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El acoso sexual es un tema delicado al que le atraviesan varias concepciones estereotipadas de

la sexualidad lo que genera en las víctimas sentimientos de culpabilidad y hay una realidad de
la que ya no podemos escapar 5 de cada 10 estudiantes mujeres / 6 de cada 10 estudiantes de
orientación sexual diversa / 2 de cada 10 hombres han sufrido acoso sexual en la universidad al
menos una vez. A esta realidad hay que sumarle la falta de una estructura dentro de las
instituciones y de la sociedad de apoyo a las personas afectadas, en la UPS hay algunos hitos
importantes de casos en los que, tras la denuncia, el victimario recibió la sanción según la ley
(digo “el victimario” por prevalencia porque 3 de cada 4 situaciones de acoso son realizadas
por hombres). Y que la mayor parte de personas que sufren de acoso sexual solamente lo
reconocen en un diálogo entre pares o con personas de confianza. Esto imposibilita bastante
su identificación y tratamiento porque en las víctimas, de por medio están los sentimientos de
vergüenza y culpa, el temor a represalias, despidos y miedo a sufrir más daños personales.

Lo crucial y sobre lo que hay que prestar especial atención es la finalidad que tiene el acoso
sexual: el ejercicio del poder y obtención de satisfacción sexual por parte del victimario, esto
constituye al acoso sexual como una práctica sexista porque tras ejercer acoso se perpetúa un
discurso y una ideología en la que el hombre generalmente de orientación heterosexual, se
posiciona como el dominador. Las dinámicas de poder son el pilar base para que aparezcan
violencias como el acoso sexual, implican la existencia de un abuso del orden jerárquico y de
subordinación sobre el que varios contextos como el laboral, educativo, deportivo o del sector
salud sea privado o público, suelen basar sus estructuras, hay alguien superior a mí en nivel
dentro de la jerarquía, que por abuso de su posición ejerce el poder que la jerarquía le da para
aprovecharse y sacar ventaja de su lugar privilegio. El acoso puede aparecer en muchas
dinámicas relacionales como ya lo verán en este módulo, algunas más blandas como el
coqueteo, los piropos y la galantería, que son sutiles, pero no por eso menos violentos que las
otras mucho más directas y fuertes como el chantaje y extorsión o la solicitud de “intercambio
de favores sexuales”, de todos estos puede depender la estabilidad laboral o estudiantil, la
mejora en las condiciones de estos espacios, la aprobación o pérdida de las materias o la
mejora en las calificaciones. Todo esto sin el consentimiento de la persona que está siendo
víctima del acoso o que se ve obligada/obligado a aceptar para evitar un malestar que puede
aparecer tras la negativa a lo que la persona jerárquicamente superior en la institución
propone. En la relación docente-estudiante, por ejemplo, tenemos que 7 de cada 10 docentes
hacen uso de su relación de poder frente al estudiante para ejercer cualquier tipo de abuso.

De la mano con el abuso de poder, va a estar siempre la satisfacción sexual de la persona que
lo inflige. Se concibe que ambas dimensiones (tanto el abuso de poder como la satisfacción
sexual) están siempre relacionadas ya que en el acoso sexual el perpetrador impone a la
víctima una satisfacción forzada, involuntaria, desprevenida, no consentida o consentida con
engaño, en un acto que le proporciona a esa persona (el victimario) una satisfacción fugaz.

Todas estas dinámicas aparecen porque existen varias construcciones culturales arbitrarias del
cuerpo y la sexualidad de hombres y mujeres (en cuanto al sexo), y, por lo tanto, de las
masculinidades y feminidades (en cuanto al género), que aflora y se pone en práctica en el
acoso sexual, en la medida en que se trata a las mujeres como objetos disponibles para el
deseo de los hombres, y porque esta objetivación las subordina y las ubica en un lugar de
dominación. Pero ¿cómo son estas construcciones culturales arbitrarias? Pues se nos enseña
que existe un modelo único de masculinidad y feminidad, que todas y todos debemos seguir
para ser verdaderos hombres y mujeres, que tanto masculinidades y feminidades, les
corresponden de forma lineal a hombres y mujeres, cuando no es así, todas las expresiones
que puedan ser reconocidas y englobadas como masculinas o femeninas las tenemos todas y
todos, y siempre en diversidad además, en diferente monto, habrá hombres más femeninos y
mujeres más masculinas, habrá puntos medios, hombres más masculinos y mujeres más
femeninas, y de hecho podemos ser cualquiera en función de nuestras experiencias cotidianas.
Pero se nos ha enseñado, a encasillarnos hombre-masculino, mujer-femenina y ni siquiera en
diversidad, en nuestra cultura es bien reconocida la masculinidad que se aleja lo más posible
de la feminidad y la denigra, violenta y aparta, que quiere tener el poder, sobre todo,
controlarlo todo y una feminidad sumisa, que no habla y que está propensa todo el tiempo a
sufrir un acto violento por el hecho de ser mujer ¿no? Estos hombres que menciono expresan
un tipo de masculinidad que conocemos como masculinidad hegemónica, sobre la que la
mayoría de hombres hemos sido criados, ha sido aprendida y por lo tanto puede ser
desaprendida, deconstruida, es algo que puede acompañarnos toda la vida si no tomamos
consciencia del daño que hacemos a las otras personas y a nosotros mismos expresándonos
desde esa masculinidad que violenta, acosa y segrega lo diferente, que como hombres nos
impide expresar nuestras emociones y castiga al que lo hace con burlas, quejas, golpes.
Entonces yo siempre digo, ni la mujer debe sufrir violencia por ser mujer, ni los hombres
debemos ejercer violencia por ser hombres, no es ni instintivo, ni está inherente a nuestra
personalidad y no hay marcha atrás, ni estamos por encima ni por debajo de nadie por
nuestros cuerpos. Alejarse de esos esquemas duales, binarios, cuadrados y violentos es
necesario para construir espacios más seguros y sobre los que todas las personas puedan
desarrollar sus capacidades y aptitudes sin miedo, ni trabas por ser la persona que es.

Sobre esto último quiero decir y ya para terminar mi intervención, que parte de mi proyecto
de titulación relata la importancia de que se abran espacios para trabajar con hombres,
masculinidades y sexualidad. He conformado un grupo operativo, herramienta que me ha
permitido juntar a 8 hombres de distintas carreras, concepciones, experiencias y orientación
sexual, en donde todo el tiempo estamos trabajando sobre cómo construir desde nosotros
mismos expresiones masculinas y femeninas mucho más saludables, empáticas y acogedoras.
Invito a más hombres a que se sumen a formar parte de estos espacios, a que cuestionen su
masculinidad, les invito también a darle paso a su feminidad, ahórrense sufrimiento psíquico,
ahórrenle sufrimiento a las personas que les rodean también (pareja, padres, amigos, amigas,
personas de su trabajo, etc), aprendan a vivir y expresar sus emociones con más libertad, no
existe algo como ser más hombre o menos hombre por hacer o expresarte de tal o cual forma
o no, salgan de ese bucle interminable de violencia en el que estamos insertos y critiquen su
accionar, lo más importante siempre es dar el primer paso.

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