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CARLI - Entrevista A Bleichmar
CARLI - Entrevista A Bleichmar
En Dolor País sostenés que “somos hijos de las propias representaciones que
nuestra mente guarda de aquellos que nos engendraron y la intelectualidad
argentina tiene su destino inexorablemente ligado a las ideas más avanzadas
del siglo XX”. Te referís por otra parte a que estamos en un momento de
crisis del marco representacional. ¿Uno hereda un conjunto de
representaciones?
Así es. Uno las hereda y las conserva. Las grandes catástrofes históricas a
veces lo que hacen es, no producir un barrimiento de lo que uno lleva
adentro, sino un intento forzado de sepultamiento represivo que hace que, o
aflore por cualquier lado eso que ha quedado sepultado o produzca un
empobrecimiento. Porque ocurre igual que con otras representaciones
psíquicas: el esfuerzo por evitarlas, por aplastarlas, por
contrainvestirlas, como decimos desde el psicoanálisis, hace que la energía
psíquica sea volcada a ese lugar y entonces los sistemas intelectuales se
empobrecen. Yo creo que una de las cosas más preocupantes del proceso de la
intelectualidad argentina ha sido el empobrecimiento. No es sólo que en lo
anterior se han generado cosas nuevas, sino que además es imposible producir
si uno no se sostiene en las ideas que lo constituyeron. Entonces, lo que no ha
habido es un proceso de revisión de esas ideas. Lo que ha habido es un
sepultamiento, como una restitución identitaria y esa restitución identitaria ha
empobrecido a la intelectualidad argentina.
No, yo creo que no. Eso se nota sólo en algunos sectores muy pequeños. El
grueso de la intelectualidad no ha intentado la conservación. Lo que ha
intentado es el sepultamiento y se ha quedado sin referentes para construir
ideas nuevas. Yo creo que es imposible que un intelectual de cincuenta años
en este país trabaje absteniéndose de pensar en Marx. Una cosa es que revise a
Marx y otra cosa es que haga como si nunca hubiera tenido nada que ver. Ese
tipo de sepultamiento hace que aparezcan síntomas en la producción cultural
argentina y formas de bloqueo. Vos sabés que el psiquismo humano también
se empobrece cuando funciona contrainvistiendo las representaciones de lo
que uno fue. Es muy interesante el cotejo que uno podría hacer entre los
sobrevivientes de situaciones extremas que sepultan aspectos de su pasado por
el dolor terrible que sienten, con lo cual aparecen como empobrecidos porque
la fuente que los alimenta está como cerrada o atrofiada y es lo que ocurre con
las ideas. Hay como una restitución de un sector importante de la
intelectualidad que se presenta como sin un pasado claro.
Bueno. Más de la mitad de las becas Guggenheim, creo que son argentinas y,
por otra parte, el premio Microsoft a la creatividad sobre más de cien
universidades lo ganaron dos chicos argentinos de la Universidad del Estado.
Estamos hablando de procesos fuertes, no sólo en mi generación que tuvo
acceso a una universidad de privilegio, sino en chicos jóvenes que no han
tenido esa oportunidad y se alimentan de los docentes que se formaron en esa
universidad privilegiada. Me parece que siguen pasando cosas importantes. Ni
hablar de esta explosión de diseño, de este encuentro entre arte y diseño que
es maravillosa, de la fuerza que toma en la sociedad argentina el teatro, el
cine, las publicaciones. En medio de este estado catastrófico hemos metido
películas y fotógrafos premiados en el ámbito mundial y de chicos jóvenes, no
es que se agota en lo que fuimos: pianistas, bailarines de menos de veinte
años.
Hoy estoy menos preocupada que hace un tiempo por varias razones. En
primer lugar, porque se ha ido una gran cantidad de gente pero también mucha
ha vuelto porque se dan cuenta que la situación afuera no era tan promisoria
como parecía y que el mundo está en crisis o que la nostalgia los manda para
acá. Por otra parte, lo notable es cómo los argentinos que están en el exterior
siguen trabajando para Argentina. Yo acabo de estar en París con gente muy
querida que está allá, algunos hace años, y es extraordinario como siguen
pensando y trabajando en función de la Argentina. Eso hace que, por una
parte, drenamos mucha gente hacia el exterior y por otra parte es cierto que
esa gente conserva una identidad muy fuerte. Es impresionante que esto pueda
ocurrir aún en Estados Unidos, porque cuando se van los mexicanos, los
colombianos tratan de olvidarse que son latinos, pero nuestra gente sigue
pensando y buscando formas y tratando de compartir lo que hacen allá, sobre
todo en Ciencias Sociales. La gente que hace Ciencias Sociales en países
desarrollados sigue buscando la forma de revertir algo acá. En lugar de
mandar dólares como los chicanos, tratan de mandar ideas, modelos,
resultados de investigación. Es muy conmovedor cómo mandan lo que tienen,
lo que pueden.
Hay dos cuestiones que planteas en relación con la educación, por un lado la
educación en la Argentina como un lugar de negación de la pobreza del
origen y por otro la escuela como un organizador simbólico de la sociedad.
¿Podrías avanzar sobre estas ideas?
Así es. Lo menos que se espera de ellos ahora es que no vivan peor que sus
abuelos, que no caigan de la cadena productiva, que sigan comiendo. Es
aterrorizante, pero hay como una caída del ideal de una generación que viva
mejor que los padres. En ese sentido yo creo que una sociedad que no puede
recuperar la esperanza de que los chicos reparen su vida actual tiene coartada
su capacidad de construir algún tipo de felicidad futura. Creo que en esta
desolación que ha aparecido respecto a la esperanza con los niños se marca
nuevamente el fracaso de todo el modelo que sostuvo a la Argentina en los
últimos treinta años. Lo totalmente novedoso es que empieza a aparecer como
una esperanza, un intento de recuperación de un proyecto de país más
equitativo, más integrado, más con vida hacia el futuro.
Con mucho déficit. Hace un tiempo escribí un artículo que se llamaba “La
acumulación no hace a la riqueza”. Porque nosotros venimos acumulando un
siglo de aporías, con lo cual, el problema es desprenderse del lastre para poder
avanzar. Yo creo que hay que hacer con el psicoanálisis lo que hizo Espinoza
con la Biblia: separar las verdades permanentes de las contingencias
históricas. El psicoanálisis es el único que tiene cosas importantes para decir
respecto a ciertos fenómenos que se están produciendo, inclusive problemas
sociales importantes, como por ejemplo, el matrimonio homosexual, el
engendramiento fuera de los carriles biológicos naturales, las nuevas formas
de producción de subjetividad a partir de nuevas formas familiares. Pero creo
que está totalmente atado a las formas de subjetividad de fines del siglo XIX
y comienzos del siglo XX, con lo cual, está totalmente atrapado por los
elementos ideológicos que lo constituyen en ese período. Por ejemplo, la
diferenciación del Edipo no como el cuento de la tragedia: amor por la madre
y deseo de matar al padre o viceversa que hoy suena hasta patético con
relación a las formas familiares, pero sí en rescatar la concepción que
atraviesa esta idea freudiana importante de que la cultura ejerce una
prohibición del goce intergeneracional y que eso si es constitutivo del ser
humano y que la prohibición del Edipo es algo con lo cual cada cultura pauta
el límite en la apropiación del cuerpo del niño como lugar del goce del adulto.
En ese sentido yo creo que ese es un punto que marca claramente lo que hay
que hacer. Otro ejemplo: me parece totalmente escandaloso a esta altura que
la función terciaria de la relación del niño con el adulto esté planteado como
“nombre del padre”, con lo cual se trasladan los modos patriarcales de la
cultura hegemónica del siglo XX y, además, en un lugar particular de la tierra
que era la Europa etnocéntrica del siglo XX. Por qué no llamarlo “nombre del
hechicero mayor o de la amazona principal” el nombre del padre. Me parece
que hay que desprender al psicoanálisis no del concepto que está debajo, sino
de las formas históricas que asumió. Más te diría: respecto de la curiosidad
infantil. La idea de que la preocupación del niño es de dónde vienen los
hermanos. Yo creo que ya no es tal, hoy los niños saben mucho más que los
del siglo XIX y ni hablar del XX. Lo que sí sigue siendo una cosa importante
es la preocupación por la circulación del deseo de los padres o de los adultos o
de quienes lo tienen a cargo y de que posición tienen ellos frente a eso, pero el
problema de la curiosidad epistemofílica no surge del nacimiento de los niños
ni de la diferencia sexual anatómica, pero es verdad lo que dice Freud que el
tema del conocimiento aparece en el niño ligado a preocupaciones básicas de
la circulación del deseo. A veces siento cierta vergüenza cuando escucho
repetir enunciados que te colocan como un vocero del Opus Dei. Seguir
diciendo que la homosexualidad es perversa.
Eso tiene que ver con un cierto empobrecimiento general del campo y con la
transformación del psicoanálisis en una suerte de ideología de vida y no en un
proyecto de pensamiento capaz de curarse a sí mismo y ponerse al servicio de
las nuevas cuestiones históricas.
Si, pero yo te diría que hay psicoanalistas que pueden charlar lo más bien con
los sectores más reaccionarios del pensamiento. La interlocución implica
querer ser parte de lo más avanzado de tu tiempo y de cierta vergüenza ante el
ridículo. Yo muchas veces me he preguntado si un hombre en un día “D”, el
3000, encontrara los textos psicoanalíticos, si yo fuese digna de que este
hombre dijera: bueno, esta persona para su tiempo no era tan patética y no que
te dé risa. Por ejemplo, el debate de si los angelitos tenían alma es un debate
que hoy nos parece patético, pero hay debates de la Edad Media que nos
parecen apasionantes. Uno espera hoy ser parte de los debates más fuertes del
siglo y creo que el psicoanálisis tiene mucho para decir.
Yo creo que hay un punto central que es que no ha habido una propuesta
fuerte del psicoanálisis sobre la construcción del pensamiento. Se ha partido
de una cierta idea natural biológica de la evolución del pensamiento y se ha
pensado sobre todo los fracasos de la inteligencia como procesos de inhibición
o de construcción, como interceptaciones. Mientras que creo que una teoría
que parta de considerar la inteligencia como una producción de la cultura y
que no se limite a anunciarlo sino que lo ponga en marcha, puede ser un
aporte fundamental. El otro aspecto tiene que ver con esta diferencia que yo
intento hacer entre la construcción del psiquismo y la producción de
subjetividades. Creo que la articulación se da en ese borde, de qué, manera la
producción de subjetividad donde la escuela cumple un papel fundamental y
la educación es central, interviene o no en los modos de reacomodación de la
constitución del psiquismo y de qué manera las premisas de la constitución
psíquica producen la posibilidad de subjetivación entendiendo por
subjetivación no todo el psiquismo. Yo estoy convencida que el inconciente es
parasubjetivo, para mi es realidad psíquica. Vale decir, que la cosa más
apasionante del psicoanálisis que ha sido totalmente subsumida y dejada de
lado, el gran descubrimiento del psicoanálisis es la posibilidad de pensar un
pensamiento sin sujeto y que toda la vida humana es un intento por apropiarse
de todos los pensamientos que se producen en la cabeza de uno y que uno no
determina y el juego que se da entre eso y los pensamientos que si produce
como sujeto. Entonces, a mi me parece que la escuela es un gran productor de
subjetividad y que el sistema de análisis tendría que contemplar este
interjuego entre la construcción psíquica y la subjetividad y tener en claro que
el inconciente no es una instancia para el conocimiento, sino un reservorio de
representaciones, algo del sujeto que conoce que implica discriminación,
resistencia al objeto. Este es un tema que estoy trabajando mucho en este
momento que va a salir publicado en la Facultad de Filosofía sobre el debate
que se hizo en el ’95 sobre el proyecto de psicología de Freud, donde me
encontré con Ángel Rivière. Debatimos estas cuestiones donde él me hizo un
planteo de que el psicoanálisis no era psicología en el sentido estricto porque
el conciente no tenía intencionalidad y yo estuve de acuerdo en que es cierto
que la psicología puede no tener intencionalidad pero desde el sujeto y no del
inconciente. Fue un debate apasionante que va a salir publicado dentro de un
libro general sobre el proyecto. Yo también estoy trabajando en un libro
también sobre este tema.
El famoso árbol genealógico que les hacen armar a los chicos en la escuela.
Yo creo que hay un ida y vuelta. Por un lado yo creo que la escuela es la gran
detectora de problemas de fracaso de la constitución psíquica. Al mismo
tiempo, es muy importante la forma como se produce en este momento un
intento de medicalización de la sociedad civil que ha afectado también a los
niños. Sin embargo, nuestra sociedad argentina es muy renuente a la
biologización, es una sociedad altamente humanista en la manera de concebir
al niño y a los adultos, poco proclive a importar modelos de biologismo
estandarizado. Por ejemplo, la escuela es el gran instalador de la lógica
combinatoria como forma privilegiada de acceso a ciertas posibilidades de
pensar la propia subjetividad y de pensar al otro. Inclusive, la lógica binaria,
que es del orden universal y que el psicoanálisis le ha dado mucha
importancia a partir de los modelos de la diferencia anatómica, marca en los
comienzos de la escolaridad las fallas del sujeto. Se tiende a resolver en un
interjuego entre el conocimiento y, en algunos casos, el trabajo sobre el
aparato psíquico, la psicoterapia. Pero la lógica combinatoria termina de
anular las posibilidades de comprensión sobre el descentramiento de si mismo
que la lógica binaria no posibilita. Y, en ese sentido, es extraordinaria la
función que cumple.
Una cosa interesante de eso es que los niños van en grupo. Yo te diría cómo
veo a los niños pequeños jugar de a dos o de a tres en la computadora. Se
sientan todos juntos, hay uno que juega y todos opinan, con lo cual es un
juego grupal aunque sea individual. A mi me parece que el juego de la
computadora precipita algo de los modos de la subjetividad ya presentes, pero
no constituye formas nuevas. El otro día hablábamos respecto a la idea de que
la violencia surge de ver televisión. Eso es ridículo. El egoísmo y el
individualismo no surgen de estar con la computadora. Quien le propone al
niño que en lugar de un maestro tenga una computadora, ya tiene una idea de
la intersubjetividad que está transmitiendo al momento que lo propone.