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Alumno: SOSA CHOQUE Ludwin David

POBLACIÓN INDIGENA Y POLITICAS PÚBLICAS EN EL PERÚ


La población indígena en el Perú debe ser destinataria de una política específica, la cual casi no
existe actualmente, salvo aspectos puntuales, hay una notoria similitud, en los países de
América Latina, respecto a la herencia que las diversas repúblicas tomaron a partir de una
matriz colonial, respecto a la relación entre el estado y las poblaciones indígenas. Se constata
con claridad esta herencia colonial que el Perú tiene sus particularidades, pero que desde
Mexico hasta Bolivia repite los mismos esquemas alejando al estado de las poblaciones
indígenas.

En el Perú es preciso remontarse al gobierno de Leguía, quien se autodesigno, en la década de


1920, oficialmente como el gran defensor de la población indígena.

La protección de las comunidades a lo largo del siglo XX corre entonces de manera paralela con
el debilitamiento de las haciendas de las zonas de población indígenas. Sabemos bien que las
haciendas de la sierra en el Perú se formaron en la República, no en la colonia, por ende son
herencia del siglo XIX.

Leguía realizó reformas como la creación de la Sección se Asuntos Indígenas del Ministerio de
Fomento en 1921 y el Patronato de la Raza Indígena en 1922.

La constitución de 1920 dice explícitamente que: “El estado protegerá a la raza indígena y
dictará leyes especiales para su desarrollo y cultura en armonía con sus necesidades. La
nación reconoce la existencia legal de las comunidades de indígenas y la ley declara los
derechos que les correspondan” (Art. 58)

En 1920, entonces, recién se reconoce la comunidad indígena como una institución


jurídicamente valida a la cual el estado le debe protección, específicamente a sus tierras, que
no pueden en adelante embargar, vender ni expropiar; es decir, lo que se conoce en la jerga
legal como “Las tres íes” : inembargable, inalienables e inexpropiables

Estos principios han durado hasta el neoliberalismo de Fujimori, pero hasta ahora se
reivindican las “tres íes” en algunas propuestas surgidas en la discusión en el Congreso de una
nueva Ley de Comunidades Campesinas. Pero en la continuidad de más de medio siglo de esta
protección de tierras comunales, debemos consignar un cambio importante, un parte aguas
finaliza un periodo y comienza otro, nos referimos a la reforma agraria impulsada por el
gobierno militar de Juan Velasco en la década de 1970.

El impacto de la reforma agraria tiene mucho que ver con la construcción de referentes
simbólicos, como pudo ser en esa época retirar el retrato de Pizarro y colocar el de un
imaginado Túpac Amaru en el Palacio de Gobierno.

En efecto, el gobierno militar eliminó el término “comunidad indígena” y lo reemplazó por el


de “comunidad campesina”, basándose en la constatación de que el término “indio”
representaba un insulto y ningún indígena se autodefinía como tal. Además, el gobierno de
Velasco crea un ente que no existía: Las comunidades nativas, aplicando una institucionalidad
fragmentada para asignar la tierra a las etnias de la Amazonia y no un territorio global a cada
una de ellas.

La ley de comunidades se modifica en 1978, aunque se reafirma nuevamente la


inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad de los territorio comunales. Esta
ratificación de los tres principios básicos sobre la propiedad territorial de las comunidades se
ratifica nuevamente mediante la Constitución de 1979 que además incluye por primera vez la
oficialización del idioma quechua.

Como dijimos, la Constitución de 1979 ratificó la importancia de oficializar el quechua o el


aymara para aquellos que tienen esa lengua como lenguas maternas. Ello significa, entre otras
cosas, al derecho a un juicio en su lengua con un traductor asignado (Art.83). De otra parte,
aquella constitución recogió los principios de la carta de 1933 y tomó lo avanzado por el
gobierno de Velasco en la definición y distinción entre comunidades nativas y campesinas.

Entre 1985 y 1990 se genera un esfuerzo del gobierno Aprista, de acercar el Estado a las
comunidades, para lo cual se organizan los Rimanakuy, encuentros multitudinarios donde
todos los presentes hablaban, para presentar su pliego de reclamos generalizado.

Los Rimanakuy se realizaron regularmente, y los textos publicados pueden ser consultados; así
constatamos que muchas de las propuestas reunidas en ellos siguen siendo validas.

En 1983 se promulga la Ley de Comunidades campesinas y de Deslinde y Titulación, y el


gobierno diseña un Plan de desarrollo del Trapecio Andino, flamante designación de lo que se
conocía como la “mancha india”, los departamentos de la sierra sur (desde Ayacucho hasta
Puno) considerados un lastre en el desarrollo del país, precisamente por su alta concentración
de población indígena, Hoy se habla de “sur andino” para agrupar a Huancavelica, Ayacucho,
Apurímac, Cusco y Puno.

En Puno el gobierno aprista hizo algo muy importante al reestructurar lo que había hecho la
reforma agraria, ya que se habían preservado las grandes haciendas ganaderas del altiplano
convirtiéndolas en empresas manejadas por el Estado, lo que generó una casta de
administradores enfrentados a las comunidades, que empezaron a protestar.

Volvamos a la historia reciente: La protección de las comunidades culmina, evidentemente


entre otras cosas, con el gobierno de Fujimori dando curso a las políticas de ajuste y a las
propuestas del neoliberalismo que, entre otras cosas, considera que el mercado de tierras
tiene que activarse. Así tal como sucedió en México en el mismo momento en que se cambio la
ley de Ejidos, en el Perú se cambiaba la legislación sobre las comunidades campesinas.

La intención era la misma: Que las tierras de las comunidades sean libres, que ingresen al
mercado y que éste regule la circulación de la propiedad, haciéndola más productiva y
logrando así por ende una mayor integración a la economía nacional de espacios campesinos,
tradicionales y atrasados.

En lo que respecta a la Interculturalidad, parecer mas bien que es una palabra que está siendo
excesivamente manoseada y que se ha convertido en un concepto polisémico, y además como
si fuera la solución de todo: en realidad se trata de la interrelación entre grupos culturales
distintos.

En 1993 se reconoce la diversidad cultural mediante la Constitución aprobada, que también


reconoce el derecho consuetudinario en las comunidades campesinas, pero la misma
Constitución elimina la protección de las tierras comunales.

La Ley de Titulación de Tierras de las Comunidades de la Costa, flexibiliza al máximo la apertura


del mercado, A la Comunidad de Olmos nadie le ha consultado sobre la irrigación de Olmos,
pero con las nuevas normas la comunidad no tiene ninguna injerencia en ella, que va a
beneficiar a algunos grupos y personas, pero no a la comunidad.

Así, luego de 70 años, el estado deja de proteger las tierras de las comunidades en esta
intención de generar un mercado de tierras, buscando promover la inversión privada como
fundamento esencial para el desarrollo de las actividades económicas. En la década del 90, el
gobierno de Fujimori fue aún más lejos pues se retiró en muchos aspectos de intervenir en el
mercado, para ejercer su rol regulador y trata de hacer realidad algo que muchos quisieran
pero que no existe en ninguna parte del mundo: una especie de capitalismo sin Estado.

Si nos remitimos a la propuesta de políticas publicas, debemos reconocer que no existe una
política dirigida a beneficiar a la población indígena. Sin embargo, es fundamental que la
política para la población indígena deba ser una, porque eso estaría evitando que cada sector
haga una política particular. ¿Qué implica tener una política pública?

En primer lugar, es necesaria una voluntad política expresa, que debe conseguirse enfrentando
las debilidades existentes.

En segundo lugar es necesario un objeto claro.

¿Qué se propone una política indígena?

Se propone en esencia, el reforzamiento de una identidad, de una cultura determinada, ese es


el objeto central. Por ultimo, esta el tema del presupuesto, si las políticas publicas no se
consigan en presupuestos son meramente virtuales, o como dicen algunos funcionarios del
Ministerio de Economía, “Lo que no esta el presupuesto no existe”. En concreto, si la lista de
actividades necesaria para una política publica no aterriza en un presupuesto, esta política no
existe.

Pero si nos proponemos esbozar los temas básicos, si queremos apoyar a las organizaciones y
sustentar un programa que pugne por convertirse en política publica, resumiremos en cinco
los temas que parecen fundamentales:

a) Educación bilingüe intercultural.


b) Territorio y recursos.
c) Derechos consuetudinarios.
d) Institucionalidad.
Fortalecimiento de organizaciones indígenas.
Por ultimo, es importante reconocer a las organizaciones indígenas como interlocutoras en
todos los niveles de decisión que involucren a los pueblos indígenas. Sin ellas, es inconcebible
imaginar que la política indígena que reclamamos se haga un día realidad.

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