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1.

RECONOCED VUESTRO
PECADOS Y BUSCAD EL PERDÓN
DEL SEÑOR

Hijo, abrid vuestro corazón a mi voz y


dejad que mis palabras eleven vuestro
espíritu, y embriaguen vuestra alma en
contemplación y alabanza a la obra que
Jesús ha hecho en vuestro vida. Reconoced
que, ya no sois el mismo de antes, sois
testigo fiel de su misericordia divina;
fuisteis rescatado y llevado sobre sus
hombros como oveja mal herida.
Hoy, vinisteis a mi humilde carpintería
porque, el soplo del Espíritu Santo
descendió sobre vos y fuisteis sensibilizado
por mis palabras; fuisteis tocado por las
manos de Dios y habéis venido a mí,
dispuesto a dejaros encaminar por los
senderos que os llevan al cielo. Reconoced
vuestros pecados y busca el perdón del
Señor; el os abrazará y llorará con vos
vuestras miserias y debilidades. Por fin,
volverá la paz a vuestro corazón y os
sentiréis amado; vuestra vida tendrá pleno
sentido y descubrirás la misión a la que
fuisteis llamado.
Espero que, el 19 de cada mes, vengáis
siempre a nuestro encuentro de amor y
sintáis la necesidad de encontraros a solas
conmigo, en mi humilde carpintería; para
yo trabajar de manera armoniosa en
vuestra alma y llevaros a una vida interior
profunda, para que crezcáis en el amor a
Dios, os apartéis de las cosas del mundo y
decidáis servirle única y exclusivamente a
Jesús.
Espero que el 19 de cada mes, asistáis al
Santo Sacrificio de la Misa y ofrezcáis la
Sagrada Comunión como un acto de amor,
al humilde carpintero de Nazaret que ama,
cuida y protege a sus devotos.
Ofrecedme un pequeño sacrificio y
demostradme que verdaderamente me
amáis, trayendo a muchos de mis hijos a mi
taller; porque en todos quiero sembrar
lirios perfumados, para que florezcan en
ellos las virtudes necesarias para su
santificación.

4. Oración Final

Querido Padre mío, así os quiero llamar


en adelante, por la ternura, con que
atendéis mis suplicas y me socorréis en mis
necesidades: en este día, que he dedicado
en vuestro honor, vengo a ofreceros todo
cuanto soy. Deseo daros mi corazón,
consagrándolo enteramente a Vos.
Aceptadlo, que os lo entrego con toda mi
voluntad y con sumo gozo en mi alma;
haced crecer en él las virtudes que os
adornaron; hacedlo puro, paciente,
caritativo, resignado completamente a la
divina voluntad; y sobre todo inflamadlo en
el amor de Jesús y de María. Protegedlo en
vida, contra todo pecado; y en la hora de la
muerte, amparadlo de las asechanzas del
demonio. Mi pobre corazón se verá perdido
si Vos no venís en su auxilio. Por esta razón,
os invoco desde ahora con estas palabras
que, deseo y confío, han de ser las ultimas
que pronuncien mis labios llenos de
esperanza y amor: Jesús, María y José
sed las salvación del alma mía. Amén.

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