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Los pueblos celtas

Alberto J. Lorrio

Publicado en: protohistoria de la península ibérica:


del neolítico a la romanización
ISBN: 978-84-92681-89-1 (Edición impresa)
978-84-92681-90-7 (e-book)
Alberto J. Lorrio* Los pueblos celtas

Iberia es uno de los territorios célticos por exce- y en su relación con otros campos conexos, como la
lencia. Así lo confirma la información proporcionada Lingüística o la Religión, lo que permite superar el
por las fuentes clásicas, que de forma explícita seña- marco cronológico que tradicionalmente limitaba el
lan la presencia de pueblos de raigambre celta en las estudio arqueológico de los pueblos hispano-celtas a
regiones interiores de Hispania, como los Celtíberos lo que podríamos denominar etapa histórica, esto es
y los Berones, y en las tierras del occidente de la Pe- desde finales del siglo III al I a.C.
nínsula Ibérica, como los Célticos en el Suroeste, por
un lado, y diversos pueblos de filiación céltica en el
Noroeste, por otro. Algunos, como los Celtíberos o Historia de la investigación y origen de los celtas
los Célticos, presentan nombres que no dejan lugar hispanos
a dudas respecto a tal filiación, otros probablemen-
te también serían celtas, aunque los escritores gre- Los primeros estudios sobre los Celtas de Iberia
colatinos no llegaran explicitarlo, como sería el caso se remontan a la tradición erudita de los siglos XV a
de Olcades, Carpetanos, Vettones, Vacceos, Astures, XVIII, que empieza a interesarse por las antigüedades
Cántabros, Turmogos, Autrigones, Caristios, Várdu- grecorromanas, primero, y por los monumentos pre-
los y, quizás también, Lusitanos. La mayor parte de históricos, después, al tiempo que estudia y colecciona
estos pueblos ocuparían el centro, occidente y nor- las reliquias del pasado. A partir del siglo XIX la inves-
te de España, mientras que Lusitanos y Célticos se tigación se centró en las fuentes literarias y en los estu-
extenderían preferentemente por las tierras del ac- dios lingüísticos. Destacan los trabajos de H. d’Arbois
tual Portugal (Fig. 1,A). Los abundantes documentos de Jubainville (1893 y 1894), quien plantea la tesis
epigráficos ponen de manifiesto la existencia de, al ligur según la cual este pueblo indoeuropeo habría co-
menos, una lengua céltica en el territorio peninsu- lonizado el Occidente antes de los Celtas, a la vez que
lar, el celtibérico, cuyos testimonios se concentran valora los elementos célticos de Hispania a partir de
hacia la Meseta Oriental y el Valle Alto y Medio las fuentes literarias clásicas y la onomástica. Desde
del Ebro, esto es, la Celtiberia y los territorios adya- 1850 se empieza a tener noticias de la cultura material
centes, mientras que el lusitano, una lengua de tipo que debió acompañar a los pueblos prerromanos cita-
indoeuropeo arcaico que se hablaría en el occidente dos por las fuentes literarias, se excavan las primeras
peninsular, tiene algunos elementos comunes con la necrópolis de la Edad del Hierro de la Meseta y co-
subfamilia celta. El estudio de la onomástica permi- mienzan las investigaciones de campo en importantes
te delimitar igualmente una Hispania céltica por el ciudades y castros de la Hispania céltica1.
centro y el occidente, cuyo territorio se define por Una nueva etapa, hasta los años 40 del siglo XX,
una antroponimia característica de tipo indoeuropeo supuso el incremento notable de las excavaciones ar-
que permite diferenciar ciertas agrupaciones regio- queológicas, entre las que destacan los cementerios y
nales y por la presencia de los topónimos en –briga, poblados celtibéricos y vettones de la Meseta Orien-
el elemento toponímico más difundido de la lingüís- tal y Occidental, mientras que en Extremadura, Ga-
tica céltica (Fig. 1,B). Por su parte, la documentación licia o Asturias crece el interés por la excavación de
arqueológica constituye un elemento esencial para los poblados prerromanos. También contamos con
analizar la formación del mundo celta de Iberia, de- los primeros intentos de explicar la presencia de Cel-
terminar los procesos culturales que llevaron a su tas de Iberia que integran los datos lingüísticos con
gestación y ulterior expansión y caracterizar los dife- la documentación arqueológica, con figuras como
rentes grupos celto-hispanos. El aumento en las últi- A. Schulten, P. Bosch Gimpera o M. Almagro Basch,
mas décadas del conocimiento del Bronce Final y de
la Edad del Hierro de Iberia ha permitido avanzar en
la interpretación de la cultura material de los Celtas
1
Sobre la historiografía de los Celtíberos y los Celtas his-
panos, vid. Lorrio, 2005: 15-31. Una síntesis general, en
Almagro-Gorbea, 1991; Almagro-Gorbea et al., eds., 2001;

*
Universidad de Alicante, alberto.lorrio@ua.es y Lorrio y Ruiz Zapatero, 2005.
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que abordaron en sucesivas publicaciones el estudio cultura de La Tène2, lo que llevó incluso a rechazar
de los Celtas en la Península Ibérica. Schulten en su la presencia de celtas en Hispania al considerar insu-
obra sobre Numancia (1914) ofrece, a partir de las ficientes tales aportes. M. Almagro-Gorbea, a media-
fuentes literarias, su personal reconstrucción del pro- dos del decenio de 1980, planteó una visión inter-
ceso de etnogénesis de los Celtíberos, que sirvió de disciplinar para analizar los celtas de Hispania, que
base de los posteriores estudios de Bosch Gimpera, volvía a integrar estos datos arqueológicos con las
que planteó la existencia de varias invasiones, o de fuentes literarias, las evidencias lingüísticas e, incluso,
Almagro, con una única invasión, lenta y gradual, en- con tradiciones etno-antropológicas3. Tras criticar los
marcada en el contexto general de la cultura de los modelos invasionistas tradicionales, propuso procesos
Campos de Urnas. de etnogénesis regionales, pues señaló la dificultad de
Una tercera etapa abarca hasta los años 70, carac- que los Celtas de Hispania procedieran todos de la
terizada por el avance de los estudios lingüísticos, con Cultura de los Campos de Urnas, por lo que buscó
figuras como A. Tovar, que en 1946 describió algunos su origen en un substrato cultural ‘proto-céltico’ ex-
rasgos fundamentales de la lengua de los Celtíberos tendido desde la Edad del Bronce hasta inicios del I
que permitían su inclusión entre las lenguas célticas, milenio por el occidente y el norte de la Península
M. Lejeune, U. Schmoll y J. Untermann, cuya obra Ibérica, lo que plantea retrotraer el origen de los Cel-
más emblemática son los Monumenta Linguarum tas hasta el III milenio a.C. y ver en el Vaso Campa-
Hispanicarum, cuyo volumen IV dedica a las ins- niforme y en el Bronce Atlántico las raíces del pro-
cripciones celtibéricas y lusitanas (1997). Esta reno- ceso formativo que acabó dando lugar a los pueblos
vación no se trasladó a la investigación arqueológica celtas4. Este origen explica su amplia dispersión por
del mundo celta ante la dificultad de relacionar los Europa Occidental y su variabilidad interna, debido
materiales hispanos con los del otro lado de los Pi- a tradiciones ancestrales. Los Celtas conocidos por las
rineos, por lo que a partir de 1940 se renunció a in- fuentes clásicas y por sus restos arqueológicos serían
tentar nuevas síntesis e interpretaciones, repitiéndose el resultado de un largo proceso de celtización pro-
los viejos esquemas de Bosch y Almagro, orientación gresiva o “acumulativa”, que explica su variedad cul-
que cambió desde los años 60 por la labor de arqueó- tural, aunque posiblemente todos hablaran lenguas
logos alemanes como E. Sangmeister, K. Raddatz o V. afines y mantendrían ideas similares sobre la vida y
Pingel, quienes abordaron el tema céltico de forma sus valores, que los diferencia de otros pueblos de la
puntual. En esta etapa destaca la obra de W. Schüle, Antigüedad. Tales planteamientos han contribuido a
Die Meseta Kulturen der Iberischen Halbinsel, publica- reconocer explícitamente la personalidad de la Pe-
da en 1969, cuyo influjo en los estudios celtibéricos nínsula Ibérica en el mundo céltico, al tiempo que a
ha sido determinante en los años 70 y 80. admitir la existencia en la Península Ibérica de unos
celtas con identidad propia antes de los movimientos
Desde los años 80 se han incrementado las ex- latenienses. Los Celtas hispanos presentan una cultu-
cavaciones de necrópolis, asentamientos y, en menor ra material perfectamente diferenciada de la de los
medida, santuarios, al tiempo que se han reorientado Celtas centroeuropeos de Hallstatt y La Tène, lo que
los estudios sobre los Celtas de Hispania al identificar explica su dificultad de comprensión desde plantea-
las secuencias regionales que explican los procesos de mientos tradicionales. Al menos una parte de estos
su formación y sus características y diferencias res- Celtas peninsulares asimilaron a lo largo del I milenio
pecto al resto de la Europa Céltica, estudios que han a.C., a través de su contacto con Tartesios e Iberos
integrado los datos arqueológicos con los lingüísticos principalmente, elementos de procedencia medite-
y las fuentes clásicas, a pesar de la dificultad de com- rránea tales como el armamento, el torno de alfare-
prensión por parte de la historiografía de la Europa ro, el urbanismo o la escritura, aunque la existencia
Céltica, anclada en una falsa perspectiva incapaz de de estímulos nordpirenaicos esté bien documentada,
valorar la personalidad de los celtas de Hispania y dada la presencia de influjos de los grupos de Cam-
de otras áreas periféricas. Un tema de renovada ac- pos de Urnas en la zona, todo lo cual justificaría el
tualidad es la explicación del origen de los Celtíbe- carácter mixto –celta e ibero– aludido por los autores
ros y de los restantes pueblos celtas hispanos, tema clásicos respecto de los Celtíberos5.
enmarcado en el de la celtización de la Península
Ibérica. A excepción de los encomiables intentos de Estas evidencias arqueológicas permiten analizar
Sangmeister y Schüle, este tema no se había revisado la etnogénesis de los Celtíberos, a pesar de las difi-
desde Bosch y Almagro, tras cuyas grandes síntesis se cultades que conlleva el uso de ese término antes del
estancaron estas investigaciones, lo que ha llevado a
posturas extremas como algunos investigadores que 2
Principalmente, Lenerz-de Wilde, 1991.
han vinculado hasta fechas recientes la celtización a 3
Almagro-Gorbea, 1992; 1993; 2001: 99ss.
la “latenización” de la Península Ibérica, al vincular la 4
Vid. igualmente, Koch, 2013.
llegada de los celtas con los elementos hispanos de la 5
Ruiz Zapatero y Lorrio, 2007.
los pueblos celtas 219

Figura 1. A, Mapa de las etnias hispano-celtas. B, División entre las áreas lingüísticas indoeuropea e ibérica en la Península
Ibérica, con las evidencias epigráficas prerromanas y romanas de las diferentes lenguas indígenas. C, Procesos de configura-
ción étnica, cultural y lingüística de los celtíberos. D, La evolución de la Cultura Celtibérica (B, según Almagro-Gorbea et
al. 2001, C, según Lorrio y Ruiz Zapatero, 2007; D, según Lorrio, 2005).

momento de su creación por parte de los autores gre- la aparición de ciertos elementos de cultura material,
colatinos. Su interés es evidente, pues se trata de uno poblamiento, ritual funerario, ideología, estructura
de los pocos casos en los que todas las fuentes anali- socioeconómica, etc., característicos del mundo cel-
zadas coinciden en señalar su carácter céltico, al me- tibérico a lo largo de todo su proceso evolutivo, per-
nos en los momentos de las Guerras con Roma. Así, miten individualizar el momento inicial del mismo,
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que habría que situar en las tierras altas de la Meseta con el lusitano, su carácter céltico esté lejos de ser
Oriental hacia los siglos VII-VI a.C. o incluso antes. admitido unánimemente. Dentro del mundo céltico
En este sentido, como veremos más adelante, sería así entendido, hay variabilidad en el tiempo y en el
adecuada la utilización del término “celtibérico” para espacio y, por tanto, no se puede ver como algo uni-
referirse a las culturas arqueológicas localizadas en forme y “simple”, una realidad cuyos recientes cono-
las tierras del Alto Tajo-Alto Jalón y Alto Duero, en cimientos evidencian una importante complejidad.
la Meseta Oriental y el Sistema Ibérico, ya desde sus
fases formativas, que cabe situar en las fechas citadas
(Fig. 1,D). La continuidad que se advierte a través de Los Celtíberos
la secuencia cultural en este sector de la Meseta per-
mite correlacionar las evidencias de tipo arqueológi- Los Celtíberos son uno de los pueblos celtas me-
co con las históricas o étnicas (Fig. 1,C), dada su in- jor conocidos de toda Iberia6. La primera referencia
dividualización en un territorio que coincide casi por a la Celtiberia se sitúa en el contexto de la II Guerra
completo con el que los autores clásicos atribuían a Púnica al narrar Polibio los prolegómenos del asedio
los Celtíberos, pueblo que, como se ha señalado, era de Sagunto, en la primavera del 219 a.C. Desde ese
considerado como celta. En ese territorio, al menos momento, las menciones a la Celtiberia y los Celtí-
en época histórica, se hablaría una lengua celta, el beros son abundantes por ser éstos uno de los prin-
Celtibérico, la única que sin ningún género de dudas cipales protagonistas de los acontecimientos bélicos
ha sido identificada como tal en la Península Ibérica del siglo II a.C., principalmente las llamadas Guerras
(Fig. 1,B). Celtibéricas, que culminarían en el 133 a.C. con la
Por otra parte, el hallazgo de elementos que pue- destrucción de Numancia y su sumisión a Roma.
den ser considerados como celtibéricos en áreas no Jugarían, igualmente, un papel destacado en otros
estrictamente celtibéricas puede verse como un in- episodios militares del siglo I a.C., como las Gue-
dicio de celtiberización y, por tanto, celtización de rras Sertorianas. Las fuentes literarias presentan a los
estos territorios. Esto, más que ponerlo en relación Celtiberi como una población mixta, celtas mezcla-
con importantes movimientos étnicos, debe verse dos con iberos según Posidonio, Diodoro, Apiano o
como un fenómeno intermitente de efecto acumu- Marcial, aunque según Estrabón prevalecería el pri-
lativo que cabe vincular con la imposición de grupos mero de estos componentes, lo que coincide con las
dominantes, seguramente en número reducido, mi- evidencias lingüísticas, onomásticas y arqueológicas
graciones locales o incluso la aculturación del subs- conservadas. El término habría sido creado por los
trato. De acuerdo con ello, podría interpretarse la escritores clásicos para dar nombre a un conjunto de
dispersión geográfica de algunos elementos como las pueblos hostiles hacia Roma, que bien pudiera es-
fíbulas de caballito o ciertas armas típicamente celti- tar referido a los Celtas de Iberia, a pesar de no ser
béricas, v. gr. los puñales biglobulares, como indicios los Celtíberos, como es sabido, los únicos celtas de
de esta expansión, y por consiguiente del proceso de la Península. Los Celtíberos eran gentes de lengua
celtización, también documentado por la distribu- y cultura celta de características culturales bastante
ción de los antropónimos étnicos Celtius y Celtiber y homogéneas, como demuestran su arte, organización
sus variantes, o de algunos topónimos característicos. social y creencias religiosas. En su etapa final desa-
Desde el punto de vista lingüístico, se manifiesta por rrollaron una importante cultura urbana, al tiempo
la aparición de textos en lengua celtibérica fuera del que destaca su epigrafía estatal en escritura indíge-
teórico territorio celtibérico, en su mayoría localiza- na y latina, sus numerosas téseras de hospitalidad y
dos en la Meseta, pero también en zonas más aleja- su alto número de cecas que acuñaron en bronce y
das, como Extremadura. plata. Los Celtíberos serían un grupo étnico, al igual
Ello no excluye, obviamente, que hubiera otros que los Galos o los Iberos, pues incorporan entida-
hispano-celtas diferentes de los Celtíberos, según pa- des de menor categoría, como los Arévacos, Belos,
recen confirmar las fuentes literarias con respecto a Titos, Lusones y Pelendones. El análisis de tales et-
los Berones o los Célticos, de origen celtibérico según nias, y su delimitación mediante la localización de
Plinio (III,13-14), o que dicho proceso de celtiberi- sus ciudades, permite determinar unos límites para
zación se realizara en áreas donde existiera previa- la Celtiberia que en modo alguno hay que considerar
mente un componente celta, por otra parte difícil de inmutables, extendiéndose por las altas tierras de la
determinar. El panorama resulta especialmente com- Meseta Oriental y la margen derecha del Valle Medio
plejo en relación a aquellos grupos étnicos cuyo pro- del Ebro.
ceso formativo es conocido a través de la Arqueolo-
gía, pero a los que los autores clásicos en ningún caso
6
Una visión de síntesis sobre los Celtíberos puede verse en
consideran expresamente como Celtas y de los que los trabajos de Lorrio, 2005 y 2008; Jimeno, ed., 2005; y
se desconoce la lengua que hablaban o, como ocurre Burillo, 2007, trabajos que recogen la bibliografía previa.
los pueblos celtas 221

Las posturas invasionistas, que relacionan la for- aumento demográfico y de la necesidad de defender
mación del grupo celtibérico con la llegada de suce- su pagus, generalmente un valle o pequeño territorio,
sivas oleadas de Celtas venidos de Europa Central, como consecuencia del predominio de la ganadería,
está hoy totalmente desechada al no encontrar el ne- en parte trashumante para evitar la aridez estival de
cesario refrendo en los datos arqueológicos. Posturas las llanuras meseteñas y la dureza invernal de las sie-
más recientes, como la defendida por M. Almagro- rras, con las consiguientes tensiones por el control de
Gorbea, A. Lorrio y G. Ruiz Zapatero, proponen bus- los pastos. Este proceso favorecería una organización
car su origen en el substrato cultural indoeuropeo, social cada vez más jerar­quizada que daría lugar a
extendido en el Bronce Final, a inicios del I milenio, elites de guerreros que evolucionaron hacia clanes
por el occidente y el norte de la Península Ibérica, gentilicios hereditarios, en un proceso paralelo a las
aunque tamizado por la llegada al Sistema Ibérico, la elites de la Edad del Hierro del Noreste.
futura Celtiberia, de gentes procedentes de los Cam-
Corresponden también a este momento la ge-
pos de Urnas del Valle del Ebro, fenómeno que cabe
neralización de los cementerios de incineración,
situar hacia el siglo IX o VIII a.C., en lo que se cono-
cuyos primeros ejemplos son algo anteriores como
ce como etapa Protoceltibérica. Los datos de algunas
demuestra los casos ya citados de Herrería y San Pe-
necrópolis como las fases I y II de Herrería (Guada-
dro. Conocemos, aunque de excavaciones antiguas,
lajara), o la de San Pedro, en Oncala (Soria)7 resultan
la organización interna de algunos cementerios, con
de gran interés, al proponer fechas muy tempranas,
las tumbas alineadas en calles, aunque los recientes
anteriores al inicio de la Edad del Hierro, para la lle-
trabajos en la necrópolis de Inchidero (Aguilar de
gada de estas influencias.
Montuenga, Soria)9 sugieren una mayor complejidad
Durante el Celtibérico Antiguo (ca. 650/600-450 al observarse alineaciones de tumbas en su etapa ini-
a.C.) se registran en las altas tierras de la Meseta cial, fechada entre finales del siglo VII/inicios del VI
Oriental y el Sistema Ibérico importantes novedades, y mediados del V a.C., y una reorganización a partir
algunas de las cuales van a caracterizar la Cultura Cel- de ese momento con calles de estelas, que perduraría
tibérica hasta sus fases más avanzadas. Surgen ahora en la zona celtibérica hasta sus fases más avanzadas
los primeros asentamientos estables en este territorio, (Fig. 2,12). En otros casos, como en las necrópolis
generalmente del tipo conocido como “castro”, loca- de Molina de Aragón y Sigüenza (Guadalajara), las
lizados en cerros de fácil defensa, a veces protegidos sepulturas aparecían cubiertas con encachados tu-
por murallas (Fig. 2,1)8. Las casas, de zócalo de piedra mulares. Algunos de estos cementerios, como el de
y alzado de adobes, eran de planta rectangular, con Carratiermes (Soria), llegaron a estar en uso desde
muros medianiles comunes, cuyas traseras se cierran el siglo VI hasta el I a.C. o incluso después; las tum-
hacia el exterior, a modo de muralla, o se adosan a bas aparecieron distribuidas en dos sectores de en-
ésta, y puertas abiertas al interior del castro, donde terramiento, separados entre sí unos 200 m, con las
se documenta un espacio central, que cabe interpre- tumbas más antiguas en el área central de la zona
tar como calle o plaza, urbanismo originario de los de la que proceden la mayoría de los conjuntos ex-
Campos de Urnas del NE. Este modelo será el tipo cavados10. Los ajuares funerarios revelan grupos con
de vivienda celtibérica hasta época tardía (Fig. 2,2). una incipiente diferenciación social y un componen-
Los poblados más grandes apenas tendrían unos po- te ‘guerrero’ indicado por algunas tumbas con armas,
cos centenares de habitantes, no se observa jerarqui- que incluyen largas puntas de lanza, aunque hallaz-
zación del territorio y las comunidades debieron ser gos recientes permiten plantear el uso excepcional de
pequeñas, bastante homogéneas y autosuficientes. Su la espada durante esta etapa. Encontramos durante el
base económica sería preferentemente agropecuaria, Celtibérico Antiguo todo un conjunto de cerámicas
pues si los diversos tipos de evidencias manejadas co- y objetos metálicos nuevos –bastantes realizados ya
inciden en mostrar el carácter eminentemente pasto- en hierro–, sin antecedentes en las tradiciones alfa-
ril de la economía celtibérica, también se practicó una reras y metalúrgicas locales. Destaca la importante
agricultura de subsistencia, que permitiría la sedenta- actividad de los broncistas, con un buen número de
rización de la población y el que únicamente algunos variados objetos relacionados con la vestimenta y el
de sus miembros se desplazarían en ciertos períodos
adorno personal, algunos fabricados en talleres de
del año con el ganado. La generalización del castro
ámbito local o regional, como ciertos modelos de fí-
trasluce una inestabilidad creciente, consecuencia del
bulas (las decoradas mediante adornos espiraliformes
y las fíbulas-placa), algunos modelos de broches de

7
Sobre las fases antiguas de la necrópolis de Herrería (I-II), cinturón o distintos tipos de pectorales (de espirales
vid. Cerdeño y Sagardoy, 2002: 31s. Sobre la necrópolis de
San Pedro, vid. Tabernero et al., 2010.

8
Cerdeño y Juez, 2002; Álvarez-Sanchís, Jimeno y Ruiz Za- 9
Arlegui, 2012.
patero, eds., 2011. 10
Argente et al., 2000.
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Figura 2. Celtíberos. 1, Vista del poblado de El Ceremeño durante el Celtibérico Pleno; 2, casa celtibérica con división
tripartita; 3, Reconstrucción ideal del oppidum de Numancia; 4, fíbula argéntea de Driebes; 5, tésera de hospitalidad de
Contrebia Belaisca; 6, denario de Sekobirikes;7-8, cerámicas de Numancia con decoración simbólica; 9-11, necrópolis de
Carratiermes: pectorales y equipo militar; 12, calles de estelas de la necrópolis de Luzaga; 13-14, necrópolis de Numancia:
fíbula de caballito y signa equitum; 15, cerámica de Numancia con escena de exposición de cadáveres; 16, casco de Muriel
de la Fuente; 17, santuario de Termes (1, según Cerdeño y Juez, 2002; 2, según Ruiz Zapatero; 3, según Jimeno; 4, según
Raddatz, 1969; 5, según Almagro-Gorbea, 1991; 6, foto Real Academia de la Historia; 7-11 y 13-16, foto A. Plaza, Museo
Numantino;12, foto Museo Cerralbo;17, foto A.J. Lorrio).
los pueblos celtas 223

o de placa) (Fig. 2,9-10), dada su aparición de forma por un buen número de objetos, algunos de los cua-
exclusiva en los territorios orientales de la Meseta. les pueden ser considerados excepcionales, como es
El análisis de la cultura material de las necrópolis y el caso de las armas broncíneas (cascos, pectorales y
poblados de esta fase temprana de la Cultura Celti- umbos de escudo) o las cerámicas a torno. Este im-
bérica pone de manifiesto, igualmente, la existencia portante desarrollo aparece inicialmente circunscrito
de aportaciones de diversa procedencia y tradiciones al Alto Henares-Alto Tajuña, afluentes del Tajo, así
culturales variadas: el Mediodía peninsular, la zona como a las tierras meridionales de la provincia de
del Levante y el Sureste o el Valle del Ebro, zona ésta Soria correspondientes al Alto Duero y al Alto Jalón,
que cabe considerar esencial para comprender la lle- como resultado de la riqueza ganadera de la zona, el
gada del ritual funerario de la incineración, junto a control de las salinas, todavía en uso hasta hace unos
las urnas que formarían parte de él, o del poblado de pocos años, la producción de hierro, o su privilegiada
calle central, característicos de los Campos de Urnas situación geográfica, al tratarse del paso natural entre
del Noreste. En este sentido conviene traer a colación el Valle de Ebro y la Meseta. Las tumbas de mayor
las inhumaciones infantiles en el interior de los po- riqueza tienen espada, pertenecientes a los modelos
blados, ritual característico de los grupos de Campos de antenas (Fig. 2,11) o de frontón, puntas de lanza,
de Urnas del Noreste, que se atestigua en el centro escudo, discos-coraza e, incluso, casco. Estos objetos
de la cuenca del Duero en la cultura del Soto y luego muestran una sociedad fuertemente jerarquizada, en
será habitual en el mundo ibérico. las que las tumbas de mayor riqueza se vincularían con
Un nuevo período se desarrolla a partir del siglo grupos aristocráticos. Es frecuente encontrar, junto a
V a.C., el conocido como Celtibérico Pleno (450- ellos, arreos de caballo, un signo más de la categoría
225/200 a.C.), en el que se observa la consolidación del personaje al que acompañan. En el nivel más alto,
del poblamiento en las áreas de la fase previa y la hay que situar enterramientos con numerosas armas,
incorporación de nuevos territorios como la margen entre las que se incluyen cascos, escudos y pectorales
derecha del Valle Medio del Ebro. Los poblados au- de bronce, verdaderas piezas ‘de parada’, y arreos de
mentan de tamaño, y se mantiene el asentamiento caballo; serían los guerreros a caballo o equites, que
de tipo castreño. Se generaliza el esquema urbanísti- formaban la elite de la comunidad. Por debajo esta-
co ya conocido de calle o de plaza central. Se adop- rían las sepulturas de guerreros con rico armamento
tan nuevos elementos defensivos, como murallas integrado por espadas, cuchillos, lanzas y escudos. Un
dobles y torres rectangulares, mientras que los fosos tercer rango de tumbas con armas incluye ajuares más
son de mayor entidad que en la fase precedente, con pobres con sólo lanzas y escudos y alguna espada oca-
algunos ejemplos de los característicos campos de sionalmente. La gran mayoría de los enterramientos
piedras hincadas, ya conocidos desde el Primer Hie- corresponden a la masa de población campesina, sin
rro en los castros de la Serranía de Soria. Además, armas, y con diversos grados de ‘riqueza’.
el número de asentamientos crece, como también El análisis del armamento y del resto de los obje-
lo hacen los cementerios conocidos, algunos de los tos metálicos (fíbulas, broches de cinturón, etc.), en
cuales presentarían las características calles de este- muchos casos recuperados en las sepulturas, pone de
las. El número de tumbas de algunas necrópolis da manifiesto las diversas influencias de la Cultura Cel-
una idea de ello, aunque en muchos casos, dada la tibérica durante su fase plena: norpirenaicas, llegadas
larga secuencia de uso de estos cementerios, tales a través del Valle del Ebro, meseteñas, en concreto
cifras engloben también las sepulturas pertenecien- con las tierras del Duero Medio y, posiblemente, con
tes a la fase anterior o posterior, lo que al tratar- la zona abulense, y de inspiración mediterránea, segu-
se de excavaciones antiguas no siempre es posible ramente desde el Mediodía y el Levante peninsulares.
de determinar. El número de enterramientos varía No obstante, una parte destacada de estos objetos,
notablemente de unos cementerios a otros, pues dada su tipología característica, fueran producidos
en Aguilar de Anguita se excavaron unas 5.000 con seguridad en centros metalúrgicos localizados en
tumbas, en Luzaga se acercaban a 2.000, Gormaz la Meseta Oriental, aunque es escasa la información
ofreció unos 1.200 enterramientos, Osma y Quin- que poseemos al respecto. Efectivamente, durante los
tanas de Gormaz superaron los 800, en Almaluez siglos V-IV y, en menor medida, el III a.C., se va a
se documentaron 322 tumbas, mientras Alpanseque asistir a un gran desarrollo de la metalistería celti-
y Arcóbriga proporcionaron en torno a los 300 con- bérica. Prueba de ello es la aparición en los ajuares
juntos y La Mercadera sólo unos 100, lo que puede funerarios del oriente de la Meseta de nuevos tipos
darnos información relativa al tamaño de las comu- de armas, en muchos casos modelos de fabricación
nidades con las que cabe relacionar estos lugares. local, y las ricas decoraciones damasquinadas que con
En esta fase, la creciente diferenciación social frecuencia ofrecen éstas.
se manifiesta en las necrópolis, con la aparición de Un hallazgo de excepcional interés es el conjunto
tumbas aristocráticas cuyos ajuares están integrados de cascos hispano-calcídicos aparecidos en Aranda
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del Moncayo (Zaragoza), posiblemente una creación trados y normas que regulan el derecho público. Los
genuinamente hispana, quizás celtibérica, que refleja oppida como Numancia o Termes podrían tener unas
la intensa y activa participación mercenaria en el Sur pocos miles de habitantes –en torno a 1.500-2.000
de Italia11. El elevado número de cascos, difícil de de- se ha calculado para la ciudad de Numancia–, en al-
terminar, aunque se situaría entre 10 y 20 ejemplares, gunos casos, como ocurre en Uxama, con más de un
unido a las noticias sobre el lugar y disposición de núcleo de enterramiento para la población.
los hallazgos y la presencia de otros objetos singula- Las excavaciones en la necrópolis de Numancia14
res, como pectorales que formaban parte del mismo han proporcionado 155 tumbas organizadas en zo-
depósito, sugiere una interpretación singular para el nas, con espacios intermedios con menor densidad o
conjunto, con hallazgos de otros cascos del mismo incluso ausencia de sepulturas. Las más antiguas, fe-
tipo en necrópolis y depósitos votivos o religiosos, chadas a finales del siglo III o inicios del II a.C., ocu-
como el de Muriel de la Fuente (Soria) (Fig. 2,16), pan la zona central, mientras que otros dos grupos
recuperado en un contexto fluvial singular12, o el más modernos, anteriores en cualquier caso al 133
conjunto de Aranda de Moncayo, quizás procedente a.C., se disponen en torno al primero, con cambios
de un posible santuario en el interior de un destacado significativos en las características de los ajuares. Las
núcleo de población, lo que pone de manifiesto su
tumbas de rango más elevado presentan elementos
fuerte significado simbólico.
característicos, como armas y, sobre todo, fíbulas de
El Celtibérico Tardío (finales del III-siglo I a.C.) jinete (Fig. 2,13) y signa equitum (Fig. 2,14). Otras
se configura como un periodo de profundo cambio, necrópolis, también vinculadas a oppida, serían las de
en el que destaca la tendencia hacia formas de vida Uxama, Termes o Arcobriga15. En otros cementerios
cada vez más urbanas. En relación con este proceso desaparecen las armas, lo que parece estar restringi-
de urbanización estaría la probable aparición de la do a ciertas áreas de la Celtiberia, y pudiera traducir
escritura, que se documenta ya mediado el siglo II probablemente cambios en la ideología funeraria y en
a.C. en las acuñaciones numismáticas (Fig. 2,6), pero las maneras de significación del estatus social. La jo-
la diversidad de alfabetos y su rápida generalización yería, acumulada en tesorillos familiares o depósitos
permiten suponer una introducción anterior des- comunitarios y no en los enterramientos, sustituye
de las áreas ibéricas meridionales y orientales. Este al armamento como elemento de estatus (Fig. 2,4).
proceso contribuyó, igualmente, de forma decisiva, Además, según las fuentes literarias y las cerámicas
al desarrollo de las manifestaciones artísticas celtibé- de la ciudad de Numancia, los Celtíberos practica-
ricas, como la orfebrería (Fig. 2,4)13, el trabajo del ron un ritual funerario destinado sólo a los guerreros
bronce (Fig. 2,13-14), las representaciones monetales caídos en combate: el rito de exposición de cadáveres
(Fig. 2,6) y la producción cerámica, sobre todo las para ser devorados por los buitres, aves consideradas
cerámicas monocromas y polícromas de Numancia sagradas (Fig. 2,15).
(Fig. 2,7-8 y 15). A la vez se desarrollará un proceso
Una aportación relevante relativa a los santuarios
de ordenación jerárquica del territorio, en el que el
celtibéricos proviene de la identificación, en la cum-
carácter urbano de los oppida se define por su signi-
bre de la acrópolis del oppidum celtibérico de Termes
ficado funcional más que por el arquitectónico, aun-
(Soria), de un templum del siglo II a.C., y bajo él, de
que se sepa de la existencia de edificios públicos. La
aplicación de modelos urbanísticos ortogonales tiene una cabaña cuyo origen se remonta a las fases ini-
su reflejo en Numancia (Fig. 2,3). Un caso singular es ciales de la Cultura Celtibérica, situado todo ello al
el de La Caridad de Caminreal (Teruel), en el valle lado de una Peña Onfálica con bothros. Este complejo
del Jiloca, ciudad construida por iniciativa romana a sacro en el arx de la antigua Termes (Fig. 2,17) consti-
finales del siglo II a.C. y destruida en el curso de las tuye el heroon del fundador de la población, de la que
Guerras Sertorianas, que presenta un urbanismo reti- sería el Héroe epónimo16. Este culto poliádico es cla-
cular, con calles perpendiculares entre sí carentes de ramente anterior a la dominación romana, por lo que
enlosado aunque provistas de aceras y canales de cap- documenta el origen y desarrollo ideológico “urba-
tación y evacuación de aguas, con insulae rectangu- no” de los oppida celtibéricos, en el que se identifican
lares, como la llamada Casa de Likine, una mansión tradiciones celtas junto a una evidente aculturación
helenístico-romana de dimensiones notables. Son helenístico-romana en las formas de culto.
centros que acuñan moneda con su nombre, de plata Las noticias proporcionadas por los autores gre-
en los más importantes, y son la expresión de una colatinos y las evidencias epigráficas van a permitir
organización social más compleja, con senado, magis- en esta fase final profundizar en la estructura so-

11
Graells, Lorrio y Quesada, 2014. 14
Jimeno et al., 2004.
12
Graells y Lorrio, 2013. 15
Lorrio y Sánchez de Prado, 2009.
13
Raddatz, 1969. 16
Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011.
los pueblos celtas 225

ciopolítica de los Celtíberos, con organizaciones de ma cultural, y sería un medio de conseguir prestigio
tipo suprafamiliar, instituciones sociopolíticas, como y riqueza, lo que explica las frecuentes razzias contra
senados o asambleas, o de tipo no parental, como el los territorios vecinos y la presencia como mercena-
hospitium o la clientela, así como entidades étnicas y rios al servicio, entre otros, de cartagineses y roma-
territoriales que son conocidas por primera vez. Tam- nos, lo que les permitió familiarizarse con las tácticas
bién ofrecen importante información sobre la rique- militares propias de estos pueblos. Por otro, durante
za ganadera de los Celtíberos, pues con frecuencia los primeros años del conflicto los romanos parecen
se les exigía el pago de tributos mediante la entrega no estar interesados especialmente en la conquista de
de sagos o mantos de lana y de caballos o incluso la Celtiberia, pues gran parte de los enfrentamien-
de pieles de bueyes. Los diversos análisis paleonto- tos se desarrollan en la periferia de su territorio y,
lógicos que existen para el territorio celtibérico ates- en muchos casos, los generales se movían más para
tiguan que existía una cabaña variada ya desde los obtener un botín cuantioso y su enriquecimiento
estadios iniciales de la Cultura Celtibérica, en la que personal que por razones estratégicas, lo que explica
destacan los ovicápridosy en proporciones inferiores la dificultad de consolidar una frontera estable, que
los bóvidos, los suidos y los équidos. Los análisis de durante mucho tiempo fue la franja celtibérica del
los oligoelementos contenidos en los restos humanos valle medio del Ebro, sin olvidar la bisoñez de sus
hallados en la necrópolis de Numancia han propor- tropas, a menudo desmoralizas por las continuas de-
cionado una interesante información sobre la dieta rrotas, hasta el punto de que únicamente el genio mi-
alimenticia de los numantinos: rica en componentes litar de Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago en
vegetales, con un papel destacado de los frutos secos la Tercera Guerra Púnica, tras disciplinar al ejército
(bellotas), y pobre en proteína animal. La importan- y con un desproporcionado despliegue hizo posible
cia de la actividad agrícola debió variar bastante de la conquista de la Celtiberia, con la destrucción de
unas regiones a otras de la Celtiberia, produciéndose Numancia en el verano del 133 a.C., lo que no evitó
una intensificación a partir de la fase más avanzada que aún a inicios del siglo I a.C. todavía se produ-
de la Cultura Celtibérica. El cultivo de cereales jugó jeran importantes revueltas en territorio celtibérico.
un papel determinante, según confirman los diversos Los Celtíberos y la Celtiberia todavía jugaron un re-
tipos de análisis y las noticias dejadas por los escrito- levante papel en acontecimientos posteriores como
res grecolatinos. El hallazgo de restos de legumino- las Guerras Sertorianas, dentro ya de las luchas civiles
sas, sugiere rotación de cultivos y quizás el cultivo de la tarda República Romana, pero el dominio de
de plantas forrajeras para el ganado. La práctica del Roma en la Celtiberia estaba ya consolidado, y cul-
regadío es conocida a través de un documento ex- minaría en el siglo I d.C., cuando los antiguos oppida
cepcional como es el bronce latino de Contrebia, fe- celtibéricos de Bilbilis, Vxama, Termes, Numantia o
chado en el 87 a.C. Este documento hace referencia Ercavica se han convertido ya en ciudades romanas,
a una canalización artificial de agua a través de un incluso con rango de municipium.
terreno adquirido a otra comunidad, lo que lleva a
pensar en la práctica de una agricultura intensiva ya
desde inicios del siglo I a.C. Los hallazgos de diversos La Meseta Central y Occidental: Vacceos y Vettones
tipos de útiles agrícolas como rejas de arado, hoces,
azadas, azadillas, podaderas, horcas, etc., documentan Al Oeste de los Celtíberos se localizaban los Va-
las distintas labores del trabajo agrícola: preparación, cceos, que se extendieron por las llanuras sedimen-
siembra, recolección, acarreo y mantenimiento. tarias de la cuenca central del Duero. Son uno de los
populi más cultos de la Meseta, según Poseidonio, y
A lo largo del siglo II a.C. los Celtíberos protago- aparecen ya citados por las fuentes en el año 220 a.
nizaron uno de los principales episodios de choque, C. en la campaña de Aníbal por el interior de Iberia,
destrucción y absorción del mundo celta por Roma, siendo actores destacados en las guerras de la con-
las llamadas Guerras Celtibéricas17, de gran impacto quista de la Meseta por Roma, como confirman las
en la sociedad romana, al causar durante buena parte campañas contra Cauca, Intercatia y Pallantia duran-
del siglo II a.C. continuas derrotas ante un enemi- te las Guerras Celtibéricas18.
go teóricamente inferior. El episodio final recibe el
nombre de Guerra de Numancia y duró más de 20 El substrato cultural de esta región está represen-
tado por el grupo Soto de Medinilla (ca. 800-400
años. La larga duración del conflicto y su dureza se ha
a.C.), que define la Primera Edad del Hierro19. Las
explicado por diversos factores. Por un lado, la guerra
era para los Celtíberos un fenómeno de gran relevan-
cia social, que afectaría y condicionaba todo el siste- 18
Para una síntesis reciente sobre el tema vid. Sanz y Martín
Valls, 2001; Sanz y Romero, eds., 2007; Romero y Sanz,
eds., 2010.
Lorrio, 2009.
17 19
Romero, Sanz y Álvarez-Sanchís, 2008: 657ss.
226 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

gentes del grupo Soto ofrecen los primeros asenta- da, Cauca, Pintia22 (Fig. 3,2) o Septimanca, ofrecen
mientos estables con ocupaciones largas –poblados murallas de adobe y madera con potentes fosos, cuen-
con casas redondas construidas con madera y adobe tan con áreas residenciales amplias y arrabales fuera de
(Fig. 3,1)–, desarrollaron una economía cerealista in- las murallas, con barrios artesanales, como Carralaceña
tensiva en los fértiles suelos del fondo de los valles, en Pintia, con alfares y grandes hornos cerámicos (Fig.
y compartían una cultura material más o menos ho- 3,6), basureros, etc. Calles más o menos regulares deli-
mogénea, con una tradición cerámica bien estanda- mitan manzanas abiertas a las calles, aunque desgracia-
rizada y una metalurgia broncínea en los primeros damente conocemos poco los detalles del urbanismo
momentos que posteriormente dejaría paso al hierro. vacceo por falta de excavaciones en extensión. En nú-
Desconocemos el ritual funerario de las gentes del cleos urbanos como Viminatio, Brigeco o Amallobriga la
Soto, lo que parece descartar la existencia de necró- fotografía aérea permite percibir una ordenación regu-
polis de incineración, por más que en ocasiones se lar, con al menos una calle longitudinal a la que cortan
aluda a esta posibilidad. Los orígenes del mundo del otras transversales. Las casas son de planta rectangular,
Soto en el Duero Medio son controvertidos. Por un con muros de adobe manteados de barro, comparti-
lado, se ha destacado la discontinuidad respecto a la mentación interna y cubiertas vegetales, abiertas a las
tradición del Bronce Final (Cogotas I) y por otro, se calles, a veces empedradas, con aceras y canalón cen-
han buscado relaciones con los grupos de Campos tral, como en Melgar de Abajo (Valladolid). Se obser-
de Urnas del Valle del Ebro, especialmente con Cor- va una cierta variabilidad en las características de las
tes de Navarra, lo que en última instancia permitiría unidades domésticas y su organización interna, con
rastrear el sustrato céltico del Soto, pero también se viviendas de plantas sencillas junto a otras más com-
plejas, con ejemplos en Pintia (Fig. 3,3-4) y Rauda. En
han visto influjos meridionales en algunos de sus ras-
Las Eras de San Blas de Roa (Burgos), la Rauda vaccea,
gos más típicos. Lo cierto es que las comunidades del
se ha documentado una de estas viviendas relaciona-
Soto mantienen unos fuertes rasgos de identidad has-
das con el sector más destacado de la población (Fig.
ta fines del s. V o inicios del s. IV a. C., momento en
3,8), fechada entre finales del siglo III y mediados del
el que se produce la “celtización” efectiva y empieza
II a.C., de planta rectangular realizada con armazón
a configurarse el grupo vacceo.
de postes de madera y alzados de adobe, abierta a una
El surgimiento del mundo vacceo viene marcado calle, con pórtico de entrada, cinco habitaciones de
por la aparición de las primeras necrópolis de inci- diferentes tamaños y sótano, con una zona noble de
neración, anteriormente desconocidas en la zona, un mayor tamaño en la parte delantera y otras destinadas
patrón de poblamiento centrado en los oppida, autén- a labores culinarias y de almacenaje, que incluyen una
ticas ciudades de gran extensión, y la generalización de gran cocina, y otras estancias más pequeñas asociadas,
la metalurgia del hierro y de las cerámicas pintadas a incluida la bodega en la zona trasera, un elemento bien
torno. A diferencia de sus vecinos Celtíberos no existe conocido en Numancia23. Menos información tenemos
una epigrafía indígena ni tampoco acuñaron moneda, de los lugares de culto, aunque en el poblado de la
aunque se conozcan algunos tesorillos encontrados en Plaza del Castillo, de Cuellar (Segovia)24, se ha identifi-
contextos domésticos en Pintia (Fig. 3,7), Pallantia o cado lo que parece ser un santuario de culto doméstico
Roa, cuya ocultación debe relacionarse con momentos fechado en el siglo V a.C. Estos centros urbanos fue-
de inseguridad, que atesoraban, junto a joyas de varia- ron auténticas ciudades-estado y las fuentes subrayan
da tipología, como torques, brazaletes, pulseras, arraca- la importancia de las ciudades vacceas cuando indican
das o anillos, un buen número de moneda de plata de que las campañas romanas se hacían contra ciudades
procedencia celtibérica20. concretas o aluden a consejos de ancianos y asambleas,
que tienen la capacidad de elegir caudillos y realizar
El poblamiento vacceo es concentrado, articulado declaraciones de guerra. Se ha considerado que la base
sobre grandes núcleos urbanos, en general entre 5 y esencial de su economía era el cultivo extensivo de ce-
20 ha, aunque algunos podría superar las 40 ha, muy reales a partir de la cita de Diodoro según la cual “cada
espaciados entre sí y no jerarquizado, un modelo de año se reparten los campos para cultivarlos y dan a
poblamiento que parece remontarse al siglo IV a.C.21 cada uno una parte de los frutos obtenidos en común”,
Los oppida vacceos más grandes debieron tener una lo que ha llevado a asumir que los Vacceos tenían un
población de unos pocos millares de habitantes, en- régimen comunal o colectivista agrario, que quizás
tre 1.500 y 5.000, muchos más de los que albergaban haya que considerar como una respuesta a circunstan-
los poblados anteriores del grupo Soto. Las ciudades cias históricas excepcionales, marcadas por la guerra
vacceas, entre las que destacarían las de Pallantia, Rau-
22
Sanz y Velasco, eds., 2003.
20
Delibes, et. al., 1993. 23
Abarquero y Palomino, 2012.
21
Sacristán, 2011. 24
Barrio, 2002.
los pueblos celtas 227

Figura 3. Vacceos. 1, Viviendas y graneros del poblado de El Soto de Medinilla; 2-7, Pintia: 2, vista aérea con la localización
del oppidum de Las Quintanas con la propuesta de organización urbanística, la necrópolis de Las Ruedas y el área industrial
de Carralaceña; 3, reconstrucción de una vivienda con telar y hornos; 4-5, vista de la “estancia del banquete” y ajuar doméstico
procedente de la misma; 6, horno 2 de Carralaceña; 7, tesoro de Padilla 3; 8, casa noble del oppidum de Rauda; 9-13, necrópolis
de Las Ruedas: 9, puñal de tipo Monte Bernorio y tahalí, con decoración damasquinada, de la tumba 28; 10, pomo de un puñal
del tipo anterior con decoración simbólica; 11, estela con decoración zoomorfa; 12, restos de la cremación y dos fíbulas de la
tumba 89; 13, ajuar y ofrendas de la tumba 127b, perteneciente a una niña de clase alta (1, según Sanz y Romero, eds., 2007;
2-3 y 6, según Sanz y Velasco, eds., 2003; 4-5 y 13, según Romero et al., 2009; 7 y 9, según Sanz y Martín Valls, 2001; 8, según
Abarquero y Palomino, 2012; 10-12, según Romero y Sanz, eds., 2010).
228 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

contra los romanos, aunque tradiciones comunales se presencia de cordero. Estas prácticas de comensali-
han conservado en el Sayago (Zamora) hasta inicios dad se han documentado igualmente en ambientes
del siglo XX. La ganadería jugó un importante papel domésticos, como en la “estancia del banquete” de
en la economía vaccea, sobre todo el ganado vacuno Pintia, de época sertoriana (Fig. 3,4-5), donde segu-
y el ovino, así como en menor medida el cerdo y el ramente tenían por objeto destacar el papel relevante
caballo, éste relacionado con la importante caballería de determinados personajes al tiempo que reforzar
vaccea, y entre las actividades cinegéticas destaca el alianzas o apoyos con el resto de los estamentos26.
consumo de ciervos adultos. Conocemos además otros rituales. Uno es la inhu-
El mundo funerario está caracterizado por las mación bajo el suelo de las casas de niños (con menos
necrópolis de incineración, de las que lamentable- de un año), aunque también se documentan depósitos
mente apenas conocemos media docena. La mejor rituales de animales en ambientes domésticos, como
estudiada es el cementerio de Las Ruedas, localizado en la citada casa de Roa, que se relaciona con prácticas
a unos 300 m de la ciudad de Pintia25 (Fig. 3,9-13). funerarias del Valle del Ebro y en última instancia del
La comunidad enterrada en Las Ruedas, con casi 300 área mediterránea. Otro era la exposición de cadáve-
tumbas excavadas, revela una amplia cronología des- res a los buitres reservado para los guerreros caídos
de finales del s. V a.C. a finales del s. I d.C., con un en combate, que tiene buena documentación textual
modelo radial de ocupación del suelo cementerial, y e iconográfica en el grupo celtibérico, del que existen
una diferenciación social clara, evidencia de una so- posibles evidencias en la necrópolis de Pintia. De ma-
ciedad fuertemente jerarquizada. La cúspide estaría nera que, en general, el mundo funerario vacceo nos
ocupada por las elites ecuestres, como la tumba 75, remite a las tradiciones mortuorias del área celtibérica
un jefe vacceo con 25 piezas de ajuar: objetos metáli- y, por tanto, refuerza la idea de una aculturación desde
cos de gran valor como un puñal con damasquinados, las tierras orientales de la Meseta.
una caetra, dos puntas de lanza, un cuchillo, un arreo En las penillanuras y sierras del occidente de la
de caballo muy complejo y un mango de hueso deco- Meseta y especialmente entre el Tormes, el Duero y
rado; el resto eran recipientes cerámicos y además se el Tajo los escritores romanos situaron a los Vetto-
depositaron algunas ofrendas animales. Por debajo se nes, uno de los más importantes populi de la Hispania
han identificado otros dos rangos de tumbas ricas con Celta27, de vocación predominantemente ganadera.
numerosos objetos, elementos importados y símbo- En esta región, al desaparecer el grupo del Bron-
los de autoridad, especialmente armas. La mayoría de ce Final de Cogotas I sigue otra etapa, todavía mal
los enterramientos tienen ajuares con armas sencillas, conocida, caracterizada por asentamientos encasti-
cerámicas y adornos vítreos. El rango más bajo está llados, como Los Castillejos de Sanchorreja (Ávila)
representado por los enterramientos sin ajuar, con los o El Berrueco (El Tejado, Salamanca), en las zonas
restos cremados depositados directamente en hoyos serranas y asentamientos abiertos del tipo Soto (el
excavados. Por otra parte, el cementerio debió ser un grupo de la Primera Edad del Hierro en el Duero
lugar de culto para los vivos, como se deduce de la Medio) en las tierras más próximas al Duero. Las co-
existencia de hitos externos para las tumbas –estelas munidades de las zonas serranas demuestran una fi-
(Fig. 3,11)– y de la no superposición de enterramien- jación al territorio, desconocida hasta entonces, y son
tos. El armamento recuperado en Las Ruedas es una receptoras de importaciones y productos del mundo
buena muestra de la particularidad del mundo vac- tartésico (Fig. 4,1-2), conformado por el estímulo de
ceo, con sus característicos puñales cortos con tahalí los comerciantes fenicios establecidos en las costas
(Fig. 3,9-10), en ocasiones con ricos damasquinados de Andalucía. Destacan los conocidos “bronces de El
en plata, los pequeños escudos redondos, conocidos Berrueco”, representaciones de divinidades femeni-
ambos como tipo Monte Bernorio, algunas espadas de nas de origen orientalizante (Fig. 4,1), pero también
tipo Miraveche, en referencia a dos conocidas necró- vajilla ritual y joyas (Fig. 4,2) y el modelo de sus ca-
polis de las provincias de Palencia y Burgos donde se racterísticas esculturas de toros y verracos. A lo largo
identificaron por vez primera tales objetos. Algunas del s. V a.C. se produce en estas tierras occidentales
sepulturas ofrecen evidencias de banquetes funera- de la Meseta una importante transformación: por un
rios relacionadas con el consumo de viandas y copas, lado, un abandono o traslado de parte de los núcleos
catinos o cráteras para la ingesta de bebidas alcohóli- más importantes, y por otro, un descenso drástico de
cas, sobre todo vino (Fig. 3,13), elementos metálicos los intercambios que habían llegado desde el Sur, al
relacionados con el cocinado de carne, a veces minia- haberse producido el colapso de Tartessos.
turizados, como parrillas, pinzas y cuchillos de hierro,
así como restos faunísticos, entre los que destaca la
Romero et al., 2009: 242s.
26

Álvarez-Sanchís 1999, 2003 y 2008, ed.; Sánchez Moreno,


27

Sanz, 1997.
25
2000; Barril y Galán, eds., 2007.
los pueblos celtas 229

A comienzos del s. IV a.C. asistimos a una serie de ticas normalmente exentas con plantas cuadradas o
novedades que han venido atribuyéndose a un pro- rectangulares que se adaptan a la topografía del inte-
ceso de celtización, cuyos orígenes deben buscarse en rior de los castros. Conocemos bien el caso de El Raso
el área celtibérica. Los cambios se resumen en el au- de Candeleda (Ávila), uno de los más destacados op-
mento de los poblados fortificados, muchos de ellos pida de la Meseta Central, localizado en la vertiente
de nueva planta y más grandes que los de tiempos meridional de la Sierra de Gredos29. El poblado estu-
precedentes, la expansión del ritual de la incineración vo ocupado entre finales del siglo III y mediados del
y cementerios con armas y, por último, las innova- I a.C. El abandono del lugar se produjo en época de
ciones en la cultura material que incluyen la gene- César, como confirma un tesorillo formado por varias
ralización de la metalurgia del hierro y las primeras piezas de plata –un torques, un brazalete, una pul-
producciones cerámicas a torno. Este grupo arqueo- sera y una fíbula (Fig. 4,6) y cinco denarios republi-
lógico se ha denominado Cogotas II o también “Cul- canos–, que apareció escondido bajo el suelo de una
tura de los Verracos” por sus toscas y características vivienda. Las casas formaban manzanas cerradas, con
esculturas zoomorfas labradas en granito, muy abun- las puertas abiertas en diferentes direcciones, lo que
dante por toda la zona montañosa de esta región. La permite identificar espacios de circulación o calles,
gran reorganización del paisaje social iniciada en el s. en general irregulares. Presentan plantas cuadrangu-
IV a.C. se extenderá hasta el s. II a.C. La tierra parece lares, con zócalo de mampostería y alzado de tapial,
ser el nuevo valor económico, y en el caso vettón es- y construcciones circulares como despensas. Ofrecen
pecialmente los pastos dada la orientación preferen- diversos compartimentos, aunque todas coincidan en
temente ganadera de sus gentes, básicamente vacas, presentar una cocina con el hogar en su centro ade-
ovejas, cabras, cerdos y caballo, aunque también se más de un banco, y algunas con porches en los acce-
practicó una agricultura de subsistencia, básicamente sos principales (Fig. 4,5). La mayoría tenía un telar y
de tipo cerealista de secano (trigo y cebada), además sólo algunas un pequeño horno metalúrgico, a veces
de leguminosas y bellotas. Así se puede entender la localizado fuera de la vivienda. En algunos casos se
fuerte ocupación de áreas privilegiadas, como el Va- levantaron casas fuera de los recintos amurallados y
lle del Amblés (Ávila) o el interfluvio Yeltes-Agueda las fuentes clásicas refieren la existencia de un arrabal
(Salamanca), con una fuerte compartimentación del en la conquista de Salmantica por Aníbal en el 220
territorio entre comunidades que residen en grandes a. C. En conjunto es una organización interna bastan-
castros que pueden ser mejor calificados como oppi- te diferente al modelo urbano celtibérico o vacceo.
da y la utilización de los verracos como elementos Es poca la información sobre los edificios públicos,
ordenadores de los espacios de pastos. aunque conocemos posibles áreas sacras o rituales en
Los elementos más característicos del grupo vet- el oppidum de Ulaca (Solosancho, Ávila). Se trata de
tón son los castros y oppida, los cementerios, las fa- dos estructuras labradas en la roca: un santuario con
mosas esculturas zoomorfas y ciertos tipos cerámicos, un altar de sacrificios y una sauna30. El santuario es
como las cerámicas con decoración a peine, y algunas una estancia rectangular tallada en la roca que pro-
bablemente debió estar cubierto y al lado se labró en
armas y adornos metálicos.
una gran peña un acceso con escalones dobles a la
Los asentamientos vettones son en su gran mayo- parte superior, una especie de plataforma con varias
ría de nueva planta y se emplazan en lo alto de cerros, cazoletas comunicadas entre sí por las que podían
en espigones fluviales, meandros y en ladera de valles. circular líquidos (Fig. 4,8). El carácter sacro de la es-
Se dotan de buenas defensas, con fosos, campos de tructura se puede establecer por paralelos de época
piedras hincadas y murallas de piedra con torres y romana, el más expresivo de los cuales es el santuario
bastiones macizos en ocasiones, y los más importan- portugués de Panóias, con inscripciones latinas que
tes, como Las Cogotas (Fig. 4,3-4)28, La Mesa de Mi- aluden a los sacrificios de animales realizados allí.
randa, Yecla de Yeltes, Saldeana o El Raso, encierran Las entrañas de las víctimas se quemaban en nichos
grandes superficies de entre 20 y 70 ha con varios o cubetas y la sangre vertía en otras cavidades hacia
recintos de muralla, típicos del área vettona, aunque la parte baja de la peña, mientras se rendía culto a
algunas zonas seguramente se destinarían a guardar las divinidades. La sauna de Ulaca es una estructura
ganado. Estos grandes asentamientos pudieron alcan- rectangular, también tallada en la roca, que cuenta
zar poblaciones entre 800 y 1.500 personas, aunque con tres espacios: una antecámara más amplia, una
la mayoría de los vettones vivía en pequeñas granjas pequeña cámara con dos bancos a cada lado y el hor-
sin fortificaciones o estructuras complejas donde se no o la cámara de fuego. Se ha relacionado con baños
concentrarían unas pocas familias. No hay un urba- iniciáticos de guerreros, como las “pedras formosas”
nismo ortogonal y el caserío es de unidades domés-

Fernández, 2011.
29

Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 1995.


28
Ruiz Zapatero, 2005.
30
230 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

Figura 4. Vettones. 1, Bronce orientalizante de El Berrueco; 2, arracada de Madrigalejo; 3-4, castro de Las Cogotas: recons-
trucción ideal del castro y vista de las fortificaciones del lado norte, con murallas, bastiones y barrera de piedras hincadas; 5-6,
oppidum de El Raso de Candeleda: planta de la casa D1 y brazalete de plata de un tesorrillo; 7, toros de Guisando; 8, altar
de Ulaca; 9-10, aras votivas de Velico, procedente del santuario de Postoloboso, e Ilurbeda, de San Martín del Trevejo; 11-16,
necrópolis de La Osera: puntas de lanza y espada de tipo Alcácer do Sal de la tumba 1060, zona V (11), espada damasquinada
de la tumba LX, zona III (12), morillo y parrilla de la tumba 514, zona VI (13-14); caldero de la tumba 350, zona VI (15);
broche de cinturón, tumba 395, zona III (16); 17-18, necrópolis de Las Cogotas: vaina y tahalí de un puñal de tipo Monte Ber-
norio –tumba 418– y puñal de frontón –tumba 605– (1-2, 6, 9 y 16, según Barril y Galán, eds., 2007; 3, según Ruiz Zapatero
y Alvarez-Sanchís, 1995; 4, foto A.J. Lorrio; 5, según Fernández, 2011; 7-8, foto J.R.Álvarez-Sanchís; 10, foto J.C. Olivares;
11-12 y 17-18, según E. Cabré; 13-15, según Álvarez-Sanchís, 2009).
los pueblos celtas 231

–las famosas saunas de la cultura castreña del No- tumbas, aunque menos ricas, proporcionaron piezas
roeste (Fig. 7,7)– y probaría la referencia de Estrabón igualmente excepcionales, en ocasiones damasquina-
que alude a los baños de vapor que tomaban los pue- das, como espadas y armas variadas (Fig. 4,11-12),
blos de las inmediaciones del Duero. Se conocen al- broches de cinturón (Fig. 4, 16), fíbulas, calderos
gunos dioses vettones, aunque a través de aras votivas (Fig. 4,15), etc.
de época romana, como Velico, con un conjunto de El análisis de los ajuares funerarios, entre los
inscripciones procedentes de Postoloboso (Candele- siglos V y II a.C., ha permitido una lectura social
da), junto al río Tiétar y frente a la Sierra de Gredos de las comunidades vettonas. El cementerio de Las
(Fig. 4,9) o Ilurbeda (Fig. 4,10). Cogotas ilustra bien el modelo de sociedad. De las
Las necrópolis vettonas mejor conocidas fueron 1.447 tumbas publicadas, sólo 224 contenían ajuar,
excavadas en las primeras décadas del siglo pasado: lo que representa un 15,5 % del total. Los rangos o
Las Cogotas con 1.613 tumbas (Fig. 4,17-18) y La categorías identificadas son las siguientes: 1) guerre-
Osera con 2.230 tumbas (Fig. 4,11-16). Algunas ex- ros, con ajuares suntuarios, armas y arreos de caba-
cavaciones recientes han ampliado nuestros cono- llo. Se pueden diferenciar varios niveles de “riqueza”
cimientos del mundo funerario vettón pero con un y constituyen poco más del 18 % de las tumbas con
número mucho menor de enterramientos, como El ajuar. Entre las armas hay espadas de antenas con
Raso con 123 y otras necrópolis de Extremadura. Los sus vainas decoradas con nielados de plata, algunas
cementerios vettones comparten una serie de rasgos espadas largas de La Tène y algunas falcatas, la fa-
propios: 1) ritual de incineración, 2) tumbas con ur- mosa espada ibérica de hoja curva, puñales de tipo
nas en hoyo, a veces con pequeñas lajas de protección Monte Bernorio (Fig. 4,17), de frontón (Fig. 4,18)
y en alguna ocasión con estelas, como en Las Cogotas, y dobleglobulares, umbos y abrazaderas de escudos,
y en pequeños túmulos y encachados de piedra, con puntas de lanza y excepcionalmente cascos, 2) ar-
ejemplos en La Osera o La Coraja, 3) emplazamiento tesanos, con punzones y algunas herramientas, que
frente a las puertas de los poblados a cortas distan- representan alrededor del 5%, 3) mujeres, en gene-
cias (150-300 m), 4) cercanía a corrientes de agua, ral asociadas a fusayolas y pequeños adornos (bra-
y 5) concentración de enterramientos en zonas bien zaletes, anillos, fíbulas…) son casi el 20%, y 4) in-
delimitadas con espacios vacíos entre ellas (4 en Las dividuos sin adscripción especial con ajuares pobres
Cogotas y 6 en La Osera), que se han interpretado –vasos cerámicos y algunos adornos sencillos– que
como áreas de tumbas de grupos familiares o linajes. suponen la gran mayoría con un 57,5 % del total
Los conocimientos astronómicos de los vettones se de tumbas con ajuar. Por debajo quedaría la gran
masa de población sin ajuares en las tumbas, que
verían plasmados en el planteamiento de los cemen-
presumiblemente correspondería a los simples cam-
terios, como parece demostrar el caso de La Osera. El
pesinos y tal vez también a individuos no libres o
hallazgo de dos cráneos inhumados se ha relacionado
esclavos.
con ritos fundacionales y de clausura, respectivamen-
te, del espacio cementerial31. En el extremo occidental Los verracos son las típicas esculturas vettonas de
del territorio vettón no se conocen cementerios, bien cerdos y toros, están talladas en bloques de granito y
porque no se han localizado, o más probablemente representan siempre los animales de cuerpo entero
porque acaso compartían las costumbres funerarias con sus pedestales (Fig. 4,7). Los tamaños varían de
de las áreas atlánticas y del Noroeste peninsular que algo menos de un metro de longitud y medio de altu-
excluían las áreas cementeriales y cuyos rituales no ra a piezas muy grandes que superan los dos metros
han dejado huella arqueológica reconocible. Algunas y medio. Dentro del esquematismo con que son es-
de las tumbas de la necrópolis de La Osera se encuen- culpidos, a veces se añaden detalles anatómicos como
tran entre las más ricas de la Meseta, como la 201 los órganos sexuales muy marcados; se trata siempre
(zona I/II) o la 514 (zona VI), pues contenían armas, de machos. Las esculturas, cerca de 400 conocidas en
algunas excepcionales, arreos de caballo, confirman- la actualidad, se extienden por el occidente de la Me-
do el carácter ecuestre de los personajes enterrados, y seta, Extremadura y la región portuguesa de Tras-os-
un servicio completo de banquete aristocrático, que Montes. Constituyen una manifestación cultural es-
en el caso de nº 514 incluía un morillo (Fig. 4,13), pecífica de los vettones, sin paralelos en otros grupos
un caldero de bronce y su trébede, una parrilla (Fig. célticos peninsulares. La cronología de los verracos,
4,14), unas tenazas y 3 asadores, que cabe interpretar casi siempre hallados fuera de contextos arqueoló-
como elementos de prestigio vinculados a banquetes gicos bien definidos, es difícil de establecer en cada
rituales de carne por parte de elites guerreras32. Otras caso pero en líneas generales su presencia en castros
no romanizados permite una datación entre los siglos
IV y I a.C. con el abandono de los mismos ante la
Baquedano, 2013.
31 conquista romana. En algunas esculturas las inscrip-
Álvarez-Sanchís, 2009.
32
ciones latinas que portan llevan a fechas de los siglos
232 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

I y II d.C., aunque parece una supervivencia indígena Carpetanos. Son silenciados por las fuentes literarias
que se reutiliza en época romana, incluso es posible a partir de inicios del siglo II a.C., lo que unido a las
que sólo se añadieran las inscripciones a piezas labra- repetidas noticias sobre los Celtíberos como prota-
das en tiempos prerromanos. El significado de estas gonistas de los acontecimientos bélicos que en este
enigmáticas esculturas es controvertido. Las primeras momento tienen lugar en territorio carpetano podría
interpretaciones, basadas en los verracos aparecidos interpretarse como un indicio de que, para las fuen-
en algunos castros o cerca de sus puertas, les atribu- tes de inicios de la conquista, los Carpetanos eran
yeron un significado mágico o religioso, relacionado considerados como Celtíberos. Aunque se ha seña-
con la protección y fertilidad del ganado, la principal lado la supuesta falta de identidad étnica de los Car-
fuente de riqueza de estas poblaciones. En época ro- petanos, el largo uso que hacen las fuentes literarias
mana algunos verracos se utilizaron a modo de cupae del concepto de Carpetania sería un indicio de que
como cubiertas de enterramientos, como prueban los respondería a una realidad cultural bien definida34. El
excavados en Martiherrero (Ávila); por otro lado los carácter céltico de los Carpetanos vendría avalado-
que presentan inscripciones latinas también debie- por las leyendas monetales de cecas como Konterbia
ron tener una significación funeraria ya que portan karbika (Fig. 5,12) o Kombouto, por la onomástica del
epitafios con los nombres del difunto y su filiación. territorio, por la presencia en la zona de organizacio-
No obstante, la gran mayoría de piezas aparecen en nes de tipo suprafamiliar expresadas por genitivos de
prados y pastizales de buena calidad, cerca de fuentes plural, por los teónimos identificados o por la prácti-
de agua y a varios kilómetros de los poblados. Estos ca del hospitium, confirmado por la presencia de tése-
ejemplares pensamos que podrían funcionar como ras de hospitalidad (Fig. 5,11). A ello hay que añadir
una especie de hitos o marcadores visuales en el pai- evidencias arqueológicas, como fíbulas de caballito,
saje para señalar zonas de pastos, recursos críticos relacionadas con las elites ecuestres hispano-celtas en
para el ganado en los meses estivales o en periodos este territorio, así como ciertas piezas de bronce o
de sequía, controlados por las elites de los castros. De cerámica que manifiestan la influencia celtibérica en
esta manera las esculturas serían un elemento más de la región (Fig. 5,7-9).
la ordenación y explotación del territorio por parte A inicios del I milenio a.C., tras la etapa de Co-
de las comunidades ganaderas vettonas. La idea de gotas I (1200-900 a.C.), propia del Bronce Final del
considerar los verracos como delimitadores de áreas centro de la Península Ibérica, aparecen diversos
de propiedad o control se corresponde bien con el grupos regionales que caracterizarán la transición
tipo de sociedad jerarquizada que hemos visto en los Bronce Final/Edad del Hierro en las tierras del va-
cementerios de estas gentes, con una aristocracia que lle medio del Tajo, como los de Pico Buitre y San
probablemente basaría parte de su riqueza en la po- Antonio, que incorporan novedades llegadas des-
sesión de cabezas de ganado mayor. La explotación de el Valle del Ebro, relacionadas con los Campos
de la tierra, el acceso a los pastos y el control de los de Urnas, así como con las tierras del Levante y el
recursos agropecuarios debieron ser los pilares del Sur peninsular35. Se trata de pequeños asentamien-
poder de estos grupos dirigentes durante la Segunda tos, carentes de fortificación y próximos a cursos
Edad del Hierro. fluviales, con predominio de viviendas redondas y
ovales sin que falten las de planta rectangular, que
configuran pequeñas comunidades relativamente
La Meseta Sur: Carpetanos y otros pueblos celtas igualitarias y autosuficientes, aunque el hallazgo de
morillos en diversos yacimientos de la zona, cuyos
Los Carpetanos se localizaban en un extenso te- prototipos remiten al Valle del Ebro, pudiera rela-
rritorio que cabe situar en torno al valle medio del cionarse con el culto al hogar doméstico gentilicio.
Tajo33. Son mencionados en diversas ocasiones en el No conocemos sus necrópolis, aunque una tumba
marco de la Segunda Guerra Púnica, apareciendo en de cremación del cementerio de Palomar de Pintado
Polibio como una nación poderosa, en cuyo entorno (Villafranca de los Caballeros, Toledo), en los confi-
se localizaban importantes pueblos, como Celtíberos, nes del territorio carpetano, ofrezca una datación de
Vacceos, Vettones, quizás Lusitanos y Oretanos. En- los siglos X-IX a.C.36, lo que plantea que la llegada
tre sus principales ciudades estaban Toletum, Complu- del rito incinerador sería algo antes de lo que hasta
tum, Consabura y Contrebia Carbica, si se acepta que ahora se suponía, como ocurre en otros territorios
el topónimo de esta ciudad localizada en las proximi- de Iberia no muy alejados, como el valle alto del
dades de la celtibérica Segobriga estaría referido a los Tajo o el Sureste de la Meseta.

Una visión de síntesis en Torres, 2013. Sobre la delimita-


33 34
Ruiz Zapatero y Álvarez-Sanchís, 2013: 347.
ción del territorio carpetano, Blasco y Sánchez, 1999. Para 35
Ruiz Zapatero, 2007; Torres, 2013.
las últimas aportaciones, vid. Dávila, ed., 2007. 36
Pereira et al., 2003.
los pueblos celtas 233

Los asentamientos ofrecen durante el Primer del mediados del siglo III a.C. aparecen los oppida,
Hierro un panorama no muy diferente al de la fase aunque parece que las comunidades carpetanas no
anterior, un poblamiento rural disperso, con em- llegaron a alcanzar el nivel de jerarquización que ve-
plazamientos tanto en llano, como en alto, aunque mos entre los pueblos vecinos. Un buen ejemplo de
junto a pequeñas cabañas ovales encontramos otras este tipo de asentamiento sería El Llano de la Hor-
cuadrangulares de enormes dimensiones. Surgen ca (Santorcaz, Madrid), un oppidum fechado entre
ahora los primeros cementerios de incineración, mediados del siglo III y el primer tercio del I a.C.,
que aparecen en la zona hacia finales del siglo VII que ocupaba la cumbre amesetada de un cerro de
y el siglo VI a.C., con ajuares que evidencien cla- unas 14 ha (Fig. 5,1-9), para el que se ha sugerido
ras disimetrías, pues junto a sencillos adornos bron- varios centenares de habitantes40. Se conoce su orga-
cíneos, algunas incorporan objetos excepcionales nización urbanística, con manzanas de casas adosadas
como fíbulas, pinzas de depilar o un torques, todo separadas por calles empedradas, de trazado más o
de bronce, o un cuchillo de hierro, piezas que en menos rectilíneo, y espacios abiertos (Fig. 5,1). Las
general denotan una fuerte influencia del Mediodía viviendas aparecían compartimentadas, con vestíbu-
peninsular. Están ausentes las armas, lo que es una los o zaguanes de entrada, estancias principales con
seña de identidad de las necrópolis carpetanas. Cabe hogar y departamentos de almacenaje y procesado
destacar un conjunto de necrópolis del suroeste de de alimentos, con hogares, hornos, bancos y otros ele-
la provincia de Cuenca que inician ahora su anda- mentos domésticos (Fig. 5,2-3). Los habitantes del
dura, como Las Madrigueras (Carrascosa del Cam- Llano de la Horca practicaban una agricultura cerea-
po) (Fig. 5,13), El Navazo (La Hinojosa) o Haza del lista extensiva de secano, basada en cebada y distintos
Arca (Uclés), localizadas en una zona de transición trigos, y una ganadería de ovejas y cabras, vacuno y,
entre los territorios carpetanos y celtíbéricos, pues en menor medida, de cerdo. La influencia celtibérica
en sus proximidades se alzarían las ciudades de Con- en el oppidum se evidencia en la presencia de mone-
trebia Carbica y Segobriga, caput Celtiberiae37. Se das de tal procedencia, así como de algunas piezas
constata, igualmente, la inhumación de perinatales singulares, como una placa de bronce con decoración
bajo el suelo de las casas38, una confirmación de la geométrica y zoomorfa (Fig. 5,9) o recipientes cerá-
relación de los grupos del valle del Tajo con el Valle micos de claro influjo numantino (Fig. 5,7-8). Mu-
del Ebro y la Meseta Norte. cha mayor entidad presenta el oppidum de Fosos de
Bayona (Villas Viejas, Cuenca), identificado por los
A partir de la Segunda Edad del Hierro, ca.
hallazgos monetales con Contrebia Carbica, ciudad
450/400 a.C., se observa un crecimiento económico
cuyo final se ha vinculado con las Guerras Sertoria-
y demográfico, que cabe relacionar con un aumen-
nas, situada en una zona fronteriza entre Celtíberos y
to de la complejidad social, como se deduce de las
Carpetanos (Fig. 5,10-12)41. Se trata de un gran oppi-
importaciones mediterráneas, que incluyen vajilla
dum ‘clasico’, esto es una población fortificada de ca-
metálica de origen etrusco-itálico (Fig. 5,14), cerá-
rácter urbano, surgida para controlar un territorio ex-
micas áticas, algunas armas excepcionales, etc., sin
tenso con una población central que actuaba y tenía
duda bienes de prestigio, evidencia de la complejidad
la función de capital. Ocupa una plataforma caliza,
social creciente de los grupos carpetanos antiguos. La
junto al río Cigüela, en su margen izquierda, y pre-
información más destacada procede de ámbitos peri- senta una extensión de unas 45 ha, que se estructura
féricos del sureste y este de Carpetania, ya en el Alto en tres recintos amurallados independientes, aunque
Guadiana, como las necrópolis de cremación de Las yuxtapuestos y comunicados por puertas (Fig. 5,10).
Madrigueras, Haza del Arca o Palomar de Pintado, Las máximas pendientes se alcanzan en la vertiente
que evidencian una cierta variabilidad tanto en las noroeste, mientras que en el lado contrario el suave
estructuras funerarias como en las características de relieve hizo necesario construir un importante siste-
los ajuares, con claras muestras de jerarquización so- ma defensivo, con muralla y dos fosos, el primero de
cial e influencias tanto del ámbito celtibérico, como los cuales, de sección en ‘V’, está excavado en la roca
del ibérico. y posteriormente enlucido con yeso, mientras el se-
Surgen nuevos tipos de asentamientos, con pe- gundo, identificado tan sólo por fotografía aérea al
queñas granjas abiertas en zonas llanas y poblados igual que una posible línea de empalizada levantada
fortificados en altura, sobre todo conocidos en las al exterior de aquéllos, presentaría una menor anchu-
comarcas centrales de la Carpetania39. Se constata ra. El nombre de esta población parece hacer referen-
una tardía jerarquización del hábitat, pues a partir cia a un caso de sinecismo, pues su primer elemento,

37
Almagro-Gorbea y Lorrio, 2006-2007. Ruiz Zapatero et al., 2012.
40
38
Blasco et al., 1998: 250ss.; Torija et. al., 2010. Una síntesis reciente sobre este oppidum puede verse en
41
39
Urbina, 2000. Lorrio, 2012: 247ss.
234 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

Figura 5. Carpetanos. 1-9, El Llano de la Horca: 1, Reconstrucción ideal del oppidum; 2-3, planta y vista de una vivienda
tripartita, al exterior con horno y pies derechos del porche; 4, parrilla, 5-6, fíbulas de pie anillado y de La Tène II; 7, “vaso de
los caballos”; 8, tonelete zoomorfo; 9, placa de bronce decorada con aves, ciervo y símbolos astrales; 10-12, Contrebia Carbica:
planta del oppidum, tésera de hospitalidad zoomorfa, en la que se menciona la ciudad berona de Libia, y unidad de la ceca de
Konterbia Karbika; 13, urna y estela de la necrópolis de Las Madrigueras; 14, olpe etruscoitálico de la necrópolis de Haza del
Arca; 15, urnas cinerarias y platito gris de imitación de campaniense Lamb. 36, de varias tumbas de la necrópolis de Villarejo
de Salvanés; 16, Relieve con escena de heroización de El Cerrón de Illescas; 17, pátera argéntea de Titulcia (1-9 y 15-17, según
Ruiz Zapatero et al., 2012; 10, según Gras et al., 1984; 11; foto Real Academia de la Historia; 12, foto Classical Numismatic
Group, Inc.; 13, foto M. Almagro Gorbea; 14, foto A. J. Lorrio).
los pueblos celtas 235

Conterbia, se ha interpreto como con-*treb (“unión Los pueblos celtas del Suroeste y del Occidente
de tribus o de casas”), mientras que el segundo ele- Atlántico
mento, Carbica, muy probablemente haga referencia
a las gentes que habitaban aquellas tierras (Carbica = El Suroeste de Iberia, al sur del Tajo, ofrece una
‘Carpetana’). marcada personalidad. En esta zona se ubican los
Respecto al mundo de las creencias, el hallazgo Celtici, aunque Plinio incluso menciona una “Céltica”
en la Bética. También el territorio más norocciden-
más destacado procede de El Cerrón de Illescas (To-
tal, que quedaría englobado en la llamada Cultura
ledo), donde se documentó un santuario gentilicio-
Castreña del Noroeste, cuyo límite sur sería el río
caracterizado por un ámbito con un hogar central,
Duero, con un territorio más extenso que la antigua
interpretado como un altar, y un podio decorado con
Gallaecia, en el que se englobarían distintas entida-
un relieve de estilo orientalizante con dos carros y un
des étnicas, entre ellas los pueblos célticos citados
grifo aladoalusivos a la heroización (Fig. 5,16)42 que
por las fuentes literarias, así como, quizás, una parte
cabe relacionar con un culto a un progenitor mítico
importante de los Lusitanos, a pesar de la dificultad
heroizado. Otra pieza excepcional es una pátera de que existe en la actualidad de dar contenido arqueo-
plata con umbo en forma de cabeza lobuna asociada lógico a esta entidad étnica, que para un sector de la
a serpientes (Fig. 5,17), procedente de Titulcia (Ma- investigación ocuparía el territorio entre el Duero y
drid), que incorpora una representación mítica célti- el Tajo, con prolongaciones hacia el Sur.
ca, con ejemplos en diversas piezas prerromanas de
la Península Ibérica. La presencia de Celtici en el Suroeste de Iberia
está bien atestiguada en las fuentes clásicas y la topo-
Muy escuetas son las referencias a Olcades y nimia. Quizás la referencia más citada sea la de Plinio
Lobetanos, que resultan muy vagas en lo que a su (III,13-14), quien a mediados del s. I d.C. afirmaba
adscripción étnica se refiere43, pues aunque a menu- que eran oriundos de los Celtíberos y venidos de la
do son considerados como pueblos celtibéricos, ni si- Lusitania, según se manifiesta en los ritos y la lengua
quiera permiten establecer su localización geográfica, y en los nombres de sus poblaciones. Aunque la pre-
lo que no ha impedido realizar diferentes propuestas sencia de aportes procedentes del ámbito celtibérico
al respecto. Los Olcades serían uno de los pueblos esté suficientemente demostrada, la investigación ar-
célticos, avalado por la propia etimología del étnico, queológica parece probar que el texto pliniano no es
que habitaban la parte suroriental de la Meseta. Son otra cosa que la interpretatio romana de una realidad
citados únicamente por Livio y Polibio al narrar las indígena mucho más compleja, que hunde sus raíces
campañas de Aníbal del 221-220 a.C. contra los Va- en los momentos finales del s. V a.C.44, pues la demos-
cceos y sus ciudades (Salmantica y Arbucala). Por su trada llegada de Celtíberos a la zona no permite ex-
parte, los Lobetanos, únicamente son conocidos por plicar por sí sola la abundante información existente,
la referencia de Ptolomeo, que los sitúa “más abajo de que incluye elementos célticos de muy variado tipo
los Celtíberos orientales”. Sobre su territorio, Livio (onomásticos, lingüísticos y arqueológicos), algunos
localiza a los Olcades sin mayor precisión al sur del con seguridad anteriores a la presencia celtibérica en
Ebro, aunque a partir de las vagas referencias ofre- el occidente de Iberia, a menudo agrupados bajo el
cidas por las fuentes literarias se tiende a situarlos etnónimo Celtici, que no parece dejar muchas dudas
en la parte oriental de la Meseta Sur, con propuestas sobre el carácter céltico de estas poblaciones.
que van desde el occidente de la provincia de Ciudad A partir del s. IV a. C. en las tierras del Alentejo
Real al sur de la de Cuenca, lo que les ha llevado a portugués, el oeste de Badajoz y el norte de Huel-
ser vinculados con los Celtíberos. Más complejo es va se produjeron una serie de cambios importantes,
el caso de los Lobetanos, considerada como una et- con la aparición de hábitat castreños, que incluyen
nia cuyo territorio estaría entre los ámbitos ibérico y castros de ribero, como Capote (Fig. 6,6-10) o Mesa
celtibérico. Olcades y Lobetanos pudieran localizarse do Castelinhos, y pequeños oppida, como Mértola,
en una amplia franja que se extiende a lo largo de las con murallas de piedra y barreras de piedras hinca-
tierras meridionales de la provincia de Cuenca has- das, aunque el origen de este sistema defensivo deba
ta los territorios noroccidentales de Valencia, donde retrotraerse en la zona al Bronce Final45. Además, re-
encontramos, en ocasiones en un mismo territorio, sulta característica la presencia de cerámicas a mano
elementos culturales –algunos, como la lengua, de con decoraciones estampilladas, incisas y excisas que
evidente valor étnico– que remiten indistintamente remiten a prototipos meseteños del valle medio del
a los ámbitos celta o íbero. Duero, fíbulas de tipo La Tène I y II, espadas de ante-

Valiente, 1994.
42
Berrocal-Rangel, 1992; 1998; Fabião, 2001.
44

Lorrio, 2007.
43
Berrocal-Rangel, 2003.
45
236 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

nas de tipo ‘Alcácer-do-Sal’ (Fig. 6,5) y algunos otros cuchillos curvos), armas (una falcata, un soliferreum,
elementos que se relacionan con las culturas de la Se- puntas de lanza, regatones y un posible umbo de es-
gunda Edad del Hierro en la Meseta. También su or- cudo), espuelas y posibles restos de arreos de caballo,
febrería, entre la que destacan las placas áureas repu- objetos ornamentales (cuentas de cuarzo y pasta ví-
jadas con cabezas humanas de La Martela (Badajoz), trea, anillos y pulseras), etc. A estas evidencias deben
que combinan una técnica puramente orientalizante añadirse los altares escalonados tallados en la roca de
con diseños de clara simbología céltica (Fig. 6,1). Ta- El Cantamento de la Pepina (Fregenal de la Sierra)
les testimonios –junto a otros, como la desaparición y Rocha da Mina (Redondo, Évora)48 (Fig. 6,11), un
de la escritura del Suroeste, de las necrópolis con tipo de espacio sacro con evidencias en el centro y
estelas del Bajo Alentejo o de los asentamientos en occidente de la Hispania céltica, con ejemplos tan
llano de tipo palacial, que marcan las diferencias con notables como el ya citado ‘altar’ de Ulaca, en el te-
los contextos culturales anteriores– serían el reflejo rritorio vettón (Fig. 4,8).
de un proceso de celtización en forma de aportes de- No faltan en el Suroeste, como se ha señalado, al-
mográficos de pequeños grupos gentilicios de proce- gunos elementos de probable procedencia celtibérica
dencia meseteña, posiblemente de lengua y religión que cabe fechar hacia los siglos III-II a.C., como espa-
celtas, con intereses económicos relacionadas con la das de La Tène y de antenas, algún puñal biglobular,
ganadería, el control del intercambio a larga distancia posibles signa equitum y alguna fíbula de caballito. A
y la explotación de recursos mineros. ellos cabe añadir algunos antropónimos, como Ablo-
Es escasa la documentación sobre el ritual fune- nios (Fig. 6,8) o Celtibera, y, sobre todo, topónimos,
rario de estos Célticos del Suroeste, con pocas necró- como Nertobriga o Arcobriga, elementos que remiten
polis conocidas, cuyas estructuras y ajuares, tan dife- al siglo II a.C. o, incluso, a un momento posterior. La
rentes entre sí, no parecen reflejar el sustrato étnico limitada dispersión que presentan estos elementos no
dominante. En cambio contamos con buena docu- permiten identificar un componente celtibérico ge-
mentación sobre aspectos del ritual religioso. Destaca neralizado, ni explicar la fuerte personalidad cultural
el depósito votivo secundario de Garvão (Ourique), de las tierras del Suroeste peninsular, aunque tanto
en el Baixo Alentejo portugués (Fig. 6,2-4)46, que in- las armas y las fíbulas, como las evidencias lingüísti-
cluía centenares de piezas cerámicas de diversos ta- cas y toponímicas mencionadas podrían relacionarse
maños, entre las que destacan por su singularidad los con la presencia militar celtibérica en la zona, que
quemadores o una urna con decoración plástica, ade- cabría fechar durante las Guerras Lusitanas, o ser, in-
más de un conjunto de placas oculadas de oro y plata. cluso, más recientes. La identificación de la ceca cel-
Otro caso destacado es el del altar ctónico comunal tibérica de Tamusia en el castro de Villasviejas del
del castro de Capote (Higuera la Real, Badajoz)47. El Tamuja (Botija, Cáceres), podría explicar el origen de
santuario de Capote (Fig. 6,9-10) se localizaba en la estas influencias, venidas según Plinio ex Lusitania,
zona más alta de este poblado de la Beturia Céltica, en cuyos confines se localiza.
que es además el centro del mismo, y abierto a la En resumen, parece que el proceso de celtización
que parece ser la calle central que se dirigía hacia del sustrato indígena del Suroeste fue desigual, con-
la puerta principal del castro. El ceremonial sagrado secuencia de aportes demográficos paulatinos en for-
implicaba un gran banquete comunitario acompa- ma de pequeños grupos procedentes de la Meseta,
ñado de sacrificios, realizado en torno a un altar de que debían tener una organización social gentilicia,
piedra orientado al Suroeste, con un banco corrido en hablar una lengua celta y practicar una economía con
torno a él. Los restos de fauna analizados indican el una importante base ganadera, adaptada a la ricas de-
sacrificio de unas dos docenas de animales –bóvidos, hesas de la región entre el Tajo y el Guadiana. No
ovicápridos, suidos, équidos y cérvidos–, que confir- obstante, de confirmarse el carácter céltico de la len-
man el carácter ritual de comensalidad del depósito. gua de las estelas del Suroeste, la presencia de grupos
En el altar o en sus inmediaciones se documentaron celtas en el Suroeste estaría documentada, al menos,
restos de hogueras y materiales de diverso tipo, en- desde el siglo VII a.C.49, lo que permitiría explicar
tre los que destacan trescientos juegos de copas y antropónimos como Arganthonios o la posible iden-
cuencos pertenecientes a otros tantos participantes, tificación de una divinidad céltica en un grafito de
una treintena de quemadores, así como 127 fusayo- Huelva fechado hacia el segundo cuarto del siglo VI
las, que pudieron haber estado agrupadas en alguno a.C. La presencia de mercenarios celtas en Tartessos
de los vasos, diversos objetos metálicos relacionados podría explicar la posible existencia de gentes de esa
con el banquete (una badila, un asador, una parrilla y procedencia en la necrópolis de Medellín (Badajoz),

Beirão et al.,1985.
46
Berrocal-Rangel, 2010: 274.
48

Berrocal-Rangel, 1994.
47
Gamito, 2005: 576ss.
49
los pueblos celtas 237

Figura 6. Célticos del Suroeste. 1, Placa de oro del castro de La Martela; 2-4, depósito de Garvão: placas de plata oculadas,
quemador y urna de orejetas perforadas con decoración plástica; 5, espada de antenas de Alcácer do Sal; 6-10, El Castrejón
de Capote: murallas y baluarte de entrada, vista y planta de la casa LE-B del nivel 2, contenedor con la inscripción Ablonios,
altar y cerámicas recuperadas en el depósito votivo; 11, santuario rupestre de Rocha da Mina (1, 7-8, según Berrocal-Rangel,
1992; 2, según Beirão et al., 1985; 3-4, fotos Museu Nacional de Arqueologia e Etnologia; 5, según Almagro-Gorbea, 1991,
foto Palazzo Grassi; 6 y 10-11, fotos L. Berrocal-Rangel; 9, foto A.J. Lorrio).
238 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

en las Vegas Altas del Guadiana50, y plantea un esce- aunque las relaciones con este territorio a lo largo de
nario de celtización más complejo que el hasta ahora la Edad del Hierro son débiles y limitadas a las tierras
admitido para las tierras del Suroeste de Iberia. orientales del Noroeste, sin que lleguen a penetrar
Numerosos argumentos confirman la existencia hacía el interior y las áreas costeras, con algunos tor-
de poblaciones celtas en el extenso territorio del Oc- ques de plata y algunas fíbulas de pie vuelto con re-
cidente Atlántico que se extiende entre el Tajo y el mate terminal, de torrecilla, con esquema de La Tène
Mar Cantábrico, ocupado por Lusitanos y Galaicos, o de caballito. Tampoco resulta sencillo establecer la
aunque su origen, vías de llegada y entidad real estén conexión con el Suroeste peninsular como señalan
aun por desvelar51. Si tenemos en cuenta las fuentes los textos clásicos, que insisten en que los Célticos
literarias y la onomástica, no cabe dudar de la presen- del Guadiana estarían vinculados por parentesco con
cia de pueblos célticos en toda la fachada Atlántica los de Gallaecia, al haber protagonizado una verda-
de Iberia. No obstante, la información proporcionada dera migración hacia el Noroeste en compañía de los
por los escasos documentos escritos en “Lusitano”, la Túrdulos según el relato de Estrabón, un episodio de
única lengua indígena identificada en la zona, excep- gran trascendencia que podría situarse hacia media-
ción hecha de los pocos documentos en lengua celti- dos del siglo II a.C.54, lo que resultaría acorde con la
bérica, resultan mucho menos concluyentes, ya que cronología tardía que aporta la epigrafía o las fuentes
aunque existe unanimidad al considerarlo como una literarias. Algunos elementos resultan característicos
lengua indoeuropea (Fig. 7,8), la mayor parte de los de un territorio más extenso, como las saunas o ba-
lingüistas no la incluyen entre las lenguas célticas, lo ños castreños, edificios para los que se ha defendi-
que no evita que sus semejanzas con otras lenguas de do un claro carácter ritual, relacionándolos con ritos
esta familia en lo que al léxico se refiere sea indudable. iniciáticos de jóvenes guerreros55, característicos del
Por otra parte, los elementos arqueológicos célticos en Noroeste peninsular (Fig. 7,7), de los que existe al-
el Noroeste son minoritarios, a menudo fechados en gún ejemplo entre los Vettones. La mayoría de estas
época tardía y se deben colocar sobre el trasfondo de manifestaciones llegan hasta plena época romana, si-
unas sociedades con fuerte arraigo y evolución propia glos I-II d.C., pero su origen autóctono prerromano
desde el Bronce Final, pues hoy parece comúnmente lo confirma la ‘sauna’ del Castro de Chao Samartín
aceptado que el mundo castreño arranca del Bron- (Fig. 8,6), en el occidente de Asturias, fechada en
ce Final y su transición al Primer Hierro, ofreciendo el siglo IV a.C. No puede descartarse, en cualquier
una continuidad básica, en forma de evolución au- caso, que la celtización paulatina de las tierras occi-
tóctona, a lo largo de la Edad del Hierro, para acabar dentales de Iberia fuera sobre todo el resultado de
diluyéndose con la conquista romana del Noroeste y una peculiar aculturación: la celtización progresiva
el consiguiente proceso de romanización52, tras una o ‘acumulativa’ a la que se refiere Almagro-Gorbea,
etapa de gran desarrollo de la que proceden obras cuyo origen, posiblemente, debería rastrearse en el
tan genuinamente castreñas como las esculturas de sustrato ‘proto-celta’ del Bronce Atlántico o, incluso,
‘guerreros galaicos’ (Fig. 7,3) o las llamadas ‘saunas’ en tradiciones anteriores. Lamentablemente, como
castreñas (Fig. 7,7), a menudo atribuidas a tradicio- apuntábamos no hace mucho56, seguimos sin tener
nes celtas, y, como ocurre con los edificios interpreta- las claves que expliquen el proceso.
dos como baños, de seguro origen prerromano. Esta El caso de los Lusitanos es especialmente com-
celtización se hace patente fundamentalmente en plejo. Su delimitación no resulta fácil de establecer,
algunos aspectos de la cultura material que eviden- principalmente debido a que las noticias al respecto
cian la existencia de unas elites, seguramente de tipo resultan en general imprecisas, cuando no claramente
militar, bien documentadas a través de las estatuas de contradictorias, lo que explicaría las diferentes pro-
guerreros lusitano-galaicos, posiblemente heroizacio- puestas que sobre su localización se han planteado57.
nes de ancestros notables, seguramente jefes locales o Así, los encontramos en las tierras al sur del Tajo, si
principes, como confirma uno de estos monumentos se tiene en cuenta el ámbito de los conflictos bélicos
que dominaría la entrada principal de la Citânia de protagonizados por los Lusitanos durante el siglo II
Sanfins (Paços de Ferreira) (Fig. 7,1)53. También la a.C. y algunas noticias proporcionados por autores
rica orfebrería castreña ofrece elementos celtas (Fig. como Orosio o Artemidoro, entre otros; en toda la fa-
7,4-6). Su generalización podría haberse visto poten- chada atlántica de Iberia al norte del Tajo, con lo que
ciada con la aparición, en un momento avanzado, de englobarían a los Galaicos, como relata Estrabón; en
minorías célticas quizás procedentes de la Meseta,
54
Berrocal-Rangel, 1998: 26; Olivares, 2013.
50
Almagro-Gorbea et al., 2008b: 1052s. 55
Almagro-Gorbea y Álvarez-Sanchís, 1993.
51
Lorrio, 2011. 56
Lorrio y Ruiz Zapatero, 2005: 227.
52
Silva, 1986; 2001; González Ruibal, 2006-2007. 57
Pérez Vilatela, 2000; Alarcão, 2001: 311ss.; Almagro-Gorbea,
53
Silva, 2003: 47ss. 2009: 15ss.; Guerra, 2010: 95; Salinas, 2012.
los pueblos celtas 239

Figura 7. Celtas en el Noroeste. 1-2, Vista aérea de la citania de Sanfins y de un conjunto doméstico; 3, guerrero de
Lezenho; 4, torques de Burela; 5-6, broche/colgante y diadema de Vega de Ribadeo; 7, sauna ritual de Sanfins; 8, inscrip-
ción lusitana de Cabeço das Fráguas (1-2 y 8, según Silva, 2001; 3-4, según Almagro-Gorbea, 1991, foto Palazzo Grassi;
5-6, según García Vuelta, 2007; 7, foto A.J. Lorrio).
240 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

una posición más meridional, entre el Duero y el Tajo nes60. En todo caso, las comunidades indígenas ante-
y los territorios inmediatos al sur de este río, como se riores a la conquista romana no sabemos hasta qué
desprende de la obra de Ptolomeo. Aunque los Lu- punto coincidieron con los límites señalados bajo la
sitanos no son reconocidos por las fuentes literarias administración romana, pues, a diferencia de los Cel-
como un pueblo céltico, y la celticidad de la llamada tíberos, Vacceos o Vettones, los pueblos prerromanos
lengua lusitana resulta, como veremos, controverti- que ocuparon durante la Edad del Hierro el territorio
da, se detecta una fuerte presencia celta en todo este del Conventus Asturum no parecen homogéneos des-
territorio, con buenos ejemplos en la toponimia de de un punto de vista étnico, por lo que los romanos
la zona. Los Lusitani englobarían diversas entidades pudieran haber utilizado el nombre de alguna de las
menores, pues de acuerdo con Estrabón, treinta pue- comunidades de la zona, como las que ocupaban las
blos o tribus diferentes ocupaban las tierras entre el llanuras en torno al río Astura, las que habitaban los
Tagus y los Ártabros del norte de Galicia, lo que in- Montes de León y zonas aledañas, o las de la actual
dica que los Lusitanos serían un conjunto de populi, Asturias, entre el Navia y el Sella, para referirse al
sin descartar que, coyunturalmente, el término englo- territorio de forma global61.
bara a otros pueblos, como los Célticos o los Vetto- De esta forma, se pueden diferenciar los grupos al
nes. A pesar del escaso eco que las noticias aportadas Norte de la Cordillera Cantábrica, entre el Navia y el
por Estrabón han tenido en la historiografía reciente Sella, de los grupos del interior en torno a las monta-
interesada en la delimitación de los Lusitanos, hay ñas de León, El Bierzo y las sierras zamoranas y que
argumentos que corroboran el relato estraboniano, llegaron a extenderse tímidamente hasta las tierras
como la antroponimia y teonimia características del llanas del Duero. Los castros asturianos, como San
occidente de Iberia, cuya distribución geográfica co- Chuis (Fig. 8,3), Chao Samartín (Fig. 8,6), Pendia
incide58 con el territorio que Estrabón atribuye a los (Fig. 8,5), Llagú (Fig. 8,2), Campa Torres, Coaña (Fig.
Lusitanos. 8,1), Caravia y muchos otros, comparten algunos ras-
gos con los Galaicos hacia el Oeste y los Cántabros
hacia el Este, mientras que los meseteños, sobre todo
Los pueblos del Norte los localizados en las zonas más llanas de la provincia
de León o el occidente zamorano –Manganeses de la
No menos complejo resulta analizar la fachada Polvorosa, Fresno de la Carballeda, Arrabalde, etc.–,
cantábrica de la Península Ibérica, donde al final de ofrecen más afinidades con el área vaccea, en lo que
la Edad del Hierro las fuentes literarias sitúan una se ha dado en llamar celtiberización, un proceso que
serie de pueblos localizados a ambos lados de los sis- culminará con la aparición de los oppida en la región,
temas montañosos que recorren el territorio de Este como confirman los casos de Lancia, Bedunia, Brigeco
a Oeste59, aunque desde el punto de vista del regis- o Arrabalde, algunos de los cuales llegarían a roma-
nizarse. Las diferencias también se evidencian en su
tro arqueológico se observen diferencias sustanciales
economía, de base agropecuaria, con una agricultura
entre los grupos al norte de la Cordillera Cantábrica
cerealista, de escanda en Asturias, de centeno y mijo
o de los Montes Vascos, de los grupos del interior,
en las montañas leonesas y de trigo en las llanuras
que ocupan los rebordes septentrionales de la Mese-
sedimentarias meseteñas, y ganadera de vacuno, ovi-
ta, mucho más abiertos a las influencia de Vacceos y
cápridos y cerdos. Entre estos castros, es evidente la
Celtíberos.
personalidad de los marítimos en todo el Cantábrico,
El área noroccidental de este territorio lo ocupa- cuya topografía recuerda a los de Bretaña.
rían los Astures, estrechamente relacionados con los Los orígenes de los más antiguos castros astures
pueblos galaicos del Noroeste y con los Cántabros, son controvertidos, ya que no siempre se ha sabido
aspecto que ya percibió Estrabón al afirmar que la diferenciar y fechar bien las fases de ocupación pre-
manera de vivir de estos tres pueblos era en todo si- rromanas y romanas62. Los castros de estos pueblos
milar. Su personalidad quedaba bien marcada por su del Norte peninsular han sido tradicionalmente liga-
alejamiento de las formas de vida urbana y civilizada. dos a la última fase de conquista de Iberia por parte
Sus tierras se extendieron desde el área galaica hasta de Roma, aunque en la actualidad el debate sobre
el valle del Sella por el Este mientras que por el Sur la pretendida fundación en época romana de buena
ocupaban el ángulo Noroeste de la Meseta hasta el parte de los castros astures está superado, al confir-
río Esla, Astura flumen, que marcaba el límite con marse que los más antiguos podrían fecharse al final
los vacceos, y aún se citan como vecinos de los vetto-
60
Sobre el tema, vid.,VV.AA, 1995; Esparza, 2001.
58
Olivares, 2000-2001. 61
Esparza, 2010.
59
Torres-Martínez, 2011. 62
Maya, 1989.
los pueblos celtas 241

Figura 8. Astures. 1, Recreación del castro de Coaña, por García y Bellido; 2, planta del castro de Llagú; 3, vista de la mu-
ralla de cajones y casa redonda del castro de San Chuis, 4, reconstrucción ideal de una cabaña del castro de Moriyón; 5,
cabaña de uso colectivo del castro de Pendia; 6, sauna ritual del castro de Chao Samartín; 7, diadema de Moñes; 8, torques
de Langreo; 9-10, detalle de una de las arracadas y conjunto del tesoro de Arrabalde 1 (1, 3-6, según Villa, 2008; 2, según
Berrocal-Rangel et al., 2002; 7-8, según García Vuelta, 2007; 9-10, según Delibes y Esparza, 1989).
242 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

de la Edad del Bronce, aunque su principal desarro- 29 y 19 a.C., en cuyas campañas estuvo presente el
llo se produzca durante la Edad del Hierro. Un buen propio Augusto. Floro los considera como “resuelto,
ejemplo sería el castro de Chao Samartín (Grandas áspero y pertinaz en revelarse”, y señala que acos-
de Salime)63, en el occidente de Asturias, cuya ocu- tumbraban a hostigar a sus vecinos, Vacceos y Turmo-
pación se remonta al siglo VIII a.C., cuando surge un gos, localizados hacia el Sur, y a los Autrigones, hacia
asentamiento fortificado, con una acrópolis delimi- el Este. Ocupan un extenso territorio que engloba-
tada por una empalizada y una muralla con foso, en ría las fuentes del río Ebro, el tramo de la Cordillera
cuyo interior de construyó una cabaña de función Cantábrica situado al norte, el Monte Vindio de las
quizás ceremonial y, junto a la puerta que daba acce- fuentes literarias, lo que justificaría la denominación
so al recinto, se documentó una cista con el cráneo de de ‘montañeses’ hecha por Estrabón, y el territorio
una mujer joven, que pudiera ser un depósito funda- costero entre los ríos Sella, frontera con los Astures,
cional. Durante la Edad del Hierro el poblado cam- al menos tras la conquista, y Agüera, que los separaría
bio progresivamente su fisonomía, identificándose a de Autrigones, Caristios y Várdulos68.
partir del siglo IV a.C. rasgos tan característicos del
A pesar del elevado número de castros conocidos,
hábitat castreño como las murallas de módulos (Fig.
8,2-3) o los fosos, con modificaciones en su trazado son pocos los excavados, todos además localizados al
y diversas reformas, las viviendas aisladas de plantas Sur de la Cordillera Cantábrica, como el conocido
simples, entre las que prevalecen las cabañas de plan- oppidum y necrópolis de Monte Bernorio (Palencia),
ta rectangular con esquinas redondeadas, aunque no en los rebordes septentrionales de la Meseta Norte,
falten las circulares, de uso doméstico (Fig. 8,2-4)64, yacimiento que ha dado nombre a una cultura ar-
los talleres metalúrgicos o las grandes cabañas comu- queológica, la denominada de Miraveche-Monte
nitarias (Fig. 8,5), además de una sauna, de planta Bernorio, a partir, además, de un cementerio burga-
rectangular y cabecera absidada, próxima a la entrada lés. Queda clara la vinculación de esta zona con los
al poblado, que cabe relacionar con cultos de tipo ámbitos vacceo, principalmente, y celtibérico, como
acuático o termal (Fig. 8,6). La continuidad del po- confirma el propio ritual funerario, la incineración,
blado está documentada en época romana hasta el aunque la tipología de sus espectaculares ajuares
siglo II d.C., cuando probablemente sería la capital permitan su individualización respecto de éstos. Des-
de la civitas Ocela. tacan los llamados puñales de tipo Monte Bernorio,
un tipo de arma de amplia difusión entre los pue-
Un elemento sobresaliente es la orfebrería65, con
blos de la Meseta Norte (Figs. 3,9-10, 9,11 y 10,10),
joyas extraordinarias de oro como la diadema de
aunque entre los Celtíberos se conocen muy pocos
Moñes (Fig. 8,7), con una iconografía estrechamente
ejemplares, abundantes puntas de lanza (Fig. 9,5), es-
relacionada con la mitología celta66, o los torques de
cudos pequeños, con umbos metálicos, que toman su
Cangas de Onís y Langreo (Fig. 8,8). Las técnicas de
nombre de la citada necrópolis palentina de Monte
fabricación y detalles estilísticos relacionan esta orfe-
Bernorio, o diversos modelos de fibulas de tipos bien
brería con las tradiciones del mundo castreño del No-
documentados en los territorios meseteños próximos
roeste, mientras que otras piezas de plata al sur del
área astur entroncan con la llamada orfebrería celti- (Fig. 9,3-4). Buena parte de estas armas son conoci-
bérica, como los excepcionales tesoros de Arrabalde das por haberse depositado en cementerios de incine-
(Zamora), ocultaciones que se han relacionado con ración, como el de Monte Bernorio, aunque de otras,
las campañas de Augusto contra los Astures, cuyos como la bipennis o hacha de doble filo, sólo hay no-
torques, fíbulas, brazaletes o pulseras (Fig. 8,9-10) ticias a partir de las fuentes literarias. Es posible que
se relacionan con piezas similares del área vaccea67. practicaran ritos de exposición de cadáveres, como
Desgraciadamente no conocemos los enterramientos confirma la representación de la estela cántabra de
de los astures, sin duda por tratarse de rituales fune- Zurita. A pesar de que pocos elementos de esta cul-
rarios, como en todo el Noroeste peninsular, que no tura resultan conocidos, son suficientes en cualquier
han dejado evidencia arqueológica. caso para individualizar este territorio, abierto a las
relaciones con los pueblos que ocupaban las zonas
Un panorama algo diferente se observa entre los inmediatas de la Meseta, como Vacceos, Turmogos o
Cántabros, uno de los pueblos prerromanos penin- Autrigones, o incluso con otros más alejados como
sulares que jugaron un papel más trascendental en los Celtíberos, como demuestra la tésera de hospita-
las guerras de conquista de Hispania, entre los años
lidad de Monte Cildá (Fig. 9,7) o la presencia de mo-
nedas de cecas celtibéricas en yacimientos cántabros
63
Villa, 2007 (Fig. 9,8). Las diferencias con el territorio localizado
64
Villa, 2008.
65
García Vuelta, 2007.
66
Marco, 1994; Schattner, 2012. Peralta, 2000; González Echegaray, 2004; Cisneros et al.,
68
67
Delibes y Esparza, 1989. 2008.
los pueblos celtas 243

al norte de la Cordillera Cantábrica parecen claras, algunas de muros curvos, como en La Ulaña, donde
aunque el número de castros prerromanos identifica- se ha identificado una organización interna con vi-
dos es bastante menor, lo que condiciona por tanto el viendas dispersas por zonas, con áreas vacías entre
conocimiento del hábitat al aire libre en la zona. Esto ellas, por lo no habría albergado un elevado número
ha llevado a valorar el uso regular de las cuevas como de habitantes, entre 500 y 600 según las estimaciones
lugar de habitación, aunque más bien sugiera la con- de los excavadores, lo que entra en contradicción con
tinuidad de formas de vida ancestrales que incluirían su superficie desmesurada, sólo explicable por haber
ocupaciones ocasionales de las cavidades, sin descar- servido de refugio a las poblaciones del entorno.
tar otros posibles usos, como el ritual o el funerario. La resistencia final de Cántabros y Astures, am-
Los Cántabros practicaban una economía de subsis- pliamente recogida en las crónicas de los tratadistas
tencia, con una importante base ganadera, con ovejas, romanos, fue quebrada en las guerras entre el 29 y el
cabras, vacas, cerdos y caballos, complementada con 19 a. C. y con esa victoria todo el territorio peninsu-
agricultura de cereales, como el trigo y la cebada, con lar paso a formar parte del Imperio Romano.
la que fabricaban cerveza, así como cultivos de huer-
ta, aunque sería muy apreciado el vino, según seña- Turmogos, Autrigones, Berones, Caristios y Vár-
laban las fuentes literarias, que llegaría sólo de forma dulos ocupaban los rebordes nororientales de la Me-
ocasional a estos territorios remotos. seta, las tierras del Alto Ebro y el territorio actual del
País Vasco. Todos ellos eran de estirpe céltica, como
Las excavaciones en Monte Bernorio (Fig. 9,2-5) manifiesta su onomástica, así como sus creencias y
han permitido documentar una continuada ocupa- organización social, lo que confirman las fuentes li-
ción de este castro entre el Bronce Final y el final terarias de forma explícita en el caso de los Berones,
de la Edad del Hierro, cuando el lugar fue destruido vecinos según Estrabón, de los Cántabros Coniscos,
durante las Guerras Cántabras69. El oppidum, de unas que habrían formado parte de la inmigración céltica,
27 ha, estaba defendido por una potente muralla junto con los Celtíberos, cuya influencia en buena
de mampostería, con alzado de zarzo manteado de parte de estos territorios resulta patente en cualquier
barro y rematado con una estacada, con un foso de caso. Estos pueblos serían vecinos de Vascones y
unos 5 m de ancho, conservado en el lado noroeste, Aquitanos, de raigambre éuscara.
además de trincheras y terraplenes, así como tres ac-
cesos, uno al menos defendido por una torre. Otros Los Turmogos debieron ocupar un amplio te-
ejemplos serían los de Celada Marlantes (Fig.9,6) o rritorio, en su mayor parte circunscrito a las tierras
Espina del Gallego, con tres recintos, ambos en Can- sedimentarias de la provincia de Burgos entre el río
tabria, o La Ulaña, localizado en la comarca burgalesa Arlanzón por el Sur, Las Loras y el Páramo de Masa
de Las Loras, territorio de contacto entre Cántabros por el Norte, el Sistema Ibérico, por el Este y el río Pi-
y Turmogos, que con sus 285 ha es posiblemente el suerga por el Oeste, vecinos por tanto de Cántabros al
oppidum de mayor tamaño de la Hispania céltica70. Norte, Vacceos al Oeste y Sur, Autrigones al Noreste,
Presenta una potente muralla que complementaba la y quizás Celtíberos al Sureste. Los poblados que sur-
defensa natural del lugar, con el acceso a través de gen en esta zona durante la Primera Edad del Hierro
una vaguada natural que hacía las veces de un in- se integran en el llamado Grupo Soto (ca. 800-400
menso foso. En su entorno se localizan los castros de a.C.), que definiría la Primera Edad del Hierro de las
Ordejón de Arriba y Ordejón de Abajo, de pequeñas llanuras sedimentarias de la cuenca central del Due-
dimensiones, aunque superiores a 1 ha, que eviden- ro, alcanzando el sector sedimentario del centro y sur
cian la existencia de un poblamiento jerarquizado71. burgalés73. Un buen ejemplo lo tenemos en Melgar
La Ulaña presenta una ocupación entre el siglo IV de Fernamental (Burgos), al pie de la Dessobriga pre-
y finales del I a.C., mientras que otros, como Monté rromana y romana, donde se excavó parte del pobla-
Cildá (Palencia), parecen tardíos, ya del siglo I a.C. do de la Primera Edad del Hierro con una veintena
en adelante. Es poca la información sobre el urba- de cabañas circulares abiertas a calles empedradas. Se
nismo de estos asentamientos, aunque el castro de conoce alguna necrópolis de cremación en la zona,
los Baraones de Valdegama (Palencia) proporciona como La Polera, en Ubierna, formada por más de un
información sobre las etapas más antiguas, entre los centenar de sepulturas tumulares, a veces con estelas,
siglos VIII y V a.C., en la se percibe una evolución de con una cronología entre los siglos V y IV a.C.74 A
las cabañas, siempre de planta circular (Fig. 9,1)72. En partir de la segunda mitad del siglo IV a.C. hasta un
otros casos, junto a cabañas rectangulares se registran momento cercano al cambio de era se documenta la
llamada etapa celtibérica, en la que se producirían
notables cambios respecto a la inmediatamente an-
69
Torres-Martínez et al., 2012.
70
Cisneros y López, eds., 2005.
71
Sacristán, 2007: 18. Sacristán, 2007: 54; Romero et al., 2008, 657ss., fig. 2.
73
72
Barril, 1995. Ruiz Vélez, 2001: 13-47.
74
244 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

Figura 9. Cántabros (1-8) y Autrigones (9-14). 1, Planta de una cabaña circular del castro de Los Baraones; 2-5, Monte
Bernorio: 2, vista del oppidum, 3-4, fibulas de dado rómbico y anular, 5, puntas de lanza y jabalina; 6, muralla de Las Rabas,
Celada Marlantes; 7, tésera de hospitalidad de Monte Cildá, en la que se menciona la ciudad celtibérica de Turiaso; 8, dena-
rio celtibérico de Turiaso procedente de La Ulaña; 9-12, necrópolis de Miraveche: 9-10, espada y vaina de tipo Miraveche,
11, puñal de tipo Monte Bernorio, 12, broche de cinturon de bronce con decoración zoomorfa; 13-14, fíbulas de pie alzado
con cazoleta y de caballito de la necrópolis de Villanueva de Teba (1, según Barril, 1995; 2 y 6, según Peralta, 2000; 3-5 y
8, según Cisneros et al., 2008; 7, foto Real Academia de la Historia; 9-11, según VV.AA., 1995; 12, según Schüle, 1969;
13-14, según Sanz et al., 2012).
los pueblos celtas 245

terior del Hierro I, entre los que suele destacarse la armas y adornos de los Turmogos (Fig. 9-14) y sus
aparición de las cerámicas torneadas con decoración evidentes contactos con Vacceos, Cántabros meridio-
pintada y que se caracteriza por la aparición de los nales y Berones, preferentemente.
oppida, como los de Segisamon, con 26 ha, localizado Los Berones ocupaban el valle medio-alto del
en el castro de Olmillos de Sasamón, o Deobrigula, Ebro, de acuerdo con la localización de sus ciudades,
con 40 ha, en Tardajos, seguramente con una ocupa- Varia/Vereia, en La Custodia (Viana, Navarra), Tri-
ción poco densa en ambos casos, aunque otros serían tium Magallum, en Tricio y Libia, en Herramélluri-
más pequeños, como el poblado de Castrojeriz. Los Leiva (La Rioja), por lo que engloban el centro y oc-
oppida turmogos sobrevivieron en su mayoría tras cidente de las tierras de La Rioja y zonas aledañas del
la conquista, aunque con cambios en su ubicación, Sur de Álava y el Suroeste de Navarra. Son uno de
como Segisamon, que se trasladaría a la actual Sa- los pueblos citados expresamente como celtas por las
samón, 2 km al norte del castro de Olmillos. fuentes antiguas, junto a los Celtíberos, lo que con-
Los Autrigones se asentaban en el norte de Bur- firma la antroponimia, la toponimia y la teonimia de
gos, circunscritos principalmente a la comarca bur- la zona, así como las escasas muestras de epigrafía en
galesa de La Bureba, donde se localizan las ciudades lengua indígena, que evidencian el carácter celtibéri-
de Tritium Autrigonium, en Monasterio de Rodilla, co de estos grupos76.
Virovesca en Briviesca, Segisamunclo, en Cerezo del El yacimiento mejor estudiado y que más infor-
Río Tirón, etc. La referencia de Ptolomeo de que a los mación ha proporcionado es el de La Hoya (Laguar-
Autrigones pertenecía la desembocadura del Neroua dia), en La Rioja Alavesa, al pie de la Sierra de Can-
y la ciudad de Flaviobriga, extendería este territorio tabria (Fig. 10,1-8). Se han identificado cuatro fases
hasta la costa cantábrica, por lo que incluiría el Este de ocupación que proporcionan una secuencia de
de la actual Cantabria y el Oeste de Vizcaya, entre un milenio entre el Bronce Medio/Bronce Final y un
los ríos Asón y Nervión, y el occidente de Álava. momento avanzado de la Segunda Edad del Hierro,
Las excavaciones del Castro de Soto de Bureba cuando el asentamiento alcanza su máximo desarro-
permiten abordar con nuevas perspectivas el origen y llo, pues llegó a ocupar una superficie de 4 ha77 (Fig.
evolución de los Autrigones históricos, al tiempo que 10,1-2). Durante las fases antiguas, las viviendas se
los trabajos de prospección realizados en La Bure- distribuyen en su mayoría de forma perimetral, con
ba evidencian la evolución del poblamiento con una grandes espacios libres en la parte central, primero
tendencia a ocupar las tierras más llanas a lo largo construidas con madera y después con zócalos de
del I milenio a.C. y la continuidad entre muchos de piedra y alzados de adobe y madera. Si durante la
los destacados castros indígenas y los núcleos rura- fase inicial se documentan aportes foráneos junto a
les romanos75. Por sus dimensiones entre 12 y 13 elementos que hunden sus raíces en el mundo me-
ha, el castro se sitúa entre los más importantes de galítico regional, la segunda fase, ya del Bronce Final
la comarca, y pudo ser alguna de las ciudades autri- y el Hierro Antiguo, evidencia la llegada de elemen-
gonas mencionadas por las fuentes literarias. Ocupa tos relacionados con los grupos de Campos de Urnas
tres grandes terrazas escalonadas, de características del Valle del Ebro. La fase final es la mejor conocida,
y estado de conservación dispar. Los trabajos en el relacionada con el proceso de celtiberización, que
Poblado Inferior – Los Llanos han proporcionado una los excavadores sitúan a partir de mediados del siglo
completa secuencia estratigráfica del oppidum desde V a.C., con una remodelación completa del asenta-
el Bronce Final, con restos de una muralla de barro y miento, que alcanza ahora su máximo desarrollo, con
madera con base de piedra; en el Hierro I ofrece una un trazado reticular con manzanas de casas rectangu-
posible fortificación, viviendas ovales o circulares y lares o ligeramente trapezoidales, de muros mediani-
rectangulares, que debieron de funcionar de forma les abiertas hacia calles pavimentadas, con aceras de
contemporánea, y restos de una calle; la etapa cel- más de un metro de ancho, a veces porticadas, pie-
tibérica evidencia una mayor complejidad urbanís- dras pasaderas y ensanches a modo de plazoletas (Fig.
tica, con viviendas rectangulares con varias habita- 10,1). En su mayoría se trata de viviendas que siguen
ciones dispuestas en manzanas, abiertas a calles de la tradición anterior, aunque se han identificado algu-
trazado reticular, aunque todavía se documente una nos edificios de funcionalidad singular, como tiendas,
casa oval; menor información aporta de la etapa Cel- edificios de reuniones o rituales, así como una sauna.
tibérica Tardía y romana. En La Bureba se conocen A diferencia de las fases previas, las viviendas no se
varias necrópolis, fechadas a partir del siglo IV a.C., adosan a la muralla, ahora ya de sillarejo (Fig. 10,3),
como las de Miraveche y Villanueva de Teba, cuyos y con un anillo perimetral libre de construcciones.
ricos ajuares manifiestan la fuerte personalidad de las

Labeaga, 1999-2000.
76

Parzingery Sanz, 2000; Sanz et al., 2012.


75
Llanos, 2005.
77
246 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

Figura 10. Berones. 1-6, La Hoya: 1, Reconstrucción ideal de un sector del poblado en su fase de desarrollo; 2, evolución
estratigráfica de las viviendas, las estructuras defensivas y los materiales asociados; 3, vista de la muralla oeste; 4, cerámicas
‘celtibéricas’, 5, rejas de arado; 6, colgantes con representaciones de guerreros; 7, fíbula de caballito; 8, inhumación infantil;
9-10, Necrópolis de Piñuelas, una de las zonas de enterramiento del poblado de La Hoya: cistas y puñal de tipo Monte
Bernorio, con su vaina; 11-14, téseras de hospitalidad celtibéricas del oppidum de La Cutodia/Vareia (1-4, 6-8 y 10, según
Llanos, 2005; 5 y 9, según Peñalver, 2008; 11-14, según Labeaga y Untermann, 1993-1994).
los pueblos celtas 247

El momento final del asentamiento está relacionado al Norte, hasta la Sierra de Cantabria, al Sur, lo que
con un ataque que provocó la destrucción e incen- engloba por tanto la actual Guipúzcoa y la zona orien-
dio del lugar un día de mercado, según evidencian tal de Álava, mientras que hacia el Oeste limitarían
los grandes recipientes con cereal o los cerdos y ja- con los Caristios, con los Vascones al Este. Como en
balíes cuyos restos parecieron en las aceras, junto con otros territorios vecinos, junto a la tradición atlántica
algunos habitantes del poblado muertos durante el se percibe la llegada de influjos de los Campos de Ur-
ataque. Aunque el poblado se reconstruiría sobre los nas del Noreste a través del Valle del Ebro, a los que de-
escombros de las antiguas edificaciones, sería pron- ben sumarse otros procedentes de la zona aquitana80.
to abandonado, seguramente por la inseguridad que Con el substrato atlántico cabe relacionar las ‘peñas
otorgaría su emplazamiento en llano. La población se sacras’, relacionadas con una religiosidad muy arcaica
trasladaría a la actual villa de Laguardia, a tan sólo 4 documentada por buena parte de la Hispania céltica,
km al Sur, en un cabezo con magníficas condiciones o en las casas redondas, aunque los ejemplos cono-
defensivas, en el que junto a hallazgos cerámicos y cidos denoten influencias de la Meseta. Por su parte,
monetales celtibéricos destaca una balsa monumen- con los influjos de ‘Campos de Urnas’ cabe relacionar
tal de los siglos III y II a.C. construida con paredes de cerámicas y ritos característicos, como las inhumacio-
mampostería, cuya superficie de 304 m2 y capacidad nes infantiles bajo el suelo de las viviendas o los mo-
de más de 600 m2 la sitúa entre las mayores del mun- rillos votivos, a veces con representaciones zoomorfas,
do prerromano peninsular.78 vinculados con el culto al hogar doméstico gentilicio.
Conocemos los ritos funerarios de la comunidad Ejemplos de estas tradiciones los encontramos en la
que habitó el asentamiento de La Hoya, con los neo- ‘peña sacra’ de Axtroki (Bolívar, Guipúzcoa), bajo la
natos inhumados bajo el suelo de las viviendas (Fig. que aparecieron dos cuencos de oro del Bronce Atlán-
10,8), más de 250, lo que se documenta desde las tico, decorados con símbolos solares que evidencian su
etapas iniciales de la ocupación, relacionadas por tan- relación con creencias indoeuropeas afines a las célti-
to con la llegada de los influjos de Campos de Urnas cas, usados verosímilmente para libaciones (Fig. 11,1).
a través del Valle del Ebro, mientras que el resto de la También en los castros alaveses de Peñas de Oro y
población se enterraría en necrópolis de incineración, del Castillo de Henayo, localizados respectivamente
a extramuros. Una de estas necrópolis se localiza a en los territorios de Caristios y Várdulos, cuyo origen
algo más de medio kilómetro del poblado (Fig. 10,9- se remonta al Bronce Final, ca. mediados del siglo IX
10), con las cremaciones en cistas de piedra, adosadas a.C., el primero, y entre los siglos XI-X a.C., el segun-
unas a otras en uno de los sectores excavados, y qui- do, evidencia de los primeros poblados estables en la
zás también en cajas de madera, con algunas tumbas zona, caracterizados por emplazamientos estratégicos,
indicadas con estelas decoradas, con ajuares de gue- con una larga ocupación que llega hasta el inicio de la
rrero en su mayoría, cuyas armas remiten al territorio romanización y los siglos IV-III a.C., en cada caso.
meseteño. Durante la Segunda Edad del Hierro se evidencia
un proceso se celtiberización, que resulta más evi-
La influencia celtibérica entre las poblaciones be-
dente en las tierras alavesas, con el que cabría rela-
ronas debió ser intensa, aunque debió incrementarse
cionar la aparición de oppida que jerarquizarían estos
durante el Celtibérico Tardío, siendo buen ejemplo
territorios, como el caso de Arkiz (Iruña, Álava) (Fig.
de ello la presencia de ciertos modelos de fíbulas,
11,7), asociados probablemente a la aparición de eli-
como las de caballito, con algunos ejemplos en el ya-
tes ecuestres (Fig. 11,5 y 8)81, posiblemente en rela-
cimiento de La Hoya (Fig. 10,7), aunque el conjunto
ción con una nueva estructura social de claro influjo
más destacado proceda de La Custodia, la Varia/Ve-
celtibérico. Como ocurre con todos los pueblos de la
reia berona, urbem validissimam de acuerdo con Li-
fachada cantábrica de Iberia82, desde los Astures a los
vio, que ha proporcionado el más destacado conjunto
Várdulos, las zonas al sur de los Montes Vascos pare-
de téseras de hospitalidad celtibéricas de la Hispania
cen más abiertas a las influencias de la Meseta, pero
prerromana, con ejemplares en forma de cerdo, bóvi-
también, en esta zona, del Valle del Ebro, mientras
do y geométricas (Fig. 10,11-14)79.
que la franja litoral permaneció más anclada en las
Los Caristios o Carietes, pues de ambas formas tradiciones ancestrales que hunden sus raíces en la
aparecen citados por las fuentes literarias grecolati- Edad de Bronce, aunque en un momento avanzado
nas, ocupaban buena parte de Vizcaya, entre los ríos se documenta igualmente la llegada de influjos cel-
Nervión y Deva, hasta las sierras de Guibijo y Arca- tibéricos y la aparición de algunos oppida, como los
mo, en la zona centro-norte de Álava. Por su parte, de Marueleza (Navarniz, Vizcaya), entre los Caristios
los Várdulos se extendían desde el mar Cantábrico,
80
Almagro-Gorbea, 2008: 83ss.
78
Llanos, 2010. 81
Llanos, 2002
79
Labeaga y Untermann, 1993-1994. 82
Torres-Martínez, 2011.
248 PRotoHISTORIA DE LA PENÍnsula ibÉrica

Figura 11. Caristios (1-8) y Várdulos (9-10). 1, Cuencos de Axtroki, con motivos solares; 2, reconstrucción hipotética de
la puerta NNW del oppidum de Marueleza; 3, santuario de Gastiburu: orientaciones de orto y ocaso para los solsticios;
4-6, Atxa: reconstrucción ideal del poblado, guerrero con tocado equino e inhumación infantil; 7-8, Iruña: vista aérea del
oppidum de Arkiz y ‘estela del jinete’; 9-10, muralla y reconstrucción de una vivienda del oppidum de Intxur (1, foto MAN;
2-3, según Valdés, 2009; 4, según Gil, 1995; 5-10, según Peñalver, 2008).
los pueblos celtas 249

(Fig. 11,2), e Intxur (Tolosa, Guipúzcoa), entre los aporta la arquitectura doméstica, limitada a una es-
Várdulos (Fig. 11,9-10). tancia de planta rectangular localizada en la excava-
Como ya ocurriera con otros pueblos del Norte, ción de la zona de la puerta, junto a la cara interna
como los Cántabros, las necrópolis prerromanas de de la muralla, y a posibles viviendas dispersas con si-
cremación localizadas en las tierras del actual País milar disposición según las prospecciones geofísicas
Vasco se localizan en la vertiente mediterránea, aun- en diversas zonas del trazado del lienzo defensivo.
que en tierras de Autrigones (Carasta) y Berones (La Más información tenemos de poblados como el de
Hoya), mientras que inhumaciones infantiles se do- Atxa (Vitoria-Gazteiz), en el territorio meridional
cumentan en gran número entre Berones (La Hoya) caristio, con un hábitat disperso, sin viales planifi-
y Caristios (Atxa) (Figs. 10,8 y 11,6). En la zona cados y viviendas de planta circular junto con otras
rectangulares (Fig. 11,4)85. El oppidum de Marueleza
norte, se han identificado algunas cremaciones en el
sin duda fue el núcleo principal de un extenso terri-
interior de cuevas, un fenómeno igualmente presen-
torio, cuyo origen estaría en un proceso de sinecismo
te en el territorio cántabro al norte de la cordillera.
a partir de castros menores, como el de Kosnoaga,
Estos ritos contrastan con la presencia de cromlechs
que continuaría habitado, e Iluntzar, sin excluir la
que albergarían los restos de las cremaciones en los
posible existencia de hábitat disperso, seguramen-
territorios pirenaicos, con el río Lizarán como lími-
te característico de la Hispania húmeda ya desde
te occidental, posiblemente relacionados ya con los
la Protohistoria, además de cuevas, de gran interés
Vascones83.
pues la presencia de materiales de la Edad del Hierro
El oppidum de Marueleza84 (Fig. 11,2), localiza- sugiere su uso al menos ocasional. En el entorno del
do en la cumbre más alta de la Sierra de Gastiburu, oppidum y visible desde él se localizaba Gastiburu86,
proporcionan información sobre de los Caristios o un ‘santuario central’, que incluía la construcción
Carietes. La puerta NNW y sus defensas ofrecen un de cuatro o cinco amplias gradas orientadas hacia el
magnífico ejemplo de poliorcética prerromana, con espacio central. Este santuario ofrece información
paramentos internos para dar estabilidad, con para- sobre los conocimientos astronómicos y religiosos
lelos en yacimientos celtibéricos de época avanzada. de tradición celta de los Caristios (Fig. 11,3). Fue
Están rellenos de arcilla y piedra con un entrama- construido cuando las gentes del valle del río Oca
do de troncos de madera transversales al lienzo que comenzaron a adoptar estructuras políticas, todavía
otorga una indudable personalidad a la obra, que era en una fase protourbana, como indica el oppidum de
de gran envergadura, pues tenía de 7 a 8 m de anchu- Marueleza con el que se relaciona y la propia articu-
ra en la base y más de 5 m de altura. El asentamiento lación del territorio, ocupado con poblaciones celtas
presenta un perímetro amurallado que delimita un muy antiguas, aunque con influjos celtibéricos en los
espacio de unas 8 ha, aunque pudieran añadirse unas siglos inmediatamente anteriores al cambio de era.
posibles defensas simples de tierra y empalizada loca- Las dataciones radiocarbónicas sitúan el uso del san-
lizadas al exterior e incluso un foso, lo que situaría el tuario entre los siglos IV a.C. y I d.C., similar al de
espacio protegido en unas 19 ha. Menos información Marueleza y Kosnoaga.

Peñalver, 2008: 223ss.


83
Gil, 1995.
85

Valdés, 2009: 79ss.


84
Valdés, 2009: 93ss.
86

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