Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Al menos 100.000 civiles ucranianos se han unido a las Fuerzas de Defensa Territorial, un
cuerpo de voluntarios luchando contra la invasión rusa. Respondieron a la llamada del
presidente Zelenski, que convocó a todos los ciudadanos dispuestos a defender el país. El
Gobierno ucraniano les ha armado y entrenado, y han contribuido a defender Kiev y a
recuperar otras zonas del país de la mano del Ejército regular y varios grupos paramilitares.
1/3
casi 2.500 heridos, y más de 4,5 millones de personas habían huido del país. Además, la
violencia generalizada de la guerra no viene solo del enemigo, sino que también se da entre
los propios ucranianos.
Segundo, Ucrania también saldrá aún más polarizada de la guerra. Antes del conflicto parte
del país gravitaba hacia Rusia, mientras la mayoría lo hacía Europa. Y ya existían grupos de
extrema derecha y neonazis como Azov, que también han entrenado civiles y que saldrán
reforzados de la contienda. En tercer lugar, esta población traumatizada y polarizada
conservará las armas provistas por el Gobierno para defenderse de la invasión rusa.
Esos tres ingredientes son una receta perfecta para más violencia una vez acabado el
conflicto. Líbano, por ejemplo, es el undécimo país con más armas de propiedad privada per
cápita y su población aún posee armas de la guerra civil de los años ochenta. Colombia,
Sudán, Haití o la República Democrática del Congo tienen problemas parecidos. Tras una
guerra, el número de muertes por violencia suele ser elevado. El trauma y la percepción de
inseguridad deterioran la confianza en los servicios policiales, lo que lleva a muchos
ciudadanos a conservar las armas para proteger a sus familias y a sí mismos contra los
grupos criminales e insurgentes.
2/3
todo si ven que sus motivaciones políticas o económicas no se van a cumplir. Las bandas
criminales o grupos paramilitares podrían valerse de esas armas para negociar con el
Gobierno, lo que complica aún más el proceso.
Los desarmes siempre han resultado arduos, en muchos casos porque hay incentivos
económicos para conservar las armas. Durante el conflicto en Colombia algunos miembros
de las FARC se enriquecieron con el narcotráfico y los secuestros, y llegado el momento se
apartaron de las negociaciones de paz para poder seguir en la clandestinidad y mantener el
negocio. En Líbano, después del acuerdo de paz de 1989, la población ha mantenido la
división sectaria heredera de la guerra civil y ha sido muy reacia a entregar las armas, que
vuelven a empuñar en momentos de tensión social como las protestas del último año.
Por si fuera poco, aunque los procesos de desarme sean vitales para la paz, forman parte
de negociaciones políticos, lo que implica tensiones. Por eso a veces se dejan para el final y
se enmarcan en discusiones más amplias sobre la seguridad y distribución de poder futuras.
Pero sin desarme es difícil afianzar un acuerdo de paz y una seguridad política, social y
económica. En Ucrania, el fin de la guerra será solo el primer paso en ese camino hacia la
estabilidad.
3/3