Está en la página 1de 3

LAURA DANIELA CHAVES CASTELBLANCO

EL ALUMNO, CENTRO Y PROTAGONISTA DEL ACTO EDUCATIVO

I. ¿Qué valores comunes pueden servir de punto de encuentro para alumnos


y educadores?

Añadiendo las implicaciones de los valores en su accionar para enfrentar


situaciones de carácter generar en niños, niñas y adolescentes, tenemos los
accionares para la reflexión propia como herramienta de aplicación para tratar.
Es importante destacar que los valores comunes ayudan si el mundo está mal,
los jóvenes también, naturalmente es imprescindible tener que presentar el
sentido de esperanza y educación como alternativa del cambio.

Finalmente se tiene el valor de la libertad para constituye un parámetro de


fortalecimiento que urge en todo plan de acción educativo, lo cual implica y
relaciona al joven en su desarrollo y participación. Los valores son estructuras
ético – morales de la conducta y la falta de ellos no estipulan una ideología
manipuladora; destaca por el contrario la capacidad de transformar para
construir y crecer en todos lo campos y posibles interpretadores.

II. ¿De qué modo atendemos personalmente a los alumnos, sobre todo a los
más necesitados de orientación?

Atendemos dos oportunidades con los modos de atención; en primer lugar,


tenemos la relación estable entre el participante y el educador. Siendo esta
relación una cantidad de acuerdos y normativas para su construcción de
saberes propios, entre otros elementos que pueda contribuir cada parte.

En segundo lugar, tenemos siempre el marco o escenario: educar es el arte de


acompañar a caminar, ayudar a elegir el propio camino donde interviene
agentes que son capaces de atender y construir para el alumno en sus
mayores esencias y necesidades de orientación.

Para nuestro tercer y ultimo elemento, tenemos las rutas y prioridades de


trabajo, entre ellas también relacionamos la construcción de caminos con ellos
(vínculos de respeto, normas y confianza), aceptación de miradas compasivas
y reflexivas, en ella vamos a destacar la educación de interlocutores los cuales
son validos para formar el dialogo alumno – educador. Esto hace mención a los
actos educativos y es allí donde los tipos de atención se amplia a diferentes
ambientes, entre ellos encontramos: la familia, los amigos, la calle medios de
educación, medios sociales, la iglesia, entre otros.
III. Nuestras actitudes y gestos cotidianos, ¿presentan una alternativa de vida
a la cultura del consumo y la ausencia de pensamiento crítico?

Claro que sí, recordemos que somos seres de participación activa y


relacionamos los espacios de construcción como elementos propios y
propensos a destacar cualquier acción para la reflexión, idealización y critica
para el despertar de las personas.

Los valores se perciben cuando se ven encarnados en las personas y se


devalúan si el mensaje aparece como pura abstracción, sin el respaldo de
la vida. Hay maestros que son como piedras miliares: muestran el camino a
los demás, pero ellos se quedan parados» (Sermón 119,2).

Siempre debemos tener presente que la construcción de actitudes y gestos


debe primar el amor por el aula, amor por los niños, niñas y jóvenes, amor por
la profesión que se eligió para construir en sociedad y que esta te lleve a
presentarse en el aula para construir, participar y dedicar una pasión del
desarrollo social.

Finalmente, y tomando como referencia la lectura de El Alumno como centro y


protagonista del acto educativo. Se hace mención a un apartado particular para
destacar en los gestos que no debemos presentar Cuando el educador pierde
autoridad moral, se termina por rechazar sus enseñanzas (cf. La doctrina
cristiana 4,27,60). Para ello tenemos una reflexión clara, Hay que situarse ante
los niños y jóvenes reales, caminar con las orientaciones educativas que nos
llegan, atender a los padres que solicitan entrevistarse con nosotros y que, en
todo momento, nuestra forma de vivir sea un elocuente discurso (cf. La
doctrina cristiana 4,29,61).

IV. ¿Qué estrategias podríamos ensayar para que el estilo de nuestra


educación fuera, verdaderamente, el arte de acompañar a caminar?

Remitimos el esquema de participación que podemos aplicar para esta pregunta


en particular:

Nos brindan una puerta a la participación propia, con el mayore de los sentidos y
direccionamientos que brinda nuestra filosofía de atención.
 Educar Con Una Mirada Compasiva De La Realidad: Si el mundo
está mal, los jóvenes también, naturalmente. Los jóvenes, los adultos...,
nadie se escapa de esta realidad. El educador, debe sembrar
esperanza, alternativas de cambio. Es por ello que nuestra estrategia
nace desde las circunstancias de participación, amor y sentido de
pertenecía, el crecer y fortalecer la experiencia para la construcción de
vida.

 Hacer Camino Con Ellos: El proyecto de persona y de sociedad que la


escuela propone no lo han agotado ya los educadores, sino que
también es su proyecto. Claramente es una participación constante y
una acción de amor para comprender y relacionar el aprender juntos
para ganar kilómetros en el la carretera de la experiencia y exigencia.

 Conocer Sus Circunstancias: En este marco, educar es el arte de


acompañar a caminar, ayudar a elegir el propio camino. Apoyar y
orientar en los momentos de construcción y escucha en sus momentos
también es un arte de participación en el aula.

Existe una relación entre los elementos mencionados y es que todos componen
escenarios de construcción, de paz y amor que desarrollan a todos los
participantes, sean alumnos como protagonistas o educadores como orientadores
y veedores de ejemplo ante una participación ciudadana.
¡Atrévete a pensar! tendría que ser uno de nuestros afanes educativos.
Cierro con estas palabras de (Luis A. ARANGUREN GONZALO, Caminar consentido y
esperanza, en Una escuela para el camino, Ed. SanPíoX,Madrid1999,p. 74)

También podría gustarte