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1 Corintios 3:9
LA PREDICACIÓN
“Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Cor.
1:21). El tesoro del evangelio sigue aun siendo transportado en vasijas de
barro (II Cor. 4:7). No fue a los ángeles que se les dio el privilegio de llevar el
evangelio al mundo, este honor y responsabilidad les fue dado al cuerpo de
creyentes que es la iglesia, a cada cristiano en particular, a usted y a mí.
“¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique?” (Rom. 10:14)
Dios en su sabiduría ha establecido que el hombre redimido anuncie el
evangelio salvador al hombre perdido. Observemos los siguientes relatos
bíblicos donde esto se hace claro:
Al apóstol Pablo se encontró con Cristo camino a Damasco, pero Cristo no
le predicó el evangelio, Ananías fue el colaborador con que contaba Dios en
este evento, (Hch. 9:5,6,17).
Un ángel le comunicó a Cornelio la aprobación de Dios a sus buenas obras,
pero recibió instrucción de buscar a Pedro quién le hablaría palabras por la
cuales sería salvo él y toda su casa (Hch. 10:1-6; 11:14).
El Espíritu Santo dijo a Felipe que se acercara al carro donde viajaba el
etiope leyendo al profeta Isaías (Hch. 8:26 - 39).
En cada relato que leemos vemos la manifestación divina pero siempre el
evangelio lo predicó un fiel colaborador de Dios.
LA GENTE DE DIOS
Por esta razón Dios a tomado gente para sí de cada generación de personas
que habitó la tierra, personas que obedeciendo sus instrucciones se
transformaban en sus colaboradores anunciando los designios de Dios a otros.
Dios visitó a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre (Hch.
15:14).
Cristo se entregó a la muerte para conquistar para sí un pueblo propio.
(Tito 2:14).
“... pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que
os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2.9).
Las Sagradas Escrituras nos dejan ver que el cielo tiene mucho interés en la
labor y trabajo de la iglesia que es el pueblo colaborador de Dios. El apóstol
Pedro dice que el trabajo del cristiano es una labor que anhelan ver los
ángeles. (1 Ped. 1:12). Así como los profetas indagaron en las cosas del
evangelio, también los ángeles del cielo "anhelan mirar" la labor de los santos.
Los siguientes textos dan la idea de que los ángeles siguen con atención el
trabajo de los colaboradores de Dios. (I Cor. 4:9; Luc. 15:10).