Está en la página 1de 3

Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak ~_Israel

El recuerdo fue el olvido.


(Alguien le dice al tango, Jorge Luis Borges)

Los judíos nos distinguimos, entre otras cosas, por


nuestro poder de memoria: tratamos incesamente de aprender
de las abrumadoras inclemencias de nuestro pasado histórico
para estar mejor preparados frente a futuras probalidades de
calamidad y desazón.

Ultimamente estamos perdiendo esta talentosa condición: el olvido


borra la experiencia. En Israel, hasta ahora siempre atentos a las
circunstancias políticas del contexto internacional, desdeñamos los riesgos
de nuestro casi absoluto aislamiento en la arena diplomática, como si la las
herramientas militares fueran lo suficientemente afiladas para enfrentar -
despojadas de un consistente aval mediático y gubernamental europeo y
norteamericano- a las amenazas de regímenes hostiles, próximos y lejanos.

1
Nuestra situación dista de ser la de otros tiempos: precisamente
hace 44 años, el David israelí abatió la embestida bélica del Goliat
encarnado en el entorno árabe. La Guerra de los Seis Días inyectó en
la sociedad israelí la mística de las armas como única posibilidad de
resistencia. Pero, lo que tal vez era cierto en junio de 1967 es hoy –a
mi humilde juicio- un vano espejismo. Una concepción estratégica
desvinculada de sólidas alianzas con actores geopolíticos relevantes
puede reiterar los errores incurridos en las décadas posteriores a
aquella victoria relámpago.

Primera plana del vespertino Maariv, junio de 1967

El ineludible reto de esta semana es la reciente apertura del paso de


Rafah (en hebreo se pronuncia Rafiaj). Se trata de una ciudad ubicada en el
límite entre Israel y Egipto, cuya porción territorial mayoritaria se halla en
la Franja de Gaza palestina y el resto bajo dominio egipcio.
Con la caída de Mubarak, la junta gubernamental provisional de El
Cairo resolvió abrir el paso entre embos sectores de Rafah.

2
La resolución egipcia -proclamada oficialmente el pasado 25 de
mayo- tiene por finalidad sostener el acuerdo tripartito entre El Cairo,
Hamas –la organización militar y política que controla Gaza- y la
Autonomía Palestina con sede en la ribera occidental del Jordán. Los
egipcios aspiran cristalizar un referente palestino unificado. Israel
considera que Hamas, de abierta orientación islámica fundamentalista,
fagocitará al socio palestino laico. El paso de Rafah, estima Jerusalem,
facilitará la transferencia iraní de suministros bélicos y personal paramilitar
movilizado por Teherán para provocar el reinicio de hostilidades contra
Israel. Israel desperdició durante muchos años y recursos económicos
invertidos en Gaza antes de la "Desconexión Territorial", pretextada por las
colonizaciones luego desmanteladas. En cambio, la frontera con Egipto fue
descuidada, carente de las defensas necesarias para evitar la penetración de
armas, drogas, contrabandistas y milicianos del Islam radical. No sólo la
frontera fue olvidada; la ilusión de eterna presencia en territorios ocupados
estuvo acompañada por otra vana fantasía: creer que el teatro unipersonal
de Mubarak sería un perpetuo continuado de funciones. El desafío real de
Rafah no reside unicamente en la amenaza de incremento en el tráfico de
armamento iraní. Israel debe rehacer su visión estratégica frente al nuevo
contexto regional. La revolución egipcia es el signo inicial y no final de los
cambios que atraviesa el Oriente Medio. Respuestas exclusivamente
militares no detendrán el serio peligro que implica la reapertura del paso de
Rafah. La crisis puede –debe- revertirse en la una aproximación
diplomática apropiada a los códigos políticos del Egipto de hoy.
Este acercamiento germinará en algo que parece por ahora
imposible, pero la memoria histórica de israelíes y palestinos enseña
que es factible e inevitable: negociaciones entre Gaza y Jerusalem,
entre Hamas y Netanyahu.
4.6.11

También podría gustarte