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Periodismo judeoargentino con compromiso | Argentina Junio/Julio 2020 | NUEVA SION #1002 15

26 años del
mia
atentado a la A

Tinta roja en el gris del ayer


Aquel lunes, 18 de julio de 1994, los titulares matutinos hablaban de Piana: “Ayer falleció Sebastián Piana”.
Piana, que le dio música a la letra de Cátulo Castillo en "Tinta Roja": "Paredón, tinta roja en el gris del ayer...",
el tango que Fiorentino grabó con Pichuco en octubre de 1941. Pero Silvana Alguea de Rodríguez, de 28 años,
hincha de River Plate, buscó la nota de fútbol: el domingo, Brasil se consagró campeón mundial, venciendo 3 a
2 a Italia por penales.

Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel desocupación, golpeando a una clase en el silencio, sin Silvana Alguea de
media que desconocía hasta entonces el Rodríguez y otros ochenta y cuatro seres,
verbo pedir. otros ochenta y cuatro sueños apagados
A las ocho y media, Silvana alcanzó a en la oscuridad de aquel crimen.
tomar un café con leche en el Babel de la A las diez menos cuarto Silvana pensó en
calle Tucumán. Unos minutos antes, con Gabi, siempre pensaba en ella, pero esa Hace veintiséis años que no hay juicio ni
Daniel, dejaron en la guardería a Gabi, la mañana de invierno la extrañó con mayor condena. Veintiséis años de complicidad y
hija de ambos, de ocho meses. intensidad, después del fin de semana encubrimiento.
totalmente compartido. Todo se derrumbó, menos el ritual propio
Comenzaba otra semana. Silvana cruzó la
esquina de Pasteur. Como cada lunes, la Me vendría bien otro cafecito, le dijo a una de cada aniversario, prorrogando la causa,
calle amaneció apurada, nerviosa, con el trá- compañera que fotocopiaba unos papeles. estirando el venenoso chicle de la inacción.
fico impaciente de taxis y colectivos. Entre un Como en una película de cámara lenta, Amós de Tekoa levantó su voz en tiempos
bocinazo y otro, Silvana alcanzó a escuchar Silvana vio que los papeles volaron, la com- bíblicos contra la injusticia y la impuni-
desde alguna radio que la temperatura pro- pañera resbaló, la fotocopiadora se desar- dad. «No soy profeta ni hijo de profeta»
nosticada alcanzará los 13 grados. mó, las ventanas se hicieron añicos, el piso, decía, pero su advertencia de castigo y
las paredes y el techo se derrumbaron. sanción se cumplió al pie de la letra.
Al entrar en AMIA, Silvana rozó un volque-
te repleto de material de construcción: se Por un brevísimo segundo, Silvana recor- Tal vez muy tarde, pero indefectiblemente,
estaba refaccionando el edificio y había ya dó algo de Silvio Rodríguez: «Ojalá que Silvana Alguea de Rodríguez y todos los
un ir y venir de albañiles, aparte de la cola las paredes no retengan tu ruido de cami- muertos de la AMIA emergerán de los
de gente que esperaba ingresar. no cansado», pero inmediatamente todo escombros y la oscuridad, y encontrarán
fue silencio, un silencio absoluto como la única paz posible, la única memoria
Seguramente vienen a verme mí, pensó. aquella total oscuridad.
Ella trabajaba en Asistencia Social. Mucha valedera, la paz y la memoria que nacen
gente necesitaba ayuda; la era menemista Todo se derrumbó: desde las nueve y cin- de la justicia y la verdad.
había alcanzado a sembrar pobreza y cuenta y tres de ese día, estamos sumidos

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