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En el Corto Siglo XX: breve cartografía de la Guerra Fría

La Segunda Guerra Mundial apenas había acabado cuando la humanidad se precipitó en lo que
sería razonable considerar una Tercera Guerra Mundial, aunque muy singular; y es que, tal como dijo el
gran filósofo Thomas Hobbes “La guerra no consiste sólo en batallas, o en la acción de luchar, sino que es
un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es suficientemente permanente”.
La Guerra Fría entre los dos bandos de los Estados Unidos y la Unión Soviética, con sus
respectivos aliados, que dominó por completo el escenario internacional de la segunda mitad del Siglo XX,
fue sin lugar a dudas un lapso de tiempo así. Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un
conflicto nuclear global que, tal como creía buena parte de la población, podía estallar en cualquier
momento y arrasar con la humanidad.
En realidad, aún a los que no creían que cualquier de los dos bandos tuviera intenciones de
atacar al otro les resultaba difícil no caer en el pesimismo,
ya que la Ley de Murphy es una de las generalizaciones que
mejor definen a los seres humanos “si algo puede ir mal, irá
mal”. Con el correr del tiempo, cada vez había más cosas
que podían ir mal, tanto política como tecnológicamente, en
un enfrentamiento nuclear permanente basado en la
premisa de que sólo el miedo a la destrucción mutua
asegurada, impediría a cualquiera de los dos bandos dar
pasos hacia una destrucción nuclear de la civilización.
La particularidad de la Guerra fría implicaba, sin embargo, objetivamente hablando, en que no
había ningún peligro inminente y cotidiano de una nueva guerra mundial. Más aún: pese a la retórica
apocalíptica de ambos bandos, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de
fuerzas establecido al final de la Segunda Guerra Mundial. La URSS dominaba o ejercía una influencia
preponderante en una parte del globo, sin intentar extender más allá su esfera de influencia por la fuerza
de las armas. Los EE UU controlaban el resto del mundo
capitalista en Occidente.
En Europa las líneas de demarcación se habían
trazado en 1943 – 1945, en las cumbres en que participaron
Roosevelt, Churchill y Stalin, sobre los hechos de que sólo el
ejército rojo era realmente capaz de derrotar a Alemania. La
URSS aceptó Berlín Oeste en las conclusiones de los
acuerdos con EE UU y Reino Unido, con la posibilidad de
tener un enclave occidental en la parte del territorio alemán que controlaba. Se iría levantando así una
“cortina de hierro o telón de acero” sobre Europa.

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