TOMAD LA DECISIÓN DE CONSAGRAR VUESTRA VIDA AL SEÑOR
Hijo llegasteis a mí por misericordia
divina, os acordasteis de nuestro encuentro; tengo muchas cosas que contaros, algunos consejos para daros; porque serán de mucho provecho para vuestra vida espiritual ya que buscáis mejorar día a día. Estáis hastiado del mundo, por fin habéis tomado conciencia de vuestros pecados y ya no queréis ofender más al Señor; teméis al infierno y ansiáis morar en el Cielo. Haced el firme propósito de alejaros del mal, de ser fuerte en la tentación y no ceder a las pretensiones del demonio; porque el busca seduciros, conoce vuestras debilidades y por ahí es por donde más os ataca. No os desesperéis cuando soplen sobre vos, tremendos vendavales; confiad en el Señor, su poder es más grande; es el León de Judá, que os defenderá del enemigo; su Sagrado Corazón es vuestro refugio. Invocad el nombre de Jesús y llamad a la Santísima Virgen María; Satanás no los resiste, de inmediato huira de vos, no podéis poner en riesgo vuestra salvación. Tened en cuenta que, por un momento de placer, os pueden llegar largos años de dolor; porque el pecado trae sus consecuencias, deja huellas de amargura en el alma, hace de las personas muertos vivientes, de sus corazones tumbas putrefactas. Hoy pido a mi Hijo Jesús que derrame sobre vos muchas bendiciones; porque no os olvidasteis de nuestra cita de amor. Espero que el 19 de cada mes, saquéis tiempo y vengáis a mi carpintería, para adoctrinaros y despertar en vos anhelos de santidad, y una férrea decisión de consagrar vuestra vida al Señor. 4. Oración Final
Querido Padre mío, así os quiero llamar
en adelante, por la ternura, con que atendéis mis suplicas y me socorréis en mis necesidades: en este día, que he dedicado en vuestro honor, vengo a ofreceros todo cuanto soy. Deseo daros mi corazón, consagrándolo enteramente a Vos. Aceptadlo, que os lo entrego con toda mi voluntad y con sumo gozo en mi alma; haced crecer en él las virtudes que os adornaron; hacedlo puro, paciente, caritativo, resignado completamente a la divina voluntad; y sobre todo inflamadlo en el amor de Jesús y de María. Protegedlo en vida, contra todo pecado; y en la hora de la muerte, amparadlo de las asechanzas del demonio. Mi pobre corazón se verá perdido si Vos no venís en su auxilio. Por esta razón, os invoco desde ahora con estas palabras que, deseo y confío, han de ser las ultimas que pronuncien mis labios llenos de esperanza y amor: Jesús, María y José sed la salvación del alma mía. Amén