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JOHN ACKERMAN, EL ARIETE DE LÓPEZ PARA IRRUMPIR EN EL INE

Por Fernando Mendoza Elvira


“La única lucha posible y patriótica, será entre el
absolutismo y la democracia.” Francisco I. Madero.

El proceso para la elección de cuatro personas para ocupar igual número de posiciones
en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral es un tema de gran trascendencia
para el Estado mexicano dado el contexto político imperante desde el arribo a la
presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador. El presidencialismo
mexicano en tiempos del partido hegemónico causó mucho daño al país -el más visible
en el aspecto económico de crisis recurrentes que desembocaron en una multiplicación
de la pobreza- pues concentraba el ejercicio del poder en una sola persona. La
Presidencia Imperial, de Enrique Krauze, da cuenta de la relación inseparable del
devenir histórico del México postrevolucionario con el presidente en turno. Por la
narrativa del libro puede uno apreciar los sucesos históricos en torno a quienes
ocuparon la Silla del Águila, con lo que ello implica. Gabriel Zaid en la Economía
Presidencial incluso describe el colapso de la economía mexicana en las últimas
décadas del siglo XX con una caracterización del progreso improductivo generado por
las decisiones económicas del presidente de la República, dadas las facultades meta
legales que el presidencialismo mexicano depositó en su titular, quien de acuerdo con
su estilo personal de gobernar iba determinando omnímodamente los destinos de la
Nación, para bien o para mal.
El arribo del presidente López al poder se da con una fuerza de legitimidad de más de
30 millones de votantes que, cansados de los regímenes anteriores, decidieron no sólo
depositarle el mandato presidencial, sino una cómoda mayoría en el Congreso de la
Unión a su partido político -MORENA- y varios ejecutivos en importantes estados de la
República. Ello le da a la presidencia de López un poder que no solo él conoce -al
haber formado parte del sistema Priista-, sino que además explícitamente pretende
afianzar, e incluso incrementar, para pasar a la historia como el padre de un movimiento
histórico en México, eso que López llama la Cuarta Transformación. Movimiento que
sin duda tiene que ser obra y gracia del Mesías Tropical al que se refirió desde hace
años el propio Krauze, para lo cual requiere concentrar más poder, uno que será clave
en el próximo año 2021 y dentro de tres más: el electoral.
López conoce la importancia del órgano electoral para arribar al poder, él tuvo
múltiples tropiezos en elecciones, tanto para gobernador de su natal Tabasco como
para la presidencia de la República, en las cuales López fue el candidato perdedor.
Intento por todos los medios legales, políticos y de resistencia civil revertir los
resultados que dieron triunfo a los candidatos triunfadores sin éxito: formalmente
fueron declarados electos sus adversarios. López sabe que decidiendo la asignación
de recursos presupuestales para beneficio del público electoral que le es afín a su
partido y su movimiento y tener injerencia en el órgano electoral, le significa una ventaja
inmensa con respecto a quienes él claramente percibe como sus adversarios, aquellos
a quienes denomina los conservas, los fifis, los neoliberales, en suma, los traidores a la
patria según su maniquea visión de la realidad política mexicana.
El Instituto Nacional Electoral -INE- es fruto de
una lucha de notables personas mexicanas
que por décadas demandaron contar con una
institución diseñada de tal modo que pudiera
dar certeza de que la organización de las
elecciones, el financiamiento a los partidos
políticos y la fiscalización a sus ingresos y
egresos, la administración de los tiempos
oficiales de radio y televisión para los partidos
y candidatos, así como la emisión de reglas en
la materia electoral, se encuentre a cargo de
un órgano del Estado mexicano imparcial, autónomo e independiente que pueda
garantizar la democracia formal. En la concepción del Estado Constitucional mexicano
surgido de la Revolución en los inicios del siglo XX, el control de las elecciones fue
depositado en el Poder Ejecutivo, facultad que durante casi todo el siglo ejerció a través
del secretario de Gobernación quien era a la vez el titular del órgano electoral: primero
Comisión Federal de Vigilancia Electoral, luego Comisión Federal Electoral y
posteriormente el Instituto Federal Electoral -IFE-. Es hasta el año de 1994, después
de la cuestionada elección de 1988 -conducida por Manuel Bartlet-, el levantamiento
armado en Chiapas por el EZLN y el homicidio de Colosio, candidato presidencial del
PRI, en que la reforma política que se auto impuso Carlos Salinas de Gortari, que abrió
la puerta a Consejerios Ciudadanos de reconocido prestigio e imparcialidad: En este
Consejo participaron José Woldenberg, Santiago Creel- Miranda, Miguel Ángel
Granados Chapa, José Agustín Ortiz Pinchetti, Ricardo Pozas Horcasitas y Fernando
Zertuche Muñoz; sin embargo su Consejo seguía siendo presidido por el secretario de
Gobernación. Es hasta 1997, casi al finalizar el siglo XX, que una nueva reforma
constitucional reforzó la autonomía e independencia del IFE al desligar por completo
al Poder Ejecutivo de su integración. Deslindar al órgano electoral del presidente de la
República implicó no solo restar el gran poder del titular del Ejecutivo, sino impedir el
uso del mecanismo electoral para el reparto de cuotas y cargos, y de esa manera poder
contar con un mínimo de democracia, al menos en el aspecto formal. John Ackerman
también lo sabe, en sus propias palabras: “si el IFE ya no dependiera del presidente de
la República sería más difícil negociar los cargos y las candidaturas con el presidente a
cambio de lealtad política” (Ackerman, J, Autonomía y Constitución, el Nuevo Estado
Democrático, IIJ-UNAM, 2016)
John Mill Ackerman Rose es un filósofo, nacido en Pennsylvania, Estados Unidos en el
año de 1973, que arribó a México inicialmente para realizar sus estudios de maestría
en la Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM-. Quienes lo conocen de sus
tiempos de juventud y principio de su activismo político en México, lo recuerdan como
un ser peculiar, de voz alta y con el sueño de constituirse en un norteamericano
converso con ideas de izquierda en suelo mexicano que, iluminado por su sapiencia,
junto con una pareja que fuera una guerrera azteca, pudiera liberar del yugo a los
tenochcas y demás pueblos originarios y mestizos pobres de la opresión del sistema
neoliberal impuesto por mexicanos adoctrinados en universidades extranjeras, vamos,
una especie de Chomsky pero con trabajo de base. John Ackerman militó en Alianza
Cívica. Conoce los claroscuros de los mecanismos electorales. Sobre el órgano electoral
se ha pronunciado en su ámbito de influencia, la academia. “El IFE ha sido notablemente
exitoso. La ausencia de conflictos postelectorales y movilizaciones en el año 2000 no
tiene precedentes en una elección presidencial en México” (Ackerman, J, Social
Accountability in The Public Sector, Social Development Departament, World Bank,
2005).
Más allá de la discusión sobre el exitoso papel del
ahora INE en la consolidación de la incipiente
democracia en México, de la larga lucha por contar
con democracia formal con un órgano autónomo del
Ejecutivo -democracia que costó incluso muchas vidas
como la de Xavier Ovando-; más allá del debate sobre
la prevalencia de la democracia electoral sobre la
económica y la política -en términos de la disertación
que sobre democracia nos legó Giovanni Sartori- o de
la importancia de un Estado Constitucional
democrático para la justicia, en términos de Rawls, es mi opinión que los avances en la
integración de un Consejo General del INE que cuente con personalidades técnicamente
preparadas pero también moralmente de reconocido prestigio, abonará sin duda al
equilibrio político y a la ya dañada democracia en el país, especialmente ante un
presidencia como la de López que ha retomado un poder concentrado que parecía ya
haber sido superado.
Los derechos políticos de las personas ciudadanas contenidos en el artículo 35 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, son: votar en las elecciones
populares; ser votada en condiciones de paridad para todos los cargos de elección;
asociarse para tomar parte en los asuntos políticos del país; tomar las armas para la
defensa de la República y de sus instituciones; ejercer el derecho de petición; poder
ejercer empleo o comisión del servicio público; iniciar leyes; votar en las consultas
populares y participar en los procesos de revocación de mandato. Convencionalmente
se encuentran contenidos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. La
mayoría de los derechos enunciados, para su realización, dependen de un órgano
electoral del Estado que así lo garantice. Precisamente el INE ha sido diseñado para
ello.
El proceso para el nombramiento de cuatro personas está en curso. El procedimiento
se encuentra en la propia Constitución que dispone que, en una primera etapa, un
comité técnico de evaluación, integrado por siete personas de reconocido prestigio, de
las cuales tres serán nombradas por el órgano de dirección política de la Cámara de
Diputados (JUCOPO), dos por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)
y dos por el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI). Dicho comité tiene la
función de seleccionar a los mejor evaluados y remitir quintetas de personas idóneas
al órgano de dirección política de la Cámara de Diputados
El INAI designó para tal efecto a Ana Laura Magaloni Kerpel y a José Roldán Xopa,
ambos juristas destacados de excepcional prestigio académico y larga trayectoria como
juristas; la Junta de Coordinación Política (Jucopo) designó a Silvia Giorguli, presidente
del Colegio de México (Colmex); a Blanca Heredia, responsable del Programa
Interdisciplinario sobre Política y Prácticas Educativas del Centro de Investigación y
Docencia Económicas (CIDE); así como a Diego Valadés, jurista destacado extitular de
la Procuraduría General de la República (PGR). Por su parte, la señora Rosario Piedra,
designó por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) a la
periodista Sara Lovera López y a John Ackerman.
Desde un inicio los nombramientos de la CNDH causaron polémica. Inicialmente había
propuesto a Ackerman y a Carla Humphrey; el primero fue objetado por amplio sector
de la opinión pública por su abierta filiación a la Cuarta Transformación, su cercanía
con el presidente López y su posición familiar al ser esposo de Irma Eréndira Sandoval,
la secretaria de la Función Pública. Carla Humphrey por su parte hizo pública su
declinación. La ombudsperson, quien es también incondicional del presidente López y
fue designada en la CNDH, con el apoyo de este, en un muy cuestionado proceso en
el Senado de la República, retiró el oficio inicial, lo desconoció y mando un nuevo
documento en el que designó a Sara Lovera e insistió con el nombramiento de
Ackerman, a pesar de las críticas. Pero además la CNDH se extralimitó, pues intentó
sugerir a la Junta de Coordinación Política “agregar dos elementos más” a los requisitos
para las personas candidatas, a saber:
• Acreditar participación y compromiso en la defensa del sufragio y la
transparencia electoral, y en general en la defensa de los derechos civiles y
políticos.
• No haberse desempeñado en algún cargo en el Instituto Federal Electoral, ni el
Instituto Nacional Electoral, en los últimos 14 años
Nuevamente criticada la institución cuya misión es la defensa de derechos por
establecer algunos candados para limitar la posibilidad de participación a determinadas
personas, en contra precisamente de los derechos políticos de la ciudadanía. Así,
comenzó la participación de John Ackerman en el proceso quien, desde el Comité
Técnico, ha buscado favorecer a las personas que le son afines a sus intereses
personales y de grupo, en especial a Diana Talavera Flores quien labora en el Instituto
Federal de Defensoría Pública del Consejo de la Judicatura Federal, cuyo titular es el
cuñado de Ackerman, Netzai Sandoval, hermano de Eréndira, la poderosa secretaria
anticorrupción del régimen de López. Desde luego no descalifico los méritos de la
licenciada Talavera, ni por supuesto su derecho político para contender para ser
designada Consejera del INE, lo que se cuestiona
desde aquí es la parcialidad de John Ackerman y su
insistencia para proponer a su candidata, al grado
que al no ser seleccionada por el Comité Técnico en
una reñida votación, trinó con una gran pataleta, se
levantó de la mesa y vociferando impugnó
públicamente la actuación del Comité Técnico
descalificando el trabajo de las demás personas
integrantes, todas ellas, de reconocido prestigio
como aquí ya se mencionó.
La CNDH al inicio del proceso manifestó que su compromiso democrático “no se
agotará en la elección de sus dos integrantes del Consejo, sino que será vigilante en
su desempeño del papel al que están llamados a cumplir, y garanticen no sólo un
absoluto apego a la legalidad en su actuar, sino que además promuevan la participación
ciudadana en todas sus decisiones”. La CNDH ya tuvo que hacer un exhorto a John
Ackerman a conducirse con civilidad y respeto hacia periodistas por sus “expresiones
estigmatizantes que pueden contribuir a agravar las condiciones en que los periodistas
desarrollan su tarea, fundamental para la democracia”. En este contexto, es que
válidamente podemos exhortar a la señora Piedra para que, desde su papel como
ombudsperson honre ese compromiso democrático de la CNDH y ponga un alto a la
parcial actuación de su representante John Ackerman.
La actitud de Ackerman durante el proceso de selección ha sido fuertemente
cuestionada por actores políticos clave, como el diputado Romero Hicks que declaró
que debió haberse excusado en el caso de su candidata, en vez de apoyarla; pero sobre
todo, por la ciudadanía que ve en Ackerman el ariete del presidente López para irrumpir
en el INE.

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