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EL SURGIMIENTO DE LAS ÉTICAS APLICADAS

Las éticas aplicadas surgen en los países de tradición occidental, en los años 60/70 del s.XX, como necesidad de aplicar
los conocimientos éticos conseguidos a las distintas facetas de la vida cotidiana (biotecnología, comunicación,
economía, informática, consumo, la construcción de la paz, etc), sin perder de vista el problema del intento de una
fundamentación de lo moral. En las sociedades moralmente pluralistas (diversas comunidades con distintos códigos
morales, y que conviven juntas) es preciso descubrir o elaborar cuáles son los acuerdos básicos, y determinar qué
instancia puede abordar estos temas morales: no hay parlamentos para cuestiones éticas, y las religiones solo poseen
autoridad para los que acatan su fe.

NUEVOS PROTAGONISTAS DEL MUNDO ÉTICO

Como consecuencia de una realidad social y una ciudadanía cada vez más informada, y quizá también como respuesta a
un desarrollo demográfico y bélico exponencial durante el s.XX, aparecen cuatro elementos nuevos que facilitan el
surgir de estas éticas aplicadas. (i) Los gobiernos (en EEUU y en Europa), impelidos por una realidad acelerada, vieron
necesario crear comisiones éticas sobre temas biotecnológicos, sanitarios, empresas, administración pública, etc. (ii) Los
expertos demandan, en sus áreas, respuestas en el ámbito de la ética, para revitalizar su profesión. (iii) Los ciudadanos,
informados de sus derechos y también (no siempre) conscientes de sus responsabilidades, desean participar (como
afectados directos) en la deliberación a través de la opinión pública. (iv) Los filósofos desean colaborar, como una
obligación moral, con el resto de saberes, cada vez más diversos, complejos y especializados.

Así, las E.A. se convierten en un trabajo interdisciplinar que se desarrolla en comités y comisiones, y cuyos resultados se
recogen ya no solo en libros sino en documentos públicos, declaraciones y códigos éticos mundiales, informes, balances
de responsabilidad social de empresas, etc. El sueño hegeliano de que las instituciones (nacionales y globales) se vean
permeadas por la Ética se va haciendo realidad, por más que un extremo individualismo-liberalismo mal entendido
parece que quiera frenar esa tendencia.

NECESIDAD DE CONFIANZA

La necesidad, por parte de profesionales, empresas e instituciones, de recuperar el crédito social desgastado, les lleva a
implementar medidas éticas, pues ya no basta con atenerse a la legalidad o al mero beneficio económico para alcanzar
el éxito a medio y largo plazo. Ejemplo de logros alcanzados es el Código de Nüremberg para las investigaciones médicas
en personas, el caso Watergate para impulsar la ética y la credibilidad de las empresas o el código ético de la Prensa de
España.

LA BUENA VOLUNTAD DE LAS INSTITUCIONES

Otro rasgo de las E.A. es su poder de canalizar la práctica ética, de forma que el profesional/individuo queda liberado de
esa tarea agotadora y sobrehumana de cargar sobre sus hombros el peso de una vida ética acorde con sus ideas
morales.

LA ESTRUCTURA DE LA ÉTICA APLICADA

A partir del s.XXI se abren varios modelos de estructura de las E.A.: (i) Aplicar principios éticos generales a los casos
concretos (no adecuado en sociedades pluralistas, con códigos morales distintos). (ii) Aplicar juicios probables o
máximas (por parte de especialistas sabios y prudentes) a situaciones concretas. (iii) Apel. Fundamentación racional de
la corrección de normas (parte A) y responsabilidad en la aplicación (parte B).

Parece que las E.A. poseen una doble estructura. Por una lado, una noción aristotélica de “práctica” (teleológica) como
actividad para perseguir bienes internos en cada área de aplicación, lo que lleva a dilucidar cuáles son los principios que
orientan moralmente la acción, los valores que se quieren alcanzar y las virtudes que importa cultivar. Por otro lado, una
noción kantiana, en cuanto a que la propia actividad obliga a respetar un marco deontológico. Ambas facetas son
complementarias para construir una ética cívica que articule las distintas esferas de la vida social.
DIMENSIÓN PÚBLICA DE LAS E.A.

Este proceso de implantación e institucionalización de la ética en las diversas áreas sociales, así como la presencia en la
opinión pública, hace pensar en un proceso irreversible en la construcción de una ética cívica transnacional.

ÉTICA Y ÉTICAS

Durante el siglo XX la reducción de la Filosofía y la Ética al análisis del lenguaje y la tendencia a reflexionar sobre sí
misma dejó de tener interés, en vista de que la sociedad, inmersa en los tremendos conflictos del siglo y testigo de
grandes avances tecnológicos, demandaba otra forma de hacer filosofía más práctica. La aparición de las E.A. no
supone, sin embargo, una renuncia a la pretensión de universalidad convocada por Kant o Habermas. La tarea del
filósofo es, precisamente, ayudar, desde su visión universalizable de la ética, a concretar esta en los distintos ámbitos de
aplicación.

Las E.A. se desarrollan en sociedades liberales y laicas, en las que el estado no tiene la función de moralizar e imponer
una visión de vida buena, sino de evitar el daño entre individuos o grupos sociales. A diferencia de los reiterados
intentos de la doctrina moral católica por normativizar sus preceptos y prejuicios, las E.A. laicas parten de principios
universalizables para elaborar normativas.

PÚBLICO / PRIVADO: JUSTICIA Y BIEN

La justicia se articula en el medio político-legislativo, mientras que el bien/vida buena lo hace desde la libertad
individual. Las E.A. tienen una dimensión pública/cívica, aunque a veces cruzan el ámbito privado, como en cuestiones
bioéticas, el uso de internet, etc. En estos caso hay que preguntarse hasta qué punto nuestras elecciones privadas
pueden afectar al ámbito de la justicia y la vida en común (el derecho y la libertad individuales de poseer esclavos
obstaculizó la abolición de la esclavitud). Así, un “liberalismo moral” absoluto no ayudaría a conseguir una sociedad más
justa. El feminismo de los 60 ya apunta que “lo privado es político”, abriendo las puertas a una necesaria emancipación
de la mujer. Y que la ley “otorgue derechos” o reconozca igualdades muchas veces no es suficiente para terminar con las
injusticias.

ETICA Y DERECHO: LOS CÓDIGOS ÉTICOS

Si los códigos éticos (como forma de Ética aplicada) solo benefician las pretensiones injustas de unos pocos, dejan de ser
éticos. Por otro lado, estos códigos que se utilizan en ámbitos especializados de la vida práctica (privada o pública) no
aportan nada distinto a lo que ya recogen las leyes; solo hacen más explícitos ciertos derechos o normas. Además, las
normas éticas solo obligan en conciencia, mientras que las leyes tienen poder coercitivo para su cumplimiento. Por
tanto, los códigos éticos solo pueden enfatizar principios básicos, anticipar una posible legislación o hacer
recomendaciones no regladas jurídicamente.

AUTONOMÍA Y AUTORREGULACIÓN

La ley moral es autónoma, frente al derecho, que es heterónomo. Pero actuar con autonomía moral (según Kant) no
presupone hacerlo arbitrariamente sino por deber. Los deberes morales son autoimpuestos. Esto es compatible con la
convivencia democrática, en un espacio político-social que demanda una dimensión cívica al individuo.

Aunque el marco deontológico kantiano es necesario para concebir unos principios universalizables más abstractos, el
telos aristotélico ayuda a desarrollar y definir las E.A. mas concretas. Es esta síntesis a lo que deben aspirar las E.A.

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