tiempo. Del otro lado — sobre todo después de que Galileo
mostrase cómo los hechos espaciotemporales
es paciotemporales podían subsumirse bajo el
tipo de elegantes leyes matemáticas cuya aplicación Platón sospechaba
limitada al otro mundo— estaban los Filósofos (Hobbes y Marx, por
ejemplo) que insistían en que el espacio y el tiempo constituyen
cons tituyen la única
Realidad que hay,
hay, y que la Verdad
Verdad es la Correspon
Co rrespondencia
dencia con
co n esa realidad.
En el siglo XIX, esta oposición cristalizó en una oposición entre la «filo-
sofía transcendental»
«Positivistas». Términosy la tales
«filosofía
eran empírica»,
ya entoncesentre «Platónicos» y
irremediablemente
vagos, aunque todo intelectual sabía aproximadamente dónde estaba
situado en relación a ambos movimientos. Estar del lado transcendental
significaba pensar que la ciencia natural no era la última palabra, que
 podía encontrase una
un a Verdad
Verdad mamayo
yor.
r. Estar del lado empírico significaba
 pensar que no había más V Verdad
erdad que la ciencia
ciencia natural,
natural, los hechos relati-
vos al funcionamiento espaciotemporal de las cosas.cosas. Ponerse del lado de
Hegel o de Green significaba creer que algunas oraciones normativas
referentes a la racionalidad correspondían a algo real, por invisible que
fuese para la ciencia natural. Ponerse del lado de Comte o de Mach era
creer que o bien dichas oraciones «se reducían» a oraciones relativas a
hechos espaciotemporales o no eran era n temas de reflexión
reflexi ón seria.
seria.
 

22 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Es importante darse cuenta de que los filósofos empíricos —los


 positivistas
 positiv istas — todavía
todaví a estab
estaban
an practicand
prac ticandoo la Filosofía. El pres
presupuest
upuesto o
 platónico
 pla tónico que une a Dios y a los titanes, a Platón y a Demócrito,
Demócri to, a Kant
Ka nt
y a Mili, a Husserl y a Russell, es que lo que el vulgo llama «verdad»
 —el
 — el ensamblaje
ensam blaje de oraciones
oracion es verdaderas—
verdad eras— debería
debe ría concebirse
conc ebirse como
algo dividido
dividido en dos mitades, en una primeraprim era y una segunda división,
división, o
(en términos platónicos) en mera opinión y conocimiento genuino. Es
tarea del filósofo
filósofo establecer una odiosa comparación entre enunciados
como «Ayer
«Ayer llovió
llovió» » y «Los hombres
hom bres deben procurar
pro curar ser justos
jus tos en su tra-
to mutuo». Para
P ara Platón,
Platón, los enunciados del prim
primer er tipo eran de segundo
orden,
ord en, me
merara pi
 pist is  o doxa. El último,
stis último, aunque tal vez no fuese aún episte- 
me,  era al menos
meno s un candidato plausi
plausible.
ble. Para la tradición pos
positivista
itivista que
se extiende
extiende desde Hobbes
H obbes hasta Camap,
Cama p, la primera
prime ra oración constituía el
 paradig
 para digma
ma de lo que la l a Verdad representab
representaba,a, mientras
mie ntras que lal a última
últim a era
o bien una predicción sobre los efectos causales de ciertos aconteci-
mientos o bien la «expresión de una emoción». Donde los filósofos
transcendentales veían
veían lo espiritual
espiritual los filósofos empíricos veían lo
emocional. Lo que para filósofos empíricos eran logros de la ciencia
natural al descubrir la naturaleza de La Realidad,
Realidad, para los filóso
filósofos
fos trans-
cendentales eran
era n banalidades, verdades irrelevan
irrelevantes
tes para
pa ra La
L a Ver
Verda
dad.
d.
El pragmatismo borra la distinción
distinción trans
transcendental/empírico
cendental/empírico ponien-
do en duda
du da la presuposición común por la que puede establecerse una
odiosa comparación entre ambosambos tipos de verdad
verdades.
es. Para el pragmatis-
pragm atis-
ta, las oraciones verdaderas
verdadera s no lo son porque correspondan
correspo ndan a la realidad,
realidad,
de modo que no hay por qué preocuparse de qué tipo de realidad, de
haber alguna, corresponde a determinada
d eterminada oración;
oración; no hay por qué preo-
preo -
cuparse de lo que la «hace» verdadera. (Al igual que no hay necesidad
de preguntarse, una vez que uno ha resuelto cómo debe actuar, si hay
algo en La
L a Realidad que convierta esa acción en La A Acción
cción Correcta.)
Así pues, al pragmatista le trae sin cuidado si Platón o Kant estaban en
lo cierto cuando pensaban que alguna cosa no espaciotemporal hacía
verdaderos a los juicios o si la ausencia de tal cosa significaba que
dichos juicios eran «meramente expresiones de emoción» o «mera-
mente convencionales» o «meramente subjetivos».
Esta despreocupación alienta el desprecio
desprecio que ambas clases de Filó-
sofos sienten hacia el pragmatista. El E l Platónico ve al pragm
pragmatista
atista como
un mero positivista
pos itivista de ideas vagas.
vagas. El Positivista lo ve como alguien
al guien que
 presta
 pr esta ayuda y consuelo
cons uelo al Platoni
Pla tonismo
smo al min
minim
imiza
izarr la d
distin
istinción
ción entre
la Verdad
Verdad Objetiva — el tipo de oración verdadera obtenida m mediante
ediante el
«método científico»— y las oraciones que carecen de la preciada
 

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 23

«correspondencia con la realidad»


realidad» que sól
sóloo ese método puede
pu ede ocasio-
nar.
nar. Ambos piensan que el pragmatista no es verdaderamente un filó- f iló-
sofo, alegando que no es un Filósofo.
Filósofo. El pragmatista
pragma tista intenta defenderse
diciendo que uno puede ser un filósofo precisamente por ser antiFil
antiFilo
o

sófico entre
litigio y que platónicos
la mejor manera de dar sentido
y positivistas a las cosas
y abandonar así lasespresuposicio-
retirarse del
nes de la Filosofía.
Filosofía.
Una de las dificultades que tienetiene el pragmatista a la hora de clarifi-
car su posición es puespue s que debe disputar con el positivista el puesto
puesto de
radical antiplatónico. Quiere atacar al platónico
platónic o con armas
arm as distintas de
las del positivista, pero a primera vista no parece nada más que otra
variedad de positivista.
positivista. Comparte con c on el positivista la concepción baco
niana y hobbesiana
ho bbesiana según la cual el conocimiento
conocimiento es poder, un instru-
mento para habérselas con la realidad. Pero lleva esta idea baconiana
hasta su extremo, cosa que no hace el positivis
positivista.
ta. Renuncia
Re nuncia por entero a
la noción de verdad como correspondencia con la realida realidad,
d, afirmando
no que la ciencia moderna nos permite hacer frente a la realidad porque
guarde correspondencia con ella, sino que simplemente nos permite
hacerle frente. El pragmatista argumenta
argume nta que varios siglos de esfuerzos
no han servido para dar un sentido digno de interés a la noción de
«correspondencia» (de los pensamientos o de las palabras con las
cosas).
cosas ). Para
P ara el pragmatista,
pragmatista , la moraleja de esta desale
desalentadora
ntadora historia es
que la afirmación
afirma ción «las oraciones verdaderas
verdaderas funcionan porque corres-
 pond
 po nden
en con
co n el mod
modoo de ser de las cosas»
co sas» no
n o es más
má s iluminad
ilu minadora
ora que
qu e la
afirmación «algo es bueno porque cumple la Ley Moral». Ambas
observaciones, a su modo de ver, son vacuos cumplidos metafísicos:
inocuos en tanto que palmaditas retóricas
retór icas en la espalda del investigador
o del sujeto agente exitoso, pero importunos cuando se toman en serio
y se «clarifica
«clarifican»n» filosóficamente.
filosóficamen te.2

2. EL PRAG
PRAGMATISMO
MATISMO Y LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁ
CONTEMPORÁNEA
NEA

Los filósofos contemporáneos suelen ver en el pragmatismo un


movimiento filosófico desfasado, un movimiento que floreció a
comienzos de siglo en una atmósfera algo provinciana y que hoy día ya
ha sido refutado o aufgehoben.  De vez en cuando se elogia a los gran-
des pragmatistas —James y Dewey— por sus críticas al platonismo
(por
de laejemplo, a Dewey
educación, porpor
a James sussus
críticas a las
críticas concepciones
a los tradicionales
pseudoproblemas meta
 

24 CONSECUENCIAS DEL PRAGIVLAnSMO

físicos). Con
físicos). C on todo, su antiplatonismo no es lo suficientemen
suficien temente te riguroso
 para
 pa ra los filósofos analíticos
analíticos ni lo
lo suficiente
suficientemente
mente radical
radical para
par a los noana-
noan a-
líticos.
líticos. De ac
acuerdo
uerdo con la tradición que arranc
arr ancaa del positivismo lógico, los
ataques pragmatistas sobre la filosofía «transcendental» cuasiplatónica
requieren la agudeza de un u n análisi
análisiss más meticuloso y pormenorizado de
nociones como «verdad» y «significad
«sign ificado»'.
o»'. Según
Según la tradición antifilosó-
fica del
del pensamiento francfrancés
és y alemán que tiene como punto de partida
la crítica nietzscheana de ambas ramas del pensamiento decimonónico
 —lo
 — lo mis
mismo
mo de lal a positivista
positiv ista que
qu e de la tran
transcend
scendenta
ental—
l— los pr pragm
agmati
atis-
s-
tas americanos son pensadores que en realidad jamás jam ás rompieron
rom pieron con el
 positivism
 posit ivismo,
o, por
p or lo que
q ue tampoco
tamp oco ro romp
mpier
ieron
on con
co n la Filo
Fi loso
sofía
fía22.
Creo que ninguna de ambas actitudes de rechazo está justifica-
da.. Según el
da el panorama de la filosofía analítica
analítica que ofrecí
ofrecí en L Laafilo
sofía
sofí a y el espej
espejo o de la naturaleza1 3, la histori
2 hist oriaa de este movim
m ovimiento
iento ha
ha
venido marcada por po r una «pragmatización» gradual de los principios
originarios del positivismo
positivismo lógico.
lógico. Según el panorama de la filoso- filos o-
fía «continental» reciente que espero ofrecer en un próximo libro
sobre HeidH eidegegge
ger4r4,, las críticas de James y Nietzsche
Nietzsc he al pensamie
pens amiento nto
decimonónico son paralelas. paralelas. Es más, la versión de James es preferi-
 ble,, pues
 ble pu es el elud
udee los elem
el emenento
toss «met
«m etafafís
ísic
icos
os»» del
de l pens
pe nsamamie ient
ntoo de
 Nie
 N ietz
tzscschh e que
qu e H eide
ei degg
gger
er cr
crit
itic
icaa y, d
dich
icho
o sea de paso
pa so,, los el
elem
emenentotoss
«metafísicos» del pensamiento de Heidegger que critica D Derri
errida
da5 5. A
mi modo de ver, ver, James y Dewey no sólo estaba estaban n aguard
aguardandoando al final
fina l
del camino dialéctico recorrido por la filosofía analítica, sino tam-
 bié
 b iénn del
d el que,
qu e, p o r ejem
ej emplplo,
o, Fouc
Fo ucauault
lt y Del
D eleu
euze
ze en la act
a ctuu al
alid
idad
ad rec
r ecoo-
rr e n 6.
Pienso que la filosofía analítica culmina en Quine, el segundo Wit Witt t
genstein, Sellars y Davidson, lo que equivale a decir que se ttranscien
ransciende
de
y se cancela a sí misma
misma.. Estos pensadores ttuvieron
uvieron el acierto de borrar 

libro de A. J. Ayer, Th
1 El libro Thee Origi
Originsns o f Pra
 Pragm
gmatis
atism,
m,  Freeman, Cooper, San Francis
co, 1968, es un buen ejemplo de dicho punto punto de vista.
vista.
2 Con respecto a esta a acti
ctitud,
tud, véase la crícrítica de Habermas a Peirce en Conocimiento 
tica
e interés, Taurus, Madrid, 1980, cap. 6, y también la cita de Heidegger en la nota 66 del 
tercer
terc er ensay o d el presente libro.
libro.
3 Ric
Richar
hard Rorty, La fil
d Rorty, filo
o sofí
so fía
a y e l esp
espejo
ejo de la nnatur
aturalez
aleza,
a,  Cátedra, Madrid, 1989.
al segundo vo lum en de sus Ph
4 El autor se refiere al  Philo
iloso
soph
phica
ica l P ap ers,
er s, Es
Essa
says
ys on H
Hei
ei
 de g ge
gerr an d Others,   Cambridge University Press, Cambridge, 1991. (N. del I )
5 Desarrollo esta aafirmaci
firmaciónón en los ensay os 6 y 8 del presente
presente lib
libro
ro..
6 V éas e el parágrafo
parágrafo final
final del ensa yo 11 del presente
presente libro.
libro.
 

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 25

las distinciones entre lo semántico y lo pragmático, entre lo analítico y


lo sintético, entre lo lingüístico y lo empírico y entre la teoría y la obser-
vación. En particular, el ataque de Davidson a la distinción
esquema/contenido
esque ma/contenido7 7resume y sintetiza
sintetiza la mofa que Wittgenste
W ittgensteinin hicie-
ra de su propio Tractatus, las críticas de Quine a Camap y los ataques
de Sellars al «Mito» empirista de «lo Dado». El holismo y el coheren
tismo de Davidson dejan ver qué apariencia cobra el lenguaje una vez
nos desembarazamos
desemba razamos de la presuposición
presuposició n central de la Filosofía:
Filosofía: que
q ue las
oraciones verdaderas se di dividen
viden en dos partes,
partes, una
u na superior
superio r y otra infe-
rior, oraciones que corresponden a algo y oraciones que son «verdade-
ras» sólo poporr cortesía o convenció
conv ención8n8.
Esta manera davidsoniana de enfocar el lenguaje nos permite evi-
tar una hipóstasis del Lenguaje semejante a la hipóstasis del Pensa-
miento obrada por la tradición
tradición epistemológica
episte mológica cartesiana
cartesi ana y
y,, en concre-
to, por la tradición idealista
idea lista erigida
erigida sobre Kant. Pues
Pu es nos permite ver el
lenguaje no como un tertium quid  entre   entre Sujeto y Objeto, ni tampoco
como un medio en el que tratamos de formar pictogramas de la reali-
dad, sino como parte de la conducta de los seres humanos. Vista así, la
actividad de proferir oraciones es una de las cosas que la gente hace
 para
 pa ra habér
hab érsela
selass con su entorno.
ento rno. La noción
noc ión deweyana
dewey ana del lenguaje
leng uaje
como una herramienta y no como una pintura es hasta cierto punto
válida. Pero debemos cuidamos de no   parafrasear esta analogía de
modo que sugiera que se puede separar la herramienta, El Lenguaje, de
sus usuarios, e inquirir su «adecuación» para lograr nuestros propó propósi-si-
tos. Al hacer esto último presuponemos que hay algún modo de exi-
liarsee del lenguaje para
liars par a compararlo con alguna
alg una otra cosa. Pero en modo
alguno podemos
podemo s pensar
pens ar sobre
sobre el mundo o sobre nuestros propósitos
sin emplear nuestro lenguaje. Uno puede usar
u sar el lenguaje para criticar-
lo o para ampliarlo, al igual que puede ejercitar su propio cuerpo
cuerp o para
desarrollarlo y robustecerlo, pero no puede ver el lenguajeensucon

7 Véa se Davidson, «On the the Very IIdea


dea o f a Conceptu
Conceptual al Scheme»,  Pr
 Proc
oceed
eedin
ings
gs an
and 
d  
 Add
 A ddres
resse
sess o f the America
Amer ican n Ph
Philo
iloso
soph
phic
ical
al Assoc
Ass ociati on,, 47 (1973-1974), pp. 5-20. Véase  
iation
asimism o mi tratam
tratamien
ientoto de las
las tesis de Da vidson en el en sayo I d e Lafilosofía y el espe
 j
 joo d e la naturale
natu raleza za y   en «Trascendental Argumente, Self-Reference and Pragmatism»,  
Trascendental Arguments Science, P. Bieri, R.-P Horstman y L. Krüger (eds.), Rei-  
Arguments and Science,
del, Dordrecht, 1979, pp. 77-103.
8 El lector encon
encontra
trarárá un
unaa discusión m ás pormenorizada
pormenorizada de esta distinción en e l pará
pará
grafo 6 del capítulo 7 de este mismo libro.
 

26 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATIS


PRAGMATISMO
MO

 ju n to en rrela
 jun elació
ción
n co
conn aalg
lgun
unaa otr
otraa co
cosa
sa a la q
que
ue se ap
aplic
licaa o p
par
araa la ccual
ual
es un medio con vistas a un fin. Las artes y las ciencias, y la filosofía
en tanto que su autorreflexión
auto rreflexión e integración, constituye ese proceso de
ampliación y robustecimiento. Pero la Filosofía, el intento de decir
«cómo
«cóm o el lenguaje se relaciona con el mundo mundo» » estableciendo quéqu é es lloo
que hace que ciertas oraciones sean verdaderas o que ciertas acciones
y actitudes sean racionales o buenas, es, desde esta perspectiva, algo
imposible.
Es una
un a imposible tenta
tentativa
tiva de desp
despojamos
ojamos de nuestra piel —de las
tradiciones, lingüís
lingüísticas
ticas y no lingüísticas, en cuyo seno llevamos a cabo
nuestro
nuest ro pensamient
pensamiento o y nuestra autoc
autocrít
rítica
ica—
— para comp
comparamos
aramos con algo
absoluto. Este apremio platónico por escapar de la finitud de nuestro
tiempo y de nuestro luga
lugar,
r, de los aspectos «meramente convenci
convencionales»
onales»
y contingentes de nuestra vida, es responsable de la originaria distinción
distinción
 platón
 pla tónica
ica entre dos géngénero
eross de orac
oraciones
iones verdad
verdaderas.
eras. Ata
Atacan
cando
do esta
última distinción, la tendencia holística y «pragmatizadora» de la filo- fil o-
sofía analítica nos ha ayudado a ver cómo o opera
pera el impulso metafísico,
común a whiteheadianos divagantes y a «científicos realistas» de alta
 precisión
 prec isión.. H
Haa fomen
fomentad
tado
o nuestr
nuestroo escep
escepticism
ticismoo con resp
respecto
ecto a la idea de
que cierta
c ierta ciencia especial (digamos que la física
física)) o que cierto género
literario
literario (digamos q que
ue la poesía romántica o la filoso
filosofía
fía tra
transcendental)
nscendental)
nos proporciona
propo rciona aquella especie de oración verdadera que no es tan sólo 
una oración verdadera, sino un fragmento de la mismísima Verdad.
Aunque
Aunq ue de hecho tales oraciones pueden ser muy útiles, no va a haber
unaa explicación Filosófica de su u
un utilida
tilidad.
d. Esa explicació
explicación, n, al igual que
la just
justifica
ificació
ciónn ini
inicial
cial de la ora
oración,
ción, será cuestión parroquial, cierta
comparación de esa oración con otras oraciones alternativa
alternativass formuladas
en el mismo vocabulario o en otros. Mas tales comparaciones son cosa
del físico o del poeta, por ejemplo,
ejemplo, o quizá del filósofo
filósofo,, no d del
el Filóso-
fo, del externo experto en la utilidad o en la función o en el estatuto
metafísico del Lenguaje o del Pensamiento.
El ataque de Wittgenstein, Sellars,
Sellars, Quine y Davidso
Davidson n contra los dis-
tingos entre clases
clases de oraci
oraciones
ones representa la particu
particularlar aportación d dee
la filosofía analítica a la insistencia antiplatónica en la ubicuidad del
lenguaje. Esta insistencia caracteriza tanto al pragmatismo como al
reciente filosofar
filo sofar «continental».
«continental». HHee aquí algunos ejemplos
ejemplos::

El hombre hace la papala


labra
bra,, y la pa
palab
labra
ra no s ignifica nada que el hombre 
no le haya hec ho significar par
para
ao otro
tro hombre. Pero ya que e l hombre só lo pu e
de pensar por medio de palab
palabras
ras u otro
otross símb olos externos, éstas podrí
podrían
an dar
 

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 27
se la vuelta y decir
decir:: N o quieres decir nada que no te hayam os enseñado,
enseñ ado, y sólo  
lo haces
hac es cuan
cuandodo ttrat
ratas
as a al
alguna
guna palabra
palabra co
com
m o intérprete
intérprete de tu pensa
pensamient
mientoo 
[...] (Peirce)9.

Peirce va muy lejos en dirección a lo que hemos denominado anterior


mente de-construcción del significado transcendental, el cual, en uno u otro 
momento, pondría un término tranquilizante a la remisión de signo a signo  
(Derrida)10.

[...] el  nom
 nominalis
inalismo
mo psico
ps ico ló
lógic o,   de acuerdo con el cual toda
gico, toda consciencia 
de géneros, semejanzas, hechos, etc., en resumen, toda conciencia de entida
des abs
abstrac
tractas
tas — y, en realidad
realidad,, hasta toda con ciencia
cienc ia de particular
particulares—
es— es una 
cu
cuestió
estiónn lingüística
ling üística (Sellar
(S ellare)1
e)111.

Sólo en el lenguaje uno puede querer decir una cosa por medio de otra  
(W ittge
ittgens
nstein
tein)1
)122.

La experiencia
ex periencia humana es esencialm ente lingüística (Gad am er)13
er)13.

[..
[...]
.] e l hombre se
s e halla en el trance de perecer mientras que el ser del lelenn
guaje sigu e brillando cada vez más
má s sobre nuestro horizonte (Fou cau lt)14
lt)14.

Hablar del lenguaje convierte a éste


Hablar és te de forma casi inevitable en un objeto 
[...]] y entonces
[... ento nces su real
realidad
idad se des
desvan
vanece
ece (H eid eg
egge
ge r)l5
r)l5.

Sin embargo, este coro no debiera hacernos pensar que de un


tiempo a esta parte se ha descubierto algo nuevo y emocionante acer-
ca del Lenguaje, esto es, algo que prevalece sobre lo que anterior-
mente se había pensado. Las observaciones de los autores citados
son exclusivamente negativas.  Afirman que los conatos de retroce-

9 Collected Papers of Charles Sanders Peirce,   Charles Hartshone, Paul Weiss y  


Arthur Burks (eds.), Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1933-1958, 
pp.5313-5314.
10 Jacques Derrida, D e la gram gr am ato log ía,  Siglo X XI, Bueno s Aires, 1971, p p.. 63.
11 W ilfrid Sellare, ScieScience,
nce, Pe
Perception
rception a nd Reali ty,  Routledge and Kegan Paul
Reality, Paul,, Lon
dres, 1967, p. 160.
12 Lud wig W ittgens
ittgenstein,
tein,  Ph ilo
iloso
soph
phica
ica l Inv
Investi
estigati
gation s,   MacMillan, Nueva York,  
ons,
1953, p. 18. Traduccción española de A lfon so Garcí Garcíaa Suárez y U lise lisess Moulines,
Mou lines,  Inv
 Investi
esti
 gacio
 ga cio ne
ness filo
filosó
sófic as,,  Grijalbo, Barcelona, 1988.
ficas
13 Hans
Hans-George
-George Gadamer,
Gadamer,  Ph
 Philos
ilosop
ophic
hical
al Herm
Hermeneu tics,   University of California 
eneutics,
Press, Berkeley, 1976, p. 19.
14 M ichel Foucault, The Or der ofThings,  R andom House, N ueva York, 1973, p.
Order p. 386
15 Martin Heidegger
Heide gger,, On the Way to Language, Harpe Harperr and RoRow, w, Nu
Nuev
evaa York, 11971,
971, p. 50.
 

28 CON SE C UEN CIA S DEL Ρ Κ Α Θ Μ Α Ή SMO

der allende del lenguaje hasta algo que lo «basa», o algo que éste
«expresa», o algo a lo cual cabe esperar que se «adecúe», han fraca-
sado. La ubicuidad del lenguaje tiene que ver con su desocupación,
favorecida poporr el
el fracaso de ttodos
odos los variopintos
variopintos candidatos al pues-
pues -
to de «puntos de partida naturales» del pensamiento, anteriores e
independientes de las maneras de hablar, presentes o pasadas, de
cierta cultura. (Entre los candidatos a tales puntos de partida cabe
incluir las ideas claras y distintas, los sense-data,  las categorías del
entendimiento puro, la lass estructuras
es tructuras de la consciencia prelingüística y
cosas por el estilo.) Peirce, Sellars y Wittgenstein nos dicen que el
regreso de la interpretación no puede detenerse gracias al tipo de
«intuición» asumida por la epistemología cartesiana. Gadamer y
Derrida afirm
a firmanan que nues
nuestratra cultura
cultura ha estad
estadoo bajo el dominio de la
noción de «significado
« significado trascendental
trascendental», », la cu
cual,
al, deteni
deteniendo
endo ese regre-
so, nos liberaría de la contingencia y de la convención para condu-
cimos a la Verdad. Foucault nos dice que nos estamos desasiendo
gradualmente del «confort  metafísico» proporcionado por la tradi-
ción Filosófica, de esa imagenima gen del Hombre en la que éste cuenta con
un «doble» (el alma, el Yo Yo Nouménico
Nou ménico)) que emplea
em plea el verdadero
verdad ero le len-
n-
guaje de la Realidad y no el mero mero vocabulario propio de uuna na época y
un lugar.
lugar. Por último, Heidegger nos advierte que si intentamos ccon- on-
vertir
ver tir eell lengua
lenguaje
je en un nuevo tópico
tópico de investigación FiloFilosófic
sóficaa sólo
conseguiremos recrear los viejos e interminables enigmas Filosófi-
cos que solíamos plantear en torno al Ser o al pensamiento.
Esta última consideración equivale a decir que no debemos debem os tomar
toma r lo
que Gustav Bergmann
Bergm ann llamaba
llamab a «giro lingüístico»
lingüístico» como lo hicieron
hicieron los
 positivis
 posit ivistas,
tas, com
comoo si nos
no s pper
ermi
mities
tiesee rresp
espon
onde
derr pr
pregu
egunta
ntass kkan
antian
tianas
as sin
tener
sobreque p isar el terrenoo la
pisar
la «experiencia» de«conciencia».
los psicolo
psicologistas,
«concienci gistas,
a». É sasólo
Ésa fue,con hablar
hablar,,lacon
de hecho, Kant,
motiva-
ción inicial
inicia l del ««gi
giro
ro»1
»166, pero
per o (gracias
(g racias al holismo y al pragm
pragmatism
atismoo de
los autores citados) la filosofía
filos ofía analítica pudo ir más allá de es esta
ta moti-
vación kantiana y adoptar una actitud naturalista, bbehaviorista,
ehaviorista, hacia el
lenguaje.
lenguaj e. Ta
Tall actitud la ha lleva
llevado
do a los mmismos
ismos derroteros pporor los que
camina la reacción «continental» contra la tradicional problemática
kantiana, reacción que encontramos en Nietzsche y Heidegger. Esta

16 a s e H a n s S l u g a ,  Fre
V ééa  Frege,
ge,  Routledge and Kegan Paul, Londres, 1980, «Introduc
ción » y cap. 1, con respecto a las mo tivacione s neokantianas y anti
antinatu
natural
ralista
istass de Frege.
 

INTRODUCCIÓN:: PRAG
INTRODUCCIÓN PRAGMATISMO
MATISMO Y FILOSOFÍA 29

convergencia demuestra que la tradicional asociación de la filosofía


analítica con un positivismo
positivismo impimpertérrito
ertérrito y de la filosofía «conti
« continental»
nental»
con un blando platonismo lle lleva
va a un completo engaño. La «pragmatiza
ción» de la filosofía analítica cumplió las expectativas positivistas, si
 bienn no del modo por
 bie po r ellos previsto. No
N o halló la senda
sen da segura
segu ra de la cien-
cia para la filosofía, si
sino
no más bien un camino que q ue la dejaba de lado.
lado. Esta
E sta
clase postpositivista
postpositivista de filosofía analítica viene a asemejarse a la tradi-
ción de Nietzsche,
Nietzsche, Heidegger y Derrida por po r cuanto comienza con la crí-
tica del platonismo
platonismo y acaba con la crítica de la Filosofía p se.  Ambas
 pee r se.
tradiciones
tradici ones atraviesan ahora un período de duda con respecto a su pro-
 pio estatuto. Ambas
Am bas viven
v iven a caballo entre un u n pasad
pa sadoo que
q ue repu
re pudia
diann y un
futuro que apenas vislumbran.

3. LA REACCIÓN REALISTA (I):


(I): REALISMO
REA LISMO TÉCNICO

Antes de pasar a hacer conjeturas sobre el aire que tendría una cul-
tura postFilosófica, debo aclarar que mi descripción de la presente
escena Filosófica es deliberadamente simplista. Por el momento he
ignorado el contragolpe antipragmatista. He bosquejado cómo se veían
las cosas
cosas unos diez años atrás,
atrás, al menos para un pragmatista henchido
de optimismo. En uno y otro lado del canal, la década siguiente ha pre-
senciado
senci ado una reacción favor
favorabl
ablee al realismo, término
térm ino que ha llegado
llegado a
convertirse en sinónimo de «antipragmatismo». Esta reacción cuenta
con tres diferentes motivos:
motivos: 1) la la opinión según la cual los modernos
modern os
refinamientos técnicos de la filosofía
filosof ía del
del lenguaje han puesto en duda
las tradicionales
tradicionales críticas
críticas del pragmatismo hacia
ha cia la «teoría de la verdad
comomatista
 prag
 pragma correspondencia»,
tista respo
res pond o, como
ndaa a ciertas
cier mínimo,
tas cuestiones
cuest ha n hecho
han cadass necesario
iones intrincada
intrin técn icasque
y técnicas el
antes
de seguir adelante; 2) la sensación de que la «profunda» significación
humana del libro de texto  Los problepro blemamass de la filo of ía  se ha subesti-
fi loss ofía
mado, de que los pragmatistas han amontonado problemas reales y
 pseudop
 pseu doprob
roblem
lemasas en una
un a frívola
frívol a orgía
or gía que conduc
con ducee a su «disolución»;
«disolu ción»;
3) la sensación
sensación de que sufriríamos
sufriríamos una importante pérdida si la Filoso-
fía, como disciplina autónoma, como Fach, d  desaparecies
esapareciesee de la escena
cultural (tal y como ha sucedido con co n la te
teología).
ología).
Este tercer motivo
motivo —el temor
tem or a lo que suced
sucedería
ería si nos quedásemos
q uedásemos
sólo con la filosofía y no con la Filosofía—
Filosofía— no representa
repre senta simp simplemen-
lemen-
te una reacción defensiva de especialistas ante la amenaza del desem-
 pleo. Es la convic
con vicció
ciónn de que una
un a cultur
cu lturaa sin Filoso
Filo sofíafía sería
serí a «irra
«ir racio
cio--
 

30 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

nalista», de que una vali


nalista», valiosa
osa capacidad humana quedaría atrofiada, o de
que una virtud central dedell hombre dejaría de servir de ejemplo. Mul-
titud de profesores de filosofía de Francia y Alemania y de filósofos
analíticos
analíticos de Gran Bretaña y Norteam
Norteamérica
érica comparten este mot
motivo.
ivo. A
los primeros les gustaría ocuparse de algo distinto del legado de Hei
degger,
degg er, de la eterna repetición de la «decon
«deconstrucción»
strucción» históricolitera
ria de la «metafísica occidental de la presencia». Los últimos querrían
volver a imbuirse del espíritu de los primeros positivistas lógicos, de
ese sentido de la filosofía
filos ofía en el que ésta es una acuacumulació
mulación n de «resul-
tados» gracias a un trabajo
trabajo pac
paciente,
iente, ri
riguroso
guroso y prefer
preferiblemente
iblemente coo-
 perati
 per ativo
vo sob
sobre
re pr
prob
oblem
lemasas form
formula
ulados
dos con pre preci
cisi
sión
ón (el es
espír
píritu
itu que
caracteriza al primer Wittgenstein, no al segundo). De modo que los
 profe
 pr ofeso
sores
res de fil
filos
osof
ofía
ía del con
contin
tinent
entee lan
lanzan
zan largas mimira
rada
dass ha
haciciaa la
filosofía
filoso fía analítica, sobre todo hacia lo loss filósofo
filósofoss analíticos «realistas»,
quienes se toman en serio los problemas Filosóficos. Y a la inver inversa,
sa, los
admiradores de la filosofía «continental» (de Nietzsche, Heidegger,

Derrida,
departamentos Gadamer, Foucault,
británicos por ejemplo)
y americanos son mejor
de literat
literatura recibidos yen
ura comparada los
cien-
cia política,
política, pongam
pongamos os por cas
caso,
o, que en los departamentos de filos filosofía.
ofía.
En ambos continentes exist existee el temor de que la filosofía pierda su tra-
dicional aspiración a un est estatuto
atuto científico y de que quede relegada a
algo «meramente literario».
Más tarde me extenderé con detalle acerca de este temor, cuando
hable de las perspectivas que ofrece una cultura en la que la distinción
ciencia/literatura haya perdido su importancia. Me centraré aho ahora
ra en los
dos primeros motivos recién enumerados, ligados a dos grupos huma-
nos enteramente distintos. El primero es propio de filósofos del len-
guaje como Saúl Kr Kripke
ipke y Michael Dummett, mientras que el segundo
lo es de escritores menos especialespecializados
izados y con mayor variedad de inte-
reses, como Stanley C Cavel
avelll y Thomas Nagel. Llamaré «realistas técni-
cos» a quienes se sirven de las tesis de Kripke acerca de la referencia
 para
 pa ra lo
loss ffin
ines
es de un
unaa epi
epistem
stemolo
ología
gía rea
realis
lista
ta (p
(por
or ejem
ejemplo
plo,, H
Har
artr
tryy Field,
Richard Boyd y, en ocasiones, Hilary Putnam). A Cavell, Nagel (y
otros, como Thompson Clarke y Barry Stroud) los llamaré «realistas
intuitivos
intu itivos». ». E
Estos
stos últimos objetan que las disoluciones
disolucione s pragmatistas de
los problemas tradicionales son «verificacionistas»:
«verificacionistas»: o sea, que los prag-
matistas creen que nuestra incapacidad de establecer lo que valida o
invalida determinada solución de un problema constituye una razón
 para
 pa ra de
dejar
jar de lado el probl
problema.
ema. AdAdopoptar
tar este pupunto
nto de vis
vistata es, según
 Nage
 Na gel,
l, no llleg
legar
ar a ve
verr que «el que un prob
problem
lemaa sea irreso
irresolub
luble
le no si
signi-
gni-
 

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 31
fica
fi ca que sea irre
irreal
al»1
»177. Los realistas intuitivo
intuitivoss enj
enjuici
uician
an al
al prag
pragmati
matismo
smo
 porr sus frutos, aleg
 po alegando
ando que la creen
creencia
cia pragma
pragmatist
tistaa en la ubicu
ubicuidad
idad del
lenguaje aboca a cierta minusvalía
minusvalía a la hora de reconoce
reconocerr que los pro-
 blemas
 blem as fil
filosó
osófic
ficos
os surgen precprecisam
isamente
ente allí dond
dondee el leng
lenguaje
uaje no se
adecúaa a los hechos. «Mi realismo con respecto al dominio de lo subje-
adecú
tivo
tiv o en cua
cualquiera
lquiera de sus formas — —afirm
afirmaa Nagel— conl conlleva
leva la creenc
creencia
ia
en la existencia de hechos que se encuentran fuera del alcance de los
concep
co nceptos
tos hu
humm a n os
os»» 18.
Los realistas ttécnicos,
écnicos, por el contrario, consideran que el prag pragma-
ma-
tismo es erróneo no porque aboque a un rechazo superficial de proble-
mas profundos,
profundos, sino porque se basa en una filosofía del lenguaje «fal-
sa», verificacionista. No les disgusta eell «verificac
«verificacionismo
ionismo» » por sus fru-
tos metafilosóficos, sin sino o porque ven en éste una malcomprensión de la
relación entre el lenguaje y el rpundo. En su opinión, Quine y Witt
genstein se equivocaron al al seguir la tesis de Frege según la cual el sig-

nificado
 pal
 palabra
abra———algo
—det
algo
determ determinado
ermina poria,laslointenciones
ina la referenc
referencia, intenciones
que la pal de aquien
palabr
abra selecemplea
cionaa enuna
seleccion el
mundo. Según el ellos,
los, sobre la base de la «n «nueva
ueva teoría de la referencia»
creada por Saú
Saúll Kripke estamos en situaci
situación
ón de pode
poderr construir una des-
cripción mejor,
mejor, noffegeana, dé las re relaciones
laciones palabramu
palabramundo.ndo. Mientras
que Frege, al igual que Kant, pensaba que nuestros conceptos fraccio-
naban una multiplicida
multiplicidad d indiferenciada de acuerdo con nuestros inte-
reses (tesis que aboca de manera bastante directa al «nominalismo psi-
cológico» de Sellars y a la indiferencia goodmaniana hacia la ontolo
gía), Kripke veía el el mund
mundoo como algo previame
previamente
nte dividido no sólo en
 particulare
 parti culares,
s, sin
sinoo en ggéner
éneros
os nat
naturales
urales de parti
particula
culares
res e inclu
incluso
so en rras-
as-

gos esenciales
gunta y accidentales
sobre la verdad  de «X es
 de deφ»dichos génerosdescubriendo
se responde y particulares. La es
cuál pre-
la
referencia de «X» —en tanto que hecho físico, y no por obra de las
intenciones de alguien— para
par a más ttarde
arde des
descubrir
cubrir si ese particular
partic ular o ese
género es φ. Sólo mediante dicha teoría «fisicalista» de la referencia,
afirman los realistas técnicos, puede preservarse la noción de «verdad
como correspondencia con la real realidad»
idad».. La respuesta del pragmatista a
esta pregu
pregunta
nta es bien distinta: investigar si, teniendo en cue
cuenta
nta cuantos

17 Thomas Nagel, M
 Mor tal Questions,   Cambridge Un
ortal University
iversity Press,
Press, Cambridge,
Cambridge, 1979, 
p. xii.
18 Ibíd., p. 171.
 

32 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

factores vengan al caso (y en particular nuestros propósitos a la hora de


usar los términos «X» y «φ»), «φ »), es más útil
útil abrigar la
la creencia «X es φ»
que su contradictoria
contradictori a o que alguna otra creencia expresada en términos
término s
enteramente distintos. El pragmatista está de acuerdo en que si uno
quiere preservar la noción de «correspondencia con la realidad realidad»» nece
nece--
sita una teoría fisicalista
f isicalista de la referen
refer encia
cia119, pero no ve por
po r qué preservar
pres ervar
esa noción.
noción. El pragmatista no posee noción alguna de verdad que le per-
mita dard ar senti
sentido
do a la afirmación
afirm ación de que a pesar de que nuestras
nuestras asercio-
nes nos permitieran
perm itieran lograr todos los propósitos
propósitos para los que fueron for-
muladas, éstas aún podrían ser falsas falsas y no «corresponder»
«corresponder» a cosa algu-
n a 20. Com
Co mo dice
dic e Putnam:
Putn am:

El problem a reside en que para un d ecid ido antirrealis


antirrealista
ta (pa
(para
ra un pragma
tista, por ejemp lo) la verdad  no
 no tiene sentido salvo com o n oción intr
intrat
ateór
eóric a. 
ica.
El antirrealista
antirrealista pue de emp lear la no ció n de verdad de manera intra teórica,, en  
intrateórica
el se ntido ofrecido por una «teoría de la redu
redundancia»
ndancia» [es decir, por una teo

ría
a según la cual «S e s verda
verdadero
dero» » significa, exacta y exclusivamente, lo que  

«S » sign ifica] pero no dispone de una noción extrateórica


extrateórica de ve verdad
rdad y d e refe
rencia. Pero la ex tensión [la referenc
rencia. referencia]
ia] está ligada a la no ción de verda d. La  
verdad.
extensión de un término
término es pre cisamentee aquello de
precisament  d e lo q
que
ue  el término es ver
 dadero
 dad ero..  Má s que int
intentar conservar la noción de verdad por vía de un rudo 
entar
operaciona lismo, el anti
antirre
rreali
alista
sta debería
debería aban
abandonar a no ción de extens ión tal 
donar lla
y como abandona la noción de verdad (en cualquier sentido extrateórico).  
Com o D ew ey, puede conte
contentar
ntarse
se con la noción de «af
«afirmabi
irmabilida
lidadd avalada» en  
avalada»
lugar de la n oci ón d e verdad [.. .] 21.

El problema que el realismo


realismo técnico suscita es por tanto éste:
éste: ¿exis-
ten razones técnicas, en el seno de la filosofía
filoso fía del lenguaje,
lenguaje, para conser-
var o abandonar
a bandonar esta noción extrateórica?
extrateórica? ¿Existen maneras no intuitiva
intuitivass
 paraa de
 par decidir
cidir si, tal como
com o cree
cre e el pragmatista,
pragmatis ta, la pregunta
pregun ta por la referen-
refer en-
cia de «X» es una cuestión sociológica —como dar pleno sentido a la
conducta lingüística de una comunidad— o si, como Har Hartry
try Field dice,
dice,

uno de lo s aspectos de la función sociológica d e un térmi


término que ese  
no es e l papel que
término cumple para cada uno de los distintos miembros de la comunidad lin

19 Sobre este punto, véa se el parág


parágrafo
rafo 6 del sép timo en sayo d e este libr
libro.
o.
20 V éase la defi
definición
nición de «realismo meta físico» que Hilary PutnamPutnam ofrece en estos  
términos en su libr o  M
libro  Mean
eaning
ing a
ann d the M
Mor
oral
al Scie
Sciences,
nces,   Routledge and Kegan P Paul,
aul, Lon
dres, p. 125.
21 Hilary Putnam,  Mind, Lan
Languguage
age an
andd Realit
Reality,
y,  Cambridge University Press, Cam
bridge, 1975 , p. 236.
 

INTRODUCCIÓN:: PRAGMATISMO
INTRODUCCIÓN P RAGMATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 33
güística; otro aspecto, que no pue
puede
de reducir
reducirse
se a l primer
primeroo   [cursiva añadi
añadida],
da], resi
de en cuáles son
so n los objetos o propiedades fí
físicas
sicas que caen bajo el término 72.

Con todo,
todo, no está claro en qué podrían consistir esos procedimien-
tos técnicos, no intuitivos.
intuitivos. Pues falta poporr aclarar cuáles son los datos que
la filosofía del lenguaje debe explicar. El dato citado con mayor fre-
cuencia consiste en que la ciencia es operativa, logra resultados:  nos
 permi
 per mite
te curar
cura r enferm
en fermedad
edades,
es, borra
bo rrarr del mapa
ma pa ciudades,
ciudad es, y cosas porpo r el
estilo.
estilo. ¿Cómo
¿C ómo sería esto posible, preguntan los realistas, si ciertos enun enun- -
ciados científicos no correspondiesen al modo de ser de las cosas en sí sí
mismas? Pero, replica el pragmatista, ¿cómo es que eso vale como una
explicación? ¿Qué otras otras especificaciones
especifica ciones de la rrelación
elación de «correspon-
«co rrespon-
dencia» pueden darse para que esta explicación tenga más valor que el
recurso a la virtus dormitiva (a la que el doctor de Moliere apelaba para
explicar por qué el opio provocaba el sueño)? ¿Qué cosa corresponde
en este caso, valga la expresión, a la microestructura
microestru ctura del opio? ¿Cuál es
la microestructura de esa «correspondencia»? El aparato tarskiano de
condiciones de verdad y de relaciones de satisfacción no resuelve la
 papeleta,
 papele ta, ya que dicho aparato
apara to se ajusta
ajust a igualmente
igua lmente bien
bie n a las teorías
fisicalistas «cimentadoras»
«c imentadoras» tipo Field como a las teorías coherentistas,
holísticas y pragmáticas
pragmá ticas tipo Davidson.
Davidson. Cuando
Cua ndo los realistas como Field
arguyen que la teoría de la verdad de Tarski es un mero armazón, al
igual que la teoría
teoría del «gen» de Mendel, que q ue requiere una «reducción»
fisicalistaa «a términos
fisicalist términos no semánticos»2
semán ticos»2 23los prag
pragmati
matistas
stas replic
re plican
an (jun-
(ju n-
to a Stephen Leeds) que «verdad» (como «bueno» y a diferencia de
«gen») no es una noción
noc ión explicativ
explic ativa2
a24. (O que, d dee serlo, la estructu
estru ctura
ra de
las explicaciones en las que se emplea
em plea requiere mayor análisis.)

22 Har
Hartry
try Field, «Mea
«Meaning,
ning, Lo gic and Conceptual Ro le»,  Jou  Journ
rnal
al o f Ph
Philos
ilosoph
ophy,
y,  
LXXTV
LXXT V (197
(1977),7), p. 398.
23 Field, «Tarski’s Theory o f Truth»
Truth»,, Jo
 Jour
urna
nall o f Ph
 Philos
ilosop hy,, LX IX (1972), p. 373.
ophy
24 En su libro
libro Me
 Mean
aning
ing aand
nd the M
Mororal
al Scie
Science s,  p. 16, Putnam at
nces, atribuye
ribuye esta opinión 
a Leeds. Cabe presumi
presumirr que Field responderí
responderíaa que sí es  una noc ión explicati
explicativa
va por cuan
to usamos las creencias
creencias de llaa gente com o índices del mod o de ser de las cosas en el mu n
do. [Con respecto a este argumento, véase «Tarski’s Theory o f Truth» Truth» y también el ar
tículoo de Field «M ental Represe
tícul Representat
ntations
ions»,
», en N ed Bloc k (ed.), Re Read
adin
ings
gs in Ph
Philo
iloso
soph
phica
ical 
l  
 Psych
 Ps ycholo gy,, vol. 2, Harv
ology Harvard
ard University
Unive rsity Press
Press,, Cambridge, Mass., 1981, p. 103. 103.]] E l prag
matista debería
debería responder
responder a su ve z que nuestra
nuestra pos
postura
tura no consiste
cons iste en afirmar
afirmar «Aceptaré 
lo que Jones dice como,  cet
 ceteris
eris pa
parih
rihus
us,, un indicio fiable del modo de ser del mundo»,  
sino en
e n afirma
afirmarr «Haré mías,  cet
 ceter
eris
is pa
parih us,, las afirmaciones de Jones».
rihus
 

34 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

En ocasiones, la búsqueda de una base técnica que decida la polé-


mica entre el pragmatista y el realista se detiene artificialmente cuando
cuando
el realista da por sentado que el pragmatista no sólo sigue a Dewey
«contentándose —como dice Putnam— con la noción de “afirmabili
dad avalada” en lugar de  la de verdad», sino que emplea esta última
noción pa
 para
ra anali
an aliza
zarr el signifi
sig nifica do  de «verdadero». Pero el pragmatis
cado prag matis-
-
ta, si demuestra tener
tener sabiduría
sabiduría,, no caerá en la tentación de completar
los puntos suspensivos en el enunciado

S  es verdadero
verdadero si y sólo
sólo si puede asev
as ever
erars
arsee ....

con la locución «una vez concluida la investigac


investigación»
ión» o «según los cáno-
nes de nuestra
nue stra cultura»
cultura » ni con cualquier
cua lquier otra
otr a cosa
co sa2
25. Reconocer
Reco noceráá la vali-
dez del argumento de d e la «falacia naturalista» debido a Putnam: así como
nada puede
pu ede rellenar los puntos susp
suspensivo
ensivoss en

 A  es lo mejor que puede hacerse en la circunstancia


circunstancia C si y sólo s i ....
tampoco, a fortior i, habr
fortiori,  habráá nada que rellene los puntos
punto s suspensivos en el
enunciado

Afirmar S  es
 es lo mejor
mejo r que puede hacerse en C   si
si y só
sólo
lo s i ....

Si al pragmatista se le aconseja no confundir la conveniencia de 


afirmar S  con
 con la verdad  de S, responde
 responderá
rá que dicho consejo constituye

25 D e hecho,
hecho, numero
numerosos
sos prag
pragmamatitist
stas
as (en
(entr
tree los que
que me cuento
cuento)) no siemp
siemprere han
han teni
tenidodo 
la pmde ncia suficiente para zafarse
zafarse de este ardid
ardid.. A menudo, el pragmatista
pragmatista ha visto en la 
definición de verdad de Peirce — la verdad verdad com o e l punto de convergen cia futu futura
ra de la 
investigac ión— una buena manera de captar captar la intuición realista
realista por la cual L a Verdad es  
Una. Pero e l pragmatista
pragmatista no cuenta con más razones para para intent
intentar
ar asi
asimilar
milar esta intuición 
que para
para acepta
aceptarr la intuición por la
la cual, en cualquier situación, existe siempre L a Ac ció n  
Moralmente Correcta
Correcta a Realizar.
Realizar. T amp oco cuenta co n razones para creer creer que una cien cia  
co m o la poes ía, en la que proliferan
proliferan sin cesar nue vos vo cabularios, sería inferior
inferior a otra
otra en 
la que todos los investigadores
investigadores se com unican sirviéndose
sirviéndose del Lenguaje de la Ciencia U ni
ficada.
ficad a. [He d e dar las gracias a Putnam,
Putnam, quien m e persuadió a no dejarme seducir por la la  
definic ión de Peirce, aunque, claro
claro está,
está, las razones de Putnam
Putnam no coin ciden co n las mías. 
H e de dar
dar igualm
igualm ente las gracias a Sim ón Black bum por su reciente artícul artículoo «Truth,
«Truth, Rea- 
Theory», M
lism, and the Regulation o f Theory»,  Mididwe
westst Stu
Studies
dies in Philo
Philoso
soph
phy,
y,  V (1980), pp.
pp. 353-  
371 , en el que subraya que «Pudiera ser ser que la idea d e revisión (de nuestras
nuestras teorías) basta
basta
se para interpretar comentarios relativos a la posible incorrección de nuestra teoría predi
lecta, pero que no bastase para
para justificar la idea de un lím ite de la inves tigación » (p. 138).]

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 35
una petición de principio.
principio. LLaa cuestión es precisamente si «lo verdad
verdade-
e-
ro» es algo más que lo que William James defi definía
nía como: «el nombr
nombree de
todo aquello cuya creencia demuestra ser beneficiosa, y además por
razoness defin
razone definidas
idas y sseña
eñalad
ladas»
as»226. En op
opinión
inión de James, «verdadero» se

asemeja
cumplidoa «bueno» o a a«racional»
que se hace en cuanto
las oraciones nocióncumplir
que parecen normativa,
cum como do
plir su cometiun
cometido
y que encajan con otras oraciones que también
tam bién lo hacen. En su opinión,
creer que La Verdad
Verdad está «ahí fuera» cuadra perfectamente con la con-
cepción platónica según la cual El Bien está «ahí fuera». Pensar que
caemos en el “irracionalismo” siempre y cuando no abriguemos «Lo
que la verdad es, Aquello cuyo conocimiento complace a nuestras
almas, aunque nos haga perecer» es como pensar que caemos en el
«irracionalismo» siempre y cuando no nos complazca pensar que La
Ley Moral resplandece en el mundo nouménico, pese a todas las vicisi-
tudes de nuestras vidas espaciotemporales. Para el pragmatista, la

noción de «verdad»
confusión entre como algo «objetivo» proviene simplemente de la

(I) Gran parte d del


el mundo es como eess pensemos lo que pensemos
sobre éste
éste ( o lo que es lo mismo, nuestras creencias tienen una
eficacia causal muy limit
limitada)
ada)

y
(II) Ademá
Ademáss del mundo, existe ahí fuera algo llamado «la verd verdad
ad
sobre el mundo» (lo que James llamaba con sarcasmo «un ter- 
tium quid  intermediario
 intermediario entre los hechos p se , por un lado,
 pee r se,
y nuestro conocimiento
con ocimiento de éstos, por el otro»
otr o»)2
)27.

El pragmatista asiente de todo corazón a (I) —no— no porque sea un ar-


tículo de fe metafísica, sino simplem
simplemente
ente porq
porque
ue es una creenci
creenciaa ssobre
obre
la que jamá
jamáss hemos tenido razones que la pongan en duda— pero no
 puede
 pu ede da
darr raz
razón
ón de (II). Cuand
Cuandoo el rea
realis
lista
ta inte
intenta
nta exp
explic
licar
ar (II) rec
recu-
u-
rriendo a

26 W illiam James,
James, Pr
 Pragm
agm ati
atism
sm an d the M ean ing ofT ruth ,  Harvard
ofTruth Harvard Universit
Un iversityy Press, 

Cambridge,, Mass ., 1978, p. 42.


Cambridge
27 Ibíd., p. 322

36 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

(III)
(III) La verdad sobre
sobre el mu
mundo
ndo consiste en una relación
relación de
de
«correspondencia» entre determinadas oraciones (muchas
de las cuales, sin duda alguna, están por formular) y el mun-
do mismo

el pragmatista sólo puede contentarse con decir, una vez más, que
durante siglos y siglos las tentativas de definir qué es la «correspon-
dencia» han demostrado ser fallidas, sobre todo a la hora de explicar
cómo y por qué el vocabulario último de la física acabará por ser el de de
La Naturaleza, aquél que, al fin y al cabo,
cabo, nos permite formular oracio-
nes que se ciñen a lo que la propia Naturaleza piensa de sí misma
misma..
Estas razones impiden que el pragmatista piense que, por muchas
otras cosas que pueda hacer
hace r la filosofía del lenguaje, ésta vaya a cul-
m inar en una definición de «verdadero» que supere a la de JJames. ames. No
tiene inconveniente en conceder que la filosofía del lenguaje puede
realizar otras muchas tareas. Puede, pongamos por caso, seguir a
Tarski y ejemplificar cómo sería la definición de un predicado veri
tativo para un lenguaje dado. El pragmatista puede aceptar con
Davidson que definir dicho predicado —desarrollar una teoría de la
verdad para oraciones
oraciones del inglés
inglés,, digamos— serí seríaa una buena mane-
m ane-
ra, y quizá la única, de presentar el lenguaje a modo de estructura
recursiva,, susceptibl
recursiva susceptiblee de ser aprendi
aprendida,
da, ofreciendo así una teoría ssis-
is-
temática
tem ática del ssigni
ignificad
ficado
o para tal len gu
guaje
aje2
28. Pero tambié
tambiénn concuerda
conc uerda

28 O bservemos
bservemos que que la pr
preg
egun
unta
ta po
porr la pos
posibi
ibili
lidad
dad de u
una
na «teo
«teorí
ría
a sis
siste
temáti
máticaca de
dell sig
nificado para un lenguaje dado» se emplaza en una zona ambigua, entre la pregunta  
«¿Podemos dar cuenta sistemáticamente de todo aquello que el usuario de cierto len
guaje natural tendría que saber para tener competencia lingüística?» y la pregunta  pregunta  
«¿Po dem os lograr
lograr una semántica filos ófic a que sirva de fundamento al resto resto de la filo
sofía?». M ichael D um mett aúna des desconcertantemente
concertantemente ambas preg preguntas
untas cuando afirma
afirma  
que la concep ción m etafilosófica de W ittgenste
ittgenstein,
in, la que niega la pos
posibilidad
ibilidad de que la  la  
filoso fía sea sistemática, la que presupone
presupone la imp osibilidad de una «teoría
«teoría si sistemática
stemática  
del significado» (Dumm ett, Tru Truth
th an d O ther Enigmas,  Harvar
Harvard d Univers ity Press, Cam
bridge, Ma ss., 1978, p. 45 3). D umm ett ac aciert
ierta
a al afirmar
afirmar que W ittgenstein ha de admi
tir
tir que «el hech o de que todo aquel que dom ine determinado lenguaje es capaz de enten
der un número infinito de oraciones de e se lenguaje...
lenguaje... difícilm ente puede explicarse sin  
recur
rec urri
rirr al supuesto por el cual cada hablante
hablante d ispone de una com prensión implícita de  de  
cierto número de principios gener ales que rigen el u so de las palabr palabras
as en las oraciones 
oraciones  
del lengu aje» (ibíd., p p.. 45 1) y que con ello W ittgenstein se decanta hacia dicha «teoría «teoría  
sistemática».
siste mática». Pero conceder que ésta sea la única única explicación del hecho en cuestión no  no  
le obliga a uno a creer, con Dummett, que «la filosofía del lenguaje es el fundamento
 

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 37


con Davidson en que eso es todo lo que Tarski puede ofrecemos y
todo lo que puede sonsacarse
sonsacarse de una reflexión
reflexión Filosófica
Filosóf ica en tom
tomo o a
la Verdad.
Al igual que el pragmatista no debería caer en la tentación de «cap-
« cap-

tar el contenido filosófico


filosófi co de nuestra noción de verdad» (sin olvidar las
 par ticula
 partic ularid
ridade
adess de dicha
dich a noción
noc ión que hace
ha cen
n del realism
rea lismoo algo tentad
tentador)
or),,
tampoco debería
d ebería caer en la tentación de Dummett, tomando partido en
el debate sobre la «bivalencia». Dummett (quien también abriga sus
 propia
 pro piass dudas
dud as sobre el realismo
real ismo)) ha sugerido
suge rido que buen
bu enaa parte
pa rte de las
disensiones
disension es tradicionales en la polémica realismopragmatismo pu pueden
eden
clarificarse gracias al aparato técnico de la filosofía
filo sofía del lenguaje, obe-
deciendo líneas como las siguientes:

En multitud de áreas surge una disputa filosófica de idénticas caracterís


ticas generales:
generales: el alegato a favor o en contra del realismo sobre enunciados 
concernientes a una temática
temática de determinado tipo, o m ejor dicho, sobre enun
ciados d e cierto tipo gene
general.
ral. [En otr
otroo lug
lugar,
ar, Dum mett pone com o ejem plo los  
enunciados de carácter moral, los enunciados matemáticos, los enunciados  
acerca del pasado y lo s enunciados mod ales.] Tal disputa consiste en una op o
sición entre dos puntos de vista sobre el significado que poseen los enuncia
dos d el género en cuestión, y por tant
tantoo sobre cóm o adscribi
adscribirles
rles las nocio nes  
de verdad y falsedad. Para
Para el realist
realista,
a, hem os asignado a dich os enunc iados un

del resto de la filosofía» (ibíd., p. 454 ). U no podría seguir a Wittgenstein y dejar


dejar de ver 
la filosofía c om o la actividad de ofr
ofrecer
ecer «análisis» y negar así llaa presuposición que sub
yace a la tesis de Dummett, según la cual «es imposible determinar plenamente la  
correcc ión de cualquier fragmento de análisis practicado en otra otra rama de la filosof
filosofía
ía  
hasta que sepam
significado os co n lenguaje»
de nuestro suficient
suf icientee (ibíd.).
certeza Dummett
qué formasedebe cobr
cobrar
contenta arcon
unaeste
tteoría
eoría correcta
correct
último a del 
comen
tario
tar io a la hhora
ora de explicar por qué la filosofía del lenguaje e s «fundamento» d el resto de 
la filosofía.
filosofí a. C om o ttrat
ratéé de argumentar
argumentar en el cap. 6 de La filo fi lo so fía
fí a y e l esp ejo
ej o d e la natu
 rale
 ra za,, el hecho de que la semántica filosófica creciese en el seno de la metafilosofia  
leza
no significa que una semántica madu madura ra y fructíf
fructífera
era — una buena «teoría sistemática del 
significado de un lengualenguaje»—
je»— tenga necesariamente consecue ncias metafilosóficas.  
Los niños reniegan con frecuencia de sus progenitores. Cierto es que Dummett no se  
equivoca al pe pensar
nsar que la ob obra
ra de Wittgenstein no «dota de un fundamento sólido a la 
práctica filosófica fritura» del tipo que los positivistas esperaban (y Dummett sigue  
esperando) de la obra de Frege (ibíd., p. 452). Mas sólo alguien convencido de ante
mano de q ue la semántica debe facilitar facilitar a los filóso fos pautas de «a nálisis» imputaríimputaríaa  
esta ausencia de fundamentación al hecho de que Wittgenstein fracase a la hora de  
«facilitamos una idea general de la forma que una teoría del significado debe cobrar»  

(ibíd.,, p. 453). W ittgenst


(ibíd. ittgenstein
ein creí
creía,
a, por mo tivos ajenos a la semántica, que la filosofía no  
era la clase de cosa que dispusiera de fundamentos, semánticos o no.

38 CONSEC
CON SECUEN
UENCI
CIAS
AS DE
DELL PR
PRAG
AGIV
IVLA
LATI
TISM
SMO
O

signific ado tal que sabem os, para


para cada uno d e el los, que ha de ocurrir
ocurrir para
para que 
sea verdadero.
verdadero. [...] Por lo general, las condicio nes d e verdad
verdad de un enunciado
enunciado  
no son algo que podamos reconocer cuandocuando se dan,
dan, si es que se dan, ni siquie
ra algo para
para lo que dispongam os de un procedimiento e fectivo que determine
determine 
si se dan o no. Por consiguiente, el significado que logram os adscri
adscribir
bir a nues
tross enunc iados es de un tipo tal
tro tal que su verdad o su falsedad es por lo general  
independiente de que sepamos, o de que dispongamos de medios para saber,  
cuál es su valor veritativo.
veritativo.
La interpretación
interpretación anti
antirrea
rrealis
lista
ta se opon e a esta tesis realista
realista sobre lo s en un
ciados de una clase dada. Según esta interpretación, los significados de los  
enunciados de la clase en cuestión no se n os dan en té términos
rminos de condicione s  
bajo las cuales
cuales d ichos enunciados son verdadero
verdadeross o falsos, concebidas com o  
condiciones que se dan o no se dan con independencia de nuestro conoci
miento o de nuestra
nuestra capacidad
capacidad de conocer, sino en términos de co ndiciones  
que para
para nosotros es tablecen la verdad o la falsedad de los enun ciados de e sa

Puesto que la «bivalencia»


«bivalencia» es la propiedad de ser o bien verdadero
o bien falso, Dummett piensa que la posición realista con respecto a
cierta área (los valores morales,
morales, digamos, o los mundos posibles) ads-
cribe la bivalenc
bivalenciaia a enunciado
enunciadoss que versen sobre cosas tales.
tales. Su mane-
ma ne-
ra de formular
form ular la polémica
polém ica realismo
realismo versus antirrealismo sugier
sugieree pues
que el pragmatista
pragma tista niega
niega la bivalencia
bivalencia a todos los enunciados y que la
«extrema» realista
realista la adscribe a todos ellos,
ellos, mientras que una mayoría
 juic
 ju icio
iosa
sa tiene
tien e la sens
sensatez
atez de distinguir
distin guir entre los enunciad
enun ciados
os bivalen
biv alen-
-
tes de la física y los no bivalentes
bivalentes de la moral, por ejemplo. LLaa «bivalen-
cia» se adjunta así al «compromiso ontólogico» como un modo de
expresar desfasadas concepciones metafísicas
metafísicas en un lenguaje semánti-
co puesto al día.
día. Cuando concebimos al pragmatista como u un
n metafísi
co cuasiidealista cuyo único compromiso ontológico son las ideas ideas o las
oraciones, quien no cree que haya nada «ahí fuera» que haga verdadero
cualquier tipo de enunciado, encaja limpiamente en el esquema de
Dummett.
Pero, claro está, no es ésta la imagen
image n que el pragmatista
pragm atista tiene de sí
mismo. No se ve a sí mismo como metafísico de ningún tipo, dado que
no entiende  la noción de «h ab e r...
r... ahí fuera» (salvo
(salvo en el sentido lite-
ral de «ahí fuera», según el cual significa «en determinada localiza-
ción espacial»).
espacial»). N
Noo enc
encuentra
uentra provechoso explicar la convicción pla-
tónica acerca del Bien o de Los Núm Números
eros afirmando
afirm ando que el platónico
platónico
Dummett, Tru
Truth
th an
andd Oth
Other
er Enigmas, p. 358.

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 39

cree que «[...]


«[...] es verdadero o falso inde
independien
pendientemente
temente del estado
e stado de
nuestro conocimiento
conocim iento o de loslos procedimiento
proced imientoss de investigación
investigación dispo-
nibles». Le parece que el «es» de esta oración
oració n es tan obscuro como el
«es» de la oración «Ésta
«És ta es
es La Verdad».
Verdad». Al hacer
hace r frente al
al pasaje de
Dumm
Dummett ett anteriormente
uno a diferenciar un «tipo cit
citado,
ado,
de el pragmatista
significado» se pregunta
de otro, y en quécómo pasa
consisti-
ría tener «intuiciones» sobre diferentes tipos de enunciados. Él es un
 prag
 pr agm m atista
ati sta deb
debido
ido precis
pre cisam
ament
entee a que
q ue no tiene
tie ne esas intuicio
intu icione
ness (o a
que quiere desembarazarse
desemb arazarse de cualesq
cualesquiera
uiera intuicione
intuicioness de ese tipo que
 pudi
 pu dier
eraa tener).
tene r). Cuando
Cua ndo se hace
hac e la pregu
pre guntntaa de si «sab
« sabee qué
q ué debe
d ebe ocu-
oc u-
rrir para que cierto enunciado S  sea verdadero» o si se limita a saber
«qué condiciones establecen para nosotros la verdad o la falsedad de
los enunciados de esa clase», se siente tan impotente como cuando cua ndo se
le pregunta «¿Estás
«¿Estás realmente enamorado, o es una m mera
era pasión pasa-
 jera
 je ra?»
?».. Tiende
Tien de a sospe
sos pech
char
ar que es un unaa preg
p regun unta
ta bastan
bas tantete inútil
inúti l y que
en modo alguno puede responderse apelando a la introspección. Pero
cuando de la bivalencia se trata no parece parec e haber
habe r otro modo. Dumm D ummett ett
no nos ayuda a ver lo que que cuenta como un bbuen uen argumento a la hora
de adscribir la bivalencia a los enunciados morales o modales, por
ejemplo; se limita a decimo
deci moss que hay quien la adscribe y hay quien no,
debido probablemente
probablemente a que han nacido con temperamentos metafí metafísisi
cos contrapuestos. Si uno nace sin concepciones metafísicas —o si,
habiendo caído en el pesimismo con respecto a la utilidad de la filo- filo -
sofía,
sof ía, uno intenta conscientemente
conscientemente evitar tales tales concepciones— tendrá
la sensación de que la reconstrucción que Dummett Dumm ett hace de las con-
troversias tradicionales explica lo obscuro apelando a algo igualmen-
te obscuro.
Lo dicho sobre Field y sobre Dum Dummett mett pretende poner en duda la
concepción del «realista técnico» según la cual la controversia entre
 pragm
 pra gmatiatism
smoo y realism
reali smoo debe
de be ser
s er re
resu
suelt
eltaa en un terren
terr enoo angos
an gosto
to y cla
cla-
-
ramente demarcado dentro de la filosofía del lenguaje. Pero tal terre-
no no existe. Con toda seguridad,
seguridad, la culpa no es de la filosofía
filo sofía del len-
guaje, sino del pragmatista. Éste se niega a adoptar una postura: a dar
un «análisis» de «S  es verdadero», por ejemplo, o adscribir adscr ibir o denegar
la bival
bivalencia.
encia. Rehúsa
Re húsa a realizar jugad
jug adaa alguna
algu na en ninguno  de los jue- ju e-
gos a los que se le invita a particparticipar.
ipar. Para
Pa ra él, la «semántica
«semánt ica de la refe-
rencia» o de la «bivalencia» únicamente tiene interés cuando alguien
intenta tratar estas nociones a modo de explicaciones, no sólo como
nociones que
ón;expresan
cierta función;
funci por intuiciones,
p or ejemplo, explicarsino
«porcomo nociones
qué la ciencia que
lograrealizan
tantos

40 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

res ultad
result ados
os»3
»30
0. Llegados a este punto, el pragm
pragmatista
atista hac
hacee uso de su
valija de gambitos dialécticos de probado
probad o ac ie
iert
rto
o 31. Se dispone a
argumentar que no hay ninguna diferencia pragmática, ningunaningun a dife-
rencia que marque
m arque efectivamente
efectivamente un
unaa diferencia, entre «d«daa resul
resultado
tado

 por quee es verda


 porqu ver dader
dero»
o» y «es verdad
ver dadero
ero por
porqu
quee da resu
resulta
ltado
do»,
», al igua
iguall
que no la hay entre «es devoto porque los dioses lo aman» y «los dio-
ses lo aman porque es devoto». Por otra parte, argumenta que no hay
diferencia pragmática alguna entre la naturaleza de la verdad y su
 prueba
 pru eba,, y que es
esta
ta pr
prue
ueba
ba — qué enu
enunc
nciad
iados
os he
hemm os de ase
asever
verar—
ar— no
consiste (exceptuando unos cuantos enunciados perceptivos) en una
«comparación con la realidad». Según el realista, todos estos gambi-
tos incurren
incurre n en una petición de principio, dado que el realista intuye

30 Sobre la prete
pretensión
nsión de que el pragmatismo no pued e dar razón de los lo gros de la la  
ciencia (desarrol
(desarrollad
ladaa con m ás detalle en un próximo lilibro
bro de Richard
Richard Boyd) véase Simón  
Blackb um , «Tru
«Truth,
th, Realism, and tthe
he Regulation o f Theory» (citado anter
anteriormen
iormente,
te, en la
la  
nota 25), en partic
particula
ularr pp. 35 6-360 . Estoy de acuerdo
acuerdo con la co nclusión final de Blac k
bum: «en los co ntenciosos sob sobre
re mor
moral,
al, condicionales, ccontraf
ontrafácti
ácticos
cos y matemáticas,
matemáticas, elel  
realismo sólo es digno de defensa bajo una interpretación que lo convierta en una pero
grullada»
grull ada» (p. 370 ).
31 Esta valija de ardides contie ne cantida
cantidad
d de valiosa s antigüedades, algunas de las las  
cuales fueron legadas al pragmatista por Berkeley  a tra vés   de los idealistas británicos. 
británicos. 
Dich a asociación del pragmati
pragmatismo
smo con los argumento
argumentoss de Berkeley en favor del fenom e
nalism o ha llevad o a mu chos realistas (Lenin, Putna Putnam)
m) a sugerir
sugerir que el pragmatismo es:es:  
 a)   una mera variante del fenomenalismo,  b)  intrínsecamente «reductivista». Pero argu
mentar
ment ar en fav
favor
or de u un
n fenom enalismo tipo Berkeley no só lo ex ige la máxima pragmát
pragmátii
ca por la la cual las cosas son com o son conocidas, sino también la tesis (jus (justamente
tamente crcriti
iti

cada por Reid, Green, W ittgenstein, Sellars, Austin et al.) de que pode m os dar sentido a a  
la noción de «idea» debiddebidaa a Berkeley. Sin esta últúltima
ima noción, no p odem os proseguir en  en  
la dirección marcada por la tesis del idealist
idealista
a británi
británico
co por la cual « la realidad es de natu
raleza espiritual»
espiritual».. E l fracaso a la hora de distingui
distinguirr entre
entre las premisas d e Be rke ley es res
ponsable buena parte de la retórica realista acerca de la creencia del pragmatista en la  
«maleabilidad» de la realidad, de su incapacidad para apreciar el carácter en bruto del  
mu ndo material y de su parecido habitual
habitual con lo s idealistas al no darse cuenta de que «la  
relación entr
entree las cosas físicas y las mentes es extema». Con todo, hay que reconocer q que
ue  
W illiam James dijo dijo a vec es cosas a laslas que podía acachaca
hacarse
rse tales
tales acusaciones. (Véa se, 
se, 
p. e., el desastroso y frívolo texto de la página 125 de su obra  Pra  Pragm
gmatis
atism.
m.  En el quinto 
quinto  
ensayo del pres
presente
ente llibro
ibro cri
critic
tico
o a D ew ey por sus oca sionales extravíos por iidénticos
dénticos se n
deros.) Con respecto al «redu ctivismo» , la defensa del pragmati
pragmatista
sta ante tal acusación co n
siste en afirmar que ya que en su opinión todos los vocabularios son herramientas para  
cumplir ciertos propó sitos y no representaciones del ver verdadero
dadero modo de ser de las cosas,
cosas,  
no le e s posible afirmar que «Todo X es en
afirmar en realida d  Y », aunque sí pu
aunque  p u ed e  decir q ue, para
para  
ciertos propósitos, resulta
resulta más prove choso hablar
hablar en términos de Y que en términos de X.

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMAT
PRAGMATISMO
ISMO Y FILOSOF
FILOSOFÍA
ÍA 41

que ciertas diferencias pueden ser reales sin  que marquen una dife-
rencia, que en ocasiones el ordo essendi es diferente del ordo cognos- 
cendi, que en ocasi
ocasiones
ones la naturaleza de X no nos prueba
prueb a la presencia
de la Xidad. Y así sucesivamente.
Según creo, nuestra conclusión debe ser que el realismo técnico se
hunde en el realismo intuitiv
intuitivo:
o: que la única cuesti
 cuestión
ón debatible que obra
en poder del realista es su convicción de que la emergencia de los vie-
 joss y entrañable
 jo entrañabless pro
problem
blemas
as mmetafísic
etafísicos
os (¿hay realmente universales?,
¿hay realmente objetos con poder causal, o sólo los po  postu
stula moss?) obe-
lamo
decía a un buen fin, traía algo a la luz, tenía su importancia. Pero lo que que
el pragmatista desea someter a debate es precisamente esto. No desea
discutir sobre las condiciones necesarias y sufici
suficientes
entes para que una ora-
ción sea verdadera, sino que pre precisa
cisame nte  desea discutir si  la práctica
mente
que aspira a encontrar una manera Filosófica
F ilosófica para aislar la esencia de
La Verdad
Verdad ha cum
cumplido
plido de he
hecho
cho su cometido. D Dee modo que la polémi-
polém i-
ca entre elenpragm
 práctica, pragmatista
cómooatista
cóm abo y ellarealista
abordar
rdar his intui
intuitivo
historia
toria detivo reside enLa
la Filosofía. cómo
ve abordar
verdad
rdadera esa-
era con
con-
troversia gira en tomo al puesto de la Filosofía en la filosofía occiden-
tal, al puesto que en la historia intelectual de Occidente ocupocupaa determ
determi-
i-
nada serie de textos que suscitan los «profundos» problemas Filosófi-
cos que el realista quiere preservar.

4. LA REACC
REACCIÓN
IÓN REALISTA (I
(II)
I):: REA
REALISMO
LISMO INTUITI
INTUITIVO
VO

En realidad,
realidad, el tema a debate ent
entre
re el pragmatis
pragmatista
ta y el realista intui-

algo no
tivo  es que
más si tenemos
la mera intuiciones que vienen
afirmabilidad» o que «ena decir que «la interviene
los dolores verdad es
algo más que los estados cerebrales» o que «hay una pugna pug na entre la físi-
ca moderna
modern a y nuestro sentido de responsab
responsabilidad
ilidad moral». Por supuesto 
que tenemos esas intuiciones. ¿Cómo podríamos dejar de tenerlas? Se
nos ha educado en el seno de una tradición intelectual rodeada de ese
tipo de declaraciones,
declaraciones, y de otras como «Si Dio Dioss no existe, todo está per-
mitido», «La dignidad del hombre reside en sus lazos con el orden
sobrenatural» y «No debemos mofamos de las cosas sagradas». Pero
decir que debemos hallar una concepción ffilos ilosófic
óficaa que «capture» esaesass
intuiciones constituye
constituye una petición de principio en lo referente al deba deba- -
te entre el pragm
pragmatista
atista y el realis
realista.
ta. El pr
pragma
agmatista
tista nos apremia a hacer
todo lo que podam
podamos
os para dejar de tener  esas intuiciones y a desarrollar
una nueva tradición intel
intelectual
ectual..

42 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Al realista intuitivo esta sugerencia le suena a ofensa, pues le parece


tan deshonesto suprimir intuiciones como suprimir datos experimenta-
les.. Según la conciben,
les conciben, la
l a filosofía tiene que hhacer
acer justicia
just icia a las intuicio-
nes de todos. Así como la justjusticia
icia social es algo que ha de emanar
em anar de ins-
tituciones cuya existencia todo ciudadano podría justificar, la justicia
intelectuall ha
intelectua h a de ser posible gracias al hallazgo de tesis que cualquiera,
cualquiera,
si dispone del tiempo y de la capacidad dialéctica suficientes, aceptaría
aceptaría..
Esta visión de la vida intelectual presupon
presuponee o bien que, contra lo que sos-
tienen los profetas de la ubicuidad
ubicuida d del lenguaje antes citados
citados,, el lengua-
 je
 j e no siempre está
es tá presente, o bien que, pese a las apariencias,
apariencias, todos los
vocabularios son conmen
conmensurables.
surables. La
L a primera alternativa equivale
equivale a afir
afir-
-
marr que al menos ciertas intuiciones no  están en función de cómo se nos
ma nos
ha enseñado a hablar,
hablar, de los ttextos
extos y de las personas con
c on las que cada
cada
cual ha topado. La L a segunda alternativa
alternativa equiv
equivale
ale a afirma
afir marr que las intui-
ciones inmersas en los vocabularios de los guerreros homéricos, los
sabios budistas, los científicos de la Ilustración y los actuales críticos
literarios
literarios franceses no son tan diferentes
diferentes como p parecen;
arecen; equivale a afir-
marr que en cada uno hay elementos comunes que la Filosofía puede ais-
ma
lar,
lar, de los que se sirve para formular tesis racionalmente aceptables para
todos ellos y para
par a formular problemas a los que todotodoss ellos se enfrentan.
enfrentan.
Por otro
otro lado, el pragmatista cree que la búsqueda de una comuni- co muni-
dad humana universal
universal conducirá a su propio fracfracaso
aso desde elel momen-
mome n-
to en que intente preservar los elementos de toda tradición intelectual,
todas las intuiciones «profundas» que cualquiera pueda haber tenido.
 No arribarem
arrib aremosos a ella intentando
inte ntando aislar
aisla r la esen
esencia
cia huma
hu mana
na común
com ún a
Aquiles y a Buda, a Lavoisier y a Derrida. La alcanzaremos, si es que

 pod
 podem
emos,
os, logros
mediante me
median
diante
te actosendevez
poéticos creación,
creació n, más
má s que
de Filosóficos. Nodees descubrim
des cubrimiento,
probable iento,
que la
cultura que transcienda,
transcienda, y por tanto unifique, al Este y al Oeste, a mun-mun -
danos y a galácticos,
galácticos, haga justici
justiciaa a todos por
p or igual;
igual; dicha cultura evo-
cará ambos polos
po los con la divertida condescendencia
condescendencia típica de las nue
nuevas
vas
generaciones cuando recuerdan a sus antepasados. De manera que la
reyerta del pragmatista con el realista intuitivo debería centrarse en el
estatuto  de las intuiciones —en su derecho  a ser rrespetadas—
espetadas— y no en
cómo determinadas intuiciones
intuiciones podrían ser «sintetiz
«sintetizadas»
adas» o «explica-
das». Para dar el debido trato a su oponente, el pragmatis
prag matista
ta debe empe-
emp e-
zar por admitir
adm itir que las intuiciones
intuiciones reali
realistas
stas en cuestión son tan profun-
das y compulsivas como el realista dice, para después intentar cambiar
de tema preguntando: Y qué hemos de hacer  con   con dichas intuiciones,
¿extirparlas
¿extirparlas o hallar un vocabulario
vocabulario que les haga
ha ga justicia?

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 43
Désde el punto de vista del pragmatista, adscribir «profundidad» a
los temas que los libros de texto decimonónicos compendiaban como
«los problemas de la filosofía» es sólo una form formaa de decir que no enten-
deremos determinado período de la historia de Europa a no ser que nos
hagamos una idea de qué com comportaba
portaba la preocupación por tales temas. temas.
(Pensemos en declaraciones análogas acerca de la «profundidad «profundidad» » de los
 problemas
 prob lemas relativos al patripasia
patri pasianismo
nismo,, al arrianism
arria nismo, o, etc., discutid
discutidos
os
 porr algunos P
 po Padres
adres de
d e la Iglesia.) El pr
pragm
agmatis
atista
ta está incluso
inc luso dis
dispuesto
puesto
a ir más allá para afirmar, con Heidegger,
Heidegger, que no entenderemo
entenderemoss Occi-
dente a nos ser que entendamos qué significaba preocuparse de temas
como los que preocupaban a Platón. Los realistas intuitivos, antes que
«retrotraerse» al modo historicista de Heidegger y Dewey, o al modo
cuasiantropológico de Foucault,
Foucault, se dedican a salvaguard
salvaguardar ar la tradición,
a hacemos plenamente occidentaoccidentales.
les. Su manera de hacerlo queda ejem-
 plific
 pli ficad
adaa por
p or los intentos de Clarke y Cavell de interpre inte rpretar
tar «el legado
del escepticismo» no como el problema de si tenemos la seguridad de
no estar soñando sino como el problema de qué tipo de ser podría pod ría hacer-
hace r-
se esa preg
pr egun
untata3
32. Amb
Ambos os hac
hacen
en uso de la existencia
existe ncia de figura
fig urass como
Descartes a modo de indicios de algo importante acerca de los seres 
humanos, y no simplemente acerca del Occidente moderno.
El mejor ejemplo de esta estrategia es la manera que Nagel tiene de
actualizar a Kant,
Kant, reuniendo toda una un a serie de problemas aparentemente
dispares
dispar es bajo la rúbrica «subjetivoobje
«subjetivoobjetivo»
tivo»,, al igual que
q ue Kant
K ant reunió un
conjunto de problemas parcialmente coincidentes bajo la rúbrica rú brica «con
dicionadoincondicionado»
dicionadoinco ndicionado».. Nagel
N agel se hhace
ace eco de Kant al afirmar:

Bie n pudier
Bien pudieraa ser que alg
algunos
unos problemas filosófico
filosó ficoss carezcan de solución. 
Sospecho
Sosp echo que
q ue esto es así cuando de los más antiguos y profundos se trat trataa. Éstos 
nos muest
muestran
ran los límites de nuest
nuestro
ro entendimiento. En eese se caso nuestra capa
cidad de penetración
penetración depende de d e que n os aferre
aferremos
mos firmemente al problema
problema 
en vez de abandonarlo, y de que lleguemos a entender por qué fracasa cada 
nuevo
nue vo intento de solucionarlo y por qué fracasaron
fracasaron los anteriores
anteriores intentos.
intentos. (D e 
ahí que
que estudiemos las obrobrasas de filósofo s com o Platón y BerBerkeley,
keley, cuyas op opii
nion es nadie acepta
acepta.).) Los prob
problemas
lemas insolu bles no son por ello irreales3
irreales333.

32 Vé ase Thom pson ClarkClarke,e, «The Lega cy o f Skepticism»,  Jou


 Journa
rnall o f Philoso
Phil osophy
phy,, 
LX IX (19 72),
72 ), pp.
pp. 754-7
75 4-7 69
69,, sobre todo el parág
parágrafo
rafo fi
final.
nal. Tanto
Tanto Cavell com o Nage
Na gell ccitan
itan 
este en sayo com
ensayo c om oVéa
epistemológico. unaseclarifi
clarificación
cación
el d écimo ende
sayola «profundid
«profundidad»
de este libr ad»dedic
ibro,
o, de la
dedicado tradi
tradición
ado ción del
a Cavell
Cavell.. escepticism o
 

33 Nag el, M
 Mor
ortal
tal Questio ns,  p. xii.
Questions,

44 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATIS


PRAGMATISMO
MO

Para hacemos
hacem os una idea de lo que Nagel tiene en e n mente, examinemos
su ejemplo del problema del «azar moral»,moral», del hecho de que uno sólo sólo
 puede
 pu ede se
serr elogiado
elogia do o culpabiliz
culp abilizado
ado moralme
mora lmente
nte de aque
aquello
llo que está bajo
su control, aunque en e n la práctica
prác tica nada lo esté.
esté. Como
C omo dice Nagel:

Bajo este exam en, e l ámbito de la acción propiamente


propiamente dicha, y por tanto
tanto 
del juic io moral legítimo, parece
parece reducirse
reducirse a un punto
punto inextenso. Todo parece
parece 
resultar de la influencia de una combinación de factores, anteriores y poste
riores a la acción, sobre lo s que e l sujeto agen te no tiene co ntr ol34
ol34.

 Na gel p
 Nagel pien
iensa
sa que tenem
te nemos
os a nuestro
nue stro alcance
alca nce un
unaa «solución
«solu ción»
» típica
típ ica-
-
mente llana,
llana, verificaci
verificacionista,
onista, para este proble
problema.
ma. Podemos llegar a esta
solución (la de Hume) entrando en detalles relativos a los tipos de fac-
tores extemos que en nuestra opinión cuentan o no a la hora de restar
mérito moral a una acción
acción::

Esta tesis compatibilista acerca


acerca de los juicio s m orales daría
daría cabida a las con
diciones normales de responsabilidad
responsabilidad — la ausencia de coerción, ignorancia o 
involuntari
involuntariedad—
edad— com o parte
parte determinan
determinantete de lo que alguien ha h echo, aunque
aunque 
se en tiende que no exclu ye la influencia de buena parte
parte de lo que no ha he ch o3
o35
53
6
.

Pero esta actitud relajada, pragmática, humeana —la actitud que


sugiere que no existe una verdad última acerca de la Libertad o de la
Voluntad, y que las personas son moralmente responsables de todo lo
que sus pares se inclinan a creer que lo son— deja sin expli
explicar
car por qué
se ha pe
 pens
nsad
adoo  que en este punto hay un problema:
problema:

Lo ú nico m alo de esta solución e s su fracaso a la


la hora
hora de explicar
explicar cómo  
surgen los problemas
problemas escépticos. Pues no surgen
surgen de la imp osición de un requi
sito extemo y arbitrario, sino de la naturaleza del propio juicio moral. Debe  
haberr algo en la idea que comúnmente tenemos de las accion es de alguien que 
habe
permita explicar la aparente necesidad de substraer de éstas cualquier cosa  
que meramente suceda, aun cuando la consecue ncia última de tal substracci
substracción
ón  
sea que nada qu ed a3
a344.

Pero ello no equivale a decir que necesitamos una teoría metafísica


de la Naturaleza de la Libertad
Liberta d del ttipo
ipo que Ka
Kant
nt (al menos en algunos
 pasajes
 pas ajes)) parece
par ece propo
pr oporcio
rcionam
namos.
os. An
Antestes bien,
34 Ibíd., p. 35.
35 Ibíd.,
Ibíd., pp. 35-36 .
36 Ibíd., p. 36.

INTRODUCCIÓN:
INTRODUCCIÓN: PRAGM
PRAGMATISMO
ATISMO Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 45
[...] en cierto modo e l problema
[...] problema carece de solución , puesto que hay algo eenn la 
idea de acción que resul
resulta
ta in
incompatib
compatible
le con que las acciones sean sucesos o 
que las personas
person as sea
seann co sa s3
s377.

otro
Ya que
gámoslo a las
así, personas
hemos no les queda con  remedio
de conformamos que ser
una intuición, cosas,
que di-
nos se-
ñala «los límites de nuestro entendimiento»
en tendimiento» y, po
porr tanto,
tanto, de nuestro
nues tro len-
guaje.
Comparemos ahora la actitud de Nagel hacia «la naturaleza del ju i-
cio moral» con la de Iris Murdoch. Murdoch considera que el intento
kantiano de aislar un sujeto agente que no sea un objeto espaciotem-
 poral
 por al constituye
constituy e un viraje desafortu
desaf ortunado
nado y contum
con tumaz az del pensam
pen samiento
iento
occidental. Dentro de cierta tradición postkantiana, dice Murdoch

se tiene extrem o cuidado en em plazar la voluntad en un lug


lugar
ar ai
aislado.
slado. Se la 
aísla de la creencia, de la razón,
razón, del sentimiento, y aun así es el
e l centro esen
cial del
d el yyoo [..
[...]
.] 38.

Según Murdoch, esta concepción existencialista del sujeto agente


como voluntad aislada
aislada viene acompañada por una «poderosísima
«poderosísima ima-
gen» del hombre que ella encuentra «extraña e inverosímil», una ima-
gen que representa un «matrimonio feliz y fértil entre el liberalismo
kantiano y la lógica wittgensteiniana
wittgensteinia na solemniz
s olemnizada
ada por
po r Freu
Fr eud»
d»339. A su
modo de ver,
ver,

el existencialismo, en sus versiones continental y anglosajona, es un intento 


de resolver el problema sin en realidad hacerle frente: de resolverlo atribu
yend o al iindividuo
ndividuo una liber
libertad
tad vacía y solitaria
solitaria [...].
[...]. Lo cierto es que lo que 
describe es la terri
terrible
ble soledad del individuo abandonado en una m inúscula isla 
situada en medio de un mar de hechos científicos, y la moralidad escapando  
de la ciencia
cien cia co
conn la sola ayuda de un frenético salto de la vo luntad 40.

En lugar de prestar refuerzos a esta descripción (cosa que hacen


 Nagel
 Nag el y Sartre), Murdo
Mu rdoch
ch desea
de sea dar marc
m archa
ha atrás, situándose
situ ándose antes de
las nociones kantianas de vo
volunta
luntad,
d, antes de la formulación
formu lación kantiana
kantia na de
la antítesis entre determinismo y responsabilidad, antes de d e la distinción

37
Ibíd., p. 37.
38

Irish Thee Sovereignty o f G


Th Good,
ood,  Schocken, Nuev a Yor
39
Ibíd., Murdoch,
p. 9. York,
k, 197 1, p. 88..
40
Ibíd., p. 27.

46 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

kantiana entre un yo moral y un yo empírico.


empírico. Desea retomar el vocabu-
lario de la reflexión moral que un cristiano creyente inclinado hacia el
 platonism
 plato nismoo habría
habr ía empleado:
empleado : aquel en el que la «
«perfec
perfección»
ción» es un
u n ele-
mento central, en el que la atribución de responsabilidad moral es un
elemento en buena medidam edida accesori
accesorio,
o, y en el que el descubri
descubrimiento
miento del
yo (del propio
pro pio o d
delel del próji
prójimo)
mo) es la ina
inacabable
cabable ta
tarea
rea del aam
m or
or441.
Al contraponer
contra poner a Nagel y a Murdoch, no trato (equivocadamente) de
incluir a Mu
Murdoch
rdoch en la lista de camaradas pragmatistas, ni tamp tampoco
oco de
acusar (falsamente) a Nagel de ceguera para con la variedad de cons-
ciencia moral que Murdoch
M urdoch repre
representa
senta.. Deseo más bie
bienn ilustrar la dife-
rencia que existe entre asumir un típico problema
problema filosófico (o un haz
de problemas interrelacionados, tales como la libera volúntate, la yo
idad,
idad, la acción y llaa rresponsabilidad)
esponsabilidad) y preguntar, por un lado, «¿Cuál es
su esencia? ¿A qué abismos inefables, a qué límite del lenguaje, nos
aboca? ¿Qué nos enseña sobre el ser humano!»,  y,  y, por otro, «¿Q
«¿Qué
ué cla-
se de
de personas
persona s vería aquí un problem
problema?a? ¿Qué voc
vocabulario,
abulario, qué imagen
del hombre, resultaría de tales problemas? ¿Por qué, siempre y cuando
estemos subyugados po porr estos problemas, vemos en ellos problemas
“profundos” y no reductiones ad a d absurdum de cierto vocabulario? ¿Qué
absurdum
nos enseña la persistencia de estos problemas sobre nuestra condición 
de europeos del siglo XJf!».  Ciertamente, Nagel no se equivoca, y es
m uy lúcido, al aabord
bordar
ar ccómo
ómo un conjunto de id
ideas,
eas, cuyo máximo expo
expo--
nente es Kant, nos empuja hacia esa noción conocida como «lo subjeti-
vo»: el punto de vista personal, fuera del alcance de la ciencia y de toda
«marcha atrás», que constituye un límite para la comprensión. Pero
¿cómo podemos decidir afirmar «tanto peor para la solvencia de los
 pro blemas
 problem as filosó
fil osófic
ficos,
os, para
pa ra el alcan
alcance
ce de nues
nuestro
tro lenguaje
lenguaje,, para nuestro
ímpetu “verificac
“ver ificacionista”
ionista”»,», o por el contrario «tanto peopeorr par
paraa las ide
ideas
as
Filosóficas que nos han abocado a este callejón sin salida»?
Lo mismo
mism o cabe decir del re resto
sto de problemas
problemas filosóficos que Nagel
reúne bajo la rúbrica «objetivosubjetivo»
«objetivosubjetivo».. E Ell mejor ejemplo de la opo-
sición entre las intuiciones «verificacionistas» y «realistas» quizá lo
 brinde
 brin de el ccéleb
élebre
re aartíc
rtículo
ulo de Nag
Nagelel «¿E
«¿Enn qué cons
consiste
iste ser un mu
murci
rciéla-
éla-
go?». Nagel apela aquí a nuestra intuición de que «podemos imaginar
qué es ser un murciélago» pero no un átomo o un ladrillo, afirmando
que la filosofía de la mente wittgensteiniana, ryleana, anticartesiana,
Ibíd.,, pp. 28-30 .
Ibíd.

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 47


«no captura» esta intuición. Este último movimiento filosófico culmi-
na en una actitud
actitud desdeños
desdeñosaa ha
hacia
cia las «s
«sensaci
ensaciones
ones en bruto» —por
ejemplo, hacia la pura ipseidad   fenomenológica y cualitativa del
dolor— sugerida por Daniel Dennett
Dennett::

Reco miendo
Recomien do renunciar
renunciar a la incorregibili
incorregibilidad
dad de todo tipo de dolor, y de  
hecho a  tod as  las característi
 todas características
cas «esen
«es enciale
ciales»
s» del
d el dolor, para
para ceder los estados  
dolorosos a cualesquiera «géneros naturales» de estados cerebrales que los 
científicos que
q ue investigan el cerebro
cerebro descubran
descubran ( si es que llegan a descubri
descubrirr 
alguno) que en condiciones normales ocasionan los efectos normales [...]. 
Una de nuestras
nuestras intuiciones
intuiciones referentes
referentes al dolor consiste en e n que algo sea o no 
un dolor
dolor es un hecho bruto
bruto y no algo que quepa decididecidirr en fon dó n de lo que 
convenga
conve nga al teórico.
teórico. M e op ongo al intento
intento de preservar
preservar esta intuición,
intuición, y aun
que usted discrepe, toda teorí
teoríaa que yo dé a luz, por predictiva
predictiva y elegante que 
sea, no será bajo su punto de vista una teoría del dolor, sino sin o s ólo una
u na teoría de 
lo que, ilícitamente,
ilícitamente, yo he decidido llamar dol  dolor.
or. Pero si, com
c om o he afirmado,
afirmado, 
las intuiciones
intuiciones que llegado el caso tendríamos
tendríamos que respetar
respetar no forman un con
 ju
 junt
quentoningún
o co
ningcons
nsis
úniste
tent
nte,
robot e,ni
nno p ue
uede
i ningún deordenador
haber
ha ber una
un apodría
t eoría
teo
podríría ve
verda
rdader
deraaladverdadera
a instanciar el do
dolor
lor,, deteoría
maner
ma nera
dela 
 

dolor, co sa que tendría


tendría que hacer para
para sentir
sentir realmente dolor [...]. Puede
Pued e que 
la incapacidad del modelo robótico para satisfacer todas nuestras demandas  
intuitivas
intui tivas no se deba a un misterio
misterio inaclarabl
inaclarablee que en vuelve
vuelv e al fenómen
fenó menoo del 
dolor, sino a la perenne incoheren
inco herencia
cia de nuestro usual concepto
conc epto de dolo
d olor4
r422.

 Nag el es uno de quiene


 Nagel quieness desapru
desaprueban
eban la reco
recomen
mendació
daciónn de Den
Dennett.
nett.
Su antiverificacionismo se hace del todo patente eenn el siguiente tex
texto:
to:

[...] si de una nave espacial fueran


[...] fueran saliendo
saliendo cosas,
cos as, y si no tuviéramos la segu
ridad
ridad de si son
s on máquinas o seres conscien
c onscientes,
tes, nuestra
nuestra incógnita tendrí
tendríaa una
una 
solución incluso en el caso de que dichas cosas nos fueran tan poco familia
res que jam ás pudiéramos
pudiéram os hallarla
hallarla.. E llo dependería de q ue éstas tuvieran una 
naturaleza, y no de que existan semejanzas conductuales que avalen nuestra  
afirmación.
Parece ser pues
pue s que la pos
postura
tura que adopto es m ás «realista» que la de Witt
W itt-- 
genstein;
genstei n; quizá ello se deba a que adopto posiciones
posicio nes más realistas
realistas que las de 
Wittgenstein cualquiera
cualquiera qu
quee sea e l tema, no sólo acerca de lo mental. Creo que 
la pregunta
pregunta de si las cosa s que salen de una nave espacial sonso n conscientes
consc ientes  de
 debe
be  
tener una respuesta.
respuesta. Presumiblem ente, W ittgenstein diría que esta suposició
sup osiciónn 
refleja una confianza infundada en que cierta imagen determina sin ninguna  
ambigüedad su propia
propia aplicación.
aplicación. E sa imagen es la de algo que ocurreocurre en el  
interi
interior
or de sus cabezas (o de lo que tengan en lugarlugar de cabezas) que no puede 
observarse
observar se por medio de la disección.
Daniel
Dan iel Dennett, Brain
 Brainstorm s,  Bradfo
storms, Bradfors
rs Boo ks, M ontgom eiy, Vt., 1978, p. 228.

48 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Emplee la imagen que emplee para representar esta idea, me parece que  que  
sé q ué sign ifica que dichas co sas tengan una natural
naturaleza,
eza, y que el q ue sean o 

no conscientes depende de cuál sea esta na natu
tural
raleza
eza,, y no de la posibilidad
posibilidad de 
de  
extrapolar adscripciones mentales basándonos en una evidencia análoga al  al  
caso humano. Los estados mentales conscientes son estados en los que algu
na cosa se encuentra, se trate de los míos o de los de alguna extraña criatura.  
Tal v ez la perspectiva wittgensteiniana pueda dar
dar cabida a esta intuición, pe
pero
ro  
de mom ento ignoro cóm o hac erlo4
erlo43
34
.

Lo cierto es que Wittgenstein no puede  dar cabida a esta intuición.


intuición.
El problema
problem a es si cabe pregunt
preguntarle
arle si hemos de renunciar a la intuición
intuición
«verificacionista» y pragmática por la cual «toda diferencia debe mar
r   efectivamente una diferencia» (que Wittgenstein expresa en su
car 
ca
comentario «Una rueda que puede girarse sin que con ella se mueva el
resto, no pertenece a la máquina» M)  o si por el contrario hemos de
renunciar a las intuiciones de Nagel referentes a la consciencia. Por lo
demás, tenemos ambas intuiciones. En opinión de Nagel, su copresen-
cia es
es índice de ququee nos hallamos en los llímites
ímites del entendimiento, de
que hemos tocado fondo. En opinión de Wittgenstein, es mera muestra
del poder de convicción de la imagen cartesiana, una imagen que «nos
tiene cautivos. Y no podemos salir, pues reside en nuestro lenguaje, y
éste parece
parec e repe
repetírn
tírnosla
osla ine
inexora
xorablem
blemente
ente»4
»45.
Decía al comienzo de este epígrafe que el realista intu intuitivo
itivo podía res-
 ponde
 po nderr de dos modos alternativos a la proppropuesta
uesta pragmati
pragmatistasta de reprimir
deliberadamente ciertas intuiintuicion
ciones.
es. Podía optar po
porr decir que el lengua-
 je no
n o es ubicuo ——queque existe un tipo de conscien
consciencia
cia de los hech
hechos
os que no
 puedee expresars
 pued expresarsee en el lenguaje y que ningún argumento pue puede
de poner en
duda— o por ser más indulgente y decir que hay un lenguaje cardinal
común a todas las tradiciones que es indispensable desglo
desglosar
sar.. Uno pu
pue-
e-
de imaginarse
imaginarse a Nagel blan
blandie
diendo
ndo contra Murdoch esta última afirma-
ción, argumentando que hasta el género de discurso moral que Murdoch
Mu rdoch
 precon
 pre coniza
iza va a par
parar
ar en el mism
mismoo concepto de «voluntad aislada» propio
del discurso moral kantiano. Pero contra el intento de Dennett de abolir
nuestras intuiciones, Nagel debe blandir la primera. Tiene que ir a por
todas y negar
neg ar que nuestro conocimiento quede limitado por el lenguaje
que hablamos. Llega a decir otro tanto en el pasaje que sig
sigue:
ue:
43 Nagel,  M
 Mororta
tall Question
Que stions,
s,   pp. 192-193.
Wittgenstein, Ph
44 Wittgenstein,  Philo
iloso
soph
phic
icalal Inves
Investiga
tigation
tions,
s,  I, secc. 271.
45 Ibíd., I, secc. 115.

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍ


FILOSOFÍA
A 49
Si alguno se inclina a negar la pos ibilidad de creer en la existen cia de  
hechos cuya naturaleza exacta escapa por completo a nuestra compren
sión, debería percatarse de que al pensar en los murciélagos estamos casi  
en la misma posición que esta
estaría
ríann los m urciélagos inteligentes o los mar
ciano s si intentasen hacerse una idea de en qué con siste tener nuestra
nuestra natu
raleza. La estructura de sus propias mentes les imposibilitaría lograrlo, 
pero sab em os que estarían
estarían en un error
error si co nclu yes en que no ha y nada que que 
sea propiamente nuestra
nuestra naturaleza.
naturaleza. Y lo s abem os porque sabe mo s en qué 
con siste tener nuestra
nuestra natural
naturaleza.
eza. Com o también sabem os que en ella cabe 
una enorme suma de diversidad
diversidad y comp lejidad,
lejidad, y que s
 sii bien
b ien no po se e m o s  
el vocabulario que la describa adecuadamente,   su carácter subjetivo es  
sumamente específico, algunos de cuyos aspectos pueden describirse en  
términos que sólo criaturas como nosotros pueden entender [cursiva aña
dida]46.

Chocamos aquí con el suelo rocoso


rocoso de un
unaa cuestión metafilosófica:
¿cómo demonios puede alguien apelar a un conocimiento no lingüísti-
co en un argumento filosófico?
filosófico ? El problem
problemaa res
reside
ide en si la parálisis dia-
léctica es índice de profundidad filosófica o de improcedencia de un
lenguaje que ha de ser reemplazado por po r otro que no aboque a tales pará-
lisis. Precisamente aquí  radica el problema del estatuto de las intuicio-
nes, que como yay a he dicho constituye la verdadera disputa entre el prag-
matista y el realista. La corazonada de que, por ejemplo, la reflexión
sobre algo digno de llamarse «juicio moral» nos abocará con el tiempo
a los problemas que Nagel describe es un punto discutible, sobre el que
la historia de
de la ética puede arrojar luz. A diferencia de la intuición de
que tener nuestra naturaleza consiste
consiste en algo inefable — en algo que no
cabe aprender creyendo proposiciones verdaderas,
verdaderas, sino sólo teniéndo
la — sobre la que n
nada
ada pu
puede
ede arro
arrojar
jar luz. U
Una
na de dos, la aafirm
firmació
ación
n es
o insondable o vacía
vacía..
El pragmatista piensa lo seg
segundo,
undo, y de hecho piensa
piens a que buena par-
te del tratamiento que Nagel da a lo «subjetivo» delimita un espacio
vacío dentro de la red verbal,
verbal, para después aafirm
firmar
ar que ahí existe el ser
y no la nada.
nada. A
Aunque
unque ello no se debe a que obre en podepoderr de argumen-
tos independientes
independientes para una teoría filosófica conforme a la cual (como
dice Sellars) «Toda consciencia es un episodio lingüístico» o «El signi-
ficado de una proposición es su método de verificación». Eslóganes de
tal jaez no son el resultado de una investigación Filosófica sobre la
Nagel, M
 Mor
ortal
tal Questio ns,   p. 170.
Q uestions,

50 CON SEC UEN CIA S DEL PR


PRAG
AGNL
NLVT
VTTS
TSMO
MO

Cons ciencia o eell Significad


Consciencia Significado,
o, sino simplemente formas de aleccionar al
 público
 públi co cont
contra
ra la tradi
tradición
ción Filosó
Filosófica.
fica. (Al igual que el aserto «Ningún
«Nin gún
impuesto sin representación política» no constituía un descubrimiento
sobre la naturaleza de los Impuestos, sino una expresión de descon-
fianza hacia el Parlamento Británico de aquel entonces.) No hay argu-
mentos concisos y tajantes que prueben la inexistencia de cosas como
las intuiciones, argumentos basados
basado s a su vez en algo más sólido que las
intuiciones. Para el pragmatista, lo único  malo de las intuiciones de
 Nagel
 Na gel es qu
quee sean em
emplead
pleadas
as para legitim
legitimarar un voca
vocabula
bulario
rio (el vocab
vocabu-
u-
lario kantiano en moral, el cartesiano en filosofía
filo sofía de la mente) que en su
opinión ha de ser erradicado y no fortalecido.
f ortalecido. Pero su único argumento
en pro de la erradicación de tales intuciones y vocabularios radica en
que la tradición a la que pertenecen no ha cumplido sus promesas, tie-
ne más
m ás inconvenientes que ventajas, se ha convertido en una pesadilla.
pesadilla.
El dogmatismo
dogma tismo de Nagel acacerca
erca de las
las intuiciones no es ni peo
peorr ni mejo
mejorr
que la incapacidad del pragmatista a la hora de aducir argumentos no
circulares.
El resultado de la confrontación entre el pragmatista y el realista
intuitivo sobre el estatuto de las intuiciones admite dos descripciones:
 bien
 bie n co
como
mo u un
n con
conflicto
flicto entre intui
intuicion
ciones
es relativa
relativass a la impo
im porta
rtanci
nciaa que
éstas tienen, bien como cierta preferencia de un vocabulario frente a
otro.
otro. El realista
r ealista será part
partidario
idario de la prime
primera
ra descripción y el pragm
pragma- a-
tista de la segunda. Carece de importancia cuál de ambas descripcio-
nes empleemos,
empleemo s, siempre y cuando quede claro que la diferencia diferencia estri
ba en si
s i la filo
filoso
sofía
fía está obligada
obligada a tratar
tratar de hallar pupunto
ntoss d par tida  
dee partida
naturales ajenos a las tradiciones culturales o si toda filo so fía debe  
limitarse
limi tarse a comparar y marcar disti distinciones
nciones ent
entre
re las tradi
tradicione
cioness cul
turales.  Volv
Volvemos
emos pues a topam
topamosos con el problema de si la filosofía ha
de ser Filosofía. El realista intuitivo cree que existe algo tal como la
verdad Filosófica
Filo sófica porque cree que, subyaciendo a todo texto, hay algo
que no es tan sólo un texto más, sino algo a lo que los distintos textos
intentan «ajustarse». El pragmatista no cree que exista algo así. Ni
siquiera cree que pueda aislarse algo como «los propósitos para cuyo
cumplimiento
cum plimiento construimos vocabularios y formas cultural culturales»
es» que pue-
dan emplearse para contrastar vocabularios y formas culturales. Pero
sí cree que en el proceso de contrastar entre sí vocabularios y formas
culturales traemos a escena nuevos y mejores modos de hablar y de
actuar, modos que no son mejores ateniéndonos a un canon previa-
mente conocido, sino por cuanto llegan a p
 paa re ce m o s  indudablemente
mejores que sus predecesor
predecesores.
es.

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 51

5. UNA CULTURA POSTFILOSÓFICA

Comencé afirmando que el pragmatista se negaba a aceptar la dis-


tinción Filosófica entre una verdad de primer orden, como correspon-
dencia con la realidad, y una de segundo, como lo que conviene creer.
Dije que con ello planteaba el problema de la supervivencia de una cul-
tura sin Filoso
Filosofía,
fía, sin el inten
intentoto plat
platónico
ónico de segregar las verdades
meramentee contingentes y convenciona
merament convencionales les de las Verd
Verdades
ades que van más
allá.
allá. Los dos últimos epígrafes, en los que he intentado repasar el últi-
mo asalto del combate «realista» contra eell pragmatismo, nos no s ha devuel-
to a mi distinción inicial
inicial entre filosofía y Filosofía
Filosofía.. E
Ell pragmatismo nnie-ie-
ga la posibilidad de ir más allá de la idea de Sellars de «ver cómo las
cosas se relacionan entre sí», cosa que, para el intelectual libresco de
nuestros días, significa
signific a ver en qué medida todos los distintos vocabula-
rios de cualesquiera épocas y culturas se relacionan entre sí. La «intui-
ción» es sólo el último
último nom
nombre
bre de un recurso que nos apearía del tiovi tiovi-
-
vo literario, histórico, antropológico y político en el que giran dichos
intelectuales, para conducimos a un terreno «progresista» y «científi-
co», a una estrategia que nos llevllevaría
aría de la filos
filosofía
ofía a la Filo
Filosofí
sofía.
a.
Comentaba anteriormente que había un tercer motivo para la reac-
ción antipragmatista,
antipragmatista, la mera esperanza de apearse del mencionado
mencionad o tio-
vivo.
viv o. Esta esperanza tiene su correlato en el miedo de que, de no haber
una tarea cuasicientífica propia de la filosofía, de no haber un Fach 
estrictamente profesional que distinga al profeso
profesorr de filosofía del histo-
riador o del crítico literario, se habrá perdido algo que viene siendo
esencial para la vida intelectual de Occiden
Occidente.te. Ciertamente, este miedo
tiene razón de ser. Si la Filosofía desaparece, habremos perdido algo
esencial para la vida intelectual de Occidente, al igual que perdimos
algo esencial cuando las intuiciones religiosas dejaron de contar como
candidatos intelectualmente respetables para la articulación Filosófica.
Pero la Ilustración pensaba, con toda razón, que la religión sería susti-
tuida por algo mejor. De igual manera, el pragmatista apuesta que la
cultura «científica», positivista,
positivista, producto de la Ilustración, será substi-
tuida por algo mejor.
Decidir si el pragmatista tiene motivos para ser tan optimista con-
lleva decidir
decidir si es posible imag
imaginar,
inar, o desear, una cu
cultura
ltura en la que nadie
 —oo al me
 — menos
nos ning
ningún
ún intelectual— crea que contam
contamos,
os, en lo m
más
ás ppro
ro--
fundo
to con de nosotros,o con
nosotros,
la realidad no lounestamos,
criter
criterio
io sique determ
determine
obramos inepod
en si estamos
poder en dad.
er de la Vercontac-
Verdad. En
esta cultura,
cultura, ni sacerdotes, ni físicos,
físicos, ni poetas serían considerados seres

52 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

más «racionales», más «científicos» o más «serios» que los demás.


 Ning
 N ingun
unaa parcela
parc ela de la cultura
cul tura podría
pod ría escoge
es cogerse
rse como
co mo ejemplo
ejem plo (o como
com o
notable contraejemplo) de las aspiraciones de las demás. No tendría
sentido que, además
ademá s de los criterios
criterios intradisciplinares en uso, prestaran
obediencia a otros criterios transdisciplinares, transculturales y ahistó
ricos.. En tal cultura aún existiría
ricos existiría el culto a los héroes, si bien no a hé-
roes descendientes
desce ndientes de los dioses, alejados del resto de la humanida
hum anidadd por
po r
su cercanía a lo inmortal. Se trataría solamente de la admiración senti-
da hacia hombres y mujeresm ujeres excepcionalmente
excepcionalmente aptos para cada cad a una de
las innumerables tareas a realizar. Personas así no estarían en posesión
de un Secreto arrancado
arrancad o en el camino de la Verda
Verdad,
d, sino que serían sen-
cillamente personas valiosas
valiosas po
porr su humanidad.
 A fort
fo rtio ri,,  en dicha cultura no habría un personaje al que llamar
iori
«Filósofo», encargado de explicar cómo y por qué ciertas áreas de la
cultura disfrutan de una relación especial con la realidad. Semejante
cultur a contaría sin duda con especialistas que viesen cóm
cultura cómo o las cosas se
relacionan entre sí. Mas dichas personas no se ocuparían de un tipo
especial de «problemas»,
«pro blemas», ni dispondrían de un «método» especial,
es pecial, ni de
cánones
cánon es disciplinares que les fueran propios, ni tampoco
tampo co se catalogarían
como miembros de un cole colectivo
ctivo «profesio
«profesional».
nal». Podrían guardar cierto
cierto
 parecid
 par ecidoo con los profe
p rofesore
soress de filo
filoso
sofía
fía contem
con temporá
poráneo
neoss por
p or mostra
mo strarr
mayor interés
interés por la responsabilidad moral que por la prosodia, o por
la articulación
articulación verbal que porpo r la corporal,
corporal, pero también
tam bién podría ocurrir
lo contrario. Serían intelectuales de amplias miras dispuestos a
manifestar su opinión sobre casi todos los temas, con la esperanza de
mostrarr su interrelació
mostra interrelación.
n.
Dichaa cultura
Dich
ta, quienes hipotética«decadente».
la consideran hiere tanto alLos
platónico comopiensan
platónicos al positivis-
que
carece de principio rector,
rector, de centro, de estructura.
estructura. Los positivistas
positivistas
 pien
 pi ensa
sann que no guarda
gua rda el debid
debido o respe
respeto
to po
porr los hecho
hec hoss inneg
innegable
ables,·
s,· po
porr
ese ámbito cultural —la — la ciencia—
ciencia— en el que la búsqueda de la verdad
 preva
 pre valec
lecee sob
sobrere la opini
op inión
ón y la emoción
emo ción.. Lo
Loss plat
p latón
ónico
icoss gusta
gu staría
ríann de
una cultura
cu ltura regida por lo eterno.
eterno. Los positivistas gustarían de otra regi-
da por lo temporal, porpo r el irresistible
irresistible impacto del modo de ser del mun-
do.. Mas ambos
do amb os querrían una cultura dirigida, sometida, que no queda-
se abandonada a su suerte. Para ambos, la decadencia reside en la
renu ncia a someterse a algo que se encuentra «ahí fuera», a admitir que
renuncia
 p
 por
or en
enci
cima
ma de los lengua
len guajes
jes qu
quee hablan
habla n ho
homb
mbres
res y mujeres
muje res,, existe algo
al go
a lo que dichos lenguajes, y los mismos hombres y mujeres que los
hablan, tratan de «adecuarse». Por ende, para ambos, la Filosofía, en

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 53


calidad de disciplina que marca una línea divisoria entre tales
tales intentos
de adecuación y las demás facetas de la cultura, y por tanto entre ver-
dades de primera y segunda división, está obligada a luchar contra la

decadencia.
De manera que la pregunta por la conveniencia de tal cultura
 post
 po stF
Filo
ilosó
sófi
fica
ca tam
tambié
bién
n pued
puedee fo
form
rmul
ular
arse
se d
del
el m
mod
odoo que
qu e sigue:
sigu e: ¿cabe
¿ca be
tomar francamente en serio la ubicuidad del lenguaje? ¿Podemos
autoconcebimos como seres sin contacto alguno con la realidad sal
vo cuando optamos p o r una descripción, com  como o seres que, como dice
Goodman,
Good man, co construy
nstruyen
en mund
mundos os en vez de de descscub
ubrir
rirlos
los447? Esta pr
pre-
e-
gunta no tiene nada que ver ve r con el «idealismo», con la sugerencia de
que el hecho de que la rrealidad
ealidad sea «de naturaleza espiritual» puede
o debe servimos de consuelo metafísico. Se trata más bien de pre-
guntarnos si podemos renunciar a lo que Stanley Cavell llama «la

 po
 posi
mísibi
bilid
mis lidad
mismo, ad haya
mo, de que,
unaadeque
un ent
entre
re eldiga
me sinfín
sin fín dende
quié
quién desc
scrip
soy ripci
yocion
» ones
48. es
Lave
verd
rdad
ader
espera eras
esperanzaas de
nza de
que una de ellas responda precisamente a esta pregunta constituye el
impulso que, en la cultura de nuestros días días,, lleva a los
los jóv
jóvenes
enes a ele-
gir sus lecturas en las bibliotecas y que les hace proclamar que han
encontrado El Secreto que lo deja todo claro, y que permite que
serios
serios científico
científicoss y eruditos alberguen en sus días postre postreros
ros la espe-
ranza dede que su obra tiene «implicaciones filosó filosóficas
ficas» » y una «pro-
funda significación humana». En una cultura postFilosófica, sería
alguna otra esperanza la que nos hiciese elegir nuestras lecturas en
las bibliotecas y añadir nuevos volúmenes a nuestras elecciones.
Sería probablemente la esperanza de legar a nuestros descendientes
un modo de describir los modos de descripción que han salido a nue nues-
s-
tro paso, una descripción de las descripciones que la raza ha ideado
hasta ahora. Si uno considera «nuestra época» como «nuestra con-
cepción de las épocas pasadas»,
pasadas», de modo que, en buena lógica hege hege
liana,
lian a, cada época recapitula todas las anter anteriores,
iores, entonces una un a cultu
cultu--

47 V éase
éa se N. Good
Goodman
man , Ways o f Worldmaking,,  Hackett, Indianapolis, 1978. Pienso  
Worldmaking
que el
e l tro
tropo
po de G oodman acerca de la «pl
«plurali
uralidad
dad de mundos»
mu ndos» induce a err
error
or y que no  
basta con la noción de «pl
basta «plural
uralida
idadd de descripciones
descripciones del m ismo m undo» (sie
(siempre
mpre y cuan
do uno pregunte «¿Y cuál es ese mundo?»). Pero su insistencia en la imposibilidad de  
comparar
compa rar descripciones
descripcione s del mundo en cuanto a su adecuación, c osa que deja patepatente
nte en 
los d os primeros capítulos de su lib
libro,
ro, me parece crucial.
crucial.
48 Stanley Cavell, The Claim ofReason,,  Oxford Un
Claim ofReason University
iversity Press, Oxford, 1979, p. 388.

54 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

ra postFilosófica coincidiría con Hegel en que la filosofía es «la


aprehensión
aprehen sión en cconceptos
onceptos de su prop propiaia époc
ép oca»
a»4 49.
En una cultura postFilosófica resultaría claro que la filosofía no
 puede
 pu ede aspirar
asp irar a más. N o p pued
uedee dar respues
resp uesta
ta a pregun
pre guntastas relativas a la
relación que el pensamiento de nuestros días —las descripciones de la lass
que se sirve, los vocabularios
vocabularios que emplea— guarda con algo que no sea
simplemente un vocabulario alternativo. Así pues, la filosofía consiste
en un estudio comparativo
com parativo de las ventajas y de los inconvenientes de las
distintas formas de hablar inventadas por nuestra raza. Dicho sea en
 pocas
 po cas palabras: la filos
fi losofí
ofíaa se aseme
as emejaja bastante
bastan te a lo que a vecesvece s lla
llama
ma- -
mos «crítica de la cultura», expresión que ha acabado por hacer refe-
rencia al tiovivo literario,
literario, histórico, antropológ
antropológico ico y político al que antes
aludía. El «crítico de la cultura» moderno
mode rno y occidental
o ccidental se siente lo bas-
tante libre para hacer comentarios sobre todo aquello que se le antoje.
Representa una prefiguración
prefiguració n del intelectual
intelectual de amplias miras perte pertene-
ne-
ciente a una cultura postFilosófica,
postFilosófica, del filósofo que ha renunciado a las
 prete
 pr etens
nsio
ione
ness de la Filoso
Fil osofía.
fía. Pa
Pasasa sin soluc
sol ución
ión de cont co ntin
inui
uida
dadd de
Hemingway a Proust, de ahí a Hitler, a Marx, a Foucault, a Mary Dou
glas, a la actual situación
situ ación del sudeste asiático, a Gandhi y a Sófocles. Sófocles. Es
un diletante que
que acude a dichodichoss nombres para referirse
referirse a una serie
serie de
descripciones, de sistemas simbólicos, de modos de ver las cosas. Es
quien te informa de cómo las cosas se relacionan entre sí. No obstante,
 puesto
 pu esto que no te infor
in forma
ma de todas
toda s las form
formasas po
 posib less  con arreglo
sible arreglo a las
cuales las cosas deben relacionarse entre sí — puesto que qu e no dispone de
semejante punto arquímedico y ahistórico—
ahistórico— su sino es quedar obsole- obso le-
to. Nadie está tan pasado de moda m oda como el zar de la generación ante anterio
rior,
r,
el hombre que sometió a una
un a nueva descripción
descripción todas
todas esas viejas
viejas des-
d es-
cripciones de las que, gracias en parte a su nueva descripción, nadie
quiere oír hablar.
hablar.

49 H e g e l , Grundlinien der Rechtsphilosophie,  edición Ullstein Buch, Francfort del  


Main, 1972, p. 14 14.. Este texto, com o el célebre texto al que («Cuando la filoso fía pint
pintaa su
su  
gris sobre gris,
gris, ello es s igno de q ue una forma de la vida se ha vuelto vieja, y c on gris sobre 
gris no se la puede rejuvenecer
rejuvenecer sino s ólo conocerla. La lechuza de Minerva só lo levanta 
el vu elo al anochecer»; traducc
traducción
ión del alemán
alemán de M anuel Jiménez Redondo ) no es típi
camente hegeliano, siendo difícil de reconciliar con buena parte del resto de sus afirma
cion es referentes a la filosofía
filosofía . A un así, represent
representa
a perfectamente
perfectamente la faceta hegelian a que 
intervino en la parte del bagaje del  
la creación del historicismo decim onó nico y que forma parte
intelectual de letras de nuestros días. Me extenderé más sobre este punto en el octavo  
ensayo.

INTRODUCCIÓN:: PRAGMATISMO Y FILOSOF


INTRODUCCIÓN FILOSOFÍA
ÍA 55
Para el platónico y el positivista,
positivista, la vida de los habitantes de
d e la «cul-
tura literaria» de Sn
Snow
ow,, quienes cifran sus mayores esperanzas en e n con
ceptualizar
ceptualiz ar su propia
prop ia época,
época, no merece ser vivida, pues es una vida

cuyo legado
ran legar proes efímero. verdaderas,
proposiciones
posiciones Por el contrario,
verdad eras, cuyapositivistas
v
verdad
erdad quede y platónicos
establecida
establecidaespe-
espe
por-
siempre jamás,
jamá s, que sean la herencia de todas las generaciones venide-
ras de la raza humana. El temor y la desconfian
desco nfianza
za que inspira el «histo
ricismo» —su insistencia en la mortalidad de los vocabularios en los
que se expresan esas verdades presuntamente inmortales— hacen que
Hegel (y, más recientemente, Kuhn y Foucault) sean bétes noires para
los Filósofos,
Filósofos, y sobre todo para los voceros de la «cultu
«culturara científica» de
la que nos habla
ha bla Snow
Sn ow5 50. (Cierto
(Ciert o es que el propio Hegel
Hege l tuvo sus desli-
desli -
ces Filosóficos, aunque la temporalización de la racionalidad que pro-
 puso fue un pas
pasoo únic
únicoo y decisivo que dio a para
p ararr en la descon
des confian
fianza
za
 pragmati
 prag matista
sta hacia
hac ia la Filosofía.)
La oposición entre vocabularios mortales y proposiciones inmorta-
les queda reflejada en la oposición entre la comparación
comp aración inconclusa
incon clusa de
vocabularios (por
(po r la q
que
ue todos tratamos de aufheben  las demás maneras
de expresar las cosas) propia de la cultura literaria, y la argumentación
rigurosa: el procedimiento que caracteriza a las matemáticas, a lo que
Kuhn llama ciencia «normal» y al derecho (al menos al derecho con-
suetudinario). La comparación entre vocabularios da lugar a nuevos
vocabularios, sintéticos. La argumentación rigurosa da lugar al consen-
so sobre proposiciones. Lo que resulta verdaderamente exasperante

50 La oposici
oposición ón eent
ntre
re llas
as ccul
ultu
tura
rass ccient
ientíf ífica
ica y lit
liter
erar
aria ia esta
estable
blecicida
da por Snow (en Th Thee 
Two Cultures and the Scientific Revolution,   Cambridge University Press, Cambridge, 
1959) es, en mi opinión, más importante de lo que el propio Snow creía. Viene a coinci
dir
dir con la oposición entre quie quienes
nes s e conside
consideranran prodproducto
ucto de su tiempo, e pisodios e fím e
ros de una incesante conversación, y quienes confían en aportar su granito de arena de la  
playa newtoniana a una estructura permanente. Se trata de un debate que no puede zan
 ja
 jars
rsee insta
ins tand
ndoo a los
lo s cr
críti
ítico
coss literar
lite rarios
ios a le
leer
er físi
fí sicc a o a lo s f ís
ísic
icoo s a lee
leerr rev
r evist
istas
as litera
literarias.
rias. 
La opo sición ya ex existía
istía en tiempos de Platón, cuando la la Poesía y la Filosofía compartían
compartían 
la pri
primacía.
macía. (Creo, dicho sea de paso paso,, que quienes criti critican
can a Snow
Sn ow aduciendo que «n o hay 
sólo  do
 doss cult
 culturas,
uras, sino muchas»
mu chas» pasan por al alto
to este punto. Si aalguien lguien des
desea
ea obtener una una 
nítida dicotom ía entr
nítida entree las dos cultura
culturass de las que habla Sno
Snow,
w, só
sólo
lo tiene qque
ue pre
pregunt
guntar
ar a 
cualquier censor de la Europa del Este qué libros producidos en Occidente pueden ser 
importados en su país.
país. Su divisoria afectar
afectaráá a campos cocom
m o la historia
historia y la filosofía, pero 
casi siempre dejará
dejará iintact
ntactaa la física y mar
margin
ginará
ará las novelas cultas
cultas.. L os libro
libross que no se 
pueden imp
import
ortar
ar se
serán
rán aquellos con la posibilidad
posibilidad ddee sugerir nuev
nuevosos vocabularios
vo cabularios par
paraa la 
descripción de uno mismo.)

56 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

 pa ra los intelectua


 para intele ctuales
les inclin
inclinado
adoss hac
haciaia la ciencia
cien cia o la Filosofía
Filo sofía de los
literarios es su incapacidad
incapacid ad de seguir dichas argumentacione
argume ntacioness rigurosas,
de adherirse a lo que presuntamente valdría para dirimir una disputa, disputa, a
los criterios a los que todas las partes deben apelar. Esa exasperación
desaparecería en una cultura po postFilosófi
stFilosófica.
ca. En dicha cultura, los cri-
terios serían concebidos a la manera del pragmatista,
pragmatista, comocom o agarraderos
transitorios creados
cread os par
paraa fines concretos. Según la tesistesis pragmatista,
pragma tista, un
criterio (algo queq ue se sigue de los axiomas, lo que q ue la aguja señala, lo que
el estatuto establece) lo es por cuanto cierta práctica social concreta
requiere que se paralice el proceso de investigación, que se detenga el
regreso de las interpretaciones, con vistas a la consecución de algo
d a d o 51. De form
fo rmaa que,
que , en términos generales, la argumentación riguro-
sa —esa práctica posibilitada por el consenso sobre criterios, criterios, sobr
sobree pun-
pu n-
tos finales— no es más de desear que la paralización del proceso de
inves
inv estig
tigaci
ación
ón552. Es algo que conviene tene te nerr a mano
ma no cu
cuand
ando o se pueda.
Cuando los criterios que uno se compromete a seguir pueden determi- determ i-
narse de antemano con suficiente precisión (por ejemplo, averigua averiguando
ndo
el metabolismo de una encima, encima, poniendo frenofreno a la violencia callejera,
callejera,
demostrando teoremas),  po  pode
demm os   disponer de dicha argumentación.
Cuando ocurre lo contrario (como sucede con la persecución de una
sociedad justa, con la resolución de un dilema dilem a moral, con la elección de
un símbolo de fundamental importancia, con la busca de una sensibili-
dad «postmodema») lo más probable es que no podamos, y tampoco

51 Sobra decir que hay multitud de criterios


criterios que rigen
rigen todas y cada una de las div isio
nes entre las diferentes partes de la cultura; p. e., las leyes de la lógica, el principio que  
establece que los informes de un reconocido mentiroso
mentiroso no son d ignos de crédito,
crédito, y cosas  
por el estilo. Pero dich os criterios
criterios no disfruta
disfrutann de una particular
particular autor
autoridad
idad en virtud
virtud de su  
universalidad, como tampoco el trío de fulcro, tuerca y palanca disfrutan de privilegio  
alguno en virtud de su in tervención e n toda otra
otra máquina.
máquina.
52 Peirce afirmaba
afirmaba que «la primera regla de la razón» era «N o paralizar
paralizar el pro ceso de 
investigación» ( CollectedPapers, p. 1135). Pero no s e refería
refería a que uno tuviera que seguir 
cualquier
cualqui er proceso a la vista,
vista, co sa que su énfasis en el «autocontrol
«autocontrol lógico » c om o corola
rio del «autocontro anifiesto. (V éase, p. e., Collecte
«autocontroll ético» po ne de m anifiesto. Collectedd Papers,   p. 1606.)  
Su «regla de la razón»
razón» apunta
apunta en la mism a dirección que su observación en tom o a la ub i
cuidad del lenguaje; en su opin ión, jam ás deberíam os creer que el regreso en la interp
interpre
re
tación puede detenerse
detenerse de una ve z por todas, y por e l contrar
contrario,
io, deberíamos
deberíamos percatamos  
de que siempre puede haber a la vuelta de la esquina un vocabulario,
vocabulario, un conjunto
conjunto de des
cripciones que ponga todo nuevamente en cuestión. A fir firmar
mar que la obediencia a lo s cri
terios es algo b ueno en sí mismo  equivaldría a afirmar
terios afirmar que e l autocontrol es un bien en sí  
mis m o. Sería abraza
abrazarr una espec ie de puritanismo
puritanismo Filosó fico.

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 57


hay por qué intentarlo.
intentarlo. Si lo que a uno le interesa es la fil
 filos
osof ía,, a buen 
ofía
seguro no podrá disponer de ella, pues uno de los puntos en el que difie- dif ie-
ren los diversos vocabularios para describir cosas es el propósito al que

obedece tal descrip


descripción.
manos incurriendo ción.
en una Elpetición
Filósofode noprincipio
estará dispuesto
a la horaa deatarse d
dee
decidir
entre las distintas descripciones. La ambición de hacer Filosofía de la
filosofía corre pareja a la ambición de hacer de ella la búsqueda de un
vocabulario definitivo que podamos equiparar por adelantado con el
núcleo común
com ún y la verdad del resto de vo vocabularios
cabularios susceptibl
susceptibles es de ocu-
 par su lugar.
lugar. T
Talal es la amb
ambició
ición n a la que, en opin
opinión
ión del pragm
pragmatista,
atista, hay
que poner coto, cosa que una cultura postFilosófica
postF ilosófica habría logr logrado.
ado.
La razón de mayor peso para negar la posibilidad de esa cultura reside reside
en que, al parecer, concebir todos los criterios como meros agarraderos
transitorios que una comunid
c omunidad ad crea para hacer llevab
llevables les sus investigacio
investigacio- -
nes es algo moralmente humillante. Supongamos que Sócrates estaba en
un error y que ja
 jamm ás  hayamos visto La VerdaVerdad,d, de modo que seamos iinca- nca-
 paces de reconocerla intu intuitiva
itivamen
mentete cuando vuelva a presentapresentarse
rse ante
nosotros. Esto quiere
qui ere decir que cuando llega la policípolicíaa secre
secreta,
ta, cuando los
torturadores violan al al inocen
inocente,te, no cabe pro
propinarles
pinarles una admonic
admonición ión del
del
tipo «Obra en tu interior algo a lo que traicionas. Aunque te arrogues las
 prácticas de
de una sociedad totalita
totalitaria
ria q
que
ue impere eeternamente,
ternamente, más allá de
esas prácticas existe algo que te condena». Es E s duro vivir
vivi r condenado a este
 pensamiento,
 pensamie nto, al igual que a la aadvertenc
dvertenciaia de Sar
Sartre
tre::

Mañana, cuando yo muera, algunas gentes querrán instaurar el fascismo,  


y el
e l resto será tan cobarde o tan miserable co m o para
para dejar
dejar que se
s e salga
salgann con  

la suya. A parti
tendremos partirr de entonces,
merecido. eell fascism
En realidad
realidad, o será
, las co sas lanverdad
serán
será verdad
com o edel hombre,
l hombre ha yquerido
nos
n osido
quer lo   
que sean53.

Este penoso dictamen trae a colación lo que vincula a Dewey y a


Foucault, a James y a Nietzsche: el sentimiento de que en lo más pro-
fundo de nosotros no hay nada que nosotros mis
mismos
mos no hayamos d depo-
epo-
sitado,
sitado, ningún criterio que no hayamos cr
creado
eado al dar luz a una práctica,
práctica,
ningún canon de racionalidad que no apele a dichos criterios, ni argu-
mentación
mentac ión rigurosa alguna que no obedezca a nuestras propias conven-
ciones.

Jean Paul Sartre, L ’existe


existentialisme
ntialisme es
estt un humanisme, N agel,
humanisme, ag el, Pa
París
rís,, 1946, pp.
pp. 53-54.

58 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

En consecuencia, en una cultura postFilosófica, hombres y m muje-


uje-
res se sentirían abandonados a sí mismos, como seres meramente fini-
tos, sin vínculo alguno conco n el Más Allá. Tal
Tal como el pragma
pragmatista
tista ve las
cosas,, el positivismo representaba un estadio intermedio en el desp
cosas desplie-
lie-
gue de dicha cultura, en la marcha hacia la renuncia a Dios, según la
expresión
expres ión de Sartre. Pues el positivista retenía a Dios en su idea de Cien-
cia (y en su idea de «filosofía científica»), en su idea de un fragmento
fragmento
de la cultura donde contactábamos con algo distinto de nosotros mis-
mos, donde hallábamos la verdad lisa y llana, independiente de toda
descripción.
descrip ción. Así pues, la cultura pos
positivista
itivista puso en movimiento un pén-
dulo que oscilaba
o scilaba sin cesar entre la concepción que hacía de los valores
valores
«algo meramente
meram ente “relativo” (o “emotivo”, o “subjetivo”)» y la concep-
ción según la cual la solución a todos los problemas era aplicar el
«método científico» para solucionar problemas de decisión política y
moral. Por el contrario, el pragmatista no erige la Ciencia como ídolo
que ha de ocupar el lugar que en cierto momento ocupaba Dios. Ve la
ciencia como un género literario más, o, a la inversa, ve la literatura y
las artes a modo de invest
investigaci
igaciones
ones en pie de igualdad con las que rea-
r ea-
liza la ciencia.
ciencia. De manera tal que no concibe la ética como un ámbito ámbito
más «relativo» o «subjetivo» que la teoría científica, ni tampoco como
algo que necesite
neces ite la conversión a la «ciencia». La física es un intento de
hacer frente a determinados fragmentos del universo; la ética trata de
hacer frente
frente a otro tipo de fragmentos.
fragmentos. La
L a matemática auxilia a la física
en su tarea; la literatura y las artes hacen lo propio con la ética. De estas
investigaciones, algunas acaban en proposiciones, otras en narrativas,
otras en cuadros.
cuadros. Las preguntas por las proposiciones que hemos de ase-
verar,
ver ar, por los cuadros que contemplar y po porr las narrativas
narrativas que escuchar
y que comentar
comentar,, versan sin excepción sobre algoalgo que ha de ayudamos
ayudam os a
conseguir lo que queremos (o lo que deberíamos querer).
Preguntar por la verdad  de
 de la concepción pragmatista de la verdad
 —tem
 — temaa que
qu e en sí mismo
mism o carece
ca rece de in
interés—
terés— equivale
equival e pues
pue s a pre
pregun
guntar
tar
si vale
vale la pena promover una cultura postFilosófica.
postFilosófica. No se ttrata
rata de pre
pre--
guntar por el significado de «verdadero»,
«verdadero», ni de preguntar por los requi-
sitos que debe cumplir una filosofía del lenguaje idónea, ni de pregun-
tar si el mundo existe «con independencia de nuestras
nuestras mentes», ni tam-
 po co de preg
 poco pregunta
untarr si
si los eslóganes
eslógan es del pra
pragm
gmatis
atista
ta reprodu
repr oducen
cen las intui-
ciones de nuestra cultura. No hay manera de zanjar el debate entre el
 pragm
 pra gmatis
atista
ta y su oponent
opo nentee apelando
apela ndo a criter
criterios
ios válidos
válid os para
pa ra ambas
am bas par-
pa r-
tes. Nos hallamos
hallam os ante uno de los debates de todo o nada, en los que de
nada vale perseguir un consenso sobre «los datos» o sobre lo que zan- zan -

INTRODUCCIÓN: PRAGMATISMO Y FILOSOFÍA 59

 ja ríaa la
 jarí la disputa. Pero que el debate sea intrinc
intrincado
ado no es razó
razónn pa
para
ra deses-
des es-
timarlo. No menos intrincado fue el debate entre religión y seculariza-
ción, y sin embargo fue importante llegar a resolverlo del modo que se
hizo.
De haber dado correcta cuenta de la escena filosófica contemporá-
nea en estos ensayos,
ensayos, la polémic
polémicaa en tomo a la verdad del pragmatismo
reproduce la polémica que las evoluciones culturales de mayor impor-
tancia a partir de Hegel coinciden en poner sobre el tapete. Pero, como
su predecesora,
predecesora, no va a resolverse gracias a un nuevo y repentino
repentin o des-
cubrimiento del verdadero ser de las cosas. Se decidirá, si es que la his-
toria nos concede la suficiente
su ficiente calma, sólo gracias a una pausada y dolo
rosa elección entre imágenes
imágen es alternativa
alternativass de nosotros mismos.
 

1. EL M U ND O FELIZMENTE PERDIDO

Desde Hegel,
H egel, la idea de un marco conceptual alternativo viene sien-
do un tópico de nuestra cultura.
cultura. El historicism
historicismo
o hegeliano nos hizo ver
cómo podía darse una auténtica innovación en el desarrollo del pensa-
miento y de la sociedad. Mirando hacia atrás podemos ver que dicha
concepción historicista del pensamiento y de la moral fue posible gra-
cias a Kant, el menos historicista de los filósofos. Pues fue Kant quien
 perfeccio
 perf eccionó
nó y cifró las do
doss distin
distinciones
ciones neces
necesarias
arias pa
para
ra dar fo
form
rmaa a la
noción de un «marco conceptual alternativo», la distinción entre la
espontaneidad
espontane idad y la receptividad y la distinción ent
entre
re verdad necesaria y
verdad contingente. Desde Kant, hallamos casi imposible no concebir
la mente dividida en facultades activ
activas
as y pasi
pasivas,
vas, emplean
empleandodo las prim
prime-
e-
ras conceptos para «interpretar» lo que «el mundo» impone sobre las
últimas. También encontramos difícil evitar la distinción
distinción entre aquellos
conceptos de los que la mente a duras penas puede prescindir
pres cindir y aquellos
otros que puede adoptar o abandonar, y concebimos las verdades acer-
ca de los primeros conceptos a modo de verdades «necesarias», en el
sentido más justo y paradigmático del término. Mas tan pronto como
nuestra atención se centra en esta imagen de la mente, se nos ocurre,
como se le ocurrió a Hegel, que todos eesos
sos conceptos a priori de máxi-
ma importancia, los que determinan cuál será nuestra experiencia o
nuestra moral, podrían haber sido diferentes. Naturalmente, no pode-
mos imaginar
im aginar cóm
cómo o sería una experiencia o una práctica con esas dife-
rencias, pero podemo
pod emoss sugerir en abstracto que los hombres del Siglo de
Oro, o los pobladores de las Islas Afortunadas, o los dementes, podrían
verter nuestras intuiciones de propiedad común en moldes diferentes y
tener pues consciencia de un mund
mundo o «diferente».
«diferente».
Diversos asaltos a la contraposición entre lo observacional y lo teó-
rico (por
(p or ejemplo, los de Kuhn, Feyerabend y Sellars) han desembo
desembocado
cado
en una
un a nueva apreciación de la tesis kantiana según la cual efectuar un
cambio en nuestros conceptos conllevaría
conllevaría cambiar lo que experimenta-
mos, cambiar nuestro «mundo fenoménico». Pero dicha apreciación nos
aboca a poner
pon er en duda la familiar distinc
distinción
ión ent
entre
re espontaneidad y recep-
tividad. La posibilidad de diferentes esquemas pone de manifiesto el

[60]

EL MUNDO
MU NDO FELI
FELIZME
ZMENTE
NTE PERDIDO 61

hecho de que una intuición kantiana sin sintetizar no puede ejercer


influencia alguna sobre el modo en que ha de ser sintetizada, o, a lo
sumo, sólo puede ejercer una influencia que tendremos que describir en
términos relativos a cierto esquema conceptual por el que optamos, al
igual que describimos todo lo demás. La intuición kantiana, en cuanto
que expresable en palabras, es precisamente u unn juicio
juic io perceptivo y,
y, por
tanto, no es algo meramente «intuit
 «intuitivo».
ivo». Y
Y,, si es inefable, no
n o pued
puedee cum-
cum -
 plirr ning
 pli ninguna
una función explicati
explicativa.
va. Este dilema — paralelo
parale lo al que los hege
lianos suscitaron
suscitaron en tomo a la cosaensí
cosaensí—— arroja dudas sobre sobre la noción
de la facultad de la «receptividad». No parece necesario postular un
intermediario entre el impacto físico del estímulo sobre el órgano y el
concepto consciente hecho y derecho que el organismo debidamente
 programado
 progra mado produce co como
mo resultado. Tampoco es pues necesarionecesar io escin-
dir el organismo en un encerado receptivo,
receptivo, por un lado,
lado, y un intérprete
intérprete
«activo» de lo que la naturaleza allí imprime, por otro. De modo que la
tesis kantiana según la cual diferentes conceptos a priori,  si pudiera
haberlos, proporcionarían un mundo fenoménico diferente, da lugar o
 bien a la pretensión, no por
p or simp
simple
le menos
meno s paradójica,
paradójica , de que
q ue diferentes
conceptos nos dotan de diferentes
diferentes mundos, o bien a la total renuncia a la
noción de «marco conceptual». Una vez excluidas las «intuiciones»
«intuiciones» kan-
kan -
tianas, no podemos
podem os dar sentido a lo «fenoménico». Pues la sugere sugerencia
ncia de
que nuestros conceptos dan forma a un material neutral deja de tener sen-
tido si no hay nada que sirva de dicho material. Los propios estímulos
físicos no sirven de substitutos, pues la contraposición entre los «postu-
lados» que la mente inventa para predecir y controlar los estímulos y
estos mismos estímulos sólo puede ser una contraposición entre el mun-
do expresable
expresable en palabras y su causa inefa
ine fabl
ble'.
e'.1
1

1 T. S. Kuhn,
Kuhn, «Reflect
«Reflection
ionss on
on My Crit Critic
ics»
s»,, een
n I. Laka
Lakato
toss y A. Musgra
Musgrave
ve (eds.), Cri-  
(eds.),
 ticism an
and
d the G
Grow
rowth
th o fK
fKno
now
w led ge
ge,, Nueva York, Cambridge, 1970, p. 276, afirma que  
«quienes participan en un diálogo roto responden a los mismos estímulos, so pena de  
solips ism o» para
para luego d ecir que su «programación» también ha de ser la mism a, ya que  
los hom bres comparten «una histori
historiaa [...]
[...] un lenguaje , un mundo cotidiano y buena par
te de uno cien tífico». Según la concep ción a la que quisiera
quisiera adheri rme,  tod
adherirme,  todoo el empuje del 
antisolipsismo llega tras soltar el lastre de la «programación» y de los «estímulos» (al  
igual que de las intuiciones noumé nicas sin sintetizar
sintetizar).
). Cuando un estímulo se considera  
de alguna manera
manera «neutral»
«neutral» en relación con diferentes esquem
esquem as con ceptuales, sólo p ue
de serlo, diría yo, transformándose en «una rueda que pueda girarse sin que con ella se  
mueva el resto»
resto» (cf. L udwig W ittgenste in, Inv
ittgenstein, Investi
estigac
gacion
iones
es Filo
Filosófi
sóficas,
cas,  Crítica, Barcelo
na, 1 9 88 ,1,
,1, p. 271).

62 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Por consiguiente, la noción de marco conceptual alternativo  siem-


 braa la d
 br dud
udaa sobre la n
noci
oción
ón m
matriz
atriz de «ma
«marco
rco conceptual»,
concep tual», con lo que
aboca a su propia destrucción.
destrucción. Pues en cuanto asom asomaa la duda sobre la
facultad de la receptividad y,y, en ttérm
érminos
inos más generales, sobre la noción
de substrato neutral, esa misma duda se propaga con suma facilidad
hacia la idea de un pensamiento conceptual «moldeador» y en conse-
cuencia hacia la idea de un Espíritu Universal
Universal que se despliega de serie
serie
en serie de conceptos a priori.
Con todo, las dudas que el asalto a la distinción entre lo dado y lo
interpretado arroja sobre la perspectiva hegeliana son vagas y difhsas
comparadas
comparad as con las que resultan del asalto a la di
distinción
stinción entre lo nece-
sario y lo contingente.
contingente. La sugeren
sugerenciacia quineana de que la diferencia entre
la verdad a priori y la verdad empírica
em pírica se reduce a la diferenc
diferencia
ia entre lo
relativamente difícil y lo relativamente fácil de abandonar conlleva la
tesis de que no puede establecerse una clara distinción entre cuestiones
de significado y cuestiones de hecho. A su vez, ello nos imposibilita
(como señalaba
se ñalaba Quine al criticar a Cam
Camap)
ap) d
distinguir
istinguir cuándo se trata d
dee
«teorías» alternativas y cuándo de «m «marcos»
arcos» alternativos
alter nativos2
2. El concepto
filosófico de «significado» contra el que Quine protesta ees, s, en su opi-
nión, la versión actualizada de la «idea de idea», de una tradición filo-
sófica entre cuyas encamaciones
encam aciones se encuentra la idea kantiana de «con-
cepto».. L a idea de elección ent
cepto» entre
re «postulados de signific
significado»
ado» es la ver-
sión actualizada de la idea de elección entre esquemas conceptuales
alternativos. Tras identificar lo necesario con lo analítico y explicar lo
analítico
analítico en términos de significado, el ataque a la noción que Harman
ha dado en llamar el sentido «filosófico» de significado se transforma
en el ataque
ciones a la noción
que asuman de «marcogenérica
una distinción conceptual»
entreen cualesquiera
dicha noción y acep-
la de
«teoría em
e m píric
pírica»3
a»3..
Llegados a este punto, hemos
hem os visto como las críticas
críticas a lo dado y a la
analiticidad
analiti cidad sirven ambas para desmantelar
desmantelar la noción kantiana de «mar-
co conceptual», la idea
id ea de «conceptos necesarios para la constitución de
la experiencia, frente a aquellos otros que es necesario aplicar
aplica r par
paraa con-
trolar o predecir
pred ecir la experienc
experiencia».
ia». Vengo defendiendo que sin las nocio-
2 Véase W . V. Quine, Camap’s View on Ontology», en The Ways
Quine, «On Camap’s  Par adox,, 
Ways o f Paradox
Random House, Nue va York, York, 196 6, pp. 126-134.
3 Vé ase Gilbert Harman, «Quine on Mean ing and Existence, I», R
Gilbert Harman,  Revi
eview
ew o f Meta ph y-  
phy-
 sics
 si cs,, XX I, 1 (septiembre de 1967), pp.
pp. 1 24-1 51, esp. p. 142.

EL MUNDO FELIZMENTE PERDIDO 63


nes de «lo dado» y de «lo apriori» no tiene cabida
cabid a la idea de «la consti-
tución de la experiencia».
experiencia». Por lo
lo que tampoco cabe la idea de experien-
cias alternativas,
alternativas, o de mundos
m undos alternativos,
alternativos, que hayan de ser constitui-
dos gracias a la adopción de nuevos conceptos a priori.
priori. Pero contamos
con una objeción más directa y más simple contra la idea de «marcos
conceptuales alternativos», que acto seguido quiero abordar.
abordar. Davidson
y Stroud la han puesto recientemente
recientemen te en conexión
conex ión con la tesis quineana
de la indeterm
indet erminac
inación4
ión4.. Es un argumento verificacio
ve rificacionista
nista que gira en
tomo a la imposibilidad
imposibilidad de reconocer personas
personas que empleen un marco
conceptual distinto del
del nuestro (o, dicho de otro modo, a la impo
imposibili-
sibili-
dad de reconocer como lenguaje todo lo que no sea traducible al nues-
tro).
tro). La
L a conexión entre el ataque de Quine a las concepciones «conven
cionalistas» de significado y este argumento verificacionista es presu-
miblemente la que sigue:
sigue: si uno concibe el «significado»
«sign ificado» en función
func ión del
del

descubrimiento
cebirlo en funciónde las disposiciones
de esencias de habla
mentales foráneas
(ideas, en lugar
conceptos, de con-
láminas de
la estructura cristalina del pensamiento), le será imposible distinguir
con claridad cuándo
cuándo el foráneo emplea palabras cuyo significad
significadoo difie-
difie -
re de cualesquiera palabras de nuestro lenguaje y cuándo profe
profesa
sa nume-
nume -
rosas creencias falsas. Podemos y debemos optar por descartar traduc-
ciones torpes en vez de adscribir creencias anómalas, y a la inversa, pero
pero
 jam
 ja m ás llegaremos
llegarem os al caso límite en el que todas
toda s o casi todas las creen-
cree n-
cias del
del foráneo deben considerarse falsas siguiendo un esq
esquema
uema de tra-
ducción que establezca la identidad semántica entre todos o casi todos

4 Tuv
Tuvee po
porr pr
priimera
mera vez noti
notici
ciaa de est
estee argu
argumen
mento to y de la iimp
mpororta
tanc
ncia
ia de los temas
temas 
que aquí discuto leyen do la sexta de las Lo Locke
cke Le
Lect
ctor es  que D avidson pronunc
ores pronuncióió en Lon
dres en 1970. Ésta aún no se había public
publicado
ado cuando redacté este libro, por lo que le doy  
m is más efu sivas gracias a D. D avidso
avidsonn por hab
haberme
erme permi
permitido
tido leer ttanto
anto este man
manuscri
uscri
to como el de sus Conferencias en la Universidad de Londres en 1971, y más aún por  
cuanto quiero hacer uso de su argumento para fines que no le harían mucha gracia. Tras 
leer todo
todo e ste materi
material
al inédito [D avidson recopiló e l materi
materialal del que nnos
os habla el auto
autorr 
en su ensayo «On the Very Idea o f a C Concept
onceptual
ual Schem e», en D. Davidson:
Davidson: In  Inqu
quine into  
iness into
Truth and Interpretation, Claren
 Clarendon
don Press, Oxford, 1984, pp. pp. 183-19 8 (N. del T.)]  leí
  leí la  
versión que Bar
Barry
ry Stroud ofrecía de un argumento bas bastante
tante pareci
parecido
do en «Co
«Conventiona-
nventiona- 
lism and the Indeterminacy
Indeterminacy o f TrTransl
anslati
ation»,
on», en D . Davidson
Da vidson y J. Hin
Hintikka
tikka (eds.), Words
Words  
 an d Objec
Objection
tions:
s: E
Essa ys on the Work ofW . V Quine,  Reidel, Dordrecht,
ssays Dordrecht, 1969, sobre todo 
pp. 89-96. Stroud y Davidson coinciden en desestimar la noción de «marco conceptual  
aitemativo», aunque Davidson
Dav idson va m ás allá, extrayendo la conclusión
con clusión radical ddee que «la 
mayoría
mayo ría de nuestras creencias ddeben
eben ser verdaderas». En este artículo me
m e centr
centraré
aré en esta 
última
última conclusión.
con clusión.

64 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

sus términos y algunos de los nuestros. Jamás llegaremos a ese caso


(prosigue el argumento de Davidson) porque cualquier esquema esq uema de tra-
ducción semejante se limitaría a poner de manifiesto que no hemos
logrado hallar
hall ar siquiera una traducci
traducción.
ón.
Pero (por llevar el argumento de Davidson algo más lejos), si nunca
 podremo
 podr emoss hhallar
allar una traducción, ¿qué no noss ob
obliga
liga a pe
pensa
nsarr que estamos
ante usuarios de un u n lenguaje? Desde luego, podemos imaginar organis- organis-
mos humanoides
hum anoides que em emiten
iten una enorme variedad de sonidos
sonidos en las más
diversas
divers as circunstancias que parecen producir distintos efectos en la con-
ducta de los interlocutores. Mas supongamos que fracasan todos los rei-
terados intentos de correlacionar sistemáti
sistemáticamente
camente dichos sonidos con el
entorno y la conducta del organ organismo
ismo.. ¿Cuál debería ser nuestra conclu-
sión? Una posible respuesta sería que las hipótesis analíticas empleadas
en nuestros esquemas de traducción experimentales hacen uso de con-
ceptos ajenos a los de los nativos, debido a que éstos «compartimentan
el mundo» de otra manera, o tienen diferentes «espacios cualitativos» o
algo por el estilo.
estilo. Pero ¿habría algún modo de decantamos
decantam os por esta res-
 puesta
 pue sta frente a la posib
posibilida
ilidadd de
de que los sonidos emitidos por po r el organis-
mo sean simplemente   sonidos? Una vez que imaginamos distintos
modos de compartimenta
compartimentarr el mundo, nada nos impide atribuir «lengua-
 jess intraducibies» a todo aquello que emita cierta variedad de señales.
 je
Siendo así, concluye el argumento verificacionis
verificacionista,
ta, dicho grado d dee inde-
cisión nos muestra
mues tra que el presunto concepto de un lenguaje que sea intra-
ducibie es tan quimérico
qu imérico como el de un ccolorolor que sea invisib
invisible.
le.
Importa observar que este argumento puede prescindir de los argu-
mentos quineanos en contra de la analiticidad y en favor de la indeter-
mina ción de la ttraducción.
minación raducción. E
Ell argumento es váli
válido
do por sí mismo;
mismo; la úni-
ca aportación de Quine al argumento en cuestión consiste en deslegiti-
marr la posibilidad
ma posibi lidad de que «significado» sign
signifique
ifique algo aparte de lo que
 puede
 pu ede ddefi
efinir
nirse
se contextu
co ntextualmen
almentete en el pro
proceso
ceso ddee predicc
pre dicción
ión de la con-
con -
ducta foránea. El único requisito para defender la incoherencia de la
idea de que hay «personas que hablan nuestro idioma sin tener ninguna
de nuestras creencias» es abrigar esta concepción del sign s ignific
ificado
ado5
5. Con
5 He ar
argu
gume
ment
ntad
adoo en otr
otra p
par
arte
te [«In
[«Inde
dete
termi
rmina
nacy
cy of Trans
Transllat
atiion and
and o f T
Tru
ruth
th», Syn-  
», Syn-
 these,  23 (19 72 ), pp. 44 3-4 62 ] que la doctri
doctrina
na según la cual no hay «manera de decidir
decidir» » 
cuando una traducción es acer
acertad
tada
a y cuando no, e s un contragolpe filo sófic o, y que par
para

desacreditar la «idea de idea» basta con atacar las distinciones kantianas anteriormente  
discutidas.

EL MUNDO FELIZMENTE PERDIDO 65

todo —por
—po r redondear el argument
argumento—o— para mostrar  dicha
 dicha incoherencia
tendríamos que probar pormenorizadamente que ningún cúmulo de
conducta nolingüística
nolingüística del foráneo bastaría para subscribir una tradutraduc-
c-
ción en la que todas o la mayoría de sus creencias resultasen
re sultasen ser falsa
fa lsas6
s6..
Pues, por ejemplo, podría ocurrir
ocurr ir que el foráneo interactuase con los ár-
 boless al emit
 bole emitir
ir ciertos sonidos de un
u n modo que impusie
imp usiera
ra la traducción
traducc ión
de algunas de sus proferencias
proferencia s como «Tales cosas no son árboles», y lo
mismo vale para cualq
cualquier
uier otra cosa con la que se relacione. Cabría
Cabrí a tra-
ducir algunas de sus proferencias del modo m odo que
q ue sigue: «Yo
«Yo no soy una
 persona»,
 perso na», «Cuando
« Cuando hablo no digo palabras»,
palab ras», «Jamás
« Jamás hemos
hem os de emplear
emplea r
el modu ponenss para obtener argumentos válidos», «Incluso si estu-
moduss ponen
viera pensando, y no es así, ello no probaría que existo». Podríamos rati-
ficar estas traducciones mostrando que sus formas nolingüísticas de
tratarse y de tratar a los demás indicaban que de veras abrazaba creen-
cias tan paradójicas. La única manera de probar que esta situación no
 puedee darse sería en realidad
 pued realid ad narra
na rrarr toda
to da la histori
his toriaa de este hipotético
hipoté tico
foráneo.
foráne o. Ésta podría mos
mostrar
trar que ttodas
odas estas creencias falsas son cohe-
rentes entre sí y con sus acciones, pero también podría no hacerlo.
Demostrar que Davidson y Stroud estaban en lo cierto sería demostrar
que, de hecho, tal historia es inenarrable.
inenarrable.
Creo que pasar por alto estas posibles historias es la manera más
concisa de decidir la solidez de este argumento a priori contra la posi-
 bilidad
 bilid ad de que existan
exista n marcos
marc os conceptu
conceptuales
ales alternativos. Pero ser incon-
incon -
cluyente constituye un rasgo que este argumento comparte con todos
los argumentos verificacionistas
verificacionista s antiescépticos de interé
interés.s. El argumen-
argume n-
to se ajusta al siguiente modelo:
modelo: I) el escéptico da a entender que nue nues-
s-
tras propias creencias (sobre las mentes de los demás, las mesas y las
sillas,
sillas, o sobre cómo traducir el francés, por ejemplo) cuentan cu entan con alter-
alter -
nativass viables que, por desgracia, si alguien las tuviese, jamás
nativa jam ás podría-
po dría-
mos saberlo, y que aún así justifican la suspensión del juicio; II) el
antiescéptico replica que el el propio significa
s ignificado
do de los términ
términosos emplea-
emp lea-
dos prueba
prueb a que las alternativas sugeridas no son sólo dudosas, sino inve
rificables en principio,
principio, por
po r lo que en modo
m odo alguno constit
constituyen
uyen alterna-
tivas razonables;
razonables; III) el escéptico
escéptico contesta que el verificacionismo
verificac ionismo con-
funde ordo essendi y ordo cognoscendi, y que bien podría darse el caso

6 Michael
Michael Fri
Fried
edman
man me señal
señaló
ó la impo
import
rtan
anci
cia
addee este
este punt
punto.
o. Tamb
Tambié
ién
n he
he de agr
agrad
adee
cer a M ichael W illiams sus críticas
críticas de mis línea s generales de argumentación.
argumentación.

66 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

de que la alternativa fuese verdadera pese a que nunca lo supiéramos;


IV) el antiescéptico responde que no merece la pena discutir sobre el
tema hasta que el escéptico nos explique pormenorizadamente cuál es
la alternativa que
que postula, insinuando que no po podrá
drá hacerl
hacerlo;
o; V) la con-
troversia genera en un forcejeo
forcejeo sobre ququién
ién tiene que correr con la car-
ga de la prueba, en el que el escéptico
escéptico defien
defiendede que no le corresponde a
él dar detallada cuenta
cuen ta de la alternativa que sugier
sugiere,
e, sino que h haa de ser
el antiescéptico quien demuestre
dem uestre a priori que ello es imposib
imposible.
le.
En el caso que traemos entre manos, el escéptico es un admirador
admirado r d dee
«esquemas conceptuales alternativos» que practica un escepticismo a
gran escala al insinuar que toda nuestra estructura de creencias podría
desaparecer sin dejar rastro
rastro y ser reemplaza
reemplazada da por una alte
alternativa
rnativa com-
 pleta
 ple ta y com
completa
pletamen
mentete deseme
desemejante.
jante. El ant
antiescéptico
iescéptico davidso
davidsoniano
niano ti
tie-
e-
ne derec
derecho
ho a preguntar cómo
cómo algui
alguien
en puede llegar a llamar a una pauta
de comportamien
com portamiento to «evidencia» favorable a tal alalternati
ternativa.
va. E
Ell escéptico
replica que quizá nunca lleguemos a hacerlo, pero esto sólo muestra lo
egocéntricos que somos. Y vu vuelta
elta otra ve
vez7
z7..
 No obstante, en este caso (a diferen
diferencia
cia del caso de un esceptic
escepticismo
ismo
limitado a si, por ejemplo, «rojo» o «dolor» significan lo mismo para
usted que para mí), la estrategia global del escéptico le da una ventaja
dialéctica a tener en cuenta. Pues acto seguido puede esbozar
esbo zar a grandes
rasgos qué
qu é pasaría si la alterna
alternativa
tiva que sugiere llegara a materializarse,
sin tener que enzarzarse en una disputa acerca de la interpretación de
resultados experimentales concretos. Puede simplemente remitimos a
avances científicos y culturales que están a la orden del día, para luego
extrapolarlos al radio de la cienciaficción. Partamos, nos dirá, de la
siguiente concepción
concepció n de la historia y del porven
porvenir
ir del hombre. N
Nuestros
uestros
criterios sobre la materia y el movimiento, sobre la vida que el hombre
debe llevar y sobre otras tantas
tantas cosas han experimentado cambios suti-
les y complicados desde tiempos de los griegos. Muchas
Muc has de las planchas
del barco de Neurath se han desprendido y se han recolocado de otro
modo. Pero dado que 1) podemos describir por qué cada uno de estos
cambios era
e ra racional y que 2) compartimos con los griegos muchas más
7 He inten
intenta
tado
do des
desar
arro
roll
llar
ar es
esta
ta ffor
orma
ma de
de ve
verr el cur
cursoso de la
la ar
argu
gumen
menta
taci
ción
ón entr
entree veveri
ri--  
ficacionistas y escépticos en «Verificationism and Trascendental Argumente»,  Noú  Noús,
s,  V , 
1 (febrero
(febrero de 1971), pp. 3-14 , y «Cri
«Criteri
teria a and N eces sity» ,  Noú
 Noús,
s,   VIII, 4 (noviembre de  
1973), pp.
pp. 319-323 .

EL MU NDO FELI
FELIZMENT
ZMENTE
E PERDIDO 67

creencias de las que disentimos (por ejemplo, que la cebada es mejor


que las malas hierbas, la libertad que la esclavitud, que el rojo es un
color,
color, y que el relámpago con frecuencia precede al trueno), nada pue-

de justificar
alternativo
alte ». todavía
rnativo». Y aun asínuestro deseo
debemos de hablar
admitir de un
que hasta las«marco conceptual
reparaciones rela-
tivamente menores del barco que han tenido lugar en los pasados dos
mil años bastan para planteamos auténticas dificultades incluso a la
hora de traducir algunas oraciones del griego y de explicar la «raciona-
lidad» de los cambios habidos. De nuevo, las diversas mutaciones que
han tenido lugar en nuestra forma de abordar los objetos de las creen-
cias manifiestamente «compartidas» con los griegos (resultantes, por
ejemplo, del desarrollo de otras malas hierbas, de nuevas formas de
esclavi
esc lavitud,
tud, de nuevos modos de producir percepciones cromáticas y de
nuevass explicaciones del sonido de los truenos y de la luz de los rel
nueva relám
ám--
 pagos)) nos
 pagos no s hacen
h acen dudar
dud ar que compartam
comp artamosos creencias. N os hacen
h acen sentir
que también aquí, más que describir la historia, podemos estar dictán-
dola.
dol a. Permítasenos ahora una extrapo
extrapolación
lación que nos lleve desde nuestra
cultura hasta una civilización galáctica del futuro que, supongamos, ha
resituado
resituad o y reformad
refo rmado o 1050 planchas
planch as del barco en el que navegamos,
mientras que desde tiempos de Aristóteles, sólo hemos logrado cambiarcam biar
unas 1020. En este caso parece que sugerir una interpretación de estas
alteraciones en términos de una secuencia de cambios racionales de
opiniones en tom tomoo a un mismo tema resulta un poco forzado,
forzado, al tiempo
que resulta lógico temer que ni siquiera el más eminente de los histo-
riadores galácticos de la ciencia «llegue a comprendemos». Por tanto,
concluye nuestro escéptico, no basta afirmar con Davidson y Stroud
que describir en detalle las creencias de la civilización galáctica signi-
fica convertirlas automáticamente en meras teorías alternativas perte-
necientes a un marco común. Aun A un haciendo tal concesión, sigue siendo
racional esperar que vuelvan a haber nuevos casos incomunicables e
ininteligibl
inint eligibles,
es, aun cuando, ex hypothesi, no podamos
poda mos ni escribir ni leer
un relato de cienciaficción que describa la civilización galáctica. Por
consiguiente, nos hallamos ante un caso en el que de veras existe una
diferencia entre el ordo cognoscendi y el ord ordo essend i y que imposibi-
o essendi
lita la aplicación de cualquier argumento verificacionista.
Para que la antinomia a la que aquí nos enfrentamos
enfrentamos adquiera mayor
solidez, concedamos, por mor del argumento, que una condición necesa-
ria para que una entidad sea una persona es que tenga
teng a o haya tenido capa-
cidad para articular creencias
creencias y deseos
deseos cuya cantidad y complejidad sean
equiparables a las nuestras. Estas restricciones son imprescindibles a la

68 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

hora de incluir seres pueriles y personas dementes y de excluir perros y


robots de tipo muy simple.
s imple. Pero
Pero,, como es lógico, las mismas restricciones
nos ocasionarán problemas cuando lleguemos a casos en los que no queda
claro que estemos educando a una persona desarrollando sus capacid capacidades
ades
latentes
latent es (como cuando enseñamos a un niño cierta lengua) o transforman-
do una cosa en unaun a persona (como cuando insertamos en el robot algunas
unidades de memoria adicionales). Apartando por el momento esta difi-
cultad, limitémonos a observar que esta formulación tiene como conse-
cuencia que la adscripción d dee humanid
humanidad, ad, la adscripción de un lenguaje y
la adscripción de creencias y deseos son s on cosas inseparab
inseparables.
les. D
Dee modo que,
si Davidson está en lo cierto
cierto,, la adscripción de humanidad y la adscripción
de una
un a mayoría de creencias correctas y de una u na mayoría
mayoría de deseos conve
nientes también son insepa
inseparab
rables.
les. Ello signi
significa
fica que jamás
jam ás podrem
podremos os tener
evidencia de la existencia de personas
personas que hablen lenguajes que en princi-
 pio no puedan traducirse al nuestro y que abriguen creencias total o mayo mayo
ritariamente
ritariame nte incompatibles cocon n las nuestras.
 No
 N ooobstante,
bstante, ello no nos impide u una
na extrapolac
extra polación
ión ac
acerca
erca del
d el posi-
po si-
 ble origen
orig en de estas personas. Así que, al parecer, el mundo mund o pued
puedee llegar
a poblarse de personas a quienes nunc nuncaa podamos reconocer
recon ocer como tales.
Vemos ahora que un viajero en el tiempo de origen galáctico que se
introdujera entre nosotros con el tiempo tendría que desestimardesestim ar la supo-
sición que tenía en un principio, a sabe saber,
r, que éram
éramosos personas, tras fra-
casar en su intento de correlacionar nuestras proferencias con nuestro
entorno de forma tal que le permitiese crear un léxico puente entre su
idioma y el nuestro. Nuestro supuesto inicial, a saber, que el emisario
galáctico era una persona, se vería fr frustrado
ustrado por un descu
descubrimiento
brimiento del
mismo tipo. Es muy triste que dos culturas que tiene mucho que ofre-
cerse sean mutuamente
mutuam ente incapaces de recon
reconocer
ocer la existencia de la otr
otra.
a.
Es patético pensar que nosotros, que hemos viajado en el tiempo hasta
llegar al hombre de Neanderthal, podamos ser para éste lo que la cria-
tura galáctica es para nosotros. Pero la situación es incluso peor,
peor, por
po r las
razones a las que antes aludía.
aludía. Aho
Ahora
ra podemos ver que, por lo que sabe-
mos, el mundo contemporáneo  podría estar repleto de personas irreco-
nocibles como tales. ¿Por qué razón hem
hemos os de ignorar la posibilida
posibilidadd de
que árboles, murciélagos, mariposas
maripo sas y estrellas ttengan
engan sus propios len
len--
guajes, todos intraducibies, en los
los que no dejan de expresar mutuamen-
mutuam en-
te sus respectivas
respectivas creencias y deseos? Puesto que sus órganos los capa-

citan para
apenas recibir
cabe tantos estímulos
sorprendemos de que ylapara r esponder
responder
sintaxis de tantas maneras,
y los predicados básicos
de sus lenguajes no guarden relación algualguna
na con los nue
nuestros.
stros.

EL MUNDO FELIZMENTE PERDIDO 69

Que esta última posibilidad tenga cabida puede ser indicio de que
algo no anda bien.
bien. Quizá no debiéramos habernos
haber nos mostrado ta
tann prestos
prestos
a admitir la posibilidad de extrapolar. Quizá nos hayamos precipitado
un tanto al creer que las atribuciones
atribuciones de huma
humanidad
nidad y de creencias arti-
culadas eran inseparables, pues lo cierto es que sabemos de buenas a
 primeras
 prim eras que las maripo
ma riposas
sas no son pers
persona
onass y, po
porr tanto
tanto,, que no abrigan
creencias que expresar. No obstante, por lo que a mí respecta, no veo
nada erróneo en la extrapolación propuesta, ni tampoco veo lo que la
locución «saber de buenas a primeras que algo no es una persona»
 podría
 pod ría sign
signific
ificar
ar cuando se aplica a las mari
mariposas,
posas, salvo el que la mari-
ma ri-
 posaa no tiene la ap
 pos aparien
ariencia
cia de un ser humano.
huma no. Pero n nada
ada en p partic
articular
ular
 puedee h
 pued hace
acemm os pen
pensar
sar que nues
nuestros
tros lejanos ancestro
ancestross o n nuestr
uestros
os des
des--
cendientes pareciesen tan poco humanos como los murciélagos. Aun-
que la noción de persona sea tan compleja y multicriterial como nos

 plazca,
 plejo desigo sin v
ver
creencias ery que pu
pued
deseos eda
ena mutu
despren
desprenderse
mutua derse de la
a conexión, nide unesta
que escon
conjunto
juntoacom
ta últim
última com-
pu
pue--
e-
da separarse de la de la capacidad de hablar un lenguaje tra traducibl
ducible.
e. Así
 pues, creo qu
quee dec
decretar
retar la ex
exclusión
clusión de las m
marip
ariposas
osas equivale a decre-
tar la exclusión de loslos seres galácticos o del hombre de Neanderthal, y
que dar cabida a la posibilidad de extrapolar hasta estos últimos equi-
vale a dar cabida a la posibilidad de que incluso hoy día las mariposas
abracen las mismísimas creencias que en el futuro abrazarán nuestros
descendientes galácticos. Podemos seguir en nuestros trece y afirmar
que términos como «persona», «creencia», «deseo» y «lenguaje» son a
fin de cuentas tan deícticos como «aquí», «ahora» o «moral», de tal
maneraa que en cada caso
maner caso nos remitimos necesariamente a nuestras cir-
ias. Pero ésa es llaa única manera de excluir a los seres galácti-
cunstancias.
cunstanc
cos, y por ende la única ma  manera
nera de excluir a la mariposa.
mariposa.
Si esto nos parece enigmático, creo que lo parecerá menos si trae-
mos a cuento algunos paral paralelismos.
elismos. Supongamos que los habitantes de
la Patagonia
Patagonia carecen de poesía y que los del d el planeta Mongo de morali-
dad. Supongamos también que algunos nativos de cada uno de estos
lugares,
lugar es, poniendo objeciones a nu nuestra
estra estrechez de miras, nos aclar
aclaran
an
que sí tienen poesía, astronomía
astronom ía o moral, según el caso, aunq
aunque
ue sea de
otro tipo. Para
P ara los habitantes de la Pa
Patagonia,
tagonia, ni Homero, ni She
Shelle
lley,
y, ni
Mallarmé, ni Dryden
D ryden son siquier
siquieraa poet
poetas.
as. Con todo, adm
admiten
iten que Mil
Mil
ton y Swinbume guardan un remoto parecido, del que sólo cabe una
vaga descripción, con los poetas paradigmáticos
paradigm áticos de la Patagonia.
Patagonia. A sus
ojos, esos poetas paradigmáticos cumplen en su cultura algunas de las
fúnciones que nuestros poetas
poeta s cum
cumplen
plen en la nuestra, aunque no todas.

70 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Los aborígenes no saben nada de equinoccios y solsolsticios


sticios,, pero sí pue-
den distinguir los planetas de las estrellas. Sin embargo, emplean el
mismo término para referirse a los planetas, a los meteoritos, a los

cometas y al Sol.
cuerpos está Sus relatos relacionado
estrechamente en tomo al movimiento de estos serie
con una intrincada últimosde
relatos en tom o a la divina providencia
providencia y la curación de enfermedades,
mientras que sus rel relatos
atos en tom o a la estrellas tienen que ver exclusi-
vamente con el sexo. Los habitantes del planeta M Mongo
ongo parecen escan-
dalizarse de que las personas digan la verdad a sus iguales y les causa
sorpresa y risa que se abstengan de torturar a vagabundos indef indefensos
ensos..
 No
 N o pa
pare
rece
cenn te
tene
nerr ning
ningún
ún ti
tipo
po de tab
tabúe
úess sexuales,
sexua les, pe
pero
ro sí parec
par ecen
en te
tener
ner
un alto número cuando de alimentos se trata. Sin embargo, los habi-
tantes de Mongo confiesan la repugnancia que les causa el que los
terráqueos no comprendamos el punto de vista moral y que aparente-
mente confundamos la moralidad con la etiqueta y con expedientes
que garanticen
gara nticen el orde
ordenn socia
social.
l.
En los tres casos recién citados resulta obvio que carece de impor- impo r-
tancia responder a la pregunta «¿Se trata de otro tipo de poesía (o de
astronomía, o de moralidad) o sencillamente carecen de ella?». Pienso
que «¿Son los seres galácticos, o las mariposas personas distintas de
nosotros o no son en absoluto personas?». E En
n lo
loss tres casos menciona-
dos, podemos prolongar indefinidamente el argumento entrando en
mayores detalles. No ocurre lo mismo en el caso global, en el que ex  
hypothesi ningún esquema
es quema de traducción cumplirá su propósito.
propósito. Pero en
el caso global (de creencias tout court) como en el caso particular de
creencias astronómicas o de creencias en tomo to mo a lo que está bien y a lo
que está mal, lo único que anda en
enjue
juego
go es qué manera de prpredecir,
edecir, con-
trolar y,
y, en general, de h
habérnoslas
abérnoslas con las entidades en cuestión, es la
mejor. En el curso de dicha decisión, tropezamos con algunos de los
arduos problemas a los que antes
antes me refería — con dificultade
dificultadess que sur-
gen al hacer frente a casos inciertos, como los referentes a fetos, criatu-
ras prelingüísticas, ordenadores y dementes— : ¿Ti ¿Tienen
enen derechos civi-
les? ¿Debemos intentar justificamos ante ellos? ¿Tienen creencias o
simplemente responden
responde n a estímulos? ¿A
¿Asignan
signan sentido a las palabras
palabras,, o
simplemente repiten un sonsonete? Dudo que haya muchos filósofos
que sigan creyendo que los procedimientos para dar respuesta a estas
 pregun
 pre guntas
tas rresid
esidan
an en «
«nue
nuestro
stro lleng
enguaje
uaje»
» a la esp
espera
era de ser des
descub
cubiert
iertos
os
mediante el «análisis co conceptual».
nceptual». Y si ya no lo creemos, tal vez pod poda-a-
mos contentamos con decir que el caso global equivale a la pregunta
«¿Es posible que existan marcos conceptuales alternativos al nuestro,

EL MUNDO
MUN DO FELIZ
FELIZMEN
MENTE
TE PERDIDO 71

en poder de personas que jamás podríamos reconocer como tales?».


Dudo que alguna vez podamos bosquejar procedimientos generales
 para
 pa ra resp
respond
onder er a pregunta
preg untass del tipo «¿Tan diferente
difer ente es este esquema
esqu ema
conceptual del nuestro, o bien es un error concebirlo siquiera como un
lenguaje?», «¿Se trata de una persona con órganos, respuestas y creen-
cias completamente
completamente diferente
diferentes,s, con quien jamás
jam ás podremos comunicar-
nos, o simplemente de una un a cosa dede conducta compleja?».
Esta conclusión «indiferente» es todo cuanto puedo ofrecer en lo
tocante a la antinomia
antinom ia entre el argumento de Davidson y Str Stroud
oud,, por un
lado, y la extrapolación del escéptico, por otro. Pero no debería pen-
sarse que con ella desacredito la importancia de las afirmaciones de
Davidson y Stroud.
Stroud. Por el contrario,
contrario, pienso que, gracias a esta antino-
antino -
mia, tras habernos percatado de la relevancia del primer argumento
 para
 pa ra nu
nuestr
estroo uuso
so de la noció
no ciónn de «persona»,
«person a», estamo
esta moss en mejo
me jorr situación
situac ión
a la hora de ver su importancia. Ésta puede salir a relucir: a) exami-
nando la objeción típica frente a la teoría de la verdadcoherencia («tal
teoría desconecta la verdad del mundo»), y b) volviendo a nuestra ante-
rior discusión sobre las raíces kantianas de la noción de «marco con-
ceptual».
Consideremos primero
prime ro la tradicional objeción a las teorías coheren
tistas de la verdad,
verdad, según la cual, aunque nnuestra
uestra única prueba acerca de
la verdad debe ser la coherencia mutua de nuestras creencias, la natu
raleza de la verdad ha de ser la «correspondencia
«correspo ndencia con co n la realidad».
realidad». Para
defender este punto de vista no basta con argumen arg umentartar que La Verdad
Verdad es
Una, mientras que los acervos de creencias igualmente coherentes y
alternativoss son Much
alternativo M uchos8
os8.. El
El contraargumento
con traargumento que los defensores ddee las
teorías de la verdad pragmáticas y coherentistas han esgrimido es que
nuestra presunta «intuición» de la Unidad de la Verdad consiste sim-
 plement
 plem entee en la expectativa
expectat iva de que, si tuviéramo
tuvié ramoss todos
todo s los informes
inform es per-
pe r-
ceptiv
cep tivos,
os, contaríamos
contaríamos con una forma óptima para p ara hacer una selección
selección
entre ellos y entre el resto de los enunciados
enunciado s posibles, de tal modo que
obraríamos en poder de un sistema de creencias verdaderas de ideales
 propor ciones.. Él típico intento de refutac
 proporciones ref utación
ión de este contraargu
con traargumento
mento
consiste
consis te en afirma
af irmarr que resulta claro
claro que habría un sinnúmero
sinnúmero de posi-
 bles sistemas de tal clase, entre los cuales sólo podríamo
podría moss elegir en base

8 Para
ara una
una for
formula
mulacición
ón recie
reciente
nte de dich
dichaa objec
objeción
ión,, véase
véase Joh
John
n L
L.. Pollock,
Pollock, «Per
«Perce p- 
cep-
tual Knowledge», Ph
 Philo
iloso
soph
phica
icall Review
Re view , LXXX, 3 (julio de 1971), pp. 290-292.

72 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

a consideraciones estéticas. Otra


Otr a refutación,
refutación, ensa
ensayada
yada con un convenci-
miento mucho
m ucho mayor, consist
consistee en afir marr que es eell mundo el que deter-
afirma
mina la verdad. El accidente que nuestros órganos sensoriales nos per-
miten atisbar
atisb ar y eell resto de accidentes de lo
loss predicados que hemo
hemoss intro-
ducido o las teorías de cuyas proporciones nos congratulamos, pueden
inculcar nuestro derecho a creer. creer. Mas ¿cómo podrían
pod rían determinar
determ inar qué es
verda
ve rdad}9
d}9..
Ahora bien, el argumento de Davidson y Stroud nos proporciona
una respuesta
respues ta simple, aunque transigent
transigente,
e, a esta tí
típica
pica objeción contra
la teoría coheren
coherentista.
tista. Ya que la mayoría de nuestras creencia
creenciass (aunque
ninguna en particular) no pueden   sino ser verdaderas —pues ¿qué
 podr
 po dría
ía con
contar
tar com
como o evide
evidencia
ncia de la fals
falsed
edad
ad de la gra
gran
n mayorí
ma yoríaa de
éstas?— el espectador de marcos conceptuales alternati alternativos
vos se refugia
en la posibilidad de que existan unas cuantas maneras igualmente váli-

das deamodificar
vistas aum entar ligeramente
aumentar nuestro
nuestra capacidad deactual
predi acervodedeseducción,
predicción,
cción, creencias ocon
de
lo que usted disponga. El punto que Davidson y Stroud subrayan nos
trae a la memoria, entre otras ccosas,
osas, que sólo una pequeña proporción
de nuestras creencias sufren una alteración cuando nuestros paradig-
mas físicos, poéticos o morales cambian, y nos hace notar qué pocas
 podr
 po dría
íann  cambiar. Nos hace damos cuenta de que el número de creen-
cias de las clases cultas de Europa que han sufr sufrido
ido camb
cambiosios es ridicu-
lamente pequeño en comparación con el número de las que han que-
dado intactas.
intactas. De mane
manerara que eeste
ste argumento nos permite afirm afirmar:
ar: da
la casualidad de que no existen sistemas globales de creencias cohe-
rentes y «alternativos». Es del todo cierto que siempre habrá áreas de
investigación donde existan sistemas de creencias incompatibles que
se «estorben mutuamente». Pero el el hecho de que buena parte de nues-nues -
tras creencias seguirán siendo verdaderas por siempre  jamás —y de
que, presumiblemente, estarán pues «en contacto con el mundo» la
mayoría de las veces— hacehac e que la anterior observación parezca algo
filosóficam
filosóf icamente
ente inocuo. En concreto, la tesi
tesiss por la cual
cual,, dado que La
Verdad
Verda d es U na — y que, por lo tanto, consiste en una «correspon
«corresponden-den-
9 Este tip tipo
o de preg
pregunt
untaa se hall
hallaa en la ra
raíz
íz de lla
a ttent
entat
ativ
iva
addee di
dist
sting
inguir
uir entre
ntre una «teo
ría
ría de la verdad» y una «teoría de la evidenc ia» a m odo de respuesta a teóricos d e la ver-  
dad-afirmabilidad
dad-afir mabilidad com o Sella Sellars;
rs; véase la críti
crítica
ca de Harman a Sellars sobre este punto en  
«Sellars’ Semantics», Ph  Philo
iloso
soph
phica
icall Rev
Review
iew,, LXX IX, 3 (julio de 1970), pp pp.. 404- 419 , esp. 
p p. 4 0 9 s s . , y 4 1 7 s s .

EL MUNDO
MUN DO FEL
FELIZMEN
IZMENTE
TE PERDIDO 73

cia»
cia»—
— debemos resucitar una epistemología
epistemología ñindamentalista que
explique «cómo
« cómo es posible el conocimi
co nocimiento»,
ento», deviene o ci
cioo sa 10.1 Nos
encontraremos (la mayoría del
del tiempo) «en contacto con el mundo» sin
 pen sarlo
 pensar lo dos veces,
veces , dis
dispon
pongam
gamosos o no de enuncia
enu nciados
dos incorregi
inco rregibles,
bles,
 bási
 bá sico
coss o de cuacu a lq
lqui
uier
er otr
otro
o tip
tipoo pr
priv
ivile
ilegi
giad
ado
o o fund
fu ndac
acio
iona
nall que
qu e
 proferir.
Pero es fácil que este modo de hacer frente a la pretensión de que
«es el mundo el que decide
dec ide la verdad de las cosas» parezca
pare zca fraudulento.
Pues, tal y como la he empleado, la concepción de Davidson y Stroud
 parece
 pare ce valerse del ardid
ard id de subs
substituir
tituir la noción
noc ión de la «incues
«incuestionab
tionable
le
mayoría de nuestras creencias» por la noción de «mundo». Nos hace
 pensa
 pen sarr en te
teorías
orías coheren
coh erentistas
tistas como la de Royce,
Royc e, quien
quie n afirm
afi rmab
abaa que
nuestra noción de «mundo» equivale exactamente a los contenidos
idealmente coherentes albergados por una mente idealmente absoluta,
o en la noción pragmatista de «experiencia asentada», aquellas creen-
cias que en el momento presente no están sujetas a revisión, dado que
no presentan problema alguno y que nadie se ha preocupado en pensar
alternativa
altern ativas.
s. En estos casos —Davidson
— Davidson y Stroud
Stroud,, Royce, Dewey— bien
 puede
 pue de parece
par ecerr que simplemente
simpl emente se ha esqui
esquivado
vado el problem
prob lemaa de la ver-
ve r-
dad.
da d. Pues nuestra noción de mundo — —se
se nos dirá— no es la de creen-
cias indiscutidas,
indiscutidas, o indiscutibles o idealm
idealmente
ente coherentes, sino más bien
la de un étre-en-soi sólido, indómito y yerto que se mantiene a distan-
cia y que muestra una sublime indiferencia aunque lo colmemos de
atenciones. El verdadero creyente realista sospechará tanto los idealis-
mos y los realismos tanto como el verdadero creyente en el Dios de
nuestros padres sospechará, por ejemplo, del discurso de Tillich acerca
del «objeto de nuestras mayores inquietudes»
in quietudes» n.
Ahora bien,
bien, por poner
pon er mis cartas sobre
sobre la mesa, pienso que la noción
de mundo que abraza el verdadero creyente realista tiene más de obse-
sión que de intuición. Pienso asimismo que Dewey estaba en lo cierto
cuando consideraba que la única intuición que tenemos del mundo
10 Véase Pollock, op. cit.,  qu ien defiend e que , tras
tras desestimar una teoría coherentista
coherentista 
de la justificació n, e s necesaria una explicació n en términos fundam entalistas.
entalistas.
11 En «Platform John Wild (ed.), The 
«Platform o f the Asso ciation for Realistic Ph ilosophy», en John

 Retu
 Re tum
m to Rea
Reason,
son,  Henry Regnery, Chicago, 1953, y en «Program and First Platform of  
Six Realists», en Edw in B. Ho lt et al., Th
Thee Ne
Neww Realism,  MacMillan,
MacMillan, Nueva York, 1912, 
pp. 417 ss., podrán hallarse
hallarse ejemp los de la pasión programática
programática que el realismo puede ins
pirar.

74 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLA^SMO

como aquello que determina


determ ina la verdad es precisamente la intuición de
que debemos hacer
h acer que nuestras creencias
creencias se ajus
ajusten
ten a un vasto corpus
de tópicos, informes perceptivos indiscutidos y cosas por el estilo. Por
tanto, me satisface interpretar el resultado del argumento de Davidson
y Stroud a la mmaner
aneraa de Dewe
Dewey. y.
Pero no
no dispongo
dispon go de argumentos contra la descripción de nuestras
 presu
 pre sunta
ntass «intui
«in tuicion
ciones»
es» qu
quee hace
hac e el v
verd
erdade
adero
ro crey
creyente
ente en ellas. Todo
lo que cabe hacer frente a la pretensión de que «es el mundo  el que
decide la verdad de las cosas» es señalar el uso erróneo que el realista
hace de la noción de mundo. Naturalmente,
Naturalm ente, nada cabe argumen
argumentartar con-
con-
tra el sentido de «mundo» en el que éste es sencillamente cualquier
referente hoy día asignable a la gran mayoría de nuestras creencias no
están sujetas a revre v is
isió
ión
n 12. Si uno adop
adoptata la postura
postu ra de Davidson
D avidson y
Stroud, «el mundo» constará simplemente de estrellas, personas,
mesas y hierbas, todas esas cosas cuya inexistencia nadie, excepto el
filófoso «realista científico» de tumo, podría concebir. De modo que
es indiscutible que es «el mundo», en cierto sentido —aquel que hoy
día nos impide dudar de su ser (quitando casos marginales como los
que versan sobre dioses, neutrinos y derechos naturales) y del que no
cabe error— , el que determina
determ ina la verdad de las cosa
cosas.
s. La
L a «determin
«determina- a-
ción» acaba por ser tan sólo el hecho de que nuestra creencia en la
 blanc
 bla ncur
uraa de la nieve
niev e es ver
verdad
dadera
era debido
deb ido a que
qu e la
l a nieve es blanc
bla ncaa y de
que nuestras creencias acerca de las estrellas son verdaderas debido a
que las distribuimos en constelaciones, etc.etc.
Pero, como era de esperar, este sentido trivial de «verdad» como
«una correspondencia con la realidad» y como algo que «depende de
una realidad independiente de nuestro conocimiento» no contenta al

12 Si digo «cual
«cualqui
quier
er re
refe
fere
rent
ntee hoy día
día asignab
asignable
le»
» en vez de «cualq
«cualqui
uier
er refer
referen
ente
te»
» es 
para
para mantenerme al m argen de cierta po lém ica que los partidario
partidarioss de una «teoría causal 
de referencia» podrían suscitar.
suscitar. Dic ha teoría podría dar
dar a entender que ho y d ía hablamos  
de hech o (n os referim os) de alg o a lo que en un futuro
futuro harán
harán referencia los seres ga lácti
cos , si bien es tos últim os podrían saber
saber de qué se trat
trata
a al tiempo que no sotros lo ignorá
sem os. (M ichael Friedman y Fred Dretske me hiciero n ver la importancia de dicha teoríateoría  
de la referencia.) Mi propia tesis, que m e es imp osible desarrollar
desarrollar aquí, es que intentar
intentar cla
ri
rifi
ficar
car cuestiones ep istemológ icas haciendo referencia
referencia a la noción d e «referencia»
«referencia» co n

ducirá siempre a explicar lo obscuro mediante algo más obscuro, a explicar nociones  
(com o « conoc imien to» y «verdad»)
«verdad») que tienen
tienen cierta
cierta base en el habla común en términos
términos 
de una noción filosó fica artifi
artificia
ciall y siempre contro
controver
verti
tida.
da. V éase el ensayo 7 de este m is
m o libro.
libro.

EL MUNDO FELIZMENTE PERDIDO 75

r ea
eali
list
staa 13. Éste pide prec
precisam
isamente
ente lo que
qu e el argumento
argu mento de Davidson
David son y
Stroud le impide
impide obtener: la noción de un mundo
mund o tan «independiente
«ind ependiente de

nuestro conocimient
conocimiento»
fiestamente de todaso» lasque, pora lo
cosas lasque
quesabemos, podría creído
siempre hemos carecerreferir-
mani-
ma ni-
nos. Quiere inferir «todas las cosas a las las que nos referimos podrpodrían
ían ser
completamente distintas
d istintas de lo que pensamos»
pens amos» a partir
par tir de, valga el ejem-
 plo, «podríam
«po dríamosos esta
estarr equivoca
equivocados
dos en lo referente
referen te a la naturale
natu raleza
za de las
estrellas». En vista de este salto desde «lo condicionado» hasta «lo
incondicionado», en términos
término s kantianos, no es sorprendente que smjan smja n
antinomias con
co n tanta facilidad.
La noción de «el mundo» tal y como se emplea en frases del tipo
«diferentes esquemas conceptuales desmenuzan el mundo de diferen-
tes modos» debe ser equiparable a la noción de algo que ni tiene ni
admite
mos especificaelción,
especificación,
a concebir mundoy, a en
decir verdad,
verdad,de
términos a laátomos
cosaensí. En cuanto
y vacío, couanto pasa-
pas a- 
de sense-
data y de la consciencia que de éstos tenemos, o de cierto tipo de «es-
tímulos» propensos
propensos a impactar en cierto tipo de órganos,
órganos, hemos rebau-
reb au-
tizado el juego. Pues por ahora nos va bien con cierta teoría particular
particular
del mundo. Pero, cuando nos proponemos desarrollar una teoría de la
verdadcorrespondencia
verdadcorrespo ndencia que me merezca
rezca ser discutida y que no sea trivial,
trivial,
sólo valdrá una caracterización
ca racterización de lo más vaga del estilo de «la causa de
los impactos sobre nuestra receptividad» y de «el objeto de nuestra
facultad de espontaneidad». Las nociones de «verdad», en el sentido de
«verdad desligada de toda teoría», y de «mundo», entendido como «lo
que determina dicha verdad» (al igual que los términos «sujeto» y

13 Desearí
Desearía
a que no se pensase
pensase que
que estoy
estoy sugir
sugirie
iendo
ndo que
que la
la tteo
eorí
ría
a semánt
semántic
ica
a de Tar skii 
Tarsk
es trivial,
trivial, aunque teoría no m e parece epistem ológica me nte relevante (salvo quizá, 
aunque dicha teoría
com o D avidson sugiere, a mo do de epistemo logía del aprendiza
aprendizaje
je lingüístico). Tendría a 
lingüístico). Tendría
Tarski
Tar ski como alguien que funda
funda una nueva área y no com o alguien que resuelve un viejo 
nueva área
problema. Pien so que Da vidso n está en lo cierto cuando afirmaafirma que, en la medida en que 
la teoría
teoría de Tarski
Tarski es una teoría de la correspondencia, «ni e l teórico d e la corresponden
cia ni sus adversarios han ganado el combate, ni tampoco éste se ha declarado nulo»  
[«Truee to the F acts», Jou
[«Tru  Journ
rnal
al ofP hilos
hi losop
ophy noviembre de 1969), pp. 748-  
hy,, LXV I, 21 (6 de noviembre
764, esp. p. 761]. La controvertida teoría filosófica de la «verdad-correspondencia»,  
cuyas presuntas alternati vas son las teorías pragmáticas y coherentistas, no es la teoría en 
alternativas
la cual, según Strawson (citado por Davidson,  op. ci t.,   p. 763), «afirmar que un  
cit.,
enunciado es verdadero equivale a afirmar que cierto episodio lingüístico guarda cierta  
relación
relaci distinto de este enunciado». Pu es, así las cosas,  
ón convencional con algo del mundo distinto
Blanshard
Blanshar d o D ew ey, p or ejemp lo, adoptarí
adoptarían
an gustosamente es te último punto de vi vista.
sta.

76 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

«objeto», «lo dado» y «la consciencia») son tal para cual. Ninguna de
ambas puede
pued e sub
subsistir
sistir sin la otra.
otra.
A modo de resumen, lo que quiero decir es que la noción de «el
mundo» o bien se reduce a la de causa inefable de nuestra sensibilidad
o bien es el nombre que damos a aquellos objetos que, por el momento,
la investigación no tiene en cuenta: de aquellas
aq uellas planchas del barco que,
 porr el momento
 po mom ento,, sigu
siguenen en su sitio. A mi modo
mo do de ver, desde
de sde Kant, la
epistemología ha oscilado entre estos dos significados del término
«mundo», al igual que, desde Platón, la filosofía ha oscilado entre «El
Bien» como
com o nombre
nombr e de una inefable piedra
pied ra de toque de la investigación
que podría abocar al rechazo de todos nuestros presentes criterios
criterios mora-
m ora-
les y como nombre de una síntesis idealmente coherente de tantos
criterios como sea posible. En mi opinión, dicho equívoco posibilita la
 postu
 po stura
ra de los filósof
filó sofos
os que ven en el «realism
«rea lismo»
o» o en la «teoría
«teo ría
de la verdadcorrespondencia» tesis apasionantes o merecedoras de
discusión.
Para evitar del todo la tentación «realista» de emplear la palabra
«mundo» en un sentido tan vacuo como el anterior, tendríamos que
renunciar de una vez por todas a toda una galaxia de nociones filosófi- filos ófi-
cas promotoras
promo toras de tal uso, y, en particular, las distinciones
d istinciones kantian
kantianas as que
discutía al principio. Pues supongamos que disponemos de una teoría
 porr la que el tercer
 po terc er ojo, el de
d e la mente, ttien
ienee o no tiene
tie ne un
unaa clara
clar a visión
visió n
de la naturaleza de las cosas, el tipo de teoría que encontramos, ponga-
mos por
p or caso, en algunas partes
partes de los Segundos Analíticos de Aristó-
teles. En ese caso, la noción de series alternativas de conceptos no ten-
dría mucho sentido. El noüs no pue
puede
de errar. Sólo cuando nos hacemos
hac emos
cierta idea de que la mente está esci
escindida
ndida en «ideas simples» o «intui-
ciones recibidas pasivame
pasivamente»,
nte», por una
un a parte, y en un rosario de ideas
ideas
complejas (algunas de las cuales significan esencias reales y otras sólo
nominales) empiezan a parecer plausibles ora  la teoría de la verdad
coherencia ora las típicas objeciones a ésta. Sólo entonces cobra
c obra plau
sibilidad la idea de que la investiga
sibilidad investigación
ción consis
consiste
te en dar debida
d ebida forma a
nuestras «representaciones»
«representaciones» y no simplemente en describir el mundo.
mundo.
Si dejamos de concebir el conocimiento
conocimiento como resultado de la manipu-
manipu -
lación de Vorstellungen, creo que podemos restituir la sencilla noción
aristotélica
aristotéli ca de verdad como una
u na corresponden
correspondencia
cia con la realidad de la
que tenemos clara conciencia,
conciencia, pues entonces demostrará ser la indiscu-
tible trivialidad que de hecho
hec ho es.
Para desarrollar esta tesis sobre la naturaleza del vínculo que la epis-
temología kantiana mantiene con la idea de una teoría notrivial
notrivial de la

EL MUNDO FELIZMENTE PERDIDO 77

verdad como correspondencia y por ende con la noción «realista» de


«mundo» sería necesario
necesario otro artículo, pero no voy a intentar
intentar exprimir-
exprimir -

la
demás.
m ás.alusiones
las En
E n vez dehistóricas
eso, me gustaría concluir
que he hecho a lotrayendo
tralargo
yendo a colación
del colació
camino,n con
algunas
vis-
tas a (como dice Sellars)
Sellars) situar mis conclusiones en el espacio filo filosóf
sófi-i-
co. Decía al principio que la noción de «marco conceptual» y, con eella, lla,
la de «marco conceptual alternativo» dependían
depend ían de la presuposición
presupo sición de
ciertas distinciones kantianas al uso. Estas distinciones han sido blanco
común de Wittgenstein,
Wittgenstein, Quine, Dewey y SellarsSellars.. Ahora
Aho ra estoy en situa-
s itua-
ción de expresar el el mismo punto afirm
afirmand
andoo que la noción de «mundo»,
como correlato de la noción de «marco conceptual», se reduce a la
noción
noció n kantiana de cosaensí, y que la disolución deweyana de las dis-
tinciones kantianas entre receptividad y espontaneidad, necesidad y
contingencia, aboca
aboc a desenvueltamente a la disolució
disolución n de la idea que el
verdadero creyente realista tiene del «mundo». En resumidas cuentas,
si partimos de la epistemología kantiana iremos a parar a la metafísica
transcendental de Kant. Como antes sugería, Hegel conservó la episte-
mología kantiana, si bien intentando renunciar a la cosaensí, convir-
tiéndose a sí mismo —y, en términos generales, a todo el idealismo—
en pasto para la reacción realista. Pero el sentido hegeliano de la histo-
ria —en el cual nada, incluyendo los conceptos a priori, es inmune al
cambio cultural— fue la clave clave del
del ataque de Dewey sobre la epistemo-
epistem o-
logía que Hegel compartía
comp artía con Kant.
Kant. Dicho ataque se debilitó por cau-
sa del uso que Dewey hacía del término «experiencia» a modo de con-
 juro
 ju ro co
contra
ntra toda
tod a posible
posib le distinción. De modo que fue imposible apreci apreciarar
la vigencia de su tesis de que la «experiencia asentada» era el «valor de
cambio» de la noción de «mundo» hasta que Wittgenstein, Quine y
Sellars formularon críticas mucho más directas.
directas. Pero
Pero,, una vez asumidas
dichas críticas, quizá haya llegado el momento de intentar recobrar la
versión «naturalizada» que Dewey diera del historicismo hegeliano.
Según esta versión historicista, las artes, las ciencias, el sentido del bien
y del mal y las instituciones sociales no constituyen intentos de encar-
nar o formular la verdad, la bondad o la belleza. Son intentos de sol-
ventar problemas, de modificar nuestras creencias, deseos y de forma
tal que nos hagan más felices de lo que ahora somos. Desearía poner
pon er de
relieve que este cambio de perspectiva es la natural consecuencia de
renunciar a las distinciones entre la espontaneidad y la receptividad,
entre la intuición y el concepto y, en términos más generales de aban-
donar la concepción del hombre que Dewey denomina «teoría del
espectador»
especta dor» y Heidegger «identificación de  ph
 phys is   e idea». Dado que
ysis

78 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

los idealistas
idealistas conservaron esta tesis general y se dedicaron a red
redefinir
efinir el
objeto de conocimiento, mancharon la reputación del idealismo y de la
«teoría de la correspondencia»,
correspondencia», y enaltecieron la de realismo y la «teo-
ría de la correspondencia». Mas, si alcanzamos a ver la teoría de la
correspondencia y la de la coherencia como trivialidades norivales,
quizá por fin
f in podamos
podam os ir más
má s allá del real
realismo
ismo y del idealismo.
idealismo. Tal vez
vez
lleguemos a un punto en el que, en términos wittgensteinianos, poda-
mos dejar de hacer filosofía
filoso fía cuando queramos.
queramos.
 

2. CONSERVANDO LA PUREZA
PUR EZA DE LA FILOSOF
FILOSOFÍA
ÍA:: 
ENSAYO SOBRE WITTGENSTEIN

Tras la conversión
conversión de la filosofía
filoso fía en una disciplina profesionalizada
y consciente de su estatuto, en tiempos de Kant, los filósofos se han
dado el gusto de hacer un distingo entre su temática y la de disciplinas
que no «van más allá», comcomo o la ciencia, el arte y la rel
religión.
igión. Los filó
filóso-
so-
fos nunca dejan de proclamar haber descubierto métodos libres de pre-
suposiciones, o absolutamente rigurosos, o transcendentales, sea como
fuere, más puros que los de los nofilósofos. (O, de hecho, que los del
resto de filósofos, salvo ellos mismos, sus correligionarios y sus discí-
 pulos.)
 pulos .) La m
mayorí
ayoríaa de las veces, los filó
filósof
sofos
os que trai
traicion
cionan
an este ideal
gnóstico (Kierkegaard y Dewey, por ejemplo) no contaban como «ver-
daderos filósofos».
En un principio,
principio, Ludwig Wittgenstein pensaba que ha había
bía purifica-
do la filosofía hasta tal punto que la formulación de sus problemas abo-
caba a su solución o a su disolución, por lo que creía que la filosofía
había llegado a su fin. Al parecer, las proposiciones de su Tractatus 
 Logico-Philo
 Logico -Philosoph icus  se hallaban tan alejada
sophicus alejadass d e l mundo y de sus avaava
tares como las de la mismísima lógica; eran proposiciones que mostra-
 ban aquello de lo que no se pue puedede hablar. Es posi
posible
ble hablar de los hechos
hecho s
en purida
puridad,
d, pero, en su opini
opinión,
ón, la tarea de llaa filosof
filosofía
ía era mostrar la for-
ma de todos los hechos posibles. Una vez que el acto de mostrar des-
 bancase
 ban case al de decir, lalass disp
disputas
utas fil
filos
osóf
ófic
icas
as (y llaa pro
propia
pia filo
filosofí
sofía)
a) esta
esta--
rían fuera de lugar. Aun así, Wittgenstein terminó por mofarse de su
 propia
 pro pia ob
obra
ra y
y,, en concret
concreto,o, de su an
ansia
sia de pureza. Pero aunqaunqueue se burla
burla- -
ra de su intento (en el Tractatus) de «mostrar» la forma de todos los
hechos posibles mostrando la forma de todos los lenguajes posibles,
seguía ansiando «mostrar»
«mostr ar» algo de lo que no se pue puede
de hab
hablar:
lar: el origen
de la filosofía, el inefable cambio de perspectiva que puede hacer del
árido manual de «los problemas de la filosofía» algo legítimo y con-
vincente. El Tractatus había dejado constancia de la imposibilidad de
una legítima disciplina discursiva que se ocupara de temas rotulados
«los problem
problemasas de la filosof
filosofía»,
ía», pues en
e n él se establecían los límites del
lenguaje y por consiguiente de la investigación discursiva. Las Invest Investii

[79]

80 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

gaciones filo fi c a s  establecían que la disciplina filosóf


 fil o só fic filosófica
ica puede desa-
rrollarse a nuestro antojo, pero ¿estamos seguros de querer hacerlo?
Sustituir las afirmaciones herméticas —aunque prescriptivas— del
Tractatus po
 porr las preguntas retóricas de las Inve
 Investiga
stigacio
ciones
nes  significaba
alejarse de la precisión, de la argumentación, del intento kantiano de
«poner la filosofía en la senda segura de la ciencia», renegando de lo
empírico. Pero, aunque en otro sentido, el proyecto seguía siendo kan-
tiano. Si, siguiendo a Richard Kroner, contemplamos la totalidad del
 proyecto
 proye cto kantia
ka ntiano
no a la luz de su intento
inte nto de «apa
«a parta
rtarr la razón
raz ón para
pa ra que
quepa la fe», y anteponemos su pietismo a su actividad académica, la
«primacía de la práctica» a la «posición transcendental»,
transcendental», podremo
podremoss ver
tanto en Kant
Kan t como en Wittgenstein el ansia de una pureza de corazón
que releva a la necesidad de explicar,
explicar, just
justific
ificar
ar y expon
exponer.er. Esta
E sta pureza
sólo está al alcance de quienes han vuelto a nacer,
nacer, de quienes anterior-
mente se dejaron arrastrar por
po r esta necesidad
necesidad y que ya han logrado redi-
mirse.
Wittgenstein representa para la filosofía académica de nuestros
días lo que Kant
Kan t representaba para la vida intelectual de Alemania en
las dos últimas décadas del siglo pasado. Nada era lo mismo después
de Kant, aunque nadie sabía a ciencia cierta qué había dicho, nadie
estaba seguro de qué partes de su doctrina había que toma tomarr en serio y
qué otras había
hab ía que desecha
desechar.r. En la Alemania de por entonces, pensar
seriamente significaba entresacar y adherirse a ciertas tesis de Kant o
hallar la manera
man era de volverle la espalda.
espalda. Hoy en día, pasados veinte años
desde la publicación de las Inve
 Investiga
stigacion es,  los filósofos se encuentran
ciones,
en una situación análoga.
análoga. Están
Es tán obligados a rechazar
recha zar la caracterización
wittgensteiniana de la historia de la filosofía
filos ofía o, de lo contrario, deben
fijar una nueva meta para la filosofía. Los filósofos se enfrentan al
dilema de aceptar el ideal kantiano de pureza — Philosophie stren- 
Philosophie ais stren-
ge Wissenschaft   — o el tipo
tip o de pure
pu reza
za de corazó
cor azón,
n, postp
po stprof
rofesi
esion
onal,
al,
redentora y privada que al parecer propugnaba Wittgenstein. Se
encuentran entre la espada de profesar una disciplina pura, de compla-
com pla-
cerse en poseer una Fach propia, y la pared de convenir con la tesis
wittgensteiniana acerca de la naturaleza de su disciplina.
disciplina. (Y digo Fach, 
en vez de «disciplina» o «área», aprovechando que William James dio
un precisa y elegant
elegantee definición contextual de este término al referirse
referirse
a Wilhelm Wundt: «No es un genio, es un pr  prof
ofes or , un ser cuya tarea
esor 
es saberlo todo y sentar su opinión sobre todo lo que concierne a tal
Fach [...]. Afirmaba que, para toda disciplina, tenía la obligación de
manifesta
man ifestarr su opinión al respecto: Vamos a ver,
ver, ¿por
¿po r cuál he de optar?

CONSERVAN
CONSE RVANDO
DO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 81
¿Cuánt as opiniones son p
¿Cuántas posibles?
osibles? ¿Tres? ¿Cuatro? ¡Ya lo te
tengo!
ngo! Son
sólo cuatro ¿Adoptaré una de estas cuatro? Más original será situarme
en una instancia superior, una especie de Vermittelungsansicht  entre
  entre
todas ellas. Así
A sí que haré esesto
to último, etc., et
etc.
c.»1
»1.)
En esta situación se dibuja una escisión entre, en boca de David
Pears,
Pears, la «filoso
«filosofía
fía lingüística sistemática
sistemática»,
», po
porr un lado, y la «filosofía
wittgensteiniana», por
po r otro
ot ro2
2. La primera, que incluye posturas cada vez
más extendidas dentro de la filosofía contemporánea, como las de
Donald Davidson, Richard Montague y Gilbert Harman, se diferencia
en forma y origen de la de autores «wittgensteinianos», como T. S.
Kuhn y Stanley Cavell3
Cavell3.. Para el filósofo del primer
prim er tip
tipo,
o, la estructur
estructuraa de
nuestro lenguaje, nuestra capacidad para aprenderlo y su anclaje en el
mundo integran
integra n una serie de problemas «tradicionalmente» filosóf filosóficos
icos
(que quizá se remonten a Parménides), que, no obstante, les permite
 presta rse a argum
 prestarse argumenta
entarr discursivam
discursivamente
ente y posib
posiblem
lemente
ente a darles una
solución exacta. Estos autores se inspiran en parte en el primer Wittg
genstein, el autor del Tractatus. Ven en la lógica la clave para erigir la
filosofía en una disciplina cuasicientífica que pueda resolver problemas
reales acerca del lenguaje al tiempo que eluda el conjunto de pseudo
 problemas
 proble mas motivados
motivad os por
po r las distinc
distinciones
iones cartesi
cartesianas
anas entre sujeto y
objeto, mente y materia. Cuando estos filósofos se pronuncian sobre
Wittgenstein,
Wittgens tein, tienden a aprobar
aprob ar su crítica a la tradición cartesiana, aun-
que creen que tiene pocas cosas relevantes que decir (por lo menos en
las  Invest
 Investigac
igacione s) en tomo a la filosofía del lenguaje, disciplina a la
iones)
que ahora reducen la metafísica, cuando no toda la filosofía. Por otra
 parte, los filósofos
filóso fos que se creen ocupa
ocupados
dos en exp
explica
licarr en qué
q ué situación
nos ha dejado Wittgenstein,
Wittgenstein, tienden a ver en la desintegración
desintegració n de la pro
pro-
-
 blemática
 blem ática car
cartesi
tesiana
ana no sólo una m
mane
anera
ra de d
desen
esenma
mascara
scararr unos cu
cuan-
an-
tos pseudoproblemas filosóficos, sino también de transformar la filo-
sofía, y tal vez el pensamiento y la vida misma. Para estos autores, la
destrucción del marco de referencia común a Descartes y a Kant no
1 Carta
Carta de James a Karl Stumpf, 6 de febrero de 1887, en H enry James (ed.), Lett ers  
 Letters
 ofW
 of W illi
illiam
am Jam es,  Norto
J ames,  Norton,n, Boston, 1920, pp.pp. 263-264 .
2 David Pea Pears
rs,,  Lu
 Ludw ig Wittgenstein,   Nueva York, Viking, 1969, p. 34. Traducción  
dwig
castellana de José Planells, Grijalbo, Barcelona, 1973, p. 55.
3 Pero
Pero véase el décimo e nsayo de este libr libroo («El escepticismo
escepticismo en Cavell»), donde me 
lamento de que el propio CavellCave ll muestra
muestra demasiado respeto por lo que yo llamo «proble
«p roble
mas de manual».
manual».

82 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

representa sólo la ocasión


o casión de d
descartar
escartar unos cuantos acertijos propios
de manual. Se trata de un proceso mental que ha de durar
dur ar generaciones,
tan profundo y completo como el de la destrucción del marco de refe-
rencia cristiano
cristiano común a San Agustín y aNewaNewmanman.. El cisma
c isma que
que,, duran-
te la Ilustración, separaba a los autores que restaban importancia a la
religión para dedicarse a asuntos más serios y de los que le concedían la
máxima
máx ima importancia
impo rtancia — hasta el extremo de propugnar un asedio ininte-
rrumpido
rrumpi do e indiscriminado
indiscriminado al escepticismo religioso—
religioso— es parangonable
parangonable
con el que en la actualidad
actuali dad divide las reacciones
reaccion es de los filósofos
filós ofos ante el
escepticismo
escepticis mo wittgensteiniano respecto
respecto de la tradición
tradición filosófic
filo sóficaa post-
renacentista.
Resulta obvio que el riesgo de llaa «filosofía
«filoso fía lingüística sistemática
sistemática» »
es caer en el escolasticismo y en la futilidad, mientras que el de la filo-
sofía «wittgensteiniana»
«wittgensteiniana» es caer en una insulsa imitación de un genial

autor
 poc
 poco de gún
o ningú
nin aforismos.
movimAun
n movimient oasí,
iento filosno
fil osófi voy
ófico a abordar
co postwittg
postw dichos
ittgenst
ensteini peligros,
einiano.
ano. Mi alusni ión
tam-
a lusión a
dicho cisma tiene como único fin trazar un transfondo sobre el que
abordar
abord ar el problema
proble ma que con él emergiera: ¿Tiene sentido decir dec ir que una
nueva concepción filosófica
filosóf ica tra
traee consigo la muerte de la filosofía? En
concreto, ¿tiene sentido decir que, Dios sabe cómo, la filoso filosofía
fía ha sido
superada,
superad a, ha
h a dejado de estar de moda o ha quedado vista para sentencia,
sentencia,
gracias a cierto descubrimiento wittgensteiniano de lo que se ha dado
en llamar ciertos «hechos lingüísticos»? ¿Es posible escabullirse del
dilema:
dilema: o bien Wittgenstein se limitaba a proponer otra dudosa teoría
filosófica
filosó fica o bien ni siquie
siquiera
ra estaba «haciendo
«haciendo filosofía»?
En su libro sobre Wittgenstein, Pears se sumerge en estas cuestiones
y elabora una tesis acerca de lo que él denomina «antropocentrismo»
wittgensteiniano, la cual, en mi opinión, constituye el tratamiento más
 profun
 pro fundo
do y más
má s agudo del método
méto do y el prop
propósit
ósito
o de las Invest
 Investigac iones  
igaciones
de los hasta ahora
ah ora publicados. Con todo, creo que Pears se equivoca al
interpretar
interp retar a Wittgenstein dentro del marco de una serie de distinciones
(«hechos lingüísticos» versus hechos nolingüísticos, convención ver
suss naturaleza, necesidad absoluta versus necesidad relativa,
su relativa, filosofía
versus ciencia, sentido versus sinsentido, «conocimiento fáctico» ver
suss otros ámbitos de discurso) que son residuos del Tractatus y de las
su
que no cabe hacer uso sin perpetuar al mismo tiempo el concepto de
filosofía como Fach propiamen
 propiamente
te dicha. Después de todo, no es posible
disponer de una Fach  sin obrar en poder de distinciones
distinciones que la demar-
dem ar-
quen
que n de otras de idéntico o meno
menorr rango. Mas, cuan
cuando
do aceptamos
aceptamo s estas
distinciones, nos enfrentamos con la pregunta de Pears: ¿Cómo demo-

CONSERVANDO
CONSERV ANDO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 83
nios podemos saber si Wittgenstein estaba en lo cierto al adherirse al
antropocentrismo? ¿Qué piedra filosofal podrá decantamos hacia el
antropocentrismo wittgensteiniano o, por el contrario, hacia el «rea-
lismo» o el «objetivismo»? Si aceptamos todas las distinciones
 procedentes
 proced entes del Tractatus de las que se sirve Pears, éstas pasarán a ser
 problemas
 proble mas cuya solución
solució n corra a cargo de la Fach  del filósofo. Si las
rechazamos, apenas veremos en la obra de Wittgenstein algo que que-
 pa llamar
lla mar con
concepción
cepción filos
filosófic
ófica,
a, pu
pues
es ¿cu
¿cuál
ál ssería
ería el objeto de es
esta
ta con-
con -
cepción?
Pearss es bien consciente de este dilema. Recapitula
Pear R ecapitula el «radicalan
«radicalan
tropocentrismo» de Wittgenstein
Wittgenstein afirma
afirmando
ndo que

Seg ún la doctrina de
Según dell segundo
segund o W ittgenstein, el pensar y la palabr
palabraa huma
nos, n o pueden fundarse
fundarse sobre ningún elemento objetivo exterior e indepen
diente, y la significación y la necesidad se preservan sólo dentro, dependen 
enteramente de la práctica lingüística de la que son inseparables. Su función  
só lo es
e s preservada por las reglas
reglas que
q ue dan a esta práctica cierta estabil
estabilidad,
idad, pero 
las reglas mismas
misma s non o pueden suminis
suministra
trarr un punto de referencia fijo y estable,
estable, 
pues siempre permiten interpretaciones
interpretaciones divergentes.
divergente s. La estabilidad
estab ilidad en la prác
tica del lenguaje
lengu aje es resultado tan sólo de nuestro acuerdo en la interpretac
interpretación
ión 
de las reglas. Sin
S in duda podríamos decird ecir que este acuerdo es para nosotros
nosotr os una 
grann suerte,
gra suerte, pero sería un poco
poc o com
c om o si se dijese que es una suerte
suerte par
paraa noso
nos o
tross que las condiciones de la vida estén de acuerdo con la com posició
tro posiciónn de la 
atmósfera te terr
rres
estr
tre.
e. Lo
L o que deberíamos
d eberíamos simplemente
simplemen te decir es que en el len
guaje hay ciertas condiciones
cond iciones de estabilidad4.
estabilidad4.

Dos páginas después, Pears introduce este caveat :

N o e s fácil describir
describir de una manera
manera fácil e imparcial
imparcial el movimiento
mov imiento co n el 
que evolucionó Wittgenstein en dirección al antropocentrismo. Cualquier 
descripción del mismo debe mencionar el hecho de que su punto de partida 
era el objetivismo,
ob jetivismo, lo que haría
haría pensar que el sentido de la ev olució
oluciónn no er
eraa 
tan previsible como hemos dejado suponer y que su posición final no está  
determinadaa con tanta precisión. H em os de
determinad d e suprimir
suprimir esta impresión si quere
mos entender a Wittgenstein. Wittgenstein no rechazó el objetivismo para 
proponer una teoría rival.
rival. En tal caso,
cas o, la utilización del
d el término «antro
«antropocen
pocen
trismo» podría
podría parecer
parecer errón
errónea,
ea, no por el hecho
he cho de q ue tuviésemo
tuviése mo s un térmi
no más apropiado,
apropiado, sino porque la co ncepción
ncep ción de
d e W ittgenstein podría
podría pare
parecer
cer 
así confrontada
confrontada con una concepción
con cepción rival,
rival, y que, según las normas habitual
habituales,
es, 
deberíamos esperar un enfrentamiento filosófico. Es, por lo tanto, esencial, 
recordar hasta qué punto podían ser diferentes las intenciones de Wittgens-

4 Pear
Pears,
s, o p . c i t .,  p. 179
179;; p. 25
2577 de la traducción cas
castellana.
tellana.

84 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

tein.  Pe
 Pens
nsab
abaaqque
ue p a r a fi j a r lo
loss lím ites d el leng
lenguaje,
uaje, e l único mméto
étodo
do  consis
tía en definir
definir un movim iento de o scilac ión entre dos puntos fijos. fijos. En tal caso, 
el objetivismo debía permitir definir el límite extemo, esforzándose en dar a 

nuestra práctic
nuestra prácticaa un punto
punto de a poyo exterior e independiente, y e l punto lím i
te intemo debía estar constituido por una descripción de las formas del len
guaje tal
tal com o las utilizamos, descripción que sería comp letamente insulsa si  
no se destacase sobre el fondo de esta concepción de la naturaleza objetiva.  
Piensa que el límite extem o es, de hecho, purament
puramentee ilusorio,
ilusorio, y que só lo es  
verdadera la perspectiva interna que debe, sin embargo, ser aprehendida por  
la persp ectiv a externa. Se puede emplea
emplearr ju
 justa
sta m en
ente
te eell términ
términoo «an
«antro
tropoc en-  
pocen-
 tris mo» p a r a desig
 trismo» de signa
narr e l pu
punn to de vis
vista
ta interno, a concondició
diciónn de no cr eerr  
cree
 noss im
 no impo
pone
ne e le g ir en
entre
tre esta
es tass d os do ctri
ct rina
na s co
conn tr
trar
aria
ias:
s: ob je
jetiv
tivis
ismmo y  
 antropo
 antr opocentr
centrismismo.
o.  W ittgenstein
ittgenstein piensa que la única forma de objetivismo que 
podríamos considerar debe venir a fundarse y a desaparecer en el antropo
centrismo. A sí, sería
sería preferib
preferible
le decir que la única teoría
teoría filosó fica q ue se p ue
de descubrir
descubrir aquí es la que con siste en ver en las prácticas
prácticas lingüísticas reales  
la única forma de realidad
realidad [cursiva añ adida]5
adida]5..

En este punto, Pears se enreda él solo en en paradojas. Algunas


Algun as de éstas
son creación del propio Wittgenstein (autor que en el curso de las Inves
tigaciones, com
 como o quien no quiere la cosa,
cosa, lanza alegremente media doce-
na de concepciones metafilosóficas incompatibles). No obstante, con
Pears no es tan fácil tomarlas a risa,
risa, pues las formula de manera
man era más des-
camada
cam ada y decidida.
decidida. Tres de estas paradojas quedan
queda n reflejadas
reflejadas en las tres
oraciones que he puesto en cursiva
cursiva.. La
L a idea de «fijar
«f ijar los límites del len-
guaje», una reliquia del Tractatus,  sigue estando igual de abierta a la
objeción típicamente dirigida en contra del positivismo lógico: «cuando
dicen que algo está fuera de los límites del lenlenguaje,
guaje, no se refieren
refie ren lite-
ralmente a que no puede decirse, sino a que no tiene sentido. Pero, para
ver que no tiene sentido, han de haberla entendido lo suficiente y, si la
han entendido lo suficiente, algún sentido
sentido debería tener.»
tener.» La idea «obje
tivista» de que nuestro lenguaje cobra forma en medio de universales,
significados o necesidades que están «ahí fuera» —que el rigo
rigorr depende
depende
de algo fuera de nosotros mismos— es tan inteligible
inteligible (y tan sospechosa)
como la idea de que la ley moral expresa la voluntad de Dios.
Dios. Ningún
Ning ún crí-
tico positivista de la religión ha sido capaz de justificar su adscripción
del término «sinsentido» a enunciados que durante siglos han estado
sometidos a lúcidas discusiones. Nada hay en las  Investigaciones  que
 permi
 per mita
ta aumentar
aume ntar el carácter prescriptivo
prescriptivo o el aalcance
lcance de dicho término.

5 Ibíd
Ibíd.,
., pp. 18
181
1 -182; pp. 2
260-
60-262
262 de la tra
traducció
ducción
n cas
castella
tellana.
na.

CONSERVANDO
CONSERV ANDO L
LAA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 85

Un segunda paradoja queda recogida en la segunda de las oraciones


que he puesto en cursiva, pues si la definición de «antropocentrismo»
no incluye «alternativa» alguna «al objetivismo», dicho término no tie tie-
-
ne carácter
cará cter prescriptivo.
prescriptivo. Si la «na
«naturaleza»
turaleza» es una ilusión, ta también
mbién lo es
la «convención» y el «hombre». Términos contrastadores de este tipo
se sostienen o se desmoronan todos a la vez. Abrigar una tesis acerca
del origen de la necesidad es abrigar otra que posibilite «un conflicto
filosófico
filosó fico dirimido según las antiguas
antiguas reglas»
reglas».. Pues
P ues esta tesis acerca de
la necesidad es una tesis en el mismo sentido en el que pudo haberlo
sido una tesis
tesis arriana
arrian a o panteísta acerca
acer ca de Dios (y en el sentido opues-
to a la tesis acerca de Dios de una persona
person a que piensa que la religión es
demasiado pueril
pueril como para
par a mantener una discusión seria al respecto).respecto).
La tercera paradoja
parad oja es en verdad idéntica a la segunda.
segunda. Pears es par- par -
tidario de la formulación «cuando de las prácticas lingüísticas relevan-
tes se trata,
trata, no cabe sino aducir hechos» y de d e la proclam
proc lamaa «la única teo- teo -
ría posible es aquella según la cual sólo hay hechos lingüísticos».
lingüísticos». Pero,
Pero,
vuelta a empezar, o bien el «lenguaje» se contrasta con «el mundo» (y
los «hechos lingüísticos» con los «hechos nolingüísticos»), o bien el
término carece de carácter
carác ter prescript
prescriptivo.
ivo. Si todo lo que hay son hechos
lingüísticos,
lingüístico s, nos limitamos a rebautizar
rebautiz ar todos
todos los antiguos hechos como
«lingüísticos». Sin lugar a dudas, Pears se enfrenta al dilema de hacer
uso de la abierta tautología de la que anteriorme
anteriormentente se sirviera («No hay
más estabilidad de la que hay») hay») —de afirmar
afirm ar que «la única teoríateoría posi-
 ble es aqué
aquélla
lla según la cual
cu al sólo h
hay
ay hecho
he choss lingüísticos»—
lingüístico s»— o de d e des
trivializar la tesis incluyendo en ella el término «lingüístico». Pero, aun-
que dejemos a un lado la paradoja
paradoja originada por la ausencia de contra-
 posició
 pos iciónn entre «lo lingüístico»
lingüís tico» y lo «nolin
«nolingüísti
güístico»,
co», resta
res ta la par
parad
adoja
oja a
la que nos aboca todo enunciado que comience diciendo «la única teo-
ría posible...»,
posible...», ya que toda teoría viene de la mano ma no de otra (u otras).
otras). En
el caso de una teoría de los dioses o de las épocas históricas, no hay tal
teoría, sino hechos acerca de los dioses o de las épocas históricas por
todos conocidos. Como d decía
ecía Dew
Deweyey,, la teoría arran
arranca
ca de las dudas que
alguien abriga con respecto a lo que siempre se ha tenido por bueno y
de sus sugerencias acerca de la existencia de otro modo de enfocar el
tema. Sólo cabe desestimar la posibilidad de teorías alternativas cuan-
do el intéres por dicho tema decae hasta el punto de que a nadie le
impo rta lo que alguien pueda decir sobre éste.
importa
Una de las razones por las que todo aquél que intente describir las
conclusiones
conclusi ones de las Investigaci ones se verá envuelto en semejantes
 Investigaciones semejantes para-
dojas procede de la idea de que Wittgenstein (con la ayuda de Gottlob

86 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Frege, Bertrand Russell,


Frege, Russell, Ru
Rudolf
dolf Camap et al.) dio a la filosofía el giro
lingüístico,  de que Wittgenstein nos hiciese ver «la
« la importancia del len-

guaje».
sofía ha Sería
hechoreconfortante pensar
progresos, y que mque,
ejoren
la mejor los últimos
maner
manera tiempos,
a de describir la filo-
la diferen-
cia entre el quehacer de los filósofos anglófonos de vanguardia y el de
sus antecesores (o el de los filósofos contemporáneos a la antigua) con-
siste en hablar del «Giro Lingüístico» y de una «Nueva Forma de
Hablar».
Hablar ». Pero nadie ha podido explicar qué puede decirse recurriendo a
las palabras antes que a las cosas, ni por qué el «modo formal» cama
 piano
 pia no disfru
disfruta
ta de mayor profu
profundid
ndidad
ad fil
filosó
osófic
ficaa que su «modo
«mod o material».
Cuando uno cree (como Wittgenstein creía en el Tractatus) en la exis-
tencia de una presunta «forma de todo lenguaje posible», puede esfor-
zarse en derivar la ontología de la lógica. Pero, aun así, Wittgenstein

habría encontrado
«Los límites de midificultades
dilenguaje
ficultadessona la
loshora
los de diferenciar
límitesd de
iferenciar suo»
mi mundo»
mund célebre eslogan
eslogan
de la afirma-
afir ma-
ción opuesta «Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje». lenguaje».
Tras abandonar la noción de «ontología» —como Wittgenstein hiciera
en las Investiga ciones — se intensific
 Investigaciones inten sificaa la para
paradoja
doja originada
orig inada por la inve
inve
rificabilidad
rificabilid ad de la idea de «lenguaje».
«lenguaje». Los intentos de dotarla de verifi
cabilidad han dado por po r rresultado
esultado un sinnúmero de discursos acerca de la
necesidad
necesid ad de distinguir las cuestiones
cuestiones «conceptuales» (o «gramaticales»
o «semánticas»)
«semánti cas») de las «empíricas». Se ha llegado a decir, a veces por po r el
 propio
 prop io Pears,
Pears, que par
partete de la originalidad
origina lidad de las Invest igacioness reside en
 Investigacione
la demostración de que algunas de las conjeturas de los clásicos de la
filosofía (por ejemplo, la conjetura humeana de que es posible que dos
 persona
 pers onass tengan
ten gan la mism
m ismaa sensación
sensació n cuantitativamente) confunden las
 posibilida
 posibi lidades
des que «nuestro lenguaje permite»perm ite» con las que n o 6. A decir
verdad,
ver dad, Pears
Pears afirm
a firmaa que en las Investigaciones,

[Wittgenst
[Wittgenstein]
ein] seguía pensando
pensando que el m étodo que con viene a la filosofía con
siste en reunir
reunir conjuntos
conjuntos de hecho s sign ificativos c on respecto al lenguaje, pero 
no por razón
razón de su interés
interés específico ni com o paso previo a la construcción de 
cierta
cierta teoría científica,
científica, com o la que determina
determina la ex istencia d e una estructurac
estructuración
ión 
comú n a todos los lenguaje
lenguajes.
s. Tales hecho s deben ser reuni
reunidos
dos porque
porque designan 
o se orientan hacia algo que sobrepasa su significación. Jalona
Jalonann los cam inos que  
ha seguido el pensamiento críticrítico
co en el curso
curso de los dos últimos s ig lo s7 .

6 Cf. ibíd., p. 121; pp. 173 ss. de la traducción castellana.


castellana.
7 Ibíd .,p. 112;p p. 159-1 60 de la trad
traducci
ucción
ón castel
castellana.
lana.

CONSERVANDO LA PUREZA DE LA FILOS


FILOSOFÍ
OFÍA
A 87
En lo que sigue argumentaré que cualquier crítica de la tradición
 basada
 bas ada en un acopio de hech
hechos
os relativos al lengua
lenguaje
je pod
podría
ría asimis
asimismo
mo

 basa
 basarse
rseestá
re, no en un acopio
claro cómode hech
hechos
os relativos
distinguir entreaambas
las cosas y que, sea
críticas. Perocomo fue-
primero
quiero allanar el camino
camino a este arg
argumento
umento sirviéndome de un com comenta-
enta-
rio acerca del cisma de la filosofía postwittgensteiniana al que antes
aludía.
alud ía. El cisma se profundiza
profund iza cuando uno piensa que Wittgenstein «se
dedica a acopiar hechos relativos
relativos al lenguaj
lenguaje».
e». Pues parece nonormal
rmal pre
pre--
guntar:
gunt ar: si éste es el métod
método o apto para la filosofía, ¿por qué no practicarlo
científicamente? ¿Por qué no substituir el olfato wittgensteiniano para
las analogías certeras (o el oído de Austin para las distinciones punti-
llosas)) por, p
llosas pongam
ongamos os por caso
caso,, un progra
programama inform
informático
ático cuyos inputs 
sean banalidades cotidianas y cuyos outputs enunciados acerca del sig-

nificado de lasdepalabras?
senda segura la cienciaEste afán
se ha de traer deenvuelta
ramificado a la serie
toda una filosofía a la
de pro-
gramas de filosofía del lenguaje de los últimos tiempos, de los cuales
sólo unos pocos tienen una estrecha relación con los intereses propios
de Wittgenstein
Wittgenstein.. Ello preocupa
preoc upa a Pears, hasta el punto de preguntarse «s«sii
la filosofía puede evitar convertirse en una ciencia» y si debe hacerlo.
Pearss ssimpatiza
Pear impatiza con la «resistencia» wittgensteiniana «frente a la cien cien--
cia», pero no está seguro de tener derecho a ello. Por un lado, es difícil
disponer de una Fach sin disponer de de una ciencia; los artistas, por ejem-
 plo, no disponen
dispone n de Fach alguna, sino sólo de técnicas o tal vez de inge-
nio.. Por o
nio otro,
tro, la filoso
filosofía
fía siempre se ha jact
jactado
ado de ser más profunda, o
más elevada,
elevada, o más pura, que la ciencia empírica, mas ¿qué otra ciencia
sino la empírica se ocuparía de «hechos relativos al lenguaje»? De
manera que el descubrimiento wittgensteiniano del «método apto para
la filosofía» parece abocar a una lingüística engreída o a la proclama-
ción de nuestra capacidad de descubrir
descub rir «hechos» nolingüísticos «rela-
tivos al lenguaje»
tivos lenguaje».. O bien la «filosofía
«f ilosofía será absorbida por la ciencia de
la lingüística»8o bien se convertirá en una especie de arte. Pero «si la
filosofía es en realidad comparable con una actitud artística, la impre-
sión que puede produc
producir
ir un ejemplo lingüístico no podría definirse con
ayuda de una fórmula
fórmu la de ge
generalizac
neralización»9
ión»9.. ¿E
¿Ess posible llamar «
«filoso-
filoso-
fía» a algo que carezca de toda fórmula
fórmul a general?
general?

8 Ibíd.
Ibíd.,, p.
p. 110; p. 157 de la
la traducción castellana.
castellana.
9 Ibíd.
Ibíd.,, p.
p. 196; p. 282 de
d e la traducción castellana.

88 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

La distinción arte versus ciencia es de suma importancia en el trata-


miento que Pears hace de Wittgenstein y viene a sumarse a la disolución
del programa del Tractatus encaminado a encontrar «necesidades abso-
lutas», del programa que en otro tiempo Wittgenstein compartiera con
Platón, Descartes y Hegel. Pues cuando dependemos de «necesidades
condicionales que dependen de características ordinarias y contingen-
tes del leng
le ngua
uajeje»1
»10nos enco
encontramo
ntramoss en la esfera
esfe ra de lo inestable, de lo
 prácti
 prá ctico
co y de lo impredict
impr edictible,
ible, precisa
prec isame
mente
nte donde
do nde la filos
fil osof
ofía
ía nunca
nunc a ha
querido estar
estar.. Si es la manera corriente de hablar la que confie
confiere
re «nece-
sidad» a observaciones del tipo «No es posible que dos personas persona s tengan
la misma sensación cuantitativamente», ¿qué impide que los filósofos
que detestan esa manera sugieran
sugieran modificaciones
modificaciones y puedan sernos úti-
les? El espectro de la filosofía
filos ofía reducida a «recomendación
«recomenda ción lingüística»
lingüística»
entra en escena
escen a para que acto seguido otro espectro aún más aterrador, aterrador,
«la filosofía
filosofí a como cuestión de gusto», le haga salir.
salir. (Pues ¿qué más da
que los demás acepten o no mis recomendaciones si he dado con una
manera de hablar
ha blar que es mejor para mí?) El antropocentrismo ac acerca
erca de
la necesidad (la tesis de que toda necesidad reside en las contingencias
de la práctica
práctic a social) empieza a oler a la inevitabl
inevitablee muerte de la filoso-
filos o-
fía tal
tal como hasta
h asta ahora
aho ra la habíamos entendido.
entendido. O bien
bie n Wittgenstein se
dedica a mostrar cómo hacer uso de medios empíricos para descubrir
«los límites del lenguaje» (en cuyo caso la principal fuente de errores
filosóficos sería un acopio insuficiente de hechos) o bien, comoquiera
que sea, está jugando
juga ndo con nuestro amasijo de sentimientos respecto de
la tradición
tradición filosó
f ilosófica
fica (ya como escritor satírico,
satírico, ya como terapeuta psi-
coanalista).
Observemos que todos estos dilemas atañen a la noción de «nece-
sidad». Pears no duda de la existencia de algo a encontrar «ahí fuera»
 — los límite
lím itess del lengua
len guaje—
je— que, una
un a v
vez
ez encon
enc ontra
trado
do,, nos
n os di
diga
ga dónd
d óndee
residía
resid ía el error de Descartes, Hume, Kant, etc. Ni tampoco
tam poco duda
dud a de que
el hallazgo de los límites del lenguaje representa el hallazgo de algo
«necesario». La importancia del denominado «giro lingüístico» de la
filosofía de los últimos años reside supuestamente en que, aunque
tiempo atrás siguiéramos a Aristóteles
Aristóteles y pensásemos que la necesidad
 proc
 pr oced
edía
ía de las cosas
c osas,, y más
má s adela
ad elante
nte a Kan
K antt y pensá
pen sára
ramo
moss que
q ue proc
pr oce-
e-
día de la estructura
estruc tura de nuestras mentes, sabemos ya que es el lenguaje

Ibíd., p. 111; p
p.. 158 de la traducción castellana.

CONSERVANDO
CONSERVAN DO LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍA
OFÍA 89

el que confiere necesidad. Habida cuentacuen ta de que la filosofía debe ir en


 poss de lo necesar
 po nece sario,
io, ha de deve
devenir
nir lingüístic
ling üística.
a. Todo esto parec
pa recee con-
con -
tentar moderadamente
moderadame nte a Pears;
Pears; sólo le preoc
preocupa
upa el problema
problem a de que el
lenguaje (como una práctica social más) sea lo suficientemente flexi-
 ble como
com o para
pa ra aguan
agu antar
tar la tensión.
tensión . Si el le
lengu
nguaje
aje no
n o está bajo la cons-
co ns-
tricción de las cosas, o del ego transcendental, o de alguna otra cosa, 
cuando hallamos sus límites, ¿hallamos en verdad algo algo que quepa
qu epa con-
siderar necesario ? De no ser así,así, ¿estamos haciendo filosofía?
Así pues, da la impresión de que nos encontramos en la siguiente
situación. Si nos deshiciéramos del concepto de necesidad, podríamos
ver cómo escapar de los dilemas. Pero al renunciar a este concepto, al
 parecer
 par ecer renunc
re nunciamo
iamoss tambié
ta mbiénn al mismo
mis mo concepto
concep to de filosofía.
filoso fía. Si dejá-
semos de ver en Wittgenstein al teórico antropantropocéntrico
océntrico que establecía
el origen de la necesidad en el hombre, para pasar pas ar a ver en él al escritor
satírico que sugería que prescindiésemos del concepto de necesidad,
quizá tendríamos
tendríamos que enfrentamos a menos m enos dilemas acerca de la natu-
raleza de la disciplina filosófica, aun a riesgo de dudar de su propia
existencia.
Ello suscita dos preguntas. En primer
prim er luga
lugar,
r, ¿es de veras posible unaun a
interpretación de Wittgenstein en la que éste, más que hablamos de  la
necesidad, nos habla en contra de ella? En segundo lugar, ¿sería una
 buena
 bue na idea dejar de emplear
emplea r esta noción? L Laa respues
resp uestata a la prim
primera
era pre-
pr e-
gunta es, según creo, «Bueno, a veces sí y a veces no». Caben ambas
interpretaciones de Wittgenstein;
Wittgenstein; pueden
puede n aducirse citas que refuten ter-
minantemente
minanteme nte una u otra exégesis.
exégesis. Pero sólo quiero abordar
abo rdar la segunda
 pregunta , cuy
 pregunta, cuyaa re
respue
spuesta
sta es, en mi opinión, un rotundo
rotu ndo «sí». Me pr
pro-
o-
 pongo
 pon go defe
defender
nder que el segundo Wittgenstei
Wittg enstein
n es a Dewey
Dew ey lo que
q ue el pri-
pri -
mero es a Kant:
Kant: que
q ue el desenmascaramiento deweyano de las nociones
tradicionales de la filosofía y su intento de quebrar distinciones como
arte/ciencia, filosofía/ciencia, arte/religión, moralidad/ciencia, se ple-
gaban perfectamente bien a la crítica wittgensteiniana de la tradición
cartesiana. Desde el punto de vista de Dewe
Dewey,
y, la «filosofía»
«filosofía » como
com o ele-
mento común a Platón, a Kant y al Tractatus, constituye una tradición
cultural característica,
característica, pero no una Fach (pese a que su estudio lo sea).
La filosofía, en un sentido más laxo —a grandes rasgos, ese género de
escritura de tal grado de generalidad que sólo cabe ubicarlo ahí— tamtam--
unaa Fach, pero es algo bien distinto: no es una Fach, mas no
 poco es un
genera problemas metafilosóficos en tom
tomoo a su objeto y a su métod
método,
o,
de modo que tampoco se eenfrenta
nfrenta a dilemas com
como o los que hemos visto.
Dejar de hacer uso del concepto de necesidad equivaldría a abandonar 

90 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

el intento de conservar
cons ervar la pureza de la filosofía, aunque, a dec
decir
ir verdad
verdad,,
dicho intento ya nos ha h a hecho malgastar demasiadas fuerzas.
fuerzas.
En el fondo, el debate acerca de la utilidad de la noción de «necesi-
«n ecesi-
dad» equivale al debate entre el holismo que, según Pear Pears,
s, caracteriza a
las Inve
 Investiga
stigacio nes , y el atomismo característico del Tractatus. El holis-
ciones
mo, como ocurre en Duhem, Quine y Kuhn, se apoya en la existencia
de una amplísima
amplísim a gama de posibilidades de revisar nuestros hábitos lin- lin -
güísticos para que den cabida a un descubrimiento científico inespera-
do (o una perplejidad filosófica, o a una experiencia religiosa). Dada
esa amplísima
amplísim a gama, podrán surgir dudas (sobre tod todo,
o, el tipo de dudas
a las que se ha unido el nombre de Quine) sobre cómo distinguir cuáles
de estos cambios coloquiales expresan cambios «de creencia» y cuáles cuáles
afectan «al significado
signific ado asignado a ciertos términos». A d hoc, y frente a
determinada
determina da audiencia, tal vez nos contentemos con decir «Aún quere-
mos decir
dec ir con “X” lo que siempre quisimos decir,decir, aunque hemos de
deja-
ja-
do de creer que todo X es Y» (o, por el contrario, «Nuestro concepto de
“X” ha cambiado, la palabra ya no signific
significaa lo mismo para nosotr
nosotros»).
os»).
Pero ello
ello es cuestión
cue stión de retórica y no de demarcación entre «el conoci-
co noci-
miento fáctico», por un lado, y «la filosofía», por otro. Así pues, el
holismo siembra dudas (como las sembrara
sem brara en DeDewey
wey y en Hegel) sobre
las dicotomías necesidad versus contingencia, lenguaje versus hecho y
filosofía versus ciencia.
Pears ve en el último Wittgenstein a un «antropocentrista» porque
porqu e él
mismo sigue adhiriéndose a ideas que tenían sentido a la luz del pro-
grama atomista deldel Tractatus pero que parecen haber perdido todo inte-

rés
Perocuando adoptamos
Pears no
Pears hac e nadalaque
hace perspectiva
el propio holística  Investigacio
 Inve
de lano
Wittgenstein stigaciones.
hubiera nes.  
hecho.
Las ideas del Tractatus siguen reapareciendo en contextos en los que el
 propio
 pr opio Wi
Wittg
ttgens
enstei
tein
n par
parece
ece sumirse
sumi rse en la perplejid
perp lejidad,
ad, ign
ignora
orando
ndo si abra-
abr a-
zarlas o ridiculizarlas.
ridiculizarlas. Sospecho,
Sospecho, aunque no puedo dar prueba prueb a de ello,
ello,
que tanto Pears como Wittgenstein se aferran a distinciones del Tracta
tus que las Inve
 Investiga
stigacion es  transcienden porque ambos apuestan
ciones apuesta n por la
 pure
 pu reza
za de la
l a filosof
filo sofía.
ía. Ambo
Am boss querr
que rrían
ían que
q ue «filos
«f ilosofía
ofía»» ffuer
ueraa el nombr
nombree
de algo distinto y fuera de lo común; quizá no una Fach, pero sí, en boca
de Pears, «algo fuera de la vida ordinaria y de sus ideas». También se
resistirían a la conversión de la filosofía en lo que para Dewey ya era:
 pensam
 pen samien
iento
to crítico
crít ico elevado
eleva do a un nivel
niv el de
d e gene
g enerali
ralidad
dad superi
sup erior
or sólo en
grado al resto de la investigaci
investigación.ón. Sus preocupaciones acerca de la natu-
raleza de la filosofía no obedecen a las dificultades implícitas en las
ideas de «necesidad»
«nec esidad» y de «hecho lingüístico»;
lingüístico»; por
po r el contrario,
contrario, si estas
estas

CONSERV ANDO L A PUREZA DE LA FIL


FILOSOFÍ
OSOFÍA
A 91

últimas nociones les preocupan es debido a la existencia de dificultades


dificu ltades
implícitas en la idea
ide a de «filosofía».
 No obstante, aun
au n aceptan
aceptando do esto último,
últim o, la idea de que Wittgenstein,
quién sabe cómo, pusiera fin a la filosofía sigue dejándonos igual de
 perplejos.
 perple jos. Incl
Incluso
uso si tengo razón
razó n al decir que la posib
posibilid
ilidad
ad de poner
po ner fin
a la filosofía admitiendo el carácter antropocéntrico de la «necesidad»
abocó a Wittgenstein, y con él a Pears, a superfluos acertijos, ¿qué
hemos de entender
entende r por «fin»?
« fin»? Supongamos que la «necesidad» d dee una
 proposici
 prop osición
ón categ
categórica
órica y filo
filosóf
sófica
ica de interés es, como
com o vengo defedefen-
n-
diendo, un mero cumplido
cumplid o retórico al supuesto carácter «genuina
«genuinamen
men
te filosófico»
filosóf ico» de la propos
proposición.
ición. ¿No existe pues cosa alguna que haga
de una proposición, o de una cuestión algo genuinamente (o «pura-
mente») filosófico? De ser así, ¿qué es aquello a lo que se le puede
 poner
 pon er fin
fin?? Por ahora, sólo he intintentado
entado m most
ostrar
rar la posib
posibilida
ilidad
d de evit
evitar
ar
la afirmación
afirmac ión autocontradictoria según la la cual se ha puesto fin a la filo
filo--
sofía
sof ía por mor de una nueva tteoríaeoría filosóf
filosófica
ica acerca de un tópic
tópico o genui-
namente filosófic
filo sóficoo (p
(por
or eje
ejemplo,
mplo, de la n necesidad).
ecesidad). Pero queda aún otra
 paradoja
 par adoja de carác
carácter
ter más general. La filo
filosof
sofía
ía se asemeja
asem eja al espacio y al al
tiempo: es difícil imaginarles un «fin».
De cara a abordar
abord ar esta úl
última
tima paradoja, he de establecer una distin-
ción entre tres
tres clases de sent
sentidos
idos a los que el término «filosofía» se apli-
ca:: 1) lo que Sellars llam
ca llamaa «el intento d dee ver cómo las cosas, en e n el sen-
tido más lato del término, se relacionan
relacionan entre sí,sí, en el sentido más lato
del término»;
término»; 2) una selección de los principales tópicos discutidos por
los «grandes filósofos»: sujeto y objeto, mente y materia, ma teria, éticas uti
utilita-
lita-
ristas y deontológicas,
deontológicas, libertad de la voluntad y determinismo, lengua-
 j
 jee y pensamie
pen samiento,
nto, Dios y el mund
mundo,o, un
universale
iversaless y particu
particulares,
lares, signifi-
sig nifi-
cado y referencia, etc.; 3) una disciplina académica, esto es, cualquier
grupo de problemas de los que hoy hablan los profesores de nuestros
departamentos de filosofía
filosof ía pre
predilectos
dilectos..
Distintas serán las cosas que digamos sobre la purepurezaza de la filosofía
y la posibilidad de ponerle finfi n según de cuál de estos tres sentidos se tra-
te. En el primer sentido, resulta obvio que la filosofía no es una un a Fach de
 porr sí, y nadie
 po nadi e recla
reclamar
maría
ía nun
nuncaca su «pureza», ni tampoco
tam poco nadie pensa-
pen sa-
ría que se pueda o se deba ponerle fin. En este sentido
sentido,, «
«filósofo»
filósofo» es casi
sinónimo de «intelectual». Sin lugar a dudas, la filosofía como visión
sinóptica no pertenece a la provincia de ninguna disciplina académica
en cuanto tal. Si enumeramos las gentes tan variopintas que habitual-
mente cuentan como «filósofos»
«filós ofos» (por ejemplo, aquellos cuyos nombres
aparecen en las tesis doctorales de filosofía), un muestreo aleatorio

92 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 po dríaa incluir


 podrí inclu ir a Heráclito,
Heráclito , Abela
Abelardo,
rdo, Spinoza, M
Marx,
arx, Kierkegaard
Kierkegaard,, Fre
ge, Gódel, Dewey y Austin. Nadie podría pretender
preten der que dichos autores
comparten una temática común, cuyo estudio los separa de (pongamos
 po r caso) Eurípides,
 por Euríp ides, Pseudo
PseudoDio
Dionisio,
nisio, Monta
Montaigne,
igne, Ne
Newto
wton,n, Samuel
Johnson, Leopold
L eopold von Ranke, Stend
Stendhal,
hal, Thomas Huxl
Huxley,
ey, Edmun
Edmund dWWilil
son y Yeat
Yeats.
s. Los tem
temas
as y los autores de los que se hacen depositarios los
departamentos de filosofía forman un batiburrillo bastante fortuito y
transitorio, determinado
determin ado en gran parte ppor
or los avatares
avatares de las luchas por
el poder dentro de las universidades
universidades y por las moda
modass al us
uso.
o. (C
(Compa
ompare-
re-
mos una tesis doctoral contemporánea con una de 1900 e imaginemos
como será otra leída en 2050.) No tenemos por qué hacemos eme emees
es por
ello; los perfiles curriculares no son tan importantes. Eso sí, esto nos
ayuda a tener presente que abrigar minuciosas concepciones acerca de
las cosas en general no implica ser objeto de estudio de los profesores
de filosofía, como tampoco esto último implica lo primero.
Pasando momentáneamente por alto el segundo sentido sentido —la
— la filoso-
fía como el conjunto de «problemas tradicionales»—
tradicionales»— , observemos que
el tercer sentido no suscita problema alguno en lo tocante a la «pureza»
de la filosofía.
filosofía. Los temas bajo discusión en determinado
determinado momento
mom ento y en
determinada escuela disfrutan de la rutinaria pureza de cualquier disci-
 plina
 pli na técnica. Serán automá
automáticam
ticamente
ente prob
problema
lemass «pura
«puramen
mente
te fil
filos
osóf
ófi-
i-
cos» por la sencilla
sencilla razón de que habrá un corpus bibliográfico que d defi-
efi-
na contextualmente cuáles son esos problemas y que sólo habrán leído
los profesores de filosofía. Esta clase de pureza es la que cualquier
temática
temát ica adquiere después de que nume
numerosas
rosas personas se hayan dedica-
do a ella durante cierto tiempo; sólo serán ellos quienes dictaminen lo
que tiene relevancia, y quienes, con razón,
razón, lamenten la intrus
intrusión
ión de neó-
fitos que saben la letra del tema, pero no su música. Esta pureza no es
exclusivamente filosófica; también disfrutan de ella el estudio de los
fluoruros y el de la prosodia
prosod ia de Chau
Chaucer
cer.. A
Así
sí entendida, tamp
tampoco
oco se sus-
cita el problema de ponerle o no fin a la filosofía. Cualquier problema
técnico —no importa
impo rta cuán escolástico o ridículo pueda parecer a los no
entendidos
ente ndidos—— tiene su propi
propioo cic
ciclo
lo vital,
vital, y nada puede abortar o sal salva-
va-
guardar ni una solución
solució n satisfactoria ni
ni el consenso entre quienes antes
apostaban por
po r él y ahora ven que conduce a un callejón sin sal salida.
ida.
De forma que para entender qué significa la posibilidad de que la
filosofía llegue a su fin, así como para apreciar el p pa th o s  de la necesi-
a tho
dad de pureza filosófica, hemos de apartamos a la vez de la filosofía
visionaria y de la filosofía como especialidad académica. Hemos de
 pensa
 pen sarr en llaa fil
filoso
osofía
fía com
comoo título dado al es
estudio
tudio de ci
ciertos
ertos problem
problemas
as

CONSERVANDO
CONSERVAND O LA PUREZA DE LA FILOS
FILOSOFÍ
OFÍA
A 93

definidos y recurrentes: problemas de fondo a los que todo intento de


entenderr las
entende las cosas ha de hacer frente:
frente: problemas
problem as de los que los profeso-
res de filosofía deben seguir ocupándose, no importa cuáles sean los
temas por
po r los que en la actualidad sientan predilecci
predilección.
ón. La Naturaleza
del Ser,
Ser, del Hombre, la Relación entre Sujeto y Objeto, el Lenguaje
Leng uaje y el
Pensamiento, la Verdad
Verdad Necesaria, la LibLibertad
ertad de la Volunt
Voluntad:
ad: el tipo de
cosas sobre las que los filósofos habrían de pronunciarse, y que los
novelistass y los críticos, los historiadores y los científico
novelista científicos,
s, quedan
q uedan exi-
midos de discuti
discutir.
r. A tales problemas de manual, según los wittgenstei
nianos, las  Inve
 Investigac iones  nos permiten dar carpetazo. De entre ellos
stigaciones
destacan los creados por el dualismo cartesiano que aquéllos tienen en
mente: los problemas ocasionados por pensar que el hombre es, quién
sabe cómo, algo categóricamente distinto del resto de la naturaleza, que
el conocimiento es un proceso que no asemeja a ningún otro, que la
mente es algo que sólo tiene en cuenta las representaciones del mundo
(y tal vez por ello está «separada» del mundo), que la volició
voliciónn es un acto
mental que, misteriosamente, tiene efectos
ef ectos físicos, que el lenguaje y el
 pensamien
 pens amientoto son sistemas
sistem as de represe
representac
ntación
ión que de un modo u otro tie-ti e-
nen que «corresponder» al mundo. Como estudio de estos problemas,
es cierto que, como afirma Pears, «La filosofía, a diferencia de la reli-
gión, no es parte de la vida diaria, sino una es especie
pecie de excursión
excursió n por sus
afueras». Si aceptamos que estos problemas nacen de «confusiones»,
Pears tiene razón al afirmar que «el pensamiento humano tiene la ten-
tación natural y casi irresistible
irresistible de cre
crear
ar esas confusiones, dán
dándonos
donos la
impresión de que existe realmente algo profundo y oculto tras ellas»
(aunque donde dice «el
«el pensamiento humano»
human o» debería
debe ría decir «el
«el pensa-
miento humano desde 1600»
1600»).
).
La afirmación de que estos problemas cartesianos son «puramente
filosóficos» tiene ya un significado
significado bastante preciso:
preciso: equivale
equivale a afirmar
afirma r
que el quehacer de las ciencias (o, puestos así, de las artes) no va a ser
de ayuda alguna a la hora de resolverlos.
resolverlos. Nin
Ningún
gún hecho relativo a la evo-
lución, o a la molécula del ADN, o a la identificación del cerebro con
un ordenador,
ordenador, o al desarrollo infantil,
infantil, o a las tribus primitivas, o a la físi-
ca cuántica,
cuántica, servirá de nada, ya que los problemas se han construido
cons truido de
tal modo que su problematecidad quedará intacta por muchos detalles
que se añadan. El quehacer de los filósofos sobre los problemas carte-

sianos haa,
 psicologí segregado
 psicología, historia unlas
hist oria de sinnúmero delos
ideas) pero nuevas disciplinas
problem
prob lemas (lógica
(lóg
as siguen ica formal,
estando don-
don -
de estaban: todo avance que parezcan haber experimentado se desesti-
ma sin más, atribuyéndolo a la confusión de problemas «puramente

94 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

filosóficos» con alguna cuestión «meramente fáctica». En todas las


generaciones hay hombres imprudentes y filosóficamente ingenuos
(Herbert Spencer, Thomas Huxley, Aldous Huxley, Jean Piaget, B. F.
Skinner
Skin ner,, Noam
Noa m Chomsky) que q ue se alejan de su especialidad para desen-
mascarar
masca rar la esterilidad de la filoso
filosofía
fía académica y explicar cómo todos
o algunos de los viejos problemas filo filosófic
sóficosos podrían penetrarse desde
áreas ajenas a la filosofía; el hecho de que sigamos teniendo profesores
de filosofía
filoso fía explica hasta el hastío
hastío que nada ha cambiado. La filosofía,
en el segundo sentido —la solución de los problemas tradicionales—
debe necesariamente concebirse en posesión de un método inconfundi-
 blem
 bl emenente
te filo
fi losó
sófi
fico
co y puro
pu ro.. Cuest
Cu estio
ione
ness tan
ta n indep
ind epen
endi
dien
ente
tess de los
hechos como las suyas deben enfocarse sirviéndonos de un método
cuya pureza le permita
perm ita adentrarse en las «recónditas profundidades» de
donde surgen los problemas, al igual que los sacerdotes de Apolo se
 puri
 pu rifi
fica
caba
ban
n en Casta
C astalialia antes
ante s de desc
d escen
ender
der a la
l a cripta.
De modo que afirmaa firmarr que las
las Inve
 Investiga
stigacio nes  podrían poner fin a la
ciones
filosofía sólo puede significa
significarr que
que este libro
libro podría de algún modo libe-
ramos
ram os de la «imagen que nos tiene cautivos»,
cautivos», de la imagen del hombre
que genera los problemas
problemas tradicio
tradicionales.
nales. Afirm
A firm ar que la filosofía puede
tener fin no equiva
equivalele a afirma
a firmarr que abrigar concepci
concepcionesones generales pue-
de dejar de estar de moda,moda, o que los departamentos de filo filosofía
sofía pueden
ser sepultados,
sepultados, sino más bien que determ determinada
inada tradición cultural puede
desaparecer
desap arecer.. Si ello
ello ocurriese, dejaríamos de pensar que la anterior en enu-
u-
meración
meraci ón de problemas cartesianos integrase una Fach: po porr el contrario,
lo que identifica
identificaríamos
ríamos como Fach sería eell estudio del interés que ante-

riorme
riormente
nte despertaran
el desplazamiento esos
desde pro
problemas
blemas..hacia
la «teología» La mejor
mejo
«el restudio
analogía
deedisponible
d dilasponible es
religión».
religión».
La gracia, la salvación
sa lvación y la Naturaleza de Dios eran anteriormente ob obje-
je-
tos de estudio;
estudio; en el presente, la religión está a merced de la psicología,
la historia, la antropología y de cualquier otra disciplina que tenga a
 bi en terciar.
 bien terciar . Tiempo atrás
atrá s tuvimos
tuvim os una
u na imag
im agen
en del hom
h ombre
bre al que
q ue Dios
D ios
llevabaa de la mano y una disciplina
llevab d isciplina que abordaba las distintas alternati-
vas de descripción de ese hecho. Con posterioridad (cuando, según
Comte, el estado «metafísico» sucedió al estado «ontológico») obtuvi-
mos una imagen del hombre como mente, espírit espíritu,
u, origen de la consti-
tución de los objetos en el mundo, o ensamblaje de contenidos senso-
riales.
riales. Disponíamos
Disp oníamos de una
un a disciplina que discutía todas estas alternati-
alter nati-
vas, jam ás en duda que había algo de suma
vas, sin poner jamás sum a importancia y qpe
era necesario decir con respecto a la relación entre el hombre y la natu-
natu -
raleza: algún puente que ten
tender,
der, cierto dualismo que transcender,
transcender, algún

CONSERVANDO
CONSERV ANDO LA PUREZA D
DEE LA FILOSOFÍ
FILOSOFÍA
A 95

hueco que cubrir. Si la filosofía toca a su fin, será porque esta imagen
nos es tan ajena como la imagen del hombre comocom o hijo de Dios. Si ese
día llega, resultará tan extravagante tratar el conocimiento de un hom-
 bre a mo
mododo de rela
relación
ción especial entre su mente y su objeto ob jeto como
co mo lo es
hoy tratar su bondad a modo
mo do de relación especial
espec ial entre su aalma
lma y Dios.
Dios.
Si concebimos
concebimos el finf in de la filosofía en dichos términos, resulta bien
claro que no es algo que quepa invocar desenmascarando algunas con-
fusiones, o demarcando los límites de las áreas de discurso, o haciendo
ver algunos «hechos relativos al lenguaje».
lenguaje». El positivismo lógico ad adqui-
qui-
rió mala reputación por calificar de «sin sentido» a la religión y a la
metafísica y reducir
reduc ir la Edad de la Fe Fe a un uso incauto del lenguaje. Id
Idén-
én-
tica reputación adquirirían las  Inve
 Investigac iones  si se pensase
stigaciones pensas e que atribu-
yen la filosofía
filosof ía cartesiana a una «confusión» parecida. Todos estos ttér- ér-

minos
sentadodan a entender
nteque
tranquilamente
tranquilame a laexiste
esperaalgo denominado
de teólogos y filó «nuestro
filósofos lenguaje»
sofos (pero no, pre-
sumiblemente, de científicos o poetas) que creen «confusiones», igno-
ren sus complejidades y, por lo demás, hagan de éste un uso indebido.
Pero no hay quien de veras se lo crea; teólogos y filósofos aportan a
nuestro lenguaje tanto como el resto, y si los filósofos cartesianos se
impusieron sobre los tteólogos
eólogos no fue porque su lenguaje fuera menos (o
no tan obviamente) confuso, sino porque decían cosas que lograban
captar la atención de la audiencia. «Nuestro lenguaje» tiene tan pocos
visos de poder explicar la verdad o la necesidad como Dios o la estruc-
tura de la realidad o cualquiera de las explicaciones
explicacio nes al por mayor de la
adquisición del conocimiento ofrecidas por la tradición cartesiana. No
se trata de que, como sugiere Pears, nuestro lenguaje no pueda hacer
frente a las demandas que la filosofía impone porque sólo nos dote
necesidades «condicionales» (a diferencia de las necesidades «absolu-
tas» de las que presuntamente nos dotan la «lógica» y las filosofías
«realistas»), sino más bien de que «nuestro lenguaje» es sencillamente
«realistas»),
otro de los nombres
nombre s que recibe el mecanismo
mecan ismo que supuestamente ha de
 permi
 per mitim
timos
os salvar la brecha
brech a cartesian
cartes ianaa entre la men
mente
te y su objeto.
Aunquee convengamos en ello, resta explicar a qué se debe la impor-
Aunqu
tancia que las  Inve
 Investigac iones  de hecho disfrutan. Si no nos proporcio-
stigaciones
nan un nuevo método filosófico
filosó fico de mayor pureza
purez a y autoridad,
autoridad, si no nos
ofrecen una nueva tesis acerca de la necesidad, ¿a qué obedece su
impacto? Creo que en parte se debe a que es la primera de la grandes
obras polémicas contra la tradición cartesiana que no adopta la postura
consistente
consis tente en afirmar
afirm ar «Desde Descartes,
Descartes, los filósofos han pensado que
la relación entre la mente y el mundo es de tal o cual modo, y yo les

96 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

demuestro que es de este otro modo». Las tentativas de anular los pro-
 blemas
 blem as tradi
tradiciona
cionales
les de la filo
filosof
sofía
ía m
mod
oder
erna
na han
h an cobrado
cobra do típica
típicament
mentee

la forma
te form a de
dichos propuestasEn
problemas. relativ
relativas
sus as a un
u n modo
mejores normati
normativo
momentos, vo de pensar no
Wittgenstein queduda
evi-
en hacer caso omiso de la crítica construct
constructiva iva y en atenerse a un unaa acen-
drada sátira. Se limita a most
mostrar
rar mediante ejemplos cuán cuá n insolubles son
los problemas tradicionales, cómo están basados en una terminología
que parece tener el abierto propósito de imposibilitar su solución, cómo
suscitan preguntas que sólo pueden formularse en esa terminología, y
cuán patético es pensar que contamos con nuevos pimíos para coser
antiguas brechas (habida cuenta de que dichas brechas han sido abier-
tas de modo que vuelvan a descoserse lo suficiente como para hacer hace r que
todo nuevo intento de sutura resulte inútil). Wittgenstein no  nos acon-
seja dejar de concebir el hombre como un ser separado del objeto por
un velo perceptivo para pasa
pasarr a concebirlo en otros términotérminoss [por ejem-
 plo, como un ser que constituye el mu mundo
ndo (Kant, HussHusserl)
erl) o un ser
escindido en el en-soi y el po  pour
ur-so i,  más bien que en mente y cuerpo
-soi,
(Sartre), o un ser que ha adoptado como existencia básica el in-der- 
Welt-Sein, o un ser que infiere de los contenidos sensoriales las propie- pro pie-
dades de su construcción lógica (positivismo lógico)]. Y tampoco afir-
ma: la tradición ha creado la imagen de un mundo repleto de rupturas,
mas aquí muestro
m uestro qué apariencia tendría un mundo sin ééstas. stas. En vez de
esto, Wittgenstein se limita a ridiculizar la idea de que haya aquí algo
que requiera
requ iera explicación.
¿Pueden unos cuant
cuantosos volúmenes satí satíricos
ricos tirar por tierra una tradi-
ción de trescientos años? Desde luego que no. no. Expuls
Expulsarar la teología de la
vida intelectual de Occidente
Occident e no fue el el logro de un libro, ni de un hom-hom -
 bre, ni de un
unaa gener
generación,
ación, n
nii de un siglo. El fin fi n de la filo
filosof
sofía
ía (en tanto
que sucesora
suce sora de la tteología),
eología), de una disciplina «pura» en la que se abor-
dan problemas de hondura mediante métodos debidamente puros, no
llegará en nuestra época. DeD e hecho nadie sabe si ha de lleg
llegar
ar algún día,
día,
si llegará el día en que advenga lo que Comte llama «el estado positi-
vo». Y, aunque dicho estado llegase, no sería tal y como Comte lo ideó;
no sería una época en la que todo ha pasado a ser «científico».
«científico». La cien-
cia como fuente de la «verdad
«verdad» » —de
— de un valor cuyo rango supera la mera
 bondad
 bon dad de la virtud mo
moral
ral y la me
mera
ra bel
bellez
lezaa del arte— es una de las ide
ide-
-
as cartesianas que se desvanecen con el ideal de «filosofía como cien-
cia estricta».
estricta». Si la imagen cartesian
cartesianaa del
del hombre se desmoronase algu-
na vez, arrastraría
arrastr aría consigo la idea de que cuando adscribimos «inverifi
cabilidad» a las afirmacion
afirm aciones
es de la moral y de la religión, decimos algo

CONSERVANDO
CONSER VANDO LA
L A PUREZA DE LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 97

interesante acerca de éstas. Lo mismo ocurriría con la contraposición


que incluso el segundo
segundo Wittgenstein establece entre proposiciones que
«pretenden representar posibilidades fácticas» y proposiciones «cuyo
significado es consecuencia de su ubicación en la vida humana». La
mejor manera de interpretar la «resistencia» wittgensteinian
wittgensteinianaa «frente a
la ciencia» es, en mi opinión, extenderla a toda la tradición cultural que
hizo de la verdad —un puente tendido sobre la vaguada que separa al
hombre del mundo— un valor cen central.
tral. En una época
é poca en la que la ima-
gen cartesiana haya dejado de tenemos cautivos, ya no nos parecería
necesario dar amparo a la religión y a la moralidad aislándolas en sus
 propio
 pro pioss com
compartim
partimientos
ientos..
Creo que la diferencia entre la sátira y la crítica constructiva witt-
gensteiniana se verá mejor si comparamos a Wittgenstein con Dewey.

Dewey
«verdad»
«verda llevó
d» el holismo
y «necesida
«necesidad»d» dehasta su extremo,
costumbr
costumbre,e, mostró criticó
cuán los paradigmas
alejadas de
de llaa vida
real estaban las distinciones cartesianas, hizo todo lo que pudo por
desenmascarar la pureza de la filosofía
filoso fía y la idea tradicional de necesi-
dad, rompió las distinciones entre disciplinas y formas culturales e
intentó
inten tó elaborar una visión de la vida en la que el valor culmen  era esté-
tico y no cognitivo.
cognitivo. Tan
Tanto
to o más que cua
cualquie
lquierr otro filósofo
filósofo,, Dewey insi-
nuó qué aspecto ttendría
endría una cultura postcartesiana. Y aun así su obra ob ra se
 plegab
 ple gabaa a la form
formaa de un
unaa explica
explicación
ción det
detallad
alladaa de po
porr qué las nocio
nocionesnes
de «experiencia» o «naturaleza» o «lógica» no eran como la tradición
las había concebido, sino como él las concebía. En resumen, produjo
una nueva teoría filosófica
filosófic a en la línea tr
tradicional
adicional.. Engendró así, como
dice Pears, «un conflicto filosófico dirimido según las viejas reglas», y
solemnes discusiones acerca de lo acertado o lo erróneo de su «defini-
ción» de «experiencia». Si interpretamos al segundo Wittgenstein
siguiendo las distinciones empleadas por Pears, creo que ocurrirá lo
mismo. Tendremos solemnes debates sobre la necesidad absoluta ver
suss la necesidad relativa, sobre las distintas variantes del convenciona-
su
lismo,, sobre la dis
lismo distinción
tinción entre «regla» e «interpretación», y cosas por
el estilo.
Quizá no haya forma de evitar estos debates, y quizá vengan exigi-
dos por la responsabilidad intelectual. Pero sería una lástima que el
impulso a conservar la pureza de la filosofía fuese tan fuerte que nos
apartase por entero de la sátira wittgensteiniana y del del intento de cons-
truir nuevas
nuevas formas de ver aspectos de nuestra vida sin ver espectáculo
espectáculoss
cartesianos.
cartes ianos. Libros como el de Irish Murdoch Th Thee Sovereign
Sovereignit Good  
ityy o f Good 
y el de Nelson Goodman Lang
 Languag
uages  A r t  creo
es o f Ar  creo que muestran la pos posi
i

98 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 bili dad de un género


 bilidad géne ro filosóf
filo sófico
ico de escritura
escrit ura que guarda
guar da la distancia
distanc ia
debida con la tradición cartesiana,
cartesiana, beneficiándose de la sátira wittgens
wittgens

teiniana
comentariosindeintentar
Murdoch,repetirla
«lo queonos explicarla. Aquí viene
libera es nuestro apegoa acuento
lo q
que el
ue no
alcanza el mecanismo de la fantasía,
fantasía, y no el escrutinio del propio
propio meca-
m eca-
nismo» u. A mi modo de ver, ver, la pujanza
pujan za de la obra de Wittgenstein
Wittgenstei n resi-
de en el vislumbramiento de un punto en el que «podamos dejar de
hacer filosofía cuando queramos». De forma parecida, los libros de
Murdoch y de Goodman
Goodm an nos hacen ver cómo serían serían la virtud moral y el
arte tras dejar de preguntamos qué cuestiones sobre moral y arte son
«puramente filosóficas» y qué cuestiones no lo son. En estos libros,
como en las Inv
 Investi
estigac
gacion es , pasam
iones pasamos
os de la pureza que es característica
de una Fach a la purificación
purificac ión que uno siente cuando se ha liberado de la
necesidad
necesid ad de contestar
con testar preguntas incontestables.
incontestables.
Iris Murdoch, Th
Thee Sovereignit
Sovereignityy o f Good, Schocken, Nu eva York, 1971, p.
p. 67.

3. SUPERAND
SUPER ANDO
O LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN: 
HEIDEGG
HEIDEGGER
ER Y DEWEY
DEWE Y

Los filósofos
filóso fos que sienten envidia de
de los científicos creen
cree n que la filo-
sofía sólo debería abordar problemas formulados
form ulados en términ
términosos neutrales,
en términos satisfactorios para todos quienes defienden soluciones
rivales.
rivales. Al parecer,
parecer, sin problemas comcomunes
unes y sin argumentación, no dis-
d is-
 pond ríamos
 pondríam os de una disciplin
disc iplinaa profesiona
pro fesional,
l, y ni siqui
siquiera
era de un método
métod o
 para
 pa ra disc
discipli
iplinar
nar nuestros
nuestr os pensamientos.
pensam ientos. Presumible
Presu miblemente,
mente, sin discipli-
disc ipli-
na, caeríamos en el misticismo, o en e n la poesía, o en la inspiración;
inspiración; sea
como fuere, en algo que nos permitiría eludir nuestras responsabilida-
des intelectuales.
intelectuales. A Heidegger
Heideg ger suele achacársele esto último. Sus parti-part i-
darios responden que Heidegger no ha eludido la responsabilidad del
 pensador,, sino simplemente
 pensador simpl emente la trad
tradición
ición de la «metafís
«m etafísica»
ica» o la «onto
logía».
logí a». Examinemos
Exam inemos este típico pasaje:
pasaje:

Pero la ontología
onto logía,, sea transcendental o precrítica, no eestá
stá subordinada a lala 
crítica
crítica porque piensa el ser del ente y, ahí, empuja el ser al concepto
concepto,, sino
sin o por
que no piensa la verdad
verdad del ser y desc onoce que hay un pensa pensarr que es m ás 
riguroso que el pensar conceptual
concept ual (...
(... un dso verke
verkennt
nnt dass es ei
ein
n Denke
Denken
n gibt  
 dass str
 da stren
enge
gerr is
istt ais d as B
Begrif flichee) '.
egrifflich
1 «B ri
rief
ef ü be r den
den ““H
H um
um aani
niss m uuss ”», e n M.
M . H ei
ei de
degg
ggee r, WM
WM,, Klostermann, Francfort, 
1967,, p. 187; tr
1967 trad.
ad. ingle
inglesa
sa en Ba
 Basic
sic Writings o f He  Heide
idegg
gger W),, ed. de Da vid Kre
er (B W) Krell
ll,, Nue
va York, Harper
Harper and Row , 1977, p. 2235. 35. Traducción españoespañolala de Rafael Gutiérrez,
Gutiérrez, Tau- 
rus, Madrid, 1970, p. 157.
Em pleo las siguien
siguientestes abreviat
abreviaturas
uras con referencia a estas otras obras obras y tradu
traducciones
cciones 
de Heidegger.
VA = Vortr age undAu satze (Neske,
Vortrage (Ne ske, Pfullinge, 1954); H W = Ho lz lzwe ge  (Klostermann, 
wege

Francfort, 1952); S Z  = Sein und Zeit  (7.a ed., Niemeyer, Tubinga, 1953) y B  BT 
T  =
  = traduc
ción ing lesa de McQuarri
McQuarriee y Robinson (Being and Time
Time,, SC M Press, Londres, 196
1962) 2) (t
(tra
ra
ducción española de José Gaos, FEC, Mé xico, 1959)1959);; US  = Unterwegs zur Sprache (Nes
ke, Pfulli
Pfullingen,
ngen, 1960) y OWL -  traducció
 traducciónn inglesa de Peter D. Hertz y Joan Stambaugh
Stambaugh,, 
On the Way to Language (Harpe
 (Harperr and Row,
Ro w, N ueva
uev a York, 1971);  N = Nie
Nietzs chee (2 vols.,
tzsch

[99]

100
100 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

En vista de esta distinción, cabe sospechar que Heidegger quiere


ambas cosas. Por un lado, solemos distinguir el «pensamiento» de alter-

nativas abiertamente
mitifícación— «irresponsables»
identificándolo —del
con el rigor misticismo,
en la del arte,
argumentación.
argumentación. Perodesig-
la
nifique lo que signifique strenger  en
 en la cita anterio
anterior,
r, poco tiene que ver
v er con
el significado que Kant, Camap
Cam ap o Husserl daban a este término; no guar-
da relación alguna con la argumentación,
argumentación, ni con la «Philosophie ais stren- 
ge Wissenschaft ». De modo que cabe presumir que strenger  significa  significa algo
así como «más difícil». Desde este ángulo heideggeriano, la ontología es
la salida más fácil; cualquiera puede dar su opinión sobre un inveterado
 problema ontológico
ontológico.. En realida
realidad,
d, tampoco es muy difícil
difícil idear nuevos sis-
temas o «programas de investigación» ontológicos. Mas Heráclito, valga
el ejemplo, no hizo nada
na da parecid
parecido,
o, sino algo mucho más arduo. arduo. Así pues,
Heidegger quiere evitar la discusión
discusión con sus camaradas los filósofos y rea-
firmarse
firmar se en la mayor dificultad de su quehacer filosófico.
Podríamos sentimos tentados a decir que Heidegger tiene todo el
derecho del mundo a no llam llamar
ar «Pensamiento»
«Pensamiento» a todo lo que se le antoje. antoje.
Pues, con
c on toda seguridad
seguridad,, el «pensar» debe ser el polo opuesto de algo; tal
vez no a la «emoción», pero ciertamente a algo que tiene que ver más con
las artes que con la ciencia, más con la religión que con la filosofía. No
cabe duda de que el quehacer
quehace r de Heidegger está más próximo a eso. Pero
Heidegger cree que todas esas distinciones son obra de la metafísica
arquitectónica. Y puesto que, por lo general, toda distinción entre disci-
 plinas y toda división de la vida humah umanana son producto de los escritores
que integran
integra n «la tradición de la ontología occidental»
occidental»,, a duras penas pode-
pod e-
mos emplea
e mplearr dichas distinciones
distinciones a la hora de «ubicar» la obra de un hom
Neske, Pfullingen, 1961);  E  EP P = The End
En d ofP hi hilo
loso
soph
phy,
y,  trad. de Stambaugh (Harper and  
Row , Nu eva York, 1973), selección de textos de N  con una traducción de Überwindung 
 d
 der
er M
Meta
etaph
physiysikk  d e VA; IM = Introduction to Metaphy
Meta physics,
sics,  trad
 trad.. de Mannheim (Y ale U ni-  
versity Press
Press,, N ew Haven, 1959), trad trad.. española de Emilio Estiú (Nova, B ueno s Aires, 
1970), y  EM 
 E M  =   = el original,  Einfiirhung ir irtt d er Metap
Me taphys
hysikik   (Niemeyer, Tubinga, 1953);  
 BR   =  Bri
 B riee f an Richard
Richardson,
son,   publicado en alemán e inglés en las pri primeras
meras páginas en W . J.
J. 
Richardson,  H  Heieide
degggger
er Through PhenPh enomomen enolo
ology
gy to Thoug
Thought ht  (Nijhoff, The Hague,  
1963), pp. vii-xxiii; QT = The The Ques
Questio
tion
n Conceming
Concem ing Technology
Technology and Other Essays,  trad. 
de Wil liam L ovitt (Harper (Harper and Ro w, N uev a York, 1977), «La pregunt preguntaa por la
la técnica»,  
traducción de Adolfo P. Carpió del ensayo que da título al volumen anterior, en Suple
 men tos An
 mentos Anthr
thropo
opos,
s,  n.
 n.°° 14, Antrophos, Barcelona, 1989, pp. 14-15;  ZSD  =  Zur Sache
Sa che des
d es  
 Denken
 Den kenss  (Niemeyer, Tubinga, 1969), y TB  = OfTim e and Be Being
ing,, traducción parcial de  
 ZSD  debida a Staumbaug (Harp (Harper
er and
and Ro w, N uev a York, 1969).

SUPERANDO LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER
HEIDEGGER Y DEWEY
DEW EY 101
 bre cuyo propós
propósito
ito era superar la tradición. Así y todo, u
unn pued
puedee seguir
sintiendo
sintiendo cierta exasp
exasperación
eración.. Tiene que habe
haberr algún criterio con el que
 juzg
 ju zgar
ar a He
Heidegger,
idegger, algún adversario que comp
compitaita en la mis
mismama carrera.
Sin embargo,
embargo, Heide
Heidegger
gger re
repite
pite hasta llaa saciedad que nuenuestra
stra exas-
 perac
 pe ración
ión es se
sencill
ncillame
amente
nte un
unaa conse
consecue
cuenci
nciaa má
máss de la ide
ideaa de la filo
fi loso
so--
fía en cuanto litigio entre argumentos,
argumentos, idea que heredamos de Platón y
que, dos mil años después, desemboca
desem boca en el positivismo y en el nihilis-
mo. Para libramos de ella hemos de liberam
liberamos os primero de lo que él lla-
ma «la interpretación técnica del pensar». Para Heidegge
Heidegger, r,

los com ienzo s de esta inte


interpre
rpretactación
ión alcanzan
alcanzan hast
hastaa Platón y Aristóteles. EEll 
pensar
pens ar mism o se tiene allí como una  techné
 techné,, e l proceder de la reflexió n al ser
vic io d el hacer y del que
quehace
hacer.r. Pero el pensar m ism o está ya visto aquí desde  
la referencia a la pr
 prax is  y a lla
axis a po iesi s.  Por eso el pensar, si está tomado para  
ie sis.

sí, no e s «práctico». La caracterizaci ón del pensar com o  teo


caracterización  teorí
ríaa  y la determi
determi
nación del conoce r com o el comportamiento «teórico» acon tece ya den dentro
tro de 
la interpretaci
interpretación
ón técnica d el pensar.
pensar. Ésta también es uunn intento reactivo de sa sall
var al pensar en la independencia
independ encia frente al obr
obrar
ar y al quehacer. De Desdsdee en ton
ces está la filosofía en la penosa situación de justificar an ante
te las «cien cias» su 
existencia. E lla cree que esta justificación acontecería de la ma manera
nera más seg u
ra por el hecho de que ella m isma se ele va al rango de una ciencia. Pero este 
esfuerzo es el m enosprecio de la esencia de l pens
pensar
ar [...] ¿Puede llamarse
llamarse «i «irra
rra
cionalism o» al esfuerzo de llevar al ppensar
ensar de nuevo a su elem ento?2
ento?2..

De modo que, al parecer, no podemos acusar a Heidegger de irracio-


nalismo sin caer en una petición de principio que favorece a Platón y a
Aristóteles.
Aris tóteles. Ni siquiera podemos preguntar: «Pero entonces, en lo referen-
te al pensamiento,
pensamiento, ¿quién lleva razón:
razón: Platón o Heidegger?» Pues llaa mis-
ma pregunta presupone la existencia de una temática llamada «pensa-
miento», sobre la que caben distintas opini
opiniones.
ones. Pero Heidegg
Heidegger er no tiene
ninguna opinión al respecto. Piensa que intentar dar este tipo de opiniones
es olvidar el «carácter esencialmente histórico del ser»3
se r»3.. Puesto que el pen-
sar es el pensar del Ser
Ser44, y puesto que el ser es esencialmente histórico, no

2  B W, pp.   194-195 ( WM
WM,, pp. 146-
146-147
147),
), p. 8 de la trad
trad.. española, Carta sobre
sob re el huma
 nismo.
3 V éa
é a se
se  BW,  p.
 p. 220 (WM, pp. 170), pp.. 20 de la trad
trad.. española, Carta sobre el huma
 nismo,  en relación
re lación co n la incapacidad
incapacida d de Husserl
Husse rl y Sart
Sartre
re para entender este punto y sobre 
el m otivo por el cual «la conc epción marxista
marxista de la histori
historiaa supera cualquier
cualquier otraotra mane
manera
ra 
de enfocar el pasado». V Véase
éase también  BR, p. xiv.
4  BW,   pp. 196 (WM, p. 168), p. 10 de la trad. española, Carta sobr s obree eell huma
humanis
nismo.
mo.

102
102 CONSECUENCIAS DEL PRAGIVLATISMO

se trata de que Aristótele


Aristóteless y Platón pudi
pudieran
eran haber errado respecto de lo
que el pensar era. No se trata de que, digámoslo así, el pensar hubiera

aguardado
nión pacientemente
pacientemente
al respecto.
respecto que
. Heidegger Heidegger
afirm
a firma llegase para
a que, cuando corregir
Platón nuestra
o Aristóteles,opi-
Aristóteles, por
ejemplo, se representab
representaban
an al Ser como idea o energeia, «estas doctrinas no
eran obra del azar, sino palabra del Ser»S er»55. De nin
ningún
gún modo podem
podemosos acer-
camos al Ser retrotrayéndonos hasta antes de Platón para empezar con
 buen pie.
pie. Heidegger n nos
os dice que su propia definición d del
el Ser (c
(como
omo das 
transcendens schlechtin) en Sei Sein n und Zeit  no no representaba la pretensión
«de comenzar desde el principio y dar por falsa toda la filosofía preceden-
te»6
te »6.. Considera que la id
idea
ea de «la unida
unidad d inva
invariable
riable de las determinaciones
subyacentes
suby acentes del Ser» es «tan sólo una ilusión bajo cuya protección la meta meta--
física acontece comocom o historia del SSer
er»7
»7.. De mo
mododo que no se trata de que
 podamos comparar la metafísica de Platón a Nietzsche, por un lado, y Hei-
degger,
degg er, por otro, respecto de un tópico común — —el el Pensar o el Ser— para
más tarde decidir quién da mejor cuenta de és éste.
te.
En resumen, podemos concluir
concluir que Heidegger ha realizad realizadoo la labor
de poner a sus críticos potenciales a la defensiva tan bien como cual-
quier otro filósofo a lo largo de la histor
historia.
ia. No hay
h ay rasero por el que pue-
da medirse sin incurrir en una petición de principio en su contra. Sus
comentarios sobre la tradición y las limitaciones por ella impuestas
sobre el vocabulario y la imaginación de sus contemporáneos, tienen el
taumatúrgico
taumatúr gico propósito de hacem
hacemos os sentir ridí
ridículos
culos a la hora de buscar
un territorio comú
c omúnn desde el ququee empezar
emp ezar una dis discusión
cusión..

II

En este punto, podemos sentirnos tentados a sentenciar que «Hei-


degger en realidad no es siquiera fi
 filó fo » .   También serí
lóss o fo» seríaa una nece-

5 TB
TB,, p. 9 (ZSD, p. 9).
6  BW,   pp. 194-195 (WM,  pp. 146-147), p. 38 de la trad. española, Carta sobre el  
 humanism
 hum anismo o; véa se tam bién OWL, pp. 38 ss. (US,  pp. 113 ss.).
7  EP,   p. 11 (N,  Π , p.
p. 411). La idea
idea de que «
«aun
aun cuando
cuando cambie la formulaci
formulación
ón lin
güística de los constituyentes esenciales del Ser [...] éstos permanecen inalterables» que  
Heidegger discute
discute en este texto queda bi bien
en ejemplif
ejemplificada
icada por llaa tendencia de nuevos his
toriadores
toriadores de la filoso fía a ver en lo s problemas de la filos ofía a lgo recurre
recurrente
nte en la histo
ria
ria del pensam iento.

SUPERANDO
SUPERA NDO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 103
dad. Heidegger lleva genialmente hasta sus extremos una táctica que
todo filósofo original emplea.
emplea. H eidegger no fue el primero en inven-
tar un vocabulario destinado a disolver los problemas que ocupaban ocup aban
a sus predecesores,
predecesores, y no a proponer nuevas solucione
soluciones.
s. Pensemos en
lo que hicieron Hobbes o LockeL ocke con los problemas de la escolástica,
escolástica,
o Camap y Ayer con los «pseudoproblemas». Heidegger no fue el
 prim
 pr imero
ero en deci
de cirr de toda
to da m od
odali
alida
dadd de ar
argu
gumm en
entac
tación
ión qu
quee los fi
filó
ló -
sofos hubieran empleado hasta sus días que era un extravío. Pense-
mos en lo que dijo Descartes sobre eell método y H Hegel
egel sobre la nece-
nece -
sidad del pensamiento dialéct
dialéctico.
ico. La
L a aparente arrogancia de H Heideg-
eideg-
ger al proclamar que la tradición había agotado todas sus posibilida-
d es 8se limita a radicalizar
radicalizar esa impacie
impaciencia
ncia que a veces ma manifiestan
nifiestan
filósofos perfectamente
perfectamen te corteses en comen
comentarios
tarios del tipo «Todos loslos

argumentos
 ba
 basta
stant a favor
ntee antes
ant es y en contra
de 1900» o «Todo del el
utilitarismo
prob
pr oble
lemm a ya
de fueron
la ex
existdiscutidos
isten
encia
cia del
mundo externo resulta de confundir tener una sensación con obser-
var un objeto
ob jeto »9.
»9. A la hora de reco
recomenda
mendarr nuevos vocabularios para
formular cuestiones filosóficas, o nuevosnuevos paradigmas de argumenta-
ción, el filósofo no puede apelar a criterios judicativos anteriores,
 pero
 pe ro sí pued
pu edee logr
lo grar
ar un éxi
éxito
to sin pre
prececeden
dente
tes.
s. El vo
vocacabu
bular
lario
io es
esco
co--
lástico
lástico jam ás se sobrepuso al sarcasmo del siglo xvn. xvn . L a mitad de la
filosofía escrita después de Hegel ensayó triunfantes síntesis dialéc-
ticas como las que brinda la Fenomenología.   Quizá muchos de los
contemporáneos de Descartes y Hegel no los considerasen «verda-
deros filósofos», y, aunque así fuera, ellos suscitaron nuevos proble-
mas que reemplazaron los antiguos, mantuvieron la pujanza de la
filosofía por su ejemplaridad
ejem plaridad y,y, mirando hacia atrá atrás,
s, d
descollan
escollan como
hitos en un desarrollo progresivo.
Parece difícil
difícil creer que H
Heidegger
eidegger llegue
llegue a ocupar la mism
mismaa posi-
ción, pero es porque tampoco dice lo mismo que Descartes, Hegel,
Husserl y Camap: «Hasta ahora la filosofía ha sido eesto;
sto; en adelante
adelante,,
sea esto otro»,  sino, por el contrario, lo mismo que Nietzsche, Witt

8  N, II, p. 201.
20 1.
9 Cuan
Cuandodo tales
tales comentarios
comentarios se hacen indi
indiscri
scriminad
minadamente
amente (como hacen W isdom, 
Bouwsma, y el R yle de los Dil Dilem
emma s)  tienden a ser desestimad os por facilones y autoin-
mas) autoin- 
dulgentes, carentes
carentes de la paciencia y d el esmero de lo negativo.
nega tivo. Pero ni siquiera
siquiera sus pe o
res enem igos vacilarían
vacilarían en emplear dichos términos heideggerianos; lo que intenta
intenta hacer 
puede ser imposible o perverso, ma s no fácil.

104
104 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

genstein y Dewey: «Dado lo que, de ser algo, la filosofía ha sido,


¿cómo puede hoy haber filosofía?» Sugerir, como estos últimos, que

tal vez la filosofía hubiese agotado todas sus posibilidades, es su mane-


ra de preguntar
pregunta r si aún se dan las condiciones
condiciones que posib
posibilitaron
ilitaron la exis-
tencia de la filosofía, y si deben seguir dá
dándose.
ndose. L
Laa mayoría de los filó
filó--
sofos —prácticamente todos los que a nuestro entender han creado
escuela— entendieron toda la historia de la filosofía anterior a ellos
como un cúmulo de falsos supuestos, confusiones conceptuales o
deformaciones inconscientes de la realidad. Sólo unos cuantos han
sugerido que la propia idea de filosofía —como disciplina distinta de
la ciencia y a no confundir con la religión— fue uno de los frutos de
empezar con tal mal pie. Y aún son menos quienes sostienen que, ni
siquiera en nuestros días, estamos en situación de formular alternativas
alternativas

a esos
ral
ral. falsos
. Estas supuestos
minorías son o confusos
tratadas conconceptos,
tratadas desdén pordeaquellos
ver la realidad al natu-
otros filósofos
que pretenden saber qué futuro aguarda a la filosofía. El estilo literario
literario
del último Heidegger alimenta su desprecio ante alguien que, sencilla-
mente, se ha cansado de argumentar y que, refugiándose en la mística,mística,
ni siquiera intenta defender
de fender su obra anter
anterior,
ior, que, de cua
cuanto
nto hizo, era lo
único mínimamente respetable. Pero hasta filósofos como Dewey y
Santayana, quienes al igual que Heidegger, no vieron qué futuro no
anodino podría tener una disciplina llamada «filosofía», han sido apar-
tados de «los verdaderos filósofos» por este mismo mot motivo
ivo:: n
noo abrigar
esperanza alguna en la culminación de lo loss viejos «programas de inve inves-
s-

tigación»
debe tenerniunsugerir
poco deotros nuevos.
lealtad haciaSe
sudiría que para
profesión, sersifilósofo
como a uno nouno
le
estuviera permitido dar carpetazo a un antiguo problema filosófico
filosóf ico sin
tener
ten er otro que pon
poner
er sobre la m e s a 10. Con
Co n todo, existe un
unaa manera
mane ra
obvia de distinguir críticos de la tradición como Dewey y Heidegger,
Heidegger,
frente al amateur, el filist
filisteo,
eo, el místico o el petulante: la pro
profund
fundidad
idad y
el alcance de sus comentarios sobre aspectos particulares de la tradi-
ción.. Cualquier primerizo puede tildar al «pensamiento occidental» de
ción
«meramente
«meram ente conceptual», pero ahí acaba la cosa. No es tan fácil fácil expli-
car a qué equivale ser conceptual,
conceptual, y que tienen en comcomúnún los distintos

10 Est
Estaa re
reacc
acció
ión
n defe
defensi
nsiva
va es pa
partrtiicula
cularm
rmen
ente
te ccomún
omún en las dis
discusi
cusiones
ones de la o
obr
bra
a de
dell 
segundo Wittgenstein. Examino esta reacción ante Wittgenstein en « Conservando la  
za de la filosofía » (ensayo 2 ,  sup
pureza
pure  supra).
ra).

SUPERANDO LA TRADICIÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1055


10
 par adigm
 parad igmas
as de «pensam
«pen samien
iento
to conc
conceptu
eptual».
al». Dewey y Heide
He idegg
gger
er saben
exactamente cuáles eran los problemas
problemas que inquietaban a sus predece-
sores; ambos dan cuenta
sores; cue nta del curso dialéctico de la tradición. La autoi
autoi
magen de un filósofo —su identidad en cuanto tal (y no como histo-
riador,
riado r, matemático o poeta)— depende
d epende casi exclusiva
exclusivamente
mente de su con-
cepción de la historia de la filosofía.
filosofía. Depende
Depend e de las figuras que imite
y de los períodos y movimientos que descarte.
descarte. De man
manera
era que una nue-
va reconstrución de la historia de la filosofía es un desafío que no cabe
ignorar
igno rar.. Ello quiere decir que toda pregunta sensata del tipo : «¿Quién
está en lo cierto:
cierto: H
Heidegger
eidegger o los demás?» tiene que versar
versa r sobre his-
torio
to riogr
graf
afía1
ía11. No se trata de que la historio
historiograf
grafía
ía esté sujeta
s ujeta a menor
me nor
controversia que, pongamos por caso, la epistemología o la filosofía
del lenguaje, sino más bien de que la adopción de un vocabulario —la
adopción semiinsconsciente de las cuestiones que a uno no le importa
disolver o ignorar y las cuestiones que debe disponerse a resolver—
responde casi por completo a cómo percibe su relación
relación con la historia
historia
de la filosofía, bien en términos del lugar que uno ocupa en una
secuencia progresiva de descubrimientos (como en las ciencias),
ciencias), bien
en términos de las nuevas
nuevas necesidades y esperanzas de la cultura de la
que es miembro, o simplemente en términos
térm inos de la relevancia que cier-
tas figuras de la historia de la filosofía tienen para sus necesidades y
esperanzas de su ámbito pr privad
ivado.
o. La
L a imagen deweyana de lo ocurrido
ocurrido
en la historia intelectual de Occidente nos ofrecerá cierto perfil bas-
tante preciso del papel que Heidegger desempeña en ésta: Heidegger
vendrá a ser el decadente canto del cisne transmundano, platónico y
cristiano
cristiano.. A su v
vez
ez la imagen de Heidegger
Heidegg er nos ofrecerá otro perfil bas-
tante específico de Dewey:
Dewey: éste vendrá a ser un nihilista
nih ilista provinciano
provinciano y
extremadamente ingen
ingenuo.
uo.
" Cierto es que H eidegg er nos previene contra la inte interpret
rpretaci
ación
ón por la cual él sólo
s ólo se 
limita a ofrecer una nuev
nuevaa versión de la histori
historiaa intelectual, y contr
contraa aquella otra
otra por
por la 
cual él hace algo
a lgo que nadie jam ás ha hecho. Cf.  EP
 EP,, p. 77 (N, II
 II,, pp. 483-484): «Dado que 
sólo conocemos, y sólo podemos conocer la historia en el contexto historiográfico que 
explora
expl ora y exp one elementos d el pas pasado
ado con vistas a su em pleo en e l pr presente
esente,, la recopila
recopila
ción de la histori
historiaa del Ser también es presa de la ilusión que la hace parecer historiogra
fía conceptual, unilatera
unilaterall y esporádica. Mas, cuando
cua ndo la recop ilación de la historia
historia del Ser 
nombra pensadores y v a en pos po s de sus pen
pensamien
samientos,
tos, este pensar significa linlinaa res
respuesta
puesta 
que escuch a la llllamada
amada del Ser, una determinación armonizada por la vo z de esa llam a
da.» Me limitaría a señalar que las observaciones de Dewey en tomo a la historia de la 
filosofía son también una respuesta que escucha la llamada del ser. ser.

106 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

III

En lo que si sigue,
gue, me propongo trazar el perfil que Dewey presu-
miblemente
miblem ente cobraría
cob raría a ojos de Heidegger, y viceversa. Este modo de
enfocar el tema dejarád ejará patente cómo es posible la coexistencia de un
amplísimo grado de acuerdo en lo tocante a la necesid necesidad ad de «destruir
«destrui r
la historia de la ontología occidental» con una idea totalmente dis-
tinta del posible relevo de la «ontología».
«ontología». Confío
C onfío en que también
tambié n nos
 pro
 p ro p o rc
rcio
ionn e u n p lata
la taff o r m a d esd
es d e la qu
quee « situ
si tuar
ar»» a H ei
eide
degg
gger
er,,
haciéndonos ver que, incluso llegados al convencimiento de que la
tradición
tradici ón filosó
f ilosófica
fica ha agota
agotado do todas sus posibilidades,
posibilidades, resta aún un
amplio margen de maniobra. Las frecuentes acusaciones de arrogan- arrogan -
cia vertidas contra Heidegger resultan resultan en parte de sus escasas alusio-
nes a los «pensadores» de sus días;
días; He
Heidegger
idegger nos deja con la impre-
sión de que si existen otras cimas, en la actualidad son la morada
mo rada de
los poetas. Con todo, la perspectiva de una cultura en la que la filo-
sofía no sea ni profesión, ni arte, ni neg
n eg o ci
cio1
o12y en la que la técnica
no sea una
u na «repetida
«rep etida convulsión»
convu lsión» 13, difícilmente
difícilm ente puede
pu ede deberse
debe rse
exclusivamente a Heidegger, pues es algo que Dewey intentó hacer-
nos ver durante
du rante toda su vida. Dewey puede unirse a Heidegger cuan-
do éste afirma:

Nin gun a metafísica , sea ésta idealista, sea ésta materialista,


materialista, o bien cristia
na, puede, por su esencia y de ninguna manera
manera p por
or sus denodados esfuerzos, 
«envo lver» aún el destino d e [Europa]
[Europa] [ .. .] 14.
12 Cf. OWL, p. 43 (US,  p. 139).
13 Cf.  IM,  p. 37 {EM, p. 28) , p. 75 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
14  BW
 BW,, pp. 221 (WM,   pp. 171-172), p. 39 de la trad. española, Carta sobre sobr e e l h
huma
uma
 nismo.   Heidegger distingue el destino de Europa del de Rusia y América, regiones del  
pasado (de 1936). V éase  IM,  p. 45 {EM, p. 34), pp. 75-76 de  
glob o que pertenecen ya al pasado
la trad
trad.. de E m ilio Estiú: «Europa ya ce h oy bajo la gran tenaza formada entre Rusia, por  
un lado, y A mérica por otro,
otro, que,
que, metafísicamente vistas,
vistas, so n la mism a cosa». La vulga
ridad
rida d de la afirmación no debería lleva m os a subestimar su importanc
importancia.
ia. La marcada con
ciencia p olítica de Heidegger, que le hizó profer proferir
ir llas
as proclamas reimpr
reimpresas
esas por Guido 
Schneeberger en  Na  Nachle
chle se z u H eide
ei degg
gg er  (Bern
 (Berna,
a, 1962), e s algo que hay que tener pre
sente a la hora de inten tar ver qué e s lo que en su opinión podrá hacer el «Pensam iento», 
intentar
al igual que a la hora de entender a Dewey no podemos olvidar por qué instaba a la  
«reconstrucción
«reconstr ucción de la filosofía». Sobre los sentimientos ambivalentes
ambivalentes que Heideg ger sen
tía hacia
hacia la influencia
influencia de la filosofía sobre la vida de las nacion es y de los estados, véa se  
también IM,   p. 10 {EM, p. 8 ), p. 16 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.

SUPERANDO
SUPERAND O LA TRADICIÓ
TRADICIÓN:
N: HEIDEGGER Y DEWEY 1077
10
Pero el comentario que Heidegger hace acto seguido sobre dicho
«envolvimiento»
«envolvimiento » («pensando alcanzar
al canzar y junta
ju ntarr lo que en un sentido ple-
no es ahora el ser»), sería para Dewe
Dewey, y, como todo
tod o el discurso heidegge
riano sobre el Ser,
Ser, otro disfraz de la metafísica
me tafísica cristiana.
cristiana. A su vez, resul-
ta fácil considerar la obra de Dewey Ex  Expeperien
riencia natura leza  como una
cia y naturaleza
variante de la metafísica materialista: una tímida reivindicación del
triunfo del nihilismo.
Para no caer en estas manifestaciones superficiales de mutuo des-
 precio, examinem
exam inemosos algunos puntos
punto s en los que ambos am bos autores obvia-
mente coinciden. Aludiré al paralelismo de las posturas que adoptan
ante cuatro cuestiones:
cuestiones: 1) la distinción
distinción entre contemplación
contempl ación y acción en
la filosofía antigua; 2) los tradicionales problemas cartesianos
cartesian os que inte-
gran el escepticismo epistemológico; 3) la distinción entre filosofía y
ciencia, y 4) la distinción entre estas dos últimas y «lo estético».estético».
Dewey abre
abre su tratamiento de la distinción entre teoría y la práctica
abordando la distinción entre el ámbito de lo «sagrado» y el ámbito de
la «vent
«ve ntura
ura»1
»15. Piensa
Pien sa que la religión, y su heredera,
hered era, la
l a filosofía,
filoso fía, se ocu-
 pan
 pa n del primero,
prime ro, mientras
mie ntras que la artesaní
arte saníaa y su heredera,
here dera, la técnica,
técnic a, se
ocupan del segundo.
segundo. Dado que la filosofía «heredó el ámbito del que la
religión se había
hab ía ocupa
ocu pado
do»1
»16no pudo sino adoptar «la idea que ha regi- reg i-
do la filosofía ya desde el tiempo
tiempo de los griegos,
griego s, a saber,
saber, que el conoci-
miento tiene por cometido dejar al descubierto la realidad anteceden-
te» 17. Teniendo
Teniendo en cuenta
cuen ta que la filoso
filo sofía
fía también
tam bién heredó
he redó de la religió
rel igiónn
la premisa «sólo lo que está totalmente determinado y no está sujeto a
cambio alguno puede ser
se r real» es natural «que la búsque
búsqueda da de la certe-
za haya determinado
determin ado las bases de nuestra
nues tra meta
me tafís
físic
ica»
a»118. «La
«L a metafísic
meta físicaa
viene a reemplazar a la costumbre como fuente y garante de los más
altos valores morales
mora les y ssoc
ocia
iale
les»
s»1
19, función que cump
cu mplirá
lirá hasta
has ta que
reconozcamos que «el cometido, el problema y el objeto propios de la

15 Véase Dew ey, The Qu est for Certainty (QC),  Capricom Boo ks, Nuev a Yor
estfor York,
k, 1960, 
p. 11
11.. Otras abrevi
abreviaturas
aturas de libros de D Dew
ew ey: (RP Philosophy,, Dover,  
(RP)) Reconstruction in Philosophy
Nueva York, 1958; (AE) (AE) Art a ass Experience,  Capricom Boo ks, Nuev a York York,, 1958;
1958; (EN)
(EN)  
 Experíe
 Exp eríence
nce a nd Natu
Nature,re,  Dover, Nueva York, 1958 1958..
16 QCQC,, p. 14
14.. Cf. Heidegg
He idegger, er, IM, p. 10
1066 (EM, p. 80),
80 ), p. 144 de la tr
trad
ad.. de Em ilio Est
Estiú:
iú: 
«N ietzsch
ietzschee dijo con razón que el crist cristianismo
ianismo es un platonismo par paraa el pueblo»; cf. tam
bién EP
 EP,, p
 p.. 24 (N,  II,
 II, pp.. 4427
27).
).
17 QCQC,, p. 17.
18 QCQC,, pp. 21-22.
19  RP
 RP,, p. 17.

108
108 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

filosofía nacen de los afanes y de las tensiones de la vida de la comuni-


dad en
e n cuyo seno emerge
eme rge determinado
determ inado tipo de filoso
filo sofía
fía»2
»20, y hasta
ha sta que
la filosofía en cuanto crítica de la moralidad y de las instituciinstituciones
ones ocu-
 pe el lugar
lu gar de
d e «todo
«to do ese caldo
cald o de cultivo d dee los dualism
dua lismos
os que [...]
[...] ha
hann
formado
formad o los “problemas”
“problem as” de la llamada
lla mada “f
“filos
ilosofía
ofía modern
mo derna”»
a”» 21. Dewey
ve en los dualismos sujetoobje
sujetoobjeto,
to, mentemateria
men temateria y experiencianatura-
leza formas
forma s dialécticamente
dialécticam ente menore
menoress de un dualismo mayor, a sa saber,
ber, «el
ámbito de lo sagrado» versus «el ámbito de la ventura», entre el ámbi-
to de lo duradero
duradero y el del día a día. De superar estos dualismos, la filo filo-
-
sofía podría ser «en vez de una serie serie de inútiles tent
tentativa
ativass de trascender
la experiencia [...]
[...] un historial significativo de los esfuerzos de los hom hom- -
 bres por
po r formu
for mular
lar los asp
aspecto
ectoss de la exp
experie
eriencia
ncia a los que tienen
tien en una
un a
 proftm
 pro ftmdada y apasion
apas ionadaada es
estim
tima»
a»2 22.
También
Tambié n para Heidegger la confusión del del Ser con lo que permanec
permanecee
invariabl
invari able,
e, con lo que puede
pued e conocerse conco n certeza, representaba un ccru-ru-
cial primer paso para hacer hac er de la filosofía lo que en la actualidad es.
es. Pu
Pues-
es-
to que, para hablar del Ser, los filósofos griegos preferían los nombres a
los verb
ve rbosos223y los verbos
ve rbos sustantiv
sustantivados
ados a los infinit
in finitivo
ivos2
s24—y que Platón
Pla tón
dejó atrás la unión (debida a HerácliHeráclito)
to) entre po
 pole moss y logas y disolvió
lemo
la fis
 fi s is  en la idea —
 —,, fuimos puestos en la senda de la «o «ontología».
ntología».

Es cierto que cuando la luchalucha se suspende no d esaparece


esaparece el ente, pero
pero el  
mundo s e desvía. E l ente ya no se afirma (es decir,
decir, no se m antiene com o tal).
tal). 
Sólo llega a ser lo que sale al encuentro [...] lo preparado, lo que como tal es  
disponible [...].
[...]. E l ente se convierte en objeto, sea de contem plación (aspec

to, imagen), se a del hacer,


hacer, entendido producto y cosa d e cálculo. L o que  
entendido com o producto
mundaniza en sentido originario, la fi fiss is ,  s e reduce ahora
ahora a ser modo de im i
tación y de copia. La natura
naturale
leza
za se convierte así en un dominio especia l, dife
rente del arte
arte y de todo lo que se pu ede ed ificar y es confo rm e a pla n2 n255.
En este punto, Heidegger no entiende la distinción entre contem-
 plació
 pla ción
n y acció
ac ción
n al igual
igua l que
qu e Dewey,
Dewey, como
com o reflejo
refle jo d
del
el disting
dis tingo
o entre
en tre el

20  RP
 RP,, p . v .
21  RP
 RP,, p. xxxi.
22  RP
 RP,, p. 25.
23 Cf. EP
 EP,, pp
 pp.. 55 -56 (N,  Π , pp.
pp. 458-459). Ver Wemer Marx,Marx, H
 Hei
eide
degg
gg er a
ann d the Tra-  
 ditions,
 dition s,  Northwestern University Press, Evanston, 111., 1971, p. 126.
24 Cf. IM,  p
 p.. 69 (EM, p. 28) , p. 110 de la tr
trad Estiú; cf. IM
ad.. de Em ilio Estiú;  IM,, pp. 57 ss. {EM, 
 pp.
pp. 43 s s .), pp. 91 ss. de la tra
trad.
d. de Emilio Estiú.
Estiú.
25  IM,  pp. 62-63 {EM, p. 48), p. 99 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.

SUPERANDO LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1099
10
hom bre lib
hombre libre
re y el esclavo2
escla vo26, sino más
má s bien com
como o algo
al go que emerge
em erge de
d e una
 primera
 prim era escisión
escis ión en ununaa conscienci
cons cienciaa origin
originaria
ariamen
mente te unida
unida,, esci
escisión
sión
que, presumiblemente, ha de tomarse como fa  fatu
tumm ,  como palabra del
Ser, y no como un acontecimiento que haya de explicarse en términos
causales, como resultado de cierto entorno natural o de cierto orden
social. Con todo, Dewey y Heidegger coinciden en que esta primera
adopción de la idea del conocimientoespectador y de su objeto ha
determinado
determi nado el desarrollo de la historia de la filosofía.
filosofía. La afirmación
afirm ación
que Heidegger hiciera en Ser y Tie Tiemp
mpo,o, a saber, que el problema carte-
siano de la existencia del mundo externo
extern o tiene su origen en el olvido del
 Zuha
 Zu hand
nden
ense in 27gua
sein 7guarda
rda cierto pparalelismo
aralelismo con la insistencia
insistenc ia de Dewey
en que «el caldo de cultivo
cultivo de los dualismos» que apareci
aparecieron
eron en el si-
glo xv
x v n se generó a partir de esa primera escisión entre el objeto objeto inal-
terable de contemplación
contempl ación y los objetos maleables
m aleables del artea rtesa
sano
no2
28. Para
ambos autores, la idea de objeto en cuanto objeto de contemplación y
representación
representació n condujo al subjetivismo.
subjetivismo.

Cuando los objetos se aíslan


aíslan de la experiencia
experiencia que llevó a e llos y en cuyo  
seno desempeña
d esempeñann su función, la experiencia mism a queda meramente reduci
da al proceso de tener vivencias, co n lo que e ste proceso se equi equipar
para,a, digá
mo slo así
así,, con algo completo en sí mismo [...[...].
]. Desde el siglo x vn , esta equi
paració
paraciónn de la experiencia
experiencia co n la vivenc ia subjetiva
subjetiva y privada
privada en cuanto polo  
opuesto de la naturaleza, integrada exclusivamente por objetos físicos, ha  
hech o estragos en la filo sof ía29
ía29.

La descripción que hace Dewey cuadra perfectamente con la


reconstrución heideggeriana
heideggeriana de la historia que conduce de Platón hasta
Kant vía
ví a Descartes:
26 Cf. RP
 RP,, p. ix.
27 Cf. BT, seccio
 se ccione
ness 15-21, eenn par
parti
ticula
cularr llaa introducción a la iidea
dea de Zuhanden
 Zuhandenseinsein en
 e n  
las pp. 98-9 9 {SZ, p. 69) y la aafirmación
firmación de la p. 130 (SZ, p. 97): « D e este mo modo,
do, e l ttra
rata
ta
miento cartesiano de los posibles tipos de  ac  acce so   a los entes dentro del mundo viene  
ceso
impuesto por una idea del Ser co legida a ppar arti tirr de una esfera determinada
determinada de esto s m is
mo s entes.» Esta esfer
esferaa es la del Vorhandensein. Co Conn respecto a la relación entr
entree esta últi
ma n oción y las nociones platónica
platónicass y aris
aristotél
totélica icass de id
idea,
ea, energeia y ousí a, véase Wer
ousía, Wer-- 
ner Marx,  op. cit., par
 parte
te Π , cap 1.
1.
28 Cf. QC
QC,, p. 22, en tom o al supues
supuestoto común del idealismo y d el rreal ealismo:
ismo: «la inves
tigación e s una operación que exc luy luyee toda actividad de índole práctic prácticaa que par
partici
ticipe
pe en 
la construcción
construcción del objeto cono cido».
29  EN, p. 11.

110
110 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

Finalmente, la sub
 subiec
iectit
titas
as  afirma
 afirma:: lo s seres s on subie
 subiectum
ctum  en e l sentido del 
 hipokeimen
 hipok eimenon
on  que se distingue por ser p
 prr o te ousía
o usía  cuando lo real se hace pre
sente. En su historia en cuanto metafísica , el Ser es  sub
 subiec
iectit
titas
as  de principio a 
fin. Mas donde la su
 subie
biectit
ctitas
as  deviene subjetividad, el  subie
 subiectum
ctum  por excelen
cia desde Descartes, el eg o, prima
prima sobre todas las
las co sa s 3
 30
0.

Dewey concibe los problemas epistemológicos de la filosofía


moderna
mod erna como
com o una adaptación de los viejos viejos supuestos
supuestos metafísicos a las
nuevas condiciones,
condiciones, mientras que para Heidegger son el resultado resultado ded e la
dialéctica interna
interna de esos supuesto
supuestos. s. Heidegger
H eidegger hace comentarios des-
 pectivos
 pectiv os en tom
to m o a la ide
ideaa de que la época
épo ca mode
mo derna
rna «des
«descubr
cubriese»
iese» en la
epistemología el verdadero
verdadero fundamento
fundamento de la filosof
filo sofía3
ía31y en tom
to m o a la
cómoda reclusión en la pregunta «¿subjetiv
«¿subjetivo o u objetivo
objetivo?»
?» característic
característicaa
del pensami
pen samiento
ento de ese perío
pe ríododo3
32. Dewey piensa
piens a que, en lal a modernidad,
la búsqueda de certeza
ce rteza y estabilidad que en los antiguos terminabaterminab a en
objetos de conocimiento nonaturales, se transformó en la demostra-
ción de que «las condiciones de posibilidad de la experiencia» son «de
carácter
carác ter ideal y rac
r acion
ional»
al»333. Piensa qque
ue la distinción
dist inción entre hechos
h echos obje-
tivoss y emociones, problemas y dudas subjetivas
tivo subjetivas resultaba también «del
hábito de aislar
ai slar al hombre
hom bre y a la experien
experiencia
cia de la naturale
natu raleza»
za»334, advir-
tiendo que la ciencia moderna
mo derna ha hecho cau causa
sa común con la teología tra-
dicional en la perpetuac
perpet uación
ión de dicho aislamiento. Por esa razón, Dewey
se hace eco de la insistencia heideggeriana en la identidad subyacente
entre la postura hacia el Ser que hallamos en la idea de Tomás de Aqui-
e ns
ns a s e
no
nosde Amb os  y
35. Ambos la ideaafirm
autores afde «objetividad
«objet
irman
an coividad»
cosas » de
sas que los epistemólogos
llevan epistemól ogos mod
a la desesperacmoder-
ióner-
des esperación al
epistemólogo vehemente y sin sincero,
cero, que ansia etiquetarlos
etiquetarlos como
com o idea-
listas o realistas,
realistas, subjetivistas u objetivistas.
objetivistas. Examinemos
Exam inemos el desconcer-
desco ncer-
tante comentario de Heidegger: «Evidentemente, la independencia de
la verdad con respecto al hombre es sin embargo una manifiesta rela-

30  EP
 EP,, p. 47 (N,  Π , p. 4 51
5 1 ).
).
31 Vé ase la discusión sobre el predominio de la «epistem ología» en la era era moderna en  
 EP,, p. 88 (VA, p. 67).
 EP
32 Véase What is a Thing?,
Thing?, traduc
 traducción
ción de Barton y D eutsch, H. R egne y Co., C hica
go, 1967, p. 27 (Die Frage nach nach Dem Ding, Niem eyer, Tubinga, 1962, p. 20).
33 QC , p
 p.
  . 41; cf. RP
 RP,, pp
 p
  p. 49-51.
34 QC , p. 233.
35 Cf., por ejemplo, TB, p. 7, y el tratamiento
tratamiento de la relación entre cristianismo,
cristianismo, verdad 
com o certeza moderno» en EP
certeza y el «período moderno»  EP,, p. 22 (N, II, p. 424).

SUPERANDO LA TRADICI
TRADICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 111
ción con
co n la naturaleza
natura leza huma
hu mana»
na»3 36. Observ
Observemos
emos también
tambié n la tímida
tím ida nega-
tiva de Dewey a tratar significado y verdad a modo m odo de relaciones entre
entre
algo que se da en la «experiencia» y algo presente
prese nte en la «natural
«nat uraleza»
eza»3 37.
Cuando discuten la relación filosofíaciencia, ambos conciben las
tentativas cartesianas,
cartesianas, husserlianas y positivistas de « «hacer
hacer cientí
científica
fica la
filosofía» como un fatal abandono de la función propia de la filosofía.
Dewey afirma que «la filosofía se ha arrogado la función del conoci-
miento de la realidad.
realidad. Este hecho la convierte ene n una rival de la ciencia,
ciencia,
y no en su aliada». Acto seguido se adhiere a la descripción que James
hiciera
hicie ra de la filosof
filo sofía
ía como «visi
«v isión
ón»3
»38. Ya hemos
hem os citado
cit ado la adverten
adve rtencia
cia
heideggeriana
heideggeria na de que la filosofía, een
n su intento de «elevarse al rango de
la ciencia»,
ciencia», renuncia a la esencia del pensamiento.
pensamie nto. Para ambos autores

lo mejor de la filosofía reside en la eliminación


eliminación de lo que impide nues-
tra dicha, y no el descubrimiento de una representación correcta de la
realidad. Ambos autores insisten en que el objetivo
objetivo de la filosofía
filoso fía era el
el
regreso a la inocencia y el desvestimiento de la cultura
cultu ra de nuestro tiem-
 po 39. Am
Ambos
bos subrayan
subraya n los nexos entre la filoso
filo sofía
fía y la poesía.
poesía . Según
Dewey, cuando «la filosofía se haya puesto a la altura de las circuns-
tancias, dando claridad y coherencia al significado de los pormenores

36 Heidegger, Di
 Disco
scour
urse Thinking, traducción de A nderson y Freund
se on Thinking, Freund,, Harpe
Harperr and 
Ro w, Nuev a Yor
York,
k, 1966, p. 84 ( Gelassenheit, Ne ske, Pfullingen, 1960, p. 66).
37 Cf., por ejemplo,
ejemplo, EN, pp. 321 ss., y  RP, pp. 156 ss.
38 QC
QC,, p. 309. Existe, empero, ootr
traa faceta
faceta de D ew ey en la que la
la filosofía no es visión
visión  
sino algo mu cho más e specífico, una críti
crítica
ca de la sociedad siguiendo e l método d e la cien
sino algo mu cho más e specífico, una críti crítica
ca de la sociedad siguiendo e l método d e la cien
cia con la esperanza de poner la moral y las instituciones en línea co n el espírit espírituu de la cien
cia y de la tecnología. Véase  RP  RP,, p. xxiii. Esta noción se contrapone con el tipo de afir
maciones que D ew ey hace cuando concibe la tarea tarea de los filósofos com o «un iimpor mportatante
nte 
historial
histori al de los esfu erzos de los hombres por formular
formular los aspe ctos de la exper
experiencia
iencia a los 
que tienen una profunda y apasionada
apasionada estima
estima»» (RP, p. 25). Más adelante discuto breve
mente esta otra
otra fa
faceta
ceta de De w ey en el contexto de una polémica interp interpret
retaci
ación
ón heideg ge
riana
riana de su pensamiento
pensamiento.. P ienso que D ew ey es m ás lúcido cuando subraya subraya llasas semejan
zas entre la filosofía y la poesía
po esía que cuando subraya las las de la filosofía
filos ofía y la ingeni
ingeniería,
ería, aun
que en
e n este artículo
artículo no pu
puedo
edo aborda
abordarr este punto.
39 Cf. EN, pp. 37-38: «En cual cualqui
quier
er caso, una filosofía empíric
empíricaa es una espec ie de d es
nudamiento intelectual
intelectual [...]. Si lo s capítulos que sigue
siguenn contribuyen a un unaa inocenc ia y a 
una simplicidad
simplicidad cultivadas, hab habrán
rán cumplido
cump lido su propósito.» N o obstante, De w ey cree co n 
Heidegger que « el cultivo de la iingenuida
ngenuidadd [...]
[...] sólo pued e darse con un pensamiento rigu
roso y disciplinado
disciplinado».». V éase el artíc
artícululoo de J. Glenn Gray «The Splendor o f the Sim ple», 
en su On Understanding Violence Philosophically and Other Essays, Harper and Row , 
Nu eva York, 1970, esp. pp. pp. 50 ss.

112
112 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

diarios, lo científico
diarios, c ientífico y lo emotivo
emotivo serán copermeables, la práctica y la
imaginación podrán armar armarse.se. L
Laa poesía y la religión serán la floración
floración
natural de la vida
v ida»4
»40. Su esperanza es que la filoso
f ilosofía
fía se alíe con la poe-
po e-
sía en la «crítica
«cr ítica de la vida»
vid a» ddee la que hablaba
habl aba AmA m o ld
ld441. Según Heideg
ger,
ge r, «sólo la poesía comparte
com parte el rango de la filosofía», pues só sólo
lo en ellas
ellas
los seres
sere s no se hallan
hal lan en relación
rela ción con
co n otros seres, sino co conn el Ser
S er4
42.
Por otra parte,
parte, ambos aborrecen la idea de que la supuesta función
de la poesía es ofrecemos
ofrecem os «valores»
«valores» en cuyo polo opuesto están «los
hechos» que la ciencia nos descubre. Para ambos, la distinción
hecho/valor procede de la distinción sujeto/objet
sujeto/objeto, o, y es tan peligrosa
como ésta.
ésta. H
Heidegger
eidegger cree que la idea entera de «valor» «valor» representa un
torpe intento por parte del metafísico para proporcionar un Vorhanden 

adicional que cubra


idea   o como la deficiencia
deficienc
Vorstellung, ia ocasionada
  un añadido por pensar
«necesario el Ser como
para redondear la
ontología del
d el mun
m undo
do»4
»43
3. Piensa que la mism
m ismaa idea de una «disciplina»

40  RP
 RP,, pp. 212-213.
41  EM
 EM,, p . 2 0 4 .
42 Cf. IM,  p. 26 (EM, p. 20 ), p. 43 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
Estiú.
43  BT,  p. 133 (SZ,  p. 100). En  IM, pp. 47-48 (EM,  p. 36 ), p. 84 de la tra
trad.
d. de Emilio  
Estiú, Heideg ger afirma que, cuando «el espíritu,
espíritu, así falsificado en inteligen cia, se degra
da hasta desempeñar el papel de instrumento puesto al servicio de otra cosa», entonces  
«retroceden los poderes del acontecer espiritual, la poesía y el arte plástico, la constitu
ción del Estado y la religión a unun posible cultivo y planificación  con
 conscie
sciente s.  A l mismo
ntes. mismo  
tiempo, se reparten en dominios [...]. Esos dominios se convierten en campos de libre  libre  
acción , la cual, dentro del s ignifica do que ella justame nte alcanza, se pon e criterios
criterios a sí  
mism a. A tales criterios,
criterios, propios de una valide z que rige para
para la elaboración y los u sos, s e  
los d enominan valores. L os valor es de una cultura
cultura sól o se aseguran significa ción, dentro
dentro  
del tod o de una cultura
cultura,, al limitarse a su propia validez: la poesía, en virtud de la poesía; 
poesía; 
el arte,
arte, en virtud del arte; virtud de la cienc ia». Cf. la polé m ica que en  AE  
arte; la ciencia, en virtud
D ew ey entabla
entabla contr
contraa la noción de «bellas artes»
artes» (cap.
(cap. 1) y contra
contra el aislamiento kantia
kantia
no d e lo estético frente
frente a la experiencia y al conocimiento (pp. 252 ss.), así com o sus tena
ces intentos de romper todo dualismo entre disciplinas o facultades (arte/ciencia,  (arte/ciencia,  
razón/imaginación, etc.). En filosofía moral, sería conveniente comparar la insistencia  
deweyan a en que lo s valores son obra obra de la práctic
práctica,
a, y no algo encontra
encontrado
do o contem pla
do, c on la réplica
réplica de Heidegg er a Beaufret
Beaufret en lo tocante
tocante a la relación
relación entre
entre ontología y éti
ca. Cf.  BW
 BW,,  pp. 231 ss. (WM, pp. 183 ss.). A l igual q ue lo sería comparar
comparar la protesta hei- 
hei-  
deggeriana en e ste último tex to contra la distinción tradicional
tradicional entre
entre ética,
ética, lóg ica y física  
con la insistenci
insistencia
a de D ew ey (por ejemplo, RP
(por ejemplo,  RP,, cap
 cap.. 7) en que no existe algo así como una una  
«filoso fía moral» a la
la búsqueda
búsqueda de «valores universales
universales» » o «leye s morales». De w ey con -  
cidiría de buena gana con H eidegger (BW, p. 232; WM
cidiría WM,, p. 184) en que las tragedias
tragedias de 
de  
«preservan el ethos  má s primordialmente
Só focle s «preservan primordialmente que la  Ét Étic
icaa  de Aristóteles».

SUPERANDO
SUPERAND O LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1133
11
llamada «estética» es otro de los desastrosos resultados de nuestras
distinciones entre lo sensible y lo suprasensible, entre sujeto y objeto,
y demás distinciones que manan del tratamiento originariamente pla-
tónico de la f fii s i s  y de la idea44. Dewey estar
estaría
ía de acuerdo por comple-
com ple-
to sobre este punto, al igual que sobre cualquier cualq uier otra tentativa de maman-
n-
tener «lo estético» y «lo «lo rel
religioso»
igioso» fuera de «lo científico
científico»» o «lo emp
empí-í-
rico», y retrotraería la noción de «valor objetivo» y de «juicio pura-
mente estético» hasta las mismas raíces históricas a las que Heidegger
las retrotrajo. Los dos entienden que la poesía y la filosofía tienen
lugar allí donde no se plantea la distinción entre contemplación y
acción, distinción que, donde rige, rige, las empeq
empequeñece
ueñece y despoja de sen-
tido45.
Traer a colación todas estas semejanzas entre Dewey y Heidegger
tal vez parezca un tour de fo  forc é.  El interés radica en las diferencias.
rcé. diferencias. AAun
un
así, soy de la opinión de que es importante darse primeramente cuenta
de las semejanzas.
semejanzas. O Obrando
brando así, mostram
mostramos os que ambos autores intentan
integrar la secuencia que abarca desde Platón y Aristóteles a Nietzsche
y Camap, para arrinconarla en el olvido y ofrecer algo nuevo, o al
menos lal a esperanza de algo nue nuevo.
vo. Por lo demás, son casi los únicos que
en nuestro siglo han hecho algo así; son filósofos únicos, originales,
inclasificables e historicistas hasta la médula. Ambos han sido erró-
neamente equiparados con escuelas filosóficas ajenas al historicismo.
Amontonar a Dewey con Peirce, James y Quine significa olvidar que
Dewey fue arrebatado por un nuevo mundo intelectual, gracias a las
concepciones
concep ciones hegelia
hegelianasnas y comtianas
comtia nas de nue
nuestro
stro prop
propio
io pas
pasad
ado4
o46
6. Dec
Decir
ir
que Heidegger era un fenomenólogo y meterlo en el mismo saco que
Husserl, o decir que era existencialista y meterlo en el mismo
mism o saco que
(ell joven) Sartre,
(e Sartre, significa — como el propio H Heidegger
eidegger ha señal
señalado—
ado—
ignorar precisam
precisamente
ente la perspectiva histórica que Heide
Heidegger
gger orgullos
orgullosa
a

44 Cf. OWL, pp. 43 y 14 ss. (US, pp. 140-141 y 101 ss.)


45 Cf. BW, p p.. 239 (WM, p. 191), en tom o a la relación
relación entre
entre el pensamiento y la dis
tinciónn teoría/prácti
tinció teoría/práctica,
ca, y también
tam bién IM,  p.
 p. 26 (EM, p. 20),
20 ), p. 61
61 de la trad
trad.. de Em ilio Estiú,
Estiú, 
en tomo a la poesía. Cf. D ew ey, AE,  p p.. 40: «Los
«L os enem
ene m igos de lo estético no son
so n ni lo
lo prác
tico ni lo intelectual.
intelectual. Son lo rutinar
rutinario
io,, la escasez de fines flexibles
flexible s y la sumisión a la con
vención
venc ión en la práctica
práctica y en e l proceder intelectual.
intelectual.»»
46 C f el ensayo autobiográfico
autobiográfico de D ew ey «From Absolutism
Abs olutism to Experimentalism»
Experimentalism» 
(193 0), reimpreso
reimpreso en On Experience
Experience,, Nature an andd Freedom,  ed. de R. J.J. Bem stein, Bobb
B obbs-
s- 
Merriíl, Indianapolis, 1960, pp. 3-18, esp. pp. 10-11.

114
114 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

me nte com
mente c ompartía
partía con
co n Mar
Marx
x y que ambos
am bos toma
tomaron
ron de Heg
H egel
el4
47. Ambos
autores entienden lo que Heidegger denomina «la historia unificada
unificad a del
Ser, que da comienzo con el carácter esencial del Ser en cuanto idea y
culmina
culm ina en la esencia
esen cia moderna
mod erna del Ser en cuanto Voluntad de Po Poder»
der»4 48
como un único acontecimiento prolijo
prolijo y de largo alcan
alcance.
ce. Heidegger
H eidegger ve
en Nietszche
Nietszch e nuestro destino final e irrevocable siemp
siemprere que, siguiendo
siguiendo
a Platón, consideremos
considere mos el Ser en cuanto pre
presenc
sencia
ia o represe
rep resentac
ntación4
ión49 9.
Los seguidores
seguidores de Dewey tienden a ver en Nietzsche una reacción des-
medida ante la toma de conciencia de que jamás cumpliremos la exi-
gencia platónica de certeza y de «racionalidad» en el ámbito de la
moral. Dicha toma
tom a de conciencia nos hace bascular entre la desespera-
ción ante el hecho de que en el mundo no haya
h aya otra cosa que po
 p o d e r  y
 y la

embriaguez
filóso
filósofo que siglo,
fo de este provoca
connuestra propiaexcepción
la probable posesión de
de Wittgenstein,
poder.
poder. Ningúnseotro
otro
ha
distanciado tanto de los supuestos y de los problemas
problem as comunes
com unes a Platón
y a Nietzs
Nietzsche.
che.
Si Hegel es el autor
aut or que les une, sus diferencias em
empiezan
piezan ya en sus
respectivas ideas en tomo a qué uso darle a este autor. Dewey, como
Marx, quiere
qu iere un Hegel desposeído del Espíritu.
Espíritu. Quiere
Quier e que el
el hombre y

47 Cf. su
 supr
pra,
a,  nota 3. El lector hallará
hallará un certero
certero tratami
tratamiento
ento del historic ismo h eide g-  
geriano y de su relación con Hegel en Stanley Rosen,  Nih  Nihilism
ilism,,  Yale University Press, 
N ew Haven, 1969. Los exégetas de la evolución de Heidegger no se ponen de acuerd
acuerdoo en 
si el proyecto de «destrucción de la ontología de O ccidente» pervive tras
tras el «giro», aun
que las siguientes observaciones de Stambaugh parecen resumir acertadamente la  
po sición de H eidegger ante la primera
primera versión de su proyecto:
proyecto: «L a “destrucci
“destrucción”
ón” que en  
principio
princip io concibiera iba a ser fenom enológica, en términos de una hermenéutica
hermenéutica trans
trans
cendental. En Ser y Tiempo,  Heidegger vincula indisolublemente estos elementos  
— fenom enología, hermenéutica y filosofía transcende
transcendental
ntal—— precisamente
precisamente los tres a los 
que d esea renunciar en su p ensam iento ulteri
ulterior.
or. La destrucción q ue ha de llevarse a cabo  
ya no tiene la impront
improntaa de estos elementos, pues son estos m ism os los que constituyen
constituyen la
la  
historia de la ontolog ía, co n lo que en m odo alguno sirven para
para “destrui
“destruir”
r” o desha cer esa  
historia.
historia. La destru cción de la historia de la on tolog ía debe basarse en la historia
historia del Ser y  
concebirse desde la Apropiación» («Introducción» a  EP  EP,,  p. ix). Con todo, aunque creo  
que Stambaugh da cumplida cuenta de las intenciones de Heidegger, sospecho que la  
conce pción «desde la Apropiación» es una actividad
actividad demasiado purispurista,
ta, exquisita
exquisita y pri
vada c om o para consum ar cualquier ta rea destructiva y que ésta se lleva a término gracias 
tarea
a algo que Heidegger llama despectivamente «historiografía conceptual», como la que  
ejemplificada en lo s textos de N  q
queda ejemplificada ue Stambaugh traduce en EP
que  E P  (cf. su
 supr
pra,
a,  nota 11).
11).
*  EP
 EP,, p. 48. (N,  II
 II,, pp.
pp. 45 2-45 3).
49 Cf. «L a doctrina plató nica d e la verdad » (WM, pp. 139 ss.).

SUPERANDO LA TRADICIÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 115


la historia
historia aguanten por su propio pie, y que la historia humana sea sim-
 ple mente
 plemen te eso, y no la auto
autoconc
conciencia
iencia del Espíritu, ni tampo
tampoco co los movi-
mientos mastodónticos y predestinados de la Materia o de las clases
sociales. No concibe la «historia» con mayúsculas, y se contenta, cosa
que Heidegger
Heidegg er no hace, con que sus comentarios ac acerca
erca de los filósofos
del pasado sean «historiografía conceptual, unilateral y esporádica».
Cuando nos habla de las consecuencias del cisma griego entre la con-
templación y la acción no se atribuye la función de portavoz del Ser,
sino que, por el contrario, y en términos wittgensteinianos, cree estar
«haciendo comentarios con co n cierto propósito». Piensa
Piens a que en el fondo, y
 pesee a todos sus logros, el idealism
 pes idealismoo alem
alemán
án era
er a un
u n último
últi mo gesto a la
desesperada que respondía al viejo proyecto platónico de garantizar
onto lógicamente
ontológica mente las preconcep
prec oncepcion
ciones
es de la clase ocio
oc iosa
sa550.
Por otra
otra pa
parte,
rte, Heidegger nos dice que el denominado «derrumbe
«derrum be del
idealismo
idealism o alemán» no fue por culpa del idealismo sino de «la época», «que
no tuvo la suficiente fuerza como para seguir acrecen
acrecentando
tando la grandiosi-
dad,
dad, la extensión
exten sión y la originalidad
original idad de ese m
mundo
undo espiritu
espi ritual»
al»5 51. Una
Un a de las
creencias más fervientes de Heidegger, la que de hecho más lo aleja de
Dewey, es que las épocas, las culturas, las naciones y los pueblos deben
adaptarse a las exigencias de los filósofos, y no al revés. La historia del SerS er
no la integran Atenas,
Atenas, Roma, la Florencia renac
renacentista,
entista, el París de la Revo-
lución y la Alemania de Hitler. Tampoco Sófocles, Horacio, Dante,
Goethe, Proust y Nabokov. Dicha historia es la secuencia desde Platón
hasta Nietzsche.
Nietzsche. No se trata únicamente de que el Pensar sea siempre Pen- Pen-
sar del Ser,
Ser, sino de que, en este sentido,
s entido, el Pensar es lo único que es del  Ser
(tanto en genitivo subjetivo como en genitivo objetivo, como dice dic e Heideg-
g er)5
er )52. Sólo la poesía
poes ía mantien
mantienee idéntico rang
rango,
o, aunque
au nque nada
n ada hace
hac e pensar
pensa r
que Heidegger creyese que la poesía tiene una historia. O, dicho sea con
menor rudeza, nada nos hace pensar que Heidegger creyese que la poesía
 pudiese reflejar la historicidad del Ser,
Ser, como tampoco que ésta pueda
pued a refle-
 jarsee allí donde Macauley y Acton tendían a verla,
 jars verla, en un acceso cada vez
mayor a la alfabetización,
alfabetización, a las urnas y a los productos alimentici
alimenticios.
os.
Tanto hincapié en los fil
 filós
óso foss  le sonaría a Dewey a clientelismo
o fo
académico. Después de todo, ¿quién sino un profesor de filosofía

50 C f-
f- ρ ρ . 4 99-- 5 11..
51  IM, p. 45 (EM, p. 34), 34 ), p. 83 de la ttra
rad.
d. de Em ilio Estiú.
52  BW, p. 194(J?M,pp. 147-148).

116
116 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

 podr
 po dría
ía haber
hab er pensado
pens ado que el dram
dramaa de la Europ
Eu ropaa del siglo xx
x x guardab
guar dabaa

una relaciónpasaje,
el siguiente esencial
pasaje, encon el Volle
el que Vollendu
ndung
ngse
Heidegger der Metaphysik?
esfuerza  Examinemos
en explicar «en qué
medidaa semejante preguntar la pregunta ontológica,
medid ontológica, en sí histórica
histórica,, tie-
tie -
ne interior correspondencia con la historia universa
universall de la Tierra»:
Tierra»:

D ecíam os que sobre la Tierr


Tierra,
a, en todas parte
partes,
s, acontece un oscurecim ien
to mundial. Los acontecimientos esenciales del mismo son: la huida de los  
dioses, la destrucción
destrucción de la Tierr
Tierra,
a, la masifícación del hombre y el predom i
nio de lo que se ajusta
ajusta al término medio.
¿Qué entendemos por «mundo» cuando hablamos de oscurecimiento  
mundial? El mundo es siempre mundo espiritual. E l animal carece de él; tam
mundial? tam
poco tiene, en manera alguna, mundo circundante ( Umwelt). El oscureci
miento mundial implica el  deb
 debilita
ilitamie
miento
nto d el eespír
spíritu
itu  en sí m ismo, su disolu
ción, consunción, desalojo y falsa interpretación [...] el puesto de Europa es  
todavía más funesto por cuanto el debilitamiento del espíritu procede de ella  
mism a y — aunque
aunque pre
prepa
para
rada
da desde antes—
antes— se determinó definitivamente
definitivamente en  
la primer
primera
a mitad del siglo xix a partirr de su propia posición espiritual13.
parti

Esa situación espiritual


espiritual consistía sobre
sobre todo en la impotencia de la
época para estar a la altura de «la grandeza, la amplitud y la originali-
dad» del idealismo germánico. Cabría pensar que la destrucción de la
Tierra y la masifícación
masifícaci ón del hombre son ya lo bastante
bastante perniciosas; que
las explotaciones mineras a cielo abierto de Montana, las cadenas de
montaje de Detroit y la Guardia Roja de Shanghái bastan para dem demos-
os-
trar el oscurecimiento
oscurecimiento del mundo, dada su nula aportación al mundo del
Espíritu. Pero con ello echaríamos mano del «olvido del Ser»53 54 como
co mo
rótulo para las cosas que, en los últimos tiempos, están yendo mal. Hei-
degger se lo toma
tom a más en
e n serio.
serio. Heidegger
Heideg ger no dice, como Tillich,
Tillich, que
cada vez es más difícil hallar un símbolo que aglutine nuestras más hon
hon--
das inquetudes, sino que, como
com o Kierkega
Kierkegaard,
ard, dicha búsqueda
búsqued a de símbo-
los es del todo deplorable.
Tal vez mi exposición sugiera que, como buen moderno, estoy
haciendo caso omiso de la «diferencia ontológica» entre el Ser y los
entes. Pero, en textos como el citado, es el propio Heidegger quien la
olvida, y hace bien en olvidarla.
olvidarla. De no hacerlo, se quedaría sin nada que
diferenciase su discurso sobre el Ser del discurso de Kierkegaard sobre

53   Μ , p
 p.. 45 (EM, p. 28 ), p. 82 d e la tr
trad
ad.. de Em ilio Estiú.
Estiú.
54 Cf. IM,  pp pp.. 19 y 50 (EM, pp. 15 y 3 8), pp. 34 y 89 d e la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.
Estiú.

SUPERANDO
SUPERAND O LA TRAD
TRADICI
ICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 1177
11
Dios y la Gracia. A menos que Heidegger
H eidegger conecte la historia del Ser con
la de los hombres y las naciones sirviéndose de locuciones loc uciones del tipo «la
relación del ser con una nación (ei (eine
ness vo
volk s) » 55, conectando así
lkee s)» así la his-
toria de la filosofía con la historia
historia en general,
general, sólo podría afirmarafirm ar lo que
ya afirmara Kierkegaard, a saber, que aunque aplicásemos todos los
avances
avanc es de la civilización moderna,
moderna , perfeccionásemos
perfeccionásem os y pusiésemos
pusiésemo s en
 práctic
 prá cticaa todos
todo s los ardides de la dialéctica
dialécti ca hegelia
heg eliana na e interrela
inte rrelacion
cionáse-
áse-
mos todos los aspectos de la vida y de la cultura mediante cualesquieracualesqu iera
conceptos cuya evolución quepa imaginar, no nos habríamos acercado
ni un solo paso a lo que es strenger ais das Begriffliche.  Sin hacer refe-
da s Begriffliche.
rencia a la historia de las naciones, resulta obvio que nos queda quedamosmos úni-
ún i-
camente con todo aquello que, según Versény Versényi, i, ya teníamos: «un pen-
samiento de la unidad absoluta, demasiado vacío y form formal, al, aunque con
unaa frecuente carga
un ca rga emocional, místic
m ísticaa y re
relig
ligios
iosa»
a»556. Si
Si hacemos
hacem os refe-
refe -
rencia a dicha historia,
historia, parece que al menos disponemos
dispone mos de algo análo-
go a una Cristiandad de tipo escatológico y agustiniano, y no a la espe-
ranza protestante y privada que abrigaba Kierkegaard, a saber, que la
Gracia haría de él un Nuevo Ser,
Ser, capaz de creer
cre er en la doctrina autocon
tradictoria de la Encamación.
Puedo resumir esta concepción cuasideweyana del pensamiento
de Heidegger
Heide gger del modo queq ue sigue. Todo lo que nos dice sobre el Ser, Ser,
el Pensamiento y la diferencia ontológica
ontológic a lo argumenta
argume nta por po r negación.
negación.
Aprehender lo que son equivale a aprehender su ausencia de relación
con la metafísica. Esta última abarca todo pensamiento conceptual,
causal y de nuestro propio ser dentro
dentro de una pluralidad de entes en rela
ción causal, un pensamiento ajeno al pensamiento científico o técnico
referente
referente a un tema
tem a en concreto.
concreto. La
L a única manera de explicar la metafí-
sica consiste en poner de manifiesto su historia, mostrando de qué
modo las gentes
gentes han creído hablar sobre el Ser mientras
mientr as que han acaba-
acab a-
do por hablar de los entes. Hasta
H asta aquí, Dewey y Heidegger
Heide gger pueden ave-
nirse.. Dewey cree que la moraleja a extraer es que, agotadas sus posibi-
nirse
lidades, el legado de la metafísica es tan sólo una mayor sensibilidad
hacia nuestros problemas concretos, hacia los entes. Mas Heidegger 

55  IM, p. 51 (EM, p. 39),


39 ), p. 92 de la ttra
rad.
d. de Em ilio Esti
Estiú.
ú. V
Véas
éas e también EP,  p. 103 
(VA, p. 84).
56 Laszlo Versényi, Heid
 Heidegg
egger,
er, B ein
eingg an d Truth, Y ale University Press
Truth, Press,, Ne w Haven, 
1965,pp. 167-168.

118
118 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 piensa
 pie nsa que la ima
imagen
gen hist
históric
óricaa aq
aquí
uí plas
plasma
mada
da nos per
permm ite vislumb
visl umbrar
rar
algo distint
distinto.
o. C
Con
on tod
todo,
o, nad
nadaa más nos dice al respecto, con lo que la vía
negativa al Ser por la destrucción de la ontología nos conduce a unos
entes sin Se
Ser,
r, sin tener la más remota
remo ta idea de cuál podría ser el objeto
del Pensamiento.
Pensamiento. Tod Todo
o lo que nos q queda
ueda es el vacío dejado por la des-
trucción de todo pensamiento
pensamien to metafísico.
metafísico. De form
formaa que
que,, al parec
parecer,
er, da
igual que concibamos la historia de la filosofía al modo de Dewey
(como la cristalización de diver
diversos
sos procesos causales en una un a «superes-
tructura» intelectual) o al de Heidegger (como palabra del Ser). El
vacío es todo lo que les queda
q ueda a ambos. Según Dew Dewey,
ey, éste ha de cub
cubrir-
rir-
se con una atención concreta
co ncreta a las ccosas;
osas; a las explotaciones mineras a
cielo abierto, por
po r ejempl
ejemplo.
o. Según Heidegge
Heidegger,r, éste es un claro del Ser.

En
tar este
una punto, ¿h
¿hay
visión de ay
la algo en lodeque
historia ambos puedan
la filosofía como discrepar?
la que DeweyTrasyadop-
Hei-
degger comparten, ¿qué cabe decir de lo que resta? De acuerdo con
Dewey,
Dewe y, seguir hablando sobre el «Pensamiento» es repe repetir
tir que el fin de
la metafísica no debería representar el el fin de la filosofía, sin decir por
qué no debería serlo. De acuerdo con Heidegger, afirmar que la filo-
sofía se ha convertido en algo obsoleto representa sucumbirsucu mbir a una ver-
sión vulgarizada del Ser como Voluntad de Poder. Tal vez quepa ver
todo fenómeno concre
concreto to —un poema, una revoluci
revolución,
ón, un
unaa persona—
reducido a eso, o tal vez como un claro del Ser. Q Quizá
uizá nuestro modo de
ver las cosas depende de ios filósofos
f ilósofos que hayamos leído últimam
últimamente
ente

y deAdoptar
nuestra esta
jerg
jergaaactitud
predile
predilecta.
cta.
esteticista y relativista (que roza la de Tillich)
es tomar
tom ar posición jun
juntoto a Dewey y contra Hei Heidegg
degger.
er. A estas alturas
alturas,,
sobra decir que me deca
decantonto por esa
es a actitud y esa posici
posición.
ón. Con todo,
antes de adoptarla explíc
explícitament
itamente,
e, me gustaría volver
volver a intentar mirar el
asunto con ojos heideggerianos. Creo que es importante tener presente
que, para Heidegger,
Heidegger, el pecado capital de Dewey no es la primacía que
concede a la práctica, sino precisamente su adopción de una actitud
estéti
est ética5
ca57. Heidegger
Heidegg er piensa
pie nsa que la époc
épocaa técnica prec
precipita
ipita en «el mu
mun-n-
do en cuanto Imagen» y que la actitud est estética
ética hacia los
los sistemas filo-
sóficos, una actitud que Dewey comparte con Santayana, es la expre-
sión definitiva de dicha actitud. «El acontecimiento fundamental de la

57 Sob
Sobrere el tr
trat
atam
amiien
ento
to h
hei
eideg
degger
geria
iano
no de la invers
inversió ión
n de Nietzs
Nietzsche
che de la je
jera
rarq
rquí
uía
a pla
pla
artee y matemática, véa se V ersényi,  op. cit.,
tónica entre art cit .,  pp. 72 ss.

SUPERANDO
SUPERA NDO L
LAA TRADI
TRADICIÓ
CIÓN:
N: HEIDEGGER Y DEWEY 1199
11
modernid
mod ernidad
ad es la conqu
conquista
ista del m
mundo
undo en cuanto image
im agen»
n»558. Al parecer,
cuando Dewey elogia nuestro actual modo de entender la naturaleza
más como objeto de utilización que como objeto de contemplación, se
limita a dejarse llevar
llevar por la técnica moderna en su afán por ver «en la
corteza terrestre
terrestre una mina de carbón,
carbón, en el sue
suelolo un yacimiento mine-
mine -
ra l» 59. Pero cons
constatar
tatar esto es simple
simplemente
mente ser realista
realis ta y no, ni siquiera
desde la postura de Heidegger, objeto de crítica. Heidegger sólo diría
vade retro  cuando Dewey pasa a ver en las fi  filo
loso fíass  —en el pensa-
sofía
miento de Platón, de Thomas,
Thoma s, de Hegel— lo que el ingeniero ve en las
regiones del globo: fuentes de recursos. Abordar el pensamiento de
Hegell como una Weltanschauung  significa ver en él un objeto de explo-
Hege explo -
tación y no una posibilid
posibilidad
ad de revela
revelación.
ción. Significa consid
considerar
erar llas
as filo
filo--
sofías como
com o si fuer
fueran
an medio
medioss para fo
fortale
rtalecer
cer la vida hum
h uman
ana6
a60. El hum
huma-a-
nismo de Dewey es simplemente, según Heidegger, la encamación de
la conciencia moderna, contra la ccual
ual de nada vale protes
protestar;
tar; salv
salvo
o cuan-
do se niega la mis
misma
ma posibilidad de Pensar,
Pensar, cosa que ocurre cuando tra- t ra-
tamos a los filósofos que ejemplifican el Pensar como meros medios
con vistas a una mutua recomposición de los entes. El sentimiento hei
deggeriano de la vulgaridad de nuestra época —de la trivialización de
todo lo sagrado— se exacerba cuando lo que se trivializa es la historia
de la metafísica. Pues esta historia
historia no es otra que
qu e la del Ser,
Ser, y convertir-
la en algo que sirva de lección para el hombre m modern
oderno o representa con-
vertir al mismísimo Ser en instrumento a nuestro servicio y en objeto de

explotación.
explotación. Tratar «al mund
mundoo como im agen y al hombre como subiec- 
imagen
tu m »61no es más que
q ue bailar al son de los tiempos, pero tratar a los gran
des filósofos a modo de jalones, o elegir entre ellos al igual que elegi-
mos nuestros cuadros favoritos, es burlarse del Ser. Para Heidegger, los
 bosquejo
 bosq uejoss que Dewey hace de la hist
historia
oria de la filosofía
filoso fía son, en el mejo
mejorr
de los casos, ejemplos patéticos de la futilidad
fu tilidad del intento de superar la
metafísica con el vocabulario de la metafísica («experiencia» y «natu-
raleza», por
po r ejem pl
plo)
o)6
62. Para Heidegger, inclu
incluso
so su prim
primer
er intento de

5‘ QT,  p. 134 (HW, p. 87).


59 VA
VA,, p. 14.
" QT,   pp. 133-134 (HW, pp pp.. 85-86).
85-8 6).
61  Loe. cit.
62 Cf. The Question ofBeing, trad traducc
ucció
iónn inglesa de Kluback y W ilde, Twayne, N ue
va York, 1958; del original
original  Zu
 Zurr Seinsfra ge  (p. 25), p. 71. «¿Y no podría ser que el len
Sein sfrage
guaje de la metafísica, y hasta la
la misma m etafísica, sea de la vida o d e la muerte de D ios,

120
120 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

superación
superación — su redescripción del Da sein   con vistas a allanar el cami-
 Dasein

no que
q ue pe
perm
rmitaita reabr
reabrir
ir la pregun
pregunta ta por el Ser— se trunc
truncaa por sí mis
mismm o6
o633.
En ocasiones sugiere que idéntico destino hallaría cualquier  superación  superación
de la metafísica, y de hecho, cualquier alusión a esta historia: historia: «Incluso
en el intento de superar la metafísica subsiste cierta atención atenc ión hacia ella.
ella.
Por ello, nuestra tarea es abandonar todo intento de superación, dejan-
do la metafísica
me tafísica abando
abandonadanada a su ssue uerte
rte»6
»64.
Aun así
así,, Heidegger
H eidegger insis
insistete en Ser y Ti
Tiem
empopo en que al menos él tenía
en mente la ccuestió
uestiónn del Ser cuando reemplazaba las «categorías» de la
tradición por Exis
 Existent iale,, y sigu
tentiale siguee creyendo que para dar un primeprimerr paso
paso
necesita
nec esitamo
moss algo porp or el eest
stilo
ilo665. Ba
Bajo
jo el enfoq
e nfoque
ue de Heidegger,
Hei degger, Dewey,

cons tituyese la b
bar
arre
rera
ra que no s im pide ir m ás allá de la línea, esto e s, superar
superar el n ihilis
mo ?» Sobre la ffutil
utilidad
idad de la metafísica de Dew ey, v éase la polém ica Santayana-Dewey  
e n Th
Thee Philosophy ofJohn Dew ey,  ed. de Schilpp, Northwestern University Press, Evan s-  s-  
ton, 111., 1939. Intento desarrollar la tesis de Santayana en «La metafísica de Dewey»,  
infra, ensayo 5.
63 Algunas tesis en tom o a SZ han puesto de manifiesto las semejanzas eentr ntree las redes
cripciones heideggerianas
heideggerianas y anticart
anticartes
esian
ianas
as del hombre y las de Ryle. A m odo de ejem
plo, v éase la observación de Richar
Richard d Schmitt ( Martin
 Ma rtin He ideg
id egge
gerr on Be
Bein
ing
g Human,  Peter 
Peter  
Smith, Gloucester,
Gloucester, M e, 1969, p.16)
p.16):: « lo que los filóso fos an glófonos llaman análi
análisis
sis de 
de 
revisionista se halla muy próximo a lo que [en SZ\ H eidegger llama “ontología”»
tipo revisionista “ontología”».. 
Con respecto a la posible deuda de Ryle para con Heidegger, véase Michael Murray,  Murray, 

«Heidegger and Ryle: Two Versions o f Phenom enology»,  Rev


 R evie
ieww olas
fMMeta
etaph
physi cs,,  
ysics
XXVII (1973), pp. 88-111. Cabe presumir que Heidegger reconociese semejanzas,
semejanzas, 
pero tam bién que éstas muestran cuán fútil y desorient desorientador
ador eerara de por sí SZ.
64 TB
TB,, p. 24 (ZSD, p. 25).
65 «S ólo graci
gracias
as al pensamiento del pr primer
imer Heidegger es posib le acceder debi debidamente
damente al al  
pensamiento del segundo Heidegger» (BR, p. xxii). P ienso que esto quiere dec decirir que a men os os  
que uno entienda que el hombre, e n cuanto ente que pr pregunta
egunta por el Ser, debe concebirse
conc ebirse dede  
m odo dist
distinto
into a com o lo hizo la ttradradici
ición,
ón, puede acacaba
abarr creye
creyendondo que e l positivism o estaba
estaba  
 justi
 ju stific
ficad
ado
o al insist
insistir
ir en el sin sen
sentid
tido
o de las pregu
preguntas
ntas sobr
sobree e l Ser. D e mo do que
qu e si un o se apro
xim a al seg undo Heid egger sin tene tenerr en cuenta esa existencia del hombre (a saber, saber, la que el el  
propio Heidegger ofrece en SZ), radicalment
 radicalmentee dist
distinta
inta de la que eell posit
positivism
ivism o heredó d dee la tr
tra
a
dición,, no enc
dición encontra
ontrará
rá sentido alguno en su obra tar tardí
día.
a. Por otra
otra part
parte,
e, si uno n o capta lo esen
ese n
cial d el últim o Heid
Heidegger,
egger, tenderá a tr trat
ataar la nueva jerga — el Existentiale— de SZ  como posi
blemente lo ha haría
ría Ryle, simplemente co mo un mod o de aumen aumentar tar la significación de la vida 
vida  

humana
que (o peor,
aún es com
peo r,ohab
lo har
haría
ría ía
habría añaRyle,
dido com
añadido o un
Heideg modo
Heidegger,
ger, s i SZd  enomos
mostra
trar
nos r la inse
pone insensatez
nsatez
en la de Descar
direcciónDescartes).
corre tes).
correcta Y, lo
cta,, pod lo 

mos creer que el «segundo Heidegger» se limita a ofrecemos fragmentos de una jerga de  de  
mayo r novedad e int interé
erés,
s, con lo que seguiríamos esta estando
ndo ta
tan
n sordos ant
antee el Ser com o sie m
pre. Vé ase OWL, p. 47 (US, p. 145), en lo refere
pre. referente
nte a la inqui
inquietud
etud que Heide
Heidegge
ggerr sentía ante la 
la 
posibilidad de que su terminología fuese «corrompida
«corrompida con vistas a signifisignificar
car un concepto».

SUPERANDO
SUPERAN DO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER
HEIDEGGER Y D
DEWEY
EWEY 121
 pese a qu
quee ta
tambié
mbién
n quie
quiere
re d
dota
otamo
moss de u
una
na nueva
nu eva jerg
je rgaa q
que
ue reemp
r eemplace
lace

las nociones
cartes, tendrádela«substancia» y «sujeto»
traza de un autor «sujet
queo»
secomun
comunes
engañaesa asíAristóteles
mismo y caey a en
Des-
su
 propia
 pro pia trampa. Si uno lee a Dewey con lentes heidegheideggerianas
gerianas,, ve que su
 pensamie
 pensa miento
nto está tan plag
plagado
ado de conce
concepcion
pciones
es tradicio
tradicionales
nales que no
 puedee ofre
 pued ofrecer
cer una noción de Pensamie
Pensamiento
nto alternativa a la metafísica. E Enn
consecuencia, Dewey olvida la subordinación de la verdad verda d a la belleza
 propugn
 prop ugnada
ada po
porr Peirce y pie
piensa
nsa q
que
ue la «ciencia»
«cienc ia» ddee algún
algú n mod
modo o susti-
tuye a la filosofía
filosof ía o que ésta deviene «científica».
«científica». La versión deweyana
de la historia de la filosofía
filosof ía tiene po
porr objeto depura
depurarr nuestra autoim
autoimagen
agen
de cualquier resto procedente de otras épocas de la historia de la meta-
física,
física, de todo recuerdo de una era anterior a la supremacía de la técni-

ca. Visto
Vist—
nerada
nerada— o así, Dewey
etapa de la eess un perfecto
filosofía ejemplo
«human ista»,de
«humanista», la últim
última
descrita a —y
por más d
dege-
Heideggerege-
en
los siguientes términos:

En la época de la consumación
consumac ión de la metafísica, la filosofía es antropolo
gía. Poco impo
importa
rta que la denom inemos antropología «filosófica » o que no lo 
hagamos. Ent
Entret
retanto
anto la
la filosofía se ha convertido en antropología
antropología y con
c on ello 
en presa de todos los suced
sucedáneos
áneos de la metafísi
metafísica,
ca, es decir,
decir, de la física en el 
sentido más lato, que incluye la física de la vida y del hombre, la biología y la 
psicología. Con su conversión en antropología, la filosofía sucumbe en la  
metafísica".

V
Dejemos aquí el tratamiento deweyano de Heidegger y el heideg
geriano de Dewey. Sería grato concluir con una síntesis imparcial y
 benévola. Pero no dispo
dispongo
ngo de una perspe
perspectiva
ctiva más global
glo bal que ofrecer.
A mi modo de ve
ver,
r, ambos auto
autores
res sonju n to con Wittgen
Wittgenste
stein,
in, los filó-
sofos más fértiles y originales de nuestro tiempo, y no tengo la más
mínimaa idea de cómo super
mínim superarlo
arlos.
s. Lo más que puedo hacer es agudizar
agudizar* *

“  EP
 EP,, p. 99 (VA, pp. 78-79). Cf. QT,  p. 153 (HW, pp. 10 103-104
3-104 ), por lo que hace a llaa 
desestimación heideggeriana del pragmatismo: «El americanismo es algo europeo. Es 
una suerte de titanismo aún sin comprender, un titanismo rudimentario y que en modo  
alguno se origi
origina
na a par
parti
tirr de la esencia completa
comp leta colegida de la época modern
moderna.a. La inte
interr
pretación americana del americanismo debida al pragmatismo sigue estando fuera de la 
esfera de la metafísica.»
me tafísica.»

122
122 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

el conflicto volviendo a las preguntas en tomo al «fin de la filosofía»


con las que empecé para, en ese contexto, reformular los argumentos
de Dewey.
Pienso que, aun cuando hubiera manera de suprimir las dife diferencias
rencias
entre sus respectivos
respectivos modo
modoss de dar cuenta de nuestra tradición, restaría
algo indecidible: Dewey quiere que la tradición sea superada desdibu-
 jand
 ja ndo
o todas
tod as las distincion
distin cioneses por ella establecidas,
estable cidas, mie
mientrntras
as que Hei
Heideg
deg
ger abriga la esperanza
esp eranza de que el Ser la supere otorgándonos el sentido
de la diferencia
diferen cia ontológica.
ontológica. En concreto, Dewey quiere que se borren bo rren las
distinciones entre arte,
arte, ciencia y filosofía para poner en su lugar cierta
idea vaga y poco problemática de una inteligencia que resuelve proble-
mas y que dotado ta de significado a las cosas.
cosas. También Heidegger
Heidegger desdeña
todas las distinciones tradicionales
tradicionales excepto una:una: no quiere que la f  fii l o
sofía se pierda en e n el maremágnum y vería que el intento deweyano deweyano de
desembarazarse de ella se desprende de la supuesta coextensividad
entre Pensamiento y ontología.
ontología. Una m manera
anera de concretar la diferencia
diferencia
sería afirmar que Dewey piensa que la filosofía, como disciplina e
incluso como
com o actividad distdistintivamente
intivamente humana, está obsoleta, mientras
que para Heidegger,
Heidegger, la filosofía —el — el Pensamien
Pensamiento to como lo opuesto a la
ontología— puede ser revivida, pese a que, en nuestro obscurecido
mundo, la forma que podría cobrar sea aún invisi invisible
ble..
¿Tendría
¿Tend ría Dewey
Dewey algo que objetar a esta esperanza vaga, modesta mod esta y
desarticulada? Lo cierto es que sí. La esperanza de Heidegger recoge
 prec
 pr ecisa
isam
m ente
en te lo peor
pe or de la tradición:
tradici ón: la bú
búsq
sque
ueda
da de lo sagrad
sag rado
o que nos
aleja de las relaciones entre los entes (las relaciones, por ejemplo, entre
el aparato espectral de la técnica moderna y las gentes cuyos hijos
morirán
morirá n de hambre a menos que ese aparato se implante en el resto del del
 plan
 pl anee ta
ta)6
)676
. To
8 Tout
ut commence en mys
mysti
tique
que et fi
finn it en politiq ueé .  L
politiqueé  Laa iima-
ma-
ginable política que resulta de la concepción
concepció n heideggeriana de la rela-
ción entre la técnica y el hombre es más nefanda que el mismo apara-
to técnico, y ni para Dewey ni para Heidegger existeexiste un modo
mod o de sepa-
rar ese tipo de implicaciones políticas de la «verdad filosófica».
filosófic a». El
E l afe-
rramiento de Heidegger a la noción de «filosofía»
«filosofía» — a la patética idea
de que incluso tras la desaparición de la metafísica, podría pervivir 

J. Glenn Gray, op. cit.,  pp. 65-66.


67 Cf. J.
68 Charles Pég uy, B
 Bas
asic
ic Veri  fies:
fies: P
Pro
ro se a nd Po
Poetr
etry,
y,   edición en francés
francés antecedida
antecedida de 
una traducción al inglés de A. y J J.. Green, Pantheon, N ue va York, 1943, p. 108.

SUPERANDO
SUPERAN DO LA TRADIC
TRADICIÓN:
IÓN: HEIDEGGER Y D
DEWEY
EWEY 123
123

algo llamado «Pensamiento»— es mero indicio de su fatal aferra-


miento a la tra
tradición
sores alemanes. dición:
Con :ello
la úl
última
tima aflaqueza
viene del aun
decir que, máscuando
grande todos
de loslos
profe-
que
antes considerábamos paradigmas de la «filosofía» —Platón, Thomas,
Descartes, Nietzsche— hayan resul resultado
tado ser pasos en la andadura hacia
el caos,
caos, debem
debemos os perseverar en ser filósofos.
filósofos. Pues «f«filosofía»
ilosofía» designa
aquella actividad esencial para que seamos seres humanos. Indepen-
dientemente de que Heidegger
H eidegger parezca haber logrado superar nuestro
afán profesional
profesional por comcompetir
petir con llos
os grandes filósofo
filósofoss del pasado en
su propio terreno, independientemente de la distancia que intenta
 poner
 po ner entre él y la tradi
tradición
ción,, Heid
Heidegg
eggerer sigue insis
insistien
tiendo
do en que ésta
nos ofrece la «palabra del Ser». Sigue creyendo que debemos estar en
el lugar
lugar donde estab
estabaa la filosofía. EEstá
stá convencido de que dejar de pen- pen -
sar en
en lo que Platón y Kant pensaban significasig nifica em
empobrecem
pobrecemos,os, perder
nuestro arraigo en lo que realmente importa, hundimos en la oscuri-
dad. Si fuera fiel a su propio dictum : «nuestra
«nues tra tarea es abandonar
aband onar todo
intento de superación, dejando la metafísica abandonada a su suerte»,
no tendría nada que decir, ningún lugar hacia donde señalar. Toda la 
 fu e r za de
 fue dell pe
pens
nsam
amien
iento
to heideg
heideggeria
geriano
no rad
radica
ica en su visió
visiónn de la his
histo
to
ria de lafilosofía
filos ofía..
Esa visión impone su ubicación dentro de una secuencia que arran arran--
ca de los griegos. Pero lo único que lo liga a la tradición es su tesis según
la cual ésta,
ésta, pese a su obcecada desvia
desviación
ción hacia los entes
entes,, en realidad
nunca dejó de ocuparse del Se Ser;
r; de hecho, constituía la historia del Ser er..
Ello viene a ser como decir « Todas las ideas anteriores en el camino
hacia Cristo, partiendo de los Apóstoles y San PaPablo
blo y pasando por San
Agustín, Lutero hasta llegar a Tillich y a Barth, nos han ido desviando
de Él. Pero Su Gracia aún puede conducimos a Él, sólo con que logre-
mos superar la tradición teológ
teológica,
ica, o incluso con qque
ue la abandonemos a
su suerte». Quien afirmara algo así estaría intentando establecer una
distinción ad hoc entre «teología» y «Cristiandad» como la que Hei-
degger quiere establecer entre «ontología» y «Pensamiento». Pero Hei-
degger quiere ambas cosas, como Kierkegaard
Kierke gaard quiso en su día. Ambos
necesitaban invocar a la tradición para señ
señalar
alar aquello que había recib
recibi-
i-
do un tratamiento impropio o aquello que se había autoocultado. Mas
ambos
quería n.necesitaban
querían. C
Cuando renegar dcompletamente
uando Kierkegaard
Kierkegaar de ellay para
vvaa más allá de Hegel l adecir
de la lo has
historia que-
has-
ta aquello que
que el pensamiento no alcan
alcanzaza — la intersección entre lo ttem
em--
 poral y lo eterno— na nada
da justif
just ific
icaa su insinuación
insinu ación de que tal cosa deba
recibir el nombr
nombree de «Cris
«Cristo».
to». A ffinin de cuentas, Cristo es lo que los cris-

124
124 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

tianos piensan
pien san que
q ue es6
e s69
9. El Ser es lo que Nietzsche, portavoz
portavo z del mome
mo men-n-
to que consuma la dialéctica de los dos últimos siglos, decía que era:
«un vapor y una falaci
fal acia»
a»770. Para Heidegger la pregunta es «¿Es “ser” “ ser”
una mera
me ra palabra cuyo significado
significad o es vapor o es el destino espiritual del
mundo
mun do Occi
O cciden
dental
tal?»7
?»711. Pero la alternativa aquí sugerid
su geridaa represe
repr esenta
nta sim-
sim -
 pleme
 ple mente
nte un intento de revivir nuestro interés
inte rés por
po r el Ser dando a enten-
ente n-
der que los problemas de nuestro presente se deben en cierto modo mod o a la
tradición que comprende desde Platón hasta Nietzsche. Lo único que
Heidegger puede hacer para justificar un interés en la tradición que
transciendaa el corporativismo académico es afirmar
transciend afirm ar que fue en su sseno
eno
donde se formuló la pregunta por el Ser. Ser. Todo lo que puede
pued e hacer para
impedir que restemos importancia al Ser, considerándolo como un
vapor y una falacia es afirmar que nuestro destino se halla de algún
modo ligado a esa tradición.
tradición.

69 Com o la comparación
comparación da a entender
entender,, creo que V ersényi no anda
anda desencaminado 
cuando subraya la frase frase «dan
«danss ganzA ndere»  com o algo gratuito
gratuito (US, p. 128; cf. Versén
yi,  op. cit.,   pp. 135 ss. y 163). Mehta, ThThee Philosophy o f Marti
Martin
n Heidegger,  Harper and  
Ro w, N uev a York, 1971, p. 119, critica
critica a Versény i por sacar la frase
frase fu
fuera
era de contexto , 
aunque
aun que yo creo que los siguientes comentarios
comentarios de V ersényi están perfectamente
perfectamente justifi
cados: «E n su intento de dejardejar patente qué es la Absoluta Otredad
Otredad y d e ha cem os entr
entrar
ar en  
una dimen sión enteramente distinta
distinta,, Heideg ger cae en una espec ie de teo logía neg ativa y  
de misticismo: hace una serie serie de declaraciones sibilinas cuyo únic o propósito concreto es  
el rechazo de toda experiencia e intuición
intuición humanas» (p. 163). «He idegg er es perfecta
men te consc iente del hech o de que cualquier
cualquier justifica ción de su ele cció n de determinadas
determinadas 
obras y de su interpretación que apele a la tradición filosófica o a la reflexión racional  
sobre la experiencia cotidiana só lo lograría
lograría exponer su pensam iento a sus propias acusa
cion es de humanism o. Para Para escapar
escapar a esta
esta dificultad
dificultad filosófic a, da el único p aso q ue aún 
le e s lógica m ente po sible dar: adoptar
adoptar la posició n d el profeta
profeta y reclamar
reclamar la intuición m ís
tica [...]» (p. 162). Au n así, uno puede decir todo esto de Heide gger sin tener que adoptaadoptarr 
lo que Mehta describe
describe acertad
acertadamen
amentete como «posición neoclásica» de Versényi. D esde un  
punto de vista afín a Dewey, lo malo de Heidegger no es que, como Versényi sugiere,  
abandone la «reflex ión racional», sino que pr pretenda
etenda haber alcanzado
alcanzado de algún m odo una 
posición desde la que llevar a término lo que la reflexión racional no pudo. Cualquiera  
que sea la labor tradicionalmente
tradicionalmente encomend ada a la argumentación filos ófica que la intui
ción mística (o la mera intuición, que para el caso es igual) lleve a cabo, el fin común a  
ambas es algo tan impreciso como «dar significado a la vida». Lo que cabe objetarle a  
Heid egge r es que no se contenta con este fin «humanista» e imp reciso. Quiere part partici
icipar
par 
en una empresa comú n a Platón y a He gel — pronunciar
pronunciar la palabr
palabra a del Ser— que  no   sea
se a  
simplem ente un nombre ornamental
ornamental aplicado a la empresa en la que todo todo s nosotros, f iló
sof os y labrado
labradores,
res, poetas y ministros de estado,
estado, participamos.
participamos.
70  IM, p. 36 (EM, p. 27), p. 60 de la trad. de Emilio Estiú.
71  IM,  p. 37 (EM, p. 28) , p. 61 de la tra
trad.
d. de Em ilio Estiú.

SUPERANDO
SUPERA NDO LA TRA
TRADICI
DICIÓN:
ÓN: HEIDEGGER Y DEWEY 125
Para terminar:
terminar: tanto Heidegger como Dewey anhelaban una mane-
ma ne-

ra de ver
sofar las cosas
cosasque
historicista
historicista quesucedió
nos alejase en buena
a Hegel, bue
al na medida
med
igual q idaéste
que
ue del nos
mundo dellleva-
había filo
filo--
do allende de la filosofía de corte epistemológico del siglo xvni. Dewey
encontró lo que quería desviándose por completo de la filosofía en
cuanto actividad con marchamo propio y acercándose al mundo coti-
diano, a los problemas de los hombres, vistos bajo nueva luz una vez
anuladas las distinciones desarrolladas por la tradición filosófica. Hei-
degger confiaba
conf iaba en la reapertu
reaperturara de nuevas sendsendas.
as. Pero creía que sólo
alcanzaríamos a verlas si nos desentendíamos de los problemas huma-
nos; quizá
quiz á rrodeados
odeados poporr ese silencio podam
podamos os oír el logos del Ser. Entre
ambas actitudes, la que uno adopte depende de la devoción que sienta
 porr la idea de «filoso
 po «filosofía».
fía». La debil
debilidad
idad de Heid
Heidegg
eggerer radic
radicaba
aba en su
imposibilidad de pensar que los problemas de los filósofo filósofoss no eran más
que eso, problemas de filósofos —en su aferramiento a la idea de que
el ocaso de la filosofía significaba el ocaso de Occidente—.
Pero Heidegger no debería ser criti criticado
cado po
porr querer algo strenger ais 
das Begriffliche. Pocos escapamos a ello. Si de algo cabe criticarlo, es
de hacer lo posible
posible por mantenem
mantenemos os bajo la égida de la idea plat platónica
ónica
que afirma
afirm a la existencia de algo característico
característico llamado «f «filosofía»
ilosofía» y que
tenemos la oblig
obligación
ación de ente
entender
nder.. C
Cabría
abría decir de He
Heidegger
idegger lo mismo
que él dijo de Nietzsche: llev llevado
ado a engaño por una co comprens
mprensiónión super-
ficial de las ideas platónicas, trató de reemplazarlas, pero, en lugar de
eso, sólo logró trad
traducir
ucir el platon
platonismo
ismo en un unaa nueva je rg a 72. Ofrecién
Ofre ciéndo-
do-
nos «la apertura al ser» como substituto del «argumento filosófico»,
Heidegger ayuda a preservar lo peor de la tradición que esperaba
supe ra r73.

72 Cf. N, I, pp. 585-


58 5-58
586,
6, en
e n particu
particular
lar el texto que sigue: «[...] la teoría [de N ietz
ietzsch
sche]
e] 
cuadraa ttan
cuadr an perfectamente en la matriz de la teoría
teoría platónica de las ideas que se qqueda ueda sólo  
en una inversión artificial, con lo que en esencia es idéntica a ésta». (Conocí
(Con ocí este pasaje 
gracias a la discusión que de éste hace Versényi en la p. 70 de  Heid  Heidegg
egger,
er, Being
Bei ng an d  
and 
Truth.) Para el mism o punto, véase B em d Mag nus,  H ei eid
d eg g er ’s Me
Metah
tah ist
istor
oryy o f Ph ilo-  
Philo-

 sophy,
 sop hy,  Nijhoff, La Haya, 1970, pp
73 Conste mi agradecimientopp.a. Maqorie
131-132.
Maq orie Grene, Joan
Joan Stambaugh, Laszlo V ersény
ersényii y 
mi antiguo
an tiguo coleg a Walter Kaufmann ppor
or sus valiosos
valios os comentarios de una pri
primera
mera versión
versión 
de este artículo, así como a Frederick Olafson y Edward Lee, cuya invitación como  
ponente en una conferencia sobre Heidegger
Heid egger celebr
celebrada
ada en La Jol
Jolla,
la, 1974, m e llev
llevóó a escri
bir este artíc
artículo.
ulo.

4. LA PROFESIONALI
PROFESIONALIZACIÓN
ZACIÓN DE L A FILOSOFÍ
FILOSOFÍA

Y LA CULTURA TRANSCEND
TRANSCENDENTALI
ENTALISTASTA

Las reflexiones de Santayana en tomo


tom o a la filosofía
filoso fía en el nuevo mun-
do tienen un doble y excepcional mérito. En primer
prim er lugar
lugar,, pudo ver
v er nues-
tra faceta ridicula sin por ello tomamos a risa, una proeza de la que los
nativos no solemos ser capaces. En segundo lugar,
lugar, no era preso de la con-
vicción instintivamente americana de que la occidentalización del mun-
do acaba aquí, de que todo lo que las épocas han venido gestando acon-
tecerá entre Massachusetts y California, de que nuestros filósofos sólo
tienen que dar voz al genio de nuestra nación para que el espíritu
espíritu huma-
huma -
no se autorrealice. Santayana nos vio como un gran imperio más dentro
de un largo desfile.
desfile. Esperaba que pudiésemos disfrutar del imperio mien-
tras lo tuviésemos.
tuviésemos. En un
u n célebre
célebre artículo en tomo a la filosofía america-
na, Santayana sugería que insistíamos en aguamos nuestra propia fiesta.
Según él, queríamos conservar la «conciencia angustiada» de nuestros
ancestros calvinistas y al mismo tiempo retener contra toda lógica la
metafísica idealista de sus sucesores transcendentalistas. Esta metafísica
encam aba lo que él llamaba «la idea engreída según la cual el hombre,
encamaba hombre, o
la razón humana, o la distinción entre el bien y el mal, es el centro sobre
el que pivota
pivo ta el universo
univ erso»1
»1. Santayana llamaba a la combinación
com binación entre cul-
 pabilidad
 pabil idad calvinista y egotismo metafísico «La tradición gentil de de la filo-
filo -
sofía americana». A ésta contraponía lo que denominaba
denominab a «la pasión
pasió n de la
que arde América,
América , el amor
am or por
po r los negocios», «el placer del negocio en sí
y de sus consiguientes manejos, de hacerlo crecer y organizado
organiz ado mejor, de
transformarlo en un motor más potente para la vida en general». «La
Voluntad Americana
Amer icana —decía—habita
— decía—habita en el rascacielos, su Intelecto en la
mansión colonial. La primera es la esfera del hombre americano; el
segundo,
segu ndo, al menos en su mayor parte, la de la mujer americana.
americana. El pri-
p ri-
mero es todo tenacidad
tena cidad agresiv
agresiva;a; el segundo, todo tradición gentil»
gen til»2
2. En

1 George Sa Santa
ntayana
yana,, Wi
Wind
ndss o f Do
 Doctr
ctrin e,  J.
ine,  J. M. Dent, Londres, 1913, p. 214 .
2 Ibíd.
Ibíd.,p.
,p. 188.
188.

[126]

LA PROFESIONALIZACIÓN
PROFESIONALIZACIÓN DE LA
L A FILOSOFÍA
FILOSOFÍA 1277
12
este sentido cabía considerar femenino el espíritu académico de 1911:
«La tradición gentil ha pervivido en el espíritu académico a falta falt a de algo
que ocupe
ocup e su lugar»
lug ar»3
3.
Podemos permitimos tomamos
tomam os todo esto a risa, a la vista de los aca-
démicos viriles, agresivos y semejantes a los hombres de negocios de
nuestros días.
días. Hace tiempo que la academia am americana
ericana descubrió el pla-
cer de hacer «crecer»
«crecer» su propia empresa, «de organizaría mejor, mejor, de trans-
formarla en un motor más potente para la vida en general». El profesor
 bien
 bie n remune
remunerado
rado que vuelve en j jee t  a
 a casa tras
tras pasar
pasa r el día aconsejando a
 potentados,, es la envidia del catedrático adjunto de provincias. Si aún
 potentados a ún
existe una tradición como la «gentil»,
«gentil», no cabe cab e identificarla con
c on «el espí-
ritu académico».
académico». La mayoría de los académicos dan clase hoy en los ras-
cacielos. El público ya no asocia nuestra profesión ccon
cacielos. on el gusto exquisi-
to y epiceno, sino con la violencia política, el libertinaje sexual o los
maquiavélicos consejeros presidenciales. Si existe algo con un lejano
 parecido
 pareci do a aquello de lo que hablaba Santayana, es la cultura
cultu ra esp
específi
ecífica-
ca-
mente intelectual, la cultura
cultur a que produce
produ ce poemas, teatro, novelas, crítica
literaria
literaria y que, a falta de un término mejor, podemos llamar «crítica de
la cultura».
cultura». Algunos intelectuales
intelectuales habitan en la academia, la mayoría en
los departamentos de literatura,
literatura, aunque no son gente poderosa dentro del
ámbito académico.
académico. No consiguen becas;becas; tienen
tien en discípulos y no progra-
mas de investigación; habitan cualesquiera mansiones que aún pueden
ocultarse entre los rascacielos académicos. Aquellos de sus colegas que
están más en la línea de los hombres de negocios los tratan con la defe-
rencia que los tenderos deben a los clérigos y con el desprecio que el
hombre de éxito siente hacia el hidalgo harapiento.
¿En qué lugar de la ajetreada academia moderna hallamos a los pro-
fesores de filosofía?
filosofía? Para
P ara abordar esta
esta cuestión debidam
debidamente
ente hemos de
echar un vistazo a los avatares
avatares de la filosofía desde los tiempos de San-
tayana, y dividirla en dos períodos.
períodos. El de entregu
entreguerras
erras fue un período de
 profe
 pr ofecía
cía y lideraz
lide razgo
go mo
moral
ral,, la época
épo ca hero
he roica
ica del pragm
pra gmatiatism
smoo de
Dewey, durante el cual la filosofía desempeñó un papel en la vida del
 país que Santayana posiblemente
posibl emente habría admirado.
admirad o. A parti
pa rtirr de la Segun-
Segun -
da Guerra Mundial la filosofía se ha profesionalizado y los filósofos
han abdicado deliberadamente
d eliberadamente de ese papel.
papel. EEn
n el período anterior a la
Primera Guerra
Gu erra Mundial, en tiempos de Santayana, la filosofía se defi

3 Ibí
Ibíd.,
d.,p.
p. 212.
212.

128
128 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

nía por
po r su relación con la religión.
religión. En tiempos de Dewe
Dewey,
y, por su rela-
ción con las ciencias sociales. A comienzos del período de profesiona
lización, los filósofos intentaron (sin demasiada convicción) definir su
actividad
activida d tomando como referencia las matemáticas y las ciencias natu-
rales.. Lo cierto es que, pese a todo,
rales todo, dicho período ha estado marcado por
su reclusión frente al resto
resto de la academia y de la cultura,
cultura, por la insis-
tencia en la autonomía de la filosofía
filosofía..
La pretensión de que la filosofía es y debe ser una disciplina técni-
ca, de que su reciente profesionalizac
profesionalización
ión es un logro importante, no sue-
le defenderse directamente, haciendo
haciend o ver con orgullo la iimp
mportanc
ortancia
ia de
los temas que discuten los filósofos o los paradigmas de investigación
filosófica. Su defensa es más bien indirecta y se centra en el desdén

hacia el escaso rigor argumentativo de la competencia: de la filosofía


deweyana de los años años treinta, de la filosofía continental contem
contemporánea
poránea
y de la crítica intelectual de la cultura
cultura.. Hasta
Has ta los
los filósofos
filóso fos que desearían
desea rían
romper
rom per su aislamiento
aislamiento intelectual
intelectual tienden a insistir
insistir en que su particular
contribución reside en la destreza argumentativa. En su opinión, no se
trata de que los filósofos
filóso fos sepan más de cualquier tematem a en particular, sino
de que disponen
di sponen de una un a sensibilidad peculiar
peculia r hacia las distinciones y los
 presu
 pr esupu
pues
esto
tos4
s4..
Dado que el intelectual crítico de la cultura usurpa muchas de las
fruiciones que en el pasado cumplían los filósofos tradicionales y que
sigue haciendo caso omiso del quehacer de facto  de los filósofos aca-
démicos
invectivascontemporáneos, tratalade«irrelevancia»
periodísticas contra denigrar la filosofía americana con
o el «escolasticismo».
A su vez, los filósofos tratan de desestimar la cultura intelectual y lite-
raria, al igual que Santayana desestimara la tradición gentil. Ven en
dicha cultura una forma de paliar la hipersensibilidad
hipersensibilidad desmesurada con
cierto consuelo estético, al igual que Santayana viera en Royce y Pal-
mer pensadores que deseaban dar el gato de la conciencia angustiada
 porr la liebre
 po liebr e del confort  metafísico.
  metafísico. Las acusaciones de indulgencia y
sensiblería se intercambian
intercam bian por las de pedantería y estrechez de miras.
Cuando estas acusaciones pasan a hacerse explícitas y deliberadas,
suelen ofrecerse en forma de concepciones acerca de «la esencia de la
filosofía», como si un nicho dentro de un invariable esquema histórico
de posibles actividades humanas corriera el peligro de desocupación o

4 Tr
Trato
ato este tema más extensame
extensamente
nte en el ensayo 12 de este li
libr
bro.
o.

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILOSOFÍ
FILOSOFÍA
A 129
129

usurpación. Pienso que estas discusiones no llevan a ninguna parte,


habida cuenta de que la filosofía
filo sofía no tiene una esenc
esencia
ia propia en mayor
medidaa que la litera
medid literatura
tura o la polít
política.
ica. C
Cada
ada una de éstas es lo que algualgu--
nos hombres brillantes han hecho de ellas. ellas. N
Noo hay un rasero com
común ún por
el que medir
med ir a Ro
Royce,
yce, Dew
Dewey,ey, Heidegger, Tar
Tarski,
ski, CCam
amap
ap y D
Derri
errida
da para
determinar quién es un «verdadero filósofo». Pero, aunque la filosofía filo sofía
no tiene esencia, sí tiene historia
historia.. Pese a que los movimientos filo filosóf
sófi-
i-
cos no pueden verse como desviaciones o regreso regresoss a la Ver
Verdader
daderaa Filo-
sofía y a que sus logros sean tan difíciles de evaluar como los de los
movimientos literarios
literarios o políticos, a vece
vecess es posible esbozar a grandes
rasgos sus consecuencias sociológicas. En lo que sigue, deseo bosque-
 j
 jaa r alguna
algunass de las cosas ocuocurrid
rridas
as en la fil
filos
osofí
ofíaa ame
america
ricana
na des
desdede los
tiempos de Santayana y hacer algunas predicciones sobre las conse-
cuencias de la profesionalización.
Santayanaa observó que William James ya hab
Santayan habíaía «desplazado el flan-
co» de la tradición gentil. Pasada una década del ensayo de Santayana,
resultaba claro que Dewey había consolidado las conquistas de James y
había logrado hallar algo que, según describía Santayana, era «igual-
mente académico» y que «ocupaba el lugar de esa tradición». Dewey
hizo del mundo erudito de América un lugar seguro para las ciencias
sociales
sociales.. A principios de siglo la academia tuvo que reestructurarse para
dar cabida a media docena
docen a de nuev
nuevos
os departamentos y a u unn nue
nuevo
vo tipo
de profesional
profesional académico destinado a ocuparlos
ocuparlos.. La academ
academia
ia america-
na se convirtió en el santuario privilegiado
privilegiado que amparab
amparabaa los intentos de
reconstruir el orden social de América, y la filosofía americana repre-
sentaba un llamamiento a dicha reconstrucción. La proclamproclamaa dewey
deweyanaana
según la cual
cual la filosofía
filosof ía moral no consistía en la formulación de prin-
cipios generales que sustituyesen los mandamientos de la ley de Dios,
sino en la aplicación de la inteligencia a los problemas sociales, hizo
que la juventud americana viese con nuevos ojos el significado de su
educación
educació n y de sus vvidas.
idas. C
Con
on el Ne
 New eall, el cientí
w D ea científico
fico social se eri
erigió
gió
en representante
representante de la academia para el públpúblico,
ico, encam
encamando
ando la prome-
sa deweyana
deweyana.. Cua
Cuando,
ndo, durante la Depresión, el estab
estabilismo
ilismo reclutó bat
bata-
a-
llones enteros
enteros de intelec
intelectuales,
tuales, un pe
pequeño
queño círculo formado en tom tomo oa
Sidney Hook —el principal discípulo de Dewey— mantuvo viva la
moralidad política entre los intelectuales. Filósofos como Max Otto,
Alexander Meiklejohn y Hornee Kallen ofrecieron a sus alumnos la
 posibi
 pos ibilid
lidad
ad de que «la
«l a pa
pasió
sión
n de la que arde Am
Améric
érica,
a, el am
amor
or p
por
or los
negocios» se transformase en el amor por la reconstrución soc social.
ial. Sen-
tada a sus pies, toda una generación creció confiando en que América

130
130 CONSECUENCI
CONSECUENCIAS
AS DEL P RAGIM TISMO

enseñaría al mundo cómo


cóm o escapar de la opresión capitalis
capitalista
ta y de la san-
gría revolucionar
revolucionaria.
ia. En los años de entreguerras,
entreguerras, la filosofía americana
no sólo se alejó de la tradición
tradic ión gentil,
gentil, sino que ejerció el liderazgo moral
del país. Por vez primera, los profesores americanos
amer icanos de filosofía
filos ofía desem
desem- -
 peñaro
 peñ aron
n un
u n papel
pa pel parecid
par ecido
o al que tiempo
tiem po atrás desem
des empeñ
peñaran
aran Fichte y
Hegel en Alemania.
Sin embargo, a fines de la Segunda Guerra Mundial, los grandes
días de la filosofía de Dewey y de la ciencia social habían tocado tocado su fin.
La enérgica actitud
actitud reformista que tomó el relevo
relevo de la tradición
tradición gentil
fue a su vez relegada por el ansia de cientificidad
cienti ficidad y rigor.
rigor. Tanto los cien-
tíficos sociales como los filósofos deseaban poner fin a la conforma-
ción de actitudes públicas
públicas y empezar
em pezar a dar muestras de que podían ser
completa y exclus
exclusivamente
ivamente profesional
profesionales,
es, preferiblemente al modo de
los científicos matemáticos y naturales.
naturales. La
L a sociología americana,
americana, cuya
inicial andadura se había equiparado satíricamente con dotaciones de
cinco mil dólares para descubrir la dirección
dirección de un prostíbulo, más tar-
de sería satíricamente equiparada con una dotación de cinco millones
de dólares para ubicar
u bicar las dire
direcciones
cciones de un millar
m illar de prostíbulos
prostíbulos ene n el
marco de una serie multidimensional de variables socioeconómicas.
Los estudiantes de filosofía americanos se percataron de que la genera-
ción anterior —los
— los pupilos de Dewey—
Dewey— habían saturado el mercado en
el que congratularse de la democracia, del naturalismo y de la recons-
trucción social de América. Nadie podía recordar lo que era un idealis-
ta, un subjetivista, un transcendentalista o un deísta ortodoxo, de modo
que nadie tenía
te nía interés en oír las ccríticas
ríticas a éstos.
éstos. Se necesitaban
necesitab an nuevos
héroes, y se encontraron entre ese extraordinario grupo humano, los
universitarios emigrantes. Al joven filósofo americano que estudiaba
fenomenología con Gurwitsch o Schuetz, o empirismo lógico con Car
nap o Reichenbach, se le adiestraba en una concepción de la filosofía
como disciplina rigurosa, objeto de cooperación en una investigación
colectiva que arroje resultados en los que todos convengan.
convengan. A mediados
me diados
de los años cincuenta, la victoria que los pragmatistas
pragma tistas habían consegui-
cons egui-
do en suelo natal frente
frente a la tradición
tradición gentil parecía tan lejana como la
victoria de Emerson sobre los calvinistas. En vista del arduo trabajo a
realizar
realiz ar en lo referente a la estructura de la percepción
percepció n visual o al crite-
rio extensional de explicación nomológica, no parecía haber ni tiempo
ni necesidad de preguntarse cuál había sido el devenir de la filosofía
anterior a Husserl o a Russell.
Russell. Con la metamorfosis del empirismo lógi-
co en filosofía analítica y su éxito a la hora de arrojar a la fenomenolo-
gía a las tinieblas académicas, el interés
interés de los filósofos
filósofo s americanos por 

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA
L A FILOSOFÍA 131

las cuestiones
cuestiones sociales y morales desapareció casi por completo. Duran
Duran--
te cierto tiempo, los cursos de filosofía moral no fueron más que ridi
culizaciones epistemológicas de la conciencia moral común. Los con-
tactos de los filósofos con sus colegas en el campo de las ciencias socia-
les fueron siendo tan escasos y fortuitos como los que tenían con sus
colegas
cole gas en el campo de la liteliteratu
ratura.
ra. Dewey había predicho que la filo- filo -
sofía se apartaría
apa rtaría d
dee la tensió
tensiónn que, en el siglo X
XVVII, existía entre la físi
físi--
ca matemática y el mundo del sentido común, pasando a ocuparse de
nuevos problemas planteados p por
or las ciencias sociales y las artes. Pero
esta predicción no dio en el blanco
blanco.. Por el contrario, todos los insepara-
 bles problem
problemas as cartesi
cartesianos
anos de los que Dewey creía haberse desemd esembara-
bara-
zado, volvieron
volvieron a plan
plantearse,
tearse, reformulado
reformuladoss en el modo formal de hablar

y rodeados de nuevas
 No obstante, dificultades
nes surgidas
las predicciones
prediccio surgida s conhabía
que Dewey el formalismo.
formali
habí smo.o para
a efectuado
efectuad pa ra la
filosofía americana se cumplieron en otros lugares:
lugares: en la filosofía con-
tinental y en la cultura literaria americana. El sello distintivo del inte-
lectual era la atención que prestaba a la interpretación
interp retación frent
frentee a la v
verifi-
erifi-
cación, a lo que las «ciencias del hombre» tenían en común. Uno de los
resultados —el de mayor importancia para los fines que ahora persi-
go— fue que la historia de la filosofía empezó a correr a cargo de los
intelectua
intelectuales.
les. Mie
Mientras
ntras que los filósofos profesionalizados
profesionaliza dos insistían en
tratar a los grandes filósofos del pasado como fuentes de hipótesis o
como ejemplos aleccionadores, los intelectuales seguían tratándolos al
viejo modo, como héroes o villanos. Dewey aún había intentado ofre-
cer una reconstrucción general de filosofía desde Platón hasta él, mas
los filósofos del período de la profesionalización recelaban de estas
reconstrucciones,, considerá
reconstrucciones considerándolas
ndolas carentes de «cientificidad» y «espe
«espe
cializació
cialización».
n». Lo cual es cierto, pero también lo es que forman un géne-
gé ne-
ro de escritura del todo indispensable. Aparte de la necesidad de pre-
guntar por la verdad o la validez de la inferencia de determinadas
determinad as pro-
 posiciones
 posicio nes formul
formuladas
adas po
porr A
Aristóteles
ristóteles o Lock
Lockee o Ka
Kant
nt o K
Kierkegaard
ierkegaard,,
existe
exi ste también la necesidad de adoptar una actitud hacia estos hombres,
al igual
igual que uno hhaa de adoptar una actitud hacia Alcibíades y Eurípides,
Eurípides,
Cromwell y Milton,
Milton, Proust y Lenin. Dado que los escritos de los gran-
des filósofos del pasado forman un entresijo de secuencias dialéctica
dialécticas,
s,
debemos adoptar actitudes hacia muchos de ellos para justificar nues-
tra actitud hacia los demás. La actitud que uno tome ante Kant, por
ejemplo, tampoco es independiente de la que tome ante Wordsworth y
 Napoleón. Tomar actitudes hacia las autoridades
autori dades muertas
mue rtas y hacia sus
rivales vivos —dividir el panteón en divinidades y demonios— es el

132
132 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLVriSMO

solo propósito
propósito de la cultura intelectual.
intelectual. La cita
ci ta de nombres, el cambio

rápido de contexto
tura propugna
propug contex
na van to en
y lacontra
renuncia
renunci deatodo
a aguardar una disciplina
lo que una respuesta que estaica
académica
académ cul-
y
 profe
 pr ofesio
sional
naliza
izada
da represe
rep resenta.
nta. Por norm
no rmaa general,
gene ral, el conf
conflicto
licto entre
entr e la
academia
academ ia y esta cultura puede quedar implícito.
implícito. Pero cuando de filoso-
filo so-
fía se trata tiene que aflorar forzosamente, aunque solamente sea por-
que ni siquiera el filósofo
f ilósofo más
má s profesionalizado puede dejar deja r de verse,
verse, si
no como el vicario contemporáneo de Platón y de Kant, Kant, al menos como
su comentador
comen tador autorizado.
autorizado. De modo que nos hallamos ante el conflicto
que he descrito al comienzo de este ensayo: el mutuo recelo entre el
intelectual y el filósofo académico, cada cual reincidiendo en ver la paja
en el ojo ajeno.
ajeno.
Quisiera dejar constancia de que no tenemos por qué inquietamos
 p
 poo r este confli
co nflicto
cto ni intenta
inte ntarr dirimirlo. Si entendem
enten demos os su trasfond
trasf ondoo his-
his -
tórico, podemos convivir con su probable efecto, a saber, saber, que la filoso-
filo so-
fía como disciplina académica y técnica siga tan alejada de la cultura
intelectual como la paleontología o la filología clásica. clásica. De cara a defe
defen-n-
der esta actitud,
actitud, deseo constat
constatar ar acto seguido los motivos
motivos que me m e hacen
 pens
 pe nsarar que la apro
a proxim
ximaci
ación
ón a los grand
gr andes
es filóso
fil ósofos,
fos, prop
pr opia
ia de la cultu
cu ltu--
ra intelectual, es indispensable y que conviene no confundir co nfundir esta cultu-
ra con la tradición gentil de la que Santayana se lamentaba. Intentaré
hacerlo bosquejando la historia de la emergencia de la cultura intelec-
tual, fenómeno que me parece inconfundiblemente decimonónico, al
igual que la Nueva Ciencia y la problemática por po r ella creada eran fenó-
menos propios
propios del
del siglo
siglo x v n \
Desde los tiempos de Goethe, Macauley, Carlyle y Emerson, ha
venido desarrollándose un género de escritura que no consiste en una
evaluación de los respectivos méritos de las producciones literarias, ni
de la historia del pensamiento, ni de la filosofía
fil osofía moral, ni de la episte-
mología, ni de la profecía social, sino que aúna todos estos campos. Este
género aún suele denominarse  «crítica literaria», obedeciendo a una
razón de peso. Dicha
D icha razón radica en que, a lo largo del siglo xix, la ima-
ima -
ginación literaria
literaria reemplazó
reemplazó a la religión
religión y a la filosofía a la hora de con-
formar
form ar y consolar la conciencia desgarrada
d esgarrada de la juventud. Las novelas
novelas
y los poemas son hoy por hoy los principales medios por los que la5 la 5

5 Abordo más extensa


extensamente
mente la la contr
contrapos
aposic
ició
ión
n ent
entre
re la cul
ultu
tura
ra liter
iterar
aria
ia y los filósofos 
profesiona lizados en el ensay o 8 d e este libr
libro.
o.

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA 133


 juve
 ju vent
ntud
ud adquie
adquiere
re una
un a imag
imagen
en de sí mism
misma.
a. La crít
crítica
ica liter
literaria
aria es la
mejo r manera de aarticular
mejor rticular la formación de un carácter m moral.
oral. Vivimo
Vivimoss
en una cultura en la que no cabe una distinción tajante tajante entre la formula-
ción de la propia sensibil
sensibilidad
idad moral y la manifestación de nuestros g gus-
us-
tos literarios.
literarios. Los episodios de la historia de la religión y de la filosofía
se conciben a modo de paradigmas literarios,
literarios, en lugar de servir como
fuente de inspiración. El credo o la doctrina filosófica deviene emble-
ma del carácter del nov novelista
elista o de la imagen del poeta y n noo al re
revés
vés.. La
filosofía recibe el tratamiento de un género paralelo al drama, a la nove nove- -
la o a la poesía, de forma tal que es posible hablar de la epistemolog
epistemología ía
común a Vaihinger y a Valéry
Valéry,, de la retór
retórica
ica com
comúnún a Marlowe y a Hob
 bes, de la étic
éticaa com
comúnún a E. M. Fos
Foster
ter y a GG.. E. M
Moore.
oore. Lo qu
quee la críti
crítica
ca
no
literaria o hace
Marlowe, quiénes
quién dediscutir
los dos,siHobbes
Valéryoescribió páginas
Moore, dijo mássmás
má bellasacer-
verdades que
ca de lo bueno. E Enn esta forma de vida, lo verdadero, lo bueno y lo bello
causan baja.
baja. L
Laa meta es comprend
comprender,
er, no enjuici
enjuiciar.
ar. La
L a esperanza se cifra
en que cuando uno comprende un buen número de poemas, sociedades
y filosofías, se convierte en algo digno de autorreflexión.
Con vistas a comprender las relaciones entre la tradición gentil de
nuestros antepasados y la actual cultura de la crítica intelectual, es útil
examinar más de cerca los sentisentidos
dos positivo y negativo que Santay
Santayana
ana
distinguía en el término «transcendentalismo». Santayana contraponía
los sistemas metafísicos transcendentalistas, cuyo egocentrismo deplo-
raba, a lo que denominaba «transcendentalismo propiamente dicho».
En su opinión, éste,

com o e l romanticismo, no consta de cierto conjunto


conjunto de cr eencias acerca
acerca de lo  
que hay; no es un sistema del universo tomado como un hecho [...]. Es un  
método , un punto
punto de vista, desde el que un observador autoconsciente puede 
aproximarse a cualquier obrobra,
a, no importa cuál pueda ser su con tenido [...]. Es  
la mayor contribució
contribuciónn de los tiem pos m odernos a la espec ulac ión6.
ión6.

Este punto de vista transcendentalista es lo que distingue al intelec-


tual.
tual. Es la actitud po
porr la cual no tiene sentido
sentido suscitar preguntas acerca
de la verdad,
verdad, la bondad o la belleza,
belleza, ya que entre nosotros y el objeto
enjuiciado siempre media la mente, el lenguaje, una perspectiva elegi-
da entre docenas de ellas, una descripción de entre millares de descrip

6 San
Santa
taya
yana
na,,  op. cit.,
cit .,  pp. 193-194.

134
134 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

do nes.
done s. Por un ladlado,
o, es la ausenci
ausenciaa de seri
seriedad
edad que Platón atribuí
atribuíaa a los
 poetas,
 poet as, la «negativ
«negatividad»
idad» que KeaKeatsts apr
apreciab
eciabaa en Shakespeare. Por otro,
otro,
es el sentido del absurdo del que Sartre nos hablaba y en el que, según
Arthur Danto, podemos
p odemos caer tratrass abandon
abandonar ar la teoría pictórica del len-
guaje y la concepción pl platónica
atónica de la verdad como exactitud repres represen-
en-
tativa. En el segundo Wittgenstein, era la admisión sardónica de que
cualquier cosa tiene sentido siempre que uno se lo dé. En Heidegger,
quien lo odiaba, era el fuero de la modernidad, de lo que llamaba «la
época de la imagen del mundo». En E n Derrida, es la renuncia al «mito de
un lengua
lenguaje je puramente materno o paterno perteneciente a la patria del
 pensam
 pen samiento
iento ya perdida
perdida».». Este punto de vist
vistaa cuaja en el intento de Fou
cault de «escribir para quitarse la máscara».
En este sentido, el transcendentalismo representa la justificación
intelectual
intelec tual de quien no desea ser un científico o un profesional y no cree
que la honestidad intelectual exija lo que Kuhn llama una «matriz disci-
 plinar». Es lo que permpermite
ite la actitud intelectual hacia la cien
ciencia
cia que pre-
coniza
con iza C. P
P.. Snow
Snow:: la concepción de la mecámecánica
nica cuántica, pongamos
pongam os por
caso, como un u n poem
poemaa de notoria grandeza aunque del todo intr intraducib
aducibie,
ie,
escrito en un lenguaje lamentablemen
lamentablemente te obscuro.
obscuro. El transcendentali
transcendentalismosmo
es lo que da sentido a la misma idea de «intelectual», una idea postro-
mántica y postkantiana. En el siglo xvni existían hombres de ingenio,
hombres
hombr es doctos y hombres dev devotos
otos,, ma
mass no intele
intelectuale
ctuales.
s. N
Noo hasta que
los románticos escribieron libros libros tan vari
variopintos
opintos como para foqar
foq ar lecto-
res conscientes de que no había marco alguno que los englobase, ni otro
 punto de referencia que los libros a los que uno po
podía
día ser fiel hoy y trai-
cionar mañana. No hasta que Kant hizo que la filosofía destruyera la
ciencia y la teología para dar cabida a la ley moral, ni hasta que
q ue Schiller
logró convencemos de d e que era posible que el arte ocupase el lugar con-
quistado para la moralidad. Lo
L o que perseguía Santayana al datar los orí-
genes del transcendentali
transcendentalismo
smo (bien eentendido)
ntendido) en Kant, era converti
convertirr el
tratamiento kantiano de la verdad científica en un medio que hiciese de
la ciencia una manifestación
m anifestación cultur
cultural
al más entre otra
otrass muchas. Pero,
Pero, habi-
da cuenta de que desde el sigl
siglo
o xvn la verdad científica vviene
iene siendo el
modelo de la verdad filosófica, el tratamiento kantiano de la primera
desemboca en la actitud que el propio Santayana mantenía frente a la

segunda.
daban Er a este
Era
abiertas sentido
el que, de lapensab
según relatividad
pensaba, y de las posibilidad
a, deberíamos posibilidades
admirar enesEmerson,
que que-
esa faceta de Emerson que se asemeja más a Whitman que a Royce. Y
fue precisamente la imposibil
imposibilidad
idad de manten
mantener
er esta espléndida postura
aristocrática lo que hizo que la tradición gentil se quedara en mero ges-

LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA 1355


13
to. Dicha
D icha tradición pretendía que era posible tomarse totalmente en seriserio
o
tanto la verdad religiosa como la científica y entreteje
entretejerlas
rlas par
paraa dar lugar
a algo nuevo —la
— la filosofía transcen
transcendental—
dental— superior a la ciencia
ciencia,, más
m ás
 puro que la religión y más verdadero que aambas.
mbas. Y precisamente
precis amente ésta era
la pretensi
pretensión
ón a la que Dewey y Russell se oponían: Dew
Dewey ey por
po r sus preo-
cupaciones sociales, Russell por su empeño en inventar algo científico,
riguroso y arduo que transformara la filosofía. Erigiendo en héroes
ambos pensadores, los dos principales movimientos de la filosofía
filosof ía ame-
ricana se obsesionaron
obsesionaron por el peligro que entrañaba una form formaa de vida
cultural que había dejado de existir. Los filósofos americanos se vieron
a sí mismos como guardianes que nos protegían de las especulaciones
idealistas, mucho después de que dejaran de formularse tales especula-
ciones. Tildaban de «idealista» a todo lo que no fuera de su agrado, a
todo lo que se hallase fuera de su propia disciplina y que alentase la
menor
men or esperanza de caráct
carácter
er ge
general.
neral.
De resultas de esto, los filósofos apenas podían entender la crítica
de la cultura — la clase de cosas que es
escribían
cribían T
T.. S. Eliot y Ed
Edmu
mund
nd Wil
Wil
son, Lionel Trilling y Paul Goodman—, si bien sus más destacados
alumnos demostraban tener un poco más má s de sensibilidad hacia ésta.
ésta. El
final de la égida de Dewey era el priprincipio
ncipio d
dee un sentido moral propio
de los intelectuales
intelectuales am
americanos
ericanos en el que no participaban los profesores
de filosofía, quienes daban por
po r he
hecho
cho que cualqu
cualquier
ier muchacho decente
maduraría por sí solo hasta convertirse
convertirse en un liberal pragmático peperte-
rte-
neciente a su mism
mismaa clase
clase.. Como afi
afirm
rmaa Harold Bloom,
En la Am érica de hoy , la enseñanza de la vige ncia del pasado cor corre
re a ca
carr
go del profesor de liter
literat
atur
ura,
a, mu cho m ás que d el de histori
historia,
a, filo sofía y reli
gión, pues estas últimas disciplinas han sido cesadas c om o agentes dentr dentroo de 
la escena educativa [ ...]7.
...]7.

Independientemente de quiénes sean los profesores que asuman la


tarea de enseñar la vigencia de los grandes filósofos del pasado, éstos
reaparecerán en la escena
esce na educativa siempre que sigamos disponiendo
de bibliotecas. Tal escena existirá siempre y cuando la conciencia
angustiada perviva
perviva en la juventud. Dicha concie
conciencia
ncia no quedó pospu
pospues-
es-
x v iii  
ta una vez abandonado el calvinismo del siglo ni, hablando en tér-

7 H ar old B l o o m , A Map


M ap ofM isr
isrea din g,  Oxford University Press,
eadin Press, N uev a York, 1975,  
p.39.

136 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

minoss generales, tras el aabandono


mino bandono decimonónico d
dee la religión. Si dicha
conciencia no aflora con nuestras prontas
prontas infidelidades a nuestros pri-
meros amores, a buen segu
seguro
ro lo hará gracias a que los académicos ame-
ricanos saben de sobra que sus colegas de Chile o Rusia están sopor-
tando una humillación
hum illación y un dolor para solaz de sus carcelero
carceleros.
s. Aunque
Santayana
Santaya na confiab
confiabaa en que la cultura americana cesaría en su intento de
consolar su angustiada conciencia mediante el confort  metafísico,
  metafísico, no
creía que esa conciencia fuese a desaparecer. Pero los filósofos ameri-
canos llegaron a tem
temer
er que todo
todo aquello que siquiera aludiese a la con-
ciencia angustiada había de interpretarse como confort   metafísico.
Reaccionaron
Reac cionaron haciendo caso omiso de los grandes filós
filósofos
ofos del pasado,
pasado,
cuando no reinterpretá
reinterpretándolos
ndolos de form
formaa q
que,
ue, aparentemente, se hubieran

dedicado exclusivamente
resultado a cuestiones
de esa reinterpretación estrictamente
fue derogar profesionales.
la vigencia del pasadoEl y
desvincular a los profesores de filosofía de sus alumnos y de la cultura
transcendentalista. Poco importa
imp orta que algún día los vínculos de la cultu-
ra transcendentalista con los departamentos de filosofía lleguen a ser
fiel reflejo de los que actualmente
actualmente la unen con los departamentos aca-
démicos de literatura. Podría ocurrir que la filosofía americana siguie-
se preocupándose más porp or desarrollar una matriz disciplinar que por su
suss
antecedentes o por su papel cultural. Ello no sería pernicioso, antes al
contrario. Los dramas
dram as dialécticos que vieron la luz con Platón seguirán
representándose, si no por quienes perciben un sueldo por dar clases
sobre Platón, sí por otros. Puede que estos últimos no reciban el nom-
 bre de «filóso
«f ilósofos»
fos»,, sino alg
algún
ún otro, posibl
posibleme
emente
nte «críticos». O quizá el
nombre que reciban nos parezca tan extrañ extrañoo como nuestro uso del tér-
mino «crítico» le habría parecido al Dr. Johnson, o como nuestro uso
del término «filósofo» le habría parecido a Sócrates.
Tall es la conclusión con la que quiero acaba
Ta acabarr mi rrepaso
epaso de lo acon-
tecido en la filosofía americana desde los tiempos de Santayana. Lo
cual viene a ser decir que independi
independientemente
entemente de que la filosofía pro-
fesionalizada se una
un a o no se una a la cultura transcendentalista, conven-
dría que no intentase vapulearla. Terminaré volviendo una vez más a
Santayana y alabando la segunda de las virtudes que en un principio le
atribuía. Me refiero a su capacidad para no dejarse convencer de que
Am érica era el destino final de la historia, como si fuese
América fuese cosa de llos
os filó-
fil ó-
sofoss am
sofo americanos
ericanos dar voz al genio de la nación
nación y describi
describirr una virtud tan
genuinamente
genuinam ente am
americana
ericana como las secoyas
secoyas o las serpientes de cascabel.
cascabel.
Este laxo chovinismo   estaba en boga en tiempos de Dewey y de vez en
cuando seguimos sintiendo su nos nostalgia.
talgia. Pero, pa
 p a ce  Niebuhr, la filoso-

LA PROFESIONALIZACIÓN
PROFESIONALIZACIÓN DE LA FILO
FILOSOFÍ
SOFÍA
A 1377
13
fía deweyana no partía
partí a del supuesto de q que
ue la Revolución industrial y la
Revolución americana, mano a mano, habían hecho de la conciencia
angustiada algo obsoleto.
obsoleto. D Dee hech
hecho,
o, a pesar de la carga retórica y opti-
mista detectable en Dewey y sus discípulos, tampoco enseñaba que la
combinación de las instituciones americanas y del método científico
daría como resultado
resultado la Vida Buena para el hombre. La m mejor
ejor expres
expresiónión
de su actitud se debe a un artículo de Sidney Hook titulado «El Prag-
matismo y el sentimiento trágico de la vida», en él acaba diciendo: diciendo: «El
 pragmatism
 pragm atismo o [..
[...]
.] es la teorí
teoríaa y la prápráctica
ctica de engr
engrand
andece
ecerr la liber
libertad
tad
humana
huma na en un mundo precario y trágico gracias al arte del control socia sociall
 practicado
 practic ado con inteligencia. Puede que se trate de una cau causa
sa perdida,
 pero no conozco
conoz co nin ningun
gunaa m mejejor
or»8
»8.. Y en ver
verdad
dad no hay otr
otraa mejor, y la
nostalgia de la época
époc a profética
profétic a deweyana que los filósofos
filós ofos de
d e la edad de
la profesionalización vienen sintiendo tiene su origen en su sentimien-
to de no estar haciendo todo cuanto pueden en favor de esta causa. Pero
la formulación
formulac ión de principios morales es de impo importancia
rtancia secund
secundaria
aria para
la defensa de dicha causa, como también lo es la elección y la defensa
de una causa para la educación
educac ión moral.
moral. Es más, aunque Am América
érica pasará
a la historia
historia por defender esta causa más fférreamen érreamente te que cualesqu
cualesquieraiera
otros imperios habidos
habidos has hasta
ta ahor
ahora,
a, no existe ninguna razón en conc concre-re-
to por la que los filósofos de una nación, o más bien sus intelectuales,
hayan de ser juzgad
juz gadosos poporr el mismo
mism o rasero histórico que sus institucio-
nes políticas y sociales.
sociales. No hay po porr qué creer que el sueño de la dem demo- o-
cracia americana se cumplirá fina
finalmente
lmente en América, como
com o tampoco la
hay para creer que
que el derecho romano alcanzó su máx máxima
ima expresión en
el Imperio Romano o que la cultura literaria lo hiciera en Alejandría.
Tampoco exiten demasiados motivos para creer que nuestra cultura
intelectual se asemejará a la alcanzada por cualquier otro imperio, o
que, cuando ésta advenga, los profesores de filosofía moral edificarán
sus sistemas a partir de principios que hoy están en proceso de formu-
lación. Aun cuando, gracias a un increíble golpe de suerte, América
sobreviva sin que su libertad sufra mella alguna y se convierta en un
 punto
 pun to de encuen
encuentro
tro para
pa ra los dem
demás
ás paíse
países,
s, la supe
superior
rior cultur
culturaa de un
mundo indiviso no tiene que centrarse en tomo a algo genuinamente
americano.
americano. Y de hecho no tiene más nec
necesidad
esidad de centrarse  en tomo a

8 S id n e y H o o k , Pr
 Pragm
agm atis
atismm and
a nd the Tra
Tragic
gic Sens ife,, Ba sic Books, Nue va Yor
Sensee ofL ife York,
k, 
1974, p. 25.

138
138 CONSECUENCIAS DEL PRAGMA^SMO

algo que cualquier otra cosa: trátese de la poesía, de las instituciones


sociales, del misticismo, de la ps psicología
icología profunda, de la nonovelas,
velas, de la
filosofía o de la ciencia fís
física
ica.. Quizá sea una cultura transcendental
transcendentalista
ista
de cabo a rabo cuyo centro se halle en cualquier sitio y su circunferen-
cia en ninguno. En dicha cultura tendrán cabida Jonathan Edwards y
Thomas
Thom as Jefferson, He
Henry
nry y William James, Jo John
hn Dewey y Walla
Wallace
ce Ste
vens, Charles Peirce y Thorstein
Thorste in Veble
Veblen.
n. Y nadie
nadi e se preguntará
pregunta rá quiénes
de ellos son americanos, ni siquiera quienes son los filósofos.
 

5. LA METAFÍSI
METAFÍSICA
CA DE DEWEY
DEW EY

Casi al final de
d e su vida, Dewey espera
esperababa escribir una nueva edición
de Exp
Experi
eriencia
encia y naturaleza
naturaleza, «cambiando tanto el título como su tem temá-
á-
tica, en vez de Na
 Naturaleza
turaleza y exp
experiencia
eriencia  (sic), N
 Natura
aturaleza
leza y cultura». En
unaa carta a Bentley,
un Bentley, Dewey confiesa:

Fue una torpeza


torpeza no v er que ese cam bio ya era necesario cuando escribí el  
texto original.
original. Pero entonces
entonc es aún tenía llaa esperanza en que el término filos ó
fico «Experiencia» podría rescatarse devolviéndolo a sus usos idiomáticos, 
una esperanza que
q ue era un acto de
d e locura históri
histórica.
ca.

Por esa misma época, Dewey renunció formalmente a sus intentos


de rehabilitar la palabra «metafísica» '. Como llegó a re
reconocer,
conocer, es difí-
cil establecer en qué sentido cabe equiparar Exp
Experi
eriencia
encia y naturaleza
naturaleza,
considerada con frecuencia su «principal obra sobre
sobre metafísica
meta física»1
»12con
2con el
género del que forman parte obras tan centrales como la M  Metafísica
etafísica  de
Aristóteles, la Ética   de Spinoza, E l M undo y el indivi
individuo
duo  de Royce y
 parad
 paradigmas
de darigmas por
pode
cuenta r ellaestilo.
génesisDicho
Dichistórica
ho mu
muy y ay la ligera, de
cultural el libr
libro
los oproblemas
de Deweytradi-
trat
trataa
cionalmente apodados como «metafísicos», y de vez en cuando reco-
mienda elementos de una jerga que, según cree, ayudara a ver que
dichos problemas
problemas son irreales (o, como mínimo,
mínim o, evitables).
evitables). Es más
m ás fácil
concebirlo
concebirl o como una
u na explicación de por qué nadie necesita una metafí-
sica que como un sistema metafísico en sí mismo. Si nos hacemo hacemoss a la
idea de que convendría haberlo titulado N  Natura
aturaleza
leza y cultura, nos senti-

1 Cf. Jo
John
hn D ew ey y Arthu
Arthurr F. Bentley, A Philo
Ph iloso
soph
phica
icall Cor
Corres
respon
ponde
denc
ncee 1
193
932-1
2-1951
951,, 
ed. por S. Ratn
Ratner
er y J. Altman,
Altman, Rutgers University Press, N ew Brunswick,
Brun swick, 1964, p. 643
643,, 
en relación con el cambio de título sugerido. Cf. «Experience and Existence: A Com-  
ment»,  Ph
 Philos
ilosoph
ophyy a nd PPhen
henom
omeno
enolog
logica
icall Res
Resea rch,, 9 (1949), pp. 712 ss., en relación  
earch
con la renuncia
renuncia a llaa «m etafísica».
2 Por ejemplo, Ar Arth
thur
ur E. Murp
Murphy,
hy, «D ew ey ’s Epistem ology and Metaphysics», en 
Thee Phi
Th losophy ofJohn Dew ey,  P. A. Schilpp, Tudor Publishing Co ., Evanston/Chicago,  
Philosophy
1939, p. 219.

[139]

140
140 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLVTISMO

remos tentados a equipararlo con algo que, a falta de un nombre nom bre mejor,
mejor,
 podem
 po demos llam ar histori
os llamar historiaa de las idea
ideass: con obras como
com o el libro primero
de la M etafísica
etafísica,, la «anfibologí
«anfibología» a» kantiana de «los conceptos de refle-
xión», la Fenomenología  de Hegel, la Gr Gran
an cadena de se r  de
dell ser   de Lovejoy
y  E l orden
o rden de las cos as  de Foucault. Asumida dicha equiparación, es
cosas
 posible
 pos ible ente
entend
nderer el libro no como
com o una
un a «metafís
«me tafísica
ica empírica»,
empí rica», sino como
un estudio histórico y sociológico de un fenómeno cultural llamado
«metafísica». Puede entenderse como otra versión de la controvertida
crítica de la tradición que Dewey lleva a cabo en  La reco reconstruc ción de  
nstrucción
la fi
filo so fía  y en La búsqu
loso búsqueda
eda de la ce
certeza.
rteza.
Pero durante la mayor parte de su vida Dewey habría renegado de esta
equiparació
equipa ración.n. Para bien o para mal, Dewey quería d  dejar
ejar escrit
escrito o un siste-
siste-
ma metafísico. Durante toda su vida, Dewey péndulo entre una actitud
terapéutica hacia la filosofía y otra actitud del todo distinta,
distinta, con arreglo
arr eglo a
la cual la filosofía devendría «científica», «empírica» y se ocuparía de
algo serio, sistemático, importante y constructivo. En ocasiones Dewey
describía la filosofía a modo de crítica de la cultu cultura,
ra, aunque nunca se con- co n-
tentaba con verse como un vqyeur, un terapeuta o un historiador intelec-
tual. Deseaba
Deseab a ambas
ambas cosas
cosas.. Cuando Santayana, en su recensión de Ex  Expe
pe
riencia
rienci a y natural eza, advertía que una «metafísica naturalista» era una
naturaleza,
contradicción en los té térm
rmino
inos3
s3, Dewey respon
respondía
día como sigue:
sigue:
He aquí el alcance y el método de mi «metafísica»: el vasto número de  

características invariables de los dolores, placeres, tentativas y fracasos  


humanos, sum ados a las institucione
institucioness artístic
artísticas,
as, científ
científicas,
icas, tecn ológicas, p o
líticas
líticas y re ligiosas que los definen, los rasgos auténticamente
auténticamente comun icativos 
del mundo en el que el hombre vive. E l método no d ifiere ifiere ni un ápice del de 
cualquier investigador que, realizando ciertos experimentos y observaciones,  
y sirviéndose del corpus existente de ideas aplicables al cálculo y la interp interpre
re
tación, llega a la conclusión de que ha logradologrado hacer ciert
ciertas
as averiguaciones  
sobre algún aspecto concreto de la naturaleza. De haber algo novedoso en  
 Exper
 Ex perien
iencia
cia y natu
naturalez
raleza,
a,   he de decir que no se trata
trata de esta «m etafísica », pro
pia del común de las gentes, sino del uso que hago del m étodo de cara a enten
der un conjunto d e problemas que han traído traído de cabez a a la fil os of ía 4.

En este texto, Dewey desea afirm


afirmar
ar «Me limito a quitar de en medio
los árboles caídos de la tradición
tradición filosófica»
filosófic a» a la vez que «Para ello hago

3 «D ew ey’s Natural
Naturalis
isti
ticc M etaphysics
etaphysics»,
», reimpreso Schilpp,  op. cit
reimpreso en Schilpp, cit.,
.,  p. 245.
Naturalism», Jo
4 D ew ey, «Half-Hearted Naturalism»,  Jour
urna
nall ofP h ilo
iloso
so ph y,  24 (1 927), p. 59.

LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEW
DEWEY
EY 141
uso de mi propia (y eficaz) invención, la aplicación del método cientí-
fico y empírico
em pírico en el ámbito de la filosofía». Pero dos generaciones
generacione s de
exégetass no han sabido
exégeta sabido precisar cuál era ese método que permitiría
perm itiría «for-
mular los rasgos genéricos manifestados por todo tipo de seres, inde-
 pendiente
 pendi entemen
mente
te de su pa
partic
rtición
ión en seres mentale
men taless y físico
fís icos»
s»5y
5y que al
mismo tiempo no difiriese «ni un ápice» del que emplean los científi-
cos de laboratorio. Tampoco ha quedado mucho más claro cómo la
manifestación de tales rasgos genéricos podría pasar por alto alto o disolver
los problemas tradicionalmente filosóficos.
Con todo, hay otro
otro modo de plasmar la tensión existente en el pen-
samiento de Dewey, como el que Sidney Hook sugiere al describir el
 puesto
 pues to que
q ue Dewey asigna
asig na a la filos
filosofía
ofía een
n el conjunto
conj unto de la cultura:

La metafísica tradicional ha venido siendo una tentativa violenta y lógi


camente im posible de imponer un pparti
articula
cularr esquema de valor
valores
es sobre el ccos
os
mo s con vistes a justifi
justificar
car o a socavar un conjunto de instituciones
instituciones vigentes 
gracias a una pretendida deducción
dedu cción a pa
parti
rtirr de la natural
naturaleza
eza de la Realidad
R ealidad [...].
[...]. 
Pero una vez roto el caparazón de cualesquiera doc doctrinas
trinas metafísicas,
meta físicas, lo que 
queda no es un conocimiento verificable, sino una serie de directrices ses
gadas [.
[...]
..] el principal objeto de la filoso fía ha sido la relación ent
entre
re cosa s y 
valores6.

Así las cosas, uno se enfrenta a un dilema: o bien la metafísica de


Dewey
Dewey difiere de la «metafísica tradicional
tradicional»
» por
po r no tener una directriz
directriz
sesgada
de en lo que
una manera de ahacer
los valores sociales
metafísica querespecta gracias a su
hacía abstracción dehallazgo
cuales-
quiera sesgos y valores, o bien cuando le da la vena de hablar de «los
rasgos genéricos manifestados por todo tipo de seres» obra con cierta
mala fe. Ningún seguidor de Dewey habría querido agarrar el primer
cuerno de este dilema.
dilema. Bien
B ien podría pensarse que lo mejor de Dewey es
que, a diferencia de Platón, no pretendía
pretend ía ser «un espec
espectador
tador de todas las
épocas y de la eternidad»,
eternidad», sino que,
que, antes bien, empleaba
emp leaba la filosofía
filosof ía (e
incluso
incluso de su forma
form a suprema y más pura, la metafísica misma) a modo
de instrumento para
par a el cambio social. Aun cuando, de alg
algún
ún modo, fue-
se posible explicar cuál es el alcance del «método empírico», éste no
debería   aspirar (con arreglo a los principios propios de Dewey) a la
magistral neutralidad tradicionalmente propia de una disciplina que

5 D e w eeyy , Ex
 Exper
perien
ience
ce a
and
nd N at
atu re , W. W . Nort
u re, Norton,
on, Nu eva York, 1929, p. 412.
6 Sidne
Sidneyy Hook,
Hook, John Dew ey , Joh
D ew ey,  Johnn Day, Nuev a York, 1939, ppp.
p. 34-35.

142
142 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 po ne de man
 pone m anifie
ifiesto
sto «los rasgos
rasg os genéric
g enéricosos de todo
tod o tipo
ti po de
d e seres». Aun-
Au n-
que Dewey pu ies e  explicar lo que  E
 p u d iese  Exp
xperien
eriencia na turaleza  tiene de
cia y naturaleza
«observacional y experimental», sus propios comentarios sobre la
observación y la experi
experimentación
mentación en cuanto herramientas para par a solven-
tar cierto problema
proble ma social que involucra valores deberían ocupar ocup ar hacer-
se resaltar dentro de su obra. Si, como vengo diciendo, el contenido
efectivo de E Exp
xperie
eriencncia na turaleza  consta de una serie de análisis en
ia y naturaleza
tomo a la emergencia de «pseudoproblemas filosóficos» (como el de
sujetoobjeto o mente versus materia) y a su posible disolución, la natu-
raleza del proyecto queda clara. Pero también queda claro que el dis-
curso en tomo a «la observación y la experimentación» es tan irrele-
vante para el cumplimiento del proyecto como lo era para el principal
 precede
 pre cedente
nte de las obras
obra s filo
f ilosóf
sófica
icass de crítica
crític a de la cultura,
cult ura, la Fenome
nología de Hegel.
La contraposición
cont raposición que Hook Ho ok establece entre la actitud de los positi-
vistas hacia los problemas
problemas filosóficos y a la del propio Dewey acierta a
 pone
 po nerr de relieve este
es te punto:

Dewey había mostrado que la mayoría de los problemas tradicionales de  de 
la filoso fía no eran sino
sino pseudoproblem as, es decir, problemas que no podían 
podían 
solventarse ni siquiera
siquiera en sus propios términos. Los empiristas lógic os h icie
ron lo mismo, si bien mucho más formalmente, y se quedaron ahí. Pero, en  
ve z de contentarse
contentarse con demostrar
demostrar la futilidad
futilidad de seguir polem izand o acerca de
ve z de contentarse
contentarse con demostrar
demostrar la futilidad
futilidad de seguir polem izand o acerca de
de  
form ulaciones q ue en principio jam ás podían ajustars
ajustarsee a cualesquiera proble
ma s concretos, De w ey dio un paso m ás, preguntá
preguntándose
ndose cuáles er
eranan los ver
daderos con flicto s que suby acen a las estériles disputas
disputas verb ales 7.

En mi opinión, este texto da perfecta cuenta de las diferencias rele-


vantes y también
tam bién ayuda a explicar loloss diversos
diversos cambios de moda
m oda en la
historia de la filosofía americana de los últimos cuarenta años, poco
máss o menos. El naturalismo
má naturalism o de De
Dewe
wey,y, tras un período de dominio,
dom inio, fue
expulsado
expuls ado de la filosofía americana durante
durante un parpa r de décadas, cuando
cuando
el empirismo
emp irismo lógico
lóg ico estaba en su apogeo. Esto es fácil de explicar si uno
está dispuesto a conceder que autores como Russell, Camap, Ayer y
Black habían tenido más éxito que De Dewey
wey a la hora de mostrar
m ostrar lo que

de
las «pseudo»
virtudes detenían los
sus vi «pseudoproblemas».
vicios.
cios. L o que hoy día (a laEllo
Lo luz se las
luz de debía a quedetenían
críticas Qui-

7 Ibíd.,
Ibíd., p. 44.

LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEW EY 143
ne y Sellars
Sellars)) vemos como dogmati
dogmatismosmo y artificialidad en el movimien-
to del empirismo lógico fue precisamente lo que le permitió su crítica
acerba y eficaz
efica z de la tradición. Siguiendo el deseo kantiano de poner pon er la
filosofía en la senda segura de la ciencia, y escribiendo como si Hegel
no hubiera vivido, los empiristas lógicos llevaron los supuestos comu-
nes a Descartes,
Descartes, Locke y Kant hasta su consecuencia lógica, reducien-
do así al absurdo
absurdo la problemática tradicional de la filosofía. Mostran
Mostrandodo
las implicaciones de la búsqueda
búsqued a de la certeza y la incapacidad
incapacida d de resis-
tirse a las conclusiones de Hume una vez adoptada la teoría cartesiana
del conocimientoespectador
conocimientoesp ectador y llo o que Austin denom
denominaba
inaba «la ontología
de la multiplicidad de lo sensible», mostraron
mostra ron a las claras lo que Dewey
no había podido mostrar:
mostrar: sencillamente, por qué debían de abandonar-
aband onar-
se las
las descripciones compartidas por po r los grandes filósofos.
Pero al hacerlo, los empiristas lógicos lograron su propia
pro pia destrucción,
como Austin recriminaba
recrim inaba a Ay
Ayer
er,, y el segundo Wittgenstein a Russell, a
Moore y al primer Wittgenstein
Wittgenstein.. La «filosofía
«filo sofía de Oxford», un movimien-
to cuya vida fue incluso más corta
cor ta que la del empirismo lógico, nos hizo
ver que el empirismo lógico había sido la reductio ad a d absurdum de una
tradición y no lo que sus integrantes pensaban, la crítica de la tradición
desde el punto de vista de una magistral neutralidad «lógica». La estre-
chez y la artificialidad de los dualismos que los empiristas lógicos asu-
mían les permitían llevar a cabo lo que Dewey,
Dewey, debido precisam
precisamente
ente a la
amplitud de su enfoque y a su capacidad d
amplitud dee ver la tradición
tradición en perspecti-
va, no había podido hacer. La investigación
investigación deweyana
deweyana acerca
acerc a «los verda-
deros conflictos que subyacen
sub yacen a las estériles
estériles disputas verbales» tenía
te nía los
vicios de sus virtudes:
virtudes: hiz
hizoo perder de vista el modo en que, en sus propios 
términos, los supuestos cartesianos, huméanos y kantianos
kantian os se autorrefu
taban. Los positivistas,
positivistas, y más tarde los «filósofos
«filósofo s oxonienses», sacaron a
la luz dichas contradicciones internas mucho mejor que Dewey y sus
seguidores,
seguid ores, debido precisamente a su mayor estrechez de miras.
La interpretación
interpretación de Hook también explica el actual resurgimient
resurgimiento o
del interés por Dewe
Dewey.y. Hoy en día, ya estamos familiarizados con lo que
de «pseudo»  tienen los pseudoproblemas. Los filósofos gustarían de
hacer algo nuevo. Como suele ocurrir cuando se secan sus fuentes de
inspiración, los filósofos de habla inglesa buscan nuevas ideas en el
continente, encontrando allí lo que Dewey esperaba. En 1930, Dewey
afirmaba
afirm aba lo que sigue:
sigue:

La profecía intele
intelectual
ctual eentr
ntraña
aña gran
gran pel
peligro;
igro; pero, s i m i lectura de los sig
nos epocales es correcta, la síntesis filosófica venidera verá la luz cuando la

144 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

significación de las ciencias sociales y de las artes


artes devenga objeto de atent
atenta

reflexión, al igual que tiempo atrás sucediera con las ciencias matemáticas y  
físicas, y cuando se capte todo
todo su sentid o8
o8..

En autores como Habermas


Haberm as y Foucault,
Foucault, hallamos la misma mism a atención
que Dewey deseaba prestar a la matriz en cuyo seno emerge «la idea de
una ciencia social», así como la atención a los problemas sociales y
 polític
 po líticos
os engen
en gendrad
dradosos po
porr una ddubitativ
ubitativaa autoc
autocomp
omprens
rensión
ión de
d e las cien-
ci en-
cias sociales
sociales.. En autores como Derrida
D errida (y en algunos filósofos ameri-
canos que admiran su obra, como Cavell Cavell y Danto) hallamos problemas
acercaa de la relación entre la filoso
acerc filosofía
fía y la nove
novela,
la, el teatro y el cine, que
surgen como reemplazo
reemp lazo de los probl
problemas
emas tradicionales
tradicionales (kantianos, hus
serlianos
serlia nos y cam
camapianos)
apianos) centrados en la relación
relación habida entre la filoso-
fía,, por un
fía u n lado,
lado, y la física matemática y la psicología intro introspect
spectiva,
iva, por
otro. Obviamente, no es la primera vez que estos problemas se suscitan
en la historia de la filosofía; basta con tener en cuenta a Nietzsche,
Dilthey y Cassirer.
Cassirer. De m modo
odo que no es mi intenció
intenciónn profetizar que, tras
superar definitivamente la obsesión kantiana en tomar como modelo m odelo de
la filosofía «las ciencias
ciencias matemáticas y físicas» y los datos y los méto-
dos de tales ciencias como principales loci de la investigac
investigaciónión filosófi
filos ófi-
-
ca, estamos a punto de entrar en en la Edad de Oro de la filosofía, bajo la
égida del historicismo hegeliano. Confieso confiar  en   en que éste sea el
caso, por muy vana va na que sea esta confianza. Baste ahora con decir d ecir que
Dewey es precisamente el filósofo que es necesario releer en la transi-
ción de Kant
K ant a Hegel, de una «metafísica de la experi
experiencia»
encia» a un estu-
dio del desarrollo cultural.
Con esta contraposición dejo el excursus sobre las recientes modas
filosóficas para
p ara volver a abord
abordar
ar la tensi
tensión
ón en el pensamiento de Dewey
a la que anteriormente aludía. Para plasmar una vez más esta tensión,
atendamos al comentario demoledor
dem oledor que Dewey hace de la tradici
tradición:
ón: «La
filosofía se ha
h a arrogado la función de conocer la real
realidad.
idad. Este hecho la
convierte
conv ierte en algo que rivaliza con las ciencias,
ciencias, en vez
ve z de complementar-
las» 9. Con vistas a seguir consecuentemente esta línea argumentativa,

8 «From Absolutism
Absolutism to Experimentali
Experimentalism»sm» (1930 ), reimpres
reimpreso o en  John D ew ey on on  
 Experie
 Exp erience,
nce, Nat
N atur
uree a n d Fr
Freed
eedomom,, Richard
Richard J.
J. B em stein, The Library
Library o f Liberal
Liberal Arts
Arts,, N ue
va York, 1960, p. 18.
9 The Quest  fof o r Certa
Ce rtainty
inty,, Minton/Balch, Nueva York, 1929, p. 309. Busco las ana
logías entre esta
esta línea del pensamiento de D ew ey y la críti crítica
ca heideggeriana
heideggeriana a la
la «m etafí
tercer ensayo,  sup
sica» e n el tercer  supra.
ra.

LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE D
DEWEY
EWEY 1455
14

debemos renunciar
nalmente hemaos
como hemos la renunciado
noción de «metafísica
un a «tesisempírica»
a una tan incondicio-
transcendental
transcendental acerca
ac erca de
la posibilidad de la experiencia».
experiencia». No veo cómo reconciliar textos como el
anterior, que, a mi modo de ver, representan lo mejor de Dewey, con su
réplica a Santayana, con su discurso sobre «rasgos genéricos». Según
creo, los expositores que simpatizan con co n la faceta metaf
metafísica
ísica de Dewey
 —como
 — como Hofstadter, quien
qu ien describe «el objeto de la metafí
metafísica
sica en cuanto
teoría general de la existencia» en términos del «descubrimiento de los
tipos básicos
bási cos de implicación
implica ción y de sus relac
re lacion
iones
es»1
»10— no puede
p uedenn explicar
 porr qué necesitamos una disciplina de
 po de tal grado de generalidad
generalidad,, ni tam-
 poco cómo tales «descubrimientos» pueden pued en dar por
po r resultado algo que no
sea trivia
trivial.
l. ¿Estaría alguien —incluyendo al propio Dewey— verdadera-
mente dispuesto a creer en la existencia de una disciplina que, de algún
modo, se ocupase de «los tipos básicos
básicos de implicación», de algo que los
novelistas, los sociólogos, los biólogos, los poetas y los historiadores
hayan dejado
dejado por
po r hacer? La única tarea que desearíamos encomendar
encome ndar al
filósofo es sintetizar las novelas, los poemas, los relatos históricos y
sociológicos
sociológ icos de sus días en alguna unidad más má s global. Pero tales síntesis
se dan por doquier,
doquier, en cualquier  disciplina.
  disciplina. Ser un intelectual, más que
limitarse a hacer «investigaciones», consiste precisamente en aspirar a
tales síntesis. Nada, salvo el mito de que existe algo sui generig eneriss llamado
«filosofía» que sirve de paradigma de toda disciplina sintética y un
u n per
sonaje llamado «filósofo» que es el paradigma del intelectual, nos hace
 pens ar que la obra del filósofo
 pensar filóso fo profesional queda incomp
incompleta
leta a menos que
haya confeccionado una lista de «los rasgos genéricos
genér icos de todo ser» o que
descubra «los tipos
tip os básicos
bási cos de implicac
impli cación
ión»1
»11.
Lo que hasta aquí he venido afirmando es que tenemos pocas pro-
 babilid
 bab ilidades
ades de encontr
enc ontrar
ar en  Ex
 Exper
periencia natura leza algo que quepa
iencia y naturaleza
llamar «metafísica de la experiencia» por contraposición a un trata-

10 Al
Albe
bert
rt Hofs
Hofsta
tadt
dter
er,, «Concemin
«Concemingg a Cert
Certaiainn Deweyan Con Concep
ceptition
on of Met
Metaphy
aphysisics
cs»,
», 
en Sidney Hook (ed.),  John De Dewe
wey:
y: Ph
Philos
ilosoph
opherer o f Scie
Science
nce an d Fr
Free dom ,  Dial Press,  
eedom
Nu eva York, 1949, p. 269. El lector hallará
hallará una críti
crítica
ca de este tipo de conce pción en el 
debate entre Hook y Randall,  St. Martin’s Press, Nueva York,
1961, pp. 163 ss. The
Th e Question o f Being,  
" V olvem os a encontramos aquí ccon on una analogí
analogíaa con H Heidegger
eidegger de gran ut utili
ilidad
dad.. La  
idea de que conviene de
descub
scubrir
rir «los tipos básicos de implicación» e s precisamente la que lle
vó a Heidegger a confeccionar una lislista
ta de Existentiale en e n Sein und
un d Zeit. E n ssu
Zeit. u obra tar
tardía,
día, 
cuando se dio cu
cuenta
enta de que ésta forma pa
parte
rte de la tradición de la metafísica
metafí sica «humanista»
«human ista» de 
la que quería desembarazarse,
desembarazarse, Heidegger
Heideg ger renunció a cualquier proyecto de tal índole.

1466
14 CONSECUENCIAS DEL PRAGhLVTISMO

miento terapéutico
terapéutico de la tra
tradició
dición,
n, habida cuenta de que la propia con-
cepción deweyana
deweyana de la naturaleza y la función de la filosofía lo impo-
sibilita. Para confirmarlo, uno sólo tiene que examinar lo que Dewey
verdaderamente dice de la experiencia en dicho libro, cosa que haré en
 breve. Pero antes deseo interintercalar
calar un
unaa digr
digresió
esiónn ace
acerca
rca de un
unaa de las
tesis del jove
joven n Dewey:
Dewey: la concepción de la «filo «filosofía
sofía com
como o psi
psicología»
cología»
que abrigaba en la década
d écada de 181880
80,, sobre la cual giraba
girab a su disputa con
Shadworth Hodgson. A mi parecer, volviendo la vista hasta los inicios
de la carrera filosófica
filosóf ica de Dewey entend
entenderemos
eremos por qué concedía tantatanta
importancia a la «redescripción de la experiencia» al tiempo que nos
hará ver por
po r qué se sentía tentado
tentado a describi
describirr esa redescri
redescripción
pción com
como o «la
filosofía
filoso fía en su conjunto».
conjunto». DDewey
ewey tenía más de erizo que de zorro; pasó
su vida int
intentando
entando articular y reformular una ú única
nica visi
visión.
ón. Los esc
escritos
ritos
de su treintena manifiestan ya la tensión que creo hallar en las postri-
merías de su obra.
Hodgson reacciona con indignación a la afirmación del joven
Dewey por la cual «la psicología
psicología representa la consumación del mé méto-
to-
do filosófico, pues en ella la cienci
cienciaa y la filos
filosofía,
ofía, el hecho y la ra
razón,
zón,
son una y la misma cos cosa».
a». A
Afirm
firmaa Hodgson:
Hodgson:

El pasaje [perteneciente
[perteneciente a los artículos de D ew ey]
ey ] que más se acerca a una 
descripción del método
métod o de la psic olog ía es el siguiente:
siguiente:
 M as la p ro p ia esen
esencia
cia ddee la psico
ps ico logí
lo gía
a en cua
cuanto
nto méto do eess su trtratam
atamien
ien
 to de la expe
experien
riencia
cia en su absolu
ab solutata totali
totalidad, tod o 
dad, sin tom ar la pa r te p o r e l todo
(como hacen nuestros fisico
fis ico s evolutivos, p o r ejemplo), ni, con todo, intentan
 do deter
d etermin
minar ar su naturaleza
natura leza dedesd
sdee un pu
punt
ntoo extern
externo o allende
alle nde d
dee sí, como, po n
 gamo
 ga moss p o r caso, han hecho nu nuestro
estross pr
presu
esu ntos
nt os ps
psic
icól
ólog
og os empíricos.
empír icos.
La descripci
descripciónón del método es aquí
aquí exclusivamente
exclusivamente neg ativa Éste consiste en 
preceptos
preceptos que eviten los fallos
fallos que por un lado cometen los lo s fisicos evolutivos y 
por otro los psic
p sicólo
ólogo
goss empíricos. Pero,
P ero, cuando ses e trat
trataa de una didirectriz
rectriz positiva
posit iva 
sobre el modo
mod o de investigar debidamente,
debidamente, sólo
só lo resta
resta el vacío. Es todo lo que cabe 
esperar
esperar de la identificación
identificación de la psicología con la filosofía transcendental n.  n.

A mi ente
entender,
nder, la crítica de Hodgson está enteramente
enteram ente justificad
justificada.
a.
Tiene su paralelo en
e n la crítica de Santayana
Santayana con respecto a la posibili1
posibili12

12 Shad
Shadwor
worth th Hodgson,
Hodgson, «Ill
«Illuso
usory
ry Psychology»,
Psychology», artíartícul
culo que
que const
constit
ituye
uye un
un ataq
ataque
ue a 
otro que D ew ey anteriorme
anteriormente
nte publi
publicara
cara en M
 Min d  (1886
ind  (1886 ), reeditado
reeditado en The E arly Works 
arl y Works
ey ,  1, Southern
 o f John D ew ey, Southern Illinois University Press, Carbondale,
Carbondale, 1969. Este pasaje se 
encuentra
encuent ra en la p. Ivi,
Ivi, mientras
mientras que las dos
do s citas de D ew ey se encuentran
encuentran en las pp. 157- 
158 y 161-162 , respecti
respectivamente
vamente..

LA METAFÍSICA DE DEWEY 1477


14

dad de una «metafísica naturalista» y pone de relieve un error que se


reitera en la obra de Dewey:
Dewey: su há
hábito
bito de proclam
proclamarar un programa nue
nue--
vo y audaz, cuando todo lo que ofrece, y todtodoo lo que tien
tienee que ofrecer,
ofrecer,
es una crítica de la tradición. «La psicolog
psicología
ía en cuanto método» fue tan
sólo el primero de una serie de eslóganes, de una serie rimbombante y
huera de proclamas de las que Dewey se servía, aunque es importante
entender los motivos por los cuales éste le parecía particularmente
atractivo. Dewey termina uno de sus artículos atacando a Hodgson y
diciendo:

La conclusión de todo este asunto es que un «ser como el hombre», en tan


to que autoconsciente, es una individualización del universo, de ahí que su  
naturaleza
natu raleza sea la materia
materia ppropia
ropia de la filosofía,
filos ofía, la única en por lo que a su carác
ter holístico respecta.
respecta. La psicolog
psic olog ía es la ciencia propia de esta natural
naturaleza,
eza, y no  
admite dualismo
dua lismo alguno,
algun o, ni en sí
s í mism a ni en la manera de abordarla1
a bordarla133.

En este pasaje, y en las páginas que a él conducen, hallamos las


siguientes doctrinas:
doctrinas: 1) la mayor parte de los problemas ccon on los que la
filosofía ha tropezado resultan de dualismos insostenibles; 2) el empi-
rismo tradicional (el que representa Hume, Bain y Hodgson) «enfoca
 parcialmente
 parcialmen te la experiencia», separando los perceptos de los concep-
tos 14; 3) el mét
método
odo par
p araa sup
superar
erar duali
dualismos
smos com
comoo los que gen
genera
era la sepa-
ración empirista entre perceptos y con
conceptos
ceptos,, y por ende entre concien-

cia y autoconciencia,
la que ninguna de estases el de la «psicología»,
«psicología
separaciones », la disciplina
es posible.discip lina que
Lo cierto nos en
es que, seña-
su
réplica a Hodgson, Dewey nunca da respuesta a su pregunta, a sabe saber,
r, cuál
 podría
 podr ía ser eell método de la psicología, sino que afir
afirm
m a mansamente:

Cuando afirmo
afirmo que no tengo con ocim iento de un orden perceptivo
perceptivo sepa
radamente de un orden conceptual, ni de un agente o un portador separada
mente del
d el contenido que comporta,
comporta, no hablo ene n términos de un transcenden-
transcenden- 
talista germanófilo, sino según mis humildes luces de psicólogo. Como tal, 
ve o la posibilidad de analizar
analizar en abstracto
abstracto el uno
u no a parti
partirr del otro y a la inver
sa, y si fuera tan aficionado a reificar los resultados del análisis como Mr. 
Hodgson
Ho dgson cree que soy, te
tendr
ndría
ía que dar
dar por sentado que tales resultados
resultados se coconn
cretan realmente en experiencias distintas. Mas, ateniéndome a lo que la Psi

13 «Psych ology as Philosophic


Philosophic Method», Earl E arlyy Works, 1, pp. 166-167.
14 Por lo que hace a la concepción
concepc ión del «empirismo»
«emp irismo» según
seg ún la cual éste «tom a la par
par
te, una tesis parcial de la experiencia
experienc ia (o, mejor dicho, una tesis de la experiencia
expe riencia parcial)
parcial) 
por el todo», véase
véa se  Ea rly Works,  1, p. 161.
 Early

148
148 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

colo gía m e enseña, d ebo decir que son aspectos que resultan
resultan del análisis
análisis de la  
realidad
realida d existente, de la experiencia c on sc ien te 15.

Obviamente, Dewey no aprendió esto gracias


gra cias a la «psicología», sino
más bien
bie n gracias a T.
T. H. Green, quien no habí
habíaa ahorrado esfuerzos a la
hora de reiterar lo que Kant censuraba en Hume (a saber, que ningún
conjunto de perceptos debidamente reordenados puede ocasion ocasionarar auto
auto
consciencia) y quien extrajo como moraleja que la idea de impresión
sensorial
sensori al propia del empirismo británico era la confusión de un pro proce-
ce-
so fisiológic
fisio lógico
o y causal con una creencia
cr eencia perceptiva
percep tiva y autoc
au tocon
onscie
sciente
nte1
161
7
.
 No obstante,
obstant e, Dewey no se contenta
con tenta con señalar
señ alar que Green
Gre en ofrece
ofre ce un
análisis de la experiencia mejor que las explicaciones humenanas de
Bain y Hodgson: necesita hacer hincapié en que por boca de Green
habla la experiencia misma:
misma:

Podem os ver ahora


ahora cuál es el estado de la cuestión investigando
investigando qué efe c
to tendrí
tendríaa sobre la filosofía el que la autoconsciencia no fuese un hecho de la  
experiencia,  esto es, e l que no fu ese un estadio
estadio real
real del proceso de compren
sión del universo por parte de un individuo que por definición constituye la  
esfera de la psicología. El resulta
resultado
do volvería a ser exactamente
exactamente el m ismo , a  
sa
saber
ber,, que no sería
sería posible algo c om o la filosofía, se a cual sea la teoría acer
acer
ca de su natural
naturaleza
eza que la ampar
ampare.e. La filosofía co nsiste en una visión de las 
cosas  su
 sub
b sp ecie
ec ie ae
aete
tem
m ita tis o in ordin
or dinee a d universu
universum,
m,  cosa que nunca se  
repetirá lo bastante
repetirá bastante [...]. Por consigu iente, negar que la auto consc iencia es un  
hech o de la experiencia
experiencia psicoló gica es negar lala posibilidad
posibilidad de toda filo so fía ,7.

Aunque Dewey no tardaría en retractarse de esta definición, jam


jamás
ás
iba a abandonar su convicción de que sus afirmaciones acerca de la
experiencia describían su verdadera imagen de la experiencia,
experiencia, mientras
que las de los demás confundían los datos de sus análisis y sus resulta-
dos. Los demás podrían
p odrían ser metafísicos dados a la transcendencia,
transcendencia, pero

15  E
 Ear
ariy
iy Works,  l,pp. 171-172.
16 Cf. T. H. Green, Works,  1, Londres
Londres,, 1885, pp.
pp. 13-19. D ew ey explícita el punto que 
Green subray
subrayaa en este pasaje
pasaje en uno de los ensayo s que Hod gson critica
critica («The Ps ych o-  
logical Standpoint»,  E  Ear
ariy
iy Works, 1, p. 153). Obsérvese también que Dewey frecuente
tributo a Green ( Eari
m ente rinde tributo  Eariyy Works,  1, p. 153) en lo q ue respecta al principal
principal argu
argu
mento d e Green y D ew ey contra contra un Hum e modernamente
modernamente remaquillad
remaquillado,o, véanse Sellar
Sellare,
e, 
«Em piricism
piricism and the Philosoph y o f Mind», parágraf
parágrafo (reimpreso en Science, Percep-  
o VI (reimpreso
 tion a n d Re
Real
ality
ity,,  Ro utledge and Kegan Paul, Londres,
Londres, 1963), y J. Bennett, Loche, Berk
B erke-
e-  
ley, Hume, Ox ford Un ivereity Press, Oxford, 1971 , parágraparágrafo fo 4.
17 E
 Ear
ariy
iy Works,  l,p . 152.
152.

LA METAFÍSICA DE DEWEY
D EWEY 1499
14

él era un «humilde psicólogo».


psicólogo». A lo largo de todatod a su vida, Dewey habría
de insistir en que los dualismos establecidos por po r el resto de los filóso-
fil óso-
fos se debían a que «erigían los resultados de un análisis en entidades
reales». Pero dar cuenta de la experiencia en términos no dualistas,
como el propio Dewey propuso, iba a significar
s ignificar una
un a verdadera vuelta a
die Sach selbst. Pese a que renunciase al uso del término «psicología»
 para
 pa ra su propio
pr opio «método
«mé todo filosóf
filo sófico
ico»,
», sus
sustitu
tituyénd
yéndolo
olo por
po r nociones
noci ones aún
más vagas como «el método científico en filosofía» y «el experime experimenta
nta
lismo en metafísica», nunca dejó de insistir en que se oponía op onía a quienes
quienes
erigían dualismos en la medida en que «dejaban de reconocer
reconoce r que la pri-
macía y la ultimidad
ultimidad de la experiencia
experiencia en bruto —primaria
—prima ria ccuando
uando se da

sin control
ción— alguno,
en una formaúltima cuando
posibilitada poradquiere mayor
las métodos pauta
y los y significa-
resulta
resultados
dos de la
experiencia
exper iencia reflexiv
refle xiva»1
a»18. Lo que sacaba de quicio a Hodgson
Hod gson en
e n la déca-
d éca-
da de 1880
1880 iiba
ba también a sacar de quicio a otra generación
gene ración de críticos
en la década de 1930
1930.. Dichos críticos
críticos dieron una calurosa bienvenida a
las sugerencias deweyan
deweyanas as en tomo
tom o a la causa de y al remedio para
p ara los
empirismos y racionalismos tradicionales, pero no pudieron ver qué
sentido tenían sus propios intentos «constructivos» de cara a articular
una jerga filosófica libre de dualismos, o su pretensión de tener un
método más «empírico» que sus adversarios.
Para finalizar esta inspección de la primera formulación programá-
tica y metodológica
m etodológica de Dewe Dewey, y, creo que, a partir
pa rtir de los pasajes citados,
citados,
 podem
 pod emos os ente
e ntende
nderr lo fácil que
qu e le había
hab ía sido, una
un a vez «desamar
«des amarrad
radoo del
hegelia
heg elianis
nismo
mo»1»19, haber hecho
hech o jus
justic
ticia
ia a la creencia
creenc ia que de joven
jov en abriga-
ab riga-
 ba, a saber, que
q ue la crític
cr íticaa que
qu e Kant, Hegel
Hege l y Green
Gre en hacía
h acían
n del empiris
emp iris--
mo era la clave para entender
entende r al hombre, y a su creciente desconfianza
en la filosofía
f ilosofía como visión
visi ón del universo
universo sub specie aetem
ae temit atis.  Su reso-
itatis.
lución del conflicto venía a decir: decir: ha de haber un punto de vista desde
el que contemplar
contemp lar la experiencia ate ateniéndonos
niéndonos a ciertos «rasgos genéri-
cos» que, una vez reconocidos, nos imposibilita una descripción de la
experiencia en términos tan engañosos como para generar dualismos

18  Ex
 Exper
perien
ience
ce a
and ,p..   15.
nd N a tu re ,p
19 La fras
frasee procede del ensayo autobiográfico «From Abso lutism to Experiment E xperimenta- a- 
lism», reimpreso
reimpreso en Bem stein,  op. c i t ,  p. 12. En la misma pági página,
na, De w ey comenta que 
«Jamáss se m e hubier
«Jamá hubieraa ocur
ocurrido
rido iigno
gnorar,
rar, y m ucho me nos desestimar, lo que un crític
críticoo astu
to en ocasiones llama “un nuevo descubrimiento”, que el contacto con Hegel ha dejado  
una profunda
profunda huella en m i pensamiento».

150
150 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

del tipofilosófica
sujetoobjeto o mentemateria, tópicos
vista insulsos desub
la contro-
versia tradicional. Tal punto de no estaría specie 
aetemitatis, puesto que haría precisament
precisamentee hincapié en la temporalidad
y la contingenci
contingenciaa que San Agustí
Agustín
n y Spinoz
Spinozaa intentaban exclui
excluirr recu-
rriendo al ttérmino
érmino eternidad.  Aun así, se asemejaría a la metafísica tra-
dicional como fuente de una matriz neutral para investigaciones veni-
deras. Tal metafísica naturalista establecería: «He aquí el verdadero
aspecto de la experiencia, tal como eraer a antes de que el análisis dualista
cumpliese su funesta misión».
misión». Una filosofía de tal índole nos permiti-
ría beneficiam
benef iciamosos de «la liberación y el desprendimiento
desprendimie nto sin pa
par»
r»220que
el joven Dewey hallaba en Hegel,
Hegel, al tiempo que nos impediría
impe diría caer en

la tentación
Algo así del «transcendentalismo
subyace al proyecto en elgermánico».
que Dewey se embarcó al escri-
 b
 bir
ir E
 Exp
xperien
eriencia na turaleza, hacer justici
cia y naturaleza, justiciaa por igual a Hegel y al «natu-
ralismo», y confío en que este examen retrospectivo del joven Dewey
ayude a aumentar
aumen tar la plausibilidad de las críticas que quiero pasa pasarr a hacer
de ese libro. La primera
prim era crítica,
crítica, de lo más general, se limita
lim ita a repetir la
acusación de Santayan
Santayanaa con arregl
arreglo o a la cual una «metafísica naturalis-
naturalis-
ta» es una
un a contradicci
contradicciónón en lo
loss términos.
términos. TaTall vez quepa form
formular
ular mejor
este punto,
punto, afirmando que n nadie
adie puede servir a la vez a Locke y a Hegel Hegel..
 Nadie
 N adie puede pretender
preten der dar cuenta «empírica
«empíricamenmente»
te» de algo llamado
llama do «la
total integridad de la “experiencia”», ni tomar dicha «unidad integral
como punto
pu nto de pa
partid
rtidaa del pensamiento filo
filosóf
sófico
ico»2
»21, si al mismo tie
tiem-
m-
 po conviene con
co n Hege
Hegell en que el pun
punto
to de par
partid
tidaa del pensam
pen samiento
iento fil
filo-
o-
sófico ha de ser obligatoriamente el momento dialéctico en el que nos
sentimos atados al período histórico qu quee nos ha tocado vivir, a los pro-
 blemas
 blem as de los hombres
hom bres de nuestr
nuestro
o tiempo. Sólo algu alguien
ien que piense,
piense ,
siguiendo a Locke, que podemos liberamos de nuestros problemas
diarios y proceder de acuerdo con un «método históri histórico
co liso y llano»
a la hora de examinar la emergenci
emergenciaa de experienci
experiencias as complejas a partir
de experiencias simples, habría escrito lo siguiente:
siguiente:

Es inn egable que el organismo fis ioló gico , incluye ndo su estr
estructu
uctura,
ra, tr
trá
á
tese del hombre o de animales de inferior
inferior escala, lucha por ada
adapta
ptarse
rse y hace 
hace  
uso d e la mater
materia
ia de car
cara
a a su conservación e n el p roceso vital. E l cerebro
cerebro y elel  
sistema nerv ioso son ante todo órganos destinados a la acción; desde un pun

20 «From Absolu tism to Experimentalism», p


p.. 10
10..
21  Exp
 Experie
erienc
ncee and
an d Natu
Nature,
re,  p. 9.

LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEW EY 151
to de vista biológ ico cabe afumar sin caer en una contradicc
contradicciónión que la exp e
riencia originaria
originaria tiene el carácte
carácterr de una correspo
correspondencia.
ndencia. D e ahahíí que, de no  
abrirse
abr irse una brecha en el continuo histó
histórico
rico y natura
natural,l, la experien
exp eriencia
cia cogn
cognitiva
itiva  
deba brotar
brotar de otro tipo de eexper
xperiencia
iencia no co gn itiv
itiva2
a222.

De nuevo, sólo alguien que piense que dando debida cuenta de los
«rasgos genéricos» es posible traspasar
traspasa r la frontera entre la fisiologí
fisiologíaa y
la sociología — entre los procesos causales y las creencias e inferencias
que posibilitan— habría
hab ría escrito el capítulo de E Exp
xperien cia y naturaleza  
eriencia
titulado «Naturaleza, vida y mentecuerpo» o habría intentado formu-
lar una jerga
jer ga aplicable igualmente a las plantas, a los sistemas nerviosos
y a los sistemas físic
fí sicos
os223. Pero este regreso
regre so a mo
modos
dos de pens
pe nsar
ar lockea
nos, bajo la égida de Darwin, traicionaba
tr aicionaba precisamente la intuición que
Dewey debía a Green:
Green: nada
nad a obtendremos de cara a enten
entender
der al hombre
si emparejamos los vocabularios en los que describimos los anteceden-
anteced en-
tes causales del conocimiento con aquéllos en los que justificamos
nuestras pretensiones de conocimiento. La metafísica naturalista de
Dewey confiaba
conf iaba en elimin
eliminar
ar los problem
problemas
as epistemológicos ofreciendo
una versión actualizada del «método histórico liso y llano» propio de
Locke. Mas lo que Green
Gree n y Hegel habían entendido, y lo que el propio
Dewey entendía perfectamente, excepto cuando se andaba por las
ramas haciendo «metafísica», era que podem
podemosos eliminar
elimina r loslos problemas
epistemológicos eliminando el supuesto por el cual la jus
justific
tificaci
ación
ón debe

estribar enPara
humanas. algoafirmar,
distinto como
de lasDewey
prácticas sociales
desea, y de las conocimien-
que adquirir necesidades
tos es solventar problemas, no es necesario hallar
hall ar «continuidades» entre
el sistema nervioso y las personas, o entre la «experiencia» y la «natu-
raleza». No es necesario justificar nuestra pretensión de saber, ponga-
mos por caso, cuál es la mejor manera de actuar, al igual que tampoco
es necesario señalar que las partículas que componen el cerebro están
actuando por sí mismas. En resumen, Dewey confunde dos maneras
distintas de rebelarse contra los
los dualismos filosóf
filosóficos.
icos. La primera con-
siste en señalar que el dualismo viene impuesto por la tradición y obe-
dece a razones culturales específicas. Esta es la manera propia de
Hegel, la que Dewey hace suya en su «examen empírico de los empi-
rismos». La segunda consiste en una descripción nodualista del fenó-

22 Ibíd., p. 23.
23 El tipo de jerga a la que Dew ey y B entley aspi
aspira
raban
ban en Kn
 Know
owin
ingg an
andd the Known.

152
152 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

meno que subraye la «continuidad entre los procesos inferiores y los


superiores
supe riores».
». Ésta
É sta es la manera
man era propia de LockeLocke:: la que le llevó
llevó a equi-
eq ui-
 para
 pa rarr todo
todoss los actos mentale
men taless con puras
pur as sensaciones
sensac iones,, abriendo
abrie ndo así
camino al escepticismo
escepticismo humeano. Fue F ue dicha equiparación la que moti-
vó el comentario de Kant, a saber, que mientras que Leibniz «intelec
tualizaba» las apariencias, «Locke hacía de todos los conceptos del
entendimiento
entendim iento algo sensible
sen sible»2
»244, la misma que
q ue llevó al pensami
pe nsamiento
ento ale-
mán a apartarse del «naturalismo» que Locke parecía representar. Su
reaparición en E Expe
xperien
riencia
cia y na turaleza  llevó a los
naturaleza los empiristas
empirista s lógicos a
acusar a Dewey de confundir cuestiones «psicológicas» y cuestiones
«conceptuales».
Dewey quería permanecer tan naturalinaturalista
sta como Locke y tan historicis
historicis
ta como Hegel. Dicho deseo no es del todo irrea irrealiz
lizabl
able.
e. Uno puede
p uede afirmar
afirm ar
con Locke que los procesos causales que tienen lugar en el organismo
humano bastan, sin ninguna intrusión de lo nonatural, para explicar la
adquisición de conocimiento (moral, matemático, empírico y político). Y
también puede afirmar, con Hegel, que la crítica racional de las pretensio-
nes de conocimiento siempre se lleva a cabo en términos de determinados
 problemas que los serseres
es humanos
humanos afrontan en determinada época. época. Ambas
líneas de pensamiento
pensamient o ni se intersecan ni se oponen.
oponen. Mantenerlas
Ma ntenerlas separadas
es precisamente lo que permite
perm ite hacer lo que Dewey que quería:
ría: impedir
im pedir la for-
mulac ión de los «problemas
mulación «pro blemas tradicionales de la epistemología».
epistemología». Pero tam-
 bién es
es lo que deja casi sin trabajo
trabajo a la «filosofía sistemática»
sistemática» o a la «meta-
física». Dewey nunca
física». nunc a llegó a convencerse de la cconveniencia
onveniencia de adoptar
adop tar una
actitud tipo Bouwsma, según la cual
cual la misión de la filosofía,
filosofía, como la de la
terapia, era hacer de sí misma algo obsoleto. De ahí que en Experiencia y  
naturaleza se propusiese mostrar la posib
posible
le función del descubrim
descubrimiento
iento de
los verdaderos «rasgos genéricos»
g enéricos» de la experiencia.
experiencia.
Para concretar algo más el sentido de esta crítica, examinemos el
tratamiento deweyano del problema mentecuerpo. Dewey pensaba
«solventar»
«solvent ar» este problema evitando la ordinariez y la paradoja del mate-
ma te-
rialismo y la teorización «acientífica» que brindaban los dualismos tra-
dicionales.
dici onales. La solución reside
reside en afirmar
afirm ar que
sentido; com o significado s inmediatos de  
los sentimientos están provistos de sentido;
los acaeceres y d e los objetos,
objetos, son sen saciones, o propiamente hablando, sen
propiamente hablando,  sen-- 
 sa..  Desprovistas de lenguaje, las cualidades de la acción orgánica que son
 sa

Kant, K
 Kri
ritik
tik d er rreinen
einen Vemunft,  A271 = B327.

LA METAFÍSICA
METAFÍSICA DE DEWEY
DEWE Y 1533
15
también sentimientos consisten en dolores, placeres, aromas, ruidos, tonali
dades, aunque sólo en potencia y por prolepsis.
prolepsis. Provistas de lenguaje, se dis
criminan
criminan e identifican. Más tarde
tarde se «reifican»; son
so n los ra
rasgos
sgos inm ediatos de 
las cosas. Dicha «reificación» no resulta de una milagrosa proyección del 
organismo o del alma en las cosas e xtem as, ni de una ilusoria
ilusoria adscripción de 
entidades psíquicas a las cosa
cosass físicas. Las
L as cualidades nunca estuvieron «en» 
el organismo; son siempre cualidades de las interacciones entre cosas ex
traorgánicas y org anism
an ism os2
os255.

Locuciones como «cualidades de las interacciones» sosiegan a


quieness no ven
quiene v en problema alguno
alguno del tipo mentecuerpo y crispan a quie-
nes sí lo hacen. Cuéntenos algo más de tales interacciones, exhortan
estos últimos: ¿Se trata de interacciones entre, por ejemplo, las perso-
nas y las mesas? ¿Lo marrón es mi interacción  con esta mesa y no,
como antes creía, el color de la mesa?  ¿Acaso Dewey no se limita a
decir que nadie sabría que
que la mesa era marrón
m arrón de no saber lo que la pala-
 braa «marró
 br «marrón»
n» signific
sig nifica?
a? ¿Equivale ello  a afirmar
afirm ar con Kant que no exis-
ten divisiones entre los objetos, o entre los objetos y sus cualidades, has-
has -
ta que se haya hecho uso de los conceptos para dotar de sentido a las
sensacione
sen saciones?
s? Mas ¿puede afirmarse algo así sin adquirir un com compromi-
promi-
so con el idealismo transcendental? ¿Hemos solventado el problem
problemaa de
la relación entre el yo empírico y el mundo material aall precio de volver
de nuevo a caer en las redes de un ego transcendental que constituye a
ambos?
Esta serie de preguntas retóricas dan fe de la exasperación que los
lectores de Dewey suelen sentir ante su intento de serse r un realista
rea lista defen-
sor del
del sentido
sentido común como Aristótel
Aristóteles
es y a la vez dar la impresión de
ser tan idealista como Kant y Green. Obviamente, en cierto   sentido,
Dewey coincide con Kant en que sólo un idealista transcendental pue-
de ser un realista empírico. Según pienso, dicho sentido es el que sig sigue:
ue:
Dewey creía que sólo quien haya roto con el empirismo humeano
siguiendo los pasos de Kant y Green,
Green, quie
quienn reconozca
reco nozca que las intuicio-
nes sin conceptos
conceptos son ciegas y jamás
jam ás hubo datos «puros»,
«puros», puede afir-a fir-
mar con fundamento que tanto las mesas como los torbellinos de áto-
mos incoloros «se dan» igualmente «en la experiencia». Esto es, Dewey
creía que lo que Sellars ha dado en llamar «la disputa entre la imagen
científica y la imagen manifiesta
ma nifiesta del hombre» sólsólo
o puede solventars
solventarsee

 Exper
 Ex perien
ience
ce a
and
nd Natu re,  pp
Nature,  pp.. 258 -259.

154 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

considerando los conceptos del sentido común, como «marrón»,


«horrendo», «doloroso» y «mesa», a modo de cualidades d dee cierto tipo
de interacción, y los conceptos científicos, tales como «átomo» y
«masa», a modo de cualidades de un tipo dist distinto.
into. Dewey quería deno-
minar
min ar «interacciones entre cosas extraorgánicas y organismos»
organismos» a lo que
Kant había llamado «constituci
«constitución
ón del mundo empírico
empírico mediante la sín-
tesis de intuiciones bajo conceptos». Pero también quería
que ría que esta locu-
ción naturalista aparentemente inocua tuviese el mismo nivel de gene-
ralidad y que hiciese las mismas proezas epistemológicas que el dis-
curso kantiano en tom o a la «constitución
«co nstitución de los objetos»
objetos» había llevado
llevado
a cabo. Quería que locuciones como «transacción con el entorno» y
«adaptación a las condiciones» fuesen simultáneamente naturalistas y
transcendentales, observaciones de sentido com
común ún en tomo
tom o a la percep-
ción y el conocimiento humano
hum ano visto tal como lo ve el psicólogo a la vez
que expresiones de los «rasgos genéricos de la existencia». De forma
que infló nociones como «transacción» y «situación» hasta que sonasen
a algo tan misterioso como «materia primigenia» o «cosaensí». H Hizo
izo
que pareciese que la mesa era realmente, no esa cosa fea y marrón en
cuyos bordes la gente tropezaba, ni tampoco unu n torbellino de partículas,
sino algo común a ambos: pura
pu ra potencialidad,
potencialidad, dispuesta a tansformarse
en una situación. En cierto modo, quería simplemente lo que ya había
querido en la década
déc ada de 1880
1880:: que la psicología y la metafísica
metafísic a fuesen
una. Pero la manera
ma nera de aunarlas consistía simplemente en sacar el voca
voca-
-
 bulario
 bulari o de los biólogos
biólog os evolutivos fuera del laboratorio, empleándolo
emp leándolo
 pa ra describir
 para des cribir todo
tod o aquello
aqu ello que pudiese
pudie se contar
co ntar como
co mo «Conocim
«Co nocimiento».
iento».
Puede dársele ese uso, claro está. Pero con ello no se solventa ningún
 problema,
 proble ma, como
com o tampoco
tam poco lo hace la «conversión» lockeana
lock eana de los con-
co n-
ceptos en «sensaciones».
«sensaciones».
Volviend
Volvi endoo al problema mentecuerpo, el pasaje que citaba, referen-
te a las cualidades secundarias
se cundarias en cuanto «cualidades de las interaccio-
nes de cosas extraorgánicas y organismos», lleva a uno a hacerse una
 pregun
 pre gunta
ta natural: ¿Qué
¿Qu é cualidades
cualid ades tienen
tie nen ambos
am bos tipos
tip os de cosas cuando
no están en interacción? Y en este punto Dewey nos encañona con el
naturalismo y el sentido común. Renunciando súbitamente al discurso
en tomo
tom o a «los
« los rasgos genéricos de la existencia»,
existencia», se nos dice que lo que
interactúa es la misma
mism a y entrañable
entrañable mesa y el mismo y entrañable cuer-
 po humano
hum ano del sentido común, o bienb ien dos torbellinos
torbel linos de partícula
partí culas,
s, o
cualquier otra descripción nogenérica que gustemos. Si, como Ryle,
Sellars, Wittgenstein y Heidegger, Dewey se hubiese limitado a mani-
festar que, para empezar, sin el modelo del conocimientoespectador 

LA METAFÍSICA DE DEWEY 155


155

 jam ás habría surgido el proble


problema ma mementec
ntecuerp
uerpo,
o, h
habr
abría
ía pisad
pisadoo terr
terreno
eno
firme y (según creo) no habría dicho más de lo preciso. Pero, una vez
más, Dewey no quería un mero diagnóstico
d iagnóstico escépti
escéptico,
co, sino también un
sistema metafísico arquitectónico
arquitectónico y constructiv
constructivo.
o. El sistema
s istema construido
en E
 Expe riencia y naturaleza  tenía resonancias idealistas, y su solución
xperiencia
del problema mentecuerpo parecía volver a invocar al ego transcen-
dental, dado que Dewey asciende a un nivel de generalidad
generalid ad simila
similarr al de
Kant y que su modelo de conocimiento es eell mismo: la constitución de
lo cognoscible mediante la cooperación de dos incognoscibles. Las
resonancias
resona ncias kantianas son eell destino d dee cualquier  tesis
 tesis sistemática acer-
ca del conocimiento humano que aspire a suplantar las tesis fisiológi-
cas de Locke y las tesis sociológicas
sociológicas de Hegel por algo aún más má s genéri-
co. La «ontología de la pluralidad de lo sensible» es el destino común
de todos los filósofos que traten de elaborar tesis acerca del problema
sujetoobjeto
sujetoobjeto,, o mentecuerpo
mentecuerpo,, con dicha cualidad genérica.
Hechas ya todas las crític
críticasas a la «metafísica naturalista» de Dewey
que había de hacer, me gustaría finalizar encomiando brevemente los
logros conseguidos por Dewey, a veces contra sus propias intenciones.
Dewey se dispuso a mostrar el daño que los dualismos filosóficos tra-
dicionales estaban infligiendo a nuestra cultura, y pensó que para hacer hacer- -
lo necesitaba
necesitaba un
unaa metafísic
metafísica,
a, una descripción de los rasgos genéricos de
la existencia que solventaría (o disolvería) los problemas tradicionales
de la filosofía, al tiempo que abriría nu
nuevas
evas vías de desarrollo cultura
cultural.
l.
Creo que logró conseguir
conseg uir este último objetivo, de mayor alcance; es uno
de los contados
contados filósofo
filósofoss de nuestro siglo con la suficien
suficiente
te imaginación
ima ginación
 para conceb
concebirir una cultu
cultura
ra conf
configur
igurada
ada siguiendo líneas distintas a las
habidas en Occidente durante los últimos últimos trescientos años. Su error
 —triv
 — trivial
ial y p
poco
oco sig
signif
nifica
icativ
tivo,
o, aaunq
unque
ue le hay
hayaa dedica
ded icado
do la ma
mayo
yoría
ría de
este ensayo— residía en la idea de que la crítica de la cultura había de
cobrar la forma de una redescripción de la «naturaleza», de la «expe-
riencia» o de ambas. De haber
hab er escrit
escrito
o un libro titulado N
 Naturaleza
aturaleza y cul
cu l
tura, destinado a reemplazar a Ex  Experien
periencia natura leza, podría haber-
cia y naturaleza,
se sentido
sentido capaz de olvidar los modelos aristotélico y kantiano y habe haberr
sido simplemente hegeliano durante todo el trayecto, como lo fúe en la

mayoría
Por serde sus otras (y mejores)
«hegeliano» entiendoobras.
aquí tratar los desarrollos culturales
(cuya preservación y protección, según Kant, era el cometido com etido de la filo-
filo -
sofía)) ssimplemente
sofía implemente como estadio
estadioss transitorios del Welt-Geist. Kant creía
que en la filosofía
filo sofía existían tres data inalter
 inalterables:
ables: 1) la física newto
newtoniana
niana
y la concepción resultante de una ciencia unificada y centrada en las

156 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

descripciones matemáticas de las microestructuras; 2) la conciencia


moral común
com ún de la Aleman
Alemania ia Nórdica Pietista; 3) el sentido de la exqui-
sitez,, de la liberación lúdic
sitez lúdicaa de los imperativos de la investigación cien-
tíficaa y de la concien
tífic conciencia
cia moral, que advi
advino
no con llaa conciencia estética de
dell
siglo xvra. La filosofía tenía por objeto preservar estos logros cultura-
les trazando divisorias entre ellos (preferiblemente, escribiendo un libro
independiente sobre cada uno) y mostrando cómo cóm o hacerlos compatibles
y «necesarios». La filosofía, para Kant, como lo había sido para Aris-
tóteles, era cuestión de trazar los límites que evitasen intromisiones
entre el conocimiento científico y la moral, entre lo estét estético
ico y lo cientí-
fico, etc
etc.. P
Por
or otro lado, para Hegel, la física newtoniana, la conciencia
contrita y el gusto por po r la arquitectura de jard
jardín
ín eran sólo breves episo-
dios en el desarrollo del espíritu:
espíritu: hitos que jalo
jalonan
nan el camino hacia una
cultura que abarque a todostodo s ellos sin separar los unos de los otros. Para
Dewe
De wey,y, sólo cabe vver
er en la búsqu
búsqueda
eda de la verdad, de la virtud
virtu d moral y
del arrobamiento estético actividades radicalmente distintas y poten-
cialmente en conflicto si uno concibe la verdad en cuanto «exactitud
representativa»,
representati va», la virtud moral en cuanto pureza de corazón y la belle belle-
-
za en cuanto «intencionalidad
«intencionalid ad sin propósito fijo». Dewey no cuestiona-
 ba la aadec
decuac
uación
ión de llaa des
descrip
cripció
ciónn que Ka
Kant
nt ha
hacía
cía de llas
as co
conce
ncepcio
pciones
nes
dieciochescas de tales cosas, pero cuestionaba con Hegel la necesidad
dieciochescas de tales cosas, pero cuestionaba con Hegel la necesidad
de detenerse en el siglo xvra.
Si abandonamos las distinciones kantianas, dejaremos
dejarem os de cr
creer
eer que

la filosofía
 plo, obt
obten ertiene
ener u na por
una teo objeto
teoría
ría de lasolve
solventar
re
relacntar
ión problemas
lación ent
entre
re la eexp filosóficos
xperi
erien
encia
cia sen(por
sensibleejem-
sible y el
conocimiento teorético que reconcilie a racionalistas y empiristas, o una
teoría de la relación entre la mente y el cuerpo que reconcilie a mate-
rialistas y a pansiquistas). Pensaremos que tiene por po r objeto dejdejar
ar de lado
las distinciones que, en primer lugar, lugar, perm
permitieron
itieron la formu
formulación
lación de los
 problem
 pro blemas.as. Co
Como mo ant
antes
es sugería
sugería,, Dewey no fue tan ta n bbuen
uenoo a la hohora
ra de
disolver problemas como lo fueron los seguidores del primer o del
segundo Wittgenstein,
Wittgenstein, aunquaunquee tenía en mente un objet objetivo
ivo de más largo
alcance.
alcanc e. D
Deseab
eseabaa realizar un bosquejo de una cultura que cesase de dar
lugar una y otra
otr a vez a nuevas version
versioneses de los viejos problemas, d dejan-
ejan-
do de establecer las distinciones entre la Ve Verdrdad
ad,, la Bo
Bondad
ndad y la Belle-
za que los engendraban.
A la
l a hora de acometer esta tarea de mayor alcance, su principal ene-
migo era la ideideaa de Ver
Verdad
dad en cuanto exactitud represent
representativa,
ativa, idea a la
que más tarde harían
h arían frente He Heidegg
idegger,
er, Sartre y Fouc
Foucault
ault.. Dewey esta-
 ba conve
convencid
ncidood dee que si pod
podía
ía da
darr al traste con d dich
ichaa idea, si el co
conocí
nocí

LA METAFÍSICA DE DEWEY 157


157

miento científico
cientí fico podía entenderse en términos de ad adaptación
aptación y de con
frontamiento y no de copia, quedaría patente la continuidad entre la
ciencia, la moral y el arte. Dejaríamos de preguntam
pregun tamosos por la «pureza»
de las obras de arte o de las experiencias que tenemos de ellas. ellas. A
Acoge-
coge-
ríamos ideas como la de Derrida, conforme a la cual el lenguaje no es
un mecanismo de representación de la realidad, sino una realidad en
cuyo seno vivimos
vivimos y nos movemos. Acogeríamos
A cogeríamos los diagnósticos de la
tradición filosófic
filos óficaa que Sartre y Heidegger nos proc
procuran:
uran: la filosofía en
cuanto intento de escapar del tiempo hacia lo eterno, de la l a libertad hacia
la necesidad,
necesidad, de la acción hacia la contemplación. Veríamos las ciencias
sociales no como intentos desesperados e infructuosos de imitar imi tar la ele-
gancia,
ganci a, la certeza
ce rteza y la neutralidad
neutralidad axiológica del físico, sino como suge-sug e-
rencias de cara a convertir las vidas humanas en obras de arte. Enten-
deríamos la física moderna tal como la entienden Snow —como el
mayor logro
logro humano del siglo—
siglo— y Kuhn, como un episodio más dentro
de una serie de crisis
crisis y de entreactos calmos,
calmos, de una
un a serie que jam
jamásás ter-
minará con «el descubrimiento de la verdad»,
verdad», la representación
representació n final y
exacta de la realidad.
Para acabar,
acabar, podríamos dejar de cobijamo
cobi jamoss bajo la som
sombra bra de la idea
kantiana de que se necesita algo denominado «metafísica de la expe-
riencia» como «base filosófica» de la crítica de la cultura, para damos
cuenta que la crítica de la cultura que realiza el filósofo
filóso fo no es más «cien-
tífica», «fundamental» o «profunda» que la de los líderes sindicales, los
críticos literarios o los estadistas eméritos. Los filósofos dejarían de
 pare cer espectadores
 parecer espec tadores de toda
tod a época y de la eternid
et ernidad
ad o (como
(co mo los cie
cien-
n-
tíficos sociales) malas copias de las ciencias físicas, dado que ya no
veríamos en los propios científicos espectadores o representadores.
Cabría ver en los filósofos gentes ocupadas en la historia de la filosofía
y en los efectos contemporáneos de las ideas que se ha dado en llamar
«filosóficas»
«filosó ficas» sobre el resto de la cultura, de los restos de las tentativa
tentativass
de describir «los rasgos genéricos de la existencia».
existencia». ÉÉsta
sta es una empre-
emp re-
sa modesta y limitada, tan modesta como el labrado de la piedra o el
hallazgo de partículas más elementales. Pero en ocasiones consigue
grandes logros, y la obra de Dewey es uno de éstos.
éstos. Su gran
grandeza
deza no resi-
de en quedenos
genéricos proporcioneo de
la naturaleza, unala experiencia,
representación
o deexacta
la cu de los
cultura,
ltura, o derasgos
ccual-
ual-
quier otra cosa, sino en sus provocativas sugerencias sobre cómo des-
 prende
 pre ndemo
moss de nuestro
nuestr o pasado
pas ado intelectual
intelect ual y cómo trat
tratar
ar este últim
últimoo a
modo de material para una investigación lúdica y no como algo que q ue nos
impone deberes y responsabilidades. La obra de Dewey nos ayuda a

158
158 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

descargamos del espíritu de seriedad  del que tradicionalmente carecen


los artistas y cuya preservación
preservación supuestamente
supuestamente corre a cargo de los ffiló-
iló-
sofos. Pues el espíritu de la seriedad sólo puede existir en un mundo
intelectual en el que la vida huma
humanana representa el intento de alcanzar un
fin allende de sí, una huida de lo temporal hacia lo eterno. La concep-
ción de un mundo así aún pervive en nuestra educación y en nuestro
habla común, por no aludir a las actitudes de los filósofos ante su pro-
 pio
 pi o trabajo. Pero Dew
Deweyey hizo todo lo que pudo
pud o pa
parara libram
lib ramos
os de ella, y
no deberíamos incriminarle
incriminarle por caer en la misma enferm
enfermedad
edad que tra-
taba de curar.
 

6. LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO 


DE ESCRITURA:
ENSAYO SOBRE DERRIDA

He aquí una manera de enfocar la física: hay algunas cosas invisi-


 bles que form
forman
an pa
parte
rte de todo lo dem
demásás y cuy
cuyaa conduc
co nducta
ta dete
determin
rminaa la
actividad del resto de las cosas. La física es la búsqueda de una des-
cripción precisa de esas cosas invisibl
invisibles,
es, y su procedimiento
procedim iento consiste en
hallar explicaciones cada vez mejores de lo visible.
visible. C
Con
on el tiempo, por
medio de interpretaciones microbiológicas de lo mental y gracias a
interpretaciones causales de los mecanismos del lenguaje, podremos
entender las mismas verdades acerca del mundo que acopia el físico a
modo de transacción entre dichas cosas invisibles.
Y he aquí otra: los físicos son hombres dedicados a hallar nuevas
interpretaciones del Libro de la Naturaleza. Tras cada
cad a período pedestre
de ciencia normal, idean un nuevo modelo, una nueva imagen, un nue- nu e-
vo vocabulario, para pasar a anunciar el descubrimiento del verdadero
significado del libro. Pero, claro está, nunca es así, como tampoco cabe
descubrir el verdadero significado de la obertura Coriolano, de la D un- 
 Dun-
ciada , de la Fenomenologí
Fenomenología a del espíritu  o de las Inv
de l espíritu  Investiga
estigacion
ciones
es filo
fil o s ó
 fica
 fic a s . Lo que los hace ser físicos es que sus escritos son comentarios de
los escritos
escritos de anteriores intérpretes de la Natura
Naturaleza
leza y no el que
q ue de un
modo u otro «estén hablando de lo mismo», del invisi invisibili a D ei sive natu- 
bilia
rae hacia el que sus investigacio
investigaciones
nes convergen imperturbablemente.
He aquí una manera
maner a de entender lloo bueno y lo malo: la conciencia
moral común alberga determinadas intuiciones relativas a la igualdad,
la justicia
justicia,, la
l a dignidad huma
humana
na y a cosas por el estilo, que es necesario
explicitar formulando principios, como los que cabe emplear a la hora
de promulgar leyes. Meditando sobre casos problemáticos y haciendo
abstracción de las diferencias entre nuestra cultura (europea) y las
demás, podemos formular principios cada vez mejores, principios cuya
correspondencia
corresponden cia con la mismísima ley moral es cada vez más estrecha
estrecha..

[159]

160
160 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Y he
tienen aquí más
suerte, otra: cuanto
 frém más perviven
esis  pueden adquirlos
adquirir, hombres
ir, m
más o las culturas,
ás sensibilidad si
hacia los
demás, una tipología más esmerada de cara a describir a sus prójimos y
a sí mismos. Mezclarse
M ezclarse con los demás sirve de ayuda; ayuda; tamb
tambiénién lo hace
la discusión socrática; pero desde la época de los románticos, nuestra
mayor ayuda han sido los p poetas,
oetas, los novelistas y los ideólogos. Desde
que la Fenom
Fenomenologí
enología a de
d e espíri tu nos hizo ver la historia, no sólo de la
es píritu
filosofía, sino ddee toda Europa, como fragmentos de un Bildun  Bildungsro
gsrom an,, 
m an
ya no nos afanamos por conseguconseguir ir un conoci
conocimiento
miento moral en forma de
episteme. Antes bien, hemos entendido las autodescripciones de Euro-
 pa y de noso
nosotros
tros mism
mismos,os, no como algo ordenaordenadodo con arreglo
arreg lo a una
temática, sino como dibujos de un tapiz que seguirán tejiendo tras nues-
tra muerte y la de Europa.
Europa.
He aquí una manera de enfocar la filosofía: desde un principio, la
filosofía
filoso fía se ha ocupado de la relación entre el pensamipensamiento
ento y su objeto,
objeto,
entre la representación y lo representado.
representado. Los diversos tratamientos del
antiguo problema de la referencia de lo inexistente, por ejemplo, han
sido insatisfactorios por cuanto no distinguían cuestiones estrictamente
e strictamente
filosóficas acerca del significado y la referencia de cuestiones ajenas
motivadas por inquietudes científicas,
científicas , éticas y reli
religiosas.
giosas. CCon
on todo, tras
el debido aislamiento de dichas cuestiones, podemos concebir la filo-
sofía como un campo cuyo centro es una serie de cuestiones acerca de
las relaciones existentes entre las palabras y el mundo. La reciente (y
 pur ificado
 purific adora)
ra) trans
transición
ición desde
d esde el dis
discurso
curso sobre ideas al discu
discurso
rso sobr
sobree
significados ha disipado el escepticismo epistemológico que motivaba
la mayoría de la filosofía pretérita. Ello ha confinado a la filosofía en
un área de investigación mucho más restringida, pero también más
consciente de sí, más rigurosa y más cohe coherente.
rente.
Y he aquí otra: la filosofía partió de una confusa combinación de
amor a la sabidur
sabiduría
ía y am
amoror y afición a la polémic
polémica.
a. Nació con la idea
 platónic
 pla tónicaa por la cual el rrigo
igorr de la argum
argumenta
entación
ción matem
ma temátic
áticaa ponía
poní a de
manifiesto (y podía servir de correctivo para) las pretensiones de polí-
ticos y poetas. Con el cambio y la expansión del pensamiento filosófi-
co, inseminado de ese eros ambivalente, germinaron retoños que echa-

ron raíces
ficaron
ficaro pode
por
n más r sílosol
solos.
os.Platón
que Tanto soñara.
la sabiduría
soñara.HHabida
abidacomo la polémica
cuentapolémic a se diversi-
de complicaciones
decimonónicas como el Bildun
 Bildungsro
gsrom an , las geometrías noeuclídeas, la
m an,
historiografía ideológica, el dandy literario y el político anarquista, no
es posible aislar la filosofía de forma que ocupe un lugar propio, que
tenga un objet
objetoo propio o que proceda con arreglo a un método prop propio
io..

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 161

 Ni siquiera
siqui era(pues
académico pode
p odemo
(pu es moss bu
antesbuscscar
ar la esencia
tendríamosesen ciaescoger
que de la filoso
filo sofía
fíacuyo
el país en cuanto
catálogoFach
de 
universidades hemos de examinar). Las escasas definiciones escolásti-
cas de «filosofía» debidas a los propios filósofos se reducen a trucos
dialécticos, destinados a excluir del campo
campo de honor a quienes tienentien en un
 pedigrí
 ped igrí no reconocido.
reconoc ido. Pero únicamen
únic amentete pod
podem
emosos ide
identi
ntific
ficar
ar a «los
filósofos» del mundo contemporáneo tomando nota de quienes se dedi- d edi-
can al comentario de ciertas figuras históricas. La «filosofía», en e n cuan-
to rótulo de un sector de la cultura, se reduce tan sólo a «un discurso
sobre Platón, San Agustín, Descartes, Kant, Hegel, Frege, Russell... y
gente de esta suerte».
suerte». La
L a mejor manera de entender la filosofía es como
género de escritura.
escritura. Sus límites,
límites, como los de cualquier género literario,
literario,
no vienen
viene n impuestos por la forma o la materia, sino por po r la tradición: una
novela cuyos
cuyos personajes son, digamos, el Padre Parménides, el viejo y
honesto Tío Kant
Kan t y el hermano díscolo Derrida.
Existen, pues,
pues, dos maneras
mane ras de enfocar
enfoc ar cosas muy diversas
diversas.. MiM i for-
mulación ha hecho de ellos mementos de las diferencias entre una tra-
dición filosófica que, poco más o menos, tuvo su origen en Kant, y otra
que, poco más o menos, partió de la Fenomenología de Hegel. La pri-
mera de ellas concibe la verdad como una relación vertical entre la
representación y lo que representa.
representa. La segunda
se gunda lo hace horizontalmen-
horizontalme n-
te, como la reinterpretación
reinterpretación que culmina la reinterpretación que nues-
tros predecesores hicieron de la reinterpretación que dieron sus prede-
cesores... y así sucesivamente. Dicha tradición no se pregunta por la
relación entre las representaciones y lo que no representa, sino por la
 posible interrelació
interre lación
n de las representac
representaciones.
iones. No se trat
trataa de una
un a dife-
rencia entre teorías de la verdad como «correspondencia» y como
«coherencia», si bien las teorías así llamadas expresan parcialmente
esta contraposición.
contraposición. Antes bien, se trata de una diferenc
diferenciaia en lo tocante
a la verdad
verdad,, la bondad y la b belleza
elleza en cuanto objetos eternos
eterno s que tra
trata-
ta-
mos de ubicar y revelar
revelar,, y a su status como artefactos cuyas líneas fun-
damentales hemos de revisar con frecuencia. La primeraprime ra tradición hace
de la verdad científica la mayor
mayor preocupación filosófica
filosó fica (y hace caso
omiso de la idea de la inconmensurabilidad de las cosmovisiones cien-
tíficas). Se pregunta en qué medida otros campos de investigación se
ajustan al modelo de la ciencia.
ciencia. La segunda tradición con considera
sidera la cien-
cia como un sector
se ctor más de la
l a cultura (sin ning
ningún
ún privilegio o interés par-
ticulares), el cual, como todos los demás, sólo tiene sentido visto desde
una perspectiva históric
histórica.
a. La
L a primera se complace en presentarse como
una tentativa científica, sin rodeos y con los pies en el suelo, de com

1622
16 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 pr ender
 prend er debidam
debi damente
ente las cosas. La seg
segund
undaa nece
n ecesita
sita presenta
pres entarse
rse obli-
cuamente, sirviéndose de multitud de palabras ajenas y de tantas alu-
siones y de citas como sean p posibl
osibles.
es. Los filósofos neokantianos como
Putnam, Strawson
Strawson y Rawls disponen de argumentaciones y tesis conec-
tadas con las de Kant mediante una serie de transformaci
transformaciones
ones abierta-
mente «purificadoras», transformaciones que, que, según se piensa, propor-
cionan enfoques cadacad a vez más claros de problemas perpetuos. Para los
filósofos no kantianos no hay problemas perpetuos, con la posible
excepción de la existencia de los kantianos. Filósofos no kantianos
como Heidegger y Derrida son figuras emblemáticas que no sólo no
solventaron problemas, sino que tampoco disponían de argumentos o
de tesis.
tesis. Su parentesco cocon
n la tradición
tradición no reside en temáticas o mé méto-
to-
dos comunes
comu nes sino en el «aire
«aire de familia» que emparen
emparentata a los comenta-
comen ta-
dores recién llegados de una secuencia integrada
integrada por comentadores
com entadores de
comentadores con miembros más antiguos de la misma secuenci secuencia.a.
Para entender a Derrida, hemos de ver en su obra el último estadioestadio
de esta tradición no kantiana, dialéctica:
dialéctica: el último intento de los dialéc-
dialéc -
ticos de acabar con la imagen que los kantianos tienen de sí mismos
como filósofos
f ilósofos que representan fielmente el verdadero
verdadero modo de ser de
las cosas.
cosas. Derrida
De rrida habla mucho del lenguaje y se siente
siente tentado a defi-
de fi-
nirse como un «filósofo del lenguaje» cuya obra podríamos comparar
 provecho
 prove chosame
samente
nte con otra
otrass investigac
investigaciones
iones en tomo
tom o a las relaci
relaciones
ones
entre el lenguaje y el mundo. Pero induciría
induciría a menos errores afirm
a firmar
ar que
sus escritos sobre el lenguaje
leng uaje son tentativas de cara a mostrar
mos trar la incon-
veniencia de toda filosofía del lenguaje '. En
E n su opinión, el lenguaje es
el último refugio de la tradición kantiana,
kantiana, de la idea de que existe algo
algo
eternamente presente ante la mirada humana
hum ana (la estructura del univer-
so, la ley moral,
moral, la natural
naturaleza
eza del lenguaje)
lenguaje) y que
q ue la filosofía
filo sofía nos per-
mite ver
ve r con mayor clarida
claridad.
d. La «filosofía de lenguaje» es ilusoria por 

1 Con rresespe
pect
ctoo a llaa rel
relac
aciión de
de De
Derr
rriida con llaa fi
filo
losof
sofía
ía del
del llen
engu
guaj
ajee cont
contem
empo
porá
ráne
nea,
a, 
y en par
parti
ticula
cularr con
co n W ittgenstein, véase el prefacio de N ew ton Garver a la obra de Jacques 
Derrida, Speech andPhenomenon, a nd Others Essays in Hus serl’ss Theory ofS igns ,  tra
Husserl’

ducción
ridaade
«Derrid
«Der on David B. Allison,
Rousseau ritNorthwestern
on W riting»,
ing», Jo
 Jour
urna University
nall ofP
ofPhi
hilo loso
so ph Press, Evanston,
y,  74 (19
phy, 77), pp. y su artículo
pp. 663-673; véa
 

se también Maqorie Grene, «Life, Death and Language Language:: Som e T houghts on Wittgenst
Wittgenstein
ein 
and Derrida»,
Derrida», en Ph
 Philo
iloso
soph
phyy in a nd ou to
tofE ro pe,,   University o f Calif
fE u rope California
ornia Press, Berke- 
ley/Los Á ngeles: 1976, pp. 142-15 4, y el debate entr entree John
John Sear
Searle
le y Derr
Derrida
ida en los dos 
primeros
primeros volúm enes de Glyph; Richard Rorty, «Derri «Derrida da on Language,
Langua ge, Be ing and Abnor
Abn or
mal Philosophy», Jo Jour
urna
nall ofP
ofPhil
hilos
osop hy,,  74 (1977), pp.
ophy pp. 671-681.

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 163

kantiana,
la misma
como algorazón
más que
que lo
unes la filosofía:
género la filosofía
de escritura. Según Derrida, laelfilosofía
intento
(propio de nuestro
nuestro siglo
siglo)) de purifica
puri ficarr la teoría general kantia
kantiana
na sobre la
relación entre las representaciones y sus objetos transformándola en
filosofía
filoso fía del lenguaje ha de contrarrestarse hacien haciendo
do de la filosofía
filosof ía algo
todavía más impuro: algo menos profesional, más m ás divertido, más lleno
de alusiones, más provocativo y, y, sobre todo, más «escrito». Así pues, su
actitud,
act itud, por
po r ejemplo, hacia la minitradición
mini tradición que se extiende desde Fre
ge a Davidson,
Davidson, coincide con c on su actitud hacia el tratamiento husserliano
del lenguaje. A grandes rasgos, con arreglo a dicha actitud, la mayor
 parte
 pa rte del interés de nuestro
nuestr o siglo po
porr la filo
filoso
sofía
fía del lenguaje
len guaje equivale a
una filosofía kantiana in extremis, un  u n último y desesper
d esesperado
ado intento de
llevar a cabo a escala patéticamente reducida de lo que Kant (y, antes
que él, Platón) trató de hacer a gran escala: demostrar cómo la verdad
atemporal puede alojarse en un medio espaciotemporal, regularizar la
relación entre el hombre y el objeto de su búsqueda exponiendo su
«estructura», congelando la sucesión histórica de reinterpretaciones,
sonsacando la estructura
estruc tura de toda interp
interpretación
retación posible.
posible.
Por tanto, Derrida tiene poco que decimos acerca del lenguaje y
mucho acerca de la filosofía. Para habérselas con su obra, podríamos
imaginárnoslo contestando a la siguiente pregunta: «Dado que la filo-
sofía es un género de
d e escritura,
escritura, ¿por qué cuesta tanto re
reconocerlo?»
conocerlo?» En
su obra, esta pregunta cobra una forma algo más concreta: ¿En qué
consiste escribir  los
deben pensar que consiste  los filósofos que ponen objeciones
objeciones a
una caracterización de su trabajo que tan ofensiva les parece? Mientras
que Heidegger, la gran figura paterna de Derrida, füe el primero en
«emplazar» (o, si se prefiere, en «transcender» o «castrar») a Hegel
dando una caracterización histórica del del historicismo hegeliano, Derrida
Derrid a
desea «emplazar» (o lo que fuere) a Heidegger explicando su descon-
fianza
fian za hacia la escritur
escritura.
a. Cierto es que Heidegger
Heidegge r escribió mucho, pero
siempre (tras el «giro») con el propósito de apremiamos a permanecer
callados y a la escucha de un único verso, del propio logos  griego.
Derrida sospecha de la preferencia heideggeriana
heideggeriana por la simplicidad y
el esplendor del sermón pronunciado desde la montaña, como sospecha
de su desprecio
desprecio por la nota a pie de página
págin a garabateada en lo hondo del
calabozo. Según piensa, dicha preferencia delata una fatal infección
kantiana, la «metafísica» platónica «de la presencia». Pues es caracte-
rístico de la tradición kantiana, independientemente de cuánto deje
escrito, negar que la filosofía haya de ser  «escrita»
 «escrita» en mayor medida
que cualquier otra ciencia. La escritura es un mal necesario; lo verda-

164
164 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO

deramente imprescindible es mostrar, demostrar, hacer ver, poner de


manifiesto, poner
p oner a nuestros interloc
interlocutores
utores en una posición óptima para
contemplar el mundo. La teoría de las idea ideascopias
scopias,, la teoría del cono
cimientoespectador
cimiento espectador,, la idea de que la «comprensión de las representa-
ciones» constituye el núcleo de la filosofía, expresan la necesidad de
substituir la epifanía porpo r el tex
texto,
to, de «ver a través» de la representación.
En la ciencia madura, las palabras con las que el investigador «consta-
ta» sus resultados han de ser tan conci concisas
sas y transparent
transparenteses como sea posi-
 ble. Heidegger
H eidegger,, auaunque
nque se enfr
enfrenta
enta resue
resueltam
ltamente
ente a este ha
hazz de id
ideas,
eas, y
en particular
partic ular a la idea de «proyecto de investigación» como mo modelo
delo del
 pens
 pe nsar
ar fi
filos
losófi
ófico
co,, aca
acaba
ba su
sucum
cumbien
biendo
do a la m
mism
ismaa nosta
nostalgia
lgia ppor
or la ino
ino--
cencia y el laconismo de la palabra hablada. hablada. Su empleo de metáforas
auditivas
audi tivas en lugar de metáforas visuales —prestar oídos a la voz del Ser
en lugar de ser espectador de dell tiempo y la eternidad— era, según Derri
da, sólo un truco.
truco. El anhelo kantiano
kantiano de poner ffinin a la filosofía solv
solven-
en-
tando todos sus problemas, poniendo cada cosa en su sitio, y el anhelo
heideggeriano de Gelassenheit  y Unverborgenheit , son una y la misma
cosa. Para unos y otros, el verdadero objetivo de la escritura filosófica
es poner punto final a la escritura. Para Derrida, la escritura aboca a
espacios cada vez mayores de escritura, al igual que la historia no con
duce al Conocimiento Absoluto o la Lucha Final,Final, sin
sinoo a una
un a sucesión
crecientee de hist
crecient historia.
oria. L
Laa concepción de la verdad propia de la Fenome
nología, a sabe
saber,
r, la verdad como aquello que alcanzamos reinterpretan-
do todas las reinterpretaciones de reinterpretaciones previas, sigue per-
sonificando el ideal platónico de una Representación Última, de la
interpretación que por fin es la correcta. Derrida desea conservar el
carácter horizontal
horizontal de la noción hegeliana de filosofía dejando a un lado
su teleología,
teleología, su orientación a una meta, su seried
seriedad.
ad.

II

Hasta ahora me he limitado a ubicar a Derrida en el espacio


espacio ffilosó-
ilosó-
fico. Seguidamente quiero centrarme en algunas de sus observaciones
en tomo
 pre
 pregun
guntata a«¿Qu
la escritura,
«¿Qué con
é es lo que la intención
pensa
pensarán desofos
rán los filó
filósofclarificar su ritura
os de la esc respuesta
escritur a pa ra aque
para la
les ofenda
ofend a la ccaracteriza
aracterización
ción de su trabajo com
comoo tal escrit
escritura?».
ura?». Su res
res-
-
 puest
 pu estaa es, poco mmás
ás o me
menos,
nos, que los ffilós
ilósofo
ofoss piensan
pien san qu
quee la escr
escritura
itura
es un medio
med io para representar hechos y que cuanto más revele su carác-
ter «escrito»
«escrito» — —cuanto
cuanto más enturbi
enturbiee lo que representa y cuanto m más
ás se

LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CUANTO
CUA NTO GÉNERO DE ESCRITURA
ESCRITURA 1655
16

ocupe
der, sude su relación
modo de dar con los escritos
cumplidaescritos dede
cuenta otros
otros—
esta—respuesta
, peor
peo r será.
será.
nosA ayudará
mi
m i enten-
a
entender por qué escribir sobre la escritura es de utilidad para «decons-
truir» la manera kantiana de ver las cosas. Para empezar, examinemos
el siguiente pasaje:

Hay, por lo tanto, una escritura buena y una mala: la buena y natural, la  
inscripción divina en el e l corazón y el alma; la perversa y artificiosa,
artificiosa, la técnica, 
exiliada en la exte
exteriori
rioridad
dad del cuerpo. M odifica ción int interi
erior
or al esquem a pla
tónico,
tón ico, escritura del alma y escri
escritura
tura del cuerpo,
cu erpo, escritura del adentro y esc ri
tu
tura
ra del afuera,
afuera, escrit
escritura
ura de la conc iencia y escr
escritur
ituraa de las pasio nes, así com o 
existe una voz del alma y una voz del cuerpo [...]. [...].
La buena escritur
escrituraa si
siempre
empre fue comprendida. Comprendida com co m o aquello
aq uello 
m ism o que debía ser comprendi
comprendido: do: en e l inte
interi
rior
or de la natural
naturaleza
eza o de una ley 
natura
natural,l, crea
creada
da o n o, pero pensada ante todo en una presen presencia
cia ete
eterna
rna.. Co m
prendida,
prend ida, por lo tanto,
tanto, en el int
interi
erior
or de una totalidad
totalidad y envuelta en un volum
v olum en 
o un libro. La idea del libro es la idea de una totalidad, finita o infinita, del sig s ig
nificante;
nificante; esta totali
totalidad
dad del ssignificante
ignificante no pu ede ser lo q ue es, una tota
totali
lidad,
dad, 
salvo si una total
totalidad
idad de significado constituida llee preexiste, v igila su inscrip
ción y sus sign os, y e s independiente de ella en su ideal idealidad.
idad. La iidea
dea del lib
libro,
ro, 
que remite siempre a una totalidad natural, es profundamente extraña al sen
tido de la escri
escritur
tura.a. [...]
[...] Si distinguimos el texto del libro, diremos
diremos qqueue la des
trucción del libro,
libro, ttal
al com o se anuncia, descubre la superficie del tex to 2.

Pensemos que, en pasajes como éste, Derrida


Pensemos Der rida trata de crear un nu
nue-
e-
vo referente para la escritura: no el mundo, sino los textos. Los libros
narra n la verdad de las cosas.
narran cosas. Los textos comentan
come ntan otros textos, y debe-
ríamos cejar en nuestro empeño de d e evaluar loslos textos según la exactitud
de su representación:
representación: «la« la lectura [...
[...]] no pued
puedee legítimamente
legítimamen te transgre-
transgre -
dir el texto hacia otra cosa que él, hacia un referentreferentee (realidad
(realidad metafísi-
ca, histórica, psicobiográfica, etc.) o hacia un significado fuera de tex-
to cuyo contenido podría tener tene r lugar,
lugar, habría podido tene tenerr lugar fuera de
la lengua, es decir,
decir, en el sentido que damos aquí a esta palabra, fuera de la
escritura en general [...].
[...]. No hay nada fuerafu era del texto»3
texto »3.. Derrida
Derr ida consi
co nsidera
dera
que la necesidad de superar «el libro» — la idea de un fragmento escri-
to cuyo objetivo
objetivo es un tratamiento preciso de cierta materia y que porta
un mensaje que (en circunstancias más óptimas) podría haber sido

2 Der
Derri
rida,
da, O f Grammat ology,,  traducción al inglés de Gayatri Chakravorty Spivak,  
Grammatology
Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1976, pp. 17-18. Traducción al español de  
Óscar del Barco y Conrado Ceret
Ceretti,
ti, Siglo XX I, Bu
Bueno
enoss Aires, 1971, p. 24.
3 Ibíd.
Ibíd.,, p. 158; p. 202 de la traducción
traducción españ
española.
ola.

166
166 CONSECUENCIAS DEL PRAGNLATISMO

transmiti
transmitido
cimiento do enpor
poelrcerebro—
definición justifica
oste
ostensiva
nsivasuo por
po r introducción
empleo directa
de cualquier de cono-
texto en la
interpretación de otro. Lo más escandaloso de su obra —incluso más
escandaloso,
escandalos o, aunque
au nque no más cómiccómico,o, que su interpretación sexual de la
historia de la filosofía— es su uso de jueg juegosos multilingüísticos
multilingüísticos de pala-
pal a-
 bras, de etimologías
etim ologías chistosas,
chistosa s, refer
referenc
encias
ias desde
desd e dondeq
don dequie
uiera
ra hasta
has ta
dondequiera
dond equiera y triquiñue
triquiñuelaslas fónicas y tipográficas. Se diría que de veras
 piensa
 pie nsa que el hecho
hech o de que, por po r ejemplo,
ejemp lo, «Hegel»
«Heg el» suene en francés
como «aigle», es importante de cara a comprender el pensamiento de
Hegel. Pero Derrida no quiere comprender los libros de Hegel; quiere
 jug
 ju g a r con él. No qu
quiere
iere escrib
es cribir
ir un libro
lib ro ac
acerca
erca de la nat
naturale
uraleza
za del len-
le n-
guaje;; quiere juga
guaje ju garr con textos de otras
otras personas que creían haber estado
escribiendo sobre el lenguaje.
lenguaje.
En este punto cabe imaginar a filósofos seri serios
os de ambos lados del del
Canal murmurando acusaciones
acusaciones de «idealismo».
«idealismo». Los filósofos kantia-
nos temen sobremanera cierto riesgo para la salud relacionado con su
trabajo: el filósofo, tras una extenuante investigación sobre nuestra nues tra rela-
ción con el mundo, puede perder a la vez sus nervios, nervios, su razón y su mun-
do. Ello se debería a su ensimismamiento en un mundo de ideas, de
representaciones, e incluso, Dios nos salve, de textos. Para no dejamos
caer en esta tentación,
tentación, nos
no s aconsejan los filósofos kantianos, debemos
tener presente que sólo un idealista transcendent
transcendental al puede ser un realis-
ta empírico. Sólo el hombre que comprende la relación entre la repre-
sentación y lo representado
representado — —aa la manera ardua pero científica y rigu-
rosa del epistemólogo del siglo pasado y del filósofo del lenguaje del
siglo presente— puede ser estrictamente transcendental. Pues sólo él
 puede
 pue de repres
rep resenta
entarr exact
exactamen
amente
te el propio rep
represe ntar.. Sólo dicha des-
resentar
cripción transcendental
transcendental y precisa de la relación de representación pue- pu e-
de mantener en contacto SujetoSujeto Cognoscente y Objeto,
Objeto, palabra y m mun-
un-
do, científico y partícula, filósofo moral
m oral y ley,
ley, filosofía en sí y realidad
en sí.
sí. Así pues, cuandoquiera
cuandoqu iera que los dialécticos empiezan a desarrol
desarrollar
lar
sus concepciones coherentistas e historicistas, los kantianos diagnosti-
can otro triste
triste caso de la Enfermedad
Enfermed ad de Berkele
Berkeley,y, cuya única
únic a cura con-
siste en otra descripción de la representación aún mejor, más convin-
cente e iluminadora y de mayor transparencia filosófica.
Cuando se les acusa de idealistas, los filósofos dialécticos suelen
responder como Berkeley respondía a sus críticos: aclarando que se
limitan a señalar los
los errores de determinada escuela filos
filosófic
óficaa y que en
realidad no dicen nada inaceptable para el hombre de la calle. Como
Austin dijo en esta tesitura: « A  veces dices y a veces te desdices.» Lo

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 167


167

 bu
 bueno
nireno
«sude Derri
De rrida
dacon
filosofía»
filosofía» es que no sedodesdice.
el sentido
senti común. No No tien
tienee interés
inte résescribir
le interesa alguno
algu nouna
escribir en
e n filo-
ave-
sofía.. Tampoco está dando cuenta de nada, ofreciendo un
sofía unaa visión abar-
cante. No se queja de los errores de una escuela filosófica. Con todo, todo,
 protest
 pro testaa contra la idea de que
q ue la filos
fil osof
ofía
ía del lenguaje
le nguaje,, practic
pra cticada
ada «con
realismo», en cuanto estudio del anclaje del lenguaje en el mundo, es
algo más que un reducido y peculiar género literario, es filosofía pri-
mera. Pero su protesta no se debe a que tenga otro candidato al puesto
de «filosofía primera»; su protesta se dirige precisamente contra esta
noción.
noci ón. Si quisiese
quisiese,, podría
p odría decir que también
tamb ién él puede expresar juicios
en este género: que hay filosofías «realistas» del lenguaje mejores y
 peo
 peores
res yStrawson
en que que coincide
coinci
y de con todos
Searle losmuy
estaban filósofos
filóso fos del lenguaje
lengua
equivocados en jelopuestos
pue
questos al día
respecta
a los referentes de los nombres
nom bres propios, y así sucesivamente. Pero lo que
de hecho quiere decir es:es: «Bien, ustedes tienen por costumb
costumbre re conceder
gran importancia a la determinación del significado y la referencia, referencia, y a
cosas así.
así. Pero no la tienen.
tienen. Si se
se la conceden
conced en es p o rqu
rq u e .....»
.» Cabría com-
com -
 pararlo
 para rlo con el seglar que no afirm
afi rmaa «Dios
«Dio s no existe», sino más bien
«Todo este discurso acerca de nuestra relación con Dios está interpo-
niéndose en nuestro camino».
camino». Cuando
Cuando James afirmaba
afirm aba «lo verdadero es
lo bueno para con la creencia»
creencia» lo único que intentaba es desacreditar la
la
epistemología; no estaba
estab a ofreciendo una teoría de la verdad». Tampoco
Derrida, cuando afirma
una concepción afir ma «il n’
ontológica; n ’está
y a pas de horstexte»,
horstex
intentando te», está proponiendo
desacreditar proponi endo
la filosofía
kantiana en términos
términ os generales.
Ahora bien, cabría replicar, Derrida s i   se está desdiciendo. Pues
admite que todo lo que dice acerca de la inexistencia de cosas tales
como la exactitud de la representa
representación
ción es metafórico , sólo
sólo una forma de
hablar.
hablar. Pero
Pero ¿por
¿p or qué no dice lo que quiere decir? ¿Por qué no hhabla abla con
franqueza y nos dice qué es lo que piensa del lenguaje y de la realidad?
Frente a esto sólo cabe reiterar que Derrida se halla en la misma situa-
ción ante el lenguaje que muchos de nosotros, en cuanto laicos, ante
Dios. No se trata de que creamos o no creamos
cr eamos en
e n Él, o de que hayamos
suspendido nuestro juicio acerca de Dios, o que consideremos que el
Dios del teísmo es un mal símbolo
símbolo de nuestras más profundas inquietu-
des; se trata sólo
sólo de que desearíamos no habern
h abernos
os visto obligados a abri-
gar una concepción
concepció n de Dio
Dios.
s. No se trata de que sepamos que «Dios»« Dios» es
una expresión carente
carente de significado cogniti
cognitivo,
vo, o que su papel en el jue
ju e -
go del lenguaje no es establecer hechos, etc. Tan sólo nos lamentamos
del uso abusivo de dicha palabra. Lo mismo piensa Derrida del voca

168
168 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO

 bu lado
 bula do de la fil
filos
osof
ofía
ía kantiana. Su actitud
actitu d ante largos
largo s siglos
siglo s de fijaci
fij acio-
o-
nes en la relación
relació n sujeto y objeto,
objeto, representa
representación
ción y realidad,
realidad, se asemeja
a la actitud que la Ilustración mantuvo
mantuvo ante no menos siglos de obsesión
 porr la relació
 po relación n entre Dios
D ios y el hombre,
hom bre, la fe y la razón. De h hecho,
echo, tanto
 para
 pa ra Der
Derrid
ridaa como para
par a Heidegger,
Heidegg er, todas estas preocup
preoc upacio
aciones
nes son
so n una
un a
y la misma: la posibilidad de perder de vista ciert ciertas
as exigencias que con-
forman la totalidad de las obligaciones
obligaciones del hombr
hombre.e. Y tanto para Derri-
Der ri-
da como para Freud, todo ello no son sino formas de la preocupación
 porr n
 po noo defraud
defr audar ar a nue
nuestro
stross padres. Es más, tanto para
pa ra D errid
err idaa como
 para
 pa ra Sartre, todo ello no son sino las form formas
as que cobra
cob ra el intento
inten to de
autotransformamos en objeto de conocimiento, en un étre-en-soi que
obedece las leyes de su género.
Así pues, recapitulando mi comentario de los textos de Derrida
antes citados, Derrida intenta hacer por nuestra cultura intelectual lo
que los intelectuales laicos del siglo xix intentaron hacer por la suya.
 Derrid
 De rrida
a sugie
sugierere qu
quéé apari
aparienci
encia
a pod
p odrí
rían
an ten
tener
er las cosas tene r  
cos as de no tener 
incrustada la filos
fil osof
ofía
ía kantiana en la estructura
estructura de nuestr
nuestraa vida inte
lectua
lectual,
l, as
asíí como sus pr predeceso
edecesores
res sugirier
sugirieron
on qué apariencia podría
podríann 
cobrar las cosas de no tener incrustada la religión en la estructura de  
nuestra vida moral. Los laicos de los que hablaba sufrían el continuo
ataque de la pregunta:
pregunta: «¿Qué argumento tienen para no creer en Dios?»
Lo mismo ocurre con Derrida
Der rida y con la pre
pregunta:
gunta: «¿Qué argumento tie-

nes
fuerapara
delafirm
af irmar
propioartexto?»
queo?»
text no Ninguno
deberíamos de buscar una referencia
ambos tiene para que
un argumento el texto
sea
de interés, ya que tampoco siguen las mism mismasas reglas que sus oponentes.
Intentan
Intent an establecer
establece r nuevas regl
reglas.
as. La
L a poca seriedad, en el sentido een n que
se la atribuía a Derrida, es sencillamente
s encillamente su negativa a tomarse en serio
la reglas
reglas al uso, sumada a su negativa a dar clara respuesta a la pregun-
ta:
ta: «¿Se trata de otra manera
mane ra de jug ar el antig
antiguo
uo juego
jueg o o de un nuevo
 juego
 jue go?»

Sin embargo, Derrida es de hecho muy serio en otro sentido, tan
serio como los profetas de la laicización. Es serio con respecto a la nec nece-
e-
sidad de operar un cambio en nosotros mismos, mismos, es serio con respecto a
lo que él llama «deconstrucción».
«deconstru cción». Y Y,, así,
así, nos advierte que no eequipar
quipare-e-
mos «gramatología»
«gramatología» con el nombre de un nuevo programa de investi- investi-
gación,, como un
gación u n intento de hacer
hac er algo constructivo
constructivo y progresis
progresista,
ta, cuan-
c uan-
do habla de la «tachadura reglada
reglada del origen y la transformación de la
semiología general en gramatología, la encargada de practicar un traba- trab a-
 jo crítico sobre todo
to do aque
aquello
llo que, dentro
den tro de la
l a semiolo
sem iología
gía e incluso del
concepto matricial
ma tricial de ésta, el de signo,
signo, retenía presupuestos
presupue stos metafísicos

LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN C
CUANTO
UANTO GÉNERO DE ESCRITURA 169

incompatibles con el motivo de la diff differa


eranc e»4.. R
nce»4  Resulta
esulta fácil concluir a
 partir
 par tir de pasaje
pasajess como
com o éste que D Derri
errida
da conc
concibe
ibe su trabajo
traba jo en térm
términos
inos
 purame
 pura mente
nte negativo
negativos: s: deco
deconstru
nstruir
ir la me
metafís
tafísica
ica de la prespresencia
encia para
dejar los textos en toda su desnudez, descargándolos de la necesidad de
representar. Dicha concepción queda también sugerida cuando defien-
de su tratamiento arbitrario de Saussure en los siguientes términos:
«Nuestra justificación sería la siguiente: este índice y algunos otros
(hablando en términos generales, el tratamiento del concepto de escri-
tura) nos ofrecen ya el medio seguro para comenzar la deconstrucción
de la mayor totalidad  —el  —el concepto de episteme y la metafísica logo
céntrica— dentro de la cual se han producido, sin plantear plantea r nunca el pro-
 blema
 ble ma rad
radical
ical de llaa escritura,
es critura, todo
todoss los méto
métodos
dos occidentales
occid entales de análi-
aná li-
sis, de explicación,
explicación, de lectur
lecturaa o de inte
interpr
rpreta
etació
ción»n»55. Este pasaje
pas aje se ajus
ajus--
ta a la imagen que hasta ahora he dado de Derrida, por p or la cual su deseo
es superar a Heidegger en la «superación de la tradición de la metafísi-
ca occidental» que el propio Heidegger intentara. Con todo, esta ima-
gen tal vez sea demasiado caritativ
caritativa.
a. Pues Der
Derrida
rida posee una faceta que que,,
 po r des
 por desgracia,
gracia, parec
parecee constructiva: un
unaa faceta que ppare
arece
ce hacerle
hacer le caer
en la nostalgia, en la trampa de una arquitectónica filosófica y que, en
concreto, le arrastra a construir otro idealismo transcendental. Así las
cosas,, paso seguidamente a discutir la faceta alumbradora, constructi
cosas constructiva
va
y perniciosa de la obra de Derrida, opuesta a su faceta oscurecedora,
deconstructiva
deconstruct iva y benefic
beneficiosa
iosa que he venido discutiend
discutiendo.
o.

III

Para explicar
explicar dó
dónde
nde y po
porr qué D
Derrida
errida parece un filósofo construc-
tivo, necesito volver a lo que antes apuntaba sobre su actitud ante «la
filosofía del lenguaje». Cabe entender la tentativa derridiana de
«deconstruir la mayor totalidad»
totalidad» como unu n intento de d
desembarazarse
esembarazarse de
la idea del lenguaje como conato de representación de algo nolingüís-
tico. Derrida radicaliza la doctrina wittgensteiniana que Sellars deno-
mina «nominalismo psico
psicológico»,
lógico», la doctrina según la cual «toda aper-

4 «Differance», en De
Derr
rrid
ida,
a, M
 Marg
arg es de la Phil
Philoso
osoph ie,  Parí
phie,  París,
s, 1972, p. 16. Traducción  
del francés de Manuel Jiménez Redondo.
5 O f Grammat ology,, p. 46; p. 60
Grammatology 6 0 de la traducción española.

170
170 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

cepción se reduce a un asunto lingüístico»


lingüí stico»66. No obstante, Démela
Dém ela ve en
la atención que actualmente se presta
prest a al lenguaje
lenguaje (como tópico manido
manid o
de investigación, con un alcance comparable a Dios, la naturaleza, la
historia o el hombre) un u n género de pseud
pseudonoonomin
minalism
alismo7
o7. Se diría que
los ataques contra las nociones de «el pensamiento» y «la mente» han
hecho que
q ue los kantianos entiendan
entiendan por la fuerza que no hay m manera
anera de
desligar el lenguaje del pensamiento
pensam iento que éste expresa, que no hay mane-
mane -
ra de «ponerse
«po nerse de por medio entre el lenguaje y su objeto». Pero en lugar
de concluir que hemos
hemo s de dejar de ver en el lenguaje un medio
med io de repre-
sentación,
sentaci ón, la respuesta kantiana
kantian a ha sido algo así como
com o decir: «Ya
«Ya sabe-
mos que el lenguaje no es la expresión del pensamiento, pero no obs-
tante, y puesto que también sabemos que de hecho el lenguaje repre-
senta el mundo, podemos por fin abordarlo con la debida seriedad, y
 prestarle
 pres tarle la atención
aten ción que merece,
mere ce, investigando los nexos
nex os directos entre
las palabras y el mundo.» Lo que para los modernos filósofos del len-
guaje parece ser una reverencia de nuevo cuño hacia el lenguaje, para
Derrida es simplemente una tentativa camuflada de ubicarlo debida-
mente, esto es, insistir en que el lenguaje ha contraído responsabilida-
des para con algo sito fuera de sí, sí, en que debe ser
se r «adecuado»
«adecuado» de cara a
cumplir su función representativa. En su opinión, la moraleja a extraer
es que el lenguaje no  es una herramienta, sino el lugar donde vivimos y
nos movemos. De modo que la pregunta «¿Cómo se las arregla el len-
guaje para cumplir su cometido?» traiciona al nominalismo psicológi-
co.. Si toda conscie
co consciencia
ncia viene a ser una cuestión lingüística,
lingüística, jam ás logra-
remos ser conscientes
conscientes de una palabra
palabra,, por
p or un lado,
lado, y de una cosa des-
 pojada
 poja da de palab
palabras,
ras, por
po r el otro,
otro, para ver después si la primera
prim era se adecúa
adecú a
a la segunda.
segunda. Pero las mismas nociones
nocion es de «signo», «representación» y
«lenguaje» traen consigo que po  pode m o s   hacer algo así. La noción de
dem
filosofía del lenguaje como temática hereditaria de la epistemología
sugiere que ya hemos averiguado cómo estudiar pr  prop
opiam
iamen te  la repre-
ente
sentación y por consiguiente cómo cumplir propiamente el cometido
que Kant
Kan t creía necesario.
necesario.
Dada esta situación, Derrida anda buscando una manera de decir
algo del lenguaje que no traiga consigo la idea de «signo», «representa-
« representa-

Sellare, Scie
6 V éas e Wilfrid Sellare, Science,
nce, Perception an
andd Reality, R outledg e and Kegan Paul, 
Lond res/Nueva York, 196 3, pp. 160 ss.ss.
7 O f Grammat
Grammatolog
ology,
y, p. 6

LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CU
CUANTO
ANTO G
GÉNERO
ÉNERO DE ESCRITURA 171
ción» o «suplemento». Su solución apela a nociones como huella, 
noción que, recientemente, sus seguido
seguidores
res han convertido en algo muy
 próximo
 próx imo a una nuev
nuevaa «temática». Pero al desarro
de sarrollar
llar esta
es ta alternativa
altern ativa se
acerca de modo peligroso a una filosofía del lenguaje, y con ello a un
regreso a lo que él y Heidegger denominan
denom inan «la tradición de la ontoteo
ontoteo
logía». Dicha tradición se mantiene en marcha gracias al siguiente
movimiento dialéctico: en primer lugar uno cobra consciencia de que
algo omniabarcante e incondicionado está siendo equiparado con otra
más de las cosas limitadas y condicionadas. Después explica que ese
algo tiene un perfil tan
ta n singular que su descripción exige un vocabula-
rio enteramente distin
distinto,
to, y pasa
pas a a crear ese vocabulario. P
Por
or último,
último, su
suss
discípulos se sienten tan aturdidos por ese nuevo vocabulario que creen
c reen
que ha inventado un nuevo campo de investigación, y vu vuelta
elta a empezar.
Esto ocurrió con «Dios» cuando el platonismo y los Padres de la Igle-
sia elevaron
elevaron lo divin
divino
o po
porr encima del espacio y del tiempo e insistieron
en su consecuente inefabilidad.
inefabilidad. Y así Dios se convirtió en una paloma
 par a los Doctore
 para Doctoress de la Iglesia que hab
habían
ían leído a Aristótele
Aristóteles;
s; éstos
explicaban cómo, a finfi n de cuentas, lo inefable p
 poo d ía  ser dicho, aunque
sólo analógicamente. Lo mismo ocurrió con la «Mente» cuando Kant
explicaba (en los «Paralogismos») que el sujeto no era una substancia,
substancia,
 permitien
 perm itiendo
do con ello a Fichte y al siglo x i x defe
defender
nder que en realidad
realid ad
había mucho que decir en tomo al Sujeto, aunque sólo transcendental
mente.   En ambos casos alguien (San Agustín, Kant) nos aconseja no
intentar describir lo incondicionado mientras que algún otro (Santo
Tomás dede Aquino, Fichte) idea una técnica especial con co n vistas a ese pro-
 pósito en concreto. Si tengo razó
razón
n een
n sospe
sospechar
char de Derrida,
Derri da, corre
corremomoss el
el
riesgo de ver este
este mismo patrón en Heidegger
Heid egger y Derrida. Podemos sor-
 prende
 pre ndemo
moss pensan
pensando
do que lo que p para
ara Heid
Heidegg
eggerer era
e ra inefable en reali-
reali -
dad podía ser dicho,
dicho, au
aunque
nque sólo sea gramatológicamente.
Heidegger se pasó la vida explicando que todos sus predecesores ha-
 bían ignorado
ignorado la «diferenci
«diferenciaa ontológ
ontológica»
ica» eentre
ntre el
el Ser y los eentes
ntes,, para ter-
minar sugiriendo emocionado que deberíamos limitamos a transcribir la
 palabra Ser*. Heidegger siguió intentando defenderse de aquéllos de sus
discípulos que le exhortaban: «Ahora que tenemos claro cuál es la dife

8 C f . Martin H e id e g g e r , The Question ofB ein g,  traducción al ing lés d


eing, dee Williaxn
Williaxn Klu-  
back y Jean T. Wilde, Twayne, Nueva York, 1958, del original alemán  Zur Seinsfrage, Seins frage,  
Klostermann, Francfort,
Francfort, 1959.

172
172 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

renda ontológica, cuéntenos algo sobre el Ser.» Finalmente, Heidegger


declaraba que el intento de afirma
afi rmarr que la tradición de la metafísica, de la
ontoteología
ontoteología,, había confundido el Ser con los entes era de ppor
or sí u
unn cona-
to metafísico desencaminado. Heidegger termina Ser y TiemTiempopo afirmando:

Pensar el ser sin el ente sign ifica pensar el ser sin preocupar
preocuparse se de la meta
física, sin hacer refere
referencia
ncia a ella. Tal p reocupación y referencia
referencia predominan
predominan  
aún en el caso en que se efectúan con la intención de su supe
perar
rar lla
a metafísica. D e  
ahí que se a mejor presc
prescindir
indir incluso de tal superac
superación,
ión, abandonan
abandonando do la meta
física a sí misma.
Si sigue siendo necesaria una superación, ésta no concernirá sino a ese  

pensamien to aque
de « decirlo» parse
tirrdeja
parti de é linte
interes
resar
y en a él. llamamos el  Er
ar por lo que
dirección  Ereig
eignis
nis,, con e l fin 
Incesantemente hay que trabajar para superar obstáculos que fácilmente  
pueden convertir a tal decir
decir en insufici
insuficiente.
ente. U n ob stáculo de es e tipo es tam
bién e l hablar y el decir de es e Ereig
hablar  E reignis
nis  en forma de conferencia. En una con
ferencia sólo se habla en oraciones enun ciativas9
ciativas9..
Pero, naturalmente, Er
 Erei gnis  par
eignis  parec
ecee se
serr otro no
nomb
mbre
re má
máss ref
referen
erente
te
al objeto de nuestras investigaciones. Este retroceso del pensamiento
heideggeriano desde algo inefable hasta otro algo inefable (por ejem-
 plo,, des
 plo desde
de el «Ser
«Ser»» ha
hast
staa la «Apro
«Apropiapiació
ción»)
n») que se da en el mis mismo
mo
momento en que se empieza a hablar de dell primer inefable
inefable,, puede enten
enten--
derse como un intento de hallar algo que no pueda ser objeto de comen- comen -
tario, algo que no pueda
pu eda ser objet
objetoo de un
unaa investigac
investigación
ión sobre «la doc-
trina heideggeriana del  Ereign is».  Derrida cree, o al menos eso creía
 Ereignis».
cuando empezó a escribir D  Dee la Gramma
Grammatolog ie, que la única forma de
tologie,
solventar el
el problem
problemaa era despegarse de la terminología adoptada de la
imaginería visual y auditiva de anteriores autores e inventar una nueva
vía que se atenga exclusivamente  a la escritura. Podemos notar este
impulso en el siguiente p pasaje:
asaje:

9 He idegg er,  Zu


 Zurr Sach
Sachee ddes
es Den
Denkens,
kens,  Tubinga, 1988, p. 25. Traducción del alemán 
de M anuel Jiménez Redondo.
* El autor reco ge la habhabitual
itual traduc ción ingles a del vocab lo alemán Er
traducción  Erei
eign
gnis
is : Ap pr
pro-
o-  
 pria
 pr iatio
tion.
n.   El traduc
traductor
tor de l texto de la nota 9 ha preferido tran transcri
scribir
bir literalmente
literalmente e l térm i
no germano. P odem os ensayar una tra traducción nuestro idioma: Er
ducción en nuestro  Ereig
eignis
nis  viene a signi
ficar suc
 suceso,
eso, aco
aconte
ntecim
cimento
ento.. Pero nada nos impide ampliar su campo sem ántico de ma ne
término inglés  app
ra que linde con e l del término  approropia
piatio
tion
n  (apropiación), relacionándolo
relacionándolo co n el  
vocablo alemán eigen   que, en nues nuestra
tra llengua,
engua, significa aproxi madamente pr op io . Algu
aproximadamente
nos heideggerianos de habla hispana traducen  Er  Ereig
eignis
nis   como «evento de transpropia-  
ción». (N(N.. d e l T.)

LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNE
GÉNERO
RO DE ESCRITURA
ESCRITURA 173
La evidencia tranquilizadora en que debió organizarse y en la que debe  
aún vivir la tradición
tradición occidental es la siguiente. El orden del sign ificado nnun un
ca es contempor
contemporáneo áneo del orde
ordenn del significan
significante;te; a lo sumo es su rever
reversoso o su 
paralelo
paral elo,, suti
sutilmente
lmente de
desplaz
splazado
ado — el tiempo
tiempo de un soplo— . Y e l signo debe 
ser la
la uni
unidad
dad de una het
heterogeneidad,
erogeneidad, puesto qu quee el ssignificado
ignificado (sentido
(sen tido o cosa, 
noem a o real
realidad)
idad) no eess en sí un significante, una huella: en todo ca so no está 
constituido en su sentido
sen tido ppor
or su rel
relación
ación con la huella posible. La esen cia for
mal del significado
significado es la pr pres
esen
enci a,  y el privilegio
cia, privilegio de su proxi
proximidad
midad al logos
logos  
como ph phonon é  es el privilegio de la presencia. Respuesta ineluctable desde el  
mom ento en que se preguntpreguntaa «¿qué es el signo?» , es decir, decir, cuando se som e
te al signo a la pregunta por la esencia, al «ti esti». La «esencia formal» del  
signo n o puede determina
determinarse rse sino a par
parti
tirr de la presencia. N o es pposible
osible ev i
tar
tar esta respue
respuesta,
sta, salvo recusando la forma misma de la pr pregunta
egunta y com en
zando a pensar
pensar que el signo ^ esa §aga§aga mal nombra
nombrada, da, la única que escapa a 
la pregunta insti
institutora
tutora de la filosofía: «¿Qué
«¿Q ué e s ...?
... ? » 10.

Conviene que nos detengamos en la siguiente locución de este


 pasaje
 pas aje:: «
«la
la única».
única ». Se dirí
diríaa que Derr
De rrid
idaa cree habe
ha berr hech
he cho
o lo único
ún ico que
q ue
Heidegger dejó por hacer: hallar la palabra que no puede ser objeto
de comentario, una tesis doctoral en torno a «la doctrina derridiana
del signo», la expresión de lo incondicionado que jamás podrá ser
equiparada con un nombre más de lo condicionado. Dicha noción
aparece también en el siguiente pasaje: «Que esa cancelación de la
huella se haya dirigido, desde Platón hasta Rousseau y Hegel, a la
escritura en sentido estricto, es un desplazamiento cuya necesidad se
 perc
 pe rcib
ibee quizá
qu izá ahora.
ahor a. La escrit
esc ritur
uraa es un repre
rep resesent
ntan
ante
te de la huel
hu ella
la en
general, no la huella misma.  La hu huell
ella
a mi
mism
sma exis te.  (Existir es
a no existe.
ser, ser un ente, un entepresent
en tepresente,e, to on .)» n. Cabe un comcomentario
entario cíni-
c íni-
co de este pasaje, a saber,
saber, que si deseamos
deseam os saber
sab er qué noción ocupaoc upa el
lugar de Dios para un escritor perteneciente a la tradición ontoteo
lógica, busquemos siempre aquella cuya existencia niega dicho
escritor. Tal será el nombre de lo Inefable, de lo que no cabe hablar
 pero
 pe ro sí most
m ostrar
rar,, de lo qu
quee no
n o cabe
cab e co
cono
nocim
cimieiento
nto mas
ma s sí cre
c reen
encia
cia,, de
lo que no se menciona pero se presupone, de aquello en cuyo seno
vivimos, nos movemos y adquirimos nuestro nues tro ser.
ser. La necesidad
nece sidad de dar d ar
voz a lo incondicionado jun junto
to con la consciencia de su carácter inex inex- -
 pres
 pr esab
able
le nos
no s lleva
llev a a la situa
sit uació
ción
nddes
escr
crita
ita po
p o r Witt
W ittge
genste
nstein:
in: «Se llega
lleg a
así filosofando al resultado de que aún se quisiera proferir sólo un

O f Grammatology, pp. 18-19; pp
pp.. 225-2
5-2 6 de la traducci
traducción
ón española. 
Ibíd., p. 167; p. 21 2 de la traducción española.

174
174 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

sonido ina
i na rticu
rti culad
lad o»1
o» 12. Mas esto no im
impedir
pediríaía que alguien
alguie n escribie
escribiera ra
una tesis sobre cualquier
c ualquier sonido que emita.
Y sin embargo, afortunadamente, Derrida es el primero en preve-
nimos
nim os de la tentación que acabo de describir:
describir: la tentación
tentación de divinizar
divinizar
la huella, y tratar la escritura como «uno de los representantes de la hue- hu e-
lla en general,
general, pero no como la huella misma» (pasaje que parece con-
vertir la huella en uno de los invisib
invisibilia
ilia D ei, el cual p
Dei,  pee r ea quae
qu ae fac ta e  
fa c tae
sunt
su nt cognosc untur). En «Différanc
cognoscuntur). «Différance»,
e», publicado justo
jus to después de D  Dee la 
gramatología , Derrida identifica la diferencia que confía encontrar
entre «el signo», lo único que escapa a la pregunta fundacional de la
filosofía, y el resto de candidatos malogrados a dicho puesto, con la
«diferencia
«difere ncia ontológica» de Heidegger.
Heidegger. En este ensayo,
ensayo, Der
Derrida
rida se trans-
forma en algo peligrosamente
peligrosamente parecido a un filósofo del lenguaje,
lenguaje, en un
filósofo de la filosofía, donde filosofía es tan sólo la autoconsciencia de
estar representando cierto género de escritura.  Dife rencia,, po
 Diferencia  porr contra-
 posic
 po sición
ión a huella, no guarda mayor relación con los signos que con las
cosas, los dioses, las mentes o cualesquiera otras cosas que la filosofía
kantia na prete
kantiana pretendía
ndía dotar de condiciones incondicionadas. Dife rencia  es
 Diferencia
el nombre de la situación
situac ión de la que parte el filósofo
filós ofo dialéctico: el deseo
de rebelarse contra la conversión del vocabulario actual en algo eterno
y cosmológico mediante la creación de un nuevo vocabul vocabulario
ario que impi-
da formular las preguntas de antaño. En «Différance», Derrida escribe
un pasaje que representa
represen ta una buena reprimenda contra Heidegger y con-
tra su antiguo yo
yo::

Para nosotros, la diff


 différan
érance
ce no es sino un nombre m etafísico, y todos los 
nombres que reciba en nuestra lengua son todavía, en tanto que nombres,  
metafíisicos. [...]
«Más vieja» que el ser mismo, tal  diff  différan
érance
ce  no tiene ningún nombre en 
nuestra
nuest ra lengua. Pero sabem os ya que, si es innombrabl
innombrable, e, no lo es pro vision al
me nte, porque nuestr
nuestraa lengua no haya encontrado
encontrado todavía ese nomb re o no lo  
haya recibido, o porque fuerafuera menester buscarlo en otra otra lengua, fuera del s is
tema finito de la nues
nuestra.
tra. Es porque no ha y nombre para para eso , ni siquiera el de  
esen cia o ser, ni siquiera el de  différ
 différance
ance,, que no e s un nombre,
nombre, que no es una 
unidad
unida d nominal purapura y que se disloca sin cesar en una cadena de sustituciones 
diferentes. [...]
N o habrá
habrá nombre único, ni siquiera
siquiera el de ser.
ser. Y hay que pensarlo
pensarlo sin n os
talgia, es decir, fuera del m ito de la lengua materna,
materna, de la patri
patriaa perdida del

Wittgenstein, Ph
12 Lud wig Wittgenstein,  Philo
iloso
soph
phica
icall In
Investig
vestigation
ations,
s,   MacMillan, N ueva York/Lon-
York/Lon- 
dres, 1953, pt. 1, secc. 261.

LA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA EN CU
CUANTO
ANTO GÉNERO DE ESCRITURA 1755
17
pensamiento. A l contrari
contrario,
o, hay que afirmarl
afirmarlo,
o, en e l sentido en que Nietzsc
Nietzsche
he  
pone en juego la afirmación, con una cierta risa y con un cierto paso de  
danza13.

IV

Pasemos a abordar
abor dar lo que parece ser el mayor problem
problemaa que se des-
 prende
 pren de de lo que has
hasta
ta aho
ahora
ra he dicho: el que D erri
errida
da sea el últim
últimooy
más cargado racimo de la vid que brotó con la Fenomenología del Espí Esp í
ritu ¿no es mera muestra de la necesidad de acabar con esta amenaza
creciente? ¿No podemos ver mejor que nun
creciente? nunca
ca la necesidad de amputar
todas las ramas gangrenadas de esa hiedra parasitaria que cubre y ocul-
ta las paredes y los techos del magno edificio kantiano aún por termi-
nar? Dado que, si todo este aparente desatino que niega que el lenguaje
sea un sistema de representaciones fuese cierto, Derrida tendría que
haber extraído de él algunas consecuencias de interés, ¿no podemos
curam os en salud y afirm
curamos afirmar
ar que es fa
falso
lso y que la filosofía haría bien en
volver a la tarea paciente y trabajosa de entender cómo es posible la
representación?
En mi opini
opinión,
ón, la respue
respuesta
sta dialéctica
dialéctica debería bifur
bifurcarse.
carse. E
Enn primer
lugar, cabe replicar que nadie  (kantiano o nokantiano) sabe decir si el
lenguaje es o no un sistema de representaciones, de modo que el quid
de la cuestión no puede residir ahí.
ahí. No se trata de dirimir si la locución
«el lenguaje es un sistema de representaciones» representa correcta-
mente el modo de sser
er de las co
cosas.
sas. En segundo luga
lugar,
r, cabe replicar que,
sin duda alguna, y para múltiples propósitos, puede ser útil concebir el
lenguaje como un sistema
sistem a de represen
representaciones,
taciones, al igual que
q ue es útil ver la
teoría física como
como un
unaa aproximación al enfoque que podríamos obtener
si nos sumergiésemos entre los quanta,  la filosofía moral como una
aproximación a la Ley Moral, y la filosofía como la búsqueda de una
respuesta mejor y más pura a las preguntas que la tradición plantea.
Todo lo que tenemos q que
ue hacer para convertir cualquiera de estos enfo-

ques
actualenetapa
algo (o
provechoso y productivo
clase, sociedad es adoptar
o academia) el vocabulario
histórica de su
y operar en la
seno.. Tras instalamo
seno instalamoss cómodamente
cómodamen te en dicho jue
juego
go de lenguaje, cobra-

Derrida, M
 Mar
arge
gess de la Ph
Philos
ilosoph ie,  Par
ophie,  París,
ís, 1972, pp. 28-29.
28-29 .

176
176 C O N S E C U EN C I A S D E L Κ Α ϋ Μ Α Ή β Μ Ο

rán pleno sentido y recibirán respuestas satisfactorias preguntas como


cuál es la correcta representación de algo, cómo puede serlo y cómo
sabemos que es así. Nada de lo realizado dentro de la tradición kantia-
na puede evitar
evitar ser tratado por parte de la tradición
tradición dialéctica a modo de
descripción
descripc ión de las prácticas de
d e determinado momento
mom ento histórico, del tipo
de descripción que obtenemos tras obturar temporalmente nuestra pro-
 piaa concien
 pi con ciencia
cia histórica
hist órica con el fin
fi n de ver claramente
claram ente lo que ocurre
ocu rre en
nuestro presente. Las tradiciones entran en verdadero conflicto sólo 
cuando la tradición kantiana
kant iana convierte su presente
presen te concepción
concepció n de la físi-
físi-
ca, del bien y del mal, de la filosofía o del lenguaje en algo cosmológi-
co y eterno. Y así, pongamos por caso, si congelamos la física en uno
de los períodos que Kuhn denomina «ciencia normal», podemos des-
cribir la práctica de jus
justifi
tificar
car teorías
teorías apelando a determinado lenguaje
lenguaje
observacional, a una lista de reglas semánticas y a ciertos cánones de
elección teórica. No obstante, si intentamos ampliar el alcance de este
aparato heurístico hasta todas las cosas que quepa equiparar con expli-
caciones de la naturaleza en distintos períodos y distintas culturas,
 po demos
 podem os caer
ca er en ciertos
cier tos anacronism
anacr onismos
os licenciosos
licenc iosos o en
e n ciertas
ci ertas perp
pe rple-
le-
 jidad
 jid ades
es insensata
inse nsatass acerca
ace rca de, por
po r ejemplo,
ejem plo, «los criterios para
pa ra ju
juzg
zgar
ar el
cambio de referencia de los términos teóricos». De forma análoga, si
tomamos por datos cierta gama de afirmaciones, desde «el gato está
sobre la estera» hasta «la partícula atravesó la hendidura de la izquier-

da»,de
da»
tes , podremos
polas
dremos construir
expresiones unatodos
a sus explicación
explicació n de
y de las la contribución
contribuci
condiciones queónjusde lasarían
justific par-
tificaría n
su empleo por parte de un usuario del lenguaje.
lenguaje. Sólo
Sólo caemos en un errorerro r
cuando recurrimos
recurrim os a dicha explicación
explicación para mostrar nuestra indiferen-
cia o nuestro desconcierto ante afirmaciones como «el fluido calórico
es simplemente una serie de partículas en movimiento», «el lenguaje
hablaa al hombre»
habl hom bre» o «la esencia
esen cia de Dios es Su existencia». Si acto segui-
do intentamos
intentam os llevar a cabo calcos o reducciones sistemáticas hablando
de «lo literal versus lo metafórico» o de «los usos no enunciativos de las
oraciones enunciativas»
enunc iativas» o de cosas porpo r el estilo,
estilo, la filosofía
filosofí a del lengua-
 j
 jee parece
par ecerárá empe
empezar
zar a cobrar
cob rar relevan
relevancia
cia para
pa ra la epistemología,
epistem ología, a ser algo
 polémic
 polé mico o y esencial
esen cial para
pa ra nuestra
nue stra autocompr
autoc omprensión.
ensión. También
Tamb ién parece
par ecerá rá
entrar en conflicto con cosas como las que Heidegger y Derrida nos
dicen.. Y, lo que es peor, estas últimas parecerán
dicen parecer án rivalizar con lo que afir a fir-
-
man Frege,
Frege, Cama
Ca map p y Russell, por ejempl
ejemplo.o.
Tall rivalidad no existe.
Ta existe. No
N o hay ningún tópico —y — y, en particular,
particular, nada
referente a la relación entre el signo y lo significado, el lenguaje y el
mundo— por el que quepa medir las diferen diferencias
cias entre
entre Derrida y los filó-
filó -

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 177


177

sofos del lenguaje citados.


citados. Tampoco dispone de tesis que complementen
complem enten
las de estos últimos.
últimos. La mayor aproximación de Derrida
Derrid a a la filosofía
f ilosofía del
lenguaje reside en su interés en la pregunta histórica por los motivos que
hicieron que se llegara a pensar que, para compre
comprendemo
ndemoss a nosotros mis-
mos, era
er a necesario
necesario sostener una teoría acerca de la relación entre el sig-
no y lo significado, de la naturaleza de la representación,
representación, una teoría
teo ría que
nos empujase al amor a la sabiduría
sabiduría y que sirviese de filosofía
filos ofía primera.
primera.
Derridaa se interesa por el nexo entre la concepción «kantiana» de la filo-
Derrid
sofía y la concepción «kantiana» del lenguaje, por los motivos que obli-
garon a que el último intento kantiano de hacer del presente algo cos-
mológico o eterno se centrase en lenguaje
lenguaje.. Y en este punto s í  que
 que tiene
algo que decir, pero acerca de la filosofía, no del lenguaje.
La filosofía
filoso fía kantiana,
kantiana, tal como la ve Derrida, es un género de escri-
tura que desearía no serlo. Es un género que se complacería en ser un
gesto, un trueno quebrantados una epifanía.  A h í   es donde queremos
ubicarr sin hablar el encuentro entre Dios y el hombre, el pensamiento y
ubica
su objeto,
objeto, las palabras y el mundo, donde no queremos qu quee tercien otras
 palabras
 pala bras entre estas parejas
pare jas felices. Los filósof
filó sofos
os kantiano
kant ianoss desearían
desea rían
no escribir, sino simplemente mostrar.  Querrían que las palabras que
emplean fuesen tan simples que careciesen de presuposiciones. A algu- alg u-
nos de ellos les complace
comp lace pensar que tampoco la física es un género de
escritura. Por lo que tienen a bien pensar que, al menos en ciertos paí-
ses, la filosofía no tiene pretensiones literarias gracias a que ha alcan-
zado el cauce seguro de la ciencia. Al igual que, según la concepción
kantiana de la física, ésta no necesita una autocomprensión histórica
 paraa ir directo al grano
 par gran o de la ma
materia,
teria, tamp
tampoco
oco los filóso
filósofos,
fos, según la
concepción kantiana de la filosofía, necesitan ocuparse de sus propias
motivaciones kantianas para ir directo al grano del espíritu, de la mis-
mísima relación de representación. La réplica de Derrida es que nadie
 puede
 pue de presc
prescindir
indir de prete
pretensio
nsiones
nes literarias —de
—d e la escritu
escritura—
ra— ni siquie-
siqui e-
ra contentándose con demostrar cómo encajan las cosas dentro de un
contexto previamente establecido. En la ciencia normal, la filosofía
normal
norm al o la prédica
préd ica moral normal, estamos a la espera de esa sensación

norm
normalal que
cogedor queproduce
hace delelcomentario
que cada cosa estéalgo
verbal en su sitio,
sitio, unida
superfluounid a al
y fu
fuera
eraeco
eco
desobre-
sobr e-
lugar.
lugar.
La escritura,
escritura, como afirma
afirm a Derrida en su crítica de Rousseau, represen-
ta para este género de «comprensión
«com prensión simple y adecuada» lo que la mas- ma s-
turbación representa para el sexo rutinario, sin inquietudes ni fisuras.
De ahí que se piense que los escritores son seres degenerados si se les
compara con los científicos —los «hombres de acción» de un tiempo a

178
178 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

esta parte—
parte— . Es importante observar que la diferencia entre ambos tipo tiposs
de actividad no estriba en su temática —por
—p or ejemplo, no se trata
trata de una
diferencia entre
entre las pétreas partículas
partículas de la ciencia dura y la conducta
 permis
 per misiva
iva de las blandas—
bland as— , sino que viene detedeterminad
rminada a p o r la norma
lidad y la anormal idad.  La normalidad, en este sentido, consiste en
anormalidad.
aceptar a pie juntillas la escenificación del lenguaje que legitima la
demostración (científica u ostensiva). Los científicos revolucionarios
necesitan escribir,
escribir, a diferencia de los científicos normales. Los políti-
cos revolucionarios necesitan
neces itan escribir,
escribir, a diferencia de los políticos pa
par-
r-
lamentarios. Los filósofos dialécticos como Derrida necesitan escribir,
a diferencia de los filósofos
filós ofos kantianos.
A mi
m i parecer,
parecer, la distinción ff
ffeudiana
eudiana entre lo normal y lo anormal,
trazada con la concreción con la que Derrida
Derrid a pone de manifiesto
m anifiesto el tono
sexual
sexu al de gra
grann parte del debate metafilosófico, es justo lo que necesita-
mos para
par a abordar
aborda r lúdicamente la diferencia
diferencia entre kantianos y dialécti-
cos. Cuando uno concibe esta diferencia como la habida entre los par-
tidarios de la Eternidad y los del Tiempo, o entre los de la Teoría y los
de la Práctica, los de la Naturaleza
Natura leza y los de la Historia, los de la Perma-
nencia
nen cia y los del Cambio, los del Intelecto y los de la Intuición, los de las
Ciencias y los de las Artes, parece algo demasiado serserio,
io, como si en rea-
lidad hubiese algo de suma importancia sobre lo que discutir. A mi
modo de ver,
ver, el debate entre la filosofía kantiana y la filosofía no kan-
tiana es tan serio como el debate entre prácticas sexuales normales y
 prá cticas
 práctic as sexual
s exuales
es desvi
desviadas.
adas.
A buen seguro, los hombres pueden perfectamente sentir que su
identidad y su integridad dependen de ese debate.debate. (Los «hombres», y no
las «personas», ya que definirse en términos del comportamiento
com portamiento en la
cama parece ser un rasgo típicamente
típicamente masculino.) De modo que el que
sea poco serio
serio no significa que carezca de importancia. Pero el debate
no  es serio en el sentido de que sea decidible, de que ambas partes ten-
gan mucho que alegar
alegar.. No es un debate en el que todos debamos parti- pa rti-
cipar e intentar zanjarlo (discursivamente, y no aplastando a la oposi-
ción). De hecho, es preferible no hacerlo. Pues si llegara a zanjarse, no
 podr
 po dría
ía habe
ha berr más
má s filosofía
filosofía.. (Y ni siquiera
siqu iera má
máss escritura
escritu ra de interés. A fin
de cuentas, la filosofía
filosof ía es dominatrix discipl inarum  aunque haya deja
disciplinarum deja--
do de ser regina scientiarum; en realidad,
realidad, nadie escribe
escrib e «escritos» sin la
más leve
leve esperanza de que lo que escribe tenga «implicaciones filosó-
ficas».) De modo parecido, si la diferencia entre sexo normal y sexo
desviado llegara
l legara a anularse —no aplastando
apla stando una de las alter
alternativas,
nativas, sino
demostrando racionalmente
r acionalmente la superioridad
superioridad moral de una un a sobre la otra,

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 179


179

o su equivalencia moral— n no
o sabemos si el sexo tendría la importancia
que hoy tiene. Cuando Freud
Fre ud nos decía que tenía que agradece
agr adecerr la repre
repre--
sión sexual a los temores de los neuróticos que crearon la cultur
culturaa europea,
europea,
se refería literalmente a eso. Si Derrida no anda desencaminado en su
tratamiento post-gramatológico   de los textos filosóficos, podemos
decir algo más concreto acerca del modo en que esta cultura se nutrió
de una sexualidad sublimada. La contraposición entre lo kantiano y lo
nokantiano se asemeja ahora a la habida entre el hombre que quiere
tomar (y ver) las cosas tal como son, asegurándose así de que cadacad a cosa
está en su sitio, y el homb
hombrere que quiere cambiar
cam biar el vocabulario del que
se hace uso para aislar cosas y sitios.
sitios. Ello nos ayuda a entender
entend er por qué
la dialéctica de lo condicionado y lo incondicionado, lo decible y lo
indecible, despierta tantas pasiones. Las posibilidades indecibles, los
actos innombrables son aquellos que se dicen y se nombran
nom bran en el voca-
 bulario
 bulari o nuevo, revolucionario,
revoluci onario, hegelia
hegeliano,
no, anormal.
anorm al. La eexplica
xplicación
ción sar
treana del intento del filósofo
filósof o de convertirse en Dios recreándose como
un po
 pour-
ur-soi-
soi-en-
en-soi
soi  se alía con la de Freud, sugiriendo ambas que la tra-
dición kantiana desempeña en la reciente cultura europea el papel del
hombre normal,
normal , cuyo respeto por la ley le lleva a desear que la ley natu-
ral y la ley moral sean una y la misma cosa.
Este giro ffeudiano también puede ayudamos a entender por qué,

aunque
 pong
 pongam todo
amos polor caso,
os por que dice
d ice Derridaossea
no podem
podemos sercompatible
cond
condescen con
escendien lo
tesque
dientes dice Quine,
y dejar Quine
a cada,
cual lo suyo. No podemos ser imparciales ante los géneros kantianos
(autoeliminativo) y hegeliano (en autodespliegue) de escritura. Dicha
actitud conciliadora obscurecería el hecho de que cada una de estas
tradiciones vive la muerte de la otra, y viceversa, de que mantienen la
misma relación que el sexo normal mantiene con el sexo anormal. El
dialéctico siempre ganará si sabe esperar con paciencia, pues con el
tiempo la norma kantiana se convertirá en algo tedioso, repleto de
excepciones y anomalías. Por otrootro lado, el kantiano
k antiano elude la trivialidad
trivialidad
y alcanza la autoidentidad y el orgullo autoconsciente sólo contrapo-
gra ndes logros a las meras palabras del dialéctico. É l  no es
niendo sus grandes
un parásito decadente, sino alguien que contribuye al levantamiento
imparable y acompasador del edificio del conocimiento humano, de la
sociedad humana, de la Ciudad de los Auténticos Hombres. Quien no
es kantiano sabe que llegará el día en el que el edificio mismo se
deconstruyaa y los grandes logros se reinterprenten un
deconstruy unaa y otra vez.
vez. Pero,
evidentemente, el filósofo no kantiano es un parásito: la vid dialéctica
no podría engendrar racimos
racimos de no habe
haberr un edificio en cuyas grieta
grietass

180 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

 pu eda fructif


 pueda fructificar.
icar. Sin construc
cons tructores
tores no hay destructores.
destructo res. Sin normas
nor mas,, no
hay excepciones. Derrida (al igual que Heidegger) no habría tenido
nada que escribir de no haber
hab er una «metafísica
«metafísica de la presenci
presencia»
a» a supe-
rar. Por otra parte, sin el aliciente de exterminar parásitos, ningún kan-
tiano se molestaría en seguir edificando. Los filósofo
filósofoss normales necesi-
tan creer, valga el ejemplo, que al foijar las poderosas herramientas de
la moderna
mode rna filosofía analítica,
analítica, están fraguando las armas que aseguran
la victoria en la lucha final contra la decadencia de la dialéct
dialéctica.
ica. Cada
cual necesita
nece sita del otro.
Llegados a este punto, y por lo que a su autoconciencia respecta,
tanto los metafilósofos kantianos como los no kantianos querrían poner
de manifiesto que el verdadero deseo de sus oponentes es hacer lo que
ellos mismos hacen. Para el pensador kantiano, el no kantiano es
alguien a quien le gustaría disponer de una concepción adecuada, disci-
 plina
 pli nada
da y filo
fi losó
sófic
ficaa ace
acerca
rca de las p
palab
alabras
ras y del mundo,
mund o, por
po r ejemplo,
ejemplo ,
 per o que es inca
 pero i ncapaz
paz de darle una
un a form
fo rmaa coheren
co herentete y rigurosa.
riguros a. El hege
hege 
liano se complace en pensar que en realidad no hay diferencia entre entre la
hiedra y el edificio que cubr
cubre;
e; antes al contrario,
contrario, el presunto edificio es
simplemente un montón de ramas muertas, partes de la Gran Hiedra
tiempo atrás verdes y florecient
florecientes,
es, pero que ahora yacen yertas en posi-
ciones que parecen dibujar el perfil de un edificio. Así pues, el hombre
normal ve en el anormal un incapaci
incapacitado
tado ——alguien
alguien más digno de lásti-
ma que de censura— y el anormal ve en el normal a alguien que no ha
tenido coraje para salir y que está muerto por dentro aunque su cuerpo
siga viviendo, alguien más digno de d e ayuda que de despreci
desprecio.o.
Este fuego cruzado puede continuar indefinidamente. A mi modo
de ver,
ver, lo que Derrida
D errida pone de manifiesto
ma nifiesto es que dicho fuego cruzado
es todo lo que vamos a tener,tener, y que ningún
ningú n reclamo
reclamo publicitario como
«la nueva ciencia de la gramatología»
gramatología» logrará hace hacerlo
rlo apagar
ap agar o auflie- 
ben. Si concebimos la filosofía como género de escritura, no nos sor-
 prend
 pr enderá
erá este resultado
resultado.. Pues
Pu es pensar
pensa r así signifi
sign ifica
ca cejar en el empeñ
empeño o de
lograr una filosofía del lenguaje que sea a la vez «filosofía primera»,
una concepción de cuantas concepciones sean posibles, una episteme 
epistemes,  un salto
salto hacia arriba, hasta un punto desde el que toda escri-
tura del pasado y del futur
f uturo
o pueda verse en el seno de un marco inalte-
rable.
rabl e. Sólo quien haya levitado
levitado hasta dicho punto tiene derecho a mirar
la escritura por encima del hombro, a concebirla a modo de sucedáneo
(como Platón), a modo de actividad aanormal normal imimpuesta
puesta como penitencia
(como Rousseau) o como com o algo prescindible
prescindible para un unaa disciplina que siga
la senda segura de la ciencia. Sería aconsejable interpretar la invectiva

LA FILOSOFÍA EN CUANTO GÉNERO DE ESCRITURA 181

derridiana contra la idea de la prioridad del habla sobre la escritura


como una diatriba contra lo que Sartre llama «mala fe», contra el inten-
to de divinizarse a uno mismo vislumbrando de antemano los términos
en los que formular todos los problemas posibles y los criterios para
resolverlos.
resolverlo s. De
D e ser cierta la idea «logocéntrica», platónica, de la prio
priori-
ri-
dad del habla sobre la escritura, sería posible decir la última palabra.
Derrida argumenta que nadie puede dar sentidosentido a la idea de un último
último
comentario,
comentar io, de un punto y final de la discusión,
discusión, de un buen fragmento
fragmento
escrito que sea algo más queq ue un pretexto par
paraa escribir otro aún mejo
mejor.
r.
 

7. ¿HAY ALG
ALGÚN
ÚN PROBLE
PROBLEMA
MA  
CON EL DISCURSO DE FICCIÓN?

1. PRELIMINARES

La filosofía analítica contemporánea ha dado lugar a un prolonga-


do debate sobre «la verdad en lo referente a los objetos de ficción», auaun-
n-
que los motivos de este debate son absolutamente
absolutamen te ajenos a la teoría lite-
raria. Dentro de la filosofía
filos ofía anglosajona
anglosajo na del lenguaje,
lenguaje, el tema
tem a de la fic-
ción suele aparecer concatenado con banalidades como la siguiente:
¿Qué debemos
debem os decir de la verdad para que oraciones como «Gladstone
nació en Inglaterra» y «Sherlock Holmes nació nació en Inglaterra» puedan
ser ambas verdaderas?
La importancia filosófica
filo sófica del problema de la verdad de las ficcio-
nes reside en el papel que sus soluciones desempeñan
desempeñ an con vistas a deci-
dir qué decir de la verdad en general.
general. Si la verdad es «correspo
«correspondencia
ndencia
con la realidad»,
realidad», parece que nos hallamos ante un problema, pues ¿a qué
realidad corresponde la segunda oración? No obstante, si la verdad es
simplemente «afirmabilidad avalada» nos hallamos ante lo que parece
un problema menos difícil; sólo tenemos que poner de relieve la situa-
ción, o las convenciones, o las presuposiciones que hacen al caso a la
hora de afirm
af irmar
ar cada orac
oración.
ión.
El problema de concebir la verdad
verdad en términos de «corresponden-
«corresponde n-
cia con la realidad» o de «afirmabilidad avalada» equivale al proble-
ma de abordar el lenguaje como una imagen o como un juego. Este
último problema — en términos generales, el habido habido entre el primer y
el segundo Wittgenstein—
Wi ttgenstein— nos viene a la cabeza cuando de la «verdad
de la ficción»
f icción» se trata debido a que toda la problemática realismo ver
su s  idealismo, o «representacionalismo» versus  «pragmatismo», pue-

de cristalizar en la siguiente pregunta: ¿en qué se queda, si es que se


queda en algo, la diferencia entre «existir realmente»
realmente» y «ser un cons
tructo»?
¿Qué fines
fine s hacen que una
un a ficción apropiada v
valga
alga tanto
tanto como una
realidad? Las discusiones de temas tan melindrosos y técnicos pertene-
cientes a la semántica puede pues llevamos de pronto a reconsiderar la

[182]

¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN?
FICCIÓN? 183
contraposición heideggeriana entre la verdad como Unverborgenheit  
versus la verdad ccomo
omo adaequatio intellectus et rei. rei.
Los caminos
camino s que conducen desde los temas técnicos hasta los temas
más generales, imprecisos e interesantes son enrevesados. Es más,
 podemo
 pode moss saltá
saltárnosl
rnoslos
os todos lim
limitándon
itándonos
os a fija
fijarr de anteman
antemanoo qué solu-
ciones pueden ser válidas dentro de determinado programa de investi-
gación semántico. No estoy afiliado a ninguno de tales programas, de
modo que no defenderé las virtudes de determinada solución del pro-
 blemaa acer
 blem acerca
ca de Glads
Gladstone
tone o Sherlock Holm Holmes es y memenos
nos aún que esta
solución dicte o venga dictada por una conc concepción
epción general sobre el len-
guaje o la verdad. Por el contario, examinaré cuatro soluciones a dicho
 problem
 prob lemaa apar
aparecidas
ecidas en la literatur
literaturaa reciente, co
conn eell fin de averiguar qué
 presuposici
 presu posiciones
ones abriga
abrigann loS
loS filósofos
filóso fos que optan por po r éstas. Defen
Defenderé
deré
que las cuatro
cuatro tiene en com
común ún un núcleo de presuposicion
presuposiciones es «parmení
deas». No acepto estas presuposici
deas». presuposiciones,
ones, si bien me par
parecen
ecen demasiado
abstractas para alegar razones en su contra.
contra. DDee modo que me limitaré a
intentar mostrar cómo quedarían las cosas sin estas presuposiciones.
Terminaréé señalando la importancia de actitud parmenídea
Terminar parmen ídea para las fic-fic -
ciones que tengan conciencia
concie ncia de ser constructos y no hallazgos, es dec decir,
ir,
 paraa las obras de ficción
 par ficc ión qu
quee subrayen la iimp
mporta
ortancia
ncia de se r  ficticias.
ser   ficticias.
Las cuatro soluciones del problema de Gladstone y HolmesH olmes que voy
a abordar son las siguientes:
siguientes: i) la cconcepció
oncepciónn canónica de Russell, por
la cual «al hablar de Holmes en realidad hablamos de los relatos de
Conan Doyle», ii) el concepto de «afirmación pretendida» debido a
John Searle, iii) la concepción «fisicalista» de la referencia de lo ine-
xistente que Keith Donellan aduce en contra de la concepción común com ún a
Russell y a Searle, según la cual la referencia queda determinada
determ inada por las
intenciones del hablante, y iv) una versión reciente del «meinongianis
mo» —la
— la concepci
concepciónón por la cua
cuall podemos referimos a cualquier ob objeto
jeto
intencional— debida
de bida a Terenc
Terencee Pars
Parsons.
ons. Las tres última
últimass son reacciones
contra algún que otro elemento de la concepción russelliana, concep-
ción que ha sido «canónica» durante muchos años y que constituye el
trasfondo común
com ún sobre el que discutir este tóp
tópico.
ico.

2. RUSS
RUSSELL:
ELL: LA SEMÁNTICA COMO EPISTEMOL
EPISTEMOLOGÍA
OGÍA

Bertra nd Russell sostuvo distintas doctrinas tanto sobre la semánti-


Bertrand semánt i-
ca como sobre la epistemología
epis temología a lo largo de su vida, pero ateniéndose
siempre al principio

184 CONSECU
CONSECUENCI
ENCIAS
AS DEL PRA GNU mSM O

1) Todo referente
refe rente debe existir

del que se sigue que

2) Los enunciados cuya aparente referencia es algo inexistente


deben ser en realidad abreviaturas de, o «analizados como»,
enunciados cuya
c uya referencia es algo existente.
existente.

Y lo que es más, y más


m ás discutible,
discutible, Russell
Russ ell mantuvo a veces que

3) «conocimiento
Sólo podemos
podem os hablar de lo que nos(en
por familiaridad» es
es dado directamente
idéntica medida que en el
el
intelecto está «familiarizado» con
co n los universal
universales
es y los sentidos
con los sense-data)
lo que conlleva que
4) Cabe analizar todos los enunciados en término
términoss de enunciados
que contengan «nombres propios» (por ejemplo, «nombres
lógicamente
lógicame nte propios» como el demostrativo «éste
«éste»).
»).
En defensa
defe nsa de 1), Russell propone su «teoría de las descripciones»,
en la cual expresiones aparentemente referenciales como «la cuadratu-
ra del círculo» y «la montaña de oro» se reconstruyen en términos de
expresiones predicativas.
predicativas. El análisis de los enuncia
enunciados
dos en los que apa-
a pa-
recen tales expresiones los descompone en afirmaciones explícitas
sobre la existencia de entidades que hacen verdaderos los predicados
que hagan al caso («ser circular y ser cuadrado», «ser de oro y ser una
montaña»). Ello implicaba que, según Russell, todos los enunciados
acerca de inexistentes resultaban ser falsos,
falsos, afirmación
afirm ación que, durante lar-
go tiempo, nadie adscrito a la filosofía analítica se atrevió a desafiar,
hasta que Strawson argumentó que

La montaña
mo ntaña de oro se encuentr
encuentraa en África
más que asever
aseverar presupo nía  que
ar presuponía

Existe algo que es una montaña


mon taña y es de oro.
Según Strawson,
Strawson, si el segundo enunciado es falso, el prime
primero
ro no es
ni verdadero ni falso. Más adelante abordaré la solución de Strawson,

¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA
PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FIC
FICCIÓ
CIÓN?
N? 185

 ju nto
 junt o con el respaldo
respa ldo que Searle intenta
inte nta darle; baste
bas te ahora
aho ra con hacer
hac er
notarr que,
nota que, dejando provisionalmente de lado 3) y 4), la tesis 2) de Rus
sell «solventa el
el problema acerca del discurso de ficción»
ficció n» analizando

Holmes vivía en Ba


 Bake
kerr Street 

como

Conan Doyle escribió una serie de relatos


relatos de los que formaba
form aba parte
el enunciado «Sherlock
«Sherlo ck Holmes vivía en Ba kerr Street»  u otros enun-
 Bake
ciados de los que era consecuencia.

La verdad del segundo implica la


la del primero.
primero. Cuando pasamos a ejem-
 plo s de cosas inexistentes
 plos inexist entes y ajenas a la fi
ficci
cción
ón con ánimo
án imo de ser tal a
entidades falsamente tomadas por reales como «Zeus» o el «calóri-
co» *— nos damos cuen cuentata de que podemos considerar fa  fals
lsoo s  enuncia-
dos del tipo

Los rayos que Zeus arrojó

y
El calórico tiende a expandirse

 po r cuanto adscriben


 por adscr iben existencia
exis tencia a lo no existente,
existente , o verdaderos  por
cuanto cabe analizarlos como «verdaderos» enunciados
enuncia dos acerca de cier-
tos mitos o de ciertas teorías químicas falsas. El primer tratamiento es
aconsejable cuando dichos enunciados se emplean en algunas conver-
saciones,
sacion es, mientras que
q ue el segundo lo es cuando se emplean en otras.
Si acto
acto seguido nos preguntamos por po r qué Russell sostenía
sost enía 1), la res-
 puesta
 pu esta descans
desc ansaa en
e n buen
b uenaa medid
me didaa een
n que tambié
tam bién
n sost
sostenía
enía 3). Lo que
viene a ser decir que Russell puso la noción semántica de «referencia»
al servicio de un concepción epistemológica cuyo núcleo era el empi-
rismo británico tradicional. Mientras que Frege
Frege,, y más
má s tarde Wittgens
Wittgens
tein en el Tractatus, habían
 h abían separa
separado
do la pregunta por la referencia
referencia de un
objeto de las preguntas acerca de cómo conocemos dicho objeto, o

Fluido imaginario que supuestamente explicaba la transmisión


transmisión del calo
calor.
r. (N
(N.. del I )

186
186 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI
PRAGMATISMO
SMO

incluso de si éste p u ed e  conocers


 pu  conocerse,
e, Russell no vacilaba en identificar el
conocimiento de la proposición que un enunciado expresaba — lo que
éste significaba— con el conocimiento de los objetos con los que uno
tenía que estar familiarizado para determinar el valor de verdad del
enunciado. Gran parte de la historia de las reacciones en contra de la
concepción russelliana consta de intentos
intentos de «depurar»
«depurar» la semántica de
toda epistemología y de describir
describir la «referencia»
«referencia» salvándola de los pro-
 blemas
 blem as relativos
relativ os a la
l a verificac
verificación.
ión. Pero —y aquí es dond
d ondee quiero
qu iero hace
ha cerr
hincapié— quienes critican a Russ Russell
ell suelen seguir insisti
insistiendo
endo en la ver-
dad de 1). Pues, como dice Donellan, la noción russelliana
russellia na de «nombres
 pro pios»
 propio s» trae consigo
cons igo cie
cierta
rta «concep
«con cepción
ción natural»
natu ral» acerca
ace rca de «la rela-
re la-
ción entre el lenguaje y el mundo» ajena a la epistemología
epistemología que, presu-
miblemente, hizo que Frege y el joven Wittgenstein
Wittgenstein abrazaran
ab razaran la tesis de
que «como mínimo, es posible que existan términos singulares que no
introduzcan cuantificadores». Donellan pone de relieve este presunto
núcleo veritativo
veritativo de la teoría de Russell
Russell afirm
afirmando
ando que, en una oración
como «Sócrates es de nariz chata», el término singular «Sócrates» es
«sencillamente
«sencillamente un recurso del que se sirve el hablante
hablante para identificar
ide ntificar
aquello de lo que quiere hablar». O, vuelta a empezar, «al emplear di-
chas oraciones simples [...] no decimos nada del mundo en general»
Esta concepción, según la cual existe
existe una relación denom
denominada
inada «refe-
rencia» que identifica entidades en el mundo, es la esencia de la con-
cepción «pictórica» de la referenci
referenciaa que Wittgenstein
Wittgenstein desarrolló en el
Tractatus. Dicha concepción es compatible (y no faltan ejemplosejemplos al res-
 pecto)
 pec to) ha
hasta
sta con aque
aquella
lla otra
otr a según la cual quie
quien
n hace
hac e uso de una
un a expre-
exp re-
sión referencial puede no tener la más remota idea de a qué objeto se
refiere, e incluso de cómo averiguarlo.
Observemos que a menos que pensemos que una relación que satis-
faga 1) sirve de nexo entre las palabras y el mundo, no veríamos
veríam os ningún
 proble
 pro blema
ma de interés en lo toca
tocante
nte a las verd
verdades
ades sobre
sobr e Sherlock
Sherlo ck Holmes.
A diferencia de Searle, no escribiríamos artículos acerca del «status 
lógico» del discurso de ficci
ficción,
ón, y nos sería iindeferente
ndeferente ser «meinongia
nos» como Parsons o «fisicalistas» como Donellan, Putnam y Field.
Pero si abrazamos una concepción del lenguaje como pu ro  «juego» en
 puro
la que no se suscitan problemas acerca de «los nexos con el mundo», el
conocimiento de los métodos de verificación es todo cuanto hay que

1 Keith
Keith Donnell
Donnellan,
an, «Speaki
«Speaking Nothing», Ph
ng o f Nothing», Philo
iloso
soph
phica
icall Revie
Re view
w ,  83 (1974), p. 11.

¿HAY ALGÚN
ALG ÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 187

conocer de los rasgos


rasgos semánticos de un enunciado. Dicho conocimien-
conoc imien-
to no sería cosa de una teoría   semántica, sino simplemente de un
«sabercómo». El último Wiitgenstein mantenía una actitud parecida.
Wittgenstein llegó a convencerse de que él mismo, de joven, Frege y
Russell «habían sido presos de una imagen», preguntándose por po r qué él
y Russell guardaban
guardab an tanta de
devoción
voción a «la idea de que los nombres rea real-
l-
mente desig
designan
nan lo ssim
imple
ple»2
»2.. Volv
Volveré
eré a la ccrític
ríticaa que el segundo Witt-
genstein hiciera del Tractatus más adelante, en el parágr
parágrafo
afo 6; baste por
ahora con hacer notar que la misma
mism a idea de «explicar cuál es la relación
entre las palabras y el mundo» está estrechamente ligada a una concep concep- -
ción semejante a 1). De manera que, a fortior
fortiorí,
í, dicha idea establece la
existencia
existencia de un enigma filosófico en tom o al disc
discurso
urso de fic
 ficci
ción
ón..
3. SEARLE Y LOS JUEGOS DE LENGUA
LENGUAJE
JE

El libro de Searle Ac toss de habla em


 Acto  empieza
pieza con la pregunta «¿Cuál es
la relación ente las palabras y el mundo?
mu ndo?»3 »3. El libro ofrece una respuesta
del género que se hizo popular de resultas de una reacción contra el
empirismo lógico de Russel
Russell:l: la rrelación
elación entre las palabras y el mundo
ha de entenderse en términos del uso  de las palabras y no partiendo de
su punto de anclaje con la realidad (como los «nombres propios» de
Russell). La actitud polémica de Austin hacia los sense-data  y la de
Wittgenstein hacia la «teoría pictórica» del lenguaje constituyen el
trasfondo de la idea de Austin y Searle, según la cual la filosofía del
lenguaje debería tener por centro la noción de «acto de habl
habla».
a». Su estra-
tegia consiste en entender el lenguaje como una conducta regida por
convenciones, como los juegos, y la «referencia» en términos de con-
venciones a las que debemos atenemos
atenem os si queremos realizar una buena
 jugada.
 juga da. Con ello dejamos firm
firmem
emente
ente de lado no sólo el em
empirism
pirismo
o de
los sense-data,  sino también la mismísima epistemología. Así pues,
 podemo
 pod emoss albergar la esperanza de no confun
confundir
dir las descrip
descripciones
ciones de las
convenciones
convenciones del jue
juego
go en que consiste nuestro lenguaje, po
porr un lado, y

2 Ludwig WittWittgens
genstei
tein,
n,  Ph
 Philos
ilosoph
ophica
icall Inv
Investiga tions,   MacMillan, Londres, 1953. 
estigations,
Traduccción española de A lfon so GarcíaGarcía Suárez y U lises M oulines,  Inv
 Investig
estigacio
aciones
nes fi lo
 sóficas,  Grijalbo, Barcelona, 1988, parte 1, sección 46.
3 Joh
Johnn R
R.. Searle
Searle,, Speech Acts,  Cambri
Cambridge
dge University Press,
Press, Ca mb ridge, 1969, p. 162

188
188 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

las especulaciones acerca de los motivos, o de los beneficios, que nos


llevan a juga
jugarlo.
rlo.
Searle sigue a Strawson a la hora de acu
acusar
sar de antinatural a la «teo-
ría de las descripciones de Russell», oponiéndose
op oniéndose a la tesis que estable-
ce que

La montaña
m ontaña de oro se encuentra en África

afirma  (incluye como


com o parte de su an
análisis)
álisis)

Existe algo que es una


un a montaña y es de oro.

Uno de los argumentos que aduce es el absurdo pr im a fa c ie  de la afir-


 prim
mación «Todo acto ilocucionario en el que se emplee referencialmente
una descripción definida ha de reconstruirse como la aseveración de
una proposición
pro posición existencia
existenciall junto con algún otro acto de hhabla
abla relativo
relativo
al objeto cuya
cuy a existencia se asevera»4.
asevera»4. La noci
noción
ón russel
russelliana
liana de un «aná-
lisis»
lisis» que revela una complejidad insospechada en las oraciones predi-
cativas simples no tiene cabida en la teoría de los actos de habla, cosa
que lleva a Searle a preguntarse por
po r qué Russell se vio abocado a defe
defen-
n-
der algo tan paradójico. Ésta
És ta es la res
respuesta:
puesta:
Toda la plausibilidad de la teoría de las d escripciones , una v ez eliminadas  
todas las paradojas,
paradojas, proviene del hec ho de que cualquier acto referencial rea
lizado con éxito tiene como precondición la existencia del objeto al que se  
hace referencia (el axioma de existencia). Por consiguiente, la proposición  
referencial no puede ser verdad
verdadera
era si la prop osición que es tablece la existen
cia del objeto no lo es.

Pero prosigue Sear


Searle:
le:
D el he cho que cierto tipo de acto só lo pueda realizarse determinadas 
realizarse bajo determinadas
cond iciones jamás se sigue que la realizaci ón de es e acto consista en afumar  
realización
que tales condic ione s se dan 5.

Acto seguido Searle pasa a formula


formularr su prop
propia
ia teoría de los nombres
 propios.
 propio s. E n su opin
opinión,
ión, éstos no ide
identif
ntifica
icann objetos
ob jetos sin el conc
concurso
urso de

4  Loe. cit.
5 Ibíd.
Ibíd.,, p. 160.

¿HAY ALGÚN
ALG ÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN
FICCIÓN?? 189

las descripciones, ni tampoco son transcripciones tipográficas de estas


últimas, sino que evocan  descripciones identificadoras tanto en el
hablante como en el oyente,
oyente, aunque no sean necesariamente
necesariame nte las mismas 
y aunque no sean necesariamente
necesariamente descripciones
descripciones fie
fi e le s 6. Esta
Esta teoría
encierra «el principio de las descripciones identificadoras», a cuyo
«idealismo» se oponen Putnam, Kripke y Donnellan. Volveré a abor-
darlo mas adelante.
adelante. Por el momento, me contentar
contentaréé con hacer
h acer un excur- 
sus  sobre el hecho de que lo que Searle denomina «axioma de existen-
cia» no es más que la concepción
concepció n de Russell según
segú n la cual
cual

1) Todo aquello a lo que se


se haga
hag a referencia debe existir 

A este primer axioma, Searle añade dos más: el «axioma


«axiom a de identi-
dad»

5) Si un predicado es verdadero de
de un objeto también
tambié n lo es de todo
lo que sea idéntico a dicho
dicho objeto, independie
independientemente
ntemente de qué
expresiones
expres iones empleemos para referimos a éste

y el «axioma de identificación»

6) Si el hablante se refiere
refi ere a un o
objeto,
bjeto, identifica
iden tifica o puede acceder
a la demanda
demand a del oyente
oyente de identificar
iden tificar ese objeto de entre todos
los dem
de m ás7
ás 7.

Antes de pasar a ver cómo aborda Searle Searle el problema de la referen-


cia de las entidades
entidades ficticias,
f icticias, conviene destacar que, bajo el enfoque del
lenguaje como pu ro  «juego», 6) puede reemplazar
 puro reem plazar a 1). Es decir, siem-
 pre y cuand
cuandoo concibam
conc ibamos os el lenguaj
lenguajee com
comoo un comport
com portamie
amiento
nto con-
con -
vencional, y no como algo que contacta con el mundo en determinados
determ inados
denotata,  la capacidad de identificar debería bastar para que la conver-
conver-
sación siga su curso,
curso, independientemente
inde pendientemente de consideraciones
consideracion es acerca de

la existencia o de la inexistenc
inexistencia.
ia. Dich
Dichoo de otro modo, las conversacio-
nes acerca
ac erca de Holmes o del calórico
calórico en las que intervienen
intervien en personas que
creen que dichas entidades existen realmente, se asemejan, qua  juegos,

6 Ibí
Ibíd.,
d., pp. 170-171.
7 Ibí
Ibíd.,
d., pp. 77-79.

190
190 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

a las conversaciones acerca


acerc a de Gladstone o de los electron
electrones.
es. 5) y 6) son
convenciones
conven ciones aparentemente suficientes para reglamentar
reg lamentar dichas con-
versaciones
vers aciones.. De forma
fo rma que, sin más dilaciones,
dilaciones, hemos de preguntamos
preguntam os
 porr qué Searle se empeñ
 po em peñaa en prese
preserva
rvarr 1) en lugar
lu gar de pone
po nerr el conteni-
con teni-
do en función
fu nción de 5) y 6).
6).
Pero, antes de hacerlo, examinemos lo que Searle dice de Holmes.
En un artículo
artículo titulado «El status lógico del discurso de ficción», Sear-
le ha explicitado la tesis que sugiere en Ac toss de habla,  a saber, que
 Acto
tomamos parte en dos juegos distintos, el «discurso de ficción» y el
«discurso acerca del mundo real», y que

en el discurso acerca del mundo real,


real, los términos «Sherlock Ho lm es» y «Mrs. 
Sherlock Holmes» no tienen referencia debido a que dichas personas jamás  
existieron. En el discurso de ficción, «Sh erlock Hol m es» tiene referencia,
existieron. referencia, pues  
tal personaje existe de h echo en ciertas
ciertas novelas , mientras que «Mrs. Sherlock 
H olm es» n o tiene referencia,
referencia, pues no existe tal personaje
personaje en novela a lgun a8
a8..

Searle comienza este último artículo manifestando su creencia en que

exist e una serie sistemática de relaciones entre los sig nificad os de las palabras
palabras 
y de las oraciones que proferi
proferimos
mos y los actos ilocucionarios que realizamos
realizamos al 
proferirlas.
A sí pues, la existen cia del discurso de ficció n no represent
representa
a problema algu
no para
para todo aquel que sostenga esta tesis [...].
[...]. ¿ Cóm o es po sible que las pala
brass y los dem ás elem entos del relato
bra relato de ficción con serven su significa do usual 
y que no s e cumplan las reglas que los gobiernan y determinan su significado ?9 ?9..

Searle pasa
pas a a decimos
decim os que la respuesta debe radicar en que «en el habla
de ficción, las reglas semánticas quedan de algún modo modificadas
modificad as o sus-
 pendidas». Para entender este proceso, hemos de entender primero que «el
autor de una obra
obr a de ficción
ficció n pretende realizar una serie de actos ilocucio-
narios, normalmente de tipo representativo»,
representativo», y se
seguidamente
guidamente que

las ilocu cion es que se pretende realizar


realizar y que constituy en una obra
obra de fic ción  
son posibles gracias
gracias a la existencia
existencia de un conjunto
conjunto de conv encione s que su s

8 Ibí
Ibíd.
d.,, p.
p. 78.
9 Searle, Status o f Fictional Discourse» ,  N
Searle, «Th e Lo gical Status  New
ew LiLiter
terar
aryy Hi
Histo
sto ry,   V  
(1974), p. 319. Véase Stanley Fish,  Is There a Text in the Class Class?,
?,   Harvard Univeristy  
Press, Cam bridge, Mass ., 1980, cap. 9, cuya s crític
críticas
as a este artículo
artículo son análogas a las que 
vo y a hace
hacer.
r.

¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN
FICCIÓN?? 19 1
penden el funcionamiento normal de las reglas que vinculan los actos ilocu-  
cionarios con e l mundo. En este sentido, y ha ciendo uso de la jerga de W itt- 
genstein, narrar relatos es en realidad un juego de lenguaje independiente; 
para jugarlo se requiere una serie independiente de convenciones, aunque 
éstas no sean reglas semánticas;
semánticas; y dicho jueg o de
d e lenguaje no guarda
guarda pari
paridad
dad 
con los jujuego
ego s de lenguaje ilocucionarios, sino que es parasi
parasitari
tarioo con respec
resp ec
to a é s to s 10.

Así pues, «la ficción es posible gracias


grac ias a una serie de convenciones
extralingüísticas,
extralingüísticas, nosemánticas, que rompen
rom pen el nexo entre las palabras
y el mundo
mun do establecido por las regla
re glas»
s»111que rigen las afirma
afirmaciones;
ciones; por

ejemplo,
verd ad la
la verdad deregla quesición
establece
establece
la proposici
propo ón que que
ésta«quien
eexp
xpre hace
resa »12. una afirmación
sa»1 afirm ación asume
Esta solución al primer problema que Searle plantea es bastante
sensata. Con
sensata. C on ttodo,
odo, parecerá
pare cerá tri
trivial
vial si pensam
pensamos os que la «determ
«determinación
inación
del significado» determina a su vez «las relaciones entre las palabras
y el mundo». SearlSearlee nos dice que las palabr
palabras
as puede
pueden n conservar su sig-
nificado aun cuando cambien las reglas que rigen su uso, puesto que
 preten
 pre tendem
demos os obobed
edec ecer
er las ant
antigu
iguas
as reglas.
regla s. Pero si las pr prete
etensio
nsione
ness
valen tanto como las realidades, podemos albergar dudas con respec-
to a la afirmación
afirma ción de la que partíamos, a saber, saber, que las reglas que vali-
dan los actos de habla determinan
determ inan el significado. Para ver el problem problemaa
con mayor claridad, examinemos la tesis de Searle con arreglo a la
cual «una de las condiciones para lograr logr ar realizar un acto de habla refe
rencial es la obligada existencia de un objeto al que se refiera el
habl
ha blan
ante
te»1
»13. Searle se v vee obligado a afafirm
irm ar que esta
es ta condi
condición
ción pued
puedee
cumplirse en el discurso de ficción: «Puesto que el autor ha creado
esos personajes
personajes de ficción, podemos, por n nuestra
uestra parte, proferir enun-
ciados verdader
verd aderos os ace
acerca
rca de ellos en cuanto
cu anto per
person
sonajes
ajes d
dee ffic
icci
ció
ó n » 14.
Así las cosas, «el mundo» cuyo nexo con las palabras queda estable-
cido por las reglas para realizar actos de habla es un mundo que con-
tiene objetos de ficción «Yo no  pr  pret
eten
endí a   referirme a un Sherlock
día
Holmes de carne y hueso; en realidad realid ad me refer ía a un Sherlock Hol
refería
mess de ficc
me fi cc ión
ió n » 15.

10 Searle, op. cit.,
cit ., pp
 pp.. 325-32 6.
11 Ibíd., p. 326.
326 .
12 Ibíd., p. 322.
32 2.
13 Ibíd., p. 330.
330 .
14 Ibíd., p. 329.
32 9.
15 Ibíd., p. 330.
33 0.

192
192 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO

Pero ¿cuál es la diferencia que supuestamente


sup uestamente existe entre defender,
defender,
con Russell,
Russell, que afirmar 
afirm ar 

Holmes vivía en B


 Bak
aker Stree t  
er Street 

es afirmar, poco más o menos,

Los relatos sobre


sobre Holmes incluyen
incluyen enunciados como «Holmes vivía
en Ba
 Bake
ker
r Street»

y defender, con Searle y contra Russell, que «en realidad nos estamos
refiriendo» a Holmes? Pues bien, al menos existe la siguiente
siguiente diferen-
cia. Al formular 1), Russell intentaba servirse de «análisis» como el
anterior para ponerlo a salvo de contr
contraejemp
aejemplos.
los. Pero,
Pero, por razones ya ya
examinadas, una teoría de los actos de habla no puede recurrir
rec urrir a la estra-
tegia de un «análisis eliminativo» de expresiones referenciales moles-
tas. De modo que Searle se ve obligado a introducir las nociones de
«existencia ficticia» y de «referencia en el discurso de ficción» para
suplir dichos análisis
análisis sin tener que renunciar aall ) . Pero el
el precio de pre-
servar 1) es la ambigüedad y la trivialidad. Por «existencia», Russell
entendía la existencia espaciotemporal
espaciotemporal pura y dura (añadiendo condi-
ciones que permitan dar entrada a los objetos matemáticos,
matemáticos, cuyo cono-
cono -
cimiento, en su opinión,
opinión, dependía de familiaridad directa con los uni-
versales «lógicos»). Si hemos de admitir que los resultados de la crea-
ción de personajes de ficción satisfacen
satisfacen 1) tendremos
tendremos que afirma
af irmarr que
«existencia»
«existenc ia» ha pasado a significar algo así como «existencia
«existencia espacio
espacio
temporal o  susceptibilidad de ser referente en un juego de lenguaje
 parasit
 par asitario
ario con resp
respecto
ecto al discur
discurso
so acer
acerca
ca del mundo
mun do real (espacio
(espacio 
temporal),, cuyos hablantes sepan distinguirlo de este último discurso».
temporal)
(La última restricción es necesaria para impedir que los químicos que
creen en la realidad del calórico hagan de éste un objeto referencial;
cabe presumir que sólo sería tal cuando los historiadores de la ciencia

afirma
afir
una mann «elque
teoría calórico
no acetiende
aceptan .) a expandirse» en el contexto de discusió
ptan.) discusión n de
El problema de revisar 1) ampliando el sentido de «existir» es que
nos vemos obligados
obligados a responder la pregunta que anteri
anteriormente
ormente formu-
fo rmu-
laba con respecto a los enfoques basados en los juego
jue goss de lenguaje: ¿hay
realmente
realmen te alguna
algu na diferencia entre 1) y 6), entre los aaxioma
xiomass de existen-
cia y de identifica
identificación,
ción, respectivamente? Pues la «capacidad
«capacida d de referir-
se a X» en el discurso de ficción
ficció n (o en cualquier
cualquie r otro
otro juego
jue go de lenguaje

¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FIC
FICCIÓ
CIÓN?
N? 193

 para sitario) parec


 parasitario) parecee ser simplemente
simplem ente la «capacid
«cap acidad
ad de ma
mante
ntene
nerr un
unaa con
con--
versación coherente con respecto a X». Ésta, a su vez, parece ser la
 posesió
 pos esiónn de un
unaa des
descrip
cripción
ción identific
ide ntificado
adora
ra lo sufice
su ficentem
ntemente
ente com
comple-
ple-
ta para hacemos
hacem os ver qué contaría como evidencia favorable
favorable o en contra
de las diversas
diversas afirmaciones en las que se emplea el término en cues-
tión. Si admitimos
admitimos que Holmes es un personaje de ficción, za zanjaremos
njaremos
los debates
debates en tom
tomoo a sus hábitos
hábitos acudiendo a Conan DoyleDoyle,, no nos pre-
pr e-
guntaremos si llegó a conocer a Gladstone, etc. Esto es, lograremos
entablar conversaciones acerca de él que no podríamos mantener con

alguien
guntamosque«¿Cuál
creyese
es que es un personaje
la condición histórico.
suficiente Enuna
 para que general, si pre-
descripción
identificadora satisfaga el axioma 6) de Searle?»,
Searle?», la respuesta parecería
ser que tal descripción tendría al menos que damos una idea de lo que
tiene relevancia
relevancia a la hora de responder preguntas acerca del refe referent
rente.
e.
Peroo ello viene a ser afirmar
Per afirm ar que uno puede lograr refe
referirse
rirse a cierta
c ierta cosa
si sabe cómo ju juga
garr el jue
juego
go de lenguaje al uso con
co n respecto a esa cosa.
cosa.
(Aunque ese juego de lenguaje puede variar con el tiempo, como el
ejemplo del calórico pone de manifiesto.)
La conclusión a la que quiero llegar es que las mismas conside-
raciones que llevaron a SearleSearle a apartarse de la imagen russellian
russellianaa del
lenguaje como algo cuyo anclaje anclaje en el mundo depende de «nombres
 prop
 pr opios
ios»» y a apro
ap roxim
ximars
arsee a un en
enfo
foqu
quee del mism
mi smoo en térm
té rmino
inoss de
«juegos de lenguaje», le imposibilit
impos ibilitan
an do
dotar
tar de un sentido no trivial
a su «axioma
«axio ma de existencia», el principio 1) de Russell. Su intento es
 perf
 pe rfec
ectam
tamen ente
te vá
válid
lidoo cua
cuand
ndoo se conf
co nfor
ormm a co
conn es
estab
tablec
lecer
er la ex
exist
isten
en-
-
cia de convenciones que nos perm permiten
iten hablar de algo como si creyé-
semos que existe, aunque no lo creamos. Pero esta sensata afirma-
ción no tiene
tiene su
suficiente
ficiente peso como para ser parte de una teoría gene-
ral acerca de la «relación entre las palabras y el mundo» o del «sta
tus   lógico» de los diferentes géneros de discurso. Todo lo que su
enfoque le permite afirmar es que las palabras se relacionan con el
mundo gracias a que son fichas empleadas en los juegos de afirmar
oconvenciones
negar, dondeque
ninguno de éstoslas
nos indican queda excluido
jugadas por cuanto
a realizar. Pero,existen
si no
hubiese nada más que decir (cosa que de hecho creo), nadie habría
soñado con una disciplina denominada «filosofía del lenguaje» que
diese cuenta del funcionamiento del lenguaje.
lenguaje. Searle vacila entre pre-
servar la noción russellian
russellianaa del lenguaje que,
que, en parte, 1) define con
textualmente,, y renegar de llaa idea russellian
textualmente russellianaa de «afirm
«afirmación
ación implí-
cita»
cita» acerca del mundo espaciotemporal.

194
194 CONSECUENCI
CONSEC UENCIAS
AS DEL PRAGMA
PRAGMATCS
TCSMO
MO

4. DONNELLAN
DONNELL AN Y LA SEMÁNTICA FISICAL
FISICALIS
ISTA
TA

Paso ahora a abordar


abord ar la reacción contra la idea,
idea, común
comú n a Russell y a
Searle,
Searle, de que empleamo
em pleamoss nombres propios
propio s (sean de objetos reales o de
ficción) gracias
g racias a que obramos en poder de descripciones identificado
ras de éstos. Dicha
Dic ha reacción se asocia a los nombres de Kripke, Putnam,
Field y Do
Donnellan.
nnellan. Me limitaré a discutir las ideas de Donnellan debido
a que es el único miembro
miem bro del grupo ligado a la llamada «teoría causal
de la referencia» que ha publicado un tratamiento explícito de la re-
ferencia de las entidades de ficción. Cabe presumir que Donnellan
coincidiría con Russell en que hayhay convenciones que nos permiten per-
fectamente enunciar la oración «Holmes vivía en B  Bak er Street», consi-
aker
derándola como una abreviatura de la oración «Según los relatos que
 protago
 pro tagoniza
niza Ho
H o lm e s...». Mas
Ma s Donnell
Do nnellan
an quiere dar respues
resp uestata a un
unaa pr
pre-
e-
gunta ulterior: cuando dichas convenciones brillan por su ausencia  
(como ocurre cuando una ficción ha logrado erigirse en realidad),
¿cómo podemos aspirar a hablar y a que se nos comprenda   cuando
empleamos
empleam os un
u n término
térm ino singular que no tienetien e referencia
referenc ia alalgu
guna
na?1
?16. Don-
nellan no está dispuesto a aceptar que el niño qque ue cree en Santa Claus y
afirmaa que «Santa Claus vendrá esta
afirm esta noche» haya expresado
expresado una pro-
 posición,
 posic ión, y meno
m enoss aún una proposici
prop osición
ón verd
ve rdad
ader
era1a177. Los padr
padres
es incré-
incré -
dulos pueden usar idéntica combinación de palabras como abreviatura
de «Cuenta la leyenda que Santa Claus vendrá esta noche» y con ello
afirmar algo verdadero. Pero la verdad de «Santa Claus no existe» no
está en función de lo que cuenta la leyenda.leyenda. Ni tampoco, según la tesis tesis
de Donnellan, es una abreviatura de la afirmación
afirmaci ón russelliana «No exis-
te una entidad tal q u e .....»
.»,, pues Donnellan ve en la noción russelliana de
referencia mediada por «descripciones identificadoras» un error de
 base. Cabe suponer
supo ner que vería
ver ía en los defectos de lal a concepción
conce pción de Sear-
le un indicio de los errores ocultos en la de Russell.Russell. Dicho
D icho en términos
término s
máss generales, Donnellan
má Donn ellan consideraría la relación entre Russell y Sear-
le análoga a la relación entreen tre el Pecado y la Muerte.
Para entender la solución de Donnellan a su problema, hemos de
entender
entend er la crítica de Russell que está a la base.
base. Quienes se decantan
decant an por
«teorías causales de la referencia» piensan que Russell va v a a par
parar
ar a algo

16 Donnellan, «Speaking o f Nothing», pp. 6-7.


17 Ibíd.,pp. 20-21.

¿HAY ALGÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓ


FICCIÓN?
N? 195

semejante al idealismo
idealismo en la medida en que cree que la referencia que-
da establecida por «algo sitio en la mente del hablante». En concreto,
dicho error
err or le llevó
llevó a desmembrar la «referencia» de la conexión pala-
 brasm
 bra smund
undoo y,
y, por
po r tanto,
tant o, a emp
emplaz
lazar
ar err
erróne
óneame
amente
nte el «nexo» entre
entr e pala
pa la-
-
 brass y mund
 bra m undo o en la noció
no ciónn episte
epi stemoló
mológic gicaa de «familar
«fa milaridad
idad»,
», la noción
noci ón
que dio lugar a la teoría notoriamente obscura e inoperante de Russell
según la cual sólo los demostrativos como «éste» eran verdaderamente
«nombres».
«nomb res». Donnellan
Don nellan quiere preservar la concepción que él denomina
«natural», a la que Russell intentó adherirse recurriendo a esta última
noción, pero siendo consistente con las tesis centrales de su propia
«explicación histórica». Según ésta ésta,,
En ausencia de una conexión histórica entre una entidad individual y el  
uso q ue un hab
hablante
lante hace de un nombre, y por m uy correcta
correctass que sean las des
cripcion es que el hablante hace ddee esa entidad, esta última no es el refer
referente
ente;; 
[...] por otra
otra part
parte,
e, determinada conex ión histó
histórica
rica entre el uso de un nombre  
y una enti
entidad
dad individual puede hac
hacer
er de ésta e l referente
referente aun cuando las d es
cripcion es que haga el hablant
hablantee no singularicen esa enentid
tidad
adllf>.

Esta concepción choca de frente con la de Searle, ya que separa


tajantemente la «condición de identificación» de la «condición de exis-
tencia».
tencia». Mientras que Searle
Searle veía natural
natural pensar que nuestra capacidad
de entablar conversacione
conversacioness acerca de personajes de ficción, regidas por
convencion
conv enciones,
es, constituía una razón para afirmar
afirm ar que el discurso de fic-
fic -
ción satisface la condición de existencia, Donnellan no ve ninguna
conexión necesaria entre el referente
referente y lo que el hablante identificaría
como objeto de su discurso. De modo que la solución que da al proble-
ma por
po r el que él mismo ha optado, a saber
saber,, cómo podemos
po demos «hablar y que
se nos entienda» cuando usamos una expresión singular sin referencia,
referencia,
será absolutamente ajena a las intenciones, las disposiciones o el cono-
cimiento del hablante o del oyente. Parte de su solución reza como
sigue:

Si N es un nombre ppropio
ropio que ha sido em pleado e n enunciados predicati
predicati
vos con la intención de referirse a determinada entidad individual, entonces  
«N no e xiste» es verdade
verdadero
ro si y só lo si la hhisto
istoria
ria de esos u sos tropieza con un  
obstáculo*19

Ibíd., p. 18.
Ibíd., p. 19.

196
196 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

donde «tropezar con un obstáculo» se define como «term «terminar


inar en acon-
tecimientos que impiden
i mpiden la id
identificació
entificaciónn de cualquier referen
refe rente»
te»2
20. De
modo que si la mayoría hubiese pensado que Holmes era en realidad
uno de los contemporáneos de Gladstone, y más tarde la investigación
histórica hubiese demostrado que sólo se hablaba de Holmes debido a
los relatos de Conan Doyle, habríamos tropezado con un obstáculo.
obstáculo. Lle
Lle--
gados aquí, habría que concluir que todos los enunciado
enunciadoss del ttipo
ipo «H
«Hol-
ol-
mes vivía en Ba kerr Street»  son falsos, a men
 Bake menos
os que se consideren como
abreviaturas de «Según los relatos que protagoniza Holmes, éste vivía
en B
 Bak
aker
er Street».
A la hora de evaluar esta solución,
solución, teng
tengamos
amos presen
presente
te que según la
concepción «natural» que tanto Searle como Donnellan desean pre-
servar 

al emplear dichas oraciones simples (como «Sócrates es de nariz chata») no  no  


estam os haciendo ninguna afirmación general acerca acerca del mundo; esto es, no
no  
estam os haciendo ninguna afirmación que quepa anali analizar
zar correctamente
correctamente con 
con  
la ayuda de cuantificadores; [...] en tales casos, con toda probabilidad, el  el  
hablante
hablante podría
podría haber dicho lo m ism o, haber expresado la mism a proposición,
proposición,  
con la ayuda de otras expresiones individuales, siempre y cuando éstas se  
em ple en par
para
a re
referirse
ferirse al m ism o i nd ivid uo 21.

Esta concepción, unida a la afirmación antirrusselliana de que


«los nombre
nom bress propio
propioss no tien
tienen
en conte
contenido
nido d
desc
escript
riptivo»
ivo»2
22, lleva
lleva a Don-
nellan a afirm ar que el enunciado «Santa Claus no vendrá esta noche»
no puede expresar
ex presar una proposición. Si el término que o oficia
ficia de sujeto
no tiene «contenido
«conten ido descriptivo», no se expresa proposición alguna, a
menos que exista la debida conexión histórica. Ello significa que
cuando se trata de enunciados como «Santa Claus no existe» y, en
general, de enunciados existenciales que conlleven nombres propios,
«no podemos hacem
h acem os una idea clara de qué proposición
propo sición se expres
expresa».
a».
Por lo que debemos distinguir el saber cómo emplearemp lear un enunciado 
de saber qué proposición expresa.   El precio a pagar por retener la
«concepción natural» al tiempo que desestimamos la concepción,
común a Russell y a Searle, según la cual «el significado se halla en
la mente», es dobl
doble:
e:

20 Ibíd.,p. 23.
23.
21 Ibíd., p. 11
11..
22 Ibíd.,
Ibíd., p. 21, n.

¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBL
PROBLEMA
EMA CON EL DISCURSO DE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 197
a) debemos aceptar la idea contraintuitiva
contraintuitiva de que nuestro cono-
cimiento de la referencia
referenc ia depende de la investigación histórica;
tí)  debemos dejar de equiparar «Saber qué proposición expresa S» 
con «Saber cuáles son las condiciones de verdad de S».

Podemos ligar este resultado


resultado con el de nuestro tratamiento de Searle
Searle
estableciendo
establecien do que, si nos negamos a admitir con
co n Searle que cuando habla-
mos de entidades de ficción
ficc ión llevamos
llevamos realmente a cabo un «acto referen-
cia!»,
cia!», n
nos
os vemos abocados a una concepción de la referencia que la pone
en función de un conjunto de nociones epistemológicas centradas en la
familiaridad directa (como hacía Russell), o a la concepción (típica de
Donnellan) por la cual sólo podemos entender «el nexo entre el lenguaje y
el mundo» cuando se trata de enunciados predicativos
predicativos y no de enunciados
existenciales. Dicho con otras palabras, si (contra lo que opina Searle)
insistimos en que sólo los seres espaciotemporales
espaciotemporales cumplen la «condición
existencial»
existe ncial» de la referencia,
referencia, o bien tendremos que afirmar
afir mar con Russell que

i) la noción de referencia
referenc ia ha de ser complementad
comple mentadaa con «análisis»
de aquello sobre lo que realmente versan las oraciones

o bien tendremos que afirmar


afirma r con Donnellan que

ii) la noción d
dee referencia que especifica
especific a «el
«el nexo entre las pala-
 bras y el mundo
mu ndo»
» no pued
p uedee aplicarse
apli carse a enuncia
en unciados
dos verd
verdader
aderos
os e inteli-
in teli-
gibles como «Holmes
«Ho lmes no existió».
existió».

Si aceptamos ii), hemos de admitir que, llegados a este punto, sólo


 podemoss preservar
 podemo preser var el principio 1) de Russell —la tesis dede que sólo
sólo pode-
pod e-
mos referimos a lo que existe— a costa de grandes concesiones. Pues
Russell pensaba que la referencia, en la acepción regida por 1), era un
 prerrequis
 prerr equisito
ito para
pa ra hablar con sentido acerca del mundo. De acuerdo con co n
Donnellan, podemos hacer afirmaciones verdaderas e inteligibles acerca
del mundo espaciotemporal que no contengan
conten gan expresiones referenciales.
Vemos
Vem os aquí la concreción
concre ción del conflicto entre los respectivos intereses
interes es de
Russell y los partidarios de las «teorí
«teorías
as causales» de la referencia.
referencia. Rus-
sell necesitaba la semántica para practicar
practic ar mejor
mejo r la epistemología «veri
ficacionista», y por consiguiente aspiraba a una teoría general de todos
los enunciados acerca del mundo verdaderos e inteligibles que pusiera
de manifiesto nuestros métodos para comprenderlos y verificarlos. El
 precio que Russell pagó pag ó por
po r 1) fue la complejid
com plejidad
ad paradóji
para dójica
ca de los

198
198 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO
PRAGMATISMO

«análisis» de ciertos enunciados. Por el contrario, la mayoría de los


admiradores de Donnellan y de Kripke necesitaban la semántica para
 practi
 pra cticar
car me
mejo
jorr lo que Putn
Putnamam deno
denomin
minaba
aba episte
epistemolog
mologíaía «realista»,
donde ser
se r «realista» equival
equivalee a un regreso sin ambage
ambagess a teorías «pictó-
ricas» del lelengu
nguaje
aje2
23. De m
maner
aneraa que el precio que Donnell
Donnellanan paga po
porr
1) es su incapacidad de decir qué proposiciones expresan numerosos
enunciados inteligibles y verdaderos. Las paradojas de Russell llegan
cuando cree encontrar en nuestro acto de hablar mucho más de lo que
creíamos que había en éste. Las de Donnellan llegan cuando rehúsa a
adscribir un «nexo entre el lenguaje
lenguaje y el mundo» para un bu buenen número
de enunciados
enunciado s verdaderos que se diría que establecen tales nex
nexos.
os.
La idea de una
un a epistemología «re
«realista»,
alista», tal y como la conc
conciben
iben Put-
nam, Kripke y Donnellan, es compleja y obscura. Pero para nuestros
actuales fines quizá baste con decir que constituye el intento de expli-
car las consecuencias de las siguientes tesis:

7) El cconocimiento
onocimiento nos proporcio
proporciona
na una imagen de la realidad
física.

8) Cualquier cosa puede ser una imagen de la realidad con arreglo


a determinadas con
convenci
venciones.
ones.

9) De forma que par


paraa evitar un relativismo que apele a «esquemas
conceptuales alternativos»,
alternativos», debemos d defender
efender la existencia de
relaciones entre las palabras y el mundo que se mantienen con
independencia de toda elección de convenciones, esquemas
conceptuales, descripciones identificadoras, o de otros factores
«subjetivos», de relaciones de naturaleza física.

En resumen, unau na epistemología y/o una filosofía del lenguaje realis-


ta tienen por fin desarrollar una teoría acerca de la «relación entre las
 palabra
 pala brass y el mu
mundo
ndo» » que no valga tanto
tanto para un mundo de ficció
ficciónn como
 para
 pa ra uno real. A los ojos del realista, el defecto imperd
imperdonable
onable ddee la con-
cepción del lenguaje de Searle y Russell reside en que valdría también
si la vida fuese un sueño, si el espíritu maligno de Descartes de veras

23 a s e H i la r y P u tn am ,  Me
V ééa  Meani
aning
ng an d the M oral
or al Scienc
Sciences,
es,   Routledge and Kegan  
Paul, Londres/N ueva York, 1978.

¿HAY ALGÚN PROBLEMA


PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FI
FICC
CCIÓ
IÓN?
N? 199
existiese o si todos fuéramos cerebros conservados en una cubeta. Por
razoness que he expuesto en
razone e n otro luga
lu gar2
r24, no creo
cre o que este
es te tipo de
d e realis-
mo constituya un proyecto coherente,
coherente, si bien seguiré discutiéndolo más
tarde, en el parágrafo 7. En el parágrafo que sigue deseo abordar una teo-
ría más acerca de la verdad
verdad de las ficciones de cara a completar mi expo-
sición de las estrategias al uso para hacer
hac er frente a este problema.

5. EL MEINONGIANISMO
MEINONGIANISM O Y LOS «OBJETOS INCOMPLETOS»

En un principio, Russell propuso su teoría de las descripciones


como un modo de evitar asumir la existencia de todos los objetos inten
inten--
cionales, suposición que atribuía a Meinong.
cionales, Meinong. Pero Russell no dio cum-
 plida
 pli da cuenta
cue nta de las tesis de Meinong,
Mein ong, ni tampoc
tam poco
o adujo un argument
argu mento o
claro en contra de éstas, cosa que yo tampoco haré. Me
M e limitaré a seguir
la costumbre de denominar «meinongiana» a toda concepción de la
referencia
referenc ia que establezca que nos referimo
referimoss exactamente
exactam ente igual a Glads
Glads
tone y a Holmes, y que la diferencia entre las personas reales y las per-
sonas de ficción es irrelevante para la semántica. La defensa más
reciente de dicha
dic ha concepción
conce pción se debe a Terence Parson
Pars ons2
s25. Haré un
u n bre-
vísimo bosquejo de las líneas generales del tratamiento de Parsons acer-
ca de la verdad de la ficción,
ficción, para
par a abordar rápidamente
rápidamente una noción mei-
me i-
nongiana que la mayoría de los filósofos encuentran contraintuitiva, a
saber,
saber, la noción de «objeto incompleto».
La estrategia básica de Meinong consist
consistee en substituir 
substituir 

1 ’) Todo referente
nte debe se
ser un objeto

 porr el principio
 po prin cipio russellia
russ elliano
no

1) Todo referen
refe rente
te d
debe
ebe existir.

24 Vé ase Ror
Rorty,
ty, «Realism and Ref Reference»,
erence», The Moni st,  59 (1976), y Phil
Monist,  Philoso
osophy
phy a nd the 
 Mirr
 M irror
or ofNa
ofNatur e,  Princeton University Press, Princeton, 1979, cap. 6. Traducción españo
ture,
la de Jesús Fernández, La fil  filoso
osofía dee la naturaleza,  Cátedra, Madrid, 1989. Véa
fía y el espejo d
se también
también Donald D Davidson,
avidson, «R ealism Witho
Withoutut Reference», en Reference, Tru Truth
th and
an d Rea-  
lity, Mark Platts (ed.), Ro Routled
utledge
ge and Keg
Keganan Paul, Londres, 1980, pp. 13 1311 -140.
25 Terence Parso
Parsons,
ns, «A Prolegom enon to Meinongian Sem antics», Jou  Journa
rnall o f Ph ilo
hy,   71 (1974), pp. 551-560, y « A M einongian
 sophy,
 sop einongian Analysis o f Fictional
Fictional Objects»,
Objects», Grazer 
 Philos
 Phil osop
ophishische
che Stu dien,   1 (1974), pp. 73-86.
Studien,

200 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

La idea es convertir la «descripción


«descripción identificadora» que em emplea-
plea-
mos para «delimitar» un referente en una enumeración de los miem- miem -
 bros
 br os de u n subc
su bcon
onjun
junto
to in
inclu
cluid
idoo en un conju
co njunto
nto (pos
(p osibl
iblem
emen
ente
te)) má
máss
amplio de propiedades que equivale al objeto mismo, al resto del
conjunto integrado por todas sus propiedades a las que aún no se ha
aludido. Cabe concebir el meinongianismo en los siguientes térmi-
nos: cuando contamos con un número suficiente de propiedades
identificadoras,
identificad oras, podem os hacer caso omiso de llos os particu
particulares
lares de los
que son propiedades.
propiedades. A Animado
nimado por el mismo espíri espíritu,
tu, Berkeley afir
afir-
-
maba que si contábamos con número suficiente de ideas, podíamos
hacer caso omiso de los substratos materiales inherentes a las pro-
 pied
 pi edad
ades
es;; ta
tamm bién
bi én K ant
an t afi
a firm
rm aba
ab a que
q ue si con
c ontá
tába
bam
m os con
co n un
u n núm
n úmerero
o
suficiente de representaciones
representacione s coherentes, podíam
podíamosos hacer caso omiso
de la cosaensí.
Esta estrategia
estrategia posibilita referirnos
referirnos en la práctica a cualesquiera
cosas y establecer verdades acerca de éstas. Las únicas expresiones a
las que Parsons negaría la capacidad de referir son expresiones del
tipo «lo que es a un tiempo redondo y no redondo». Con todo, Par-
sons no tiene reparos en incluir la expresión
expresió n «la cuadratura del círcu-
lo». En su opinión, es verdad que el cuadrado circular es circular al
igual que es verdad que Henry James, además de tener las diversas
 pr opie
 prop ieda
dade
dess por
p or las ququee sol
solem
emosos iden
id entif
tific
icar
arlo
lo,, tiene
tie ne la prop
pr opie
ieda
dad
d de
haberse encontrado con co n Charles Sanders Peirce en una visita a París. París.
Asimismo, también es verdad que Sherlock Sherlock Holmes tiene la propie-
dad de descender
descend er de los los franceses por parte de madre. Esta estrategia
sólo se ve en apuros cuando empezamos a tener en cuenta propieda-
des como «existente» y a preguntarnos si existe un conjunto de pro-
 pieda
 pie dade
dess qu
que,
e, jun
ju n to a tod
todas
as las que
qu e pued
pu edenen adsc
ad scrib
ribirs
irsee a Sher
Sh erloc
lockk
Holmes, incluye una adicional: la prop propiedad
iedad de existir.
existir. Nuevamente,
 pode
 po demm os su
susc
scita
itarr o
otro
tross pro
p robl
blem
emas
as al incl
in clui
uirr la
la ppro
ropi
pied
edad
ad de «ser
«s er sin
ser pensado
pensad o todavía». En este punto, la estrateg estrategia ia de Parsons consis-
te en anular todas estas paradojas aduciendo que este tipo particular
y «problemático» de propiedad es extramedular y que «los objetos
sólo están compuestos
compu estos de propiedades
propied ades medu
me dulare
lares»
s»2
26, por
po r ejemplo, del
tipo de propiedades instanciadas en los juicios predicativos y no
intencionales al u
uso.
so.

Parsons, «Prolegomenon», p. 573.

¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICCIÓN
FICCIÓN?? 201
Pasando alegremente por po r alt
alto
o los detalles y las dificu
dificultades
ltades de la dis-
tinción entre lo medular
medu lar y lo extramedular,
extramedular, me ocuparé acto seguido de
la aplicación de la teoría de Parsons
Parsons a los personajes de ficción. Parsons
cree
cr ee227que dich
dichaa aplicación conf
confirm
irmaa la verdad de su tesi
tesis.
s. A su enten-
der, la intuición de que el discurso acerca de objetos de ficción debe
«ser objeto de un análisis eliminativo
eliminativo [...] que dé por resultado una un a pará-
frasiss que sólo haga referencia a objetos reales, quizá a novelas o a ora-
frasi
ciones pertenecientes a éstas [...]» es una «idiosincrasia de la filosofía
angloame
angloa merican
ricanaa reci
re cien
ente
te»2
»28
8. Parsons insis
insiste
te en que dicha
dic ha concepción
concep ción
nos permite afirmar m muchas
uchas cosas que la tradición russell
russelliana
iana prohib
prohibía:
ía:
 porr ejemplo, que H
 po Holm
olmeses es u
unn detective, Pegaso un caballo
c aballo alado, etc.
A su modo de ver,
[en] el caso de «Sherlock Holmes» nos hallamos frente a un objeto incom
pleto,, posible
pleto posib le e inexistente,
inexisten te, entre
entre cuyas propiedades
prop iedades medulares se encuentran:
encuentran: 
ser un detective,
detec tive, atrap
atrapar
ar a criminales, fumar en pipa, etc. Lo típico
típic o es
e s que los 
objetos de ficción sean incompletos, pues el corpus literario en cuestión no 
determina
deter mina todas sus propiedades;
propiedades; no es cierto que, según las novelas de Conan 
Doyle, Holmes tuviese un lunar en su pierna izquierda, como tampoco lo es  
que, según esas mismas novelas, no lo tuv iese [...].[...]. Holm es es un ser indeter
 minado
 mina do con resp
re spec to  a esa propiedad29.
ecto

Parsons desea que aceptemos ecuánimemente este resul resultado,


tado, pero
es obvio que hay algo problemático en la noción de objeto «incomple-
to».. La dific
to» dificultad
ultad es máxim
máximaa cuando se trata de rel relatos
atos «de gran sim-
 plicidad»,
 plicid ad», com
como o el de D
David
avid Lew
Lewis,
is, citado por
po r Parsons: «Stau
«Staubb eera
ra un
dragón que tenía diez anillos mágicos. Fin.» Uno se siente tentado a
afirmar
afirm ar que hasta un objeto
objeto incompleto ha de tener como mínimo cier-
tas propiedades
propiedad es y que Staub no cumple los requisitos. TenemosT enemos además
la dificultad inversa,
inversa, que Lewis también señala
señala:: podemos construir dos
objetos, uno de los cuales es el conjunto de propiedades que Holmes
 posee
 pos ee en los rela
relatos,
tos, mientra
mie ntrass que el o
otro
tro con
consta
sta de
d e todas
to das esas prop
p ropie-
ie-
dades más la propiedad de tener un lunar en la pierna izquierda. De
hecho, situando lunares en cualesquiera otros lugares podemos cons-
truir un número indefinido de objetos de la clase holmesiana. ¿Cuál es
el objeto que hace verdaderos los relatos sobre Holmes? Resulta natu-

Parsons, «Meinongian
Parsons, «Meinon gian Analysis» , p. 74.
Ibíd., p. 77.
Ibíd., p. 80.

202 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

ral afirmar: sólo el primero. Pero aunque sea natural, también parece
arbitrario. Una vez convenimos en que existe la verdad como corres-
 pond
 po nden
encia
cia con
co n un objeto
obje to por
p or lo que a Holme
Ho lmess respec
res pecta,
ta, ¿qu
¿quéé nos
n os hace
h ace
 pens
 pe nsar
ar que
qu e Cona
Co nann Doyle conocía
con ocía totodas
das estas
esta s verdad
ver dades?
es? Supong
Sup ongamoamoss
que tratamos de evitar los objetos incompletos. Podríamos limitamos
a construir un objeto completo basándonos en las propiedades que a
Holmes se le atribuyen
atribuyen en los relatos.
relatos. P
Para
ara cada pregunta sensata que
 pued
 pu edaa formu
for mular
larse
se razo
razonab
nablem
lement
entee en to
tomm o a Hen
H enry
ry James
Jam es (¿co
(¿ conoc
nocíaía a
Gladstone?, ¿se afeitaba dos veces al día?) hay una respuesta, pese a
que por lo general la ignoremos.
ignoremos. De ahí que Henry Jam Jameses sea un obje-
to completo. Si, p e r impos
impossibi
sibile,
le, enum
 enumeramos
eramos todas las preguntas que
 pode
 po demo
moss form
f ormula
ularr ace
acerca
rca de James,
Jam es, las aplic
a plicam
amosos a Holme
Ho lmess y asign
as igna-
a-
mos respuestas arbitrarias, obtendremos un objeto completo. Por
desagracia, el argumento de Lewis también
tamb ién es válido aquí, claro está.
Si damos una respuesta arbitraria a una pregunta diferente a la antes
dada, obtendremos un objeto completo diferente.
diferente. Con vistas a afirmar
que existen tales objetos, la imposibilidad práctica de enumerar todas
las preguntas no tiene por qué ser un obstáculo mayor que la imposibi-
lidad práctica de tener en mente todas las propiedades que los relatos
atribuyen a Holmes.
H olmes.
Pienso que lo que nos incomoda
incom oda a la hora de considerar estas
estas con-
secuencias de la teoría de Parsons es precisamente que el placer de
 pode
 po derr afirm
afir m ar «Holmes
«Holm es es un detective» y «Pegaso es un caballo
caball o alado»
sin tener que concebir estas expresiones a modo de abreviaturas russe
llianas
llianas de enunciados referentes
referentes a relatos queda
qued a disminuido por la pro-pro -
 pensió
 pe nsiónn a consid
con siderar
erar que la verdad
ver dad sobre Ho
Holme
lmess resid
residee en una
un a relación
rela ción
entre una oración y un objeto. Si dejamos que el objeto sea sencilla-
mente
men te «aquello de lo que sólo son verdadera
verdaderass todas las oraciones pe perte-
rte-
necientes a los relatos», como hace Parsons, tal propensión
prope nsión no existirá.
Pero,, tan pronto como vemos qué difícil es determinar cuál es el objeto
Pero
que hace que las oraci
oraciones
ones sean verdaderas, parece no haber lugar para
la noción de verdadcorrespondencia.
verdadcorrespondencia. Lo mismmismo o ocurre con la noción
de «correspondencia con un objeto incompleto», sobre todo porque,
aun cuando añadamos billones de propiedades adicionales con la
esperanza de obtener un Holmes completo, jamás construiremos un
objeto que se ajuste po
porr completo al contexto del Londres de
decimon
cimonóni-
óni-
co (a todos los intervalos espaciotemporales en los que, para nuestra
desgracia, pueblan otros muchos objetos). Para construir tal objeto,
tendríamos que crear todo un mundo nuevo, en el que ningún intervalo
espaciotemporal sea idéntico a cualquier otro del mundo real. Pero

¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO D
DEE FICC
FICCIÓN
IÓN?? 203
cuando pensamos en erigir un «nuevo» espaciotiempo hemos de
habérnoslas con todas las intuiciones que Kant reclutó en la «Estética
transcendental»: no puede haber más que un espacio o un tiempo. La
estrategia en la que
que se basa Meinong, a sabe
saber,
r, sustituir
s ustituir haces de propie-
dades por entidades individuales, se viene abajo en cuanto abordamos
relaciones espaciotemporales.
Podrían decirse varias cosas de corte meinongiano para aplacar
estos escrúpulos, y la mayoría de ellas insisten en que no confundamos
confundam os
«ser un objeto de referencia» con «ser un objeto espaciotemporal».
Para fines meinongianos, necesitamos un concepto de «objeto» que al
menos sea tan vago como el uso que Wittgenstein hace del término
Gegenstand   en el Tractatus.  Si uno piensa que nociones semánticas
como «verdad» y «referencia» pueden aplicarse tanto a las ecuaciones
matemáticas
matem áticas como a las crónicas de acaecimientos espaciotemporales,
necesitará
necesitará una noción de verdadcorres
verdadcorrespondencia
pondencia con la realidad desa-
marrada
ma rrada de la construcció
construcciónn de imágenes lingüísticas de la realidad físi-
ca. Por lo que tendrá que disociar 1) de la «concepción natural» que
Donnellan describe: de una concepción que subraya la posibilidad de
«términos singulares que no introduzcan cuantificadores», de limitar-
nos a «identificar
«ide ntificar algo» sin «generali
«generalizar».
zar». O, como m
mínimo,
ínimo, tend
tendrá
rá que

disociar
«aislar laesta noción
región de «identificación»
espaciotemporal de la actividad
pertinente» de la quemás
uno común de
habla. La
«identificación» tendrá
ten drá que inclu
incluir,
ir, por ejemplo, la identif
identificación
icación de un
mundo posible, o un ítem del «espacio lógi lógico».
co».
 No
 N o obsta
obstante,
nte, en lug
lugar
ar de exa
examin
minarar ha
hasta
sta dón
dóndede pode
p odemo
moss llegar en
defensa deldel meinongianismo, me con contentaré
tentaré con esta escueta descrip-
ción del tipo de objeciones y réplicas que generan las propuest propuestas
as mei
nongianas.
nongian as. E
Enn el siguiente parágraf
parágrafo,o, pas
pasaré
aré a d
discutir
iscutir en términos
términos mmás
ás
generales si (y cómo) la noción de verdadcorrespondencia (y, por lo
tanto,, la noción de «referencia» como condición necesaria para expli-
tanto
car la correspondencia en cuestión) puede disociarse del fisicalismo,
de la intuición de que, de un modo u otro, toda verdad es una verdad
acerca de la configuración espaciotemporal del mundo físico. Argu-
mentaré que las nociones de «correspondencia» y «referencia», en los
sentidos en que las usan los cuatro autores discutidos, no pueden pued en diso-
ciarse y que, en este punto, Donnellan está en lo cierto. Así pues,
defenderé que sólo tenemos dos  salidas: un enfoque «puro» en térmi-
nos de juego
juegoss de lenguaje que prescinda por completo de estas nocio-
nes o un enfoque rígi rígido
do y fisicalista que las interprete en términos de
causalidad física. Dicho sea en términos del tema que me ocupa: la

204 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

alternativa es o una separación entre la semántica y la epistemología


que sea tan drástica
drástica como para impedir que la primera trace alguna dis-
tinción relevante entre la verdad de los hechos y la verdad de la ficción,
o una unión entre la semántica y una epistemología realista y «pictóri-
« pictóri-
ca» que, a la manera de Donnellan, desautorice completamente
com pletamente la ver-
dad de la ficción.
ficción.

6. LA IMAGEN DE LA IMAGEN PARMENÍDEA


PARMENÍDEA

Intentemos sacar la moraleja de la intrincada historia que vengo


contando proponiendo una concepción
concepción muy simple acerca del lenguaje
y de la verdad,
verdad, una concepción
conc epción que evite todos
todos los problemas
problem as hasta aho-
ra examinados. Esta concepción sigue los pasos de Dewey, Dewey, Sellars y dedell
segundo Wittgenstein a la hora de considerar todas las afirmaciones
como jugadas
jugad as de una partida. Hay tantos
tantos y tan distintos
distintos avales
avales para lo
que Dewey denominaba
denom inaba «afirmacione
«afirma cioness avaladas»
avaladas» —o «verdaderas», tal
y como normalmente las llamamos— como temáticas. Consideremos
los siguientes ejemplos: «2 y 2 son 4», «Holmes
«H olmes vivía en B  Bak
aker Street », 
er Street»,
«Henry James nació en AméricaAm érica»,
», «Ojalá hhubiese
ubiese más amor
am or en el mun-
do», «El sencillo
sencillo uso de la luz por parte de Vermeer
Vermeer logra más resulta-
dos que el rebuscamiento de La Tour». Todas estas afirmaciones están
avaladas y son verdaderas exactamente en el mismo sentido. Las dife-
rencias entre ellas se manifiestan
man ifiestan gracias a un estudio sociológico de las
distintas
distint as justificacio
justificacionesnes que daríamos para cada afirmación, y no gra- g ra-
cias a la semántica. O, dicho sea de otra manera, independientemente
del campo de aplicación de la semántica (o de la «filosofía de lengua-
 je»)
 je »),, ésta no nos dirá
dir á nada del «modo
«mod o en que
q ue las palabras
pala bras se relacio
relacionan
nan
con en el mundo», pues, en este punto, no puede decirse nada general. 
Desde este punto de vista, la noción de referencia, en cuanto relación
que satisface 1), no tiene cabida:
cabida: es un invento filosófico.
filosófic o. Todo lo que
necesitamos
necesitam os es la noción ordinaria de «hablar sobre algo», donde el cri-
terio
que elpara determ«tiene
determinar
hablante inar «sobre qué vers
en mente», versa»
a» uunn, en
es decir,
decir enunciado resideloenque
aquello sobre aquel
aquello
lo
cree 
estar hablando. La noción que el filósofo tiene de la verdad como
«correspondencia con la realidad»
realidad» es una
u na tentativa
tentativa inútil de meter ora-
ciones como
com o la relativa a Vermeer en el mismo saco que oraciones como com o
«El gato está sobre la estera».
Esta concepción
conce pción es bien sencilla, de ninguna ayuda si uno confía en
que la filosofía analítica del lenguaj
lenguajee arroje luz sobre la naturaleza
naturaleza de

¿HAY ALGÚN
ALGÚ N PROBLEMA CON EL DISCURSO DE
D E FICCIÓN
FICCIÓN?? 205
las ficciones
ficcio nes y
y,, a mi entender, correcta. Lo que s í  sirve de ayuda a la hora
de reflexionar en tomtomo o a las ficciones es, creo yo
yo,, preguntamo
pregun tamoss por qué
existe el fenómeno de la filosofía analítica del lenguaje, o, más exacta-
mente, por
po r qué 1) llegó a ttomarse
omarse en seri
serio.
o. ¿Por qu
quéé la tesis epistemo-
epistem o-
lógica perfectamen
perfectamente te razonable según la cual

 La mejo
m ejorr maner
maneraa de averig
ave riguar
uar cosas
cosa s acerca
acerc a de Sher
Sherloc olm es es 
lockk H olmes
leer los relatos de Conan Doyle

llegó a cobrar expresión en la tesis


tesis semántica según la cual
cual
 Lo s enunc
 Los en unciad
iados
os acerca
ace rca de
d e Sherlo
She rlock
ck Holm
Ho lmes
es ssee re
refieren
fieren en re
realida d  
alidad 
a los relatos
relatos de Conan Doylel
Doyl el

Bueno, quizá por las mismas malas razones que hicieron que el enun-
ciado

 La mejor
me jor manera
maner a de averig
ave riguar
uar cosas
cos as en tom
to m o a las estrell as es 
estrellas
emplear nuestros sentidos

cobrará expresión como


 Lo s enunc
 Los en unciado
iadoss acerca
ace rca de las estrellas
estrel las son en rrea
ealida
lidad
d enunc iadoss 
enunciado
referentes
referent es a sense-data.
sense-da ta.

Mas ¿por qué, tras la separación de semántica y epistemología ocu-


rrida en la postguerra ilustrada, en la era postpositivista de la filosofía
analítica, Strawson y Searle no se contentaron con una concepción del
lenguaje como juego en vez de ensayar una «teoría de la referencia»?
¿Por qué
qué hay quienes siguen preocupánd
preocupándose ose po
porr ser meinongianos —por
—p or
crear objetos
objetos a los que referirse con el ffin
in de preservar un principio aná-
logo a 1)— en vez de conformarse con establecer que podemos hacer
afirmaciones avaladas (por ejemplo, «Es mejor amar que odiar») que
sólo un platónico contumaz insistiría en que versan «sobre objetos»?
A mi modo de ver, la respuesta consiste en que la semántica no   se
ha separa
separado
do del todo de la epistemología, a pesar de tod todaa la publicidad
publicidad
al respect
respecto.
o. La mayoría de los filósofos del lenguaje quieren ob obtener
tener de
la semántica lo mismo que querían los epistemólogos, desde Descartes
hasta Chisholm: una relación de nuestras representaciones del mundo
que nos garantice que no hemos perdido contacto con éste, una res-

206 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

 pu estaa al escépti


 puest escéptico
co que se desp
desprenda
renda de una tesi
tesiss general sobre la natu
natu-
-
raleza de la representación. La diferencia entre representaciones men-
tales y representaciones lingüísticas no ha alterado el motivo de la
investigación sobre la representación; si antes teníamos teorías acerca
de ideas o Vorstellungen privilegiadas (ideas sensibles simples, ideas
claras y distintas)
distintas) con las que defende
defendemosmos del escépti
escéptico,
co, ahora tenemos
teorías sobre aquellos elementos privilegiados del discurso (por ejem-
 plo, nombres,
nom bres, descrip
descripciones
ciones id
identif
entificado
icadoras)
ras) que «lig
«ligan
an el lenguaje
lengu aje con
el mundo». Tanto en la epistemología tradicional como en la semántica

reciente
una descrseipción
da unde
descripción intento autoengañ
autoengañoso
su actividad queoso de
la re ocultar
reduce
duce a unaeste motivo gracias
explicación a
del fun-
cionamiento de la mente o del lenguaje, pero dicha descripción delata
invariablemente la necesidad de da darr respuesta al escéptico que pregun-
ta: si todo fuese un sueño, si todo fuese un constructor  si   si no hubiese
nada que representar, ¿en qué cambiarían las cosas? ¿Cuál es la dife-
rencia entre obtener conocimientos y hacer poemas o nar narrar
rar relatos?
relatos?
Sólo el deseo apremiante de responder a dichas cuestiones mantie-
ne vivo un principio ccomo
omo 1), oo,, más exactamente, hachacee creer a los filó
filó-
-
sofos que, además
ademá s de la noción ordinaria
o rdinaria de «hablar sobre algo», existe
una noción
no ción digna de interés denom
denominada
inada refe
referencia.
rencia. Pues sólo la idea
idea de
que dónde hay verdad hay «correspondencia
«correspon dencia con un objeto» pudo llevar llevar
a Searle a pensar que para entender el juego de lenguaje relativo a
«Sherlock Holmes», por ejemplo, era necesario el concepto de «exis-
tencia ficticia». Sólo esa misma idea hace que aparentemente merezca
la pena desafiar los «análisis» russellianos introduciendo «objetos»
meinongiano
meino ngianoss en vez de li
limitándonos
mitándonos a elim
eliminar
inar 1), y con éste, los prin-
prin -
cipios 2), 3) y 4) de Russell. Sólo esa idea hace plausible la tesis de Don
nellan, a saber, que «Santa Claus viene esta noche» no expresa propo-
sición alguna, o que no sabemos qué proposición
propos ición expresa «Santa
«San ta Claus
no exi
existe»
ste».. Pues únicamente la desesperación y el miedo a que el len-
guaje pierda el contacto
contacto con el mundo podría hacem os creer que «saber
qué proposición expresa “S”» no tiene nada que ver con saber cómo
usar «S» y tiene mucho que ver con identificar en el mundo algo que
haga verdadera a «S». La insistencia en preservar 1) sólo puede expli-
carse como una expresión de la cautivadora imagen que Wittgenstein
traza en el Tractatus:

El objeto es simple.
Tod o aserto
aserto sobre complejo s puede descom ponerse en un aserto sobre sus 
partes
part es constitutivas y en aquellas prop osiciones que describen comp letam en
te el complejo.

¿HAY ALGÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓN? 207


Los objetos forman la sustancia del mundo. Por eso no pueden ser com
puestos.
Si el objeto no
n o tuv iese ninguna sustanci
sustancia,
a, dependería que una propo
proposición
sición 
tuviera
tuviera sentido, d e que otra
otra proposición
prop osición fues
fuesee verdadera
verdadera..
En este cas
casoo sería imposible
impos ible tr
traz
azar
ar una image
imagenn del mundo
m undo (verda
(verdadera
dera o falsa).
Es claro que por muy diferente del real que se imagine un mundo debe  
tener
tener algo — una fo forma
rma— — en común con el mundo real. real.
Esta forma fija está constituida por los o b je to s3s300.

El enfoque basado en los juegos de lenguaje propio de las  Invest


 Investii
gaciones abandona esta «imagen de la imagen» del lenguaje en la medi-
med i-
da en que reconoce que el que una oración tenga
ten ga sentido (es decir,
decir, que
 pu eda entenderse
 pueda entend erse y ser ve
verdad
rdadera
era o falsa) pu edee  depender de que otra
 pued
sea verdadera. Ya que esta posibilidad se cumple paradigmáticamente
en el discurso de ficción (en sentido literal, sin «analizarlo» a lo Rus
sell, ni asignarle referentes especiales, como hacen Searle y Parsons),
una vez abandonamos
abandonamos la imagen
imagen de la imagen los problemas
problemas filosófi-
filosó fi-
cos acerca de la ficción simplemente dejan de suscitarse. Como tam-
 bién lo hará, por
po r razones
raz ones análogas, el proble
pro blema
ma escéptico
escépt ico de si la vida
es sueño, o el problema de cómo pueden distinguirse «filosóficamen-
te» las teorías científicas de los poemas.
poemas.
La raíz común de todos estos problemas es el miedo a que la plurali-
dad de posibilidades que ofrece el pensamiento discursivo nos traicione,
nos haga «perder contacto» con lo real. Como argumentaba Heidegger,
este miedo es un rasgo definitorio de la tradición ffilosófic
ilosóficaa de Occidente.
Occidente.
Para entender por qué Wittgenstein
Wittgenstein temía que las teorías nopictóricas,
nopictóricas, «de
 juegos», perdiesen contacto
contacto con «la forma fija del mundo
mu ndo»3»31e imposibili-
imposibili-
tasen la «determinación del del signifi
sig nificado
cado»3
»32hemos
2he mos de remontam
rem ontamosos hasta
Parménides
Parm énides.. El temor que Parménides sentía ante los aspectos poéticos,
lúdicoss y arbitrarios
lúdico arbitrarios del lenguaje era de tamaña magnitud
magni tud que le hacía des-
confiar del mismo discurso predica
predicativo.
tivo. Esta desconfianza
desconfianz a estaba inspira-
da por la convicción de que sólo bajo el dominio, la obligatoriedad y el con-
trol de lo real podía alcanzarse el Conocimiento frente a la Opinión.
Opinión. A mi
modo de ver,
ver, cuando Parménides dice que
qu e «no es posible hablar de lo que
no es», está diciendo que el discurso que no está sujeto a tal control ni

30 Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus,  Routledge, Londres, 1922, 2.02-  


Tractatus
2.02 3. Traducción
Traducción española de Enri
Enrique
que Tierno
Tierno Galván, Alianza , Madrid,
Madrid, 1975.
31 Ibíd.,
Ibíd., 2.026.
32 Ibíd.,
Ibíd., 3.23.

CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


208
siquiera puede aspirar a expresar Conocimiento.
Conocimiento. Puesto que Parménides
creía que el discurso que se sirve de dos expresiones opuestas referentes a
lo real se ve abocado a predicados negativos o redundantes, ninguna ora-
ción predicativa
predicativa puede hacer más que expresar Opiniones.
Opiniones. A su modo de
ver, la infinidad de cosas que se pueden decir sirviéndonos del discurso
 predicativo
 predic ativo muestra a las claras que dicho discurso
discurso depende de convencio
nes  representativas, por lo que pertenece al ámbito del nomos y no de la
is..   Si Heidegger está en lo cierto cuando
 fisis
 fis cuando sugiere
sugiere que Platón hereda de
Parménides el temor a perder «la unidad esencial entre Ser y Pensar»,
 podemos
 podem os concebir la historia de la semántica
semántica y de la epistemología
epistemología como
como
un intento de «fundamentar» el discurso predicativo
predicativo en uuna
na relación no
convencional con la realidad. Dicha fimdamentación dividiría el discurso
 predicativo
 predi cativo en dos
dos partes
partes:: la primera corresponde al Camino de la Verd Verdad
ad,,
gracias al «anclaje» epistemológico
epistemol ógico o semántico obrado por relaciones no
mediatizadas,, mientras que la segunda ccorresponde
mediatizadas orresponde al Camino de la Opi-
nión, por
po r carecer de tal anclaje
anclaje.. El paradigma de la primera
prime ra es la episteme, 
la ciencia, y la poie sis,  la poesía, lo constituido, el de la segunda.
 poiesis,
En mi opinión, dicha necesidad de dividir el discurso en dos clases
constituye el vínculo entre la tradición semántica de nuestro siglo adherida
al principio 1) de Russell y la rancia tradición epistemológica según la cual
la relación que engarza las representaciones mentales con la realidad
real idad con-
siste en una especie de «visión». Recurriendo una vez más a Heidegger,
 parece del
del todo natural pensar que la noción russelliana
russelliana de «conocimie
«conocimiento
nto
 porr familiaridad»
 po familiaridad» es heredera de la tentativ
tentativaa platónica de hacer de la visión
el modelo del Conocimento, afianzando
afi anzando así esa especie de compulsión que
nos hace creer la verdad que acaece cuando lo que tenemos ante nuestros
ojos imposibilita dudar de la verdad de una proposición.
proposición. Tanto
Tanto Platón como
Russell creían que a menos que
qu e exista dicha analogía con la naturaleza fo r
 zosa  de la percepción visual, no habrá distinción alguna entre conocimien-
to y opinión,
o pinión, lógica y misticismo, ciencia y poesía.
poesía. Heidegger bosqueja
bosque ja la
relación entre la inicial desconfianza de Parménides ante el lenguaje y la
 predicación y la posterior desconfianza de Platón como sigu sigue:
e:

La palabra idea  mienta lo visto en lo visible, el espectáculo que algo ofre


ce. Lo que se ofrece es el correspondiente aspecto, el eidos  de lo que sale al 
en cu
cuen
en tro 33.

33 M ar ti n H e i d e g g e r , Introd
 Introduction
uction to Meta
Metaphys
physics,
ics,   Yale University Pres
Press,
s, N ew Haven, 
1959, p. 180. Traducción
Traducción española de Emilio Estiú, No va, Bu enos Aires, 1970, p. 216.

¿HAY ALGÚN
AL GÚN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓ
FICCIÓN?
N? 209
Lo decisivo no consiste en general en que la f is is   se caracterice como  
 fis
idea, sino en que ésta aparezca como la única y decisiva interpretación del
s^ r 34

 Fisiss  es el imperar naciente, el subsitir en sí, la constancia.  Id


 Fisi ea   es el  
 Idea
aspecto entendido como lo visto; es una determinación de lo constante, en  
cuanto, y sólo
s ólo cuando, se op one a la vis ión
ió n 35.

Dicha adopción de la vista como modelo de nuestra relación con el


Ser
er,, prosigue Heidegger, iba a originar
origina r la noción aristotélica de verdad
como representación adecuada (como exactitud  y no como desoculta
ción ): «La
«L a verdad
verda d se hace adecuación
adecu ación con el log
l ogos
os»3
»36
6.
Mas el propio
propio Platón seguía siendo
siendo tan fiel a Parménides
Parm énides como para
rechazarr algo
rechaza algo que Aristóteles y la contemporánea
contemporáne a filosofía
filoso fía analítica del
lenguaje dan por sentado:
sentado: la posibilidad de usos lingüísticos plenamen-
plenam en-
te significativos que sean malas representaciones de la realidad (bien
 porr ser falsas, bien por
 po po r estar
e star formulad
form uladas
as en un vocabulario
voca bulario inapropia-
inapro pia-
do), y que, sin embargo, «se anclan» en la realidad por obra de una rela-
ción de referencia, sirviendo de hipótesis, de peldaños que nos condu-
cen a representaciones mejores.  Por ello Nicholas White afirma que
Platón

no conce
co ncedede plena significati
significatividad
vidad a los lenguajes que nnoo repres
representen
enten perfect
perfectaa 
y definitivamente la realidad. La verdadera teoría del mundo cognoscible, 
esto es,
es , del mundo de las For
Formas,
mas, no só
sólo
lo carece de verdaderos precedentes, 
sino también de verdaderas alternativas37.

White explica que con el tiempo Platón se vio obligado a recha-


zar la noción de hipótesis, ya que pensaba que «nuestra capacidad de
aprehender formas nos da vía a su conocimiento independientemente
del lenguaje»,
lenguaje», lo que nos permite

confiar simpleme
simplemente
nte en dar con algo co
cogno
gno scib
scible,
le, sin tener que preocupamos  
de si éste responde a una investigación previa o de cómo describirlo en tér
m inos a los que estemo
este mo s hab
habitua
ituados.
dos.

34 Ibíd., p. 182; p. 217 de la traducción española.


35  Loe. cit.
36 Ibíd., p. 186; p. 221 de la traducción española.
37 Nich
Nicholas
olas White,
White, Pla
 Plato
to o
on
n Kno
Knowle
wledge
dge andRea lity,  Hackett, Indianapolis, 1976,
andReality, 1976 , p. 228.

210 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


Es la descripción platónica de la naturalez
naturalezaa de la real
realidad
idad inteligible la que
que  
le permite contemplar esta última posibilidad. Pues para él, de algún modo,  modo,  
las Formas pue den estar ahí ahí,, esperando q ue nues
nuestra
tra mi
mirada
rada mental s e p ose en 
en 
ellas , só lo c on quitar de en m edio lo qu e las tapa 38.

Esta epistemología de la visión acarrea la siguiente consecuencia


semántica, a la que Alexander Nehamas llama el «supuesto monono
minal» de Platón:
Platón:

S i w  es el nombre de a,  entonces w  es e l único nombre que a  posee, y a es 
es  
el único objet
objetoo que w  n
 nom
om bra3
br a39
9.
 Neham
 Ne hamas
as es
establec
tablecee el mism
mismoo pu
punto
nto cuando af
afirm
irm a que P
Platón
latón

piensa que un ono


 onoma
ma  revela la natural
naturaleza
eza de lo que nombra y que só lo si se da
da  
esta sólida relación semántica puede una palabr
palabra
a identificar
identificar un ítem e n la rea
lidad40.

Esta «sólida relación semántic


semántica»a» es heredera de la relación
relación parme
nídea, más sólida si cabe, de estar bajo el control no discursivo de,   y
antecesora de la relación russelliana
russel liana de «referencia», de menor
me nor solidez,
que domina
dom ina la semánt
semántica
ica de los últimos años. E
Enn su conjunto, estas tres

nociones contrastan con la relación semántica más débil  del área: el


mero «hablar sobre algo», en el sentido de poder hablar sobre, pero no
referimos a, entidades inexistentes y, concretamente, de ficción.  Esa  
relación puede quedar constituida por el discurso, ya que lo único que
se requiere para hablar sobre Sherlock Holmes
Holme s o sobre el calórico es un
uso continuado y sistemático de las palabras «Sherlock Holmes» y
«calórico». Por el contrario, las relaciones parmenídeas, platónicas y
russellianass se dan entre la palabra y el mundo y son pre
russelliana  presup
supososici
icion es  y
ones
 funda
 fun damm en toss del discurso. Son relaciones cuyo propósito es posibilitar
ento
la verdad o, más
m ás exacta
exactamente,
mente, posibilit
posibilitar
ar una verdad de prim
primer
er orden
orden,,
opuesta a otra parasitaria y de segundo orden como la verdad de «Hol-
mes vivía en Ba kerr Street». Para entender por qué el primer Wittgens
 Bake
tein veía necesaria dicha relación hemos de entender por qué parece

38 Ibíd.
Ibíd.,, p. 230.
39 Alexander Neham as, «Self-Predica
«Self-Predication
tion and Plato’
Plato’ss Theory o f Forms»,  Am
Forms»,  Americ an  
erican
 Ph iloso
ilo soph
phic
icalal Qua
Q uarte
rterly
rly,,  16 (1979), p. 101.
40 Ibíd., p. 100.

¿HAY ALGÚ
ALGÚNN PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCIÓ
FICCIÓN?
N? 211

necesario distinguir entre discurso


discurso «responsable» y discurso «
«irrespon-
irrespon-
sable», esa necesidad de distinguir nítidamente la ciencia de la poesía
que nos hace característicamente occidentales.

7. FISICAL
FISICALISMO
ISMO Y FACTICIDAD
FACTICIDAD

Si no fuera por nuestra necesidad parmenídea de hallamos bajo el


mandato de la verdad,
verdad, de sentimos obligados po
porr las cosas a llamarlas por
sus nombres propios,
propios, jam
jamás
ás habríamos pensado que una disciplina deno
deno--
minada «teoría del conocimiento» pudiera ilustramos
ilustra mos sobre la «objetiv
«objetivi-
i-
dad», ni que otra denominada «filosofía del lenguaje» pudiera decimos
cómo se engarzan las palabras en el mundo. La m mism
ismaa idea de que sería
 posible tener una teoría acerca de las representaciones lingüísticas
lingüísticas o me
men-
n-
tales que no sea una teoría de «juegos» —que descubriese
d escubriese representacio-
nes que mantienen
mantien en relaciones
relaciones «naturales» y no meram
meramente
ente convenciona-
les con los objetos representados— es tan peregrina que sólo una con-
cepción que, como la de Heidegger,
Heidegger, ponga de m manifiest
anifiestoo la obsesión de
Occidente por la «metafísica de la presencia», puede dar cuenta de ella.
Pero,, si a tal presuposición añadimos la idea, al uso desde Frege, de que
Pero
la «filosofía primera» es la semántica, y no la epistemología, jun junto
to con la
idea de que el enfoque russelliano confunde las consideraciones episte-
mológicas con las puramente semánticas, es natural que la formulación
final de nuestras ansias parmenídeas sea el anhelo de una «teoría cau causal»
sal»..
El argumento de las proposiciones
proposiciones 7)9) antes formuladas consiste en que
sólo será posible una imagen de la imagen del lenguaje si nos servimos de
relaciones físicas en vez de relaciones convencionales a la hora de expli-
car el anclaje de las palabras en el mundo. A mi entender, pese a ser váli-
do, este argumento constituye una reduc tio a d absurdum de 7). Hasta aho-
reductio
ra me he limitado a decir que los intentos (como los de Searle y los de Par
sons) de evitar el fisicalismo al que este argumento aboca son inútiles.
Afirmar con Searle que los personajes de ficción pueden satisfacer 1)
 — «el axio
axioma
ma de existencia»
existencia » de Russell—
Russe ll— o afafirm
irmar
ar con Parson
Parsonss que lo
loss
objetos no espaciotemporales pueden satisfacer dicho axioma, significa
 privar a este último
último de toda
t oda utilid
utilidad.
ad. Pues la formu
formulación
lación de ese axioma
tenía como fin
f in asegurar el anclaje
anclaje del lenguaje en el mundo espaciotem-
 poral gracias a relaciones no convencionales
convencionales como el «cono«conocimiento
cimiento por
familiaridad» russelliano. Tras la expulsión de tales nociones epistemo-
lógicas, la única relación no convencional que puede siquiera aspirar a
servir de tan deseado anclaje es la causalidad física ordinordinaria.
aria.

212 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

En ese caso, ¿qué dictamen cabe emitir sobre el éxito del fisicalis
mo a la hora de satis
satisfacer
facer nuestros
nuestros deseos parmenídeos? Si concebimos
concebimos
la semántica tal y como algunos de sus adalides la conciben —como
 prolegó
 pro legóme
meno
no a una
un a epistemolo
epist emología
gía «realista»— sus persp
perspectiv
ectivas
as son
 pocoo halagüeñas
 poc halag üeñas.. Pues
Pue s nuestra
nue stra capacid
cap acidad
ad de dar cuenta
cue nta en términos
térm inos
causales (por ejemplo, en términos evolutivos) de cómo llegamos a
hacer uso de las palabras que de hecho usamos, y a afirm
af irmar
ar las proposi-
ciones que de hecho afirmamos,
afirma mos, no puede determinar si estamos
estamos repre-
sentando adecuadam
ade cuadamente
ente la realidad. Cualquier  comunidad
 comunidad con un len-
guajeimaginativa
tante razonablemente podrácompleto
ddar y una
ar cuenta cosmovisión
de cómo científica
llegó a tener lo basy
el lenguaje
las creencias que de hecho tiene. tiene. Lo que Putnam
Putn am llama «realismo inter-
no» —la capacidad de la ciencia de volver sobre sus propios pasos y
explicar su propia génesis— es absolutamente
absolutamente ajeno a la necesidad par
menídeaa de sentir que la realidad nos ha obligado,
meníde obligado, o va camino de obli-
gamos,
gamo s, a elegir La Verdadera
Verdadera Representación de sí misma (a lo que Put- P ut-
nam denomina «realismo metafísico», que ha dado en considerar in-
cohere
coh erente
nte)4
)411. El deseo
des eo cartesiano
cartesi ano y kantiano
k antiano de inflirtar
inf lirtar un fundamento
filosófico en nuestra ciencia o en nuestra cultura no se verá cumplido
gracias a una semántica fisicali
fisicalista.
sta.
Sindeseo
ta del embargo, dicha
dich a ssemántic
de encontrar emántica a s í  cumplirá
una diferencia
diferenci cum plirá
a en otro tipo
principio de deseo.
entre cienciaSey no
tra-
ciencia, entre un discurso pictórico de primer prime r orden y otro nopictórico
y de segundo, entre hablar
habl ar sobre el el mundo y hablar sobre lo que hemos
«constituido»
«consti tuido».. Aunque
A unque la semántica fisicalista no pueda garantizamos
una correcta
co rrecta comprensión del mundo, al menos men os puede disipar nuestro
temorr a que la ciencia misma
temo mism a sea simplemente una form formaa de fabular,
fabular, el
temor a que no exista distinción
distinción alguna entre episteme y po  poies is.  Éste es
iesis.
el temor que inspiran tanto
tanto el idealismo como el enfoque basado ente-
ramente en los «juegos de lenguaje», el temor a que, sencillamente, no
haya nexo alguno
algun o entre el lenguaje y el mundo,
mundo , a que divaguemos sobre
nuestras propias creaciones en vez de sometemossometem os al mandato de la ver-
dad. Frente a esto, una semántica fisicalista da cuenta de la distinc distinción
ión
entre episteme y  po
 poie siss  en términos de la noción de una Explicación
iesi
Causal Ideal de la Conduc
Con ducta ta Lingüística.
Lingüística. Tal explicación
explicaci ón forma
form a parte de
la Exp
Explicación
licación Ideal de Todos los Acaecimientos: es la parte par te que expli-

V éase Putnam, Me
 Mean
aning
ing a
and
nd the Mo ra l Scienc
Sciences,
es,  parte 4.

¿HAY ALGÚN PROBLE


PROBLEMA
MA CON EL DISCURSO DE FI
FICC
CCIÓN
IÓN?? 213

ca por qué los seres humanos dicen las cosas que dicen. Algunas de
estas cosas han de explicarse partiendo de la base de que la realidad es
como ellos afirm
af irman
an que es. Otras han de explicarse de distintos modos.
Las primeras constituyen el discurso de primer orden, descriptivo; las
últimas constituyen
con stituyen el discu
discurso
rso de,segundo orden, toma
tomado
do com
comoo juego.
juego .
Intuitivamente,
Intuitivamente, la idea es que allí donde existen líneas causales entre las
expresiones referenciales y las entidades mentadas en la Explicación
Ideal, disponemos de una descripción.
descripción. Cosa que no ocur
ocurre
re donde no los
hay, donde el trazado de las trayectorias causales tropieza con lo que
Donnellan denomina «obstáculos». Los enunciados verdaderos que
contienen expresiones «sin acceso» a la realidad son «verdades de fic-
ción», verdades de un juego de lenguaje, enunciados cuya verdad es
mera afirmabilidad avalada.
La exposición más explícita
exp lícita de las intuiciones fisicalistas al caso se
debe a Dagfin
Da gfinnn Follesdal, en su intento de explicar cuál es el objeto de
la misteriosa doctrina quineana de la «doble indeterminación
indetermin ación de la tra-
ducción», de la tesis según la cual «la totalidad de las verdades de la
naturaleza, conocidas e ignoradas, observables e inobservables, pasa-
das y futuras, mantienen intacta la indeterminación de la traducción».
Según Quine,
Quine, la pregu
pregunta
nta «¿Es cierto que “rouge” ssignifica
ignifica rojo? no es

decidióle
infra
in frade
dete ni inad
ni
term
rmin siquiera
ada»
a»442.
dentro de una teoría de la naturaleza abiertamente
Follesdal hace el siguiente comentario al respecto:

Toda s las verdades


Todas verdad es exis
existent
tentes
es forman parte de nuestra teoría de la nat
natura
ura
leza. [.
[...]
..] Y las únic
únicas
as entidades cuya existenc
existencia
ia podem os justificar son aqué
llas a las que recurrimos
recurrimos a la hora de formular la teoría más sim ple que e xp li
que toda esta evidencia. D ichas entidades y sus propiedades so sonn todo cuanto 
hay en el mundo y la única piedra de toque de la exactitud o la inexactitud. 
Todas
Tod as las verdad
verdadeses acerca de éstas integran nuestra teoría de la natur
naturalez
aleza.
a. A l 
traducir no describimos una nueva esfera de la realidad, nos limitamos a  
correlacionar dos teorías glob
globales
ales acerca
a cerca de todo cuanto
cu anto hay. [...]
[...]

En mi opinión
opinión,, ahí radica llaa diferencia
diferen cia entre teoría de la natural
naturaleza
eza y tra
ducción,
duc ción, y , por tanto, la razón de indeterm inación de la traducción
tradu cción443.

42 Willard V. O. Quine, «Rep ly to Chomsk


Chomsky»,
y», en Donald
Dona ld David
Davidson
son y Jaako Hint
Hintikka
ikka 
(eds.), Words and
an d Objections: Essays Quine,  Reidel, Dordrecht, 
Essa ys on the Work o f W V. Quine,
1969, p. 303.
43 Dagfinn Fe llesdal, «M eaning and Expe
Experience»,
rience», en Sam uel Guttenpl
Guttenplan
an (ed.),
(ed.), M
 Mind 
ind  
Lang uage,, Oxford University Press, Oxford, 1975, p. 32.
 an d Language

214 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

El principio por
po r el cual la única piedra
pied ra de toque de la exactitud o la
inexactitud son entidades a las que recurrimos
recurrimo s «a la hora de formu
formular
lar la
teoría más simple que explique toda esta evidencia» equivale a la tesis
de que la Explicación Causal Ideal determina los límites del discurso
descriptivo.
descrip tivo. Existe una
un a infinida
infinidadd de cosas sobre las que cabe decir cosas
verdaderas —por ejemplo, los significados de las palabras y el valor
moral de las acciones— pero esos enunciados verdaderos no describen
la realidad en mayor medida que el enunciado «Holmes vivía en Ba  Bake r  
ker 
Street».  Son verdaderos en virtud
virtu d de algo
algo distinto del Modo de Ser del
Mundo.
Esta pequeña satisfacción de las necesidades parmenídeas nos
 permite
 perm ite dar algún sentido a la tesis según la cual los enunciados que no
versen sobre «los átomos y el vacío» son sólo «verdaderos por conven-
ción». La relación de «referencia» —el anclaje entre mundo y
 palabra— que dicho fisicalismo depara se reduce a satisfacer la condición

10) Toda referencia debe ser el tipo de objeto sobre el que tene
tene--
mos que hablar con vistas
vistas a dar una Explicación Causal Ideal
de lo que decimos.

Estos
serán objetos,
ciertas si las esperanzas
contrapartidas reduccionistas
modernizadas se venycumplidas,
de «los átomos el vacío».
Donnellan, Kripke y otros fisicalistas no pretenden basar 10) en un
argumento que  fu
 fun
n dam en te   esta antigua intuición que se remonta a
da m ente
Demócrito; se limitan a ofrecer una forma de explicar esta intuición
dentro de determinado vocabulario filosófico.

8. LA DEU
DEUDA
DA DEL POETA CON PARMÉNI
PARMÉNIDES
DES

Quiero dar término a este art artículo


ículo haciendo ver la importancia de
dichas intuiciones en el desarrollo de la literatura moderna, haciendo
algo de memoria de cómo la existencia de estas intuiciones parmení-
deas en el seno de nuestra cultura sirve de contrapunto para poetas,
novelistas y críticos.
críticos. Desde
D esde MaMallarmé
llarmé y Joyce
Joyce,, toda una generación
g eneración de
escritores han desdibujado
desdibuja do la función representativa de dell lenguaje co con-
n-
virtiendo las palabras en objetos a la vez que en representaciones.
Toda una tradición de narradores, de entre los que destacan Borges y
 Nabokov, han ha n lograd
log radoo sus pro
propópósit
sitos
os vio
violan
lando
do el esp
espacio
acio del
delim
imita
itado
do
 porr eell palc
 po palcoo proscen
pros cenio.
io. A ra
raíz
íz del cues
cuestio
tionam
namien
iento
to nietz
nietzsc
sche
hean
anoo de «la

¿HAY ALGÚN
ALGÚ N PROBLEMA
PROBLEMA CON EL DISCURSO DE FICCI
FICCIÓN?
ÓN? 215

voluntad de verdad» y del heideggeriano de la «metafísica de la pre-


sencia», una serie de críticos (de entre los que destaca
destac a Derrida) vienen
intentando
intent ando acabar con la noción de «referencia»
«referencia» y hacer afirmaciones
del tipo «Fuera del texto no hay nada».
nada». Podríamos ver en este coro ccre-
re-
ciente el augurio del «fin de la metafísica», una señal de que hemos
empezado a liberamos
liberamo s de la tradición
tradición par
parmenídea.
menídea. Podríamos ver en en
Borges y Nabokov, Mallarmé, Valéry y Wallace Stevens, Derrida y
Foucault, guías que nos alejan de un mundo de sujetos y objetos, de
 palab
 pal abras
ras y signif
sig nifica
icados
dos,, y nos adentr
ade ntran
an en un nuevo
nu evo mund
mu ndoo intel
int elec
ec--
tual, mejor que el anterior, en el que nadie pudo soñar desde que los
griegos establecieron las fatídicas distinciones entre nomos   y  f fis is is ,  
episteme   y  po
 poie
iesi s,  que han obsesionado a Occidente. Mas creo que
sis,
ello sería un grave error. Mejor sería pensar que todos ellos se valen
de la tradición parmenídea como contrapunto dialéctico, en cuya
ausencia no tendrían nada nad a que de
decir
cir.. En una cultu
cultura
ra que no albergase
la noción de «hecho incuestionable» —la idea parmenídea de que la
realidad nos compele a la verd verdad—
ad— no tendría sentido ningún género
género
de literatura «modernista». La noción de «intertextualidad» no sería
tan encantadoramente díscola.
Concretamente, la actitud irónica hacia la «verdad» de la que se pre-
cia el «modernismo» sería imposible sin el concurso de una bulliciosa
tradición filosófica que mantiene viva la imagen de la imagen de la
mente o del lenguaje.
lenguaje. Sin la irremediable
irremediable luch
luchaa de los fi
filósofo
lósofoss con vis-
tas a inventar una forma
f orma de representar
represen tar que nos lleve a la verdad y nos
aleje del error, a hallar descripciones donde sólo hay juegos,
jueg os, la ironía no
tendría objeto. En una cultura en la que no hubiese diferencia alguna
entre ciencia y poesía, tampoco hab habría
ría poesía que versase sobre la poe-
sía, ni escritura destinada a la glorificación de sí misma. Es precisa-
mente esta contraposición la que nuestros filósofos parmenídeos nos
mantienen presente. Gracias a sus denodados esfuerzos por distinguir
entre un dicurso de primer
prim er orden y otro de segundo orden, dichos filó-f iló-
sofos posibilitan, por así decirlo, un discurso de segundo orden mejor
que cualquier otro
otro que pudiésemos habe
haberr articulado siguiendo distintas
 paut
 pa utas
as444.
Si alguna vez se reconociera universalmente el absurdo de la ima-
gen de la imagen, si nos hiciéramos decididamente pragmatistas en la

Desarrollo má
máss este tema en el ensayo
ensay o 6, infra.

216 CONSECUE
CONSECUENCIA
NCIAS
S DEL PRAGM AnSM O

ciencia y en la moral, si llegáramos a equiparar la verdad simplemente 


con la afirmabilidad avalada, nuestros visionarios se habrían quedado
sin tema,
tema, nuestros modernistas habrían perdido su ironía.
ironía. Ni William ni
Henry James
Jam es habrían tenido nada que decir en un mundo sin seres como
Russell, ni tampoco Borges en un mundo sin seresseres como Donnellan. Lo
que hace que la literatura moderna
mod erna sea tal y tenga
tenga tal efecto depende de
su repercusión
repercusión en personas serias
serias,, sobre
sobre todo en filósofos que defien-
defie n-
den el «realismo» y el «sentido común» frente a idealistas, pragmatis-
tas, estructuralistas y demás que impugnan la distinción entre el cientí-
fico y el poeta.
soberanía poe
delta. La revueltanos
significante» moderna
ayuda contra lo que
a concebir Foucaultde
la creación llama «la
nuevas
descripciones, de nuevos vocabularios, de nuevos géneros, como la
actividad humana
huma na por excelencia:
excelencia: sugiere que es el el poeta, y no el suje-
to cognoscente, quien pone en obra la naturaleza humana. Pero ello
entraña algún peligro; el poeta
poe ta ha de ponerse a salvo
salvo de sus amigos. Si
la imagen de la imagen
imag en es tan absurda comocomo creo, mejor sería que no se
extendiese el rumor. Pues la deuda del poeta irónico con Parménides y
la tradición metafísica de Occidente
Occidente es mucho mayorm ayor que la del cientí-
fico.. La cultura científica podría sobrevivir
fico sobrevivir a una pérdida de la fe en esta
tradición,
tradi ción, pero
p ero la cultura
cultu ra literaria
literar ia no sobrev
so brevivirí
iviría4
a45.

45 Ag rad ezco a Bar


Barbar
bara
a Hermstein Sm ith sus com entarios a una primera versió n de
de  
este artículo, muy pr ovec hoso s a la hora de revisarlo.
revisarlo.

8. EL IDEAL
IDEALISMO
ISMO DE
DELL SIGL
SIGLO
O XIX  
Y EL TEXTUALI
TEXTUALISMO
SMO DEL X X

I
En el siglo pasado hubo filósofos que mantenían que todo cuanto
había eran ideas. En el nuestro hay autores que escriben como si no
hubiera
hubie ra otra cosa que textos.
textos. Entre estos autores, a ququienes
ienes denominaré
«textualistas», cabe incluir, por ejemplo, la llamada «Yale School» de
crítica literaria, agrupada en tomo a Harold Bloom, Geoñfey Hart
mann, J. H. Hillis Miller y Paul De Man, pensadores «postestructura
listas» franceses como Jacques Derrida y Michel Foucault, historiado-
res como Haydan White y científicos sociales como Paul Rabinow.
Algunos de estos autores toman a Heidegger como punto de partida,
aunque, por lo general, los filósofos ejercen un influjo relativamente
remoto. El movimiento intelectual integrado por dichos autores no gra- gra -
vita sobre la filosofía,
f ilosofía, sino sobre la crítica literaria.
literaria. En este ensayo me
 propong
 pro pongo o establecer
establ ecer las semejan
semejanzas
zas y las diferen
diferencias
cias existentes
existe ntes entre
este movimiento y el idealismo decimonónico.
La primera semejanza residereside en que ambos movimientos son con-
trarios a la ciencia natural. Los dos sugieren que la figura
fig ura del científico
científic o
natural no debería dominar toda la cultura, que el conocimiento cientí-
fico no es lo más importante. Ambos hac hacen
en hincapié en la existencia de
otro punto de vista que, de un modo u otro, se sitúa por encim encimaa del de la
ciencia
cie ncia.. Nos aconsejan guardamos de pensar
pens ar que el pensamiento huma-
no culmina con la aplicación del «método científico». Ambos dotan a
la «cultura literaria», tal como la llamaba C. P. Snow, de una imagen
 pro pia y de una
 propia un a serie de recursos
rec ursos retórico
retóricos.
s.
Ambos
Amb os movimientos también se asemejan en un segundo sentido, a
saber, en su insistencia a la hora de negar toda posible comparación
entree el lenguaje o el pensamiento
entr pensamiento huma
humanos
nos y una
u na realidad en bruto, no
mediada. Los idealistas partían
pa rtían de la tesis
tesis de Berkeley, con arreglo a la
cual nada puede asemejarse
asem ejarse a una idea salvo otra idea. Los textualistas
 parte
 pa rten
n de la tesis de que todos
todo s los problemas,
proble mas, tópico
tóp icoss y distincione
disti ncioness son
relativos
relativ os al lenguaje; son resultad
resultadoo de nuestra dec
decisión
isión de utilizar deter-

[217]

218 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

minado vocabulario, de practicar determinado juego lingüístico. Ambos


hacen uso de este argumento para poner a la ciencia natural en su sitio.
Kant, señalaban los idealistas, ya había demostrado la condición mera-
mente instrumental de
d e los conceptos de la ciencia natural,
natural, útiles de los que
la mente se servía para sintetizar las impresiones de los sentidos; habida
cuenta de esto, la mente sólo puede conocer un mundo fenoménico. En
términos textualistas, ello viene a ser afirmar que el vocabulario de la
ciencia es sólo uno entre otros much
muchos;
os; no es más que el vocabulario que
empleamos para la predicción y el control
control de la naturaleza
naturaleza,, y no como el
fisicalismo
fisicali smo
Idealistas querría
que rría hacemo
hace
y Textualistas
Textualist mos
as se s ve
ver,
valen r,del
El mismo
Vocab
Vocabulario
ulario Propiopara
argumento deala
par Naturaleza.
exaltar la fun-
ción del arte.
arte. Para
P ara los primeros,
primeros, el arte podía hacemos
hacem os acceder a esa par-
te de nosotros mismos —la parte nouménica, libre, espiritual— que la
ciencia no puede ni n i siquiera ve
ver.
r. Para los segundos, la concie
conciencia
ncia que el
artista tiene de estar creando y no hallando — —y,y, en concreto, el hecho de
que el artista modernista
mode rnista e irónico sea consciente de que son los textos, y
no las cosas, los que motivan su quehacer— le elevan sobre el científico.
Ambos movimientos
movimientos tachan al científico de ingenuo por cuanto p piensa
iensa
que está haciendo algo más  que reunir ideas o construir nuevos textos. textos.
Confío en que ambas semejanzas basten para justific jus tificar
ar mi empeño
en hacer
hac er del textualismo el equivalente
equivalente moderno
modern o del idealismo, en con-
cebir a los textualistas como descendientes espirituales de los idealistas,
como miembros de una misma especie adaptada a un nuevo entorno.
Defenderé que el primer
prime r entorno difiere del segundo en que a comien-
zos del siglo xix
x ix existí
existíaa una disci
disciplina
plina bien definida
definid a y reputada,
reputada, la filo-
sofía, que se erigía en arquitectónica de la cultura; una disciplina en
cuyo seno se podían discutir
discu tir tesis metaf
metafísicas.
ísicas.
Dicha disciplina ya no existe en nuestra cultura. A diferencia del
idealismo, el textualismo no está basado en una tesis m metafísica.
etafísica. C
Cuan
uan--
do filósofos como Derrida
Derrid a afirman cosas del del tipo «Nada hay fuera del del
texto», no están haciendo teoría, no pretenden el aval de argumentos
epistemológicos o semánticos. Lo que más bien hacen es propugnar,
aforística y sibilinamente, el abandono de determinado entramado de
ideas: la verdad como correspondencia, el lenguaje como descripción,
la literatura como imitación.
imitación. PerPero o con ello no pretenden habehaberr descu-
 bierto
 bie rto la naturaleza
natura leza real de la verdad,
verdad, del lenguaje o de la literatura, sino
que, por el contrario, pretenden incluir el mismo concepto de descubri-
miento (de dichas cosas) dentro del marco intelectual que debemos
abandonar, de lo que Heidegger denomina denom ina «metafísica de la presencia»
o «tradición ontoteológica».

EL IDEAL
IDEALISMO
ISMO DEL SIG
SIGLO
LO XIX Y EL TEXTUALI
TEXTUALISMO
SMO DEL XX 219

Dar la espalda a esa tradición significa


signific a destronar la idea que tiempo
atrás aunó a realistas
realistas e idealistas
idealistas en una empresa com
comúnún llamada
llamad a «filo
«filo--
sofía», la idea de que
que existe una cuasiciencia capaz de sopesar
sop esar las con-
sideraciones
sideracio nes a favor o en contra de dete
determinada
rminada concepción
conc epción de la reali-
dad o del conocimiento.
conocimiento. Cuando los textualistas califica
calificann de obsoleto el
vocabulario que dio forma
form a a polémicas como las que libraron idealistas
y positivistas
positivistas de
decimonón
cimonónicos
icos —polémicas que, más que ser reformula
reformula- -
das y clarificadas (al gusto de algunos filósofos analíticos contemporá-
contem porá-
neos), han de ser descartadas— no apelan a «argumento filosófico»
alguno.
algu no. C
Cierto
ierto es que, de vez en cuando, los textualistas defienden
def ienden que
Heidegger terminó con la metafísica, al igual que los positivi positivistas
stas solían
 jactar
 jac tarse
se de que Cam
C amapap había
ha bía sido el verdugo d dee la misma. Pero a uno y
a otros les une la jactancia. Heidegger no anunció un nuevo descubri-
miento filosófico, a diferencia
diferencia de Camap, quien sí proc proclamó
lamó haber des-
cubierto algo sobre el lenguaje. La misma idea de adoptar un nuevo
vocabulario po porq
rque
ue se ha descubie
descubierto
rto cierto es tado de cosas es simple-
estado
mente un elemento más de la «metafísica de llaa presencia» que Heideg-
ger quiere deconstruir.
Lo que vengo afirmando es que, en primer lugar, idealismo y tex
tualismo tienen en común su oposición a la ciencia en tanto que para-
digma de la actividad humana, y que, en segundo lug lugar,
ar, difieren eenn que,
mientras que el primero es una doctrina filosófica, el segundo es una
expresión de sospecha hacia la filosofía.
filosofía. Es posible aunar ambos argu-
mentos afirmando que, mientras que el idealismo del siglo xix quiere
que un tipo de ciencia (la filosofía) ocupe el lugar de otra (la ciencia
natural) como centro de la cultura, el textualismo del siglo xx quiere
que este centro lo ocupe la literatura, considerando a ambas, ciencia y
filosofía, en el mejor de los casos, como géneros literarios. En lo que
resta de ensayo intentaré limar y hacer plausible esta formulación.
Empezaré por definir los términos que la componen atendiendo a los
usos que quiero darles.
Entenderé por «ciencia» un tipo de actividad de relativa simplicidad
argumentativa: una actividad en la que cabe coincidir con respecto a
ciertos principios generales que rigen el discurso en determ determinada
inada área,
 paraa después aspir
 par aspirar
ar al consenso
co nsenso concaten
concatenando
ando inferenc
inferencias
ias entre estos
 principios
 princi pios y proposicio
propo siciones
nes men
menosos gener
generales
ales al tie
tiempo
mpo que m más
ás intere-
inter e-
santes.
sant es. Desde Kant, la filosofía ha pretendido ser una cien ciencia
cia capaz de
 juzg
 ju zgar
ar al resto
res to de las ciencias. En tanto que cienc
cienciaia del conocimie
conocimiento,nto,
ciencia de la ciencia, Wissenschaftlehre, Erkenntnistheorie,  pretendía
descubrir aquellos
aquellos principios generales que dotaban de cientificidad
cientific idad al

220 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATI


PRAGMATISMO
SMO

conocimiento científico, «fundamentándose» pues a sí misma al tiem-


 po que a las demás
de más ciencias
c iencias..
Una de las características
características de la ciencia es que el vocabulario al que
se acude a la hora de formular los problemas obtiene el consenso de
todos quienes se consideran cualificados para realizar
realiza r contribuciones al
tema en cuestión. El vocabulario puede cambiar, aunque ello sólo se
debe al descubrimiento de una nueva teoría
teoría que explica mejor
me jor los mis-
mos fenómenos invocando
invocando un nuevo conjunto de términos teóricos.
teóricos. El
vocabulario en el que se describen los explanando ha de permanecer
invariable.
naré Por otra
«literatura» es parte, una de lasdecaracterísticas
la posibilidad de lo con
lograr introducir que éxito
denomi- un
género
géner o relativamente nuevo de poesía, novela n ovela o ensayo
ensayo crítico sin  nece-
sidad de argumentar. Su éxito no requiere ulterior explicación, esto es,
no se debe a que haya buenas razones para descartar la antigua forma
de escribir
esc ribir poemas, novelas o ensayos en favor de la nue nueva.
va. No existe un
vocabulario invariable en el que describir los valores a defender, los
objetos a imitar, las emociones a expresar, etc., en forma de ensayos,
 poem
 po emasas o novelas. La «crít
«crítica
ica literaria»
literar ia» es «ac
«acien
ientífi
tífica»
ca» precis
pre cisame
amente
nte
 porqu
 po rquee cada
cad a vez que
qu e alguien
algu ien intenta
inte nta elabora
elab orarr ese vocabula
voca bulariorio sólo
sól o logra
 poner
 po nerse
se en ridículo.
ridíc ulo. No
N o queremos que las obras literarias
literarias puedan some-
s ome-
terse a crítica con una terminología previamente conocida; queremos
que tanto estas obras como la crítica de las mismas nos ofrezcan nuevas 
terminologías.. Así pues, por
terminologías po r «literatura»
«literatura» entenderé aquellas áreas de la
cultura que, siendo bastante conscientes de lo que hacen, renuncian al
consenso en tomo
tom o a un vocabulario crítico de aglutinación,
aglutinación, renuncian-
do con
co n ello a la argumentación.
argumentación.
Con toda su tosquedad, esta forma de separar ciencia y literatura
tiene al menos
meno s el mérito de poner de relieve una distinción de igual
importancia para el idealismo como para el textualismo, a saber, la
distinción entre averiguar si una proposición es verdadera y averigu averiguarar
si un vocabulario es de utilidad. Llamemos
Llamem os «romanticismo»
«roman ticismo» a la tesis
que atribuye mayor importancia para la vida humana a los vocabula- vocab ula-
rios que empleamos que a las proposiciones que creemos. Así las
cosas, cabe afirm ar que el romanticismo
romanticismo es elel nexo que une idealis-
mo metafísico y textualismo literario. Como ya decía, ambos nos
recuerdan que los científicos no ven la naturaleza con ojos impolu-
tos, que las proposiciones de la ciencia no son meras
m eras transcripciones
de lo que se presenta ante nuestros sentidos. Ambos llegan a la con-
clusión de que el vocabulario científico actual no es más que uno
entre varios,
varios, al que no hay por qué conceder primacía,
primacía, como ta
tampo
mpo--

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL XX 221

co hay por qué reduc


reducirir a ést
éstee los demás vocabularios. A Ambos
mbos ponen
sus peros a la pretensión científica de haber descubierto el verdade-
ro modo de ser de las cosas, considerándo
considerándola la algo a lo que pon
poner
er coto.
coto.
En su opinión, el científico descubre verdades meramente «científi-
cas», «empíricas», «fenoménicas», «positivas» o «técnicas». Tales
epítetos descalificativos expresan la sospecha de que la ciencia ope-
ra sirviéndose de procedimientos meramente mecánicos, compro-
 band
 ba ndo
o el v
valo
alorr de ve
verd
rdad
ad de las p pro
ropo
posic
sicio
ione
nes,
s, ac
actua
tuand
ndoo como
com o capa
ca pa-
-
taz de un almacén
alm acén que hace el inventario
inventario del universo de acuerdo con
un esquema predeterminado.
la equiparación La esencia
de ciencia y actividad del romanticismo
monotónica, vo enreside
salvo
sal aquellosen
raros momentos
mom entos creativos en llosos que irrum
irrumpepe un Galileo o un Darwin
e impone un nuevo esquema. El romanticismo invierte los valores
que, en la tercera Crítica,  Kant asignara al juicio de determ
determinación
inación y
reflexión. Ve en el primero —la ejemplificación de conceptos ape-
lando a criterios
criterios comunes, públicos— una actividad que se reduce a
la obtención de consenso.  Kant pensaba que «conocimiento», nom-
 bree que da
 br daba
ba al resu
re sulta
ltado
do de di
dich
chaa acti
activida
vidad,
d, era
er a un térm
té rmininoo que
expresaba elogio. El romanticismo acepta la idea de que lo objetivo
es lo que se pliega a una regla, pero le da otro sentido, de modo que
la objetividad se convierte en mera con
 conformidad
formidad con la regl regla,
a, en limi-
lim i-
tarse a seguir a la mayoría, en mero consenso. Por el contrario, el
romanticismo da la mayor importancia al juic juicio
io reflexivo, a la activi-
dad que prescinde
prescinde de reglas, buscando conceptos bajo los que subsu- sub su-
mir particulares (o, por extensión, construyendo nuevos conceptos
«transgresores», en el sentido de que quedan fuera de las viejas
reglas). Kant, al afirmar que el juicio estético no es cognitivo porque
no puede atenerse a reglas, le adscribe un estatuto de segundo orden,
el estatuto que la cultura científica siempre ha asignado a la literaria.
Por el contrario, cundo el romanticismo afirma que la ciencia es
meramente  cognit
 cognitiva,
iva, trata de volver las tomas.
En resumen, el idealismo metafísico postkantiano era la variante
 propia mente
 propiame nte filo
filosó
sófic
ficaa del rromanti
omanticismo,
cismo, mientras
mie ntras que el textualism
te xtualismo
o
es su variante postfilo
postfilosófica
sófica.. En el sigu
siguiente
iente parágrafo aargumentaré
rgumentaré que
la filosofía y el idealismo emergieron y sucumbieron a la par. En el
 parágrafo
 pará grafo III discutir
discutiréé la relac
relación
ión entre el textu
textualism
alismo,
o, en tanto que
romanticismo postfilosófico, y el pragmatismo; defenderé que el prag-
matismo es, sirviéndome de un oxymoron, f  filosofía
ilosofía postfilosófica.
postfilosófica. Por
último, en el parágrafo IV, me ocuparé de algunas críticas que suelen
recibir tanto el textualismo como el pragmatismo.

222 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

II

Maurice Mandelbaum, en su libro  History, Man Ma n a n d Rea son,, nos


Reason
dice que en el período postilustrado «fue significativo el surgimi
surgimiento
ento de
nuevas formas de pensa pensarr y de nuevos cánones evaluativ
evaluativos»,
os», y que enen,,
este período de aproximadamente cien años —má —máss o menos coincoinciden-
ciden-
te con el siglo x d í  — «exis
« existían
tían sólo d
dos
os cor
corrien
rientes
tes pri
princi
ncipale
paless de pens
pensa-
a-
miento filosófico, cada cual con un grado relativamente alto de conti-
nuidad [...] idealismo metafísico y positivismo». Define el idealismo
metafisico como la concepción según la cual

dentro de la experiencia humana podem os hallar la clave para


dentro para comprender la 
naturale
naturaleza
za últi
última
ma de la re
real
alidad
idad,, cla ve que se p one de m anifiesto en aquellos  
rasgos que distinguen al hombre com o ser espiri
espiritual
tual

Como Mandelbaum
Ma ndelbaum sub
subraya
raya,, para no abrigar dudas respecto de esta
concepción, hay que creer que podría existir algo como «la naturaleza
última de la realidad». Asimismo, hay que creer que la ciencia jamás
dirá la última palabra sobre el asunto,
asunto, incluso sin salimo
salimoss de «la expe-
riencia natural humana» y sin buscar fuentes de información sobrena-
turales.
turales. Pero ¿por qué alguien habría de abrigar ambas creencias? ¿Qué

 pu
 pudo
do lleva
haber llevar
algorllamado
a algu
alguien
ien«metafísica»?
a pen
pensa
sarr que adem
además
ás de llaa cien
ciencia
cia tam
tambié
bién n po
podr
dría
ía
Si,, de súbito, planteamos a alguien la pregunta «¿Cuál es la natura-
Si
leza última de la reali
realidad?»,
dad?», no sabrá por dónde empezempezar.ar. Es necesario
saber qué valdría como posible respuesta.
respuesta. E
Enn este punto, la Ilustración
se había limitado a señalar las difediferencias
rencias entre la imagen tomista
tomi sta y dan-
tesca del mundo y la l a imagen ofrecida por Newton y La Lavois
voisier
ier.. Se dij
dijo
o
que la primera
prime ra era producto de la superst
superstición,
ición, la segunda de la razón razón..
Antes de Kant, nadie pensó en una tercera alternativa denominada
«filosofía». Los llamados «filósofos modernos» anteriores a Kant no
estaban haciendo algo claramente diferenciable de la ciencia. ciencia. Algunos
eran psicólogos,
psicólogos, a llaa manera de Locke y Hume, que ofrecían lo que Kant
llamaría una «psicología del entendimiento
entendimiento humano» con la esperanza
de hacer
hac er en el espacio interior lo que Newton había hecho en el exteri exterior,
or,
con una concepción cuasimecánica del funcionamiento d dee nuestras 1

1 M a u r ic e M a n d e lb a u m , His
 History,
tory, Man a
and
nd Reaso
Reason,
n,  Johns Hopkins U niversity Press, 
Baltimore, 1971, p. 6.

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TE
TEXTUALISMO
XTUALISMO DEL X X 223

mentes. Se trataba de extender la imagen mecánica


mecá nica del mundo, y no de
criticarla, fundamentarla o reemplazarla. Otros eran científicos apolo
getas de la tradición religiosa, a la manera de Leibniz, que intentaban
introducir clandestinamente buena parte del vocabulario aristotélico
dentro de la ciencia. Pero, de nuevo, no se trataba de criticar, funda-
mentar
men tar o substituir a la ciencia,
ciencia, sino de reestructurarla con la esperanza
de unir la tríada Dios, Libertad e Inmortalidad. Las concepciones
con cepciones de la
ciencia de Locke y de Leibniz se asemejaban respectivamente a las de
B. F.
F. Skinner
Ski nner y LeComte
LeCom te de Noüy.
Noüy. Ni el uno ni el otro creían posible
posibl e que
ciertas disciplinas autónomas, distintas en materia y metodología
metodolog ía de la
ciencia natural,
natural, demostrasen
demostra sen la verdad de una tercera concepción acer acer--
ca de la naturaleza última
últi ma de la realidad
realidad..
Para creer en esa posibilidad,
posibilidad, es necesario saber
sab er primero qué forma
form a
 podría
 pod ría cobra
co brarr dicha
dich a alternativa.
al ternativa. El idealismo
idealis mo — la tesis de que la natu
na tu-
-
raleza última de la realidad «se pone de manifiesto en aquellos rasgos
que distinguen al hombre
hom bre como ser se r espiritua
espiritual»—
l»— no es tan sólo una 
alternativa; es con mucho la única alternativa que se ha ofrecido. Mas
con Berkeley y Kant el idealismo se apartaapa rta radicalmente de la tradición
tradición
que parte de Anaxágoras y que sigue con Platón y las variantes del pla- pla -
tonismo. En ella, la tesis
tesis de la irrealidad del mundo material no se adu-
cía como resultado de la argumentación científica, como solución a un
 problema
 prob lema que la ciencia
cienc ia tenía
ten ía pendiente. Para
P ara Berkeley,
Berkeley, por
po r el contrario,
contrario,
el idealismo consistía precisamente en eso, un método limpio para
hacer frente a una dificultad originada por la nueva doctrina «científi-
ca» de que la mente sólo percibe sus propias ideas. Como Com o afirm
afi rmaa Geor
ge Pitcher,
Pitcher, la «hermosa
«h ermosa y extravagante»
extravagante» filosofía
filosof ía de Berkeley
B erkeley se basa,
entre otras cosas,
cosas, «en una explicación sobria y bien inform
informada
ada de la per-
cepción de los sentido
sen tidos»2
s»2.. El problema
problem a al que Berkeley
B erkeley se enfrentaba
nacía del hecho de que, como dijo Hume, «podemos observar que es
universalmente
univers almente admitido
adm itido por los filósofos que nad
nadaa hay realmente pre-
sente a la mente sino sus percepciones,
percepciones, sean impresiones o ideas,ideas, y que
los objetos externos nos son conocidos solamente
solam ente por las percepciones
que ocasion
oca sionan»
an»3
3. Los «filósofos»
«filósofo s» en cuestión
cuest ión eran autores como Locke,
que practicaban lo que hoy llamaríamos «psicología», y, en concreto,
 psicología
 psico logía perceptiva. Berke
Berkeley
ley renunció
renun ció a actuar
actu ar como psicólogo
psicólo go al

2 George Pi
Pitcher, Ber
tcher,  Berkele
keley,
y,  Ro utledge and Ke gan Paul,
Paul, Londres, 1977, p. 4.
3 Davi
David Hume, Treatise, I, ii, 4.
d Hume,

224 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

 pro poner
 propo ner un
unaa reconstrucc
recons trucciónión demasia
d emasiadodo «
«precip
precipitada
itada y ddesaseada
esaseada» » del
rompecabezas en el que encajar cada idea con el objeto que se le ase-
meja, a saber, que «nada puede ser semejante a una idea excepto otra
idea».. A sus contemporáneo
idea» contemporáneoss les resultó chocante, como tamb también
ién resul-
ta chocante
chocant e para los biólogos evoluevolutivo
tivoss de hoy la tesis panpsiquista de
que toda
tod a la materia
ma teria está viva.
viva. Pero el
el problema
problem a no reside en que la idea
sea una majadería, sino que es tan abstracta y vacía que, sencillamante,
no ayuda a resolver nada.
 No obstant
obstante,e, la fi
figu
gura
ra de BBerkeley
erkeley es im
importa
portante
nte pa
para
ra ent
entende
enderr por
qué el idealismo llegó a tomarse en serioserio,, aun cuan
cuandodo su propia versión
sea una mera curiosidad. El idealismo de Berkeley no es otra trans- 
mundaneidad  platónica, sino una respuesta sobria a una pregu pregunta
nta cien-
tífica, el problema
problem a lockeano en tomo a la semejanza de las ideas con sus
objetos.
objeto s. Hume
Hum e llegó a generalizar el problem
problemaa de Locke, planteando si
teníamos algún
a lgún derecho a hablar siquiera de «objetos», cosa que permi-perm i-
tió a Kant
Kan t convertir una cuestión científica, la relativa
relativa a lo
loss mecanism
mecanismosos
 psicofis
 psic ofisioló
iológic
gicos,
os, en una
un a cuestió
cuestiónn de iure,
iure, la relat
relativa
iva a la legitimidad de
la propia ciencia. Y lo hizo estableciendo tres puntos:
puntos:

a)  Es posible resolver el problema d


dee llaa naturaleza de la verdad

científica limitándonos
limitándonos
do transcendentalmente
transcendentalmen teaideal,
afirm
afirmar
ar que la ciencia
construido corresponde
y no hallad
hallado.
o. a un mun-
b)  Es posible explicar la diferencia entre construir y halla
hallar,
r, entre
la idealidad transcendental y realidad transcendental, limitándonos a
contraponer el uso de las ideas  en el conocimiento con el uso de la
voluntad  en
 en la acción
acción:: ciencia versus moralidad.
c)  La filosofía transcendental, como disciplina que puede elevar-
se tanto sobre la ciencia como sobre la moralidad para asignarles sus
respectivas esferas, sustituye a la ciencia en tanto que disciplina que
determina
determ ina la naturaleza última de la realida
realidad.
d.

De este modo, Kant condujo la idea ilustrada de contraponer cien-


cia y religión, razón y superstición, a un callejón sin salida haciéndose
cargo de un problema científico no resuelto, la naturaleza del conoci-
miento, transmutándolo en el problema de las condiciones de po  posib
sibil
ilii
d a d  del
  del conocimiento. Dicha transmutación pudo llevarse a cabo una
vez aceptado
aceptad o el reto de Berk
Berkeley:
eley: «nada puede ser semejante a una idea
excepto otra idea», para después darle la siguiente formulación: «nin-
guna idea puede ser verdadera de cosa alguna, salvo de un mundo hec hechoho
de ideas».
ideas». Mas la idea de un mundo hecho de ideas neces
necesita
ita el respaldo

EL IDEALISMO DEL SIGL


SIGLO
O XIX Y EL TE
TEXTUALISMO
XTUALISMO DE L XX 225

de un sujeto a quien éstas le pertenezcan. Ya que KanKantt no podía


po día disp
dispo-
o-
ner del Dios de Berkeley, se vio obligado a crear un yo transcendental
que cumpliese dicha tarea. Como se apresuraron a señalar
señala r los sucesores
de Kant, sólo hay una forma
form a de d
dar
ar sentido al yo transcendental: identi-
ficarlo
ficarl o con un yo pensable, pero incognoscible, que, a su vez, es el suje-
to moral, el yo nouménico
nouménic o autónomo.
Llegados aquí, el idealismo deja de ser una mera
me ra curiosida
curiosidad d intelec-
tual. Pues ahora no sólo nos ofrece un truco malabar,
malabar, una solución ad  
hoc  tipo Berkeley al problema de la relación entre sensaciones
sensaciones y obje
tos externos,
externos, sino también una solución al problema de la l a integración
del arte, la religión y la moralidad en el seno de la imagen galileana
galile ana del
mundo.
mun do. Desde el momento en que dicha manera de solventar esa preo-
cupación espiritual de reputación algo dudosa parecía desprenderse
como corolario
corolario de la solución de un problema científico perfectament
p erfectamentee
respetable
respe table,, era posible
posible pensar
pensa r que la disciplina que ofrecía ambas solu-
ciones reemplazaba a la ciencia,  al tiempo que hacía que la descon-
fianza de Rousseau hacia la Ilustración cobrara visos de credibilidad.
De este modo, la filosofía
filosof ía acaba por
po r ser tanto una ciencia  (¿acaso no ha
logrado
lograd o dar respuesta a un
u n problema que la ciencia fue incapaz de resol-
ver?) como un modo de recuperar
recup erar lo que la ciencia había apa
apartado
rtado de
d e sí:
sí:

la moralidad
límites y la razón.
de la mera religión.
religión. Ambas
A mbas
Pues podían
la filos
filosofía hallarse
ofía habí
había ahora o
a descubierto
descubiert dentro
que elde los
radio
de acción de la razón era mayor que el de la ciencia, con lo que había
 probado
 prob ado ser una especie
es pecie de super-ciencia  o ciencia primera.
Hasta este momento, mi argumentación ha girado en tomo a la
necesidad del idealismo transcendental
transcendental a la hora hacerhace r plausibl
plausiblee la idea
de que una disciplina
disciplina llamada «filosofía» pudiese pudies e transcender tanto la
religión como la ciencia,
ciencia, dándonos un tercer y definitivo punto de vis-
ta sobre la naturaleza última
últim a de la realidad.
realidad. A mi modo de ve ver,
r, el siste-
ma kantiano empezó por adueñarse del prestigio de la ciencia dando
solución
solu ción a un problema científico, para después hacer pasar a la ciencia
a un segundo plano dentro del conjunto de las actividades del hombre.
Pasó la filosofía a un primer plano, demostrando cómo obtener lo mejor
de la religió
religiónn y de la ciencia,
ciencia, mirando a ambasamb as por encima
enc ima del hombro.
El idealismo cobraba así el aspecto
aspecto de un unaa tesis científica — de una tesis
 porr la que verda
 po ver dader
deram
amente
ente podí
po díaa abogarse — graciagra ciass a un núcl
núcleoeo
común a Berkeley y a Kant, Kant, a saber,
saber, su preocupación
preocupación p por
or el problema
 psicológic
 psic ológicoo heredad
her edadoo de Locke,
L ocke, la relac
re lación
ión de las sensacio
sen saciones
nes con sus
objetos. La filosofía se convirtió así en una especie de sw/?erciencia:
gracias al núcleo común a Kant y a Hegel, a saber, su solución al pro

226 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

 ble ma de la relació
 blema rela ción
n eentre
ntre la ciencia y el aarte,
rte, la moral y la religión. UUna
na
de las corrientes del idealismo transcendental
transcende ntal vuelve sobre los pasos de
 Newt
 Ne wton
on y Locke,
Locke , sobre la forma
form a ddee las ideas y el prob
pr oblem
lemaa de la per
p er-
-
cepción. El resto se vuelca hacia Schiller,
Schiller, Hegel y el romanticismo. E Esta
sta
doble vertiente nos ayuda a explicar po porr qué el idealismo transcendental
 pudo
 pu do parece
par ecerr una
u na ver
verdad
dad demos
demostrable
trable en las primera
prim erass déc
década
adass del si-
glo xix. También
También nos ayuda a explicar por po r qué la filosofía
filoso fía transcenden-
tal pudo parecer una contribución radicalmente nueva y decisiva, tal
como pudo parecerlo
p arecerlo la ciencia newtoniana un siglo
siglo atrá
atrás.
s. Ambas
A mbas ilu
siones fueron posibles
posibles gracias a que uno de los polos kantianos se adue-
ñó del prestigio del otro. El carácter
caráct er argumentativo
argumentativo que la primera
prime ra Crí
tica comparte con los Principia de Newton y el Es sayy de Locke creó un
 Essa
aura de Wissenschaftlichkeit  que
 que se extendió sobre las Críticas segunda
y tercera, y que incluso
inc luso alcanzó a Fichte
Fichte..
Con todo, el siguiente paso en el desarrollo del idealismo fue el
 princip
 prin cipio
io del fin
fi n del idealismo
idealis mo y de la filosofía.
filoso fía. Hegel
Hege l decidió
decid ió que la
filosofía tenía que ser especulativa, y no meramente reflexiva; cambió
de nombre al Yo Transcendental, denominándolo «La Idea» (sic)  y
expuso la concepción de la ciencia galileana como como un unaa figura
figu ra más de la
consciencia, como uno de los muchos modos de autoexpresión de la
Idea. Si Kant hubiera vivido
Idea. uficiente como para leer la Fenomeno
vivido lo ssuficiente
logía, se habría percatado de que la filosofía se las había arreglado para
 perm
 pe rman
anece
ecerr en la segura
segu ra send
sendaa de la ciencia
cienc ia durante
dur ante veinticinco
veinti cinco años.
Hegel retuvo el nombre de «ciencia» privando a ésta de su sello distin-
tivo: la voluntad de aceptar un vocabulario neutral en el que formular
los problemas y posibilitar
posib ilitar así la argumentación. A All abrigo de la inven-
ción kantiana, una nueva superc
superciencia
iencia llamada filosofía, Hegel inau-
guró un género literario
literario en el que no había
h abía indicio alguno de argumen-
tación, pero que reclamaba obsesivamente para sí el título de System 
der Wissenschaft, Wissenschaft der Logik o Encyklopadie der  
 philos
 ph ilosop
ophis
hische
chen
n Wissensch
Wissenschaften.
aften.

Entetiempos
gigan
gigante tenía losde Marx
pies y Kierkegaard,
Kierkega
de barro; q ue, ard,
que, todo el
sea como mundo
fuere, decía
de cía queera
el idealismo el
una tesis indemostrable, pseudocientífica. A finales de siglo (en
tiempos de Green y de Royce), el idealismo fue devuelto a su forma
fichteana, una serie de vagos argumentos kantianos sobre la relación
entre sensibilidad y juicio, con el añadido de un intenso fervor
moral. Pero donde Fichte encuentra una verdad demostrabl
dem ostrablee y el ini-
cio de una nueva era en la historia del hombre, Green y Royce hallan
con desconsuelo la mera opinión de un grupo de profesores. A fina- fin a-

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL X X 227

les de siglo la palabra «filosofía» ya era lo que hoy es: tan sólo el
nombre, como «lenguas clásicas» y «psicol
«psicología»
ogía» de un departamen
depar tamen- -
to académico donde se conservan como bien preciado los recuerdos
de la esperanza propia
prop ia de los jóven
jóvenes
es y sobrevi
sobrevive
ve la melan
melancolía
colía en el
anhelo de recuperar glorias pasadas. Kant y Fichte representan pa-
ra nosotros, los profesores de filosofía, lo que Scaliger y Erasmo
representan para nuestros colegas de «lenguas clásicas», o lo que
Bain y Spencer representan para nuestros colegas los psicólogos.
psicólogos. La
La
filosofía
filosof ía es una disciplina académica autónom a que pretende erigir
se en arquitectónica de la cultura en su conjunto, y no porque poda-
pod a-
mos justificar su autonomía o sus pretensiones, sino por lo que los
idealistas alemanes proclamaron, a saber, que en dicha disciplina
residía la esperanza
esperanz a de la humanidad. Pero hoy en día, cuando el idea-
id ea-
lismo ha dejado de ser
se r una opinión
opinió n de cualquiera, cuando la polémi-
ca entre
entre realismo e idealismo sól sólo
o puede aaprenderse
prenderse en los libros de
historia, los filósofos ya no se sienten tan seguros como para poder
hablar de la naturaleza última de la realidad. Presienten que, por
naturaleza, tienen derecho a presidir el resto de la cultura, mas no
imaginan cómo justjustifica
ifica r dicha pretens
pretensión.
ión. Si mi explicación histó-
rica resulta acertada, los filósofos no podrán restablecer dicho pri-

vilegio a menos que sean capaces de volver a ofrecer una teoría


sobre la naturaleza última de la realidad que com
compita
pita con la cosmo
visión de la ciencia. Y dado que el idealismo representa la única
tesis interesante al respecto,
respecto, sól
sólo
o su resurrecció
resurrecciónn prestará seriedad a
las pretensiones del resto de la ccultura.
ultura. Am bas cosas parecen sum a-
mente improbables
improbables..

III

El romanticismo fue el único resto del naufragio del idealismo


metafísico en tanto que tesis científica y argumentable. En el primer
 parágrafo,
 parágra fo, definía
defin ía el «romanticism
«rom anticismo»
o» como la tesis que estable
establecía
cía como
única necesidad el hallazgo de un vocabulario apropiado, y no de pro-
 posiciones
 posicio nes verdaderas. Aunq
Aunqueue pare
parezca
zca vago e inocuo,
inocu o, pienso
pie nso q
que
ue ésta
es la mejor manera de dar senti
sentido
do a la insum
insumisión
isión ante la ciencia,
ciencia, prin
prin-
-
cipal legado de Hegel al siglo xix. Hegel destrozó el ideal kantiano de
la cientificidad
cientificidad de la filosofía, pero, como dedecía
cía anteriormente, creó un
nuevo género literario que mostraba la relatividad de la significación,
su dependencia del vocabulario elegido, la desconcertante variedad de

228 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

vocabularios susceptibles de elección y su inherente e inexorable ines-


tabilidad. Hegel dejó claro de una vez por todas el hondo calado, la
autoconsciencia absoluta que depara cada nuevo vocabulario, género,
estilo o síntesis dialéctica: la consciencia de que ahora, y por primera
vez, hemos entendido
entendid o las ccosas
osas tal como verdaderam
verdaderamente
ente son. También
dejó del todo claro por qué esa certeza se desvanece en segundos.
segundos. Mos-
M os-
tró cómo la astucia de la razón se sirve del apasionamiento de cada
generación, llevándola a la autoinmolación y a la autotransformación.
Hegel escribe en el tono pausado e irónico característico de la cultura
literaria de nuestros díadías.
s.
La descripción romántica de Hegel del desarrollo del pensamiento
 —el
 — el despliegue del espíritu— es tan apropia
apropiada
da para
pa ra la literatura y la pol
polí-
í-
tica posthegeliana como inapropiada para la ciencia. Y aquí cabe res-
 ponder
 pon der «Tanto peo
peorr para Hegel» o «Tanto pe peoror para
par a la
l a ciencia». Elegir
entre ambas respuestas es elegir entre las «dos culturas» de las que nos
habla Snow (y entre la filosofía «analítica»
«analítica» y la filosofía «continental»,
«continental»,
que son, por así decirlo, las agencias de relaciones públicas de esas dos
culturas)
cultu ras).. A pa
partir
rtir de Hegel, los intelectuale
intelectualess que deseaban
d eseaban transformar
el mundo, o transformarse a sí mismos, que no se conformaban con lo
que la ciencia podía darl
darles,
es, sentían
sentían que tenían pleno derecho a olvidarse 

de esta
un sitioúltima.
relativaHegel
mentehabía
relativamente hab
bajoía. puesto
bajo. el estudio
Hegel también de lademostrado
había naturaleza en quesupuede
sitio,
sitio,e
pued
haberr racionalidad sin arg
habe argumentaci
umentación,ón, una racionalidad que opera fuera
de los límites de lo que K Kuhn
uhn llama «matriz discip
disciplinar»,
linar», en un arrebato
de libertad espiritual. Pero la astucia de la razón se sirvió de Hegel para
ir en contra de sus intenciones y redactar los fueros de nuestra cultura
literariaa moderna, cultura ésta qu
literari quee pretende haber retomado y reform reforma- a-
do todo cuanto era digno de conservar een n la cienci
ciencia,
a, la filosofía
filo sofía y la reli-
gión, mirando a las tres por encima del ho hombro.
mbro. Se ererige
ige en guard
guardián
ián del
 bien
 bie n público, en «pastor de la nación», según la expresió
expresión n de Coleridge
Coleridge..
Dicha cultura abarca desde Carlyle a Isiah Berlín, desde Matthew
A m old a Lionel Trillin
Trilling,
g, desde Heine a Sart
Sartre,
re, desde Baudelaire a Nabo
kov, desde Dostoievski a Doris Lessing, desde Emerson a Harold Bloom.
Su exhuberante complejidad no puede expresa expresarse
rse acudiendo a términos
como «poesía», «novela» o «cultura literaria». La ilustración jamás
 podría
 pod ría hab
haberer anticipad
anticipadoou unn fenóm
fenómeno
eno como éste. Ka Kantnt no le reserva un un
lugar en su división ttripartita
ripartita de toda posible activida
actividad d humana
humana:: el cono-
cimiento científico, la acción moral y el libre jue juego
go de las facultades cog
nitivas en el goce estético. Pero se diría que Hegel conoc conocía ía perfec
perfectamen
tamen- -
te esa cultura
cu ltura incluso antes de nacer.
nacer.

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TEXTUALISMO
TEXTUALISMO DEL X X 229

Yo diría que el principal legado del idealismo metafísi


metafísico co es la tena
tena--
cidad de la cultura literaria para permanecer al margen de la ciencia,
afirmar
afirm ar su superioridad respecto de ésta y pretender dar voz a las cosas
verdaderamente importantes para los seres humanos. La insinuación
kantiana de que aplicar del vocabulario de la Verstand, de la ciencia, era
simplemente una de las muchas cosas valiosas que los seres humanos
 podían
 pod ían hacer,
hac er, fue un
u n paso
pa so imprescin
impr escindibl
diblee a la hor
h oraa de
d e hace
ha cerr respetabl
resp etablee
una cultura laica, mas no científica. Sin quererlo,
quererlo, Hegel ejemplificó
ejemp lificó lo
que esta cultura podría ofrecemos
ofrecem os (a saber, el senti
sentido
do histórico de que
todo principio y todo vocabulario era relativo
relativo a un lugar y a una época)
dando así un segundo y no menos necesario paso. El romanticismo que
Hegel aportara a la filosofía alimentó la esperanza de que la literatura
literatura
sucediese a la filosofía, en que los nuevos géneros literarios que por
entonces florecían
florecí an iban a desvelar los secretos más
má s íntimos del espíritu,
lo que los filósofos siempre habían buscado.
Con todo, aún hubo un tercer paso que estabilizó la autonomía y
la supremacía de la cultura literaria,
literaria, el que dieron Nietzsche y William
James. Lo que aportaron fue el pragmatismo, que tomó el relevo del
romanticismo. En vez de afirmar que el descubrimiento de nuevos
vocabularios haría aflorar secretos recónditos, lo que dijeron fue que
esas nuevas maneras de hablar podrían ayudamos ayudam os a conseguir lo que
queremos. En lugar de afirmar que la literatura podría suceder a la
filosofía a la hora de descubrir
des cubrir la VeVerdader
rdaderaa Realidad, renunciaron a
la noción de verdad como correspondencia
co rrespondencia con la realidad. Nietzsche
y James afirmaron, cada cual en su tono característico, que el status 
 propi
 pro pio
o de la filo
f iloso
sofí
fíaa no era
er a otro que
q ue el que
q ue Kan
K antt y Fichte
Fich te habí
ha bían
an asi
a sig-
g-
nado a la ciencia: la creación de descripciones útiles o alentadoras.
 Niet
 Ni etzs
zsch
chee y Jame
Ja mess ininte
terp
rpre
retar
taron
on el ideali
ide alism
smoo metaf
me tafísi
ísico
co — y en tér-
té r-
minos generales, el ansia metafísica de decir algo sobre «la naturale-
za última de la realidad»
realidad»— — en términos psicológicos, cosa que Marx,
claro está, ya había hecho. Pero al revés que Marx, James Ja mes y Nietzsche

no pretendieron
mirar por encimaformular una nueva
del hombro posiciónAntes
al idealismo. filosófi
filo sófica
ca abandonaron
bien, desde la cual
la búsqueda de un punto arquimédico desde el que con contemplar
templar la cul-
tura. Renunciaron a la filosofía como ciencia primera. Aplicaron las
metáforas «constructivistas» de Kant y Hegel (frente a las tradiciona-
les metáforas «heurísticas» y realistas), y no sólo a Kant y a Hegel,
sino también a sí mismos.   Como afirmaba Nietzsche, fueron la pri-
mera generación convencida de no poseer
posee r la verda
verdad.d. Así pues, no les
importaba no tener respuesta
respue sta a la pregunta: «¿Quién
«¿Q uién te autoriza a decir 

230 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

cosas tan aterradoras de las personas?» Se contentaban con borrar el


halo a palabras como «verdad», «ciencia», «conocimiento» y «reali-
dad», sin pretender ofrecer
o frecer una concepción acerca de la naturaleza de
las cosas así nombradas. El relevo del romanticismo por el pragma-
tismo en la esfera de la filosofía corrió parejo a un cambio en la con-
cepción que la cultura literaria tenía de sí. En nuestro siglo, las gran-
des figuras de esa cultura — los grandes «modernistas»,
«modernistas», llamémoslos
así—
as í— han procurado mostrar
m ostrar cómo podrían ser nuest
nuestras
ras vidas si antes
antes
no hubiéramos abrigado la esperanza de lo
lo que Nietzsche dio en lla
mar «consuelo metafísico». El movimiento que yo llamo «textualis
mo»
mo » man
mantiene
tiene una relación con el pragmatismo
pragmatism o y con este CorpCorpus
us lite-
rario semejante a la relación
relación que la tentativa
tentativa decimonónica de hace hacerr
de la literatura el descubrimiento de la verdadera realidad mantuvo
con el idealismo metafísico y la poesía romántica. Creo que entende-
remos mejor
m ejor el papel cumplido por el textualismo
textualismo en nuestra
nues tra cultura
cultura
si lo concebimos como el intento de pensar en términos radicalmente
 pragm
 pra gmáti
ático
cos,
s, aba
abando
ndonan
nando
do de u
una
na vez
ve z p
por
or todas
tod as la ide
ideaa de descubrir  
la verdad , común tanto a la ciencia como a la teología.
teología.
Μ . H. Abrams, en su eensa
nsayo
yo sobre lo que él él denomina «Relectura
«Relectura» »
y yo «textualismo», opone este movimiento a la concepción «humanis-
«huma nis-
ta» tradicional,
tradicional, fformu
ormulada
lada en los siguientes términos:
términos:
El autor lleva a efec to y deja constancia escrit a de la sign ificación q ue se  
escrita
comprometió a dar a los sere
seress humanos y a las acciones que a éstos incu mben, 
incumben,
dirigiéndose a los lectores capaces de entender sus escritos. El lector se dis
pone a desentrañar lo que el autor ha escrito y ha querido dar a entender,  
haciend o uso de las d otes lingüísticas y lit
liter
erari
arias autor.. 
as que comparte con e l autor
Aproximándose al compromiso semántico contraído por el autor, el lector  
compren de el lenguaje de la o bra4
bra4..

Por el contado, la noción textualista de crítica hace oídos sordos a


lo que el autor pretendía
preten día dar a conocer y se enfrenta a dos opciones tác-

ticas
Edward
Edw bien
ard distintas.
Said
Said,
, en La primera
e n aproximarse al tede
xtoestas tácticas consiste, citando a
texto

com o algo q ue opera pa ra sí y que encierra en sí un principio de coh erencia  


para
intema privilegiado,
privilegiado, o, lo que es lo m ismo, un princi pio  a pr io
principio iori
ri,,   por desen

4 Μ . H. Abra
Abrams,
ms, «How to D o Thin
Things
gs with Texts», Pa
Texts»,  Part
rtis
isan
an R eview
ev iew , 46 (1979).

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL X X 231

tr
trañ
añar
ar;; por o
otra
tra part
parte,
e, el tex to s e con vierte en una cau sa efi cien te que pro duce  
determinadoss efec tos en un (presunto)
determinado (presunto) lector ide al5
al5..

La otra alternativa por la que el textualista puede optar consiste en


abandonar la idea de texto como máquina que opera independiente-
mente de su diseñador, y ofrecer lo que Bloom denomina un «retorci-
miento radical». El crítico no se pregunta qué intenciones animan al
autor o al texto,
texto, sino que se conform
conformaa con releer el texto de form
formaa que
éste se pliegue a sus propios propósitos, remitiéndolo a lo que puede
ayudar a cumplirlo
cumplirlos.s. Y lo hace imponiendo sobre el te texto
xto un vo
vocabula-
cabula-
rio —una
— una «retícula»
«retícula»,, en la terminología de Foucault— que puede ser del
todo ajeno a cualquier vocabulario perteneciente al texto o a su autor,
 para observa
ob servarr los resultados. El mode
modelo
lo a apl
aplicar
icar aquí no es el del eespí-
spí-
ritu curioso que colecciona artilugios mecánicos para destriparlos y
averiguar
averigu ar cómo funcionan, sin preocuparse
preocuparse lo más mínim
mínimo o de para qué
sirven,
sirven, sino el del psicoanalista que inte
interpreta
rpreta por las buenas un sueño
o una broma
brom a como síntoma de una man manía
ía homici
homicida.
da.
Para comprender el textualismo, es importante observar tanto las
semejanzas como las diferencias entre ambos modelos de crítica. Su
mayor semejanza es que ambos parten de la condena pragmatista de la
teoría de la verdad como correspondencia con c on la re
realidad.
alidad. El textualis-
ta que afirma
afir ma habe
haberr desentra
desentrañado
ñado el secreto del ttexto,
exto, haber descifrado
su código,
código, se enorgullece de haber perman
permanecido
ecido imimpertérrito
pertérrito ante cual-
quier interpretación que del texto pudo haberse dado o ante cualquier
cosa que el autor pudo haber dicho sobre su obra. El «retorci
«retorcido»
do» nato,
como Foucault o Bloom, se enorgullece de lo mismo, de ser capaz de
extraer del texto más cosas que el propio autor o sus fieles lectores.
Ambos
Amb os se distancian ddel
el realismo perfilado en el texto d dee Abrams antes
citado.
citado. Se ddiferencian
iferencian en que el pragmatism
pragmatismo o del prim
primer
er crítico es algo
desvaído.
desva ído. Cree de veras en la existencia de un código secreto que, que, una
vez descubierto,
descubierto, permite
perm ite una interpretación co
correcta
rrecta del texto
texto.. Cree que

5 Ed
Edwawardrd Sa
Saiid, «Road
«Roadss Take
Takenna and
nd Not TaTakeken
n iin
n Cont
Contem
empo
pora
rary
ry Crit
Critic
icis
ism», Contem-  
m», Contem-
 p
 poo ra ry L
Lit
iter
eraa ture
tu re ^ n  (verano de 197 6), p. 33 7. En est e artículo, Said traza una distinción  
entre
ent re auto
autores
res com o B loo m y Foucault (y otro otros,
s, com o Bate y Lukács), por una una par
parte
te,, y  
críticos textualistas que ejemplifican el enfoque descrito en el pasaje citado, por otra. 
Grosso modo
modo,,  esta distinción es análoga a la que yo establez co entre textualis
textualistas
tas nato
natoss y  
textualistas
textuali stas débiles, aunque Sa id formula lla a distinción en términos de «formalidad versusversus  
materialida
materia lidad»
d» y no en términos de «pragmatismo tota totall versus pragmatismo parcial».

232 CONSECUENCIAS
CONSECUENCIAS DEL PRAGMAT
PRAGMATISMO
ISMO

la crítica es antes
antes descubrimiento
descubrim iento que creación. Al retorcido nato no le
 preocu
 pre ocupa
pa la distinc
dis tinción
ión entre desc
descubrir
ubrir y crear, h
halla
allarr y construir. Com
Como o
James y Nietzsche, no cree que esta distinción sea útil útil.. C
Critica
ritica par
paraa ver
qué es lo que puede
pu ede sacar,
sacar, no por la satisfacción que pueda deparar una
comprensión correcta.
Quizá me haga entender mejor si reformulo la diferencia en cues-
tión. El crítico «humanista» del que nos habla Abrams cree que existe
un vocabulario extenso, omniabarcante
omnia barcante y comú
común n con el que d describir
escribir la
temática de las obras literarias. El primer tipo de textualista —el tex-
tualista débil— piensa que cada obra tiene su propio vocabulario, su
 pro pio código secreto, que no admite com
 propio compara
paración
ción co
con
n ning
ningún
ún otro. El
textualista
textuali sta del segundo tipo —el textualista nato—
nato— dispone de su pro-
 pio voca
vocabula
bulario
rio y no se preocu
pre ocupa
pa de si algu
alguien
ien má
máss lo com
comparte.
parte. Se-
gún la explicación que vengo ofreciendo, el verdadero heredero de
 Nietzsc
 Nie tzsche
he y James,
James , y p
por
or ta
tanto
nto de Ka
Kant
nt y Hege
Hegel,l, es el tex
textual
tualista
ista nato.
El textualista
textualista débi
débill — el decodificador— es simplemente o otra
tra víctima
del realismo, de la «metafísica de la presencia». Está convencido de que
si perma
permanece
nece dentro de los lílímites
mites de un texto, lo glosa y mue
muestra
stra cómo
opera, habrá escapado de «la soberanía del significante», hab habrárá roto con
el mito del lenguaje como espejo de la realidad, etc. Pero lo cierto es que

está
 pa ra haciendo
 para críticaa cuanto
la crític y a quepuede
todosspara
todo veanimitar a ladescif
que ha cie
ciencia
ncia:
descifrado: aspira
rado a un método
el código. Bu sca  
Busca
consuelo en el consenso aunque sólo sea el consenso de d e los lectores de
revistas literarias, el mismo consenso que busca el biólogo molecular,
aunque sólo sea el consenso de otros trescientos biólogos moleculares
que entienden su jer jerga
ga y se interes
interesan an por su pr
problema
oblema..
El textualista nato intenta vivir sin ese consuelo. Admite lo que
 Nietzsc
 Nie tzschehe y James
Ja mes y yaa admitie
admitieron,
ron, a saber, que la ide
ideaa de método presu-
 ponee la idea de un vocabula
 pon vocabulario privilegiado,, de un vocabulario que cap-
rioprivilegiado
ta la esencia del objeto y que expresa sus verdaderas propiedades, y no
las que nosotros leemos en él. Nietzsche y James afirmaban que ese
vocabulario
vocabul ario no era más que un mito, mito, que inclus
incluso o cuando hacemos cien-
cia, al igual que cuando hacemos la filosofía, nos limitamos lim itamos a buscar un
vocabulario que nos perm p ermita
ita lograr nuestros propósitos.
propósitos.
En resumen: el idealismo metafísico sólo fue una etapa de transi-
ción en la emergencia del romanticismo. La idea de que la filosofía
 podía
 po día ser la vversió
ersión
n laic
laicaa de la rereligió
ligión
n no fue má
máss que u una
na impo
importan
rtante
te
etapa de transición en el derrocamiento
derrocamie nto de la ciencia y la entronización
de la literatura en el reino de la l a cu
cultura.
ltura. El romanticismo fue aufgehoben 
 porr el pragm
 po pragmatism
atismo,o, por
po r la tesis de que la impoimportan
rtancia
cia de los nuevos

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL X
XXX 233

vocabularios no residía en su capacidad de decodificación, sino en su


mera utilidad. El pragmatismo es el equivalente filosófico del moder-
nismo literario,
literario, la literatura que se enorgullece de su autonomía y de
d e su
inventiva, más que de su capacidad de deparar verdaderas experiencias
o de su descubrimiento de una significación preexistente. El textualis
mo nato extrae las consecuencias de la literatura del modernismo,
abriendo así paso a una crítica genuinamente modernista.
Este resumen me permite retrotraerme a la analogía algo artificial
Este resumen me permite retrotraerme a la analogía algo artificial

que
cuantoestablecía
hay sonalideas
comienzo,
idea s y afirm aarsaber,
afirmar la analogía
que todo entreson
cuanto hay afirmar
texto
textos. que
s. El todo
úni-
co textualista
textualista que (a diferencia de Derrida, a quiequien n se debe la autoría de
este movimiento
movimiento)) defdefiende
iende seriam
seriamente
ente esta última afirmación, que sue-
na un tanto metafísica, es el textualista débil: los críticos que creen
haber dado por fin con el verdade
verdadero ro método de análi
análisis
sis de obras litera-
rias,
rias, puesto que han dado por fin ccon on la problemática fundamental sobre
la que éstas versan. Lo que posibilita este tipo de afirmación es que
dichos críticos
críticos no han comprendido que, desde un pu punto
nto de vista abier-
tamente pragmatista, no hay una diferencia importante entre mesas y
textos,
text os, protones y poemas. Para un pragmatista, todas estas cosas son
simplemente permanentes posibilidades
posibilidades de uso, y po porr consiguiente, de
redescripción, reinterpretación y manipulación. Mas el textualista
débil cree, con Dilthey y Gadamer, que hay una gran diferencia entre
el quehacer
queha cer de los científico
científicoss y el quehace
quehacerr de los crít
crítico
icos6
s6.. Cree que el
hecho de que, po porr lo g
general,
eneral, exista un consenso eentre
ntre los primero
primeross pero
no entre los segundos revela algo sobre la nat naturalez
uralezaa de sus respectiva
respectivass
materias o sobre las particulares dificultades epistemológicas de sus
respectivos métodos. El textualista nato se hace la misma pregunta con
respecto a un texto que el ingeniero o el físico con respecto a un objeto
físico problemático: ¿Cómo he de describirlo para que concuerde con
los fines que persigo? En contadas ocasiones, surge un gran físi físico
co o un
gran crítico y nos presenta un vocabulario
vocabulario que nos perm
permite
ite obrar un sin-
número de nuevos prodigios. En ese momento podemos jactamos de
haber averiguado
averiguado la verdadera naturaleza de la materia, de la poesía o
de cualquier otra
otra cosa
cosa.. Pero el espíritu de Hegel
Hegel,, enc
encamado
amado en la filo
filo--
sofía romántica de la ciencia de Kuhn o en la filosofía de la poesía

6 Vé an se m is críti
críticas
cas a las opiniones diltheyianas
diltheyianas de Charles Taylor en «A reply to 
Dre yíus and Taylor», ThThee Rev
Review
iew ofMe
ofMetaphysics,
taphysics,  33 (19 80), pp. 36-46, e infra, ensayo 11
pp. 11..

234 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

romántica de Bloom, nos n os recuerda que los vocabul


vocabularios
arios son tan morta-
les como los hombres. El pragmatista
pragma tista nos recuerda que un vocabulario
vocabulario
nuevo y útil no es más que eso, un vocab
vocabulario,
ulario, y no una
un a visión repent
repenti-
i-
na y nomediada
nome diada de la verdadera naturaleza de las cosas o de los tex textos.
tos.
Como
Com o suele ocur
ocurrir
rir con las sentencias lacónicas,
lacónicas, la ttesis
esis de Derrida
De rrida
de que «No hay nada fuera del texto» es cierta con respecto a lo que
implícitamente niega y falsa con respecto a lo que explícitamente afir-
ma. La
L a tes
tesis
is de que los textos no se refieren a otra cosa que textos tiene
tan poca fuerza como la vieja perogrullada pragmatista de que toda
determinación de un referente se formula en un vocabulario. De modo
que lo que comparamos
com paramos son dos descripciones
descripciones de una cosa y no una des-
cripción con la cosa.
cosa. A su vez,
vez, esta perogrullada no es más que una pro-
longación del dictum  kantiano «las intuiciones sin conceptos son cie-
gas», el cual, a su vez, era una formulación sofisticada del comentario
ingenioso de Berkeley: «Nada puede asemejarse a una idea salvo otra
idea». Las tesis mencionadas no son sino formas engañosas de afirmar
que la realidad jamás
jam ás se nos present
presentará
ará desnuda,
desnuda, pura y dura ante nues-
tros ojos. El textualismo no tiene
tiene nada que añadir a esta afirmación, sal-
vo otra imagen engañosa: la l a imagen de que el mundo consta
con sta de todo lo
escrito en los vocabularios hasta ahora empleados. Las prácticas del
textualista tampoco tienen nada que añadir, salvo algunos espléndidos
casos en los que el autor desconocía cierto vocabulario que puede des-
cribir perfectamente su texto. Mas esta idea —la — la idea de que el vocabu-
lario descriptivo
descriptivo propio de
d e una persona no tiene po porr qué ser el que nos
 perm
 pe rmita
ita entende
entenderlo—
rlo— no nece
necesita
sita ningún
nin gún respa
respaldo
ldo metaf
metafísico,
ísico, epis
episte-
te-
mológico o semántic
semántico.
o. Pertenece a esa cla
clase
se de afirmaciones
afirma ciones que llegan
a convencemos
convencem os sólo tras muchos ejemplos de las p prácticas
rácticas que inspiran.
inspiran.
Son textualistas natos como Bloom y Foucault quienes se encargan de
ofrecer dichos ejemplos.
De ahí que concluya que el textualismo no tiene nada que añadir al
romanticismo y al pragmatismo, salvo ejemplos de lo que se puede
lograr tras dejar de preocupamos por cuestiones realistas como «¿Es
eso lo que verdaderamente dice  el texto?», «¿Cómo es posible argu
mentar  que el texto verdaderamente versa sobre e eso?»,
so?», «¿C
«¿Cómo
ómo distin-
distin -
guir lo que está en el texto de lo que el crítico vierte en éste?». Afirm
A firmarar
que el mundo sólo consta de textos suena tan extravagante y ocioso
como afir
afirm
m ar que lo único que exist
existee es materia en movimiento o posi-
 bilidades
 bilid ades permanen
perma nentes
tes de sensa
sensación.
ción. Irónicamen
Irónica mente
te entend
entendida,
ida, la tesis de
que todo cuanto hay son textos vendría a decir: «Tiene tanto sentido
decir que los átomos son los textos de Demócrito como decir que

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGL
SIGLO
O XIX Y EL TE
TEXTUALISMO
XTUALISMO DEL X X 235

Demócrito es simplemente una agrupación de átomos. Ambos dichos


intentan dotar a un vocabulario de un status  privilegiado, por lo que
compiten en estupidez.» Literalmente entendida, sin embargo, no es
sino una tesis metafísica más. Por desgracia, todavía hoy hay quien nos
dice solemnemente que «la filosofía ha demostrado» que el lenguaje no
se refiere a nada nolingüístico y que, por consiguiente, todo de lo que
se puede hablar es de textos. Dicha tesis corre pareja con la que esta-
 blece que Kant
Kan t demostró
demos tró que no podem
pod emos
os conocer
cono cer la cosa en sí.
sí. Ambas
Am bas
afirmaciones
visión descansan
nodiscursiva en una
y nomediada
nomedi adafalsa
de looposición
real y nuestraentreverdadera
una suerte de
forma
de hablar y de pensarpensar.. Ambas
A mbas cometen
com eten el error
erro r de inferir «No podemos
 pensar
 pen sar ni hablar
habl ar salvo sobre lo que q ue nuestro
nues tro pens
p ensami
amientoento o nuestro
nues tro len-
guaje ha creado» a partir de «No podemos pensar sin conceptos, o
hablar sin palabras».
palabras».
La pe
 p e o r  forma
  forma de defender una tesis tan plausible como que, en la
actualidad
actu alidad,, la literatura ha ocupado en nuestra cultura cul tura el lugar
luga r que antes
correspondía
correspond ía a la religión, la ciencia y la filosofía, es buscarbus car un funda-
mento filosófico
filosóf ico parap ara las prácticas de la crítica litera
lit eraria
ria77. Sería como
defender la ciencia
ciencia galileana fundamen
fundamentándola
tándola en las Sagradas Escritu-
ras o defender el idealismo transcendental como el último logro de la
investigación
investigac ión psicológica.
psicológica. Sería admitir la autoridad de un monarca mo narca des-
tronado para defender las pretensiones
pretensiones de un usurpador.
usurpador. Los argumen-
argumen -
tos que una disciplina usurpadora aduce en defensa de su presidencia
sobre el resto de la cultura sólo pueden pued en basarse mostrando
mostran do su capacidad
 para
 pa ra situar
situ ar a las demás disciplinas
disciplin as en su sitio. Y esto es lo que la l a cultu-
cultu -
ra literaria viene haciendo, y con notable éxito, y lo que hizo la ciencia
cuando desplazó a la religión, y lo que hizo la filosofía idealista cuan-
do desplazó momentáneamente a la ciencia. La ciencia no demostró la
falsedad de la religión,
religión, como tampoco
tam poco la filosofía
filos ofía demostró el carácter
meramente fenoménico de la ciencia. Del mismo modo, la literatura
modernista no puede demostrar que la «metafísica de la presencia» es

7 A s í p u e s , cu
cu a n d o en
en el de  Dec
el p r e f a c i o de  Decons
onstruc
truction
tion and
an d Criticism,
Critic ism,   The Seabury 
Seabury  
Press, Nu eva Y ork, 1979 , p. 6, Geoff rey Hartman afirma que la interacción entre la críti
ca literaria y la filosofía daría buenos frutos, me da en la nariz que se limita a mostrarse  
condesce ndiente ante un enem igo derrotad derrotado. o. Pero tal
tal vez quepa interp
interpret
retarl
arlo
o de mo do 
do  
que afirme, con toda razón, razón, que result
resultarí
aría a útil
útil que la gente m uy leída en filosof ía s e un ie
se con la gente
gente m uy leída en poesía de m odo que ambas corri corrient
entes
es de textos confluyesen, 
confluyesen, 
estableciénd ose nex os entre entre ellas.

236 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

un género pasado de moda. Per


Pero
o todas ellas han podido formular su pro-
 puesta,
 pues ta, sin argume
argumentarla.
ntarla.

IV

Cuando afirm o que el textualismo


textualismo sólo añade una metáfora más al
romanticismo de Hegel y al pragmatismo de James y Nietzsche, me
sumo a críticos del textualism
textualismo o como Geral
GeralddG
GrarafF
fF.. GrafF
GrafF acierta al af
afir-
ir-
m ar que las actual
actuales
es corrientes de crítica literaria desarroll
desarrollan
an temas ya
formulados
formula dos por la Nuev
Nuevaa Crí
Crítica:
tica: «los supuestos mode
modernistas
rnistas ac
acerca
erca de
dell
lenguaje, el conocimiento
conocimi ento y la expeexperien
riencia»
cia»88, supuestos que opone al
antiguo concepto de literatura, conforme al cual ésta puede «ayudar al
hombre a comprender el ve verdadero
rdadero modo de ser de de las cos
cosas,
as, y no mera-
m era-
mente
men te su modo de aparecer ante nuestra co conscie
nsciencia»
ncia»99. También está en
lo cierto cuando afirm
afi rmaa que sól
sóloo en contadas ocasiones se aducen argu-
mentos en defensa de estos supuestos. Mas creo que se equivoca cuan-
do afirma que

entre
entre la tesis de que e l lenguaje no p uede guardar
guardar correspondencia alguna con  

la realidad,
realidad, y la actual tendencia interpreta
interpretativa especia lizada e n leer toda obra 
tiva
literaria como un comentario sobre su propia problemática epistemológica,  
só lo dista un corto p a so 10.

Pero lo cierto es que dicho paso es bastante largo y hacia atrás. La


tendencia
tende ncia de la que habla Graf
GrafF F existe de hecho, aunque se trata de una
tendencia a pensar que la lite
literatura
ratura puede ocupar el puest
puestoo de la ffiloso-
iloso-
fía imitando  a ésta, sobre todo
todo en su carácter
carácte r epistemológico. La episte-
mología sigue conservando su buen tono pa para
ra los textualistas
textualistas débiles.
débiles.
Creen que al atribuir al poeta una epistemología le están haciendo un
cumplido. Incluso llegan a creer que, cuando critican su teoría del cono-
cimiento, abandon
aba ndonan
an su condición de meros crítico
críticos,
s, par
paraa pasar a ser
ser,, de
hecho, filósofos. Com
Como o si llos
os guerreros pudiera
pudieran n llegar a creer (eq
(equivo-
uivo-
cadamente) que atemorizan al populacho cubriéndose con togas andra-

8 Gerald G Gra fF,, Li


rafF  Liter
terat
atur
ureA
eA ga
gain
inst
stlt
ltse
self,
lf,  University o f Chicago Press, Chicago, 1979, 
p. 5.
9 Ibíd.
Ibíd.,, p. 7.
7.
10 Ibíd., p. 9.

EL IDEALISMO
IDEALISMO DEL SIGLO
SIGLO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL XX 237

 jo sass arranc


 josa ar rancadas
adas a los senadores
se nadores locales. Creo que G raff
ra ff y quienes
quie nes han
 puesto
 pue sto el dedo en la presunció
presu nción
n solemne y estrambó
estra mbótica
tica de la crítica
crític a tex-
tex -
tualista de los últimos años, tienen razón al sospechar que estos críticos
críticos
querrían arrogarse el (presunto) prestigio de la filosofía sin tener que
aducir argumentos.
argumentos.
Con todo, discrepo de Graff, sobre todo en lo que sigue:

La escrit
escritura
ura,, para conseguir sus fines, ha d e emanar de una filos ofía de la  
para
vida coherente y convincente, o, al menos, del aspecto de la vida del que se  

ocupa el escritor. haber mo do de escapar a la necesid ad de que la 


escritor. No parece haber
lite
litera
ratu
tura
ra se b ase en una ideología, incluso si esta ideolog ía pone a toda ideo
logía en cuestión. El mism o acto de desestimar
desestimar todo realismo «in genuo » pre
supone un punto de vista ob jetivo ".".

En mi opinión,
opinión, G raff se equivoca
equivoca con respecto a la capacidad de la
literatura para conseguir sus fines. Nos colocaría ante la disyuntiva
entre afirmar
afirma r que Baudelaire o Nabokov no lograron sus fines y afirm afirmar
ar
que su ironía expresaba «una filosofía de la vida coherente y convin-
cente».
cente ». Ninguna
N inguna de ambas
am bas alternativas
alternativas resulta atractiva.
atractiva. Creo que tam-
 poco sabe bien qué se requiere para pa ra desesti
de sestimar
mar la verda
v erdad
d del realismo.
 No es necesario propone
prop onerr una teoría «objetiva» con respecto a la verda-
dera naturaleza de la realidad, del conocimiento o del lenguaje. Para
derrotar al oponente, no necesitamos adoptar su vocabulario, su méto-
do o su estilo.
estilo. Hobbes
Ho bbes no disponía de argumentos contra la cosmovisión
dantesca;
dante sca; el único argumento científico que Kant Ka nt adujo para demostrar
el carácter fenoménico de la ciencia resultó ser pésimo; Nietzsche y
James no tenían argumentos epistemológicos en favor del pragmatis-
mo. Todos y cada uno de estos pensadores nos presentaron una nueva
forma de vida intelectual, rogándonos apreciar qué ventajas tenían
sobre las antiguas.
antiguas. Los
L os textualistas
textualistas de nuestros días nos presentan otra
nueva forma de vida. Buscar argumentos epistemológicos en su favor
tiene tan poco sentido como pretender que nos ofrece una nueva nuev a y mejor
manera de hacer epistemología.
epistemología.
En mi opinión, las objeciones
objeciones de peso contra el textualismo no son
de carácter epistemológico,
epistemológico, sino moral. Escritores com
comoo Lionel Trilling
T rilling
y Μ . H. Abrams se unirían a Graff
Gra ff a la hora de formular tales
tales objecio-
objecio-
nes. Abrams
A brams se adhiere a Bloom a la hora
hor a de oponerse al proyecto
proyecto de1

11 Ibíd .,p. 11
11..

238 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO

Derrida y Foucault de eliminar al autor del texto, substituyendo la


influencia humana por po r la intertextualidad iinhuman
nhumana.
a. Pero es incapaz de
aceptar
acept ar la descripciones
descripcion es que Bloom
Blo om da de sus libros sobre Yeats
Yeats y Ste
Ste
vens como «retorcimientos radicales». Piensa que la mayoría de las
veces Bloom interpreta a Yeats y Stevens correctamente, en el viejo y
 buen
 bu en sentid
sentidoo reali
r ealista
sta de «cor
«correcció
rección»,
n», y desearía
des earía que Bloom
Blo om lo admi-
adm i-
tiese, pues
pue s quiere que
q ue Yeat
Yeatss y Stevens sean algo más
má s que agua
a gua llevada al
molin o de sus sucesores. Cree que el
molino el tra
tratamie
tamiento
nto de Bloom
Bloo m impug
impugnana la
integridad
integr idad moral de ambos. Por si fuera poco, quiere convertir la crítica
literaria
literaria en un campo
cam po de batalla en el que uno pueda aducir arguargumentos,
mentos,
y, por consiguiente, en un campo en el que uno no   puede poner sus
cepos donde le plazca con el ánimo de obtener «retorcimientos creati-
vos o int
i nter
eres
esan
ante
tes»
s»112.
Pese a admitir que lo que denomina «Relectura
«Relectura»» puede tener
t ener «cosas
nuevas
nuev as y apasionantes que decir en tomotom o a una obra literaria didiscutida
scutida
hasta la saciedad»,
saciedad», Abrams piensa que «la elección entre entre la Relectura
radical y la lectura tradicional
tradicional ha de tener en cuenta
cuen ta los costes cultura-
les de la primera
prime ra opción»:
opción»:

con ello perdemos acceso a una inagotable diversidad de obras literarias en  


cuanto textos resueltamente significativos por, para y sobre los seres huma
nos, y también a las reflexiones instruc
instructi
tivas
vas que sobre tales
tales textos hicieron los  
humanistas y críticos que no s precedieron, d esde Aristó teles hasta T rillin g1
g13
3.

Este comentario
comen tario lleva implícito el punto de vista moral que Abrams
Abram s
comparte
com parte con
c on Trilling,
Trilling, a saber,
saber, que cuando todo pasa, cuando
cuand o a los inte-
lectuales se les agotan sus triquiñuelas, la moralidad
moralida d queda,
queda, como obje-
o bje-
to de reflexión, ampliamente
ampliam ente compartida, comcomoo algo susceptible de des-
cubrimiento,
cubrimient o, que no de creación,
creación, pues oobra
bra ya dentro de la conciencia
común de cada cual. Es esta creencia kantiana la que, en mi opinión,
condujo a Trilling a oponerse a uno de los rasgos más característico
característicoss del

romanticismo y de
los escritores en «finuestra
guras», cultura
«figuras», términoliteraria, su capacidad
que define
d efine de convertir a
como sigue:
sigue:

figuras, esto es, espíritus creativos cuya obra requiere


requiere un estu dio particular
particular
mente m eticuloso, pu es en ella han
han de discernir
discernirse
se significados, e incluso fuer

12 Cf. Abrams, «How to ...», pp. 584-585.


13 Ibíd.,
Ibíd., p. 588.

EL IDEALISMO DEL SIG


SIGLO
LO XIX Y EL TEXTUALISMO DEL X
XXX 239

zas ocultas,
ocultas, que hacen de ella
ella algo más que lo que, en un sentido vago y gen e
ral, llamamos literatura, en incluso que lo que creemos es buena literatura,  
acercándola a la máxima sabiduría sacra que pueda lograrse en nuestra cul
tura14.

Trilling repite aquí lo que Ka


Kant
nt dijera de la «metafísi
«metafísica
ca de la escue-
la», de los hombres eruditos que pretenden saber más de la moral y de
sus presunto
presuntoss «fundamentos»
«fundame ntos» que el buen ciudadano
ciudada no de la calle. Ésta es
la cara de Kant que mira hacia Rousseau y no hacia Hegel, su faceta
democrática
no y no
el pueblo al elitista,
servicio d e que
de pone ,lacomo
la cultura,
cultura cultura
com al servicio
o en Hegel). delng,pueblo
Trilling,
Trilli Abrams(y
y Graff no desean que haya una sabiduría sacra que tenga prioridad
sobre la conciencia moral común. Por P or tanto, se resisten
resiste n a la pretensión
pretensión
romántica
románt ica de convertir al poeta en «figura»,
«figura », como también
tam bién se resisten a
que un intérprete retorcido se vea libre
libre de la obligación de aducir
ad ucir argu-
mentos contra quienes se oponen a su interpretación.
interpretación. Quieren que la crí-
tica se dedique a sacar a la luz una moral ya existente, que se explaye
sobre ella y que la enriquezca.
enriquezca. PorP or eso se niegan a admitir
adm itir la inexisten-
cia de un vocabulario com
común ún en cuyos términos
términ os los críticos puedan dis-
cutir el grado en que la crítica cumple esa tareatarea..

 pragTa
Tal
 pragmatil objeción
matista moral
sta de que todocontra el textualismo
vocabulario, nclusoseel aplic
iincluso aplicaa también
de nuestra
nues tra imagainación
la tesis
imaginación
y nuestra
nues tra consciencia liberal,
liberal, es un mero alto en el camino histórico. Se
dirige también contra la indiferencia de la cultura ordinaria respecto a
los asuntos normales
normal es del común de los mortales. Condena
C ondena a Nietzsche,
 Nabokov,
 Naboko v, Blo
Bloom
om y Foucault, quienes logranlogr an sus fines
fin es a costa de una un a
excesiva meng
menguaua moral.
moral. En términos de d e coste, al gusto del pragmatista,
pragmatista,
viene a decimos que las interpretaciones del intelectual retorcido, su
 búsque
 bús quedada de un
unaa sabidu
sabiduría
ría sacra, sirve de estím
estímulo
ulo a su imaginaci
ima ginaciónón
moral privada,
privada, pero pagando uunn alto precio:
precio: la separación de sus seme-
 jantes
 jan tes 15.
Pienso que en esta objeción moral reside la verdadera importancia
del debate en tomo
tom o al textualismo y al pragmatism
pragmatismo. o. No tengo ninguna
manera
man era de deshacerme de ella.
ella. Debería hacerlo distinguiendo dos tipos tipos

14 Lionel Trilling, Jane Austen», en Th


Trilling, «W hy W e Read Jane Thee Last De cade,  Harcourt/ Bra- 
 H arcourt/Bra-
ce Jovanovich,
Jovanovich, Nueva York, 1979, p pp.
p. 206-207 .
15 En el ensayo 9,  su pra,, he abordado (sin llegar a ninguna conclusión) el problema  
 supra
de la peligrosidad moral del pragmatismo.

240 CONSECUENCIAS DEL PRAGMATISMO


PRAGMATISMO

de textualistas
textualistas natos
natos,, Bloom y Fou
Foucau
cault,
lt, por ejemplo. BloBloom
om es un prag-
matista tipo James, mientras que Foucault es un pragmatista tipo
 Nietzsche.
 Nie tzsche. En Ja
James
mes y en Bloom
Bloom,, el pra
pragma
gmatism
tismo o af
aflora
lora en su iden
id entifi
tifi--
cación con las luchas que libran los hom
hombres
bres en su finitud. En Foucault
y en Nietzsche, en el desprecio de su propia finitfinitud,
ud, en su búsqueda de
cierta fuerza todopoderosa
todopoderosa y sobrehumana a la que uno hace entrega de
su propia identidad.
identidad. BBloom
loom aborda los textos preservando nuestr nuestroo sen-
tido de finitud común a los hombres, oscilando
oscilando entre el poeta y su poe-
po e-
ma, mientras que Foucault lo hace con vistas a eliminar al autor —y, a
decir verd
verdad,
ad, con vistas a eliminar la mism
mismísima
ísima idea de «hombre
«hombre»— »—
hasta
has ta que no quede rastro de éél.
l. No tengo el men
menoror deseo de defender el
antihumanismo de Foucault, mas sí de alabar la idea de comunidad
humana que Bloom abraza. Pero ignoro cómo defender esta opción
aduciendo argumentos, ni siquiera dando una relación precisa de las
diferencias relevantes entre ambas opciones. Para hacerlo tendría que
ofrecer un tratamiento exhaus
exhaustivo
tivo de la posibilidad de com
combinar
binar la satis-
facción personal, la autorrealización
aut orrealización privada, con la moral pública, o, lo
que es lo mismo, tendría que ofrecer una teoría de la justicia.

9. PRAGMATISMO, RELATIVISMO  
EIRRACIONALISMO

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