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OBRA JOSÉ MARÍA ARGUEDAS: CUENTO EL SUEÑO DEL PONGO

YO SOY EL PONGO
Que frio hace esta mañana, me abrigo con mi poncho, si mi ponchito que aunque viejo y
sucio me protege del frio y cubre mi cuerpo miserable, siento mucho miedo, me siento triste,
será porque hoy tengo que ir a la casa del patrón, si es eso.
Mis pies quebradizos me conducen a un lugar que yo no quiero, pero por que ir a un lugar
que no quiero?, que pregunta absurda, como si yo tendría el derecho de decidir que quiero
hacer o a donde ir.
Todos los siervos debemos cumplir el turno de pongo en la gran residencia, hoy es mi turno,
El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando lo salude en el
corredor, luego me pregunto ¿si era gente u otra cosa? yo me quede de pie Atemorizado, con
los ojos helados, no sabía que responder.
Todos los demás empleados de la hacienda me miraban con lastima por mi apariencia, y el
patrón no desaprovechaba la oportunidad para Humillarme y burlarse de mí, me pedía que
ladre, que me pusiera de cuatro pies, que salte de costado cual si fuese un perro, que levante
la oreja como una vizcacha, pero no podía levantar las orejas, acaso las personas nacimos
para tanta humillación? Yo no estaba en el lugar que me correspondía ni ese lugar
correspondía a nadie.
Pero una tarde, me llene de valor, y con voz firme le dije: Gran señor, dame tu licencia;
padrecito mío, quiero hablarte, él dijo: Habla si puedes, y así empecé a narrar el sueño que
tuve. Anoche soñé que habíamos muerto los dos juntos, Como éramos hombres muertos,
señor mío, aparecimos desnudos ante nuestro Padre San Francisco. — ¿Y después? ¡Habla!
Me ordenó el patrón, y continúe; nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus
ojos A ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo
que somos. Luego nuestro Padre dijo con su boca: «De todos los ángeles, el más hermoso,
que venga. Que traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de miel de chancaca más
transparente y cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos
sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre», enlució tu cuerpecito, todo,
desde la cabeza hasta las uñas de los pies. tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de
oro, transparente. —Así tenía que ser —dijo el patrón, y luego me preguntó—: ¿Y a ti? —
para mi nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: «Que de todos los ángeles del
cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina
excremento humano». y que cubran todo mi cuerpo con el excremento de cualquier manera;
Y me sentí avergonzado, en la luz del cielo, apestando… —Así mismo tenía que ser —
afirmó el patrón—. ¡Continúa! ¿O todo concluye allí? —No, padrecito mío, respondí.
Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro gran
Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato.
Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche
con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: «Todo cuanto los ángeles debían hacer
con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo».
Al escuchar el final el patrón se quedó sin palabras, quizá mi amo podía reflexionar sobre el
mal trato y tanto daño a los trabajadores y que podía tratarse de una especie de advertencia
divina hacia el
PRESENTACIÓN:
Mi nombre es ángel Gabriel Turpo Ancalle, estudiante del tercero c de la gloriosa y
emblemática institución educativa Agustín Gamarra de Anta, y en esta ocasión realizare un
monologo del cuento el sueño del Pongo del escritor José María Arguedas, cuyo título es
Soy el pongo.

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