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DIPUTACION PROVINCIAL OÍ ALICANTE
CALDERON:
Una lectura desde
el siglo XXI
CALDERON:
Una lectura desde el siglo XXI
Colaboran:
Ignacio Arellano
José María Balcells
Catalina Buezo
Paloma Fanconi
Rogelio Fernández Delgado
Justo Fernández Oblanca
María Gómez y Patino
Víctor Infantes y Ana Martínez
Remedios Lorenzo Vián
Sara Núñez de Prado
Carmen Sanz Ayán
I.S.B.N.: 84-7784-365-1
Depósito Legal: A-652-2000
Maquetación e impresión:
SUCH SERRA, S.A.L.
INDICE
Introducción ................................................................................................................................. 11
Presentación de la obra............................................................................................................... 27
Rogelio Fernández Delgado: Las teorías del crecimiento económico y las limitaciones a
la difusión de los conocimientos en Castilla a principios del siglo XVII............................. 65
• Introducción ................................................................................................................... 67
• 1. Los cuatrto elementos del crecimiento económico................... 68
• 2. El progreso de los conocimientos y las teorías del crecimiento económico ......... 69
• 3. Las retribuciones castellanas a la difusión de los conocimientos ................... 75
• 4. Conclusiones........................................................... 80
Sara Núñez de Prado: Ideología dominante y teatro en la España del siglo XVII:
Calderón de la Barca y la transmisión de valores........................................................ 107
• El control civil de los impresos en el XVII español: antecedentes y panorama
general ............................................................................................................................... 111
• El control religioso de los impresos en el XVII español y el papel del Tribunal de la
Inquisición ........................................................................................................................ 115
• El control de los libros y la sociedad barroca del siglo XVII...................................... 118
• El teatro y la transformación de la ideología dominante: Calderón de la Barca,
hombre de su tiempo........................................................................................................ 121
- Calderón y los valores religiosos............................................... ·........................... 122
- Calderón y la ideología civil .................................................................................. 125
• Calderón de la Barca y la censura................................................................................... 127
• Epílogo para un genio....................................................................................................... 128
Remedios Lorenzo Vián; Calderón y su época: algunos aspectos jurídicos del matrimonio
y la familia.................................................................................................................................... 161
• I-Consideraciones generales......................................................................................... 163
• II - El matrimonio canónico tras el Concilio de Trento ............................................... 166
• III.- Aspectos periféricos en tomo al matrimonio y la familia.................................... 172
1. La barragania........................................................................................................... 172
2. Matrimonio clandestino. Bigamia.......................................... 174
3. Mácula Bastardial................................................................ 177
• IV- Conclusión.................................................................................................................. 179
María Gómez y Patiño: La mujer en Calderón. El rol femenino en 'La dama duende"y
"El alcalde de Zalamea": Ángela e Isabel. Un análisis comparativo desde el siglo XX, 183
11
INTRODUCCIÓN
13
Como dice Marc Vitse (1992:400), si el tercer centenario de su muerte
ya produjo una ingente cantidad de literatura secundaria sobre Calderón,
el cuarto centenario de su nacimiento ha de ser una ocasión mucho más
gozosa (en términos generales siempre lo es más un nacimiento que una
muerte) y por tanto no podrá ni deberá ser menos prolífica.
14
Pero, ¿cuál era la situación de los intelectuales en el Siglo de Oro?
15
El soneto de Laura enamorada en Antes que todo es mi dama:
Calderón innovador
Para este mismo autor (Ibidem), la complejidad del arte barroco rea
liza en manos de Calderón uno de los mayores esfuerzos que jamás hizo la
poesía por hacerse musical. La métrica, que se hallaba estacionaria hacía
un siglo, desde la introducción de los versos italianos, es innovada por
Calderón, con metros, estrofas y procedimientos inusitados, que enrique
cen la habitual polimetría del teatro español, al servicio de las más varias
situaciones dramáticas.
16
Francisco, el hijo natural, y Dorotea, la camaradería fraterna, absoluta, la
nostalgia de la madre, la rigidez autoritaria, con tantas resonancias edípi-
cas, del joven padre funcionario, prematuramente fallecido, la codicia hos
til de la madrastra y, desde luego, el impacto de las varias propuestas
educativas, en las que se suceden ciertos maestros, los jesuítas del Colegio
Imperial, tan adversos siempre al teatro comercial e independiente, por fin,
las Universidades de Alcalá y Salamanca, y más tarde, en la edad adulta,
experimentó en pleitos y disputas, la injusticia de las instituciones y de las
estructuras y prejuicios sociales, lo que le induciría a la permanente bús
queda de una idea de Ética superior a la moral dominante y a las normas,
procedimientos y decisiones de los administradores del Derecho.
1. Las palabras de Vossler no sólo me sorprenden por lo acertado de sus asertos, sino sobre
todo, por la fecha de publicación (1938). Desde los umbrales del siglo XXI, resulta muy
llamativo que en plena Guerra Civil Española, se publicaran en España críticas filológi
cas de autores del siglo XVII. Lo cierto es que ése es el año de publicación en español,
ya que la obra original en alemán, fue publicada en los estertores finales de Hindenburg,
poco antes de que Hitler accediera al poder, que tampoco es un momento histórico muy
sosegado en Alemania.
17
por Copérnico, Keppler, Descartes y Galileo. Y el Imperio español por el
mundo, tal como él lo exaltaba, había sido minado ya por Holanda,
Inglaterra y Francia, y la autoridad del catolicismo, quebrantada por el
individualismo religioso de los pueblos germánicos y comprometida por
los librepensadores italianos y franceses y los albores de la Aufklarung.
Sólo el absolutismo monárquico se asentaba aún firmemente en los tronos
europeos, y en ninguna parte con mayor firmeza, aunque nunca también
con menor vitalidad, que en España. De esta Corte, especialmente de la de
Felipe IV, el apático y bondadoso rey, tan amigo de ceremonias y de tea
tros, emanaba una digna laxitud, al mismo tiempo que una pasividad con
fiada en Dios se extendía por todo el país. Sólo allá, en una remota lejanía,
caían los hachazos del enemigo sobre el árbol del Imperio de España. La
separación de Portugal y de los Países Bajos, la sublevación de los catala
nes, las pérdidas territoriales que supuso la Paz de los Pirineos no consi
guieron conmover el orgulloso empaque de la Corte ni tampoco el del
pueblo. En la conciencia señorial del rey y de los suyos no había enemigos
a los que hubiera que temer o a los que hubiera que odiar, y sí sólo revol
tosos y equivocados a los que había que convertir, castigar o destruir, cuya
pausa no podía tener realidad sustantiva alguna ni ante Dios ni ante el rey
de España. En este ambiente, en el que el tiempo parecía detenerse, en la
proximidad y favor del cuarto de los Felipes, que reinó, pero que no
gobernó, durante cuarenta y cuatro años (1621-1665), creó Calderón sus
obras dramáticas. Conocemos el apagado y noble semblante del rey a tra
vés de los veinticinco cuadros de Velázquez y de sus discípulos y también
su gusto y su mentalidad a través de los dramas de Calderón, que el rey
prefirió a los de los demás.
18
No creía en la realidad de la historia y mucho menos en el sentido
independiente de la vida terrena, y de la misma manera que veía el espacio
de los siglos sólo como antesala de la eternidad la vida en el mundo era
para él un sueño y prólogo de un despertar en Dios. Despreciaba él organi
zar su vida de una manera burguesa en este bajo mundo, fundar una fami
lia, reunir riquezas y vivir confortablemente. No hay una existencia más
antiburguesa que la suya: estudiante de Teología y Jurisprudencia en
Alcalá y Salamanca desde la edad de catorce a la de veinte años, caballero,
galán enamorado, soldado, poeta y cortesano en su edad adulta, y sacer
dote de costumbres intachables desde los cincuenta y un años hasta su
muerte. Tampoco se pierde en un espíritu monacal que huye del mundo,
sino que persevera firmemente en varonil servicio del honor respecto a su
rey, a la sociedad y a la Iglesia. En esta idea de servicio del honor puede
resumirse toda la vida de Calderón. Pero no constituía este servicio nin
guna ambición mezquina, egoísta o envidiosa. De dos fuentes procedía el
honor español: venía de Dios, por ser Él el espíritu, y del rey, que lo reci
bía de Dios y le daba un valor temporal y una fuerza terrena, instituyén
dolo como esencial poder en la vida de la sociedad española.
19
Por esta manera de pensar y de proceder, sirviendo a un concepto del
honor en el que se encuentran y combinan mutuamente valores sociales,
eternos y humanos, divinos y cortesanos, Calderón pertenece a dos distin
tos reinos: uno, supratemporal, que también es para nosotros accesible y
valedero, y otro, que es sólo el mundo de un instante, perecedero reino
basado en aparente esplendor y honores externos, que ha desaparecido con
la monarquía española.
20
juegos. Todas las fuerzas de ultratumba, el Deux ex machina, complican y
unifican, disocian y armonizan sus obras religiosas, encubren y entretejen
su contenido dogmático como una especie de misteriosas sinfonías que se
siente casi musicalmente. Desde los mundos cristiano y pagano, desde la
alta esfera de la eternidad y desde el fondo del infierno se responde y se
contesta a los hombres que se mueven en este mundo, y truena y relampa
guea sobre ellos, y se oyen músicas y cánticos. Castigo y premio, tenta
ción, salvación y liberación se nos presentan en forma de canto, tormenta,
terremoto, redoble de tambores y sonido de trompetas y demás lujo de
tonos y de efectos luminosos proyectan sobre el hombre mortal.
21
restos de idolatría ni elementos paganos, es decir, atavismos romanos e
ibéricos. Las fantasías dramáticas y el ornato teatral en la obra de
Calderón son esencialmente reflexivos, especulativos y, en alguna oca
sión, hasta escolásticos. Todo ello tiene su claro sentido razonador y
lógico y aparece en las tablas, de la misma manera que la armada
Minerva salta de la cabeza de Júpiter como algo perfecto y acabado, rea
lizándose así el paso de una ardiente pasión de un entusiasmo filosófico
a las cosas eternas. Por la capacidad de dejarse avasallar tan profunda
mente por los conceptos especulativos, de manera que lo más abstracto se
hace sensible y rico en color, sonido y figura, por esa extraordinaria capa
cidad poética reflexiva suya, pasa Calderón a colocarse al lado de Dante,
Schiller, Hebbel y Goethe. En el campo de la literatura española es él el
último e inigualable maestro del auto sacraméntale..).
22
todo tiene un sentido y, pese a la riqueza de apariencias, se revela un gran
interiorismo.
23
encanto ligero y claro de sus comedias de costumbres con personajes de
segunda categoría, tales como graciosos criados y picaras azafatas, para
que sirvan de contraste. Pero en su mundo no entra la bajeza y la infamia
en sus profundidades insondables, la flaqueza ni la cobardía, ni tampoco
el ambiente cargado de sensualidad ni de salvajismo brutal o cruel. Los
hombres que se pierden y ceden, y el abandono y la falta de energía, le
son extraños, y cuando intenta representarlos, se convierten en caricaturas
entre sus manos. La corrupción y la perversidad las conoce sólo de oídas
y ni siquiera en un sentido trascendental y suprasensible se complace en
tratar la lujuria y la voluptuosidad.
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Tampoco lo que hay de oriental en esta filosofía de la vida serena,
sensible y predispuesta, al mismo tiempo, a cualquier embriaguez de los
sentidos, le ha pasado inadvertido. De hecho, Goethe afirmó: “El oriente
ha penetrado en su magnificencia por el Mediterráneo; sólo aquel que
ama y conoce a Hafiz puede saber lo que ha cantado Calderón ”.
3. Hafiz o Hafis (Echems Ud Din Mohamed) fue el mayor poeta lírico persa, nacido en
Chiraz a principios del siglo XIV, que murió en la misma ciudad en 1389. Goethe cele
bró a Hafis en Nestossliche Diwan. Debido a su gran lirismo y a la riqueza de su lenguaje
y a la polisemia de sus pomeas, los persas todavía hoy, lo consultan como una forma de
interpretar su vida. No debe olvidarse tampoco que entre los mahometanos reciben el
nombre de Hafis, quienes conocen de memoria el Corán.
25
Referencias bibliográficas
GARCÍA CÁRCEL, Ricardo (1999): Las culturas del Siglo de Oro, Madrid, HISTO
RIA 16, INFORMACIÓN E HISTORIA.
26
PRESENTACION DE LA OBRA
27
PRESENTACIÓN DE LA OBRA
29
los arbitristas, individuos absolutamente convencidos de que conocían los
males del Estado.
30
Calderon en sus obras presenta una filosofía del matrimonio realmente
avanzada para su época. De hecho, se puede decir que adelantó lo que hoy
se conoce como parejas de hecho, con igualdad de derechos para ambas
partes, y con la aceptación social de los hijos extramatrimoniales.
31
de códigos, que superan los modelos tradicionales del entremés hasta ese
momento.
32
LA REALIDAD SOCIOECONÓMICA
EN TIEMPOS DE CALDERÓN
33
LA REALIDAD SOCIOECONÓMICA
EN TIEMPOS DE CALDERÓN
35
Salvando las distancias de calidad estilística y magisterio de la obra
antes aludida, estas páginas no pretenden otra cosa que hacer un bosquejo
necesariamente incompleto del contexto socioeconómico en el que se
desenvolvió Calderón añadiéndolo, como una “apariencia” más, al telón de
fondo de aquel escenario seiscentista. Algunas de aquellas circunstancias
materiales de las que nuestro dramaturgo fue testigo atento, quedaron
reflejadas con inigualable sutileza en su teatro; otras, debemos conocerlas
aún sin la guía privilegiada de su testimonio directo, si pretendemos inter
pretar y comprender los múltiples matices de aquella época difícil, - pero
espléndida en muchos aspectos -, de la historia de España y de Europa.
Sobre la crisis económica del siglo XVII se han hecho todo tipo de
matizaciones y salvedades, llegando a negar incluso su existencia. No es
ahora el momento de resumir estas controversias historiográficas (BIL
BAO, 1989). Sin embargo, si nos detenemos a observar la evolución de
varios aspectos materiales del periodo, éstos arrojan en general un balance
negativo. Y aunque los síntomas de crisis no se localizan conjuntamente en
todas las regiones ni tienen la misma intensidad, pude afirmarse que desde
1580 y hasta 1730 hubo un “largo siglo de hierro”, (KAMEN, 1977) cuya
médula envenenada se localizaría entre 1630 y 1680. En este espacio de
doce lustros, los lugares que habían entrado primero en el periodo de
marasmo no habrían salido aún de él, y los que se incorporaron más tardí
amente empezaron a experimentar por esos años serias dificultades. En
Europa, la zona norocciental del continente con Holanda a la cabeza fue en
general la menos afectada aunque a fines de siglo, tiene claros síntomas de
deceleración en su crecimiento económico. La Europa central y oriental
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ofrece en conjunto un balance muy negativo pero con fuertes contrastes
regionales. La decadencia mediterránea, hasta hace poco considerada
general, presenta sin embargo notables excepciones locales y ese mismo
fenómeno se registró en la Península Ibérica, dándose el caso de que en
una misma comarca incluso, los comportamientos económicos de las
diversas zonas son claramente dispares.
El Madrid del siglo XVII era para los españoles de aquel tiempo, en
muchos aspectos, una “isla encantada” como aquel prodigioso jardín de
Falerina. La Corte era lugar de ensoñación al que muchos deseaban acudir
y en el que los más, cuando llegaban, quedaban atrapados. Calderón, -
salvo los años de estudiante y soldado -, residió casi siempre allí.
Perteneció a un entorno urbano; característica singular si tenemos en
cuenta que en el siglo XVII la base demográfica europea tenía un carácter
eminentemente rural (FLINN, 1989). De los aproximadamente cien millo
nes de habitantes que vivían en el viejo continente para 1700, menos de
siete lo hacía en ciudades y de ellas, poco más de una decena superaban las
cien mil almas. Una de esas ciudades era Madrid, en volúmenes demográ
ficos muy similares a Viena, y algo más bajos que Lisboa, Roma, Venecia
o Milán. Tan sólo Amsterdam y Nápoles doblaban el número de la pobla
ción madrileña al superar las doscientas mil personas, mientras París y
Londres eran los gigantes urbanos con cerca medio millón cada una.
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económicas de aquellos tiempos. Este crecimiento es una rareza demográ
fica también pues, como es sabido, el siglo XVII europeo y el español se
mantuvieron estancado en sus volúmenes poblacionales, aunque esta valo
ración global es sumamente engañosa ya que se debe al resultado de com
pensar épocas buenas y malas, y regiones que aumentan con las que
disminuyen.
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Cataluña y Aragón fueron mano de obra en los campos, y en Madrid y
Andalucía asumieron oficios modestos que no eran valorados por los natu
rales. Los salarios españoles eran los más elevados de Europa y por ello, la
Península se convirtió en tierra de promisión tanto para pequeños comer
ciantes, artistas y profesionales cualificados, como para aventureros, pica
ros y mendigos. De su presencia en nuestras ciudades y de los recelos que
despertaban sus poco definidos oficios,'dejó buena muestra Calderón en su
teatro corto, dedicándoles incluso un entremés titulado la Franchota, en el
que los protagonistas hablaban y cantaban en un francés españolizado bas
tante llamativo y peculiar1.
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“LOS ALIMENTOS DEL HOMBRE”: EL ÁMBITO RURAL Y EL
CAMPESINADO
Labranza: (..) Tus consejos religiosos
me aflijan, que harto afligido
mi infelice suerte lloro
¿Qué tiempo es el que me deja
desde la siembra al rastrojo,
ni la escarcha de diciembre,
ni el resistero de agosto,
para que pueda acudir
mi continua tarea a otro
afán? ¿No me basta el mío?
Admítale quien dichoso
tiene los tiempos del año
desocupados al ocio;
y pues mi fortuna fue
incapaz de desahogo,
déjame con mi fortuna
a quien por dueño conozco.
( No hay más fortuna que Dios. 1653)
En una economía de carácter eminentemente agrario como la de este
periodo, la vida del campesinado, su productividad y su evolución, intere
san necesariamente. La circunstancia económica más generalizada de los
campesinos europeos en el siglo XVII, - a pesar de su extrema dedicación
y esfuerzo -, fue su limitada capacidad a la hora de producir cereales, base
alimenticia de la mayoría (DE VRIES, 1979). Esta condición de mera sub
sistencia en el terreno práctico significaba la indefensión ante cualquier
contrariedad más o menos duradera que pudiera surgir. Se ha querido ver
como una de las causas más importantes de semejante situación, la influen
cia de un cambio climatológico generalizado que supuso un descenso de
un grado centígrado en la temperatura media del siglo, y que influyó nega
tivamente en los ritmos de germinación y maduración de los diversos cul
tivos. Aunque desde luego no es una explicación suficiente, ésta y otras
adversidades climáticas influyeron en la impresión de crisis agraria univer
sal. Pero como en el caso anterior al hablar de demografía, es necesario
matizar estas afirmaciones generalistas.
Es verdad que las dificultades para el campesinado se dejaron sentir en
casi toda Europa, pero la cronología e intensidad de sus efectos varía
dependiendo de las zonas. En el caso de España, respecto a la evolución
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de la producción, pueden detectarse a grandes rasgos tres desarrollos dis
tintos. La zona del litoral cantábrico y noratlántico en la que la recesión se
inicia en 1563-1573 y persiste hasta 1630-1643 volviendo luego al creci
miento desde 1680. El área mediterránea, que tiene un periodo de estabili
zación y de descenso muy largo desde principios del XVII hasta
mediados, y una recuperación más persistente a partir de entonces que
llega hasta el primer decenio del siglo XVIII. En ella, la expulsión de los
moriscos que afectó en especial a la zona levantina, tuvo mucho que ver
en el descenso que experimentó esta zona en la primera mitad de siglo
pues supuso la pérdida del quince por ciento de la población total de
Aragón y del veintiuno por ciento de la de Valencia (LAPEYRE, 1986).
Como diría Calderón en su Tuzanílos moriscos :
En la agricultura tienen
del estudio tal destreza
que a preñeces de su azada
hacen fecundas las piedras.
(El tuzaní de la Alpujarra. Jornada II)
Y por ello con su desaparición, muchas de las tierras que ellos hacían
fértiles con sus ancestrales técnicas de regadío, quedaron abandonadas e
improductivas. A comienzos del reinado de Felipe IV, la expulsión de
1609 se valoraba negativamente en los círculos políticos e intelectuales de
la época y sin duda Calderón participaba de esta opinión.
Por último, la producción agraria de la España interior experimentó un
descenso mucho más amplio desde 1565-1585 que duró hasta 1680, y al
que le siguió una muy tímida y lenta recuperación.
Con independencia de la coyuntura desfavorable, los frutos de la tierra
obtenidos en la Península no abastecían por completo a su población, fenó
meno que puede explicarse no sólo por la elevada altitud media del territo
rio, la gran variedad de temperaturas, los terrenos fácilmente erosionables,
y la existencia de amplias zonas de secano, sino también por el rudimenta
rio utillaje empleado, las anticuadas técnicas de cultivo, y la desigual dis
tribución de la tierra que iba desde los minifundios septeptrionales hasta
los latifundios del sur. Si en ciertas zonas del norte de Italia o Inglaterra y
los Países Bajos, la relación de rendimientos en la producción de cereales
era de diez granos obtenidos por cada uno plantado, y en la Europa noroc-
cidental esta proporción era de cinco a uno, en la mayor parte de las llanu
ras castellanas, en el mejor de los casos, se reducía a tres o como mucho
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cuatro granos por simiente. Con este panorama la importación de cereales
para el abastecimiento era absolutamente necesaria.
La propiedad de la tierra presentaba importantes variedades regiona
les. Mientras en la franja norte predominaban los pequeños propietarios y
en la del centro la clase campesina la constituían en su mayor parte arren
datarios, en el sur las filas del campesinado estaban repletas de jornaleros
sin tierra que sobrevivían en pésima situación.
En el capítulo de las mejoras e innovaciones agrarias, poco hay que
señalar de importancia para el siglo XVII español. Mientras en los Países
Bajos, alguna zona de la Lombardia o Inglaterra se consiguió avanzar en
los beneficios y en el desarrollo del policultivo, la extensión del regadío y
la desaparición del barbecho, impulsado todo ello por la nobleza cosmopo
lita residente en estas zonas, la aristocracia española no mostró en general
inquietudes similares que buscaran la mejora en la administración y rendi
miento de sus propiedades. Y sin embargo, a pesar de todo, la producción
de grano aumentó claramente desde mediados de siglo, según demuestran
algunos estudios (GARCÍA SANZ, 1977), debido todo ello seguramente al
aumento de la superficie cultivada. Dicho aumento debió producirse ante
la presión ejercida por una población que lentamente se recupera en
número y que ejerció presión sobre las tierras de aprovechamiento comu
nal ancestralmente destinadas a una explotación silvo-pastoril. A mediados
del siglo XVII, esas tierras comenzaron a ser roturadas, ocupadas y vendi
das para convertirlas en tierras de cultivo, beneficiando las más de las
veces a poderosos oligarcas municipales y posibilitando una concentración
de la propiedad que aunque derivara en consecuencias sociales negativas,
pudo tener también algunos efectos beneficiosos al conseguir trabajar
explotaciones de mayor tamaño que podían mejorar el rendimiento. No
obstante, la agricultura no varió sus métodos tradicionales y por lo general,
hasta bien avanzado el reinado de Carlos II, no mejoró sus horizontes.
La situación ganadera fue más favorable. La Mesta hizo una gran
campaña denunciando las roturaciones que se efectuaron en zona de pasto
durante el siglo XVI y en el XVII, hubo un reajuste de las estructuras tras
humantes a favor de los grandes ganaderos, conservando la calidad y el
prestigio internacional de las lanas aunque el tamaño de los rebaños des
cendió progresivamente, lo que favoreció la extensión de los ganados
estantes, no sólo ovinos sino caballares o vacunos. Tomada en conjunto
esta evolución, es difícil hablar de una crisis ganadera para el siglo XVII,
42
“PEOR ESTÁ QUE ESTABA”: LAS DIFICULTADES DE LAS
ACTIVIDADES ECONÓMICAS DE TRANSFORMACIÓN
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blos dónde no existían ordenanzas municipales ni gremiales que atenaza
ran la producción. También languidecieron las, en otro tiempo, prestigiosas
sederías de Toledo junto con los centros de Sevilla, Córdoba, Murcia y
Aragón; bien es cierto que al mismo tiempo se desarrollaron las de
Valencia y Priego. También en este caso la competencia exterior, la escasa
evolución técnica de los tintes, la exportación masiva de seda cruda y la
sublevación morisca de Granada primero y la expulsión definitiva de esta
población después, fueron los factores coadyuvantes de una decadencia
que se manifestó irreversible durante casi todo el siglo XVII.
44
La misma tendencia puede apreciarse en la actividad siderúrgica, en
especial la vinculada con los suministros bélicos. Desde comienzos del
siglo XVII tanto Felipe III como sobre todo Felipe IV comprendieron el
peligro que suponía para una nación en constante estado de guerra
depender del exterior para obtener balas y cañones. Las ferrerfas vizcaínas
suministraban armas cortas de muy buena calidad pero no producían la
artillería necesaria. Con la aportación de técnicos procedentes de Lieja,
desde 1616 y más tarde y de modo más decidido con el Conde Duque, se
impulsó la creación de los primeros altos hornos en Liérganes y la Cavada
y otros secundarios en Navarra y Molina de Aragón (ALCALÁ
ZAMORA, 1999: 27 y ss). El cénit de esta actividad se desarrolló entre
1630 y 1640, pero la falta de recursos y la caída de Olivares marcó el
declive de aquellos centros que languidecieron progresivamente.
45
Medidas de este cariz se extendieron a Castilla a partir de la creación
de la Junta de Comercio de 1679. Esta institución, forjada durante el minis-
teriado de Don Juan José de Austria y finalmente constituida en el primer
año de mandato del Duque de Medinaceli, impulsó ambiciosos proyectos
de rehabilitación que sin embargo fraguaron en pocas ocasiones, no sólo
por la difícil coyuntura de malas cosechas, epidemias y devaluación en que
vieron la luz, sino porque las medidas adoptadas tuvieron una carácter
tímido; algunas desgravaciones fiscales o el intento de que técnicos extran
jeros holandeses e ingleses se establecieran en la Península, pero que lle
garon en muy pequeño número temerosos de la acción de la Inquisición.
Por último se impulsó la elaboración de una legislación que protegiera la
producción interior. No obstante, a pesar de los esfuerzos regios predica
dos con el propio ejemplo, - Carlos II decidió en 1694 vestir sólo telas
segovianas-, estas leyes quedaron sobre el papel la mayor parte de las
veces porque en el fondo se temía que unas medidas proteccionistas dema
siado rígidas, en lugar de estimular a la economía interior pudieran colap-
sarla definitivamente al privar a los consumidores de productos que, de
hecho, no se producían en el interior peninsular.
Mercader: (..)
Viendo, pues, digo, esa nave
pedí al autor que la hizo
su gobernalle; él, piadoso,
o liberal o benigno,
de mi quiso fiarla, en fe
de que a granjearle me obligo
las soberanas riquezas
de un nuevo mundo, en que he oído
que entre otros muchos haberes,
hay un tesoro escondido,
preciosa una margarita
y unos frutos de infinito
precio, que a ciento por uno
rendirán, a fuer de trigo ;
en cuyo empleo podremos
quedar honrados y ricos.
46
Hombre: ¡Bueno es para mi altivez
persuadirme al ejercicio
de mercader o factor
de otro! Y aunque el serlo es digno
para muchos nobles, no
para el espíritu mío.
¿Yo al páramo de las ondas,
cuando puedo ir al abrigo
de las ciudades? ¿Yo a ver
tribulaciones, peligros
y tormentas, cuando sé
que en las delicias del siglo
hay músicas y saraos,
banquetes y regocijos?
(La Nave del Mercader. 1674)
Esta alegoría del mercader en la que se exponen las ventajas del ofi
cio, su definición social y sus riesgos, era fácilmente asimilable para los
espectadores de un auto sacramental en el siglo XVII. Ciertamente el
comercio era el motor que alimentaba al conjunto de la actividad econó
mica, aunque haya que tener presente a veces que el autoconsumo repre
sentaba una cuota de producción muy fuerte en el Antiguo Régimen y que,
por su carencia de tráfico o por ser muy restringido, éste no se refleja en
las estadísticas. Por ello es preciso discernir claramente entre el mercado
interno y su alcance relativo, y el mercado externo o internacional.
En la España del siglo XVII no existía un mercado interior único, es
decir un conjunto de oferta y demanda, tráfico y precios, que tuviese los
mínimos elementos uniformes a escala peninsular. Tampoco la mayoría de
los países europeos gozaban de lo que hoy llamaríamos mercados naciona
les. Las razones de su inexistencia radicaban en las dificultades y el alto
precio de los transportes, la multiplicidad de barreras aduaneras internas, la
pervivencia de peajes y en el caso específico de España además, la acci
dentada orografía y la escasez de redes fluviales navegables que eran ine
xistentes en sentido norte-sur. Debemos hablar por tanto de mercados
interiores de una muy variada significación y características.
El primer estrato comercial estaba determinado por la contratación
diaria de los productos de consumo inmediato. Este nivel era práctica
mente local y entraba dentro de la esfera de control de las autoridades
municipales. Su importancia residía en que de él dependía el suministro a
47
la población, objetivo prioritario de los gobiernos concejiles. La regulación
de este comercio iba encaminada a evitar el desabastecimiento actuando
sobre los precios, sobre la oferta y los intermediarios.
48
Otro importante círculo comercial europeo era el del Báltico domi
nado por los holandeses. En él se exportaban bastimentos navales, o pes
cado salado y se importaban sobre todo cereales procedentes de la Europa
oriental que redistribuían por toda Europa. En esta zona la recesión
comenzó a notarse a partir de 1618 y desde 1650 el descenso era ya efec
tivo. Por último el comercio del Mediterráneo había decaído ya en el siglo
XVI, a pesar de una relativa recuperación en el último tercio debido al des
plazamiento hacia aquella ruta de la moneda que la Monarquía Hispánica
mandaba a Europa a través de banqueros genoveses, y sobre todo de la pre
sencia frecuente de comerciantes holandeses en Italia.
49
importantes de la Península. Los pensadores económicos del siglo XVIII
culparon a estos tratados de las desgracias del comercio español, aunque
en honor a la verdad debe decirse que dichos acuerdos sólo reflejaban las
condiciones en las que los negocios mercantiles se desarrollaban, no las
crearon.
50
No cabe duda que cuando se habla de presión fiscal y de su creci
miento en este periodo, se tiene presente que el factor político y en especial
la pugna por el mantenimiento de la hegemonía en Europa fue el principal
desencadenante de semejante situación. También que tanto los tipos fisca
les existentes con anterioridad como los nuevos que se arbitraron recaye
ron en el amplio cuerpo social formado por los no privilegiados. No
obstante debe advertirse que algunas de las medidas extraordinarias adop
tadas por la Monarquía para allegar recursos, en especial las que afectaron
al montante de la deuda pública, incidieron sobre una base social de ren
tistas y nobles que no debe desdeñarse a priori.
2. Estos datos pertenecen a un estudio en marcha inédito todavía en el que analizo los gastos
de comedias palaciegas durante el reinado de Carlos II comparados con el móntate del
gasto total de la Monarquía. El estudio completo saldrá a la luz en noviembre del 2000
durante la celebración del Congreso "Calderón de la Barca y la España del Barroco".
51
El mantenimiento de la administración central tampoco fue lo que
hizo crecer de manera tan escandalosa la fiscalidad en esta época. Lo que
situó a la Monarquía en una circunstancia de continuo déficit fue la guerra
incesante que requirió cada vez mayor inversión en hombres y material
estratégico y que sólo cesó en la Europa del siglo XVII durante cuatro
escasos años (PARKER, 1990:17).
52
futuros ingresos procedentes de rentas reales -, y de la emisión de deuda
pública, los famosos “juros” que los hombres de negocios también mane
jaron y fiscalizaron en su propio provecho y que superaban en volumen los
teóricos ingresos totales.
Cuando todo esto no fue suficiente, hubo que recurrir a los “arbitrios”,
es decir a medidas extraordinarias como ventas de privilegios, de oficios,
de jurisdicción, de baldíos, o la manipulación de la moneda para que se
solventaran momentáneamente las situaciones más graves. Y cuando aque
llos socorros se mostraron ineficaces y la Real Hacienda era incapaz de
hacer frente al reembolso de los principales e intereses acumulados por la
demora en el pago de sus obligaciones con los hombres de negocios, el
único camino era la declaración de una suspensión de pagos. El siglo XVII
acumuló una importante cantidad de ellas: la de 1607 con Felipe III, las de
1627, 1647 y 1652, más las parciales de 1660 y 1662 con Felipe IV y las
atípicas de 1666 y 1676-77 con Carlos II.
53
primeras medidas adoptadas para iniciar un largo y tortuoso camino que
condujera a la recuperación.
A raíz de la devaluación del vellón en 1680, que a continuación vere
mos con algún detalle, se hizo una remisión de deudas fiscales anteriores a
1673 valoradas en doce millones de ducados y del mismo modo, para libe
rar a las ciudades de parte de la deuda que soportaban, se redujeron al
cinco por ciento los intereses que éstas pagaban por los censos cargados
sobre sus sisas y arbitrios.
Respecto a la deuda pública, desde 1634 comenzó a utilizarse el
recurso de la media anata, que consistía en despojar de la mitad de sus
réditos a los poseedores de determinados juros señalados por la Hacienda
Real. Los pasos más drásticos se dieron en 1677 cuando se anularon com
pletamente importantes paquetes de deuda; todos los adquiridos antes de
1635 sufrirían un cincuenta y cinco por ciento de descuento en sus intere
ses y los comprados después de esa fecha un sesenta y cinco por ciento. En
los años posteriores, las decisiones adoptadas respecto a los juros abunda
ron en la misma línea. En 1685 se revisaron las adquisiciones ilegales de
títulos y en 1685 se estudiaron con detenimiento aquellos que se hallaban
exentos de las medidas arriba descritas.
54
a este recurso de un modo selectivo. Manipuló varias veces las piezas de
vellón que sólo circulaban en Castilla y en menor medida en los reinos
periféricos peninsulares, pero no tocó por motivos de prestigio interna
cional el valor de las monedas de oro y sobre todo de plata, que eran las
únicas utilizadas en las transacciones internacionales. Cualquier medida
inflacionaria o deflacionaria relativa al vellón, repercutía necesariamente y
con intensidad en todos y cada uno de los súbditos castellanos ya que el
interior de Castilla, entre el noventa y dos y el noventa y cinco por ciento
de la moneda utilizada durante la segunda mitad del siglo XVII fue de
cobre. Mientras tanto la plata se atesoraba, y apenas se veía en las transac
ciones corrientes. Con razón el escudero del entremés titulado La Rabia de
Calderón podía decir por estos años:
55
efectos perniciosos de esta práctica que básicamente consistieron en la ele
vación galopante del premio de la plata y en la pérdida de poder adquisi
tivo de los rentistas y poseedores de juros a los que se les pagaba con
aquella inestable moneda.
56
imitaban a la de molinos pero que sólo contenían cobre y a veces éste
estaba mezclado incluso con otros metales de peor calidad.
57
en la pragmática, la guardaron esperando tiempos mejores. Pero había una
diferencia importante respecto a situaciones antecedentes; en 1680 no se
dirimía ya en los campos de batalla la titularidad de la hegemonía europea
porque ésta inequívocamente estaba en manos de Francia después de
Nimega. Y así, como demostración de que la Monarquía mantendría su
decisión, se prorrogó por tres meses más el plazo para canjear la moneda
antigua por la nueva llamada de “vellón grueso” que había empezado a
acuñarse en mayo. A pesar de todo, el vellón antiguo no se entregó al com
pleto en las cecas y al final, la moneda de vellón afectada por la pragmática
de febrero de 1680 volvió a la circulación el 10 de octubre de 1684 con la
mitad de su valor nominal.
58
“EL HOMBRE POBRE, TODO ES TRAZAS”: LA REALIDAD
SOCIAL DEL PERIODO
59
hechas las informaciones y entregadas las pruebas, tan sólo surgió una
sombra de duda respecto al posible oficio manual de alguno de sus ances
tros. Calderón solicitó una dispensa al Papa Urbano VII para que esos
inconvenientes finalmente fueran superados3. El caso de Calderón aunque
con menos obstáculos recuerda algo al de Velâzquez a quien se le concedió
un hábito de la misma orden en 1658 y que debió esquivar más dificulta
des, -en este caso no sólo por oficio mecánico sino también por limpieza
de sangre-, soslayadas por venia papal.
60
Corona y la actividad mercantil salpicada de todo tipo de fraudes más o
menos consentidos.
61
Indias y Capellán Mayor del rey que se opuso con severas admoniciones a
que Calderón siguiera adelante con su vocación escénica tras tomar los
hábitos y al que supo contestar con solidez teológica e inquebrantable
voluntad, haciendo su postura manifiesta hasta el final de sus días cuando
supervisaba, a menos de un mes de su muerte, la puesta en escena de Hado
y Divisa.
BIBLIOGRAFÍA
BILBAO, L. Ma. (1989): “La crisis del siglo XVII en su lectura económica. Un
debate inconcluso” Areas, n° 10, pp. 51-72
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VILAR, P. (1966): “El tiempo del Quijote” en Crecimiento y desarrollo, pp. 332-346.
Barcelona.
64
CRECIMIENTO ECONÓMICO Y
DIFUSIÓN DE CONOCIMIENTOS EN
CASTILLA A PRINCIPIOS DEL
SIGLO XVII
65
CRECIMIENTO ECONÓMICO Y DIFUSIÓN DE
CONOCIMIENTOS EN CASTILLA A PRINCIPIOS
DEL SIGLO XVII
1. Introducción.
67
El trabajo intenta indagar si las modernas teorías del crecimiento eco
nómico y, en concreto, aquéllas que tienen en cuenta el papel de los cono
cimientos en el desarrollo económico, sirven como modelo teórico para
explicar la presunta decadencia o como mínimo, estancamiento de la eco
nomía de Castilla en el siglo XVII.
68
Todos los países que crecen comparten algunos rasgos comunes, aun
que pueden diferir en sendas específicas. Los economistas que han estu
diado el crecimiento económico han observado que el motor del
crecimiento económico debe basarse en los mismos cuatro engranajes o
factores del crecimiento: recursos humanos, recursos naturales, formación
de capital y tecnología.
69
“Estaba preocupado en aquello que hace que la riqueza de las
naciones sea mayor o menor. Probablemente es cierto, como algu
nos comentaristas han hecho resaltar, que cuando se refería a la
política económica, a Adam Smith le preocupaba tanto la justicia
como el deseo de incrementar la riqueza. Pero sea como fuere, no
cabe la menor duda de que la principal preocupación de la obra la
constituye lo que su título indica”, (ROBBINS, 1974: 28).
70
Durante el siglo XIX, Knight, McCulloch, Senior, John Stuart Mill y
Marshall, resaltaron la importancia que tiene el conocimiento al estudiar
las fuerzas que explican el crecimiento económico. El profesor Robbins
(1974: 140 y ss.), recoge, cuando desarticula la crítica de Edwing Cannan
acerca de la poca importancia dada por los economistas a la influencia que
ha tenido la educación en el desarrollo, una selección de escritos que con
viene tener presente para el objetivo de este trabajo.
71
tido creo más bien que se podría decir lo contrario-. Tampoco
podemos decir que nuestra época se haya caracterizado por la paz
y la seguridad. Nunca en la historia habíamos sostenido dos gue
rras con el extranjero tan largas, graves y destructoras como las
que han tenido lugar en este período. Hemos sufrido dos largas
guerras civiles, una de las cuales ha acabado con nuestro imperio
en América. Y, a pesar de todo, nuestra riqueza se ha incrementado
hasta tal punto que aunque nuestra población ha aumentado tam
bién en más del doble, y cabe suponer, por consiguiente, que se
encuentra en una situación más desventajosa de la que se hallaba
entonces con respecto a uno de los principales instrumentos pro
ductivos: la tierra, apenas hay una sola familia que hoy en día no
pueda comer, vestir o alojarse en condiciones parecidas a como lo
hicieron los antepasados en 1764. La mayor parte de este extraor
dinario incremento de riqueza se debe al no menos maravilloso
incremento del conocimiento”.
72
Fue Solow (1957), el que explicó cómo influye en la economía la acu
mulación de capital y el cambio tecnológico, dando nombre al modelo
neoclásico de crecimiento económico. Este modelo predice que, aún
siendo la acumulación de capital una condición necesaria para el creci
miento económico, no es suficiente. Será una condición suficiente, si el
descubrimiento, explotación y difusión de nuevos conocimientos comple
taran la explicación del desarrollo, (ABRAMOVITZ, 1989: 91).
y=A F(K,L)
(dY/Y)=a(dK/K)^(l-a)(dL/L)+(dA/A)
73
pone de manifiesto que las fuentes del crecimiento económico se encuen
tran, por un lado, en el aumento de la dotación de los factores de produc
ción y, por otro, en el incremento de la productividad total de estos
factores.
Y=AK
Ί4
ecuación representativa en el que la acumulación de capital físico origina
un aumento continuado del stock de capital por la innovación, el progreso
técnico e instituciones encargadas de difundir los conocimientos,
(REBELO, 1991: 500-521).
75
colegios fuera destos reinos; ó los que estando ya en ellos, no se
salieren y fueren y partieren dentro del dicho tiempo, sin tornar ni
volver á ellos, siendo eclesiásticos, frailes o clérigos, de cualquier
estado, dignidad y condición que sean, sean habidos por extraños y
ajenos destos reinos, y pierdan y les sean tomadas las temporalida
des que ellos tuvieren; y los legos cayan y incurran en pena de per
dimiento de todos sus bienes, y destierro perpetuo destos reinos”
(MODESTO LAFUENTE, 1883).
Sobre esta pragmática se han escrito muchas páginas que se han pre
sentado con matices distintos, pero todos coincidentes en señalar que su
objetivo era impedir la introducción en España de las doctrinas de la
reforma protestante. Menéndez Pidal (1958: 513) agradece a Felipe II que
España se hubiese librado de las disensiones religiosas, de las guerras civi
les inacabables que inundaron a Europa de sangre, lágrimas, degüellos y
dolores sin fin, por espacio de siglos. Menéndez Pelayo (1995: 412) excla
maba, “¡cuánto mejor nos hubiera estado tejer lienzo y dejar que Lutero
entrara y saliera donde bien le pareciese! Abellán (1996: 217), considera
que esta medida era prueba palpable de que España se cerraba al intercam
bio cultural con otros países. Kamen (1997: 83), matiza los resultados de la
ordenanza, aludiendo al pequeño número de estudiantes castellanos que
estudiaban en el extranjero, no siendo aplicable al resto de estudiantes
españoles que libremente salían a recibir docencia. Pearson (1998: 266),
reconoce que Felipe II fracasó a largo plazo en el objetivo de promover el
conocimiento. Aunque públicamente el monarca aludía a razones econó
micas, privadamente temía que se corrompieran con la herejía y adquirie
ran malas costumbres. Incluso se afirma que Felipe II obligó a todos los
alumnos que regresaban del extranjero presentarse ante la Inquisición,
(BATAILLON, 1995: 720).
76
especializada, siendo Italia, los Países Bajos meridionales, Francia y
Alemania las regiones que perdieron capital humano, mientras que
Inglaterra, Suiza y Suecia fueron los países que lo adquirieron. Es intere
sante observar que España no aparece en esta enumeración de países ofe
rentes y demandantes de mano de obra. Por tanto deducimos que “A”
debió ser significativamente pequeño.
77
estudia como era la Hacienda de la Inquisición y permite observarla no
como un organismo inmutable, sino todo lo contrario. Sobre los índices de
libros prohibidos tenemos la edición crítica de Bujanda. En el ámbito de la
influencia de la Inquisición en la literatura están los trabajos de Alcalá
(1984) y Márquez (1980), que han venido a ratificar la imagen negativa de
esta institución sobre la cultura. Respecto a la ciencia, están los trabajos de
Peset (1974) y Pardo Tomás (1991), que asumen posturas diferentes.
78
“Permitió perfeccionar y poner a punto todo un amplio campo que
quedaba bajo su competencia, que iba desde la posibilidad de man
dar recoger y retirar de la circulación cualquier libro del que se
tuviera sospecha de que contenía herejía o proposiciones contra la fe
católica, hasta examinar, censurar y, en su caso, incautar los libros
que llegaran a territorios de su jurisdicción procedentes de otros
lugares, pasando por el registro y vigilancias de librerías, imprentas
e, incluso, bibliotecas privadas”, (PARDO TOMÁS 1991: 24-25).
79
En este sentido creo que debemos entender el crecimiento económico.
De esta manera los modelos de crecimiento pueden explicar la posible pér
dida de producción que pudo acaecer en Castilla en el siglo XVII, a pesar
de las explicaciones dadas por los arbitristas que consideraban que esta
pérdida se debía al abandono de los sectores productivos, (PERDICES,
1996). Siguiendo las palabras de Rosemberg (1986), los rasgos que dieron
lugar al sistema de desarrollo económico en Occidente a partir de la Edad
Media fueron, entre otros, el relajamiento del control ejercido por la esfera
política dominante y también por la religiosa y que en España no ocurrió
plenamente.
4. Conclusiones.
Con este trabajo he pretendido aprovechar los conocimientos actuales
sobre las teorías del crecimiento económico y utilizarlos como herramienta
para entender la historia castellana en el siglo XVII. He procurado no
extraer a la Inquisición Española de su contexto histórico. Hoy en día la
Inquisición no tiene ni defensores ni detractores y, por lo tanto, no creo que
sea necesario hacer ningún proceso “inquisitorial” de esta Institución, ni
resucitar el espíritu de Nicolás Masson de Morvilliers, (LÓPEZ PIÑERO,
1988: 274).
80
sión de los conocimientos afectará al crecimiento y, así pudo ocurrir en
Castilla en el siglo XVII. Tanto la Inquisición Española como la legisla
ción sobre libros y estudios, afectaron a la fracción de crecimiento econó
mico que queda explicado por los conocimientos. Por tanto, tal vez no sólo
era el abandono de los sectores productivos el único causante de la crisis
económica, sino también las dificultades que tuvo el avance de los conoci
mientos y, que la moderna teoría económica pretende explicar.
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83
-SPIEGEL H. W. (1991), El desarrollo del pensamiento económico, Barcelona,
Ediciones Omega.
84
ALGUNOS DRAMAS DE
AMBIENTACIÓN HISTÓRICA
85
ALGUNOS DRAMAS DE AMBIENTACIÓN HISTÓRICA
Paloma Fanconi
UNIVERSIDAD EUROPEA DE MADRID
87
Tomando como referencia tales palabras, leyendo y releyendo algunas
de las muchas piezas teatrales que José Alcalá Zamora cita en su trabajo, y
en aras de que el Homenaje a Calderón que este volumen quiere ser: pre
sentar al lector una visión lo más completa posible del gran dramaturgo
barroco, no pretendemos otra cosa en estas páginas que mostrar alguna
reflexión personal acerca de algunas comedias históricas del autor de La
vida es sueño.
88
su protegido y hasta hizo venir de Italia a los más famosos artífices de la
tramoya.
89
No encontramos en nuestro autor esa banalidad de caracteres que des
luce la producción de Cañizares o de Moreto, en las que las princesas per
sas o helénicas se comportan como damiselas inconsecuentes. Antes bien
el personaje central está tratado con maestría y precisión. En todo
momento da una impresión de fuerza y realismo y se le atribuye una gran
firmeza y una soberbia crueldad.
90
Los que contra mí siguieron
ayer el vando son hoy
los mismos de quienes soy
idólatra y pues fueron
todas mis dichas que vieron
estos aplausos mudar
con industria singular
todos los puestos espero
que si no hago lo que quiero
¿DE QUÉ ME SIRVE REINAR?
Sin embargo resalta Calderón que los afectados por este tipo de
pasión, si la logran, tienen una especie de carisma que los hace especial
mente idóneos para el desempeño de las funciones reales e incluso de la
misión imperial. Semíramis, en virtud de su origen divino, es portadora de
ese carisma: la filiación divina de la Reina es la que condiciona su destino.
91
El desarrollo de las teocracias orientales se enlaza aquí con el origen
divino de la realeza, tan caro a los teóricos del XVII. Grabada a cincel en
el fondo de sus ideas lleva Calderón la de la inmensa distancia que separa
al peor rey del mejor vasallo, por eso siempre tiene que quedar salvada la
figura del monarca.
Las señeras tintas con que· nos describe Calderón a Enrique, hace que
le resulte sumamente peliagudo explicar las arbitrariedades y caprichos del
monarca sin que caiga en descrédito, pero lo consigue en cierto modo, pre
disponiendo al público a su favor desde las primeras escenas en que hace
en deliciosos versos una verdadera profesión de fe y aun una protesta de
humilde acatamiento a la voluntad del Papa.
Entra aquí la cuestión de la lisonja, tratada con gran acritud por todos
nuestros pensadores, singularmente por Gracián y Saavedra Fajardo, y con
talante verdaderamente indignado, por el genial Quevedo, que arremete
contra los lisonjeros con toda la virulencia de su pluma acusatoria.
92
La fuente que Calderón utilizó para la composición de esta obra fue la
del jesuíta Pedro de Ribadeneyra Historia Eclesiástica de Scisma del
Reino de Inglaterra, publicada en Madrid en 1588 que a su vez se basó en
el libro del historiador inglés Nichiolas Sander De Origine ac Progresso
Schismatis Anglicani.
93
reciente que le permite poner en escena muchos asuntos de interés particu
lar y, por supuesto, que conviene remachar a la desencantada sociedad
barroca, que va viendo, ya entonces, cómo se va desmoronando el Imperio
Hispánico, y que, además, no es oro todo lo que reluce.
Las quejas de los literatos y del pueblo hacia los validos de los últimos
Austrias, proliferan ya en tiempos de Calderón. De Ucedas, Lermas,
Olivares y demás privados, podemos decir que ya está harta la España del
momento. Además, por aquel entonces, Inglaterra se estaba convirtiendo
en uno de los principales rivales de la monarquía española y, sobre todo,
del Imperio Hispánico. Así, al mismo nivel que estos validos españoles, se
sitúa en la obra el cardenal Volseo, personaje histórico real, pero al que
Calderón tiñe con rasgos indeseables, tan indeseables que en realidad, en la
obra es el auténtico instigador de la perdición del monarca y, claro, es de
Volseo de quien nace la idea de impugnar la dispensa del Papa para poder
justificar el adulterio del Rey.
94
Decididamente, el más osado panegirista de Calderón no podría cali
ficarle de imparcial en sus juicios sobre personajes históricos. Las negras
tintas con las que pinta la psicología del cardenal Volseo para achacarle
todos los males que padece la Iglesia Católica de Inglaterra, está ayudada
por las antipatías que en la época inspiró el purpurado tanto entre el vulgo
como entre los intelectuales. Y aunque son muy contadas las ocasiones en
que aparecen los soldados en escena, sus intervenciones son siempre para,
de algún modo, advertir al monarca sobre sus errores:
95
Y termina de hacer impopular su figura haciéndola afecta a Lutero:
Esta obra tiene unos tintes distintos a las anteriores, pues es posible
que Calderón hubiera visitado la ciudad en el momento del sitio, según
señala Alcalá Zamora: “Entre mediados de 1623 y el otoño del 25 desapa
rece Calderón de las noticias archivísticas y crónicas. Varios pasajes de sus
comedias, de nítida resonancia autobiográfica parecen confirmar ese viaje
europeo que asegura Vera Tassis. Que el introvertido autor del hermoso
poema al silencio no mencione el hecho poco significa, pues casi nunca
96
dijo algo personal que no fuese en sentido indirecto o alegórico, por la
boca de sus personajes. Posiblemente pasó a Italia por Cataluña, de la que
escribe con afecto, y anduvo en el cerco de Bredá, victoria pírrica y estéril
de Felipe IV” (Alcalá Zamora, 1989, p. 35.)
97
temperamento no fue nunca proclive a la amarga sátira, que a la sazón
comenzaba a envenenar las plumas de nuestros historiadores y políticos,
sin embargo, tras la lectura del Sitio de Bredá podría acusarse a Calderón
de no tener una especial visión del futuro, o bien que escribió la obra como
una contrarréplica dirigida a los detractores de nuestras armas, si a veces
victoriosas, ya con varias derrotas más o menos disimuladas en las cruen
tas guerras de los Países Bajos, insaciable pozo sin fondo en el que se ver
tía la sangre española y el oro indiano.
Sin embargo tiene buen cuidado de salvar la persona del soldado espa
ñol que combate la más de las veces sin sueldo porque:
98
Quiera Dios que sean
para más honra de Dios
propagación de su Iglesia
alabanza de Filipo
honor suyo y gloria nuestra.
(Jornada II, escena XVI)
99
“En el drama religioso La aurora en Copacabana Pedro Calderón de
la Barca recoge la leyenda peruana de los milagros de la Virgen, cuyo
santuario pertenecía a los Incas y hoy se encuentra junto al lago Titicaca,
en la región de Copacabana, antiguo centro pagano de culto al sol. En
esta leyenda, la imagen de la Virgen es esculpida burdamente por
Yupanqui, personaje histórico y antiguo noble Inca convertido al cristia
nismo. La imagen rechazada porque su hechura no mueve a la piedad es
retocada y embellecida, gracias a la fe de Yupanqui, por la intervención
de los ángeles.
100
como los imperios materiales, un proceso de crecimiento, estabilización y
decadencia, sino que marcará desde sus comienzos un ritmo ascendente en
el que la total realización sea el consolidarse de la religión católica en
todos los ámbitos de la gentilidad, entendida esta en toda su enorme
dimensión. Y este ámbito, casi ilimitado, es lo que dará precisamente un
alcance gigantesco, imposible sin los valores espirituales, a la empresa
evangelizadora, pues su objeto, por lo dilatado, no tendrá fin ni acaba
miento, ni muerte, sino que llegará a extremos alejados inmensamente en
el espacio y en el tiempo, con lo que resultará mucho más perdurable y
extensa que la mera etapa del descubrimiento y colonización.
101
pérfida “Idolatría” personaje alegórico y de gran importancia en la obra,
puede achacarse este mal.
102
Mas, ¿qué lo extraño, si advierto
que en el Ara de la Cruz
cesó todo lo cruento
pues desde allí fueron todos
hostias pacíficas? pero...
no, no me dé por vencida...
(Jornada I, escena XVIII)
103
La sucesión no quedó garantizada y hubo que buscar al monarca fuera
de nuestras fronteras.
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105
IDEOLOGIA DOMINANTE Y
TEATRO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO
XVII: CALDERÓN DE LA BARCA Y
LA TRANSMISIÓN DE VALORES
107
IDEOLOGIA DOMINANTE Y TEATRO EN LA ESPAÑA
DEL SIGLO XVII: CALDERON DE LA BARCA
Y LA TRANSMISION DE VALORES
109
por la Iglesia y el Estado. Según vaya aproximándose el siglo XVIII el
poder del Estado cada vez será mayor e intentará ir relegando al poder reli
gioso a aquellas parcelas que le conciernen. Es decir, las almas, el espíritu
y las labores propias de la devoción, reservándose las fuerzas civiles los
asuntos terrenales y, más concretamente, las cuestiones de estado. Será este
un proceso largo y no exento de fricciones, que llevará a enfrentamientos
importantes entre la Iglesia y el Estado. Finalmente, después de tiempo,
marchas atrás, nuevas alianzas estratégicas, etc. el poder político saldrá
triunfante en este proceso que culminará con la separación entre la Iglesia
y el Estado.
110
en nuestro país, había conseguido que los intereses estatales y los religio
sos convergiesen perfectamente en un único esfuerzo común por parte de
las distintas autoridades. El resultado final, en la materia que nosotros tra
tamos, fue un control exhaustivo de los papeles impresos, que llevó a
intentar evitar cualquier tipo de desviación, política o religiosa, en el seno
del mundo de la cultura, a la vez que potenciaba la difusión de los pilares
ideológicos de la época.
111
severidad en las prohibiciones y en los castigos y más abundancia de tex
tos legales que en su conjunto introducen una serie de modificaciones sus
tanciales en relación con lo anterior. El cuerpo legal más importante del
periodo será la Pragmática de 1558 que aunque deroga la de 1502 es, en
ciertos aspectos, un calco de ella. Lo primero que llama la atención es el
proceso de centralización a la hora de otorgar licencias y la preocupación
del monarca por controlar directamente estos asuntos. Si bien, esa tenden
cia a la centralización ya se había comenzado a notar con la Ordenanza de
1554. A partir de estos años será el propio rey y en su nombre el Consejo
de Castilla los únicos encargados de otorgar las licencias de impresión.
Ahora bien, la práctica habitual hará que el Consejo de Castilla delegue la
acción efectiva de control de los libros en uno de sus miembros, llamado
Juez de Imprentas o señor de la Encomienda y que a partir de 1692, reci
birá la denominación de Superintendente General de Imprentas. El otorga
miento de licencias será, a su vez, completado con la concesión de los
privilegios de impresión y los de venta por parte del rey. Esta costumbre
creará en general agravios comparativos entre los profesionales de los res
pectivos gremios, ya que suponía la imposibilidad de imprimir o vender
determinados libros a aquéllos que no eran agraciados con el privilegio
(Felipe II concedió a un impresor extranjero, Cristobal Plantin, el privile
gio de imprimir libros litúrgicos y el de venta a la Comunidad de
Jerónimos de El Escorial). Pero, lo que sí se conseguía con ello, obvia
mente, era facilitar y simplificar el control de los impresos por parte de las
autoridades, a la vez, que suponía una fuente de ingresos para las arcas
públicas y permitía la concesión de favores a aquéllos que se habían hecho
dignos de los mismos desde la óptica del poder.
112
seguir vendiéndose o para poner en circulación nuevas ediciones). En el
mismo orden de cosas, se exigía a las autoridades encargadas de estos
menesteres (Consejo) que llevasen un libro de registro de todas las obras
revisadas, con sus incidencias respectivas, así como el requisito de guardar
un original de los libros autorizados, con el fin de cotejar de éste que las
impresiones y ediciones posteriores se realizaban de acuerdo a lo autori
zado. La excepción a todo lo anterior, se producía con los libros religiosos
y las gramáticas, los únicos que no necesitaban licencia real o del Consejo
para imprimirse, aunque sí la de los prelados. De todas maneras, esto sería
revocado con la Real Cédula de 1569, que vuelve a imponer la necesidad
de licencia del Consejo, para misales, diurnales, pontificales, manuales,
breviarios, libros de coro y similares, “para que en ellos no pueda haber
ningún vicio contra lo ordenado por Su Santidad”. (Ibid: 125). Esta dispo
sición seguía abarcando, tanto las impresiones realizadas en Castilla,
como a los impresos provenientes del exterior, incluidos los otros reinos
españoles.
113
verdadera, y con el tiempo puntual de la impresión, de forma que pueda
constar y saberse cuando se hace; y lleve y contenga también los nombres
del autor y del impresor: y ninguno que lo haya sido o sea, ni mercader de
libros, o librero y encuadernador, ni otra persona se atreva a imprimir ni
estampar, ni a divulgar ni vender cosa impresa o estampada, sin que pre
ceda lo dicho; ni a mudar ni anticipar la fecha y tiempo, ni poner antedata,
ni a variar ni suponer los nombres, ni hacer fraudes, ni usar de trazas ni
cautelas contra lo contenido y mandado” (Ibid: 127). Las penas impuestas
son también, para el impresor, librero, mercader o encuadernador, las de
multa (50.000 maravedíes la primera vez, el doble la segunda y la siguiente
la pérdida de todos los bienes) además del destierro por dos años la pri
mera vez, cuatro la segunda y perpetuo la tercera. Para el resto de las per
sonas que incumplieran lo dispuesto el castigo era también similar, aunque
algo más benigno. Además, y debido a que en estos años la industria del
libro experimentó un crecimiento importante, fue necesario ampliar el
número de autoridades con capacidad para otorgar licencias. Por ello, el
rey nombró Subdelegados de Imprentas del Reino, que no eran otros que
los Presidentes de las Chancillerías, Audiencias y Justicias o Corregidores.
Es curioso, por otro lado, que en todo este tiempo no exista por parte
de los reyes y sus gobernantes una preocupación explícita en preservar lo
que hoy llamaríamos cuestiones de estado o asuntos de gobierno. No es
hasta el Auto Acordado de 1682, aprobado por Carlos II, cuando estos
temas comienzan a tener protagonismo propio y específico en la legisla
ción de prensa e imprenta. En esta disposición se prohibe con carácter
general la impresión de cualquier libro, memorial u otro documento, que
trate cuestiones de gobierno y no haya sido supervisado por la censura y
autorizado previamente por el Consejo Real, que a su vez tenía que haber
recabado la consulta del tribunal competente en la materia (Ibid: 128).
114
resquebrajada. Era necesaria la elaboración de una ideología integradora
expresada mediante el arte, la literatura, la oratoria, el teatro, las fiestas,
que contase con las energías individualistas de la época” (MARAVALL,
1979:80-90)
115
bien, esa amalgama de asuntos políticos con religiosos, tampoco fue óbice
para que existieran discrepancias y enfrentamientos entre unas y otras
autoridades sobre quién ostentaba la potestad en determinadas materias.
Henry Kamen (1989:295-296) nos cuenta en este sentido que “en la litera
tura y en la cultura las consecuencias fueron equívocas: se ha solido opinar
-sin razón- que la Inquisición fue la única responsable de la presión ejer
cida sobre los escritores creativos. En la práctica, a la Inquisición le preo
cupaba más la palabra impresa, mientras que la única forma artística
accesible a las masas del público general analfabeto -el teatro- estaba nor
malmente sometida a las autoridades cívicas locales y en última instancia,
al Consejo de Castilla”. Aunque, esta afirmación sea exacta en sus princi
pios generales, merece cierta precisión, ya que hubo algunas interferencias
importantes del poder religioso sobre este tipo de obras. Entre 1625 y
1634, la Junta de Reformación solicitó del Consejo de Castilla que no se
publicasen novelas, comedias y libros similares. Sugerencia que el
Consejo aceptó. El resultado real, no fue la ausencia de este tipo de libros,
sino el favorecimiento industrial a las imprentas de otros reinos españoles,
incluso más allá de los mares, donde los autores llevaban sus obras a
imprimir. Para los que decidieron seguir imprimiendo en Castilla se generó
una picaresca que llevó a la falsificación de las portadas y al cambio de
títulos, años de impresión, etc., Incluso, se llegaron a inventar géneros nue
vos (WARDROPPER, 1983:26-27). También, en 1697, las Constituciones
Sinodiales de Zaragoza, prohibieron que se imprimiesen libros de come
dias y que se representasen éstas sin la autorización del Ordinario.
116
Reino recoge en su libro Aproximación histórica al derecho de la imprenta
y de la prensa en España (1480-1966), la docta opinión de Romeu de
Armas sobre este asunto, que nos cuenta que para determinadas materias
los censores tenían la obligación de recabar la opinión de expertos en el
asunto y obtener la autorización de organismos competentes antes de
tomar una decisión. Lo que parece que ocurrió con el paso del tiempo,
según relata J. Curiel, Juez Privativo de Imprentas en el siglo XVIII, y que
recoge Gómez Reino, fue que la práctica degeneró en el abuso de que en
muchas ocasiones terminaban siendo los mismos autores los que designa
ban quién debía censurar sus obras. Aunque Curiel intentó terminar con
esta costumbre, según él mismo reconoce, no parece que lo consiguiera, lo
que le llevó a proponer al rey que el oficio de censor se convirtiera en
remunerado, lo que acabó siendo aceptado.
117
- libros escritos por heresiarcas
- libros religiosos que hubiesen sido escritos por personas condenadas
por la Inquisición
- libros con tendencia anticatólica sobre los judíos y los moros
- traducciones heréticas de la Biblia y traducciones en lenguas verná
culas
- devocionarios escritos en lenguas vulgares
- obras en las que se ponga de manifiesto las controversias entre cató
licos y herejes
- libros sobre magia
- los libros impresos con anterioridad a 1515 en los que no figurase el
autor y el editor
- cualquier libro considerado anticatólico
- y cualquier obra que contuviese imágenes irrespetuosas contra la
religión
La sociedad del siglo XVII nos viene caracterizada por unas notas de
soledad y autodefensa de los individuos, que intentan resguardar sus
modos de vida a la vez que luchan por encontrar un lugar que les corres
ponda en el nuevo entorno que es la ciudad. Todo ello lleva a un senti
miento de individualismo e, incluso, agresividad, que configura una
sociedad en la que la relajación de las costumbres, los cambios que llevan
al abandono de tradiciones, etc. hacen que la iglesia intente luchar contra
todo ello. Es ésta una época de contrastes en la que el recuerdo de la gran
deza pasada se entremezcla con la conciencia cada vez más clara de
decadencia y de la necesidad de encontrar fuertes pilares sobre los que sus
tentar un mundo que comienza a cambiar. Como perfectamente nos retrata
Menéndez Pidal,(1991:63) “en esta época sombría esos grandes ideales
encuentran su más inspirada manifestación literaria, mezclados a senti
mientos pesimistas propios de los tiempos que se vivían. Ocurre que las
aspiraciones del presente o los recuerdos del pasado se encontraban cada
día más lejos de la realidad actual; la discrepancia entre el. deseo y la posi
118
bilidad tiende a encubrirse con el énfasis, y esto coadyuvó a que el espíritu
de afectación literaria se desplegase en reacción victoriosa contra la ago
tada naturalidad de la época clásica desplegada en todo Occidente”.
119
pero que no puede ser considerado como expresión de las aspiraciones y
de los valores esenciales de la Reforma católica, aunque la Iglesia haya lle
gado a prohijar la magnificencia y la grandiosidad monumental del arte
barroco para expresar la gloria de su triunfo. Si la Contrarreforma, por con
siguiente, no puede ser señalada como la causa determinante del banoco,
debe, no obstante, ser tenida en cuenta como uno de los elementos funda
mentales que estructuran la ideología, la sensibilidad y la temática del
barroco. No es casualidad que España, bastión de la Contrarreforma, posea
la literatura barroca más rica de Europa, y tampoco es infundado hablar de
un predominio del espíritu español en la literatura europea durante el siglo
XVII”.
120
a la capital por el rey, permaneciendo en ella desde 1636 a 1640 y escri
biendo durante esos años por encargo del monarca. Y cuando a partir de
1649 retorna al ambiente cortesano crea obras pensadas, precisamente,
para ser representadas en el propio entorno del rey. Y, aunque desde 1652
se ordena sacerdote, cambiando el signo de su vida y honrando los hábitos
que viste, ciertamente nunca perderá el favor real, ni de Felipe IV ni de
Carlos II, y será enaltecido con diversas condecoraciones y mercedes hasta
su muerte en 1681.
121
cia vital entre los espectadores (...) y por el fuerte impacto de la represen
tación escénica puede producir y de hecho produce sobre la imaginación y
los sentimientos de cuantos a aquélla asisten, da lugar a que la expresión
del pensamiento cobre en su versión teatral una eficacia mayor, por lo
menos momentáneamente, que otras formas de expresión, por ejemplo el
impreso” (MARAVALL, 1985:71).
Se mantiene viva así una tradición que ya venía de la Edad Media en
la que el arte, en todas sus expresiones, era considerado la literatura del ile
trado. La capacidad pedagógica de las manifestaciones artísticas, por tanto,
era ya algo explotado desde siglos atrás. La gran ventaja del teatro es que
en él se unifican las dos grandes vías tradicionales de enseñanza: la visual
y la oral. Y en estos años, la vía oral adquiere una dimensión especial, pri
mero porque el teatro en verso, en sí mismo, supera la capacidad que tiene
la simple predicación de llegar al auditorio. Y, en segundo lugar, por la
indiscutible valía de los autores que ponen su talento al servicio del teatro
barroco del XVII. Hombres como Calderón, supieron conjugar la defensa
de los valores tradicionales y la intención didáctica con grandes dosis de
genialidad.
Calderón de la Barca fue un autor del sistema implantado, sin que esta
característica esombrezca para nada su genialidad. Más aún, la capacidad
de conjugar la defensa de los valores establecidos, incluso con una inquie
tud filosófica/teológica importante, hacen de nuestro autor una de las figu
ras más importantes del XVII español, más allá de su vinculación con la
ideología dominante. Precisamente, esa inquietud filosófica es lo que ha
llevado a diversos estudiosos de la obra de Calderón a calificarlo como el
autor de la duda, de la incertidumbre, de la desconfianza en la naturaleza y
en la realidad, que no siempre es lo que aparenta. Obras como Yerros de la
naturaleza, En esta vida todo es verdad y todo es mentira, Casa de dos
puertas mala es de guardar e, incluso la que para muchos es la obra cum
bre del autor, La vida es sueño, reflejan perfectamente esta ambivalencia
consciente de Calderón, que le hace moverse entre el convencimiento
pleno de los valores de la época y la duda metafísica que no es extraña a
muchas mentes profundamente religiosas. Todo ello hace de nuestro autor
un hombre plenamente barroco. Cuando Calderón muere en 1681, lo hizo
122
“creyendo -como Pascal, Milton y Bacon, aunque sin las dudas de éste-,
en el mundo geocéntrico de Tolomeo, gobernado por un Dios racional, a
quien pedía llegar el hombre a través de su razón. No compartía el sentido
de desolación de Pascal: ¡nous sommes si terriblement petits! En todo el
periodo comprendido entre 1140 y 1681 no se interrumpió en España la
alianza entre la fe y la recta razón” (GREEN, 1969:238).
Esa alianza entre la fe y la razón no es óbice para que uno de los temas
más constantes en la obra de Calderón sea el del libre albedrío. Pero, esa
preocupación por la libertad del hombre, por su capacidad de tomar sus
propias decisiones, tampoco oscurecen, en ningún momento, las líneas
maestras trazadas por Dios. Líneas, que al final se cumplen y que siempre
están trazadas rectamente. Con ello, nunca se cuestiona la figura de Dios
que, lo que hace es permitir que el hombre actúe según su convencimiento.
Lo que Dios espera de los humanos es que éstos tengan una conducta
recta, acorde con la ética, los valores religiosos y la templaza propia de la
raza humana. La figura del príncipe Segismundo en La vida es sueño
(aprobada por la censura en noviembre de 1635 sin ninguna dificultad) es
un clarísimo reflejo de todo ello. Mientras es criado, que no educado, en
soledad, como un ser que, simplemente, se deja llevar por las pasiones,
actúa mal, más inspirado por su instinto animal que por otra fuerza.
Cuando toma conciencia de quién es, de su condición de hombre, entonces
se transforma, escucha a la razón y es capaz de adoptar decisiones ponde
radas y actuar conforme a la idea de orden. En esta obra, simbolizado en la
figura del desgraciado príncipe, hay una clara lucha entre el mundo del
impulso irracional, de los instintos, con el de la razón y la conciencia. El
primero significa la vida material y el segundo la vida moral. Y, triunfa el
segundo sobre el primero. Y lo que es más, dicho triunfo simboliza el
hecho de la equivocación que supone dejarse llevar por los hados, como
hizo el padre de Segismundo. Los conceptos de Dios y de la religión que
dan así siempre a salvo, a la vez que se justifica el libre albedrío y se pone
de manifiesto que las ilusiones terrenas no son más que eso, sueños e ilu
siones.
Otra obra, por citar un segundo ejemplo, en el que el tema del libre
albedrío también está muy presente es El mágico prodigioso. En esta obra
entra en escena la tentación del demonio a la que, en un momento de ofus
cación, el protagonista, Cipriano, cede, pensando conseguir así el cariño de
123
su amada, a pesar de que antes había expresado a su amigo/demonio “que
sobre el libre albedrío/ ni hay conjuros ni hay encantos”. Pero, a pesar de
ello, como el demonio festeja: “ya se rindió a mis engaños/ el homenaje
valiente,/ donde estaban tremolando/ el discurso y la razón”. La fortaleza
femenina en esta obra queda mucho mejor librada, ya que Justina es capaz
de luchar y vencer la influencia del demonio. El desenlace supone la vuelta
al cristianismo de Cipriano y la aceptación del sufrimiento, ahora glorioso
y junto a su amada, por parte de los dos. Aunque el final es la muerte de la
pareja, decapitados en el cadalso, lo cierto es que la misericordia de Dios
se demuestra inmensa en su bondad, tal como se refleja en este diálogo
entre los protagonistas: “¿Habrá/ perdón para mí?, pregunta Cipriano. Y
Justina le contesta: “Es cierto./ ¿Cómo si el alma he entregado/al demonio
mismo, en precio/de tu hermosura?/ No tiene/ tantas estrellas,/ tantas are
nas el mar,/ tantas centellas el fuego,/ tanto átomos el día,/ ni tantas plumas
el viento,/ como El perdona pecados./ Así, Justina, lo creo,/ y por El daré
mil vidas”, En esta obra, además, encontramos importantes reminiscencias
de las tradiciones religiosas típicas de la literatura oral procedente de la
Edad Media. La figura del demonio, sin ir más lejos, es un claro ejemplo
de ello.
124
Para terminar este apartado dedicado a estudiar el valor propagandís-
tico/teológico de la obra religiosa de Calderón, hacemos una última
referencia a los autos sacramentales. En ellos “Calderón ha sintetizado el
concepto católico de la historia de la humanidad, individualizándola en el
Hombre. Apoyado constantemente en la fe y en los dogmas ha construido
una perfecta máquina simbólica en la que, a cada paso, se advierte el con
tenido y la intención teólogicos, todo ello en una aquilatada fórmula artís
tica barroca y con notable maestría en la expresión (MARTIN DE
RIQUER, 1974:36).
125
autoridad real. Ello hace que en la obra de Calderón la razón de estado
quede muchas veces por encima de los sentimientos y del propio discurso
literario, aunque el autor tenga que recurrir, en no pocas ocasiones, a
desenlaces casi fantásticos.
126
CALDERON DE LA BARCA Y LA CENSURA
127
EPILOGO PARA UN GENIO
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
128
GREEN, O.T., 1969, España y la tradición occidental, Madrid, Gredos.
KAMEN H., 1989, Una sociedad conflictiva: España 1469-1714), Madrid, Alianza.
MARAVALL, J.A., 1979, “La cultura de la crisis barroca” en La España del siglo
XVII, Madrid, Historia 16, extra n° XII.
PINTO CRESPO, V., 1980, La nueva Inquisición española. Nueva visión, nuevos
horizontes, Madrid, Siglo XXI.
129
LA AVENTURA CULTURAL DE
APRENDER A LEER Y A ESCRIBIR
EN TIEMPOS DE CALDERÓN
(1600-1681)
131
LA AVENTURA CULTURAL DE APRENDER A LEER Y A
ESCRIBIR EN TIEMPOS DE CALDERÓN (1600-1681)
133
ocasiones formaban parte integral del proceso de este aprendizaje
[Martínez Pereira, 1999]2. Esta segunda investigación, tan complicada,
pero tan necesaria (documentalmente) como la primera, está siendo reali
zada como complemento de los impresos primigenios de la formación lec
tora y también (ahora) puede ofrecerse una primera relación
verdaderamente significativa. (El sustantivo, con el adjetivo que las enca
beza, no necesita explicación.)
134
su delimitación [Infantes, 1997: 106-110 y 1998: 28-45]. Las abordamos
cronológicamente, siempre que los datos de adscripción documental lo
permitan, con el fin de situar su aparición y poder establecer las relaciones
oportunas de todos los testimonios.
El siglo XVII se tuvo que abrir con una edición, y nos referimos al pri
mer impreso que viera la luz en 1600, de la llamada Cartilla de Valladolid,
pues desde que en 1583 Felipe II otorgara el Privilegio de su impresión a la
Catedral de la ciudad castellana con motivo de las obras necesarias para su
reforma, este breve impreso en 8o de apenas 8 hojas se convirtió en la pri
mera edición que tuvieron en sus manos prácticamente todos los niños
españoles desde finales del siglo XVI hasta comienzos del siglo XIX. Su
vigencia como Cartilla, prácticamente única, del aprendizaje lector se
mantiene a lo largo de más de dos siglos, pues no en vano su impresión,
venta y distribución reportaba al Cabildo unos ingresos económicos de
notable transcendencia. Los pleitos a lo largo de los años y los intentos, ya
en el Siglo de las Luces, de sustituir un modelo sujeto al férreo control
administrativo del Estado, llenan buena parte de la historia de los manua
les de aprender a leer y ha sido trazada con datos de primera mano por
Viñao Frago; él ha publicado las famosas “Cuentas” por años del volumen
editorial de la Cartilla de Valladolid y ha estudiado la trayectoria de su
evolución y la competencia con otros intentos didácticos de superar (y
actualizar) este impreso menudo surgido en el ámbito de la España de la
Contrarreforma [Viñao Frago, 1992, 1993 y 1997: 156-177; Moll, 1987;
Resines; Infantes, 1998: 67 y 114-115]. La existencia de una contabilidad
que recoge los ingresos por años, asegura la existencia de una edición
anual de la Cartilla, amén del deterioro normal que en manos de escolares
de 4 ó 5 años años puede sufrir un cuadernillo destinado al uso en clase; es
presumible suponer que a lo largo de todo el siglo XVII se mantuviera el
ritmo editorial de una salida anual, probablemente con escasas excepcio
nes. Esta venta y distribución asegurada por todo el territorio español, sin
olvidar la exportación sistemática a la América hispana como recogen
numerosos testimonios de los “Registros” de embarques a Indias [Torre
Revello; González del Campo]3, permite disponer en los talleres donde
3. Es otra ladera bibliográfica ajena a la que ahora nos interesa, no obstante, para nuestro
siglo XVII pueden consultarse estos trabajos (generales, muy generales), pero falta una
exploración sistemática de la documentación indiana.
135
se imprime de un modelo ya compuesto tipográficamente, es decir con las
formas de impresión conservadas sin necesidad de volver a componer en
cada ocasión toda la obra, al que sólo se le va alterando la fecha de salida,
como demuestran varios de las diferentes ediciones conservadas.
Precisamente, uno de los mayores problemas al tratar de estos impresos es
la carencia de ejemplares conservados; baste indicar para la popularísima
Cartilla de Valladolid que estamos mencionando, y a pesar de lo indicado
con anterioridad de la existencia casi asegurada de una edición anual, con
lo que tendríamos que contar con unas 100 impresiones para el siglo XVII,
hoy tan sólo podemos ofrecer las referencias a ¡media docena de ediciones
y un sólito ejemplar de 1674! Veamos su constitución, para poder compa
rar las restantes con ella; por otro lado, nos caben pocas dudas de que
Calderón aprendió sus primeras letras en una Cartilla de Valladolid.
136
tura, de origen medieval, recoge una dualidad teórica de implantación cate-
quética: se aprende a leer, en un aprendizaje básico y elemental destinado
a ver y atemorizar los signos impresos, para aprender la Doctrina
Cristiana; se asocia así la formación doctrinal primigenia con el aprendi
zaje lector.
137
en la Península. Un caso parecido años después, aunque en esta ocasión
siguiendo de cerca el modelo pucelano que recoge en la titulación, es la
Cartilla, y Doctrina Christiana (Milán, Juan Pedro Cardo, 1640; 4o, 12
hs.) del “soldado en la Enfantería” Manuel Beltrán, que se empeña en
publicarla en Italia con el fin de que aprendan a leer los hijos de los espa
ñoles allí afincados.
4. Vid. estudio y reproducción [n° XXXIII], con uso de la portada de 1606 al no conservar
se la del original.
138
dola de memoria juntamente, porque con este exercicio se hallen, quando
salgan de la escuela, enseñados en la cosa de más importancia que tiene el
escreuir. Compuesta y recopilada por el P. Francisco Pérez de Náxera, de
la Compañía de Jesús. Dirigida a los mesmos Maestros, y a sus discípulos
(Valladolid, Luis Sánchez, 1604); hay que señalar que esta obra, con leves
retoques, y ahora a nombre de Abraham de Fonseca, se publicó fuera de la
Península: Ortographía Castellana. Dividida en Primera y Segunda Parte.
A modo de Diálogo. Entre dos niños de la escuela en preguntas y
Respuestas recopilada de diversos Autores. Agora nueuamente correcta y
añadida, de Algunos avissos y advertencias comvenientes a la buena
Orthographia, escriptura, y leyenda (Amsterdam, s. i., c. 1663; 8o, 53
pp.+ l h.). De muy parecida constitución, aunque en esta ocasión en forma
poética, es otra obra que también conservamos manuscrita (4o, 68 fols.) en
una copia preparada para su impresión, con “Aprobación” y “Licencia” de
1640, la Orthographia Castellana y pronunciaciones del A B c. En verso a
modo de diálogo, entre dos niños de la Escuela: Manuel y Bernardo. Con
una ensehança de escriuir, con definiciones reglas del Arte del “Maestro
de leer, escriuir y contar” Damián de Larredonda, “vezino y natural de la
ciudad de Valladolid”; otro intento de la aplicación didáctica del verso con
la estructura literaria del diálogo.
139
[Infantes, 1997: 65-66]5. Merece la pena destacar alguna de sus (singula
res) características que la separan del modelo de Valladolid. Se trata de una
auténtica Cartilla para aprender a leer dividida en la “Primera parte” en
diez “Tablas” [h. lv-6r], que ocupan la mitad de la obra, frente a las 2 ó 3
hs. habituales, dedicadas sucesiva y gradualmente a las dicciones, perfec
tamente organizadas en su aprendizaje correlativo y en presentación for
mal, con columnas a las que se añaden las vocales, los grupos silábicos,
etc.; la “Segunda parte” contiene la Doctrina Christiana [h. 6v-12r] con el
orden tradicional (Padre Nuestro, Ave María, Credo, etc.), pero con el
mismo texto careado en páginas opuestas: uno declamado por el “Maestro”
silabeándolo y el otro leído (o recitado) por el “Discípulo”, suponemos que
siguiendo al dictado de la palabra las inflexiones de la pronunciación.
5. El estudio está hecho sobre esta edición del siglo XVII, pues no poseemos ninguna ante
rior ni existencia de una "Tercera parte', que no sabemos qué contendría.
140
1658; 8o, 1 h.+13 fols.), que empieza en la parte doctrinal, sin el Abecedario
ni el Silabario, y que es una de las muchas muestras de la catequización de
los misioneros en lenguas indígenas; al igual que una desconocida Cartilla
mayor en lengua castellana, latina y mexicana (México, Viuda de Bernardo
Calderón, 1683; 4o, 8hs.+4 hs.), que Calderón no vería ya, lo mismo que el
libro de Antonio de la Puebla, Pan floreado, y partido en prosa y verso para
los párvulos en el conocimiento de la Doctrina Christiana, y perfección
Evangélica (Valladolid, Antonio Rodríguez de Figueroa, 1693; 8o, 41
hs.+526 pp.), que, con paginación independiente [pp. 1-14], lo que nos hace
suponer la posibilidad de una edición exenta, recoge una “Primera parte del
texto, y explicación de la Doctrina Christiana”, el comienzo con los textos
y luego con una poetización de los contenidos, que cierra nuestro recorrido
por las Cartillas y Doctrinas del siglo XVII.
6. Para sus congéneres literarios del siglo XVI los denominamos "La poesía que enseña".
141
deuotas para los niños, a diferentes assuntos, y desengaños, para aborre
cimiento del pecado, y aprecio de la virtud, y destierro de los malos canta
res (Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1659; 4o, 4 hs.), que comienza:
“Pregunta. Dime niño, eres Christiano?/Respuesta. Que soy Christiano
confiesso”, con nuevas ediciones a lo largo del siglo (Madrid, Joseph
Fernández, 1661; 4°, 4 hs. y Madrid, Viuda de Melchor Alegre, 1672; 4o, 4
hs.). La constante réplica a la difusión oral de los “malos cantares” era una
de las obsesiones doctrinales de las autoridades eclesiásticas en la época
[Baranda; García de Enterría].
142
El aprendizaje lector y doctrinal era uno de los elementos básicos de la
constitución de la sociedad letrada de los Siglos de Oro, en donde casi
todos los individuos alcanzaban el conocimiento primigenio del lenguaje y
en la que la lectura elemental era imprescindible. Después, en muchas oca
siones y ya no todos los lectores, se aprendía a escribir; pero ésa es la
segunda parte de una de las prácticas de esta historia cultural [Viñao
Frago, 1999: 9-20]7.
7. Recogemos en esta frase, rindiendo merecido homenaje, la titulación del reciente estudio
de Viñao Frago.
143
existencia de un maestro diferente para cada una de las materias, pero es
seguro que nuestro dramaturgo no conoció esta ni otras innovaciones
metodológicas que no empezaron a considerarse con seriedad hasta bien
entrado el siglo XVIII.
Las Artes de escribir con las que los españoles del Siglo de Oro apren
dieron el trazado correcto, más o menos bello, de las letras, no responden a
un modelo único con el que —como ocurría con la cartilla de Valladolid—
podamos establecer diferencias [Egido]8.
8. El estudio textual y bibliográfico de estas Artes de escribir del Siglo de Oro son objeto
de una Tesis Doctoral a cargo de Ana Martínez Pereira.
9. Evitamos consignar las numerosas referencias bibliográficas de todos los textos men
cionados en este trabajo, con las descripciones de las diferentes ediciones, citas en catá
logos y localización de ejemplares, consulta que remitimos al trabajo mencionado.
10. Con anterioridad a la obra de Iciar, cuya primera edición es de 1548: Recopilación sub-
tilíssima, intítvlada orthographia prática (Zaragoza, Bartolomé de Nájera, 1548), ya
encontramos autores y obras que tratan de la didáctica de la escritura, pero no con la
exclusividad y extensión con que lo hizo Iciar.
144
Ya hemos apuntado que no existe un modelo canónico que fuera
copiado e imitado a lo largo de mucho tiempo, aunque es indudable la
influencia que los primeros tratados impresos ejercieron sobre los autores
posteriores. En primer lugar podría establecerse una diferencia entre las
Artes de escribir exentas y las que conforman, junto a una ortografía/gra-
mática y un arte de contar, un volumen misceláneo de contenido didáctico
más amplio. En muchas de estas obras la parte dedicada al trazado de las
letras es mínima. Es muy significativo el título de la Orthographia caste
llana de Francisco Pérez de Náxera (Valladolid, Luis Sánchez, 1604), cuya
mención completa en la primera parte de este trabajo nos evita repetirlo
aquí de nuevo; pero sí queremos subrayar la frase “enseñados en la cosa de
más importancia que tiene el escreuir”, esto es, en la correcta ortografía, ya
que el perfecto dominio del ejercicio mecánico de la escritura era conside
rado por muchos gramáticos mero ornato".
11. Con "buena escritura' se quiere decir tanto corrección ortográfica y gramatical, como
bello trazado de los caracteres.
145
sin dejar de usar al mismo tiempo la pluma y el papel). Todo ello hace que
escaseen los ejemplares de Artes de escribir que trataremos a continuación,
y que cada uno de ellos, aún perteneciendo a la misma edición, corres
ponda a un diferente estado o emisión de la misma [Moll, 1979].
En la época que nos ocupa los problemas que más parecían interesar a
los maestros eran la posibilidad de aprender a escribir de manera autodi
dacta, con la única ayuda de un manual y algunas muestras que el alumno
podía imitar; la cuestión del aprendizaje simultáneo de la lectura y la escri
tura; el tiempo necesario para dominar el arte de escribir, compitiendo
entre ios maestros por demostrar cuál de ellos era capaz de formar buenos
calígrafos en menos tiempo. Otras innovaciones, de carácter técnico, pue
den sorprendernos en estos Manuales que a continuación detallaremos.
Comienza el siglo, y con él la vida de Calderón, con una obra cuyo pie
de imprenta nos eximiría de su mención en este breve recorrido editorial.
Se trata del libro de Ignacio Pérez, Arte de escrevir con cierta indvstria e
invención para hazer bvena forma de letra, y aprenderlo con facilidad
(Madrid, Imprenta Real, 1599) [Martínez Pereira]12, de la que conoce-
12. Para completar la información bibliográfica de los textos del siglo XVII, remitimos de
nuevo a este estudio.
146
mos dos ediciones y tres estados diferentes. Algunas de las láminas que se
incluyen en este libro están fechadas en 1600, año en el que con toda pro
babilidad salió a la luz este Arte de escribir cuya segunda edición, también
con fecha de impresión 1599, añade a la primera un breve arte de contar
que ocupa 4 hojas. Es este un manual en el que las muestras grabadas con
forman la parte esencial del volumen; son 60 láminas precedidas de breves
textos didácticos sobre la correcta proporción de las letras, su trazado y el
conocimiento y fabricación de algunos materiales escritorios: corte de la
pluma, fabricación de la tinta y conservación de la misma, o cómo distin
guir un buen papel.
147
letra sin maestro”13. También en el ámbito de la lectura existieron pro
puestas para aprender sin maestro, como es el caso de la Cartilla maestra
de Miguel Sebastián (Zaragoza, Juan de Larumbe, 1618), texto comen
tado en la primera parte de este trabajo.
Dos años más tarde, en 1614, se publica el Método del Arte de escrivir
del jesuíta Pedro de Flores (Madrid, Luis Sánchez, 1614), tratado que
aborda con exclusividad el estudio de la letra bastarda. Las ideas pedagó
gicas que propone se basan en el uso de sus novedosos estarcidos, muy
valorados e imitados por los maestros de la época. Como en el caso de
Brun, la inclusión al final de la obra de numerosas láminas regladas y
estarcidos supone la utilización práctica de este manual por parte del
alumno, que practicaría su caligrafía sobre las pautas ya impresas. Algunas
referencias de la época indican que las muestras de Flores se vendieron
exentas.
148
convirtieron en un artista de la letra, más próximo a la visualidad de la pin
tura que a la didáctica escritora.
El éxito que conocieron sus obras desde su aparición fue la causa del
tremendo caos editorial que revelan los ejemplares hoy conservados. En
sucesivas ediciones el contenido textual de sus libros fue cediendo espacio
a las láminas grabadas con sus muestras, y estas se editaron en cuadernillos
independientes con nuevas portadas, aprovechando restos de otras edicio
nes. El comercio de muestras “de mano” e impresas por Morante ya era
habitual en vida del autor, y muchos maestros se preciaban de poseer
alguna de esas láminas. Hoy día conservamos álbumes de láminas que
algún coleccionista más o menos cercano cronológicamente a Morante,
recopiló y encuadernó formando un volumen. El hecho de que algunos
bibliófilos completaran sus ejemplares con alguna lámina suelta proce
dente de cualquier otra edición, complica aún más la ya desde su origen
difícil vida editorial de toda la obra de Pedro Díaz Morante14. La influencia
de la letra de los Morante fue intensa durante todo el siglo XVII y se exten
dió hasta el XVIII, cuando aún sus muestras eran copiadas y defendida la
actualidad de sus propuestas técnicas15.
14. En la Tesis Doctoral que estamos realizando trataremos de desentrañar esta complicada
red editorial mediante el cotejo del mayor número de ejemplares posibles.
15. La obra de Díaz Morante fue motivo de discusión a lo largo de todo el siglo XVIII, debi
do a los enfrentamientos entre los partidarios del uso de muestras en el aprendizaje de
la escritura y los detractores del mismo, que proponían tan sólo una serie de reglas. La
obra de Francisco Xavier de Santiago Palomares, revisión del Arte Nueva de Morante
(Madrid, Antonio de Sancha, 1776) se erigió en el modelo a seguir por los que propo
nían la necesidad del uso complementario de las muestras.
149
escribir que contiene se reduce a unas normas muy básicas en cuanto a la
forma de las letras, que no ocupan más de dos hojas; el resto de sus 62
folios lo completan un extenso silabario, la ortografía, un tratado de arit
mética, reglas de puntuación y la descripción de los signos que los mudos
y sordos emplean para hablar con las manos.
16. Lo explica en los ff. 2r-4v; Juan de la Cuesta, ob. cit., pp. 63-64.
150
compendiosa en vía de Diálogo por sus definiciones entre el Maestro, y
Discípulo (Madrid, María de Quiñones, 1634), y el segundo Introducción
del nuevo arte de escrivir, dispuesto en Diálogo, entre Maestro y Discípulo
(Madrid, Juan Sánchez, 1640), versión algo retocada de la primera edición
de 1634. Constituyen dos ejemplos de la “literatura paradidáctica” breve
mente tratada en páginas anteriores, cuando hablábamos de la lectura
[Infantes, 1999b; Infantes/MartínezJ. Zavala, usando una sencilla
estructura dialógica reducida a una serie de preguntas y respuestas, propor
ciona al alumno ya lector un completo manual que comprime en unas
pocas normas la praxis de la escritura aconsejando, sin embargo, la prác
tica continua, ya que “el arte del escrivir se aprende escriviendo”17. Su obra
está pensada para aquellos que quieren aprender a escribir sin maestro;
incluso podría decirse que el usuario de estos pliegos es aquel que necesita
aprender a escribir, como parece indicar el título de la edición de 1640, que
se completa con la frase: “y vn breue modo con que en veinte y vn días se
sepa lo necessario para dar razón de sí en qualquier parte”. La primera edi
ción completa el pliego con un recorrido en verso por todas las letras del
Abecedario (“A.B.C. para saber bien escriuir, y presto”), mientras que en
el pliego de 1640 se opta por incluir una lista de abreviaturas.
151
nos referimos al Libro Histórico y moral sobre el origen y excelencias del
Nobilíssimo Arte de Leer, Escrivir y Contar, y su ensenança (Madrid,
Antonio González de Reyes, 1692), aún hoy fuente de valiosas informa
ciones de primera mano para el conocimiento de nuestra historia caligrá
fica. El propio Ceballos fue autor de una colección de muestras que
imprimió en Madrid para que sirvieran de modelo a sus alumnos.
En este mismo año de 1640 se imprimieron dos obras muy poco cono
cidas por el investigador actual. La primera de ellas, de autor catalán, es
verdaderamente interesante en cuanto al método didáctico empleado, ya
que sus láminas e indicaciones acompañan al alumno en su aprendizaje
progresivo, asegurándose de que ha superado una etapa antes de pasar a
otra de mayor dificultad. El título de este manual escrito por Antoni Eudald
Llaguna es Primera part del Art de Escrivrer, intitvlas Descans
(Barcelona, Pere Lacavallería, 1640). Su destinatario, como en otros casos
ya vistos, es aquel lector que desa aprender a escribir sin acudir a escuela
alguna; las muestras de trazos y letras blancas sobre fondo negro facilita
is. Conocemos otras tres ediciones de esta obra de Diego Bueno, una en 1697 y dos en
1700, con diferentes portadas y título, pero con el mismo texto.
152
ban este aprendizaje. Aunque el texto teórico está escrito en catalán, los
ejemplos grabados en las láminas son en castellano.
153
La obra está dividida en tres tratados, siguiendo la misma estructura
que ya utilizara Francisco Lucas, con quien encontramos muchas similitu
des en lo que parece casi una revisión (actualizada) de sus ideas. El Primer
Tratado lo dedica al “origen y excelencias del arte de escribir” e incluye un
compendio de Ortografía. En el Segundo trata la letra bastarda, ilustrado al
final con 18 láminas de muestras. El Tercero está dedicado a la escritura
grifa y romanilla, con otras 12 magníficas láminas que representan en pin
tura las explicaciones del texto. Al final ofrece una breve biografía de San
Casiano, patrono de los maestros de escuela.
Doce años más tarde se imprime por vez primera el Breve tratado de
escrivir bien y de la perfecta Ortographía, de Juan de Palafox y Mendoza
(Madrid, María de Quiñones, 1662. Una segunda edición en Zaragoza,
herederos de Diego Dormer, 1679). No es este un manual de escritura (o
caligrafía) sino un tratado de gramática y ortografía. Tan solo los primeros
capítulos [pp. 1 -15]19 los dedica a la claridad, igualdad y proporción de los
principales tipos de letra (grifa, gótica, redonda, bastardilla, italiana), para
pasar inmediatamente a tratar la puntuación. De nuevo, como vimos en
Pérez de Náxera, aquí “escrivir bien” es hacerlo sin errores ortográficos.
Antes de llegar a esta lastimosa situación escribió dos obras de las que
sólo conocemos ejemplar de una de ellas. En un pliego en 8o (4 hs.) impri
mió su Forma breve que se ha de tener en soltar o correr la mano en el
exercicio de Escrivir liberal (Toledo, en casa de Alonso Belvis Trejo,
1678), donde distingue la primera enseñanza en la escuela de la posterior
práctica que desarrolla la buena escritura (“escribir liberal” lo llama él) y
154
que es la que trata de mostrar en este pliego. En una obra anterior dedicó
su atención al primer estadio del aprendizaje. Él mismo nos dice que en
1676-7 sacó a la luz un Tratado para escrivir con brevedad en la primer
ensenança que es la Escuela (Toledo, 1676-7), del que desconocemos
incluso su extensión (¿sería también un único pliego?). Anuncia unos
Avisos o Reparos a la República, en orden a la ensehança de sus hijos en
las Escuelas de leer y escrivir sobre los que tenemos serias dudas acerca
de su posible impresión, que en todo caso se produciría después de 1678.
20. Bouza transcribe el inventario post-mortem de un maestro de primeras letras que refle
ja este uso de las muestras en las escuelas.
155
escritura de Morante, considerada ya en su época una obra de arte más que
un “utensilio” comunicador.
Terminamos así (de momento) este recorrido apresurado por los textos
que ayudaron a los españoles del siglo XVII a iniciarse en la gran “aven
156
tura cultural” que suponía el aprendizaje de las primeras letras. La aven
tura, ahora, es la recuperación de esas obras tanto tiempo olvidadas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
INFANTES 1993 = Víctor Infantes, “La poesía que enseña. El didactismo literario de
los pliegos sueltos”, Criticón [Literatura y didactismo en la España del Siglo de
Oro], 58 (1993), pp. 117-124.
157
------------------------- 1995 = “De la cartilla al libro”, Bulletin Hispanique [La Culture des
Élites Espagnoles à l’Époque Moderne. Colloque de Bordeaux 18-20 mai 1995], 97,1
(1995), pp. 33-60.
------------------------- 1998 = Délas primeras letras. Cartillas para enseñara leer de los
siglos XV y XVI. Preliminar y edición facsímile de 34 obras, Salamanca: Universidad
de Salamanca, 1998.
------------------------- 1999b = coord., De las primeras letras. Cartillas para enseñar a leer
de los siglos XVII y XVIII, Salamanca: Universidad de Salamanca, en prensa.
MOLL 1979 = Jaime Moll, “Problemas bibliográficos del libro del Siglo de Oro”,
Boletín de la Real Academia Española, t. LIX, 1979, pp. 49-107.
TORRE REVELLO = José Torre Revello, “Las cartilla para enseñar a leer a los niños
en América Española”, Thesaurus, XV (1960), pp. 212-234.
158
VIÑAO FRAGO 1992 = Antonio Viñao Frago, “Alfabetización, lectura y escritura en
el Antiguo Régimen (siglos XVI-XVIII)”, en Agustín Escolano, dir., Leery escribir
en España. Doscientos años de alfabetización. Madrid: Fundación Germán Sánchez
Ruipérez, 1992, pp. 45-68.
159
CALDERÓN Y SU ÉPOCA:
ALGUNOS ASPECTOS JURÍDICOS
DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
161
CALDERÓN Y SU ÉPOCA: ALGUNOS ASPECTOS
JURÍDICOS DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
I. CONSIDERACIONES GENERALES
163
e impregnada quizás más que ninguna de Europa en el carácter y senti
miento nacional de signo foralista.
Todos estos temas están también en nuestro teatro del siglo XVII,
siendo así el reflejo de circunstancias totalmente superadas por nuestra
sociedad y a la vez supuestos con tal frescura que podría decirse pertene
cen a la más rabiosa actualidad. Hoy nos interesa más en el análisis de
estas obras, no tanto el descubrimiento del talante artístico, cuanto el resi
denciar o situar en un momento histórico los arquetipos humanos que nos
hagan conocer cómo vivían y se relacionaban entre sí, su ideología, e
incluso sus afectos ya que el matrimonio y la pareja se basan casi siempre
en ellos.
164
escuela española de derecho natural. La Reforma protestante y el
Eramismo dominante recuperaron los ejes del pensamiento de la Edad
Media, con el rasgo nuevo de buscar una prueba racional para explicar el
orden divino del mundo y conciliar la fe con la razón, apareciendo dicha
ley como árbitro, donde Dios es un dramaturgo, (dicta la ley eterna,) el
hombre un actor, se rige o guía por el guión o papel que le toca inter
pretar (Ley natural) y la ley positiva, aquella que dictan los hombres para
su normal desenvolvimiento, ha de ser acorde con la ley natural, para ser
considerada justa. Explicación acorde con el iusnaturalismo imperante en
el pensamiento jurídico de la época.
Es sabido que cobró gran impulso la prosa antes y mejor que en cual
quier otra lengua de familia latina, supuesto que hemos de atribuir no a los
eruditos, sino a los jurisconsultos. Empleada dicha prosa en la legislación
y en los negocios, se comprobó que tenía viveza, claridad y flexibilidad y
al mismo tiempo que era regular y adaptable al uso práctico y político.
Sirva de ejemplo el siguiente texto versificado:
“Tiempo: Disculpa no des/ que no tiene la Ley culpa/ del que vio
lenta la ley./ Y así, otros cinco talentos / tendrán en justo interés /
los que católicos pasen / de la Ley Escrita a ser / obreros de la de
Gracia.
Noche: ¿ Cual la Ley de Gracia es?.
Gracia: La que recogiendo el grano/ que mortificó cruel / el hebreo
y hecho pan / le multiplicó la fe / muerto en la tiena dio el fruto /
que gloria del cielo es. (Auto sacramental alegórico.El día mayor
de los días, 1: 23).
165
entorno. Al fin y a la postre hablamos de la adaptación que también
encontramos en Lope y a veces en Quevedo. Sirva de ejemplo el siguiente
texto:
166
El matrimonio y la familia son de modo indiscutible la estructura de
una sociedad, sociedad afecta a una cultura que como mantenía en otro tra
bajo' ambos vocablos son indiferenciados. El matrimonio que regula el
derecho romano no es una creación ex novo del mismo y por la misma
razón el derecho romano cristiano tampoco lo creó. El derecho solo otorgó
efectos jurídicos al mismo ya que con el paso del tiempo se pudo compro
bar como al irse complicando la sociedad se hacía necesario garantizar
frente a terceros de buena fe, las referidas relaciones conyugales1
2.
167
año/ hubiese de elegir dueño/ que los rigiese, por no/ estar a mujer
sujetos... Aténgome a su derecho/ porque está muy adelante/ el que
por casamentero/ tiene al vulgo y muy atrás/ quien tiene de un
vulgo celos”. (Manos Blancas no Ofenden, XVII : 47).
168
nial disidente de los católicos ortodoxos se vieron directamente afectadas
por aquél.
169
delataban el adulterio o el estupro ante un juez poniendo en marcha un pro
ceso que convertía la venganza privada en venganza social ( Alonso, 1982 :
188).
3. Aunque muy brevemente he de hacer constar, que los asuntos matrimoniales regulados
por el derecho, en todo el proceso histórico anterior, a lo que llamamos nuestra época, ha
tenido una fuerte carga de carácter penal con lo que significa de sanción y represión de
las conductas conyugales, consideradas como delito, como por ejemplo el adulterio, aban
dono, bigamia, etc. El vuelco producido gira en torno a ser consideradas estas cuestiones
de índole eminentemente civil, notándose un fuerte alejamiento del derecho penal en los
conflictos del matrimonio y la familia.
4. Entre las páginas reseñadas 270-313, se puede comprobar como en el intercambio de fra
ses entre doña Mencía y el príncipe Enrique, el texto jurídico utilizado hace que llegue
mos a la anterior conclusión, fundamentalmente si analizamos los términos agrupando
todas las palabras. He reseñado un pequeño apunte a modo de ejemplo.
170
con precisión y con una visión de conjunto tan importante tema. Todos los
factores se combinan para hacer de tan dilatado periodo, un espacio oscuro
en materia legislativa. ”La inexistencia de la unidad jurisdiccional de
España, derivada de la ausencia de unidad política, la ausencia de una
regulación clara y concreta por parte del Derecho canónico del matrimonio
hasta Trento, (...) todos ellos y muchos otros factores dificultan extraordi
nariamente cualquier investigación al respecto.”(Ibán, 1979 : 84).
5. El frecuente uso del asesinato (antes parricidio) impune de las esposas, ignoro si con fines
de disolver un vínculo molesto o contraer un nuevo matrimonio, han estado e incluso
ahora lo están, a la orden del día, todo ello a pesar de la existencia de la prohibición de
contraer matrimonio por parte del cónyuge que comete el delito, demostrándose, claro
está, estos burdos fines. El impedimento o prohibición para contraer matrimonio desde el
derecho romano clásico ha venido existiendo tras la integración en el derecho romano
postclásico, en algunos de mis trabajos he mantenido que la costumbre enraizadísima sub
siste a pesar de Trento, como algo connatural al concepto posesorio del hombre en rela
ción con la mujer.
171
La tan traída y llevada patria potestas es consustancial al poder del
padre, que ordena la vida de todos los que viven bajo su particular juris
dicción. Debemos resaltar que en el ámbito del derecho matrimonial de la
época, la voluntad de los cónyuges no puede ser suplida por nadie, ni
siquiera por el padre. Es cierto que jurídicamente una cosa es el consenti
miento y otra bien distinta la autorización para dicho compromiso, siendo
lógicamente esto último condicionante de lo primero. No será necesario
insistir en lo dicho, bastando un análisis global de la temática desarrollada
en Guardate del agua mansa, La dama duende, El Alcalde de Zalamea.
En la primera obra citada encontramos un curioso derecho traslaticio que
pasa a los hermanos al fallecer el padre (Reichenberger, 1985 : 127).
¡Oh tirano error/ de los hombres! ¡ oh vil ley /del mundo! Que una
razón/ o una sinrazón pueda manchar el altivo honor/ tantos años
adquirido/ y que la antigua opinión/ del honrado quede postrada/ a
lo fácil de una voz. (A secreto agravio secreta venganza, VII : 181)
1. La barragania
172
(Martínez Marina, 1834 : 262) y tras enumerar el matrimonio celebrado
con todas las solemnidades de derecho y consagrado por la religión, cons
tituía a la mujer en la honrosa categoría de mujer de bendición o velada y a
los hijos legítimos en hijos de velada. Por otra parte existía el matrimonio
clandestino o sin solemnidad especial que es definido como barraganía,
término que encierra un concepto de efectos jurídicos y no era un enlace
vago, indeterminado o arbitrario. Se funda en un contrato de amistad o
compañía, cuyas principales condiciones eran la permanencia y la fideli
dad, según se expresa en la siguiente Ley del Fuero de Zamora :
173
mite a partir de un momento dado, acuñada como “según costumbre y
fuero de España”.
174
excomuniones contra los contrayentes que desdeñaban comparecer en el
templo. El núcleo central de todo esto era que la bigamia significaba fre
cuentemente la expresión de una disolución del primer vínculo y la cele
bración de otro nuevo. Si el primero era contraído in facie ecclesiae, el
segundo se celebraba clandestinamente; si el primero era clandestino el
segundo era público.
175
sión inquisitorial era más eficaz que la de los Tribunales reales o episcopa
les y debió contribuir a implantar con eficacia la disciplina del matrimonio
canónico que surge del Concilio de Trento, hasta entonces más bien teó
rica. “Aunque sólo había sido creada para combatir los peligros de la here
jía, la inquisición española no se limitó sólo a esa actividad y a principio
del Siglo XVI se las había arreglado para obtener jurisdicción sobre casi
todos los delitos que en una época u otra habían estado al cuidado de los
Tribunales Episcopales (...) una vez que el poder de los Obispos sobre los
casos de herejía fuera abandonado en manos del Santo Oficio (de hecho,
ya que no en teoría) los Tribunales Episcopales comenzaron a perder la ini
ciativa, sencillamente, porque la inquisición hizo que el término “herejía”
se extendiera a todos los delitos posibles (...) su autoridad alcanzaba a
todos los aspectos de la vida de los españoles”, (Kamen, 1972 : 213-214).
Si bien se dice con cierta firmeza que hacia la primera mitad del Siglo
XVII habían sido expulsados un elevadisimo numero de moriscos, que la
fe quedaba más protegida sin los embates de los que profesaban religión
distinta y que por esta razón la Inquisición tuvo la posibilidad de bajar la
guardia, controlando escasamente a los criptoportugueses, islamizantes,
conversos en una palabra, con lo cual según sabemos, “rara vez aparece un
auto a persona de procedencia castellana, se cambió el llamado proceso de
limpieza de sangre, por el de limpieza de oficios, cambiándose así el crite
rio de averiguación de los antecedentes religiosos de las familias, por la
averiguación de si ellos o sus familias habían llevado a cabo en el pasado
oficios considerados viles o mecánicos”, (Domínguez Ortiz, 1979). Sin
embargo en los temas referidos a la bigamia, relaciones sexuales antes de
contraer solemne matrimonio, o simple fornicación, actuó con suma fuerza
represiva, a pesar de autoafirmarme en el cambio producido de la relaja
ción de la herejía.
176
Dios mismo/ me fuerza a que yo la diga/ tan poco enseñado a
hacerlo”. ( El mágico prodigio: 270 ).
3. La mácula Bastardiae
En relación con la situación ocupada por los hijos nacidos fuera del
matrimonio, de barragana, o algún otro de unión distinta al matrimonio
celebrado con las oportunas solemnidades es necesario volver a recordar
el criterio de consuetude hispaniae. Desde 1285 los hijos de barragana
suceden a sus padres indiferenciadamente con los legítimos, situación que
sigue alargándose de igual modo y criterio a través del Fuero de Plasència,
Fuero de Alcalá de Henares, Fueros viejos y el libro de los Fueros de
Castilla, siguiendo con un recorrido a través de las partidas, limitando la
cuota el código de Tortosa etc.
177
testato del hijo natural. De acuerdo con los legistas de la época podemos
comprobar que la jurisprudencia pontificia de la Rota Romana admite asi
mismo en el siglo XVII la sucesión legítima de los hijos nacidos de con-
cubinatum legitimas, es decir, de una convivencia more uxorio. Este
primitivo criterio del derecho canónico, absolutamente contrario a los
derechos de los hijos extramatrimoniales, parece que obedece a la lucha
que sostiene la iglesia durante varios siglos sobre la poligamia, el matri
monio o concubinato legal de los clérigos6 que hubiera permitido conver
tir en hereditaria la inmensa mole de propiedades y funciones públicas
acumuladas en la iglesia. Hay noticia de que la lucha contra la poligamia
duró más de seis siglos, dejando constancia de que reyes, emperadores y
nobles la practicaran sin escrúpulo pese a las reiteradas prohibiciones de
los concilios.
6. Barraganías de los clérigos legalizadas por medio de una serie de privilegios reales a par
tir del concedido por Alfonso X a los clérigos del arciprestazgo de Roa, derogando así la
prohibición que contra esta clase de barraganía contenían las Partidas. Vid. Martínez
Marina, ob. cit., págs. 265-267 y 272.
178
el concubinato, aún reprimido por la iglesia y los poderes públicos era muy
frecuente, y que el abandono y exposición de hijos alcanzaba cotas verda
deramente terribles: el 20% de los bautizados eran expuestos en el Siglo
XVII en Valencia cifra que aumentó en el Siglo XVIII”.(Flandrin, 1976 :
176-180).
Para concluir no hace falta insistir más en este sistema sumamente res
trictivo pues el hijo ilegítimo de suelto y de suelta no hereda nada por ley,
ni debe ser apartado de la herencia, sencillamente porque no tiene oportu
nidad de acudir a ella y la preterición o silencio del padre significa la pér
dida de todo derecho sucesorio. Esta nueva redacción de los fueros de
notable influencia romano-canónica priva de derecho al hijo que tenía la
mácula bastardiae ya que no era nacido de legítimo matrimonio.
IV. CONCLUSIÓN.
179
ejercía el Tribunal de la Inquisición, y a la vez somos justos con la memo
ria histórica de contenido objetivo que se encerraba en los Fueros y demás
ordenamientos territoriales que coexistían de modo pacifico, podemos
decir que sus redactores fueron verdaderos constituticionalistas avant la
lettre prefigurando y anunciando a su manera los pronunciamientos de los
artículos 14 y 39 párrafos segundo y tercero, de nuestra Constitución de
1978. Su filosofía y contenido representaron un claro signo avanzado de
las uniones de hecho, reconocimiento de la pareja fuera del matrimonio e
integración social de los hijos extramatrimoniales.
V. BIBLIOGRAFIA
Alonso, M. P., ( 1982 ) : El derecho penal en Castilla : siglos XIII- XVIII, Salamanca,
ed. Universidad de Salamanca.
Caderón de la Barca, P., (1973) : Comedias, Vol. VII [1637], XVII [1667], XVIII,
[1691], London, facsimile edition, ed. J.E. Varey y D. W. Cruickshank, Gregg.
International Publishers Limited.
Calderón de la Barca, P., (1998) : Auto sacramental alegórico: El día mayor de los
dias, ed. M. Zugasti, Rev. y formatos electrónicos R. Serrano.
Cantó, C., ( 1901): Historia universal, tomo VI, Barcelona, ed. Seix.
Flandrin, E., (1976) : Familles, parenté, maison, sexualité dans l’anciene société,
Paris, Hachette.
Kamen, J., ( 1972 ) : La inquisición española, Barcelona, México DF, ed. Grijalbo.
180
Llorca, B., ( 1954) : La inquisición española, Barcelona, Labor.
Llorente, J.A., ( 1809) : Varios papeles antiguos y modernos sobre defensas matri
moniales y otros puntos de disciplina eclesiástica, Madrid, ed. Ibarra.
Madariaga, S., ( 1959) : El ocaso del Imperio español en las Indias, ed.
Sudamericana, Buenos Aires, ed. Sudamericana.
Salomon, N., ( 1965) : Recherches sur le thème paysan dans la"Comedia” au temps
de Lope de Vega, Burdeos.
181
LA MUJER EN CALDERON.
El rol femenino en La dama duende y
J
183
LA MUJER EN CALDERÓN.
El rol femenino en La dama duende y El Alcalde de Zalamea:
Angela e Isabel.
Un análisis comparativo desde el siglo XX.
185
El título de mi aportación no deja ninguna duda sobre cuál va a ser el
eje central de mi aportación: la mujer en un análisis comparado de Ángela,
de La dama duende (1629), e Isabel, de El Alcalde de Zalamea- (1651).
Dos mujeres creadas por un mismo autor, y provenientes de unas obras con
veintidós años de diferencia entre sí. A pesar de que El alcalde de Zalamea
ha sido interpretado en infinidad de ocasiones, en los dos sentidos: en
escena y en literatura secundaria, lo cierto es que el énfasis se ha ido
poniendo en la cuestión política, en la figura de la autoridad, la teoría de
Estado o en el mismo honor, como valor presente en todas las clases socia
les, incluso en el pueblo llano. Mientras que el rol de la mujer en esta obra
ha ocupado un espacio menor, mínimo, diría yo. La mujer en esta obra ha
sido tratada, en buena medida, como un pretexto para el desarrollo de otras
ideas.
En este sentido, resulta acertada, por una parte, una afirmación como
la de Ricardo García Cárcel (1999:19), claramente conformista. Por otra,
en cuanto al papel invisible que la mujer representa en este drama: “Obras
como El Alcalde de Zalamea, con todas las matizaciones que se quiera,
pertenecen al teatro de protesta.” La protesta va dirigida hacia el conflicto
de poderes, pero en ningún momento hacia la mujer, que parece aceptar ser
utilizada. ¿Podría hablarse por tanto de la mujer-objeto como pretexto? El
mero hecho de aceptar esa invisibilidad de la mujer, ¿no es desde este
punto de vista sino un teatro conformista!
2. Nótese la reaparición de la A y la Z.
186
una aproximación a lo que Gilles Lipovetsky (1999) ya ha acuñado con el
término de la tercera mujer, o la mujer-sujeto.
Parece querer ignorarse una realidad: que las mujeres también forma
ban parte de la audiencia, del público teatral.
187
zaje para algunas de ellas. La introducción de algunos bailes como la zara
banda, las seguidillas o la chacona, en los entreactos de algunas represen
taciones, posibilitó un elemento añadido al interés que despertaban las
comedias.
188
teatro, y se ha establecido sólidamente la clase social de los actores (a par
tir del siglo XVII aparecen las actrices). El decorado escénico alcanza un
desarrollo asombroso en los teatros de las grandes ciudades especialmente
en los teatros de corte, por medio de bastidores, telones de fondo, escoti
llones, máquinas de volar y otros recursos técnicos. Sobre todo, en el siglo
XVII se crea la forma aún hoy tradicional del “escenario mágico”
(Illusíonsbühne), en el que el público sólo puede mirar de un lado a las
tablas, que representan el mundo. Arquitectos y pintores colaboran con
todos los medios para completar la ilusión, aunque el problema técnico de
la representación de los acontecimientos simultáneos que ocurren fuera del
escenario es tan antiguo como el mismo teatro. El teléfono, el altavoz, la
televisión, son soluciones modernas de un problema tan antiguo. No siem
pre será posible representar por medio de la voz lo que ocurre fuera del
escenario, tal como Calderón y Goethe hicieron resonar la voz de Dios
(Ibidem).
189
Parece vano decir que los tiempos han cambiado mucho desde que
Alfonso X el Sabio publicara sus Siete Partidas. No estará de más recordar
que éste definía la fama como el buen estado del hombre que vive dere
chamente según la ley y las buenas costumbres, sin mancha ni remordi
miento de conciencia (cfr. partida VII, título VI, ley I, p. 555). Para el gran
rey se trataba de una característica inmutable y propia al hombre de bien,
muy cercana a las opiniones de Aristóteles (veáse Ética a Nicómaco) (...)
No obstante, en el siglo XVII español, el honor -y de modo especial en
nuestro autor-, la fama se reduce a la buena opinión, a la opinión, sin más;
lo cual supone que ha perdido esta estabilidad de antaño: cambiante como
el barroco, la opinión no es ya el atributo del hombre de bien, sino más
bien del hombre que “parece” hombre de bien. Mucho se ha insistido sobre
este nuevo orden de las apariencias, mucho y sin embargo siempre nos
quedaremos cortos porque “la honra en el mundo (...) solamente es opi
nión” (Guillén de Castro, El Caballero bobo). Esta fiable reputación queda
así sometida a todo género de adversidades que con muy poco esfuerzo,
son capaces de echar por tierra, en apenas unos instantes, toda la buena
fama que un hombre había intentado adquirir a lo largo de toda una larga
existencia.
Esta obsesión por la honra como valor social constituyó el eje básico
de buena parte de la producción dramática del Siglo de Oro. La esterilidad
social de esta fijación fue criticada por Gracián, entre otros. Y es que el
concepto del honor evolucionó a lo largo del tiempo. La picaresca hizo
múltiples sarcasmos a costa del honor.
Lo que quizá menos cambió de los ingredientes del honor fue la obse
sión por la limpieza de sangre y el desprecio por el trabajo manual que el
honor legitimaba.
190
El sentimiento del honor era, en nuestros antiguos dramáticos, y en
Calderón sobre todo, un culto. En El Alcalde de Zalamea, no se realza esta
virtud en un personaje de alta alcurnia, sino en el hombre oscuro, en un
labrador, un simple villano3. No parece sino que nuestro gran dramático
quiere poner de realce que el noble carácter español siente lo mismo la
ofensa hecha a su honra, ya recaiga en el ser de humilde condición, ya en
el que alienta su sangre ilustre, y que la dignidad y la rectitud no es patri
monio exclusivo de clase alguna, sino que en todas se hallan. Pocos perso
najes se ofrecerán en la escena más ennoblecidos por su indomable altivez,
su firmeza enérgica e inquebrantable y su discreción y serenidad que éste a
que nos referimos en los trances en los que la suerte le pone (Bergua,
s/fecha:14).
Es cierto que el honor no es sólo una cuestión central del teatro del
Siglo de Oro, sino que es más bien un tema recurrente. Lo que varía es la
forma de su gestión.
191
La Mujer: ¿portadora o gestora del honor?
192
La admiración por la mujer puede que provenga de esta época infantil,
pero en todo caso no hay en ello ni odio, ni rencor, sino más bien todo lo
contrario.
193
trabajo doméstico, la reproducción biológica y la cobertura sentimental del
marido.
Dicho de otro modo, si la mujer podía engañar era porque era capaz de
fascinar, fascinación ésta que no siempre provenía de la belleza física, sino
194
que a veces resultaba producto de su imaginación, de su fantasía y de su
capacidad intelectual.
4. La edición utilizada (referida en bibliografía) tiene los versos numerados, lo que me per
mitirá citar su número sin hacer referencia a la página, lo que no sucederá cuando cite a
El alcalde de Zalamea.
195
época, que puede ser juzgada como una defensa ante los ataques dirigidos
al Conde-Duque (Valbuena Briones,1997: 25-30). Lo cierto, es que tal
como dijéramos antes, no es la razón histórica por la que Calderón escribió
la obra lo que nos preocupa, que es posiblemente el aspecto más estudiado,
sino más bien, ver la representación de la mujer, de Angela, su papel en la
obra y en su tiempo, habiendo considerado previamente que la mujer siem
pre ocupaba un lugar secundario, tanto en la realidad social como en la
escena teatral.
196
En esta ocasión, como en tantas otras (Ibid.:23), la imaginación del
dramaturgo sabe presentar un escenario, imagen de la vida, en la que las
sombras, los ridículos equívocos y las intrigas vienen a ser engañosos
espejos que ofrecen falsas y deformadas visiones del acontecer humano.
En el caso de La dama duende, Calderón acude a la antigua farsa para
obtener los elementos más graciosos y bufos del enredo que presenta la
comedia, y para ello se vale, sobre todo de una mujer. Mujer que como
gran excepción en el siglo XVII adquiere un papel de protagonista,
abandonando los papeles secundarios a los que el público estaba acos
tumbrado.
Si Calderón, por tanto, presentó una mujer, con una cierta excepciona
lidad, el instrumental que para ello utilizó ha sido amplia y minuciosa
mente estudiado, tal como detalla Lapesa (1997:52-3): En La dama duende
el lenguaje se engola en la explicación del enredo por doña Angela y el
subsiguiente monólogo de Manuel: allí se acumulan adjetivos y sustanti
vos predictivos y absolutos, aposiciones, símiles y metáforas -a veces con
entrecruzamiento de imágenes-, hipérboles, antítesis y paradojas, paralelis
mos, reiteraciones: toda la artillería del barroco teatral.
197
hace, es precisamente porque es una víctima de las convenciones sociales
del siglo XVII y no está dispuesta a resignarse. Naturalmente, yo pondría
algunas objeciones a la afirmación de que complique la vida a los hom
bres de su alrededor. ¿Por qué? En esencia está resolviendo varios proble
mas a un tiempo. Me refiero a que resuelve la vida sentimental y social de
Manuel, en primer lugar, Pero, simultáneamente, soluciona también el
problema que, por su propia viudez, les había sobrevenido a sus herma
nos, al tener que hacerse cargo de ella y de su honor, y la consecuencia
final es que todos son felices, como habíamos adelantado al comienzo de
este capítulo.
Descripción de Ángela
198
- Función descriptiva física:
a) Objetiva:
Puede considerarse, por tanto, excepcional la descripción que hace de
ella su criada Isabel, en la función descriptiva social.
b) Poetizada:
El amor habla por boca de Don Manuel, lo que hace referencia a su
excelsa belleza de una forma claramente poetizada:
199
ISABEL Señora, no tiene duda
de que mirándote viuda,
tan moza, bizarra y bella, (vv. 402-4).
200
cante. Si a eso unimos que ella muestra una necesidad de comunicarse, al
menos, con otros hombres, no parece muy lógico pensar que su matrimo
nio estuviera lleno de amor, pasión y romanticismo. De haber sido así, ella
lloraría la pérdida, y más parece que necesitara recuperar el tiempo per
dido. Probablemente, su matrimonio fue de conveniencia, aunque no muy
conveniente.
201
ahora en las obligaciones sociales de la mujer, entonces el título significa
que la fantasía es consecuencia de ser dama. Esta tensión dramática fina
liza con la boda de Doña Ángela. La dama deja de ser duende bajo el
amparo de Manuel.
202
fue la persona que se arriesgó a un duelo para retener a su perseguidor. Es
también la curiosidad la que hace buscar a Manuel la verdad sobre el
duende y la identidad de la supuesta amante del hermano de su anfitrión.
El principio de construcción de la obra consiste ahora, pues, en la bús
queda de Manuel tras los hechos reales, es decir los sucesos ocurridos, bús
queda provocada primero y luego siempre complicada y enmascarada con
todos los engaños por Ángela. Manuel se queja. Cuando después halla la
solución del primer problema y sabe que el duende no es dama de Luis,
surge un nuevo problema.
El duende era en primer lugar para Manuel algo que tenía que deducir
de indicios. Después, el duende -aunque casi invisible por la oscuridad- se
encontraba en su habitación como figura humana y no como fantasma o
demonio. La improbabilidad de este hecho le hace pensar de nuevo en un
engaño. Cuando quiere desvelar por fin en el tercer acto la identidad del
duende, ella le hace ver claramente que no tolerará más preguntas y que
sólo estará de acuerdo con encuentros próximos si su identidad permanece
encubierta. Al final de los engaños figura como desengaño y verdad el
hecho de que un incumplimiento del código de honor ya que Ángela ha
hecho exactamente lo contrario de lo que habían previsto sus hermanos
para ella como adecuado y decente.
203
rística femenina y negativa, cuando es una característica altamente positiva
en la investigación científica. O, ¿es sólo positiva si es patrimonio de la
psicología masculina? Yo estaría más de acuerdo en considerar que esta
cualidad es una característica igualmente positiva en hombres y en muje
res, y como ha destacado Strosetzki iguala a Manuel y a Ángela, ya que
ambos sienten curiosidad, él por el duende y ella por el galán.
204
DON LUIS Esa mujer es mi hermana;
no la ha de llevar ninguno
a mis ojos de su casa,
sin ser su marido; así
si os empeñáis a llevarla,
con la mano podrá ser;
pues con aquesa palabra
podéis llevarla y volver,
si queréis a la demanda, (vv. 3.074-82).
Porque, a pesar de ser propuesto como solución por don Luis, era lo
que los dos enamorados deseaban.
205
Ángela es portadora de honor, de su propio honor y el de sus herma
nos, pero además es ella quien lo gestiona, lo administra, lo decide y lo
cuida. Obviamente el honor de su familia, y más concretamente el de sus
hermanos Don Luis y Don Juan dependen de ella, y en ese sentido ella es
la depositaría del honor familiar. Pero es ella quien determina cómo dirigir
sus acciones, aun velando de que su identidad no ponga en entredicho el
honor de su familia, lo que se aprecia en las circunstancias siguientes:
La víctima-verdugo
Ángela es víctima de las convenciones sociales, a las que intenta esca
par, aunque para ello se vea forzada a convertirse en verdugo.
206
público, a quien se mantiene a la espera de saber si cada idea que se hace
de una situación es verdadera o también engaño. Finalmente, engaño y
amor aparecen como polos opuestos en tanto que el amor significa con
fianza, seguridad y sinceridad mientras que los engaños conducen a la
inseguridad y a la reserva, cuando no a la muerte. En Calderón, sin
embargo, los engaños de la mujer sensual y apasionada no sólo pueden
impedir o despertar el amor, sino incluso obcecar el entendimiento; claro
que también esto último ha sido siempre considerado como causa o efecto
del amor.
207
la comedia adquiere valor de documento social (la cursiva es mía) en la
lucha contra las supersticiones y hechicerías en el siglo XVII.
Pero, veámos ahora otro rol femenino calderoniano, que no por ser
distinto, carece de interés.
208
Referido al drama El Alcalde de Zalamea, este mismo autor (1989:50)
opina que éste redunda en la idea, que la índole del argumento disimula, de
la desconfianza hacia las instituciones y el ejercicio del poder, como se
desprende del cierto grado de prevaricación en que incurre Pedro Crespo al
aprovechar el cargo y la administración de la justicia para mejor servir sus
objetivos personales, identificando el interés privado y el oficio público.
Aun admitiendo que éste es un enfoque acertado y sugerente, no es éste el
que le daremos a nuestro trabajo, que sigue siendo el papel de la mujer, el
de Isabel.
209
Descripción de Isabel
Nuestro dramaturgo hace una impecable descripción formal y neutral
de las personas:
210
DON ALVARO porque en no mirando yo
aseada y bien prendida
una mujer, me parece
que no es mujer para mí. (p. 20)
a) Objetiva:
SARGENTO como porque en Zalamea
no hay tan bella mujer... (p. 19)
DON ALVARO: No sólo vuestra hermosura
es de rara perfección,
pero vuestro entendimiento
lo es también; porque hoy en vos
alianza están jurando
hermosura y discreción, (p. 41)
211
para la mujer, ya que muy rara vez se describe de esta forma la personali
dad masculina.
b) Poetizada:
DON MENDO: Di que por el bello oriente,
Coronado de diamantes,
Hoy, repitiéndose el sol,
Amanece por la tarde, (p. 26)
Ocultación de la identidad
Al igual que en La dama duende, la ocultación vuelve a aparecer aquí
como recurso para preservar el honor de la familia, al menos así lo creía
Pedro Crespo, que desconocía que tanto la identidad como la belleza de su
hija eran sobradamente conocidas.
212
Demanda de protección y amparo
También en esta obra la mujer demanda la protección del hombre. El
rol de debilidad, o de sexo débil que solicita amparo del sexo fuerte en su
rol de caballerosidad y cortesía, se sigue perpetuando de esta forma:
213
La máxima expresión de su sentimiento de culpa y de su impotencia y
de su humillación y resignación lo constituyen estos seis versos:
Víctima y verdugo
Isabel es víctima inequívoca en cuanto que es objeto de violación.
Pero es a su vez verdugo, en opinión de su violador, ya que su belleza es
tan irresistible para él que le conducirá a la muerte. Lo más interesante, en
mi opinión, no es este doble rol contrapuesto, sino que en los dos roles ella
es incuestionablemente pasiva. Ni ella desea, ni ha decidido convertirse ni
en una cosa ni en otra, es simplemente un objeto de placer, que como con
secuencia le cuesta la vida a Don Alvaro. Es por tanto, de acuerdo con la
terminología de Lipovetsky, una mujer-objeto.
214
mujer, detalle éste que Dios no valorará, mientras que para cualquier otro
esposo terrenal esto sería un serio impedimento.
¿Calderón feminista?
La comparación de estas dos obras arroja resultados que en principio
acaban con la del pensamiento monolítico social del siglo XVII, e incluso
se destrozan algunos de los tópicos más perpetuados de la figura y la obra
de Calderón.
215
Aunque no pueda decirse que Calderón fue un feminista furibundo, sí
se puede afirmar que conoce y valora lo “femenino” mucho más de lo que
hasta ahora se ha venido transmitiendo y perpetuando. Por tanto, conoció,
valoró y amó a las mujeres, lo que además de mi estudio, se refuerza con
el soneto que el profesor Alcalá-Zamora, amablemente me ha brindado
antes de su publicación, con el que doy fin a mi contribución.
MUJERES
José Alcalá-Zamora
Estampas Calderonianas
216
Referencias bibliográficas
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original: Teoría da Literatura, Versión española de Valentín García Yebra.ALCALÁ-
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curso leído en el Acto de su recepción pública en la Real Academia de la
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Extra n° 1:38-43.
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217
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Título original: Schriften zur Literatursoziologie, (1961) Hermann Luchterhand Verlag.
Traducción de Michael Faber-Kaiser.
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la Sociedad Española del Siglo de oro: Ficción teatral y realidad histórica, Granada,
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Primer Suplemento, Aurora Egido, Barcelona, Editorial CRITICA.
- (1997): “La biografía de Pedro Calderón de la Barca: una vocación para el teatro”
ANTHROPOS, Extra n° 1: 25-30.
218
ELEMENTOS EMBLEMATICOS
EN LAS COMEDIAS RELIGIOSAS
DE CALDERÓN
219
ELEMENTOS EMBLEMÁTICOS EN LAS COMEDIAS
RELIGIOSAS DE CALDERÓN
Ignacio Arellano
UNIVERSIDAD DE NAVARRA
1. A efectos prácticos no merece la pena distinguir entre los distintos matices de la termino
logía mencionada, que algunos tratadistas se esfuerzan en discriminar. La bibliografía
sobre el elemento emblemático en la literatura del Siglo de Oro crece cada día. He men
cionado la más importante en Arellano, 1997 y 1998, y en el estudio a Triunfar muriendo,
de Calderón. Sólo volveré a subrayar aquí las aportaciones de Bauer, 1969; las imprescin
dibles de Culi sobre Calderón (dramas y autos) y para el objetivo concreto de este trabajo
el de Mariscal, aunque comenta muy pocos casos de emblemas y quizá no los más claros
en La devoción de la Cruz; cfr. también Infantes, 1983 (ver lista bibliográfica).
2. Algo semejante, mutatis mutandis, sucede con la oratoria sagrada, como ha estudiado
Ledda, 1996. Dejo aparte en esta exposición, por razones de espacio, la comparación con
los autos sacramentales, que sería importante para comprender bien este uso de los emble
mas en las comedias religiosas de Calderón. Remito, en todo caso, a Culi, 1997.
221
Este trabajo pretende ser solo una aproximación provisional que con
tinúa las revisiones emblemáticas parciales a que ha sido sometida la obra
calderoniana, exploraciones que deben proseguirse con la mayor dedica
ción hasta revelar la importancia fundamental de este modo de expresión
en la dramaturgia de don Pedro.
Semejante guerra, siempre ganada por el bien y sus agentes (que ocu
pan la jerarquía superior), se expresa en parte por medio de imágenes
222
emblemáticas agrupadas en constelaciones o núcleos característicos que
examinaré brevemente. Dedicaré una coda final a ejemplificar otro aspecto
importante del manejo de Calderón: la elaboración ingeniosa dentro de las
técnicas del conceptismo, que se manifiesta casi siempre en diferentes téc
nicas de aplicación ingeniosa contextual en las variedades de lo que
Gracián llamaba agudezas de proporción y ponderación misteriosa.
4. No hace falta documentar el valor simbólico del laurel: ver, en todo caso, Henkel-Schóne,
1976, cois. 202 y ss. En estas comedias también aparece reiteradamente el laurel como
símbolo de la gloria mundana de reyes y poderosos o de la gloria poética, pero sobre todo
en contextos religiosos, la palma es más preciada en su significación de virtud, que cual
quier riqueza, como expresa el emblema de Gilles Corrozet (Hecatongraphie) «Vertu
meilleure que richesse», donde se representa una balanza en que la palma vence a la coro
na y al trono. Añádase algún trozo del comentario de C. a Lapide (IX, 635,2-637, 1; cito
por tomo, página y columna de la edición recogida en la bibliografía): «enim longeva
este, ideoque aeternitatis symbolum [...] palma excellit, robore, coma, duratione, nisu in
superna, aequalitate, fructu [...] robusta, comata, aeterna, sursum vergens ac contra omnia
adversa in coelum enitens et eluctans... palma victoriae symbolum est, nec cedit oneri...
sed contra pondus resurgit». Añádase para la palma, en Henkel-Schóne, 1976, emblemas
de Saavedra Fajardo, col. 194; Junius, col. 195; Anulus, col. 197; Lebeus-Batillius, col.
198; Camerarius, col. 198; Sebastián de Covarrubias, col. 200...
223
retirarse al yermo ha dejado, con el obispado que poseía, los laureles y las
palmas (401)...
5. Ver Henkei-Schóne, 1976, cois, 295-96,353 y ss., o en la 299 el emblema de Vaenius para
la rosa y espinas de amor: «Armat spina rosa, mella tegunt apes», con la glosa «Suauem
Amor (ecce) rosam dum deligit ungue rosetis, / a rigdis spinis saucia membra dolet. /
Quod iuuat, exiguum; plus est laedit amantes, / Queque ferunt, multo spicula felle
madent»; o Piero Valeriano, Hieroglyphica, fols. 399 y ss. La roja roja simboliza en la ico
nografía religiosa el martirio; esta flor en la antigüedad estaba consagrada a Venus: las
rosas eran blancas y la sangre de Venus, al pincharse con una espina al acudir a ayudar a
Adonis moribundo, las tiñó de rojo (ver Hall, 1974). Calderón hace una aplicación suma
mente ingeniosa (agudeza de improporción o antítesis y a la vez de proporción en térmi
nos de Gracián) mezclando, como es frecuente en su obra (sobre todo en los autos sacra
mentales), tradiciones y mundos culturales diversos.
6. «Similem umbram, refugium et regrigerium in omni ardore persecution is, tribulationis,
tentationis, aeque ac irae et vindictae divinae, ad se confugientibus praebat sapientia et
Christus» (C. a Lapide, IX, 642, 1).
224
que desde que la vi tuve
en el alma por carácter...
Todas estas aparecen en los repertorios, sobre todo en uno que, aunque
sea posterior a la obra de Calderón, a nuestros efectos es suficientemente
ilustrativo: el libro de jeroglíficos dedicado a la Virgen por Fray Nicolás de
la Iglesia, las Flores de Miraflores, Hieroglíficos Sagrados... Alargaría
mucho estas páginas el comentario de todos ellos, que remiten en buena
parte a la imaginería de la Esposa del Cantar de los cantares de Salomón.
Daré, pues, solo algunos breves apuntes de los principales: María es pozo
de aguas vivas (jeroglífico 26, según la comparación del Cantar de los
cantares de la Esposa con el pozo de aguas vivas); huerto cerrado (jeroglí
fico 27, donde comenta el Cantar de los cantares: «figúrase también en la
clausura del huerto de nuevo repetida la espiritual virginidad y pureza
enterísima del alma»); se compara con la palma, ciprés y cedro, plantas de
intensa presencia en los catálogos de emblemas, signos de la victoria, la
225
resistencia, el triunfo, y de la eternidad e incorruptibilidad’; el espejo sin
mancha representa la limpieza «espejo en quien se mira toda la corte celes
tial, espejo que en la sala de la Iglesia hace correspondencia con el espejo
Cristo de quien dijo la Sabiduría “Candor est lucís aeterna speculum sine
macula”» {Flores de Miraflores, jeroglífico 47)... etc.
7. El cedro es árbol de rica simbologia; los del Líbano eran especialmente famosos, y se
citan innumerablemente en la Biblia. Para el simbolismo del cedro baste remitir al exten
so comentario de C. a Lapide (IX, 633-34) donde se glosa la altura, imputrescencia,
aroma y belleza de los cedros del Líbano: «cedrus inter arbores eminet, primo altitudine
[...] Adde cedrus amat montes; pari modo altíssima est Sapientia, qui ad coelos et deum
pertingit; docet enim coelestem et divinam doctrinam [...] secundo, rectitudine, cedrus
enim enodis tertio, soliditate [...] quarto incorruptione; cedrus enim cariem, tinem et
vetustatem non sentit [...] quinto, duratione; cedrus enim diutissime durat; unde aetema
indigitatur [...] sexto, fructu [...] séptimo, odore; odorata enim est cedrus, ideoque inco
rrupta et aetema. Hinc cedrus suo odore fugat et occidit serpentes»; para el cedro, Piero
Valeriano, Hieroglyphica, 373v.: «Ante alias enim arbores Cedrus aeternitatis hierogly-
phicum est, qui materia eius ñeque putrescit ñeque cariem patitur. Hinc Area foederis ex
cedro fabrefacta est. Et cedro digna loqui dicuntur illi qui ea scribunt quae nulla tempo-
ris iniuria sit abolitura». De la palma ya queda comentario antes.
8. Hay emblemas de Atlante de Borja, Costalius, etc. Ver Henkel-Schóne, 1976, cois. 1715-
16. Ver otro caso en La exaltación de la Cruz, 1013.
226
y por lo mismo se califica de «humano Atlante / de dos cielos». Una
variante es la que sirve para describir la acción del prelado Urbano,
sacando la imagen del Sagrario en sus hombros (id., 586), que ahora no es
la de Atlante sino la de Eneas sacando de la Troya incendiada a su viejo
padre Anquises9.
Sintetiza Fray Luis de Granada (1989: 197): «tales son las proprieda-
des y excelencias desta estrella, que con no ser las criaturas, como dicen,
más que una pequeña sombra o huella del Criador [...] todavía entre las
criaturas corporales, la que más representa la hermosura y omnipotencia
del Criador en muchas cosas, es el sol».
227
Los dos luminares tienen intensos valores simbólicos y aparecen a
menudo en los repertorios de emblemas", solos y en compañía, con diver
sos matices, entre los que no faltan los sentidos aquí apuntados.
228
vive, para excusar los peligros y tempestades que hay en este mar del
mundo y en sus ocupaciones»12. Esa navegación de los trabajos de la vida
aparece en Origen, pérdida y restauración, 595, desarrollada en boca de
Selin, quien se lamenta del golfo de sus desdichas, y los mares de sus lágri
mas en que se ahoga. Para semejantes tormentas el puerto de salvación es
la Virgen del Sagrario (id., 577), y para otro personaje de El purgatorio de
San Patricio, el convento es puerto de refugio contra las tormentas del
mundo (p. 90).
12. Ver también en pp. 48-49, 110-11, 192-93, 286-87 otras empresas con naves. Añádase
Piero Valeriano, fols. 284 y ss.; Henkel-Schone, 1976, cois. 1453 y ss. con numerosas
representaciones de todos los matices.
229
teñido de colores
le vio en las nubes al morir, tendido,
ya por arco la Cruz ha recebido
para que los pecadores
conozcan la reseña
donde esta eterna rica paz se empeña.
Y más adelante:
fue, pues, Cristo, este arco segundo de nuestra paz, figurado por el
primero, como lo dice Ruperto, por ser como fue en la Cruz tan
parecido al arco, que estuvo en ella con los brazos enarcados, ten
dido en las nubes, y tan teñido de colores, que lo colorado hacía lo
rojo de su sangre, lo azul el color de sus labios y cardenales, y lo
verde el de los juncos de su corona. Y no es mucho que el arco de
Noé fuese figura de Cristo, pues lo era y ha sido siempre de la
divina misericordia
230
Copacabana (1360) se coloca una vela en la imagen de la Virgen, y el
texto explica el sentido a modo de la glosa de la ilustración visual de un
emblema”:
Otra empresa del mismo en que aparece una ciudad fortificada como
refugio contra las asechanzas del mal es la XXIII. En la azulejería del
Hospital de Pobres Sacerdotes de Valencia, aparece una ilustración de la
Ciudad de Dios como ciudad fortificada (PÉREZ GULLÉN, 1994), que
simboliza en este caso a la Virgen María, otra figura, como la de la Iglesia,
13. Para este tipo de recursos en los autos ver Culi, 1997. Sobre la antorcha como emblema
de la luz celestial, ver los emblemas de varios autores reproducidos en Bernat y Culi,
1999, núms. 114,115; sobre la llama baste recordar que es la forma que toma el Espíritu
Santo en Pentecostés, y emblemas de llamas hay innumerables (ver los índices de Bernat
y Culi, sólo para libros españoles)...
231
«esposa» de Cristo. Estas dos principales figuraciones alegóricas las
comenta E. Blanco en un artículo dedicado precisamente a «La imagen del
castillo: un tópico religioso y político en la emblemática del Siglo XVII».
La Iglesia aparece simbolizada en torre, fortaleza, castillo, ciudad
murada... en repertorios como el de Picinelli {Mondo simbólico), y otros.
14. Es probable que Bartolomé aparezca precisamente en un canal con decorado de nube (más ade
lante la acotación dice que vuela rápidamente, lo cual hace pensar en un movimiento de tra
moya). Para este recurso escénico de la nube, característico de las comedias de santos, ver A.
de la Granja, 1995.
15. Cfr. también, por ejemplo, Salmos, 28,3: «Vox Domini super aquas; Deus majestatis intonuit»;
o I Samuel, 2, 10; 7, 10; II Samuel, 22, 14; Salmos, 18, 14; 46, 7; 68, 34; Job. 37, 4 ss.;
Jeremías, 25, 30, etc.
232
del Cuzco en La aurora en Copacabana (1337), librada milagrosamente de
un incendio por la intervención de la Virgen; o la fabulosa ave fénix, ima
gen de la Virgen («fénix de la gracia» en Origen, pérdida y restauración,
586)16. También se aplica a El gran príncipe de Fez en la comedia del
mismo título (1396) el emblema de la serpiente que muda de piel, aso
ciada al texto paulino del hombre viejo y el nuevo, para expresar la con
versión del protagonista17:
16. A la salamandra se le atribuía el poder vivir en el fuego. De ahí surgen diversos valores emble
máticos, casi siempre en el campo de la simbologia amorosa. Villava (II, empresa 49) «In
vanum flamma laborat» trae a la salamandra como símbolo del obstinado, pero en el libro XVI
de Valeriano, entre otras significaciones, la salamandra, simboliza al «Amator» (Hieroglyphica,
fol. 120r), y el mismo valor tiene en otro emblema de Vaenius (Henkei-Schóne, 1976, cois. 739-
40) «Mea vita per ignem». En el texto de Calderón aludido lo importante es su cualidad de
resistir el fuego. Sobre el fénix y su resurrección de las cenizas en que él mismo se quema, su
valor de ave única, su excelencia y calidad extraordinaria, los testimonios serían innumerables;
basten algunas líneas de Covarrubias (Tesoro): «Fénix. Dicen ser una singular ave que nace en
el oriente, celebrada por todo el mundo; críase en la felice Arabia [...] y vive seiscientos y
sesenta años. Plinio, hablando della, dice así, lib. 10, cap. 2; Et ante omnes nobilem Arabiae
phoenicem [...] vivere annos DCLX, senescentem casia, thurisque surculis construere nidum,
replere odoribus et super emori. Ex ossibus inde et medullis eius nasci primo ceu vermiculum,
inde fieri pullum [...] Todo lo que la antigüedad ha dicho de la fénix [...] lo refiere Plinio en el
lugar alegado [...] muchos han formado jerogríficos de la fénix aplicándolos a la resurrección
de Nuestro Redentor». Malaxecheverría, 1986, 120-27, por ejemplo, 123-24 recoge otros tex
tos: «cuando la vejez le agobia, recoge ramas de plantas aromáticas y se construye una hogue
ra; luego, vuelto hacia el sol, aviva el fuego agitando sus alas, y a continuación renace de sus
cenizas». Baltasar de Vitoria traduce a Ovidio en Teatro de los dioses de la gentilidad, I, 611:
«En la más alta cima de una palma [...] / Su vida se ha entre olores fenecido, / De suerte fene
cido, que del fuego / Otro pequeño Fénix nace luego». Sobre el ave fénix traen emblemas
Camerarius, Piero Valeriano, Horapolo: Henkei-Schóne, 1976, cois. 795-96.
17. La serpiente muda de piel arrastrándose entre dos piedras juntas, para sacarse la vieja. Villava
en la empresa 40 del Libro I, (fols. 93 y ss.) sobre el mortificado, con el lema «Pugnare neces-
se est», representa una culebra luchando en la grieta de una piedra para mudar Ha piel antigua,
denegrida y fea", pues según Plinio y Aristóteles «para dejarse el pellejo antiguo y cobrar otro
nuevo y luciente, pelea entre duras piedras, por donde dice Pierio que es símbolo del que
habiendo salido de algún trabajo se restituye a estado mejor». Son conocidos los lugares de San
Pablo sobre el hombre viejo y el nuevo, vivificado por la gracia de Cristo: Efesios, 4, 22-24:
«deponere vos secundum pristinam conversarionem veterem hominem qui corrumpitur secun
dum desideria erroris. Renovamini autem spiritu mentís vestrae et induite novum hominem, qui
secundum Deum creatus est in justitia et sanctitate veritatis» (os revestís del hombre nuevo
creado a imagen de Dios') y en Colosenses, 3, 9 ss. 'despojaos del hombre viejo y sus accio
nes, y revestios del hombre nuevo' («Nolite mentiré invicem, expoliantes vos veterem homi
nem cum actibus suis, et induentes novum, eum qui renovatur in agnitionem, secundum ima
ginem eius qui creavit ilium... Induite vos ergo sicut electi. Dei, sancti, et dilecti, viscera mise-
ricordiae, benignitatem, humilitatem, modestiam, patientiam...»).
233
apenas habré dejado
como serpiente la piel
del antiguo hombre...
El mundo del mal está dominado por los emblemas animales del
demonio, sierpes, cocodrilos y dragones, además de otros monstruos como
la hidra, la esfinge o la sirena.
La hidra19 con sus siete cuellos reaparece a menudo (es uno de los
18. Emblemas sobre el valor simbólico del círculo hay en Núflez de Cepeda, Villava, etc. Villava
explica: «al perfecto se le da el círculo, que es la más perfecta de las figuras, la cual se forma
saliendo el compás de un punto y volviendo al mesmo punto, para significar que siendo Dios el
alfa y omega, principio y fin de las cosas...». Cfr. Bernat y Culi, 1999, núms. 119,1627.
19. La hidra es «un género de serpiente que se cría y vive en el agua [...] como una culebra, pero tiene
el pellejo muy pintado y hermoso, esmaltado con mil colores [...] es su veneno eficacísimo. Los
poetas fingieron haber en la laguna infernal, dicha Lema, esta serpiente y tener en su cuerpo
muchas cabezas, con tal calidad y naturaleza que cortándole una, le vuelven a nacer de nuevo
otras [...] Por esta serpiente hidra entiendo yo la herejía y los herejes por los viboreznos; deben
ser consumidos con fuego antes que destruyan la tierra» (Covarrubias, Tesoro). Esta imagen del
pecado como una hidra de siete cabezas (igual que la bestia diabólica que monta la meretriz en
Apocalipsis 12, 3-4) es frecuente en los autos de Calderón. La bestia representa los enemigos de
Dios y de la Iglesia: ver la explicación en el mismo pasaje del Apocalipsis; a menudo se aplica
en los autos a la herejía. San Isidoro, Etimologías, XI, 3,35: «Huius mentionem facit Ambrosibus
in similitudinem haeresium, dicens (De fid., 1,4): Haeresis enim velutquaedam hydra fabularum
vulneribus suis crevit». Ver las Concordancias de Flasche. En el auto El jardín de Falerina, por
ejemplo, sale la Culpa en un carro montada en una hidra de siete cabezas. Emblemas de hidra en
Henkel-Schóne, 1976, col. 628, o en Villava (ver Bernat y Culi, 1999, núms. 835-36).
234
motivos favoritos de los autos sacramentales) como símbolo del mal y
específicamente de la herejía:
235
mucho. Respecto al cocodrilo, es animal que simboliza al demonio, la
muerte y el infierno, cuyo enemigo-hydrus es Nuestro Señor Jesucristo;
representa a la gente hipócrita, disoluta y avara, y a todos los que están
hinchados por el vicio del orgullo, sucios por la corrupción de la lujuria u
obsesionados por la enfermedad de la avaricia. (MALAXECHEVERRÍA,
1986: 191-95).
pues tu voz
aquí de mi encanto dijo
que era el áspid, yo seré
de tu vida el basilisco.
21. Es muy conocida la habilidad del áspid de cerrar los oídos al canto del encantador, prote
giéndose un oído con la cola y apretando el otro contra la tierra para quedarse sordo. Ver
Covarrubias, Suplemento al Tesoro de la lengua castellana, s. v. culebra: «Y es cosa rece
tada comúnmente cuando los hechiceros quieren encantarla, apretar la una oreja con la tie
rra y cerrar la otra con la cola por no oír sus palabras según lo describe David, Psal. 55:
'Sicut aspidis surdae et obturantes aures suas quae non exaudiet vocem incantantium et
venéfico incantantis sapienter'». Cornos señala Ripa, Iconología, I, 272, la imagen también
se encuentra en el salmo 57, 5-6: «Furor illis surdae et obturantis aures suas, quae non exau
diet voem incantantium, et venefici incantantis sapienter». Comp, el emblema de Joachin
Camerarius: «Carminis insidias serpens magici exit opertis auribus: ¡Ilécebras sic fuge, tutus
eris». San Isidoro, Etimologías, XII, 4, 12: «Fetur autem aspis, cum coeperit pati incantato-
rem, qui earn quibusdam carminibus propiis evocat ut earn de cavema producat: ilia, cum
exire noluerit, unam aurem in terram premit, alteram cauda obturat et operit, atque ita voces
illas mágicas non audiens non exit ad incantantem»; Malaxecheverria, 1986, 184: «[el áspid]
tapona perfectamente sus oídos: oprime uno contra el suelo y en el otro mete la cola con fir
meza para no oír nada', o pp. 185-86: 'en cuanto oye la música [...] obtura una de sus ore
jas con el extremo de la cola y frota la otra en tierra».
236
manera explícita). La asociación de áspid y basilisco, por otro lado, remite
a las frecuentes glosas y paráfrasis del Salmo 90, como la de Rabano
Mauro, entre otros Padres de la Iglesia: «Basiliscus est diabolus, ut in psal-
mis: “Super aspidem et basiliscum ambulabis” [Salmo 90], id est, diabo-
lum superabis» (Rabano Mauro, PL, 112, col. 874). De todas las sierpes
venenosas, culebras, áspides, etc., el basilisco es la más mortífera: mons
truo fabuloso con alas de pájaro, cola de dragón y cabeza de gallo, pro
ducto de huevo de gallo incubado por una serpiente y cuya mirada y
aliento causan muerte instantánea. Se llama basilisco (de basileus, rey), rey
de las serpientes, por la cresta que corona su cabeza2223
.
22. Malaxecheverría, 1986,160-61: «Este animal representa al diablo, al mismo Satanás que se
escondió en el Paraíso». Para ejemplos de basiliscos y otras sierpes venenosas en emblemas
ver Borja, 352; Villava, II, 47; Valeriano, fol. 105; Henkel-Schone, 1976, cois. 627 y ss.
23. Otras sirenas en Saavedra Fajardo, empresa 78; Camerarius, LXIII de Symbolorum... aqua-
tilibus·, Henkel-Schone, 1976, cois. 1697-98.
237
taré también en el apartado siguiente, en tanto corresponden a los impulsos
viciosos o a los pecados que el hombre comete en ejercicio de su libre
albedrío, convirtiéndose así en territorio dominado (casi siempre temporal
mente) por el gran antagonista de estos dramas, el demonio.
24. Hay otras menciones lexicalizadas sin referencias visuales: Origen, pérdida y restauración,
585,589, etc.
25. Jean Cousin realizó en París, 1568, una colección de doscientos dibujos sobre el tema en el
Liber Fortunae.
238
de la Fortuna a quien «diéronle por empresa una rueda para significar su
inconstancia y variedad, y que muchas veces al que empina es para derri
barlo, como se ve en la rueda de una noria, que el arcaduz que sube lleno
es para que baje vacío». Horozco, Ripa, Covarrubias Horozco, Corrozet,
Vaenius, Hadrianus Junius, entre otros, ilustran este motivo26. El grabado
de Andrés Mendo (documento 51) es de los más completos: mujer alada,
con la rueda en la mano, la vela para recoger el viento con el mote
«Fortuna vitrea est» (esto es, frágil como el cristal), y los pies alados en
sendas bolas rodantes: «tiene alas y desaparece veloz; pisa sobre globos de
vidrio que ruedan y se quiebran fácilmente».
26. Ver Horozco, Libro I, 38r: «lo más ordinario se pintaba con la rueda por la poca firmeza
que tiene»; Ripa, I, 440 y ss. (con variedad de representaciones); para el resto de emble-
matistas ver Henkel-Schóne, 1976, cois. 1552, 1797 y ss.
27. Ver Bemat y Culi, 1999, núms. 1709, 1710.
28. Ejemplos de laberintos en La exaltación de la Cruz, 986; El mágico prodigioso, 608; Las
cadenas del demonio, 658; mar o golfo en La exaltación de la Cruz, 1003; para documen
tación emblemática del laberinto ver Henkel-Schóne, 1976, cois. 1200-1202. Sobre el mar
ha quedado comentario antes.
239
La devoción de la Cruz, 406)2’, hasta el caballo desbocado29
30, cuya imagen
se despliega meticulosamente para comparar con el bruto sin freno a las
mujeres embarcadas en sus pasiones sensuales y violentas:
...un error
dicho quizá acaso vuelve
atrás toda mi ambición,
deshaciéndome la rueda,
bien así como el pavón,
que apenas es flor ni pluma,
cuando ni es pluma ni flor. (vv. 24-30)
240
la vanidad, según explica Núñez de Cepeda en su empresa XLIX «Pandit
in extremis lumina». Comenta García Mahíques (1988)31 que el ave se con
virtió en símbolo del orgullo y de la soberbia, y así aparece en una de las
versiones del Fisiólogo, en Pierio Valeriano, Jan David, etc. El motivo es
que el pavo al extender la rueda brillante de sus plumas deja ver la fealdad
de las patas, denunciando la necedad de sus pretensiones vanidosas. Existe
la creencia de que el pavo real se siente «tan abatido cuando mira sus patas
por su fealdad, que inmediatamente, si tiene la cola desplegada, la deshace
por la turbación que sufre» (García Mahíques). Dos emblemas sobre el
asunto se hallan en Picinelli, «Ultima terrent» y «Exultât et plorat». Baños
de Velasco y otros lo aducen igualmente. Uno muy expresivo es el de Peter
Isselburg (Emblemata política, 1640)32, con el mote «Nosce te ipsum».
Villava (Empresas espirituales, II, empresa 27) coloca también el pavón
mirándose los pies, con la leyenda «Deformes oblita pedes», y la glosa:
241
manera el que tuviere firmeza y valor para sufrir los trabajos por grandes
que sean, si él de su propia voluntad no se les rindiere, al cabo con pacien
cia los vencerá».
6. Final
33. Aparicio Maydeu da suficientes referencias de la lírica en su nota a este texto. Se pueden
ampliar mucho en los repertorios de emblemas. La mariposa que se quema en el fuego es
símbolo amoroso en Vaenius (Henkel-Schóne, 1976, col. 911) con el mote «Brevis et dam-
nosa voluptas»; con otros sentidos pero con representaciones semejantes se puede hallar
en Borja, 66-67, aplicable en este caso también al amor (y a otras situaciones en que la
razón se deja llevar del apetito): «el que [...] es llevado por este deseo contra lo que entien
de que le conviene puede lo dar a entender con esta empresa de la mariposa que se quema
con la letra Fugienda peto, que quiere decir 'Busco lo que huir debría', porque lo mismo
le acontece al que no siguiendo el partido justo de la razón consiente en la rebelión de los
apetitos».
34. La presencia del sepulcro, calaveras, esqueletos, etc., en la emblemática barroca es abun
dante: en los Emblemas morales de J. de Horozco (II, 57r), se ve una posada que tiene por
enseña una calavera; abundantes calaveras muestra Sebastián de Covarrubias en el emble
ma 25 de la Centuria I (Emblemas morales) para el mismo motivo; un mesón con la ense
ña de la calavera y con un montón de calaveras que asoman por la puerta en arco; se ven
pisadas que entran al mesón pero ninguna sale de él. Al dominio de la muerte se refiere la
lacónica calavera del emblema de Barptolemaeus Anulus (Picta Poesis). Ver Henkel-
Schóne, 1976, cois. 996-1002, para esta y otras calaveras varias.
242
que antecede: la aplicación de las técnicas ingeniosas conceptistas que rige
buena parte de las estructuras literarias en que se insertan los motivos
emblemáticos.
35. Virgilio, Bucólica 3,93: «Latet anguis in herba»; Garcilaso lo había usado espléndidamen
te en la Égloga III (vv. 129-132: «Estaba figurada la hermosa / Eurídice, en el banco pie
mordida / de la pequeña sierpe ponzoñosa, / entre la hierba y flores escondida»). La nega
ción de esta situación constituye una nueva agudeza de contraposición.
36. Por otro lado la expresión de «nunca abrigaron en su seno / estas flores al áspid» evoca otro
motivo emblemático que procede en última instancia de la famosa fábula de Esopo del
labriego que abriga en el seno a la serpiente congelada, para recibir la ingrata picadura. Ver
el emblema 14 del libro II de los Emblemas morales de Horozco, cuyo grabado muestra a
una sierpe recogida medio muerta de frío por un hombre que se acerca al fuego para ser
picado por la serpiente revivida al calor. El mote es «Ingratis serviré nefas». Añádanse otros
emblemas de Sambucus y Reusnerius: Henkei-Schóne, 1976, cois. 637-39.
243
damente cerca / hasta morderse la cola, / dando a su círculo vuelta, / como
que da a entender cuánto / es misteriosa la selva / a quien hacen guarda
tales / prodigios». Es el emblema o jeroglífico del ouroboros, que repre
senta normalmente al tiempo en Horapolo, Borja, etc.37, pero que se halla
despojado aquí de su sentido habitual, para expresar magníficamente el
horizonte de sucesos misteriosos que anuncian un extraordinario adveni
miento en la comedia mencionada.
244
BERNAT VISTARINI, A y CULL, J. T., (1999): Emblemas españoles ilustrados,
Madrid, Akai, 1999.
BLANCO, E., (1996): «La imagen del castillo: un tópico religioso y político en la
emblemática del siglo XVII», en Literatura emblemática hispánica, La Coruña,
Universidad, 329-42.
245
GRANADA, Fray L. de, (1989): Introducción al símbolo de la fe, ed. J. M. Balcells,
Madrid, Cátedra.
GRANJA, A. de la, (1995): «El actor en las alturas: de la nube angelical a la nube de
Juan Rana», Cuadernos de teatro clásico, 8, 37-67.
MENDO, A., (1662) Príncipe perfecto, León de Francia, Horacio Boissat y George
Remeus.
246
REGALADO, A., (1995): Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del
Siglo de Oro, Barcelona, Destino, 2 vols.
RIPA, C., (1987): Iconología, Madrid, Akal, 2 vols.
247
TRADICION Y ORIGINALIDAD
EN EL DRAGONCILLO
DE CALDERÓN. COMICIDAD
Y RECURSOS ESCÉNICOS
249
TRADICIÓN Y ORIGINALIDAD EN EL DRAGONCILLO DE
CALDERÓN. COMICIDAD Y RECURSOS ESCÉNICOS
251
A), tanto en el ámbito narrativo como en el dramático. Más de nueve ver
siones en cuentos populares de tradición oral en ámbitos geográficos tan
dispares como Extremadura, Castilla, Asturias, Cataluña, Puerto Rico o
diversas zonas brasileñas dan muestras de la vitalidad del tema1.
Igualmente alude el ilustre hispanista a tres desarrollos del mismo tema en
el ámbito entremesil: La cueva de Salamanca de Cervantes, El enredo más
bizarro e historia verdadera de Manoel Coelho Rebelho y El dragoncillo
de Calderón.
1. Amades, J., Folklore de Catalunya. Rondallística, Editorial Selecta, Barcelona, 1974 (n.°
356 y 410). Aurelio de Llano Roza de Ampudia, Cuentos asturianos recogidos de la tradi
ción oral, Delegación Provincial de Cultura, Oviedo, 1975 (n.° 67). Curiel Merchán, M.,
Cuentos extremeños, CSIC, Madrid, 1944 (pp. 86-88). Espinosa Aurelio, M., Cuentos popu
lares españoles, CSIC, Madrid, 1946, 3 vis. (n.° 193). Espinosa Aurelio, M. (hijo), Cuentos
populares de Castilla, Austral, Madrid, 1964, (n.° 26). Ramírez de Arellano, Rafael,
Folklore portorriqueño. Cuentos y adivinanzas, recogidos de la tradición oral, Junta para
ampliación de estudios e investigaciones científicas, Archivo de Tradiciones Populares, II,
Madrid, 1928 (n.° 111). Da Camara Cascudo, Luis, Contos tradicionais do Brasil, Fondo de
Cultura, Río de Janeiro, 1967 (pp. 264-266). Gomes, Lindolfo. Contos populares episódi
cos, cíclicos e sentenciosos, Colhidos da tradiçao oral na Estado de Minas, I, Sao Paulo, s.f.
(pp. 64-68).
2. Establece Asensio una ilustrativa comparación entre La cueva de Salamanca y la farsa car
navalesca de Hans Sachs, El escolar andariego y el conjuto del diablo, escrita en 1551.
También Stanislav Zimic en su estudio sobre el teatro de Cervantes cita en nota la referen
cia de Fichter en su trabajo comparativo entre La cueva de Salamanca y un cuento de
Bandello, sobre el carácter irrisorio y ridículo del nombre de Pancracio. No tratamos en este
trabajo la comicidad de los nombres de las figuras que suele ser recurso habitual en muchos
entremeses y que, aunque en algún caso es clara la aportación burlesca -Juan Soldado, por
ejemplo-, no es comparable a lo que sucede en otras piezas del género.
252
lidad del resto de sus piezas cómicas de teatro breve, y E. RODRÍGUEZ y
A. TORDERA en su edición de los Entremeses, jácaras y mojigangas de
Calderón (1982, 61-62) mencionan diversas versiones de El dragoncillo a
lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX3.
Un repaso por la historia del entremés, desde Lope de Rueda a los cul
tivadores de finales del Barroco, nos presenta un género literario con una
enorme flexibilidad y capacidad de adaptarse a las más diversas situacio
nes. La verdadera definición de una especie literaria como el entremés
-son palabras de ASENSIO-, desligada de normas escolares y estrecha
mente aprisionada por la circunstancia, es el despliegue de su historia y el
censo de sus obras mejores. Es conocida la predilección del entremés por
la representación de graciosos chascos y tipos elementales, sin despegarse
del lenguaje callejero ni levantar sus aspiraciones más lejos que el provo
car la risa e ir ensanchando sus dominios e invadiendo, no sólo nuevos
aspectos de las ínfimas capas sociales, sino temas y personajes usurpados a
los géneros literarios colindantes
3. Todas las citas de El dragoncillo que se recogen en este trabajo están tomadas de esta edi
ción de la obra. En cuanto al entremés cervantino de La cueva de Salamanca, utilizamos la
edición de Eugenio Asensio.
253
del Barroco-, los nuevos gustos de los espectadores que acuden a los corra
les o a los diversos lugares de representación, y también para hacer una
valoración sobre la aportación al respecto del más genuino representante
del teatro barroco español.
254
Es frecuente contraponer “la visión otoñal del discurso popular de
Calderón frente al primaveral de Cervantes” (J. HUERTA CALVO, 1983,
809). Estaríamos ante un agotamiento de los temas y motivos que habían
mostrado extraordinaria vitalidad desde Lope de Rueda a Cervantes. La
profundidad con que el autor de El Quijote trata algunas obsesiones casti
zas o la crítica corrosiva que aparecía en algunos de los entremeses ante
riores a 1620 se transforman en juegos retóricos, caricaturas fáciles y
situaciones convencionales e intrascendentes. ALBERTO NAVARRO
(1983, 1064) se refiere a la posible actitud crítica de los textos calderonia
nos, que sitúa en la órbita tolerante y comprensiva de Cervantes y que con
trasta con el tono agrio de ciertas muestras de literatura cómica o moralista
de la época.
255
Es bien sabido que los entremeses tenían como objetivo principal pro
vocar la risa de los espectadores y que el espectáculo teatral permitía a los
asistentes vivir durante las dos o tres horas que duraba la representación un
cúmulo de experiencias -trágicas y cómicas-, emociones o desahogos que
tendrían una relación más o menos cercana o directa con el ámbito vital de
los españoles de la época. Precisamente por ello, el ingrediente cómico del
espectáculo del que formarían parte los entremeses también es susceptible
de ser valorado desde un punto de vista sociológico, como una respuesta a
determinados convencionalismos o al idealismo imperante en la sociedad
coetánea. A este respecto, presentamos la opinión resumida de ROBERT
JAMES (1980, 8-9) que se refiere a este hecho en los siguientes términos:
256
Los tipos cómicos
257
escena con la consiguiente eficacia cómica. Pero esa continuidad narrativa,
consistencia imaginativa y atmósfera sugeridora y el esbozo de unos per
sonajes con cierta complejidad están ahí. Y el brusco quiebro, previsible
por otra parte dado el carácter cómico y ridículo del entremés, deja en evi
dencia la auténtica personalidad de las figuras: la doblez de Leonarda y la
candidez o simpleza de Pancracio. Estos rasgos se irán consolidando y evi
denciando con el desarrollo de los siguientes episodios de la pieza. La ori
ginalidad de Cervantes en el tratamiento cómico de estos tipos lo resume
asíE. ASENSIO (1971,101):
258
¿Malicias, mentecato?
En aqueste pajar, por este rato
os entrad, que quizá no caerá en ello, (v.23-25)
259
CRIADA. - Yo sí, todo esto
por esos rincones guarda.
GRACIOSO.- ¡ Ah de la casa! (Dentro)
CRIADA.- Cual dormida
Responde.
TERESA.- ¿Quién es, quién llama?
GRACIOSO.- El menor marido tuyo.
CRIADA.- No es tiempo éste de demandas,
ponte debajo la mesa.
SACRISTÁN.- Para una trampa, otra trampa.
(Escóndense)
GRACIOSO.- ¡Ah de la casa! (Dentro)
CRIADA.- ¡Ay! ¿Qué es ... señor?
GRACIOSO.- ¿Tanto en esconderse tardan?
CRIADA.- Señor, seas bien venido.
TERESA.- ¡Qué bien parece en su casa
un hombre tras una ausencia!
GRACIOSO.- Y más ausencia tan larga...
TERESA.- ¿A qué vuelves?
GRACIOSO ¡Ay polilla
del honor, y cuánto escarbas! (v. 173-190)
260
bero o amante para la criada, hace que este personaje tenga una menor con
sistencia e importancia en el desarrollo de la acción de la que tenía Cristina
en el entremés cervantino. El elaborado y sugerente juego de complicida
des entre ama y criada plasmado por Cervantes no encuentra equivalente
en el texto de Calderón. Cristina desempeña un papel activo y protago
nista: goza de la total confianza de Leonarda, prepara y dispone aconteci
mientos, organiza y participa plenamente de la aventura y tanto en el
momento de la despedida de su señor Pancracio como en la escena de la
puerta o a lo largo del desarrollo del conjuro muestra su protagonismo y
una plena identificación con los intereses de su señora. El hecho de que
tenga su propia historia amorosa con el barbero acrecienta su papel prota
gonista en la pieza. Una muestra ilustrativa de estos rasgos la tenemos al
comienzo de la obra y una vez que Pancracio abandona la escena por pri
mera vez:
261
La figura de la criada en El dragoncillo no aparece en la pieza hasta el
verso 127. No participa, pues, en los momentos fundamentales de presen
tación de los pormenores del conflicto. Cuando comparte escena con
Teresa y con el sacristán suele realizar observaciones esporádicas que pro
pician el diálogo dramático o corroboran determinadas intervenciones de
los protagonistas. Otro tanto sucede en la escena del conjuro.
262
¿Quid habet Domina mea?
TERESA.- ¿Qué quieres si tengo en casa
Un huésped?
SACRISTÁN.- ¡Hosped! ¿Quid est? (v. 137-143)
Lo cómico en el lenguaje
Sabemos que provocar la risa es uno de los objetivos básicos del entre
més y para ello utiliza recursos de muy diverso tipo. El hecho de diferen
ciar apartados para valorar la comicidad de una obra no deja de ser una
diferenciación metodológica y no debemos perder de vista la realidad de la
obra y la superposición y fusión de los diversos componentes que la inte
gran. Hemos valorado diversos rasgos que presentan los tipos ridículos que
suelen protagonizar o participar en estas obras. En realidad, toda la comi
cidad que nosotros captamos leyendo estas piezas es básicamente lingüís
tica. Vamos, por ello, a hacer algunas consideraciones a propósito de los
recursos cómicos del lenguaje utilizado por los personajes de los entreme-
263
ses que estamos comparando y que es, sin duda, una fuente de comicidad
importante.
264
Hemos destacado ya en el apartado anterior la ridiculización del len
guaje amanerado y pedante puesto en boca de los sacristanes intervinientes
en ambas piezas, con uso de latín “macarrónico” o sin dichos latinajos. Se
trataba de una figura rígida y estereotipada aunque de abundantísima pre
sencia en el teatro cómico breve. ASENSIO se refiere a “los para mi gusto
enojosos y monótonos entremeses de sacristanes” y comenta su singulari
dad lingüística de esta manera (1971, 148):
Eso tengo yo bueno, que hablo más llano que una suela de zapato;
pan por vino y vino por pan, o como suele decirse.
265
lleva a cabo el estudiante se hace con un texto poético cuya versificación y
tono parodian el conjuro que aparece en las coplas 247-251 del Laberinto
de Juan de Mena:
266
ses felices, los juegos de palabras, con frecuencia remarcados con la rima,
van cobrando protagonismo y pasan a ser recursos habituales de comicidad
en las piezas de teatro breve de Calderón, El dragoncillo incluido. En la
primera escena de esta pieza, por ejemplo, Teresa y su marido mantienen
un diálogo del que entresacamos el siguiente parlamento que patentiza
estas muestras de comicidad con un lenguaje ocurrente, de eficacia bur
lesca inmediata y también limitada:
267
TERESA.- ¿A mí me dejas
a los Dragones?
GRACIOSO.- Sin razón te quejas
que a ti no te harán mal, que sois parientes.
TERESA.- ¿Parientes?
GRACIOSO.- Sí, dragones y serpientes, (v. 94-104)
El juego escénico
268
dramáticos. Será, pues, preciso, siempre que estudiemos un texto dramá
tico, estar atentos y prestar la debida atención a los aspectos no lingüísticos
de la representación: escenario, alumbrado, bajadas y subidas, salidas,
efectos sonoros, movimientos de personajes que se esconden o que esca
motean o hurtan objetos a otras figuras de la escena, etc.
269
explícitamente indicados o sugeridos, en el texto de Calderón frente a la
apuntada ya caracterización más compleja y rica de las figuras del texto
cervantino.
Ya los tengo avisados, y ellos están tan en ello, que esta tarde
enviaron con la lavandera, nuestra secretaria, como que eran
caños, una canasta de colar, llena de mil regalos y de cosas de
comer, que no parece sino uno de los serones que da el rey el
Jueves Santo a sus pobres; sino que la canasta es de Pascua, por
que hay en ella empanadas, fiambreras, manjar blanco, y dos capo
nes que aún no están acabados de pelar, y todo género de fruta de
la que hay ahora; y sobre todo una bota de hasta una arroba de
vino, de lo de una oreja, que huele que trasciende, (pp. 187-188)
270
con sus platos y su taza,
su salero y su candil.
(Ha de haber una mesa no muy pesada con manteles, unos platos,
vaso y salero, y un candil en un velador. )
SACRISTÁN.- Pues ves aquí una ensalada (Ensalada.)
que para italiana sólo
le faltó venir de italia.
Huevos duros para ella (Huevos.)
en el bonete se guardan.
Una en-pan-algo está aquí (Empanada.)
porque se hizo en mi casa,
que a ser en la del figón
no fuera sino en-pan-nada.
Con su jamón, una polla (Jamón y polla.)
rellena y salpimentada.
Rabanitos y aceitunas (Rábanos y aceitunas.)
para la postre no faltan.
In pectore está la bota
(Saca la bota del pecho.)
sede apud ego.
271
vestimenta, instrumentos de venganza, etc., completan el cuadro. Los efec
tos sonoros, bailes, gestos, movimientos en el escenario corroborarían la
atmósfera ridicula.
272
desván donde está el carbón. Pero ni en un caso ni en el otro están en
escena.
213
Sale de debajo de la mesa el Sacristán, y lleva un cohete cebado, y
dando el trueno, apaga la luz y danse golpes unos a otros.
Que las puertas de los teatros, no se abran hasta dadas las doze del
dia, y las representaciones, se empiecen los seys meses desde pri
mero de octubre a las dos, y los otros seys a las quatro de la tarde,
de suerte que se acaben una hora antes que anochezca, y los
Comisarios, y Alguaciles, tengan particular cuydado de que esto se
cumpla..
274
también notables rasgos de comicidad es el aparte. Se trata de un parla
mento, generalmente breve, que posibilita, además, establecer lazos de
complicidad entre algún personaje de la escena y los asistentes a la repre
sentación.
4. Establece este estudioso una sugerente corerspondencia entre los efectos convencionales
especiales de profundidad espacial y temporal que busca la nueva comedia con los hallaz
gos técnicos utilizados por la pintura. El mismo Tirso, en el Epílogo de El vergonzoso en
Palacio se refiere al asunto en los siguientes términos: "No en vano se llamó la poesía pin
tura viva, pues imitando a la muerta ésta en el breve espacio de vara y media de lienzo pinta
lejos y distancias que persuaden a la vista a lo que significan, y no es justo que se niegue la
licencia que conceden al pincel, a la pluma, siendo ésta tanto más significativa que esotro"
(Clásicos Castellanos, Madrid, 1922, p. 183).
275
exclusivamente oído por el público, como si se lo dijera al oído. Para los
demás personajes que intervienen y para la acción que representan consti
tuye en realidad el recurso momentos de silencio.
276
TERES A.- Yo bien lo sé. (v.281)
SACRISTÁN.- Y aun yo, y todo, (v.282)
TERESA.- ¡Hombre del diablo, repara
que no hay más! (v.298-299)
277
sado a los cómicos músicos sobre el origen de bailes como las zarabandas,
mientras que Leonarda confiesa su afición por ellos. Se trata, pues, de unos
ingredientes escénicos que se entremezclan con la representación y que,
dado el gusto de la gente de la época por ellos, serían muy bien recibidos
por los espectadores. Los instrumentos musicales, las letras y músicas de
las canciones y los bailes aportarían a la representación ventajas y posibili
dades cómicas, expresivas y de complicidad y participación. Hemos de
suponer que algunos de los textos cantados en el escenario se harían con
melodías conocidas con las que estarían familiarizados los espectadores.
278
SOLD ADO. - Quiriquín quin paz.
GRACIOSO.- Quiriquín quin paz.
SOLDADO.- Quiriquín quin puz.
GRACIOSO.- Quiriquín quin puz.
SOLDADO.- Aquí el buz.
GRACIOSO.- Aquí el buz.
SOLDADO.- Aquí el baz.
GRACIOSO.- Aquí el baz.
SOLDADO.- Tras.
GRACIOSO.- Tras.
SOLDADO.- Tris.
GRACIOSO.- Tris.
SOLDADO.- Tros.
GRACIOSO.- Tros.
SOLDADO.- Trus.
GRACIOSO.- Trus.
SOLDADO.- Quirilín quin paz, quirilín quin puz.
¡Oh tú, que estás encerrado
(el dónde yo me lo sé),
ven de un bufete cargado,
y mira que quiero que
no venga desmantelado!
A mi mandado
De obedecer no te alteres,
Porque te diré quién eres,
Y saldrá el enredo a luz.
Aquí el buz...
279
La cueva de Salamanca es un ingrediente más que aportaría variedad e
interés a la obra y que no pasa de ser secundario en el conjunto de la obra.
Pueden tener cierto sentido esclarecedor en esta cuestión las palabras que
escribe F. UMBRAL (1998, 104)) a propósito del teatro de Valle-Inclán,
del que dice “que se disfruta más leído que representado, sobre todo por el
lector de novelas”. También J. MONLEÓN (1998, 31) reflexiona sobre el
teatro del mismo Valle y hace alguna observación que nos parece oportuna
para ilustrar nuestra opinión sobre el entremés cervantino: “Con su estilo,
con su elaborado lenguaje, con su tejido ideológico, con su iconografía,
pero entendiendo todo ello no como una limitación sino como una singula
ridad...puede decirse que la representación de Valle solió generar cierta
frustración, como si no potenciara cuanto habían entrevisto los lectores,
como si el imaginario previo del espectador le ganara siempre la batalla al
escenario”.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
280
CHEVALIER, MAXIME (1983), Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro,
Editorial Crítica, Grijalbo, Barcelona.
JAMES, ROBERT (1980), “La risa y su función social en el Siglo de Oro”, en Risa y
sociedad en el teatro español del Siglo de Oro, pp. 3-11, Editions du C.N.R.S.
Toulouse.
281
ROZAS, JUAN MANUEL (1980), “Sobre la técnica del actor barroco”, en Anuario
de estudios filológicos, III; Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 191-202.
282
DEL AMOR Y LA SEDUCCION
EN EL TEATRO CÓMICO
CALDERONIANO: PARODIA
Y RUPTURA DE LA
FICCIÓN ESCÉNICA
283
DEL AMOR Y LA SEDUCCIÓN EN EL
TEATRO CÓMICO CALDERONIANO:
PARODIA Y RUPTURA DE LA FICCIÓN ESCÉNICA
Catalina Buezo
UNIVERSIDAD EUROPEA DE MADRID
285
presión del público y de la atención con que los dramaturgos seguían su
reacción (DÍEZ BORQUE, 1981; GRANJA, 1997).
1. De obligada referencia es el trabajo de Ignacio Arellano Historia del teatro español del
siglo XVII, Madrid, Cátedra, 1995, de quien tomamos algunos textos.
286
(“Amor, no te llame amor / el que no te corresponde, / pues que no hay
materia adonde / imprima forma el favor”, El caballero de Olmedo, vv. 1-
4), es decir, a don Alonso le da la vida el amor de doña Inés, pues “Cuanto
vive, de amor nace y se sustenta de amor” (id., vv. 481-482 (RICO, 1981:
103 y 124)), Y ese amor suele entrar por los ojos, como hace notar Barbosa
en El amor médico de Tirso de Molina, heredero de la fórmula lopesca de
la comedia nueva (“De modo que si al instante / que vos vuestra dama vis
tes / la amastes es porque en ella / vinieron a un tiempo a unirse / influen
cias de los cielos”, vv. 2683-2687). No extraña, pues, que Félix afirme en
Antes que todo es mi dama, de Calderón: “Vila, Lisardo, y amela / tan a un
tiempo, que dudando / quedé si fue haberla visto / primero que haberla
amado” (PÉREZ SIERRA, 1987: 31).
287
pura, se produce por medio de la vista y va ligada a la filosofía neoplató-
nica ya comentada. Asegura Fabia a don Alonso en El caballero de
Olmedo·. “El pulso de los amantes / es el rostro: aojado estás” (vv. 55-56),
en el sentido de ‘enamorado’, puesto que la tarde anterior ha visto a Inés en
la feria.
288
Pero no hay que burlarse del amor, pues tanto la dama desdeñosa
como el galán desamorado o la culta latiniparla acaban cayendo en sus
redes. En la comedia palatina Galán, valiente y discreto, de Mira de
Amescua, la duquesa Serafina trueca estado con su dama Porcia a fin de
conocer quien la ama por ella misma. Fadrique, a quien su criado Flores
hace saber el engaño, la enamora para que la cruel dama y supuesta criada,
cautivada por los dones del caballero, pase de burladora a burlada. Por otro
lado, recogiendo el título de la obra, demuestra Fadrique ser el más galán,
el más valiente y el más discreto en una discusión académica de la que sale
verbalmente vencedor y en el torneo que sucede al examen de ingenio:
conquista a Serafina el perfecto caballero, hombre de letras y de armas.
Respecto a la culta latiniparla Beatriz de No hay burlas con el amor,
de Pedro Calderón, no es sino una modalidad del figurón, en este caso
femenino (sobre la felicidad de este tipo, recuérdese El lindo don Diego, de
Moreto). Ambos, caracterizados por la necedad, el comportamiento vani
doso y la afectación en el vestir y en el hablar, ya arcaico ya culterano, fun
cionan como parodias del personaje del seductor/a frente al burlador
tirsiano, anticipo del donjuán.
289
o legendario que da lugar a una parodia extensa, la cual puede incluso
presentarse, en forma de mojiganga, compendiada y acentuada (BUEZO,
1993: 148-152). Estas comedias burlescas constituyen una versión risible
de una realidad literaria y social noble, ya que, además de presuponer un
texto serio (vgr. El caballero de Olmedo, de Monteser), remiten indirecta
mente a bodas solemnes que se festejaban públicamente. Estas últimas die
ron pie a numerosas bodas burlescas en forma de comedia risible o en
forma de entremeses y mojigangas de burla erótica (vgr. El toreador y El
sacristán mujer, de Calderón). Se abren con la presentación de un obstá
culo que dificulta la unión de los amantes, escollo que el enamorado
supera con astucia o ingenio por medio del rapto con boda inmediata y
goce de la amada, al que sigue el perdón final otorgado por el padre a la
pareja.
290
urdir, con precisión matemática, unos textos laberínticos que se resuelven
de forma magnífica: el caos deja paso al orden gracias a una enorme varie
dad de recursos.
291
un hermano que le hiriese
y otro que le aposentase,
fuera notable suceso;
y aunque todo puede ser,
no lo tengo de creer
sin vello (vv. 554-564).
292
miten ver esta analogía y, lo que más interesa a nuestro propósito, el propio
Calderón es consciente de la semejanza y, burlándose de quienes entre el
público le puedan recriminar, escribe en El José de las mujeres:
293
Caballeros risibles ya encontramos en el teatro de Lope, Tirso y Solís,
entre otros, y estas rupturas del decoro —así como la ausencia de riesgo
trágico que explica el tratamiento cómico del honor— deben verse dentro
de la generalización de los agentes cómicos propia de la comedia de capa y
espada. Con todo, es en el teatro calderoniano donde con más frecuencia
aparecen comentarios distanciadores que rompen la ilusión escénica y lle
van al auditorio a fijarse en los procedimientos del género, como a conti
nuación se verá (REY HAZAS y SEVILLA ARROYO, 1989: XLIII, LUI
y XXIX).
De este modo, puesto que las relaciones piden los romances, como
advierte Lope de Vega en su Arte nuevo, el gracioso Calabazas se dispone
a desayunar mientras Lisardo, que acaba de dejar a la “tapada” Marcela, y
su amigo don Félix se intercambian información:
294
propio dramaturgo reflexiona y, con él, el auditorio. Todo es puro juego
teatral. Se suele argumentar que con la ruptura de motivos al uso, como el
de la viuda de vida licenciosa (en La dama duende, Angela resulta ser una
dama casta y recta), procedimiento que reaparece en su teatro breve (el
carretero de la mojiganga La muerte es educado y no jurador), Calderón no
sólo muestra la falacia del tópico, sino también critica a la sociedad que lo
defiende. Pero el propósito, en definitiva, no es otro que el de mantener al
espectador pegado al asiento en el plazo que dura la obra, un espectador al
que hace partícipe de los mecanismos escénicos y de la dificultad que
entraña elaborar el juego dramático que presencia (“¡Ay, Vulgo, / con qué
facilidad piensas / que una fiesta se dispone!”, escribe Calderón en la loa
para La púrpura de la rosa (GRANJA, 1997: 77)).
295
Por ello concluimos nuestro estudio —partiendo de una comedia de
capa y espada arquetípica de Calderón como Antes que todo es mi dama
(ATD) y de la lectura de sus entremeses, jácaras y mojigangas2 — con unas
páginas que dan cuenta de la similitud de mecanismos distanciadores utili
zados en los diferentes géneros del teatro cómico calderoniano, síntesis y
parodia del camino iniciado en su día por Lope de Vega en el terreno de la
comedia y Quiñones de Benavente en el del entremés.
2. Empleamos la edición de Lobato (1989) del teatro cómico breve y el texto revisado por
Pérez Sierra (1988) para Antes que todo es mi dama. Sobre el teatro breve de Calderón,
véanse también los artículos de Evangelina Rodríguez Cuadros (Έ1 arte calderoniano del
entremés*) y María Luisa Lobato (*Mecanismos cómicos en los entremeses de Calderón*)
incluidos enAnthropos Extra, 1 (1997), pp. 126-131 y 136-141.
296
LISARDO. Pues ¿quién
esa banda te dio, ingrata?
CLARA. Una amiga ahora.
LISARDO. Detente;
que es disculpa muy usada,
pues para vuestras disculpas
jamás una amiga falta (ATD, p. 53).
Por su parte, las loas acaban con la usual petición de perdón de faltas
de los actores (“que ya yo te he perdonado, / aunque no hay loa, las faltas”,
Los degollados, vv. 228-229) y los entremeses de burlas concluyen nor
malmente en baile (“Bailemos / solemnizando la burla / de este sacristán
supuesto”, El sacristán mujer, vv. 216-218); los bailes son de muchos tipos
(“Y así en el baile de amor / deleita la variedad”, Los zagales, vv. 123-
124); la mojiganga es un tipo de baile que se ejecuta como fin de fiesta (“A
buscar un baile voy / que sirva de mojiganga”, El dragoncillo, vv. 355-
356; “que venga o no venga, el baile / ha de rematar diciendo: / (...)
mojiganga”, Las jácaras 2a. parte, vv. 324-329), y los entremeses que
constan de dos partes suelen concluir convidando a una mojiganga (“Para
la segunda parte / convido a una mojiganga”, La rabia la. parte, vv. 365-
366).
297
4. Interpelación al público, que toma conciencia del género, al que se
alude de forma explícita. Enlazando con el punto anterior, leemos en La
pandera'.
Ese “sepan cuantos” puede reemplazarse por un “ya veis” (“ya veis lo
que este entremés / a los hombres aconseja”, La premática 2a. parte, vv.
215-216) o “Ves aquí” (“Ves aquí un hombre al revés, / que sirvo en este
entremés / de la cabeza a los pies / a los novios de sainete”, Las
Carnestolendas, vv. 257-259), empleo deíctico asociado, en el primer caso,
298
a la sátira costumbrista, que de forma más explícita reparece en El convi
dado (“Conque aqueste sainete / sirva de ejemplo / para los gorrones I y
tramoyeros”, vv. 309-312).
LAURA. (Aparte)
Pues sólo le faltaba a mi cuidado
que éste me hablase de su amor pasado.
FÉLIX. (Aparte)
Pues sólo le faltaba a mis desvelos
que mi enemigo se vengase a celos (ATD, p. 100).
299
7. En el mundo de la comedia se convierte lo extraordinario —la rea
lidad presentada no responde a la personal de los espectadores— en ordi
nario gracias a la repetición. Reflexiones en torno a la inverosimilitud
escénica no faltan en la comedia de capa y espada:
Sin duda hacía las delicias del público el “paso” de la llegada del
padre y del galán escondido en casa de la dama (dice la criada Beatriz:
“Pues esconderos / y del susto recobradas, / hermano y padre engañad”,
ATD, p. 677), porque, como le explica Hernando a su señor Lisardo: “(...)
aquesto / de enamorar de fantasma, / ya expiró y el desde afuera / es sim
pleza poco usada; / porque llegar hasta dentro / es moda ya en toda
España” (ATD, p. 48). Nótese con qué habilidad Calderón supera las
expectativas de cierto sector del público que seguía fielmente su produc
ción dramática, puesto que la expresión “enamorar de fantasma” parece
remitir a su comedia palatina El galán fantasma, pieza en la que Astolfo se
300
finge muerto y visita a su amada Julia utilizando un túnel secreto que da al
jardín de ésta.
301
BERNARDA. Si no salís, he de volverme loca.
COSME. Desafiadle vos, que a vos os toca (vv. 75-76).
Pero no sólo se parodian los lances más habituales, sino aun el len
guaje amoroso y el propio código del amor. Leemos en El sacristán mujer:
302
También reaparecen en su teatro breve títulos de sus comedias. Cita
don Pedro Peor está que estaba en La pandera, El sacristán mujer, Las
Carnestolendas y El convidado', menciona La vida es sueño en La muerte;
Mujer, llora y vencerás en Los degollados; Con quien vengo, vengo en La
casa de los linajes; Antes que todo es mi dama en Los dos Juan Ranas, La
Barbuda 2a. parte y La melancólica. (LOBATO, 1989: 657)
303
En otros pasajes, El triunfo de Juan Rana guarda relación con En esta
vida todo es verdad y todo es mentira y con Dicha y desdicha del nombre, y
también se pueden poner en paralelo algunos versos de El pésame de la
viuda y de Cuál es mayor perfección (LOBATO, 1989: 554, 592 y 302-303).
304
LUISA. Poco a poco hemos llegado
al corral de las comedias.
MANUELA. ¡Ay, lee el cartel, por tu vida!
Lee
LUISA. “Aquí Rosa representa
hoy la Puerta con dos casas
de un ingenio de Vallecas,
con grada para mujeres.”
MANUELA. Mi Luisa, entremos a verla
pues dan grada —que me agrada
no guisarme en la cazuela—
por si me divierto un rato.
(La melancólica, vv. 67-77)
305
lo tiene (“Algún crítico que ponga / en razón las mojigangas”, Juan Rana
en la zarzuela, vv. 35-36).
3. Quizá habría que ver los casos de honor conyugal dentro del subgrupo de piezas breves que
parodian las comedias de capa y espada, lo que supondría reclasificar el mal llamado 'tea
tro menor' en función de las circunstancias de su representación.
306
12. “"Pues levantaos, que aquese ha sido juego”: este acertado verso
de El toreador (p. 165), que se lanza asimismo al patio de butacas, sirve
para enlazar con el principio de nuestro trabajo: el teatro calderoniano
como divertimento, como ficción asumida por los espectadores (“que esto
de andar dos amigos / engañados de una dama, / es bueno para que pase /
entretenida una farsa, / mas no para que suceda, ATD, p. 57).
BIBLIOGRAFÍA
—(1995): Historia del teatro español del siglo XVII, Madrid, Cátedra.
4. A este respecto, Evangelina Rodríguez Cuadros y Antonio Tordera ("Aquí y allá en el espa
cio escénico: El Toreador de Calderón', Crítica Semioiógica de Textos Literarios
Hispánicos, vol. II de las Actas del Congreso Internacional sobre Semiótica e Hispanismo,
Madrid, CSIC, 1986, pp. 145-156) estudian cómo en este entremés don pedro trasmuta la
escena en atalaya desde la que se contempla la fiesta urbana.
307
DÍEZ BORQUE, J. M. (1981): “Lope para el vulgo. Niveles de significación”, en
Teoría y realidad en el teatro español del siglo XVII. La influencia italiana, Roma,
Instituto Español de Cultura, pp. 297-314.
MOIR, D. W. (1970): ed. Francisco Bances Candamo, Theatro de los theatros de los
passados y presentes siglos (1689-1690), Londres, Tamesis Books.
PÉREZ SIERRA, R. (1987): texto revisado, Pedro Calderón de la Barca, Antes que
todo es mi dama, Madrid, Ministerio de Cultura (Compañía Nacional Teatro Clásico
núm. 21).
308
CARMEN CONDE
EN SU POÉTICA SACRAMENTAL
309
CARMEN CONDE EN SU POÉTICA SACRAMENTAL
1. La primera edición de Mujer sin Edén corrió a cargo de la madrileña Ediciones Jura, en
1947.
2. La pieza permaneció inédita hasta 1995, en que fue publicada en la colección Antología
Teatral Española, de la Universidad de Murcia.
3. Sobre esta cuestión, véase el estudio de Mariano de Paco Έ1 auto sacramental en los años
treinta", inserto en Dru Dougherty y M? Francisca Vilches de Frutos, eds. El teatro en
España entre la tradición y la vanguardia (1918-1939). Madrid: CSIC-Fundación F. García
Lorca-Tabacalera, 1992, 265-73. Del mismo autor, remitimos también al artículo Έ1 mito
sacramental en el teatro español contemporáneo (1940-1997)" (en prensa). De ambos tra
bajos proceden algunos de los datos ad hoc manejados por nosotros en el presente trabajo.
311
clinable vocación literaria. Pero su fervor por el mundo de las letras, y en
especial por el de la poesía, iba a potenciarse en los treinta, en parte como
consecuencia de su matrimonio con el poeta Antonio Oliver Belmás. Si
bien vivieron en Cartagena hasta 1936, no cabe duda que seguían desde
allí la vida literaria española con la máxima atención, y no se les escapaba
la noticia de las diferenciadas prácticas escénicas relacionables con
Calderón y sus autos.
4. Cfr. Francisco Ruiz Ramón. Historia del teatro español. Madrid: Cátedra, 1975 (2.a edición
ampliada), 167.
5. Acerca de esta pieza, véase el artículo de Mariano de Paco 'Abolir el tiempo: Angelita, auto
sacramental', en Montearabí 8-9 (1990): 57-64.
312
drío no era tal, lo que supone una contundente transgresión del dogma.
Todo estaba predeterminado. Desde el punto de vista del lenguaje poé
tico, este drama de Rafael Alberti presenta una vertiente superrealista en
conexión con el teatro de vanguardia, a la par que, como ya se adelantó,
presenta también vinculaciones estructurales con el estilo calderoniano.6
6. Es muy valioso el estudio que, sobre esta obra teatral albertiana, publica Gregorio Torres
Nebrera en el prólogo a su edición conjunta de El hombre deshabitado. Noche de guerra en
el Museo del Prado. Sevilla: Alfar, 1991, 53-61. Rafael Alberti escribió también piezas
escénicas bajo la denominación de "autos", así el Auto de los Reyes Magos y Auto de fe.
Farsa revolucionaria de 1934 la primera, la segunda data de 1930 y en ella se anticipa ya su
teatro de urgencia. Cf. El texto de esta obrita en el libro de Rafael Alberti titulado
Correspondencia a José María de Cossío. Seguido de Auto de fe y otros hallazgos inéditos.
Edición de Rafael Gómez de Tudanca y Eladio Mateos Miera. Valencia: Pre-textos, 1998,
144-52.
7. Véase Jesucristo Riquelme. El auto sacramental de Miguel Hernández. Alicante: Técnica
Gráfica Industrial, 1990, esp. 76 y ss. Del mismo autor es el artículo Έ1 pensamiento influ
yente de Ramón Sijé: utopía y ucronía como alternativas de la realidad republicana", apa
recido en Empireuma 16 (otoño, 1990): páginas sin numerar. Contiene el boceto inédito
sijeano de El amante de su muerte.
313
Hombre se redime recibiendo la Eucaristía, asunto de fondo en los ser
mones escénicos de Calderón. Se descubren aspectos asociables al mundo
social contemporáneo al autor en este Quien te ha visto..., en el que la
naturaleza tiene gran relevancia, así como el lenguaje poético, cuya cali
dad prima sobre las virtudes dramáticas del escritor. Auto el de
Hernández, en suma, rígidamente calderoniano, y no solo en virtud de
rasgos que lo especifican como género literario, sino incluso a causa del
credo dogmático compartido entre el dramaturgo barroco y el poeta del
siglo veinte.8
314
casamiento engañoso, obra elaborada por Gonzalo Torrente Ballester1011 .
En síntesis, la trama desarrolla la tesis de que la Caída del Hombre la
causó el hecho de haber dado la espalda a las Virtudes, a raíz de haberle
inducido a ello la Mujer (la Técnica), tentada a este fin por Leviathan. Sin
embargo, el Hombre se rebelará contra el imperio de la máquina y de la
economía, y suplica el perdón de Dios. El texto acaba con la alabanza del
Sacramento de la Eucaristía, en la más estricta sujeción al cauce clásico
de esta tipología literaria.
10. Aunque en El viaje del joven Tobías (1938), obra escrita en el invierno de 1936-37, pero
no aparecida hasta 1938, Gonzalo Torrente Ballester ya utilizó algunos elementos empa
rentados con los autos sacramentales (no sin acaso este texto fue calificado por su autor
como 'milagro representable en siete coloquios'), sería en El casamiento engañoso cuan
do empleó la fórmula del auto sacro con deliberada voluntad de acogerse a este cauce dra
mático. Tanto El viaje del joven Tobías como El casamiento engañoso se incluyen en el
tomo I del volumen del autor titulado Teatro. Barcelona: Destino, 1982.
11. Véase Ángel Valbuena Prat. Historia de la Literatura Española. VI. Época
Contemporánea. 9.a edición ampliada y puesta al día por María del Pilar Palomo.
Barcelona: Gustavo Gilí, 1983,257.
12. Cfr. Su *Estética poética', en Cuadernos de Agora 46-48 (agosto-octubre, 1960).
315
Estas afirmaciones son especialmente apreciables para la comprensión
de la perspectiva de Mujer sin Edén, porque el prisma con que Carmen
Conde entiende la Creación, Caída y Redención responde a su vertiente de
ser humano representante de la condición de la mujer, desde la cual el mis
terio divino se vislumbra de un modo inédito, y por tanto sin precedentes,
lográndose así la aportación de validez humana general a la que se refería
su cita de más arriba. Visto el asunto redentorista siempre desde la óptica
del hombre, la poeta lo enriqueció ensanchándolo con la lectura que del
Paraíso y de la historia de la Humanidad hace una mujer del siglo XX que
comparte con Eva y su descendencia femenina el condicionante de perte
necer al mismo sexo.
316
inferioridad respecto al hombre. La propia serpiente le dirá: “Acércate,
varona”, en evidente constatación de ese nacimiento derivado del varón.
13. En Carmen Conde. Obra Poética (1929-1966). Prólogo de Emilio Miró. Madrid:
Biblioteca Nueva, 1967, 379. Todas las citas de versos de Mujer sin Edén se harán con
forme al texto de esta edición, que se citará abreviadamente por MSE.
14. Son afirmaciones de Carmen Sánchez Gil en su tesis doctoral La obra poética de Carmen
Conde. Una interpretación de la mujer de todos los tiempos. Murcia: Universidad, 1998,
349.
317
en extremo, porque ella es consciente de parir hijos de antemano condena
dos a ser víctimas del odio, y condenados a la muerte (“Canción al hijo pri
mero”). Como madre, Eva entiende y justifica las causas de la conducta de
sus hijos Caín y Abel, cuyo respectivo modo de actuar habría sido fruto del
recuerdo del maléfico hálito que proviene de la serpiente, y del sueño del
jardín edénico perdido. Caín y Abel nacieron, así pues, condicionados a
seguir una senda tan distinta como contraria, pero la madre pone acento
especial en explicar los hechos de Caín, y no ahorra dureza al achacárselos
indirectamente al mismísimo Creador, una imputación que ha podido ser
glosada en los siguientes términos: “Las razas y sus diferencias, sus suble
vaciones y sus pestes, hambres, exterminios, éxodos, invasiones, gue
rras...nacen de la ira de Dios contra la mujer y contra su primer hijo. Desde
el costado de la ortodoxia esto suena a herejía; en otro tiempo, la inquisi
ción se hubiera ensañado con el libro y de ahí lo insólito de su aparición en
los años cuarenta y el valor indudable de la autora”1516
. Así comienza “Habla
de sus hijos a Dios”:
15. Cfr. Leopoldo de Luis. Prólogo a Mujer sin Edén. Madrid: Torremozas, 1985, 19-20.
16. MSE, 391.
318
de tal aserto: la mujer no ha sido creada sino como mero instrumento teo
lógico, no ha sido querida por sí misma, sino como medio de autosatisfac-
ción divina:
319
ced a la madre del Creador, un ligamen que supone asimismo superar el
estigma de Eva mediante María, elegida para sufrir pese a ser una mujer
sin mácula alguna. Gracias a este misterio, Eva accede al perdón de Dios y
retorna a su gracia, pues María le ha engendrado a su Hijo (“La mujer divi
nizada”).
Varios poemas de este canto dan fe del amor a Dios de la mujer tras el
símbolo de amor divino a la hembra que se significa en la Encarnación de
Jesús. Siendo así, la mujer expresa al hombre su nostalgia del Paraíso, su
nostalgia de aquel amor en plenitud sentido en el Edén. Era un amor aní
mico que saciaba, no el amor experimentado en la tierra, que no colma y
no satisface por completo ( “Presencia del alma ”). De ahí el ansia de
incorporarse a Dios que la mujer le pide fervorosamente ( “Plegaria ”).
Ahora se da cuenta cabal de cuánto perdió al ser expulsada del Paraíso,
donde no fue consciente de los bienes inmarcesibles que poseía (“Honor a
la bestia”).
El Canto Quinto y último es el más reducido del libro, toda vez que
consta de dos composiciones, “Meditando la mujer, ahora”, y “Súplica
final de la mujer”. Ambos poemas se hacen eco del contexto bélico coetá
neo, y se lamentan de las muertes causadas por las guerras. La mujer está
consternada, porque creyó que la ira divina se había subsumido en la
Redención, pero comprueba que no es así, y estima que tiene derecho a
quejarse, por haber contribuido al plan redentorista. Incomprendida por
Dios, le reprocha que no la libere de este destino maldito de engendrar
hombres con odio, y de ser a un tiempo madre de los que matan y de los
que mueren:
320
Mujer sin Edén es, a tenor de lo expuesto, una obra articulada desde la
circularidad, y que se abre y cierra con el sentimiento disconforme de la
mujer por verse obligada a asumir tan pesarosos designios divinos, Al
decir de Concha Zardoya, Mujer sin Edén “Es un libro de la Mujer: es su
libro. Los hombres, seguramente, han de sentirse ante él como contempla
dores de la tragedia femenina. Las mujeres, por el contrario, han de sen
tirse vivas en este libro, expresadas en cuerpo y alma desde su remoto
origen hasta el propio ser individual”19.
Dividida Nada más que Caín en tres actos, el inicial comienza con un
canto de Eva cuyo texto coincide con el de la “Canción al hijo primero”
del Canto Segundo de Mujer sin Edén. Tal coincidencia confirma el entre
lazamiento entre ambas obras, en las que los versos de dicho canto funcio
nan de modo bien distinto, sobre todo porque en la pieza escénica dan pie
a un diálogo entre Eva y Adán, quien apenas aparece en Mujer sin Edén.
19. Cfr. Concha Zardoya. "Mujer sin Edén: poema vivo de Carmen Conde", en su libro Poesía
española del siglo XX (Estudios temáticos y estilísticos). Madrid: Gredos, 1974, 33.
20. Véase la Introducción de Antonio Morales a Nada más que Caín, en la edición arriba cita
da, 12, la cual se citará en adelante abreviadamente por NMC.
21. En Feo. Javier Diez de Revenga y Mariano de Paco. Historia de la literatura murciana.
Murcia: Universidad de Murcia-Academia Alfonso el Sabio-Editora Regional de Murcia,
1988,473.
321
Aquí, en cambio, es un personaje, al igual que Eva, y como Caín y Abel.
Los cuatro protagonizan los actos uno y dos, agregándoseles en el último
el personaje denominado “El Otro”, que también es hijo de los fundadores
de la especie humana, e interviniendo igualmente en este acto final cinco
adolescentes.
Discriminada Eva por Dios frente a Adán, también Caín cree sufrir el
mismo trato frente a Abel. Pero el comportamiento divino con el primer
hijo no solo se siente como discriminatorio, sino que cabe verlo como
injusto, a tenor de que al vástago se le hace copartícipe de la culpabilidad
de sus progenitores. De ello se duele Caín, y su madre trata de consolarlo
con este razonamiento conformista: “El Señor es dueño de su sonrisa y se
la da a quien cree que la necesita más. Tú eres fuerte, más fuerte que Abel.
Por eso piensa que puedes soportar su sereno rostro, el suyo verdadero: el
único que le conozco yo”2223. Nadie más autorizado que Eva para interpretar
la actitud divina hacia Caín, pues la primera mujer tuvo que ir madurando
una justificación para el comportamiento discriminatorio de Dios respecto
a ella misma. Desde esta perspectiva, se deduce que Dios entendió que Eva
era más fuerte que Adán, y Eva ama a Dios precisamente por haberla cre
ído capaz de soportar la faz más verdadera del Hacedor.
322
Pese al argumento que le ofrece su progenitora, Caín sigue conside
rando que Dios no es justo con él, porque Eva sí le había desobedecido, lo
que no ocurrió en su caso, de ahí que no comprenda la causa de la descon
sideración que recibe de Yahvé. Por eso su madre volverá a intentar conso
larle, ahora desde otra perspectiva, al decirle que él debe su existir al
sufrimiento del Creador, otra profundísima reflexión teológica de Carmen
Conde: “Yahvé-Elohim lo era todo. íbamos en Él y Él en nosotros, como el
agua en el río. Era feliz también, como nosotros. Su dolor arranca del nues
tro mismo. Tiene el propio origen. Porque Él sufre has sido posible tú”.
Tras escuchar a su madre, a Caín le queda claro que Dios no le ama, y se
amarga, se muestra huraño, siente envidia de su hermano, tanta más cuanta
más bondad va descubriendo en él, y en su desconsuelo irá enloqueciendo.
Este acto termina con un diálogo entre Caín y Eva, en el que los dos
constatan su sino de soledad.
El asesinato de Abel
323
dramática habla con Adán, por lo que la línea métrica “tomó desde mi
vientre rencor, celos de Ti”, se convierte en “tomó desde mi vientre celos
de Él”.
Ingenuidad de Caín
324
Otra información le da todavía: se ha desatado una carrera espacial en
pos de la conquista de otros mundos. Y le asegura que mucha gente ha
matado a más personas que él, y sin riesgo ni responsabilidad alguna, aña
diendo luego que un asesinato como el de Caín ya no produce la más
mínima impresión. Agrega asimismo que, a propuesta suya, en su empresa
astronáutica lo han admitido para que sea el primer hombre que pise otro
mundo, y Caín no duda en aceptar, aun cuando Adán le presiona a fin de
que desista de ese empeño. No lo consigue, y su primer hijo parte hacia el
espacio, mientras El Otro sentencia: “No morirá, no envejecerá. Rodará
eternamente intacto alrededor de la Tierra. Nos iremos muriendo todos, y
él, en un tiempo que no es el que contamos aquí, seguirá mandando seña
les desde el espacio, joven y desesperado como partió”26.
325
Este par de acercamientos de la escritora murciana al redentorismo
presentan gran especificidad en el panorama de la recuperación que en el
siglo XX se ha llevado a cabo respecto a la temática propia de los autos
sacros. Especificidad por el hecho excepcional de haber impreso en los dos
textos no solo el ángulo femenino, sino por haber reivindicado una inter
pretación del mito bíblico desde una perspectiva de mujer que considera
que el relato genesíaco es injusto por lo que hace a Eva, e incluso también
por lo que hace al mayor de sus hijos, a Caín. Hasta Carmen Conde, todos
los escritores españoles que habían escrito autos en los años treinta, desde
Azorín a Torrente Ballester, pasando por Alberti, Altolaguirre, Hernández
y otros, no habían abordado la temática sacramental a partir de ese prisma,
óbviamente, sino desde un concepto del “hombre” que incluye, también
óbviamente, a la entera especie humana.
326
ISBN 84-7784-365-1
DIPUTACION PROVINCIAL DE A I IC A N I E