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LA MAQUILLADORA

Una hermosa mañana, el poeta Amílcar se encasquetó su sombrero negro, un sombrero famoso, de altura prodigiosa,
de envergadura insólita, con partes llanas y hendiduras, arrugas y abolladuras; rajas y magulladuras; y se dirigió hacia el
nuevo domicilio de un amigo suyo, el pintor José. Lo encontró recostado sobre una cascada de cojines, con la mirada
melancólica y el rostro descolorido.

—¿Estás enfermo? —le dijo.

—No.

—¿Te encuentras bien entonces?

—No.

—Estás enamorado.

—Sí.

—¡Hombre! ¿De quién? ¡Dios santo!

—De una china.

—¿De una china? ¡Estás enamorado de una


china!

—Estoy enamorado de una china.

Amílcar se dejó caer sobre la única silla que


amueblaba el cuarto.

—Pero, en fin —clamó cuando estuvo


de vuelta de su estupor— ¿Dónde has
encontrado a esa china?

—Aquí, a dos pasos, detrás de esa pared. Mira, la seguía una noche, supe que vivía aquí con su padre, alquilé el cuarto
contiguo al suyo, le escribí una carta a la que no ha contestado aún, pero he sabido su nombre por la portera: se llama
Ophélie. ¡Oh! ¡Si supieras qué bella es! —exclamó mientras se levantaba—; tiene una tez de naranja madura, una boca
tan rosa como la carne de las sandías, y unos ojos negros como el azabache.
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Amílcar le apretó la mano con expresión desolada y fue a comunicarle a sus amigos que José había enloquecido.

Apenas hubo franqueado la puerta, este


hizo en la pared un pequeño agujero con un
taladro y se puso al acecho, esperando poder
ver a su dulce deidad.

Eran las ocho de la mañana, y no había ningún


tipo de movimiento en el cuarto vecino;
estaba empezando a desesperarse cuando
escuchó un bostezo, se oyó un ruido, el ruido
que produce un cuerpo al bajarse de la cama,
y una joven apareció en el círculo que su ojo
podía abarcar.

Recibió un tremendo golpe en el estómago y


estuvo a punto de desfallecer.

Era ella y no era ella; era una francesa que


se parecía, todo lo que una francesa puede
parecerse a una china, a la chica amarilla cuya
mirada lo había trastornado. Y, sin embargo,
eran los mismos ojos mimosos y profundos,
pero la piel estaba mate y pálida, el rojo de
sus labios se había apagado; es decir, ¡era
una europea! Descendió de la escalera
precipitadamente.

—¿Ophélie tiene una hermana? —preguntó


a la portera.

—No.

—¿Entonces no es china?

La portera rompió a reír: “¡Cómo que no es una china! ¡Ah, pues! ¿Tengo yo una cara como la suya, yo que no nací en
China?”, prosiguió el viejo monstruo mirando su piel arrugada en un espejo empañado.
encasquetar. Encajar bien en la cabeza un sombrero,
José permanecía de pie, despavorido, alelado, cuando una voz potente la gorra u otra prenda semejante.
hizo temblar los cristales de la portería: “¿Está la señorita Ophélie?”. envergadura. Importancia, amplitud, alcance.
desolación. Aflicción, angustia, desconsuelo.
José se dio la vuelta y vio frente a él, no el rostro de un viejo, como
trastornar. Inquietar, alterar o perturbar a alguien.
parecía indicar la voz, sino el de una vieja, hinchada como un odre,
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con enormes gafas a horcajadas sobre la nariz, y la boca dibujando en el abotargamiento de las carnes caprichosos
zigzags.

Tras la respuesta afirmativa de la portera, la mujer subió, y José se percató de que llevaba en una mano una bolsa de
hule. Le siguió los pasos, pero la puerta se cerró tras ella; entonces él se precipitó hacia su cuarto y pegó el ojo al agujero
que había practicado en el tabique.

Ophélie se sentó, dándole la


espalda, ante un gran espejo, y
la mujer, tras haberse deshecho
de su tartán, abrió su bolsa y
sacó de ella gran número de
pequeñas cajas de difuminos y
de brochas.

Luego, levantando la cabeza


de Ophélie como si quisiera
afeitarla, extendió con un pincel
sobre la cara de la joven una
pasta de un amarillo rosado,
cepilló suavemente la piel, amasó
un trocito de cera ante el fuego,
rectificó la nariz, adecuando
el color al de la cara, soldando
con un blanco lechoso el trozo
artificial de la nariz con la carne
verdadera; finalmente cogió sus
difuminos y extendió una ligera
capa de un azul pálido por
debajo de los ojos negros que
parecieron hundirse y alargarse
hacia las sienes.

Una vez terminada la sesión de maquillaje, retrocedió un poco para juzgar mejor el efecto logrado, movió a un lado y a
otro la cabeza, regresó junto a su obra que retocó y recogió sus utensilios.

Después de haber apretado la mano de Ophélie, salió respirando ruidosamente.

José permanecía inerte, con los brazos caídos. ¡Ah, pues! ¡Se había enamorado de un cuadro, de un disfraz de baile de
máscaras! Terminó no obstante por recuperar los sentidos y corrió en busca de la maquilladora. Se encontraba ya en el
extremo de la calle; empujó a los transeúntes, corrió entre los coches y finalmente la alcanzó:

—¿Qué significa todo esto? —gritó—. ¿Quién es usted? ¿Por qué la transforma en china?

—Yo soy maquilladora, mi querido señor; aquí tiene mi tarjeta; estoy a su servicio si necesita algo de mí.
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—¡Ah! ¡No me interesa su tarjeta! —gritó el pintor jadeante— se lo ruego, explíqueme el motivo de esta comedia.

—¡Oh! Si quiere saberlo y es suficientemente amable como para ofrecerle a esta pobre vieja un vasito de mate, le
contaré con todo detalle por qué vengo todas las mañanas a pintar a Ophélie.

—Vamos —dijo José, introduciéndola en un café e instalándola en la silla de un reservado— aquí tiene su mate, hable.

—Le diré en primer lugar —dijo la mujer— que soy una maquilladora muy competente; por lo demás, como ha podido
ver... A propósito, ¿cómo ha visto usted?...

—Eso no importa, no le incumbe, continúe.

—¡Pues bien! Como le iba diciendo, soy una maquilladora muy competente, y si por casualidad usted...

—¡Al grano! ¡Al grano! —gritó José furioso. abotargarse. Hincharse, inflarse,
generalmente por
enfermedad.
tartán. Tela escocesa de
—¡No se exalte! Ya sabe que la ira... lana con cuadros o
listas cruzadas de
diferentes colores.
—¡Me estás calentando, miserable! —gritó el pintor, que sentía en aquellos momentos
unas tremendas ganas de estrangularla—. ¿Vas a hablar de una buena vez?
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—¡Ah! perdón, joven; pero no sé por qué se toma la libertad de tutearme y de llamarme miserable; le advierto que
si...

—¡Ah! Dios mío —gimió el pobre chico dando un zapatazo— hay motivos para volverse loco.

—Vamos a ver, joven, cállese y continuaré; sobre todo, no me interrumpa —añadió mientras degustaba su vaso—. Le
estaba diciendo, pues...

—Que es usted una maquilladora muy competente; sí, ya lo sé, tengo su tarjeta; pero sigamos: ¿Por qué Ophélie hace
que la pinte como una china?

—¡Dios mío, qué impaciente es usted! ¿Conoce al hombre que vive con ella?

—¿A su padre?

—No. En primer lugar, no es su verdadero padre, sino su padre adoptivo.

—¿Es chino?

—En absoluto; tan chino como usted y yo; pero vivió mucho tiempo en el Tíbet e hizo fortuna allí. Este hombre, que
es bueno y honesto, le confesaré incluso que se parece a mi difunto que...

—Sí, sí, ya me lo ha dicho.

—¡Bah! —dijo la mujer mirándolo con estupor—. ¿Yo le he hablado de Isidore?

—Por favor, dejemos a Isidore en su tumba, tómese su mate y prosiga.

—¡Vaya!, es gracioso; creo no obstante que...


En fin, no importa, le estaba diciendo que era
un hombre bueno y digno. Se casó allá con
una china que lo abandonó al cabo de un mes
de matrimonio. Estuvo a punto de volverse
loco porque amaba a su esposa, y sus amigos
tuvieron que hacerle regresar a Francia lo
antes posible.

Se restableció poco a poco y una noche


encontró en la calle, desfalleciente de frío y
hambre, a punto de entregarse por un trozo
de pan, a una joven cuyos ojos tenían la misma
expresión que los de su esposa.
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Se le parecía incluso en tamaño y estatura; fue entonces cuando él le propuso dejarle toda su fortuna a cambio de
que aceptara que la maquillaran cada mañana. Vino a buscarme, y cada día a las ocho, yo la disfrazo; él llega a las diez y
almuerza con ella.

Desde el día que la recogió no la ha vuelto a ver tal y como es en realidad. Eso es todo. Ahora me voy porque tengo
trabajo. Buenos días, señor.

Él permaneció embrutecido, inerte, sintiendo que se le escapaban las ideas. Volvió a su casa en un estado deplorable.
Amílcar llegó entre tanto, acompañado de un amigo que era médico.Tuvieron que realizar grandes esfuerzos para hacer
salir de su aturdimiento al infortunado José, que no hablaba sino de arrojarse al Sena.

—¡No merece la pena ahogarse por tan poca cosa —dijo detrás de ellos una vocecita áspera—; soy Ophélie, papaíto,
y no soy tan cruel como para dejarlo morir de amor por mí. Aprovechemos, si le parece, la ausencia del viejo para ir a
recorrer sederías. Tengo ganas de un vestido; le autorizaré a que me lo regale.

—¡Oh! no, —gritó el pintor, profundamente sublevado ante esta especie de mercado— estoy curado para siempre de
mi amor.

sedería. Conjunto de tejidos de


Escuchar semejantes palabras saliendo de la boca de su bien amada le produjo el seda.
mismo efecto que una ducha de agua fría sobre la cabeza, observó el poeta Amílcar satírico. De sátira.
sátira. Dicho agudo, picante o
que descendió por la escalera y, mientras caminaba, rimó un soneto que envió al día mordaz.
nenúfar. Flor que flota sobre aguas
siguiente a la hermosa joven, con este título algo satírico: ¡Oh Flor de nenúfar! estancadas.

Joris–Karl Huysmans

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ficha de comprensión
Ficha de comprensión: LA MAQUILLADORA

1 Relaciona con líneas las cualidades y los personajes.

humilde Amílcar aprovechada

José

sensato
Ophélie
insensible

la portera

impresionable
conformista
la maquilladora

2 ¿Por qué tenía José la mirada melancólica y el rostro descolorido cuando llegó Amílcar? Subraya.

a. Porque estaba enamorado.


b. Porque estaba pensando seriamente en su situación económica.
c. Porque no sabía el tema de su próximo cuadro.
d. Todas las anteriores.

3 ¿Por qué Amílcar expresa tanta sorpresa cuando se entera de que su amigo está enamorado de una
china? Marca.
a. Porque no es bien visto un amor entre un occidental y una oriental.
b. Por la disparidad económica que existía entre ambos.
c. Porque no es común ver a chinas en el contexto de los personajes.
d. Todas las anteriores.

4 Transcribe la descripción de la Ophélie que conquistó el corazón de José.

5 ¿Por qué Amílcar iba a comunicar a los amigos de José que este había enloquecido? Subraya.
a. Porque no está permitido amar a una china.
b. Porque habían hecho votos de castidad.
c. Porque tenía novia y no podía abandonarla.
d. Porque nadie se enamora de un día para otro.
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ficha de comprensión
6 ¿Qué acciones ejecuta José impulsado por sus sentimientos hacia Ophélie?

7 La descripción de la maquilladora indica que


a. era una mujer de rasgos finos.
b. era una mujer con voz gruesa, como aguardentosa.
c. era una mujer de facciones grotescas.
d. todas las anteriores.
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ficha de comprensión
8 La expresión: “¡Se había enamorado de un cuadro, de un disfraz de baile de máscaras!” significa

a. que José se había enamorado de alguien que no existe.


b. que José era amante de las cosas imposibles.
c. que José no participaba de bailes de máscaras, prefería quedarse en su cuarto.
d. que José era un pintor reconocido y pintó a una china para satisfacción propia.

9 ¿Por qué la maquilladora no perdía la paciencia frente a las insistentes preguntas del pintor? Subraya.

a. Porque su temperamento era así.


b. Porque sabía que este necesitaba desahogarse.
c. Porque ella conocía la desesperación.
d. Porque deseaba sacar partido de esta situación.

10 ¿Por qué la maquilladora accedió a dar explicaciones a José? Marca.

a. Porque sabía que, si no lo hacía, no la dejaría en paz.


b. Porque sintió compasión hacia él.
c. Porque en el fondo comprendía el sentimiento que lo embargaba.
d. Porque sabía que era correspondido.

11 La maquilladora, al solicitar un mate a José, deja entrever que

a. es una mujer con facilidad para hacer amigos.


b. es una persona aprovechada.
c. es una dama de buenas costumbres.
d. Todas las anteriores.

12 ¿A qué se refiere la maquilladora cuando dice, al respecto del padre adoptivo de Ophélie: “En absoluto;
tan chino como usted y yo; pero vivió mucho tiempo en el Tíbet e hizo fortuna allí”? Subraya.

a. A su ascendencia china.
b. A su descendencia china.
c. A su origen europeo.
d. A su desprecio por Europa.

13 ¿Qué expresión ilustra el pensamiento del padre adoptivo de Ophélie? Marca.

a. “Eres a quien necesito para vivir”.


b. “Tus ojos son el recuerdo de la que amé”.
c. “Jamás podré olvidarte”.
d. “Llegaste a mi vida en el momento indicado”.

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ficha de comprensión
14 ¿Por qué accedió Ophélie a los requerimientos del esposo abandonado? Subraya.

a. Porque no tenía otra salida. c. Porque sabía que hacía una obra de bien.
b. Porque necesitaba techo y comida. d. Todas las anteriores.

15 Las palabras: “Él permaneció embrutecido, inerte, sintiendo que se le escapaban las ideas”, significan
que

a. no podía dejar de pensar en lo sucedido. c. no comprendía del todo esa farsa.


b. se sentía engañado, frustrado. d. Todas las anteriores.

16 ¿Qué demuestra la actitud de Amílcar? Marca.

a. Que es un verdadero amigo.


b. Que ya sospechaba lo que iba a suceder.
c. Que quiere buscar pacientes para el médico.
d. Que quiere hacer cumplir la palabra empeñada a la madre de José.

17 ¿A qué se refiere el texto cuando describe a Ophélie con las palabras “vocecita áspera”? Subraya.
a. La emisión de su voz no era del todo clara. c. Era de baja estatura.
b. Sus modos no eran refinados. d. Todas las anteriores.

18 ¿Qué hizo a José cambiar de parecer respecto a sus sentimientos hacia Ophélie?

19 ¿Qué quería decir José al componer la rima satírica?

20 ¿Qué papel cumple Amílcar en la historia?

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