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3.

TOMAD LA DECISIÓN DE
CONSAGRAR VUESTRA VIDA
AL SEÑOR

Hijo llegasteis a mí por misericordia


divina, os acordasteis de nuestro encuentro;
tengo muchas cosas que contaros, algunos
consejos para daros; porque serán de
mucho provecho para vuestra vida
espiritual ya que buscáis mejorar día a
día. Estáis hastiado del mundo, por fin
habéis tomado conciencia de vuestros
pecados y ya no queréis ofender más al
Señor; teméis al infierno y ansiáis morar
en el Cielo. Haced el firme propósito de
alejaros del mal, de ser fuerte en la
tentación y no ceder a las pretensiones
del demonio; porque el busca seduciros,
conoce vuestras debilidades y por ahí es por
donde más os ataca.
No os desesperéis cuando soplen sobre
vos, tremendos vendavales; confiad en
el Señor, su poder es más grande; es el
León de Judá, que os defenderá del
enemigo; su Sagrado Corazón es vuestro
refugio. Invocad el nombre de Jesús y
llamad a la Santísima Virgen María;
Satanás no los resiste, de inmediato huira
de vos, no podéis poner en riesgo vuestra
salvación. Tened en cuenta que, por un
momento de placer, os pueden llegar largos
años de dolor; porque el pecado trae sus
consecuencias, deja huellas de amargura en
el alma, hace de las personas muertos
vivientes, de sus corazones tumbas
putrefactas.
Hoy pido a mi Hijo Jesús que derrame
sobre vos muchas bendiciones; porque no
os olvidasteis de nuestra cita de amor.
Espero que el 19 de cada mes, saquéis
tiempo y vengáis a mi carpintería, para
adoctrinaros y despertar en vos anhelos
de santidad, y una férrea decisión de
consagrar vuestra vida al Señor.
4. Oración Final

Querido Padre mío, así os quiero llamar


en adelante, por la ternura, con que
atendéis mis suplicas y me socorréis en mis
necesidades: en este día, que he dedicado
en vuestro honor, vengo a ofreceros todo
cuanto soy. Deseo daros mi corazón,
consagrándolo enteramente a Vos.
Aceptadlo, que os lo entrego con toda mi
voluntad y con sumo gozo en mi alma;
haced crecer en él las virtudes que os
adornaron; hacedlo puro, paciente,
caritativo, resignado completamente a la
divina voluntad; y sobre todo inflamadlo en
el amor de Jesús y de María. Protegedlo en
vida, contra todo pecado; y en la hora de la
muerte, amparadlo de las asechanzas del
demonio. Mi pobre corazón se verá perdido
si Vos no venís en su auxilio. Por esta razón,
os invoco desde ahora con estas palabras
que, deseo y confío, han de ser las ultimas
que pronuncien mis labios llenos de
esperanza y amor: Jesús, María y José
sed la salvación del alma mía. Amén

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