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Los descubrimientos recientes de una nueva especie humana, llamada los denisovianos, cuyos
restos se encontraron en una cueva en Siberia, tienen relación con los habitantes actuales de
la Melanesia (3 por ciento) y entre los aborígenes australianos. Encontrar rastros siberianos de
ADN en otro punto del planeta, a 7 mil kilómetros de distancia y mares de por medio, pone en
evidencia la increíble movilidad de los homínidos y sus descendientes, el homo sapiens
africano, a través de los siglos.
La migración entendida como la movilidad humana en el mundo
La migración ilegal en el mundo es uno de los principales problemas para el desarrollo humano del siglo
XXI, claro que se ha venido desarrollando desde el siglo pasado por décadas. Representa un enorme
problema para el desarrollo humano debido a que este fenómeno socio-económico, expone a millones de
personas, tanto a los propios migrantes como a sus familias a una denigración de ellos mismos como
humanos, ya que constantemente sus mismos derechos humanos son pasados por alto, pero aun en un
porcentaje importante de casos, se vuelven víctimas de explotación, esclavitud y trata. Además que las
familias de los países exportadores de migrantes quedan fracturadas indefinidamente y esto provoca
cambios sociales de importancia para los países de origen. Además los migrantes ilegales en los países
receptores de la migración, se enfrentan también a la discriminación y xenofobia, además de al tener un
estatus ilegal, los hace más vulnerables a sufrir crímenes que no denuncian por su estatus, esto aunado a
que no les es posible acceder a servicios básicos de salud o educación, entre otros, retrasa y denigra aún
más su desarrollo humano e integridad.
La migración ilegal en el mundo es un tema que debe de estar en la agenda internacional como prioritaria,
ya que afecta a un importante número de personas, y tiene fuertes consecuencias socio-político y
económicas tanto en los países receptores como en los exportadores de mano de obra. Económicamente
se ha convertido en un importante flujo de efectivo entre los países, para algunos países pobres es
incluso es su mayor fuente de ingresos. Sin embargo no se debe de pretender que la migración se vuelva
un sustito del desarrollo humano en el tercer mundo, lejos de eso debe ser un importante precursor e
impulsar el mismo
La migración al ser un fenómeno imparable y que afecta a un número de personas tan alto, debe de ser
regulado, ya que los Estados tanto receptores como exportadores de mano de obra migrante, obtienen
importantes beneficios económicos, políticos, sociales y culturales, de ahí que darle un marco legal y
normativo tiene una importancia sustancial
La migración ilegal es un fenómeno internacional que necesita con urgencia un marco regulatoria global,
para evitar que millones de personas vean socavados sus derecho elementales y comprometido su
desarrollo humano.
Origen de la migración
Para poder comprender, analizar y reflexionar sobre cualquier problema, sobre todo de carácter humano,
se deben de tener claros los orígenes del mismo, de este modo se debe de conocer claramente los
motivos de la migración, y de cómo está a llegado a las magnitudes actuales
La migración, la movilidad de personas dentro y fuera sus Estados de origen, siempre se ha dado dentro
del proceso histórico humano, lo que destaca la migración de la actualidad son las magnitudes que han
alcanzado y esto no solo se explica por un crecimiento demográfico, también tiene otras razones que lo
han provocado su explosión.
Uno de los primeros motivos por el cual la gente deja su país de origen es evidentemente la pobreza, no
solo económica, si no mejor enfatizada, la falta de oportunidades para el desarrollo de sus capacidades,
sin embargo es muy importante señalar que la gente más pobre es la que menos tiende a emigrar, esto
se podría explicar, porque no solo se trata de tener una falta de oportunidades, sino también de tener
cierto acceso a información, tal vez cierto nivel mínimo de educación, para que la gente, el individuo tenga
la capacidad de poder aspirar a mejorar la calidad de vida, de no ser así simple y llanamente aceptara su
miserable estilo de vida como lo único a lo que puede acceder. En este punto es muy importante el papel
que ha venido desempeñando la globalización y el constante flujo de información, ya que este ha
permitido que un importante número de población pobre, probablemente sin llegar a la pobreza extrema,
acceda a información que les abre un tanto la visión global, la concepción del mundo que tienen, y ello les
permita aspirar, empoderarse de sus propias vidas, y querer acceder al desarrollo humano que se tiene
en otras regiones, tanto dentro como fuera de sus Estados de origen.
Además de que el origen más importante de la migración tanto regional como internacional es la falta de
acceso a oportunidades de desarrollo, otro factor muy importante del origen de la migración
son conflictos bélicos o desastres naturales que originan una gran cantidad tanto de refugiados como de
desplazados, sin embargo esta clase de migración no tiende a ser un problema tan desproporcionado
como el origen de la falta de oportunidades, ya que por lo general los desplazados en grandes cantidades
sueles ser personas en un estatus de pobreza extrema, y suelen quedarse en campos para refugiados en
países cercanos del que han huido, esperando a que las circunstancias les permitan retornar a sus países
de origen.
Dinámica de la migración
A pesar de la idea que comúnmente se tiene, la mayoría de las migraciones no son de tipo internacional,
sino más bien regional, incluyendo tanto a la que se da dentro del mismo Estado, como a la que se da
dentro de países de la misma región.
Los migrantes internos aproximadamente suman 741 millones de personas, es decir casi cuatro veces los
que se desplazaron de un Estado a otro, y de estos últimos algo más de una tercera parte, menos de 70
millones de personas se trasladaron de un país subdesarrollado a otro desarrollado. La mayoría de los
200 millones de migrantes internacionales se trasladaron de una nación en desarrollo a otra o entre
países desarrollados
También cabe mencionar que dentro de esta dinámica los países receptores de migrantes, prefieren a los
que tienen mayor nivel educativo, es decir trabajadores especializados a los que no tienen dicho perfil.
El debate de la migración
La migración se ha convertido en un problema importante que en los últimos años ha ocupado un lugar
prioritario en las agendas multilaterales de diversas naciones, sin embargo aún se está muy lejos de llegar
a consolidar una normativa general.
Las naciones receptoras de migrantes ponen grandes barreras para el desplazamiento humano ya que
algunos sectores de su población tienen una fuerte oposición a los migrantes, por considerarlos una
amenaza para sus fuentes de empleo, además de que en algunos casos los asocian con la delincuencia,
y otros actos que atentan contra su Estado y cohesión cultural y social
Sin embargo esos temores son infundados, ya que los estudios más recientes del PNUD y que fueron
puestos de manifiesto en el informe 2009 se demuestra que el impacto que tienen los trabajadores
inmigrantes en el mercado laboral de los Estados receptores no es negativo en cuanto a las oportunidad
para la población propia, lejos de eso los estudios apuntan a que los trabajadores migrantes
constantemente dan más de los que reciben, ya que los legales pagan impuestos, y no tienen acceso a
los servicios básicos de salud o educación, además de que siempre tienen la incertidumbre de cuanto
durara su estadía en el país, en cuanto a los ilegales, aun cuando no paguen impuestos por su condición,
si contribuyen con su trabajo ha aumentar la riqueza del Estado receptor, además de que constantemente
son explotados en sus fuentes de trabajo y ahorran grandes cantidades en impuestos a
las empresas contratantes.
Así la mayoría de los temores de la población del Estado receptor, no tienen fundamentos reales, de
hecho el impacto de los migrantes tiene muchos beneficios, no solo económicos, sino también culturales y
sociales.
Conclusiones
La migración, es un problema internacional, afecta a casi la quinta parte de la población mundial,
beneficia a un gran número de empresas nacionales y transnacionales, así como a los Estados tanto
receptores como exportadores de los migrantes. Es fenómeno de empoderamiento de la gente, que
desea cambiar su realidad individual, sin importar el costo familiar y emocional que deberán pagar.
Es obligación de la comunidad internacional generar ese marco jurídico tan necesario para garantizar los
derechos humanos y el derecho al desarrollo humano de los migrantes, para que no sean víctimas de una
infinidad de abusos a su integridad personal.
Además que una regulación, aportaría impuestos a ambos Estados, receptor y exportador, apoyaría el
desarrollo de estos últimos, y ayudaría a la falta de manos de obra de los primeros, además que desde el
punto de vista demográfico, cada vez más los Estados receptores tendrán necesidad de estos
trabajadores migrantes porque sus poblaciones cada vez más ancianas. Es decir habrá un beneficio para
todos, el impacto positivo es contundentemente mayor al negativo. Es imperante y un desafío para la
comunidad internacional la regulación de este fenómeno, es inaceptables que se deje en este estado de
abusos constantes a casi 800 millones de personas, y que solo unos cuantos le saquen el mayor
provecho.
Los desplazamientos y cambios de residencia de grupos humanos de unas zonas a otras
han sido constantes desde la remota prehistoria. Nomadismos, invasiones, peregrinajes,
expediciones comerciales y colonizaciones han construido el mundo que hoy
conocemos.
Esto fue posible porque durante los periodos de glaciación, Siberia y Alaska formaban
un solo territorio emergido por el que se podía pasar andando de un continente a otro.
Las otras teorías sobre la penetración humana en América, como la de la travesía del
Pacífico por australianos o polinesios, o la navegación del Atlántico por europeos,
resultan menos verosímiles. Alrededor de 8000 a. de C., la revolución agrícola del
Neolítico permitió que algunas comunidades se hicieran sedentarias en Asia Menor y la
cuenca del Mediterráneo, foco de las primeras civilizaciones, pero el impulso viajero no
menguó.
Por esas fechas, sucesivas partidas de pueblos con lenguas similares agrupados bajo la
denominación de indoeuropeos empiezan a poblar Europa. Su origen es incierto:
pudieron venir de la India, de las estepas siberianas, del Cáucaso o incluso de
Dinamarca. En todo caso, su paulatina conversión de cazadores- recolectores en
agricultores elevó la demografía y provocó nuevos movimientos de población. Hacia
2200 a. de C., estos pueblos se desplegaron por el continente; las migraciones hacia el
sur (Creta, Chipre, Tesalia) dieron origen al mundo grecolatino, mientras que en el
centro y oeste proliferaron las tribus celtas y germánicas.
Durante el primer milenio a. de C., los griegos y fenicios navegaron por todo el
Mediterráneo, creando asentamientos en el norte de África, Italia y España. Por esa
época, el desarrollo de las primeras ciudades -polis- provocó también un movimiento
migratorio del campo a la ciudad que luego se ha dado en todas las civilizaciones.
Tras el Imperio romano y las invasiones bárbaras -que se detallan en la parte siguiente
de este documento-, los vikingos tomaron el testigo viajero y con
sus drakkars navegaron mares y ríos en numerosas expediciones de exploración y
conquista. Invadieron Irlanda y Gran Bretaña, arribaron a las costas de Canadá, atacaron
varias localidades gallegas y penetraron por el Guadalquivir hasta Sevilla.
A partir del Descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492, comienza una era de grandes
movimientos migratorios. Los avances geográficos y técnicos permitieron el traslado
controlado de personas a las nuevas colonias ultramarinas, bajo la dirección de los
gobiernos o a cargo de compañías mercantiles. Las naciones europeas -España,
Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Alemania- se expandieron por África,
Asia y, sobre todo, América. Si Europa, por su alta densidad demográfica, ha sido una
cantera de emigrantes, América es la eterna tierra de promisión. La inmensidad de su
territorio, repleto de riquezas naturales, y la bajísima tasa de población, eran un reclamo
irresistible para los colonizadores, que emprendieron una nueva vida lejos de las guerras
que sacudían Europa.
Como contrapartida, su llegada fue devastadora para los pueblos de América Central y
del Sur (mayas, aztecas, incas...), cuyas culturas fueron aplastadas y su población
mermada por las enfermedades introducidas por españoles y portugueses. En el Norte la
colonización francesa y anglosajona también fue fatal para los indígenas, que vieron
trastocados sus modos de vida y acabaron exterminados o confinados a reservas.
En todo caso, mientras las colonias se mantuvieron dependientes de las metrópolis, los
traslados presentaron cifras reducidas. Se calcula en 100.000 el número de españoles
inmigrados a la América hispana durante el primer siglo colonial (1492-1600). Sin
embargo, a partir de la emancipación de los Estados americanos a inicios del siglo XIX,
hasta la primera mitad del XX, se produjo el mayor trasvase de población de la Historia.
El sueño de hacer fortuna
En esos años se ocuparon casi todas las tierras despobladas del mundo, en un
movimiento libre de cortapisas legales, incentivado por los países de acogida. Era un
fenómeno de tipo individual, no regulado por los gobiernos, sino alimentado por los
propios emigrantes: gente impulsada por el sueño de hacer fortuna o, al menos, de
alcanzar una vida mejor.
Hubo migraciones dentro de Europa, desde el Sur (Italia, España, Grecia) hacia el Norte
(Francia, Reino Unido) y del Este (Rusia, Polonia) hacia el Oeste (Alemania), pero la
mayoría miraba hacia la otra orilla del Atlántico. Se estima que entre 1800 y 1940
cruzaron el charco 55 millones de europeos, de los que 35 se establecieron de modo
definitivo; entre ellos, 15 millones de británicos (ingleses e irlandeses), 10 de italianos,
6 de españoles y portugueses, 5 de austriacos, húngaros y checos, 1 de griegos,
alemanes, escandinavos...
Estados Unidos, donde a inicios del siglo XX entraban 1.300.000 extranjeros al año, fue
el primer país en acoger oleadas masivas de inmigrantes, ejemplo que luego seguirían
Australia, Canadá, Argentina, Brasil y Uruguay; estas tres últimas naciones recibieron a
12 millones de personas, sobre todo italianos, españoles y portugueses hasta 1940.
Muchos asiáticos también emigraron a América, especialmente japoneses a Brasil y
chinos a EE UU. Sin embargo, el grueso de la emigración de ese continente se produjo a
países vecinos: unos 14 millones de chinos se marcharon a Indonesia, Tailandia,
Malasia o Vietnam.
Mucho antes de que los romanos extendieran su administración unificadora por el Viejo
Continente, los cambios climáticos, las crisis demográficas o, simplemente, las ansias
de conseguir nuevas tierras habían obligado a numerosos pueblos a moverse y a
penetrar más allá de las fronteras de sus vecinos. El fenómeno no sólo se ceñía a Europa
y no siempre era pacífico. A menudo, aquellas migraciones involucraban a cientos de
miles de personas que, organizadas en una formidable fuerza armada, trastocaban por
completo las sociedades que invadían.
Uno de esos grandes desplazamientos se produjo a mediados del siglo XII a. de C.,
cuando las tribus dorias, seguramente presionadas por los movimientos de otros pueblos
asiáticos, asaltaron en masa el Peloponeso con sus armas de hierro. La próspera
civilización micénica fue destruida, el territorio quedó fraccionado y miles de griegos
huyeron a las costas de Asia Menor. En Grecia se impuso una oscurantista cultura que
apenas había evolucionado desde la Prehistoria. Las grandes ciudades, como Tirinto y
Argos, fueron arrasadas; la escritura micénica, el Lineal B, desapareció para siempre y
las cabañas de piedra se alzaron sobre los restos de los grandes palacios.
La presión viene de Asia
Casi cuatro siglos después, el Este europeo fue sacudido por otro violento flujo de
población. Entre los años 800 y 400 a. de C., las tribus de las estepas asiáticas se
desplazaron de nuevo hacia el Oeste y los germanos descendieron de las regiones
bálticas. Los celtas de Europa central, acosados, se extendieron por todos los rincones
del continente y en el año 386 a. de C., uno de esos pueblos, los galos transalpinos,
penetró en la Península Itálica y saqueó Roma.
No fue la última vez que la Ciudad Eterna se vio amenazada por el desplazamiento de
un pueblo belicoso. A finales del siglo II a. de C., un millón de cimbrios y teutones
partieron de la Península de Dinamarca y se encaminaron a Italia destruyéndolo todo a
su paso. Las fuerzas romanas, incapaces de frenar aquella avalancha, fueron masacradas
en Noreia (113 a. de C.) y Arausio (105 a. de C.), aunque finalmente pudieron evitar el
desastre y detener la migración.
La construcción de una línea defensiva a lo largo del Rin y del Danubio, el limes, a
finales del siglo I de la Era cristiana, contuvo una nueva invasión durante cien años. Sin
embargo, a finales del siglo II, los temidos bárbaros superaron por primera vez aquella
frontera fortificada. Su reconstrucción no impidió el asalto definitivo, a finales del siglo
IV. No sabemos con certeza qué causas precipitaron la crisis, pero lo cierto es que los
movimientos de aquellos bárbaros fueron cruciales en la formación de la nueva Europa.
El pueblo godo, quizá el más civilizado de los invasores, había partido de Gotland, en
Suecia, hacia 50 a. de C., y había recorrido en los tres siglos siguientes el sur de
Escandinavia, Polonia y Alemania. En el siglo III, como consecuencia de aquellas
migraciones, surgió un grupo perfectamente delimitado que ocupó Dacia, en la actual
Rumanía: los visigodos. Tras mantener diversas escaramuzas con los romanos, se les
concedió el estatus de federados al Imperio. Algo ocurrió, sin embargo, en el año 376
que cambió las relaciones con Roma: los hunos, un pueblo que vagaba por las estepas
de Asia central, se encaminaron hacia el Oeste, obligaron a los visigodos a cruzar el
Danubio y a penetrar en el Imperio romano.
Parece que los abusos de los funcionarios del Imperio provocaron una rebelión, y los
visigodos se lanzaron al saqueo de las regiones balcánicas. En el año 408, conducidos
por Alarico, arrasaron Roma. Por su parte, los hunos, que se habían puesto de nuevo en
marcha a finales del siglo IV, invadieron las regiones próximas a la actual Rumanía y
provocaron una nueva oleada de migraciones de tribus germánicas. La muerte en 453 de
su caudillo, Atila, y la disolución de su confederación de pueblos bárbaros pareció
ralentizar aquel formidable fenómeno migratorio. Sin embargo, éste sólo acabó décadas
más tarde, con el establecimiento de los pueblos góticos en lo que serían sus territorios
definitivos. El fenómeno terminó con el Imperio romano de Occidente, pero a su vez dio
origen a los estados nacionales europeos.
Seiscientos años más tarde, también las armas ampararon otro gran movimiento de
población: las cruzadas. La formación de aquellos impresionantes contingentes de
caballeros y campesinos que partían hacia Tierra Santa fue en gran parte el resultado del
crecimiento económico y demográfico que se había producido durante la Alta Edad
Media en Europa. Según señala Karen Armstrong en su obra Holy War: The Crusaders
and Their Impact on Today?s World, cuando la primera cruzada llegó a Constantinopla
a finales del siglo XI, la princesa bizantina Anna Comnena señaló que "parecía como si
Occidente entero, incluidas todas las tribus de los bárbaros que viven desde más allá del
mar Adriático hasta las Columnas de Hércules, hubiera iniciado una migración masiva y
estuviera en camino, prorrumpiendo en Asia como una masa compacta, con todas sus
pertenencias".
Eso sí, las grandes movilizaciones impulsadas por el poder militar no son exclusivas de
la Antigüedad o de la Edad Media.
En el siglo transcurrido entre el final de las guerras napoleónicas, hacia 1815, y el inicio
de la Primera Guerra Mundial, en 1914, el imperio que había formado Gran Bretaña no
dejó de crecer. Al amparo de su ejército, formado por tropas coloniales y unidades de
aliados locales, uno de cada tres británicos se dirigió a las colonias, un porcentaje que
aumentó aún más durante los primeros años de la década de 1910. Las colonias
británicas de África y Oceanía, por su gran capacidad de absorción de población, se
convirtieron así en una válvula de escape a las tensiones sociales que sacudían la
metrópoli. La emigración se convirtió en una forma de mejorar el nivel de vida de
quienes la abandonaban. Los esclavos y los desplazados por las guerras y las hambrunas
constituyen la otra cara de la moneda migratoria, sin duda mucho más dramática.
Durante los años '80 y '90 Venezuela dio un giro importante en sus pautas migratorias. La
severa crisis en la que se sumergió el país no sólo tuvo efectos desalentadores sobre los
movimientos migratorios provenientes del exterior, sino que, adicionalmente, contribuyó a
desencadenar procesos de retorno de los extranjeros que habitaban entre nosotros y la
emigración de venezolanos, quienes también reaccionaron frente a ese contexto de recesión
económica, descomposición social y deterioro institucional. Sin embargo, es durante la última
década que, al parecer, esta dinámica se acentúa. En su memoria económica, social o política,
la sociedad venezolana no tenía la vivencia de la emigración internacional, aquélla que implica
el abandono del lugar de origen, por un período de tiempo prolongado o indefinido.
Ese cambio tampoco ha sido suficiente para reducir los riesgos de emigrar al exterior por
cuanto el clima de convivencia en el país se ha visto alterado por la contlictividad política y los
problemas relacionados con la falta de seguridad en su sentido más amplio.
Este artículo tiene el propósito de examinar el contexto político, económico y social que ha
servido de escenario para que se desencadene la emigración de venezolanos, en un orden de
magnitud no registrado antes y con un perfil altamente calificado. En la primera sección de
este trabajo se hace referencia a la evolución favorable de algunos indicadores socio-
económicos y se mencionan algunos acontecimientos políticos que brindan una idea del
ambiente que ha prevalecido en el país a lo largo de la década 2000, a objeto de entender esas
variaciones que están mostrando las pautas migratorias.
Como se verá en la sección tres, se trata de una corriente migratoria compuesta por una
proporción importante de profesionales univ~rsitarios, muchos con títulos de postgrado, en
cuya formación los países de acogida no han tenido que invertir, de modo que se trata de una
transferencia de riqueza desde nuestro país. En el ámbito gubernamental no se ha hecho un
reconocimiento de esta problemática y, en consecuencia, no se plantean medidas para
atenderia, como se analiza en la sección cuatro. Para finalizar se plantean algunas reflexiones
finales sobre las intervenciones que deberían considerarse en la formulación de una política
migratoria en Venezuela, comenzando por admitir que la emigración de nuestros nacionales
tiende a ser cada vez más visible especialmente por su perfil calificado.