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IMAGINO QUE SE me ha confiedo ls hhonroea tarea de agradecer los Premios Principe de Asturias porque, entre los ppreriados, yo puedo testimoniar mejor que nadie sobre el espirity generoso ue Ios informa y, viniendo del remote Pend, sobre su vocacign universal. Lo hago con la modestia debida, pero, también, orgulloso de compartir este reconocimiento con los distinguidos in- telectusles, artistes, cientificos @ inst tuciones que lo han merecido. ¥ feliz de hhacorio en este tierra de Asturies, de recias cumbres y verdes compines, donde nacié uno de los escritores que ‘més admiro —Clarin— y que-es un sim- bolo, en la historia de Occidente, de ‘amor 2 la sobsranis y a ta libertad. YY puesto que los Premios Principe de Asturias hermanan, cada afo, a hom- bres y mujeres de Espafia y de Améri- 2, quizéa ésta sea una ocasiOn propi- ‘aque! hecho fronterizo en la Historia, ol que pronto celebreremos cinco si- ‘glos: Ie insercién de América, por ob¢a ‘de Espatia, en el mundo occidental. Va- suite evidente para todos ni suelen s0- ‘car de él, algunos gobiernos y perso- rmiin y, en 0808 tres siglos, la tierra 8 Ia que logs Colén desaparecis y fue reemplazada por otra, sustanciaimen- te distinta, Una tierra que, enriquecida por los fermentos de su entrafa pre- hispénica y por los aportes de otras re de Europe, Quien se niega a verlo ast tiene uns vision insuficiente de Améri- 68.0 de lo que as el horizonta cultural de Oceidente. ‘Luego de tres siglos an que fueron ‘una sola, las naciones que Espafia ayy 146 8 formar y @ las que marcé de me nora indeleble, estalleron en una mi- tiada de paises que, entre fortunas @ in- fortunios —méa de éatos que de aqué- llas— tratan de forjarsa un destino do: ‘conte y de aniquilar a esos demonios. ‘que han emponzofiedo su historia: ol amore, la intolorancia, las desigualde {des inicuss, ol atraso, ia falta de liber- ‘ad, Ia violencia. Son demonios que Espafia conoce porqua también en la Peninsula han ceusedo estragos. ‘Lo que la Historia unié tos gobiernos 80 encargan a menude de desunido. Nuestro pasado, on América, estd ates do por querelias estipidas en las que ‘nos hemos desangrade y empabrecido indtimente. Pero todas las querras y di- sensiones no han podido calar més hhondo de la superficie; bajo los transi- tories diferendos subsisten, irrompi- LA VUELTA DE LOS DIAS ee EL LUNAREJO EN ASTURIAS por Mario Vargas Llosa bles, aquellos vinculos que Espate es tablecié entre ella y nosotros, y entre nosotros mismos, y que el tiempo con- ‘solide cada vez més: una lengue, un ‘creencias, ciertas instituciones y una amplisima gama de virudes y defec- tos que, para bien y para mal, hacen de nosotros parientes.irremediables Por encima de nuestros perticularismos ¥ diferencias, Quizé una pequeha historia podria itustrar mejor lo qua me gustaria decir. ‘Ya que eso ee lo que soy —un conta- dor de histories — permitanme que se dido precissrio—, en une sides perdi- ‘dade los Andes cuyo nombre, Calcau- iquiera figuré en lon mapas. Es- 10 mejor esté adn— en la pro- vincia de Aymaraes, en Apurimac. Er ‘un muchache curioso y vivaracho @ ‘quien. un dia, un clérigo de paso, im- Presioniedo por sus dotes, llevé consi- {90 al Cusco @ hizo estudiar en ol Cole- ‘Abed, donde se ymara con el nombre y el ‘apelide espefoles con que ha pasado ala historia: Juan Espinoza Medrano. ado, aso si, que tenia la ca- [Bot verrugas 0 por un enor- ime lunar y que a ello debié su apodo: 41 Lunerejo. Pero sus contemporéneos le pusie- fon también otro sabrenombre. mi itustre: ol Doctor Sublime. Porque aquel indio de Apurimac liges a ser uno de los inteloctuales més cultos y refinados de su tiempo y un eascritor cuya prose ro- busta y mordaz, de amplia respiracién Y atrevides imégenes, multicolor, labe- rintica, funda en Américs hispene esa tredicién del berroco de la que serian ‘ributarios, siglos més tarde, autores como Leopoldo Marechal, Alsjo Car pentier y Lezama Lima. La leyenda dice que cuando el Doc- tor Sublime predicaba, desde el pulpi- to de la modesta iglesia del barrio de s2n Cristébal, en el Cusco, de la que fue pérroco, la nave rebotabe de fioles ¥¥ que habia quienes hacian largas tr Vestas para escucharlo. zEntendia esa apreteda multitud lo que el Lunerejo les 308 han llegade —La Novene Ma- ‘avila se titula, con clerta hipérbole, 1a recopilacién— es probable que. a ma eae == ce a cnr sei cameras umes Sameer ineene Someta ea seen aw opines texto polémico: wi Apologdtico en fs waa aaemne, aan eeinne tien a site tee ear wine Sia Saantene semana Srcmrerences ean Siento same crepeete ciem armenia Roar mnemeabeeas semraneramet 88 extinta polémica, me conmueve profundamenta. Porque en su texto erudito, belicoso, atiborrado de pasién ¥ de matétoras, hay una volunted de _apropiacién de una cultura que adel ta lo que os hoy, intelectuaimente, ‘América Latina. En el Lunarejo, y enun pufiado de otros creadores indianos, como et Inca Garcilaso 0 Sor Juans Inés ela Cruz, is ideas y la lengua que fue- ron de Europe a América han echedo raicea y germinado en un pensamien: toy en una estética que representan ya ‘Vuelta 122 / Enero de 1987 45 un matiz diferente, uns inflexién pro- pia muy nitida dentro de la teratura ee Bato yi cviizecion occidental tes, pasando por el Arstino, Erasmo, Tertuligno y Camoens. Las citas cultas ren un ritual de los tiempos, como ren- dir pleitesia at ciolo y 2 los santos. En ‘8u caso, ton, también, un ejercicio de ‘magia simpética, un conjuro para etreer 8 280s tierras y srsigar en ellas a quie- ‘es representaben, entonces, es cimas. ola sabiduria y oi arte. Aquella bruje- ‘fa fue aficaz: obras como las de Noru- de, Borges y Octavio Pax han sido Posibles en Amdrics Latine gracias ale testarudez con que, gentes como el Lu- narejo, decidieron hecar suya, esumir come propia, Ia cultura que Espafa trasplanté 2 sus tierras, En los tiempos del Doctor Sublime, a mayorta de nuestros escritores eran ‘meros epigonos: repetian, a veces con buen ofdo, # veces dessfinendo, los modelos deta metrépoli. Pero, an algu- ‘no3 casos, como en el suyo, apunta ye Un eurioso proceso de emancipacion en ‘el que of emancipado slcanza au liber tad y su identided eligiendo por volun- cconaiste la soberania cuttural de Hispa- ‘noamérica: en saber que Cervantes, Arciprestre y Quevedo son tan nues- {08 como de un seturiano o un leonés. YY que ellos nos representan ten legit mamente como las piedras de Machu Picchu o las picémides mayas. ‘Aquel proceso fue extratio, sinuoso Y, sobre todo, lento. Como el Doctor Sublime, otros hispanoamericanos en- ‘contraron eu propia voz, sin praponér- elo, tratando de emular 8 los penin- sulares. En ol Lunarejo, la inventive y brio verbal son tan fuertes que rom- pen los moldes estrechos y rastreros,

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