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Vicisitudes y Aspiraciones de la Democracia Mexicana.

El libro de Pablo González Casanova, La democracia en México, es un clásico de la

sociología, el autor denunció la farsa, su trabajo abrió un debate político y teórico en la

sociedad mexicana. El uso de sus conceptos estaba para explicar y no para justificar una

estructura social y de poder. Aunque muchos de esos conceptos y juicios han pasado a

ser obsoletos por razones naturales, su espíritu sigue intacto y perdurara siempre, pues

la simple existencia de una sociedad conformada como un Estado de Derecho reclama

una gobernabilidad democrática, instituciones que permitan su realización y la

renovación de próceres politólogos, que no políticos abstractos, que evolucionen ante el

obligado desarrollo social.

Los datos asimismo han envejecido, pero la intención de sus planteamientos sigue

vigente. González Casanova construye una propuesta para comprender y transformar las

estructuras sociales y de poder que articulan México con base en la interpretación de su

historia, sin más argumentos que mostrar las contradicciones entre la realidad formal y

material.

Los factores del poder; reales y formales han alcanzado una evolución, pero no han

dejado de mantener su peso especifico en la coyuntura democrática nacional. Señala el

autor con toda certeza y arrojo para esa época, que se tratan de instituciones que han

influido o influyen directamente en la decisión gubernamental, y cuya acción como

instituciones políticas no sólo eran ajenas a la teoría euroamericana de la democracia,

sino que incluso la mayoría eran el blanco de toda la ideología liberal.1

1
González Casanova, Pablo. “La democracia en México”, Ediciones Era, México, D.F, Primera Edición
1965. Pag. 46.
Vaticino el autor que: “El gobernante, el político, que aquí como en todas partes sólo

tiene ojos para ver las fuerzas y las organizaciones, en condiciones normales no ve

ningún peligro en ese México cívicamente tranquilo, ninguna razón de preocupación

política, de acción pacifica frente a una colectividad que políticamente no existe, frente

a una fuerza que no se manifiesta, que no se estructura ni en las formas constitucionales

ni en las formas tradicionales de presión política. Y México sigue desorganizado y

calmado.”2 Esta visión, fue una realidad inherente del ciudadano mexicano para esa

época, pero ha sufrido un merecido cambio, con base en años de lucha y resistencia

civil, estructurada y fomentada por el descontento acumulado a través de años de

opacidad social, surgieron acontecimientos de presión políticos derivando de estos las

creaciones institucionales y reformas estructurales en el marco normativo, que pudieron

permitir un ambiente democrático antes imprevisible.

No todo es color de rosa, las instituciones flaquean, y pudieron haber truncado su

objetivo primario, sus traspiés han generado la incertidumbre, bien ganada por cierto, de

no saber si estamos en la vía adecuada, o quizá se está cayendo en un verdadero

retroceso democrático.

Inicialmente, partimos de todo un régimen autoritario, que basó su permanencia en la

represión de la oposición y el falseamiento de la voluntad de sus ciudadanos, pero lo

realmente impactante es que lo preservó durante más de setenta años a través de la

celebración periódica de elecciones, realizadas con unas reglas electorales claramente

diseñadas para garantizar el dominio del Partido Revolucionario Institucional,

conformadas con el total apoyo y el compromiso de al menos una parte de la

2
Ídem. p. 159, 160.
oposición.”3 Tal como certeramente lo señaló Jesús Cantú, sin embargo, fue hasta el año

de 1996 donde la reforma de agosto y noviembre constituyó un cambio significativo en

el sistema electoral mexicano, que permitiera cambiar de alguna forma los lineamientos

electorales que sólo permitían la consecución del PRI en el gobierno, no sin antes una

oposición tajante por los correligionarios priistas que se sabían excluidos de una partida

que siempre tenían ganada.

Las disposiciones legales recién instauradas en el Instituto Federal Electoral, eran lo

suficientemente claras para que el Consejo cumpliera a cabalidad con su función de

órgano superior de dirección. Y el conflicto interno gestado en el propio instituto, fue

realmente el motor e impulsor de un mejor desempeño institucional. Por lo que

congruentemente indica Jesús Cantú, al referir que con muchas bondades y algunos

defectos, la reforma electoral de 1996, significó un avance determinante para la

autonomía y desempeño del órgano responsable de organizar las elecciones, una de las

grandes disputas de la oposición en años previos, precisamente por la recurrencia de los

fraudes electorales, gestados desde la autoridad electoral, particularmente a partir del

inicio de los años ochenta.4

El recuento de la historia electoral mexicana nos hace ver que hubieron de pasar poco

más de tres lustros para llegar al diseño institucional que permitiera garantizar la

existencia y funcionamiento de una autoridad electoral autónoma e imparcial. Lo

cuestionable es, si esta institución pervive a la recuperación política de los viejos

detentadores del poder totalitario.

3
Cantú, Jesús, “El sinuoso andar de la democracia electoral mexicana” México, D.F. p.1
4
Ídem p. 27
Hay que reconocer que también fue determinante para ganar la confianza ciudadana en

los comicios, el convertir al TEPJF en la última instancia para la resolución de las

impugnaciones en las elecciones estatales. La participación del Tribunal en elecciones

sumamente conflictivas como la de Yucatán, Tabasco y Colima, sin duda contribuyó en

forma determinante para que los actores políticos y los ciudadanos resolvieran sus

diferencias en las instancias jurisdiccionales. Pero acaece la misma incógnita sobre el

TEPJF, ante las cuestionadas resoluciones emitidas, pudiera estarse trastocando su

marco lícito electoral, ya que sus propias resoluciones han sido parcas y sosegadas.

Jesús Orozco, hace un repaso muy certero de los tres periodos relevantes en la

evolución de la justicia electoral mexicana, que coinciden con tres distintos modelos por

los cuales ha optado el correspondiente Órgano Revisor de nuestra Constitución en

determinado momento histórico-político: 1. El sistema de justicia electoral

predominantemente a cargo de órgano legislativo o asamblea política (1812-1977); 2. El

sistema de justicia electoral mixto a cargo de un órgano jurisdiccional y un órgano

legislativo (1977-1996), y 3. El sistema de justicia electoral plenamente judicial (1996 a

la fecha).5 Dichos sistemas electorales se establecieron para garantizar la legalidad y

regularidad de los comicios y sus resultados.

El sistema mexicano de justicia electoral actual, ahora es de naturaleza plenamente

judicial, en tanto que la decisión última sobre todo conflicto electoral, incluyendo la

calificación de la elección presidencial, han dejado de ser facultad de órganos de

naturaleza política para quedar a cargo de órganos de naturaleza judicial. Esto denota la

5
Orozco, Jesús, “Evolución del sistema mexicano de justicia electoral” Instituto de Investigaciones
Jurídicas (UNAM), México, D.F. pp. 1,2.
importancia y trascendencia que debe tiene este órgano colegiado, por lo que su

participación en la vida democrática del país es determinante.

Ante el hecho de que el Tribunal Electoral es el órgano especializado del Poder Judicial

de la Federación y máxima autoridad jurisdiccional en la materia electoral, sus

resoluciones deben revestir y garantizar la legalidad de las elecciones, pero sus

resoluciones recientes, desnaturalizan su cometido.

Pero esta involución de las instituciones electorales referidas, provino de un apropiado

progreso que fue considerable y destacado en muchos niveles, tal como señala John M.

Ackerman, “Hasta el año 2003 el Instituto Federal Electoral (IFE) representaba uno de

los esfuerzos más exitosos en el mundo de construcción de un organismo autónomo

para la rendición de cuentas.”6 Incluso, destaca el autor, algunos académicos y

organizaciones lo tomaron como un ejemplo, como un modelo a seguir, porque

evidentemente el IFE representaba un importante precedente, ya que muchos

organismos similares en el mundo democrático, eran altamente politizados, ineficientes

y carentes de una autonomía necesaria.

El Instituto Federal Electoral, surgió como una medida ante la crisis de legitimidad de

las elecciones, pues el partido en el poder debía hacer evidente su interés en llevar a

cabo elecciones limpias. Así se legitimaría y al mismo tiempo tendría en sus manos el

poder que le conferiría el establecimiento de tal institución, como era el control y la

dirección del mismo, ya que la presidencia del Instituto, recaería en manos del

Secretario de Gobernación y los miembros con voto estaban predominantemente

6
Ackerman, John M., “Organismos Autónomos y Democracia: El Caso de México”, Ed. México Siglo
XXI, Instituto de Investigaciones Jurídicas (UNAM), 2007.
controlados por el PRI y el gobierno. En ese momento el PRI todavía tenía mayoría

absoluta en el Congreso y requirió únicamente el apoyo de los legisladores del PAN

para lograr la reforma constitucional.

Sin embargo, hasta la reforma definitiva de 1996, se logro generar un organismo

completamente autónomo. Esto se vio reflejado principalmente en su independencia

frente al ejecutivo y en la autonomía de gestión que le concedió la Carta Magna. De esta

manera su presupuesto seria asignado por el Congreso, mientras que la misma

institución podría fiscalizar gastos de campañas políticas. Así la estructura quedó

sustentada en un amplio y sólido servicio profesional de carrera y la participación

ciudadana institucionalizada.

Jonh M. Ackerman analiza certeramente el desarrollo del IFE durante el periodo de

1996 a 2003, señalando que la organización de las elecciones se hizo efectiva por la

lucha interna y externa del mismo, así como el comportamiento proactivo de los nuevos

consejeros, en especial de aquellos que no fueron nominados por el PRI, esto facilitaría

la consolidación democrática. Justamente a partir de una revisión documental y

entrevistas con consejeros y miembros de la estructura ejecutiva, al autor destaca los

conflictos en el Consejo General y entre éste y los directores ejecutivos. Destapando

además el acomodo de los actores sociales, los tres poderes de la Unión y los partidos

políticos, directamente involucrados en la dirección y el monitoreo de las actividades

del instituto.
Sin duda, tal como indica el autor, parte de la efectividad del IFE surge de la

profesionalización e independencia de su personal, pero gran parte de la legitimidad

surge de la saturación de imparcialidad y la fragmentación de la autoridad.7

Desafortunadamente, existe el proceso a través del cual los órganos autónomos pierden

legitimidad y respaldo ciudadano, en particular el IFE y su pésimo desempeño en el

proceso electoral del 2006, pone en evidencia como un órgano con niveles de autonomía

aceptables, puede perderla. Naturalmente, la autonomía se pierde cuando las fuerzas

políticas no siguen disputando y vigilando el desarrollo institucional, cuando los

órganos autónomos rechazan la transparencia y el debate interno, y cuando se rompen o

debilitan sus vínculos con la sociedad civil.

Santiago Nieto, en su libro Interpretación y Argumentación Jurídicas en Materia

Electoral, Una Propuesta Garantista, estudia de una forma adecuada la regulación

jurídico-positiva vigente de la materia electoral en México; se refiere también a los

conceptos y teorías en torno a la argumentación jurídica (Viehweg y Perelman;

Toulmin; Neil McCormick, Alexy), pero para mayor interés de éste trabajo, se centra en

el estudio de la interpretación y argumentación empleados por el Tribunal Federal

Electoral mexicano durante los mandatos de los jueces De la Peza y Ojesto, con sus

grandezas y sus limitaciones o aspectos menos atinados, extrayendo de ellos unas

conclusiones sobre las pautas hermenéuticas utilizadas por el Tribunal, y resalta la

evolución, que juzga acertada, de un formalismo obstinado en posiciones más

garantistas.

7
Ídem, p. 116.
En un caso abordado por el libro del autor, y que ejemplifica lo concerniente al tema

tratado, es justamente donde el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en

ejercicio de sus facultades constitucionales y legales, dictó sentencia por medio de la

cual resolvió que debía repetirse el proceso de designación de los consejeros electorales

en el estado de Yucatán, y cuando el Congreso yucateco no acato dicha sentencia, orillo

a que el mencionado Tribunal, designara un nuevo Consejo Electoral Estatal.8 Pese a

que el Congreso yucateco afirmó que el Tribunal vulneró el principio de soberanía de

las entidades federativas, y que el mismo carecía de facultades para designar a los

consejeros locales, sin embargo, el Tribunal en un ejercicio correcto y maximizando sus

facultades constitucionales y legales de una forma adecuada, pudo ejecutar la resolución

emitida.

Ante este hecho, se da una amplitud y veracidad de un órgano jurisdiccional al cual se le

ha encomendado garantizar la legalidad y regularidad de las elecciones y sus procesos,

pero sobre todo establecer la naturaleza jurídica institucional. En este sentido, se

transfiguro similarmente el caso de Tabasco donde se aplica sobresalientemente la

causal abstracta de nulidad, en donde el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la

Federación, revoca las resoluciones del Tribunal Electoral de Tabasco con la

declaración de la nulidad de la elección del gobernador y de la constancia de mayoría

que las autoridades locales habían expedido a favor del candidato triunfador.

Por un lado encontramos la maximización idónea de atribuciones legales plenamente

concedidas, y por el otro la aplicación de modelos viables para la adecuación de la

legalidad. Estos hechos, sin duda afinan el ideal del Tribunal Electoral, pero existen

8
Nieto, Santiago, “Interpretación y Argumentación Jurídicas en Materia Electoral, Una Propuesta
Garantista” , Instituto de Investigaciones Jurídicas (UNAM), 2005, p. 185.
sectores doctrinarios tradicionalistas y por supuesto, grupos políticos y gubernamentales

de presión, que han manifestado que el Tribunal ha rebasado en ocasiones su marco

normativo, en lo personal concuerdo con el autor cuando señala que el carácter de

garante de la constitucionalidad que el Tribunal posee lo obliga a tener una actitud

crítica.

De la misma forma correctamente señala Santiago Nieto que; “Aquí el problema radica

de que en México las autoridades encargadas de aplicar disposiciones jurídicas no han

asumido la aplicación de los principios por encima de las reglas jurídicas, en pos de una

abstracta y mítica idea de seguridad jurídica.9

Ahora bien; remontándonos a las elecciones presidenciales del 2006, elecciones

trascendentales pues se trataba de vislumbrar la consolidación democrática de la nación,

y donde cuestionablemente se declara valida la designación de presidente, por una

estrecha diferencia de votos entre el candidato ganador y el perdedor; es adecuado

apuntar la postura argumentativa desde la cual se acometió el estudio y por ende la

crítica, del Dictamen del TEPJF de 5 de septiembre de 2006, Relativo al Cómputo Final

de la Elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Declaración de Validez

de la Elección y de Presidente Electo.

A mi parecer, resulta un equívoco la denominación de Dictamen a lo que implica una

verdadera Resolución, incurrido desde que el ordenamiento jurídico constitucional ha

hecho al TEPJF responsable último del cómputo final y de las declaraciones de validez

y de Presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos.

9
Ídem. p.190.
Máxime que, visto formalmente tal Dictamen, encarnaría una íntegra Resolución

jurisdiccional en tanto que se vale de una exposición sincrónica de antecedentes,

considerandos y de resolutivos ciertos que ultiman la elección de Presidente de la

República. Por lo anterior el Tribunal Electoral órgano jurisdiccional con autoridad

última y máxima en materia electoral, y con una estructura judicial en derredor tan basta

como el nuestro, de ninguna manera podría estar llamado a ejercer únicamente

funciones declaratorias.

Toda vez que las competencias constitucionales del TEPJF, son las de un órgano con

plena jurisdicción en tanto que funge como autoridad última y máxima para imputarle

definitividad a las elecciones de distintos órdenes, por lo que se degrada la función

jurisdiccional cuando se otorgan efectos meramente declaratorios, como lo es en su

acepción el propio Dictamen, siendo que la función judicial típica se ejecuta mediante

fallos denominados como Sentencias y Resoluciones.

En otro sentido, el referido Dictamen aborda el cómputo final de la elección de

Presidente, señalando que éste se realiza “con base en las actas de escrutinio y cómputo

distrital relativas a esta elección, así como en las sentencias recaídas en los juicios de

inconformidad que, en su caso, se hubiesen promovido en contra de los cómputos

mencionados.”10

En principio, parece natural que el Considerando segundo haya clarificado que, de los

doscientos ochenta y un cómputos distritales que se impugnaron (faltaron sólo

diecinueve por controvertirse), “treinta y nueve resultaron improcedentes, cuarenta y

10
Dictamen del TEPJF de 5 de septiembre de 2006, Relativo al Cómputo Final de la Elección de
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Declaración de Validez de la Elección y de Presidente
Electo, p. 44.
tres se confirmaron, finalmente se modificaron ciento noventa y nueve. De estos

últimos, en veinticuatro la modificación se debió al resultado de la diligencia de

recuento de votos, en tanto que en el resto, la modificación es causa del recuento, así

como de la nulidad de la votación emitida en distintas casillas.”11

A pesar de ello el Dictamen despacha con rapidez el cómputo final de votos de la

elección presidencial y, para ello, despliega los resultados finales de los 300 distritos

electorales concluyéndolos de la siguiente manera:

PAN: 14, 916, 927

COALICIÓN ALIANZA POR MÉXICO 9, 237,000

COALICIÓN POR EL BIEN DE TODOS 14, 483,096

PARTIDO NUEVA ALIANZA 397,550

PASDC 1,124,280

NO REGISTRADOS 298,204

VOTOS VÁLIDOS 40, 657,957

VOTOS NULOS 900,373

VOTACIÓN TOTAL 41,557,430

Tales datos sirven al Considerando tercero para decretar que: “De los resultados del

cómputo final de la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos se

evidencia, que el ciudadano Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, postulado por el Partido

Acción Nacional, obtuvo 14, 916, 927 catorce millones novecientos dieciséis mil

novecientos veintisiete votos, los cuales representan la mayor votación.”12

11
Ídem, p.27,28.
12
Ibidem. 35.
De conformidad con la argumentación del Dictamen, la Declaración de validez de la

elección consiste en “hacer un pronunciamiento general sobre la validez de la elección,

ponderando los actos del proceso electoral y las irregularidades que respecto de ellos

pudieran haber quedado demostradas, así como su repercusión, en atención al grado de

influencia que pudieren haber tenido en relación con los principios fundamentales que

lo rigen”.13

Descontado que el Dictamen convalida todos los actos formales de las etapas distintas

del proceso electoral, resulta más que llamativa la última parte del párrafo anterior en

tanto que desnaturaliza y degrada expresamente su atribución jurisdiccional aduciendo

que ésta se constriñe a la ponderación única de irregularidades demostrables de forma

plena en autos. Esto es significativo y preocupante porque tal criterio abre una vía de

interpretación tan discordante como vulneradora del Estado democrático y de los

principios electorales irradiados por las normas supremas de la Unión.

Para muestra de lo anterior, en relación a la propaganda, donde más allá de encontrar

una crítica inicial a los spots destructivos (propaganda negra) ya que su divulgación “sin

duda genera efectos negativos, que atentan en contra del principio de la libertad del

voto, en tanto que pueden constituir un factor determinante que influya en el ciudadano

para orientar su elección electoral en determinado sentido”14, en propia opinión del

TEPJF, sin embargo, el Tribunal argumenta que debe considerarse que existen una

diversidad de factores, por lo que es válido afirmar, que la sola existencia de spots o

mensajes negativos es, en sí mismo, insuficiente para concluir, indefectiblemente, que

se ha afectado el principio de libertad del voto.15

13
Ibidem, p. 284
14
Ibidem, p. 65
15
Ibidem, p. 72.
Así que en un futuro no había que extrañarse porque tal tipo de propaganda sea

ordinaria y más si nos atenemos al desalentador criterio de que: “Los efectos negativos

de una campaña de esta naturaleza difícilmente pueden ser medidos de manera precisa,

pues no existen referente o elementos objetivos que permitan arribar a una conclusión

definitiva, inobjetable y uniforme, de la relación causa-efecto entre la propaganda

negativa y el sentido concreto de la votación emitida en una elección”.16

Infortunadamente esta misma lógica agradecida al TEPJF, puede aplicarse a las

corporaciones o asociaciones privadas como el Consejo Coordinador Empresarial, ya

que en otra parte del dictamen, concluye indicando que si bien el CCE tuvo un actuar

indebido tanto en la contratación como en la difusión de promociónales favorecedores a

el PRI y PAN y otros de propaganda negra en contra del candidato de la CBT (y por

tanto, su acción fue violatoria de los artículos 1 y 48 del COFIPE), pero esto no resulta

suficiente para que la irregularidad no sea determinante para el resultado de la elección

presidencial ya que no obran elementos probatorios en autos que demuestren

fehacientemente el impacto de los spots difundidos por el CCE sobre la frecuencia en

que ocurrió su difusión, para establecer el grado de penetración de los electores.17

Y así continúa la tónica argumentativa del TEPJF cuando aborda la intervención de

empresas como JUMEX , Bimbo, Walk Mart o la de Víctor González Torres dentro del

proceso electoral, y cuando parecería no haber espacio para más antipedagogia

interpretativa, enseguida se toca la intervención del Ejecutivo Federal.

16
Ibidem, p. 66.
17
Ibidem p. 94.
Casi medio centenar de fojas se ocupan en el Dictamen de analizar la intervención del

Presidente de la República, Vicente Fox, dentro del proceso electoral, principalmente a

través de la serie de declaraciones periodísticas y de otros medios de comunicación que

atrae de los alegatos planteados por la CBT.

Aunque en un destello del TEPJF se escribe que las declaraciones presidenciales

analizadas “se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se

califican”18, en otra parte se encarga de justificar dichas intervenciones por ser de una

menor afectación ya que “de no haberse debilitado su posible influencia con los

diversos actos y circunstancias concurrentes examinados detenidamente, podrían haber

representado un elemento mayor para considerarlas determinantes para en el resultado

final, de haber concurrido otras irregularidades de importancia que quedaran

acreditadas”.19

De todo lo anterior puede entenderse que las argumentaciones del TEPJF, más allá del

alejamiento jurídico evidente, amparan deleznables convicciones sociológicas que

colindan con verdaderos prejuicios políticos, esta situación deja asentada una hipótesis

que en buena medida explicaría tanto la degradada actuación del TEPJE, como la

pobreza argumentativa que atraviesa el Dictamen, pero, sobretodo, la forma recurrente

de desestimar cualesquier alegato o pretensión que le haya acercado la Coalición por el

Bien de Todos, mostrando una violación total a la imparcialidad judicial.

Justamente, señala John M. Ackerman que; como consecuencia del Dictamen, el

máximo tribunal de justicia electoral de nuestro país, no solo dec1ino la posibilidad de

18
Ibidem p.202.
19
Ibidem p. 203.
haber coadyuvado a reencauzar la oposición de izquierda a las vías institucionales, sino

que con su proceder la mando de nuevo a las calles.20

Advierte acertadamente el autor anteriormente citado, al indicar que el Tribunal

Electoral tuvo una oportunidad histórica para recomponer la confianza ciudadana.

Después de la problemática y torpe actuación del Instituto Federal Electoral, el Tribunal

pudo haber disipado las dudas a través de la ejecución de diligencias sistemáticas y

completas, pues tenía todo el derecho para ordenar e indagar lo que ocurrió en la

elección. Si bien es cierto que el Tribunal no es un ministerio publico, nadie puede

negar que la ley le otorga amplias capacidades de investigación.21

Sin embargo, el TEPJF dejó de lado su papel fundamental que era el de evaluar y

asegurar la certeza, la legalidad, la imparcialidad y la objetividad e independencia, que

debieron prevalecer en todo el entorno de los comicios electorales del 2006. Las

múltiples irregularidades documentadas por el mismo Tribunal, tanto antes como

durante la jornada electoral, generaron incertidumbre en el resultado, y por lo tanto un

descrédito en las instituciones encargadas de la materia electoral en nuestro país.

Sin duda, y en concordancia con lo señalado por John M. Ackerman, lo más adecuado

hubiera sido un recuento total de la votación, o al menos un muestreo estadístico y

científicamente diseñado para garantizar la certeza de la elección, incluso, ante la

negativa por parte del Tribunal Electoral a investigar mas a fondo lo que ocurrió en la

20
Ackerman M. John, “La duda de 2006”, Jurídica; Anuario del Departamento de Derecho de la
Universidad Iberoamericana, No. 37, 2007. p.53.
21
Ídem, p. 54.
elección, lo más correcto hubiera sido anular los comicios. 22 Esto, antes que avalar y

justificar indebidamente la elección de un presidente ilegitimo.

Del otro lado de la moneda, se encuentra Pedro Salazar Ugarte, según el cual hay que

apreciar el Dictamen a través de la lupa adecuada para ponderar la decisión de los

magistrados: el bien jurídico supremo que debieron proteger fue, señala el autor, nuestro

derecho/poder (voto) para elegir al presidente de la República. 23 Añade el mismo autor

que la elección fue válida por sus méritos y por que no existieron elementos para

determinar que no lo fuera. Sin embargo reconoce que la conclusión del Tribunal,

proviene de datos empíricos, de actas y boletas, no de la probabilística indignada.

Errores sí, irregularidades también, pero fraude no.24

Salazar Ugarte, justifica el proceder argumentativo de los magistrados al emitir el

cuestionado Dictamen, sabe de las inconsistencias jurídico argumentativas del

resolutivo en comento, pero condiciona su actuar justamente ante el margen jurídico

sobre el que se desenvolvieron los magistrados, indica que aunque existieron las

irregularidades no fueron suficientes para anular la elección.

Insiste austeramente el autor, al señalar que los magistrados no buscaron los elementos

para anular la elección por que no fueron nombrados para ello. Su labor no era la del

fiscal ni la del abogado de una parte, pese a que se sabe que sí tenían la facultad y

capacidad legal para ejercer la investigación necesaria, y continua su argumento el autor

concluyendo que; su misión era proteger nuestro derecho al voto.

22
Ibidem, p. 61.
23
Salazar Ugarte, Pedro, “Reflexiones sobre el controvertido “Dictamen relativo al cómputo final de la
elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos” de 2006, Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM, p.888.
24
Ídem, p.889.
El libro de la periodista Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema, recupera,

mediante una crónica periodística, las difíciles circunstancias para el país, en ese

entonces.

De ésta narrativa periodística se desprende que el 27 de agosto de 1988, Carlos Salinas

de Gortari se reunió con Manuel J. Clouthier y el presidente del PAN, Luis H. Álvarez.

El encuentro, al igual que el del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas un mes atrás, se

realizó en secreto. Tuvo lugar en la casa del empresario Juan Sánchez Navarro y asistió

también Manuel Camacho Solís. Esa noche, el PAN y el PRI pactarían el arribo de

Salinas al poder.

Pero antes de esa conversación, mucho se tejió. De hecho, con la calificación

presidencial en puerta, ocurrieron las negociaciones más intensas de 1988. Los posibles

escenarios que preveía el PRI erizaban la piel no sólo del grupo salinista sino de la clase

política en general, de los empresarios, de los religiosos, de algunos gobiernos

extranjeros. Y es que si el PAN y el Frente Democrático se unían, podían echar abajo la

constancia de mayoría que la Comisión Federal Electoral había otorgado a Carlos

Salinas de Gortari. Es decir, no habría presidente electo, las elecciones se anularían.

La apuesta de los cardenistas iba precisamente en ese sentido: anular la elección. Así

que el desenlace de la calificación presidencial en la Cámara de Diputados dependería

de la posición que asumieran los panistas a la hora de votar.25

25
Anaya, Martha, “1988: El año que calló el sistema” Editorial Debate, México D.F., 2008.
Sabemos cual fue la conclusión, de esa remota etapa que significo un antes y después en

la vida política nacional. Justamente a partir de esas negociaciones y las que precedieron

se visualizo un cambio democrático en el país.

La historia y el presente nacional nos van indicando cuales son las vicisitudes y

aspiraciones de la democracia mexicana.

El PRI ha recuperado el control del IFE en los nombramientos de los consejeros,

después de 12 años y cuatro comicios federales en que el Instituto Federal Electoral

estuvo bajo el control de fuerzas ajenas al antiguo partido de Estado, pero hoy en día el

organismo electoral ha regresado sus orígenes.

El TEPJF a contracorriente de sus predecesores, quienes eligieron en sesiones públicas a

sus presidentes, esta Sala Superior decidió hacerlo en secreto. Su propensión a la

opacidad no sólo influyó en sus criterios para negar el acceso a las boletas electorales,

también norma actualmente su actuación.

Los avances experimentados en materia de democratización se los debemos a la

movilización ciudadana y a la crítica pública e interna de las instituciones electorales

existentes, no a las negociaciones ocultas de los líderes políticos y gubernamentales.

Vigilar, exigir (sancionar) y transparentar los organismos públicos y las instituciones

electorales, esa debe ser nuestra misión, esa debe ser nuestra meta, como ciudadanos

aspirantes a una Democracia Mexicana.

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