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2016
Tobar, Javier.
370 p. ; fotos.
ISBN. 978-958-732-227-9
303.4 E74-scdd 23.
Copy Left: los contenidos de este libro pueden ser reproducidos en todo o en parte, siempre
y cuando se cite la fuente y se haga con fines académicos y no comerciales.
Esta publicación contó con el apoyo financiero de los Programas de Maestría en Gestión
de Organizaciones y Proyectos y de Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo así como al
Comité de Investigaciones y Postgrados de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y
Administrativas de la Universidad del Cauca.
Contenido
Agradecimientos ........................................................................................................................... 11
Prólogo .......................................................................................................................................... 13
Entrada .......................................................................................................................................... 21
Primera parte
El taller: Escenarios cotidianos y saberes narrativos
Segunda parte
Relatos del tacto. La coordinación del alma, la mano y el ojo
IV Fabular ..................................................................................................................................... 65
El devenir de un nuevo imaginario carnavalesco ................................................................... 73
Modelar lo nuestro ................................................................................................................... 76
Surrealismo y caricatura ........................................................................................................... 87
Nuevas trazas .......................................................................................................................... 100
El saber de la mano y el juego de la imaginación ............................................................... 104
Salida
11
Prólogo
Por ende, y con el propósito de subrayar algunos alcances del compromiso otramente
ideológico implicado en el transcurrir de la que sigue siendo tesis sin dejar de
exhibirse como prótesis, tesis en tensión de arrojo, cuando no suplemento discursivo
desprendido del anhelo de auténticos tesoros conceptuales, al filo del límite que
templa el desquite del simulacro. Séame permitido traer a cuento las circunstancias
de “Conversación sobre El Corso–Ecos del Carnaval de Niza”, breve relato de 1935
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La fiesta es una obligación
que me atrevería a señalar como uno de los más atinados puntos de apoyo de Tobar
Quitiaquez si no dudara a fondo de la edificante noción de ‘fundamentos teóricos’
cada vez que se discurre alrededor y a través de la experiencia del Carnaval o del
trance del experimentar a secas páginas de Walter Benjamin a las que el autor acude
con singular detenimiento, fieles al mismo orden de sus imprevisibles hallazgos
dialogísticos, chispas infundamentales aquí y allá celebradas en la gozosa traba de
la que no quiere liberarse el maestro de un taller o de un texto literalmente invadido
por los vecinos, otras tantas citas locuaces, porque “han llegado veinte, pero la idea
es que no podemos sacarlos porque no hay ajuntador, ni sacador” (Burgos, en este
volumen: 127),1 ni qué decir de “los andenes, tan característicos a una cotidianidad
barrial instalada en un tiempo duradero y aún no absorbida por la comprensión
del tiempo, los lugares existenciales más propicios para el murmullo, el rumor, la
socialización, la risa y el relato” (117).
1 Las citas referidas al presente volumen se señalarán entre paréntesis, indicando el número
de la página y obviando el año de publicación.
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Prólogo
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La fiesta es una obligación
como ‘cultura elitista’, es decir al placer por los gustos más largos y refinados de
la lectura, la investigación, las artes, las ciencias y el conocimiento en general. Eso
me esperaría yo de una administración de izquierda: que sea elitista en el mejor
de los sentidos, que le dé prestigio a lo que no lo tiene, a la cultura reposada y
los placeres del conocimiento. (Abad 79)
A la sombra del anacrónico encuentro del escéptico Fritjof, alemán afrancesado, con
un intelectual de ancha acogida en el actual contexto mediático colombiano, para
aludir a la coyuntura que da mayor resalto a los aportes de Javier Tobar, acaban así
trenzándose atisbos del panorama europeo de los años 30, horizonte desencantado
y por ende sujeto a los influjos propagandísticos autodestructivos, con actos de
gobierno ejercidos por no muy fidedignos representantes de las comunidades indo-
americanas del nuevo milenio, trama de tramoyas que deja entrever los bastidores de
la puesta en escena de izquierdas civilizadoras y corduras neoliberales a mil leguas
de la laboriosidad sin fin; el gasto desmesurado; la temporalidad abismal; la libido
del sin-saber o del saber otramente; el desbordamiento de la hipnoinsurgencia; la
indecidibilidad de lo ‘singular/plural’ y de la ‘soledad/solidaridad’… relevancias que
en el concierto de los encuentros y de los documentos inherentes a las efímeras
trazas de los artistas del Carnaval distinguen opciones bio-tanáticas no exclusivas
del sur de Colombia, de manera tal que señalar las circunstancias susceptibles de
ilustrar la pertinencia puntual y material de cada una de las intensidades y tensiones
aquí perseguidas mediante apretados rótulos alusivos a algunas vertientes de la
escritura de los pensadores metropolitanos mencionados por Tobar Quitiaquez
supondría una tarea ajena al carácter de la presente evaluación.
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Prólogo
Casi por lo contrario, lejos del regodeo en sugestiones precocidas como las
que aquejan estas líneas, por acudir más bien a una rudeza emparentada con el
‘pensamiento crudo’ mimado por Brecht y Benjamin, sinceridad primaria que a
lo largo del texto fílmico se alía con una sabiduría compositiva y una sensibilidad
lírica, persuasivas y conmovedoras alcanzando el nivel más alto de texto en su
conjunto, aporte inextricablemente artístico y antropológico gracias al mestizaje
de fulgurantes policromías y desvaídas imágenes de archivo acompañadas
por felinescas glosas musicales, el feroz y bondadoso ahínco crítico de Tobar
Quitiaquez logra resaltar los aspectos más virulentos de una insubordinación al
tanto de las injusticias que no solo las comunidades de Nariño y Putumayo han
padecido y siguen padeciendo. Las denuncias de las iniquidades arrastradas por
el vicioso círculo de la guerra, la falta de empleos, es sesgo esclavista de los
precarios vínculos laborales y el piramidal desastre económico de los últimos
años, van a la par con un ameno y amargo despecho capaz de subvertir los
votos de prosperidad venidera.
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La fiesta es una obligación
En realidad no sabemos cómo pueda ser una fiesta en una sociedad sin
clases, es decir en una sociedad ella misma esencialmente participativa.
Cabe sin embargo pensar que si el único gesto revolucionario que queda
es el de la participatividad como abolición de las clases, la fiesta tiene
que ser intrínsecamente revolucionaria y por ello mismo, necesariamente,
un espacio privilegiado como dispositivo estratégico e instrumento de
control. Me explico. Es justamente como ilusión de participatividad social
que la fiesta se vuelve simplemente la postergación y el trasnocho del
reclamo concreto de la participatividad —económica, social, cultural—
en la sociedad. Así las cosas, estamos aparentemente ante una enorme
paradoja: la fiesta se vuelve al mismo tiempo antesala y diferencia,
participación e ilusión de participación. Muy probablemente es imposible
separar estos dos aspectos absolutamente. Empero, siempre está ahí,
para quien quiera asumirla, la responsabilidad de tender hacia uno u
otro aspecto” (Castellanos 2012).
[…] ahí el pueblo es pueblo, ahí no hay académicos ni nada, todos somos iguales
y la fiesta se disfruta de diferente forma” (261).
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Referencias citadas
Abad, Héctor.
2004 Después del carnaval… Revista Semana. Versión digital.
Benjamin, Walter.
1991 Conversación sobre el Corso. En: Historias y relatos. Península,
Barcelona. pp. 63-72.
1990 El origen del drama barroco alemán. Madrid: Taurus Humanidades.
Castellanos, Rafael.
2012 Inversión, diversión y subversión. Versiones de la fiesta. En: http://
reexistencia.files.wordpress.com/2012/11/121127-pdf-rev3-web.pdf
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Entrada
H ace algunos años, mientras caminábamos por una calle céntrica de San
Juan de Pasto, el maestro José Ignacio Chicaiza me narró una particular
historia que se desprendía de su experiencia. Se trataba de un relato sobre
la construcción de la carroza denominada Carnaval del terror que elaboró en
respuesta a una de las muchas impresiones que causa observar esas extrañas y
gigantescas figuras que desfilan por las calles en tiempo de carnaval. Su particular
hazaña consistió en conjurar el miedo modelando con sus propias manos esas
criaturas que de niño le causaban terror. Dichas estas palabras, el maestro atravesó
la calle y se dirigió a la plaza central; enseguida sentí que algo de esa sensación
también se apoderaba de mí, tal vez porque me trasladaba a todas esas imágenes
que he visto desfilar desde niño. Luego también crucé la calle y me sentí tentado
a continuar la conversación, pero el artesano caminaba rápidamente a ver la
presentación de una pequeña delegación de La gran tradicional, auténtica
diablada de Oruro que visitaba a la ciudad. Decidí no indagar sobre lo narrado y
acompañé al maestro a ver el espectáculo carnavalesco.
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La fiesta es una obligación
fue hecha de hierro, se la mandó a hacer a Vulcano, pero a las diosas les pareció
una injusticia y dijeron “mejor mandémosles a los hombres una ‘nena’ como esta” y
todas las diosas le dieron un don, por eso Pandora. Una vez creó la mujer, Júpiter
dijo: —Pues, esto no es ninguna venganza, porque mandarles ‘semejante nena’
para allá para la tierra no es ninguna venganza; entonces, él ideó darle una cajita.
Al abrir esa cajita, Pandora encontró que allí estaban todos los males, estaba la
enfermedad, estaba la muerte, estaba la guerra, estaban todas las cosas horribles
que se despertaron a partir de esa caja en el mundo; pero a pesar de todo ese mal,
cuando ella volvió a abrir la caja después de su tristeza había un ser que estaba
allí: era la esperanza. Entonces, estamos combinando el mito griego, lo aplicamos
a Colombia. Pensamos que en Colombia es como si se hubiera destapado esa caja
de Pandora, que alguien la destapó y que de ahí salieron todos los males; miramos
que está la guerra, la impunidad, la violencia, la pobreza, la mentira, la politiquería,
en fin. Pienso que con esta carroza que estamos elaborando, Colombia, la Caja de
Pandora, estamos representando una parte pequeñita de la realidad, pero mirado
desde el punto de vista del arte (Ordoñez 2008: entrevista).
Empiezo con este relato porque en el transcurso de este trabajo no solo escuché
de la propia voz de los artesanos numerosas narraciones que hacían alusión
a sus composiciones, sino porque cuando visitaba sus talleres me sorprendía
la variedad de formas que adquirían las esculturas que ellos modelaban con
diferentes materiales. Estaba claro que detrás de las representaciones coloridas
que alcanzamos a ver en el carnaval existían otras imágenes que provenían de
una gran variedad de experiencias, relatos e historias de varios universos de la
vida. El texto que el lector tiene en sus manos es un intento de exploración
de estos mundos que ensamblan las múltiples relaciones que los ejecutantes
han establecido con los diferentes materiales de la vida, las relaciones que estos
hombres y mujeres han instaurado con las imágenes, su imaginación, memoria,
existencia y cotidianidad. Una lectura de sus narraciones y figuras, muchas de las
cuales han envuelto de una y otra forma mi vida.
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Entrada
Por eso, lejos de presentar una visión del Carnaval de Negros y Blancos como una
construcción ontológica, una forma inalterada de herencia cultural como si fuese
el enclave de un pasado, de una historia única, esta investigación se pregunta, en
un momento que expresa con vehemencia que la fuerza ritual se ha desvanecido,
¿cómo se instala la fiesta contemporáneamente y con qué fuerzas interactúan en
un presente ordenado por las imágenes del mercado y del espectáculo visual?
Efectivamente, si en otros tiempos al ritual y a la fiesta se atribuía un contenido
manifiesto y un papel claramente transformador o subversivo, hoy se declara,
enfáticamente, que su potencia y su carácter se desdibuja cada vez más. Si el
ritual ha sido una de las principales formas de performancia para revelar nuestros
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La fiesta es una obligación
sentimientos y síntomas, me pregunto: ¿qué sucede hoy en día con los ritos, los
juegos, el arte y otras prácticas festivas que en varias de nuestras comunidades
cumplían un papel fundamental y estructural en la convivencia social? ¿Acaso
el hambre, la violencia, la adversidad, la regularización del mercado y, en
fin, la complejidad socio-económica y política que se vive en las sociedades
contemporáneas han suprimido todos sus sentidos?
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Entrada
En la segunda parte, “Relatos del tacto. La coordinación del alma, la mano y el ojo”,
abordo de forma pormenorizada la traza de algunos artistas del carnaval. Si bien en
el carnaval se despliegan varias expresiones estéticas, la investigación se concentra en
las esculturas de papel que se utilizan en tres modalidades carnavalescas: las carrozas,
las comparsas y los años viejos. Inicialmente, considero el movimiento desplegado
por ciertos artistas respecto a los sentidos y formas que otorgan a las figuras de
mayor formato en el carnaval y que son centrales en las denominadas carrozas o
carros alegóricos. Después de haber escudriñado en la producción de esas grandes
figuraciones que se soportan en grandes escenarios móviles, insisto en una plástica
que conduce a leer el cuerpo como portador o como lugar de imágenes; llámese
máscaras, mascarones o figuras de cuerpo entero. Finalmente, me centro en algunos
aspectos estéticos y sociales de las figuras que se elaboran para despedir el año:
los años viejos. La lectura de este tipo de propuestas, me permitirá profundizar en
varios aspectos de la vida social de este gremio de artistas y en la cultura figurativa y
estética carnavalesca que se ha tejido con el devenir mismo del carnaval. Retomando
su palabra y pensamiento, profundizo en varias construcciones sociales y políticas
desplegadas por los hacedores respecto a sus creaciones.
He dicho que los talleres y el carnaval son escenarios donde se ensamblan y escenifican
múltiples saberes, artes, textos, actos e imágenes; lugares habitados por sujetos
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La fiesta es una obligación
Con estos recursos intento presentar una mirada más amplia de los saberes,
artes y estilos que están involucrados en estas producciones; de esa cotidianidad
híbrida trazada por la diversidad de los talleres artesanales, hogares, calles y
barrios populares para construir una trama que va de lo cotidiano a la fantasía,
del presente inmediato a la memoria, lo real y lo imaginario. Una trama que
recorre los registros de la ciudad cotidiana, la memoria colectiva y los territorios
imaginarios producidos por los ejecutantes, siempre por los deseos de un carnaval
y vida mejores. Con ello quiero presentar una lectura que se aproxime de manera
más sincera y crítica a una realidad que permanece imperceptible, incluso para
las miradas más próximas y, si se quiere, más ‘comprometidas’ en esta o aquella
hipervisibilización de la ‘tradición’, tan recurrente hoy en día.
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La fiesta es una obligación
José Bernando Tobar
Foto 1. Oleo. Autor Alfredo Palacios Narváez.
Foto 2. Vida cotidiana en la zona rural. Tomada por: Jonnathan Riascos
I
El teatro de lo cotidiano
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La fiesta es una obligación
espacio y el tiempo, en una constante fluidez y siempre en relación con los otros.
El desciframiento y la lectura del mundo corren recíprocas con el aprendizaje
temporal y el ‘autoreconocimiento’, de tal suerte que nos corresponde conjugar
maneras diferentes de la experiencia que inherente a lo social muchas veces nos
desgarra. Pero, heterogéneos, los cronotopos de la experiencia están constituidos
y dinamizados por múltiples prácticas, acciones y movimientos. La textura de las
tramas que llamamos cotidianas y culturales, libres de estar exentas de tensiones,
roces o movimientos, están surcadas por las mismas.
En este espacio privado, por regla general, casi no se trabaja, sino en este
trabajo indispensable de alimentación, conversación y sociabilidad que
da forma humana a la sucesión de los días y a la presencia del otro. Aquí
los cuerpos se lavan, se engalanan, se perfuman, se toman el tiempo
para vivir y soñar. Aquí la gente se abraza, se besa, luego se separa.
Aquí el cuerpo enfermo encuentra refugio y cuidados, provisoriamente
dispensado de sus obligaciones y de representación en la escena social.
Aquí la usanza permite que uno se dedique a hacer nada, aunque sepa
perfectamente que “siempre hay algo que hacer en casa”. Aquí el niño
crece y almacena en su memoria mil fragmentos de conocimiento y
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El teatro de lo cotidiano
Foto 3. El cuarto del lado II. De la serie de las ventanas. De: Cristal Morillo.
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La fiesta es una obligación
La casa se yergue como una barrera simbólica entre lo íntimo y lo público. Por
eso se la escuda de las miradas indiscretas, pues en este lugar flota el perfume
más secreto de la familia. Son estas las escenas íntimas de lo cotidiano. Aquí
vivimos nuestras tristezas y disimulamos nuestras penas. Son estas imágenes
las que perduran, vuelven y retornan en nuestra memoria, como un murmullo
del tiempo, una pulsión de nuestras relaciones y dramas más íntimos. Pero
la morada misma y nuestra vida cotidiana no remiten a un ‘jardín cerrado’,
tampoco a una ‘ciudad prohibida’:
Hay momentos en que la casa se abre a las situaciones más cotidianas, hay
otros que se presta para acoger los momentos trascendentales de nuestras
existencias: la vida ritual. La trayectoria de lo cotidiano no responde exclusiva
e ingenuamente al territorio privado de las intersubjetividades familiares, todo
lo contrario: se configura y rehace insoslayablemente con el mundo del afuera,
de la exterioridad, de la calle, del barrio, del trabajo. Lo cotidiano no se reduce
a un mundo hermético, estrictamente delimitado; en cambio nos remite a
múltiples sociabilidades y espacios-tiempos que exigen otras conductas, otras
normas, otras disposiciones subjetivas y corporales. Si el mundo del cual el
hombre, dice Blanchot (1970: 388), se encuentra “bien protegido entre las
cuatro paredes de su existencia familiar, deja venir a sí el mundo sin peligro,
con la certeza de que no lo cambiará en cuanto ve y cuanto oye”; el horizonte
de vida lo lanza irrecusablemente a los dramas del mundo: a la faena callejera,
al mundo del trabajo y con ello a una proxemia anónima o familiar. Espacios-
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El teatro de lo cotidiano
Es comprensible entonces que por las relaciones con las diferentes manifestaciones
de la alteridad del mundo, la vida se desplaza y se recrea erigiendo siempre
nuevas configuraciones. La trayectoria de lo cotidiano y la relación con la
pluralidad del prójimo depende, entre otros aspectos, de las políticas del trabajo,
el ritmo de los lugares y el tejido de sus locaciones. Entre más uniforme se
torna el espacio y violento el tiempo del trabajo, la corriente de lo cotidiano se
vuelva más punzante. Mientras más uniforme se vuelve el espacio y cuanto más
intensivo se impone el tiempo —acuerdan los estudiosos de las experiencias
contemporáneas— más son suplantados nuestros calendarios extensivos y
nuestras acciones propias (Virilio y Giunta 2001; Harvey 2004).
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La fiesta es una obligación
el orden ritual y los actos sagrados, parten del mundo deviniente; además de
avivar nuestras singularidades y relaciones con lo otro y los otros, actualizan las
representaciones que hacemos de ellos y de nosotros mismos, de tal manera
que nuestras relaciones y representaciones se hilan, hacen y deshacen, se
espacializan y temporalizan, vuelven y retornan, disolviendo la linealidad del
tiempo. Nuestra experiencia sería así una suerte de performance, en la que la
inter-acción y la representación se entrecruzan permanentemente. Las acciones
son a su vez actuaciones. Representaciones que nos envuelven y nos interpelan
a leer nuestras propias ficciones/acciones.
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El teatro de lo cotidiano
Nos interesamos, primero, por explorar la latencia social, cultural y cotidiana; esto
es, sus agentes/actores, las artes de su hacer, los saberes, las prácticas (intelectuales,
académicas, artísticas, artesanales) y experiencias que están involucradas y a la
vez nutren, gestan y renuevan el ‘performance carnavalesco’. Así, como no hay
performance sin actores y escenificación, esta no existe sin sus agentes (actores,
ejecutantes, artesanos, artistas). Asimismo, estas dos formas de praxis y virtuosismo
suponen escenarios que ejecutan en cronotopos distintos y suplementarios.
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II
El compromiso de hacer las cosas bien.
Artesanos de la vida y artistas del carnaval
Pablo Virno hace una revisión genealógica del concepto de trabajo en el pensamiento
occidental y propone una lectura crítica para entender la dinámica del mismo en
las sociedades contemporáneas. Discute la ya tradicional construcción que divide
la experiencia humana en tres ámbitos: trabajo o poiésis, acción política o praxis,
e intelecto o vida de la mente:
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La fiesta es una obligación
Este autor sostiene que esta tripartición que situó estos conceptos de manera
separada se disolvió con el llamado trabajo posfordista, ya que hoy este se
presenta como un “rasgo híbrido” característico de la multitud contemporánea
(2003: 49). Según Virno, el trabajo actual incorporó muchos de los rasgos que
antes distinguieron a la experiencia política. Además, retoma la acepción también
clásica de virtuosismo que alude a las capacidades de un artista ejecutante:
Estas obras, según Virno, tienen como correlatos dos características: por un lado,
se trata de actividades sin obra, sin resto; por el otro, de una acción que exige la
presencia de los otros, el performance. Para ampliar su reflexión sobre este tipo
de trabajo acude a Marx, señalando:
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El compromiso de hacer las cosas bien. Artesanos de la vida y artistas...
oradores, etc. Este tipo de trabajo pone en aprietos, según Virno, a Marx. Pues
el primero se acomoda fácilmente a la definición de “trabajo productivo”, es
decir, que produce plusvalía. Esta tensión se explica porque Marx ve en ellas
lo que corresponde al trabajo servil, o sea aquello que además de ser ingrato y
frustrante, no se invierte capital. Al respecto concluye el filósofo italiano:
Pero aclara Virno: ahí donde las prestaciones virtuosas se organizan al modo
capitalista sí producen plusvalía. Es más, en la era de las industrias culturales, el
virtuosismo no solamente se convierte en trabajo masificado sino en el “prototipo
del trabajo asalariado”. Efectivamente, aquí la “producción espiritual” es puesta
al servicio de las fábricas del alma, zonas donde se maximiza la plusvalía en
términos de las mercancías y sentimientos.
Pero retornando a Pasto, ¿qué de todo ello tienen el trabajo y el virtuosismo en esos
lugares que coexisten contemporáneamente con las fábricas del alma, pero que
están dinamizados de otras maneras? ¿Acaso el trabajo ahí realizado es improductivo,
ingrato, o un trabajo que produce plusvalía? Las respuestas podrían ir en varias
direcciones dada la heterogeneidad que le asiste a las formas de trabajo y a las
producciones resultantes. Si consideramos con atención lo que caracteriza el campo
del virtuosismo, es decir, de los artistas ejecutantes del carnaval, podría decirse que
este es amplio y heterogéneo toda vez que abarca diferentes artes: la música, la
escultura, la danza, la pintura, el teatro, el diseño. Lo mismo podría decirse de los
oficios y profesiones de quienes las ejecutan. Virno (2003) expresa que cada persona
es un artista ejecutante y quien encarna este modelo es la actividad del hablante,
pero no de quien ostenta un habla sabia y elegante, sino de cualquier hablante. Este
símil puede efectivamente trasladarse al terreno del que estamos hablando, dado
que el virtuosismo parte y se extiende, sino desde diferentes oficios y profesiones, sí
desde varias experiencias: desde la niña o niño aprendiz que construye junto a sus
padres y amigos sus pequeñas obras, hasta quienes son reconocidos por sus obras y
trayectoria como grandes maestros. Por eso, el crisol es muy variado y contrastante.
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La fiesta es una obligación
y artista del carnaval. Hay profesionales o licenciados de artes que se mueven entre
el terreno académico o el arte convencional y el mundo del carnaval. Es el caso
de Raúl Ordoñez, un licenciado en ciencias sociales y profesor de un colegio de
la ciudad, que despliega su tiempo en esta actividad y las artes (pintura, escultura,
elaboración de carrozas). Como él se encuentran algunos egresados de la Facultad
de Artes de la Universidad de Nariño que se han interesado y trabajan en las artes
del carnaval. Hay personas, utilizando las propias palabras de un entusiasta danzarín
del colectivo coreográfico Indoamericanto, que son ‘rateros’, que se mueven en el
campo que los economistas llaman pluriempleo, formal e informal; precisaría, en
contextos como los nuestros donde esta actividad es tan frecuente y recurrente.
Por eso, como muchos de los célebres artistas que desempeñaron variados
oficios a tiempo parcial o tiempo completo a fin de realizar sus tareas creativas, la
mayoría de estos ejecutantes dedicados a trabajar en distintos oficios para subsistir
cotidianamente (artesanos y artesanas, maestros mecánicos que se dedican a
la latonería y pintura, costureras, empleados de distintas instituciones, taxistas,
comerciantes, cocineros y pintores de brocha, maestros de escuelas, estudiantes y
profesionales de artes plásticas), dedican y donan su tiempo y esfuerzo año tras
año a la realización de las diferentes obras de carnaval, a pesar de las dificultades
socioeconómicas que los rodea.
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El compromiso de hacer las cosas bien. Artesanos de la vida y artistas...
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La fiesta es una obligación
deseo de realizar bien una tarea, sin más. La artesanía abarca una franja
mucho más amplia que la correspondiente al manual especializado.
Efectivamente, es aplicable al programador informático, al médico y al
artista; el ejercicio de la paternidad, como cuidado y atención de los
hijos, mejora cuando se practica como oficio cualificado, lo mismo que la
ciudadanía (Sennett 2010: 20. Énfasis añadido).
Por ello, muchos de los espacios donde trabajan son efectivamente lugares
de producción; pero también, por el vínculo que tienen sus ejecutantes con su
principal fiesta y el arte, muestran que al mismo tiempo son lugares de enunciación
y socialización. Indudablemente aquí el trabajo está marcado por la producción de
un objeto, de una mercancía; pero talleres de mecánica y pintura de automóviles
como el del maestro Julio Jaramillo y el de los hermanos Burbano evidencian esta
relación, este compromiso con la artesanía y con el arte carnavalesco. Por eso
muchos de los talleres son lugares polifuncionales, movilizados por hombres y
mujeres heterogéneos.
Vemos aquí una concepción del trabajo: es sustento, pero también autonomía y
creación. Si como expresa el autor de El artesano:
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El compromiso de hacer las cosas bien. Artesanos de la vida y artistas...
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La fiesta es una obligación
Resulta que estos lugares, que pueden pasar desapercibidos para el sujeto corriente
o para quienes están acostumbrados a encontrar los artistas en las ‘reales academias’,
encontrarán efectivamente obreros, artesanos, trabajadores, hombres y mujeres, pero
al mismo tiempo virtuosos, no del arte sino de las artes, pues son artistas del carnaval:
danzantes, músicos, narradores. Quizá porque para estos ejecutantes el placer de
crear es más fuerte que el valor de la producción económica, quizá porque su espíritu
y experiencia se han construido en esta confluencia o porque tienen una concepción
de trabajo que no se subsume en la idea del rendimiento. Sean estas algunas de las
razones que expliquen que sus talleres sean dispuestos en buena parte del año, ya no
a la productividad económica sino cultural. Porque si un artista:
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El compromiso de hacer las cosas bien. Artesanos de la vida y artistas...
Entonces, en estos lugares habitados por los artistas del carnaval, no solamente
resultan mercancías, obras artísticas y producciones culturales sino que, en
tanto que recogen cosas, pensamientos, memorias, experiencias, se deriva un
evento que provoca una experiencia estética e imaginaria que se vive en
común: el carnaval. De ahí la estrecha relación que tiene el taller con el
ritual y el deseo de hacer las cosas bien (artesanía), con un sentido de lo
común1 que no se desprende del compromiso ciudadano. Si, como expresa
Sennet, el “ritual requiere habilidad, debe estar bien hecho” (2010: 24), existe
un compromiso inmanente: un ethos.2
1 Retomando a Jean-Luc Nancy (2001) y Roberto Esposito (2003), prefiero hablar de sentido
de lo común y no de comunidad, “ya que ésta no es concebida como un sujeto único u
homogéneo, un ser o una sustancia común, inmanente, que se identifica como pueblo
o simplemente fhilia, ni tampoco una tierra amurallada dentro de sí misma y separada
de su exterior (Esposito 2003: 44), sino como la coexistencia que nos pone, entrega o
enfrenta los unos con los otros. Por eso, en ella siempre habrá lugar para la singularidad y
diferencia, la ‘asociación’ y la hostilidad, la comparecencia y la imputación (en el sentido
amplio del término). En tanto lugar de reproche y de amonestación la comunidad nunca
será un ser absoluto, una obra (Tobar 2008: 294).
2 Retomo el concepto de ethos propuesto por Bolívar Echeverría (2011) que nos remite a
este como morada, abrigo, uso, comportamiento, pero sobre todo, como un principio de
construcción de mundo.
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La fiesta es una obligación
3 Entiendo como práctica cultural “el conjunto más o menos coherente, más o menos
fluido, de elementos cotidianos concretos (un menú gastronómico) o ideológicos
(religiosos, políticos), a la vez dados por una tradición (la de una familia, la de un grupo
social) y puestos al día mediante comportamientos que traducen en una visibilidad
social fragmentos de esta distribución cultural, de la misma manera que la enunciación
traduce fragmentos de un discurso (De Certau 1999: 9).
4 Según Carvalho (2005b), las tradiciones, las estrategias y las prácticas performáticas incluyen
diferentes manifestaciones como la danza, el teatro, los rituales, las protestas políticas, los
dramas sociales o todo evento que implique comportamientos teatrales o diferentes formas
visuales y de acción. Cuando retomo la expresión saberes performáticos, me refiero a
aquellos saberes (corporales, narrativos) vinculados con este tipo de expresiones.
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El compromiso de hacer las cosas bien. Artesanos de la vida y artistas...
Preciso es, entonces, seguir la traza iterable de estos artesanos, de estos artistas del
carnaval, pues múltiples son las huellas derivadas de sus prácticas y relatos (como
las de los mencionados maestros José Ignacio Chicaiza, Trinidad Vallejo, Libia
Solarte, Gerardo Jurado y otros), quienes llevan muchos años dedicados a este arte,
erigiéndolo con los materiales de su vida. Mucho habría que decir de las numerosas
narraciones que viven en la memoria de estos ejecutantes y mucho más habría
que explorar y contar sobre estos hombres y mujeres que han re-inventado una
tradición y, cual narradores, han permitido “que las suaves llamas de su narración
consuman por completo la mecha de su vida” (Benjamin 1991a: 17).
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La fiesta es una obligación
Es gracias a esta gesta o movimiento que emana de una fuerza plural, que el
Carnaval de Negros y Blancos se ha construido como un lugar en donde se
cultivan varias artes y múltiples formas de la performancia. No hay arte singular,
diríamos en primera instancia, sino artes, que a la vez, veremos, son convergentes
y performátivas. Posiblemente por estas razones difieran o se distancian de lo
tenido por ‘bellas artes’. Tanto lo uno como lo otro refieren y propician experiencias
sociales e imaginísticas que con absoluta desenvoltura salta de un territorio
existencial a otro. Tal carta perdida, estos ‘saberes performátivos’ nos remiten a
diferentes lugares de la existencia; su praxis nos envían a maneras variadas de
dialogar, hablar e interactuar, sea con el mundo más concreto y material, sea con el
mundo menos palpable: el simbólico, el imaginario. Maestros, artesanos, artistas,
cultores, narradores que dialogan a través del carnaval con el sueño, la vida, lo
literario y con ese mundo que Bataille (2006) denominaba trágico. De este carácter
explosivo y proliferante emerge un potencial creativo que configura un horizonte
estético múltiple que se concreta en diferentes modalidades carnavalescas.
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Foto 7. Entrada de taller. Tomada por: Javier Tobar.
III
El taller: el alma del carnaval
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La fiesta es una obligación
Si, como dirían Deleuze y Guattari (1993), creer en el mundo significa suscitar
acontecimientos, cada año estos artistas y personajes presentan el carnaval como
un acontecimiento siempre nuevo. Son ellos, caminantes innumerables, quienes
a través de múltiples ardides no solo han recreado y actualizado esta festividad a
partir de sus intervenciones, sino que han instaurado una relación fecunda entre
su vida y las artes del hacer del carnaval.
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El taller: el alma del carnaval
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La fiesta es una obligación
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El taller: el alma del carnaval
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La fiesta es una obligación
Por eso, a diferencia del trabajo que extraña al ejecutor de su obra, el hacedor hace
de su labor un relato existencial. Él se realiza a sí mismo realizando su obra. Pero
esto no significa que el cuerpo no manifieste el desgaste o la fricción. Al contrario,
la producción exige un carácter personal y una temporalidad subjetiva. Es por esto
que el trabajo artístico referido toma distancia del tiempo mecánico de la serialización
o de la reproductibilidad técnica, era en la que “la mano se descarga por primera
vez de las incumbencias artísticas más importantes que en adelante van a concernir
únicamente al ojo que mira por el objetivo” (Benjamin 1989b: 4). En cambio, en este
tipo de obras moviéndose en aura ritualística y bajo el compromiso de la mano,
su elaboración exige la duración en el tiempo como un transcurso complejo que
demanda un pensamiento poético, inventivo y social, capaz de articular en un habla y
convivencia múltiples singularidades, percepciones, sentidos, afectos, corporalidades,
subjetividades y materialidades. Diálogos intersubjetivos, intercorporales; abandonos,
confrontaciones y negociaciones sociales, prolongaciones espacio-temporales.
Síntesis, combinaciones, alquimias, mezclas —diremos con Deleuze (1968)— son las
series que componen y animan el acto creador de los artistas del carnaval.
58
El taller: el alma del carnaval
Pese a que la palabra no es la materia primordial de las obras para los ejecutantes
como lo es para un poeta o un narrador, ella cumple un papel fundamental en
todo acto de actualización, porque se trata de un arte palabreado, dialógico, que
exige una habla plural y colectiva. Prácticas que de alguna manera se asemejan a
lo referido por De Certau respecto al arte de los conversadores:
59
La fiesta es una obligación
Por eso los ayudantes, los ingenieros, los soldadores, las costureras, los pintores
con sus diferentes prácticas del hacer y del saber son parte fundamental del
ardid práctico y enunciatorio de estas producciones culturales. Diríamos, que
la transmutación de la materia depende, sobre todo, de los lazos sociales,
intercambios simbólicos y de la solidaridad. Palabras, experiencias y pareceres
que, basados en diferentes lógicas de mundo, se aproximan más al don que
a la economía del mercado y de la ganancia. Podríamos argumentar que este
proceso concreto de imaginación y creación se encuentra estructurado por lo
que Alain Caillé llama ‘socialidad primaria’ (1996); es decir, un registro donde
el parentesco, la familia, la vecindad y la amistad son el corazón social de
estas obras. Pero es gracias, precisamente, a principios como la solidaridad,
el compañerismo, la reciprocidad, los sentimientos de vecindad, el compartir,
las ganas de aprender, el festejar en unión, que se expresan a través de la
voluntad de trabajar, del respaldo moral, de una taza de café, un plato de
2 Entre algunas acepciones del verbo encentar están: llagar, ulcerar, herir, enconar, disminuir,
mordisquear y cortar. Jacques Derrida liga la ‘encentadura’ al trazo: “La ‘encentadura’
como trazo, o el trazo de la ‘encentadura’.” También se encuentra ligada a la diferencia,
separación, marginación o retirada: “Desde el momento en que se retira saliéndose, el
trazo es a priori retirada, inapariencia, señal que se borra en su encentadura” (1993: 40).
El trazo, diría Derrida, es retirada: “En el recorte, el trazo se señala a sí mismo al retirarse,
llega hasta borrarse en otro, a reinscribirse en este paralelamente, en consecuencia,
heterológicamente, y alegóricamente, el trazo es retirada” (1993: 69-72). La ‘encentadura’
encenta la diferencia en Derrida. Como marca, corte, trazo, merma, llaga, herida, grabado,
talla, nos remite a insinuar cierta relación con las incisiones y trazos que hacen los artistas
del carnaval sobre el barro u otros materiales para producir sus obras.
60
El taller: el alma del carnaval
comida o cualquier tipo de ayuda, que este tipo de socialidad se sitúa más allá
o más acá de aquella ‘socialidad secundaria’ que se rige por los principios de
la productividad y del intercambio mercantil (Caillé 1996).
Por ello, la afirmación de una praxis sobre la otra implica el desvío del sentido del
trabajo ordinario o ‘usarlo’, vivirlo, de otro modo. Transfigurado como la materia
que se ejecuta, no es que el trabajo cotidiano se deseche sino que se funda y
proyecta en la experiencia estética de distintas formas. Acaso aquí este trabajo se
despoja de su valor de cambio, se sustrae de su carácter económico, suspendiendo
su circulación para incorporarlo en un mundo invaluable: el simbólico.
Así, las remuneraciones de estos maestros u ‘obreros del arte’ son más
simbólicas que económicas: empleados sin salario con formas ‘contractuales’
más sociales que formales, ya que están fundadas por las relaciones y
‘asociaciones voluntarias’, así como por intercambios materiales, simbólicos
y lazos de reciprocidad. En ellas parece ser más fundamental la relación
entre afecto y trabajo, pues este último se moviliza, como dirían los mismos
ejecutores, “más por lo que se siente y goza, que por lo que se gana”, más
por la actividad lúdica y creativa que por el ingreso económico, que aunque
necesario, parece también denegado o ciertamente diferido. Acaso aquí el
trabajo se despoja también de su valor de cambio, sustraído de su carácter
económico y suspendido de su circulación, para incorporarlo en un trabajo
utópico. Por ello, quizás este se encuentre más vinculado a la existencia que
al trabajo capitalista, movimiento funcional hipertrofiado atrapado por un
automatismo vacío, que sustituyó la existencia plena en la sociedad moderna,
dejando de pertenecer a un mundo fantástico y trágico (Bataille 2006), como
efectivamente lo es la fiesta. No hay tablas, por lo tanto, para poder estimar
estas relaciones, ni reglas para calcular este saber-sentir.
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Foto 9. Carroza Polvo eres. Autor Hugo Moncayo. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
Foto 10. Entrada de taller. Tomada por: Santiago Pérez.
IV
Fabular
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La fiesta es una obligación
trabajo. Efectivamente, muchos de estos artistas han pasado por esta gradación
que ellos mismos han construido. De ahí que, ciertamente, un halo de prestigio
envuelve a los hacedores de estas gigantescas esculturas. Valga decir que
gracias a las variadas intervenciones de estos artistas, las carrozas también
han sufrido un proceso complejo de transformación que es, al fin y al cabo,
la deconstrucción de un tipo de representación. Consideraré algunos talleres,
experiencias y encentaduras que hoy confluyen, como las trazas del tiempo,
en la producción de estas obras carnavalescas.
La factura que tienen estas esculturas de papel exige que el trabajo se realice en
talleres amplios. Digamos que los talleres son proporcionales a sus obras. No
se trata tanto de la casa-taller (como lo veremos en el caso de las comparsas),
sino de grandes espacios que se improvisan y acondicionan para esta labor, año
tras año. De ahí que este proceso materialmente se inicie con la consecución y
construcción de este escenario. Podría decirse que esta es una de las primeras
invenciones que los ejecutantes deben asumir: casas viejas, lotes, canchas
deportivas, talleres mecánicos, aulas de clase, salones de teatro, se acondicionan
y trasforman en genuinos talleres. Se trata generalmente de espacios diversos,
dada la gradación de las mismas obras.
Las circunstancias son muy variadas. Hay maestros que al ser propietarios de sus
talleres simplemente los adaptan; hay quienes han adecuado y transformado sus
casas para estos quehaceres, mientras otros simplemente alquilan o solicitan la
colaboración de determinadas instituciones para armar sus lugares de trabajo. No
todos tienen las mismas condiciones y las políticas respecto al taller. Hay quienes
arman su taller en el afuera, trasladando muchos de los escenarios de la casa.
Cocinas, dormitorios improvisados, radios, cafeteras y un ambiente familiar le dan
al taller un aire de casa, de segunda casa.
Este es el caso del maestro José Ignacio Chicaiza, quien dice haber hecho su
primera carroza en la calle. Al respecto su hijo Oscar manifiesta:
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Fabular
Foto 11. Taller de José Ignacio Chicaiza. Tomada por: Santiago Pérez.
Foto 12. Casa taller Sigifredo Narváez. Tomada por: Javier Tobar.
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La fiesta es una obligación
Pero hay quienes trabajan en sus propias casas o talleres, distinguiéndose, por decirlo
así, dos mundos. Los lienzos del uno son el contrapunteo del otro. Está el mundo
diseñado para ejecutar el trabajo rutinario y el mundo ficticio, poblado por figuras
imaginadas y extrañas. Estas relaciones conforman planos y compuestos contrastantes.
Es el caso del maestro Sigifredo Narváez, un artesano que lleva más de cincuenta
años alternando su vida entre la construcción de cajas mortuorias, la restauración
de imágenes y la elaboración de carrozas. Él trasforma su casa, su lugar de trabajo,
en un auténtico taller de carnaval:
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Fabular
No puede ser mejor la expresión de Diego Caicedo para traducir esta experiencia
que discurre en la elaboración de una carroza, pues además de requerir un proceso
creativo que es supremamente arduo, exige de un accionar social y económico
bastante complicado. Si bien la realización efectiva requiere por lo menos de
seis meses de trabajo para la exposición de cinco horas, durante este tiempo los
maestros junto con su equipo de trabajo deben sortear varias angustias, que bien
69
La fiesta es una obligación
Pero sucede que también se pueden experimentar otras desgarraduras por las
eventualidades de la vida misma, como la que anota Caicedo:
En esta escena desoladora una fuerza habla, incita a la calma del artista pero
también a enfrentar los elementos, las figuras, y la materia que están allí tan reales
como la muerte:
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Fabular
muy bien con mi carroza, la pude terminar muy bien. La carroza del
finado Silvio no la pude terminar, porque ya me arropó el tiempo, el
desánimo, eso me dio a mí como una desesperación, tuve que ir y
quemar las figuras de él (Caicedo 2008: entrevista).
Sin embargo, las figuras se presentaban en el sueño acechando al artista para que
las hiciera con una traza distinta a la acostumbrada, es decir, proporcionadas, que
tuvieran vida, movimiento, que hablaran:
De aquí que estas obras sean materia y textura cargadas de hendiduras, de las
huellas del trabajo, de la experiencia, y que su ejecución sean un relato social
y existencial, un cuento; y el taller, como expresa la palabra sentida de Diego
Caicedo, un calvario placentero.
El taller es tan importante porque es el lugar por donde salen todas las
obras, donde se están como pariendo, digamos, donde se están como
concibiendo esas obras, por eso yo comparaba al taller de carnaval con
una matriz, con una madre, como algo femenino, como algo materno,
en el sentido en el que el carnaval acoge a todos los artistas, a todo el
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La fiesta es una obligación
una vivencia que uno tiene durante todo el año, un proyecto que a
veces aparece con una simple letra o un simple nombre y uno lo va
transformando y lo va creando para hacerlo realidad; o esa palabra
que uno se rebuscó para darle esa vida. Por decir, “Érase una vez”, la
carroza que tengo; la frase “Érase una vez” viene tal vez relacionada a
los cuentos. Me puse a pensar en eso y salió este tema, al que le anexé
el yagé; yo lo bebí, y esta idea la tomé como la transportación de una
narración; cuando le narran un cuento, un mito o una leyenda, uno se
transporta a otros países o a otros sitios y se ve dentro de esa narración,
se ve dentro uno, se ven esos espantos o esas hadas, las vive uno desde
niño, y si le echan esa narración cuando es viejo, se siente lo mismo.
Y tomando yagé también es una transportación hacia las selvas, hacia
mundos imaginarios; entonces, eso vino a repercutir en esta idea de
“Érase una vez”, que es una recopilación de cuentos, mitos y leyendas
relacionándola a lo que uno se transporta por medio de la imaginación
(Chicaiza 2007: entrevista).
Aquí no solamente vienen a trabajar sino que vienen con ese objetivo,
cuando yo me doy cuenta ya saben modelar o pintar, es como ese nido
de avecitas que les empiezan a salir las alas, entonces es cuando se los
coge y se los manda a la corrida (2008: entrevista).
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Fabular
La huella del hacedor queda adherida a su elaboración, por doquier está a flor
de piel su creación. Sin perjuicio de la realización de cada carnaval sino en su
potencialidad, las huellas de cada maestro residen en el provecho de su experiencia
y estilo. Lo que a Chicaiza es el modelado, a Roberto Otero es el manejo del
icopor; si lo caricaturesco acompaña a Caicedo, el juego de la inversión a los
hermanos Ordoñez. Aunque ello no impide la variabilidad y el intercambio de
experiencias y trazas comunes a este gremio, como a otros. Así como en este
terreno es difícil hablar del arte en singular, lo mismo acontece con el taller. La
pluralidad es su carácter: de él fluyen formas del hacer, del pensar, del expresar,
del narrar. He aquí la estrecha relación que se establece entre los creadores y los
lugares de la imaginación. Los talleres son la matriz donde se gestan las imágenes
del carnaval. Un lugar, en suma, de enfrentamiento y encuentro entre el ejecutante
y la materia. Un lugar del y para el relato.
Si, como expresa Belting, “vivimos con imágenes y entendemos el mundo con
imágenes”, como “resultado de una simbolización personal o colectiva” (2007:14),
estos artistas han establecido una relación viva con ellas como medio de expresión
y pensamiento. Asimismo, si las imágenes “demuestran que el cambio es la única
continuidad de la que pude disponer” (Belting 2007: 15), las proyectadas a lo
1 Para diferenciar la noción de archivo que remite generalmente a documentos escritos oficiales
e institucionales, preferimos utilizar la noción de repertorio acuñada por Diana Taylor, la cual
nos remite a múltiples escenarios, entre ellos a lo efímero: gestos, oralidad, danza, canto. “El
repertorio requiere la presencia y participación activa de la gente” (Sans 2008: 65).
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La fiesta es una obligación
largo del devenir de este carnaval tienen sus propias ‘narrativas’ que se gestan
indudablemente de distintos actores y lugares.
Los motivos de los “autos alegóricos” de las Comparsas y disfraces del Festival
Estudiantil de 1926, presentan como referente, las culturas: hispánicas,
europea y oriental que a su vez actuarán como constante en la expresión
simbólica del Carnaval, durante las primeras décadas de su historia. Se
acude también a iconos latinoamericanos, como “los mexicanos”. Fuera
de intentar una reproducción de la realidad local a través del motivo de la
locomotora, el folclor y la propia cultura permanecen ausentes (1991: 23).
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Fabular
“ponían notas de alegría en las calles, con sus bailes y luciendo llamativos
vestidos” (1991: 49), no sin que seguramente la administración del carnaval en
manos de la élite legitime su participación. Sin embargo, diez años después en
plena época de crisis y de desvalorización del carnaval, este ‘perfil’ se trasforma
con la participación de los sectores subalternos:
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La fiesta es una obligación
Modelar lo nuestro
En este ámbito se familiariza, según su hija Matilde (2011), con el trabajo artístico,
ya fuera con el modelado a partir de la masa de pan que le facilitaba su madre
para jugar con sus primeras figuras, o con las imágenes navideñas que tomaba
prestadas del baúl de sus abuelos para enviarlas en pequeñas embarcaciones
por el río Blanco, cuyo desenlace solo con los años venideros se podría apreciar.
Su trabajo como hacedor inicia en 1930 en un taller artesanal donde trabajaba
su padre, tratando de proveer cuerpo a una cometa para darle rienda suelta en
los vientos de agosto. En una entrevista concedida a Humberto Márquez y Jaime
Guerrero, el maestro expresaba lo siguiente de su proceso de formación:
Ese fue desde la época, el destino de este ejecutante: dar distintas formas a la
materia que lo llama: la madera, el papel, el barro. Instalado en este territorio y
como los niños irresistiblemente atraídos por los residuos o las formas del mundo
para conformar sus propios mundos, el maestro Zambrano acudió, de manera
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Fabular
He aquí otra idea del taller, en este caso como un lugar para interrogar, aprender
de los objetos y de las piezas con las que el artista se relaciona. De las enseñanzas,
dice el maestro, de lo que se puede deducir de ellas. De este modo de observar,
interrogar, de relacionarse con la corporalidad de las cosas y el mundo, el maestro
fraguará su propio estilo, sus propios experimentos, “siguiendo la serosidad, los
hilos, las formas de la madera” o “agregando y quitando las moléculas del barro”,
como expresó en una entrevista su hijo Hernando (2011).
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La fiesta es una obligación
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Fabular
modelar lo que le rodea, o elevar “los monumentos más queridos”: “De papel
hice lo mejor, lo que más amo” (En Márquez y Guerrero 1988: 455). Lo que
no le permitió la madera lo hizo en este material.
Este tallador que nunca cejó con las encentaduras más menudas de dar forma
a la madera con la imaginería religiosa, tampoco dudaría en echar mano de los
diversos registros de la cultura local y popular para desplegar un nuevo devenir
de la imagen carnavalesca: Don Cecilio (un vendedor de leche local), Conchita
(un personaje local con delirios de reina), La Turumama y sus compinches, Los
Leones del Sur son algunas de las obras que indican esta trayectoria.
Pero este nuevo rostro que va adquiriendo el carnaval requirió de otras manos, de
otros ejecutantes, que como Zambrano pensaron el taller como ese espacio-tiempo
en el cual se ejerce la voluntad que ordena dejar de lado el oficio, la profesión, “para
entrar en diálogo con el espíritu, mientras se da forma plástica a la imaginación”
(En Márquez y Guerrero 1988: 455). Filosofía de vida que también corresponde a
la trayectoria de otro carpintero como Sigifredo Narváez, quien nació el 22 de julio
de 1934 en el barrio El Colorado, uno de los más tradicionales de Pasto. Igual que
muchos artesanos, este ejecutante aprende su labor en el seno de su familia:
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La fiesta es una obligación
De ahí en adelante su vida ha trascurrido como entre dos mundos; entre la vida y
la muerte, la tristeza y la alegría:
A muy temprana edad, en los años 50, este ‘estudiante de la vida’ comienza a trabajar
con disfraces individuales y comparsas para pasar luego a elaborar carrozas. Con
sus cinco hermanos aprendió esta labor que refinó con una práctica prolongada:
Con sus hermanos realizó su primer motivo y ganó el premio que lo motivó a
“amañarse en el carnaval”:
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Fabular
Esta generación hizo del barro su ‘compañero’ o un ‘sistema’ para dar forma
a esculturas que no duran sino el lapso de la fiesta. Una ‘tradición’ que
efectivamente incidirá en otros artistas como José Ignacio Chicaiza, quien
desde muy temprana edad comienza su vida de artista del carnaval ‘imitando
al maestro Zambrano’ con pequeñas figuras, pasa luego a la elaboración de
años viejos y, sin mucha experiencia en las técnicas manejadas en la época,
salta a elaboración de carrozas:
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La fiesta es una obligación
La idea del Carnaval comenzó desde la edad de seis años. A los doce años
saqué el primer año viejo (porque yo comencé elaborando años viejos),
saqué cuatro años viejos, me gané el primer puesto los cuatro años, y
al quinto año me lancé a hacer carrozas, sin saber nada, o sea ñuco en
todo sentido. Al inicio no sabía la técnica, ni sabía manejarla, ellos habían
utilizado el papel cola y eso, y yo inexperto en esa situación. Le pregunté
a mi mamá si había un pegante para pegar el papel, ella me dijo: engrudo,
y con engrudo hice los primeros años viejos y la primera carroza. Yo me
dedicaba al comercio y lo dejé por dedicarme al arte, o sea, que ahora
estoy dando cursos de escultura, de pintura y de escultura de Carnaval.
Era negociante de mercancía, genuina y de contrabando. Yo trabajaba pa´l
Ecuador, de allí traía mercancía y de aquí también llevaba mercancía. Es
decir, era contrabandista (Chicaiza 2007: entrevista).
Cual niños, estos tres maestros durante muchos años jugaron en varios carnavales,
haciendo del barro y el papel sus aliados. El maestro Alfonso Zambrano se
retiró del mundo de la fiesta en 1975 y el 7 de diciembre de 1991 de su ‘tierra
amada’, no sin dejar una traza que perdura en la memoria de todos los artesanos,
como enseñanza. Narváez y Chicaiza continúan elaborando enormes figuras y
compitiendo con los artistas de la nueva oleada, a la que pertenecen sus hijos, con
un ímpetu que confunde los años.
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Fabular
Una traza particular confluye en estos tres ejecutantes como el barro y el papel, su
interés por modelar ‘el sentir de lo que están viviendo’ o como dice José Ignacio
Chicaiza: “Es una vivencia, es una experiencia que no se puede descifrar. Al coger
el barro y al comenzar a moldear una figura es como si me estuviera moldeando
yo mismo” (2007: entrevista). Al respecto, cabe recordar lo dicho por Belting en
su Antropología de la imagen: “Desde el momento en que el ser humano formó
una imagen en una obra o dibujo, eligió para ello un medio adecuado, así fuera
un trozo de barro o una pared lisa en una cueva” (2007: 34)
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La fiesta es una obligación
Foto 16. Carroza La Turumama. Autor Alfonso Zambrano. Archivo Familia Zambrano.
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Frente a esa manera de hablar de la ciudad con sus signos, formas y materiales
(edificios, vidrieras), este lugar hecho de cemento, de vidrio, de hierro, la propuesta
del maestro es un llamado de lectura para que explore en uno o en otro rincón
de la variada tierra, en las raíces mismas. La invitación a un relato singular en que
los lectores, narradores y los personajes sean los mismos actores. Una propuesta
de representación que vea en los parajes más cotidianos de la vida local su fuente
de inspiración e imaginación, como efectivamente él lo hizo al elevar con su traza
a la categoría de personajes a los actores populares y subalternos:
Se trata de un proyecto que realza a partir del barro a personajes y pasajes que
modelan la vida y la memoria de manera distinta a aquella visión encapsuladora
que subsume los espacios al poder, a la disciplina. De ahí que el mercado,
la fiesta, las calles, los parques, los paisajes, los sujetos cotidianos sean las
fuentes que este maestro sugiera para alimentar la creatividad, con la cual se
construye ese territorio imaginario que es el carnaval, como hasta hoy lo hace
su colega, el maestro Narváez, quien ha construido más de 55 obras jugando
con la materia primordial:
Lo mismo puede decirse del maestro José Ignacio Chicaiza, quien siempre se
ha complacido en modelar los seres que pueblan el mundo mítico y oral para
trasladarlos al barro, mediante una traza que juega generosamente con las
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La fiesta es una obligación
formas y que el cosmos del carnaval admite sin reparos, como si residiesen
allí. De ahí que la trayectoria de estos tres creadores indique una historia muy
particular de ellos con las imágenes.
La incorporación del lenguaje popular y mítico, el uso particular del barro y el papel
para la creación de grandes figuras realzan a este carnaval, diría el maestro Raúl
Ordoñez, como un espacio de escultura. Asimismo, nuevos ensayos como los del
maestro Argoti o el mismo Zambrano, gustoso del movimiento, proporcionaron los
primeros movimientos mecánicos a estas esculturas, haciendo de ellas verdaderas
composiciones móviles. De cara a las carrozas frecuentemente diseñadas para las
procesiones religiosas de navidad o del día de Reyes, o aquellas en las que sobresalen
las reinas como personajes centrales, los motivos comerciales o simplemente de los
‘cuadros de otras partes’, estos ejecutantes trazarán nuevas figuraciones esculpidas
con diferentes materiales de la vida y de su territorio existencial, de tal forma que
destaquen ante los expectantes sus imágenes en diversas direcciones que nos
enfrentan a múltiples formas de leer nuestra alteridad.
Estos tres ejecutantes realzaron con sus trazas varias particularidades estéticas
que perdurarán en el tiempo, no como un canon establecido, sino como “una
tendencia determinada pero dinámica y en proceso de desarrollo” (Bajtin 2003:
33), abierta a otros despliegues, experimentos y proyecciones, lo que hace
que cada carnaval siempre sea un espacio-tiempo para la réplica, pues están
de intermedio la creatividad, la imaginación y el juego. Al respecto de este
movimiento, el maestro Raúl Ordoñez expresa:
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Fabular
Por eso, la originalidad, cuya raíz se remonta al término poiésis, que Platón y
otros utilizaron con el significado de “antes no había nada” (Sennet 2010: 92),
el ingenio y la innovación que promueve un artista para la aparición de un
hecho nuevo, puede ser integrado por otros ejecutantes. Como las diferentes
experiencias se integran o separan, así también se han ido graduando los cambios
y las innovaciones correspondientes al caudal que hoy, gracias al trabajo de
maestros como los referenciados, se depositan para las presentes generaciones.
Efectivamente, no sin tener varios tipos de vínculos y diálogos con la trayectoria
de estos ejecutantes, hoy coexiste la experiencia de un grupo de hacedores que
han incursionado de esta manera o de una forma un tanto distinta al carnaval
de Pasto. Pero ellos, si bien saben que introdujeron modificaciones, también
reconocen que el presente no es algo nuevo.
Foto 17. Carroza Mercado dominical. Autor Sigifredo Narváez. Tomada por: Javier Tobar.
Surrealismo y caricatura
Los hermanos Raúl y Germán Ordoñez son dos ejecutantes que desde niños
empezaron a jugar en el carnaval. Su trayectoria inicia haciendo pequeñas figuras
con tiras de papel que recogían en las calles de la ciudad y que luego exponían
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La fiesta es una obligación
en sus casas, simulando los desfiles carnavalescos: “Desde que yo era niño me
acuerdo que en el carnaval había mucha serpentina, cuando salíamos a los desfiles,
recogíamos las serpentinas y al mismo tiempo admirábamos mucho las carrozas y
empecé a soñar con algún día poder hacer una (Raúl Ordóñez 2007: entrevista).
De un modo menos sistemático y más travieso, como cualquier niño que transita a la
zaga de su objeto de juego, estos ejecutantes acudirán a husmear en aquellos talleres
en donde se fabricaban esos muñecos gigantes que tanto les llamaba la atención:
Entonces, los hermanos Ordoñez, de manera constante, pero sin dejar esa facultad
que se denomina fantasía, o como ya lo han expresado muchos artistas, sin
subordinar la fantasía infantil,2 práctica tan frecuente en quienes quieren desplegar
un saber prefijado, no han dejado de entusiasmarse por abrir las puertas de sus
talleres a diferentes mundos o potenciar la sensibilidad por el arte, cuando en
otros se encuentran sellados:
2 Al respecto, cito las palabras del maestro Juan Estrella Nieto: “La locura del carnaval es
un bichito del que no se puede deshacer tan fácilmente porque en él, desde que nací, se
puede decir, estamos envueltos en el arte, en el color, en el papel, y todo lo que encierra
el arte [...] Al estar jugando con los demás compañeros cada uno tiene un vicio, y ese
vicio que cada uno tiene, uno lo aprende porque seguimos siendo niños y como niños
seguimos jugando en el carnaval” (En Zarama 1999: 43).
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La fiesta es una obligación
Cuando empezamos con el carnaval, las carrozas eran como cajones, los muñecos
iban encima y eran muy pequeños; entonces nosotros empezamos a cambiar los
bastidores en ese sentido para que no fueran solo planos y tampoco adelante
fuera un bastidor plano, empezamos a quitar el bastidor adelante y a poner los
muñecos en el piso (Raúl Ordóñez 2007: entrevista).
Pero estas formas de hacer las cosas obedecen a una tendencia expresiva que el
maestro Raúl Ordoñez denomina surrealismo y que tiende a trastocar la realidad.
El maestro afirma:
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África siempre han pensado que el hombre viene del barro. Nosotros
pensamos que el carnaval es como la síntesis de la vida misma que
no tiene una forma muy definida, en vista de que es la expresión
de múltiples facetas, de múltiples lenguajes y no tiene una forma
definida única. Y así como es la vida es el carnaval y el carnaval es la
trastocación de todo lo que es real (2008: entrevista).
De allí que si para Ordoñez el taller es una matriz, lo es como posibilidad para
figurar, a partir de la materia, todo un espectro de imágenes provenientes o
inscritas en el inconsciente, como el mundo de los sueños, otros lugares de
lo real. De ahí que en el mismo juego, en el mismo contacto con el barro,
encuentren ¡sus formas:
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Esto me recuerda lo dicho por Bolívar Echeverría sobre Miguel Ángel, en relación
con los escultores precolombinos:
Semblantes, formas, cuerpos que provienen del mito o de otros puntos de lo real
como el poético o el drama histórico:
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Fabular
Tendencia que tiene que ver con las maneras de manejar las proporciones y
formas de los cuerpos, como con el uso del color:
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Antes también los muñecos eran muy serios, realmente eran muñecos,
y nosotros empezamos a sacarlos sonrientes. Una característica nuestra
es que los muñecos se ríen, se burlan, hacen parte del carnaval y son
capaces de trasmitirles emociones a las personas; nosotros descubrimos
eso y por eso nuestras carrozas siempre son alegres, sonriendo, porque
los muñecos siempre van en esa postura física y también ha habido
casos en donde las esculturas son tan perfectas que la gente tiene
cierto lapsus de confusión entre la realidad y la fantasía. Así fue en el
caso de Scherezada en Las mil y una noches, donde uno mismo sentía
que era tan sensual, tan erótica, que se podía sentir algún instinto,
alguna emoción de tipo erótico, había hombres que le echaban piropos
y sentían cierta emoción que sólo se siente con una mujer real (Raúl
Ordóñez 2007: entrevista).
Erotismo de los cuerpos que no dejó de causar trastornos en los contextos más
conservadores, e incluso en aquellos aparentemente más libres:
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Obra de arte que ha sido reivindicada frente a las instituciones que reproducen los
saberes y lenguajes, que hemos denominado con de Certau (2000), estratégicos:
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La fiesta es una obligación
Diego Caicedo es parte de una gran familia de artesanos y artistas del carnaval,
empezando con su madre, una escultora de piedra. En este ámbito, especialmente
con sus hermanos, este ejecutante despliega un particular estilo que se desprende
del modelado del papel:
Así como su madre tallaba la piedra para que de ella brotaran facciones, el
maestro Caicedo ha desarrollado, no sin reconocer la huella de otros artesanos
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Fabular
Foto 20. Diego Caicedo. Tomada por: Cristian Estrella. Foto 21. Alberto Caicedo. Tomada por: Cristian Estrella.
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La fiesta es una obligación
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Fabular
“Realidad grotesca” a la que Mijaíl Bajtin (2003) le dedicó buena parte de su bello
libro del carnaval.Todos estos rasgos emparentan el trabajo de Caicedo con esa
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La fiesta es una obligación
Nuevas trazas
Roberto Otero es un artista oriundo del municipio de Linares que decidió probar
suerte en este carnaval desde el año 2002. Además de tener una formación
académica, adeuda esta tradición familiar a su padre, uno de los artesanos más
destacados de su tierra natal. Como los anteriores ejecutantes, recuerda que su
impulso por el arte proviene de la infancia, cuando se sentía atraído como todo
niño por los residuos que deja el trabajo adulto:
100
Fabular
Benjamin decía que los niños ven en los residuos el rostro que el mundo de
las cosas les muestra a ellos, pero no “tanto porque en ellos reproduzcan las
obras de los adultos, sino más bien porque con las cosas que se hacen jugando
entre sustancias de muy diversa índole crean una nueva y caprichosa relación”
(1989a: 96). Como alguien que recrea y vuelve empezar, este ejecutante establece
la relación con otros materiales que son parte de su vida, para tallar y pintar
las imágenes religiosas que por encargo le hacían en su pueblo. Actualmente,
Roberto goza de un gran reconocimiento por las modificaciones propuestas en la
modalidad de carrozas. Reconoce este legado como la motivación generada por
los artesanos de Pasto: cuando niño compraba los diarios locales para enterarse
de las obras construidas que se convertían en ‘leyendas’:
101
La fiesta es una obligación
102
Fabular
Por eso, si bien se reconoce que las prácticas académicas han repercutido
últimamente, se reconoce también que las reacentuaciones siempre han estado
motivadas por las prácticas intelectuales que las preceden. Estos jóvenes
artistas, como otros que se han incorporado al carnaval provenientes del ‘saber
experto’, reconocen en los talleres de carnaval otro lugar de aprendizaje y
otras maestrías denegadas por otras voces que reproducen los ecos de una
narrativa que, como Narciso, solo mira a su propio rostro. Actualmente, tanto
la persistencia de los unos como la recapitulación de los otros, imprimen a los
talleres y a las artes una dimensión más amplia que no está exenta de tensiones,
precisamente por las diferentes visiones y prácticas que hoy se entrecruzan.
Cada año, estos ejecutantes entran en una contienda carnavalesca, en la que
se pone en juego su experiencia, habilidad, destreza y prestigio. Con ingenio,
junto con sus colectivos de trabajo, afrontan el tiempo y muchas dificultades
en aras de concretar las obras que la imaginación les indica.
Hemos insistido que el taller se mueve en un aire común, en las alquimias sociales
que rodean la efectuación de una obra. Así mismo, hemos observado que en la
producción de estas obras coexisten varias técnicas que se han implementado al
ritmo del experimento. Finalmente, insistiré cómo nuestros ejecutantes bregan
con múltiples acciones con un mismo propósito: proveer de vida escénica a
las enormes esculturas que fabrican con diferentes materiales. Profundizo en la
acción creadora, narrativa y cómo a partir de este movimiento se generan variadas
relaciones y con ellas nuevos seres y nuevos mundos.
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La fiesta es una obligación
Como a todo acto creativo, a los relatos del tacto le suceden o anteceden
diferentes tipos de encuentros que exigen establecer una relación corporal
o inter-corporal con la materia que se transforma. Independientemente de la
superficialidad, es en este contacto, en esta interrelación, cuando los ejecutantes
se reafirman a sí mismos como creadores, pues gracias a esta acción creadora
“la materia se vuelve expresiva” (Deleuze y Guattari 1993: 168) o adquiere
otras formas de expresividad. Depende del roce, del tanteo con lo material,
que es también imagen.
Todo comienza con la gestación de una idea; es decir, con una imagen de mundo.
Imágenes de mundo que deviene de distintas constelaciones: actos lingüísticos,
recuerdos, episodios oníricos, escenarios míticos, arquitectónicos, escenas,
personajes cotidianos y sentimientos. Estas constelaciones son la materia intangible
que el artista transforma, modela, talla. Son el sustrato de sus actos de fabulación.
Al respecto, sobre una de sus obras, Moncayo nos dice:
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Fabular
Foto 24. Escultura de carnaval. Taller de Raúl y Germán Ordoñez. Tomada por: Javier Tobar.
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La fiesta es una obligación
Por ende, este con-tacto, este encuentro, puede traducirse de distintos modos
con el cuerpo. Las posibilidades de esta inter-relación dependen de las maneras
de la percepción, como la asentida por el maestro Chicaiza, a propósito de su
larguísima experiencia con el barro:
“El barro, la arcilla para mí, es como un manjar dentro de las manos, o sea,
la siento en las manos, ese manjar, esa suavidad. Y cuando veó la creación
me quedo mirando los dedos y digo: ‘estas manos, ¡no sé quién me las
puso! Ahí creo en Dios, que Dios está en las manos” (2007: entrevista).
El tacto, dice Jean-Luc Nancy, “forma cuerpo con el sentir o hace de este —su
pluralidad— un cuerpo; no es más que el corpus de los sentidos” (2008a: 31).
Aunque, como dice Deleuze (1968), no es lo mismo la sensación que el material.
En el modelado el ejecutante establece una relación directa y táctil con el barro,
siendo las manos sus propios instrumentos. En cambio, con otros materiales
como el icopor requiere, por lo menos en el tallado, la intermediación de otras
herramientas,5 como lo expresa Roberto Otero, quien implementó este material
por diferentes razones:
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Fabular
Foto 25. Figuras trabajadas en fibra de vidrio. Taller Julio Jaramillo. Tomada por: Javier Tobar.
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La fiesta es una obligación
Foto 26. Taller Carlos Riberth Insuasty. Tomada por: Julio Cesar Goyes.
6 Retomo la noción de Belting: “Entiendo los medios como medios portadores, o medios
anfitriones, que necesitan de las imágenes para hacerse visibles, es decir, son medios de la
imagen” (2007: 35).
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Fabular
El material es tan diverso en cada caso, que resultaría muy difícil precisar dónde
empieza o acaba y cómo se presentan las sensaciones. Pero sí podría expresarse
que en la medida en que se esculpe y se talla, se escribe con sensaciones
y afectos; que sin importar la materialidad, la experiencia sensible puede ser
efectivamente diferente. Quizás por este tipo de vínculos corporales, este tipo
de experiencias se distinguen de aquellas estéticas que están al servicio de la
vista, situada por encima de los demás sentidos. Me parece que este tipo de
experiencias estéticas no se relacionan tanto con aísthesis, sino que más bien se
encuentran próximas a aisthanomoi: “Percibir sensiblemente” (Duque 2008: 27).
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La fiesta es una obligación
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Fabular
No es raro que las narices de mis muñecos se parezcan a la mía, cada vez
que voy a modelar una parte del muñeco pienso en mi cuerpo y cuando
lo termino me doy cuenta que se parece mucho a mí. Ese muñeco que
parece insignificante se convierte en otra parte de mí, a veces siento que
soy yo mismo, hecho en barro (2007: entrevista).
Las imágenes llevan una vida paralela a la de su creador, de ahí que “creadas no a
la imagen de Dios, sino del hombre, constituyen una suerte de sombra o imago de
él y, como tales, acompañan y desean para siempre —y son a su vez deseadas—
aquello de lo que son imagen” (Agamben 2010: 43).
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La fiesta es una obligación
Sin embargo, como si el taller se tratara de un caos virtual, el devenir de las formas
cambia con la intervención de otros procesos. Ahora el papel deviene color, vida.
Al respecto expresa Diego Caicedo:
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Fabular
El material es tan diverso en el taller que resulta difícil saber dónde empieza y
dónde termina la virtuosidad, el ingenio y las alquimias sociales. La preparación
y las mezclas de pintura prolongan los actos de fabulación que han comenzado
desde que los ejecutantes proyectan sus motivos, como si fueran un sueño.
Trazos, pinceladas y chorros de pintura van conformando figuras que no
‘pertenecen a la realidad’. Con estas materias se forjan, transforman y diseminan
los motivos artísticos en habitantes múltiples, devenientes materialmente, pero
que perduran como personajes en el espacio-tiempo del taller, gracias a las
sensaciones y los afectos que los artesanos le otorgan.
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La fiesta es una obligación
A nivel estético siempre me esfuerzo para que las cosas queden bien a pesar
de la premura del tiempo. Me gusta mucho lo monumental, el carnaval es
eso, los maestros han manejado esa parte. A mí me llama la atención esa
parte, pero me limita mucho el espacio que dictan los parámetros de seis
o cinco metros de altura por cuatro de ancho y doce de largo, porque mi
intención, mis ideas y mis anhelos van más allá, sin ser pretencioso, porque
quiero llegar a alcanzar esa magnitud en las figuras y cosas (2007: entrevista).
Ya sea que esta forma de concebir dichas obras esté vinculada con propósitos
meramente estéticos o que esté emparentada al orden del agon y de la mimycre
—aspecto que volveré a retomar más adelante— estos actos creativos que hacen eco
de la magnificencia pueblan de grandes y diversas figuras el taller, hasta el punto que
sus espacios resultan insuficientes. Por eso, frecuentemente, todo lo que delimita a un
espacio, muros, puertas y techos, deben ser trastocados y hasta derribados.
Sin embargo, para lograr la magnificencia deseada, los actos fabulatorios de estos
maestros dependen de otras acciones y saberes, podría decirse, más racionales, aunque
no menos ingeniosos. Así como el papel prospera sobre el barro o el color sobre la
monocromía, también a estas imágenes les hace falta un aditamento fundamental: la
estructura que les da soporte y movimiento. Aquí lo difícil no es unir las manos, sino las
piezas. Nuevamente las alquimias y las experiencias sociales cobran gran importancia
para la composición final. Mecánicos, soldadores e ingenieros trasladan su virtuosidad
a la gigantesca empresa que los maestros han fabulado. Los que cotidianamente son
maestros de la ingeniería, la arquitectura y la mecánica, cruzan y negocian opiniones
con los de la ‘representación’, para edificar estas grandes esculturas que por ahora
permanecen, por así decirlo, exánimes, quietas, por lo menos mecánicamente y
no expresivamente. Diferentes y variados mecanismos entran en juego para que
estas dos series del movimiento se fusionen y suplementen como si fueran uno.
Este último esfuerzo social se presenta de una forma casi agónica: caras sonrientes,
cuerpos gigantes y desproporcionados que adquieren motricidad. Este es el principio
de emisión: el cuerpo del artista parece languidecer por el agotamiento, mientras sus
personajes se levantan, se mueven, sonríen, crujen y bailan.
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Fabular
Pero el cuento no termina aquí, falta un paso más: el montaje que generalmente
se hace en las calles. Ahora estas son una extensión más del taller. Finalmente,
estos obreros del arte montan pieza sobre pieza en grandes camiones que
previamente han sido desmontados y desarmados para hacer de ellos un
escenario móvil. Una inversión más: un objeto de trabajo es trasformado
en escenario performático con varias formas y perfiles; ello depende de los
experimentos, de los decorados, de las apuestas, como las de Hugo Moncayo,
que al respecto expresa:
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La fiesta es una obligación
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Fabular
Aquí las artes se hacen, se sienten unas con otras, para conformar estas creaciones
singulares, según lo expresa el maestro Raúl Ordoñez:
Para mí es una obra de arte, no estoy de acuerdo cuando se dice que una
carroza es una artesanía, eso no le cabe a nadie en la cabeza, porque el
concepto de artesanía en el mundo es que no es una pieza única sino que
se hacen miles de veces, en cambio una carroza es una muestra única, ni
siquiera uno mismo puede repetirla. Si la quisiéramos hacer nuevamente
el próximo año no saldría igual, sería distinta; esa es una característica
de las obras de arte, en una carroza se planea para una sola obra y luego
se hacen todos los procesos que haría un artista normal, si la fuéramos
a hacer en bronce sería igual, haríamos las figuras en barro como las
hace Fernando Botero, como hacen los escultores. Pero mientras ellos
las hacen en bronce nosotros las hacemos en papel, además se pintan
los muñecos y se utilizan las teorías del color, es lo mismo que utilizaría
un pintor con caballete, incluso esto es más difícil que pintar un cuadro,
porque son pinturas en relieve (2008: entrevista).
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Foto 28. Figuras de comparsa. Autor Pedro Carlosama. Tomada por: Jonnathan Riascos.
V
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
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La fiesta es una obligación
Epistemología y juego
Don Gerardo Burgos es un zapatero de larga data. Hoy con 90 años de edad,
después de haber fabricado “calzado de buena calidad” y haber cumplido con
cientos de encargos para las fiestas de navidad y semana santa, su ejercicio se
reduce, como el de muchos de sus colegas, a remendar por encargo los zapatos de
sus clientes. Su taller, “La remontadora de calzado don Gerardo”, es un pequeño
espacio que se ubica en la parte delantera de una casa antigua que lo comunica
con la calle. En el fondo, colindando con el patio, se encuentra el taller de uno
de sus hijos: Jesús. En esa casa honda y oscura, ubicada cerca del tradicional
mercado de los Dos Puentes, se erigen estos dos espacios como relatos de un
mismo tiempo, pero cuya tradición es distinta y confluyente. Aquí el zapatero
y el artista comparten buena parte del día, cada uno en sus oficios. Al final
de la jornada, se dirigen a su casa familiar ubicada en el barrio Panorámico al
nor-oriente de la ciudad.
120
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
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La fiesta es una obligación
y fiel a ella. Hoy reconoce que en este clima familiar adquirió buena parte de su
formación artística y su pasión por el carnaval, el arte y la música. Su trayectoria,
dice, deviene de cuatro espacios-tiempos de aprendizaje: su hogar, los talleres de los
artesanos, la Escuela de Artes y Oficios y la Facultad de Artes de la Universidad de
Nariño. Esta experiencia adquirida, hoy la desfoga tanto en su trabajo plástico como en
sus reflexiones sobre su propio ejercicio que denomina “epistemología del carnaval”.
Partamos entonces de algunas de las elaboraciones de este ‘saber de experiencia’
derivada, afectada o hilvanada, tanto de lo vivido como de lo pensado o sentido.
122
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
123
La fiesta es una obligación
Pero así como estos lugares han sido propicios para fomentar la conversación, para
Burgos Narváez los espacios callejeros son lugares para un imaginario múltiple. Aquí
lo imaginario prolifera, la ciudad habla. Habla de las trasformaciones, de sus hábitos y
de las narraciones que alguna vez habitaban su cuerpo y que en el presente perviven
como recuerdos en la memoria de sus habitantes. Habla de sus síntomas sociales, de
los fantasmas y los actores que recorren y caminan sus venas y articulaciones. Así, a
partir del fisgoneo cotidiano, de las tertulias callejeras y del vecindario, el personaje
extraño se hace visible. Con las narraciones y conversaciones que fluyen en estos
cronotopos que están entre el adentro y el afuera se define el personaje, la alegoría
o la estampa que estará en la escena callejera, esculpida como una máscara. De ahí
que, como dicen Deleuze y Guatari (1993) invocando la filosofía de Nietzsche, este
tipo de saber performativo no se deriva de conceptos abstractos, sino de perceptos
para la creación de personajes que operan sobre planos de composición de una
imagen-mundo y que pueden ser el barrio o la ciudad.
Del mismo modo que espacios más públicos son fundamentales para la imaginación
carnavalesca, los pasajes domésticos son fundamentales en la ejecución de estas
prácticas performativas. De la conversación al barro, de la casa a la calle; es
aquí donde se da forma y despliegan estas piezas carnavalescas. Esto acentúa,
expresa el maestro Burgos Narváez hablando de la casa, el aura espiritual y social
que la rodea, y que él asocia directamente con la experiencia común vivida y
a la preparación de los alimentos, ‘elemento material’ que acompaña tanto los
momentos previos como la fiesta misma. Estos elementos resaltados por el maestro,
sin duda, se dirigen a explicitar a la casa como contexto y contenido del relato.
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Así como Jesús Burgos Narváez recupera el legado artesanal y musical de sus
padres para ejecutar sus obras, Pedro Carlosama no duda en aceptar y fortalecer
sus ancestros y la sensibilidad de su familia en las suyas. Pedro es un joven artista
de origen campesino; su madre es una modista apasionada por las flores y su
padre un músico que suspendió su actividad. Actualmente vive en la zona rural
del oriente de Pasto, al otro extremo de la casa del maestro Burgos.
125
La fiesta es una obligación
El ejercicio del artista discurre entre su soledad creativa y la perforación del tiempo,
entre más avanzan, el taller se puebla de entelequias creadas y se torna sino familiar,
más colectivo; tanto lo uno como lo otro rompen la melancolía del artista:
Nuevos seres y nuevos mundos pueblan las casas de los artistas: trasformadas,
ya no solamente se comunican con el paisaje a través de una ventana o de un
espejo, sino que son atizadas y engullidas por las fuerzas creadoras de quienes las
habitan. El ejecutante ya no es el morador común “sino el morador de un universo
que soporta la casa (devenir)” (Deleuze y Guattari 1993: 182). Gracias al contacto
que el ejecutante establece con la vida, la imaginación y la emotividad, es como
un paso de lo finito a lo infinitito. Son estas imágenes las que pueblan la casa con
una gracia distinta a la inmanencia de la cotidianidad.
Las imágenes propias de los recuerdos, las evocaciones y la memoria infante, son
para él materiales esenciales en el proceso creativo:
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
En este tipo de plástica, todas las regiones existenciales pueden ser materiales en
el trabajo imaginal. Desde las imágenes más mediáticas hasta las configuraciones
subjetivas son parte de la imaginación: “Facultad donde se desarrolla nuestra capacidad
mimética por excelencia. Dado esto, es posible afirmar que la memoria nos permite
encontrar en nuestras experiencias pasadas las huellas sensibles y no sensibles entre
los objetos.” (Herrera 2006: 194). De tal modo que la experiencia de cada creador
no aparece encriptada en las facultades psíquicas, sino que está abierta a la gama de
registros expresivos de la vida social. La subjetividad, en lugar de permanecer como
contingencia, se desfoga e impregna la materia, juega con ella. Esta se ve habitada por
el horizonte de la subjetividad y engendrada por sus enunciaciones:
Los talleres son espacios de juego, y a su vez los artistas jugadores. Se puede
decir que el artista del carnaval se adentra en el territorio del juego y lo vive
anticipadamente, antes de ponerse en escena. O, retomando a Gadamer en sus
reflexiones sobre el arte, podría decirse que a través del juego el ejecutante accede
127
La fiesta es una obligación
Era menos técnico, las figuras eran menos elaboradas que las de
ahora. Se podría decir más ‘mal hechas’ porque todo el mundo jugaba.
El que quería jugar, jugaba haciendo las figuras que podía y como
podía. Se jugaba más con careticas metidas en la cabeza de uno y
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
vestidos como se podía. También las comparsas eran así, con cinco o
seis personas. Hacíamos las caretas en barro, usábamos el papel con
cola, cartón y yeso, y después se pintaba. Cuando se utilizaba cabello,
se lo hacía de cabuya. La primera comparsa que saqué fue Las Frutas
de Nariño, tenía una papaya, un banano y un aguacate, así hasta
completar siete. Luego saqué las verduras y con esa gané el primer
premio. Si no figuro en los libros es porque mandaba a inscribir el
número que iba a sacar y la persona que iba ponía el nombre de él,
no el mío (Gerardo Jurado 2011: entrevista).
Actualmente, como quien acepta el paso del tiempo y sus nuevos aires, en una
atmosfera intergeneracional, comparte con sus hijos y nietos este arte. Gracias a
esta aceptación, al asentimiento del relevo, las obras de la familia Jurado se nutren
de este intercambio de experiencia, y es Heiman, su hijo, el articulador de las
mismas: “El capitán de la comparsa”, como expresa su padre.
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La fiesta es una obligación
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
8 Las marionetas, ensamble de lo humano y lo mecánico han jugado un papel muy importante
en lo grotesco popular y en el romántico, aunque con diferentes matices (Bajtin 2003;
Fernández Ruiz 2004).
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La fiesta es una obligación
A sus 45 años de edad, tentada por el “juego y la alegría del carnaval”, y ciertamente
influenciada por la familia de su hermana que ya trabajaba en él, Trinidad se
incorporó con su familia a la comparsa Blanca Nieves y los siete enanitos. Hasta
1985 participó en esta modalidad; luego participó de manera individual en la
modalidad de disfraces, hasta que sus familiares tomaron diferentes rumbos de
vida y decidieron realizar sus propios trabajos. Quizá este sea uno de los sentidos
más vitales del significado de una comparsa. Hoy como un continuum, sus hijos,
hijas, sobrinos y nietos conforman sus respectivas comparsas, confirmando que
esta tradición se sigue gestando desde el vientre familiar.
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Doña Trinidad también recuerda que uno de sus trabajos lo logró a partir de una
muñeca de trapo:
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La fiesta es una obligación
Estamos ante unos ejecutantes sinceros y creativos que modelan para satisfacer
una necesidad espiritual provocada por su territorio existencial. Demuestran que
nos encontramos ante creadores que promueven una honda compenetración
entre el mundo figurativo, que modelan a partir del barro y el papel, y los
pasajes cotidianos y narrativos. Sobre esta particular estética insiste el maestro
Guillermo Solarte:
Retomando a Grosso, habría que agregar que este tipo de artes no se “devuelve
sobre la vida cotidiana, sino que no han salido de ella: no la reconstruyen sino
que a ella pertenecen (2010: 11). No por nada muchos de estos ejecutantes
coinciden en afirmar que la comparsa representa la vivencia misma. Aquí “el
narrador toma lo que narra de la experiencia; la suya propia o la transmitida, la
toma a su vez, en experiencias de aquellos que escuchan su historia” (Benjamin
1991a:4). Se trata de un movimiento perceptivo que nos habla de un mundo
sugestivo que se recuerda con afección: una vida poetizada por la experiencia
y el recuerdo, convirtiendo sus figuras, por acción de su gran sensibilidad, en
una variada franja de graciosas imágenes y paisajes de contrastantes colores
que se narra y perpetúa en la fiesta. Aún más, el interés por personajes y
acontecimientos triviales hacen que sus creaciones sean obras del pequeño
acontecimiento, en la medida que está de por medio el juego y el performance.
134
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Lo que puede ser imperceptible se capta y modela. Por tanto, un doble movimiento
es particular a este tipo de encentaduras: inscriben las imágenes en el tiempo y
el tiempo en las imágenes. Sus obras están cargadas de memoria y hechas de
tiempo. En cada caso la comparsa reinventa un hecho, dando prioridad al hecho
de ‘contar algo’, de escenificar algo. Lo sutil de la imagen que envuelve lo cotidiano
se vuelve acontecimiento, pues, como expresa el maestro Solarte: “La comparsa
es un cuento”. Se vuelve como tal en tanto hay afección. Si habíamos señalado al
juego como un elemento intrínseco a la elaboración de una comparsa, aquí se nos
presenta otro elemento que no se encuentra desvinculado: la teatralización. En
los dos casos, este componente recibe un tratamiento distinto. Las ‘artes plásticas’
devienen en ‘artes escénicas’, como los artesanos en actores (jugadores). Los
relatos del tacto comprometen ahora al cuerpo en su totalidad.
Expresa Agamben que “no es posible una imagen (phantasma), la cual es una
afección, un phatos de la sensación o del pensamiento. En este sentido, la imagen
mnémica está siempre cargada de mover y turbar el cuerpo” (2010: 14). Para el
caso de doña Trinidad, su cuerpo es turbado de forma doble o, más bien, de
múltiples formas, ya sea en el espacio mismo del taller donde transcurre el juego
que se traduce en enfrentamiento entre la pieza y el artesano o en el escenario
mismo, aquel donde la escultora se trasforma, como sus piezas, en actores. En las
corporalidades, como las de esta escultora y de muchos ejecutantes, la creación
y la performancia no parecen tener linderos definidos. Asimismo, en el doble
movimiento creativo que enfrenta al artista con la obra, con la pieza en el taller y
en la calle, el juego está presente. Nuevamente Pedro Carlosama:
Hay talleres que tienen una visión más humorística y se dedican a la sátira,
hay otros que se dedican más a la investigación; son nuevas propuestas.
Por ejemplo, un compañero sacaba siempre propuestas eminentemente
regionalistas con temas sacro-profanos, eran religiosas y lo profano de
él; entonces, él siguió trabajando esa tendencia, son talleres que se van
armando. En mi caso, yo hago una simbiosis de todo, trato de meter la sátira,
el humor, lo académico, el virtuosismo; no me encierro en una tendencia,
porque me ha dado resultado y me gusta, me agrada trabajar de esa
forma. Se puede decir que hay algo de la academia que no es tan positivo
porque esto se está perdiendo, porque en la rigidez, en el planteamiento
de ciertas propuestas ya no está la sátira, se pierde, ese es el síndrome de
135
La fiesta es una obligación
Y esta fuerza, esta gracia es precisamente lo que caracteriza a trabajos como los
de las familias Solarte y Jurado, y que estos ejecutantes jóvenes intentan recuperar:
No es que uno sea resentido sino que debe tener claras las cosas y cuando
se dicen hay quienes las interpretan como protesta. Un punto importante,
además de lo bonito y lo investigativo, es la mofa que está presente y
la sátira que me gusta meterle a mis trabajos. Desde el primer año en
el que participé con Santas vergüenzas utilicé la sátira, pero también la
parte investigativa, la estética tradicional y la estética no tradicional para
así componer una obra artística que tenga repercusión. Se trata de que
cuando pase la carroza, el disfraz individual o la comparsa, el observador
no se quede quieto, que haga algo, porque si uno solamente se centra en
lo bonito o en la investigación es difícil que la gente asimile el tema; se
vuelve muy elitista, y el carnaval es del pueblo, se genera en el pueblo
y es para el pueblo. Si la ironía no va acompañada de humor, a veces es
un poco extraña, toca campos que no debe tocar. El humor debe estar
presente, no generalizado, pero sí en esta modalidad donde se puede
tratar un tema con cierto humor por medio del mensaje, las piezas, el
color, las formas o el jugador (Carlosama 2008: entrevista).
136
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Por decir algo, el año pasado se trabajó sobre las fases lunares y
cómo inciden directamente sobre las personas. Había una fase que
era favorable para hacer dietas, sobre todo para las mujeres; entonces,
en una pieza me remití a algo social como la pobreza espiritual y el
mercantilismo, y saqué una pieza muy bonita sobre un cuerpo que
era totalmente esquelético, era eminentemente descriptivo, había una
contraposición: si era favorable para las dietas se suponía que iba en
beneficio del perfeccionamiento del cuerpo, pero yo lo tomé desde
un punto extremo que era la pérdida espiritual llegando a la anorexia.
Afortunadamente, la gente en el momento que la comparsa iba pasando
hacía comparaciones, a veces algo absurdas, como compararse con las
piezas. El primer año con Santas vergüenzas, por casualidades de la
vida, había ciertas personas que se parecían a los motivos que iban
saliendo y les decían: “ve, te pareces a ese muñeco”. Esas reacciones me
parecen bonitas y lo que se genera me parece interesante porque mi
trabajo lo hago más como un ejercicio racional. Lo importante es que la
sátira y el humor que se le imprime estén acompañados de un trabajo
serio. Esto es algo que solamente se da en el carnaval, en el momento de
la euforia y de la alegría; entonces, independientemente del puesto que
se ocupe, esas reacciones son mi satisfacción, porque me hacen entender
que el trabajo fue bien realizado (Carlosama 2008: entrevista).
137
La fiesta es una obligación
profesionales, huelga insistir que muchos de los elementos señalados están presentes
en la actividad artística de otras modalidades y son simultáneos, se convergen, como
en la propuesta del mismo Carlosama. Por eso, nada de extraño tiene que en estos
movimientos artísticos, el sueño se anteponga y dé pie a la investigación, o que la
racionalidad y la creencia se junten como el barro y el papel. Carlosama expresa:
De manera contraria a las bellas artes que “han sido una lección de humillación
intelectual” (Buck-Moors 2001: 53), esta tradición ha hecho un uso táctico de ellas.
Tanto las técnicas tradicionales como las propiciadas por la academia, tanto la
emotividad como la investigación, la espontaneidad y lo conceptual, se encuentran
ahora comprometidas en obras como las del maestro Carlosama:
138
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
(2000) que lo popular no es un cuerpo textual sino una manera de utilizar los
textos culturales, vemos claramente cómo los ejecutantes se apropian de diferentes
tácticas para ensamblar, diría Burgos, sus obras (2011). Cuando las artes son muy
diferentes, las continuidades y discontinuidades advierten formas de réplica e
interpelación desde las prácticas mismas, que en este caso son heterogéneas,
y se vinculan directamente con saberes cotidianos y la experiencia social de
cada ejecutante. Es este movimiento inmanente lo que ha permitido extender
la experiencia, innovar la tradición, contestar los cánones que se han venido
estableciendo y ampliar los horizontes de este tipo de representaciones.
Todos estos movimientos, como expresa el maestro Raúl Ordoñez (2008), “demuestran
que el carnaval es un espacio de escultura” y que cada forma de trabajar de los
artistas siempre ha sido una respuesta a la tradición. Por lo tanto, es imposible
entender el principio de construcción de sus obras sin que estas no se relacionen
con sus antecesores. Pareciera que en las artes del carnaval existiese una re-escritura
inmanente del hacer y que cada nueva obra fuese una respuesta a su antecesora.
Por esta actitud, las obras cambian de acuerdo a las prácticas y a la transformación
de sus percepciones: el carácter experimental, la experiencia; la espontaneidad y
genialidad; la improvisación y el virtuosismo; las adecuaciones sociales y personales,
así como la introducción de rasgos subjetivos y patéticos, siempre han jugado un
papel fundamental en la renovación carnavalesca que fortifica la pluralidad expresiva
característica a este carnaval, sea en la elaboración o en la puesta en escena.
139
La fiesta es una obligación
De ahí en adelante, este maestro, además de reenviarnos en los últimos años con
sus trabajos a otro tipo de imágenes, ha establecido un importante compromiso
y liderazgo con la Asociación Caminantes del Carnaval, organización que agrupa
140
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
a los artistas que trabajan las modalidades de disfraces, murgas y comparsas, que
tuvo como a uno de sus fundadores a doña Trinidad Vallejo. Por lo tanto, para
Pérez, su incursión en estas artes ha significado otro tipo de experiencia social que
no la encontraba en el arte académico:
Dentro de los espacios hay algo que es muy chévere, por ejemplo:
las vivencias que se hacen en el taller, esas vivencias nocturnas; en la
noche vienen muchas personas, vienen de otras carreras u oficios y
se involucran en este taller al son de un tinto, a veces, al son de un
licor o un aguardiente se charla y se cuentan vivencias de lo cotidiano
y del devenir del día, y se van realizando los trabajos. Creo que eso
es algo que no consigo en la facultad o que no se lo consigue en el
arte académico, que es como encerrarse y vivir muchas veces el arte
de manera unipersonal, porque los artistas plásticos muchas veces
somos muy singulares, muy encerrados dentro de nuestro taller y
todas estas situaciones; aquí es más amplio, entra la comunidad, los
amigos y otras personas a trabajar en la elaboración de estos motivos
(Pérez 2011: entrevista).
Pero así como carnaval le ha permitido explorar un tipo de taller más social,
relacional y otras experiencias, le ha permitido también la libertad de proponer
otras ‘formas estéticas’:
141
La fiesta es una obligación
En este ámbito de experiencia, el maestro Diego Pérez plantea una propuesta que
pretende “establecer un diálogo entre investigación y la creación artística” (2006:
80), en tanto “la investigación para pensar y la creación para sentir” que se dirige
a la plástica del carnaval. Por ende, en esta posibilidad de praxis, la subjetividad
y la vivencia del investigador-creador no se excluye, tampoco los sentimientos, ni
como hemos dicho, la espontaneidad:
Creo que todos los artistas tienen algo de locura. Sí, porque muchas
veces hay que estar un poco loco para hacer unas situaciones que uno
dice: “¿¡ay caramba, de dónde sale esto!?” Estar un poco más en ese otro
lado, que es menos científico y más llevado hacia la parte visceral, a los
sentimientos, más a lo que uno siente que a lo que piensa; de pronto, en
esa situación tendríamos ese espacio de locura. Este mismo momento, al
echar la pintura, a veces mientras uno trabaja con estos procesos químicos
se inhala estas sustancias y eso sirve como un enteógeno. Entonces, todo
esto da esas locuras, esas situaciones que uno, en ocasiones, no sabe por
qué salieron ni se las explica. ¿Esto salió o sería que la resina me ayudó?
Creo que el carnaval es toda esa magia que viene y está impresa en todo,
que surge de los químicos y productos como del mismo pensamiento
que uno hace; de ahí creo que se basa esa locura espontánea que surge
en el taller (Pérez 2011: entrevista).
He aquí nuevamente la huella del otro saber que afecta las representaciones.
Si hemos dicho que el cuerpo participa de manera múltiple en las génesis
de estas imágenes, es porque él mismo ha experimentado estos encuentros
e incursiones. De ahí que corporalidad en todas sus manifestaciones no se
piensa como ‘espacio cero’, por el contrario, se despliega como materia misma,
como el mismo barro. En esta concepción del taller y del trabajo creativo, el
maestro Pérez ha desplegado un tipo de proyecto que se puede distinguir de
los anteriormente referenciados, tanto por las temáticas como por su forma
de expresión. Desde cuando comienza su trabajo, este maestro ha acentuado
en dos aspectos que han estado presentes y latentes de una u otra manera en
el carnaval, a los cuales otorga un tratamiento más específico: me refiero a la
representación misma del pasado y a la cuestión del ‘sincretismo’, del ‘mestizaje’,
a través de un tipo particular de estética, de escultura y uso del color.
142
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
diseñadas como las de los Jurado, este maestro pasa a dar vida a su primer motivo
llamado Ciudad Totémica, trasladando una técnica religiosa al carnaval:
Nuevamente las afecciones son el motivo de inspiración. Para Diego fueron las
habitaciones de la casa de su abuela, decoradas con altares “conformados en
repisas barrocas portando imágenes de diferentes santos, suspendidos sobre
aquellas tapias de barro prensado con sangre de novillo” (2006: 69). Las imágenes
retenidas del primer cosmos, del mundo ritual, las de los espacios sacros, por la
memoria del creador, son trasladadas al universo del carnaval.
Se trata de una traza que utiliza el canon y la desfiguración, la cual puede expresarse
en una dialéctica entre la figuración y la desfiguración que permanece en todo el
proceso. Si bien el boceto y el dibujo en el papel, le permite a este ejecutante
delinear y sustentar el mundo figural, es “la escultura, el dibujar por intermedio del
barro” (Pérez 2006:78) quien le concede a lo que es imaginario, una materialidad
bidimensional o tridimensional que cobra mayor factura con la actuación del color:
143
La fiesta es una obligación
Pero esta particular realización del color que engrandece, desfigura, metamorfosea
y trasfigura la materia, proviene de un paisaje múltiple:
Y de una gama y técnica que se traslada creativamente al carnaval para que sea
una escena de cruel dureza:
De ahí que las imágenes del tiempo y del devenir estén presentes latiendo como
un constante impulso en el cuerpo y subjetividades de estos creadores y en sus
mismos talleres. “Por eso yo la mayor parte del tiempo, estoy viviendo en los
siglos pasados”, decía el maestro Alfonso Zambrano (1998) al hablar de su taller. O
el maestro Ordoñez: “En este momento lo que estamos haciendo es como revivir
la historia, haciendo como Dios, creando en este caso el primer muñeco del
carnaval 2009” (2008: entrevista). De ahí que un elemento fundamental en estas
figuraciones sea la relación que los ejecutantes proponen con las imágenes de la
144
Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Uno hace una retrospectiva sobre las situaciones que ha mirado, las que
ha investigado o las vivencias en los pueblos, por lo cual lo que uno
hace son representaciones de cosas que han pasado. En mi caso, en los
procesos anteriores, he hecho representaciones de los chamanes, de
los danzantes… Corpus Cristi era una investigación sobre los danzantes
de Cuátines Nariño, hay otros danzantes que son los de Males que
tienen una similitud, pero prácticamente era hacerle una ‘vivencia’ a la
parte espiritual que trabaja el danzante como tal, y eso fue sacado de
allá y representado en el carnaval; esa es la retrovisión que nosotros
hacemos (2011: entrevista).
Puede ser como encontrarse, como resaltar algo que está en el pasado, que está
en el olvido y que muchas veces lo miramos y vemos, pero nunca lo enaltecemos,
o sea, simplemente está ahí y, a veces, no tenemos esa óptica de sacarlo, pero
gracias al carnaval se nos permite. El carnaval es una ventaja que permite sacar
esas vivencias que están ahí, que están en nuestro medio y que muchas veces
durante todo el año nunca las visualizamos o no podemos representarlas porque
no hay el espacio; entonces, a nosotros nos parece que el carnaval es un medio
para hacer eso, para representar esas cosas que están al lado de uno, y que
muchas veces uno es miope y no las ve (2011: entrevista).
145
La fiesta es una obligación
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Sin embargo, aclara que la diferencia entre estas dos formas de representación
no es tajante. Por ello opta por decir que la conciencia dispone de distintas
gradaciones de la imagen, no sin expresar críticamente que en la cultura occidental
prevaleció el pensamiento directo en perjuicio de la imaginación y los modos de
pensamiento indirectos. Este decurso presupone el predominio de una historia y
de una pedagogía que llega por doquier hasta nuestros días.
Pero la victoria de los iconoclastas no parece haber asimilado todos los cuerpos
y territorios, como la de estos creadores que hacen las imágenes, su manera de
pensar, decir, tocar y actuar, construyendo con ellas un arte que colinda entre lo
figurativo y lo surreal, como ya la advirtió anteriormente el maestro Raúl Ordoñez
o en estas palabras Diego Pérez:
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La fiesta es una obligación
La imaginación colorea de distintas maneras las figuras que gustaría ver el creador.
Por o con ella, el ejecutante salta de un lugar a otro, de un tiempo a otro, creando
nuevos hechos o hechos analogados a pesar de la distancia que devora, como dijo
alguna vez Lezama Lima:
La imagen salta entonces entre las encrucijadas del pasado y del presente, del
sueño a la vigilia, pero no como el logro de una materialidad reproducida, sino
entrevista, atizada y recreada por la imaginación simbólica, como agrega el
maestro Wilson Josa:
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Comparecer: cuerpo, memoria y teatralidad
Nosotros pensamos que nos gusta mucho trabajar con el barro porque hay
un placer estético y también sensorial al trabajar con él. Es una caricia con
la tierra en donde todos los personajes que surgen del barro forman parte
de nuestro interior,9 de nuestro propio Yo, pero también en el fondo le
pertenecen al mundo, a la comunidad, al pueblo (2008: entrevista).
9 El Ello “es, precisamente lo real que nos habita -y no deja de ser notable a este propósito
que tanto lo uno como lo otro, el ello y lo Real, rechacen cualquier otro género que no
sea el neutro” (González Requena 2010: 12).
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La fiesta es una obligación
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Foto 39. Detalle de año viejo. Autor Leonard Zárama. Tomada por: Javier Tobar.
VI
Restancia/resistencia
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La fiesta es una obligación
Son las manos de estos artesanos que buscan continuar este camino, o simplemente
‘aficionados’, los encargados de dar forma a estos particulares monigotes. Artesanos
que, si bien reconocen que sus elaboraciones no requieren del tiempo y los
acabados que se exigen en otras modalidades, sí indican claramente que estas
creaciones giran en torno a formas de trabajo e intencionalidades carnavalescas
particulares. Nuevamente el maestro Burbano:
Nos gusta más esto porque es más directo, además, porque facilita hacer
las cosas. Es una caricatura y debe ser bien hecha, por lo que permite
ser más directo, mientras que en una carroza no se puede decir nada,
son temas de imaginación y fábula, otras cosas; esto es más abierto,
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Restancia/resistencia
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La fiesta es una obligación
su parte terapéutica, además el manejo del barro para el trabajo del paciente
es maravilloso, sobre todo para los pacientes con retardo mental, ya que se
vinculaban en la parte viso-manual que es de gran importancia para ellos, el
contacto con el barro les ayuda mucho (Rosero 2006: entrevista).
Uno se da cuenta que hay que embarrarse del paciente para aprender, lo
mismo hace el paciente con los materiales, se embarra, se ensucia para
saber qué es el contacto. Ha habido casos en los que algunos quieren
probar los materiales, por ejemplo, la arcilla, por la textura la miran muy
bonita y piensan que la pueden probar, luego se dan cuenta que no
pueden hacerlo y eso les ayuda a ubicarse. El paciente se ubica en tres
esferas: tiempo, persona y espacio, y todas estas actividades sirven para
que se ubique en esas tres dimensiones, lo que es supremamente bueno.
El avance se mira, sobre todo, en la parte afectiva cuando el paciente se
relaciona con otros pacientes e incluso aprenden a respetarse el espacio.
Muchas falencias en el tratamiento pueden ser superadas con esta terapia
del trabajo de carnaval (2006: entrevista).
Como en los contextos señalados en los que la actividad creadora resultaba una
labor que si bien altera la cotidianeidad, le permite al ejecutante instaurar una
realidad alterna, aquí el juego actúa como un efecto terapéutico:
156
Restancia/resistencia
Por ende, realizar un motivo de carnaval significó para ellos una salida o una
forma de menguar las secuelas de sus patologías. Carnaval y cura:
157
La fiesta es una obligación
Sin embargo, la participación de este colectivo fue suspendida en los últimos años
por los directivos del hospital.
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Restancia/resistencia
Con esta convicción, y como es frecuente en varios barrios de nuestra ciudad, ellos
elaboraron sus primeros monigotes a partir de restos de madera para concursar en
los desfiles de su sector. Al respecto, el maestro Bucheli, expresa:
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La fiesta es una obligación
Hay veces que nuestros amigos se separan por sus trabajos; entonces,
al otro año nos volvemos a encontrar para la elaboración del año
viejo. Antes, por ejemplo, cuando éramos muchachos, manteníamos
juntos, ahora ya empiezan a formar sus hogares y tienen compromisos;
entonces, es más difícil reencontrarnos. En este momento nos reunimos
como compañeros, como amigos de la cuadra para realizar esa creación,
nos encontramos y sentimos mucha alegría, estamos todos juntos como
cuando éramos niños. Por eso el 31 de diciembre estamos agradecidos
con el desfile de los años viejos, porque aparte de ganar o no ganar, el
desfile es volvernos a encontrar como amigos y como la gran familia
que todos hemos tratado de ser. O desde la mitad de año pensamos
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Restancia/resistencia
qué vamos a hacer para la creación, ahí empiezan las reuniones con
los compañeros, cómo será la financiación, qué altura va tener, y más o
menos en noviembre concretamos la idea. Nos reunimos con un grupo
de amigos del barrio, también con nuestras esposas, tratamos de hacer
figuras alusivas al 31 de diciembre, que es el desfile de los años viejos.
Las figuras son satíricas, haciendo un llamado de atención para que
vean cómo está este país (2011: entrevista).
161
La fiesta es una obligación
Así, los bares, los mercados y las cervecerías, como los anteriores talleres, se vuelven
lugares de enunciación, espacios para la creación de los discursos carnavalescos.
“Espacios sociales”, “sin campanario”, señalaba Scott, no sin referirse a los trabajos de
E.P. Thompson y Christopher Hill, como lugares en los que los subalternos gozaban
de mayor autonomía para la libertad intelectual y para la estimulación de formas
discursivas excluidas de la jerarquía y la etiqueta, como la parodia, la blasfemia,
lo grotesco, la fiesta y los cuentos populares. Asambleas locales de subordinados,
considerados por las autoridades como “lugares de subversión” (Scott 1990:178).
Desde su aparición en el carnaval, en los años treinta, estas piezas han sufrido
varias transformaciones, tal como lo confirma el maestro Burbano, quien en su
larga trayectoria y durante muchos años ha participado simultáneamente en las
modalidades de carrozas y años viejos:
1 Para ofrecer una visión más amplia de los actores sociales y estos particulares monigotes,
remito al documental Duelo y Risa, que se elaboró en el marco de esta investigación y que
se encuentra adjunto a este libro.
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Restancia/resistencia
Fabio Muñoz, uno de los más comprometidos artesanos que lleva alrededor de 30
años participando en los carnavales, también acentúa lo que para él es una de las
principales trasformaciones de estos motivos:
163
La fiesta es una obligación
Hemos dicho que una de las principales diferencias con las comparsas o carrozas
es que estas esculturas no requieren de un trabajo tan intenso y arduo. Así mismo,
que no nos conducen al mundo de la fantasía y al pasado colectivo, sino a las
problemáticas o hechos del presente inmediato. Si las primeras nos remitían a
escenas cuyos personajes cotidianos, fantásticos y míticos son habitantes de la
calle popular, del sueño y de la ora-literatura, estas nos remiten a escenarios y
personajes públicos. Al respecto el maestro Héctor Risueño acentúa:
Existen hechos que van sucediendo durante todo el año, lo que hacemos
es una crítica a esos hechos. Con los años viejos lo que se trata de hacer
fundamentalmente es una crítica, nos valemos de las opiniones de la
gente, recogemos mucha información, para saber cuál les ha parecido el
hecho más importante del año, luego nos ayudamos de las caricaturas que
han salido en la prensa. Por ejemplo la del año 2009 que fue el Paracio
de Nariño. Entonces Vlado a través de la caricatura sacaba los hechos
que iban sucediendo durante la semana, y nosotros sacamos eso en año
viejo y montamos todo lo que había hecho Uribe durante ese año y lo
caricaturizamos (Risueño 2011: entrevista).
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Restancia/resistencia
Tenemos, en este caso, que la elaboración de años viejos está vinculada claramente
con un contenido económico y político, y no está en ningún momento disociada de la
vida social de los ejecutantes sino totalmente ligada a los acaecimientos y problemas
sociales de lo cotidiano y más aún con las acciones individuales o colectivas de sus
agentes/ejecutantes. Sobre esto nos dice el maestro Álvaro Bárcenas:
165
La fiesta es una obligación
Existe por ende una estrecha vinculación entre lo leído y lo representado; entre
el virtuosismo, la creación y la política; entre el texto creado y la acción o los
agenciamientos sociales y políticos, que como se lee no se reducen al radio del
Mismo, es decir, al de sus ejecutantes, sino que se extienden a los sentidos del
munus, llámense sectores sociales y populares.
Uno de los valores estéticos es parte del canon: un año viejo tiene que ser
representativo, grande, tiene que ser chistoso, tiene que ser lúdico. Otro
valor estético es el acabado de la pintura, sacar los colores piel, caracterizar
al muñeco, tratar de sacarlo lo más parecido (García 2011: entrevista).
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Restancia/resistencia
De ahí que la figuración de estas esculturas tenga como tarea semejar, acción
que según dice Jean-Luc Nancy, compete a las artes del retrato y al arte
representativo en general:
Foto 45. Figura de año viejo. Taller: Colectivo el Rebusque. Tomada por: Jonnathan Riascos.
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La fiesta es una obligación
dimensiones. Aquí el barro que servía para recordar lo que se está perdiendo,
para enaltecer incluso algunos personajes, es utilizado para rebajar y degradar
a los sujetos representados. Respecto a ello, lo dicho por Jabés parece aquí
tener mucho sentido: “Hacerse semejante, no es perverso placer de imitación;
es un acto subversivo, la manifestación de una viril subversión de la naturaleza
y el espíritu” (1984: 118).
Retratos, fotografías, caricaturas, son el soporte para que los ejecutantes modelen
de manera deforme y cómica al personaje:
Pero mientras la traza de los rostros se ajusta a la semejanza, existe más libertad
en la deformación del cuerpo. Por lo tanto, la exageración (hiperbolización) es
uno de sus atributos. Por ello Bajtin expresaba que “la exageración de lo negativo
(lo que no debería ser), hasta los límites de lo imposible y lo monstruoso,
constituye el rasgo esencial de lo grotesco” (2003: 276). Pero en estas esculturas,
como en la caricatura, las exageraciones de caracteres se basan en atributos
concretos y no en un mundo fantasmagórico donde el color, por ejemplo,
actuaba multiplicando las lecturas de lo real.
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Restancia/resistencia
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La fiesta es una obligación
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Restancia/resistencia
Pues si nos toca vestirnos, nos toca. Aparte de eso somos músicos;
en el desfile nuestra labor también es ir cantando y tocando los
instrumentos para darle alegría al grupo. Pues, más que todas las
viudas, los hombres que se visten de mujer, hacen su danza ahí, su
alboroto y su recocha. Y la música es la alegría del grupo, imagínese
si no hubiera música fuera como apagado; la música es lo que da
alegría (Bucheli 2011: entrevista).
En la escena, el humor, la ironía, las injurias, los gritos, los insultos escatológicos,
los sermones, los discursos carnavalescos, la música y el baile son los lenguajes
que utilizan los actores para representar su motivo. Respecto al texto musical,
cabe agregar que se buscan temas alusivos a los motivos representados e incluso
algunos pueden surgir de los mismos colectivos.
171
La fiesta es una obligación
Así mismo, esta denuncia debe contrarrestar la rima y el humor: “Lo importante
es que sea algo gracioso, algo jocoso que concuerde, que tenga rima; eso es lo
que le gusta a las personas, esa es la característica que debe tener un testamento”
(Bárcenas 2011: entrevista).
Pero también se debe hacer un análisis con un acento local, porque según las
palabras de Fabio Muñoz:
Voces y palabras que pueden estar enunciadas por personajes específicos que
representan al pueblo se ponen en escena, porque “El testamento consta de
tres partes: el editorial, las versadas del indio y la despedida. En la despedida
se utilizan términos de Pasto y Nariño como: bambaludo, mocoso, lagañoso”
(Muñoz 2011: entrevista).
Acontece que este tipo de personajes vociferan con insultos o injurias de acento local
contra el monigote que representa algún tipo de soberano, o con elogios irónicos
172
Restancia/resistencia
y ambivalentes. Aquí, como dijo Bajtin, estos dos lenguajes que se encuentran
separados son materiales fundamentales para construir este tipo de textos:
Elogios e injurias son las dos caras de una misma moneda. El vocabulario
de la plaza pública es un Jano de doble rostro. Los elogios, como
hemos visto, son irónicos y ambivalentes, colindando con la injuria;
están llenos de injurias, y no es posible distinguir unos de otros, ni
decir dónde comienzan y dónde terminan unos y otros (2003:149).
Pero no todos los testamentos son iguales. Existen, como dijimos, algunos que
tienen una trayectoria más larga y por ende han logrado construir su propio
estilo, como sucede con El perrero del indio Cuatis que tiene componentes,
ciertamente definidos:
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La fiesta es una obligación
Finalmente, habría que decir con plena conciencia que en países como Colombia la
denuncia y la lectura crítica son estigmatizadas e incluso ‘castigadas’. La elaboración
de estos monigotes es vista claramente como tácticas de enunciación y denuncia:
174
Restancia/resistencia
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Foto 47.Plaza del carnaval 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
F
VII
Fiesta y devoción
G adamer tiene mucha razón cuando expresa que “sólo hay fiesta
en cuanto se celebra” (1997: 169). Sin embargo, hemos tratado de
mostrar que la experiencia de la celebración de la fiesta se debe a
otras temporalidades. Si la primera se muestra como un presente sui generis
es porque muchas experiencias la hacen posible. Por eso a toda fiesta le
antecede, como dice Duvignaud, “un movimiento de proyección hacia
adelante y como de preconcepción de un suceso” (1997: 127), que se apodera
de los actores antes de la participación o celebración. Para el caso de nuestro
carnaval, hemos advertido que a esta temporalidad propiamente festiva le
antecede una experiencia creativa y lúdica que corre entre los sujetos y
los lugares más cotidianos. Hemos visto que durante buena parte del año
estos cronotopos adquieren varios sentidos para la existencia, toda vez que
tiene lugar una suerte de conversión o de ruptura de los actos propios de la
vida rutinaria. Porque existe un compromiso con un acontecimiento ritual:
mirábamos cómo los actores cotidianos trascendían el tiempo profano de
179
La fiesta es una obligación
Si bien es cierto que las representaciones de estos ritos aluden de alguna manera
a una suerte de expiación de la muerte y del conflicto, no es menos cierto que
sus historias sean producto de las luchas culturales o del agudo testimonio de los
conflictos o pulsiones internas que debemos vivir. Quizás por ello no puede dejar de
insinuarse que su trayectoria es también el vestigio y la marca de múltiples conflictos
sociales y simbólicos que hacen de su historicidad un tejido bastante complejo
y heterogéneo. En cada contexto en donde han emergido como acontecimiento,
los actores lo han vivido de acuerdo a sus experiencias y confrontaciones. Así,
el Carnaval de Negros y Blancos no es un acontecimiento ontológicamente dado,
sino históricamente constituido por múltiples presencias, traducciones, relatos e
interpelaciones de lo cultural, lo religioso o lo simbólico. Siempre ha estado, como
una máscara, modelándose y transformándose. Así que varias de las imágenes
esculpidas en los distintos talleres tienen mucho que ver con estas conjunciones
o disyunciones culturales. Esto cuenta también para nuestras experiencias e
historicidades que nos envuelven como las capas de papel en el barro.
180
Fiesta y devoción
La risa navideña
181
La fiesta es una obligación
Esta quizás fue la lógica cultural que perduró en las fiestas dedicadas a
Dionisos, Baco y Atis, contra las cuales el cristianismo luchó incasablemente.
Considerando al carnaval como una práctica pagana o impía, el cristianismo
tendió a controlarlo, purificarlo o abolirlo. Aunque las relaciones que mantuvo
la iglesia con el carnaval no fueron iguales a lo largo de la Edad Media, Peter
Burker plantea que católicos y protestantes no mostraron igual hostilidad hacia
la cultura popular y el carnaval, ya que “la reforma católica tendió a identificarse
con modificación, mientras que la protestante con abolición” (2005:305). Uno de
los principales debates que configuran estos sentidos del carnaval se enmarcó
en el contexto de la Reforma Religiosa:
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Fiesta y devoción
se convierte, junto a navidad, Pascua, Ascensión y Pentecostés, en una de las más grandes
fechas del año religioso. Lo que refuerza la atención de la gente de la Edad Media con
respecto a estas fiestas, lo que les confiere definitivamente su carácter de fecha es que,
aparte de las ceremonias religiosas especiales, y con frecuencia espectaculares, que las
caracterizaban, eran los hitos de la vida económica: fechas de los pagos agrícolas, días de
fiesta para los artesanos y los obreros. Tiempo clerical porque el clero, por su cultura, es
el dueño de la medida del tiempo […] El tiempo clerical está igualmente sometido a este
ritmo, la mayoría de las grandes fiestas religiosas no solo reemplazan a fiestas paganas
que se hallan, a su vez, en relación directa con el tiempo natural —la navidad, por poner
el ejemplo más conocido, se fijó para que sustituyera a una fiesta del sol en el momento
del solsticio—, sino que, lo que es más importante, todo el año litúrgico se adapta al ritmo
natural de los trabajos agrícolas” (1999: 157-158).
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La fiesta es una obligación
Son estas circunstancias las que conllevan al filósofo de las imágenes a las
antinomias del terreno alegórico del trauesrpiel, movimiento donde lo escrito
tiende a la imagen visual:
2 En la introducción que hace José Muñoz a la obra de Benjamin aclara que el término Trauerspiel
(plural: trauerspiele), significa literalmente “obra teatral fúnebre o luctuosa” (de trauer: duelo,
luto, y spiel: espectáculo) y se empezó a utilizar en Alemania en el siglo XVII en lugar de la
palabra de origen griego Tragodie (1990: 20).
184
Fiesta y devoción
Dicho en otras palabras: “Si la Iglesia hubiera podido sin más ahuyentar a los
dioses de la memoria de sus fieles, la alegoresis jamás se habría producido.
Pues la alegoría no es el monumento epigonal de una victoria, sino la palabra
destinada a exorcizar un resto aún intacto de la vida de la antigüedad”
(Benjamin 1990: 219). Por consiguiente, para Benjamin las distintas fases del
proceso de alegoresis occidental:
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La fiesta es una obligación
Retomado uno de los argumentos del ensayo que Bataille dedica al Erotismo
(1988), podría expresarse que si el cristianismo expulsó al erotismo del reino de
lo sagrado confundiéndolo con el mal, los excesos del cuerpo, de la palabra y
del ademán son destinados a sepultarse temporalmente, como las sardinas del
carnaval, en el terreno de la cuaresma. No obstante, el triunfo de la cuaresma
puede leerse de manera más amplia como el empeño de limitar lo sagrado y
lo profano, de acuerdo a un tipo de religiosidad que al mismo tiempo intenta
destruir otros rastros de lo sagrado, imponiendo, según Fernando Vicario, una
visión monoteísta de ‘inflación’ de la culpa:
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Fiesta y devoción
Sin embargo, Vicario más allá de esta dualidad; enfatiza ya no en el carnaval como
una forma culposa o pecaminosa, sino que le atribuye un carácter espiritual:
Esta fiesta era considerada como una república simbólica que significaba, según
Frazer, un retorno a los tiempos míticos y la ‘Saturnalia’, una suerte de restauración
de este tiempo, ya que el dios de las picardías, representado simbólicamente de
distintas formas, resucitaba. Estos y otros aspectos han conducido a argumentar
que las ‘saturnales’ guardan mucha relación con los carnavales de Italia, Francia
y España, países que han recibido mucha influencia de Roma. Para el etnólogo
187
La fiesta es una obligación
Muchos de estos aspectos serán corroborados por Bajtin, quien además de describir
algunas de estas prácticas advierte que esta tradición supervivió hasta la Edad
Media, jugando un papel muy importante en la cultura cómica popular. Él mismo
advierte que este tipo de rituales tenían una estrecha relación con el tiempo, con
los cambios históricos y sociales y con las transiciones, ya que en estos rituales
ponían mucho énfasis en la renovación, oponiéndose a los regímenes establecidos.
Las imágenes festivas encarnaban la topografía de “un tiempo dador de vida y
muerte, que transformaba lo antiguo en lo nuevo e impedía toda imposibilidad
de perpetuación” (Bajtin 2003: 78). Se trataba de una mirada que se proyecta al
porvenir o de un imaginario del tiempo que juega y ríe; pues en este imaginario
la risa festiva no deja de estar vinculada con la alegría de las sucesiones y cambios
temporales, así como con las mutaciones corporales. Por ejemplo Barreto, expresa
sobre la navidad en la religión católica que:
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Fiesta y devoción
189
La fiesta es una obligación
2003: 72). Después de la Edad Media y con la Modernidad, tanto los festejos
de navidad como los carnavales, sufrieron múltiples transformaciones y tomaron
diferentes rutas, tanto en Europa como en las sociedades donde se expandieron,
al igual que sucede en San Juan de Pasto, donde los ritos de la navidad y el
carnaval tienen un particular acento por las formas como se entrecruzan.
Pese que a partir de este relato bíblico y a través de diferentes recursos como
cantos, pesebres y representaciones dramáticas que narran la vida de Jesús,
se instituye este ciclo o temporalidad en contextos como San Juan de Pasto,
como una operación de fe, esta articulación ha configurado un proceso ritual
heterogéneo que se prolonga a lo largo de un mes, que inicia el siete de diciembre
y finaliza el seis de enero: el día de las velas, la fiesta de La Inmaculada, la novena
de aguinaldos, la navidad, las fiestas de santos inocentes, los rituales de fin y
comienzo de año y los días de carnaval, son las principales celebraciones de
este periodo. A caballo de varios mitos y ritos de tradición católica, se presenta
una concepción religiosa y cósmica del mundo que mixtura la devoción con la
alegría, la piedad con la fiesta, el juego con el arte, la religiosidad con el carnaval,
el mito con el ritual, las plegarias con el humor, el arte con la narrativa. Aspectos
que se hallan representados y escenificados de diferente manera en los actos y
producciones simbólicas locales.
Si bien es verdad que cada una de estas fiestas y ritos tienen un origen y una
devoción particular, su trama se encuentra dinamizada por múltiples textos, prácticas
190
Fiesta y devoción
Asimismo, si bien es cierto que la alegoría y los procesos alegóricos, entre otras
derivaciones “están de acuerdo con la conocida derivación etimológica de la
palabra a partir del griego, en el sentido de que en la ‘alegoría’, se trata del “‘otro
discurso’ —allos: otro; y agoreùo: hablar públicamente—” (Weigel 1999: 169) y
su uso, como hemos dicho, ha estado vinculada con la confrontación cultural
o religiosa, ¿cómo es posible leer sus usos y derivaciones en otros contextos
históricos, que en todo caso no son ‘originalmente’ los suyos o por lo menos los
referidos, como en la temporalidad festiva que abarca la navidad y el carnaval?
¿Qué matices adquieren los diferentes actos y lenguajes que la constituyen?
Como la singularidad y la historicidad deben juzgarse a partir de las prácticas
y sus operaciones culturales (De Certau y Girad, 1999), pienso que nuestras
mismas huellas nos ayudan a descifrar las experiencias. Pero como es difícil, se
comprenderá, seguir el entramado general, retomaremos algunos de los hilos
191
La fiesta es una obligación
de esta trama o drama. Algunas escenas e imágenes con las cuales construimos,
celebramos y vivimos estos actos festivos, como la navidad, en medio de sus
ambigüedades, contrastes y claroscuros.
192
Fiesta y devoción
que no hemos podido tenerla”. Pasan muchas cosas y uno muchas veces
se disgusta, explota y quiere dejar todo tirado, eso forma parte del antes,
incluso económicamente cómo voy a empezar a recolectar desde la plata
hasta el montaje (2008: entrevista. Énfasis agregado).
Dado que la fiesta hace su arribo con los ritos de la navidad, en los últimos días
de noviembre y los primeros de diciembre, los actores sociales nos disponemos
para vivir la fiesta. En este preciso momento, cuando la temporalidad festiva ya ha
iniciado su tránsito, la conjunción de múltiples operaciones en las casas, calles y
barrios se despliega de distinta manera y en los talleres de los artistas del carnaval
el trabajo se hace más intenso. Pero ya que están de por medio diferentes relatos,
ritos y actos, los frutos de los mismos tendrán en el terreno de lo imaginario
y lo simbólico diferentes derivaciones celebrativas. Lo mismo sucede con las
experiencias religiosas3 de los actores, pues no todos vivimos y participamos por
igual en todos los actos y relatos que hacen parte de esta temporalidad festiva,
toda vez que perviven de manera antagónica o disonantemente.
Como anuncio de un tiempo y una alteridad que están porvenir, las casas se
pintan y engalanan: sus espacios comienzan a transformarse en beneficio de
la dramatización y prolongación del tiempo festivo. Los espacios externos y
comunicantes con el afuera: fachadas, ventanas, balcones, jardines y andenes son
decorados con luces multicolores y con distintas imágenes navideñas.
Lo mismo pasa con los espacios interiores y sociales como la sala: símbolos religiosos
invernales o híbridos como el pesebre o el árbol y todos los arreglos navideños,
3 Debemos aclarar que cuando estamos hablando de experiencia religiosa nos referiremos
básicamente a aquella que se despliega en el universo simbólico católico; es decir, a partir
de sus relatos, ritos, actos y textos.
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La fiesta es una obligación
corren el velo de lo habitual para indicar que se está en otra época. Cada lugar con
sus objetos y decorados, habla, expresa a su modo el estar en la fiesta; por lo tanto,
podríamos decir que nuestras casas se presentan de otra forma. Decorada la casa
habla por sí misma de la ampliación simbólica que la fiesta propicia. Ampliación
que se concreta en una de las condiciones ya señaladas de la casa: la receptividad.
Pero si las casas se han dispuesto para recibir la navidad y la fiesta en general,
lo mismo acontece en las calles. A la sazón de este tiempo, en los escenarios
rutinarios: calles, plazas, barrios y otros, se instalan imágenes, objetos y relatos.
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Fiesta y devoción
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La fiesta es una obligación
Foto 48. Pesebre, casa de Álvaro Enríquez. Tomada por: Jonnathan Riascos.
196
Fiesta y devoción
Si como dijo Miguel Ángel Asturias (1992), adornar es adorar, este proceso
parte fundamentalmente de este tipo de religiosidad. Por esto muchas de las
imágenes, sobre todo la del Niño Dios refinadamente acabada y adornada
con objetos suntuosos donados por los feligreses o fiesteros, tienen su propia
historia y valoración. De tal modo que el valor de estas imágenes y de los
objetos no radica en lo material, sino en lo simbólico, pues son asistidas
por el fervor, la devoción, el milagro y los sentidos otorgados a las mismas.
Humano o igualmente divinizado, sobre este relato y sus imágenes se proyectan
sentimientos de religiosidad y un imaginario difícil de ubicar. Mírese sino las
experiencias religiosas de muchos feligreses que contemplan, acarician, tocan,
sienten y adoran la imagen del Niño Dios con gran fervor e intensidad. Si la
“ad-oración, es literalmente la dirección de la palabra” (Nancy 2008b: 225), aquí
supone el con-tacto. El tacto es otra manera de relacionarse con los umbrales
del mundo de lo invisible, de la ausencia, del misterio, mediante el cuerpo y no
solamente con la mirada. Por eso, la relación con lo sagrado no es unívoca sino
que se encuentra rodeada de un sinnúmero de actos.
Es el ritual nocturno del siete diciembre o ‘día de las velas’ el que abre, para
utilizar una frase de mi padre, el mes de alegría que se vive como un drama
festivo. Este día, como cualquier otro, transcurre con cierta calma, pero ya con la
epifanía de la noche comienza la celebración.4
Entrada la noche se ‘alumbran’ las casas, los edificios y las calles en todos los sectores
de la ciudad. Se abren las puertas, todos salen; las velas se encienden. El fuego y
la luz configuran espacios de color. Es entonces cuando lo cotidiano empieza a
trastocarse. Los escenarios son otros. La casa cede ante la calle o establece otro tipo
de vinculación que se extiende a lo largo de la fiesta. Efectivamente, entre la calle,
197
La fiesta es una obligación
Desde el siete de diciembre, tanto los escenarios externos como los íntimos
se configuran de otra manera. Si en la cotidianidad la casa se asume como
lugar íntimo para quienes la habitan, las puertas abiertas de la casa se
anuncian ya con sus significaciones. La casa se abre para acoger los momentos
trascendentales y con ello a una alteridad más amplia. Mientras las calles,
los parques y esquinas dejan simplemente de ser espacios de circulación y
recobran un uso social que los días corrientes les hurta. Si normalmente se
presentan como lugares fríos y deshabitados, ahora son lugares de encuentro
y reunión. Sobre las calles entregadas al tránsito y marcadas por el croquis del
presente se sobreponen pasajes que estimulan el recuerdo y la evocación. Sus
recodos, esquinas, barrios y fluidos se vuelven legibles a través de un relato
mitológico que alberga cuanta imagen se encuentra inscrita en la memoria
colectiva y hace parte del repertorio festivo.
Mientras en los barrios se expresa con más vitalidad este vínculo orgánico que
se establece con las viviendas vecinas, la ciudad narra; los alumbrados, las
instalaciones de imágenes religiosas y simbólicas le imprimen un aura de alegría
que se confirma en los pliegues de los rostros de quienes los recorren. Desde
estos días, los ciudadanos se vuelven practicantes al caminar por los entramados
de las calles, observan, leen y comentan sus propias gramáticas, que utilizando
las palabras de De Certau, conforman “una historia definida chapucerante con
elementos tomados de dichos comunes, una historia alusiva y fragmentaria cuyos
hiatos se enredan con las prácticas sociales que las simboliza” (En Harvey 1998:
239). Todas son huellas y vestigios que señalan un territorio mítico, un pronto
destino y una concurrencia que articula elementos heterogéneos y familiares,
que ofrecen cierta confianza de los espacios que se habitan.
198
Fiesta y devoción
En estos escenarios, y a medida que corre el tiempo, las tradiciones se abren con
sus propios ritos y dramas. Cuando ha trascurrido la mitad del mes, otra tradición
re-inventada pero del mismo relato entra en escena: las novenas. También sucede
que en varios municipios la imagen de Jesús es velada desde inicios del mes de
diciembre o incluso antes. En este contexto, la imagen del hijo de Dios se presenta
como una imagen festiva.
Misas, procesiones, ofrendas, ritos, juegos y autos alegóricos son algunas de las
escenificaciones religiosas y festivas asociadas a estas celebraciones. En medio
de cantos, villancicos, sones fiesteros, juegos, la rimbombancia de la pólvora y
re-creadas por símbolos, personajes híbridos y autos alegóricos, estas procesiones
tienen un carácter festivo y colectivo, como lo evidencia este canto popular,
frecuente en las novenas de navidad:
Nosotros tradicionalmente hacemos año tras año la fiesta del niño, patrón
de Anganoy. Para este evento se prepara la gente, la comunidad y se
reúnen comités para organizar la fiesta mayor que se realiza el veinticuatro
de diciembre, hay personas que lo hacen individualmente, diariamente se
pide para realizar la novena y se hace el pase del niño, se reza la novena
y así sucesivamente hasta que se llega el día, el día mayor. Allí se reúne
la gente, todo es de la comunidad, los que están a cargo de las novenas
participan con un refrigerio, un dulce, cualquier detallito para que las
cosas salgan bien, así pasamos estas fiestas decembrinas. Los encargados
de la novena, corren con los gastos; en la fiesta mayor se organiza un
199
La fiesta es una obligación
Las novenas son formas dramáticas de recrear el relato bíblico que se efectúan
en una vida común. Colectivamente se efectúan en las iglesias, capillas, calles,
parques o lugares que en los diferentes barrios han adecuado para este propósito.
En las familias, generalmente, se reúnen en las casas de los abuelos o padres;
también sucede que las casas de integrantes de la familia se alternan durante los
nueve días. En el plano ritual, acompañados de rezos, peticiones y villancicos,
los actos propios de cada día de este relato se confrontan con reflexiones de los
acontecimientos y problemas del presente. Por eso, como expresa Cabrera, en su
estudio sobre la devoción del Niño Jesús en Quito:
200
Fiesta y devoción
Escenas innegables, cuando en los barrios se cierran calles para hacer reuniones
de vecinos, amigos y familiares. Los juegos, las bromas y bailes callejeros animados
por bandas u orquestas locales no se encuentran desligados de estas prácticas
religiosas. Sea en los espacios íntimos de las casas o en los más públicos, en las
calles y los barrios, en estos cronotopos se reafirman las relaciones con los otros,
pues estas prácticas propician diferentes tipos de experiencias e intersubjetividad.
Pero la religiosidad y el jolgorio, lo sagrado y lo profano, el rito y el mito, o
la fiesta y la devoción, se entrecruzan complejamente. En este ambiente, entre
rezos, bailes, juegos, misas, conversaciones, idas y venidas, y la realización de las
novenas se culmina el rito del 24 de diciembre.
201
La fiesta es una obligación
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Fiesta y devoción
ello a una alteridad más amplia, nos parece que es válido pensar de esta manera
lo acontecido en el mundo de la fiesta. Quizás por las políticas asociadas a la
fiesta, en las casas se acepta la ampliación simbólica que este mundo propone.
Si, como decía Emmanuel Levinas (1987), el papel privilegiado de una casa no
consiste en ser el fin de la actividad misma sino una condición y, por lo tanto,
el comienzo; si el recogimiento es obra de la separación que se instaura con el
Otro, es esta apertura festiva la que permite que la casa sea la posibilidad misma
de la acogida. Pero este recogimiento se refiere aquí a un recibimiento. La casa es
receptividad y es precisamente este carácter lo que permite instaurar una relación
con lo plural del otro en la fiesta. Si en la territorialidad de la fiesta la morada no
quiere convertirse en residencia apartada de los seres vivos, sus espacios deben
abrirse a flujos de entrantes y salientes, ser el lugar de paso de una circulación
continua, donde se cruzan objetos, gente, palabras e ideas. Pues la vida de la fiesta
es movilidad, impaciencia del cambio y relación con lo plural del prójimo.
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La fiesta es una obligación
Unos llegan de sus casas o de hacer otras visitas, mientras otros llegan de las
misas que se efectúan en las distintas iglesias de la ciudad para celebrar el
nacimiento de Jesús. Familias enteras se encuentran y reúnen en el lecho familiar.
En estos cronotopos, los cuerpos y subjetividades se encuentran provisoriamente
dispensados de sus obligaciones y de las representaciones de las escenas
cotidianas; por lo tanto, se toman el tiempo y la holganza para vivir conforme a las
políticas de la fiesta. Es la conversación, la sociabilidad, el relato, el performance,
el compartir las especies y todo lo asociado a la experiencia ritual y festiva, lo que
da forma a la sucesión de estos momentos extraordinarios.
Otro acto que acompaña este rito es la entrega de regalos a los niños. Luego
de permanecer escondidos, estos se disponen junto a los pesebres y árboles
de navidad. La entrega de regalos se hace después de un brindis o después de
haber compartido la cena navideña. A esta donación se asocian varias prácticas y
aspectos simbólicos que no podemos sino insinuar.
Por un lado, esta entrega obedece a una petición hablada o escrita, de un deseo que
el niño expresa, lo solicita a otro que es misterioso, invisible y del cual solo conoce
su imagen y un relato. Generalmente, la carta está escrita con un lenguaje infantil
204
Fiesta y devoción
y es entregada a los padres, que son los mensajeros de la misiva y en quienes los
emisarios destinan su confianza para que el mensaje llegue. Los padres son ahora
los intermediarios de sus hijos ante un ser sagrado, como lo pudieron ser cuando
trasmitieron el relato. Sin embargo, en el imaginario de los niños que escriben la
carta, sean creyentes o no del mismo relato, son ellos los intermediarios entre lo
humano y lo divino. Es precisamente aquí cuando el mito-rito, su representación,
puede comportar diferentes sentidos, como lo ha indicado Jesús González Requena
en su análisis de entrega de regalos el día los Tres Reyes Magos:
205
La fiesta es una obligación
Por eso en la hora de la escenificación este ritual nos conduce no solo a lo que
estamos viviendo sino a lo experimentado. Los textos, las imágenes, los objetos y
recuerdos que urden y se hallan inscritos en nuestra memoria, de alguna manera
encuentran su correlato en un lugar de la trama que estamos narrando, viviendo
entre el pasado y el presente, la noche y el mito, entre carcajadas y llantos, entre
recuerdos y añoranzas. Así viajan y trascurren nuestras subjetividades entre una
imagen y otra, entre una sonoridad y otra; entre aquel bocado de comida o un
sorbo de bebida. Actos que también se hacen manifiestos con sus sabores y
sentidos, como se manifiesta en el siguiente pasaje correspondiente a la escena
de un rito ofrecido a una imagen del Niño Jesús que es muy reconocida en esta
temporada, en medio de llanto, alegría y gratitud:
Gracias mi Niño Lindo, gracias te sea dado por el milagro que nuevamente
nos has hecho: las mil quinientas empanadas, los ochenta cuyes, las
treinta gallinitas, los diez chumbos, los once puros de chicha y las cinco
pailas de champús si dieron a basto para tus devotos, para los invitados y
para los cientos de gentes que nos acompañaron en la celebración de tu
fiesta. Gracias, mi Niño del alma, tesoro mío, pues nuevamente se repitió
el milagro que vienes obrando desde que era propiedad de mi tía, desde
hace sesenta años. Todos comieron, mi guagüita, y sobró el conchito.
Mil gracias de nuevo, Niñito lindo, Niño de nosotras. Las Meregildas (En
Benavidez, 1983: 35).
206
Fiesta y devoción
Aunque las condiciones de vida han cambiado respecto al escenario evocado, aún se
manifiesta en estos ritos, a través del lenguaje de los alimentos, el deseo por conjurar
las condiciones de arbitrariedad socioeconómicas que se viven cotidianamente. En
este contexto de regocijo, la comida y la bebida son elementos fundamentales. El
compartir un dulce, un pequeño obsequio, una porción de comida o un trago de
licor, son actos de este ritual que, igual a los que vendrán, tienen un alto contenido
simbólico en la vida social ya que se encuentran ligados al gasto y al don, principios
fundamentales de la fiesta y del mundo sagrado. Efectivamente, como George
Bataille ha argumentado suficientemente, las sociedades humanas no solamente
se reducen al mundo del trabajo, sino que se hallan compuestas de dos formas
complementarias: “Simultánea–o sucesivamente–el mundo profano y el mundo
sagrado lo componen, son sus dos formas complementarias. El mundo profano es
el de los interdictos. El mundo sagrado se abre a las trasgresiones limitadas. Es el
mundo de la fiesta, de los soberanos y los dioses” (Bataille 1988: 95).
207
La fiesta es una obligación
Por eso en toda su materialidad los actos del comer y el beber festivos han de
distinguirse por sus significaciones del alimento cotidiano con quien establece,
digamos, un drama, como el de don carnal y doña cuaresma6 o el pan y el vino,
como bien lo ha señalado De Certau (1999) en sus estudios sobre el lugar que
ocupan estas especies en la vida social, las cuales simbólicamente representan un
escenario social antagónico que no acaba de dominar y que la fiesta entrecruza. El
primero es un símbolo nutricional de la dureza de la vida; el segundo, ambivalente
y dinamizante. Mientras el vino tiene el rostro de la comida festiva, el pan tiene la
cara laboriosa; el primero, es el símbolo del gasto, el otro del cálculo:
La ingesta de vino es la finalización del trabajo: “Uno sólo puede alegrarse después
de haber trabajado mucho” (Mayol 1999: 93) y es, por lo tanto, el símbolo de la
anti-tristeza. Bajtin también aludía a esta relación entre el trabajar y el comer.
Esta era la coronación del trabajo y de la lucha. “El encuentro del hombre con el
mundo en trabajo y su lucha con él, concluían con la absorción de los alimentos,
es decir, de una parte del mundo que le ha sido arrebatada” (2003: 253).
Por lo tanto, la comida y la bebida que pueden ser figurados aquí por el cerdo
y el cuy, que son los animales sacrificados7 por montones, una y otra vez como
lo resalta este villancico carnavalesco compuesto por Omar Solarte, son otros
reenvíos de la devoción y la fiesta:
6 Bajtin, a partir de su estudio sobre Rebeláis, contrapone la figura del vino sobre el aceite, este
último símbolo de la pía y seria cuaresma: “El vino libera de la piedad y el temor. La verdad
en el vino es una verdad libre y sin temor” (2003:256)
7 En el terreno de esta fiesta, es decir, de lo sagrado, en relación con el sacrificio de estos
animales para la consumación, es muy interesante tener en cuenta la relación establecida
entre el festejante (consumidor de carne) y la víctima animal, en tanto relación directa con
la violencia, ese otro nombre que recibe real. Aquí lo real de la violencia no es denegado
sino que hay un roce directo por vía de la muerte animal, con su cuerpo y sangre. Esta
última utilizada para hacer las denominadas rellenas o morcillas (alimento carnavalesco), y
las vísceras que son consumidas previamente al rito. Se trata de escenas donde se mezclan
los cuerpos que comen con los cuerpos comidos.
208
Fiesta y devoción
Tanto el brindis como el ofrecimiento de los alimentos, por más humildes y sencillos
que sean, resaltan el gozo de compartir estas especies. Gozo, intentamos precisar, que
no es la expresión de la saciedad o del disfrute individual, sino de quienes aceptan
la ampliación de su propia alteridad y territorialidad. Por eso en la fiesta una comida
no puede ser triste, porque entre otras cosas la cocina es el lugar en el cual se trabaja
para compartir un bocado de la vida y del mundo. Retomando nuevamente a Bajtin,
podríamos decir que en la cocina se prepara el encuentro con el mundo:
El encuentro del hombre con el mundo que opera en la boca abierta que
tritura, desgarra y masca es uno de los temas más antiguos del mundo y
notables del pensamiento humano. El hombre degusta el mundo, siente
el gusto del mundo, lo introduce en su cuerpo, lo hace una parte de sí
mismo (2003: 253).
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La fiesta es una obligación
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Fiesta y devoción
Con el correr de los días adviene otro acto que es parte de este ethos festivo: el
28 de diciembre o día de los inocentes. Se trata de un acontecimiento liminal en
el cual comienzan a distinguirse otros elementos del mundo carnavalesco. Entre
prohibiciones y permisiones, este día está recreado por un número importante de
actos entre los que sobresale con especial interés el juego.
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La fiesta es una obligación
Inocente era al que le ponían una cartera con un billete y ¡zas! estaba
clavada, ahí era cuando los vecinos con un tarro decían: “¡dele por
inocente!”. También se hacía o colgaba el año viejo que se iba a quemar
en el año nuevo y cuando la gente pasaba lo hacían zumbar, todos
decían: “¡por inocente, por inocente!”. Eso era bonito. Lo mismo que si
usted iba a cualquier parte y le daban un café con sal, “por inocente”. Y
después ya le daban el café bueno; eso era muy bonito (2011: entrevista).
212
Fiesta y devoción
O con el roce corporal y la disputa, elementos que han estado presentes, según
las transformaciones que ha tenido este evento festivo. Así, mientras en los últimos
años ha prevalecido el juego del agua, con el trascurrir del tiempo otras prácticas
han perdido importancia o simplemente se han desvaneciendo.
Foto 50. Juego del agua, 28 de diciembre. Tomada por: Cristian Estrella.
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La fiesta es una obligación
uso de agua aduciendo la importancia que hoy tiene este ‘recurso’. En medio de
estos debates y lecturas, algunos actores sociales han planteado actividades lúdicas
alternas a este juego. En tablados, parques y zonas muy específicas se celebran
otro tipo de encuentros, con matices muy claros de lo lúdico y lo recreativo.
Zonas de aeróbicos, por ejemplo, ciclo rutas, caminatas ecológicas, jornadas de
expresión artística y conciertos musicales de diversos géneros.
Aunque existen medidas de control oficial como la restricción del uso del agua, el
juego, en tanto contextura simbólica, propone sus propias ‘reglas’ que regulan las
formas de interacción que solo son posibles en el contexto festivo del carnaval.
En medio de prohibiciones y trasgresiones, de reglas rígidas y flexibles, de tácticas
y estrategias, el juego se da y en él también se producen diferentes tipos de
encuentro social y de contacto corporal. En esta arena, el cuerpo y las relaciones
intersubjetivas se presentan como una complexión de sentimientos, emociones,
excesos y desbordes que es preciso considerar según el movimiento del mismo.
Como hay que retomar el juego en sus fronteras definidas, su partida como
cualquier acto simbólico requiere preparación. En las casas cuando cae la tarde
o al anochecer del 27 de diciembre, se dispone lo necesario para jugar. Se llenan
bombas, tanques, pilas, baldes, cubetas, ollas y tarros, antes de que se suspenda el
agua. Se trata, por lo tanto, de un gasto permitido. La noche transcurre y se espera
que el día siguiente sea soleado o que por lo menos el día no sea frío.
214
Fiesta y devoción
Precisamente por las ardides del juego, en las casas se presentan varias escenas.
Mientras algunos miembros de la familia o amigos se ocupan de la actividad del
juego, otros a su interior se congregan alrededor de prácticas gastronómicas o
lúdicas en una intimidad festiva. Hay otros que prefieren salir de paseo o descansar.
Es claro, todo hace parte de cómo se asume la experiencia festiva.
Visto desde este escenario, los cuerpos inadvertidos, aquellos cuerpos de los
transeúntes que se esconden o intentan pasar desapercibidos, estimulan la
experiencia del juego. Ellos son el objeto como lo son los moradores que
juegan y que pueden poner en riesgo a los que se hallan resguardados del
juego. El juego desborda la casa y se dirige a la calle, al barrio y a la plaza;
estos también son sus escenarios.
8 Si, como dijo Bataille, “toda la actuación erótica tiene como principio una destrucción de la
estructura del ser cerrado que es un estado normal un participante en el juego” (1988: 31), los
cuerpos se abren en la continuidad que propone el juego.
215
La fiesta es una obligación
no puede negarse que el deseo en el juego está presente, no por nada, alrededor
de él se arman las estrategias, las disputas y se registran los interdictos. El cuerpo
en el escenario del juego se insinúa a partir de lo estético y lo gestual, lo cual
involucra indudablemente actuaciones del orden erótico.
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Fiesta y devoción
Así transcurre buena parte del día. Todo está mediado por la música en los aleros de
las casas, ella acentúa el ritmo de la fiesta. Para el frío se comparte licor que enciende
los ánimos y abriga los cuerpos. Cayendo la tarde, las cuadrillas se dirigen a la plaza
y avenidas en busca de ‘rumba’, movimiento que en estos días será reiterativo. Allí la
música propicia otro tipo de encuentros, otras aperturas de las corporalidades. Si bien
puede ser efímero, el juego es una posibilidad afectiva, lúdica y erótica que genera
relaciones de afinidad entre hombres y mujeres o vínculos transitorios que pueden
prolongarse. Es una condición del festejo lograr proximidad con el otro a partir del
contacto, de un cuerpo a cuerpo o de un cara a cara. Todo obedece al orden lúdico de
la experiencia y la dimensión simbólica del acto del jugar, donde las relaciones están
entretejidas y mediadas por el afecto, el encuentro, el contacto o por la disputa, en la
cual los lenguajes y prácticas corporales de agresividad y afección son constitutivos.
Así como las figuras y alegorías de navidad eran sacadas de los repertorios de la
fiesta y con ellos narrados los relatos a ellas asociadas, en adelante empiezan a
‘sacarse’ otras imágenes que encarnan a hombres y mujeres, soberanos, espíritus
y dioses de una y otra procedencia. De diversos lugares de la realidad instituida o
de lugares de lo real, muchas de las composiciones de esta época se entrecruzan.
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La fiesta es una obligación
9 Para tener una lectura visual más detallada de esta obra, remito al documental Carros
alegóricos. Carnaval de Pasto, antes referenciado.
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La fiesta es una obligación
una esencia homogénea sino que coexisten varios registros, varias fuerzas como las
que ha intentado modelar el maestro Diego Pérez en su obra carnavalesca Ciudad
Totémica o Pedro Carlosama en su composición Adoraciones (ver fotos 61 y 62 ).
Lo mismo podriamos decir del relato de los Reyes Magos o del día de Epifanía, que
pasó de ser una escenificación o procesión religiosa a una carnavalesca. Como
expresa Hernando Zambrano, uno de los hijos del maestro Alfonso Zambrano,
quien sigue tallando imágenes religiosas y profanas, este proceso se produjo
porque dicho relato se “prestaba para muchas interpretaciones”. En este caso, la
lectura del mismo, expresa el maestro, estaba dirigida a pensar a “los personajes
que acompañaban a los reyes magos en esta caravana”. Como consecuencia de
esta interpretación se modelaron otras figuras que desplazarían las imágenes que
son el centro del relato. Efectivamente, en corto tiempo, las carrozas o los autos
alegóricos que representaban las escenas del nacimiento de Jesús fueron relegadas
por las gigantescas carrozas que exponen imágenes de diferentes cosmovisiones.
Quizás por este tipo de lecturas, la alegoría no se presenta como un instrumento
de operación de fe (convencimiento o persuasión), sino que puede indicar, como
vamos a verlo en el último capítulo, otro tipo de alegoresis. No puede haber
doctrina sino traducción, interrupción y deconstrucción cultural.
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Fiesta y devoción
Por eso su devenir transcurre no como una secuencia lineal sino como un
momento de tránsito donde el espacio y el tiempo se cruzan para producir nuevas
y complejas figuras de diferencia cultural. Pero la diferencia en lugar de situarse
en el terreno fijo y seguro, en las tablas incontaminadas de una tradición, se ubica
en la emergencia de los intersticios: en un espacio liminal en donde la articulación
social “es una compleja negociación en marcha que busca autorizar los híbridos
que emergen en momentos de transformación histórica” (Bhaba 2002: 19).
No hay ninguna duda de que es legítimo señalar que este proceso de reelaboración
depende mucho de los procesos de traducción que hagan los mismos actores.
Una vez que ha ocurrido en otros contextos, la representación de este evento no
es su reproducción. Ahí mismo en donde hay procesiones, ritos, plegarias, las
actuaciones nos hacen saber que no se trata del mismo rito, incluso del mismo
tipo de fe. Si “la fe sería aquí el exceso práctico (praxique) de en y la acción o en la
operación” (Nancy 2008: 83), su praxis en estos contextos indicaría precisamente
este exceso; un más allá de la reproducción.
221
La fiesta es una obligación
Aquí, textos culturales como los pesebres, las novenas, los regalos, los juguetes, los
actos del comer y beber, el juego y los diferentes encuentros, son, respecto a este
relato-ritual, inter-textos: textos que hablan con él pero más allá de él y que son
la posibilidad de escenificar y expresar una vida ‘experienciada’ en común: una fe
festiva que proyecta un imaginario social expectante del mundo, del otro y de lo que
está por venir, y no una fe intimista, aislada, dogmática y cúltica. Vinculada por lo
tanto al cuerpo, al exceso y a la fiesta; a una concepción lúdica del goce, “entendido
este como un sentimiento más amplio que el placer” (Vicario 2000: 25), que se
traduce en un goce de la palabra, del cuerpo y de las relaciones intersubjetivas.
Sin embargo, habría que hilar despacio otros textos y los actos que son propios
de esta festividad para seguir otras posibles derivas que vinculan o desvinculan la
‘fiesta’ con la ‘devoción’, lo sagrado y lo profano, lo carnavalesco y lo piadoso, lo
222
Fiesta y devoción
Después de la celebración de la navidad y del día de los inocentes, otros actos que
son fundamentales dibujan con sus propias tonalidades el transcurso festivo en el
que estamos inmersos.
223
Foto 52. Desfile de años viejos, 31 de diciembre. Tomada por: Harold Riascos.
VIII
Duelo y risa
Para aludir algunos de los sentidos de este ritual, empezamos con algunos aspectos
señalados en una conversación sostenida con el maestro Teodulfo Yaqueno,
director de la agrupación musical Los Alegres de Genoy:
Llegaba el 31 diciembre, del año viejo y el año nuevo. Era hermoso, aquí
en nuestro pueblo, era fiesta porque en todas partes había baile y se hacían
tamales, mataban el marranito, invitaban a los amigos y se quemaba el
viejo. Claro, en esa época sólo sacábamos un muñeco de año viejo. En ese
entonces, a quien el pueblo quería elegir ese año para que sacara el viejo,
se lo iban a dejar a la puerta, se lo llevaban formadito; por decir, esta noche
lo hacían y decían “vamos a ponérselo a don Yaqueno para que mañana
queme este viejo y haga la fiesta”. Entonces en la noche lo venían a dejar
a la puerta y al otro día, cuando uno abría, el muñeco se abrazaba, esa era
la prueba de que la gente quería que uno hiciera la fiesta (entrevista 2011).
225
La fiesta es una obligación
Me pueden sacar a mí, la forma como soy, como estoy vestido y eso es
lindo porque a uno lo sacan de año viejo. Aquí se lo hace de acuerdo
a un personaje, se trata de hacer el físico de él, el vestuario como es y
hasta se le pone nombre, por ejemplo, en este caso se le puede poner
como a mí me dicen “tío”, puede ser el año viejo mi tío, así se festeja aquí
[…] Se puede sacar al corregidor, al taita del cabildo, a un borrachín; el
personaje se saca el último día del año (Yaqueno 2011: entrevista).
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Duelo y risa
Sin embargo, el humor tiene, lo veremos llegados a este punto, diferentes matices
y tonalidades. Por ahora miremos cómo continuaban estos actos:
Pero el ritual en su conjunto no terminaba aquí “ya que al otro día, el mismo que
hizo la fiesta tenía que elaborar un muñeco jovencito:
Lo relatado por el maestro Teodulfo Yaqueno nos remite, por los menos, a dos
aspectos. El primero, se refiere al proceso ritual que existía hace algunos años
y que de manera complementaria comprendía los ritos del 31 de diciembre y el
primero de enero. El segundo, que atañe al mismo proceso, son las formas de
representación del tiempo. El año que termina se encuentra significado como
un muñeco que expresa la agonía del tiempo acompañado de una mujer vieja y
desarreglada; figuras que contrastan con el tiempo venidero, representadas por
imágenes alusivas a la niñez, a la juventud y al comienzo de la vida. Los dos son
parte del drama del envejecimiento y de la renovación, de la muerte y de la vida.
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La fiesta es una obligación
228
Duelo y risa
son otros sus cometidos. A diferencia de los primeros, estos tienen rasgos distintos,
lo que implicó, como lo expresamos anteriormente, otras políticas de ejecución,
un tanto más extensas y grupales. Desde muy temprano del día, estos monigotes
de tamaños más sobresalientes son sacados de los talleres por sus creadores,
quienes les dieron vida en singulares carruajes de la procesión carnavalesca.
Foto 53. Bernardo Tobar elaborando figura de año viejo. Tomada por: Javier Tobar.
Entre los recodos de la ciudad asoman sus cuerpos asimétricos, muchos con rostros
que se hacen familiares para quienes observan. En primera instancia, unos a otros se
preguntan: “¿Quién es?”, y pronto alguien advierte qué personaje es. De uno y otro
barrio de la ciudad salen estas esculturas acompañadas de comparsas conformadas
por distintos personajes que se han reunido previamente para disfrazarse. Se trata
de los mismos hacedores que ahora se han transformado en actores.
Mientras tanto, como quien se dirige a una romería o manifestación, muchos salimos
de nuestras casas para acudir a este primer encuentro con los actores que han
elaborado estas esculturas de papel, acto que se repetirá en los siguientes días y
que acentúa el movimiento relacional entre la casa y la calle como lugares festivos
y creativos. Efectivamente, al presentarse una irrupción de los actores sociales hacia
el cuerpo de la ciudad existe una ocupación colectiva de las calles, pero sobre todo
229
La fiesta es una obligación
una trasformación. Por este movimiento, las calles y dos de las más importantes
plazas públicas ubicadas en el centro de la ciudad, Plaza de Nariño y Plaza del
Carnaval, presentan un movimiento distinto a la congestión cotidiana, en la medida
que la diversidad de sujetos movilizados se dirige no a trabajar sino a festejar. Es
propiamente un movimiento festivo, no laboral; con el discurrir de la fiesta las calles
dejan de ser esos espacios de circulación para devenir en teatros callejeros.
Cientos de personas situadas a los lados de las calles esperan que el desfile comience,
pero este no inicia sin una orden que es emitida por ‘los que organizan el carnaval’.
Agentes que representan las organizaciones de vigilancia del orden público (policía,
defensa civil, la cruz roja, bomberos y guardianes) han dispuesto todo un conjunto
de estrategias para facilitar el orden (vallas, palcos y separadores viales) y control
de la gente diseminada por cada rincón de los espacios designados para el desfile.
En esta escena, la fuerza denominada del orden que representa al Estado y que en
este caso está encargada de regular un acontecimiento cultural, cohabita con esa
fuerza expresiva, escritural, perfomativa, subalterna y subversiva que la interpela con
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Duelo y risa
diferentes formas del lenguaje. Todo pareciera simular un duelo. En medio de variados
ritmos musicales, gritos, carcajadas y consignas se inician desfiles que son únicos,
complejos, indescriptibles y, por ende, difíciles de traducir con la palabra escrita.1
En esta ciudad, al igual que en varios municipios de Nariño, las captadoras utilizaron
diferentes estrategias para llamar la atención de los inversionistas, logrando
producir un fenómeno que poco a poco se instaló en el seno social, alterando o
trastocando tanto los espacios-tiempos de la reproducción socioeconómica, como
las representaciones mismas del tiempo y del dinero. Si el dinero:
1 Debido a la enorme dificultad que resulta traducir estos desfiles, con cada uno de sus actos,
imágenes y escrituras, aludiremos a algunos textos o fragmentos de nuestro trabajo etnográfico.
Básicamente, nos referiremos a dos ‘hechos’. El primer aparte, se orienta a la lectura que
estos ejecutantes hicieron de un acontecimiento que afectó ostensiblemente a la vida social y
económica en San Juan de Pasto el año 2008: el fenómeno de las captadoras ilegales de dinero
o pirámides. El segundo, se refiere a algunas representaciones de hechos políticos nacionales.
Asimismo, para ofrecer una lectura más amplia, lo que sigue está soportado por un registro
fotográfico y el trabajo audiovisual titulado Duelo y Risa, documental rodado entre 2009 y
2010, el cual muestra más libremente las imágenes que proyectan estas esculturas y la fuerza
performativa que está en juego en cada uno de estos desfiles.
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La fiesta es una obligación
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Duelo y risa
lo largo de muchos años, para este cometido que ofrecía más rentabilidad que
cualquier otro tipo de trabajo o negocio:
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La fiesta es una obligación
Como ya hemos dicho, los artesanos que elaboran las diferentes modalidades
carnavalescas retoman los episodios más relevantes del año; fue así como el
fenómeno de las pirámides capturó la atención de la mayoría de los participantes.
234
Duelo y risa
Como una red, cada imagen y cada texto ilustraba directa o indirectamente los
hechos sucedidos. Un amplio abanico de imágenes intercaladas e interpuestas
representaban con ironía escenas que marcaron la pauta de los actos cotidianos del
año que terminaba. A medida que el desfile hacía su paso, los actos carnavalescos
confrontaban irónicamente distintos episodios. Mientras unos reconstruían escenas
que fueron frecuentes durante el trascurso del año otros caricaturizaban actos
que presentaron mucha controversia con el cierre de las captadoras. El motivo
denominado Justicia y Codicia, traducía uno de estos hechos de la siguiente manera:
Por la ingenuidad de todas las personas, que por uno y otro motivo
decidimos, “digo decidimos”, porque también me incluyo en ello, exponer
nuestros ahorros a las famosas pirámides con tan mala suerte de recuperar
con creces, nuestros ahorros se esfumaron. Como es bien sabido por todos
los medios televisivos fue presentada la noticia de los policías y otras
personas, guardándose la plática de los que habíamos invertido.2
Aquí nos encontramos con una representación que condensa varios elementos
que son propios de la representación alegórica y grotesca:
2 Fragmento del volante de presentación del motivo Justicia y Codicia del año 2008.
235
La fiesta es una obligación
Esto me dio pie para poder caricaturizar y tal vez darme la voz de
protesta en contra de estos estamentos. La codicia está representada por
un diablo en un cuerpo de araña que está manejando con sus manos
unas marionetas que representan a los policías y otros funcionarios que
se dejaron tentar del diablo al ver las exorbitantes cantidades de dinero,
y pensaron en sacar su tajadita.3
La justicia nos pagó una mala jugada dando a conocer que este motivo
no es contra todos los agentes sino con los que realmente tuvieron la
desafortunada tentación del maldito dinero y por estos motivos perdieron
lo más preciado que tenían que es la credibilidad en la justicia y se
dejaron llevar por la codicia.4
En este juego escénico lo que se tiene por ‘lo más preciado’, lo que está por encima
del valor económico, pierde su apreciación social y queda en entredicho por la
codicia que se presenta como vencedora. Cuando las cosas llegan a tal punto,
también los principios de verosimilitud se pervierten. Si, como sostuvo Kaiser-
Lenoir, lo grotesco pone en juego no la dicotomía entre el hombre y la naturaleza
humana sino la tensión de un “hombre que sufre una realidad (mísera en todos los
casos) pero la vive a partir de las pautas que la ignoran” (En Sans 2008:77), en esta
escena se representa la pérdida de confianza en un orden social con su moral, sus
ideales e instituciones oficiales. Este mismo suceso se presentó en otras versiones
en las que la imagen y el texto se presentan de manera más directa.
Entre una imagen y otra, a medida que trascurría este desfile, los actores ponían
en escena varios actos, como el representado por el colectivo cultural el Rebusque
denominado Comadre, comadre ya viene la camioneta. Al respecto, citamos las
palabras del maestro Héctor Risueño:
3 Ídem.
4 Ídem.
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Duelo y risa
Tenía muchos elementos: uno era el billete que se iba repartiendo, estaba la
gente, todos los de la comparsa iban repartiendo dinero a los observadores,
también había una pirinola como el accionar de la suerte, guardaespaldas,
policía, ejército y ahorradores externos (Risueño 2011: entrevista).
Estos actores ponen en escena la extraña aparición de una camioneta roja que
repartía dinero a cambio de los recibos de consignación. Según cuentan las personas,
esta noticia corrió a lo largo de la ciudad y por diferentes pueblos de la región,
237
La fiesta es una obligación
creándose diferentes versiones o rumores, entre ellas las de una camioneta negra
(Martínez 2009). Este suceso, derivado del cierre de las captadoras, que fluctúa
entre la apariencia y la realidad, causó mayor confusión y desesperación, hasta
el punto de ocasionar diferentes tipos de crisis nerviosas y traumas psicológicos.
Pero, por extraño que pueda parecer, en el carnaval esta realidad era escenificada
con humor, como expresa el maestro Luis Alberto Burbano:
A las puertas del año nuevo, dejando atrás todo lo pasado con mi Pasto
lindo en el corazón, este testamento he dejado:
Yo en pleno uso de mis facultades, consciente de que mi vida se
desvanece junto con las horas que quedan de este año, les voy a
repartir a cada uno de los míos lo que se merecen, sin distingo de raza,
abolengo o costal para cargar.
A mi hijo el Carlos Suárez, ilusionista del DRFE, le dejo un par
de cojones sin igual para que se pueda entregar y la plata de sus
inversionistas regresar.
Con mis ahorritos y dineros, voy camino del DRFE
Con mis ahorritos y dineros, voy camino del DRFE
Si me ven si me ven, voy camino al DRFE
Si me ven si me ven, voy camino al DRFE
Mi platica voy contando, al 150 están pagando
Mi plática voy contando y se va multiplicando.
Si me ven si me ven, voy camino al DRFE
Si me ven si me ven, voy camino al DRFE
Tuqui tuqui tuquituqui, tuquituqui tu qui Tu
Apúrate amiguito, que se van a volar
Tuqui tuqui tuquituqui, tuquituqui tu qui Tu
Apúrate amiguito, vamos a saquearnos algo
Mamáááá, dónde está el DRFE
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Duelo y risa
239
La fiesta es una obligación
palabra escrita y oral que genera comicidad. De tal modo que se presenta también
un entrecruzamiento de formas verbales (estilos, tonos y regionalismos) que dan
cuenta de la experiencia o realidad aludida de manera distinta a la palabra seria
e institucional, como se presenta en el siguiente pasaje del testamento llamado
Recordando realizado en el 2009 por Javier Darío Paz y su familia:
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Duelo y risa
expresiones carnavalescas: “Lo grotesco se interesa por todo lo que sale, hace
brotar, desborda el cuerpo, todo lo que busca escapar de él” (Bajtin 2003: 285).
Nótese también que en esta obra como en otras, la imagen corporal siempre
está en movimiento y es parte de un drama mayor. Por ejemplo, en el motivo
de referencia, el drama al que estamos aludiendo, se encuentra representado
por dos figuras con gestos distintos que se encuentran ubicados jerárquicamente.
En la parte de abajo encontramos un cuerpo apretujado u oprimido por una
gran pirámide en cuya cúspide se halla un personaje que encarna el poder. El
primero sobresale por su apariencia pulcra, su sonrisa y vestimenta, mientras el
segundo, por sus protuberancias, sus cabellos despeinados, la lengua suspendida
y los ojos exorbitados. En su conjunto, como es habitual en este tipo de estética
carnavalesca, se juega con la identificación del personaje retratado y la comicidad
se produce por la identificación y el parecido del personaje. Vemos entonces
cómo lo serio y lo cómico convergen.
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La fiesta es una obligación
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Duelo y risa
Una vez al año los eventos y las figuras públicas más reconocidas son sometidas a
juego de mofa. Por este hecho, las calles de la ciudad se convierten por excelencia
en el escenario en el que los gobernados y el pueblo son coprotagonistas, pues
es característico que en la escena carnavalesca los poderosos figuren como los
personajes principales de la representación que la sociedad se brinda a sí misma.
243
La fiesta es una obligación
que la risa no está desvinculada del trabajo del duelo, pues la risa
siempre significa una pérdida, y por tanto un duelo. La risa estalla
cuando se ve a un payaso caer a un agujero o cuando otro payaso lo
apalea. Cuando alguien hace un apunte, siempre lo hace burlándose
de una tercera persona, presente o ausente. La risa ejecuta a alguien: es
una forma de duelo (Pommier 2011: 116-117).
244
Duelo y risa
A diferencia de la doliente que llora y sufre la pérdida o la muerte del ser querido, la
viuda carnavalesca lo festeja. No llora sino que ríe y hace reír, en este caso, del ausente
que es figurado simbólicamente. Dependiendo de la situación representada, la risa
puede producirse de una u otra manera. Puede suceder que la risa esté vinculada con
un objetivo esencialmente político, la subversión de la sociedad establecida o con “la
indignación que condena la inmoralidad de una sociedad que promulga unas leyes y,
al mismo tiempo, se arroga el derecho de infringirlas” (D’Angeli y Paduano 2001: 17).
El cuadro está integrado además por otros personajes que juegan con el disfraz, la
semejanza e improvisadas actuaciones, mientras las viudas distribuyen al público
los testamentos: documentos satíricos a través de los cuales se hacen explícitas
las denuncias y las burlas a las ‘malas políticas’ o a las acciones ejecutadas por
los representantes que han afectado los intereses colectivos del pueblo. Junto a lo
escrito y lo figurado, un juego de expresiones verbales es también liberado para
producir otros efectos. Los cantos, oraciones, discursos y gritos carnavalescos,
juegan con los sentidos de verdad transmitidos por la oficialidad, multiplicando
otras posibilidades de interpretación. Como inter-texto, las murgas entonan
melodías festivas que activan y acercan las corporalidades de los actores sociales
que hacen parte del mismo plano, de la misma escena.
Porque parece que nunca se está seguro del orden, de la autoridad y de los recursos
que los gobernantes utilizan para ostentar y mantenerse en el poder, la figuración
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La fiesta es una obligación
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Duelo y risa
Lo que se evidencia es una lucha entre el monolingüismo, que hace uso de las
prácticas de comunicación e información dirigidas a la unificación, centralización
y direccionamiento, y la heterogeneidad de la performancia carnavalesca que
hace uso de múltiples formas escritas, visuales, corporales y escénicas que al estar
animadas por las fuerzas sociales amplían las relaciones de los acontecimientos.
Frente a la teledirección del lenguaje televisivo y mediático que tiende a domesticar,
normalizar, controlar y neutralizar el acontecimiento, el teatro carnavalesco lo
diversifica con sus lenguajes, textos y actuaciones. En una y otra escena los actores
y artistas son distintos, unos trabajan con el lenguaje de estrategias, otros con las
tácticas: los gestos, el cuerpo, la danza y la música.
De ahí que el teatro del carnaval tome distancia del espectáculo televisivo y su visión
monolingüística que con sus tonos, imágenes y ritmos proyecta una visión unilateral
del mundo, aun cuando haga uso de las voces de la diferencia que frecuentemente
son puestas a su servicio para ampliar las teleaudiencias y no para ampliar las miradas
de lo real y de las diferentes problemáticas que cotidianamente se viven. Quizás ahí
radique la diferencia con otros actores que han procurado señalar, por medio de la
burla y la sátira, los límites del poder (Balandier 1994). En este tipo de escenarios,
las desigualdades sociales, el conflicto y la violencia que se presentan en sociedades
como las nuestras, se ubican en primer plano. Por lo tanto, no es extraño que por
las procesiones carnavalescas desfilen las imágenes de los actores involucrados y
los eventos por ellos producidos. Efectivamente, en los últimos años, los actores del
carnaval le han otorgado gran importancia a este tipo de problemáticas que afectan la
experiencia cotidiana. En estos desfiles los artistas del carnaval presentan sus propias
lecturas de la realidad con sus imágenes, actos y textos.
Como se observa, no juega con la semejanza o el parecido, sino que cada una
de estas modalidades carnavalescas con sus respectivos inter-textos dan un
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La fiesta es una obligación
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Duelo y risa
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La fiesta es una obligación
Llevadas estas relaciones al drama aludido, las mismas no están alejadas de las
imágenes y figuras que en este tipo de escenario se presentan, toda vez que
muestran un imaginario decadente, mortuorio y herido del territorio y de la
realidad en la cual se vive. En tanto imágenes arrancadas del suelo de lo real,
estas nos remiten con sus tonalidades a diversos eventos que se reinscriben
transitoriamente en los desfiles carnavalescos y que los repiten una y otra vez
en la temporalidad que se vive. No son alegorías de lo póstumo sino de un
presente que se vuelve eterno. No es accidental que este tipo de imágenes
predominen en las procesiones carnavalescas y que la muerte, la violencia y el
conflicto sean figurados y caricaturizados de distinta forma. Parece, entonces,
que ni siquiera la muerte y la violencia, que cotidianamente afecta las vidas, se
sustraen de la imagen y risa carnavalesca.
Si todas las afecciones y aflicciones que crean un refugio en la vida pueden ser
materia de humorismo y este no “es sólo bondadoso, sino que a menudo nace
del despecho y del desdén, de un modo de ver los hechos desde un ángulo no
precisamente indulgente y piadoso”(D’Angeli y Paduano 2001: 249) y la tarea
del humorista consiste en “desarticular las formas y mecanismos prefijados que,
por lo general, regulan rígidamente la vida social y la bloquean, obligando a
los vivientes a asumir máscaras fijas que impiden una relación auténtica con
las dimensiones más profundas de la realidad y la psique humana”(D’Angeli y
Paduano 2001: 249), creo que la operación de estos artistas y la performancia
por ellos puesta en escena puede leerse bajo estas consideraciones, toda vez
que las imágenes carnavalescas, no desprendidas de un tipo de dramatización
crítica, confrontan y cuestionan la manera de llevar la praxis política y las
múltiples consecuencias que de ello se derivan. De allí proviene una singular
y lúcida manera de desvelar e interpretar la realidad bajo una perspectiva que
ensambla el arte y el humor. Recordemos a Bajtin cuando expresaba que “la
risa se propone desenmascarar las mentiras siniestras que ocultan la verdad
con las máscaras tejidas por la seriedad engendradora de miedo, sufrimiento
y violencia” (2003:157).
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Duelo y risa
Creo que esa oposición existe, uno quiere liberarse de aquellos aspectos
negativos, situaciones que no desea que se repitan en el año que llega,
pero no se puede renunciar a las tristezas, a los problemas que ha habido.
Se debe disponer el espíritu para que el próximo año nos vaya mejor. Hay
mezcla de esperanza y expectativa, también se mezclan aquellas cosas,
noticias o situaciones poco o muy ingratas que han ocurrido durante los
365 días del año. Desde los griegos se ha dado una mezcla de tragedia y
comedia. La vida es una eterna lucha entre el eros y el tanatos, el deseo
de vivir (2011: entrevista).
251
Foto 65. Desfile de años viejos. Tomada por: Cristian Estrella.
Duelo y risa
Lejos de estar disociado de los dramas de la vida, todas estas imágenes y textos
nos permiten leer al carnaval como parte de ella. En sus escenas se figura la
lucha constante de los actores en las escenas sociales. De tal modo, tanto la
vulnerabilidad y la indestructibilidad de la alteridad popular como relatividad del
poder y la verdad dominantes, se ponen en escena mediante diferentes actos y
figuraciones. Imaginario, lo veremos en seguida, enriquecido por los subsiguientes
desfiles carnavalescos. Pero antes miremos el destino final de estos monigotes.
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La fiesta es una obligación
En los talleres, los actores desmontan los monigotes de los carruajes; algunos
siguen con su vestido carnavalesco, otros han decidido mudarse de ropa.
Desmontado el año viejo, se lo conduce al centro de la calle para efectuar el
paso final; sin embargo, los que han modificado esta tradición lo almacenan
en algún lugar del taller. Antes de la quema, los actores hacen una evaluación
de lo sucedido no sin compartir uno que otro trago, como lo ilustra el maestro
Héctor Risueño:
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Duelo y risa
Foto 66. Venta de años viejos 31 de diciembre. Tomada por: Harold Riascos.
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La fiesta es una obligación
Poco a poco los actores abandonan los talleres para dirigirse a sus hogares. El
día continúa, el crepúsculo anuncia el inicio de la última noche del año. En
diferentes negocios se queman los monigotes para despedir el año. Muchos en sus
automóviles exhiben sus monigotes, otros vestidos de viudas recorren la ciudad.
Los que no han elaborado el año viejo se dirigen a comprarlo. Varias familias se
desplazan a la casas de los padres o a los lugares donde se va a celebrar este rito.
Llega la noche, en las puertas y andenes de las casas se exponen los monigotes
que se han elaborado, los niños a modo de juego solicitan a los transeúntes una
“limosnita para la quema del viejo”. Adentro se respira “ese aire festivo: preparando
algunos elementos, algunos comestibles de nuestra región para compartirlos con
familiares o amigos, brindarles un vaso de champús, café con empanadas, un
hervido o un trago” (Burbano 2011: entrevista).
256
Duelo y risa
Los encargados de esta labor encienden los muñecos: el fuego arde, la pólvora
explota, y la calle se vuelve una hoguera alegre y festiva.
Mientras el fuego consume los restos del cuerpo, los familiares, amigos y vecinos
se abrazan unos a otros con diferente intensidad deseándose lo mejor para el año
que acaba de iniciar.
La risa y la nostalgia, el llanto y la alegría son como las llamas del fuego, señales
de la esperanza de que lo nuevo triunfe sobre lo viejo. Al respecto, el maestro Luis
Alberto Burbano expresa:
Creo que es como deshacerse por medio del fuego, de las cenizas,
de aquellas cosas negativas que en el año anterior se acumularon,
y ver arder un año viejo es justamente eso, es ver que se van las
noticias ingratas, los proyectos que fracasaron, aquellas situaciones o
enfermedades que la familia o la persona tiene, recoger las cenizas,
depositarlas en una bolsa y quedar nuevecito para el primero de
enero; esa es la simbología que tenemos en la ciudad de Pasto
quienes hacemos los años viejos, no solamente los que participamos
en el concurso, sino el más elemental de los años viejos que se hace
(2011: entrevista).
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La fiesta es una obligación
Foto 67. Calles de Pasto, 31 de diciembre. Tomada por: Alan Díaz Hernández.
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Duelo y risa
Pero no todos los monigotes fenecen, pues en los talleres de los artesanos otros
esperan el retoque final para salir a las calles y hacer parte de ese gran juego de
la vida que es el carnaval:
259
Foto 68. Montaje de Carroza. Tomada por Carlos Benavides Díaz
Foto 69. Taller de carnaval. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
IX
Un último relato y la entrada del carnaval
E n los primeros días de enero, cuando los ritos de navidad y de fin año
permanecen como huellas de la fiesta, los artistas del carnaval están
culminando sus obras para continuar con el festejo de los próximos actos en
los cuales son los actores principales. Son días intensos. Mientras en la exterioridad
se juega y baila, en la interioridad del taller las acciones colectivas e individuales
se intensifican, como lo expresa el maestro Freddy Hidalgo con sus palabras:
263
Foto 70. Desfile de carnavalito, 3 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Foto 71. Desfile de carnavalito, 3 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Un último relato y la entrada del carnaval
Los ejecutantes son múltiples como múltiples son sus elaboraciones. Desde los
niños y niñas que construyen sus pequeñas obras hasta los que son considerados
grandes artistas del carnaval. Si bien la edad y la experiencia los separa, unos y otros
han trabajado con los materiales de la imaginación para trasformar la ciudad. Cada
desfile del Carnaval de Negros y Blancos debe su existencia a las obras de cientos
de artistas que han trabajado durante buena parte del año en sus talleres y hogares.
Con la labor de los hacedores del carnaval parece que las calles no están destinadas
exclusivamente a albergar los actos de la vida cotidiana, sino también a convertirse
en un teatro callejero. Tal es el escenario, al que se acude colectivamente.
Foto 72. Desfile Canto a la tierra, 3 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
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Foto 73. Desfile Canto a la tierra, 3 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Foto 74. Desfile Canto a la tierra, 3 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Un último relato y la entrada del carnaval
En los primeros días de enero, las obras carnavalescas se toman las calles
y las habitan con una constelación de imágenes que procede de diferentes
lugares de la vida. De la imaginación infantil que es capaz de levantar casas
en la nada y de figurar el mundo entero en diminuto, emergen pequeñas obras
que figuran lo gigantesco. Hadas, duendes y animales pintados de todos los
colores desfilan por las calles revelando ese maravilloso ingenio que los niños
tienen para pasar de un dominio a otro.
Foto 75. Desfile Canto a la tierra, 3 de enero. Tomada por: David Bucheli.
271
La fiesta es una obligación
Foto 76. Desfile Familia Castañeda, 4 de enero. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
Foto 77. Desfile Familia Castañeda, 4 de enero. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
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Un último relato y la entrada del carnaval
Foto 78. Desfile Familia Castañeda, 4 de enero. Tomada por: Alan Díaz Hernández.
Foto 79. Desfile Familia Castañeda, 4 de enero. Tomada por: Carlos Benavides Díaz
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La fiesta es una obligación
Foto 80. Juego de negros, 5 de enero. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
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Un último relato y la entrada del carnaval
275
La fiesta es una obligación
mecanismos para montar las figuras gigantes que han elaborado. En las casas
se escuchan los comentarios de los periodistas locales sobre los motivos que
los artistas están finalizando. Afuera todo es fiesta y en ella todo puede suceder.
Al tratarse de una poética artística que tiene como subsuelo las mismísimas
narrativas del inconsciente colectivo, ha sucedido que en esta altura las figuras
carnavalescas, como fuerzas vivientes, acechan a quien las crea, pero también
a quien les otorga significado, como sucedió con la carroza El carro de la otra
vida construida por los hermanos Ordóñez en 1989. Según Javier Vallejo, a
propósito de la elaboración de esta carroza, compuesta de una “máscara gigante
que personificaba al diablo con expresión burlona, dos cabezas de dragones, un
esqueleto que representaba a la muerte, varias máscaras expresivas con gestos
de terror dispuestas en los bastidores y una falsa cabina de un carro de modelo
antiguo”, el diablo se resistía a salir al carnaval:
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Un último relato y la entrada del carnaval
Foto 82. Carroza El carro de la otra vida. Autores: Raúl Ordoñez y Germán Ordoñez.
Tomada por: Archivo Hernán Córdoba.
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La fiesta es una obligación
Pero este evento tampoco termina, ya que el cinco de enero, la noche anterior al
desfile, sucedió otro revés:
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Un último relato y la entrada del carnaval
El seis de enero, principal y último día del carnaval, las actividades comienzan
temprano. Los artistas se levantan a la madrugada, enseguida visten y adornan sus
cuerpos con las prendas que han elaborado. Luego de preparar sus alimentos y
bebidas, conducen sus obras al lugar de concentración. Todos vienen a interpretar
papeles distintos de aquellos que les ofrece la vida social. Los vecinos, entre
tanto, también nos preparamos para salir. Desde el integrante más pequeño hasta
el más adulto de la casa se atavían para la salida, todo ha sido preparado con
anterioridad. Nos agrupamos para salir en grupos familiares, de amigos y vecinos.
Todos somos parte de esta gran multiplicidad, una gran comparsa que busca un
sitio para disfrutar del principal desfile de nuestro carnaval.
279
Foto 83. Montaje de carroza, 5 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
Un último relato y la entrada del carnaval
gente que las rodea y admira, no sin lanzar sus puntos de vista, tratando descifrar
las imágenes que han modelado los artistas con sus respectivos estilos.
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La fiesta es una obligación
Freddy Hidalgo
Diego Pérez
En un ambiente de fiesta se inicia el desfile y los cuerpos van tomando calor. La calle se
estrecha, se contrae, se mueve para abrirle paso a ‘la gran serpiente del carnaval’. En
medio de miles de miradas, la serpiente avanza conducida por cientos de músicos y
danzantes. Niños, niñas, mujeres y hombres ataviados con vestidos multicolores que
282
Un último relato y la entrada del carnaval
Foto 85. Disfraz individual, desfile 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
283
La fiesta es una obligación
El ver, oír, estar, sentir y reír generan sentimientos desbordantes que avocan al
cuerpo al movimiento, a la emoción, como expresa Pedro Carlosama:
Esa emoción que hay con la gente, la angustia porque vaya a llover y de
esperar que le coloquen buena música adelante o atrás es totalmente
distinto a la estética del arte convencional, es meramente emoción, ahí
no hay nada de minuciosidad y de raciocinio, hay emoción pura, ahí
el pueblo es pueblo, no hay académicos ni nada, todos somos iguales
y la fiesta se disfruta de diferente forma. Uno disfruta en el recorrido
cuando la gente aprecia el trabajo, cuando le toma fotografías, eso es
interesante y no se da en una sala de exposiciones, porque es imposible
(2008: entrevista).
De pronto hacen su aparición los actores que juegan con el gesto, el disfraz
y la máscara para encarnar múltiples personajes de lo real, de lo imaginario,
del pasado o del presente. Las corporalidades son irradiaciones del juego, “su
identidad es el disfraz que enmascara lo que de hecho son: máscaras” (Trias
1971:14). Todo eso se da en ese paso de cuerpos que soportan imágenes; como si
el universo entero saliese a la superficie. Todo se da por la acción de la mano que
traza la transformación del cuerpo, su goce. Dice Freddy Hidalgo:
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Un último relato y la entrada del carnaval
Foto 86. Zanqueros, Colectivo coreográfico, desfile 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
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La fiesta es una obligación
Por eso, la corporalidad del actor que encarna al personaje no está ajena, extraña al
calor de los sentimientos y emociones que se despliegan en el carnaval. Sin importar
el tiempo, la edad y el género, su cuerpo está arrojado completamente a la alteridad,
a los sentimientos y a la alegría que es el deseo de vivir, dice doña Trinidad Vallejo:
Esto es lo que Freddy denomina una ‘sobre dosis’ de calor, de fuerza, de vida:
Le voy a dar un ejemplo, me pasa algo con mi niña: cuando ella nació,
mi esposa me preguntó cómo se siente y yo le respondí: “Se siente como
el carnaval”. No hay palabras para explicar lo que uno siente y cuando
nació mi nena fue igual, yo no he encontrado palabras para escribir lo que
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Un último relato y la entrada del carnaval
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La fiesta es una obligación
Foto 88. Trinidad Vallejo, desfile del 6 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
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Foto 89. Luis Eduardo Apráez, desfile 6 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
La fiesta es una obligación
Fuerza que deviene del conjuro que fusiona el cuerpo del actor y el personaje, o
de propuestas plurales que buscan el goce y la afectación, expresa el teatrero Julio
Erazo: “Lo que se debe lograr con cualquier representación sea teatral, parateatral,
simbólica o performativa es afectar al otro, ‘si a ti no te afecta entonces no está
pasando nada’, debe existir una afectación en relación al otro” (2011: entrevista).
Foto 90. Gerardo Jurado, desfile 6 de enero. Tomada por: July Jojoa.
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Un último relato y la entrada del carnaval
importa nada, hasta los mismos policías terminaban tomándose fotos con
uno, sabiendo que ellos deberían estar controlando, también formaban
parte del desorden de la fiesta (Hidalgo 2008: entrevista).
El performance carnavalesco encierra una fuerte capacidad que moviliza los cuerpos
de distintas formas, toda vez que se busca el con-tacto, el involucramiento y un
movimiento festivo que en ocasiones pareciera una agresión. En este escenario el
cuerpo pasa, escucha, toca, siente, juega, participa o se retrae. Carlosama comenta:
Hay un momento en que el uno está totalmente solo, así usted este
acompañado por su familia, por su esposa, por sus hijos, pero va a estar
solo: es usted y su idea contra los que están participando, no es más, a
pesar que en el desfile hay euforia, compañerismo y la gente es amable,
pero es usted solo. Uno guarda cierta taciturnidad, incluso en el desfile
mismo, porque la responsabilidad recae sobre uno, la responsabilidad se
siente. Por más familia que se tenga, es usted y su propuesta, ahí los únicos
amigos y fieles son las figuras que usted ha elaborado (2008: entrevista).
291
La fiesta es una obligación
Entonces están las líneas, los colores y las imágenes, pero están también los
sonidos que escuchamos y los pasos del músico que agita su cuerpo según el
ritmo de sus interpretaciones:
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Un último relato y la entrada del carnaval
sino que atiende al calor del ritmo del carnaval, se altera con los aplausos
y la efervescencia del público. Todo esto forma parte de lo que podemos
llamar el dejo de las murgas, un dejo que es musical y de baile a la vez
(Martínez Cassetta 2008: entrevista).
El desfile que es movimiento sigue incesante y abre paso ahora a las figuras más
grandes que son transportadas en carros de diferentes tipos. Carros que recuerdan
el carrus navalis, uno de los términos de los que se piensa proviene la palabra
carnaval, que hacía parte de una “antigua costumbre de festejar con la alegría
procesión el acto de devolver las barcas al agua una vez superadas las tormentas
invernales” (Benjamin 1991b: 68) o en contextos españoles donde se celebraba la
Fiesta de los carros, procesión carnavalesca que
293
La fiesta es una obligación
La gente está atenta al paso de las carrozas que se anuncian desde la distancia
con la aparición de enormes figuras que se levantan como si estuvieran mirando.
Las carrozas no motorizadas pasan lentamente, seguidas de otras de mayor
formato, más fastuosas que son la cola de la serpiente, el apéndice y esplendor
del desfile. Es el momento más alegre y emocionante. Al paso de cada una de
las carrozas se lanzan cumplidos y aplausos de todos lados; la música activa aún
más la emoción de los festejantes.
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Un último relato y la entrada del carnaval
Las carrozas son escenarios móviles en las que se encuentran montadas figuras
gigantescas que encarnan a diversos seres. A su paso, la mirada se enfrenta con dioses
y deidades de regiones múltiples; con animales enormes que lloran o botan fuego de
sus grandes bocas; con figuras humanas de cuerpos gigantes. Pasa Baco, dios del vino,
la lujuria y la expresión corporal; las deidades andinas como Aya huma, las deidades
mayas, los espíritus del sol, la luna, del Aya huasca o del carnaval mismo que se ha
elevado a esta categoría. Transitan como dioses juguetones y desenfrenados.
Foto 93. José Ignacio Chicaiza, desfile 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
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Foto 94. Yo carnaval. Autor Edgar Arley Ortega. Tomada por: Carlos Benavides Díaz
Foto 95. Carroza Yuyay Pacha. Autores Carlos Barrera Jose Revelo,
desfile 6 de enero. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Foto 96. Carroza Dios Baco. Autor Diego Caicedo. Tomada por: Jonnathan Riascos.
Foto 97. Carroza Luna Carnaval Autoores Julio y Andrés Jaramillo.
Tomada por: Jonnathan Riascos.
Foto 98. Carroza Entre el cielo y la tierra. Autores Jairo Andrés Barrera y José Vicente Revelo,
desfile 6 de enero. Tomada por: Cristian Estrella.
Foto 99. Carroza Tiempo de Florecer. Autor Olman Dario Cabrera. Tomada por: Jonnathan Riascos.
La fiesta es una obligación
Foto 100. Sigifredo Narváez, desfile 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
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Un último relato y la entrada del carnaval
Foto 102. Carlos Bolívar Valdivieso, desfile 6 de enero. Tomada por: Santiago Pérez.
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La fiesta es una obligación
Foto 103. Carroza Carnacolito. Autor Hugo Moncayo. Tomada por: Carlos Benavides Díaz.
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Un último relato y la entrada del carnaval
De ahí su ambigüedad. Es verdad que cada una de estas figuras provoca a su paso
un gran impacto y placer visual, ya sea por el color o por la monumentalidad. Es
cierto que alcanzamos a familiarizarnos en algo con su extrañeza cuando estas
imágenes se apoderan de nuestra subjetividad, por eso las comentamos y emitimos
nuestros perceptos, ya sea como adultos o como niños, como mujeres u hombres.
Pero también es cierto que su paso efímero y penetrante nos deja muchas huellas
en nuestra memoria, cosas no resueltas, inquietudes, impresiones, como la del
maestro José Ignacio Chicaiza quien decidió jugar con estas figuras para conjurar
el miedo que alguna vez le causó uno de estos espectros.
Tanto las figuras como estos desfiles quedan registrados de distinta manera
en la experiencia de los artesanos y en la nuestra. El carnaval con ese gran
poder transformador de la imaginación, nos relaciona con todos esos espectros
y gigantes, todo ese mundo de criaturas que están en la naturaleza de las cosas,
aunque no en lo cotidiano, con ese otro mundo de criaturas que se encuentran
tras los bastidores de las imágenes que no son habituales.
Tanto las imágenes que portan los cargueros carnavalescos a manera de máscaras
o mascarones, como las carrozas alegóricas, son composiciones complejas,
recargadas y barrocas, pues, como se dijo anteriormente, los artistas juegan
con muchos elementos estéticos y culturales. El color, la forma, el movimiento
y el vestuario son recursos que se utilizan de distinto modo para dar vida a
personajes, eventos y temáticas determinadas. Siendo una de ellas la alegoría
carnavalesca. Walter Benjamin expresaba particularmente, en relación con el
drama barroco alemán que el mundo de las cosas aparecía representado con el
ropaje alegórico: “La personificación alegórica siempre ha movido a confusión,
al no estar claro que su contenido no consistía en personificar el mundo de
las cosas, sino en dar a las cosas una forma más imponente, caracterizándolas
como personas” (1990: 181).
307
La fiesta es una obligación
misma cosa puede representar tanto una virtud como un vicio. El artista, a la
vez que juega con su cuerpo, juega con los sentidos de la imagen.
En este caso Diego Pérez, con la comparsa denominada Día de reyes, juega con
varios elementos. En primer lugar, juega con el relato universal de los reyes magos
que, ya se ha dicho, en Pasto se transformó sustancialmente. Los roedores tan
sacrificados en esta época, cabalgan sobre varias aves de distinta procedencia y
son elevados, como frecuentemente sucede en este carnaval, a la categoría de
reyes. En esta particular versión, los cuyes personifican al artesano y figuran una
cabalgata cuyo mensaje es el siguiente:
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Un último relato y la entrada del carnaval
Se trata de héroes que al estar asociados al reino de la fiesta tienen la fuerza para
derrotar las tristezas con una sola carcajada, como se lee en el siguiente pasaje del
poema que Emilio Jiménez dedica a uno de estos personajes:
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Foto 104. Comparsa sabor de mi pueblo. Autor Hector Oviedo Bravo. Tomada por: Carlos Benavides Díaz
Foto 105. Carroza no motorizada Huele a cuy. Autor Arturo Padilla. Tomada por: Carlos Benavides Díaz
La fiesta es una obligación
Son este tipo de personajes los que resucitan a los artistas del carnaval o
héroes cotidianos como el mismo Rey León, que en varias oportunidades miré
entrometerse a encabezar este desfile pese al control ejercido por los ‘guardianes
del carnaval’. Todos estos elementos, más la traza inagotable del gremio de los
artistas del carnaval, hacen que este escenario sea una suerte de éthnos, término
que hemos recuperado para dar cuenta de un sentido menos antropocéntrico de
comunidad, a la que efectivamente el carnaval subvierte; o sino júzguese otro tipo
de composiciones que pasan por la calle como un torbellino, impresionante y
fugazmente o “dialéctica e intensiva, es decir, capaz de relacionar un instante del
pasado con el presente” (Agamben 2010: 33). Como en un tinku, encuentro, juego
o tinkunni, enfrentamiento humano y no humano.
Matizada de verdes y rojos, dicha carroza presentaba varios espíritus del bosque y
de la montaña. En medio de árboles y llamas con semblante humano, el duende,
el pollo maligno, la patasola y el hojarasquín de monte, aparecían como si no
quisiesen que se les destierre de la memoria de nuestros contemporáneos, como si
pretendieran seguir habitando en lo imaginario, en un tiempo en que se asiste a una
tremenda inflación de la imagen mediática, televisiva, la cual de la noche a la mañana
pone a su servicio todo tipo de mitología con un fin meramente propagandístico o
mercantil. Todo invita a pensar que la alegoría carnavalesca, colorida, exagerada y
312
Un último relato y la entrada del carnaval
grotesca, es uno de los recursos que los artistas utilizan para contrarrestar los efectos
de la máquina visual o, por lo menos, para llamar la atención hacia otras imágenes
que pueden configurar de otro modo el pensamiento y la imaginación.
Asimismo, con otro estilo, el maestro Carlos Ribert Insusty en años anteriores
elaboró dos particulares carrozas (fotos 120 y 121). La primera, denominada Sólo
en Nariño (2011), es una composición que juega con varios componentes para
presentar una lectura de San Juan de Pasto. Como pico de navío se ubica en esta
carroza la figura central, el volcán Galeras, encarnado por un León que se transforma
en Agustín Agualongo. Tratándose de una figura bicéfala, de un hombre-animal,
que involucra la fuerza histórica, animal e impetuosa de la tierra. Hacia los lados
estaban varios personajes de destacada relevancia en la vida cultural de la región:
los músicos Maruja Hinestroza, Luis Chato Guerrero, Leonidas Castillo (caballito
Garcés) y Eddy Martínez. Finalmente, en la cola del animal que se mueve de
arriba hacia abajo, se encuentran modelados los rostros de tres personalidades
comprometidas con este carnaval: Conchita, Alfonso Zambrano y Trinidad Vallejo.
Encabezaba esta carroza un actor enmascarado que con una potente voz exaltaba
los ánimos de los participantes.
313
Foto 106. Carroza La Tulpa: La minga del pensamiento. Autores Sigifredo y Hernan Narváez.
Tomada por: Jonnathan Riascos.
La fiesta es una obligación
guión, es decir, en una carroza hay teatro, música, literatura, pintura, escultura,
dibujo, incluso danza” (Ordoñez 2007: entrevista).
316
Foto 107. Carroza Sólo en Nariño. Autor Carlos Riberth Insuasty,
desfile 6 de enero. Tomada por: Carlos Alberto Benavides
Foto 108. Carroza Los Genios no deben morir. Autor Carlos Riberth Insuasty.
Tomada por: Carlos Alberto Benavides.
La fiesta es una obligación
Pienso que la traza de estos escultores sigue esta tarea, pues no solamente lucha
contra el olvido sino que interpela a quienes lo producen:
Tenemos, por lo tanto, dos formas que, marginadas de las bellas artes durante siglos,
se han mantenido en otros lugares como la religión y el carnaval y que, como ya
se ha dicho, son algunos de los recursos que utilizan los artistas del carnaval para
revelar el imaginario oficial o hegemónico y construir otros sentidos de mundo.
320
Un último relato y la entrada del carnaval
Son estas imágenes las que cruzan la ciudad, presentándose figuraciones de todo
dominio (divino, humano, animal o bestial), que atraviesan nuestra mirada que
como un ave viaja y vuela por la imaginación. Con ellas el desfile se rompe y
la gran comparsa que conformamos durante estos días se dispersa, como una
“estrella danzarina, hija del caos” (Trias 1971: 15).
321
Cabecera
Foto 109. Carroza La Caja de Pandora. Autor Raúl Ordoñez. Tomada por: Javier Tobar.
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Foto 110. Final desfile 6 de enero. Tomada por: Alan Díaz Hernández
Foto 111. Agonía del carnaval. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo
X
El juego del agón y la mimicry
327
La fiesta es una obligación
328
El juego del agón y la mimicry
Al otro día entre tristezas y alegrías, desarman sus obras y determinan el destino
último de las mismas. Mientras tanto la ciudad vuelve a retomar la corriente
cotidiana. Las escenas son variopintas aunque se respira un ambiente solitario:
Algunos se quedan y se preparan para asumir las actividades del nuevo año,
otros arreglan su viaje a sus respectivos destinos. Las imágenes que anunciaban
el retorno de la fiesta ahora anuncian su agonía; las puertas y ventanas que
anunciaban la bienvenida ahora anuncian la despedida.
Con el transcurrir del año, las obras ganadoras se exhibirán en otros carnavales,
otras por piezas se venden, regalan, queman o, simplemente, van a parar al algún
lugar de las casas de quienes les dieron vida, como restos, como ruinas. Este es el
destino del arte que los mismos maestros han dado por llamar efímero. Ni pieza
de museo, ni monumento, menos pieza de galería, es un arte que se destruye con
el tiempo. Mientras los creadores vuelven a su trabajo cotidiano y
Como sus obras, algunos artistas, en calidad de invitados, viajan a otros carnavales
(regionales, nacionales o internacionales) a compartir su experiencia, como dicen
ellos. Esta es quizá su ‘ganancia’ suplementaria, económica o simbólica, que se
recibe por la entrega de estas obras.
Podría pensar con Bataille (1988), que se trata de manifestaciones que nos remiten
a una soberanía perdida, pues es precisamente en el propio terreno de la fiesta
como esta se recupera. Pero se trata de una soberanía que implica ir más allá de la
utilidad, ya que involucra un gozo del tiempo presente. Es un más allá de la utilidad
porque el hombre no solo tiene hambre de pan, sino también de gozo. El juego y el
329
La fiesta es una obligación
arte serían la reivindicación legítima de esta hambre. Recordemos que Callois (1997)
advertía que el juego era el espacio–tiempo para el gasto puro, no únicamente de
dinero sino de energía, habilidad, ingenio. El juego se diferencia del trabajo porque
no crea ninguna obra, ninguna riqueza. El sentido del juego, decía, era el juego
mismo, aunque subyacen elementos como el prestigio, el honor, etc. Muy cercano
a Callois, Jean Duvignaud se preguntaba si la praxis del juego era la antípoda de la
actividad útil. La actividad inútil, que caracteriza a ciertos momentos de la actividad
colectiva, revela algo más allá de la concepción que opone lo útil y lo vano. Para
este autor los excesos y el consumo no eran las antípodas que restablecen el orden
sobre bases nuevas, como lo afirmaban las lecturas clásicas, más bien son “dones
inútiles, apuestas a favor de un cuestionamiento posible sobre el propio orden
social” (Duvignaud 1997: 155). Si el juego colectivo, pensaba, se alejaba de toda
acumulación, de toda constitución de ahorro o de economía de mercado, es porque
“es un elemento rebelde de toda sociedad” (1997: 132).
Foto 112. Arturo Ruano. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo.
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El juego del agón y la mimicry
Foto 113 Agonía del carnaval. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo.
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Foto 114. Agonía del carnaval. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo.
Foto 115. Agonía del carnaval. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo.
Foto 116. Agonía del carnaval. Avenida Panamericana, 7 de enero. Tomada por: Miller Melo.
La fiesta es una obligación.
Artesanos intelectuales en la imaginación
de mundos posibles.
La aportación teórica de Javier Tobar al conocimiento
del Carnaval de Negros y Blancos en Pasto, Colombia.
J uan D uchesne -W inter (U niversidad de P titsburg )
Sin embargo, en la literatura antigua y medieval se registran además otros usos del
término “teoría” que se refieren más que a ver o contemplar en sí mismos, al acto de
preparar algo para que sea contemplado, es decir, a la manera en que se articula,
elabora, construye un evento, un objeto y sobre todo una serie de objetos para
que sean vistos, percibidos, experimentados de la mejor manera posible. Entonces
“teorizar” es también una acción de organizar, realizar montajes, escenarios para
mostrar series de objetos y acciones ante determinados observadores, espectadores
e incluso participantes. Por eso hay textos en los que se les llamaba “teorías” a las
carrozas, confecciones, representaciones, actuaciones, conjuntos, comparsas que
desfilaban en las celebraciones que hoy día denominamos como carnavales. Hay
textos en que se admiraba la “bella teoría de Eros, de Príapo que desfiló” en ocasión
de una procesión celebratoria sagrada. En fin, que preparar un carnaval, participar
en él es hacer teoría, pues el carnaval en sí, al menos su aspecto de presentación,
exhibición y desfile, es una teoría. El carnaval es la teoría y la teoría es el carnaval.
Javier Tobar, en este bello libro, hace teoría sobre la teoría que es el carnaval
mismo. Y es en más de un sentido que el profesor Tobar realiza esa teoría de la
339
La fiesta es una obligación
teoría, pues más que describir el Carnaval de Pasto, su propósito es estudiar “las
artes que hacen posible su realización”; es decir, él se propone examinar cómo se
elabora, cómo se hace esa teoría que es el carnaval; estudia, en fin, lo que algunos
marxistas muy bien llamaron la praxis teórica, para referirse al ejercicio activo y
transformador del arte de la teoría, en el cual participan, según lo consigna el
propio Tobar, tanto el alma, como la mano y el ojo.
340
La fiesta es una obligación....
341
La fiesta es una obligación
Así, equipado con esta perspectiva teórica múltiple, en la cual confluye la propia
teoría que es el carnaval, con la praxis de los artesanos, incluyendo aquí a la
variedad de actores que colaboran con los artesanos, y con el bagaje intelectual-
teórico del autor, el estudio que nos brinda Javier Tobar, se despliega en la
exploración de una serie de continuidades relacionadas con el evento del Carnaval:
Vida cotidiana — Carnaval. El Carnaval es un evento singular, puntual, ocurrente
una vez al año, pero no se le puede separar de los aspectos de la vida cotidiana
transcurridos el resto del año.
A mi juicio, la primera parte, teórica, del libro, motiva de manera muy coherente
y consistente, las preguntas que se abordan en el resto del volumen. En mi caso,
y de acuerdo a mis inquietudes actuales, las preguntas que me motivó este libro
desde su inicio son: Las actividades del carnaval, ¿constituyen una forma de
producción (trabajo) regida por la ley del valor? ¿Pero estarían de todos modos
indirectamente subsumidas por el capital? (Tal vez, en la medida en que formen
o no parte del espectáculo integrado: publicidad, mercancía, es decir, la imagen
como capital condensado.) ¿Se atisba, según esta perspectiva del Carnaval, un
residuo o emergencia de modos de crear y vivir, es decir, de relaciones sociales,
que desafían la ley del valor? ¿Se apunta a alguna manera de crear vasos de
comunicación, continuidades, entre el carnaval y la vida cotidiana que sean
propuestas, prospectos de cambio real, más que atisbos, vislumbres o esbozos
tentativos? Es decir, no cuánto influye la vida cotidiana en el carnaval, sino cuánto
el carnaval influye en la vida cotidiana.
342
La fiesta es una obligación....
El propósito del libro, por supuesto, no es responder a dichas preguntas, sino dar
cuenta de una de las maneras en que la sociedad contemporánea, en este caso, la
sociedad de Pasto, les otorga concreción y urgencia mediante una obra colectiva
deslumbrante, proteica y plena, digna no solo de ser contemplada, sino de ser
vivida como prospecto de futuro.
Referencias
Tobar, Javier.
2014 La fiesta es una obligación. Artesanos intelectuales en la imaginación
de mundos posibles. Popayán: Editorial UC.
343
La fiesta es una obligación.
Artesanos intelectuales del Carnaval de Negros
y Blancos en la imaginación de otros mundos.
Julio César Goyes Narváez.
Alfonso Zambrano.
En Márquez y Guerrero 1988: 457.
345
La fiesta es una obligación
346
Artesanos intelectuales del Carnaval de Negros y Blancos...
347
La fiesta es una obligación
Los ámbitos y ecos del carnaval han sido abordados desde enfoques históricos,
sociológicos e incluso económicos, restringiendo esta información a círculos
académicos e investigativos y a algunos cuantos lectores ilustrados. Hacia falta
un enfoque antropológico desde una mirada narrativa, poética y política que
involucrará no solo el discurso de los teóricos, sino las voces de los actores
del carnaval que exponen sus experiencias. El texto se escribe balanceando el
conocimiento con el saber, la historia con la experiencia, la epistemología con
la poética. Si señaló estos aspectos teóricos es porque el autor en “La fiesta es
una obligación” los plantea con claridad y contundencia llevando esta práctica
a lo más radical, la de procurar un bricolaje en arquitectura y enfoque; es decir,
es una carroza o comparsa de escritura que pone al mismo nivel a nuestros
artesanos, poetas y filósofos del carnaval con los maestros e investigadores
de las academias universitarias internacionales. Todo creador y pensador es
creativo, imaginativo y constructor de realidades a través de su dimensión
simbólica y de su combate con lo Real del sexo, la muerte y la violencia. Qué
unos obtengan títulos, promuevan libros y cultiven epistemologías, y otros
arrumen sus obras en un taller, capitalicen experiencias, cultiven pensares
y emociones que se comunican y expresan en audiovisualidades es más un
efecto accidental de logros y beneficios que propiamente una diferencia social
o de valor redituable. ¿Cuántos investigadores del mundo quisieran soñar,
pensar, diseñar y pasear ante cientos de espectadores un carro alegórico,
una comparsa, un murga o un muñeco de año viejo? No lo digo solo por el
colorido y las texturas, por las coreografías y la ejecución estética, hablo de
la arquitectónica y el mundo imaginario, de la narrativa y propuesta simbólica
que habita en cada uno de esos pasos o textos festivos.
348
Artesanos intelectuales del Carnaval de Negros y Blancos...
Desde este punto de vista la fiesta carnestolendica no es, no puede ser solo
un espectáculo atornillado al baile y la borrachera de unos cuantos días; no es
solamente la tienda de cosméticos, harina y derivados que hace redituable las
economías de barrio; es en realidad un baile de sentidos y una macroeconomía
de los pensamientos complejos que articulan y desarticulan las instituciones, las
relaciones familiares y de amistad, y que comprometen y movilizan las economías
del sentimiento, del estipendio, del derroche y el consumo a lo largo de toda la
experiencia celebrativa y festiva incluyendo los momentos de aparente reposo
que calibran los escenarios rituales que sorprenden en la cotidianidad. Estamos
hablando de un relato que se urde como tejido de retazos, un bricolaje que se
arma con mundos tradicionales, otros a medio cocinarse y otros posibles que
forjan los imaginarios y simbologías de las comunidades como formas de ser y
vivir o, para usar el término del autor, como prácticas vitales.
Un antropólogo de lo audiovisual
Desde hace mucho tiempo vengo pensado que un antropólogo es una especie
de poeta bifronte, alguien que incursiona en el entramado del ver/decir a través
de por lo menos tres interrogantes: uno, la ontologización del “entre”; es decir
349
La fiesta es una obligación
alguien que se ubica en la rejilla dado que ve hacia fuera y dice (habla) hacia
adentro abriendo una zanja entre el pensamiento y la emoción; dos, a través de
la sustancialización de los devenires que es vivir en el continuo movimiento y
transformación de las conciencias, las ideologías, los deseos y los sueños; y tres,
a través de saberse ubicar en la circularidad mítica de los interrogantes evitando
quedar atrapado en “más de lo mismo”, en la compulsión de la reiteración y la
angustia, esa especie de encapsulamiento en las preguntas que solo él y solo él
puede o cree poder contestar. La distancia de la mirada es el problema de quien
se involucra en el acto mismo de investigar. ¿Cómo educar o poner a pensar al
ojo para que vea lo que el sujeto no quiere o no puede ver?, ¿para que se desvíe
de lo obvio, lo cristalizado, lo transparente? Un ojo que no habita en las sombras
y los matices es light en su visión, porque como escribe el poeta Philip Larkin “el
sol destruye el interés de la sombra”. El esfuerzo de un investigador del texto y las
texturas es no perder la energía sombreada que crece en las formas, evitando la
demasiada luz por confiada y cegadora.
De suerte que no hay posibilidad de que algún día se reconcilie el ver con el
decir, es más, en la era de la hipervisualidad el Ver se aleja cada día más de la
Palabra y su relato; he allí el reto del sujeto en la posmodernidad, ser capaz de
resistir navegando más que en la imagen en la visualidad y en los regímenes
de visibilidad. El carnaval es audiovisualidad pura, allí todavía habita el sujeto,
florece el relato, se emplaza la experiencia. Lo que no se puede escribir de manera
verbal hay que someterlo a las escrituras de la imagen y su visualidad. Los textos
audiovisuales que aparecen al final del libro “La fiesta es una obligación” y que
se incluyen en un DVD apoyan la investigación sin ser meras ilustraciones, sino
otros textos que complementan la escritura verbal. En muchos casos las imágenes
fijas o en movimiento no complementan sino profundizan, soportan la memoria,
amplifican el conocimiento, reactivan la sensibilidad. En trabajos de antropología
350
Artesanos intelectuales del Carnaval de Negros y Blancos...
visual como este se moviliza todo el espectro del lenguaje, por consiguiente hay
que leer como quería el viejo Borges cuando le dio por apretar la metáfora del
libro que es a su vez un laberinto. Agreguemos que un libro, este libro, es una
fiesta de carnaval con diversos accesos y flujos.
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La fiesta es una obligación
La frase que le da el título al libro “La fiesta es una obligación” es de José Bernardo
Tobar, padre del autor, y equivale a lo que Georges Bataille para pensar el erotismo
sagrado denominó como transgresión en la prohibición. Más que un acto de
espontaneidad, la fiesta es una obligación puesto que debemos reconocernos en
el carnaval como un ritual justo y necesario, un hacer y una performance que va
más allá de la efusividad del encuentro, el desahogo de penas y la transgresión de
las leyes que la sociedad impone; ‘allí’, es decir ‘aquí’, en este escenario que sucede
año tras año acontece una re-creación del mundo que mantiene la tradición y al
mismo tiempo la funda con devoción de cara al porvenir. La experiencia del
carnaval es posible entenderla como poética y política del taller, de la lectura
y la escritura de la memoria. Escritura como máquina psíquica de inscripción,
pizarra, traza. El texto del carnaval como irrupción y detenimiento, palimpsesto
e intertexto. Una obra en donde todos construyen e incluyen. El investigador o
autor coordina todos esos discursos, textos y experiencias.
Este libro que ahora esta al alcance del lector es una carroza o comparsa que
desfila y juega en su escritura por la memoria y el pensamiento; es un relato que
convoca a una fiesta en donde su autor no es sacador sino ajuntador. Si la fiesta
es una obligación, leer-ver-escuchar este libro también lo es.
Referencias
Tobar, Javier.
2014 La fiesta es una obligación. Artesanos intelectuales en la imaginación
de mundos posibles. Popayán: Editorial UC.
352
Listado de artesanos entrevistados
353
Referencias citadas
Agamben, Giorgio
2010 Ninfas. Valencia: Editorial Pre-Textos.
Arboleda, Carlos
2011 Paganismo y cristianismo en la fiesta colombiana en El entrecruzamiento
de la tradición y la modernidad. Memorias del encuentro internacional
sobre estudios de fiesta, nación y cultura. Bogotá: Intercultura-Colombia
e Instituto para la investigación educativa y desarrollo pedagógico
Arias, Luis Martín
2009 El Toro de la Vega: Fiesta e ideología. En Revista Trama & Fondo;
Revista de Cultura No. 27: La fiesta. España: Universidad de Valladolid.
Asturias, Miguel Ángel
1992 Leyendas de Guatemala. Buenos Aires: Editorial Losada.
Avelar, Idelber
2000 Alegorías de la derrota. La ficción postdictarorial y el trabajo del duelo.
Chile: Editorial Cuarto Propio.
Bajtin, Mijail
1993 Los problemas de la poética de Dostoievski. México: Fondo de Cultura
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Índice analítico
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La fiesta es una obligación
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Índice analítico
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La fiesta es una obligación
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Índice analítico
relato 73 T
relatos del tacto 104
religiosidad popular 221 tacto 110
repertorio 73 tallar 108
representación 36 taller 24
representación alegórica 235 teatrocracia 166
reproductibilidad técnica 58 terrenos existenciales 32
resistencia 166 territorio existencial 83
restancia 166 testamento 171
retrato 167 theatrum mundi 36
risa 244 tinku 312
risa festiva 188 tinkunni 312
Risueño Héctor 154, 164, 169, 236, 237, Tobar, Javier. 16, 47, 331
254 Tobar, Javier y Herinaldy Gómez. 221,
ritual 23 222
Rosero Mario 155, 156, 157 Tobar José Bernardo 229
trabajo 39
S trabajo asalariado 41
trabajo del duelo 244
saberes expertos 48 trabajo virtuoso 41
saber-hacer 47 tradición 50
sacrificio simbólico 254 tragedia 251
sagrado 187 trauerspiel 184
Salazar, Rafael. 183, 190 Trias, Eugenio. 284, 321
Sans, Isabel. 73, 236
Santander, Vicente Ulises. 72 V
Scheper-Hughes, Nancy. 242
Scott, James. 140, 162 Vallejo, Javier. 276, 277, 278
Sennett, Richard. 42, 45, 58 Vallejo Mario 173
sensación 111 Vallejo Trinidad 49, 125, 131, 133, 137,
sentir-pensar 47 141, 286, 313
significaciones 39 valor de cambio 61
simbólico 24 vertretung 242
sincretismo religioso 183 Vicario Leal, Fernando. 182, 186, 222
singularidad 31 vida ritual 34
socialidad primaria 60 viejos 25
socialidad secundaria 61 Villota Luis ALfonso 39
sociedad 140 Virilio, Paul y Andrea Giunta. 35
sociedad moderna 46 Virno, Paolo. 39, 41, 46
Solarte Guillermo 41, 133, 134, 135, 292 virtuosismo 41
Stoichita, Víctor y Anna Coderch. 186 vivencia 50
subjetividad 127
surrealismo 92
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La fiesta es una obligación
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Este libro fue diagramado utilizando fuentes ITC Garamond Std
a 10,5 pts, en el cuerpo del texto y UVF Aphrodite Pro en la carátula.
Se empleó papel Earth Pact de 75 gramos en páginas interiores
y propalcote de 300 gramos para la carátula.
Se imprimieron 513 ejemplares.