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ECONOMÍA
de Ángeles y Demonios
JULIO CÉSAR RIASCOS

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ECONOMÍA
de Ángeles y Demonios

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Economía de Ángeles y Demonios

Dirección General:
© Julio César Riascos

Diagramación, Diseño de Carátula y Contracara:


© Daniela Paz
© Geraldine Guzmán
© Julio César Riascos

Fotografías:
© Luis Ponce
© Julio César Riascos

Corrección de Estilo y Edición:


Edgar Rodríguez Torres
Julián Sabogal Tamayo
Luis Hernando Portillo
Alexie Vallejo Silva

Primera Edición, agosto de 2020


© Julio César Riascos

Todos los derechos reservados


ISBN: 978-958-48-9247-8

Las ideas expresadas en este libro son de exclusiva responsabilidad del autor y
no comprometen a ninguna de las Instituciones vinculadas.

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso


expreso del Autor.

Prisma Editores.
San Juan de Pasto.
Printed in Colombia.
320. Pág. 14 x 22 Cms.

Pensamiento Económico. Economía Crítica.

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ECONOMÍA
de Ángeles y Demonios
JULIO CÉSAR RIASCOS

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A la memoria de mi Padre.

A mi madre y mi hermana por el pasado,


A Violeta por el futuro.

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«Lleno de vida hoy, compacto, visible,
Yo, de cuarenta años de edad el año ochenta y tres de los Estados,
A ti, dentro de un siglo o de muchos siglos,
A ti, que no has nacido, te busco.
Estas leyéndome. Ahora el invisible soy yo,
Ahora eres tú, compacto, visible, el que intuye los versos y el que me busca,
Pensando lo feliz que sería si yo pudiera ser tu compañero.
Se feliz como si yo estuviera contigo.
(No tengas demasiada seguridad de que no estoy allí)»

Walt Whitman

“En lo infinito del espacio y el tiempo


Nace una célula,
Se mantiene por un instante
Y muere.
Eso es la vida”

León Tolstói

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“Sé que el romper de una ola no puede explicar todo el mar
Y he renunciado a demasiado en los últimos años,
Realizando un esfuerzo total para un modesto resultado”

Enrique Bunbury

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CONTENIDO

Pág.

Prólogo I 19
Prólogo II 21
Prólogo III 23
Introducción 31
Capítulo I. Memorias de un estudiante. 37
Capítulo II. El profesor. 103
Capítulo III. De Economía y Otras Paradojas. 169
Epílogo 313
Agradecimientos 319

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Prólogo I

Julio César Riascos, autor de este libro, nos cuenta de manera


magistral sus remembranzas como estudiante, docente e
investigador social. Refleja en ellas sus temores, angustias, y a
veces su desesperanza, porque: “lo esperado no llega, pero para lo
inesperado un dios abre la puerta” (Eurípides). No obstante, a la vez,
también dibuja de forma admirable sus esperanzas, sus visiones
optimistas sobre lo que podría ser su camino hacia el logro
del conocimiento que le permita comprender las dinámicas
complejas del funcionamiento económico, para ayudar a resolver
los problemas terrenales económicos y sociales más simples, que
aquejan desproporcionadamente a gran parte de la humanidad.

Este economista disidente, como el mismo se llama, y que


uno llega aceptarlo como tal, luego de leer este extraordinario
texto, desafía desde esta posición las verdades con las cuales
las diferentes escuelas del pensamiento económico tratan
de explicar la dinámica económica. Además, al manifestar,
después de un maravilloso y razonado planteamiento sobre
la aparición de vida en el planeta tierra: “mi punto es simple
en realidad. La economía existía mucho antes de que la humanidad
hubiera tenido consciencia de sí misma”, avanza su desafío
al punto de quiebre de poner en duda la formación de la
ciencia económica como un resultado del razonamiento
humano. Sin duda, son planteamientos no convencionales,
pero que surgen de disquisiciones rigurosas y altamente
razonables, lo cual los convierte en mensajes muy poderosos.

Estoy seguro que, así como lo fue para mí, el lector encontrará
muy grato, y a la vez altamente enriquecedor, recorrer este camino
de pensamiento escrito por este joven y brillante economista.

Edgar Rodríguez T.
Profesor jubilado programa de Economía
Universidad de Nariño

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Prólogo II

Economía de Ángeles y Demonios, comienza con las


memorias del estudiante que comparte su esencia desde
los últimos años de la secundaria y la plenitud como
universitario, para transitar posteriormente por el camino
de la docencia y, ubicado en ella, articular su conocimiento
a través de la investigación compartida desde otras ciencias,
únicamente para alcanzar la explicación, en lo posible, más
exacta de los acontecimientos que envuelven al ser humano
en un contexto social orgánicamente univalente.

Conjugar con las experiencias vividas de la realidad de


su entorno familiar y social, los conceptos propios de la
micro, la macro, la econometría, los modelos, las finanzas,
la estadística, el trabajo y el dinero con su valor, obtención y
su función; con una facilidad de lo real y de lo incierto, son
componentes que llevan paso a paso al lector a fascinarse
de la lectura de la economía desde el inicio hasta su fin.

Es igualmente valioso, cómo en su propia narrativa de


los acontecimientos, el profesor Julio Riascos, analiza
el pensamiento y extrae el conocimiento de los grandes
tratadistas de la ciencia económica, desde los pensadores
griegos hasta los grandes aportantes al pensamiento
económico: François Quesnay, Marx, Adam Smith, David
Ricardo, Malthus, Keynes, Friedman, Rodolfo Benini, William
Petty, Sala i Martín, Daniel Kahneman, Richard Thaler, Paul
Glimcher, Thomas Piketty, Esther Duflo, Paul Krugman,
Yuval Noah Harari y Manfred Max-Neef, entre otros,
para habituarlos de manera precisa en los aconteceres
cotidianos del individuo que se debate de manera
permanente en descifrar por qué lo lógico, lo equilibrado
y el bienestar, son inalcanzables sino están sujetos a los
comportamientos de un consumo cifrado en lo material
y, en el que los recursos, son cada vez más limitados por
la excesiva manera de explotarlos. Pues bien, esto es el

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arte del maestro, hacer entendible lo incomprensible y
fácil lo difícil, pues es la transmisión del conocimiento
bajo la seguridad de lo aprendido. Bien expresa el autor,
al referirse finalmente a los componentes de su escrito:

“Un maestro experimentado puede ahórrale mucho tiempo


valioso a un estudiante joven, compartir el entrenamiento
de la mente sin adoctrinamientos, sugerir pautas, incentivar
la duda y el pensamiento crítico y propositivo, siempre
será una tarea encomiable. El estudio de la economía, como
cualquier otra ciencia tiene muchas puertas por abrir, cada
estudiante constituye una posibilidad frente a las implicaciones
conceptuales y prácticas en el mundo moderno. Debemos
asegurarnos de no cerrarlas por el miedo a lo que encontremos,
mucho menos por la engañosa seguridad que nos confiere la
falsa certeza de atribuirnos el dominio de algo”.

Economía de Ángeles y Demonios, es un libro sobre


economía, simplemente explicada y analizada, que vale la
pena leer…



Guido Pantoja Rodríguez
Decano Facultad de Ciencias
Económicas y Administrativas
Universidad de Nariño

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Prólogo III

Tengo el agrado de presentar este libro de un compañero al


que conozco hace muchos años. Su propósito, en principio,
ha sido el de relatar muchas de sus vivencias académicas,
profesionales e investigativas en el programa de Economía
de la Universidad de Nariño. Y aunque probablemente
la óptica desde la que se escribe a día de hoy no sea la
misma que tuvo en el momento en que se dieron los
hechos, muchas de las cuestiones que plantea el autor son
totalmente válidas. Desde luego, dichas experiencias se
muestran muy atractivas para los estudiantes que apenas
están empezando a estudiar en este Programa, puesto
que muchas de las interrogantes que se hacen los mismos
a día de hoy se relacionan perfectamente en la discusión
que se plantea en el libro. En este sentido, la invitación es
a seguir polemizando y debatiendo sobre estos aspectos,
incentivando así esta posición crítica que quizá hace falta.
Para los profesores, también se plantean una serie de retos,
empezando por los mismos contenidos que se abordan en
cada una de las asignaturas.

Considero que el alcance del libro es mucho más amplio del


que inicialmente se plantea, haciéndolo muy interesante en
el desarrollo de los contenidos. En la parte introductoria
del libro, parecería que el relato tiene que ver con una
descripción de la experiencia personal en cada uno de los
roles por los cuales ha tenido que transitar el autor en la
Universidad de Nariño. Sin embargo, dichos elementos
solamente sirven como excusa para poderse adentrar
en otros temas, que en la medida en que se avanza en el
libro se van incrementando en su complejidad. Desde
luego, a muchos economistas nos hubiese gustado que
se profundice en determinados aspectos, pero estoy de
acuerdo en que esto sería muy problemático, dada la
extensión que este trabajo implicaría. Además, contamos
con que, probablemente, el autor va ahondando en aquellos

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aspectos que le resultan más atractivos, como pasa con la
econometría, la macroeconomía, la economía de la salud o
las neurociencias.

Uno de los aspectos que más me llamó la atención,


conociendo las líneas de trabajo del autor, es la posición
crítica que asume frente a la enseñanza de la Economía,
que incluso escala hasta el cuestionamiento del mismo
modelo de desarrollo. En principio, pensé encontrarme
con un defensor a ultranza de los métodos cuantitativos,
y la ortodoxia económica en general. Sin embargo, para
sorpresa, me encuentro con un libro que constantemente
hace alusión al límite que tiene el uso de dichos modelos, y
el exagerado alcance que se la ha dado a los mismos en las
últimas décadas. Desde luego, comparto la idea de que el
avance de las herramientas estadísticas es muy importante,
pero su uso no ha sido el adecuado.

Hasta ahora, se viene defendiendo por parte del mainstream


la idea de que en la Economía existe un núcleo fuerte o duro
que los estudiantes deben dominar, que se complementa
con una serie de herramientas que permiten el desarrollo
de los enfoques que predominan en la mayor parte de las
universidades del mundo.

A mi juicio, el problema va más allá del uso de estos


enfoques como eje central dentro de la formación de
los economistas. Poco a poco, gana la idea de que la
interpretación a la realidad socioeconómica es posible
“parametrizarla”. Se insiste en el empleo de esquemas
interpretativos basados en una lógica positivista, que
conlleva a que la disciplina se quede estancada en la
incorporación de herramientas formales que muy poco o
nada terminan explicando los problemas de la sociedad, que
son complejos y por tanto requieren un tratamiento integral.

El hecho de que en la Economía se cierren las puertas al


debate, negando todo lo que sea diferente a determinada

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forma de pensamiento, hace que se pierda el sentido de
la pluralidad. La tendencia es a que haya menos espacio
para aquellas asignaturas que permiten que se cuestionen
los alcances de la Economía como disciplina, su interacción
con otras ciencias, su capacidad predictiva, su capacidad
explicativa, etc.

Pero lo peor de todo es que desde países en desarrollo


no tengamos una posición clara alrededor del tema de la
enseñanza de la Economía. Lo que se hace, al igual que
en otras disciplinas, es importar el conocimiento generado
en otros contextos. Varias de las críticas van en el sentido
de que los contenidos que están inmersos en los currículos
no son más que una copia de lo que se hace en los países
“desarrollados”. La mayor parte de las teorías que
fundamentan los enfoques predominantes en la Economía
se generan en las universidades más prestigiosas del
mundo. Frente a este hecho, hay varios problemas: en
primer lugar, se termina aceptando lo que se plantea en
otros escenarios a pesar de que difícilmente es aplicable, en
todos los casos, a nuestros contextos; en segundo lugar, hay
muy pocos cuestionamientos sobre dichos planteamientos
antes de transmitir esta información a los estudiantes, es
decir, se aceptan como si fueran verdades; y, en tercer
lugar, hay poca disposición para hacer una interpretación
propia sobre nuestra realidad.

Los elementos anteriores han llevado a un proceso de


homogeneización de los planes de estudio. Y esto no
solamente ocurre en Colombia, sino en la mayor parte de
las universidades del mundo. Bajo el esquema planteado,
hay pocos incentivos para desarrollar estructuras distintas
y Colombia no ha sido la excepción. Desde luego, hay que
tener en cuenta una serie de fenómenos que han contribuido
a que se presente está situación, entre los cuales se puede
mencionar: en primer lugar, las pautas establecidas por
parte del Ministerio de Educación Nacional frente a la
formación de los profesionales, y en particular la de los

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economistas1∗∗ ; en segundo lugar, lo que Castro y Raffo
economistas
(2014) denominan como estandarización de los planes de
estudios, que conlleva a que los programas de pregrado
en Economía sigan la misma “línea de formación”, evitando
ser relegados por el incumplimiento de los patrones
internacionales; en tercer lugar, la fuerte presión de las
universidades, fundamentalmente privadas, quienes tienen
una visión de mercado, que genera una dinámica para que
sus estudiantes reciban una formación que les permita
insertarse “exitosamente” en el mercado laboral.

La creación en 2004 del movimiento post-autista refleja


el descontento frente a lo que se enseña en Economía.
Lo que se reclama es que la enseñanza debe ser plural y
contextualizada históricamente, que no haya un sesgo en
términos de los enfoques, con una mayor conexión entre lo
que se imparte en las universidades y la realidad social; al
final, se establezca un mayor vínculo entre los “científicos”
y los movimientos sociales.

El debate sobre la enseñanza de la Economía también se ha


dado en Colombia. La conclusión es homogénea en el sentido
de advertir las debilidades de dicho proceso. Los estudios
más importantes vienen desde Currie (1965, 1993), Bejarano
(1984), González (1999), Kalmanovitz (1999), Cataño (2004),
Cuenca (2010), Castro y Raffo (2011, 2014), Prieto (2012),
hasta Sarmiento y Silva (2014). Es indudable que algo sucede
para que, a pesar de existir un cuestionamiento tan fuerte, el
diagnóstico se mantenga incólume.

El debate sobre la enseñanza de la economía no está


cerrado. Pareciera, como señala Bejarano (1984), que no
existe la disposición a discutir sobre el método de esta
disciplina, como si todo estuviera solucionado. Y a pesar
de las grandes contradicciones, no se vislumbran cambios
1*
A través de la Resolución 2774 de 2003, expedida por el Ministerio de
Educación Nacional, se establecen las condiciones específicas de los programas
de pregrado en Economía.

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importantes al interior de la disciplina. Desde la academia,
hay una obligación en el sentido de contribuir a esta
discusión, tratándose de un aspecto que al final afecta a
la sociedad en su conjunto. Así entonces, es necesario
mantener una actitud deliberante al interior de los
programas de Economía.

Más allá del debate acerca de la enseñanza de la Economía, y


el alcance mismo de esta disciplina, este libro tiene la virtud
de adentrarnos poco a poco en temas muy interesantes que
se vienen discutiendo en las últimas décadas. La incursión
de las neurociencias, los avances en la economía del
comportamiento y la economía experimental, los desafíos
del cambio climático, por ejemplo, nos dejan ver cómo
otras disciplinas se van incorporando al estudio de varios
fenómenos que anteriormente estaban circunscritos a los
economistas. Como lo menciona el autor, dicho fenómeno se
refleja en el hecho de que varios de los investigadores que han
sido galardonados con el premio Nobel de Economía en los
últimos años provengan de disciplinas diferentes a la misma.

Por último, destaco que la Economía como disciplina


también se enfrenta a los nuevos retos derivados de la
sociedad del conocimiento y la información. Los avances
tecnológicos que se han dado en las últimas décadas nos
enfrentan a un problema que es la gestión de la abrumadora
cantidad de información. En este marco, resulta trascendental
el uso que les podemos dar a las nuevas herramientas de
inteligencia artificial, big data, estructuras de machine learning,
minería de datos, programación iterativa, redes neuronales,
etc. Esperamos que dicho uso favorezca a la sociedad, y no
se convierta en una herramienta más para profundizar el
sistema económico y sus endémicas fallas.

Luis Hernando Portillo


Profesor programa de Economía
Universidad de Nariño

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Referencias Bibliográficas

BEJARANO, J. (1984). Los límites del conocimiento económico y sus


implicaciones pedagógicas. Cuadernos de Economía, 6, 35-59.
CATAÑO, J. (2004). La ciencia económica actual y la enseñanza de la
Economía: el debate francés. Lecturas de Economía, 60, 121-139.
CUENCA, M. (2010). La enseñanza en economía: una reflexión desde la
perspectiva del contenido. Semestre económico, 13 (26), 135-147.
CURRIE, L. (1965). La enseñanza de la economía en Colombia. Bogotá:
Tercer mundo.
CURRIE, L. (1993). La enseñanza de la economía II: extractos de
informes sobre algunas facultades. Cuadernos de Economía, 345-354.
GONZÁLEZ, J. (1999). La fetichización del currículo y la absolutización
del libro de texto. En Bejarano, J. (1999). Hacia dónde va la ciencia
económica en Colombia. Siete ensayos exploratorios, (pp. 53-88). Bogotá:
Tercer mundo editores.
KALMANOVITZ, S. (1999). El debate debe continuar. Bejarano y la
enseñanza de la economía. Cuadernos de Economía, 18 (31), 173-198.
PRIETO, W. (2012). Análisis crítico de la ciencia económica en tiempos
de crisis. Documentos de trabajo, 5. Universidad Católica de Colombia.
RAFFO, L. y CASTRO, C. (2011). Los problemas fundamentales de la
economía walrasiana y su influencia en la enseñanza de la economía.
Documentos de Trabajo del CIDSE, 135.
RAFFO, L. y CASTRO, C. (2014). Algunas consideraciones sobre la
estructura curricular de los Programas de Economía en Colombia.
Documento de trabajo. Universidad del Valle.
SARMIENTO, J. y SILVA, C. (2014). La formación del economista en
Colombia. Investigación y Reflexión, 1, 231-262.

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Introduc ción

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Introduc ción

Las ideas que hicieron posible la materialización de este


libro tardaron aproximadamente veinte años, sin embargo,
su redacción se dio lugar en tan solo unos pocos meses.
Quiero decir con esto que la maduración del pensamiento,
en la mente de quien escribe, precisó la mayor parte de
las veces, largas jornadas de profunda meditación. No
es tarea fácil escribir. En mi caso, los instantes resultan
misteriosamente paradójicos, puedo dedicar todo mi
empeño en hallar la combinación de palabras adecuadas
y, acto seguido me convierto en el crítico más implacable,
aquel que no deja rastro alguno, a razón de juzgar su
trabajo como insuficiente. De modo que, cuando un tipo
de empresa provista de esas especiales características,
consigue continuar su trayecto, lo hace incluso a pesar
de Mí, y esto significa que soy, a la vez, gestor y crítico
del propio resultado y, desde luego, este debe procurarse,
de alguna manera, su misma subsistencia en el espacio.
Luego sucede algo ciertamente enigmático y milagroso:
el texto, otrora frágil, cobra una particular dinámica
que impulsa al autor a continuar vigorosamente con el
complejo trasegar de la obra, una retroalimentación
secreta entre lo escrito y quien le escribe. La experiencia
con este libro fue muy peculiar, porque la fuerza motora,
intrínseca al texto, no solo fue superior a cualquier
intento por reducirla o tan siquiera contenerla, sino que
me involucró de forma tan abrumadora e inexpugnable,
que no admitió detenimientos sino hasta su culminación.
En efecto, existe algo de magia en el ambiente, cuando el
lector puede devorar en cuestión de días, el trabajo que al
autor le ha implicado un par de décadas.

Evidentemente la motivación fue más poderosa que las


restricciones subyacentes en lo extenso de la ruta. Ahora
puedo traer a la memoria aquellos días como estudiante
de pregrado, y el que fuera un temprano y frecuente

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recorrido circundante entre las espesas avenidas de la
ciudad celeste, que apenas me advertirían como un viajero
más entre la multitud formidable y gris, acumulando
preocupaciones varias que gravitaban al interior de la
familia, los libros corroídos, las noticias convenientes, las
cifras inexactas, la comprensión de teorías ambivalentes,
el análisis de los gráficos y el estudio de las matemáticas
incuestionables. Cuando caía la noche, mi propio rostro
estacionario contemplaba absorto las estrellas con avidez,
como una mezcla fatigosa de crecientes curiosidades y
angustias recurrentes sobre el porvenir, que se daban cita
sin que pudiera comprender la magnitud de mi papel en
medio de tan extenso desierto. El primer capítulo es un
vestigio frágil de esos años de análisis introductorio a la
economía, donde las raíces originarias del texto intentaron
provisionarse de refugio en algún rincón del tibio
universo. Poco después aparecería el profesor, un hombre
que a pesar de parecer rígido, siempre ha conservado un
agradecimiento profundo por contar con la posibilidad
de afianzar sus diagnósticos en la materia, y departir
aquello que consideraba trascendente en compañía de
sus estudiantes, mientras revisaba sus propias dudas en
lo tumultuoso de un mar agitado de ideas en permanente
contrasentido. Al profesor le he dedicado el capítulo
segundo, intentando ser lo más cuidadoso posible con
su evolución a medida que se abría camino entre lo
intrincado y accesible, entre lo concreto y ficticio de la
ciencia económica. He dejado el capítulo final, como un
ocaso anaranjado en el horizonte para abordar el tema de
las paradojas, asumiendo un rol especialmente decidido
y abandonando los temores de un economista que se
atreve a señalar con el dedo las debilidades estructurales
de la ciencia, pero al tiempo, he intentado describir,
de la forma más sencilla que me fue posible, lo que he
aprendido en otros campos de la investigación científica,
con la esperanza de que algunos pensamientos puedan
contribuir a la comprensión de la vida misma, y el papel
que la economía juega dentro de ella.

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Walt Whitman escribió en “Hojas de Hierba” una pequeña
poesía intitulada originalmente “Full of life, now”, donde
imprimió los anhelos existentes entre un escritor y un lector
que superan incluso a la propia muerte. El poeta escribe
un mensaje urgente y delicado para alguien que aún no
ha nacido, y es absolutamente consciente que cada línea
llegará a su destino como un testamento para el receptor
que, sin duda, echará de menos la existencia del remitente.
El contenido sin embargo, es precisamente la esperanza
de hacer factible ese vínculo sempiterno que supera las
divergencias del tiempo y del espacio, la posibilidad de
conservar el valor de las ideas y los sentimientos y, de una
forma secreta, que rara vez puede dilucidarse, encontrarse
como la esencia de aquello que vuelve orgánicamente de
las partes al todo. He escrito este libro pensando en los
estudiantes que pudiesen no haber agotado su deseo de
aprender, y que experimenten en la economía, algo más
desafiante que lo que convencionalmente se pretende
hacernos creer, más allá de las distancias, los lenguajes e
incluso, la propia muerte, he intentado dejar un mensaje
para comprender que el estudio de la ciencia económica es
mucho más de lo que parece ser.

Julio C. Riascos
San Juan de Pasto, 10 de mayo de 2020

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CAPITULO I

Memorias de un
estudiante

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Memorias de un
estudiante
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los
hechos esenciales de la vida, ver si podía aprender lo que tenía que enseñar,
y no descubrir, en el momento de morir, que no había vivido”.

Henry David Thoreau.

Mi primera aproximación con el estudio de la ciencia


económica debió ser alrededor de 1996 y 1997. Justo en el
colegio, un profesor joven e inexperto de ciencias sociales
acudió a un pequeño manual de economía política que
resumía de forma extremadamente simple las ideas
consignadas por Carlos Marx en su obra El capital y, de
alguna manera, entre los afanes de cada nuevo día, hizo
cuanto pudo para introducir algunas controversias sobre
el funcionamiento de la economía en la mente distraída de
quienes fuimos sus difíciles estudiantes.

Sin una plena consciencia de lo que me deparaba el futuro,


contemplé una preocupación cada vez más recurrente. Por
aquella época mi padre había dejado el empleo por una
calamidad personal, no poseíamos vivienda propia, mi
madre apenas podía con las labores de la casa y mi hermana
estaba a la mitad de los estudios del bachillerato. La difícil
situación económica me obligaba a trabajar, pero en una
ciudad tan pequeña, donde existían tantas necesidades
y tan pocas fuentes de empleo, me descubrí a mí mismo,
siendo un joven más en la desobligante carrera por ubicarse
en algún trabajo, así sea en condiciones precarias y sin
esperar algo que fuese bien remunerado.

La posibilidad de un trabajo parecía relacionada con las


ayudas de políticos en épocas de campaña, todo parecía
posible bajo las promesas de un discurso elocuente y los
aplausos de gente desesperada. Mi falta de experiencia
parecía un obstáculo más, dado que, las pocas oportunidades

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siempre estaban condicionadas a conocer algún oficio,
y bueno, ya sabes, es duro admitirlo, pero después del
colegio me sentía un bueno para nada. Intenté transcribir
trabajos, hacer carteleras e incluso ofrecí mis “habilidades”
por la radio, sin embargo, los resultados fueron nulos. Un
día papá me cuestionó sobre lo que pensaba hacer… Y
lo único que pude responder fue mi deseo de entrar a la
universidad. El viejo quería que yo fuese policía y como
en esa época tenía que prestar el servicio militar, parecía
el futuro más inevitable. No obstante, incluso para entrar a
la policía necesitaba contactos, ayudas, favores, palancas y
definitivamente no las tenía.

17 años y no sabía qué hacer con mi vida… Estaba


desesperado porque la situación económica era muy
difícil, no había empresas, no había empleo, había mucha
pobreza… Siempre hay alguien que te dice en medio de
la adversidad que, eventualmente todo mejorará, con
frecuencia, pensamos que el futuro será un escenario donde
superamos nuestras dificultades y salimos triunfantes para
convertirnos en una suerte de leyenda, ser el ejemplo de
los que vienen… No siempre suele ser así. Los recibos de
agua y electricidad tienen fechas de caducidad y no se
pagarán solos, si no tienes dinero simplemente no vales.
Tener empleo era el equivalente a ganarse la lotería, era la
entrada para tener un ingreso y poder pagar los servicios
básicos, comprar comida, ropa, zapatos, salir con la familia
a un restaurante.

La Universidad pública fue la entrada, los costos de


matrícula se ajustaban ligeramente a los ingresos
familiares y podía ir en bicicleta gracias a un esfuerzo de
papá. Buenas notas significaban matrícula de honor, una
matrícula de honor significaba ingresos adicionales para
copias y… Cerveza. Estudiar economía fue un asunto de
convicción, pero también de desesperación. En esos años
hostiles, estudiar temas como el empleo y la pobreza
resultaban trascendentes para mí porque me hacían sentir

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útil. Estudiar los problemas sociales implicaba buscar
soluciones, encontrar respuestas que, para otros, pasaron
inadvertidas, entender la naturaleza y la dinámica de los
fenómenos, confrontarlos y “Pensar en alternativas reales”.

El primer golpe fue advertir que el curso de introducción a la


economía era, por definición un curso teórico. Recuerdo estar
ansioso por conocer las causas del desempleo, la pobreza,
los bajos ingresos… Las escasas oportunidades. Pero allí
estaba… Dibujando una línea con pendiente positiva cortada
por otra de pendiente negativa, rectas que mi profesor, un
hombre de baja estatura, calvo, de gafas y barba espesa,
insistía en llamar curvas… El segundo golpe fue el concepto
de equilibrio… El corte de las mal denominadas curvas
implicaba un equilibrio, y eso sugería a su vez que todo
estaba bien… La economía expresada a partir de un conjunto
de consumidores y productores podía llegar a un estado de
perfección social que, incluso yo mismo envidiaría. ¿Quién se
encuentra en equilibrio? En mi caso, apenas podía pagar las
copias de clase, viajaba en bicicleta en medio de la lluvia, en
mi casa los recursos eran cada vez más escasos, había enormes
preocupaciones históricas, presentes y futuras… Y heme aquí,
dibujando “Curvitas” de oferta y de demanda… Y pensando
en el equilibrio de algo tan complejo como la economía y,
bueno, yo mismo, hasta el día de hoy, no encuentro a nadie
que individualmente, y menos en conjunto, se encuentre en
situación de equilibrio.

El equilibrio para mí era algo como tirar un dardo a una


distancia prolongada y pretender que le damos al blanco.
Pero en economía, la cosa era que, esta situación que, es más
bien probabilística, como los juegos de azar, era la constante
en el análisis, y las fuerzas del mercado, fungían, algo así,
como impulsos divinos, que siempre nos conducirían, de
manera inevitable a una puntería afinada y precisa. Y el
problema se agravaría más… La introducción de los gráficos
que buscaban ciertamente reducirlo todo a simples relaciones
y conceptos, pronto involucraría a la matemática. Ahora

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que lo pienso con calma, pertenezco a una generación que
debió tener enormes complejos con el aprendizaje de las
matemáticas. Debe haber sido tan horrible todo eso, que mi
cerebro prefirió olvidarlo, sepultarlo como algo amargo y
sombrío que jamás debe ser explorado. Conozco amigos que
hoy en día son músicos, médicos, abogados, y una parte de la
decisión de lo qué estudiar, dependía de no tener nada que
ver con las matemáticas.

En el colegio, una de las pocas cosas que me habían gustado


era la física. Había una teoría que podía explicarse con
ejemplos simples y tangibles, existía una fórmula universal
y, los ejercicios siempre daban todos los datos que uno
necesitaba; el asunto era utilizar el procedimiento adecuado
y despejar. Uno podía llegar a un resultado lógico y era
fácil. Me gustaba mucho la física. En ese entonces, no tenía
la menor idea de que, buena parte de la economía moderna
había sido edificada emulando modelos de la física clásica.
Ignoraba por completo la existencia de la econo-física y
lo que ella trabajaba. Sin embargo, la introducción de la
matemática fue débil. La verdad es que sospechaba que a
mis profesores también les había alcanzado el temor de las
matemáticas en un medio incluso más hostil. Preferían el
análisis cualitativo y tenía dos sentimientos encontrados.
Una temprana revelación me conducía a lo inexorable de las
matemáticas en el estudio de la economía, patrones, lógicas,
efectos… ¡En fin!, sin embargo, al mismo tiempo, pensaba
que había algo que no encajaba, una petición, un salto de fe
en un modelo, que presumía ser capaz de explicar de forma
totalitaria un fenómeno tan complejo como la felicidad.

La felicidad humana, que en ese momento se disfrazaba


de función de utilidad y que, era obtenida a partir del
consumo de bienes y servicios. La expresión parecía decir,
¡hola!, Soy la respuesta a las preocupaciones históricas de
la humanidad y la respuesta descansa en el simple acto de
consumir. Esa frase coloquial de que “El dinero no compra
la felicidad, pero ayuda”, pronto me molestó en grado sumo.

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Yo buscaba las respuestas al desempleo y la pobreza, y el
dinero resultaba algo obvio, pero la pregunta era: ¿por qué
debía ser el dinero? Recuerdo que en mi curso de lecto-
escritura, hice un ensayo sin citas, pero con mucha rabia y
decisión. ¿Qué demonios es ese trozo de papel por el que
incluso se sobrepone cualquier cosa a la vida humana?,
¿qué cosas horribles habían sido experimentadas a lo
largo de la historia de la humanidad por un billete sucio y
arrugado?, ¿qué eventos monstruosos de los que no existe
registro alguno se habían justificado por el dinero?

El día que las cosas se pusieran realmente difíciles el dinero


no me serviría para calmar la sed, para calmar el hambre…
No puedo tomar dinero, no puedo comer dinero… El día en
que el dinero no sea intercambiado por agua o por comida,
el día que la gente pierda confianza en el dinero, el terrible
día que la gente se enfrente en una batalla campal a muerte
por salvar el pellejo, por salvar la vida… El día que el dinero
no valga para nada… Ese día sabríamos el tamaño de
nuestros errores. La respuesta, en efecto, no era el dinero,
por supuesto, en la mente idealista de un joven estudiante de
economía, todas aquellas ideas contrastaban con la afanosa
necesidad de encontrar algo y no poder hallarlo2.

Mi profesora me calificó con cinco, la máxima nota y me


sentí muy bien. Durante muchos años me había reservado
mis propias ideas y la Universidad era un espacio de libre
pensamiento como ningún otro, podía lanzar mis opiniones
y estas serían debatidas, cuestionadas, transformadas,
difundidas, había un público reflexivo dispuesto a escuchar
y analizar. El curso de introducción a la economía continuaba
su tránsito por teorías, teorías y más teorías. Alguna vez en
el colegio, mi profesor de biología nos había dicho que las
teorías eran el resultado de la observación, el análisis, el uso
de la lógica, pero debían ser comprobadas, de lo contrario,
las teorías serían solo eso, meras especulaciones, si se me

2 Escribí esto antes de que el Covid 19 se descubriera y se expandiera por el globo.

43
permite la expresión, “pajazos mentales”. Y el primer curso
estaba repleto de ellos, una enorme cantidad de supuestos
sobre el comportamiento humano individual y en su
conjunto, un edificio endeble que me pedía que creyera
que no se iba a desplomar, que las tesis eran correctas a
pesar de que, un autor contradecía a otro y fundaba una
nueva escuela del pensamiento. Una ciencia que parecía un
monstruo de Frankenstein de ideas que pronto perdían sus
dimensiones de tiempo y de espacio, así como su aparente
humanidad, una bola de nieve de conceptos y teorías que
me suplicaban que tuviese irrestricta fe en ellas.

Las teorías de acuerdo con lo que había aprendido en


el colegio (o lo que creía que había aprendido) eran la
consecuencia de un acto reflexivo. Por decirlo en términos
simples, eran la conclusión analítica de una situación que
se pretendía explicar, pero no bastaba simplemente con
formularlas… Había que someterlas a juicio mediante la
comprobación empírica. La economía parecía recibirme
como un habitante al que se le dan las leyes para vivir en
sociedad, sin el sometimiento a ninguna evidencia, bajo la
discreta solicitud manifiesta de que simplemente debía creer
y acatar todo cuanto ofrecían, la confidente complicidad de
quien no se atreve a cuestionar lo que no comprende o peor
aún, aquello con lo que no se está de acuerdo.

Recuerdo que un día el profesor nos pidió que asumiéramos


una economía con pleno empleo… El argumento era que el
trabajo era una mercancía y se ofrecía y demandaba como
cualquier otra a un precio denominado salario. En equilibrio,
los salarios eran justos y la oferta de trabajo igualaba a su
demanda y ¡todos felices!… Pleno empleo. Me costaba trabajo
entender que quien ofrecía empleo no era la empresa y
quien demandaba empleo no era el trabajador, la cosa era
al contrario. Las empresas necesitan trabajadores y los
trabajadores ofrecen su capacidad de trabajo. En mi mente
joven y tímidamente rebelde, me preguntaba dónde estaban
las empresas que necesitaban trabajadores, yo desearía

44
ofrecer mis capacidades de… No sé bien de qué, pero me
urgía trabajar, ganar algo de sucio dinero para permitirme
una mejor situación en la familia. ¿Pleno empleo?… ¡Mis
polainas!, ¡ojalá fuera cierto!, ¿por qué estudiábamos algo tan
irreal? Por qué perdíamos el tiempo estudiando algo que no
se cotejaba con el contexto regional?, ¿por qué no enfrentar
directamente el problema? En su lugar, seguíamos haciendo
gráficas y pretendiendo equilibrios en los que no podía creer.
Estudiaba una ciencia que me pedía tener fe3.

El trabajo de una persona, su tiempo, su vida, tratada


como poco menos que una mercancía… Algo debía estar
muy mal en la teoría económica. La vida no podía tener
precio… ¿O sí? El teorema de la telaraña no esclarecía las
cosas, las enredaba más, un gráfico confuso y una teoría
que francamente apestaba. ¿Y qué es eso del ceteris paribus?,
¿cómo así que manteniendo todo lo demás constante? En
la física es comprensible pretender un estado de absoluta
quietud en un cuerpo. Bajo ese escenario, es claro que
podían estudiarse otras fuerzas y ver el resultado en
ausencia de algún efecto, pero acá no tenía ningún sentido.
Algo sucedía conmigo, por supuesto.

El que escribe estas ideas es el hombre después de los años,


y quien las protagoniza es el joven que las vivió, el hombre
seguramente puede alzar la mano y preguntar, cuestionar,
pedir explicación… Sin embargo, el joven era tímido y
había sido adiestrado muy en su contra a obedecer desde el
colegio, incluso antes. El problema es que por dentro había
una lucha espiritual, repetir todo esto que tiene tantas
fragilidades estructurales e incluso estupideces varias… Y
de otra parte, la necesidad de tener buenas notas y acceder
a oportunidades… Ciertamente había algo más grande
a lo que enfrentarse, algo todavía indescriptible, pero

3 En su texto “La economía del miedo”, el economista español Joaquín


Estefanía plantea lo siguiente: “el libre mercado dejó de ser una manera de
ordenar el mundo sometida a discusión para convertirse en un artículo de fe, en
una creencia casi mística” (Estefanía, 2012: 40).

45
poderoso que nos sometía a dar la respuesta aceptada por
el profesor, la respuesta social y conveniente, aquella que
era políticamente correcta. ¿Quién era yo?, ¿acaso el asomo
de un espíritu transgresor?

No había lugar para ensayos, las respuestas eran precisas,


indefectiblemente puntuales, correctas y definitivas… Pero
entonces, ¿por qué seguía existiendo la pobreza?4 Cuando
comienzas a estudiar, aun guardas tus contactos del
colegio… Aún existen reencuentros y charlas, sobre temas
diversos, esencialmente chicas, lo científico, lo académico es
más bien un tercer o cuarto grado de interés, justo cuando ya
no era tan lúcido. Generalmente me invitaban una cerveza
y escuchaba entre los temas habituales, tópicos relacionados
con la medicina humana y la veterinaria, descubrimos
elementos comunes y sorprendían, también existía un
lenguaje nuevo y sofisticado en el entorno. Uno no quiere
parecer menos y defiende su territorio: “la economía es una
ciencia social, estudiamos los mercados, las finanzas, el dinero,
examinamos el empleo y el comercio, analizamos las grandes
decisiones que definen la vida de todos los demás”. Un amigo
bromeaba y me preguntaba que, en caso de guerra, él
siendo médico se dedicaría a salvar vidas… ¿Qué haría
entonces un economista?... La respuesta más rápida fue:
“administrar los recursos escasos”. Parecía poco, si después
de una guerra no quedaba mucho que administrar…

Estudiaba en las mañanas, mientras mis amigos decían


tener horarios de mañana y tarde, ya sabes, en la clase de la
mañana hacemos revisión de lecturas y en las tardes vamos
al anfiteatro. De hecho, me invitaron, pero no me pareció
muy agradable, así que desistí. En todo caso, parecían más
ocupados, y con ello, el mensaje era: “mi carrera es más
importante que la tuya, lo puedes ver, necesita más dedicación en
tiempo y en espacio”… “Llegamos a casa y debemos trasnochar,
casi no hay sueño y son temas muy complejos”. Yo estudiaba

4 Leonard Cohen lo advierte con desenfadada desilusión: “sin duda debe


haber un límite para los ricos y una esperanza para los pobres” (Cohen, 2018: 23).

46
en las mañanas y deseaba un trabajo de medio tiempo
en las tardes… No lo conseguí. Y la verdad, más allá
de las complejidades inútiles para explicar obviedades
disfrazadas de retórica y tecnicismos innecesarios… Las
preguntas claves aún seguían haciendo eco en mi cabeza,
como demonios que disfrutaban mi tortura intelectual y mi
angustia familiar y económica de aquel entonces.

No era necesario ser un economista versado, para saber


que algo andaba muy, muy mal. Había una especie
de imposición manifiesta que me pedía que primero
aprendiera la teoría, ya habría tiempo, más adelante
para contrastarla con la realidad. ¿Por qué no estudiar la
economía a partir de las evidencias del contexto?, ¿por qué
armar un castillo de arena basados en meras especulaciones
de la mente que podían derrumbarse fácilmente a la luz
del sentido común? Me intrigaba el supuesto de pleno
empleo, los profesores y la literatura básica sugerían que
era una suposición que facilitaba el análisis. Para mí era
importante no caer en premisas frágiles, ni convenientes
reduccionismos, era más trascendente saber cómo era
posible llegar al pleno empleo. La hipótesis advertía,
además, que los mercados se vaciaban por completo, esto es,
que todo lo que se ofrecía efectivamente era demandado. Un
comportamiento mecánico en el sentido que opera un reloj
clásico. Todo yacía sincronizado, la conducta humana no
solo era previsible, la información era perfecta, los precios
y salarios flexibles, no había espacio para la incertidumbre,
los engranajes se ajustaban con precisión, las decisiones
eran acertadas, la interpretación de los eventos no daba lugar
a dudas, era en resumidas cuentas un paraíso. Lástima que
cuando salía de la Universidad recordaba mi propia situación
y la del mundo circundante, y la cosa era muy diferente.

El problema es que la realidad no se ajusta a la teoría…


Escuché alguna vez… ¡Vaya tontería! Mi malestar era cada
vez más creciente. Para mí la cuestión no era que nos
ajustáramos a un modelo o que el modelo se ajustara a

47
la realidad… Esa idea parecía más bien un sofisma de
distracción de lo realmente importante. Cuando estaba en el
colegio, una profesora de filosofía nos interrogó sobre lo que
nosotros considerábamos como realidad y como verdad, y la
cosa parecía muy subjetiva. “Expresiones como la verdad es…” o
“Las verdaderas causas de…” eran pretensiosas en un sentido de
universalidad que no sentía que se hubiese puesto a prueba,
había en el ambiente un anhelo infantil de generalizar una
situación a partir del análisis de un caso particular… Y la cosa
empeoraría… Estudiaba una ciencia social que consideraba
la existencia de leyes inequívocas en la conducta humana.
Por definición las leyes son determinísticas, axiomáticas,
aplicables a todo tiempo y espacio… Justo como en la física…
¡Oh!… ¡Espera! Stephen Hawking5 cuestionaba la validez de
ciertos principios axiomáticos… Mientras en economía el
reloj continuaba funcionando con su precisión habitual… Me
rebanaba los sesos con una serie de teorías que se negaban a
pensar en los hechos concretos para abstraerse de ellos y,
en su lugar, reemplazarlos por supuestos caprichosos. Al
menos sabía que, en el sentido de Benjamín Franklin, en la
vida dos cosas eran seguras: la muerte y los impuestos.

La economía fue definida a partir de una etimología que


consideraba el papel de la administración de las cosas de
la casa. Casa, en este caso, podía referirse a un espacio
familiar o incluso abarcar toda la sociedad. El centro de
la preocupación era la escasez. Hablamos de recursos
limitados en un mundo finito y necesidades humanas
ilimitadas (¿lo son en realidad?). Por eso estudiábamos
los procesos de producción, consumo y distribución
de la sociedad. Una cosa más me molestaba… En ese
momento no lo podía definir con claridad, hoy me parece
que tenía que ver con la exclusión. Interesaba únicamente
la vida humana, era como si esa vida fuera la única que
importaba, todo lo demás le estaba irrestrictamente a su
entero servicio. Es fácil que un ser humano sostenga que
5
Recomiendo el texto “Historia Del Tiempo: del Big Bang a los Agujeros
Negros” (Hawking, 1988).

48
lo más importante es su propia vida, la cuestión era: ¿es
menos importante entonces la vida no humana?

El curso de introducción terminó con una ligera visión


de los mercados de competencia imperfecta, fue confusa
y se resumía en un cuadro donde el factor determinante
descansaba en la relación entre el número de productores
y consumidores. Las notas siempre fueron de cinco,
razón por la cual todos lucían despreocupados, pero
yo no podía absolver del todo mis ansiedades, cierta
insatisfacción me dominaba. Mientras tanto, en casa
vivíamos de algunos ahorros familiares. En lo profundo
de mi pensamiento estaba convencido de que la variable
más importante de la economía era el empleo. Si las
personas tenían empleo entonces tenían ingresos, con
ellos se podía acceder al consumo de bienes y servicios
y tener así un mejor bienestar. El empleo era relevante
porque permitía producir aquello que se necesitaba, pero
también porque era el medio por el cual se realizaba en
última instancia el consumo. Evidentemente, todo aquello
que afectara al empleo ocasionaría una crisis, empresas
que se quiebran, una economía frágil, problemas sociales
varios… Me molestaba el supuesto de pleno empleo…
Ultimadamente estaba estudiando economía para
comprender las dinámicas del mercado laboral… Y
asumir de entrada, que el fenómeno del desempleo no
existía porque estudiábamos una economía utilizando de
plano, los factores productivos al 100% de su capacidad
instalada era poco más que un golpe en los bajos.

En el segundo semestre estudié pensamiento clásico.


Nuestro profesor era un hombre adulto, que inspiraba
gran respeto. Para la época, había escrito dos libros y eso
nos impresionó a todos, no conocíamos a una persona
que hubiese publicado libros, así que era toda una
celebridad entre nosotros. El profesor nos ofreció uno
de sus textos, de hecho, el más reciente a un cómodo
precio, también le colocaba una pequeña dedicatoria

49
personalizada… Lastimosamente mis ingresos no daban
para tanto y tuve que conformarme con sacar el libro de
la biblioteca. Entonces hablamos de Adam Smith, David
Ricardo y Malthus…

No había escuchado de Adam Smith hasta ese momento,


pero debía ser alguien muy trascendente porque lo
llamaban el padre de la economía… (Nunca pregunté
por la madre, ¡así que no se atrevan a cuestionarme porque no
tengo ni la más remota idea!, si fuese obligado a responder
a partir de la tortura diría que es la filosofía moral o
incluso la biología ¡y ya!)… “Del principio que motiva la
división del trabajo” Investigación sobre la naturaleza y causas
de la Riqueza de las Naciones amenazaba con dejarme en
la pobreza… Porque no me alcanzaba el dinero para
sacar las copias. El libro que parecía estar disponible en
los registros de la biblioteca y nunca se encontraba… Y
entonces conocí a cierto compañero de clase que, para
evitarse las copias, renovaba las fechas de devolución de
forma sospechosa… Comprendí entonces que yo no debía
ser el único que atravesaba por una situación difícil. A
propósito, la palabra sospecha se va a hacer muy común
en este texto… Adam Smith y el egoísmo de su lectura.

El valor de las cosas o la riqueza, que para el caso, se debía


entender como lo mismo, era el producto de la división
del trabajo, entendida como el grado de especialización
(o conocimiento) adquirido en la producción de un bien
o servicio a través de procesos cada vez más específicos
y particulares… (¡No creas que en este texto te simplificaré
la tarea de leer a Adam Smith, si así lo creíste puedes
despedirte de aquí en adelante amigo!) La cosa es que como
entendí la teoría de Smith el trabajo especializado era
el factor por el cual unos países eran ricos y otros eran
pobres. El lector no puede adivinar las contradicciones
experimentadas por esa versión mía de estudiante
de segundo semestre… Por un lado, me alegraba que
el padre de la economía llegase a una conclusión que

50
sentía como propia, la relación empleo-pobreza, pero
de otro lado me parecía algo obvio… Mis reflexiones
simples eran, si no trabajas no tienes ingresos, si no
tienes ingresos no puedes comprar cosas que necesitas
y, entonces… ¡Eres pobre!… Y si los pocos recursos que
tienes se van a copias… ¡Entonces eres todavía más pobre!…
Por suerte, los jeans rotos se pusieron de moda… Podía
pasar ciertamente inadvertido entre la muchedumbre.

Adam Smith me caía bien. Sus ideas eran claras y tenían


sentido algunas de sus reflexiones, trataba de cotejar
sus impresiones con ejemplos, algo aburridos la verdad,
pero escribía sobre su propio conocimiento e intentaba
enfrentarlo a situaciones que sucedían en su época.
Naturalmente, lo que me interesaba era lo relacionado
con el empleo. Smith planteaba que dependía de la
capacidad productiva de la economía, cuando se intenta
producir más, se requiere mayor mano de obra para
hacer efectiva esa necesidad, esto implicaba la generación
de un salario y el consumo de unos bienes básicos
para reponer las energías gastadas por el trabajador a
lo largo del proceso. El análisis de Smith era también
de largo plazo, aseveraba que si la producción de la
riqueza se mantenía por una gran cantidad de años, la
demanda de trabajadores posibilitaba mejores salarios
con los cuales se sostenía un mayor crecimiento de la
población… Los niños de hoy serían la respuesta a las
necesidades de las empresas de seguir produciendo
mañana… “Los trabajadores del futuro”. ¿Implicaciones? El
crecimiento de la riqueza de un país afectaba el volumen
de empleo e incluso, el volumen de crecimiento de la
población… ¿Sorprendente no?... Todo lo anterior como
parte de una disertación donde el trabajo especializado
no era otra cosa sino el resultado del conocimiento…

A pesar de que, los libros de texto sobre Adam Smith


abordan su obra, sospechaba que solo habían leído el
primer tomo de la Riqueza de las Naciones… La idea de

51
que el beneficio de la sociedad era el producto de una
búsqueda por la felicidad individual o, la mano invisible
en una economía de libre mercado, era contrastada con el
tomo V de la obra, donde se señalaba que los gobiernos
debían preocuparse por la educación de la población
más vulnerable a fin de mantener el grado de división
del trabajo que sostuviera el crecimiento continuo de
la riqueza. De modo que el empleo se relacionaba con
la producción de riqueza y esta era posible a través del
conocimiento de un trabajo especializado… Soy parte de
una generación a la cual se le dijo hasta el cansancio: ¡estudiar
es el camino para ser alguien en la vida! Los profesionales
eran escasos y ciertamente bien remunerados, pero
cuando el rumor se propagó, todos teníamos la misma
aspiración y pronto habríamos de saturar el mercado…
Un exceso en la oferta de profesionales por encima de su
demanda, implicaba o desempleo para los profesionales
o salarios muy bajos… Estas explicaciones hacían que
mis amigos de otras profesiones me pusieran atención
y me invitaran cervezas, pero al final del día todos
quedábamos muy preocupados… Y en especial yo, que
buscaba ser profesional para proporcionarle a mi familia
una mejor situación… La economía de Adam Smith me
había dado algunas respuestas, pero también crecientes
preocupaciones… Y aún faltaba David Ricardo.

¡Qué excepcional agudeza de los fenómenos!… ¡Pero qué


forma de expresión más decepcionante! En la portada de una
edición del libro intitulado Principios de economía política y
tributación (publicado por el Fondo de Cultura Económica)
se podía observar un hombre relativamente joven con
rasgos delicados (por no decir que afeminados) y con
una leve sonrisa. Por fortuna, esta vez, podías encontrar
varios ejemplares en la biblioteca, por desgracia, la
manera en que Ricardo planteaba sus ideas me resultaba
muy difícil de leer. ¿Escribía con dificultad o fue muy
mal traducido? Ricardo fue un hombre de una mente
prodigiosa y adelantada a su tiempo, un comerciante

52
y pensador económico al que le preocupaba el tema
de la distribución de la producción y de los ingresos…
Personaje contradictorio… Puesto que planteaba que los
salarios fuesen prácticamente reducidos a su mínima
expresión… Garantizando a cuestas la subsistencia y la
reproducción de una clase desposeída de los medios de
producción (Ricardo, 1817).

El lente con que se teorizaba en economía era subjetivo,


cada autor que había leído contemplaba el asunto desde
su postura, pero pretendía que su análisis fuese universal,
una pretensión propia de quien desea trascender al creer
que ha podido identificar una “Verdad incuestionable
en el tiempo y en el espacio”… Creo que, si la lotería del
nacimiento hubiese colocado a Ricardo en las dificultades
económicas de un hogar humilde, entonces, bueno, es
posible que ni siquiera existiesen Los principios… Fue
cuando tuve la percepción de que los economistas podían
sin proponérselo ser agentes peligrosos, agentes del caos.
Ya lo había dicho hace tiempo Rosa Luxemburgo: “con la
mejor de las teorías, puede seguirse la más lamentable de las
prácticas” (Luxemburgo, 1913: 12).

Después vino Malthus y su ensayo sobre la población6.


Lo leí con calma. Cuando terminé solo podía pensar en
un mundo limitado. No conocía las circunstancias bajo
las cuales se produjo el big-bang, en efecto, es una teoría
más, probablemente una de las más populares, lo cierto
es que tenemos algunas condiciones que hacen posible
la vida, varias formas, de hecho. ¿Hasta cuándo existirán
esas condiciones? En aquella época pensaba que lo que
uno conseguía en la vida dependía mayoritariamente
del esfuerzo de uno mismo, desde luego, existen otros
factores, incluso de naturaleza estocástica, elementos
de naturaleza casuística y probabilística que también

6 La versión original del “Primer ensayo sobre la población” data de 1798.


La utilizada aquí corresponde a la intitulada “Ensayo sobre el principio de la
población” publicada en 1803.

53
inciden, pero en definitiva, el propio esfuerzo era lo
más importante. Sin embargo, si un asteroide se dirigía
directamente a la tierra… ¿Qué podía hacer aparte
de caer en el pánico? La preocupación de Malthus se
basaba en las limitaciones del espacio, y es que al final de
cuentas solo tenemos un mundo, no es como que, podamos
decir, se acabó esto, ahora vamos a seguir en Neptuno… No
obstante, las preocupaciones también tienen que ver
con el tiempo, eventualmente todos vamos a morir. Con
frecuencia hacemos planes de lo que haremos mañana,
qué desayunaremos, con quién nos veremos, en dónde
nos encontraremos… Incluso pensamos en nuestro propio
fondo de retiro, lo que haremos cuando viejos… La forma
en que concebimos nuestras decisiones, por lo general,
parte de asumir que el tiempo siempre está a nuestro
favor… No me parece que sea así… Yo esperaría terminar
este libro, pero nadie me garantiza que tenga el tiempo…

El semestre terminó… Y la economía se volvía algo cada


vez más preocupante… El tiempo pasó rápido… Pronto
llegaría un nuevo semestre… Y entonces arribó nuestro
profesor de microeconomía. La primera vez que le vi,
yo estaba sentado en una zona frontal al edificio donde
se ubicaba la Facultad. Un hombre de mediana estatura,
calvo, de gafas asomó. (Parecía haber un patrón). Lucía
un traje impecable y un portafolios muy elegante, al igual
que sus zapatos. Nos preguntó si éramos sus estudiantes
y nos entregó unas copias del programa. No recuerdo con
exactitud por qué no entramos a clase, algo pasó, alguna
protesta, bloque cerrado, ¡en fin! Se veía preocupado
y nos dijo que teníamos que consultar todo lo posible
frente a la escuela neoclásica y el marginalismo, también
nos encargó leer el primer capítulo de la Teoría General
de la Ocupación, el Interés y el Dinero de un tal Keynes. Su
primera reflexión en clases fue la noción de equilibrio…
Se refirió a la ley de Say y nos preguntó sobre las
actividades pendientes. Se enfadó cuando notó que no
todos habían hecho la tarea, su rostro por completo se

54
tiñó de rojo y, recuerdo que me dio un poco de miedo.
Algo llamó mi atención y es que el primer capítulo de la
Teoría general, que por cierto solo se limitaba a una página,
era una nota de escepticismo frente a lo que habría de
venir… Keynes según leí fue uno de los economistas más
importantes de Gran Bretaña y del mundo, sus ideas eran
revolucionarias y había cambiado el análisis de la economía
para siempre… Lastimosamente el curso de microeconomía
jamás volvería sobre él, con excepción de una pregunta en el
primer parcial. Su posición cuestionaba el análisis tradicional
de la economía, señalaba que aquello que se estudiaba como
una generalidad era simplemente una situación y que, era
imprescindible abordar los casos divergentes como una
agenda trascendente e impostergable.

Welcome to the microeconomics course?

El supuesto de pleno empleo se mantuvo con más fuerza


aún, además se supuso que los seres humanos éramos
completamente racionales. ¿Qué puede pensar uno? Las
decisiones humanas no son nada parecidas a la perfección,
para la muestra un botón, por lo general siempre me
equivoco, aun cuando creo tener la razón, la información,
la formación, nada de eso resulta suficiente, nunca se está
completamente preparado para una situación, somos por
demás un cúmulo de errores y por más que intentamos
evitarlos, nos encuentran de forma constante y, a menudo
irreversible. El hecho es que, nuevamente el estudio de la
economía y de sus modelos parecía eludir las cuestiones
trascendentes, las gráficas eran muy impresionantes y la
introducción de la matemática hacía de nuestro análisis
algo sofisticado e incluso elegante, ¡no cualquiera comprende
estas complejidades! o, ¡mira, soy muy inteligente porque puedo
demostrar el equilibrio a nivel matemático!, ¡puedo resolver
problemas complejos y encontrar una respuesta satisfactoria!...
Sin embargo, una sensación abrumadora de algo terrible
me consumía… La sensación de cuestionar la validez de
lo que todos los demás aceptaban o daban por cierto…

55
Era el comienzo de una senda que debía recorrer solo.
Una curva convexa hacia el origen representaba los
deseos de las personas… A eso le llamo yo creatividad,
bueno, por lo menos para el primero que así lo planteó.
Después vino la mecánica repetición. Como cuando
te repites algo tantas veces que al final terminas por
convencerte de que es cierto… Algo así me sucedía con
las curvas de indiferencia. Luego una línea recta con
pendiente negativa que representaba el presupuesto
la acariciaba en un punto donde se hacían tangentes
y… Como resultado, ahí lo tienes… El equilibrio del
consumidor, el punto donde sus ingresos son iguales
a sus gastos. Y ahora veámoslo a nivel matemático y
derivemos, condiciones de primer orden, igualemos a
cero, luego condiciones de segundo orden, si es negativo
maximizamos, si es positivo hemos minimizado.

Mientras tanto seguía esperando mis respuestas sobre


el desempleo y la pobreza. Uno de los problemas de
la matemática del colegio, aparte de los traumas que
marcaron a generaciones de generaciones, tenía que ver
con que nunca me explicaban para qué factorizaba o
derivaba. La preocupación estaba, la mayor parte de las
veces, en aplicar ciertas reglas mecánicamente y llegar a
un resultado que era universal. Quien lo hacía era muy
inteligente, desde luego, quien no, no lo era. Aprenderse
las reglas de memoria y aplicarlas mecánicamente…
Como un operario que es instruido en la teoría para
luego manejar una maquina tantas veces que se convierte
en un autómata, (autómata, curiosa palabra… Por alguna
razón me recuerda al suicidio).

Luego venía la teoría del productor y era básicamente lo


mismo. Combinaciones adecuadas de capital y trabajo
posibilitaban explicar el producto y posteriormente
optimizarlo en función de las tasas de beneficios obtenidos
a partir de la relación de ingresos y costos. Nuevamente
tocábamos el tema del factor trabajo. Este era importante

56
para producir y la literatura decía que tenía rendimientos
marginales decrecientes… Me parecía que había cierta
redundancia entre marginales y decrecientes y, bueno…
La cosa era que a medida que se incrementaba el número
de trabajadores o las horas de trabajo, cada vez se
aportaba un poco menos a la producción, y esto también
le sucedía al capital… Era algo parecido a lo que le pasa
a un corredor que en un principio toma velocidad, llega a
su punto máximo y luego se cansa.

También imaginaba que un trabajador joven hacía las


cosas de forma más ágil que un trabajador viejo, que
a lo mejor estaba enfermo, aburrido y cansado… Y eso
explicaba la presencia de una contribución decreciente,
la vida se nos va y con ella nuestras habilidades…
Luego, me pregunté si la experiencia crecía a una tasa
que compensara la pérdida de juventud en los años
anteriores, si eso fuese así… Por lo menos en el tiempo, no
sabría qué tan universal es el principio de marginalidad
en el factor trabajo, creo que empezaba a pensar como
economista, existe una expresión muy recurrente, por no
decir que popular en el gremio ante cualquier situación
parecida… “Depende”…

Me incomodaba el hecho de que el empleo no era


analizado como el efecto de algo, dado que el supuesto
de pleno empleo evitaba cuestionarse lo que sucedía si
no existían fuentes de trabajo, debíamos asumir entonces
que el empleo estaba dado y que su papel descansaba en
la contribución que efectuaba al producto dentro de una
función de producción. Las cosas se volvían densas. Los
manuales de microeconomía eran voluminosos y tenían un
lenguaje sofisticado y complejo, las gráficas me resultaban
al tiempo que exuberantes, confusas, y la matemática
conveniente y extrañamente atractiva, por su seductora
propuesta de abordar un fenómeno social a través de
una ecuación que lo reducía todo a una combinación de
números y letras susceptibles de optimización.

57
Mi primera calificación fue buena y me confié. No estudié
tanto para el segundo parcial y los resultados fueron
desastrosos. Como cuando uno aprende a manejar y
cree que tiene la situación bajo control, uno nunca ve el
accidente venir, uno piensa incluso que todo depende
de uno, cuando a menudo, depende de factores sobre
los cuales existe un mínimo nivel de control. Con la
economía parecía haber esa suerte de confianza en sí
misma, imaginaba que un economista había efectuado
una ecuación y otro la complementaba con la certeza
de quien construye un sólido edificio, solo que a mí,
un estudiante común y corriente, las bases no me
parecían nada fuertes y, por el contrario, sospechaba
que evitábamos afrontar los fenómenos concretos bajo
modelos gráficos y matemáticos ciertamente sofisticados.

¿Pueden las decisiones humanas modelarse o moldearse? La


microeconomía se enfocaba en el estudio del consumidor y
el productor de forma individual… A partir de lo particular
pretendía llegar a conclusiones generales… Los métodos
basados en una abstracción colectiva de varios pensadores,
eran condensados y simplificados a unas pocas ideas en
los manuales. Me preguntaba qué pasaría si, por ejemplo,
Cournot pudiese leer un libro de microeconomía moderna
y considerar el tratamiento que, dentro del texto, le habían
dado a sus ideas. ¿Se sentiría molesto?, ¿halagado?,
¿se sentiría malinterpretado?... No creo que podamos
dilucidarlo en este mundo… Creo que ciertas cosas escapan
a nuestro limitado entendimiento, pero no por eso, debemos
dejar de estudiarlas, hace falta un poco más de humildad
al desarrollar nuestras premisas, métodos y conclusiones.

Nuestro profesor de microeconomía era un buen


profesor, un poco estricto y ciertamente preocupado
por el método. Tengo la impresión de que intentaba
despertarnos de un letargo que amenazaba, tanto a las
mentes más apáticas del curso, así como a aquellas que,
se aferraban impetuosamente al contenido del mismo,

58
como si fuese la verdad develada. Logré recuperarme
estudiando mucho y presentando talleres voluntarios
para créditos adicionales… Al finalizar sabía que había
costado trabajo pero lo había logrado, el lector puede
adivinar que mi felicidad no era completa porque, seguía
ciertamente inconforme con lo que estaba “aprendiendo”…
Mientras tanto, afuera se desataba una crisis económica
como pocas en la historia de la economía colombiana…
En efecto, muchos de mis compañeros y conocidos la
advertían con anterioridad, pero aquello que habíamos
experimentado no eran más que algunos pequeños brotes,
manifestaciones minúsculas de un problema mayor…
Nadie parecía preparado, ni siquiera los economistas
más avezados y sesudos pudieron evitar lo que tenían
de frente: la crisis de finales del milenio… Y el próximo
semestre venía macro.

“Son tiempos difíciles, pero de alguna manera somos afortunados


de poder estudiar lo que actualmente está pasando”…

Nuestro profesor de Macroeconomía era el mismo profesor


de micro. Insistió desde un comienzo en la lectura del
primer capítulo de Keynes y, también dejó claro desde
un inicio que, continuaríamos con el enfoque neoclásico.
Sin embargo, era necesario estudiar más que nunca a
John Maynard Keynes, por tres razones definitivas: la
primera era su notable separación de la visión ortodoxa
frente a las tesis de equilibrio como estado permanente
de la economía, dada la existencia de un futuro incierto
que situaba el análisis en un entorno caracterizado por
la incertidumbre, en consecuencia, el segundo aspecto
se relacionaba con el estudio del factor psicológico en
las decisiones humanas y, finalmente su propuesta para
contratacar la crisis a partir de la intervención estatal por
tiempo limitado. Fue un excelente curso. Muy superior
a microeconomía en términos de su complejidad y
contacto con la “realidad”. Leíamos noticias económicas,
nos preocupaba el comportamiento del dólar, la dinámica

59
del PIB, las decisiones del Banco de la República en
materia de política monetaria, el control de la inflación,
el pago de la deuda externa, la reforma tributaria,
las tasas de interés, el empleo y la balanza de pagos.

Las clases magistrales fueron impecables, el vocabulario,


la intensidad, la profundidad, el método con que se
abordaban los diferentes tópicos nos introducía lentamente
en un campo extenso de análisis. “Detrás de las curvas… Hay
personas tomando decisiones”, “La inversión es el resultado de la
conducta de quienes deciden invertir”… “Los agentes económicos
pueden anticiparse a los efectos de una política si cuentan con la
suficiente información”… “Los sujetos de las macrodecisiones
intentan contar con toda la información posible, pero esta puede
ser imperfecta y asimétrica”, “La racionalidad económica es
limitada… Nuestra racionalidad es imperfecta”… Escuchaba
las clases de mi profesor con una particular emoción,
sabía que a mi profesor le gustaba su materia, y eso nos
contagiaba a todos. Sí, era riguroso, construía gráficas muy
elaboradas, modelos matemáticos que se integraban en un
sistema cada vez más complejo, seguíamos suponiendo
el pleno empleo, precios y salarios fijos, una economía
con sector externo… Pero nos acercábamos a los temas
trascendentes de la sociedad… Adivinaba que en algunos
de nosotros, había cierta insatisfacción con la ciencia y,
a menudo nos decía: “para criticar algo hay que conocerlo”,
se refería en todo caso, al sostenimiento de la idea de
equilibrio simultáneo en los mercados de bienes y servicios,
los mercados financieros y los mercados de trabajo.

Nuestro profesor nos decía: “tenemos una gran


responsabilidad… Un ingeniero o arquitecto puede
equivocarse y eso implicaría la caída de un puente… Un
médico que, no estudió lo suficiente puede perder una vida,
una vida importante para usted, un administrador de empresas
puede tomar una mala decisión y dejar sin empleo e ingresos
a 50 familias… Pero un análisis inadecuado por parte de
un economista… Puede llevar a la crisis a todo un país”…

60
Estábamos abrumados, lo que estudiábamos resultaba
ser trascendente en muchos sentidos… La política, el
derecho, lo social, todo estaba comprometido, la ciencia
económica empezaba a mostrar su poder y, yo me sentía
en el lugar indicado, en medio de una crisis como nunca
antes y, con una motivación para desarrollar todo mi
potencial para construir soluciones.

También estudié estadística, pensamiento neoclásico,


keynesiano y marxista… Creo pertinente efectuar algunas
anotaciones aquí. El curso de neoclásicos que fue paralelo
al de microeconomía no fue de lo mejor… Entonces empecé
a estudiar por cuenta propia cuanto libro pudiera, en poco
tiempo devoraba libros en la biblioteca… Mi percepción
en ese tiempo era que los textos guía, recortaban las ideas
demasiado, incluso pasaban por alto cuestiones delicadas
de detalle y prestaban más atención a la técnica. Sobre
Keynes, nuestra profesora era muy didáctica, profesional y
francamente, al ser una mujer joven y simpática, las clases
se hacían muy agradables con ella, y se complementaban
muy bien con lo que avanzábamos en macro. Keynes
había sido formado en la ortodoxia de la mano de su
mentor, el profesor Pigou: un economista conocido por
proponer impuestos a fenómenos denominados como
externalidades… Para hacerla fácil… Si por ejemplo,
nos encontrábamos con una empresa que generaba una
buena cantidad de empleos, pero al mismo tiempo,
producía una alta contaminación, teníamos una paradoja.
La generación de empleo tenía un efecto positivo sobre la
economía, pero la contaminación era un potencial foco de
enfermedades que, generaban a todas luces una pérdida
de bienestar en la salud de la población, en suma, una
pérdida de potencial social. La contaminación era tratada
como una externalidad, un fenómeno que, inicialmente
no se manifestaba en los precios de mercado, pero al
convertirse en objeto de tasación, con el propósito de
reducir sus efectos nocivos, implicaba que los impuestos
de Pigou pudieran devolver, al menos en parte, un poco

61
del bienestar inicial que le había sido arrebatado a la
sociedad en su conjunto. Una idea, que dicho sea de paso,
me parecía bastante inocente por no decir que pueril.

Volviendo a Keynes, creo que, como sucede con todos los


seres humanos, se tiene una forma de pensamiento que
corresponde con una determinada época y por supuesto, a
un espacio. El lector, por ejemplo, pensaba de una forma a
los cinco años que es muy diferente a como se piensa cuando
se tiene 20. Los primeros escritos de Keynes sin duda tienen
una fuerte influencia por la escuela neoclásica, sin embargo,
a medida que avanzamos en el tiempo, evoluciona a una
posición diferente. No abandona del todo las bases, cree que es
posible una situación de estabilidad económica, pero sabe muy
bien que la actividad es cíclica, al igual que el comportamiento
humano, el crecimiento productivo experimenta fases, etapas
de crisis donde las empresas no cuentan con incentivos para
invertir y generar nuevas plazas laborales, e incluso para
sostener las existentes, el ingreso de las personas se reduce y,
por lo tanto, el consumo se debilita y se pierde bienestar social.

En los auges todos somos felices (aparentemente). Las


empresas tienen incentivos para invertir, producir y
generar empleo, como resultado, las personas alcanzan
mejores ingresos e incrementan su consumo (aunque en
una menor proporción en comparación con el ingreso…
Volveré sobre este punto, lo prometo)7 y, en consecuencia,
la economía florece y se gana mayor bienestar. Los periodos
que conducen la actividad productiva de la alegría a la
tristeza se denominan recesiones, y cuando pasamos de la
tristeza a la crisis entonces, nos referimos a la recuperación,
si lo piensas con calma, la economía se parece mucho a las
personas, felicidad en el auge, tristeza en las crisis…

Existe miedo al futuro, como existe miedo a lo


desconocido… El miedo no necesariamente es negativo,

7 Recomiendo la referencia Akerlof y Shiller (2009) y el análisis que le sigue


sobre los multiplicadores de la confianza en el capítulo III de este libro.

62
aunque generalmente lo es. Una persona no gasta todo su
salario de inmediato… Debe dosificarlo hasta la próxima
mesada… Y en la medida de lo posible debe ser austero,
debe ser prevenido, no puede confiar en que su empleo será
estable, debe prepararse para estar desempleado cuando
menos se lo espera, debe ahorrar. El empleo se genera
por una necesidad de producir por parte del empresario.
La empresa por definición es una actividad o institución
riesgosa, una aventura, una experiencia… Y como las cosas
materiales que nos rodean, bien podría ser efímera. Invertir
en una actividad productiva implicaba un incentivo, y
más allá del instinto básico de supervivencia que tiene un
microorganismo o una ballena, quien invierte desea ganar.

Ese instinto animal, pone a funcionar los engranajes,


inyectar el capital y considerar la planeación meticulosa
de llevar a cabo el proceso, una máquina que produce más
dinero del que se le invierte, pero no es suficiente, se requieren
manos y cerebros, tantos como maximicen el beneficio
esperado, ni tan pocos que no sea posible exprimir todo el
jugo… Y entonces… Fue evidente para mí… El empleo tiene
límites. Súmele a esta interpretación de las cosas, que por
esa época yo también leía a Marx… Y descubrirá con dolor
cómo la cuestión se complicaba severamente. La economía
del miedo… Sí, miedo a equivocarse cuando se invierte
todo en un juego de azar, miedo a estar desempleado…
Miedo a no ser correspondido, como el miedo que se siente
al ver esa chica hermosa que parece imposible, miedo a la
enfermedad, miedo a la soledad, miedo al fracaso, miedo a
la pobreza, miedo a la muerte.

Con la lectura de Keynes mi visión de las cosas descansaba


en que un inversionista supera el miedo a eso que, es
incierto, se arriesga y emprende una empresa. Si las
cosas salen bien, esto es, los planetas están perfectamente
alineados, el momento es el preciso, el espacio es el
adecuado, el mercado justo lo necesita, el inversionista
tiene conocimiento, formación e información suficientes,

63
los engranajes están bien sincronizados y aceitados, los
trabajadores son puntuales y la moda y demás factores
invisibles se incorporan armónicamente, como si de una
perfecta sinfonía se tratara, entonces la economía podía
aproximarse al equilibrio… Entonces el pleno empleo
era posible… Pero ese pleno empleo era un instante, una
fotografía, un segundo en pausa de una película larga
y, no necesariamente era el empleo que toda la sociedad
precisaba… Era el empleo óptimo para el funcionamiento
de la economía… El mensaje era que el equilibrio económico
y el social no necesariamente eran la misma cosa, y no
siempre estaban sincronizados, de hecho, el equilibrio
seguía siendo la menor de las probabilidades en un mundo
de humanos desequilibrados, seriamente trastornados…

De otra parte, estaba el sistema financiero… ¿Qué se


puede decir del sistema financiero que antes no se haya
escrito?, lo que en mi mente de estudiante de cuarto
semestre de economía se configuraba era ciertamente
confuso. Imaginemos a un individuo llamado Fulano de
Tal. Fulano quiere tener su propia empresa, tiene una idea,
pero cuando revisa su bolsillo solo tiene una minúscula
mota de algodón, en términos simples, lo que me sucedía
como estudiante cuando necesitaba financiar mis copias…
Entonces un banquero de buen corazón se conmueve al
ver esta situación y decide ofrecer el capital necesario para
el financiamiento de la empresa a cambio de un módico
porcentaje, digamos un 10%. Supongamos que Fulano
necesita $100. Como lo dijimos, el problema de nuestro
empresario innovador es que no tiene dónde caerse muerto,
aun así, desea intentarlo. La cosa es que un generoso
Banquero ofrece financiar la iniciativa por un periodo de
tiempo limitado, digamos un año, al cabo del cual su capital
deberá ser rembolsado completamente más un interés de
$10 que, en todo caso, se justifican por no haber hecho uso
de su capital en otras actividades o en otros menesteres y,
finalmente, haberlo arriesgado en el proyecto de Fulanito.
Hablamos de un monto total de $110, una apuesta al futuro.

64
El problema de Fulano es que debe tener una idea
clara de lo que va a ganar; necesita certidumbre con
respecto al futuro. Seamos optimistas y consideremos
que su análisis, ya sea a través de las más sofisticadas
matemáticas financieras o, de un examen a ojo de buen
cubero, calcula que su ganancia esperada es de $20. Si
la operación de Fulano está en sincronía con el universo
y, desde luego acepta la ayuda de ese buen parroquiano
que es el banquero, entonces el valor total de la apuesta
es de $120. Fulano devuelve el capital inicial de $100 y
compensa al banquero con $10 que equivalen al 10%.
Ahora la situación de Fulano es de $10 a favor y su
empresa está lista para un segundo ciclo.

¡Todo irradia felicidad!, ¡espléndido!, ¡maravilloso!


Además, la empresa de Fulano ha generado empleo e
ingresos que promueven un dinamismo a la economía
que seguramente se va a diseminar a los diferentes
productores y sectores conduciendo a la sociedad a una
nueva situación de bienestar. Los recursos se irrigan a
través de los “Clusters” o “Cadenas productivas”. ¡Todo está
bien! No obstante, este improvisado ejercicio tiene varias
pretensiones y supuestos que es necesario detallar. Por
ejemplo, si las expectativas de Fulano no se hacen realidad
hay consecuencias. Si son menores, digamos, “En lugar
de ganar terminamos perdiendo” (esta expresión ciertamente
es muy obvia pero ilustrativa, razón por la que no me
complico mucho), una proporción de -10%, eso significaría
que el monto total, después de haber estudiado, trabajado
y vendido el producto, nos dejó un valor final de $90. El
banquero espera de vuelta un valor de $100 que Fulano
no tiene (ahora utilizamos convenientemente la tercera
persona), le hacen falta no solo los $10 de capital inicial
que recibió de manos del Banco, sino que le hacen falta
otros $10 de los intereses. En suma, Fulano, no solo
perdió, sino que debe al banquero $20 que, curiosamente
le apostó a la fija, porque se ha ocupado de prestar sus
recursos con unos avales de garantía en caso de pérdida.

65
Como consecuencia, Fulano deberá desistir de su empresa
y con ella, no podrá sostener a sus empleados… Y
seguramente deberá acompañarlos en la búsqueda de un
nuevo empleo, está vez como asalariado. Ahora, como el
número de desempleados también ha ascendido, entonces
la tasa de crecimiento de los salarios se encuentra en su
mínima expresión. Pero no te preocupes por Fulano, ni
por sus extrabajadores, porque salarios de subsistencia
(o más bajos incluso) garantizan el retorno a la senda
de equilibrio… El modelo supone la confianza o riesgo
como un factor clave para el banquero que representa
al sistema financiero, pero no examina la pérdida de
confianza cuando las cosas salen mal, sobre todo para
los microempresarios y los trabajadores que pierden sus
plazas de trabajo. Basta con que los salarios se reduzcan8,
porque la pérdida de bienestar de los trabajadores que
asumen salarios más bajos es temporal… El futuro no es
incierto, ¡qué va!... Todo volverá mecánica, sistemática e
inevitablemente al equilibrio donde todos somos felices…
No hay nada de qué preocuparse…

Si la confianza se pierde… Es muy difícil recuperarla (aplica


también a relaciones sentimentales, para mayor información
consúltese términos y restricciones)… ¿Quién invierte en una
economía en plena crisis?... ¿Quién confía en uno cuando está
en problemas? Esto me recordaba una canción muy vieja de
la época de mis padres que decía algo así:

“Cuando uno está en condición tiene amigos a granel,


pero si el destino cruel hacia un abismo nos tira,
vemos que todo es mentira y que no hay amigo fiel”9

… A veces puedo ser algo fatalista… Keynes planteaba


que no podía haber alternativa diferente al Estado.
Consideremos lo siguiente: la intervención propuesta
8 ¡Qué paradójico! Un mínimo salario implicaría un mínimo costo, pero
también un mínimo ingreso, un mínimo gasto y una mínima venta.
9 Interpretada por Oscar Agudelo en 1954.

66
por Keynes es coyuntural, esto significa que el Estado
identifica los renglones de la actividad económica donde,
ejecutando el menor esfuerzo en términos de la inyección
de recursos de gasto público, fuesen posibles los mejores
resultados en materia de crecimiento.

El Estado actuaba como un dinamizador de emergencia de


la economía, si la sopa estaba muy salada, aplicaba un poco
de agua para corregir el problema del sabor. Pero es claro
que no puedes verter agua de forma indefinida. El gasto
público debía ser eficaz en el sentido de proporcionarle al
sistema el estímulo necesario para dinamizar nuevamente
los engranajes, contribuir a la conformación de expectativas
favorables para invertir, darle unas buenas palmaditas en
la espalda a quien lo necesita. Una vez las alas del pájaro
herido habían sido sanadas, él podría volar por sí mismo
sin más ayuda que su propia intuición de supervivencia y
búsqueda de confort. Obras de infraestructura, adquisición
de tecnología, asistencia técnica… Lo que fuera necesario
para que la inversión privada se recuperara, una vez esto
era posible, de forma gradual el gasto público se reduciría
y los fondos que habían sido utilizados en la recuperación
se pagarían con un incremento leve de los impuestos.

El multiplicador de la inversión es un término sofisticado


en la literatura keynesiana. A menudo los economistas
utilizaban este tipo de expresiones en sus conferencias,
así como lo hace cualquier otro profesional con el léxico
propio de su campo. Por aquella época, me interesaba
aprender la terminología, entre más la dominase más
respeto conseguiría… Más adelante pensaría diferente…
Sin duda alguna, la economía es una ciencia con una
inmensa cantidad de términos y, con frecuencia, son
ingeniosos y sofisticados, pero el problema persiste…
Sospecho que existe cierto temor de tomar el toro por los
cuernos, evadimos nuestra responsabilidad bajo la retórica,
la semántica, lo elaborado de nuestros métodos… No
obstante, los problemas siguen ahí. ¡En fin! El multiplicador

67
de la inversión se refiere a la capacidad que tiene la economía
para crecer cuando ascienden los niveles de inversión.
Para hacerla fácil, si crece la inversión también debe crecer la
economía. Lo anterior es posible, cuando las personas dedican
una buena parte de sus ingresos al consumo y, por supuesto,
esto es así cuando existe confianza en la economía. Consumir la
mayor parte de los ingresos significa que la capacidad de ahorro
se reduce y, eso sucede cuando la gente se confía del futuro.

Un exceso de confianza puede llevar a que demos todo por


hecho, tenemos ingresos, esperamos seguirlos obteniendo,
consumimos mucho, incluso nos endeudamos, las
empresas venden sus productos rápidamente, invierten
más y con ello se produce más, incluso se genera más
empleo. ¿Pero qué es seguro en la vida aparte de la muerte
y los impuestos? Suponga que en las noticias se informa
sobre una amenaza de bomba. Todos entran en pánico…
La sensación de seguridad termina. Un inversionista no
se arriesgará a efectuar un emprendimiento en una nación
violenta, los consumidores se abstendrán de consumirlo
todo, preferirán ahorrar a endeudarse, mantendrán sus
gastos al mínimo. Las empresas venden muy poco, hay
pérdidas, sobreviene la crisis y el desempleo. Parafraseando
al Joker de Christopher Nolan: introduce una expectativa
de miedo… Y la economía se vuelve un caos… Volviendo a
nuestro amable y desinteresado banquero, ¿se vería en
problemas si todos quieren ahorrar y nadie quiere pedir
créditos ni de consumo, ni de inversión?

Indudablemente Carlos Marx fue un notable economista


alemán… ¿Fueron sus ideas demasiado radicales?,
¿quizá demasiado extremistas? Marx ponía el dedo en la
llaga… El sistema de producción capitalista tenía muchas
contradicciones, una en particular era que los medios para
producir eran privados y, al mismo tiempo, el carácter de
la producción era social. En palabras simples y mundanas,
quienes cuentan con lo necesario para producir son muy
pocos… Pero aquello que se produce espera que sea

68
consumido por todos. Un empresario busca maximizar sus
ganancias y, para ello, debe minimizar costos, incluyendo
los laborales. Un salario flexible es un salario que no tiene
limitaciones, claro, si van al alza, los trabajadores estarán
muy contentos, pero la visión de Marx es casi tan pesimista
como la de Ricardo. Los intereses de los empresarios
van en contravía de los intereses de los trabajadores,
la incorporación de la tecnología permite incrementar
la capacidad productiva de las empresas sin tener que
incorporar un número mayor de trabajadores, más aún,
el número de plazas puede reducirse creando un ejército
industrial de reserva que presiona los salarios a la baja.

Un trabajador debe descansar, un trabajador puede


enfermarse o tener problemas emocionales, puede
estresarse o equivocarse… Los trabajadores pueden
sindicalizarse, pueden exigir derechos, prestaciones,
vacaciones… Una máquina no. Una máquina puede
trabajar en las noches, no se queja, no llega tarde, no
sufre de achaques si se tiene un buen mantenimiento,
puede actualizarse, y puede hacer más producto en
menor tiempo a un menor costo… La competencia es tan
brutal como salvaje, los trabajadores luchan entre sí por
una plaza laboral cada vez más exigente y con un salario
cada vez más bajo. Los empresarios también compiten
y, en número, son muy pocos los que sobreviven… La
crisis está a la vista… Las máquinas no compran ropa o
zapatos, tampoco alimentos, los trabajadores ahora están
desempleados y desesperados, los empresarios acumulan
más y más capital y pretenden seguir incrementando
su tasa de plusvalía… En medio de la miseria y el
inconformismo de la gran mayoría… ¿El resultado?
Una confrontación tan violenta como inevitable… Otra
visión sobre la fatalidad humana… ¿Somos marionetas
o tenemos el poder para cambiar las cosas? En toda
historia existe un héroe y un villano… También existen
victimas… Y lo inexorable muestra sus fauces irreversibles
en un suceso terrible que funge como consecuencia y

69
lección de aprendizaje. Las tesis de Marx anunciaban un
apocalipsis y el detonante descansaba en la contradicción
del sistema que ya he señalado. Marx criticó como nadie
los problemas del sistema, pero supongo que no tuvo
el tiempo para plantear las soluciones… Recuerdo que
me inspiraba mucho respeto, no solo por su presencia
física, una barba imponente y el ceño fruncido, sino
porque el tiempo dedicado a la lectura, el análisis y
aquello que vivió, le permitieron dejar como legado un
conjunto de textos profundos sobre la sociedad humana
y sus problemas para alcanzar, en última instancia esa
felicidad tan anhelada.

En esa época el examen sobre los juicios de Marx


también me parecía una narrativa sobre la existencia
de una quimera sobrenatural… “El sistema”. El sistema
era percibido en mi mente como una superestructura
compleja que no se limitaba a lo económico… Por
ejemplo, tenía que ver con la política y la educación
por citar dos dimensiones relevantes. ¿La educación
nos estimula a pensar, criticar y proponer una mejor
sociedad? o ¿se trata de un método de adiestramiento
para adaptarnos sin objetar, sin cuestionar, aceptando
pasiva y resignadamente un destino deliberado? Mis
compañeros de clase opinaban con elocuencia sobre
las dinámicas económicas, el cambio en la cualificación
no solo era una experiencia mía, sin duda, estábamos
cambiando y en buena hora, las ideas de Marx mehicieron
cuestionar si el proceso era positivo como quien se aferra
a una única posibilidad… Era perfectamente factible
que estuviese siendo adiestrado… De otra parte… “El
sistema” que tanto criticábamos… ¿No era el producto de
nuestra lógica cotidiana?... Sospechaba que al referirnos
a ese concepto queríamos vernos independientes de
él, como un fenómeno impersonal que no tiene nada
que ver con nosotros… Es curioso que, bajo ciertos
patrones de acondicionamiento, nos neguemos de
entrada a vernos a nosotros mismos como villanos.

70
Mi visión sobre la política no era, ni es favorable. Desde
mi época de estudiante, la política nunca me inspiró
confianza alguna. Un conjunto de personas apoyaba
a un candidato que prometía cosas que después nunca
cumplía. Cantinflas en su film “El Portero” de 1950 no
podría haberlo expresado mejor:

“¡Porque a la hora de votar todas son promesas!,


¡Pero a la hora de cumplir todas son excusas!”
(Cantinflas, 1950).

El candidato, una vez elegido era selectivo, tenía que pagar


compromisos previos, y el electorado del común debía
esperar lo que quedara después del banquete, si es que
algo quedaba. Lo peor es que me resultaba un eterno bucle
que se repetía incesantemente, pero las estructuras de un
sistema tan corrosivo para la sociedad se encontraban tan
profusa e insondablemente implantadas en las mentes
del colectivo, que después de un mal gobernante, otros
candidatos, incluso con antecedentes más nefastos que los
inmediatamente anteriores, se engalanaban de promesas
y seducían a la gente bajo una elocuente y esperanzadora
visión del futuro.

Mientras escribo esto, aprovecho para romper la cuarta


pared pensando que, esto de lo que hago memoria hace
tantos años, es susceptible de malinterpretación, en todo
caso de mí mismo… “Hay una distancia intangible entre la
memoria y el papel”. Cuando recordamos algo, generalmente
intentamos modificar los hechos a nuestro favor, en la
medida que nos alejamos de ese instante y el olvido que
seremos, el tiempo juega con nosotros, adaptamos la
historia subjetivamente y en efecto, nos justificamos… No
creo que solo le pase esto a los economistas, es un rasgo
que nos caracteriza hoy en día como especie… Creemos
desesperadamente tener la razón y, pensamos que tenerla
es suficiente… En contraste, equivocarnos, que por cierto,
es una característica muy humana… Es impropio… “La

71
culpa es del sistema… Eso nada tiene que ver conmigo”. La cosa
seguía complicándose, pese a que mi sinapsis cognitiva
estaba cambiando… Continuaba sin encontrar empleo.

Las palabras como estructuras de comunicación son


instrumentos muy poderosos. Una palabra precisa
puede llevarte al paraíso o, conducirte al más terrible e
inexpugnable de los infiernos. Así por ejemplo, palabras
como matemáticas… Lógica matemática, cálculo
integral, cálculo diferencial, estadística inferencial,
álgebra de matrices, entre otras, pueden con frecuencia
generar profundos sentimientos de temor y frustración.
La propia sugestión se traduce en un mecanismo de
inevitabilidad… En última instancia de fatalidad. ¡Es
demasiado complicado!, ¡no entiendo!, ¡esto es realmente
confuso!, ¡todos pueden menos yo!... ¡eso no es para mí!,
¡es aburrido!... Con frecuencia, el mayor de nuestros
problemas reside en poder superar los propios miedos…
Por desgracia no conozco genios matemáticos… Creo que
un genio matemático es alguien que propone una novedad
frente a lo ya existente a partir del uso y, sobre todo del
cuestionamiento de algo que se consideraba intocable.
He visto replicadores… Memoristas, mecánicos. Ante
un problema A, utilice el método B, con eso llegará
al resultado C. Repita n veces y considere algunas
variantes. Luego combine. ¡Por todos los cielos, es usted
brillante! Explicar detallada y pausadamente el proceso,
al punto que el aprendiz quede adiestrado, solo implica
ser un buen replicador. Solo se explica aquello que se
domina, nadie expone sus dudas o miedos internos…
Buscamos reflejar sobre nosotros una apariencia de
seguridad… (Que, desde luego no tenemos).

Uno de los problemas con las cuantitativas reside en que,


si tenemos éxito, entonces “Aprendemos a derivar, integrar,
invertir matrices… Pero no sabemos para qué”. Mi profesor de
matemáticas de la Universidad era un buen replicador…
Su método era explicar clara y lentamente los ejercicios

72
introductorios, que en un principio eran muy didácticos
y sencillos, luego subía gradualmente el nivel, dejándonos
posteriormente los problemas más complicados en talleres
y parciales… Una cosa buena, en medio de todo, era que,
si te esforzabas lo suficiente podías resolver las cosas
por ti mismo… Al final era común que quedarán uno o
dos ejercicios nivel dios. El profe los resolvía y ahora
sí que estábamos preparados… No tenía ni idea de las
aplicaciones de esa matemática al análisis económico, pero
estaba preparado… Para algo…

De otra parte, nuestros profes de economía evitaban


las matemáticas… Así que la falta de conexión entre
los matemáticos y los economistas pronto se traducía
en una flaqueza argumental entre las asignaturas.
No necesariamente sucede con los libros… Incluso
encontraba títulos donde se hablaba de economía
matemática, cálculo diferencial y estadística aplicada a
las ciencias económicas y eran muy buenos… Pero mi
programa se había inclinado por una “Formación más
cualitativa”, lo que significaba un escepticismo manifiesto
a la hora de abordar las herramientas cuantitativas. Quien
escribe ahora, sabe que esa percepción es imprecisa en
el mejor de los casos. Sin embargo, en aquella época se
había llegado a la conclusión de que, nuestra fortaleza
como estudiantes, debía reposar en nuestra capacidad
de pensamiento crítico, más que en la construcción de
modelos… (Como si ambas cosas fueran incompatibles…)
Estas ideas críticas llegaron cuando cursaba quinto
semestre… Si bien me encontraba motivado, el exceso
de teoría me empezaba a resultar preocupante… ¿Para
qué sirve un economista?, ¿y sobre todo uno que es tan
teórico?... En contraste, el otro extremo tampoco satisfizo
mi inconformidad… Sospechaba que en lugar de
enfrentar los problemas los evadíamos o bien a punta de
carreta, o a través de ecuaciones sofisticadas… Pero ni lo
uno, ni lo otro había erradicado la miseria y el hambre…
¿Qué sabemos los economistas entonces?

73
Y llegó macroeconomía II, justo después de que micro II
fuese una total decepción. Resulta que el docente de micro
I continuaba con nosotros en macro II, en consecuencia,
micro II era abordada por un profesor nuevo… En realidad,
relativamente viejo, pero no solo se perdió rigor, sino que las
clases eran muy aburridas. Por suerte macro II fue excelente.
Abordamos el sector externo, temas como la tasa de cambio,
el comercio exterior y las finanzas internacionales. También
revisamos el problema del desempleo a la luz del crecimiento,
los salarios, los precios y las expectativas… Si un país es
fuerte su moneda tendrá mayor solidez en comparación
con otros países, lo que significa que los nacionales podrán
canjear más unidades de monedas débiles a cambio de su
moneda fuerte, y adquirir más bienes de consumo que se
producen en los países frágiles. Pero no todo fue color de
rosa, Phillips10 había propuesto una paradoja entre inflación
y desempleo, la idea era que, si se deseaba mantener un
reducido crecimiento de los precios, entonces había que
admitir una elevada desocupación. En efecto, cuando el
desempleo supera su “Tasa de equilibrio” entonces tiene efectos
negativos sobre la demanda y, por lo tanto, sobre los precios.
Lo triste de todo esto era que se aceptaba la existencia del

10
En 1958, Alban William Philips del London School of Economics publicó un
artículo denominado “The Relation Between Unemployment and the Rate of Change
of Money Wage Rates in the United Kingdom, 1861-1957”. Las repercusiones de este
pequeño artículo exploratorio advertirían la peligrosa posibilidad de que reducidos
índices de inflación y un bajo desempleo no fueran necesariamente compatibles.
Esta situación colocaba en jaque a la teoría económica convencional, por lo que
la tesis de una tasa natural de desempleo no aceleradora de la inflación resultaba
sospechosamente conveniente y desesperada. A propósito de estos temas, hay al
menos dos curiosidades con Phillips que vale la pena comentar, la primera tiene
que ver con que el pretendido “descubrimiento de un trade off” entre las susodichas
variables se atribuiría originalmente a Irving Fisher, reconocido profesor de Yale,
quien publicaría en el International Labour Review de junio de 1926 un artículo
intitulado “A statistical Relation between Unemployment and Price Changes”,
renombrado póstumamente como “I discovered the Phillips Curve”. La segunda es
que, en 1949, Phillips participó en el diseño y construcción de una computadora
mecánica basada en un sistema de conexiones hidráulicas, que trataba de predecir
el comportamiento económico de Reino Unido llamada MONIAC (Monetary
National Income Analogue Computer), huelga decir que el artefacto jamás funcionó.

74
desempleo como un fenómeno natural, e incluso se llegaba
al absurdo de plantear que en pleno empleo hay una tasa
de desempleo de equilibrio… Las tesis de Friedman11 y
Phelps12 no es que contradijeran definitivamente la estupidez
de un pleno empleo con un desempleo de equilibrio, sino
más bien, su preocupación era la presencia de un trade
off, como evidente contradicción de política económica.

La economía, por supuesto, no está desligada de la política,


de hecho, existe un ciclo político que es paralelo al ciclo
económico13… Por ejemplo, un mandatario que quiera ser
relegido puede al final de su periodo incrementar el gasto
público, otorgar más subsidios y reducir los impuestos,
(todo esto con cargo a una deuda que para el público queda
en el más absoluto de los secretos), así se comienza a generar
más producto, más empleo y mejores oportunidades…

Las estrategias de marketing político facilitan la tarea,


el dirigente y aspirante le dirá a la Nación algo así
como que “Hemos logrado estabilizar las finanzas públicas,
conseguimos dinamizar la economía en un cuidadoso equilibrio
entre lo público y lo privado, alcanzamos las metas en
términos de generación de empleo, ampliamos los cupos para
educación, salud, vivienda de interés social…”14. De acuerdo
con lo anterior, seríamos tratados como consumidores
que eligen un producto político… Una promesa (que no
puede ser). Pero luego, una vez relecto, nuestro noble
dirigente deberá atender una importante visita… Y claro
que lo reconocemos, es nuestro amable banquero que,

11
Friedman, Milton (1968). “The Role of Monetary Policy”. American
Economic Review 58.
12
Phelps, Edmund (1967). “Phillips Curves, Expectations of Inflation and
Optimal Unemployment Over Time”. Economica 34.
13
Sugiero al lector consultar sobre el Flawed State, si es curioso encontrará dos
posiciones en las tesis de Richard Musgrave que aparentemente son contradictorias
pero que simplemente se asocian a cambios del pensamiento en el tiempo.
14
Sugiero al lector revisar el texto de James M. Buchanan, premio Nobel de
economía 1986, intitulado “Teoría de la elección pública” de 1972.

75
ahora ha financiado campañas políticas y, tiene algunas
sugerencias muy relevantes. El ciclo político cambia,
ahora deben pagarse las deudas que financiaron el gasto
del periodo anterior… Para ello la inversión social debe
ajustarse, incrementar impuestos y reducir subsidios es
necesario para pagar los intereses de la deuda… Una
vez sentado en el trono la voluntad del Rey es solamente
cuestionada por aquel que lo financió, lo demás resulta
poco menos que insustancial. Si somos los títeres en esta
historia, ¿quién o qué mueve los hilos arriba?

Hay algo estocástico en el aire… No sabes dónde nacerás,


ni mucho menos el tiempo en que sucederá… Es un mundo
con reglas de causalidad definidas y debes conocerlas, ¡Esto
es bueno, esto no!, ¡debes aprender algo!, ¡debes ser obediente!,
¡debes seguir las normas!… ¡Hay castigos para los rebeldes!,
¡presta atención!, ¡haz lo que otros!… ¡Instrúyete, prepárate!,
luego, si consigues trabajo, ¡sé puntual!, como en la escuela
(si tuviste oportunidad de entrar), ¡sé responsable!, ¡aguarda
tu salario! (como la mesada, en caso de tenerla), ¡ahora ve y
consume!, ¡consume!, y ¡vuelve!, ¡porque no todo lo que anhelas se
puede alcanzar con un ingreso tan reducido!, ¡inventaremos algo
inútil y haremos que regreses!… ¡todo se vende señores!, ¡repite el
ciclo, una y otra vez!… ¡Hasta que seas feliz o creas que lo eres!,
¡sueña con una casa grande, un auto veloz, una hermosa chica,
una televisión en alta definición con todos los canales, viajar, lucir
ropa de marca, un móvil de última generación!, ¡tómate muchas
fotos!, ¡qué todos sientan envidia de ti!... ¿No te alcanza?, ¡no te
preocupes!… Ahí, justo a la vuelta espera tu único amigo en
esta vida: desde luego, es él: el amable banquero. Envejeces
pagando deudas, esperas tu pensión o algún subsidio…
Enfermas en la soledad y, ya sabes en que termina todo
esto… El ciclo de la vida se repite incesantemente… Tal
y como lo decía el padre de la economía: el crecimiento
económico regula el tamaño de la población… Y también
el modo de “Vida” en esta sociedad postmodernista y… ¡No
olvides, enorgullécete, haces parte de la era del conocimiento!:
antes creíamos en Dios, ahora en el dinero.

76
Y entonces llegó la econometría en sexto semestre.

¿A qué no adivinan? El mismo profesor de micro I, de


macro I y II fue nuestro profesor de econometría. Sexto
semestre, en los corredores se decía que, si se pasaba
econometría, el resto de la carrera era cuesta abajo. Resulta
que mi particular programa solo contaba con una única
econometría. Mientras en la mayoría de las universidades
a escala planetaria se debía cursar como mínimo dos
niveles, aquí solo se contaba con un semestre. En sexto
semestre la tasa de deserción llegó a su máxima expresión,
“Los sobrevivientes” podíamos reconocernos claramente,
y bueno, uno que otro había contado con excepcional
buena suerte. El grupo que había iniciado con más de 50
estudiantes, ahora quedaba reducido a 20, y los rumores
advertían que econometría era la materia más difícil de toda
la carrera. ¿Fue alguna visión del futuro? o ¿simplemente
una disposición a la concentración?, como sea me interesó
desde el principio. El primer modelo econométrico se
le atribuyó a Henry L. Moore en 1914, aunque antes,
concretamente en 1907, Rodolfo Benini fue quien se le midió
a la primera estimación de demanda. En 1910 el economista
Pawel Ciompa acuñó por primera vez el término de
econometría, pero en 1926 Ragnar Frisch, quien a su vez
fuera el primer premio Nobel de economía, sería quien se
encargaría de instaurar de manera definitiva el término
en la comunidad científica. No es una casualidad que la
econometría recibiera una especial atención en los albores
de la gran depresión norteamericana. De acuerdo con mi
profe, a partir de ese punto se desarrollaría rápidamente,
junto con el análisis de las expectativas aplicadas a temas
macroeconómicos. Había una gran cantidad de definiciones
de econometría, pero la que nos hizo conocer nuestro profe
ha sido sin duda la mejor, me refiero a la expresada por
Stefan Valavanis en 1959. La econometría es capaz de:

“Expresar las teorías económicas bajo una forma matemática a fin


de verificarlas por métodos estadísticos y medir el impacto de una

77
variable sobre otra, así como predecir acontecimientos futuros y
dar consejos de política económica ante resultados deseables”.

La econometría tiene dos características esenciales, la


primera es que es inexorablemente cuantitativa, la segunda
es que mantiene contacto con la realidad, a partir de cifras
estadísticas. Un modelo es una representación simplificada
de la realidad que a su vez es dinámica y compleja. Un
modelo es algo así como una caricatura de la realidad. Para
ser una buena caricatura debe conservar los principales
rasgos, pero no involucra todos los detalles, solamente los
más relevantes. La elaboración de un modelo econométrico,
supone un conjunto de procesos que, mínimamente, se
refieren a la especificación, donde se plantea el problema y
expresa a través de una ecuación, la estimación, donde se
mide el efecto de una variable sobre otra, la verificación,
donde se pretende dar confianza a los resultados y la
predicción y/o simulación, que es donde, finalmente se
efectúan recomendaciones de política. Lo más cautivante
de la econometría era que incorporaba de forma explícita
la existencia de un factor de error. El problema de las
teorías puras o de los modelos matemáticos, estriba
en la pretensión de que el análisis es el adecuado, es
correcto de entrada, en efecto, hay supuestos, pero no
presume equivocaciones, supone la existencia de una
mecánica precisa donde no cabe lo aleatorio.

Por el contrario, uno de los factores más importantes de la


econometría es precisamente el error. Ese error se ocasiona
por un inadecuado levantamiento y procesamiento de los
datos, por ejemplo, un encuestador que estaba cansado o
distraído, o que registró inadecuadamente la información
o que simplemente se inventó una respuesta. El error
contemplaba la posibilidad de que cuando vamos a
explicar algo, no tuviésemos la respuesta correcta, el factor
crítico, o que no pudiésemos medirlo o sencillamente, que
lo hayamos pasado por alto. El error incorporaba eventos
aleatorios como una amenaza de bomba, una pandemia

78
o una tragedia ambiental inesperada… (Lo que por
cierto ya no es algo tan casuístico, admitamos que no
es un buen ejemplo), eventos, en todo caso de los que
no podemos disponer de algún tipo de control, o en los
que nuestra capacidad de maniobra es muy pequeña, lo
impredecible, lo difícilmente cuantificable, lo que existe
pero no hemos descubierto aún de forma explícita, lo
que pasamos por alto, nuestras subjetividades, incluso
nuestras emociones o comportamiento no racional, todo
ello y más se combinaba en ese término de error, un
símbolo del acto simple de estar equivocados.

Las cosas empezaron a organizarse, empezaron a cobrar


sentido, el álgebra, el cálculo diferencial, matricial, la
estadística inferencial, la teoría económica, todo se
conjugaba de forma ordenada y coherente. Los procesos,
el detalle, el manejo de los datos, los métodos, el examen
de los supuestos… La econometría se constituía en
una herramienta de trabajo muy útil, importante y
ciertamente necesaria. Pero mi profesor insistía… ¡Es un
instrumento, por lo tanto, su uso debe ser prudente! Desde
luego, yo lo desconocía en ese instante, pero existen
econometristas peligrosos. Me di cuenta al poco tiempo de
culminar la materia. No recuerdo el nombre de los autores
(¡qué conveniente!), ni el nombre del artículo, pero se trataba
de un estudio sobre la salud en Colombia. El documento
comenzaba con algunas reflexiones de naturaleza
conceptual y teórica para continuar con unas breves líneas
sobre el problema en el país, lo de siempre, pocos recursos,
muchas necesidades, el tema de la eficiencia, ¡en fin!, el
punto era que, después de eso, los autores formulaban
unos modelos y se la pasaban haciendo reemplazos y más
reemplazos y, convertían una ecuación sencilla en una
maraña de letras y símbolos que, el mismo Adam Smith se
rascaría la cabeza en tratar siquiera de comprender… Y ya…
Eso era todo el artículo. El problema de la salud en Colombia
reducido a sistemas ecuacionales, métodos para reducir
la presencia de heterocedasticidad y autocorrelación…

79
He insistido en este punto varias veces ya, el abordaje a
los problemas económicos ha transitado por un proceso
evolutivo, casi comparable a los sistemas biológicos,
el método en economía y en ciencias sociales se ha
diseminado, posibilitando una gran cantidad de variantes,
la sustancia de cada situación, precisa un tratamiento
particular y, eso es apenas natural y comprensible, pero
no es difícil darse cuenta del abuso del extremismo en el
desmedido uso de las herramientas. Cuando abordas el
problema de la salud, y tus ideas se reducen a un par de
líneas sobre obviedades, y lo que sigue son un conjunto
de ecuaciones y ecuaciones que agotan tantas páginas
que evaden el problema… Entonces, te das cuenta que
hay algo que en definitiva no está bien15.

Lo mismo sucede si permaneces en el otro extremo de


la balanza. Mi papá y mi mamá lo decían con frecuencia
cuando yo era un niño, “el papel aguanta lo que sea”…
Conozco muy de cerca a los economistas excesivamente
teóricos y, no me parecen menos peligrosos que los
economistas desquiciadamente cuantitativos. Bajo la
comodidad de un escritorio, los paraísos teóricos hacen
posible dibujar mundos donde existen espesos bosques,
ríos cristalinos y enormes cielos azules, acompañados
del cántico de las aves y ciudades sin contaminación, con
personas felices y con empleos y salarios satisfactorios. El
modus operandi es siempre el mismo, el economista teórico
identifica un problema, lo critica y posteriormente ofrece
soluciones desde su propia perspectiva, que en general es
la adecuada. En consecuencia, la posibilidad de que asuma
un error es igual a cero. Aquí se evade, con frecuencia la
aplicación, esto implica el simple desarrollo de hipótesis y,
15
Una cuestión no menos importante, por su complejidad intrínseca, reside en
determinar hasta qué punto la producción científica se da crédito a sí misma, sin
detenerse en la propia realidad circundante, y hasta qué límite, desde la otra orilla,
el mercado se constituye en un instrumento efectivo para recoger y trasmitir esas
preocupaciones sociales, tanto a las instituciones generadoras de conocimiento,
como a las que corresponde el ejercicio de política aplicada. La complejidad también
se deriva de los actores, sus percepciones y su interacción en el contexto.

80
al no ser contrastadas con un contexto de forma empírica,
es evidente la naturaleza de un discurso que gravita en el
cómodo mundo de la retórica.

Cuando era estudiante de sexto semestre y cursaba


econometría I, ya empezaba a considerar la existencia de
posiciones extremas en el análisis económico. Es curioso
que consideremos que la media entre los extremos,
lo parsimonioso sea, otra vez… La búsqueda de un
equilibrio. Colocar en ambos lados de la balanza las teorías
y los instrumentos… En efecto, no pretendo sugerir
la combinación óptima, en el caso de que tan siquiera
exista o sea suficiente y sostenible, lo que me interesa,
en todo caso, es simplemente una consideración factible,
las teorías no son completas, son representaciones del
pensamiento, se restringen al menos por el espacio, la
percepción y el tiempo, por lo tanto, no son definitivas,
no pueden pasar por incuestionables y lo mismo sucede
con los métodos (cuantitativos y cualitativos), no existe
un único camino en las ciencias sociales, y la economía
no puede sola, igual que como sucede con nosotros como
especie, necesitamos de otros de forma permanente.
(¡Ouch por el individualismo!).

Otro problema recurrente es el que se deriva de casarse con


un único enfoque ideológico, por decirlo de forma simple,
creo que es buena cierta promiscuidad conceptual, dado
que nos permite más bagaje, más instrumentos. El otro
lado del espectro supone la existencia de una devoción
semi-absoluta, casi al nivel de una religión. Quien se
forma en una única opción cree apropiarse de las ideas,
pero termina siendo apropiado por una doctrina, termina
siendo poco menos que un instrumento, un replicador
habitual. En la medida que se avanza en las delimitaciones
y, se afianza en la profundidad de los conceptos y las
herramientas, se desarrolla una singular propensión
manifiesta a creer aquello en lo que el reclutado se sienta
seguro; en contraste, aquello que resulta desconocido se

81
percibe como grotesco, por lo tanto, se observa solo lo
que se quiere observar, se escucha solo aquello que nos
parezca conveniente, se piensa lo que se debe pensar,
se reproduce una incredulidad evidente frente a lo que
se ignora; de donde indefectiblemente, surge el rechazo
como respuesta prefabricada. Entonces, solo se cuenta
con una probabilidad. Pero el mundo continuamente
está abierto a infinidad de posibilidades, tantas como
deliberaciones conllevan la sustancia de la misma
materia. Piénsese, por ejemplo, en las variadas formas
de vida que la historia ha podido atestiguar, a partir
de una serie de condiciones necesarias, sin contar con
aquellas, de las que no tenemos registro alguno.

Es obvio que la econometría no es perfecta, pero es claro que


no asume esa pretensión. De hecho, mientras realizaba los
procesos de estimación y verificación a mano, consumiendo
hojas y hojas de papel durante las noches, tipeando una y
otra, y otra vez las teclas de mi calculadora, revisando que
no me haya equivocado en los cálculos, para obtener un
modelo más o menos decente, una idea se aproximó a mi
mente para no abandonarme durante largo tiempo. Fulano
es un niño y se le dice que uno más uno es igual a dos. Para
Fulano que percibe esto por primera vez, apenas tiene una
vaga idea de lo que significan los números, sus padres, sus
profesores, sus amigos repiten esto tantas veces como sea
necesario para que, al final, en la mente de Fulano la idea
sea tan interiorizada que le resulte como propia, razonable,
lógica. ¿Hay dos cosas iguales en el universo? Incluso los
electrones no ocupan el mismo espacio, ni sobreviven el
mismo periodo de tiempo para considerarse como iguales,
nuevamente, no se trata de una fotografía, sino de algo
más que una película. Si esto es en alguna medida posible,
la matemática constituye una ciencia normativa que usa
modelos que intentan desde nuestra consciencia imperfecta
conducirnos a resultados exactos. Alguien seguramente
planteará que la matemática es natural, que la humanidad
simplemente la descubre… El problema con esto es que

82
nuestra forma de percibir la realidad no se ha caracterizado
especialmente por su exactitud, sino por el contrario, el error
como una constante… De hecho, el análisis de lo probable
es lo que justifica la existencia misma de la estadística.

Descubrí que podía ser “un buen mecánico”, incluso me


interesó el papel del software y de la programación, el
tratamiento de los datos, los procesos de depuración
de cifras, todo lo relacionado con la modelación, pero la
presencia de un error, el hecho de comprobar una hipótesis
y trabajar sobre evidencia empírica, llamó poderosamente
mi atención en los años futuros… No había garantía de
nada, solo sabía que me gustaba la econometría.

¿Consideraba estar equivocado en aquella época?,


¿considero tener la razón en los días que corren?...
Por lo general, me equivoco, luego me arrepiento,
intento aprender y trato de continuar, es posible
que experimentemos estos ciclos con intensidades y
duraciones diferentes, pero existe la probabilidad de que,
aquello que denominamos como vida, tenga algunos
ciclos comunes, otros sin duda serán muy diferentes, sin
embargo, el punto es que no puedo cerrarme frente a lo
que escribo y pienso como una verdad incuestionable,
seguramente alguien con más conocimiento e inteligencia
puede ilustrarme y al menos, conseguir que me ponga
en tela de juicio a mí mismo, y eso es bueno, lo que me
parece es que a la economía como ciencia, precisamente
este acto simple le cuesta mucho trabajo, podría ser que
nos preocupe que todo se venga abajo, que se derrumbe
a pesar de lo mucho que se ha invertido en tiempo y en
energía, y por lo tanto, exista una resistencia al cambio…
Pero esa es indudablemente una conducta anticientífica y
es preocupante que no podamos advertirlo y admitirlo.

Imagínese por un instante que estos eran mis


pensamientos en aquella época, hice un par de intentos
por escribir y compartir estas ideas mías… En general,

83
recibí críticas mixtas, así que mientras me guardaba
todo esto para el futuro, decidí pensar en mi trabajo de
grado… Mientras eso pasaba, cursaba al tiempo que
econometría, desarrollo económico. Creía para mis
adentros que era un buen momento para atender lo social,
no podía ser que, hubiésemos evitado o pospuesto durante
tanto tiempo temas tan delicados… Justo cuando menos
te lo esperas, entonces recibes otro golpe en los bajos. Lo
que estudiamos fue en esencia modelos de crecimiento.
Me sentía como cuando vas al cine con la promesa de
una buena película y sales totalmente contrariado. ¿Qué
demonios era eso?, nunca hablamos de la pobreza, de
la salud, del papel de la educación o la investigación
científica, ni siquiera de la calidad de vida… En su lugar,
más modelos determinísticos, más de lo mismo, y fue
claro para mí que, existe una esperanza insospechada en
las bondades del crecimiento económico. Prácticamente
todo puedes subsanarlo con producción. Nos enseñan
a que consumir es algo importante para ser felices y,
entonces nos promueven consumir mucho más… Tanto
que no pensamos si por un momento existen los recursos
para efectivamente producirlo. Si agotamos los recursos,
simplemente nos desplazamos a un lugar donde sean más
abundantes… Y seguimos consumiendo…

Es claro que la economía afecta el desarrollo y bienestar de


las personas, pero esto no significa que la economía deba
ser lo preponderante o que el bienestar humano se limite
exclusivamente a lo económico. Esto que resulta apenas
obvio, es obviado cuando se estudian los principios
sobre los cuales se edifica la ciencia. Un ejemplo de este
razonamiento infantil sucede cuando analizamos el
destino de Fulano. ¿Es prudente que Fulano dependa de
la protección de sus padres? o ¿debe Fulano valerse por
sí mismo como individuo independiente? La respuesta,
en efecto depende de la información que tengamos
sobre las condiciones de Fulano, y no solo nos referimos
a su situación económica, porque todo cuanto rodea

84
a Fulano trasciende el espectro de lo económico. Una
respuesta es la que se obtiene si Fulano tiene 3 años, y otra
diferente si cuenta con 50. Por absurdo que parezca, en
economía existen preguntas como: ¿necesita la sociedad
de la presencia del Estado o es preferible dejar que los
mercados se regulen sin restricciones para alcanzar el
máximo bienestar colectivo?

Y encuentras defensores a ultranza de la libertad… Y es


apenas obvio que los seres humanos necesitamos libertad
para desarrollarnos como individuos, pero es cierto
que el papel del Estado reside en proveer una serie de
condiciones para la convivencia y el desarrollo colectivo
de la sociedad, incluso para asegurar esa pretendida
conceptualización de libertad. Ahora, si el Estado trata
a Fulano como un niño, Fulano nunca podrá tomar las
riendas de su destino… Pero no puedes dejar a Fulano
en la mitad del mundo cuando tiene esos mismos tres
años, esperando que las libres fuerzas del mercado le
permitan sobrevivir por su propia cuenta. Estos ejemplos
extremistas, son solo una forma de ilustrar la estupidez a
la que nos conducen las posturas radicales. No cuestiono
el papel del crecimiento económico para posibilitar un
mayor bienestar, pero se trata solamente de un factor
frente a otro que es mucho más complejo. La ilusión de
libertad… La ilusión de sentirnos protegidos…

En octavo semestre comencé mi trabajo de grado, el tema


siempre estuvo allí… Era el desempleo. No me había dado
cuenta de varias cosas en el camino, mis compañeros de
clase me guardaban respeto, de alguna forma me sentía
escuchado con atención cuando preguntaba en clases,
y en mis trabajos intentaba plantear mis propias ideas,
defendiendo mis puntos de vista… Y entonces sucedió,
vinieron las matrículas de honor e incluso, un compañero
me dio un trabajo en un negocio pequeño en el centro de la
ciudad. Mi hermana había entrado a la Universidad un par
de semestres atrás y a pesar de las afugias, una convicción

85
sobre mi futuro se formó en todo este tiempo… Deseaba ser
profesor… Me quemé las pestañas y trabajaba lo mejor que
podía… Y mi tesis avanzaba a pasos lentos pero seguros,
sería algo muy diferente a todo lo que se había hecho
hasta entonces, las causas económicas del desempleo en la
ciudad… Y contaba con un buen amigo abordo.

Hacer una tesis no es una tarea fácil, sobre todo si es


la primera vez. Recuerdo que la decisión de hacer tesis
entrañaba al menos dos altos costos de oportunidad.
El primero, como habitualmente lo es en la vida, tiene
que ver con el tiempo. Vivimos en la sociedad de los
afanes, todo debe hacerse rápido, las cosas deben ser
ágiles, dinámicas, inmediatas. Deseamos vivir a prisa…
Vivir lo más posible, porque el tiempo es limitado. Es
curioso el término “carrera profesional” porque implica
velocidad y competencia, incluso es muy común
encontrar de la mano de los contenidos curriculares de
una asignatura, un acápite relacionado con la “formación
de competencias” como si debiese formarse para competir.
Hacer una tesis implicaba un tiempo que nos separaba
de ser profesionales, ingresar al mercado laboral y
empezar a “disfrutar de los beneficios de tantos años de
estudio y sacrificio”. En ese tiempo, yo era muy inocente
y pensaba que habría recompensas cuando uno intenta
hacer las cosas bien, de modo que ese tiempo era un
costo muy relevante. Lo segundo es que, el trabajo de
grado no era la única opción factible. Uno podía hacer
pasantía. La pasantía era una práctica en una entidad,
preferiblemente una empresa, la idea era vincularse con
una institución que le permitiera al practicante efectuar
tareas propias de un economista, eso suponía un primer
contacto laboral y una posibilidad… Y eso, en la época
crítica que todos vivíamos era poderosamente atractivo.

Siempre me ha gustado escribir… Desde niño, fue algo


que compartí con la lectura, el primer libro que leí fue un
pequeño cuento de Oscar Wilde intitulado “El ruiseñor

86
y la rosa”… El segundo fue “El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra…
Una versión ligera que accidentalmente llegó a mis
torpes manos y terminé leyendo entretenido por el calor
de las batallas y, el estremecimiento que me produjera
el Caballero de la Blanca Luna, el bachiller Sansón
Carrasco como oponente final del Caballero de la Triste
Figura. Leer y escribir me hacían imaginar historias
sobre otros mundos, otros lugares, otras personas que
se recreaban al interior de mi mente… Y que luego,
con una maltrecha redacción intentaba proyectar en
viejas hojas de papel… Luego vendría la poesía y con
ella, un universo de infinitas posibilidades… Todo esto
para decir que, escribir se me da relativamente bien,
pero era una excepción en medio de mis compañeros…
La mayoría prefirió la práctica, aunque muy pocos
realmente se engancharon, se podía ver en sus rostros
el enfado de ser relegados a tareas intrascendentes, y sin
la menor esperanza de vinculación… Supe entonces que
mi decisión había sido la correcta… Aun así… El trabajo
demoró dos años… El último año del plan de estudios y
uno más exclusivamente dedicado a la tesis.

Releer… Cuando revisas las cosas con más calma, te das


cuenta que sueles dejar pasar detalles importantes. En
microeconomía es relevante estudiar el comportamiento
individual de los agentes económicos en el mercado.
Uno de los temas definitivos estriba en comprender
los fundamentos de la elección. Gossen planteó que
uno de los propósitos de la existencia humana residía
en maximizar el placer minimizando el dolor, esta
visión hedonista aplicada a la economía supone que la
búsqueda de la utilidad o el beneficio propio constituyen
el principal objetivo del análisis… ¿Qué sucede
entonces con la solidaridad?, ¿con la cooperación?... Dos
estudiantes decidieron trabajar una tesis, el propósito
era graduarse, pero graduarse bien, y hubo mucha
solidaridad, si bien mi preocupación sobre la situación

87
laboral seguía siendo latente, tenía un propósito claro y
era dejar huella, trascender. En aquella época pensaba
que era posible que no pudiera volver a la Universidad,
podía ser la única oportunidad para dejar algo que
tuviese mi nombre y de lo cual me sintiese satisfecho.
Elegir con buen juicio la opción de grado, elegir un
copiloto adecuado, elegir el tema, el problema, los
objetivos, el método, la literatura, todo tenía un interés,
lo que me preguntaba era si la búsqueda de ese propósito
altruista o no, consideraba a la par, la idea del mínimo
coste… Para mí no funcionaba así, estaba invirtiendo un
tiempo que no era el mínimo posible, y tenía urgencias
domésticas que atender. La racionalidad económica no
era algo que se aplicase a nuestra elección de opción
de grado, al menos por completo, si así hubiese sido,
habría hecho una pasantía, o al hacer la tesis habría
pensado en un tema no complejo y habría contemplado
el menor tiempo factible. Obtener la máxima nota al
mínimo esfuerzo posible no operaba en mi caso… Si lo
que pretendía era el mejor de los resultados, lo que tenía
que hacer era invertir la mayor dedicación posible.

Lo primero es leer… Uno necesita leer para saber qué


es lo que va a investigar… Por supuesto, uno sabe
que quiere identificar las causas del desempleo, pero
necesitas literatura para darte cuenta que el problema no
solo se limita a una condición económica. Existen causas
psicológicas, políticas, culturales, entre muchas otras. La
lectura nos permitió acordar que lo que nos interesaba
eran los determinantes económicos y esto mismo,
introducía una de las primeras delimitaciones a tener
en cuenta, sobre todo para formular objetivos plausibles.
Construir un marco teórico implicaba una revisión
de las escuelas del pensamiento y, en lo posible de los
autores que, dentro de ellas señalan las ideas específicas,
la denominación de escuelas introduce generalidades
que pasan por alto los detalles, con frecuencia, puedes
encontrar autores que, a pesar de ser inscritos con una

88
escuela del pensamiento, tienen conceptualizaciones
divergentes, por ejemplo William Petty es comúnmente
asociado al mercantilismo y sin embargo, su tesis
descansa en que es el trabajo la fuente originaria del
valor, razón por la cual, no resulta tan descabellado
clasificarlo como un pensador clásico.

Efectuar un marco teórico conlleva ciertos riesgos


intrínsecos, uno de ellos descansa en limitarse a describir
el pensamiento de otros, lo que de entrada, constituye una
somera inspección a lo ajeno, pero también podemos caer
en el peligro de presentar el marco como una discusión
de conceptos que se gestaron en condiciones diferentes
de percepción, tiempo y espacio. No parece muy justo
enfrentar a Adam Smith y su visión de la Inglaterra
de 1776 con Xavier Sala i Martín y sus percepciones de
la crisis económica en la España de 2008. Una de las
cosas que advierto, no solo para los economistas, sino
en general, para los científicos sociales, es que deben
atender las condiciones, tanto de texto como de contexto,
que caracterizan un problema, lo anterior puede evitar
muchos malentendidos.

¡En fin!, la construcción de nuestro marco teórico se


efectuó a partir de la revisión de los propios autores, la
intención era evitar el máximo ruido posible, la cita de
la cita de la cita… Lo que me llevó a gratas sorpresas,
como encontrar en el libro V de la Riqueza de las
Naciones, una postura interesante sobre la necesidad de
la intervención del Estado en los asuntos económicos y,
particularmente, sobre el mantenimiento de una política
de financiamiento que, propendía por las clases sociales
más vulnerables frente a la división del trabajo como
fundamento de la propia riqueza nacional; el propio Smith
advirtió con esto las fallas del mercado. Esta apuesta
era especialmente relevante para mí porque, desde
aquella época, fui un estudiante escéptico. Me resistía
a creer en el libre mercado como una superestructura

89
con irrestrictas facultades divinas, capaz de garantizar
la felicidad humana limitándola al consumo. El Estado
de otra parte, podía acumular incentivos para la
corrupción y la ineficiencia, podía abandonar el interés
general y asumir un interés particular sobre la base
del poder político y económico, tal y como lo hemos
ilustrado antes… El escepticismo también me llevó a
desconfiar de las propuestas que combinaban mercado
y Estado suponiendo como resultado lo mejor de ambos
mundos… Un exceso de optimismo puede llevarnos a
soñar sin poner los pies en la tierra… Y todo aterrizaje
implica estar preparados, incluso en el peor escenario.

La dificultad de nuestro marco teórico era evidente


para mí… Como he dicho, se limitaba a describir las
ideas de otros16… Entonces tuve una nítida óptica
acerca de lo que debíamos hacer… Era imprescindible
arriesgar nuestro propio enfoque, así propusimos
la idea de que el empleo era el factor clave de la
economía, a diferencia del mercado de capitales, en el
que la sustancia descansaba en el dinero o, del mercado
de bienes y servicios donde la esencia reposaba en el
producto; el mercado de trabajo estaba conformado por
personas y, esta cualidad constituía para nosotros una
diferencia notable. Es el empleo el que tiene un efecto
multiplicador en la economía, para ponerlo en términos
simples, quien tiene empleo cuenta con una fuente de
ingresos, si las condiciones lo permiten, puede ahorrar
e incluso invertir, quien cuenta con un empleo puede
hacer efectivos sus anhelos de consumo, en mayor
o menor medida, según las circunstancias, y es ese
dinamismo el que promueve el comportamiento que

16
En ese instante, no era tan claro para mí que a medida que un economista
se introduce más y más en la literatura y en los métodos asociados a la misma,
puede sin duda pretender que, de forma selectiva y progresiva ha encontrado el
enfoque. Luego el apasionamiento por una idea o un conjunto de autores puede
llevarlo fácilmente a creer que se ha hecho a la razón, pero en su lugar solo se
limita a repetir lo que otros, y esto es muy común en economía.

90
asume la demanda agregada, que a su vez introducirá
las expectativas necesarias para que, la producción
continúe su senda de expansión, implicando la
generación de mayores plazas laborales. Pero las
relaciones no solo se evidenciaban en el tiempo, sino
también en el espacio, si Fulano contaba con empleo,
podía hacer arreglar su casa y con ello generar el
empleo de Zutano y así el empleo de Mengano…

Suponga que Mengano está desempleado y ha pasado


tanto tiempo que se encuentra desanimado y triste,
se siente excluido no solo del mercado laboral, sino
también de participar en la sociedad, pero esa exclusión
es relativa porque las cuentas de la casa, los impuestos y
los intereses bancarios no se olvidan de él. Dejemos que
la libertad de mercado resuelva las cosas… En caso de
un dinámico crecimiento económico, los empresarios
suelen preferir a trabajadores jóvenes y actualizados,
adecuadamente formados con algo de experiencia, ágiles
y dispuestos a presiones laborales que trascienden los
vínculos sentimentales y familiares. Mengano no es tan
joven ya y tiene problemas emocionales (como todos),
en su situación de desempleo la vida no es tan sencilla.
¿Puede solicitar un crédito empresarial?... El amable
banquero pronto descubrirá que Mengano es poco
confiable en términos de garantías… ¡Su solicitud ha sido
rechazada!, ¡pero siga ahorrando con nosotros!, ¡siguiente por
favor!... Y el romanticismo del emprendimiento llega así
a su trágico final.

Un Estado corrupto propondría en el congreso subsidios


para las personas en la situación de Mengano… Digamos
por ejemplo $100. De a poco, los procesos burocráticos,
la ineficiencia, la ausencia de transparencia implicarían
que Mengano reciba la mísera suma de $5… Cuantía
que no le alcanza ni siquiera para alimentarse… En una
realidad alterna, incluso con un Estado transparente,
Mengano recibirá los $100 y se acostumbrará a vivir

91
de la ayuda pública manteniéndose improductivo…
(Otro problema conceptual interesante es lo que hoy
concebimos como productivo e improductivo)17.

De ese modo, nuestra propuesta se basaba, esencialmente


en una política de subvención al desempleo entre lo
Smithiano y lo Keynesiano. Antes de que Mengano cometa
un crimen, fruto de la desesperación, un programa estatal
lo formaría, por decir un ejemplo, en el complejo arte de
la producción de calzado. Mengano aprendería el oficio al
tiempo que conocería las condiciones, procesos, materiales,
tiempos y costos que se requieren en la tarea. Una vez
finalizado el curso, Mengano, Zutano y Fulano recibirían
un capital semilla, expresado en maquinaria, un pequeño
taller, materia prima y herramientas. Ahora todo depende
de ellos. El programa cumplió con ayudarles con lo básico,
obviamente puede haber asistencia técnica en áreas como
el mercadeo o el acceso a mercados internacionales, pero la
intervención en el sentido keynesiano debía ser efímera…
Ahora, en condiciones un poco menos hostiles, podemos
esperar cómo se comporta el mercado. El padre ha cuidado
bien del hijo, este ha llegado a la mayoría de edad y puede
enfrentarse al mundo con todo lo aprendido, su autonomía
solo puede ser producto de su propia experiencia, pero al
menos, tendría unas condiciones previas que asegurarían su
supervivencia en un universo que no dejará de ser adverso.

Después del marco teórico era necesario un análisis del


contexto, así que analizamos la situación en Colombia.
Lo que en esa tesis nunca se contó es que antes de
que pudiéramos llegar al segundo capítulo, habíamos
invertido cerca de ocho meses solamente en el marco

17
En economía la discusión sobre trabajo productivo e improductivo fue
dada por François Quesnay en 1759 mediante la Tableau économique, un sistema
de relaciones intersectoriales, donde el trabajo productivo correspondía a toda
aquella actividad capaz de generar un excedente sobre el producto. En contraste,
lo improductivo carecía de esa facultad y por tanto era considerado como estéril.
El tema pasó a Smith, Ricardo, Malthus, Marx y continúa vigente en la actualidad.

92
teórico… Recuerdo haber elaborado un tratado exclusivo
sobre la visión de Smith que, incluso me permitía
demostrar que la curva de Phillips estaba planteada
desde la Riqueza de las Naciones. La Curva de Phillips
se define como una regularidad empírica, inicialmente
era una relación entre el desempleo y los salarios, en
términos no complejos, un desempleo elevado presiona
los salarios a la baja, luego se reemplazaron los salarios
por la inflación que no es otra cosa que el crecimiento
experimentado por los precios… ¡No lo olvides! Lo que se
inflan son los precios, el problema es que ese crecimiento
sea mayor que el crecimiento de nuestros ingresos, si en
una carrera la inflación toma la delantera y el ritmo de
los ingresos se queda atrás… Lo poco que tenemos será
menos que nada.

Nuestro asesor, que fue el mismo profe de econometría,


nos regañó a tal punto que, nos despertó de un letargo
teórico, que amenazaba con impedir nuestra graduación
por lo menos otros dos años… Esa historia fue curiosa,
porque lo buscamos llenos de orgullo por tener un marco
tan estructurado y, lo que obtuvimos fue una bofetada…
¡Ya dejen los mundos teóricos!… En retrospectiva fue
más que necesario… De otro modo, aún seguiría
ensimismado en abstracciones extremistas. En estas
condiciones, el análisis de lo que pasaba en Colombia
fue un poco más ágil, pero prácticamente nos obligó a
revisar la historia reciente de la economía colombiana
y eso no constituyó tarea fácil. Fue un trabajo arduo,
aunque, también es cierto que nos la pasamos genial,
incluso nuestro asesor escribió un par de renglones y
nos ayudó con un poco más que puntos y comas en este
apartado, un hombre realmente comprometido con la
causa y francamente se notaba que estaba emocionado
por los primeros resultados…

Por convención, los análisis sobre el desempleo


contemplaban el crecimiento económico… La literatura

93
nos sugirió incorporar el papel de la inflación y con
ella, el de los salarios reales, que son los salarios
ajustados por el crecimiento de los precios. También
pensamos en el papel del gasto público y dentro del
mismo, aquel que corresponde a la inversión social y lo
dedicado a educación y capacitación. Ahora teníamos
una visión sobre los objetivos y estábamos a puertas
de estrellarnos, una vez más, con un obstáculo que
suponía un peligro no menor para toda la integridad
del trabajo. Cuando realizas este tipo de ejercicios,
debes asegurarte de varias cosas antes… Debes ser un
estratega de herramientas en un ambiente hostil. Una
de ellas es el acceso a la información… Y en especial, lo
relacionado con la estructuración y el ordenamiento de
las bases de datos… ¡Cifras!... Es propio de un economista
expresar sus ideas bajo la tutela de autores relevantes
y la asistencia de estadísticas oficiales… Creo que, esto
último, lo habíamos pasado por alto en el caso de nuestra
pequeña ciudad. No éramos idiotas, pero si inexpertos.
Claro que contábamos con cifras del desempleo, yo
mismo había recopilado una serie bastante completa
desde 1989 hasta 2002 que, incluso estaba muy depurada
y más que actualizada. Los datos de inflación podíamos
obtenerlos sin mayores complicaciones y el cálculo de los
salarios reales era relativamente sencillo… Los datos de
gasto público municipal se encontraban en la Alcaldía
y en los informes de gestión de los gobiernos locales, la
tarea con ello, era que había que deflactar18, (aplicar una
tasa de ajuste por inflación) y ¡listo!, no había problema
con eso, pero no teníamos el crecimiento económico de
la ciudad y… Esa era una variable muy relevante…
18
Variables como los ingresos, salarios o la inversión, entre otras, tienen un
comportamiento que debe ser estudiado con el efecto que la dinámica de los precios
ejerce sobre ellas. $1000 al día de hoy no son iguales a $1000 de hace 10 años. Una
de las variables que explica la diferencia que ese dinero tiene en el tiempo, reside
precisamente en que los precios de los bienes y servicios cambian en ese periodo. La
consecuencia de esta situación explica por qué las personas mueven sus inversiones.
De mantenerlas estáticas ante un incremento de los precios, lo que sobreviene es una
pérdida de valor para el propietario de cualquier cantidad de capital.

94
¿Renunciar al objetivo de analizar los efectos del
crecimiento sobre el desempleo era factible?... Podríamos
intentar el uso de una proxy, (variable de aproximación),
sobre una serie construida a partir de las inversiones
en activos que las empresas reportan en las cámaras
de comercio, (esto es algo así como lo que las empresas
registran en capital de inversión), pero sabíamos, en
todo caso, que no era la producción… ¡¡¡En conclusión,
estábamos jodidos!!! Que el crecimiento de la producción
no haya sido objeto de cuantificación implicaba varias
cosas… No solo que no podíamos trabajar una de las más
importantes variables que contribuyen a la explicación del
desempleo, lo que dificultaba el análisis académico, sino
además, que la política económica municipal no tenía una
unidad de medida… En efecto, esto te hace preguntar ¿qué
demonios hace el secretario de hacienda municipal?... ¿O
el propio alcalde? Suponga que usted es el gerente de
una empresa y quiere diagnosticarla a fin de conocer
cómo va… Entonces quiere ver cuánto se produce y qué
se produce… Imagine que cuando usted indaga nadie
le da razón de nada… Y descubre con amargura que el
dato no se ha medido y, por lo tanto, las decisiones que
históricamente se han tomado, se efectuaron con base en
un pálpito, en una sospecha, en una intuición…

Cuando estudias economía te dicen que existen dos


enfoques… Uno es el micro y el otro es el macro… En el
micro analizas el comportamiento de los individuos, en
el macro analizas dinámicas colectivas… La cosa es que,
los enfoques no implican separación… Un economista
debería ser un científico que es capaz de afinar un ojo para
ver el detalle, al tiempo que, su otro ojo no pierde el lente
del cuadro general19. La cuestión con esto es que existe
un equipo de estadísticos que miden el crecimiento de la

19
Recomiendo el texto de Jorge Iván González intitulado “La dicotomía
micro - macro no es pertinente”, publicado en Revista de Economía Institucional,
volumen 6 de 2004 por la Universidad Externado de Colombia.

95
economía nacional, de hecho, es una institución específica
para la cuantificación, eso supone un trabajo macro,
entonces ¿cómo era posible eso sin medir el crecimiento
económico de las ciudades?… Como yo lo veía se trataba
de una desagregación espacial… Resulta que el método
con que se calcula ese indicador tiene la posibilidad de
discriminar ramas de la actividad económica y también
componentes como la inversión, el gasto de consumo
entre otras, pero no incluye una desagregación espacial
que comprenda a las ciudades. Para ese entonces solo
contábamos con unos pocos datos del departamento,
pero del municipio no había nada… Venían días y meses
oscuros y desesperanzadores…

Cuando abordas un libro de texto, sobre un determinado


campo del conocimiento, la actitud que usualmente uno
asume como lector es, la mayor parte de las veces, la que
corresponde a un espectador que contempla la escena
de forma pasiva, en el sentido de tratar de informarse
sobre aquello que se estudia… Es casi como si te
dijeran ¡calla y presta atención! No obstante, existe cierta
perversidad cuando, a lo largo de una vida, el camino
del conocimiento se basa en ¡calla y presta atención!... La
forma cómo aprendemos no debe ser estática y mucho
menos quedarse en lo pasivo… Cuando se tiene un
criterio medianamente maduro, se debe cuestionar lo que
es susceptible de cuestionamiento… ¡Qué inverosímil era
saber que el destino económico de mi ciudad no tenía norte, ni
sur!... Un conjunto de buenas intenciones… A lo mejor, un
discurso elocuente cargado de retórica y semántica, quizás
la efervescencia de un instante efímero… Sin indicadores,
con todo lo imperfectos que puedan llegar a ser… ¿Qué
unidad de medida nos permitía saber si el ritmo cardiaco
de nuestra economía local mejoraba o empeoraba?, ¿bajo
qué criterios se hacía la política económica en la ciudad?...
¿Cómo podías diagnosticar al paciente y administrar los
medicamentos necesarios sin un examen concreto, sin
considerar un cuadro mínimo de estadísticas vitales?...

96
Pero lo terrible de la situación no descansaba únicamente
en descubrir la ausencia de información mínima necesaria
para la toma de decisiones sociales, lo abominable era
considerar que, de una parte, al ciudadano del común
no le interesaba o, no contaba con la formación suficiente
para levantar la mano, pedir la palabra y participar
del proceso, que en última instancia afectaba su vida
económica y la de sus seres queridos… Sino también,
en que, de otra parte, ese desconocimiento manifiesto
implicaba que los recursos con que se disponía en un
contexto determinado, podían fácilmente obedecer a
otras pretensiones de naturalezas ajenas al bienestar
colectivo, y que, en todo caso, terminaban por beneficiar
intereses personales de políticos corruptos, bajo la secreta
complicidad de prácticas recurrentes que, se habían
inscrito, tan profundamente en la memoria colectiva de la
sociedad misma a través de la historia, convirtiéndose en
un fenómeno tan absolutamente asimilado por cada uno
de nosotros, que cada quien terminaba por acostumbrarse
y no efectuar ningún tipo de reparo al respecto.

Por esos días, nuestro asesor había efectuado un análisis


del desempleo y el crecimiento en Colombia a través de
una estimación lineal muy sencilla. Asumamos que una
ecuación es como una balanza. Piensa en una clásica
balanza de madera con un tornillo en el centro que
permite que los platos que se encuentran en los extremos
se mantengan en equilibrio. El centro de la balanza debe
ser fijo y estable, pero debe permitir que los extremos
puedan variar de acuerdo con el peso que colocas en
ellos. En una ecuación tienes variables que mueven la
balanza y constantes que la mantienen fija en el centro.
Por decirlo de forma muy didáctica, una variable varía
y la constante se mantiene invariable. El trabajo de mi
profe, que en realidad, había efectuado como parte de
su tiempo libre y a lo mejor, se habría animado a incluir
en clase como herramienta pedagógica, consistía en
explicar cómo el desempleo afectaba el crecimiento y,

97
a su vez, cómo el crecimiento afectaba el desempleo…
A un nivel muy elemental sus resultados eran muy
buenos. Entonces decidí tomar las ecuaciones, pero
en particular la ecuación que explicaba el crecimiento
a partir del desempleo y, reemplazar los datos del
desempleo nacional por los locales, conservando las
constantes obtenidas por él, para tener como resultado
una simulación de lo que podría ser el crecimiento
económico municipal…

Esta función accidental, sin embargo, tenía sentido,


iba en la línea de proponer que la clave de la actividad
económica era el empleo, y en este caso, utilizábamos
la otra cara de la moneda que era precisamente el
desempleo mismo. La idea era que, el desempleo elevado
reducía el dinamismo económico, mientras que, un bajo
desempleo lo estimulaba. En esencia, proponíamos que
las funciones de producción que, señalaban que el capital
invertido era un factor suficiente estaban equivocadas…
Curiosamente, este ejercicio no tenía precedentes y nos
permitía obtener los datos de crecimiento que tanto
necesitábamos… No obstante, la cuestión se sintetizaba
en haber obtenido una simulación del crecimiento
económico municipal mediante el desempleo local
para, explicar el mismo desempleo local a partir del
crecimiento económico municipal simulado… ¿No
estábamos forzando las cosas? Para explicarme mejor, me
sentía como si estuviese construyendo un monstruo de
Frankenstein… En suma, estaba preparando la respuesta
antes de formular la pregunta… Pero no tenía nada más a
mi disposición… Ahora que veo este procedimiento con
el tiempo, me parece ingenioso, pero por desesperado
resulta relativamente incorrecto, interesante como
ejercicio académico, y sin embargo, insuficiente para
explicar una realidad dada. El problema es que a las
cifras que manejamos en el análisis económico les
sucede lo mismo, ¿qué cifra estadística captura de forma
fidedigna la realidad?

98
En fin, habíamos de analizar el desempleo y su relación
con el crecimiento, la inflación, los salarios reales, el
gasto público… Y todo parecía indicar que la tarea
estaba terminada… Pero sentía que algo faltaba,
sospechaba que no era suficiente… Toda investigación
tiene restricciones y, la nuestra, era particularmente
limitada… Había un dejo de insatisfacción en el
aire… ¿Qué hacer?... Simple… Habíamos estudiado
el problema, ahora teníamos que pensar en las
soluciones… Aún quedaban muchos arrestos en el
tintero… La experiencia nos había cambiado más de lo
que esperábamos… Nuestra forma de concebir el mundo
se había vuelto más aguda, más compleja… Y buena
parte de quienes éramos nos conducía inexorablemente
a un mismo punto… “el poder del conocimiento”… El
conocimiento es producido por la investigación y, esta a
su vez, se promueve como el resultado de una curiosidad,
de poner a prueba una hipótesis, de ser escéptico, de no
tragar entero… Luego, lo que deviene es la transferencia…
Compartir… Eso se hace mediante la educación… El
profesor expone los resultados, siembra nuevas semillas
de duda y, entonces, el estudiante escéptico decide
explorar y, la investigación se sucede de nuevo… Como
una suerte de milagro recurrente.

Redactamos un capítulo exclusivamente dedicado a


las propuestas de solución… Cuyo corazón se centraba
en la investigación y la educación, señalamos que esos
elementos no son económicos, pero su influencia es
de insospechada trascendencia, planteamos que el
programa de subvenciones transitorias debería financiar
la capacitación en materia laboral y servir de apoyo para
incubar microempresas. “Enseñar a pescar”. La educación
y la investigación debían constituir el fundamento de
política económica y, el primer paso era la medición de
los indicadores de la actividad productiva municipal.
Pensamos como trabajadores asalariados debido a
profundas raíces culturales instauradas en la memoria

99
colectiva, cambiar esa cosmovisión económica implicaba
una profunda transformación en nuestra forma de pensar
y, de nuestra identidad heredada por siglos… El papel del
Estado era relevante, pero ni era suficiente, ni definitivo,
ni permanente. El mercado no era otra cosa que la suma
de decisiones humanas y, su característica esencial era
el error, desde luego, podemos aprender de nuestros
errores… El mercado no es perfecto, ni es suficiente, ni
definitivo, ni permanente. El asunto clave era ¿qué tan
inteligentes somos para superar nuestros obstáculos en
contexto?… En efecto, la investigación y la educación se
presentaban, como antes, en respuestas inmediatas… La
cosa era ¿qué tan suficientes, definitivas y permanentes
son ellas, bajo una visión antropocentrista de la vida
misma?… Suponemos, por tendencia, a creer que el
conocimiento humano es todo cuanto requerimos para
enfrentar un problema… ¿No es acaso eso pretensioso?

El Estado y el mercado son construcciones sociales que


parten de una idea humana, y lo humano es por defecto
imperfecto. El sempiterno debate entre uno y otro, no
es más que una extensión del dilema dual, día versus
noche, aceptar versus rechazar, claro versus oscuro,
vida versus muerte… Sin embargo, ese reduccionismo
binario no era precisamente el problema, ni mucho
menos la sustancia necesaria para encontrar una
solución, que de cualquier modo, no podía aspirar a ser
ni suficiente, ni definitiva, ni permanente… Los sucesos
que se describen a lo largo de la existencia no conocen
extremos únicamente y, existe una gama infinita de
colores… Cuando terminé mi tesis creía decididamente
que los economistas somos soñadores… Tanto los
teóricos que tejen mundos fantásticos, ensimismados
en relaciones mecánicas, introduciendo incluso,
ecuaciones que buscan replicar las conclusiones de la
física, como aquellos que revisan la historia tratando
de explicar los sucesos de acuerdo con la percepción de
quienes la escriben, no se me escapan los que pretenden

100
ser meridianamente pragmáticos y no obstante, repiten
los mismos errores… Pensaba que las crisis económicas
eran la manifestación más profunda de algo, por
ejemplo, la crisis de valores del mercado financiero, era
una crisis de otro tipo de valores como el respeto o la
confianza… Escribía las últimas pinceladas del trabajo
en una escala de grises que trascendía entre la luz y la
oscuridad, el desvelo, la presión, el trabajo, la lectura,
la preocupación… Y no sabía a “ciencia cierta” si habría
recompensa.

¿Las personas más inteligentes tienden a ser más


depresivas?... En economía, si buscas lo suficiente puedes
encontrar una respuesta… De facto, puedes encontrar
evidencia empírica y recomendaciones… Hay preguntas
que, puedes pensar que no tienen nada que ver con la
economía y, sin embargo, su explicación, incorrecta o
no (más lo primero que lo segundo), se ha efectuado
utilizando métodos económicos. Más información, más
preocupación, menos posibilidad para hacer algo, más
infelicidad… ¿No deberíamos ser más felices con mayor
información sobre las cosas divertidas?... ¿Acaso hay
una propensión humana a la fatalidad?... Sustentamos
nuestra tesis. Recuerdo que había mucha gente, tanto
que una buena cantidad de amigos y conocidos no
pudieron entrar porque era físicamente imposible.
Nuestro asesor estaba allí, también los jurados… Incluso
nuestras familias… Amigos, conocidos, curiosos… Al
principio, ciertamente tenía muchos nervios, también
emoción… La cosa comenzó en un tono intermedio y, a
medida que avanzaba se ponía mejor… Entonces lo vi…
Su fuerza, su convicción, su determinación… Era mi
propio futuro en tiempo presente, era el economista de
los años subsecuentes, el profesional en el que me habría
de transformar, su lenguaje, sus expresiones, sus ideas
particulares… En cierto modo, el profesor que, en poco
tiempo me convertiría, estaba allí junto a mí y, quienes
asistieron fueron testigos.

101
Nos graduamos con honores, la historia que no se
escribe aquí, es la historia de quien en sus primeros
años fue un dolor de cabeza para sus padres, la
historia de quien no ponía atención y se distraía
permanentemente. La historia de un niño al que le
gustaba jugar y desarmar sus juguetes, de un infante
despreocupado por cualquier cosa… Hay en él, sin
embargo, una afanosa búsqueda por algo, una única
situación que le asiste como una constante, pero no
es este el espacio para escribir sobre la sensibilidad
profética de un humano en sus primeros años, ni
de las quimeras fantasmagóricas con que combatió,
solo puedo referir algunas breves ideas consignadas
en cierto libro de poesías, escueto y sincero a pesar
de su precariedad y, espero que pueda disculpar el
lector, algunas de esas intermitencias a lo largo de
este cúmulo de pensamientos desordenados. Al cabo
de un mes o dos, después de la graduación, participé
en un concurso para vincularme como profesor. La
misma universidad que me había dado el título, ahora
me daría la oportunidad de trabajar. Los requisitos
eran ser egresado distinguido, obtener una buena
calificación en la prueba de conocimientos y pasar
la entrevista. Las cosas salieron bien, y justo cuando
en la familia los ahorros se habían extinguido por
completo, un chico con preocupaciones acumuladas
conseguía el empleo tan añorado.

102
CAPITULO II

El profesor

103
104
El profesor
“En todas las actividades es saludable, de vez en cuando, poner un signo de
interrogación sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras”.

Bertrand Russell

Una hoja en blanco puede significar varias cosas. Puede


ser el tormento más grande para un escritor que intenta
reducir la distancia existente entre el lápiz, el papel y las
ideas. También constituye el espacio para recrear todos
los mundos posibles y, con demasiada frecuencia, expone
la manifestación inmediata de nuestro desconocimiento
y el anhelo de lo que deseamos aprender. En mi caso,
la hoja se llena cuando experimento sentimientos o
pensamientos cuya fuerza es superior a mi estado de
quietud o reposo natural, y a decir verdad, cuando
guardarse las cosas para los adentros no es posible.
Ahora era el profesor. Debía desplazarme a seis horas
desde mi ciudad a un municipio donde la Universidad
contaba con una pequeña y muy olvidada extensión.
Las condiciones de trabajo eran pésimas, el calor era
insoportable, tremendamente agobiante y, las horas de
viaje eran agotadoras y francamente extenuantes. Para
ahorrar un poco me quedaba en “hoteles baratos” mientras
permanecía la mayor parte del tiempo en la Universidad.
El aire acondicionado presentaba intermitencias y tenía
que trabajar econometría, que era la asignatura por la cual
me había vinculado específicamente.

Mis estudiantes eran personas sencillas, provenían


de familias de precarios ingresos, probablemente en
condiciones muchísimo más adversas que las que yo
mismo había descrito. Presentaban deficiencias en
aspectos como la escritura, la matemática e incluso el
lenguaje. Algunos trabajaban, otros no tenían mucho
más que hacer y, unos pocos tenían una crisis de fe en
la carrera elegida. De cualquier modo, había mucha

105
pobreza. El pequeño municipio tendría unos 200.000
habitantes y, ni bien llegabas, podías percatarte de las
difíciles condiciones sociales. Viviendas frágiles, escazas
opciones de empleo, educación, salud… En cierta
ocasión, un estudiante me comentaba que el problema
era la excesiva corrupción, él me decía: “si usted es amigo
del alcalde, entonces, él le consigue algún trabajo, casi no
importa si tiene la formación, basta con que le haya apoyado
en las pasadas elecciones y ya”, “acá se roban mucho dinero, el
gobierno central gira una buena plata para salud, educación,
esas cosas, pero todo se lo quedan los funcionarios, si usted
va a la casa de ellos, se dará cuenta que parecen palacios,
mansiones, mientras tanto, todos los demás vivimos en medio
de la pobreza!”, “¡además los profesores no quieren venir acá
a dar clases, acá es peligroso a veces, hay mucha violencia!”.

Examina la vida de un premio Nobel en economía. En


general, las condiciones para convertirse en un notable
científico social fueron reproducidas en un ambiente
eminentemente académico20. Esto mismo, que pudiese
tomarse como una obviedad de mi parte, implica un
potencial peligro de limitar la ciencia a describir ideas
y modelos en una hoja de papel. Un lenguaje elaborado
y una modelación sofisticada. Repite ese mecanismo
una y otra vez, revisa más textos con las mismas
características, insiste sin fatiga y quizás, en unos
años, habrá un reconocimiento al esfuerzo intelectual
por haber dedicado el tiempo a la comprensión de los
mercados caracterizados por decisiones bajo condiciones
de incertidumbre e información asimétrica y su relación
con la pobreza… (No hace falta precisar que, ahora
mismo, soy de lo más sarcástico posible). A diferencia de
los Nobel en medicina o paz, los premios en economía
son tan abstractos que, se alejan del ciudadano común…
Y no me refiero tanto a la comprensión como a los
beneficios sociales que traen consigo. Ultimadamente

20
Y bajo el planeamiento de una directriz intergeneracional.

106
Alfred Nobel, creador de la dinamita ni siquiera tenía
mucho que ver con la economía.

En un principio, buscábamos desesperadamente


comprender la realidad, los fenómenos económicos
“eran” complejos y decididamente impredecibles, “no
teníamos idea alguna” de su magnitud, incidencia y
comportamiento, y entonces, acudimos a los modelos
teóricos, gráficos y, sobre todo, matemáticos. La idea
era contar con una caja de herramientas que facilitara
el estudio de los procesos y sus particularidades y, los
modelos tomaron la delantera. ¿Qué se supone que
podíamos hacer?, ¿qué hay aparte de los modelos?,
¿el problema es el modelaje o su enfoque?... Nuestras
decisiones se hicieron dependientes de sus resultados,
de las simulaciones, de sus pronósticos. Nuestro lenguaje
impersonal pasó de manifestar que el modelo sugería
algo, a transformarse en un imperativo, dadas las
implicaciones de sus efectos. Pronto los modelos pasaron
a imponerse frente a la realidad, por suplantarla, por
constituirse en el objeto de nuestras preocupaciones, y
la economía pasó a ser conocida como la ciencia de los
supuestos, desde entonces, la respuesta a cada una de
nuestras plegarias encuentra asilo y devoción absoluta
en un modelo. La economía real había quedado en un
segundo, e incluso tercer plano.

Creo que, en algún punto de la historia (o en varios),


olvidamos que los modelos tenían un propósito más allá
de instituirse como meras representaciones imperfectas y
subjetivas de la realidad. ¿Para qué necesitamos explicar
la realidad a través de un modelo? Si la respuesta está
relacionada con un enfoque pedagógico, la pretendida
comprensión tiene la necesidad de observar los modelos
como herramientas educativas, lo que a pesar de ser muy
loable, no satisface totalmente el cuestionamiento de
fondo. Uno busca comprender la realidad para interactuar
con ella. Uno quiere efectuar un modelo de la pobreza

107
no para que le digan: ¡qué ingenioso!, ¡brillante, majestuoso!,
¡qué inteligente!... ¡No!... ¡El modelo de la pobreza debe servir
para reducirla!, ¡no es un modelo construido para premiarse por
su complejidad o inteligencia!, ¡es un modelo para aplicar una
política o conjunto de políticas que efectivamente mejoren el
bienestar de las personas!... En este caso, usted puede ser un
economista muy brillante y, conocer una gran cantidad de
modelos, incluso de memoria, puede si se le antoja llenar
cualquier cantidad de tableros a punta de ecuaciones y
extraordinarios artificios matemáticos, una tras otra y,
ser ordenado y coherente… Pero si su modelo no sirve
para mejorar una situación práctica, su modelo no sirve
para nada21… Y entonces, estaba yo mismo trabajando
econometría con mis estudiantes de sexto semestre…
Precisamente construyendo modelos… Y pensando en
una insistente pregunta incómoda: ¿los vamos a utilizar
en algo que realmente pueda llevarse a la práctica y que,
mejore las cosas?22

Las respuestas incómodas sugerían que, si era amigo


del alcalde, entonces… ¡Ya sabes!, puedes conocer
el instrumento, recolectar las cifras pertinentes, ser
riguroso, preciso, incisivo, trabajar con sumo cuidado…
Pero debes ser amigo del alcalde o de un político con
poder… ¡De lo contrario, eso que aprendiste no servirá de
mucho!... “Un político con poder”… No necesitas tener una
profesión… Mucho menos tener una especialización,
maestría o incluso doctorado… Un político con poder
21
En sus “Essays in positive economics” de 1953, Milton Friedman,
Nobel de economía en 1976, sugiere que los modelos deben contrastarse
permanentemente con los “datos reales”. (Nota: Mi versión de los Ensayos de
economía positiva data de 1969).
22
Y es que Paul David Hewson, mejor conocido como Bono, vocalista de la
banda U2, lo plantea con magnifica claridad en el prólogo de “El fin de la pobreza”
de Jeffrey D. Sachs cuando señala que: “pese a todo el poder de convicción de este libro,
no encontrarán ustedes en él una respuesta a la pregunta más importante de todas.
Esta queda por fuera del ámbito de las regresiones matemáticas, de los teoremas y del
trabajo de campo, y recae de lleno sobre nuestros hombros” (Bono, 2004 en Sachs,
2005: 20). Para mí, sin lugar a dudas, la mejor reflexión de todo el libro de Sachs.

108
solamente requiere de financiamiento y de un electorado
desesperado y de fácil seducción. Ni siquiera necesitas
tener una perversa inteligencia, porque la mayor parte
de las veces, como político, solo te limitas a ser la
marioneta de algún financiero que tira de los hilos. Ser
profesor es no olvidar que primero se es estudiante.
Me la pasaba leyendo todo el tiempo, pero sabía que
no era suficiente, observaba el comportamiento de mis
estudiantes, de las personas en la calle, de mi ciudad, las
noticias internacionales, la política binacional, las fiestas
comerciales, el recaudo en taquilla en el cine, la inflación,
los impuestos, la deuda, los resultados en las pruebas
de conocimiento de los estudiantes de bachillerato,
los escalafones de competitividad y productividad, la
cotización de las acciones, el salario mínimo, la dinámica
del dólar, los comentarios de analistas que contradecían a
otros, e incluso a ellos mismos en diferentes y subsecuentes
periodos de tiempo, ¡en fin!… Todo eso se mantenía en mi
cabeza mientras pensaba en la salud de mi padre, en los
gastos de la casa y en mi propio futuro.

Como humanidad, nos gusta pensar que tenemos


la razón. La razón concebida como algo definitivo y
universal. Conocer algo que nos haga sentir inteligentes
y poderosos. Nos gusta el dinero y nos gusta tener una
buena vida llena de lujos, nos gustan las casas grandes,
los autos de marca y la ropa fina. Nos interesa lucir
jóvenes, atractivos y sentirnos listos. Nos gusta salir
en las noches. Nos interesa ser importantes para los
demás, nos agrada viajar y tener aventuras, nos seduce
la idea de acceder a algo que no sea fácil para otros, y
exhibirlo constantemente. Perseguimos reconocimiento
e independencia, buscamos sentirnos únicos, creemos
que todo lo podemos, que somos fuertes e invencibles.
Los sucesos negativos no son nuestra culpa, siempre hay
una excusa plausible, alguien más a quién culpar, una
justificación razonable, queremos que nos quieran, ser
admirados y respetados. De enamorarnos, buscamos

109
lo más próximo al protagonista de la función de cine,
o el cantante de moda, queremos ser modelos de
catálogo, deseamos ser cultos, capaces, imprescindibles,
perfectos… El problema es que no lo somos, nunca lo
fuimos y nunca lo seremos.

Tener la razón es poco menos que una ilusión. La razón es


una capacidad humana que cambia con el tiempo, el espacio
y la percepción. En consecuencia, la pretensión de algo
universal, nos conlleva la mayor parte de las veces a errores
recurrentes. La inteligencia es una facultad múltiple, puedes
ser muy bueno en literatura y ser muy malo en matemáticas.
Por lo tanto, la inteligencia no es universal en el sentido en
que obedece a un contexto, objeto y sujeto determinados.
Conozco a muchas personas inteligentes con idioteces del
tamaño del Titanic. Las cosas que creemos que nos hacen
felices, en buena medida, dependen de una forma de ver la
vida y, la publicidad y el comercio han estudiado por siglos
cómo venderte una idea de felicidad. No somos capaces de
ser absolutamente independientes, necesitamos de los demás,
para que nos escuchen, nos alienten, nos demuestren su
comprensión. En definitiva, por mucho que lo intentemos, no
podemos hacer las cosas solos, nunca pudimos. No conozco
a nadie absolutamente independiente desde su concepción
hasta la muerte. Aprendemos de nuestros propios errores
con más frecuencia de la que quisiéramos, algunos errores
son trascendentes para formar el carácter, otros simplemente
suceden como parte de la vida misma, intentamos ser felices,
pero conforme avanza el tiempo, descubrimos que las cosas
realmente importantes no se compran, ni se venden.

Dupliqué mi jornada de clases. Estudiaba con mi curso en


las mañanas y en las tardes. Me sorprendió el compromiso
de la gente, creo que a veces, un poco de confianza es
necesaria para lograr algo más. Repasamos cálculo
diferencial, integral y matricial, también fui consciente de
mis limitaciones, no me sabía todas las respuestas, así que
debía estudiar más… Dormía poco y leía mucho, el calor

110
era cada vez más fuerte. La biblioteca de la universidad
era muy pequeña y los libros eran muy viejos, de hecho,
la temperatura les pasaba cuenta de cobro con mayor
rapidez. El aula de sistemas tenía computadores en
pésimas condiciones, una mitad no servía, y la otra tenía
virus. Trabajaba durante tres días seguidos para un total
de 15 horas (reglamentarias) y repetía este protocolo
durante seis semanas consecutivas. En las tardes hacíamos
refuerzo con ejercicios y despejando dudas de talleres.
Mientras esto pasaba reflexionaba sobre las expresiones
“competencia”, “competitividad”, “productividad”, “mercados
de competencia perfecta”, “desarrollar competencias en los
estudiantes”, “competir”, “ventajas absolutas”, “ventajas
relativas”… Mi limitada experiencia me sugería la
hipótesis de que a las personas les gusta superarse, los
individuos intentan mejorar su situación constantemente,
y no solo la propia, sino la de sus familias. El egoísmo, en
todo caso, parecía relativo y selectivo.

Cuando niño, mis padres, frecuentemente, me aconsejaban:


“la mejor herencia que podemos dejarte es la educación”… Eso,
en la actualidad, no ha cambiado del todo. Los padres
consideran que si sus hijos tienen una buena formación
podrán valerse por sí mismos, y dado que, no seremos
eternos, por mucho que lo deseemos, y desde luego,
esa inevitabilidad advierte que el tiempo es nuestro
recurso más escaso, por consiguiente, esa transferencia
de conocimiento intergeneracional se constituye en un
acto encomiable, al menos en teoría23. Como siempre, la
práctica era lo que más me preocupaba y, en mi posición
de profesor, estaba involucrado a más no poder. Una cosa
curiosa, es que todos se referían a mí como “Profe” y eso
23
Creo que aquí tenemos un ejemplo clásico de egoísmo relativo, o si se
prefiere, altruismo relativo. Un padre sacrifica ciertas cosas en pro del bienestar
de su hijo, no obstante, ese efecto altruista se vuelve egoísmo, cuando el padre no
hace nada por el hijo del vecino. En esencia, existe un sentido de propiedad que
hace que las personas se preocupen por aquello que consideran suyo, lo ajeno
resulta irrelevante. La cuestión, en todo caso es: siendo miembros de la misma
especie, ¿existe algo que sea absolutamente ajeno y, por lo tanto, intrascendente?

111
me parecía emocionante, luego de un tiempo corto estaba
más que acostumbrado. Recuerdo que como era muy
joven, pasaba por estudiante y, cuando alguien externo
buscaba al profesor tendía a dirigirse a quien fuese menos
a mí. Mi curso estaba compuesto por personas jóvenes,
tenía alrededor de 40 estudiantes entre los 20 y 24, con
excepción de un hombre maduro de alrededor de los 50
años. Creo que, si a las personas se les dan unas ciertas
condiciones adecuadas, pueden seguir estudiando sin
importar la edad, lo mismo aplica para el trabajo, en todo
caso, estas decisiones deberían promoverse con base en
la convicción como factor determinante, de ningún modo
como fruto de la imposición. En fin, creímos que estudiar
era la clave para garantizar el éxito… 100 años atrás,
ser bachiller o profesional era algo excepcional… Un
licenciado, un letrado, uno de los miembros de una élite
intelectual, alguien con el conocimiento y la sabiduría que,
de todas formas, era tan poco frecuente hallar y de tanta
relevancia que, su destino indefectiblemente gravitaría
en las órbitas del poder de lo público o lo privado, y
por consiguiente, se trataba de alguien que debería ser
muy bien remunerado. El ejemplo, el arquetipo clásico,
el modelo a seguir por parte de toda una generación,
la justificación recurrente para que los padres efectúen
enormes sacrificios con el anhelo de posibilitar un
mejor futuro a sus hijos. Dos o tres generaciones más
adelante, la abundancia de profesionales en el mercado no
permitía mejores condiciones ni laborales ni salariales. La
desilusión devenía como respuesta. Una promesa fallida.

En mi opinión, no se trataba solamente de una explicación


basada en la oferta y la demanda. El problema era un
poco más agudo que eso. En el caso de la formación de los
economistas, que es algo que he atestiguado de manera
más cercana en diversas regiones, los textos con los que
se hace cátedra abordan realidades diferentes a las del
entorno que se procura comprender y resolver. Es como
si esa pretendida generalidad ambicionase la existencia

112
de un solo trayecto factible. No creo ser el único que, al
salir de clase se cuestionaba sobre la afinidad existente,
entre el fantástico mundo del crecimiento y desarrollo
experimentado en otras latitudes, y el contraste descrito
en un contexto que, conservaba raíces feudales y rasgos
de un capitalismo todavía incipiente. No quiero decir
con esto que se abandone ese conocimiento, ni mucho
menos que sea insustancial, pero además de abordar
otras realidades, debemos investigar la propia, de otro
modo nos la pasaremos revisando modelos y evidencias
ajenas, a la vez que añorando seguir un camino que
esencialmente nunca fue nuestro. Apremia forjar el propio
sendero, de no hacerlo, alguien terminará imponiendo el
suyo como cierto. Las capacidades que precisamos para
transformar un territorio, y, en consecuencia, aportar
activamente como profesionales en los procesos de
cambio, no se producen de la repetición mecánica, sino
como resultado de la investigación permanente.

El orbe en el que nos movemos no se caracteriza,


precisamente, por una distribución equitativa de los
recursos. Los economistas, que atienden estos tópicos, en
general, se preocupan por el grado de concentración del
ingreso, por los fenómenos asociados a la convergencia
o divergencia, por la construcción de modelos que
expliquen los procesos en el largo plazo. No obstante,
el enfoque con que se aborda convencionalmente este
estudio supone que el ingreso per cápita, que es el que se
obtiene después de fraccionar el producto interno entre
el tamaño de la población, constituye una medida de
bienestar más o menos adecuada. ¿No es acaso prudente
preguntarnos si existe concentración del conocimiento?,
¿no existe también una inequitativa distribución de las
capacidades regionales de fomento a la generación de
ciencia, tecnología e innovación?, ¿no existe concentración
de los grupos de investigación a escala planetaria?, ¿no
existe concentración de las instituciones de pensamiento
social en el mundo?... ¿No existe concentración de las

113
escuelas de desarrollo científico y de ciencias aplicadas
a nivel internacional?... Pero ¿para qué molestarse con
estas preguntas incómodas?, ¡es mejor evadirlas!, ¡sigamos
calculando el coeficiente de Gini para ingresos!, ¡continuemos
estimando funciones de crecimiento y sigamos analizando,
como siempre, los mismos fenómenos, con las mismas técnicas
alrededor de la convergencia! Insistamos, con unos ligeros
cambios en las mismas conclusiones. Lo frágil de
nuestra convencional manera de observar el problema
del bienestar no reside en aquello que pretendemos con
el análisis del ingreso, sino en lo que, siendo diferente,
y no menos relevante, excluimos por no expresarse bajo
una medida monetaria. Creemos, de facto y con cierta
inocencia relativa, que todo debe ser cuantificado bajo esa
fatalidad económica indefectible.

La promesa de una mejor educación que involucra mejores


niveles de productividad, competitividad y crecimiento,
pertenecía a la denominada teoría del capital humano
formulada por Theodore Schultz, Gary Becker y Jacob
Mincer24, entre otros. El problema, de este enfoque, reside
en que la educación e incluso la investigación son tomadas
como instrumentos que obedecen a las necesidades de una
economía de mercado. Así las cosas, el sistema educativo
promueve el desarrollo de unas soft skills en los individuos,
a la par que atiende los requerimientos de productividad
por parte de las empresas, posibilitando con esto, mayores
crecimientos en los salarios, cuyo destino subyace al
interior del consumo de bienes y servicios, producidos a
fin de dar acomodo a la denominada ley de Say y soportar
de esa manera, el planteamiento de pleno empleo. Sus
implicaciones, sin embargo, no son tan beneficiosas como
se exhiben en el papel. Un ejemplo terrible se sucede con
la denominada industria farmacéutica… ¿Qué ocurre si

24
Schultz fue Nobel de economía en 1979 por sus contribuciones a la
teoría del desarrollo económico y Becker lo fue en 1992 por sus aportes a
la microeconomía sobre las dinámicas del comportamiento de los agentes
económicos en el mercado.

114
sufres de una enfermedad poco común como la anomalía
de Ebsteín?, ¿por qué su investigación es tan restringida?,
¿puede la libertad de mercado generar los incentivos
para producir un medicamento que tiene una demanda
tan reducida? Y en el caso de que sea producida, ¿serán
sus precios accesibles?, ¿tiene el Estado la preocupación
social de política pública para el tratamiento de la salud
de enfermedades extrañas?... De cualquier modo, la
salud es asumida como un problema de mercado y, si
la demanda es intrascendente, esto es, si el número de
pacientes25 es minúsculo, entonces, las opciones en el
mercado también serán limitadas, básicamente porque no
se trata de algo con el potencial para ser rentable de forma
masiva… “Thanks to the health economy for caring for us!”26.

¿Quién estudia filosofía hoy?... ¿Pensar?... ¿No es eso


demasiado aburrido?, ¡qué pereza!... ¿Dónde conseguirás
empleo?... ¿Para qué sirve eso en el mundo de hoy?
De seguro que las reflexiones de Tales de Mileto y la
trascendencia que le daba a la naturaleza, a partir de
considerar el agua como el principal elemento de la
vida, o revisar a Pitágoras y su pretendida visión sobre
las matemáticas como lenguaje universal, o conocer las
ideas de Sócrates que, bajo un entendimiento mucho
más complejo de los destinos de la sociedad, se dedicó
a la humilde formulación de preguntas, o estudiar
las tesis de Platón, Aristóteles, Epicuro, Zenón de
Citio y, tantos otros pensadores que, se dedicaron al
entendimiento de la vida, el destino de la sociedad,
el propósito de la humanidad misma, el espíritu de la

25
Pacientes… Me imagino que se denominan así porque deban tener mucha
paciencia…
26
Y mientras tanto, la vida y la salud se extinguen a la par que esperamos
como respuesta un mayor crecimiento económico. Al respecto Erich Fromm
plantea lo siguiente: “¿estamos frente a un dilema trágico e insoluble?, ¿hemos de
producir gente enferma para tener una economía sana, o existe la posibilidad de
emplear nuestros recursos materiales, nuestros inventos y nuestras computadoras
al servicio de los fines del hombre?” (Fromm, 1968: 11).

115
política, la educación y la organización de la economía
como sistema… Todo eso, su pertinencia, su necesidad,
nos resultan obviedades o extrañezas a las que no queda
mucho tiempo que pueda emplearse entre los afanes y
las tumultuosas ocupaciones del mundo moderno.

Obtenga su bachillerato en un año, sea técnico en tan


solo seis meses, hágase profesional en tres años, es una
maestría de tres ciclos, un doctorado virtual de dos años…
No importa la formación, importa que todo sea rápido, no
importa el individuo, interesa la titulación… Y sin tener
formación doctoral, ahora todos son llamados doctores27…
Es importante que en los micro-currículos aparezcan
bien definidas las competencias que se debe desarrollar
en el estudiante… “competencias”, “competir” … ¿Para qué
estamos siendo formados?... ¿En qué punto confundimos
competer con competir? 28 No interesa que pienses,
interesa que obedezcas… Que hagas las cosas que se te
piden de forma ágil, no se admiten cuestionamientos…
La elaboración de los trabajos científicos por lo general, se
apoya en demasía sobre las publicaciones anteriores, de
modo que, es común encontrar trabajos que son la cita, de la
cita, de la cita… Incluso encontrarás uno que otro “profesor
investigador” que te aconseja que busques como referencias
bibliográficas los artículos más recientes, los más citados,
27
Sospecho que la doctoritis, entendida como la denominación de Doctor
a quien no se ha titulado en ese grado académico, funge como dinámica
costumbrista heredada por la réplica azarosa de los títulos nobiliarios heredados
desde la conquista. Un tratamiento concedido a nobles, reyes, príncipes que
nunca existieron. También se refiere a la adjudicación sobreviviente de un
“Don” o una “Doña” a las clases económicas y políticas que ostentaban cierta
fortuna o poder. Desde mi perspectiva, se trata de una desatinada reverencia,
por demás innecesaria a políticos o universitarios que pretenden denominarse
bajo un rotulo que no poseen. Siempre me ha parecido, que la extensión hasta
nuestros días de esas “cordialidades innecesarias”, en parte entreven la presencia
de una baja autoestima entre quienes las “profesan”.
28
Entiendo competer como la capacidad que una persona acepta a la hora
de hacerse cargo de una responsabilidad para la cual se siente preparada. De
otra parte, competir implica una confrontación entre individuos. Mi propuesta
en este sentido es simple, no deberíamos pensar en competir sino en competer.

116
aquellos que están más de moda… Y de esa forma seguro
tendrás una buena investigación, siguiendo la corriente
de lo que dicen otros, repitiendo lo que encontraron en
condiciones diferentes, copiando y pegando los métodos,
ajustando algunos datos y replicando, tratando de llegar
a las mismas conclusiones… Buscando afanosamente ser
aceptados, estar actualizados, creyendo ser mejores…
¡Debes seguir el estándar, debes continuar y perpetuar los
cánones ya establecidos!, ¡el adiós a la originalidad!

No se investiga el método, no se cuestiona… Solo se


utiliza, se afianza, en último término se acata. Entonces
se cree que se investiga. “El procedimiento matemático es
tan complejo que es mejor dejarle la tarea a la computadora”,
“si sigues este par de comandos, incorporas estas instrucciones,
permaneces atento a las siguientes rutinas, das un par de
clics… ¡Ya tienes los resultados!, ¡ahora ya eres todo un
investigador formado en las ciencias duras!”… ¡Las variables
de los modelos son estadísticamente significativas, ahora sí que
tenemos la verdad develada!, ¡bienvenido a la élite intelectual de
la sociedad postmodernista!... Ahora eres uno más que cree
que por conocer un par de teorías y manejar un par de
ecuaciones conoce más acerca de la vida que sus propios
padres… Viajas en avión y das conferencias, te tomas
fotos, ¡eres toda una celebridad!, publicas libros y suenas
para un reconocimiento internacional… Seguro se trata de
algún premio por tus esfuerzos para reducir la pobreza…
Asistes a entrevistas y tus opiniones son escuchadas y
replicadas por jóvenes e ingenuos estudiantes que te
admiran y pretenden emularte tomándote como ejemplo.

Creo que es necesario advertir un peligro más, en medio de


esta escabrosa senda de peligros. Por supuesto, leer es una
condición necesaria para investigar, es trascendente extraer
un análisis entre la literatura teórica y las investigaciones
anteriores, esa intersección supone una posición del
investigador entre aquello que subyace en el mundo de
los conceptos y las ideas y, lo que otros investigadores

117
empíricos encontraron en una determinada realidad
dada. Sin embargo, existe la propensión a malinterpretar
el rol de las referencias, haciendo de su uso un continuo
tramo de segmentos y un legado de citas de incuestionable
trascendencia que exige replicación obediente. ¡Adiós a la
rebeldía! Existe un problema muy serio a la hora de escribir.
La manifestación evidente de esta práctica se refleja en
investigaciones que constituyen un conjunto de recortes
de papers de otras investigaciones, cita tras cita, trozo
tras trozo de cuanto documento se disponga, ni siquiera
existe una lectura completa, solo se toma aquello que
resulta conveniente, complementas con datos que son
transformados a través de tantos artificios estadísticos que,
pronto se vuelven irreconocibles, y entonces concluyes
lo que concluyeron los demás… ¿Cuál es el aporte de
repetir? Pronto acuden investigadores prestigiosos que
fundaron su reconocimiento en replicar sin un atisbo de
cuestionamiento lo que dijo alguien más. Investigadores que
creen que investigan, investigadores que creen aportar…

Los años que siguieron, estudié juiciosamente, leí mucho


y me convertí en un buen replicador. Incluso obtuve
un par de distinciones. Pero no podía mentirme… Hay
algo que está muy mal en la economía y la forma en que
la concebimos y la comprendemos hoy. Me encontré
preocupado por una cifra… (El desempleo sigue en
dos dígitos a pesar de que la economía crece…), o por
comprender un modelo, (¡es que no puedo obtener la solución
con un Hamiltoniano! Hay mercados secundarios…).
Pronto empecé a pensar que nos estábamos olvidando de
las personas y nuestra preocupación eran las estadísticas
y los modelos… Pretendimos saber más de la pobreza
que los mismos pobres, desarrollamos métodos para
medirla e incluso para reducirla bajo la comodidad de un
ordenador… Tengo mala memoria y lo lamento, alguna
vez supe por televisión de un profesor universitario
que decidió convertirse en indigente para estudiar el
fenómeno… Lo hizo por cerca de seis meses, incluso

118
le costó readaptarse a su mundo convencional después
de la experiencia… Hace falta más investigación de
ese tipo. Investigar poniéndose en los zapatos del otro.
¡Sal a la calle, camina un poco! Sistemáticamente notarás
cómo tus ojos deliberadamente evitan detenerse en
los indigentes, en los ancianos que piden limosna, los
enfermos, los olvidados… Cruzas de acera. Indiferencia
en algunos casos, sobre todo cuando percibes que
no hay peligro. Temor cuando notas en su mirada
el resentimiento acumulado. Miras una vitrina o
simplemente guardas tu móvil. ¡Quieres ver lo que
quieres ver, y eso es lo que te conviene! La economía de
los invisibles, aquellas personas caídas en desgracia y
que mendigan o simplemente se limitan a deambular
por las calles, es trabajada cómodamente a través de
cifras y de una revisión a la literatura, un debate sobre
los conceptos y las prácticas… Y sin vivir el problema
formulas recomendaciones… Trabajas cómodamente en
tu propio cuarto de estudio, resolviendo el problema
haciendo simulaciones. ¡Y que nadie te contradiga!, porque
has publicado artículos científicos, capítulos de libro,
empiezas a ser citado y das conferencias…

Nos cuesta mucho aceptar una crítica. Nos gusta


relacionarnos con personas que piensen más o menos lo
mismo que nosotros. Le damos mucha relevancia a las
afinidades, mucho más que a las diferencias, intentamos
defender nuestro punto de vista, acudimos a nuestras
preferencias literarias, los datos que conocemos,
intentamos ilustrar al otro… Convencer, imponer,
adoctrinar, instruir. Disfrutamos cuando asienten
nuestras ideas. Hay otro tipo de convergencia que no
estudiamos. Nos regocijamos de nuestro bien ponderado
autoengaño. Nuestra consigna es algo así como “sabemos
más de la pobreza y la miseria que los mismos pobres y
miserables”. Construimos un discurso, nos seduce su
elocuencia, la forma en que se nos presenta, las palabras
que se utilizan, la elegancia y el orden, la sintaxis precisa,

119
pero por sobre todo que nos den la razón, nos satisface en
grado sumo que alimenten ese ego nuestro tan definitivo
y correcto, es un símbolo de victoria, de exuberante
coherencia, de lógica indiscutible, lo contrario es admitir
el fracaso y creemos que, perder es malo. En economía
hablamos de bienes y males, de castigos e incentivos,
de egoísmo y altruismo, de mercado y de Estado, de
lo determinístico y lo estocástico, de la racionalidad y
lo emocional… Nos domina lo binario, lo dual, pero el
mundo es más complejo y la economía no necesariamente
es una ciencia humana.

Haga la tarea. Observe por ejemplo un grupo de hormigas.


Por más que he intentado no he visto una hormiga
desempleada. Trabajan de acuerdo con su capacidad y
trabajan duro y, a pesar de ciertas fricciones entre ellas,
creo que no son egoístas, sino más bien colaborativas.
Se enfrentan a múltiples amenazas, los cambios en el
ambiente, la temperatura, la escasez, los depredadores.
Pero sobreviven. Toman decisiones económicas y se
mantienen unidas. Este tipo de economía, así como la de
otras especies del mundo animal y vegetal data incluso
mucho antes del autodenominado “Homo sapiens”
y su pretensiosa concepción de la economía como
ciencia social. Nos magnificamos a nosotros mismos al
concebir “la economía como una ciencia social que estudia
el comportamiento de las personas y sus decisiones en el
mercado”… La definición moderna es, en todo caso,
antropocentrista29, creemos que todo cuanto hay en
el mundo nos debe cierta sumisión y respeto… Y lo
29
El propio Xavier Sala i Martín lo advierte muy claramente cuando señala
que, el hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci como obra artística gestada en el
corazón mismo del movimiento renacentista, supuso una autoconferida perfección
del propio ser humano, traslapada además hacia lo excelso de sus capacidades
cognitivas bajo la reprochable metáfora de Narciso. “Para entender cómo los
humanos tomamos decisiones debemos suponer que somos lo bastante listos como
para entender nuestro entorno, que sabemos perfectamente lo que queremos, que
analizamos inteligentemente las opciones que están a nuestro alcance y que tomamos
decisiones racionales de manera fácil y sistemática” (Sala i Martín, 2016: 279).

120
relevante es dar satisfacción a los problemas humanos…
Creo, desde mi óptica limitada de economista disidente,
que deberíamos aprender un poco de la economía de
otras especies, algunas de ellas, sino la mayoría, logran
una mejor proximidad al equilibrio natural con su
entorno y no terminan por agotar completamente los
recursos hasta el punto de convertir lo fértil en estéril.

Si las hormigas y otras tantas especies no conocen el


desempleo, entonces, la pretensión de una tasa natural en
el mundo humano, constituye poco más que un invento
absurdo y maquiavélico. ¿A quién beneficia? El problema
de lo “natural” en economía es que se desarrolla bajo la
pretensión de lo mecánico, y llega a su cenit, cuando
supone que el comportamiento humano, tanto individual
como en su conjunto es capaz de ser entendido como algo
automático o, peor todavía, susceptible de ser moldeado,
modelado, adiestrado, adoctrinado con el propósito de
ajustarse a lo que es conveniente, hablamos, en todo
caso, de un ser humano que puede adaptarse incluso a lo
antinatural. Es por eso que puedes estudiar dos carreras al
mismo tiempo, trabajar horas extras, dormir poco, ingerir
energizantes y cualquier tipo de sustancia psicoactiva…
Continuar incluso con una enfermedad a cuestas. Pero
sabemos bien, a lo que todo esto conduce… Y no es para
nada algo natural. La conducta más anticientífica posible
sugiere que la misma realidad que se pretendía comprender
a través de modelos, debe ahora ser la que se ajuste a ellos…

“Cuando vamos al supermercado creemos que elegimos


libremente lo que queremos comprar.
¡Pero en realidad quien elige es el que sabe jugar con nuestro
cerebro!”
(Sala i Martín, 2016: 286).

No estoy muy seguro de que fuese William Petty quien


proyectara por vez primera la visión de la economía
como un sistema biológico. Tampoco interesa quién

121
fue el primero en formular una idea así. Era más que
claro que se trataba de un hombre adelantado a su
tiempo, economista, médico, filósofo, estadístico,
político, empresario entre otras muchas calidades que
le convertían en un singular personaje en la historia del
mundo humano. Su percepción de la economía como
un sistema orgánico se diferenciaba en grado sumo de
la pretendida forma de análisis mecánico que resultaba
inexorable en la física clásica y, sin embargo, el análisis
de la economía fue llevado a las esferas cuantitativas con
la fe puesta en la objetividad de lo matemático.

Los modelos econométricos me permitían la


construcción, la estimación y el uso de ecuaciones con
el propósito de optimizar. Es un ejercicio atractivo. En
clases puedes introducir una idea que ponga un ápice de
curiosidad en los estudiantes, de modo que consigues
su interés, puedes, incluso incitarlos al debate, luego
presentas algunos datos (que han sido convenientemente
prediseñados) y luego armas el modelo, tratando de
responder a los ajustes que demandan las pruebas
convencionales. Una vez lo tienes puedes aplicar un
método de optimización mediante el convencional
uso de derivadas y… ¡Vualá!, ¡allí lo tienes!, ¡llegaste a la
respuesta que tanto querías!

No puedo negar que sea entretenido. Y con un repaso


previo y adecuado de álgebra, la ilusión de comprender
un problema social a partir de despejes, derivaciones,
estimaciones matriciales, es frecuentemente aceptada en la
mente de un joven e ingenuo estudiante. Luego, se sucede
que entre más complejo sea el armazón matemático, más
sofisticada sea la herramienta analítica a nivel cuantitativo,
entre más elaborado sea el proceso de programación
de sintaxis y comandos en el software, más valioso es
el resultado. Es como si en nuestra memoria colectiva
asumiéramos que un tablero lleno de expresiones
matemáticas supone especial ingenio, inteligencia e

122
incuestionabilidad. Inteligencia artificial basada en
algoritmos de aprendizaje permanente, estructuras de
machine learning, minería de datos, programación iterativa,
big data, redes neuronales, constituyen ahora un nuevo
lenguaje, un nuevo método, una nueva ciencia y, la
economía, tal y como la conocemos, empieza a ser obsoleta.
Los economistas de la vieja guardia contratan asistentes
que “dominan” la técnica, los economistas jóvenes parecen
fascinados con la búsqueda de patrones, de algoritmos,
de secuencias, ahora es posible encriptar las monedas y
evadir impuestos… Los viejos profesores que se resisten
al cambio prefieren insistir en las teorías convencionales y,
entre tanto, los premios Nobel de economía son concedidos
a no economistas (lo que en realidad es bastante bueno,
pero no deja de ser una bofetada a quienes viven en una
urna de cristal)30.

De otra parte, las neurociencias se introducen en


campos que antes parecían perfectamente acoplados por
impenetrables muros que servían para delimitar fronteras
imaginarias que nunca existieron. Neuropolítica,
Neuroeconomía, Neurofinanzas, e incluso el muy
peligroso neuromarketing. Ya había leído antes sobre
el tema del marketing político, un escenario en el cual
se puede asesorar la imagen de un potencial candidato
desde la forma en que viste hasta la prefabricación de sus
ideas, e incluso el tono de voz en que las mismas deben ser
mencionadas en los discursos que, ni siquiera son ya de
su autoría. La neuropolítica se enfocará en las emociones
del votante, su respuesta ante el producto que habrá de
consumir en la forma de un candidato, la curvatura de
sus cejas, el estilo de corte de cabello, los sentimientos
que produzca en las personas a la hora de elegir, ¿qué
elementos considerar para agradar al potencial votante?,
¿cómo estimular esas zonas del cerebro que se encargan
de la simpatía e incluso la empatía por un nuevo salvador
30
“Los economistas han puesto más esfuerzo en elaborar modelos matemáticos
que en acudir a las lecciones de la experiencia” (Estefanía, 2012: 72).

123
de traje y corbata?, ¿qué podemos hacer para activar la
dinámica de los neuroreceptores y neurotransmisores
para qué votes por mí?

Pronto olvidamos, de ese modo, lo orgánico y lo


ético. En el mejor de los casos, pretendemos adaptar
lo orgánico y lo biológico a un mundo mecánico que,
habita inexpugnablemente en nuestro constructo social
previamente determinado. ¡Sé buen niño!, ¡no causes
problemas!, ¡sé obediente!, ¡debes obtener las mejores calificaciones!,
¡es indispensable que te esfuerces al máximo!, ¡no te distraigas!,
¡debes cumplir con las metas a fin de mejorar tu salario!, ¡tienes que
ser puntual y más responsable!, ¡no puedes enfermarte hoy, esto es
demasiado importante!, ¡realmente necesito que te comprometas
con este objetivo!, ¡sé que no te sientes muy bien, pero por ahora
concentrémonos en esto!... Puedes conocer a un médico que
comienza sus estudios de la anatomía humana en los
primeros años, y luego se preocupa por los trastornos
de la mente, poco después estudia neurociencias y, al
cabo de un tiempo, es extirpado de la dirección científica
del hospital psiquiátrico, para ser contratado por una
empresa multinacional en el desarrollo de sus estrategias
de neuromarketing. ¡Allí lo tienes!, ¡una vocación altruista
modificada por una conducta inclinada hacia el egoísmo!, ¿cómo
fue esto posible?... ¡Es simple!, ¡solo se trata de dinero, y nos han
enseñado que es lo más relevante!, ¡cualquiera lo sabe! Ahora
es claro que se obedece a la lógica de un mercado, que
asume que los intereses humanos se resuelven mecánica,
automáticamente con beneficios financieros. “¡Si alcanzas
el título de magister podrás tener una remuneración más
elevada!”. “¡Lo siento amor, no podemos vernos, debo viajar, es
cuestión de trabajo!”. “¡Mamá, siento no poder estar allí, pero te
envié algo de dinero!”. “¡Hijo, debes comprender que mamá está
trabajando, pero prometo que te compensaré más adelante!”…

Entonces sabes que, aun cuando es un mundo biológico,


actúas mecánicamente. Te levantas temprano, no alcanzas
a desayunar, luchas contra el tráfico, se hace tarde, llegas

124
al trabajo, ¡que el jefe no se dé cuenta que estabas atrasado!
Debes almorzar cerca del trabajo, no hay tiempo para ir
a casa y volver, y de vuelta a la oficina. Horas y horas
frente al ordenador, te sientes cansado, quizás enfermo,
pero debes reportar esos informes hoy, ¡a como dé lugar!
Te llevas el trabajo a la casa, trasnochas y, mañana,
una vez más la misma faena, y así, pasan los días, las
semanas, los meses, los años y, la vida… La vida misma
tratada como un producto con fecha de caducidad, y no
hablemos de la precariedad del sistema de pensiones…
Si es que éstas son posibles algún día, justo cuando
seamos tan viejos, que no podamos ya disfrutarlas.

Lo más difícil de ser profesor es calificar. Cuando uno


escribe, uno puede comunicar ideas en tiempo presente,
pero en este caso específico mi mensaje es un mensaje para
las generaciones del futuro, ojalá de un futuro cercano. Los
profesores debemos calificar en una escala continua que va
de cero a cinco, donde cero es sinónimo de conocimiento
nulo y cinco lo es de excelencia. Después de todo no somos
muy listos si consideramos que algo tan complejo como el
grado de aprehensión, comprensión, apropiación, crítica,
análisis y recreación de nuevo conocimiento es reducido a
una escala numérica31. Eso debe cambiarse. Uno no puede
evitar preguntarse en qué momento de la historia humana
un maestro como Platón se dirigió a sus discípulos para
decir: ¡sacad una hoja de papel que os vais a ser evaluados!32-33
Y desconozco el instante en que se emitieron los primeros
títulos académicos y las primeras instituciones, tampoco
el momento previo al cobro por concepto de matrículas,
derechos de grado y afines. Lo que sí sé es que esto
comienza cuando uno es un niño, carita feliz si haces
31
Sucede lo mismo cuando medimos el desempleo o la pobreza. Nos
preocupamos más por la estadística que por el fenómeno que le asiste. ¿Qué
puede decirse de la calidad de nuestras opciones?
32
No me imagino en esas a Platón o Aristóteles.
33
El uso del español clásico en este fragmento se debe a que las obras de los
filósofos griegos han sido traducidas así aun en los días que corren.

125
bien la tarea, carita triste si no. Y comienza uno a ser
domesticado. Luego la preocupación es la nota y, más
adelante los salarios. Hay algo que está muy mal cuando
permitimos que el aprendizaje, la enseñanza, la educación
y la investigación se reduzcan a un número34.

El otro lado de la ecuación es, la propiedad para calificar


objetivamente. Este problema se asemeja al que enfrenta
un juez o jurado a la hora de tomar una decisión, proferir
un veredicto. En efecto, uno tiene una idea medianamente
clara de lo que pretende evaluar, pero ¿qué sucede si
estás muy feliz o estás muy triste?, ¿de pronto eres de
piedra y nada incide?, ¿acaso debemos ser robots a los
que nada conmueve?, ¿debemos ser indiferentes a la
tragedia humana?... ¡Que trabajoso es calificar exámenes!... Y
realmente puede ser muy tortuoso… No obstante, intento
dejar notas aclaratorias, señalar en los estudiantes los
aciertos y explicar brevemente aquellos puntos donde
identifico fragilidades… Para ser franco, aún me cuesta
mucho, trato de dejar algunas observaciones, aunque no
sé qué tan exitosamente, en especial cuando el volumen
de estudiantes está sobredimensionado. Un curso grande
implica menos detalle en cada individuo.

En los primeros años como profesor asumí un


conjunto de asignaturas varias. Mis otrora profesores
y ahora colegas, se referían a ese concepto como “carga
académica”… Siempre he creído que las palabras tienen
algún tipo de poder, y la expresión “carga”, de entrada,
era un poco agobiante. Mis primeras asignaturas fueron
econometría, fundamentos de economía, microeconomía
y macroeconomía. Al entrar a clases, pensaba en mí
mismo como el profesor que, de estudiante, habría

34
Y no solo se trata de evaluar a los estudiantes con una cifra. Muchos
funcionarios “inocentemente” consideran que los resultados del proceso de
aprendizaje son expresados a partir de un indicador. Este es un problema que
atañe a la hiperrealidad tratada por Baudrillard, reemplazamos el proceso real
por conformarnos con una estadística.

126
esperado tener. Lo primero y más trascendente era que
pudiese ser claro al abordar un tema. Que mi lenguaje
fuese comprensible y que consiguiera la motivación en el
estudiante. Descubrí que eso no es tan simple. El lenguaje
en economía es sofisticado, y uno lo adquiere poco a poco
sin darse cuenta, lo que para uno es ya algo común, para el
estudiante constituye una experiencia totalmente nueva,
y a veces como docentes, lo olvidamos. Y la brecha tiende
a crecer. La cosa es que los profesores, en el caso de ser
juiciosos, leen y releen los mismos tópicos con un enfoque
cada vez más profundo. Se comienza con un texto sencillo
y se avanza a los más complejos. Por supuesto, esta
tarea se lleva a cabo a través de años y años, pero tienes
a un profesor que “conoce” con propiedad, al menos en
teoría, un conjunto de temas. Si es investigador, entonces
intentará averiguar lo qué sucede en un contexto próximo
y, naturalmente tendrá “nuevos resultados”. De esa manera,
cuando ese profesor ha llegado a su punto más elevado,
el encuentro con el estudiante inexperto puede resultar
desastroso.

Es por esto, que los estudiantes, no solamente deben


estar prevenidos, sino también, deben prepararse.
Si tu profesor es muy malo, pero tienes el rigor y la
autodeterminación de aprender por cuenta propia,
esto es, eres autodidacta, entonces el camino hacia el
conocimiento será menos hostil. Si tu profesor es muy
avanzado, y no logras sincronizar el ritmo, entonces
debes tener los cojones suficientes para levantar la mano
y advertirlo. Como sea que se trate, debes estar preparado,
debes aprovechar la tecnología. Desde mi muy limitada
experiencia y conocimiento, debo manifestar que un
buen profesor, lo es, porque se preocupa porque sus
estudiantes puedan aprender, incluso motivando ese
aprendizaje por sí mismos. Como estudiantes precisamos
bases sólidas, en adelante aspiramos a edificar lo más
posible. ¿Pero qué son las bases sólidas en economía?,
¿tan siquiera existen?... La ciencia económica ha estado

127
en una permanente crisis, y es probable que en los años
que corren, no pueda evitar contener por mucho más ese
problema. Debemos aceptar que, más allá de pretensiones
universales, los fundamentos de la economía son
dinámicos, son extremadamente sensibles al cambio y,
por lo tanto, su aprendizaje, también dinámico constituye
un reto constante. Debemos ser más humildes. De
seguro, puedes ser el profesor con mayor experiencia,
un notable académico, un investigador consagrado, pero
no puedes perder el vínculo con el estudiante, expresar
junto a él la mayor de las complejidades en los términos
más sencillos, compartir sin egoísmo alguno, el cúmulo
de conocimientos que durante tantos años tardaste en
aprender. Conocer para criticar, criticar para proponer,
proponer para mejorar, y cuestionar, cuestionar todo
cuanto sea posible, todo el tiempo. No tenemos expertos
en economía, de lo contrario, la pobreza y el desempleo
no existirían en el autodenominado mundo moderno.

Existe una tendencia natural en los estudiantes a


asentir, pese a tener más contrariedades de las que se
desea, al mismo tiempo que habita una propensión en
los profesores a considerar como ciertas sus posiciones
teóricas, incluyendo también los métodos analíticos
y pedagógicos que se utilizan, más perversa aún, la
aceptación asidua y conjunta de cualquier posibilidad,
por descabellada que esta sea, a razón de una nota
aprobatoria o de puntos salariales, una suerte de miopía
cómplice que no permite entrever de modo alguno, de lado
a lado, la probabilidad de tan siquiera, estar equivocados;
en suma, un caos propio de sistemas entrópicos con
fundamentos endebles que se niega a la mayor de las
probabilidades históricas factibles. Como consecuencia,
el estudio de la ciencia es potencialmente poco amigable,
abundan los supuestos y presupuestos, lo inverosímil,
las conjeturas precipitadas, las premisas apresuradas
y con base, en una secuencia de artificios técnicos se
concluyen axiomas y leyes, definitivas, intocables,

128
universales. Asumimos por ejemplo que los seres
humanos son racionales… ¿Qué clase de racionalidad
es esa, que admite el deterioro de los ecosistemas y
compromete la sostenibilidad del desarrollo futuro, so
pretexto de salvaguardar el equilibrio de mercado? De
acuerdo con Arrow, la imposibilidad de un equilibrio
a escala global reside en que los individuos poseen
funciones de utilidad divergentes, esto es, el hecho de
que los juicios valorativos que generan expectativas de
felicidad entre las personas son disímiles, razón por la
cual, pretender una situación de bienestar general como
resultado de la suma del bienestar individual no es más
que una utopía celeste.

La premisa de racionalidad sugiere que los individuos


son proclives a ponderar de la misma forma, los
determinantes de su función de utilidad. Más aún,
los determinantes de esa función son básicamente los
mismos, independientemente del tiempo, del espacio,
de la percepción, estarán los bienes de consumo, sus
precios, y el nivel de ingresos como respuesta, siempre es
igual. Con lo que, además de asumir en las personas, la
conformación de estructuras sinápticas a nivel cognitivo
prácticamente idénticas, se reduce la expectativa
de plenitud humana a una esfera eminentemente
monetaria. Somos poco menos que fichas de jenga,
cada una confeccionada exactamente igual que la otra,
y conjuntamente sostenemos el equilibrio de manera
proporcional al comienzo del juego. La contradicción,
sin embargo, subyace en que no solamente somos
piezas reemplazables, sino además prescindibles, y
al ser expulsadas, aun cuando el equilibrio se torne
progresivamente más frágil, sobrevivirán unas fichas
a costa de otras, y entonces ya ninguna es igual. Tal y
como sucede con el juego, la continua expulsión de
elementos, tarde o temprano amenaza el equilibrio
global y, esto es inexorable, tanto como lo son las crisis
económicas y sobre todo las sociales y ambientales.

129
Los primeros años como profesor marcaron para mí un
nuevo curso de aprendizaje, en esta ocasión, tratando de
dirigir el barco a buen puerto. Si en el papel de estudiante
mi pensamiento había contemplado un proceso particular
frente a la ciencia, donde se visibilizaban los primeros
destellos de escepticismo, como profesor se describieron
una serie de episodios de manera no consecutiva. Sin
duda alguna, había una resistencia, un espíritu libertario
que se negaba al sometimiento del tradicional análisis,
sus premisas de base y sus pretensiosas conclusiones. ¿A
quién beneficiaba en última instancia, todo el discurso
económico? Sin embargo, debía volver a estudiar lo que
se creía aprendido, y no solo eso, transmitirlo de manera
objetiva, dejando que el estudiante forme su propio
criterio. Esto último suena muy bien cuando lo escribo,
pero es bastante difícil de llevar a la práctica. Había un
libreto y debía darlo a conocer, aun cuando esto mismo
implicaba guardarme mis propias percepciones, que
en todo caso, podían ser muy subjetivas, pero no se
trataba de un curso de lo que yo pensaba, sino de una
clase con contenidos muy específicos, la cosa era ¿qué
tan objetivos son los manuales de texto?, a juzgar por la
forma en que estaban desarrollados, uno suponía que el
autor o autores habían sido ungidos por una revelación
de magnitudes divinas, que les permitía explicar
fehaciente, rigurosa e impecablemente las agendas más
polémicas del análisis económico. Con frecuencia me
preguntaba ¿qué era lo que sabía?, ¿si no fuese profesor
de economía, entonces a qué me dedicaría?... Mi método,
por llamarlo de alguna manera, consistía en explicar el
tema de la forma más sencilla posible, retomaba una y
otra vez, los planteamientos conceptuales y teóricos,
me ayudaba de gráficas y luego, planteaba los modelos
y procedíamos a construir y analizar los resultados
después de los ajustes requeridos. No obstante, insisto,
era un replicador y entonces, fue cuando decidí
investigar por cuenta propia, leer todavía más y,
reflexionar permanentemente.

130
¿Quién te enseña a ser un buen profesor?, ¿cómo se
aprende?, ¿cómo estar seguro de estar haciendo bien
la tarea? Evidentemente, sería demasiado pretensioso
de mi parte señalar que tengo las respuestas, tal vez,
solo tengo un par de sospechas. No obstante, creo que,
en la búsqueda de las mismas, subyacen dos aspectos
trascendentes: el primero, es que es un asunto de
voluntad, me refiero a que, los buenos profesores que
he conocido, no están seguros de serlo, y perseveran
continuamente para mejorar en sí mismos, no se trata
de una competencia, mucho menos de exhibir algo a los
demás. Los buenos docentes no se conforman con lo que
ya saben, siguen estudiando asiduamente, incentivan
el estudio en otros y plantean interrogantes y tesis que,
son muy interesantes, polémicas, agudas, críticas, y
sobre todo necesarias; eso promueve la investigación.
Lo segundo, y más relevante aún, estriba en el contacto
con los estudiantes. Entre las partes existe una sinergia
delicada que no debe descuidarse, pues entraña una
comunidad de pensamiento en torno a aprender.
Contar con un profesor que motive a los estudiantes,
es tan importante, como que los estudiantes motiven
al profesor, es una relación indisoluble, interactiva y
permanente, pero no es una relación excluyente, pues
atañe el propio mundo circundante. No se puede
pretender un concepto, una teoría, una estadística,
desconociendo a la comunidad que la demanda, la
historia nos ha demostrado en más de una ocasión, que
la exclusión es el peor de los males, pues constituye la
negación de oportunidades como sociedad.

Al salir de mis primeras clases, me decía a mí mismo


que lo había hecho perfectamente, pero sabía que
algo faltaba. Pasaron muchos años para que pudiera
advertirlo con claridad, mi problema era que no
generaba en los estudiantes la confianza suficiente
para interactuar conmigo, y es algo que sigue siendo
un reto aún hoy. Extirpar el temor a aprender es

131
esencial, la vida tiene varias formas de enseñarnos a
vivir, algunas son agradables y otras desgarradoras.
Pienso que la tarea de un profesor reside en alimentar
la confianza del estudiante en sí mismo, en afianzar la
capacidad de cultivar su propia mente y en apoyar su
espíritu investigativo. Debemos comprender que, al
menos en economía, no existen respuestas absolutas, la
historia del pensamiento económico es la historia de las
contradicciones sociales, de las discusiones alrededor
de un concepto, de una idea, el registro de nuestros
fracasos, de nuestras oportunidades, de nuestros retos
y dificultades. No debemos coartar las ideas de las
jóvenes mentes, su cosmovisión, sus posibilidades, sus
perspectivas; por el contrario, debemos impulsarlas,
las respuestas que hemos buscado afanosamente están
allí, no será de las viejas ideas, y su inerte repetición lo
que nos permitirá opciones de cambio para el futuro, de
existir, en esta carrera cada vez más afanosa contra el
tiempo, las alternativas que demanda el mundo presente,
ellas pertenecen a las ideas de las nuevas generaciones.

Sin investigación un profesor solo se limita al pasivo


confort propio de quien se dedica a repetir, a transferir
información, y eso, en el mundo moderno, lo puede
fácilmente efectuar la red. Ser un buen profesor no
es nada sencillo, frente al curso quedas expuesto, el
público rara vez elogiará los aciertos, en general, nuestra
agudeza crítica señala más que nada los errores. No es
que presuma tener la fórmula mágica, pero creo que
la clave reside en saber interpretar el comportamiento
de los estudiantes. Alguna vez, cuando estudiante, un
profesor de matemáticas se acercó a mí, y con tono firme
me dijo: ¡pásese adelante! Acto seguido tomó mi asiento
y lo colocó en primera fila. Siempre fui algo tímido en
ciertas cosas, así que sin preguntar nada me reubiqué a
mi muevo lugar. Tenía miopía y me costaba comprender
lo que estaba en el tablero. El profesor capturó un gesto
que interpretó adecuadamente, entonces, no lo dudó. No

132
es que fuera un mal estudiante, se trataba simplemente
de un problema de visión. Años más tarde, con un par de
lentes encima, todo fue claridad. Cuando uno empieza
a comprender un fenómeno complejo, hay una senda
difícil que caminar. Una vez me había graduado, empecé
a estudiar por mi propia cuenta, es el trayecto de un
docente. La gente piensa que todo lo sabes, pero no es
cierto, a veces puede suceder que te habitúas a la forma
cómo se aborda un tema, a pesar de experimentar un
relativo inconformismo con la respuesta. A veces, un
tema te agrada, y no puedes evitar apasionarte. A veces,
algo complejo, en lo que no es fácil que alguien pueda
ayudarte, implica trasnochos y una dedicación obsesiva
que, pocos advertirán en clase, y desde luego, también
tienes temas que te aburren.

En mis primeros años repliqué el método de aquellos


profesores a los que admiraba. Aunque por dentro,
sabía que debía buscar mi propia forma de trabajo. Al
principio me limitaba a explicar lo mejor posible los
tópicos de cada clase, y me preocupaba por abordar el
100% de una asignatura. En la actualidad, percibo que
soy alguien un poco más tranquilo. A menudo, reviso las
lecturas de clase con los estudiantes, me detengo en los
párrafos más importantes. Hago algunas demostraciones
algebraicas, pero solo las necesarias, no se trata de
alardear, luego de una discusión teórica construimos
un modelo tentativo, en realidad un modelo simple,
revisamos el comportamiento de algunas cifras, yo lo
llamo “la econometría visual”, entonces, aplicamos los
instrumentos, revisamos e interpretamos el significado
de los resultados y hacemos algo de predicción, después
de comprobar algunas suposiciones elementales. Con el
tiempo, he desarrollado algunas breves notas de clase
que suministro a los chicos desde el primer día, de modo
que puedan dar lectura a aquello que saben que proviene
de mi propia mano, poco a poco el material se pule y, si
tengo suerte, un día cualquiera podría ser publicado.

133
Uso cualquier cantidad de programas computacionales,
me resulta atractiva la interfaz, aunque en los últimos
años me he inclinado por instrumentos de software
libre que sean ampliamente utilizados y reconocidos.
Cuando puedo, elaboro videos que subo a YouTube y,
para mi sorpresa he tenido un público local, regional e
internacional que, frecuentemente me consulta sobre
temas varios. Ahora, con la red es fácil pertenecer a grupos
de trabajo en diferentes áreas, y es posible compartir gran
variedad de documentos y aplicaciones.

Como todos los profesores pasé por momentos de crisis,


digo pasé solo por decir, esto es cíclico y cada tanto, sabes
que debes revaluarte. Mi crisis más importante, se dio hace
tan solo unos tres años… Un día cualquiera me levanté de
la cama, fui a ducharme, me enfundé mis viejos jeans y
al llegar a clase me cuestioné si lo estaba haciendo bien...
Me cuestioné varios días con sus noches y la crisis avanzó
delicadamente. Solo considéralo: un día eres el ciclista
número uno del Tour de Francia, al otro, eres demasiado
viejo para siquiera intentarlo. De la crisis he rescatado
tres lecciones fundamentales: la primera es que debes
estar motivado, sino tienes una alegría por hacer lo que
haces no puedes contagiarla a los demás. Como segundo
pienso que es importante saber, con esto quiero decir
que no puedes improvisar, debes manejar las bases del
tema y también debes saber formas de transmitirlo35.
Finalmente, considero que debes ser capaz de reconocer
las limitaciones de aquello que sabes, al tiempo que, debes
estar atento a lo que es susceptible de ser investigado y,
que pueda despertar la creatividad de los estudiantes.

Sé que el lector espera que le cuente cómo superé la crisis,


pero la verdad es que no siento que eso haya pasado.
No obstante, ahora me parece que algo positivo puede
encontrarse incluso en las situaciones más desfavorables,
35
Manejar las bases existentes, aunque ello no necesariamente implique que
sean definitivas.

134
en mi caso, puedes permitirte una autocrítica que, es
menos frecuente en los buenos tiempos y, eso me animó a
escribir este pequeño texto. Ahora, puede ser destrozado
por las “autoridades académicas”, sin embargo, algunas ideas
quedarán en las mentes inquietas de jóvenes estudiantes.

Otra cosa que no podemos pasar inadvertida,


estriba en fomentar nuestra capacidad de trabajo en
equipos multidisciplinarios, esencialmente cuando a
investigación se refiere. Escuchar, leer, escribir y pensar
con profesionales de diferentes ciencias, nos permite
reaprender y complementar lo que tenemos o, lo que
creemos tener entre manos, deconstruir e interactuar con
otras posturas alrededor de temas comunes y advertir
las diferencias como potenciales vasos comunicantes. De
lo contrario, por buenas que sean nuestras intenciones,
terminaremos haciendo de nuestras capacidades poco
más que un soliloquio que teje fantásticas quimeras del
pensamiento, pero cuya arrogancia que no está dispuesta
a abdicar al trono de lo conveniente, nos hace tratar a las
otras ciencias, incluso a las propias comunidades como
objetos inanimados, relegados la mayor parte de las
veces, a un segundo o tercer plano de importancia porque
nuestra miopía ha llegado a tal grado de severidad, que
asume para sí misma la perfección y, por tanto, la cumbre
del pensamiento humano.

Lastimosamente nuestra curva de aprendizaje como


profesores y como estudiantes, puede llevarnos a cometer
demasiados errores conceptuales y prácticos y, ni tan
siquiera percatarnos de la presencia de los mismos, sobre
todo en las primeras fases de formación, que se constituyen
en las fundamentales, más peligrosa aún, una suerte
de propensión, de resistencia al cambio. La economía
es una ciencia de supuestos y, quienes hemos sido
estudiosos de ella, podemos hereditariamente suponer
varias cosas que bien pudieran no ser precisamente
ciertas. Podríamos suponer que los profesores pueden

135
creer que los estudiantes estudian, y a su turno, algunos
estudiantes pueden presuponer que los profesores
preparan sus clases. Los profesores con frecuencia,
creemos que sabemos y asumimos que lo que creemos
saber es esencialmente adecuado, en efecto, a nadie le
agrada advertir la posibilidad de tener que admitir que,
lo que tanto le ha costado estudiar en el tiempo y en el
espacio sea incorrecto, así que pretendemos, además que
nuestros métodos de trabajo son válidos e infalibles y que,
los estudiantes pueden comprender de la misma forma
que lo hicieron sus profesores. Además, inferimos que los
estudiantes tienen a su disposición ventajas heurísticas en
el acceso a la tecnología que reducirían la complejidad en
el acceso al conocimiento, suponiendo convenientemente,
que las bases se mantienen constantes. ¡Oh!, ¡aguarda!,
¡esa “ventaja” también es de los profesores! De otra parte, los
estudiantes asumen que sus profesores saben, del mismo
modo, que se espera que conozcan los mejores senderos
conducentes al tan pretendido conocimiento. Los
estudiantes aguardan justicia por parte de sus profesores,
por ejemplo, a la hora de evaluar, y/o considerar un proceso
evolutivo de aprendizaje y análisis cognitivo, pero como
puede sucederle al más simple de los humanos sobre esta
tierra, nuestras expectativas pueden no ser tan reales36.

Voy a colocar cinco escenas ilustrativas para el análisis.


Por supuesto, ustedes pueden asumir que lo que intento
exhibir es correcto, pero de otro lado, saben que, de lo
que se trata es una invitación para encontrar un resultado
potencialmente contrario, por lo tanto, en el entendido de
una lógica binaria, me encuentro en ventaja al preparar
el contexto, aun cuando en todo caso, no interesa el
resultado, como sí el análisis correspondiente que conlleva
a una determinada postura propia. ¡Así que veamos qué
tenemos aquí!… Un profesor de microeconomía comienza
explicando la construcción de una función de utilidad.
36
Sobre este aspecto trabajaré algunas interrelaciones asociadas a la presencia
de enfermedades mentales.

136
Después de derivarla busca la tangencia con la pendiente
de la restricción presupuestal, que viene dada por los
precios relativos. Una vez se efectúa este procedimiento, es
posible encontrar las cantidades exactas de los bienes que
satisfacen las condiciones del ejercicio y que garantizan
la existencia del equilibrio. El resultado es comprobable a
nivel matemático, y lo que efectivamente sucede es que se
avanza en la complejidad, con más y más ejercicios, luego se
pasa al tema siguiente. ¿Qué sucede si nuestro profesor de
microeconomía es también empresario?, ¿cómo es percibido
por los estudiantes? Digamos que es el tipo de persona
que gusta de las complejidades cualitativas y cuantitativas,
pero también, se apasiona por la praxis, esto es, desarrolla
varios emprendimientos que terminan siendo exitosos.

Una de tantas posibilidades radica en que, explique


todo cuanto se encuentre en el libro, asegurándose que
el tema sea bien comprendido y, acto seguido coloque un
caso real con base en su experiencia. Otra posibilidad, es
que, como fruto del contacto con la realidad, cuestione
todo aquello, o al menos una fracción relevante de la
teoría que crea que, al final, no haya servido de mucho.
Existen gran cantidad de escenarios, desde el más
optimista, al peor de todos. Evidentemente, la respuesta
de un estudiante al contemplar una “situación verdadera”
será muy distinta de aquella que se desprende cuando,
de antemano se sabe que la situación es “enteramente
hipotética”. ¿Quiero decir con esto que es necesario
entonces que el profesor de microeconomía tenga una
empresa? Esta pregunta es compleja porque entraña
varios peligros y posturas potenciales. En un debate al que
accidentalmente fui invitado, un profesor de la vieja guardia
se opuso rotundamente a que se prepare a los estudiantes
como mercancías que demandan las empresas:

“No podemos formar gente para que sean asalariados, ese no es


nuestro papel, lo que pretendemos, si es que queremos hacerlo
bien, es formar personas para la vida”.

137
Desde luego, para mí es difícil disentir, porque creo que
ser profesional es profesarse a la comprensión de un
problema humano e incluso planetario. Pero, todo se
complica, cuando en el mismo debate usted escucha a un
estudiante decir lo siguiente:

“Necesito conocimientos prácticos, yo no puedo recitarle a un


empresario la teoría de Walras. Un profesor que me explique
cómo funciona una empresa, sin tan siquiera conocer una, no
está más que repitiendo como loro mojado lo que aprendió en un
ladrillo blanco, es como imaginar que un médico puede serlo sin
enfrentarse a un paciente”.

Luego de esto, usted no puede mantenerse indiferente,


piense lo que piense, asuma lo que asuma, puede
colocarse más de un extremo que del otro, puede
buscar el “término medio”, puede tomar o abandonar
una postura, pero no puede mantenerse indiferente.
El problema es que no podemos aspirar a respuestas
universales cuando nos falta información, más aun,
bajo el supuesto de que tenemos toda la información
disponible, considerar que nuestro análisis no es
vulnerable a la equivocación es sumamente pretensioso.
Por ejemplo, no sabemos si nuestro profesor le asigna
la misma importancia a la academia que a la empresa, o
viceversa. No sabemos si le interesa que sus estudiantes
tengan una información pormenorizada de la realidad,
no conocemos si tenga cierta reserva ante potenciales
competidores, no sabemos si le interesaría poner en tela
de juicio algo que no le funcionó como advertían los
libros. En fin, el popular “depende” que los economistas
utilizamos como respuesta, aparece cuando no tenemos
toda la información necesaria y, mucho me temo que,
aun cuando contáramos con ella, nada garantizaría un
resultado suficiente. La cosa es que cuando las decisiones
de los individuos se basan en su forma de pensar y,
los mecanismos biológicos, neuronales, psicológicos,
sociológicos, entre otros, son asumidos como “ceteris

138
paribus”, nuestra respuesta es un poco más que sesgada
y la probabilidad de llegar al absurdo se incrementa
sustancialmente.

Se comprende que trabajemos con modelos que


seleccionen las variables críticas del análisis, pero al
mismo tiempo, ese reduccionismo, que constituye una
ventaja procedimental para entender a pequeña escala
un fenómeno económico, pronto se transforma en un
arma de doble filo, porque excluye otros factores que,
rara vez se pueden incluir con posteridad, dado que,
muchos de ellos escapan a nuestro conocimiento. ¿Qué
hacer? Pienso que debemos aceptar una tasa de sacrificio
que, buena parte de los economistas tenemos: el orgullo.
Newton dejó escrito que mientras “lo que sabemos es una
gota de agua, lo que ignoramos es el océano”. La forma en que
podemos romper supuestos absurdos es enfrentarlos a
realidades diversas, a partir del conocimiento de otras
áreas. Si por ejemplo, supongo que Fulano compra un
auto de última generación, en lugar de invertir en su
propia empresa, lo que científicamente deberíamos hacer
es explicar el porqué de esa decisión, incorporando a lo
que sabemos, un diálogo enfocado desde la perspectiva
de otras herramientas analíticas, tales como la psicología
o la neurología, en lugar de evitar cualquier juicio, que
vaya en contravía de lo establecido y tratando el suceso
como un caso atípico incapaz de transgredir nuestras
convencionales especulaciones y generalizaciones
universalistas que, atribuyen que el comportamiento de
Fulano, debería ser el comportamiento asumido por todos
los consumidores, procurando puerilmente que Fulano
debe ajustarse al statu quo, sin tan siquiera indagar en
la naturaleza de su conducta diferencial, al grado de
obviarla y sumirla en el olvido de un asunto excepcional,
irracional y muy poco frecuente37.
37
Si Fulano compra un bien de lujo cuando tiene hambre, la respuesta no debe
ser que se trata de un caso atípico. Debemos estudiar las emociones y si para eso
debemos establecer un diálogo con los psicólogos, ¿por qué razón no hacerlo?

139
El segundo caso, proviene de una anécdota que me contó
una estudiante en Bogotá. Me encontraba en una pequeña
cafetería y una chica de últimos semestres se sentó conmigo.
Lucía algo preocupada y entonces me dijo:

- ¿Puedo pedirle su opinión respecto a una situación académica?


- Naturalmente. (No puedo evitar confesar que estaba intrigado).
-Es que estoy cursando una materia que se llama metodología
de la investigación, y nuestro profesor nos dijo que debíamos
entregar dos productos.
- ¡Ok!, ¿cuál es el problema con eso?
- Verá, lo que sucede es que cuando explicó el primer
producto dijo que consistía en un proyecto, el mismo debía
contener los objetivos, un marco de referencia, justificación,
metodología, bibliografía, ¡en fin!, lo habitual… Cuando
explicó la segunda tarea, nos señaló que debía ser un
artículo publicable en revista indexada. Nos dijo que
tenía que tener un resumen, una introducción, un marco
teórico, unos antecedentes, un método, unos resultados,
unas conclusiones, alternativas y bibliografía. Nos exigió
además que debíamos empezar a buscar las revistas donde
publicaríamos porque su número es limitado.
- ¡Ups!, eso parece un poco ambicioso, de hecho, no digo que sea
imposible, pero es complejo…
- Si profe, lo mismo me pareció y, entonces vino el problema…
- ¿Qué pasó?
- Profe, yo soy una persona nerviosa, desde muy pequeña soy
así, es algo que me cuesta mucho controlar, creo que es porque
mi mamá también era así, nos asustábamos por cualquier
cosa, un temblor, una ambulancia, tantas cosas… ¡En fin!,
en medio de mi nerviosismo le dije con voz chillona, ¡profe!,
pero usted debe tener investigaciones publicadas, no sé,
artículos, libros, me imagino yo, ¿cierto? Lo digo como para
que nosotros tengamos una guía, porque de otra manera me
resulta un poco cuestionable que, usted nos pida todo eso, si
no tiene investigaciones que lo respalden…
- Creo que tienes un carácter fuerte, porque no cualquiera le
dice eso a un profe el primer día de clases. Pero pudiste ser un

140
poco más sutil, ¿cierto?
- Si profe, el punto es que él no tiene ninguna publicación…
-… (Silencio prolongado).
- Ese es el punto profe, no me parece ético que un docente que
dicta investigación nos exija que investiguemos y publiquemos,
si él mismo no lo hace…
- ¡Tienes razón! Ahora mismo recuerdo un poco algo que dijo
uno de los profesores que más admiro, porque a pesar de ser
muy cualitativo, es muy analítico y se preocupaba porque
los estudiantes podamos pensar, para ello nos recomendaba
lecturas y efectuar ensayos. él dijo una vez, algo que me
parece muy cierto:

“Investigar es como bailar. Uno puede querer bailar, y


a uno le pueden explicar toda la teoría, pero si usted no
invita a una chica y se lanza a la pista, entonces no servirá
de nada. Para hacer investigación, lo que usted necesita
es resolver una pregunta, contrastar una hipótesis, usted
necesita salir a la pista”.

La tercera situación sucedió en una universidad de otro


país y, por casualidad, pude evidenciarlo desde la tribuna.
Yo había efectuado una pequeña charla sobre lo que era la
economía, en realidad se trataba de algo muy básico hace
aproximadamente unos diez años. Entonces, escuché que
a un profesor le habían abierto un proceso disciplinario, y
justo, en ese momento, se daría una especie de audiencia
pública para advertir los elementos críticos a saber. Al
parecer, un estudiante había interpuesto una denuncia ante
un consejo de académicos manifestando que su profesor
traficaba con los trabajos de clase, es decir, los documentos
producidos por los estudiantes se efectuaban sobre
organizaciones productivas que demandaban asesoría
técnica y, se señalaba que el profesor que, pertenecía a una
consultora privada, utilizaba a los estudiantes y las clases
para dar cumplimiento a estas actividades. Recuerdo que
fue una situación curiosa, porque el “acusado” muy tieso y
muy majo comenzó su discurso más o menos así:

141
“Durante más de 30 años he trabajado haciendo consultorías de
todo tipo. Comencé asesorando pequeñas empresas familiares
y conforme avanzaba mi conocimiento, quienes solicitaban
mis servicios eran medianas estructuras productivas. En el
último quinquenio he trabajado intensamente con consorcios
internacionales que han precisado de mi conocimiento
constantemente. A partir de ese punto, también fui contactado
por algunas universidades prestigiosas de la región. Deseo
señalar claramente que, en todos los casos, no era desconocida
mi experiencia laboral y mis facultades, cuando me ofrecieron
la posibilidad de hacer docencia, fue precisamente por mi
habilidad para interactuar con el sector real de la economía, en
un contexto donde los modelos de formación de las instituciones
educativas colapsan al producir una descomunal e ingente
cantidad de profesionales sin la posibilidad de conseguir
empleo. Por supuesto, todo es susceptible de interpretaciones
y reinterpretaciones. Un estudiante que no se compromete,
falta a la mayoría de mis clases y eventualmente pierde la
materia, después de que en vano intenta sugerir desesperadas
alternativas para aprobar, justo cuando ya no vienen al caso,
puede pensar que mi conducta es moral y éticamente incorrecta,
e intentará encontrar flaquezas en otros, evadiendo las propias.
Sin embargo, les pido que consideren los hechos y, de seguir
pensando lo mismo, no tengo ningún reparo en asumir las
consecuencias derivadas de mis actos. Lo primero que me
gustaría decir es que, en mis clases todo gira en torno a casos
reales, estados financieros, gobernanza corporativa, medición
de valor empresarial, inteligencia y heurísticas del mercado,
manejo de cartera, ¡en fin!, una amplia cantidad de tópicos. Un
estudiante que termina la práctica empresarial conmigo, puede
trabajar en mi consultora si lo desea o, si prefiere, puede asociarse
con otros y formar equipos asesores. ¿Por qué?, ¡simple!, se
trata de situaciones del contexto, bajo las cuales enseño a otros
mi propio oficio. Los estudiantes perfectamente pueden ser mis
propios competidores y lo saben bien, porque en clases no me
guardo nada, todo aquello que sé, lo transmito didácticamente.
Para finalizar, debe comprenderse que siempre interactúo con
el sector real, y el trabajo de los estudiantes es una extensión

142
del mío propio que se interrelaciona en dos mundos que son
indisolubles. La empresa y la academia”.

Comprendo que el lector sienta una natural curiosidad


porque le cuente cómo se resolvió esta cuestión.
Lastimosamente debo decir que ni siquiera yo lo sé,
así que quedaré en deuda con ustedes porque tuve que
regresar a mi propia universidad, tenía una muy pequeña
comisión y lo que les comento sucedió ese preciso día. El
cuarto caso que voy a exponer aquí, lo evidencié en una
de las universidades más grandes del país, lo conocí por
intermedio de un buen amigo mío que, para esa época,
era estudiante de primer semestre y en la actualidad se
desempeña como un joven investigador sobre temas de
microeconomía y finanzas. La cosa es que, en el curso
de fundamentos de economía el profesor que dirigía la
cátedra ya estaba muy viejito, no obstante, era un muy
buen docente y se comentaba que no deseaba jubilarse
porque le gustaba mucho lo que hacía. El profesor en
alguna oportunidad le dijo a sus estudiantes:

“Vosotros sabéis que una de las mayores dificultades con que


vais a tener que enfrentaros radica en el hecho de que al salir
de ésta, vuestra universidad, tendréis que buscar asilo en el
mercado laboral, y como están las cosas para el día de hoy,
la situación no es muy favorable. Vuestro principal problema
descansa en que creéis que todo se resolverá en ese momento
futuro, y, por tanto, en este instante no podéis hacer nada más
que esperar mientras disfrutáis de esa juventud que os creéis
durará por siempre. Yo os propongo que empecéis a darle la cara
al destino ahora, ¿por qué no ahorráis todos juntos?, poneos
de acuerdo en una mensualidad, cuando reunáis lo suficiente
comprad una casa vieja, reparadla, pintadla, esforzaos porque
se vea bonita y entonces, la vendéis con un valor más elevado
del que la adquiristeis, luego repetid la práctica, sed constante
con esto, id creando la propia experiencia, no esperéis a
que la incertidumbre se resuelva favorablemente, porque
generalmente nunca lo hace por sí misma, sois responsables de

143
vuestro propio futuro, pero debéis empezar a forjarlo, ¡haced
uno bueno de una vez entonces!”.

La última de las situaciones me sucedió con un estudiante


de macroeconomía. Recuerdo que había explicado el
tema de las expectativas racionales en el mercado laboral,
hipótesis desarrollada inicialmente por John F. Muth en
1961 y luego, retomada por Robert Lucas en 1972 obteniendo
como resultado el premio Nobel de economía en 1995. Para
exponerlo mejor y de forma sencilla, supongamos que un
trabajador espera un crecimiento de su salario medido
en billetes y monedas, esto es, los salarios nominales o
monetarios. Si las empresas acceden a incrementar el
precio del factor trabajo, entonces pueden trasladar ese
incremento de los costos laborales a los nuevos precios,
de modo que, los trabajadores pueden encontrarse con
salarios nominales que, si bien se han incrementado,
parece que, en términos reales, es decir, enfrentados a un
nivel de precios más elevado, ahora resultan inferiores.
Por supuesto, todos aprendemos de nuestros errores y,
naturalmente, los trabajadores también. En consecuencia,
para el próximo ciclo, los trabajadores evitarán pensar en
el salario nominal y se enfocarán en el real, razón por la
cual, ajustarán sus expectativas al incremento esperado
de los precios y, en consecuencia, mejorarán su capacidad
para hacer predicciones y tomarán mejores decisiones.
Recuerdo muy nítidamente que un estudiante me hizo
una verosimilitud bastante original al respecto:

- Profe, uno podría suponer que, la información con la que


cuentan los individuos explica sus actos de tal manera que,
si esa información es imprecisa o parcial, las decisiones de
los agentes económicos resultan equivocadas. Por ejemplo,
si un estudiante dedica poco tiempo a repasar, pensando que
eso es suficiente, pero al momento de recibir su examen se da
cuenta que le fue mal, entonces, para la próxima oportunidad
estudiará un poco más, ¿cierto?
- Estamos de acuerdo, el mensaje es que los individuos mejoran

144
sus decisiones con base en la información y la experiencia38.
- Si la información fuera falsa, pero las personas pensasen que
es verdadera, sus actos estarían condicionados a esta última
creencia, ¿cierto?
- Desde luego, pero con posteridad se darían cuenta de ello,
aprenderían y ajustarían racionalmente sus nuevas expectativas
de cara al futuro.
- Pero para ello, los individuos deberían equivocarse, de otro
modo no aprenderían de sus errores, ¿correcto?
- En efecto. En el caso de un estudiante confiado, suponemos
que la información que tiene es incorrecta, asumamos por
ejemplo que piensa que su profesor preguntará lo mismo que el
semestre pasado. En teoría, el estudiante habría repasado lo que
creía que se le preguntaría, pero con posteridad, al darse cuenta
de su error, sabría que debe estudiar más porque el profesor
cambia las preguntas, y aun cuando no lo hiciera, en economía
es muy común que cambien las respuestas, por lo tanto, su
probabilidad de equivocarse se reduce al mejorar su curva de
aprendizaje con la nueva información disponible.

Después de muchos años, me encontré al estudiante,


ya siendo profesional. Yo estaba haciendo fila en un
banco y él me reconoció. Se acercó a mí y me saludó
efusivamente. Me ayudó a efectuar el pago por medio
de una app mientras me explicaba que ahora todo podía
hacerse desde el celular. Me invitó a su oficina y, en lo que
tomábamos un café, me dijo:

- Profe, debo hacerle una confesión. Usted seguramente no


lo recuerde, yo era el tipo de estudiante que no ponía mucha
atención en clases, debo confesarlo con cierta vergüenza, pero
38
Para efectos prácticos la teoría sobre expectativas adaptativas y racionales
suponían que los agentes económicos eran capaces de desarrollar una curva de
aprendizaje basada en los errores. Este concepto llevó a Robert Engle a trabajar
en modelos econométricos que incorporaban los residuales en las decisiones
financieras y, posteriormente a la medición de la volatilidad o riesgo, tarea que
le posibilitó la obtención del premio Nobel de economía en 2003. Recomiendo
su texto de aceptación intitulado: “Risk and volatility: econometric models and
financial practice”.

145
me puse juicioso a partir de algo de economía experimental.
- Temo que no le comprendo muy bien, ¿a qué se refiere?
- Bueno profe, es que usted alguna vez nos explicó el tema de
las expectativas racionales y yo identifiqué que si la información
podía hacer que la gente actuara de una manera, antes de saber
que podía equivocarse, entonces como fruto de esa especulación
alguien podía obtener ventaja de ello.
- Correcto, eso sucede con quienes hacen especulación.
- Si Profe y yo lo llevé a la práctica.
- ¿Cómo así?
- Antes que se vaya a poner bravo, debo decirle que me ajuicié,
era muy inmaduro en esa época.
- ¿Qué pasó?
- Resulta que al semestre siguiente teníamos un examen muy
difícil, y teníamos muy poco tiempo. Usted sabe que a veces,
algunos profesores dictan muy a prisa y, la verdad es que
teníamos demasiados temas y la probabilidad de que nos fuese
bien era muy pequeña.
- ¿Y no podían pedirle más tiempo al profesor?
- Nos daba mucha pena profe. Resulta que yo recordé lo de las
expectativas racionales. Entonces un buen día me miré fijamente al
espejo. ¿Usted ha visto Taxi Driver de Robert De Niro?
- Si, ese es un clásico del cine.
- Yo me autoconvencí frente al espejo de que habría una
protesta en la universidad el día del examen, lo hice con tres
días de anticipación, para mi fortuna, hacía poco de lo que se
habían suscitado algunas manifestaciones. Entonces tomé mi
celular y llamé a varios amigos y les dije: ‘¿si se enteraron?,
¿cierto que sí?, unos amigos míos me dijeron que se vienen
unas protestas muy fuertes en la universidad, parece que serán
muy, pero muy grandes. ¿Ustedes se imaginan quedarnos
atrapados en medio de esos gases tóxicos?, yo no creo que
vaya a ver examen’. La idea era hablar con el profe mientras el
murmullo se emancipaba, y entonces, justo el día del examen,
se suspendieron actividades porque se había considerado una
medida preventiva. Lo realmente curioso es que un amigo de
otra carrera me llamó para decirme que tuviese cuidado porque
se iba a organizar una protesta muy, muy grande.

146
Si me preguntan sobre esto último, aún no me lo puedo
creer.

Etimológicamente, la palabra docente proviene del latín


docěre que significa “enseñar”, lo que a su turno, se deriva
de “decet”, que se define literalmente como “decente”.
Por lo tanto, un docente es una persona que enseña algo
apropiado. Profesor deviene de “profitēri” que significa
hablar delante de la gente. Finalmente, Maestro se
relaciona con el término magister que contiene la raíz
“magis” asociada a máximo, lo que implica que se trata
de una persona con las máximas cualidades posibles.
En todos los ejemplos anteriores, podemos hacernos
una idea de la complejidad que existe en el proceso de
enseñanza y aprendizaje, me parece que todo esto, es
un diálogo entre varios mundos, que es reinventado
permanentemente entre profesores y estudiantes, ese
encuentro no debe ser asumido bajo la premisa de que
el profesor sabe y explica y, el estudiante no sabe y,
por tanto, debe limitarse a aprender. Todos nosotros
aprendemos continuamente hasta el final de nuestros
días, es solo que unos somos más viejos que otros y,
esa experiencia puede ser compartida y discutida con
el fin de no cometer los mismos errores y, encontrar
nuevas respuestas y soluciones que demande nuestro
actual contexto.

Existe una diferencia entre entender y aceptar una


posición teórica. Creo que nuestro papel como
profesores y, como estudiantes, radica en avanzar,
aportar, proponer. Las tesis económicas existentes son,
en grado sumo, pretensiosas, vanidosas, insistentemente
generalizables, pero el contexto suele ser un buen punto
de referencia a la hora de determinar su pertinencia. Por
lo tanto, no debemos atemorizarnos a la hora de enfrentar
las posiciones teóricas con la realidad, por compleja que
esta parezca, es necesario hacerse a un análisis objetivo,
es menester contrastar aquello que se sucede en nuestras

147
casas, campos y ciudades, nuestro territorio todo, con
aquello que está escrito en las páginas de un libro que se
abstrae totalmente de la realidad. Mucho de lo que leemos
ha sido escrito bajo el confort que ofrece una biblioteca, un
estudio, un ordenador, bajo la celosa mirada cómplice de
un escritorio, bajo la convicción de aquel que considera
tener la razón basado en su propia experiencia, su propia
exegesis del mundo, bajo el ojo que asiente como cierto
aquello que comprende, y que se provee a sí mismo de su
propio cenit intelectual; pero ese particular ejercicio, debe
ser analizado a la luz del tiempo, el espacio y nuestra muy
especial forma de pensar y percibir lo circundante, lo que
puede advertir particularidades que hacen inapropiada
la aplicación mecánica y cuadriculada de una receta,
sobre todo, cuando el paciente no ha sido diagnosticado
con absoluto rigor, pues el economista, que funge aquí
como el más arrogante de los médicos no cree necesario
auscultar más, pues todo lo sabe, y basta con prescribir un
remedio universal que no es objetable.

Lo he meditado durante largo tiempo y, para ser honesto


no sabía si incluir esta reflexión personal, pero al final me
he decidido, porque a pesar de que me parecía insustancial
al comienzo, me condujo a un análisis que creo pertinente
para el debate a gran escala. Como lo comenté antes,
los últimos ahorros familiares se acabaron justo cuando
iniciaba mi vida docente. Así que, esos primeros recursos
percibidos por el trabajo fueron definitivos para mí y
para mi familia. Sin embargo, la expectativa de lo que
pensaba que ganaría al trabajar en una actividad tan
delicada y de tanta responsabilidad, me parecía que se
alejaba de lo que efectivamente le pagaban a uno. Por
supuesto, ¿quién era yo?... No tenía grandes títulos, ni
experiencia, era nuevo y todo cuanto podía hacer era
arrancar desde cero. Estaba claro que me había costado
mucho llegar allí y, no había sido nada fácil. A veces la
historia de las personas queda oculta bajo una estadística
y, eso me resulta de las cosas más perversas y agobiantes

148
que, desafortunadamente, caracterizan nuestra sociedad
como la conocemos39. Lo entendía y lo aceptaba, pero
inmediatamente pensaba cómo habría sido mi vida, por
ejemplo, si hubiese hecho caso a mi padre y hubiese sido
reclutado en las filas del ejército o la policía. ¿Tendría
más estabilidad laboral?, ¿habría podido estudiar
alguna carrera profesional?, ¿me jubilaría mucho antes?,
¿podría haber desarrollado mi potencial intelectual
de otra forma?... Lo cierto es que vivo en un país y en
un momento histórico, donde políticos corruptos,
empresarios inescrupulosos, líderes militares ostentan
remuneraciones descomunalmente inconmensurables, en
comparación con aquellas que corresponden a la dignidad
de un profesor. Alguien que además de tener la voluntad
para la docencia, debe estudiar mucho, poseer cursos de
especialización, maestrías, doctorados y posdoctorados.
La mayor parte de las veces, esa formación corre a cargo
de la misma persona, por lo tanto, trabajar y estudiar se
vuelven actividades constantes (con el potencial de ser
excluyentes), y en efecto, el desgaste físico, emocional e
intelectual es mayor. A veces la cosa se complica porque
para estudiar se debe abandonar a la familia e incluso el
trabajo. La decisión implica abstenerse de invertir en una
actividad productiva, cambiar a un mejor auto o tener
casa propia. El problema es que estamos hablando de las
condiciones de aquellos individuos que orientan a las
generaciones que habrán de venir para el futuro.

El presupuesto global que destinan algunos


gobiernos para cubrir las inversiones en educación
e investigación es, por lo general, el renglón más
frágil de la contabilidad pública, sobre todo cuando

39
A propósito, en el film de 2015 intitulado The big short, basado en el libro
homónimo de Michael Lewis (2010), el personaje de Ben Rickert inspirado en
Ben Hockett señala lo siguiente: “si acertamos, las personas pierden su hogar,
pierden empleos también, pierden fondos para el retiro, pierden pensiones. ¿Saben
qué odio de la banca? Reduce personas a números como este: ¡cuando el desempleo
sube 1% mueren 40.000 personas!”(McKay, 2015).

149
se compara lo que se “invierte” en defensa o en
“gastos de funcionamiento”. Si quienes nos dirigen, aun
cuando saben de los beneficios que trae para una
sociedad el acceso irrestricto a las oportunidades
de educación e investigación, insisten en focalizar
la mayor cantidad de esfuerzos en áreas diferentes
como la demanda de productos bélicos o las primas de
funcionarios corruptos, lo que uno puede deducir es
que, definitivamente, además de hacer evidente que el
interés particular se sobrepone al general, existe cierta
cuota de perversidad. La vida de un profesor, al menos
en ese contexto, no es lejana al sacrificio. La otra opción
es levantar el vuelo y buscar mejores avistamientos,
lo que se traduce en una fuga de cerebros de la que
otras latitudes que privilegian más profusamente la
inteligencia terminan beneficiándose.

¿Sufrimos los economistas de una psicosis colectiva?


Algunos libros de introducción a la economía proponen
además del método, la forma en la que piensan los
economistas. Antes ya he referido la delicada relación
dicotómica entre la didáctica del aprendizaje que, sugiere
un proceso de escalamiento delimitado y continuo, o
en otras palabras, el abordaje paulatino de lo simple
a lo complejo, mientras que, paralelamente se suscita
también una creciente capacidad de interrelacionar
saberes y hechos de otras disciplinas con el propósito
de efectuar experimentos aplicados. No hay una única
forma de aprender economía, por lo tanto, tampoco
existe un único camino para investigarla.

Justo cuando lo más oscuro de la noche ha pasado, el


tiempo proyecta tímidamente un frágil reflejo de luz
sobre la tierra, atraviesa las viscosas nubes y descansa
sobre los prados y pequeños riachuelos. Entonces ella
se despierta. Recolecta algunos frutos y prepara el
desayuno. Acompaña a sus hijos a la escuela y enfila
puerto hacia la plaza de mercado. Al llegar a casa, lava

150
la ropa y atiende el cultivo y los pequeños animales. Se
va poniendo la tarde y los años implacables consumen
los pocos arrestos que le quedan, y lo sabe, cada instante
es consumido inevitablemente. Todos los días la misma
faena. Campesinos que enfrentan el frío de la lluvia y el
intenso calor mientras trabajan en la chagra. Personas
que tratan sus enfermedades con remedios caseros, gente
buena y honesta que se saluda aún sin conocerse, que
tiene cayos en las manos, heridas en el cuerpo y en el
alma, pero sonríen. Espíritus incorruptibles que labran la
tierra heredada por sus padres. Gente que nace, crece, se
reproduce y muere en medio de la pobreza y el olvido.
Tratados como una estadística más que no recibe ninguna
ayuda estatal o consideración del mercado. Personas
humildes que no le hacen daño a nadie, pero que son
excluidas por un sistema cuyas bondades funcionan para
unos, mientras asumen una carga impuesta por otros.
No tienen un salario mínimo, no hay contrato laboral, ni
cubrimiento de servicios de salud, ni mucho menos un
programa de pensiones. No hacen parte de una política
agraria, ni de un plan para transformarlos en exportadores
a gran escala, ni estrategias concretas para convertirlos en
trabajadores formales.

Del otro lado del espectro, un hombre pasea en compañía


de sus amigos avistando el profundo azul de Aguas
de Mallorca en el Rising Sun, uno de los seis yates más
lujosos y grandes de la actualidad. Jeff Bezos ostenta
varios reconocimientos a escala orbital, es el individuo
más rico del planeta y también el peor jefe del mundo.
Norteamericano de 56 años. Graduado con doble
titulación de Princeton. Su incursión en el mundo de los
negocios estuvo auspiciada por sus padres. Fundador y
propietario de Amazon, su riqueza está calculada en 116
mil millones de dólares. El 30 de enero de 2020, en tan solo
15 minutos, su fortuna se incrementó en 8 mil millones de
dólares. La esperanza de vida de un estadounidense es
de aproximadamente 79 años, 4 más que un colombiano

151
promedio. Si suponemos que Bezos tiene buenos hábitos
alimenticios, hace deporte y duerme cómodamente,
podría vivir hasta los 90, quizá un poco más. ¿En qué
gastaría un ser humano tanto dinero? Cohetes espaciales,
un jet privado, casas, una colección de lujosas piezas
automotrices, museos…

El mundo en que vivimos no es justo, si en la tierra solo


habitasen 100 personas, una de ellas, la más rica, sobrepasaría
dos veces los recursos que se adjudican para todas las
demás. De acuerdo con Déborah Itriago (2014) de Oxfam
Internacional, los impuestos con que se graban a los grandes
magnates se reducen, mientras se amplían aquellos que
corresponden al más común de los mortales. Puedes encontrar
cientos de páginas sobre la desigualdad social y la pobreza…
Toneladas de posiciones, opiniones, críticas y supuestos, una
voluminosa cantidad de retórica… Las responsabilidades
siempre se asignan a un Estado incompetente o un
mercado despiadado, como sea que se trate, mientras la
discusión continúa, el curso de las cosas parece no advertir
ningún cambio sustancial, pero aceptamos lo que venga,
siempre que no se metan con nuestro confort convencional.

La psicosis es una patología que implica una distorsión


y/o una pérdida de contacto con la realidad por parte de
quien la padece. Se trata de un síndrome, que en términos
médicos tiene un origen diverso y puede relacionarse,
por ejemplo, con el uso de estupefacientes, episodios
epilépticos, ataques esquizofrénicos, entre otros. La
psicosis implica una enfermedad mental bajo la cual,
una persona pierde el contacto con su propio ambiente,
y se encuentra asociada a la presencia de alucinaciones
(escuchar, ver, oler, saborear o tocar algo que no existe), la
producción de delirios (creencias que cambian la conducta
del individuo como el aislamiento debido a persecuciones
imaginarias o conspiraciones infundadas) y problemas
de organización (asociadas al lenguaje o la conducta que
son muy diferenciadas de los grupos culturales). Dentro

152
del conjunto de episodios psicóticos, la esquizofrenia se
constituye en una patología que contiene un componente
neurológico, lo que se traduce en que el cerebro de las
personas experimenta cambios y se caracteriza por la
presencia de síntomas psicóticos ante la crisis que se refleja
en las alucinaciones, los delirios o el desorden conductual.

Al escribir este párrafo, me detenía a pensar si soy


demasiado exagerado, tal vez lo sea, tal vez es parte de los
rasgos característicos de mi personalidad, y no creo tener
la razón del modo en que convencionalmente es entendida,
pero me parece que existe una psicosis económica, una
suerte de esquizofrenia que evade la realidad, la distorsiona
y busca asiento en lo sobrenatural, en lo acogedor y
conveniente de mundos felices, de optimizaciones eficientes,
de teorías normativas, de indicadores precisos, de métodos
incuestionables. A la manera de Jean Baudrillard (1978),
suplantamos la realidad, sucumbimos a varias tipologías
de fobias, y nos sumamos pasivamente a las corrientes
existentes, formamos parte de las líneas de un ejército y
aceptamos como ciertos los protocolos a la hora de abordar
los problemas. Una vez fui invitado por una institución
internacional, un hombre se presentó a sí mismo como un
economista experto en el tema de pobreza… Fue inevitable
cuestionar esa pretensiosa experticia basada en la retórica.
¿Qué hace un autodenominado experto40 en la pobreza si
no es reducirla?, ¿acaso medirla?, ¿conceptualizarla?...

40
¿Cuándo un individuo se percibe a sí mismo como un experto? En
Psicología, esta situación atañe al denominado efecto Dunning-Kruger
(1999). Justin Kruger y David Dunning de Cornell University, publicaron
en el Journal of personality and social psychology, un artículo intitulado
“Unskilled and unaware of it: how difficulties in recognizing one’s own
incompetence lead to inflated self-assessments”, donde señalan la posibilidad
de que los individuos negligentes sobreestimen sus capacidades intrínsecas
frente a un determinado razonamiento o situación y, por lo tanto, asuman
conductas que obnubilan la capacidad de cuestionar su propio juicio, así
como las consecuencias derivadas de sus actos. De otra parte, Kruger y
Dunning sugieren que, aquellos individuos con preparación y experiencia
suficientes, tienden a subestimar el alcance de sus acciones.

153
Uno de los problemas más esenciales que los
economistas debemos atender descansa en salir de
la hiperrealidad. Nuestra esquizofrenia conjunta y
contagiosa pretende la incapacidad manifiesta de separar
la realidad de la ficción. Creemos que nuestras teorías,
métodos, cifras y políticas compilan por sí mismas lo
cierto, pero se constituyen en una simulación, en una
interpretación que se alimenta a sí misma y perdura
en la consciencia colectiva. En “Del rigor de la ciencia”41
de Jorge Luis Borges se relata la pretensión de los
cartógrafos por hacer mapas que guardaran las mismas
dimensiones de la provincia o del imperio, pero esa
ilusoria perfección es incapaz de sobrevivir por mucho
tiempo. La lluvia y el sol destrozaron por completo la
creencia de un modelo perfecto que fuera una quimera
fantasmagórica. Mientras la física, o la biología, entre
otras ciencias, cada tanto tienden a revaluarse, en
economía somos un poco más insistentes. El miedo a
la realidad no es el único problema, también lo es la
aceptación y el conformismo. Despertamos temprano,
vamos al trabajo y regresamos cansados a casa. Apenas
si tenemos tiempo para los nuestros. Los economistas
explican con lujo de detalles lo que sucede con miles de
millones de personas alrededor del mundo, saben con
exactitud lo que debe hacerse, realmente es una pena
que no puedan prevenir las crisis. Aceptamos que Jeff
Bezos, Bill Gates o Warren Buffett sean descomunalmente
ricos, de la misma forma que admitimos, con la mayor
tranquilidad e indiferencia posible que Sudán, Malawi
o Mozambique sean naciones con los mayores niveles
de pobreza monetaria de la historia. ¿Qué hacemos los
economistas?... Sin duda, dedicamos energía a un trabajo
ciertamente complejo, comparable por ejemplo a la obra
de Wassily Kandinsky o Pablo Rey y, por supuesto,
recibimos premios que exaltan tan encomiable labor. La
cuestión aquí, no se trata de la belleza de la economía,

41
Extracto incluido en el Hacedor, publicado en 1960.

154
del entretenimiento y la fascinación que nos produzca esa
fina agudeza de los sentidos al contemplar la exuberancia
de un modelo, de un planteamiento teórico impecable, el
problema son sus resultados prácticos. Mientras el mundo
real afuera se debate en el caos, nosotros contemplamos la
economía como la exquisitez de una obra de arte.

Estudiamos los primeros trazos, nos afiliamos a una escuela y


luego intentamos replicar lo que otros. Frente al predicamento
de la educación y la justicia expuesta por Einstein, aplaudimos
la agilidad del chimpancé para trepar al árbol y reprochamos
al pez por su estática, y no conformes con eso, le pedimos que
abandone su pecera y sea más competitivo. Es necesario conocer
las teorías y los modelos, son parte de la memoria histórica
por comprender nuestra propia existencia, nuestro propósito
como especie, pero es del todo reprochable hacerle el quite a la
realidad y conformarnos con avanzar bajo los mismos endebles
fundamentos. No culpo a los economistas de los males que
aquejan al mundo, cada uno de nosotros ha puesto su granito de
arena para lograr lo que tenemos. Claro está, hay muchas cosas
buenas en él, pero también hay mucha injusticia, inequidad
y daño, y al parecer ya no nos conmueve el dolor propio y
ajeno y, eso dice mucho de lo que somos en la actualidad.

El miedo a la realidad asume varios procesos y niveles, los


economistas solemos llamar abstracción al método por
el cual, pretendemos comprender un problema central
determinando las principales variables que interactúan
sobre él. Esta suerte de reduccionismo, que podría ser
un método válido para abordar un fenómeno, sucumbe
ante el temor de enfrentar una evaluación práctica, y
no me refiero a que se lleve a cabo un análisis sobre el
impacto y la evaluación de política pública42, que en

42
Aprovecho para recomendar el texto intitulado “The Mystery of the Vanishing
Benefits: Ms. Speedy Analyst’s Introduction to Evaluation”, escrito por Martin
Ravallion para el Banco Mundial. En este texto se narra la experiencia de Ms
Speedy a la hora de comprender las complejidades de política pública, encontrando
que más que un proceso estándar, se trata de un estudio de lo particular.

155
general se caracteriza por seguir los lineamientos de la
formulación. A lo que hago alusión reside en la lectura
de la comunidad a la que se pretende beneficiar. Para
colocarlo en términos didácticos, un pediatra tiene la
fundamentación médica para conocer el funcionamiento
del cuerpo humano, pero además tiene la habilidad para
interpretar el comportamiento de un niño e identificar
lo que le sucede, y es fruto, de ese conocimiento, el
éxito que pueda obtener tratando una enfermedad. Los
economistas tomamos las teorías que más nos gustan,
los métodos que mejor dominamos, construimos cifras o
las recolectamos… y sin conocer al paciente, recetamos.
Por supuesto, no todos los economistas se comportan
así, es claro que no podemos caer en generalizaciones,
pero hay una clara tendencia a diagnosticar, evaluar,
recomendar y hacer análisis post mortem sin conocer
lo que piensa la gente. Para la muestra, solo vea el
canal de noticias y entérese si el gobierno utilizó algún
mecanismo de consulta popular para implementar la
última reforma tributaria y las que vienen. Lo peor de
todo, es que siempre encontraremos un economista
de saco y corbata justificando técnicamente las
bondades de una medida humanamente cuestionable.

Es muy curioso, porque evadimos la realidad, y al mismo


tiempo nos autodenominamos como expertos. Usted
comienza con las alucinaciones desde el primer semestre
en el pregrado, entonces ve cosas que no existen, por
ejemplo, el equilibrio. La enfermedad se agudiza en los
posgrados, al punto que he conocido post-doctores en
economía que son muy buenos escribiendo garabatos
sobre cómo una empresa maximiza sus beneficios,
pero que nunca han tenido un contacto real con el
sector productivo. Esta singular esquizofrenia en los
economistas hace que evitemos la realidad estudiando
un equilibrio que no existe, al tiempo que fenómenos
como la pobreza se ignoren en la práctica, mientras nos
autoconvencemos de medirla y teorizarla como acciones

156
suficientes. Evadir el problema del desempleo o la calidad
del empleo, suponiendo que las sobrevaloradas fuerzas
invisibles del mercado, lo posicionan en el cenit de la
optimización, parece adscribir una devoción religiosa
que pretende obviar a miles de cientos de personas
esperando por una oportunidad real, mientras usted
sugiere que no hay nada de lo que preocuparse, porque
todo estará bien, laissez faire, laissez passer.

Otra cosa que me preocupa mucho estriba en la suerte


del trabajo de grado. Como lo expresé en páginas
anteriores, el producto de esa tarea, en el caso de la
economía, es generalmente el fruto de una insondable
inquietud de corte social. Más allá de las recompensas
al conjunto de vicisitudes acumuladas, a la búsqueda de
una satisfacción personal por parte de los autores, o la
convencional simplicidad que reviste un requisito para
obtener el cartón; en la misma línea de las preguntas
incómodas que he formulado ya, uno no puede evadir
pensar en lo que sucede al final, con todo ese esfuerzo. Y
es que estamos hablando, no solo del tiempo dedicado al
desarrollo del mismo, sino al tiempo total que se invierte
en un investigador para formarse y poder contar con
las capacidades subyacentes y necesarias, para hacerle
frente a un problema de la sociedad toda. Así como
nuestro trabajo, cientos de miles de documentos son
almacenados en los anaqueles del olvido y, aun cuando
los estantes ahora sean virtuales y puedan consultarse
por internet, sin la necesidad de talar más árboles, existe
un desinterés político por atender las implicaciones del
conjunto de hallazgos y llevarlos a la práctica, a través
de acciones concretas de política económica y social. Y no
se trata solamente de la capacidad intelectual y la formación
de nuestros políticos, el problema es que ese desinterés de
lo público es reemplazado por un interés financiero y más
personal, pero eso, no es ni mucho menos lo peor, pues quienes
eligen a estas infames figuras que reemplazan el interés social
por el suyo propio, son elegidos por nosotros mismos.

157
¿Quiénes desarrollan los lineamientos de la política de
investigación científica y social?, ¿acaso políticos corruptos
que pretenden utilizar los exiguos recursos como pago
de favores personales?, ¿funcionarios burocráticos que
nunca han efectuado una investigación en la vida?,
¿financieros que deciden qué proyectos son susceptibles
de financiamiento y cuáles no?, ¿excéntricos investigadores
que rechazan todo aquello que sea diferente de lo que
piensan?, ¿temerarios legalistas que ponderan con mayor
severidad los vicios de forma de cualquier propuesta
existente? Como respuesta surge, en la actualidad, una
peligrosa tendencia a exhibir… ¡Publiquemos lo que sea, pero
publiquemos!, ¡es que necesitamos desesperadamente darnos a
conocer!, ¡mira!, ¡somos los que más producimos!, No es que
con esto generemos transformaciones sociales, ¡pero nos
damos a conocer internacionalmente!, Nuestro centro de
investigaciones, ¡es sin lugar a dudas, el mejor! Y aparecen
los escalafones y las clasificaciones, las tipologías y las
estratificaciones por investigador. Nos obsesionamos con
las convocatorias y nos inscribimos a ellas meticulosamente,
bajo la promesa de acceder al financiamiento de lo que a
otros interesa. Terminamos haciendo investigación por
cualquier cantidad de requerimientos y presiones, en lugar
de hacerla por convicción, pertinencia y/o necesidad. Lo
mismo sucede con el proceso de enseñanza aprendizaje.
En lugar de estudiar y aprender, puedes ver cómo los
procesos se convierten en rellenar cualquier cantidad
de insospechados formatos, como evidencia directa o
circunstancial de la calidad educativa, rutas kafkianas
que promueven el desarrollo discursivo de la importancia
de la educación, mientras en realidad, restan dedicación
y esfuerzos a la praxis concreta, excluyendo la mayor
parte de las veces, a los estudiantes de las decisiones
trascendentes, todo como siempre, muy conveniente.

La economía se ha convertido en una herramienta de


control tremendamente poderosa, si naces en cuna de
oro, entonces tendrás los mejores juguetes, accederás a

158
la escuela más costosa y tendrás profesores particulares,
de acuerdo con tus afinidades y talentos. Entonces
aprenderás inglés, francés y mandarín. Podrás tocar
piano desde temprana edad y conocerás rápidamente
otras ciudades. Tendrás tu propio vehículo y asistirás a
las fiestas de una élite43. Accederás a una Universidad
prestigiosa y harás entrañables y estratégicas amistades
que, más adelante, serán relevantes para reafianzar tu
posición laboral en un consorcio multinacional donde
eres el gerente financiero de la filial para América
Latina y el Caribe. Entonces opinarás sobre el clima de
la economía y, darás conferencias de cómo es posible el
éxito en los negocios a partir de estudiar y trabajar duro.
Pero si, de casualidad, la lotería del nacimiento te arroja
cerca del culo del mundo, entonces descubrirás con
terror y amargura que, por mucha hambre que tengas
no hay nada para comer, verás a tu madre angustiada,
te preguntarás por la ausencia de tu padre y, luego
aprenderás a sobrevivir, aun cuando lo que tengas que
hacer sea ilegal. No podrás estudiar y eso limitará tus
oportunidades, así que intentarás superarte en el crimen
y la violencia, y de tener éxito, entonces serás perseguido
hasta la muerte. De fracasar, entonces serás un indigente
más y te habrás resignado a ser tratado como algo
aborrecible, algo despreciable como “el extraño” o “el
intruso” de Howard Phillips Lovecraft44. Estos extremos
fatalistas nos permiten comprender la compleja sinapsis
del pensamiento, pero la economía supone que, ya sea
por la transparencia de un Estado benévolo o, por la vía
del libre mercado, el destino de la humanidad está más
que garantizado.
43
En el capítulo 14 denominado “El descubrimiento de la ignorancia”, Yuval
Noah Harari (2013), sugiere que la investigación científica se produce como
principio y fin de intereses políticos y económicos esencialmente.
44
El extracto se encuentra en el texto intitulado “The Dunwich horror and
others – The best supernatural stories of H. P. Lovecraft”, publicado en 1963 por
August Derleth. “El extraño” o “el intruso” constituye la última pieza de la obra,
bajo la denominación original de “The Outsider” publicada en 1921.

159
Cuando los resultados de las pruebas efectuadas por mis
estudiantes no alcanzaban lo que esperaba, me enfadaba
con ellos, les reclamaba. Al final, la gente respondía,
pero algo estaba fallando. Ahora entiendo que estaba
cometiendo un error. Por mucho que uno se apasione
con su trabajo debe entender que, al menos en parte, el
producto obtenido en una asignatura también le compete
al profe. Alguna vez, alguien me dijo que las cosas más
trascendentes para un ser humano las aprende de sus
padres o, de quienes hacen las veces de padres, y es
precisamente eso lo que más perdura en el tiempo. Debes
dar algo de confianza, es complicado porque no puede
ser demasiada, los excesos, por lo general, no conducen a
nada bueno, pero tampoco debe ser insuficiente, porque
las personas no preguntarán sobre las dudas que tienen.
No digo que haya una confianza de equilibrio, porque
además cada grupo es diferente, pero a lo largo de estos
años he aprendido que ser receptivo, tranquilo, explicar las
cosas más complicadas con tiempo, abordar desde varios
enfoques, interactuar y ser atento, ayuda mucho. “Podemos
ser pobres, pero no podemos darnos el lujo de no ser inteligentes”.
La historia de la existencia misma, es la historia de las
oportunidades. La vida, bajo cualquier connotación en
que sea expresada, es el resultado de la oportunidad, por
eso existen tantas especies, todas diversas y que, admiten
prolongados periodos de tiempo para adaptarse al cambio.
Todo esto de lo que he hablado atañe a mi experiencia
docente, en efecto, lo que nunca le decimos a los
estudiantes es que nosotros también lo somos, tenemos
inquietudes y guardamos la mar de insatisfacciones, en
mi caso me había limitado de expresarlas públicamente,
hay algo de redención en este proceso, porque algunas
veces uno siente que debería interactuar más con la
gente, en mi caso eso me cuesta un poco. La docencia
me ha permitido aprender a dudar de lo que sé, en los
últimos años, conforme iba madurando mi pensamiento
me volví cada vez más escéptico y, sin embargo, notaba
cómo mis colegas se especializaban cada vez más profusa

160
y decididamente en aquellas áreas del conocimiento que
les resultaban fascinantes a la par que desafiantes. Un
maestro que admiro mucho me aconsejaba que debía
especializarme. He tenido una constante a lo largo de la
docencia, y ha sido la econometría, ella me ha servido
para vencer mis temores a lo cuantitativo, para ser
autodidacta, para investigar y cuestionar los propios
métodos y aquello que creo que he aprendido. Sin
embargo, me sucede lo que le sucedía a mi profesor de
econometría de la maestría. él me decía algo así como:

“Un econometrista es abordado por cualquier cantidad de


problemas, y una vez que crees que conoces una técnica, te
encuentras con que el fenómeno que examinas te presenta
nuevas formas de estudiar eso que suponías que ya sabías, de
modo, que siempre estás aprendiendo, todo mundo te llama
profe, pero en el fondo sabes que eres un estudiante”.

En los primeros años debía demostrarme a mí mismo


que podía ser un buen docente, que no había sido un
accidente del destino. Hoy, con algunos años en esto,
debo decir que me defino como un estudiante curioso
pero, ciertamente escéptico, no solo frente a lo que
creo saber, sino también a los métodos, instrumentos
y propósitos de la ciencia. Al principio me preocupaba
mucho aprender y replicar lo que aprendía mientras creía
que investigaba. Publicar repitiendo lo que otros dijeron
no tiene gracia. En la actualidad prefiero arriesgarme
a investigar, a reaprender, a cuestionar y encontrar
elementos nuevos y, por fortuna, he empezado a hacer
el proceso con algunos estudiantes. Cuando escribes
con ellos, cuando publicas un artículo científico puedes
notar que se sienten felices y orgullosos, satisfechos
del esfuerzo consigo mismos. Algunos de quienes
fueron mis estudiantes, son hoy en día mis colegas al
desempeñarse también como profesores. Me alegra
mucho escuchar cosas buenas acerca de ellos y su trabajo
en los pasillos de la Universidad e incluso, por su trabajo

161
en otras instituciones. Ahora comienzo a notar que no he
sido tan malo como pensaba, aunque mi participación
en ese complejo proceso sea más bien muy limitada.
Otros estudiantes se graduaron y trabajan en cargos
directivos o técnicos sobresalientes por su complejidad
y dedicación, incluso en otros países. También sé de un
grupo relevante que estudia por fuera con el apoyo de
becas que obtuvieron a partir de su propio esfuerzo,
algunos inclusive han alcanzado las titulaciones de
doctorado y menciones de excelencia académica. A veces
uno no sabe por qué razón el camino que se recorre tiene
esas singulares características, pero luego de recorrerlo
un poco y regresar la mirada, creo que el balance de todo
esto que les he contado ha valido mucho la pena.

Tanto en micro, macro como en econometría hay algo


que explico regular e insistentemente, y me parece muy
distintivo de mis clases. De esto ya había comentado algo
antes. El profesor se sitúa enfrente de los estudiantes y
extiende sus brazos de par en par mientras dice: “una
ecuación es como una balanza”… Entonces inclino mi
cuerpo para explicar el rol que le asiste a las variables al
tiempo que utilizo el centro de mi pecho para representar
cómo la constante que se mantiene fija a pesar del
movimiento corresponde a cada uno de los extremos. Los
estudiantes tienen su prevención frente a la matemática,
y esa suerte de “economía del miedo”, infringida por quien
probablemente fue un profesor inseguro, le resultaba
conveniente para no ser interrogado. Creo que todos
debemos seguir estudiando, no es algo así como que, ya
acabé o a qué horas acabo, se trata de hacerlo parte de
nosotros, un desafío, un reto permanente por superar
nuestras limitaciones. En esto los profesores debemos
transmitir confianza, a pesar de lo complejo de nuestro
conocimiento, la tarea es hacerlo comprensible. ¿Pueden
ser las matemáticas divertidas?, en efecto, y son muy
importantes para comprender ciertas fracciones, pero
no son absolutas ni suficientes, por eso mismo debemos

162
trabajarlas complementariamente con otras ciencias
igualmente necesarias.

Contemplarnos frente al espejo puede no ser tarea fácil.


No me refiero al predicamento de Narciso, como al
hecho de que, más temprano que tarde, todos ocultamos
nuestro propio retrato de Dorian Gray bajo el más tutelar
de los sigilos. Somos frágiles ante los años implacables.
A pesar de mantener una expectativa sobre las luces que
trascienden la esencia de un maestro, no se puede olvidar
que, como el más mortal de los humanos, le asisten
un sinnúmero de sombras y flaquezas que asechan
constantemente en torno suyo. Es harto probable que
los defectos sean visiblemente superiores a las virtudes,
y, no obstante, lo encomiable aquí, se trata de que, aun
cuando le asaltan cantidad de defectos, un buen docente
intenta constantemente superarse a sí mismo para hacer
de sus estudiantes personas mejores de lo que un día
fue, es y será su más excelsa versión posible.

En mi experiencia, ser un buen profesor es muy difícil,


uno puede entrenarse como lo haría el atleta más
motivado, aún bajo la incertidumbre de la estabilidad
laboral, de una remuneración adecuada, pese a dedicar
todo el tiempo posible a descifrar la delicada línea entre
lo brillante y lo absurdo del pensamiento humano, la
dificultad de seguir un protocolo académico soportado
en microcurrículos con los que no necesariamente se
comulga, la cada vez más vertiginosa probabilidad de
estar desactualizado, la peligrosa faena entre el rigor y
la flexibilidad, lo inoficioso de los formatos de calidad
que hacen de la esencia del trabajo de enseñanza-
aprendizaje, un conjunto de prácticas burocráticas,
la delicada dualidad de un progreso tecnológico que
irriga rápidamente la información y el conocimiento
a la sociedad toda, pero que al tiempo, amenaza con
distanciarnos y sumirnos en un profundo letargo, la
subjetiva interpretación de los fenómenos reales y

163
la teoría que intenta plasmarlos, las contradicciones
subyacentes en una sociedad que se expande mientras
se vulneran valores culturales, ¡en fin!… Y aun cuando
no es para nada fácil, conozco buenos profesores a los
cuales, a pesar de la adversidad y del cambio, mantienen
intacta su convicción, más que en la vana pretensión de
estar en lo correcto, en el hecho de que la educación, la
investigación, la enseñanza y sobre todo el aprendizaje
conjunto con los estudiantes, se constituye la esperanza y
la sustancia para enfrentar los retos del mundo moderno.

No estamos solos, el estudiante es la persona más


importante de todo este esfuerzo acumulativo de
conocimiento, el cenit de nuestros fallos y aciertos, me
aterra pensar que sea tratado como un producto, como
un objeto, como el resultado de un proceso basado
en “competencias”, término conveniente y aceptado
irreflexivamente la mayor parte de las veces. Somos seres
humanos y a la manera de Kant intentamos superarnos
a partir de la educación y, más aún de la investigación
científica como un acto de rebeldía frente a lo injusto,
lo inequitativo, frente aquello que no está bien. La
investigación constituye la posibilidad manifiesta de
cuestionar la doctrina y el adoctrinamiento mismo, de
demostrar que no existen generalizaciones capaces
de reducir, de modo alguno, la riqueza múltiple de la
conducta humana a un mecanismo estandarizado que
coarta la creatividad y la imaginación, la forma en que
podemos convivir con nuestras limitaciones y trabajarlas
para que cada vez sean menores, aun cuando a medida
que aprendemos más, experimentemos la sensación
de que conocemos mucho menos. No debemos cerrar
la mente del estudiante, debemos mostrarle el camino
que hemos recorrido, pero no podemos obligarlo a
transitar pasivamente el mismo sendero, debemos dejar
que él sea quien construya su propio futuro, quizás así
él pueda encontrar las respuestas a los interrogantes
que nosotros nunca pudimos advertir y, de ese modo,

164
hallar preguntas más desafiantes y precisas al intelecto,
con mayor trascendencia que aquellas que torpemente
pudimos formular en el pasado.

Los estudiantes son más listos de lo que creemos. He sido


un profesor exigente y sé que he explicado cuestiones
sumamente complejas, lo sé bien porque a mí mismo me
costó mucho tiempo alcanzar un cierto entendimiento
aceptable de las mismas y entrever que apenas son la
punta del iceberg, he contemplado a esas jóvenes mentes
apropiarse con mayor grado de agudeza de esos y más
tópicos de lo que yo mismo he podido efectuar a través de
ingentes esfuerzos y voluntades, en un mundo próximo que
amenaza con ser más complejo que el que nosotros mismos
vivimos.Pienso que hoy tres eventos nos congregan como
especie, no solamente cuando estudiamos económicas, sino
además de las ciencias sociales y naturales, todas aquellas
variedades y fusiones que nos sean posibles advertir con
el vertiginoso empeño de la sociedad postmodernista.
El primer tema es el cuidado de la vida y no solo de la
vida humana, sino toda clase y todo contexto que la hace
posible y, permite su desarrollo en condiciones naturales. El
segundo aspecto, muy relacionado con el anterior, descansa
en el cambio climático, ocasionado por razones varias,
algunas de ellas, de nuestra responsabilidad directa como
los procesos productivos y de consumo que efectuamos día
a día, y es que no solo hablamos de nuestro hogar45, sino del
que dejaremos como legado a toda vida futura posible. El
tercer elemento es la pobreza, frente a ella debo decir que, a
pesar de nuestros esfuerzos por reducirla, debemos aceptar
que es una enfermedad creada por nosotros mismos en un
laboratorio y, a la que, no hemos podido encontrar cura.
Es ridículo, por supuesto, que nos felicitemos por teorizar
en torno a ella, por medirla con “mayor exactitud”, por
recomendar sofisticados modelos para explicarla, cuando
nuestras políticas o esfuerzos han sido poco efectivos a la
45
Inicialmente había escrito planeta en lugar de hogar, pero esta última
expresión me resulta más favorable para una comprensión más trascendente.

165
hora de erradicarla, vale la pena considerar si la pobreza
no reside también en nuestras mentes. En medicina, la
humanidad ha encontrado tratamientos a enfermedades
sumamente terribles como la tuberculosis, la viruela,
la peste negra, el AH1N1, la gripe española, entre otras,
y sin embargo, como fruto de un esfuerzo colectivo en
términos de investigación aplicada, la persistencia y en
muchos casos, la revisión de las bases mismas de la ciencia,
hicieron posible encontrar una cura, un tratamiento que
implica salvaguardar innumerables vidas. La pobreza es
el resultado de nuestra particular forma de concebir el
mundo, igual que como antes, nunca he visto una hormiga
en condición de pobreza, su tratamiento sin embargo, me
parece que no puede venir única y exclusivamente de la
economía o de las ciencias económicas actuales, esto es
pretensioso y ha sido por demás insuficiente, la pobreza
significa exclusión de oportunidades y es mucho peor que
una enfermedad biológica porque puede producir el agente
liberador y, sin embargo encontrar la cura generando
restricciones para quienes la necesitan.

Pese a que los registros históricos no son del todo precisos


(en realidad son bastante ambiguos) y, en consecuencia,
existe una permanente discusión sobre el concepto que
atañe, a la constitución de las primeras instituciones de
educación superior, entre las cuales, convencionalmente
se cita a las Universidades de Constantinopla o de
Bolonia, en la actualidad la Unesco ha reconocido a la
Universidad de Qarawiyyin en Fez, Marruecos fundada
en el año 859 D. C. por Fátima al-Fihri, una mujer
proveniente de Túnez, como la institución superior más
antigua y en funcionamiento, de que la humanidad posea
memoria. Lo paradójico estriba en que, el acceso de las
mujeres a esta universidad, así como las instituciones de
educación superior en general, se desarrolla como un
suceso relativamente reciente en el mundo moderno, las
consecuencias que este absurdo proceso de restricciones
y asimetrías supuso para los miembros de una misma

166
especie, se traducen en desigualdades sociales que
se niegan a desaparecer al día de hoy. Las primeras
disertaciones universitarias estaban relacionadas con
la interpretación del Corán, las lenguas, la química, el
derecho islámico, la historia, la astronomía, la gramática,
la geografía, la medicina, y la música, todas estas ramas
del conocimiento que fomentaron en el espíritu de
Fátima al-Fihri una visión de desarrollo para la vida.

Tampoco nos resulta claro quién fue el primer


economista de la historia, como lo dije antes, no es
que esto sea un asunto trascendente en lo que respecta
a la determinación del individuo, como sí puede
serlo para la comprensión de las ideas y en esencia,
de las primeras manifestaciones de preocupaciones
frente al estudio de la economía. El personaje pasa
inadvertido porque además, quienes efectuaron las
ideas originarias no precisaban de un título académico
o certificado de notas, mucho menos de lo inútil de un
“derecho de grado”. Uno podría señalar que Hesíodo de
Ascra, poeta griego que dejó contemplada la génesis
del análisis económico en su obra “Trabajos y días”, una
oda al trabajo humano que lo dignificaba socialmente.
También podríamos resaltar a Aristófanes quien en su
obra “Pluto” utilizó a sus personajes para reflexionar
sobre el papel de la economía, el gasto y la pobreza. El
mismo Aristóteles que acuñó el término “crematística”,
utilizado también por Tales de Mileto, para referirse
a los procesos subyacentes a la acumulación de la
riqueza. El ineludible Platón por ejemplo, que planteó
que la estructuración de las ciudades requería el gasto
público en educación, incluso mucho antes de que
el propio Adam Smith hubiese planteado siquiera
la existencia de la división del trabajo, que además
era resaltada originalmente, como un elemento que
debía propender por la cooperación social, dada la
imposibilidad de un individuo para ser totalmente
autosuficiente. Santo Tomás de Aquino señaló que

167
la ética podía ser compatible con los procesos de
producción e intercambio bajo la existencia de un
precio justo. John Stuart Mill que exaltó el papel de la
libertad en un contexto global de esclavismo. Nicolas
de Oresme quien se destacara por el estudio de la
oferta monetaria. Podríamos advertir, igualmente, a
Tomás Moro y sus conceptos sobre la propiedad y el
egoísmo. Thomas Mun quien sugirió la relevancia de
las exportaciones dentro de la generación de riqueza
y el papel de los precios en una economía competitiva.
Sir William Petty de quien hemos ya descrito la
preocupación por el rol desempeñado en el factor
trabajo y su incidencia máxima en el análisis productivo.
Richard Cantillon cuya reflexión sobre la velocidad de
circulación del dinero, lo llevó a establecer la conexión
con el crecimiento de los precios. François Quesnay,
el otrora padre de la economía, médico y proponente
de la tierra y las actividades agrícolas como el motor
del desarrollo social. Todas estas mentes y muchas
más, que lastimosamente se me escapan, actuaron bajo
las dificultades propias de su tiempo, en contravía
de la ignorancia y la incertidumbre, bajo la creencia
subjetiva de hacer lo correcto en pro del bienestar
común. Ese esfuerzo no es para nada desdeñable, pero
aún las contribuciones más recientes de los espíritus
más excepcionales deben aceptar con humildad que
no poseemos respuestas definitivas, absolutamente
todo es susceptible de ser cuestionable y en especial,
el reclamo de la sociedad toda, desde el más erudito al
más ignorante, del más joven al más anciano, del más
exitoso al más fracasado, del más trabajador al más
desocupado, de todos nosotros es:

¿por qué al día de hoy, no es posible vivir en un


mundo sin pobreza?

168
CAPITULO III
De economía y otras
pa r a d o j a s

169
170
De economía y otras
pa r a d o j a s
“... Y después de advertir el daño que sobre el planeta infringió durante tanto
tiempo su propia especie, descubrió insólita y abrumadoramente que el virus
que intentaba aplacar se procuraba asilo en su propia humanidad”.

“Tan hermosa a la par que destructiva…


Me refiero a la humanidad”.

Lo más complejo en la redacción de un libro como


este, descansa en que, no está pensado en repetir la
convencional mecánica de otros libros de texto. Muy
por el contrario, de hallarse una pretensión a lo largo
de estas efímeras páginas, ella misma habita y se
provee de calor suficiente en la insatisfacción del típico
discurso económico, de la excesiva retórica existente al
interior del mismo y, su sobrevalorada autosuficiencia
práctica, ética y moralmente improcedente. Es más
que comprensible entonces, que no sea del agrado de
un círculo importante de economistas, pues pone en
tela de juicio lo que, la mayor parte de las veces, se da
por sentado, y se acoge además, como el fundamento
inexorable sobre el cual se erige la ciencia toda46. Pero
acaso ¿quién tiene una idea meridianamente definitiva
o, si se quiere, incuestionablemente absoluta de lo que es
correcto en el análisis económico? Esta pregunta resulta
relevante, porque subyace vinculada a un estudio que
tiene repercusiones trascendentes en el plano social. De
hecho, el carácter de ciencia que, por convención le ha
sido atribuido, es también objeto de intenso debate. A
fuerza de repetir siempre lo mismo, caemos en el peligro
de terminar creyendo, defendiendo y asumiendo que,
cualquier otra perspectiva que no comulgue con lo ya

46
A propósito, León Tolstói señaló en 1894 que, “se puede explicar al hombre más
ignorante las cosas más abstractas, si él de ellas aún no tiene noción alguna; pero no
se puede explicar la cosa más simple al hombre más inteligente, si él está firmemente
convencido de saber muy bien lo que se le quiere enseñar” (Tolstói, 1894: 28).

171
prestablecido, es un intento vano y por demás equivocado
de abordar el análisis de la economía; pero tal y como lo
dijera Alejandro Gaviria, Alguien debe llevar la contraria.

En principio, las pesquisas metodológicas estuvieron


basadas en la observación y la intuición como elementos
fundantes. Por ejemplo, en la sociedad primitiva, la
humanidad encontró que, ciertos alimentos, se producían
con mayor intensidad bajo determinadas condiciones
climáticas, de esta manera, un recolector de frutos
silvestres obtenía más probabilidad de éxito en verano
que en invierno y esto mismo, lo llevó a aumentar el
ritmo de su actividad en la primera estación, de modo
que pudiese contar con lo suficiente para sobrevivir a la
segunda. La anterior situación implicaba un proceso de
toma de decisiones frente al consumo y el ahorro, mucho
antes incluso de que, el propio lenguaje y la retórica
empezaran a concebir cualquier cantidad de abrumadoras
complejidades conceptuales: cada individuo de la sociedad
había aprendido a sobrevivir, tal y como ya lo habían hecho
otras especies antes que el hombre.

Por desgracia, la observación y la intuición pronto fueron


insuficientes. Cuando la tierra no era lo bastante fértil, y en
ausencia de mayores conocimientos técnicos en el campo
de la agricultura, algunas poblaciones circundantes
se vieron en la imperiosa necesidad de desplazarse
de un lugar a otro, con el objeto de poder garantizar su
propia supervivencia. Mucho del conocimiento que nos
adjudicamos y alardeamos en la actualidad fue fruto
del ensayo y del error. Accidentalmente descubrimos
las propiedades de elementos naturales como el fuego y
el agua, pero el error nos obligó a reflexionar sobre sus
inconmensurables consecuencias. La memoria humana
prefiere olvidar la tragedia y el horror y, concentrarse
en adelante, en los avisos de precaución como producto
asociado a la experiencia. En el pasado, el recolector
de frutos silvestres solo requería de su habilidad para

172
subsistir. Si tenía hambre bastaba con ascender por el
tronco de un árbol y hacer caer algunas cuantas manzanas,
las que consumía ávidamente hasta saciarse, no obstante, la
escasez de alimentos y las duras condiciones del ambiente,
pronto lo obligaron a reconsiderar el funcionamiento del
entorno que le rodeaba. Cuando la capacidad reproductiva
de la humanidad empezó a acelerarse, entonces, varios
recolectores de frutos silvestres se encontraron ascendiendo
por las ramas del mismo árbol en busca de la misma
manzana. En ausencia de un lenguaje lo suficientemente
sofisticado, se impuso la confrontación como acto apenas
inevitable. Evidentemente, el ganador era quien estaba
dotado de las características físicas que le condujeran a
ser reconocido como el más fuerte. El diestro cazador, el
ágil nadador, el más resistente ante las largas caminatas,
el que mejor soportaba los cambios de temperatura.
Los individuos con mayor capacidad de adaptación,
terminaban compitiendo por el liderazgo y respeto de una
comunidad interesada en los beneficios de su protección,
que se forjarían en torno a él y, de la que recíprocamente
recibiría utilidades plenipotenciarias. Y desde luego, hubo
sangre y muerte47, sobre todo en las condiciones más
adversas para la recolección de alimentos. En los albores
de una sociedad humana, los primeros abrojos de libertad
se fundaban en el más primitivo anhelo por sobrevivir, en
consecuencia, y ante la ausencia de una frontera moral, lo
debidamente perfeccionada para distinguir entre el bien
y el mal, el desarrollo de una consciencia individual y
colectiva, precisaría la necesidad de un acto de contrición

47
Etimológicamente el término homicidio proviene de la raíz latina “homicidium”
conformada, a su vez, por las expresiones “homo” y “cidium”, la primera asociada
a la condición de ser humano y la segunda derivada de la unidad lingüística
“caedĕre” cuya correspondencia verbal es equivalente a matar o asesinar de forma
deliberada y extremadamente violenta. La evidencia histórica del primer homicidio
data de hace 430.000 años, de acuerdo con Nohemi Sala, investigadora del Centro
de Evolución y Comportamiento Humanos de la Universidad Complutense de
Madrid, los restos de un hombre correspondiente a la era del cenozoico, periodo
cuaternario, época del pleistoceno, presentaron doble fractura de cráneo producidas
por el impacto ocasionado con un mismo objeto contundente (Sala, 2015).

173
y redención cada vez más recurrente, también asociado
a la compleja naturaleza del ingenio. Entre tanto, aún
en la sociedad más primitiva que pueda imaginarse, fue
inevitable el establecimiento de las clases sociales y, más
temprano que tarde, los fuertes conquistaban a los débiles.
Evidentemente, los incipientes destellos de emancipación
individual que había promovido la competencia, ahora se
traducían en una significación de integrantes que, a pesar
de constituirse en miembros de una misma especie, serían
diferenciados por sus características predominantes. Y es
que no siempre fuimos una “sociedad civilizada”, prueba de
ello reside, por ejemplo, en el canibalismo o el esclavismo
como símbolo de poder.

Nuestro beneplácito hacia la actividad productiva se


suscita como agradecimiento natural e inefable a la
satisfacción de una necesidad evidente y, en todo caso,
sumamente apremiante. El que un grupo de cazadores
pudiese proveer a una pequeña comunidad de alimento,
sobre todo en las estaciones más hostiles, era percibido de
inmediato como un evento de “inescrutable benevolencia”
entre cada uno de los miembros receptores. La constitución
de estas asociaciones era la consecuencia de un acto
reproductivo, la mayor parte de las veces infringido de
forma violenta y, cuyo móvil latente descansaba en una
creciente necesidad de poder, basada en la propiedad y el
dominio sobre el otro, lo que con el tiempo se tergiversaría
más aún en la existencia del esclavismo, al considerar
la aparente superioridad de unos en función de otros,
primero con respecto a la fuerza física y, más adelante
en función del propio pensamiento. Naturalmente la
consigna política de quien ostentaba la fuerza residía
en el egoísmo. Entonces, aquel que osara conquistar
la cúspide del poder debía competir contra el líder. En
contraste, la alternativa de quienes integraban, a todas
luces, la capa más vulnerable de la incipiente sociedad,
descansaba en la afanosa búsqueda de protección. Esta
suerte de relación mutualista entre quien exhibe el poder

174
y quien demanda amparo y consideración, promueve
la existencia de lo que llamo una dinámica de “egoísmo
selectivo y relativo”, esencialmente caracterizada porque a
pesar de la independencia de cada individuo, se congrega
al interior suyo un requerimiento por asociación, en todo
caso conveniente, mediante el cual se establecen vínculos
limitados a la espera de recibir un intercambio que sea
recíproco y favorable. Lo particular aquí, reside en el hecho
de que, por instinto de supervivencia se proyectaban
estrategias de inclusión que, a la par de nutrir un
conglomerado, también exponían procesos de exclusión.
Es por eso que la aparición del Pater familias no solo se
instituyó como símbolo de poder, sino que además, supuso
la reconfiguración de una norma social para garantizar
su estatus, a través de la ley y, su justificativo persuasivo
en la denominación del bien común. Este controversial y
peligroso tránsito de la vida primitiva a los cánones de
una jurisdicción social suscitaron las primeras reflexiones
sobre cómo debía administrarse la casa.

Las consecuencias científicas que lo anterior supuso en


el análisis de la economía, vendrían a materializarse en
lo que “socialmente” se esperaba de ella, a partir, desde
luego, del establecimiento de unas reglas de juego que, por
un lado, afianzaran las condiciones para el desarrollo del
naciente statu quo, y por otro, fomentaran la organización
de los recursos capaces de garantizar la subsistencia. La
evolución de este tipo de incipiente figura política, cuyos
intereses se basaban en el manejo del poder, introdujeron
la apariencia del libre albedrío, como la capacidad
individual de desarrollar la emancipación del espíritu
humano, bajo ciertos límites, que garantizaban la vida
en sociedad, pero que al interior, describieron estrategias
de control tan implacables como el propio lenguaje y, con
él, las estructuras sinápticas de pensamiento, elección,
obediencia y sumisión. “Naturalmente” en este tipo de
sociedad, donde proliferaban las distinciones de clase, la
distribución de los recursos no era equitativa, si es que

175
alguna vez lo fue. Aparentemente las primeras grandes
guerras en la historia de la humanidad, que en buena
medida se reflejan en las fronteras físicas del mundo
moderno, como huella heredada por las diferencias, se
configuraron a raíz de la propiedad de territorios fecundos,
que trajeran consigo mejores condiciones de vida para un
determinado grupo social. En este periodo histórico, el
recolector de frutos silvestres debió aprender dos cosas,
la primera sería a desarrollar mecanismos de protección
ante la amenaza de un ataque inminente, perpetrada
por los más fuertes, lo que eventualmente conllevaría al
diseño de incipientes armas de ataque y de defensa, y
como segundo, el explorar técnicas de cultivo de la tierra,
convertir un terreno desposeído de fruto cualquiera, en
un espacio para la obtención de alimento, más allá de
las condiciones naturales del ambiente. A lo largo de la
historia humana, hay una notable característica que define
a los individuos de forma muy particular y estriba en su
capacidad de adaptación. Si una idea es clara en Charles
Darwin y su tratado sobre El origen de las especies, es que
quienes lograron sobrevivir a los peligros del cambio, los
obstáculos de la existencia, el asecho de los depredadores
más salvajes y la incertidumbre sobre un futuro hostil,
fueron precisamente aquellos organismos que utilizaron
la adaptabilidad como mecanismo de defensa y ataque
ante una serie de circunstancias del ambiente en constante
evolución. Cuando la humanidad fue consciente del poder
del conocimiento, entonces planificó una estrategia y con
ella, una organización más robusta basada en una creencia
y un objetivo común.

Cuando aquellos que fueron desechados por clasificarse


como débiles e inútiles pudieron unirse, a razón de una
comunidad de pensamientos y sentimientos, entonces
se hizo apenas visible el abandono, sin demora, de la
concebida apariencia de su superficie, su otrora interpuesta
fragilidad, para luego constituirse en un agregado
ciertamente más poderoso. Ahora el pequeño productor

176
de frutos silvestres no se hallaba solo, contaba con apoyo
y algo de conocimiento, empuñaría una lanza y se
convertiría en guerrero, al mismo tiempo que comenzaba
a dibujar un mapa para pensar como estratega. En cada
conglomerado poblacional subsecuente, la aparición de
un individuo destacó por sus capacidades asimilativas
frente al entorno, su destreza peculiar para interpretar
las señales del clima, sugerir las épocas apropiadas para
la siembra y la pesca, los periodos más pertinentes para
la cosecha y los lapsos idóneos para el abastecimiento.
También se preocupó por el lenguaje, por mantener unida
a su comunidad, por explicar algunas mínimas reglas
de convivencia, trabajaba la tierra y enseñaba a los más
pequeños a respetar a los adultos. Cuando envejeció era
consultado por los estrategas con el objeto de gobernar
adecuadamente y al morir, cada prójimo alrededor suyo,
se aferró a la idea de que no había desaparecido del
todo, a la esperanza de que su espíritu pudiese haberse
elevado hacia las estrellas, la posibilidad de que se haya
fusionado con ellas, la ilusión de formar parte de la luna
y del sol, y con el mito se constituyó, en la masa colectiva,
una religión en torno a su advenimiento, y entonces,
fueron concebidos, como resultado de un imaginario
ineludible, lo que habitaría en la memoria humana bajo la
denominación circunspecta de ángeles y demonios.

El mayor de los éxitos a que un conjunto de individuos,


que intentan hacerse con el poder pueden aspirar, no reside
en conquistar vastas extensiones de territorio, tampoco en
hacerse al producto de su trabajo, ni su riqueza o posesiones,
no descansa en la imposición de unas normas de conducta
preestablecidas, o la amenaza intrínseca en el dominio de las
formas superfluas o, la recurrente intromisión de incidentales
mecanismos de cohesión social, porque todo esto puede
originarse a través de una gesta superior y más efectiva que,
puede vanagloriarse de todas estas cosas y más, cuando se
consigue el dominio sobre el pensamiento del otro, cuando
se abre camino deliberado, inescrupuloso y manipulado en

177
el entendimiento y la reflexión del prójimo, no hay cosa más
verosímil a la vez que poderosa en la mente de una persona
y, nada más complejo que el funcionamiento sináptico que
integra la configuración motriz de sus ideas, las cuales rigen
su existencia toda, la manera en que se interpreta el propósito
de su vida misma y lo que diferencia sus ambiciones y
planes, de los esfuerzos necesarios para hacerlos posibles. De
esa manera, es que fue factible que un soldado abandonara
a su familia y se uniera a las filas de un ejército, bajo esa
premisa es que combatía con todos sus arrestos en contra
del enemigo, de acuerdo con esos preceptos es que podía
sentirse orgulloso de dar la vida cuando de defender el reino
se trataba. El implante es tan agudo como inescrutable, a tal
grado que, convencionalmente, enfrentar la posibilidad de
haber sido manipulado es atacada, el autoengaño es también
utilizado como un mecanismo de defensa del superpuesto
libre albedrío, no obstante, las limitaciones en el lenguaje,
lo inherente a los hábitos y costumbres, las tradiciones
adyacentes y subyacentes, las preferencias develadas y el
raciocinio subsecuente fueron aprendidos desde el seno
mismo de la familia y, luego estilizados a través de “un
sistema educativo”, “un mercado laboral” y los cánones de
una vida social establecidas con antelación, ahora hay un
modo en que se debe nacer, crecer, reproducir y morir, pero
incluso, en la dinámica subsiste como dispositivo de control
“una forma de pensar que presume ser la correcta”.

“Las personas nacen en un orden imaginado preexistente,


y sus deseos están modelados desde el nacimiento por sus
mitos dominantes. Por lo tanto, nuestros deseos personales se
convierten en las defensas más importantes del orden imaginado”
(Harari, 2013: 134).

A fuerza de resistir el cúmulo de confrontaciones y


guerras intermitentes, las poblaciones victoriosas y
emergentes encontraban que, conforme avanzaba la
edad de quienes habían liderado las batallas por la
defensa y conquista, de acuerdo con su conocimiento y

178
experiencia, también lo habrían hecho la extensión de
vastas divisiones fronterizas y geopolíticas existentes.
En franco contraste, las regiones áridas o territorios
minúsculos reflejaban la forzosa posición, más bien
modesta de los grupos exiliados. El ojo común convendrá
confortablemente, en que la simplicidad de la estrategia
económica se soportaba en el aparente dominio de
la propiedad física, pero la producción de riqueza, la
fervorosa devoción a un régimen y la organización
paulatina de las incipientes naciones, se subyugaban al
imperio emanado sobre el pensamiento y la conducta
que, definían el constructo social que hallaba su hábitat
más influyente en la cultura en torno suyo. La paradoja de
este mecanismo de control y de supervivencia implicaba
que cada individuo creyera, para sí mismo, que era libre,
que era aplomadamente independiente y capaz, cuando
de otra parte, su pensamiento había sido implantado por
las restricciones de un lenguaje y la articulación de sus
ideas a una forma funcional de cosmovisión del entorno
que, reclamaba para sí, aceptación y obediencia desde
mucho antes de la concepción en el vientre.

Los espíritus derrotados en batalla, que habían podido


mantenerse con vida, solo podían aguardar por el más
ejemplar de los sometimientos, el destierro en medio de
su propia miseria o la planificación de una implacable
venganza. En el primer grupo, los sobrevivientes eran
tratados como poco menos que objetos insensibles y
explotados para todo tipo de prácticas productivas
y reproductivas, de esa forma, la otrora sociedad
primitiva daba lugar al establecimiento de un sistema
social fundamentado en el esclavismo. Como es apenas
evidente, no siempre una nueva fase social constituye
evolución o progreso. En este caso, la historia de la
humanidad contempló una de las fases más terroríficas de
la memoria, algo que nos separaría por siempre de las otras
especies. La consecuencia más trascendente heredada
por la guerra, no era ni mucho menos, la acumulación

179
de propiedades sobre nuevos territorios fértiles o la
riqueza de los asentamientos conquistados, sino el
afianzamiento de un proceso de aceptación en la mente
del dominado, una suerte de resignación que implicaba
sumisión y obediencia absoluta, fidelidad irrestricta al
amo, por consiguiente, se perpetró una apropiación de
la vida y la forma en que ella era percibida, en última
instancia, la dominación y la propiedad se hacían sobre
la cultura, sobre la cosmovisión de la vida. Un dominio
brutal que implicó los albores del esclavismo y de la
prostitución, no solo de los cuerpos y los espíritus, sino
sobre las mentes y las ideas. Hablamos de la conquista
del pensamiento y la razón. La aguda naturaleza de la
crítica platónica fue descrita en la República, contenida
en el libro VII con el denominado “Mito de la Caverna”,
donde se señala el conformismo humano que puede
incluso retroalimentarse a través de una “educación
condicionada”, metafóricamente ejemplificada mediante
las cadenas que sujetaban al hombre.

Cuando se examina el origen del dinero, por lo general,


el enfoque didáctico con que se nos presenta, tiene una
característica propensión hacia lo romántico e idealista.
El dinero yace circunscrito a una manifestación social que
deviene como respuesta a una evidente necesidad humana
por el intercambio de bienes y servicios, un dispositivo
conmutativo más sofisticado que el trueque, que advierte
su propia evolución desde las piedras, conchas, plumas,
cacao, sal48, ámbar, pieles, especias hasta metales, papeles,
plástico y códigos abiertos basados en algoritmos de
red. Como quiera que se trate, el dinero es ante todo un
mecanismo de control y de poder. No importa si se trata
de una pluma de quetzal, del dólar, el euro o el bitcoin,
el mensaje estriba en hacerle entender al otro, cuál es el
instrumento en que se manifiesta el poder. Cuando el
48
De hecho, la palabra salario, etimológicamente proviene del latín “salarium”
que, a su turno, se desprende del griego antiguo ἅλας, que originalmente se
refiere a la sal como medio de pago.

180
dólar se aprecia49, más allá de significar que a cambio de
un billete que contiene la imagen de George Washington,
como primer presidente de los Estados Unidos, el resto
del mundo debe entregar más unidades monetarias que
antes, lo que el mercado define, en última instancia,
es quién ostenta el poder y, esto mismo sucede con las
acciones o los bonos. Cuando la actividad económica de
una nación es boyante, las expectativas de su fortaleza se
hacen evidentes a través de la moneda, el problema es
que, nuestras percepciones sobre qué tan fuerte o débil es
la capacidad productiva de una región, nos lleva, con más
frecuencia de la que quisiéramos, a ser excesivamente
especuladores, de allí la naturaleza de las crisis
financieras, como por ejemplo la evidenciada en 2008
con las hipotecas subprime. En consecuencia, la historia del
dinero, es la historia del poder pretendido por la sociedad
primitiva, donde ciertamente no se puede aseverar que
existía equidad en los procesos de producción, consumo
o distribución, a lo sumo, los vestigios históricos sugieren
la conformación de conglomerados, con ciertas afinidades
y dependencias, establecidas como condiciones previas
a fin de subsistir. De ese modo, el pretendido trade-off
entre “libertad” o “protección” del que tanto discutimos en
economía, no solo es más complejo de lo que suponemos,
sino que, de una u otra manera, ha satisfecho el statu quo
de quienes anhelan conservar el poder.

¿El trabajo mata a la gente? El estudio de tiempos y


movimientos propuesto por Frederick Winslow Taylor,
mejor conocido como el padre de la administración
científica constituye un hecho irrebatible de la pretensión
de transformar un sistema biológico en un sistema

49
Nótese que la apreciación de una moneda se hace en comparación con otra,
y su génesis descansa sustancialmente en el crecimiento económico. La explicación
clásica que se esgrime al respecto, radica en considerar que, a mayor crecimiento le
sucede una mayor demanda por liquidez, las tasas de interés ascienden atrayendo
capitales especulativos del exterior, implicando con esto, una mayor oferta de divisas
que, al interior se deprecia mientras que la moneda local se fortalece en comparación.

181
mecánico. Suponga que usted es Charles Chaplin, ahora
el vagabundo se ha convertido en un trabajador industrial
en 1936. Justo treinta y tres años antes, Taylor habría
dejado consignadas las pautas de un estudio observacional
dirigido a optimizar el rendimiento del trabajo y mejorar
la eficiencia de la producción a gran escala, bajo la rigurosa
sincronía de cada movimiento en el tiempo. Charlot tiene
la difícil tarea de ajustar tuercas de una placa con dos llaves
mientras una banda giratoria aumenta la velocidad, de tal
forma que, el menor descuido o, la simplicidad de rascarse
una axila, o la escueta aparición de una pequeña abeja,
producen una pérdida desproporcionada de ritmo que
termina afectando incluso a sus compañeros de trabajo.
Con todo esto, hay secuelas, sin la exageración propia del
talentoso Chaplin, el estrés laboral se justifica en nombre
de la optimización y la eficiencia. Pero el mensaje es más
terrible, no son bienes de consumo lo que se producen,
es más bien, vidas humanas las que se consumen para
producir. Nacemos para capacitarnos, trabajamos la
mayor parte de nuestras vidas, sacrificamos tiempo con
nuestras familias y amigos, y cuando nos hallamos lo
suficientemente viejos somos desechados por el sistema.
La devoción religiosa al crecimiento económico no conoce
límite cuando de trabajo infantil, enfermedad o vejez
se trata. Lo que pocas veces se relata sobre el estudio de
tiempos y movimientos de Taylor, es que se produjo como
una insatisfacción personal por padecer a temprana edad
de problemas de visión y fragilidad psicomotriz, de allí la
obsesiva investigación sobre la dinámica y el movimiento.

Nuestra convencional visión del asunto, mora en que


tanto la educación como la experiencia favorecen
concomitantemente una cada vez más profusa
productividad laboral y, en consecuencia, un proceso
sólido y exuberante de crecimiento económico, lo que
promueve más elevados estándares de desarrollo. De
forma convencional, también es, potencialmente válida
la asociación del arquetipo, cambiando la causalidad en

182
el sentido de Granger. Ahora, el previo aseguramiento
de unos móviles fundantes para el desarrollo, devienen
en la generación de excelsas condiciones para la
productividad, pero además del natural crecimiento de
los ingresos, que surge como respuesta subsecuente,
se engendra un cambio cualitativo en la forma cómo
se perciben el tiempo y el espacio entre los individuos,
las personas transfiguran sus sinapsis cognitivas de
modo que, concluyen que no todo en la vida puede
ser trabajo, ni ingresos, ni consumo. Verbi gratia, un
abanico de políticas de investigación social, trabajada
de la mano con propuestas cualitativas en términos
de productividad, inclinarían asiduamente la balanza
en favor de asignaciones diversificadas del tiempo,
exteriorizadas, por ejemplo, en dedicar más atención a la
familia, viajar, estudiar, y en última instancia, concretar
de manera efectiva, el conjunto de aquellas prácticas
que dotan de mayor felicidad y sentido a la existencia
del espíritu humano. Pienso que, en economía, aún
damos demasiado crédito a la idea de que la sensibilidad
del desarrollo, depende única y exclusivamente del
comportamiento del producto o de sus tradicionales
factores asociados, cuando de otra parte, el desarrollo
mismo, y su complejidad inherente, determina recíproca
y armónicamente la dinámica del crecimiento. Imagine
por un instante que, dados unos elevados niveles de
productividad, como fruto de la investigación, pudiese
usted tener la libertad de trabajar una parte de la vida,
considerando que un segmento relevante, lo dedicara
substantivamente a disfrutar de la misma. ¿Cree entonces
que trabajaría con mayores estímulos y arrestos?

En su lugar, nuestra habilidad para distorsionar lo


genuinamente relevante, nos ha conducido a reverenciar,
más allá de todo límite razonable, la consecución de una
probabilidad laboral o el aseguramiento de una apuesta
monetaria, por encima de cualquier otra cosa, incluso de
la ética y los valores. Como resultado latente, la mayor

183
parte de nuestra existencia se enfila a ser productivos,
consumir, competir y esperar que, al final, no seamos
lo suficientemente viejos, enfermos e inútiles para
disfrutar de la poca vida que nos queda, con la vana
esperanza de que el sistema nos acoja benevolentemente
en los que, si contamos con suerte de jubilarnos, serían
los últimos días que sobreviviríamos sobre la faz de
la tierra. La severidad de nuestra miopía en economía
reside, contrario de lo que acontece en la práctica, la
mayor parte de las veces, en destacar lo favorable de
una determinada situación, no obstante, nos resulta
menos atractivo a la par que poco satisfactorio, advertir
sus fatalidades o inconveniencias y, cuando por fin
prestamos atención a lo que hemos pasado por alto, por
haberlo omitido o considerado como irrelevante, suele
ser demasiado tarde, pues sus implicaciones manifiestas
en el mundo real, han tomado la delantera, en ausencia
de mayores obstáculos en el camino. La forma cómo
investigamos en economía tradicionalmente describe
un protocolo ya evidenciado a lo largo de las páginas
que integran este volumen, no obstante, los desarrollos
experimentales constituyen, entre otras, oportunidades
muy provechosas, no solo por el hecho de que nos
conducen a nuevos resultados, motivan el diálogo con
otras ciencias, sino porque permiten cuestionarnos
sobre el método tradicional y contrastarlo de principio a
fin, poniendo en tela de juicio sus típicas conclusiones, a
la vez que contemplar sin demora, lo urgente de nuevas
alternativas como tarea ineludible e inmediata.

Mientras todas estas preocupaciones gravitan en la mente


del autor y, se abren camino en la del lector, en otro tiempo
y espacio, un pequeño comerciante empieza a abastecerse
de los ajuares de Navidad cuando apenas es octubre, incluso
mucho antes. Grandes y medianas cadenas distribuidoras
le recomiendan hacerse, en cuanto le sea posible, a su
primera ronda de dotación para diciembre, aprovechando
los descuentos correspondientes por volumen, que de otro

184
lado, suponen mejores márgenes de venta en la sempiterna
fiesta del consumo. En efecto, caminas a lo largo de la
ciudad y en las avenidas cercanas al centro, encuentras
disfraces y dulces al tiempo que, árboles de navidad, toda
clase de ropa, fantasía y juguetes. El consumidor es un
ratón de laboratorio y ahora es seducido por un trozo de
queso. El frenesí por el consumo precipita la llegada de
fin de año unos meses antes, así como la oferta de créditos
por parte de las entidades financieras. Fulano consigue un
empleo y antes que esperar el primer salario a fin de mes,
ya se han contraído algunas obligaciones, la promesa de
un salario es el equivalente a ingresos futuros y, ¿para qué
esperar?, ¡no dejes para mañana lo que puedes comprar hoy!
Fulano cree que comprar hoy es más barato que mañana.
Pero lo mismo comienzan a pensar Zutano, Mengano
y Perengano, y entonces, mientras el amable banquero
confiere créditos mesurados antes de la fiesta, esperando el
crecimiento de sus tasas, los consumidores incrementan la
demanda y los precios, y ya disfrutan de ella. Los dolorosos
sobrevienen en enero, justo después de intentar pagar
todas las deudas, para entonces, la magnitud del comercio
y del empleo han descendido notoriamente. El oso pardo
entra en periodo de hibernación, pero quizá no haya recolectado
los frutos suficientes para garantizar su propia subsistencia.

Durante mis primeros años como profesor, mis intentos


por comprender los factores que explicaban la generación
de empleo me habían conducido a estudiar las decisiones
de inversión. La teoría económica convencional sugería
que la inversión incrementaba la capacidad productiva
de una sociedad y, como consecuencia, era necesaria
la generación de mayores plazas laborales para
hacerlo posible. Tasas de interés reducidas suponían
bajos costos por el uso del capital, un crecimiento
económico caracterizado por el aumento de los ingresos
y el consumo, un clima de confianza y expectativas
favorables incentivaban a los agentes económicos al
simple, pero trascendente acto de invertir. Mengano

185
creció en un hogar de estrato medio. Fue al colegio
donde obtuvo buenas calificaciones y, posteriormente
entró a la universidad, se graduó y comenzó a trabajar
en una mediana empresa. Un buen día, por razones que
estaban más allá de su comprensión, la empresa en la
que había trabajado por veinte años se quebró. Mengano
tenía muchas obligaciones, familiares, financieras,
proyectos futuros que empezaron a derrumbarse.
Mengano intentó buscar un nuevo trabajo, pero siempre
que lo hacía encontraba que, necesitaban gente más
joven y con mayor preparación… Mengano enfermó…
Alguien le dijo que debía tratar de sacar adelante
su propio negocio, emprender su propia empresa…
Demasiada incertidumbre, arriesgar la propiedad de
su casa, los ahorros familiares, apostar lo poco que
tenía en una actividad que no dependía solamente de
los conocimientos y la experiencia, del volumen de
capital requerido, de las relaciones con el entorno, de la
percepción del mercado, de las políticas tributarias del
momento… Demasiados elementos estocásticos en el
aire… Y, sí, de acuerdo, puede funcionar, y en ese caso,
la historia tendría un final feliz. Mengano comenzaría
con una pequeña microempresa, uno o dos trabajadores
de confianza, su producto sería reconocido, pronto sería
demandado por ávidos consumidores extranjeros, el
mercado se abriría y, la empresa crecería. Sin embargo,
en un mundo de probabilidades estadísticas, que todo
el tiempo influyen en la forma cómo los individuos se
desarrollan, también cabe otra posibilidad. Mengano lo
intenta, pero el producto no llega a ser reconocido, las
deudas lo abruman y, entonces fracasa. Ahora, quien
fuera antes el amable banquero, cuando se trata de
dinero no conoce amigos, ni familiares, ni mucho menos
el término perdón50.

50
A finales de la década de los noventa y a principios del milenio, la iglesia
católica hizo un llamado a través de Juan Pablo Segundo motivando a que las
naciones y grupos económicos condonaran la deuda externa en las regiones más
vulnerables, ese movimiento denominado Jubileo fue relegado al olvido.

186
Creo que siempre es importante insistir, aunque a veces
no se nos dé fácil hacerlo, a veces, es mucho más lo que
se pierde cuando se desiste. Pero la cosa es que cuando
se pierde dos, tres, cuatro veces, intentarlo nuevamente
resulta más difícil51. La visión optimista de este
escenario aduce que, allí donde no se intenta, es donde
las posibilidades de éxito crecen inusitadamente. Esto
puede gozar de cierta lógica binaria, cuando una persona
se arriesga a hacer factible lo que a otras, ni siquiera se
les ha ocurrido, es probable aspirar a una recompensa,
pero este no es un resultado garantizado, simple y
llanamente porque no es un mundo mecánico, ni dual.
Puedes tener la mejor idea en la historia del mundo y,
acto seguido, pueden robártela o puedes fracasar en el
intento, incluso por algo externo a tu propio control. No
se trata de un mundo justo. Así que, si tus padres fueron
inversionistas, comerciantes, empresarios, y creces en
ese entorno, te preparas meticulosamente con educación,
con formación, y con recursos que percibes como
suficientes, aun así, y por pequeño que sea el margen
de su contribución, siempre existirá una probabilidad
en tu contra en estado latente. Se declara una guerra, se
sucede un atentado terrorista, se propaga un peligroso
virus, se descubre un complot gubernamental, un gran
empresario comete un crimen y es condenado… Las
acciones bajan y la confianza inversionista desaparece.
No estoy diciendo que no haya que intentarlo, o que
todo depende de la suerte, si fuese así, nada habría
qué hacer, pero lo casuístico, lo aleatorio es, contrario
de lo que sugiere la teoría econométrica, un evento de
naturaleza constante que, además, no podemos evadir
de modo alguno. Comprender lo anterior, es relevante

51
Y no solo porque a un individuo le cueste perder, sino porque la sociedad
tiene una alta tasa de cobro frente a la pérdida. El análisis marginalista supone
que, si se invierte mucho más en una actividad, entonces el grado de sensibilidad
del producto es cada vez menor. Esa dificultad se reduce cuando esa tendencia
decreciente se contrasta con las dotaciones del factor trabajo y, la película tiene
un buen final si se introduce conocimiento y/o tecnología.

187
porque el riesgo que asume un empresario, alguien
que desea emprender algo, que desea incursionar en lo
desconocido, es poco menos que una apuesta al futuro,
tirar los dados sobre la mesa, darle al blanco… Y de ese
éxito, del conjunto combinado de factores económicos
y no económicos, de aquello que conocemos y, por lo
tanto, anticipamos, y de eso que, ni siquiera pasa por
nuestra mente, y no obstante, sus probabilidades en
contra, aspira concretarse, depende no solo la generación
de empleo, sino la dinámica de toda la economía en su
conjunto. Imagina por un instante, tu vida, sin uno de tus
padres, si de casualidad no hubieses conocido a tu mejor
amigo, si no hubieras entrado a ese colegio, si por alguna
razón no conseguiste la aplicación a tu profesión actual,
si no hubieses conocido a esa persona, si no trabajaras
en lo que actualmente haces… ¿De qué forma habría
alterado y alteraría una o varias de esas posibilidades
toda tu vida?... Así de particular es la dinámica social y,
por lo tanto, la económica.

Cuando una empresa, cualquiera que sea tiene éxito, acto


seguido sobreviene la réplica como el devenir inexorable
de un suceso conspicuo. La imitación es, con frecuencia,
un evento recurrente, como apenas puede serlo el hábito
instintivo de intentar, aquello que a otros funcionó en
el pasado. Lo curioso del asunto, es que tratamos de ser
diferentes, mientras hacemos prácticamente lo mismo que
todos. Revisamos nuestra cuenta de Facebook, retuiteamos
algo que llama nuestra atención, subimos un par de fotos
por Instagram, miramos un video por YouTube, enviamos
un par de saludos por Snapchat, escuchamos nuestra usual
lista de reproducción por Spotify y respondemos algunos
pendientes por WhatsApp. Nos tomamos una Coca-Cola
y salimos de blue jean a toda prisa, rumbo al trabajo en
medio del infatigable tráfico de la mañana. Viajamos y
nos tomamos selfis para que todos sepan que viajamos,
descargamos documentos de PDF que nunca leemos
por completo, escuchamos en las noticias del medio día

188
sobre la posible tercera guerra mundial o, el inminente
exterminio a cuenta de un nuevo virus que se expande
vertiginosamente, vamos de compras al centro comercial
y pagamos con tarjeta de crédito. Nos matriculamos en
un curso de inglés y averiguamos el precio del último
IPhone. Cierto es que las tecnologías de la información y
la comunicación nos han unido hoy más que nunca, y en
buena medida este proceso, nos ha permitido compartir
varias cosas, entre ellas la información, no obstante, el
lunar que sobreviene sobre este mundo superfluamente
interconectado es que, nos asiste una fuerte propensión
a abandonar nuestras propias culturas y poco más
que eso, pues como el organismo más primitivo nos
adaptamos, pasiva y acuciosamente, dejando atrás
cualquier atisbo de rebeldía. Así por ejemplo, mientras
el número de personas que hablan quechua se reduce
progresivamente en América Latina, la población
formada en inglés aumenta a una velocidad significativa
y, a una edad cada vez más temprana, incluso como parte
de una política de bilingüismo, que convenientemente
se encarga de enfilar las exigencias del mundo moderno
sobre el dominio del idioma inglés, el dominio sobre los
instrumentos que expresan la complejidad intrínseca de
nuestro pensamiento.

Resulta, a todas luces, menos complejo que mi pequeña


sobrina de 3 años perciba naturalmente estructuras
gramaticales propias del inglés, que esa desconocida
estructura denominada Quechua, la que fuera alguna
vez representativa del Imperio Incaico, el mayor de la
América precolombina o el mismo Muisca perteneciente
a los Chibchas que, para 1580 se había instituido como
la lengua general del Reino de la Nueva Granada, y que en
la actualidad, ha sido declarada poco más que extinta en
los albores del mundo moderno. No solo hemos olvidado
nuestra propia lengua nativa y, con ella la memoria de
nuestros antepasados, sino que con la “conquista”, las
formas europeas introducidas violentamente, ahora

189
deben dar lugar a otro tipo de imposición, aquella que
se deriva de la autoridad de mercado. Actuamos como
fríos mercaderes de la muerte, a quienes poco interesa el
legado de una memoria que transita, de forma cada vez
menos recurrente, el recuerdo de lo que fuimos. El dólar
nos exige expresarnos en inglés, no debe sorprendernos
que la tecnología de China nos esté exigiendo dominar
el mandarín. Antes de que se me malinterprete, me
parece preciso advertir que no estoy, de modo alguno,
en contra de ilustrarse sobre otras culturas, incluso
considero que fomentar el aprendizaje de nuevas formas
de comunicación, nos permite ilustrar de mejor forma
la complejidad de nuestro pensamiento, tómese como
ejemplo al extraordinario William James Sidis, el que
creemos, fue uno de los hombres más inteligentes de
la historia de la humanidad, quien desde luego, fue
particularmente estudioso de las lenguas, a tal grado
de necesidad, que fue capaz de proponer la suya propia
para dar satisfacción a las complejidades al interior de
su cerebro. El punto es que el conocimiento de otras
culturas no debe hacerse a expensas del abandono
de las nuestras. De lo contrario, aquello que nos hace
diferentes, de lo que define nuestra historia, de dónde
venimos, hacía dónde vamos, se pierde para dar lugar,
a una acartonada cultura de la publicidad estandarizada
por el comercio. Padecemos de un temprano Alzheimer
colectivo, la degeneración cada vez más inminente de
nuestra memoria histórica y todo parece indicar que el
daño es irreparable.

“La homogeneización del pensamiento, a su vez,


homogeneizará la sociedad, perspectiva bastante sombría”
(Llinás, 2017: 319).

Recuerdo que aún era estudiante de pregrado cuando


un par de profesores, con cierta elocuencia presurosa,
afirmaban la presencia de la globalización como un
evento sin precedentes en la historia humana. La lectura

190
y la conversación posteriores me daban un primer
asomo sobre lo que percibía como un fenómeno a escala
planetaria que nos congregaba en torno a un propósito
común como miembros de la misma especie, una
necesidad imperiosa y plausible por interrelacionarnos,
por conocernos, por interactuar, por establecer un
diálogo y estrechar las diferencias que nos separaban
como habitantes del mundo. Igual que con la pobreza,
no existía una única definición. Fue la primera vez que,
de forma consciente me di cuenta que a los economistas
nos costaba ponernos de acuerdo con un concepto, y que
ello entrañaba diversidad de posturas que, no obstante,
su complejidad intrínseca, eran poco eficaces a la hora de
llegar a un arreglo. La globalización era avizorada como
un escenario de oportunidades, pero también como un
espacio para afianzar posiciones e intereses diversos.
Se trataba de un proceso que involucraba condiciones
económicas, políticas, tecnológicas y culturales.
Lo curioso es que su génesis provenía de la misma
sustancia, ¿pueden adivinar de lo que hablo?, de seguro
que sí. En efecto, nos referimos a lo económico, otra
vez. Y es que todo eso que compromete la globalización
fue determinado por procesos comerciales y financieros
que, desde luego, se reflejaron en acuerdos con el sector
externo, esto es, comprometiendo a varios países. Sabes
que la economía, a pesar de todo cuanto se diga de ella,
es realmente poderosa, cuando puedes encontrar sin
mayor dificultad, en cualquier texto, discurso, recorte
de prensa, entre otros, las palabras economía y país
como sinónimos52.

Abundaba la discusión con respecto a si la globalización


confería nuevas posibilidades para alcanzar el desarrollo
o, si por el contrario, perpetuaba las condiciones de
sometimiento de unos frente a otros, tal y como sucedía
52
Ver por ejemplo la nota introductoria del Informe sobre la economía digital
2019, producido por Naciones Unidas intitulado “Creación y captura de valor:
repercusiones para los países en desarrollo”.

191
en la sociedad primitiva. El papel del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial como instituciones
que pulsaban la actividad económica, recomendaban
acciones de política, a la vez que financiaban programas y
proyectos a escala planetaria, constituía objeto de intenso
debate. Siempre me pregunté si el objetivo común que
nos habría de reunir, como nunca antes en la historia
humana, era claro para todos los participantes, o si,
eventualmente, se trataba de una convención más, basada
en el artificio protocolar de salir al paso a los problemas
trascendentes del mundo a partir de la retórica, decir por
ejemplo que la globalización posibilitaba una integración
de los mercados, que maximizara los beneficios por
medio de la firma de tratados de libre comercio y/o del
acceso a nuevas fuentes de financiamiento internacional,
y de ese modo, conducir una suerte de escenarios factibles
para garantizar el desarrollo, ahora podíamos soñar con
que los Objetivos de Desarrollo del Milenio se lograrían
y con ello, venceríamos la pobreza, la desnutrición y las
brechas de género… Tuvimos quince años para hacerlo
y no lo logramos… ¡Pero aguarda, no te preocupes!, basta
con que cambiemos la denominación e incrementemos
el número de metas e indicadores y “¡esta vez seguro
que lo lograremos!”. Además, hemos alcanzado el mayor
crecimiento económico en el orbe y contamos, bajo una
nueva y maravillosa metodología, con los índices de
pobreza más reducidos en toda la historia… Siempre
he tenido una extraña sensación de preocupación con
la economía, me sucedía antes de abordarla, durante
mi experiencia como estudiante, como profesor, como
investigador, como persona del común… Una entelequia
de propósitos, de estadísticas, de métodos y de acciones
semejantes a la publicidad engañosa de la que todos,
en algún instante hemos sido víctimas. Conozco lo que
se siente cuando no se tiene lo suficiente, he vivido la
desesperación de una crisis en carne propia, en el seno
de una familia humilde, sé lo que pasa cuando los precios
de aquello que necesitas son elevados en relación con la

192
cantidad de recursos de que dispones, y naturalmente
me preocupa experimentar la falta de oportunidades en
el futuro, pero también me conmueve lo que le suceda
a los demás, me cuesta mucho creer que, porque las
condiciones de unos han mejorado, entonces asumamos
febrilmente que las condiciones de quienes no, deban ser
ignoradas, me cuesta decir que estamos bien, cuando ese
“estamos” no se refiere a todos, francamente me parece
muy inocente o quizá perverso, creer que las fuerzas
de oferta y demanda, fuerzas, en todo caso selectivas,
aseguren el bienestar de forma no selectiva, me parece
insuficiente creer que el mundo se puede mejorar, solo con
redactar un par de ideas o plantear una o dos ecuaciones
ingeniosas demostradas rigurosamente desde el tablero
o programadas en un ordenador, sin un acto práctico
y concreto que le suceda de forma coherente. Nuestro
mundo orgánico estuvo conectado mucho antes que la
globalización como concepto fuese siquiera definida53.

Si en el estudio de la economía nos encontramos con una


ciencia de las contradicciones humanas, la humanidad toda
parece definirse como la sociedad de la ilusión. Una vieja
caricatura del pasado nos muestra un conjunto de animales
alineados en primera fila, entre los cuales se encuentran,
un pájaro, un pequeño chimpancé, un pingüino, un
elefante, un pez, una foca y finalmente, un perro. Detrás de
ellos, descansa un gran árbol, y en frente de la clase yace
un profesor calvo y de bigote frondoso que, permanece
sentado mientras los mira fijamente. A continuación,
dice a sus estudiantes que aplicará la misma prueba de
evaluación justa y equitativa para todos pidiéndoles que
suban al árbol. Einstein lo planteó muy nítidamente:

“Todos somos unos genios, pero si juzgas a un pez por su


habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que
es un inútil”.
53
La primera idea de globalización fue planteada por Sir Dudley North en su obra
intitulada “Discourses upon Trade” publicada por Jacob Harry Hollander en 1691.

193
Las personas no tenemos la misma curva de aprendizaje.
Efectivamente, existen individuos que encuentran más
entretenidas las artes, las letras, la filosofía o la poesía.
De otra parte, hay quienes prefieren el estudio de la
matemática, la física, la ingeniería o la estadística. Pero
también hay combinaciones diversas. Una de las tareas
de la educación media es precisamente encontrar esa
vocación, de modo que, cuando se entra a la universidad,
se tenga una idea de aquello que se pretende estudiar. Las
universidades deben cambiar constantemente. El papel de
las universidades va mucho más allá de producir títulos,
publicar artículos o libros para ganar notoriedad, pulir el
nombre, competir con otras universidades54.

Un estudiante puede comenzar con el escrutinio de las


ciencias jurídicas y, en la medida que su curiosidad,
motivación, preocupación, y exaltación lo incentiven,
cultivarse en biología molecular, medicina, lenguas
o sociología. El tiempo tampoco debería ser una
imposición, el mensaje debería ser algo así como, “dedica
a tu propia formación el periodo de la vida que creas necesario”.
No hay títulos, ni notas, solo sed de conocimiento, no hay
competencias, tampoco planes de estudio inflexibles,
ni cuadriculados, existe un mapa, pero puedes trazar
nuevos caminos, puedes aprender lo que quieras y
profundizar cuanto te sea posible. Nuestra afanosa
búsqueda de sistematizar y clasificar el conocimiento
nos ha llevado a insólitas divisiones de la ciencia entre
lo social y lo natural, como si fuesen cosas diferentes.
Padecemos de un cuadro de ataxofobia conjunta, nos
interesa sistematizar y ordenarlo todo, tenemos miedo
al caos, nos interesa reconocer, catalogar, empaquetar y

54
Existe una peligrosa tendencia a investigar por conveniencia. Por ejemplo,
investigadores que publican solo por registrar puntos, alianzas superficiales de
“tú me incluyes y yo te incluyo” con el propósito de ascender, entre otras “prácticas
estratégicas”. De ese modo, la investigación es tratada como un somero producto
comercial, y esto lleva a que se determinen acciones para definir qué se investiga
y qué no, del mismo modo que aquello que se financia y aquello que no.

194
organizar el conocimiento a través de la delimitación de
ciencias supeditadas a una denominación circunspecta,
a un campo de estudio que sea confiable. El propio
conocimiento, quién lo creyera, también es advertido, de
parte nuestra, como algo desechable. Los economistas
también sobrellevamos ese trastorno acompañado de
una esquizofrenia grupal que reemplaza los problemas
reales, por discusiones teóricas y conceptuales, métodos
y técnicas incuestionables, y demostraciones abusivas de
la matemática como herramienta analítica. Una suerte de
ceguera técnica que exalta el examen de la hiperrealidad
y su complejidad subsecuente, por encima de los
problemas más evidentes, haciendo uso de la artificiosa
treta mental de la abstracción y el reduccionismo, que le
sigue como consecuencia55.

A lo largo de mi experiencia como economista y como


profesor, he escuchado diversos planteamientos de colegas
muy respetables y de latitudes diversas, tales como: “la
formación del economista subyace en una sólida fundamentación
en microeconomía, macroeconomía y econometría”, “un
economista fuerte es aquel que tiene, a su disposición, una
sólida formación en matemáticas”, “en la práctica, la formación
del economista debe enfocarse en la formulación y evaluación
de proyectos, y esto, en esencia implica un proceso riguroso en
matemáticas y econometría financiera”. Es del todo evidente
que un estudiante de economía debe enfrentarse a un
mercado laboral, y eso mismo comprende la existencia de
una previa fundamentación en el manejo de herramientas
de trabajo técnico. En efecto, un economista tiene que tener
formación para valorar una empresa, del mismo modo que,
es capaz de establecer los determinantes de una reducción
en las ventas. También debe preparase para el análisis de
riesgos, advertir escenarios realistas sobre el futuro de las
finanzas departamentales o planificar la política social,
como su ejecución y evaluación de mediano y largo plazo.
55
De acuerdo con Llinás, la abstracción se refiere a lo que habita en la mente,
aquello que puede o no existir externamente (Llinás, 2017: 281).

195
Un economista puede diversificar una cartera de inversión
o establecer el escenario de probabilidad para recuperar
el capital invertido por un consorcio hace tres años o,
proponer indicadores para pulsar la actividad económica,
todo esto y mucho más, pero si algo debe conservar y
afianzar, a medida que su capacidad técnica se desarrolla,
es su habilidad para pensar un mejor tipo de sociedad y,
sobre esto, no existe monopolio, pues las profesiones que
el mundo moderno dispone tienen, al menos en teoría, ese
mismo propósito, no obstante, si las cosas son susceptibles
de mejora, ella misma parece advertir la necesidad de
interactuar en un diálogo cada vez menos restringido.

Cuando era muy pequeño, una tarde de domingo observé


a mi papá frente a su viejo radio Telefunken, Telestar 206.
Guardaba para sí una expresión de tristeza particular
mientras escuchaba una canción llamada “Lamento
borincano”, mejor conocida como “El Jibarito” de Rafael
Hernández Marín, que narraba la historia de un campesino
de mediana edad, que desde muy tempranas horas en
la mañana, lleno de optimismo, llevaba a cabo todos
los preparativos para vender su carga de mercancías
planeando presentes para su hogar.

“Si yo vendo la carga, mi Dios querido


Un traje a mi viejita voy a comprar”.

Cuando el Jibarito llegaba al mercado en la ciudad, se


encontraba contando las horas sin poder realizar su
mercancía, debido a la difícil situación económica y social
de las personas. Con la caída del sol, el hombre se devuelve
llevando a cuestas las promesas que no pueden ser para su
familia, ahora lleno de tristeza y desesperanza emprende
un retorno en medio de la amargura y la incertidumbre.

Años más tarde, en mis primeros meses como profesor,


me dedicaba por completo a leer y escribir frente al
ordenador. Produje documentos que nunca publiqué,

196
básicamente eran complementos a las posiciones
neoclásicas del mercado de trabajo con un enfoque
eminentemente microeconómico. Uno de esos papeles se
intitulaba “Sobre el efecto demanda inducida”, recuerdo que,
contenía una larga disertación acompañada de ecuaciones
intertemporales y derivaciones para llegar al mismo punto.
La demanda de unos, incide en la demanda de otros, en
el tiempo y en el espacio. Si la situación económica que
atravesaba la pequeña ciudad del Jibarito hubiese estado
caracterizada por el dinamismo de la producción y los
ingresos, eventualmente, en el transcurso de aquella
mañana soleada, nuestro personaje habría vendido todos
sus productos y, con el ingreso obtenido habría comprado
lo que hacía falta para el hogar, por consiguiente, esa
noche la canción pasaría a un final feliz.

Una demanda deprimida implica restricción para


adquirir aquello que se necesita, y tal y como sucede
con un virus, se reproduce por ese mundo orgánico
que nos conecta, mucho antes que la globalización
siquiera fuese definida. La economía experimental
confiere instrumentos de investigación de aplicación
relativamente simple. ¡Pruébelo! En un salón de clases,
todos y cada uno de los estudiantes tienen en su mano
el móvil de más alta gama, lo último en tecnología.
Mayor espacio, mejor resolución, inteligencia artificial,
diseño, todo lo que quieras. El grupo permanece en
coma inducido mientras un nuevo estudiante aparece en
escena. Es el único que no tiene ese móvil. Al principio
no prestará atención, pero las conversaciones con los
demás, algún comentario a modo de chiste que genera
presión, la publicidad, las ventajas de lo que se puede
hacer si cambia su dispositivo, las aplicaciones, una bola
de nieve que crece y crece y aparentemente no cesará
hasta que el objeto a la felicidad sea adquirido, a como
dé lugar. Hace unas pocas horas, no había necesidad
alguna, el viejo equipo tenía lo básico, pero ahora se ha
convertido en un instrumento del deseo y de inclusión,

197
es la nueva supervivencia, debes adquirir lo que señala
el mercado, a fin de dar satisfacción a una necesidad
infringida sutilmente bajo la presión colectiva, y en efecto,
si nos adentramos lo suficiente, encontraremos el deseo
de aceptación, un complejo proceso de inclusión social y
conformación de élites de mercado a diferentes niveles.

La distancia que separa el teclado de las yemas de los dedos


es una idea… El complejo mundo de las ideas en economía
es un campo que se extiende febril e infinitamente y, es tan
prolífico como la propia historia del pensamiento humano, se
expande solícitamente, de manera cada vez más vertiginosa
y profusa, proceso solo opacado por cierto temor existente a
la hora de controvertir los fundamentos sobre los cuales se
ha cimentado la ciencia. Construimos un edificio cuyos pisos
más elevados cuentan con mayor información y tecnología,
pero evitamos revisar las estructuras internas que sirven de
base. A lo largo de estas páginas que, procuran cierto hálito
de fecundidad, he pretendido insistir en la comprensión
de diferencias relevantes entre los individuos, y la forma
cómo perciben la vida y, aquello que afecta sustancialmente
sus decisiones y acciones. La religión, el sistema educativo,
la estructura familiar, la percepción acerca del futuro, los
hábitos de lectura, nuestra propia definición de cultura,
el clima, las noticias, el tráfico, las relaciones con los
demás y con el entorno, el color de la piel, la definición
de felicidad que asumen las personas, entre un perenne
océano de posibilidades no generalizables, son factores que
esencialmente determinan lo complejo e inverosímil de
nuestro comportamiento humano.

¿Por qué no estudiar nuevamente nuestras presunciones


iniciales bajo una mirada diferente? Véase con detalle
el análisis de las neurociencias, sus resultados por
demás, se basan en pequeños grupos de individuos, y
sus conclusiones no efectúan, convencionalmente, una
tendencia a lo generalizable. A diferencia de lo que pasa
con otros órganos del ser humano, susceptibles de cierta

198
universalidad, el cerebro es diferente, a usted pueden
hacerle una cirugía de trasplante de corazón, o de riñón,
y sigue siendo el mismo, pese nuestra magnificación
antropocentrista, aún no podemos trasplantar el cerebro,
y aun cuando fuese posible en un futuro cercano, usted
ya no sería usted, porque usted es básicamente su cerebro.
Por fortuna, la neuroeconomía, las neurofinanzas e
incluso la psicología están avanzando en la revisión
de las pretendidas y muy cuestionables bases de la
ciencia56. No obstante, el nuevo camino que entrañan
estos estudios sobre la dinámica del comportamiento
humano y su sinapsis cognitiva, trasciende varios niveles
de complejidad, de los que solo me gustaría advertir dos,
dadas mis limitaciones en el conocimiento. La primera
es que, a fin de evitar convertirnos en charlatanes, los
economistas debemos empezar a trabajar más de cerca
con psicólogos, psiquiatras y neurocientíficos, efectuar
investigaciones con grupos diversos de personas a través
de métodos experimentales, los desarrollos de Vernon
Smith, Daniel Kahneman, Richard Thaler y Paul Glimcher
deben continuarse de forma más incisiva. Lo segundo, es
evitar las generalizaciones. Esa tendencia de los primeros
estudios de la física o la estadística, debe ser superado. Las
dinámicas conductuales de las personas son un asunto
serio y complejo, y debemos extirpar, de una vez por
todas, la acartonada supremacía de lo económico sobre
otras ciencias, por el contrario, deberíamos admitir con
más humildad y cierto grado de vergüenza, la fragilidad
de nuestro análisis, soportada en especulaciones sobre
la dinámica asumida por el comportamiento humano,
y advertir sin demora, la necesidad extrema de la
economía por aprender de lo biológico, lo psicológico,
56
Como lo advertimos en uno de los pies de página del capítulo anterior, en
el estudio de Kruger y Dunning de 1999, los autores sugieren tesis fuertes sobre
la supuesta experticia o flaqueza de los individuos frente a la toma de decisiones,
así como de sus bases conceptuales y los mecanismos de razonamiento. ¿Hasta qué
punto puede uno atribuirse la seguridad de conocer un tema cualquiera? Resulta
sensato que Kruger y Dunning al final de su exposición, consideren la idea de estar
equivocados. Conclusión a la que se adhiere el autor de la presente obra.

199
lo neuronal e incluso lo sociológico, entre otros aspectos
que desconocemos pero que, en definitiva, no son menos
relevantes. Thomas Piketty lo plantea muy claramente
cuando señala que:

“La economía jamás tendría que haber intentado separarse de


las demás disciplinas de las ciencias sociales,
y no puede desarrollarse más que en conjunto con ellas.
Se sabe muy poco de las ciencias sociales como para dividirse
absurdamente.
Para progresar en temas como la dinámica histórica del reparto
de las riquezas y la estructura de las clases sociales, es evidente
que se debe proceder con pragmatismo y emplear métodos y
enfoques utilizados tanto por los historiadores, los sociólogos y
los politólogos, como por los economistas.
Es conveniente partir de cuestiones de fondo e intentar dar
respuesta a ellas:
Las disputas disciplinarias y territoriales son secundarias”.
(Piketty, 2013: 48)57.

Cuando planteo que deben revisarse los fundamentos de


la ciencia, no necesariamente estoy señalando que todo
está mal con ella, más bien que su columna vertebral
subyace peligrosamente incompleta, y si contamos con
algo de suerte, a lo mejor el complemento nos ayude a
repensar ciertas posturas con resultados favorables,
en un mundo donde nunca podremos acceder a todo
el conocimiento, ni la información y, donde la certeza
definitiva frente a la investigación científica es poco más
que, una pretensión quimérica o una necesidad utópica
57
El biólogo, epistemólogo, y psicólogo Jacques Dartan lo expuso en los siguientes
términos: “¿cómo explicar este terrible embrollo?, ¿por qué los ‘trabajos constantes y
profundos’ de tantos especialistas durante dos siglos han resultado estériles?, ¿por qué
estos hombres no han descubierto jamás leyes económicas indiscutibles e indiscutidas?,
¿cuál puede ser la causa de esta cruel ‘Historia de locos’? Ella se resume en una sola
palabra: La contabilidad. Los fenómenos económicos son examinados en sus reflejos
contables. Ahora bien, no existen correlaciones lógicas entre la contabilidad y los
hechos. Con frecuencia hay incluso oposición entre las cifras de la contabilidad y los
fenómenos que éstas, creemos, miden” (Dartan, 1963: 16).

200
de nuestros deseos y pensamientos más profundos,
debemos comprender que esa revisión es comparable a
lo que uno hace cuando va al médico para un chequeo
general, se puede hacer a los diez años, a los treinta, a
los sesenta, y no hace mal tener una idea de cómo van
nuestros propios signos vitales como sociedad y sobre
todo, las bases con que se efectúa el cuadro diagnóstico
desde la mirada económica, a la par, esa valoración se
hace efectiva con instrumentos que se afianzan en el
tiempo dejando de lado viejas técnicas utilizadas en
antaño, pero que en todo caso, no impedirán un acto
cuya naturaleza es irreversible58. Si se me permite
un pequeño parafraseo convencional, por más que
intentemos conocer algo, el resultado será incompleto,
pero no por eso deja de ser necesario, sobre todo a fuerza
de voluntad propender por un cambio.

Según lo percibo, tenemos varios caminos, uno de ellos


es insistir más en lo mismo, las mismas bases, los mismos
métodos, las mismas premisas, presunciones y pretensiones.
Ese camino, nos llevará más o menos hacia las mismas
conclusiones, resultados, simulaciones, predicciones y
políticas. Habrá algunas variantes, en la medida que el acceso
a nueva información y la tecnología nos provea de mayor
sofisticación en las técnicas de modelaje, pero esencialmente
será más de lo mismo, como si estuviésemos atrapados en un
bucle en el tiempo del que no podemos salir59. Otro camino,
que es el que recomiendo, implica volver sobre las bases, y
revisarlas con la ayuda de otras ciencias y métodos aplicados
a pequeñas proporciones de individuos con el objeto de tener,
no uno, sino la mayor cantidad de contrastes y, hacer de esta
práctica una investigación permanente, no solo sobre sus
conclusiones que serían en todo caso, menos universales y
más locales, sino también sobre los métodos que deben ser
sometidos a constante señalamiento y escrutinio, con el objeto

58
Desde luego, morir es inevitable y hace parte de un equilibrio natural.
59
Como Bill Murray en Groundhog Day de 1993.

201
de ser más puntuales y diligentes. Es posible que al final no
tengamos una teoría económica universal, ni un método
sofisticado, pero podríamos acercarnos un poco más a la
realidad económica de nuestro entorno.

Como profesor puedes experimentar varios


comportamientos, que a fuerza de repetir la
misma rutina por “n” cantidad de años, terminan
convirtiéndose en mecánicas recurrentes. Llegas a clase
y te sabes de memoria el libreto, conoces los autores
más representativos y das ligeras pinceladas a sus ideas,
porque no te alcanza para más el tiempo, te aferras a
tus métodos históricos y técnicas infalibles de transmitir
el conocimiento e insistes para tus adentros que son los
mejores, evitas tus propias dudas en clases, te gusta
cerrarte a unas respuestas puntuales y confiables,
pretender abarcar toda la complejidad de un tema en una
clase, limitarte a unas cuantas estadísticas para apoyar
tu discurso, procurar ser definitivo, intentar que los otros
piensen lo que tú y evitar aquello que sea divergente,
preocuparte por la cantidad en lugar de la calidad, dejar
de estudiar un tema por creerte un experto, creer que la
responsabilidad se extingue cuando termina la clase…

Cuando estaba cursando la primaria, una profesora nos


dijo que había dos tipos de ciencias, las naturales como la
biología y la matemática y, las sociales, como la historia o
las leyes. Siempre me pareció que algo no encajaba en esa
categorización conveniente, en ese afán por sistematizar
el conocimiento a como diera lugar. Luego, en una época
de mi vida creí que todas las ciencias debían ser sociales
porque nada estaba por fuera de tener conocimiento para
nuestro bienestar… Pero unos años más tarde, mi visión
cambió al darme cuenta que, no era más que una extensión
del discurso antropocentrista. Ahora pienso que las
ciencias deben indagar lo universal sin la pretensión
infantil de establecer generalizaciones incuestionables.
Desde la economía, el problema de las bases que, tantas

202
veces he señalado, padece de esa enfermedad. Piense
por ejemplo en el concepto de marginal. Si tomo varios
vasos de agua, el beneficio que me reporta una nueva
unidad es cada vez menor… Gradualmente te cansas de
consumir más vasos de agua en periodos subsecuentes
de tiempo. No hay que ser muy listos para darse cuenta
que esta tesis no funciona si se trata del aire. La cuestión
aquí es que pretender una generalidad, al menos en
materia del comportamiento humano es fútil, porque
somos tan diversos como el universo (en el caso de
que solo exista uno). Para ser prácticos, el problema es
que al dar por sentadas ciertas conductas, con todo lo
pedagógico que se haya intentado ser, nos limitamos
a ciertas preguntas de investigación que, a la luz de
un diálogo multidisciplinario y, métodos de trabajo
científico construidos para contextos particulares, no
necesariamente obtienen las mismas respuestas que al
inicio esperábamos.

Las implicaciones educativas se reflejan en coartar la


imaginación y curiosidad de los estudiantes, haciendo de
la economía una ciencia lúgubre, mecánica e irrefutable.
Una ciencia cuyas contradicciones se prefiere evitar para
construir índices, replicar métodos, y por lo general,
llegar a las mismas conclusiones. Y es terrible pensar
que esto no solo nos pasa a los economistas. Insisto en
que si los estudiantes no se basaran en el protocolo de un
programa, en un mapa que ya está tan predeterminado,
y al menos, de forma complementaria, permitimos que
el núcleo de una ciencia se combine con las curiosidades
académicas de profesores y estudiantes a partir de
reducir la proximidad con otras ciencias, es probable
que podamos reunirnos para atender problemas reales
de nuestro entorno, a la luz de nuevas interrogantes y
nuevos métodos, pero intentar que un libro de texto
escrito por un autor al otro extremo del mundo, contenga
la medicación universal a nuestras dolencias es evitar
que nuestro propio intelecto brille.

203
Con frecuencia nos inclinamos hacia lo artificioso… Pero
el abuso de las matemáticas en el análisis económico no
constituye el único problema a enfrentar, también, lo
es el abuso de la retórica y lo ficticio de la semántica.
Tomemos como ejemplo el concepto de competitividad.
Desde una lógica macroeconómica, si una nación es capaz
de mantener reducidos índices de inflación, entonces
no solo fomentará el consumo interno, sino también el
externo. Un bajo crecimiento de los precios implica un
ingreso real más elevado, y, por consiguiente, una mayor
capacidad de poder adquisitivo. Con una inflación más
pequeña que la del resto del mundo, la demanda por
nuestros productos se hace mayor, y eso motiva un nivel
de producción más elevado que, incentiva el empleo y
la inversión. Al impulsar nuestras exportaciones por
encima de las importaciones logramos un superávit en la
balanza comercial, gracias a una mayor competitividad
basada en el control de los agregados monetarios. Por lo
tanto, la competitividad se convierte en la sustancia de
un discurso que, asevera que no solo es posible un mejor
dinamismo del ciclo económico, sino que promueve un
nuevo nivel de desarrollo social60. La pregunta clave aquí
es ¿para quién?, ¡admitámoslo de una buena vez!, en una
competencia siempre existen ganadores y perdedores.
El ingenioso lenguaje de la economía sugiere que
existen juegos de suma cero, es decir, situaciones donde
la suma de ganancias es igual a la suma de pérdidas
y, en consecuencia, existe una situación de perfecto
equilibrio. Esto sucede cuando aquello que producimos
y vendemos, porque se nos da fácil hacerlo, permite
satisfacer necesidades externas que, no pueden ser
resueltas por su dificultad manifiesta y que, a su turno,
60
El bucle verbal avanza considerando la fase siguiente, ahora el incremento de los
ingresos de nuestra floreciente nación competitiva, implica que el consumo se potencia
interna y externamente. Si la demanda interna no es cubierta satisfactoriamente
por la producción externa, entonces los precios se elevan y la competitividad se
pierde fugazmente. Si, de otra parte, la demanda interna es compensada por bienes
y servicios extranjeros, la existencia de las empresas locales es amenazada en su
propio territorio y, con ella, el sostenimiento y generación de plazas laborales.

204
nos permiten los recursos que facultan nuestro poder
de compra para consumir aquello que otros producen,
porque de cualquier forma, a nosotros nos resultaría muy
difícil hacerlo. De esa manera, el ingreso que percibimos
por nuestras ventas, constituye el recurso que financia
nuestras compras. Ahora las exportaciones e importaciones
se han igualado, ha desaparecido el excedente monetario,
financieramente se trata de un juego nulo, el beneficio
líquido a desaparecido por completo, pero en su lugar,
tenemos un beneficio comercial cualitativo que permite
la “satisfacción de necesidades” entre países a través de las
“bondades del libre mercado”.

Todo esto me recuerda el World Championship de Beijing


en 2015. En la especialidad de 100 metros, la mayor de las
apuestas descansaba en tres hombres: Trayvon Bromell
de 19 años con 1,64 cm de altura, Justin Gatlin de 33
con 1,85 y Usain Bolt de 29 con 1,95. Los dos primeros
procedentes de Estados Unidos y el último originario
de Jamaica. El menor tiempo de desplazamiento a
través de la pista implica mayor velocidad, y esto define
al ganador. Los resultados para cada uno fueron los
siguientes: 9.92, 9.8 y 9.79 segundos. Por supuesto, lo
que reúne a estos atletas de alto nivel no es intercambiar
algo, como experiencias o amistades, de lo que se trata
aquí es de ganar, pero incluso en este tipo de situaciones,
las condiciones diversas conducen a resultados notables.
Usain Bolt es conocido por ser el hombre más rápido del
mundo y, aun cuando Trayvon Bromell es 10 años más
joven, también es 31 centímetros más bajo. Lo que intento
decir es que, en todo suceso, donde se tenga que competir,
las disparidades naturales e incluso artificiosamente
sociales son relevantes, por pequeñas que parezcan61, y
por más que lo engalanemos bajo un lenguaje sofisticado
o benevolente, quien gana lo hace a costa de quienes
pierden, no se trata de una competencia “justa” porque el

61
La diferencia entre Justin Gatlin y Usain Bolt fue apenas de 0.01 segundos.

205
estándar de la igualdad es casi una ilusión. En economía
podemos, ciertamente pasar por ingenuos, si creemos que
una nación tradicionalmente poderosa, solo pretende un
intercambio cualitativo en el mercado, en realidad, tal
y como pasaba con la sociedad primitiva, el infatigable
anhelo de poder predomina en una competencia que no
contempla más, que la ambición de ser el ganador.

En teoría de juegos, un participante tiende a creer que


su meta consiste en ganar siempre, pero si lo hace de esa
forma, en el caso que se le dé fácil hacerlo62, la contraparte
que, perdería siempre, pronto se retiraría del juego, porque
a nadie le gusta perder iterativamente. Eso significaría no
tener con quién competir y, en consecuencia, nada que
ganar, lo que se traduce en una anulación del incentivo, por
lo que, la estrategia del ganador debe limitarse a reducir
la frecuencia e intensidad de sus beneficios, mientras
proporciona al contendor un mayor conteo de pequeñas
victorias secuenciales. De ese modo, se mantiene la ilusión
de la contraparte que insistirá en jugar cuando gana, con la
esperanza de recuperar aquello que pierde. No es difícil de
imaginar, piense en el funcionamiento de un casino. Si las
personas que van al casino pierden en su primer intento,
muchas de ellas, las más aversas al riesgo, se retirarán
presurosamente y con ello, la casa quebrará. Nadie va a
un casino donde todos pierden y la casa siempre gana.
“Si quieres ligar debes seducir”. El club de apuestas debe
permitir que la probabilidad de ganar de los aspirantes,
al menos en los primeros intentos, sea elevada, con esto
genera confianza y adicción, aun cuando ello implica
62
Aquí tenemos uno de los asuntos más complejos que puedan existir, pues
se relaciona con alterar no un evento, sino su probabilidad asociada. Los modelos
de respuesta cualitativa logit, probit, biprobit, tobit, y tantos otros, sugieren
la estimación de la probabilidad de que un evento sea o no factible, pero en
términos prácticos al inversionista que, piensa que un casino es un buen negocio,
le interesaría además del cálculo de la probabilidad, poder manipularla de tal
forma que permita al pez llegar hasta el anzuelo, dejarlo disfrutar de la carnada
para posteriormente, maximizar la probabilidad de éxito del cazador, cuando
finalmente se propone capturar a su víctima.

206
una pérdida de entrada, un sacrificio soportable que es
equivalente a lo que, en cualquier proyecto constituye la
inversión inicial. Pero, a medida que pasa el tiempo, luego
de superar un punto crítico, la probabilidad de ganar del
público excede la curvatura de inflexión, entrañando ahora,
una situación tal que, los apostadores comiencen a perder,
precisamente como condición necesaria para garantizar
el hecho, de que la casa recupere lo invertido, de manera
que la esperanza de recobrar la apuesta se incremente, al
tiempo que aumentan los beneficios de la casa, a condición
de mantener esporádicamente la promesa (y con ella,
cierto grado de ansiedad), en los novatos que aguardan
volver a ganar63. El libre juego de oferta y demanda implica
ganancias para los que saben jugar, ¿qué sucede con los
perdedores?... La respuesta es simple… Exclusión64. Desde
pequeños nos incentivan a ganar, ganar es bueno, perder
es malo. Y tenemos la ilusión de que podemos ganar,
pero no siempre pasa, ¿cierto?... A veces perdemos… El
problema del discurso de la competitividad es que nos
incentiva a ganar, y cuando lo hacemos, poco nos afecta el
otro, no nos interesa en absoluto la situación del perdedor,
solo nos concierne recolectar nuestro éxito, la pérdida

63
La estrategia de un jugador que quiera ganar la guerra en el largo plazo, implica
que sea capaz de aceptar la derrota en las batallas de corto, como si de una tasa de
sacrificio intertemporal se tratase. Un ajedrecista avezado puede sacrificar su reina
para ganar la partida. Un colega amigo mío, muy bohemio, por cierto, me comentaba
que al jugar billar le denominaba “pastear” a la técnica de dejar ganar al novato, hacerlo
entrar en confianza progresivamente, solo para obtener de él una jugosa apuesta,
cuando descubra que su oponente es más de lo que había imaginado en su cabeza.
64
Exclusión acotada o relativa, que implica no reducir la esperanza media
de ganancia futura. Una economía de mercado supone que el perdedor debe
aprender de sus errores, de modo que, si el éxito no es el producto de un don
conferido por una suerte de naturaleza divina, lo que muy excepcionalmente
sucede, entonces, el camino alternativo y más factible descansa en el ensayo y
error acumulativos, en otras palabras, en aprender de los fracasos. El problema
con esto, es que la competencia ya es desigual desde el inicio, la curva del más
experimentado no es la misma que aquella que corresponde al aprendiz. Si
bien el conocimiento y la tecnología suponen una reducción importante de
la distancia entre ambos, no se puede esperar que, quien llegó a la vanguardia
recorriendo un largo sendero, espere cómodamente que el aprendiz lo supere.

207
del otro nos tiene sin cuidado… En suma, desarrollamos
una propensión al egoísmo, que nubla nuestro juicio,
desconociendo cualquier ápice de solidaridad, y que
solo sobreviene cuando perdemos y solicitamos apoyo65.

Una de las aspiraciones más nobles de un ser humano


subyace en torno de la libertad. Y la retórica económica
nos incita a creer que somos libres. No obstante, eso no es
tan así. Desde luego, usted no fue libre de decidir si quería
nacer, no fue libre para elegir a sus padres, ni su país, ni sus
costumbres. Su propio pensamiento se encuentra limitado
por el número de palabras que conoce. Su juicio ha sido
predeterminado por el contexto que se desarrolló en torno
suyo. Sus decisiones de consumo estaban condicionadas
previamente por todos estos factores. La pretendida
libertad del discurso económico es más bien una
conveniencia retórica, que pocas veces estudia los efectos y
las causas bajo la comprensión de que, bien pudiese estar
acondicionada, esto es, deliberadamente conducida. La
ilusión de libertad. La otra ilusión es la ilusión del control.
¿Puede un padre sobreprotector controlar por siempre
el destino de su hijo?, con dificultad muchos de nosotros
podemos controlar siquiera nuestra propia vida66.
65
Si la casa está dispuesta a sacrificar sus ganancias de corto, asumiendo que
para ella son pequeñas pérdidas soportables, como parte de una estratagema de
planificación de ganancias en el largo, no podemos suponer que el desenlace
final sea un juego de suma cero. En el corto aquello que pierde el casino es
equiparable a lo que ganan los apostadores y, en particular los novatos y uno que
otro experto. Pero en el largo, las ganancias del casino se obtienen al exprimir
lo más posible a quienes ahora son adictos compulsivos, y uno que otro novato
intermitente que al perder se retira en sano juicio. Por lo tanto, no hay ningún
tipo de juego de suma cero aquí, es imposible que lo exista porque, ninguna casa
de apuestas se quedará en cero como estrategia de mercado.
66
Sin duda, el lector curioso encontrará interesante la cita de David Hume
en su “Tratado de la naturaleza humana” pues señala de forma evidente, una
consecuencia de la libertad, en relación con el individuo y su papel en la
sociedad. “Es cierto que el amor de sí mismo, cuando actúa en libertad, en lugar
de llevarnos a acciones honradas, es el manantial de toda injusticia y violencia
y, ningún hombre puede corregirse de estos vicios sin corregir y restringir los
movimientos naturales de este apetito” (Hume, 2001: 347).

208
A decir verdad, no sabría especificar cuándo comenzó mi
experiencia investigativa y, cuando pienso en eso, no creo
sustancial entrever diferencia alguna, entre mi papel en la
docencia, de aquello que me corresponde como estudiante
al indagar algún tipo de fenómeno meridianamente
interesante. De modo que, no intento pasar por alguien
experimentado en esta cuestión, en realidad, tampoco creo
que haya alguien que pueda definirse a sí mismo como
tal. En este mundo, la mayor parte de las veces, siempre
que aprendemos sobre un tema cualquiera, poco después,
sobreviene algo nuevo que desvirtúa aquello que creímos
haber aprendido hasta el momento. Y es por eso, que
prefiero guardar una cierta cuota de escepticismo para mis
propios adentros. El lector que sostiene este libro podría
inferir, con base en la información disponible, que todo
comenzó cuando escribí la primera línea de mi tesis de
pregrado, aquella redacción escueta sobre lo que Adam
Smith consideraba frente al mercado de trabajo, o incluso
mucho antes, en primer semestre, con el ensayo sobre el
significado del dinero para la asignatura de lectoescritura,
tal vez antes de entrar a la universidad, justo cuando
empecé a darme cuenta de los esfuerzos que mis padres
habían hecho por sacar adelante, ese hogar de la infancia
en el que viví sin mucho de lo que preocuparme.

La investigación proviene como fruto de la curiosidad y la


creatividad. No todo fue siempre econometría, que es como
habitualmente la gente me conoce. Resultaba natural que,
al haber efectuado un análisis sobre el mercado laboral,
me sintiera atraído por la macroeconomía, así que solo fue
cuestión de tiempo para hacerme cargo de la asignatura.
Traer a la memoria aquellos primeros años, es observarme
como un profesor impetuoso cuyo espíritu era, ciertamente
riguroso y exigente. Mi táctica, por así llamarla, descansaba
en explicar lo mejor que me era posible el contenido de la
materia, pero debo admitir que, el grado de minuciosidad,
al abordar cada proceso e incorporar los supuestos que
estaban contenidos en cada modelo también me costaba

209
mucho trabajo. Entender las complejidades de la técnica
implicaba, así mismo, aceptar muchos vacíos y reclamos que
no conducían necesariamente a una respuesta satisfactoria.
En clases, comenzaba con los planteamientos más sencillos
y poco a poco, incorporaba un creciente detalle hasta llegar
a lo que era más complejo. Semestre a semestre la técnica
se fue volviendo más sofisticada, de modo que aquello que
abordaba en un principio, a lo largo de los años, se convertía
en algo cada vez más elaborado. Este aspecto es relevante,
porque me parece que existe una propensión a dejarse llevar
por el placer que le produce a uno, conocer más sobre los
tópicos que regularmente se manejan. La consecuencia
reside, en que nos alejamos de lo simple e introducimos a los
estudiantes en un lenguaje, un procedimiento y un contenido
cada vez más abstracto. En la misma línea, un profesor
que prefiera el extremo de la didáctica, podría resultar en
el mejor de los casos, algo aburrido, dado que al tratar de
explicar aquello que “supuestamente” ya se ha comprendido
en reiteradas ocasiones, genera una distracción inexorable
por parte de los estudiantes “aventajados” y la presunción en
ellos, de que no existe un desafío suficientemente particular
en la dinámica futura de la asignatura. El mundo
que hemos modelado, ahora reclama mayor rapidez.
¡Debes ser más ágil!, ¡más inteligente que cualquiera!, ¡debes
“aprender” con mayor velocidad! Los profesores deben ser
eficientes como instrumentos mecánicos que gravitan
vertiginosamente depositando sus curvas de aprendizaje
en la mente de los estudiantes.

El profesor precisaba ser un estudiante, y el estudiante


aguardaba por una respuesta que, no vendría sino,
como un acto de rebeldía a través de la investigación.
En la actualidad mi método parte de explicar algunas
situaciones cotidianas, luego comienzo a formalizar
el contenido de la exposición, de tal manera que, más
adelante pueda implementar cierta evidencia empírica
y, a partir de ella, y del enfoque teórico correspondiente,
arriesgar algunas preguntas que sean desafiantes para la

210
mente de los estudiantes. Si he de precisar el origen de
aquella curiosidad, me parece que debo ejemplificar lo
que he definido como “situación cotidiana”. Recuerdo que
tenía cerca de 10 años, cuando acompañaba a mi padre a
cobrar un flete de transporte. Al cruzar la calle me tomó
de la mano y justo en ese instante, pude ver a un mendigo
en muy precarias condiciones. Supongo que me asustó
mucho. Por esos días, en la televisión habían pasado un
programa donde un mago introducía en una cajita de
madera un papel en blanco. A continuación, giraba una
pequeña manivela y entonces, el papel se transformaba
en un billete de alta denominación. ¡Era increíble!, pensaba
que si yo tuviera esa máquina podía arreglar varias cosas
en el mundo. Entonces le pregunté a mi papá porqué
razón no le daban dinero al vagabundo para que saliera
de su situación, es decir, para que se encuentre mejor.
Mi papá me apretó fuerte de la mano y me dijo: “porque
una persona que quiera estar bien debe ganárselo con el sudor
de su frente”. Nunca lo olvidé. Él no había estudiado
economía y sin embargo me había explicado el problema
que entrañaba la teoría cuantitativa del dinero, ¡y mucho
más que eso!, ¿cuántos de nosotros no pensamos cuando
niños que podíamos arreglar el mundo emitiendo más
dinero?... Por supuesto, creemos que la justificación para
no hacerlo, descansa en la presión que una mayor oferta
monetaria ejerce sobre el nivel de precios sin respaldo en
la producción, así que, la explicación de mi padre era muy
consistente. La cosa era entender por qué una persona
se vuelve un vagabundo, ¿es una decisión autónoma o
inducida?, ¿por qué a las demás personas todo esto les
parecía indiferente? Lastimosamente nunca le hice esas
preguntas a mi viejo.

Hay una economía del miedo entre nosotros, de la que


hablaré un poco más adelante, pero una buena parte
de lo que investigamos se hace desde la contemplación
meditada, la fascinación irreversible, la curiosidad
acotada, la necesidad imperiosa, la locura colectiva

211
y el pánico conducido. Frente a este último evento,
debo confesar que, al igual que muchos de quienes
conozco, experimento temores varios, fobias diversas
cuyo núcleo fue introducido artificiosamente por las
presiones sociales, hay cualquier variedad de ejemplos
en esta materia, miedo frente a la posibilidad de quedar
desempleado 67, “pre(ocupación)” por no conseguir
un empleo, nerviosismo por un parcial, temor a ser
pobres o no poder seguir estudiando, desasosiego
frente al potencial incumplimiento de las obligaciones
financieras (a las que habitualmente sucumbimos) y,
sus amenazantes consecuencias a futuro. Kahnemman
plantea algo sumamente interesante en este sentido,
y es que, por lo general, damos más trascendencia
a nuestras pérdidas asociadas en comparación con
nuestras ganancias y, eso mismo implica una postura de
aversión al riesgo y con él, al dominio del miedo en la
conducta humana moderna. Cuando medito sobre estas
cosas, suelo considerar la posibilidad de tener miedo a
lo que se nos presenta como desconocido, aquello que
es diferente o simplemente nuevo, pero en todo caso,
capaz de autosugestionarnos y limitarnos a tal grado
que nos volvemos dóciles e impotentes frente a una
realidad que damos por aceptada. En suma, le tenemos
mucho miedo al rechazo. Le tememos a perder, porque
así es como hemos sido condicionados y, esa mentalidad
subsecuente de apostar solo para ganar, frecuentemente
nos impide valorar aquellas cosas que ya tenemos y
que no se pueden reemplazar cuando ya no están más.
Piense por ejemplo en esa persona que significó mucho
para usted, pero que ahora ya no está, considere lo que
ofrecería por una mínima cantidad de tiempo a cambio
de compartir nuevamente con ella, como quiera que
se trate, los eventos son de naturaleza irreversible, y
apreciamos las cosas justo cuando las perdemos, y al
creerlas seguras, entonces nos dedicamos a tareas que,
67
Sobre este tema en particular me permito recomendar a Viviane Forrester
y su libro “El horror económico”.

212
pensamos son más trascendentes, pero que al final, no lo
son en realidad. El lenguaje de los economistas, parece
sugerir que todo es excesivamente complejo y brillante,
no obstante, si le quitamos lo excelso de la retórica, lo
sofisticado de la técnica, lo inaplicable aun cuando
entretenido, lo inútil aun cuando fascinante, entonces
probablemente, la persona más humilde de la sociedad
podría preguntarnos, sin el temor que le hemos infringido
antes: “¿qué es lo que hacen los economistas por la gente?”

En cierta ocasión asistí a un informe de resultados de


la Banca Central en materia de inflación. El expositor
era codirector de la junta directiva y podías percibir en
su tono de voz, en la forma en que se expresaba y en
el tipo de didáctica utilizada que, gustaba mucho de la
docencia. Recuerdo que, a pesar de tener sus años, lucía
impecable y al mismo tiempo, se veía como una persona
amable y sencilla. él nos decía algo así como que: “la
tarea del Banco Central se parece mucho a lo que hace un
Barman: esencialmente él sirve licor, si el suministro es el
adecuado, entonces todos la pasan bien en la fiesta. Pero si por
alguna razón, se le va la mano, es decir, se excede, la gente
se emborracha rápidamente, y la fiesta termina pronto, si es
que no hay incidentes. De otra parte, si nuestro Barman es
más bien tacaño, entonces nadie baila, nadie se desinhibe y la
ausencia de valor liquido hace que la fiesta se vuelva aburrida,
entonces todos se van a casa”. Lo que nos explicaba, con
ese ejemplo tan coloquial, era que el Banco tenía la difícil
tarea de inyectar la liquidez adecuada a la economía,
poner a funcionar la maquinita de hacer dinero que
todos quisimos tener cuando niños68, para que la misma
pudiese garantizar el sostenimiento de la actividad
productiva a través de la transacción de bienes y servicios.
Un exceso de oferta monetaria producía inflación, que
era algo así como la resaca que experimenta uno cuando
se pasa de copas. Una cantidad insuficiente de liquidez

68
De acuerdo, no solo cuando niños…

213
implicaba menor combustible para producir y eso era
equivalente a que la fiesta no fuese lo que se esperaba y
se acabara pronto. A través de estos ejemplos, que son
sencillos y que pueden fácilmente comprenderse, es muy
posible que las clases se vuelvan entretenidas. Sabemos
que debemos modelar, introducir ecuaciones, signos
raros, procedimientos confusos, pero si le aclaramos
al estudiante la importancia de aquello que estudia, la
resolución del más complicado de los caminos no pasa
inadvertido el punto de llegada.

Hay, sin embargo, varias cosas que debemos abordar


con sigilo y no constituyen, de modo alguno tarea fácil.
Pienso que la economía no debe ser un ladrillo para las
personas del común, por el contrario, uno de nuestros
retos más apremiantes reside, precisamente, en hacer
que ella sea apropiada para la comprensión de la gente.
Mucho de lo que la economía moderna aparenta con su
sofisticado disfraz de ciencia dura, tiene que ver con lo
artificioso y confuso que de ella se ha hecho adrede, ¿a
quiénes beneficia la pasividad de una sociedad que no
advierte las razones por las cuales se encuentra en crisis?
Imagine usted que, cuando estaba en el colegio, hubiese
estudiado una materia que se encargaba de explicarle qué
es el ahorro y qué es la inversión. No creo equivocarme
en grado sumo, si pronostico que muchas generaciones no
se habrían endeudado innecesariamente y, muchas otras
habrían emprendido sus propios negocios. Lo que sugiero
es que la economía le llegue a las personas que la necesitan
y por supuesto, esto tiene varios niveles. En la universidad,
la economía tiene además del carácter social, un carácter
científico. Ustedes han leído mis críticas sobre la misma,
pero eso no quiere decir que el esfuerzo por comprender su
funcionamiento sea desechado, por el contrario, creo que
necesita más que nunca en la historia, cualquier cantidad
de investigaciones sobre sus fundamentos y, para ello hay
que reexaminarlos minuciosamente, no solo para criticarlos
sino para proponer los cambios que la vida demanda.

214
Les he hablado de mi Papá, pero no de mi mamá. Y este
parece un buen momento. La pobre mujer tuvo que
aguantarse las clases de economía de su hijo, tanto de
estudiante como de profesor desde el comienzo. Figúrese
usted a Doña Mercedes, ocupada en sus quehaceres y
soportando a toda hora mis disertaciones acerca de la
relevancia de la demanda efectiva y el problema de
las inter-temporalidades, no creo exagerar, si ante una
inquietud consultan a mi señora madre. Cuando dictaba
microeconomía y construía la restricción presupuestaria
solía decirle a mis estudiantes: “el mejor ejemplo de un
consumidor racional es la mamá”, ella pide rebaja, sabe
dónde se venden las mejores frutas, las mejores arvejas,
la mejor papa, “pide ñapa”, negocia, regatea, alega,
demanda como el más eficaz de los traders, cuenta con
información fidedigna de los precios, sabe las cantidades
que se requieren y además, sin necesidad de una curva
de indiferencia, sin estar al día de lo que es la convexidad
o de la derivación de una función de utilidad, sin aplicar
principio de tangencia, sabe exactamente cuáles son los
productos que le gustan a la familia. Mi mamá me diría
algo así como: “¿tangencia?, ¿curva de indiferencia?, ¡déjese
de cuentos!, ¡haber ayude a llevar el mercado!”.

Los economistas pueden ser muy peligrosos, incluso


sin proponérselo. Sin duda nos es más fácil resolver un
lagragniano que la pobreza o el desempleo. Podemos
buscar un objetivo socialmente deseable, sacrificando
varias cosas antes. Lo terrorífico es que los justificativos
empleados se engalanan de artificios aparentemente
razonables. El texto guía que empleaba mi profesor
de macroeconomía estaba escrito originalmente por
Rudiger Dornbusch y Stanley Fischer, años más tarde
Richard Startz colaboraría con las ediciones más recientes.
Fischer fue economista en jefe del Banco Mundial y
subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional,
así que, en todo caso, tenemos a un referente académico
y de la praxis en materia de política económica. Veamos

215
lo que opinan estos tres monstruos de la economía sobre
la política de ciencia tecnología e innovación para los
países en desarrollo:

“A grandes rasgos, en las naciones industrializadas, los


cambios del nivel de vida dependen sobre todo del desarrollo de
nuevas tecnologías y la acumulación de capital. En los países
en desarrollo, la creación de una infraestructura funcional es
más importante que la generación de nueva tecnología, porque
ésta puede importarse. En todos los países, la tasa de ahorro
es un determinante clave del bienestar futuro. Los países que
están dispuestos a sacrificarse hoy tendrán mejores niveles de
vida en el futuro”
(Dornbusch, Fischer y Startz, 2009: 5-6).

Suena bastante bien, ¿cierto?, parece una reflexión


sensata y más que sobria sobre las preocupaciones
macroeconómicas de un país que, debe atender unas
condiciones básicas para el desarrollo y, al mismo tiempo,
beneficiarse de los avances en materia de conocimiento de
quienes, ya han transitado históricamente las sendas del
progreso. Sin embargo, aquí podemos encontrarnos con
varias curiosidades a saber: existe una creencia implícita de
que las sendas que conducen al bienestar suponen el mismo
camino. ¿Para qué molestarnos entonces en investigar y
producir conocimiento si basta con copiar y pegar lo que
otros ya produjeron?, ¿no nos resultaría mejor dedicarnos
a ser técnicos u operarios en lugar de profesionales o
científicos?, ¿desde cuándo la atención de infraestructura
y la generación de tecnología se constituyen en
dicotomías sobre las cuales hay que indefectiblemente
elegir?, ¿no sería correcto advertir que los esfuerzos
en ciencia, tecnología e innovación no promueven, por
ejemplo, el desarrollo de una infraestructura funcional?
Al parecer Francis Bacon estaba equivocado cuando
señaló que el conocimiento era poder69. Por supuesto, los

69
Poder para el bien y para el mal.

216
economistas sabemos por convención, que las necesidades
son muchas y los recursos, generalmente se caracterizan
por ser escasos, pero acaso, ¿no se supone que sabemos
también construir restricciones presupuestales diseñadas
para contener canastas diversificadas de satisfactores que
correspondan a las demandas de una unidad de análisis,
máxime cuando nos encontramos en la autodenominada
sociedad del conocimiento?70

Cuando sabes que hay una economía del miedo, sabes


que hay una economía para todo. Haga memoria,
¿alguna vez se abstuvo de preguntar algo que no era
claro para usted por el temor que le infundía lo que
dijeran los demás?, ¿cuántas veces se limitó a sí mismo
porque creyó que nadie vería con buenos ojos eso
que anhelaba hacer?, ¿recuerda acaso alguna ocasión
donde tuvo todo el derecho a protestar y no lo hizo?,
¿cuántas veces se guardó su opinión frente a un tema
por el simple hecho de pensar diferente?, ¿se acuerda
al menos de una sola vez en que dejó pasar una buena
oportunidad por miedo? Aunque le parezca difícil de
creer, existen algunos economistas con suficiente tiempo
libre para estudiar el efecto del miedo sobre nuestras
decisiones. Considere por ejemplo que un empleador
abusa de su poder, infringe miedo apenas es consciente
de su sobrevalorada autoridad, y puede ser sutil al
grado de no mencionarlo, basta con un simple gesto, una
mirada para comunicar que no le temblará la mano para
hacer de su voluntad una sentencia efectiva. ¿Cuántos
trabajadores van a laborar en medio de la incertidumbre
y el miedo? El temor no siempre se personifica en un
jefe que hace alarde de un poder, que en cualquier
momento le puede ser arrebatado, es precisamente esa

70
Siempre me he preguntado, en el caso de que podamos encontrar
soluciones o posponer lo suficiente, cualquier cantidad de elementos que
afecten la vida humana, cómo nos percibiría una sociedad intelectualmente
más desarrollada que la nuestra, ¿qué análisis harían de lo que pensamos y
hacemos bajo la autodenominación de “Sociedad del conocimiento”?

217
caprichosa casuística de tener algo un instante, para
luego perderlo, sin posibilidad de recuperar nada, la
que se utiliza por unos para someter a otros. Un empleo,
un salario, una calificación, una condición, una cláusula
de incumplimiento, una amonestación, una infracción,
una multa, un aviso de corte, una señal preventiva, una
advertencia, una notificación judicial, un regaño, un
llamado de atención, una orden de captura, una sentencia
de la corte, todos y más, fungen como mecanismos de
control. Si un estudiante, en lugar de asistir a clase a las
7 a.m. lo hace a las 7:30, y no hay ninguna consecuencia,
el día de mañana no será el único que llegue tarde, y
la cantidad de casos y la prolongación de tiempo se
expandirá geométricamente. Entonces la autoridad
queda vulnerada, fragmentada. Creo que todos le
tememos a algo, y a lo que más le tememos es a la forma
en que podemos perder la vida, la propia y la de aquellos
que nos interesan por nuestro egoísmo selectivo. Sé bien
que al menos, más de una vez se ha preguntado si hoy
será el día. Usted mira hacia atrás y ve que ha superado
sus dificultades, pero la probabilidad de que algo que
no ha pasado en el largo plazo suceda, adquiere otras
dimensiones cuando se trata de la muerte. Es como mi
madre suele decir: ¡hasta para morirse hay que tener plata!,
¡nadie, nadie tiene la vida comprada!

Varias cosas me producen insondable desconfianza, pero


ninguna de ellas tanta como los bancos. Un tono de voz
suave, delicado y sutil. Una publicidad elocuente, acogedora
y confiable. De fondo, una cortina musical que trasmite
optimismo, rostros de personas felices y líneas de texto
asociadas a la amistad y una vida mejor. Pero lo cierto es que
nadie te prestará $100 a cambio de nada, y menos un banco.
¡Compruébalo! Llama en la mañana averiguando por un crédito
de cien millones a un año, pregunta por el costo total de la
deuda, tasa de recapitalización, intereses periódicos, requisitos
y cuotas. Luego llama en la tarde, pregunta por una cuenta de
ahorro o un certificado a término, por valor de cien millones

218
a un año, interroga sobre las condiciones, sobre los abonos a
capital y la tasa de interés efectiva que no será recapitalizable.

Descubrirás como es apenas lógico, lo que un banco es


capaz de exprimir. Nadie te presta dinero porque sí,
y una institución financiera no practica la caridad, su
ambición no conoce límite y, buscará todas las opciones
a su alcance, para extraer el mayor provecho de cada
situación probable. Si un mandato de política monetaria
sube las tasas de interés, el banco eleva lo menos posible
la tasa de captación por concepto de ahorro, porque
ella implica un costo, en paralelo, la tasa de interés por
concepto de préstamo, ya sea por créditos de consumo
o de inversión, se incrementará hasta donde fuese
permitido. Si, por el contrario, ante un dictamen de
política, “la tasa de interés de referencia” baja, los bancos
reducen hasta el piso, aquella que corresponde al ahorro,
mientras que la asignada a los créditos disminuye de
forma apenas imperceptible. Como alternativa, siempre
que necesité algo, preferí ahorrar por mi propia cuenta
y, conseguirlo aun cuando me demorara un poco más.
Con esto quiero decir que, un banco te cobra varias cosas
además del dinero en cuestión. Hay una valoración del
tiempo, el costo de oportunidad y la relación riesgo-
seguridad. Cuando eres zapatero, esperas producir un
zapato tal que, al ser adquirido por alguien, compruebe
que es tan bueno como el que tú mismo desearías llevar.
No sucede lo mismo con el banquero. El banquero
jamás consumiría su propio producto, al menos, bajo las
condiciones que ofrece al más común de los mortales.
De hecho, una de las mayores contradicciones de la
economía financiera reside en que, si necesitas cien
millones de pesos, el banco te los presta, siempre y
cuando poseas una garantía al menos equivalente. En
otras palabras, el dinero que pides prestado debe tener
un respaldo del mismo valor. Esa es la confianza que el
banco deposita en ti. Si necesitas cien millones de pesos,
el banco te pide como prenda de garantía mínimamente

219
ese monto, por supuesto, no hablamos aquí de los
intereses. Si hago que un producto sea irresistible para
las personas del común, como por ejemplo, una casa
propia, un carro último modelo, una liposucción, una
rinoplastia, incluso la propia educación, entonces, una
forma de asegurar su rápido consumo y financiamiento
es a través de la deuda71. Lo sustancial es que consumas
hoy, ya veremos de qué forma me pagas mañana. Viaja,
compra ropa nueva, adquiere perfumes importados,
cambia de computador, de celular, de casa, de reloj, ¡date
gusto!, ¡disfruta ahora!, ¡al final de cuentas, solo se vive una
vez!, ¡recuerda, soy tu amigo!, ¡ya me conoces!, ¡el amable y
desinteresado banquero!, ¡sabes que cuentas conmigo!

¿Qué sucedería si el público acude masivamente a


los bancos solo para efectuar depósitos de ahorro,
absteniéndose cuando de solicitar créditos se trata?
La respuesta más inmediata supondría que los bancos
tendrían que declararse en quiebra inminente. Sin
embargo, no sucede así. El nombre del negocio es
comprar dinero barato para venderlo caro. Existen, al
menos, dos factores que debemos considerar aquí. El
primero es que, el préstamo de créditos no constituye
la única actividad que ejercen los bancos, en cuanto a
permitirse ingresos se refiere. Lo segundo, es que la
habilidad del banco para encontrar otras fuentes de
recursos depende de su ingenio, creatividad y del papel
del tiempo. Durante esos primeros días como profesor,
recibía mi pago a través de cheques, los que recogía en
la tesorería de la universidad. Recuerdo que había que
hacer fila allí. Luego uno iba al banco y hacía nuevamente
otra fila allá. Después de unos años, me dijeron que tenía
que abrir una cuenta de ahorros, porque en adelante la
expedición de cheques habría prescrito al fin. Al llegar
al banco, me pidieron toda mi información personal
71
La publicidad no te dice: ¡endéudate!, la manipulación empieza por todo
tipo de lenguaje. El banco te dice creemos en ti, por tu buen manejo de tarjeta
puedes acceder a un crédito. ¡Y vaya que son insistentes!

220
y un abono para la apertura de cuenta, con ella me
entregaron una tarjeta débito condicionada a una
cuota de manejo que, inexorablemente implicaría un
pago mensual. Piensa por un momento, en los miles de
millones de unidades monetarias que obtiene el sistema
financiero por prestar el servicio de consignar y retirar
tu propio dinero. El diferencial entre el mantenimiento
de un cajero automático, una planta de personal,
o una app y, lo percibido por el cobro de servicios
financieros, constituye, en todo caso, una brecha tan
absurdamente colosal que, cualquier banquero ya tiene
un impresionante saldo a favor solo por eso. Dinero que
produce más dinero… No es algo así como que, un billete
de mil sale de fiesta el viernes y, conoce a otro billete
de mil, entonces tienen una relación y luego, después
de una noche apasionada se produce como resultado
una moneda de quinientos. La ecuación donde el dinero
produce más dinero la explicó Marx en el Capital y,
básicamente, la fuente descansa en la explotación
laboral. Paga los salarios más bajos posibles y cobra los
mayores resultados posibles72.

Por supuesto, si un banco sabe algo, es diversificar


sus riesgos. Esto es, propender por una distribución
mínimamente correlacionada, para el número de sus
fuentes y la constancia de las mismas, atada a su magnitud
en el tiempo y el espacio. No puedes colocar todos los
huevos en la misma canasta. Las entidades financieras
intentan reducir y concentrar sus costos, pero en el caso
de sus ingresos y beneficios potenciales, la maximización
y la diversificación son sus principales estrategias. Si
nadie decide pedir préstamos, entonces el banco puede
optar por invertirlos. El capital no es un problema para un
banco en estas condiciones, de esa manera, puede pulsar
el sector productivo de la economía y comprar acciones,
commodities, derivados, futuros, de forma que actúa bajo

72
Marx denominó a esta asociación como capital a interés. (Marx, 1967:119).

221
el rol de socio inversionista. En la práctica, las entidades
bancarias pueden participar como socios o prestamistas,
en el primer caso demandan lo correspondiente a los
costos del patrimonio mediante los dividendos por acción
y, en el segundo escenario, reclama lo que le compete por
concepto de costo de deuda73, que constituyen intereses
por el uso de los recursos aprobados. Así las cosas, la
estructura de capital de una empresa del sector productivo
puede, perfectamente, encontrar dos deducciones que se
convierten en ingresos del sector bancario, y así de fácil
lo tienes, entradas adicionales obtenidas por el uso de un
capital que pertenece a los ahorradores y trabajadores, que
al tiempo que estos eventos se desarrollan abren cuentas
bancarias, solicitan créditos de consumo, de inversión,
pagan impuestos, servicios públicos, entre otros. Para no
complicarnos con esto, un banco puede cobrarte dinero
cuando le pides prestado, a la par que se procura ganancias
por invertir y prestar recursos que no le pertenecen. La
teoría económica convencional supone que la saturación
de capital engendra menores tasas de ganancia, debido
a la competencia, mientras que allí, donde el capital es
más bien escaso, la tasa de ganancia se torna más elevada.
Si esto es cierto, entonces las megaempresas tendrían
menos probabilidad de financiamiento que un pequeño
microempresario, ¿de acuerdo?, de lo contrario, una de las
teorías más transcendentes frente al funcionamiento del
mercado estaría en jaque.

La estructuración y optimización de portafolios o carteras


de inversión fue un trabajo que desarrolló el economista
estadounidense Harry Markowitz desde 1952. La idea era
invertir en una cesta de activos financieros (compuesta
73
La diferencia entre las asignaciones por costo de deuda y costo del
patrimonio que le corresponden a una entidad bancaria residen en que en la
primera el pago por concepto de intereses está predeterminado al tiempo y al
volumen de dinero, y es independiente a la propia condición de la empresa. En
la buena o en la mala debe pagarse la deuda al banco. En cuanto al costo de
patrimonio, la empresa debe pagar a la entidad financiadora dependiendo de su
capacidad para generar valor.

222
por opciones diversas, acciones, bonos, papeles de todo
tipo) tomando aquellos que, individualmente, fuesen
más atractivos en términos de rendimiento y seguridad
con el objeto de propiciar un paquete integrado,
que replique colectivamente lo más posible esas
propiedades deseadas. El conjunto diversificado implica
que no solo la acción compartida de las rentabilidades
independientes es susceptible de maximización,
sino que los riesgos combinados son susceptibles de
minimización. Aplica un poco de teoría económica de
la escuela de Chicago, recolecta algunas series históricas
de los activos financieros, emplea un poco de cálculo,
álgebra, estadística, econometría, programación y…
¡Allí lo tienes!, un modelo invulnerable a las crisis
financieras y merecedor del premio Nobel en economía.
Siempre que me preguntaban por qué una acción vale
más o menos, mi respuesta estaba relacionada con una
gran cantidad de factores, y lo sigue siendo. Siempre
que puedo, evito emplear una respuesta insustancial,
como aquella que precisa un “depende”. Supongamos
que una empresa pequeña lo hace bien. Entonces, en el
caso de sacar acciones, cosa que estila para capitalizarse
y expandirse, el precio de esos papeles tiende a crecer
cuanto mayor sea la capacidad productiva de la empresa.
Una combinación adecuada de capital, de trabajo,
conocimiento y tecnología, aunada a un mercado en
expansión, estabilidad política, confianza inversionista,
entre otros considerandos, implica un crecimiento en el
valor del papel. Pero el exceso de confianza y optimismo
pueden llevar al conductor más experimentado al
accidente más terrible y, en la pista de carreras no se
está solo, de modo que pueden ser muchas las victimas
involucradas. Nuestras expectativas, alimentadas por las
noticias, las predicciones, las opiniones de los expertos
y, sus interacciones, terminan sobrevalorando, la mayor
parte de las veces, un buen comportamiento, a tal punto,
que la distancia entre la realidad y aquello que ha sido
proyectado a través de la ficción, se expresa de forma

223
tan absurdamente colosal, que la crisis sobreviene como
consecuencia apenas indefectible74.

Volviendo a la banca comercial, la moralidad es también


una apuesta conveniente. En finanzas, tradicionalmente
se suele hacer alusión a los fenómenos de selección
adversa y riesgo moral, como potenciales peligros en
los que incursiona una institución financiera. En el caso
de la selección adversa, la banca no puede identificar el
conjunto de individuos que tienen disposición a pagar
sus créditos, de aquellos que no. Frente al riesgo moral,
la imposibilidad manifiesta de una institución financiera,
al no poder controlar las acciones de los beneficiarios de
un crédito y, la probabilidad inminente de asumir, por
parte de estos, tareas diferentes a la naturaleza original
con que fueran avaladas sus solicitudes, eventualmente
amplifica la posibilidad de un incumplimiento y, produce
efectos negativos para la banca. Pero si suponemos que
una crisis terrible hace metástasis o, si una institución
financiera de carácter privado lo hace increíblemente
mal, la banca central actúa como prestamista de última
instancia, esto no deja de ser curioso, porque cuando se
hace manifiesta una crisis social, los esfuerzos políticos
y presupuestales parecen menos dispuestos que cuando,
de contribuir al mantenimiento de la estabilidad del
sistema financiero se trata.

Por convención, las palabras crisis o recesión suelen


ser tan frecuentemente utilizadas en el lenguaje
cotidiano, que terminan por volvernos insensibles
a sus implicaciones prácticas y potenciales. Jesse
Lauriston Livermore, apodado como “El gran oso de
Wall Street” fue un corredor bursátil entre 1900 y 1940,
que se dedicó a las finanzas y logró ser uno de los
hombres más ricos del mundo, en los buenos tiempos
fue conocido por su frase célebre:
74
Precisamente esa diferencia existente entre la realidad y las creencias falsas
sobre la misma, recibe la denominación técnica de delirios.

224
“Si tienes un minuto te diré cómo ganar dinero en el mercado
bursátil. Compra con precios bajos y vende con precios altos.
Si tienes 5 o 10 años te diré cuándo los precios están bajos y
cuándo están altos”.

Livermore solía contar una historia sobre un apostador


de caballos que, al final del día, se hacía a un millón de
dólares jugando a la opción menos atractiva, en contra de
todo pronóstico, el amante al riesgo terminaba ganando
y, entonces sucedía que apostaba todo lo obtenido a una
última carrera, perdiéndolo por completo, algo que el
padre de la economía conductual Richard H. Thaler habría
denominado como “La falacia de la mano caliente”75. Al llegar
a casa, su esposa le preguntaba cómo le había ido, y el
apostador muy tranquilamente respondía que bien, “solo
perdí cien dólares cariño”. Livermore utilizaba este pequeño
relato para plantear el hecho de que no se puede ganar sin
asumir un nivel de riesgo. El riesgo, como la probabilidad
de ganar o perder, es condición sine qua non para obtener
un resultado. Si la chica que tanto te gusta no sabe de tu
existencia, sino tomas el riesgo de conocerla, jamás sabrás si
pudo pasar algo. Livermore es un ejemplo de que las crisis
o las recesiones no constituyen palabras vanas. Aun cuando
fue un hombre de grandes pérdidas y ganancias, los efectos
de la crisis de los años treinta fueron algo, de lo que la
economía no pudo recuperarse fácilmente, si bien sorteó con
éxito la crisis, no fue así con sus secuelas. El 28 de noviembre
de 1940, a la edad de 63 años, con más deudas que ganancias,
devastado además por fuertes problemas familiares, sus
opciones se vieron reducidas a una: cargar una pistola
automática Colt, apuntar a la sien y dispararse mientras
estaba alojado en el Sherry-Netherland en Manhattan.

La denominada falacia de la mano caliente, conocida


también como hot hand76, supone la existencia de un
75
Volveré sobre este punto, lo prometo.
76
Sugiero al lector revisar la exposición de Richard H. Thaler en el film “The
big short” de 2015.

225
evento considerado, inicialmente como improbable
o, poco factible dentro de una serie continua de
posibilidades. Un jugador de básquet, como por
ejemplo Michael Jordan en sus mejores épocas, contaba
con una probabilidad media por encuentro de 30
puntos. Si suponemos que, a principios de la década
de los noventa, se enfrenta a cinco lanzamientos,
esperaríamos que efectivamente sea exitoso en todos
y cada uno de ellos. Si asumimos que tiene un gran
público a su alrededor, ovacionándolo eufóricamente,
fervorosos apostadores entusiastas, mientras que, al
tiempo, conserva nervios de acero, cada nuevo acierto
alimenta contagiosamente el optimismo colectivo.
¿Pero qué sucede acaso, si para el último lanzamiento,
como consecuencia del cansancio, el ruido, la
desconcentración, la presión, un imperceptible ardor
en el ojo a causa de una gota de sudor, hacen fallar
al jugador número 23 de los Chicago Bulls? Tal y
como lo plantea Nassim Nicholas Taleb, tenemos una
propensión a predecir sucesos diversos, sin contemplar
la existencia de eventos estocásticos asociados a los
mismos, o subestimarlos como factores tan remotamente
posibles, insignificantes o inobservables, dada por
supuesto, nuestra miopía, prepotencia y egocentrismo
recurrentes, que ni siquiera son considerados, al
menos, mucho después de haberse manifestado. En
economía, cuando una externalidad que había pasado
por inadvertida, ex-ante, sucede, es frecuente encontrar
explicaciones posteriores, de hecho, demasiado tardías,
resultando ahora tan acogedoramente aceptadas que,
redundan en una renovada pretensión por asimilar,
entender y reincorporar un nuevo mecanismo de
predicción inminente. Creemos de ese modo, que
entendemos lo que sucede, nos vanagloriamos de
lo que creemos saber, evitamos el escepticismo,
estimulando el autoengaño y la confianza ficticia de
aquello que, “conocemos” o “pretendemos conocer” y
entonces, creemos que “todo” a nuestro alrededor se

226
puede cuantificar con desviaciones estándar tolerables.
“¡Tranquilo!, ¡no hay nada de que alterarse!, todo se encuentra
bajo los parámetros de control prestablecidos, ¡disfruta del
viaje!”. Creemos que lo que sabemos constituye algo
más importante que, aquello que desconocemos. Taleb
lo plantea en los siguientes términos:

“Nuestra incapacidad para predecir en entornos


sometidos al Cisne Negro, unida a una falta general
de conciencia de este estado de las cosas, significa
que determinados profesionales, aunque creen que
son expertos, de hecho no lo son. Si consideramos los
antecedentes empíricos, resulta que no saben sobre la
materia de su oficio más que la población en general, pero
saben contarlo mejor o, lo que es peor, saben aturdirnos
con complicados modelos matemáticos”
(Taleb, 2019: 28).

Trabajamos implícitamente con el supuesto de


probabilidad de lo más probable, pero en un mundo
orgánico, es al menos tan relevante, o más, la
probabilidad de lo improbable, y es que, como lo
sugiere Palahniuk: “en un plazo, lo suficientemente
largo, la tasa de supervivencia de cualquier persona
se reduce a cero” (Palahniuk, 1996: 25). Deseamos
desesperadamente poder explicarlo todo, atribuirnos
la potestad de sistematizar la realidad, organizarla
a conveniencia, optimizarla, enfilarla a un cause
que creemos correcto y, en su lugar, no solo estamos
destruyéndonos a nosotros mismos, sino también
y, cada vez más aceleradamente, al poco mundo que
tenemos, mientras sus demás habitantes nos observan
temerosos. Al fin la especie humana ha conseguido
hacerse al conjunto de mecanismos necesarios para
asegurar su propia extinción, lo paradójico es que, al
menos desde la retórica, la pretensión era diferente,
deseábamos optimizar los niveles de bienestar, a través
de la producción de bienes y servicios que permitieran

227
dar resolución eficiente al conjunto de demandas
sociales inherentes. En efecto, lo anterior, no puede
ser atribuible a una suerte específica de profesionales,
lo que se ha manifestado configura la consecuencia
de una dinámica de comportamiento individual y
colectiva, que no reparó en cuestionar lo aparentemente
incuestionable, ahora nos resulta indiferente el dolor de
un extraño y, sin embargo, cuando nosotros somos los
extraños, entonces reclamamos comprensión. El buen
Mark Twain no pudo expresar el problema de mejor
forma cuando sentenció:

“Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría,


es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”.

Soy curioso, ciertamente lo soy. ¿Por qué le damos tanta


importancia al dinero? Intuitivamente una persona del
común responderá que se trata de un mecanismo que
permite intercambiar unos bienes por otros, constituye
acaso una forma de ingreso para poder adquirir aquellos
bienes y servicios que precisamos “solícitamente”, es el
conducto regular por medio del cual, se pueden financiar
las alternativas de inversión, en última instancia efectuar
negocios. También es un instrumento de medición del
valor, entre muchas otras “bondades manifiestas”. Siempre
me pareció que el dinero era un constructo social,
introducido artificiosamente como una representación
del valor del tiempo que, fue recibida con “aparente”
beneplácito por la sociedad. Debemos comprender que
envejeceremos indefectiblemente, esto no durará para
siempre. Somos parte de lo efímero. Y el dinero, al menos
en parte nos recuerda que el tiempo tiene un valor. Lo
que hacemos o dejamos de hacer con el tiempo tiene una
expresión monetaria y, los economistas convencionales lo
han denominado costo de oportunidad cuando se trata
de aprovecharlo, e inflación cuando del costo de vida se
refiere. ¿Es el dinero una excusa para justificar el mundo
que hemos construido?

228
La especialidad nos lleva a la minucia y con frecuencia
perdemos la vista del panorama, la minucia se superpone
a lo global y se nos presenta como lo más relevante.
Por lo general, la mecánica económica es introducida
con un propósito eminentemente académico, razón
por la cual, se utilizan magnitudes de respuesta
equitativa, que si bien son susceptibles de medición a
través de elasticidades77, suelen mantenerse fidedignas
al concepto de equilibrio, en términos simples, la
economía siempre se encuentra en equilibrio, solo que,
hay unos estados que son más deseables que otros. Esto
me recuerda mucho, el típico comportamiento de las
personas cuando se aparenta algo que no se es. ¡Hola!,
¿cómo estás?, muy bien, gracias, ¿y tú?... ¡Todo súper!...
Pero en realidad, las cosas no van bien. Imaginemos, por
ejemplo, que un bien agrícola tiene una alta demanda
y en paralelo, una reducida oferta, en consecuencia,
los precios son elevados. Eso mismo estimula a los
trabajadores agrícolas (en realidad a quien mueve sus
cuerdas desde arriba) a producir una mayor oferta, y
conforme eso sucede, entonces los precios se reducen
hasta el equilibrio, la demanda es satisfecha y la oferta
es la adecuada. Todos felices, el clima, los requisitos
y condiciones de producción, las expectativas
intertemporales, las diferencias en la distribución de
las dotaciones tecnológicas, entre otros factores, son
convenientemente irrelevantes. “Todo está bien, estamos
en equilibrio, siempre lo hemos estado y, no hay nada tan
poderoso que amenace esa balanza universal en el futuro”.

77
Un lector curioso sabe que el concepto de elasticidad, originalmente proviene
de la mecánica de sólidos, estudiada por la física clásica. El concepto sugiere que
algunos cuerpos en estado sólido tienen la capacidad de recuperar su forma original
después de experimentar una transformación. Complementariamente el concepto
de plasticidad supone que, algunos cuerpos sólidos no pueden volver a su forma
física original después de introducido un cambio. Frecuentemente he pensado que
en una economía de libre mercado existe la “creencia” de que siempre es posible
retornar a un equilibrio original dado, pese a cualquier cantidad de transformaciones
experimentadas en el sistema económico, se guarda la esperanza de volver a una
situación óptima. Probablemente esta idea debería revisarse con más detalle.

229
Otro ejemplo de la mecánica económica agregada, la
encontramos a nivel macroeconómico. Para la muestra
un botón: supongamos cómo son tratados los efectos
introductorios de una política fiscal, en ausencia de
política monetaria y sin sector externo. El convencional
análisis sugiere que un mayor volumen de gasto público
induce un crecimiento en la demanda agregada autónoma
y, por lo tanto, a una respuesta ascendente en la demanda
global, entonces se genera un estímulo a la producción,
y toda vez que, se mantenga una perfecta sincronía entre
oferta y demanda, los precios se mantendrán constantes.
Con el aumento de la producción se estimula la demanda
por liquidez, y en ausencia de emisión monetaria, se
presiona un ascenso de las tasas de interés, que desalienta
la demanda agregada autónoma y con ella, la demanda
global, así como el nivel de producción, convergiendo
exactamente al mismo punto original, luego una menor
demanda de dinero retorna el interés a la situación
inicial. De esa manera, el punto de partida es también el
punto de llegada, como si de una carrera de atletismo en
un circuito cerrado se tratara. Claro, internamente, hay
una recomposición de la economía, porque dentro de la
demanda el mayor volumen de gasto ha expulsado la
inversión privada y, con lo anterior, muchos economistas
piensan que, el gasto público y la inversión privada son
algo así como el agua y el aceite78. Si se me permite una
exageración didáctica, ¿no es posible concebir que en un
primer momento el gasto público en educación forme
a los empresarios del mañana?, o para no extremar el
largo plazo, ¿el gasto gubernamental no puede mejorar
las carreteras a través de las cuales, los empresarios
transportan sus mercancías?79 El arquetipo de
razonamiento convencional supone, en última instancia,
que los colores no pueden entremezclarse.
78
Cuando el mayor gasto público desplaza a la inversión privada tenemos
un efecto crowding out.
79
Cuando el mayor gasto público estimula la inversión privada tenemos un
efecto crowding in.

230
En efecto, estos ejemplos son muy elementales y, los
profesores de micro y macro, avanzan poco a poco
rompiendo supuestos e incorporando un mayor número
de variables, a la vez que variaciones en cada modelo,
recreando cualquier cantidad de escenarios posibles.
Este, en esencia no es el problema, el fondo reside en
la creencia, por ejemplo, de la existencia del equilibrio
como principio y fin, una situación considerada constante
incluso en los contextos más inverosímiles. El punto es
que, en economía, nuestras sinapsis cognitivas “aceptan”
la presencia de bases estáticas como piedra angular,
cuando la propia dinámica humana no es ni estática, ni
permanente. Por eso mismo, existen diferencias en nuestro
pensamiento, en la forma cómo funciona nuestra mente
y, el modo en que se desarrollan y promueven nuestras
ideas, o lo que creemos que son nuestras ideas. Como
sea que esta sinergia se desarrolle, implica una dinámica
todo el tiempo, de principio a fin, donde el punto de
partida y de llegada son diferentes y, hacen parte de una
cadena combinada de eventos, por lo que resulta apenas
absurdo considerar la estática en los fundamentos. En
el mundo de las ideas nos movemos todo el tiempo,
incluso de manera relativa. A nivel agregado somos
interactivas neuronas sociales que, si bien, en ocasiones
pueden moverse coordinadamente como una ola del mar,
a veces al unísono, a veces en contravía, cada gota a nivel
particular, guarda para sí misma, en lo que es posible su
propio movimiento, por lo que, en el instante siguiente,
la dinámica puede resultar en franca contradicción, así
de complejos somos los seres humanos y, por tanto, así
de frágil es la suposición de nuestro comportamiento
racional en las decisiones que tomamos día a día.

El tratamiento que en economía le conferimos al


consumidor o al productor, desde el punto de vista
de su racionalidad, se configura como si fuese
plenipotenciariamente capaz de trascender lo general,
pero además pretende pasar por universal. No obstante,

231
sin contar con el suficiente rigor científico con el que aspira
validarse, asume que las complejidades subyacentes sobre
la forma cómo funciona el cerebro, esa máquina biológica
como la define Llinás, sus estructuras sinápticas, así
como las dinámicas particulares que le son inherentes,
y bajo las cuales se instituye el funcionamiento de la
mente humana, se suponen como predeterminadas y se
asumen como algo que resulta tan obvio, que no necesita
ser demostrado. Este es precisamente el móvil que pronto
lleva a los economistas más temerarios a esgrimir axiomas
matemáticos incontrovertibles, sobre los cuales modelarán
una versión de la realidad cuyo confort se impone a la vez,
que evaden, mediante el empleo de entretenidos artificios
retóricos, su preocupación original80.

Algunos de los primeros economistas, muchos de ellos


formados en más de una ciencia y, en ciertos casos, bajo
la estricta tutela de áreas como la medicina y la biología,
reflexionaron de forma amplia sobre la sociedad en un
sentido eminentemente orgánico, y pese las limitaciones
naturales de su época, proyectaron tesis más humanas
que las que abundan en la literatura moderna asociada
a la actualidad. Cuando los economistas “especializados”
se enfocaron en la mecánica, y rehusaron el análisis
de la fisiología, consideraron que el vasto entramado
de decisiones suscitadas en el cerebro, podía acotarse
a las siempre convenientes especulaciones sobre el

80
Baudrillard lo expone elegantemente en los siguientes términos: “en este paso
a un espacio cuya curvatura ya no es la de lo real, ni la de la verdad, la era de la
simulación se abre, pues, con la liquidación de todos los referentes- peor aún: con su
resurrección artificial en los sistemas de signos, material más dúctil que el sentido,
en tanto que se ofrece a todos los sistemas de equivalencias, a todas las oposiciones
binarias, a toda el álgebra combinatoria. No se trata ya de imitación ni de reiteración,
incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real, es decir, de una operación de
disuasión de todo proceso real por su doble operativo, máquina de índole reproductiva,
programática, impecable, que ofrece todos los signos de lo real y, en cortocircuito, todas
sus peripecias. Lo real no tendrá nunca más ocasión de producirse- tal es la función
vital del modelo en un sistema de muerte, o, mejor, de resurrección anticipada que no
concede posibilidad alguna ni al fenómeno mismo de la muerte” (Baudrillard, 1978: 8).

232
funcionamiento de la mente del homo œconomicus, y poco
menos que eso, algunas generalizaciones normativas,
una sociedad utópica basada en el equilibrio, cientos de
hipótesis de cómo funciona una economía, donde los
individuos interactuaban básicamente como robots. Si de
lo que se trata es de examinar minuciosa y seriamente algo
tan delicado como la conducta humana, las articulaciones
y desarticulaciones osciladas al interior del pensamiento,
la propia génesis de la mente, la manera cómo opera
el cerebro, a partir de los estímulos existentes entre los
neuroreceptores y neurotransmisores, los efectos de lo
externo, y su constante interacción para comprender
ese complejo entramado en que se surten decisiones
económicas, debemos partir de revisar los fundamentos
de la ciencia y, advertir que nuestro enfoque, es más bien
limitado, y precisa de conocimientos que, por fortuna,
subyacen en otros campos.

Una de las innumerables paradojas en la conducta


evidenciada por los economistas, descansa en el exceso de
vanidad. Cuando era estudiante de pregrado, los aspirantes
de semestres avanzados y algún profesor comentaban entre
los pasillos que, daban a la Facultad que, difícilmente dos
economistas se pondrían de acuerdo en cualquier cosa. Yo
añadiría, con base en la observación que, además cada uno
de ellos se confortaría a sí mismo secretamente, haciéndose
dueño de la razón y adjudicando al otro, la existencia de
un error exorbitante. El discurso económico se convirtió
entonces, en un instrumento para convencernos, a nosotros
mismos, que estamos del lado correcto, por consiguiente,
cualquier otra postura que no comulgase con la nuestra
estaba indefectiblemente equivocada o, requería con
extrema urgencia de nuestra especial formación. El
apasionamiento de ciertos colegas para defender a capa y
espada “sus” argumentos, también parece distorsionarse,
al intentar destruir las posiciones del otro. Creo prudente
recordarle a los viejos y nuevos economistas que, nuestra
tarea no reside en elaborar discusiones insulsas para

233
determinar belicosa o afablemente quién o no tiene la razón,
mucho más dentro del espectro teórico que imprime la
existencia de infinitas posibilidades, el ejercicio no se refiere
a la cándida presunción de una demostración artificial o,
una “robusta” exposición sofisticada y ostentosa que, aspira
dirimir quién se queda con el trofeo de la razón, sobre
todo porque la misma depende de tantos considerandos
y dimensiones, desde los planos temporales, espaciales,
políticos y sociales hasta los sinápticos, culturales y
ambientales que, sin duda, ofrecerán un entretenimiento
fecundo para la obtención de un reconocimiento público
a una excepcional treta conceptual, pero que poco, o nada
acierta a la hora de responder práctica y concretamente al
cúmulo de dificultades humanas que aguarda, cada vez
menos paciente, por acciones precisas y contundentes.
Hay algo más trascendente que ganar o perder un
debate, pero aun permanecemos en un profundo letargo
que nos congrega mantener una devoción religiosa al
conjunto de ideas, bajo las cuales hemos sido adoctrinados
sistemáticamente, preferimos defender las tesis de
economistas muertos, en lugar de propender por construir
las propias con un propósito mayor al insustancial debate o
afanoso premio Nobel. Creo que debemos dejar de idolatrar
las doctrinas inútiles, superar la admiración que nos produce
su belleza conceptual, abandonar la militancia que confiere
sentirnos como Narciso, aceptar que somos diferentes y
requerimos respuestas que, a falta de estética, circunscriban
a lo finalmente relevante que subyace en la vida.

La mente de un economista se configura como su arma


analítica más poderosa, ella misma gravita alrededor de un
riguroso entrenamiento de simulaciones hipotéticas, todas
ellas suscitadas en el corazón mismo de la humanidad,
lo anterior se soporta en una estructura cognitiva
desarrollada por décadas, a través de las contribuciones de
excepcionales vidas con profundo sentido y compromiso
social. Sin embargo, y para ser justos, muy a pesar de
esta noble labor, los economistas no pueden atribuirse un

234
monopolio que confiera exclusividad en esta materia. En
efecto, acudir a ciertas herramientas obtenidas mediante
una revisión preconcebida de la matemática, la estadística,
la historia, la sociología, la medicina entre otras ciencias,
ha permitido un crecimiento significativo de las
capacidades y los instrumentos de la economía para hacer
frente a los retos que impone el mundo moderno, pero
debo advertir, que una cosa es utilizar por conveniencia
y/o necesidad un método asistido por otra ciencia, y algo
totalmente diferente, es mantener un diálogo sostenido
con ella, sobre todo para atender un objetivo común. La
presunción de los economistas por ser autosuficientes es
el principal error en que podemos incurrir, una muestra
de vanidad e individualismo que busca sacar provecho
de otras ciencias, pero que se niega a sentarse con ellas
en la misma mesa para agenciar una conversación
sobre la vida y los problemas que enfrenta. Los
economistas no podemos solos, ninguna ciencia lo puede.

“Las respuestas que busca la economía también se encuentran


fuera de ella”.

La economía tradicional corre el peligro de funcionar


como si de un circuito cerrado se tratara, el problema
que hay con esto descansa en que, además de operar
sobre variables que se mueven “mecánicamente”, supone
una conmovedora esperanza por alcanzar una suerte de
“equilibrio universal”, aun cuando no tenemos del todo clara
una historia del equilibrio económico, y mucho menos
de un equilibrio social y es que, la exposición efectuada
por Walras es diferente, por ejemplo de la expresada por
Thomas Schelling. Mientras la primera acoge la cuidadosa
sincronía de los mercados que contribuyen a un equilibrio
general, la segunda sugiere que existen infinitas
posibilidades de equilibrio que no necesariamente son
óptimas81. El peligro frecuente de los economistas se
81
De allí que en economía una solución parcial también sea definida como
equilibrio subóptimo.

235
asemeja al de alguien que está convencido de que hace
las cosas bien, pero se encuentra por recrear un colosal
desastre. El mismo Friedrich von Hayek en The Pretence
of Knowledge, el que fuera su discurso de aceptación al
Nobel de economía el 11 de diciembre de 1974, reconoció
que, como fruto de un exceso de optimismo en nuestras
sobrevaloradas capacidades para explicar la complejidad
de los fenómenos sociales, los economistas hemos
cometido varios errores, en palabras del propio Hayek:

“As a profession we have made a mess of things”


(Hayek, 1974: 1)82.

Suponer que el común denominador de nuestra especie


es la racionalidad, parecería otra pretensión de nuestra
vanidad83. Los estudios más rigurosos en la comprobación
empírica de este supuesto, fueron efectuados por
Tversky, Kahneman y Vernon Smith, los dos últimos
se hicieron acreedores al premio Nobel de economía
en 2002 por sugerir que la racionalidad humana no se
basa en una conducta genérica asistida por protocolos
probabilísticos inexpugnables, sino por el contrario,
resulta evolutiva, experimental y adaptativa incluso a
niveles biológicos, en consecuencia, considerar que los
principios de optimización, evidenciados en los manuales
de microeconomía, que atañen a la capacidad de un agente
económico, para identificar, de todas las opciones posibles,
una cesta de alternativas universales, y elegir la mejor,
implican no solo la petulancia de poseer una racionalidad
ilimitada, sino la existencia de una divinidad de naturaleza
omnisciente propia de los ángeles o los dioses, de cuya
explicación los economistas fungen como predicadores.

82
The pretence of knowledge contiene citas tan autocríticas como esta: “To act
on the belief that we possess the knowledge and the power which enable us to shape
the processes of society entirely to our liking, knowledge which in fact we do not
possess, is likely to make us do much harm” (Hayek, 1974: 9).
83
Recomiendo una lectura serena a Hebert A. Simon, en especial de “Reason
in human affairs” y “Decision making: rational, nonrational and irrational”.

236
Hebert A. Simon fue un economista con inclinaciones por
la psicología, galardonado además con el premio Nobel
de economía en 1978. Él encontró que, en la práctica, los
agentes económicos no maximizaban una función de
utilidad, sino que, en su lugar, lo que sucedía simple y
llanamente, era que las personas se restringían a satisfacer
sus necesidades, sobre la base de unos juicios valorativos
particulares. La racionalidad es acotada y está determinada
por una increíble cantidad de factores combinados, la
experiencia, el conocimiento, el contexto, las habilidades,
las capacidades, la incertidumbre, los anhelos, los miedos
y las interacciones, que constituyen apenas una muestra
muy reducida del potencial existente. Mientras que los
economistas tradicionales se resisten a contemplar algo
diferente a la presunción de que los seres humanos son
racionales84, Eric Kandel, neurocientífico y premio Nobel
de medicina en el año 2000, comenta en la introducción a
su Nueva biología de la mente lo que sigue:

“Si bien he disfrutado mucho con mi trabajo, que ha mere-


cido el reconocimiento de otros investigadores, sé que mis
hallazgos no son sino un pequeño avance en el propósito
de comprender la entidad más compleja del universo: la
mente humana” 85
(Kandel,2019: 13).
84
Richard Thaler comenta en “Todo lo que he aprendido sobre la psicología
económica” que en cuanto a racionalidad se refiere, la posición de Kenneth
Arrow era sencilla pero contundente: “no es necesaria ni suficiente para establecer
buenas teorías económicas” (Thaler, 2015: 235).
85
En contraste, un ejemplo de arrogancia se expresa en las líneas del
editor español Ignacio Palacios-Huerta, catedrático del Instituto Tecnológico
de Massachusetts, justo en la introducción al libro intitulado In 100 Years:
Leading Economists Predict the Future (MIT Press, 2014), donde señala que
los economistas “saben más sobre las leyes de las interacciones humanas y han
reflexionado más profundamente sobre ellas y con mejores métodos que cualquier
otro ser humano” (Palacios-Huerta, 2004). Ante esta abrumadora reflexión,
Max-Neef comenta en la edición española de La economía desenmascarada
que “Es bueno saber que la filosofía, el derecho, la psicología, la sociología, la
antropología, la medicina, y tantas otras, están de más. Para qué recurrir a ellas
si basta con preguntarle a un economista” (Max-Neef, 2011: 6-7).

237
¿Por qué razones un águila esteparia evitó cruzar el mar,
siendo una forma más expedita para viajar de un punto a otro?
Hace algunos meses Fahd Qash un joven de Jizan en Arabia
Saudita encontró el cadáver de un águila que llevaba consigo
un rastreador de GPS de origen ruso con una inscripción que
rezaba que, en el supuesto de dar con el águila y/o su rastreador
se contactara con el correo electrónico naurzum@mail.ru. De esa
manera se supo que el águila fue monitoreada en Kazajistán
hace 20 años con el propósito de conocer las rutas de vuelo
de esta especie. Aproximadamente un águila esteparia
puede viajar entre 120 y 160 km por hora. Durante dos
décadas esta ave recorrió casi todo el medio oriente y lo
hizo fundamentalmente en busca de territorios que le
permitieran su hidratación y alimento. ¿Cómo define esta
ave sus trayectorias de vuelo?, ¿cuáles son los mecanismos
que le permiten orientarse y determinar el espacio y el
momento oportunos?, ¿cómo funciona su memoria y curva
de aprendizaje?... Evidentemente, la supervivencia es una de
las principales motivaciones para enfilar cada trayecto, pero
las estructuras de elección constituyen un trabajo pendiente.

Imagine usted lo que un equipo de etólogos debe estudiar


para dar respuesta a estos interrogantes y, hágase una
idea de las complejidades que supone este proceso para
cada individuo y el conglomerado de diversidades
humanas a la que pertenece. Y es que a pesar de nuestros
esfuerzos, sabemos muy poco sobre la mente humana;
Eric Richard Kandel publicó en 1979 un estudio sobre
las dinámicas neuronales de la Aplysia punctata, que es
un molusco gasterópodo caracterizado por reducidas
neuronas en el sistema nervioso, pero que al mismo
tiempo, constituyen las neuronas más grandes del reino
animal y ha sugerido que existe una similitud con las
dinámicas neuronales de los seres humanos, dado que las
conexiones sinápticas son susceptibles de experimentar
modificaciones constantes a través del aprendizaje.
En consecuencia, los vacíos que la teoría económica
comprende sobre el funcionamiento del cerebro y de la

238
mente, implican que, si bien los modelos intentan explicar
ciertas conductas humanas, deben complementarse e
incluso contrastarse a través de experimentos y métodos
de trabajo transdisciplinares. La neurociencia social analiza
cómo los sistemas biológicos determinan dinámicas de
comportamiento social a partir, por ejemplo, de cambios
en el sistema nervioso. El método obedece a un fenómeno
específico y no a un procedimiento estandarizado. La
ciencia económica debe comprender entonces que, sus
instrumentos de trabajo precisan ser complementados,
al tiempo que sus suposiciones sobre la conducta y la
forma cómo deciden las personas, lamentablemente no es
asunto que pueda reducirse a una fórmula matemática86.

La elección es un proceso algo más complejo de lo que


la pretendida racionalidad económica suele aludir. El
cerebro humano está conformado por alrededor de 86.000
millones de células nerviosas, de modo que la forma en que
aprendemos, ajustamos, modificamos y comprendemos la
existencia, supone una interacción y coordinación a nivel
neuronal de la que, los economistas, debemos reconocer que
poco o nada sabemos y, que puede ser un tanto divergente,
en comparativa con lo que los ortodoxos insistentemente
han señalado. Ese mismo enfoque adolece de un examen
asertivo a la hora de advertir nuestro conocimiento sobre la
consciencia, y en especial, la consciencia sobre uno mismo87,
tan así es que, en su biología de la mente, Kandel sugiere que
mediante este tipo de consciencia es posible que podamos
reconocer y comprender nuestra propia individualidad.
Hasta Gregory Mankiw ha declarado en sus “Principios
de economía” que las tesis de Shiller88 desde la óptica de

86
En el caso de la autopretendida ciencia económica, el mismo Piketty lo
expone con particular nitidez cuando sugiere que “por ejemplo, las nociones
de ingreso y capital, tasas de crecimiento y tasas de rendimiento son conceptos
abstractos, construcciones teóricas, y no certezas matemáticas” (Piketty, 2013: 48).
87
La consciencia del yo. Recomiendo muy especialmente el texto intitulado
El Cerebro y El Mito del Yo de Rodolfo Llinás Riascos.
88
Quien a su vez invoca a Paul Glimcher.

239
la neuroeconomía, advierten la fragilidad que entraña
la maximización de una función de utilidad establecida,
nuevamente sobre la base de una conducta racional,
implicando una restructuración esencial de aquello que
creíamos saber acerca de la economía, incluso desde
sus mismas raíces (Mankiw, 2012: 476). Por lo anterior,
considero que la fecunda semilla que dejó plantada Hebert
Simon tiene un asiento de primera clase en esta materia.

Los economistas tenemos diversidad de conflictos. En


primer lugar, como ya lo mencioné antes, se nos da fácil
creer que tenemos la razón y eso mismo, nos conduce a
la vanidad de especular que, si los agentes económicos
se comportasen como nosotros, entonces el resultado
sería óptimo89. Evidentemente eso no es así. En segundo
término, asumimos que la realidad que enfrentan las
personas es percibida de la misma forma por cada una
de ellas, motivo por el cual, indistintamente del sujeto, la
mejor alternativa es siempre factible y además existe. Eso
tampoco es así, dadas las asimetrías en la información
y nuestra limitada capacidad para interpretarla.
Cuando abordamos el estudio de las neurociencias,
una de las primeras cosas que se nos presenta, recae
en la posibilidad de que, para cada individuo, la
realidad sea interpretada o reinterpretada, consciente e
inconscientemente, por su cerebro de forma diferente.
La realidad es concebida por nuestro cerebro de manera
tal, que se engendra a sí misma por medio de él, y es
esto, lo que determina la capacidad de pensamiento y la
conducta de las personas. Al interior de nuestro cerebro,
las neuronas que, previamente almacenan energía, se
encargan de liberarla ante un estímulo, mediante una
serie de impulsos eléctricos, suscitando entonces un
grupo que actúa como neurotransmisor y otro que funge
como neuroreceptor. Este vínculo reciproco, a la par
89
Richard Thaler señala que, por ejemplo, para Robert Barro los agentes económicos
eran tan brillantes como él, en tanto que Thaler suponía que, en lo concerniente
a sus desarrollos, los individuos eran tan torpes como él (Thaler, 2015: 153).

240
que interactivo, supone un escenario que permite que
nuestras neuronas se comuniquen permanentemente.

Los estímulos que agencia esta danza neuronal descansan


en un sinnúmero de fuentes internas y externas que se
retroalimentan entre sí. Por ejemplo, el cerebro social,
entendido como un sistema que se nutre, en buena medida
por el contexto, percibe información procesada por el córtex
inferotemporal90, la amígdala91, el surco temporal superior92, el
sistema de neuronas espejo93 y las regiones asociadas a la unión
temporoparietal94. La conducta que, en todo caso, se explica
parcialmente por la sinergia producida en el ambiente95
y la dinámica con que es interpretada a nivel neuronal,
con diversa sincronía e intensidad, dentro del cerebro
explica, científicamente de forma menos presuntuosa en
comparación con el “inequívoco análisis económico”, una
fracción de nuestras decisiones humanas, entre ellas, las
que corresponden a nuestra actividad dentro del mercado96.

90
Una de sus funciones estriba en el reconocimiento facial.
91
Entre otras tareas se encarga de las emociones. Un daño en la amígdala
implica que algunos individuos tengan dificultades para empezar o terminar
tareas simples.
92
Que atañe al movimiento biológico.
93
Relacionado con los sistemas empáticos.
94
Asociadas al funcionamiento de la mente.
95
El análisis de la nueva geografía económica resulta aquí muy interesante,
puesto que más allá de consideraciones sobre el espectro que delimita las
regiones tradicionales, también dedica esfuerzos importantes a determinar la
incidencia del espacio en las decisiones económicas, así como ellas afectan las
condiciones del mismo espacio.
96
En microeconomía, por ejemplo, la decisión de tener hijos por parte de un
hogar se explica mediante funciones de utilidad, sobre esto trabajaré más adelante.
En contraste, en neurociencias sociales se establece que, dentro de la biología del
cerebro, la oxitocina, que es una hormona péptida producida en el hipotálamo
explica cierta propensión a enamorarse, decidir tener una pareja y como resultado, la
probabilidad de tener hijos. Al respecto no es que sugiera que el análisis económico es
erróneo, insisto nuevamente, no se trata de eso, pero si debe dejarse en claro que no es
autosuficiente. En todo caso, el mensaje es que la economía maneja una sinapsis que
pretende ser totalitaria en sí misma, y ese es un error importante a combatir en el futuro.

241
Tomemos como caso concreto la segregación de
oxitocina por el hipotálamo97, ella se abre camino por
el torrente sanguíneo mediante la glándula pituitaria
posterior y se manifiesta en acciones tangibles como la
interacción social, la autoconfianza y la disposición al
riesgo, la empatía y el altruismo. De acuerdo con Kandel,
Glimcher, Simon, Tversky, Kahneman y Vernon Smith, las
decisiones humanas no se basan única y exclusivamente
en una lógica racional98. Mi profesor de econometría fue
la primera persona que me puso a pensar sobre este tema.
Recuerdo que, en una clase, al explicarnos el papel del
término de error o variable aleatoria dentro del análisis
económico, se refirió a que dicho componente capturaba
todo aquello que nos resultaba inobservable, lo que
pasaba inadvertido frente a nuestro examen, lo casuístico,
lo emocional o aparentemente irracional… Años más
tarde leyendo a Jeffrey M. Wooldridge en su conocido
texto de Introducción a la econometría, me encontré que
los econometristas trataban con especial respeto, aquello
que habían omitido en la explicación de un fenómeno:

“Este término de error o de perturbación es quizás el


componente más importante de todo análisis econométrico”
(Wooldridge, 2015: 5).

Las emociones se ejecutan en el hipotálamo para ser


organizadas por la amígdala, mientras el cuerpo estriado
configura los hábitos, pero es la corteza prefrontal,
la misma que evalúa la pertinencia de una respuesta

97
Junto con la amígdala, el hipotálamo se constituye en una estructura para
reproducir las emociones.
98
Cuando estudiante, lo que describí en el capítulo 1 de este texto, la
introducción al supuesto de racionalidad económica, se refería a un componente
de la economía normativa, es decir a una ciencia que se limita a lo indicativo del
“deber ser” o de “cómo se quisiera ser”. Lo que en adelante describo se relaciona
directamente con el espectro de lo que se ha identificado científicamente “que
es”, en otras palabras, al análisis de la economía en lo que efectivamente sucede,
si no totalmente, si al menos en aspectos experimentales.

242
emocional frente a un determinado contexto, la que
controla interactivamente la amígdala y el cuerpo
estriado con este fin. De acuerdo con William James, en
sus Principios de psicología de 1890, los seres humanos
somos mucho más emocionales que racionales y, de
hecho, es precisamente la acción combinada de las
emociones, instintos y hábitos los que hacen del cerebro
un sistema de eficacia singular99. El aludido placer de
la primera ley postulada por Hermann Gossen100, no
consideró la posibilidad de que el punto de saciedad
siguiera un trayecto ascendente, aun cuando los medios
para su satisfacción crecieran también. De hecho, en
alguna charla de clase sostenida con mis estudiantes de
microeconomía, concluíamos que la pobreza relativa tenía
que ver con esa misma situación, nuestras necesidades
crecen más rápido que los medios que disponemos para
satisfacerlas, lo que sugeriría la existencia de una antiley
psicológica fundamental en el sentido de Keynes101. El punto
es que, desde la perspectiva de la biología de la mente
expuesta por Kandel, el placer incentiva la producción
de dopamina hasta convertirlo en adicción. Nótese que
cuando los economistas enfocan los problemas desde
una perspectiva diferente, los resultados pueden ser
menos equivocados. Becker y Murphy, por ejemplo,
en 1988 señalaron en su estudio “A Theory of Rational
Addiction” que el consumo de drogas, contrario a lo
que Gossen planteó, implicaba que, por cada unidad
adicional de alguna sustancia psicoactiva como la
cocaína, la heroína o cualquier tipo de barbitúrico,
se obtenía como resultado una mayor satisfacción en
comparación con la inmediatamente anterior. A pesar
99
Ver Kandel, Eric. (2019). La nueva biología de la mente. Págs. 181-201.
100
Hermann Gossen escribió en 1854 un texto que intituló “The Development
of the Laws of Human Intercourse and the Consequent Rules of Human Action”
donde planteó que la intensidad del placer se reduce, si ininterrumpidamente se
satisface una necesidad hasta que esta sea saciada.
101
Si las necesidades crecen a un ritmo superior que los recursos para
satisfacerlas, la propensión marginal a consumir superaría la unidad.

243
de que, la apuesta de Becker y Murphy, en este caso se
basaba en cierta racionalidad acotada, Kandel llega a una
conclusión similar, pero su explicación de las relaciones
es menos limitada102, pues advierte que la liberalización
de dopamina además de producir placer nos condiciona.

En efecto, el abuso de drogas erosiona la capacidad del


cerebro para discernir, dominar deseos y emociones.
Es por esto que los adictos, aun cuando puedan ser
conscientes del daño que se infringen, no son capaces de
abandonar sus hábitos103. Para comprender cómo operan
en el cerebro estas decisiones, más allá de la especulación,
debemos considerar que la dopamina ejerce una
importante labor a la hora de establecer una conducta
en el individuo. La vía mesolímbica se constituye en el
sistema más relevante de recompensas que habita en el
cerebro. Cuando la dopamina es liberada por la región
ventral tegmental y la sustancia negra, las neuronas104
se proyectan al hipocampo donde tienen cabida los
recuerdos, al tiempo que, las emociones son organizadas
por la amígdala, mientras el núcleo accumbens modera
su impacto derivado y la corteza prefrontal impone
voluntad y control. Todo esto se traduce en que la
esperanza de una recompensa y los hábitos adaptativos
que le resultan, explican las conductas automáticas que
nos ayudan a sobrevivir, sin que necesariamente exista
como soporte un acto consciente del pensamiento, en
otras palabras, la supervivencia no es reflexiva.

102
Para Becker y Murphy es racional que un adicto consuma cada vez más.
Pero en Kandel, ese beneficio de corto plazo se traduce en un perjuicio de largo,
que además se ve reflejado en un daño y distorsión en el cerebro y la mente.
103
Del mismo modo que las drogas obnubilan la capacidad de razonamiento
de los individuos, sugiero que lo hacen ciertos “bienes económicos” que generan
comportamientos compulsivos manifestados en la compra.
104
De facto, las neuronas de Von Economo, denominadas así por el
psiquiatra australiano Constantin Freiherr von Economo contribuyen a explicar
comportamientos colaborativos de los individuos frente a una determinada
estructura social.

244
Considere ahora lo siguiente: la dopamina es al placer, lo
que el placer es al acondicionamiento. Si una persona común
y corriente experimenta mucho placer cuando prueba un
delicioso alimento, las secreciones de dopamina y su relación
con el placer producen información que condiciona las
decisiones futuras configurando una memoria de largo plazo
que, finalmente contribuye a la explicación del consumo105.
Pero el asunto no es tan sencillo, Kahneman y Tversky
sugieren la existencia de un pensamiento intuitivo entre la
percepción y la razón, dando origen a dos subsistemas de
pensamiento, uno primero de acción rápida, motivado por
las emociones, demasiado inmediato y, que generalmente
nos lleva a cometer errores (como cuando nos enojamos
y tomamos decisiones en ese estado) y, uno segundo
donde, somos más reflexivos, valoramos el conjunto
de alternativas existentes y, después de sopesar cada
escenario, elegimos. Pese a que la tesis de Kahneman y
Tversky, aparentemente va en contravía de lo sugerido
por William James, Kahneman sostiene que aun cuando
preferiríamos basarnos en el segundo subsistema, el
primero es el que rige nuestras vidas.

Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo, premios Nobel


de economía 2019, en su texto “Repensar la pobreza”,
señalan que las disyuntivas existentes en torno a la
relación gasto-ahorro, intermediada entre presente y
futuro supone, por ejemplo, que un tipo de proyección
de las personas en sí mismas a lo largo del tiempo, que
les atribuye más convicción, paciencia y determinación
en el futuro que en el presente. Por decirlo en términos
simples, esperamos que nuestro yo del futuro, de
alguna manera sea mejor que nuestro yo del presente,
por lo menos hasta cierto punto. Nuevamente, dentro
del cerebro, en el sistema límbico se encontró evidencia

105
Considere el miedo como una emoción, ¿influye en nuestras decisiones
el temor a equivocarnos?, ¿tiene repercusiones en la memoria de largo plazo?
Intentamos ser racionales, pero el control sobre nuestras emociones no es algo
que funcione de manera automática.

245
de atribuirle más relevancia al presente inmediato en
comparación con el futuro próximo, pero mientras
esto sucede allí, en la corteza prefrontal lateral, se
asimilaban con mayor meditación y detenimiento
cualquier clase de comparaciones intertemporales106.
Desde el campo de las neurociencias se ha reconocido
la relevancia de las emociones, no solo en cuanto a la
dinámica económica se refiere, sino también, como
parte de la cultura misma en que se basa todo el tejido
social histórico, presente y futuro 107.

George Arthur Akerlof (Nobel de economía 2001) y Robert


James Shiller (Nobel de economía 2013), sugieren la idea
de que además de los típicos efectos multiplicadores
asociados al consumo, la inversión y/o el gasto público,
existen multiplicadores relacionados con los sentimientos
o emociones. Concretamente se refieren a la presencia
de un multiplicador de la confianza definido como:
“el cambio de renta que se obtiene del cambio de una
106
De acuerdo con Dean Burnett (2019), la memoria de corto plazo
se desarrolla en regiones de actividad neuronal como el córtex prefrontal
dorsolateral del lóbulo frontal. En contraste, la memoria de largo plazo se
almacena en el hipocampo y, posteriormente en el córtex.
107
En 2001 el escritor irlandés Alan Glynn publicó a través de Little, Brown
and Company, una novela de ficción intitulada originalmente “The Dark Fields”,
traducida al español como “Sin límites” debido a las políticas de marketing comercial
suscitadas por su adaptación cinematográfica en el año 2011. Glynn aprovecha para
obsequiarnos una de las citas más bellas e insospechadas de todo el libro:
“Quizá era una información de más calidad, un instinto aguzado, química
cerebral o una suerte de sinergia misteriosa entre lo orgánico y lo tecnológico;
pero allí, sentado a mi mesa, con la mirada perdida en la pantalla, aquellas
reflexiones se unieron poco a poco para formar una abrumadora visión de la
grandeza y la belleza del mercado de valores. Mientras intentaba comprenderlo,
no tardé en darme cuenta de que, pese a su susceptibilidad a una metáfora
predecible -era un océano, un firmamento celeste, una representación
numérica de la voluntad de Dios-, el mercado de valores era algo más que
eso. En su complejidad y su incesante movimiento, la red internacional de
sistemas de transacciones, que permanecía en activo veinticuatro horas al
día, era nada menos que un modelo de la conciencia humana en el que el
mercado electrónico quizá formaba la primera versión de la humanidad
en un sistema nervioso colectivo, un cerebro global” (Glynn, 2001: 72-73).

246
unidad de confianza, indistintamente de cómo haya sido
concebida o medida”108 (Akerlof y Shiller, 2009: 39)109. Es
más, los autores señalan que la confianza que se posea en
un momento dado, incide en los instantes subsecuentes.
Si hoy nos sentimos particularmente optimistas y
alimentados, de más que suficiente confianza para
encarar lo que suceda mañana, entonces el efecto positivo
puede incluso conducirnos al exceso y, por lo tanto, a
elevar nuestras expectativas mucho más allá, de lo que
realmente era factible. De otra parte, cuando la confianza
se ha desbordado, y los tomadores de decisiones son
conscientes de su error, la consecuencia puede llevarnos
a una depresión emocional y económica110, que deviene
inexorablemente en una difidencia exagerada. El miedo,
por ejemplo, se constituye en una emoción crucial de
lo acertado de nuestras decisiones, antes y después de
siquiera haberlas efectuado. En adición, las emociones se
transmiten de un individuo a otro y contagian para bien o
para mal, las expectativas que se configuran en el cerebro
de cada persona y repercuten de forma trascendente al
explicar sus acciones.

Lo que no se escribe en los libros de economía es


que la información, entendida como fuente para la
toma de decisiones, es percibida inicialmente por los
sentidos, luego es conducida a través del tálamo, que

108
Un primer intento por medir las emociones se efectúa en econometría
a través de variables “dummy”, utilizando el sistema binario se asigna un
valor de 1 cuando se presenta un atributo como “estar feliz” y de 0 en caso
contrario. La variable, una vez creada, se puede utilizar como dependiente
en un modelo logit, probit, tobit o biprobit, cuando se desea explicarla, o
como una independiente cuando sirve para explicar un fenómeno asociado,
en estos mismos modelos o, en una regresión cuantitativa. Pero también
existen construcciones como el índice de confianza del consumidor, el índice de
sentimiento especulativo o el índice de sentimiento económico, entre otros que,
se soportan en las percepciones de los agentes económicos, principalmente
frente a la confianza futura de un determinado contexto.
109
Animal Spirits. Cómo influye la psicología humana en la economía.
110
Prometí que volvería sobre este aspecto en el capítulo 1.

247
a su vez, se conecta con todas las áreas del cerebro y
permite que algunas de ellas se atribuyan e interactúen
simultáneamente para decidir y, mientras una parte
de la amígdala se encarga de procesar las vertiginosas
emociones que se desprenden de la caída en los precios
del crudo, una sección del córtex se ocupa de aquello
que consideramos como racional y, comienza a analizar,
más pacientemente, el conjunto de efectos posibles
sobre el comportamiento del dólar. El asunto es que
este arquetipo didáctico, apenas nos permite hacernos
una breve idea de la decisión tomada por un corredor
bursátil cualquiera, pero es suficiente para ilustrar al
lector acerca de su susceptibilidad mecánica, y fragilidad
conceptual dentro de la teoría económica convencional,
puesto que el desenlace individual o colectivo, constituye
una expresión derivada de la combinación sináptica que
se produce de manera mucho más compleja al interior de
nuestro cerebro.

La literatura microeconómica de pregrado pretendía


que, comprender la conducta de un individuo, era el
equivalente a asimilar el comportamiento de todos los
demás. Me parecía que se daba cita una conveniente
inferencia estadística que, al igual que cuando te
practicas un examen de sangre, con el objeto de conocer
de entrada, todo cuanto sucede en tu interior, se
advierte como autosuficiente 111. En economía, desde mi
particular percepción esto es un error.

“El problema de la conducta humana es que no se puede


generalizar”112.

111
Sugiero revisar la conferencia de Walter Sosa Escudero para TEDx en Rio
de la Plata, 2013 intitulada “Bienvenidos al mundo de las estadísticas”. Al mismo
tiempo recomiendo sus textos sobre econometría que son muy interesantes.
112
¿Subestimó Milton Friedman a los jugadores de billar que, aún
cuando aplican los principios de la física clásica, no pueden expresarlos
instrumentalmente?, ¿subestima la teoría económica al consumidor y productor
que no diseñan modelos probabilísticos a la hora de tomar decisiones?

248
La psicología y las neurociencias nos han permitido
entrever la profundidad del comportamiento humano, y
mientras la obra de teatro seguía su curso, instruyendo al
pasivo espectador, que buscaba refugio en una escala de
rendimiento académico, condicionado y abrumado por la
retórica y la técnica, a mí me llamaba la atención lo que
se suscitaba entre bastidores. En ese momento de mi vida,
consideraba cuál había sido el significado de la estadística
para las matemáticas y a su vez, la relación que tenía con la
economía. Imaginaba que la matemática, personificada se
vanagloriaba a sí misma frente a un espejo, como lo hiciera
el Narciso de Waterhouse en el afluente, diciendo para
sus adentros que era perfecta, y que nada en el mundo
era comparable con su exactitud. Esa misma noche, en
una fiesta, conocía a la estadística, que no solo ponía en
duda su procurada precisión, sino que además estudiaba
lo probable. Para la economía todo esto resultaba muy
provechoso, puesto que algunas veces se apoyaba en la
puntualidad y otras, en lo posible. Entre tanto, las dos
primeras chicas evitaban cualquier confrontación, e incluso
charlaban como un par de buenas amigas.

En efecto, las matemáticas se afilian a sucesos que se creen


universales, y por universales se consideran exactos. La
estadística es tratada como parte de la matemática, pero
salvaguarda su exactitud en lo probable, cuando estudia,
por ejemplo, a las ciencias sociales, donde la conducta
humana no es precisamente algo mecánico. Dentro de las
preguntas que me guardé, varias se asociaban a todo esto
cuanto me referido, ¿a quién favorece el actual discurso
económico?, ¿para quién es beneficiosa la pobreza?,
¿por qué para el banquero la libertad de mercado debe
ser irrestricta en tiempos de auge? y ¿por qué cuando
sobrevienen las crisis los gobiernos deben auxiliarle por
encima de quienes son más vulnerables? En economía
hay una doble moral y es extremadamente perversa, pues
puede preferir los intereses financieros a los humanos,
verbi gratia la crisis que, en el seno mismo del tejido social,

249
engendró la presencia del COVID-19113, solo por citar uno
de tantos casos. Los economistas insistirán, como estilan
siempre, en la ineficiencia del Estado o las fallas del
mercado, el problema será habitualmente tratado como
un asunto cuya responsabilidad compete a otros, donde
nuestra confortable moralidad individual permanezca
inmutable y segura. La obra de teatro continuará y,
persistentemente acudirán más espectadores dispuestos
a comprar el pase de entrada para ver lo mismo una y
otra vez, hasta que todo esto pueda perdurar. El 6 de
septiembre de 2009, Paul Krugman, premio Nobel de
economía 2008, publicó en el New York Times, un artículo
intitulado “How Did Economists Get It So Wrong?”114,
donde advierte que la respuesta se hace eco en el exceso
de confianza y la ilusión del control, la devoción excesiva
en una economía de mercado, el desconocimiento de
las burbujas especulativas en el sistema financiero
internacional y la incapacidad manifiesta para predecir
el futuro. Y es que, a pesar de lo intenso y profundo
del estudio de las herramientas de predicción, los
economistas somos muy vulnerables al error. El mejor de
los econometristas aún no ha conseguido darle al premio
gordo de la lotería o anticipar siquiera el desenlace de la
obra cumbre de Pierre Boulle115.

Uno de los asuntos que como economistas nos congrega,


estriba en el afanoso anhelo por construir un buen
pronóstico y de esa forma, anticipar el alcance de nuestras
decisiones. De hecho, no somos muy diferentes de la vieja
pitonisa que intenta advertirnos, a través del oráculo
de una bola de cristal, aquello que nos depara el futuro
113
Dentro del conjunto de tesis apocalípticas que escuché, pero que no me
parecen del todo irracionales, descansa aquella que achaca a la conducta humana
y su forma de concebir y menospreciar el mundo circundante, que, como respuesta
evidente, el propio orbe, encontró el ambiente perfecto para cultivar un anticuerpo
y combatir como si de un virus se tratara a la especie que más daño le había causado.
114
¿Cómo los economistas pudieron haberse equivocado tanto?
115
Boulle, Pierre (1963). La Planète des singes.

250
próximo. Y más allá, de que alguna vez, me preguntara,
qué tan listo puede ser alguien que atesore información
acerca del futuro, y se dedique a la banalidad de ofrecer
sus dones esotéricos a quien le interese, en un contexto
donde la mayor parte de las personas prefieren adoptar
una postura de escepticismo, confieso que para los
economistas, por lo general se nos da bien, equivocarnos
cuando de alguna predicción se trata, y esperar que, pese
a nuestro error, el público mantenga la fe en nuestras
capacidades, más o menos intacta. Si todo esto, pudiese
aspirar siquiera a un ápice de exactitud, los econometristas
hace rato no solo habrían predicho el número de la serie
en que caerá la lotería, sino que además, la estarían
disfrutando. Y es que Taleb es particularmente rígido
con nosotros cuando nos caracteriza como “Expertos
que tienden a ser no expertos” (Taleb, 2011: 218). Si en
realidad somos tan buenos como creemos: ¿por qué nos
equivocamos tanto? El problema me temo, es que cada
vez que el experimento no funciona como esperamos,
la sociedad paga las consecuencias de nuestros actos116.

Ser un buen economista, en realidad no resulta sencillo,


nuestro campo de trabajo está repleto de cisnes negros
y, pese a nuestros constantes esfuerzos por explicar los
fenómenos que nos asisten, no tenemos un consenso,
ni herramientas definitivas para ello117, por eso creo
que es tan relevante el diálogo con otras disciplinas.
Las limitaciones frente a lo probable contemplan un
sinnúmero de variables y, por mucho que hemos
intentado, nuestras predicciones se enfilan, más que
en responder a la exactitud de una lotería social, en
anticipar al menos de forma tendencial lo que nos espera
en el corto plazo. Todo esto me recuerda una singular
escena en “The Curious Case of Benjamin Button”, uno de
116
“Es una pena que las teorías económicas no incluyan nunca al cálculo de lo
que hay que pagarles a otros economistas que vengan a explicarnos teóricamente
por qué no economizamos” Mafalda – Quino (Salvador, 1993: 222).
117
Para ser justos podríamos señalar que ninguna ciencia las tiene.

251
los pocos films118, que supera al libro en que se basa,
tarea más intrincada incluso, cuando el escrito original
proviene de la extraordinaria pluma del genial Francis
Scott Key Fitzgerald, autor de obras como The Great
Gatsby. En la película se narra cómo Daisy Fuller sufre
un accidente, y de todas las posibles combinatorias que
pudiesen haberse suscitado, la que finalmente se hizo
efectiva, fue aquella que la propia Daisy consideró la
menos probable en un día corriente:

“…A veces vamos en curso de colisión y no lo sabemos…


Y sea por accidente o por designio, no podemos hacer nada por
cambiarlo…
Una mujer en París salió para hacer sus compras, pero olvidó su
abrigo y regresó por él.
Cuando lo tomó, sonó el teléfono y se detuvo a contestar…
Habló un par de minutos.
Mientras la mujer hablaba Daisy ensayaba para su presentación
en la Ópera de París.
Mientras ensayaba, la mujer del teléfono salió para tomar un
taxi (pero lo perdió)…
El taxista dejó a su pasajero y se detuvo por una taza de café, y
mientras tanto Daisy ensayaba.
El taxista que había dejado al pasajero y había parado por una
taza de café recogió a la mujer que iba de compras y había
perdido antes el taxi.

El taxi tuvo que parar por un hombre que cruzó la calle y que
salió de su casa 5 minutos más tarde de lo normal, porque olvidó
poner su despertador.
Mientras ese hombre que iba tarde cruzaba la calle, Daisy había
terminado de ensayar y se estaba duchando. Mientras Daisy se
duchaba el taxista esperaba fuera de una tienda que la mujer
recogiera un paquete, que no habían envuelto porque la chica que
debía envolverlo había terminado con su novio la noche anterior,
y lo olvidó.

118
Dirigido por David Fincher.

252
Cuando envolvieron el paquete la mujer volvió al taxi que,
bloqueó un camión repartidor,
todo mientras Daisy se vestía.
El camión se retiró y el taxi pudo moverse, mientras Daisy, la
última en vestirse, esperó a una amiga a la que se le rompió la
agujeta (del zapato).
Mientras el taxi se detenía por un semáforo, Daisy y su amiga
salían por atrás del Teatro…
Y si solo una cosa hubiera sido diferente:
si la agujeta no se hubiera roto, o si el camión no hubiera salido
segundos antes,
si el paquete hubiera estado envuelto porque la chica no terminó
con el novio,
o si el hombre se hubiera despertado 5 minutos antes,
y si el taxista no hubiera parado por el café, o si la mujer
hubiera llevado su abrigo y hubiera
alcanzado el taxi...
Daisy y su amiga habrían cruzado la calle, y el taxi hubiera
pasado de largo…

Pero así como es la vida, por una serie de vidas e incidentes


encontrados que nadie controlaba,
el taxi no paso de largo, y el taxista se distrajo por un
momento…
Arroyó a Daisy y le rompió la pierna”.

Desde luego, los seres humanos tenemos el hábito


de creer que, de alguna manera el mañana está
garantizado119. Con frecuencia hacemos planes, nos
fijamos metas y realizamos pronósticos iterativos.
Tal y como lo plantea Jeff Hawkins en su libro “On
Intelligence”, nuestras predicciones dan cuenta de
119
Ciertamente resulta profético que el cantautor español Enrique Bunbury
lo haya advertido con tanta precisión en su Álbum “Expectativas” cuando
plantea que: “¿qué tipo de evento dará? Comienza el verdadero horror, tendremos
alguna clara señal, alguna sucesión de acontecimientos, será una suave brisa
nuclear que nos dejará en los huesos o una bacteria que se expandirá y contagiará
sin darnos cuenta. Perderemos el tiempo intentando curar, invirtiendo millones en
pastillas que no salven a nadie” (Bunbury, 2017).

253
un tipo de inteligencia que practicamos todo el
tiempo. Cuando despertamos nuestra mente va un paso
adelante, imaginamos qué actividades desarrollaremos,
establecemos escenarios, visualizamos nuestro futuro en
tres horas, así como en los próximos 15 años. Atendemos
contingencias diversas. Cuando nos encaramos a un
problema, la corteza cerebral actúa como una estructura
que asimila escenarios de solución evolutivos, estableciendo
una o varias predicciones en el camino, ajustándose en
la medida que recibe más información. Pero el cerebro
nos supera, puede engañarnos si es necesario, y al igual
que el primer organismo celular sobre la faz de la tierra,
intentará, a como dé lugar, sobrevivir. Predecir supone
proyectar a lo que nos enfrentamos, hay desde luego una
intención en todo esto, y reside en el ensayo histórico de
la humanidad de controlar su propio destino. Si bien la
intención de los economistas por descifrar aquello que aún
no nos ha sido revelado, constituye una tarea loable, en tanto
nos permita mejorar nuestra condición, existe al menos una
consideración meridianamente tangible: ¿acaso contamos
con las herramientas necesarias para hacer pronósticos
sobre las estocásticas complejidades inherentes a la conducta
humana? Y en el caso de pretender que eso sea posible,
¿quién cuenta con el acceso a dichos instrumentos?120

¿Existe una economía del amor? Arthur Schopenhauer


escribió que el propósito del amor humano descansaba
en la composición futura de la próxima generación. A
su juicio, el amor implicaba una elección de carácter
individual que buscaba satisfacer la necesidad
de perpetuarse como especie. Imagino que algún
120
Rodolfo Llinás cuando analiza las diferentes posibilidades de predicción que
tiene el cerebro sugiere que, en finanzas, el complejo entramado de ordenadores
y sistemas de información que operan en el mercado de valores, se asemeja al
trabajo de coordinación desarrollado por las neuronas, cuya sensibilidad permite
la anticipación. En economía, el acceso a ese tipo de tecnología no es uniforme,
así mientras los circuitos se desenvuelven con versatilidad y adaptación para las
instituciones bancarias, para los individuos corrientes las transacciones pueden
implicar costos elevados en comparativa, que naturalmente reducen su eficacia.

254
economista desocupado, antes que yo mismo lo hiciera,
pensó en la definición dada por el filósofo alemán, y
advirtió una posibilidad de trabajo cuando encontró
afinidad con la economía ortodoxa en lo que refiere al
tópico de la elección individual. Uno empieza a temerle
a los economistas cuando sabes que intentan explicar
las sempiternas complejidades que entraña el amor.
La primera vez que supe de tan osada exploración fue
en un curso de economía avanzada para profesores
que organizaba el Banco Central como parte de su
política de formación a la sociedad. Fui parte de la
primera generación de profesores que accedía a tal
beneficio y distinción y, personalmente se constituía
en un momento trascendente para enfrentarme a
colegas de las mismas áreas y “medirme” frente a lo que
había logrado al cabo de todos esos años anteriores.

Bajo la denominación de los modelos de “household


production” se pretendía explicar agendas como la
asignación de tareas por parte de un hogar, decisiones
como casarse e incluso tener hijos. Una de las cosas que
más me llamó la atención fue el hecho de escuchar de
mi profesor la siguiente explicación sobre el “equilibrio
de las relaciones sentimentales entre las parejas”:

“Podemos construir una función de utilidad para las


mujeres que dé cuenta sobre aquellos factores que buscan
en los hombres (e incluso otros prospectos) que determinan
la probabilidad de mantenerse en una relación a diferentes
niveles; del mismo modo, podemos encontrar una función
de utilidad para los hombres sobre aquello que esperan en
las mujeres (y/u otras personas) que, a su turno, explique
el conjunto de variables bajo las cuales se establece la
posibilidad de entablar un vínculo afectivo. Una vez
estructuradas las ecuaciones, procedemos a optimizarlas e
igualarlas para señalar el estado de equilibrio en el mercado
del amor, pero eso no es todo, porque en cualquier caso, la
dinámica implica considerar procesos que mutan suscitando

255
la aparición de costos de oportunidad y rendimientos
decrecientes frente a lo sentimental, que pueden explicar
fenómenos como la infidelidad, el divorcio o incluso la
decisión de tener o no hijos, que en este caso pueden recibir la
connotación de bienes suntuarios”.

¿Mi reacción? Para ser franco, lo primero fue rascarme


la barba. Si Doña Mercedes no proyectaba funciones de
utilidad, ni rectas presupuestales para hacer el mercado,
mucho menos emplearía un método matemático
susceptible de optimización a la hora de enamorarse de
mi Papá. Con frecuencia, los economistas solemos creer
que, aun cuando las personas no puedan advertirlo
explícitamente, siempre responderán a un modelo
que compete ser explicado, bajo los instrumentos
que suministra convenientemente nuestro enfoque
convencional. Esto me recuerda que cuando niño,
tuve un metro en mis manos por largo tiempo, y me
entretenía midiendo todo cuanto había a mi alrededor
pensando que tenía el instrumento universal que
permitía dimensionar sin límites las complejidades de
la existencia, ahora sé que las herramientas son útiles,
pero no creo que sean suficientes.

Con Gary Becker el análisis económico se extendió hacía


latitudes insospechadas. Desde 1958, su curiosidad
lo llevó a explorar el fenómeno de la discriminación,
no solo aplicado a los precios de ciertos bienes y
servicios, sino como un fenómeno cuya susceptibilidad
manifiesta, alcanzaba incluso a las propias personas por
sus características físicas y en especial, sus atributos
raciales. Piense por ejemplo que, frente a una posibilidad
de empleo, dos de los candidatos finalistas solo tengan
una diferencia, y que esta sea únicamente el color de
la piel. ¿Cuál era la incidencia que este suceso tenía
sobre la probabilidad de ser seleccionado? Más adelante
Becker trabajaría el concepto de economía del crimen
y la teoría del capital humano, del que se desprende la

256
economía de la educación, además escudriñó, a partir
de herramientas microeconómicas las relaciones que
subyacen al interior del matrimonio, las decisiones
asociadas a los hijos e incluso la naturaleza del divorcio.
En palabras del propio Becker:

“I build on my research during the past two decades to


analyze the allocation of time to children and to market work,
marriage and divorce in polygynous as well as monogamous
societies, altruism in addition to selfishness in families,
intergenerational mobility, and many other aspects of the
family. Although not all are considered, the systematic,
unified treatment of the important aspects perhaps justifies
the old-fashioned title ‘treatise’”
(Becker: 1981, x).

A partir de este punto, los economistas entreabrieron


una puerta que, les hizo asumir que, al menos una buena
parte de las decisiones humanas implicaban un proceso
de análisis económico121-122. De acuerdo con Gregory Hess,
el matrimonio se constituye en un mecanismo analógico
a una póliza de seguros frente a la pérdida excepcional
de empleo por parte de uno de los individuos, lo que a la
postre, lo convierte en un artificio, cuyo objetivo reside
en procurarse potencial protección ante un escenario
adverso de bajos ingresos, situación que, de hacerse
factible, reduce la probabilidad de supervivencia del
matrimonio (Hess, 2004). Pero hay más. Adam Smith
121
En algún curso de especialización sobre métodos cuantitativos, nuestro
profesor nos sugirió que todos los seres humanos teníamos un interés, el
punto era que también teníamos restricciones que implicaban la búsqueda
de un instrumento que, garantizara el mejor de los escenarios posibles.
122
Y, de hecho, la existencia de herramientas económicas como el óptimo
de Pareto han sido utilizadas para el análisis de otras ciencias, por ejemplo, en
Sociología, el “transcend” se constituye en un método relevante, expuesto por
referentes académicos como Johan Galtung, para darle resolución a problemas
sociales atribuidos al conflicto mediante procesos de paz. Recomiendo revisar
el texto “Conflict transformation by peaceful means (The transcend Method)”
(Galtung, 2000).

257
sugirió que la pobreza restringe parcialmente los
matrimonios y, de esa manera delimita, en cierta medida,
la tasa de nacimiento y el crecimiento de la población,
con lo que, en el largo plazo disminuye el potencial de
trabajo que precisa el crecimiento económico123, idea que
más contemporáneamente sería afianzada por Paul Zak
y Kwang Woo Park en su working paper denominado
Population genetics and Economic Growth (Zac y Park, 2000).

Etimológicamente la palabra amor proviene de la


expresión latina ‘amōris’, cuya raíz original está
vinculada al vocablo indoeuropeo ‘am’, asociado
en primera instancia al concepto de ‘madre’, y
posteriormente extendido a acepciones como ‘amigo’ o
‘amistad’. Los economistas no han sido ajenos al estudio
del amor, el mismo Adam Smith, en su Teoría de los
Sentimientos Morales, supuso dos escenarios humanos
relacionados al amor propio y al amor por los demás:

“Por más egoísta que quiera suponerse al hombre,


evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo
hacen interesarse en la suerte de los otros de tal modo, que la
felicidad de estos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a
no ser el placer de presenciarla”
(Smith, 1759: 31).

En su texto “Love & Economics: why the Laissez-


Faire Family Doesn’t Work”, Jennifer Roback Morse
(2001) sugiere incluso que existe cierta racionalidad
intrínseca en el amor, dado que el mismo implica
un proceso de elección donde se efectúa un análisis
de costos y beneficios que, al menos en parte, lo
definen como una suerte de bien económico. Martin
Zelder (2009) por ejemplo, sugiere que la compleja
naturaleza del amor implica la formación de ciertas
expectativas con respecto de aquella persona con la
123
Sugiero revisar los capítulos I y VIII del libro primero de la Riqueza de las
Naciones, así como el capítulo VII, parte II del libro IV.

258
que se desea compartir el tiempo. Por supuesto, una
vez se incorpora el papel del tiempo, los economistas
no dudarán en incorporar el análisis de los costos de
oportunidad asociados a una elección. De esa manera,
algunos de los atributos de una función de utilidad
asociada al amor subyacen en la inteligencia, el físico,
la comprensión, la estabilidad emocional y financiera,
el sexo, entre otros. Zelder sugiere que el amor puede
ser abordado desde perspectivas varias, para el caso,
puede ser concebido como un subproducto incidental
de la combinación de otras actividades: una buena
conversación, un viaje, una película, una cena, incluso
el estudio o el trabajo constituyen escenarios posibles
para engendrar su particular existencia.

Como suele suceder con la construcción de un


modelo econométrico para el más típico fenómeno
económico, el tratamiento conferido al amor por el
trabajo de Zelder, sugiere que mientras una parte
de las decisiones se basan en la razón, es decir en
la valoración de atributos, expectativas, costos de
oportunidad y tiempo, en suma, de lo “determinístico”,
el componente estocástico como complemento
inexorable, hace las veces de aquello que responde
a lo sentimental o emocional 124. Esta pretendida
intensión de modelar el amor y dar con la fórmula
universal también se encuentra sujeta a los efectos
de la intertemporalidad. Si el amor es parcialmente
explicado por una expectativa combinada sobre el
futuro, su durabilidad dependerá, por ejemplo, de
pasarla bien el próximo viernes en el cine o dentro de
5 años cuando se deba cuidar de los hijos. Los modelos
microeconométricos del amor han considerado varios
escenarios problémicos relacionados con el tiempo.

124
“El amor es un humo formado por el vapor de los suspiros; alentado, un
fuego que brilla en los ojos de los amantes; comprimido, un mar que alimentan sus
lágrimas. ¿Qué más es? Una locura razonable al extremo, una hiel que sofoca, una
dulzura que conserva” (Shakespeare, 1597: 45).

259
Una cosa es que Romeo y Julieta basen su amor en
el atractivo físico a tierna edad, mientras que, otra
situación es mantenerse juntos con el peso de los
años. El tiempo además implica un costo que, dentro
de la sociedad moderna es valorado esencialmente en
términos de los ingresos laborales. Si en una relación
una persona tiene una asignación superior a la otra,
su tiempo o sus responsabilidades pueden asumirse
o reinterpretarse como más trascendentes que las de
aquel que sirve de base y, someter a una compensación
de naturaleza emocional, doméstica o sexual que,
de no conducir a un equilibrio resulta en conflicto.
Paradójicamente, Zelder identificó las fragilidades
inherentes a la modelación, por ejemplo, que el amor
es difícil de medir, que las decisiones basadas en el
amor no necesariamente son sistemáticas, y que por
muy racionales que sean los individuos, el amor puede
nublar el juicio con extrema facilidad. Sin embargo, a
pesar de advertir las contrariedades de su trabajo, el
mismo Zelder no consigue evadirlas de modo alguno.

Si el lector lo desea puede incluso estudiar la economía


del amor a partir de teoría de juegos125. Puede revisar
escenarios, estrategias, decisiones, pérdidas y ganancias,
equilibrios móviles e interactivos, puede programar y
optimizar, pero creo importante advertir que no hay
universalidad en esto. Desde las neurociencias sociales se
puede determinar que, cuando uno se enamora, el cerebro
segrega compuestos químicos sintetizados bajo la forma
de dopamina, serotonina y oxitocina, pero la combinación
resultante es tan particular como lo son las vidas factibles
a través de la historia. La oxitocina estimula la dopamina
y la noradrenalina, el cerebro se irriga de feniletilamina
cuya longevidad puede restringirse a escasos cuatro años
dependiendo del ambiente. El papel de la cultura, la vida
125
“Paradoxically, it has turned out that game theory is more readily applied
to biology than to the field of economic behaviour for which it was originally
designed” (Maynard Smith, 1982: vii).

260
social, las estructuras socioafectivas y psicosociales126 que
inciden en el pensamiento, los valores morales, la ética,
las expectativas, los sueños, las experiencias pasadas, la
rutina, entre tantos otros factores, se dan cita en un coctel
particular de combinaciones varias que hacen que uno
se enamore mayor o menor tiempo, con mayor o menor
intensidad, en fin, el asunto es un poco más complejo que
el equilibrio de un mercado donde se ofrece y demanda
amor, basta con una leve modificación tan específica
como ella misma pueda ser posible, para que un
individuo enamorado se aproxime a la locura, y sabemos
de sobra que los economistas pretenden que el consumo
desaforado sea racional. ¡Va de nuevo!, ¡hay que revisar esas
bases! Erich Fromm lo plantea de forma contundente:

“Nuestra sociedad occidental contemporánea, a pesar de


su progreso material, intelectual y político, ayuda cada vez
menos a la salud mental y tiende a socavar la seguridad
anterior, la felicidad, la razón y la capacidad para el amor
del individuo; tiende a convertirlo en un autómata que paga
su frustración como ser humano con trastornos mentales
126
Hanna Fry en su libro intitulado “Las matemáticas del amor: patrones,
pruebas y la búsqueda de la ecuación definitiva”, sugiere la existencia de un “efecto
señuelo” que más que concepto económico, pertenece al campo del marketing,
dentro del cual, también es conocido como “dominio asimétrico” y que, en
últimas, los economistas estudiamos en microeconomía, y en especial, dentro
de la teoría de la elección asociada a la transitividad. La idea es que si de tres
sujetos, el feo, el guapo y el promedio, en escenarios acotados, esto es reducidos
a dos opciones, hay que elegir, los resultados implican que las chicas preferirán
al guapo en lugar del feo, al guapo en lugar del promedio y al promedio en
lugar del feo. (Desde luego, suponiendo que los determinantes de la elección
se circunscriban únicamente a lo físico y estén claramente delimitados, lo que
de entrada excluye juicios valorativos divergentes). El punto con esto, es que,
en términos de la conducta, a la hora de ligar, las personas pueden seleccionar
amigos con quienes, comparativamente resulten constituir la mejor opción
para “el mercado”. En consecuencia, los seres humanos pretenderíamos
“ofrecer una imagen más atractiva de nosotros” (Fry, 2015: 19). Con lo cual,
los cánones de belleza que impone la industria, la publicidad y/o el contexto
“sugieren” cómo debemos vernos, delgados, atléticos, estilizados, y mucho
más, de lo contrario, el mismo “mercado” fijaría barreras de entrada, a menos
que se acuda a los servicios de cirugía estética y demás productos asociados.

261
crecientes y una desesperación que se oculta bajo un frenético
afán de trabajo y supuestos placeres”127
(Fromm citado por Huxley, 1958: 166).

Una cifra nos confiere una relativa sensación de


seguridad, la idea de que podemos responder con
precisión a una imperiosa demanda social, mediante
el uso de un cada vez menos excepcional, pero más
frecuente artificio cuantitativo, el cual funge como
respuesta a un fenómeno, a todas luces superior en
complejidad y necesidad. El dato, sin embargo, nos
conforta, tal y como lo haría un náufrago que abriga
la esperanza, en medio de su infortunio, de hallar
en lo profundo de la desolación, una mínima señal
disruptiva, con qué aplacar la inminente fatalidad de
un acto irreparable. La genialidad es cada vez menos
frecuente, lo reiterativo se da por cierto. El vertiginoso
e intenso avance tecnológico parecería suplantar la
necesidad por la sofisticación. Y la retórica se hace
eco, incluso de sí misma implicando la existencia
del sobrediagnóstico, gravita sobre los resultados,
se acomoda a ellos, es tan flexible como requieran
los intereses de quien corresponda. Una revisión a la
literatura producida por los economistas en el tema de
la pobreza o la informalidad laboral, puede ilustrarnos
con suficiencia ineluctable. Teorías, proposiciones,
doctrinas, discursos, indicadores, modelos, congresos
internacionales, foros, metodologías, entre tantos otros
abanicos… Una suerte de realidad alterna y por demás
narcisista, al punto de congregarse protocolariamente
para celebrar premios y adjudicar reconocimientos,
en franco contraste con su incapacidad para extirpar
un cáncer social de forma definitiva. Para ser justos,
la obsesión cuantitativa como trastorno, frente a
lo anterior, no constituye de modo alguno, un mal
significativo. De hecho, en ocasiones el que contemos
127
La cita original parece provenir del texto “Tener y Ser”, pero es posible que
la traducción haya variado de edición en edición.

262
con algunas estadísticas vitales promueve ciertas
acciones concretas de cambio. El problema deviene
cuando el afán por lo cuantitativo usurpa el lugar
de los eventos que, originalmente le sirvieron como
justificación.

La teoría económica tradicional se mantiene


indiferente. ¡Es más!, ¡insiste en lo mismo! Tal como lo
hiciera la criatura más primitiva, aferrándose con
fuerza a su propia supervivencia. El método más
efectivo para hacerlo posible estriba en replicar hordas
de seguidores enceguecidos por la abstracción y la
“aparente superioridad” que le confiere un conjunto de
tesis, cuyas bases endebles están por colapsar. Una
especie de reclutamiento consistente en repetirse para
sí mismo que se tiene la razón128-129. Un adoctrinamiento
que funge como respuesta, mientras el mundo paga las
consecuencias irreversibles, no solo en la vida humana,
sino en la sostenibilidad del propio ecosistema. El
capricho de alguien que solo quiere ver un lado
conveniente del espectro, mientras el público puede
observar, con la claridad meridiana que, concede el
simple sentido común, cómo el índice del verdugo
acaricia el interruptor que nos conmina al fin, con la
plena seguridad de que, cuanto se produzca como
resultado, será el mejor de los caminos factibles, porque
ha sido ungido por una revelación divina, heredada por
un ente incorruptible, alienado de toda equivocación,
alguien sin mácula que pocos pueden comprender, una
128
Sé que he insistido en esta idea muy reiterativamente, pero pienso que es
necesario. Recomiendo una lectura juiciosa al cuento intitulado “El erizo y el zorro”
del filósofo británico Isaiah Berlin (2016). Con base en el análisis efectuado por
Daniel Kahneman, me parece que, a muchos profesionales, pero en especial a los
economistas, se nos da fácil asumir el papel de los erizos. (Kahneman, 2011: 263).
129
Al igual que Kahneman (2011), Richard Thaler, padre de la economía
conductual, señala que los economistas “tradicionales”, tienden a pensar que
los agentes económicos son tan “listos” como ellos piensan que son. Véase el
artículo de Thaler intitulado: “Economía del comportamiento: pasado, presente y
futuro” publicado originalmente en 2016.

263
mente profunda tan omnipotente como omnisciente
para la cual, es del todo evidente una economía donde
solo existen ángeles y demonios a saber.

Baños Boncompain señala que la economía pretende


hacerse pasar por una ciencia, pero en realidad se basa
en el autoconvencimiento de las leyes de la narrativa
(Baños, 2009: 34). Lo científico bajo estas condiciones
es superfluo y más bien acomodaticio. Los economistas
se inscriben dentro de una escuela cuya afinidad
retórica les resulta plausible y, de alguna manera
promete favores que la hacen única e irreversible. El
mayor éxito de un sistema de instrucción, estriba en
que el operario lleve a cabo el funcionamiento de
un equipo de la manera más eficiente posible. De
la misma forma, el mayor éxito de una escuela de
pensamiento económico radica en que el economista
inscrito en ella, lleve a cabo todas las consignas que
allí se predican, lo más eficientemente posible. Esta
suerte de fidelidad matrimonial entre la doctrina y
aquel que se convierte a ella, se soporta en la creencia,
en la convicción de hacerse con la verdad. El problema
de la “ciencia de los supuestos” habita en que, más que
axiomas ha develado la presencia de “regularidades
empíricas”, cuya característica predominante radica
en la insostenibilidad, tanto temporal como espacial
de una asociación de variables, adscrita a una validez
relativa y efímera, cuya evidencia es advertida como un
acontecimiento transitorio y desdeñable por quienes
se aferran más al mundo de la ficción que, al de los
hechos. Por fortuna, la diversidad de autores que se
dan cita en la literatura económica, nos sugiere la
posibilidad de sacar, de vez en cuando, nuestra cabeza
de la arena para contemplar lo extenso del firmamento.
Y es que el más brillante de los economistas, no
puede por mucho que lo haya intentado, abandonar
su condición de humano para convertirse en un ente
divino, capaz de descifrar la complejidad intrínseca

264
que entrañan los asuntos económicos. En este caso, un
asomo de infidelidad recurrente a la lectura de varias
perspectivas, puede nutrir un poco más al intelecto de
aquello que le podríamos adjudicar, para utilizar la
metáfora de Einstein, a un único lanzamiento de dados.
La pregunta aquí reside en si la economía es exclusiva
de los economistas. Convengamos en que la respuesta
es más que obvia.

¿La economía nos miente? En 2015, Akerlof y Shiller


coincidieron nuevamente en un texto intitulado
“Phishing for phools: the economics of manipulation and
deception”, y aprovecharon la ocasión para dejar la
siguiente sentencia:

“Cuando existen mercados completamente libres, no solo existe


libertad para elegir, existe también la libertad para engañar”.

La elocuencia del análisis económico ambiciona


claridad, completitud, precisión. El visionario nos
ilustra decididamente y la palabra es un artilugio
convincente, la estadística es absoluta, el examen,
definitivo. El espectador actúa como un receptor,
algunas veces indiferente, inconsciente de los hilos que
tiran desde arriba su propio destino, otras, una criatura
hambrienta de información, nerviosa, sensible a la
más pequeña oscilación. El mercado es un dispositivo
celeste, un artefacto bienhechor de naturaleza
incorruptible y, sus fuerzas son equiparables a una
voluntad divina, justa y equitativa que se engalana
de renovadas leyes que promueven la salvación.
Los precios son el resultado de la perfección, de lo
inequívoco, de lo exacto y la economía, la economía es
la nueva religión.

Una de las principales paradojas de la investigación


económica, radica en que aquello que “oportunamente”
nos era expuesto de forma introductoria con el

265
carácter de “ley”130, y cuya demostración algebraica
pasaba por autosuficiente e incuestionable, debía
irremediablemente confrontarse por los hechos reales,
aun cuando la cotidiana evidencia empírica, auxiliada
por el uso de la técnica, los filtros, los tratamientos o
las manipulaciones metodológicas pertinentes (O no),
pusieran al descubierto que en la ciencia, lo absoluto
no es la constante. De hecho, la física, donde las leyes
de los cuerpos, se pensaría son más universales, ha
experimentado una mayor disposición a cuestionar
sus propios fundamentos y admitir sin mayor reparo,
cambios sustanciales que han dado origen a la teoría
de las supercuerdas y, con ella, a la teoría cuántica de la
relatividad. El legendario James Douglas Morrison131
escribió: “el auto-engaño puede ser necesario para la
supervivencia del poeta” (Morrison, 2000: 109). Al parecer,
los economistas nos aferramos con tal convicción a
ciertas ideas, como los poetas a ciertos sentimientos.
El autoconvencimiento de comprender una situación
al punto de reducir su explicación a “creencias o
supuestos” cuya existencia se pone continuamente en
entredicho, se asocia a la presencia “temprana” de un
síntoma de esquizofrenia denominado “alucinación”,
Kandel se refiere a él como un cuadro patológico
donde los individuos acuden a aseveraciones, sin un
respaldo, lo suficientemente desarrollado en la realidad
misma, más conocido como “delirio”. Este riesgo
psicosocial visionado en la forma de una esquizofrenia
individual y colectiva controla el discernimiento sobre
la realidad, deteriora la independencia y la identidad
de los individuos (Kandel, 2019: 96-97). El tomador de
decisiones propuesto por la teoría económica no solo

130
Tómese como referencia algunos ejemplos: la clásica ley de oferta y
demanda, la ley de hierro de los sueldos o las finanzas, la ley de Okun, la ley del
precio único, la ley de las proyecciones iteradas, la ley de Bayes, la ley de Walras,
la ley de los pequeños números, la ley de Engel, la ley de Hicks, ley de Say, la ley de
Petty, la ley de Wagner, la ley psicológica fundamental de Keynes, entre tantas otras.
131
A mi juicio, el último poète maudit.

266
es afectado por un condicionamiento clásico, sino que
además se convierte en un agente psicótico, disfuncional
y esquizofrénico, una suerte de Quijote de la Mancha
que enfrenta molinos de viento y viaja en busca de una
Dulcinea que jamás podrá encontrar132. Un consumidor
ansioso que, por más que lo intenta, no se hará con el
punto de máxima felicidad.

“Si alguien hace caso de lo que la economía propone, podrá


ascender dentro de lo que ésta ofrece.
Pero si busca la felicidad o la alegría siguiendo las reglas de la
economía, lo más probable es que acabe en la consulta de un
psiquiatra”
(Baños, 2009: 31).

En diciembre de 1978, David Premack y Guy Woodruff,


publicaron un artículo intitulado “Does the chimpanzee
have a theory of mind?”133, el propósito de la investigación
descansaba en examinar en qué medida un chimpancé
poseía una afinidad mental comparable al discernimiento
humano, lo anterior a través de una serie de actividades
elementales. La conclusión sugirió que Sarah (la
chimpancé), sí fue capaz de asimilar actividades simples
asociadas a los sentimientos y decisiones humanas. No
obstante, los autores encontraron, que esa capacidad
presentaba dificultades cuando se trata de mecanismos
que entrañan procesos complejos, como la manipulación
adecuada de instrumentos para un determinado fin,
esto es, percibir cómo operan algunas herramientas y
procedimientos para adquirir alimento. Mediante un
132
Recomiendo el estudio denominado “Aproximación psicopatológica a El
Quijote (según la nosología psiquiátrica actual)” efectuado por Rosana Corral
Márquez y Rafael Tabarés Seisdedos.
133
Paul Glimcher (2003), en su texto “Decisiones, incertidumbre y el cerebro:
la ciencia de la neuroeconomía”, capítulo X sobre “Probabilidad, valoración y
circuitos neuronales: un caso”, propone un interesante estudio neuroeconómico
experimentando con un conjunto de monos e incluso, sugiriendo en capítulos
posteriores herramientas de teoría de juegos para comprender decisiones de
naturaleza conductual.

267
continuum de investigaciones de este tipo evidenciadas
en el campo de la etología animal, se desarrolla lo que se
conoce como “La teoría de la mente”. La presunción esencial
reside en atribuir a un individuo, el poder de desarrollar
dinámicas cognitivas, tales que le permitan comprender
su propio estado mental e inferir el de su prójimo para
producir escenarios de simulación y predicción iterativa.
Es entonces, cuando se concibe la existencia de las
primeras estrategias basadas en el engaño o la mentira.

No es casualidad que la palabra mentira etimológicamente


provenga del latín “mentīri”, que a su vez contiene la
raíz indoeuropea “men” asociada a la mente. La mentira
se instituye como una deformación de la realidad o
una malinterpretación, que se intenta hacer pasar por
verdadera. El engaño, desde la etología económica en
animales, se constituye incluso como un mecanismo
de defensa y, por lo tanto, supervivencia en presencia
de depredadores o, una estratagema de los propios
depredadores para cazar a sus víctimas y proveerse a sí
mismos de alimento desarrollando tácticas de camuflaje.

Lo anterior viene al caso, porque al recordar una de


mis primeras preocupaciones frente al estudio de la
economía tradicional, la introducción a la misma suponía,
por parte de quien teorizaba, que el comportamiento
humano era susceptible de ser homogéneo. Si Fulano y
Mengano actúan como consumidores, ambos desarrollan
más o menos pretensiones idénticas y aparentemente
verosímiles y, en consecuencia, confluyen en estrategias
convenientes y accidentalmente comunes. Por tanto,
la mecánica, así limitada, sugiere llevarlos al mismo
resultado. Desde luego, tanto a Fulano como a Mengano
les interesa poder respirar o ser felices, pero eso no
quiere decir que las cosas trascendentes para uno,
lo sean en la misma escala134 para otro. De allí que

134
En el caso de que sea posible medirla.

268
la imposibilidad de Arrow constituya un problema
filosófico, ético, moral e incluso práctico135. La cuestión
con esto, es que imaginamos que las personas utilizan
un mecanismo de pensamiento que es igual al nuestro,
lo anterior, promueve el uso de estrategias desarrolladas
en la propia teoría de juegos, donde un jugador intenta
colocarse en los zapatos de otro para anticipar sus
movimientos y, por tanto, sacar ventaja de ello. Pero,
incluso la pequeña Mafalda, con tan solo ocho años,
advertía que eso no necesariamente es así:

“Si piensan que estoy pensando


lo que piensan que estoy pensando,
están muy equivocados”
Mafalda – Quino (Salvador, 1993: 336).

Es aún temprano en la ciudad de la furia. Entre sueños


puedes escuchar algunas sirenas de la policía. Justo a
mitad de la noche ha sido ejecutado un delito. Por fortuna,
los titulares de prensa de la mañana informan que los
agentes han dado captura a dos sospechosos. Conforme
avanza la investigación existen algunas conjeturas y
evidencias de naturaleza circunstancial, por lo que se
hace necesaria una confesión. Los sospechosos han sido
interrogados en celdas separadas y, es el momento de
ofrecerles un trato. Los implicados son encarcelados
en dos celdas independientes. Sus opciones son
confesar o no confesar. De confesar simultáneamente,
ambos pagarían diez años de cárcel. De no confesar,
no se surtirían las pruebas suficientes y, por lo tanto,
asumirían una pena de un año. La última posibilidad
es que un sospechoso confiese y el otro no lo haga. En
ese caso, quien confiesa queda absuelto por cooperar
con la justicia, en contraste, quien no confesó recibe la
peor de las sentencias correspondiente a veinte años de
135
Por ejemplo, en el caso de la construcción e implementación de una
política pública global. Las preferencias comunes se favorecen a costa de las no
convencionales.

269
prisión136. De acuerdo con Nash (1950), la solución parte
de comprender que, el incentivo de quedar libre por
confesar se convierte en la mayor de las probabilidades,
razón por la cual, los prisioneros terminan delatándose
y, pagando cada uno diez años bajo la sombra.

Es claro que para los prisioneros la mejor opción sería no


confesar, ambos irían a prisión, pero la condena sería la
menor posible. ¿Por qué no lo hacen? Creo que existen
dos razones al menos. La primera es una asimetría de
información. Antes de ser apresados, suponemos que
no anticiparon el peor de los escenarios probabilísticos,
por lo tanto, no se prepararon para él. Luego, al ser
aislados siendo colocados en celdas distantes, no poseen
toda la información a la que se enfrentan, y me refiero
en especial, a la posibilidad de ser sentenciados cada
uno por diez años al delatarse simultáneamente. Lo
segundo, que no es sino, una derivación de mi primera
observación, es que existe desconfianza. Con el dilema
de los prisioneros, el enfoque de Nash quiso poner en
evidencia una circunstancia social donde el egoísmo de
cada quien no conduce a la mejor condición colectiva, lo
que, a la postre controvierte la tesis de Adam Smith en
la Riqueza de las Naciones. Pero no se trata únicamente
de egoísmo. Es cierto que cada quien intenta salvar su
propio pellejo, pero esa es una situación relacionada
como causa y como efecto de la desconfianza. Piense,
por ejemplo, que los prisioneros son hermanos de toda
la vida. Por muy atractivo que resulte quedar libre, no
se puede hacer a costa de la situación de alguien que
uno quiere. Con lo anterior, solo deseo expresar la
posibilidad de que existan decisiones relativas. Basta
con introducir una pequeña variante al modelo, y la
decisión cambia radicalmente, no se puede pretender
universalidades, porque el comportamiento humano es
136
El dilema de los prisioneros fue trabajado originalmente por Albert W.
Trucker en 1950. El equilibrio de Nash fue introducido en ese mismo año como
un principio de solución en juegos de estrategias puras.

270
impredecible. Usted puede sugestionar a su hijo para
que siga sus pasos, pero en el fondo, usted sabe que eso
no funciona así.

¿Acaso cómo funciona la mente criminal?, ¿puedes


adivinar?, los economistas tienen una respuesta. Los
trabajos de Gary Becker tuvieron como inspiración una
particular anécdota, en la que el Nobel de economía
llegaba tarde a una de sus clases, al no encontrar un
parqueadero cercano, reflexionó sobre el costo de
oportunidad que se le presentaba si estacionaba su
vehículo en una zona prohibida. ¿Qué probabilidad existía
de que fuese castigado con una multa?, ¿qué tan costosa
sería la sanción en relación con el beneficio?, en todo caso,
se admite que, al tomar la decisión de estacionar su auto en
dicho lugar, el profesor Gary Becker no fue ni identificado,
ni multado, pero inevitablemente había llegado a una
hipótesis que engendraría el primer vestigio existente
sobre la denominada economía del crimen. Cuando un
individuo que decide cometer un acto delictivo, advierte
los incentivos positivos y negativos, la asignación de
recursos existentes, así como la aplicación de la ley y las
medidas preventivas, existe una elección racional que
justifica la existencia de una conducta, aun cuando esa
acción en concreto, sea un evento de naturaleza criminal.
De otra parte, el economista estadounidense Isaac Ehrlich
(1973), propuso la existencia de un “efecto disuasorio”
que consideraba la posibilidad de reducir el crimen y,
particularmente el número de homicidios como una
función de castigos normativos más rígidos que, incluso
contemplaban la pena de muerte. La idea clave es que, si
las leyes son lo suficientemente fuertes, los incentivos de
los criminales se reducen por el alto costo de oportunidad
a que se enfrentan.

Las críticas a este enfoque, suponen que no solamente se


trata de la severidad de una norma, sino de la probabilidad
de identificar y capturar a quienes infringen la ley. Dado

271
que, si esa probabilidad es muy baja, los individuos
dispuestos a cometer un acto delictivo se formarán
expectativas a favor del crimen, aun cuando la pena sea
elevada porque conocen de la baja efectividad para ser
identificados. El desarrollo de la ciencia, la tecnología,
la educación, la cultura, la política, en teoría, se erigen
sobre la preservación de la vida humana, sin embargo, en
la práctica, el hecho de que el homicidio exista sugiere
una profunda revisión de la forma cómo se conciben las
sociedades y un estudio permanente sobre las razones que
explican tal fenómeno. En la literatura económica existen
varias posiciones, por ejemplo, las situaciones de pobreza,
inequidad, desempleo, baja producción, corrupción, fallas
estatales y normativas, escasa institucionalidad, fungen
como determinantes de la tasa de homicidio. Willson y
Kelling (1982), sugieren la teoría del Broken Window, que
se constituye en una mirada espacial del problema del
homicidio, puesto que lo relaciona con la presencia de
un desarrollo urbano desorganizado y caótico, donde
convergen fenómenos como la prostitución, el consumo
de drogas, la conformación de pandillas y el vandalismo.

Desde una óptica jurídica, autores como Ricardo Levene


(1977), consideran que lo relevante a la hora de explicar
el homicidio es el móvil, y este se manifiesta mediante la
injuria, el lucro, la perversidad brutal, y razones piadosas.
Además de lo anterior, los enfoques sociológicos sugieren
como determinantes razones vinculadas a la violencia
intrafamiliar. Desde la psicología e incluso la psiquiatría,
los determinantes del homicidio están relacionados a la
existencia de trastornos mentales, asociados al consumo
de alcohol y alucinógenos, tal y como lo plantean Fielitz
y Cardoso (2006). La mente criminal es compleja, algunos
individuos parecen predeterminados naturalmente
para ciertas conductas que pueden infringir la ley, pero
muchos otros incursionan en prácticas delictivas como
una alternativa de subsistencia. Cuando un ladrón roba
una bolsa de leche no lo hace porque sí, existe una presión

272
incluso violenta motivada por el hambre. Desde luego, a la
par, un político corrupto, podrá con la más fina delicadeza
en el lenguaje y en las formas, buscar un método creativo
para alterar la contabilidad de una política pública y,
proveerse de recursos que maximicen aún más su nivel de
bienestar y confort.

¿Hasta qué punto el recolector de frutos silvestres fue libre


para elegir?, ¿a qué distancia y qué clase de obstáculos,
que la historia no ha dilucidado, se dieron cita entre su
necesidad y aquello que se encontraba disponible para
satisfacerla?, ¿de qué modo influyó el comportamiento de
los demás en el suyo propio?, ¿qué restricciones y libertades
se produjeron a partir de ese primer contacto con la
sociedad? Lo complejo de conceptos como la libertad, la
igualdad, la justicia, entre tantos otros, estriba en que aun
cuando son propósitos encomiables y deseables para la
humanidad, socialmente se nos presentan como utopías.
¿Quién es realmente libre?, ¿existe evidencia efectiva de
justicia social en la historia no escrita?, ¿entre quienes?,
¿bajo qué singulares estaciones? Convengamos en que, si
hubiese una respuesta satisfactoria a estos interrogantes,
las condiciones de espacio, de tiempo y de percepción,
implicarían no solo ponernos perfectamente de acuerdo
en el significado conceptual y los instrumentos que de
ese consenso se derivan, cosa que como humanos nos
ha costado mucho, sino que, en adición, deberíamos
estudiar si esas experiencias, en el caso que existan, son
susceptibles de réplica, esto es, de reproducción, como
cuando se espera que lo que le sucede a uno, le suceda a
los demás. ¡Insisto!, si la conducta humana fuese algo en
lo que no existiese variabilidad, la generalización pudiese
ser menos osada y agresiva de lo que es, sin embargo y
por fortuna, nuestro comportamiento particular nos
hace especialmente diferentes, y entraña como reto un
consenso para lo verdaderamente trascendente: la vida.
En la teoría económica, me parece haber encontrado
una serie de mecanismos que pretenden determinar la

273
conducta humana, y en efecto, la economía influye en esta
dinámica, pero cierto es que, el propio comportamiento
justifica la existencia de la misma economía.

Sé que muchos economistas se enfadarán conmigo,


por lo que he dicho hasta ahora, y muchos más por lo
que podría llegar a decir en el futuro, claro está, en el
caso de sobrevivir a la crítica implacable, pero la cosa
es que, el obstáculo de la heurística económica reside
en pretender predecir la conducta humana sobre la
base de que los individuos siguen una racionalidad
económica estándar, que en muchos casos ha sido
implantada por mecanismos sociales considerados
como inequívocos y, que se presentan como respuesta a
una presión colectiva inexpugnable, piense por ejemplo
en la demanda inducida o las interrelaciones entre los
micro-motivos y los macro-comportamientos. ¿Puede el
mercado equivocarse? Desde luego que sí, y se equivoca
continuamente, igual que lo hace el Estado, porque
quienes indefectiblemente los conforman son nada más
que personas comunes y corrientes.

El estudio del cerebro o la neurobiología asociada al


mismo, ha sido complementado desde diversas ópticas
dentro de las cuales, la anatomía, la filosofía, la
psicología, la psiquiatría, la biología molecular, entre
muchas otras áreas del conocimiento, han develado la
existencia de un complejo, y más que vasto universo
o multiverso que se congrega alrededor de regiones
como el arquicórtex, el paleocórtex y el neocórtex. Además,
el cerebro y la mente se asocian a diversidad de
frecuencias, ciclos, patrones, impulsos y respuestas,
capacidad de aprendizaje, memoria, consciencia,
pensamiento, entre innumerables factores que aun
desconocemos, pero que influyen significativamente
en la conducta humana. Aquí la cuestión no se resuelve
física, mecánica o artificialmente. Si usted tiene
dificultades patológicas con los riñones, cuya tarea

274
reside en purificar la sangre y expulsar las toxinas
contenidas en ella, mediante las secreciones de orina,
la nefrología actual le ofrece incómodas opciones como
someterse a un proceso de hemodiálisis, mediante el uso
de una máquina que suple el proceso ante la deficiencia
orgánica evidente o, un costoso trasplante, siempre que
haya “disponibilidad” y compatibilidad entre el donador
y el receptor. Si usted tiene hipermetropía, que es un
defecto en el cristalino que produce problemas de
definición visual en objetos próximos, puede utilizar
lentes convergentes o una cirugía refractiva. Pero el
cerebro es diferente. Podemos describir algunas de sus
características físicas como el peso o el tamaño de sus
regiones, incluso podemos modelarlo en 3D y reconocer
las zonas de mayor o menor actividad en variedad de
ambientes situacionales y, evidenciar la respuesta ante
un estímulo mediante mapas de calor, pero la forma en
que trabaja, su interacción con la mente, la producción
de pensamientos, emociones y percepciones, es una caja
negra de infinitas posibilidades137, y los economistas
debemos entender que, el que hayamos especulado
sobre el comportamiento humano, no implica que
hayamos acertado, más aun, cuando desconocemos los
desarrollos recientes en la materia y sus efectos sobre
aquello que estudiamos.

En la vida práctica, sabemos que aprendemos,


cometemos errores, ajustamos nuestra conducta a
medida que tenemos mayor información y avanzamos.
¿Por qué entonces un economista debería estudiar, por
ejemplo, biología neuronal o microbiología? Si el lector
está familiarizado con el concepto de pensamiento
lateral, no tendrá problema en relacionar un asunto
de sostenibilidad planetaria como la salud pública, así
como sus efectos económicos y sociales. La pregunta
sería entonces, ¿por qué no hacerlo? En el caso de las

137
A decir verdad, una caja de Pandora.

275
neurociencias sociales y el examen a la complejidad
que impone el comportamiento humano, a la par que
sus decisiones, su conocimiento no supone un capricho
o una tendencia pasajera, en su lugar, se trata de un
asunto de responsabilidad social, algo que por cierto,
compete también a la naturaleza económica.

La conducta general, delimita en paralelo, de forma


relativa el comportamiento particular, y la cosa,
funciona también en viceversa. De hecho, la mayor
parte de las veces, me parece que lo primero se utiliza
como justificación recurrente para evadir nuestras
propias responsabilidades. Desde 1978, Thomas
Schelling, premio Nobel en economía 2005, planteó en
su tesis sobre micro-motivos y macro-comportamiento
(o macro-conducta) las interrelaciones en la conducta.
Ya no tiras basura a la calle, porque nadie más lo hace,
pero si todos lo hicieran, tu terminarías haciéndolo
también. Si soy el único con una consciencia para
reciclar, me desanimo, porque nadie más lo hace, y
puedo pasar por estúpido, aun cuando la estupidez
descansa, en este caso, en el comportamiento colectivo.
El mismo Schelling advierte una separación entre el
equilibrio económico y social cuando señala que:

“Una fuente innecesaria de desconfianza en el análisis


económico es el supuesto de que, cuando un economista
estudia el equilibrio, está expresando aprobación. Considero
que dicho supuesto por lo general -no siempre, pero sí
habitualmente resulta un error”
(Schelling, 1978: 27).

En esencia, todo esto que anotamos, se refiere a la


prolongación histórica de las decisiones, que incluso
contribuyeron al desarrollo de los organismos
unicelulares y de aquello inenarrable que asumieron
para sobrevivir, de su evolución física y cognitiva, de
los determinantes que actuaron algunas veces a su favor

276
y, de aquello que, poco después, interactuó en su contra.
La estrafalaria y por demás, irrelevante dicotomía
entre libertad o intervención a que la economía ha
dedicado tanta atención, descansa en que, cuando de las
condiciones necesarias para explicar la existencia de la
vida, y las formas en que la misma se expresó, así como
los procesos iterativos que ella trasegó, implicaron una
emancipación en el ambiente, al tiempo que, la mediación
interactiva de un sinnúmero de situaciones facultativas,
sirvieron a la postre, como mecanismo interventor138-139.

En consecuencia, la conducta individual, esa memoria


de subsistencia natural heredada y transferida de
generación en generación, se hizo alquimia con la
información del conjunto, del sistema social en que
buscó asilo, interactuando de forma complementaria
en la expresión concreta de sus decisiones múltiples
y contradictorias. Por eso, nos interesa mucho más
que sobrevivir. Somos una combinación de cuantiosos
elementos, no solo físicos, sino cognitivos y espirituales

138
Consideremos el problema de la libertad a nivel biológico. Para
Llinás, el mecanismo natural por medio del cual se toman las decisiones se
basa en el sistema nervioso, que a su vez contempla dos tipos de estrategias
para sobrevivir, una primera basada en la libertad total y una segunda
donde se introducen mecanismos coordinados de selección que reduzcan
sus posibilidades a aquellas más factibles. “El problema de una operación
completamente libre, con posibilidades infinitas, es que resultaría muy costoso
para el sistema. Por ser hipercompleto, necesita un mecanismo eficiente que
reduzca sus grados de libertad, ya que sus elecciones son verdaderamente
críticas” (Llinás, 2017: 192).
139
La compleja naturaleza de las elecciones que, los economistas
tradicionalmente han pretendido comprender, implica a la par que un
proceso social, un sistema biológico. Llinás le concede relevancia al ojo
como mecanismo que permite capturar la realidad y en torno a ella, percibir
y conceptualizar al interior del cerebro lo demás. A nivel fisiológico, los
procesos de decisión implican la existencia de un “dispendioso equilibrio
entre la imperiosa necesidad de un proceso que reduzca de manera sustancial
(y útil) los grados de libertad, las posibles elecciones que el sistema toma o
implementa y la necesidad fundamental de libertad para realizar dichas
elecciones” (Llinás, 2017: 197).

277
y, sobre la mezcla, como una suerte de secreto para
nosotros mismos, se proyecta infatigable un extenso
horizonte que desconocemos. Las neurociencias sociales
pretenden estudiar la complejidad que caracteriza el
comportamiento humano, siendo conscientes de que
constituye un acto colaborativo, como si de un cerebro
colectivo, del que formamos las veces de neuronas se
tratara, utilizando la interrelación multidisciplinaria
suscitada alrededor de los sistemas biológicos y las
interacciones de los individuos y sus entornos sociales.
En efecto, se comprende que, como punto de partida,
la economía haya establecido algunas presunciones,
difícilmente se habría llegado al mundo que tenemos
sin ellas, pero lo que no se puede aceptar, es seguir
considerando que sean inamovibles. El tipo de sociedad
que nos sobrevive, no será mejor si las respuestas se
pretenden en la misma urna de cristal de siempre.

Cuando niño, en el patio de mi casa, podías encontrarte


cada nada, cómo la lluvia lo humedecía todo a su
alrededor. Para esa época, me parecía algo curioso,
puesto que podía detenerme, en la frecuencia y la
intensidad, con que cada gota de agua se producía,
y la forma cómo se acumulaban conjuntamente
depósitos gruesos, que se dejaban caer pesadamente
sobre el suelo. Recuerdo que Mamá decía: “¡qué
bueno que se asiente el polvo!”, mientras mi Papá nos
comentaba que era un escenario favorable para que
los campesinos de la región pudieran asegurar la
producción de alimentos tan necesaria para todos. En
la actualidad, la pequeña ciudad se ha transformado,
dando paso a la proliferación de apartamentos o
también denominadas “cajetillas de fósforos” donde ya
no hay patios. De cualquier forma, las lluvias también
comienzan a convertirse en un fenómeno raro por
su escasez, intermitencia y limitada durabilidad. Si
no llueve, la producción de alimentos se hace más
difícil. Los sistemas de riego por goteo o por aspersión

278
resultan más costosos y eso encarece el precio de los
alimentos, con lo que empiezan a volverse menos
accesibles más bienes para el hogar.

Y es que todo está indefectiblemente interconectado.


Por ejemplo, cuando la demanda y el consumo de
carne bovina ascienden, también lo hacen los procesos
de deforestación, con lo que, no solo se reduce la
generación de dióxido de carbono, sino la frecuencia
e intensidad del monto pluviométrico y con ello,
sobreviene la aminorada capacidad de los suelos para
producir alimentos, como consecuencia, se intensifica
el ritmo con que aumenta la temperatura y así mismo,
lo hace el deshielo de los glaciares, por consiguiente,
aumentan las mareas y las inundaciones al tiempo
que se replican las tragedias humanas y la extinción
de las especies. Súmele al proceso, que no tenemos
una cultura del reciclaje, ni del consumo, ni de la
producción consciente, ni inteligente, ni coherente
de sostenibilidad ambiental. Cada día consumimos
más plástico sin la más mínima idea del daño que
ocasiona sobre el ecosistema, y las empresas insisten
en los mismos procesos contaminantes, bajo la lógica
de reducir sus costos financieros de corto plazo, una
suerte de severa miopía, que nos lleva a sacrificar la
sostenibilidad de la vida y, no solo la nuestra, en el
largo plazo. ¡En fin! Dentro de las curiosidades que nos
caracterizan como especie, reside que, mientras nos
autodenominamos como la sociedad del conocimiento
y la información, y nos creemos los más listos a lo
largo de la historia, también estamos acabando con
las posibilidades de sobrevivir en el futuro cercano,
dada nuestra creativa capacidad para competir al
tiempo que destruir el ecosistema circundante. El
poeta francés Pierre Jules Théophile Gautier señaló
que “nacer es comenzar a morir”, solo que, a esta
sociedad postmodernista, de la que hacemos parte,
parece no interesarle vivir por mucho tiempo.

279
También es curioso que nuestra imposibilidad manifiesta
de hacer algo, se circunscribe a las delimitaciones de la
retórica y la semántica. Es cierto que, la palabra precisa
de nuestra sensibilidad más íntima, nuestros mejores
deseos, pero el punto es que, el lenguaje se constituye
en una forma de expresar las cosas, a la par que delimita
nuestras acciones a la naturaleza de un discurso. Las tareas
concretas se reemplazan por tratados o conversatorios
sobre los problemas, y sin duda, resultan entretenidos a
la vez que preocupantes, pero cuando se trata de pasar a
la práctica todo queda en un texto de buenas intenciones,
por lo general repleto de obviedades. Los cambios
en la conducta parecen mínimos. Redactamos mejor,
inventamos nuevos conceptos, acuñamos sofisticaciones
en el lenguaje, adoptamos estrambóticas palabras
extraídas por la moda, lucimos más seguros y confiados
de nuestras ideas y pensamientos, pero poco se ve que
hagamos sobre lo relevante, para la muestra un botón
de gravedad planetaria: al combatir el calentamiento
global… ¿Qué ha pasado con el Protocolo de Kioto?

La tecnología es otra gran contradicción. En economía,


me parece que existe una visión romántica sobre las
consabidas bondades atribuidas con respecto a ella,
sobre todo cuando está acompañada por el sustantivo
“progreso”. Etimológicamente, progreso se deriva del
latín progressus que se refiere a la acción de seguir
adelante. El progreso tecnológico fue abordado por
Robert Solow, Premio Nobel de economía de 1987,
su visión del mundo descansaba en que el avance
tecnológico constituía un elemento relevante para
garantizar el crecimiento económico de largo plazo140…
Y, por lo tanto, del “bienestar”.

La tecnología para mí tiene varias facetas. En el cine


de ciencia ficción, por ejemplo, films como Metrópolis

140
Véase también las tesis de Paul Romer (1989) premio Nobel de economía 2018.

280
(1927) de Fritz Lang, Terminator 1 (1984), Terminator
2: Judgment Day (1991) de James Cameron, Matrix
(1999) de Lana y Lilly Wachowski, por citar algunas
cintas, presentan el futuro como un cuadro distópico
donde, más allá de una crítica metafórica conceptual,
la tecnología es avizorada como un instrumento de
control que somete, de alguna manera a la misma
humanidad bajo las órdenes de un régimen productivo
capaz de procurarse relevancia por encima de la vida
orgánica. Desde la literatura universal novelas como
1984 de George Orwell (1949), Un mundo feliz (1932),
Retorno a un mundo feliz (1958) 141 de Aldous Huxley,
La naranja mecánica (1962) 142 de Anthony Burgess,
entre otras, sugieren que el uso de la tecnología puede
ser poco más que peligroso e incluso alienante 143. En
el capítulo XIII del tomo I de El Capital, Marx (1867)
establecía que, la tecnología además de representar
una preocupación para los trabajadores, en particular
de aquellos a quienes se restringe la posibilidad de
capacitarse en ella, comenzaba también a reproducirse
en la educación, así como en sus explícitos propósitos
enrutados a la producción de bienes y servicios
(Marx, 1867: 302-424). En contraste, Paul Romer,
premio Nobel de economía 2018, consideraba que,
en un orbe neoclásico, donde la tasa de cambio
tecnológico es especialmente sensible a las variaciones
experimentadas en la tasa de interés, la intromisión
de un subsidio secular a la acumulación de capital
físico, era poco menos que un sustituto imperfecto
de los apoyos que incentivaban la rentabilidad

141
“Retorno a un mundo feliz” comprende un conjunto de ensayos que
Huxley escribiría a partir de su novela “Un mundo feliz”.
142
“A Clockwork Orange” fue adaptada al cine en 1971 por Stanley Kubrick.
143
Huxley establece el debate en los siguientes términos: “la tecnología
moderna ha llevado a la concentración del poder económico y político, y al
desarrollo de una sociedad gobernada (implacablemente en los Estados totalitarios
y cortés e invisiblemente en las democracias) por la Gran empresa y el Gran
Gobierno” Huxley (1958: 166).

281
estimada de la investigación científica aplicada a la
producción, y por tanto, generadora de bienestar. De
esa manera, mayores dotaciones de capital humano
promovían inexorablemente un renovado dinamismo
al crecimiento económico y, el libre comercio se
reconfiguraba como el arquetipo intensificador de
ese proceso en un cada vez, menor periodo de tiempo
(Romer, 1989). Desde la lente de Naciones Unidas
el desarrollo tecnológico se constituye en un factor
relevante para el crecimiento económico, sin embargo,
advierte, que el problema no estriba únicamente en
el papel benefactor atribuido a la tecnología, sino
también a las restricciones con que se difunde y
promueve su acceso en el orbe actual, fenómeno que
supone como consecuencia concentración e inequidad
del conocimiento (Naciones Unidas, 2019). Pero eso
no es todo, porque a menos que el sistema educativo
se reconfigure, es inexorable que:

“Las nuevas tecnologías, en particular la inteligencia


artificial, engendrarán inevitablemente un cambio
fundamental en el mercado de trabajo, que implicará, en
particular, la desaparición de puestos de trabajo en algunos
sectores y la creación de oportunidades en otros, pero en
ambos casos a una escala masiva”
(Naciones Unidas, 2019: v).

Domingo Faustino Sarmiento sentenció que todos


los problemas sociales eran finalmente problemas
concernientes a la educación, yo añadiría que además,
son problemas vinculados a la investigación. En “De
animales a Dioses”, Yuval Noah Harari sugiere que
los progresos científicos de la humanidad han sido
condicionados a una necesidad combinada entre el
poder político, económico y científico. No resulta, del
todo descabellada la idea de que nuestro conocimiento
actual haya sido producido entonces, bajo el
lineamiento interpuesto por alguna versión combinada

282
de esas conveniencias144. En la presentación de su texto
“La economía desenmascarada: del poder y la codicia a la
compasión y el bien común”, Manfred Max-Neef señaló
contundentemente que:

“Ocurre una cosa sistemáticamente en los últimos 300 años,


¡sistemáticamente!, ¡siempre!,
en todos los periodos la visión económica que termina siendo la
dominante,
es la que favorece al poder y al dinero”
(Max-Neef, 2011).

Sin ser tan fatalista, creo que la tecnología es un tema de


mucho cuidado. No solo lo digo porque, el desarrollo de
la maquina semiautomática implique desempleo, o que
el nivel de formación de las personas debe acelerarse
para poder producirla y perfeccionarla a un ritmo,
cada vez más vertiginoso145. En el fondo, siempre me
he sentido como un chico de pueblo. Así que cuando
voy a una ciudad grande o viajo a otro país, me resulta
llamativa la forma en que se comportan otras personas.
Desde hace algunos años y con mayor intensidad en
la actualidad, la gente ocupa una gran cantidad de
su tiempo revisando su móvil. El sistema operativo
de Android produjo una insospechada cantidad de
aplicaciones para todo tipo de cosas. Puedes afinar las
cuerdas de tu guitarra acústica, de la misma manera,
que hacer un test de coeficiente intelectual, escuchar
música, jugar o nada más que pasar foto tras foto en
redes. Y todo esto, que constituye el producto de vidas
de investigación científica, hoy nos mantiene bajo un
estado de estupor y estupidez sin antecedentes. Albert
Einstein señaló con cierta razón, que uno de sus mayores
144
Recomiendo una lectura al capítulo 14 denominado “El descubrimiento
de la Ignorancia” del texto “De animales a Dioses” de Yuval Noah Harari.
145
Recomiendo muy especialmente una lectura juiciosa al capítulo 15
intitulado “La iglesia de la tecnología” del texto “El planeta inhóspito: La vida
después del calentamiento, de David Wallace-Wells (2019).

283
temores residía en que el intenso uso de la tecnología
nos convirtiera en una generación de idiotas. Sentados,
acostados, mientras comemos, caminamos, charlamos,
esperamos, viajamos, volamos, lo que quieras, cuanto
puedas imaginar… Tenemos el celular en nuestras
manos. No digo que no hagamos cosas importantes, pero
piensa en el tiempo que dedicamos a hacer nada. No
solo aumentas las probabilidades de un astigmatismo,
una miopía o, incluso un desprendimiento de retina,
sino que, en muchas ocasiones, no hacemos nada con
nuestro tiempo. Una generación de zombies que solo
tienen su mirada fija en la pantalla táctil de su móvil, y
mientras tanto, se nos va la vida y el mundo real.

Es claro que a lo largo de este periplo personal por


estudiar y “ser alguien en la vida”, tal y como lo creían
mis padres, uno se da cuenta que la educación, la
investigación y el trabajo con la comunidad, son
experiencias que sin duda, aportan mucho, pero
el reconocimiento no es a lo que vinimos a este
mundo. Existen profundas desigualdades sociales, un
congresista puede no haberse quemado las pestañas en
la universidad y, sin embargo, percibe una remuneración
salarial 40 veces mayor que la de un “afortunado ciudadano
del común” que, consigue un empleo con la asignación
mínima de subsistencia. Podría haber sido un policía,
un militar, lo que inexorablemente implicaba arriesgar
mi vida y la de otros a través de la violencia, pude
elegir ser muchas cosas, pero de todas ellas preferí
estudiar. Y es que en el fondo, un profesor no deja de
ser estudiante. Ya lo decía el propio Einstein: “yo no
pienso en mí, cariño, eso es del todo cierto, pero la única
razón de ello es que no pienso en absoluto, excepto cuando se
trata de algún cálculo tremendamente estúpido que requiere,
para variar, que yo sepa más que mis alumnos”. La tarea
de un profesor es muy parecida a la tarea de un padre.
Pretendes compartir aquello que te costó aprender. Y
pretendes transmitirlo de la forma más comprensible

284
que te sea posible, y eso no es fácil. No hay un libro de
texto que contenga la clave, no hay curso de postgrado
que devele el secreto, y lo que es peor, dudo que pueda
haberlo. Enseñar y aprender son tareas que requieren
mucho más que el frívolo conocimiento. La época que
viví me hizo cuestionarme sobre mi propio papel en
la sociedad, sé que fui un replicador y, en parte, debí
serlo, para hacerme una idea de lo que considero
incorrecto, pero es insuficiente, si se quiere cambiar al
mundo, nuestra inteligencia no puede ser domesticada,
ni pedir a los estudiantes que se contengan, nuestra
labor, es ciertamente un acto de rebeldía individual y
colectiva frente a lo que vivimos y lo que queda por
vivir, debemos señalar lo más nítidamente posible
aquellos aspectos en los que hemos fallado, reconocer la
naturaleza de nuestros errores, cuestionar e investigar
nuevas formas de ver los fenómenos, al tiempo que,
procurar y proponer soluciones y exigir que estas sean
consideradas a la hora de tomar decisiones en sociedad.

La magia de todo esto, es que uno no es un recipiente


vacío, uno se llena de muchas cosas a lo largo de la vida,
y una de ellas es el conocimiento. Lo que creo es que,
debemos tener un buen criterio a la hora de estudiar,
en efecto, hay una gran cantidad de problemas que
debemos atender, pero también, la forma en que dichos
fenómenos son abordados por la economía actual,
suponen una devoción inaudita a un enfoque o escuela
del pensamiento, y ya he repetido varias veces que, el
adoctrinamiento histórico es una peligrosa pretensión.
Comprender una situación, debe llevarnos a contribuir
desde nuestro pensamiento como individuos, al
mejoramiento de una causa común, que en sí misma, es
una tarea pendiente. Con frecuencia, los economistas
se encapsulan en sus mundos teóricos y hacen de ellos,
una simulación de sus propias realidades; pero una
vez se conoce la profundidad, cuesta mucho salir. Y es
que terminamos adoctrinándonos a nosotros mismos, y

285
lo hacemos de forma selectiva, a la vez que reiterativa
y presuntuosa, puesto que nos vanagloriamos de las
herramientas, conceptos, métodos e instrumentos y,
su aparente dominio sobre otras ciencias nos hace
pensar ilusoriamente que somos autosuficientes, ya
no necesitamos de otros, ni de sus ideas, ni de sus
conocimientos. Nos introducimos en una pequeña urna
de cristal y, si bien es muy incómoda al principio, con
el tiempo nos adaptamos a tal punto que, comenzamos
a sentirnos a gusto en ella y creer que es de lo mejor y,
entonces ya no queremos salir146.

“Las ideas y las teorías sobre la naturaleza humana ocupan una


posición única en las ciencias.
No tenemos que preocuparnos de que el cosmos vaya a verse
modificado por nuestras teorías sobre el cosmos; a los planetas
les trae absolutamente sin cuidado lo que pensemos o teoricemos
acerca de ellos.
Pero sí que debemos preocuparnos de que la naturaleza humana
vaya a ser modificada por nuestras teorías sobre la naturaleza
humana”
(Schwartz, 2015: 10).

Mi escepticismo frente a las bondades del mercado,


también se extendió sobre las autoconferidas bondades
de la intervención estatal. Cuando se establecía que
la economía necesitaba mayores inyecciones de
gasto público para incentivar la demanda, una de las

146
Tomáš Sedláček (2014) en su maravilloso texto intitulado “Economía del
bien y del mal: la búsqueda del significado económico desde Gilgamesh hasta Wall
Street” lo señala con especial claridad cuando advierte que: “hay un problema
doble para los economistas; vivimos en un estado inusual de esquizofrenia.
Un economista teórico debe olvidarse del mundo real (debe soñar, justo como
Descartes), de otra manera no llegará lejos en sus modelos. Su recompensa
tiende a ser conclusiones que son justamente tan abstractas e inaplicables al
mundo real como el modelo mismo. Pero cuando un economista tiene que hablar
acerca de la economía práctica - por ejemplo, acerca de política económica –
debe olvidarse frecuentemente de los modelos exactos, arrojar el aparato teórico
innecesario y sofisticado, y hablar desde la experiencia” (Sedláček, 2014: 405).

286
tantas críticas a este hecho, descansaba en que eso
produciría inflación. En principio, habría que aclarar
que, si se pretende dinamizar la demanda, es para
estimular el producto, el problema de la inflación
estriba, en la imposibilidad de producir aun cuando
hay motivaciones para hacerlo. Mi contrariedad no
estaba por este lado. Lo que me preocupaba es que, en
el sentido de Friedman, el incremento del gasto estatal
requería un esfuerzo en materia de impuestos, y eso
implicaba la aceptación o rechazo de la misma sociedad.
Por desgracia, los gobiernos no consultan al electorado
si están de acuerdo con una nueva norma que terminará
afectando sus vidas, el juicio de quienes nos dirigen
es técnico, preciso y suficiente, excepto claro, cuando
se necesita de un electorado en las urnas. La gente no
tiene problema en pagar impuestos cuando cuenta con
un empleo e ingresos que le permitan efectivamente
hacerlo, pero además cuando se percata que el dinero
recaudado se gasta bien. Cóbrele impuestos a una
persona que acaba de perder su empleo… y verá cómo
la gente rechazará su “reforma tributaria”. Los impuestos
esencialmente tienen justificación en el intento de
generar una mejor distribución del ingreso. Si el efecto
de un pequeño incremento en los impuestos no se refleja
en un máximo impacto en el bienestar de la sociedad a
través del gasto; así como, si la reducción de los gastos
que producen bienestar en la gente, no implica una
reducción significativa en los impuestos, acto seguido
habrá inconformidad. Todo esto tiene que ver con lo que
los economistas llaman eficiencia. La Real Academia
Española define la eficiencia como la capacidad, que
en este caso, se espera tener para conseguir un objetivo
determinado. Etimológicamente proviene del latín
“efficientia” y del italiano “efficienza” que atañe a poder
completar o dar fin adecuado a una tarea. En economía,
los libros de texto señalan reiterativamente, el hecho
de que el mercado es el mejor asignador de recursos y,
por lo tanto, el mejor instrumento de eficiencia. La idea

287
encuentra su génesis en Vilfredo Pareto, un economista,
ingeniero, filósofo y sociólogo francés que escribió en
1906 su “Revue d’Economie Politique Manual of Political
Economy”, donde consignó un principio, justo en el
apéndice de la obra, que denominó originalmente
como el “maximum de ophelimité”147, definido como una
situación de máximo bienestar, al que, si se altera de
algún modo su composición intrínseca, el bienestar de
unos promueve el malestar de otros.

Desde esta premisa los economistas asumimos que el


mercado es el mejor asignador de recursos, muchos
colegas, muy respetables por cierto, asumen que este
asunto no admite cuestionamientos, incluso, algunos
libros de texto no reparan en ningún tipo de evidencia
para dar esto por sentado porque sí. La cuestión, como
en otros casos, es que quienes son eficientes o no, no son
los conceptos, ni las definiciones, ni los esquemas, ni
los sistemas, ni las teorías o los constructos de la teoría
económica, sino nosotros mismos como individuos,
y este es un asunto que tiene que ver con la ética. Si
usted es incorruptible y, aquellos que trabajan con
usted, también lo son, mercado o estado, no importa
cómo lo llame, funcionarán bien. Pero si usted no tiene
un mínimo de valores, no espere que el libertinaje o la
imposición nos conduzcan al bienestar como sociedad.

¿Somos los profesores objeto de adiestramiento?, ¡buenos


días!, ¡pase por favor!, ¡tome asiento!, ¡cuénteme!, ¿cuál es
su experiencia laboral?, ¡qué interesante!, Estos son “los
microcurrículos sugeridos”, constituyen los contenidos mínimos
de la materia, de acuerdo a lo estipulado en nuestro registro
calificado o, la reciente acreditación de nuestro programa. Al
final, también encontrará algunas referencias bibliográficas, ¡Si
le es posible trabajar con ediciones más actualizadas, tanto mejor!
Esta sin duda es una cuestión muy delicada. Eres profesor,
147
Mejor conocida por los economistas como el óptimo de Pareto. Es obvio, de
cualquier forma, que Pareto no le colocó a esta propuesta suya su propio apellido.

288
revisas los libros de texto convencionales, lees, relees, sacas
tus apuntes, resuelves tus dudas buscando información
en internet, gente que crees que sabe, otros textos, en fin.
Vas a clase y copias y pegas lo mismo que aparece en el
libro. A veces con un poco más de profundidad, a veces
con menos. Los estudiantes hacen lo propio. En el examen
aprueban si colocan más o menos lo que se espera. Si
eres curioso, cuando lees y relees, te topas con miles de
inquietudes. Entonces decides investigar. Contrario a
llevar un mapa, con una senda de origen y un punto de
llegada ya definidos, la investigación te puede llevar a
resultados contraintuitivos, dar con respuestas que no te
gusten, e incluso no encontrar nada al final del camino.

No puedo negarlo, estudiar economía hace que uno tenga


permanentemente muchas cosas de que preocuparse.
Recuerdo por ejemplo mis preocupaciones con el
mercado laboral que le correspondía a los profesionales
de mi ciudad. El estudio, para variar, tampoco tenía
antecedentes. De alguna manera, me sentía como Don
Quijote combatiendo por primera vez con los molinos
de viento. Sancho, mi fiel escudero era nuevamente mi
compañero de tesis, que ahora era también profesor de
macroeconomía. ¿Cuál era la situación laboral de los
profesionales en mi ciudad? El estudio estuvo financiado
por una convocatoria de la universidad, fue un año
de trabajo intenso en el que aplicaríamos encuestas,
tabularíamos la información y correríamos una gran
cantidad de modelos. ¡Qué curioso!... ¡Los odontólogos
percibían mejores ingresos que cualquier otro profesional! Y
en contraste, Artes Visuales era la carrera con menor
puntuación, incluso por debajo del mínimo. Economía
estaba por debajo de la media. Luego vinieron los
congresos, las primeras conferencias, conversatorios.
Recuerdo que una de mis ideas por aquella época
despuntaba la responsabilidad que las universidades
tienen de investigar sobre la situación social de los
profesionales que en ellas mismas se forman. Desde

289
que fui un estudiante de pregrado tuve esa sensación
de temor frente al mundo real. En la universidad, por
supuesto, nuestra actividad era la lectura, el diálogo, la
discusión y la propuesta (algunas de estas actividades
se desarrollaban más en la cafetería que en el salón de
clases), pero sabía que afuera todo sería muy diferente.

Una de las tantas discusiones que en economía han


generado controversia permanente, estriba en indagar
la causalidad entre la oferta y la demanda. Jean-
Baptiste Say fue un economista francés que en su
“Traité d’économie politique, ou simple exposition de la
manière dont se forment, se distribuent, et se composent les
richesses” de 1803, sugirió que la oferta se constituye en
la fuerza motriz que impulsa los engranajes, a través de
los cuales se generan los ingresos de los individuos y
por lo tanto, su capacidad de demanda. Este argumento
meridiano, aun cuando consistente es incompleto, y
desconoce las reflexiones iniciales consignadas en la
Riqueza de las Naciones de Smith, incluso en su Teoría
de los Sentimientos Morales, donde señala la existencia
de una necesidad o facultad permutativa o propensión
manifiesta al intercambio que, entraña en su esencia la
demanda como génesis. Smith no puede ser más claro
cuando señala que la división del trabajo que, promueve
la producción, la oferta y la riqueza, están circunscritas
a la amplitud del mercado. En sus palabras “se
supone habitualmente que dicha división es desarrollada
mucho más en actividades de poca relevancia, no porque
efectivamente lo sea más que en otras de mayor importancia,
sino porque en las manufacturas dirigidas a satisfacer
pequeñas necesidades de un número reducido de personas
la cantidad total de trabajadores será inevitablemente
pequeña” (Smith, 1776: 7). El razonamiento en realidad
es muy simple, “puedes producir lo que quieras y si eso no
le interesa a nadie, es porque no consideraste las necesidades
de las personas”. Ahora bien, lo que hace complejo
el asunto, reside en nuestra capacidad para crear

290
necesidades que antes no existían. Seguro que muchos
de quienes pertenecemos a una generación en la que
las redes sociales no se extendieron tan profusamente,
pudimos sobrevivir con menores presiones que aquellas
generaciones más actuales.

Creo que la discusión sobre lo que fue primero no viene


al caso, existe una interdependencia que hoy resulta
difícil desconocer, solo que pienso útil añadir que, los
engranajes no encajan perfectamente, dicho de forma
sencilla, nuestras posturas sobre el funcionamiento de la
economía la consideraban como algo cuya sincronía era
un hecho incuestionable e inevitable. El asunto con eso
es que la mecánica de relojero no funciona bajo un único
estándar y, de otro lado, no tenemos todas las piezas
del rompecabezas. La economía es susceptible de dos
consideraciones más. Una primera de un tratamiento
eminentemente científico, generalmente preocupado
por lo exclusivo del comportamiento humano y, bajo un
segundo y no menos sombrío escenario, un instrumento
de poder. ¿Hay algo en lo que el interés económico no haya
metido las narices? Hoy nos es natural escuchar sobre la
industria de la belleza, ella nos facilita la información
necesaria para determinar qué es lo bello y qué no lo es.
Y si la cosmetología no es suficiente, podemos pasar a la
rinoplastia, y seguro que formaremos a los médicos en una
universidad que encuentre lucrativa esa especialidad.
Uno pensaría que el problema es el consumismo, y de
hecho lo es, pero resulta incompleto achacarle nuestro
juicio de responsabilidades solamente a la demanda. Si
prefieres el ocio, entonces la microeconomía te advertirá
que tiene un costo de oportunidad, lo que pierdes por
dejar de producir. Si quieres ver una película, hay una
industria del cine, palomitas de maíz y tecnología, no
hay nada como el IMAX 3D. Hay una Industria del
entretenimiento. Incluso, nunca pensé que fuese posible
que existiesen los términos marketing científico o
industrias creativas o culturales.

291
El amable banquero tiene la mira puesta en todo
aquello que sea susceptible de generar recursos, todo
es dinero 148. La economía del deporte por ejemplo
estudia el valor financiero de un jugador de futbol
como Lionel Messi, el precio de equilibrio de la final
de la Champions League, así como los modelos de
simulación sobre el marcador para introducirse en el
mundo de las apuestas. La industria musical determina
si un pequeño grupo de rock debe cambiarse al
reggaetón, y cuántas descargas se venden en la tienda
virtual. Si te sientes enfermo, no te preocupes, la
industria farmacéutica producirá algún placebo bajo
la rigurosa directriz tutelar de la farmacoeconomía.

El camino de la investigación no es un camino fácil.


En mi experiencia aún limitada, creo que el factor
determinante es sentir una insatisfacción frente a un
tema que uno considere trascendente. Aquí algunas
preguntas que pueden ser objeto de debate: ¿tienen
las notas universitarias una relación con el empleo
y los ingresos profesionales?, ¿son los hijos un bien
suntuario?, ¿es posible establecer una función de
utilidad que explique lo que las mujeres buscan en los
hombres?, ¿es posible crear una función de lo que buscan
los hombres en las mujeres, y crear un mercado de las
relaciones que pueda estar en equilibrio?, ¿por qué
algunas mujeres prefieren no tener hijos y cómo afecta
esa decisión a la economía?, ¿son nuestras decisiones de
consumo emocionales?, ¿es el mercado financiero más
estable si las decisiones son asumidas por mujeres?,
¿por qué las mujeres perciben menores ingresos que los
hombres?, ¿es posible obtener las mejores calificaciones
con el menor esfuerzo académico?, ¿quiénes son
mejores profesores, jóvenes o adultos?, ¿cuáles son los
determinantes económicos y sociales del rendimiento
148
Martín Tetaz (2014) en su texto “Psychonomics” cuando aborda el tema
de la psicoeconomía aplicada advierte a modo de subtítulo: “Hay cosas que el
dinero no puede comprar… Todavía” (Tetaz, 2014: 164).

292
académico de los estudiantes?, ¿cómo afecta la salud
mental la productividad de los trabajadores en el
mercado laboral?, ¿producen las exigencias laborales
problemas de salud mental en los trabajadores?, ¿la
ansiedad y la depresión producen mayor dependencia
de las redes sociales?, ¿cuáles son los efectos de la tasa de
homicidio sobre el crecimiento económico y viceversa?,
¿cuál es el mejor modelo para predecir el dólar?, ¿cuáles
son los factores económicos y sociales que explican el
divorcio?, ¿cuáles son los efectos de la contaminación
sobre la salud visual y los costos de tratamiento en
el mediano y largo plazo?, ¿qué relación existe entre
la etnia y la probabilidad de estar en situación de
pobreza?, ¿qué efecto tiene el rendimiento académico
sobre el empleo y los salarios?... ¡En fin! Creo que lo
peor que nos puede pasar como estudiantes es asentir
y consentir las tesis, hipótesis y premisas de la teoría
económica sin una posición reflexiva frente a otras
ciencias. Aun cuando haya resultados, incluso en el
mismo contexto, todo es susceptible de ser cuestionado
y, por lo tanto, investigado.

Por estos días me encontré con una investigación


internacional que sugería que, la productividad y
competitividad del país exigía más profesionales
técnicos que científicos, del mismo modo que, carreras
como el derecho o la economía debían limitar el número
de egresados porque eran innecesarios. Desde mi
perspectiva, creo que la ciencia, comprendida como la
búsqueda de conocimiento debe tener incidencia en la
vida humana y, eso incluye las dinámicas económicas,
pero su desarrollo es independiente a los intereses
económicos. Se hace ciencia para intentar ser mejores
seres humanos, no porque lo exija una multinacional.
Y sé que puedo parecer un romántico idealista, pero
pienso que no puede haber limitaciones para conocer.
Que los economistas o los abogados no tengan mercado
laboral, por supuesto que es un problema, pero su

293
solución no debe buscarse en dejar de estudiar leyes o
economía, sino más bien, en una revisión de la forma en
que estamos estudiando, investigando e interactuando
con el mundo circundante.

Cuando la humanidad exploró por vez primera las


alturas, su mayor desilusión fue no haber podido
encontrar a Dios en medio del espacio sideral. Observa
con atención las intermitentes luces de la ciudad
en medio de la noche y encontrarás en su fulgor
aparente, una simulación funcional y disuasiva de
un cielo estrellado recreado en la tierra y auspiciado,
bajo una nueva ilusión colectiva, transmitida a través
de la publicidad y repotenciada por el comercio y las
finanzas como motores indiscutibles del progreso.
“Entonces el hombre creó a dios y dios creó al hombre, luego
el hombre se olvidó de dios y dios se olvidó del mundo”
(Riascos, 2013: 81). Con la muerte de dios, el tesoro
del cielo desapareció para dar lugar al materialismo
y, por supuesto, el mercado es un buen proveedor de
artificios y necesidades prefabricadas. Ahora, nuestra
esperada felicidad subyace al interior de la producción
y el consumo. Nos interesa más la estética que la ética
y pronto viajamos a través de una frenética curva, cuya
trayectoria voraz promete hacernos felices a la par que
eternos. El estudio del comportamiento económico
resulta trascendente porque permite comprender la
prolongación, tanto en el tiempo, como en el espacio, de
los fenómenos que nos aquejan, y como ya lo mencioné
en páginas anteriores, no es que sean las fallas del
mercado o del estado la esencia de nuestro problema, el
asunto atañe, más bien, a la actitud que como individuos
asumimos moralmente con respecto a la dinámica
social, la misma que nos congrega como especie. De
cualquier forma, nuestras esperanzas gravitan ficticia
y fanáticamente alrededor del crecimiento económico
y desde entonces, todo gira en torno a él, construimos
nuestro propio sistema solar tomando como corazón la

294
producción de bienes y servicios, así como el consumo
de los mismos, y entonces, rebobinamos la historia,
fundamos el principio y fin de lo que sería una nueva
era gobernada por la oferta y la demanda como
denominaciones abstractas de lo que, en esencia, define
nuestro propio comportamiento intrínseco, simulado
bajo particulares directrices y preceptos.

Uno de mis personajes favoritos de la historia del cine


moderno es Tyler Durden. Originalmente Durden es
el protagonista de un libro intitulado “The Fight Club”,
escrito en 1996 por Chuck Palahniuk, un controversial y
prolífico novelista norteamericano, que dejó planteada una
de las críticas más mordaces y extravagantes al sistema
económico mundial y, en especial al modelo financiero y
modo de vida estadounidense149. En 1999, David Fincher,
dirigió la adaptación cinematográfica de ese primer libro,
recibiendo críticas mixtas, aun cuando con el tiempo, el
film se ha convertido en una obra de culto. ¡Tranquilos, no
voy a arruinar la experiencia!, ¡ya sea la peli o el libro, ambos son
muy buenos! Solo quiero traer a colación un mensaje que
Tyler deja a los miembros fundadores del Club y, es que,
en realidad, vale mucho la pena:

“¡Viejo!, ¡he visto en clubes a los hombres más fuertes


y listos que jamás han vivido, ¡he visto ese potencial
y los he visto desaprovecharlo!, ¡maldición! Toda una
generación; bombea gas, espera mesas o tiene esclavos con
collares blancos... Los anuncios nos ofrecen autos y ropa.
¡Trabajamos en lo que odiamos para comprar basura que
no necesitamos! Estamos en medio de la historia de los
niños, sin propósito, ni lugar, ¡sin un gran mundo!, ¡en el
vacío!, ¡sin un mundo espiritual!, ¡nuestra gran depresión
es nuestra vida! Estamos ilusionados por la televisión
para creer que algún día seremos millonarios, dioses del
149
Tyler Durden aparecerá además en la novela gráfica intitulada “El club de
la pelea 2” de 2015 y, en el relato “Expedición” contenido en el texto “Invéntate
algo” publicado en el mismo año.

295
cine y estrellas de rock, ¡pero no seremos y lentamente lo
aprenderemos!... ¡Y estamos muy, muy molestos!”150-151.

Nos la pasamos tan ocupados en lo que a nuestros trabajos


se refiere, consumiendo todo cuanto producimos, que
olvidamos vivir. Entre tanto, ¿A dónde va la basura del
mundo?... Para que se hagan una idea, tan solo entre enero
y junio de 2018, de acuerdo con Farhan Nasa y Wei Kiat
Tan de Greenpeace152, los datos del Departamento de
Gestión Nacional de Residuos Sólidos de Malasia, estiman
que Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Alemania,
Hong Kong, Australia, Bélgica, España, Estonia y Francia
exportaron un total de 626.328,56 toneladas métricas
de basura en plástico, mientras que Malasia, Tailandia y
Vietnam actuaron como los principales importadores,
esto es, como los basureros del mundo desarrollado. Por
supuesto, la literatura económica se preocupa mucho más
por los modelos de crecimiento, la microfundamentación
de la macroeconomía y los beneficios del comercio exterior,
que al problema de la generación de residuos a escala global
o particular. En la actualidad, se estima que la producción
mundial de basura por año corresponde a 2.100 millones
de toneladas, que según Naciones Unidas se concentran
150
Nótese que este planteamiento es muy similar al expuesto por Harari en
su texto De animales a dioses: “el consumismo nos dice que para ser felices hemos
de consumir tantos productos y servicios como sea posible. Si sentimos que nos
hace falta algo o que algo no va bien del todo, entonces probablemente necesitemos
comprar un producto (un automóvil, nuevos vestidos, comida ecológica) o un
servicio (llevar una casa, terapia relacional, clases de yoga). Cada anuncio de
televisión es otra pequeña leyenda acerca de cómo consumir determinado producto
o servicio hará nuestra vida mejor” (Harari, 2013: 135).
151
En la traducción de Pedro González del Campo para la versión española
la sentencia se escribe así: “Hay un tipo de mujeres y de hombres jóvenes y fuertes
que quieren dar sus vidas por una causa. La publicidad hace que compren ropas y
coches que no necesitan. Generaciones y generaciones han desempeñado trabajos que
odiaban para poder comprar cosas que en realidad no necesitan. Nuestra generación
no ha vivido una gran guerra ni una gran crisis, pero nosotros sí que estamos librando
una gran guerra espiritual. Hemos emprendido una gran revolución contra la cultura.
La crisis está en nuestras vidas. Sufrimos una crisis espiritual” (Palahniuk, 1996: 160).
152
Ver Dammert Bello (2019).

296
principalmente en Japón, Estados Unidos y Alemania,
cuya producción anual de basura, se cuantifica en un total
de 2.428.912 toneladas mientras que Malasia, Tailandia y
Vietnam se hacen cargo, como receptores, de un total anual
de 1.828.504 toneladas métricas. En términos económicos,
la balanza comercial para los primeros países implica un
saldo positivo, el problema es que el excedente en este
caso es indeseable, porque se constituye en los desechos de
nuestra propia capacidad productiva. Pero no hay nada que
temer, en la última edición del foro económico mundial, el
ranking de competitividad 2019, ubica a siete de los diez
países que más basura y contaminación producen en el
mundo, entre los 20 más competitivos a escala planetaria.
¡Bravo por la sociedad que estamos construyendo!

Para organizar un poco estas ideas, lo que pretendo decir


es que, somos una sociedad con muchas contradicciones y,
buena parte de ellas, se reflejan como causa y como efecto en
la forma de sistema económico que nos caracteriza. Cuando
las personas empezaron a desarrollar un escepticismo
frente a las tesis religiosas, se aferraron a la creencia de que
el dinero era lo más importante. Esto nos llevó a un frenesí
de la producción y el consumo, implicando una cultura de
lo desechable que termina contaminando nuestro propio
entorno adyacente. El agente Smith no podía haberlo
expresado mejor cuando habla con Morfeo:

“Quisiera decirte una revelación que he tenido, en lo que


llevo aquí; la tuve cuando traté de clasificar a tu especie. Me
di cuenta que, en realidad, no son mamíferos. Todo mamífero
de este planeta -por instinto- desarrolla un equilibrio natural
con el ambiente circundante, pero ustedes, los humanos,
no. Se mudan a un área y se multiplican y multiplican
hasta que han agotado todos los recursos naturales, el único
recurso para sobrevivir es transportarse a otra área. Hay
otro organismo, en este planeta, que sigue el mismo patrón.
¿Sabes cuál? El virus”
(Wachowski & Wachowski, 1999).

297
Lastimosamente, no se trata aquí de un asunto asociado
a la ciencia ficción, y es que de acuerdo con el Living
Planet Report de 2018, publicado por el WWF (World
Wildlife Fund), entre 1970 y 2014, un 60% de la vida animal
desapareció de la faz de la tierra tal y como la conocemos,
en particular, especies marinas, y el determinante esencial
de esta colosal extinción de proporciones cataclísmicas,
se inscribe en el modo de vida humano y, especialmente
en la actividad productiva y el consumo que despliega
Norteamérica y América del Sur, cuyo grado de
aniquilación asciende al 89%. No en vano, el propio
Joaquín Phoenix, llamaba la atención, en la ceremonia
de los premios Oscar versión 2020, sobre la particular
situación por la que atraviesa nuestro ecosistema y el
impacto que ejercemos sobre el mundo:

“Creo que el mejor obsequio que se me ha dado hoy, y a muchos de


los que estamos en esta sala, es la oportunidad de dar nuestra voz
por los que no la tienen. He reflexionado mucho sobre algunos
de los temas agobiantes que enfrentamos en conjunto, y creo que
a veces, uno siente que está defendiendo causas diferentes, no
obstante, encuentro un elemento común. Sé que hemos hablado
ya de la desigualdad de género, el racismo, los derechos de los
indígenas o los derechos de los animales… Pero estamos hablando
de luchar contra la injusticia, luchar contra la creencia de que
una nación, su gente, su raza, su género o su especie, tiene el
derecho a dominar, controlar, usar y explotar a otra de manera
impune. Creo que nos hemos desconectado del mundo natural, y
muchos somos culpables de una visión egocéntrica del mundo:
pensamos que somos el centro del universo. Vamos al mundo
natural y lo devastamos. Nos sentimos con el derecho a inseminar
artificialmente a una vaca y, cuando da a luz, le robamos a su cría,
además le robamos su leche para nuestro café y nuestros cereales.
Le tememos al cambio personal porque pensamos que hay que
sacrificar algo para conseguir algo. Pero los seres humanos somos
muy creativos e ingeniosos y, pienso que cuando usamos el amor
y la compasión como principio rector, podemos crear, desarrollar
y aplicar sistemas que beneficien a todos los seres vivos y al medio

298
ambiente. (…) Y ahí, cuando estamos en nuestro mejor momento,
cuando nos apoyamos, no cuando nos castigamos por nuestros
errores pasados, sino cuando nos ayudamos mutuamente a crecer,
cuando nos educamos mutuamente, y nos guiamos mutuamente
hacia la redención: ahí está lo mejor de la humanidad”.

A través del estudio de la economía, de la formación


rigurosa, de la construcción de tesis que contemplen
la mayor cantidad de probabilidades, convergen
preguntas necesarias en el contexto de una incómoda
respuesta. En teoría somos seres sociales, ya sea porque
nos gusta relacionarnos, o porque nos toca, vivimos en
un mundo que fomenta el egoísmo. Desde luego, como
especie aún nos queda mucho por aprender en materia
de comportamiento, y a lo largo de nuestra vida en
la tierra pareciera que precisamos mucho más para
madurar colectivamente. En un punto de la historia, la
conformación de las familias implicó el primer vestigio
de propiedad y dominación. El pater familias cuidaba
de los suyos, y solamente de los suyos, implicando un
proceso de egoísmo selectivo. Pero a lo largo del tiempo,
y conforme avanza la curva de aprendizaje a escala social,
las familias se reducen y adquieren nuevas composiciones
intrínsecas a tal grado de posibilitar la existencia de
hogares unipersonales. Ciertas curiosidades sobre nuestra
conducta implican consecuencias económicas en las que
usted probablemente no había pensado hasta ahora. Por
ejemplo, nuestro individualismo nos invita a esforzarnos
cada vez más en un entorno competitivo. Y naturalmente
hacemos planes a la par que nos resulta cada vez más
difícil confiar en alguien. Entonces, te haces a la idea de no
necesariamente seguir el curso que trazaron tus padres,
ni de aquellos que los antecedieron. Buscas escapar
al determinismo. No tener hijos, no casarte, estudiar,
trabajar, ahorrar e invertir se vuelven nuevas prioridades.
Pronto te adviertes inmerso en un escenario de soliloquios
y soledades. Todo esto es consecuencia de una creencia
económica que subyace en que es mejor salir adelante,

299
si se hace por uno mismo, y que al final nos conduce a
quedarnos solos. Tus padres mueren y, como no tienes
herederos, entonces tus excedentes gravitan en el sistema
financiero. ¿Qué pasa si mueres?, ¿quién se queda con
esos recursos? El amable banquero y el gobierno guardan
un conveniente silencio.

Buena parte de nuestras decisiones se basan en la


configuración de expectativas, ¿qué estudiar?, ¿en
dónde vivir?, ¿en qué invertir?, ¿qué comprar?, ¿dónde
viajar?, ¿con quién trabajar?, ¿qué ingresos percibir?,
¿qué mascota tener?, ¿qué hacer con nuestras vidas?...
Las expectativas se definen como una posibilidad
preconcebida dentro de un universo de probabilidades
infinitas, algunas más factibles que otras. El tiempo,
desde luego, y como siempre, es un factor relevante, las
expectativas son proyecciones con respecto al futuro,
una suerte de predicción que somos capaces de advertir
con respecto a la experiencia propia y ajena. Por eso, no
es de extrañarse que la economía efectúe un sinnúmero
de suposiciones. Hay en todo discurso económico
una esperanza, una predicción, una posibilidad, y ese
ejercicio analítico que efectúa la mente del economista,
es precisamente su rasgo esencial más característico,
su fuerza motora, su principal fortaleza y su debilidad
más vital. Pero siempre asumimos que disponemos de todo el
tiempo a nuestro favor y, este puede ser uno de los mayores
errores. En efecto, un economista no tiene claramente
definido su radio de acción, otrora se pensaba que todo
era un asunto relacionado con la escasez, poco después
los procesos de producción, consumo y distribución,
más aún, las dinámicas de optimización y eficiencia, más
recientemente el estudio de la conducta en el mercado,
en fin, hoy incluso hablamos de una economía evolutiva
en un sentido que trasciende lo biológico o lo físico.

Tenía veintitantos años que no volverán jamás y,


estudiaba economía gracias a una beca financiada

300
por el esfuerzo de mis padres, gente buena y sencilla
que creyó en mí, justo cuando más lo necesitaba. Sé
bien una cosa de aquellos días de afugias económicas
y fortaleza familiar, porque a pesar de todos los
problemas del mundo material, nos mantuvimos
juntos. Sé que había una preocupación con respecto
a mi propio futuro, una expectativa tan incierta sobre
lo que hacía un economista, sobre la forma en que se
gana la vida y contribuía a la sociedad. Las personas
del común piensan que la economía se limita a sus
propios recursos monetarios, pero es mucho más que
eso, puesto que tiene que ver con el acceso a nuestras
oportunidades para ser quienes efectivamente
queremos ser, para que nuestras expectativas se
vuelvan realidades. Mi padre y mi madre debieron
haberse preguntado varias veces, en medio de las
largas noches de angustia, sobre mi futuro, sobre la
capacidad de que pudiera valerme por mí mismo en
esa vida tan dura que ellos mismos percibieron, ese
es el problema de ser padres, saber que por mucho
que se quiera lo mejor para los hijos, llegará un punto
donde todo dependerá de ellos mismos y, lo que tan
solo puede hacerse es haber sembrado buenas bases.

Ser economista no es asunto sencillo, existe cierta


suspicacia especulativa en el ambiente, cierto
escepticismo general en el entorno, una permanente
incredulidad frente a las bondades de nuestro trabajo.
¿Para qué sirve un economista? En el obituario a
Alfred Marshall acaecido en 1924, Keynes señaló
que el economista debía ser “matemático, historiador,
estadista, filósofo… Debía interpretar los símbolos y
expresarlos en palabras. Habría de considerar lo particular
en función de lo general, pulsar lo abstracto y lo concreto
en el mismo vuelo del pensamiento. Estudiar el presente a
la luz del pasado con miras al futuro” (Keynes, 1924: 322).
¿La verdad?, cumplir con todos esos requisitos no es
nada fácil, y nótese que ni siquiera he dicho “un buen

301
economista”, la desgastada sentencia de Keynes, válida
incluso al día de hoy, parece quedar al debe frente a los
conocimientos que exige la profesión. Ahora debemos
conocer algo de medicina, porque el sistema económico
es orgánico, debemos aprender física, porque algunos
de los procesos a los que nos hemos ajustado se
desarrollan de manera mecánica, debemos considerar
la geografía porque el espacio es un elemento decisivo
de las relaciones sociales, debemos estudiar psicología,
porque intentamos explicar la conducta humana, sus
decisiones y repercusiones sobre el mercado, debemos
intentar comprender la política porque es el escenario
donde se erigen las decisiones gubernamentales,
debemos estudiar ecología, porque solo tenemos un
mundo, debemos estudiar neurociencias sociales,
porque es posible que los desafíos que enfrentamos
como especie requieran de una variada gama de
tipologías e intelectos, ¡en fin!… Todo esto de lo
que hablo ahora mismo, me resulta increíblemente
complejo, pero creo que debo expresarlo abiertamente
para que sea debatido por todos y, en consecuencia,
podamos abrir nuevos espacios de trabajo interactivo.

Creo que, antes que nada, un economista debe ser


humanista, ambientalista y defensor de la vida,
incluyendo la de otras especies. Insisto, solo tenemos
un mundo; por lo que sabemos, las condiciones para
que la existencia de nuestro universo, galaxia, sistema
solar, planeta tierra y la vida misma fuesen posibles,
precisaron una especial convergencia de factores y
circunstancias extraordinarias, a tal grado que resultan
no menos que milagrosas, una suerte de probabilidad
factible en medio de miles de millones y millones
de variantes. El asunto es que es mucho más lo que
desconocemos, que lo que conocemos y, ni siquiera
estamos bien seguros de aquello, que creemos conocer.
El discurso económico es demasiado especulativo, se
basa en suposiciones y expectativas cuyas conjeturas

302
básicas parecen no querer revisarse. Creo que
existe cierto temor a que nos hayamos equivocado,
preferimos continuar sobre lo ya establecido, avanzar
incorporando algunas tendencias, sin pasar la mirada
por el espejo retrovisor. Si la cuestión fuese simplemente
un ejercicio académico, no tendría la importancia que
se confiere cuando se advierte que sus implicaciones
son prácticas y, se reflejan día a día en el trayecto que
asumimos a la hora de enfrentar al mundo. Cuidar
de la vida es, sin embargo, algo muy noble y, no es
una tarea exclusiva de los economistas, pero muchos
de nosotros necesitamos recordarlo. Como especie,
los seres humanos somos relativamente jóvenes, pero
nuestra capacidad de destrucción masiva amenaza
con ser violentamente rápida, lo curioso aquí es que
somos meridianamente conscientes de lo que hacemos,
pero parece no importarnos. Nuestra perspectiva es
asumir que somos un granito de arena insignificante
cuando contaminamos, cuando consumimos, cuando
producimos, que lo perjudicial es tan pequeño que no
suma, que no tiene afectaciones, que no produce daño.
Pensar así, de forma colectiva hace que millones y
millones de nosotros a lo largo del tiempo destruyamos
nuestro propio entorno y lo hagamos más rápido de
lo que estimamos. En lo personal, no creo posible que
cambiemos esa conducta, y en el caso hipotético de
que lo hiciésemos, el problema es el desconocimiento
de cuánto tiempo dispondríamos para reparar el
daño. Cuando de criticar se trata solemos salir de
responsabilidades y echarle la culpa a un sistema
invisible y externo, a una forma de ordenamiento
social, lo llamamos mercado, estado, capitalismo,
comunismo, lo que quieras, pero nunca es nuestra
responsabilidad, no somos nosotros, ni nuestros
valores o nuestra ética o nuestra moral, esa siempre está
bien, el problema son los demás, su comportamiento
individual y colectivo, nada tenemos que ver y nada
podemos hacer para cambiarlo.

303
No quisiera ser pesimista con respecto a todo esto, pero
la autodestrucción se gesta en nuestra propia mentalidad
individual y colectiva que, además de retroalimentarse
vertiginosamente, se justifica así misma en las
pretendidas bondades del crecimiento económico. A lo
largo de estas páginas he intentado varias cosas, una de
ellas es sustraer a los economistas de su letargo, hay algo
más complejo que lo que habitualmente se nos presenta,
el ojo debe afinarse mucho más y, precisamos de más
instrumentos que requieren la ayuda de otras ciencias.
Mi actual perspectiva frente a la tarea que tenemos
como economistas estriba en la consideración de ser
pensadores sociales con la capacidad de interactuar en
prácticamente todos los campos del conocimiento, a
través del diálogo científico y el diseño de herramientas
específicas de trabajo, buscando una mejor vida para
la humanidad y las demás especies, al tiempo que
coadyuvar a la reconstrucción del planeta, de la forma
más equitativa que sea posible.

Actualmente, uno de los principales predicamentos


de la pretendida sociedad moderna reside, tal y
como lo señalaban Max-Neef y Philip Smith en “La
economía desenmascarada”, en que las personas
terminan estando al servicio de la economía, cuando
esto mismo debería funcionar al revés, pues en
realidad, la existencia de la economía tendría que
justificarse en servir a las personas y no a los objetos 153.
En abril de 2012, el Fondo Monetario Internacional
publicó un controversial informe intitulado “Global
financial stability report: the quest for lasting stability”,
donde exponía la idea de que la longevidad humana
representaba poco más que un riesgo para la
sostenibilidad de largo plazo de las finanzas públicas,

153
Este es el postulado 1 propuesto por Max-Neef en su visión de una
economía humanizada para el siglo XXI. El lector puede remitirse a “La
economía desenmascarada: del poder y la codicia a la compasión y el bien común”
(Max-Neef y Smith, 2011).

304
el sistema financiero y la economía global. Uno de los
apartes del documento sugería lo siguiente:

“The longevity risk faced by governments adds strain


to public balance sheets, which have already seriously
deteriorated under the stress of the financial crisis. To the
extent that governments are not acknowledging longevity
risk (and few in fact do), fiscal balance sheets become more
vulnerable. If not adequately addressed soon, it could
potentially further threaten fiscal sustainability”
(International Monetary Fund, 2012: 9).

En los cursos introductorios de economía se hace especial


énfasis en el carácter social de la ciencia, lo que sobreviene
después, estriba en la combinación de lo discursivo y lo
técnico, donde parece prescindible la obviedad de que,
en la esencia de nuestro trabajo subyace una incólume
preservación por la propia vida. ¿Desde cuándo
entonces, la longevidad representa un riesgo?, ¿para
quién o para qué es un peligro la protección de la vida?,
¿la vida acaso debe ajustarse a una fecha de caducidad
como un bien de consumo perecedero?, ¿debemos
entender que la vida de quienes son más vulnerables
es riesgosa para el funcionamiento del sector público o
financiero?, ¿no es este un asunto de doble moral? En
efecto, en sus años más productivos las personas deben
someterse “libremente” a la competencia, no importan
los fenómenos de la sobreeducación, el trabajador
adicional o alentado, porque la base del modelo es el
milagro del “pleno empleo”. Sin embargo, cuando la
vejez asoma indefectible, entonces la longevidad que,
precisa alguna suerte de protección, resulta constituir
un obstáculo para el funcionamiento del sistema, cuya
sostenibilidad aparenta ser superior a cualquier otro
propósito, por humano que este sea. Dicho de otra
forma, nos enfrentamos a la estupidez colectiva de tratar
la vida humana como un producto desechable, que se
aprovecha al máximo en su mejor momento y, una vez

305
inservible, es conducido lo más rápidamente posible,
a la promesa del sueño de los justos en medio de los
campos Elíseos.

Hasta el momento, nos hemos referido a la economía


como una ciencia social que aparentemente se refiere
a la vida. Sin embargo, nada hemos dicho frente a la
denominada economía de la muerte. ¿Ha considerado
usted lo infinitamente vulnerables que somos? Una
gripa mal cuidada, una depresión apenas imperceptible,
un cáncer lento y sigiloso que demora en manifestar su
irreversibilidad, un insignificante virus en el aire, un
accidente de tráfico, un atraco sin testigos, una falla de
mantenimiento en pleno vuelo, una intoxicación por
ingerir frutas con un alto componente de pesticidas,
una prematura anomalía cardiaca, una palabra dura, un
gesto desconsiderado, incluso puedes morir mientras
duermes. Desde una catástrofe natural hasta un
pequeño malestar insignificante pueden convertirse en
los detonantes suficientes y efectivos para engendrar
la muerte. Mi madre decía: “para morir basta con estar
vivo”. Cuando la medicina moderna no es suficiente
para aplacar lo inexorable, cuando los placebos de
la industria farmacéutica dejan de ser efectivos, la
creatividad humana nos asombra con la industria
funeraria. Aparece el mercado de los ataúdes y los
arreglos florales, la propiedad sobre el pequeño trozo
de tierra que ocuparán nuestros propios restos en
busca de algo de descanso, siempre que no optemos
por ser incinerados, la producción de lápidas e incluso
un maestro de ceremonias que tiene una cuenta de
cobro por sus buenos oficios. Morir no es barato, no es
como decir que, me llevo mis mejores trapitos, cuatro
tablitas y un puñado de tierra, la muerte es también un
negocio lucrativo. Lo aterrador de un cementerio ha sido
reemplazado por un eslogan que nos sugiere la idea de
un jardín del Edén, un sitio de paz y comunión con el
universo, incluso para quienes disponen de recursos

306
necesarios la industria ha sido capaz de ofrecer a los
más arriesgados planes de criogenización. De la misma
forma, la industria militar nos es presentada como un
tema de seguridad y defensa nacional.

Cuando el miedo es intenso, las cosas pueden salirse


de control y es allí donde interviene la economía.
El miedo implica desesperación y la promesa de
satisfacer nuestras necesidades, la ilusión de un
equilibrio donde seremos felices, la posibilidad de
una oportunidad de estudio, de empleo, de ingresos,
de tener una casa propia, de ser exitosos, de triunfar,
de tener una buena vida, nos mantiene calmos. Por
años, el discurso político, social, económico, cultural
y tecnológico se balancea delicada y universalmente
entre los albores de la calma y la desesperación. Si
sigues las reglas entonces tendrás paz, de lo contrario
vendrá la desilusión. Los indicadores económicos
actúan como botones de pánico mientras las políticas y
las fuerzas del mercado se constituyen en alicientes. La
información es manipulada, por eso como ciudadano
del común nunca puedes ver las crisis venir, no puedes
anticiparte de la forma que lo hacen quienes ostentan
el poder. Una pequeña mosca es feliz mientras vuela,
justo antes de caer en el terror de una telaraña154 y por
eso hay varios tipos de respeto, no es lo mismo respetar
a la madre que respetar al jefe. ¿Por qué razón cree que
los instrumentos y políticas para medir y reducir el
riesgo financiero se han desarrollado y aplicado con
mayor intensidad que las estrategias para combatir la
pobreza?, ¿por qué le tememos a la soledad y somos
egoístas a la vez? No nos gusta pensar en la muerte,
pero lo hacemos todo el tiempo y muchos deseamos
que la mejor forma sería en un confortable, profundo
y tranquilo sueño, en calma, sin sufrimiento, sin dolor,
sin percatarse siquiera de lo que está sucediendo.
154
Escribí esto antes de escuchar la canción: Los términos de mi rendición de
Enrique Bunbury en su álbum Posible (2020).

307
Por mucho tiempo, hemos intentado vencer a la muerte,
afanosa y desesperadamente, la historia solo nos da
cuenta de una pequeña fracción subyacente entre lo
fantástico y horroroso que, atañe a nuestros anhelos
y métodos más recónditos en busca de la eternidad,
pero incluso, ante la imposibilidad manifiesta de darle
guerra a la fatalidad, la economía nos ha preparado
acuciosamente, para hacernos a un “cómodo” asiento en
medio de la sociedad de consumo, donde literalmente,
un grupo de individuos financia su propia vida a costa
de la muerte de otros. Cuando los protocolos preventivos
para atender lo impostergable fracasan, por lo infecto
de la intensidad cotidiana de un mercado laboral
obsesionado con la productividad, por la continua
deforestación de vastas extensiones de territorio, de las
indiscriminadas dosis de químicos agroindustriales en
nuestros alimentos, así como de su lenta e imperceptible
asociación cancerígena, el festín de dolor alrededor de
la industria avícola, bovina y taurina, el cada vez más
acérrimo dióxido de carbono, la producción de residuos
tóxicos, la constitución de amenazas biológicas, la
industria armamentística y militar e, incluso la lúgubre
industria de la belleza, y mucho más, se relaciona
indefectiblemente con la denominada economía de la
muerte. “Todo es negocio, incluso la muerte”. Y es que
la industria funeraria es casi tan rentable como la que
corresponde a la producción de petróleo, energía, gas,
tecnología y transporte, por mencionar un número
reducido de aquellas consideradas como políticamente
correctas, porque el lector curioso puede encontrar,
con relativa facilidad, actividades menos publicitadas
como la producción de estupefacientes, la prostitución,
el armamento, la pornografía, el alcohol, entre otras
que, constituyen evidencia suficiente de una moral
policotómica en el seno mismo de una sociedad confusa.

De todas las formas de vida conocidas, la especie humana


es la más absolutamente paradójica y contradictoria de

308
ellas. Al intentar preservar la vida, solo apresura los
mecanismos que desarrollan su propia muerte. Pero
no solo eso, es experta en ignorar cuanto sucede a su
alrededor y atribuirse tener la razón. El afinado ojo de
Darwin ya había percibido un evento aparentemente
similar en el origen de las especies155, solo que, en el caso
de los seres humanos, la celeridad y violencia con que
los instrumentos se dan cita, precisa una inteligencia o
estupidez colectiva que, redunda la mayor parte de las
veces, en la indiferencia como respuesta y, además utiliza
como justificativo de su accionar irracional la pueril
retórica del bienestar social. No solo conquistamos el
mundo, también nos adjudicamos propiedad privada
sobre él, y no conformes con eso, ahora nos atribuimos la
libertad de destruirlo y, al tiempo que perpetramos toda
clase de horrores, ignorando el dolor que infringimos,
incluso en lo común de nuestra dieta cotidiana, como
acto de resarcimiento o de simple idiotez, nos hallamos
consumiendo cosas que también nos matan.

Nombre: Wangari Mohammed.


Género: Mujer.
Lugar de Nacimiento: África Subsahariana.
Edad: 42 años.

155
En términos de Darwin: “nada más fácil que admitir de palabra la verdad de la
lucha universal por la vida, ni más difícil -por lo menos, así lo he experimentado yo- que
tener siempre presente esta conclusión; y, sin embargo, si no se fija por completo en la
mente la economía entera de la naturaleza, con todos los hechos de distribución, rareza,
abundancia, extinción y variación, serán vistos confusamente o serán por completo
mal comprendidos. Contemplamos la faz de la naturaleza resplandeciente de alegría,
vemos a menudo superabundancia de alimentos; pero no vemos, u olvidamos, que los
pájaros que cantan ociosos a nuestro alrededor viven en su mayor parte de insectos o
semillas y están así constantemente destruyendo vida; olvidamos con qué abundancia
son destruidos estos cantores, sus huevos y sus polluelos por las aves y mamíferos
rapaces; no siempre tenemos presente que, aun cuando el alimento puede ser en este
momento muy sobrado, no ocurre esto así en todas las estaciones de cada uno de los
años sucesivos. La expresión «lucha por la existencia» se usa en sentido amplio. Debo
advertir ante todo que uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico, que incluye
la dependencia de un ser respecto, de otro y -lo que es más importante- incluye no sólo
la vida del individuo, sino también el éxito al dejar descendencia” (Darwin, 1859: 55).

309
Estatura: 1,60 cm.
Formación: 3 años de educación básica.
Nivel de ingresos: 1,5 dólares por día.
Causa de muerte: Cardiopatía isquémica.
Lugar de deceso: África Subsahariana.

¿A quién le importa?

A simple vista, los seres humanos traslapamos algunas


características genéticas como huellas heredadas de nuestra
propia memoria biológica, el color de los ojos, la estatura,
la forma del cabello, entre muchas otras particularidades
físicas. Ese legado intergeneracional, también incorpora
ciertos rasgos de personalidad distintivos entre los
individuos. Si una persona es muy inteligente esperamos
que sus hijos lo sean también156. En el caso de la economía,
nos preocupa, por ejemplo, que la pobreza de los padres
se transmita, de algún modo, a sus hijos. En todo caso, las
transferencias genéticas, comportamentales o sociales, no
se configuran como canales absolutos sino más bien como
interacciones relativas que se nutren dinámicamente en un
sistema de entropía. Con esto me refiero, a la posibilidad
de que nuestra capacidad de pensamiento individual
obedezca a una memoria de naturalezas varias, que a
su vez se reconfigura recíprocamente, con la forma de
pensamiento del entorno colectivo o global de la que, a su
vez hace parte.

Desde luego, el compendio de paradojas subyacentes


e inherentes tanto a la economía, como a quienes la
estudiamos, no se puede achacar a una única escuela
dominante o, a un economista probablemente muerto.
Siempre he pensado que es algo injusta una crítica
atemporal sobre aquello que se reflexionó como
respuesta potencial para ciertas condiciones particulares.
156
De acuerdo con Kant, los seres humanos poseen una capacidad innata
para conocer, esa capacidad puede haber sido transferida a través de la memoria
biológica y modificada, más adelante por la interacción social (Kant, 2007).

310
La dificultad reside más bien, en aquel economista que
pretende encontrar respuestas definitivas, en aquello
que es limitado y, busca un asiento confortable donde
las ideas del otro reemplazan a las propias. Desde
que entré a la Universidad pude conocer a muchos
aspirantes como yo. La mayor parte se caracterizaban
por su sencillez y humildad, pero pude evidenciar que
en el ambiente se producía una frágil convicción del
potencial de la ciencia, el estudio parecía una alternativa
forzada, como consecuencia de no haber conseguido la
entrada a la primera opción. La crisis sobre una decisión
prematura se afianzó con los cursos de matemáticas,
donde dolorosamente una proporción trascendente
avistaría el uso de las cuantitativas en lo que habían
supuesto como una profesión cualitativa. Hay mucho
que un estudiante de economía debe superar, más allá
de todo cuanto he descrito, sobrevienen la desesperación
y la incertidumbre con respecto a nuestra labor en el
futuro, un escenario que, por lo general, siempre se
nos presenta como un cuadro hostil, plagado de varios
peligros a saber, un mapa que se encuentra en continua
transformación y parece ser cada vez, un poco más
precario. Debo confesar una vez más, que fui uno más
en esa larga línea y, debo agradecer a parte de mi familia
a un conjunto de excelentes profesores que, con esfuerzo
e inteligencia ofrecieron sus capacidades para creer, más
que en la economía, en nosotros como personas.

A lo largo de estas páginas el lector ha compartido


una evolución sobre la forma en que veo la economía,
desde que fui un estudiante de primer semestre con
muchas preocupaciones familiares hasta lo que soy
ahora mismo como un economista disidente. En los
buenos economistas, que no necesariamente coinciden
es sus posturas, he podido advertir, además de una
mente profunda, un espíritu social inquebrantable, una
resolución y disposición colaborativa y, una genuina
responsabilidad y compromiso por el trabajo, pero

311
además el respeto por las ideas del otro y, más que sus
ideas lo que más he admirado y apreciado es su ejemplo.
Por esto, creo que nuestro trabajo como profesores
estriba en estimular a las jóvenes mentes, su inteligencia
y disposición a la imaginación, curiosidad por la
investigación y la constante búsqueda de conocimiento.
Lo complejo de nuestra labor radica en que corremos
el peligro de desincentivarlos de forma imperceptible,
de apagar sus ideas antes de que puedan emitir su
máximo brillo, de encasillarlos, empaquetarlos, de
adoctrinarlos bajo la influencia de una escuela del
pensamiento, en lugar de incentivar la construcción de
su propia consciencia. Creo que la clave radica en que
podamos escucharlos, aprender de ellos, finalmente
no hay demasiadas diferencias entre seres humanos
que intentan aprender. Podemos transferir muchas
preguntas de la economía como ciencia, y comentarles
de algunas respuestas tentativas, algunas pueden
gustarnos más que otras, pero por fortuna o no, todas son
incompletas, y lo absoluto es poco frecuente. Un maestro
experimentado puede ahórrale mucho tiempo valioso a
un estudiante joven, compartir el entrenamiento de la
mente sin adoctrinamientos, sugerir pautas, incentivar
la duda y el pensamiento crítico y propositivo siempre
será una tarea encomiable. El estudio de la economía,
como cualquier otra ciencia tiene muchas puertas por
abrir, cada estudiante constituye una posibilidad frente
a las implicaciones conceptuales y prácticas en el mundo
moderno. Debemos asegurarnos de no cerrarlas por
el miedo a lo que encontremos, mucho menos por la
engañosa seguridad que nos confiere la falsa certeza de
atribuirnos el dominio de algo.

312
EPÍLOGO
De ángeles y demonios

313
314
EPÍLOGO
De ángeles y demonios
Cuando piensas en el significado de tu propia existencia,
tu papel en el sólido mundo, el espacio que ocupas en
medio de la inmensidad del universo y la intermitencia
que tu brillo representa a lo largo de la historia del
tiempo, es factible advertir que somos apenas un instante
muy efímero en torno a la misteriosa sinfonía celeste.
El espacio comprendido entre nuestra concepción y la
muerte se constituye en tan solo un momento, pero es
susceptible de vivirse intensamente. Científicamente no
se sabe mucho a propósito de la naturaleza misma de la
vida, de su origen mismo. Es un puzle desafiante cuyas
piezas no tenemos por completo, comprende, no obstante,
lo místico y lo misterioso a la vez. Se cree que el primer
brote de vida en nuestro planeta se produjo alrededor de
3800 millones de años. No lo sabemos con certeza, pero el
universo en expansión, produjo un continuo choque de
asteroides y meteoritos que circundaban la calurosa tierra
en formación. Así las cosas, las condiciones para la vida,
fueron las más adversas posibles, y lo serían hasta que, el
progresivo cambio de factores lo permitieran. La hipótesis
más popular sugiere que, en un punto del tiempo y del
espacio o, en varios concomitantemente, se originaron
elementos inerciales como el carbono, el oxígeno, el
nitrógeno y el hidrogeno. Sobre una superficie aun estéril
y oscura, en contra de todo pronóstico y escenario factible,
los elementos esenciales no sólo se darían encuentro, sino
que se combinarían para dar forma a las moléculas de
dióxido de carbono, metano y agua.

Tampoco existen registros suficientes; la información


y el conocimiento siempre jugarán al debe, pero en
medio de la discusión y la investigación adyacentes, se
cree que las moléculas basadas en carbono lograron
articularse, dando como resultado diversos compuestos
orgánicos, que bajo la temperatura, la energía solar y el

315
agua se alimentaron gradualmente originando un lento
y permanente entramado de ajustes continuos. De esa
manera, la combinación a nivel molecular de elementos
oscilantes, respondió de forma circunspecta a una
particular serie de reacciones químicas experimentadas
en el ambiente, tanto interna como externamente. Las
primeras estructuras basadas en azucares e hidratos
de carbono, almacenaron energía que sería liberada
mediante la ruptura de enlaces moleculares, haciendo
de este modo posible, los mecanismos necesarios para
el desarrollo del metabolismo y la eliminación de
residuos, como características de lo que fuera el primer
asomo de vida en la tierra. Complementariamente, la
generación de moléculas que, constituyeron membranas
como punto de partida para la formación de paredes
celulares, facilitaron la delimitación a nivel celular. La
presencia de los aminoácidos conformaría el desarrollo
de encadenamientos moleculares para la producción
de proteínas, a partir de azucares, fosfatos, adenina,
guanina, citosina y timina, ingredientes esenciales para
la generación de las cadenas de ADN. El metabolismo, la
conformación de membranas celulares y la capacidad de
reproducirse a través de procesos químicos por intermedio
de eones terrestres, asistió la existencia del primer
brote de vida celular. El más insignificante organismo
unicelular contenido de vida, en medio de las condiciones
más hostiles posibles, se diferenció para siempre de todos
los materiales inertes circundantes.

Si desde la aparición del primer brote de vida habrían


de transcurrir aproximadamente 3800 millones de años,
cerca de 3200 años fueron caracterizados por el dominio
de la vida unicelular. Una vez la vida fue posible, los
cambios en el entorno implicaron una lucha constante
por la supervivencia y, con ella devino la adaptación. No
todo pudo evolucionar durante miles de millones de años
para superar con éxito la prueba por la supervivencia,
miles de especies derivadas perecieron para dar lugar

316
a nuevas formas de vida más resistentes. Así mismo,
los mecanismos de adaptación y supervivencia se
constituyen en los primeros brotes de inteligencia. La
primera decisión del organismo unicelular más elemental
fue intentar sobrevivir con los recursos que contaba a su
disposición. ¡No amigos míos!, ¡la economía no es algo que
haya nacido con la humanidad!, la primera forma de vida
existente en la tierra, la más primitiva eligió sobrevivir
en un contexto hostil y, para tal efecto, se sirvió de esa
fase simple, pero importante, el proceso de absorción
de energía mediante el metabolismo, la producción y
mantenimiento de paredes celulares y el instinto de
reproducción implicaron el primer vestigio de una decisión
económica: la subsistencia. Hambre, producto, consumo,
desechos, reproducción… Todas estas son características
económicas. Y no hay igualdad. Dependiendo de las
condiciones caprichosas y estocásticas del ambiente, del
espacio y del tiempo, unas criaturas se desarrollaron con
mayor velocidad y ventaja que otras. En la naturaleza,
la supervivencia también implica muerte. Depredadores
en busca de alimento, comunidades de especies que se
ajustaron a las condiciones y lucharon por ganarse un
espacio en la joven tierra. En los siguientes 600 millones
de años se desarrollaron toda clase de estructuras
celulares múltiples y, sin contar con las mejores garantías
de supervivencia, la aparición y desaparición de especies
fue una constante. Pero una especie lo cambió todo
para siempre. El problema de la consciencia humana
subyace en la pretensión de que dicha consciencia no fue
desarrollada por las demás. Esta creencia supuso que, la
humanidad considerara que su existencia, su vida, era
más elevada que otra serie de especies que, también se
habían ganado su derecho a ocupar una proporción del
ecosistema en el planeta.

Mi punto es simple en realidad. La economía existía mucho


antes de que la humanidad hubiera tenido consciencia
de sí misma, de su existencia y aquello que le rodeaba.

317
Es cierto que, por ejemplo, las plagas, los virus, entre
otros, constituyen organismos destructores de su propio
ecosistema. De la misma forma, la evolución darwiniana
basada en la selección natural no es un proceso que se
haya consumado con nuestra presencia en el mundo,
pero nuestra capacidad para organizarnos socialmente
debe considerar su impacto sobre la sostenibilidad
planetaria, creo que el estudio de la etología económica y
las neurociencias sociales pueden contribuir con algunas
pautas que nos permitirán contemplar la economía como
una ciencia que va más allá de nuestras propias narices. A
diferencia de las majestuosas e imponentes criaturas que
encontraron su fin hace 60 millones de años a causa de
un evento extraordinariamente colosal e independiente, a
nuestra especie no parece importarle labrar el camino de
su propia destrucción. Parecemos tan preocupados por
nuestra propia existencia que incluso descuidamos la de
los demás. Alguien nos dijo que éramos egoístas y nos lo
creímos, lo terrible de esto es que, como los dinosaurios,
tal vez no tengamos una segunda oportunidad sobre la
faz de la tierra.

318
AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, me gustaría agradecer a mi familia, siempre


me han apoyado y animado a continuar con mis proyectos
personales a pesar de las dificultades. Gracias a mi mamá,
a mi papá y mi hermana por su paciencia y su amor. A
mi pequeña sobrina, gracias por la inspiración. Quisiera
agradecer a Alexie y Nats por todos sus consejos y amistad.
También me gustaría agradecer al Decano de la Facultad
de Ciencias Económicas y Administrativas: Profesor Guido
Pantoja por apoyar y creer en los proyectos que se han
trabajado al interior del Centro de Estudios de Desarrollo
Regional CEDRE de la Universidad de Nariño, incluso este,
su tenacidad y convicción nos ha permitido sacar adelante
proyectos científicos que quedarán en la memoria histórica
de la Facultad. Aprovecho para expresar mi gratitud a
la Facultad y a la Escuela de Posgrados, en especial al
profesor José Luis Benavides por su apoyo decidido. Quiero
agradecer a Iván Erazo gran colega y amigo. También es
muy importante para Mí reconocer el papel del equipo del
CEDRE, su apoyo y compromiso en los trabajos del día a
día, me permitió dedicar cada momento posible para este
trabajo. No se me escapa un agradecimiento al maestro
de maestros: el profesor Edgar Rodríguez, sus enseñanzas
fueron fundamentales para mi formación y vocación en la
economía. No puedo dejar de agradecer a mis colegas Julián
Sabogal y Luis Hernando Portillo por dedicar parte de su
limitado tiempo en leer el texto y darme su opinión sobre
el mismo. Finalmente, pero muy trascendente para mí, la
gratitud a todos mis estudiantes de pregrado y postgrado de
todas las universidades, sin ellos, definitivamente esta obra
nunca hubiese podido ver la luz, creo que son ellos quienes
poco a poco me han aportado para ser el profesor que soy el
día de hoy, a ellos mi mayor consideración y respeto.

319
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